Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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Nora Roberts<br />
Aurora<br />
Boreal
Para mi maravilloso Logan, hijo <strong>de</strong> mi hijo.<br />
La vida pue<strong>de</strong> ser su caja <strong>de</strong>l tesoro.<br />
Llena con el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> la risa,<br />
la chispa <strong>de</strong> la aventura,<br />
el centelleo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento,<br />
el relámpago <strong>de</strong> lo mágico.<br />
Y entre el fluir <strong>de</strong> todas estas gemas,<br />
el firme fluir <strong>de</strong>l amor.<br />
- 2 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
ÍNDICE<br />
OSCURIDAD .......................................................................... 4<br />
Prólogo ................................................................................ 5<br />
Capítulo 1 ........................................................................... 7<br />
Capítulo 2 ......................................................................... 17<br />
Capítulo 3 ......................................................................... 29<br />
Capítulo 4 ......................................................................... 42<br />
Capítulo 5 ......................................................................... 55<br />
Capítulo 6 ......................................................................... 66<br />
Capítulo 7 ......................................................................... 81<br />
Capítulo 8 ......................................................................... 93<br />
Capítulo 9 ....................................................................... 108<br />
Capítulo 10 ..................................................................... 118<br />
Capítulo 11 ..................................................................... 128<br />
SOMBRA ............................................................................. 143<br />
Capítulo 12 ..................................................................... 144<br />
Capítulo 13 ..................................................................... 154<br />
Capítulo 14 ..................................................................... 166<br />
Capítulo 15 ..................................................................... 176<br />
Capítulo 16 ..................................................................... 188<br />
Capítulo 17 ..................................................................... 200<br />
Capítulo 18 ..................................................................... 212<br />
Capítulo 19 ..................................................................... 222<br />
Capítulo 20 ..................................................................... 234<br />
Capítulo 21 ..................................................................... 247<br />
Capítulo 22 ..................................................................... 258<br />
Capítulo 23 ..................................................................... 269<br />
Capítulo 24 ..................................................................... 280<br />
Capítulo 25 ..................................................................... 292<br />
LUZ ...................................................................................... 303<br />
Capítulo 26 ..................................................................... 304<br />
Capítulo 27 ..................................................................... 316<br />
Capítulo 28 ..................................................................... 327<br />
Capítulo 29 ..................................................................... 340<br />
Capítulo 30 ..................................................................... 352<br />
Capítulo 31 ..................................................................... 364<br />
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA .............................................. 377<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
OSCURIDAD<br />
Se acabó, buena señora; el día luminoso se ha ido.<br />
Y ahora estamos en la oscuridad.<br />
- 4 -<br />
WILLIAM SHAKESPEARE<br />
¡Oh sombras, sombras, sombras,<br />
sombras, en medio <strong>de</strong>l fulgor <strong>de</strong>l mediodía,<br />
irrebatible oscuridad, total eclipse<br />
sin la menor esperanza <strong>de</strong>l día!<br />
JOHN MILTON
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Anotación en un diario<br />
12 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />
Prólogo<br />
Aterrizamos en Sun Glacier hacia el mediodía. El vuelo me ha quitado la<br />
resaca a base <strong>de</strong> sacudidas y ha arrancado las asfixiantes raíces <strong>de</strong> realidad <strong>de</strong> ese<br />
mundo <strong>de</strong> abajo. Un cielo claro como el cristal azul. El cielo que suele ponerse en<br />
las postales para seducir a los turistas, con un resplan<strong>de</strong>ciente halo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />
frío y blanco sol. La señal <strong>de</strong> lo que significará el ascenso. La velocidad <strong>de</strong>l viento<br />
es <strong>de</strong> unos diez nudos. Abajo, una agradable temperatura <strong>de</strong> cinco bajo cero. El<br />
glaciar es tan ancho como el culo <strong>de</strong> Kate, la prostituta, y tan helado como su<br />
corazón.<br />
Anoche, sin embargo, Kate nos ofreció una muy oportuna <strong>de</strong>spedida. Incluso<br />
nos obsequió con lo que podríamos llamar una tarifa <strong>de</strong> grupo.<br />
No sé qué <strong>de</strong>monios hacemos aquí, si no es por aquello <strong>de</strong> que todo el<br />
mundo tiene que estar en alguna parte haciendo algo. Una escalada en invierno al<br />
Sin Nombre es una actividad como cualquier otra, tal vez mejor que la mayoría.<br />
A un hombre le conviene <strong>de</strong> vez en cuando una semana <strong>de</strong> aventuras y <strong>de</strong>jar<br />
a un lado el alcohol y las mujeres <strong>de</strong> vida alegre. ¿Cómo podrías valorar el alcohol<br />
y las mujeres si no te apartaras una temporada <strong>de</strong> ello?<br />
Y lo <strong>de</strong> tropezar con unos compañeros chiflados no solo cambió mi suerte en<br />
la partida sino mi estado <strong>de</strong> ánimo en general. Pocas cosas me fastidian tanto<br />
como trabajar por un salario como cualquier pringado, pero ya se sabe, la mujer<br />
dispone...<br />
Mi golpe <strong>de</strong> fortuna alegrará sin duda a mis chicas, por eso me tomo unos<br />
días para estar con los colegas. Lo <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>r e ir contra los elementos, poner en<br />
peligro la vida y las extremida<strong>de</strong>s en compañía <strong>de</strong> otros tipos tan locos como yo<br />
era algo que tenía que probar, aunque solo fuera para recordar que sigo vivo. Y<br />
sobre todo no hacerlo por dinero, por obligación o porque una mujer te toca las<br />
pelotas hasta la saciedad, sino porque te da la gana. Esto es lo que mantiene vivo<br />
el espíritu.<br />
Ahí abajo hay <strong>de</strong>masiada gente. Las carreteras llevan don<strong>de</strong> antes no<br />
llegaban, la gente vive don<strong>de</strong> no había vivido jamás. Cuando yo llegué no eran<br />
tantos, y los malditos fe<strong>de</strong>rales aún no lo controlaban todo.<br />
¿Un permiso para el ascenso? ¿Para escalar una montaña? Que les <strong>de</strong>n<br />
morcilla, y que les <strong>de</strong>n también a esos reprimidos fe<strong>de</strong>rales con sus normas y su<br />
papeleo. Las montañas estaban ahí antes <strong>de</strong> que la burocracia i<strong>de</strong>ara la forma <strong>de</strong><br />
forrarse con ellas. Y seguirán en su sitio mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que a ella y a sus<br />
- 5 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
papeles se los lleve el infierno.<br />
Y ahí estoy yo, en una tierra que no pertenece a nadie. Los lugares sagrados<br />
no pue<strong>de</strong>n tener dueño.<br />
Si se pudiera vivir en la montaña, montaría allí mi tienda y no volvería a<br />
bajar. Pero, sagrada o no, ella acabaría conmigo con más rapi<strong>de</strong>z que una esposa<br />
quisquillosa, y con menos compasión.<br />
Así pues, pasaré una semana junto a unos hombres con i<strong>de</strong>as parecidas a las<br />
mías y escalaremos esa cumbre sin nombre que se eleva por encima <strong>de</strong> la<br />
población, <strong>de</strong>l río y <strong>de</strong> los lagos, que bor<strong>de</strong>a los límites que los fe<strong>de</strong>rales fijan en<br />
una tierra que se burla <strong>de</strong> sus lamentables intentos <strong>de</strong> domesticarla y protegerla.<br />
Alaska no tiene más dueño que ella misma. Por muchas carreteras,<br />
indicadores o normas que se le impongan. Es la última mujer libre, y Dios la ama<br />
por ello. Al igual que yo.<br />
Hemos establecido el campamento base; el sol ha <strong>de</strong>saparecido ya tras las<br />
imponentes cúspi<strong>de</strong>s y nos ha sumergido en la oscuridad <strong>de</strong>l invierno.<br />
Acurrucados en la tienda, hemos cenado bien, hemos compartido un canuto y<br />
hemos hecho planes para mañana.<br />
Mañana iniciamos el ascenso.<br />
- 6 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Camino <strong>de</strong> Lunacy<br />
28 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 2004<br />
Capítulo 1<br />
Amarrado en el interior <strong>de</strong> una lata <strong>de</strong> sardinas en perpetuo movimiento a la<br />
que llaman avión, avanzando a trompicones entre los azotes <strong>de</strong>l viento en la<br />
apagada luz <strong>de</strong> invierno, salvando las brechas y fracturas <strong>de</strong> las montañas<br />
cubiertas <strong>de</strong> nieve, camino <strong>de</strong> un lugar llamado Lunacy, Ignatious Burke tuvo una<br />
revelación.<br />
No estaba preparado para morir, como creía, ni mucho menos.<br />
Empezó a entrarle pánico cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que su <strong>de</strong>stino colgaba<br />
peligrosamente <strong>de</strong> un hilo que estaba en manos <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sconocido sepultado bajo<br />
una parka amarilla, cuyo rostro quedaba prácticamente oculto por un sombrero <strong>de</strong><br />
cuero <strong>de</strong> ala ancha colocado sobre un gorro <strong>de</strong> lana <strong>de</strong> color morado.<br />
En Anchorage, a Nate le pareció competente aquel <strong>de</strong>sconocido que le dio<br />
una sonora palmada en la mano antes <strong>de</strong> indicarle con el pulgar aquella lata <strong>de</strong><br />
sardinas con hélices.<br />
Acto seguido le dijo:<br />
—Llámame Jerk.<br />
Ahí empezó el mal rollo.<br />
¿Qué imbécil se metería en una lata voladora pilotada por un tipo cuyo<br />
nombre significa sacudida?<br />
De todas formas, en aquella época <strong>de</strong>l año solo podía llegarse a Lunacy<br />
volando. Eso le dijo la alcal<strong>de</strong>sa, Hopp, cuando le consultó acerca <strong>de</strong>l viaje.<br />
El avión se inclinó hacia la <strong>de</strong>recha y mientras su estómago hacía otro tanto<br />
Nate se preguntó qué entendía por «seguro» la alcal<strong>de</strong>sa.<br />
¡Él que creía que todo le importaba un comino! Vivir o morir, ¿qué<br />
importancia tenía pensándolo bien? Subió a bordo <strong>de</strong>l gran avión que cubría la<br />
línea <strong>de</strong> Baltimore a Washington resignado a encaminarse hacia el final <strong>de</strong> su vida.<br />
El loquero <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento ya le había advertido que no tomara <strong>de</strong>cisiones<br />
importantes en plena <strong>de</strong>presión, pero él había solicitado el puesto <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong><br />
policía <strong>de</strong> Lunacy solo porque el nombre le había parecido muy acertado. Lunacy:<br />
locura.<br />
Luego aceptó el cargo encogiéndose <strong>de</strong> hombros, como quien dice «Me<br />
importa un bledo».<br />
En aquellos momentos, en que todo le daba vueltas y se sentía mareado,<br />
Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que no le preocupaba tanto la muerte como la forma <strong>de</strong><br />
morir. No le apetecía acabar hecho pedazos en una montaña en aquella maldita<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
oscuridad.<br />
Al menos, si hubiera permanecido en Baltimore, si les hubiera seguido la<br />
corriente al loquero y al capitán, habría podido caer en acto <strong>de</strong> servicio. Eso era<br />
algo más aceptable. Pero no, tiró la placa, no se limitó a quemar los puentes sino<br />
que los voló. Y ahora se pudriría en el último rincón <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong> Alaska.<br />
—La situación empeorará a partir <strong>de</strong> ahora —dijo Jerk con un marcado<br />
acento <strong>de</strong> Texas.<br />
Nate se tragó la bilis.<br />
—Será que hasta ahora ha sido coser y cantar...<br />
Jerk soltó una risita y le guiñó el ojo.<br />
—Eso no es nada. Tendría que ver lo que es luchar contra el viento.<br />
—No, gracias. ¿Queda mucho?<br />
—No.<br />
El avión iba pegando sacudidas y bandazos. Nate se rindió y cerró los ojos.<br />
Rezó para que a su muerte no se añadiera la humillación <strong>de</strong> que hubiera vómito en<br />
sus botas.<br />
Nunca más subiría a un avión. Si sobrevivía, se iría <strong>de</strong> Alaska en coche. O<br />
andando. O arrastrándose. Pero jamás volvería a meterse en un avión.<br />
El aparato dio un salto y un meneo que hicieron que Nate abriera los ojos<br />
como platos. Entonces, a través <strong>de</strong>l parabrisas vio la triunfal victoria <strong>de</strong>l sol, una<br />
maravillosa atenuación <strong>de</strong> la oscuridad que convertía el cielo en una extensión<br />
nacarada y <strong>de</strong>jaba ver el mundo <strong>de</strong> abajo como una superficie ondulada en tonos<br />
blancos y azules, con súbitas elevaciones, un sinfín <strong>de</strong> relucientes lagos helados y<br />
lo que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser kilómetros y kilómetros <strong>de</strong> bosques cubiertos <strong>de</strong> nieve.<br />
Al este, el cielo casi <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquella masa a la que los lugareños<br />
llamaban Denali, o simplemente la Montaña. Incluso su superficial investigación<br />
bastó para informarle <strong>de</strong> que solo los forasteros se referían a ella con el nombre <strong>de</strong><br />
McKinley.<br />
El único pensamiento coherente que le vino a la cabeza en medio <strong>de</strong> los<br />
bandazos fue el <strong>de</strong> que algo tan enorme no podía ser real. Mientras el sol<br />
proyectaba sus rayos en el cielo, las sombras empezaron a fundirse y a disiparse,<br />
azul sobre blanco, y la cara helada <strong>de</strong> la montaña resplan<strong>de</strong>ció.<br />
Algo sucedió en el interior <strong>de</strong> Nate, porque por un momento se olvidó <strong>de</strong>l<br />
malestar <strong>de</strong> estómago, <strong>de</strong>l constante zumbido <strong>de</strong>l motor e incluso <strong>de</strong>l frío que se<br />
había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l avión como una <strong>de</strong>nsa niebla.<br />
—Menudo cabrón, ¿verdad?<br />
—Pues sí. —Nate soltó una bocanada <strong>de</strong> aire—. Menudo cabrón.<br />
Viraron hacia el oeste, aunque en ningún momento Nate perdió <strong>de</strong> vista la<br />
montaña. Ahora veía que lo que había tomado por una carretera cubierta <strong>de</strong> hielo<br />
era un serpenteante y helado río. En la orilla era visible la huella <strong>de</strong>l hombre con<br />
sus casas y edificios, sus coches y camiones.<br />
Parecía el interior <strong>de</strong> una esfera <strong>de</strong> nieve sin agitar, con todos sus<br />
componentes blancos, petrificados, a la espera <strong>de</strong> la mano que lo agita.<br />
Se oyó un golpe <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l suelo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Qué ha sido eso?<br />
—El tren <strong>de</strong> aterrizaje. Estamos en Lunacy.<br />
El avión rugió mientras <strong>de</strong>scendía.<br />
Nate tuvo que agarrarse firmemente con manos y pies.<br />
—¿Cómo? ¿Estamos aterrizando? ¿Dón<strong>de</strong>?<br />
—Sobre el río. El hielo es completamente sólido en esta época <strong>de</strong>l año. No<br />
tema.<br />
—Pero...<br />
—Nos <strong>de</strong>slizamos sobre los esquís.<br />
—¿Esquís? —De repente se acordó <strong>de</strong> que no soportaba los <strong>de</strong>portes <strong>de</strong><br />
invierno—. ¿No sería más lógico hacerlo sobre patines?<br />
Jerk soltó una carcajada mientras el avión se posaba sobre el hielo.<br />
—¡Valiente disparate! Un avión con patines. Menudo artilugio.<br />
El avión se balanceó, <strong>de</strong>rrapó, se <strong>de</strong>slizó y el estómago <strong>de</strong> Nate siguió cada<br />
uno <strong>de</strong> estos movimientos. Por fin se arrastró airosamente hasta <strong>de</strong>tenerse. Jerk<br />
paró los motores; en el súbito silencio, Nate pudo oír los latidos <strong>de</strong> su corazón.<br />
—Es imposible que le paguen lo que merece —consiguió <strong>de</strong>cir al piloto—.<br />
Realmente no hay oro en el mundo para pagarle.<br />
—¡Al cuerno! —Jerk dio un manotazo en el brazo <strong>de</strong> Nate—. No es la paga lo<br />
que cuenta, jefe. Bienvenido a Lunacy.<br />
—Tiene toda la razón.<br />
Decidió no besar el suelo. Aparte <strong>de</strong> que era un gesto un poco ridículo, podía<br />
congelarse. Optó por mover sus entumecidas piernas en aquel frío atroz y pedir al<br />
cielo que le sostuvieran hasta llegar a algún lugar cal<strong>de</strong>ado, inmóvil y limpio.<br />
El principal problema que se le planteaba era cruzar el hielo sin romperse<br />
una pierna, o la cabeza.<br />
—No se preocupe por el equipaje, jefe —le dijo Jerk—. Yo se lo llevo.<br />
—Gracias.<br />
Mientras intentaba mantener el equilibrio, vio una silueta <strong>de</strong> pie en la nieve.<br />
Llevaba una parka marrón con capucha y ribetes <strong>de</strong> piel oscura. Fumaba y soltaba<br />
unas breves e impacientes bocanadas. Guiándose por aquella figura, Nate<br />
emprendió el camino por encima <strong>de</strong>l hielo con la mayor dignidad posible.<br />
—Ignatious Burke.<br />
La voz que le llegó envuelta en una nube <strong>de</strong> vapor era áspera y femenina.<br />
Nate resbaló, consiguió en<strong>de</strong>rezarse y, con el corazón acelerado bajo las costillas,<br />
consiguió llegar a la nevada orilla.<br />
—Anastasia Hopp. —Le tendió una mano enfundada en un guante y le dio<br />
un fuerte apretón <strong>de</strong> manos—: Parece que las ha pasado canutas. ¿Qué, Jerk, has<br />
estado jugando con nuestro nuevo jefe <strong>de</strong> policía?<br />
—No, señora Hopp, aunque el tiempo no ha acompañado...<br />
—No suele hacerlo. Tiene usted buen aspecto, a pesar <strong>de</strong> todo. Tome, eche<br />
un trago.<br />
Sacó una petaca <strong>de</strong> plata que llevaba en el bolsillo y se la ofreció.<br />
—Eh...<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Vamos, hombre, aún no está <strong>de</strong> servicio. Un poco <strong>de</strong> coñac le sentará <strong>de</strong><br />
perlas.<br />
Convencido <strong>de</strong> que era imposible que su estado empeorara, quitó el tapón <strong>de</strong><br />
la petaca y tomó un sorbo <strong>de</strong> licor, que le sentó como un puñetazo en el estómago.<br />
—Gracias.<br />
—Vamos al Lodge para que pueda instalarse y recuperarse un poco. —La<br />
mujer pasó <strong>de</strong>lante por un camino hollado—. Le mostraremos Lunacy más tar<strong>de</strong>,<br />
cuando esté algo más <strong>de</strong>spejado. Hay un buen trecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Baltimore...<br />
—Pues sí.<br />
Net creía estar viendo un <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> película. El ver<strong>de</strong> y el blanco <strong>de</strong> los<br />
árboles, el río, la nieve, los edificios construidos con troncos partidos, el humo que<br />
salía por las chimeneas y las cañerías. Lo veía todo como en un sueño borroso que<br />
le recordaba que estaba agotado y mareado. No había podido pegar ojo en<br />
ninguno <strong>de</strong> los vuelos y llevaba casi veinticuatro horas sin echarse ni un minuto.<br />
—Un día precioso y claro —dijo ella—. Las montañas ponen su granito <strong>de</strong><br />
arena y atraen a los turistas.<br />
Una postal perfecta, y también impresionante. Nate tenía la sensación <strong>de</strong><br />
haberse metido en una película... o en el sueño <strong>de</strong> otro.<br />
—Me alegra ver que viene bien preparado. —Le miraba <strong>de</strong> arriba abajo<br />
mientras hablaba—. La gente <strong>de</strong>l sur suele aparecer con un abriguito y unas botas<br />
recién salidas <strong>de</strong> la caja, y se quedan tiesos como un bacalao.<br />
Todo lo que llevaba, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ropa interior térmica hasta prácticamente el<br />
último <strong>de</strong>talle que guardaba en la maleta, lo había comprado en Eddie Bauer, a<br />
través <strong>de</strong> internet, tras recibir un mensaje electrónico <strong>de</strong> la alcal<strong>de</strong>sa Hopp con una<br />
lista <strong>de</strong> sugerencias.<br />
—Fue usted muy clara en cuanto a lo que necesitaría.<br />
Hopp asintió.<br />
—Y también lo fui en cuanto a lo que necesitamos aquí. No me <strong>de</strong>cepcione,<br />
Ignatious.<br />
—Llámeme Nate. No es esa mi intención, alcal<strong>de</strong>sa Hopp.<br />
—Hopp a secas. Así me llama todo el mundo.<br />
Llegaron a un largo porche <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />
—Ahí tiene el Lodge. Hotel, bar, restaurante, casino. Tiene reservada una<br />
habitación aquí; está incluida en su salario. Si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> vivir en otra parte es cosa<br />
suya. El establecimiento pertenece a Charlene Hi<strong>de</strong>l. Sirve buena comida y lo<br />
mantiene todo muy aseado. Ella le aten<strong>de</strong>rá. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> intentar llevárselo al<br />
huerto.<br />
—¿Perdón?<br />
—Es usted un hombre atractivo, y Charlene tiene cierta <strong>de</strong>bilidad por ellos.<br />
Es <strong>de</strong>masiado mayor para usted, aunque ella no querrá verlo así. Claro que quizá<br />
a usted tampoco se lo parezca; ahí ya no me meto.<br />
Dicho esto sonrió y Nate <strong>de</strong>scubrió bajo la capucha un rostro rojizo como una<br />
manzana y con una forma parecida. Tenía los ojos castaños, alegres, la boca ancha,<br />
los labios finos, con las comisuras algo curvadas.<br />
- 10 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Tenemos un exce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> hombres, como ocurre en la mayor parte <strong>de</strong><br />
Alaska. Lo que no impi<strong>de</strong> que la población femenina husmee por ahí. Usted es<br />
carne fresca y muchas querrán catarla. En sus horas libres haga lo que le plazca,<br />
Ignatious. Pero no se <strong>de</strong>dique a las mujeres en horas <strong>de</strong> trabajo.<br />
—Tomaré nota <strong>de</strong> ello.<br />
La carcajada <strong>de</strong> la mujer resonó como una sirena en la niebla: dos bocinazos.<br />
Para darle más énfasis, le pegó una palmada en el brazo.<br />
—Será mejor que lo haga.<br />
Abrió la puerta <strong>de</strong> un tirón y le invitó a entrar en aquel cal<strong>de</strong>ado y acogedor<br />
lugar. Olía a fuego <strong>de</strong> leña y a café, a algún guiso con cebolla y a perfume <strong>de</strong><br />
mujer que <strong>de</strong>cía «sígueme».<br />
Entraron en una amplia sala dividida <strong>de</strong> modo informal en un comedor con<br />
mesas <strong>de</strong> dos y <strong>de</strong> cuatro personas, cinco compartimientos y una barra con<br />
taburetes alineados, cuyos rojos asientos estaban gastados por el uso.<br />
A la <strong>de</strong>recha había otra estancia en la que se divisaba una mesa <strong>de</strong> billar, algo<br />
que parecía un futbolín y las centelleantes luces <strong>de</strong> una máquina <strong>de</strong> discos.<br />
Al lado se veía lo que parecía un vestíbulo, en el que Nate pudo entrever una<br />
parte <strong>de</strong>l mostrador, unas taquillas con llaves y sobres o papeles con notas.<br />
Los troncos ardían alegremente en la chimenea y las ventanas estaban<br />
colocadas <strong>de</strong> tal forma que enmarcaban la espectacular panorámica <strong>de</strong> la montaña.<br />
Circulaba por allí una camarera en los últimos meses <strong>de</strong> embarazo, con el<br />
pelo recogido en una larga, negra y brillante trenza. El rostro <strong>de</strong> la muchacha le<br />
pareció tan <strong>de</strong>slumbrante, <strong>de</strong> una belleza tan serena, que le hizo parpa<strong>de</strong>ar. Con<br />
aquellos ojos suaves y oscuros y su piel dorada le pareció la versión nativa <strong>de</strong> una<br />
virgen.<br />
Estaba sirviendo café a dos hombres sentados en uno <strong>de</strong> los<br />
compartimientos. Un niño <strong>de</strong> unos cuatro años coloreaba un libro en una mesa.<br />
Un hombre con chaqueta <strong>de</strong> cheviot leía un ejemplar manoseado <strong>de</strong> Ulises<br />
fumando en la barra.<br />
En una mesa <strong>de</strong>l extremo, un hombre con una poblada barba oscura, que le<br />
llegaba hasta la mitad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scolorida camisa <strong>de</strong> franela a cuadros que llevaba,<br />
parecía mantener una airada discusión consigo mismo.<br />
Las cabezas se volvieron hacia ellos; saludaron a Hopp cuando se quitó la<br />
capucha y <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto una abundante cabellera plateada. Las miradas que<br />
dirigieron a Nate iban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la curiosidad y la intriga hasta una clara hostilidad<br />
por parte <strong>de</strong>l barbudo.<br />
—Es Ignatious Burke, nuestro nuevo jefe <strong>de</strong> policía —anunció Hopp<br />
mientras se <strong>de</strong>sabrochaba la cremallera <strong>de</strong> la parka—. Aquí están Dex Trilby y<br />
Hans Finkle, en el compartimiento, y Bing Karovski, allá, con cara <strong>de</strong> pocos<br />
amigos. Rose Itu es quien sirve las mesas. ¿Cómo está el pequeño, Rose?<br />
—No para. Bienvenido, señor Burke.<br />
—Gracias.<br />
—Él es el profesor —dijo Hopp dando unas palmaditas en el hombro <strong>de</strong>l <strong>de</strong><br />
la chaqueta <strong>de</strong> cheviot mientras se acercaba a la barra—. ¿Algo nuevo en el libro<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que lo leyó?<br />
—Siempre se encuentra algo. —Bajó un poco las gafas con montura metálica<br />
para ver mejor a Nate—. Un largo viaje.<br />
—Muy largo —asintió Nate.<br />
—Y aún no ha terminado.<br />
El profesor colocó <strong>de</strong> nuevo las gafas en su sitio y siguió con su libro.<br />
—Y ese diablillo tan guapo es Jesse, el hijo <strong>de</strong> Rose.<br />
El muchacho, que mantenía la cabeza gacha sobre el libro que coloreaba,<br />
levantó la vista y sus ojos gran<strong>de</strong>s y oscuros inspeccionaron al recién llegado a<br />
través <strong>de</strong>l espeso y moreno flequillo. Luego tiró <strong>de</strong> la parka <strong>de</strong> Hopp para que se<br />
acercara y pudiera <strong>de</strong>cirle algo al oído.<br />
—Tranquilo. Le proporcionaremos uno.<br />
Se abrió la puerta <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la barra y apareció un armario negro con un<br />
enorme <strong>de</strong>lantal blanco.<br />
—Mike, el grandullón —dijo Hopp—. El cocinero. Estuvo en la marina hasta<br />
que una chica <strong>de</strong> aquí le echó el ojo encima, en Kodiak.<br />
—Me atrapó como a una trucha —dijo Mike con una risita—. Bienvenido a<br />
Lunacy.<br />
—Gracias.<br />
—Tendremos que ofrecerle algo bueno y caliente a nuestro nuevo jefe <strong>de</strong><br />
policía.<br />
—La sopa <strong>de</strong> pescado hoy está muy buena —dijo Mike—. Creo que sería lo<br />
más apropiado. A menos que prefiera la carne, jefe.<br />
A Nate le costó un poco verse <strong>de</strong> «jefe» justamente en aquellos momentos en<br />
que notaba que todos los ojos estaban fijos en él.<br />
—La sopa me parece bien. Creo que ya está <strong>de</strong>cidido.<br />
—Enseguida se la servimos. —Volvió a la cocina y Nate oyó su voz <strong>de</strong><br />
barítono que cantaba «Baby, It's Cold Outsi<strong>de</strong>».<br />
«Un escenario, una postal —pensó—. O una película. Des<strong>de</strong> luego has dado<br />
en el clavo.» Se sentía como un polvoriento y abandonado objeto <strong>de</strong>l atrezo.<br />
Hopp levantó el <strong>de</strong>do para indicarle a Nate que la esperara mientras se<br />
dirigía al vestíbulo. Él vio que iba al otro lado <strong>de</strong>l mostrador y cogía una llave <strong>de</strong><br />
una <strong>de</strong> las taquillas.<br />
En aquel preciso instante se abrió la puerta <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l mostrador y<br />
apareció una rubia <strong>de</strong>spampanante.<br />
En efecto, encima era rubia, o sea que cumplía todos los requisitos <strong>de</strong> la<br />
mujer explosiva, pensó Nate. A<strong>de</strong>más, su ondulada cabellera caía hasta rozar los<br />
impresionantes pechos que se entreveían por el pronunciado escote <strong>de</strong>l suéter azul<br />
que llevaba ceñido al cuerpo. Nate tardó un poco en fijarse en el rostro, porque el<br />
citado suéter <strong>de</strong>saparecía bajo unos vaqueros tan ajustados que parecía que<br />
podían dañar algún órgano interno.<br />
Aunque Nate no se quejaba.<br />
En el rostro <strong>de</strong>stacaban unos brillantes ojos azules que transmitían inocencia,<br />
en claro contraste con los carnosos labios rojos. Se había pasado un poco con el<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
maquillaje; parecía una muñeca Barbie.<br />
La Barbie vampiresa.<br />
A pesar <strong>de</strong> la compresión a la que la sometía la ropa, consiguió contonearse<br />
mientras daba la vuelta al mostrador con sus zapatos <strong>de</strong> tacón <strong>de</strong> aguja y se dirigía<br />
hasta el comedor. Una vez allí se apoyó lánguidamente en la barra.<br />
—Qué hay, guapo.<br />
Lo dijo con un ronroneo gutural —que requería horas <strong>de</strong> ensayo— capaz <strong>de</strong><br />
convertir al hombre más duro en un cor<strong>de</strong>rito.<br />
—Charlene, compórtate. —Hopp agitó la llave—. Este hombre está cansado y<br />
medio mareado. No tiene fuerzas para ocuparse <strong>de</strong> ti ahora mismo. Señor Burke,<br />
ella es Charlene Hi<strong>de</strong>l. Esta es su casa. El presupuesto municipal se hace cargo <strong>de</strong><br />
su habitación y <strong>de</strong> la comida, <strong>de</strong> modo que no se sienta obligado a ofrecer nada a<br />
cambio.<br />
—¡Qué mala eres, Hopp! —Charlene lo dijo sonriendo como un gatito al que<br />
acarician—. Puedo acompañarle a la habitación, señor Burke, para que se instale, y<br />
luego subirle algo caliente.<br />
—Yo le acompaño. —Con <strong>de</strong>cisión, Hopp cerró la mano alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la<br />
llave—. Jerk traerá su equipaje. Rose podría subirle la sopa que le está preparando<br />
Mike. Vamos, Ignatious. Ya tendrá tiempo <strong>de</strong> hacer vida social cuando se<br />
recupere.<br />
A Nate no le pareció oportuno intervenir. Siguió a Hopp hacia la entrada y<br />
subió con ella la escalera, obediente como un cachorro que va <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su amo.<br />
Oyó que alguien murmuraba «cheechako» en el tono que utilizaría alguien que<br />
escupiera un bocado <strong>de</strong> carne pasada. Supuso que era un insulto pero no le dio<br />
importancia.<br />
—Charlene no tiene mala intención —<strong>de</strong>cía Hopp—, pero le gusta provocar a<br />
los hombres siempre que tiene oportunidad.<br />
—No se preocupe por mí, mamaíta.<br />
Soltó <strong>de</strong> nuevo su risa <strong>de</strong> sirena <strong>de</strong> barco mientras metía la llave en la<br />
cerradura <strong>de</strong> la habitación 203.<br />
—Hace quince años, un hombre la <strong>de</strong>jó con una hija a la que ha tenido que<br />
criar sola. Ha hecho un buen trabajo con Meg, aunque la mitad <strong>de</strong>l tiempo se<br />
pelean como dos gatas. Des<strong>de</strong> entonces han pasado por aquí muchos hombres y<br />
cada vez los escoge más jóvenes. Antes le he dicho que era mayor para usted. —<br />
Hopp volvió la vista para mirarlo—. En realidad, tal como iba vestida, me parece<br />
que es usted quien es muy mayor para ella. ¿Treinta y dos, verdad?<br />
—Esos tenía cuando salí <strong>de</strong> Baltimore. ¿Cuántos han pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces?<br />
Hopp abrió la puerta meneando la cabeza.<br />
—Charlene le lleva más <strong>de</strong> doce. Su hija ya casi tiene la misma edad que<br />
usted. Mejor será que no lo olvi<strong>de</strong>.<br />
—Y yo que pensaba que a las mujeres les gustaba que una <strong>de</strong> ellas se ligara a<br />
un hombre joven.<br />
—Lo que <strong>de</strong>muestra lo poco que nos conoce. Lo que nos molesta es no<br />
habérnoslo camelado antes. Ya ve.<br />
- 13 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate entró en una habitación con revestimiento <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra en la que había<br />
una cama <strong>de</strong> hierro y un tocador con espejo a un lado y una pequeña mesa<br />
redonda, dos sillas y un pequeño escritorio al otro.<br />
Estaba limpia y era sobria, pero resultaba tan acogedora como un saco <strong>de</strong><br />
patatas.<br />
—Ahí atrás tiene una pequeña cocina. —Hopp se acercó a una cortina azul, la<br />
corrió y <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto una minúscula nevera, una encimera con dos fuegos y<br />
un frega<strong>de</strong>ro como un puño—. A menos que la cocina sea su gran pasión, yo <strong>de</strong><br />
usted comería abajo. Cocinan bien. No es el Ritz, aunque Charlene tiene<br />
habitaciones más coquetas, pero <strong>de</strong>bemos ceñirnos al presupuesto. —Se fue hacia<br />
el otro extremo y abrió una puerta—: El baño.<br />
—Vaya, vaya. —Nate asomó la cabeza.<br />
El lavabo era más gran<strong>de</strong> que el frega<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la cocina, aunque no mucho, y<br />
no había bañera, pero a él la ducha le bastaba.<br />
—Aquí tiene el equipaje, jefe. —Jerk <strong>de</strong>jó sobre la cama dos maletas y una<br />
bolsa <strong>de</strong> piel, que llevaba como si estuvieran vacías, aunque el colchón se hundió<br />
bajo su peso—. Si me necesita, estoy abajo comiendo algo. Esta noche plancho la<br />
oreja aquí y por la mañana me largo a Talkeetna.<br />
A modo <strong>de</strong> saludo se tocó la frente con un <strong>de</strong>do y salió con paso sonoro.<br />
—¡Espere! ¡Un momento! —Nate hurgaba en su bolsillo.<br />
—De las propinas me ocupo yo —dijo Hopp—. Hasta que no empiece a<br />
fichar considérese un invitado <strong>de</strong>l ayuntamiento <strong>de</strong> Lunacy.<br />
—Será un honor.<br />
—Espero que se lo gane.<br />
—¡Servicio <strong>de</strong> habitaciones! —dijo Charlene con voz cantarina entrando con<br />
una ban<strong>de</strong>ja. Se acercó a la mesa balanceando las ca<strong>de</strong>ras como un metrónomo—.<br />
Le traigo una <strong>de</strong>liciosa sopa <strong>de</strong> pescado y un buen sándwich. El café está caliente.<br />
—Huele muy bien. Se lo agra<strong>de</strong>zco, señora Hi<strong>de</strong>l.<br />
—¡Alto ahí! Llámeme Charlene. —Su caída <strong>de</strong> ojos confirmó a Nate que<br />
efectivamente había estado practicando—. Esto es una gran familia feliz.<br />
—De ser así, no habríamos necesitado un jefe <strong>de</strong> policía.<br />
—Vamos, no lo asustes, Hopp. ¿Le parece bien la habitación, Ignatious?<br />
—Nate. Sí, muy bien, gracias.<br />
—Échese algo entre pecho y espalda y <strong>de</strong>scanse un poco —le aconsejó<br />
Hopp—. En cuanto haya recuperado las energías, llámeme. Le haré <strong>de</strong> anfitriona.<br />
Su primera tarea consistirá en asistir al pleno que se celebra mañana por la tar<strong>de</strong><br />
en el ayuntamiento, don<strong>de</strong> le presentaré a los que se dignen aparecer por allí.<br />
Antes pasaremos por la comisaría para que conozca a sus dos ayudantes y a<br />
Peach. Y le entregaremos la estrella.<br />
—¿Estrella?<br />
—Jesse insistió en que se la entregáramos. Vamos, Charlene, <strong>de</strong>jémoslo solo.<br />
—Llame abajo si necesita cualquier cosa —dijo Charlene con una sonrisa<br />
alentadora—. Cualquier cosa.<br />
Detrás <strong>de</strong> Charlene, Hopp puso los ojos en blanco, la agarró <strong>de</strong>l brazo y la<br />
- 14 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
sacó fuera. Se oyó el taconeo en el parquet, un chillido femenino y el portazo.<br />
Nate aún distinguió el murmullo <strong>de</strong> Charlene, ofendida.<br />
—¿Qué pasa, Hopp? Solo quería ser amable.<br />
—Existe la amabilidad <strong>de</strong> la hostelera y la amabilidad <strong>de</strong> la madama. Un día<br />
<strong>de</strong> estos tendré que explicarte la diferencia entre ambas.<br />
Nate esperó a que se hubieran alejado para acercarse a la puerta y cerrar el<br />
pestillo. Luego se quitó la parka, la <strong>de</strong>jó en el suelo, e hizo lo mismo con el gorro.<br />
Tiró también la bufanda y el montón se completó con el chaleco impermeable.<br />
Vestido solo con pantalón, camisa, ropa interior y botas, se acercó a la mesa,<br />
cogió el plato <strong>de</strong> sopa y la cuchara y se acercó a la ventana.<br />
Eran las tres y media <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> según el reloj <strong>de</strong> la mesita y estaba oscuro<br />
como si fuera medianoche. Mientras tomaba la sopa miró el resplandor <strong>de</strong> las<br />
farolas y las formas <strong>de</strong> los edificios. La <strong>de</strong>coración navi<strong>de</strong>ña brillaba con sus luces<br />
<strong>de</strong> colores, los Papá Noel y las figuras <strong>de</strong> los renos.<br />
Pero, sin gente, sin vida, sin movimiento.<br />
Comía maquinalmente, estaba <strong>de</strong>masiado cansado y tenía <strong>de</strong>masiada<br />
hambre para fijarse en el sabor.<br />
Pensaba que al otro lado <strong>de</strong> la ventana no había más que el <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> una<br />
película. Aquellos edificios podían ser simplemente fachadas, y la gente que había<br />
visto abajo, personajes <strong>de</strong> ficción.<br />
Tal vez aquello fuera una alucinación, fruto <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión, <strong>de</strong>l dolor, <strong>de</strong>l<br />
enojo, <strong>de</strong> cualquier horrible mezcla que le hubiera llevado en un remolino hacia el<br />
vacío.<br />
Despertaría en su casa, en Baltimore, e intentaría armarse <strong>de</strong> valor para<br />
seguir la rutina <strong>de</strong> un nuevo día.<br />
Cogió el sándwich y se lo comió también <strong>de</strong> pie junto a la ventana, mientras<br />
observaba aquel vacío mundo en blanco y negro con sus curiosas luces festivas.<br />
Tal vez él mismo estuviera ahí fuera, en aquel mundo vacío. Quizá se había<br />
convertido en un personaje <strong>de</strong> aquella extraña ficción. Luego se <strong>de</strong>svanecería en la<br />
oscuridad, como el último rollo <strong>de</strong> una vieja película, y todo habría terminado.<br />
Mientras estaba allí <strong>de</strong> pie, pensando que quizá todo había acabado y que tal<br />
vez era lo que <strong>de</strong>seaba, una silueta entró en el cuadro. Iba <strong>de</strong> rojo, un rojo intenso,<br />
llamativo. Parecía fuera <strong>de</strong> lugar en aquella escena incolora, pero introducía<br />
movimiento en ella.<br />
Unos movimientos claros y enérgicos. Una vida con una misión específica,<br />
un movimiento con un objetivo. Pasos rápidos, briosos, que <strong>de</strong>jaban una sombra<br />
<strong>de</strong> huellas en la nieve.<br />
«He estado aquí. Estoy vivo y he estado aquí.»<br />
Era incapaz <strong>de</strong> precisar si se trataba <strong>de</strong> un hombre, <strong>de</strong> una mujer o <strong>de</strong> un<br />
niño, pero había algo en la pincelada <strong>de</strong> color, en la seguridad <strong>de</strong>l porte que le<br />
llamó la atención y <strong>de</strong>spertó su interés.<br />
Como si notara que la observaban, la silueta se <strong>de</strong>tuvo y miró hacia arriba.<br />
Nate tuvo <strong>de</strong> nuevo una sensación <strong>de</strong> blanco y negro. Rostro blanco, pelo<br />
negro. Pero incluso aquello quedaba borroso por la oscuridad y la distancia.<br />
- 15 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Un momento <strong>de</strong> inmovilidad, <strong>de</strong> silencio. Luego la silueta empezó a andar<br />
otra vez a gran<strong>de</strong>s pasos, hacia el Lodge, y <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> su vista.<br />
Nate corrió las cortinas y se retiró <strong>de</strong> la ventana.<br />
Tras un momento <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cisión, cogió el equipaje <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la cama y<br />
<strong>de</strong>jó los bultos sin abrir en el suelo. Se <strong>de</strong>snudó, sin ni siquiera notar el frío <strong>de</strong> la<br />
habitación, y se metió bajo la montaña <strong>de</strong> mantas como un oso que penetra en su<br />
cueva.<br />
Permaneció tumbado; un hombre <strong>de</strong> treinta y dos años con una espesa y<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada mata <strong>de</strong> pelo castaño alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un rostro alargado y fino al que el<br />
agotamiento y la <strong>de</strong>sesperación habían quitado la expresión y convertido el azul<br />
<strong>de</strong> los ojos en un gris ahumado. Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la incipiente barba <strong>de</strong> un día, la piel<br />
había adoptado la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la fatiga. Por más que la comida le hubiera aliviado<br />
el malestar <strong>de</strong>l estómago, su organismo seguía aletargado, como el <strong>de</strong> alguien que<br />
no consigue quitarse <strong>de</strong> encima una extenuante gripe.<br />
Se le ocurrió que ojalá Barbie, Charlene, hubiera subido una botella en vez <strong>de</strong><br />
café. No era un gran bebedor, probablemente eso le había librado <strong>de</strong> caer también<br />
en el alcoholismo. De todas formas, un buen lingotazo le habría ayudado a<br />
<strong>de</strong>sconectar y a conciliar el sueño.<br />
Se oía el rumor <strong>de</strong>l viento. Hasta ese momento no se había fijado, pero se<br />
podía oír su gemido en la ventana. También escuchaba el crujido <strong>de</strong>l edificio y su<br />
propia respiración.<br />
Un trío <strong>de</strong> sonidos solitarios.<br />
«Desconecta —se dijo—. Desconecta totalmente.»<br />
Pensó en dormir un par <strong>de</strong> horas, quitarse la mugre <strong>de</strong>l viaje con una buena<br />
ducha y llenar el <strong>de</strong>pósito con café.<br />
Entonces <strong>de</strong>cidiría qué <strong>de</strong>monios haría.<br />
Apagó la luz y la habitación se hundió en la oscuridad. Al cabo <strong>de</strong> unos<br />
segundos él también lo hizo.<br />
- 16 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 2<br />
La oscuridad lo envolvió, lo aspiró como el fango cuando se <strong>de</strong>spertó. Su<br />
aliento era como un silbido vacilante en el aire. Tenía la piel sudada e intentaba<br />
librarse <strong>de</strong> las mantas.<br />
El olor <strong>de</strong>l aire le resultaba extraño: cedro, posos <strong>de</strong> café y un cierto toque a<br />
limón. Recordó que no estaba en su piso <strong>de</strong> Baltimore.<br />
Se había vuelto loco, estaba en Alaska.<br />
La esfera luminosa <strong>de</strong>l reloj <strong>de</strong> la mesita marcaba las cinco y cuarenta y ocho.<br />
De modo que había dormido un rato antes <strong>de</strong> que el sueño le llevara <strong>de</strong><br />
nuevo a la realidad.<br />
En el sueño también estaba a oscuras. Negra noche, pálida y sucia lluvia.<br />
Olor a pólvora y a sangre.<br />
«Maldita sea, Nate, maldita sea. Me han dado.»<br />
La fría lluvia caía por su rostro, la sangre caliente se colaba entre sus <strong>de</strong>dos.<br />
<strong>San</strong>gre suya, sangre <strong>de</strong> Jack.<br />
No había sido capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener la sangre, <strong>de</strong> la misma forma que no había<br />
podido parar la lluvia. Ambas cosas estaban fuera <strong>de</strong> su alcance, y en aquel<br />
callejón <strong>de</strong> Baltimore se estaban llevando lo que quedaba <strong>de</strong> él.<br />
«Tenía que haberme tocado a mí —pensó—. Y no a Jack. Él <strong>de</strong>bería haber<br />
estado en casa con su esposa, con sus hijos, mientras yo moría en aquel sucio<br />
callejón bajo la asquerosa lluvia.»<br />
Pero él se libró con solo una bala en la pierna y otra que entró y salió en un<br />
instante por su costado, justo por encima <strong>de</strong> la cintura, el tiempo suficiente para<br />
echarle al suelo, para que aflojara el paso, y así Jack cayera antes.<br />
Unos segundos, unos pequeños errores, y había muerto una buena persona.<br />
Él tendría que vivir con ello. Se planteó poner fin a su vida, pero lo consi<strong>de</strong>ró<br />
una solución egoísta con la que no honraba a su amigo, a su compañero. Vivir con<br />
ello resultaba más duro que morir.<br />
Aquella vida era un castigo mayor.<br />
Se levantó y fue al baño. Se compa<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> sí mismo cuando <strong>de</strong>scubrió cómo<br />
agra<strong>de</strong>cía aquel mísero chorro <strong>de</strong> agua caliente que salía <strong>de</strong> la ducha. Tardaría<br />
mucho en librarse <strong>de</strong> todas aquellas capas <strong>de</strong> sudor y porquería, pero no le<br />
importaba. El tiempo no era un problema.<br />
Se vestiría, bajaría a tomar un café. Tal vez llamaría a Hopp e iría a echar un<br />
vistazo a la comisaría. Quizá podría mostrarse algo más coherente y borrar aquella<br />
primera impresión <strong>de</strong> tarado medio dormido.<br />
Después <strong>de</strong> la ducha y <strong>de</strong> un buen afeitado se sintió mejor. Buscó ropa limpia<br />
y empezó a ponerse capas encima.<br />
- 17 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Con las prendas <strong>de</strong> abrigo en el brazo, se miró al espejo. «Ignatious Burke,<br />
jefe <strong>de</strong> policía, Lunacy, Alaska —se dijo moviendo la cabeza, con media sonrisa—.<br />
Bien, jefe, empecemos.»<br />
Se fue abajo y le sorprendió la relativa tranquilidad <strong>de</strong>l local. Por lo que<br />
había leído, la gente se reunía en lugares como el Lodge. Las noches <strong>de</strong> invierno<br />
eran largas, oscuras y solitarias, por ello había imaginado que oiría ruido en el bar,<br />
quizá el chasquido <strong>de</strong> las bolas <strong>de</strong> billar, una antigua melodía <strong>de</strong>l Oeste en la<br />
máquina <strong>de</strong> discos. Pero cuando entró en el bar se encontró con la bella Rose<br />
sirviendo café, igual que hacía unas horas. Tal vez a los mismos hombres, aunque<br />
Nate no podía asegurarlo. Su hijo seguía sentado a una mesa coloreando<br />
aplicadamente.<br />
Nate consultó el reloj, que había adaptado a la hora local. Las siete y diez.<br />
Rose se volvió para sonreírle.<br />
—Señor Burke...<br />
—Una noche tranquila.<br />
El rostro se iluminó con otra sonrisa.<br />
—Una mañana.<br />
—¿Cómo dice?<br />
—Son las siete <strong>de</strong> la mañana. Supongo que le apetecerá <strong>de</strong>sayunar.<br />
—Yo...<br />
—Cuesta un poco acostumbrarse. —Señaló las oscuras ventanas—. Dentro <strong>de</strong><br />
unas horas el cielo se aclarará durante un ratito. Siéntese, le traeré café para<br />
empezar.<br />
Había dormido doce horas y no sabía si avergonzarse o alegrarse. Ni siquiera<br />
se acordaba <strong>de</strong> la última vez que había dormido más <strong>de</strong> cuatro o cinco horas, y<br />
siempre con agitados sueños.<br />
Dejó la parka en el banco <strong>de</strong> un compartimiento y <strong>de</strong>cidió hacer un esfuerzo<br />
por establecer relaciones. Se acercó a la mesa <strong>de</strong> Jesse y señalando la silla que tenía<br />
<strong>de</strong>lante le preguntó:<br />
—¿Está ocupada?<br />
El niño le echó una mirada por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l flequillo y negó con la cabeza. Con<br />
la lengua entre los dientes siguió coloreando mientras Nate tomaba asiento.<br />
—Bonita vaca morada —comentó, observando cómo seguía coloreando.<br />
—No hay vacas moradas si uno no las pinta.<br />
—Eso dicen. ¿Vas a clase <strong>de</strong> arte en el instituto?<br />
El niño abrió los ojos <strong>de</strong> par en par.<br />
—Aún no voy a la escuela, solo tengo cuatro años.<br />
—¡No me digas! ¿Cuatro? Pensaba que tendrías al menos dieciséis.<br />
Nate se relajó, y guiñó el ojo a Rose, que le traía una taza blanca en la que le<br />
sirvió el café.<br />
—Celebré mi cumpleaños con un pastel y un millón <strong>de</strong> globos. ¿Verdad,<br />
mamá?<br />
—Sí, cariño —dijo ella <strong>de</strong>jando la carta junto al codo <strong>de</strong> Nate.<br />
—Y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco tendremos un bebé. También tengo dos perros y...<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Jesse, <strong>de</strong>ja que el señor Burke vea la carta.<br />
—En realidad estaba pensando en pedirle a Jesse que me recomendara algo.<br />
¿A ti qué te gusta para <strong>de</strong>sayunar, Jesse?<br />
—¡Crepés!<br />
—Pues que sean crepés. —Entregó <strong>de</strong> nuevo la carta a Rose—. Eso será<br />
suficiente.<br />
—Si quiere algo más me avisa. —Rose tenía las mejillas sonrosadas <strong>de</strong><br />
satisfacción.<br />
—¿De qué raza son los perros? —preguntó Nate. Tenía la intención <strong>de</strong><br />
pasarse todo el <strong>de</strong>sayuno distraído con las hazañas <strong>de</strong> los dos amigos <strong>de</strong> Jesse.<br />
La ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> crepés y un niño encantador era un modo <strong>de</strong> empezar el día<br />
mucho más agradable que con una pesadilla. Ya se encontraba <strong>de</strong> mejor humor;<br />
estaba pensando en llamar a Hopp cuando la vió entrar por la puerta.<br />
—He oído que estaba usted recuperado —dijo quitándose la capucha.<br />
Llevaba nieve en la parka—. Se le ve con más vitalidad que anoche.<br />
—Siento haberla <strong>de</strong>jado colgada.<br />
—Tranquilo. Ha dormido toda la noche, ha <strong>de</strong>sayunado bien y tiene buena<br />
compañía —añadió dirigiendo una sonrisa a Jesse—. ¿Dispuesto a dar una vuelta?<br />
—Por supuesto.<br />
Se levantó y se puso el equipo contra el frío.<br />
—Está más <strong>de</strong>lgado <strong>de</strong> lo que esperaba.<br />
Nate miró a Hopp. Sabía que se había quedado flacucho. ¿Cómo podía dar<br />
esa impresión alguien que siempre se había mantenido más o menos, con un<br />
metro ochenta y unos setenta y cinco kilos, y <strong>de</strong> repente perdía más <strong>de</strong> cinco?<br />
—Por poco tiempo; voy a seguir comiendo crepés.<br />
—Tiene una buena mata <strong>de</strong> pelo.<br />
Nate se puso el gorro.<br />
—Me limito a <strong>de</strong>jar que crezca.<br />
—Me gustan los hombres con pelo. —Abrió la puerta con gesto brusco—.<br />
También los pelirrojos.<br />
—Mi pelo es castaño —corrigió él enseguida, encasquetándose el gorro.<br />
—Vámonos. Rose, no te agobies con el trabajo —dijo Hopp antes <strong>de</strong><br />
enfrentarse al viento y la nieve. El frío le embistió como un tren <strong>de</strong>sbocado.<br />
—¡Qué barbaridad! Se te congelan los huevos. —Se metió rápidamente en el<br />
Ford Explorer que Hopp había apartado junto al bordillo.<br />
—Aún tiene la sangre un poco aguada.<br />
—Aunque la tuviera espesa como el chocolate continuaría notando este puto<br />
frío, y perdone la expresión. No me molesta la gente que habla claro. Por supuesto<br />
que nota el puto frío, estamos en diciembre. —Y con su sonora risa puso el motor<br />
en marcha—. Empezaremos el paseo en coche. No andaremos a tientas en la<br />
oscuridad.<br />
—¿A cuántos entierran al año el frío y la hipotermia?<br />
—A más <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los que suben a las montañas, aunque en general son<br />
turistas o pirados. Un tipo que se llamaba Teek pilló una solemne cogorza hace<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
tres años en enero y se quedó congelado en el váter <strong>de</strong> su casa leyendo Playboy.<br />
Pero ese era tonto. Los <strong>de</strong> aquí saben cómo cuidarse y los cheechakos que pasan un<br />
invierno con nosotros apren<strong>de</strong>n... o se largan.<br />
—¿Los cheechakos?<br />
—Los recién llegados. No hay que tomarse la naturaleza a la ligera, pero si<br />
apren<strong>de</strong>s a vivir con ella, y eres listo, las cosas funcionan. Sales, pue<strong>de</strong>s esquiar,<br />
andar con raquetas, patinar y pescar en el hielo. —Se encogió <strong>de</strong> hombros—. Hay<br />
que tomar precauciones y disfrutar; no hay más remedio.<br />
Siguió conduciendo con mano experta por las calles nevadas.<br />
—Ahí está el ambulatorio. Tenemos un médico y un enfermero.<br />
Nate se fijó en aquel pequeño edificio achaparrado.<br />
—¿Y cuando el caso no pue<strong>de</strong> tratarse aquí?<br />
—Se va en avión a Anchorage. Meg Galloway es la piloto a la que<br />
contratamos normalmente. Vive en las afueras.<br />
—¿Una mujer?<br />
—¿Es usted machista, Ignatious?<br />
—No. —O tal vez sí—. Solo era una pregunta.<br />
—Meg es la hija <strong>de</strong> Charlene. Una piloto magnífica. Está un poco zumbada<br />
pero pilota <strong>de</strong> maravilla. Ella era quien tenía que haberle traído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Anchorage,<br />
pero como vino un día más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo previsto, Meg tenía otro compromiso y<br />
tuvimos que llamar a Jerk, <strong>de</strong> Talkeetna. Es probable que conozca a Meg en la<br />
reunión <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />
«La que me espera...», pensó Nate.<br />
—En La Tienda <strong>de</strong> la Esquina encontrará todo lo necesario, y si no lo tienen,<br />
se lo conseguirán. Es el edificio más antiguo <strong>de</strong> Lunacy. Lo construyeron los<br />
tramperos a principios <strong>de</strong>l siglo XIX, y Harry y Deb la han ido ampliando <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
que compraron el local en el ochenta y tres.<br />
Ocupaba el doble <strong>de</strong> espacio que el ambulatorio y tenía dos plantas. Los<br />
escaparates ya estaban iluminados.<br />
—De momento Correos está en el banco que ve allí, pero este verano<br />
inauguraremos una nueva oficina. Y ese local diminuto <strong>de</strong> al lado es Los Italianos.<br />
Excelente pizza. No sirven fuera <strong>de</strong>l pueblo.<br />
—Una pizzería.<br />
—Un italiano <strong>de</strong> Nueva York vino hace tres años <strong>de</strong> caza, se enamoró <strong>de</strong>l<br />
pueblo y ya no se marchó. Johnny Trivani. Al principio, el nombre <strong>de</strong>l<br />
establecimiento era Trivani's, pero todo el mundo lo llamaba Los Italianos y así<br />
acabó. Ya habla <strong>de</strong> abrir también una pana<strong>de</strong>ría. Dice que buscará una <strong>de</strong> esas<br />
novias rusas que se encuentran en internet. Es capaz.<br />
—¿Habrá blinis recién hechos?<br />
—Esperemos que sí. Nuestro semanario se edita ahí enfrente —dijo Hopp<br />
señalando una fachada—. Lo lleva una pareja que no es <strong>de</strong> aquí. Se llevaron a los<br />
críos a <strong>San</strong> Diego a pasar unos días justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Navidad. KLUN, nuestra<br />
emisora, emite <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí. La emisora está prácticamente en manos <strong>de</strong> Mitch<br />
Dauber. Es bueno el cabrón.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—La sintonizaré.<br />
Dio media vuelta para <strong>de</strong>sandar el camino.<br />
—A poco menos <strong>de</strong> un kilómetro tenemos la escuela; la primaria es hasta los<br />
doce años. Ahora mismo hay setenta y ocho alumnos. También se dan clases a<br />
adultos. De pintura y esas cosas. Del <strong>de</strong>shielo al hielo, todas las noches al pie <strong>de</strong>l<br />
cañón. El resto <strong>de</strong>l tiempo, <strong>de</strong> día.<br />
—¿Del <strong>de</strong>shielo al hielo?<br />
—El río se <strong>de</strong>shiela, llega la primavera. El río se hiela, saca los calzoncillos<br />
largos <strong>de</strong>l armario.<br />
—¡Ah, vale!<br />
—Tenemos quinientos seis habitantes en el interior <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>nominamos<br />
los límites <strong>de</strong> la población y más o menos otros ciento diez fuera, aunque sigue<br />
siendo nuestro distrito. El suyo, a partir <strong>de</strong> ahora.<br />
A Nate todo aquello continuaba pareciéndole algo muy alejado <strong>de</strong> la<br />
realidad. Y más lejos aún <strong>de</strong> ser algo suyo.<br />
—Los bomberos, todos voluntarios, tienen su local aquí. Y ahí está el<br />
ayuntamiento. —Frenó y se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un gran edificio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra—. Mi<br />
esposo colaboró en su construcción trece años atrás. Fue el primer alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
Lunacy; mantuvo el cargo hasta que murió, en febrero hará cuatro años.<br />
—¿De qué murió?<br />
—Un ataque al corazón. Jugando a hockey en el lago. Al rematar para<br />
marcar, cayó fulminado. Muy propio <strong>de</strong> él.<br />
Nate esperó la continuación.<br />
—¿Quién ganó?<br />
Hopp soltó una <strong>de</strong> sus carcajadas.<br />
—Su gol puso punto final al encuentro. El partido no se reemprendió. —<br />
Siguió a<strong>de</strong>lante con el coche—. Ahí trabajará usted.<br />
Nate intentó ver algo a través <strong>de</strong> la oscuridad y la nieve que no cesaba <strong>de</strong><br />
caer. Era un elegante edificio con estructura <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, visiblemente más nuevo<br />
que los <strong>de</strong> su alre<strong>de</strong>dor. Tenía el estilo <strong>de</strong> un bungalow, con un pequeño porche y<br />
una ventana a cada lado <strong>de</strong> la puerta, ambas con postigos <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> oscuro.<br />
Con palas o con pisadas habían abierto un camino que iba <strong>de</strong> la calle a la<br />
puerta; aunque parecía que habían quitado la nieve hacía poco, ya volvía a haber<br />
casi un palmo. Allí estaba aparcada una furgoneta azul, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la que salía otra<br />
senda que llegaba hasta la puerta.<br />
Se veían luces en las dos ventanas y una nube <strong>de</strong> humo gris salía <strong>de</strong> la negra<br />
chimenea <strong>de</strong>l tejado.<br />
—¿Están ahí?<br />
—En efecto. Sabían que hoy vendría usted. —Aparcó al lado <strong>de</strong> la<br />
furgoneta—. ¿Preparado para conocer a su equipo?<br />
—Totalmente.<br />
Salió <strong>de</strong>l coche y <strong>de</strong>scubrió que el frío le pegaba la misma sacudida que<br />
antes. Respirando con los dientes apretados, siguió a Hopp hasta la puerta <strong>de</strong><br />
entrada.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Esto es lo que aquí llamamos entrada ártica. —Se metió en el cubierto, a<br />
resguardo <strong>de</strong>l frío y el viento—. Ayuda a retener el calor que se pier<strong>de</strong> en el<br />
edificio principal. Es el lugar perfecto para <strong>de</strong>jar la parka.<br />
Hopp colgó la suya <strong>de</strong> un gancho, al lado <strong>de</strong> otra. Nate hizo lo mismo y<br />
luego se quitó los guantes y los metió en los bolsillos <strong>de</strong> la prenda colgada. A<br />
continuación les llegó el turno al gorro y a la bufanda. Se preguntó si algún día se<br />
acostumbraría a vestirse como un explorador <strong>de</strong>l Polo Norte cada vez que iba a<br />
salir a la calle.<br />
Hopp abrió la segunda puerta y entraron en una estancia que olía a fuego <strong>de</strong><br />
chimenea y a café.<br />
Las pare<strong>de</strong>s estaban pintadas <strong>de</strong> color beis, el suelo era <strong>de</strong> linóleo jaspeado.<br />
Al fondo, a la <strong>de</strong>recha, había una estufa baja <strong>de</strong> leña, y, sobre esta, un recipiente <strong>de</strong><br />
hierro que echaba humo.<br />
Se veían dos escritorios metálicos en la parte <strong>de</strong>recha, una hilera <strong>de</strong> sillas <strong>de</strong><br />
plástico y una mesa baja con revistas al otro lado. A lo largo <strong>de</strong> la pared <strong>de</strong>l fondo,<br />
un mostrador con un walkie-talkie, un or<strong>de</strong>nador y un árbol <strong>de</strong> Navidad <strong>de</strong><br />
cerámica <strong>de</strong> un color ver<strong>de</strong> que jamás habría podido conseguir la naturaleza.<br />
Nate se fijó en las dos puertas situadas a uno y otro lado <strong>de</strong>l mostrador y en<br />
el tablón <strong>de</strong> anuncios en el que se veían notas y avisos colgados.<br />
Y también en las tres personas que fingían no estar pendientes <strong>de</strong> su llegada.<br />
Pensó que los dos hombres eran sus ayudantes. Uno <strong>de</strong> ellos apenas tenía<br />
edad para votar, y el otro tenía la suficiente para haber votado a Kennedy. Los dos<br />
llevaban un grueso pantalón <strong>de</strong> lana, botas resistentes y camisa <strong>de</strong> franela con una<br />
placa.<br />
El más joven era autóctono, tenía una melena oscura y lacia que le llegaba<br />
casi hasta los hombros, unos ojos almendrados, profundos y negros como la<br />
noche, y un rostro <strong>de</strong> finas facciones y expresión inocente, joven y tímido.<br />
El mayor tenía la piel curtida por el viento, llevaba el pelo casi al rape, tenía<br />
las mejillas caídas y forzaba la vista a través <strong>de</strong> unos ojos <strong>de</strong> un azul mortecino,<br />
ensombrecidos por profundos surcos. Su fuerte complexión contrastaba con la<br />
<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l otro. Nate pensó que probablemente había estado en el ejército.<br />
La mujer era redondita como una manzana, tenía los carrillos regor<strong>de</strong>tes y<br />
sonrosados y una generosa <strong>de</strong>lantera que <strong>de</strong>stacaba bajo un jersey <strong>de</strong> color rosa<br />
con copos <strong>de</strong> nieve bordados. Recogía su pelo grisáceo en un moño trenzado <strong>de</strong>l<br />
que sobresalía un lápiz y sostenía en las manos una ban<strong>de</strong>ja con unos bollos <strong>de</strong><br />
aspecto pegajoso.<br />
—Ahí tiene a la banda al completo. Jefe Ignatious Burke, este es su equipo.<br />
Su ayudante Otto Gruber.<br />
El <strong>de</strong>l pelo casi rapado dio un paso a<strong>de</strong>lante y le tendió la mano.<br />
—Jefe...<br />
—Ayudante Gruber.<br />
—Ayudante Peter Notti<br />
—Jefe Burke.<br />
Aquella sonrisa vacilante le sonaba.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Es usted pariente <strong>de</strong> Rose?<br />
—En efecto. Es mi hermana.<br />
—Y finalmente, aunque no por ello menos importante, su secretaria,<br />
administrativa y proveedora <strong>de</strong> bollos <strong>de</strong> canela, Marietta Peach.<br />
—Me alegro <strong>de</strong> que esté aquí, jefe Burke. —Tenía un acento marcadamente<br />
sureño—. Espero que se sienta mejor.<br />
—Sí, muchas gracias, señora Peach.<br />
—Voy a enseñarle al jefe el resto <strong>de</strong> la comisaría y luego les <strong>de</strong>jaré solos para<br />
que vayan conociéndose. ¿Por qué no echamos una ojeada a las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong><br />
sus... invitados, Ignatious?<br />
Entró por la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, que daba a dos calabozos, ambos con una<br />
litera. Las pare<strong>de</strong>s parecían recién pintadas y el suelo acabado <strong>de</strong> fregar. El recinto<br />
olía a <strong>de</strong>sinfectante.<br />
No había ningún inquilino.<br />
—¿Se usan mucho? —preguntó Nate.<br />
—Borrachos y camorristas, principalmente. Hay que pillar una muy gorda o<br />
armar un buen jaleo para pasar una noche encerrado en Lunacy. Tendrá algún<br />
caso <strong>de</strong> agresión, vandalismo, pero suele ser cosa <strong>de</strong> los chavales, que se aburren.<br />
Diré al personal que le ponga al corriente <strong>de</strong> los <strong>de</strong>litos en Lunacy. No tenemos<br />
abogado, en caso <strong>de</strong> que alguien lo necesitara pue<strong>de</strong> llamar a uno <strong>de</strong> Anchorage o<br />
<strong>de</strong> Fairbanks, a menos que conozca a alguno en otra parte. En cambio sí tenemos<br />
un juez jubilado, aunque es más fácil encontrarle pescando que dispuesto a<br />
solucionar cuestiones legales.<br />
—Muy bien.<br />
—¡Me va a dar dolor <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> tanto oírle!<br />
—No sé estar con la boca cerrada.<br />
Hopp movió la cabeza con una risita.<br />
—Vamos a echar un vistazo a su <strong>de</strong>spacho.<br />
Cruzaron la zona común, don<strong>de</strong> todos hacían como si trabajaran. Al otro<br />
lado <strong>de</strong>l mostrador <strong>de</strong> la señora Peach, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la puerta, se veía el armero.<br />
Nate contó seis escopetas, cinco fusiles, ocho pistolas y cuatro cuchillos <strong>de</strong> aspecto<br />
siniestro.<br />
Luego hundió las manos en sus bolsillos mientras fruncía los labios.<br />
—Vaya, ¿no tenemos sables?<br />
—Hay que estar preparados.<br />
—Sí, para una invasión.<br />
Ella respondió con una sonrisa y entró en la sala que estaba al lado <strong>de</strong>l<br />
armero.<br />
—Su <strong>de</strong>spacho.<br />
Medía unos tres metros cuadrados y tenía una ventana junto a un escritorio<br />
gris metálico. Encima <strong>de</strong> este, un or<strong>de</strong>nador, un teléfono y un flexo. Contra la<br />
pared había dos archivadores y un estante entre ellos, en el que había una cafetera<br />
—ya preparada—, dos tazas <strong>de</strong> gres marrón y una cestita con sobres <strong>de</strong> leche en<br />
polvo y azúcar. En la pared, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la percha, había también un tablero <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
corcho —vacío— y, arrimadas a aquella, dos sillas plegables para las visitas.<br />
Las luces que se reflejaban en el oscuro cristal <strong>de</strong> la ventana le daban un<br />
aspecto impersonal y poco acogedor.<br />
—Peach ha puesto <strong>de</strong> todo en su mesa, pero si necesita algo más, tiene el<br />
armario <strong>de</strong> material al final <strong>de</strong>l pasillo. Y el lavabo está enfrente.<br />
—Muy bien.<br />
—¿Alguna pregunta?<br />
—Un montón.<br />
—Dispare.<br />
—De acuerdo, le haré una; el resto <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong> ella. ¿Por qué me han<br />
contratado?<br />
—Bien. ¿Le importa? —dijo Hopp señalando la cafetera.<br />
—Sírvase.<br />
Hopp llenó dos tazas, le ofreció una y se sentó.<br />
—Necesitábamos un jefe <strong>de</strong> policía.<br />
—¿Está segura?<br />
—Este es un lugar pequeño, alejado y normalmente nos las arreglamos solos,<br />
pero eso no significa que no necesitemos una estructura, Ignatious. Debemos<br />
establecer una línea entre lo que está bien y lo que está mal para po<strong>de</strong>r<br />
mantenernos en ella. Mi marido trabajó muchos años en ello.<br />
—Y ahora es cosa suya.<br />
—Sí. Ahora es cosa mía. Por otro lado, disponer <strong>de</strong> nuestra propia policía<br />
significa que nos encargamos <strong>de</strong> nuestros asuntos; no necesitamos que<br />
intervengan los fe<strong>de</strong>rales o la policía estatal. Una población como esta no suele<br />
tenerse en cuenta precisamente por cómo es y por dón<strong>de</strong> se encuentra. Pero ahora<br />
disponemos <strong>de</strong> policía, <strong>de</strong> bomberos... Contamos también con una buena escuela,<br />
un hotel <strong>de</strong>cente, una publicación semanal, una emisora <strong>de</strong> radio. El clima nos<br />
aísla, pero sabemos ser autosuficientes. Sin embargo, necesitamos or<strong>de</strong>n, y este<br />
edificio y las personas que trabajan en él lo simbolizan.<br />
—O sea que ha contratado a un símbolo.<br />
—En cierto modo. —Aquellos ojos castaños aguantaron su mirada—. La<br />
gente se siente más segura con los símbolos. De todos modos, espero que haga su<br />
trabajo, y una parte importante <strong>de</strong> este, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> mantener el or<strong>de</strong>n, es<br />
relacionarse con la comunidad. Por eso me he tomado la molestia <strong>de</strong> mostrarle<br />
algunos <strong>de</strong> los negocios <strong>de</strong>l pueblo y citarle los nombres <strong>de</strong> quienes los llevan.<br />
Aunque no lo ha visto todo. Bing tiene un garaje en el que arregla cualquier motor,<br />
y se ocupa también <strong>de</strong>l equipo pesado: la máquina quitanieves, la excavadora.<br />
Lunatic Air se encarga <strong>de</strong>l transporte <strong>de</strong> mercancías y viajeros, trae provisiones<br />
aquí y a las afueras.<br />
—Lunatic Air.<br />
—Para usted, Meg —dijo Hopp medio sonriendo—. Estamos en el límite <strong>de</strong><br />
la Alaska interior y hemos convertido un asentamiento <strong>de</strong> trabajadores<br />
temporales, hippies y alborotadores en una población sólida. Ya irá conociendo a<br />
sus gentes, las relaciones entre ellos, las rencillas y las afinida<strong>de</strong>s. Entonces sabrá<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
cómo manejarlas.<br />
—Lo que me lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué me contrató a mí, en vez<br />
<strong>de</strong> a alguien que conociera mejor todo esto?<br />
—Me pareció que alguien que lo conociera <strong>de</strong> antemano llegaría al puesto<br />
con su propia mochila. Con sus rencillas y afinida<strong>de</strong>s. Alguien que viene <strong>de</strong> fuera<br />
no trae nada <strong>de</strong> eso. Usted es joven; eso también contó. No tiene esposa e hijos que<br />
pudieran no adaptarse a la vida <strong>de</strong> aquí y presionarle para volver al sur. A<strong>de</strong>más,<br />
tiene diez años <strong>de</strong> experiencia en la policía y reúne los requisitos que estaba<br />
buscando... aparte <strong>de</strong> que no discutió por el salario.<br />
—Comprendo su i<strong>de</strong>a, pero en realidad no sé qué <strong>de</strong>monios hago aquí.<br />
—Hum... —Hopp terminó su café—. Le consi<strong>de</strong>ro un joven inteligente. Ya lo<br />
verá. Y ahora —dijo poniéndose <strong>de</strong> pie—, manos a la obra. A las dos hay pleno en<br />
el ayuntamiento. Tendrá que <strong>de</strong>cir algunas palabras.<br />
—¡Me lo temía!<br />
—Otra cosa. —Se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita—. Va a<br />
necesitar esto. —La abrió, extrajo una estrella plateada y la prendió en la camisa <strong>de</strong><br />
Nate—. Nos vemos a las dos, jefe.<br />
Nate se quedó inmóvil en medio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, con la vista fija en su taza<br />
mientras oía voces apagadas fuera. Como no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué hacer, lo único que<br />
se le ocurrió fue marcarse un inicio y seguir a partir <strong>de</strong> ahí.<br />
Hopp estaba en lo cierto. No tenía ni esposa ni hijos. Nada ni nadie tiraba <strong>de</strong><br />
él para que volviera al sur. Al mundo. Ya que iba a quedarse allí, tenía que hacerlo<br />
bien. Si echaba a per<strong>de</strong>r esta extraña oportunidad que se le ofrecía en el lugar más<br />
apartado <strong>de</strong>l universo, no tendría adón<strong>de</strong> ir. Nada que hacer.<br />
Mientras se dirigía con el café en la mano hacia la zona común notó en el<br />
estómago el mismo malestar que había experimentado en el avión.<br />
—Si pudieran <strong>de</strong>dicarme unos minutos...<br />
No sabía muy bien dón<strong>de</strong> colocarse; <strong>de</strong> pronto se dio cuenta <strong>de</strong> que no tenía<br />
por qué quedarse <strong>de</strong> pie. Dejó la taza, cogió un par <strong>de</strong> sillas <strong>de</strong> plástico, las colocó<br />
frente a los escritorios, volvió a coger el café y miró a Peach con una sonrisa.<br />
—Señora Peach, ¿le importa sentarse aquí? —A pesar <strong>de</strong> que notaba las<br />
crepés, que aún no había digerido <strong>de</strong>l todo, se esforzó por esbozar una sonrisa—.<br />
Pue<strong>de</strong> traer los bollitos. Huelen <strong>de</strong> maravilla.<br />
Visiblemente halagada, la mujer llevó con ella la ban<strong>de</strong>ja y unas servilletas.<br />
—Que cada cual se sirva.<br />
—Me imagino que para uste<strong>de</strong>s esto será tan incómodo como para mí —<br />
empezó a <strong>de</strong>cir Nate mientras cogía un bollo con una servilleta—. No me conocen.<br />
No saben qué clase <strong>de</strong> policía soy, o qué tipo <strong>de</strong> hombre. No soy <strong>de</strong> por aquí ni<br />
tengo la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué ocurre en esta parte <strong>de</strong>l mundo. Y encima se supone<br />
que tendré que darles ór<strong>de</strong>nes. Les daré ór<strong>de</strong>nes —rectificó mordiendo el bollo—.<br />
Están <strong>de</strong> muerte, señora Peach.<br />
—Es la manteca.<br />
—Supongo. —Por un instante vio cómo sus arterias se obturaban <strong>de</strong> golpe—.<br />
Es difícil recibir ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> alguien a quien no se conoce, en quien no se confía. No<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
tienen ningún motivo para confiar en mí. Por lo menos <strong>de</strong> momento. Cometeré<br />
errores. No importa que me los echen en cara, siempre que lo hagan en privado.<br />
Cuento con uste<strong>de</strong>s, con todos uste<strong>de</strong>s, para que me ayu<strong>de</strong>n a avanzar. Para que<br />
me enseñen lo que tengo que saber y me presenten a quien <strong>de</strong>bo conocer. Aunque<br />
<strong>de</strong> momento lo que quiero preguntarles es si alguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s tiene algún<br />
problema conmigo. Preferiría hablarlo y solucionarlo ahora.<br />
Otto tomó un sorbo <strong>de</strong> café.<br />
—Yo no sabré si tengo algún problema hasta que no sepa cómo es usted.<br />
—Tiene toda la razón. Pero si surge algo, coméntemelo. Pue<strong>de</strong> que vea la<br />
cuestión como usted o que le man<strong>de</strong> al diablo. Pero al menos sabremos a qué<br />
atenernos.<br />
—Jefe Burke...<br />
Nate miró a Pete.<br />
—Llámeme Nate. Espero que no hagan como la alcal<strong>de</strong>sa Hopp, que me<br />
llama Ignatious todo el tiempo.<br />
—He pensado que tal vez al principio Otto o yo podríamos acompañarle en<br />
las salidas y en las patrullas. Hasta que se sienta cómodo.<br />
—Buena i<strong>de</strong>a. La señora Peach y yo estableceremos los turnos cada semana.<br />
—Y a mí pue<strong>de</strong> llamarme Peach. Quisiera comentar también que espero que<br />
este local se mantenga limpio y que algunas tareas, entre las que se incluye fregar<br />
el lavabo, Otto, se repartan igual que lo <strong>de</strong>más. La fregona, el cubo y la escoba no<br />
son utensilios exclusivamente femeninos.<br />
—A mí me han contratado <strong>de</strong> ayudante, no <strong>de</strong> chacha.<br />
Peach tenía un aspecto dulce, maternal. Y como cualquier madre que se<br />
precie, era capaz <strong>de</strong> perforar el acero con la mirada.<br />
—Pues a mí se me paga por trabajar <strong>de</strong> administrativa y secretaria y no por<br />
limpiar inodoros. Pero lo que tiene que hacerse, se hace.<br />
—¿Y por qué no establecemos unos turnos para estas tareas? —le<br />
interrumpió Nate al ver que el tono <strong>de</strong> voz subía—. También hablaré con la<br />
alcal<strong>de</strong>sa <strong>de</strong>l presupuesto. Tal vez podamos apretarnos un poco el cinturón y<br />
contratar a alguien que nos eche una mano en la limpieza un día a la semana.<br />
¿Quién guarda las llaves <strong>de</strong>l armero?<br />
—Están bajo llave en mi cajón —dijo Peach.<br />
—Quisiera disponer <strong>de</strong> ellas. También me gustaría saber para qué armas<br />
tiene permiso cada ayudante.<br />
—Yo puedo utilizar la pistola —contestó Otto.<br />
—Quizá, pero llevamos placas. —Echó su silla un poco hacia atrás para ver<br />
qué arma llevaba Otto en la pistolera—. ¿Desea seguir con la treinta y ocho como<br />
arma <strong>de</strong> servicio?<br />
—Es mía y estoy acostumbrado a ella.<br />
—Perfecto. Yo cogeré la Sig nueve milímetros <strong>de</strong>l armero. ¿A usted le va bien<br />
la nueve que lleva encima, Pete?<br />
—Sí.<br />
—¿Sabe utilizar un arma <strong>de</strong> fuego, Peach?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Tengo el Colt 45 <strong>de</strong> mi padre en la mesa. Él me enseñó a disparar cuando<br />
tenía cinco años. A<strong>de</strong>más, puedo utilizar todo lo que hay en el armero, igual que el<br />
«soldado Joe» que tengo ahí <strong>de</strong>lante.<br />
—Estuve en la armada —replicó Otto con cierta vehemencia—. Soy marine.<br />
—Muy bien. —Nate carraspeó—. ¿Cuántas personas creen que poseen armas<br />
en este pueblo?<br />
Los tres le miraron, sorprendidos, hasta que por fin Otto movió los labios.<br />
—Supongo que todo el mundo.<br />
—Vale. ¿Y tenemos una lista <strong>de</strong> los que tienen permiso para llevarlas?<br />
—Se la puedo conseguir —se ofreció Peach.<br />
—Estaría bien. ¿Y un ejemplar <strong>de</strong> las or<strong>de</strong>nanzas municipales?<br />
—También lo tendrá.<br />
—La última cuestión —dijo Nate mientras Peter se levantaba—. Si se da el<br />
caso <strong>de</strong> que <strong>de</strong>tenemos a alguien, ¿quién fija la fianza, <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> el tiempo <strong>de</strong><br />
reclusión, la multa, y todo eso?<br />
Se hizo un largo silencio y por fin habló Pete:<br />
—Creo que usted, jefe.<br />
Nate soltó un bufido.<br />
—¡Qué divertido!<br />
Volvió a su <strong>de</strong>spacho con los papeles que le había entregado Peach. Los leyó<br />
en un momento y empezó a colgarlos en el tablero <strong>de</strong> corcho.<br />
Estaba or<strong>de</strong>nándolos y clavándolos con chinchetas cuando entró Peach.<br />
—Ahí tiene las llaves, Nate. Estas son las <strong>de</strong>l armero. Las otras, <strong>de</strong> las puertas<br />
<strong>de</strong> la comisaría, <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante y <strong>de</strong> atrás, los calabozos y su coche. Cada una lleva su<br />
etiqueta.<br />
—¿Mi coche? ¿Qué coche tengo?<br />
—Un Gran Cherokee. Está aparcado en la calle. —Le puso las llaves en la<br />
mano—. Hopp ha dicho que alguno <strong>de</strong> nosotros tiene que mostrarle cómo<br />
funciona el protector para el motor.<br />
Había leído sobre eso. Calentadores pensados para mantener la temperatura<br />
<strong>de</strong>l motor cuando el coche estaba aparcado en el exterior y el termómetro bajaba.<br />
—Todo se andará.<br />
—Está saliendo el sol.<br />
—¿Cómo? —Se volvió para mirar por la ventana.<br />
Se quedó inmóvil, con los brazos caídos y las llaves colgando <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos,<br />
contemplando el cielo, don<strong>de</strong> el sol asomaba en tonos anaranjados y rosas. Bajo él,<br />
las montañas cobraban vida, imponentes y blancas, con sus doradas vetas que se<br />
<strong>de</strong>slizaban por encima.<br />
Ocupaban toda la ventana. Quitaban el habla.<br />
—No hay nada como la primera salida <strong>de</strong>l sol en invierno en Alaska.<br />
—No lo dudo. —Fascinado, se acercó al cristal.<br />
Vio el río sobre el que había aterrizado: un largo y combado muelle en el que<br />
no se había fijado antes y el brillo <strong>de</strong>l hielo bajo el claro cielo. A<strong>de</strong>más, se veían<br />
colinas nevadas, casas apiñadas, pequeños bosques y también personas. Iban tan<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
abrigadas que parecían retazos <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>slizándose en la blancura.<br />
El humo ascendía y, ¡caramba!, ¿no era aquello un águila volando en las<br />
alturas? Mientras la observaba, aparecieron unos críos corriendo hacia la franja<br />
helada <strong>de</strong>l río; llevaban palos <strong>de</strong> hockey y patines en ristre.<br />
Las montañas lo dominaban todo, como dioses.<br />
Ante aquella panorámica se olvidó <strong>de</strong>l frío, <strong>de</strong>l viento, <strong>de</strong> la soledad y <strong>de</strong> su<br />
silencioso sufrimiento.<br />
Ante aquella vista se sintió vivo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 3<br />
Pue<strong>de</strong> que fuera a causa <strong>de</strong>l frío, <strong>de</strong> que aquel día todos se comportaran<br />
perfectamente, o <strong>de</strong> que el espíritu navi<strong>de</strong>ño se hubiera instalado en Lunacy<br />
aquella semana entre Navidad y Año Nuevo, pero ya estaban a punto <strong>de</strong> dar las<br />
doce <strong>de</strong>l mediodía cuando recibieron la primera llamada.<br />
—¿Nate? —Peach asomó la cabeza por la puerta con unas agujas <strong>de</strong> hacer<br />
calceta y una ma<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> lana <strong>de</strong> color morado en la mano—. Ha llamado Charlene,<br />
<strong>de</strong>l Lodge. Al parecer un par <strong>de</strong> muchachos han montado una pelea a causa <strong>de</strong><br />
una partida <strong>de</strong> billar. Están armando una buena.<br />
—Bien. —Se puso <strong>de</strong> pie y se sacó una moneda <strong>de</strong>l bolsillo—. ¿Cara o cruz?<br />
—dijo a Otto y Peter.<br />
—Cara. —Mientras Nate echaba la moneda, Otto <strong>de</strong>jó sobre la mesa el<br />
número <strong>de</strong> Field and Stream que estaba leyendo.<br />
La cogió en el aire.<br />
—Cruz. Muy bien, Peter, usted me acompaña. Un pequeño altercado en el<br />
Lodge.<br />
Cogió un walkie, y lo colocó en su cinturón.<br />
Salió al porche y empezó a ponerse el equipo contra el frío.<br />
—Si cuando llegamos la pelea aún no se ha solucionado —dijo a Peter—,<br />
dígame enseguida quiénes son y si es algo que pue<strong>de</strong> ir a peor o pue<strong>de</strong> resolverse<br />
con cuatro gritos.<br />
Salieron a la calle, don<strong>de</strong> les recibió una ráfaga <strong>de</strong> aire helado.<br />
—¿Es el mío? —preguntó señalando el jeep negro aparcado junto al bordillo.<br />
—El mismo.<br />
—Y supongo que la cuerda conectada a ese poste se sujeta al calentador <strong>de</strong>l<br />
motor.<br />
—Lo necesitará si tiene que <strong>de</strong>jarlo un tiempo parado. Atrás hay una funda<br />
protectora para cubrir el motor y mantener el calor unas veinticuatro horas. Lo<br />
que ocurre a veces es que la gente se olvida <strong>de</strong> quitarlo y entonces se calienta<br />
<strong>de</strong>masiado. También hay cables <strong>de</strong> arranque atrás —siguió diciendo mientras<br />
tiraba <strong>de</strong> la toma—. Luces <strong>de</strong> emergencia, botiquín y...<br />
—Ya lo iremos repasando —le interrumpió Nate. Se preguntó si para circular<br />
por un lugar llamado Lunatic Street le harían falta las luces <strong>de</strong> emergencia y el<br />
botiquín—. Veamos primero si soy capaz <strong>de</strong> llevar el coche hasta el Lodge sin<br />
percances.<br />
Se sentó al volante y puso la llave en el contacto.<br />
—Asientos térmicos —comentó—. Dios existe.<br />
La población tenía otro aspecto bajo la luz <strong>de</strong>l día, no cabía duda. Tal vez se<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
veía más pequeña, pensaba Nate mientras maniobraba en medio <strong>de</strong> la espesa capa<br />
<strong>de</strong> nieve. Los gases <strong>de</strong>l tubo <strong>de</strong> escape ennegrecían el blanco <strong>de</strong> los bordillos, los<br />
escaparates no centelleaban y la mayor parte <strong>de</strong> los adornos navi<strong>de</strong>ños perdían su<br />
encanto bajo el sol.<br />
Ya no era una postal, y a menos que se mirara más allá <strong>de</strong> las montañas, el<br />
paisaje era algo sombrío.<br />
Escarpado era el mejor calificativo, <strong>de</strong>cidió. Un lugar tallado en el hielo, la<br />
nieve y las rocas, arrimado a un serpenteante río y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> bosques en los que<br />
no costaba imaginar a lobos <strong>de</strong>ambulando.<br />
Se le ocurrió que tal vez habría osos en los bosques, aunque pensó que no<br />
tenía por qué preocuparse hasta que llegara la primavera. A no ser que todo eso<br />
<strong>de</strong> hibernar fuera una san<strong>de</strong>z.<br />
No tardaron ni dos minutos en llegar al hotel. Había visto a diez personas en<br />
la calle, una potente furgoneta, un patoso todoterreno y había contado tres motos<br />
<strong>de</strong> nieve aparcadas y unos esquís apoyados contra la fachada <strong>de</strong> Los Italianos.<br />
Parecía que la población <strong>de</strong> Lunacy no hibernaba como los osos.<br />
Entró por la puerta principal <strong>de</strong>l Lodge, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Peter.<br />
Aquello no se había terminado. Se oían claramente los gritos <strong>de</strong> ánimo —<br />
«¡Patéale el culo, Mackie!»—, así como una serie <strong>de</strong> ruidos sordos y gruñidos. Se<br />
había reunido lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser una multitud en Lunacy: cinco hombres, todos<br />
con camisa <strong>de</strong> franela; aunque, tras mirarlos bien, <strong>de</strong>scubrió que uno <strong>de</strong> ellos era<br />
una mujer.<br />
Ese grupo ro<strong>de</strong>aba a dos hombres con el pelo oscuro y enmarañado que<br />
rodaban por el suelo intentando pegarse puñetazos. No vio más arma que un taco<br />
<strong>de</strong> billar partido.<br />
—Los hermanos Mackie —le dijo Peter.<br />
—¿Hermanos?<br />
—Sí, gemelos. Se pelean <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estaban en la barriga <strong>de</strong> su madre. No<br />
suelen meterse con nadie más.<br />
—De acuerdo.<br />
Nate se abrió paso entre los reunidos. Su presencia hizo que el griterío se<br />
convirtiera en un murmullo, sobre todo cuando separó el Mackie <strong>de</strong> encima <strong>de</strong>l<br />
Mackie <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo.<br />
—Muy bien, ya basta. Quietos —or<strong>de</strong>nó.<br />
Pero Mackie segundo ya estaba incorporándose; se echó hacia atrás y le pegó<br />
un puñetazo a su hermano en la mandíbula.<br />
—¡Río Rojo, <strong>de</strong>sgraciado! —gritó. Luego ejecutó una danza <strong>de</strong> la victoria con<br />
los puños en alto mientras su hermano caía en los brazos <strong>de</strong> Nate.<br />
—¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, Peter! —exclamó este al ver que su ayudante<br />
permanecía inmóvil.<br />
—Disculpe, jefe. ¡Jim, para ya!<br />
El otro, en lugar <strong>de</strong> hacerle caso, siguió brincando ante la exaltación <strong>de</strong> los<br />
congregados.<br />
Nate vio que los presentes intercambiaban dinero, pero <strong>de</strong>cidió pasarlo por<br />
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alto.<br />
—Sujétale —dijo, pasándole el cuerpo inconsciente a Peter antes <strong>de</strong><br />
enfrentarse al que se había, autoproclamado campeón—. Acaban <strong>de</strong> darle una<br />
or<strong>de</strong>n.<br />
—¿Ah, sí? —respondió con una risita, mostrando los dientes manchados <strong>de</strong><br />
sangre y un amenazador brillo en sus ojos castaños—. Y a mí qué. No obe<strong>de</strong>zco<br />
ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> un capullo.<br />
—Claro que vas a obe<strong>de</strong>cerle. Y te mostraré por qué.<br />
Nate le hizo girar, le empujó contra la pared y diez segundos <strong>de</strong>spués le<br />
había colocado las esposas.<br />
—¡Eh! —fue todo lo que consiguió <strong>de</strong>cir el momentáneo campeón.<br />
—Sigue creándome problemas y acabarás en el calabozo por resistencia a la<br />
autoridad, entre otros cargos. A ese llévalo a la comisaría en cuanto se <strong>de</strong>spierte,<br />
Peter.<br />
El público, poco fiel al parecer, se inclinó enseguida por Nate y silbó y<br />
abucheó a Jim Mackie mientras lo llevaba hacia la puerta.<br />
Nate se <strong>de</strong>tuvo al ver que Charlene salía <strong>de</strong> la cocina.<br />
—¿Tiene intención <strong>de</strong> presentar cargos? —le preguntó.<br />
Charlene le miró fijamente y al cabo <strong>de</strong> un momento parpa<strong>de</strong>ó.<br />
—Pues... no lo sé. Es la primera vez que me preguntan algo así. ¿Cargos <strong>de</strong><br />
qué tipo?<br />
—Han roto cosas.<br />
—Ah, suelen pagarlo más tar<strong>de</strong>. Aunque han asustado a un par <strong>de</strong> turistas<br />
que estaban a punto <strong>de</strong> comer.<br />
—Empezó Bill —se quejó Jim.<br />
—Oye, empezáis los dos. Siempre. Te he dicho mil veces que no vengáis aquí<br />
a pelearos y a armar jaleo porque me asustáis a los clientes. No quiero presentar<br />
cargos, lo que quiero es que acabéis <strong>de</strong> una vez con esta tontería. Y que paguéis lo<br />
que se ha roto.<br />
—Está bien. Vamos a solucionarlo. Jim...<br />
—No veo por qué tengo que...<br />
Nate resolvió el asunto empujándolo hacia la helada calle.<br />
—¡Mi ropa, coño!<br />
—Notti, mi ayudante, se la llevará, métase en el coche si no quiere quedarse<br />
como un témpano —dijo abriendo la puerta <strong>de</strong>l jeep y empujándolo hacia <strong>de</strong>ntro.<br />
Cuando Nate se sentó al volante, Jim ya había recuperado cierta dignidad a<br />
pesar <strong>de</strong> la boca ensangrentada y el ojo hinchado.<br />
—No creo que esta sea forma <strong>de</strong> tratar a la gente. No está bien.<br />
—Y yo no creo que esté bien pegarle un puñetazo a un hermano cuando<br />
alguien le está sujetando los brazos.<br />
Jim tuvo el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> mostrarse apesadumbrado y <strong>de</strong> hundir la barbilla<br />
contra el pecho.<br />
—Lo he hecho a sangre caliente. Ese hijo <strong>de</strong> puta me había cabreado. Usted<br />
es el forastero que ha venido <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong> policía, ¿no?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Muy observador, Jim.<br />
El muchacho estuvo enfurruñado todo el camino hasta la comisaría. Cuando<br />
llegaron, entró andando con dificultad.<br />
—Este es <strong>de</strong>l sur —dijo en cuanto vio a Otto y a Peach—, no tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />
cómo funcionan las cosas aquí, en Lunacy.<br />
—¿Por qué no se lo explicas? —Se veía un brillo en los ojos <strong>de</strong> Otto. Parecía<br />
divertido.<br />
—Necesito el botiquín. Pasa a mi <strong>de</strong>spacho, Jim.<br />
Nate hizo que entrara y se sentara; luego abrió una <strong>de</strong> las esposas y la sujetó<br />
en el brazo <strong>de</strong>l asiento.<br />
—¡Vamos! Si quisiera largarme no me costaría nada llevarme esta mierda <strong>de</strong><br />
silla.<br />
—Por supuesto. Y entonces tendríamos que añadir a la lista robo <strong>de</strong> material<br />
policial.<br />
Jim aún se indignó más. Tenía unos treinta años; era huesudo, con el pelo<br />
castaño espeso y greñudo, el rostro alargado y las mejillas hundidas. Los ojos eran<br />
también castaños y el izquierdo se había hinchado por uno <strong>de</strong> los puñetazos. Tenía<br />
un corte en el labio, <strong>de</strong>l que seguía saliendo sangre.<br />
—Usted no me gusta —afirmó.<br />
—Eso no va contra la ley. Alterar el or<strong>de</strong>n, <strong>de</strong>struir la propiedad ajena y<br />
agredir sí va contra la ley.<br />
—Aquí si alguien quiere zaran<strong>de</strong>ar al atontado <strong>de</strong> su hermano es asunto<br />
suyo.<br />
—Ya no. Aquí, a partir <strong>de</strong> ahora, habrá que respetar la propiedad privada y<br />
la pública. Y respetar a los representantes <strong>de</strong> la ley.<br />
—¿Peter? ¿Ese capullo?<br />
—El capullo es ahora un ayudante <strong>de</strong> policía.<br />
Jim dio un bufido y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> aire expulsó algo <strong>de</strong> sangre.<br />
—¡Vamos, hombre! ¡Si lo conocía antes <strong>de</strong> que naciera!<br />
—Pues cuando lleva la placa y dice basta, hay que obe<strong>de</strong>cer, tanto si lo<br />
conoció in vitro como si no.<br />
Jim consiguió poner una expresión <strong>de</strong> interés y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto al mismo<br />
tiempo.<br />
—No sé <strong>de</strong> qué coño me habla.<br />
—Ya me he dado cuenta —dijo Nate mirando hacia la puerta mientras<br />
entraba Peach.<br />
—Ahí tiene el botiquín y la bolsa <strong>de</strong> hielo. —Pasó la bolsa a Jim y <strong>de</strong>jó el<br />
botiquín en la mesa, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Nate. Luego, colocándose in jarras, añadió—: Tú<br />
con los años vas a peor, ¿verdad, Jim Mackie?<br />
—Fue Bill quien empezó. —Con las mejillas coloradas, se aplicó la bolsa <strong>de</strong><br />
hielo sobre el labio.<br />
—Eso es lo que tú dices. ¿Dón<strong>de</strong> está Bill?<br />
—Lo traerá Peter —dijo Nate—. Cuando <strong>de</strong>spierte.<br />
Peach se sorbió la nariz.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Seguro que tu madre te pone morado el otro ojo cuando se entere <strong>de</strong> que<br />
tiene que pagar la fianza.<br />
Tras esa predicción salió dando un portazo.<br />
—¡No va a encerrarme por haberle pegado cuatro puñetazos a mi hermano!<br />
—Podría hacerlo. Pero quizá te libres porque es mi primer día <strong>de</strong> trabajo. —<br />
Nate se apoyó en el respaldo—. ¿Por qué os peleabais?<br />
—Vale, se lo cuento. —Mientras preparaba su <strong>de</strong>fensa, Jim colocó las manos<br />
sobre las rodillas—. Ese <strong>de</strong>scerebrado <strong>de</strong>cía que La diligencia es la mejor película<br />
<strong>de</strong>l Oeste <strong>de</strong> todos los tiempos, cuando todo el mundo sabe que la mejor es Río<br />
Rojo.<br />
Nate se quedó un buen rato en silencio.<br />
—¿Por eso?<br />
—Sí, ¿qué pasa?<br />
—Nada, sólo quería enterarme. O sea que tu hermano y tú os habéis puesto<br />
como dos fieras porque no estabais <strong>de</strong> acuerdo en la importancia que tienen La<br />
diligencia y Río Rojo en la obra <strong>de</strong> John Wayne.<br />
—¿Qué dice?<br />
—Os peleabais por las películas <strong>de</strong> John Wayne.<br />
—Supongo. Arreglaremos las cuentas con Charlene. ¿Puedo marcharme?<br />
—Arreglaréis las cuentas con Charlene y pagaréis una multa <strong>de</strong> cien dólares<br />
cada uno por alteración <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n público.<br />
—¡Jo...! No pue<strong>de</strong>...<br />
—Sí puedo. —Nate se inclinó hacia <strong>de</strong>lante. Jim vio perfectamente aquellos<br />
ojos grises fríos y tranquilos y <strong>de</strong>seó que la silla se lo tragara—. Escúchame bien,<br />
Jim. No quiero que tú o Bill organicéis peleas en el Lodge. Bueno, no quiero que<br />
las organicéis en ninguna parte, pero <strong>de</strong> momento nos centraremos en el Lodge.<br />
Hay un niño que se pasa prácticamente el día allí.<br />
—Sí, pero Rose se lleva a Jesse a la cocina cuando hay alboroto. Bill y yo no le<br />
haríamos ningún daño al niño. Lo que ocurre es que, no sé, estamos <strong>de</strong> los nervios.<br />
—Pues habrá que controlar esos nervios cuando estéis en público.<br />
—¿Cien dólares?<br />
—Se los das a Peach en el plazo <strong>de</strong> veinticuatro horas. De lo contrario,<br />
doblaremos la multa cada día que te retrases. Y si no quieres pagar, pue<strong>de</strong>s pasar<br />
los próximos tres días en nuestro selecto hotel.<br />
—Pagaremos —murmuró. Cambió <strong>de</strong> postura y suspiró—. Pero preferir La<br />
diligencia...<br />
—Personalmente prefiero Río Bravo.<br />
Jim abrió la boca y volvió a cerrarla enseguida. Sin duda temía las<br />
consecuencias.<br />
—Una peli cojonuda —dijo poco <strong>de</strong>spués—, pero no es Río Rojo.<br />
Si las llamadas por alteraciones <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n iban a ser lo habitual, Nate pensó<br />
que tal vez había tomado la <strong>de</strong>cisión correcta al elegir Lunacy. Probablemente las<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
peleas entre hermanos serían su máximo <strong>de</strong>safío.<br />
En realidad, no andaba buscando retos.<br />
Los hermanos Mackie tampoco le habían supuesto ninguno. Su conversación<br />
con Bill transcurrió más o menos por los mismos <strong>de</strong>rroteros que la <strong>de</strong> Jim, con la<br />
única diferencia <strong>de</strong> que aquel habló apasionadamente, y con consi<strong>de</strong>rable<br />
gesticulación, <strong>de</strong> La diligencia. Al parecer, los puñetazos no le habían ofendido<br />
tanto como el <strong>de</strong>sprecio hacia su película favorita.<br />
Peter asomó la cabeza por la puerta.<br />
—Jefe, Charlene dice que <strong>de</strong>bería pasar por allí a comer, que invita la casa.<br />
—Se lo agra<strong>de</strong>zco, pero tengo que preparar la reunión. —No le había pasado<br />
por alto el brillo <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Charlene cuando levantó con una sola mano a Jim<br />
Mackie—. De todas formas tendríamos que seguir esto <strong>de</strong> cerca, Peter. Pase por el<br />
Lodge y haga con Charlene una lista <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sperfectos. Y asegúrese <strong>de</strong> que los<br />
Mackie se responsabilizan <strong>de</strong>l pago en el plazo <strong>de</strong> cuarenta y ocho horas.<br />
—Ha sido muy hábil. Lo ha resuelto con mucho ingenio.<br />
—No había <strong>de</strong>masiado que resolver. Voy a redactar el informe. Luego lo lee<br />
usted y aña<strong>de</strong> lo que crea necesario.<br />
Miró a un lado y otro al oír un estruendo que incluso hizo vibrar la ventana.<br />
—¿Un terremoto? ¿Un volcán? ¿La guerra nuclear?<br />
—Castor —dijo Peter.<br />
—Ni siquiera en Alaska existe un castor que pueda hacer semejante ruido.<br />
Con una carcajada <strong>de</strong> satisfacción, Peter señaló la ventana.<br />
—El avión <strong>de</strong> Meg Galloway. Castor. Trae provisiones.<br />
Nate hizo girar la silla y consiguió ver el avión rojo; parecía <strong>de</strong> juguete.<br />
Cuando recordó que había llegado allí en uno que más o menos era <strong>de</strong>l mismo<br />
tamaño, notó un movimiento en el estómago y se dio la vuelta otra vez.<br />
El intercomunicador sonó. Agra<strong>de</strong>cido por la distracción, pulsó el botón.<br />
—Dígame, Peach.<br />
—Unos críos que tiraban bolas <strong>de</strong> nieve contra las ventanas <strong>de</strong> la escuela, han<br />
roto un cristal y se han largado.<br />
—¿Los tenemos i<strong>de</strong>ntificados?<br />
—Sí. A los tres.<br />
Reflexionó un momento.<br />
—A ver si Otto pue<strong>de</strong> ocuparse <strong>de</strong> ello.<br />
Se volvió otra vez hacia Pete.<br />
—¿Alguna pregunta?<br />
—No, ninguna. —Y luego, con una risita, añadió—: Nada, que está bien<br />
seguir con el trajín.<br />
—Sí. Está bien.<br />
Nate continuó atareado con el suyo hasta el momento <strong>de</strong> ir a la reunión.<br />
Principalmente eran cuestiones <strong>de</strong> organización, pero tenía la sensación <strong>de</strong> que<br />
con ello tomaba posesión <strong>de</strong> su puesto.<br />
Fuera cual fuese el tiempo que siguiera siendo suyo.<br />
Había aceptado la plaza por un año, pero tanto él como el ayuntamiento se<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
reservaban un período <strong>de</strong> sesenta días <strong>de</strong> prueba.<br />
Le tranquilizaba pensar que podía <strong>de</strong>cidir marcharse al día siguiente. O la<br />
próxima semana. Si seguía ahí al cabo <strong>de</strong> dos meses sabría si era capaz <strong>de</strong> terminar<br />
el contrato.<br />
Decidió ir a pie hasta el ayuntamiento. Usar el coche para una distancia tan<br />
corta le parecía cosa <strong>de</strong> vagos.<br />
El cielo lucía un azul claro y <strong>de</strong>finido que contrastaba con la blanca masa <strong>de</strong><br />
montañas que parecían talladas con un fino y afilado cuchillo. La temperatura era<br />
casi inhumana, pero se fijó en un par <strong>de</strong> niños que salían corriendo con golosinas<br />
en las manos <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina. Lo hacían <strong>de</strong> la misma forma que los<br />
críos <strong>de</strong> todas partes: con cara <strong>de</strong> glotones, ilusionados.<br />
En cuanto enfilaron calle abajo, unas manos aparecieron en el cristal y<br />
giraron el letrero, que pasó <strong>de</strong> ABIERTO a CERRADO.<br />
Había muchos coches y camionetas aparcados y también circulando sobre la<br />
nieve.<br />
Por lo visto habría un lleno en el ayuntamiento.<br />
Nate notó un tirón en las tripas que le recordó las clases <strong>de</strong> oratoria en la<br />
aca<strong>de</strong>mia. Un terrible error haberla escogido como optativa... Cada día se apren<strong>de</strong><br />
algo nuevo.<br />
Disfrutaba con un poco <strong>de</strong> conversación. Un sospechoso al que interrogar o<br />
un testigo al que entrevistar no eran ningún problema, por lo menos tiempo atrás.<br />
Pero exigirle que se pusiera <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un auditorio, <strong>de</strong>l tipo que fuera, y hablara<br />
con frases coherentes... El sudor empezaba ya a recorrer su espalda.<br />
«Supéralo —se dijo—. Consigue pasar la siguiente hora y no tendrás que<br />
repetirlo. Probablemente.»<br />
Se metió en el ayuntamiento, entre el calor y el barullo <strong>de</strong> las voces. Un<br />
grupo se había reunido en el vestíbulo, en el que estaba colgado el mayor pez que<br />
Nate había visto en su vida. Pero estaba <strong>de</strong>masiado perplejo para fijar la vista en<br />
él, para preguntarse si <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser una especie <strong>de</strong> pequeña ballena mutante, y<br />
cómo la habían podido pescar y colocarla en la pared. Aquella distracción le libró<br />
<strong>de</strong> preocuparse por quienes miraban hacia él y por los que se encontraban ya en la<br />
sala <strong>de</strong> reuniones, sentados en sillas plegables <strong>de</strong> cara a un estrado en el que se<br />
veía un atril.<br />
—Salmón chinook —dijo Hopp <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él.<br />
Nate siguió con la vista fija en el enorme pez plateado que mostraba sus<br />
negras encías en una especie <strong>de</strong> expresión burlona.<br />
—¿Esto es un salmón? He comido salmón en muchos restaurantes, y son así<br />
<strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s. —Extendió los brazos indicando con las manos la medida.<br />
—Entonces no habrá comido salmón chinook <strong>de</strong> Alaska. Lo cierto es que el<br />
cabronazo se las traía. Lo pescó mi marido. Pesaba cuarenta y un kilos y<br />
seiscientos gramos. No llegó al récord <strong>de</strong>l estado, pero vaya premio...<br />
—¿Con qué lo sacó? ¿Con una grúa?<br />
Hopp soltó su característica carcajada <strong>de</strong> sirena y le golpeó el hombro,<br />
divertida.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Pesca usted?<br />
—No.<br />
—¿Nunca?<br />
—No tengo nada contra la pesca pero no la he practicado nunca.<br />
Nate se volvió y abrió unos ojos como platos. La alcal<strong>de</strong>sa se había cambiado<br />
y llevaba un elegante traje chaqueta a cuadros blancos y negros, pendientes <strong>de</strong><br />
perlas y un ligero toque <strong>de</strong> carmín en los labios.<br />
—¡Impresionante... alcal<strong>de</strong>sa!<br />
—Impresionante sería una secuoya <strong>de</strong> doscientos años...<br />
—En realidad lo que quería <strong>de</strong>cir es que está usted muy atractiva, pero no<br />
me ha parecido apropiado.<br />
Ella le <strong>de</strong>dicó una amplia sonrisa.<br />
—Es usted un tipo listo, Ignatious.<br />
—No crea...<br />
—Si yo soy capaz <strong>de</strong> parecer atractiva, usted pue<strong>de</strong> ser listo. Todo es<br />
cuestión <strong>de</strong> apariencia. Y ahora pongámonos en marcha y <strong>de</strong>je que le presente a<br />
los concejales. Luego pasaremos a los pequeños discursos. —Le cogió <strong>de</strong>l brazo<br />
como hacen las mujeres que acompañan a un hombre entre una multitud reunida<br />
en una fiesta—. Dicen que ya se ha ocupado <strong>de</strong> los hermanos Mackie...<br />
—Nada, una ligera discrepancia sobre películas <strong>de</strong>l Oeste.<br />
—A mí me encantan las <strong>de</strong> Clínt Eastwood. Las primeras. Ed Woolcott, ven<br />
aquí; voy a presentarte a nuestro jefe <strong>de</strong> policía.<br />
Woolcott, un hombre <strong>de</strong> aspecto fuerte, <strong>de</strong> más <strong>de</strong> cincuenta años, estrechó la<br />
mano <strong>de</strong> Nate como hacen los políticos. Tenía el pelo gris, espeso, peinado hacia<br />
atrás, <strong>de</strong> forma que resaltaba su curtido rostro, al igual que una pequeña y<br />
blanquecina cicatriz que cruzaba su ceja izquierda.<br />
—Soy el director <strong>de</strong>l banco —dijo a Nate, que entonces entendió el motivo <strong>de</strong><br />
aquel traje azul marino y la corbata a rayas—. Supongo que abrirá usted una<br />
cuenta con nosotros <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco.<br />
—Lo tendré presente.<br />
—No hemos venido aquí a hacer negocios, Ed. Tengo que seguir la ronda con<br />
Ignatious.<br />
Luego, le presentó a Deb y Harry Miner, <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, a Alan<br />
B. Royce, el juez jubilado, a Walter Notti, el padre <strong>de</strong> Peter, criador y adiestrador<br />
<strong>de</strong> perros <strong>de</strong> trineo, todos ellos concejales <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />
—Ken Darby, el médico, aparecerá en cuanto pueda.<br />
—No pasa nada. Tardaremos un poco en poner or<strong>de</strong>n a todo esto.<br />
Llegó luego el turno <strong>de</strong> Bess Mackie, una mujer larguirucha, con una gran<br />
mata <strong>de</strong> pelo teñido con alheña, que se plantó ante él cruzando los brazos por<br />
encima <strong>de</strong> su pecho plano y sorbiéndose la nariz.<br />
—¿Usted ha sacudido a mis hijos hoy?<br />
—Podría <strong>de</strong>cirse así, señora.<br />
Soltó un bufido sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mover la cabeza.<br />
—Perfecto. La próxima vez macháqueles la cabezota, así me ahorra trabajo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Mientras la mujer se alejaba en busca <strong>de</strong> un asiento, Nate pensaba que<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo había sido una cálida bienvenida.<br />
Hopp se dirigió al estrado, don<strong>de</strong> habían dispuesto tres sillas: una para ella,<br />
otra para Nate y la tercera para Woolcott, el teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>.<br />
—Deb abrirá el pleno con informaciones locales —explicó Hopp—.<br />
Seguidamente hablará Ed, que me ce<strong>de</strong>rá la palabra. Después <strong>de</strong> mi breve<br />
introducción, le tocará el turno a usted. Y con su parlamento cerraremos la sesión.<br />
Tal vez haya que respon<strong>de</strong>r a alguna pregunta.<br />
Nate notó un vacío en el estómago.<br />
—Muy bien.<br />
Le señaló un asiento, se sentó en el suyo e hizo un gesto a Deb Miner.<br />
Era una mujer fornida, con un rostro agradable y el pelo rubio y ralo. Se situó<br />
ante el atril.<br />
El micrófono zumbó y chirrió mientras lo ajustaba; <strong>de</strong> pronto, el carraspeo <strong>de</strong><br />
la mujer retumbó en la sala.<br />
—Buenas tar<strong>de</strong>s a todos. Antes <strong>de</strong> pasar a las cuestiones <strong>de</strong>l día,<br />
abordaremos la información. La fiesta <strong>de</strong> Nochevieja en el Lodge empezará a las<br />
nueve. La música en directo correrá a cargo <strong>de</strong> The Caribous. Pasaremos la gorra<br />
para recaudar fondos para el espectáculo, <strong>de</strong> modo que no sean roñosos. A partir<br />
<strong>de</strong>l viernes, la escuela organiza una cena semanal en la que se servirá pasta; la<br />
recaudación será para el equipamiento <strong>de</strong> nuestro equipo <strong>de</strong> hockey, que tiene<br />
muchas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> convertirse en campeón regional. Debemos vestirlo como<br />
es <strong>de</strong>bido para que podamos sentirnos orgullosos <strong>de</strong> él. Empieza a las cinco y la<br />
cena incluye, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l plato fuerte, una ensalada, un panecillo y un refresco.<br />
Los adultos pagan seis dólares, los niños <strong>de</strong> entre seis y doce años, cuatro dólares.<br />
Para los menores <strong>de</strong> seis es gratis.<br />
Luego pasó a la sesión <strong>de</strong> cine en el ayuntamiento. Nate escuchaba a medias,<br />
intentaba no pensar en que enseguida le tocaría el turno <strong>de</strong> ponerse ante el<br />
micrófono.<br />
Fue entonces cuando la vio entrar.<br />
La parka roja y algo en la forma <strong>de</strong> moverse le dijeron que se trataba <strong>de</strong> la<br />
mujer que había visto por la ventana la noche anterior. Se había quitado la<br />
capucha pero llevaba un gorro negro.<br />
Tenía una melena negra y lacia. El rostro <strong>de</strong>stacaba por su pali<strong>de</strong>z en<br />
contraste con esos dos colores intensos; contra el negro <strong>de</strong>l pelo, los pómulos se<br />
veían más respingones. Incluso en la distancia Nate distinguió el azul <strong>de</strong> los ojos.<br />
Un azul luminoso, glacial. Llevaba una mochila <strong>de</strong> lona al hombro, un pantalón<br />
ancho, masculino, y unas botas negras llenas <strong>de</strong> rasponazos.<br />
Los gélidos ojos azules se clavaron en los <strong>de</strong> él mientras avanzaba por el<br />
pasillo central y se sentaba al lado <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong>lgado que parecía autóctono.<br />
No intercambiaron ni una palabra pero Nate habría jurado que entre ellos<br />
había cierta sintonía, aunque no era íntima ni física. La muchacha se quitó la parka<br />
mientras Deb pasaba <strong>de</strong>l anuncio <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong> cine al calendario <strong>de</strong> los partidos<br />
<strong>de</strong> hockey.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Bajo la parka apareció un jersey ver<strong>de</strong> oliva. Y <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> este, si Nate no se<br />
equivocaba, se escondía un cuerpo fuerte y atlético.<br />
Intentaba <strong>de</strong>cidir si era guapa. Probablemente no: tenía las cejas <strong>de</strong>masiado<br />
rectas, la nariz algo torcida, la boca <strong>de</strong>sproporcionada.<br />
Pero a pesar <strong>de</strong> que enumeraba mentalmente sus <strong>de</strong>fectos, algo le revolvía<br />
las entrañas. Interesante, fue todo lo que se le ocurrió. Llevaba unos meses<br />
apartado <strong>de</strong> las mujeres, lo que, teniendo en cuenta su estado <strong>de</strong> ánimo, no había<br />
sido ni mucho menos un problema. Pero aquella mujer distante estaba<br />
<strong>de</strong>spertando sus instintos.<br />
La mujer abrió la mochila y sacó una bolsa <strong>de</strong> papel marrón. Nate se quedó<br />
perplejo al ver que hundía la mano en ella y extraía un puñado <strong>de</strong> palomitas. Las<br />
fue comiendo, invitando a su vecino, mientras Deb terminaba con las noveda<strong>de</strong>s<br />
informativas.<br />
Luego, Ed habló <strong>de</strong>l funcionamiento municipal y <strong>de</strong> las acciones que se<br />
habían emprendido; la recién llegada sacó <strong>de</strong> la mochila un termo plateado y en la<br />
tapa se sirvió lo que parecía un café.<br />
¿Quién <strong>de</strong>monios podía ser? ¿La hija <strong>de</strong>l autóctono? Por la edad, tal vez, pero<br />
no se veía ningún parecido.<br />
No se inmutó ni parpa<strong>de</strong>ó ante la insistente mirada <strong>de</strong> él; al contrario, siguió<br />
comiendo palomitas y sorbiendo el café sin <strong>de</strong>sviar la vista.<br />
Los congregados aplaudieron cuando se anunció la intervención <strong>de</strong> Hopp.<br />
Nate hizo un esfuerzo por centrarse en el estrado.<br />
—No vamos a per<strong>de</strong>r el tiempo con politiqueo. Hemos optado por la<br />
autonomía porque nos interesa resolver nuestros propios asuntos siguiendo la<br />
tradición <strong>de</strong> este ejemplar estado. Votamos la construcción <strong>de</strong> una comisaría <strong>de</strong><br />
policía y la creación <strong>de</strong> un <strong>de</strong>partamento policial. Ha habido mucho <strong>de</strong>bate, ha<br />
sido reñido, pero también se ha <strong>de</strong>mostrado el sentido común que tenían todos los<br />
bandos. En <strong>de</strong>finitiva se acordó traer a alguien <strong>de</strong> fuera, a una persona con<br />
experiencia y sin vínculos en Lunacy. Pensamos que así conseguiríamos a alguien<br />
justo, inteligente y capaz <strong>de</strong> aplicar la ley sin prejuicios y con equidad. Eso es lo<br />
que ha <strong>de</strong>mostrado hoy mismo el jefe Burke cuando ha esposado a Jim Mackie por<br />
haberse peleado con su hermano en el Lodge.<br />
Se oyeron risas, incluso los hermanos Mackie, con los rostros magullados,<br />
sonrieron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus asientos.<br />
—Y a<strong>de</strong>más nos ha multado —exclamó Jim.<br />
—Lo que aña<strong>de</strong> doscientos dólares a las arcas municipales. Si seguís así, en<br />
poco tiempo habréis pagado el nuevo camión <strong>de</strong> bomberos. Ignatious Burke viene<br />
<strong>de</strong> Baltimore, Maryland, don<strong>de</strong> sirvió en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> la ciudad<br />
durante once años, ocho como inspector. Po<strong>de</strong>mos consi<strong>de</strong>rarnos afortunados <strong>de</strong><br />
que alguien con el historial <strong>de</strong>l jefe Burke cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> nosotros, los ciudadanos <strong>de</strong><br />
Lunacy. Así que vamos a dar la bienvenida a nuestro jefe <strong>de</strong> policía.<br />
Mientras el público aplaudía, Nate pensó: «¡La que me ha caído encima!». Se<br />
puso <strong>de</strong> pie y se acercó al atril con la mente en blanco como una pizarra acabada<br />
<strong>de</strong> borrar. Alguien entre el público gritó «cheechako».<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Siguieron unos murmullos, un hablar entre dientes y unas voces acaloradas<br />
que empezaban una discusión. El revuelo que se había armado por su culpa<br />
aplacó sus nervios.<br />
—En efecto, soy un cheechako. Un forastero, que acaba <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> los estados<br />
<strong>de</strong>l sur.<br />
Los murmullos cesaron mientras él miraba a los reunidos.<br />
—Casi todo lo que sé sobre Alaska lo he sacado <strong>de</strong> una guía, <strong>de</strong> internet y <strong>de</strong><br />
alguna película. No conozco prácticamente nada <strong>de</strong> esta población, aparte <strong>de</strong> que<br />
hace un frío <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios, que los hermanos Mackie suelen pelearse y que el<br />
paisaje es impresionante. Pero sí conozco el oficio <strong>de</strong> policía y por eso estoy aquí.<br />
«Lo conocía —pensó—. Lo conocía.» Sus manos comenzaron a sudar.<br />
Estaba convencido <strong>de</strong> que empezaría a tartamu<strong>de</strong>ar, pero su mirada<br />
coincidió con los glaciales ojos azules <strong>de</strong> la mujer <strong>de</strong> rojo. Ella torció un poco los<br />
labios y siguió mirándole mientras se disponía a tomar otro sorbo <strong>de</strong>l plateado<br />
tapón.<br />
Sin darse cuenta, las palabras fluyeron. Tal vez le hablaba a ella.<br />
—Es mi <strong>de</strong>ber proteger y servir a esta comunidad, y eso es lo que voy a<br />
hacer. Pue<strong>de</strong> que les <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong> que venga alguien <strong>de</strong> fuera a <strong>de</strong>cirles lo que no<br />
pue<strong>de</strong>n hacer, pero todos tendremos que acostumbrarnos. Yo haré lo que esté en<br />
mi mano. Uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cidirán si les parece bien. De eso se trata.<br />
Se oyeron unos aplausos, que poco a poco se convirtieron en una ovación.<br />
Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que sus ojos se habían clavado <strong>de</strong> nuevo en los <strong>de</strong> la mujer.<br />
Su estómago subía y bajaba mientras aquellos labios <strong>de</strong>sproporcionados se<br />
la<strong>de</strong>aban un poco formando una curiosa sonrisa.<br />
Oyó que Hopp levantaba la sesión. Algunos se acercaron a hablar con él y<br />
Nate perdió a la mujer. Cuando la localizó <strong>de</strong> nuevo vio la parca roja en la puerta<br />
posterior.<br />
—¿Quién es? —Se apartó un poco para tocar el brazo <strong>de</strong> Hopp—. La mujer<br />
que ha llegado tar<strong>de</strong>... la <strong>de</strong> la parka roja, el pelo negro, y los ojos azules.<br />
—Supongo que se refiere a Meg. Meg Galloway. La hija <strong>de</strong> Charlene.<br />
Ella había querido verlo mejor, más <strong>de</strong> cerca que el día anterior, cuando lo<br />
vio <strong>de</strong> pie en la ventana, con ese aire inquietante y amargado propio <strong>de</strong>l<br />
protagonista <strong>de</strong> alguna novela gótica.<br />
Por un lado le parecía atractivo, pero visto <strong>de</strong> cerca <strong>de</strong>cidió que su aspecto<br />
era más triste que amargado.<br />
Lástima. Amargado habría sido más su estilo.<br />
Había salido airoso, eso tenía que reconocerlo. Pescó el insulto <strong>de</strong>l inútil <strong>de</strong><br />
Bing al vuelo, respondió y una vez salvado el obstáculo siguió a<strong>de</strong>lante.<br />
Pensó que si la poli tenía que fisgonear por Lunacy podía haberles tocado<br />
algo peor. Aunque a ella le importaba poco mientras no metieran la nariz en sus<br />
cosas.<br />
Ya que estaba en el centro, <strong>de</strong>cidió aprovechar para hacer unos recados y<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
cargar provisiones.<br />
Vio el cartel <strong>de</strong> cerrado en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina y soltó un suspiro. Sacó el<br />
llavero que llevaba en la mochila; buscó la llave con las letras «TE» y la utilizó<br />
para entrar.<br />
Cogió un par <strong>de</strong> cajas y empezó a recorrer los pasillos. Cereales, pasta,<br />
huevos, latas, papel higiénico, harina, azúcar. Dejó una <strong>de</strong> las cajas sobre el<br />
mostrador y llenó la segunda.<br />
Estaba colocando encima un saco <strong>de</strong> veinticinco kilos <strong>de</strong> comida para perro<br />
cuando se abrió la puerta y entró Nate.<br />
—Está cerrado —dijo con un resoplido, <strong>de</strong>jando el saco <strong>de</strong> pienso.<br />
—Eso veo.<br />
—Pues si lo ve, ¿qué hace aquí?<br />
—Curioso. Iba a preguntarle lo mismo.<br />
—Necesitaba provisiones.<br />
Pasó al otro lado <strong>de</strong>l mostrador para coger una caja <strong>de</strong> munición, que añadió<br />
a la carga.<br />
—Lo imagino, pero coger provisiones <strong>de</strong> una tienda cerrada se llama hurto.<br />
—Eso dicen. —Sacó un libro <strong>de</strong> registro <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l mostrador y empezó a<br />
pasar páginas—. Y supongo que en los estados <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Alaska <strong>de</strong>tienen a<br />
quienes lo hacen.<br />
—Normalmente sí.<br />
—¿Y usted preten<strong>de</strong> aplicar esta política en Lunacy?<br />
—Es lo que hago normalmente.<br />
Ella soltó una carcajada —como la sirena <strong>de</strong> Hopp, la <strong>de</strong> la niebla—, cogió un<br />
bolígrafo y empezó a anotar en el libro.<br />
—Espere un momento. Termino con esto y luego me <strong>de</strong>tiene. Con la mía<br />
serán tres <strong>de</strong>tenciones hoy. Todo un récord.<br />
Nate se apoyó en el mostrador y se fijó en que estaba apuntando todo lo que<br />
había colocado en las cajas.<br />
—Per<strong>de</strong>ría el tiempo.<br />
—Sí, pero aquí nos sobra. ¡Mierda, olvidaba el Murphy's! ¿Le importa<br />
pasármelo? El jabón líquido, está ahí.<br />
—¡Cómo no! —Se acercó a los estantes y cogió una <strong>de</strong> las botellas—. Anoche<br />
la vi por la ventana.<br />
Ella anotó el Murphy's.<br />
—Yo también le vi.<br />
—Es usted piloto.<br />
—Soy muchísimas cosas más. —Levantó la vista hacia él—. Esa es solo una<br />
<strong>de</strong> ellas.<br />
—¿Qué más es?<br />
—Un poli <strong>de</strong> una gran metrópoli tendría que <strong>de</strong>scubrirlo rápidamente.<br />
—Tengo más pistas. Cocina. Tiene un perro. Probablemente más <strong>de</strong> uno, y <strong>de</strong><br />
un tamaño consi<strong>de</strong>rable. Le gusta disponer <strong>de</strong> su propio espacio. Es honrada, al<br />
menos cuando le conviene. Le gusta el café solo y las palomitas con mucha<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
mantequilla.<br />
—Solo ha rascado la superficie. —Tamborileó con el bolígrafo en el libro —.<br />
¿Quiere rascar un poco más, jefe Burke?<br />
«Sin ro<strong>de</strong>os», pensó él. No le quedaba otro remedio. Por tanto, respon<strong>de</strong>ría<br />
sin ro<strong>de</strong>os.<br />
—Me lo estaba planteando.<br />
Ella sonrió como había hecho en el pleno, torciendo la comisura <strong>de</strong>recha.<br />
—¿Ya le ha atacado Charlene?<br />
—¿Disculpe?<br />
—Me preguntaba si anoche Charlene le dio su especial bienvenida a Lunacy.<br />
Nate no sabía qué le molestaba más, la pregunta o la frialdad con que lo<br />
miraba mientras la formulaba.<br />
—No.<br />
—¿No es su tipo?<br />
—No exactamente. Y me siento bastante incómodo hablando así <strong>de</strong> su<br />
madre.<br />
—¡Vaya sensibilidad! No se preocupe. Todo el mundo sabe que a Charlene le<br />
encanta hacer traquetear la cabecera <strong>de</strong> la cama con cada hombre <strong>de</strong> buen ver que<br />
aparece por aquí. El caso es que yo procuro apartarme <strong>de</strong> sus sobras. Pero dadas<br />
las circunstancias, por el momento puedo permitirle que rasque un poco más.<br />
Cerró el libro.<br />
—¿Me echa una mano para cargar todo esto en la camioneta?<br />
—Cómo no. Aunque creía que había venido volando.<br />
—Pues sí. Hemos intercambiado el medio <strong>de</strong> transporte con un colega.<br />
—¡Ah!<br />
Se cargó el pienso en el hombro.<br />
Meg había aparcado fuera una gran furgoneta roja en la que había un toldo<br />
impermeable, un equipo <strong>de</strong> camping, raquetas <strong>de</strong> nieve y un par <strong>de</strong> bombonas <strong>de</strong><br />
butano. En la cabina llevaba una escopeta y un rifle.<br />
—¿Caza usted? —le preguntó él.<br />
—Depen<strong>de</strong>. —Cerró la tapa <strong>de</strong>l vehículo y le miró con una risita—. ¿Qué<br />
<strong>de</strong>monios hace usted aquí, jefe Burke?<br />
—Nate. Se lo diré en cuanto lo sepa.<br />
—Me parece muy bien. Tal vez nos veamos en Nochevieja. Po<strong>de</strong>mos probar<br />
qué tal se nos da el alterne.<br />
Se metió en la cabina y puso el motor en marcha. Sonó Aerosmith a todo<br />
volumen y ella aceleró. Se dirigió hacia el oeste, don<strong>de</strong> el sol ya se escondía <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> las cumbres, iluminándolas con un tono dorado encendido, mientras el<br />
crepúsculo suavizaba la luz.<br />
Eran las tres y cuarto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Anotación en un diario<br />
14 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />
Capítulo 4<br />
Puto frío. Tengo que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> él porque si no me volveré loco, pero<br />
sí escribiré sobre él. Así podré recordarlo otro día —pongamos en julio, sentado<br />
ante una cerveza, embadurnado <strong>de</strong> repelente, pegando manotazos a unos<br />
mosquitos <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un gorrión— y mirar fijamente a los ojos a este maldito<br />
monte blanco.<br />
Entonces sabré que estuve aquí, que lo conseguí. Y la cerveza sabrá mucho<br />
mejor.<br />
Pero estamos en febrero, y julio queda a un siglo. La puñetera rasca es la que<br />
manda.<br />
El viento hace que la temperatura baje hasta los treinta y los cuarenta bajo<br />
cero. Cuando el mercurio está tan abajo ya no importan unos grados más o menos.<br />
El frío ha roto una <strong>de</strong> las linternas y ha atascado la cremallera <strong>de</strong> mi parka.<br />
Puesto que la noche dura dieciséis horas, montamos y <strong>de</strong>smontamos el<br />
campamento a oscuras. Mear es un ejercicio agotador, un suplicio. A pesar <strong>de</strong><br />
todo, en general mantenemos el ánimo.<br />
Es una experiencia difícil <strong>de</strong> contar. Cuando el frío es como cristales rotos<br />
que te van segando el cuello, tienes la conciencia <strong>de</strong> estar vivo <strong>de</strong> una forma que<br />
solo se experimenta en la montaña. Cuando te arriesgas a salir un instante <strong>de</strong>l<br />
refugio y ves la aurora boreal tan luminosa, tan eléctrica que casi crees que<br />
estirando el brazo conseguirías coger esa luz ver<strong>de</strong> y reluciente y atraerla hacia ti<br />
para cargar las pilas, te das cuenta <strong>de</strong> que no te apetece estar en ningún otro lugar.<br />
Avanzamos lentamente, aunque sin abandonar el objetivo: llegar a la<br />
cumbre. La nieve <strong>de</strong>l alud frenó nuestra marcha. Me pregunté cuánta gente habría<br />
acampado aquí, bajo lo que ahora se ve sepultado, y cuánto tardará la montaña en<br />
mover, sacudir y enterrar la cueva <strong>de</strong> nieve que tanto nos ha costado abrir en ella.<br />
Hemos tenido una corta pero acalorada discusión sobre cómo sortear la nieve<br />
<strong>de</strong>l alud. He tomado la <strong>de</strong>lantera. Hemos tardado una eternidad en conseguir<br />
esquivar y superar los obstáculos, pero no podía hacerse más <strong>de</strong>prisa, piensen lo<br />
que piensen los <strong>de</strong>más. Nos encontramos en una zona peligrosa, <strong>de</strong>nominada Paso<br />
<strong>de</strong> las arenas movedizas precisamente porque el glaciar se <strong>de</strong>splaza bajo tus pies.<br />
No lo ves, no pue<strong>de</strong>s tocarlo, pero se mueve y se <strong>de</strong>sliza por <strong>de</strong>bajo. Y pue<strong>de</strong><br />
absorberte, pues bajo ese manto blanco hay grietas al acecho que pue<strong>de</strong>n<br />
convertirse en tu ataúd.<br />
Hemos seguido el ascenso hacia la Cordillera solitaria, al repique <strong>de</strong> los<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
piolets y con el hielo pegado a las pestañas; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar la vuelta a la<br />
Chimenea <strong>de</strong> Satanás, hemos almorzado sobre una blanca colcha <strong>de</strong> nieve<br />
inmaculada.<br />
El sol era una bola <strong>de</strong> hielo dorado.<br />
Me he aventurado a tomar unas fotos, a pesar <strong>de</strong>l miedo a que el frío<br />
rompiera la cámara.<br />
La escalada <strong>de</strong> <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida se ha caracterizado por la falta <strong>de</strong><br />
habilidad y un exceso <strong>de</strong> pasión. Tal vez fueran las anfetas <strong>de</strong>l postre, pero la<br />
hemos emprendido a patadas y a insultos contra la montaña y entre nosotros.<br />
Nuestros pies han aporreado la nieve durante horas, o eso nos ha parecido, y poco<br />
a poco la dorada bola ha empezado a hundirse, a adquirir un tono anaranjado<br />
feroz y violento que ha incendiado la nieve. Luego nos ha <strong>de</strong>jado en la asesina<br />
oscuridad.<br />
Hemos utilizado los focos que llevábamos en la frente para cortar un saliente<br />
en el hielo que protegiera la tienda. Acampamos ahí; escuchamos el rumor <strong>de</strong>l<br />
viento como quien oye las olas en una tormenta <strong>de</strong> noche, aliviamos el cansancio<br />
con maría <strong>de</strong> la mejor calidad y recordamos los logros <strong>de</strong>l día.<br />
Nos hemos puesto unos a otros nombres <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias. Ahora<br />
somos Han, Luke y Darth. Yo soy Luke. Nos divertimos imaginando que estamos<br />
en Toth, el planeta <strong>de</strong> hielo, en una misión <strong>de</strong>stinada a <strong>de</strong>struir un bastión <strong>de</strong>l<br />
Imperio. Por supuesto, esto significa tener a Darth en contra, pero también le<br />
aña<strong>de</strong> emoción.<br />
Cada loco con su tema.<br />
Hoy hemos avanzado mucho pero estamos cada vez más alterados. Me he<br />
sentido bien al ir hundiendo el piolet en la barriga <strong>de</strong>l Sin Nombre, avanzando<br />
lentamente por él. Ha habido gritos e insultos, al principio para animar y luego<br />
