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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Meg pensó en las provisiones y el equipo que llevaba en el avión. Alimentos,<br />

material médico, mantas térmicas, y rezó para que tuvieran alguna utilidad.<br />

—Hay que buscar restos. Tiendas, equipo... cuerpos. Hay muchas grietas.<br />

Pasaré tan cerca como pueda.<br />

Nate <strong>de</strong>seaba ardientemente que estuvieran vivos. Había tenido suficiente<br />

contacto con la muerte, con las pérdidas. No venía a buscar cadáveres sino a unos<br />

muchachos. Asustados, perdidos, tal vez heridos, pero muchachos a los que<br />

<strong>de</strong>volver a sus padres, muertos <strong>de</strong> miedo.<br />

Escrutó con sus prismáticos. Veía las impresionantes pendientes, los<br />

angostos salientes, las escarpadas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hielo. Estaba claro qué movía a las<br />

personas a poner en peligro su cuerpo, incluso la vida, a soportar unas<br />

condiciones espantosas, a pasar hambre y a sufrir con el único objetivo <strong>de</strong> avanzar<br />

hasta la cima. La gente hacía muchas locuras para pasar el tiempo.<br />

Notó el embate <strong>de</strong>l viento, lo peligrosamente cerca que estaba el pequeño<br />

aparato <strong>de</strong> las implacables pare<strong>de</strong>s, y se le pusieron los pelos <strong>de</strong> punta.<br />

Observó hasta que le escocieron los ojos, luego apartó los prismáticos para<br />

po<strong>de</strong>r parpa<strong>de</strong>ar.<br />

—De momento nada.<br />

—Es una montaña muy gran<strong>de</strong>.<br />

Ella daba vueltas, él miraba, y al mismo tiempo seguían mandando las<br />

coor<strong>de</strong>nadas al control.<br />

Nate localizó otra avioneta, un pequeño pájaro amarillo que bajaba en picado<br />

hacia el oeste, y también la maciza mole <strong>de</strong> un helicóptero. La montaña lo<br />

empequeñecía todo. Sin embargo, a Nate le parecían objetos gran<strong>de</strong>s,<br />

acostumbrado como estaba a centrarse en sus <strong>de</strong>talles. Había repasado los<br />

elementos que formaban la montaña: placas <strong>de</strong> ondulado hielo, campos <strong>de</strong> nieve,<br />

salientes <strong>de</strong> roca negra en las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los precipicios que recorrían <strong>de</strong>licados<br />

ríos con más hielo, como el brillante glaseado <strong>de</strong> un pastel.<br />

Vio unas sombras e imaginó que el sol jamás las habría alcanzado y localizó<br />

pendientes que no conducían a ningún lugar. Des<strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas un rayo <strong>de</strong> luz<br />

salía <strong>de</strong>spedido hacia ellos, como un cristal que refleja el sol.<br />

—Ahí abajo hay algo —exclamó—. Metal o cristal. Reflectante. En esa grieta.<br />

—Daré vueltas por encima.<br />

Nate bajó los prismáticos para frotarse los ojos y pensó que ojalá hubiera<br />

llevado las gafas <strong>de</strong> sol. El resplandor era cegador.<br />

El aparato ascendió, giró y, al hacerlo, Nate captó un punto <strong>de</strong> color en la<br />

nieve.<br />

—Un momento. Allí. ¿Qué es aquello? ¡Hacia las cuatro! Allí, Meg, a las<br />

cuatro.<br />

—¡El muy cabrón! ¡Hay uno vivo!<br />

Veía el azul intenso, el movimiento, la forma vagamente humana que agitaba<br />

frenéticamente los brazos haciendo señales. Meg <strong>de</strong>scendió, a la <strong>de</strong>recha, a la<br />

izquierda, a la <strong>de</strong>recha y a la izquierda y luego retrocedía veloz.<br />

—Aquí Castor Alfa-Tango. Tenemos a uno —dijo por el transmisor—. Vivo,<br />

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