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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Pero qué...?<br />

—Una avalancha. —Meg hablaba con voz tranquila a pesar <strong>de</strong> que el avión<br />

empezaba a temblar—. Tendrás que agarrarte fuerte.<br />

Salía a chorros, blanco sobre blanco, como un volcán que entrara en erupción<br />

con el estruendo <strong>de</strong> mil trenes fuera <strong>de</strong> control mientras el avión seguía como una<br />

pelota <strong>de</strong> ping-pong hacia la <strong>de</strong>recha, hacia la izquierda, arriba y abajo.<br />

Nate creyó oír que Meg soltaba palabrotas y le pareció que alguien lanzaba<br />

fuego antiaéreo. La montaña arrojaba trozos <strong>de</strong> hielo contra el parabrisas. Lo que<br />

se estaba apo<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> él no era el miedo sino un temor reverencial.<br />

Cuando el hielo y las piedras chocaban contra el aparato se oía un repiqueteo<br />

metálico. El viento arrastraba la avioneta, tiraba <strong>de</strong> ella, la empujaba hasta el<br />

punto <strong>de</strong> que parecía inevitable estrellarse contra el precipicio o que la metralla la<br />

partiera en mil pedazos. Luego se <strong>de</strong>splazaron entre pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hielo, por encima<br />

<strong>de</strong> un estrecho y congelado valle en dirección hacia el azul.<br />

—¡Soy cojonuda! —Soltó un chillido y, echando la cabeza hacia atrás, se echó<br />

a reír—. ¡Vaya paseo!<br />

—Impresionante —admitió Nate revolviéndose en su asiento, intentando<br />

captar el resto <strong>de</strong>l espectáculo—. Nunca había visto nada igual.<br />

—Las montañas son temperamentales. Nunca sabes cuándo te la van a pegar.<br />

—Se volvió lentamente hacia él—. Veo que mantienes la sangre fría bajo el fuego,<br />

jefe.<br />

—Mira quien habla. —Se instaló con más comodidad mientras se preguntaba<br />

si los <strong>de</strong>sbocados latidos <strong>de</strong>l corazón le habrían roto alguna costilla—. ¿Y... vienes<br />

a menudo por aquí?<br />

—Siempre que tengo ocasión. Pue<strong>de</strong>s empezar a usar los prismáticos.<br />

Tenemos una gran extensión que cubrir y no somos los únicos. Fija tus ojos <strong>de</strong><br />

lince. —Ajustó sus auriculares—. Voy a establecer comunicación con los <strong>de</strong><br />

control.<br />

—¿Hacia dón<strong>de</strong> los fijo?<br />

—Ahí. —Levantó la barbilla—. A la una <strong>de</strong>l mediodía.<br />

En comparación con el Denali, casi parecía accesible, y su belleza, corriente al<br />

lado <strong>de</strong> la magnificencia <strong>de</strong> la Montaña. Había cumbres menos pronunciadas entre<br />

el Sin Nombre y el Denali, y se veían más voluminosas, ondulantes, <strong>de</strong>stacadas,<br />

formando un muro recortado, en múltiples capas, contra el cielo.<br />

—¿Qué altura tiene?<br />

—Más <strong>de</strong> tres mil. Un ascenso consi<strong>de</strong>rable, un buen reto para abril o mayo,<br />

y más peliagudo aunque no imposible en invierno. Y si hablamos <strong>de</strong> unos<br />

adolescentes inexpertos podría ser un suicidio. Si localizamos a quien transportó<br />

aquí a tres menores y los abandonó en pleno mes <strong>de</strong> enero, lo pagará caro.<br />

Nate reconocía aquel tono: categórico, impasible.<br />

—Crees que están muertos.<br />

—Claro.<br />

—Y a pesar <strong>de</strong> todo estás aquí.<br />

—No es la primera vez que voy en busca <strong>de</strong> cadáveres... ni que los encuentro.<br />

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