más subidos <strong>de</strong> tono, cuando ha empezado a caer una lluvia <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> hielo.<br />
A Darth le han dado unos cuantos <strong>de</strong> lleno, y se ha pasado una hora<br />
maldiciéndome.<br />
Por un momento he creído que iba a per<strong>de</strong>r el control y que magullaría mi<br />
cara como yo había hecho con la suya. Aún ahora noto que sigue dándole vueltas<br />
al asunto, fulminándome con la mirada que me clava en la nuca mientras los<br />
ronquidos <strong>de</strong> Han casi resuenan más que el viento.<br />
Lo superará. Somos un equipo y cada uno <strong>de</strong> nosotros tiene la vida <strong>de</strong> los<br />
<strong>de</strong>más en sus manos. De modo que se le pasará en cuanto empecemos a escalar<br />
otra vez.<br />
Quizá <strong>de</strong>beríamos disminuir la cantidad <strong>de</strong> anfetas, aunque un par <strong>de</strong><br />
pastillas te dan un punto y te ayudan a vencer el frío y el cansancio.<br />
No hay nada en el mundo como esto. El brillo cegador <strong>de</strong> la nieve, el sonido<br />
<strong>de</strong>l piolet golpeando el hielo o crujiendo en la nieve, el roce <strong>de</strong> los crampones en la<br />
roca, la maravilla <strong>de</strong> la caída libre <strong>de</strong> la cuerda, contemplar el hielo inflamado en<br />
la puesta <strong>de</strong> sol.<br />
Incluso ahora, acurrucado en la tienda, mientras escribo esto, a pesar <strong>de</strong> que<br />
mis tripas se agitan tras el guiso liofilizado <strong>de</strong> la cena, me duele todo el cuerpo por<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
culpa <strong>de</strong> los excesos, y el miedo a la congelación y la muerte me corroe el fondo<br />
<strong>de</strong>l cerebro, por nada <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong>searía estar en otro lugar.<br />
A las siete, Nate <strong>de</strong>cidió que podía dar por finalizada la jornada. Llevaba<br />
encima un radioteléfono. Si alguien llamaba a la comisaría a partir <strong>de</strong> entonces, la<br />
llamada se <strong>de</strong>sviaría a este. Habría preferido cenar en su habitación solo,<br />
tranquilo, así podría <strong>de</strong>satascar el cerebro <strong>de</strong> todo lo que lo había bloqueado<br />
durante el día. A<strong>de</strong>más, le gustaba estar solo.<br />
Pero en aquel pueblo no iría a ninguna parte si se aislaba, por tanto se metió<br />
en uno <strong>de</strong> los compartimientos <strong>de</strong>l Lodge.<br />
Oía los chasquidos <strong>de</strong> las bolas <strong>de</strong> billar y la voz plañi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la música<br />
country en la máquina <strong>de</strong> discos <strong>de</strong> la sala contigua. En la barra, unos cuantos<br />
hombres sentados en taburetes tomaban cerveza mientras veían un partido <strong>de</strong><br />
hockey en la tele. El comedor estaba ya medio lleno; una camarera a la que aún no<br />
conocía servía y retiraba platos.<br />
El hombre al que Hopp le había presentado como «el profesor» se estaba<br />
acercando al compartimiento <strong>de</strong> Nate.<br />
Llevaba la misma chaqueta <strong>de</strong> cheviot y el Ulises en el bolsillo y sostenía una<br />
jarra <strong>de</strong> cerveza en la mano.<br />
—¿Le importa que me siente?<br />
—A<strong>de</strong>lante.<br />
—John Malmont. Si tiene sed, ahorrará tiempo yendo a la barra. Si lo que<br />
quiere es comer, en un momento aparecerá Cissy.<br />
—Pensaba comer algo, pero no tengo prisa. Hay mucho movimiento a esta<br />
hora. ¿Es lo normal?<br />
—Solo hay dos sitios en los que se encuentra comida caliente sin tener que<br />
preparársela uno mismo. Y únicamente en uno se sirve alcohol.<br />
—Eso lo explica todo.<br />
—Los habitantes <strong>de</strong> Lunacy son bastante sociables, al menos entre ellos.<br />
A<strong>de</strong>más es época <strong>de</strong> vacaciones, razón <strong>de</strong> más para llenar las mesas. El fletán <strong>de</strong><br />
esta noche está muy rico.<br />
—¿De veras? —Nate cogió la carta—. ¿Hace mucho que vive aquí?<br />
—Dieciséis años. Soy <strong>de</strong> Pittsburgh —dijo el profesor, a<strong>de</strong>lantándose a la<br />
pregunta—. Daba clases en la Carnegie Mellon.<br />
—¿De qué?<br />
—Literatura inglesa para jóvenes ambiciosos. La mayoría <strong>de</strong> ellos<br />
disfrutaban con la autosuficiencia que les proporcionaba el minucioso análisis y la<br />
crítica <strong>de</strong> los autores blancos <strong>de</strong> otra época que estudiaban en nuestra facultad.<br />
—¿Y ahora?<br />
—Ahora doy clases <strong>de</strong> literatura y redacción a adolescentes aburridos,<br />
muchachos que prefieren manosearse entre ellos a explorar las maravillas <strong>de</strong> la<br />
palabra escrita.<br />
—Hola, profesor.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Cissy, el jefe Burke. Cecilia Fisher.<br />
—Encantado, Cissy.<br />
Era una muchacha <strong>de</strong>lgada como un palo <strong>de</strong> escoba, tenía el pelo corto, <strong>de</strong><br />
punta, en distintos tonos <strong>de</strong> rojo, y llevaba un aro <strong>de</strong> plata en la ceja izquierda.<br />
Le <strong>de</strong>dicó una alegre sonrisa.<br />
—Lo mismo digo. ¿Qué le sirvo?<br />
—Tomaré fletán. Dicen que está muy bueno.<br />
—Es cierto. —Empezó a tomar nota—. ¿Cómo lo quiere?<br />
—¿A la plancha?<br />
—Muy bien. Se sirve con ensalada, usted escoge la salsa. La <strong>de</strong> la casa está<br />
muy rica. La prepara Mike.<br />
—Pues la <strong>de</strong> la casa.<br />
—¿De acompañamiento, patatas al horno, puré, patatas fritas o arroz<br />
integral?<br />
—Arroz.<br />
—¿Algo para beber?<br />
—Un café, por favor.<br />
—Enseguida se lo sirvo.<br />
—Una chica muy maja —comentó John limpiándose las gafas con un<br />
pañuelo blanquísimo—. Apareció por aquí hace un par <strong>de</strong> años con un grupo que<br />
hacía escalada. El chico que iba con ella la maltrataba y al final la <strong>de</strong>jó aquí con lo<br />
puesto. No tenía ni dinero para volver a casa, pero a<strong>de</strong>más dijo que no le apetecía<br />
regresar. Charlene le ofreció una habitación y trabajo. —Tomó un trago <strong>de</strong><br />
cerveza—. El muchacho volvió a por ella al cabo <strong>de</strong> una semana. Y Charlene lo<br />
echó.<br />
—¿Charlene?<br />
—Guarda una escopeta en la cocina. Tras verla, el chico <strong>de</strong>cidió marcharse<br />
sin Cissy.<br />
John volvió la cabeza y la expresión divertida <strong>de</strong> sus ojos se tornó nostálgica,<br />
aunque solo por un instante.<br />
Nate vio la causa <strong>de</strong> ese cambio; en aquellos momentos cruzaba el comedor<br />
con una cafetera en la mano.<br />
—¡Qué veo! Los dos hombres más atractivos <strong>de</strong> Lunacy compartiendo mesa.<br />
—Charlene sirvió café a Nate y luego se <strong>de</strong>slizó en el banco, acercándose mucho a<br />
él—. ¿Y <strong>de</strong> qué pue<strong>de</strong>n estar hablando?<br />
—De una mujer atractiva, naturalmente —John cogió la jarra—. Que<br />
aproveche, jefe.<br />
—Y pues... —Charlene inclinó el cuerpo <strong>de</strong> forma que su pecho rozara el<br />
brazo <strong>de</strong> Nate—. ¿De qué mujer podría tratarse?<br />
—John me contaba cómo Cissy acabó trabajando para usted.<br />
—¿Ah? —Pasó la lengua por su labio inferior, al que acababa <strong>de</strong> aplicar<br />
carmín—. De modo que le ha echado el ojo a mi camarera, Nate...<br />
—Solo para que me sirva antes la cena. —Se sentía incapaz <strong>de</strong> escabullirse <strong>de</strong><br />
aquello sin parecer o sentirse estúpido. No podía moverse sin topar con alguna<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
parte <strong>de</strong> aquel cuerpo—. ¿Los hermanos Mackie le han pagado ya los daños y<br />
perjuicios?<br />
—Pasaron hace una hora más o menos y lo solucionaron. Quería agra<strong>de</strong>cerle<br />
que se haya ocupado <strong>de</strong> mí, Nate. Me siento segura al pensar que con una simple<br />
llamada usted pue<strong>de</strong> socorrerme.<br />
—Creo que teniendo en la cocina una escopeta ya <strong>de</strong>be <strong>de</strong> sentirse bastante<br />
segura.<br />
—Bueno... —Inclinó la cabeza sonriendo—. En realidad es para impresionar.<br />
—Se acercó un poco más a él; se habría dicho que su perfume <strong>de</strong> «sígueme» salía<br />
<strong>de</strong>l escote—. Es duro ser una mujer sola en un lugar como este. Las largas noches<br />
<strong>de</strong> invierno... son muy frías. Y muy solitarias. Me gusta saber que un hombre<br />
como usted duerme bajo el mismo techo. Tal vez podríamos hacernos compañía<br />
más tar<strong>de</strong>.<br />
—Charlene. Des<strong>de</strong> luego es toda una oferta. —La mano <strong>de</strong> ella se <strong>de</strong>slizó por<br />
el muslo <strong>de</strong> Nate. Él se la agarró y la colocó encima <strong>de</strong> la mesa, a pesar <strong>de</strong> que se<br />
estaba excitando—. Vamos a <strong>de</strong>tenernos un minuto.<br />
—Yo me <strong>de</strong>tendría bastante más <strong>de</strong> un minuto.<br />
—¡Ja, ja! —Si seguía restregando aquel cuerpo contra el suyo, recordándole el<br />
tiempo que llevaba abstinente, no podría permanecer así ni siquiera esos sesenta<br />
segundos—. Usted me gusta, Charlene, contemplarla es un regalo, pero no creo<br />
que sea lo más acertado que los dos... nos hiciéramos compañía. Aún ando a<br />
tientas por aquí.<br />
—Y yo. —Enroscó un mechón <strong>de</strong> pelo con el <strong>de</strong>do—. Si se siente inquieto<br />
esta noche, llámeme. Yo le enseñaré qué significa alojarse en un establecimiento a<br />
pensión completa.<br />
No apartó <strong>de</strong> él sus azules ojos mientras salía <strong>de</strong>l compartimiento<br />
contoneándose, y tras haberle pasado <strong>de</strong> nuevo la mano insinuantemente por el<br />
muslo. Nate esperó a que cruzara el comedor con su movimiento <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>ras para<br />
soltar un silbido ahogado.<br />
No durmió bien. El equipo <strong>de</strong> dobles madre-hija lo mantuvo inquieto y<br />
<strong>de</strong>sasosegado. Por otro lado, la oscuridad era infinita y total. Una oscuridad<br />
primitiva que impulsaba al hombre a meterse en una cálida cueva... al lado <strong>de</strong> una<br />
cálida mujer.<br />
Tuvo la luz encendida hasta muy tar<strong>de</strong>, leyó <strong>de</strong> cabo a rabo las or<strong>de</strong>nanzas<br />
municipales, reflexionó sobre ellas y finalmente se durmió hasta que sonó el<br />
<strong>de</strong>spertador.<br />
Empezó el día como el anterior, <strong>de</strong>sayunando con Jess.<br />
Deseaba coger un hábito. Más que eso, ansiaba meterse en una rutina en la<br />
que no tuviera que pensar, un surco en el que pudiera hundirse hasta no ver qué<br />
había más allá. Allí podría seguir la costumbre, solucionar disputas sin<br />
importancia, pasar los días viendo las mismas caras, oyendo las mismas voces,<br />
repitiendo las mismas tareas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Allí podía convertirse en el hámster en la rueda. Y tal vez el frío evitaría que<br />
se <strong>de</strong>scompusiera. Así nadie sabría que estaba muerto.<br />
Le gustaba permanecer horas en su <strong>de</strong>spacho atendiendo junto a Otto y Peter<br />
las llamadas que iban llegando. Cada vez que salía se llevaba a uno <strong>de</strong> sus<br />
ayudantes, así él podía quedarse <strong>de</strong>trás y ver cómo marcaba el ritmo.<br />
En realidad, ellos eran quienes se ocupaban <strong>de</strong> todo. Peter tenía veintitrés<br />
años, había pasado toda su vida allí y al parecer conocía a todo el mundo.<br />
A<strong>de</strong>más, daba la impresión <strong>de</strong> que caía bien a todos.<br />
Otto, cabo primero <strong>de</strong> marines retirado, había ido a Alaska a cazar y pescar.<br />
Dieciocho años atrás, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su primer divorcio, <strong>de</strong>cidió quedarse a vivir allí.<br />
Tenía tres hijos y cuatro nietos en los estados <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Alaska. Se casó <strong>de</strong> nuevo<br />
—con cierta rubia con más pecho que seso, según Peach— y se volvió a divorciar a<br />
los dos años.<br />
Él y Bing creían que estaban capacitados para ocupar el cargo que ejercía<br />
ahora Nate. De todas formas, mientras a Bing le molestó muchísimo la <strong>de</strong>cisión<br />
municipal <strong>de</strong> contratar a alguien <strong>de</strong> fuera, Otto, quizá más acostumbrado a recibir<br />
ór<strong>de</strong>nes, aceptó el puesto <strong>de</strong> ayudante.<br />
En cuanto a Peach, su principal fuente <strong>de</strong> información, llevaba más <strong>de</strong> treinta<br />
años en Alaska, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se fugó <strong>de</strong> Macon con un muchacho al que llevó a Sitka.<br />
Murió, el pobre; <strong>de</strong>sapareció en el mar mientras pescaba en una barca <strong>de</strong> arrastre<br />
seis meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la fuga.<br />
Peach se casó <strong>de</strong> nuevo y su marido número dos, un fornido y apuesto oso<br />
pardo, se la llevó a vivir al monte, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> ambos hacían <strong>de</strong> vez en cuando<br />
alguna incursión a la entonces incipiente Lunacy.<br />
Después <strong>de</strong> que se le muriera también este, cuando quiso cruzar el lago y se<br />
quedó congelado antes <strong>de</strong> llegar a la cabaña don<strong>de</strong> vivían, hizo las maletas y se<br />
trasladó a Lunacy.<br />
Volvió a casarse, pero esta vez fue un error y tuvo que pegarle una patada en<br />
el culo a aquel borracho y aventurero y mandarlo <strong>de</strong> vuelta a Dakota <strong>de</strong>l Norte, <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> había venido.<br />
Tenía en mente conseguir el marido número cuatro, si aparecía el candidato<br />
a<strong>de</strong>cuado.<br />
Peach contaba a Nate todos los chismes. A Ed Woolcott le encantaría ponerse<br />
al frente <strong>de</strong> la alcaldía, pero tenía que esperar a que Hopp <strong>de</strong>cidiera <strong>de</strong>jarlo. Su<br />
mujer, Arlene, era muy estirada, aunque eso no sorprendía a nadie, pues venía <strong>de</strong><br />
una familia pudiente.<br />
Al igual que Peter, Bing, que era hijo <strong>de</strong> padre ruso y madre noruega, llevaba<br />
toda la vida en Lunacy. Su madre había huido hasta allí en el setenta y cuatro con<br />
un pianista, cuando Bing contaba trece años. Su padre, un tipo capaz <strong>de</strong> tomar<br />
más <strong>de</strong> media botella <strong>de</strong> vodka <strong>de</strong> una sentada, volvió a Rusia unos doce años<br />
<strong>de</strong>spués y se llevó con él a Nadia, la hermana pequeña <strong>de</strong> Bing. Se rumoreaba que<br />
estaba embarazada y que el padre <strong>de</strong>l bebé podría ser un hombre casado.<br />
El marido <strong>de</strong> Rose, David, trabajaba <strong>de</strong> guía y era un gran profesional; en sus<br />
horas libres también realizaba otras tareas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Harry y Deb tenían un hijo y una hija —el niño les creaba bastantes<br />
problemas— y ella era quien llevaba la batuta.<br />
Y había más. Peach siempre tenía más. Nate pensó que en una semana, quizá<br />
dos, estaría al corriente <strong>de</strong> todo lo que necesitaba saber <strong>de</strong> Lunacy y sus<br />
habitantes. Entonces su trabajo entraría en otra rutina, la <strong>de</strong> hundirse<br />
cómodamente en el surco.<br />
Sin embargo, cada vez que estaba frente a la ventana y veía cómo salía el sol<br />
por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas y les daba aquel lustre dorado notaba que algo hervía<br />
en su interior. Una chispa que le indicaba que aún quedaba vida en él.<br />
Por temor a que la chispa prendiera, daba media vuelta para ver solo la<br />
pared blanca.<br />
En su tercer día, Nate tuvo que encargarse <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> circulación en<br />
el que estaban implicados una furgoneta, un todoterreno y un alce. Este fue el que<br />
salió mejor parado, puesto que se quedó a unos cincuenta metros <strong>de</strong> la chatarra<br />
observando el espectáculo.<br />
Dado que era la primera vez que Nate veía un alce al natural —mayor y más<br />
feo <strong>de</strong> lo que había imaginado— se interesó más por el animal que por los dos<br />
hombres que seguían peleándose y echándose la culpa.<br />
Eran las ocho y veinte <strong>de</strong> la mañana y la carretera, que en el pueblo llamaban<br />
Camino <strong>de</strong>l lago, estaba negra como boca <strong>de</strong> lobo.<br />
El teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong> y un guía alpino llamado Hawley se habían dado <strong>de</strong><br />
narices: el Ford Explorer cayó en una zanja y se quedó hundido en la nieve con el<br />
capó arrugado como un acor<strong>de</strong>ón, y la furgoneta Chevrolet se quedó tumbada <strong>de</strong><br />
lado como si hubiera <strong>de</strong>cidido echarse una siesta.<br />
Los dos hombres tenían sangre en la cara y los ojos <strong>de</strong>sorbitados.<br />
—¡Tranquilos! —Nate enfocó <strong>de</strong>liberadamente la linterna primero en los ojos<br />
<strong>de</strong> uno y luego en los <strong>de</strong>l otro. Vio que a los dos les harían falta unos puntos <strong>de</strong><br />
sutura—. ¡Tranquilos, he dicho! Lo solucionaremos en un momento. ¿Otto?<br />
¿Alguien <strong>de</strong> por aquí tiene una grúa?<br />
—Bing tiene una. Es quien suele ocuparse <strong>de</strong> estas cosas.<br />
—Pues llámele. Que venga a remolcar los dos vehículos. Hay que sacarlos <strong>de</strong><br />
aquí enseguida. Son un peligro. Y ahora...<br />
Se volvió hacia los dos hombres.<br />
—¿Quién <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong> contarme con tranquilidad y coherencia qué ha<br />
ocurrido?<br />
Pareció que ambos se disponían a iniciar el relato, pero cuando notó que el<br />
aliento <strong>de</strong> Hawley olía a whisky, levantó la mano y señaló a Ed Woolcott.<br />
—Empiece usted.<br />
—Me dirigía hacia el trabajo conduciendo <strong>de</strong>spacio, con mo<strong>de</strong>ración...<br />
—¡Y un huevo! —saltó Hawley.<br />
—Ya le tocará el turno luego. ¿Señor Woolcott?<br />
—He visto unos faros que se acercaban a una velocidad realmente peligrosa.<br />
Hawley abrió <strong>de</strong> nuevo la boca, pero Nate cruzó su <strong>de</strong>do en ella.<br />
—De pronto ha aparecido un alce como caído <strong>de</strong>l cielo. He reducido la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
marcha y he dado un viraje brusco para evitar el choque, y <strong>de</strong> repente me he<br />
encontrado el cacharro ese encima. Yo he intentado salir <strong>de</strong>l camino, pero él...<br />
duro contra mí. Me ha echado <strong>de</strong> la carretera y me ha <strong>de</strong>strozado el coche. ¡Un<br />
coche que tiene solo seis meses! Conducía temerariamente y había bebido.<br />
Con un súbito gesto <strong>de</strong> asentimiento, Ed cruzó los brazos y frunció el ceño.<br />
—Está bien.<br />
—Bing viene para acá —dijo Otto.<br />
—Perfecto. Señor Woolcott, ¿por qué no se acerca y hace su <strong>de</strong>claración a<br />
Otto? Hawley. —Este volvió la cabeza, se acercó a la furgoneta y se quedó allí<br />
intercambiando torvas miradas con el alce—. ¿Ha bebido usted?<br />
Hawley <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> medir metro setenta y cinco y llevaba barba <strong>de</strong> un tono<br />
castaño claro. La sangre que tenía junto al corte qué se había hecho en la<br />
mandíbula se había helado.<br />
—Pues sí, he tomado un par <strong>de</strong> tragos.<br />
—Aún no son las nueve <strong>de</strong> la mañana.<br />
—¡Al carajo! He estado pescando en el hielo. Y no me paso el día mirando el<br />
puto reloj. Llevo buen pescado en el refrigerador <strong>de</strong> la camioneta. Iba a casa a<br />
<strong>de</strong>jarlo, a comer algo y a acostarme. Y resulta que el banquero ve un puñetero alce<br />
en el camino, hace una maniobra y pier<strong>de</strong> el control. Empieza a girar como una<br />
peonza, el alce, ni caso, estos animales son tontos, y yo tengo que pegar un golpe<br />
<strong>de</strong> volante. He <strong>de</strong>rrapado un poco y Woolcott se ha abalanzado contra mí en uno<br />
<strong>de</strong> sus giros. Hemos topado y aquí estamos.<br />
Había pasado mucho tiempo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Nate estuvo en Tráfico, aparte <strong>de</strong><br />
que nunca le había tocado reconstruir un acci<strong>de</strong>nte a oscuras, en la nieve y a veinte<br />
bajo cero. Pero cuando enfocó el camino con la linterna y observó las rodadas, vio<br />
que la versión <strong>de</strong> Hawley se acercaba más a la realidad.<br />
—El caso es que usted ha bebido. Tendremos que hacerle la prueba. ¿Tiene el<br />
vehículo asegurado?<br />
—Sí, pero...<br />
—Ya lo arreglaremos —dijo Nate—. Ahora vamos a protegernos <strong>de</strong>l frío.<br />
Nate volvió al pueblo con Hawley y Ed sentados en silencio en la parte<br />
trasera <strong>de</strong>l coche. Se <strong>de</strong>tuvo ante el ambulatorio, <strong>de</strong>jó a los dos hombres con Otto<br />
mientras los curaban y volvió a la comisaría a buscar el alcoholímetro.<br />
Aprovechó que estaba allí para consultar el historial <strong>de</strong> tráfico <strong>de</strong> los dos.<br />
Reflexionó sobre el caso <strong>de</strong> camino al ambulatorio.<br />
Había un par <strong>de</strong> personas en la sala <strong>de</strong> espera. Una joven con un bebé<br />
dormido y un hombre mayor con un mono <strong>de</strong> trabajo marrón, manchado, que<br />
mordisqueaba una pipa.<br />
Tras el mostrador, una mujer sentada en una silla. Leía una novela <strong>de</strong> bolsillo<br />
en cuya portada se veía a una pareja medio <strong>de</strong>snuda que se abrazaba con pasión.<br />
En cuanto entró Nate, levantó la vista.<br />
—¿Jefe Burke?<br />
—El mismo.<br />
—Me llamo Joanna. El doctor ha dicho que podía entrar si quería. Está<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
examinando a Hawley en el compartimiento uno. En el dos, Nita está poniéndole<br />
unos puntos a Ed.<br />
—¿Y Otto?<br />
—En el <strong>de</strong>spacho. Quería comprobar lo <strong>de</strong> la grúa.<br />
—Iré a ver a Hawley. ¿Por dón<strong>de</strong>?<br />
—Yo se lo muestro. —Puso un papel <strong>de</strong> plata como señal en el libro, se<br />
levantó y acompañó a Nate hasta la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha—. Están aquí <strong>de</strong>ntro. —<br />
Hizo un gesto y luego llamó a la puerta—. ¿Doctor? El jefe Burke está aquí.<br />
—Que pase.<br />
Era un consultorio estándar: con una mesa, un pequeño lavabo, y una silla<br />
giratoria. El médico, que llevaba una camisa <strong>de</strong> franela abierta que <strong>de</strong>jaba ver una<br />
camiseta térmica, levantó la vista <strong>de</strong>l corte <strong>de</strong> encima <strong>de</strong>l ojo <strong>de</strong> Hawley.<br />
Era joven, unos treinta y cinco años, esbelto, parecía en forma, tenía una<br />
barba rubia y una mata <strong>de</strong> pelo rizado <strong>de</strong>l mismo tono. Unas pequeñas gafas<br />
redondas con montura metálica <strong>de</strong>jaban ver sus ojos ver<strong>de</strong>s.<br />
—Ken Darby —dijo—. Le daría la mano pero las tengo ocupadas.<br />
—Encantado. ¿Cómo está el paciente?<br />
—Cortes y magulladuras. ¡Menuda suerte ha tenido, Hawley!<br />
—A ver si dice lo mismo cuando vea mi camioneta... ¡La madre que parió a<br />
Ed! Conduce como una vieja <strong>de</strong> ochenta años que ha perdido las bifocales.<br />
—Tendrá que soplar.<br />
Hawley miró el alcoholímetro con recelo.<br />
—No estoy borracho.<br />
—Entonces no habrá problema, ¿verdad?<br />
Hawley refunfuñó pero obe<strong>de</strong>ció; mientras, Ken le colocaba un vendaje sobre<br />
el corte.<br />
—Bien, Hawley, está realmente en el límite. Lo que me obligará a <strong>de</strong>cidir si<br />
imputarle un <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> conducción bajo los efectos <strong>de</strong>l alcohol.<br />
—¡No fastidie!<br />
—Pero, ya que está en el límite y no hay signos <strong>de</strong> que se encuentre<br />
particularmente bajo los citados efectos, me inclinaré por un apercibimiento. La<br />
próxima vez que vaya usted a pescar y tome un par <strong>de</strong> copas, no se ponga al<br />
volante.<br />
—Ahora ya no tengo un puñetero volante al que ponerme.<br />
—Y ya que no puedo sancionar al alce, su compañía <strong>de</strong> seguros tendrá que<br />
arreglárselas con Ed. Tiene usted acumuladas unas cuantas multas por exceso <strong>de</strong><br />
velocidad, Hawley.<br />
—Trampas para multar por exceso <strong>de</strong> velocidad. ¡Los cabrones <strong>de</strong><br />
Anchorage!<br />
—Tal vez. En cuanto vuelva a tener un volante, mantenga la velocidad en los<br />
límites establecidos, y cuando haya bebido busque un chófer. Así todo funcionará<br />
a las mil maravillas. ¿Necesita que le acompañen a casa?<br />
Hawley se rascó el cuello mientras Ken le curaba un rasguño <strong>de</strong> la frente.<br />
—Supongo. Tendré que echar un vistazo a la camioneta y hablar con Bing.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Pase por la comisaría cuando haya terminado. Le acompañaremos a casa.<br />
—No esperaba menos.<br />
Ed no quedó tan contento con la <strong>de</strong>cisión. Estaba sentado en una camilla, con<br />
las marcas <strong>de</strong>l airbag en las mejillas y el labio hinchado <strong>de</strong> habérselo mordido en<br />
el momento <strong>de</strong>l impacto.<br />
—Había bebido.<br />
—Estaba justo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l límite legal. La cuestión es que el culpable es el<br />
alce pero no puedo poner una multa a la fauna autóctona, traería mala suerte. Dos<br />
vehículos topan con un alce en la carretera. Ambos están asegurados, y supongo<br />
que no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse lo mismo <strong>de</strong>l alce. Ninguno <strong>de</strong> los conductores ha resultado<br />
herido <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración. Al final ambos han tenido suerte.<br />
—Yo no diría que acabar con mi coche nuevo en una zanja y la cara medio<br />
aplastada por el airbag es tener suerte, jefe Burke.<br />
—Según como se mire.<br />
Ed se puso <strong>de</strong> pie y levantó la barbilla.<br />
—¿Así es como aplicará usted la ley en Lunacy?<br />
—Más o menos.<br />
—Creo que le estamos pagando para que caliente una silla en su <strong>de</strong>spacho.<br />
—De momento he tenido que calentar el asiento <strong>de</strong> mi vehículo para echar<br />
un vistazo a los <strong>de</strong>strozos.<br />
—No me gusta su actitud. Pue<strong>de</strong> estar seguro <strong>de</strong> que hablaré <strong>de</strong> este<br />
inci<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong> su comportamiento con la alcal<strong>de</strong>sa.<br />
—Muy bien. ¿Necesita que le lleven a casa o al banco?<br />
—Puedo llegar don<strong>de</strong> quiera por mi propio pie.<br />
—Si es así, a<strong>de</strong>lante.<br />
Se encontró con Otto frente a la consulta. El único indicio <strong>de</strong> que había oído<br />
la conversación fue un levantamiento <strong>de</strong> cejas. Pero cuando salieron los dos <strong>de</strong>l<br />
ambulatorio carraspeó un poco.<br />
—Parece que no se han hecho muy amigos, ¿verdad?<br />
—Yo que pensaba que le trataba con amabilidad... —Nate se encogió <strong>de</strong><br />
hombros—. Aunque no pue<strong>de</strong> esperarse que un hombre esté rebosante <strong>de</strong> alegría<br />
cuando le han <strong>de</strong>strozado el coche y lleva unos cuantos puntos en la cara.<br />
—Supongo. Ed es un poco fanfarrón y le gusta mandar. Es uno <strong>de</strong> los<br />
hombres más ricos <strong>de</strong>l condado y quiere hacerlo valer.<br />
—Es bueno saberlo.<br />
—Hawley es legal. Es una buena persona; vive en el monte y es un experto<br />
en escalada. Es lo suficientemente pintoresco para agradar a los turistas que<br />
<strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n hacer escalada, y normalmente no se mete con nadie. Bebe, pero no se<br />
emborracha. ¿Mi opinión? Ha sido usted imparcial.<br />
—Eso es lo que cuenta. Se lo agra<strong>de</strong>zco. ¿Hará el informe por mí, Otto? Creo<br />
que voy a ver cómo está el asunto <strong>de</strong> la grúa.<br />
Lo <strong>de</strong> volver al lugar <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte era una excusa, pero nadie tenía por qué<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
saberlo.<br />
Encontró a Bing con un retaco <strong>de</strong> hombre muy curtido por los años;<br />
intentaban sacar el todoterreno <strong>de</strong> la zanja. Tenía el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse, salir <strong>de</strong>l<br />
vehículo y acercarse a ellos para preguntarles si necesitaban algo.<br />
—Sabemos lo que hacemos. —Bing echó una palada <strong>de</strong> nieve sobre las botas<br />
<strong>de</strong> Nate.<br />
—Si es así, les <strong>de</strong>jaré que sigan.<br />
—Gilipollas —murmuró Bing entre dientes mientras Nate volvía a su coche.<br />
Nate se volvió y reflexionó un instante.<br />
—¿Gilipollas es mejor o peor que cheechako?<br />
El hombre bajito soltó una carcajada, y no acabó <strong>de</strong> hundir toda la pala en la<br />
nieve; se apoyó en ella mientras Bing miraba fijamente a Nate.<br />
—Tanto monta.<br />
—Es bueno saberlo.<br />
Nate se metió en el coche mientras Bing lo miraba con sorna.<br />
Siguió el camino que bor<strong>de</strong>aba la pronunciada curva <strong>de</strong>l lago, alejándose <strong>de</strong><br />
la población.<br />
Meg vivía por allí, según había comprobado, y al divisar su avión en la<br />
helada superficie vio que no se había equivocado.<br />
Se metió en lo que parecía un camino abierto entre los árboles y avanzó<br />
dando tumbos hacia una casa.<br />
No sabía qué esperaba <strong>de</strong> aquel lugar, pero seguro que aquello no. Que<br />
estuviera aislado no era una sorpresa, como tampoco lo era la impresionante<br />
panorámica que se tenía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos. Aquello no le chocaba. Pero sí la<br />
casa, muy bonita, una especie <strong>de</strong> cabaña muy cuidada. Era <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y cristal,<br />
con porches cubiertos y unas contraventanas <strong>de</strong> un rojo <strong>de</strong>slumbrante que<br />
cerraban las vidrieras.<br />
Habían abierto un caminito en la nieve <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la pista hasta el porche.<br />
También vio huellas <strong>de</strong> pasos entre la casa y los cobertizos exteriores. Uno <strong>de</strong><br />
ellos, a medio camino entre el extremo <strong>de</strong>l bosque y la casa, estaba construido<br />
sobre pilotes.<br />
En el porche había una montaña <strong>de</strong> troncos perfectamente amontonados.<br />
Salía el sol en todo su esplendor, y un sobrecogedor amanecer iluminaba<br />
toda la panorámica. El humo <strong>de</strong> tres chimeneas <strong>de</strong> piedra ascendía hacia un cielo<br />
cada vez más claro.<br />
Fascinado, paró el motor.<br />
Entonces oyó la música.<br />
Lo llenaba todo. Una voz femenina potente y dulce se enroscaba en la música<br />
<strong>de</strong> cuerda y flauta y el sol naciente la elevaba hacia el blanco infinito.<br />
Se alzó por encima <strong>de</strong> él cuando salió <strong>de</strong>l vehículo y le pareció que venía <strong>de</strong>l<br />
aire, <strong>de</strong> la tierra o <strong>de</strong>l cielo.<br />
Entonces la vio; el vivo rojo <strong>de</strong> su parka avanzando sobre el blanco,<br />
alejándose <strong>de</strong>l helado lago con dos perros que trotaban a su lado.<br />
No la llamó, no sabía si le saldría la voz. Aquello era una foto y mentalmente<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
abrió el obturador: una mujer con el pelo oscuro vestida <strong>de</strong> rojo caminando por el<br />
prístino blanco con dos perros flanqueándola y el esplendor <strong>de</strong> las montañas por<br />
la mañana como telón <strong>de</strong> fondo.<br />
Fueron los perros los que primero lo vieron u olfatearon. Los ladridos<br />
rasgaron el aire, surcaron la música que planeaba. Se abalanzaron hacia él como<br />
dos borrosas balas grises.<br />
Se planteó meterse <strong>de</strong> nuevo en el jeep, pero entonces se preguntó si aquello<br />
no consolidaría su fama <strong>de</strong> cheechako gilipollas.<br />
Siempre cabía la posibilidad <strong>de</strong> que la prenda que lo cubría fuera lo<br />
suficientemente gruesa para protegerle <strong>de</strong> los dientes caninos si llegaba el caso.<br />
Se mantuvo don<strong>de</strong> estaba repitiendo mentalmente «perros buenos, perros<br />
bonitos» una y otra vez, como un mantra.<br />
Se preparó para una embestida; solo esperaba que no se lanzaran a su<br />
garganta. Los dos perros levantaron nieve al correr y cuando llegaron a un par <strong>de</strong><br />
palmos <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba él se <strong>de</strong>tuvieron, agitando el cuerpo, mostrando los<br />
dientes. En guardia. Ambos tenían los ojos azules, <strong>de</strong> un azul <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> hielo,<br />
como los <strong>de</strong> su dueña.<br />
El aliento <strong>de</strong> Nate salió formando una nube <strong>de</strong> vapor en el aire.<br />
—Vaya, vaya —murmuró—. Qué par <strong>de</strong> preciosida<strong>de</strong>s.<br />
—¡Rock! ¡Bull! —gritó Meg—. Amigo.<br />
Los perros se tranquilizaron inmediatamente y se acercaron a olisquearlo.<br />
—¿Me arrancarán la mano <strong>de</strong> cuajo si me atrevo a tocarlos? —preguntó él.<br />
—Ahora no.<br />
Tomándolo como un dogma <strong>de</strong> fe, pasó la mano cubierta con el guante por la<br />
cabeza <strong>de</strong> los dos perros. Al ver que parecían disfrutar con las caricias, se agachó y<br />
restregó sus lomos mientras se apretaban contra él.<br />
—¡Los tiene bien puestos, Burke!<br />
—Precisamente estaba rezando para que no fuera la parte que se zamparan.<br />
¿Son perros <strong>de</strong> trineo?<br />
—No. —Meg tenía las mejillas sonrosadas por el frío—. No llevo trineos,<br />
pero son <strong>de</strong> pura raza. Ahora se pegan la gran vida aquí, conmigo.<br />
—Tienen sus ojos.<br />
—Tal vez fui husky en una vida anterior. ¿Qué hace usted aquí, tan lejos?<br />
—Pues... ¿qué música es esta?<br />
—Loreena McKennit. ¿Le gusta?<br />
—Extraordinaria. Es como... Dios.<br />
Meg se echó a reír.<br />
—Es el primer hombre que conozco que admite que Dios es una mujer.<br />
¿Dando una vuelta en día <strong>de</strong> fiesta?<br />
Nate se sorprendió.<br />
—¿Día <strong>de</strong> fiesta?<br />
—Hoy es Nochevieja.<br />
—Ah, no. Ha habido un pequeño acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> circulación en el camino <strong>de</strong>l<br />
lago. Estaba buscando a un testigo. Tal vez lo haya visto usted. Un tipo grandote,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
con cuatro patas y un curioso sombrero. —Con los <strong>de</strong>dos indicó la cornamenta.<br />
«Un encanto <strong>de</strong> hombre —pensó ella—. Pero ¿por qué pones esos ojos tan<br />
tristes cuando sonríes?»<br />
—La verdad es que he visto por ahí a algunos que respon<strong>de</strong>n a esta<br />
<strong>de</strong>scripción.<br />
—Si es así, tendré que tomarle <strong>de</strong>claración.<br />
—Me gustaría, pero habrá que esperar. Tengo un vuelo. Ahora mismo<br />
llevaba los perros <strong>de</strong> vuelta a casa e iba a apagar la música.<br />
—¿Adón<strong>de</strong> va?<br />
—A llevar provisiones a un pueblecito perdido. Y tengo que darme prisa si<br />
quiero estar <strong>de</strong> vuelta para la fiesta. —La<strong>de</strong>ó un poco la cabeza—. ¿Le apetece dar<br />
una vuelta?<br />
Nate volvió la cabeza hacia el avión y pensó: «¿En eso? Ni siquiera por<br />
tenerte cerca».<br />
—Estoy <strong>de</strong> servicio. Pue<strong>de</strong> que otro día.<br />
—De acuerdo. Rock, Bull, ¡<strong>de</strong>ntro! Enseguida vuelvo —dijo a Nate.<br />
Los perros salieron disparados y Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que uno <strong>de</strong> los<br />
cobertizos era una casita para perros a la que no le faltaba <strong>de</strong>talle; estaba <strong>de</strong>corada<br />
con figuras totémicas pintadas en un estilo primitivo.<br />
«Se pegan la gran vida, tiene razón.»<br />
Meg se metió en la cabaña. Poco <strong>de</strong>spués cesó la música.<br />
Salió <strong>de</strong> nuevo con un paquete al hombro.<br />
—Hasta pronto, jefe. A ver si encontramos un momento para la <strong>de</strong>claración.<br />
—Lo estaré esperando. Que tenga un buen viaje.<br />
Meg se echó el pelo para atrás y se acercó al avión.<br />
Él se quedó quieto, observándola.<br />
Meg lanzó el bulto en el interior y luego subió.<br />
Se oyó el arranque <strong>de</strong>l motor, un ensor<strong>de</strong>cedor rugido en la quietud. Las<br />
hélices empezaron a girar, el aparato comenzó a <strong>de</strong>slizarse encima <strong>de</strong>l hielo,<br />
<strong>de</strong>scribiendo círculos, inclinándose en un esquí, dando vueltas hasta levantar el<br />
morro para <strong>de</strong>spegar y seguir el ascenso.<br />
Nate aún podía ver el rojo <strong>de</strong> la parka, el negro <strong>de</strong>l pelo a través <strong>de</strong> la<br />
ventana <strong>de</strong> la cabina, poco <strong>de</strong>spués no era más que un punto borroso.<br />
La<strong>de</strong>ó la cabeza para seguir la maniobra en el aire, la inclinación <strong>de</strong>l ala en lo<br />
que él entendió como un saludo.<br />
Después, el aparato empezó a atravesar el blanco para meterse <strong>de</strong> lleno en el<br />
azul.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 5<br />
Nate oía el rumor <strong>de</strong> la fiesta. La música, roquera y anticuada, ascendía<br />
estri<strong>de</strong>nte siguiendo cualquier conducto, incluso los <strong>de</strong> la ventilación, hasta su<br />
habitación. El zumbido <strong>de</strong> las voces parecía resonar en las pare<strong>de</strong>s y el suelo. Las<br />
carcajadas retumbaban, y se oía algún ruido sordo que él i<strong>de</strong>ntificó como pasos <strong>de</strong><br />
baile.<br />
Permanecía sentado solo en la oscuridad.<br />
La <strong>de</strong>presión había caído sobre él sin el menor aviso. Estaba en su <strong>de</strong>spacho<br />
repasando informes y <strong>de</strong> golpe y porrazo se le echó encima la abrumadora<br />
negrura. Un cruel cambio le había llevado <strong>de</strong> la luz a la oscuridad.<br />
No era <strong>de</strong>sesperación. Para ello <strong>de</strong>bería haber una posibilidad <strong>de</strong> esperanza.<br />
Tampoco era dolor, aflicción o enojo. Él habría sido capaz <strong>de</strong> soportar o luchar<br />
contra cualquiera <strong>de</strong> esas emociones.<br />
Era un vacío. Inmenso, negro, asfixiante, que le engullía.<br />
Era capaz <strong>de</strong> funcionar en ese estado; había aprendido a hacerlo. Si no<br />
funcionabas, los <strong>de</strong>más no te <strong>de</strong>jaban en paz, y su preocupación e inquietud te<br />
hundían más en el pozo.<br />
Podía andar, hablar, existir. Pero no podía vivir. Esto era lo que sentía<br />
cuando estaba preso entre sus finas garras. Era como un muerto viviente.<br />
Lo mismo que experimentó en el hospital tras lo <strong>de</strong> Jack, cuando el dolor<br />
empezaba a tomar cuerpo bajo el efecto <strong>de</strong> los medicamentos y la conciencia <strong>de</strong> lo<br />
sucedido emborronaba el camino hacia el olvido.<br />
Aun así, era capaz <strong>de</strong> funcionar.<br />
Terminó la jornada, cerró el <strong>de</strong>spacho, volvió al Lodge, subió a su habitación.<br />
Habló con alguien. No recordaba qué había dicho ni a quién, pero sabía que había<br />
movido los labios y que <strong>de</strong> ellos habían salido palabras.<br />
Llegó a su habitación y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerrar la puerta se sentó en la oscuridad<br />
<strong>de</strong>l invierno.<br />
¿Qué <strong>de</strong>monios hacía allí, en aquel lugar? ¿En aquel lugar frío, oscuro y<br />
vacío? ¿Acaso era todo tan evi<strong>de</strong>nte, tan patético como para haber escogido un<br />
lugar con un invierno perpetuo que reflejara su interior?<br />
¿Qué pretendía <strong>de</strong>mostrar yendo allí, colocándose una chapa y simulando<br />
que era capaz <strong>de</strong> llevar a cabo una tarea? Lo que hacía era escon<strong>de</strong>rse. Escon<strong>de</strong>rse<br />
<strong>de</strong> lo que era en realidad, <strong>de</strong> lo que había sido, <strong>de</strong> lo que había perdido. Pero nadie<br />
pue<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> lo que lleva siempre encima, <strong>de</strong> aquello que permanece al<br />
acecho a la espera <strong>de</strong> echársete encima y reírse ante tus narices.<br />
Naturalmente le quedaban las pastillas. Las había traído. Pastillas contra la<br />
<strong>de</strong>presión, pastillas contra la ansiedad. Pastillas para ayudarle a dormir<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
profundamente y llevarle don<strong>de</strong> no pudieran perseguirle las pesadillas.<br />
Pastillas que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> tomar porque anulaban más la conciencia <strong>de</strong> sí<br />
mismo que la propia <strong>de</strong>presión o el insomnio.<br />
Puesto que no podía volver atrás ni seguir hacia <strong>de</strong>lante, ¿por qué no<br />
hundirse ahí? Sumergirse cada vez más hasta que llegara el momento en el que no<br />
pudiera, no quisiera, salir ya <strong>de</strong>l vacío. Al menos una parte <strong>de</strong> él era consciente <strong>de</strong><br />
que se sentía cómodo así, instalado en las tinieblas, en el vacío, revolcándose en el<br />
sufrimiento.<br />
¡Qué <strong>de</strong>monios! Podía convertir aquello en su hogar, <strong>de</strong> la misma forma que<br />
hacían los que se instalaban en un congelador abandonado bajo un puente. La<br />
vida tiene pocas complicaciones <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una caja <strong>de</strong> cartón, ahí nadie espera que<br />
hagas nada.<br />
Pensó en la vieja sierra clavada en el árbol que caía en medio <strong>de</strong>l bosque y<br />
dio la vuelta a la imagen para que se adaptara a su caso. Si perdía la cabeza en<br />
Lunacy, ya no podría per<strong>de</strong>rla otra vez.<br />
No soportaba aquella parte <strong>de</strong> sí mismo que le llevaba a pensar así, que le<br />
llevaba a vivir allí.<br />
Si no bajaba, alguien subiría. Y sería peor. Soltó un juramento por el esfuerzo<br />
que tuvo que hacer para ponerse <strong>de</strong> pie. Aquel ligero movimiento en su interior,<br />
aquellas fugaces chispas <strong>de</strong> vida, ¿habían sido realmente una burla? ¿La forma en<br />
que el <strong>de</strong>stino le mostraba qué significaba estar vivo antes <strong>de</strong> echarle nuevamente<br />
al agujero <strong>de</strong> una patada?<br />
En efecto, tenía la suficiente furia para salir a rastras. Para salir una vez más.<br />
Iba a superar aquella noche, la última noche <strong>de</strong>l año.<br />
Y aunque la siguiente no trajera nada, al menos sabía que no podía ser peor.<br />
Aquella noche estaba <strong>de</strong> servicio. Colocó la mano encima <strong>de</strong> la placa que aún<br />
llevaba, consciente <strong>de</strong> que era ridículo que un pedazo <strong>de</strong> metal le diera seguridad.<br />
Pero ni siquiera eso le quedaba, aunque había logrado pasar el día.<br />
Cuando accionó el interruptor, la luz le quemó los ojos; tuvo que apartarse<br />
<strong>de</strong> él para no caer en la tentación <strong>de</strong> apagarla otra vez. De instalarse <strong>de</strong> nuevo en<br />
la oscuridad.<br />
Fue al lavabo y abrió el grifo <strong>de</strong>l agua fría. Se mojó el rostro para engañarse<br />
pensando que le quitaría el cansancio que traía consigo la <strong>de</strong>presión.<br />
Se miró un buen rato en el espejo, buscando alguna respuesta. Pero solo vio a<br />
un tipo normal, sin problemas. Quizá algo <strong>de</strong> cansancio alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos y las<br />
mejillas un poco hundidas, pero nada <strong>de</strong>stacable.<br />
Le bastaba con que todo el mundo viera lo mismo.<br />
El ruido se abalanzó sobre él al abrir la puerta. Tal como le había ocurrido<br />
con la luz, tuvo que esforzarse por seguir a<strong>de</strong>lante y no batirse en retirada hacia la<br />
cueva.<br />
Había dado la noche libre a Otto y Peter. Comed, bebed y sed felices. Ambos<br />
tenían amigos y familia, gente con quien po<strong>de</strong>r barrer lo viejo. Él llevaba meses<br />
intentando barrer lo suyo y no veía que aquella noche pudiera cambiar nada.<br />
Arrastró el plomo que llevaba en las entrañas por la escalera.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
La música era más viva y le resultó más agradable <strong>de</strong> lo que imaginaba. El<br />
salón estaba abarrotado. Habían dispuesto las mesas <strong>de</strong> forma que quedara<br />
espacio para bailar y los clientes lo aprovechaban. Ban<strong>de</strong>rines y globos<br />
engalanaban el techo y todo el mundo se había vestido <strong>de</strong> fiesta.<br />
Vio que algunos viejos llevaban lo que Peach había <strong>de</strong>scrito como el<br />
esmoquin <strong>de</strong> Alaska: un traje <strong>de</strong> resistente paño, recién salido <strong>de</strong> la tintorería para<br />
la ocasión. Algunos llevaban a<strong>de</strong>más como complemento una corbata <strong>de</strong> lazo y,<br />
curiosamente, un festivo sombrero <strong>de</strong> papel.<br />
Muchas mujeres habían sacado lo mejor que había en su ropero y lucían<br />
vestidos y faldas <strong>de</strong>spampanantes, llevaban el pelo suelto y zapatos <strong>de</strong> tacón.<br />
Distinguió a Hopp, con un elegante vestido largo granate, bailando... ¿Un foxtrot,<br />
una polca? Nate no tenía ni i<strong>de</strong>a. Bailaba con un emperifollado Harry Miner. Rose<br />
estaba en un taburete junto a la barra, al lado <strong>de</strong> un hombre que Nate tomó por su<br />
marido, David, que le acariciaba suavemente la espalda.<br />
Se fijó en que reía ante un comentario que acababa <strong>de</strong> hacerle la chica que<br />
trabajaba en la recepción <strong>de</strong>l ambulatorio. Y también en la forma en que levantaba<br />
la vista hacia su esposo. Vio amor entre ellos y notó un escalofrío; se sintió solo.<br />
Jamás una mujer lo había mirado <strong>de</strong> aquella forma. Cuando estuvo casado,<br />
su mujer nunca lo miró con aquel amor franco, sin límites.<br />
Apartó la vista <strong>de</strong> ellos.<br />
Sus ojos escrutaron la multitud tal como hace un poli: evaluando, buscando<br />
el <strong>de</strong>talle, archivando. Una práctica con la que él sabía que mantenía la distancia.<br />
Era algo que no podía evitar.<br />
Vio a Ed, y a la supuestamente estirada Arlene. A Mitch, <strong>de</strong> la KLUN, con su<br />
pelo rubio <strong>de</strong> tonos <strong>de</strong>siguales recogido en una cola y la mano sobre el hombro <strong>de</strong><br />
una muchacha no tan atractiva como él. Ken llevaba un collar <strong>de</strong> flores hawaiano y<br />
mantenía una acalorada discusión con el profesor, que vestía su habitual cheviot.<br />
«Compañerismo», pensó Nate. La gente ya iba un poco tocada por el alcohol<br />
a aquellas horas, pero aun así reinaba el compañerismo. Y él se mantenía fuera.<br />
Captó una ráfaga <strong>de</strong>l perfume <strong>de</strong> Charlene, pero apareció en persona con<br />
tanta rapi<strong>de</strong>z que no le dio tiempo a prepararse ni a huir. Aquellas curvas<br />
femeninas, cálidas, lo envolvieron, sus brillantes labios se <strong>de</strong>slizaron suavemente<br />
sobre los suyos con la lengua tímidamente apuntando. Notó una caricia, un<br />
apretujón en el trasero y un leve mordisqueo en el labio inferior.<br />
Luego, Charlene se apartó con una sonrisa soñolienta.<br />
—Feliz año nuevo, Nate. Esto ha sido por si no lo pillo a medianoche.<br />
Nate no fue capaz <strong>de</strong> articular una palabra y casi temía haberse sonrojado. Se<br />
preguntó si aquella clara e ina<strong>de</strong>cuada insinuación había logrado traspasar sus<br />
tinieblas interiores.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> se había escondido? —Le abrazó sujetándole por el cuello—. La<br />
fiesta lleva más <strong>de</strong> una hora en su apogeo y aún no ha bailado usted conmigo.<br />
—Tenía... cosas.<br />
—Trabajo, trabajo, trabajo. ¿Por qué no viene a jugar un poco conmigo?<br />
—Tengo que hablar con la alcal<strong>de</strong>sa. —«Dios mío, ayúdame, por favor».<br />
- 57 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Vamos, no es momento para política municipal. Estamos en una fiesta.<br />
Bailemos. Luego tomaremos un poco <strong>de</strong> champán.<br />
—De verdad, tengo que solucionar algo.<br />
Puso las manos en la cintura <strong>de</strong> ella, con la esperanza <strong>de</strong> mantenerla algo<br />
apartada, y buscó entre el gentío a Hopp, su tabla <strong>de</strong> salvación. Su mirada dio con<br />
Meg y se clavó en los ojos <strong>de</strong> la joven.<br />
La muchacha le <strong>de</strong>dicó su habitual sonrisa lenta, <strong>de</strong> dos movimientos, y<br />
levantó la copa en un brindis burlón.<br />
Luego las parejas empezaron a girar en la pista ante ella y Nate la perdió.<br />
—Queda pendiente. —Localizó una cara conocida y se agarró a la<br />
oportunidad como a un clavo ardiendo—. Otto, Charlene quiere bailar.<br />
Sin darles tiempo a abrir la boca, Nate se batió en retirada. Ni siquiera se<br />
atrevió a respirar hasta que estuvo en el otro extremo <strong>de</strong> la sala.<br />
—¡Curioso! No le tenía a usted por un cobar<strong>de</strong>.<br />
Meg se acercaba a él con dos copas.<br />
—Será que las apariencias engañan. Me tiene muerto <strong>de</strong> miedo.<br />
—No diré que Charlene sea inofensiva, nada más lejos <strong>de</strong> ello. Pero si no le<br />
apetece que le meta la lengua hasta la garganta tendrá que <strong>de</strong>círselo. En voz alta y<br />
clara, con monosílabos. Tome. Beba.<br />
—Estoy <strong>de</strong> servicio.<br />
Meg soltó un bufido.<br />
—No creo que una copa <strong>de</strong> champán barato le haga nada. Vamos, Burke,<br />
todo Lunacy está aquí.<br />
—Tiene razón.<br />
Aceptó la copa pero no bebió. Sin embargo, pudo fijarse bien en ella. Llevaba<br />
un vestido. Supuso que aquel sería el término técnico para <strong>de</strong>signar aquella<br />
especie <strong>de</strong> segunda piel <strong>de</strong> un rojo encendido que se ajustaba como un guante a la<br />
suya. Ponía <strong>de</strong> relieve aquel cuerpo prieto y atlético que él había imaginado y lo<br />
hacía <strong>de</strong> una forma que en algunos estados podía incluso transgredir la ley.<br />
También se había soltado el pelo. Lluvia negra sobre unos hombros blancos como<br />
la leche. Unos zapatos <strong>de</strong> tacón altísimo <strong>de</strong>l mismo tono que el vestido hacían que<br />
<strong>de</strong>stacaran sus esbeltas y musculosas piernas.<br />
Olía a sombras frías y secretas.<br />
—Está usted <strong>de</strong>slumbrante.<br />
—Me esmero cuando la ocasión lo merece. En cambio usted parece cansado.<br />
«Y dolido», pensó ella. Esa había sido la impresión que le había dado al verlo<br />
bajar la escalera. El aspecto <strong>de</strong> un hombre que sabe que tiene una enorme herida<br />
abierta en el cuerpo pero es incapaz <strong>de</strong> reunir energía para encontrarla.<br />
—Aún no he cogido el ritmo <strong>de</strong> sueño. —Tomó un sorbo <strong>de</strong> champán. Le<br />
supo a sifón con aromatizante.<br />
—¿Ha bajado para relajarse y disfrutar o para quedarse ahí plantado con<br />
expresión seria y profesional?<br />
—Principalmente lo segundo.<br />
Meg movió la cabeza.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Por qué no prueba a hacer lo primero a ver qué pasa? —Estiró el brazo y<br />
le quitó la placa.<br />
—¡Eh!<br />
—Si necesita una coraza, pue<strong>de</strong> recuperarla —dijo ella mientras se la metía<br />
en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa—. Y ahora vamos a bailar.<br />
—No sabré seguir lo que están bailando.<br />
—Tranquilo. Yo lo llevo.<br />
Lo hizo y con ello le obligó a reír. Notó una sensación <strong>de</strong> oxidado en el<br />
cuello, pero se quitó cierto peso <strong>de</strong> encima.<br />
—¿El grupo que toca es <strong>de</strong> aquí?<br />
—Todo el mundo es <strong>de</strong> aquí. Al piano está Mindy, que da clases en la escuela<br />
primaria. Pargo a la guitarra. Trabaja en el banco. Chuk al violín. Guarda forestal<br />
en Denali. Y <strong>de</strong>l FBI, aunque es una persona tan encantadora que preferimos<br />
pensar que tiene un trabajo <strong>de</strong> verdad. Y Mike el grandullón a la batería, el<br />
cocinero <strong>de</strong> aquí. ¿Se está quedando con todo?<br />
—¿Cómo?<br />
—Es como si estuviera metiendo los nombres y las caras en un archivo que<br />
guarda en la cabeza.<br />
—Vale la pena recordar.<br />
—A veces vale la pena olvidar. —Meg miró hacia la <strong>de</strong>recha—. Me están<br />
haciendo señas. Max y Carrie Hawbaker. Llevan The Lunatic, nuestro semanario.<br />
Han estado casi toda la semana fuera. Quieren entrevistar al nuevo jefe <strong>de</strong> policía.<br />
—Pensaba que esto era una fiesta.<br />
—Le pescarán <strong>de</strong> todas formas en cuanto pare la música.<br />
—No si sale conmigo disimuladamente y nos montamos una fiesta particular<br />
en otra parte.<br />
Meg volvió la cabeza y le miró fijamente a los ojos.<br />
—Podría aceptar, si lo dice en serio.<br />
—¿Por qué no iba a <strong>de</strong>cirlo en serio?<br />
—Esa es la cuestión. Ya tendré tiempo <strong>de</strong> preguntárselo.<br />
No le dio la oportunidad, pues se dio la vuelta y lo llevó hasta el extremo <strong>de</strong><br />
la improvisada pista <strong>de</strong> baile. Se hicieron las presentaciones <strong>de</strong> rigor. Luego ella se<br />
escabulló y lo <strong>de</strong>jó atrapado.<br />
—Es un placer. —Max le estrechó la mano con entusiasmo—. Carrie y yo<br />
acabamos <strong>de</strong> volver, <strong>de</strong> modo que no habíamos tenido la oportunidad <strong>de</strong> darle la<br />
bienvenida. Supongo que nos conce<strong>de</strong>rá algo <strong>de</strong> su tiempo para una entrevista en<br />
The Lunatic.<br />
—Veremos qué se pue<strong>de</strong> hacer.<br />
—Podríamos sentarnos un momento en el vestíbulo y...<br />
—Ahora no, Max. —Carrie le dirigió una sonrisa radiante—. Nada <strong>de</strong> trabajo<br />
esta noche. Pero antes <strong>de</strong> seguir con la fiesta, quisiera preguntarle, jefe Burke, si le<br />
importaría que abriéramos una sección sobre asuntos policiales en el semanario.<br />
Creo que así la comunidad sabría qué hace usted y cómo solucionamos aquí las<br />
cosas. Ahora que disponemos <strong>de</strong> un <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía, quisiéramos que The<br />
- 59 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Lunatic informara sobre él.<br />
—Peach pue<strong>de</strong> proporcionarles toda la información que <strong>de</strong>seen.<br />
Meg se acercó a la barra, pidió otra copa <strong>de</strong> champán y se sentó en un<br />
taburete para observar el baile mientras bebía.<br />
Charlene lo hizo en el <strong>de</strong> al lado.<br />
—Yo lo vi primero.<br />
Meg siguió con la vista fija en la pista.<br />
—¿No sería más exacto <strong>de</strong>cir que eres a quien él vio primero?<br />
—Solo lo miras porque lo quiero yo.<br />
—Si tiene rabo, tú lo quieres, Charlene. —Meg terminó la copa—. Y no lo<br />
estoy mirando a él en concreto. —Sonrió mirando el cristal—. A<strong>de</strong>lante, sigue tu<br />
juego. Yo aquí ni pincho ni corto.<br />
—El primer hombre interesante que aparece por aquí en meses. —Ya más<br />
relajada, Charlene se acercó un poco a su hija—. ¿Sabes que cada mañana<br />
<strong>de</strong>sayuna con Jess? ¡Es un encanto! Y tenías que haber visto cómo solucionó lo <strong>de</strong><br />
los Mackie. A<strong>de</strong>más, tiene cierto misterio. —Suspiró—. Me pirran los hombres con<br />
misterio.<br />
—Te pirra cualquier hombre con tal <strong>de</strong> que se le levante.<br />
Charlene hizo una mueca <strong>de</strong> repulsión.<br />
—¿Por qué tienes que ser tan grosera?<br />
—Has venido aquí a <strong>de</strong>cirme que quieres follarte al nuevo jefe <strong>de</strong> policía.<br />
Pue<strong>de</strong>s adornarlo como quieras, Charlene, pero sigue siendo grosero. Lo único<br />
que he hecho yo es quitarle los adornos.<br />
—Eres igual que tu padre.<br />
—Es lo que dices siempre —murmuró Meg mientras Charlene se iba,<br />
indignada.<br />
Hopp aprovechó el taburete que quedaba vacío.<br />
—Vosotras dos discutiríais incluso sobre cuántos litros cayeron en el último<br />
chaparrón.<br />
—Creo que sería un tema excesivamente filosófico para nosotras. ¿Qué<br />
quieres tomar?<br />
—Iba a pedir otra copa <strong>de</strong> ese horrible champán.<br />
—Yo te la sirvo. —Meg pasó al otro lado <strong>de</strong> la barra, llenó una copa y rellenó<br />
la suya—. Quiere hincarle el diente a Burke.<br />
Hopp miró hacia don<strong>de</strong> estaba Nate y vio que había conseguido librarse <strong>de</strong><br />
los Hawbaker para caer en las garras <strong>de</strong> Joe y Lara Wise.<br />
—Es problema <strong>de</strong> ellos.<br />
—Problema <strong>de</strong> ellos. —Coincidió Meg haciendo un brindis con Hopp.<br />
—Y la cuestión <strong>de</strong> que se le vea más interesado por una <strong>de</strong> las dos no<br />
mejorará la relación con tu madre.<br />
—No. —Meg tomó un sorbo <strong>de</strong> champán, reflexionando—. Pero pue<strong>de</strong><br />
poner las cosas al rojo vivo una temporada. —Vio que Hopp ponía los ojos en<br />
blanco y reía—. No puedo evitarlo. Me encantan los líos.<br />
—Y los tendrás. —Hopp se volvió en el taburete al ver que Charlene<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
arrastraba a Nate hacia la pista—. No creas todo eso <strong>de</strong> las aguas tranquilas y bla,<br />
bla, bla... Suele ser difícil tratar con estos tipos reconcentrados.<br />
—Creo que nunca había visto a un hombre tan triste. Lo es más que el<br />
vagabundo que pasó una temporada aquí hace un par <strong>de</strong> años. ¿Cómo se llamaba?<br />
McKinnon. El tipo que se voló la tapa <strong>de</strong> los sesos en el almacén <strong>de</strong> Hawley.<br />
—¿Y no se organizó una buena? Ignatious está triste hasta el punto <strong>de</strong> que<br />
puedo imaginarlo con el cañón <strong>de</strong> una 45 en la boca, pero es <strong>de</strong>masiado valiente<br />
para apretar el gatillo. Y también <strong>de</strong>masiado educado.<br />
—¿En eso confías? —preguntó Meg.<br />
—Sí, en eso confío. A<strong>de</strong>más, creo que voy a hacer la última buena obra <strong>de</strong>l<br />
año y lo salvaré <strong>de</strong> Charlene.<br />
Los hombres tristes y educados no eran su tipo, pensó Meg. A ella le iban los<br />
irresponsables, los poco cuidadosos. Los que no esperaban quedarse la noche<br />
siguiente. Con gente así se podía tomar unas copas, revolver las sábanas si se<br />
terciaba y luego seguir cada cual a lo suyo.<br />
Ningún choque, ni una rascada.<br />
¿Con alguien como Ignatious Burke? El revolcón podía resultar movido,<br />
incluso <strong>de</strong>jar magulladuras. Aunque tal vez valía la pena.<br />
De todos modos, le gustaba conversar con él, algo que en su opinión no había<br />
que sobrevalorar. Era capaz <strong>de</strong> pasar días o incluso semanas sin hablar con nadie.<br />
Por ello disfrutaba con una conversación interesante. También le gustaba la<br />
tristeza que había en los ojos <strong>de</strong> aquel hombre. Se fijó en ella cuando lo tuvo<br />
<strong>de</strong>lante aquella mañana frente a su casa, mientras escuchaba a Lorena McKennit y<br />
<strong>de</strong> nuevo por un momento cuando bailaban.<br />
Allí sentada, arropada por la música y aquella concentración <strong>de</strong> humanidad,<br />
se dio cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>seaba volver a ver aquella tristeza. Y se le estaba<br />
ocurriendo cómo conseguirlo.<br />
Pasó al otro lado <strong>de</strong> la barra, cogió una botella abierta y dos copas y fue hacia<br />
el salón <strong>de</strong> baile.<br />
Hopp dio ligeros toques a Charlene en el hombro.<br />
—Disculpa, Charlene, pero tengo que hablar oficialmente un momento con el<br />
jefe Burke.<br />
Charlene agarró a Nate con tal fuerza que este temió que le rompiera la<br />
espalda.<br />
—El ayuntamiento está cerrado, Hopp.<br />
—El ayuntamiento no cierra. Vamos, <strong>de</strong>ja respirar al muchacho.<br />
—Vale. Pero me <strong>de</strong>bes un baile.<br />
—Vayamos a un rincón tranquilo, Ignatious. —Hopp se abrió paso entre la<br />
gente. Se sentó en una mesa que alguien había empujado hacia la zona <strong>de</strong> los<br />
billares—. ¿Una copa?<br />
—No, creo que lo que me apetece es encontrar la puerta <strong>de</strong> atrás.<br />
—En un pueblo como este pue<strong>de</strong> correr, pero no escon<strong>de</strong>rse. Tar<strong>de</strong> o<br />
temprano tendrá que enfrentarse a ella.<br />
—Pues <strong>de</strong>jémoslo para más tar<strong>de</strong>.<br />
- 61 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Quería volver arriba, sumergirse <strong>de</strong> nuevo en la oscuridad. Le latía la cabeza<br />
y tenía el estómago revuelto por la tensión y el esfuerzo <strong>de</strong> mantenerse vivo.<br />
—No lo he sacado <strong>de</strong> ahí solo para librarle <strong>de</strong> Charlene. Tiene mosca a mi<br />
teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>.<br />
—Ya lo sé. He solucionado el caso <strong>de</strong> la forma que me ha parecido más<br />
pru<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la ley.<br />
—No estoy poniendo en cuestión su trabajo, Ignatious. —Hizo un gesto con<br />
la mano como si estuviera apartando a gente <strong>de</strong> su alre<strong>de</strong>dor—. Solo quiero<br />
ponerle al corriente. Ed es un pedante, un presuntuoso y un pesado. Pero también<br />
es buena persona y ha trabajado mucho por el pueblo.<br />
—Lo que no significa que pueda conducir como le salga <strong>de</strong> las narices.<br />
Ella soltó una risita.<br />
—Siempre ha sido un pésimo conductor. Pero a<strong>de</strong>más es rico, po<strong>de</strong>roso y<br />
rencoroso. No olvidará que usted se ha metido en sus asuntos. En cualquier parte<br />
eso podría parecer una tontería, pero en Lunacy tiene mucha importancia.<br />
—No creo que haya sido el único que le ha contrariado.<br />
—No. Ed y yo estamos siempre como el perro y el gato. Pero él piensa que<br />
nos hallamos en igualdad <strong>de</strong> condiciones. Incluso quizá yo podría estar en una<br />
posición ventajosa. Usted es forastero, y por ello espera que afloje. De todas<br />
formas, me <strong>de</strong>cepcionaría si doblara la cerviz ante él. Lo que lo coloca entre la<br />
espada y la pared.<br />
—No es la primera vez que me encuentro en una posición así. Pero ¿qué<br />
tiene que ver la cerviz con la velocidad?<br />
Ella lo miró un momento, <strong>de</strong>sconcertada, y luego soltó una carcajada.<br />
—Una forma educada <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que me ocupe <strong>de</strong> mis asuntos. Pero, antes<br />
<strong>de</strong> hacerlo, permítame que añada algo. Encontrarse atrapado entre Charlene y<br />
Meg significa que la espada y la pared pue<strong>de</strong>n ser un lugar muy caliente, pegajoso<br />
y perverso.<br />
—Entonces mejor no <strong>de</strong>jarse atrapar.<br />
—Buena <strong>de</strong>cisión. —Levantó las cejas al oír el timbre <strong>de</strong>l móvil <strong>de</strong> Nate.<br />
—He <strong>de</strong>sviado las llamadas <strong>de</strong> la comisaría a mi móvil —dijo mientras<br />
sacaba el aparato <strong>de</strong>l bolsillo—. Burke, dígame.<br />
—Coja su abrigo —dijo Meg—. Le espero en la puerta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cinco<br />
minutos. Quiero enseñarle algo.<br />
—De acuerdo. —Se guardó <strong>de</strong> nuevo el teléfono mientras Hopp lo miraba—.<br />
Nada. Creo que voy a retirarme.<br />
—Hum... Salga por esta puerta, por la cocina.<br />
—Gracias. Y feliz año nuevo.<br />
—Lo mismo digo. —Hopp movió la cabeza mientras veía cómo se alejaba—.<br />
Se avecinan problemas.<br />
Tardó más <strong>de</strong> cinco minutos en ir a la habitación, ponerse toda la ropa<br />
necesaria y bajar con cuidado hasta la puerta <strong>de</strong>l Lodge. Cuando estaba a punto <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
llegar se dio cuenta <strong>de</strong> que no había sentido la tentación <strong>de</strong> encerrarse y hundirse<br />
<strong>de</strong> nuevo en la oscuridad.<br />
Tal vez había avanzado algo. O quizá los instintos podían con la <strong>de</strong>presión.<br />
Meg lo esperaba sentada en una <strong>de</strong> las dos sillas plegables que había<br />
colocado en medio <strong>de</strong> la calle.<br />
La botella <strong>de</strong> champán estaba hundida en la nieve. Había colocado una<br />
gruesa manta sobre sus piernas y tomaba champán a sorbos.<br />
—No pue<strong>de</strong> quedarse aquí fuera con ese vestido, aunque se haya puesto el<br />
abrigo y la manta...<br />
—Me he cambiado. Siempre llevo ropa <strong>de</strong> repuesto en la mochila.<br />
—¡Qué lástima! Yo que esperaba volver a verla con el vestido.<br />
—Otro día, otro lugar. Siéntese.<br />
—De acuerdo. ¿Por qué tenemos que sentarnos en la calle cuando... faltan<br />
diez minutos para las doce?<br />
—La multitud no es mi fuerte. ¿El suyo?<br />
—Tampoco.<br />
—Pue<strong>de</strong> resultar divertido un rato, en una ocasión especial. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
unas horas se me acaba la paciencia. A<strong>de</strong>más —le pasó una copa—, esto es mejor.<br />
A Nate le sorprendió que el champán no se hubiera helado.<br />
—Creo que estaríamos mejor <strong>de</strong>ntro; no correríamos el riesgo <strong>de</strong><br />
congelarnos.<br />
—No hace tanto frío, no hay viento. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> quince bajo cero. Por otro<br />
lado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro no se ve esto.<br />
—¿Ver qué?<br />
—Mire hacia arriba, chico <strong>de</strong>l sur.<br />
Miró hacia don<strong>de</strong> ella le señalaba y se quedó sin aliento.<br />
—¡<strong>San</strong>to cielo!<br />
—En efecto, siempre he pensado que era sagrado. Un fenómeno natural<br />
producido por la latitud, las manchas solares y cosas así. Las explicaciones<br />
científicas no le quitan belleza... ni magia.<br />
Había una luz ver<strong>de</strong> en el cielo, con un resplandor dorado y apenas un toque<br />
<strong>de</strong> rojo. Parecía que aquellas largas y misteriosas franjas latieran y respiraran,<br />
impregnando <strong>de</strong> vida la oscuridad.<br />
—La aurora boreal se ve mejor en invierno, aunque normalmente el maldito<br />
frío nos impi<strong>de</strong> apreciarla. He pensado que sería la noche a<strong>de</strong>cuada para hacer<br />
una excepción.<br />
—Había oído hablar <strong>de</strong> ella. Había visto fotos, pero esto no tiene nada que<br />
ver con ellas.<br />
—Suele ocurrir con lo bueno. Pero se ve mejor en el monte. Y aún mejor<br />
acampado en uno <strong>de</strong> los glaciares. Cuando tenía unos siete años, una noche mi<br />
padre y yo subimos al monte y acampamos allí para po<strong>de</strong>r verla. Nos pasamos<br />
horas tumbados boca arriba, medio congelados, contemplando el cielo.<br />
Aquel ver<strong>de</strong> que parecía <strong>de</strong> otro mundo seguía cambiando <strong>de</strong> tono,<br />
resplan<strong>de</strong>ciendo, ampliándose, titilando. Era como una lluvia <strong>de</strong> piedras preciosas<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong> colores.<br />
—¿Qué fue <strong>de</strong> él?<br />
—Digamos que un día salió <strong>de</strong> excursión y <strong>de</strong>cidió no parar. ¿Tiene usted<br />
familia?<br />
—Más o menos.<br />
—Bueno, no lo estropeemos con historias tristes. Disfrutemos <strong>de</strong>l<br />
espectáculo.<br />
Siguieron sentados en silencio en medio <strong>de</strong> la calle; las en<strong>de</strong>bles sillas se<br />
balanceaban en la nieve mientras el cielo refulgía. Los <strong>de</strong>stellos tocaban algo en su<br />
interior, aliviaban su dolor <strong>de</strong> cabeza, lo colocaban en el lugar justo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que<br />
podía respirar.<br />
Meg volvió la cabeza hacia el Lodge; el jaleo iba en aumento. Empezaba el<br />
griterío <strong>de</strong> la cuenta atrás para medianoche.<br />
—Creo que estamos solos usted y yo, Burke.<br />
—Un fin <strong>de</strong> año mejor <strong>de</strong>l que esperaba. ¿Quiere que simule que la beso,<br />
como manda la tradición?<br />
—A la mierda la tradición. —Le agarró el pelo con las manos enguantadas y<br />
lo atrajo hacia sí.<br />
Los labios <strong>de</strong> Meg estaban fríos y a él le produjo una intensa y extraña<br />
emoción notar cómo se calentaban al entrar en contacto con los suyos. La fuerza<br />
<strong>de</strong>l beso sacudió su aletargado sistema, lo puso en marcha, le agitó el estómago y<br />
le activó la circulación <strong>de</strong> la sangre.<br />
Nate oyó el estruendo, a pesar <strong>de</strong> que llegaba apagado, débil y distante,<br />
cuando sonó la última campanada. Repicaban las campanas, atronaban las<br />
bocinas, estallaban los aplausos. Y en medio <strong>de</strong> aquello oyó también, claro como<br />
un <strong>de</strong>seo, el latido <strong>de</strong> su corazón.<br />
Soltó la copa que tenía la mano y apartó la manta para apretarse a ella. De su<br />
garganta salió un murmullo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cepción cuando <strong>de</strong>scubrió las espesas capas que<br />
cubrían a Meg. Deseaba aquel cuerpo fuerte, curvilíneo, su forma, su sabor, su<br />
aroma.<br />
De pronto unos disparos le pusieron en guardia.<br />
—Fuego <strong>de</strong> celebración.<br />
El aliento <strong>de</strong> Meg formaba nubes <strong>de</strong> vapor en el aire mientras intentaba<br />
atraerle <strong>de</strong> nuevo hacia sí. Ese hombre sabía besar y ella <strong>de</strong>seaba seguir con la<br />
sensación embriagadora <strong>de</strong> sus labios, su lengua, sus dientes cautivándola.<br />
No le hacía ninguna falta el champán barato.<br />
—Tal vez, pero... tengo que comprobarlo.<br />
Ella soltó una risita y luego se agachó para recoger las copas.<br />
—Tiene razón.<br />
—Meg...<br />
—A<strong>de</strong>lante, jefe. —Le dio una amistosa palmada en la rodilla y sonrió a<br />
aquellos fascinantes e inquietantes ojos grises—. El trabajo es el trabajo.<br />
—No tardaré.<br />
Meg estaba segura <strong>de</strong> que no. Los disparos al aire eran habituales en fiestas,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
bodas, nacimientos, incluso en funerales, según los sentimientos que inspirara el<br />
fallecido.<br />
Pero no le pareció sensato esperar. Recogió las sillas, la botella y las copas y<br />
lo colocó todo bajo el porche. Luego llevó la manta a la cabina <strong>de</strong> la camioneta.<br />
Volvió a casa mientras las luces ver<strong>de</strong>s seguían jugando en el cielo. Sabía que<br />
Hopp había acertado; a Nate Burke no le faltarían problemas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 6<br />
THE LUNATIC<br />
Sección policial<br />
Lunes, 5 <strong>de</strong> enero<br />
8.03. Se recibe un aviso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> unas raquetas <strong>de</strong> nieve <strong>de</strong>l<br />
porche <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hans Finkle. Interviene el ayudante Peter Notti. La<br />
<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Finkle (suprimimos algunos calificativos subidos <strong>de</strong> tono) «<strong>de</strong> que<br />
Trilby vuelve a las andadas» no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarse. Más tar<strong>de</strong> se localizan las<br />
raquetas en la camioneta <strong>de</strong> Finkle.<br />
9.22. Se recibe la notificación <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico en Rancor Road.<br />
Acu<strong>de</strong>n el jefe <strong>de</strong> policía Burke y su ayudante Otto Gruber. Los implicados son<br />
Brett Trooper y Virginia Mann. No se producen daños, excepto el <strong>de</strong>do <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong><br />
Trooper que este golpea repetidamente contra su propio parachoques<br />
<strong>de</strong>strozado. No se presentan cargos.<br />
11.56. Se avisa <strong>de</strong> una pelea en el Lodge entre Dexter Trilby y Hans Finkle.<br />
La disputa, en la que se dicen más improperios subidos <strong>de</strong> tono, al parecer tiene<br />
su origen en el anterior inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las raquetas. Interviene el jefe Burke, quien<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar el caso propone resolver el altercado mediante un torneo<br />
<strong>de</strong> damas. A la hora <strong>de</strong> cerrar la edición el resultado es <strong>de</strong> doce partidas a diez a<br />
favor <strong>de</strong> Trilby. No se presentan cargos.<br />
13.45. Denuncia por música a todo volumen y vehículos a gran velocidad en<br />
Caribou. Intervención <strong>de</strong>l jefe Burke y <strong>de</strong>l ayudante Notti. Encuentran a James y<br />
William Mackie haciendo carreras con motos <strong>de</strong> nieve y escuchando una<br />
grabación <strong>de</strong> «Born to Be Wild» a un volumen exagerado. Tras una breve y, en<br />
opinión <strong>de</strong> los testigos, entretenida persecución, se produce un acalorado<br />
enfrentamiento con los agentes, durante el que se confisca el CD con la música<br />
objeto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito, y en el que James Mackie afirma que «En Lunacy ya no hay<br />
puta diversión». Se multa a los dos hermanos Mackie por exceso <strong>de</strong> velocidad.<br />
15.12. Se informa <strong>de</strong> unos gritos en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Rancor Woods, a 3,5<br />
kilómetros <strong>de</strong> la comisaría. Acu<strong>de</strong>n el jefe Burke y su ayudante Gruber.<br />
Descubren que se trata <strong>de</strong> unos niños que juegan a la guerra, armados con<br />
pistolas <strong>de</strong> aire comprimido y frascos <strong>de</strong> ketchup, que se echan a chorro. El jefe<br />
Burke establece una tregua y escolta a los soldados, vivos, muertos y heridos,<br />
hasta su casa.<br />
16.58. Aviso <strong>de</strong> alboroto en Moose. Acu<strong>de</strong>n el jefe Burke y su ayudante<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Notti. Se soluciona una pelea entre una mujer y un varón <strong>de</strong> dieciséis años sobre<br />
un supuesto flirteo con otro varón <strong>de</strong> dieciséis años. No se presentan cargos.<br />
17.18. Se multa a un varón <strong>de</strong> dieciséis años por conducción temeraria e<br />
insistente toque <strong>de</strong> claxon <strong>de</strong> un lado a otro <strong>de</strong> Moose.<br />
19.12. En respuesta a numerosas quejas, el jefe Burke <strong>de</strong>saloja a Michael<br />
Sullivan <strong>de</strong> la acera en la esquina <strong>de</strong> Lunacy con Moose, don<strong>de</strong> está cantando a<br />
grito pelado y, según se informa, <strong>de</strong>safinando, una versión <strong>de</strong> «Whisky in the<br />
Jar». Sullivan pasa la noche en el calabozo por su propia seguridad. No se<br />
presentan cargos.<br />
Nate repasó la información <strong>de</strong> aquel día y lo que quedaba <strong>de</strong> su segunda<br />
semana en The Lunatic. Esperaba que hubiera quejas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> publicarse el<br />
primer número en el que se incluía la sección policial. No las hubo. Al parecer, a<br />
nadie le importaba que su nombre apareciera en la prensa, aunque estuviera<br />
relacionado con alguna fechoría.<br />
Metió el semanario en un cajón <strong>de</strong>l escritorio junto al primer número. «Dos<br />
semanas liquidadas», pensó.<br />
Y seguía allí.<br />
Sarrie Parker estaba apoyada en el mostrador <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina.<br />
Había <strong>de</strong>jado las botas <strong>de</strong> piel y la parka en la puerta y había cogido un paquete<br />
<strong>de</strong> chicles Black Jack <strong>de</strong>l expositor <strong>de</strong> al lado <strong>de</strong> la caja.<br />
Estaba allí para chismorrear, no para comprar, y el chicle era la excusa más<br />
barata. Acarició a Cecil, el spaniel <strong>de</strong> Deb, que pasaba el tiempo, como todos los<br />
días, en su cesta acolchada al lado <strong>de</strong>l mostrador.<br />
—No se ve mucho al jefe Burke por el Lodge.<br />
Deb seguía colocando paquetes <strong>de</strong> cigarrillos y <strong>de</strong> tabaco para mascar en las<br />
estanterías. Su tienda era el centro <strong>de</strong> información <strong>de</strong>l pueblo. Lo que no se sabía<br />
allí aún no había sucedido.<br />
—Tampoco aparece mucho por aquí. Va a lo suyo.<br />
—Cada día <strong>de</strong>sayuna con el hijo <strong>de</strong> Rose y también cena allí prácticamente<br />
todas las noches. Poco apetito tendrá si lo hace...<br />
Puesto que tenía el paquete <strong>de</strong> chicles en la mano, Sarrie lo abrió.<br />
—Todas las mañanas recojo su habitación, aunque no hay mucho que<br />
recoger. No tiene allí más que la ropa y las cosas <strong>de</strong> afeitar. Ni una foto, ni un<br />
libro.<br />
Como principal sirvienta <strong>de</strong>l Lodge, Sarrie se consi<strong>de</strong>raba una experta en<br />
comportamiento humano.<br />
—Quizá espera que le man<strong>de</strong>n el equipaje.<br />
—No creas que no se lo he preguntado. —Sarrie <strong>de</strong>senvolvió uno <strong>de</strong> los<br />
chicles y lo dobló antes <strong>de</strong> ponérselo en la boca—. Fui muy explícita. Le dije: «Jefe<br />
Burke, ¿ha mandado que le suban las pertenencias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el sur?». Y él respondió:<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
«Todo lo que tengo está aquí». Tampoco llama por teléfono, al menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
habitación. Ni recibe llamadas. Yo diría que lo único que hace allí es dormir.<br />
Aunque en aquellos momentos no había nadie más en la tienda, Sarrie bajó la<br />
voz y se inclinó un poco.<br />
—Y a pesar <strong>de</strong> que Charlene se le echa constantemente encima, duerme solo.<br />
—Hizo un rotundo gesto <strong>de</strong> asentimiento—. Cuando le cambian las sábanas <strong>de</strong> la<br />
cama <strong>de</strong> un hombre se sabe qué ha pasado allí por la noche.<br />
—Pue<strong>de</strong>n hacerlo en la ducha o en el suelo. —Deb tuvo la satisfacción <strong>de</strong> ver<br />
la expresión <strong>de</strong> horror en la cara <strong>de</strong> ardilla <strong>de</strong> Sarrie—. Ninguna ley obliga a follar<br />
en la cama.<br />
Como profesional <strong>de</strong>l cotilleo, Sarrie se recuperó rápidamente.<br />
—Si Charlene lo hubiera pillado, no seguiría persiguiéndole como el sabueso<br />
tras el conejo, digo yo.<br />
Deb hizo una pausa para rascar la sedosa oreja <strong>de</strong> Cecil antes <strong>de</strong> darle la<br />
razón.<br />
—Supongo.<br />
—Un hombre que aparece aquí prácticamente con lo puesto, que se encierra<br />
horas y horas en su habitación, esquiva a una mujer totalmente dispuesta y<br />
prácticamente no dice ni pío a menos que lo acorrales, la verdad, algo extraño<br />
tiene. No sé, es mi opinión.<br />
—Cualquiera diría que es el primero <strong>de</strong> este tipo que llega a Lunacy.<br />
—Ya, pero es el primero al que hemos hecho jefe <strong>de</strong> policía. —Aún estaba un<br />
poco resentida por la multa que le había puesto a su hijo la semana anterior. Como<br />
si los billetes <strong>de</strong> veinticinco dólares crecieran en los árboles—. Ese tipo oculta algo.<br />
—¡No fastidies, Sarrie! ¿Conoces a alguien <strong>de</strong> por aquí que no lo haga?<br />
—Me da igual lo que oculte la gente, siempre que no tenga autoridad para<br />
meterme a mí o a los míos en la cárcel.<br />
Impaciente, Deb empezó a pulsar teclas en la caja registradora.<br />
—A no ser que tengas la intención <strong>de</strong> largarte <strong>de</strong> aquí sin pagarme los<br />
chicles, no creo que estés infringiendo ninguna ley. Yo que tú no me preocuparía.<br />
El hombre sobre el que discutían seguía sentado en su <strong>de</strong>spacho. Pero ahora<br />
sí estaba acorralado. Durante dos semanas había conseguido eludir o esquivar a<br />
Max Hawbaker. No quería que le entrevistaran. Opinaba que la prensa era la<br />
prensa, ya fuera un semanario <strong>de</strong> pueblo o el Baltimore Sun.<br />
Probablemente a los ciudadanos <strong>de</strong> Lunacy no les importaba que su nombre<br />
saliera en la publicación, por la razón que fuera, pero él aún no se había quitado el<br />
mal sabor <strong>de</strong> boca que le había <strong>de</strong>jado su experiencia con los periodistas <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong>l tiroteo.<br />
Y supo que tendría que tragar un poco más cuando Hopp apareció en su<br />
<strong>de</strong>spacho acompañada <strong>de</strong> Max.<br />
—Max tiene que hacerle una entrevista. El pueblo necesita saber algo <strong>de</strong>l<br />
hombre a quien hemos confiado la ley y el or<strong>de</strong>n. The Lunatic está cerrando la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
edición y quiero que la publique en este número. O sea que... manos a la obra.<br />
Dicho esto, se marchó y cerró la puerta con gesto <strong>de</strong>cidido.<br />
Max sonrió, animado.<br />
—He tropezado con la alcal<strong>de</strong>sa cuando venía a ver si tenía usted unos<br />
minutos para hablar conmigo.<br />
—Hum...<br />
Dado que se había estado planteando si pasar el rato haciendo un solitario en<br />
el or<strong>de</strong>nador o aceptar la propuesta <strong>de</strong> Peter <strong>de</strong> seguir con las clases <strong>de</strong> raqueta <strong>de</strong><br />
nieve, Nate no podía <strong>de</strong>cir que no tenía tiempo.<br />
Opinaba que Max era un maja<strong>de</strong>ro que a buen seguro había pasado los años<br />
<strong>de</strong> instituto aguantando que todo el mundo tirara <strong>de</strong> sus calzoncillos. Tenía una<br />
cara redonda, agradable, y el pelo castaño claro, con algunas entradas. Una percha<br />
<strong>de</strong> metro setenta y cinco aproximadamente a la que le sobraban cinco o seis kilos,<br />
prácticamente todos acumulados en la barriga.<br />
—¿Café?<br />
—No estaría mal.<br />
Nate se levantó y sirvió dos tazas.<br />
—¿Con qué?<br />
—Un poco <strong>de</strong> leche y un par <strong>de</strong> terrones <strong>de</strong> azúcar. Ejem... ¿Y qué opina <strong>de</strong><br />
nuestra nueva sección? La sección policial.<br />
—Para mí es algo nuevo. Incluye todos los datos. Una información precisa.<br />
—Carrie tenía muchas ganas <strong>de</strong> crearla. Le grabaré, si no le importa. Tomaré<br />
notas, pero me gusta guardar constancia.<br />
—Muy bien. —Acabó <strong>de</strong> preparar el café con leche <strong>de</strong> Max y se lo puso<br />
<strong>de</strong>lante—. ¿Qué <strong>de</strong>sea saber?<br />
Una vez instalado, Max sacó una pequeña grabadora <strong>de</strong> la bolsa que llevaba.<br />
La <strong>de</strong>jó sobre la mesa, anotó la hora y la puso en marcha. Luego sacó <strong>de</strong>l bolsillo<br />
un bloc y un lápiz.<br />
—Creo que nuestros lectores querrán saber algo <strong>de</strong>l hombre que lleva la<br />
placa.<br />
—Parece el título <strong>de</strong> una película. Disculpe —se apresuró a <strong>de</strong>cir al ver que<br />
Max arrugaba la frente—. No hay mucho que contar.<br />
—Empecemos por algunos datos. ¿Le importa <strong>de</strong>cirme su edad?<br />
—Treinta y dos.<br />
—¿Y fue inspector <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Baltimore?<br />
—Efectivamente.<br />
—¿Casado?<br />
—Divorciado.<br />
—Pasa en las mejores familias. ¿Hijos?<br />
—No.<br />
—¿Nació usted en Baltimore?<br />
—Y he pasado allí toda mi vida, aparte <strong>de</strong> estas dos últimas semanas.<br />
—¿Por qué razón un inspector <strong>de</strong> Baltimore acaba como jefe <strong>de</strong> policía en<br />
Lunacy, Alaska?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Porque me contrataron.<br />
La expresión <strong>de</strong> Max seguía siendo afable, y su tono era coloquial.<br />
—Tuvo que echarse al ruedo para que lo contrataran.<br />
—Quería un cambio. —«Empezar <strong>de</strong> nuevo. Una última oportunidad.»<br />
—Algunos lo consi<strong>de</strong>rarían un cambio bastante radical.<br />
—Cuando <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s optar por algo que no es lo habitual, ¿por qué no lanzarse<br />
a algo <strong>de</strong> envergadura? Me gustó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l trabajo, <strong>de</strong>l lugar. Me da la<br />
oportunidad <strong>de</strong> realizar una tarea que conozco pero en un marco distinto y<br />
siguiendo otro ritmo.<br />
—Hace un momento hablábamos <strong>de</strong> la sección policial. Seguro que los casos<br />
<strong>de</strong> aquí no tienen nada que ver con los que tenía que solucionar antes. ¿No le<br />
preocupa que pueda aburrirse entre nosotros? Viene <strong>de</strong>l ritmo y la acción <strong>de</strong> una<br />
gran ciudad y llega a una población <strong>de</strong> menos <strong>de</strong> setecientos habitantes...<br />
Nate reflexionó <strong>de</strong>tenidamente. ¿No se estaba aburriendo hacía unos<br />
minutos? ¿O era <strong>de</strong>presión? Resultaba difícil establecer la diferencia. A veces no la<br />
distinguía, pues ambos estados le <strong>de</strong>jaban una fuerte sensación <strong>de</strong> inutilidad.<br />
—Baltimore es una pequeña gran ciudad. La cuestión es que allí sueles llevar<br />
a cabo el trabajo con cierto anonimato. Un poli es igual que otro, un caso se suma<br />
al siguiente.<br />
«Y nunca pue<strong>de</strong>s cerrarlos todos —pensó Nate—, por más horas que<br />
inviertas, no consigues cerrarlos todos y acabas sintiéndote perseguido por los que<br />
siguen abiertos.»<br />
—Aquí, si alguien acu<strong>de</strong> a nosotros —siguió— sabe que yo o uno <strong>de</strong> mis dos<br />
ayudantes saldrá, hablará con él y le ayudará a resolver la situación. Y yo mismo<br />
sabré, cuando lleve más tiempo aquí, quién es la persona que pi<strong>de</strong> ayuda. Ya no<br />
será un nombre en un archivo, sino alguien que conozco. Creo que eso contribuirá<br />
a que el trabajo que realizo sea más satisfactorio.<br />
Le sorprendió darse cuenta <strong>de</strong> que había dicho la verdad sin ser plenamente<br />
consciente <strong>de</strong> ello.<br />
—¿Caza usted?<br />
—No.<br />
—¿Pesca?<br />
—De momento no.<br />
Max frunció los labios.<br />
—¿Hockey? ¿Esquí? ¿Escalada?<br />
—No. Peter me está dando clases con las raquetas. Dice que resulta práctico.<br />
—Y tiene razón. ¿Qué me dice <strong>de</strong> sus aficiones, <strong>de</strong> lo que hace en su tiempo<br />
libre, <strong>de</strong> lo que le interesa?<br />
El trabajo le había <strong>de</strong>jado poco tiempo. Mejor dicho, él había permitido que el<br />
trabajo ocupara todo su tiempo. ¿No fue por eso por lo que Rachel buscó otra<br />
vida?<br />
—Estoy abierto a todo. Empezaré con las raquetas <strong>de</strong> nieve y veré qué es lo<br />
siguiente. ¿Qué le trajo a usted aquí?<br />
—¿A mí?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Me gustaría saber algo <strong>de</strong> quien me hace las preguntas.<br />
—Tiene razón —dijo Max al cabo <strong>de</strong> un momento—. Estuve en Berkeley en<br />
los sesenta. Sexo, drogas y rock and roll. Apareció una mujer, como tiene que ser,<br />
y emigramos hacia el norte. Pasé un tiempo en Seattle. Allí conecté con un chaval<br />
que hacía escalada. Me picó el gusanillo. Entonces aquella mujer y yo seguimos<br />
más hacia el norte. Antiestablishment, vegetarianos, intelectuales.<br />
Nate sonrió; tenía <strong>de</strong>lante a un hombre <strong>de</strong> mediana edad con exceso <strong>de</strong> peso,<br />
que se estaba quedando calvo y parecía divertirse pensando en lo que había sido y<br />
en lo que era ahora.<br />
—Ella quería pintar; yo escribiría novelas que pusieran <strong>de</strong> manifiesto las<br />
<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre; viviríamos <strong>de</strong> la tierra. Nos casamos y eso lo fastidió<br />
todo. Ella acabó volviendo a Seattle. Yo seguí aquí arriba.<br />
—Publicando una revista en lugar <strong>de</strong> escribir novelas.<br />
—Ah, sigo trabajando en esas novelas. —En esta ocasión no sonrió, al<br />
contrario, su expresión era distante y algo inquieta—. De vez en cuando las<br />
<strong>de</strong>sempolvo. No valen nada, pero aún trabajo en ellas. Sigo sin comer carne y<br />
siendo ver<strong>de</strong>, ecologista, me refiero, lo que molesta a muchos. Conocí a Carrie<br />
hace unos quince años. Nos casamos. —Recuperó la sonrisa—. Este parece que<br />
funciona.<br />
—¿Hijos?<br />
—Una niña y un niño. Doce y diez. Bueno, volvamos a usted. Estuvo en el<br />
<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Baltimore durante doce años. Cuando hablé con el<br />
teniente Foster...<br />
—¿Habló usted con mi teniente?<br />
—Su ex teniente. Buscaba información. Le <strong>de</strong>scribió como una persona<br />
concienzuda y obstinada, el tipo <strong>de</strong> poli que cierra casos y sabe trabajar bajo<br />
presión. No diré que alguien <strong>de</strong> aquí ponga objeciones a que nuestro jefe <strong>de</strong><br />
policía posea estas cualida<strong>de</strong>s, pero me da la impresión <strong>de</strong> que está usted<br />
excesivamente preparado para este cargo.<br />
—Ese sería mi problema —comentó Nate, categórico—. Creo que este es todo<br />
el tiempo que puedo conce<strong>de</strong>rle.<br />
—Solo un par <strong>de</strong> preguntas más. Estuvo dos meses <strong>de</strong> baja <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l pasado mes <strong>de</strong> abril en el que su compañero, Jack Behan, y un<br />
sospechoso murieron y usted quedó herido. Se reincorporó al trabajo y<br />
permaneció en él cuatro meses y luego presentó su renuncia. ¿Debo suponer que<br />
el inci<strong>de</strong>nte pesó en su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> aceptar este puesto?<br />
—Ya le he dado mis razones para aceptar el cargo. La muerte <strong>de</strong> mi<br />
compañero no tiene nada que ver con nadie <strong>de</strong> Lunacy.<br />
La expresión <strong>de</strong> Max <strong>de</strong>mostraba que no soltaría la presa y Nate vio que lo<br />
había subestimado. Un periodista es un periodista, pensó, in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong><br />
dón<strong>de</strong> se encuentre. Y este olía una historia.<br />
—Tiene que ver con usted, jefe. Sus experiencias y motivaciones, su historia<br />
profesional.<br />
—Historia sería la palabra clave.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Pue<strong>de</strong> que The Lunatic sea una publicación mo<strong>de</strong>sta, pero yo, como<br />
director, tengo que cumplir con mi <strong>de</strong>ber y escribir un artículo preciso y completo.<br />
Sé que se investigó el inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l tiroteo y quedó claro que usted disparó el arma<br />
justificadamente. De todas formas, aquella noche usted mató a un hombre y eso<br />
tiene que pesar.<br />
—¿Usted cree que uno acepta una placa y un arma alegremente, Hawbaker?<br />
¿Cree que se dan solo para exhibirlas? Un poli, cuando coge el arma, sabe, todos<br />
los días, que tal vez ese será el día en que tendrá que usarla. En efecto, es algo que<br />
pesa, y mucho.<br />
Estuvo en un tris <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r los estribos, su voz salió fría como aquel viento<br />
<strong>de</strong> enero que hacía vibrar las ventanas.<br />
—Todo el mundo sabe que es algo que pesa mucho, el arma y lo que uno<br />
quizá tenga que hacer con ella. ¿Me arrepiento <strong>de</strong> haber sacado el arma? No. De lo<br />
que me arrepiento es <strong>de</strong> no haber sido más rápido. Si hubiera sido más rápido, un<br />
buen hombre seguiría vivo, una mujer no sería viuda y dos niños aún tendrían<br />
padre.<br />
Max se echó atrás en la silla y se hume<strong>de</strong>ció los labios unas cuantas veces.<br />
Pero mantenía el tipo.<br />
—¿Se culpa a sí mismo?<br />
—Soy el único que salió con vida <strong>de</strong>l callejón. —El malhumor fue cediendo y<br />
sus ojos parecieron apagados y cansados—. ¿A quién culpar si no? Apague la<br />
grabadora. Hemos terminado.<br />
Max se inclinó hacia <strong>de</strong>lante para <strong>de</strong>sconectar el aparato.<br />
—Siento haber tocado un tema <strong>de</strong>licado. No tenemos muchos lectores, pero<br />
quienes compran la revista tienen <strong>de</strong>recho a saber.<br />
—Es lo que dicen siempre los periodistas. Y ahora tengo que volver al<br />
trabajo.<br />
Max recogió la grabadora, la guardó y se levantó.<br />
—Ejem... Necesitaría una foto para el artículo. —La mirada fija y el silencio<br />
<strong>de</strong> Nate le hicieron carraspear—. Carrie pue<strong>de</strong> pasar más tar<strong>de</strong>. Es fotógrafa.<br />
Gracias por haberme <strong>de</strong>dicado este tiempo. Y... suerte con las raquetas.<br />
Cuando se quedó solo, Nate permaneció un rato sentado completamente<br />
inmóvil. Esperaba la ira, pero no apareció. Le habría gustado notar el<br />
<strong>de</strong>senfrenado y cegador calor <strong>de</strong> la furia. Pero seguía vacío.<br />
Sabía lo que ocurriría si continuaba paralizado. Se levantó con movimientos<br />
lentos y controlados, cogió el walkie-talkie y salió.<br />
—Estaré un rato fuera —dijo a Peach—. Si surge algo, localíceme por el<br />
walkie-talkie o el móvil.<br />
—Han anunciado mal tiempo —le dijo ella—. Procure estar <strong>de</strong> vuelta a la<br />
hora <strong>de</strong> cenar.<br />
—Para entonces ya estaré aquí.<br />
Salió a la entrada y recogió el equipo <strong>de</strong> abrigo. Mantuvo la mente en blanco<br />
hasta que arrancó el coche. Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hopp, salió <strong>de</strong>l coche y<br />
llamó a su puerta.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Le abrió ella, con las gafas <strong>de</strong> leer colgadas <strong>de</strong> una ca<strong>de</strong>nita por encima <strong>de</strong><br />
una gruesa blusa <strong>de</strong> pana.<br />
—¡Ignatious! Pase.<br />
—No, gracias. No vuelva a montarme una emboscada como la <strong>de</strong> hoy.<br />
Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Hopp recorrían la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> las gafas mientras observaba la<br />
cara <strong>de</strong> Nate.<br />
—Entre y hablaremos.<br />
—Es todo lo que tenía que <strong>de</strong>cirle. Todo lo que voy a <strong>de</strong>cirle.<br />
Se volvió y la <strong>de</strong>jó plantada en el umbral <strong>de</strong> la puerta.<br />
Salió <strong>de</strong>l núcleo urbano y tras per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista los edificios se sintió algo<br />
mejor. Vio a gente patinando en el lago. Pensó que pronto se retirarían, al igual<br />
que hacía la luz. Más allá <strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong> hielo se veía una cabaña.<br />
No vio la avioneta <strong>de</strong> Meg. Y a ella no la había visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong> la aurora<br />
boreal.<br />
Pensaba que tenía que dar media vuelta, y hacer aquello por lo que le<br />
pagaban. Aunque no fuera nada <strong>de</strong>l otro mundo. En lugar <strong>de</strong> ello, casi sin darse<br />
cuenta, siguió conduciendo.<br />
Al llegar a la casa <strong>de</strong> Meg, encontró a los perros vigilantes, guardando la<br />
casa. Salió <strong>de</strong>l coche y esperó a ver qué táctica seguían ante una visita inesperada.<br />
La<strong>de</strong>aron la cabeza casi al unísono y luego se acercaron a él corriendo con<br />
cierto tono amistoso en sus ladridos. Después <strong>de</strong> dar unos saltos y unas vueltas,<br />
uno <strong>de</strong> ellos se fue a su casita, entró en ella y salió con un enorme hueso en la<br />
boca.<br />
—¿De dón<strong>de</strong> has sacado eso? ¿De un mastodonte?<br />
Era un hueso rugoso, mascado y babeado, pero Nate lo cogió, adivinando el<br />
juego, y lo lanzó como una jabalina.<br />
Los dos perros salieron disparados, chocando entre sí como un par <strong>de</strong><br />
futbolistas tras un pase. Se metieron en la nieve y aparecieron con la cabeza<br />
blanca. Ambos llevaban el hueso entre los dientes. Tras un rápido y enérgico tira y<br />
afloja, volvieron brincando como si les sujetaran unos arreos.<br />
—Trabajo en equipo, ¿verdad?<br />
Cogió <strong>de</strong> nuevo el hueso, lo lanzó y se repitió la acción.<br />
En el cuarto lanzamiento, los perros se alejaron <strong>de</strong> él y se fueron <strong>de</strong>rechos al<br />
lago. Unos segundos <strong>de</strong>spués oyó lo que habían oído. El estruendo <strong>de</strong>l motor<br />
aumentó, y Nate siguió a los perros hasta el lago.<br />
Vio el rojo <strong>de</strong>stello y el apagado brillo <strong>de</strong>l sol poniente en el hielo. Le pareció<br />
que el aparato se acercaba <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>prisa y volaba excesivamente bajo. Pensó<br />
que en el mejor <strong>de</strong> los casos los esquís <strong>de</strong>l avión darían con las copas <strong>de</strong> los árboles<br />
y que en el peor el morro chocaría contra el hielo.<br />
El ruido se lo tragó todo. Con los nervios a flor <strong>de</strong> piel, Nate vio cómo Meg<br />
hacía girar la avioneta, la inclinaba y la hacía <strong>de</strong>slizar sobre el hielo. Luego se hizo<br />
un silencio tan absoluto que incluso tuvo la impresión <strong>de</strong> que oía el susurro <strong>de</strong>l<br />
aire que ella había <strong>de</strong>splazado con el movimiento.<br />
A su lado, los perros, agitados, saltaron <strong>de</strong> la nieve al hielo. Se <strong>de</strong>spatarraron,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
patinaron y cuando se abrió la puerta ladraron con evi<strong>de</strong>nte alegría. Meg saltó al<br />
suelo, y sus botas repicaron. Se agachó y <strong>de</strong>jó que la lamieran mientras frotaba<br />
enérgicamente el pelo <strong>de</strong> sus perros. Se incorporó, recogió un paquete <strong>de</strong> la cabina<br />
y entonces vio a Nate.<br />
—¿Otro que ha roto el guardabarros? —gritó.<br />
—Que yo sepa, no.<br />
Con los perros bailando a su alre<strong>de</strong>dor, cruzó la estrecha extensión <strong>de</strong> hielo y<br />
ascendió por la ligera pendiente nevada.<br />
—¿Lleva tiempo aquí?<br />
—Unos minutos.<br />
—Aún tiene la sangre <strong>de</strong>masiado clara para soportar este frío. Vamos <strong>de</strong>ntro.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> estaba?<br />
—Bah, <strong>de</strong> acá para allá. Recogí a un grupo hace unos días. Han venido a<br />
disparar al caribú... fotográficamente, me refiero. Hoy los he llevado <strong>de</strong> vuelta a<br />
Anchorage. Por los pelos —añadió mirando al cielo—. Se acerca una tormenta. El<br />
viento arrecia.<br />
—¿Nunca tiene miedo ahí arriba?<br />
—No. Aunque a veces la cosa se pone interesante...<br />
Al llegar a la entrada, se quitó la parka.<br />
—¿Se ha estrellado alguna vez?<br />
—He tenido que, por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> alguna forma, bajar <strong>de</strong> golpe en alguna<br />
ocasión. —Se quitó las botas, cogió una toalla <strong>de</strong> una caja y se agachó <strong>de</strong> nuevo<br />
para secar las patas a los perros—. Pase, pase. En un minuto acabamos, y aquí los<br />
cuatro no cabemos.<br />
Nate se metió en la casa y cerró la puerta interior, tal como le había dicho ella<br />
que hiciera, para mantener el calor.<br />
Por las ventanas entraban los últimos rayos <strong>de</strong> sol <strong>de</strong>l corto día, lo que <strong>de</strong>jaba<br />
la estancia entre la luz y la penumbra. Olió a flores, pero no eran rosas sino algo<br />
más primitivo y silvestre. Un olor que se mezclaba con el <strong>de</strong> los perros y el <strong>de</strong>l<br />
humo <strong>de</strong> la leña, formando una curiosa y atractiva combinación.<br />
Había esperado algo rústico, pero incluso en aquella media luz se dio cuenta<br />
<strong>de</strong> que se había equivocado <strong>de</strong> medio a medio.<br />
Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la espaciosa sala <strong>de</strong> estar estaban pintadas <strong>de</strong> color amarillo<br />
pálido. Para imitar el sol y neutralizar las sombras, supuso Nate. La chimenea<br />
estaba hecha <strong>de</strong> piedra pulida <strong>de</strong> tonos dorados y en su interior brillaban los<br />
troncos can<strong>de</strong>ntes. En la repisa había unas velas cuadradas <strong>de</strong> color amarillo y<br />
azul. El largo sofá seguía la gama <strong>de</strong> los azules y estaba cubierto por esos cojines<br />
que las mujeres insisten en poner en todas partes. Por encima había un grueso<br />
cubrecama a juego.<br />
Repartidas por la estancia había unas lámparas con pantallas pintadas, mesas<br />
relucientes, una alfombra estampada y dos butacas. Acuarelas, óleos, dibujos al<br />
pastel, todo tipo <strong>de</strong> vistas <strong>de</strong> Alaska <strong>de</strong>coraban las pare<strong>de</strong>s. A su izquierda subía<br />
una escalera con un poste tallado en forma <strong>de</strong> tótem que le hizo sonreír.<br />
Se abrió la puerta. Los perros entraron primero; ambos se acomodaron en sus<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
respectivas butacas tras dar un brinco.<br />
—No era lo que esperaba —comentó Nate.<br />
—Demasiada expectativa lleva al aburrimiento.<br />
Cruzó la sala, abrió una gran caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra tallada y sacó <strong>de</strong> ella unos<br />
troncos.<br />
—Ya los cojo yo.<br />
—Ya está. —Se inclinó, colocó los troncos y se volvió hacia él, <strong>de</strong> espaldas a<br />
la chimenea—. ¿Quiere comer algo?<br />
—No. No, gracias.<br />
—¿Una copa?<br />
—No, no se moleste.<br />
Meg pasó al otro lado y encendió una <strong>de</strong> las lámparas.<br />
—Un polvo pues...<br />
—Yo...<br />
—¿Por qué no sube? Es la segunda puerta a la izquierda. Solo tengo que<br />
poner comida y agua a los perros.<br />
Meg salió y lo <strong>de</strong>jó con ellos, que lo miraban con sus ojos cristalinos. Habría<br />
jurado que lo hacían con una risita cómplice.<br />
Cuando entró <strong>de</strong> nuevo lo encontró <strong>de</strong> pie exactamente don<strong>de</strong> lo había<br />
<strong>de</strong>jado.<br />
—¿No encuentra la escalera? Menudo <strong>de</strong>tective está hecho.<br />
—Escuche, Meg... Yo había venido a... —Se pasó una mano por el pelo<br />
mientras se daba cuenta <strong>de</strong> que no tenía la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué iba a <strong>de</strong>cir. Salió <strong>de</strong>l<br />
pueblo notando el negro abismo que se abría ante él y en algún momento,<br />
mientras jugaba con los perros, el agujero se cerró <strong>de</strong> nuevo.<br />
—Entonces, ¿ni polvo ni nada?<br />
—Sé distinguir una pregunta con trampa.<br />
—Bueno, mientras piensa cómo respon<strong>de</strong>rá, voy arriba, a <strong>de</strong>snudarme. —<br />
Apartó su cabellera <strong>de</strong> los hombros echándola hacia atrás—. Estoy muy atractiva<br />
sin ropa, si es eso lo que se está preguntando.<br />
—Lo imagino.<br />
—No es usted exactamente un cachas pero me da igual. —Subió la escalera,<br />
la<strong>de</strong>ó la cabeza y sonrió mientras le hacía señas con el <strong>de</strong>do—. Vamos, encanto.<br />
—¿Así, sin más?<br />
—¿Por qué no? Ninguna ley lo impi<strong>de</strong>, <strong>de</strong> momento. Un polvo no tiene<br />
ninguna complicación, Nate. Lo complicado es el resto. Vayamos a lo sencillo, por<br />
ahora.<br />
Siguió subiendo. Nate lanzó una mirada a los perros y soltó un suspiro.<br />
—A ver si recuerdo cómo hacer lo sencillo.<br />
Llegó arriba, se <strong>de</strong>tuvo ante la primera puerta. Las pare<strong>de</strong>s eran <strong>de</strong> un rojo,<br />
encendido, excepto una que era <strong>de</strong> espejo. En la opuesta a esta había una<br />
estantería con un televisor, un DVD y una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> música. Entre ambas, Nate<br />
i<strong>de</strong>ntificó un equipo <strong>de</strong> gimnasia muy mo<strong>de</strong>rno. Una máquina <strong>de</strong> ejercicios<br />
cardiovasculares frente al televisor, una Bowflex y un estante <strong>de</strong> pesas en paralelo<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
al espejo.<br />
Nate imaginó que en el minifrigorífico guardaba botellas <strong>de</strong> agua, tal vez<br />
alguna bebida isotónica.<br />
La habitación le sugirió que el cuerpo que iba a ver <strong>de</strong>snudo llevaba muchas<br />
sesiones <strong>de</strong> duro entrenamiento.<br />
Meg había <strong>de</strong>jado la puerta <strong>de</strong>l dormitorio abierta y estaba en cuclillas frente<br />
a otra chimenea, encendiéndola. Tenía una cama gran<strong>de</strong> con un cabezal y un pie<br />
<strong>de</strong> sólida ma<strong>de</strong>ra oscura y curvada. Otras obras <strong>de</strong> arte y lámparas acentuaban los<br />
distintos tonos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y marfil.<br />
—He visto su equipo.<br />
Ella le dirigió una insinuante sonrisa por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />
—Todavía no.<br />
—¡Ja! Me refería al equipo <strong>de</strong> puesta a punto que tiene aquí al lado.<br />
—¿Practica usted, jefe?<br />
—Lo hacía. —Antes <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Jack—. Últimamente, poco.<br />
—Me encanta sudar y la subida <strong>de</strong> endorfinas.<br />
—A mí también.<br />
—Pues tendrá que volver al ejercicio.<br />
—Sí. Menudo refugio tiene aquí.<br />
—Tardé cuatro años en terminarlo. Necesito espacio, <strong>de</strong> lo contrario me<br />
pongo nerviosa. ¿Con luz o sin luz? —Al ver que no respondía, se medio<br />
incorporó y volvió la cabeza otra vez—. Tranquilo, jefe. No le haré ningún daño, a<br />
menos que me lo pida.<br />
Se acercó a la mesilla y abrió un cajón.<br />
—La seguridad es lo primero —dijo, lanzándole un preservativo en un<br />
envoltorio <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> plata—. Piensa <strong>de</strong>masiado —<strong>de</strong>cidió al ver su expresión <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sconcierto; tenía un aspecto adorable, se dijo Meg, con el revuelto pelo <strong>de</strong> color<br />
castaño y aquellos ojos <strong>de</strong> héroe herido—. Creo que po<strong>de</strong>mos solucionarlo. Tal vez<br />
necesite un poco <strong>de</strong> ambiente. A mí tampoco me disgusta, no crea.<br />
Encendió una vela y se paseó por la habitación haciendo lo mismo con otras.<br />
—Un poco <strong>de</strong> música.<br />
Abrió un armario y puso en marcha el reproductor <strong>de</strong> CD, con el volumen<br />
bajo. Esta vez le tocó el turno a Alanis Morissette, con su curiosa y atractiva voz,<br />
cantando sobre el miedo a la felicidad.<br />
—Quizá tenía que haberle emborrachado un poco, pero ahora ya es tar<strong>de</strong>.<br />
—Es usted todo un carácter —murmuró Nate.<br />
—No le quepa la menor duda. —Se quitó el jersey por encima <strong>de</strong> la cabeza y<br />
lo lanzó sobre una silla—. La ropa interior térmica quita algo <strong>de</strong> erotismo al<br />
striptease, pero tal vez compense el <strong>de</strong>senlace.<br />
Él la tenía ya como el cemento.<br />
—¿Tiene intención <strong>de</strong> quitarse algo <strong>de</strong> ropa o espera que sea yo quien lo<br />
haga?<br />
—Estoy nervioso. Y todo esto hace que me sienta como un idiota.<br />
«¡Vaya! —pensó ella <strong>de</strong> nuevo—. Es absolutamente adorable. La sinceridad<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
es el mayor atractivo <strong>de</strong>l hombre.»<br />
—Está nervioso porque piensa. —Se quitó el pantalón y, tras sentarse en la<br />
cama, hizo lo mismo con los calcetines—. De no haber sido porque en Nochevieja<br />
lo llamó el <strong>de</strong>ber, habríamos acabado en la cama.<br />
—Cuando volví ya se había ido.<br />
—Porque empecé a pensar. Ya ve, no hay que hacerlo. —Retiró el edredón y<br />
la sábana.<br />
Nate <strong>de</strong>jó la camisa encima <strong>de</strong>l jersey <strong>de</strong> ella. Cuando sacó el móvil <strong>de</strong>l<br />
bolsillo se encogió <strong>de</strong> hombros y dijo:<br />
—Estoy <strong>de</strong> servicio.<br />
—Pues esperemos que la gente se comporte.<br />
Meg se quitó la camiseta térmica. Hasta el último músculo <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong><br />
Nate se contrajo como en un puño.<br />
Era <strong>de</strong> porcelana: piel blanca, <strong>de</strong>licada, esculpida formando curvas. Pero no<br />
tenía su fragilidad. Al contrario, todo era expresión corporal y confianza, una<br />
fotografía en blanco y negro en la que jugaba una luz dorada.<br />
Nate sintió una sacudida <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo en el momento en que ella apagaba la luz<br />
y <strong>de</strong>jaba tan solo el resplandor <strong>de</strong> las velas y el fuego <strong>de</strong> la chimenea, porque vio<br />
el pequeño tatuaje con unas rojas alas extendidas en la parte inferior <strong>de</strong> su<br />
espalda.<br />
—Acaban <strong>de</strong> evaporarse la mitad <strong>de</strong> los pensamientos que tenía en la cabeza.<br />
Ella se echó a reír.<br />
—Vamos a ocuparnos <strong>de</strong> la otra mitad. Pantalón fuera, Burke.<br />
—A sus ór<strong>de</strong>nes.<br />
Se <strong>de</strong>sabrochó el cinturón; notó los <strong>de</strong>dos entumecidos mientras se quitaba la<br />
ropa interior. Tenía la boca seca.<br />
—Tenías razón. Estás muy atractiva <strong>de</strong>snuda.<br />
—Me gustaría po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir lo mismo <strong>de</strong> ti, pero al paso que vamos no sé si<br />
conseguirás <strong>de</strong>shacerte <strong>de</strong> la ropa. —Se tumbó en la cama—. Vamos, guapo,<br />
tómame.<br />
Meg recorrió con la punta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>do uno <strong>de</strong> sus senos mientras Nate acababa<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarse.<br />
—Hum... No está mal, la parte superior... discreta. Buen tono muscular para<br />
alguien que no entrena con regularidad. Y... —soltó una risita y se apoyó en los<br />
hombros mientras se quitaba los calzoncillos—. Vaya, vaya, ya veo que has <strong>de</strong>jado<br />
<strong>de</strong> pensar. Pongámosle el uniforme al soldado y llevémosle a la guerra.<br />
Nate obe<strong>de</strong>ció, pero cuando se sentó en la cama se limitó a rozarle el hombro<br />
con el <strong>de</strong>do.<br />
—Dame un minuto para planificar la estrategia <strong>de</strong> la batalla. Nunca había<br />
visto una piel como la tuya. Tan lisa...<br />
—No pue<strong>de</strong> juzgarse un libro por las tapas.<br />
Manteniendo el equilibrio, estiró un brazo y sujetándolo por el pelo lo atrajo<br />
hacia ella.<br />
—Dame esa boca. El otro día no tuve bastante.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> él, como en una ráfaga, todas sus necesida<strong>de</strong>s, su<br />
<strong>de</strong>sesperación, el frenético impulso, todo lo que se fundía en un ciego <strong>de</strong>seo. El<br />
sabor a ella estalló en su interior, el inflamado y codicioso fuego <strong>de</strong> aquella mujer<br />
le encendió la sangre. Su boca se hundió en la <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong>vorándola, hasta que<br />
empezó a renacer en su interior el apetito que casi había olvidado. No conseguía<br />
saciarse <strong>de</strong> su boca, su cuello, sus senos. Los ja<strong>de</strong>os, gemidos y chillidos <strong>de</strong> ella<br />
eran, en su <strong>de</strong>snuda ansia, como latigazos que le llevaban a buscar más.<br />
Colocó la mano entre sus muslos y en su <strong>de</strong>lirio por palpar la humedad, la<br />
cali<strong>de</strong>z, la llevó a la cima con tal rapi<strong>de</strong>z e intensidad que los dos cuerpos<br />
empezaron a temblar.<br />
Había sido como escalar una tranquila y ver<strong>de</strong> montaña y ver cómo se<br />
convertía en un volcán. Meg supo que todo aquello estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él. La<br />
peligrosa sorpresa bajo la dolorida calma. Ella había <strong>de</strong>seado a aquel hombre <strong>de</strong><br />
ojos tristes y aire tranquilo. Lo que no sabía era qué encontraría al arrancar la<br />
máscara.<br />
El cuerpo <strong>de</strong> Meg se arqueó, aturdido, mientras él seguía encendiéndoselo y<br />
cuando soltó un grito lo hizo movida por el salvaje placer. Rodaron juntos, ella<br />
hundió las uñas, mordisqueó y acarició con posesiva pasión aquella brillante piel.<br />
Sus pulmones ardían en los ja<strong>de</strong>os.<br />
Él se afanaba por <strong>de</strong>vorarla, poseerla, dominarla. La penetró e iba a hundir el<br />
rostro en su pelo pero las manos <strong>de</strong> Meg lo sujetaron. Lo observó con mirada<br />
<strong>de</strong>senfrenada mientras él seguía empujando hacia su interior, mientras se perdía<br />
en lo más profundo <strong>de</strong> su cuerpo. No <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirarlo hasta que <strong>de</strong>scargó en su<br />
interior.<br />
Su piel no era más que una cascara llena <strong>de</strong> aire. Ya no recordaba aquel peso<br />
que tiraba <strong>de</strong> él, le empujaba, le obturaba la mente y le abotargaba el cuerpo <strong>de</strong> tal<br />
forma que levantarse <strong>de</strong> la cama por la mañana se había convertido para él en un<br />
ejercicio <strong>de</strong> voluntad y control.<br />
Estaba ciego, sordo y se sentía colmado. De haber sido capaz <strong>de</strong> seguir<br />
flotando hacia el olvido, no habría articulado ni un murmullo <strong>de</strong> queja.<br />
—Nada <strong>de</strong> dormirse cuando todavía hay que estar por la labor.<br />
—¿Hum? ¿Qué?<br />
—¡Cambio a velocidad <strong>de</strong> crucero, valiente!<br />
Después <strong>de</strong> todo, no estaba ciego. Veía luz, sombras, formas. Nada tenía<br />
lógica, pero lo veía. Era capaz <strong>de</strong> oír, pues la voz, la voz <strong>de</strong> ella, se <strong>de</strong>slizaba en su<br />
cabeza como un leve zumbido. Y también sentía cómo Meg se entregaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />
él, notaba aquel suave, prieto y sinuoso cuerpo, húmedo por el sudor <strong>de</strong>l esfuerzo,<br />
que olía a jabón, a sexo, a mujer.<br />
—Es mejor que me <strong>de</strong>s un empujón —dijo él un momento <strong>de</strong>spués—. Pue<strong>de</strong><br />
que me haya quedado paralizado.<br />
—Des<strong>de</strong> esta posición no puedo.<br />
Pero colocó su mano en los hombros <strong>de</strong> Nate y consiguió darle un toque.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Luego inspiró y espiró con dificultad y soltó un: «¡Dios!».<br />
—Creo que he visto a Dios durante un segundo. Me sonreía.<br />
—Ah.<br />
Meg fue incapaz <strong>de</strong> reunir fuerzas para <strong>de</strong>sperezarse, y se limitó a bostezar.<br />
—Alguien llevaba tiempo reprimido. Hum... Qué suerte la mía.<br />
Los circuitos <strong>de</strong>l cerebro <strong>de</strong> Nate empezaban a conectarse <strong>de</strong> nuevo. Habría<br />
jurado que oía cómo crepitaban al restablecer el contacto.<br />
—Mucho tiempo en ayunas.<br />
Llena <strong>de</strong> curiosidad, Meg se colocó <strong>de</strong> costado. Vio las cicatrices que había<br />
seguido con sus <strong>de</strong>dos. Heridas, heridas <strong>de</strong> bala, ella lo sabía, en el muslo <strong>de</strong> Nate.<br />
—Concreta ese «tiempo». ¿Un mes? —El seguía con los ojos cerrados, aunque<br />
movió las comisuras <strong>de</strong> los labios—. ¿Dos meses? ¿Más? ¡Jo<strong>de</strong>r! ¿Tres?<br />
—Cerca <strong>de</strong> un año, diría yo.<br />
—¡Casi nada! No me extraña haber visto las estrellas.<br />
—¿Te he hecho daño?<br />
—No digas chorradas.<br />
—Pue<strong>de</strong> que no, pero la verdad es que te he utilizado.<br />
Meg pasó a propósito el <strong>de</strong>do por la cicatriz que discurría ondulante en su<br />
costado. El rostro <strong>de</strong> Nate no se inmutó, pero ella notó cierta tensión y <strong>de</strong>cidió<br />
<strong>de</strong>jarlo <strong>de</strong> momento.<br />
—Yo diría que nos hemos utilizado mutuamente, tanto y tan a conciencia<br />
que todo el mundo en un radio <strong>de</strong> doscientos kilómetros a la redonda está ahora<br />
mismo tumbado fumando tranquilamente un cigarrillo.<br />
—¿Satisfecha?<br />
—¿Tienes el síndrome <strong>de</strong>l que no recuerda lo que ha pasado hace solo un<br />
momento, Burke? —Ahora sí se <strong>de</strong>sperezó y le pegó un codazo—. ¿De quién ha<br />
sido la i<strong>de</strong>a?<br />
Nate se quedó un momento en silencio.<br />
—Estuve cinco años casado. Fui fiel. Los dos últimos fueron agitados. De<br />
hecho, el último fue un <strong>de</strong>sastre. Las relaciones sexuales se convirtieron en un<br />
recurso. En un campo <strong>de</strong> batalla. Un arma. Nada parecido a un placer natural. Por<br />
eso estoy oxidado y no sé muy bien qué <strong>de</strong>sean las mujeres.<br />
Esta vez no tan a la ligera Meg murmuró:<br />
—Yo no soy las mujeres. Soy yo. Siento mucho que tu ex te hiciera dar<br />
vueltas como una peonza agarrándote por la polla, pero puedo asegurarte que ese<br />
apéndice sigue funcionando y que tal vez haya llegado el momento <strong>de</strong> superar<br />
todo esto.<br />
—Un largo pasado. —Cambió <strong>de</strong> postura y colocó el brazo bajo ella. Notó<br />
que se ponía algo tensa y también cierta vacilación en el cuerpo antes <strong>de</strong> relajarse<br />
<strong>de</strong> nuevo y apoyar la cabeza en su hombro—. No quiero que esto sea el final. Entre<br />
nosotros.<br />
—Veremos qué opinamos <strong>de</strong> ello la próxima vez.<br />
—Me gustaría seguir aquí, pero tengo que volver. Lo siento.<br />
—Yo no te he pedido que te quedaras.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate volvió la cabeza para verle la cara. Aún tenía las mejillas sonrosadas y<br />
los ojos somnolientos. Pero era un poli <strong>de</strong>masiado experto para que le pasara por<br />
alto el recelo que escondía aquella actitud relajada.<br />
—Ojalá me hubieras pedido que me quedara, aunque como habría tenido<br />
que <strong>de</strong>cir que no, sería malgastar un <strong>de</strong>seo. De todas formas, me gustaría volver.<br />
—No pue<strong>de</strong>s volver esta noche. Si llega la tormenta y consigues subir, cosa<br />
que dudo, te quedarás aquí aislado. Podrían ser días, y no me conviene.<br />
—Si va a ser tan fuerte, vente al pueblo conmigo.<br />
—No. Eso me conviene menos aún. —Relajada <strong>de</strong> nuevo, pasó sus <strong>de</strong>dos por<br />
encima <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong> Nate, siguió con ellos su mandíbula y se <strong>de</strong>tuvo en el<br />
cabello—. Aquí estoy bien. Tengo provisiones, leña <strong>de</strong> sobra, a mis perros. Me<br />
gusta una buena tormenta, la soledad que trae consigo.<br />
—¿Y cuando escampe?<br />
Movió un hombro y se volvió. Se levantó, se acercó <strong>de</strong>snuda al armario, la<br />
luz <strong>de</strong> la lumbre jugaba sobre su piel blanca y sobre las llamativas alas rojas<br />
extendidas, y cogió una gruesa bata <strong>de</strong> franela.<br />
—Pue<strong>de</strong> que me llames, y si sigo aquí puedas subirme una pizza. —Se puso<br />
la bata y sonrió mientras la anudaba—. Te prometo una buena propina.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 7<br />
Mientras bajaba hacia el pueblo caían los primeros copos. Eran espesos y<br />
suaves, no parecían <strong>de</strong>masiado amenazadores. En realidad, a Nate le parecieron<br />
pintorescos. Le recordaban las nevadas <strong>de</strong> su infancia, las que caían <strong>de</strong> noche,<br />
seguían por la mañana y cuando miraba por la ventana <strong>de</strong> su dormitorio, la<br />
emoción le producía un chispazo en la sangre.<br />
«¡No hay escuela!»<br />
Le hizo sonreír pensar en ello, recordar los días en que la nieve era algo<br />
emocionante y no una carga o un riesgo. Tal vez sería bueno recuperar algo <strong>de</strong><br />
aquel sobrecogimiento <strong>de</strong> su infancia.<br />
Echar un vistazo alre<strong>de</strong>dor, ver aquellos mares y ríos blancos y reflexionar<br />
sobre lo que se podía hacer. Estaba aprendiendo a utilizar las raquetas, por tanto,<br />
quizá también apren<strong>de</strong>ría a esquiar. El esquí <strong>de</strong> fondo podía ser interesante.<br />
A<strong>de</strong>más, había perdido <strong>de</strong>masiado peso en los últimos meses. Aquel ejercicio,<br />
junto con los puntuales platos <strong>de</strong> comida que le ponían <strong>de</strong>lante, podían ayudarle a<br />
fortalecerse otra vez.<br />
También podía comprarse una moto <strong>de</strong> nieve y <strong>de</strong>dicarse a echar carreras<br />
por ahí. Para divertirse un poco, qué <strong>de</strong>monios. A<strong>de</strong>más vería el paisaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />
vehículo distinto al coche.<br />
Se <strong>de</strong>tuvo para observar un pequeño rebaño <strong>de</strong> ciervos que avanzaba entre<br />
los árboles, a su izquierda. Tenían el pelo greñudo y oscuro, lo que contrastaba<br />
con la nieve, que les llegaba a las rodillas. Suponiendo que los ciervos tuvieran<br />
rodillas.<br />
Pensaba que aquello era un mundo nuevo para un chico <strong>de</strong> ciudad cuyas<br />
aventuras en el campo hasta entonces se habían limitado a un par <strong>de</strong> acampadas<br />
en verano al oeste <strong>de</strong> Maryland.<br />
Aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la comisaría, se acordó <strong>de</strong> conectar el calentador <strong>de</strong>l motor<br />
a la toma <strong>de</strong> corriente y observó cómo Otto y Peter tendían a lo largo <strong>de</strong> la acera<br />
un cor<strong>de</strong>l a la altura <strong>de</strong> la cintura <strong>de</strong> una persona. Se puso <strong>de</strong> nuevo los guantes y<br />
se acercó a ellos para ayudarles.<br />
—¿Qué es esto?<br />
—Una cuerda guía —dijo Otto, enrollándola en una farola.<br />
—¿Para?<br />
—Alguien pue<strong>de</strong> romperse una pierna al salir <strong>de</strong> casa con una tormenta así.<br />
—No parece algo tan serio. —Nate volvió la cabeza hacia la calle y no vio la<br />
mirada que intercambiaban Otto y Pete—. ¿De cuántos centímetros estamos<br />
hablando?<br />
—Pue<strong>de</strong> llegar a un metro veinte.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate se volvió en el acto.<br />
—Se están quedando conmigo.<br />
—Y llega con viento, o sea que en los ventisqueros la altura podría duplicarse<br />
o triplicarse. —Se notaba que Otto disfrutaba mientras colocaba la cuerda—. No<br />
será una nevada como las <strong>de</strong> los estados <strong>de</strong>l sur.<br />
Nate pensó en Baltimore, don<strong>de</strong> un palmo <strong>de</strong> nieve podía casi paralizar la<br />
ciudad.<br />
—Que se lleven los vehículos que están aparcados en la calle y se revisen los<br />
equipos quitanieves.<br />
—Normalmente la gente <strong>de</strong>ja los coches don<strong>de</strong> están —le dijo Pete—. Y los<br />
<strong>de</strong>sentierra <strong>de</strong>spués.<br />
Nate pensó en aplicar lo <strong>de</strong> «a don<strong>de</strong> fueres...» y luego movió la cabeza. ¡Le<br />
pagaban por establecer el or<strong>de</strong>n! Así que pondría un poco <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n.<br />
—Sáquenlos <strong>de</strong> la calle. Todo vehículo que siga aparcado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora<br />
se lo llevará la grúa. Alaska o los estados <strong>de</strong>l sur, ¡qué más da, si en la calle se<br />
junta un metro veinte <strong>de</strong> nieve! Hasta que <strong>de</strong>speje estaremos <strong>de</strong> servicio las<br />
veinticuatro horas. Ninguno <strong>de</strong> nosotros saldrá <strong>de</strong> la comisaría sin walkie-talkie.<br />
¿Qué estrategia se sigue con los que viven fuera <strong>de</strong>l núcleo urbano?<br />
Otto se rascó la barbilla.<br />
—No hay ninguna.<br />
—Que Peach repase la lista y se ponga en contacto con todos.<br />
Proporcionaremos cobijo a quien lo necesite.<br />
En esta ocasión pescó el intercambio <strong>de</strong> gestos. Peter sonrió con discreción.<br />
—No lo necesitará nadie.<br />
—Pue<strong>de</strong> que no, pero al menos tendrán la opción. —Pensó en Meg, a diez<br />
kilómetros <strong>de</strong> allí, prácticamente sitiada. No se movería <strong>de</strong> allí, eso ya lo sabía—.<br />
¿Tenemos mucha cuerda <strong>de</strong> esta?<br />
—Muchísima. La gente normalmente monta sus propias guías.<br />
—Vamos a asegurarnos <strong>de</strong> ello. —Se fue hacia <strong>de</strong>ntro para poner a Peach<br />
manos a la obra.<br />
Tardó una hora en organizar el plan y otros diez minutos en ocuparse <strong>de</strong><br />
Carrie Hawbaker, cuando apareció con su cámara digital. A diferencia <strong>de</strong> su<br />
marido, era brusca y enérgica; se limitó a indicarle con la mano que siguiera con<br />
su trabajo para po<strong>de</strong>r tomar unas instantáneas naturales.<br />
Le <strong>de</strong>jó hacer las fotos mientras hablaba con Peach sobre los planes <strong>de</strong><br />
emergencia para la tormenta. No tuvo tiempo <strong>de</strong> preocuparse por nada más, ni <strong>de</strong><br />
pensar en la entrevista que le había hecho Max.<br />
—¿Se ha puesto en contacto con todos los que viven fuera <strong>de</strong>l núcleo urbano?<br />
—preguntó a Peach.<br />
—Me faltan doce.<br />
—¿Alguno viene para acá?<br />
—De momento no. —Iba marcando nombres <strong>de</strong> la lista—. La gente vive<br />
fuera, Nate, porque le gusta estar fuera.<br />
Él asintió.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—De todas formas póngase en contacto con ellos. Luego váyase para casa y<br />
llámeme cuando esté allí.<br />
Sus regor<strong>de</strong>tas mejillas crecieron con una sonrisa.<br />
—¿Ahora ha adoptado el papel <strong>de</strong> mamá gallina?<br />
—La seguridad pública es mi vida.<br />
—Y también parece que se ha animado. —Se quitó el lápiz que llevaba en el<br />
moño y le apuntó con él mientras le <strong>de</strong>cía—: Me alegro <strong>de</strong> que sea así.<br />
—Seguro que la ventisca me levanta el ánimo.<br />
Volvió la vista hacia la puerta, perplejo al ver que se abría otra vez. ¿Nadie se<br />
quedaba en casa en Lunacy durante una tormenta <strong>de</strong> nieve?<br />
Hopp se ahuecó el pelo.<br />
—Nieva un montón —dijo—. He oído que está retirando los coches <strong>de</strong> la<br />
calle, jefe.<br />
—La máquina quitanieves hará la primera pasada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco.<br />
—Pues tendrá que pasar unas cuantas veces.<br />
—Supongo.<br />
—¿Tiene un minuto?<br />
—Lo encontraremos. —Le hizo señas para que entrara en su <strong>de</strong>spacho—.<br />
Tendría que estar en su casa, alcal<strong>de</strong>sa. Si es cierto que se acumula más <strong>de</strong> un<br />
metro, la veo con nieve hasta las axilas.<br />
—Soy bajita pero fuerte, y tengo que moverme un poco cuando hay<br />
tormenta. Estamos en enero, Ignatious. Todos sabemos cómo es el tiempo en esta<br />
época.<br />
—De todos modos, son más <strong>de</strong> las cinco, es noche cerrada, ya hay más <strong>de</strong> un<br />
palmo <strong>de</strong> nieve y el viento sopla a más <strong>de</strong> cincuenta kilómetros por hora.<br />
—Veo que está al tanto <strong>de</strong> todo.<br />
—Radio Lunacy. —Señaló el transistor que tenía en la mesa—. Han<br />
prometido emitir las veinticuatro horas durante la tormenta.<br />
—Lo hacen siempre. Y hablando <strong>de</strong> medios <strong>de</strong> comunicación...<br />
—Ya me han hecho la entrevista. Carrie ha venido a tomar las fotos.<br />
—Y usted sigue mosqueado. —Lo miró moviendo la cabeza—. Inauguramos<br />
el primer <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> la ciudad y traemos a un jefe <strong>de</strong> fuera. Es<br />
noticia, Ignatious.<br />
—A eso no tengo nada que objetar.<br />
—Ha estado practicando el regate con Max.<br />
—Más que regate, amago. Ya he aprendido.<br />
—In<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong>l movimiento, he parado el juego utilizando un<br />
método que roza el límite. Le pido disculpas.<br />
