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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Alguien lo habría encontrado.<br />

Ella negó con la cabeza mientras tomaba un sorbo <strong>de</strong> whisky.<br />

—No necesariamente. Una cueva como esta pue<strong>de</strong> quedar sepultada en una<br />

tormenta, cubierta por un alud o fuera <strong>de</strong>l campo visual <strong>de</strong> los escaladores. Y en el<br />

siguiente alud pue<strong>de</strong> volver a aparecer. También <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontrara<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cueva. A qué profundidad. Podía llevar allí un tiempo o incluso<br />

cincuenta años.<br />

—Para eso están los forenses. Ellos establecerán las fechas, y espero que lo<br />

i<strong>de</strong>ntifiquen.<br />

—Ya estás trabajando en el caso. —Divertida, Meg señaló el sobre—.<br />

Déjamelas ver. A ver si nos convertimos en Nick y Nora Charles.<br />

—No estamos en una película, ni es algo agradable, Meg.<br />

—Tampoco lo es <strong>de</strong>stripar un alce. —Se comió otro nacho y cogió el sobre<br />

para abrirlo—. Si es <strong>de</strong> por aquí, a lo mejor lo reconozco. Aunque todos los años<br />

circulan un montón <strong>de</strong> forasteros por el Sin Nombre. La ropa que lleva podría...<br />

Nate vio cómo Meg empali<strong>de</strong>cía, cómo se vidriaban sus ojos y se arrepintió<br />

<strong>de</strong> haberle <strong>de</strong>jado el sobre. Pero cuando iba a quitarle la foto <strong>de</strong> la mano, ella la<br />

agarró con fuerza y le empujó el brazo con la otra.<br />

—No hace falta que lo veas. Vamos a guardarlo —dijo Nate.<br />

Pero ella necesitaba verlo. Tal vez el aire se había quedado bloqueado en sus<br />

pulmones o el estómago le había bajado hasta los pies, pero necesitaba verlo. Con<br />

gesto <strong>de</strong>cidido, sacó el resto <strong>de</strong> las fotos y las alineó en la mesa. Luego se acabó el<br />

whisky <strong>de</strong> un trago.<br />

—Sé quién es.<br />

—¿Lo has reconocido? —Sin pensárselo, Nate acercó su silla a la <strong>de</strong> ella para<br />

po<strong>de</strong>r ver juntos las fotos—. ¿Seguro?<br />

—Claro que estoy segura. Es mi padre.<br />

Meg se apartó un poco <strong>de</strong> la mesa. Estaba muy pálida, pero no temblaba.<br />

—¿Te ocupas <strong>de</strong> la cuenta, jefe? El filete tendrá que esperar.<br />

Nate recogió rápidamente las fotos y <strong>de</strong>jó unos billetes en la mesa; ella ya<br />

había cruzado el vestíbulo y subía la escalera cuando la alcanzó.<br />

—Meg.<br />

—Déjame sola un rato.<br />

—Tenemos que hablar.<br />

—Sube <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora. Habitación 232. Ahora vete, Ignatious.<br />

Meg siguió subiendo, esforzándose por no pensar, por no sentir, hasta que<br />

no hubiera entrado en la habitación y cerrado la puerta. Había cosas que no quería<br />

compartir.<br />

Nate no la siguió. Una parte <strong>de</strong>l cerebro <strong>de</strong> Meg tomó nota <strong>de</strong> ello y le<br />

concedió algunos puntos por su contención y tal vez también por su sensibilidad.<br />

Entró en la habitación en la que ya había <strong>de</strong>jado el equipaje, cerró la puerta y puso<br />

la ca<strong>de</strong>na.<br />

Se fue directamente al baño y <strong>de</strong>volvió como no había hecho en su vida.<br />

Cuando terminó, se sentó en el helado suelo con la frente entre las rodillas.<br />

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