—Y yo se las acepto.<br />
Cuando Hopp le tendió la mano, él la sorprendió con un apretón realmente<br />
amistoso.<br />
—Vuelva a casa, Hopp.<br />
—Lo mismo digo.<br />
—No puedo. En primer lugar porque tengo que cumplir un sueño <strong>de</strong> la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
infancia. Voy a subir a una máquina quitanieves.<br />
Cada inspiración era como aspirar esquirlas <strong>de</strong> hielo. Y esas mismas<br />
esquirlas parecían perforarle las gafas y llegar a los ojos. Llevaba un montón <strong>de</strong><br />
capas protectoras en todo el cuerpo y el frío le seguía pareciendo insoportable.<br />
Aquello no podía ser real, nada <strong>de</strong> lo que estaba viviendo podía serlo. El<br />
atroz viento, el ensor<strong>de</strong>cedor ruido <strong>de</strong>l motor <strong>de</strong> la quitanieves, la cortina blanca<br />
que a duras penas cortaban los faros. De vez en cuando vislumbraba el resplandor<br />
<strong>de</strong> un farol a través <strong>de</strong> la ventanilla, pero prácticamente el mundo entero había<br />
<strong>de</strong>saparecido bajo aquel palmo y medio <strong>de</strong> blanco temblor que iba cortando la<br />
hoja amarilla.<br />
No intentó conversar. En realidad no creía que Bing tuviera ganas <strong>de</strong> hablar<br />
con él, y el ruido lo habría impedido <strong>de</strong> todas formas.<br />
Tenía que admitirlo; Bing manejaba la máquina con la precisión y la<br />
<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> un cirujano. Aquello no era recoger y volcar como había imaginado<br />
él. Había ciertas rutas, lugares don<strong>de</strong> verter, excavar siguiendo la línea <strong>de</strong> la acera,<br />
<strong>de</strong>svíos hacia las casas, y todo se llevaba a cabo en medio <strong>de</strong> la tormenta y a una<br />
velocidad que obligaba constantemente a Nate a reprimir un grito <strong>de</strong> protesta.<br />
Estaba convencido <strong>de</strong> que a Bing le encantaría oírle chillar como a una niña,<br />
por ello apretaba los dientes, impidiendo la salida <strong>de</strong> cualquier sonido que<br />
pudiera tomarse como tal.<br />
Después <strong>de</strong> verter otro montón <strong>de</strong> nieve, Bing sacó la oscura botella que<br />
guardaba bajo el asiento, la abrió y tomó un buen trago. El aroma que llegó a Nate<br />
casi le hizo llorar.<br />
Puesto que estaban allí sentados, viendo cómo la montaña <strong>de</strong> nieve<br />
aumentaba, Nate <strong>de</strong>cidió arriesgarse a hacer un comentario.<br />
—He oído que el alcohol hace bajar la temperatura <strong>de</strong>l cuerpo —dijo<br />
gritando.<br />
—Mentiras.<br />
Para <strong>de</strong>mostrarlo, Bing echó otro trago.<br />
Teniendo en cuenta que estaban los dos solos en la oscuridad, en medio <strong>de</strong> la<br />
ventisca, que Bing pesaba unos treinta kilos más que él y que probablemente nada<br />
le gustaría tanto como enterrarlo en aquella montaña <strong>de</strong> nieve recogida <strong>de</strong> las<br />
calles hasta que la primavera <strong>de</strong>rritiera el hielo, <strong>de</strong>cidió no seguir por aquel<br />
camino. Ni mencionar la ley que prohibía llevar botellas <strong>de</strong> alcohol abiertas en el<br />
interior <strong>de</strong> un vehículo o los peligros que acarreaba beber mientras se manipulaba<br />
maquinaria pesada.<br />
Bing giró sus enormes hombros. Nate no vio más que unos pequeños ojos<br />
entre el gorro y la bufanda.<br />
—Compruébelo usted mismo. —Le puso la botella en la mano.<br />
No creyó que fuera el momento oportuno para comentar que prácticamente<br />
no bebía. Decidió que era más diplomático y amistoso tomar un sorbo. Lo hizo y<br />
acto seguido le estalló la cabeza y las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la garganta y <strong>de</strong>l estómago le<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
ardieron.<br />
—¡Virgen santísima!<br />
Se asfixió y, cuando consiguió inspirar <strong>de</strong> nuevo, tragó llamas en lugar <strong>de</strong><br />
hielo. En sus oídos resonaba una carcajada.<br />
¿O era el aullido <strong>de</strong> un lobo gigante y enloquecido?<br />
—¿Qué coño es esto? —Seguía resollando y las lágrimas que salían <strong>de</strong> sus<br />
ojos se congelaban en las mejillas—. ¿Ácido? ¿Plutonio? ¿Fuego <strong>de</strong>l infierno<br />
licuado?<br />
Bing cogió <strong>de</strong> nuevo la botella, echó otro trago y la tapó.<br />
—Whisky <strong>de</strong> zurullo <strong>de</strong> caballo.<br />
—Ya, vale.<br />
—El hombre que no aguanta este whisky no es hombre.<br />
—Entonces <strong>de</strong>bo <strong>de</strong> ser una mujer.<br />
—Le llevo a casa, señora. Se ha hecho todo lo que se ha podido por el<br />
momento.<br />
—¡Aleluya!<br />
Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Bing se formaron unas pequeñas arrugas que<br />
podían indicar la aparición <strong>de</strong> una sonrisa. Dio marcha atrás y giró.<br />
—He apostado veinte a que no aguanta usted ni hasta final <strong>de</strong> mes.<br />
Nate siguió inmóvil, con la garganta encendida, un terrible escozor en los<br />
ojos y con los pies como dos icebergs a pesar <strong>de</strong> los dos pares <strong>de</strong> calcetines<br />
térmicos y las botas.<br />
—¿Quién guarda el dinero?<br />
—Jim, el flaco que trabaja en el bar <strong>de</strong>l Lodge.<br />
Nate se limitó a asentir.<br />
No entendía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había sacado Bing aquel sentido <strong>de</strong> la orientación,<br />
pero pensó que habría podido hacer <strong>de</strong> guía <strong>de</strong> Magallanes. Aceleró la máquina en<br />
medio <strong>de</strong> la cegadora nevada y lo llevó como una flecha hasta la acera <strong>de</strong>l Lodge.<br />
Las rodillas y los tobillos <strong>de</strong> Nate se quejaron al saltar <strong>de</strong>l vehículo. La nieve<br />
acumulada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l hotel le cubría las piernas, que tenía completamente<br />
congeladas, y el viento le daba <strong>de</strong> lleno en la cara mientras se agarraba a la cuerda<br />
guía para acercarse a la puerta.<br />
El calor <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro le resultó casi <strong>de</strong>sagradable. La voz <strong>de</strong> Clint Black, en la<br />
máquina <strong>de</strong> discos, ocupó el lugar <strong>de</strong>l silbido en su oído. Había una docena <strong>de</strong><br />
personas entre la barra y las mesas, bebiendo, comiendo, conversando, como si al<br />
otro lado <strong>de</strong> la puerta no se estuviera <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nando la cólera <strong>de</strong> Dios.<br />
«Locos —pensó—. Hasta el último.»<br />
Le apetecía café, casi hirviendo, y carne. Se la comería cruda.<br />
Hizo un gesto con la cabeza a los que le llamaban y mientras se peleaba con<br />
los cierres y las cremalleras Charlene se le echó encima.<br />
—¡Pobrecito! Tiene que haberse quedado como un témpano. Ya le ayudo con<br />
la chaqueta.<br />
—Ya está...<br />
—Seguro que tiene los <strong>de</strong>dos helados.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Le parecía tan extraño y surrealista que la madre <strong>de</strong> la mujer con la que se<br />
había metido en la cama aquella tar<strong>de</strong> le estuviera <strong>de</strong>sabrochando la parka<br />
cubierta <strong>de</strong> nieve.<br />
—Ya está, Charlene. Pero me apetecería un café. Gracias.<br />
—Se lo hago yo misma. —Le dio unos golpecitos en la helada mejilla—.<br />
Siéntese.<br />
Cuando se quitó todo lo que llevaba salvo la camisa y el pantalón, se acercó a<br />
la barra. Sacó la cartera y, mirando al que llamaban Jim el flaco, dijo:<br />
—Ahí van cien. Póngalos a favor <strong>de</strong> que me quedo.<br />
Se metió otra vez la cartera en el bolsillo y se sentó al lado <strong>de</strong> John.<br />
—Profesor...<br />
—Jefe...<br />
Nate la<strong>de</strong>ó la cabeza para leer el título <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong>l día.<br />
—Cannery Row. Muy bueno. Gracias, Charlene.<br />
—No se merecen. —Le <strong>de</strong>jó el café <strong>de</strong>lante—. Hoy tenemos un riquísimo<br />
estofado. Le hará entrar en calor <strong>de</strong> inmediato. A menos que quiera que me<br />
encargue yo <strong>de</strong> eso.<br />
—El estofado me parece perfecto. ¿Tiene usted habitaciones por si alguien <strong>de</strong><br />
aquí <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> quedarse esta noche?<br />
—En el Lodge siempre hay habitaciones. Ahora le traigo el estofado.<br />
Mientras tomaba el café, Nate giró el taburete para echar un vistazo a la<br />
concurrencia. Alguien había puesto un antiguo tema <strong>de</strong> Springsteen en la máquina<br />
<strong>de</strong> discos y el Boss interpretaba una <strong>de</strong> sus mejores piezas mientras las bolas <strong>de</strong>l<br />
billar caían en los agujeros con un ruido sordo. Reconoció todas las caras: clientes<br />
habituales, gente a la que veía casi todas las noches. Des<strong>de</strong> la barra no distinguía a<br />
los que jugaban al billar pero los i<strong>de</strong>ntificó también por la voz: los hermanos<br />
Mackie.<br />
—¿Alguien <strong>de</strong> aquí se emborrachará y preten<strong>de</strong>rá luego volver a casa? —<br />
preguntó a John.<br />
—Tal vez los Mackie, pero Charlene se lo quitará <strong>de</strong> la cabeza. La mayoría<br />
saldrán <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora aproximadamente y los que quieren matar la noche<br />
aún estarán aquí por la mañana.<br />
—¿A qué grupo pertenece usted?<br />
—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> usted. —John levantó la jarra <strong>de</strong> cerveza.<br />
—¿Y eso significa?<br />
—Que si acepta la invitación <strong>de</strong> Charlene subiré a mi habitación solo. Si no,<br />
subiré a la <strong>de</strong> ella.<br />
—Yo estoy aquí por el estofado.<br />
—Entonces esta noche me quedaré en la habitación <strong>de</strong> ella.<br />
—¿Y esto no le molesta, John?<br />
Él se quedó mirando la cerveza.<br />
—Aunque me molestara las cosas seguirían igual. Ella no cambiará. Los<br />
románticos suelen <strong>de</strong>cir que no escoges a quien amas. Yo no estoy <strong>de</strong> acuerdo con<br />
ellos. La gente escoge. Y esta es mi elección.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Charlene le sirvió el estofado, una cestita <strong>de</strong> pan y un buen pedazo <strong>de</strong> pastel<br />
<strong>de</strong> manzana.<br />
—El hombre que trabaja fuera con este tiempo tiene que comer. Hágale<br />
honor a la comida, Nate.<br />
—Eso haré. ¿Sabe algo <strong>de</strong> Meg?<br />
Charlene parpa<strong>de</strong>ó como si le hubiera dicho aquella frase en otro idioma.<br />
—No, ¿por qué?<br />
—Nada, pensaba que tal vez estaban en contacto. —Para <strong>de</strong>jar enfriar un<br />
poco el estofado, atacó el pan—. Como está allá, sola con este tiempo...<br />
—Nadie sabe cuidar tanto <strong>de</strong> sí mismo como Meg. No necesita a nadie. Ni a<br />
un hombre ni a una madre.<br />
Se alejó y entró en la cocina dando un portazo.<br />
—Tema peliagudo —comentó Nate.<br />
—Espinoso. Y se agrava si piensa que usted está más interesado por su hija<br />
que por ella.<br />
—Pues lo lamento, pero es cierto.<br />
Probó el estofado. Llevaba patata, zanahoria, judías, cebolla y una carne con<br />
un sabor muy fuerte que no podía ser <strong>de</strong> vacuno.<br />
Le sentó bien a su estómago y le hizo olvidar el frío.<br />
—¿Qué carne es esta?<br />
—Será alce.<br />
Nate cogió otro pedazo y lo observó.<br />
—Vale —dijo y siguió comiendo.<br />
Nevó toda la noche y él durmió como un tronco. La panorámica que ofrecía<br />
su ventana cuando se <strong>de</strong>spertó era como una pantalla <strong>de</strong> televisor sin sintonizar.<br />
Oía el rugido <strong>de</strong>l viento y cómo empujaba contra los cristales.<br />
No había luz, tuvo que encen<strong>de</strong>r unas velas y eso le hizo pensar en Meg.<br />
Se vistió con la mirada fija en el teléfono. Probablemente tampoco<br />
funcionaba. A<strong>de</strong>más, nadie llama a una mujer a las seis y media <strong>de</strong> la mañana solo<br />
porque se ha acostado con ella. No tenía que preocuparse por Meg. Había pasado<br />
toda su vida allí. Estaba en casa con sus dos perros y tenía leña <strong>de</strong> sobra.<br />
Aun así, mientras bajaba la escalera con la linterna encendida, se sentía<br />
inquieto.<br />
Era la primera vez que veía el local vacío. Las mesas recogidas, la barra<br />
limpia. No olía a café ni a tocino frito. No se oía el ruido matutino <strong>de</strong> las<br />
conversaciones. Tampoco estaba el pequeño para dirigirle una rápida sonrisa.<br />
No había más que oscuridad, el ruido <strong>de</strong>l viento y... los ronquidos. Siguió<br />
aquel sonido y la linterna enfocó a los hermanos Mackie. Estaban tumbados cara a<br />
cara en la mesa <strong>de</strong>l billar, roncando bajo unas cuantas mantas.<br />
Se fue hasta la cocina a inspeccionar y encontró un bollo. Se lo llevó, cogió las<br />
prendas <strong>de</strong> abrigo y, con el bollo en el bolsillo, abrió la puerta <strong>de</strong> la calle.<br />
El viento estuvo a punto <strong>de</strong> echarlo al suelo. Le empujó con fuerza, le pegó<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
una gran sacudida y la nieve se le metió en los ojos, en la boca y en la nariz en el<br />
preciso instante en que ponía los pies en la calle.<br />
La linterna casi no servía para nada, pero él continuaba sosteniéndola y<br />
seguía la cuerda con el haz <strong>de</strong> luz. Luego se la metió en el bolsillo, se agarró a la<br />
cuerda y siguió a<strong>de</strong>lante.<br />
En la acera la nieve le llegaba a los muslos. Pensó que allí una persona podía<br />
ahogarse en silencio, incluso antes <strong>de</strong> morir <strong>de</strong> frío.<br />
Consiguió llegar a la calzada, don<strong>de</strong>, gracias al trabajo <strong>de</strong> Bing y al whisky<br />
<strong>de</strong> zurullo <strong>de</strong> caballo, la nieve le llegaba solo al tobillo, excepto en los lugares<br />
don<strong>de</strong> se acumulaba.<br />
Tenía que cruzar la calle casi a ciegas y, sin la guía, llegar a la comisaría.<br />
Cerró los ojos y evocó mentalmente la imagen <strong>de</strong> la calle con la situación <strong>de</strong> cada<br />
uno <strong>de</strong> sus edificios. Luego, bajando los hombros contra el viento, soltó la cuerda,<br />
utilizó <strong>de</strong> nuevo la linterna y se dispuso a cruzar.<br />
Tanto podía encontrarse en plena naturaleza como en un centro urbano con<br />
calles pavimentadas y aceras, con gente que dormía protegida por ma<strong>de</strong>ra y<br />
ladrillo. El viento llegaba a sus oídos como el oleaje en la tempestad y le<br />
amenazaba con <strong>de</strong>rribarle mientras avanzaba a duras penas.<br />
Constantemente moría gente cruzando una calle, pensaba. La vida estaba<br />
llena <strong>de</strong> horribles trampas, y <strong>de</strong> sorpresas aún más horribles. Un par <strong>de</strong> tipos<br />
podían salir <strong>de</strong> una cafetería y uno <strong>de</strong> ellos acabar muerto en un callejón. Un<br />
estúpido podía meterse en la ventisca, intentar cruzar la calle y acabar dando<br />
vueltas sin rumbo hasta caer muerto <strong>de</strong> frío a un metro <strong>de</strong> un cobijo.<br />
Mientras profería maldiciones sus botas dieron con algo sólido. Imaginó que<br />
sería la acera, y estiró los brazos como un ciego para coger la guía.<br />
«Para nuestra próxima e increíble hazaña», murmuró subiendo a la nevada<br />
acera. Fue empujando hasta que encontró la cuerda que cruzaba, entonces cambió<br />
<strong>de</strong> dirección y siguió el camino hacia la puerta exterior <strong>de</strong> la comisaría.<br />
Se preguntó por qué se había molestado en cerrar; buscó las llaves y gracias a<br />
la linterna encontró las cerraduras. En la entrada se sacudió la nieve que llevaba<br />
encima pero se quedó con la ropa puesta. Tal como imaginaba, el local estaba<br />
helado. Tanto que las ventanas se habían cubierto <strong>de</strong> escarcha por <strong>de</strong>ntro.<br />
Alguien más previsor que él había <strong>de</strong>jado un montón <strong>de</strong> leña junto a la<br />
estufa. La encendió, se quedó un rato con las manos, aún cubiertas con los<br />
guantes, junto a la llama, y cuando recuperó el aliento cerró la estufa.<br />
Cogió velas, una lámpara que funcionaba con pilas y se dispuso a empezar a<br />
trabajar.<br />
Localizó la radio y sintonizó la emisora <strong>de</strong> Lunacy. Tal como habían<br />
prometido, seguían emitiendo, y alguien con un sentido <strong>de</strong>l humor algo retorcido<br />
acababa <strong>de</strong> poner los Beach Boys.<br />
Sentado a su mesa, con un oído en KLUN y el otro en la radio <strong>de</strong> Peach, echó<br />
en falta un café, pero se comió el bollo.<br />
A las ocho y media seguía estando solo. Era una hora razonable para<br />
comunicarse por radio. Peach le había enseñado los rudimentos para utilizarla y<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>cidió emitir su primer mensaje.<br />
—KLPD llamando a KUNA. Vamos, KUNA. ¿Estás ahí, Meg? Contesta o<br />
cambia o cómo <strong>de</strong>monios se diga. —Oyó parásitos, zumbidos, unos cuantos<br />
chirridos—. KLPD llamando a KUNA. Vamos, Galloway.<br />
—Aquí KUNA. ¿Tienes permiso para emitir con esta radio, Burke? Cambio.<br />
Nate sabía que era ridículo, pero oír su voz le produjo una inmensa<br />
sensación <strong>de</strong> alivio. El placer se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> todo su ser.<br />
—Soy jefe <strong>de</strong> policía. Viene incluido con la placa.<br />
—Di «cambio».<br />
—Vale, cambio. No, ¿estás bien ahí? Cambio.<br />
—Afirmativo. Cómodos y calentitos. Encerrados aquí escuchando al taku. ¿Y<br />
tú? Cambio.<br />
—He sobrevivido a una travesía en la calle. ¿Qué es taku? ¿Un grupo <strong>de</strong><br />
rock? Cambio.<br />
—Un viento muy cabrón, Burke. El que hace temblar ahora mismo tus<br />
ventanas. ¿Qué <strong>de</strong>monios haces en la comisaría? Cambio.<br />
—Estoy <strong>de</strong> servicio. —Echó una ojeada al <strong>de</strong>spacho y se fijó en el vapor <strong>de</strong> su<br />
aliento—. ¿Estás sin luz?<br />
Meg esperó un momento.<br />
—Diré «cambio» por ti. Con este tiempo, ¿cómo voy a tener luz? Pero el<br />
generador funciona. Ningún problema, jefe. No te preocupes. Cambio.<br />
—Dime algo <strong>de</strong> vez en cuando y estaré tranquilo. Eh, ¿sabes qué tomé ayer?<br />
Cambio.<br />
—¿Después <strong>de</strong> mí? Cambio.<br />
—¡Ja! —Qué feliz se sentía. Le importaba muy poco que hiciera aquel frío <strong>de</strong><br />
mil <strong>de</strong>monios—. Sí, aparte <strong>de</strong> ti. Whisky <strong>de</strong> zurullo <strong>de</strong> caballo y estofado <strong>de</strong> alce.<br />
Cambio.<br />
Ella soltó una larga carcajada.<br />
—Al final haremos <strong>de</strong> ti un veterano <strong>de</strong> Alaska. Tengo que dar <strong>de</strong> comer a<br />
los perros y poner leña en el fuego. Nos vemos. Cambio y corto.<br />
—Cambio y corto —murmuró él.<br />
El ambiente ya se había cal<strong>de</strong>ado lo suficiente para quitarse la parka, aunque<br />
se <strong>de</strong>jó puesto el chaleco térmico. Estaba revisando archivos para ponerse a<br />
trabajar cuando Peach abrió la puerta.<br />
—Me preguntaba si había alguien lo suficientemente loco para venir hasta<br />
aquí hoy —dijo.<br />
—Solo yo. ¿Cómo <strong>de</strong>monios ha llegado?<br />
—Me ha acompañado Bing con la quitanieves. —Se pasó la mano por encima<br />
<strong>de</strong>l cor<strong>de</strong>rito azul celeste <strong>de</strong> su jersey.<br />
—Taxi quitanieves. Déjeme que la ayu<strong>de</strong>. —Se acercó a Peach para coger la<br />
enorme bolsa que llevaba—. No tenía que haber venido.<br />
—El trabajo es el trabajo.<br />
—Sí, pero... ¿Café? ¿Es café esto? —Sacó un termo <strong>de</strong> la bolsa.<br />
—No sabía si habría arrancado el generador.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No solo no lo he arrancado sino que no sabía si lo encontraría. Y como la<br />
mecánica no es mi fuerte, tampoco sabía si haría algo con él caso <strong>de</strong> encontrarlo.<br />
¡Es café! Cásese conmigo, tengamos un montón <strong>de</strong> niños.<br />
Ella se echó a reír como una chiquilla, y le dio una palmadita.<br />
—No se acostumbre a hacer propuestas <strong>de</strong> este tipo. Que haya estado casada<br />
tres veces no significa que no piense en una cuarta. Vamos, sírvase café y un bollo<br />
<strong>de</strong> canela.<br />
—Tal vez podríamos vivir juntos en pecado. —Dejó la bolsa en el mostrador<br />
y se sirvió café en una taza. El aroma le golpeó como un agradable puño—. Para<br />
siempre.<br />
—Si sonríe así más a menudo, pue<strong>de</strong> que le tome la palabra. ¡Vaya, mira qué<br />
nos ha traído el taku! —exclamó cuando vio que Peter entraba dando un traspié.<br />
—¡Cómo aprieta! ¡Qué barbaridad ahí fuera! He hablado con Otto. Viene<br />
para acá.<br />
—¿También le ha traído Bing?<br />
—No. Papá y yo hemos venido en trineo.<br />
—En trineo. —Otro mundo, pensó Nate. Pero Peach tenía razón, el trabajo es<br />
el trabajo—. Muy bien. Vamos a poner en marcha el generador, Pete. Peach,<br />
póngase en contacto con los bomberos. Montaremos un equipo para limpiar las<br />
aceras en cuanto haya luz suficiente, así quien necesite salir, podrá circular.<br />
Tendrán prioridad las zonas <strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l ambulatorio y <strong>de</strong> la comisaría.<br />
Cuando llegue Otto, dígale que los Mackie están inconscientes en la mesa <strong>de</strong> billar<br />
<strong>de</strong>l Lodge. Hay que asegurarse <strong>de</strong> que vuelven a casa <strong>de</strong> una pieza.<br />
Se puso la parka mientras repasaba mentalmente la lista <strong>de</strong> cosas que había<br />
que controlar.<br />
—A ver si alguien pue<strong>de</strong> darnos una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cuándo volverá la luz. Todo el<br />
mundo querrá saberlo. Igual que el teléfono. Cuando vuelva haremos un<br />
comunicado, que se transmitirá por radio, con la información <strong>de</strong> que dispongamos<br />
en ese momento. La población tiene que saber que estamos aquí por si necesita<br />
ayuda.<br />
Esa era otra cosa que también le hacía sentirse bien, <strong>de</strong>scubrió Nate.<br />
—¿Pete?<br />
—Detrás <strong>de</strong> usted, jefe.<br />
Anotación en un diario<br />
18 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />
Hoy hemos estado a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a Han en una grieta. Todo ha ocurrido<br />
tan <strong>de</strong>prisa... Estábamos ascendiendo, totalmente mentalizados; nos<br />
encontrábamos a unas horas <strong>de</strong> la cima. Con frío, hambre, nervios, pero animados.<br />
Solo un escalador sabe qué encierra esta combinación. Darth iba en cabeza, la<br />
única forma <strong>de</strong> evitar que pillara otro cabreo; le seguía Han, y yo estaba en el<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
extremo.<br />
Ya me he olvidado <strong>de</strong> ayer. Ahora los días empiezan a <strong>de</strong>sdibujarse; una fría<br />
puerta blanca que da a otra fría puerta blanca.<br />
Me encontraba perdido en el ritmo <strong>de</strong>l martilleo <strong>de</strong> mi propia cabeza, en la<br />
belleza alucinante <strong>de</strong>l ascenso, en la subida. Avanzábamos poco a poco,<br />
resoplando, por una pendiente rocosa, a buen ritmo, hacia el cielo.<br />
Oí el grito <strong>de</strong> Darth: «¡Roca!». Y la roca que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>splazar salió<br />
disparada <strong>de</strong> la larga chimenea y pasó zumbando junto a la cabeza <strong>de</strong> Han. Tuve<br />
un instante para pensar: «No, yo no sigo por ahí para que aparezca un puño<br />
divino y me aplaste; para convertirme en el imbécil al que echan <strong>de</strong> la montaña a<br />
pedradas». Al igual que a Han, no me dio por milímetros, pasó volando en una<br />
fracción <strong>de</strong> segundo, y se estrelló creando una veloz e irregular lluvia <strong>de</strong> piedras.<br />
Echamos pestes contra Darth, aunque en realidad ahora ya nos mal<strong>de</strong>cimos<br />
el uno al otro por todo lo que pasa. Normalmente con buen humor y<br />
compañerismo. Contribuye a aumentar la adrenalina a medida que ascen<strong>de</strong>mos y<br />
el respirar se convierte en un doloroso ejercicio.<br />
Sabía que Han flaqueaba, pero seguimos a<strong>de</strong>lante guiados por la obsesión y<br />
los incesantes insultos <strong>de</strong> Darth.<br />
Tras las gafas pue<strong>de</strong>s ver su mirada enloquecida. Loco y poseído. Yo veo la<br />
montaña como una zorra, y al penetrar en sus entrañas, con el piolet y los <strong>de</strong>dos<br />
helados, me doy cuenta <strong>de</strong> que es una zorra a la que amo. Creo que para Darth es<br />
un <strong>de</strong>monio, un <strong>de</strong>monio al que se ha empeñado en conquistar.<br />
Nos acostamos atándonos con cuerdas que sujetamos a las clavijas, con el<br />
negro mundo abajo y el negro cielo arriba.<br />
Observé las luces, un resplandor <strong>de</strong> ja<strong>de</strong> líquido en aquel espejo negro.<br />
Hoy Darth había tomado <strong>de</strong> nuevo la <strong>de</strong>lantera. Llegar primero parece otra<br />
obsesión, y las discusiones hacen per<strong>de</strong>r tiempo. En todo caso, a mí me<br />
preocupaba Han y quería mantener al más débil <strong>de</strong>l grupo en medio.<br />
Así pues, fue la necesidad <strong>de</strong> Darth <strong>de</strong> situarse <strong>de</strong>lante y mi posición trasera<br />
lo que salvó la vida a uno <strong>de</strong> los tres.<br />
Habíamos recogido la cuerda. Yo ya había dicho que hacía <strong>de</strong>masiado frío<br />
para la cuerda. De nuevo avanzábamos sin problema; ascendíamos aprovechando<br />
el intenso <strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l corto día, incluso las maldiciones <strong>de</strong>saparecían entre los<br />
rugidos <strong>de</strong>l viento.<br />
De pronto vi que Han tropezaba y empezaba a resbalar. Parecía que el suelo<br />
<strong>de</strong>sapareciera bajo sus pies.<br />
Un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido, un ventisquero y cayó dando tumbos hacia mí.<br />
Juro que no sé si lo <strong>de</strong>tuve o si le salieron alas y echó a volar. Pero nuestras manos<br />
se juntaron y yo clavé el piolet en el hielo, rezando para que aguantara, para que la<br />
zorra aquella no nos engullera a los dos hacia el vacío. Permanecí una eternidad<br />
boca abajo, sujetando sus manos mientras él colgaba en el extremo <strong>de</strong> la nada. Los<br />
dos chillamos, yo intenté aferrarme con las puntas <strong>de</strong> los pies pero ambos<br />
resbalamos, nos <strong>de</strong>slizamos. Unos segundos más y habría tenido que elegir entre<br />
soltarlo o <strong>de</strong>saparecer los dos.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Entonces el piolet <strong>de</strong> Darth se hundió en el suelo, a mi lado, a un par <strong>de</strong><br />
centímetros <strong>de</strong> mi hombro, y el movimiento <strong>de</strong> émbolo <strong>de</strong> mi corazón se convirtió<br />
en el <strong>de</strong> un martillo neumático. Utilizó el piolet para agarrarse y estiró el brazo<br />
para sujetar el <strong>de</strong> Han. Mis extenuados músculos notaron que había aflojado el<br />
peso y pu<strong>de</strong> asegurarme un poco apretando la barriga contra la pendiente. Los<br />
dos estábamos en la misma postura tirando <strong>de</strong> Han; notaba cómo hervía la sangre<br />
en mis oídos y el corazón <strong>de</strong>sbocado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pecho.<br />
Nos apartamos <strong>de</strong>l precipicio, tumbados sobre la nieve, temblando bajo<br />
aquel frío y amarillo sol. Temblamos durante horas, o eso nos pareció, a unos<br />
pasos <strong>de</strong> la muerte y la catástrofe.<br />
Éramos incapaces <strong>de</strong> reírnos <strong>de</strong> ello. Ni siquiera más tar<strong>de</strong> ninguno <strong>de</strong><br />
nosotros tenía energías para tomarse a broma aquella breve pesadilla. Estábamos<br />
<strong>de</strong>masiado afectados para seguir y Han tenía el tobillo <strong>de</strong>strozado. Nunca llegaría<br />
a la cima, los tres lo sabíamos.<br />
No teníamos más remedio que cortar a pico una plataforma, acampar y<br />
repartirnos comida <strong>de</strong> las provisiones, que ya empezaban a escasear; Han tomaba<br />
calmantes. Estaba débil, pero no tanto como para que en sus ojos no se viera el<br />
terror mientras el viento golpeaba con su pesado puño las finas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestra<br />
tienda.<br />
Tendríamos que volver.<br />
Tendríamos que volver. Pero en cuanto solté el globo sonda, Darth empezó a<br />
<strong>de</strong>spotricar y a chillar con una voz tan estri<strong>de</strong>nte como la <strong>de</strong> una mujer. Parecía<br />
medio ido, o ido <strong>de</strong>l todo, una mole amenazadora en la oscuridad, con el hielo<br />
pegado a su corta barba y a sus cejas, y una luz amarga en sus ojos. El acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />
Han nos ha robado el día pero Darth no quiere que le robe la cumbre.<br />
Tiene razón, no lo niego. Estamos a una distancia <strong>de</strong> la cima que po<strong>de</strong>mos<br />
cubrir. Pue<strong>de</strong> que Han lo consiga tras una noche <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso.<br />
Ascen<strong>de</strong>remos mañana, y si Han no pue<strong>de</strong>, lo <strong>de</strong>jaremos aquí, haremos lo<br />
que nos habíamos propuesto y lo recogeremos <strong>de</strong> vuelta.<br />
Es una locura, sin ninguna duda, y a pesar <strong>de</strong> los medicamentos, Han parece<br />
<strong>de</strong>strozado, asustado. Pero estoy pillado. Hemos sobreasado el punto sin retorno.<br />
El viento aulla como cien perros rabiosos. Podría volver loco a un hombre.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 8<br />
Durante treinta horas cayó la nieve y rugió el viento. El mundo se había<br />
convertido en una fría bestia blanca que circulaba día y noche arrasando,<br />
mostrando los colmillos, abriendo las garras para mor<strong>de</strong>r e inmovilizar a quien<br />
tuviera la valentía <strong>de</strong> salir a la calle a enfrentarse con ella.<br />
Los generadores zumbaban o rugían y la comunicación quedó reducida a las<br />
radios. Viajar era imposible mientras la bestia asolara la parte <strong>de</strong>l interior y el<br />
su<strong>de</strong>ste <strong>de</strong> Alaska. Los coches y los camiones quedaron sepultados, los aviones en<br />
tierra. Incluso los perros <strong>de</strong> trineo tuvieron que esperar a que la tempestad<br />
remitiera.<br />
La población <strong>de</strong> Lunacy quedó incomunicada, una isla congelada en medio<br />
<strong>de</strong> un mar blanco, sin salida.<br />
Demasiado atareado para enfurruñarse, <strong>de</strong>masiado asombrado para soltar<br />
maldiciones, Nate solucionaba las emergencias: un crío que se había caído <strong>de</strong> una<br />
mesa y tenía que ir al ambulatorio para que le pusieran unos puntos, un hombre<br />
que había sufrido un ataque al corazón al intentar quitar la nieve <strong>de</strong>l camión, un<br />
incendio en una chimenea, una pelea familiar.<br />
Tenía a Mike el borracho, al que llamaba así para distinguirlo <strong>de</strong> Mike el<br />
grandullón, el cocinero, durmiendo la mona en uno <strong>de</strong> los calabozos abiertos, y a<br />
Manny Ozenburger, en uno cerrado, reflexionando sobre si era correcto embestir<br />
con su furgoneta Tundra la moto <strong>de</strong> nieve <strong>de</strong> su vecino.<br />
Dejó algunos equipos controlando la nieve en las calles principales y él se<br />
abrió paso hasta La Tienda <strong>de</strong> la Esquina.<br />
Allí encontró a Harry y a Deb sentados en una mesa frente a las estanterías<br />
<strong>de</strong> las conservas, jugando al gin rummy mientras Cecil permanecía acurrucado en<br />
su cesta.<br />
—Un vendaval <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios —exclamó Harry.<br />
—Hay mil <strong>de</strong>monios sueltos ahí fuera.<br />
Nate se quitó la capucha <strong>de</strong> la parka y se <strong>de</strong>tuvo para acariciar a Cecil. Estaba<br />
casi sin aliento y no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> asombrarse <strong>de</strong> seguir vivo.<br />
—Necesito provisiones. Me instalaré en la comisaría hasta que esto haya<br />
terminado.<br />
A Deb le brillaron los ojos.<br />
—¡Oh! ¿Ocurre algo en el Lodge?<br />
—No. —Nate se quitó los guantes con gesto brusco y empezó a coger lo<br />
necesario para mantener el cuerpo y la mente en su sitio—. Alguien tiene que<br />
ocuparse <strong>de</strong> la radio, y a<strong>de</strong>más tenemos un par <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s.<br />
—He oído que Mike el borracho pilló una buena. ¡Gin!<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Gin? Maldita sea, Harry.<br />
—Pues sí, la pilló buena —asintió Nate mientras <strong>de</strong>jaba pan, carne en lata y<br />
patatas fritas sobre el mostrador—. Se paseaba haciendo eses y cantando canciones<br />
<strong>de</strong> Bob Seger. El equipo quitanieves lo localizó y mientras le estaba llamando la<br />
atención se cayó <strong>de</strong> bruces en la puñetera calle. —Añadió un paquete <strong>de</strong> seis Coca-<br />
Colas a las provisiones—. De no haberlo visto y traído a la comisaría, pue<strong>de</strong> que lo<br />
hubiéramos encontrado en abril, más muerto que Elvis.<br />
—Voy a anotar todo esto, jefe. —Harry sacó el libro y apuntó en él las<br />
compras—. Pues yo no estoy seguro <strong>de</strong> que Elvis esté muerto. ¿Tendrá bastante?<br />
—Habrá que pasar con esto. Volver sería una aventura.<br />
—¿Por qué no se sienta un momento a tomar un café? —dijo Deb,<br />
levantándose—. Déjeme que le prepare un bocadillo.<br />
Nate la miró fijamente. La gente no solía tratar así a los polis.<br />
—Gracias, pero tengo que volver. Si necesitan algo, ya saben, enciendan una<br />
bengala.<br />
Se puso los guantes y la capucha y cogió la bolsa con las provisiones.<br />
Fuera el ambiente no era tan hospitalario. Notaba cómo los dientes y las<br />
garras <strong>de</strong> la tormenta le <strong>de</strong>spedazaban mientras utilizaba la cuerda y el instinto<br />
para arrastrarse hacia la comisaría.<br />
Había <strong>de</strong>jado las luces encendidas para que le sirvieran <strong>de</strong> faro.<br />
Oyó el ruido sordo <strong>de</strong> la quitanieves <strong>de</strong> Bing y pidió a Dios que no estuviera<br />
siguiendo su camino y le atropellara acci<strong>de</strong>ntalmente, o a posta. La bestia, esa era<br />
la imagen que él tenía <strong>de</strong> la tormenta, hacía lo posible por hacer inútiles los<br />
esfuerzos <strong>de</strong> los equipos que trabajaban en la calle, pero a pesar <strong>de</strong> todo se notaba<br />
su tarea.<br />
En lugar <strong>de</strong> nadar entre la nieve, va<strong>de</strong>aba a través <strong>de</strong> ella.<br />
Oyó unos disparos. Tres rápidas <strong>de</strong>tonaciones. Se <strong>de</strong>tuvo, aguzó el oído para<br />
intentar saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> procedían y luego, moviendo la cabeza, siguió a<strong>de</strong>lante.<br />
Realmente esperaba que no hubiera nadie tendido en la nieve con una herida <strong>de</strong><br />
bala; <strong>de</strong> ser así, él no podría hacer nada.<br />
Estaba a unos tres metros <strong>de</strong> la comisaría, concentrado en la nebulosa luz,<br />
pensando en el calor que le esperaba en el interior, cuando apareció la quitanieves.<br />
Su corazón se paró. Incluso oyó cómo se interrumpían los latidos y notó<br />
cómo el borboteo <strong>de</strong> la sangre se <strong>de</strong>tenía. La quitanieves le pareció enorme, una<br />
montaña hecha máquina que se abalanzaba hacia él.<br />
Se <strong>de</strong>tuvo a poco más <strong>de</strong> un palmo <strong>de</strong> la punta <strong>de</strong> sus botas.<br />
Bing se asomó a la ventanilla; con la barba cubierta <strong>de</strong> nieve parecía un Papá<br />
Noel loco.<br />
—¿Dando una vuelta, jefe?<br />
—Sí. Me encanta. ¿Ha oído esos disparos?<br />
—Sí. ¿Y qué?<br />
—Nada. Venga a <strong>de</strong>scansar un rato. Tenemos el local cal<strong>de</strong>ado y provisiones<br />
para preparar bocadillos.<br />
—¿Por qué ha encerrado a Manny? Tim Bower lleva esa maldita moto <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
nieve <strong>de</strong>l año catapún como un adolescente <strong>de</strong>scerebrado. Es un puto peligro<br />
público.<br />
Nate se estaba congelando, así que <strong>de</strong>cidió no entrar en <strong>de</strong>talles sobre la<br />
<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> propiedad privada y conducción temeraria.<br />
—Tim Bower iba montado en la maldita moto <strong>de</strong> nieve <strong>de</strong>l año catapún<br />
cuando Manny se la aplastó.<br />
—Pero saltó enseguida <strong>de</strong> ella, ¿no?<br />
A pesar <strong>de</strong> todo, Nate tuvo que reírse.<br />
—Se tiró <strong>de</strong> cabeza a un montón <strong>de</strong> nieve. Jim el flaco lo vio. Dijo que a él<br />
más bien le había parecido un doble salto mortal.<br />
Bing se limitó a soltar un bufido, a bajar la cabeza y a dar marcha atrás con la<br />
quitanieves.<br />
Ya en el interior, Nate preparó bocadillos; llevó uno al enojado Manny y pasó<br />
a ver a Mike el borracho.<br />
Decidió comer el suyo junto a la radio. Le gustaba oír la voz <strong>de</strong> Meg, sentir<br />
aquella curiosa y excitante conexión. Hacía mucho tiempo que no tenía a nadie<br />
con quien hablar <strong>de</strong> sus vivencias, aunque tampoco le había apetecido hablar con<br />
nadie. La conversación puso un poco <strong>de</strong> sal y pimienta a la sosa comida y algo <strong>de</strong><br />
solaz a su soledad.<br />
—Tim ha <strong>de</strong>strozado esa moto <strong>de</strong> nieve un millón <strong>de</strong> veces —dijo ella en<br />
cuanto Nate le contó la <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l vehículo—. Manny nos ha hecho<br />
un favor a todos. Cambio.<br />
—Tal vez. Creo que podré convencer a Tim <strong>de</strong> que no presente cargos si<br />
Manny le paga. ¿Tienes planes <strong>de</strong> bajar en cuanto todo esto se haya <strong>de</strong>spejado?<br />
Cambio.<br />
—Planificar no es mi fuerte. Cambio.<br />
—Pronto se organizará el cine nocturno. Pensaba que quizá podría probar<br />
tus palomitas. Cambio.<br />
—Es una posibilidad. Me esperan algunos trabajos en cuanto pueda volar.<br />
Pero el cine me gusta. Cambio.<br />
Nate tomó un sorbo <strong>de</strong> Coca-Cola y se la imaginó sentada junto a la radio,<br />
con los perros a sus pies y el resplandor <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella.<br />
—¿Por qué no fijamos una cita? Cambio.<br />
—No fijo citas. Cambio.<br />
—¿Nunca? Cambio.<br />
—Las cosas ocurren cuando ocurren. Puesto que a los dos nos gustó<br />
acostarnos, es probable que las cosas ocurran.<br />
Ya que Meg no dijo «cambio», él dio por supuesto que se lo estaba pensando.<br />
Lo que por otro lado, también estaba haciendo él.<br />
—¿Sabes qué vamos a hacer, Burke? La próxima vez que ocurra, me cuentas<br />
tu larga y triste historia. Cambio.<br />
Nate tenía en la cabeza el rojo tatuaje <strong>de</strong> la espalda <strong>de</strong> Meg.<br />
—¿Qué te hace pensar que la tengo? Cambio.<br />
—¡Eres el hombre más triste que he visto en mi vida, cariño! Tú me cuentas<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
la historia y veremos qué pasa. Cambio.<br />
—Si... ¡Maldita sea!<br />
—¿Qué es ese ruido? Cambio.<br />
—Al parecer, Mike el borracho se ha <strong>de</strong>spertado y está vomitando en el<br />
calabozo. Y a Manny, lógicamente, le parece inaceptable —añadió mientras el<br />
sonido <strong>de</strong> las arcadas y la indignación <strong>de</strong>l otro iba en aumento—. Tengo que<br />
<strong>de</strong>jarte. Cambio.<br />
—Chico, la vida <strong>de</strong> un poli está llena <strong>de</strong> peligros. Cambio y corto.<br />
Teniendo en cuenta las circunstancias, Nate optó por soltar a los <strong>de</strong>tenidos y<br />
<strong>de</strong>jar que intentaran que la quitanieves les llevara a casa. Luego, enfrentándose a<br />
los elementos, salió a poner gasolina en el generador.<br />
Después <strong>de</strong> reflexionar un poco, sacó uno <strong>de</strong> los catres <strong>de</strong>l calabozo y lo<br />
colocó junto a la radio. Luego se acercó a los cajones <strong>de</strong> Peach, don<strong>de</strong> encontró una<br />
<strong>de</strong> sus novelas románticas.<br />
Se instaló cómodamente con el libro en las manos, no sin antes poner en<br />
marcha el <strong>de</strong>spertador mental para <strong>de</strong>volver el ejemplar a su sitio sin que se<br />
enterara nadie, con una botella <strong>de</strong> Coca-Cola junto al catre y con la tormenta como<br />
música <strong>de</strong> fondo.<br />
El libro resultó ser más ameno <strong>de</strong> lo que esperaba y le llevó a las ver<strong>de</strong>s y<br />
exuberantes campiñas irlan<strong>de</strong>sas y a sus castillos y torres. Le ofreció una generosa<br />
dosis <strong>de</strong> magia y fantasía que le hizo seguir con bastante interés las aventuras <strong>de</strong><br />
Moira, la hechicera, y <strong>de</strong>l príncipe Liam.<br />
La primera escena <strong>de</strong> amor hizo que interrumpiera la lectura y pensara en la<br />
maternal Peach leyendo historias subidas <strong>de</strong> tono mientras respondía al teléfono y<br />
repartía los bollos. De todas formas, la trama lo mantuvo absorto.<br />
Se durmió con el libro abierto sobre el pecho y las luces encendidas.<br />
La hechicera tenía el rostro <strong>de</strong> Meg. Su pelo, negro como la noche, danzaba al<br />
viento como si tuviera alas. La veía en una blanca colina bajo un sol radiante que<br />
proyectaba sus rayos sobre el fino vestido rojo que llevaba.<br />
Levantó los brazos e hizo que el vestido se <strong>de</strong>slizara hasta el suelo. Se acercó<br />
a él, <strong>de</strong>snuda. Cuando abrió los brazos para acogerle, Nate vio aquellos ojos azules<br />
como el hielo. Notó los labios, tórridos, hambrientos, contra los suyos. De pronto<br />
se encontró <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ella, ro<strong>de</strong>ado por ella. Cuando se incorporó, el furioso<br />
viento agitó su cabellera. Cuando <strong>de</strong>scendió, el calor que irradiaba le quemó.<br />
—¿Por qué estás triste?<br />
De repente, en medio <strong>de</strong>l placer sintió un dolor, un dolor súbito, agudo.<br />
Intentó acallarlo y su cuerpo se puso tenso. Notó las abrasadoras balas contra la<br />
carne.<br />
Pero ella sonreía, solo sonreía.<br />
—Estás vivo, ¿verdad? —Levantó una mano manchada con su sangre—. Si<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
sangras, estás vivo.<br />
—Me han dado. Maldita sea, me han disparado.<br />
—Y estás vivo —dijo ella mientras la sangre goteaba <strong>de</strong> su mano hacia su<br />
rostro.<br />
Él se encontraba en el callejón que olía a sangre y a pólvora. Y también a<br />
basura y a muerte. Una atmósfera húmeda a causa <strong>de</strong> la lluvia. Frío, frío aunque<br />
estuvieran en abril. Frío, humedad y oscuridad. Todo era vago, los gritos, los<br />
disparos, el dolor cuando la bala penetró en su pierna.<br />
Él se había quedado rezagado y Jack entró antes.<br />
No tenían que haber estado allí. ¿Qué <strong>de</strong>monios hacían?<br />
Más disparos, <strong>de</strong>stellos en la oscuridad. Ruidos sordos. ¿Era acero contra la<br />
carne? Aquel dolor, contun<strong>de</strong>nte, espantoso, en el costado, que le <strong>de</strong>rribó <strong>de</strong><br />
nuevo. Tuvo que arrastrarse por el húmedo cemento hasta don<strong>de</strong> yacía<br />
moribundo su compañero, su amigo.<br />
Pero en esta ocasión, Jack volvió la cabeza, con los ojos rojos como la sangre<br />
que manaba <strong>de</strong> su pecho.<br />
—Tú me has matado. Tú, estúpido hijo <strong>de</strong> puta. Si alguien <strong>de</strong>bía morir eras<br />
tú. Veremos si eres capaz <strong>de</strong> vivir con esto.<br />
Se <strong>de</strong>spertó empapado <strong>de</strong> sudor frío, la voz <strong>de</strong> su compañero en el sueño<br />
seguía retumbando en su cabeza. Hizo un esfuerzo por incorporarse y se cubrió la<br />
cabeza con las manos.<br />
Pensó que hasta entonces lo había llevado pésimamente.<br />
Se levantó y arrastró <strong>de</strong> nuevo el catre hasta el calabozo. Pensó en las<br />
pastillas que guardaba en el cajón <strong>de</strong> su escritorio pero pasó <strong>de</strong> largo y salió a<br />
poner lo que quedaba <strong>de</strong> gasolina en el generador. Solo cuando volvió al interior<br />
se dio cuenta <strong>de</strong> que ya no nevaba.<br />
Ni una brizna <strong>de</strong> viento; la quietud era absoluta. Vislumbró un indicio <strong>de</strong> luz<br />
<strong>de</strong> luna que salpicaba los montículos <strong>de</strong> nieve y les daba un leve tono azulado. Su<br />
respiración salió en forma <strong>de</strong> vapor mientras permanecía como un insecto<br />
atrapado en un cristal.<br />
La tormenta había remitido y él seguía vivo.<br />
«Veremos si eres capaz <strong>de</strong> vivir con esto.» Pues sí. Seguiría intentando vivir<br />
con ello.<br />
Ya <strong>de</strong>ntro, preparó café y puso la radio. Una voz somnolienta, que se<br />
i<strong>de</strong>ntificó como Mitch Dauber, la voz <strong>de</strong> Lunacy, empezó a dar las noticias locales,<br />
los anuncios y el tiempo.<br />
La gente empezaba a salir, osos que abandonaban sus cuevas a rastras.<br />
Amontonaban la nieve y la apartaban. Se juntaban para hablar, comían, andaban y<br />
dormían.<br />
Vivían.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
THE LUNATIC<br />
Sección policial<br />
Miércoles, 12 <strong>de</strong> enero<br />
9.12. Se informa <strong>de</strong> un incendio en la chimenea <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Bert Myers.<br />
Acu<strong>de</strong>n el bombero voluntario Manny Ozenburger y el jefe Ignatious Burke. Ha<br />
sido provocado por una acumulación <strong>de</strong> creosota. Myers presenta quemaduras<br />
<strong>de</strong> poca importancia en la mano causadas al intentar apartar <strong>de</strong>l hogar unos<br />
troncos encendidos. Ozenburger califica su actuación <strong>de</strong> «una gilipollez».<br />
12.15. Jay Finkle, <strong>de</strong> cinco años, se hace daño al caer <strong>de</strong>l triciclo en su<br />
habitación, en casa. El jefe Burke ayuda a Paul Finkle, padre <strong>de</strong> Jay, a trasladar al<br />
niño herido al ambulatorio <strong>de</strong> Lunacy. Al niño le dan cuatro puntos <strong>de</strong> sutura y<br />
una piruleta con sabor a uva. El bólido queda intacto y Jay promete conducir con<br />
más pru<strong>de</strong>ncia en el futuro.<br />
14.00. Timothy Bower presenta una queja contra Manny Ozenburger.<br />
Algunos testigos confirman que Ozenburger empotró su vehículo en la moto <strong>de</strong><br />
nieve <strong>de</strong> Bower mientras este la conducía. Sin embargo, una encuesta extraoficial<br />
revela que el 52 por ciento <strong>de</strong> los vecinos cree que Bower se lo tenía merecido.<br />
Ozenburger queda <strong>de</strong>tenido. Se presentan cargos. Miembros <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong><br />
bomberos voluntarios están organizando un bufet libre por la libertad <strong>de</strong> Manny.<br />
14.55. Kate D. Igleberry informa sobre una agresión perpetrada por su<br />
pareja, David Bunch, en su domicilio <strong>de</strong> Rancor Road. Al mismo tiempo, Bunch<br />
<strong>de</strong>clara haber sido atacado por Igleberry. Acu<strong>de</strong>n al lugar <strong>de</strong> los hechos el jefe<br />
Burke y su ayudante Otto Gruber. Los dos <strong>de</strong>mandantes presentan magulladuras<br />
en la cara y el cuerpo, y en el caso <strong>de</strong> Bunch, la marca <strong>de</strong> un mordisco en la nalga<br />
izquierda. No se presentan cargos.<br />
15.40. Se multa a James y William Mackie por conducción temeraria y exceso<br />
<strong>de</strong> velocidad en motos <strong>de</strong> nieve. William Mackie sostiene que «Una moto <strong>de</strong><br />
nieve no es un maldito coche». Consi<strong>de</strong>ra que en tanto que vehículos <strong>de</strong> recreo<br />
<strong>de</strong>berían estar exentos <strong>de</strong> límites <strong>de</strong> velocidad; tiene intención <strong>de</strong> plantear la<br />
cuestión en el próximo pleno municipal.<br />
17.25. Los equipos quitanieves encuentran a un hombre que circula<br />
<strong>de</strong>sorientado por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino hacia Rancor Woods. Se le oía cantar «A<br />
Nation Once Again». I<strong>de</strong>ntificado posteriormente como Michael Sullivan, se le<br />
traslada a la comisaría <strong>de</strong> Lunacy y queda bajo custodia <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> policía<br />
Ignatious Burke.<br />
Solo en la comisaría, Nate revisó el resto <strong>de</strong> la sección. La lista seguía con<br />
informes <strong>de</strong> borracheras y alborotos, la pérdida y la recuperación <strong>de</strong> un perro, la<br />
llamada <strong>de</strong> un habitante <strong>de</strong>l extrarradio que sufría un caso grave <strong>de</strong> exceso <strong>de</strong><br />
reclusión y afirmaba haber visto a unos lobos jugando al póquer en su porche.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
En todas las noticias figuraban nombres y apellidos, por muy violento que<br />
pudiera resultar para sus protagonistas. Nate se preguntaba qué hubiera ocurrido<br />
si el Baltimore Sun, por ejemplo, hubiera publicado con tanto <strong>de</strong>talle y sin piedad la<br />
lista <strong>de</strong> llamadas, nombres y actuaciones llevadas a cabo por las fuerzas policiales<br />
<strong>de</strong> Baltimore.<br />
Tenía que admitir que era muy entretenido.<br />
Pensó que Max y Carrie <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> cerrar la edición y llevaron la revista a la<br />
imprenta en cuanto finalizó la tormenta. Incluía a<strong>de</strong>más unas magníficas fotos <strong>de</strong><br />
la nevada y sus repercusiones. La narración que las acompañaba, firmada por<br />
Max, tenía cierta poesía. La entrevista que le hizo a él no le afectó tanto como creía.<br />
En realidad, la guardaría junto con los dos primeros ejemplares <strong>de</strong> The Lunatic. Se<br />
la enseñaría a Meg cuando la viera <strong>de</strong> nuevo.<br />
Una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la nevada, las calles estaban otra vez <strong>de</strong>spejadas.<br />
Pasar por casa <strong>de</strong> Meg a llevarle el semanario no podía consi<strong>de</strong>rarse una cita.<br />
Llamarla para asegurarse <strong>de</strong> que estaba en casa y no por ahí con el avión<br />
tampoco podía consi<strong>de</strong>rarse hacer planes.<br />
Era ser práctico.<br />
Mientras esperaba que llegara el personal, Nate guardó la revista en un cajón<br />
<strong>de</strong> su escritorio y se fue a cargar la estufa.<br />
Apareció Hopp en la puerta.<br />
—Tenemos problemas —dijo.<br />
—¿Mayores que un metro veinte <strong>de</strong> nieve?<br />
Hopp se quitó la capucha. Estaba blanca como el papel.<br />
—Han <strong>de</strong>saparecido tres chicos.<br />
—Déme más <strong>de</strong>talles. —Retrocedió un poco—. ¿Quiénes, cuándo y dón<strong>de</strong> se<br />
les vio por última vez?<br />
—Steven Wise, el hijo <strong>de</strong> Joe y Lara, su primo, Scott, <strong>de</strong> Talkeetna, y uno <strong>de</strong><br />
sus amigos <strong>de</strong> la facultad. Joe y Lara creían que Steven y Scott habían ido a pasar<br />
las vacaciones <strong>de</strong> invierno a Prince William. Lo mismo que creían los padres <strong>de</strong><br />
Scott. Lara y la madre <strong>de</strong> Scott se encontraron anoche en la radio, en un programa<br />
al que suelen acudir para pasar el tiempo y ponerse al día, y <strong>de</strong>scubrieron que<br />
algunas <strong>de</strong> las cosas que habían dicho los muchachos no cuadraban. Empezaron a<br />
preocuparse tanto que Lara intentó llamar a Steven a la resi<strong>de</strong>ncia. Descubrieron<br />
que el muchacho no ha vuelto y tampoco Scott.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> estudian?<br />
—En Anchorage. —Pasó una mano por su rostro.<br />
—Entonces tienen que notificarlo a la policía <strong>de</strong> Anchorage.<br />
—No. No. Lara habló con la novia <strong>de</strong> Steven. Los muy insensatos<br />
emprendieron la escalada <strong>de</strong> la cara meridional <strong>de</strong>l Sin Nombre.<br />
—¿Qué es el Sin Nombre?<br />
—¡Una jodida montaña, Ignatious! —El miedo empezaba a apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> su<br />
mirada—. Un puñetero monte, altísimo. Llevan seis días ahí. Lara está<br />
<strong>de</strong>squiciada.<br />
Nate se acercó a su escritorio y sacó el mapa.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Muéstreme la montaña.<br />
—Ahí. —Señaló con un <strong>de</strong>do—. Es el preferido <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> aquí, y muchos<br />
forasteros lo escalan como distracción o entrenamiento antes <strong>de</strong> abordar el Denali.<br />
Pero intentar subirlo en enero es una enorme estupi<strong>de</strong>z, y más si se trata <strong>de</strong> tres<br />
muchachos sin experiencia. Hay que llamar a los servicios <strong>de</strong> rescate. Enviar<br />
aviones en cuanto amanezca.<br />
—Disponemos <strong>de</strong> tres horas. Me pondré en contacto con el servicio <strong>de</strong><br />
rescate. Coja un walkie-talkie, llame a Otto, Peter y Peach, que se presenten<br />
enseguida. Quiero también los nombres <strong>de</strong> los pilotos <strong>de</strong> la zona, aparte <strong>de</strong> Meg.<br />
Repasó los teléfonos que tenía Peach en una pulcra lista.<br />
—¿Qué posibilida<strong>de</strong>s tenemos <strong>de</strong> que sigan vivos?<br />
Con uno <strong>de</strong> los walkie-talkie en la mano, Hopp se sentó con gesto cansado.<br />
—Haría falta un milagro.<br />
Cinco minutos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recibir la llamada, Meg se había vestido y tenía el<br />
equipo dispuesto. Había estado a punto <strong>de</strong> no hacer caso <strong>de</strong> la llamada por radio<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy, pero pensó que tal vez había noticias <strong>de</strong><br />
escaladores que se habían perdido.<br />
—Al habla KUNA. Cambio.<br />
—Voy contigo. Recógeme <strong>de</strong> camino junto al río. Cambio.<br />
La irritación se iba apo<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> ella mientras acababa <strong>de</strong> llenar el<br />
botiquín.<br />
—No necesito copiloto, Burke. Ni puedo per<strong>de</strong>r tiempo mostrándote el<br />
paisaje. Te informaré cuando los encuentre. Cambio.<br />
—Voy contigo. Los muchachos necesitan otro par <strong>de</strong> ojos y yo tengo buena<br />
vista. Te estaré esperando. Cambio y corto.<br />
—Maldita sea. No soporto a los héroes.<br />
Cogió la bolsa y, con los perros junto a sus pies, salió <strong>de</strong> la casa. Recogió el<br />
resto <strong>de</strong>l equipaje y con la ayuda <strong>de</strong> la linterna avanzó con las raquetas hacia el<br />
lago.<br />
Había utilizado dos veces la avioneta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que habían informado <strong>de</strong>l final<br />
<strong>de</strong> la tormenta y daba gracias a Dios <strong>de</strong> no tener que invertir una hora en<br />
<strong>de</strong>senterrar el aparato. No pensaba en los chicos, vivos o muertos, que estaban en<br />
la montaña. Se limitaba a hacer las cosas <strong>de</strong> una en una.<br />
Quitó las fundas <strong>de</strong> las alas y las guardó. Costaba un tiempo pero no tanto<br />
como quitar la escarcha si las hubiera <strong>de</strong>jado al <strong>de</strong>scubierto. Después <strong>de</strong> escurrir<br />
los filtros <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> las alas, miró el nivel <strong>de</strong> combustible a ojo<br />
y llenó el <strong>de</strong>pósito.<br />
Luego dio la vuelta para revisar los alerones, la cola y cada una <strong>de</strong> las partes<br />
<strong>de</strong>l avión que se movían, para cerciorarse <strong>de</strong> que todo estaba en buen estado.<br />
Sabía que se perdían vidas a causa <strong>de</strong> un tornillo flojo.<br />
Siguió con el control <strong>de</strong> seguridad, hizo girar la hélice unas cuantas veces<br />
para quitarle el aceite que pudiera haber acumulado.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Se metió en el aparato, cargó el equipaje y lo sujetó.<br />
Accionó el estárter y puso en marcha el motor. La hélice empezó a girar,<br />
primero lentamente; luego el motor se encendió soltando el humo <strong>de</strong>l escape.<br />
Mientras se calentaba, ella controlaba los indicadores.<br />
Todo estaba bajo su control, el máximo control que ella consi<strong>de</strong>raba que<br />
podía ejercerse.<br />
Todavía no había amanecido cuando soltó los frenos.<br />
Fijó los spoilers, el mecanismo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spegue y accionó los controles para<br />
asegurarse <strong>de</strong> que los alerones respondían si movía el timón <strong>de</strong> profundidad.<br />
Tranquila, se incorporó en el asiento.<br />
Con los <strong>de</strong>dos dio un beso a la foto imantada <strong>de</strong> Buddy Holly que tenía en el<br />
tablero <strong>de</strong> mandos, y aceleró.<br />
Aún no había <strong>de</strong>cidido si iría a Lunacy. Mientras daba la vuelta al lago,<br />
acelerando para el <strong>de</strong>spegue, <strong>de</strong>jó la <strong>de</strong>cisión en suspenso.<br />
Tal vez iría, tal vez no.<br />
Inició el ascenso cuando <strong>de</strong>spuntaba el día por el este. Luego, encogiéndose<br />
<strong>de</strong> hombros, se dirigió hacia Lunacy.<br />
Nate estaba don<strong>de</strong> había dicho. Al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l hielo con una montaña <strong>de</strong> nieve<br />
a su espalda. Llevaba una bolsa colgada <strong>de</strong>l hombro. Meg esperaba que alguien le<br />
hubiera dicho al cheechako que había que llevar como equipo <strong>de</strong> emergencia. Vio<br />
que le acompañaba Hopp y el alma le cayó a los pies al reconocer a los otros dos:<br />
Joe y Lara.<br />
Esto la obligó a pensar en lo que podía encontrar. En los cadáveres que había<br />
transportado otras veces. En los que quizá recogería ese día.<br />
Se posó sobre la franja <strong>de</strong> hielo y esperó con los motores en marcha que Nate<br />
la cruzara.<br />
El impulso <strong>de</strong> la hélice agitó su chaqueta y su pelo. Un instante <strong>de</strong>spués<br />
subía al aparato, <strong>de</strong>jaba el equipaje y se abrochaba el cinturón.<br />
—Espero que sepas dón<strong>de</strong> te has metido —dijo ella.<br />
—No tengo ni i<strong>de</strong>a.<br />
—Pue<strong>de</strong> que sea mejor.<br />
Besó <strong>de</strong> nuevo sus <strong>de</strong>dos antes <strong>de</strong> rozar la foto <strong>de</strong> Buddy. Sin mirar hacia los<br />
aterrorizados rostros que tenía a la <strong>de</strong>recha, procedió al <strong>de</strong>spegue.<br />
Con el micrófono manual contactó con la estación <strong>de</strong> control <strong>de</strong> Talkeetna y<br />
les transmitió sus datos. Poco <strong>de</strong>spués sobrevolaban los árboles y viraban hacia el<br />
este-nor<strong>de</strong>ste, en dirección al pálido sol naciente.<br />
—Te llevo como ojos y como lastre, Burke. Si Jacob no estuviera en Nome<br />
visitando a su hijo, no habría aceptado que vinieras.<br />
—Comprendo. ¿Quién es Jacob?<br />
—Jacob Itu. El mejor piloto que he conocido. Él me enseñó.<br />
—¿El hombre con el que compartías las palomitas en el pleno?<br />
—El mismo. —Tropezaron con una bolsa <strong>de</strong> aire y Meg vio que Nate cerraba<br />
el puño a cada sacudida—. Si te mareas me <strong>de</strong>cepcionarás mucho.<br />
—No. Es que no me gusta volar.<br />
- 101 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Y eso?<br />
—La gravedad.<br />
Ella sonrió mientras seguían pegando botes.<br />
—Si te preocupan las turbulencias, lo pasarás fatal. Estás a tiempo <strong>de</strong> volver.<br />
—Eso díselo a los tres chicos que buscamos.<br />
La sonrisa <strong>de</strong>sapareció. Meg fijó la vista en las montañas, en el temible<br />
espectáculo, mientras el paisaje <strong>de</strong>l fondo se volvía borroso con la velocidad y las<br />
nubes bajas.<br />
—¿Por eso te hiciste poli? ¿Tu misión es salvar a la gente?<br />
—No. —No dijo nada cuando atravesaron otra turbulencia—. ¿Qué pinta<br />
una foto <strong>de</strong> Buddy Holly en la cabina <strong>de</strong> un piloto?<br />
—Te recuerda que las putadas existen.<br />
Cuando el sol empezó a ascen<strong>de</strong>r, Meg cogió las gafas ahumadas que llevaba<br />
en el bolsillo y se las puso. Abajo vio el zigzagueante camino <strong>de</strong> un trineo,<br />
espirales <strong>de</strong> humo en una chimenea, un pequeño bosque, un montículo. Se guiaba<br />
tanto por las referencias <strong>de</strong>l paisaje como por los indicadores.<br />
—Encontrarás unos prismáticos en el compartimiento <strong>de</strong> ahí —le dijo. Luego<br />
ajustó la intensidad <strong>de</strong> la hélice, <strong>de</strong>saceleró un poco.<br />
—He traído los míos. —Nate se <strong>de</strong>sabrochó la cremallera <strong>de</strong> la parka, los<br />
sacó y se los colgó al cuello—. Dime hacia dón<strong>de</strong> tengo que mirar.<br />
—Si intentaban escalar la cara sur, <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> lanzarlos hacia el glaciar <strong>de</strong>l<br />
Sol.<br />
—¿Lanzado? ¿Quién lo habría hecho?<br />
—Ahí está el misterio. —Apretó las mandíbulas—. Cualquier patán que solo<br />
pensara en el dinero. Mucha gente tiene avioneta, muchos las utilizan para<br />
<strong>de</strong>splazarse. Pero eso no los convierte en pilotos. Fuera quien fuese, no informó<br />
sobre ellos cuando llegó la tempestad y apostaría cualquier cosa a que no fue a<br />
recogerles.<br />
—Maldito loco.<br />
—Una cosa es estar loco y otra ser estúpido. Y esto es cuestión <strong>de</strong> estupi<strong>de</strong>z.<br />
El viento arreciará cuando ataquemos la montaña.<br />
—No pongas la palabra atacar y montaña en la misma frase.<br />
Nate miró hacia abajo: un grupo <strong>de</strong> árboles, una extensión <strong>de</strong> nieve, una<br />
plancha <strong>de</strong> hielo que era un lago, seis o siete cabañas que aparecían y <strong>de</strong>saparecían<br />
entre las nubes. Lo lógico habría sido ver un paisaje yermo, agreste, y en cambio<br />
era algo sensacional. El cielo estaba adoptando un azul profundo y las montañas,<br />
recortadas contra él, añadían una cruel elegancia.<br />
Pensó en los tres muchachos atrapados en aquella crueldad durante seis días.<br />
Meg efectuó un brusco viraje a la <strong>de</strong>recha y él tuvo que echar mano <strong>de</strong> sus<br />
agallas para po<strong>de</strong>r mantener los ojos abiertos. Las montañas, azules y blancas,<br />
monstruosas, llenaban toda la panorámica. El avión bajó en picado por una brecha<br />
y todo lo que pudo ver Nate a uno y otro lado fue roca, hielo y muerte.<br />
Por encima <strong>de</strong>l gemido <strong>de</strong> los motores, oyó algo parecido a un trueno.<br />
Seguidamente vio que empezaba a caer nieve <strong>de</strong>l monte.<br />
- 102 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Pero qué...?<br />
—Una avalancha. —Meg hablaba con voz tranquila a pesar <strong>de</strong> que el avión<br />
empezaba a temblar—. Tendrás que agarrarte fuerte.<br />
Salía a chorros, blanco sobre blanco, como un volcán que entrara en erupción<br />
con el estruendo <strong>de</strong> mil trenes fuera <strong>de</strong> control mientras el avión seguía como una<br />
pelota <strong>de</strong> ping-pong hacia la <strong>de</strong>recha, hacia la izquierda, arriba y abajo.<br />
Nate creyó oír que Meg soltaba palabrotas y le pareció que alguien lanzaba<br />
fuego antiaéreo. La montaña arrojaba trozos <strong>de</strong> hielo contra el parabrisas. Lo que<br />
se estaba apo<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> él no era el miedo sino un temor reverencial.<br />
Cuando el hielo y las piedras chocaban contra el aparato se oía un repiqueteo<br />
metálico. El viento arrastraba la avioneta, tiraba <strong>de</strong> ella, la empujaba hasta el<br />
punto <strong>de</strong> que parecía inevitable estrellarse contra el precipicio o que la metralla la<br />
partiera en mil pedazos. Luego se <strong>de</strong>splazaron entre pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hielo, por encima<br />
<strong>de</strong> un estrecho y congelado valle en dirección hacia el azul.<br />
—¡Soy cojonuda! —Soltó un chillido y, echando la cabeza hacia atrás, se echó<br />
a reír—. ¡Vaya paseo!<br />
—Impresionante —admitió Nate revolviéndose en su asiento, intentando<br />
captar el resto <strong>de</strong>l espectáculo—. Nunca había visto nada igual.<br />
—Las montañas son temperamentales. Nunca sabes cuándo te la van a pegar.<br />
—Se volvió lentamente hacia él—. Veo que mantienes la sangre fría bajo el fuego,<br />
jefe.<br />
—Mira quien habla. —Se instaló con más comodidad mientras se preguntaba<br />
si los <strong>de</strong>sbocados latidos <strong>de</strong>l corazón le habrían roto alguna costilla—. ¿Y... vienes<br />
a menudo por aquí?<br />
—Siempre que tengo ocasión. Pue<strong>de</strong>s empezar a usar los prismáticos.<br />
Tenemos una gran extensión que cubrir y no somos los únicos. Fija tus ojos <strong>de</strong><br />
lince. —Ajustó sus auriculares—. Voy a establecer comunicación con los <strong>de</strong><br />
control.<br />
—¿Hacia dón<strong>de</strong> los fijo?<br />
—Ahí. —Levantó la barbilla—. A la una <strong>de</strong>l mediodía.<br />
En comparación con el Denali, casi parecía accesible, y su belleza, corriente al<br />
lado <strong>de</strong> la magnificencia <strong>de</strong> la Montaña. Había cumbres menos pronunciadas entre<br />
el Sin Nombre y el Denali, y se veían más voluminosas, ondulantes, <strong>de</strong>stacadas,<br />
formando un muro recortado, en múltiples capas, contra el cielo.<br />
—¿Qué altura tiene?<br />
—Más <strong>de</strong> tres mil. Un ascenso consi<strong>de</strong>rable, un buen reto para abril o mayo,<br />
y más peliagudo aunque no imposible en invierno. Y si hablamos <strong>de</strong> unos<br />
adolescentes inexpertos podría ser un suicidio. Si localizamos a quien transportó<br />
aquí a tres menores y los abandonó en pleno mes <strong>de</strong> enero, lo pagará caro.<br />
Nate reconocía aquel tono: categórico, impasible.<br />
—Crees que están muertos.<br />
—Claro.<br />
—Y a pesar <strong>de</strong> todo estás aquí.<br />
—No es la primera vez que voy en busca <strong>de</strong> cadáveres... ni que los encuentro.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Meg pensó en las provisiones y el equipo que llevaba en el avión. Alimentos,<br />
material médico, mantas térmicas, y rezó para que tuvieran alguna utilidad.<br />
—Hay que buscar restos. Tiendas, equipo... cuerpos. Hay muchas grietas.<br />
Pasaré tan cerca como pueda.<br />
Nate <strong>de</strong>seaba ardientemente que estuvieran vivos. Había tenido suficiente<br />
contacto con la muerte, con las pérdidas. No venía a buscar cadáveres sino a unos<br />
muchachos. Asustados, perdidos, tal vez heridos, pero muchachos a los que<br />
<strong>de</strong>volver a sus padres, muertos <strong>de</strong> miedo.<br />
Escrutó con sus prismáticos. Veía las impresionantes pendientes, los<br />
angostos salientes, las escarpadas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hielo. Estaba claro qué movía a las<br />
personas a poner en peligro su cuerpo, incluso la vida, a soportar unas<br />
condiciones espantosas, a pasar hambre y a sufrir con el único objetivo <strong>de</strong> avanzar<br />
hasta la cima. La gente hacía muchas locuras para pasar el tiempo.<br />
Notó el embate <strong>de</strong>l viento, lo peligrosamente cerca que estaba el pequeño<br />
aparato <strong>de</strong> las implacables pare<strong>de</strong>s, y se le pusieron los pelos <strong>de</strong> punta.<br />
Observó hasta que le escocieron los ojos, luego apartó los prismáticos para<br />
po<strong>de</strong>r parpa<strong>de</strong>ar.<br />
—De momento nada.<br />
—Es una montaña muy gran<strong>de</strong>.<br />
Ella daba vueltas, él miraba, y al mismo tiempo seguían mandando las<br />
coor<strong>de</strong>nadas al control.<br />
Nate localizó otra avioneta, un pequeño pájaro amarillo que bajaba en picado<br />
hacia el oeste, y también la maciza mole <strong>de</strong> un helicóptero. La montaña lo<br />
empequeñecía todo. Sin embargo, a Nate le parecían objetos gran<strong>de</strong>s,<br />
acostumbrado como estaba a centrarse en sus <strong>de</strong>talles. Había repasado los<br />
elementos que formaban la montaña: placas <strong>de</strong> ondulado hielo, campos <strong>de</strong> nieve,<br />
salientes <strong>de</strong> roca negra en las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los precipicios que recorrían <strong>de</strong>licados<br />
ríos con más hielo, como el brillante glaseado <strong>de</strong> un pastel.<br />
Vio unas sombras e imaginó que el sol jamás las habría alcanzado y localizó<br />
pendientes que no conducían a ningún lugar. Des<strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas un rayo <strong>de</strong> luz<br />
salía <strong>de</strong>spedido hacia ellos, como un cristal que refleja el sol.<br />
—Ahí abajo hay algo —exclamó—. Metal o cristal. Reflectante. En esa grieta.<br />
—Daré vueltas por encima.<br />
Nate bajó los prismáticos para frotarse los ojos y pensó que ojalá hubiera<br />
llevado las gafas <strong>de</strong> sol. El resplandor era cegador.<br />
El aparato ascendió, giró y, al hacerlo, Nate captó un punto <strong>de</strong> color en la<br />
nieve.<br />
—Un momento. Allí. ¿Qué es aquello? ¡Hacia las cuatro! Allí, Meg, a las<br />
cuatro.<br />
—¡El muy cabrón! ¡Hay uno vivo!<br />
Veía el azul intenso, el movimiento, la forma vagamente humana que agitaba<br />
frenéticamente los brazos haciendo señales. Meg <strong>de</strong>scendió, a la <strong>de</strong>recha, a la<br />
izquierda, a la <strong>de</strong>recha y a la izquierda y luego retrocedía veloz.<br />
—Aquí Castor Alfa-Tango. Tenemos a uno —dijo por el transmisor—. Vivo,<br />
- 104 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
justo encima <strong>de</strong>l glaciar <strong>de</strong>l Sol. Voy por él.<br />
—¿Vas a aterrizar? —le preguntó Burke cuando repetía la llamada y<br />
transmitía las coor<strong>de</strong>nadas—. ¿Ahí?<br />
—Digamos que vas a salir tú —respondió ella—. Voy a <strong>de</strong>jarte, no puedo<br />
parar el aparato, los vientos laterales son muy peligrosos, no hay espacio ni<br />
tiempo para amarrar el avión.<br />
Él miró hacia abajo, vio que la silueta tropezaba, caía, iba dando tumbos,<br />
<strong>de</strong>slizándose hasta quedar inmóvil, casi invisible sobre el on<strong>de</strong>ante blanco.<br />
—Mejor me lo explicas <strong>de</strong>prisa.<br />
—Bajo, sales, andas por la nieve, lo coges y lo traes. Luego nos vamos todos a<br />
casa y nos tomamos una cerveza gigante.<br />
—Muy escueta.<br />
—No hay tiempo para mucho más. Hazle caminar. Si no pue<strong>de</strong>, arrástralo.<br />
Coge unas gafas. Te harán falta. No hay que hacer muchas filigranas. Se trata <strong>de</strong><br />
cruzar una laguna y escalar unas rocas.<br />
—Y hacerlo a unos miles <strong>de</strong> metros por encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l mar. Pan<br />
comido.<br />
Meg mostró los dientes en una risita mientras libraba otra batalla para<br />
mantener la estabilidad <strong>de</strong>l aparato.<br />
—¡Así me gusta!<br />
El viento arañaba el avión y ella lo combatía levantando el morro, nivelando<br />
las alas. Giró hacia el objetivo, redujo la velocidad, <strong>de</strong>saceleró.<br />
Nate <strong>de</strong>cidió no contener el aliento, porque en unos instantes tal vez le<br />
costaría inspirar y espirar. El aparato se <strong>de</strong>slizó por encima <strong>de</strong>l glaciar, entre el<br />
vacío y la pared.<br />
—¡Fuera! —le or<strong>de</strong>nó ella, a pesar <strong>de</strong> que aún no se había <strong>de</strong>sabrochado el<br />
cinturón—. Probablemente estemos a cuarenta bajo cero ahí abajo, o sea que ve<br />
rápido. A menos que me vea obligada a <strong>de</strong>spegar otra vez, nada <strong>de</strong> asistencia<br />
médica hasta que tengamos al muchacho aquí <strong>de</strong>ntro. Se trata <strong>de</strong> cogerlo, traerlo a<br />
rastras y meterlo aquí.<br />
—De acuerdo.<br />
—Otra cosa —gritó Meg mientras abría la puerta y el viento entraba a<br />
raudales—. Si tengo que alejarme, tranquilo. Volveré a buscarte.<br />
Nate saltó en la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la montaña. No era momento para hacerse<br />
preguntas, para reflexiones. El frío le atacó como un millón <strong>de</strong> cuchillos y notó que<br />
la atmósfera era tan liviana que le partía la garganta. Ante él, montañas por<br />
encima <strong>de</strong> las montañas, rizados mares, extensiones a la sombra, océanos blancos.<br />
Empezó a cruzar el glaciar; avanzaba pesadamente en lugar <strong>de</strong> echar la<br />
carrera que había imaginado.<br />
Al tocar la roca, se <strong>de</strong>jó guiar por el instinto, ascendió trepando como una<br />
cabra y cayó <strong>de</strong> rodillas en cuanto hubo escalado la corta pared. Oía los motores,<br />
el viento y su laboriosa respiración.<br />
Se agachó junto al muchacho y, a pesar <strong>de</strong> las instrucciones <strong>de</strong> Meg, le buscó<br />
el pulso. Tenía el rostro grisáceo y unas manchas que daban la sensación <strong>de</strong> ser<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
piel seca en la mejilla y la barbilla.<br />
Pero sus ojos parpa<strong>de</strong>aron.<br />
—Conseguido —soltó con voz ronca—. Conseguido.<br />
—Pues sí. Y ahora salgamos <strong>de</strong> aquí a toda prisa.<br />
—Están arriba, en la cueva. No han podido, no han podido bajar. Scott se<br />
encuentra mal, Brad... creo que tiene una pierna rota. Yo he venido en busca <strong>de</strong><br />
auxilio. He venido...<br />
—Y lo conseguiste. Nos enseñarás dón<strong>de</strong> están <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el avión. ¿Pue<strong>de</strong>s<br />
andar?<br />
—No lo sé. Lo probaré.<br />
Nate ayudó al muchacho a levantarse, cargando con todo su peso.<br />
—Vamos, Steven. Un pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l otro. Has llegado hasta aquí...<br />
—No noto los pies.<br />
—Limítate a levantar las piernas, primero una, luego la otra. Te seguirán. Es<br />
cuestión <strong>de</strong> bajar. —Notaba que el frío penetraba a través <strong>de</strong> sus guantes y<br />
pensaba que había sido una tontería no haber cogido dos—. No soy tan experto<br />
como para llevarte a cuestas. Cógete a mí y bajaremos los dos juntos. Tenemos que<br />
ir a ayudar a tus amigos.<br />
—Los he tenido que <strong>de</strong>jar para ir en busca <strong>de</strong> auxilio. Los he tenido que <strong>de</strong>jar<br />
con el hombre muerto.<br />
—Tranquilo. Los recogeremos. Ahora vamos a bajar. ¿Estás preparado?<br />
—Puedo hacerlo.<br />
Nate pasó <strong>de</strong>lante. Si el chico se caía, se mareaba o resbalaba, él lo <strong>de</strong>tendría.<br />
Le habló a gritos durante el <strong>de</strong>scenso. Lo hacía para que se mantuviera consciente<br />
y en equilibrio, y le pedía respuestas para que siguiera en guardia.<br />
—¿Cuánto hace que <strong>de</strong>jaste a tus amigos?<br />
—No lo sé. Dos días. ¿Tres? Hartborne no volvió. O... creí verlo, pero lo<br />
perdí.<br />
—Tranquilo. Estamos llegando. Dentro <strong>de</strong> unos minutos tendrás que<br />
mostrarnos dón<strong>de</strong> están tus amigos.<br />
—En la cueva <strong>de</strong> hielo, con el muerto.<br />
—¿Quién es el muerto? —Nate saltó al glaciar—. ¿Quién es el muerto?<br />
—No lo sé. —La voz sonaba distraída. En ese momento Steven resbaló y fue<br />
a parar en brazos <strong>de</strong> Nate—. Lo encontramos en la cueva. Un hombre <strong>de</strong> hielo, con<br />
la mirada fija. La mirada fija. Tenía un piolet en el pecho. Daba mucho miedo.<br />
—Lo imagino.<br />
Medió arrastró, medio llevó a cuestas a Steven hacia el avión, que iba<br />
pegando sacudidas.<br />
—Sabe dón<strong>de</strong> están los otros. —Empujó al chico, subió y se dispuso a<br />
instalarlo en la cabina—. Nos lo mostrará.<br />
—Ponlo <strong>de</strong>trás, bajo las mantas. Llevo el botiquín en la bolsa. Hay café<br />
caliente en el termo. Que no beba mucho.<br />
—¿Aún estoy vivo? —El muchacho se estremecía, todo su cuerpo temblaba<br />
<strong>de</strong> frío.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Sí, estás vivo.<br />
Nate lo colocó en el suelo, entre los asientos, y lo tapó con las mantas<br />
mientras la avioneta <strong>de</strong>spegaba.<br />
Oyó los chillidos <strong>de</strong>l viento y <strong>de</strong> los motores y se preguntó si no les haría<br />
pedazos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo.<br />
—Tienes que <strong>de</strong>cirnos dón<strong>de</strong> están tus amigos.<br />
—Se lo enseñaré.<br />
Con los dientes castañeteando intentó tomar el café que le había ofrecido<br />
Nate.<br />
—Deja que te ayu<strong>de</strong>. Limítate a sorber.<br />
Mientras tomaba el líquido las lágrimas empezaron a caer <strong>de</strong> sus ojos.<br />
—No creía que pudiera conseguirlo. Pensaba que morirían porque no<br />
llegaría hasta el avión.<br />
—Pero llegaste.<br />
—Y el avión no estaba. Él no había venido.<br />
—Estábamos nosotros. Vinimos nosotros.<br />
Haciendo todo lo posible para mantener el equilibrio entre las sacudidas que<br />
daba el aparato, Nate levantó otra vez con cuidado la taza.<br />
—Habíamos llegado casi a la cima, pero Scott no se encontraba bien y Brad se<br />
cayó. Le dolía la pierna. Entramos en la cueva, la encontramos y nos metimos allí<br />
antes <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nara la tormenta. Allí nos quedamos. Hay un hombre<br />
muerto.<br />
—Eso me has dicho.<br />
—No me lo invento.<br />
Nate movió la cabeza.<br />
—Nos lo enseñarás.<br />
- 107 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 9<br />
Nate no soportaba los hospitales. Era una <strong>de</strong> las cosas que lo catapultaban<br />
directamente a la oscuridad. Había pasado <strong>de</strong>masiado tiempo en uno cuando lo<br />
hirieron. El tiempo suficiente para que el dolor, la aflicción y el sentimiento <strong>de</strong><br />
culpabilidad se unieran para formar el enorme abismo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión.<br />
No se había visto capaz <strong>de</strong> huir <strong>de</strong> él. Ansiaba el vacío en el que entraba<br />
cuando dormía, pero entonces aparecían los sueños, algo peor que la oscuridad.<br />
Había esperado, pasivamente, la muerte. Simplemente <strong>de</strong>slizarse sin hacer<br />
ruido. No se había planteado el suicidio. Hubiera exigido <strong>de</strong>masiado esfuerzo,<br />
<strong>de</strong>masiada actividad.<br />
Nadie le había echado la culpa <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Jack. Es lo que hubiera<br />
<strong>de</strong>seado, pero no, todo el mundo aparecía con flores, con palabras <strong>de</strong><br />
comprensión, incluso <strong>de</strong> admiración. Y a él le pesaba como el plomo. Los<br />
comentarios sobre asesoramiento, terapia y anti<strong>de</strong>presivos apenas surtían efecto.<br />
Había escuchado las indicaciones para quitarse <strong>de</strong> encima a los médicos y a los<br />
amigos preocupados por él.<br />
Y ahora volvía a un hospital y notaba cómo los suaves y pegajosos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />
la <strong>de</strong>sesperanza tiraban <strong>de</strong> él. Resultaba muchísimo más fácil ce<strong>de</strong>r, hundirse en la<br />
oscuridad.<br />
—¿Jefe Burke?<br />
Nate fijó la vista en el café que tenía en la mano. Café solo. No le apetecía. No<br />
recordaba cómo había llegado hasta allí. Estaba <strong>de</strong>masiado cansado para tomar<br />
café. Demasiado cansado para levantarse e ir a tirarlo.<br />
—¿Jefe Burke?<br />
Levantó la vista y vio un rostro. De mujer, unos cincuenta y cinco años, ojos<br />
castaños <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas gafas pequeñas <strong>de</strong> montura negra. No acertaba a recordar<br />
quién era.<br />
—Sí, disculpe...<br />
—Steven quisiera verle. Está <strong>de</strong>spierto y totalmente consciente.<br />
Empezó a volver lentamente, como si fueran pensamientos que rezumaran<br />
en el lodo. Los tres chicos, la montaña.<br />
—¿Cómo está?<br />
—Es un joven muy fuerte. Estaba <strong>de</strong>shidratado, pue<strong>de</strong> que pierda algún<br />
<strong>de</strong>do <strong>de</strong>l pie, pero no es seguro. Ha tenido suerte. Los otros dos están en camino.<br />
Espero que estén como él.<br />
—Los han rescatado. De la montaña.<br />
—Eso me han dicho. Pue<strong>de</strong> pasar unos minutos a ver a Steven.<br />
—Gracias.<br />
- 108 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Mientras la seguía, le llegaron el ruido y el olor <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> urgencias con<br />
toda su intensidad. Las voces, los timbres, el inquietante llanto <strong>de</strong> un bebé.<br />
Entró en un compartimiento y vio a un chico en la cama. Las manchas <strong>de</strong> las<br />
mejillas seguían <strong>de</strong>l mismo color. Tenía el pelo enmarañado y rubio, y los ojos<br />
nublados por la preocupación.<br />
—Usted me rescató.<br />
—Nate Burke. El nuevo jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy. —Steven le tendió la mano<br />
y Nate se la estrechó con cuidado <strong>de</strong> no apretar la cánula que llevaba en la<br />
muñeca—. Tus amigos están en camino.<br />
—Lo he oído. Pero nadie me ha dicho cómo están.<br />
—Ya lo veremos cuando lleguen. No habrían podido llegar si no nos<br />
hubieras mostrado dón<strong>de</strong> estaban, Steven. Quizá esto compense la estupi<strong>de</strong>z <strong>de</strong><br />
haber intentado esa escalada.<br />
—Nos pareció una buena i<strong>de</strong>a. —El muchacho intentó sonreír—. Pero todo<br />
salió mal. Y creo que a Hartborne le ocurrió algo. Solo le dimos la mitad <strong>de</strong>l dinero<br />
para asegurarnos <strong>de</strong> que volvería.<br />
—Lo estamos comprobando. Deberías darme su nombre completo y la<br />
información que tengas <strong>de</strong> él.<br />
—Quien lo conocía era Brad. Mejor dicho, Brad conocía a uno que lo conocía.<br />
—Muy bien. Hablaremos con Brad.<br />
—Mis padres me matarán.<br />
«¡Quién tuviera veinte años —pensaba Nate— y pudiera preocuparse más<br />
por el enfado <strong>de</strong> la familia que por haber tenido tan cercana la muerte!»<br />
—Supongo. Háblame <strong>de</strong>l muerto <strong>de</strong> la cueva, Steven.<br />
—No me lo inventé.<br />
—No digo que lo hicieras.<br />
—Todos lo vimos. Tal como tenía Brad la pierna, no podíamos salir <strong>de</strong> la<br />
cueva. Decidimos que yo bajaría a ver a Hartborne, a pedir ayuda. Tuvieron que<br />
quedarse con él. Con el hombre <strong>de</strong> hielo. Estaba allí sentado, mirando fijamente,<br />
con el piolet en el pecho. Le hice fotos.<br />
Abrió los ojos <strong>de</strong> par en par al esforzarse por incorporarse un poco.<br />
—Le hice fotos —repitió—. Con la cámara. Está... creo que está en el bolsillo<br />
<strong>de</strong> mi chaleco. Creo que sigue allí. Pue<strong>de</strong> comprobarlo.<br />
—Un momento.<br />
Nate vio el montón <strong>de</strong> ropa, buscó y sacó el chaleco. En el interior <strong>de</strong> un<br />
bolsillo cerrado con cremallera encontró una minúscula cámara digital; tenía<br />
aproximadamente el tamaño <strong>de</strong> una tarjeta <strong>de</strong> crédito.<br />
—No sé cómo funciona.<br />
—Yo se lo enseño. Tiene que ponerla en marcha y luego... ¿Ve el visualizador<br />
aquí? Pue<strong>de</strong>n recuperarse las imágenes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la memoria. Las últimas son las que<br />
le hice al muerto. Me parece que tres, porque quería... ¡Ahí está!<br />
Nate observó el primer plano <strong>de</strong> una cara en el pequeño visualizador. El pelo<br />
podía haber sido negro o castaño, pero la escarcha le daba un tono plateado. Era<br />
largo, hasta los hombros más o menos y lo tapaba parcialmente un gorro negro. El<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
rostro alargado, blanco, cortado por unas cejas también cubiertas <strong>de</strong> escarcha.<br />
Había visto tantos muertos que no le costaba reconocer su estado por los ojos.<br />
Gran<strong>de</strong>s y azules.<br />
Recuperó la imagen anterior. El cuerpo <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> entre<br />
aproximadamente veinte y cuarenta años. Estaba sentado con las piernas<br />
separadas; al fondo se veía la pared <strong>de</strong> hielo. Llevaba una parka negra y amarilla,<br />
pantalón para la nieve, botas <strong>de</strong> escalada, guantes gruesos.<br />
Y lo que parecía un piolet hundido en el pecho.<br />
—¿Tocaste el cadáver?<br />
—No. Bueno, lo empujé un poco. Era un témpano.<br />
—Bien, Steven, tendré que llevarme tu cámara. Ya te la <strong>de</strong>volveré.<br />
—Vale, tranquilo. Quizá lleve años allí, ¿verdad? Décadas o no sé... La<br />
verdad es que nos dio un susto <strong>de</strong> muerte, pero también nos ayudó a olvidar el<br />
berenjenal don<strong>de</strong> nos habíamos metido. ¿Cree que ya sabrán algo <strong>de</strong> Brad y Scott?<br />
—Voy a comprobarlo. Buscaré al médico. Luego volveré a hablar contigo.<br />
—Cuando quiera. Y <strong>de</strong> verdad, muchas gracias por haberme salvado la vida.<br />
—Procura conservarla.<br />
Se metió la cámara en el bolsillo y salió <strong>de</strong>l compartimiento. Pensó que tenía<br />
que ponerse en contacto con la policía estatal. Un homicidio en la montaña<br />
quedaba fuera <strong>de</strong> su jurisdicción. Aunque eso no significaba que no pudiera hacer<br />
unas copias <strong>de</strong> las fotos para sus archivos.<br />
¿Quién era aquel hombre? ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Cuánto tiempo<br />
llevaba muerto? ¿Por qué había muerto? Eran preguntas que se formulaba<br />
mientras cruzaba urgencias y el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> enfermería. Justo en aquel<br />
momento el equipo <strong>de</strong> rescate llegó con los otros dos muchachos.<br />
Pensó que lo mejor sería quitarse <strong>de</strong> en medio, pero vio a Meg <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l<br />
equipo y se dirigió hacia ella.<br />
—Es su día <strong>de</strong> suerte —le dijo Meg.<br />
Nate vio fugazmente la cara <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los rescatados y movió la cabeza.<br />
—Creo que eso es discutible.<br />
—Cada día que pasas sin que la montaña acabe contigo pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse<br />
un día <strong>de</strong> suerte. —Po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>volverlos vivos cuando estaba casi segura <strong>de</strong> que los<br />
encontraría muertos la animaba—. Probablemente per<strong>de</strong>rán algún <strong>de</strong>do, y el que<br />
tiene la pierna rota sufrirá bastante y necesitará terapia, pero al menos no están<br />
muertos. Ya se ha hecho <strong>de</strong> noche y no hay razón para volver tan tar<strong>de</strong> a Lunacy.<br />
No regresaremos esta noche. Reservaré habitación en el Wayfarer. Los precios son<br />
razonables y la comida está bien. ¿Qué te parece?<br />
—Tengo un par <strong>de</strong> gestiones que hacer. Nos vemos allí.<br />
—Si tardas más <strong>de</strong> veinte minutos, me encontrarás en el bar. Necesito<br />
alcohol, comida y sexo. —Le dirigió una provocativa sonrisa—. Más o menos por<br />
este or<strong>de</strong>n.<br />
—Me parece bien. Ahí estaré.<br />
Meg se abrochó el abrigo y dijo:<br />
—Probablemente el tipo que llevó a los muchachos arriba tuvo un acci<strong>de</strong>nte.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Al final la montaña se cobró una vida.<br />
Habían pasado casi noventa minutos pero encontró a Meg en el bar.<br />
Era un local con recubrimiento <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, lleno <strong>de</strong> humo y <strong>de</strong>corado con<br />
cabezas <strong>de</strong> animales disecadas. Meg estaba sentada a una mesa con una cerveza,<br />
una copa <strong>de</strong> whisky y un plato <strong>de</strong> algo que parecían nachos. Tenía los pies<br />
apoyados en la otra silla pero los apartó cuando se acercó Nate.<br />
—Por fin. ¡Eh, Stu! Lo mismo para mi amigo.<br />
—Solo la cerveza —rectificó Nate—. ¿Están buenos? —preguntó cogiendo un<br />
nacho.<br />
—Se <strong>de</strong>jan comer. Cuando nos hayamos puesto un poco a tono, pediremos<br />
un filete. ¿Te has quedado para echar una ojeada a los muchachos?<br />
—Eso y un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles más. —Se quitó el gorro y se pasó la mano por el<br />
pelo—. ¿El equipo <strong>de</strong> rescate no entró en la cueva?<br />
—Los chicos salieron arrastrándose cuando oyeron el avión que iba a<br />
auxiliarlos. —Cogió queso, carne y salsa con un nacho—. Primero era la asistencia<br />
médica. Ya irá alguien a por el equipaje que <strong>de</strong>jaron.<br />
—Y a por el muerto.<br />
Meg levantó las cejas.<br />
—¿Te lo has tragado?<br />
—Pues sí. Porque a<strong>de</strong>más el muchacho hizo fotos.<br />
Meg frunció los labios y cogió otro nacho con todo el a<strong>de</strong>rezo.<br />
—¡No fastidies!<br />
—¡La cerveza! —Se oyó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la barra.<br />
—Un momento —dijo ella—. Voy a buscarla.<br />
—¿Otra, Meg? —le preguntó Stu.<br />
—Esperaré a que me alcance.<br />
Cogió la botella marrón y la llevó a la mesa.<br />
—¿Tomó fotos?<br />
Nate asintió antes <strong>de</strong> echar un trago.<br />
—Con una cámara digital que llevaba en el bolsillo. He pedido a un tipo <strong>de</strong>l<br />
hospital que me las imprimiera —dijo señalando un sobre que había <strong>de</strong>jado sobre<br />
la mesa—. He tenido que entregar la cámara a la policía estatal. Tal vez me<br />
mantengan al corriente, no sé. —Se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
—¿Tú querrías estar al corriente?<br />
—No sé. —Hizo otro gesto <strong>de</strong> indiferencia, golpeando <strong>de</strong> nuevo el sobre con<br />
el <strong>de</strong>do—. No sé.<br />
«Sí lo quiere», pensó ella. Lo imaginaba haciendo una especie <strong>de</strong> lista mental.<br />
Alguna lista <strong>de</strong> poli. Si aquello era lo que podía inyectar vida a sus tristes ojos<br />
grises, ojalá los estatales le <strong>de</strong>jaran meter baza.<br />
—Es probable que no llevara mucho tiempo allí.<br />
Meg levantó el vaso.<br />
—¿Por qué lo dices?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Alguien lo habría encontrado.<br />
Ella negó con la cabeza mientras tomaba un sorbo <strong>de</strong> whisky.<br />
—No necesariamente. Una cueva como esta pue<strong>de</strong> quedar sepultada en una<br />
tormenta, cubierta por un alud o fuera <strong>de</strong>l campo visual <strong>de</strong> los escaladores. Y en el<br />
siguiente alud pue<strong>de</strong> volver a aparecer. También <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontrara<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cueva. A qué profundidad. Podía llevar allí un tiempo o incluso<br />
cincuenta años.<br />
—Para eso están los forenses. Ellos establecerán las fechas, y espero que lo<br />
i<strong>de</strong>ntifiquen.<br />
—Ya estás trabajando en el caso. —Divertida, Meg señaló el sobre—.<br />
Déjamelas ver. A ver si nos convertimos en Nick y Nora Charles.<br />
—No estamos en una película, ni es algo agradable, Meg.<br />
—Tampoco lo es <strong>de</strong>stripar un alce. —Se comió otro nacho y cogió el sobre<br />
para abrirlo—. Si es <strong>de</strong> por aquí, a lo mejor lo reconozco. Aunque todos los años<br />
circulan un montón <strong>de</strong> forasteros por el Sin Nombre. La ropa que lleva podría...<br />
Nate vio cómo Meg empali<strong>de</strong>cía, cómo se vidriaban sus ojos y se arrepintió<br />
<strong>de</strong> haberle <strong>de</strong>jado el sobre. Pero cuando iba a quitarle la foto <strong>de</strong> la mano, ella la<br />
agarró con fuerza y le empujó el brazo con la otra.<br />
—No hace falta que lo veas. Vamos a guardarlo —dijo Nate.<br />
Pero ella necesitaba verlo. Tal vez el aire se había quedado bloqueado en sus<br />
pulmones o el estómago le había bajado hasta los pies, pero necesitaba verlo. Con<br />
gesto <strong>de</strong>cidido, sacó el resto <strong>de</strong> las fotos y las alineó en la mesa. Luego se acabó el<br />
whisky <strong>de</strong> un trago.<br />
—Sé quién es.<br />
—¿Lo has reconocido? —Sin pensárselo, Nate acercó su silla a la <strong>de</strong> ella para<br />
po<strong>de</strong>r ver juntos las fotos—. ¿Seguro?<br />
—Claro que estoy segura. Es mi padre.<br />
Meg se apartó un poco <strong>de</strong> la mesa. Estaba muy pálida, pero no temblaba.<br />
—¿Te ocupas <strong>de</strong> la cuenta, jefe? El filete tendrá que esperar.<br />
Nate recogió rápidamente las fotos y <strong>de</strong>jó unos billetes en la mesa; ella ya<br />
había cruzado el vestíbulo y subía la escalera cuando la alcanzó.<br />
—Meg.<br />
—Déjame sola un rato.<br />
—Tenemos que hablar.<br />
—Sube <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora. Habitación 232. Ahora vete, Ignatious.<br />
Meg siguió subiendo, esforzándose por no pensar, por no sentir, hasta que<br />
no hubiera entrado en la habitación y cerrado la puerta. Había cosas que no quería<br />
compartir.<br />
Nate no la siguió. Una parte <strong>de</strong>l cerebro <strong>de</strong> Meg tomó nota <strong>de</strong> ello y le<br />
concedió algunos puntos por su contención y tal vez también por su sensibilidad.<br />
Entró en la habitación en la que ya había <strong>de</strong>jado el equipaje, cerró la puerta y puso<br />
la ca<strong>de</strong>na.<br />
Se fue directamente al baño y <strong>de</strong>volvió como no había hecho en su vida.<br />
Cuando terminó, se sentó en el helado suelo con la frente entre las rodillas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
No lloró. Esperaba po<strong>de</strong>r hacerlo, que en un momento u otro salieran las lágrimas.<br />
Pero no fue así. Se sentía herida, agitada y, menos mal, también irritada.<br />
Alguien había matado a su padre y lo había abandonado. Durante años.<br />
Unos años en los que había vivido sin él. En los que había creído que la había<br />
<strong>de</strong>jado, que no contaba, que no era importante para él. Que no era suficientemente<br />
lista o guapa. Había recurrido a cualquiera <strong>de</strong> estos motivos cuando la añoranza le<br />
creaba un agujero en las entrañas.<br />
Y sin embargo, no la había abandonado. Se había ido al monte, algo tan<br />
natural para él como respirar. Y allí había encontrado la muerte. No le había<br />
matado la montaña. Meg habría sido capaz <strong>de</strong> aceptarlo como la suerte, como el<br />
<strong>de</strong>stino. Le había matado un hombre y eso no podía aceptarlo. Ni perdonarlo. Ni<br />
tolerar que quedara sin castigo.<br />
Se levantó, se <strong>de</strong>snudó y, tras abrir el grifo <strong>de</strong>l agua caliente, se metió en la<br />
ducha. Dejó que el chorro cayera sobre ella hasta que su cabeza se <strong>de</strong>spejó. Luego<br />
se vistió, se tumbó en la cama, a oscuras, y pensó en la última vez que había visto<br />
a su padre.<br />
Entró en su habitación cuando ella hacía ver que estudiaba para un examen<br />
<strong>de</strong> historia. Mientras estudiaba no tenía que ocuparse <strong>de</strong> las tareas <strong>de</strong> la casa.<br />
Estaba hasta el gorro <strong>de</strong> aquello.<br />
Incluso en estos momentos recordaba la emoción que sintió al ver que no era<br />
su madre sino su padre quien entraba. Él nunca le daba la lata con las tareas<br />
domésticas o el estudio.<br />
Pensaba que era el hombre más guapo <strong>de</strong>l mundo, con su largo pelo negro y<br />
su amplia sonrisa. Él le había enseñado todo lo que consi<strong>de</strong>raba realmente<br />
importante. Sobre las estrellas, la escalada y sobre cómo sobrevivir en la<br />
naturaleza. Cómo hacer una hoguera, cómo pescar... y limpiar y asar el pescado.<br />
La había llevado en avioneta con Jacob, y los dos guardaban el secreto <strong>de</strong> que le<br />
estaba enseñando a pilotar.<br />
Él miró el libro que tenía abierto en la cama, don<strong>de</strong> estaba tumbada boca<br />
abajo, y puso los ojos en blanco.<br />
—¡Menudo rollo!<br />
—No soporto la historia. Mañana tengo un examen.<br />
—¡Qué coñazo! Pero aprobarás. Siempre apruebas. —Se sentó en la cama y le<br />
hizo cosquillas en la cintura—. Estaré fuera unos días, bonita.<br />
—¿Qué pasa?<br />
Él levantó la mano y frotó el pulgar con el índice.<br />
—¿Qué? ¿Necesitamos dinero?<br />
—Eso dice tu madre. Es la que entien<strong>de</strong>.<br />
—Esta mañana he oído que os peleabais.<br />
—Nada serio. Nos gusta pelearnos. Haré un par <strong>de</strong> trabajitos, reuniré un<br />
poco <strong>de</strong> pasta, y todo el mundo contento. Un par <strong>de</strong> semanas, Meg. Pue<strong>de</strong> que<br />
tres.<br />
—No sé qué hacer cuando no estás.<br />
—Ya encontrarás algo.<br />
- 113 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Meg habría jurado, a sus trece años habría jurado, que en realidad su padre<br />
ya no tenía la cabeza allí. La palmadita en el pelo fue maquinal, como la <strong>de</strong> un<br />
pariente lejano.<br />
—Iremos a pescar cuando vuelva.<br />
—Sí.<br />
Estaba enfurruñada; quería quitárselo <strong>de</strong> encima antes <strong>de</strong> que fuera él quien<br />
la abandonara.<br />
—Hasta pronto, preciosidad.<br />
Tuvo que hacer un esfuerzo para no pegar un salto, correr hacia él y<br />
abrazarle con toda su fuerza antes <strong>de</strong> que saliera.<br />
Des<strong>de</strong> aquella tar<strong>de</strong>, se había arrepentido mil veces <strong>de</strong> no haber cedido a<br />
aquel impulso, <strong>de</strong> haber reprimido aquel último contacto. Y se arrepentía ahora,<br />
mientras rememoraba en la oscuridad aquel último encuentro.<br />
Permaneció así, inmóvil, hasta que oyó el golpe en la puerta. Resignada, se<br />
levantó, encendió la luz y se pasó la mano por el pelo, aún húmedo por la ducha.<br />
Abrió la puerta a Nate; llevaba una ban<strong>de</strong>ja y había <strong>de</strong>jado otra en el suelo,<br />
junto a la puerta.<br />
—Tenemos que comer.<br />
En realidad, Nate nunca había soportado que la gente le obligara a comer<br />
para reconfortarle en sus peores momentos, pero sabía que funcionaba y aquello<br />
era lo principal.<br />
—De acuerdo.<br />
Meg le señaló la cama, la única superficie con espacio suficiente en la<br />
habitación para usar como mesa. Luego se agachó para recoger la otra ban<strong>de</strong>ja.<br />
—Si luego prefieres quedarte sola, pediré otra habitación.<br />
—No hace falta.<br />
Se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama y, <strong>de</strong>jando a un lado la<br />
ensalada que había en su ban<strong>de</strong>ja, empezó a cortar el filete.<br />
—Este es mío. —Nate cambió las ban<strong>de</strong>jas—. Me han dicho que a ti te<br />
gustaba poco hecho. A mí, no.<br />
—No se te escapa ni una, ¿verdad? Aunque has subido café en lugar <strong>de</strong><br />
whisky...<br />
—Si necesitas una botella, voy a buscarla.<br />
Meg soltó un suspiro y siguió cortando la carne.<br />
—¿Cómo he acabado compartiendo la cena en Anchorage con un chico tan<br />
amable?<br />
—No lo soy, en realidad. Te he <strong>de</strong>jado una hora para que pudieras<br />
tranquilizarte. Y te he traído comida para que cogieras fuerzas y me hablaras <strong>de</strong> tu<br />
padre. Lo siento, Meg, es muy duro, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que hablemos tendremos<br />
que <strong>de</strong>jarlo en manos <strong>de</strong>l inspector que se encarga <strong>de</strong>l caso.<br />
Meg cortó otro trozo <strong>de</strong> carne y lo mezcló con una <strong>de</strong> las patatas fritas ya<br />
frías.<br />
—Una cosa: allí, en tu tierra, ¿eras un buen policía?<br />
—Creo que es lo único que he sabido hacer bien en mi vida.<br />
- 114 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Has llevado casos <strong>de</strong> asesinato?<br />
—Sí.<br />
—Hablaré con quien se ocupe <strong>de</strong> este, pero quiero que tú lo investigues por<br />
mí.<br />
—No podré hacer mucho.<br />
—Siempre habrá algo que hacer. Te pagaré.<br />
Nate siguió comiendo con expresión pensativa.<br />
—Sé que para ti es muy duro —repitió—. Por eso no te pego un bofetón por<br />
haberme ofendido.<br />
—Conozco a muy pocos que se ofen<strong>de</strong>rían porque les ofrecieran dinero. Pero<br />
vale. Quiero que alguien conocido busque al hijo <strong>de</strong> puta que mató a mi padre.<br />
—Me conoces muy poco.<br />
—Sé que eres bueno en la cama. —Sonrió un poco—. De acuerdo, tienes<br />
razón, un gilipollas pue<strong>de</strong> ser un semental. Pero también sé que estás agobiado y<br />
que has mostrado la suficiente <strong>de</strong>dicación o estupi<strong>de</strong>z para lanzarte a un glaciar a<br />
rescatar a un chico que no conocías. A<strong>de</strong>más, eres tan previsor como para<br />
acordarte <strong>de</strong> preguntar en el restaurante cómo le gusta el filete a Meg. Y a mis<br />
perros les caes bien. Ayúdame, jefe.<br />
Nate le tocó el pelo; una leve caricia en la cabellera aún húmeda.<br />
—¿Cuándo lo viste por última vez?<br />
—En febrero <strong>de</strong> 1988. El seis <strong>de</strong> febrero.<br />
—¿Sabes hacia dón<strong>de</strong> iba?<br />
—Dijo que haría unos trabajos. Supuse que aquí, en Anchorage, o más arriba,<br />
en Fairbanks. Él y mi madre se habían peleado por cuestiones <strong>de</strong> dinero y otras<br />
cosas. Era lo <strong>de</strong> siempre. Dijo que estaría fuera aproximadamente quince días. No<br />
volvió.<br />
—¿Tu madre <strong>de</strong>nunció la <strong>de</strong>saparición?<br />
—No. —Luego arrugó la frente—. Al menos que yo sepa. Supusimos, todo el<br />
mundo supuso, que se había ido por ahí. Se habían peleado —siguió Meg—, tal<br />
vez más <strong>de</strong> la cuenta. Estaba inquieto. Incluso yo me di cuenta. No era un ángel; la<br />
verdad es que no era una persona muy responsable, aunque conmigo siempre se<br />
portó muy bien, y no nos faltó nunca lo básico. Pero a Charlene no le bastaba y por<br />
eso discutían.<br />
Se calmó y siguió comiendo lo que tenía en el plato.<br />
—Bebía, fumaba porros, jugaba cuando le apetecía, trabajaba cuando le salía<br />
<strong>de</strong> ahí y se iba <strong>de</strong> juerga si se terciaba. Yo le quería, tal vez por todo ello. Tenía<br />
treinta y tres años cuando se fue, y ahora que tengo más experiencia y madurez<br />
me doy cuenta <strong>de</strong> que cumplir treinta y tres le ponía <strong>de</strong> los nervios. Ser padre <strong>de</strong><br />
una chica ya mayor y estar atado a la misma mujer año tras año. Pue<strong>de</strong> que se<br />
encontrara en una encrucijada, no sé. Que <strong>de</strong>cidiera empren<strong>de</strong>r esa escalada en<br />
invierno como la última locura <strong>de</strong> la juventud, o tal vez no tenía intención <strong>de</strong><br />
volver. De todas formas, alguien tomó la <strong>de</strong>cisión por él.<br />
—¿Tenía enemigos?<br />
—Probablemente, pero no sé <strong>de</strong> nadie que pudiera haberle hecho daño.<br />
- 115 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Cabreaba a la gente, pero no pasaba <strong>de</strong> ahí.<br />
—¿Y tu padrastro?<br />
Meg pinchó un par <strong>de</strong> trozos <strong>de</strong> lechuga con el tenedor.<br />
—¿A qué te refieres?<br />
—Después <strong>de</strong> que tu padre <strong>de</strong>sapareciera, ¿tardó mucho Charlene en<br />
casarse? ¿Cómo llevó lo <strong>de</strong>l divorcio?<br />
—No tuvo que divorciarse. Ella y mi padre no se habían casado. Él no creía<br />
en el matrimonio. Se casó con el viejo Hi<strong>de</strong>l más o menos un año <strong>de</strong>spués, quizá<br />
un poco menos. Si estás pensando que Karl Hi<strong>de</strong>l subió al Sin Nombre y clavó un<br />
piolet en el pecho <strong>de</strong> mi padre, ya pue<strong>de</strong>s quitártelo <strong>de</strong> la cabeza. Cuando<br />
Charlene le echó el anzuelo tenía sesenta y ocho años, y veinticinco kilos <strong>de</strong> más.<br />
Como si se le acabara <strong>de</strong> ocurrir la i<strong>de</strong>a, se acercó el cuenco <strong>de</strong> la ensalada y<br />
empezó a comerla.<br />
—Fumaba como una chimenea. Apenas podía subir la escalera, así que<br />
imagínate una montaña.<br />
—¿Quién podría haber escalado con tu padre?<br />
—Jo<strong>de</strong>r, Nate, cualquiera. Cualquiera que quisiera emociones fuertes. Como<br />
estos chicos <strong>de</strong> hoy. Dales un poco <strong>de</strong> tiempo y hablarán <strong>de</strong> lo ocurrido allá arriba<br />
como <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las cosas más emocionantes <strong>de</strong> su vida. Los escaladores están más<br />
pirados que los pilotos.<br />
Él no respondió; Meg soltó un suspiro y comió un poco más <strong>de</strong> ensalada.<br />
—Era un buen escalador. Todo el mundo se lo reconocía. Pue<strong>de</strong> que aceptara<br />
un trabajo <strong>de</strong> guía en una excursión en invierno. O que se reuniera con unos<br />
colegas, unos pirados como él y quisieran mofarse <strong>de</strong> la muerte.<br />
—¿Alguna vez tomó algo más que hierba?<br />
—Tal vez. Probablemente. Charlene lo sabrá. —Se frotó los ojos—. ¡Mierda,<br />
tendré que <strong>de</strong>círselo!<br />
—¿Alguno <strong>de</strong> ellos estaba liado con otra persona mientras vivían juntos,<br />
Meg?<br />
—Si esta es una forma <strong>de</strong>licada <strong>de</strong> preguntarme si follaban por ahí, no lo sé.<br />
Pregúntaselo a ella.<br />
Nate vio que la estaba perdiendo. En unos minutos, su enojo e impaciencia<br />
harían imposible la conversación.<br />
—Has dicho que jugaba. ¿Mucho?<br />
—No. No lo sé. Que yo sepa, no. Cuando pillaba una paga se la fundía. A<br />
veces acumulaba algún pagaré, porque no solía ganar. Pero nada gordo. Al menos<br />
cerca <strong>de</strong> casa. Nunca oí que estuviera metido en algo ilegal, aparte <strong>de</strong> las drogas<br />
para su consumo. Y piensa que <strong>de</strong> ser así a muchos les hubiera encantado<br />
contármelo. No porque les cayera mal, porque les caía bien, pero a la gente le<br />
gusta hablarte <strong>de</strong> esas cosas.<br />
—Muy bien. —Nate se pasó una mano por el muslo—. Haré algunas<br />
preguntas por ahí y seré amable con quien lleve el caso, así me mantendrán al<br />
corriente.<br />
—Vale. Ahora vamos a la calle. —Saltó <strong>de</strong> la cama, <strong>de</strong>jando la cena a medias.<br />
- 116 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Se pegó con los nudillos en la pierna—. Conozco un sitio. Buena música. Nos<br />
tomamos un par <strong>de</strong> copas, volvemos y echamos un polvo que pondrá esta araña<br />
en movimiento.<br />
En lugar <strong>de</strong> hacer un comentario sobre su cambio <strong>de</strong> estado <strong>de</strong> ánimo, Nate<br />
levantó la vista hacia la vieja lámpara <strong>de</strong>l techo.<br />
—No se ve muy sólida.<br />
Meg se echó a reír.<br />
—¡Vivamos peligrosamente!<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 10<br />
Cuando <strong>de</strong>spertó, el sueño empezó a <strong>de</strong>svanecerse, <strong>de</strong>jando tan solo un<br />
sabor amargo, salado, en su garganta. Como si hubiera sorbido las lágrimas. Oía la<br />
respiración <strong>de</strong> Meg a su lado, suave y regular. Algo que en su interior luchaba bajo<br />
el peso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación le empujaba a volverse hacia ella. A buscar el consuelo<br />
y el olvido <strong>de</strong>l sexo.<br />
Ella era cálida, le <strong>de</strong>volvería a la vida.<br />
Pero se giró hacia el otro lado. Sabía, estaba convencido <strong>de</strong> que era<br />
contraproducente optar por el sufrimiento, pero salió <strong>de</strong> la cama solo, a oscuras.<br />
Encontró su ropa, se vistió y la <strong>de</strong>jó durmiendo.<br />
En el sueño, escalaba la montaña. Ascendía a duras penas por el hielo y las<br />
rocas a centenares <strong>de</strong> metros por encima <strong>de</strong>l mundo. Estaba en el cielo, sin<br />
oxígeno; cada inspiración era una agonía. Tenía que subir, estaba obligado a<br />
arañar un centímetro <strong>de</strong> terreno tras otro mientras abajo no veía más que un mar<br />
blanco arremolinado. Si caía, se ahogaría en él silenciosamente.<br />
Así, ascendió hasta que sus <strong>de</strong>dos empezaron a sangrar y a <strong>de</strong>jar manchas<br />
rojas en la roca cubierta <strong>de</strong> hielo.<br />
Exhausto pero eufórico, se arrastró hasta un saliente. Allí vio la entrada <strong>de</strong> la<br />
cueva. De ella salía una luz que iluminaba su esperanza mientras avanzaba hacia<br />
el interior.<br />
La cueva se abría; parecía un mítico palacio <strong>de</strong> hielo. Unas enormes<br />
estructuras bajaban <strong>de</strong>l techo, subían <strong>de</strong>l suelo, formando columnas y arcos<br />
blancos <strong>de</strong> un azul fantasmagórico en los que el hielo brillaba como mil diamantes.<br />
Las pare<strong>de</strong>s, lisas y pulidas, relucían como espejos y le <strong>de</strong>volvían su imagen<br />
multiplicada por cien.<br />
Se incorporó y dio la vuelta a aquel esplendor, <strong>de</strong>slumbrado por el brillo, la<br />
amplitud y los <strong>de</strong>stellos.<br />
Podía vivir allí, solo. Su fortaleza <strong>de</strong> soledad. Allí encontraría la paz, en el<br />
silencio, en la belleza, solo.<br />
Luego vio que no estaba solo.<br />
El cuerpo se <strong>de</strong>splomó contra la reluciente pared, pegado a ella tras años <strong>de</strong><br />
frío implacable. El mango <strong>de</strong>l piolet sobresalía en su pecho y la sangre congelada<br />
brillaba, roja sobre la parka negra.<br />
El corazón le dio un vuelco cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que en <strong>de</strong>finitiva no<br />
había ido allí a buscar la paz sino a cumplir con su <strong>de</strong>ber.<br />
¿Cómo llevaría el cadáver hasta abajo? ¿Cómo soportaría aquel peso en el<br />
largo y duro viaje <strong>de</strong> vuelta al mundo? No conocía el camino. No poseía la<br />
<strong>de</strong>streza, el equipo, la fuerza.<br />
- 118 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Al acercarse al cadáver, las pare<strong>de</strong>s y las columnas <strong>de</strong> la cueva le lanzaron<br />
sus reflejos. Él multiplicado por cien, el muerto multiplicado por cien. Mirara<br />
don<strong>de</strong> mirase, la muerte se unía a él.<br />
El hielo empezó a crujir. Las pare<strong>de</strong>s empezaron a temblar. Oyó un<br />
atronador sonido mientras caía <strong>de</strong> rodillas a los pies <strong>de</strong>l cadáver. La cara sin vida<br />
<strong>de</strong> Galloway se volvió hacia la suya, con los dientes al <strong>de</strong>scubierto en una<br />
espantosa mueca.<br />
Era el rostro <strong>de</strong> Jack, era la voz <strong>de</strong> Jack la que hablaba mientras caían las<br />
columnas <strong>de</strong> hielo y temblaba el suelo <strong>de</strong> la cueva. «No hay salida para ninguno<br />
<strong>de</strong> los dos. Estamos todos muertos.»<br />
Se <strong>de</strong>spertó cuando la cueva se lo tragaba.<br />
A Meg no le sorprendió que Nate se hubiera ido. Eran más <strong>de</strong> las ocho<br />
cuando abrió los ojos, por tanto supuso que le había entrado hambre o que se<br />
había cansado <strong>de</strong> esperarla.<br />
Le estaba agra<strong>de</strong>cida por la compañía y la franqueza con que había vestido la<br />
compasión. Había <strong>de</strong>jado que se enfrentara a la conmoción y a la tristeza, así como<br />
a todos los <strong>de</strong>más sentimientos, a su manera. Meg valoraba mucho aquello en un<br />
amigo o en un amante.<br />
Estaba casi segura <strong>de</strong> que Nate era ambas cosas.<br />
Ahora tendría que seguir enfrentándose a ello consigo misma, con su madre,<br />
con el resto <strong>de</strong>l pueblo. Y con la policía.<br />
No le parecía lógico darle muchas vueltas en aquellos momentos. Ya lo haría<br />
cuando llegara a Lunacy.<br />
Pensó que encontraría a Nate o él a ella antes <strong>de</strong> que fuera la hora <strong>de</strong><br />
regresar. Mientras tanto, le apetecía un café.<br />
El comedor estaba dispuesto para el <strong>de</strong>sayuno y lleno <strong>de</strong> clientes. Los<br />
establecimientos económicos que servían buena comida atraían a muchos pilotos y<br />
guías que utilizaban Anchorage como punto <strong>de</strong> partida. Vio algunas caras<br />
conocidas.<br />
Luego localizó a Nate.<br />
Estaba sentado solo a una mesa <strong>de</strong>l rincón. Era una <strong>de</strong> las más solicitadas, lo<br />
que indicaba que llevaba tiempo allí. Tenía <strong>de</strong>lante una taza <strong>de</strong> café y un<br />
periódico. Pero no bebía; no leía. Estaba en otra parte, hundido en sus<br />
pensamientos. Pensamientos sombríos y <strong>de</strong>solados.<br />
Des<strong>de</strong> el otro extremo <strong>de</strong>l ajetreado local pensó que nunca había visto a<br />
alguien tan solo.<br />
Fuera cual fuese su triste historia <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser abrumadora.<br />
Mientras se dirigía hacia él alguien la llamó. Respondió saludando con la<br />
mano y vio que Nate se replegaba. Poco <strong>de</strong>spués observó que se reponía, cogía la<br />
taza con parsimonia y se preparaba antes <strong>de</strong> mirarla. Le sonrió.<br />
Una sonrisa dulce, unos ojos misteriosos.<br />
—¿Has dormido bien?<br />
- 119 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Bastante bien. —Se sentó frente a él—. ¿Has comido algo?<br />
—Todavía no. ¿Sabías que antes venía gente <strong>de</strong> Montana a trabajar en las<br />
fábricas <strong>de</strong> conservas <strong>de</strong> por aquí?<br />
Meg se fijó en el periódico y en el artículo que leía.<br />
—Sí. Y pagaban bien.<br />
—Pero no creía que aquí hubiera horas punta. Siempre pensé que la gente<br />
vivía en Montana porque quería criar caballos u otros animales. O tal vez montar<br />
un campamento paramilitar. Ya sé que es una generalización, pero aun así...<br />
—No pue<strong>de</strong>s negar que vienes <strong>de</strong> la costa Este... ¡Eh, Wanda!<br />
—¡Meg! —La camarera, que aparentaba unos veinte años y estaba llena <strong>de</strong><br />
vitalidad, <strong>de</strong>jó otra taza <strong>de</strong> café en la mesa y sacó el bloc—. ¿Qué te sirvo?<br />
—Un par <strong>de</strong> huevos, vuelta y vuelta, lomo, patatas con cebolla y una tostada.<br />
¿Y Jocko?<br />
—Lo mandé a freír espárragos.<br />
—Ya te dije que era un per<strong>de</strong>dor. ¿Qué tomas, Burke?<br />
—Ah... —Intentó buscar su apetito, pero luego pensó que tal vez lo<br />
encontraría si veía y olía comida—. Tortilla <strong>de</strong> jamón y queso y tostadas.<br />
—Ya me di cuenta. Ahora salgo con un tipo que se llama Byron —siguió la<br />
camarera—. Escribe poemas.<br />
—A peor no pue<strong>de</strong>s haber ido. —Cuando Wanda se fue, Meg se volvió hacia<br />
Nate—. De pequeña, sus padres trabajaban aquí <strong>de</strong> temporeros. Pasaba los<br />
veranos en Anchorage cuando sus padres estaban empleados en las conserveras.<br />
Le gustó el lugar y el año pasado se instaló <strong>de</strong>finitivamente. Suele ligar con<br />
idiotas, pero por lo <strong>de</strong>más es muy maja. ¿En qué estabas pensando cuando he<br />
llegado?<br />
—En nada. Pasaba el rato con el periódico.<br />
—No es verdad. Pero como me hiciste un favor anoche no insistiré.<br />
Él no lo negó; ella no presionó. Lo que tampoco hizo Meg, a pesar <strong>de</strong> que<br />
sentía unos <strong>de</strong>seos enormes, fue estirar el brazo y acariciarle la mejilla. Cuando<br />
ella le daba vueltas a un asunto, no le gustaba que nadie la consolara. De modo<br />
que lo trató tal como habría <strong>de</strong>seado que la trataran a ella.<br />
—¿Tenemos que hacer algo más aquí antes <strong>de</strong> marcharnos? Si hay que<br />
esperar tendré que pedirle a alguien que vaya a dar un vistazo a los perros.<br />
—He llamado a la policía estatal. Se encarga <strong>de</strong>l caso, al menos <strong>de</strong> momento,<br />
un tal sargento Coben. Probablemente querrá hablar contigo... y también con tu<br />
madre. No creo que haya muchos cambios hasta que man<strong>de</strong>n un equipo aquí y<br />
bajen el cadáver. He llamado al hospital. Los tres chicos evolucionan<br />
satisfactoriamente.<br />
—Has estado muy atareado. ¿Qué pasa, jefe, te ocupas <strong>de</strong> todo el mundo?<br />
—No, solo <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong>talles.<br />
Meg había oído estupi<strong>de</strong>ces mayores en su vida, pero claro, vivía en Lunacy.<br />
—¿Te la jugó tu ex mujer?<br />
Él se movió, incómodo.<br />
—Es posible.<br />
- 120 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Quieres vomitarlo? ¿Dejarla <strong>de</strong> vuelta y media mientras <strong>de</strong>sayunamos?<br />
—Creo que no.<br />
Meg esperó que Wanda sirviera el <strong>de</strong>sayuno y el café, partió los huevos y<br />
<strong>de</strong>jó que la yema saliera.<br />
—Cuando iba a la universidad, me acosté con un tipo guapísimo —empezó a<br />
contar Megan—. Bastante gilipollas, pero con un aguante extraordinario. Empezó<br />
a marearme diciéndome que tenía que maquillarme un poco más, vestirme mejor,<br />
no discutir tanto con la gente... —dijo meneando el tenedor—. No es que no fuera<br />
mona, atractiva y lista, <strong>de</strong>cía él, pero si me arreglaba un poco más, salía un poco<br />
más...<br />
—Tú no eres mona.<br />
Meg se echó a reír, haciendo bailar los ojos mientras mordía la tostada.<br />
—A callar. La historia es mía.<br />
—Eres mucho mejor que una chica mona. Eso viene con el ADN. Tú eres...<br />
una persona llena <strong>de</strong> vitalidad —dijo Nate—. Cautivadora. Es algo que sale <strong>de</strong>l<br />
interior, <strong>de</strong> forma que es mejor que ser mona. En fin, es mi opinión.<br />
—¡Vaya! —Se apoyó en el respaldo, tan sorprendida que hasta se olvidó <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>sayuno—. Si yo fuera otra persona me habría quedado muda tras este<br />
comentario. Mierda, he perdido el hilo. ¿De qué puñeta estaba hablando?<br />
Esta vez la sonrisa templó el gris <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Nate.<br />
—Del gilipollas <strong>de</strong> la universidad con el que te acostaste.<br />
—Ah, sí. —Atacó las patatas y la cebolla—. Hubo más <strong>de</strong> uno, pero en fin,<br />
tenía veinte años y la actitud pasiva y agresiva <strong>de</strong> ese tipo empezó a sorberme el<br />
cerebro, sobre todo cuando <strong>de</strong>scubrí que se tiraba a una estúpida podrida <strong>de</strong><br />
pasta, con implantes en los pechos.<br />
Se quedó un momento en silencio, concentrada en el <strong>de</strong>sayuno.<br />
—¿Y qué hiciste?<br />
—¿Qué hice? —Tomó un sorbo <strong>de</strong> café—. Me lo cepillé otra vez y luego le<br />
metí un par <strong>de</strong> somníferos sin que se enterara.<br />
—¿Lo drogaste?<br />
—Sí, ¿por?<br />
—Nada. Nada.<br />
—Pagué a un par <strong>de</strong> tipos para que lo llevaran a una <strong>de</strong> las aulas. Y tapé sus<br />
patéticas vergüenzas con ropa interior femenina muy sexy: sujetador, liguero,<br />
medias negras. Toda una hazaña. Le maquillé la cara, le ricé el pelo. Incluso tomé<br />
unas fotos para colgar en internet. Aún dormía cuando empezó la primera clase a<br />
las ocho. —Comió lo que quedaba <strong>de</strong> los huevos—. Un espectáculo memorable,<br />
sobre todo cuando se <strong>de</strong>spertó, se dio cuenta y empezó a chillar como una niña.<br />
Nate se rió con aquella historia y valoró la creatividad <strong>de</strong> su venganza;<br />
brindó con la taza.<br />
—Pue<strong>de</strong>s estar segura <strong>de</strong> que no haré ni un solo comentario sobre tu ropero.<br />
—Fin <strong>de</strong> la historia. Creo en la revancha, en todos los casos. Dejar que te<br />
jodan es <strong>de</strong> imbéciles.<br />
—No le querías.<br />
- 121 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¡Por supuesto que no! Si le hubiera querido, no solo le habría puesto en<br />
ridículo sino que a<strong>de</strong>más le habría hecho todo el daño físico posible.<br />
Nate jugó con lo que le quedaba <strong>de</strong> la tortilla.<br />
—Déjame preguntarte algo: ¿somos únicos?<br />
—Yo me consi<strong>de</strong>ro única en todos los aspectos.<br />
—Lo nuestro... —dijo Nate tranquilamente—. ¿Es algo único?<br />
—¿Acaso es lo que buscas?<br />
—Yo no buscaba nada. Pero te he encontrado.<br />
—¡Vaya! —Meg soltó un suspiro—. Buena respuesta. Tienes un buen<br />
repertorio <strong>de</strong> salidas para sorpren<strong>de</strong>rme. No es problema para mí limitarme a<br />
hacerlo solo contigo, mientras los dos disfrutemos con ello.<br />
—Me parece muy bien.<br />
—¿Ella te la pegó con otro, Burke?<br />
—Sí, lo hizo.<br />
Meg asintió y siguió comiendo.<br />
—Yo no se la pego a nadie. Bueno, quizá alguna trampa jugando a las cartas,<br />
pero es para ponerle sal y pimienta. También puedo mentir cuando hace falta. O si<br />
la mentira es más divertida que la verdad. Puedo ser muy mala si me lo propongo,<br />
y me lo propongo muchas veces.<br />
Hizo una pausa para cogerle la mano y notar un instante su contacto.<br />
—Pero no me <strong>de</strong>dico a patear a un hombre que está en el suelo, a menos que<br />
lo haya <strong>de</strong>rribado yo. Y no lo <strong>de</strong>rribo si no se lo merece. Tampoco rompo mi<br />
palabra cuando la he dado. Y te la doy ahora mismo: no voy a pegártela.<br />
—Excepto en las cartas.<br />
—Pues sí. Pronto amanecerá. Tendríamos que movernos.<br />
No sabía cómo enfocar la cuestión con Charlene. Daba igual cómo la<br />
abordara, el resultado sería el mismo: histeria, acusaciones, cólera, lágrimas. Con<br />
Charlene todo era excesivo.<br />
Pue<strong>de</strong> que Nate le leyera el pensamiento, porque <strong>de</strong>tuvo a Meg antes <strong>de</strong><br />
cruzar la puerta <strong>de</strong>l Lodge.<br />
—Quizá <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>círselo yo. No es la primera vez que doy una noticia <strong>de</strong><br />
este tipo a un familiar.<br />
—¿Comunicarles que un ser querido ha muerto y ha permanecido durante<br />
quince años en una cueva <strong>de</strong> hielo?<br />
—Los <strong>de</strong>talles no cambian mucho el impacto.<br />
La voz <strong>de</strong> Nate era suave, contrastaba con la aspereza <strong>de</strong> la <strong>de</strong> ella. Le<br />
parecía tranquilizadora. Incluso más que tranquilizadora, pensó. Hacía que<br />
<strong>de</strong>seara apoyarse en él.<br />
—Aunque me gustaría <strong>de</strong>jarte el mal trago a ti, será mejor que me encargue<br />
yo. Siempre pue<strong>de</strong>s recoger los platos rotos cuando termine.<br />
Entraron los dos. Algunos clientes tomaban café en el bar o comían, aunque<br />
fuera temprano. Meg se <strong>de</strong>sabrochó el abrigo mientras se dirigía a Rose.<br />
- 122 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Charlene?<br />
—En el <strong>de</strong>spacho. Han dicho que Steven y sus amigos se están recuperando.<br />
Las carreteras siguen estando mal, pero Jerk se ha ofrecido esta mañana a llevar a<br />
Joe y a Lara. ¿Un café?<br />
Nate observó a Meg mientras cruzaba la puerta.<br />
—De acuerdo.<br />
Meg atravesó el vestíbulo, pasó al otro lado <strong>de</strong>l mostrador y entró en el<br />
<strong>de</strong>spacho sin llamar.<br />
Charlene estaba sentada a su escritorio, al teléfono. Saludó a su hija con un<br />
gesto impaciente con la mano.<br />
—Mira, Billy, si realmente tienes que jo<strong>de</strong>rme, al menos <strong>de</strong>berías invitarme a<br />
cenar antes.<br />
Meg se volvió. Si su madre estaba regateando los precios <strong>de</strong> los suministros<br />
había que esperar. Aquello no parecía un <strong>de</strong>spacho serio. Recordaba mucho a<br />
Charlene: femenino, transparente y alocado. Mucho color rosa en la tapicería,<br />
montones <strong>de</strong> figuritas <strong>de</strong> todo tipo, cuadros <strong>de</strong> flores con marcos dorados en las<br />
pare<strong>de</strong>s y cojines <strong>de</strong> seda en el sofá <strong>de</strong> terciopelo.<br />
Olía a rosas, el habitual aroma <strong>de</strong>l pulverizador que accionaba Charlene cada<br />
vez que entraba allí. El escritorio era una barroca reproducción <strong>de</strong> un mueble<br />
antiguo que Charlene había comprado por catálogo y pagado a precio <strong>de</strong> oro.<br />
Patas curvadas y mucha talla.<br />
La carpeta <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la mesa era rosa, igual que su papel <strong>de</strong> cartas y los<br />
adhesivos. Todo llevaba grabado en su extremo superior la palabra «Charlene» en<br />
una letra muy elaborada y casi ilegible.<br />
Junto al sofá había una lámpara <strong>de</strong> pie en tonos dorados y rosas que, en<br />
opinión <strong>de</strong> Meg, era más a<strong>de</strong>cuada para un bur<strong>de</strong>l que para un <strong>de</strong>spacho.<br />
Se preguntó, como casi siempre, cómo había podido salir <strong>de</strong> alguien con<br />
unos gustos, unas i<strong>de</strong>as, un estilo tan opuestos a los suyos. Tal vez su vida no<br />
fuera más que una eterna rebelión contra el útero materno.<br />
Se volvió <strong>de</strong> nuevo al oír el arrullo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> Charlene.<br />
—Ahora me viene con una subida. —Con una risita, Charlene se sirvió otro<br />
vaso <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la jarra que tenía en la mesa.<br />
No parecía muy eficiente, pensaba Meg, aunque las apariencias engañan. En<br />
cuestión <strong>de</strong> negocios, Charlene era capaz <strong>de</strong> calcular al céntimo los beneficios y las<br />
pérdidas en cualquier momento <strong>de</strong>l día o <strong>de</strong> la noche.<br />
—He oído <strong>de</strong>cir que eres una heroína. —Observó a su hija mientras bebía<br />
agua—. Tú y ese jefe tan sexy. ¿Os habéis quedado en Anchorage para celebrarlo?<br />
—Se había hecho <strong>de</strong> noche.<br />
—¡Claro! Mira, te daré un consejo. Un hombre como Nate lleva mucho<br />
equipaje. Tú estás acostumbrada a viajar a toda velocidad, sin bultos. No haréis un<br />
buen equipo.<br />
—Lo tendré presente. He <strong>de</strong> hablar contigo.<br />
- 123 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Debo hacer unas llamadas y tengo mucho papeleo. Sabes que es la hora <strong>de</strong>l<br />
día en la que tengo más trabajo.<br />
—Se trata <strong>de</strong> papá.<br />
Charlene <strong>de</strong>jó el vaso. Su rostro perdió un momento el color, pero poco<br />
<strong>de</strong>spués lo recuperó. El mismo rosa que imperaba en aquella estancia.<br />
—¿Has sabido algo <strong>de</strong> él? ¿Lo has visto en Anchorage? ¡Valiente hijo <strong>de</strong> puta!<br />
Más le vale que no pretenda aparecer por aquí a recoger nada. A mí no me sacará<br />
nada, tenlo por seguro, y tú, si tienes dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> frente, tendrías que hacer lo<br />
mismo.<br />
Apartó la silla y se levantó mientras el color <strong>de</strong> sus mejillas iba pasando <strong>de</strong>l<br />
rosa al rojo encendido.<br />
—Nadie me planta y luego vuelve. Nunca. Pat Galloway pue<strong>de</strong> irse a tomar<br />
por saco.<br />
—Está muerto.<br />
—Seguro que tiene una historia triste que contar. Siempre había sido su<br />
fuerte... ¿Cómo que está muerto? —Luego, con una expresión más irritada que<br />
afectada, apartó los rizos <strong>de</strong> su frente—. Eso es ridículo. ¿Quién te ha dicho esa<br />
estupi<strong>de</strong>z?<br />
—Hace... parece que hace mucho tiempo que murió. Pue<strong>de</strong> que muriera unos<br />
días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> aquí.<br />
—¿Qué te hace <strong>de</strong>cir eso? ¿Por qué me dices algo así? —El color rojo <strong>de</strong> la<br />
irritación había ido <strong>de</strong>sapareciendo y su rostro se había quedado blanco,<br />
<strong>de</strong>macrado y envejecido <strong>de</strong> repente—. ¿Cómo pue<strong>de</strong>s odiarme tanto?<br />
—No te odio. Siempre te has equivocado en eso. Pue<strong>de</strong> que tenga<br />
sentimientos encontrados respecto a ti, pero no te odio. Los chicos encontraron<br />
una cueva <strong>de</strong> hielo. Es don<strong>de</strong> se refugiaron parte <strong>de</strong>l tiempo que pasaron en el<br />
monte. Él estaba allí. Llevaba mucho tiempo en esa cueva.<br />
—Estás loca. Vete <strong>de</strong> aquí ahora mismo. —Levantó la voz hasta que se<br />
convirtió en un chillido ronco—. Lárgate, ¡ahora mismo!<br />
—Tomaron fotos —siguió Meg, a pesar <strong>de</strong> que Charlene había cogido uno <strong>de</strong><br />
los pisapapeles y lo había lanzado contra la pared—. Yo las he visto. Lo he<br />
reconocido.<br />
—¡No es verdad! —Se dio la vuelta, cogió una <strong>de</strong> las figuritas <strong>de</strong> un estante y<br />
la arrojó al aire—. Te lo inventas para vengarte <strong>de</strong> mí.<br />
—¿Vengarme, por qué? —Meg no hacía caso <strong>de</strong> las figuritas y los objetos <strong>de</strong><br />
cristal que se aplastaban contra la pared y contra el suelo; ni siquiera se inmutó<br />
cuando uno <strong>de</strong> los fragmentos le dio en la mejilla. Charlene solía <strong>de</strong>sahogarse <strong>de</strong><br />
aquella forma.<br />
«Rómpelo. Destrúyelo. Luego lo barres. Y compras quincalla nueva.»<br />
—¿Por ser una pésima madre? ¿Por ser una puta? ¿Por follarte al tipo con el<br />
que me acostaba y <strong>de</strong>mostrar que no eras <strong>de</strong>masiado vieja para quitármelo?<br />
¿Quizá por <strong>de</strong>cirme, durante casi toda mi vida, que te he <strong>de</strong>cepcionado como hija?<br />
¿Qué ataque me estoy sacando <strong>de</strong> la manga?<br />
—Te crié estando sola. Hice sacrificios para que pudieras tener todo lo que<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
querías.<br />
—Lástima que no me pagaras clases <strong>de</strong> violín. Ahora mismo podría sacarles<br />
partido. Pero, ¿sabes una cosa, Charlene? Ahora no se trata <strong>de</strong> ti ni <strong>de</strong> mí. Se trata<br />
<strong>de</strong> él. Está muerto.<br />
—No te creo.<br />
—Alguien lo mató. Lo asesinó. Le clavaron un piolet en el pecho y lo <strong>de</strong>jaron<br />
en la montaña.<br />
—No. No, no, no, no. —Su expresión se había congelado, estaba tan inmóvil,<br />
se veía tan fría como el cielo que tenía al fondo. De pronto se <strong>de</strong>splomó y se quedó<br />
sentada en el suelo entre los pedazos <strong>de</strong> porcelana y cristal—. Dios mío, no. Pat.<br />
Pat.<br />
—Por favor, levántate. Te estás cortando. —Aún enojada, Meg dio la vuelta<br />
al escritorio y sujetó a Charlene por las axilas para levantarla.<br />
—Meg. Megan. —Charlene respiraba entrecortadamente. Sus gran<strong>de</strong>s ojos<br />
azules estaban llenos <strong>de</strong> lágrimas—. ¿Está muerto?<br />
—Sí.<br />
Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Soltando un gemido, apoyó<br />
la cabeza sobre el hombro <strong>de</strong> Meg y se aferró a él.<br />
Esta hizo un esfuerzo por reprimir las ganas <strong>de</strong> apartarse. Dejó que su madre<br />
llorara, se agarrara y llorara. Y se dio cuenta <strong>de</strong> que aquel era el primer abrazo<br />
sincero que compartían en un montón <strong>de</strong> años.<br />
Cuando la tormenta amainó, Meg llevó a Charlene a su habitación. Era como<br />
<strong>de</strong>snudar a una muñeca, pensaba mientras le quitaba la ropa a su madre. Le curó<br />
los pequeños rasguños y le pasó el camisón por la cabeza.<br />
—No me <strong>de</strong>jó.<br />
—No.<br />
Meg se acercó al baño y revisó el botiquín <strong>de</strong> su madre. Siempre tenía<br />
muchas pastillas. Encontró una caja <strong>de</strong> Xanax y llenó un vaso <strong>de</strong> agua.<br />
—Lo odiaba porque me había <strong>de</strong>jado.<br />
—Ya lo sé.<br />
—Tú me odiabas por ello.<br />
—Tal vez. Tómate esto.<br />
—¿Asesinado?<br />
—Sí.<br />
—¿Por qué?<br />
—No lo sé. —En cuanto Charlene se tomó la pastilla, <strong>de</strong>jó el vaso—.<br />
Túmbate.<br />
—Yo le quería.<br />
—Pue<strong>de</strong> que sea cierto.<br />
—Le quería —repitió Charlene mientras Meg la arropaba—. Lo odiaba por<br />
haberme <strong>de</strong>jado sola. No soporto estar sola.<br />
—Duerme un rato.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Te quedarás?<br />
—No. —Meg corrió las cortinas y habló en la penumbra—. Yo sí soporto<br />
estar sola. Y ahora necesito estarlo. A<strong>de</strong>más, cuando te <strong>de</strong>spiertes, ya no me<br />
necesitarás.<br />
De todas formas, se quedó hasta que Charlene se durmió.<br />
Mientras bajaba por la escalera se cruzó con Sarrie Parker.<br />
—Déjala dormir. Tiene el <strong>de</strong>spacho hecho un <strong>de</strong>sastre.<br />
—Eso he oído. —Sarrie levantó las cejas—. Habrás dicho algo que la ha<br />
puesto a cien.<br />
—Tú intenta limpiarlo antes <strong>de</strong> que baje.<br />
Siguió bajando y al entrar en el restaurante fue directamente a buscar el<br />
abrigo.<br />
—Tengo que marcharme —dijo a Nate.<br />
Él la siguió hasta la puerta.<br />
—¿Adón<strong>de</strong>?<br />
—A casa. Necesito estar en casa.<br />
El frío y ligero golpe que le dio el viento le resultó agradable.<br />
—¿Cómo está ella?<br />
—Le he dado un tranquilizante. Si se recupera, te caerá encima. Lo siento. —<br />
Se puso los guantes y se cubrió la cara con las manos—. ¡Señor! Ha sido como<br />
esperaba. Histeria, ira y el habitual «¿Por qué me odias?».<br />
—Tienes un corte en la cara.<br />
—Solo es un rasguño. Un caniche <strong>de</strong> porcelana hecho añicos. Se ha puesto a<br />
lanzar cosas. —Respiró hondo mientras se dirigían hacia el río. Quería que el<br />
fantasma <strong>de</strong> su aliento volara y se <strong>de</strong>svaneciera—. Pero cuando se ha dado cuenta<br />
<strong>de</strong> que no le estaba tomando el pelo se ha <strong>de</strong>smoronado. No esperaba lo que he<br />
visto en su cara. Le quería. Nunca me lo había imaginado. Nunca pensé que<br />
pudiera ser verdad.<br />
—No creo que sea el mejor momento, ni para ti ni para ella, <strong>de</strong> estar solas.<br />
—Ella no lo estará. Yo lo necesito. Déjame unos días, Burke. De todas formas,<br />
por aquí se te acumulará el trabajo. Unos días y todo se habrá calmado un poco.<br />
Luego vienes, te preparo comida y te llevo a la cama.<br />
—El teléfono vuelve a funcionar. Pue<strong>de</strong>s llamarme si necesitas algo.<br />
—Sí, puedo. No lo haré. No te empeñes en salvarme, jefe. —Se puso las gafas<br />
<strong>de</strong> sol—. Limítate a los <strong>de</strong>talles.<br />
Se volvió, empujó la cabeza <strong>de</strong> Nate hacia la suya y los dos se permitieron un<br />
ardiente beso lleno <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo. Luego se apartó y le dio unos toques en la mejilla con<br />
la mano cubierta por el guante.<br />
—Solo unos días —repitió y se fue hacia el avión.<br />
No volvió la vista atrás aunque sabía que él seguía junto al río, que<br />
observaba cómo se alejaba.<br />
Lo borró <strong>de</strong> su mente. Lo borró todo y fue elevándose por encima <strong>de</strong> las<br />
copas <strong>de</strong> los árboles hacia el límite <strong>de</strong>l cielo.<br />
Solo cuando vio el humo <strong>de</strong> su chimenea y las dos sedosas balas en que se<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
habían convertido sus perros mientras avanzaban sobre la nieve hacia el lago notó<br />
un nudo en la garganta.<br />
Solo cuando vio la silueta que salía por la puerta y seguía poco a poco el<br />
camino marcado por los perros sintió que las lágrimas llenaban sus ojos.<br />
Sus manos empezaron a temblar <strong>de</strong> tal forma que tuvo que hacer gran<strong>de</strong>s<br />
esfuerzos para aterrizar. La esperaba el hombre que le había hecho <strong>de</strong> padre<br />
cuando el suyo había <strong>de</strong>saparecido.<br />
Salió <strong>de</strong>l avión y se esforzó por hablar tranquilamente.<br />
—Creía que tardarías aún un par <strong>de</strong> días —dijo Meg.<br />
—Algo me ha hecho volver. —Observó <strong>de</strong> cerca su rostro—. Ha ocurrido<br />
algo, ¿verdad?<br />
—Sí —asintió ella mientras se inclinaba para saludar a los perros, que<br />
mostraban su alegría—. Ha ocurrido algo.<br />
—Vamos a casa y me lo cuentas.<br />
Solo cuando se encontró en el calor <strong>de</strong> su hogar, cuando preparó un té y dio<br />
<strong>de</strong> beber a los perros, y él la escuchó sin hacer comentarios, Meg perdió el control<br />
y se echó a llorar.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Anotación en un diario<br />
18 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />
Capítulo 11<br />
He estado por encima <strong>de</strong> las nubes. Este es para mí el momento <strong>de</strong>finitivo en<br />
toda ascensión. El cansancio, el dolor, el terrible sufrimiento <strong>de</strong>l frío <strong>de</strong>saparecen<br />
cuando te encuentras en la cumbre. Vuelves a nacer. En esa inocencia no existe el<br />
miedo a la muerte o a la vida. No hay enojo, tristeza, historia o futuro. Solo existe<br />
el momento.<br />
Lo has conseguido. Has vivido para ello.<br />
Hemos bailado sobre la nieve virgen, a unos tres mil novecientos metros por<br />
encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l mar, con el sol brillando en nuestros ojos y el viento al<br />
compás <strong>de</strong> nuestra enloquecida melodía. Los gritos que soltábamos atronaban y<br />
resonaban en el cielo, y nuestro vértigo seguía el remolino <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong> nubes.<br />
Cuando Darth dijo que teníamos que saltar, estuve a punto <strong>de</strong> hacerlo. ¡Qué<br />
<strong>de</strong>monios! Éramos los dioses <strong>de</strong> allí.<br />
Lo <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> verdad. Me <strong>de</strong>jó pasmado —no era miedo— darme cuenta <strong>de</strong><br />
que lo <strong>de</strong>cía en serio. Vamos a saltar. ¡Vamos a volar! El colega se había pasado<br />
con las anfetas. Demasiadas para el último acelerón.<br />
Incluso me agarró el brazo, <strong>de</strong>safiándome. Tuve que apartarme y alejarlo a él<br />
<strong>de</strong>l bor<strong>de</strong>. Me insultó, pero reía. Los dos reíamos. Como majaras.<br />
Dijo algo un poco raro, pero supongo que era normal en un lugar como<br />
aquel. Me dio la vara, con aquella risa casi efervescente, con que yo tenía mucha<br />
suerte. Que si me había agenciado la mujer más sexy <strong>de</strong> Lunacy y me pasaba los<br />
días mano sobre mano mientras ella daba el callo. Encima podía largarme, libre<br />
como el viento; y no solo podía tirarme a quien quisiera, no solo me hacía con la<br />
banca en la partida, sino que a<strong>de</strong>más ahora estaba en la cima <strong>de</strong>l mundo, porque<br />
me había salido <strong>de</strong> allí.<br />
Pues no, no iba a saltar.<br />
Lo que él me dijo era que las cosas iban a cambiar, que iban a dar un vuelco.<br />
Dijo que conseguiría a la mujer que los otros quieren, que le sonreiría la suerte,<br />
que viviría a lo gran<strong>de</strong>.<br />
Lo <strong>de</strong>jé allí. Era un momento <strong>de</strong>masiado bonito para pensar en chorradas.<br />
Pasé <strong>de</strong> la loca alegría a la paz, una paz total y absoluta. No somos dioses,<br />
solo unos hombres que han subido a duras penas otra cima. Sé que he hecho mil<br />
cosas insignificantes. Pero esta no lo es. Esta me marcará.<br />
No hemos conquistado la montaña sino que nos hemos fundido con ella.<br />
Creo que precisamente por haber conseguido esto soy un hombre mejor. Un<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
compañero mejor, un padre mejor. Sé que Darth a veces tiene razón cuando suelta<br />
sus rollos. No he ganado todo lo que tengo, al menos no <strong>de</strong> la forma que he<br />
ganado este momento. Sé que el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> mejorar se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mí cuando estoy<br />
aquí, frente al azote <strong>de</strong>l viento, por encima <strong>de</strong> un mundo lleno <strong>de</strong> dolor y belleza,<br />
<strong>de</strong>l que ahora me separan esas nubes que a su vez me tientan para que me<br />
zambulla en ellas, me precipite <strong>de</strong> nuevo hacia aquel dolor y aquella belleza.<br />
Es extraño estar aquí, en el lugar que tanto he ansiado ver, y sufrir por lo que<br />
he <strong>de</strong>jado atrás.<br />
Nate examinó las fotos <strong>de</strong> la cueva <strong>de</strong> hielo. No encontró nada nuevo en<br />
ellas; las había repasado una y otra vez durante los últimos tres días y tenía<br />
grabado en la cabeza hasta el último <strong>de</strong>talle.<br />
Disponía <strong>de</strong> unas brevísimas notas <strong>de</strong> la policía estatal. Si el tiempo no lo<br />
impedía, en las próximas cuarenta y ocho horas mandarían al equipo forense para<br />
recuperar el cadáver. Nate sabía que habían interrogado a fondo a los tres chicos,<br />
aunque la mayor parte <strong>de</strong> la información que él tenía procedía más <strong>de</strong> radio<br />
macuto que <strong>de</strong> los canales oficiales.<br />
Le habría gustado crear una comisión para el caso, pero en realidad no era <strong>de</strong><br />
su jurisdicción.<br />
No iban a permitirle examinar la cueva ni presenciar la autopsia en cuanto<br />
levantaran el cadáver. Sería el equipo investigador quien <strong>de</strong>cidiría si se le pasaban<br />
los datos.<br />
Tal vez su posición mejoraría algo en cuanto i<strong>de</strong>ntificaran <strong>de</strong>finitivamente el<br />
cadáver como el <strong>de</strong> Patrick Galloway. Aun así, a él no le tendrían totalmente al<br />
corriente.<br />
Le sorprendía constatar hasta qué punto <strong>de</strong>seaba disponer <strong>de</strong> todos los<br />
datos. Hacía más <strong>de</strong> un año que un caso no <strong>de</strong>spertaba tanto su interés. Le<br />
apetecía intervenir. Quizá contribuía a ello su relación con Meg, aunque lo que<br />
pesaba más eran las fotos. El hombre que había visto en ellas.<br />
Congelado diecisiete años atrás. Conservado y, con él, todos los <strong>de</strong>talles<br />
relativos a su muerte. El muerto tenía las respuestas, si sabías dón<strong>de</strong> buscarlas.<br />
¿Se habría resistido? ¿Le habrían cogido por sorpresa? ¿Conocía a su asesino?<br />
¿A sus asesinos?<br />
¿Por qué había muerto?<br />
Dejó el expediente que había abierto en un cajón cuando oyó que llamaban a<br />
la puerta <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho.<br />
Peach asomó la cabeza.<br />
—Deb ha sorprendido a un par <strong>de</strong> críos robando en la tienda. Peter está libre.<br />
¿Quiere que vaya hasta allí y los traiga?<br />
—Bien. Contacte con los padres y que vengan también aquí. ¿Qué se<br />
llevaban?<br />
—Unos cómics, golosinas y un lote <strong>de</strong> seis cervezas Miller. Parece mentira<br />
que no sepan que Deb tiene ojos <strong>de</strong> lince. Acaba <strong>de</strong> llegar Jacob Itu. Pregunta si<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
tiene un minuto para hablar con él.<br />
—Por supuesto, que pase.<br />
Nate se levantó y se acercó a la cafetera. Otra hora <strong>de</strong> sol, calculó, aunque el<br />
que había aparecido aquella mañana era apagado y frío. Miró por la ventana, situó<br />
el Sin Nombre y lo observó mientras tomaba el café.<br />
Se volvió al oír que se acercaba Jacob. Aquel hombre era el prototipo <strong>de</strong>l<br />
nativo <strong>de</strong> Alaska: rostro oscuro y huesudo, ojos muy vivos. Tenía el pelo plateado<br />
y lo llevaba recogido en una trenza. Llevaba sólidas botas y ropa <strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong><br />
franela y lana, que cubría con un largo poncho <strong>de</strong> color marrón.<br />
Nate situó su edad por encima <strong>de</strong> los cincuenta, le pareció una persona sana,<br />
en forma, fuerte y nervuda.<br />
—Señor Itu. —Nate le señaló una silla—. ¿En qué puedo ayudarle?<br />
—Patrick Galloway era amigo mío.<br />
Nate asintió.<br />
—¿Le apetece un café?<br />
—No, gracias.<br />
—Todavía no han recuperado, examinado e i<strong>de</strong>ntificado <strong>de</strong>finitivamente el<br />
cadáver. —Nate se sentó ante el escritorio. Repitió la misma perorata que había<br />
soltado a cuantos se lo habían preguntado allí, en la calle y en el Lodge en los dos<br />
últimos días—. La policía estatal se encarga <strong>de</strong> la investigación. Será ella quien lo<br />
notifique oficialmente a los familiares más próximos cuando se haya procedido a<br />
la i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong>finitiva.<br />
—Meg no pue<strong>de</strong> haberse equivocado con su padre.<br />
—No. Estoy <strong>de</strong> acuerdo con usted.<br />
—No <strong>de</strong>be <strong>de</strong>jarse la justicia en manos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />
Eso es lo que había creído él en otra época. La misma convicción que a él y a<br />
su compañero les llevó a aquel callejón <strong>de</strong> Baltimore.<br />
—El caso no es mío. No es mi jurisdicción y está fuera <strong>de</strong> mi competencia.<br />
—Él era <strong>de</strong> aquí, como lo es su hija. Usted habló ante los habitantes <strong>de</strong> este<br />
lugar cuando llegó y les prometió cumplir con su <strong>de</strong>ber.<br />
—Eso hice. Y eso haré. No estoy escurriendo el bulto, pero en este caso estoy<br />
atado <strong>de</strong> pies y manos.<br />
Jacob se acercó un poco a él, el único movimiento que había efectuado <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
su llegada.<br />
—Cuando estaba fuera, se ocupaba <strong>de</strong> asesinatos.<br />
—Efectivamente, pero ya no estoy fuera. ¿Ha visto usted a Meg?<br />
—Sí. Es fuerte. Será ella quien domine el dolor. No <strong>de</strong>jará que él la domine a<br />
ella.<br />
«¿También lo hago yo?», pensó Nate. De todas formas, aquel hombre <strong>de</strong> ojos<br />
vivos, con su ira implacablemente controlada, no podía ver lo que él tenía en la<br />
cabeza.<br />
—Hábleme <strong>de</strong> Galloway. ¿Con quién podría haber ido <strong>de</strong> escalada?<br />
—Con unos conocidos.<br />
—¿Unos?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Para escalar el Sin Nombre en invierno hacen falta al menos tres. Era un<br />
hombre temerario, impulsivo, pero no habría emprendido ese ascenso con menos<br />
<strong>de</strong> dos compañeros. Tampoco habría escalado con <strong>de</strong>sconocidos. O solo con<br />
<strong>de</strong>sconocidos. —Jacob sonrió levemente—. Aunque hacía amigos fácilmente.<br />
—¿Y enemigos?<br />
—Un hombre que posee lo que otros envidian tiene enemigos.<br />
—¿Qué tenía él?<br />
—Una bella esposa. Una hija inteligente. Una soltura y una falta <strong>de</strong> ambición<br />
que le permitían hacer lo que le daba la gana.<br />
Desear a la mujer <strong>de</strong> otro solía ser un motivo <strong>de</strong> asesinato entre amigos.<br />
—¿Tenía Charlene relaciones con otro?<br />
—No creo.<br />
—¿Y él con otras?<br />
—Pue<strong>de</strong> que él fuera <strong>de</strong> vez en cuando con alguna, cuando estaba lejos <strong>de</strong><br />
casa, como hacen muchos. Si era así, nunca me lo comentó.<br />
—No hacía falta que se lo contara —respondió Nate—. Usted lo habría<br />
sabido.<br />
—Sí.<br />
—En un lugar como este también pue<strong>de</strong>n guardarse secretos, pero los <strong>de</strong> este<br />
tipo no se mantienen ocultos mucho tiempo. —Reflexionó un momento—.<br />
¿Drogas?<br />
—Tenía unas plantas <strong>de</strong> marihuana. No traficaba.<br />
Nate levantó las cejas.<br />
—¿Solo hierba? —Al ver que Jacob vacilaba, Nate se apoyó en el respaldo—.<br />
Nadie va a tenérselo en cuenta ahora.<br />
—Principalmente hierba, pero tampoco hacía ascos a lo que pudiera<br />
encontrar por ahí.<br />
—¿Tenía camello? ¿En Anchorage, pongamos por caso?<br />
—No creo. No solía disponer <strong>de</strong> dinero para este tipo <strong>de</strong> lujos. Charlene lo<br />
administraba y lo tenía bien atado. A él le gustaba escalar, pescar y salir <strong>de</strong><br />
excursión. Volar también, pero nunca le interesó pilotar un aparato. Trabajaba<br />
cuando necesitaba dinero. No le gustaban los límites, las leyes, las normas. Los<br />
que vienen aquí suelen ser así. A usted no le hubiera entendido.<br />
Lo importante, pensaba Nate, era que él consiguiera enten<strong>de</strong>r a Patrick<br />
Galloway.<br />
Hizo unas preguntas más a Jacob y cuando este se hubo marchado archivó<br />
las notas tomadas.<br />
Llegó luego el momento <strong>de</strong> abordar cuestiones más rutinarias: la <strong>de</strong> los dos<br />
adolescentes <strong>de</strong> la tienda.<br />
Con ese y con los casos <strong>de</strong> unos esquís perdidos y un topetazo estuvo<br />
ocupado todo el día.<br />
Tenía la noche libre, pues Otto y Peter estaban <strong>de</strong> servicio. A menos que se<br />
produjera un asesinato masivo, no tenía que pensar en el trabajo hasta la mañana<br />
siguiente.<br />
- 131 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Había <strong>de</strong>jado unos días tranquila a Meg. Esperaba que ya quisiera recibirle.<br />
Se equivocó al <strong>de</strong>cidir volver al Lodge a buscar una muda por si se quedaba<br />
en casa <strong>de</strong> Meg.<br />
Charlene lo pescó aún en la habitación.<br />
—Tengo que hablar con usted.<br />
Se metió <strong>de</strong>ntro y se sentó en la cama. Iba vestida <strong>de</strong> negro; llevaba un<br />
pantalón y un suéter ajustados y los tacones con los que solía andar todo el día.<br />
—De acuerdo. ¿Bajamos a tomar un café?<br />
—Es privado. ¿Le importa cerrar la puerta?<br />
—Bien. —De todas formas, Nate se quedó junto a ella.<br />
—Tiene que hacer algo por mí: ir a Anchorage y <strong>de</strong>cirle a esa gente que me<br />
entreguen el cadáver <strong>de</strong> Pat.<br />
—Aún no lo han recuperado, Charlene.<br />
—Ya lo sé. ¡Llevo días al teléfono hablando son esos burócratas, con esos<br />
cabrones sin entrañas! Lo tienen allí arriba, aún no lo han bajado.<br />
Al ver que los ojos se le llenaban <strong>de</strong> lágrimas, Nate se enterneció.<br />
—Charlene. —Echó un vistazo en busca <strong>de</strong> pañuelos <strong>de</strong> papel, una toalla,<br />
una camiseta, y acabó entrando en el baño. Salió con un rollo <strong>de</strong> papel higiénico y<br />
se lo puso en la mano—. Enviar a un equipo allí para el rescate no es tarea fácil.<br />
No quiso añadir que unos días más, al fin y al cabo, tampoco importaban<br />
<strong>de</strong>masiado.<br />
—Allí arriba ha habido tormentas y vientos muy fuertes. De todas formas,<br />
esta mañana he hablado con el sargento Coben y por lo visto si mañana está<br />
<strong>de</strong>spejado tienen intención <strong>de</strong> mandar un equipo a primera hora —dijo Nate con<br />
la intención <strong>de</strong> tranquilizarla.<br />
—Me han dicho que yo no era un familiar cercano porque no estábamos<br />
casados.<br />
Cortó un trozo <strong>de</strong> papel y ocultó el rostro en él.<br />
—¡Oh! —Nate soltó un suspiro—. Meg...<br />
—No es hija legítima —dijo con voz temblorosa, tirando el papel<br />
hume<strong>de</strong>cido—. ¿Por qué tendrían que entregárselo a ella? Lo mandarán a sus<br />
padres, al este. ¡No hay <strong>de</strong>recho! ¡Eso está muy mal! ¿No los <strong>de</strong>jó, él? ¡A mí no me<br />
<strong>de</strong>jó nunca! Al menos adre<strong>de</strong>. Pero ellos me odian y nunca permitirán que lo<br />
recupere.<br />
Había visto en otras ocasiones a gente que se peleaba por un cadáver, y<br />
siempre resultaba duro.<br />
—¿Ha hablado con ellos?<br />
—No, todavía no —respondió enseguida, y sus ojos se secaron—. Ni siquiera<br />
me reconocen. Es verdad que han hablado alguna vez con Meg y que le mandaron<br />
dinero cuando cumplió veintiún años. Ya podían hacerlo, pues están podridos <strong>de</strong><br />
pasta. Nunca se preocuparon cuando Pat vivía, imagínese ahora que está muerto.<br />
Yo lo quiero aquí. Lo quiero aquí.<br />
—De acuerdo, pero vayamos por partes. —No vio más salida que sentarse a<br />
su lado y ofrecerle un hombro en el que llorar—. Seguiré en contacto con Coben.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
En realidad, aún retendrán un tiempo el cadáver. Un tiempo largo. Y a mí me<br />
parece que su hija, Meg, tiene el mismo <strong>de</strong>recho que sus padres.<br />
—Ella no plantará cara. Esas cosas no le interesan.<br />
—Hablaré con Meg.<br />
—¿Por qué alguien quiso matar a Pat? Nunca había hecho daño a nadie.<br />
Salvo a mí. —Soltó una risita entre lágrimas, un gesto entre triste y nostálgico—.<br />
Pero siempre sin querer. Nunca pretendía hacerme llorar o enojar.<br />
—¿Hacía enojar a mucha gente?<br />
—Sobre todo a mí. Me volvía loca. —Suspiró—. Le quería con locura.<br />
—Si le pidiera que hiciera memoria, que pensara <strong>de</strong>tenidamente en la época<br />
en la que se marchó, ¿lo haría? Me refiero a recordar los <strong>de</strong>talles, incluso los más<br />
insignificantes.<br />
—Podría intentarlo. Hace tanto tiempo que ya casi me parece algo irreal.<br />
—Pues inténtelo, <strong>de</strong>dique un par <strong>de</strong> días a recordar. Anote todo lo que le<br />
venga a la memoria. Cosas que dijo él, que hizo, personas con las que se<br />
relacionaba, cualquier cosa que pudiera parecer distinta. Y luego lo<br />
comentaremos.<br />
—Ha estado allá arriba todo este tiempo —murmuró Charlene—. Solo en<br />
medio <strong>de</strong>l frío. ¿Cuántas veces habré mirado la montaña en estos años? Ahora,<br />
cada vez que lo hago, veo a Pat. Para mí era mucho más fácil cuando lo odiaba.<br />
—Lo imagino.<br />
Se sorbió la nariz y se incorporó.<br />
—Quiero que traigan su cadáver aquí. Lo quiero enterrar aquí. Es lo que él<br />
hubiera querido.<br />
—Haremos lo posible para conseguirlo. —Puesto que las lágrimas la habían<br />
ablandado y parecía que no iba a echársele encima, Nate pensó que era el<br />
momento a<strong>de</strong>cuado para sacarle un poco más <strong>de</strong> información—. Hábleme <strong>de</strong><br />
Jacob Itu, Charlene.<br />
Ella se secó las pestañas.<br />
—¿Qué quiere saber <strong>de</strong> él?<br />
—Su historia. ¿Cómo intimó tanto con Pat? Quizá me ayu<strong>de</strong> a hacerme una<br />
i<strong>de</strong>a más global.<br />
—¿Para <strong>de</strong>scubrir qué le ocurrió a Pat?<br />
—Exactamente. ¿Él y Jacob eran buenos amigos?<br />
—Sí. —Se sorbió <strong>de</strong> nuevo la nariz, esta vez con un poco más <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za—. Jacob es un poco... misterioso. Al menos yo nunca lo he entendido.<br />
A juzgar por su malhumorada expresión, aquello significaba que nunca<br />
había podido ligárselo. Interesante, pensó Nate.<br />
—A mí me ha parecido un solitario.<br />
—Pue<strong>de</strong> —dijo encogiéndose <strong>de</strong> hombros—. Él y Pat se entendían muy bien.<br />
Creo que a Pat le divertía. Pero a los dos les encantaban todas esas chorradas <strong>de</strong> la<br />
caza, la pesca y las excursiones. Pat <strong>de</strong>stacaba en cualquier actividad al aire libre.<br />
Él y Jacob se perdían en el monte días y días mientras yo estaba aquí ocupándome<br />
<strong>de</strong> la pequeña, <strong>de</strong>l trabajo y...<br />
- 133 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—O sea que eso era lo que les unía —le interrumpió Nate.<br />
—Eso y que los dos estaban contra el gobierno, aunque podría <strong>de</strong>cirse lo<br />
mismo <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> aquí. A él y a Pat les encantaban todas esas<br />
historias <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> la tierra y todo eso, pero en el fondo estaba Meg.<br />
—¿Cómo que estaba Meg?<br />
—Pues...<br />
Se acercó a él en un gesto que Nate i<strong>de</strong>ntificó como confi<strong>de</strong>ncial. Él no se<br />
inmutó, siguió en la misma postura, pues no quería interrumpir la dinámica hasta<br />
conseguir lo que buscaba.<br />
—Jacob estuvo casado.<br />
—¿De verdad?<br />
—Hace años. Siglos. Cuando tenía dieciocho, diecinueve años; vivía en un<br />
pueblecito en el monte <strong>de</strong> las afueras <strong>de</strong> Nome. —Su expresión se animó mientras<br />
se apartaba el pelo <strong>de</strong> la cara y seguía con la explicación—. Yo me enteré por Pat y<br />
por lo que pillas aquí y allá. Jacob nunca me contó nada.<br />
Charlene se quedó otra vez ensimismada.<br />
—De modo que estaba casado —apuntó Nate.<br />
—Con una <strong>de</strong> su misma edad y tribu. Por lo visto se criaron juntos. Eran eso<br />
que llaman almas gemelas. Ella murió al dar a luz. Mejor dicho, murieron ella y el<br />
bebé, una niña. Fue un parto prematuro, un par <strong>de</strong> meses antes <strong>de</strong> la cuenta y<br />
hubo complicaciones. En fin, no recuerdo exactamente qué ocurrió, la cuestión es<br />
que no pudieron llevarla al hospital, al menos no a tiempo. Algo triste —dijo al<br />
cabo <strong>de</strong> un momento, y los ojos, la expresión y la voz se suavizaron con una<br />
sentida compasión—. Realmente triste.<br />
—Mucho.<br />
—Pat <strong>de</strong>cía que por eso se había hecho piloto. Si hubiera tenido una avioneta<br />
o hubieran conseguido una a tiempo, quizá... Por eso se trasladó aquí, dijo que no<br />
podía seguir allí porque su vida habría terminado. O algo así. En fin, cuando<br />
aparecimos nosotros por aquí y vio a Meg, Jacob dijo que el espíritu <strong>de</strong> la niña le<br />
<strong>de</strong>cía algo. Pero no crea que iba colocado —puntualizó poniendo los ojos en<br />
blanco—. Jacob no se coloca. Pero tiene salidas <strong>de</strong> estas. Dijo a Pat que Meg era su<br />
hija espiritual, y a Pat le pareció muy bien. Yo lo encontré raro, pero como a Pat le<br />
gustaba... Le daba la sensación <strong>de</strong> que con ello él y Jacob se convertían en<br />
hermanos.<br />
—¿Sabe si él y Pat discutían a veces? ¿Sobre Meg, por ejemplo?<br />
—Que yo sepa no. De todas formas, Jacob no discute. Te fulmina con esas<br />
largas, ¿cómo se llama?, e inescrutables —<strong>de</strong>cidió—, con esas inescrutables<br />
miradas. Supongo que se volcó más con Meg cuando Pat se fue. Pero Pat no se fue.<br />
—Los ojos se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas <strong>de</strong> nuevo—. Murió.<br />
—Lo siento. Le agra<strong>de</strong>zco la información. Siempre ayuda a hacerse una i<strong>de</strong>a.<br />
—Hable con Meg. —Charlene se levantó—. Dígale que les haga compren<strong>de</strong>r<br />
a esos <strong>de</strong> Boston que Pat es <strong>de</strong> aquí. Hágaselo compren<strong>de</strong>r. A mí no me escuchará.<br />
Nunca lo ha hecho, ni lo hará. Cuento con usted, Nate.<br />
—Haré lo que pueda.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Pareció satisfecha con aquello y <strong>de</strong>jó a Nate sentado en un lado <strong>de</strong> la cama,<br />
que se vio a sí mismo aplastado por dos mujeres complicadas.<br />
No la llamó. Probablemente le pediría que aplazara la visita o simplemente<br />
no cogería el teléfono. En cambio, si aparecía por su casa, lo peor que podía<br />
pasarle era que lo mandase <strong>de</strong> vuelta, pero por lo menos habría visto con sus<br />
propios ojos si estaba bien.<br />
Enfiló la carretera; parecía un túnel con pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nieve a uno y otro lado.<br />
Tal como habían pronosticado, el cielo se había <strong>de</strong>spejado un poco, <strong>de</strong> modo que<br />
se veía en él la tenue luz <strong>de</strong> la luna y <strong>de</strong> las estrellas. Lloviznaba en las montañas<br />
que tenía <strong>de</strong>lante, y el reflejo le impedía vislumbrar el río.<br />
Antes <strong>de</strong> la curva que llevaba a la casa <strong>de</strong> Meg, oyó la música. Llenaba la<br />
penumbra, flotaba en ella y la engullía. De la misma forma que las luces hacían<br />
que la noche se batiera en retirada. Las tenía todas encendidas y la casa, el terreno<br />
<strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor y los árboles parecían estar en una hoguera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuyo interior<br />
manaba y fluía la música.<br />
Pensó que era ópera o algo parecido, aunque ese tipo <strong>de</strong> música no era su<br />
fuerte. Era algo <strong>de</strong>sgarrador, algo que rompía el corazón a pesar <strong>de</strong> que en cierta<br />
forma también levantaba el ánimo.<br />
Había abierto un sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> casi un metro <strong>de</strong> anchura. Nate imaginaba el<br />
tiempo y el esfuerzo que Meg habría empleado en ello. No se veía ni un copo <strong>de</strong><br />
nieve en el porche y la leñera <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta estaba llena.<br />
Pensó en llamar a la puerta, pero con la música probablemente Meg no oiría<br />
los golpes. Accionó la manija, vio que no estaba cerrada y abrió.<br />
Los perros, que dormían a pesar <strong>de</strong> la música, pegaron un bote en la<br />
alfombra. Tras unos breves ladridos <strong>de</strong> aviso, empezaron a mover la cola. Para<br />
tranquilidad <strong>de</strong> Nate, parecían acordarse <strong>de</strong> él, pues se acercaron amistosamente.<br />
—Así me gusta. ¿Dón<strong>de</strong> está mamá?<br />
Dio un par <strong>de</strong> gritos, pero al final optó por pasar. Había un animado fuego<br />
en el salón y en la cocina, y en esta se estaba haciendo algo a fuego lento que olía a<br />
cena.<br />
Iba a echar un vistazo, tal vez incluso a probarla, cuando vislumbró un<br />
movimiento al otro lado <strong>de</strong> la ventana.<br />
Se acercó más y, contra la iluminación exterior, pudo verla. Iba envuelta <strong>de</strong> la<br />
cabeza hasta los pies y avanzaba con dificultad entre la nieve con aquellas gruesas<br />
y redondas botas a las que llamaban garras <strong>de</strong> oso. Mientras él la miraba, Meg se<br />
<strong>de</strong>tuvo y volvió la cabeza hacia el cielo. Permaneció un momento inmóvil, con la<br />
mirada hacia arriba y la música penetrando en su cuerpo. Luego, con las manos<br />
contra los costados, cayó <strong>de</strong> espaldas.<br />
Nate llegó a la puerta <strong>de</strong> un salto, la abrió, saltó los peldaños <strong>de</strong> la entrada y<br />
corrió por la helada senda que ella había <strong>de</strong>spejado.<br />
Meg se incorporó al oír su nombre.<br />
—¿Cómo? ¡Hola! ¿De dón<strong>de</strong> sales tú?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Qué ha ocurrido? ¿Te has hecho daño?<br />
—No. Me apetecía tumbarme un momento en la nieve. El cielo se está<br />
<strong>de</strong>spejando. Bueno, ya que estás aquí, échame una mano.<br />
Nate se disponía a hacerlo cuando los perros salieron a la carrera y le<br />
saltaron encima.<br />
—La puerta está abierta —consiguió <strong>de</strong>cir Meg mientras uno <strong>de</strong> los huskies<br />
rodaba con ella en la nieve.<br />
—Disculpa. Lo último en que he pensado ha sido en cerrar la puerta. —La<br />
ayudó a levantarse—. ¿Qué hacías aquí fuera?<br />
—Estaba en el cobertizo, intentando arreglar una vieja moto <strong>de</strong> nieve que<br />
traje hace unos meses. De vez en cuando me encierro allí y le doy unos toques.<br />
—¿Sabes arreglar una moto <strong>de</strong> nieve?<br />
—Mis aptitu<strong>de</strong>s son múltiples y variadas.<br />
—No me cabe duda. —Mirándola, olvidó los pequeños dolores <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong>l<br />
día—. Precisamente estaba pensando en comprarme una.<br />
—¿En serio? Pues cuando tenga ésta a punto, te haré una oferta. Entremos.<br />
Ahora mismo me tomaría una copa. —Lo miró <strong>de</strong> soslayo mientras iban hacia la<br />
casa—. ¿Y qué, pasabas por aquí?<br />
—No.<br />
—¿Has subido a controlar cómo estaba?<br />
—Sí, con la esperanza <strong>de</strong> conseguir la cena prometida.<br />
—¿Solo la cena?<br />
—No.<br />
—Menos mal, porque a mí también me apetece lo otro. —Cogió un cepillo<br />
que tenía junto a la puerta—. ¿Me quitas un poco la nieve?<br />
Nate lo hizo tan bien como supo; luego, ella se quitó las garras <strong>de</strong> oso.<br />
—Deja la chaqueta y quédate un rato —le invitó mientras hacía lo propio con<br />
la suya.<br />
—¡Eh! Vaya pelo.<br />
Meg se pasó la mano por los cabellos mientras colgaba la parka y el gorro.<br />
—¿Qué pasa con mi pelo?<br />
—Que tienes mucho menos.<br />
Ahora le llegaba justo a las mandíbulas, una melenita estirada, espesa y algo<br />
revuelta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> habérsela tocado.<br />
—Me apetecía un cambio. Así que me lo corté.<br />
Fue hasta la <strong>de</strong>spensa y salió con una botella. Mientras preparaba dos copas,<br />
volvió la cabeza hacia Nate y vio que le sonreía.<br />
—¿Qué?<br />
—Me gusta. Te da un aspecto, no sé, joven y travieso.<br />
Meg la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />
—¿Joven y travieso significa llevar un pichi, unas manoletinas y que te llame<br />
papaíto?<br />
—No sé qué es un pichi, pero si te apetece llevarlo por mí no te cortes. Lo que<br />
sí eliminaría es lo <strong>de</strong> papaíto.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Como quieras. —Hizo un gesto <strong>de</strong> indiferencia mientras servía un par <strong>de</strong><br />
copas <strong>de</strong> vino tinto—. Estoy contenta <strong>de</strong> verte, Burke.<br />
Nate cogió las dos copas y las <strong>de</strong>jó en la barra. Luego, mientras le acariciaba<br />
el pelo, se acercó lentamente a su cara con los ojos muy abiertos y la besó. Con<br />
tranquilidad y dulzura. Y observó cómo lo miraba mientras la besaba; sus<br />
preciosos ojos azules solo pestañearon una vez.<br />
Cuando sus labios se separaron, Nate le ofreció una <strong>de</strong> las copas.<br />
—También me alegra besarte.<br />
Frotó un labio contra el otro y le sorprendió que con aquel ardor no salieran<br />
chispas.<br />
—Se nota.<br />
—Estaba preocupado por ti. Ya sé que no te gusta, que te pone en guardia.<br />
Pero es así. No hablemos <strong>de</strong> ello si no te apetece.<br />
Meg tomó un par <strong>de</strong> sorbos y pensó que ahí <strong>de</strong>ntro guardaba un saco <strong>de</strong><br />
paciencia. Y un pariente próximo <strong>de</strong> la paciencia era la tenacidad.<br />
—Tampoco hagamos <strong>de</strong> eso una montaña... Oye, ¿sabes preparar una<br />
ensalada?<br />
—Pues... ¿se abre una <strong>de</strong> esas bolsas que ven<strong>de</strong>n en el súper y se vierte en un<br />
cuenco?<br />
—Lo tuyo no es la cocina, ¿verdad?<br />
—No.<br />
—De todas formas, en este estadio <strong>de</strong> la relación, ahora que te tengo sorbido<br />
el seso, <strong>de</strong>berías apren<strong>de</strong>r a cortar las hortalizas sin quejarte. ¿Incluso pelar una<br />
zanahoria? —preguntó dirigiéndose hacia la nevera.<br />
—De acuerdo, <strong>de</strong> acuerdo.<br />
—Pues empecemos. —Colocó el material en la barra, le pasó una zanahoria y<br />
un cuchillo especial—. Empieza por eso.<br />
Mientras él preparaba la zanahoria, Meg lavaba la lechuga.<br />
—En algunas culturas, las mujeres se cortan el pelo en señal <strong>de</strong> duelo. Pero<br />
yo no lo he hecho por eso. Lo perdí hace mucho y ya me había adaptado a la<br />
situación... a mi manera. Pero ahora es distinto.<br />
—Un asesinato lo cambia todo.<br />
—Más que la muerte —admitió ella—. La muerte es algo natural. Es una<br />
putada porque nadie quiere largarse <strong>de</strong> aquí, pero sabes que hay un ciclo que es<br />
igual para todos.<br />
Secó la lechuga; los largos <strong>de</strong>dos con las uñas perfectamente recortadas se<br />
movían con brío.<br />
—Podía haber aceptado su muerte. Pero no aceptaré su asesinato. De modo<br />
que presionaré a los polis estatales y a ti hasta quedarme tranquila. Pue<strong>de</strong> que con<br />
ello se enfríen algo tus calenturas, pero hay que correr el riesgo.<br />
—No creo que eso ocurra. Hacía tiempo que una mujer no me ponía en ese<br />
estado, <strong>de</strong> modo que ya era hora.<br />
—¿Y por qué?<br />
Nate le pasó la zanahoria para que diera el visto bueno.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Por qué, qué?<br />
—¿Por qué no te habían puesto en ese estado?<br />
—Pues... ejem...<br />
—¿Miedo a no estar a la altura?<br />
Nate parpa<strong>de</strong>ó, soltó una risita ahogada.<br />
—¡Menuda pregunta! Pero ¿no crees que es una conversación poco<br />
apropiada para preparar una ensalada?<br />
—Pues volvamos al asesinato —respondió ella.<br />
—¿Quién les llevó arriba? —preguntó Nate.<br />
—¿Cómo?<br />
—Necesitarían un piloto, ¿no? Alguien que les llevara al campamento base o<br />
como lo llamen.<br />
—Ah. —Meg hizo una pausa y golpeó la plancha <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con el cuchillo—<br />
. Se nota que eres poli. No lo sé, y supongo que costará bastante saberlo <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> tanto tiempo, pero creo que entre Jacob y yo podremos resolverlo.<br />
—Fuera quien fuese, como mínimo recogió a uno menos <strong>de</strong> los que <strong>de</strong>jó. Y<br />
no informó sobre ello. ¿Por qué?<br />
—Es lo que tenemos que <strong>de</strong>scubrir. Bien. Es un camino.<br />
—Los investigadores que llevan el caso se harán estas preguntas, tomarán<br />
esta dirección. Pero tal vez tú quieras plantearte cuestiones más personales —<br />
insinuó Nate.<br />
—Te refieres a la batalla por el cuerpo y los funerales que planifica Charlene.<br />
—Empezó a cortar unas curiosas tiras <strong>de</strong> col roja—. Ya me ha dado bastante la<br />
vara. Precisamente por eso ayer <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> coger el teléfono. Me parece una chorrada<br />
pelear por un cadáver. Sobre todo cuando no tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> si su familia se<br />
opondrá a que lo entierre aquí.<br />
—¿Los conoces?<br />
Sacó una olla y empezó a llenarla <strong>de</strong> agua para la pasta.<br />
—Sí. Su madre se puso en contacto conmigo unas cuantas veces, y cuando<br />
me ofreció la oportunidad <strong>de</strong> ir a conocer a la familia acepté por curiosidad. Tenía<br />
dieciocho años. Charlene estaba cabreadísima, lo que aún me incitó más a ir.<br />
Colocó la olla en el fuego, removió la salsa y se dispuso a acabar <strong>de</strong> preparar<br />
la ensalada.<br />
—Es gente normal. Algo estirados, intelectuales, no <strong>de</strong>l tipo que escogería yo<br />
como amista<strong>de</strong>s ni <strong>de</strong> los que pasarían mucho tiempo conmigo. Pero me<br />
parecieron aceptables. Me dieron dinero, con lo que ganaron bastantes puntos.<br />
Cogió la botella, se llenó la copa y la mantuvo en el aire mientras levantaba<br />
las cejas mirando a Nate.<br />
—No, gracias.<br />
—Suficiente dinero para pagar la entrada <strong>de</strong>l avión y esta casa, o sea que se<br />
lo <strong>de</strong>bo.<br />
Se calló un momento para tomar un sorbo <strong>de</strong> vino con expresión pensativa.<br />
—No creo que vayan a discutir con Charlene e insistir en llevárselo al este. A<br />
ella le gusta pensarlo porque disfruta odiándolos. De la misma forma que ellos<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
prefieren no tenerla en cuenta. Así cada cual convierte a mi padre en algo distinto<br />
<strong>de</strong> lo que era.<br />
Sacó los platos y se los pasó a Nate para que pusiera la mesa.<br />
—¿El silencio es una técnica <strong>de</strong> interrogatorio?<br />
—Pue<strong>de</strong> serlo. Pero también se le pue<strong>de</strong> llamar escuchar.<br />
—Solo conozco a una persona, es <strong>de</strong>cir, a alguien con quien paso cierto<br />
tiempo que escucha como tú. Es Jacob. Es una gran virtud. Mi padre también me<br />
escuchaba a veces. Pero veías cómo disminuía su atención si la cosa se alargaba.<br />
Seguía ahí sentado, pero ya no escuchaba. Jacob siempre lo ha hecho.<br />
»En fin —dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> soltar un sonoro suspiro—. Patrick Galloway. Un<br />
cabrón <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado. Yo lo quería, y conmigo, en realidad, nunca fue<br />
<strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado. Pero lo fue con su familia, porque por muchos <strong>de</strong>fectos que<br />
tuvieran, no merecían que su hijo se largara sin avisar antes <strong>de</strong> cumplir los<br />
dieciocho años. Y también lo fue con Charlene, ya que permitió que fuera ella<br />
quien ganara hasta el último céntimo y se encargara <strong>de</strong> lo más duro.<br />
Probablemente ella lo quiso, lo que se convirtió, y tal vez sigue siendo, en la cruz<br />
<strong>de</strong> su vida. No sé si él la amó.<br />
Cogió un paquete <strong>de</strong> pasta <strong>de</strong>l armario, echó la cantidad a<strong>de</strong>cuada al agua<br />
hirviendo y siguió hablando mientras bajaba el fuego y removía la pasta.<br />
—Tampoco creo que hubiera aguantado mucho tiempo con nosotras. Pero<br />
ahora no tengo modo <strong>de</strong> saberlo, y sé que no tuvo la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir. Y eso<br />
es lo que cuenta; que alguien acabó con él. Yo me centro en esto, y no dón<strong>de</strong> lo<br />
entierran.<br />
—Sensato.<br />
—No soy una mujer sensata, Burke. Soy una egoísta. No tardarás en darte<br />
cuenta. —Sacó un recipiente <strong>de</strong> plástico <strong>de</strong> la nevera, lo agitó y repartió su<br />
contenido sobre la ensalada—. En aquel cajón hay una barra <strong>de</strong> pan <strong>de</strong> esta<br />
mañana.<br />
Nate abrió el cajón y lo sacó.<br />
—No sabía que habías bajado al pueblo.<br />
—No he bajado. Me he tomado un par <strong>de</strong> días libres para quedarme<br />
enclaustrada. —Cogió el pan y cortó unas rebanadas—. Una <strong>de</strong> las cosas que hago<br />
en estos casos es amasar pan, lo que me impi<strong>de</strong> pasar el día compa<strong>de</strong>ciéndome.<br />
—Amasas pan. —Soltó un silbido—. Nunca había conocido a nadie que lo<br />
hiciera. Ni que pilotara una avioneta. O arreglara una moto <strong>de</strong> nieve.<br />
—Tal como te he dicho, soy una mujer con aptitu<strong>de</strong>s múltiples y variadas. Te<br />
mostraré otras <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar. En la cama. Termina el vino. Ya está casi todo a<br />
punto.<br />
Tal vez fuera el ambiente o tal vez la mujer, pero Nate no recordaba una cena<br />
tan tranquila en mucho tiempo.<br />
Había dicho que no era una mujer sensata; sin embargo, él vio una gran<br />
sensatez en su estilo <strong>de</strong> vida, en la forma <strong>de</strong> ocuparse <strong>de</strong> su casa. En cómo se<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
enfrentaba a la conmoción y al dolor, incluso al odio.<br />
Jacob había dicho que era fuerte. Él empezaba a pensar que era la persona<br />
más fuerte que había conocido en su vida.<br />
Y la que se sentía más a gusto consigo misma.<br />
Le preguntó cómo le había ido el día. A él le costó hablar <strong>de</strong> ello, ya que en<br />
su matrimonio anterior se había acostumbrado a <strong>de</strong>jar el trabajo fuera.<br />
Pero Meg quería enterarse, comentar, cotillear, reír.<br />
Aun así, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tranquilidad que se respiraba con ella, notaba un<br />
escalofrío <strong>de</strong> excitación, <strong>de</strong> expectativa, aquel zumbido sexual que hacía que le<br />
hirviera la sangre cuando estaba cerca <strong>de</strong> ella.<br />
Deseaba acercar sus manos a su pelo, sus dientes a la nuca que <strong>de</strong>jaba al<br />
<strong>de</strong>scubierto el nuevo corte. Pensaba en ello, se lo imaginaba, su estómago se<br />
tensaba al notar que el peso <strong>de</strong>l día se <strong>de</strong>slizaba por sus hombros.<br />
En un momento <strong>de</strong>terminado, Meg estiró las piernas y las apoyó en su<br />
regazo mientras se inclinaba hacia atrás para tomar otro trago. A Nate se le secó la<br />
boca y se le enturbió la cabeza.<br />
—Solía mangar en las tiendas.<br />
Lanzó un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> pan a los perros. Nate pensó que a su madre le<br />
habría dado un ataque si la hubiera oído.<br />
Le encantaba ver cómo los perros cogían el pan al vuelo, como un par <strong>de</strong><br />
jugadores <strong>de</strong> béisbol recogiendo unas pelotas altas.<br />
—Tú... robabas...<br />
—En realidad no es lo mismo mangar que robar.<br />
—Llevarte algo, no pagarlo.<br />
—Vale, vale. —Puso los ojos en blanco—. Pero, la verdad es que para mí era<br />
como un ritual. Era tan hábil que no me pescaban como les ha ocurrido a esos<br />
chavales que has trincado hoy. Nunca cogí nada que necesitara. Era más una<br />
cuestión <strong>de</strong>: «Hum, a ver si soy capaz <strong>de</strong> llevármelo». Luego escondía el botín en<br />
mi habitación y <strong>de</strong> noche lo sacaba para <strong>de</strong>leitarme contemplándolo. Unos días<br />
<strong>de</strong>spués lo <strong>de</strong>volvía; era una operación casi igual <strong>de</strong> peligrosa y emocionante.<br />
Creo que, <strong>de</strong> haber vivido en otra parte, habría sido una <strong>de</strong>lincuente <strong>de</strong> primera,<br />
porque para mí no era importante lo que cogía sino el hecho <strong>de</strong> cogerlo.<br />
—Supongo que no seguirás...<br />
—No, pero ahora que lo dices, estaría bien comprobar si todavía tengo esa<br />
habilidad. Y si me trincaran, estoy enrollada con el jefe <strong>de</strong> policía. —Bajó el pie y<br />
se acercó a él para acariciarle el muslo mientras Nate la observaba con sus serios<br />
ojos grises—. No pongas esa cara. Todo el mundo sabe que estoy medio pirada y<br />
no me lo tendrían en cuenta.<br />
Se levantó.<br />
—Quitemos la mesa. ¿Por qué no sacas a los perros? Les gusta echar una<br />
carrera a estas horas.<br />
En cuanto tuvieron la cocina or<strong>de</strong>nada y los perros estuvieron tumbados con<br />
un par <strong>de</strong> huesos <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una tibia, Meg se plantó ante los CD.<br />
—No creo que Puccini sea lo más a<strong>de</strong>cuado para la siguiente parte <strong>de</strong> la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
velada.<br />
—¿Era eso? ¿Ópera?<br />
—Supongo que eso respon<strong>de</strong> a la pregunta sobre tus gustos musicales.<br />
—En realidad, no entiendo nada. Me ha gustado como sonaba fuera, cuando<br />
he llegado. Transmitía plenitud, algo extraño y <strong>de</strong>sgarrador.<br />
—Bueno, tampoco eres un caso perdido. Hum... podría poner Barry White,<br />
pero es <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>nte. ¿Qué me dices <strong>de</strong> Billie Holliday?<br />
—Ah, ¿la cantante <strong>de</strong> blues que murió?<br />
Meg se volvió hacia él.<br />
—Bueno, ¿qué conoces <strong>de</strong> música?<br />
—Poco. Lo que ponen en la radio. —La mirada divertida <strong>de</strong> Meg hizo que se<br />
metiera las manos en los bolsillos—. Me gusta Norah Jones.<br />
—Pues que sea Norah Jones.<br />
Buscó un número y programó el aparato para seleccionarla.<br />
—Y Black Crowes —siguió Nate, a la <strong>de</strong>fensiva—. Y también lo nuevo <strong>de</strong><br />
Jewel me parece bastante bueno. Springsteen sigue siendo el Boss. Y hay...<br />
—No te rompas la cabeza —dijo ella riendo y cogiéndole la mano—. Jones<br />
me parece bien. —Empezó a tirar <strong>de</strong> él hacia la escalera—. A<strong>de</strong>más, si lo haces<br />
bien, lo único que oiré será mi propia música.<br />
—Pero sin presión, ¿eh?<br />
—Apuesto a que eres capaz <strong>de</strong> aguantarla. —Al final <strong>de</strong> la escalera, Meg se<br />
volvió y lo llevó hacia una puerta—. Ocúpate <strong>de</strong> mí, jefe. Yo también te he estado<br />
<strong>de</strong>seando.<br />
—Pienso en ti todo el tiempo. También en los momentos más ina<strong>de</strong>cuados.<br />
Lo cogió por la cintura. Le había necesitado, le había <strong>de</strong>seado. Era algo muy<br />
extraño y nuevo para ella necesitar y <strong>de</strong>sear <strong>de</strong> un modo tan específico.<br />
—¿Por ejemplo? —preguntó Meg.<br />
—Te imaginaba <strong>de</strong>snuda mientras planificaba la rotación semanal con Peach.<br />
No me dirás que no es <strong>de</strong>sconcertante.<br />
—Me gusta que me imagines <strong>de</strong>snuda, sobre todo en momentos poco<br />
a<strong>de</strong>cuados. —Rozó con sus dientes la mandíbula <strong>de</strong> él—. ¿Y por qué no empiezas?<br />
—También me gustas vestida —dijo él tirando <strong>de</strong> su jersey hacia arriba.<br />
Le gustaba el tacto <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Meg bajo sus manos y tener que ir sacando<br />
capa tras capa hasta llegar a la piel. ¡Qué cálida y suave era! Y a pesar <strong>de</strong> la lana y<br />
<strong>de</strong>l algodón, a pesar <strong>de</strong> todo lo que cubría su cuerpo, <strong>de</strong>bajo estaba su aroma<br />
secreto y atrayente.<br />
Meg le acarició, con calma, con ansia, le quitó una a una las capas como él<br />
había hecho con ella. Algo se encendió en el interior <strong>de</strong> Nate, y no era solo apetito.<br />
Algo que había estado ahí hibernando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo.<br />
Podía per<strong>de</strong>rse en ella sin sentirse perdido. Soltarse sin sufrir por si no<br />
encontraba el camino <strong>de</strong> vuelta. Cuando su boca se juntó con la <strong>de</strong> ella, cuando<br />
saboreó al tiempo la entrega y la <strong>de</strong>manda, tuvo todo lo que podía ansiar.<br />
Se acercaron a la cama dando vueltas y se tumbaron en ella. Nate oyó el<br />
suspiro <strong>de</strong> Meg y se preguntó si estaba tan tranquila o tan necesitada como él. Ella<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
empujaba el cuerpo <strong>de</strong> él, se arqueaba y ofrecía el suyo cuando la boca <strong>de</strong> Nate<br />
erraba por su cuello y los dientes avanzaban hacia la nuca. Nate notó una ligera<br />
aceleración en los latidos <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Meg contra el suyo, así como la agradable<br />
caricia <strong>de</strong> las manos en su espalda.<br />
Ella <strong>de</strong>seaba que Nate tomara lo que quisiera. Algo insólito en una mujer que<br />
solía anteponer sus propias necesida<strong>de</strong>s, y a menudo las hacía prevalecer hasta el<br />
final. En cambio en aquellos momentos quería entregarse, hacer <strong>de</strong>saparecer la<br />
sombra <strong>de</strong> la tristeza que siempre estaba presente en los ojos <strong>de</strong>l amado. En cierta<br />
forma ella sabía que podía entregarse, que él no iba a <strong>de</strong>jarla insatisfecha.<br />
En el calor <strong>de</strong> sus labios, en el afán <strong>de</strong> sus manos, Meg veía algo más que la<br />
búsqueda <strong>de</strong> la satisfacción. Si algo la inquietaba, lo apartaba <strong>de</strong> su mente. Sabía<br />
que tendría tiempo <strong>de</strong> sobra para las preocupaciones y el pesar.<br />
Se colocó encima <strong>de</strong> él, cogió su rostro entre las manos, apoyó los labios<br />
contra los <strong>de</strong> él y consiguió que la ternura se mezclara con el vértigo.<br />
Nate le dio la vuelta y se colocó encima; hizo que ella se estremeciera,<br />
encendió en su interior mil fuegos y finalmente le agarró con fuerza las manos<br />
para impedir que le excitara <strong>de</strong>masiado, excesivamente pronto.<br />
Quería saborearla. Saborear sus hombros, su pecho, aquella maravillosa y<br />
grácil figura. Meg se estremeció bajo el contacto <strong>de</strong> los labios en su piel y soltó un<br />
gemido mientras sus <strong>de</strong>dos se doblaban sobre los <strong>de</strong> él.<br />
Luego, la acarició con la lengua, la hundió en ella y la hizo enloquecer.<br />
El cuerpo <strong>de</strong> Meg se aceleró, se encendió y hume<strong>de</strong>ció lleno <strong>de</strong> placer. Su<br />
interior chillaba al aliviarse y un instante <strong>de</strong>spués se agitaba <strong>de</strong>sesperadamente<br />
reclamando más.<br />
Él se lo daba, <strong>de</strong> una forma increíble, hasta llevarla al punto en que le habría<br />
arañado y mordido por tenerle más cerca y acabar con el cuerpo relajado y<br />
aturdido por la droga que él había inyectado en su sangre.<br />
—Meg.<br />
Apretó los labios contra su vientre, bajo su corazón, por encima <strong>de</strong> este...<br />
Ella le agarró las ca<strong>de</strong>ras y Nate levantó las suyas.<br />
Por fin estaba en su interior. Unidos. Acoplados. Él apoyó su frente en la <strong>de</strong><br />
ella, buscó el aire y esperó que su cabeza se <strong>de</strong>spejara para po<strong>de</strong>r disfrutar <strong>de</strong> cada<br />
segundo, <strong>de</strong> cada movimiento, <strong>de</strong> cada estremecimiento.<br />
Meg lo sujetó contra su cuerpo mientras ambos confluían y sus mentes se<br />
nublaban. Nate repitió su nombre un instante antes <strong>de</strong> entregarse.<br />
- 142 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
SOMBRA<br />
Sigue una sombra, ella te lleva;<br />
parece volar, te persigue.<br />
Y lo que se avecina proyecta su sombra<br />
<strong>de</strong>lante.<br />
- 143 -<br />
BEN JONSON<br />
THOMAS CAMPBELL
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 12<br />
No le importaba permanecer tumbada en silencio en la penumbra. Es más, le<br />
gustaba, sobre todo en ese momento, en que notaba su cuerpo relajado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
hacer el amor.<br />
Oyó que los perros entraban y se instalaban en la maraña que solían tener<br />
montada en el suelo, a los pies <strong>de</strong> la cama. El reloj <strong>de</strong> pared <strong>de</strong> su estudio daba las<br />
nueve.<br />
«Demasiado pronto para dormir —pensó—. Y <strong>de</strong>masiado relajada para<br />
ponerme en marcha.» Era el momento i<strong>de</strong>al para satisfacer un poco su curiosidad<br />
sobre el hombre que tenía al lado.<br />
—¿Por qué te la pegó?<br />
—¿Cómo?<br />
—Tu esposa. ¿Por qué te la pegó?<br />
Notó el cambio <strong>de</strong> postura <strong>de</strong> Nate, la ligera separación. Imaginó que un<br />
loquero tendría sus teorías sobre aquel gesto.<br />
—Supongo que no le ofrecía lo que buscaba.<br />
—Eres bueno en la cama. Mejor que bueno. Un momento...<br />
Salió <strong>de</strong> la cama y cogió una bata; estaba <strong>de</strong>cidida a sonsacarle la información.<br />
—Enseguida vuelvo —dijo y bajó a por el vino y un par <strong>de</strong> copas.<br />
Cuando volvió, le encontró <strong>de</strong> pie, con el pantalón puesto; estaba añadiendo un<br />
tronco al fuego <strong>de</strong> la chimenea <strong>de</strong> la habitación.<br />
—Creo que <strong>de</strong>bería...<br />
—Si la próxima palabra es «irme», quítatelo <strong>de</strong> la cabeza. No hemos terminado.<br />
—Se sentó en la cama y sirvió las dos copas—. Ha llegado el momento <strong>de</strong> la larga y<br />
triste historia, Burke. Pue<strong>de</strong>s empezar con tu ex esposa, ya que al parecer es la raíz <strong>de</strong><br />
todo.<br />
—No sé si realmente ella es la raíz.<br />
—Estabas casado —apuntó Meg—. Te fue infiel.<br />
—Eso lo resume más o menos.<br />
Pero ella se limitó a la<strong>de</strong>ar la cabeza y ofrecerle la copa. Nate vaciló un<br />
momento y luego retrocedió. Aceptó el vino y se sentó en la cama con ella.<br />
—No la hice feliz, eso es todo. No es fácil estar casada con un poli.<br />
—¿Por qué?<br />
—Porque... —«Vayamos por partes», pensó él—. El trabajo te absorbe todo el<br />
puñetero día. El horario es fatal. La mitad <strong>de</strong> las veces que haces un plan tienes que<br />
anularlo. Llegas a casa tar<strong>de</strong>, con la cabeza aún en el trabajo. Cuando estás en<br />
homicidios, normalmente llevas la muerte a cuestas, sobre todo cuando menos<br />
quisieras.<br />
- 144 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Supongo que tienes razón. —Meg tomó un sorbo <strong>de</strong> vino—. ¿Ya eras poli<br />
cuando se casó contigo?<br />
—Sí, pero...<br />
—No, las preguntas las hago yo. ¿Cuánto tiempo hacía que os conocíais cuando<br />
diste el paso?<br />
—No lo sé. Un año. —Saboreó lentamente el vino mientras miraba el fuego—.<br />
Casi dos, creo.<br />
—¿Era una mujer poco espabilada? ¿Tonta?<br />
—¡Por Dios, no, Meg!<br />
—Solo quería <strong>de</strong>cir que hay que ser una cosa u otra para tener relaciones<br />
durante más <strong>de</strong> un año con un poli y no pillar <strong>de</strong> qué va la película.<br />
—Tal vez. Pero eso no significa que tenga que gustarte la película o meterte en<br />
ella.<br />
—Es verdad que todo el mundo tiene <strong>de</strong>recho a cambiar <strong>de</strong> parecer cuando sea.<br />
Ninguna ley lo impi<strong>de</strong>. Lo único que digo es que cuando se casó contigo ya conocía<br />
la muestra. Así que utilizarlo como excusa para pegártela o culparte <strong>de</strong> algo cuando<br />
las cosas no funcionan no tiene mucho sentido.<br />
—Se casó con el cabrón con el que me la pegaba, <strong>de</strong> modo que pue<strong>de</strong> que eso<br />
explique algo.<br />
—Vale, se encaprichó <strong>de</strong> otro. Son cosas que pasan. Pero es su problema. Me<br />
parece que culparte a ti <strong>de</strong> sus actos es tener mala leche, es rastrero.<br />
Él se la quedó mirando.<br />
—¿Cómo sabes que me echaba la culpa?<br />
—Porque te estoy viendo, preciosidad. ¿Me equivoco?<br />
Nate tomó un trago.<br />
—No.<br />
—Y tú la <strong>de</strong>jaste.<br />
—Yo la quería.<br />
Aquellos maravillosos ojos se nublaron en un gesto comprensivo mientras le<br />
acariciaba la mejilla y pasaba la mano por la enmarañada cabellera <strong>de</strong> Nate.<br />
—Pobrecito. Te <strong>de</strong>strozó el corazón y encima te pegó una patada en los huevos.<br />
¿Qué pasó?<br />
—Sabía que las cosas no iban bien. Pero prefería fingir que no lo veía, o sea que<br />
eso fue responsabilidad mía. Pensaba que se solucionaría. Tenía que haberle<br />
<strong>de</strong>dicado más tiempo.<br />
—Tenía que, <strong>de</strong>bería...<br />
Él rió.<br />
—¡Qué dura eres!<br />
Para suavizar la situación, Meg le dio un beso en la mejilla.<br />
—¿Mejor así? Vamos a ver, resulta que, en tu opinión, no diste suficiente<br />
importancia a las grietas <strong>de</strong>l hielo. ¿Y qué sucedió?<br />
—Que se hicieron más gran<strong>de</strong>s. Se me ocurrió que pasáramos unas vacaciones<br />
juntos, fuera <strong>de</strong> la ciudad, para reencontrarnos o lo que fuera. A ella no le interesaba.<br />
Yo <strong>de</strong>seaba tener hijos. Lo habíamos hablado antes <strong>de</strong> casarnos, pero a ella la i<strong>de</strong>a la<br />
- 145 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>jaba fría. Tuvimos nuestros más y nuestros menos por ello. Los tuvimos por varias<br />
cosas. No todo fue culpa suya, Meg.<br />
—Nunca lo es.<br />
—Un día volví a casa. Había sido un mal día. Me había caído un caso <strong>de</strong> un<br />
tiroteo con un coche. Una mujer y sus dos hijos murieron. Ella me esperaba. Me dijo<br />
que quería el divorcio, que estaba hasta la coronilla <strong>de</strong> esperar a que yo <strong>de</strong>cidiera<br />
volver a casa. Hasta la coronilla <strong>de</strong> que lo que ella quería, lo que necesitaba, lo que<br />
tenía planificado quedara relegado a un segundo plano porque lo mío era más<br />
importante. Yo estallé, ella estalló y me soltó que estaba enamorada <strong>de</strong> otro, que<br />
resultaba ser nuestro puto abogado, con el que por lo visto llevaba meses saliendo.<br />
Aquel día lo vomitó todo. Que si yo la había abandonado emocionalmente, que<br />
nunca había tenido en cuenta sus necesida<strong>de</strong>s o <strong>de</strong>seos, que estaba convencido <strong>de</strong><br />
que ella siempre cambiaría sus planes con una palabra mía. Nada, que ya no le servía<br />
y quería que me fuera. Había tenido hasta la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> recoger casi todas mis<br />
cosas.<br />
—¿Qué hiciste?<br />
—Me marché. Había pasado el día ocupándome <strong>de</strong> una terrible y estúpida<br />
matanza <strong>de</strong> una mujer <strong>de</strong> veintiséis años y sus dos hijos, <strong>de</strong> diez y ocho años. Y<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Rachel y yo nos tiráramos los trastos a la cabeza durante una hora, ya<br />
no me quedaba nada. De modo que cargué el coche, estuve un tiempo conduciendo y<br />
acabé en casa <strong>de</strong> un compañero. Dormí en su sofá unas cuantas noches.<br />
En opinión <strong>de</strong> Meg, era la mujer, Rachel, quien tenía que haber dormido en el<br />
sofá <strong>de</strong> algún amigo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Nate la sacara <strong>de</strong> casa con una patada en el<br />
trasero. Pero no hizo ningún comentario.<br />
—¿Y mientras tanto?<br />
—Me mandó el papeleo pertinente; fui a hablar con ella. Pero lo tenía resuelto y<br />
me lo <strong>de</strong>jó muy claro. No quería seguir casada conmigo. Dividiríamos los bienes y<br />
nos separaríamos. Dijo que yo estaba casado con mi trabajo, y que ella sobraba. Fin<br />
<strong>de</strong> la historia.<br />
—No creo. Un tipo como tú pue<strong>de</strong> quedarse <strong>de</strong>strozado y hundido un tiempo.<br />
Pero luego aparece el cabreo. ¿Por qué no surgió?<br />
—¿Quién dice que no apareció? —Se levantó, <strong>de</strong>jó la copa y se acercó al fuego.<br />
A la ventana—. Fue un año muy malo. Largo y muy malo. Un año o dos. A mi madre<br />
le llegaron rumores <strong>de</strong>l divorcio y no veas... Me cayó encima como un chaparrón.<br />
—¿Y eso?<br />
—Se llevaba bien con Rachel y nunca le había gustado que fuera poli. Mi padre<br />
murió en acto <strong>de</strong> servicio cuando yo tenía diecisiete años; ella nunca lo superó. Había<br />
llevado bastante bien lo <strong>de</strong> ser la esposa <strong>de</strong> un poli. Pero no soportó ser la viuda <strong>de</strong><br />
un poli. Nunca me perdonó que quisiera ser lo mismo que él. En el fondo, creía que<br />
el matrimonio con Rachel me alejaría <strong>de</strong> ese mundo. No fue así y ella opinaba que yo<br />
había <strong>de</strong>strozado mi matrimonio. Aquello me tuvo encabronado un tiempo, en el que<br />
me sumergí en el trabajo para seguir a<strong>de</strong>lante.<br />
—¿Y <strong>de</strong>spués?<br />
Se alejó <strong>de</strong> la ventana y se sentó otra vez.<br />
- 146 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Rachel se casó. No sé por qué aquello me sentó como una patada en el<br />
estómago, pero fue así y creo que se notó. Jack, mi compañero, me propuso salir a<br />
tomar unas copas. Era un hombre muy casero. Él habría preferido volver a casa con<br />
su mujer e hijos, pero como yo estaba <strong>de</strong>primido y él era mi amigo, quiso que nos<br />
tomáramos unas cervezas para que yo me <strong>de</strong>sahogara. Él tenía que estar en su casa y<br />
no en la salida <strong>de</strong> un bar en plena noche. Su lugar estaba en la cama, con su esposa.<br />
Pero estaba conmigo. Cuando salimos <strong>de</strong>l bar vimos aquello a media manzana <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> nos encontrábamos. Trafiqueo. Uno <strong>de</strong> los tipos empezó a disparar y nosotros<br />
los perseguimos. Entramos en un callejón, y allí me dieron.<br />
«Un disparo —pensó ella—. Las cicatrices <strong>de</strong> la pierna y el costado <strong>de</strong>recho.»<br />
—Seguí, con la pierna herida, y le dije a Jack que estaba bien. Con el móvil, pedí<br />
refuerzos. Y cuando empezaba a incorporarme, el tipo disparó a Jack. El pecho, la<br />
barriga. ¡Madre mía! No podía alcanzarlo. Me era imposible. Y el que había<br />
disparado seguía. Enloquecido, colocado. Completamente ido, hasta el punto <strong>de</strong><br />
volver en lugar <strong>de</strong> huir. Me disparó otra vez, aunque en esta ocasión la bala tan solo<br />
me rozó. Tuve la sensación <strong>de</strong> una flecha caliente clavada bajo las costillas. Y yo le<br />
vacié el cargador encima. No me acuerdo, pero es lo que me contaron. Sí recuerdo<br />
haberme arrastrado hacia Jack, y ver cómo moría. Me acuerdo <strong>de</strong> su mirada, <strong>de</strong> que<br />
me cogió la mano, pronunció mi nombre... como si dijera: «¿Qué coño ha pasado?». Y<br />
pronunció también el <strong>de</strong> su esposa, cuando lo comprendió todo. Es algo que<br />
recuerdo todas las noches.<br />
—¿Y te echas la culpa?<br />
—Él no <strong>de</strong>bía haber estado allí.<br />
—Yo no lo veo así. —A Meg le hubiera gustado abrazarlo y mecerlo como a un<br />
niño. Un error para él, una compensación para ella. Así pues, sentada a su lado, se<br />
limitó a ponerle la mano en el muslo—. Cada <strong>de</strong>cisión que toma una persona le lleva<br />
a alguna parte. Tampoco habrías estado allí si tu mujer te hubiera esperado en casa.<br />
De modo que también podrías echarle la culpa a ella y al tipo con el que salía. O<br />
culpar a quien le disparó, porque tú sabes, en el fondo estás convencido <strong>de</strong> ello, que<br />
la culpa solo la tiene él.<br />
—Todo eso lo sé. Lo he oído mil veces. Y no cambia lo que siento a las tres <strong>de</strong> la<br />
madrugada o a las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. O en el momento que me asalta esta i<strong>de</strong>a.<br />
Ya podía <strong>de</strong>cirlo todo, contárselo todo, costara lo que costase.<br />
—Caí en un pozo, Meg, en un inmenso, negro y repugnante pozo. He intentado<br />
salir <strong>de</strong> él, y a veces estoy a punto <strong>de</strong> conseguirlo, llego hasta el bor<strong>de</strong>. Pero <strong>de</strong><br />
repente algo tira <strong>de</strong> abajo y me arrastra <strong>de</strong> nuevo hacia el fondo.<br />
—¿Seguiste una terapia?<br />
—El <strong>de</strong>partamento se ocupó <strong>de</strong> ello.<br />
—¿Medicamentos?<br />
Nate volvió a cambiar <strong>de</strong> postura.<br />
—No soy partidario <strong>de</strong> ellos.<br />
—La química salva vidas —dijo Meg, pero no le hizo sonreír.<br />
—Me ponían <strong>de</strong> los nervios, acababa <strong>de</strong>squiciado o perdía la cabeza. No puedo<br />
trabajar medicado, y si no puedo trabajar, nada tiene sentido. Pero tampoco podía<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
seguir en Baltimore. Era incapaz <strong>de</strong> enfrentarme al día a día. Otro cadáver, otro caso,<br />
intentar cerrar los que habíamos abierto Jack y yo juntos. Ver a otra persona en su<br />
<strong>de</strong>spacho. Saber que había <strong>de</strong>jado a una esposa y a unos hijos que le querían, y que si<br />
el muerto hubiera sido yo, nadie hubiera quedado abandonado.<br />
—Por eso viniste aquí.<br />
—A enterrarme. Pero ocurrieron cosas. Vi las montañas. Vi las luces. La aurora<br />
boreal.<br />
La miró un momento y la leve sonrisa <strong>de</strong> sus labios le indicó que Meg lo había<br />
entendido. No tenía que <strong>de</strong>cir nada más. Y por ello podía seguir.<br />
—Te vi a ti, y tuve una reacción similar respecto a todo. Algo en mi interior<br />
<strong>de</strong>seaba volver a la vida. No se qué ocurrirá ni si te serviré <strong>de</strong> algo. No soy una<br />
apuesta segura.<br />
—Prefiero hacerlas a largo plazo. Veremos cómo se presenta la partida.<br />
—Tendría que marcharme.<br />
—¿No te he dicho antes que no había terminado? ¿Sabes qué tendríamos que<br />
hacer? Salir, meternos en una bañera con agua caliente un rato, volver aquí y<br />
revolcarnos <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>snudos.<br />
—¿Salir? ¿Fuera? ¿Darnos un baño fuera, a doce grados bajo cero?<br />
—Dentro <strong>de</strong> la bañera no hace tanto frío. Vamos, Burke, sé fuerte. Anímate.<br />
«Y <strong>de</strong>ja esta tristeza en remojo», pensó ella.<br />
—También podríamos animarnos quedándonos aquí en la cama.<br />
Pero ella ya se había puesto <strong>de</strong> pie.<br />
—Te gustará —le prometió tirando <strong>de</strong> él.<br />
Meg tenía razón. Le gustó. La locura <strong>de</strong> aquel súbito frío, la <strong>de</strong>sagradable<br />
sensación <strong>de</strong> entrar en el agua caliente, la curiosa y absurda excitación <strong>de</strong> encontrarse<br />
<strong>de</strong>snudo con ella bajo un cielo que en aquellos momentos estaba lleno <strong>de</strong> estrellas, y<br />
aquella luz cambiante y mágica.<br />
El vapor ascendía y formaba volutas por encima <strong>de</strong> la superficie; los perros<br />
emprendieron <strong>de</strong> nuevo una alocada carrera. El único inconveniente que vio Nate<br />
una vez estuvieron en el agua fue que tendrían que salir otra vez y enfrentarse con el<br />
aire glacial hasta llegar a la casa... y quizá sufrir un ataque al corazón.<br />
—¿Lo haces a menudo?<br />
—Un par <strong>de</strong> veces a la semana. Activa la circulación <strong>de</strong> la sangre.<br />
—No me extraña.<br />
Hundió un poco más el cuerpo y echó la cabeza para atrás. La aurora boreal<br />
ocupaba todo su campo visual.<br />
—¡Qué maravilla! ¿Pue<strong>de</strong> alguien cansarse alguna vez <strong>de</strong> esto?<br />
¿Acostumbrarse?<br />
Meg imitó su postura, disfrutando <strong>de</strong>l frío en la cara mientras su cuerpo seguía<br />
inmerso en el calor.<br />
—Te acostumbras y acabas teniendo la sensación <strong>de</strong> que es tuyo. Es como si la<br />
aurora boreal me perteneciera y pudiera compartirla con unos pocos mortales<br />
- 148 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
afortunados. Casi cada noche salgo por el simple placer <strong>de</strong> contemplarla. No ves a<br />
nadie, todo es silencio. Y sí... entonces me pertenece.<br />
Aquella noche se veían reflejos <strong>de</strong> color añil, espirales <strong>de</strong> un azul intenso,<br />
toques <strong>de</strong> rojo. La música que había escogido para ese momento era el apasionado<br />
canto <strong>de</strong> Michelle Branch sobre el brillo <strong>de</strong> la luz en la oscuridad.<br />
Conmovido, buscó la mano <strong>de</strong> Meg en el agua y entrelazó sus <strong>de</strong>dos con los <strong>de</strong><br />
ella.<br />
—Creo que es perfecto —murmuró.<br />
—Eso parece.<br />
Nate se sumergió en la luz y en la música, y preguntó:<br />
—¿Alucinarás si me enamoro <strong>de</strong> ti?<br />
Meg permaneció un momento en silencio.<br />
—No sé. Quizá.<br />
—Es probable. Ha sido una revelación para mí. Saber que aún quedaba algo en<br />
mi interior que me permitiera tomar esta dirección.<br />
—Yo diría que te queda mucho. Lo que no sé es si lo que tengo yo bastará.<br />
Él la miró y sonrió.<br />
—Ya lo <strong>de</strong>scubriremos.<br />
—Creo que <strong>de</strong>berías centrarte en el momento, disfrutarlo tal como se presenta.<br />
Vivirlo.<br />
—¿Es lo que haces tú? ¿Vivir el momento?<br />
El rojo se iba haciendo más intenso, poco a poco dominaba al añil, más suave y<br />
tenue.<br />
—Por supuesto.<br />
—No te creo. No pue<strong>de</strong>s llevar tus asuntos sin mirar hacia <strong>de</strong>lante, hacia el<br />
futuro.<br />
El movimiento que hizo Meg con los hombros agitó el agua.<br />
—Los asuntos son los asuntos. La vida es la vida.<br />
—No. Por lo menos para la gente como tú y como yo. El trabajo es la vida.<br />
Forma parte <strong>de</strong> nuestro problema o es una <strong>de</strong> nuestras virtu<strong>de</strong>s. Según como se mire.<br />
Ella observaba <strong>de</strong>tenidamente el rostro <strong>de</strong> Nate, con la frente arrugada.<br />
—Filosofía <strong>de</strong> jacuzzi.<br />
Los dos volvieron la cabeza cuando oyeron que los perros ladraban ferozmente<br />
entre los árboles.<br />
—¿Siempre hacen eso?<br />
—No. Es probable que hayan visto un zorro o un alce. —Pero siguió frunciendo<br />
el ceño hasta que se callaron—. Aún no es la época <strong>de</strong> los osos. A<strong>de</strong>más, Rock y Bull<br />
son capaces <strong>de</strong> enfrentarse a lo que sea. Dentro <strong>de</strong> un momento los llamaré.<br />
Él les llevaba un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> carne cruda. Los perros le conocían, por<br />
tanto no estaba inquieto. Aunque siempre era mejor mantenerse alerta. Estaba allí<br />
vigilando la casa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el refugio, entre los árboles, porque pensaba que tenía que<br />
estar preparado.<br />
- 149 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
No estaba seguro <strong>de</strong> qué significaba que el poli y la hija <strong>de</strong> su amigo estuvieran<br />
jugueteando en la bañera. Podía ser positivo. Una aventura les mantendría<br />
distraídos.<br />
En cualquier caso, no tenía en mucha consi<strong>de</strong>ración al poli. Para él era como<br />
una figura <strong>de</strong>corativa que se encargaba <strong>de</strong> enchironar a los borrachos y <strong>de</strong> acabar con<br />
las peleas. Poco más que eso.<br />
Él había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> pensar en si se encontraría el cadáver, se había quitado <strong>de</strong> la<br />
cabeza hacía años aquel horrible asunto. Había <strong>de</strong>cidido que lo había vivido otra<br />
persona, que aquello no había ocurrido.<br />
Que nunca sería un problema.<br />
Pero ahora lo era.<br />
Y tenía que enfrentarse a él.<br />
Ahora era mayor, una persona más tranquila. Más pru<strong>de</strong>nte.<br />
Había cabos sueltos. Si uno <strong>de</strong> ellos resultaba ser Meg Galloway, le sabría mal.<br />
Pero tenía que protegerse.<br />
Pensó que lo mejor sería ponerse rápidamente manos a la obra.<br />
Se alejó con el rifle al hombro, mientras los perros engullían lo que quedaba <strong>de</strong><br />
carne.<br />
Lo había preparado todo. De pie en el oscuro <strong>de</strong>spacho, estaba casi seguro <strong>de</strong><br />
que no había olvidado nada. Tenían que hablar, naturalmente. Era lo correcto, lo<br />
justo. Él era una persona justa.<br />
De todas formas, era peligroso estar allí a altas horas <strong>de</strong> la noche. Si alguien le<br />
sorprendía tendría que encontrar alguna razón, alguna excusa. «Negativa plausible»,<br />
pensó medio sonriendo.<br />
Llevaba tanto tiempo sin hacer nada peligroso... Había pasado tanto tiempo<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que mezclara la escalada con la gran vida. Ese recuerdo <strong>de</strong>spertó en él<br />
antiguas emociones.<br />
Por ello en otra época le llamaban Darth. Por ser una persona implacable y<br />
amante <strong>de</strong> oscuras hazañas. Lo que le había llevado a cometer actos temerarios y<br />
sublimes. Lo que le había empujado a matar a un amigo.<br />
Aunque aquel era otro hombre, se recordó a sí mismo. Él se había recuperado.<br />
Lo <strong>de</strong> ahora no lo hacía por placer ni por curiosidad, sino para proteger al hombre<br />
inocente en el que se había convertido.<br />
Tenía todo el <strong>de</strong>recho a hacerlo.<br />
De modo que cuando su viejo amigo entró por la puerta trasera, él le estaba<br />
esperando en silencio. Tranquilo como el hielo.<br />
Max Hawbaker tuvo un sobresalto al ver al hombre sentado en su escritorio.<br />
—¿Cómo has entrado?<br />
—Sabes que la mitad <strong>de</strong> las veces <strong>de</strong>jas la puerta <strong>de</strong> atrás abierta. —Se levantó<br />
con un movimiento relajado y tranquilo—. No iba a esperarte fuera. Alguien podía<br />
verme.<br />
—Vale, vale. —Max se quitó el abrigo y lo <strong>de</strong>jó tirado en una silla—. Es una<br />
- 150 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
locura que nos veamos aquí, en la redacción, en plena noche. Podías haber pasado<br />
por casa.<br />
—¿Y si Carrie nos hubiera oído? Nunca se lo has contado, ¿verdad? Lo juraste.<br />
—No, nunca se lo he contado. —Max se pasó la mano por la cara—. Virgen<br />
<strong>San</strong>ta, me dijiste que se había caído. Que se había vuelto loco y había cortado la<br />
cuerda. Que se había hundido en una grieta.<br />
—Sé perfectamente lo que dije. No podía contarte la verdad. ¿Acaso no era todo<br />
suficientemente horrible? Cuando te encontré <strong>de</strong> nuevo estabas hecho polvo,<br />
<strong>de</strong>lirabas. Te salvé la vida, Max. Yo te ayudé a bajar.<br />
—Pero...<br />
—Te salvé la vida.<br />
—Sí. Tienes razón, sí.<br />
—Te lo contaré todo. Saca esa botella que guardas en el cajón. Nos hace falta un<br />
trago.<br />
—Tantos años. Ha pasado tantos años ahí arriba. Así... —Realmente necesitaba<br />
un trago. Max cogió dos tazas <strong>de</strong> café y la botella <strong>de</strong> Paddy's <strong>de</strong>l cajón—. ¿Qué <strong>de</strong>bo<br />
pensar? ¿Qué <strong>de</strong>bería hacer?<br />
—Intentó matarme. Aún no consigo creerlo. —«Negativa plausible», pensó otra<br />
vez.<br />
—¿Pat? ¿Pat intentó...?<br />
—Luke... ¿te acuerdas? Skywalker, el caballero Jedi. Cuanto más se drogaba,<br />
más loco se volvía. Y aquello <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser un juego. Cuando alcanzó la cima quiso<br />
saltar y a punto estuvo <strong>de</strong> arrastrarme también a mí.<br />
—¡Jesús! ¡Jesús!<br />
—Después dijo que era un juego, pero yo sabía que no. Estábamos<br />
<strong>de</strong>scendiendo en rappel y él sacó su cuchillo. ¡<strong>San</strong>to cielo, empezó a cortar mi cuerda<br />
y a reír. A duras penas conseguí llegar al saliente cuando la cortó <strong>de</strong>l todo. Me<br />
largué.<br />
—Me parece increíble. —Max tomó un trago y se sirvió más whisky—. De<br />
verdad, no consigo creerlo.<br />
—A mí también me parecía increíble mientras sucedía. Había perdido el juicio.<br />
Las drogas, la altura, vete a saber. Llegué a la cueva <strong>de</strong> hielo. Estaba muerto <strong>de</strong><br />
miedo. Y también furioso. Me persiguió hasta allí.<br />
—¿Por qué no me habías contado nada <strong>de</strong> esto?<br />
—Pensé que no ibas a creerme. Escogí la salida más fácil. Tú habrías hecho lo<br />
mismo.<br />
—No sé. —Max se pasó la mano por el pelo ralo.<br />
—Tú fuiste quien escogió la salida más fácil. Cuando pensaste que se había<br />
caído, estuviste <strong>de</strong> acuerdo en mantener la boca cerrada y no <strong>de</strong>cir nada a nadie.<br />
Patrick Galloway se largó, para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>sconocido. Fin <strong>de</strong> la historia.<br />
—No sé por qué lo hice.<br />
—¿Y no te vinieron <strong>de</strong> perlas los tres mil para la revista?<br />
Max se sonrojó y fijó la vista en la taza.<br />
—Pue<strong>de</strong> que me equivocara al aceptarlos. Tal vez. Solo quería olvidarlo y <strong>de</strong>jar<br />
- 151 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
la historia atrás. Empezar algo aquí. A él no lo conocía mucho, y a<strong>de</strong>más había<br />
<strong>de</strong>saparecido. Era algo que no podíamos cambiar, <strong>de</strong> modo que no me pareció que<br />
tuviera <strong>de</strong>masiada importancia. Y tú dijiste que habría una investigación si<br />
comentábamos a alguien que habíamos estado allí arriba, que él había muerto allí.<br />
—Y la habría habido. Habría salido lo <strong>de</strong> las drogas, Max, y tú lo sabes. No<br />
podías permitirte otra caída por lo mismo. No podías permitirte que la poli pudiera<br />
pensar que tú, que alguno <strong>de</strong> nosotros, hubiera tenido algo que ver con su muerte.<br />
Muriera como muriese; es cierto, ¿o no?<br />
—Sí. Pero ahora...<br />
—Tuve que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme. Se enfrentó a mí con el cuchillo. Se me echó encima.<br />
Dijo que la montaña exigía un sacrificio. Intenté escapar, no pu<strong>de</strong>. Agarré el piolet<br />
y... —Sujetó la taza con las dos manos, hizo como que bebía—. ¡Dios santo!<br />
—Fue en <strong>de</strong>fensa propia. Yo te apoyaré.<br />
—¿Cómo? Tú no estabas allí.<br />
Max echó un trago mientras una gota <strong>de</strong> sudor <strong>de</strong>scendía por su sien.<br />
—Descubrirán que estuvimos allí. Se ha iniciado una investigación. La policía se<br />
ha hecho cargo <strong>de</strong> ello y ya es imparable. Seguirán el rastro. Pue<strong>de</strong> que encuentren al<br />
piloto que nos llevó hasta arriba.<br />
—No creo.<br />
—Está claro que fue un asesinato y seguro que investigarán. Seguirán hasta<br />
i<strong>de</strong>ntificarnos. Muchos nos vieron con él en Anchorage. Es posible que se acuer<strong>de</strong>n.<br />
Mejor será anticiparse, contarlo todo, explicar lo que ocurrió. Antes <strong>de</strong> que acusen <strong>de</strong><br />
asesinato a alguno <strong>de</strong> nosotros, o a los dos. Nos jugamos la reputación, nuestra<br />
posición social, la profesión. ¡Señor! Yo tengo a Carrie y a los niños y <strong>de</strong>bo pensar en<br />
ellos. Debo contárselo a Carrie antes <strong>de</strong> que vayamos a la policía.<br />
—¿Qué crees que pasará con nuestra reputación, con nuestra posición social si<br />
esto sale a la luz?<br />
—Po<strong>de</strong>mos capearlo, siempre que vayamos a la policía y se lo contemos todo.<br />
—¿Así piensas abordarlo?<br />
—Así hay que abordarlo. Lo he estado pensando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que supe que lo habían<br />
encontrado. Estoy <strong>de</strong>cidido. Tenemos que ir a la poli antes <strong>de</strong> que ellos vengan a<br />
buscarnos.<br />
—Pue<strong>de</strong> que tengas razón. No sé. —Dejó la taza, se levantó y empezó a andar<br />
por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la silla <strong>de</strong> Max. Sacó un guante <strong>de</strong>l bolsillo y se lo puso en la mano<br />
<strong>de</strong>recha—. Necesito un poco <strong>de</strong> tiempo. Para pensar. Para <strong>de</strong>jar las cosas en or<strong>de</strong>n en<br />
caso <strong>de</strong> que...<br />
—Dejemos pasar otro día. —Max cogió otra vez la botella—. Así los dos<br />
tendremos tiempo. Primero acudiremos al jefe Burke, para que nos respal<strong>de</strong>.<br />
—¿Tú crees que funcionará? —Lo <strong>de</strong>cía en un tono suave, con un atisbo <strong>de</strong><br />
humor.<br />
—Sí. Seguro.<br />
—Pues a mí me funcionará mejor esto.<br />
Agarró la mano <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> Max <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás, al tiempo que con la otra sujetaba<br />
la culata <strong>de</strong> la pistola. Mientras la izquierda inmovilizaba el cuello <strong>de</strong> Max, el cañón<br />
- 152 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong> la pistola se clavaba en la sien <strong>de</strong> su viejo amigo. Retrocedió un paso, aspiró<br />
profundamente y accionó el gatillo.<br />
Se produjo un fuerte estallido en el pequeño <strong>de</strong>spacho y la mano que había<br />
disparado empezó a temblar. De todas formas, se aseguró <strong>de</strong> que el <strong>de</strong>do inerte <strong>de</strong><br />
Max quedara unido al gatillo. «Huellas dactilares —pensó, con la cabeza<br />
completamente <strong>de</strong>spejada pese a los temblores—. Residuos <strong>de</strong> pólvora.» Soltó la<br />
cabeza <strong>de</strong> Max, que cayó sobre la mesa, mientras la pistola iba a parar al suelo, junto<br />
a la silla. Con mucho cuidado, siempre con el guante puesto, puso el or<strong>de</strong>nador en<br />
marcha y recuperó el documento que había redactado mientras esperaba que llegara<br />
su amigo.<br />
Ya no puedo vivir con ello. Su espíritu ha vuelto para perseguirme. Siento lo<br />
que hice, siento haber hecho daño a tanta gente.<br />
Pido perdón.<br />
Maté a Patrick Galloway. Y ahora voy a reunirme con él en el infierno.<br />
- 153 -<br />
MAXWELL HAWBAKER<br />
Algo sencillo, claro. Le dio el visto bueno y <strong>de</strong>jó el or<strong>de</strong>nador encendido. La luz<br />
<strong>de</strong> la pantalla y el resplandor <strong>de</strong> la lámpara <strong>de</strong> sobremesa iluminaban la sangre y los<br />
trozos <strong>de</strong> cerebro.<br />
Metió el guante manchado en una bolsa <strong>de</strong> plástico, y la guardó en el bolsillo<br />
<strong>de</strong>l abrigo antes <strong>de</strong> ponérselo. Sacó otros guantes y se los puso, al igual que el<br />
sombrero y la bufanda, antes <strong>de</strong> recoger la taza <strong>de</strong> café, lo único que había tocado sin<br />
guantes.<br />
Se fue al baño, echó el whisky en el lavabo y luego <strong>de</strong>jó correr el agua. Enjuagó<br />
la taza y la guardó en su sitio.<br />
Los ojos <strong>de</strong> Max lo miraban fijamente y aquella visión llevó la bilis a su<br />
garganta. Pero pudo tragarla <strong>de</strong> nuevo y hacer un esfuerzo por quedarse un<br />
momento allí a estudiar todos los <strong>de</strong>talles. Cuando estuvo seguro <strong>de</strong> que no había<br />
pasado nada por alto, se marchó por don<strong>de</strong> había entrado.<br />
Avanzó por las calles laterales, con la bufanda tapándole la cara y el sombrero<br />
completamente encasquetado, por si acaso a algún insomne se le ocurría mirar por la<br />
ventana.<br />
En lo alto <strong>de</strong>l cielo se veía la luz <strong>de</strong> la aurora boreal.<br />
Había hecho lo que <strong>de</strong>bía, se dijo. Todo había terminado.<br />
Cuando llegó a casa, se quitó <strong>de</strong> encima el olor a pólvora y a sangre que aún<br />
notaba y se tomó un trago corto <strong>de</strong> whisky mientras veía cómo se consumía en el<br />
fuego el guante viejo.<br />
Ya no quedaba nada, por fin podía quitarse <strong>de</strong> la cabeza aquella historia.<br />
Y durmió el sueño <strong>de</strong> los inocentes.
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 13<br />
Carrie se <strong>de</strong>tuvo en el Lodge camino <strong>de</strong> la revista para comprar un par <strong>de</strong><br />
bocadillos <strong>de</strong> beicon y huevo. Cuando se <strong>de</strong>spertó, primero le sorprendió y luego le<br />
enojó un poco que Max ya se hubiera marchado. Aunque no era la primera vez que<br />
iba a la redacción <strong>de</strong> noche y acababa durmiendo allí. O que salía muy pronto <strong>de</strong><br />
casa antes <strong>de</strong> que se levantaran ella y los niños.<br />
Pero siempre que lo hacía le <strong>de</strong>jaba una nota cariñosa sobre la almohada.<br />
Sin embargo, aquella mañana no encontró ninguna nota y nadie cogió el<br />
teléfono en la redacción.<br />
No era propio <strong>de</strong> él. Aunque, pensándolo bien, llevaba unos días con una<br />
actitud bastante rara y que empezaba a irritar a Carrie.<br />
Tenían ante ellos una noticia importante: el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong><br />
Patrick Galloway. Del supuesto cadáver <strong>de</strong> Pat Galloway, rectificó ella misma.<br />
Tenían que <strong>de</strong>cidir cómo abordarlo, cuánto espacio iban a <strong>de</strong>dicarle, y si se<br />
acercarían a Anchorage cuando el cadáver llegara allí.<br />
Ella ya había buscado entre sus antiguas fotos y había seleccionado algunas <strong>de</strong><br />
Pat. Probablemente incluirían una en el reportaje.<br />
Y también las <strong>de</strong> los muchachos que lo encontraron. Quería entrevistarlos,<br />
particularmente a Steven Wise, el chico <strong>de</strong> Lunacy. Mejor dicho, <strong>de</strong>seaba que lo<br />
hiciera Max, pues las entrevistas se le daban mejor a él.<br />
Max no quiso ni hablar <strong>de</strong>l asunto. Al contrario, le respondió con brusquedad<br />
en cuanto ella sacó el tema.<br />
Había llegado el momento <strong>de</strong> que fuera al ambulatorio a hacerse una revisión.<br />
Tenía el estómago <strong>de</strong>licado y se ponía peor cuando no comía lo a<strong>de</strong>cuado ni dormía<br />
lo suficiente. Justamente eso era lo que le estaba pasando, pensó <strong>de</strong> repente Carrie,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había llegado la noticia <strong>de</strong>l caso Galloway.<br />
Tal vez se <strong>de</strong>bía a que ya tenía una edad, pensó mientras aparcaba frente al<br />
edificio <strong>de</strong> The Lunatic. Y a que conocía bastante a Pat. Habían entablado cierta<br />
amistad durante los meses que Max estuvo en Lunacy antes <strong>de</strong> que Galloway... se<br />
marchara. Mejor sería <strong>de</strong>jarlo en suspenso hasta disponer <strong>de</strong> todos los datos.<br />
De todas formas no entendía por qué Max la tomaba con ella en su crisis <strong>de</strong> los<br />
cincuenta, o lo que fuera.<br />
En realidad, ella conoció más a Pat que Max y no le había entrado ninguna<br />
<strong>de</strong>pre. Por supuesto, sentía pena por Charlene y Meg, a las que también habría que<br />
entrevistar; iría a darles el pésame en cuanto pudiera.<br />
Pero era noticia; ella y Max tendrían que investigar y escribir sobre ello. ¿Acaso<br />
no se daba cuenta <strong>de</strong> que tenían que aprovechar que aquello hubiera ocurrido en su<br />
pueblo? Quizá incluso les pedirían sus informaciones por teletipo.<br />
- 154 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Estaba <strong>de</strong>cidido; ella misma pediría hora al médico para Max y luego no pararía<br />
hasta que le visitaran. Estaban hasta el cuello <strong>de</strong> trabajo, porque a lo <strong>de</strong> Iditarod<br />
ahora se le juntaba el caso Galloway. Tenían que empezar a preparar el material si<br />
querían dar realce a la carrera <strong>de</strong> trineos antes <strong>de</strong> que se les echara encima.<br />
Necesitaba que su marido estuviera en condiciones óptimas y se lo recordaría a<br />
grito pelado si hacía falta.<br />
Salió <strong>de</strong>l coche con la bolsa <strong>de</strong> los bocadillos manchada <strong>de</strong> grasa y<br />
<strong>de</strong>sprendiendo su aroma. Movió la cabeza al ver el resquicio <strong>de</strong> luz en la parte<br />
trasera <strong>de</strong>l local. Max se había vuelto a quedar dormido en su <strong>de</strong>spacho, estaba<br />
segura.<br />
—Carrie...<br />
—Hola, Jim. —Se <strong>de</strong>tuvo en la acera para hablar con el camarero—. Tú no<br />
sueles salir tan pronto...<br />
—Necesitaba provisiones. —Señaló La Tienda <strong>de</strong> la Esquina—. Han anunciado<br />
buen tiempo y pensaba ir a pescar. —Luego miró hacia la luz que se veía por la<br />
ventana <strong>de</strong>l local—. Hay alguien que ha empezado antes que yo.<br />
—Ya conoces a Max.<br />
—Tiene olfato para las noticias —dijo tocándose la nariz—. ¡Eh, profesor! ¿Ya es<br />
hora <strong>de</strong> empezar las clases?<br />
John se <strong>de</strong>tuvo y formaron un trío.<br />
—Más o menos. He querido ir a pie ahora que se pue<strong>de</strong>. Por la radio han dicho<br />
que hoy solo llegaremos a uno bajo cero.<br />
—Llega la primavera —comentó Carrie—. Y a mí se me está enfriando el<br />
<strong>de</strong>sayuno. Voy a tomármelo y a <strong>de</strong>spertar a Max.<br />
—¿Sabéis algo <strong>de</strong>l caso Galloway? —preguntó John.<br />
Carrie sacó las llaves.<br />
—Lo que haya tendremos que sacarlo en el próximo número. Hasta luego.<br />
Entró y encendió las luces.<br />
—¡Max! ¡Vamos, arriba, espabila! —Aguantó la bolsa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno entre los<br />
dientes para tener las manos libres, se quitó el abrigo y lo colgó en una percha. Luego<br />
metió los guantes en un bolsillo y el gorro en el otro.<br />
Con su gesto habitual, se ahuecó el pelo.<br />
—¡Max! —gritó <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong>teniéndose ante su mesa para poner en marcha el<br />
or<strong>de</strong>nador—. Te he traído el <strong>de</strong>sayuno, aunque no sé por qué te cuido tanto;<br />
últimamente te comportas como un oso estreñido.<br />
Dejó el bolso, se acercó a la cafetera y cogió el recipiente <strong>de</strong>l agua para llenarlo<br />
en el lavabo.<br />
—Bocadillos <strong>de</strong> beicon y huevo. Acabo <strong>de</strong> encontrarme en la calle con Jim, el<br />
flaco, y con el profesor. Mejor dicho, primero he visto al profesor en el Lodge<br />
<strong>de</strong>sayunando copos <strong>de</strong> avena. Se le ve alegre, lo que es un cambio. Pue<strong>de</strong> que piense<br />
que ahora que a Charlene se le ha muerto el amor <strong>de</strong> su vida quizá se instale con él.<br />
Pobre tonto.<br />
Puso la cafetera en marcha y luego cogió platos <strong>de</strong> papel y servilletas para los<br />
bocadillos. Iba tarareando en un murmullo «Tiny Dancer» <strong>de</strong> Elton John, que<br />
- 155 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
acababa <strong>de</strong> oír <strong>de</strong> camino en su emisora preferida, en el programa <strong>de</strong> rock clásico.<br />
—Maxwell Hawbaker, no sé cómo te aguanto. Si sigues huraño y malhumorado<br />
tendré que buscarme a otro más joven y alegre. Y si no, al tiempo.<br />
Con un plato en el que llevaba los bocadillos en cada mano se dirigió hacia el<br />
pequeño <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max.<br />
—Pero antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte y lanzarme a practicar el sexo <strong>de</strong>senfrenadamente con<br />
un jovencito <strong>de</strong> veinticinco años, te llevaré a la consulta <strong>de</strong>l médico para que...<br />
Se <strong>de</strong>tuvo en el umbral <strong>de</strong> la puerta y sus manos se doblaron por las muñecas;<br />
los bocadillos cayeron al suelo con un ruido sordo. A pesar <strong>de</strong>l ruido oyó su propio<br />
alarido.<br />
Nate tomaba su segundo café mientras discutía sobre el castillo LEGO que él y<br />
Jesse estaban construyendo; <strong>de</strong> momento esa era su principal ocupación. Había<br />
tomado el primero en casa <strong>de</strong> Meg y su mente seguía en gran parte allí arriba.<br />
Hoy ella volaría hacia el norte, a llevar provisiones, y <strong>de</strong> vuelta pararía en<br />
Fairbanks para comprar cosas que se necesitaban aquí. Los habitantes <strong>de</strong> Lunacy le<br />
pagaban a ella el cinco por ciento <strong>de</strong>l precio <strong>de</strong> coste <strong>de</strong> los productos, y se ahorraban<br />
el <strong>de</strong>splazamiento a esas ciuda<strong>de</strong>s, aunque no siempre era posible en invierno; <strong>de</strong> ese<br />
modo <strong>de</strong>jaban en sus manos la compra, el transporte y el reparto.<br />
Según le había contado a Nate, aquella era una parte pequeña pero fija <strong>de</strong> sus<br />
ingresos.<br />
Por la mañana, Nate también echó un vistazo al estudio <strong>de</strong> Meg, que era igual<br />
<strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>nte y mo<strong>de</strong>rno que el resto <strong>de</strong> la casa: cómodo y práctico.<br />
Había un escritorio macizo, un or<strong>de</strong>nador negro <strong>de</strong> aspecto resistente con una<br />
pantalla ancha y plana, un sillón <strong>de</strong> cuero tipo ejecutivo, un reloj <strong>de</strong> pie anticuado y,<br />
colgados en la pared, algunos esbozos artísticos a lápiz enmarcados en negro.<br />
Había también una planta enorme, que tenía unas largas lenguas ver<strong>de</strong>s, en una<br />
brillante maceta <strong>de</strong> color rojo, unos archivadores blancos como la nieve y un móvil<br />
hecho con cristales en forma <strong>de</strong> estrella colgado frente a la ventana.<br />
Le pareció práctico y femenino.<br />
No habían hecho planes para más tar<strong>de</strong>. A ella no le gustaba hacerlos y a él le<br />
parecía bien. Necesitaba tiempo para pensar qué dirección iban a tomar o podrían<br />
tomar.<br />
Sus experiencias con las mujeres por <strong>de</strong>sgracia no eran muy alentadoras. Tal<br />
vez con ella cambiaría su suerte. O quizá era una cuestión momentánea, algo<br />
provisional. En su interior <strong>de</strong>spertaban muchas cosas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo y oscuro<br />
sueño. ¿Cómo iba a saber qué era real? Y aunque lo fuera, ¿cómo lo mantendría?<br />
En caso <strong>de</strong> que quisiera hacerlo.<br />
Mejor centrarse en el café y el <strong>de</strong>sayuno y en construir un castillo <strong>de</strong> plástico<br />
con aquel crío con el que se sentía tan a gusto.<br />
—Hay que ponerle un puente —dijo Jess—. Un puente <strong>de</strong> sube y baja.<br />
—¿Levadizo? —Nate se concentró <strong>de</strong> nuevo en el pequeño—. Intentaremos<br />
hacerlo. Podríamos buscar hilo <strong>de</strong> pescar.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
El niño levantó la vista con una sonrisa radiante.<br />
—¡Vale!<br />
—Ahí tiene, jefe.<br />
Vio que Rose hacía una mueca <strong>de</strong> dolor mientras <strong>de</strong>jaba el plato.<br />
—¿Se encuentra bien?<br />
—Tengo la espalda un poco agarrotada. Cuando estaba embarazada <strong>de</strong> este me<br />
pasaba igual. —Despeinó un poco el pelo <strong>de</strong> su hijo con una caricia.<br />
—Tal vez <strong>de</strong>bería ir al médico.<br />
—Precisamente hoy tengo visita. Jesse, <strong>de</strong>ja que el jefe Burke se tome el<br />
<strong>de</strong>sayuno caliente.<br />
—Necesitamos hilo <strong>de</strong> pescar para el puente.<br />
Rose <strong>de</strong>jó un momento la mano en la cabeza <strong>de</strong>l pequeño.<br />
—Ya lo encontraremos.<br />
Volvió la cabeza al ver que Jim el flaco entraba casi tropezando.<br />
—¿Jim?<br />
—¡Jefe! ¡Jefe! Venga enseguida, rápido. En el local <strong>de</strong> la revista. ¡Max! ¡<strong>San</strong>to<br />
Dios!<br />
—¿Qué ha ocurrido? —Pero enseguida hizo un gesto con la mano para que no<br />
hablara. Por la extrema pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> aquel hombre y por sus ojos<br />
completamente abiertos y vidriosos, supo que se trataba <strong>de</strong> algo horrible. A su lado,<br />
el pequeño le miraba formando con los labios un «Oh» <strong>de</strong> asombro—. Un momento.<br />
Se levantó y cogió el abrigo a toda prisa.<br />
—Vamos fuera. —Agarró el tembloroso brazo <strong>de</strong>l hombre y se lo llevó a la<br />
calle—. ¿Qué ha pasado?<br />
—Está muerto. ¡Dios santo! Max está muerto, le han disparado. Le falta media...<br />
media cabeza.<br />
Le fallaron las piernas y Nate tiró <strong>de</strong> él.<br />
—¿Max Hawbaker? ¿Lo ha encontrado usted?<br />
—Sí. No. Quiero <strong>de</strong>cir que sí, es Max. Carrie. Carrie lo ha encontrado. La hemos<br />
oído chillar. Ha entrado, el profesor y yo estábamos charlando fuera, y ha empezado<br />
a gritar como si la estuvieran matando. Hemos entrado corriendo y... y...<br />
Nate siguió aguantándole mientras salían.<br />
—¿Ha tocado usted algo?<br />
—¿Cómo? No creo. No. El profesor me ha dicho que saliera y que viniera a<br />
buscarle al Lodge. Es lo que he hecho. —Iba tragando saliva—. Creo que me estoy<br />
mareando.<br />
—No, no va a marearse. Tiene que ir a la comisaría a buscar a Otto. Le dirá lo<br />
que me acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir a mí y también que me hace falta una cámara, unas bolsas<br />
para pruebas, guantes <strong>de</strong> plástico y cinta para aislar el recinto. Bueno, solo dígale que<br />
necesito todo el equipo habitual <strong>de</strong>l escenario <strong>de</strong>l crimen. ¿Se acordará?<br />
—Yo... Sí. Lo haré. Lo haré ahora mismo.<br />
—Y luego se queda allí. No se mueva hasta que vaya yo. Y no hable con nadie<br />
más. Vamos.<br />
Nate tomó la dirección <strong>de</strong>l local <strong>de</strong> la revista acelerando el paso. Había puesto<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
el piloto automático a su cerebro; mantener intacto el lugar <strong>de</strong>l crimen era<br />
importantísimo. En aquellos momentos, por lo que le había dicho Jim, había dos<br />
personas allí, lo que significaba que algo podía alterarse.<br />
Abrió la puerta <strong>de</strong> golpe y vio a John arrodillado en el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Carrie,<br />
que estaba sollozando. John seguía con el abrigo puesto, solo se había quitado los<br />
guantes, y estaba ofreciendo un vaso <strong>de</strong> agua a la mujer. Levantó la vista y al ver a<br />
Nate una sombra <strong>de</strong> alivio se dibujó en su horrorizado rostro.<br />
—Gracias a Dios. Max. Ahí <strong>de</strong>ntro.<br />
—No se mueva. Y que tampoco se mueva ella.<br />
Se dirigió hacia el pequeño <strong>de</strong>spacho. Era capaz <strong>de</strong> olerlo. Siempre podía olerse.<br />
No, rectificó un instante <strong>de</strong>spués, no siempre era cierto. No podía olerse la muerte en<br />
la cueva <strong>de</strong> hielo don<strong>de</strong> estuvo Galloway. La naturaleza la había neutralizado. Pero<br />
sí podía oler la muerte <strong>de</strong> Max Hawbaker antes <strong>de</strong> verlo.<br />
De la misma forma que olía los huevos y el beicon <strong>de</strong> los bocadillos que habían<br />
quedado en el suelo junto al umbral <strong>de</strong> la puerta.<br />
Des<strong>de</strong> allí observó la postura <strong>de</strong>l cadáver, el arma, el tipo <strong>de</strong> herida. Todo<br />
apuntaba a un suicidio. Pero sabía también que la primera impresión <strong>de</strong>l escenario<br />
<strong>de</strong> un crimen a menudo era errónea.<br />
Entró, pero andaba pegado a la pared; se fijó en las salpicaduras <strong>de</strong> sangre en la<br />
silla, en la pantalla <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador, en el teclado. Y también en el charco que había<br />
formado la cabeza herida sobre la mesa y el reguero que había ido bajando hacia el<br />
suelo hasta que la muerte había cerrado el chorro.<br />
«Marcas <strong>de</strong> pólvora», pensó. El cañón <strong>de</strong> la 22 probablemente había apuntado<br />
directamente a la sien. No había herida <strong>de</strong> salida. Y a pesar <strong>de</strong> lo que había farfullado<br />
Jim, la herida no era gran<strong>de</strong>. La bala había abierto un agujero relativamente limpio<br />
antes <strong>de</strong> penetrar en el cerebro y rebotar en él como la bola <strong>de</strong> una máquina <strong>de</strong>l<br />
millón antes <strong>de</strong> dar en el punto clave. Lo más probable era que hubiera muerto antes<br />
<strong>de</strong> que la cabeza chocara contra la mesa.<br />
Al ver el remolino <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>l salvapantallas, Nate cogió un bolígrafo que<br />
llevaba en el bolsillo y lo acercó al botón <strong>de</strong>l ratón.<br />
El documento apareció en la pantalla.<br />
Forzó la vista para leerlo y siguió forzándola al mirar <strong>de</strong> nuevo el cuerpo <strong>de</strong>l<br />
hombre que afirmaba haber matado a Patrick Galloway.<br />
Volvió hacia la puerta y al ver que llegaba Otto corriendo le hizo un gesto para<br />
que se <strong>de</strong>tuviera. Se acercó a Carrie y, al igual que John, se agachó ante ella.<br />
—Carrie.<br />
—Max. Max... —Le miró con los ojos enrojecidos, aterrorizados—. Max está<br />
muerto. Alguien...<br />
—Lo sé. Lo siento mucho. —Le cogió las dos manos—. Me ocuparé <strong>de</strong> todo.<br />
Vaya a la comisaría y espéreme allí.<br />
—Pero, ¿y Max? No puedo <strong>de</strong>jar a Max.<br />
—Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo conmigo. Yo me ocuparé <strong>de</strong> él. John la ayudará a ponerse el<br />
abrigo. Y luego él y Otto la acompañarán. Yo iré en cuanto pueda. Usted irá ahora<br />
para allá y me esperará.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Carrie lo miraba abatida, con los ojos vidriosos por la conmoción.<br />
—Lo esperaré.<br />
—Está bien. —Haría lo que le <strong>de</strong>cía. El impacto y el terror harían que<br />
obe<strong>de</strong>ciera; <strong>de</strong> momento—. ¿Otto?<br />
Este se levantó y se fue <strong>de</strong> nuevo hacia el fondo.<br />
—¡Qué barbaridad! —exclamó casi sin aliento.<br />
—Tiene que llevárselos a los dos. ¿Sigue ahí Jim?<br />
—Sí. —Tragó saliva <strong>de</strong> forma audible—. ¡Jesús, jefe!<br />
—Que se que<strong>de</strong>n los dos allí, pero separados. Y que Peach se ocupe <strong>de</strong> Carrie.<br />
Llame a Peter y dígale que venga directamente aquí.<br />
—Yo ya estoy aquí. Peter podría llevarlos a la comisaría mientras...<br />
—Necesito que empiece a tomarles <strong>de</strong>claración. Lo llevará usted mejor que<br />
Peter. Empiece por Jim. También necesito al médico. Póngase en contacto con Ken y<br />
dígale que venga. Lo necesito aquí. Y no quiero errores, no hay que hablar con nadie<br />
hasta que hayamos aislado el lugar <strong>de</strong>l crimen y hayamos tomado las <strong>de</strong>claraciones.<br />
Utilice una grabadora. Ponga la fecha y la hora en las cintas y tome notas para más<br />
seguridad. Mantenga a todo el mundo separado hasta que yo vuelva. ¿Entendido?<br />
—De acuerdo. —Se pasó la mano por los labios—. ¿Por qué <strong>de</strong>monios iba a<br />
suicidarse Max? Porque se trata <strong>de</strong> eso, ¿verdad? ¿De un suicidio?<br />
—Estudiemos el escenario y hablemos con los testigos, Otto. Hay que ir paso a<br />
paso.<br />
Cuando estuvo solo, cogió la cámara que le había entregado Otto para tomar<br />
instantáneas <strong>de</strong>l lugar. Terminó un carrete y empezó el segundo.<br />
Luego tomó notas en un bloc. Anotó que la puerta <strong>de</strong> atrás estaba abierta, el<br />
mo<strong>de</strong>lo y el calibre <strong>de</strong>l arma, las palabras exactas <strong>de</strong>l documento que estaba en la<br />
pantalla. Hizo un bosquejo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, con la postura <strong>de</strong>l cadáver, la pistola, la<br />
lámpara, la botella <strong>de</strong> whisky y la taza. Llevaba los guantes puestos y estaba<br />
concentrado en la botella y la taza cuando entró Peter.<br />
—Coloque la cinta, Peter. Cierre con ella las dos puertas.<br />
—He venido tan <strong>de</strong>prisa como he podido. Otto me ha dicho... —Se <strong>de</strong>tuvo en<br />
mitad <strong>de</strong> la frase al llegar a la puerta.<br />
Cuando vio que la piel <strong>de</strong> Peter adquiría un tono verdoso, Nate le agarró.<br />
—No vomite aquí. Si necesita hacerlo, vaya fuera, y llévese la cinta.<br />
Peter se volvió, fijó la vista en la pared y aspiró profundamente por la boca.<br />
—Otto me ha dicho que Max se había suicidado, pero no pensaba que...<br />
—Eso aún no lo hemos establecido. Lo único que sabemos es que Max está<br />
muerto. Este es el escenario <strong>de</strong>l crimen y no quiero que nadie lo altere. Solo podrá<br />
entrar el médico. ¿Está claro?<br />
—Sí.<br />
Peter sacó con manos temblorosas la cinta amarilla que Otto había llevado y<br />
salió a la calle tambaleándose.<br />
—La policía estatal querrá echarte un vistazo, Max —murmuró Nate—. Al<br />
parecer has querido atar los cabos por ella, y has rematado la tarea con un vistoso<br />
lazo. Pue<strong>de</strong> que sea esto lo que quisieras hacer. Pero a mí no acaba <strong>de</strong> convencerme.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Salió y, sin quitarse los guantes, llamó al sargento Coben <strong>de</strong> Anchorage.<br />
—No mantendré el cadáver aquí intacto hasta que llegue usted <strong>de</strong> Anchorage<br />
—dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comunicarle los datos básicos—. Usted ha tomado la <strong>de</strong>lantera. Ya<br />
sabe que tengo experiencia. He mantenido el escenario intacto y tengo constancia <strong>de</strong><br />
todo; ahora mismo llega el médico. Estoy recogiendo todas las pruebas; luego<br />
trasladaremos el cadáver al ambulatorio. Todo estará a su disposición en cuanto<br />
llegue.<br />
Vio a Ken en la puerta y le hizo señas <strong>de</strong> que entrara.<br />
—Y espero la misma colaboración en la investigación sobre Galloway. Es mi<br />
población, sargento. Los dos queremos tenerlo todo perfectamente apuntalado, pero<br />
habrá que compartir el martillo. Le estaré esperando.<br />
Colgó.<br />
—Eche un vistazo al cadáver. ¿Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme la hora aproximada <strong>de</strong> la<br />
muerte?<br />
—O sea que es cierto. Max está muerto. —Se pasó los <strong>de</strong>dos por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />
gafas y luego se las ajustó—. Es la primera vez que me enfrento a una tarea así, pero<br />
creo que seré capaz <strong>de</strong> establecer la hora aproximadamente.<br />
—Eso nos bastará. Póngaselos. —Le entregó unos guantes—. No es agradable<br />
—añadió Nate.<br />
Ken entró en el pequeño <strong>de</strong>spacho y se <strong>de</strong>tuvo un momento para tranquilizarse.<br />
—He visto heridas <strong>de</strong> bala. Pero es la primera vez que me encuentro ante algo<br />
así, con una víctima conocida. ¿Por qué <strong>de</strong>monios lo habrá hecho? Los inviernos a<br />
veces acaban con la gente, pero él había pasados muchos aquí. Peores que este. No<br />
sufría <strong>de</strong>presiones. Carrie me lo habría comentado o yo mismo lo hubiera visto. —<br />
Dirigió una breve mirada a Nate.<br />
—Nunca me ha pasado por la cabeza suicidarme. Demasiado trabajo. Pero si<br />
cambio <strong>de</strong> parecer, ya se lo comentaré.<br />
—¿Ya se siente mejor?<br />
—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día. ¿Preparado?<br />
Ken se irguió.<br />
—Preparado. —Avanzó hacia el cadáver—. ¿Puedo tocarlo? ¿Moverlo un poco?<br />
Nate había hecho ya las fotos y también el bosquejo <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong>l crimen, a falta<br />
<strong>de</strong> algo más preciso. Por tanto, asintió.<br />
Inclinándose un poco, Ken levantó una <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> Max. Le pellizcó la piel.<br />
—Sería mejor que lo llevara al ambulatorio —dijo—, lo <strong>de</strong>snudara y lo<br />
examinara a fondo.<br />
—Podrá hacerlo. Pero antes <strong>de</strong>me una hora aproximadamente.<br />
—Pues, volviendo a mi época <strong>de</strong> estudiante y teniendo en cuenta la<br />
temperatura <strong>de</strong> la estancia y el rigor mortis, diría que entre las ocho y las doce. Un<br />
espacio <strong>de</strong> tiempo muy poco preciso, Nate.<br />
—O sea que estaríamos hablando <strong>de</strong> entre las nueve <strong>de</strong> la noche y la una <strong>de</strong> la<br />
madrugada. No está mal. Podremos precisarlo un poco más con la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong><br />
Carrie. Mandaré a Peter por una bolsa para cadáveres. Tendrá que guardarlo en<br />
algún lugar seguro... y refrigerado.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Tenemos una zona que hace las veces <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito cuando se produce una<br />
muerte.<br />
—Muy bien. No <strong>de</strong>be hablar <strong>de</strong> ello con nadie. Manténgalo en secreto hasta que<br />
llegue yo.<br />
Nate supervisó el traslado <strong>de</strong>l cuerpo e hizo una copia <strong>de</strong>l texto que había<br />
encontrado en el or<strong>de</strong>nador antes <strong>de</strong> apagar el aparato. Después <strong>de</strong> cerrar las<br />
puertas, se dirigió hacia la comisaría.<br />
Hopp le alcanzó.<br />
—Tengo que saber qué <strong>de</strong>monios pasa.<br />
—Aún no está resuelto. Lo que sí puedo <strong>de</strong>cirle es que han encontrado a Max<br />
Hawbaker muerto en su <strong>de</strong>spacho, al parecer a causa <strong>de</strong> un tiro en la cabeza que<br />
podría haberse pegado él mismo.<br />
—¡Madre mía! ¡Maldita sea! ¿Que podría haberse pegado él? —Casi tenía que<br />
correr para seguir el ritmo <strong>de</strong> Nate y tiró <strong>de</strong> su manga cuando vio que la <strong>de</strong>jaba<br />
atrás—. ¿Y eso qué quiere <strong>de</strong>cir? ¿Qué cree que lo han asesinado?<br />
—Yo no he dicho eso. Lo estoy investigando, Hopp. He dado parte a la policía<br />
estatal y estarán aquí <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unas horas. En cuanto saque alguna conclusión, le<br />
informaré. Pero ahora permítame que haga mi trabajo.<br />
Abrió la puerta <strong>de</strong> la comisaría y la cerró ante sus narices.<br />
En la glacial entrada <strong>de</strong>jó tranquilamente el abrigo y se tomó un rato para<br />
aclarar sus i<strong>de</strong>as. Ya había salido el sol y se presentaba el día <strong>de</strong>spejado que habían<br />
pronosticado los <strong>de</strong>l tiempo.<br />
Pensó que era el día en que iban a recuperar el cadáver <strong>de</strong> Galloway. Y tal vez<br />
llegarían hasta ahí para llevarse el <strong>de</strong> su asesino. Dos pájaros <strong>de</strong> un tiro.<br />
Ya se vería.<br />
Abrió la puerta interior y se encontró a John sentado en una <strong>de</strong> las sillas <strong>de</strong> la<br />
sala <strong>de</strong> espera leyendo una edición <strong>de</strong> bolsillo <strong>de</strong> La colina <strong>de</strong> Watership. Se puso <strong>de</strong><br />
pie y se metió el libro en el bolsillo interior sin poner ningún punto en él.<br />
—Peach está con Carrie en su <strong>de</strong>spacho. Otto, con Jim en uno <strong>de</strong> los calabozos.<br />
Con la puerta abierta —se apresuró a añadir. Luego, soltando un suspiro, dijo—:<br />
Cuesta creerlo.<br />
—¿Otto le ha tomado ya <strong>de</strong>claración?<br />
—Sí. No había mucho que contar. He salido <strong>de</strong>l Lodge con la intención <strong>de</strong> ir a<br />
pie a la escuela. Me he encontrado con Jim y Carrie y me he quedado un momento<br />
hablando con ellos. Carrie llevaba el <strong>de</strong>sayuno en una bolsa; he visto luz en el<br />
<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max. Se ve el reflejo a través <strong>de</strong> la ventana. Ella ha entrado y Jim y yo<br />
hemos seguido fuera charlando. Él tenía intención <strong>de</strong> ir a buscar cebo. Se iba a<br />
pescar. Suele tomarme el pelo porque yo ni cazo ni pesco.<br />
Empezó a frotarse la mandíbula izquierda como si le doliera.<br />
—De repente hemos oído los gritos <strong>de</strong> Carrie. Hemos entrado corriendo y lo<br />
hemos visto. Hemos visto a Max.<br />
Cerró los ojos e hizo un par <strong>de</strong> aspiraciones.<br />
—Dispense. Jamás había visto a un muerto.<br />
—No se preocupe.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Entonces yo... he apartado a Carrie. No sabía qué hacer. La he apartado <strong>de</strong><br />
allí como he podido y he dicho: «Jim, el jefe Burke está en el Lodge. Ve a avisarle».<br />
Carrie estaba histérica. Le he dicho que se sentara y primero he tenido que sujetarla<br />
porque quería volver al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max. Luego le he dado agua y me he quedado<br />
con ella hasta que ha llegado usted. Eso es todo.<br />
—¿Alguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s ha entrado en el <strong>de</strong>spacho?<br />
—No. Es <strong>de</strong>cir, Carrie estaba <strong>de</strong>ntro. Tal vez había dado, no sé, un par <strong>de</strong> pasos<br />
en el interior. Llevaba un plato <strong>de</strong> papel en cada mano. Había soltado los bocadillos y<br />
estaba allí gritando, aún con los platos en las manos.<br />
—¿Cuánto tiempo ha pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que han oído sus gritos hasta que han<br />
entrado a ver qué ocurría?<br />
—¿Tal vez treinta segundos? Parecía que alguien la estaba abriendo en canal,<br />
Nate. Los dos hemos reaccionado. Hemos entrado como una flecha. No, no <strong>de</strong>ben <strong>de</strong><br />
haber pasado ni treinta segundos.<br />
—Está bien. Quizá tenga que hablar <strong>de</strong> nuevo con usted, y también lo querrá<br />
hacer la policía estatal; ya viene para acá. Procure estar localizable. Otra cosa:<br />
quisiera que no se montara un gran revuelo con esto. Sé que es casi imposible, pero<br />
me gustaría conseguirlo.<br />
—Me voy a la escuela. —Echó una ojeada al reloj con expresión ausente—. Tal<br />
vez allí pueda quitármelo <strong>de</strong> la cabeza. Si me necesita, ya sabe dón<strong>de</strong> estoy.<br />
—Le agra<strong>de</strong>zco la colaboración.<br />
—Siempre me había parecido una persona tan inofensiva... —dijo John mientras<br />
recogía el abrigo—. Bonachón, no sé si me entien<strong>de</strong>. Siempre buscando alguna<br />
noticia en un lugar como este. Cotilleos, temas locales, nacimientos... muertes. Se<br />
habría dicho que era feliz con su revista, con sus hijos.<br />
—Sí, y a veces costaba un poco ver qué escondía <strong>de</strong>bajo.<br />
—En eso tiene razón.<br />
Habló con Jim y corroboró la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> John. Cuando acabó con él, Nate se<br />
sentó en el catre al lado <strong>de</strong> Otto.<br />
—He mandado a Peter al ambulatorio. Lo <strong>de</strong>jaremos allí un rato. Está un poco<br />
impresionado y yo he sido algo brusco con él. Usted <strong>de</strong>bería iniciar una<br />
investigación. Empiece por el local <strong>de</strong> la revista y hable con quienes viven por los<br />
alre<strong>de</strong>dores. Pregunte si alguien oyó anoche un disparo. Estamos hablando <strong>de</strong> entre<br />
las nueve <strong>de</strong> la noche y la una <strong>de</strong> la madrugada. Tenemos que saber si alguien vio a<br />
Max o a otra persona alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l edificio. Cuándo, dón<strong>de</strong>, quién. Si oyeron un<br />
coche, voces, quiero saber todo lo que pudieran haber oído o visto.<br />
—¿Viene la policía estatal?<br />
—Sí.<br />
El rostro <strong>de</strong> Otto adoptó la expresión <strong>de</strong> un bulldog.<br />
—No me parece bien.<br />
—Le parezca bien o no, es lo que hay. Deje tranquilo a Peter durante una hora y<br />
luego que le ayu<strong>de</strong> a usted en la investigación. Po<strong>de</strong>mos confiar en que Ken<br />
mantendrá el cadáver aislado. ¿Ha hablado usted con Carrie?<br />
—Lo he intentado. Le he sacado muy poco.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Tranquilo. Yo lo haré ahora. —Se levantó—. ¿Max conocía a Patrick<br />
Galloway?<br />
—No lo sé. —Otto frunció el ceño—. Sí, claro que lo conocía. Cuesta recordar<br />
cosas ocurridas hace tanto tiempo. Me parece que Max apareció el verano antes <strong>de</strong><br />
que <strong>de</strong>sapareciera Pat. De que lo asesinaran —rectificó—. Max trabajaba en una<br />
publicación <strong>de</strong> Anchorage y <strong>de</strong>cidió crear su propia revista en un pueblo. Así fue,<br />
más o menos.<br />
—De acuerdo. Empiece a investigar.<br />
Al acercarse Nate a la puerta <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho creyó oír que alguien cantaba.<br />
Mejor dicho, que entonaba una melodía, como las que se cantan a un bebé. Abrió la<br />
puerta y vio a Carrie tendida en el suelo sobre una manta, con la cabeza apoyada en<br />
el regazo <strong>de</strong> Peach. Esta le acariciaba el pelo mientras cantaba.<br />
Cuando entró Nate levantó la vista.<br />
—Es lo mejor que he podido hacer —murmuró—. La pobre está <strong>de</strong>strozada.<br />
Ahora duerme. Y, ejem, por casualidad he encontrado Xanax en su escritorio. He<br />
partido una y se la he dado.<br />
Nate prefirió pasar por alto el bochorno <strong>de</strong> la mujer.<br />
—Tengo que hablar con ella.<br />
—Me sabe mal <strong>de</strong>spertarla. De todas formas, seguro que está más tranquila que<br />
cuando lo intentó Otto. ¿Quiere que me que<strong>de</strong>?<br />
—No, pero no se vaya muy lejos.<br />
Nate se sentó en el suelo, Peach le cogió la muñeca y le dijo:<br />
—Creo que no hace falta que le diga que vaya con cuidado. Pero nunca está <strong>de</strong><br />
más, aunque usted lo sepa y esté acostumbrado a ello... —arrastró las últimas<br />
palabras mientras acariciaba la mejilla <strong>de</strong> Carrie—. ¿Carrie? Cariño, tendrás que<br />
<strong>de</strong>spertarte.<br />
Esta abrió los ojos, su mirada se veía perdida, apagada.<br />
—¿Qué pasa?<br />
—Nate tiene que hablar contigo, bonita. ¿Pue<strong>de</strong>s incorporarte?<br />
—No lo entiendo. —Se frotó los ojos como una niña—. He tenido un sueño... —<br />
Miró a Nate y sus ojos se llenaron <strong>de</strong> lágrimas—. No era un sueño. Max. Mi Max. —<br />
Su voz se quebró y Nate tomó su mano.<br />
—Lo siento, Carrie. Sé que es muy duro. ¿Le apetece un poco <strong>de</strong> agua o alguna<br />
otra cosa?<br />
—No. No. No necesito nada. —Se incorporó y hundió el rostro en sus manos—.<br />
Nada.<br />
Nate se levantó y ayudó a Peach a hacer lo mismo.<br />
—Estaré aquí fuera por si me necesita —dijo antes <strong>de</strong> salir y cerrar suavemente<br />
la puerta.<br />
—¿Quiere sentarse en una silla o prefiere seguir don<strong>de</strong> está?<br />
—Tengo la sensación <strong>de</strong> estar en un sueño. Todo flota <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cabeza.<br />
Nate <strong>de</strong>cidió que estaba mejor en el suelo y volvió a sentarse allí.<br />
—Tengo que hacerle unas preguntas, Carrie. Míreme. ¿A qué hora salió Max <strong>de</strong><br />
su casa anoche?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No lo sé. No supe que se había marchado hasta que me <strong>de</strong>sperté. Me molestó.<br />
Cuando viene aquí <strong>de</strong> noche o a primera hora <strong>de</strong> la mañana siempre me <strong>de</strong>ja una<br />
nota sobre la almohada.<br />
—¿Cuándo le vio por última vez?<br />
—Le vi... esta mañana... he visto...<br />
—No. —Cogió <strong>de</strong> nuevo su mano, intentando apartarla <strong>de</strong> aquella imagen—.<br />
Antes. ¿Cenó en casa?<br />
—Sí. Tomamos chile con carne. Lo preparó Max. Le encanta alar<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> su<br />
chile. Cenamos todos juntos.<br />
—¿Qué hicieron luego?<br />
—Ver la televisión. Es <strong>de</strong>cir, yo la vi. Los niños un rato, pero Stella enseguida se<br />
puso a hablar por teléfono con una <strong>de</strong> sus amigas y Alex se fue a su or<strong>de</strong>nador. Max<br />
estaba inquieto. Dijo que quería leer pero no lo hizo. Le pregunté qué ocurría pero<br />
estaba muy irritable conmigo.<br />
Una lágrima trazó un solitario camino en su mejilla.<br />
—Me dijo que tenía que resolver algo, que por qué no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> darle la lata un<br />
rato. Empezamos a discutir. Más tar<strong>de</strong>, cuando los niños ya se habían acostado, me<br />
dijo que lo sentía. Tenía algo en la cabeza. Pero yo seguía enojada y no le hice caso.<br />
Apenas nos dirigimos la palabra en la cama.<br />
—¿A qué hora se acostaron?<br />
—Hacia las diez y media, me parece. Ah no, me equivoco. Yo me fui a la cama y<br />
él dijo que se quedaría a ver la CNN o algo así. No le hice ningún caso porque estaba<br />
molesta. Me metí en la cama pronto porque me había enfadado con él y no quería<br />
hablarle. Y ahora lo he perdido para siempre.<br />
—Él seguía en casa a las diez y media. ¿Le oyó salir?<br />
—Me fui directa a la cama. Me quedé dormida. Cuando me he levantado esta<br />
mañana he visto que no se había acostado. Siempre tira <strong>de</strong> las sábanas en el extremo<br />
<strong>de</strong>l colchón. Me pone enferma. He pensado que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> mal humor y había<br />
dormido en el sofá, pero no lo he encontrado allí. He llevado a los niños a casa <strong>de</strong><br />
Ginny. Le tocaba a ella llevarlos a la escuela. ¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío, los niños!<br />
—No se preocupe. Están perfectamente. En cuanto terminemos, les acompañaré<br />
a todos a casa. Y luego ha ido a la revista...<br />
—He <strong>de</strong>cidido perdonarlo. No pue<strong>de</strong>s seguir mucho tiempo enfadada con Max.<br />
A<strong>de</strong>más, quería pedirle hora para un chequeo. Llevaba unos días que estaba para el<br />
arrastre. De camino he comprado el <strong>de</strong>sayuno y he seguido en coche. He coincidido<br />
con Jim y John, luego he entrado y lo he visto. Lo he visto. ¿Cómo es posible que<br />
alguien le haya podido hacer esto?<br />
—¿Alguna vez había <strong>de</strong>jado él la puerta <strong>de</strong> atrás abierta, Carrie?<br />
—Siempre. Nunca se acordaba <strong>de</strong> cerrarla. Decía que no servía para nada. Que<br />
si alguien quería entrar, le bastaría con una patada.<br />
—¿Tenía pistola?<br />
—Claro. Varias. Todo el mundo tiene.<br />
—¿Una veintidós? ¿Una Browning <strong>de</strong>l veintidós?<br />
—Sí. Sí. Tengo que ir a por los niños.<br />
- 164 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Enseguida iremos. ¿Dón<strong>de</strong> guardaba la pistola?<br />
—¿Esa? En la guantera <strong>de</strong>l coche. Normalmente la usaba para hacer prácticas<br />
<strong>de</strong> tiro. A veces se paraba camino <strong>de</strong> casa para disparar contra unas latas. Decía que<br />
le ayudaba a pensar.<br />
—¿Alguna vez le dijo algo sobre Patrick Galloway?<br />
—Claro. Estos días todo el mundo habla <strong>de</strong> Galloway.<br />
—Quiero <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> una forma más específica. Si le había hablado <strong>de</strong> él y<br />
Galloway.<br />
—¿Por qué iba a hacerlo? Apenas se conocían; Pat se fue enseguida.<br />
Nate sopesó lo que <strong>de</strong>bía hacer. Ella era el familiar más próximo y tenía que<br />
saberlo. Podía <strong>de</strong>círselo ahora.<br />
—Había una nota escrita en su or<strong>de</strong>nador.<br />
Carrie se echó a llorar.<br />
—¿Qué tipo <strong>de</strong> nota?<br />
Nate se levantó otra vez y abrió el documento que había guardado en su cajón.<br />
—Le <strong>de</strong>jaré leer una copia. Sé que no va a ser fácil para usted, Carrie.<br />
—Déjeme verla.<br />
Nate se la entregó y esperó. Observó que el leve color que habían recuperado<br />
sus mejillas <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> nuevo. Los ojos, en cambio, en lugar <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el brillo<br />
con el impacto, se encendieron.<br />
—Eso no es verdad. Es una locura. ¡Una mentira! —Como si con ello lo<br />
<strong>de</strong>mostrara, se levantó y rompió en mil pedazos el papel—. Es una mentira horrible y<br />
tendría que darle vergüenza mostrármela. Mi Max jamás hizo daño a nadie. ¿Cómo<br />
se atreve? ¿Cómo se atreve a insinuar que mató a alguien y se suicidó?<br />
—Yo lo único que hago es mostrarle lo que había en su or<strong>de</strong>nador.<br />
—Y yo le digo que es mentira. Alguien ha matado a mi marido y lo que tendría<br />
que hacer usted es ocuparse <strong>de</strong> su trabajo y <strong>de</strong>scubrir quién lo ha hecho. Quien le<br />
hizo daño puso esta mentira aquí y si usted la cree, aunque solo sea por un segundo,<br />
pue<strong>de</strong> irse al diablo.<br />
Salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y unos segundos <strong>de</strong>spués Nate oyó su entrecortado llanto.<br />
Fue tras ella y la encontró en brazos <strong>de</strong> Peach.<br />
—Ocúpese <strong>de</strong> que alguien la lleve a casa, y también a sus hijos —dijo <strong>de</strong>spacio<br />
antes <strong>de</strong> meterse otra vez en su <strong>de</strong>spacho.<br />
Permaneció un rato <strong>de</strong> pie observando los pedazos <strong>de</strong> papel esparcidos por el<br />
suelo.<br />
- 165 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 14<br />
Hopp tenía un <strong>de</strong>spacho en el ayuntamiento. No era mucho mayor que el<br />
cuarto don<strong>de</strong> se guardaban los artículos <strong>de</strong> la limpieza y estaba dispuesto más o<br />
menos como este, sin or<strong>de</strong>n ni concierto, pero ya que Nate quería celebrar con ella<br />
una reunión formal, <strong>de</strong>cidió hacerla allí.<br />
Cuando vio que iba maquillada y se había puesto el traje chaqueta oscuro, Nate<br />
supuso que estaba al corriente <strong>de</strong> todo.<br />
—Jefe Burke. —Aquellas palabras fueron como un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntelladas; el gesto<br />
<strong>de</strong> la mano que indicaba una silla, una puñalada.<br />
Le llegó el aroma <strong>de</strong>l café <strong>de</strong> la taza que tenía sobre la mesa y vio que la cafetera<br />
<strong>de</strong>l estante <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás estaba casi llena, pero nadie le invitó a servirse.<br />
—Debo disculparme por haber sido brusco con usted esta mañana —empezó<br />
Nate—, pero se ha cruzado en mi camino en el peor momento.<br />
—Le recuerdo que trabaja para mí.<br />
—Trabajo para los ciudadanos <strong>de</strong> Lunacy. Y uno <strong>de</strong> ellos se encuentra ahora<br />
mismo tendido sobre una mesa en nuestro improvisado <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> cadáveres. Lo<br />
que significa que para mí esta persona tiene prioridad, alcal<strong>de</strong>sa.<br />
Aquellos labios que se había pintado en un atrevido tono carmesí se pusieron<br />
rígidos. Nate oyó una larga y sibilante aspiración y la lenta expulsión <strong>de</strong>l aire.<br />
—Sea como sea, yo soy la alcal<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> esta población, lo que también convierte<br />
a sus resi<strong>de</strong>ntes en mi principal preocupación. No fui en busca <strong>de</strong> cotilleo y me<br />
ofen<strong>de</strong> que se me haya tratado como si así fuera.<br />
—De todas formas, yo tengo un trabajo que hacer. Y mi intención era hacerle<br />
llegar un informe en cuanto hubiera resuelto la investigación previa. Que es lo que<br />
me disponía a hacer ahora.<br />
—No me gusta su actitud insolente.<br />
—Lo mismo digo.<br />
En esta ocasión, la boca <strong>de</strong> ella se abrió <strong>de</strong>l todo y sus ojos soltaron chispas.<br />
—Está claro que su madre no le enseñó a respetar a sus mayores.<br />
—Supongo que no. Claro que a ella tampoco le caigo muy bien.<br />
Hopp tamborileaba en la mesa, con unas uñas recortadas y sin pintar que no<br />
pegaban mucho con el rojo <strong>de</strong> los labios y el traje chaqueta.<br />
—¿Sabe qué es lo que me revienta ahora mismo?<br />
—Estoy convencido <strong>de</strong> que va a <strong>de</strong>círmelo.<br />
—Pues que ya no me enfado. ¡Con lo que yo disfruto con un buen cabreo! Pero<br />
hace un momento usted ha insistido en que la gente <strong>de</strong> aquí es su prioridad. Lo<br />
respeto, porque sé que lo ha dicho <strong>de</strong> veras. Max era amigo mío, Ignatious. Un buen<br />
amigo. Y la noticia me ha afectado.<br />
- 166 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Lo sé. Lo siento y vuelvo a pedirle disculpas por no haber sido más...<br />
—¿Delicado, educado, comunicativo?<br />
—Escoja usted misma.<br />
—Bien, pues sigamos. —Cogió un pañuelo <strong>de</strong> papel y se sonó la nariz con<br />
ganas—. Sírvase un café y cuénteme lo que hay.<br />
—Se lo agra<strong>de</strong>zco, pero ya he tomado casi un litro. Por los cabos que he podido<br />
atar, Max salió <strong>de</strong> su casa anoche, pasadas las diez y media. Tuvo una discusión con<br />
su mujer, nada serio, pero ella afirma que estos últimos días estaba raro. Sitúa el<br />
cambio en los días en que se supo la noticia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong><br />
Patrick Galloway.<br />
La frente <strong>de</strong> Hopp se arrugó; se intensificaron las finas líneas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los<br />
labios.<br />
—No sé a qué podía venir eso. No recuerdo que se conocieran tanto. Me parece<br />
que congeniaron, pero Max llevaba poco tiempo aquí cuando <strong>de</strong>sapareció Patrick.<br />
—Hasta el momento no dispongo <strong>de</strong> pruebas que <strong>de</strong>muestren que Max se<br />
<strong>de</strong>tuviera en algún lugar antes <strong>de</strong> llegar a su <strong>de</strong>spacho. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la una <strong>de</strong> la<br />
madrugada, si es correcta la estimación <strong>de</strong>l médico, él, o alguna persona o personas<br />
<strong>de</strong>sconocidas, dispararon una bala contra su sien <strong>de</strong>recha.<br />
—¿Por qué haría alguien...? —Ella misma se interrumpió y con un gesto animó<br />
a Nate a seguir—: Disculpe. Continúe, por favor.<br />
—Según las pruebas, en el momento <strong>de</strong> los hechos el fallecido se encontraba<br />
sentado en su <strong>de</strong>spacho. La puerta <strong>de</strong> atrás estaba abierta, <strong>de</strong>talle que, por lo que he<br />
podido comprobar, era bastante habitual. El or<strong>de</strong>nador estaba encendido, al igual<br />
que la lámpara <strong>de</strong> la mesa. Tenía también encima <strong>de</strong> esta una botella <strong>de</strong> Paddy's a<br />
medias y una taza con aproximadamente un <strong>de</strong>do <strong>de</strong> whisky. Se analizará, pero no<br />
he <strong>de</strong>tectado otra sustancia en la taza.<br />
—¡Señor! ¡Lo vi ayer por la mañana!<br />
—¿Le pareció que no estaba bien?<br />
—No lo sé. Creo que no me fijé mucho. —Se acercó los <strong>de</strong>dos al puente <strong>de</strong> la<br />
nariz, los <strong>de</strong>jó allí un momento y luego los separó—. Ahora que lo dice, tal vez es<br />
cierto que estaba un poco alterado. Pero no veo ninguna razón que pudiera moverle<br />
a hacer algo así. Él y Carrie se llevaban bien. Sus hijos no les crean más problemas<br />
que los propios <strong>de</strong> la edad. Le encantaba su trabajo en la revista. ¿Estaría enfermo?<br />
Tal vez había <strong>de</strong>scubierto que tenía un cáncer u otra enfermedad y no se veía capaz<br />
<strong>de</strong> enfrentarse a ello.<br />
—La última revisión que se hizo era normal. Hace seis meses. El arma<br />
encontrada en el <strong>de</strong>spacho era suya y estaba <strong>de</strong>bidamente registrada. Según su<br />
mujer, era la que solía guardar en la guantera <strong>de</strong>l coche. Para hacer prácticas <strong>de</strong> tiro.<br />
En el cadáver no había indicios <strong>de</strong> pelea.<br />
—Pobre Max. —Sacó otro pañuelo, pero en lugar <strong>de</strong> utilizarlo hizo una bola con<br />
él—. ¿Qué ha podido llevarle a quitarse la vida, a hacerse algo así, no solo a sí mismo<br />
sino también a su familia?<br />
—En su or<strong>de</strong>nador había una nota. En ella afirmaba que había matado a Patrick<br />
Galloway.<br />
- 167 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Cómo? —El café se agitó en la taza con el brusco movimiento que hizo<br />
Hopp—. Eso es una locura, Ignatious. ¿Max? Una locura.<br />
—Hacía escalada, ¿verdad? Hace quince o dieciséis años practicaba mucho más<br />
que ahora, ¿no es cierto?<br />
—Sí. Pero la mitad <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> por aquí practica o ha practicado la escalada.<br />
—Colocó las manos planas sobre la mesa—. No creo que Max matara a nadie.<br />
—Estaba dispuesta a creer que se suicidó.<br />
—Solo porque está muerto. Porque todo lo que he oído apunta hacia ello. ¿Pero<br />
un asesinato? No tiene ningún sentido.<br />
—Se harán las pruebas pertinentes para comprobar que el arma utilizada es la<br />
veintidós. Huellas dactilares, restos <strong>de</strong> pólvora. Debo <strong>de</strong>cirle que las pruebas<br />
corroborarán lo que parece un suicidio, y es probable que se establezca como tal,<br />
mientras se cierra el caso <strong>de</strong>l homicidio <strong>de</strong> Galloway.<br />
—Me parece totalmente increíble.<br />
—Pero también he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no estoy convencido <strong>de</strong> ello.<br />
—Me <strong>de</strong>sconcierta usted, Ignatious —dijo Hopp apretándose la sien con una<br />
mano.<br />
—Demasiado fácil, ¿no cree? ¿Una nota en el or<strong>de</strong>nador? Cualquiera podría<br />
haberla tecleado. ¿El sentimiento <strong>de</strong> culpabilidad le mata <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años? Lo<br />
cierto es que hasta ayer lo había llevado a la perfección. Carrie ha dicho que cuando<br />
se iba al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> noche o <strong>de</strong> madrugada siempre le <strong>de</strong>jaba una nota sobre la<br />
almohada. ¿Un hombre que siempre hace esto no <strong>de</strong>ja una nota cuando <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />
suicidarse?<br />
—¿Me está diciendo...?<br />
—Es fácil sacar una pistola <strong>de</strong> la guantera si se sabe que está allí. Tampoco<br />
cuesta mucho simular un suicidio si se sabe planear y mantener la sangre fría.<br />
—¿Cree que...? ¡<strong>San</strong>to cielo! ¿Cree que le han asesinado?<br />
—Tampoco he dicho eso. Lo que he dicho es que no estoy convencido <strong>de</strong> que<br />
sea lo que parece a primera vista. De modo que, si el caso queda resuelto como<br />
suicidio y se cierra el <strong>de</strong> Galloway sin que yo esté convencido <strong>de</strong> ello, pienso seguir<br />
investigando. Usted es quien me paga, o sea que tiene <strong>de</strong>recho a saber si paso mis<br />
horas <strong>de</strong> trabajo persiguiendo a un fantasma.<br />
Hopp le miró a los ojos y Nate oyó el sonido <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus largas aspiraciones.<br />
—¿Puedo ayudarle en algo? —dijo finalmente la alcal<strong>de</strong>sa.<br />
Nate le pareció que el sargento Roland Coben, un hombre que llevaba veinte<br />
años resolviendo casos, era un policía bregado. Metro ochenta, estómago incipiente,<br />
leves señales <strong>de</strong> cansancio alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos, el pelo rubio canoso y muy corto.<br />
Llevaba las botas reglamentariamente brillantes y en su boca se adivinaba un chicle<br />
con sabor a cereza.<br />
Llegó al lugar <strong>de</strong>l crimen con otros dos policías, que estaban peinando el<br />
<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max mientras él observaba las fotos que había tomado Nate.<br />
—¿Quién ha estado aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se <strong>de</strong>scubrió el cadáver?<br />
- 168 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—El médico <strong>de</strong>l pueblo, uno <strong>de</strong> mis ayudantes y yo. Antes <strong>de</strong> que pasaran ellos<br />
tomé las fotos, cerré el perímetro y guardé las pruebas en bolsas. Todo el mundo se<br />
ha puesto guantes. El escenario está intacto.<br />
Coben observó las manchas <strong>de</strong> grasa en la alfombra junto a la puerta. Nate<br />
también había metido los bocadillos en las bolsas <strong>de</strong> pruebas.<br />
—¿La mujer llegó hasta aquí?<br />
—Según ella y dos testigos, sí. No se ha tocado nada aparte <strong>de</strong>l cadáver.<br />
Coben asintió con un leve sonido y examinó la nota <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador.<br />
—Nos llevaremos el aparato, así como las pruebas que ha recogido usted.<br />
Vayamos a echar un vistazo al cadáver.<br />
Nate le acompañó hacia la puerta <strong>de</strong> atrás.<br />
—Estuvo en homicidios antes <strong>de</strong> venir aquí, ¿verdad? —preguntó el sargento.<br />
—Efectivamente.<br />
Coben se metió <strong>de</strong> un salto en el cuatro por cuatro <strong>de</strong> Nate.<br />
—Nos vendrá bien. Perdió a su compañero, según he oído.<br />
—Sí.<br />
—También le hirieron a usted.<br />
—Sigo en pie.<br />
Siguiendo las normas, Coben se ajustó el cinturón.<br />
—Muchas bajas en su último año en Baltimore.<br />
Nate le dirigió una mirada tranquila.<br />
—Ahora mismo no estoy <strong>de</strong> baja.<br />
—Su teniente afirma que es usted un buen poli, aunque tal vez, perdió algo <strong>de</strong><br />
garra, <strong>de</strong> confianza, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> su compañero. Que entregó la placa en otoño y<br />
se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong>l loquero que le habían asignado.<br />
Nate se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ambulatorio.<br />
—¿Ha perdido usted alguna vez a un compañero?<br />
—No. —Coben esperó un minuto—. Pero he perdido a algún amigo, en acto <strong>de</strong><br />
servicio. Intentaba hacerme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo es usted, jefe Burke. Un poli <strong>de</strong> ciudad,<br />
<strong>de</strong> la otra parte <strong>de</strong> Estados Unidos, con su experiencia, pue<strong>de</strong> sacar las uñas si tiene<br />
que entregar un caso importante a las autorida<strong>de</strong>s estatales.<br />
—Pue<strong>de</strong>. Y un poli estatal quizá no esté tan comprometido con el lugar, con lo<br />
que suce<strong>de</strong> en él, como su jefe <strong>de</strong> policía.<br />
—No lleva mucho tiempo <strong>de</strong> jefe. —Salió <strong>de</strong>l coche—. Tal vez los dos estemos<br />
en lo cierto. El <strong>de</strong>partamento ha sabido mantener a la prensa a raya con lo <strong>de</strong>l<br />
hombre <strong>de</strong> hielo; solo falta darle un nombre.<br />
—Como siempre.<br />
—La cuestión es que ahora mismo los medios <strong>de</strong> comunicación están<br />
controlados pero la cosa cambiará cuando el equipo lo rescate. Se convertirá en la<br />
noticia bomba, jefe Burke. El tipo <strong>de</strong> noticia que gusta a la prensa nacional. Y ahora<br />
tiene usted el cadáver <strong>de</strong> un hombre que afirma ser su asesino, más noticias. Cuanto<br />
antes se cierre el caso, mejor para todos. Y mejor aún si se cierra siguiendo<br />
escrupulosamente el procedimiento.<br />
Nate seguía al otro lado <strong>de</strong>l coche.<br />
- 169 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Le preocupa que vaya a la prensa y obtenga publicidad para mí y para esta<br />
población?<br />
—Era solo un comentario. La prensa se volcó en aquel tiroteo en Baltimore y<br />
también en usted.<br />
Nate notó que se estaba encendiendo; sintió cómo le hervían las entrañas y<br />
cómo la furia subía por su garganta.<br />
—De modo que usted cree que como me gusta ver mi nombre en los periódicos<br />
y mi cara en la tele, con ese par <strong>de</strong> muertos estaré en el can<strong>de</strong>lero.<br />
—Opino que podría ganar unos puntos, si tiene intención <strong>de</strong> volver a Baltimore.<br />
—O sea que he tenido la suerte <strong>de</strong> haber llegado en el momento preciso para<br />
apuntarme el tanto.<br />
—No perjudica a nadie encontrarse en el lugar a<strong>de</strong>cuado en el momento<br />
a<strong>de</strong>cuado.<br />
—¿Intenta provocarme o es gilipollas por naturaleza?<br />
Los labios <strong>de</strong> Coben se arquearon.<br />
—Pue<strong>de</strong> que ambas cosas. Lo que intento es hacerme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la situación.<br />
—Pues vamos a aclarar algunos puntos. Es su investigación. Ese es el<br />
procedimiento. Pero sigue siendo mi población; y ellos, mis conciudadanos. Es un<br />
hecho. Y me da igual si confía en mí, si le caigo bien o si <strong>de</strong>sea invitarme a cenar o al<br />
cine, yo seguiré haciendo mi trabajo.<br />
—Pues será mejor que vayamos a echar un vistazo al cadáver.<br />
Coben se fue hacia <strong>de</strong>ntro y Nate le siguió intentando reprimir el mal humor.<br />
Solo había una persona en la sala <strong>de</strong> espera. Bing pareció violento y luego<br />
irritado <strong>de</strong> que le vieran esperando en una <strong>de</strong> aquellas sillas <strong>de</strong> plástico.<br />
—Bing... —dijo Nate, saludándole con la cabeza.<br />
El hombre soltó una especie <strong>de</strong> bufido antes <strong>de</strong> ocultar el rostro <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un<br />
antiguo número <strong>de</strong> Alaska.<br />
—El doctor está con un paciente —dijo Joanna mirando <strong>de</strong> reojo a Coben—. Sal<br />
Cushaw se ha hecho un corte en la mano con una sierra y le está poniendo unos<br />
puntos. También habrá que darle una inyección contra el tétanos.<br />
—Queremos las llaves <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito —le dijo Nate.<br />
Los ojos <strong>de</strong> Joanna pasaron <strong>de</strong> él a Coben.<br />
—Las tiene el doctor, ha dicho que solo usted pue<strong>de</strong> entrar.<br />
—Es el sargento Coben, <strong>de</strong> la policía estatal. ¿Le importa traérnoslas?<br />
—Claro que no.<br />
Salió disparada en el momento en que Bing empezaba a refunfuñar:<br />
—Lo que nos faltaba, movimiento <strong>de</strong> tropas en Lunacy. Como si no supiéramos<br />
solucionar nuestros asuntos.<br />
Nate se limitó a mover la cabeza mientras Coben miraba hacia atrás.<br />
—No se preocupe —murmuró.<br />
—¿Se encuentra mal, Bing? —Nate se apoyó en el mostrador—, ¿O ha venido<br />
solo a pasar el rato?<br />
—¡A usted qué le importa! ¡Y qué le importa a nadie si alguien quiere volarse la<br />
tapa <strong>de</strong> los sesos! La poli siempre tiene que estar dando la paliza.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—En eso tiene razón. Somos unos tocapelotas con placa. ¿Cuándo habló usted<br />
por última vez con Max?<br />
—Nunca he tenido mucho que <strong>de</strong>cirle. ¡Valiente mequetrefe!<br />
—He oído <strong>de</strong>cir que le armó una buena por meterse en la avenida <strong>de</strong> su casa y<br />
que por eso le enterró el coche bajo la nieve.<br />
La risita <strong>de</strong> Bing se abrió paso en medio <strong>de</strong> la barba.<br />
—Podría ser. Aunque no creo que se volara los sesos por eso.<br />
—Está hecho usted un cabroncete, Bing.<br />
—Tiene toda la razón.<br />
—¿Jefe? —Apareció Joanna <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l mostrador con las llaves—. Es la que<br />
tiene el distintivo amarillo. El doctor dice que irá en cuanto acabe con Sal.<br />
—¡Eh! Que luego me toca a mí —exclamó Bing agitando la revista—. No creo<br />
que Hawbaker pueda morirse más.<br />
Joanna hizo una mueca con los labios.<br />
—Hay que tener respeto, Bing.<br />
—Lo que yo tengo son hemorroi<strong>de</strong>s.<br />
—Diga al doctor que acabe con todos sus pacientes —intervino Nate—. ¿Dón<strong>de</strong><br />
está el <strong>de</strong>pósito?<br />
—Ah, disculpe. Recto y la primera puerta a la izquierda.<br />
Se dirigieron hacia allí en silencio y Nate abrió con la llave. Entraron en una sala<br />
en la que había una pared con estantes metálicos y dos mesas, también metálicas.<br />
Nate dio la luz principal y se fijó en que las mesas eran como las que se utilizan en<br />
las autopsias o en las galas en las que se preparaban los cadáveres en los tanatorios.<br />
—Al parecer lo utilizan como <strong>de</strong>pósito provisional. En el pueblo no hay<br />
tanatorio ni funeraria. Avisan a alguien <strong>de</strong> pompas fúnebres cuando lo necesitan y<br />
aquí es don<strong>de</strong> se prepara el cuerpo para el entierro.<br />
Se acercó a la mesa en la que yacía Max, que, siguiendo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Nate,<br />
estaba <strong>de</strong>scubierto a fin <strong>de</strong> conservar cualquier posible prueba. Unas bolsas cubrían<br />
las manos <strong>de</strong>l cadáver.<br />
—Las uñas <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha estaban en carne viva <strong>de</strong> mordérselas —señaló<br />
Nate—. Y tenía un corte en el labio inferior. También lo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>r.<br />
—No se aprecian heridas <strong>de</strong>fensivas. Hay quemaduras <strong>de</strong> pólvora alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />
la herida. ¿Po<strong>de</strong>mos confirmar que era diestro?<br />
—Po<strong>de</strong>mos. Lo sabemos.<br />
Habían cubierto las manos <strong>de</strong> la víctima para realizar la prueba <strong>de</strong> los residuos.<br />
Disponían <strong>de</strong> fotos <strong>de</strong>l cuerpo, <strong>de</strong>l escenario, incluso <strong>de</strong> la puerta exterior <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
todos los ángulos posibles. Se había tomado <strong>de</strong>claración a los testigos y redactado los<br />
informes en las primeras horas, y el edificio había quedado aislado, ro<strong>de</strong>ado con la<br />
cinta policial.<br />
Un trabajo meticuloso, el <strong>de</strong> Burke, pensaba Coben, y le había ahorrado un<br />
montón <strong>de</strong> faena.<br />
—Observémoslo todo <strong>de</strong>tenidamente a ver si encontramos alguna prueba. ¿Ha<br />
revisado los bolsillos?<br />
—Cartera, tubo <strong>de</strong> pastillas para la aci<strong>de</strong>z, monedas, caja <strong>de</strong> cerillas, bloc <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
notas, lápiz. Permiso <strong>de</strong> conducir, tarjetas <strong>de</strong> crédito, unos treinta dólares en efectivo<br />
y fotos <strong>de</strong> la familia en la cartera. El móvil, otra caja <strong>de</strong> cerillas y unos guantes <strong>de</strong><br />
lana en los bolsillos <strong>de</strong>l abrigo que tenía en el <strong>de</strong>spacho.<br />
Nate se metió las manos en los bolsillos y siguió observando el cadáver.<br />
—He revisado también el coche aparcado en el exterior <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong> los hechos.<br />
Está registrado a nombre <strong>de</strong> la víctima y <strong>de</strong> su esposa. Había mapas; el manual <strong>de</strong>l<br />
vehículo; un paquete <strong>de</strong> munición para la veintidós, abierto; un tubo <strong>de</strong> pastillas <strong>de</strong><br />
menta; bolígrafos; lápices, y otro bloc en la guantera. En los libros, muchas notas a<br />
mano: recordatorios, i<strong>de</strong>as para artículos <strong>de</strong> la revista, comentarios, números <strong>de</strong><br />
teléfono. En la parte trasera había un botiquín. El vehículo estaba abierto y las llaves<br />
en el contacto.<br />
—¿Las llaves en el contacto?<br />
—Sí. Sus conocidos han <strong>de</strong>clarado que solía <strong>de</strong>jarlas ahí y que casi nunca<br />
cerraba el coche. Todo lo que se ha encontrado está en bolsas, con sus<br />
correspondientes etiquetas, y se ha hecho una relación <strong>de</strong> ello. Lo he guardado bajo<br />
llave en la comisaría.<br />
—Nos lo llevaremos todo, y a él también. Dejaremos que el forense llegue a sus<br />
conclusiones. Pero tiene todo el aspecto <strong>de</strong> un suicidio. Tendré que hablar con la<br />
esposa, con los dos testigos y con quien estuviera al corriente <strong>de</strong> su relación con<br />
Patrick Galloway.<br />
—No <strong>de</strong>jó ninguna nota a su esposa.<br />
—¿Disculpe?<br />
—Nada personal. Ninguna otra mención en la nota <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador.<br />
Los ojos <strong>de</strong> Coben mostraron cierta irritación.<br />
—Oiga, Burke, usted y yo sabemos que las notas <strong>de</strong> suicidio no son tan<br />
habituales como quiere hacernos creer Hollywood. El forense expondrá sus<br />
conclusiones, pero yo opino que se trata <strong>de</strong> un suicidio. La nota le vincula a<br />
Galloway. Tiraremos <strong>de</strong> este hilo, a ver si encontramos una pista que nos lo confirme.<br />
No es mi intención simplificar este caso, ni el <strong>de</strong> Galloway, pero tampoco voy a<br />
quejarme si ambos me caen <strong>de</strong>l cielo resueltos.<br />
—A mí no me cuadra.<br />
—Repase sus matemáticas.<br />
—¿Ve algún problema en que yo siga con ello, sin ruido —añadió poniendo<br />
énfasis en la última palabra—, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un ángulo distinto?<br />
—Si quiere per<strong>de</strong>r el tiempo, allá usted, pero no me pise.<br />
—Todavía sé bailar, Coben.<br />
Costaba llamar a la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Carrie. Entremeterse en su dolor<br />
parecía algo terriblemente cruel. Nate recordaba, tal vez <strong>de</strong>masiado, cómo se<br />
<strong>de</strong>smoronó Beth la primera vez que la vio tras la muerte <strong>de</strong> Jack.<br />
Aquel día él estaba imposibilitado, en una cama <strong>de</strong> hospital, grogui <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
la operación, hundido en la aflicción, el sentimiento <strong>de</strong> culpabilidad y la furia.<br />
En ese momento no se sentía afligido, pensó. Quizá un poco culpable por la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
forma en que había tenido que tratarla. Pero no estaba furioso. Era una visita <strong>de</strong> la<br />
policía, sin más.<br />
—Estará dolida conmigo —dijo a Coben—. Si sabe explotarlo, podrá sacar más<br />
partido <strong>de</strong> ella.<br />
Llamó a la puerta <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong> dos plantas. Cuando vio a una pelirroja ante la<br />
puerta, tuvo que repasar rápidamente su archivo mental.<br />
—Ginny Mann —dijo ella enseguida—. Soy amiga <strong>de</strong> la familia. Y vecina.<br />
Carrie está arriba, <strong>de</strong>scansando.<br />
—Soy el sargento Coben, señora Mann. —Le mostró su i<strong>de</strong>ntificación—.<br />
Quisiera hablar con la señora Hawbaker.<br />
—Intentaremos ser breves.<br />
Una artista, recordó luego Nate. Pintaba paisajes y estudios <strong>de</strong> la flora y fauna<br />
que vendía en galerías <strong>de</strong> la zona e incluso fuera <strong>de</strong> Alaska. Daba clases <strong>de</strong> arte en el<br />
instituto tres días a la semana.<br />
—Arlene Woolcott y yo estamos con los niños en la cocina. Procuramos que se<br />
distraigan. Subiré a ver si Carrie está dispuesta.<br />
—Se lo agra<strong>de</strong>cería. —Coben entró—. Esperaremos aquí.<br />
»Un lugar agradable —dijo Coben cuando Ginny estuvo arriba—. Acogedor.<br />
Nate se fijó en un cómodo sofá y en un par <strong>de</strong> butacas gran<strong>de</strong>s, tapizadas con<br />
una tela muy colorida. Había un cuadro con un prado en primavera, montañas<br />
blancas al fondo y el cielo azul, obra <strong>de</strong> la pelirroja, supuso. Sobre las mesas, fotos<br />
enmarcadas <strong>de</strong> los niños y <strong>de</strong> otros miembros <strong>de</strong> la familia, junto con el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />
habitual en todas las casas.<br />
—Creo que llevaban unos quince años casados. Él había trabajado en una<br />
publicación en Anchorage, pero se trasladó y montó su revista aquí. La mujer<br />
trabajaba con él. Una empresa familiar con algún, ¿cómo se llama?, colaborador a<br />
tiempo parcial. Publicaban artículos sobre temas locales, fotos, y también incluían<br />
noticias <strong>de</strong> fuera. Su hija mayor tiene unos doce años y toca el flautín. El pequeño es<br />
un niño, <strong>de</strong> diez años, un fenómeno <strong>de</strong>l hockey.<br />
—Se ha enterado <strong>de</strong> muchas cosas en las pocas semanas que lleva aquí.<br />
—De la mayor parte esta mañana. El primer matrimonio para Carrie, el<br />
segundo para él. Ella lleva aquí un par <strong>de</strong> años más que su marido. Vino en uno <strong>de</strong><br />
esos programas <strong>de</strong> enseñanza. Abandonó la docencia para trabajar con él cuando<br />
abrieron la revista, pero sigue haciendo sustituciones cuando la llaman.<br />
—¿Por qué se trasladó aquí él?<br />
—Estoy en ello.<br />
Cuando vio bajar a Ginny con el brazo en el hombro <strong>de</strong> Carrie se calló.<br />
—Señora Hawbaker —Coben dio un paso hacia <strong>de</strong>lante y habló en tono serio—,<br />
soy el sargento Coben <strong>de</strong> la policía estatal. Siento mucho lo ocurrido.<br />
—¿Qué quiere? —Sus ojos, duros y brillantes, se clavaron en el rostro <strong>de</strong> Nate—<br />
Estamos <strong>de</strong> luto.<br />
—Sé que son momentos difíciles, pero tengo que hacerle unas preguntas. —<br />
Coben volvió la vista hacia Ginny—. ¿Prefiere que su amiga se que<strong>de</strong>?<br />
Carrie movió la cabeza.<br />
- 173 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Te ocuparás <strong>de</strong> los niños, Ginny? Procura que estén al margen <strong>de</strong> todo esto.<br />
—Por supuesto. Si me necesitas, llámame.<br />
Carrie entró en el salón y se sentó en una <strong>de</strong> las butacas.<br />
—Pregúnteme lo que tenga que preguntarme y márchese. No quiero que se<br />
que<strong>de</strong> por aquí.<br />
—En primer lugar, he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que nos llevaremos el cadáver <strong>de</strong> su marido a<br />
Anchorage para la autopsia. En cuanto hayamos terminado, se lo <strong>de</strong>volveremos.<br />
—Muy bien. Así <strong>de</strong>scubrirán que no se ha suicidado. Diga lo que diga él —<br />
añadió dirigiendo una rápida mirada llena <strong>de</strong> resentimiento a Nate—, conozco a mi<br />
marido. Nunca nos hubiera hecho algo así a mí o a sus hijos.<br />
—¿Puedo sentarme?<br />
Carrie se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
Coben se sentó en el sofá, frente a ella, con el cuerpo algo la<strong>de</strong>ado en dirección a<br />
Carrie. La cosa iba bien, pensaba Nate. El sargento se había situado entre los dos, con<br />
una expresión comprensiva. Empezó con las preguntas <strong>de</strong> rigor. Tras contestar las<br />
primeras, Carrie se plantó.<br />
—Eso ya se lo he contado a él. ¿Por qué tiene que preguntármelo otra vez? No<br />
voy a respon<strong>de</strong>r otra cosa. ¿Por qué no se van <strong>de</strong> una vez y <strong>de</strong>scubren quién le hizo<br />
eso a Max?<br />
—¿Sabe <strong>de</strong> alguien que <strong>de</strong>seara algún mal a su marido?<br />
—Sí. —Su rostro se iluminó con una especie <strong>de</strong> espantoso placer—. La persona<br />
que mató a Patrick Galloway. Yo le diré lo que ocurrió. Seguro que Max había<br />
<strong>de</strong>scubierto algo. Que llevara una revista <strong>de</strong> poca monta no significa que no fuera un<br />
buen periodista. Descubrió algo y alguien lo mató antes <strong>de</strong> que pudiera <strong>de</strong>cidir qué<br />
hacer con ello.<br />
—¿Le habló él <strong>de</strong> algo <strong>de</strong> esto?<br />
—No, pero estaba alterado. Preocupado. Últimamente no era él. Lo que no<br />
significa que fuera a suicidarse, ni tampoco que hubiera matado a alguien. Era una<br />
buena persona. —Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas—. He dormido a su<br />
lado durante casi dieciséis años. He trabajado con él todos los días. He tenido dos<br />
hijos suyos. ¿No cree que puedo saber si era capaz <strong>de</strong> algo así?<br />
Coben cambió <strong>de</strong> táctica.<br />
—¿Está segura <strong>de</strong> la hora a la que salió <strong>de</strong> casa anoche?<br />
Carrie suspiró y se secó las lágrimas.<br />
—Sé que a las diez y media estaba aquí. Sé que por la mañana no estaba. ¿Qué<br />
más quiere?<br />
—Ha <strong>de</strong>clarado usted que guardaba la pistola en la guantera. ¿Quién más podía<br />
saberlo?<br />
—Todo el mundo.<br />
—¿La guantera estaba cerrada con llave? ¿Y el coche?<br />
—Max solía <strong>de</strong>jar la puerta <strong>de</strong>l baño abierta, ¡cómo iba a cerrar otras cosas! Yo<br />
guardo las armas que tenemos en casa bajo llave y lo hago porque él era muy<br />
distraído para esas cosas. Cualquiera habría podido coger la pistola. En realidad,<br />
alguien lo hizo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Recuerda la última vez que la utilizó?<br />
—No. No estoy segura.<br />
—Señora Hawbaker, ¿su esposo llevaba un diario o una agenda?<br />
—No. Escribía lo que le venía a la cabeza en lo primero que encontraba. Y ahora<br />
quisiera que se marcharan. Estoy cansada y quiero estar con mis hijos.<br />
Fuera, Coben se <strong>de</strong>tuvo al lado <strong>de</strong>l coche.<br />
—Aún quedan algunos cabos sueltos. No estaría <strong>de</strong> más echar una ojeada a sus<br />
cosas, a los papeles, comprobar si hay algo sobre Galloway.<br />
—¿Algo así como un móvil?<br />
—Algo así —admitió Coben—. ¿Tiene algún problema en atar cabos?<br />
—No.<br />
—Quiero tener el cadáver en Anchorage y empezar los análisis. Y también<br />
quiero estar allí cuando recuperen el <strong>de</strong> Galloway.<br />
—Le agra<strong>de</strong>cería que me llamara. Su hija querrá verlo. Y lo más seguro es que<br />
la madre <strong>de</strong> esta insista en reclamarlo.<br />
—Sí, ya me lo han comentado. En cuanto lo hayan bajado y hayamos<br />
confirmado su i<strong>de</strong>ntidad, <strong>de</strong>jaremos que esto lo resuelva la familia. Su hija pue<strong>de</strong><br />
venir para una inspección ocular, aunque tenemos sus huellas registradas, por<br />
alguna <strong>de</strong>tención sin importancia por cuestión <strong>de</strong> drogas. En cuanto llegue el<br />
cadáver sabremos si se trata <strong>de</strong> Galloway.<br />
—La acompañaré allí, ataré los cabos sueltos y haré todo lo que pueda para<br />
mediar con la familia <strong>de</strong>l difunto. A cambio quisiera tener acceso a los expedientes <strong>de</strong><br />
ambos casos, incluidas todas las notas relativas a ellos.<br />
Coben volvió la vista hacia la pulcra casa asentada sobre el manto <strong>de</strong> nieve.<br />
—¿De veras cree que alguien ha podido montar este suicidio para encubrir un<br />
crimen cometido hace dieciséis años?<br />
—Mán<strong>de</strong>me las copias.<br />
—De acuerdo. —Coben abrió la puerta <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong>l acompañante—. Su teniente<br />
habló <strong>de</strong> su intuición.<br />
Nate se sentó al volante.<br />
—¿Y?<br />
—Tener intuición no significa acertar siempre.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 15<br />
Nate se veía obligado a trabajar con lo que tenía a mano, lo que incluía a sus dos<br />
ayudantes y a la auxiliar. Los reunió a todos en su <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
colocado allí las sillas necesarias.<br />
Tenía sobre el escritorio una ban<strong>de</strong>ja con galletas <strong>de</strong> mantequilla <strong>de</strong> cacahuete y<br />
una cafetera recién preparada, un <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> Peach. «¿Y por qué no?», pensó.<br />
Nate cogió una galleta y con ella en la mano se dirigió a sus ayudantes:<br />
—En primer lugar, los resultados <strong>de</strong> la investigación.<br />
—Pierre Letreck dice que pue<strong>de</strong> que oyera algo parecido a un disparo. —Otto<br />
sacó su bloc <strong>de</strong> notas y empezó a hojearlo—. Estaba viendo una película por cable. Al<br />
principio <strong>de</strong>cía que era El paciente inglés, pero yo le he dicho: «No me vengas con<br />
rollos, Pierre, en tu vida has visto una peli <strong>de</strong> estas». Y me ha salido con: «¿Cómo<br />
coño vas a saber tú lo que veo en la intimidad <strong>de</strong> mi hogar, Otto?». A lo cual he<br />
contestado...<br />
—Limítese a lo esencial, Otto.<br />
Este frunció el ceño, levantó la vista <strong>de</strong>l bloc y <strong>de</strong>jó la minuciosa lectura.<br />
—Intentaba ser riguroso. Lo que estaba viendo, y me lo ha confesado <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> un esmerado interrogatorio, era una película porno llamada Rubias alienígenas. Ha<br />
dicho que terminó hacia las doce; él estaba en el baño haciéndose una... aliviándose la<br />
vejiga —rectificó al oír el carraspeo <strong>de</strong> Peach— y oyó lo que le pareció un disparo,<br />
por lo que asomó la cabeza por la ventana <strong>de</strong>l baño. No vio a nadie fuera, pero se fijó<br />
en que en la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l local <strong>de</strong> la revista estaba aparcada la camioneta <strong>de</strong><br />
Max, <strong>de</strong>l difunto. Luego termino con lo suyo y fue a acostarse.<br />
—¿Dice que era alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> medianoche?<br />
—¡Jefe! —Peter levantó la mano—. He consultado la programación y la película<br />
terminó a las doce y cuarto. Según la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong>l señor Letreck, fue directo <strong>de</strong> la<br />
sala <strong>de</strong> estar al baño y oyó el disparo casi enseguida.<br />
—¿Se fijó en algo más? ¿Otros vehículos?<br />
—No. Otto enfocó las preguntas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintos ángulos y siempre dijo lo<br />
mismo —confirmó Peter.<br />
—¿Alguien más oyó o vio algo?<br />
—Jennifer Welch cree que sí. —Otto pasó unas páginas—. Ella y Larry, su<br />
marido, dormían, y dice que pue<strong>de</strong> que un ruido la <strong>de</strong>spertara. Tienen un bebé <strong>de</strong><br />
ocho meses y, según ella, el sueño muy ligero. Por lo visto, cuando se <strong>de</strong>spertó, el<br />
crío empezó a llorar, así que no sabe si la <strong>de</strong>spertó un ruido o el llanto. Pero la hora<br />
coinci<strong>de</strong> más o menos con la <strong>de</strong> Pierre. Ha dicho que cuando fue a ver al bebé miró el<br />
reloj y eran más <strong>de</strong> las doce y cuarto.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> están estas dos casas en relación con la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l local <strong>de</strong> The<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Lunatic? —Nate señaló la pizarra que había comprado en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina y<br />
había colgado en la pared—. Hágame un esbozo, Otto.<br />
—Se lo haré yo —dijo Peach levantándose en el acto—. Lo que puedan dibujar<br />
estos y nada es lo mismo.<br />
—Gracias, Peach. —Nate volvió la vista hacia sus ayudantes—. ¿Esas son las<br />
dos únicas personas que oyeron algo?<br />
—Pues sí —confirmó Otto—. Hans Finkle ha dicho que su perro empezó a<br />
ladrar <strong>de</strong> noche, pero que él le arrojó una bota sin ni siquiera mirar el reloj. En<br />
realidad, la mayoría <strong>de</strong> la gente no hace caso <strong>de</strong> un disparo.<br />
—¿Saben si Max había discutido con alguien últimamente?<br />
Ante las respuestas negativas, Nate se volvió hacia la pizarra. Vio que Peach se<br />
había tomado el trabajo al pie <strong>de</strong> la letra; en lugar <strong>de</strong> trazar un esquema, estaba<br />
dibujando minuciosamente los edificios, los árboles, incluso había puesto la silueta<br />
<strong>de</strong> las montañas al fondo.<br />
—¿Nate? —Otto cambió <strong>de</strong> postura en su asiento—. No lo digo por criticar,<br />
pero creo que estamos montando un escándalo mayúsculo por un caso <strong>de</strong> suicidio,<br />
sobre todo teniendo en cuenta que el cadáver está en manos <strong>de</strong> la policía estatal y<br />
que será ella la que se quedará el caso.<br />
—Tal vez. —Abrió un expediente—. Lo que se diga en este <strong>de</strong>spacho no pue<strong>de</strong><br />
salir <strong>de</strong> aquí, a menos que yo autorice lo contrario. ¿Entendido? Esto estaba escrito en<br />
el or<strong>de</strong>nador <strong>de</strong> Max. —Leyó la nota, que sus ayudantes escucharon en un perplejo<br />
silencio—. ¿Algún comentario?<br />
—No parece real —dijo Peach <strong>de</strong>spacio, aún con la tiza en la mano—. Sé que no<br />
soy más que una secretaria con ciertas pretensiones, pero eso no me parece real.<br />
—¿Por qué?<br />
—Ni en mis peores sueños podría ver a Max haciendo daño a nadie. Y por lo<br />
que recuerdo, admiraba a Pat, lo consi<strong>de</strong>raba casi un héroe.<br />
—¿Es cierto eso? Las personas con las que he hablado me han dicho que apenas<br />
se conocían.<br />
—Es verdad, y no estoy diciendo que fueran íntimos, pero Pat lo tenía<br />
impresionado. Era un hombre atractivo, sabía mostrarse encantador cuando quería,<br />
es <strong>de</strong>cir, casi siempre, tocaba la guitarra, iba en moto, escalaba y se iba a pasar una<br />
temporada al monte cuando le daba la gana. Y a<strong>de</strong>más le calentaba la cama la mujer<br />
más sexy <strong>de</strong> por aquí. Aparte <strong>de</strong> tener una hija preciosa que lo adoraba.<br />
Dejó la tiza y se sacudió el polvo <strong>de</strong> las manos.<br />
—Casi todo le importaba un pito. También sabía escribir. Sé que Max quería<br />
ficharlo para la revista. Lo sé porque me lo contó Carrie. Ella y Max estaban<br />
empezando a salir en serio y a Carrie le preocupaba Pat porque era <strong>de</strong>masiado<br />
alocado.<br />
Cuando Nate le hizo un gesto para que siguiera, Peach se acercó a la mesa y se<br />
sirvió café.<br />
—Yo vivía los últimos coletazos <strong>de</strong> mi fracasado tercer matrimonio. De modo<br />
que me escuchaba, comprensiva, y me hacía confi<strong>de</strong>ncias. Por aquella época<br />
hablábamos mucho. Le preocupaba que Pat pudiera convencer a Max para hacer<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
alguna locura. Me dijo que, según Max, Pat representaba todo lo que podía ofrecer<br />
Alaska. Vivir a lo gran<strong>de</strong>, hacer lo que a uno le da la gana, revelarse contra cualquier<br />
sistema que pudiera impedirlo.<br />
—A veces la admiración se convierte en envidia, y a veces la envidia mata —<br />
sentenció Nate.<br />
—Tal vez. —Con expresión ausente, Peach cogió una galleta y la mordisqueó—.<br />
Pero a mí me cuesta verlo así. Sé que ha dicho que esto no pue<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> aquí, pero<br />
ahora mismo Carrie necesita po<strong>de</strong>r contar con las amista<strong>de</strong>s. Quisiera ir a verla.<br />
—Me parece muy bien, siempre que no repita nada <strong>de</strong> lo que se ha hablado<br />
aquí.<br />
Nate se levantó y se dirigió hacia la pizarra.<br />
Peach había dibujado la calle <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l local, incluso había incluido la placa<br />
con el nombre <strong>de</strong> la calle: «Camino <strong>de</strong>l alce».<br />
La casa <strong>de</strong> Letreck era prácticamente un garaje, ahora la situaba perfectamente.<br />
Pierre tenía un taller <strong>de</strong> reparación <strong>de</strong> electrodomésticos y su vivienda no era más<br />
que un anexo <strong>de</strong>l negocio. Se encontraba al otro lado <strong>de</strong> la calle, a un par <strong>de</strong> edificios<br />
hacia el este.<br />
La casa <strong>de</strong> los Welch, tipo bungalow, quedaba frente a la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l local<br />
<strong>de</strong> la revista. El piso <strong>de</strong> Hans Finkle estaba encima <strong>de</strong>l garaje <strong>de</strong> Letreck.<br />
Peach había dibujado también otras casas, otros locales comerciales y en todos<br />
había incluido el nombre <strong>de</strong> sus propietarios con esmerada letra.<br />
—Buen trabajo, Peach. Lo que haremos ahora es montar un tablón para ir<br />
siguiendo el caso. —Recogió el expediente y fue a buscar el tablón <strong>de</strong> corcho que<br />
había tomado prestado <strong>de</strong>l ayuntamiento y tenía apoyado en la pared—. De todo lo<br />
que reunamos y nos sirva para los casos Galloway o Hawbaker se sacará una copia<br />
que se clavará en este tablón. Los <strong>de</strong> la policía estatal han registrado ya el local <strong>de</strong> la<br />
revista, pero Otto y yo volveremos a echarle otro vistazo, por si han pasado algo por<br />
alto. Peach, tendré que volver a casa <strong>de</strong> los Hawbaker, a registrar las cosas <strong>de</strong> Max.<br />
No creo que Carrie se muestre muy dispuesta a permitírmelo, por lo menos <strong>de</strong><br />
momento. Si pudiera usted facilitarme el camino...<br />
—Está bien. Veo que usted no se ha creído lo que se afirma en la nota. Y si no lo<br />
cree usted...<br />
—Es mejor no creer nada hasta que no se tienen todos los <strong>de</strong>talles a la vista —la<br />
interrumpió Nate—. Usted, Peter, póngase en contacto con la publicación <strong>de</strong><br />
Anchorage en la que trabajó Max. Investigue qué hacía allí, para quién, con quién<br />
trabajaba y por qué se fue. Hágame un informe. Dos copias. Quiero una en mi<br />
<strong>de</strong>spacho hoy, antes <strong>de</strong> que se vaya a casa.<br />
—Muy bien.<br />
—Cada uno tiene su tarea. Todos uste<strong>de</strong>s estaban aquí cuando <strong>de</strong>sapareció Pat<br />
Galloway; yo no. Así que tendrán que <strong>de</strong>dicar un tiempo a pensar en las semanas<br />
anteriores y posteriores a dicha <strong>de</strong>saparición. Escriban todo lo que recuer<strong>de</strong>n, por<br />
intrascen<strong>de</strong>nte que les parezca. Todo lo que oyeron, lo que vieron, lo que pensaron.<br />
Usted, Peter, ya sé que era un niño, pero los mayores no siempre ven a los niños y a<br />
veces dicen o hacen cosas sin tenerlos en cuenta.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Finalmente colocó las fotografías: Galloway a un lado <strong>de</strong>l tablón, Hawbaker al<br />
otro.<br />
—Hay una información clave que necesito saber: ¿dón<strong>de</strong> estaba Max Hawbaker<br />
cuando Galloway se marchó <strong>de</strong> aquí?<br />
—No será fácil precisarlo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo —dijo Otto—. En realidad,<br />
podían haber asesinado a Galloway una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que saliera <strong>de</strong> aquí. O<br />
un mes. O seis meses, ¡maldita sea!<br />
—Vayamos paso a paso.<br />
—Me gustaría saber qué intentamos <strong>de</strong>mostrar sabiendo que Max ha confesado<br />
el asesinato y luego se ha suicidado —insistió Otto.<br />
—Esto solo es una suposición, Otto. No un hecho. Los hechos son: dos hombres<br />
han muerto con unos dieciséis años <strong>de</strong> diferencia. Vamos a trabajar a partir <strong>de</strong> aquí.<br />
Nate ni siquiera se <strong>de</strong>tuvo para pasar por su habitación antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l<br />
pueblo. En el Lodge se encontraría con <strong>de</strong>masiadas preguntas que no podía o no<br />
quería respon<strong>de</strong>r. Mejor sería eludirlas hasta que hubiera <strong>de</strong>cidido cuál era la<br />
postura oficial.<br />
En cualquier caso, prefería el espacio abierto, la gélida oscuridad y el helado<br />
resplandor <strong>de</strong> las estrellas. Se le ocurrió que empezaba a congeniar con la oscuridad.<br />
Ya casi no recordaba la sensación <strong>de</strong> empezar o acabar la jornada <strong>de</strong> trabajo con sol.<br />
No quería el sol, quería a Meg.<br />
Él tenía que ser quien se lo dijera, quien hiciera tambalearse una vez más su<br />
mundo. Si cuando se lo hubiera comunicado, Meg intentaba apartarlo <strong>de</strong> ella, tendría<br />
que poner todo su empeño en seguir a su lado.<br />
Él mismo había conseguido, sin gran esfuerzo, mantener al resto <strong>de</strong>l mundo<br />
alejado <strong>de</strong> él durante meses. No estaba seguro <strong>de</strong> si le había sido fácil porque no<br />
había sido capaz <strong>de</strong> oír a los <strong>de</strong>más cuando intentaban <strong>de</strong>rribar el muro o<br />
simplemente porque nadie había puesto suficiente tesón en ello.<br />
Él sabía lo doloroso que era el regreso. Conocía el escozor que provocaban las<br />
emociones y las sensaciones atrofiadas cuando se abrían camino <strong>de</strong> nuevo hacia la<br />
vida. Y estaba absolutamente dispuesto a hacer lo que fuera para ahorrarle a Meg<br />
aquellas vivencias.<br />
A<strong>de</strong>más, admitió mientras conducía, con el único murmullo <strong>de</strong>l calefactor<br />
rompiendo el silencio, necesitaba los conocimientos <strong>de</strong> ella, los recuerdos sobre su<br />
padre para cubrir las lagunas <strong>de</strong> la imagen que estaba creando.<br />
Necesitaba el trabajo, el <strong>de</strong>cepcionante y agotador zumbido <strong>de</strong> la tarea policial.<br />
Los músculos volvían a flexionarse y provocaban dolor. Él <strong>de</strong>seaba aquel dolor. Lo<br />
necesitaba. Sin él, tenía miedo <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizarse otra vez en el silencio hasta el<br />
aturdimiento.<br />
Había luz en la casa <strong>de</strong> Meg, pero su avioneta no estaba. I<strong>de</strong>ntificó la camioneta<br />
<strong>de</strong> fuera: era <strong>de</strong> Jacob. Notó una sacudida <strong>de</strong> inquietud mientras salía <strong>de</strong>l coche.<br />
Se abrió la puerta <strong>de</strong> la casa. Por la rendija <strong>de</strong> luz entrevió a Jacob antes <strong>de</strong> que<br />
los perros se lanzaran hacia él. Tuvo que gritar para que Jacob le oyera entre las<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
muestras <strong>de</strong> bienvenida <strong>de</strong> los dos animales.<br />
—¿Meg?<br />
—Le ha salido un trabajo. Ha tenido que llevar a unos cazadores y pasará la<br />
noche fuera.<br />
—¿Suele hacerlo? —preguntó Nate al llegar al porche.<br />
—Sí. He venido a echar un vistazo a los perros y a revisar el calentador <strong>de</strong>l<br />
motor <strong>de</strong> su coche. Otra cosa que suelo hacer.<br />
—Entonces, ¿le ha llamado?<br />
—Por radio. Hay un guiso preparado si le apetece.<br />
—No me vendría nada mal.<br />
Jacob se fue a la cocina y <strong>de</strong>jó que Nate cerrara la puerta. La radio estaba<br />
puesta, sintonizada en KLUN. Mientras Nate <strong>de</strong>jaba la chaqueta en el brazo <strong>de</strong> una<br />
butaca, el pinchadiscos anunciaba unos temas <strong>de</strong> Buffy Sainte-Marie.<br />
—No le ha faltado trabajo hoy —comentó Jacob mientras servía el guiso.<br />
—¿Ya se ha enterado?<br />
—Nada viaja tan <strong>de</strong>prisa como las malas noticias. Me parece muy egoísta<br />
acabar con su vida <strong>de</strong> una forma tan brutal y <strong>de</strong>jar que la esposa encuentre el<br />
cadáver. La comida está caliente; el pan está muy bueno.<br />
—Gracias. —Nate se sentó—. ¿Max era un hombre egoísta?<br />
—Todos lo somos, y más cuando estamos <strong>de</strong>sesperados.<br />
—La <strong>de</strong>sesperación es algo personal; no necesariamente es lo mismo que el<br />
egoísmo. ¿Recuerda cuándo llegó Max aquí para montar la revista?<br />
—Era joven y empren<strong>de</strong>dor. Tenaz —añadió Jacob antes <strong>de</strong> servir café en las<br />
dos tazas.<br />
—¿Vino solo?<br />
—Muchos lo hacen.<br />
—Pero hizo amista<strong>de</strong>s.<br />
—Algunas —respondió Jacob con una sonrisa—. Yo no fui nunca una <strong>de</strong> ellas,<br />
aunque tampoco éramos enemigos. Carrie lo puso en su punto <strong>de</strong> mira y persistió.<br />
No era atractivo, ni rico, ni particularmente inteligente, pero ella vio en él algo que le<br />
gustaba. Las mujeres a menudo ven lo que está escondido.<br />
—¿Amigos masculinos?<br />
Jacob levantó las cejas mientras tomaba lentamente un sorbo <strong>de</strong> café.<br />
—Parecía sentirse a gusto con muchos.<br />
—Me han dicho que hacía escalada. ¿Lo llevó usted alguna vez arriba?<br />
—Sí. En ascensiones <strong>de</strong> verano a Denali y Deborah, si no recuerdo mal, al<br />
principio <strong>de</strong> estar aquí. Era un buen escalador. En un par <strong>de</strong> ocasiones también lo<br />
llevé, junto con otros, <strong>de</strong> caza, aunque él no era cazador. Se <strong>de</strong>dicaba a escribir o a<br />
hacer fotos. Organizamos también otros vuelos para hacer reportajes fotográficos.<br />
También les acompañé, a él y a Carrie, a Anchorage las dos veces que ella dio a luz.<br />
¿Por qué?<br />
—Curiosidad. ¿Escaló alguna vez con Galloway?<br />
—Nunca los llevé juntos. —La mirada <strong>de</strong> Jacob se hizo más intensa—. ¿Tendría<br />
alguna importancia?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Solo era curiosidad. Y puestos a ser curiosos, ¿opina usted que Patrick<br />
Galloway era un hombre egoísta?<br />
—Sí.<br />
—¿Sí a secas? —dijo Nate un momento <strong>de</strong>spués—. ¿Sin más?<br />
Jacob siguió con su café.<br />
—No me ha pedido usted más.<br />
—¿Qué opinión le merecía como esposo, como padre?<br />
—Como marido, lo menos que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse es que no daba la talla. —Jacob<br />
terminó el café y se volvió hacia el frega<strong>de</strong>ro para enjuagar la taza—. Claro que<br />
algunos dirán que su mujer era difícil.<br />
—¿Y usted?<br />
—Yo diría que eran dos personas que compartían un fuerte vínculo, y que<br />
tiraban <strong>de</strong> él para satisfacer sus <strong>de</strong>seos, que eran muy distintos.<br />
—¿Ese vínculo era Meg?<br />
Jacob colocó con cuidado un paño sobre la barra y puso la taza encima para que<br />
se secara.<br />
—Los hijos lo son. No estaban a su altura.<br />
—¿Y eso qué significa?<br />
—Que ella era más inteligente, fuerte, capaz y generosa que su madre y su<br />
padre.<br />
—¿Como usted?<br />
Jacob volvió la cabeza y Nate ya no pudo leer nada en sus ojos.<br />
—Meg es Meg. Ahora tengo que <strong>de</strong>jarle.<br />
—¿Sabe ella lo que le ha ocurrido a Max?<br />
—No lo ha mencionado. Yo tampoco.<br />
—¿Ha dicho cuándo pensaba volver?<br />
—Llevará al grupo pasado mañana si el tiempo no lo impi<strong>de</strong>.<br />
—¿Le importa que me que<strong>de</strong> aquí esta noche?<br />
—¿Le importaría a Meg?<br />
—Creo que no.<br />
—Entonces, ¿por qué iba a importarme a mí?<br />
Estuvo con los perros y utilizó los aparatos <strong>de</strong> gimnasia <strong>de</strong> Meg. Le hizo sentir<br />
bien, mejor <strong>de</strong> lo que imaginaba, volver a levantar pesas.<br />
No tenía ninguna intención <strong>de</strong> husmear en sus cosas, pero cuando se quedó<br />
solo, sin proponérselo, se encontró rondando por la casa, curioseando en los armarios<br />
y los cajones.<br />
Sabía lo que estaba buscando: fotos, cartas, recuerdos que pertenecieran a su<br />
padre. Se <strong>de</strong>cía que <strong>de</strong> estar Meg allí, ella misma se lo habría facilitado.<br />
En el último estante <strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> su habitación encontró los álbumes <strong>de</strong> fotos.<br />
Estaban encima <strong>de</strong> un ropero cuyo contenido le fascinó por la mezcla <strong>de</strong> franela y<br />
seda. Junto a aquellos había una caja <strong>de</strong> zapatos llena <strong>de</strong> fotos todavía por or<strong>de</strong>nar.<br />
Se sentó en la cama y abrió primero un álbum con las cubiertas rojas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Detrás <strong>de</strong>l transparente y pegajoso plástico reconoció enseguida las imágenes<br />
<strong>de</strong> Patrick Galloway. Un Galloway más joven que el que había visto en las fotos<br />
digitales. Pelo largo, barba, con el uniforme <strong>de</strong> finales <strong>de</strong> los sesenta y principios <strong>de</strong><br />
los setenta: vaqueros <strong>de</strong> pata <strong>de</strong> elefante, camiseta y cinta para el pelo.<br />
Nate se fijó en una en la que Galloway estaba apoyado en una potente moto,<br />
con el mar <strong>de</strong>trás, una palmera a la <strong>de</strong>recha, y la mano levantada, formando con los<br />
<strong>de</strong>dos el símbolo <strong>de</strong> la paz.<br />
«Antes <strong>de</strong> Alaska —pensó Nate—. Quizá California.»<br />
Había otras <strong>de</strong> él solo, una con cara <strong>de</strong> soñador y con un fuego <strong>de</strong> campo al<br />
fondo, rasgueando una guitarra acústica. Otras con Charlene, muy joven. Ella tenía el<br />
pelo largo, rubio, muy rizado, sus ojos sonreían <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas gafas <strong>de</strong> sol azuladas.<br />
Se dio cuenta <strong>de</strong> que era preciosa. Realmente guapa, un cuerpo estilizado, unas<br />
mejillas suaves, lisas y unos labios carnosos y sensuales. Calculaba que no tendría ni<br />
dieciocho años.<br />
Vio otras: fotos <strong>de</strong> viaje, instantáneas <strong>de</strong> acampada. En algunas estaban los dos<br />
con otros jóvenes. Algunas con fondo urbano, que Nate atribuyó a Seattle. En<br />
algunas se veía a Galloway otra vez afeitado, en el interior <strong>de</strong> un piso o una casita.<br />
Encontró luego una <strong>de</strong> Galloway solo. Volvía a llevar barba y estaba apoyado<br />
en un indicador: «Bienvenidos a Alaska».<br />
Por las fotos pudo seguirles la pista también durante la época en que<br />
permanecieron en el su<strong>de</strong>ste <strong>de</strong>l Estado, trabajando en las conserveras, supuso.<br />
Y llegó a la primera visión fugaz, por <strong>de</strong>cirlo así, <strong>de</strong> Meg, en una foto <strong>de</strong><br />
Charlene embarazadísima.<br />
Llevaba una camiseta muy corta que <strong>de</strong>jaba los hombros al <strong>de</strong>scubierto y unos<br />
vaqueros por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la enorme y <strong>de</strong>snuda tripa. Apoyaba las manos en ella con<br />
gesto protector. Había una expresión <strong>de</strong> gran dulzura en aquel rostro joven lleno <strong>de</strong><br />
esperanza y felicidad, pensó Nate.<br />
Vio fotos <strong>de</strong> Patrick pintando una habitación, la <strong>de</strong> la niña, y otras también <strong>de</strong> él<br />
construyendo algo parecido a una cuna.<br />
Seguidamente, para sorpresa <strong>de</strong> Nate, tres páginas con <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l parto.<br />
Nate había trabajado en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> homicidios y creía que había visto<br />
todo lo que podía verse en esta vida. Pero aquellas imágenes en primer plano le<br />
revolvieron el estómago.<br />
Pasó rápidamente las páginas.<br />
La imagen <strong>de</strong> Meg cuando era un bebé le calmó y le hizo sonreír. Le pareció que<br />
quizá perdía el tiempo mirándolas, pero tal vez no lo perdía, ya que pudo observar la<br />
ternura o la alegría con las que uno u otro <strong>de</strong> los padres sostenía a la pequeña. Y<br />
cómo se entrelazaban sus cuerpos.<br />
En el siguiente álbum pudo observar el cambio <strong>de</strong> las estaciones, <strong>de</strong> los años. Y<br />
vio cómo el joven y bello rostro <strong>de</strong> Charlene se hacía más duro, las facciones eran<br />
más marcadas y los ojos perdían luminosidad.<br />
Las fotos empezaban a reducirse a las que se tomaban en vacaciones,<br />
cumpleaños y ocasiones especiales. Meg, muy pequeña, riendo rebosante <strong>de</strong> alegría,<br />
abrazada a un cachorro con una cinta roja en el cuello. Ella y su padre sentados bajo<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
un <strong>de</strong>scuidado árbol <strong>de</strong> Navidad. Meg junto a un río, con un pez en brazos casi tan<br />
gran<strong>de</strong> como ella.<br />
Había una <strong>de</strong> Patrick y Jacob cogidos <strong>de</strong>l hombro. Era una foto borrosa y mal<br />
encuadrada; Nate pensó que quizá Meg estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cámara.<br />
Volcó la caja <strong>de</strong> zapatos y empezó a repasar imágenes. Encontró algunas fotos<br />
<strong>de</strong> grupo, todas ellas tomadas el mismo día.<br />
Era verano porque en lugar <strong>de</strong> nieve se veía todo ver<strong>de</strong>. Pensó si realmente<br />
algún día se podía ver ese ver<strong>de</strong>, tan cálido y luminoso. Y las montañas a lo lejos, con<br />
sus cimas <strong>de</strong> un blanco reluciente bajo el sol y las vertientes en tonos plateados y<br />
azules, salpicados <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>.<br />
Una comida al aire libre en el jardín <strong>de</strong> una casa, imaginó. Comida campestre<br />
urbana. Se veían mesas plegables, bancos, sillas también plegables y un par <strong>de</strong><br />
parrillas. Fuentes con comida, barriles <strong>de</strong> cerveza.<br />
Localizó a Galloway. De nuevo sin barba, con el pelo más corto, aunque casi le<br />
llegaba a los hombros. Se le veía fuerte, en forma, atractivo. Meg tenía sus ojos, pensó<br />
Nate, sus pómulos, su boca.<br />
Vio también a Charlene, con una ceñida blusa que ponía <strong>de</strong> relieve su pecho y<br />
un pantalón muy corto con el que lucía sus piernas. Incluso en la foto se veía que se<br />
había maquillado a conciencia. Ya no era la joven risueña y encantadora con las gafas<br />
<strong>de</strong> sol. Ahora era una mujer, guapa, segura y atenta.<br />
¿Pero feliz? Reía o sonreía en todas las fotos, y también posaba. En una estaba<br />
sentada con expresión provocativa sobre las rodillas <strong>de</strong> un hombre mayor, al que se<br />
veía perplejo y abrumado ante aquel cuerpo.<br />
Vio a Hopp al lado <strong>de</strong> un hombre larguirucho, con el pelo plateado. Estaban<br />
cogidos <strong>de</strong> la mano y tomaban cerveza.<br />
Descubrió también a Ed Woolcott, el banquero y teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>, más<br />
<strong>de</strong>lgado, con bigote y una barba corta, haciendo muecas ante la cámara al lado <strong>de</strong>l<br />
tipo con el pelo plateado, que Nate había tomado por el difunto marido <strong>de</strong> Hopp.<br />
I<strong>de</strong>ntificó <strong>de</strong> uno en uno a todos los conocidos. A Bing, fornido y avinagrado<br />
como era en ese momento, aunque tal vez con cinco o seis kilos menos. Rose, aquella<br />
tenía que ser la bella Rose, fresca y joven como la flor que llevaba por nombre, cogida<br />
<strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>l pequeño Peter, guapísimo.<br />
Max, con más pelo y menos barriga, sentado junto a Galloway, ambos a punto<br />
<strong>de</strong> comer unas enormes tajadas <strong>de</strong> sandía.<br />
Deb, Harry, ¡Peach con veinticinco quilos menos!, con los brazos entrelazados,<br />
las ca<strong>de</strong>ras la<strong>de</strong>adas, sonriendo a la cámara.<br />
Volvió a repasarlas, concentrándose en Galloway. Estaba en casi todas las fotos.<br />
Comiendo, bebiendo, charlando, riendo, tocando la guitarra, tumbado en la hierba<br />
con los niños.<br />
Seleccionó las <strong>de</strong> los hombres. Algunos le eran <strong>de</strong>sconocidos, otros le parecían<br />
<strong>de</strong>masiado mayores, incluso entonces, para po<strong>de</strong>r empren<strong>de</strong>r aquella difícil escalada<br />
en invierno. Y otros eran <strong>de</strong>masiado jóvenes.<br />
Pero mientras examinaba cada uno <strong>de</strong> aquellos rostros, se preguntaba si podía<br />
haber subido al monte con alguno <strong>de</strong> ellos. ¿Alguno <strong>de</strong> aquellos hombres que<br />
- 183 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
estaban <strong>de</strong> fiesta en aquel día claro y reluciente, que había comido y reído junto a<br />
Patrick Galloway y Max Hawbaker, podía haberlos matado a los dos?<br />
Siguió con otras fotos <strong>de</strong> personas, grupos, fiestas. Encontró otra Navidad y un<br />
par más <strong>de</strong> Max con Galloway. De Jacob con ellos, o bien con Ed, Bing, Harry o el<br />
señor Hopp.<br />
Ed Woolcott, aún con bigote y barba, con una burbujeante botella <strong>de</strong> champán<br />
en la mano, Harry con camisa hawaiana, Max disfrazado por carnaval. Pasó una hora<br />
más mirando fotos antes <strong>de</strong> guardarlo todo don<strong>de</strong> lo había encontrado.<br />
Tendría que buscar la forma <strong>de</strong> confesarle a Meg que había invadido su<br />
intimidad. O conseguir que ella le enseñara las fotos sin que <strong>de</strong>scubriera que las<br />
había visto ya.<br />
Optó por lo último.<br />
Era hora <strong>de</strong> llevar a los inquietos perros a echar la última carrera. Y ya que él<br />
también estaba bastante impaciente, le pareció un buen momento para practicar con<br />
las raquetas <strong>de</strong> nieve.<br />
Salieron los tres; los perros, en lugar <strong>de</strong> salir disparados, le siguieron hasta el<br />
coche, don<strong>de</strong> tenía las raquetas.<br />
Peter, como paciente preparador, le había enseñado los rudimentos. Seguía<br />
cayéndose <strong>de</strong> vez en cuando <strong>de</strong> bruces o boca arriba, y alguna vez también los<br />
zapatos quedaban trabados, pero hacía progresos.<br />
Se ató las raquetas y dio unas zancadas <strong>de</strong> prueba.<br />
—Aún me siento como un idiota —dijo a los perros confi<strong>de</strong>ncialmente—.<br />
Espero que las prácticas <strong>de</strong> esta noche no salgan <strong>de</strong> aquí.<br />
Como si quisieran retarlo, los dos salieron corriendo hacia el bosque. Sería una<br />
penosa excursión, pensó Nate mientras se metía la linterna en el bolsillo, aunque<br />
sabía que el ejercicio le ayudaba a combatir la <strong>de</strong>presión. Y con un poco <strong>de</strong> suerte, el<br />
cansancio haría que conciliara el sueño y evitaría las pesadillas que probablemente se<br />
disponían a perseguirle.<br />
Las luces <strong>de</strong> la casa y las estrellas le ayudaron a llegar hasta el extremo <strong>de</strong> los<br />
árboles. Avanzaba lentamente y con poco garbo. Pero lo consiguió y le alegró<br />
comprobar que no estaba tan cansado como creía.<br />
«Recupero la forma. O eso intento. Sin embargo, sigo hablando solo, aunque eso<br />
no significa nada.»<br />
Levantó la vista para po<strong>de</strong>r ver la aurora boreal y comprobar cómo extendía su<br />
magia. Ahí estaba él, Ignatious Burke <strong>de</strong> Baltimore, practicando con las raquetas <strong>de</strong><br />
nieve en Alaska a la luz <strong>de</strong> la aurora boreal.<br />
Y casi disfrutando con ello.<br />
Oía que los perros se revolcaban por allí, y soltaban <strong>de</strong> vez en cuando un<br />
ladrido.<br />
—Os estoy alcanzando, muchachos.<br />
Sacó la linterna.<br />
«Demasiado pronto para los osos —se recordó a sí mismo—. A menos que haya<br />
alguno insomne por esta zona.» Para tranquilizarse, palpó su costado y notó el bulto<br />
<strong>de</strong>l arma reglamentaria bajo la parka.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Siguió a<strong>de</strong>lante intentando mantener un ritmo constante en lugar <strong>de</strong> dar los<br />
torpes pasos con los que avanzaba cuando no ponía toda su atención en ello. Los<br />
perros se le acercaron dando saltos a su alre<strong>de</strong>dor; y habría jurado que incluso<br />
sonreían.<br />
—Seguid así y esta noche os quedaréis sin galletas. Vamos, id a lo vuestro; yo<br />
tengo que reflexionar.<br />
Sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista las luces <strong>de</strong> la casa a su izquierda, entre los árboles, fue<br />
siguiendo las huellas <strong>de</strong> los perros. Notaba el olor <strong>de</strong> la especie <strong>de</strong> abeto que había<br />
aprendido a i<strong>de</strong>ntificar y <strong>de</strong> la nieve.<br />
Le habían dicho que a unos pocos kilómetros, hacia el oeste o hacia el norte, no<br />
se veían ya árboles. No había más que interminables extensiones <strong>de</strong> hielo y nieve.<br />
Unos parajes que no cruzaba ningún camino.<br />
Pero allí, con el aroma <strong>de</strong>l bosque, no podía imaginarlo. Incluso le costaba creer<br />
que Meg, que guardaba un sexy vestido rojo en el armario y hacía pan cuando estaba<br />
<strong>de</strong>primida, se encontraba en aquellos momentos en algún lugar <strong>de</strong> aquella helada<br />
extensión.<br />
Se preguntó si habría mirado hacia arriba, hacia la aurora boreal, como él. Si<br />
habría pensado en él.<br />
Con la cabeza gacha y el rayo <strong>de</strong> luz iluminando hacia <strong>de</strong>lante, avanzó a un<br />
ritmo constante y <strong>de</strong>jó que su mente vagara <strong>de</strong> nuevo entre las fotos <strong>de</strong> aquel soleado<br />
día.<br />
¿Cuánto tiempo pasó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquella fiesta <strong>de</strong> verano hasta que Patrick<br />
Galloway murió en el hielo? ¿Seis meses? ¿Siete?<br />
¿Las fotos con los adornos <strong>de</strong> Navidad correspondían a la última que había<br />
pasado Galloway allí?<br />
¿Alguno <strong>de</strong> los que sonreía o hacía muecas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cámara fingía, incluso<br />
entonces? ¿O había sido el impulso, la insensatez, una locura momentánea o la furia<br />
lo que había hecho que alguien le clavara el piolet?<br />
Nada <strong>de</strong> esto podía llevar a <strong>de</strong>jar a un hombre en aquella cueva todos aquellos<br />
años, don<strong>de</strong> el hielo y el suelo helado lo habían conservado.<br />
Hacía falta ser calculador. Tenerlos bien puestos.<br />
De la misma forma que hacía falta ser calculador y tenerlos bien puestos para<br />
simular un suicidio.<br />
O quizá sus elucubraciones eran san<strong>de</strong>ces, y la nota se ajustaba a la realidad.<br />
Un hombre podía ocultar cosas a su esposa, a sus amigos. Podía ocultárselas<br />
incluso a sí mismo. Al menos hasta que la <strong>de</strong>sesperación, la culpabilidad, el temor se<br />
enroscaran en su garganta y acabaran asfixiándole.<br />
¿Acaso él no le daba vueltas a este caso por la misma razón que se encontraba<br />
allí fuera, en la oscuridad, en el frío, andando con torpeza, con unas enormes<br />
raquetas <strong>de</strong> tenis? Porque necesitaba ser normal <strong>de</strong> nuevo. Tenía que <strong>de</strong>scubrir quién<br />
había sido él antes <strong>de</strong> que el mundo se <strong>de</strong>rrumbara y lo enterrara. Necesitaba romper<br />
su propio capullo <strong>de</strong> hielo y vivir otra vez.<br />
Todo apuntaba hacia el suicidio, pero eso iba contra su instinto. ¿Y cómo podía<br />
fiarse <strong>de</strong> él <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo <strong>de</strong>jado tanto tiempo aparcado?<br />
- 185 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Hacía casi un año que no trabajaba en un caso <strong>de</strong> suicidio, ya que en los últimos<br />
meses en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Baltimore se había limitado a las tareas <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>spacho. Y en aquellos momentos quería convertir un suicidio en un homicidio.<br />
¿Por qué? ¿Se sentía más útil así?<br />
Notó el peso que arrastraba cuando recordó cómo había impuesto su opinión a<br />
Coben, las ór<strong>de</strong>nes que había dado a pesar <strong>de</strong> las dudas que se reflejaban en los ojos<br />
<strong>de</strong> sus ayudantes. Había invadido la intimidad <strong>de</strong> Meg sin ninguna razón <strong>de</strong> peso.<br />
Apenas era capaz <strong>de</strong> aguantar la rutina <strong>de</strong>l poli que se enfrenta principalmente<br />
a problemas <strong>de</strong> tráfico y peleas <strong>de</strong> tres al cuarto... ¿Y <strong>de</strong> golpe se convertía en el<br />
temible poli que iba a resolver un asesinato que se produjo dieciséis años atrás y a<br />
<strong>de</strong>mostrar que era falso un suicidio que tenía todos los indicios <strong>de</strong> serlo?<br />
Seguro que sí. Localizaría al asesino sin nombre ni rostro, le sacaría una<br />
confesión y lo entregaría a Coben envuelto con una enorme cinta <strong>de</strong> color rosa.<br />
«Menudo disparate. Ahora no das ni la talla como poli y crees que...»<br />
Dejó la i<strong>de</strong>a en el aire con la vista fija en la nieve que iluminaba el haz <strong>de</strong> la<br />
linterna. Y en las huellas que rompían la lisa superficie.<br />
«Qué extraño. Parece que he dado una vuelta completa.»<br />
Tampoco le importaba mucho. Le daba igual vagar sin rumbo toda la noche,<br />
como solía hacer casi todos los días.<br />
«No. —Cerró los ojos y notó un ligero sudor ante el esfuerzo físico que exigía<br />
apartarse <strong>de</strong> aquel vacío—. No volver ahí. Ese es el disparate. No volver al agujero.»<br />
Tomaría anti<strong>de</strong>presivos si hacía falta. Practicaría yoga. Levantaría pesas. Lo que<br />
fuera, pero no podía hundirse otra vez. Si volvía a hacerlo, jamás conseguiría<br />
arrastrarse hasta la salida.<br />
De modo que se limitó a respirar, a abrir los ojos, a mirar cómo el vapor salía <strong>de</strong><br />
sus labios y <strong>de</strong>saparecía.<br />
«Sigo <strong>de</strong> pie», murmuró y fijó otra vez la vista en la nieve.<br />
Huellas <strong>de</strong> raquetas. Sintió curiosidad; retrocedió y comparó las huellas con las<br />
que tenía <strong>de</strong>lante. Parecían iguales, pero era difícil ver alguna diferencia bajo la luz<br />
<strong>de</strong> la linterna, teniendo en cuenta que no era un experto en huellas al aire libre.<br />
Sin embargo, estaba casi seguro <strong>de</strong> que no había <strong>de</strong>scrito un círculo en el<br />
bosque, por tanto no podía estar pisando el camino trazado antes por él en dirección<br />
opuesta.<br />
«Tal vez haya sido Meg —murmuró—. Quizá en algún momento ha hecho lo<br />
que estoy haciendo yo ahora.»<br />
Los perros volvieron, pasaron zumbando por encima <strong>de</strong> las huellas y siguieron<br />
hacia las luces <strong>de</strong> la casa. Para tranquilizarse, Nate cambió <strong>de</strong> dirección, con lo que<br />
estuvo a punto <strong>de</strong> dar con el trasero en el suelo, y luego siguió otra vez las huellas.<br />
Pero estas no atravesaban el bosque. Se le empezó a hacer un nudo en el<br />
estómago cuando vio que las huellas se <strong>de</strong>tenían; estaba claro que alguien se había<br />
parado para observar entre los árboles la parte trasera <strong>de</strong> la casa, la bañera en la que<br />
él y Meg se habían sumergido la noche anterior.<br />
De pronto recordó que los perros habían montado un escándalo en el bosque.<br />
Siguió el rastro <strong>de</strong> estos, retrocediendo. Encontró otras huellas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
¿Algún alce? ¿Un ciervo? ¿Cómo podía saberlo? Decidió que costara lo que<br />
costase se enteraría.<br />
Vio unos hoyos en la nieve e imaginó que los perros se habían tumbado, habían<br />
rodado por el suelo; siguiendo <strong>de</strong> nuevo las huellas comprobó que alguien había<br />
permanecido allí, con las piernas ligeramente separadas, como si observara a los<br />
animales.<br />
Al dar la vuelta, se dio cuenta <strong>de</strong> adón<strong>de</strong> le llevaba el rastro: a la carretera, a<br />
unos metros <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg.<br />
Estaba agotado cuando llegó al final <strong>de</strong> las huellas. Pero ya sabía qué buscaba.<br />
Alguien se había largado a pie o en algún vehículo por el camino. Había entrado en<br />
el bosque, fuera <strong>de</strong>l campo visual <strong>de</strong> la casa, y había andado entre los árboles, en<br />
dirección a la casa <strong>de</strong> Meg.<br />
No podía tratarse <strong>de</strong> la visita <strong>de</strong> un vecino ni <strong>de</strong> alguien en busca <strong>de</strong> auxilio por<br />
una avería o un acci<strong>de</strong>nte. La habían estado vigilando.<br />
¿A qué hora bajaron a tomar el baño caliente la noche anterior? Hacia las diez,<br />
pensó. No podía ser más tar<strong>de</strong>.<br />
Se quedó junto a la carretera, con los perros a su lado, resoplando en el terreno<br />
cubierto <strong>de</strong> nieve.<br />
Intentó calcular cuánto tiempo podía llevar volver a la carretera. A él le había<br />
costado más <strong>de</strong> veinte minutos, pero suponía que podía hacerse con la mitad si se<br />
conocía el terreno. Otros diez para llegar a la casa <strong>de</strong> Max y coger el arma <strong>de</strong> la<br />
guantera. Cinco más y ya estaba en el centro.<br />
Tiempo <strong>de</strong> sobra, pensaba, para entrar por una puerta abierta y redactar una<br />
nota en el or<strong>de</strong>nador.<br />
Tiempo <strong>de</strong> sobra para cometer un asesinato.<br />
- 187 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 16<br />
A Nate no le sorprendió <strong>de</strong>scubrir que Bing Karlovski tenía antece<strong>de</strong>ntes. En su<br />
expediente encontró acusaciones <strong>de</strong> agresión y lesiones, <strong>de</strong> agresión, <strong>de</strong> agresión con<br />
agravantes, resistencia a la autoridad, embriaguez y alborotos.<br />
Elaborar listas, se ocupara o no oficialmente <strong>de</strong>l caso, era un procedimiento<br />
básico. Aunque Patrick Galloway había muerto más o menos cuando Nate aún<br />
estaba aprendiendo a conducir su primer vehículo, un coche <strong>de</strong> segunda mano, Max<br />
Hawbaker había perdido la vida un día en el que él estaba <strong>de</strong> guardia.<br />
Por ello anotó el nombre <strong>de</strong> Bing. Al lado <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Patrick Galloway, apuntó los<br />
<strong>de</strong>litos menores <strong>de</strong> consumo <strong>de</strong> drogas, mero<strong>de</strong>o, entrada en una propiedad privada.<br />
Siguió sistemáticamente la lista y <strong>de</strong>scubrió que Harry Miner había sido<br />
acusado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes y atentado contra la propiedad. Ed Woolcott había sido<br />
con<strong>de</strong>nado por un tribunal <strong>de</strong> menores por conducir bajo los efectos <strong>de</strong> sustancias<br />
prohibidas. Max había acumulado diversos cargos por entrada en propiedad<br />
privada, <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes y posesión <strong>de</strong> estupefacientes.<br />
John Malmont tenía un expediente abierto por embriaguez y alteración <strong>de</strong>l<br />
or<strong>de</strong>n. Jacob Itu no estaba fichado y Mackie padre tenía en su ficha unas cuantas<br />
<strong>de</strong>tenciones por embriaguez, alteración <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, agresiones, agresiones con<br />
agravantes y daños contra la propiedad.<br />
Sus ayudantes también pasaron por el tubo, <strong>de</strong> modo que supo que Otto había<br />
estado implicado en sus años mozos en <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes, agresiones y lesiones, aunque se<br />
habían retirado los cargos. Peter, tal como imaginaba, estaba limpio como una<br />
patena.<br />
Elaboró listas, tomó notas, y lo añadió todo a su expediente.<br />
Se ciñó tanto como pudo a las normas. El problema era que no había leído la<br />
novela en la que el protagonista era un jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> pueblo que llevaba<br />
brillantemente su investigación y pisaba los talones a la policía estatal.<br />
Le pareció pru<strong>de</strong>nte, o cuando menos diplomático, filtrar todas las<br />
averiguaciones a través <strong>de</strong> Coben. Poca importancia tenía, <strong>de</strong>cidió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> colgar<br />
el teléfono, puesto que ninguna <strong>de</strong> sus preguntas tenía respuesta. Por el momento.<br />
Anchorage era una ciudad, lo que significaba que los trámites burocráticos<br />
dificultaban cualquier avance. Los resultados <strong>de</strong> la autopsia aún no habían llegado.<br />
Los <strong>de</strong>l laboratorio tampoco.<br />
Poca importancia tenía que el jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy estuviera convencido <strong>de</strong><br />
que Maxwell Hawbaker había sido asesinado.<br />
Podía tomar el camino fácil y <strong>de</strong>jar que aquello le arrastrara hacia abajo. Sabía<br />
que hacía mucho tiempo que lo había tomado. O bien aprovechar que era quien tenía<br />
menos posibilida<strong>de</strong>s y ponerse a la altura <strong>de</strong> las circunstancias.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Allí sentado en su <strong>de</strong>spacho, con la nieve que caía con suavidad pero<br />
incansablemente ante su ventana, veía pocas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ponerse realmente a la<br />
altura <strong>de</strong> las circunstancias.<br />
Disponía <strong>de</strong> pocos recursos, por no <strong>de</strong>cir ninguno, <strong>de</strong> poca o nula autonomía,<br />
<strong>de</strong> unos ayudantes que estaban más ver<strong>de</strong>s que la hierba en primavera y <strong>de</strong> unas<br />
pistas que apuntaban directamente al suicidio.<br />
Lo que no significaba que se encontrara imposibilitado, se recordó a sí mismo.<br />
Se levantó para dar unos pasos y echar un vistazo al tablero <strong>de</strong>l caso. Miró fijamente<br />
los ojos cristalinos <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />
—Tú sabes quién lo hizo —murmuró—. Veamos qué pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme.<br />
Investigaciones paralelas, <strong>de</strong>cidió. Ese era el camino que <strong>de</strong>bía tomar. Como si<br />
él y Coben llevaran investigaciones distintas que transcurrieran por los mismos<br />
cauces.<br />
En lugar <strong>de</strong> asomar la cabeza por la puerta, volvió a su escritorio y utilizó el<br />
interfono.<br />
—Peach, llame al Lodge y dígale a Charlene que quiero hablar con ella.<br />
—¿Le digo que pase por aquí?<br />
—Sí, dígale que pase.<br />
—Es la hora <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno y Charlene ha mandado a Rose a casa. Ken cree que<br />
el bebé pue<strong>de</strong> llegar antes <strong>de</strong> lo previsto.<br />
—Dígale que venga cuanto antes, no la entretendré mucho.<br />
—De acuerdo, Nate, pero creo que sería más fácil que fuera usted...<br />
—¡Peach! Quiero que esté aquí antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> comer. ¿Entendido?<br />
—Está bien, está bien. No hace falta que se ponga así.<br />
—Y avíseme cuando regrese Peter. También tengo que hablar con él.<br />
—Está usted muy hablador hoy.<br />
Peach cortó la comunicación antes <strong>de</strong>l siguiente comentario <strong>de</strong> Nate.<br />
Pensó que ojalá hubiera conseguido mejores imágenes <strong>de</strong> las huellas en la<br />
nieve. Para cuando volvió al pueblo, recogió la cámara fotográfica y regresó a casa <strong>de</strong><br />
Meg, había nevado otra vez. No sabía qué sugerirían un montón <strong>de</strong> huellas <strong>de</strong><br />
raquetas <strong>de</strong> nieve, por lo que vaciló antes <strong>de</strong> colgar las fotos en el tablero.<br />
De todas formas, para bien o para mal era el tablero <strong>de</strong> «su» caso.<br />
Daba pasos vacilantes en la oscuridad, al igual que había hecho en el bosque la<br />
noche anterior. Pero sabía que si se sigue avanzando siempre se llega a alguna parte.<br />
Cogió unas chinchetas y clavó las fotos.<br />
—Jefe Burke. —Por lo visto Peach había captado el mensaje; Nate la oyó por el<br />
interfono y utilizaba <strong>de</strong> nuevo el tono formal—. Ha venido el juez Royce y <strong>de</strong>sea<br />
hablar con usted, si tiene un momento.<br />
—Por supuesto. —Cogió la manta a cuadros que había puesto a modo <strong>de</strong><br />
cortina junto al tablero—. Hágalo pasar —dijo mientras <strong>de</strong>jaba caer la tela roja y<br />
negra por encima <strong>de</strong>l corcho.<br />
El juez Royce era casi calvo, pero conservaba un mechón <strong>de</strong> pelo blanco y largo<br />
que ro<strong>de</strong>aba su coronilla. Llevaba unas gafas <strong>de</strong> culo <strong>de</strong> botella sujetas a una nariz<br />
afilada y curva como un gancho <strong>de</strong> carnicero. Tenía una complexión que las personas<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
educadas calificarían <strong>de</strong> oronda, con el pecho ancho y una barriga voluminosa. A los<br />
setenta y nueve años, su voz retumbaba con la misma fuerza que lo había hecho<br />
durante las décadas en que había presidido el tribunal.<br />
El grueso pantalón <strong>de</strong> pana <strong>de</strong> color <strong>de</strong> estiércol hacía frufrú con el movimiento<br />
<strong>de</strong> las piernas <strong>de</strong>l juez. Completaba su indumentaria con una chaqueta, también <strong>de</strong><br />
pana, sobre una camisa <strong>de</strong> color tostado. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un aro, absolutamente fuera <strong>de</strong><br />
lugar, que lucía en la oreja <strong>de</strong>recha.<br />
—¿Un café, juez?<br />
—No diré que no. —Se sentó en una silla y soltó un pesado suspiro—. Menudo<br />
embrollo le ha caído encima.<br />
—Más bien les ha caído encima a las autorida<strong>de</strong>s estatales.<br />
—Ya. Jo<strong>de</strong>r a quien le jo<strong>de</strong> a uno, ¿verdad? Dos <strong>de</strong> azúcar en el café. Sin leche.<br />
Carrie Hawbaker fue a verme anoche.<br />
—Está pasando un mal momento.<br />
—El marido acaba con una bala en el cerebro; sí, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que es un mal<br />
momento. ¿No te fastidia?<br />
Nate le ofreció el café.<br />
—No fui yo quien le metió la bala en el cerebro.<br />
—No, ya lo imagino. Pero a una mujer en la situación <strong>de</strong> Carrie no le importa<br />
matar al mensajero. Quiere que utilice mi influencia para quitarle el cargo y, si es<br />
posible, facturarle lejos <strong>de</strong> aquí.<br />
Nate centró la vista en su taza.<br />
—¿Tanta influencia tiene usted?<br />
—Podría tenerla. Si insistiera. He estado aquí veintiséis años. Podría <strong>de</strong>cirse que<br />
he sido <strong>de</strong> los primeros lunáticos <strong>de</strong> Lunacy. —Sopló sobre la superficie humeante<br />
<strong>de</strong>l café y luego tomó un sorbo—. Ni una sola vez en mi vida un poli me ha ofrecido<br />
un café <strong>de</strong>cente.<br />
—Ni a mí. ¿Ha venido a pedirme que renuncie al cargo?<br />
—Soy un cascarrabias. Como cualquiera que llega a los ochenta, por eso estoy<br />
practicando. Pero no soy tonto. No es culpa suya que Max haya muerto, pobre<br />
<strong>de</strong>sgraciado. Ni tampoco lo es que se encontrara una nota en su or<strong>de</strong>nador que<br />
afirmaba que él había matado a Pat Galloway.<br />
Sus ojos se veían muy vivos tras los gruesos cristales mientras miraba a Nate,<br />
asintiendo.<br />
—Sí, me lo ha dicho ella, y está intentando convencerse a sí misma <strong>de</strong> que lo ha<br />
tramado usted para po<strong>de</strong>r atar cabos. Se le pasará. Es una mujer sensata.<br />
—¿Y por qué me cuenta eso?<br />
—Es probable que le cueste un poco recordar cómo ser sensata. Mientras tanto,<br />
pue<strong>de</strong> que intente complicarle la vida. Probablemente la ayudará a sobrellevar la<br />
pena. Voy a fumarme este puro. —Sacó uno bastante gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la<br />
camisa—. Pue<strong>de</strong> multarme en cuanto lo haya encendido si le da la gana.<br />
Nate abrió uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong> su escritorio y vació el contenido <strong>de</strong> una caja<br />
<strong>de</strong> chinchetas. Se levantó, se acercó al juez y se la entregó para que la utilizara <strong>de</strong><br />
cenicero.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Conocía usted a Galloway?<br />
—Claro. —El juez aspiró el humo para avivar el puro y el aire se impregnó con<br />
aquel ligero hedor—. Y me caía bien. Caía bien en general. No a todo el mundo,<br />
como ha visto. —Echó un vistazo a la manta-cortina—. ¿Tiene el tablón <strong>de</strong>bajo?<br />
Nate no respondió; el juez dio una calada, tomó un sorbo <strong>de</strong> café, otra calada y<br />
otro sorbo.<br />
—Fui juez en el tribunal fe<strong>de</strong>ral en la prehistoria. Presidí juicios con toga. Por<br />
consiguiente, a menos que crea que escalé el Sin Nombre con más <strong>de</strong> sesenta años y<br />
acabé con la vida <strong>de</strong> un hombre a quien doblaba la edad, creo que <strong>de</strong>bería tacharme<br />
<strong>de</strong> su lista <strong>de</strong> sospechosos.<br />
Nate se apoyó en el respaldo.<br />
—He visto que en su expediente hay un par <strong>de</strong> cargos por agresión.<br />
Royce frunció los labios.<br />
—Veo que no ha perdido el tiempo. Pero, un hombre que haya vivido tanto<br />
tiempo como yo en un lugar como este y no se haya metido en ningún lío no sería<br />
<strong>de</strong>masiado interesante.<br />
—Tal vez tenga razón. Un hombre que haya vivido aquí tanto tiempo como<br />
usted también podría haber practicado la escalada si se lo hubiera propuesto. Y<br />
clavar un piolet a un hombre <strong>de</strong>sarmado; no hay edad que lo impida. En teoría.<br />
Royce soltó una risita alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l puro.<br />
—Me ha pillado. Me gusta cazar y en alguna ocasión había salido con Pat, pero<br />
no hago escalada. Nunca lo he hecho. Si pregunta por ahí, cualquiera se lo<br />
confirmará.<br />
«Una vez habría sido suficiente», pensó Nate, pero se guardó el comentario.<br />
—¿Quién lo hacía? ¿Quién escalaba con él? —preguntó.<br />
—Max, recuerdo, la primera temporada que estuvo aquí. Ed, probablemente y<br />
Hopp, los dos en una o dos ocasiones, pero solo en salidas fáciles, <strong>de</strong> verano, diría<br />
yo. Harry y Deb. A los dos les gusta la montaña. Bing también ha hecho escalada en<br />
varias ocasiones. Jacob y Pat escalaban a menudo, y también salían <strong>de</strong> excursión y <strong>de</strong><br />
acampada... A veces trabajaban en equipo como guías, cobrando. Demonios, la mitad<br />
<strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Lunacy se ha enfrentado con la montaña en un momento u otro.<br />
Y muchos otros que han vivido aquí y se han marchado. Por lo que dicen, era un<br />
buen escalador. En parte, se ganaba la vida llevando a grupos a la montaña.<br />
—Una escalada en invierno. ¿Quién <strong>de</strong> por aquí habría sido capaz <strong>de</strong> escalar en<br />
invierno?<br />
—De lo que hay que ser capaz es <strong>de</strong> <strong>de</strong>safiar a los elementos. —Dio otra calada<br />
y siguió con el café—. ¿Me va a enseñar el tablón?<br />
Como no había una razón clara para negarse a ello, Nate se levantó y apartó la<br />
manta. El juez se quedó un momento inmóvil, arrugando los labios. Luego la mole<br />
abandonó la silla para verlo mejor.<br />
—La mayoría <strong>de</strong> las veces la muerte se ceba en la juventud. No po<strong>de</strong>mos<br />
librarnos <strong>de</strong> ello. Era un hombre con posibilida<strong>de</strong>s. Había malgastado muchas, pero<br />
todavía podía hacer algo. Tenía al lado una bella y ambiciosa mujer, una hija lista y<br />
encantadora. Tenía cerebro, tenía talento. Lástima que le gustara hacerse el rebel<strong>de</strong> y<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
jodiera la marrana. Una persona tiene que acercarse mucho a otra para hundirle un<br />
piolet en el pecho <strong>de</strong> esta manera, ¿verdad?<br />
—Eso me parece.<br />
—Pat no era un pen<strong>de</strong>nciero. Paz, amor y rock and roll. Es usted <strong>de</strong>masiado<br />
joven para saber cómo era aquella época, pero Pat fue <strong>de</strong> los que se lanzaron a todas<br />
estas chorradas. Haz el amor y no la guerra, las flores en el pelo y un filtro para el<br />
canuto en el bolsillo. —El juez hizo una mueca <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén—. Con todo, lo veo ahí <strong>de</strong><br />
pie citando a Dylan o a quien fuera cuando alguien se le plantó <strong>de</strong>lante con un piolet.<br />
—Quizá lo conocía, confió en él, no le tomó en serio. Hay un montón <strong>de</strong><br />
posibilida<strong>de</strong>s.<br />
—Y Max es una <strong>de</strong> ellas. —El juez movió la cabeza y miró atentamente las fotos<br />
<strong>de</strong> Max Hawbaker—. No lo habría imaginado nunca. Y eso que a mi edad pocas<br />
cosas me sorpren<strong>de</strong>n, pero <strong>de</strong> Max no lo habría pensado. Físicamente, Pat podía<br />
haberlo tumbado <strong>de</strong> un manotazo como si <strong>de</strong> una mosca se tratara. Algo que ya ha<br />
pensado usted —añadió el juez un momento <strong>de</strong>spués.<br />
—Pero no es tan fácil tumbar una mosca que dispone <strong>de</strong> una arma mortífera.<br />
—Cierto. Max tenía suficiente capacidad para la escalada, pero me pregunto si<br />
sería capaz <strong>de</strong> bajar la montaña, en febrero, sin la ayuda <strong>de</strong> alguien tan diestro como<br />
Pat. No sé cómo pudo establecerse aquí luego, casarse con Carrie y criar a sus hijos,<br />
sabiendo que Pat seguía ahí arriba, que él era el culpable <strong>de</strong>l asesinato.<br />
—Se ha dicho que no podía seguir viviendo con ello.<br />
—Resulta bastante práctico. Por azar aparece el cadáver <strong>de</strong> Pat y unos días<br />
<strong>de</strong>spués Max confiesa y se suicida. Eso no explica nada, no aclara nada. Lo hice yo, lo<br />
siento. Pum.<br />
—Práctico —aceptó Nate.<br />
—Pero usted no se lo traga.<br />
—De momento no.<br />
Cuando se marchó el juez, Nate tomó más notas. Tenía que hablar con algunas<br />
personas más; entre ellas la alcal<strong>de</strong>sa, el primer teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong> y algunos <strong>de</strong> los<br />
ciudadanos más prominentes.<br />
Escribió «piloto» en el bloc y trazó un círculo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la palabra.<br />
Por lo que habían dicho, Galloway se había marchado a Anchorage a buscar<br />
trabajo para el invierno. ¿Habría encontrado alguno?<br />
Si Galloway había jugado limpio con Charlene y tenía la intención <strong>de</strong> volver<br />
unas semanas más tar<strong>de</strong>, habría que situar el asesinato en febrero.<br />
No había mucho don<strong>de</strong> agarrarse, pero siguiendo esta teoría, sería posible, con<br />
el tiempo y el trabajo <strong>de</strong> campo, comprobar si Max había estado fuera <strong>de</strong> Lunacy en<br />
aquel entonces.<br />
De ser así, ¿con qué objetivo? ¿Se había ido solo? ¿Cuánto tiempo había estado<br />
fuera? ¿Había vuelto solo o acompañado?<br />
Tendría que buscar las respuestas en los recuerdos <strong>de</strong> Carrie. Aunque <strong>de</strong><br />
momento no estaría muy dispuesta a colaborar. Tal vez hablara con Coben, pero<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
suponiendo que el forense estableciera que había sido un suicidio, ¿se tomaría la<br />
molestia <strong>de</strong> seguir?<br />
Llamaron a la puerta; en el momento en que Nate se levantaba para cubrir <strong>de</strong><br />
nuevo el tablón entró Peter.<br />
—¿Quería verme?<br />
—Sí. Cierre la puerta. Una pregunta.<br />
—Sí, jefe.<br />
—¿Conoce alguna razón que pueda explicar que alguien anduviera con<br />
raquetas a oscuras por el bosque cerca <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg?<br />
—¿Cómo dice?<br />
—Es una suposición, pero yo diría que poca gente saldría a dar una vuelta por<br />
el bosque con raquetas porque sí.<br />
—Algunos lo harían, supongo yo, en caso <strong>de</strong> que tuvieran que ir a ver a<br />
alguien, no pudieran dormir o algo así. Pero no lo entiendo.<br />
Nate señaló el tablón.<br />
—Anoche encontré estas huellas cuando estaba en el bosque practicando,<br />
mientras los perros echaban una última carrera. Los seguí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la carretera, a unos<br />
cincuenta metros <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg, hasta el confín <strong>de</strong>l bosque por la parte <strong>de</strong> atrás<br />
<strong>de</strong> esta.<br />
—¿Seguro que las huellas no eran suyas?<br />
—Seguro.<br />
—¿Y cómo sabe que se hicieron <strong>de</strong> noche? Alguien podría haber salido a dar<br />
una vuelta en cualquier momento. Para cazar o pasear por el lago.<br />
«Buena reflexión», admitió Nate.<br />
—Meg y yo estábamos ahí fuera la noche en que Max murió. Tomamos un baño<br />
caliente.<br />
Peter <strong>de</strong>svió la vista hacia la pared, discretamente, y se aclaró la voz.<br />
—Bueno...<br />
—Mientras estábamos allí, los perros se pusieron nerviosos y se metieron en el<br />
bosque. Ladraban como si hubieran olfateado algo, se alejaron tanto que Meg estuvo<br />
a punto <strong>de</strong> llamarlos, pero luego se calmaron. Y ahora, antes <strong>de</strong> que me responda que<br />
tal vez hicieron que una ardilla subiera a un árbol o que persiguieron a un alce, le<br />
diré que <strong>de</strong>scubrí un lugar en el que parecía que se habían revolcado en la nieve, y<br />
unas huellas <strong>de</strong> las raquetas indicaban que quien las llevaba se había <strong>de</strong>tenido allí.<br />
No me las doy <strong>de</strong> Daniel Boone, Peter, pero puedo seguir un rastro.<br />
Iba dando golpecitos con el <strong>de</strong>do en las fotos.<br />
—Alguien entró en el bosque, lo suficientemente lejos <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg como<br />
para no ser visto. Luego avanzó más o menos en línea recta, como habría hecho una<br />
persona que conociera la propiedad, hacia la parte trasera <strong>de</strong> la casa. El<br />
comportamiento <strong>de</strong> los perros indica que reconocieron a la persona y la consi<strong>de</strong>raron<br />
amiga. Esta persona se <strong>de</strong>tuvo luego en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque.<br />
—Suponiendo que yo, ejem... hubiera salido a dar una vuelta y le hubiera visto<br />
a usted con Meg... dándose un chapuzón en la bañera fuera, es probable que no me<br />
atreviera a saludar. Casi seguro que habría retrocedido, con la esperanza <strong>de</strong> que no<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
me hubieran visto. De lo contrario, me habría sentido violento.<br />
—Para no sentirse violento bastaba con no andar a escondidas por los<br />
alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg <strong>de</strong> noche.<br />
—Tiene razón. —Peter observó las imágenes y se mordió el labio inferior—.<br />
Podía tratarse <strong>de</strong> alguien que pusiera trampas o fuera a revisarlas. Es cierto que la<br />
zona es propiedad <strong>de</strong> Meg, pero tal vez fuera un cazador furtivo. Y ella podría temer<br />
que los perros quedaran atrapados. Seguro que tenía la música puesta.<br />
—Sí, la tenía.<br />
—Así que alguien podía acercarse a la casa solo para echar un vistazo, sobre<br />
todo si era alguien que estaba revisando unas trampas.<br />
—Sí. —Era algo razonable—. ¿Y si usted y Otto dieran una vuelta por allí a ver<br />
si encuentran alguna trampa? En caso <strong>de</strong> que haya alguna, quisiera saber quién la<br />
puso. No me gustaría que hirieran a los perros.<br />
—Iremos ahora mismo. —Echó un último vistazo al tablón. Podía estar ver<strong>de</strong>,<br />
pero era rápido—. ¿Cree que alguien la espiaba? ¿Alguien implicado en todo esto?<br />
—Creo que vale la pena <strong>de</strong>scubrirlo.<br />
—Rock y Bull no <strong>de</strong>jarían que nadie hiciera daño a Meg. Aunque creyeran que<br />
esa persona era un amigo, piense que atacarían a cualquiera que diera un paso<br />
amenazador hacia ella.<br />
—Es bueno saberlo. Téngame al corriente <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> las trampas, encuentren lo<br />
que encuentren, en cuanto pueda.<br />
—Ah, jefe... Creo que <strong>de</strong>be saber que Carrie Hawbaker ha hecho un montón <strong>de</strong><br />
llamadas, ha hablado con mucha gente. Dice que usted quiere difamar a Max para<br />
darse importancia. La gente sabe que ahora mismo está muy afectada y furiosa, pero<br />
algunos, sobre todo los que no vieron con buenos ojos que trajeran a alguien <strong>de</strong><br />
fuera, le dan vueltas al asunto.<br />
—Sabré llevarlo, pero le agra<strong>de</strong>zco que esté alerta.<br />
Los oscuros ojos <strong>de</strong>l joven mostraban preocupación y también cierto enojo.<br />
—Si supieran cuánto trabaja usted para <strong>de</strong>scubrir la verdad, seguro que se<br />
tranquilizarían.<br />
—De momento, centrémonos en nuestra tarea, Peter. Los polis nunca ganan<br />
concursos <strong>de</strong> popularidad.<br />
Y tampoco lo ganaría con Charlene, pensó Nate cuando la vio entrar una hora<br />
<strong>de</strong>spués en su <strong>de</strong>spacho hecha un basilisco.<br />
—Estoy hasta aquí <strong>de</strong> trabajo en el Lodge —empezó—. Rose no está ni para<br />
servir mesas ni para hacer nada. Y sólo me faltaba que me hiciera usted venir aquí<br />
como si fuera una <strong>de</strong>lincuente cualquiera. Estoy <strong>de</strong> luto, maldita sea, y usted <strong>de</strong>bería<br />
mostrar un poco <strong>de</strong> respeto.<br />
—No sabe cuánto la respeto, Charlene. Si le sirve <strong>de</strong> algo, no hace falta que me<br />
arregle la habitación hasta que las cosas vuelvan a su cauce. Puedo hacerlo yo solo.<br />
—De poca ayuda me sería; tengo a medio pueblo husmeando por allí, a ver si se<br />
enteran <strong>de</strong> algo sobre Pat o sobre la pobre Carrie. ¿Usted cree que esa mujer sufre<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
más que yo solo porque Max se quitó la vida?<br />
—No creo que se trate <strong>de</strong> una competición.<br />
Charlene echó la cabeza para atrás y levantó la barbilla. Nate pensó que iba a<br />
pegar un golpe con el pie, pero solo cruzó los brazos.<br />
—Si sigue en este tono creo que no tengo nada más que <strong>de</strong>cirle. No crea que<br />
voy a tolerar esta actitud solo porque se beneficie a Meg.<br />
—Más le vale sentarse y cerrar la boca.<br />
Los labios <strong>de</strong> Charlene se abrieron como accionados por un resorte y las mejillas<br />
se le encendieron.<br />
—Pero ¿usted qué se ha creído?<br />
—Que soy el jefe <strong>de</strong> policía y que si no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> dar la lata y colabora tendré que<br />
encerrarla en el calabozo hasta que entre en razón.<br />
Aquella boca, pintada en un tono coral caribeño, se abría y se cerraba como la<br />
<strong>de</strong> un pez.<br />
—No pue<strong>de</strong> hacer eso.<br />
Tal vez no, pensó Nate, pero el menos la asustaría un poco.<br />
—¿Qué quiere, enfurruñarse y hacerse la ofendida? Conmigo no le servirá. ¿O<br />
prefiere hacer algo positivo y ayudarme a encontrar a quien mató al hombre que<br />
usted dice que amaba?<br />
—¡Lo amaba, estúpido egoísta! —Se <strong>de</strong>jó caer sobre una silla y se echó a llorar.<br />
Nate estuvo cinco segundos intentando <strong>de</strong>cidir cómo actuar. Salió, fue a buscar<br />
la caja <strong>de</strong> pañuelos <strong>de</strong> papel que Peach guardaba en su mesa e hizo caso omiso a los<br />
ojos abiertos <strong>de</strong> par en par <strong>de</strong> su auxiliar. Volvió a su <strong>de</strong>spacho y puso la caja en las<br />
rodillas <strong>de</strong> Charlene.<br />
—A<strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>sahóguese. Luego séquese los ojos, tranquilícese y responda a<br />
unas preguntas.<br />
—No sé por qué tiene que tratarme tan mal. Si ha hecho lo mismo con Carrie no<br />
me extraña que hable mal <strong>de</strong> usted. Ojalá no hubiera venido a Lunacy.<br />
—Le aseguro que cuando encuentre al hombre que mató a Patrick Galloway no<br />
será la única persona que piense así.<br />
Al oír esas palabras, Charlene levantó los ojos.<br />
—Ni siquiera se encarga <strong>de</strong>l caso.<br />
—Me encargo <strong>de</strong> este <strong>de</strong>spacho y <strong>de</strong> esta población. —Le resultaba agradable el<br />
enojo que sentía en su interior. Savia <strong>de</strong> policía, i<strong>de</strong>ntificó. Casi había olvidado que<br />
existía—. Y en este preciso momento me encargo <strong>de</strong> usted. ¿Salió solo <strong>de</strong> aquí Pat<br />
Galloway?<br />
—Usted no es más que un matón. Un...<br />
—Responda a la maldita pregunta.<br />
—¡Sí! Preparó la bolsa, la metió en la camioneta y se marchó. Nunca más supe<br />
<strong>de</strong> él. Crié sola a nuestra hija, y ni en una sola ocasión me ha agra<strong>de</strong>cido...<br />
—¿Sabe si tenía planes <strong>de</strong> encontrarse con alguien?<br />
—No sé. No lo dijo. Decía que iba a buscar trabajo. Estábamos a dos velas.<br />
Estaba cansada <strong>de</strong> vivir con una mano <strong>de</strong>lante y la otra <strong>de</strong>trás. Su familia tenía<br />
dinero, pero él jamás se planteó...<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Cuánto tiempo tenía previsto estar fuera, Charlene?<br />
Ella suspiró, empezó a hacer trizas el pañuelo mojado. Nate pensó que estaba<br />
sosegándose un poco.<br />
—Un par <strong>de</strong> semanas, quizá un mes.<br />
—No la llamó, no estableció contacto.<br />
—No, y eso también me tenía <strong>de</strong>squiciada. Debía haber llamado al cabo <strong>de</strong> una<br />
semana o quince días para contarme qué ocurría.<br />
—¿Intentó usted ponerse en contacto con él?<br />
—¿Cómo? —preguntó Charlene, con las lágrimas ya secas—. Le di la lata a<br />
Jacob. Pat siempre hablaba más con él que conmigo, pero me dijo que no sabía dón<strong>de</strong><br />
estaba. ¡Quién me aseguraba que no lo estaba encubriendo!<br />
—¿Por aquella época, Jacob se <strong>de</strong>dicaba a llevar la avioneta?<br />
—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir?<br />
—Si hacía vuelos regulares, como Meg ahora. —En vista <strong>de</strong> que su única<br />
respuesta fue encogerse <strong>de</strong> hombros, Nate siguió insistiendo—. ¿Estuvo él, o alguien<br />
que usted conozca, fuera <strong>de</strong> aquí durante una semana o diez días en febrero <strong>de</strong> aquel<br />
año?<br />
—¿Cómo puñeta cree que puedo saberlo? No controlo a la gente, y a<strong>de</strong>más<br />
hablamos <strong>de</strong> dieciséis años atrás. Se cumplen este mes —añadió.<br />
Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que a Charlene se le acababa <strong>de</strong> ocurrir que en cierto<br />
modo era un aniversario.<br />
—Hace dieciséis años Pat Galloway <strong>de</strong>sapareció. Seguro que si lo intenta<br />
recordará un montón <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles sobre aquellas semanas.<br />
—Intentaba pagar el alquiler, como casi siempre. Tuve que pedir más horas <strong>de</strong><br />
trabajo a Karl en el Lodge. Me preocupaba mucho más mi situación que lo que podía<br />
ocurrirle al resto <strong>de</strong>l mundo. —Se apoyó en el respaldo y cerró los ojos—. No sé.<br />
Jacob se fue aproximadamente por aquellos mismos días. Me acuerdo porque pasó a<br />
ver a Pat el día en que él se marchaba y le dijo que <strong>de</strong> haber sabido que se iba le<br />
habría llevado a Anchorage. Tenía que acompañar hasta allí a Max y a un par más,<br />
creo. A Harry. Creo que Harry aprovechó el viaje a Anchorage para buscar un nuevo<br />
proveedor. Claro que también podía ser el año siguiente, o el anterior. No estoy<br />
segura, pero diría que fue entonces.<br />
—Está bien. —Tomó las notas pertinentes en su bloc amarillo <strong>de</strong> reglamento—.<br />
¿Alguien más?<br />
—Fue un invierno largo. Duro y largo. Por eso yo quería que Pat encontrara<br />
algún trabajo. Esto estaba muerto; los turistas no podían llegar. El Lodge estaba casi<br />
vacío y Karl me dio más trabajo para echarme una mano. Era un hombre muy<br />
consi<strong>de</strong>rado; siempre procuraba que no me faltara nada. Algunos salían a cazar,<br />
otros pasaban el invierno escondidos a la espera <strong>de</strong> la primavera. Max intentaba<br />
sacar a<strong>de</strong>lante la revista; continuamente buscaba anunciantes, y no <strong>de</strong>jaba a nadie<br />
tranquilo en su afán <strong>de</strong> conseguir alguna historia. Por aquel entonces nadie le tomaba<br />
en serio.<br />
—¿Estuvo aquí todo el mes?<br />
—No lo sé. Pregúnteselo a Carrie; por aquel tiempo lo perseguía como un galgo<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
a un conejo. ¿Por qué lo quiere saber?<br />
—Porque me encargo <strong>de</strong> este <strong>de</strong>spacho, <strong>de</strong> esta población, <strong>de</strong> usted.<br />
—Si ni siquiera conocía a Pat... Pue<strong>de</strong> que sea verdad lo que dicen. Usted solo<br />
quiere causar un gran revuelo y darse publicidad antes <strong>de</strong> volver al lugar <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />
ha venido.<br />
—Ahora soy <strong>de</strong> aquí.<br />
Nat se encargó <strong>de</strong> otros asuntos, entre ellos un fuego en una chimenea <strong>de</strong> una<br />
casa y una queja contra los hermanos Mackie, que habían bloqueado la calzada con<br />
un Jeep Cherokee que había dado una vuelta <strong>de</strong> campana.<br />
—¡Como si lo hubiéramos hecho adre<strong>de</strong>! —Jim Mackie permanecía <strong>de</strong> pie bajo<br />
la espesa cortina <strong>de</strong> nieve, rascándose la barbilla y frunciendo el ceño ante el jeep<br />
volcado—. Lo conseguimos barato y lo llevábamos a casa para arreglarle el motor,<br />
pintarlo y ven<strong>de</strong>rlo otra vez.<br />
—Eso si no <strong>de</strong>cidimos quedárnoslo —intervino su hermano—, engancharle una<br />
cuchilla y hacerle la competencia a Bing.<br />
Nate permanecía bajo la nieve y el riguroso frío observando aquel <strong>de</strong>strozo.<br />
—¿No tenéis algún vehículo para arrastrarlo, una barra para remolcarlo o una<br />
grúa? ¿De verdad que pensabais tirar <strong>de</strong> este cacharro treinta kilómetros con un par<br />
<strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas oxidadas colocadas en vuestra camioneta con... ¿qué es esto?... ¿alambre?<br />
—Funcionaba —Bill arrugó la frente— hasta que tropezamos con el surco ese y<br />
el jeep se dio la vuelta como un perro que se hace el muerto. De verdad, funcionaba.<br />
—Estábamos pensando cómo ponerlo <strong>de</strong> pie otra vez. No sé por qué a todo el<br />
mundo le ha entrado el pánico.<br />
Nate oyó el aullido <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser un lobo, inquietante y salvaje en la<br />
espectral oscuridad. Aquello le recordó que se encontraba en una carretera rural<br />
cubierta <strong>de</strong> nieve, cerca <strong>de</strong> la Alaska interior, con un par <strong>de</strong> atontados.<br />
—Estáis interrumpiendo la circulación y obstruyendo el paso <strong>de</strong> la máquina<br />
quitanieves, que tiene que limpiar las carreteras para aquellos que tienen juicio<br />
suficiente para conducir <strong>de</strong> forma responsable. Si esto hubiera sucedido a siete<br />
kilómetros en la otra dirección, habríais impedido el trabajo <strong>de</strong> los bomberos. Bing<br />
pondrá este vehículo <strong>de</strong> pie y lo remolcará hasta vuestra casa. Tendréis que pagarle<br />
la tarifa habitual...<br />
—¿Al cabrón ese?<br />
—Y la multa por remolcar un vehículo sin el equipo y la señalización<br />
apropiados.<br />
Bill tenía una expresión tan apenada que Nate pensó que <strong>de</strong> un momento a otro<br />
se echaría a llorar.<br />
—¿Cómo se supone que haremos negocio con esto si usted nos multa y encima<br />
nos obliga a pagar lo que diga ese agarrado <strong>de</strong> Bing?<br />
—Sí, la vida es dura —contestó Nate.<br />
—¡No hay <strong>de</strong>recho! —Jim pegó una patada al gastado neumático trasero <strong>de</strong>l<br />
jeep—. Y parecía tan buena i<strong>de</strong>a... —Luego añadió con una risita—: Pero lo<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>jaremos impecable. Quizá nos lo compre usted para la policía. Se le pue<strong>de</strong><br />
enganchar una cuchilla por poca pasta. Y resultará útil.<br />
—Eso habrá que planteárselo a la alcal<strong>de</strong>sa. Ahora vamos a <strong>de</strong>spejar la<br />
carretera.<br />
Tuvieron que intervenir Bing, Pargo, su ayudante, los dos Mackie y Nate para<br />
quitar el jeep <strong>de</strong> en medio. Cuando terminaron y Bing ya remolcaba el vehículo, Nate<br />
intentó quitarse problemas <strong>de</strong> encima.<br />
—¿Cuánto os ha costado?<br />
—Dos mil. —A Bill le brillaron los ojos—. A toca teja.<br />
Calculó, aproximadamente, lo que podría costar ponerlo en la carretera y lo que<br />
Bing les cobraría por remolcarlo.<br />
—De momento lo <strong>de</strong>jaremos en una advertencia. Pero la próxima vez que<br />
<strong>de</strong>cidáis haceros empresarios, buscad una barra <strong>de</strong> remolque.<br />
—¡Usted sí que es legal, jefe! —Los dos Mackie le dieron unos golpes en la<br />
espalda que por poco lo hicieron caer <strong>de</strong> narices al suelo—. Es un coñazo tener que<br />
aguantar a la poli, pero usted es legal.<br />
—Muy agra<strong>de</strong>cido.<br />
Recorrió la corta distancia que lo separaba <strong>de</strong>l centro y paró en seco al ver que<br />
David ayudaba a salir a Rose <strong>de</strong> la camioneta <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ambulatorio.<br />
—¿Algún problema? —les dijo.<br />
—Llega el bebé —le respondió David a gritos.<br />
Nate corrió a coger a Rose por el otro brazo. La muchacha seguía con las lentas<br />
y acompasadas respiraciones, pero le sonrió con sus ojos <strong>de</strong> color chocolate.<br />
—Todo va bien. Ningún problema. —Se apoyó en su esposo mientras Nate<br />
abría la puerta—. No he querido ir al hospital <strong>de</strong> Anchorage. Prefiero que el doctor<br />
Ken me asista en el parto. Todo está perfecto.<br />
—Mi madre se ha quedado con Jesse —le dijo David.<br />
A Nate le pareció que estaba algo pálido. Supuso que él también lo estaba.<br />
—¿Quieren que me que<strong>de</strong>, que haga algo? —«Por favor, respon<strong>de</strong>d que no»—.<br />
¿Que llame a alguien?<br />
—Mi madre viene para acá. —Rose <strong>de</strong>jó que David la ayudara a quitarse el<br />
abrigo—. En la última revisión, el doctor dijo que podía venir <strong>de</strong> un momento a otro.<br />
Parece que tenía razón. Cada cuatro minutos —dijo a Joanna, que se acercaba<br />
corriendo—. Regulares e intensas. Hará unos veinte minutos que he roto aguas.<br />
Aquello, pensó Nate, era todo lo que un hombre, incluso uno con placa,<br />
necesitaba oír.<br />
—Les <strong>de</strong>jaré con lo suyo. —Cogió el abrigo <strong>de</strong> Rose, que David tenía en la<br />
mano, y lo colgó—. Cualquier cosa... me llaman. Peter ha salido a un recado, pero<br />
puedo llamarle si hace falta.<br />
—Muchas gracias.<br />
Desaparecieron al fondo para seguir con todo lo que Nate no quería ni<br />
plantearse. Su teléfono sonó.<br />
—Burke, diga.<br />
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—¿Jefe? Soy Peter. No hemos encontrado ninguna trampa. Si quiere, ampliamos<br />
la búsqueda, ejem, ensanchamos el perímetro.<br />
—No, con eso basta. Pue<strong>de</strong>n volver. Su hermana está a punto <strong>de</strong> hacerle tío otra<br />
vez.<br />
—¿Rose? ¿Ahora? ¿Está bien? ¿Está...?<br />
—Yo la he visto bien. Está en el ambulatorio. La acompaña David. La madre <strong>de</strong><br />
él se ha quedado con Jesse y la <strong>de</strong> usted iba hacia el ambulatorio.<br />
—Yo haré lo mismo.<br />
Nate guardó otra vez el teléfono en el bolsillo. Tal vez lo mejor sería quedarse<br />
allí, al menos hasta que llegara algún otro familiar. La sala <strong>de</strong> espera <strong>de</strong>l ambulatorio<br />
era un lugar tan bueno como otro cualquiera para reflexionar sobre aquellas malditas<br />
huellas en la nieve.<br />
Y sobre lo que le diría a Meg cuando volviera a Lunacy.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 17<br />
Era una niña, una niña <strong>de</strong> cuatro kilos y pico, con sus correspondientes <strong>de</strong>dos<br />
en las manos y los pies y una buena mata <strong>de</strong> pelo negro. Se llamaría Willow Louise y<br />
era un encanto. La información procedía <strong>de</strong> Peter, que llegó a la comisaría cuatro<br />
horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar por el ambulatorio.<br />
Como sabía cuál era su trabajo, Nate se acercó a La Tienda <strong>de</strong> la Esquina a<br />
comprar unos puros. Ya que se encontraba allí, buscó una sólida carpeta, vio una <strong>de</strong><br />
cinco anillas <strong>de</strong> color caqui, aunque la habría preferido negra, y la compró; cargó el<br />
importe a la cuenta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy.<br />
Allí guardaría sus notas, las copias <strong>de</strong> todos los informes y las fotos. Sería su<br />
archivo para el caso <strong>de</strong> asesinato.<br />
Entregó con cierta prosopopeya un puro a Peter, a Otto y a Peach, que lo recibió<br />
con expresión divertida. El gesto disipó un poco la frialdad con que ella le había<br />
mirado toda la mañana, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Nate le habló con brusquedad.<br />
Tras darle unas cuantas palmaditas en la espalda y aguantar algunas nubes <strong>de</strong><br />
aquel apestoso humo, concedió el día libre a Peter.<br />
Nate se refugió <strong>de</strong> nuevo en su <strong>de</strong>spacho y pasó un buen rato con la<br />
taladradora y la fotocopiadora. Puso en or<strong>de</strong>n su archivo. Aquello y el tablero le<br />
proporcionaban una base concreta. Trabajo policial. Su trabajo.<br />
Se propuso pasar el resto <strong>de</strong>l día agobiando a los <strong>de</strong> Anchorage con llamadas,<br />
pero apareció Peach. La mujer cerró la puerta, se sentó y entrelazó las manos en su<br />
regazo.<br />
—¿Algún problema?<br />
—¿Usted cree que esas huellas halladas cerca <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg son algo que<br />
<strong>de</strong>be preocuparnos?<br />
—Pues...<br />
—Ya que usted no lo ha hecho, me lo ha comentado Otto.<br />
—Yo... ejem...<br />
—Si me comentara lo que pasa por aquí, no estaría <strong>de</strong> mal humor.<br />
—De acuerdo, señora.<br />
Al oír esto, a Peach le temblaron los labios.<br />
—Y no crea que no lo he calado, Ignatious. Habla en tono agradable cuando<br />
quiere cambiar <strong>de</strong> tema o dar a enten<strong>de</strong>r que trata a la gente con amabilidad cuando<br />
no es verdad.<br />
—¡De acuerdo! Solo pensé que valía la pena comprobarlo.<br />
—¿Y quizá no se lo comenta a su administrativa porque cree que no es lo<br />
suficientemente lista para enterarse <strong>de</strong> que pasa todo el tiempo libre pegado a Megan<br />
Galloway?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No. —Observándola, tamborileó sobre el extremo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l archivo y<br />
luego sobre el izquierdo—. Pero podría ser que no quisiera hablar <strong>de</strong> ello con la<br />
mujer que me trae los bollitos por la mañana. Porque quizá se haría una i<strong>de</strong>a<br />
equivocada.<br />
—¿Y Peter y Otto, no?<br />
—Son hombres. En general, los hombres tienen una i<strong>de</strong>a muy clara sobre lo <strong>de</strong>...<br />
pegarse a alguien, <strong>de</strong> forma que sobraba cualquier comentario. Siento haber sido<br />
brusco con usted esta mañana y también haber mantenido a mi apreciada y<br />
respetada administrativa fuera <strong>de</strong>l asunto.<br />
—Lo que tiene usted es mucha labia —dijo ella un momento <strong>de</strong>spués—. ¿Le<br />
preocupa Meg?<br />
—Me pregunto qué podía querer alguien que la vigilaba.<br />
—Ella será la primera en <strong>de</strong>cirle que sabe cuidarse sola, que siempre ha sabido<br />
hacerlo. Pero yo creo que a una mujer no le va nada mal tener a un hombre que se<br />
ocupe <strong>de</strong> ella. La gente <strong>de</strong> por aquí no tiene malas intenciones. Pegan cuatro<br />
puñetazos <strong>de</strong> vez en cuando y chismorrean un poco, nada más. Pero en este lugar te<br />
sientes seguro porque sabes que si <strong>de</strong> verdad surge un problema, alguien te echará<br />
una mano.<br />
Se quitó el lápiz <strong>de</strong>l moño y lo hizo girar entre sus <strong>de</strong>dos.<br />
—Y <strong>de</strong> repente ocurre esto y te preguntas si la seguridad no era más que una<br />
ilusión. La gente se hace mala sangre. Se asusta y se pone nerviosa.<br />
—Y buena parte <strong>de</strong> esta gente dispone <strong>de</strong> armas y se siente dueña <strong>de</strong> su<br />
territorio —añadió Nate.<br />
—Y está un poco pirada —añadió ella con un gesto <strong>de</strong> asentimiento—. Hay que<br />
andar con cuidado.<br />
—¿En quién confiaba tanto Max para permitir que se le acercara hasta ese<br />
punto, Peach? ¿Hasta el punto <strong>de</strong> que pudiera meterle una bala en la cabeza?<br />
Ella siguió jugando con el lápiz y luego volvió a ponérselo en el moño con gesto<br />
<strong>de</strong>cidido.<br />
—No permitirá que esto que<strong>de</strong> como un suicidio.<br />
—No permitiré que esto que<strong>de</strong> como lo que no es.<br />
Peach soltó un par <strong>de</strong> suspiros.<br />
—Lo malo es que no se me ocurre nadie en quien él no habría confiado. Lo<br />
mismo me ocurre a mí y prácticamente a todos los habitantes <strong>de</strong> Lunacy. Somos una<br />
comunidad. Po<strong>de</strong>mos discutir, discrepar y pegarnos alguna patada en el culo, pero<br />
seguimos siendo una comunidad. Lo que más se asemeja a una familia.<br />
—Planteémoslo así. ¿Con quién <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ir <strong>de</strong> escalada Max en la época en que<br />
<strong>de</strong>sapareció Galloway, una persona en la que siguiera confiando ahora?<br />
—¡<strong>San</strong>to cielo! —Peach lo miró fijamente y apoyó un puño sobre el corazón—.<br />
Me asusta usted. Planteado así, me obliga a pensar que uno <strong>de</strong> mis vecinos, uno <strong>de</strong><br />
mis amigos, podría ser un asesino que actúa a sangre fría.<br />
—No sé si tan fría.<br />
«Pero la <strong>de</strong> usted sí lo es —se dijo ella—. En esta cuestión es helada.»<br />
—Bing, Jacob, Harry o Deb. ¡Dios mío! ¡Ah! Hopp o Ed, aunque Hopp nunca<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
fue una gran aficionada a la escalada. Mackie padre, el borracho <strong>de</strong> Mike, si hubiera<br />
estado sobrio. Incluso el profesor participó en un par <strong>de</strong> ascensos. Excursiones cortas,<br />
<strong>de</strong> verano, que yo sepa.<br />
—John siempre tuvo <strong>de</strong>bilidad por Charlene.<br />
—Dios <strong>de</strong>l cielo, Nate.<br />
—Simplemente estoy haciendo una composición <strong>de</strong> lugar, Peach.<br />
—Supongo. Al menos por lo que yo recuerdo. Aunque ella también lo miraba...<br />
es <strong>de</strong>cir, igual que hacía con cualquier hombre cuando vivía con Pat. Luego se casó<br />
con Karl Hi<strong>de</strong>l; unos seis meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Pat. Todo el mundo<br />
sabía, incluido el viejo Hi<strong>de</strong>l, que se casaba con él por su dinero, por el Lodge, pero<br />
se portó bien con él.<br />
—Entendido.<br />
La mirada <strong>de</strong> Peach se <strong>de</strong>svió un instante hacia el tablón.<br />
—¿Cómo voy a mirar a la cara a toda esta gente a partir <strong>de</strong> ahora?<br />
—Inconvenientes <strong>de</strong> ser poli.<br />
Se quedó impresionada, y también algo apesadumbrada al oír que la llamaban<br />
poli.<br />
—Será eso. —Se levantó y se colocó bien el jersey rojo con una tira <strong>de</strong> corazones<br />
<strong>de</strong> <strong>San</strong> Valentín <strong>de</strong> color rosa—. Que que<strong>de</strong> claro que Meg me cae muy bien y es una<br />
muchacha a la que aprecio y respeto mucho, pero como a usted también le aprecio y<br />
le respeto mucho tengo que avisarle. Espero que ella no le <strong>de</strong>stroce el corazón.<br />
—Tomo nota.<br />
Nate esperó a que se fuera para girar en su silla y observar la nieve. Unas<br />
semanas antes, habría jurado que ya no le quedaba corazón para que alguien pudiera<br />
romperlo. Ahora no sabía si le alegraba o le fastidiaba <strong>de</strong>scubrir que sí lo tenía.<br />
«¿Recuperación? —se preguntó—. ¿O estupi<strong>de</strong>z?» Pue<strong>de</strong> que fueran lo mismo.<br />
Hizo girar <strong>de</strong> nuevo la silla y empezó a hacer las llamadas.<br />
Meg no volvió aquella noche. Nate la pasó en casa <strong>de</strong> ella con los perros. Se<br />
quitó <strong>de</strong> encima la <strong>de</strong>cepción y el enojo, que había ido en aumento, en la sala <strong>de</strong><br />
pesas. Por la mañana, cuando la nevada se había convertido en una fina llovizna,<br />
volvió a Lunacy, a su trabajo.<br />
Meg no se había puesto en contacto con él <strong>de</strong>liberadamente. Era una falta <strong>de</strong><br />
consi<strong>de</strong>ración por su parte, admitió cuando se instaló <strong>de</strong> nuevo en la cabina en el<br />
aeropuerto <strong>de</strong> Anchorage. Tal vez Nate estuviera preocupado. Pensó que él poseía<br />
los genes que hacen que un hombre siempre sufra por la mujer. Estaría dolido y<br />
furioso; y aquello también lo había provocado <strong>de</strong>liberadamente. Ese hombre le había<br />
pegado un susto.<br />
Captó su mirada mientras observaba cómo subía a la avioneta. Y lo peor fue la<br />
sensación que le produjo aquella mirada.<br />
Ella no buscaba algo profundo, un sentimiento y una relación <strong>de</strong> aquel tipo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
¿Por qué <strong>de</strong>monios no se podía disfrutar <strong>de</strong> un perfecto y sencillo revolcón sin<br />
fastidiarlo con... lo que fuera? La fi<strong>de</strong>lidad era otra cosa; la ofrecía y la conseguía<br />
mientras le hirviera la sangre. Ella no era como su madre, dispuesta siempre a<br />
llevarse al catre al primero que apareciera. Pero tampoco buscaba compartir un<br />
hogar.<br />
Esto era lo que él tenía en mente, y ella lo sabía. Vio qué escondía tras aquellos<br />
ojos tristes y dolidos la primera vez que los miró. Nunca había querido meterse en la<br />
cama con un hombre que esperara algo más que un polvo.<br />
Su vida ya era lo bastante complicada en aquellos momentos como para tener<br />
que adaptarse a alguien. Y a<strong>de</strong>más a un hombre.<br />
Tuvo el acierto <strong>de</strong> aceptar unos trabajos extra, y le encantaba aquella emoción.<br />
Y también tuvo el acierto <strong>de</strong> mantenerse alejada <strong>de</strong> él y <strong>de</strong> Lunacy unos días más.<br />
Para tranquilizarse.<br />
Debía estar tranquila para hacer lo que iba a hacer.<br />
No se había puesto en contacto con Nate pero sí con Coben.<br />
Habían recuperado el cadáver y se encontraba en las instalaciones <strong>de</strong><br />
Anchorage.<br />
En aquellos momentos se dirigía al <strong>de</strong>pósito, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía i<strong>de</strong>ntificar a su padre.<br />
Sola. Esta era otra <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>liberada. Había vivido su vida, llevado sus<br />
propios asuntos y resuelto todas las cuestiones sola casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la niñez.<br />
No tenía intención <strong>de</strong> cambiarlo ahora.<br />
Si el hombre <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito era su padre, y sus entrañas se lo confirmaban, sería<br />
su responsabilidad, su dolor y, curiosamente, su alivio.<br />
Era algo que no compartiría ni siquiera con Jacob. La única persona a la que<br />
quería realmente.<br />
Lo que estaba haciendo era una formalidad, casi una cuestión <strong>de</strong> cortesía.<br />
Coben se lo había <strong>de</strong>jado claro, con aquel estilo suyo llano y educado, y Meg lo sabía.<br />
Patrick Galloway estaba fichado y en la ficha constaban sus huellas. Ya lo habían<br />
i<strong>de</strong>ntificado oficialmente. Pero ella era el pariente más cercano, por lo que se le<br />
permitía verlo, confirmar su i<strong>de</strong>ntidad, firmar los papeles, prestar <strong>de</strong>claración.<br />
Ocuparse <strong>de</strong> todo.<br />
Cuando llegó, pagó al taxista y se armó <strong>de</strong> valor. Allí estaba Coben, esperando.<br />
—Señora Galloway...<br />
—Sargento... —Le ofreció la mano; notó la <strong>de</strong> él fría y seca.<br />
—Sé que es un momento difícil y le agra<strong>de</strong>zco que haya venido.<br />
—¿Qué tengo que hacer?<br />
—Hay que resolver unos trámites. Intentaremos concluir con la mayor<br />
brevedad.<br />
Él le indicó los siguientes pasos. Meg firmó don<strong>de</strong> había que firmar, cogió el<br />
distintivo que le ofrecían y se lo colocó en la blusa.<br />
Procuró mantener la mente en blanco mientras seguía al sargento por el ancho y<br />
blanco pasillo e hizo lo posible por no pensar en el persistente olor que impregnaba<br />
el lugar. La llevó a una pequeña sala en la que había un par <strong>de</strong> sillas y un aparato <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
televisión montado en la pared. Frente a este había una ventana cubierta con unas<br />
herméticas persianas blancas. Meg se preparó antes <strong>de</strong> entrar.<br />
—Señora Galloway. —Coben le rozó ligeramente el hombro—. Si es tan amable,<br />
mire el monitor.<br />
—¿El monitor? —Desconcertada, se volvió y miró la pantalla gris y opaca—. ¿El<br />
televisor? ¿Va a mostrármelo por televisión? ¡Madre mía! ¿No cree que esto es mucho<br />
más morboso que <strong>de</strong>jarme...?<br />
—Es el procedimiento. Es mejor. Cuando quiera...<br />
A Meg se le había secado la boca; notaba una mezcla arenosa que sabía a rayos.<br />
Le daba miedo tragar aquello y que subiera <strong>de</strong> nuevo, que saliera a borbotones antes<br />
<strong>de</strong> acabar <strong>de</strong> engullirlo.<br />
—A<strong>de</strong>lante.<br />
Coben <strong>de</strong>scolgó un teléfono <strong>de</strong> la pared y murmuró algo. Luego cogió un<br />
mando a distancia, lo dirigió hacia la pantalla y pulsó un botón.<br />
Lo vio solo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la parte superior <strong>de</strong> los hombros hacia arriba. «No le han<br />
cerrado los ojos», fue su primer pensamiento, y sintió pánico. ¿No habrían tenido que<br />
cerrarle los ojos? La miraban fijamente; eran los ojos azul hielo que ella recordaba, y<br />
estaban empañados. El pelo, el bigote, la barba <strong>de</strong> unos días, todo tenía aquel nítido<br />
color negro que ella recordaba.<br />
Ya no había hielo que lo plateara, que reluciera como el cristal en su rostro.<br />
«¿Seguiría congelado? —pensó, <strong>de</strong>sanimada—. ¿Y en su interior? ¿Cuánto tiempo<br />
tardan el corazón, el hígado y los pulmones en <strong>de</strong>scongelarse cuando un hombre <strong>de</strong><br />
unos setenta y cinco kilos ha quedado hecho una pieza <strong>de</strong> hielo?»<br />
¿Acaso tenía importancia?<br />
Notó un estremecimiento en el estómago y también un cosquilleo en las puntas<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> las manos y los pies.<br />
—¿Pue<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar al difunto, señora Galloway?<br />
—Sí. —Oyó el eco en la sala... o en su cabeza. Le daba la sensación <strong>de</strong> que su<br />
voz iba por su cuenta, en una vibración, metálica y suave—. Es Patrick Galloway. Es<br />
mi padre.<br />
Coben apagó el monitor.<br />
—Lo siento mucho.<br />
—No he terminado. Enciéndala <strong>de</strong> nuevo.<br />
—Señora Galloway...<br />
—Enciéndala <strong>de</strong> nuevo.<br />
Después <strong>de</strong> una leve vacilación, Coben accedió.<br />
—Tengo que advertirle, señora Galloway, que los medios <strong>de</strong> comunicación...<br />
—No me preocupan los medios <strong>de</strong> comunicación. Harán público su nombre<br />
in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> qué opine yo. Por otro lado, él tal vez hubiera disfrutado con<br />
esto.<br />
Meg <strong>de</strong>seaba tocar a su padre, se había preparado para ello. No sabía por qué<br />
quería aquel contacto, el <strong>de</strong> su piel con la <strong>de</strong> él. Pero podía esperar, esperar a que<br />
terminaran con lo que tuvieran que hacer con su cadáver. Una vez lo hubieran hecho,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
le daría la última caricia, la que ella misma se había negado por <strong>de</strong>specho pueril<br />
muchos años atrás.<br />
—Está bien. Pue<strong>de</strong> apagar.<br />
—¿Necesita un momento? ¿Le apetece un poco <strong>de</strong> agua?<br />
—No. Lo que quiero es información. Información es lo que <strong>de</strong>seo. —Pero las<br />
piernas la traicionaron; se le doblaron las rodillas y tuvo que echar mano <strong>de</strong> la silla—<br />
Lo que quiero saber es qué pasa ahora, cómo va a intentar encontrar a quien lo mató.<br />
—Creo que sería mejor hablar <strong>de</strong> esto en otra parte. Si me acompaña hasta...<br />
Se interrumpió al ver que Nate entraba en la sala.<br />
—Jefe Burke...<br />
—Sargento... Meg, quisiera que me acompañaras. Jacob está esperando arriba.<br />
—¿Jacob?<br />
—Sí, él me ha traído hasta aquí. —Sin esperar a que ella asintiera, la cogió <strong>de</strong>l<br />
brazo. Hizo que se levantara y fuera hacia la puerta—. Yo llevaré a la señora<br />
Galloway a la comisaría, sargento.<br />
Meg tenía los ojos empañados. Pero no eran lágrimas; era por la conmoción. Ver<br />
a su padre muerto, en la pantalla, muerto por televisión, como si su vida, el final <strong>de</strong><br />
esta, fuera un episodio <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas series en las que cada capítulo termina en<br />
suspense, pensó aturdida. Un puñetero suspense.<br />
Dejó que él la llevara. No le dijo nada, tampoco a Jacob; permaneció en silencio<br />
hasta que estuvieron en la calle.<br />
—Necesito aire fresco. Calmarme.<br />
Soltó el brazo <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> él y anduvo hasta la mitad <strong>de</strong> la manzana. Oía el<br />
ruido <strong>de</strong>l incesante tráfico, y veía la mezcla <strong>de</strong> colores borrosos que formaban las<br />
personas que avanzaban en la acera.<br />
Notaba el frío en sus mejillas, así como la tenue luz <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong> invierno que se<br />
filtraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel cielo gris y compacto hasta su piel.<br />
Se puso los guantes y las gafas <strong>de</strong> sol y retrocedió.<br />
—¿Coben te ha llamado? —preguntó a Nate.<br />
—Exactamente. Ya que me ha sido imposible ponerme en contacto contigo,<br />
tengo que comentarte algunas cosas antes <strong>de</strong> que hablemos otra vez con él.<br />
—¿Qué cosas?<br />
—Cosas que no quiero discutir aquí, en la maldita acera. Voy a buscar el coche.<br />
—¿El coche? —dijo a Jacob al ver que Nate se alejaba <strong>de</strong>prisa.<br />
—Ha alquilado uno en el aeropuerto. No quería que fueras en un taxi. Ha dicho<br />
que necesitabas cierta intimidad.<br />
—Muy consi<strong>de</strong>rado. Cosa que yo no soy. No hace falta que lo digas —añadió al<br />
ver que Jacob se mantenía en silencio—. Lo veo en tus ojos.<br />
—Ha cuidado los perros mientras has estado fuera.<br />
—¿Acaso se lo había pedido? —Ella misma notó la mala leche en su voz y soltó<br />
una maldición—. ¡Maldita sea, maldita sea, Jacob, no pienses que voy a sentirme mal<br />
por estar viviendo mi vida tal como he hecho siempre!<br />
—¿Acaso te he pedido que lo hagas?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Jacob esbozó una leve sonrisa y el toque <strong>de</strong> su mano en el brazo <strong>de</strong> Meg estuvo<br />
a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrumbar el muro que ella había edificado con tanto empeño contra las<br />
lágrimas.<br />
—Lo he visto a través <strong>de</strong> una pantalla <strong>de</strong> televisión. Ni siquiera he podido<br />
verlo, verlo <strong>de</strong> verdad.<br />
Cuando llegó Nate al volante <strong>de</strong> un Chevrolet Blazer se acercó al bordillo. Se<br />
metió en el coche y se puso tiesa.<br />
—¿Qué es lo que tengo que saber?<br />
Le contó lo que le había ocurrido a Max utilizando el tono distante y directo que<br />
habría empleado con cualquier otra persona respecto a un caso. Siguió hablando y<br />
conduciendo con los ojos fijos en la carretera, sin apartarlos ni siquiera cuando ella se<br />
volvió para mirarlo.<br />
—¿Max está muerto? ¿Max mató a mi padre?<br />
—Max está muerto. Esto es un hecho. El forense ha <strong>de</strong>clarado que es un<br />
suicidio. En la nota que se ha encontrado en su or<strong>de</strong>nador se hace responsable <strong>de</strong>l<br />
asesinato <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />
—No me lo creo. —Tenía un enorme nudo en el estómago y notaba un<br />
incesante martilleo contra su muro <strong>de</strong>fensivo—. ¿Me estás diciendo que <strong>de</strong> puto<br />
golpe y porrazo a Max Hawbaker le dieron ganas <strong>de</strong> matar a alguien, hundió un<br />
piolet en el pecho <strong>de</strong> mi padre, bajó la montaña y volvió tranquilamente a Lunacy?<br />
¡Menuda chorrada! ¡Vaya mierda <strong>de</strong> teoría!<br />
—Lo que yo digo es que Max Hawbaker está muerto, que el forense lo ha<br />
<strong>de</strong>clarado un suicidio, basándose en las pruebas físicas, y que en el or<strong>de</strong>nador había<br />
una nota, <strong>de</strong>corada por cierto con sangre y cerebro <strong>de</strong> Max, en la que confesaba ese<br />
asesinato. Si te hubieras dignado ponerte en contacto con alguien en estos últimos<br />
días, se te habría informado y estarías al corriente.<br />
El tono <strong>de</strong> Nate era frío, igual que sus ojos, pensó Meg. No <strong>de</strong>jaban traslucir<br />
nada, no <strong>de</strong>lataban nada. Ella no era la única que había edificado un muro.<br />
—¡Con qué cuidado evita expresar su opinión, jefe Burke!<br />
—El caso es <strong>de</strong> Coben.<br />
Dejó la conversación ahí y se metió en el espacio reservado a las visitas en el<br />
aparcamiento <strong>de</strong> la comisaría <strong>de</strong> la policía estatal.<br />
—Se ha <strong>de</strong>terminado que la muerte <strong>de</strong> Hawbaker fue un suicidio —afirmó<br />
Coben. Estaban reunidos en una pequeña sala. Coben tenía las manos entrelazadas<br />
sobre una carpeta, en la mesa—. El arma era suya y en ella se encontraron sus<br />
huellas, y solo las suyas. Tenía residuos <strong>de</strong> pólvora en la mano <strong>de</strong>recha. Ninguna<br />
señal que indicara robo o lucha. En su mesa tenía una botella <strong>de</strong> whisky y una taza<br />
con restos <strong>de</strong> este licor. La autopsia <strong>de</strong>termina que había tomado más <strong>de</strong> ciento<br />
cincuenta mililitros <strong>de</strong> whisky antes <strong>de</strong> morir. Sus huellas, y solo las suyas, eran las<br />
que estaban en el teclado <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador. La herida, la posición <strong>de</strong>l cuerpo y la <strong>de</strong>l<br />
arma indican que fue él quien disparó.<br />
Hizo una pausa.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Hawbaker conocía a su padre, señora Galloway?<br />
—Sí.<br />
—¿Cree que tuvo ocasión <strong>de</strong> practicar la escalada con su padre alguna vez?<br />
—Sí.<br />
—¿Sabe si hubo alguna fricción entre ellos?<br />
—No.<br />
—Pue<strong>de</strong> que no sepa usted que Hawbaker fue <strong>de</strong>spedido <strong>de</strong> la publicación en<br />
la que trabajaba en Anchorage por consumo <strong>de</strong> drogas. Mis investigaciones indican<br />
que Patrick Galloway había consumido drogas. Por el momento no dispongo <strong>de</strong><br />
pruebas que <strong>de</strong>muestren que su padre buscara o consiguiera un trabajo remunerado<br />
en Anchorage, o en otra parte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> marcharse <strong>de</strong> Lunacy.<br />
Ella evitó mirarlo, pero dijo:<br />
—No a todo el mundo le gusta trabajar en una oficina.<br />
—Cierto. Por lo que parece, Hawbaker, cuyo para<strong>de</strong>ro en la primera y segunda<br />
semana <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> aquel año no ha podido <strong>de</strong>terminarse por el momento, se<br />
encontró con Patrick Galloway y juntos <strong>de</strong>cidieron escalar la cara sur <strong>de</strong>l Sin<br />
Nombre. Podría suponerse que, durante dicho ascenso, tal vez bajo el efecto <strong>de</strong> las<br />
drogas o alguna perturbación física, Hawbaker mató a su compañero y abandonó<br />
luego el cadáver en la cueva <strong>de</strong> hielo.<br />
—Y también podría suponerse que los burros vuelan —saltó Meg—. Mi padre<br />
podía haber partido a Max en dos con una sola mano.<br />
—De poco sirve la superioridad física ante un piolet, sobre todo en un ataque<br />
por sorpresa. En la cueva no había indicios <strong>de</strong> que hubieran luchado. Por supuesto,<br />
seguiremos estudiando y valorando todas las pruebas, aunque a veces, señora<br />
Galloway, lo obvio es lo cierto.<br />
—Y a veces la mierda flota. —Meg se levantó—. Siempre se ha dicho que el<br />
suicidio es una salida <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>s. Pue<strong>de</strong> que sea cierto. Pero a mí me parece que<br />
hace falta tener agallas y <strong>de</strong>cisión para ponerse el cañón <strong>de</strong> la pistola en la cabeza y<br />
accionar el gatillo. Sea como sea, en Max esto no me cuadra. Es un acto exagerado, y<br />
él no era así. Sargento Coben, él era un hombre normal y corriente.<br />
—La gente normal y corriente hace cosas incalificables todos los días. Siento<br />
mucho lo <strong>de</strong> su padre, señora Galloway, y le doy mi palabra <strong>de</strong> que seguiré<br />
trabajando en el caso. Pero ahora mismo no tengo más que <strong>de</strong>cirle.<br />
—¿Tiene un minuto, sargento? —Nate se volvió hacia Jacob y Meg—. Nos<br />
vemos fuera. —Cerró la puerta cuando hubieron salido—. ¿Qué más tiene? ¿Qué es<br />
lo que no le ha dicho?<br />
—¿Tiene usted una relación personal con Megan Galloway?<br />
—Ahora mismo es in<strong>de</strong>terminada e irrelevante. Un toma y daca, Coben. Piense<br />
que ahora mismo encontraría en Lunacy a más <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong> personas que<br />
habrían podido salir <strong>de</strong> escalada con Galloway aquel invierno, conocidos <strong>de</strong> Max,<br />
amigos y vecinos, que podían haberse sentado en su <strong>de</strong>spacho la noche <strong>de</strong> su muerte.<br />
El forense ha sacado su conclusión a raíz <strong>de</strong> los hechos, pero no conoce el pueblo ni a<br />
su gente. No conocía a Max Hawbaker.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Y usted muy poco. —Coben levantó la mano—. Pero tengo pruebas que<br />
<strong>de</strong>muestran que tres personas estuvieron en esta montaña alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las fechas en<br />
que se sitúa la muerte <strong>de</strong> Galloway. Tengo la confirmación <strong>de</strong> que dos <strong>de</strong> ellas<br />
estuvieron en aquella cueva. Una confirmación que fue escrita por la propia mano <strong>de</strong><br />
Galloway.<br />
Pasó el expediente a Nate.<br />
—Llevaba un diario <strong>de</strong> la escalada. Eran tres, Burke, y estoy seguro <strong>de</strong> que uno<br />
<strong>de</strong> ellos era Hawbaker. Lo que no puedo afirmar es que fuera el segundo en la cueva.<br />
Hay una copia <strong>de</strong>l diario en el expediente. Un experto comprobará si es la letra <strong>de</strong><br />
Galloway a partir <strong>de</strong> otra prueba, aunque yo, a ojo <strong>de</strong> buen cubero, diría que lo es. Es<br />
cuestión suya <strong>de</strong>cidir si se lo comenta a la hija.<br />
—Usted no lo haría.<br />
—También va en contra <strong>de</strong> mis principios habérselo confiado a usted. Al igual<br />
que el hecho <strong>de</strong> admitir que tiene usted más experiencia en homicidios que yo y<br />
mejor mano para tratar a la gente <strong>de</strong> Lunacy. Ese pueblo merece su nombre, Burke.<br />
Diría que tiene usted al menos a un <strong>de</strong>mente viviendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus narices.<br />
Volvió en la avioneta <strong>de</strong> Meg, con el expediente bajo la parka. Pensó que una<br />
vez lo hubiera leído, <strong>de</strong>cidiría si se lo contaba a ella. Decidiría si se lo contaba a<br />
alguien.<br />
Puesto que no podía olvidar que estaba volando, intentó disfrutar <strong>de</strong> las vistas.<br />
Nieve. Más nieve. Agua helada. Belleza <strong>de</strong> hielo con peligrosas grietas. Algo<br />
bastante parecido a la piloto que tenía al lado.<br />
—¿Es gilipollas ese Coben? —le preguntó ella <strong>de</strong> pronto.<br />
—No creo.<br />
—¿Porque los policías hacéis piña o porque es una opinión objetiva?<br />
—Por un poco <strong>de</strong> cada, tal vez. Seguir las pruebas no suele ser lo que hace un<br />
gilipollas.<br />
—Lo es en el caso <strong>de</strong> que alguno <strong>de</strong> vosotros crea que Max liquidó a mi padre<br />
con un piolet. Esperaba más <strong>de</strong> ti.<br />
—¿Ves dón<strong>de</strong> te llevan las expectativas?<br />
Meg dio un profundo viraje a la izquierda que subió el estómago <strong>de</strong> Nate casi a<br />
la garganta. Antes <strong>de</strong> darle tiempo a protestar, giró a la <strong>de</strong>recha.<br />
—Si no quieres que saque la primera papilla en la cabina, controla este aparato.<br />
—Un poli tendría que tener más estómago.<br />
Inclinó el morro hacia abajo a tal velocidad que Nate apenas vio cómo se<br />
precipitaban velozmente hacia el suelo... aparte <strong>de</strong> su propio cuerpo magullado y<br />
retorcido en medio <strong>de</strong> los restos humeantes.<br />
La maldición que soltó hizo que Meg soltara una carcajada mientras levantaba<br />
<strong>de</strong> nuevo el aparato.<br />
—¿Quieres morir o qué? —saltó él.<br />
—No. ¿Y tú?<br />
- 208 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Lo había pensado, pero ya está superado. Repítelo, Galloway, y en cuanto<br />
tomemos tierra te doy una buena zurra.<br />
—No lo harías. Los tipos como tú no ponen la mano encima a una mujer.<br />
—No me provoques.<br />
Estaba muy tentada <strong>de</strong> hacerlo.<br />
—¿Alguna vez pegaste a Rachel?<br />
Nate la miró <strong>de</strong> hito en hito. Vio algo salvaje en ella, en sus ojos, algo intenso en<br />
su rostro.<br />
—Ni siquiera se me pasó por la cabeza, pero voy <strong>de</strong>scubriendo nuevos<br />
territorios.<br />
—Estás mosqueado conmigo porque no te he llamado por radio a cada hora<br />
mandándote besitos.<br />
—Limítate a pilotar. Tengo el coche en tu casa. Es don<strong>de</strong> Jacob me ha recogido.<br />
—No te necesitaba aquí. No hacía falta que vinieras a cogerme <strong>de</strong> la mano.<br />
—No creo que te haya ofrecido la mía. —Esperó un momento—. Rose y David<br />
han tenido una niña. Cuatro kilos. Se llama Willow.<br />
—¡Ah! —El malhumor <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> su rostro—. ¿Una niña? ¿Están bien las<br />
dos?<br />
—Muy bien, son un encanto. Peach dice que la pequeña es una monada, pero<br />
fui a verla y me pareció que tenía cara <strong>de</strong> enfado, y un pelo muy negro.<br />
—¿A qué viene tanta conversación con el cabreo que llevas encima?<br />
—Prefiero mantener la neutralidad, como hace Suiza, hasta que la maldita<br />
avioneta haya aterrizado.<br />
—Me parece muy bien.<br />
En cuanto lo hizo, Meg agarró su equipaje y saltó. Sujetando las cosas en el<br />
hombro, se inclinó para saludar a los perros, que la esperaban impacientes.<br />
—¡Míralos! ¿Me habéis echado <strong>de</strong> menos? —Volvió la cabeza hacia Nate—.<br />
¿Que, ahora vas a hacerme una cara nueva?<br />
—Si lo intentara, tus perros me saltarían al cuello.<br />
—Muy pru<strong>de</strong>nte. Eres un hombre sensato.<br />
—No siempre —respondió él ja<strong>de</strong>ando mientras la seguía hacia la casa.<br />
Una vez <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong>jó el equipaje y se fue directamente a la chimenea a poner<br />
unos troncos y encen<strong>de</strong>r el fuego. Tenía que ocuparse <strong>de</strong> la avioneta. Quitar el aceite<br />
y llevarla al cobertizo para que no se helara. Y tapar las alas.<br />
Pero no le apetecía hacer cosas prácticas y ser eficiente. No se sentía muy bien.<br />
—Te agra<strong>de</strong>zco que cuidaras <strong>de</strong> Rock y Bull mientras he estado fuera.<br />
—Tranquila. —Se volvió <strong>de</strong> espaldas y se colocó bien la carpeta bajo la parka—.<br />
¿Has tenido mucho trabajo?<br />
—Hay que saber sacar tajada. —El fuego prendió—. Un trabajo te cae <strong>de</strong>l cielo y<br />
lo aceptas. Ahora tengo un par <strong>de</strong> sobres que ingresar.<br />
—Me alegro.<br />
Se <strong>de</strong>jó caer sobre una butaca y apoyó una pierna encima <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> esta. Y<br />
luego, en tono insolente, exclamó:<br />
- 209 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—En fin, ahora que estoy <strong>de</strong> vuelta, me alegro <strong>de</strong> verte, cariño. Si tienes un<br />
momento podríamos subir y echar el casquete <strong>de</strong> bienvenida. —Sonrió mientras<br />
empezaba a <strong>de</strong>sabrocharse la blusa—. Apuesto a que conseguiremos levantarla.<br />
—Una malísima imitación <strong>de</strong> Charlene, Meg.<br />
Aquello borró la sonrisa <strong>de</strong> su rostro.<br />
—Si no quieres follar no pasa nada, pero no hace falta que me insultes.<br />
—En cambio parece que tú necesitas hacerme daño, cabrearme. ¿Qué ocurre?<br />
—Es problema tuyo.<br />
Meg se levantó e intentó acercársele, pero él le agarró el brazo y la apartó.<br />
—No —dijo haciendo caso omiso <strong>de</strong>l gruñido <strong>de</strong> aviso <strong>de</strong> los perros—. El<br />
problema parece tuyo y quisiera saber <strong>de</strong> qué se trata.<br />
—¡No lo sé! —El malestar que reflejaba su tono convirtió los gruñidos en<br />
rugidos—. Rock, Bull, tranquilos. Tranquilos —dijo, más calmada—. Amigo.<br />
Se arrodilló, abrazó a los dos perros, les acarició el hocico.<br />
—¡Maldita sea! ¿Por qué no empiezas a chillar o sales hecho un basilisco o me<br />
dices que soy una zorra fría y <strong>de</strong>spiadada? ¿Por qué no me <strong>de</strong>jas en paz <strong>de</strong> una puta<br />
vez?<br />
—¿Por qué no te has molestado en dar señales <strong>de</strong> vida? ¿Por qué has estado<br />
buscando camorra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que me has visto?<br />
—Un momento.<br />
Se levantó haciendo chasquear los <strong>de</strong>dos para que los perros la siguieran hacia<br />
la cocina. Cogió un par <strong>de</strong> galletas y se las echó. Luego se apoyó en la barra y miró a<br />
Nate.<br />
«Ya no está tan <strong>de</strong>macrado —pensó Meg—. Ha ganado peso en este último<br />
tiempo. Lo que da buen aspecto a un hombre, y le aña<strong>de</strong> tono muscular. Su pelo se<br />
ve suelto, le hace más atractivo, incluso se ha saltado una sesión <strong>de</strong> barbero. Y los<br />
ojos, tranquilos, <strong>de</strong>sgarradoramente tristes e irresistibles, mantienen pacientemente<br />
mi mirada.»<br />
—No me apetece dar cuentas a nadie. No estoy acostumbrada a hacerlo. Yo me<br />
ocupé <strong>de</strong> hacer esta casa, <strong>de</strong> crear mi negocio, organicé mi vida <strong>de</strong> la manera que está<br />
porque así me parecía bien.<br />
—¿Te preocupa que te pida cuentas? ¿Que espere que cambies tus priorida<strong>de</strong>s<br />
por mí?<br />
—¿Y lo esperas?<br />
—No lo sé. Tal vez vea una diferencia entre responsabilidad y afecto. Estaba<br />
preocupado por ti. Tus perros no eran los únicos que te echaban <strong>de</strong> menos. En cuanto<br />
al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> priorida<strong>de</strong>s, sigo trabajando en el mío. Día a día.<br />
—Dime una cosa. Sin capulladas. ¿Te estás enamorando <strong>de</strong> mí?<br />
—Eso parece.<br />
—¿Y qué se siente?<br />
—Es como si algo volviera a mi interior. Como una sensación <strong>de</strong> calor, un<br />
intento <strong>de</strong> encontrar el ritmo. Es algo que da miedo —dijo acercándose a ella—.<br />
Agradable. Agradable y da miedo.<br />
—No sé si me apetece. No sé si es lo que siento.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Ni yo. Pero sé que estoy cansado <strong>de</strong> estar cansado, y vacío, cansado <strong>de</strong> seguir<br />
cubriendo el expediente tan solo para ir tirando. Cuando estoy contigo experimento<br />
sensaciones, Meg. Sensaciones, y algunas son dolorosas. Pero soportaré las<br />
consecuencias.<br />
Cogió su rostro entre sus manos.<br />
—Tal vez te convendría probarlo. Soportar las consecuencias.<br />
Meg le agarró las muñecas.<br />
—Tal vez.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Anotación en un diario<br />
19 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />
Capítulo 18<br />
Se le ha ido la olla. Está pirado. Demasiadas pastillas y a saber qué más.<br />
Demasiada altura o, ¡qué sé yo! Creo que lo he calmado. Ha llegado la tormenta y<br />
nos hemos refugiado en la cueva <strong>de</strong> hielo. ¡Vaya sitio! Una especie <strong>de</strong> castillo mágico<br />
en miniatura con columnas y arcadas <strong>de</strong> hielo y súbitos <strong>de</strong>scensos. Ojalá nos<br />
hubiéramos metido todos allí. No me habría venido mal que me echaran una mano<br />
para <strong>de</strong>volver a Darth a la tierra.<br />
Se le ha metido en el tarro la alucinante i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que he intentado matarle.<br />
Hemos tenido problemas en el rappel y él gritaba, en medio <strong>de</strong>l viento, que yo quería<br />
matarlo. Se me abalanzó como un majara y no tuve más remedio que <strong>de</strong>jarlo tendido.<br />
De todas formas lo calmé. Ahora está tranquilo. Se disculpa, se ríe <strong>de</strong> ello.<br />
Lo que tenemos que hacer es tomarnos un respiro aquí, recuperarnos. Hemos<br />
estado jugando a «lo primero que haré cuando vuelva al mundo». Él quiere un filete;<br />
yo, una mujer. Luego nos ponemos <strong>de</strong> acuerdo en que queremos lo uno y lo otro.<br />
Él sigue con el tembleque; lo veo. ¡Qué se le va a hacer! La montaña te lo da.<br />
Hay que volver don<strong>de</strong> Han, seguir para abajo. Llegar a Lunacy.<br />
El tiempo escampa, pero se nota algo en el aire. Aquí pue<strong>de</strong> ocurrir cualquier<br />
cosa. Es hora <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> esta jodida montaña.<br />
En su <strong>de</strong>spacho, con la puerta cerrada, Nate leyó la última anotación en el<br />
diario <strong>de</strong> escalada <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />
«Tardaste dieciséis años en salir <strong>de</strong> la montaña, Pat —pensó—. Tenías razón,<br />
algo ocurrió.»<br />
Subieron tres, se dijo, y bajaron dos. Dos que guardaron silencio durante<br />
dieciséis años.<br />
Pero en aquella cueva solo había dos: Galloway y su asesino. Nate estaba cada<br />
vez más convencido <strong>de</strong> que el asesino no había sido Max.<br />
¿Por qué permitió el asesino que Max viviera tanto tiempo?<br />
Si Han era igual que Max, este habría resultado herido, no <strong>de</strong> gravedad, pero lo<br />
suficiente para que el <strong>de</strong>scenso le resultara problemático. Era el que poseía menos<br />
experiencia, el menos resistente <strong>de</strong> los tres, si no se equivocaba en lo que había leído<br />
entre líneas en el diario <strong>de</strong> Galloway.<br />
Sin embargo, el asesino le llevó hasta abajo, le <strong>de</strong>jó vivir otros dieciséis años.<br />
Y Max había guardado el secreto.<br />
- 212 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
«¿Por qué?»<br />
«¿Ambición, chantaje, lealtad? ¿Miedo?»<br />
El piloto, <strong>de</strong>cidió Nate. Había que buscar al piloto y escuchar qué contaba.<br />
Cerró con llave la copia <strong>de</strong>l diario en uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong>l escritorio junto con<br />
su carpeta <strong>de</strong>l caso y se la guardó en el bolsillo.<br />
Cuando iba a salir se encontró con Otto, que regresaba <strong>de</strong> la patrulla.<br />
—Ed Woolcott dice que alguien ha forzado la cerradura <strong>de</strong> su cabaña <strong>de</strong> pesca<br />
y se ha llevado <strong>de</strong> ella sus cañas, la barrena mecánica, una botella <strong>de</strong> malta y que<br />
a<strong>de</strong>más le ha pintarrajeado las pare<strong>de</strong>s.<br />
Con la cara enrojecida por el frío, Otto se fue directo a la cafetera.<br />
—Críos, lo más seguro. Ya le he dicho que es el único <strong>de</strong> por aquí que cierra con<br />
llave la cabaña, y eso incita a los niños a <strong>de</strong>scerrajarla.<br />
—¿De qué cantidad estamos hablando en total?<br />
—El dice que <strong>de</strong> unos ochocientos. La barrena StrikeMaster sube ya a<br />
cuatrocientos y pico. —El <strong>de</strong>sprecio y la burla se dibujaron en su rostro—. Así es él.<br />
Cualquiera consigue una buena barrena manual por unos cuarenta, pero él tiene que<br />
conseguir una <strong>de</strong> lujo.<br />
—¿Tenemos un listado <strong>de</strong> los objetos?<br />
—Sí, sí. El crío que sea tan tonto como para fanfarronear con una caña que lleve<br />
el nombre <strong>de</strong> Ed en una placa <strong>de</strong> latón se irá al calabozo en el acto. ¿El whisky? Se lo<br />
han <strong>de</strong>bido <strong>de</strong> terminar en un santiamén. Es probable que solo hayan hecho un<br />
agujero en alguna parte con la barrena para pescar un rato mientras echaban un<br />
trago. Supongo que abandonarán el material don<strong>de</strong> sea o intentarán meterlo otra vez<br />
disimuladamente en la cabaña.<br />
—Lo que sería otra vez allanamiento y robo, o sea que esperaremos.<br />
—Apuesto a que lo tenía todo asegurado, y por más <strong>de</strong> lo que pagó por ello.<br />
¿Sabe que habló con un abogado para <strong>de</strong>mandar a Harlow por haberle empujado<br />
fuera <strong>de</strong> la carretera en Año Nuevo? ¡Un abogado, ni más ni menos!<br />
—Hablaré con él.<br />
—Que haya suerte. —Otto se sentó a su mesa con el café <strong>de</strong>lante y frunció el<br />
ceño mirando la pantalla <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador—. Tengo que redactar el informe.<br />
—Yo salgo, <strong>de</strong>bo hacer un seguimiento. —Calló un momento—. ¿Ha escalado<br />
usted últimamente?<br />
—¿Qué se me pue<strong>de</strong> haber perdido en las malditas montañas? Demasiado las<br />
veo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí.<br />
—Pero antes lo hacía.<br />
—También bailaba tangos con alguna golfa.<br />
—¡No me diga! —Divertido, Nate se sentó en un extremo <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> Otto—.<br />
Es usted un pozo <strong>de</strong> sorpresas, Otto. ¿De esas que llevan un vestido ceñido y<br />
altísimos tacones <strong>de</strong> aguja?<br />
El humor pudo con las malas pulgas.<br />
—De esas.<br />
—¿Y una provocativa raja en la falda, en el costado, que <strong>de</strong>ja al <strong>de</strong>scubierto una<br />
pierna que quita el hipo?<br />
- 213 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
La mirada <strong>de</strong> Otto perdió toda su ira y apareció una sonrisa en su cara.<br />
—¡Qué tiempos aquellos!<br />
—Y que lo diga. Y yo que nunca supe bailar un tango ni escalar... Quizá <strong>de</strong>bería<br />
apren<strong>de</strong>r.<br />
—Qué<strong>de</strong>se con el tango, jefe. Mucho menos peligroso.<br />
—La gente habla <strong>de</strong> la escalada como si fuera una religión. ¿Por qué lo <strong>de</strong>jó<br />
usted?<br />
—Me cansé <strong>de</strong> vérmelas con la congelación y los huesos rotos. —Su mirada se<br />
oscureció mientras se fijaba en el café—. La última vez que subí fue en una operación<br />
<strong>de</strong> rescate. Un grupo <strong>de</strong> seis, les sorprendió un alud. Encontramos a dos. Dos<br />
cadáveres, quiero <strong>de</strong>cir. ¿Ha visto alguna vez a un hombre atrapado en un alud?<br />
—No.<br />
—Pues dé las gracias <strong>de</strong> no haberlo visto. El mes que viene hará nueve años.<br />
Des<strong>de</strong> entonces no he vuelto a escalar. Ni volveré a hacerlo.<br />
—¿Subió alguna vez con Galloway?<br />
—Alguna vez. Era un buen escalador. Buenísimo, y eso que era un gilipollas.<br />
—¿No le caía bien?<br />
Otto empezó a teclear buscando cada una <strong>de</strong> las letras en el teclado.<br />
—Si me cayeran mal todos los gilipollas que he conocido, tendría poco por<br />
escoger. Ese tipo se había quedado en los años sesenta. Paz, amor, drogas. El camino<br />
fácil, creo yo.<br />
Durante los sesenta, pensó Nate, Otto estaba sudando la gota gorda en una<br />
jungla en Vietnam. Ese tipo <strong>de</strong> fricción, entre un soldado y un hippy, pue<strong>de</strong> estallar<br />
bajo una presión mucho menos intensa que una escalada en invierno.<br />
—Hablan <strong>de</strong> la vida natural y <strong>de</strong> salvar las puñeteras ballenas —siguió Otto<br />
mientras iba tocando las teclas <strong>de</strong> una en una— y lo único que hacen es tocarse las<br />
pelotas y vivir <strong>de</strong>l gobierno, al que <strong>de</strong>jan como un trapo, por cierto. No me merece<br />
ningún respeto.<br />
—Poco <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> tener en común, si usted venía <strong>de</strong>l ejército.<br />
—No éramos colegas <strong>de</strong> bar. —Dejó <strong>de</strong> teclear y levantó la vista hacia Nate—.<br />
Pero ¿a qué viene todo esto?<br />
—Intento conseguir un retrato completo <strong>de</strong>l hombre. —Al levantarse, preguntó<br />
como quien no quiere la cosa—: Cuando usted iba <strong>de</strong> escalada, ¿a quién contrataban<br />
<strong>de</strong> piloto?<br />
—Normalmente a Jacob. Lo teníamos a mano.<br />
—Creía que Jacob también escalaba. ¿Había ido alguna vez con él?<br />
—Claro. Y, si está sobrio, contratábamos a Hank Fielding a veces, para que nos<br />
llevara <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Talkeetna. Otras veces a Dos Dedos, o a Stokey Loukes. —Se encogió<br />
<strong>de</strong> hombros—. Había un montón <strong>de</strong> pilotos que podían llevar a un grupo que se<br />
pudiera permitir pagarlo. Si está pensando en un ascenso, pue<strong>de</strong> contratar a Meg y<br />
también a un guía profesional, pero no confíe nunca en un patán.<br />
—Eso haré, pero creo que <strong>de</strong> momento voy a conformarme con la vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
mi <strong>de</strong>spacho.<br />
—Me parece mucho más inteligente.<br />
- 214 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
No le gustaba tener que interrogar a su propio ayudante, pero anotó los <strong>de</strong>talles<br />
<strong>de</strong> la conversación. No imaginaba a Otto con un enorme globo encima, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
un exceso <strong>de</strong> pastillas, atacando a un hombre con un piolet. Claro que tampoco lo<br />
veía bailando el tango con la mujer <strong>de</strong>l vestido ceñido.<br />
Las personas podían cambiar mucho en quince años.<br />
Se fue al Lodge y allí encontró a Charlene y a Cissy, que servían los primeros<br />
almuerzos. Jim el flaco atendía en la barra. Y el profesor seguía en su taburete, con un<br />
whisky <strong>de</strong>lante, leyendo a Trollope.<br />
—Hay una porra sobre Iditarod —le dijo Jim—. ¿Apuesta usted?<br />
Nate se sentó a la barra.<br />
—¿Por quién se inclina usted?<br />
—Quizá por ese joven, Triplehorn. Un aleutiano.<br />
—Un encanto —comentó Cissy, <strong>de</strong>teniéndose con la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> lo que había<br />
recogido.<br />
—Da igual su aspecto, Cissy —dijo Jim.<br />
—A mí no me da igual. Ponme una Moosehead y un vodka doble con hielo.<br />
—Las apuestas nostálgicas van para el canadiense Tony Keeton.<br />
—¿Nos inspiran nostalgia los canadienses? —preguntó Nate mientras Jim<br />
servía el vodka.<br />
—No. Los perros. Los crió Walt Notti.<br />
—Pues veinte para el canadiense.<br />
—¿Cerveza?<br />
—Café, gracias, Jim. —Mientras Jim y Cissy seguían sirviendo y discutiendo<br />
sobre sus perros <strong>de</strong> trineo preferidos, Nate se volvió hacia el hombre que tenía al<br />
lado—. ¿Cómo van las cosas, John?<br />
—Aún no duermo muy bien. —John puso el punto en la página y <strong>de</strong>jó el libro—<br />
. No puedo quitarme aquella imagen <strong>de</strong> la cabeza.<br />
—Es duro. Usted conocía muy bien a Max. Escribía para su revista.<br />
—Críticas <strong>de</strong> libros y algún artículo sobre actualidad. No compensaba<br />
económicamente pero yo disfrutaba. No sé si Carrie seguirá publicándola. Espero<br />
que sí.<br />
—Alguien me ha comentado que Galloway también colaboró en The Lunatic. En<br />
su primera época.<br />
—Escribía bien. Y lo habría hecho mejor si se hubiera concentrado más.<br />
—Supongo que eso pue<strong>de</strong> aplicarse a cualquier ocupación.<br />
—Tenía un gran talento sin pulir, dominaba diversos campos. —John volvió la<br />
vista por encima <strong>de</strong>l hombro hacia Charlene—. Pero nunca hizo nada en serio. Echó a<br />
per<strong>de</strong>r todo lo que poseía.<br />
—¿Incluida su mujer?<br />
—En este tema creo que no seré imparcial. En mi opinión, no puso mucho<br />
empeño en la relación, ni mucho <strong>de</strong> nada. Había escrito algunos capítulos para unas<br />
cuantas novelas, tenía muchas canciones a medio componer y un montón <strong>de</strong><br />
proyectos <strong>de</strong> artesanía en ma<strong>de</strong>ra. Era hábil con las manos y era creativo, pero le<br />
faltaba disciplina y ambición.<br />
- 215 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate sopesó las posibilida<strong>de</strong>s. Tres hombres a los que unía el lugar don<strong>de</strong><br />
vivían, la afición —escribir— y la escalada. Y dos <strong>de</strong> ellos estaban enamorados <strong>de</strong> la<br />
misma mujer.<br />
—Quizá hubiera cambiado <strong>de</strong>l todo, <strong>de</strong> haber tenido la oportunidad. —John<br />
indicó a Jim que le llenara <strong>de</strong> nuevo el vaso—. Quizá.<br />
—¿Leía usted lo que escribía?<br />
—Sí. Pasábamos horas juntos tomando cerveza y fumando hierba —añadió<br />
John con una leve sonrisa—. Y hablando <strong>de</strong> filosofía, <strong>de</strong> política, <strong>de</strong> literatura y sobre<br />
la condición humana. Jóvenes intelectuales. —John levantó el vaso en señal <strong>de</strong><br />
brindis—. Que no iban a ninguna parte.<br />
—¿Escaló usted con él?<br />
—Ah, la aventura... Ningún joven intelectual llega a Alaska sin ganas <strong>de</strong><br />
empren<strong>de</strong>rla. Disfruté <strong>de</strong> aquel tiempo y no lo cambiaría por un Pulitzer.<br />
Con la sonrisa <strong>de</strong> quien rememora tiempos gloriosos, tomó un sorbo <strong>de</strong>l whisky<br />
que acababan <strong>de</strong> servirle.<br />
—¿Eran amigos?<br />
—Sí. Amigos en el plano intelectual. Yo le envidiaba su mujer; no es ningún<br />
secreto. Creo que eso a él le divertía, le hacía sentirse superior. Yo era el que tenía<br />
una carrera. Él había <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñado esta posibilidad y en cambio fíjese lo que había<br />
conseguido. —Se quedó un momento ensimismado mirando el vaso—. Creo que le<br />
haría gracia que siguiera envidiándole su mujer.<br />
Nate <strong>de</strong>jó aquello un momento en el aire y tomó un sorbo <strong>de</strong> café.<br />
—¿Había escalado con él a solas o en grupo?<br />
—Hum... —John parpa<strong>de</strong>ó, como si acabara <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> un sueño. Los<br />
recuerdos, pensaba Nate, son un sueño más. O una pesadilla—. En grupo. La<br />
insensatez genera camara<strong>de</strong>ría. Lo que más recuerdo es una escalada en verano al<br />
Denali. Grupos y gente en solitario ascendiendo por aquel monstruo como hormigas<br />
en un pastel gigante. El campamento base era como una pequeña ciudad, y animado<br />
como una fiesta.<br />
—¿Usted y Pat?<br />
—Hum... Junto con Jacob, Otto, Deb y Harry, Ed, Bing, Max, los Hopp, Sam<br />
Beaver, que murió dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una embolia pulmonar. Vamos a ver... Estaba<br />
también Mackie padre, si mal no recuerdo. Él y Bing empezaron a sacudirse por algo<br />
y Hopp, el difunto Hopp, los separó. Hawley estaba allí, pero se emborrachó y cayó<br />
<strong>de</strong> bruces. No podíamos permitirle que escalara. Y estaba también Missy Jacobson,<br />
una fotógrafa in<strong>de</strong>pendiente con la que tuve un corto pero intenso romance antes <strong>de</strong><br />
que regresara a Portland y se casara con un fontanero.<br />
Rió al recordarlo.<br />
—Ay, Missy, la <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s ojos castaños, la <strong>de</strong> las hábiles manos. Todos los<br />
<strong>de</strong> Lunacy íbamos en plan <strong>de</strong> vacaciones. Incluso llevábamos una ban<strong>de</strong>ra para<br />
colocar en la cima y sacar fotos para la revista. Pero nadie llegó a la cumbre.<br />
—¿Ninguno?<br />
—No, aquella vez, no. Pat lo hizo más tar<strong>de</strong>, pero en aquel ascenso tuvimos<br />
muy mala suerte. Y eso que por la noche, en el campamento base, todo eran<br />
- 216 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
posibilida<strong>de</strong>s y propósitos. Cantamos, follamos y bailamos bajo la maravillosa y<br />
constante luz <strong>de</strong>l sol. No recuerdo a ninguno <strong>de</strong> nosotros con tanta vitalidad como en<br />
aquellos días.<br />
—¿Qué ocurrió?<br />
—Harry se encontró mal. De golpe y porrazo, por la mañana tenía fiebre. La<br />
gripe. Dijo que estaba bien y nadie quiso discutírselo. No aguantó ni cinco horas. Deb<br />
y Hopp lo llevaron abajo. Sam se cayó y se rompió un brazo. Missy se mareaba. Otro<br />
grupo que bajaba la llevó a la base. Empezó el mal tiempo y los que seguíamos<br />
ascendiendo montamos las tiendas y buscamos refugio a la espera <strong>de</strong> que pasara la<br />
tormenta. Pero empeoró. Primero se puso mal Ed y luego yo. Todo fue<br />
enca<strong>de</strong>nándose hasta que tuvimos que <strong>de</strong>jarlo y volver. Un <strong>de</strong>sgraciado final para<br />
unas vacaciones en las que participábamos casi todos.<br />
—¿Quién les trajo <strong>de</strong> vuelta?<br />
—¿Perdón?<br />
—¿Tenían un piloto?<br />
—Ah. Recuerdo que todos nos metimos como sardinas en lata en aquella<br />
avioneta, los que no estaban enfermos iban borrachos o estaban colgados. No me<br />
acuerdo <strong>de</strong>l piloto. Sería algún amigo <strong>de</strong> Jacob. Yo tenía un mareo terrible, me<br />
acuerdo perfectamente. Incluso escribí sobre ello. Escribí un relato humorístico para<br />
The Lunatic.<br />
Terminó el whisky.<br />
—Siempre me ha sabido mal no haber podido izar aquella ban<strong>de</strong>ra.<br />
Nate lo <strong>de</strong>jó y se dirigió a Charlene:<br />
—¿Tendrá un momento?<br />
—Por supuesto. Cuando Rose esté otra vez aquí sirviendo.<br />
—Serán cinco minutos. Tampoco hay ninguna aglomeración ahora mismo.<br />
Se metió el bloc <strong>de</strong> notas en el bolsillo.<br />
—Cinco, vale. Porque si no nos ponemos las pilas, aquí la gente empezará a<br />
largarse a Los Italianos. No puedo permitirme el lujo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la clientela habitual.<br />
Se fue hacia el vestíbulo vacío. Aquel taconeo recordó a Nate lo <strong>de</strong>l tango, y se<br />
preguntó cómo la vanidad podía sobre la comodidad en una mujer que estaba <strong>de</strong> pie<br />
horas y horas.<br />
—Según usted, Patrick Galloway se iba a Anchorage a buscar trabajo.<br />
—Eso ya lo hemos hablado.<br />
—Espere. Si fue allí y le dio por escalar, ¿a quién cree que pudo acudir para que<br />
le llevara hasta el glaciar <strong>de</strong>l Sol?<br />
—¿Y por qué coño tendría que saberlo? En principio no se iba <strong>de</strong> excursión, se<br />
iba a buscar trabajo.<br />
—Usted vivió con él casi catorce años. Lo conocía bien.<br />
—Si no se fue con Jacob y estaba en Anchorage, acudiría a Dos Dedos o a<br />
Stokey. A menos que le diera por escalar cuando no tenía ninguno <strong>de</strong> ellos a mano, y<br />
entonces habría contratado a alguien <strong>de</strong> fuera. Mejor dicho, habría hecho algún<br />
trueque por el precio <strong>de</strong>l vuelo. No tenía ni cinco. Yo solo le había dado los cien<br />
dólares que guardaba en casa. Sabía que si llevaba más se lo fundiría.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Sabe dón<strong>de</strong> puedo encontrar a alguno <strong>de</strong> esos pilotos?<br />
—Pregúnteselo a Jacob o a Meg. Ellos se mueven en este mundillo; yo no. Y<br />
usted tendría que haberme informado <strong>de</strong> que lo habían bajado. Tenía que habérmelo<br />
dicho y haberme llevado a verlo.<br />
—No tenía ningún sentido hacerle pasar ese mal rato. No —dijo antes <strong>de</strong> que<br />
ella protestara—, ningún sentido.<br />
La empujó ligeramente hacia una silla y se sentó a su lado.<br />
—Escúcheme: no le serviría <strong>de</strong> nada verlo en estas circunstancias. Ni a él<br />
tampoco.<br />
—Meg lo ha visto.<br />
—Y se quedó <strong>de</strong>strozada. Yo estaba allí, y lo sé. ¿Quiere hacer algo por él y por<br />
usted misma? ¿Quiere poner punto final al asunto? Vaya a ver a su hija. Haga <strong>de</strong><br />
madre, Charlene. Consuélela.<br />
—Ella no quiere que yo la consuele. No quiere nada <strong>de</strong> mí.<br />
—Pue<strong>de</strong> que no. Pero ofrecérselo pue<strong>de</strong> servirle <strong>de</strong> ayuda a usted. —Se<br />
levantó—. Ahora pensaba ir a verla. ¿Quiere que le diga algo?<br />
—Dígale que no me vendría mal una ayudita aquí estos días, si es que no tiene<br />
algo más importante que hacer.<br />
—De acuerdo.<br />
Ya era <strong>de</strong> noche cuando volvió a casa <strong>de</strong> Meg. Vio que estaba más tranquila,<br />
calmada y sosegada. La posición <strong>de</strong> los cojines y <strong>de</strong> la tela que cubría el sofá le<br />
indicaba que había echado una siesta ante el fuego.<br />
Había pensado en la mejor forma <strong>de</strong> abordar las cosas y por ello le entregó un<br />
ramo <strong>de</strong> crisantemos y margaritas que había comprado en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina.<br />
No eran una maravilla, pero al menos eran flores.<br />
—¿A qué viene esto?<br />
—Resulta que me he dado cuenta <strong>de</strong> que vamos para atrás, en el sentido<br />
tradicional <strong>de</strong> la expresión. Yo te he llevado a la cama, tú me has llevado a la cama.<br />
De modo que ya no tenemos esa presión. Ahora toca el cortejo.<br />
—¿En serio? —Olió las flores. Tal vez fuera un tópico, pero eran una <strong>de</strong> sus<br />
<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, igual que los hombres que tenían el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> regalarlas—. ¿Y cuál va a<br />
ser el próximo paso? ¿Ligue en un bar?<br />
—Mi i<strong>de</strong>a era quedar... para cenar, por ejemplo. De todas formas, po<strong>de</strong>mos<br />
montar la cita en un bar. También entra en mis planes. Mientras tanto, quisiera que<br />
recogieras lo que te hace falta y vinieras a pasar la noche conmigo en el Lodge.<br />
—Ah, y así, durante ese período romántico po<strong>de</strong>mos seguir montándonoslo...<br />
—Pue<strong>de</strong>s optar por tu propia habitación, pero yo preferiría lo que has dicho.<br />
También pue<strong>de</strong>s llevar las flores. Y los perros.<br />
—¿Y por qué tendría que abandonar la comodidad <strong>de</strong> mi casa para montármelo<br />
contigo en una habitación <strong>de</strong> hotel? —Hizo girar el ramo y le miró a través <strong>de</strong> este—.<br />
Ah, para darle emoción a lo <strong>de</strong> ir para atrás. Es algo tan tonto que casi me atraería,<br />
Burke, aunque la verdad es que si tengo que escoger, prefiero quedarme aquí y hacer<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
como que estamos en un hotel <strong>de</strong> mala muerte. Incluso po<strong>de</strong>mos ver si hay alguna<br />
película porno en la tele.<br />
—Me parece perfecto, pero quisiera que vinieras conmigo. La otra noche<br />
alguien mero<strong>de</strong>aba por estos alre<strong>de</strong>dores.<br />
—¿Qué dices?<br />
Nate le contó lo <strong>de</strong> las huellas.<br />
—¿Y por qué <strong>de</strong>monios no me lo has contado cuando era <strong>de</strong> día y podía salir a<br />
verlo con mis propios ojos?<br />
Dejó las flores sobre la mesa y se fue a por la parka.<br />
—Un momento. Ha caído casi un palmo <strong>de</strong> nieve. No verás nada. A<strong>de</strong>más, Otto<br />
y Peter han estado por aquí. No te lo conté antes porque bastantes quebra<strong>de</strong>ros <strong>de</strong><br />
cabeza tenías. Así has podido echar una siesta y estar un rato tranquila. Recoge lo<br />
que necesites, Meg.<br />
—No pienso marcharme <strong>de</strong> mi casa porque alguien se haya paseado por el<br />
bosque. Incluso aunque le siguiera la corriente a tu paranoia y pensara que esa<br />
persona estaba ahí espiándome o montando un plan infame, no me iría. Puedo<br />
perfectamente...<br />
—Ocuparte <strong>de</strong> ti misma. Sí, ya lo sé.<br />
—¿Crees que no?<br />
Dio media vuelta y se metió en la cocina. Él la siguió y vio que sacaba un rifle<br />
<strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> las escobas.<br />
—Meg...<br />
—A callar.<br />
Comprobó la recámara. A Nate le inquietó ver que estaba cargada.<br />
—¿Sabes cuántos acci<strong>de</strong>ntes se producen por ir por ahí con un arma cargada?<br />
—No disparo contra alguien porque sí. Ven aquí.<br />
Abrió la puerta. Estaba oscuro, hacía frío y <strong>de</strong>lante tenía a una mujer enfadada<br />
con un rifle cargado en las manos.<br />
—¿Por qué no entramos y...?<br />
—Aquella rama, la que marca las dos, a un par <strong>de</strong> metros <strong>de</strong> altura, a doce <strong>de</strong><br />
distancia.<br />
—Meg...<br />
Ella apoyó el rifle en su hombro, apuntó y disparó. El impacto retumbó en su<br />
cabeza. La rama se <strong>de</strong>sintegró y un palmo <strong>de</strong> ella quedó en el árbol.<br />
—Muy bien, sabes disparar con un rifle. Medalla <strong>de</strong> oro para ti. Volvamos<br />
<strong>de</strong>ntro.<br />
Disparó otra vez y el palmo <strong>de</strong> rama pegó un salto en la nieve como un conejo.<br />
Respiraba soltando vapor mientras disparaba otra vez y <strong>de</strong>struía totalmente lo<br />
que quedaba <strong>de</strong> la rama.<br />
Luego recogió los casquillos, entró y colocó <strong>de</strong> nuevo el rifle en su sitio.<br />
—Un plus por puntería —comentó Nate—. No es mi intención que llegues<br />
hasta ahí, pero te diré que hacer polvo una rama no pue<strong>de</strong> compararse con meter una<br />
bala entre la carne y el hueso.<br />
- 219 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No soy una remilgada <strong>de</strong> esas que viven por tus latitu<strong>de</strong>s. He matado alces,<br />
búfalos, caribús, osos...<br />
—¿Has disparado alguna vez contra una persona? No es lo mismo, Meg.<br />
Créeme, no es lo mismo. Y no estoy diciendo que no seas lista, capaz y fuerte. Lo que<br />
te pido es que esta noche vengas conmigo. Si no lo haces, yo me quedaré aquí. Pero a<br />
tu madre no le vendría mal que le echaras una mano en el Lodge ahora que no está<br />
Rose. Tiene muchísimo trabajo y está agobiada con lo <strong>de</strong> tu padre.<br />
—Charlene y yo...<br />
—No puedo llamar a la mía. A mi madre, me refiero. Apenas me habla, y mi<br />
hermana procura mantenerse alejada <strong>de</strong> nosotros porque quiere una vida tranquila,<br />
normal. No se lo reprocho.<br />
—No sabía que tuvieras una hermana.<br />
—Es dos años mayor que yo. Ahora vive en Kentucky. Llevo sin verla... cinco<br />
años, creo. Los Burke no son muy amigos <strong>de</strong> las fiestas familiares.<br />
—¿No fue a verte cuando te hirieron?<br />
—Llamó. No tenemos mucho que contarnos. Cuando mataron a Jack y me<br />
hirieron a mí, mi madre vino a verme al hospital. Pensé, aunque apenas podía<br />
hacerlo, que quizá, solo quizá, <strong>de</strong> todo aquel horror podía salir algo positivo. Se me<br />
ocurrió que tal vez volveríamos a relacionarnos. Pero ella me preguntó si iba a<br />
<strong>de</strong>jarlo. Si abandonaría la policía para que no tuviera que ir a verme al cementerio en<br />
vez <strong>de</strong> al hospital. Le dije que no, que era cuanto me quedaba. Salió <strong>de</strong> la habitación<br />
sin <strong>de</strong>cir nada más. No creo que hayamos intercambiado más <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong><br />
palabras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. La profesión me arrebató a mi mejor amigo, a mi mujer, a<br />
mi familia.<br />
—No es cierto. —No pudo reprimir el impulso <strong>de</strong> coger su mano, llevársela a la<br />
mejilla y acariciaría—. Sabes que no es cierto.<br />
—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> cómo lo enfoques. Pero no lo <strong>de</strong>jé. Estoy aquí porque incluso<br />
cuando estaba en el fondo <strong>de</strong>l pozo fue lo único que conservé. A saber si no fue lo<br />
que impidió que me hundiera <strong>de</strong>l todo. Lo único que sé es que tienes la oportunidad<br />
<strong>de</strong> hacer las paces con tu madre. Y <strong>de</strong>berías aprovecharla.<br />
—Podía haberme pedido personalmente que le echara una mano.<br />
—Es lo que ha hecho. Yo no he sido más que un intermediario.<br />
Con un suspiro, Meg se volvió y pegó una patada <strong>de</strong> mal genio al armario <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro.<br />
—De acuerdo, pero no esperes que esto acabe con un fueron felices y comieron<br />
perdices.<br />
—Lo <strong>de</strong> las perdices queda tan lejos que no hay <strong>de</strong> qué preocuparse.<br />
Dejó a Meg <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Lodge y él volvió a la comisaría.<br />
Pasó un rato escribiendo notas sobre las conversaciones que había tenido con<br />
Otto y John y luego empezó a investigar a los pilotos <strong>de</strong> quienes le había hablado<br />
Otto.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
No encontró nada <strong>de</strong>lictivo sobre Stokey Loukes, aparte <strong>de</strong> unas infracciones <strong>de</strong><br />
tráfico. Vivía en Fairbanks y trabajaba <strong>de</strong> piloto en una empresa <strong>de</strong> viajes<br />
organizados llamada Alaska Wild. En su página web, la empresa prometía mostrar a<br />
sus clientes la auténtica Alaska, ayudarles a cazar, a pescar enormes peces, y a captar<br />
panorámicas <strong>de</strong> Gran Solo, todo por distintos precios según las preferencias.<br />
Ofrecían también precios especiales para grupos.<br />
Fielding se trasladó a Australia en 1993 y murió por causas naturales cuatro<br />
años <strong>de</strong>spués.<br />
Thomas Kijinski, alias Dos Dedos, era otra historia. Nate <strong>de</strong>scubrió que le<br />
habían <strong>de</strong>tenido unas cuantas veces por tenencia <strong>de</strong> estupefacientes, intento <strong>de</strong><br />
tráfico, borracheras, <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes públicos y hurtos. Lo habían expulsado <strong>de</strong> Canadá y<br />
le habían retirado en dos ocasiones la licencia <strong>de</strong> piloto.<br />
El ocho <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1988 se encontró su cadáver en un contenedor <strong>de</strong> basuras<br />
<strong>de</strong> un muelle <strong>de</strong> Anchorage, con múltiples puñaladas. Habían <strong>de</strong>saparecido la<br />
cartera y el reloj que llevaba. Conclusión: robo con violencia. Nunca se i<strong>de</strong>ntificó al<br />
autor o autores.<br />
Mirándolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra perspectiva, pensó Nate mientras imprimía los datos,<br />
podría tratarse <strong>de</strong> un ajuste <strong>de</strong> cuentas y no <strong>de</strong> un robo. El piloto va con tres y vuelve<br />
con dos. Unas semanas más tar<strong>de</strong> se le encuentra apuñalado en el interior <strong>de</strong> un<br />
contenedor <strong>de</strong> basura.<br />
Esto haría reflexionar a cualquiera.<br />
En la tranquilidad <strong>de</strong> la comisaría, Nate puso al <strong>de</strong>scubierto el tablón <strong>de</strong>l caso.<br />
Se sirvió café, cogió una lata <strong>de</strong> jamón <strong>de</strong>l armario que utilizaban como <strong>de</strong>spensa y se<br />
preparó algo parecido a un bocadillo.<br />
Luego se sentó ante su mesa, observando el tablón, leyendo las notas y por fin<br />
el último diario <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />
Pasó aquellas largas horas crepusculares pensando.<br />
- 221 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 19<br />
No habló a Meg <strong>de</strong>l diario. Pensó que no era pru<strong>de</strong>nte añadir otra carga a una<br />
mujer que acababa el día cansada e irritable.<br />
Lo que tenía que proporcionarle eran argumentos para que se arremangara y<br />
colaborara en el Lodge, y para que saltara <strong>de</strong> la cama a la mañana siguiente y sirviera<br />
el <strong>de</strong>sayuno a la gente. Sobre todo teniendo en cuenta que la tensión entre ella y<br />
Charlene se había solidificado hasta el punto <strong>de</strong> que se podría cortar y freír junto al<br />
tocino.<br />
Aun así, cuando Nate se sentó a la mesa, apareció ella con la cafetera en la<br />
mano.<br />
—Meg, para servirle. Como espero que me dé una buena propina, aguardaré a<br />
que termine <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar para lanzar la cafetera a la cabeza <strong>de</strong> Charlene.<br />
—Me parece muy bien. ¿Tardará mucho en volver Rose?<br />
—Una semana o dos, pero luego Charlene le <strong>de</strong>jará hacer el horario que le<br />
convenga hasta que pueda trabajar todo el día.<br />
—Todo un <strong>de</strong>talle.<br />
—¡Huy, con Rose, todos los que quieras! —dijo lanzando una envenenada<br />
mirada por encima <strong>de</strong>l hombro en dirección a Charlene—. La tiene muy mimada. Es<br />
a mí a quien no soporta. ¿Y qué va a ser, guapetón?<br />
—Si te digo que probablemente las dos perseguís lo mismo, aunque <strong>de</strong> formas<br />
distintas, ¿me arrojarás la cafetera a la cabeza?<br />
—Podría hacerlo.<br />
—Pues tráeme los copos <strong>de</strong> avena.<br />
—¿Tomas copos <strong>de</strong> avena? —Arrugó su atractiva nariz torcida—. ¿Sin que<br />
nadie te ponga un afilado cuchillo contra el cuello?<br />
—Uno se acostumbra.<br />
—Sí, con el tiempo...<br />
Con un gesto <strong>de</strong> indiferencia, Meg se alejó para tomar nota a otras mesas y<br />
llenar otras tazas.<br />
A Nate le gustaba observarla. Era rápida pero no apresurada, atractiva pero sin<br />
exagerar. Llevaba una blusa <strong>de</strong> franela y <strong>de</strong>bajo una camiseta térmica <strong>de</strong> color<br />
blanco. De una fina ca<strong>de</strong>na que llevaba en el cuello colgaba una figurita <strong>de</strong> plata que<br />
se balanceaba junto a sus senos.<br />
Se había puesto algo <strong>de</strong> maquillaje, Nate lo sabía porque la había visto. Unos<br />
toques <strong>de</strong> color rápidos, eficientes, sin miramientos, en las mejillas, algo <strong>de</strong> sombra<br />
en los ojos y una pasada rápida <strong>de</strong> rímel en las largas y oscuras pestañas.<br />
Nate pensaba que cuando un hombre se fijaba en cómo una mujer se ponía el<br />
rímel es que estaba en el bote.<br />
- 222 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Charlene salió con un pedido; Meg volvió con el bloc <strong>de</strong> notas. Lo único que<br />
indicó que se habían cruzado fue la súbita bajada <strong>de</strong> la temperatura.<br />
Nate cogió la taza y miró sus notas para <strong>de</strong>spistar mientras Charlene se<br />
acercaba a su mesa. Incluso alguien que estaba en el bote tenía suficiente instinto <strong>de</strong><br />
conservación para no ponerse en medio <strong>de</strong> dos mujeres que estaban a la greña.<br />
—¿Le sirvo un poco más? ¿Ya le ha tomado nota Meg? No entiendo por qué no<br />
pue<strong>de</strong> ser más amable con los clientes.<br />
—No, gracias. Sí, ya la ha tomado. Y ha sido amable.<br />
—Será con usted, porque se la tira.<br />
—Charlene... —Captó las <strong>de</strong>scaradas risitas que venían <strong>de</strong>l compartimiento en<br />
el que se sentaban normalmente Hans y Dexter—. Por favor...<br />
—¿Ahora me dirá que es un secreto?<br />
—Des<strong>de</strong> luego ahora ya no lo es —murmuró él.<br />
—¿No ha pasado la noche en su habitación?<br />
Dejó la taza.<br />
—Si para usted eso es un problema, puedo trasladar mis cosas a casa <strong>de</strong> Meg.<br />
—¿Por qué iba a ser un problema para mí? —A pesar <strong>de</strong> su «No, gracias», le<br />
llenó <strong>de</strong> nuevo la taza en un gesto mecánico, y añadió—: ¿Por qué iba a tener yo un<br />
problema?<br />
Nate observó aterrorizado los ojos <strong>de</strong> Charlene, llenos <strong>de</strong> lágrimas. Sin darle<br />
tiempo a pensar cómo abordar la situación, ella se fue a toda prisa, salpicando el<br />
suelo <strong>de</strong> café.<br />
—Mujeres —dijo Bing <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> al lado—. No dan más que quebra<strong>de</strong>ros<br />
<strong>de</strong> cabeza.<br />
Nate se volvió. Bing estaba concentrado en el plato que tenía <strong>de</strong>lante, con<br />
huevos, salchichas y patatas fritas. Esbozaba una taimada sonrisa, pero si Nate no se<br />
equivocaba, sus ojos también transmitían un brillo <strong>de</strong> comprensión.<br />
—¿Ha estado alguna vez casado, Bing?<br />
—Una vez. Duró poco.<br />
—No se me ocurre por qué.<br />
—Pensaba repetir. No sé si agenciarme a una <strong>de</strong> esas rusas que pi<strong>de</strong>s por<br />
correo, como hace Johnny Trivani.<br />
—¿Sigue en su empeño?<br />
—Por supuesto. Según he oído, ha encargado dos. Se me ha ocurrido que<br />
podría esperar y ver cómo le va antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidirme.<br />
—Vaya, vaya... —Puesto que habían iniciado algo así como una conversación,<br />
Nate <strong>de</strong>cidió arriesgarse—: ¿Escala usted, Bing?<br />
—Antes sí. No me gusta mucho. Cuando tengo tiempo libre prefiero cazar.<br />
¿Busca una distracción?<br />
—Pue<strong>de</strong>. Los días son cada vez más largos.<br />
—Usted es <strong>de</strong> ciudad y encima flacucho. Yo que usted no me movería <strong>de</strong>l<br />
asfalto, jefe. Dedíquese a hacer calceta o algo parecido.<br />
—Siempre me ha atraído más el macramé. —Viendo aquel rostro sin expresión,<br />
Nate esbozó una sonrisa—. ¿Cómo no tiene usted una avioneta, Bing? Un hombre<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
como usted, tan in<strong>de</strong>pendiente, tan manitas con las máquinas... Sería lo más lógico.<br />
—Demasiado trabajo. Yo quiero trabajar con los pies en el suelo. A<strong>de</strong>más, para<br />
pilotar hay que estar un poco majara.<br />
—Eso dicen. Alguien me ha hablado <strong>de</strong> un piloto con un nombre muy curioso.<br />
Seis Dedos o algo así.<br />
—Sería Dos Dedos. Perdió tres en un pie porque se le congelaron o no sé qué<br />
rollos. Valiente hijo puta. Está muerto.<br />
—¿Ah, sí? ¿Se estrelló?<br />
—No. Le dieron la <strong>de</strong>l pulpo. Ah, no... —Frunció el ceño—. Lo apuñalaron.<br />
Cosas <strong>de</strong> la ciudad. Eso les pasa por vivir como sardinas.<br />
—Pues sí. ¿Alguna vez subió a la montaña con él?<br />
—Una vez. El muy cabrón nos llevó, éramos un grupo, a la montaña a cazar<br />
caribús. Nadie sabía que llevaba un globo acojonante hasta que estuvo a punto <strong>de</strong><br />
matarnos a todos. De todas formas acabó con un ojo morado —dijo Bing con<br />
<strong>de</strong>leite—. El muy cabrón.<br />
Nate iba a respon<strong>de</strong>r pero Meg salió <strong>de</strong> la cocina... y la puerta <strong>de</strong> la calle se<br />
abrió.<br />
—¡Jefe Nate! —Jesse entró disparado, unos pasos por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> David—. ¡Está<br />
aquí!<br />
—¡Y tú! —Nate chasqueó los <strong>de</strong>dos ante la nariz <strong>de</strong>l pequeño—. ¿Qué tal están<br />
Rose y el bebé, David?<br />
—Bien. Muy bien. Hemos <strong>de</strong>cidido darle un respiro y venir a por un <strong>de</strong>sayuno<br />
<strong>de</strong> hombres.<br />
—¿Po<strong>de</strong>mos sentarnos con usted? —preguntó Jesse—. Ya que estamos entre<br />
hombres...<br />
—Claro.<br />
—Los hombres más atractivos <strong>de</strong> Lunacy. —Meg sirvió a Nate los copos <strong>de</strong><br />
avena, unas tostadas y un cuenco con macedonia—. ¿Ya conduces, Jess?<br />
Él se echó a reír y se sentó al lado <strong>de</strong> Nate.<br />
—No —replicó—. ¿Me <strong>de</strong>jas pilotar tu avioneta?<br />
—Cuando los pies te lleguen a los pedales. ¿Café, David?<br />
—Sí, gracias. ¿Seguro que esto es comestible? —preguntó a Nate.<br />
—Claro. Ya echaba <strong>de</strong> menos a mi colega <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sayunos. ¿Sienta bien eso <strong>de</strong><br />
ser hermano mayor?<br />
—No sé. La niña llora. Muy fuerte. Y luego duerme. Mucho. Pero me agarra el<br />
<strong>de</strong>do. Y chupa la teta <strong>de</strong> mamá para la leche.<br />
—Vaya —fue todo lo que se le ocurrió <strong>de</strong>cir a Nate.<br />
—¿Te pongo un poco <strong>de</strong> leche en un vaso? —Meg sirvió café a David.<br />
—Rose se ha enterado <strong>de</strong> que estás sustituyéndola. —David añadió azúcar a la<br />
taza—. Quería que supieras que te lo agra<strong>de</strong>ce. Todos te lo agra<strong>de</strong>cemos.<br />
—Tranquilo. —Meg levantó la vista cuando apareció Charlene—. Voy a buscar<br />
la leche mientras <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s en qué consistirá ese <strong>de</strong>sayuno <strong>de</strong> hombres.<br />
Nate <strong>de</strong>jó su coche a Meg y se fue a pie a la comisaría. El sol proyectaba una luz<br />
débil, pero algo era. Las montañas se veían empañadas por las nubes, aquel tipo <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
nubes que Nate ya i<strong>de</strong>ntificaba como portadoras <strong>de</strong> nieve. Aunque el glacial viento y<br />
el terrible frío se habían suavizado. El paseo calentó sus músculos y le <strong>de</strong>spejó la<br />
cabeza.<br />
Encontró caras conocidas por el camino e intercambió saludos con la expresión<br />
ausente <strong>de</strong> aquellos que se ven prácticamente todos los días.<br />
Pensó, no sin cierta sorpresa, que se estaba haciendo un hueco en aquel lugar.<br />
Ya no lo veía como una huida, un refugio o un recurso provisional, sino como un<br />
hueco.<br />
Ni siquiera recordaba la última vez que había pensado en marcharse o<br />
simplemente en <strong>de</strong>jarse llevar hacia otro lugar, otro trabajo. Llevaba días sin tener<br />
que hacer un esfuerzo por salir <strong>de</strong> la cama por la mañana o sin permanecer horas a<br />
oscuras por miedo a dormirse y que volvieran las pesadillas.<br />
A veces volvía el peso, en la cabeza, en los hombros, en el estómago, pero ya no<br />
era tan agobiante ni aparecía con tanta asiduidad.<br />
Miró <strong>de</strong> nuevo las montañas y supo que se lo <strong>de</strong>bía a Patrick Galloway. Le<br />
<strong>de</strong>bía haber conseguido que ahora no pudiera ni siquiera abandonar la búsqueda <strong>de</strong><br />
la justicia.<br />
Se <strong>de</strong>tuvo al ver pasar a Hopp con el 4x4. La alcal<strong>de</strong>sa bajó el cristal.<br />
—Me voy a ver a Rose y al bebé.<br />
—Salú<strong>de</strong>les <strong>de</strong> mi parte.<br />
—Debería pasar usted mismo a verla. Por cierto, tengo que comentarle un par<br />
<strong>de</strong> cosas. Pasado mañana, los fe<strong>de</strong>rales provocarán un alud controlado, <strong>de</strong> forma que<br />
quedará bloqueada la carretera entre Lunacy y Anchorage.<br />
—¿Cómo dice?<br />
—Los fe<strong>de</strong>rales provocan alu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vez en cuando para <strong>de</strong>spejar la montaña.<br />
Tienen previsto hacerlo pasado mañana a las diez <strong>de</strong> la mañana. Peach acaba <strong>de</strong><br />
recibir la información y me lo ha comentado cuando he pasado por la comisaría.<br />
Habrá que comunicarlo a la gente.<br />
—Me encargaré <strong>de</strong> ello.<br />
—A<strong>de</strong>más está lo <strong>de</strong> ese maldito alce que rondaba cerca <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> la escuela;<br />
cuando unos críos han querido ahuyentarlo se ha dado contra unos coches aparcados<br />
y se ha vuelto contra los chavales. Han encerrado a los niños en las aulas porque el<br />
alce <strong>de</strong> marras está muy cabreado. ¿Se pue<strong>de</strong> saber <strong>de</strong> qué se ríe? —pregunto—.<br />
¿Usted no ha visto nunca un alce cabreado?<br />
—Pues no, señora, pero me temo que no voy a tardar en verlo.<br />
—Si no consigue ahuyentarlo, tendrá que cargárselo. —Hizo un gesto <strong>de</strong><br />
asentimiento al ver que él se ponía serio—. Ese animal pue<strong>de</strong> hacer daño a alguien.<br />
—Déjelo en mis manos.<br />
Apretó el paso. No pensaba liquidar a un alce y mucho menos cerca <strong>de</strong> la<br />
escuela. Podían llamarle forastero, pero por ahí no pasaba.<br />
Entró en la comisaría y encontró a su personal, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> a Ed Woolcott. Otto<br />
estaba rojo <strong>de</strong> ira y su nariz prácticamente rozaba la <strong>de</strong> Ed.<br />
Alu<strong>de</strong>s, un alce loco, un ayudante rojo <strong>de</strong> ira y un banquero cabreado. ¡Vaya<br />
mañanita!<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¡Ya era hora! —exclamó Ed—. Tenemos que hablar, jefe. En su <strong>de</strong>spacho.<br />
—Tendrá que esperar. Peach, pase a la KLUN la información sobre la previsión<br />
<strong>de</strong>l alud. Que lo repitan en los boletines cada hora, durante todo el día. Haga<br />
también unos carteles, que pegaremos por Lunacy. Usted, Peter, vaya con el coche a<br />
informar en persona a quienes residan al sur <strong>de</strong> Wolverine. Tienen que saber lo que<br />
se avecina, y que estarán sitiados hasta que se haya <strong>de</strong>spejado la carretera.<br />
—De acuerdo, señor Burke.<br />
—Jefe Burke... —dijo Ed.<br />
—Un momento —respondió Nate haciéndole un gesto para que esperara—.<br />
Otto, tenemos un alce con malas pulgas cerca <strong>de</strong> la escuela. Ya ha provocado<br />
<strong>de</strong>sperfectos en algún vehículo. —Mientras hablaba, se dirigía al armero—.<br />
Acompáñeme y veremos si po<strong>de</strong>mos alejarlo.<br />
Lo abrió y escogió una carabina, aunque rezó para sus a<strong>de</strong>ntros no tener que<br />
emplearla.<br />
—Llevo diez minutos esperando —se quejó Ed—. Sus ayudantes son capaces <strong>de</strong><br />
solucionar un simple caso <strong>de</strong> fauna autóctona.<br />
—Pue<strong>de</strong> esperarme aquí, o si lo prefiere, pasaré por el banco en cuanto<br />
hayamos resuelto la situación.<br />
—Como teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>...<br />
—Está usted hecho un pelmazo —terminó la frase Nate—. Necesitaremos su<br />
coche Otto. El mío está en el Lodge. En marcha.<br />
—Parecía una trucha boqueando fuera <strong>de</strong>l agua —dijo Otto cuando estuvieron<br />
fuera—. Pedirá su cabeza por esto, Nate, pue<strong>de</strong> estar seguro. Ed no se anda con<br />
chiquitas.<br />
—Tengo ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> más arriba. La alcal<strong>de</strong>sa me ha encargado que me ocupe<br />
<strong>de</strong>l alce, así que me ocupo <strong>de</strong>l alce. —Se metió en el coche <strong>de</strong> Otto—. No vamos a<br />
dispararle.<br />
—¿Por qué ha cogido la carabina?<br />
—Para intimidarle.<br />
El complejo escolar consistía en tres pequeños edificios bajos con un cuidado<br />
bosquecito a un lado y un pequeño campo cuadrado en el otro. Sabía que los<br />
pequeños salían al campo en el recreo dos veces al día, siempre que el tiempo no lo<br />
impedía.<br />
Puesto que casi todos los niños habían nacido allí, hacía falta un tiempo<br />
realmente <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios para suprimir el recreo.<br />
Los mayores pasaban el rato en el bosquecito, don<strong>de</strong> fumaban o discutían entre<br />
sí, antes y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las clases.<br />
Había un mástil, y en aquella hora <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>berían on<strong>de</strong>ar la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong><br />
Estados Unidos y la <strong>de</strong> Alaska. Pero estaban más o menos a media asta, y se agitaban<br />
levemente por la acción <strong>de</strong> un viento sin empuje.<br />
—Seguro que los críos estaban izando las ban<strong>de</strong>ras cuando lo han visto —<br />
murmuró Nate—. Y han <strong>de</strong>cidido perseguirlo.<br />
—Para cabrearlo.<br />
Nate echó un vistazo a los dos coches abollados <strong>de</strong>l pequeño aparcamiento.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Eso parece.<br />
Localizó al alce en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosquecito; estaba frotándose la cornamenta<br />
contra la corteza <strong>de</strong> un árbol. Vio también un pequeño reguero <strong>de</strong> sangre. Ya que no<br />
le habían hablado <strong>de</strong> heridos, dio por supuesto que la sangre era <strong>de</strong>l animal.<br />
—No veo que esté creando ningún problema —observó Nate.<br />
—Parece que se ha hecho un corte al arremeter contra esos coches, <strong>de</strong> modo que<br />
no estará <strong>de</strong> muy buen humor. Si preten<strong>de</strong> quedarse por aquí habrá problemas, sobre<br />
todo si algún espabilado se escapa <strong>de</strong> clase y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> perseguirlo <strong>de</strong> nuevo o acercarse<br />
hasta su casa para coger un arma con la intención <strong>de</strong> pegarle un tiro.<br />
—Fantástico. Bueno, acérquese a él tanto como pueda y tal vez se aleje.<br />
—O quizá ataque.<br />
—No estoy dispuesto a disparar a un alce que se está rascando contra un árbol,<br />
Otto.<br />
—Lo hará otro, si sigue tan cerca <strong>de</strong> las casas. La carne <strong>de</strong> alce es excelente.<br />
—No seré yo quien lo haga, ni se hará <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l perímetro urbano, ¡maldita<br />
sea!<br />
Cuando se acercó, el alce se volvió y para su consternación <strong>de</strong>tectó una mirada<br />
más fiera que boba en aquellos oscuros ojos.<br />
—¡Vaya con el cabrón! ¡Toque el claxon!<br />
Los alces no son animales lentos. ¿De dón<strong>de</strong> había sacado la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que sí lo<br />
eran? Se acercaba a ellos al galope, al parecer más movido por el <strong>de</strong>safío <strong>de</strong>l sonido<br />
<strong>de</strong>l motor y <strong>de</strong> la bocina que intimidado. Nate asomó la cabeza por la ventana,<br />
apuntó hacia el cielo y disparó. El alce siguió avanzando y Otto, añadiendo sus<br />
propios juramentos al jaleo, dio un viraje brusco para evitar el choque frontal.<br />
Nate cargó la carabina y volvió a disparar al aire.<br />
—¡Hay que dar a ese hijo <strong>de</strong> puta! —exclamó Otto mientras giraba el volante<br />
tan bruscamente que a punto estuvo <strong>de</strong> hacer saltar a Nate por la ventana.<br />
—No pienso hacerlo.<br />
Cargó <strong>de</strong> nuevo el arma y esta vez disparó contra el suelo nevado, a apenas<br />
medio metro <strong>de</strong>l alce. El animal cambió bruscamente <strong>de</strong> dirección y, a un trote<br />
bastante torpe, se metió entre los árboles.<br />
Nate disparó otros dos tiros para asegurar la espantada.<br />
Luego se <strong>de</strong>splomó en el asiento, resoplando. Tras ellos se oía el griterío, las<br />
carcajadas y las ovaciones <strong>de</strong> los niños y los muchachos que asomaban la cabeza por<br />
las puertas <strong>de</strong> la escuela.<br />
—Está loco. —Otto se quitó la gorra para pasarse la mano por encima <strong>de</strong>l pelo<br />
que llevaba casi al cero—. Debe <strong>de</strong> estar loco. Sé que en Baltimore <strong>de</strong>jó seco a un tipo.<br />
¿Y ahora es incapaz <strong>de</strong> dispararle una perdigonada a un alce?<br />
Nate aspiró profundamente y se quitó <strong>de</strong> la cabeza la imagen <strong>de</strong>l callejón.<br />
—El alce iba <strong>de</strong>sarmado. Vámonos, Otto. Tengo que ocuparme <strong>de</strong>l teniente <strong>de</strong><br />
alcal<strong>de</strong>. Usted pue<strong>de</strong> volver y ocuparse <strong>de</strong> los informes.<br />
- 227 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
El teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong> no se había dignado esperarle. En efecto, Peach le contó a<br />
Nate que había salido echando pestes y quejándose por haber contratado a un<br />
forastero perezoso y engreído.<br />
Tomándoselo con calma, Nate dio la carabina a Otto, cogió el walkie-talkie y se<br />
dispuso a dar un paseo hasta el banco.<br />
Pensó que en algún lugar <strong>de</strong>l ancho, anchísimo mundo, hacía más frío que en<br />
Lunacy en febrero, y pidió a Dios no tener que visitarlo nunca.<br />
El cielo se había <strong>de</strong>spejado, lo que significaba que había <strong>de</strong>saparecido cualquier<br />
resto <strong>de</strong> aire templado. Pero el sol estaba ahí, <strong>de</strong> forma que con un poco <strong>de</strong> suerte a<br />
media tar<strong>de</strong> se alcanzaría la agradable temperatura <strong>de</strong> seis grados bajo cero. Y se fijó<br />
en que un círculo ro<strong>de</strong>aba el astro, un halo con los tonos rojos, azules y dorados <strong>de</strong>l<br />
arco iris. Aquello que Peter le había mostrado en una ocasión.<br />
Vio a Johnny Trivani, el que soñaba con casarse pronto, charlando en la acera<br />
con Bess Mackie, y a Deb, fuera <strong>de</strong> la tienda, limpiando los cristales como habría<br />
hecho en un precioso día <strong>de</strong> primavera.<br />
Saludó con la mano a Mitch Dauber, a quien vio por la ventana <strong>de</strong> la KLUN;<br />
ponía discos y observaba la vida <strong>de</strong> Lunacy. Pensó que Mitch encontraría alguna<br />
reflexión filosófica que hacer respecto <strong>de</strong>l alce antes <strong>de</strong> que finalizara el día.<br />
Febrero. La i<strong>de</strong>a le sorprendió cuando se encontraba en el cruce <strong>de</strong> Lunatic con<br />
Denali. Prácticamente estaban a las puertas <strong>de</strong> marzo. Enfilaba la recta final <strong>de</strong> los<br />
sesenta días, el plazo que se había marcado. Y seguía allí.<br />
Más que allí, pensó. Estaba adaptándose a aquella vida.<br />
Con expresión pensativa, cruzó la calle y se metió en el banco.<br />
Vio a dos clientes en el mostrador y a otro que recogía unas cartas en la oficina<br />
<strong>de</strong> correos. Por la forma en que lo miraron <strong>de</strong> arriba abajo los clientes y los cajeros,<br />
Nate supo que Ed había montado una buena al llegar.<br />
Saludó con la cabeza al silencioso personal y pasó por la puerta <strong>de</strong> vaivén que<br />
separaba el vestíbulo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>spachos.<br />
La entidad bancaria no realizaba servicios externos ni tenía cajero automático,<br />
pero había una bonita moqueta, exhibía algunos cuadros <strong>de</strong> pintores <strong>de</strong> aquella zona<br />
y en ella se respiraba eficiencia.<br />
Se acercó a la puerta en la que estaba el nombre <strong>de</strong> Ed Woolcott escrito en una<br />
reluciente placa <strong>de</strong> latón y llamó.<br />
El propio Ed le abrió y le dijo:<br />
—Tendrá que esperar. Estoy hablando por teléfono.<br />
—Muy bien.<br />
Después <strong>de</strong> que le dieran con la puerta en las narices, Nate se metió las manos<br />
en los bolsillos y se <strong>de</strong>dicó a observar los cuadros.<br />
Se fijó en uno en el que había un tótem en un bosque nevado; estaba firmado<br />
por Ernest Notti. ¿Sería un pariente <strong>de</strong> Peter?, se preguntó. Tenía aún mucho que<br />
apren<strong>de</strong>r sobre los habitantes <strong>de</strong> Lunacy.<br />
Echó un vistazo a su alre<strong>de</strong>dor. No vio ningún cristal protector entre los cajeros<br />
y los clientes, pero sí cámaras <strong>de</strong> seguridad. No era la primera vez que entraba en el<br />
banco, pues tenía allí su propia cuenta.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Puesto que se habían reemprendido las conversaciones, intentó captar algo <strong>de</strong><br />
estas. La sesión nocturna <strong>de</strong> cine, la venta <strong>de</strong> pasteles caseros en beneficio <strong>de</strong> la<br />
banda <strong>de</strong> la escuela, el tiempo, la Iditarod. Charlas <strong>de</strong> pueblo, nada que ver con lo<br />
que podía cocerse en aquellos momentos en una <strong>de</strong> las sucursales <strong>de</strong> su banco en<br />
Baltimore.<br />
Ed le tuvo diez minutos esperando, tiempo suficiente para relajarse y<br />
reflexionar; cuando le abrió la puerta no vio en su rostro una expresión <strong>de</strong>terminada,<br />
pero sí cierto color en las mejillas.<br />
—He <strong>de</strong> comunicarle que he presentado una queja ante la alcal<strong>de</strong>sa.<br />
—Muy bien.<br />
—No me gusta su actitud, jefe Burke.<br />
—Tomo <strong>de</strong>bida nota <strong>de</strong> ello, señor Woolcott. Si eso es todo lo que tenía que<br />
<strong>de</strong>cirme, me retiro para volver a la comisaría.<br />
—Lo que quiero saber es qué está haciendo usted respecto al robo <strong>de</strong> mis<br />
pertenencias.<br />
—Otto se encarga <strong>de</strong> ello.<br />
—Destrozaron mi cabaña y me robaron un equipo <strong>de</strong> pesca <strong>de</strong> gran valor. Creo<br />
que merezco la atención <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> policía.<br />
—Y la tiene usted. Se ha hecho un informe y la persona a<strong>de</strong>cuada está llevando<br />
el caso. Ni mi personal ni yo mismo nos tomamos a la ligera un robo. Disponemos <strong>de</strong><br />
una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>tallada <strong>de</strong> los enseres robados y en el caso <strong>de</strong> que el ladrón tenga<br />
tan poco juicio como para utilizarlos, hacer algún comentario o intentar ven<strong>de</strong>rlos en<br />
mi jurisdicción, le <strong>de</strong>tendremos en el acto y recuperaremos sus pertenencias.<br />
Los ojos <strong>de</strong> Ed eran como dos estrechas rendijas en aquel rostro <strong>de</strong> cuero sin<br />
curtir.<br />
—Seguro que si yo fuera una mujer pondría más interés.<br />
—En realidad, no es mi tipo, señor Woolcott —siguió Nate—. Está disgustado y<br />
alterado. Con toda la razón, a<strong>de</strong>más. No han respetado su propiedad. El hecho <strong>de</strong><br />
que probablemente se trate <strong>de</strong> unos críos que hacían el tonto no significa que no<br />
cometieran una infracción. Haremos lo que esté en nuestra mano para <strong>de</strong>volverle sus<br />
pertenencias. Por si le sirve <strong>de</strong> algo, le diré que siento haberme mostrado brusco. Me<br />
preocupaba que unos niños pudieran resultar heridos y he dado prioridad a esa<br />
cuestión. Usted mismo tiene a dos hijos en esta escuela. Supongo que su seguridad<br />
tiene prioridad frente a los enseres robados.<br />
El sofoco se había ido apagando y un largo resoplido indicó a Nate que la crisis<br />
estaba superada.<br />
—De todos modos, ha sido usted grosero.<br />
—Tiene razón. Y distraído. Para ser franco, tengo un montón <strong>de</strong> cosas en la<br />
cabeza. El asesinato <strong>de</strong> Patrick Galloway, el aparente suicidio <strong>de</strong> Max. —Movió la<br />
cabeza con expresión <strong>de</strong> agobio—. Cuando acepté este trabajo, pensé que me<br />
enfrentaría... no sé, a lo sumo con robos como el que ha sufrido usted.<br />
—Trágico. —Ed se sentó y tuvo la gentileza <strong>de</strong> señalar una silla a Nate para que<br />
hiciera lo mismo—. Algo trágico y terrible. Max era amigo mío, un buen amigo.<br />
Se frotó la nuca.<br />
- 229 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Creía que lo conocía, pero no tenía ni i<strong>de</strong>a, ni el menor indicio <strong>de</strong> que<br />
estuviera pensando en el suicidio. Dejar a la mujer y a los hijos <strong>de</strong> esta forma... —<br />
Levantó las manos en una especie <strong>de</strong> disculpa silenciosa—. Creo que este suceso me<br />
ha conmocionado más <strong>de</strong> lo que estaba dispuesto a admitir; me está carcomiendo. Yo<br />
también <strong>de</strong>bo pedirle disculpas.<br />
—No hace falta.<br />
—En cuanto a lo <strong>de</strong>l robo, me he <strong>de</strong>jado llevar. Un mecanismo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa. Es<br />
más fácil hacerse mala sangre por algo así que pensar en Max. He intentado ayudar a<br />
Carrie con los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la ceremonia y en las cuestiones económicas. Una muerte<br />
entraña mucho papeleo. Es duro. Es duro enfrentarse a todo esto.<br />
—No hay nada tan duro como enterrar a un amigo. ¿Hacía mucho que lo<br />
conocía?<br />
—Mucho. De los buenos tiempos. Nuestros hijos se han criado juntos. Y solo<br />
faltaba <strong>de</strong>scubrir que Pat...<br />
—¿También lo conocía?<br />
Sonrió.<br />
—Antes <strong>de</strong> casarme con Arlene. O, como diría ella, antes <strong>de</strong> que Arlene me<br />
domesticara. No he sido siempre el ciudadano serio y responsable, padre <strong>de</strong> familia,<br />
que soy ahora. Pat era... un aventurero. Aquellos fueron buenos tiempos. Otra<br />
historia.<br />
Miró su <strong>de</strong>spacho como si no fuera con él, como si fuera <strong>de</strong> otro y no recordara<br />
cómo había llegado hasta allí.<br />
—Parece imposible.<br />
—Ha sido una gran conmoción para todos <strong>de</strong>scubrir lo <strong>de</strong> Galloway.<br />
—Siempre creí, como todo el mundo, que se había largado, y no me extrañó.<br />
Bueno, no me extrañó mucho. Era una persona inquieta, temeraria. Por eso caía bien.<br />
—Usted escaló con él.<br />
—¡Imagine! —Ed se apoyó en el respaldo—. Me encantaba la escalada—. La<br />
emoción y el sufrimiento. Y sigue gustándome, pero ahora ya no tengo tiempo o no<br />
sé tomármelo. He enseñado a escalar a mi hijo.<br />
—Me han dicho que Galloway era un experto.<br />
—Sí. Aunque era temerario. Demasiado en mi opinión, y me preocupaba,<br />
incluso cuando yo tenía treinta años.<br />
—¿Se le ocurre alguien con quien pudiera haber organizado aquel ascenso en<br />
febrero?<br />
—No, y pue<strong>de</strong> creer que lo he estado pensando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que oí la noticia.<br />
Supongo que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> encontrarse con alguien o con un grupo y que él mismo se los<br />
llevó a la montaña en invierno. Muy propio <strong>de</strong> él, un acto impulsivo, para ganar algo<br />
<strong>de</strong> dinero, o por la simple emoción. Y uno <strong>de</strong> ellos lo mató, vaya usted a saber por<br />
qué. —Iba moviendo la cabeza—. Pero ¿no es la policía estatal la que se ocupa <strong>de</strong> la<br />
investigación?<br />
—Sí. Pero yo siento curiosidad, extraoficialmente.<br />
—Dudo que encuentren al que lo hizo o sepan por qué. Dieciséis años. ¡Madre<br />
mía, cómo cambian las cosas! —murmuró—. Casi ni te das cuenta. Piense que en<br />
- 230 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
cierta época llevaba el banco yo solo, y vivía aquí. Guardaba el dinero en aquella caja<br />
fuerte.<br />
Señaló una caja negra que llegaba hasta el suelo.<br />
—No lo sabía.<br />
—Llegué aquí con veintisiete años. Quería labrarme un futuro en este lugar<br />
inexplorado, civilizarlo a mi antojo. —Esbozó una sonrisa—. Creo que eso es lo que<br />
hice. Los Hopp y el juez Royce fueron mis primeros clientes. ¡La fe que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong><br />
tener en mí para poner su dinero en mis manos! Es algo que no olvidaré nunca. Pero<br />
teníamos un sueño y con él creamos esta población.<br />
—Un lugar muy agradable.<br />
—En efecto, y me siento orgulloso <strong>de</strong> haber colaborado en su creación. Ahí<br />
estaba el viejo Hi<strong>de</strong>l con el Lodge originario. También me confió su dinero, poco<br />
tiempo <strong>de</strong>spués. Luego llegaron otros. Peach con su tercer... perdón, con su segundo<br />
marido. Vivieron un tiempo fuera <strong>de</strong>l núcleo, pero venían a menudo a buscar<br />
provisiones y compañía. Ella se instaló aquí cuando su marido murió. Otto, Bing,<br />
Deb y Harry. Hace falta tener un carácter fuerte y mucha ilusión para montarse la<br />
vida aquí.<br />
—Tiene razón.<br />
—Pues bien... —Aspiró por la nariz—. Pat tenía ilusión y carácter. Lo <strong>de</strong> fuerte<br />
ya no puedo asegurarlo. Lo pasabas bien con ese cabrón. Espero que el caso se cierre<br />
como es <strong>de</strong>bido. ¿Usted cree que algún día sabremos qué ocurrió <strong>de</strong> verdad allí<br />
arriba?<br />
—Las probabilida<strong>de</strong>s no son muchas. Pero estoy seguro <strong>de</strong> que Coben le<br />
<strong>de</strong>dicará el tiempo y los esfuerzos necesarios. Buscará al piloto y a quien pudiera<br />
haber visto a Galloway los días anteriores a la escalada. Tal vez le pregunten a usted<br />
acerca <strong>de</strong> los pilotos a los que recurría para sus excursiones.<br />
—Él solía acudir a Jacob. Pero, <strong>de</strong> haberle subido él, habría informado <strong>de</strong> que<br />
Pat no había vuelto. —Levantó los hombros—. Lógicamente <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser otro.<br />
Vamos a ver...<br />
Cogió una pluma <strong>de</strong> plata y tamborileó con ella con expresión ausente en la<br />
carpeta <strong>de</strong>l escritorio.<br />
—Cuando subíamos con Jacob recuerdo que a veces recurría a... ¿cómo se<br />
llamaba aquel tipo? Un veterano <strong>de</strong> Vietnam... Lakes... Loukes. ¡Eso es! Y también me<br />
acuerdo <strong>de</strong> aquel zumbado... a quien llamaban Dos Dedos. ¿Cree usted que <strong>de</strong>bería<br />
llamar a ese tal Coben y contárselo?<br />
—No estaría <strong>de</strong> más. Yo tengo que volver al trabajo. —Se levantó y le ofreció la<br />
mano—. Supongo que hemos hecho las paces, señor Woolcott.<br />
—Llámeme Ed. Sí, las hemos hecho. Maldita barrena. Pagué <strong>de</strong>masiado por ella<br />
y por eso todavía me fastidia más. Está asegurada, igual que las cañas, pero es<br />
cuestión <strong>de</strong> principios.<br />
—De acuerdo. ¿Sabe qué haré? Me acercaré a su cabaña y echaré un vistazo por<br />
allí.<br />
La satisfacción se reflejó en el rostro <strong>de</strong> Ed.<br />
—Se lo agra<strong>de</strong>zco. He puesto una cerradura nueva. Le daré las llaves.<br />
- 231 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Una vez solucionadas la cuestión <strong>de</strong>l alce y la <strong>de</strong>l berrinche <strong>de</strong>l teniente <strong>de</strong><br />
alcal<strong>de</strong>, Nate pasó a ver a Rose. Le hizo al bebé los gestos y ruidos que creía<br />
apropiados; la criatura parecía una especie <strong>de</strong> tortuga con la cabeza negra envuelta<br />
en una manta rosa.<br />
Luego pasó por la comisaría e informó a Peach <strong>de</strong> que se iba hasta el lago a<br />
echar un vistazo a la cabaña <strong>de</strong> Ed. Siguiendo un impulso, se <strong>de</strong>tuvo en el Lodge y<br />
cogió a Rock y Bull para que pudieran correr un rato con él.<br />
Fue un viaje agradable, ya que cambió la emisora que sintonizaba<br />
habitualmente Otto, <strong>de</strong> música country, y puso la que le gustaba a él, especializada<br />
en rock alternativo. Llegó al lago escuchando la música <strong>de</strong> Blink 182.<br />
La cabaña <strong>de</strong> Ed se alzaba en solitario sobre una ondulada extensión <strong>de</strong> hielo.<br />
Según calculó Nate, tenía el tamaño <strong>de</strong> dos espaciosos retretes exteriores y estaba<br />
construida con lo que podían ser planchas <strong>de</strong> cedro. Era un poco más ostentosa <strong>de</strong> lo<br />
que había imaginado, con los costados plateados y el tejado en pico.<br />
A<strong>de</strong>más, estaba muy apartada <strong>de</strong>l núcleo que formaban las <strong>de</strong>más cabañas. Se<br />
le ocurrió comparar aquello con una al<strong>de</strong>a formada por las casas <strong>de</strong> los campesinos y<br />
la <strong>de</strong>l terrateniente.<br />
Los perros emprendieron una carrera en el hielo como un par <strong>de</strong> críos mientras<br />
Nate resbalaba y patinaba por aquel terreno.<br />
La tranquilidad resultaba sorpren<strong>de</strong>nte, como en una iglesia, con el suave<br />
rumor musical <strong>de</strong>l viento entre los árboles cubiertos <strong>de</strong> nieve. En el cielo azul se<br />
veían los colores <strong>de</strong>l arco iris y su reflejo relucía en el lago helado.<br />
Tan fuerte era la sensación <strong>de</strong> silencio y soledad que cuando oyó el largo eco <strong>de</strong><br />
un grito se sobresaltó y con la mano buscó el arma que llevaba encima.<br />
El águila <strong>de</strong>scribió un círculo con su esbelto cuerpo <strong>de</strong> un color pardo dorado<br />
contra el azul. Los perros entrechocaban jugueteando y un momento <strong>de</strong>spués se<br />
hundieron en la nieve acumulada al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l lago.<br />
Des<strong>de</strong> allí veía la avioneta <strong>de</strong> Meg. El rojo resplandor junto a la curva que<br />
<strong>de</strong>scribían las heladas aguas. Aquel no era el único rastro <strong>de</strong> civilización, pues divisó<br />
también una nube <strong>de</strong> humo que salía <strong>de</strong> una chimenea, un atisbo <strong>de</strong> casa en el espeso<br />
bosque y su propio aliento en forma <strong>de</strong> vapor.<br />
Soltó una risita. Tal vez tendría que plantearse pescar en el hielo. Algo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />
tener ese impulso primitivo <strong>de</strong> querer echar el sedal en un agujero en el hielo y<br />
esperar tranquilamente junto al agua helada.<br />
Se acercó a la cabaña y vio una chapucera pintada, ¡CAGUETA!, cruzada en la<br />
puerta y <strong>de</strong> un color amarillo estri<strong>de</strong>nte.<br />
Otra señal <strong>de</strong> civilización, pensó Nate mientras buscaba las llaves.<br />
Ed había colocado dos candados nuevos, con sus respectivas ca<strong>de</strong>nas<br />
resistentes y relucientes. Los abrió y entró.<br />
Los artistas <strong>de</strong>l spray también habían trabajado <strong>de</strong>ntro. Había obscenida<strong>de</strong>s por<br />
doquier. Comprendió la irritación <strong>de</strong> Ed. A él también le habría cabreado encontrar<br />
algo así en uno <strong>de</strong> sus refugios.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Vio el estante en el que guardaba las cañas y se fijó en la pulcritud y el or<strong>de</strong>n<br />
que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> reinar allí antes <strong>de</strong> la vandálica acción.<br />
El aparejo, la cocina Coleman y las sillas estaban intactas, pero habían abierto y<br />
vaciado el pequeño armario en el que supuso que guardaba el whisky, Glenfiddich,<br />
según el informe <strong>de</strong> Otto.<br />
Encontró tacos <strong>de</strong> los que se adhieren a las botas y pensó que no sería mala i<strong>de</strong>a<br />
comprar unos para las suyas. En la cabaña vio también un botiquín, guantes, un<br />
sombrero, una parka vieja, raquetas para la nieve y mantas térmicas.<br />
Las raquetas colgaban <strong>de</strong> la pared, justo encima <strong>de</strong> un CAPULLO pintado en<br />
aquel amarillo chillón. Nate no pudo ver si se habían usado recientemente.<br />
También guardaba allí combustible para la cocina, un utensilio para quitar las<br />
escamas a los peces y un par <strong>de</strong> cuchillos con un aspecto extraordinario. Un montón<br />
<strong>de</strong> revistas, un transistor. Pilas <strong>de</strong> recambio.<br />
Nada, pensó, que no fuera habitual en una cabaña <strong>de</strong> pesca en Alaska.<br />
Salió y ro<strong>de</strong>ó la construcción. Miró hacia el lugar en el que estaba la avioneta <strong>de</strong><br />
Meg y más allá, don<strong>de</strong> empezaba el bosque.<br />
Intentó imaginar a Ed Woolcott, presuntuoso, pero fuerte, mero<strong>de</strong>ando por el<br />
bosque con las raquetas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 20<br />
El inci<strong>de</strong>nte con el alce dio para toda la semana. A Nate le tomaron el pelo y le<br />
felicitaron, según el interlocutor, por la técnica que había empleado para ahuyentar al<br />
animal.<br />
El alce fue como una especie <strong>de</strong> bendición: apartó el tema <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> la<br />
cabeza <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Lunacy, al menos durante unos días.<br />
Se planteó volver a hablar con Carrie y pensó en alguna estrategia para evitar<br />
su posible respuesta <strong>de</strong> darle con la puerta en las narices o negarse en redondo a<br />
recibirle. La notificación <strong>de</strong> que se había incinerado el cadáver, y <strong>de</strong> que Meg la<br />
acompañaba a Anchorage a recoger las cenizas, acabaron <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidirle.<br />
—Tendré que ir contigo —le dijo a Meg.<br />
—Oye, jefe, ya será bastante duro ir y volver... como para que te tengamos a ti<br />
refregándole en las narices los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l caso.<br />
—No tengo intención <strong>de</strong> refregarle nada. Ahora mismo voy a verla. Quedamos<br />
en el río.<br />
—Nate —Meg acabó <strong>de</strong> ponerse las botas—, si crees que la policía <strong>de</strong> Lunacy<br />
tiene que estar representada, por la razón policial que sea, envía a Otto o a Peter. Te<br />
guste o no, eres la última persona a quien Carrie <strong>de</strong>sea ver hoy.<br />
—Nos vemos en el río. —Estaba a punto <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la habitación que<br />
compartían provisionalmente cuando se le encendió la bombilla. Se volvió riendo—.<br />
Rock y Bull. Soy lento pero acabo <strong>de</strong> pillarlo. Será por haber oído tantas historias <strong>de</strong><br />
alces últimamente. Los dibujos animados: Rocky y Bullwinkle.<br />
—O eres muy lento o no tuviste infancia, chaval.<br />
—No, lo que ocurre es que pensé que se trataba <strong>de</strong> dos nombres <strong>de</strong> macho,<br />
como si fueran, no sé, dos boxeadores. Roco, el Toro bravo, o algo así.<br />
Los labios <strong>de</strong> Meg se torcieron levemente en las comisuras. ¿Cómo podía<br />
seducirla cuando estaba enfadada con él?<br />
—Rock es un luchador.<br />
—Pues no andaba yo tan <strong>de</strong>scaminado. Te veo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora.<br />
Había informado ya a sus colaboradores, que se mostraron igual <strong>de</strong> pesimistas<br />
que Meg, <strong>de</strong> que aquella mañana iría a Anchorage. Así que se fue directo a casa <strong>de</strong><br />
Carrie.<br />
La puerta <strong>de</strong> la casa se abrió cuando aún no había llegado a la mitad <strong>de</strong> la<br />
avenida. Vio a Carrie <strong>de</strong>lante, con pantalón y jersey negros.<br />
—Pue<strong>de</strong> dar media vuelta y volver a su coche. No pienso hablar con usted y no<br />
voy a permitirle que entre en casa.<br />
—Quisiera que me concediera cinco minutos, Carrie. No me apetece nada gritar<br />
a través <strong>de</strong> una puerta cerrada lo que he venido a <strong>de</strong>cirle. Ni creo que a usted le haga<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
ninguna gracia. Será mejor para los dos que me <strong>de</strong>je pasar unos minutos, sobre todo<br />
teniendo en cuenta que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora vamos a compartir avioneta.<br />
—No quiero que usted me acompañe.<br />
—Ya lo sé. Si opina lo mismo cuando haya oído lo que tengo que contarle,<br />
mandaré a Peter en mi lugar.<br />
Su rostro reflejaba la lucha interna que estaba viviendo. Poco <strong>de</strong>spués se volvió<br />
y <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong>jando la puerta abierta para que pudieran entrar él y el aire helado.<br />
Nate entró y cerró la puerta. La encontró en la salita, <strong>de</strong> espaldas, con los brazos<br />
cruzados sobre el pecho y sujetándose los bíceps con tal fuerza que resaltaba el<br />
blanco <strong>de</strong> sus nudillos.<br />
—¿Están sus hijos aquí?<br />
—No, los he mandado a la escuela. Están mejor si siguen la rutina, con sus<br />
amigos. Necesitan normalidad. ¿Cómo pue<strong>de</strong> aparecer aquí <strong>de</strong> esta forma? —Se dio<br />
media vuelta con rapi<strong>de</strong>z—. ¿Y atreverse a acosarme el día en que voy a traer a casa<br />
las cenizas <strong>de</strong> mi esposo? ¿No tiene usted corazón ni compasión?<br />
—Es una visita oficial y lo que tengo que comunicarle es confi<strong>de</strong>ncial.<br />
—Oficial. —Casi escupió la palabra—. ¿Qué quiere? Mi esposo está muerto.<br />
Está muerto y no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse contra los horribles comentarios que usted hace<br />
<strong>de</strong> él. Pero no va a hacerlos en su propia casa. Esta es la casa <strong>de</strong> Max y no repetirá en<br />
ella esas mentiras.<br />
—Usted le amaba. ¿Le amaba tanto como para darme su palabra <strong>de</strong> que no<br />
repetirá lo que voy a <strong>de</strong>cirle? ¿A nadie? ¿A nadie, Carrie?<br />
—¿Y usted se atreve a preguntarme si le amaba...?<br />
—Solo diga sí o no. Tiene que darme su palabra.<br />
—No me interesa que repita sus mentiras. Diga lo que tenga que <strong>de</strong>cir y<br />
lárguese. Le prometo que incluso olvidaré que ha estado aquí.<br />
No le daba otra opción.<br />
—Tengo entendido que Max estuvo en la montaña con Patrick Galloway en los<br />
días que murió este.<br />
—Váyase al infierno.<br />
—Y también tengo entendido que con ellos había otra persona.<br />
La boca <strong>de</strong> Carrie se abrió temblando.<br />
—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir... una tercera persona?<br />
—Subieron tres, bajaron dos. Creo que esta tercera persona asesinó a Galloway.<br />
Y también creo que es la que mató a Max, o le indujo al suicidio.<br />
Con la mirada fija en él, soltó una <strong>de</strong> las manos y buscó a tientas el respaldo <strong>de</strong><br />
una silla. Pareció que todo su cuerpo se <strong>de</strong>splomara en el asiento.<br />
—No le entiendo.<br />
—No puedo darle más <strong>de</strong>talles, pero necesito su colaboración... Su ayuda —<br />
rectificó—, para <strong>de</strong>mostrar lo que yo creo. Había allí un tercer hombre, Carrie.<br />
¿Quién era?<br />
—No lo sé. ¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, no lo sé! Ya le... le dije que alguien mató a<br />
Max. Le dije que él no se había suicidado. Se lo dije al sargento Coben. Y sigo<br />
repitiéndoselo.<br />
- 235 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Lo sé. Y la creo.<br />
—Usted me cree. —Las lágrimas empezaron a salir <strong>de</strong> sus ojos y a caer por sus<br />
mejillas—. Usted me cree.<br />
—Sí. Pero la cuestión es que el forense estableció que se trataba <strong>de</strong> un suicidio.<br />
Tal vez Coben tenga sus dudas, pue<strong>de</strong> que su instinto le diga algo, incluso pue<strong>de</strong><br />
haber ciertas pruebas circunstanciales, pero no está comprometido como nosotros.<br />
No pue<strong>de</strong> ni tiene tiempo para seguir esta vía. Tendremos que retroce<strong>de</strong>r muy atrás.<br />
Usted <strong>de</strong>bería intentar recordar <strong>de</strong>talles, sensaciones, conversaciones. No le será fácil.<br />
Y tendrá que guardarlo para usted misma. Le estoy pidiendo que se arriesgue.<br />
Se secó las lágrimas.<br />
—No le entiendo.<br />
—Si estamos en lo cierto, si alguien mató a Max por lo que sucedió en la<br />
montaña, este alguien la estará vigilando. Probablemente se preguntará qué sabe<br />
usted, qué recuerda, qué podía haberle contado Max.<br />
—¿Cree que puedo estar en peligro?<br />
—Creo que lo importante es que vaya con pies <strong>de</strong> plomo. Que no hable <strong>de</strong> esto<br />
con nadie, ni siquiera con sus hijos. Ni con su mejor amiga, ni con el sacerdote. Con<br />
nadie. Quisiera que me <strong>de</strong>jara revisar los objetos personales <strong>de</strong> Max, sus papeles.<br />
Todo... aquí y en el local. Y no quiero que lo sepa nadie. Me gustaría que retrocediera<br />
en el tiempo hasta aquel febrero y recordara qué hizo usted, qué hizo Max, con quién<br />
pasaba el tiempo, cómo se comportaba. Escríbalo.<br />
Carrie lo miró fijamente; había una chispa <strong>de</strong> esperanza en medio <strong>de</strong> la<br />
aflicción.<br />
—¿Encontrará a quien le hizo esto? ¿A quién nos hizo esto?<br />
—Haré lo que esté en mi mano.<br />
Se secó las mejillas.<br />
—He dicho cosas horribles <strong>de</strong> usted a... a todos los que han querido<br />
escucharme.<br />
—Algunas serían ciertas.<br />
—No, no lo eran. —Se apretó los ojos con los <strong>de</strong>dos—. Estoy tan<br />
<strong>de</strong>sconcertada... Me duele el corazón, me duele la cabeza. He hecho un esfuerzo para<br />
contratar a Meg para que me llevara y me trajera porque tenía que <strong>de</strong>mostrar que no<br />
creía... que no estaba avergonzada. Pero en parte lo estaba. —Apartó las manos <strong>de</strong><br />
los ojos y <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto su mirada cansada—. Si él estuvo allí, tenía que saber...<br />
—Aclararemos todo esto. Pue<strong>de</strong> que algunas <strong>de</strong> las respuestas resulten duras,<br />
Carrie, pero siempre será mejor que tener solo las preguntas.<br />
—Ojalá tenga usted razón. —Se levantó—. He <strong>de</strong> arreglarme un poco. —Iba a<br />
salir, pero se <strong>de</strong>tuvo y se volvió—. Esa historia <strong>de</strong>l alce en la escuela... A Max le<br />
habría encantado. Habría sacado un buen artículo. «Expulsan <strong>de</strong> la escuela <strong>de</strong><br />
Lunacy a un alce alborotador» o algo parecido. Estas historias siempre le habían<br />
atraído. Un hombre como él, que encontraba placer en algo tan tonto no podría haber<br />
hecho lo que le hicieron a Pat Galloway.<br />
- 236 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Deseé casarme con él casi en el momento en que lo conocí. Me gustó cómo<br />
hablaba, su proyecto <strong>de</strong> crear una revista aquí, su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo importante que era <strong>de</strong>jar<br />
constancia tanto <strong>de</strong> los pequeños <strong>de</strong>talles como <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s.<br />
Carrie miraba por la ventana <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su asiento, al lado <strong>de</strong> Meg, y Nate vio que<br />
fijaba su mirada en las montañas.<br />
—Vine aquí para trabajar <strong>de</strong> profesora y me quedé porque este lugar me robó el<br />
corazón. En realidad, la enseñanza no era mi fuerte, pero <strong>de</strong>seaba seguir aquí. Y me<br />
gustaron las posibilida<strong>de</strong>s que se me ofrecían... muchísimos más hombres que<br />
mujeres. Yo buscaba a un hombre. —Miró <strong>de</strong> soslayo a Meg.<br />
—¿Y quién no?<br />
Carrie soltó una risita que sonó algo ronca.<br />
—Quería casarme y tener hijos. En cuanto vi a Max supe que me convenía. Era<br />
listo, aunque no en exceso, guapo pero no tanto como para temer que otras le<br />
persiguieran. Era un poco tarambana, mejor dicho, se esforzaba en serlo, pero era <strong>de</strong><br />
aquellos que una mujer sabe que pue<strong>de</strong> hacer entrar en vereda con un poco <strong>de</strong><br />
tiempo y esfuerzo.<br />
Se interrumpió y su respiración entrecortada <strong>de</strong>lató la lucha que libraba contra<br />
las lágrimas.<br />
—¿Las mujeres hacen listas <strong>de</strong> esas cosas? Me refiero a lo que se hace cuando<br />
uno se plantea comprar una casa. Haría falta arreglar el suelo. Cimientos sólidos pero<br />
necesita una remo<strong>de</strong>lación... ¿Sobre este tipo <strong>de</strong> cosas? —preguntó Nate.<br />
Carrie soltó una risita entre lágrimas y se tapó los labios con la mano.<br />
—Pues sí. Al menos es lo que yo hice cuando me acercaba a los treinta. No me<br />
quedé prendada <strong>de</strong> buenas a primeras, quiero <strong>de</strong>cir que no me entró un terrible e<br />
incontenible arrebato, pero me lo llevé a la cama y aquello funcionó. Otro punto a<br />
favor que añadir a la lista.<br />
Se hizo el silencio y Nate carraspeó.<br />
—Vaya, y estos asientos en la columna <strong>de</strong> créditos ¿se hacen con un color o un<br />
tamaño <strong>de</strong> letra <strong>de</strong>terminado?<br />
—Tranquilo, Burke, tienes un consi<strong>de</strong>rable crédito en este apartado —intervino<br />
Meg. Y le dirigió una mirada que transmitía reconocimiento y comprensión. Veía que<br />
le ponía las cosas fáciles a Carrie. Tanto como podía. Luego, volviéndose hacia ella,<br />
dijo—: Se os veía bien juntos. Formabais un buen equipo.<br />
—Lo éramos. Pue<strong>de</strong> que nunca viviera una arrebatadora pasión, pero te contaré<br />
cuándo me enamoré realmente <strong>de</strong> él: cuando cogió por primera vez en brazos a<br />
nuestra hija. La cara que puso al sujetarla aquel día, cómo me miró mientras lo hacía.<br />
La conmoción y la maravilla, la emoción y el terror, todo eso estaba en su rostro. De<br />
modo que no viví una explosión, pero lo que experimenté fue un sentimiento <strong>de</strong><br />
cali<strong>de</strong>z, <strong>de</strong> seguridad y realidad.<br />
»No mató a tu padre, Meg. —Miró <strong>de</strong> nuevo por la ventana—. El hombre que<br />
sostuvo a la pequeña <strong>de</strong> aquella forma no podía haber matado a nadie. Sé que tienes<br />
razones para verlo <strong>de</strong> otra forma, y quisiera <strong>de</strong>cirte cuánto te agra<strong>de</strong>zco que hayas<br />
tenido... la amabilidad <strong>de</strong> acompañarme hoy.<br />
- 237 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Las dos perdimos a alguien a quien amábamos. No <strong>de</strong>mostraríamos nada<br />
abofeteándonos mutuamente.<br />
«Las mujeres —pensó Nate— son más fuertes y enérgicas que todos los<br />
hombres que he conocido. Incluido yo mismo.»<br />
En cuanto aterrizaron, Nate localizó a Coben, y a pesar <strong>de</strong> que le pareció una<br />
<strong>de</strong>cisión poco sensible, <strong>de</strong>jó que Meg y Carrie se ocuparan <strong>de</strong> los trámites y<br />
recuperaran las cenizas <strong>de</strong> Max.<br />
—Thomas Kijinski, alias Dos Dedos, parece la opción más acertada. Hay otro<br />
piloto, Loukes, que trabaja actualmente en Fairbanks, aparte <strong>de</strong> un par más a los que<br />
Galloway llamaba <strong>de</strong> vez en cuando. —Dejó la lista sobre la mesa <strong>de</strong> Coben—. Pero<br />
yo creo que Kijinski es nuestro hombre; lo mataron poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que muriera<br />
Galloway.<br />
—Apuñalado; el caso se investigó y se archivó como atraco. —Coben soltó un<br />
suspiro—. Kijinski jugaba con algunos pájaros <strong>de</strong> cuidado. Apostaba fuerte y al<br />
parecer también traficaba. Cuando murió tenía pagarés por un importe <strong>de</strong> diez <strong>de</strong> los<br />
gran<strong>de</strong>s. El inspector que llevaba el caso estaba convencido <strong>de</strong> que uno <strong>de</strong> sus<br />
pagarés se cobró en persona, pero no pudo <strong>de</strong>mostrarlo.<br />
—¿Y usted se traga estas coinci<strong>de</strong>ncias?<br />
—Yo no me trago nada. La cuestión es que Kijinski llevó mala vida y acabó mal.<br />
Suponiendo que fuera el piloto que llevó a Galloway a su última escalada, no ha<br />
vivido para contárnoslo.<br />
—Entonces supongo que no le importará entregarme una copia <strong>de</strong> su<br />
expediente.<br />
Coben inspiró por la nariz.<br />
—Tengo a la prensa tocándome las pelotas con todo esto, Burke.<br />
—Sí, estoy al corriente <strong>de</strong> que el caso ha salido en la prensa. Yo di la versión<br />
oficial a unos periodistas.<br />
—¿Alguna vez ha visto una salvajada como esta?<br />
Sacó <strong>de</strong> un cajón un ejemplar <strong>de</strong> un periódico sensacionalista y lo <strong>de</strong>jó sobre la<br />
mesa. El titular rezaba:<br />
RESCATAN A UN HOMBRE DE HIELO<br />
DE SU CONGELADA TUMBA<br />
Se veía una foto <strong>de</strong> Galloway, tal como se le encontró en la cueva, a todo color,<br />
bajo el <strong>de</strong>stacado titular en negrita.<br />
—Era <strong>de</strong> esperar una barbaridad así —empezó Nate.<br />
—Tuvo que tomar la foto alguien <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> rescate. Uno <strong>de</strong> ellos sacó una<br />
pasta vendiéndola al periódico. El teniente no me <strong>de</strong>ja ni a sol ni a sombra. Solo me<br />
falta que usted haga lo mismo.<br />
—Había un tercer hombre en la montaña.<br />
- 238 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Sí, según el dietario <strong>de</strong> Galloway. Evi<strong>de</strong>ntemente, no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>mostrar que<br />
muriera inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la última entrada. Con dieciséis años <strong>de</strong><br />
margen, el día <strong>de</strong> la muerte es algo muy incierto. Pudo ocurrir enseguida, un mes<br />
<strong>de</strong>spués, o seis meses <strong>de</strong>spués.<br />
—Sabe bien que no fue así.<br />
—Lo que yo sé —dijo Coben levantando una mano—, lo que puedo <strong>de</strong>mostrar<br />
—añadió levantando la otra— es que el forense dictaminó suicidio, y a mi teniente le<br />
parece bien. ¡Qué le vamos a hacer si Hawbaker no puso ningún nombre en la nota!<br />
—Entrégueme el expediente y yo conseguiré los nombres. Usted se está oliendo<br />
lo mismo que yo, Coben. Que quiera cerrar la tapa para que no salga el hedor es cosa<br />
suya. Pero yo <strong>de</strong>bo asistir a un funeral y me espera una mujer con dos hijos que<br />
merece saber la verdad para po<strong>de</strong>r apren<strong>de</strong>r a vivir con ella. Puedo hacer dos cosas:<br />
tomarme unos días para buscar información aquí, en Anchorage, o que usted me<br />
pase el expediente y yo vuelva a Lunacy.<br />
—Si mi intención fuera cerrar la tapa, no le habría entregado el diario <strong>de</strong><br />
Galloway. —El <strong>de</strong>sánimo se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> él por momentos, y su semblante lo<br />
reflejaba—. Debo ofrecer respuestas a los <strong>de</strong> arriba y ellos quieren la tapa cerrada. La<br />
teoría dominante es la <strong>de</strong> que Hawbaker mató a Galloway y al tercer hombre, el que<br />
estaba herido, según el diario. Y si se mira imparcialmente, es lo más lógico. ¿Por qué<br />
el asesino <strong>de</strong> Galloway salvaría a un hombre herido, a un posible testigo? Hawbaker<br />
se los carga a los dos. Después, el miedo a que las cosas salgan a la luz o el<br />
remordimiento le llevan a acabar con su vida.<br />
—Todo en su sitio.<br />
Coben apretó los labios.<br />
—A algunos les gustan las cosas en su sitio. Le proporcionaré el expediente,<br />
Burke, pero sea discreto en su investigación. Discreto al máximo. La prensa, mi<br />
teniente, si cualquiera se entera <strong>de</strong> sus pesquisas, y <strong>de</strong> que yo le he echado una mano,<br />
me caerá una gorda.<br />
—Hecho.<br />
Meg estaba tan abrumada por la pena <strong>de</strong> Carrie que no le importó pasar otra<br />
velada sirviendo mesas. De haber tenido la oportunidad, habría optado por coger los<br />
perros y largarse con la avioneta. Don<strong>de</strong> fuera. A cualquier lugar don<strong>de</strong> pudiera<br />
pasar un par <strong>de</strong> días completamente sola, apartada <strong>de</strong> las exigencias <strong>de</strong> la gente y <strong>de</strong><br />
sus necesida<strong>de</strong>s.<br />
Aquello, pensaba mientras se metía en la cal<strong>de</strong>ada cocina <strong>de</strong>l Lodge, lo había<br />
heredado <strong>de</strong> Galloway. Despegar, quitárselo <strong>de</strong> encima, sacudírselo. La vida es<br />
<strong>de</strong>masiado corta para andarse con tonterías.<br />
Pero había algo en su interior, esperaba que no tuviera nada que ver con los<br />
genes <strong>de</strong> Charlene, que la obligaba a quedarse y acabar el trabajo.<br />
Colgó los pedidos en la tabla giratoria <strong>de</strong> Mike el grandullón. Dos <strong>de</strong> pastel <strong>de</strong><br />
carne, un especial vegetariano y un salmón sorpresa.<br />
- 239 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Recogió todos los platos que había pedido en su última entrada en la cocina y se<br />
los colocó en un equilibrio tan perfecto que casi le dio un escalofrío verlo. «No tengo<br />
nada contra los camareros —pensaba mientras los llevaba—, pero ojalá no se me<br />
diera tan bien.» No era algo que tuviera en su agenda ni como último recurso.<br />
¡Cuánto necesitaba el aire libre, el silencio! Sus perros, su música. Un buen<br />
polvo.<br />
Estaba a punto <strong>de</strong> explotar.<br />
Trabajó un par <strong>de</strong> horas más con el ruido, las quejas, el chismorreo, los chistes<br />
malos. Notaba cómo aumentaba la presión en su interior, la <strong>de</strong>sesperada necesidad<br />
<strong>de</strong> salir, <strong>de</strong> largarse. Cuando disminuyó la clientela, cogió a Charlene aparte en la<br />
puerta <strong>de</strong> la cocina.<br />
—He terminado por esta noche. Me voy.<br />
—Necesito que me...<br />
—Busca a otro. Lo encontrarás.<br />
Se fue hacia la escalera. Le hacía falta una ducha, recogerlo todo y volver a casa.<br />
Esta vez fue Charlene quien la cogió aparte a ella.<br />
—Dentro <strong>de</strong> una hora tendremos otra avalancha. Los que vienen a tomar una<br />
copa, a...<br />
—Es curioso, pero me da lo mismo.<br />
Iba a cerrar la puerta en sus narices pero su madre ya había entrado y fue ella la<br />
que cerró <strong>de</strong> un portazo.<br />
—Siempre has sido así. Me da lo mismo que te dé lo mismo, pero eso me lo<br />
<strong>de</strong>bes.<br />
Tendría que pasar sin la ducha, solo recoger e irse.<br />
—Cárgalo en mi cuenta.<br />
—Necesito que me eches una mano, Megan. ¿Por qué eres incapaz <strong>de</strong><br />
ayudarme sin ponerte <strong>de</strong> tan mala leche?<br />
—La mala leche la heredé <strong>de</strong> ti. No es culpa mía.<br />
Abrió uno <strong>de</strong> los cajones y echó sobre la cama su contenido.<br />
—Yo he construido algo aquí. Y tú te has beneficiado <strong>de</strong> ello —se quejó<br />
Charlene.<br />
—Me importa un puto pepino tu dinero.<br />
—No estoy hablando <strong>de</strong> dinero. —Charlene cogía las piezas <strong>de</strong> ropa esparcidas<br />
sobre la cama y las lanzaba al aire—. Hablo <strong>de</strong> este lugar. Significa algo. Nunca te ha<br />
importado. En cuanto pudiste te largaste <strong>de</strong> aquí, para alejarte <strong>de</strong> mí, pero significa<br />
algo. Hemos conseguido que salga en los periódicos, en las revistas, en las guías.<br />
Tengo gente trabajando aquí que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> este sueldo para comer y vestir a sus<br />
hijos. Tengo clientes que vienen cada puñetera noche porque este local significa algo.<br />
—Son tuyos —admitió Megan—. No tiene nada que ver conmigo.<br />
—Es lo que <strong>de</strong>cía siempre él, también. —Hecha una furia, pegó una patada a<br />
unos vaqueros que estaban en el suelo—. Eres igual que él, hablas igual que él.<br />
—No es culpa mía.<br />
—Y tampoco nada era nunca culpa suya. Una mala racha en el póquer, y<br />
estábamos una semana sin blanca. «Necesito espacio, Charley, ya sabes cómo soy.<br />
- 240 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Vuelvo en un par <strong>de</strong> días. Ya saldrá algo; y para <strong>de</strong> darme la lata». Pero alguien tenía<br />
que pagar los recibos, ¿no? —preguntó Charlene—. ¿O no había que pagar los<br />
medicamentos cuando tú te ponías enferma o tener algo en metálico cuando<br />
necesitabas unos zapatos? Todas las flores silvestres que me regalaba en verano, las<br />
bonitas canciones, los poemas que me <strong>de</strong>dicaba, no traían comida a la mesa.<br />
—Yo llevo la comida a la mía. Compro mis zapatos. —Se había calmado un<br />
poco—. Yo no digo que no trabajaras. También estaban tus maquinaciones, pero es tu<br />
vida. Conseguiste lo que querías.<br />
—Lo quería a él. ¡Maldita sea, lo quería a él!<br />
—Y yo, <strong>de</strong> modo que perdimos las dos. Eso no tiene remedio.<br />
Volvería a por sus cosas, pensó Meg. En aquellos momentos lo que necesitaba<br />
era marcharse. Fue hasta la puerta, pero vaciló.<br />
—He llamado a Boston, he hablado con su madre. No pondrá impedimentos<br />
para que reclames el cadáver y lo entierres aquí.<br />
—¿La has llamado?<br />
—Sí, ya está hecho. —Abrió la puerta.<br />
—Meg. Por favor, Megan... Espera un momento. —Charlene se sentó en un<br />
extremo <strong>de</strong> la cama, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> ropa <strong>de</strong>sparramada—. Gracias.<br />
«¡Mierda!»<br />
—No ha sido más que una llamada telefónica.<br />
—Es importante. —Charlene juntó las manos en su regazo y fijó la vista en<br />
ellas—. Es tan importante para mí... Estaba furiosa contigo porque te habías ido a<br />
Anchorage a... a verlo. Porque me habías excluido.<br />
Meg cerró la puerta y se apoyó en ella.—No fue eso lo que hice.<br />
—No he sido una buena madre. Quería pasar yo <strong>de</strong>lante, o lo intentaba. Pero<br />
había siempre tanto trabajo... Nunca imaginé que hubiera tanto.<br />
—Eras muy joven.<br />
—Demasiado joven, supongo. Él quería más. —Levantó la vista y luego encogió<br />
los hombros—. Te quería con locura, y <strong>de</strong>seaba tener más hijos. Yo no podía<br />
permitirlo. No quería pasar <strong>de</strong> nuevo por todo aquello, engordar, estar agotada,<br />
repetir todo ese dolor. Y luego el trabajo. Saber que el dinero nunca llegaba cuando lo<br />
necesitabas o simplemente cuando lo querías. Él insistía en eso y yo insistía en otras<br />
cosas, hasta el punto que teníamos la impresión <strong>de</strong> que nos pasábamos la vida<br />
empujándonos mutuamente. A<strong>de</strong>más, yo sentía celos porque él te adoraba, y yo<br />
siempre estaba al margen, era la que <strong>de</strong>cía no.<br />
—Supongo que alguien tenía que hacerlo.<br />
—No sé si lo habríamos conseguido. De haber vuelto, no tengo claro si<br />
habríamos aguantado. Empezamos a <strong>de</strong>sear cosas tan distintas... Pero sé que si nos<br />
hubiéramos separado, él se habría quedado contigo.<br />
Como si necesitara tener las manos ocupadas, iba alisando el cubrecama a uno y<br />
otro lado.<br />
—Te habría llevado consigo —dijo—. Y yo le habría <strong>de</strong>jado. Ya <strong>de</strong>bes <strong>de</strong><br />
imaginártelo. Él te quería más <strong>de</strong> lo que yo era capaz.<br />
- 241 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Le pareció duro, lo más duro que había hecho hasta entonces, pero se acercó a<br />
la cama y se sentó.<br />
—¿Tanto como para reunir el dinero y comprarme unos zapatos?<br />
—Pue<strong>de</strong> que no, pero lo suficiente para llevarte <strong>de</strong> camping para que pudieras<br />
ver las estrellas. Lo suficiente para sentarse junto a la chimenea y contarte cuentos.<br />
—Quisiera pensar que si hubiera vuelto lo habríais conseguido.<br />
Charlene levantó la vista y parpa<strong>de</strong>ó.<br />
—¿En serio?<br />
—Sí. Me gustaría pensar que habríais encontrado la fórmula para hacerlo<br />
funcionar. En realidad estuvisteis mucho tiempo juntos. Mucho más que la mayoría<br />
<strong>de</strong> la gente. Quisiera preguntarte algo.<br />
—Parece el momento a<strong>de</strong>cuado.<br />
—¿Sentiste un arrebato <strong>de</strong> pasión el día en que lo conociste, cuando te<br />
enamoraste?<br />
—¡Madre mía, por supuesto! Un arrebato que estuvo a punto <strong>de</strong> fulminarme. Y<br />
no <strong>de</strong>sapareció nunca. A veces pensaba que había muerto, que estaba muerto y<br />
enterrado, cuando me enfurecía o estaba agotada. Pero <strong>de</strong> pronto él me miraba y<br />
volvía. Jamás he sentido lo mismo por otro hombre. No pierdo la esperanza, pero no<br />
llega.<br />
—Tal vez ahora <strong>de</strong>berías esperar algo distinto. Hace poco alguien me hablaba<br />
<strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> tener algo cálido y estable.<br />
Se levantó y recogió la ropa esparcida.<br />
—No puedo volver abajo y seguir trabajando esta noche —dijo Meg.<br />
—De acuerdo.<br />
—Te ayudaré con los <strong>de</strong>sayunos, pero tendrías que encontrar a alguien que<br />
sustituyera a Rose. Debo volver a mi casa, a mi vida.<br />
Charlene asintió y se levantó.<br />
—¿Y te llevarás a ese poli tan atractivo?<br />
—Él <strong>de</strong>cidirá.<br />
Meg recogió sus cosas y or<strong>de</strong>nó la habitación. Se planteó <strong>de</strong>jar una nota a Nate<br />
pero <strong>de</strong>cidió que incluso para ella sería <strong>de</strong>masiado frío, incluso <strong>de</strong>scortés.<br />
Por otro lado, recordó que no tenía su coche, aunque también podía «tomar<br />
prestado» el <strong>de</strong> él. O el <strong>de</strong> otro. Y comentárselo luego.<br />
Por fin, con la mochila al hombro, se dirigió hacia la comisaría, no sin antes<br />
pasar por Los Italianos.<br />
Él le había dicho que trabajaría hasta tar<strong>de</strong> en el <strong>de</strong>spacho. El coche estaba<br />
cerrado, así que lo pensó un momento. Podía echar mano <strong>de</strong>l hermoso llavero que<br />
guardaba y probablemente encontraría la que se ajustara a la cerradura. Claro que si<br />
se disparaba la alarma a él no le haría ninguna gracia.<br />
Y teniendo en cuenta que se había criado en la ciudad, lo más seguro era que la<br />
hubiera activado.<br />
Entró con la mochila y la gran pizza en la comisaría.<br />
- 242 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
¡Vaya silencio!, fue su primer pensamiento. ¿Cómo podía trabajar sin música<br />
aquel hombre? Dejó en el suelo la mochila y se disponía a llamarle cuando él<br />
apareció en la puerta.<br />
De no haber estado atenta, Meg no se habría fijado en que la mano <strong>de</strong> Nate<br />
estaba apoyada en la culata <strong>de</strong>l revólver enfundado, ni tampoco en cómo la apartaba<br />
al sonreírle.<br />
—Huelo a comida... y a mujer. Lo que <strong>de</strong>spierta mis instintos <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong> las<br />
cavernas.<br />
—Pizza <strong>de</strong> salchichón. Pensaba que te apetecería algo caliente, en lo que me<br />
incluyo.<br />
—Pues aceptaré ambas cosas. ¿Por qué llevas la mochila?<br />
No se había fijado en que él la había visto.<br />
—Me fugo. ¿Te apuntas?<br />
—¿Pelea con Charlene?<br />
—Sí, pero no es por eso. En realidad, casi hemos hecho las paces. Tenía que<br />
largarme como fuera, Burke. Demasiada gente, <strong>de</strong>masiado tiempo seguido. Me pone<br />
<strong>de</strong> los nervios. He pensado que una pizza y un polvo en casa me calmarían; así ya no<br />
agrediría a nadie y tú no tendrías que <strong>de</strong>tenerme.<br />
—No está mal el plan.<br />
—Mi i<strong>de</strong>a era salir zumbando, pero no lo he hecho. Supongo que se me tendrá<br />
en cuenta.<br />
—Anotadísimo. Y ahora, ¿por qué no <strong>de</strong>jas la pizza por ahí? Encontraré algo<br />
para regarla.<br />
—Tengo esto. —Meg metió la mano en la bolsa y sacó una botella <strong>de</strong> vino<br />
tinto—. Expropiada <strong>de</strong>l bar <strong>de</strong>l Lodge. Tendremos que terminarla para hacer<br />
<strong>de</strong>saparecer todas las pruebas.<br />
Le dio la botella <strong>de</strong> camino hacia el <strong>de</strong>spacho; <strong>de</strong>jó la pizza en su escritorio.<br />
Tras oír la puerta, Nate había cerrado sus archivos, apagado la impresora y el<br />
or<strong>de</strong>nador y colocado la tela encima <strong>de</strong>l tablero.<br />
—¿Servilletas? —preguntó Meg.<br />
No era por falta <strong>de</strong> caballerosidad, pero no podía <strong>de</strong>jarla sola en el <strong>de</strong>spacho.<br />
—Debajo <strong>de</strong>l mostrador <strong>de</strong> Peach. —Sacó su navaja suiza para quitarle el tapón<br />
a la botella—. En realidad, es la primera vez que la uso. Un trabajo <strong>de</strong>l copón, pero...<br />
¡eh! —Le mostró el corcho que acababa <strong>de</strong> sacar—. ¡Lo conseguí!<br />
Meg puso las servilletas y sacó dos tazas <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cafetera.<br />
—¿Y esto qué es? —Levantó un extremo <strong>de</strong> la tela con un <strong>de</strong>do.<br />
—No. —Al ver la cara <strong>de</strong> sorpresa <strong>de</strong> Meg, movió la cabeza—. Déjalo. Vamos a<br />
comer.<br />
Se sentaron y compartieron el vino y la pizza.<br />
—¿Por qué trabajas hasta tan tar<strong>de</strong>, y solo? ¿Estabas matando el tiempo<br />
esperando que acabara mi turno <strong>de</strong> noche?<br />
—En parte, sí. Pero cuéntame, ¿por qué os habéis peleado tú y Charlene?<br />
—Estás cambiando <strong>de</strong> tema.<br />
—Pues sí.<br />
- 243 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Ella con sus exigencias, yo tan <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cida como siempre... Luego ha<br />
salido lo <strong>de</strong> mi padre y... otras cosas, algunas <strong>de</strong> las cuales me han parecido bastante<br />
lógicas. Me ha dicho lo suficiente para ver que no era el tipo más fácil <strong>de</strong>l mundo<br />
para vivir con él en pareja, y que ella, en su curioso y fastidioso estilo, tal vez hizo lo<br />
que pudo. Las dos lo queríamos, mucho más <strong>de</strong> lo que somos capaces <strong>de</strong> querernos<br />
mutuamente.<br />
Se sirvió más vino y cogió con parsimonia otro pedazo <strong>de</strong> pizza, a pesar <strong>de</strong> que<br />
se le había hecho un nudo en el estómago.<br />
—¿Lo que tienes <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> esta tela es sobre mi padre? He visto muchas<br />
películas policíacas, muchas series <strong>de</strong> comisarios, Burke, para saber que hacéis<br />
murales con fotos e informes y otros datos en una investigación.<br />
—No estoy investigando nada, es <strong>de</strong>cir, oficialmente. Y sí, tiene que ver con tu<br />
padre y preferiría que lo <strong>de</strong>jaras como está.<br />
—Ya te avisé, no soy aprensiva.<br />
—Y yo te aviso <strong>de</strong> que algunas cosas no las comparto. Ni las compartiré.<br />
Meg se quedó en silencio, con la vista fija en el trozo <strong>de</strong> pizza.<br />
—¿Eso es lo que le dijiste a tu mujer cuando se lo hacía con otro?<br />
—No —respondió él sin alterarse—. Le importaba un pito mi trabajo.<br />
Ella cerró un momento los ojos; luego se esforzó por abrirlos y fijarlos en los <strong>de</strong><br />
él.<br />
—Ha sido un golpe bajo. A veces no puedo impedir darlos. —Dejó la pizza con<br />
un gesto brusco—. Esta noche no estoy muy a gusto con mi persona. Será mejor que<br />
me aleje y recupere el yo con el que me siento a gusto.<br />
—Pero has sido tú quien ha venido, a traerme la pizza y el vino.<br />
—Me tienes algo atrapada. No sé cuánto durará, pero <strong>de</strong> momento he caído.<br />
—Te quiero, Megan.<br />
—¡Oh, por favor, no me digas esto ahora! —Se levantó y empezó a tocarse el<br />
pelo mientras andaba—. ¡Precisamente cuando estoy <strong>de</strong> tan mala leche! ¿Qué pasa,<br />
Ignatious, preten<strong>de</strong>s que las mujeres te traten a patadas? ¿Estás ansioso porque<br />
alguien te <strong>de</strong>stroce otra vez?<br />
—Se produjo la gran explosión —dijo Nate tranquilo—. Hizo falta la gran<br />
explosión para romper la barrera; creo que he pasado casi todo el año revolcándome.<br />
Últimamente, parecía que el fuego se mantenía sin gran<strong>de</strong>s llamaradas. Siempre es<br />
mejor vivir a fuego lento que a golpe <strong>de</strong> impactos. Pero <strong>de</strong> vez en cuando arremete<br />
<strong>de</strong> nuevo. Se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mi interior como una bola <strong>de</strong> fuego.<br />
Meg se <strong>de</strong>tuvo, se sentó <strong>de</strong> nuevo; el nudo <strong>de</strong>l estómago cada vez le molestaba<br />
más.<br />
—Que Dios te proteja.<br />
—Lo mismo pensaba yo. Pero yo te amo y esto es distinto a mi historia con<br />
Rachel. Entonces lo tenía todo planificado; <strong>de</strong>bía hacerse paso a paso y ser agradable,<br />
estable, lógico y normal.<br />
—Y conmigo no buscas algo lógico y normal.<br />
—Sería per<strong>de</strong>r el tiempo.<br />
—¡No fastidies! Llevas tatuado en el culo que quieres un hogar.<br />
- 244 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No, la única que lleva algo tatuado eres tú, y por cierto, me parece muy<br />
erótico. Tal vez cuando <strong>de</strong>cidas que estás enamorada <strong>de</strong> mí podamos pensar en qué<br />
ocurrirá <strong>de</strong>spués, pero <strong>de</strong> momento...<br />
—Cuando lo <strong>de</strong>cida.<br />
—Sí, cuando lo <strong>de</strong>cidas. Soy paciente, Meg, y en cierta forma, implacable. Estoy<br />
empezando a recuperar el brío. Ha estado mucho tiempo atemperado, pero renace <strong>de</strong><br />
nuevo. Habrá que adaptarse a él.<br />
—Interesante. Da un poco <strong>de</strong> miedo, pero sigue siendo interesante.<br />
—Porque te quiero y confío en ti, voy a enseñarte esto.<br />
Abrió la carpeta que tenía en la mesa, sacó <strong>de</strong> ella las copias <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong><br />
Patrick Galloway y se las pasó.<br />
Se fijó en el instante en que Meg reconocía la letra, en cómo su cuerpo se ponía<br />
rígido, inmóvil, y en la rápida y casi inaudible respiración. Sus ojos buscaron los <strong>de</strong> él<br />
en un movimiento fugaz y luego se clavaron <strong>de</strong> nuevo en las páginas que tenía en la<br />
mano.<br />
No abrió la boca mientras leía. No soltó una lágrima, no mostró ninguna<br />
expresión <strong>de</strong> furia ni un temblor como habría hecho cualquier otra mujer. Cogió <strong>de</strong><br />
nuevo la taza <strong>de</strong> vino y, sorbiéndolo lentamente, fue pasando las páginas.<br />
—¿De dón<strong>de</strong> sale esto?<br />
—Son copias <strong>de</strong> las páginas <strong>de</strong> un diario que guardaba él en un bolsillo interior<br />
<strong>de</strong> la parka. Coben me las dio.<br />
—¿Cuándo?<br />
—Hace unos días.<br />
Notó cierto ardor en el estómago.<br />
—Y no me lo dijiste. Y no me lo enseñaste.<br />
—No.<br />
—¿Por...?<br />
—Tenía que pensarlo y tú tenías que calmarte.<br />
—¿Eso forma parte <strong>de</strong>l brío, jefe? ¿Tomar <strong>de</strong>cisiones unilaterales?<br />
—Forma parte <strong>de</strong> mi responsabilidad profesional y <strong>de</strong> mis sentimientos<br />
personales. No pue<strong>de</strong>s comentárselo a nadie hasta que yo <strong>de</strong>cida lo contrario.<br />
—¿Y me lo enseñas ahora porque según tu opinión profesional lo has pensado y<br />
yo me he tranquilizado?<br />
—Más o menos.<br />
Meg cerró los ojos.<br />
—Andas con mucho cuidado, ¿verdad? En el plano profesional y en el personal.<br />
Para ti es casi lo mismo.<br />
Nate no respondió y ella abrió los ojos.<br />
—¿Qué sacaría llamándote <strong>de</strong> todo si tú ya has <strong>de</strong>cidido lo que estaba bien? Y<br />
probablemente lo estaba.<br />
Meg sabía que ahora no se le pasaría con tanta facilidad. Apartó el vino y<br />
preguntó:<br />
—¿Y qué opina Cobe?<br />
- 245 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Es más bien qué opinan sus superiores. La teoría es que Max mató a<br />
Galloway y luego al tercer hombre. Cuando se encontró el cadáver <strong>de</strong> tu padre, el<br />
miedo a ser <strong>de</strong>scubierto y el remordimiento le llevaron al suicidio.<br />
—Así redactarán el informe y así lo cerrarán, o como se llame todo eso en el<br />
lenguaje <strong>de</strong> los polis.<br />
—Eso creo.<br />
—Pobre Carrie. —Se inclinó hacia <strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>jó las páginas sobre la mesa—.<br />
Pobre Max. Ni por asomo mató a Patrick Galloway.<br />
—No —dijo Nate, cerrando la carpeta—. No lo hizo.<br />
- 246 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 21<br />
Todo el pueblo se apiñó en el ayuntamiento para la celebración <strong>de</strong>l acto en<br />
memoria <strong>de</strong> Max Hawbaker. Era el único lugar en el que cabía tanta gente. A Nate le<br />
pareció interesante ver a todos los que se habían congregado: gente vestida con ropa<br />
<strong>de</strong> todos los días o <strong>de</strong> domingo, con esmoquin <strong>de</strong> Alaska o botas <strong>de</strong> montaña. Fueron<br />
allí porque Max había sido uno <strong>de</strong> ellos y porque su esposa y sus hijos seguían en<br />
Lunacy. Acudieron, pensó Nate, tanto los que le consi<strong>de</strong>raban un héroe <strong>de</strong>l pueblo<br />
como los que lo veían como un asesino.<br />
Y muchos se inclinaban por lo último. Nate lo vio en sus ojos y lo captó en<br />
retazos <strong>de</strong> conversación. Sin embargo, lo pasó por alto.<br />
Se elogió a Max con cariño y con humor, y en las <strong>de</strong>claraciones públicas se<br />
omitió cuidadosamente el nombre <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />
Terminó la ceremonia. Algunos volvieron al trabajo y otros fueron a casa <strong>de</strong><br />
Carrie para llevar a cabo lo que él siempre llamaba el rebobinado <strong>de</strong>l funeral.<br />
Nate volvió al trabajo.<br />
Charlene atacó a Meg por sorpresa mientras esta <strong>de</strong>scargaba provisiones <strong>de</strong> la<br />
avioneta. La agarró <strong>de</strong>l brazo y la apartó <strong>de</strong> Jacob.<br />
—Tengo que verlo.<br />
—¿A quién?<br />
—Ya lo sabes. Tienes que llevarme a Anchorage, a la funeraria don<strong>de</strong><br />
permanecerá su cuerpo hasta la primavera. Tengo <strong>de</strong>recho a ello.<br />
Meg observó <strong>de</strong>tenidamente el rostro <strong>de</strong> Charlene.<br />
—El caso es que no puedo. Hoy ya es tar<strong>de</strong> para ir a Anchorage y a<strong>de</strong>más tengo<br />
compromisos <strong>de</strong> trabajo. Iditarod ya está en marcha. Muchos quieren sobrevolar la<br />
carrera, sacar fotos.<br />
—Tengo <strong>de</strong>recho a...<br />
—¿A qué viene esto?<br />
—Que no estuviéramos casados no significa que yo no fuera su esposa. Su<br />
mujer <strong>de</strong> verdad, como Carrie para Max.<br />
—¡Por favor! —Meg <strong>de</strong>scribió un par <strong>de</strong> círculos andando—. ¡Y yo que pensaba<br />
que habías <strong>de</strong>mostrado mucha clase asistiendo al acto, mirando a Carrie a los ojos y<br />
dándole el pésame! Y resulta que ahora te da un ataque porque ella ha acaparado<br />
toda la atención.<br />
—No es eso. —O no lo es en parte, pareció admitir—. Quiero verlo y lo veré. Si<br />
no me llevas tú, llamaré a Jerk, en Talkeetna, y le pagaré para que me lleve.<br />
- 247 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Lo has estado tramando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se montó el acto en memoria <strong>de</strong> Max,<br />
¿verdad? Tramando y dándole vueltas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. ¿Qué pasa, Charlene?<br />
—Tú lo has visto.<br />
—Apunta otra a mi favor.<br />
—¿Cómo sé que está muerto? ¿Cómo sé que es él si no lo han visto mis ojos?<br />
Carrie pudo ver a Max.<br />
—Yo no te puedo llevar.<br />
—¿Permitirás que vaya con un <strong>de</strong>sconocido?<br />
Meg se volvió hacia el río. Empezaba a rebosar; había grietas y agujeros por los<br />
que asomaba el agua y el hielo perdía grosor. Era peligroso, pues el nuevo hielo tenía<br />
el mismo aspecto que el resto pero podía romperse bajo los pies en cualquier<br />
momento.<br />
En un lugar que parecía seguro alguien podía encontrar la muerte.<br />
Habían puesto unos carteles <strong>de</strong> advertencia escritos a mano. Obra <strong>de</strong> Nate,<br />
pensó Meg. Él comprendía los peligros <strong>de</strong> una capa fina <strong>de</strong> hielo a pesar <strong>de</strong> que<br />
tuviera un aspecto seguro y normal.<br />
—¿Qué me dices <strong>de</strong> una foto?<br />
—¿A qué te refieres?<br />
Se volvió otra vez.<br />
—¿Te bastará si te traigo una foto <strong>de</strong> él?<br />
—Si pue<strong>de</strong>s ir hasta allí para hacerle una foto, ¿por qué...?<br />
—No tengo que <strong>de</strong>splazarme. Nate tiene fotos. Puedo pedirle una y llevártela.<br />
—¿Ahora?<br />
—No, ahora no. —Se quitó el gorro y se pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo—. Le<br />
parecerá mal. Son pruebas o algo así. Pero te la traeré esta noche. La ves, te<br />
convences y me la <strong>de</strong>vuelves.<br />
Fuera <strong>de</strong> la comisaría, Meg sacó su llavero y encontró en él la llave que llevaba<br />
el distintivo «DP». Había <strong>de</strong>jado a Nate durmiendo y esperaba que siguiera así hasta<br />
que ella volviera. No quería contarle aquel pequeño disparate.<br />
Entró y sacó su linterna. En parte tenía ganas <strong>de</strong> fisgonear y disfrutar <strong>de</strong> la<br />
sensación <strong>de</strong> estar don<strong>de</strong> no <strong>de</strong>bía. Pero sobre todo <strong>de</strong>seaba acabar con el encargo e<br />
irse a la cama.<br />
Fue <strong>de</strong>recha al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Nate. Allí se arriesgó a dar la luz <strong>de</strong>l techo un<br />
instante antes <strong>de</strong> acercarse al tablero <strong>de</strong> corcho.<br />
Apartó con cuidado la tela, pero se le fue <strong>de</strong> las manos cuando dio un vacilante<br />
paso hacia atrás.<br />
No era la primera vez que veía un muerto y sabía que no era algo agradable.<br />
Pero aquellas crudas fotos <strong>de</strong> Max Hawbaker le quitaron la respiración.<br />
Mejor sería quitárselo <strong>de</strong> la cabeza, al menos por el momento. Había ido a<br />
buscar la foto <strong>de</strong> su padre, que le parecía una muerte mucho más limpia, para<br />
llevársela a Charlene.<br />
- 248 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Se metió la foto <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la chaqueta, apagó la luz y salió <strong>de</strong> la misma forma<br />
que había entrado.<br />
Charlene estaba en su habitación y le abrió la puerta vestida con una bata<br />
estampada. Olía a una mezcla <strong>de</strong> whisky, humo y perfume.<br />
—Sería mejor que estuvieras sola —dijo Meg.<br />
—Estoy sola. Le he dicho que se fuera. ¿Dón<strong>de</strong> la tienes? ¿La traes?<br />
—Te <strong>de</strong>jaré que la veas, luego me la llevaré y no quiero oír ni una palabra más<br />
sobre el tema.<br />
—Déjame verla. Déjame verlo.<br />
Meg sacó la foto.<br />
—No, no la toques. Si hay cualquier arruga o lo que sea, Nate se enterará. —<br />
Giró la foto para que se viera la imagen.<br />
—¡Oh! ¡Oh! —Charlene retrocedió casi temblando, como le había ocurrido a<br />
Meg <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l tablón—. ¡Dios mío! ¡No! —Con un gesto brusco intentó <strong>de</strong>tener a<br />
Meg, que iba a guardar <strong>de</strong> nuevo la foto—. Tengo que...<br />
Avanzó un paso y, ante la mirada <strong>de</strong> aviso <strong>de</strong> Meg, entrelazó sus manos en la<br />
espalda.<br />
—Está... igual. ¿Cómo pue<strong>de</strong> ser? Tiene el mismo aspecto. Tantos años y está<br />
idéntico.<br />
—No ha tenido oportunidad <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> aspecto.<br />
—¿Crees que fue rápido? Lo sería, ¿verdad?<br />
—Sí.<br />
—Llevaba esa parka cuando se fue. Es lo que llevaba la última vez que lo vi. —<br />
Se volvió y se sujetó los codos con las manos—. Y ahora vete. —Se estremeció y luego<br />
se tapó la boca con las dos manos—. Meg... —Empezó a girar sobre sí misma.<br />
Pero Meg ya se había marchado.<br />
Charlene fue al cuarto <strong>de</strong> baño, encendió las luces y se miró <strong>de</strong>tenidamente bajo<br />
el potente foco.<br />
Él tenía el mismo aspecto, pensó otra vez. ¡Estaba tan joven!<br />
Y ella no. Nunca más lo sería.<br />
Corría el mes <strong>de</strong> marzo en Alaska, pero aunque los días se hubieran alargado<br />
no parecía que se aproximara la primavera, por más que en el calendario se acercara<br />
el día <strong>de</strong> su inicio.<br />
Últimamente, Nate se <strong>de</strong>spertaba con la luz <strong>de</strong>l día y a menudo en el lado<br />
izquierdo <strong>de</strong> la cama <strong>de</strong> Meg. Cuando paseaba por el centro urbano cada vez veía<br />
más rostros <strong>de</strong> personas y menos capuchas.<br />
Tampoco le recordaban la primavera los huevos <strong>de</strong> plástico que colgaban <strong>de</strong> las<br />
ramas <strong>de</strong> los árboles cubiertas <strong>de</strong> nieve, ni los conejitos, también <strong>de</strong> plástico,<br />
agazapados en las blancas alfombras <strong>de</strong> hierba.<br />
Pero sí le hizo pensar en el buen tiempo la primera rotura que vio en el hielo.<br />
Observaba, con azorado asombro, las pequeñas grietas que se formaban a lo<br />
largo <strong>de</strong> la helada franja <strong>de</strong>l río, como cremalleras resquebrajadas. A diferencia <strong>de</strong>l<br />
- 249 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
agua que sobresalía, las grietas no se llenaban ni se helaban. Aquello lo <strong>de</strong>jó tan<br />
pasmado que permaneció veinte minutos contemplándolo antes <strong>de</strong> volver al<br />
<strong>de</strong>spacho.<br />
—Hay grietas en el río —dijo a Otto.<br />
—¿En serio? Es algo pronto para que se rompa el hielo, pero hemos tenido unos<br />
días cálidos.<br />
Quizá, pensaba Nate, si viviera en Lunacy digamos unos... cien años, pensaría<br />
que eran cálidos los días en los que el termómetro rozaba los dos grados, o los cuatro,<br />
aunque la humedad se metía en los huesos.<br />
—Hay que colocar carteles. Solo nos faltaría que los muchachos que juegan a<br />
hockey se hundieran en el hielo.<br />
—Los chavales tienen más juicio que...<br />
—Hay que colocarlos, como hicimos con el rebosamiento <strong>de</strong>l río, pero en mayor<br />
cantidad. Hay que preguntar a los <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina si tienen tableros para<br />
anuncios. Que redacte los carteles Peach o Peter. Que ponga: «Prohibido patinar,<br />
hielo quebradizo».<br />
—No tan quebradizo...<br />
—Hágame el favor <strong>de</strong> traer media docena <strong>de</strong> carteles, Otto.<br />
Su ayudante refunfuñó, pero fue a por ellos. Nate se fijó en que los labios<br />
pegados <strong>de</strong> Peach intentaban disimular una sonrisa.<br />
—¿Ocurre algo?<br />
—Nada. Nada. Creo que es una buena i<strong>de</strong>a. Demuestra que nos preocupamos<br />
por nuestros ciudadanos, y por el or<strong>de</strong>n. Pero opino que con «Cuidado, grietas» sería<br />
suficiente.<br />
—Escriba lo que le parezca mejor pero hágalo.<br />
Fue hacia la puerta trasera para ver qué podía utilizar como palos.<br />
—Y no <strong>de</strong>je que lo haga Otto.<br />
Cuando se quedó satisfecho al ver la tarea en marcha, redactó en el or<strong>de</strong>nador e<br />
imprimió unas hojas para que pudieran distribuirse.<br />
Las <strong>de</strong>jó en correos, en el banco, en la escuela y luego se dirigió al Lodge.<br />
Apareció Bing y, tras leer el texto por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su hombro, soltó un resoplido.<br />
Sin abrir la boca, Nate releyó el escrito.<br />
ÉPOCA DE GRIETAS:<br />
EL DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LUNACY<br />
PROHÍBE PATINAR, PASEAR O LLEVAR A CABO<br />
OTRAS ACTIVIDADES EN EL RÍO.<br />
—¿Ha encontrado alguna falta, Bing?<br />
—No. Estaba pensando si cree que hay alguien tan estúpido como para ponerse<br />
a patinar en un río con grietas.<br />
—Tal vez el mismo que se lanzaría <strong>de</strong> un tejado para volar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
leído un par <strong>de</strong> cómics <strong>de</strong> Superman. ¿Cuánto tiempo dura esto?<br />
—Depen<strong>de</strong>, supongo. El invierno empezó pronto y la primavera hace lo mismo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Veremos. Cada puñetero año llegan las grietas al río, como ocurre en el lago. No es<br />
nada nuevo.<br />
—Pero un chaval podría estar jugando y caer en el hielo; tendríamos que<br />
preparar otro entierro.<br />
Bing frunció los labios con expresión pensativa mientras Nate se alejaba.<br />
Todavía tenía avisos en la mano cuando vio movimiento <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ventana<br />
<strong>de</strong> The Lunatic.<br />
Cruzó la calle, encontró la puerta cerrada y llamó.<br />
Carrie le observó a través <strong>de</strong>l cristal un momento y luego le abrió.<br />
—Quisiera colocar uno <strong>de</strong> esos papeles en su ventana, Carrie.<br />
Ella lo cogió, lo leyó y fue hasta su mesa a buscar celo.<br />
—Ya lo pondré yo.<br />
—Gracias. —Echó un vistazo al local—. ¿Está sola?<br />
—Sí.<br />
Se había entrevistado con ella un par <strong>de</strong> veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el entierro y en ambas<br />
ocasiones le había parecido que sus respuestas eran dispersas y vagas. Quería darle<br />
tiempo, pero este iba pasando.<br />
—¿Ha podio recordar algún otro <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> aquel febrero?<br />
—He intentado reflexionar, tomar notas, tal como me dijo usted, en casa. —<br />
Pegó el papel en el cristal para que se viera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera—. Me ha sido imposible<br />
hacerlo aquí. O en casa <strong>de</strong> mis padres, don<strong>de</strong> llevé a los críos quince días. No sé por<br />
qué. Me resultaba imposible traducir los pensamientos en palabras. Por eso he<br />
vuelto. He pensado que quizá...<br />
—Muy bien.<br />
—No sabía si sería capaz <strong>de</strong> volver aquí. Sé que Hopp y algunas mujeres<br />
vinieron y... limpiaron... cuando se les permitió hacerlo, pero yo no estaba segura <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r volver.<br />
—Es duro.<br />
Nate había vuelto a su propio callejón, se había esforzado en volver. Y todo lo<br />
que sintió fue una <strong>de</strong>sesperación que le insensibilizaba.<br />
—Tenía que volver. No ha salido ningún número <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces... Demasiado<br />
tiempo. Max había trabajado a conciencia y esto significaba mucho para él.<br />
Carrie se giró, inspirando lentamente mientras echaba una ojeada a la sala.<br />
—En realidad, esto ya no se parece a nada. No tiene el aspecto <strong>de</strong> una revista <strong>de</strong><br />
verdad. Max y yo fuimos a Anchorage, a Fairbanks, incluso a Juneau, a visitar<br />
publicaciones <strong>de</strong> verdad, redacciones <strong>de</strong> verdad. Se le iluminaron los ojos. No se<br />
parecían mucho a esto, pero él estaba orgulloso <strong>de</strong> su redacción.<br />
—No estoy <strong>de</strong> acuerdo con usted. A mí me parece una redacción seria.<br />
Carrie hizo un esfuerzo por sonreír y asintió con brío.<br />
—La mantendré en funcionamiento. Lo he <strong>de</strong>cidido hoy. Poco antes <strong>de</strong> que<br />
llegara usted. Había pensado <strong>de</strong>jarlo; creía que sin él no sería capaz. Pero al llegar<br />
hoy aquí he visto que tenía que seguir. Trabajaré en el próximo número; veré si el<br />
profesor tiene tiempo para echarme una mano, pue<strong>de</strong> que incluso sepa <strong>de</strong> algún<br />
muchacho que quiera trabajar, adquirir cierta experiencia en el periodismo.<br />
- 251 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Muy bien, Carrie. Me alegra oírla.<br />
—Escribiré lo que me pidió, Nate, se lo prometo. Reflexionaré e intentaré<br />
recordar. Sé que le interesaba revisar sus papeles. Aún no he entrado ahí.<br />
No tuvo que señalarle el <strong>de</strong>spacho para que Nate supiera que se refería al lugar<br />
en el que habían encontrado a Max.<br />
—Si quiere pue<strong>de</strong> hacerlo.<br />
Nate pensó que los <strong>de</strong> la estatal no lo habían registrado. Él seguía con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />
hacerlo, pero no en aquellos momentos. Cualquiera que pasara por allí podía verle y<br />
preguntarse qué hacía.<br />
—Volveré. ¿Tenía un <strong>de</strong>spacho en casa?<br />
—Uno pequeño. No he tocado sus cosas. Siempre lo pospongo.<br />
—¿Hay alguien ahora mismo en su casa?<br />
—No. Los niños están en la escuela.<br />
—¿Le importa que vaya a echar un vistazo? Si tengo que llevarme algo, le haré<br />
un recibo.<br />
—A<strong>de</strong>lante. —Fue a por su bolso, buscó las llaves y sacó una <strong>de</strong>l llavero—. Con<br />
esta abrirá la puerta <strong>de</strong> atrás. Qué<strong>de</strong>se todo el tiempo que necesite.<br />
No quiso aparcar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hawbaker. La gente hablaría. Dejó el<br />
coche en una curva <strong>de</strong>l río. No vio grietas en el hielo y se preguntó si no se habría<br />
a<strong>de</strong>lantado a los acontecimientos. Se dirigió hacia la parte trasera <strong>de</strong> la casa pasando<br />
por un bosquecillo. Bajo los árboles aquello era mucho más frío, ahí el sol no podría<br />
entrar. Había huellas <strong>de</strong> motos <strong>de</strong> nieve y <strong>de</strong> esquís. Un grupo <strong>de</strong> esquí <strong>de</strong> fondo <strong>de</strong>l<br />
instituto, pensó. Localizó también otras huellas no humanas y enseguida pensó que<br />
ojalá no tuviera que encontrarse cara a cara con el alce al que había espantado.<br />
Conocía poco aquella especie para saber si era rencorosa.<br />
Notó que la capa <strong>de</strong> nieve era más espesa <strong>de</strong> lo que había calculado y se<br />
arrepintió <strong>de</strong> no haber cogido las raquetas. Pero hizo lo que pudo para seguir las<br />
huellas.<br />
Se fijó en algo que se movía, le pareció un zorro, pero cuando se <strong>de</strong>tuvo para<br />
recuperar el aliento se dio cuenta <strong>de</strong> que era un grupo <strong>de</strong> lanudos ciervos.<br />
Avanzaban penosamente hacia el norte, a unos cinco metros <strong>de</strong> él. Dio por supuesto<br />
que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar caminando contra el viento, pues ninguno se volvió. Siguió<br />
observándolos hasta que los perdió <strong>de</strong> vista.<br />
Llegó a la parte trasera <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Carrie, pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> lo que le<br />
pareció un cobertizo para las herramientas y ro<strong>de</strong>ó el edificio construido sobre<br />
pilotes que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> utilizar para guardar reservas. Alguien había <strong>de</strong>spejado la<br />
entrada <strong>de</strong> atrás y junto a la puerta vio un montón <strong>de</strong> leña cubierto por una lona.<br />
Abrió con la llave y entró en una estancia que podía hacer las veces <strong>de</strong> entrada<br />
don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la ropa y <strong>de</strong> zona <strong>de</strong> lavar. Como llevaba las botas mojadas y llenas <strong>de</strong><br />
nieve, se las quitó y las <strong>de</strong>jó, al lado <strong>de</strong> la chaqueta.<br />
La cocina estaba limpia, casi relucía. Tal vez aquello fuera lo que hacían las<br />
mujeres, o algunas mujeres, para enfrentarse al dolor. Sacar la escoba y la fregona. Y<br />
- 252 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
la gamuza, pensó mientras se a<strong>de</strong>ntraba en la casa, y la aspiradora. No se veía ni una<br />
mota <strong>de</strong> polvo. Ni tampoco el habitual <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la vida diaria.<br />
Quizá ese era el problema: no estaba aún a punto para seguir viviendo.<br />
Subió a la planta superior, localizó la habitación <strong>de</strong> los niños por los carteles en<br />
las pare<strong>de</strong>s y el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en el suelo. Dejó, <strong>de</strong> momento, la habitación principal, en la<br />
que vio la cama pulcramente hecha y una colcha <strong>de</strong> patchwork doblada en el<br />
respaldo <strong>de</strong> una silla. ¿Quizá ahora dormía allí porque no se veía con ánimos <strong>de</strong><br />
tumbarse en la cama que había compartido con su esposo?<br />
Al lado <strong>de</strong> la habitación encontró el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max. Allí sí se veía <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n,<br />
polvo y las señales <strong>de</strong> la vida cotidiana. En la silla <strong>de</strong>l escritorio vio una tira <strong>de</strong> cinta<br />
adhesiva plateada a lo largo <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las junturas: el trabajo <strong>de</strong> reparación <strong>de</strong> un<br />
manitas. El propio escritorio estaba rayado y pelado, lo que <strong>de</strong>jaba claro que era <strong>de</strong><br />
segunda o <strong>de</strong> tercera mano. En cambio el or<strong>de</strong>nador que tenía encima se veía nuevo<br />
o al menos bien cuidado.<br />
También había un calendario <strong>de</strong> sobremesa, uno <strong>de</strong> esos que ofrecían una<br />
imagen y una frase todos los días. El <strong>de</strong> Max era sobre pesca y como imagen <strong>de</strong>l día<br />
mostraba el cómico dibujo <strong>de</strong> un hombre sujetando un pececito rojo y afirmando que<br />
cuando lo había pescado era más gran<strong>de</strong>. La fecha: el diecinueve <strong>de</strong> enero. Max no<br />
había arrancado la hoja para ver el chiste <strong>de</strong>l día siguiente.<br />
No encontró ninguna nota escrita, ninguna pista <strong>de</strong>l estilo <strong>de</strong>: «Cita con —<br />
nombre <strong>de</strong>l asesino— a medianoche».<br />
Se dispuso a revisar lo que había en la papelera y <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa. Encontró<br />
otras páginas <strong>de</strong>l calendario, algunas con notas. «IDITAROD: ¿PUNTO DE VISTA DEL<br />
PERRO?» «GOTEA EL GRIFO DEL BAÑO. CARRIE CABREADA. ¡ARREGLAR!»<br />
Y la <strong>de</strong>l día anterior a su muerte, cubierta <strong>de</strong> garabatos y con una sola palabra:<br />
«PAT». La cogió y la <strong>de</strong>jó sobre la mesa.<br />
Encontró algunos sobres que indicaban que Max había estado pagando facturas<br />
hacía poco, y un par <strong>de</strong> envoltorios <strong>de</strong> caramelo.<br />
Empezó a revisar los cajones <strong>de</strong> la mesa, encontró un talonario —doscientos<br />
cincuenta dólares con seis centavos en el saldo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abonar las facturas— con<br />
la última fecha registrada dos días antes <strong>de</strong> su muerte. Tres cartillas <strong>de</strong> ahorros. Una<br />
para cada uno <strong>de</strong> sus hijos y otra conjunta <strong>de</strong> él y su esposa. Él y Carrie tenían unos<br />
ahorrillos <strong>de</strong> seis mil diez dólares.<br />
Guardaba también sobres, etiquetas con direcciones. Gomas, clips, una cajita<br />
con grapas. Nada raro.<br />
En el último cajón encontró cuatro capítulos <strong>de</strong> un original titulado:<br />
Ola <strong>de</strong> frío<br />
Novela<br />
Maxwell T. Hawbaker<br />
Nate lo <strong>de</strong>jó sobre la mesa y se levantó para revisar el estante <strong>de</strong> la pared.<br />
Añadió al montón <strong>de</strong> cosas que había <strong>de</strong>jado aparte una caja <strong>de</strong> disquetes y un<br />
álbum con recortes <strong>de</strong> artículos <strong>de</strong> prensa.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Luego se sentó para poner a prueba sus dotes informáticas.<br />
No había contraseña, lo que le indicó que Max no tenía nada que ocultar. Una<br />
ojeada a los documentos le mostró una hoja <strong>de</strong> cálculo en la que Max anotaba con<br />
sumo cuidado las cifras <strong>de</strong> la hipoteca y las fechas <strong>de</strong> pago. Un hombre entregado a<br />
la familia, pensó Nate, responsable <strong>de</strong> sus cuentas.<br />
No encontró nada en este apartado que le hablara <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s sumas, <strong>de</strong> algo<br />
fuera <strong>de</strong> lo corriente. Si Max había estado chantajeando a su asesino, no había<br />
registrado las cifras en los asientos mensuales.<br />
Encontró otra parte <strong>de</strong> la novela y el principio <strong>de</strong> otras dos. Un vistazo a los<br />
disquetes le mostró que Max tenía copia <strong>de</strong> todo. En «favoritos» tenía unas cuantas<br />
páginas, principalmente sobre pesca.<br />
Encontró mensajes electrónicos guardados: compañeros <strong>de</strong> pesca, respuestas <strong>de</strong><br />
un par <strong>de</strong> personas sobre la cuestión <strong>de</strong> los perros <strong>de</strong> trineo. Probablemente era el<br />
seguimiento para el artículo que pensaba redactar sobre Iditarod.<br />
Pasó una hora revisando sus cosas, pero nada saltó ante sus ojos gritando: ¡Una<br />
pista!<br />
Reunió todo lo que le había interesado y lo bajó a la entrada, don<strong>de</strong> encontró<br />
una caja vacía para meterlo.<br />
Entró en la cocina. Vio un calendario sobre pájaros. A nadie se le había ocurrido<br />
o nadie se había molestado en pasar a febrero y mucho menos a marzo.<br />
Había anotaciones en más <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> los días. Reunión <strong>de</strong> la Asociación <strong>de</strong><br />
padres, entreno <strong>de</strong> hockey, límite reseña libro, <strong>de</strong>ntista. Rutina familiar normal y<br />
corriente. La cita <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista era para Max, y tenía que acudir dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />
muerte.<br />
Pasó las hojas, echó un vistazo al mes <strong>de</strong> febrero, al <strong>de</strong> marzo. Muchas notas<br />
también, y SALIDA A PESCAR en mayúsculas en el segundo fin <strong>de</strong> semana <strong>de</strong> marzo.<br />
Dejó caer <strong>de</strong> nuevo la hoja. Rutina, normalidad, nada nuevo.<br />
Pero había encontrado en la papelera <strong>de</strong> arriba aquella página <strong>de</strong> calendario<br />
con una única palabra: PAT.<br />
Vio cuatro pares <strong>de</strong> raquetas <strong>de</strong> nieve colgadas en la entrada.<br />
Con la vista fija en ellas, se puso las botas, la chaqueta, cogió la caja y se dispuso<br />
a salir.<br />
Estaba <strong>de</strong> nuevo en el bosque, con nieve hasta el tobillo, cuando un disparo<br />
resonó en el silencio. Instintivamente, <strong>de</strong>jó la caja y metió la mano <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />
chaqueta en busca <strong>de</strong> su revólver. Ya lo tenía cuando oyó un estruendo entre los<br />
árboles. Vio un ciervo robusto, con una sólida cornamenta, que se alejaba al galope.<br />
Con el corazón <strong>de</strong>sbocado, Nate tomó la dirección contraria. Habría cubierto<br />
unos veinte metros cuando distinguió entre los árboles una silueta y la enorme arma<br />
que sostenía.<br />
Permanecieron un momento quietos, ambos con el arma a punto. Luego la<br />
silueta levantó la mano izquierda y se quitó la capucha <strong>de</strong> la cabeza.<br />
—Le ha olido —dijo Jacob—. Se ha asustado y ha echado a correr mientras le<br />
disparaba. Por esto lo he perdido.<br />
—Perdido —repitió Nate.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Quería llevarle a Rose un poco <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> venado. Últimamente David no ha<br />
podido salir a cazar. —Bajó la mirada lenta y <strong>de</strong>liberadamente hacia el arma <strong>de</strong><br />
Nate—. ¿Caza usted, jefe Burke?<br />
—No. Pero cuando oigo un disparo no busco a quien lo ha efectuado sin saber<br />
dón<strong>de</strong> tengo el arma.<br />
Jacob puso el seguro con gran parsimonia.<br />
—Pues lo ha encontrado, y yo tendré que volver <strong>de</strong> vacío.<br />
—Lo siento.<br />
—El ciervo ha tenido su día <strong>de</strong> suerte. ¿Sabe cómo salir <strong>de</strong> aquí?<br />
—Encontraré el camino.<br />
—Perfecto. —Jacob movió la cabeza, dio media vuelta y, avanzando con soltura<br />
con las raquetas <strong>de</strong> nieve, <strong>de</strong>sapareció entre los árboles.<br />
Nate siguió con el arma en la mano mientras iba a recoger la caja que había<br />
<strong>de</strong>jado en el suelo. No enfundó el arma hasta que llegó al coche.<br />
Fue hasta casa <strong>de</strong> Meg y <strong>de</strong>jó la caja en el fondo <strong>de</strong> un armario. Aquello tenía<br />
que investigarlo en su tiempo libre. Llevaba el pantalón mojado hasta las rodillas, se<br />
cambió y bajó hasta el lago con los perros a comprobar si veía alguna grieta en el<br />
hielo antes <strong>de</strong> volver a Lunacy en coche.<br />
—Los carteles están colocados —le dijo Otto.<br />
—Muy bien.<br />
—Hemos recibido ya dos quejas en las que se nos <strong>de</strong>cía que nos ocupáramos <strong>de</strong><br />
lo nuestro.<br />
—¿Tengo que hablar con alguien?<br />
—No.<br />
—Jefe, tiene dos llamadas, <strong>de</strong> periodistas. —Peach señaló las notas <strong>de</strong> color rosa<br />
que tenía sobre el mostrador—. Acerca <strong>de</strong> Pat Galloway y Max. Seguimiento, han<br />
dicho.<br />
—Para seguirme tendrán que pillarme. ¿Peter sigue patrullando?<br />
—Lo hemos mandado a por la comida. Le tocaba a él. —Otto se rascó la<br />
barbilla—. Para usted pedimos un bocadillo <strong>de</strong> salami.<br />
—Perfecto, gracias. ¿Es normal que un hombre se <strong>de</strong>splace cinco o seis<br />
quilómetros para cazar cuando tiene hectáreas <strong>de</strong> terreno <strong>de</strong> caza junto a su casa?<br />
—Supongo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>.<br />
—¿De qué?<br />
—De entrada, <strong>de</strong> qué busca.<br />
—Sí. Supongo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> eso.<br />
Las grietas <strong>de</strong>l río se alargaban y ensanchaban mientras las temperaturas se<br />
mantenían por encima <strong>de</strong>l punto <strong>de</strong> congelación. Des<strong>de</strong> las orillas, Nate vio por vez<br />
primera el frío y profundo <strong>de</strong>stello azul entre los reflejos blancos. Fascinado, observó<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
cómo se extendía y oyó algo que sonó a fuego <strong>de</strong> artillería. O al implacable puño <strong>de</strong><br />
Dios.<br />
Las placas <strong>de</strong> hielo subían, inundadas y ro<strong>de</strong>adas por aquel azul, y luego<br />
quedaban flotando plácidamente como una isla recién nacida.<br />
—Las primeras roturas tienen algo casi religioso —comentó Hopp, mientras<br />
paseaba al lado <strong>de</strong> Nate.<br />
—Yo viví la primera con Pixie Newburry y fue una experiencia más traumática<br />
que religiosa.<br />
Hopp guardó silencio mientras observaba el crujido y el retumbar <strong>de</strong>l hielo.<br />
—¿Pixie?<br />
—Sí. Una niña que tenía unos ojos gran<strong>de</strong>s y almendrados. Me <strong>de</strong>jó tirado por<br />
otro chaval cuyo padre tenía un barco. Para mí fue la primera ola en un mar <strong>de</strong><br />
corazones rotos.<br />
—Me parece un poco superficial. Salió usted ganando.<br />
—A los doce años no lo veía así. No imaginaba que las cosas fueran tan <strong>de</strong>prisa.<br />
—En cuanto la naturaleza <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> moverse, no hay quien la pare. Y pue<strong>de</strong> estar<br />
seguro <strong>de</strong> que tendremos algún que otro coletazo invernal antes <strong>de</strong> que se afiance el<br />
buen tiempo. Pero aquí la época <strong>de</strong> las grietas es motivo <strong>de</strong> celebración. Esta noche,<br />
por ejemplo, hay una fiesta en el Lodge. Tal vez quiera aparecer por allí.<br />
—De acuerdo.<br />
—Últimamente ha pasado más tiempo en casa <strong>de</strong> Megan que en el Lodge, en lo<br />
que respecta a dormir. —Sonrió al ver que él se limitaba a mirarla—. Todo el mundo<br />
lo comenta.<br />
—¿Quiere <strong>de</strong>cir que mi elección <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> dormir ha creado algún problema...<br />
en el ámbito oficial?<br />
—En realidad, no. —Sostuvo un cigarrillo con los <strong>de</strong>dos y lo encendió con un<br />
voluminoso Zippo plateado—. Y en el ámbito personal, diría que Meg Galloway no<br />
tiene nada que ver con Pixie Newburry. También se ha comentado que las luces <strong>de</strong><br />
casa <strong>de</strong> Meg siguen encendidas a altas horas <strong>de</strong> la noche.<br />
—Pue<strong>de</strong> que tengamos insomnio. —Ella era la alcal<strong>de</strong>sa, se dijo otra vez Nate.<br />
Y en el diario <strong>de</strong> Galloway no se citaba la presencia <strong>de</strong> una mujer en la montaña—.<br />
Dedico gran parte <strong>de</strong> mi tiempo libre a la cuestión <strong>de</strong> Galloway.<br />
—Comprendo. —Fijó su vista en el río, en aquella pugna entre el azul y el<br />
blanco—. La mayoría <strong>de</strong> la gente pesca, lee un buen libro o ve la tele en sus ratos<br />
libres.<br />
—Los polis no son como la mayoría <strong>de</strong> la gente.<br />
—Haga lo que le venga en gana, Ignatious. Sé que Charlene tiene intención <strong>de</strong><br />
traer a Pat aquí, en cuanto pueda, y enterrarlo. Quiere un funeral con todas las <strong>de</strong> la<br />
ley. Tiene que <strong>de</strong>shelarse la tierra <strong>de</strong>prisa para po<strong>de</strong>r organizado en junio, a menos<br />
que vuelva a helar.<br />
Dio una calada y suspiró otra vez.<br />
—Algo en mi interior <strong>de</strong>sea que sea así. Los muertos, enterrados, los vivos, a<br />
vivir. Sé que es duro para Carrie, pero mantener todo esto en suspenso tampoco le<br />
<strong>de</strong>volverá a su marido.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Yo no creo que él matara a Galloway. Y tampoco creo que se suicidara.<br />
El rostro <strong>de</strong> ella no se inmutó, sus ojos siguieron fijos en el agitado río.<br />
—No es eso lo que quisiera oír. Que Dios se apia<strong>de</strong> <strong>de</strong> Carrie, pero no es eso lo<br />
que yo quisiera oír.<br />
—A nadie le gusta oír que tal vez tenga un vecino que ha cometido dos<br />
asesinatos.<br />
La mujer se estremeció y aspiró <strong>de</strong> nuevo el humo. Luego lo expulsó en forma<br />
<strong>de</strong> volutas.<br />
—Yo conozco a mis vecinos, a los que viven a uno y a tres kilómetros <strong>de</strong> mi<br />
casa. Los conozco, sé sus nombres y estoy al corriente <strong>de</strong> sus costumbres. No conozco<br />
a ningún asesino, Ignatious.<br />
—Conoció usted a Max.<br />
—¡Dios mío!<br />
—Y escaló con Galloway.<br />
Su mirada se avivó y se centró en el rostro <strong>de</strong> Nate.<br />
—¿Me está interrogando?<br />
—No. Era solo un comentario.<br />
Suspiró profundamente mientras el hielo se iba partiendo.<br />
—Pues sí. Con mi marido. Y me gustó, disfruté con aquel <strong>de</strong>safío, aquellas<br />
emociones, en mi juventud. Bo y yo salíamos <strong>de</strong> excursión; en los últimos años <strong>de</strong> su<br />
vida, cuando hacía buen tiempo pasábamos alguna noche acampados. De la vida <strong>de</strong><br />
Bo, me refiero —puntualizó.<br />
—¿En quién confiaba sobre todo cuando iba a la montaña? ¿En quién confiaba<br />
Galloway?<br />
—En sí mismo. Es la primera norma <strong>de</strong> la escalada. Debes confiar en ti mismo<br />
<strong>de</strong> principio a fin.<br />
—Por aquel entonces su marido era alcal<strong>de</strong>.<br />
—Un cargo más honorario que oficial en la época.<br />
—Aun así conocía a la gente <strong>de</strong> por aquí. Se fijaba en ellos. Supongo que usted<br />
también.<br />
—¿Y?<br />
—Si lo intenta, si se concentra en aquel febrero <strong>de</strong> 1988, pue<strong>de</strong> que recuer<strong>de</strong><br />
quién, aparte <strong>de</strong> Galloway, estaba fuera <strong>de</strong> Lunacy. Quién pasó una semana o más<br />
tiempo fuera.<br />
Tiró al suelo el cigarrillo, que chisporroteó ligeramente contra la nieve. Luego lo<br />
enterró con esta.<br />
—Confía mucho en mi memoria, Ignatious. Pensaré en ello.<br />
—Perfecto. Si recuerda algo, dígamelo. Pero solo a mí, Hopp.<br />
—Llega la primavera —dijo ella—. Y la primavera a veces es muy dura.<br />
Se alejó <strong>de</strong>jándolo junto al río. Nate permaneció en medio <strong>de</strong>l helado viento<br />
viendo cómo aquel río recuperaba la vida.<br />
- 257 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 22<br />
En aquella estación no era solo el hielo <strong>de</strong>l río lo que se resquebrajaba y subía.<br />
En las calles, congeladas durante el largo invierno, se abrían unas grietas <strong>de</strong>l tamaño<br />
<strong>de</strong> un cañón y unas cavida<strong>de</strong>s en las que se hundiría un camión.<br />
A Nate no le extrañaba que hubieran contratado a Bing para el arreglo y el<br />
mantenimiento <strong>de</strong> las vías públicas. Lo que sí le extrañaba era que a nadie le<br />
importara un comino que el arreglo y el mantenimiento se llevara a cabo a paso <strong>de</strong><br />
tortuga.<br />
Tenía otras preocupaciones en la cabeza.<br />
Descubrió que las personas también se resquebrajaban. Para algunas, que<br />
habían mantenido el juicio durante el oscuro e implacable invierno, la primavera<br />
parecía ser el tiempo i<strong>de</strong>al para soltarse.<br />
Los calabozos se convertían en hogar temporal para borrachos, alborotadores,<br />
organizadores <strong>de</strong> peleas familiares o atontados sin más.<br />
Las bocinas y los silbidos llegaron hasta la ventana <strong>de</strong> su habitación poco<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que amaneciera. Había caído una ligera nevada durante la noche, apenas<br />
un espolvoreo que hacía centellear el asfalto y las aceras bajo el incipiente sol.<br />
Las luces que ro<strong>de</strong>aban el parapeto colocado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l socavón <strong>de</strong> más <strong>de</strong><br />
medio metro, al que él mismo le había puesto el nombre <strong>de</strong> Cráter lunático,<br />
parpa<strong>de</strong>aban, rojas y amarillas. Junto a ellas vio a un hombre que bailaba algo<br />
parecido a una giga. Como distracción matutina, resultaba bastante sorpren<strong>de</strong>nte,<br />
pero que lo hiciera en pelota picada añadía gracia al asunto.<br />
La gente se estaba empezando a reunir allí. Algunos hacían palmas, tal vez<br />
siguiendo su ritmo, pensó Nate. Otros gritaban ánimos o burlas a partes iguales.<br />
Soltando un suspiro, Nate se secó la cara a medio afeitar, se puso la camisa y los<br />
zapatos y bajó.<br />
El comedor estaba <strong>de</strong>sierto, los platos que había con restos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno eran el<br />
testimonio <strong>de</strong>l gancho que tenía un tipo <strong>de</strong>snudo bailando en la calle Lunatic.<br />
Nate cogió una chaqueta <strong>de</strong> una percha y salió en mangas <strong>de</strong> camisa.<br />
Se encontró con silbidos y pateos, así como con una temperatura <strong>de</strong> madrugada<br />
que le pareció que apenas superaba el punto <strong>de</strong> congelación. Se acercó <strong>de</strong>spacio al<br />
lugar don<strong>de</strong> se había congregado la gente.<br />
Entonces reconoció al que bailaba. Tobias Simpsky, que trabajaba por horas <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>pendiente en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, <strong>de</strong> lavaplatos en el Lodge y <strong>de</strong> pinchadiscos<br />
en Radio Lunacy.<br />
Había pasado <strong>de</strong> la giga a una especie <strong>de</strong> danza india <strong>de</strong> película <strong>de</strong>l Oeste.<br />
—Jefe... —Rose, que cogía <strong>de</strong> la mano a Jess y llevaba al bebé acurrucado contra<br />
su pecho, le sonrió tranquila—. Una bonita mañana.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Pues sí. ¿Celebramos algo en particular? ¿Algún ritual pagano <strong>de</strong>l que no<br />
tengo noticia?<br />
—No. Es miércoles, sin más.<br />
—Muy bien. —Pasó en medio <strong>de</strong> la concurrencia—. ¡Eh, Toby! ¿Ha olvidado el<br />
sombrero esta mañana?<br />
Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> bailar, Toby se echó la larga cabellera morena hacia atrás y extendió<br />
los brazos.<br />
—La ropa no es más que un símbolo <strong>de</strong> la negación <strong>de</strong> la naturaleza por parte<br />
<strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong> su aceptación <strong>de</strong> las limitaciones y la pérdida <strong>de</strong> la inocencia. ¡Hoy<br />
me fundo con la naturaleza! Hoy acepto mi inocencia. ¡Soy hombre!<br />
—Yo no diría tanto —gritó alguien, y los congregados empezaron a reír.<br />
—¿Por qué no charlamos un rato sobre ello? —dijo Nate cogiéndole <strong>de</strong>l brazo e<br />
ingeniándoselas para colocar su chaqueta sobre las ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Toby.<br />
—El hombre es un niño y el niño llega <strong>de</strong>snudo al mundo.<br />
—Me suena. Se acabó el espectáculo —exclamó Nate. Intentó colocarle bien la<br />
chaqueta mientras se lo llevaba. La carne <strong>de</strong> gallina <strong>de</strong> la piel <strong>de</strong> Toby recordaba una<br />
cordillera—. Tampoco había mucho que ver —murmuró.<br />
—Solo bebo agua —le dijo Toby—. Y solo como lo que soy capaz <strong>de</strong> conseguir<br />
con mis propias manos.<br />
—Entendido. Nada <strong>de</strong> café o donuts para ti.<br />
—Si no bailamos, volverá la oscuridad y el frío invierno. La nieve. —Echó un<br />
vistazo alre<strong>de</strong>dor con una mirada <strong>de</strong>lirante—. Está en todas partes. Está en todas<br />
partes.<br />
—Ya lo sé. —Lo metió en uno <strong>de</strong> los calabozos. Teniendo en cuenta que Ken era<br />
lo más parecido a un loquero que tenía a mano, se puso en contacto con él para<br />
pedirle si podía pasarse por allí.<br />
En el calabozo <strong>de</strong> al lado, el borracho <strong>de</strong> Mike dormía la mona que la noche<br />
anterior le había llevado a meterse en casa <strong>de</strong>l vecino por confusión.<br />
Incluida la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> Mike, había tenido seis inci<strong>de</strong>ncias entre las once y las<br />
dos. Habían acuchillado los neumáticos <strong>de</strong>l camión <strong>de</strong> Hawley, se había encontrado<br />
un transistor a todo volumen <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> Sarrie Parker, habían roto unos<br />
cristales en la escuela, y habían aparecido más pintadas amarillas en la nueva moto<br />
<strong>de</strong> nieve <strong>de</strong> Tim Bower y en el Ford Bronco <strong>de</strong> Charlene.<br />
Por lo que parecía, el mero hecho <strong>de</strong> pensar en la primavera provocaba a los<br />
nativos.<br />
Nate estaba pensando en un café, en el <strong>de</strong>sayuno que se había perdido, en lo<br />
que podía llevar a un hombre a bailar <strong>de</strong>snudo en una calle nevada cuando Bing<br />
irrumpió violentamente, con el aspecto <strong>de</strong> un tanque y el aire <strong>de</strong> estar dispuesto a<br />
cargarse a alguien.<br />
—He encontrado esto en mi equipo. —Con gesto brusco puso dos cañas <strong>de</strong><br />
pescar sobre el mostrador; luego sacó la barrena, que a Nate le pareció una especie <strong>de</strong><br />
espada en forma <strong>de</strong> tirabuzón, y también la puso allí encima—. No soy un ladrón, y<br />
más le vale que encuentre a quien ha escondido esto ahí para que nadie me tome por<br />
lo que no soy.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿No será lo que le quitaron a Ed Woolcott?<br />
—¿No tenía el nombre grabado en sus malditas cañas? Es propio <strong>de</strong> un inútil<br />
remilgado grabar su nombre en unas cañas que valen un huevo. Tenga presente que<br />
no voy a tolerar que Ed me acuse <strong>de</strong> habérselas birlado. Que no lo intente porque le<br />
hago una cara nueva.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> lo ha encontrado?<br />
Bing cerró los dos puños.<br />
—Y como lo insinúe usted, también se la hago a usted, jefe.<br />
—Yo no he dicho nada <strong>de</strong> eso, le he preguntado dón<strong>de</strong> lo había encontrado.<br />
—En mi cabaña. Anoche salí. Iba a remolcarla para guardarla. Fue cuando lo<br />
encontré. He pensado qué podía hacer con ello y he <strong>de</strong>cidido hacer esto. —Señaló<br />
con el <strong>de</strong>do a Nate—. Y ahora usted haga lo que tiene que hacer.<br />
—¿Cuándo estuvo por última vez en su cabaña antes <strong>de</strong> anoche?<br />
—He estado ocupado, ¿o es que aún no lo sabe? Hará unos quince días. Si<br />
hubiera estado allí, lo habría visto enseguida, como me ha pasado esta vez. Yo no uso<br />
esas cosas <strong>de</strong> inútil.<br />
—¿Por qué no pasa a mi <strong>de</strong>spacho, Bing, y lo hablamos con calma?<br />
Volvió a cerrar los puños, esta vez mostrando los dientes.<br />
—¿Para qué?<br />
—Tendrá que firmar una <strong>de</strong>claración oficial. Contarme si se fijó en algo más, si<br />
sobraba o faltaba algún otro objeto, si la cabaña estaba cerrada con llave, si tiene i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong> quién podría querer buscarle las pulgas...<br />
Bing frunció el ceño.<br />
—Tendrá que confiar en mi palabra.<br />
—Exactamente.<br />
Bing levantó su peluda barbilla.<br />
—De acuerdo. Pero tendrá que ser rápido. Tengo trabajo que hacer.<br />
—Será rápido. Y usted tendrá que arreglar el cráter <strong>de</strong> Lunatic antes <strong>de</strong> que se<br />
trague a toda una familia.<br />
Puesto que Bing era hombre <strong>de</strong> pocas palabras, en diez minutos tuvieron lista la<br />
<strong>de</strong>claración.<br />
—¿Usted y Ed tienen algún asunto <strong>de</strong>l que yo no esté al corriente?<br />
—Pongo el dinero en su banco y lo saco cuando hace falta.<br />
—¿Se relacionan?<br />
Bing respondió con un bufido.<br />
—No me invita a cenar a su casa, ni yo aparecería por allí si lo hiciera.<br />
—¿Y eso? ¿Tan mal cocina su mujer?<br />
—Se dan muchos aires, los dos, como si fueran superiores al resto. Es un<br />
gilipuertas, pero pue<strong>de</strong> que sea mejor que mucha otra gente. —Hizo un gesto <strong>de</strong><br />
indiferencia con sus anchísimos hombros. A Nate le parecía que tenía una montaña<br />
<strong>de</strong>lante—. No tengo nada contra él.<br />
—¿Se le ocurre alguien que pudiera tener algo contra usted? ¿Que quisiera<br />
crearle problemas?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Yo voy a lo mío y espero que los <strong>de</strong>más hagan lo mismo. Y si a alguien le<br />
molesta, le...<br />
—Hace una cara nueva —acabó Nate—. Me ocuparé <strong>de</strong> que <strong>de</strong>vuelvan a Ed lo<br />
que es suyo. Le agra<strong>de</strong>zco que lo haya traído aquí.<br />
Bing se quedó un momento allí sentado tamborileando en los muslos con sus<br />
robustos <strong>de</strong>dos.<br />
—No soporto que me traten <strong>de</strong> ladrón.<br />
—Ni yo.<br />
—No veo por qué tiene tanto empeño en encerrar a un tipo que se ha tomado<br />
unas copas o le da a alguien que le planta cara, pero lo <strong>de</strong> robar es diferente.<br />
Nate vio que lo <strong>de</strong>cía en serio. Estaba fichado por violencia, pero no por robo.<br />
—¿Y?<br />
—Pues que alguien me quitó mi cuchillo Buck y los guantes que tenía en el<br />
equipo.<br />
Nate sacó otro impreso.<br />
—Haga una <strong>de</strong>scripción.<br />
—Un puto cuchillo Buck. —Silbó entre dientes al ver que Nate esperaba—. Con<br />
una hoja <strong>de</strong> doce centímetros, plegable, con mango <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Un cuchillo <strong>de</strong> caza.<br />
—¿Y los guantes? —insistió Nate mientras tecleaba la <strong>de</strong>scripción.<br />
—Guantes <strong>de</strong> trabajo, ¡qué va a ser! De piel <strong>de</strong> vaca, forrados con borreguillo.<br />
Negros.<br />
—¿Cuándo vio que no los tenía?<br />
—La semana pasada.<br />
—¿Y por qué lo <strong>de</strong>nuncia ahora?<br />
Bing se quedó un minuto en silencio y luego movió aquellos hombros como<br />
montañas.<br />
—Pue<strong>de</strong> que a fin <strong>de</strong> cuentas no sea usted tan tonto.<br />
—Me emociona su comentario. Intentaré contener las lágrimas. ¿Guarda su<br />
equipo bajo llave?<br />
—No. Nadie ha sido nunca tan estúpido como para revolver mis cosas.<br />
—Siempre hay una primera vez —dijo Nate.<br />
Cuando se quedó solo, a la espera <strong>de</strong> que llegara el médico para hacer una<br />
valoración psicológica <strong>de</strong> Toby, Nate estudió los informes. Tenía un montón. Tal vez<br />
no era el tipo <strong>de</strong> trabajo al que se había acostumbrado a hacer en Baltimore, pero allí<br />
había una buena muestra, empezando por hurtos menores y vandalismo <strong>de</strong> poca<br />
monta.<br />
Suficiente, se dijo, para haberse mantenido ocupado los últimos quince días.<br />
Tan ocupado, por otro lado, que le había quedado poco tiempo para su investigación<br />
extraoficial.<br />
Tal vez no fuera una casualidad. Quizá era un recordatorio cósmico que le<br />
indicaba que ya no estaba en Homicidios.<br />
O que alguien se había puesto nervioso.<br />
- 261 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Mandó llamar a Ed y observó cómo se iluminaba su cara cuando vio las cañas y<br />
la barrena.<br />
—Me parece que esto es suyo.<br />
—Por supuesto. Ya lo daba por perdido; estaba convencido <strong>de</strong> que se hallaba en<br />
alguna casa <strong>de</strong> empeños <strong>de</strong> Anchorage. ¡Buen trabajo, jefe Burke! ¿Ha <strong>de</strong>tenido a<br />
alguien?<br />
—No ha habido <strong>de</strong>tención. Lo encontró Bing anoche en su cabaña junto con su<br />
equipo. Lo primero que ha hecho esta mañana ha sido traérmelo.<br />
—Pero...<br />
—¿Algo le hace pensar que Bing podría haber forzado la cerradura <strong>de</strong> su<br />
cabaña, pintarrajearle las pare<strong>de</strong>s, llevarse todo esto y traérmelo hoy aquí?<br />
—No. —Ed paseaba la mano por encima <strong>de</strong> las cañas—. No, supongo que no,<br />
pero la cuestión es que lo tenía él.<br />
—La única cuestión es que lo encontró y lo ha <strong>de</strong>vuelto. ¿Quiere que continúen<br />
las pesquisas?<br />
Ed soltó un suspiro y permaneció un momento callado con la expresión <strong>de</strong><br />
quien está librando una batalla interna.<br />
—Pues... Realmente no veo por qué me lo habría quitado Bing, y mucho menos<br />
por qué lo habría <strong>de</strong>vuelto si se lo hubiera llevado. Pero ya lo tengo y eso es lo que<br />
cuenta. Claro que tampoco explica lo <strong>de</strong>l vandalismo ni la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> la botella<br />
<strong>de</strong> whisky.<br />
—Dejaremos el caso abierto.<br />
—Muy bien. De acuerdo. —Señaló hacia la ventana, hacia los témpanos que<br />
flotaban en el oscuro e intenso azul—. Ha sobrevivido usted al primer invierno.<br />
—Eso parece.<br />
—Algunos creen que no querrá vivir dos veces la experiencia. Yo mismo me he<br />
preguntado si no <strong>de</strong>cidirá volver al sur cuando expire su contrato.<br />
—Supongo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> si el ayuntamiento me ofrece una renovación.<br />
—No he oído quejas. Al menos, nada importante. —Recogió las cañas y la<br />
barrena—. Tendré que guardar todo esto.<br />
—Necesito su firma. —Nate le pasó un impreso—. Debemos seguir las normas.<br />
—¡Ah! ¡Claro! —Estampó su firma en los puntos indicados—. Gracias, jefe. Me<br />
alegra haber recuperado mi equipo.<br />
Nate se fijó en que <strong>de</strong>sviaba la mirada hacia el tablero cubierto, como ya había<br />
hecho un par <strong>de</strong> veces, aunque no preguntó ni comentó nada.<br />
Le acompañó hasta la puerta, volvió hacia el tablero y lo <strong>de</strong>scubrió. En la lista<br />
<strong>de</strong> nombres trazó una línea entre Bing y Ed. Y añadió un signo <strong>de</strong> interrogación.<br />
Aquella tar<strong>de</strong> las nubes retrocedían y, a través <strong>de</strong> ellas, Nate localizó la roja<br />
hendidura <strong>de</strong> la avioneta <strong>de</strong> Meg. Volvía <strong>de</strong> investigar una llamada que había<br />
informado sobre un cadáver junto al río en Rancor Woods; comprobó que no eran<br />
más que un par <strong>de</strong> botas viejas clavadas en la nieve y que habían sido vistas con los<br />
prismáticos por unos observadores <strong>de</strong> pájaros que habían alquilado una cabaña.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
«Turistas», pensó Nate mientras tiraba las botas, probablemente abandonadas<br />
por otros turistas, en el asiento <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l coche.<br />
Luego oyó el conocido estruendo <strong>de</strong> la avioneta y miró al cielo para ver cómo<br />
Meg se <strong>de</strong>slizaba entre las nubes.<br />
Cuando Nate llegó al minúsculo muelle <strong>de</strong>l río, ella ya había aterrizado. Se le<br />
ocurrió que los flotadores <strong>de</strong> la avioneta eran otra señal <strong>de</strong> la primavera. Se acercó al<br />
aparato, notando cómo se balanceaba el muelle a su paso, y vio que Meg y Jacob<br />
<strong>de</strong>scargaban provisiones.<br />
—¡Eh, guapísimo! —Soltó una caja, con lo que hizo temblar las planchas—. Te<br />
he visto en Rancor Woods. Y el corazón se me ha <strong>de</strong>sbocado, ¿a que sí, Jacob?<br />
El otro soltó una risita mientras transportaba una gran caja hasta su camioneta.<br />
—Te he traído un regalo.<br />
—¿De verdad? Sácalo.<br />
Meg metió la mano en otra caja y sacó unos preservativos.<br />
—He pensado que quizá te daba vergüenza comprarlos en La Tienda <strong>de</strong> la<br />
Esquina.<br />
—Pero no que me los dieras en público, ¿verdad?<br />
Cogió la cajita <strong>de</strong> su mano y se la metió en el bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />
—Te he comprado tres, pero los otros los guardaré yo. —Le guiñó el ojo y se<br />
agachó para recoger otra caja. Él la levantó antes—. Ya la llevo yo.<br />
—Cuidado. Es un juego <strong>de</strong> té antiguo. Un regalo <strong>de</strong> la abuela <strong>de</strong> Joanna para el<br />
día que cumpla treinta años. —Cogió otra caja y lo siguió—. ¿Qué haces rondando<br />
por el muelle, jefe? ¿Buscas a una mujer perdida?<br />
—Y he encontrado a una, ¿verdad?<br />
Meg se echó a reír y le dio un pequeño codazo.<br />
—A ver si luego haces que me pierda un poco más.<br />
—Hoy hay cine.<br />
—El cine es el sábado.<br />
—No, lo han cambiado, ¿no te acuerdas? Coincidía con el baile <strong>de</strong>l instituto.<br />
—Vale, vale. Llevo ropa <strong>de</strong> repuesto aquí. ¿Qué ponen?<br />
—Programa doble. Vértigo y La ventana indiscreta.<br />
—Yo me encargo <strong>de</strong> las palomitas.<br />
Metió la caja en la furgoneta y le observó mientras él cargaba la suya.<br />
—Pareces cansado, jefe.<br />
—Debe <strong>de</strong> ser cierto que la primavera la sangre altera. No paro hasta el punto<br />
que me ha sido imposible ocuparme como quisiera <strong>de</strong> ciertas cuestiones.<br />
—Supongo que no te refieres solo a mi cuerpo serrano. —Echó, una ojeada a la<br />
avioneta, don<strong>de</strong> Jacob recogía la última caja—. Mi padre lleva dieciséis años muerto.<br />
El tiempo es relativo.<br />
—Quiero cerrar el caso para ti. Para él. Y también para mí.<br />
Meg enroscó un mechón <strong>de</strong>l pelo <strong>de</strong> Nate entre sus <strong>de</strong>dos. Le había permitido<br />
que se lo cortara. Una prueba <strong>de</strong> valentía, pensaba ella. O <strong>de</strong> que le tenía sorbido el<br />
seso.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Sabes qué haremos? Quitárnoslo todo <strong>de</strong> la cabeza por esta noche, ir al cine,<br />
comer palomitas y montárnoslo.<br />
—Tengo más preguntas que respuestas. Tendré que hacerte alguna. Pue<strong>de</strong> que<br />
te resulte <strong>de</strong>sagradable.<br />
—Más motivo para <strong>de</strong>jarlo por hoy. Bueno, ahora tenemos que repartir todo<br />
esto. Nos vemos luego.<br />
Entró en la cabina y se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> él con la mano mientras Jacob arrancaba.<br />
Pero no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> observarlo por el retrovisor hasta que el vehículo giró.<br />
—Parece preocupado —comentó Jacob.<br />
—Los tipos como él siempre se preocupan. ¿Por qué me atraerán tanto?<br />
—Le gustaría protegerte. Nunca lo ha hecho nadie. —Le sonrió cuando ella se<br />
volvió para mirarlo—. Yo te he enseñado cosas, te he escuchado, he cuidado <strong>de</strong> ti.<br />
Pero nunca te he protegido.<br />
—No necesito que me protejan. Ni quiero que lo hagan.<br />
—No, pero te atrae saber que lo haría.<br />
—Quizá. —Tendría que reflexionar sobre ello—. Pero sus <strong>de</strong>seos y los míos<br />
pronto chocarán frontalmente. ¿Y entonces qué?<br />
—Depen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> quién siga <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l choque.<br />
Con una risita, Meg estiró las piernas.<br />
—Lo va a tener muy difícil.<br />
Meg esperaba tener tiempo para acercarse a casa, lavarse, arreglarse y<br />
prepararse para una maratoniana noche <strong>de</strong> sexo. Era una forma <strong>de</strong> mantener el<br />
interés y, admitió también, <strong>de</strong> no pensar en nada. Creía que a él no le haría ningún<br />
daño no pensar durante un tiempo. Pensaba <strong>de</strong>masiado y era contagioso.<br />
Después <strong>de</strong> repartir todo lo que llevaban y cobrar no tuvo tiempo. Tuvo que<br />
contentarse con preparar las palomitas en la cocina <strong>de</strong>l Lodge mientras Mike el<br />
grandullón le daba una serenata con música <strong>de</strong> películas.<br />
No era un gran sacrificio oírle cantar mientras trabajaba. Se puso al corriente <strong>de</strong><br />
los cotilleos con Rose, que entraba y salía <strong>de</strong> la cocina, y soltó las exclamaciones<br />
pertinentes ante las fotos <strong>de</strong> Willow y las <strong>de</strong>l pequeño <strong>de</strong> Mike.<br />
Tuvo la sensación <strong>de</strong> encontrarse en casa, en el calor <strong>de</strong> la cocina, escuchando<br />
conversaciones y música. Con la ventaja añadida <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r saborear un pedacito <strong>de</strong> la<br />
tarta <strong>de</strong> manzana <strong>de</strong> Mike.<br />
—Vas con alguien al cine... —dijo el grandullón entre canción y canción—.<br />
Romántico.<br />
Meg comió el pastel con las manos, <strong>de</strong> pie junto a la cocina.<br />
—Podría ser, siempre que no acapare las palomitas.<br />
—Tienes estrellitas en los ojos, estrellitas y corazones.<br />
—¡Venga ya! —consiguió soltar con la boca llena.<br />
—Te aseguro que sí. Y supongo que él también. —Hizo ruido <strong>de</strong> besos, un<br />
curioso sonido, pensó Meg riendo, sobre todo viniendo <strong>de</strong> un negro campechano y<br />
calvo—. Yo también las tuve la primera vez que vi a Julia. Y ahí siguen.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Y mira cómo has acabado, preparando pasteles <strong>de</strong> manzana para una legión<br />
<strong>de</strong> viejos <strong>de</strong>l país.<br />
—Me gusta hacer pasteles. —Preparó un plato con pescado frito, patatas y<br />
judías ver<strong>de</strong>s—. A<strong>de</strong>más, por Julia y por Annie, mi princesita, haría lo que fuera.<br />
Este es un buen lugar para vivir, un buen lugar para trabajar, aunque todos lo son<br />
cuando se consigue el amor.<br />
Pasó sin interrupción <strong>de</strong> las canciones <strong>de</strong> películas al «All You Need Is Love»<br />
<strong>de</strong> los Beatles mientras Meg liquidaba el trozo <strong>de</strong> pastel y Rose entraba con los<br />
pedidos.<br />
Un buen lugar don<strong>de</strong> vivir, pensaba Meg mientras llenaba un cucurucho <strong>de</strong><br />
papel con las palomitas y las agitaba para repartir bien la mantequilla y la sal. Lo<br />
único que tendría que <strong>de</strong>cidir era qué hacer con el amor.<br />
Se fue a pie hacia el ayuntamiento bajo un aire helado y húmedo que auguraba<br />
lluvia.<br />
Nate llegó tar<strong>de</strong>, lo que la sorprendió. Apareció corriendo cuando estaban<br />
apagando las luces.<br />
—Lo siento. He tenido una llamada. Un puercoespín. Luego te lo cuento.<br />
Nate intentó meterse en la película, pero en su cabeza había otras cosas que<br />
daban vueltas. Aquella mañana había conectado los nombres <strong>de</strong> Ed y Bing en el<br />
tablero. Unidos por unos arreos <strong>de</strong> pesca robados. Algo que según todos los indicios<br />
tenía que ser una broma o una travesura infantil. Había muchas otras conexiones que<br />
vinculaban a diferentes personas entre sí.<br />
Todas estaban a su alre<strong>de</strong>dor, sentadas en la oscuridad, viendo a James Stewart<br />
interpretar el papel <strong>de</strong> un poli <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una crisis.<br />
«Yo he pasado por ahí, por todo esto —murmuró Nate—. Stewart se hundirá en<br />
picado también. Sufrirá y se lanzará <strong>de</strong> cabeza a la obsesión. Y una y otra vez<br />
conseguirá y per<strong>de</strong>rá a la chica. Una vorágine <strong>de</strong> dolor y placer.»<br />
La chica era la clave.<br />
¿Lo era Meg? Como hija única <strong>de</strong> Patrick Galloway, ¿acaso no era el símbolo<br />
viviente <strong>de</strong> él? Y si no era la clave, ¿había algún otro vínculo?<br />
—¿Cuántas vueltas darás antes <strong>de</strong> aterrizar?<br />
—¿Cómo?<br />
—Me da la sensación <strong>de</strong> estar en un vuelo circular a la espera <strong>de</strong>l aterrizaje.<br />
Meg volvió un poco la cabeza y él se dio cuenta <strong>de</strong> que se habían encendido las<br />
luces para el intermedio entre película y película.<br />
—Perdón. Estaba en la luna.<br />
—Y que lo digas. Casi no has probado las palomitas. —Dobló el cucurucho y lo<br />
<strong>de</strong>jó en el asiento—. Vayamos a tomar un poco el aire antes <strong>de</strong> que empiece la<br />
segunda.<br />
Tuvieron que tomarlo junto a la puerta, como la mayoría <strong>de</strong> los espectadores.<br />
Las nubes que se habían ido acumulando empezaron a soltar la lluvia mientras Kim<br />
Novak se transformaba. El agua que Meg había olido caía a chorros aporreando el<br />
suelo.<br />
—Tendremos inundaciones —dijo ella arrugando la frente en medio <strong>de</strong> las<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
nubes <strong>de</strong> humo que soltaban aquellos valientes que permanecían fuera, empapados,<br />
protegiendo el cigarrillo con la palma <strong>de</strong> la mano—. Y heladas en cuanto la<br />
temperatura baje un poco.<br />
—Si quieres ir a casa ahora, te llevo. Yo tengo que volver y echar un vistazo por<br />
aquí.<br />
—No, me quedo a ver la segunda, a ver qué pasa. Quizá vuelve a nevar, no sé.<br />
—Déjame controlar un par <strong>de</strong> cosas. No tardo en entrar.<br />
—Siempre tiene que aflorar el poli que no baja la guardia. —Meg vio cómo<br />
cambiaba su expresión y puso los ojos en blanco—. No es una queja, Burke. Ni<br />
mucho menos. No pienses que voy a gimotear y a enfurruñarme si tengo que ver la<br />
película sola. Te juro que sé volver a casa si hace falta. Incluso puedo ocuparme <strong>de</strong>l<br />
resto <strong>de</strong> la distracción que había planificado aunque tú no me eches una mano.<br />
Tengo pilas nuevas. Lo que me molestaría <strong>de</strong> verdad es que mirándome a mí la<br />
vieras a ella.<br />
Nate iba a respon<strong>de</strong>r que no era así, pero ella ya se alejaba. Y no habría<br />
mentido. Respuesta condicionada, pensó, e intentó quitarse aquel peso <strong>de</strong> encima.<br />
Sin haberse librado <strong>de</strong> él, habló con Peter, Hopp, Bing y el profesor.<br />
Pasó todo el intermedio coordinando y asegurándose <strong>de</strong>l procedimiento que<br />
había que seguir en caso <strong>de</strong> inundación.<br />
Cuando llegó otra vez al lado <strong>de</strong> Meg, Grace Kelly intentaba convencer a James<br />
Stewart <strong>de</strong> que tenía que prestarle más atención a ella que a los <strong>de</strong>l piso que veía<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ventana.<br />
Le tomó la mano y entrelazó sus <strong>de</strong>dos con los <strong>de</strong> ella.<br />
—Deformación profesional —murmuró en su oído—. Perdóname.<br />
—Dejemos lo <strong>de</strong> profesional. —Pero se volvió y rozó con sus labios los <strong>de</strong><br />
Nate—. Y a ver si ahora miras la película.<br />
Lo hizo, o al menos lo intentó. Pero en el momento en que Raymond Burr<br />
pillaba a Grace Kelly husmeando en su piso, se abrió <strong>de</strong> golpe la puerta <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong><br />
la sala.<br />
La luz iluminó por <strong>de</strong>trás a Otto, lo que provocó silbidos y gritos <strong>de</strong> que la<br />
cerrara. Se metió <strong>de</strong>ntro a toda prisa, empapado, sin hacer caso <strong>de</strong> las maldiciones<br />
que oía mientras se dirigía hacia Nate.<br />
Este corrió hacia él en el acto.<br />
—Tiene que acompañarme fuera, jefe.<br />
Por segunda vez aquel día, Nate salió en mangas <strong>de</strong> camisa, en esta ocasión<br />
bajo la aguanieve que le congelaba la piel.<br />
Enseguida vio el cadáver y, apartándose el pelo <strong>de</strong>l rostro, se acercó bajo la<br />
lluvia hasta el bordillo.<br />
Al principio pensó que se trataba <strong>de</strong> Rock o Bull y se le hizo un nudo en la<br />
garganta. Pero el perro que yacía ensangrentado era algo mayor que los <strong>de</strong> Meg y su<br />
pelo era más blanco.<br />
Tenía el cuchillo que habían utilizado para cortarle el cuello hundido en el<br />
pecho.<br />
Oyó un chillido tras él.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Haga entrar a la gente —or<strong>de</strong>nó a Otto—. Controle la situación.<br />
—Conozco a este perro, Nate. Es Yukon, el viejo perro <strong>de</strong> Joe y Lara. Un perro<br />
inofensivo. Apenas le quedaban dientes.<br />
—Haga entrar a la gente. Usted o Peter tráiganme algo para cubrirlo.<br />
Segundos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que entrara Otto, apareció Peter corriendo.<br />
—Jacob me ha <strong>de</strong>jado su impermeable. Madre mía, jefe, es Yukon. El perro <strong>de</strong><br />
Steven, Yukon. No hay <strong>de</strong>recho. No hay <strong>de</strong>recho.<br />
—¿Reconoce el cuchillo? Fíjese en el mango, Peter.<br />
—No lo sé. Hay mucha sangre y... No lo sé.<br />
Pero Nate sí lo sabía. Su instinto le <strong>de</strong>cía que era un cuchillo Buck. El cuchillo<br />
Buck que había perdido Bing.<br />
—Tendremos que llevar el perro al ambulatorio. Ayú<strong>de</strong>me a cargarlo atrás, en<br />
el jeep. Pero primero tendrá que ir a buscar la cámara para tomar fotos <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong><br />
los hechos.<br />
—Está muerto.<br />
—En efecto, está muerto. Lo examinaremos en el ambulatorio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacer<br />
las fotos. Cuando lo tengamos en el jeep, entre en la sala y diga a Joe y a Lara que yo<br />
tengo a su perro y dón<strong>de</strong> estamos. Pero primero vaya a por la cámara.<br />
Levantó la vista y por el rabillo <strong>de</strong>l ojo captó un movimiento. Cuando se<br />
incorporó vio a Meg en la acera con su chaqueta en las manos.<br />
—Has olvidado esto.<br />
—No quiero que estés aquí fuera.<br />
—Ya he visto lo que le han hecho a ese pobre perro. ¡Pobrecito Yukon! ¡Qué<br />
triste se pondrá Lara!<br />
—Vuelve a la sala.<br />
—Me voy a casa. Me voy con mis perros.<br />
Nate la agarró <strong>de</strong>l brazo.<br />
—Tú te vas <strong>de</strong>ntro y cuando yo haya <strong>de</strong>spejado esto, te irás al Lodge.<br />
—No estamos en un estado policial, Burke. Puedo ir don<strong>de</strong> me dé la gana.<br />
—¡Harás lo que yo te diga, maldita sea! Tengo que saber exactamente dón<strong>de</strong><br />
estás y no permitiré que te que<strong>de</strong>s sola, a casi diez kilómetros <strong>de</strong> aquí. Hay hielo en<br />
las carreteras, estamos en situación <strong>de</strong> peligro, <strong>de</strong> inundación, aparte <strong>de</strong> que hay<br />
alguien suelto con suficiente sangre fría como para cortar <strong>de</strong> un tajo el cuello <strong>de</strong> este<br />
perro. De modo que te vas <strong>de</strong>rechita para <strong>de</strong>ntro hasta que te diga lo contrario.<br />
—No pienso <strong>de</strong>jar a mis perros...<br />
—Yo me ocuparé <strong>de</strong> tus perros. Vete <strong>de</strong>ntro, Meg. O entras o te meto en un<br />
calabozo.<br />
Esperó cinco largos segundos durante los que no oyó más que el ruido <strong>de</strong> la<br />
aguanieve contra el suelo. Luego Meg dio media vuelta y se fue <strong>de</strong>ntro corriendo.<br />
Nate se quedó don<strong>de</strong> estaba, mojándose, al lado <strong>de</strong>l perro muerto, hasta que<br />
Peter llegó a toda prisa.<br />
Cogió la polaroid, sacó unas fotos y se las metió en el bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />
—Ayú<strong>de</strong>me a cargar el perro, Peter. Luego vaya <strong>de</strong>ntro y siga las ór<strong>de</strong>nes que<br />
le he dado. Dígale a Otto que acompañe a Meg al Lodge y que no la <strong>de</strong>je salir <strong>de</strong> allí<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
hasta que yo diga lo contrario. ¿Queda claro?<br />
Peter asintió. Su nuez <strong>de</strong>l cuello se movía, pero asintió.<br />
—Ken está <strong>de</strong>ntro, jefe. Estaba sentado justo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. ¿Le digo que salga?<br />
—Sí. Dígale que venga. Pue<strong>de</strong> acompañarme.<br />
Se apartó el chorreante pelo <strong>de</strong> los ojos mientras una suave niebla ro<strong>de</strong>aba sus<br />
tobillos.<br />
—Voy a tener que contar con usted para que mantenga el or<strong>de</strong>n, Peter. Ocúpese<br />
<strong>de</strong> que la gente salga or<strong>de</strong>nadamente y <strong>de</strong> que cada cual vaya a su casa. Dígales que<br />
no se entretengan, que nosotros nos ocupamos <strong>de</strong> todo.<br />
—Querrán saber qué... qué ha ocurrido.<br />
—Aún no lo sabemos nosotros, ¿no es cierto? —Miró <strong>de</strong> nuevo al perro—. Que<br />
todo el mundo esté tranquilo. Usted sabe cómo hablar a la gente. Entre y hábleles. Y<br />
fíjese en quién se encuentra aquí, Peter. Usted y Otto harán una lista <strong>de</strong> todos los<br />
presentes.<br />
Nate pensó que así sabría quién no estaba en el cine.<br />
Cargaron el perro en el jeep. Mientras Peter volvía a la sala, Nate se agachó<br />
junto a la rueda trasera <strong>de</strong>l vehículo. Junto a esta, bajo el eje, vio un par <strong>de</strong> guantes<br />
manchados <strong>de</strong> sangre.<br />
Abrió la puerta y sacó una bolsita para pruebas. Cogió los guantes por la parte<br />
<strong>de</strong>l puño y los guardó en la bolsa.<br />
Serían los <strong>de</strong> Bing, pensó. Al igual que el cuchillo.<br />
Un cuchillo y unos guantes, cuyo robo había <strong>de</strong>nunciado Bing unas horas antes.<br />
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Capítulo 23<br />
—Habrá sido rápido. —Ken permanecía junto al perro y se restregaba el rostro<br />
con las manos.<br />
—El corte <strong>de</strong>l cuello ha sido fulminante —apuntó Nate.<br />
—Sí. ¡<strong>San</strong>to cielo! ¿Pero qué cabrón pue<strong>de</strong> haber sido capaz <strong>de</strong> hacerle esto a un<br />
perro? Ha dicho usted que no había salido mucha sangre <strong>de</strong> la herida <strong>de</strong>l pecho.<br />
Estaba ya muerto cuando quien sea le hundió el cuchillo. Cuando se corta el cuello<br />
<strong>de</strong> esta forma se parte la yugular y se acabó.<br />
—Menuda salvajada... La sangre <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> salir a chorros —exclamó Nate.<br />
—Sí. ¡Señor!<br />
—La lluvia se ha llevado la mayor parte, pero no toda. Y aún no estaba frío<br />
cuando lo encontramos. Llevaría muerto, no sé, pue<strong>de</strong> que una hora, como mucho.<br />
—Nate... —Ken movió la cabeza, se quitó las gafas y las limpió con el extremo<br />
<strong>de</strong> la camisa—. Esto es muy complicado para mí. Su opinión será tan buena como la<br />
mía o tal vez mejor. Pero sí, pue<strong>de</strong> haber sucedido hace una hora.<br />
—Hará una hora <strong>de</strong>l intermedio. Cuando salimos al final <strong>de</strong> la primera película<br />
no estaba. Y había <strong>de</strong>masiada sangre para que lo mataran en otra parte y lo <strong>de</strong>jaran<br />
allí en la calle. ¿Usted conocía este perro?<br />
—Claro, el viejo Yukon. —Se le llenaron los ojos <strong>de</strong> lágrimas y tuvo que<br />
secárselos—. Claro.<br />
—¿Había creado problemas a alguien? ¿Sabe usted si había atacado a alguien?<br />
¿Mordido a alguien?<br />
—¿Yukon? Apenas tenía dientes para comer. Era un perro muy cariñoso,<br />
inofensivo. Pue<strong>de</strong> que por eso me duela tanto. —Se volvió un momento, intentando<br />
controlarse—. Lo <strong>de</strong> Max... fue terrible. Un ser humano, ¡por el amor <strong>de</strong> Dios! Pero<br />
este perro... un perro viejo, cariñoso... in<strong>de</strong>fenso.<br />
—Siéntese un momento si quiere.<br />
Nate se quedó don<strong>de</strong> estaba, mirando el perro. Tenía la vista fija en el pelo<br />
manchado <strong>de</strong> sangre y tan empapado por la lluvia que seguía goteando.<br />
—Lo siento, Nate. Pensará que un médico tendría que saber controlarse. —<br />
Aspiró profundamente y soltó poco a poco el aire—. ¿Qué quiere que haga?<br />
—Joe y Lara vendrán <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco. Quisiera que los mantuviera fuera <strong>de</strong><br />
aquí hasta que haya terminado.<br />
—¿Qué va a hacer?<br />
—Mi trabajo. Entreténgalos hasta que yo acabe.<br />
Cogió la cámara e hizo otras fotos. No era forense pero había visto muchos<br />
muertos y presenciado muchas autopsias, por lo que pudo <strong>de</strong>ducir que la herida con<br />
el cuchillo se había hecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong>l perro, un poco hacia un<br />
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lado. Un corte <strong>de</strong> izquierda a <strong>de</strong>recha. Lo agarraron a horcajadas, le levantaron la<br />
cabeza y cortaron.<br />
La sangre sale a chorro, empapa los guantes, pue<strong>de</strong> que las mangas; tal vez<br />
incluso salpique hacia atrás. El perro cae, se le hun<strong>de</strong> el cuchillo. Se abandonan los<br />
guantes y el lugar.<br />
Un par <strong>de</strong> minutos, con la lluvia tapando cualquier ruido y con unas doscientas<br />
personas, tal vez menos, en la sala, concentradas en James Stewart.<br />
Arriesgado, pensó mientras aplicaba unos polvos al mango <strong>de</strong>l cuchillo para<br />
buscar las huellas, pero también calculado. Frío.<br />
En el mango solo encontró sangre. Lo metió en la bolsa <strong>de</strong> pruebas, <strong>de</strong>spués<br />
cogió una bolsa <strong>de</strong> asas y metió en ella el cuchillo y las fotografías antes <strong>de</strong> salir a<br />
hablar con los Wise.<br />
La lluvia se había convertido en una fina nieve cuando Nate localizó a Bing. Lo<br />
encontró en el garaje, junto a su casita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Tenía puesta la radio en una<br />
emisora <strong>de</strong> información meteorológica mientras trabajaba bajo el capó <strong>de</strong> su camión.<br />
Había otros dos vehículos <strong>de</strong>ntro, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> lo que parecía un pequeño motor<br />
encima <strong>de</strong> una plataforma. Uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong> una enorme y oxidada caja <strong>de</strong><br />
herramientas roja estaba abierto. Por encima <strong>de</strong> un largo mostrador se veían más<br />
herramientas colgadas <strong>de</strong> sus ganchos, y a un lado, un calendario con una rubia <strong>de</strong><br />
imponentes pechos muy ligera <strong>de</strong> ropa.<br />
En una mesa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l extremo se veía una sólida máquina <strong>de</strong> coser...<br />
¿Una máquina <strong>de</strong> coser? Y un poco más arriba, la cabeza <strong>de</strong> un alce.<br />
El local olía a una mezcla <strong>de</strong> cerveza, humo y grasa.<br />
Bing forzó la vista para mirar a Nate, con un ojo cerrado, pues le molestaba el<br />
humo <strong>de</strong>l cigarrillo que ascendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos.<br />
—Mañana lloverá más; el río llegará hasta la calle Lunatic. Necesitaremos los<br />
sacos <strong>de</strong> arena que llevo en la caja <strong>de</strong>l camión.<br />
«Sacos <strong>de</strong> arena», pensó Nate mirando la máquina <strong>de</strong> coser. No se imaginaba a<br />
Bing cosiendo sacos, aunque reconocía que en su vida había visto cosas muy<br />
intrigantes.<br />
—Ha salido pronto <strong>de</strong>l cine.<br />
—Ya había visto bastante. Tendré trabajo por la mañana.<br />
Nate se acercó a él con la bolsa <strong>de</strong>l cuchillo en la mano.<br />
—¿Es suyo?<br />
Bing se quitó el cigarrillo <strong>de</strong> la boca y se volvió. Habría hecho falta mucho<br />
humo para no distinguir con claridad la sangre <strong>de</strong>l mango y la hoja.<br />
—Eso parece. —Tiró el cigarrillo y lo pisó, aplastándolo en el suelo <strong>de</strong> cemento<br />
manchado <strong>de</strong> aceite—. Sí, es mío. Y se diría que lo han utilizado. ¿Dón<strong>de</strong> lo ha<br />
encontrado?<br />
—Clavado en Yukon, el perro <strong>de</strong> Joe y Lara.<br />
Bing retrocedió. A Nate le vino a la cabeza el paso rápido y brusco propio <strong>de</strong><br />
alguien que ha recibido un golpe a traición.<br />
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—¿De qué <strong>de</strong>monios me habla?<br />
—Alguien lo ha usado para cortar el cuello <strong>de</strong>l perro y luego se lo ha clavado en<br />
el pecho para facilitarme la tarea <strong>de</strong> encontrarlo. ¿A qué hora ha salido <strong>de</strong>l cine,<br />
Bing?<br />
—¿Alguien ha matado a ese perro? ¿Alguien ha matado a ese perro? —Cuando<br />
se dio cuenta <strong>de</strong> lo que acababan <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle, la expresión <strong>de</strong> sorpresa <strong>de</strong> sus ojos<br />
cambió—. ¿Me está diciendo que yo he matado a ese perro? —Cerró el puño con la<br />
llave inglesa aún en la mano—. ¿Es esto lo que dice?<br />
—Si intenta algo con eso que tiene en la mano, me lo llevo. No creo que quisiera<br />
esa humillación, pero le aseguro que puedo hacerlo. Deje la llave. ¡Vamos!<br />
La ira se reflejó en su rostro e hizo que todo su cuerpo temblara.<br />
—Tiene muy mal genio, ¿verdad, Bing? —dijo Nate en voz baja—. Y eso le ha<br />
llevado a los ataques que constan, en su expediente y a pasar unas cuantas noches<br />
entre rejas. Y es lo que ahora mismo le empujaría a romperme la crisma con esa llave<br />
inglesa. A<strong>de</strong>lante, inténtelo.<br />
Bing lanzó la herramienta hacia el otro lado <strong>de</strong>l local; <strong>de</strong>jó una marca en la<br />
pared <strong>de</strong> hormigón. Respiraba como una máquina <strong>de</strong> vapor y tenía el rostro colorado<br />
como un ladrillo.<br />
—¡Que le <strong>de</strong>n! Claro que he pegado unos cuantos puñetazos y he abierto<br />
alguna cabeza, pero no por eso soy un jodido mataperros. Y si eso es lo que afirma,<br />
no me hace falta una llave inglesa para abrirle el cráneo.<br />
—Yo le he preguntado a qué hora ha salido <strong>de</strong>l cine.<br />
—He salido a fumar un cigarrillo en el intermedio. Usted mismo me ha visto.<br />
Ha hablado <strong>de</strong> que había que prepararse para una posible inundación y he venido<br />
para aquí. He cargado los malditos sacos. —Señaló con el <strong>de</strong>do la caja <strong>de</strong>l camión,<br />
don<strong>de</strong> tenía apilados al menos cien sacos <strong>de</strong> arena—. Se me ha ocurrido que ya que<br />
estaba aquí podía revisar el motor. No me he movido <strong>de</strong> aquí. Si alguien ha ido a<br />
casa <strong>de</strong> Joe y ha matado al perro, no he sido yo. Me caía bien ese animal.<br />
Nate sacó la bolsa con los guantes.<br />
—¿Son suyos?<br />
Con la vista fija en ellos, Bing se pasó el dorso <strong>de</strong> la mano por los labios. El rojo<br />
<strong>de</strong> sus mejillas iba <strong>de</strong>sapareciendo y en su lugar ganaba terreno un tono blanco <strong>de</strong><br />
aspecto húmedo.<br />
—¿Qué <strong>de</strong>monios pasa aquí?<br />
—¿Es eso un sí?<br />
—Sí, son míos, no voy a negarlo. Ya le dije que alguien se los llevó, que se llevó<br />
mis guantes y el cuchillo Buck. Ya lo he <strong>de</strong>nunciado.<br />
—Pero no lo ha hecho hasta esta mañana. Cualquiera podría preguntarse si no<br />
estaba cubriéndose las espaldas.<br />
—¿Y por qué <strong>de</strong>monios iba a matar yo a un perro? ¿Un maldito y estúpido<br />
perro? —Bing se restregó el rostro y luego sacó otro cigarrillo <strong>de</strong>l paquete que<br />
llevaba en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa. Sus manos temblaban visiblemente.<br />
—¿Usted no tiene perro, verdad, Bing?<br />
—¿Y eso me convierte en alguien que odia a los perros? ¡Vamos! Tuve uno.<br />
- 271 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Murió en junio hará dos años. De cáncer. —Se aclaró la voz, aspiró profundamente el<br />
humo <strong>de</strong>l cigarrillo—. El cáncer acabó con él.<br />
—Cuando alguien mata a un perro, suelo preguntarme si ese alguien ha tenido<br />
problemas con el perro o con su propietario.<br />
—Nunca he tenido ningún problema con ese perro. Tampoco tengo problemas<br />
con Joe, Lara o con ese hijo suyo. Pregúnteselo a ellos. Pregúnteles si hemos tenido<br />
algún problema. Lo que sí está claro es que alguien tiene problemas conmigo.<br />
—¿Tiene i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> por qué?<br />
Se encogió <strong>de</strong> hombros con una especie <strong>de</strong> sacudida.<br />
—Lo único que tengo claro es que yo no maté a ese perro.<br />
—Manténgase localizable, Bing. Si tiene intención <strong>de</strong> <strong>de</strong>splazarse por lo que sea,<br />
avíseme antes.<br />
—No pienso permitir que la gente me señale con el <strong>de</strong>do.<br />
—Tiene que estar localizable —insistió Nate.<br />
Y se fue por don<strong>de</strong> había llegado.<br />
Meg bebía su cerveza y alimentaba su malhumor. No le gustaba esperar y Nate<br />
se enteraría cuando volviera. Le había dado ór<strong>de</strong>nes como si ella fuera un recluta<br />
novato y él, el general.<br />
No le gustaban las ór<strong>de</strong>nes y <strong>de</strong> eso también se enteraría Nate.<br />
¡Vaya si se enteraría cuando volviera!<br />
¿Dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>monios se había metido?<br />
Estaba muy preocupada por sus perros, por más que su lado pru<strong>de</strong>nte insistiera<br />
en que no les había ocurrido nada, en que Nate cumpliría con su palabra y los<br />
recogería. Tenía que haberle permitido que ella los recogiera en lugar <strong>de</strong> obligarle a<br />
permanecer en esa especie <strong>de</strong> arresto domiciliario.<br />
Lo que menos le apetecía era estar allí, sufriendo, tomando cerveza y jugando al<br />
póquer con Otto, Jim el flaco y el profesor para matar el tiempo.<br />
Había ganado veintidós dólares y pico y le importaba un pepino.<br />
¿Dón<strong>de</strong> diablos estaba Nate?<br />
¿Y quién <strong>de</strong>monios creía que era, para <strong>de</strong>cirle lo que tenía que hacer y<br />
amenazarla con encerrarla en el calabozo? Y lo habría hecho, pensaba Meg mientras<br />
sacaba el ocho <strong>de</strong> tréboles y completaba un precioso full.<br />
Ahí fuera, bajo la lluvia, al lado <strong>de</strong> aquel perro, no había visto precisamente al<br />
Nate cariñoso <strong>de</strong> ojos tristes que ella conocía. Era otra cosa, otra persona. La persona<br />
que Meg podía imaginar que había sido en Baltimore antes <strong>de</strong> que las circunstancias<br />
le <strong>de</strong>strozaran el corazón.<br />
Eso también le importaba un pepino. Realmente un pepino.<br />
—Veo esos dos dólares —dijo a Jim—. Y subo dos —dijo mientras echaba su<br />
dinero en el montón.<br />
Charlene le había dado una hora libre a Jim y ella se ocupaba <strong>de</strong>l bar. No había<br />
excesivo trabajo, pensó Meg mientras el profesor se retiraba y Otto añadía otros dos<br />
dólares a la apuesta. Aparte <strong>de</strong> su mesa, había otra ocupada por cuatro forasteros.<br />
- 272 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Escaladores que esperaban que escampara el tiempo. En otro compartimiento los<br />
pesados <strong>de</strong> Hans y Dex se enfrentaban a la lluviosa velada con cerveza y partidas <strong>de</strong><br />
damas.<br />
A la espera <strong>de</strong> cualquier chisme que llegara a sus oídos.<br />
Habría más entradas y salidas si el río crecía. Aparecerían quienes <strong>de</strong>seaban<br />
pasar un rato en un lugar seco y cálido tomando un café antes <strong>de</strong> salir otra vez a<br />
colocar sacos <strong>de</strong> arena. Y cuando acabaran, otra oleada. Entonces se aglomerarían<br />
todos, empapados, agotados y hambrientos, aunque aún no estarían dispuestos a<br />
volver a casa y romper el compañerismo que crea hacer frente a la naturaleza.<br />
Les apetecería café, alcohol y cualquier plato caliente que pudieran servirles.<br />
Charlene haría todo lo posible por complacerles; trabajaría hasta que se marchara el<br />
último. No sería la primera vez que Meg lo veía.<br />
Añadió dos dólares a la apuesta cuando Jim se retiró.<br />
—Dos parejas —dijo Otto—. Reyes y cincos.<br />
—Pues tus reyes van a tener que inclinarse ante mis damas —Meg <strong>de</strong>scubrió<br />
dos reinas—, teniendo en cuenta que llevan un séquito <strong>de</strong> tres ochos.<br />
—¡Valiente putada! —Otto tenía la vista fija en los billetes y monedas que Meg<br />
iba recogiendo. De pronto levantó la cabeza y apartó la silla al ver a Nate, que venía<br />
<strong>de</strong>l vestíbulo—. ¿Jefe?<br />
Meg se volvió en el acto. Se había colocado <strong>de</strong> cara a la puerta con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />
saltar sobre él en cuanto la abriera. Y sin embargo, pensó con amargura, la había<br />
sorprendido por <strong>de</strong>trás.<br />
—Un café me vendría <strong>de</strong> perlas, Charlene.<br />
—Calentito y <strong>de</strong>licioso. —Le llenó una taza—. También puedo prepararle algo<br />
para comer. Calentito y <strong>de</strong>licioso como el café.<br />
—No, gracias.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> están mis perros? —preguntó Meg.<br />
—En el vestíbulo. Me he encontrado con Hopp y otros en la calle, Otto. Parece<br />
que hay consenso sobre lo <strong>de</strong> que el río aguantará, pero hay que estar alerta. Ahora<br />
mismo cae una nieve fina. Los <strong>de</strong>l tiempo han anunciado que el frente se <strong>de</strong>splaza<br />
hacia el oeste, <strong>de</strong> modo que es probable que el cielo se <strong>de</strong>speje.<br />
Tomó media taza <strong>de</strong> café y la acercó <strong>de</strong> nuevo a Charlene para que se la llenara<br />
otra vez.<br />
—Está inundada la parte <strong>de</strong>l lago Shore —añadió—. Peter y yo hemos puesto<br />
indicadores <strong>de</strong> peligro en la zona y al otro lado a partir <strong>de</strong>l extremo oriental <strong>de</strong><br />
Rancor Woods.<br />
—Son dos lugares que se convierten en un problema a la que unos cuantos se<br />
<strong>de</strong>tienen a mear junto a la carretera —dijo Otto—. El frente va hacia el oeste, por<br />
tanto aquí estaremos tranquilos.<br />
—Estaremos ojo avizor —insistió Nate mientras se dirigía hacia la escalera.<br />
—Eh, espera un minuto, jefe. —Meg se plantó ante la puerta con un perro a<br />
cada lado—. Tengo un par <strong>de</strong> cosas que <strong>de</strong>cirte.<br />
—Necesito una ducha. Me lo cuentas mientras la tomo o esperas un momento.<br />
- 273 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Meg hizo chasquear los labios en una especie <strong>de</strong> gruñido mientras él subía con<br />
el café en la mano.<br />
—¡Espera, coño!<br />
Lo siguió con paso firme; los perros iban tras ella.<br />
—Pero ¿tú quién coño te has creído que eres?<br />
—Creo que soy el jefe <strong>de</strong> policía.<br />
—Aunque fueras el jefe <strong>de</strong>l universo no pienso permitirte que me levantes la<br />
voz, me <strong>de</strong>s ór<strong>de</strong>nes y me amenaces.<br />
—Es cierto que te he pegado la bronca, pero no habría tenido que hacerlo si<br />
hubieras seguido mis consejos.<br />
—¿Tus consejos? —Se metió en la habitación tras el—. Tú a mí no me das<br />
consejos. No eres ni mi jefe ni mi padre. Que me haya acostado contigo no te da<br />
<strong>de</strong>recho a <strong>de</strong>cirme lo que tengo que hacer.<br />
Nate se quitó la chaqueta, que estaba empapada, y señaló la placa que lucía en<br />
la camisa.<br />
—No, pero esto sí. —Se quitó también la camisa, camino <strong>de</strong>l baño.<br />
Seguía siendo otro, pensó Meg. Aquel otro que se había mantenido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
los tristes ojos a la espera <strong>de</strong> irrumpir cuando hiciera falta. Aquel otro era duro y frío.<br />
Peligroso.<br />
Oyó el ruido <strong>de</strong> la ducha. Los perros seguían <strong>de</strong> pie, la<strong>de</strong>ando la cabeza,<br />
mirándola.<br />
—Al suelo —murmuró ella.<br />
Entró en el baño. Nate se había sentado sobre la taza <strong>de</strong>l váter y trataba <strong>de</strong><br />
quitarse las mojadas botas.<br />
—Me <strong>de</strong>jas a Otto <strong>de</strong> perro guardián y me <strong>de</strong>jas tirada casi tres horas. Tres<br />
putas horas en las que no sé qué <strong>de</strong>monios pasa.<br />
Él la miró sin expresión, los ojos como el pe<strong>de</strong>rnal.<br />
—He tenido trabajo y cosas más importantes que hacer que tenerte a ti al<br />
corriente <strong>de</strong> todo. ¿Quieres noticias? —Dejó las botas a un lado y se levantó para<br />
quitarse los pantalones—. Pon la radio.<br />
—A mí no me hables como si fuera una pesada y una quejica.<br />
Nate se metió en la ducha y corrió la cortina.<br />
—Pues <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> comportarte como tal.<br />
¡Cuánto necesitaba aquel calor!<br />
Se apoyó en los azulejos, metió la cabeza bajo el chorro y <strong>de</strong>jó que el agua<br />
caliente se <strong>de</strong>slizara sobre su cuerpo. Probablemente, un baño <strong>de</strong> una o dos horas<br />
conseguiría penetrar hasta sus fatigados y congelados huesos. Un par <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong><br />
aspirinas y su cuerpo <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> dolerle. Tres o cuatro días durmiendo<br />
contrarrestarían la fatiga que se había acumulado en su cuerpo tras haber tenido que<br />
andar sobre el hielo <strong>de</strong>jado por el río, levantar parapetos y ver cómo dos personas<br />
mayores lloraban ante su perro, asesinado.<br />
En parte <strong>de</strong>seaba tranquilidad, aquella oscura tranquilidad en la que sabía<br />
cómo sumergirse, don<strong>de</strong> nada <strong>de</strong> aquello tendría importancia. Pero por otro lado<br />
temía encontrar con <strong>de</strong>masiada facilidad el camino <strong>de</strong> vuelta al pozo.<br />
- 274 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Cuando oyó que se <strong>de</strong>scorría la cortina, permaneció como estaba, con las manos<br />
apoyadas en la pared, la cabeza hacia abajo y los ojos cerrados.<br />
—Más vale que no te pelees conmigo ahora, Meg. Per<strong>de</strong>rías.<br />
—Te diré algo, Burke. No soporto que se me quiten <strong>de</strong> encima como un<br />
insignificante estorbo. Ni tampoco que me <strong>de</strong>jen a un lado. O que me <strong>de</strong>n ór<strong>de</strong>nes.<br />
No me ha gustado la forma en que me has mirado esta noche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />
ayuntamiento; intentabas que no pudiera reconocer nada en tu rostro, en tus ojos. Es<br />
algo que me cabrea y... —Deslizó sus brazos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Nate y apretó su cuerpo,<br />
<strong>de</strong>snudo, contra él hasta que tras una sacudida quedó inmóvil— ... me excita.<br />
—No sigas. —Nate agarró las manos <strong>de</strong> Meg para apartarlas <strong>de</strong> su cuerpo y<br />
mantenerla a cierta distancia—. No lo hagas.<br />
Ella bajó la vista pausadamente. Sonrió mientras la levantaba <strong>de</strong> nuevo.<br />
—Parece que aquí hay una contradicción.<br />
—No quiero hacerte daño y, tal como me siento ahora mismo, podría herirte.<br />
—No me das miedo. Estaba cabreada, <strong>de</strong>seando pelea. Y <strong>de</strong> repente lo que<br />
<strong>de</strong>seo es otra cosa. Dame algo más. —Se acercó un poco y le acarició el pecho—.<br />
Acabaremos la pelea luego.<br />
—No me apetece la proximidad.<br />
—Ni a mí. Pero a veces, Nate, necesitamos algo distinto. Necesitamos ir a otra<br />
parte y olvidar por un tiempo. Que arda una parte <strong>de</strong> la locura, <strong>de</strong>l dolor, <strong>de</strong>l miedo.<br />
Hazme ar<strong>de</strong>r —murmuró, y agarró sus ca<strong>de</strong>ras y las apretó con fuerza.<br />
Nate sabía que para ella hubiera sido mejor que la rechazara. Sin embargo la<br />
atrajo hacia sí; su cuerpo cálido y húmedo se apretó contra el suyo, él encontró su<br />
boca y se apo<strong>de</strong>ró violentamente <strong>de</strong> ella.<br />
Meg lo abrazó con todas sus fuerzas, pegando sus brazos a la parte superior <strong>de</strong><br />
la espalda <strong>de</strong> él y hundiendo los <strong>de</strong>dos en sus hombros. Como clavos que perforaran<br />
la carne. El calor que ella transmitía llegó a sus huesos, los abrasó, e hizo que se<br />
<strong>de</strong>svaneciera el cansancio y su fría actitud <strong>de</strong> <strong>de</strong>sapego.<br />
Las manos <strong>de</strong> ella recorrieron <strong>de</strong> nuevo el cuerpo <strong>de</strong> Nate, humedad contra<br />
humedad; su cabeza bajó en un gesto que le invitaba a <strong>de</strong>leitarse con su cuello, sus<br />
hombros, con cualquier parte en la que pudiera encontrar la suave y cálida carne.<br />
El sonido que salió <strong>de</strong> Meg, ardiendo contra los labios <strong>de</strong> él, era el sonido <strong>de</strong>l<br />
triunfo <strong>de</strong>l erotismo.<br />
—Acércate. —Cogió el jabón—. Voy a lavarte. Me encanta el tacto <strong>de</strong> una<br />
espalda masculina bajo mis manos. Sobre todo cuando está húmeda y resbaladiza.<br />
Su voz recordaba la <strong>de</strong> una sirena. Él <strong>de</strong>jó que siguiera, que sus manos<br />
recorrieran su cuerpo, <strong>de</strong>jó que creyera que marcaba la pauta. Cuando la empujó<br />
contra la pared <strong>de</strong> la ducha, la mirada soñolienta <strong>de</strong> Meg cobró vida con la sorpresa.<br />
Esbozó una sonrisa y él aplastó su boca contra la suya.<br />
Estaba en lo cierto, pensó ella, rendida. Era otra persona, alguien que se había<br />
apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l control <strong>de</strong> manera implacable. Alguien que se imponía y la obligaba a<br />
rendirse.<br />
En el momento en que su boca se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la <strong>de</strong> ella y le arrebató el jabón,<br />
Nate empezó a recorrer sus senos con unas largas y excitantes caricias que llegaron a<br />
- 275 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
producirle dolor en los pezones. La respiración <strong>de</strong> Meg se convirtió en un tembloroso<br />
suspiro.<br />
El cosquilleo en la parte inferior <strong>de</strong> la barriga le indicó que estaba a punto. El<br />
<strong>de</strong>seo. La necesidad. Rozando el cuello <strong>de</strong> Nate con sus labios, murmuró:<br />
—Qué bien se está contigo. Qué bien. Penétrame. Entra <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí.<br />
—Primero chilla.<br />
Ella se echó a reír y le mordisqueó con cierta fuerza.<br />
—No pienso hacerlo.<br />
—Sí. —Levantó sus brazos por encima <strong>de</strong> la cabeza, con una mano sujetó sus<br />
dos muñecas y las mantuvo inmóviles—. Sí lo harás.<br />
Deslizó el jabón entre las piernas <strong>de</strong> Meg, restregándoselas, acariciándolas,<br />
observándola mientras su cuerpo se estremecía, camino <strong>de</strong>l orgasmo.<br />
—Nate.<br />
—Te lo he advertido.<br />
Una sensación parecida al pánico se <strong>de</strong>spertó en el interior <strong>de</strong> Meg; pánico con<br />
una mezcla <strong>de</strong> placer que la llevaba al límite a medida que los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Nate<br />
penetraban en su interior. Ella se retorció, en busca <strong>de</strong> la libertad, en busca <strong>de</strong> algo<br />
más. En busca <strong>de</strong> él. Pero Nate la llevaba más allá <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ella resistiría, más allá <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> ella creía que sería capaz <strong>de</strong> aguantar. Espiró en un sollozo; <strong>de</strong>senfrenadas<br />
súplicas salían <strong>de</strong> sus labios mientras el agua caliente caía sobre su tembloroso<br />
cuerpo y el vapor le empañaba la vista.<br />
Cuando aquello explotó en su interior, marcando el límite entre sensatez y<br />
locura, Nate apagó su chillido con la mano.<br />
—Di mi nombre. —Tenía que oírlo, necesitaba saber que Meg se daba cuenta <strong>de</strong><br />
quién se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> ella—. Di mi nombre —le or<strong>de</strong>nó mientras la levantaba<br />
por las ca<strong>de</strong>ras y se hundía en su interior.<br />
—Nate.<br />
—Otra vez. Dilo <strong>de</strong> nuevo. —Le costaba expulsar el aliento—. Mírame y di mi<br />
nombre.<br />
—Nate. —Le agarró el pelo y hundió los <strong>de</strong>dos en su hombro. Le miró a la cara,<br />
le miró a los ojos. Le vio y se vio a sí misma—. Nate.<br />
Él la tomó una y otra vez hasta que quedó totalmente vacío, hasta que el cuerpo<br />
<strong>de</strong> Meg quedó exhausto y su cabeza cayó contra su hombro.<br />
Nate tuvo que apoyar una mano en los empapados azulejos para recuperar el<br />
aliento, para reponerse. Buscó a tientas el grifo para cerrar la ducha.<br />
—Necesito sentarme —consiguió <strong>de</strong>cir Meg—. Realmente necesito sentarme.<br />
—Espera un minuto.<br />
La levantó, la colocó sobre su hombro y salió <strong>de</strong> la ducha.<br />
Cogió un par <strong>de</strong> toallas, a pesar <strong>de</strong> que imaginaba que con el calor el agua se<br />
evaporaría <strong>de</strong> sus cuerpos en pocos minutos.<br />
Los perros se levantaron cuando lo vieron llegar al dormitorio con ella.<br />
—Será mejor que les digas a tus colegas que estás bien.<br />
—¿Cómo?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—A los perros, Meg. Tranquilízalos antes <strong>de</strong> que crean que te he <strong>de</strong>jado<br />
inconsciente.<br />
—Rock, Bull, tranquilos. —Casi se <strong>de</strong>slizó <strong>de</strong> sus brazos cuando él la <strong>de</strong>jó sobre<br />
la cama—. La cabeza me da vueltas.<br />
—Será mejor que te seques. —Dejó una <strong>de</strong> las toallas sobre su vientre—. Voy a<br />
buscarte una camisa o algo.<br />
Meg ni se molestó en secarse: permaneció allí tumbada disfrutando <strong>de</strong> la<br />
familiar sensación <strong>de</strong> relajamiento <strong>de</strong> su cuerpo.<br />
—Parecías cansado cuando has llegado. Cansado y <strong>de</strong> malas pulgas, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />
mantener una actitud fría. El mismo aspecto que tenías frente al ayuntamiento. Y en<br />
alguna otra ocasión. Cara <strong>de</strong> poli.<br />
Nate no respondió, se limitó a ponerse un pantalón <strong>de</strong> chándal y a pasarle a ella<br />
una camisa <strong>de</strong> franela.<br />
—Es una <strong>de</strong> las cosas que me ha excitado. Curioso.<br />
—El camino que lleva a tu casa es peligroso. Tendrás que quedarte aquí.<br />
Meg esperó un momento mientras ponía <strong>de</strong> nuevo en or<strong>de</strong>n sus pensamientos.<br />
—Me has <strong>de</strong>spachado. Antes. Cuando estábamos en la calle. —Aún veía a<br />
Yukon, el corte en el cuello, el cuchillo clavado hasta la empuñadura en su pecho—.<br />
Me has <strong>de</strong>spachado y me has dado ór<strong>de</strong>nes; parecía una intimidación verbal. No me<br />
ha gustado nada.<br />
Esta vez Nate tampoco respondió; cogió la toalla y se secó el pelo.<br />
—¿No piensas disculparte? —preguntó Meg.<br />
—No —contestó simplemente Nate.<br />
Meg se incorporó para ponerse la camisa que él le había ofrecido.<br />
—Conocía a ese perro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era un cachorro. —Iba a quebrársele la voz y<br />
apretó los labios. Se controló—. Tengo razones para estar afectada.<br />
—No digo que no.<br />
Nate se fue hacia la ventana. La nieve era apenas una neblina. Tal vez habían<br />
acertado los <strong>de</strong>l tiempo.<br />
—Y tenía razones para inquietarme por mis perros, Nate. Y <strong>de</strong>recho a<br />
comprobar yo misma si estaban bien.<br />
—Hasta cierto punto. —Se apartó <strong>de</strong> la ventana pero <strong>de</strong>jó las cortinas abiertas—<br />
. Es normal inquietarse, pero no había motivo para ello.<br />
—No les había pasado nada, pero podía haberles pasado algo.<br />
—No. Quien lo hizo fue a por un solo perro, un perro viejo. Los tuyos son<br />
jóvenes y fuertes y tienen unos dientes envidiables. Son prácticamente siameses.<br />
—No veo...<br />
—Reflexiona un par <strong>de</strong> segundos en lugar <strong>de</strong> limitarte a revolverte. —Su voz<br />
sonó impaciente mientras lanzaba la toalla—. Imaginemos que alguien quisiera<br />
atacarlos. Que alguien, que incluso podría ser una persona a la que ellos conocieran,<br />
a la que permitieran que se les acercara, intentara hacer daño a uno <strong>de</strong> ellos. Que<br />
llegara a hacerlo. El otro se lanzaría inmediatamente sobre él y lo haría pedazos.<br />
Cualquier persona que los conoce lo suficiente como para acercarse a ellos lo sabe.<br />
Meg dobló las rodillas contra el pecho, apoyó la cara en ellas y empezó a llorar.<br />
- 277 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Sin levantar la vista, le indicó con la mano que se apartara cuando notó que Nate se<br />
acercaba a ella.<br />
—No. No. Un minuto. No puedo quitarme esa imagen <strong>de</strong> la cabeza. Me<br />
resultaba más fácil cuando estaba enfadada contigo o cuando he pasado <strong>de</strong>l enojo a<br />
la excitación sexual. No soportaba estar ahí esperando, sin saber nada. Y encima tenía<br />
miedo por ti. Me asustaba pensar que podía ocurrirte algo. Y eso es algo que me<br />
revienta.<br />
Levantó la cabeza. A través <strong>de</strong> las lágrimas vio borroso su rostro, y comprobó<br />
que se había vuelto hermético otra vez.<br />
—Nat, tengo algo más que <strong>de</strong>cirte.<br />
—A<strong>de</strong>lante.<br />
—Tengo... tengo que pensar cómo expresarlo para que no suene poco<br />
convincente. —Se secó las lágrimas con las palmas <strong>de</strong> las manos—. A pesar <strong>de</strong>l<br />
cabreo, <strong>de</strong>l miedo y <strong>de</strong> las ganas <strong>de</strong> pegarte una patada en el culo por provocarme<br />
esos sentimientos... admiro lo que haces. Cómo lo haces. Quién eres al hacerlo.<br />
Admiro la fuerza que se necesita para hacerlo.<br />
Nate se sentó, pero no a su lado ni en la cama, sino en la silla; quería establecer<br />
una distancia entre los dos.<br />
—Nadie a quien yo haya apreciado, nadie fuera <strong>de</strong> mi entorno laboral, me<br />
había dicho nunca algo parecido.<br />
—Pues quizá has malgastado el aprecio <strong>de</strong>dicándolo a quien no lo merecía.<br />
Meg se levantó y se fue al baño a sonarse la nariz. Luego se quedó apoyada en<br />
la puerta, observándolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la otra punta <strong>de</strong>l dormitorio.<br />
—Saliste a por mis perros. Con la que te había montado, te fuiste hasta allí para<br />
traérmelos. Podías haber mandado a alguien o simplemente no haberme hecho ni<br />
caso. La carretera está inundada, podrían haber esperado. Pero no lo hiciste. Tengo<br />
amista<strong>de</strong>s que habrían hecho lo mismo por mí, al igual que yo por ellas. Pero no me<br />
viene a la cabeza ni un solo hombre con el que haya estado, con el que me haya<br />
acostado, que hubiera hecho lo mismo.<br />
La sombra <strong>de</strong> una sonrisa rozó los labios <strong>de</strong> Nate.<br />
—Entonces quizá te has acostado con quienes no lo merecían.<br />
—Supongo. —Fue a buscar la camisa que él llevaba al llegar. Con cuidado, le<br />
quitó la placa y se la pasó—. Por cierto, puesta te queda muy bien. Sexy.<br />
Él le cogió la mano antes <strong>de</strong> que retrocediera. Sin soltársela, se levantó.<br />
—Te necesito una barbaridad. Más <strong>de</strong> lo que he necesitado jamás a nadie, y tal<br />
vez más <strong>de</strong> lo que tú <strong>de</strong>searías.<br />
—Supongo que ya se verá.<br />
—No me habrías admirado hace un año. Ni hace seis meses. Y <strong>de</strong>bo confesar<br />
que a veces aún se me hace una montaña salir <strong>de</strong> la cama por la mañana.<br />
—¿Por qué?<br />
Abrió la otra mano y miró la placa.<br />
—Supongo que también tengo una terrible necesidad <strong>de</strong> esto. Y no es algo<br />
heroico.<br />
—¡Qué equivocado estás! —En aquel instante el alma le cayó a los pies—.<br />
- 278 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Heroísmo significa hacer más <strong>de</strong> lo que uno quiere o cree que pue<strong>de</strong> hacer. A veces<br />
se limita a hacer lo repugnante, las cosas odiosas que los <strong>de</strong>más no harían.<br />
Se acercó a él y le cogió su rostro entre las manos.<br />
—No se trata simplemente <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong> una avioneta hacia un glaciar a tres mil<br />
metros <strong>de</strong> altura porque nadie más pue<strong>de</strong> hacerlo en aquellos momentos. Es<br />
levantarse <strong>de</strong> la cama por la mañana cuando parece un problema insoluble.<br />
La emoción se reflejó en los ojos <strong>de</strong> Nate y apoyó la mejilla en la cabeza <strong>de</strong> ella.<br />
—Estoy tan enamorado <strong>de</strong> ti, Meg...<br />
Luego le besó el cabello húmedo.<br />
—Tengo que salir —añadió—. Quiero echar un vistazo al río y hacer una ronda.<br />
—¿Permitirías a alguien <strong>de</strong> paisano y a dos perros que te acompañaran a hacer<br />
la ronda?<br />
—Sí. —Le <strong>de</strong>speinó un poco con la mano—. Sécate primero el pelo.<br />
—¿Me contarás lo que sabes <strong>de</strong> Yukon?<br />
—Te contaré lo que pueda.<br />
- 279 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 24<br />
Nate volvió al lugar <strong>de</strong>l asesinato bajo la llovizna <strong>de</strong> primera hora <strong>de</strong> la<br />
mañana. A diez pasos <strong>de</strong> la puerta pensó que habían <strong>de</strong>jado al perro a la vista <strong>de</strong><br />
cualquiera que fuera al ayuntamiento o saliera <strong>de</strong> él. Y también a la vista <strong>de</strong> quien<br />
pasara por allí en coche o a pie.<br />
En realidad no solo lo habían <strong>de</strong>jado, rectificó enseguida. Lo habían ejecutado a<br />
la vista <strong>de</strong> todos.<br />
Entró y se dirigió hacia el salón <strong>de</strong> actos. Había or<strong>de</strong>nado que lo mantuvieran<br />
todo como estaba. Las sillas plegables y la gran pantalla <strong>de</strong> proyección seguían en su<br />
sitio. Intentó recordar todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la noche anterior.<br />
Llegó a la sala un poco tar<strong>de</strong>, cuando acababan <strong>de</strong> apagar las luces. Echó un<br />
vistazo a la gente, tanto movido por la fuerza <strong>de</strong> la costumbre como porque intentaba<br />
localizar a Meg.<br />
Recordaba haber visto a Rose y a David en la última fila. Aquella había sido su<br />
primera velada fuera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el nacimiento <strong>de</strong>l bebé. Estaban cogidos <strong>de</strong> la mano. Les<br />
vio también en el intermedio: Rose hablaba por teléfono, probablemente con su<br />
madre, que se había quedado en casa al cuidado <strong>de</strong> los pequeños.<br />
Bing estaba en las últimas filas. Nate fingió no ver la petaca que sujetaba entre<br />
las rodillas. Deb y Harry, el profesor. Un grupito <strong>de</strong>l instituto, la familia Riggs al<br />
completo, los habitantes <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra situada más allá <strong>de</strong> Rancor Woods.<br />
Él mismo calculó que allí <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar la mitad <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Lunacy,<br />
lo que significaba que la otra mitad no estaba. Algunos se habían marchado durante<br />
el intermedio. Y quienes se habían quedado podían haber hecho también alguna<br />
escapada fuera.<br />
En la oscuridad, cuando la atención <strong>de</strong> todos se centraba en la pantalla.<br />
Oyó que se abría la puerta <strong>de</strong> la calle y se volvió hacia el vestíbulo; vio a Hopp,<br />
que se estaba quitando la capucha.<br />
—He visto su coche en la calle. No sé qué pensar <strong>de</strong> todo esto, Ignatious. Soy<br />
incapaz <strong>de</strong> atar cabos.<br />
Levantó las manos y las <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> nuevo.<br />
—Iré a ver a Lara. No sé qué le diré. Es una locura tan gran<strong>de</strong>... Una maldad y<br />
una locura.<br />
—Yo más bien me inclinaría por la maldad.<br />
—¿Y no es <strong>de</strong> locos? ¿No le parece una locura que alguien cosa a cuchillazos a<br />
un pobre perro inofensivo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ayuntamiento?<br />
—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> por qué lo haga.<br />
Hopp se calló; luego dijo:<br />
—No se me ocurre ningún motivo. Algunos comentan que podría tratarse <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
algún ritual, un experimento <strong>de</strong> los muchachos <strong>de</strong>l instituto o algo así. Yo no creo<br />
nada <strong>de</strong> esto.<br />
—No tenía nada <strong>de</strong> ritual.<br />
—Otros opinan que se trata <strong>de</strong> algún chiflado que ha acampado por los<br />
alre<strong>de</strong>dores. Pue<strong>de</strong> que reconforte pensar que nadie <strong>de</strong> aquí pue<strong>de</strong> haber hecho algo<br />
tan horrible, pero no sé si me preocupa más todavía pensar que tenemos a un loco<br />
mero<strong>de</strong>ando por aquí, capaz <strong>de</strong> matar a un perro <strong>de</strong> esta forma.<br />
Hopp observó la expresión <strong>de</strong> Nate.<br />
—Usted no cree eso.<br />
—No, no lo creo.<br />
—¿Y me dirá qué opina?<br />
—Opino que cuando alguien mata a un perro, en pleno centro, frente a un<br />
edificio en el que se ha reunido la mitad <strong>de</strong> la población, tiene sus razones para<br />
hacerlo.<br />
—¿Y son?<br />
—Estoy en ello.<br />
Antes <strong>de</strong> dirigirse a la comisaría pasó por la orilla <strong>de</strong>l río. El agua tenía un tono<br />
gris, sombrío, las placas y los pedazos <strong>de</strong> hielo mate flotaban en la superficie.<br />
La avioneta <strong>de</strong> Meg había <strong>de</strong>saparecido, una clara señal <strong>de</strong> que él ya no podía<br />
mantenerla encerrada en algún lugar seguro. Bing y otros dos hombres reparaban un<br />
tramo <strong>de</strong> la carretera. El único gesto que hizo este cuando Nate redujo la marcha y<br />
pasó a su lado fue clavarle la vista durante unos segundos.<br />
Llegó a la comisaría y se encontró con Peach, que insistía en ofrecer un café a<br />
Joe y Lara. Peter estaba allí <strong>de</strong> pie con la expresión <strong>de</strong> un adulto que se esfuerza por<br />
contener las lágrimas. Lara, que tenía los ojos hinchados y rojos, se levantó en cuanto<br />
Nate entró por la puerta.<br />
—Quisiera saber qué está haciendo respecto a Yukon. ¿Cómo piensa encontrar<br />
al cabrón que mató a mi perro?<br />
—Tranquila, Lara.<br />
—No me vengas con «Tranquila, Lara» —dijo ella, revolviéndose contra su<br />
marido—. Quiero saberlo.<br />
—¿Por qué no pasan a mi <strong>de</strong>spacho? Peach, los próximos minutos ocúpese <strong>de</strong><br />
resolver lo que surja, a menos que se trate <strong>de</strong> una emergencia.<br />
—De acuerdo, jefe. Lara... —Cogió la mano <strong>de</strong> la mujer entre las suyas—. No<br />
sabe cuánto lo siento.<br />
Lara respondió con un leve movimiento <strong>de</strong> la cabeza antes <strong>de</strong> adoptar <strong>de</strong> nuevo<br />
su expresión altiva y entrar en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Nate.<br />
—Quiero respuestas.<br />
—Siéntese, Lara.<br />
—No me venga con...<br />
—He dicho que se siente. —Lo había dicho en tono tranquilo, pero con una<br />
autoridad que la obligó a sentarse <strong>de</strong> inmediato.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—El pueblo votó a favor <strong>de</strong> este <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía. Votó para que viniera<br />
usted aquí y estuvo <strong>de</strong> acuerdo en pagar más impuestos para sufragar su salario. Y<br />
ahora quiero que me diga qué es lo que está haciendo. ¿Por qué no está ahora mismo<br />
en la calle buscando a ese cabrón?<br />
—Estoy haciendo lo que puedo, Lara —dijo en el mismo tono tranquilo, pero<br />
impidiéndole seguir—. No piense ni por un momento que me estoy tomando este<br />
asunto a la ligera. Ninguno <strong>de</strong> nosotros lo hace. Estoy llevando el caso y seguirá<br />
abierto hasta que pueda ofrecerle alguna respuesta.<br />
—Usted tiene el cuchillo. El cuchillo que... —La voz <strong>de</strong> Lara se quebró, y su<br />
barbilla empezó a temblar, pero aspiró profundamente y en<strong>de</strong>rezó los hombros—.<br />
Tiene que <strong>de</strong>scubrir <strong>de</strong> quién es.<br />
—Lo que puedo <strong>de</strong>cirle es que ayer por la mañana se <strong>de</strong>nunció el robo <strong>de</strong> este<br />
cuchillo junto con el <strong>de</strong> otros objetos. He hablado con su propietario y también<br />
interrogaré a las personas que se encontraban en el ayuntamiento anoche.<br />
Empezando por usted.<br />
—¿Cree que uno <strong>de</strong> nosotros mató a Yukon?<br />
—No es eso lo que creo. Siéntese, Lara —dijo cuando ella se incorporó—. Los<br />
dos estaban anoche en el cine. De modo que repasemos lo que vieron, lo que oyeron.<br />
Ella se sentó, más <strong>de</strong>spacio esta vez.<br />
—Lo <strong>de</strong>jamos fuera. —Las lágrimas llenaron sus ojos—. Últimamente era<br />
incapaz <strong>de</strong> controlar la vejiga, por eso lo hicimos. Eran solo un par <strong>de</strong> horas y<br />
a<strong>de</strong>más tenía su casita. Si lo hubiéramos <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>ntro...<br />
—No sabe qué habría ocurrido. Quien lo hizo podía haber entrado y habérselo<br />
llevado. Tengo entendido que el perro tenía más <strong>de</strong> catorce años. No tiene que<br />
culparse <strong>de</strong> nada. ¿A qué hora salieron <strong>de</strong> casa?<br />
Lara agachó la cabeza y se miró las manos mientras las lágrimas caían sobre<br />
ellas.<br />
—Después <strong>de</strong> las seis —dijo Joe, acariciando el hombro <strong>de</strong> su esposa.<br />
—¿Fueron directamente al ayuntamiento?<br />
—Sí. Supongo que llegamos allí hacia las seis y media. Era pronto, pero a<br />
nosotros nos gusta sentarnos <strong>de</strong>lante. Dejamos las chaquetas sobre las sillas. En la<br />
tercera o cuarta fila <strong>de</strong>... la izquierda. Mientras tanto charlamos un rato con gente <strong>de</strong>l<br />
pueblo.<br />
Eso le dio pie a Nate a preguntarles con quién habían estado hablando y<br />
quiénes se habían sentado cerca <strong>de</strong> ellos.<br />
—¿Alguien se había quejado <strong>de</strong>l perro?<br />
—No —dijo Joe con un suspiro—. Es <strong>de</strong>cir, sí hubo alguna queja cuando era un<br />
cachorro. Ladraba con solo ver una hoja en movimiento. Y en una ocasión salió y<br />
<strong>de</strong>strozó las botas <strong>de</strong> Tim Tripp, que encontró en la entrada trasera <strong>de</strong> su casa. Pero<br />
<strong>de</strong> eso hace mucho. A<strong>de</strong>más, Tim parece que casi se lo agra<strong>de</strong>ció, porque las<br />
malditas botas eran casi tan gran<strong>de</strong>s como Yukon. Luego se fue tranquilizando, en<br />
cuanto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser un cachorro olvidó las travesuras.<br />
—¿Y qué me dice <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s? ¿Han tenido problemas con alguien últimamente?<br />
¿Alguna discusión?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Yo discutí con Jim el flaco a raíz <strong>de</strong> Iditarod. La cosa se calentó un poco. Pero<br />
no es nada; son cosas que pasan. La gente se exalta hablando <strong>de</strong> Iditarod, y todo el<br />
mundo tiene sus favoritos.<br />
—Tuve que llamar a Ginny Mann para que se presentara en la escuela, ya que<br />
habían sorprendido dos veces a su hijo robando. —Lara sacó con mano temblorosa<br />
un pañuelo <strong>de</strong> papel—. No le gustó nada aquello y la emprendió conmigo.<br />
—¿Qué edad tiene el niño?<br />
—Ocho años. —Empezó a parpa<strong>de</strong>ar—. Madre mía, es imposible que Joshua le<br />
hiciera esto a Yukon. Es un buen chaval, lo único... que no le gusta mucho la escuela,<br />
pero jamás mataría a mi perro por haberse enojado conmigo. Ginny y Don son buena<br />
gente. Es imposible...<br />
—De acuerdo. Si se le ocurre algo más, dígamelo.<br />
—Quisiera... quisiera disculparme por la forma en que le he atacado antes.<br />
—No se preocupe, Lara.<br />
—No, no ha estado bien. No tenía que hacerlo... A<strong>de</strong>más, usted salvó la vida a<br />
mi hijo.<br />
—Yo no diría tanto.<br />
—Usted ayudó a salvarlo y para mí es lo mismo. No tenía que haberme dirigido<br />
a usted <strong>de</strong> esa forma. Intentaba tranquilizarme pero no lo conseguía. Quería tanto a<br />
ese perro...<br />
Cuando se hubieron marchado, Nate <strong>de</strong>stapó el tablero. Estaba clavando en él<br />
las fotos que había tomado la noche anterior, cuando entro Peter.<br />
—¿Todo en or<strong>de</strong>n, jefe?<br />
—Sí.<br />
—Creo que tenía que haberme ocupado yo <strong>de</strong> la señora Wise. Estaba muy<br />
afectado... Yo, es <strong>de</strong>cir, Steven y yo, íbamos a menudo juntos y... pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que<br />
me crié con ese perro. Mi padre tiene perros <strong>de</strong> trineo, y me encantan, pero no son lo<br />
mismo que un perro <strong>de</strong> compañía. Incluso cuando Steven se marchó a estudiar, yo<br />
pasaba <strong>de</strong> vez en cuando por allí a ver a Yukon. Creo que por eso me lo tomé tan a<br />
pecho anoche.<br />
—Podía habérmelo comentado.<br />
—Es que... estaba muy afectado. Ejem... jefe... ¿Ahora mismo hay un solo caso<br />
abierto? Me refiero a que, ¿hay que poner copias <strong>de</strong> las notas y temas relacionados<br />
con otros casos en el tablero?<br />
—No.<br />
—Pero... ahora ha puesto usted lo <strong>de</strong> Yukon.<br />
—Exactamente.<br />
—¿Piensa que lo que le ocurrió a Yukon tiene alguna relación con el resto?<br />
Quizá soy estúpido, pero no lo entiendo.<br />
—Creer que tienen alguna relación también podría ser estúpido.<br />
Peter se acercó un poco más.<br />
—¿Por qué lo relaciona usted?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Ahora mismo no se me ocurre un motivo claro que pudiera mover a alguien a<br />
matar a ese perro. —Nate pasó al otro lado <strong>de</strong> su escritorio, abrió con la llave uno <strong>de</strong><br />
sus cajones y sacó <strong>de</strong> él el cuchillo y los guantes que guardaba en la bolsa cerrada—.<br />
Esto pertenece a Bing. Ayer por la mañana <strong>de</strong>claró que se lo habían robado.<br />
—¿Bing? —Los ojos <strong>de</strong> Peter se abrieron como platos—. ¿Bing?<br />
—Tiene muy mal genio. Un largo expediente, casi todo relacionado con<br />
agresiones. Conducta violenta.<br />
—Sí, pero... ¡Señor!<br />
—Po<strong>de</strong>mos abordarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintos ángulos. En algún momento, Bing discute<br />
con Joe. O bien Joe y Lara hacen algo que le saca <strong>de</strong> quicio. La historia le va<br />
carcomiendo hasta que piensa en darles una lección. Deci<strong>de</strong> matar al perro, <strong>de</strong>nuncia<br />
la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l cuchillo y los guantes diciendo que se los han robado y anoche<br />
sale <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l intermedio a sabiendas <strong>de</strong> que los Wise se encuentran <strong>de</strong>ntro. Coge<br />
el perro y se lo lleva. Lo mata y <strong>de</strong>ja allí el cuchillo y los guantes, convencido <strong>de</strong> su<br />
coartada, pues ya ha <strong>de</strong>nunciado con anterioridad el robo. Luego se va a casa y se<br />
pone a trabajar en el garaje.<br />
—Si estaba enojado con el señor o la señora Wise, ¿por qué no se limitaba a<br />
pegarles un puñetazo?<br />
—Buena pregunta. Por otra parte, podríamos pensar que alguien quiere crearle<br />
problemas a Bing. Sabemos que tiene a mucha gente molesta, <strong>de</strong> modo que no es una<br />
suposición <strong>de</strong>scabellada.<br />
Apoyó la ca<strong>de</strong>ra en la mesa con la vista fija en el tablero.<br />
—Le roban el cuchillo y los guantes. Los utilizan para matar al perro, los <strong>de</strong>jan<br />
don<strong>de</strong> resulte fácil encontrarlos. O bien...<br />
Se acercó a la cafetera y la puso en marcha.<br />
—Debemos preguntarnos qué relación podría haber entre el asesinato <strong>de</strong><br />
Galloway, la muerte <strong>de</strong> Max y la <strong>de</strong>l perro.<br />
—Exactamente. Pero no la veo.<br />
—Quien lo mató nos ha <strong>de</strong>jado una buena pista. Críptica u obvia, según el<br />
cristal con el que se mire. El perro tenía el cuello partido. De eso murió. Pero quien lo<br />
mató no <strong>de</strong>jó simplemente el cuchillo allí. Se tomó el tiempo necesario para darle la<br />
vuelta al perro y hundirle el cuchillo en el pecho. ¿Por qué?<br />
—Porque es un enfermo, una persona malvada y...<br />
—Prescinda un momento <strong>de</strong> esto y fíjese en el tablero, Peter. Fíjese en<br />
Galloway. Fíjese en el perro.<br />
Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que Peter tuvo que hacer un esfuerzo. Le costaba mirar<br />
aquellas imágenes espeluznantes. Luego soltó el aliento como si hubiera estado<br />
reteniéndolo.<br />
—La herida en el pecho. A los dos les clavaron la hoja <strong>de</strong> un arma en el pecho.<br />
—Podría tratarse <strong>de</strong> una coinci<strong>de</strong>ncia, o quizá alguien intenta <strong>de</strong>cirnos algo. Y<br />
ahora <strong>de</strong>mos un paso más. ¿Dón<strong>de</strong> está la relación entre Galloway, Max y los Wise?<br />
—Pues no lo sé. Steven y sus padres se trasladaron aquí cuando yo tenía unos<br />
doce años, creo. Galloway ya estaba fuera. Pero conocían al señor Hawbaker. El<br />
señor Wise ponía un anuncio en The Lunatic casi todas las semanas ofreciendo sus<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
servicios <strong>de</strong> informático. La señora Wise y la señora Hawbaker asistieron a algunos<br />
cursillos juntas. Los cursillos <strong>de</strong> gimnasia <strong>de</strong> la escuela y los <strong>de</strong> costura, a los que<br />
asistía también Peach.<br />
—Tiene que haber algo más que los relacione. Que nosotros sepamos, no<br />
conocían a Patrick Galloway, pero durante dieciséis años todos creyeron que<br />
Galloway se había largado. Y ahora no lo ven así. ¿Por qué?<br />
—Pues porque lo encontraron cuando... lo <strong>de</strong> Steven. Él fue quien lo encontró.<br />
—Te sales con la tuya durante dieciséis años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cometido un<br />
asesinato y <strong>de</strong> golpe y porrazo un crío <strong>de</strong> la universidad y sus estúpidos colegas te<br />
joroban. —Nate oyó cómo el café caía en la cafetera <strong>de</strong> cristal—. Una putada,<br />
naturalmente. De no haber subido ellos, lo más seguro es que no hubiera ocurrido<br />
nada. Un alud, natural o provocado por las autorida<strong>de</strong>s estatales, y la cueva habría<br />
quedado otra vez sepultada. Durante años. Con un poco <strong>de</strong> suerte, pue<strong>de</strong> que para<br />
siempre.<br />
Se apoyó en la mesa mientras acababa <strong>de</strong> salir el café.<br />
—Y <strong>de</strong> pronto tienes que volver a matar. Matar a Max o bien inducirle al<br />
suicidio. Otra vez te saldrás con la tuya. Estás convencido <strong>de</strong> ello. Tienes que estarlo,<br />
pero resulta que ahora hay polis en Lunacy. No solo los <strong>de</strong> la estatal sino los <strong>de</strong>l<br />
municipio, con los que tropiezas a cada paso. ¿Y qué haces?<br />
—No... no consigo seguirle.<br />
—Pues los <strong>de</strong>spistas. Vandalismo, robos <strong>de</strong> poca monta. Pequeñas cosas que les<br />
mantengan ocupados y eviten que se hagan preguntas. Se la <strong>de</strong>vuelves al estúpido<br />
universitario y al mismo tiempo das pasto a la poli. Dos pájaros <strong>de</strong> un tiro. Pero no<br />
pue<strong>de</strong>s resistir la tentación <strong>de</strong> ser un poco extravagante, <strong>de</strong> llamar la atención.<br />
Entonces imitas tu primer crimen hundiendo el cuchillo en el pecho <strong>de</strong>l perro.<br />
Se levantó y sirvió café para los dos.<br />
—Pue<strong>de</strong>s ser tan arrogante, tan pagado <strong>de</strong> ti mismo, que quieras utilizar tu<br />
propio cuchillo y tus guantes. Una posibilidad que se adaptaría al perfil <strong>de</strong> Bing<br />
Karlovski. O tan listo y también tan pagado <strong>de</strong> ti mismo que los coloques <strong>de</strong> forma<br />
que inculpes a otro. Si ese es el caso, ¿por qué a Bing? ¿Dón<strong>de</strong> está la relación?<br />
—Le juro que no lo sé. Intento meterme todo esto en la cabeza. Pue<strong>de</strong> que la<br />
relación no exista. Bing tiene malas pulgas. Molesta a mucha gente. O quizá se<br />
presentó la oportunidad <strong>de</strong> robar el cuchillo...<br />
—Aquí no se trata <strong>de</strong> una oportunidad. Esta vez no. Tenemos que <strong>de</strong>scubrir<br />
dón<strong>de</strong> se encontraba Bing... dón<strong>de</strong> estaba exactamente en febrero <strong>de</strong> 1988.<br />
—¿Cómo?<br />
Nate tomó un sorbo <strong>de</strong> café.<br />
—Para empezar, voy a preguntárselo. Entretanto, necesito <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong><br />
todas las personas que fueron al cine, y <strong>de</strong> las que no fueron. Eso nos llevará un<br />
tiempo. Dígale a Peach que haga una lista en la que se divida el municipio y los<br />
alre<strong>de</strong>dores en tres partes. Cada uno <strong>de</strong> nosotros se ocupará <strong>de</strong> una parte.<br />
—Se lo diré ahora mismo.<br />
—¿Peter? —Nate le <strong>de</strong>tuvo en la puerta—. ¿Tenía usted turno anoche? ¿En el<br />
puesto?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Sí, pero Otto dijo que no le apetecía ir al cine y cambiamos. Supongo que no<br />
hay problema...<br />
—No. —Nate tomó otro sorbo <strong>de</strong> café—. Perfecto. Vaya a pedir a Peach que se<br />
ocupe <strong>de</strong> la lista.<br />
Se acercó al tablero y trazó unas líneas <strong>de</strong> conexión entre Joe y Lara Wise y Max<br />
y Bing.<br />
—Nate... —Peach asomó la cabeza—. ¿Tengo que seguir ocupándome <strong>de</strong> todo<br />
ahí fuera?<br />
—No. ¿Qué tenemos?<br />
—Han informado <strong>de</strong> unos disparos y <strong>de</strong> que se ha avistado un oso. Son los<br />
mismos que avisaron <strong>de</strong> un cadáver que al final resultó ser un par <strong>de</strong> botas. Se lo he<br />
pasado todo a Otto, porque ya había salido <strong>de</strong> patrulla. Las <strong>de</strong>tonaciones venían <strong>de</strong>l<br />
tubo <strong>de</strong> escape <strong>de</strong> la camioneta <strong>de</strong> Dex Trilby, que tiene más años que yo.<br />
—¿Y el oso, una ardilla sobre un tronco?<br />
—No. El oso era un oso. Esos forasteros inútiles han puesto un montón <strong>de</strong><br />
come<strong>de</strong>ros alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabaña y han atraído a los pájaros. Y un oso no resiste la<br />
tentación <strong>de</strong> zamparse a un pájaro. Otto se ha acercado hasta allí y les ha obligado a<br />
quitar los come<strong>de</strong>ros. Está un poco mosca, porque es la segunda vez que va hasta allí<br />
hoy. Creo que si surge algo más, se lo pasaré a usted o a Peter.<br />
—Pue<strong>de</strong> hacerlo.<br />
—Luego ha venido Carrie Hawbaker y ha dicho que quería verle. Me ha pedido<br />
las inci<strong>de</strong>ncias para la sección policial.<br />
—Bien, pue<strong>de</strong> pasárselas. Veo que pronto volveremos a tener The Lunatic en<br />
marcha.<br />
—Eso parece. Dice que quiere la <strong>de</strong>claración oficial sobre lo ocurrido anoche,<br />
para la revista. ¿Me ocupo <strong>de</strong> ello?<br />
—No. —Cubrió el tablero—. Dígale que pase.<br />
Tenía mejor aspecto que la última vez que la había visto. Más tranquila, con<br />
menos ojeras.<br />
—Gracias por recibirme.<br />
—¿Qué tal está? —preguntó él antes <strong>de</strong> cerrar la puerta.<br />
—Vamos tirando. Menos mal que tengo los niños, que me necesitan, y la<br />
revista. —Aceptó la silla que le ofrecía y colocó la cartera <strong>de</strong> lona sobre sus rodillas—<br />
. No he venido solo por lo <strong>de</strong> la sección policial. Qué horrible ha sido lo <strong>de</strong> Yukon,<br />
¿verdad?<br />
—Así es.<br />
—Bien, usted me pidió que pensara en la época en que <strong>de</strong>spareció Pat. Que<br />
escribiera sobre ello. Lo he hecho. —Abrió la cartera y sacó <strong>de</strong> ella unas hojas—. Creí<br />
que lo recordaría todo. Que los <strong>de</strong>talles irían saliendo solos. Pero no.<br />
Nate vio unas hojas perfectamente impresas y redactadas en un estilo<br />
esquemático y formal.<br />
—Pues parece que ha recordado mucho.<br />
—Lo he juntado todo. Muchas cosas que no tendrán importancia. Ha pasado<br />
mucho tiempo y <strong>de</strong>bo admitir que no me fijé <strong>de</strong>masiado en la marcha <strong>de</strong> Pat. Me<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>dicaba a dar clases y a pensar cómo iba a superar mi segundo invierno aquí. Había<br />
cumplido treinta y uno, pero no el objetivo que me había marcado <strong>de</strong> pasar por la<br />
vicaría a los treinta.<br />
Sonrió un poco.<br />
—Esa fue una <strong>de</strong> las razones que me llevaron <strong>de</strong> entrada a Alaska. Tenía a mi<br />
favor la proporción <strong>de</strong> hombres y mujeres. Recuerdo que me sentía algo<br />
<strong>de</strong>sesperada, que me compa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> mí misma. Y molesta porque Max no me lo<br />
pedía. Precisamente por eso recuerdo, y lo encontrará escrito aquí, que aquel<br />
invierno él estuvo un par <strong>de</strong> semanas fuera. Creo que fue aquel febrero, pero no<br />
estoy totalmente segura. En invierno, los días se congelan y forman un bloque, sobre<br />
todo si los pasas sola.<br />
—¿Adón<strong>de</strong> le dijo que iba?<br />
—De eso me acuerdo, porque me molestó un poco. Dijo que iba a Anchorage, y<br />
<strong>de</strong> ahí hacia Homer, a pasar unas semanas en el su<strong>de</strong>ste para entrevistar a algunos<br />
pilotos <strong>de</strong> avioneta y realizar algún vuelo con ellos. Sería material para la revista y<br />
para la novela que estaba escribiendo.<br />
—¿Viajaba mucho en aquella época?<br />
—Pues sí. Eso también lo preciso ahí. Dijo que estaría fuera unas cuatro o cinco<br />
semanas, lo que no me sentó muy bien, porque entre nosotros estaba todo un poco en<br />
el aire. Me acuerdo que volvió antes <strong>de</strong> lo previsto pero ni siquiera fue a verme. La<br />
gente me dijo que se había encerrado en la redacción. Prácticamente vivía allí. Yo<br />
estaba tan resentida que tampoco me acerqué.<br />
—¿Tardó mucho en verlo?<br />
—Sí. Yo estaba muy molesta y precisamente por eso fui a buscarlo. Era a finales<br />
<strong>de</strong> marzo o principios <strong>de</strong> abril. Teníamos la clase <strong>de</strong>corada con temas <strong>de</strong> Pascua.<br />
Aquel año Pascua cayó en el primer domingo <strong>de</strong> abril. Lo he comprobado. Recuerdo<br />
que me quedé allí sentada, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> huevos <strong>de</strong> colores y dibujos <strong>de</strong> conejitos<br />
mientras por <strong>de</strong>ntro me consumía pensando en Max.<br />
Pasó la mano por encima <strong>de</strong> las páginas que había llevado.<br />
—Recuerdo perfectamente esta parte. Él estaba en el local <strong>de</strong> la revista, con la<br />
puerta cerrada. Tuve que llamar. Tenía muy mal aspecto. Más <strong>de</strong>lgado, sin afeitar,<br />
con el pelo revuelto. Olía mal. Tenía la mesa atestada <strong>de</strong> papeles.<br />
Soltó un pequeño suspiro.<br />
—De lo que no me acuerdo es <strong>de</strong>l tiempo que hacía, Nate. No sabría precisar<br />
qué aspecto tenía el pueblo, pero el <strong>de</strong> él, con todo lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles. Aún parece que lo<br />
veo en su <strong>de</strong>spacho. Tazas <strong>de</strong> café, platos por todas partes, papeleras a rebosar,<br />
basura por el suelo. Ceniceros llenos <strong>de</strong> colillas. Antes fumaba...<br />
»También lo he escrito —comentó, alisando <strong>de</strong> nuevo los papeles—. Estaba<br />
trabajando en su novela, o eso supuse, y parecía <strong>de</strong>squiciado. No sabría explicar por<br />
qué aquello me atrajo tanto. Le pegué una buena bronca. Le dije que por mi parte se<br />
había acabado. Que si creía que podía tratarme así, mejor sería que reflexionara un<br />
poco. Seguí <strong>de</strong>spotricando y echando pestes, pero él no abrió la boca. Cuando<br />
terminé la perorata, puso una rodilla en el suelo.<br />
Hizo una pausa y apretó los labios.<br />
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—Allí, en medio <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n me pidió una segunda oportunidad. La<br />
necesitaba. Y me pidió que me casara con él. Lo hicimos aquel junio. Quería ser una<br />
novia <strong>de</strong> junio, como Bette Davis en la película, y como ya había pasado <strong>de</strong>l plazo <strong>de</strong><br />
los treinta años, unos meses más no importaban.<br />
—¿Le habló en alguna ocasión <strong>de</strong>l tiempo que pasó fuera?<br />
—No. Ni yo le hice preguntas. No le di importancia. Lo único que comentó fue<br />
que había visto qué significaba estar solo, solo <strong>de</strong> verdad, y que no quería volver a<br />
vivir aquello.<br />
Nate pensó en las líneas <strong>de</strong> conexión entre los nombres en su lista.<br />
—¿Tuvo alguna vez algún roce o, por el contrario, una amistad especial con<br />
Bing?<br />
—¿Con Bing? Ninguna confianza particular. Max siempre intentó no<br />
enemistarse con él, sobre todo porque Bing me había pedido para salir.<br />
—¿Bing?<br />
—Bueno, lo <strong>de</strong> salir es probablemente un eufemismo. Lo que le interesaba era<br />
llevarme a cenar y a bailar, no sé si me entien<strong>de</strong>...<br />
—¿Y alguna vez...?<br />
—No. —Soltó una carcajada, que interrumpió <strong>de</strong> golpe, <strong>de</strong>sconcertada—. No<br />
me había reído así <strong>de</strong>s<strong>de</strong>... No es para reírse...<br />
—Resulta divertido imaginarla con Bing. ¿Cómo se tomó él las calabazas?<br />
—No creo que se lo tomara muy a pecho —dijo con un gesto <strong>de</strong> quitarle<br />
importancia—. Yo estaba allí, eso es todo. Una nueva en un lugar don<strong>de</strong> el material<br />
no abundaba. Un hombre como Bing era normal que pretendiera tentarla, ver si<br />
podía ligársela y encima sacarle alguna comida casera. No se lo reprocho, es algo<br />
normal en un lugar como este. Tampoco fue el único en insinuarse. En aquel primer<br />
invierno salí con unos cuantos. Incluso el profesor y yo cenamos juntos un par <strong>de</strong><br />
veces, aunque estaba claro que bebía los vientos por Charlene.<br />
—¿Estamos hablando <strong>de</strong> antes <strong>de</strong> que Galloway se marchara?<br />
—Antes, durante, <strong>de</strong>spués... Siempre le ha tenido embobado. Pero salimos un<br />
par <strong>de</strong> veces a cenar y se comportó como un perfecto caballero. Tal vez un poco más<br />
caballero <strong>de</strong> lo que yo habría <strong>de</strong>seado, a <strong>de</strong>cir verdad. Lo que no buscaba, eso está<br />
claro, es a alguien como Bing.<br />
—¿Por qué?<br />
—Es tan grandote, tan grosero y vulgar... Salí con John porque me atraía su<br />
aspecto y su inteligencia. Y con Ed, una vez, porque... no sé, ¿por qué no? Incluso con<br />
Otto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se divorciara. Una mujer, aunque no sea muy atractiva y haya<br />
cumplido ya los treinta, tiene un montón <strong>de</strong> oportunida<strong>de</strong>s en un lugar como este,<br />
siempre que no sea excesivamente exigente. Y yo elegí a Max.<br />
Sonrió, distante.<br />
—Aún hoy lo haría —afirmó, y luego pareció volver a la actitud anterior—.<br />
Quisiera po<strong>de</strong>r aclararle más cosas. Si pienso en aquel tiempo, me doy cuenta <strong>de</strong> que<br />
Max parecía preocupado. Claro que siempre tenía esta actitud cuando trabajaba en<br />
alguno <strong>de</strong> sus libros. Luego los <strong>de</strong>jaba a un lado durante meses y todo volvía a su<br />
cauce. Pero en cuanto reemprendía la labor, se encerraba <strong>de</strong> nuevo. Yo era más feliz<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
cuando él se olvidaba <strong>de</strong> la literatura.<br />
—¿Alguien se le insinuó una vez casada?<br />
—No. Recuerdo una ocasión en que Bing me dijo, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Max, que había<br />
caído muy bajo o algo así.<br />
—¿Y qué ocurrió?<br />
—Nada. Max se lo tomó a broma e invitó a Bing a una copa. No era un hombre<br />
al que le gustaran los enfrentamientos. Hacía todo lo posible para evitarlos; supongo<br />
que es una <strong>de</strong> las razones por las que no encajaba en una publicación <strong>de</strong> una gran<br />
ciudad. Usted mismo vio qué hizo cuando se lo quitó <strong>de</strong> encima al principio. Acudió<br />
a Hopp. Era su estilo. No se le habría ocurrido aparecer por aquí con chulería.<br />
—¿Le gustaba el cine?<br />
—Más o menos como a toda la gente <strong>de</strong> Lunacy. Una distracción comunitaria<br />
formal. Y hablando <strong>de</strong> la sesión nocturna, quisiera la <strong>de</strong>claración oficial <strong>de</strong> lo que<br />
ocurrió anoche.<br />
—Peach se la proporcionará para la sección policial <strong>de</strong> The Lunatic.<br />
—Hablaré con ella, pero me parece que a un tema como este habría que<br />
<strong>de</strong>dicarle algún artículo. Otto lo encontró —empezó ella mientras metía la mano en<br />
la cartera para sacar el bloc.<br />
—Sí. Pero <strong>de</strong>nos un par <strong>de</strong> días, Carrie. Para entonces tendré algo más que<br />
ofrecerle.<br />
—¿Debo enten<strong>de</strong>r que espera <strong>de</strong>tener a alguien <strong>de</strong> un momento a otro?<br />
Nate sonrió.<br />
—Veo que se ha vuelto a poner las pilas <strong>de</strong> periodista. No, me refiero a que<br />
habré puesto en or<strong>de</strong>n las notas, las <strong>de</strong>claraciones, el informe sobre el inci<strong>de</strong>nte.<br />
Carrie se levantó.<br />
—Me alegro <strong>de</strong> que mis hijos no hubieran salido anoche. Estuve insistiendo en<br />
que fueran al cine, vieran a gente e hicieran algo normal. Pero al final invitaron a<br />
unos amigos a tomar una pizza. De acuerdo, mañana hablamos.<br />
—Me preguntaba... —dijo él mientras la acompañaba a la puerta— ... si Max era<br />
un entusiasta <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias.<br />
Ella lo miró fijamente.<br />
—¿De dón<strong>de</strong> ha sacado eso?<br />
—Simplemente un punto que intentaba aclarar.<br />
—Pues no. Nunca fue un entusiasta <strong>de</strong> esa película. Y en cierto modo me tenía<br />
<strong>de</strong>sconcertada porque era un género que le encantaba: gran<strong>de</strong>s historias épicas con<br />
un montón <strong>de</strong> efectos especiales. Pero esa no. Hará unos seis o siete años<br />
organizamos en una velada cinematográfica una maratón <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias.<br />
No recuerdo exactamente cuándo, pero era para celebrar el vigésimo aniversario <strong>de</strong><br />
la primera versión. Aquel día no quiso salir, y eso que los críos estaban locos por ir.<br />
Tuve que llevarlos yo sola. Y escribir las reseñas para la revista, ahora que me<br />
acuerdo. Cuando salieron las <strong>de</strong>más, siempre llevé a los niños a Anchorage para que<br />
las vieran. Él se quedaba en casa. ¿Y usted <strong>de</strong> qué se ha puesto las pilas?<br />
—De poli. —Nate le dio un suave codazo invitándola a salir—. No tiene<br />
importancia. Peach le pasará la información para la sección <strong>de</strong> la revista.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate calculó el tiempo <strong>de</strong> forma que llegara al Lodge cuando Bing y su<br />
cuadrilla se tomaran el <strong>de</strong>scanso para comer. Entró en el comedor mientras Rose<br />
servía una cerveza a aquel. Sus miradas se cruzaron. Se acercó al compartimiento y<br />
saludó con un gesto <strong>de</strong> la cabeza a los dos hombres que se habían sentado frente a<br />
Bing.<br />
—¿Les importaría buscar otra mesa para que Bing y yo pudiéramos hablar a<br />
solas?<br />
No les gustó mucho la i<strong>de</strong>a, pero cogieron sus cafés y se trasladaron a una mesa<br />
vacía.<br />
—He pedido el almuerzo —empezó Bing—, y supongo que tengo <strong>de</strong>recho a<br />
comer sin que usted se siente ahí y me quite el apetito.<br />
—He visto que había reparado el bache. Gracias, Rose —dijo cuando la<br />
camarera le trajo el café <strong>de</strong> todos los días.<br />
—¿A punto para comer, jefe?<br />
—No. De momento no. El río sigue aguantando —siguió, dirigiéndose a Bing—.<br />
Tal vez no hagan falta los sacos <strong>de</strong> arena.<br />
—Tal vez sí, tal vez no.<br />
—Febrero <strong>de</strong> 1988. ¿Dón<strong>de</strong> estaba usted?<br />
—¿Cómo coño quiere que lo sepa?<br />
—En 1988, Los Angeles Dodgers ganaron las Series Mundiales, los Redskins se<br />
llevaron la Super Bowl. Cher ganó un Oscar.<br />
—<strong>San</strong><strong>de</strong>ces <strong>de</strong> los estados <strong>de</strong>l sur.<br />
—Y en febrero, Susan Butcher se hizo con su tercer Iditarod. Menuda hazaña<br />
para una muchacha <strong>de</strong> Boston. Acabó en once días y menos <strong>de</strong> doce horas. Quizá eso<br />
le refresque la memoria.<br />
—Lo que me recuerda es que perdí doscientos pavos en aquella carrera. Por esa<br />
tía <strong>de</strong> marras.<br />
—¿Y qué hacía usted unas semanas antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r los doscientos pavos?<br />
—Un hombre recuerda que ha perdido doscientos billetes por culpa <strong>de</strong> una tía.<br />
Pero eso no significa que <strong>de</strong>ba recordar todas las veces que se rasca el culo o echa<br />
una meada.<br />
—¿Hizo algún viaje?<br />
—Iba y venía como me daba la puta gana, igual que ahora.<br />
—Tal vez bajó hasta Anchorage y vio a Galloway allí...<br />
—He estado en Anchorage más veces <strong>de</strong> las que usted sería capaz <strong>de</strong> escupir.<br />
Por estas tierras unos cientos <strong>de</strong> kilómetros no significan nada. Probablemente le<br />
viera alguna vez por allí. Es un lugar en el que ves a mucha gente, pero yo a lo mío y<br />
ellos a lo suyo.<br />
—Si se hace el duro, será el primero en pagarlo.<br />
Sus ojos reflejaron que le estaban apretando las clavijas.<br />
—Supongo que no preten<strong>de</strong>rá amenazarme...<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Supongo que no preten<strong>de</strong>rá salir con evasivas. —Nate inclinó la cabeza hacia<br />
el café—. Usted cree que esta placa <strong>de</strong>bería estar en su camisa.<br />
—Mucho mejor que en la <strong>de</strong> un forastero, mejor dicho, <strong>de</strong> un tipo que permitió<br />
que mataran a su compañero. Alguien a quien habrían mandado al carajo <strong>de</strong> no<br />
existir esa línea divisoria que tiene siempre la pasma en el coco.<br />
Aquello le llegó a las entrañas, pero tomó un trago <strong>de</strong> café y siguió con la vista<br />
fija en Bing.<br />
—Veo que se ha documentado. Pero, sea como sea, la placa la llevo yo. Tengo<br />
autoridad suficiente para <strong>de</strong>tenerlo, acusarlo y encerrarlo por lo que le han hecho al<br />
perro.<br />
—En mi vida he tocado a ese perro.<br />
—Yo que usted pondría un poco más <strong>de</strong> empeño en recordar dón<strong>de</strong> estaba<br />
cuando se marchó <strong>de</strong> aquí Patrick Galloway.<br />
—¿Por qué se emperra en resucitar algo muerto y enterrado, Burke? ¿Hace que<br />
se sienta importante? Max mató a Galloway; todo el mundo lo sabe.<br />
—Razón <strong>de</strong> más para que a usted no le importe que se compruebe su para<strong>de</strong>ro<br />
en aquellos días...<br />
Apareció Rose con un plato en el que había pastel <strong>de</strong> carne y una montaña <strong>de</strong><br />
puré <strong>de</strong> patata bañada con abundante salsa.<br />
—¿Te sirvo algo más, Bing? —Dejó un cuenco con tirabeques y cebollitas junto<br />
al plato.<br />
Nate vio los esfuerzos que hacía, le observó mientras se echaba hacia atrás.<br />
Habló sin alterar la voz, con un atisbo <strong>de</strong> amabilidad en el tono:<br />
—No, gracias, Rose.<br />
—Que aproveche. Si quiere que le sirva algo, jefe, me avisa.<br />
—Ya he terminado con usted —dijo Bing, cogiendo con el tenedor un buen<br />
pedazo <strong>de</strong> pastel <strong>de</strong> carne.<br />
—¿Pasamos pues a la habitual charla que suele acompañar las comidas? ¿Qué<br />
opina usted <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias?<br />
—¿Cómo?<br />
—Pues eso, las películas. Luke Skywalker, Darth Va<strong>de</strong>r.<br />
—Vaya chorradas —murmuró Bing entre dientes, atacando el puré—. La guerra<br />
<strong>de</strong> las galaxias, ¡no te fastidia! ¿No piensa <strong>de</strong>jarme comer en paz?<br />
—Un buen argumento, unos personajes memorables. En el fondo trata sobre el<br />
<strong>de</strong>stino... y la traición.<br />
—Trata <strong>de</strong> taquillas millonarias y <strong>de</strong> marketing. —Blandió el tenedor antes <strong>de</strong><br />
hundirlo <strong>de</strong> nuevo en la comida—. La peña volando en naves espaciales, dándose<br />
batacazos con espadas luminosas.<br />
—Sables. Sables luminosos. La cuestión es que hubo que invertir un tiempo,<br />
algún sacrificio, se produjeron pérdidas, pero... —Salió <strong>de</strong>l compartimiento—.<br />
Ganaron los buenos. Bien, hasta pronto.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 25<br />
Había once alumnos en la clase <strong>de</strong> literatura inglesa <strong>de</strong>l último trimestre,<br />
dispuestos a acabar la enseñanza media. Nueve <strong>de</strong> ellos estaban <strong>de</strong>spiertos. John <strong>de</strong>jó<br />
que los otros dos siguieran con la cabezadita mientras una <strong>de</strong> las alumnas más<br />
<strong>de</strong>spiertas <strong>de</strong>strozaba las palabras <strong>de</strong> Shakespeare leyendo el «Fuera, maldita<br />
mancha» <strong>de</strong> lady Macbeth.<br />
Tenía bastantes cosas en la cabeza como para controlar el estudio <strong>de</strong> Macbeth.<br />
Llevaba veinticinco años con ello, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella primera vez en que se enfrentó<br />
con gran nerviosismo a un aula llena <strong>de</strong> alumnos. Por aquel entonces contaba pocos<br />
años más que sus alumnos. Probablemente fuera más inocente y entusiasta que la<br />
mayoría <strong>de</strong> ellos. Deseaba escribir extraordinarias y formidables novelas, llenas <strong>de</strong><br />
alegorías sobre la condición humana.<br />
Puesto que no quería morirse <strong>de</strong> hambre en una buhardilla, optó por la<br />
enseñanza.<br />
Escribió y, a pesar <strong>de</strong> que sus novelas nunca fueron tan extraordinarias y<br />
formidables como hubiera <strong>de</strong>seado, publicó algunas obras. Sin la docencia tal vez no<br />
se hubiera muerto <strong>de</strong> hambre en una buhardilla, pero seguro que no habría comido<br />
tan bien.<br />
Las exigencias —y, con Dios y ayuda, las alegrías— <strong>de</strong> la enseñanza resultaban<br />
algo abrumador para un joven intelectual que anhelaba escribir gran<strong>de</strong>s novelas. Por<br />
ello pegó el salto, el valiente e intrépido salto, y huyó hacia Alaska. Allí adquiriría<br />
experiencia, viviría con sencillez y estudiaría la condición humana en un lugar<br />
primitivo, en el absoluto aislamiento que representaba para él aquel lugar. Escribiría<br />
novelas sobre el valor y la tenacidad <strong>de</strong>l hombre, sobre sus locuras y sus triunfos.<br />
Entonces, llegó a Lunacy.<br />
¿Cómo iba a conocer un joven que no había cumplido aún los treinta el<br />
significado <strong>de</strong> la palabra obsesión? ¿Cómo podía haber captado, aquel joven<br />
inteligente e i<strong>de</strong>alista, que un lugar y una mujer podían enca<strong>de</strong>narlo? Podían<br />
mantenerlo atado por voluntad propia por más que ambos <strong>de</strong>safiaran y negaran sus<br />
necesida<strong>de</strong>s.<br />
Se enamoró, o empezó a vivir una obsesión, ya no se veía capaz <strong>de</strong> establecer la<br />
diferencia, en el instante en que vio a Charlene. Su belleza evocaba un dorado sauce;<br />
su voz, el canto <strong>de</strong> una sirena. Y el <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> placentera sexualidad... Todo en ella<br />
le cautivaba, y le engullía.<br />
Era la mujer <strong>de</strong> otro, la madre <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> otro. Pero le daba igual. Su amor, si<br />
a aquello podía llamársele así, no era el amor puro y romántico <strong>de</strong> un valeroso<br />
caballero por una dama sino la dulce y lujuriosa ansia que siente un hombre por una<br />
mujer.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
¿Acaso no se había convencido a sí mismo <strong>de</strong> que echaría <strong>de</strong> allí a Galloway?<br />
Aquel hombre no le prestaba ninguna atención a Charlene. Era egoísta. John lo<br />
habría visto aunque el amor no le hubiera cegado. Aquello le había carcomido.<br />
Así pues, <strong>de</strong>cidió seguir ahí y esperar. Cambiar el curso <strong>de</strong> su vida y esperar.<br />
Después <strong>de</strong> todo lo que había hecho, <strong>de</strong> todos los planes, las esperanzas, seguía<br />
a la espera.<br />
Sus alumnos eran cada vez más jóvenes y los años pasaban ante sus ojos. Jamás<br />
recuperaría lo que había arrojado por la borda, lo que había <strong>de</strong>spilfarrado.<br />
Y aun así, lo único que <strong>de</strong>seaba seguía sin ser suyo.<br />
Miró el reloj y vio que otro día se esfumaba. Luego, captó un movimiento por el<br />
rabillo <strong>de</strong>l ojo y se dio cuenta <strong>de</strong> que Nate se encontraba apoyado en la puerta <strong>de</strong> su<br />
clase.<br />
—El viernes tenéis que entregarme los trabajos sobre Macbeth —dijo<br />
dirigiéndose a un coro <strong>de</strong> gruñidos—. Kevin, piensa que si Marianne te hace el<br />
trabajo lo notaré. Los <strong>de</strong> la comisión <strong>de</strong>l anuario <strong>de</strong> fin <strong>de</strong> curso recordad que hay<br />
una reunión mañana a las tres y media. Que cada cual se organice para volver a casa.<br />
Podéis salir.<br />
Se produjo el habitual taconeo, el arrastre <strong>de</strong> pies hacia la salida y el parloteo al<br />
que estaba tan acostumbrado que ni siquiera oía.<br />
—¿Qué tendrán los institutos —dijo Nate— que consiguen que a un adulto le<br />
su<strong>de</strong>n las manos?<br />
—Haber sobrevivido a ese infierno en su momento no significa que no<br />
podamos ser arrojados <strong>de</strong> nuevo al pozo.<br />
—Será eso, supongo.<br />
—Apuesto a que a usted no le fue tan mal —dijo John metiendo unos papeles<br />
en la maltrecha cartera—. Lo dice su aspecto, su actitud. Le veo como un estudiante<br />
aceptable a quien, a<strong>de</strong>más, se le <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> dar bien las chicas. Atlético... ¿Cuál era su<br />
especialidad?<br />
—Pista. —Nate frunció los labios—. Siempre corriendo. ¿Y usted?<br />
—El típico empollón. El que jodía la media <strong>de</strong> toda la clase.<br />
—¡No fastidie! ¡Qué horror! —Con los pulgares sujetos a los extremos <strong>de</strong> los<br />
bolsillos, Nate avanzó por el pasillo leyendo lo que estaba escrito en la pizarra—.<br />
Macbeth, ¿verdad? Me gustaba Shakespeare si lo leía otro. En voz alta, me refiero, así<br />
podía distinguir las palabras. El tipo que mató por una mujer, ¿no?<br />
—No, por ambición, empujado por una mujer. Y el germen <strong>de</strong> aquella lo habían<br />
sembrado otras tres.<br />
—Él no salió muy bien parado.<br />
—Lo pagó con su honor, con la pérdida <strong>de</strong> la mujer a la que amaba y con su<br />
vida.<br />
—El que la hace, la paga.<br />
John asintió, levantando una ceja.<br />
—¿Ha venido hasta aquí para hablar <strong>de</strong> Shakespeare, Nate?<br />
—No. Estamos investigando el inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> anoche. Tengo que hacerle unas<br />
preguntas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿Sobre Yukon? Yo estaba en el ayuntamiento cuando ocurrió.<br />
—¿A qué hora llegó?<br />
—Poco antes <strong>de</strong> las siete. —Miró con expresión ausente hacia el pasillo, don<strong>de</strong><br />
unos alumnos que habían terminado la clase corrían riendo—. Por casualidad había<br />
organizado un grupo <strong>de</strong> actividad extraescolar para un trabajo sobre Hitchcock en el<br />
que participan alumnos <strong>de</strong> los últimos cursos. Se han apuntado algunos, con ello<br />
consiguen unos créditos extra. Hemos reunido una docena.<br />
—¿Salió usted entre las siete y las diez?<br />
—En el intermedio, a fumar un cigarrillo y tomar un poco <strong>de</strong> ponche <strong>de</strong>l que<br />
vendían los <strong>de</strong> la comisión <strong>de</strong> la escuela primaria. Por cierto, que me pareció más<br />
sabroso cuando le añadí unas gotas.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> estaba usted sentado?<br />
—Hacia atrás, en el lado opuesto al <strong>de</strong> los alumnos. No quería que se cortaran<br />
ni que me acribillaran con preguntas. Estuve tomando notas durante la película.<br />
—¿A oscuras?<br />
—Efectivamente. Nada, cuatro apuntes para utilizar luego en el <strong>de</strong>bate.<br />
Quisiera ayudarle en esto, pero no veo cómo puedo hacerlo.<br />
Se acercó a la única ventana <strong>de</strong>l aula para bajar la persiana.<br />
—En cuanto entró Otto, en cuanto supimos lo que había ocurrido, me fui al<br />
Lodge. Estaba afectado. Nos afectó a todos. Allí encontré a Charlene, Jim el flaco y<br />
Mike el grandullón.<br />
—¿Quién más estaba allí?<br />
—Pues... Mitch Dauber y Cliff Treat, Mike el borracho. Un par <strong>de</strong><br />
excursionistas... —Mientras hablaba, limpiaba el aula; recogía lápices <strong>de</strong>l suelo,<br />
papeles, un clip <strong>de</strong>l pelo—. Me tomé una copa. Poco <strong>de</strong>spués aparecieron Meg y<br />
Otto, y cuando las cosas se calmaron un poco echamos unas partiditas <strong>de</strong> póquer.<br />
Estábamos en ello cuando usted llegó.<br />
Nate asintió y guardó el bloc que había sacado.<br />
John tiró los papeles a la papelera y <strong>de</strong>jó el resto en una caja <strong>de</strong> zapatos que<br />
tenía sobre la mesa.<br />
—No sé <strong>de</strong> nadie que pudiera hacerle algo así a un perro. Sobre todo a Yukon.<br />
—Lo mismo le ocurre a todo el pueblo, al parecer. —Nate echó un vistazo al<br />
aula. Olía a tiza, pensó. Y también a perfume <strong>de</strong> adolescente, a una mezcla <strong>de</strong> chicle,<br />
pintalabios y gomina—. ¿Nunca se toma unos días libres durante el curso, unas<br />
pequeñas vacaciones y sale <strong>de</strong> aquí?<br />
—Eso hacía. Descansos <strong>de</strong> salud mental, los llamaba yo. ¿Por qué?<br />
—Estaba pensando si se tomó alguno <strong>de</strong> esos <strong>de</strong>scansos <strong>de</strong> salud mental en<br />
febrero <strong>de</strong> 1988.<br />
Nate notó que, tras los cristales, los ojos <strong>de</strong> John se helaban.<br />
—Costaría un poco saberlo.<br />
—Intente recordarlo.<br />
—¿Debería contratar a un abogado, jefe Burke?<br />
—Eso es asunto suyo. Yo lo único que pretendo es hacerme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />
estaba y qué hacía todo el mundo cuando asesinaron a Patrick Galloway.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Y esa i<strong>de</strong>a, ¿no tendría que hacérsela la policía estatal? Porque, si no me<br />
equivoco, ellos han sacado sus conclusiones, ¿verdad?<br />
—Prefiero hacer mis propias <strong>de</strong>ducciones. No me dirá que es un secreto para<br />
nadie que usted tuvo... digamos... <strong>de</strong>bilidad por Charlene durante mucho tiempo.<br />
—No. —Se quitó las gafas y empezó a limpiarlas, lenta y concienzudamente,<br />
con un pañuelo que había sacado <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta—. No voy a negarlo.<br />
—Y sentía esa <strong>de</strong>bilidad cuando estaba con Galloway.<br />
—Sentía algo muy profundo por ella, sí. Aunque <strong>de</strong> poco me sirvió, puesto que<br />
se casó con otro cuando no había transcurrido ni un año <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong><br />
Galloway.<br />
—Del asesinato —rectificó Nate.<br />
—Sí. —Volvió a ponerse las gafas—. Del asesinato.<br />
—¿Se lo pidió usted?<br />
—Me dijo que no. Me dijo que no todas las veces que se lo pedí.<br />
—Pero se acostó con usted.<br />
—Se está metiendo en un terreno muy personal.<br />
—Se acostó con usted —siguió Nate—, pero se casó con otro. Se acostó con<br />
usted mientras estaba casada con otro. Y no lo hizo solo con usted.<br />
—Es algo privado. Y más aún en un pueblo como este. No estoy dispuesto a<br />
hablar <strong>de</strong> ello con usted.<br />
—El amor es un tipo <strong>de</strong> ambición, ¿no cree? —Nate golpeó con un <strong>de</strong>do el<br />
ejemplar <strong>de</strong> Macbeth que seguía en la mesa <strong>de</strong> John—. Los hombres matan por amor.<br />
—Los hombres matan. La mitad <strong>de</strong> las veces no necesitan justificación.<br />
—No se lo voy a discutir. Y a veces salen bien parados. La mayoría <strong>de</strong> las veces.<br />
Le agra<strong>de</strong>cería que reflexionara sobre ello y que cuando recuer<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se<br />
encontraba aquel febrero me lo diga.<br />
Se fue hacia la puerta y luego se volvió:<br />
—Lo olvidaba, ¿leyó alguno <strong>de</strong> los libros que estaba escribiendo Max<br />
Hawbaker?<br />
—No. —A pesar <strong>de</strong> que su voz era tranquila, sus ojos mostraban cierto enojo—.<br />
Se mostraba muy reservado respecto a ellos. Es algo corriente en los escritores que<br />
aspiran a ser reconocidos. Creo que lo suyo era más hablar <strong>de</strong> escribir un libro que<br />
escribirlo en realidad.<br />
—Pues resulta que tenía algunos empezados. Yo tengo los manuscritos. Todos<br />
giran sobre lo mismo. Un tema que supongo que a usted le llamaría la atención.<br />
—También eso es habitual en un escritor novel. Incluso uno con experiencia<br />
explora el mismo tema <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintos ángulos.<br />
—Al parecer el suyo era el <strong>de</strong> los hombres que sobreviven a la naturaleza... y a<br />
otros hombres. O no sobreviven. En <strong>de</strong>finitiva acaba siempre con tres personajes,<br />
in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> cuántos hubiera al principio, al final se reduce a tres. Y lo<br />
que más se repite son tres hombres que escalan una montaña, en invierno.<br />
Nate jugaba con las monedas que llevaba en el bolsillo mientras John<br />
permanecía en silencio.<br />
—Solo había acabado algunos capítulos, pero guardaba notas para el resto; era<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
un esquema o unas escenas dispersas que al parecer tenía intención <strong>de</strong> introducir.<br />
Tres hombres inician un ascenso. Solo dos vuelven. —Nate hizo una pausa—.<br />
Muchas novelas son autobiográficas, ¿verdad?<br />
—Algunas —respondió John sin alterarse—. Suele ser un recurso para una<br />
primera novela.<br />
—Interesante, ¿no cree? Y lo sería más <strong>de</strong>scubrir al tercer hombre. Bien, estaré<br />
por aquí. Cuando recuer<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontraba aquel febrero, hágamelo saber.<br />
John se quedó inmóvil hasta que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> oír el eco <strong>de</strong> los pasos <strong>de</strong> Nate en el<br />
pasillo. Luego se sentó, poco a poco, ante la mesa. Y vio que le temblaban las manos.<br />
Nate acudió a una reunión informal que se celebraba en el ayuntamiento. Lo<br />
hizo adre<strong>de</strong>, por lo que no le sorprendió que cuando abrió la puerta todo el mundo<br />
se callara.<br />
—¡Siento interrumpir! —Observó los rostros <strong>de</strong> los congregados, <strong>de</strong> la gente<br />
que ya conocía. En más <strong>de</strong> uno vio reflejada la turbación—. Si quieren, puedo esperar<br />
a que acaben.<br />
—Creo que eso será todo por hoy —dijo Hopp.<br />
—No estoy <strong>de</strong> acuerdo. —Ed plantó con firmeza sus botas <strong>de</strong> montaña en el<br />
suelo y cruzó los brazos—. No creo que hayamos resuelto nada, opino que la reunión<br />
<strong>de</strong>be continuar y, lo siento, jefe, a puerta cerrada hasta que hayamos resuelto una<br />
serie <strong>de</strong> asuntos.<br />
—Ed —dijo Deb inclinándose un poco—, eso lo hemos discutido mil veces.<br />
Vamos a <strong>de</strong>jarlo <strong>de</strong> momento.<br />
—Propongo seguir.<br />
—Y yo propongo que no sigas jorobando, Ed —dijo Joe Wise, levantándose.<br />
—Joe —exclamó Hopp señalándole con el <strong>de</strong>do—, que nos hayamos reunido <strong>de</strong><br />
manera informal no significa que tengamos que montar bulla. Puesto que ha venido<br />
Ignatious y que su nombre ha salido aquí, escuchemos sus aportaciones.<br />
—Estoy <strong>de</strong> acuerdo con ella. —Ken se levantó y metió otra silla en el círculo que<br />
habían formado—. Siéntese, Nate. Oigan —dijo antes <strong>de</strong> que alguien pudiera<br />
protestar—, es nuestro jefe <strong>de</strong> policía. Tendría que participar.<br />
—En realidad, Ignatious, estábamos hablando <strong>de</strong> los últimos acontecimientos. Y<br />
<strong>de</strong> cómo se está ocupando usted <strong>de</strong> ellos.<br />
—El caso es que... —Harry se rascó la cabeza—. Circulan rumores por ahí <strong>de</strong><br />
que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que le contratamos tenemos más problemas que antes. Y parece que es así,<br />
aunque no estoy diciendo que sea culpa suya, pero eso parece.<br />
—Tal vez hayamos cometido un error. —Ed apretó la mandíbula—. Y se lo digo<br />
a la cara. Tal vez hayamos cometido un error contratándole, mejor dicho,<br />
contratando a quien sea, <strong>de</strong> fuera.<br />
—Las razones que nos movieron a buscar a alguien <strong>de</strong> fuera eran válidas —le<br />
recordó Walter Notti—. El jefe Burke ha llevado a<strong>de</strong>lante, está llevando a<strong>de</strong>lante, el<br />
trabajo por el que se le contrató.<br />
—Quizá tengas razón en esto, Walter, quizá. Pero... —Ed levantó las manos—<br />
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tal vez algunos elementos <strong>de</strong> esta población poco proclives a respetar la ley se lo<br />
hayan tomado como una especie <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío. De modo que se muestran, por <strong>de</strong>cirlo<br />
así, más activos. A la gente <strong>de</strong> por aquí no le gusta que le digan qué tiene que hacer.<br />
—Votamos la creación <strong>de</strong> una fuerza <strong>de</strong> policía —le recordó Hopp.<br />
—Lo sé, Hopp, yo mismo voté a favor, justamente en esta sala, Y no estoy<br />
diciendo que Nate tenga la culpa <strong>de</strong> cómo ha ido todo. Lo que digo es que fue un<br />
error, un error nuestro.<br />
—He puesto muchos menos puntos <strong>de</strong> sutura a los Mackie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Nate<br />
llegó aquí —comentó Ken—. He visitado a menos pacientes por culpa <strong>de</strong> peleas o<br />
violencia doméstica. El año pasado me trajeron dos veces a Mike el borracho a la<br />
consulta con síntomas <strong>de</strong> congelación <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que alguien lo encontrara<br />
inconsciente junto a la calzada. Este año sigue con sus juergas pero por lo menos<br />
duerme las monas en el calabozo.<br />
—Ed, no creo que podamos echar la culpa a la policía <strong>de</strong> que hayan robado tu<br />
equipo, o te hayan llenado la cabaña <strong>de</strong> pintadas. —Deb extendió los brazos—. Como<br />
tampoco tiene la culpa <strong>de</strong> que a Hawley le reventaran los neumáticos, <strong>de</strong> que alguien<br />
rompiera los cristales <strong>de</strong> la escuela o <strong>de</strong> otras cosas que han sucedido. Yo diría que si<br />
alguien tiene la culpa son los padres por no controlar lo suficiente a sus hijos.<br />
—A mi perro no lo mató un crío. —Joe miró a Nate con expresión <strong>de</strong> disculpa—<br />
. Estoy <strong>de</strong> acuerdo con lo que ha dicho Deb y también con lo que manifestaron<br />
Walter y Ken antes, pero no fue un niño el que le hizo aquello a Yukon.<br />
—No —respondió Nate—. No fue un niño.<br />
—Yo no creo que fuera un error contratarle, Nate —siguió Deb—, pero todos<br />
tenemos nuestra parte <strong>de</strong> responsabilidad en el municipio y <strong>de</strong>bemos saber cómo<br />
actúa usted. Qué hace para <strong>de</strong>scubrir al autor <strong>de</strong> esos actos y quién hizo lo <strong>de</strong> Yukon.<br />
—Me parece justo. Algunos <strong>de</strong> los inci<strong>de</strong>ntes que se han citado podrían ser obra<br />
<strong>de</strong> niños. Lo fue con seguridad la rotura <strong>de</strong> los cristales <strong>de</strong> la escuela, y puesto que<br />
uno <strong>de</strong> los autores fue tan poco cuidadoso que perdió allí su navaja, pudimos<br />
i<strong>de</strong>ntificarlos. Hablé con ellos y con sus padres ayer. Se harán cargo <strong>de</strong> los<br />
<strong>de</strong>sperfectos y a los dos muchachos se les aplicará una sanción <strong>de</strong> tres días <strong>de</strong><br />
expulsión <strong>de</strong> la escuela, durante los cuales dudo que lo pasen muy bien.<br />
—¿No se les ha acusado formalmente? —preguntó Ed.<br />
—Tienen nueve y diez años, Ed. No pensé que encerrarlos en una celda fuera<br />
una solución. Muchos <strong>de</strong> nosotros —dijo recordando el expediente juvenil<br />
confi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong> Ed—, <strong>de</strong> pequeños hicimos estupi<strong>de</strong>ces, transgredimos la ley.<br />
—Si hicieron eso, pue<strong>de</strong> que hicieran algo más —sugirió Deb.<br />
—No. Les echaron una bronca en la escuela y rompieron un par <strong>de</strong> cristales.<br />
Apostaría lo que quieran a que no se fueron <strong>de</strong> excursión hasta la cabaña <strong>de</strong> Ed ni<br />
entraron ahí <strong>de</strong> noche o a que no anduvieron más <strong>de</strong> tres kilómetros para reventar<br />
los neumáticos <strong>de</strong>l vehículo <strong>de</strong> Hawley y pintárselo <strong>de</strong> arriba abajo. ¿Quieren mi<br />
opinión? Sus problemas no empezaron cuando me contrataron a mí. Sus problemas<br />
empezaron hace dieciséis años, cuando alguien mató a Patrick Galloway.<br />
—Eso nos ha trastornado a todos —dijo Harry moviendo la cabeza y mirando a<br />
los <strong>de</strong>más—. Incluso a los que no lo conocieron. Pero no veo qué tiene que ver con lo<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
que estamos discutiendo aquí.<br />
—Yo creo que sí tiene que ver. La forma en que lo llevo.<br />
—No le entiendo —dijo Deb.<br />
—Quien mató a Galloway sigue aquí. Quien mató a Galloway —continuó Nate<br />
mientras todos empezaban a hablar a la vez—, mató a Max Hawbaker.<br />
—Max se suicidó —le interrumpió Ed—. Se suicidó porque él había matado a<br />
Pat.<br />
—Alguien preten<strong>de</strong> que creamos eso. Pero yo no lo hago.<br />
—Eso es una locura, Nate. —Harry gesticuló con ambas manos.<br />
—¿Una locura mayor que <strong>de</strong>cir que Max mató a Pat? —Deb se acariciaba el<br />
cuello mientras hablaba—. ¿Mayor que la <strong>de</strong>l suicidio <strong>de</strong> Max? No lo sé.<br />
—¡Silencio! —Hopp levantó las dos manos y gritó para que se la oyera entre el<br />
ruido—. ¿Pue<strong>de</strong>n callarse un puñetero minuto? Ignatious —dijo aspirando<br />
profundamente—, ¿nos está diciendo que alguien a quien todos conocemos ha<br />
cometido dos asesinatos?<br />
—Tres. —Observó a los reunidos con una mirada fría como el pe<strong>de</strong>rnal—. A<br />
dos hombres y a un perro viejo. Mi equipo lo está investigando y seguirá haciéndolo<br />
hasta que se i<strong>de</strong>ntifique y <strong>de</strong>tenga a esta persona.<br />
—La policía estatal... —empezó Joe.<br />
—In<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>scubran las autorida<strong>de</strong>s estatales y <strong>de</strong> su<br />
opinión, mi equipo lo investigará. Juré proteger y servir a esta población y estoy<br />
dispuesto a hacerlo. El proceso <strong>de</strong> investigación exigirá que cada uno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong>clare dón<strong>de</strong> estaba y qué hacía anoche entre las nueve y las diez.<br />
—¿Nosotros? —exclamó Ed a gritos—. ¿Piensa interrogarnos a nosotros?<br />
—Exactamente. Y a<strong>de</strong>más preguntaré el para<strong>de</strong>ro y los movimientos <strong>de</strong> cada<br />
uno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s en febrero <strong>de</strong> 1988.<br />
—Usted... usted... —empezó Ed en tono amenazador, luego se <strong>de</strong>tuvo y,<br />
agarrándose al canto <strong>de</strong> la silla, se inclinó hacia <strong>de</strong>lante—. ¿Preten<strong>de</strong> interrogarnos<br />
como sospechosos? Eso es el colmo. Es increíble. No voy a prestarme a ello ni<br />
permitiré que se preste mi familia o mis vecinos. Está abusando <strong>de</strong> su autoridad.<br />
—Yo no opino lo mismo. Uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong>n votar la rescisión <strong>de</strong> mi contrato y mi<br />
<strong>de</strong>spido. Pero seguiré investigando. Encontraré al culpable. Y eso es lo que estoy<br />
haciendo. —Se levantó—. Buscar a los culpables. Para que uste<strong>de</strong>s puedan seguir<br />
reuniéndose, votando, <strong>de</strong>batiendo. Pue<strong>de</strong>n quitarme la placa. Aun así encontraré al<br />
culpable. Y esa es la única persona a quien puedo preocupar.<br />
Salió a gran<strong>de</strong>s zancadas y <strong>de</strong>jó atrás el griterío y las expresiones ofendidas.<br />
Hopp le alcanzó en la acera.<br />
—Espere un momento, Ignatious, solo un momento —le espetó al ver que no se<br />
<strong>de</strong>tenía—. ¡Maldita sea!<br />
Nate se paró, revolviendo las llaves en su bolsillo.<br />
Hopp lo miró con el ceño fruncido, mientras acababa <strong>de</strong> ponerse la chaqueta.<br />
—Realmente sabe cómo animar una reunión <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />
—¿Estoy <strong>de</strong>spedido?<br />
—Todavía no, pero no creo que haya ganado muchos votos ahí <strong>de</strong>ntro. —Se<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
abrochó la chaqueta, era <strong>de</strong> color azul morado—. Podía haber hablado con más tacto.<br />
—El asesinato es uno <strong>de</strong> los temas que anula mi capacidad <strong>de</strong> mostrar tacto. Lo<br />
mismo que me ocurre cuando asisto a una reunión en la que se cuestiona mi<br />
profesionalidad.<br />
—De acuerdo, <strong>de</strong> acuerdo, pue<strong>de</strong> que hayamos actuado mal.<br />
—Si usted u otra persona tenía un problema con mi forma <strong>de</strong> abordar el trabajo,<br />
<strong>de</strong>bía habérmelo dicho.<br />
—Tiene razón. —Se apretó el puente <strong>de</strong> la nariz—. Todos estamos afectados y<br />
tenemos los nervios a flor <strong>de</strong> piel. Y va usted y nos suelta esa bomba. Seguro que a<br />
nadie le gustó pensar que Max había hecho lo que parecía claro que hizo, pero<br />
resultaba muchísimo más fácil verlo así que plantearse lo que ha insinuado usted.<br />
—No lo insinúo. Lo afirmo, categóricamente. Descubriré lo que necesito saber,<br />
por mucho tiempo que me lleve y por muchos sapos que tenga que tragarme en el<br />
camino.<br />
Hopp sacó los cigarrillos y el mechero <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />
—Ya lo veo.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> estaba usted hace dieciséis años, Hopp?<br />
—¿Yo? —Abrió los ojos <strong>de</strong> par en par—. Por favor, Ignatious, no me dirá que<br />
piensa en serio que pu<strong>de</strong> subir al Sin Nombre con Pat y hundirle un piolet en el<br />
pecho. Me doblaba en corpulencia.<br />
—Pero no a su marido. Usted es una mujer tenaz, Hopp. Se ha esforzado mucho<br />
en proteger la memoria <strong>de</strong> su marido. Es capaz <strong>de</strong> hacer lo que sea por conservar su<br />
buen nombre.<br />
—Es horrible que me diga algo así. Y horrible que diga algo así <strong>de</strong> un hombre al<br />
que ni siquiera conoció.<br />
—Tampoco conocí a Galloway. Usted sí.<br />
Retrocedió un paso hecha una furia. Dio media vuelta y se fue a toda prisa<br />
hacia el ayuntamiento. El portazo que pegó sonó como la <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> un cañón.<br />
Puesto que sabía que las murmuraciones y las habladurías no cesarían, Nate<br />
<strong>de</strong>cidió mantenerse visible. Cenó en el Lodge. A juzgar por las miradas <strong>de</strong> soslayo,<br />
las afirmaciones hechas en la reunión iban calando en el glacial menti<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />
Lunacy.<br />
Le parecía perfecto. Había llegado el momento <strong>de</strong> pegar una buena sacudida.<br />
Charlene le sirvió el plato <strong>de</strong> salmón especial y se sentó ante él en el<br />
compartimiento.<br />
—Tiene a la gente muy intrigada y preocupada.<br />
—¿Ah, sí?<br />
—Y a mí la primera. —Tomó un sorbo <strong>de</strong>l café <strong>de</strong> él y arrugó la nariz—. No sé<br />
cómo pue<strong>de</strong> tomarse esto sin endulzarlo un poquitín.<br />
Nate le acercó los sobrecitos <strong>de</strong> azúcar.<br />
—Pue<strong>de</strong> poner el que quiera.<br />
—Eso haré.<br />
- 299 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Rompió dos sobres <strong>de</strong> edulcorante, los metió en la taza y revolvió el líquido.<br />
Llevaba una blusa <strong>de</strong> un gris brillante, <strong>de</strong> las que se adaptan a las curvas<br />
femeninas, y se había recogido el pelo para lucir unos pendientes <strong>de</strong> plata. Después<br />
<strong>de</strong> dar un leve toque con la cucharilla en el canto <strong>de</strong> la taza, probó la bebida.<br />
—Eso está mejor. —Sujetando la taza con las dos manos, se acercó a Nate en<br />
una postura que indicaba mayor intimidad—. Cuando me enteré <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Pat, en el<br />
fondo me exasperé. Le habría creído aunque me hubiera dicho que había sido Jim el<br />
flaco quien le clavó el piolet, cuando en realidad no apareció por aquí hasta cinco o<br />
seis años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Pat. Pero ahora me he tranquilizado un poco.<br />
—Eso es bueno —respondió Nate, siguiendo con la cena.<br />
—Es probable que me haya ayudado saber que en su momento podré traerlo<br />
aquí y enterrarlo. Usted me cae bien, Nate, aunque me haya negado siempre un<br />
revolcón. Le aprecio lo suficiente como para <strong>de</strong>cirle que con todo esto no está<br />
ayudando a nadie.<br />
Nate untó generosamente un bollo con mantequilla.<br />
—¿Y qué significa exactamente el «todo esto», Charlene?<br />
—Ya sabe a qué me refiero... a lo <strong>de</strong> que hay un asesino suelto entre nosotros. Si<br />
corre la voz, la gente empezará a creérselo. Esto es malo para los negocios. Los<br />
turistas <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> venir si creen que pue<strong>de</strong>n asesinarles cuando estén en la cama.<br />
—¿Cissy? —llamó Nate, sin apartar la vista <strong>de</strong> Charlene—. ¿Me trae otro café,<br />
por favor? ¿A eso se reduce todo, Charlene? ¿Al dinero? ¿A los beneficios y a las<br />
pérdidas?<br />
—Tenemos que ganarnos la vida. Hay que...<br />
Se interrumpió al ver a Cissy con otra taza llena <strong>de</strong> café.<br />
—¿Necesita algo más, Nate?<br />
—No, gracias.<br />
—Aquí trabajamos mucho en verano. Y tiene que ser así si no queremos vivir <strong>de</strong><br />
los fondos sociales en invierno, y el invierno es largo. Hay que ser prácticos, Nate.<br />
Pat ya no está aquí. Max lo mató. No voy a guardarle rencor a Carrie por ello. Lo<br />
había pensado, pero no voy a hacerlo. Ella también ha perdido a su marido. Eso sí,<br />
Max mató a Pat. Por qué, no se sabe, pero lo hizo.<br />
Cogió otra vez la taza y tomó un sorbo mirando hacia la oscura ventana.<br />
—Pat se lo llevó allí arriba, alguna venada, supongo. Seguro que Max iba en<br />
busca <strong>de</strong> alguna historia, un artículo o una mierda <strong>de</strong> esas, y Pat pensó en una<br />
aventura y en que encima sacaría unos dólares. La montaña pue<strong>de</strong> hacerte<br />
enloquecer. Y eso es lo que ocurrió.<br />
Al ver que Nate no <strong>de</strong>cía nada, le tocó la mano.<br />
—He estado pensando en ello, como me pidió. Y recuerdo que aquel invierno<br />
Max estuvo casi un mes fuera. O tal vez más. Por entonces, este era el único lugar en<br />
muchos kilómetros a la redonda don<strong>de</strong> se servía comida caliente, y él era uno <strong>de</strong><br />
nuestros clientes. Yo misma le servía todas las noches. Pero no vino en todo ese<br />
tiempo.<br />
Con mirada ausente, extendió el brazo y cortó un pedazo <strong>de</strong>l bollo que Nate<br />
tenía junto al plato.<br />
- 300 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Alguna vez llamó para que le lleváramos la comida —dijo mordisqueando el<br />
pan—. No solíamos hacerlo, seguimos sin hacerlo hoy, pero Karl era muy blando. Él<br />
mismo se la llevaba a la redacción. Me comentó que Max tenía un aspecto enfermizo<br />
y algo chiflado. No le hice mucho caso. No paraba <strong>de</strong> dar vueltas al asunto <strong>de</strong> Pat y<br />
estaba preocupada por mi subsistencia. Pero como me dijo que lo pensara, lo he<br />
hecho y he recordado esto.<br />
—Pues muy bien.<br />
—No me presta atención.<br />
—He oído todo lo que me ha dicho. —La miró a los ojos—. ¿Recuerda a alguien<br />
más a quien viera poco aquel febrero?<br />
Charlene soltó un suspiro <strong>de</strong> impaciencia.<br />
—No lo sé, Nate. Sobre todo pensé en Max porque está muerto. Y porque<br />
recordé, <strong>de</strong> golpe, que Carrie y yo nos casamos aquel verano. El verano siguiente a la<br />
<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Pat. Eso es lo que me lo recordó.<br />
—Muy bien. Pues ahora piense en los que siguen vivos.<br />
—Pienso en usted. —Rió e hizo un gesto para quitar importancia a la<br />
conversación—. Vamos, no sea tan envarado, una mujer tiene <strong>de</strong>recho a pensar en un<br />
hombre atractivo.<br />
—No si está enamorado <strong>de</strong> su hija.<br />
—¿Enamorado? —Empezó a tamborilear en la mesa—. Pues no se está<br />
buscando problemas ni nada... Primero aparece en la reunión <strong>de</strong>l ayuntamiento y<br />
consigue que todo el mundo lo mire <strong>de</strong> soslayo, pone a cien a Ed y a Hopp y ahora<br />
me cuenta que se ha enamorado <strong>de</strong> Meg. A esa ningún hombre le ha durado más <strong>de</strong><br />
un mes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>de</strong>scubrió qué podía hacerse con ellos.<br />
—Pues será que <strong>de</strong> momento mantengo el interés.<br />
—Meg hincará el diente en su corazón y se lo escupirá en las narices.<br />
—Mi corazón, mis narices, ¿qué es lo que le preocupa, Charlene?<br />
—Yo tengo mayores necesida<strong>de</strong>s que ella. Mayores, más profundas. —Hizo un<br />
gesto brusco con la cabeza y sus pendientes giraron relucientes—. Meg no necesita<br />
nada ni a nadie. Nunca. Hace muchísimo tiempo me <strong>de</strong>jó claro que no me necesitaba<br />
a mí. No tardará en <strong>de</strong>jarle claro a usted que no lo necesita.<br />
—Podría ser. Pero también pue<strong>de</strong> ser que la haga feliz. Y que esto sea lo que la<br />
preocupa a usted. Que al fin consiga la felicidad y usted no tenga cabida en ella.<br />
La mano <strong>de</strong> Nate sujetó su muñeca con un gesto rapidísimo antes <strong>de</strong> que<br />
Charlene pudiera lanzarle el café encima.<br />
—Piénselo mejor —dijo en voz baja—. Una escena pue<strong>de</strong> violentarla mucho<br />
más a usted que a mí.<br />
Charlene se levantó <strong>de</strong> un salto, salió <strong>de</strong>l compartimiento con gesto brusco y se<br />
marchó indignada hacia la escalera.<br />
Por segunda vez aquel día, Nate oyó el estruendo <strong>de</strong> un portazo.<br />
Y con su eco, terminó la cena.<br />
- 301 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Se dirigió hacia la casa <strong>de</strong> Meg pensando que cuando llegara sus ánimos se<br />
habrían calmado y tendría la cabeza más <strong>de</strong>spejada. Había <strong>de</strong>saparecido la negrura<br />
<strong>de</strong> los últimos días y las relucientes estrellas <strong>de</strong>stacaban en el cristalino y negro cielo.<br />
La luna se <strong>de</strong>splazaba entre los árboles y la brillante neblina se <strong>de</strong>slizaba hasta el<br />
suelo. Nate se fijó en las ramas <strong>de</strong> los árboles, <strong>de</strong>snudas: la nieve cubría el suelo pero<br />
los árboles se habían <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> ella.<br />
Una parte <strong>de</strong>l camino seguía inundada, <strong>de</strong> forma que tuvo que conducir<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los parapetos, al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l agua.<br />
Oyó el grito <strong>de</strong> un lobo, solitario e insistente. Estaría a la búsqueda <strong>de</strong> comida,<br />
pensó. O <strong>de</strong> pareja. Cuando mataba, ese animal lo hacía con un objetivo. No por<br />
ambición ni porque sí.<br />
Cuando se apareaba, según había leído, era para siempre.<br />
El sonido se extinguió en la noche.<br />
Vio humo en la chimenea <strong>de</strong> Meg, oyó la música. Lenny Kravitz esta vez,<br />
pensó. Meciéndose entre brumas <strong>de</strong> fatalidad y campos <strong>de</strong> dolor.<br />
Aparcó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l coche <strong>de</strong> ella y se quedó allí sentado. Aquello era lo que<br />
quería, pensaba, y tal vez lo quisiera más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía. Llegar a casa. Arreglar los<br />
asuntos <strong>de</strong>l día y luego quitárselo todo <strong>de</strong> encima y llegar a casa, a la música, la luz,<br />
la mujer.<br />
La mujer.<br />
Un hogar, había dicho Meg. Y ella lo había atrapado. Así que si le escupían<br />
aquel pedazo <strong>de</strong>l corazón en la cara, solo él tendría la culpa.<br />
Meg abrió la puerta y mientras Nate subía los peldaños, los perros empezaron a<br />
bailar alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus pies.<br />
—Hola. Me preguntaba si esta noche encontrarías el camino <strong>de</strong> mi casa. —<br />
La<strong>de</strong>ó la cabeza—. Pareces un poco alterado, jefe. ¿En qué te has metido?<br />
—Haciendo amigos, influyendo en las personas.<br />
—Pasa, precioso, tómate un trago y cuéntamelo.<br />
—Con mucho gusto.<br />
- 302 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
LUZ<br />
¿Es algo tan insignificante<br />
haber disfrutado <strong>de</strong>l sol,<br />
haber vivido la luz en primavera<br />
haber amado, haber pensado, haber hecho;<br />
haber cultivado amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong> verdad y <strong>de</strong>rrotado<br />
al <strong>de</strong>sconcertante enemigo...?<br />
Quemamos la luz <strong>de</strong>l día.<br />
- 303 -<br />
MATTHEW ARNOLD<br />
WILLIAM SHAKESPEARE
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 26<br />
—Jefe. —Peach le ofreció un bollo y un café antes incluso <strong>de</strong> que pusiera los<br />
pies en el <strong>de</strong>spacho.<br />
—Creo que si sigue usted dándome estas suculencias, pronto no cabré en la<br />
silla.<br />
—Harían falta un montón <strong>de</strong> bollitos <strong>de</strong> estos para que engordara ese bonito<br />
trasero. A<strong>de</strong>más, es un soborno. Tengo que pedirle otra hora libre mañana al<br />
mediodía. Estoy en la comisión que planifica el Primero <strong>de</strong> Mayo. Nos reunimos<br />
mañana para acabar <strong>de</strong> coordinar el <strong>de</strong>sfile.<br />
—¿Desfile?<br />
—El <strong>de</strong>l Primero <strong>de</strong> Mayo, Nate. Está en su calendario, y no lo tiene tan lejos...<br />
«Mayo —pensó. Aquella mañana había estado jugando un rato con los perros<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg. Con nieve hasta la parte <strong>de</strong> arriba <strong>de</strong> las botas—. ¿Así<br />
sería el Primero <strong>de</strong> Mayo?»<br />
—Pase lo que pase, nosotros organizamos el <strong>de</strong>sfile. Participa la banda <strong>de</strong> la<br />
escuela. Los nativos se visten con sus trajes tradicionales y tocan sus instrumentos,<br />
también tradicionales. A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>sfilan todos los equipos <strong>de</strong>portivos y los que<br />
asisten a las clases <strong>de</strong> baile <strong>de</strong> Dolly Manners. Hay más gente <strong>de</strong>l pueblo<br />
participando en el <strong>de</strong>sfile que mirándolo, pero también vienen turistas y gente <strong>de</strong><br />
todas partes.<br />
Hablaba mientras toqueteaba el jarrón con narcisos <strong>de</strong> plástico que tenía en el<br />
mostrador.<br />
—Es muy divertido, y en estos últimos años hemos hecho bastante publicidad.<br />
Este año incluso hemos conseguido <strong>de</strong>spertar el interés <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong><br />
comunicación y qué sé yo qué más. Charlene lo ha colgado en la página web <strong>de</strong>l<br />
Lodge y hace ofertas con todo incluido. Hopp ha conseguido que se incluya esta<br />
información en las páginas <strong>de</strong> acontecimientos <strong>de</strong> algunas revistas.<br />
—¡Vaya! No está nada mal.<br />
—Pues no. La fiesta dura todo el día. Por la noche se monta una hoguera y hay<br />
más música. Si el tiempo no acompaña se va al Lodge.<br />
—No montarán una hoguera en el Lodge, ¿verdad?<br />
Peach le pellizcó el brazo juguetonamente.<br />
—Solo la música.<br />
—Tómese el tiempo libre que le haga falta.<br />
Un gran <strong>de</strong>sfile, pensaba Nate. Reservas en el Lodge, comidas, más clientes en<br />
La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, curioseando la obra <strong>de</strong> artistas y artesanos <strong>de</strong> Lunacy. Más<br />
dinero, más transacciones en el banco, más movimiento en la gasolinera. Más<br />
- 304 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
negocio, a eso se reducía todo.<br />
Y podía irse al garete si circulaban excesivos rumores sobre asesinatos.<br />
Entró Otto y Nate levantó la vista.<br />
—¿No tenía el día libre?<br />
—Sí.<br />
Nate <strong>de</strong>tectó algo en sus ojos, pero no quiso insistir.<br />
—¿Ha venido a por unos bollitos?<br />
—No. —Le entregó un sobre marrón—. He escrito dón<strong>de</strong> me encontraba y qué<br />
hacía en febrero <strong>de</strong> 1988. La noche en que murió Max y también la que mataron a<br />
Yukon. He pensado que era mejor hacerlo antes <strong>de</strong> que usted tuviera que pedírmelo.<br />
—¿Por qué no pasa a mi <strong>de</strong>spacho?<br />
—No hace falta. No he tenido ningún problema. —Soltó un bufido—. Bueno, tal<br />
vez uno pequeño, pero ha sido mucho mejor hacerlo por mi cuenta que esperar a que<br />
me lo pidiera. No tengo buenas coartadas para ninguna <strong>de</strong> las tres ocasiones, pero he<br />
escrito lo que he podido.<br />
Nate <strong>de</strong>jó el bollo para coger el sobre.<br />
—Se lo agra<strong>de</strong>zco, Otto.<br />
—Y ahora me voy a pescar.<br />
Salió y en la puerta se cruzó con Peter.<br />
—Qué barbaridad... —susurró Nate.<br />
—Está usted en un aprieto. —Peach le rozó el brazo—. Tiene que hacer lo que<br />
convenga, aunque eso signifique herir susceptibilida<strong>de</strong>s y que alguien pierda los<br />
estribos.<br />
—Tiene toda la razón.<br />
—Hum... —Peter los miró a todos—. ¿Le ocurre algo a Otto?<br />
—Espero que no.<br />
Peter se dispuso a seguir a<strong>de</strong>lante, pero Peach le hizo señas con la cabeza.<br />
—Llego tar<strong>de</strong> porque esta mañana ha pasado mi tío por casa. Quería<br />
informarme <strong>de</strong> que en la parte norte <strong>de</strong>l pueblo, cerca <strong>de</strong> Hopeless Creek, hay un<br />
tipo mero<strong>de</strong>ando. Al parecer se ha instalado en una vieja cabaña <strong>de</strong> por allí. Nadie le<br />
daría mayor importancia, pero mi tío cree que ha forzado el cobertizo don<strong>de</strong> guarda<br />
las herramientas y mi tía afirma que ha <strong>de</strong>saparecido comida <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spensa.<br />
Cogió un bollo y le pegó un mordisco.<br />
—Él, mi tío, ha salido esta mañana a echar un vistazo por allí antes <strong>de</strong> pasar a<br />
verme y por lo visto ese tipo se ha enfrentado a él con una escopeta y le ha or<strong>de</strong>nado<br />
que saliera <strong>de</strong> su propiedad. Puesto que iba con mi prima Mary, la llevaba a la<br />
escuela, no ha creído oportuno discutir con ese individuo.<br />
—De acuerdo. Iremos a hablar con él. —Nate <strong>de</strong>jó el café, aún intacto, y el sobre<br />
<strong>de</strong> Otto en el mostrador. Luego se fue al armero y sacó dos escopetas y munición—.<br />
Por si acaso no basta con hablar —dijo a Peter.<br />
El sol resplan<strong>de</strong>cía y empezaba a calentar. Le parecía imposible que solo unas<br />
semanas antes hubiera hecho aquel recorrido a oscuras. El río serpenteaba junto a la<br />
carretera, el agua <strong>de</strong> un azul frío contrastaba contra el blanco que seguía bor<strong>de</strong>ando<br />
- 305 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
sus orillas. Las montañas se levantaban como monumentos tallados en cristal contra<br />
el cielo.<br />
Vio un águila posada sobre un mojón, a modo <strong>de</strong> dorado guardián <strong>de</strong>l bosque,<br />
que se extendía tras ella.<br />
—¿Cuánto tiempo lleva sin ocupar esa cabaña?<br />
—Que yo recuer<strong>de</strong>, oficialmente no ha vivido nadie en ella. Está en ruinas,<br />
a<strong>de</strong>más queda <strong>de</strong>masiado cerca <strong>de</strong>l río y se inunda siempre en primavera. Los<br />
excursionistas a veces la ocupan una noche <strong>de</strong> vez en cuando y... ejem... los críos a<br />
veces también la usan para... ya me entien<strong>de</strong>. La chimenea aún se aguanta, <strong>de</strong> modo<br />
que pue<strong>de</strong> hacerse fuego <strong>de</strong>ntro. De todas formas, a veces el humo es terrible.<br />
—Lo cual significa que usted también la ha usado para... ya me entien<strong>de</strong>.<br />
A pesar <strong>de</strong> que sonreía, se le subieron los colores.<br />
—Pue<strong>de</strong> que un par <strong>de</strong> veces. He oído contar que la construyeron dos<br />
forasteros que tenían la intención <strong>de</strong> instalarse y buscar oro en el río. Creyeron que<br />
podrían subsistir pero al cabo <strong>de</strong> un año ya vivían <strong>de</strong>l subsidio. Uno <strong>de</strong> ellos murió<br />
congelado, el otro se volvió loco y contrajo la enfermedad <strong>de</strong>l aislamiento. Pue<strong>de</strong> que<br />
incluso comiera carne <strong>de</strong>l muerto.<br />
—¡Qué maravilla...!<br />
—Igual son mentiras. Pero tiene su morbo cuando te llevas a una chica allí.<br />
—Pues sí, muy romántico.<br />
—Tendría que girar ahí. —Peter le señaló el camino—. El acceso es un poco<br />
difícil.<br />
Tras recorrer unos tres metros dando saltos y siguiendo a duras penas el<br />
estrecho surco cubierto <strong>de</strong> nieve, Nate pensó que Peter era realmente poco dado a las<br />
exageraciones.<br />
La espesura <strong>de</strong>l bosque ocultaba el sol; era como conducir por un túnel<br />
construido por unos sádicos <strong>de</strong>monios <strong>de</strong> hielo.<br />
Pegó la lengua al paladar para que no se encontrara entre sus dientes cuando<br />
estos se cerraban <strong>de</strong> golpe, y asió con fuerza el volante.<br />
No habría llamado a aquello un claro <strong>de</strong>l bosque. La construcción, medio<br />
<strong>de</strong>rruida y hecha con troncos, formaba una especie <strong>de</strong> prominencia entre los sauces y<br />
los larguiruchos árboles <strong>de</strong> hoja perenne en la helada orilla <strong>de</strong> la lengua <strong>de</strong>l<br />
riachuelo. La cabaña quedaba en la sombra; una ventana estaba cerrada con tablas, y<br />
la otra entrecruzada con cinta adhesiva. El porche, combado, <strong>de</strong>scansaba sobre unos<br />
bloques <strong>de</strong> hormigón.<br />
Delante vieron un sucio Lexus todoterreno con matrícula <strong>de</strong> California.<br />
—Llama a Peach para que compruebe la matrícula.<br />
Mientras Peter utilizaba la radio, Nate daba vueltas al asunto. Salía un poco <strong>de</strong><br />
humo <strong>de</strong> la inclinada chimenea. Junto a la puerta se veía un mamífero muerto,<br />
salvajemente colgado <strong>de</strong> un poste.<br />
Nate no sacó el arma; la mantuvo enfundada mientras salía <strong>de</strong>l coche.<br />
—¡Alto ahí! —Se abrió la puerta <strong>de</strong> la cabaña.<br />
En la penumbra, Nate vislumbró al hombre y la escopeta.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Soy el jefe Burke, <strong>de</strong> la policía <strong>de</strong> Lunacy. Debo pedirle que baje el arma.<br />
—Me importa un bledo quién sea usted y qué me pida. Conozco bien sus<br />
artimañas, alienígenas <strong>de</strong> los cojones. No pienso volver ahí arriba.<br />
«Alienígenas —pensó Nate—. Perfecto.»<br />
—En este sector las fuerzas alienígenas han sido <strong>de</strong>rrotadas. No corre usted<br />
ningún peligro, pero tendrá que bajar el arma.<br />
—Eso lo dice usted. —Pero el hombre relajó el otro pie—. ¿Y cómo sé que no<br />
son alienígenas?<br />
Poco más <strong>de</strong> treinta años, calculó Nate, metro setenta y cinco, unos setenta<br />
kilos, pelo castaño. Ojos <strong>de</strong>sorbitados <strong>de</strong> color in<strong>de</strong>terminado.<br />
—Llevo encima la i<strong>de</strong>ntificación, sellada y en or<strong>de</strong>n. Baje el arma para que<br />
pueda acercarme y se la mostraré.<br />
—¿I<strong>de</strong>ntificación? —Pareció confundido; bajó un par <strong>de</strong> centímetros la<br />
escopeta.<br />
—Certificado por las fuerzas terrícolas subterráneas. —Nate intentó un gesto <strong>de</strong><br />
asentimiento—. Todo cuidado es poco en estos días.<br />
—Su sangre es azul, no sé si lo sabe. La última vez que me apresaron me cargué<br />
a dos.<br />
—¿Dos? —Nate levantó las cejas como si estuviera profundamente<br />
impresionado; vio que la escopeta bajaba otros dos centímetros—. Tendrá que<br />
redactar el informe <strong>de</strong> su misión. Le llevaremos al puesto <strong>de</strong> control, allí podrá<br />
hacerlo.<br />
—No po<strong>de</strong>mos permitirles que nos venzan.<br />
—No vamos a hacerlo.<br />
El cañón <strong>de</strong> la escopeta apuntó el suelo y Nate se acercó al hombre<br />
Sucedió con <strong>de</strong>masiada rapi<strong>de</strong>z. Siempre sucedía con <strong>de</strong>masiada rapi<strong>de</strong>z. Oyó<br />
que Peter abría la puerta <strong>de</strong>l coche y le llamaba por su nombre. Él observaba el rostro<br />
<strong>de</strong>l hombre, sus ojos, y en ellos lo vio reflejado: el pánico, la ira y el terror juntos.<br />
Empezó a jurar, a or<strong>de</strong>nar a Peter que se echara al suelo. ¡Al suelo!, mientras<br />
<strong>de</strong>senfundaba el revólver.<br />
La <strong>de</strong>tonación <strong>de</strong> la escopeta agitó el aire e hizo que unos pájaros salieran<br />
volando hacia los árboles pegando chillidos. Sonó la segunda mientras Nate se metía<br />
bajo el coche para protegerse.<br />
Iba a rodar hacia el otro lado cuando vio la sangre en la nieve.<br />
—¡Dios mío! ¡<strong>San</strong>to cielo! ¡Peter!<br />
Su cuerpo se hizo tan pesado como el plomo y durante unos interminables<br />
momentos no pudo moverse. Notaba el olor <strong>de</strong>l callejón: la lluvia, la basura podrida.<br />
La sangre.<br />
Se aceleró su respiración, el pánico vaciaba la cabeza, la amarga <strong>de</strong>sesperación<br />
hacía polvo su garganta. A pesar <strong>de</strong> ello gateó en la nieve.<br />
Peter estaba tumbado junto a la puerta abierta <strong>de</strong>l coche, con los ojos muy<br />
abiertos, vidriosos.<br />
—Creo... creo que me ha herido.<br />
- 307 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Aguante.<br />
Nate puso la mano don<strong>de</strong> la chaqueta estaba rasgada y ensangrentada. Notaba<br />
el cálido flujo, así como el fuerte martilleo <strong>de</strong> su corazón en el interior <strong>de</strong>l pecho. Sin<br />
per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista la cabaña, sacó un pañuelo.<br />
Suponiendo que alguna oración rondara por su cabeza no fue capaz <strong>de</strong><br />
reconocerla.<br />
—No es grave, ¿verdad? —Peter se hume<strong>de</strong>ció los labios y bajó la cabeza para<br />
mirar la herida. Quedó blanco como la cera—. ¡Jo<strong>de</strong>r!<br />
—Escúcheme. Oiga... —Nate le ató el pañuelo en la herida y le pegó unos<br />
golpecitos en la mejilla para que no se mareara—. Qué<strong>de</strong>se así. No le ocurrirá nada.<br />
«No se <strong>de</strong>sangrará ante mí. No morirá en mis brazos. Otra vez no, te lo suplico,<br />
Señor.»<br />
Desenfundó el revólver <strong>de</strong> Peter y le colocó la mano alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l arma.<br />
—¿Lo tiene bien sujeto?<br />
—Soy... soy diestro. Él me ha disparado.<br />
—Pue<strong>de</strong> usar la izquierda. Si él se acerca a mí, no du<strong>de</strong> ni un instante.<br />
Escúcheme, Peter. Si el hombre sale, dispare. Apunte al cuerpo. Y dispare hasta<br />
<strong>de</strong>rribarlo.<br />
—Jefe...<br />
—Hágalo.<br />
Nate se arrastró hacia la parte trasera <strong>de</strong>l coche, abrió la puerta y se metió<br />
<strong>de</strong>ntro. Salió <strong>de</strong> nuevo con las dos escopetas. Oía al hombre en la cabaña, <strong>de</strong>lirando.<br />
De vez en cuando, un disparo.<br />
Todo se mezclaba con los sonidos <strong>de</strong>l callejón. La lluvia, los gritos, los pasos<br />
apresurados.<br />
Volvió a rastras hacia Peter y <strong>de</strong>jó una <strong>de</strong> las escopetas sobre su regazo.<br />
—No pierda el conocimiento. ¿Me oye? Manténgase <strong>de</strong>spierto.<br />
—Sí, jefe.<br />
No podían llamar a nadie para que acudiera en su ayuda. Aquello no era<br />
Baltimore; estaba solo.<br />
Se agachó y, con la escopeta en una mano y el revólver reglamentario en la otra,<br />
cruzó el helado río para escon<strong>de</strong>rse entre los árboles. La corteza <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos se<br />
rajó. Notó que una afilada astilla le alcanzaba el rostro, justo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo<br />
izquierdo.<br />
Aquello significaba que la atención <strong>de</strong>l tirador se centraba en él y se había<br />
apartado <strong>de</strong> Peter.<br />
Bajo el amparo <strong>de</strong> los árboles avanzó en la nieve.<br />
Su compañero estaba herido. Su compañero estaba en el suelo.<br />
Su respiración salía como un silbido mientras intentaba avanzar por la nieve<br />
que le llegaba a la rodilla en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la cabaña.<br />
Escondido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un árbol analizó la situación. Vio que no había puerta<br />
trasera pero sí otra ventana lateral. A través <strong>de</strong>l cristal vio la sombra <strong>de</strong>l tirador, se<br />
fijó en que estaba a la espera, pendiente <strong>de</strong> cualquier movimiento.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Con una sola mano, disparó la escopeta.<br />
Una explosión <strong>de</strong> cristal; luego, los gritos y las réplicas <strong>de</strong> fuego le<br />
ensor<strong>de</strong>cieron. Dio media vuelta y siguió el camino que él mismo había abierto para<br />
regresar a la parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> la cabaña.<br />
Detrás <strong>de</strong> él oía los gritos y los disparos; cruzó el hielo <strong>de</strong>l río, pasando a duras<br />
penas por sus heladas aguas, y saltó hacia la entrada <strong>de</strong> la cabaña.<br />
Atravesó como una flecha el porche y <strong>de</strong> una patada abrió la puerta.<br />
Apuntó con las dos armas al hombre; una parte <strong>de</strong> él, buena parte <strong>de</strong> él, ansiaba<br />
<strong>de</strong>scargar las dos. Derribarlo, <strong>de</strong>jarlo seco, como había hecho con el cabrón y asesino<br />
<strong>de</strong> Baltimore. El cabrón que había matado a su compañero y le había <strong>de</strong>strozado la<br />
vida.<br />
—Roja. —En el caos <strong>de</strong> la cabaña, el hombre lo miró. Sus labios temblaron<br />
mientras dibujaba una sonrisa—. Tiene la sangre roja. —Soltó el arma, se <strong>de</strong>splomó<br />
en medio <strong>de</strong> la mugre y empezó a llorar.<br />
Se llamaba Robert Joseph Spinnaker, era asesor financiero en Los Ángeles y,<br />
últimamente, paciente <strong>de</strong> psiquiatría. Afirmaba haber sufrido muchos secuestros por<br />
parte <strong>de</strong> extraterrestres en los últimos dieciocho meses; <strong>de</strong>cía que su esposa estaba<br />
clonada, y en una reunión atacó a dos <strong>de</strong> sus clientes.<br />
Llevaba casi tres meses en las listas <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>saparecidas.<br />
En aquellos momentos dormía plácidamente en una celda, tranquilizado por el<br />
color <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> Nate y <strong>de</strong> Peter.<br />
Nate tuvo el tiempo justo <strong>de</strong> encerrarlo antes <strong>de</strong> salir precipitadamente hacia el<br />
ambulatorio, don<strong>de</strong> empezó a andar nerviosamente por la sala <strong>de</strong> espera.<br />
Rebobinó mil veces los hechos en su cabeza, y cada vez se veía a sí mismo<br />
haciendo algo distinto, lo suficientemente distinto para evitar que hirieran a Peter.<br />
Cuando salió Ken, lo encontró sentado, con la cabeza hundida entre las manos.<br />
Se <strong>de</strong>spejó en el acto y se levantó <strong>de</strong> un salto.<br />
—¿Es grave?<br />
—Un disparo siempre es grave, pero habría podido ser muchísimo peor. Tendrá<br />
que llevar el brazo en cabestrillo un tiempo. Ha tenido suerte <strong>de</strong> que lo que le<br />
alcanzara fuera un cartucho para pájaros. Está algo débil, un poco aturdido. Se<br />
quedará aquí un par <strong>de</strong> horas, pero tranquilo, está bien.<br />
—De acuerdo. —Nate <strong>de</strong>jó que sus rodillas cedieran y se sentó <strong>de</strong> nuevo—. De<br />
acuerdo.<br />
—¿Por qué no pasa y le limpio esos cortes que tiene en la cara?<br />
—No son más que rasguños.<br />
—Pues el que tiene bajo el ojo parece algo profundo. Vamos, no discuta con el<br />
médico.<br />
—¿Puedo verlo?<br />
—Ahora mismo está Nita con él. Pue<strong>de</strong> pasar a verlo cuando le haya curado a<br />
usted. —Ken le acompañó hasta la consulta y le indicó que se sentara en una<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
camilla—. Es una estupi<strong>de</strong>z que se sienta responsable <strong>de</strong> lo sucedido —dijo mientras<br />
le limpiaba los cortes.<br />
—Es un principiante, aún está ver<strong>de</strong> y yo le he metido en una situación<br />
<strong>de</strong>licada.<br />
—Al <strong>de</strong>cir eso no <strong>de</strong>muestra usted mucho respeto hacia él o hacia la tarea que<br />
se ha comprometido a llevar a cabo.<br />
Nate respiró con dificultad al notar el escozor bajo el ojo.<br />
—Es un crío.<br />
—No es cierto. Es un hombre. Una buena persona. Y si usted carga con el peso,<br />
le quita importancia a lo que le ha ocurrido a él hoy, y a lo que ha hecho.<br />
—Se ha levantado y me ha seguido hacia la puerta. Apenas se aguantaba, pero<br />
quería cubrirme.<br />
Los ojos <strong>de</strong> Nate coincidieron con los <strong>de</strong> Ken, que le estaba tapando la herida.<br />
—Tenía sangre <strong>de</strong> él en mis manos, pero me siguió hasta la puerta para<br />
protegerme. Así que tal vez sea yo quien no sepa manejar la situación.<br />
—Usted lo hizo perfectamente. Peter me lo ha contado. Le consi<strong>de</strong>ra un héroe.<br />
Si quiere hacerle un favor, no le <strong>de</strong>silusione. Vamos. —Ken retrocedió un paso—. Lo<br />
superará.<br />
Hopp estaba en la sala <strong>de</strong> espera cuando salió Nate con los padres <strong>de</strong> Peter y<br />
con Rose. Todos empezaron a hablar a la vez.<br />
—Está <strong>de</strong>scansando. Se encuentra bien —les aseguró Ken.<br />
Nate seguía andando.<br />
—Ignatious —Hopp corrió hacia él—, quisiera saber qué ha ocurrido.<br />
—Debo volver al puesto.<br />
—Si es así, le acompaño y me lo cuenta. Prefiero saberlo por usted que oír las<br />
distintas versiones que ya <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> circular a estas alturas.<br />
Él se lo contó <strong>de</strong> forma escueta.<br />
—¿Le importaría andar un poco más <strong>de</strong>spacio? Tiene usted unas piernas muy<br />
largas. ¿Qué le ha ocurrido en la cara?<br />
—Astillas <strong>de</strong> un árbol. Corteza <strong>de</strong>sprendida, nada importante.<br />
—Y se <strong>de</strong>sprendió porque le estaban disparando. ¡Madre mía!<br />
—Pues el corte que tengo en la cara probablemente nos ha salvado la vida a<br />
Spinnaker y a mí. Menos mal que tengo la sangre roja.<br />
«Igual que Peter —pensó—, que hoy ha perdido litros <strong>de</strong> sangre roja.»<br />
—¿Vendrá a buscarlo la policía estatal?<br />
—Peach se ha puesto en contacto con ellos.<br />
—Menos mal. —Hopp soltó un suspiro—. Ha estado por ahí haciendo sus<br />
locuras durante tres meses. A saber cuánto tiempo llevaba en la cabaña. Quizá fue él<br />
quien mató al pobre Yukon. No me extrañaría en absoluto.<br />
Nate encontró las gafas <strong>de</strong> sol en su bolsillo y se las puso.<br />
—Quizá podía haberlo hecho, pero no lo hizo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Este hombre está loco y aquello fue algo <strong>de</strong> locos. Pue<strong>de</strong> que creyera que<br />
Yukon era un extraterrestre bajo la apariencia <strong>de</strong> un perro. Tendría su lógica,<br />
Ignatious.<br />
—Solo si cree que un tipo así es capaz <strong>de</strong> entrar a escondidas en el pueblo,<br />
buscar a un perro viejo, llevarlo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ayuntamiento y cortarle el cuello, sin<br />
olvidar que antes tenía que haber robado el cuchillo. No sé, pero a mí me parece un<br />
poco forzado, Hopp.<br />
Ella le cogió el brazo para <strong>de</strong>tenerlo.<br />
—Tal vez porque prefiere verlo <strong>de</strong> otra forma. Así tiene motivos para hacer sus<br />
conjeturas. Y prefiere eso a solucionar cuatro peleas o evitar que Mike el borracho<br />
que<strong>de</strong> hecho un témpano por ahí. ¿Ha pensado alguna vez que quizá lo está<br />
relacionando todo, buscando a un asesino entre nosotros porque quiere que las cosas<br />
vayan así?<br />
—Yo no quiero que vayan así. Van así.<br />
—Maldita testaru<strong>de</strong>z... —Hopp apretó los dientes y se volvió un momento para<br />
recuperar el temple—. Las cosas no se calmarán por aquí si usted sigue alborotando<br />
el avispero.<br />
—Aquí las cosas no se calmarán hasta que no se resuelvan. Y ahora disculpe<br />
pero tengo que ir a redactar el informe.<br />
Nate pasó la noche en la comisaría, y gran parte <strong>de</strong> ella tuvo que escuchar al<br />
entusiasmado Spinnaker hablando <strong>de</strong> sus experiencias con extraterrestres. Para<br />
mantenerlo tranquilo, aunque no callado, Nate se instaló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su celda y tomó<br />
notas.<br />
Le intrigó bastante ver que a la mañana siguiente aparecía la policía estatal a<br />
llevarse a su <strong>de</strong>tenido.<br />
Le sorprendió también ver que Coben formaba parte <strong>de</strong> la patrulla.<br />
—Tal vez tendrá que plantearse alquilar una habitación por aquí, sargento.<br />
—He pensado que así tendríamos la oportunidad <strong>de</strong> tocar otros temas. Si<br />
po<strong>de</strong>mos pasar un momento a su <strong>de</strong>spacho...<br />
—Por supuesto. Tengo a punto el expediente <strong>de</strong> Spinnaker.<br />
Se acercó a su mesa a buscar el papeleo.<br />
—Agresión con intento <strong>de</strong> homicidio contra agentes <strong>de</strong> la policía, etcétera. Los<br />
loqueros le quitarán hierro, pero mi ayudante tiene una herida <strong>de</strong> escopeta.<br />
—¿Qué tal está ahora?<br />
—Bien. Es joven y fuerte. Le dio en la parte más carnosa <strong>de</strong>l brazo.<br />
—Cuando pue<strong>de</strong>s contarlo, pue<strong>de</strong>s consi<strong>de</strong>rarte afortunado.<br />
—Exacto.<br />
Coben se acercó al tablero.<br />
—¿Aún no lo ha <strong>de</strong>jado?<br />
—Eso parece.<br />
—¿Algún progreso?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> nos situemos.<br />
Frunciendo los labios, Coben se balanceó un poco hacia atrás apoyado en los<br />
talones.<br />
—¿Un perro muerto? ¿Relacionado con aquello?<br />
—Con algo tiene que distraerse uno.<br />
—Mire, no estoy totalmente satisfecho con la resolución <strong>de</strong> mi caso, pero tengo<br />
algunas limitaciones. Y muchas <strong>de</strong> ellas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se sitúa uno. Estamos <strong>de</strong><br />
acuerdo en que cuando Galloway fue asesinado en la montaña había una tercera<br />
persona que no hemos i<strong>de</strong>ntificado. Lo que no significa que matara a Galloway o que<br />
tuviera conocimiento <strong>de</strong>l crimen. Ni presupone que siga vivo, y es más lógico que<br />
quien matara a Galloway también liquidara a ese tercer hombre.<br />
—No, si el tercer hombre fuera Hawbaker.<br />
—No creo que fuera él. Pero en ese caso —siguió Coben—, está claro que ese<br />
tercer hombre no i<strong>de</strong>ntificado no tuvo nada que ver con la muerte <strong>de</strong> Hawbaker o<br />
con la muerte <strong>de</strong> un perro. Tengo una pequeña capacidad <strong>de</strong> maniobra,<br />
extraoficialmente, para confirmar la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l tercer hombre, pero eso no me<br />
lleva a ninguna parte.<br />
—Al piloto que los llevó arriba lo mataron en extrañas circunstancias.<br />
—No hay pruebas <strong>de</strong> ello. Lo he estado investigando. Kijinski pagó algunas<br />
<strong>de</strong>udas y contrajo otras durante el período que transcurrió entre la muerte <strong>de</strong><br />
Galloway y la suya. Es algo que mosquea, tengo que admitirlo. Pero nadie nos<br />
confirma que los llevara allí.<br />
—Porque todos han muerto menos uno.<br />
—No hay nada registrado, ni listas <strong>de</strong> vuelos. Nada. Tampoco hemos<br />
encontrado a nadie que conociera a Kijinski, o quiera admitirlo, y que recuer<strong>de</strong> que<br />
contratara ese vuelo. Es probable que él fuera el piloto, y <strong>de</strong> ser así, me parecería<br />
lógico que Hawbaker también se lo cargara.<br />
—Podría ser lógico. Pero Max Hawbaker no mató a tres hombres. Y tampoco se<br />
levantó <strong>de</strong> la tumba para cortar el cuello <strong>de</strong> este perro.<br />
—A mí me importa poco lo que le diga su instinto. Necesito algo sólido.<br />
—Deme un tiempo.<br />
Dos días <strong>de</strong>spués, Meg entró tranquilamente en la comisaría, saludó a Peach<br />
con la mano y fue directa al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Nate.<br />
La ojeada que echó al tablero apenas la afectó.<br />
—Te pillé, guapo.<br />
—¿Cómo?<br />
—Incluso los polis más concienzudos, <strong>de</strong>dicados y entregados tienen un día<br />
libre a la semana. Es un <strong>de</strong>recho.<br />
—Peter está <strong>de</strong> baja. Nos falta una persona.<br />
—Y lo solucionas dándole vueltas a ese asunto y a todo los <strong>de</strong>más. Tienes que<br />
<strong>de</strong>spejarte un poco, Burke. Si surge algo, volvemos.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¿De dón<strong>de</strong>?<br />
—Es una sorpresa. Peach —dijo, dirigiéndose hacia fuera—, tu jefe se toma el<br />
resto <strong>de</strong>l día libre. ¿Cómo lo llamaban en La canción triste <strong>de</strong> Hill Street? Asuntos<br />
personales.<br />
—No le vendría mal.<br />
—¿Lo sustituyes tú, Otto?<br />
—Meg... —empezó Nate.<br />
—Vamos a ver, Peach, ¿cuándo fue la última vez que el jefe se tomó un día<br />
libre?<br />
—Hará algo más <strong>de</strong> tres semanas, que yo recuer<strong>de</strong>.<br />
—Tiempo libre para <strong>de</strong>spejarse la cabeza, jefe. —Meg cogió la chaqueta <strong>de</strong> él <strong>de</strong><br />
la percha—. A<strong>de</strong>más, el día es claro.<br />
Nate cogió un walkie-talkie.<br />
—Una hora.<br />
Ella sonrió.<br />
—Empezaremos por una hora.<br />
Cuando Nate vio la avioneta en el muelle, se quedó parado.<br />
—No has dicho que eso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spejar la cabeza incluyera un vuelo.<br />
—Es el mejor método. Garantizado.<br />
—¿Y no podríamos <strong>de</strong>jarlo en una salida en coche y echar un casquete en el<br />
asiento <strong>de</strong> atrás? A mí me parece un método excelente.<br />
—Confía en mí. —Meg le cogió la mano con firmeza y con la otra le acarició el<br />
corte <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo—. ¿Qué tal lo tienes?<br />
—Ahora que lo dices, creo que no <strong>de</strong>bería empren<strong>de</strong>r un vuelo con una herida<br />
así.<br />
Ella le acarició el rostro, se acercó a él y le dio un largo, lento y profundo beso.<br />
—Ven conmigo, Nate. Tengo que enseñarte algo.<br />
—Si lo pi<strong>de</strong>s así...<br />
Se metió en la avioneta y se abrochó el cinturón.<br />
—¿Sabes una cosa? Nunca he <strong>de</strong>spegado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el agua. Quiero <strong>de</strong>cir cuando el<br />
agua está... líquida. Aún queda algo <strong>de</strong> hielo. Sería mejor <strong>de</strong>slizarse por el hielo, ¿no?<br />
—Un hombre que se enfrenta a un enfermo mental armado no <strong>de</strong>bería tener<br />
tanto miedo a volar.<br />
Meg besó uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos, rozó con ellos los labios <strong>de</strong> Buddy Holly y empezó<br />
a avanzar sobre el agua.<br />
—Algo así como esquí acuático, pero distinto —consiguió <strong>de</strong>cir Nate; luego<br />
contuvo el aliento mientras el aparato aceleraba y <strong>de</strong>spegaba.<br />
»Creía que hoy trabajabas —dijo cuando pensó que ya podía respirar otra vez.<br />
—Le he pasado el muerto a Jerk. Él traerá las provisiones más tar<strong>de</strong>. Tenemos<br />
todo el material <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile, sin olvidar una caja entera <strong>de</strong> dopaje para mosquitos.<br />
—¿Tú y Jerk traficáis con drogas para mosquitos?<br />
Meg se volvió lentamente hacia él.<br />
—Repelente para insectos, guapo. Has sobrevivido al primer invierno en<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Alaska. Veremos qué tal se te da el verano. Hay unos mosquitos que parecen B-52.<br />
Apuesto a que no das ni un paso fuera <strong>de</strong> la casa sin el dopaje para bichos.<br />
—Vale con lo <strong>de</strong>l dopaje, pero por don<strong>de</strong> no paso es por el helado esquimal.<br />
Jesse dice que se hace con batido <strong>de</strong> foca.<br />
—Aceite —respondió ella riendo—. Aceite <strong>de</strong> foca o sebo <strong>de</strong> alce. Y no está<br />
nada mal si se mezcla con algún fruto <strong>de</strong>l bosque y azúcar.<br />
—Tendré que creerte porque nunca he tomado sebo <strong>de</strong> alce. Ni siquiera sé qué<br />
<strong>de</strong>monios es.<br />
Meg sonrió <strong>de</strong> nuevo al ver que Nate parecía más relajado e incluso miraba<br />
hacia abajo.<br />
—¿Verdad que es bonito <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí, con el río, el hielo y todo el pueblo atrás?<br />
—Se ve un lugar tranquilo, sencillo.<br />
—Pero no lo es. No es ni lo uno ni lo otro. La montaña parece tranquila <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
aire. Llena <strong>de</strong> paz y serenidad. Un tipo <strong>de</strong> belleza áspera. Pero no serena. La<br />
naturaleza te engulliría sin pensárselo dos veces, y con métodos muchísimo más<br />
horribles que los <strong>de</strong> un loco con un arma. Lo que no le quita ni una pizca <strong>de</strong> belleza.<br />
Yo no sabría vivir en otro lugar. No podría estar en otro lugar.<br />
Planearon por encima <strong>de</strong>l río y el lago y él pudo observar cómo avanzaba el<br />
<strong>de</strong>shielo, la constante evolución <strong>de</strong> la primavera. Empezaba a aparecer el ver<strong>de</strong> en<br />
los lugares don<strong>de</strong> calentaba más el sol. Una cascada se precipitaba por un risco y en<br />
las profundas sombras se vislumbraba el centelleo <strong>de</strong>l hielo.<br />
Abajo, una pequeña manada <strong>de</strong> alces avanzaba por un prado. Arriba, el cielo<br />
<strong>de</strong>scribía una curva que parecía una banda azul.<br />
—Jacob estuvo allí aquel febrero. —Meg lo miró—. Quisiera que eso no fuera<br />
un problema... que nos los quitáramos <strong>de</strong> la cabeza los dos. Vino a verme muy a<br />
menudo cuando mi padre se marchó. No sé si se lo había pedido él o si se le ocurrió a<br />
Jacob. Pue<strong>de</strong> que durante algunos días no lo viera. Pero nunca una semana entera,<br />
nunca el tiempo suficiente como para pensar que hizo la escalada con mi padre.<br />
Quería que tuvieras eso claro por si <strong>de</strong>bías pedirle que te echara una mano.<br />
—Hace mucho tiempo.<br />
—Sí, y yo era una niña. Pero lo recuerdo. En cuanto me puse a pensar, lo<br />
recordé. En las primeras semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se marchara mi padre le vi más a él<br />
que a Charlene. Él me llevaba a pescar, a cazar y cuando había tormenta me quedaba<br />
unos días en su casa. Lo único que quería <strong>de</strong>cirte es que pue<strong>de</strong>s confiar en él.<br />
—Muy bien.<br />
—Y ahora, vista a estribor.<br />
Miró hacia la <strong>de</strong>recha y vio que se encontraban en el extremo <strong>de</strong>l mundo, por<br />
encima <strong>de</strong> un canal <strong>de</strong> aguas azules que le pareció que estaba <strong>de</strong>masiado cerca. Antes<br />
<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r protestar, vio un enorme pedazo <strong>de</strong> esa masa azul blanquecina que se<br />
<strong>de</strong>sprendía y caía al agua.<br />
—¡Señor! —exclamó Nate.<br />
—Es un glaciar en activo. Al fenómeno que estás viendo se le llama «parir» —<br />
dijo Meg al tiempo que se <strong>de</strong>sprendía otro pedazo <strong>de</strong> hielo—. Supongo que es<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
porque en el ciclo se trata <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong> nacimiento, no <strong>de</strong> una muerte.<br />
—¡Qué bonito! —Estaba casi pegado al cristal—. Es sorpren<strong>de</strong>nte. ¡<strong>San</strong>to cielo,<br />
si algunos son <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una casa! —Soltó una carcajada ante el<br />
<strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> otro y apenas se fijó en la vibración <strong>de</strong>l aparato al encontrarse<br />
con una turbulencia.<br />
—La gente me paga mucho dinero para que les lleve a ver todo esto, y luego se<br />
pasan el tiempo con los ojos pegados al objetivo <strong>de</strong> una cámara <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>o. A mí me<br />
parece un <strong>de</strong>spilfarro. Si lo que quieren es verlo en ví<strong>de</strong>o, que alquilen uno y listos.<br />
Nate pensaba que lo espectacular no era tanto el paisaje, sino ese ciclo: violento,<br />
inevitable, hasta cierto punto mítico. La vista: los irregulares pedazos <strong>de</strong> hielo azul<br />
que salían disparados por el aire. Los sonidos, los crujidos, el estruendo y los<br />
cañonazos. Los chorros <strong>de</strong>l agua bajo el impacto, el blanco que se eleva formando<br />
una reluciente isla que se <strong>de</strong>sliza por el agitado fiordo.<br />
—Tengo que quedarme aquí —afirmó Nate.<br />
Meg hizo ascen<strong>de</strong>r la avioneta y le dio la vuelta para que pudiera observarlo<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro ángulo.<br />
—¿Aquí, en el aire?<br />
—No. —Volvió la cabeza y le <strong>de</strong>dicó una sonrisa que ella había visto en muy<br />
pocas ocasiones. Un gesto tranquilo, relajado, feliz—. Aquí. Yo tampoco puedo estar<br />
en otro lugar. Y es bueno saberlo.<br />
—Hay otra cosa que pue<strong>de</strong> que sea bueno que sepas. Me he enamorado <strong>de</strong> ti.<br />
Meg soltó una carcajada mientras la avioneta se estremecía bajo una<br />
tempestuosa ráfaga <strong>de</strong> aire; luego la atravesó y siguió el canal con el hielo cayendo a<br />
su alre<strong>de</strong>dor.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 27<br />
A Charlene siempre le había gustado lo que en Alaska se consi<strong>de</strong>raba<br />
primavera. Le encantaba cómo se alargaban los días, cómo iban dando <strong>de</strong> sí,<br />
estirándose y estirándose hasta que no había más que luz.<br />
Estaba en su <strong>de</strong>spacho, junto a la ventana, con el trabajo <strong>de</strong>satendido sobre el<br />
escritorio, mirando hacia la calle. Estaba muy concurrida. Gente a pie, en coche, para<br />
arriba, para abajo. Lugareños y turistas, gente <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores a por provisiones o<br />
en busca <strong>de</strong> compañía. De las veinte habitaciones, tenía catorce ocupadas y durante<br />
la siguiente semana conseguiría el lleno tres días. A partir <strong>de</strong> ahí, la intensa y<br />
prácticamente ilimitada luz empezaría a atraer a los turistas como moscas a la miel.<br />
Trabajaría intensamente casi todo el mes <strong>de</strong> abril y mayo y <strong>de</strong> ahí hasta que<br />
empezara a helar.<br />
Le gustaba trabajar, tener el establecimiento atestado, y oír el ruido y el barullo<br />
que armaba la clientela. Y por supuesto el dinero que gastaba.<br />
Había montado un buen negocio. Había encontrado lo que buscaba, al menos<br />
buena parte <strong>de</strong> lo que buscaba. Miró hacia el río. Ya se veían barcos que navegaban<br />
entre las islas <strong>de</strong> hielo que empezaban a <strong>de</strong>shacerse.<br />
Miró más allá <strong>de</strong>l río, hacia las montañas. Blanco y azul, con el ver<strong>de</strong> que se<br />
extendía poco a poco, muy poco a poco, a los pies <strong>de</strong> estas. Las cimas blancas, el<br />
blanco eterno <strong>de</strong> aquel mundo congelado y extraño.<br />
Ella nunca había escalado, nunca lo haría.<br />
Jamás había sentido la llamada <strong>de</strong> las montañas. Pero sí otras llamadas. La <strong>de</strong><br />
Pat. Charlene sintió esa llamada en todo su ser, como mil trompetas que sonaran,<br />
cuando él entró con gran estruendo en su vida. No había cumplido aún los diecisiete,<br />
recordó, y seguía virgen. Atascada, ¿acaso no había permanecido atascada en<br />
aquellas planicies <strong>de</strong> Iowa a la espera <strong>de</strong> que alguien la sacara <strong>de</strong> allí?<br />
Era la típica chica <strong>de</strong> pueblo <strong>de</strong>l Medio Oeste que buscaba <strong>de</strong>sesperadamente<br />
una escapatoria, pensaba ahora. Y apareció él, revolviendo aquel aire gris con su<br />
moto, con su aspecto peligroso, exótico y... diferente.<br />
Sí, la llamada vino <strong>de</strong> Pat, recordó Charlene, y ella respondió. Salía a hurtadillas<br />
<strong>de</strong> la casa en aquellas frías noches <strong>de</strong> primavera para encontrarse con él, para<br />
revolcarse los dos <strong>de</strong>snudos en la ver<strong>de</strong> y suave hierba, libre y <strong>de</strong>spreocupada como<br />
un cachorro. Y tan perdidamente enamorada... Vivió el amor que quema, que levanta<br />
ampollas, el que tal vez solo pue<strong>de</strong> vivirse a los diecisiete años.<br />
Él se marchó y Charlene se fue con él; <strong>de</strong>jó atrás casa, familia, amigos, y se alejó<br />
a toda velocidad <strong>de</strong>l mundo que ella conocía, hacia otro, montada en una Harley.<br />
Tener diecisiete años, pensaba, y volver a ser temeraria.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Los dos habían vivido. ¡Y <strong>de</strong> qué forma! Iban don<strong>de</strong> querían, hacían lo que les<br />
apetecía. Cruzaron tierras <strong>de</strong> labranza y <strong>de</strong>siertos, ciuda<strong>de</strong>s y al<strong>de</strong>as.<br />
Y todos los caminos por los que erraron les condujeron aquí. Las cosas<br />
cambiaron. ¿Cuándo?, pensaba. ¿Cuando se enteró <strong>de</strong> que estaba embarazada?<br />
Sintieron tal emoción, una emoción tan estúpida con lo <strong>de</strong>l bebé... Pero todo cambió<br />
cuando llegaron aquí con esa semilla en su interior. Cuando ella le dijo que quería<br />
quedarse.<br />
«Claro, Charley, ningún problema. Po<strong>de</strong>mos apalancarnos un tiempo.»<br />
Ese tiempo se convirtió en un año, en dos, luego en diez, y vaya, ella fue la que<br />
cambió. Pinchó y empujó a aquel maravilloso e insensato muchacho, lo acosó y<br />
presionó a fin <strong>de</strong> que se convirtiera en un hombre, para que fuera aquello <strong>de</strong> lo que él<br />
había huido. Responsable, estable. Normal y corriente.<br />
Y Pat se quedó, más por Meg, Charlene lo sabía, más por la hija que era su viva<br />
estampa que por la mujer que le había dado aquella hija. Se quedó, pero nunca se<br />
instaló.<br />
Charlene le había guardado rencor por ello. Y también a Meg. ¿Qué otra cosa<br />
podía hacer? No la habían puesto en el mundo para otra cosa. Ella fue quien trabajó,<br />
y aseguró el plato en la mesa y un techo para todos.<br />
Ella siempre supo que cuando se marchaba, ya fuera a buscar trabajo, a tomarse<br />
un respiro o a escalar sus malditas montañas, iba <strong>de</strong> putas.<br />
Los hombres la <strong>de</strong>seaban. Era capaz <strong>de</strong> conseguir que cualquier hombre bebiera<br />
los vientos por ella. Y el único a quien ella <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong> verdad se iba <strong>de</strong> putas.<br />
¿Qué eran para él sus montañas sino otras putas? Putas blancas y frías que le<br />
habían seducido y alejado <strong>de</strong> ella. Hasta que se quedó en el interior <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas y<br />
la abandonó.<br />
Pero Charlene había sobrevivido, por supuesto. Había hecho más que<br />
sobrevivir. Aquí había encontrado lo que <strong>de</strong>seaba. Buena parte <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>seaba.<br />
Ahora tenía dinero. Una propiedad. Tenía hombres, jóvenes, cuerpos lozanos<br />
para la noche.<br />
¿Por qué se sentía tan <strong>de</strong>sgraciada, entonces?<br />
No era muy dada a largas reflexiones, a buscar en su interior e inquietarse por<br />
lo que pudiera encontrar ahí. Disfrutaba <strong>de</strong> la vida. Del movimiento, <strong>de</strong> la acción.<br />
Cuando bailas no tienes que pensar.<br />
Se volvió algo irritada al oír que llamaban a la puerta.<br />
—A<strong>de</strong>lante.<br />
Despejó su expresión y esbozó automáticamente una seductora sonrisa al ver a<br />
John.<br />
—¿Qué tal, guapetón? ¿Ya terminaron las clases? ¿Tan tar<strong>de</strong> es? —Se dio unos<br />
toques en el pelo mirando hacia su mesa—. Y yo aquí soñando <strong>de</strong>spierta,<br />
malgastando el tiempo. Tendré que ir a ver que plato <strong>de</strong>l día nos prepara el<br />
grandullón esta noche.<br />
—Tengo que hablar contigo, Charlene.<br />
—Claro que sí, amor mío. Siempre tengo un momento para ti. Prepararé un té y<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
charlaremos en la intimidad.<br />
—No, nada <strong>de</strong> té.<br />
—Tienes cara <strong>de</strong> pocos amigos... una expresión muy seria. —Se acercó a él y<br />
pasó un <strong>de</strong>do a un lado y otro <strong>de</strong> sus mejillas—. De todas formas, ya sabes que me<br />
encanta verte serio. Estás tan atractivo...<br />
—Déjalo —insistió él, apartando sus manos.<br />
—¿Ocurre algo? —Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Charlene se quedaron tiesos como alambres—.<br />
¡Dios mío! ¿Han encontrado a otra persona, a otro animal, muertos por ahí? No creo<br />
que pueda resistirlo ya. No lo aguantaré.<br />
—No. No es nada <strong>de</strong> eso. —Soltó sus manos y retrocedió un paso—. Lo que<br />
quería <strong>de</strong>cirte es que me iré al final <strong>de</strong>l trimestre.<br />
—¿De vacaciones? ¿Te irás <strong>de</strong> viaje cuando Lunacy está en su mejor época?<br />
—No me voy <strong>de</strong> vacaciones. Me voy <strong>de</strong> aquí.<br />
—¡Pero qué dices! ¿Marcharte? ¿Para siempre? Vaya tontería, John. —La<br />
seductora sonrisa se <strong>de</strong>svaneció y algo ardiente y afilado se clavó en las entrañas <strong>de</strong><br />
Charlene—. ¿Y adón<strong>de</strong> vas a ir? ¿Qué vas a hacer?<br />
—Hay infinidad <strong>de</strong> lugares que no he visto, infinidad <strong>de</strong> cosas que no he hecho.<br />
Las veré. Las haré.<br />
A Charlene el alma le cayó a los pies mientras miraba aquel rostro en el que<br />
tanto confiaba. «Aquellos con los que cuentas —le murmuraba una voz interior—<br />
siempre te abandonan.»<br />
—Tú vives aquí, John. Aquí tienes tu trabajo.<br />
—Viviré y trabajaré en otra parte.<br />
—No pue<strong>de</strong>s... ¿Por qué? ¿Por qué haces esto?<br />
—Tenía que haberlo hecho años atrás, pero te <strong>de</strong>jas llevar por la corriente... y tu<br />
vida transcurre sin darte cuenta. La semana pasada Nate vino a verme al instituto.<br />
Algunas <strong>de</strong> las cosas que me dijo me hicieron reflexionar, retroce<strong>de</strong>r en el tiempo...<br />
<strong>de</strong>masiados años.<br />
Charlene <strong>de</strong>seaba po<strong>de</strong>r recurrir al enojo, a aquel sentimiento que hacía que<br />
gritara y rompiera objetos. Que facilitaba la existencia. Pero en su interior no<br />
encontraba más que una gris inquietud.<br />
—¿Qué tiene que ver Nate con todo esto?<br />
—Él ha sido el cambio. O la roca en la corriente que lo ha provocado. Tú te <strong>de</strong>jas<br />
llevar, Charlene, como el agua <strong>de</strong> un río, y tal vez no te <strong>de</strong>s cuenta <strong>de</strong> lo que ocurre.<br />
Tocó su pelo pero enseguida apartó las manos <strong>de</strong> ella.<br />
—Luego cae una piedra en la corriente y esta se altera. Cambia las cosas. Pue<strong>de</strong><br />
que un poco, pue<strong>de</strong> que mucho. Pero nada vuelve a ser como antes.<br />
—Cuando empiezas así, nunca sé <strong>de</strong> qué hablas. —Hizo un mohín, se volvió y<br />
pegó una patada a la mesa. Aquel gesto hizo sonreír a John—. Agua, rocas y<br />
corrientes. ¿Qué tiene que ver eso con aparecer aquí y <strong>de</strong>cirme que te vas? ¿Te<br />
marchas <strong>de</strong> aquí? ¿Acaso no te importa cómo pueda sentirme yo?<br />
—Demasiado para mi propio bien. Te amé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer instante en que te vi.<br />
Y tú lo sabías.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Pero ya no...<br />
—Sí, entonces, ahora, durante. Te quise cuando estabas con otro hombre. Y<br />
cuando él se fue, pensé: «Ahora vendrá a mí». Y eso hiciste. A mi cama, al menos.<br />
Dejaste que poseyera tu cuerpo, pero te casaste con otro. Aun sabiendo que te quería,<br />
te casaste con otro.<br />
—Tuve que hacer lo que me convenía. Tenía que ser práctica. —En ese<br />
momento sí lanzó algo: un pequeño cisne <strong>de</strong> cristal. Pero la <strong>de</strong>strucción no la<br />
satisfizo—. Tenía <strong>de</strong>recho a pensar en mi futuro.<br />
—Yo me habría portado bien contigo, lo habría hecho todo por ti. Me habría<br />
portado bien con Meg. Pero tú escogiste otra cosa. Escogiste esto. —Extendió los<br />
brazos para dar a enten<strong>de</strong>r el Lodge—. Te lo ganaste. Trabajaste duro. Lo construiste<br />
tú. Y mientras vivió Karl, seguiste acudiendo a mí. Y yo te lo permití. A mí y a otros.<br />
—Karl no buscaba precisamente sexo. Quería compañía, alguien que lo cuidara<br />
a él y que cuidara todo esto. Yo cumplí —dijo con vehemencia—. Habíamos llegado a<br />
un acuerdo.<br />
—Lo cuidaste a él y cuidaste <strong>de</strong> esto. Y cuando él murió, seguiste aquí. Ya he<br />
perdido la cuenta <strong>de</strong> las veces que te he pedido que te casaras conmigo, Charlene, <strong>de</strong><br />
las veces que te has negado a ello. De las veces que he visto que te ibas con otro, <strong>de</strong><br />
las que te has metido en mi cama cuando no había nadie más. Ya no puedo<br />
soportarlo.<br />
—No quiero casarme, ¿por eso te vas?<br />
—Anoche te acostaste con aquel tipo, uno <strong>de</strong> los cazadores, el alto y moreno.<br />
Charlene levantó la cabeza.<br />
—¿Y qué?<br />
—¿Cómo se llamaba?<br />
Abrió la boca y se dio cuenta <strong>de</strong> que tenía la mente en blanco. No podía<br />
recordar un rostro, mucho menos un nombre, y apenas se acordaba <strong>de</strong>l tanteo a<br />
oscuras.<br />
—¿Qué más da? —le espetó—. Fue sexo sin más.<br />
—No encontrarás lo que buscas, y menos con hombres sin nombre a los que casi<br />
doblas la edad. Pero si quieres seguir buscando, no puedo <strong>de</strong>tenerte. Esto quedó<br />
claro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Aunque sí puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser tu colchón.<br />
—Vete, pues. —Cogió un puñado <strong>de</strong> papeles <strong>de</strong> la mesa y los hizo volar en el<br />
aire—. Me da igual.<br />
—Lo sé. Si no te diera igual, <strong>de</strong> verdad, no me iría.<br />
John salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y cerró la puerta.<br />
La luz le cegaba. Nunca tenía bastante; por más que durara el día, a él no le<br />
parecía suficiente. Notaba cómo penetraba en su carne, en sus huesos, cómo le<br />
transmitía energía.<br />
Llevaba días sin que le <strong>de</strong>spertara una pesadilla.<br />
Le <strong>de</strong>spertaba la luz, trabajaba y se paseaba bajo ella <strong>de</strong> día. Pensaba en ella y<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
comía en ella; se empapaba <strong>de</strong> ella.<br />
Y todas las noches veía cómo el sol se <strong>de</strong>slizaba por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas,<br />
sabiendo que en pocas horas saldría <strong>de</strong> nuevo.<br />
Todavía algunas noches abandonaba con cuidado la cama <strong>de</strong> Meg y salía<br />
acompañado por los perros a contemplar cómo las luces alteraban el cielo nocturno.<br />
Seguía notando la herida que palpitaba bajo las cicatrices <strong>de</strong> su cuerpo. Pero<br />
ahora pensaba que ese dolor era señal <strong>de</strong> curación. Deseaba con todas sus fuerzas<br />
que así fuera. Aceptar lo perdido y acoger lo que llegara.<br />
Por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que salió <strong>de</strong> Baltimore había llamado a Beth, la esposa<br />
<strong>de</strong> Jack.<br />
—Quería saber cómo estabais, tú y los niños.<br />
—Bien. Estamos bien. Ha pasado un año <strong>de</strong>s<strong>de</strong>...<br />
Nate lo sabía. Ese día se cumplía un año.<br />
—Ha sido un poco duro. Hemos salido esta mañana, le hemos llevado flores.<br />
Los primeros siempre son los más difíciles. La primera fiesta, el primer cumpleaños,<br />
el primer aniversario. Pero lo vas superando y se va haciendo un poco más fácil.<br />
Pensaba, esperaba, que llamarías. Estoy muy contenta <strong>de</strong> que lo hayas hecho.<br />
—No estaba seguro <strong>de</strong> que te apeteciera hablar conmigo.<br />
—Te echamos <strong>de</strong> menos, Nate. Los niños y yo. Me has tenido en vilo.<br />
—Yo también estoy bien. Estoy mejor.<br />
—Cuéntame qué tal por allí. ¿Un frío y una tranquilidad terribles?<br />
—En realidad hoy estamos a quince grados. Y lo <strong>de</strong> la tranquilidad... —Echó un<br />
vistazo al tablero—. Pues sí, esto está bastante tranquilo. Hemos tenido<br />
inundaciones. No tan importantes como en el su<strong>de</strong>ste pero lo suficiente para<br />
mantenernos ocupados. Esto es precioso. —Volvió la cabeza hacia la ventana y<br />
añadió—: No pue<strong>de</strong>s ni imaginártelo. Hay que verlo y aun así cuesta creerlo.<br />
—Te noto bien. Me alegra oírte así.<br />
—No creí que iba a po<strong>de</strong>r adaptarme a este lugar. —«A cualquier lugar»—. Lo<br />
<strong>de</strong>seaba. Ni se me había ocurrido hasta que llegué aquí. Hasta que estuve aquí no<br />
apareció el <strong>de</strong>seo. Pero creía que no lo lograría.<br />
—¿Y ahora?<br />
—Ahora creo que sí. He conocido a alguien, Beth.<br />
—¿Ah? —Su voz reflejaba una sonrisa y Nate cerró los ojos para oírla bien—.<br />
¿Te gusta?<br />
—Es maravillosa, en muchos sentidos. Creo que te caería bien. No es <strong>de</strong>l<br />
montón, ni muchísimo menos. Es piloto.<br />
—¿Piloto? ¿De esos que circulan como maníacos en esos pequeños aviones?<br />
—Más o menos. Es preciosa. Bueno, no, pero sí. Es divertida, fuerte y<br />
probablemente está loca, pero le sienta <strong>de</strong> maravilla. Se llama Meg. Megan Galloway,<br />
y estoy enamorado <strong>de</strong> ella.<br />
—Oh, Nate. Qué feliz me haces.<br />
—No llores —dijo al oír un sollozo.<br />
—No, es una buena noticia. Jack encontraría mil maneras <strong>de</strong> tomarte el pelo,<br />
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pero en el fondo se sentiría igual <strong>de</strong> feliz por ti que yo.<br />
—En fin, quería que lo supieras. Me apetecía hablar contigo, <strong>de</strong>círtelo y<br />
proponerte que algún día aparecieses por aquí con los niños. Es un lugar estupendo<br />
para pasar las vacaciones <strong>de</strong> verano. En junio no oscurece hasta la medianoche, e<br />
incluso a esta hora, por lo visto, es más una luz crepuscular que oscuridad. Y más<br />
caluroso <strong>de</strong> lo que crees, o eso dicen. Me gustaría que vieras todo esto, que<br />
conocieras a Meg. Y me alegraría veros, a ti y a los niños.<br />
—Lo que sí te prometo es que iremos a la boda.<br />
Nate soltó una risa entrecortada.<br />
—No he dado ningún paso en ese sentido.<br />
—Te conozco, Nate. Lo darás.<br />
Cuando colgó, sonreía. Era lo último que habría esperado. Dejó el tablero<br />
<strong>de</strong>scubierto, señal <strong>de</strong> que empezaba a investigar a fondo, y salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho.<br />
Aún le impresionó un poco ver a Peter con el brazo en cabestrillo. Su joven<br />
ayudante estaba sentado ante el or<strong>de</strong>nador tecleando con una sola mano.<br />
Trabajo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spacho. Papeleo. Un poli, y eso era ese muchacho, podía morirse<br />
<strong>de</strong> aburrimiento con esto.<br />
Nate pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />
—¿Le apetece salir un poco?<br />
Peter levantó la vista, con un <strong>de</strong>do <strong>de</strong> la mano buena aún sobre el teclado.<br />
—¿Cómo?<br />
—¿Quiere que le libere un rato <strong>de</strong> esta mesa?<br />
La cara <strong>de</strong>l muchacho se iluminó.<br />
—¡Por supuesto!<br />
—Vamos a dar un paseo. —Cogió un walkie-talkie—. Peach, mi ayudante Notti y<br />
yo nos vamos a patrullar a pie.<br />
—Hum... Otto ya está en la calle —dijo Peter.<br />
—Parece que la <strong>de</strong>lincuencia prolifera. Peach, usted se queda al timón.<br />
—Sí, sí, capitán —respondió ella con una risita—. Cuí<strong>de</strong>nse, muchachos.<br />
Nate cogió una chaqueta ligera <strong>de</strong> la percha.<br />
—¿Quiere la suya? —preguntó a Peter.<br />
—No. Solo los <strong>de</strong>l sur necesitan algo <strong>de</strong> abrigo en un día como este.<br />
—¿Ah, sí? Bueno... —Y con un gesto exagerado colgó <strong>de</strong> nuevo la chaqueta.<br />
Se encontraron con un viento fresco y un cielo cubierto. Lo más probable era<br />
que lloviera y, sin duda, pensó Nate, iba a arrepentirse <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>vuelto la chaqueta<br />
a la percha.<br />
Caminaron calle abajo con el húmedo y juguetón viento revolviéndoles el pelo.<br />
—¿Cómo va el brazo?<br />
—Bastante bien. No creo que necesite el cabestrillo, pero entre Peach y mi<br />
madre no hay forma <strong>de</strong> quitármelo.<br />
—Las mujeres se ponen muy quisquillosas cuando te disparan.<br />
—Y que lo diga. Y si lo aguantas con estoicismo ya no te las quitas <strong>de</strong> encima.<br />
—No hemos hablado mucho sobre el inci<strong>de</strong>nte. Al principio me dije que fue un<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
error llevármelo allí.<br />
—Le pegué un susto <strong>de</strong> muerte a aquel hombre cuando salí <strong>de</strong>l coche. Fui yo<br />
quien provocó la situación.<br />
—A ese tipo lo habría asustado una ardilla que <strong>de</strong>jara caer una bellota. He<br />
dicho que al principio pensé que había cometido un error. Pero en realidad no fue un<br />
error. Es usted un buen policía. Lo <strong>de</strong>mostró. Había caído, estaba herido, aturdido, y<br />
me cubrió.<br />
—Usted tenía la situación controlada. No necesitaba que le cubrieran.<br />
—Podía haberlo necesitado. Esa es la cuestión. Cuando te encuentras en una<br />
situación <strong>de</strong>licada y estás con alguien, tienes que po<strong>de</strong>r confiar en esa persona, sin<br />
reservas.<br />
De la forma en que él y Jack confiaron el uno en el otro, pensó. Cuando<br />
cruzaron la puerta y salieron al callejón, sin importar lo que pudiera esperarles en la<br />
oscuridad.<br />
—Peter, quiero que sepa que confío en usted.<br />
—Pues yo... creí que me obligaba a hacer trabajo burocrático para liberarme <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong> la calle.<br />
—Le he <strong>de</strong>jado en el <strong>de</strong>spacho por la lesión. Como correspon<strong>de</strong>. En su<br />
expediente constará una mención sobre su actuación durante el inci<strong>de</strong>nte.<br />
Peter se <strong>de</strong>tuvo y lo miró fijamente.<br />
—Una mención.<br />
—Se la ha ganado. Se hará pública en el próximo pleno <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />
—No sé qué <strong>de</strong>cir.<br />
—Conserve su actitud estoica.<br />
Cruzaron la calle en la esquina para volver por la otra acera.<br />
—Tengo algo más que <strong>de</strong>cirle, y es algo <strong>de</strong>licado. Respecto a la investigación<br />
que está llevando a cabo nuestro <strong>de</strong>partamento. A los homicidios.<br />
Nate captó la rápida mirada <strong>de</strong> Peter.<br />
—In<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> lo que haya <strong>de</strong>cidido la policía estatal, este<br />
<strong>de</strong>partamento lo consi<strong>de</strong>ra homicidios. Tengo ya algunas <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> personas<br />
en las que se precisa su para<strong>de</strong>ro en los momentos clave. De todas formas, la mayoría<br />
no pue<strong>de</strong>n comprobarse, al menos <strong>de</strong> una forma que a mí me resulte satisfactoria. Y<br />
entre ellas está la <strong>de</strong> Otto.<br />
—Pero jefe, Otto es...<br />
—Uno <strong>de</strong> los nuestros. Lo sé. Pero no por ello puedo tacharlo <strong>de</strong> la lista.<br />
Muchos ciudadanos <strong>de</strong> aquí o <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores tuvieron oportunidad <strong>de</strong> cometer<br />
estos crímenes. El móvil es otra historia. El <strong>de</strong> los dos últimos señala a Galloway.<br />
Pero ¿cuál <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser el <strong>de</strong>l suyo? ¿Crimen pasional, por dinero, por<br />
encubrimiento? ¿Consumo <strong>de</strong> drogas? Quizá una mezcla <strong>de</strong> todos ellos. Pero fuera<br />
quien fuese, era un conocido suyo.<br />
Nate observó las calles, las aceras. A veces lo conocido era lo que estaba al<br />
acecho en la oscuridad.<br />
—Lo conocía lo suficiente como para empren<strong>de</strong>r aquella escalada en invierno<br />
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con su asesino y con Max. Los tres solos. Conocía lo suficiente a su asesino como para<br />
permitirse lo que creo que podríamos <strong>de</strong>nominar un juego <strong>de</strong> rol ahí arriba mientras<br />
aguantaban unas condiciones muy duras.<br />
—No veo a qué se refiere.<br />
—Llevaba un diario. Lo llevaba encima, y se quedó en su bolsillo. Coben me<br />
pasó una copia.<br />
—Pues si llevaba un diario...<br />
—Nunca utilizó los nombres <strong>de</strong> sus compañeros. Se habían montado una<br />
historia. Lo que me hace pensar que <strong>de</strong> no haber sido asesinado ahí arriba, habría<br />
muerto en otra escalada a menos que se hubiera enmendado. Fumaban maría,<br />
tomaban anfetas. Jugaban a La guerra <strong>de</strong> las galaxias. Galloway en el papel <strong>de</strong> Luke,<br />
Max en el <strong>de</strong> Han Solo y, curiosamente, el asesino <strong>de</strong> Galloway en el <strong>de</strong> Darth Va<strong>de</strong>r.<br />
La montaña se convirtió en aquel mundo <strong>de</strong> hielo en el que se encontraban.<br />
—En Hoth. Me gusta el cine —añadió Peter encorvando un poco los hombros—<br />
. Cuando era pequeño coleccionaba figuritas <strong>de</strong> personajes y <strong>de</strong> objetos.<br />
—Y yo. Pero ellos no eran críos. Eran adultos, y en algún momento el juego se<br />
les fue <strong>de</strong> las manos. Galloway escribió que Han, yo creo que era Max, se hizo daño<br />
en el tobillo. Lo <strong>de</strong>jaron en una tienda con provisiones y siguieron a<strong>de</strong>lante.<br />
—Lo que <strong>de</strong>muestra que Max no lo mató.<br />
—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> cómo se mire. También existe la posibilidad <strong>de</strong> que Max les<br />
siguiera, les alcanzara a la altura <strong>de</strong> la cueva <strong>de</strong> hielo y allí se volviera loco. Y<br />
po<strong>de</strong>mos seguir especulando y pensar que Max, en el papel <strong>de</strong> Va<strong>de</strong>r, mató a sus dos<br />
compañeros. No son mis teorías personales, pero son tan buenas como cualquier<br />
otra. Los estatales optan por la segunda.<br />
—¿Que el señor Hawbaker mató a los dos? ¿Y luego bajó solo? No creo.<br />
—¿Por qué?<br />
—Ya sé que era muy pequeño cuando ocurrió todo esto, pero el señor<br />
Hawbaker nunca tuvo fama <strong>de</strong> ser una persona... no sé, audaz, ejem...,<br />
in<strong>de</strong>pendiente. Y para empren<strong>de</strong>r aquel <strong>de</strong>scenso había que ser ambas cosas.<br />
—Estoy <strong>de</strong> acuerdo. Más a<strong>de</strong>lante en el diario, Galloway escribía que el<br />
personaje <strong>de</strong> Darth mostraba indicios <strong>de</strong>, vamos a llamarle locura, irritación,<br />
temeridad, una actitud acusadora. Todo ello mezclado con una buena dosis <strong>de</strong> droga<br />
y, por lo que he leído, consecuencia <strong>de</strong> la tensión, la enfermedad <strong>de</strong> la altura, el<br />
colocón que sienten algunos escaladores en las cimas.<br />
Nate vio que Deb salía <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina para llevar a Cecil a dar un<br />
paseo. Había puesto al animal un jersey <strong>de</strong> un ver<strong>de</strong> muy vistoso.<br />
—Galloway estaba muy preocupado por el estado mental <strong>de</strong> aquel tipo —<br />
siguió Nate mientras intercambiaba un saludo con la mano con Deb—. No tenía claro<br />
que bajaran sin problemas. La última entrada <strong>de</strong>l diario la escribió en la cueva <strong>de</strong><br />
hielo. No salió <strong>de</strong> allí, <strong>de</strong> modo que tenía razón en preocuparse. Aunque no lo estaba<br />
lo suficiente como para dar algún paso concreto y protegerse. Su cuerpo no<br />
presentaba heridas que <strong>de</strong>mostraran que se había <strong>de</strong>fendido. Aun llevaba el piolet en<br />
su cinturón. Conocía a su asesino <strong>de</strong> la misma forma que Max conocía al suyo. Y que<br />
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Yukon conocía al hombre que le cortó el cuello.<br />
»Nosotros también lo conocemos, Peter. —Ahora el saludo lo dirigió al juez<br />
Royce, que se dirigía a la KLUN con un puro entre los dientes—. Lo que ocurre es<br />
que no lo hemos i<strong>de</strong>ntificado aún.<br />
—¿Qué vamos a hacer?<br />
—Seguiremos con lo que tenemos. Trabajaremos con las distintas hipótesis<br />
hasta que tengamos más información. A Otto no le hablaré <strong>de</strong>l diario. Por lo menos<br />
<strong>de</strong> momento.<br />
—¡Casi nada!<br />
—Para usted es mucho más difícil. Es gente que conoce <strong>de</strong> toda la vida o casi.<br />
Saludó a Harry, un poco más allá, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina; estaba<br />
fumando un cigarrillo y hablando con Jim Mackie. Ante ellos, Ed andaba a paso<br />
ligero en dirección al banco, pero se <strong>de</strong>tuvo para intercambiar unas palabras con la<br />
encargada <strong>de</strong> correos, que estaba barriendo la entrada.<br />
Mike el grandullón salió <strong>de</strong>l Lodge corriendo, sin duda camino <strong>de</strong> Los Italianos,<br />
para mantener su charla diaria sobre el trabajo con Johnny Trivani. Su hija, montada<br />
en sus hombros, soltaba unas sonoras carcajadas.<br />
—Solo son personas. Pero una <strong>de</strong> ellas, ahí, en la calle, en el interior <strong>de</strong> algún<br />
edificio o en una casita <strong>de</strong> las afueras, es un asesino. Y si se ve obligada a ello, matará<br />
<strong>de</strong> nuevo.<br />
Fue a casa <strong>de</strong> Meg todas las noches. No siempre la encontraba allí. A medida<br />
que el tiempo mejoraba, aumentaba el trabajo. Pero habían llegado al acuerdo tácito<br />
<strong>de</strong> que se instalaría allí. Mantenía la habitación en el Lodge, aunque en aquellos<br />
momentos era más bien un almacén para la pesada ropa <strong>de</strong> invierno.<br />
También podía haber trasladado aquello a casa <strong>de</strong> Meg. Pero habría sido una<br />
pista. La pista oficial <strong>de</strong> que vivían juntos.<br />
Vio el humo <strong>de</strong> la chimenea antes <strong>de</strong> la curva y su estado <strong>de</strong> ánimo arrancó<br />
como accionado con una manivela. Sin embargo, la avioneta no estaba en el lago y<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa vio el jeep <strong>de</strong> Jacob.<br />
Los perros salieron corriendo <strong>de</strong>l bosque para saludarlo; Rock llevaba en la<br />
boca uno <strong>de</strong> aquellos mastodónticos huesos que tanto les gustaban. A Nate le dio la<br />
sensación <strong>de</strong> que era un hueso <strong>de</strong> verdad y los <strong>de</strong>jó fuera con un animado tira y<br />
afloja mientras él se metía en la casa.<br />
No había llegado aún a la cocina, pero notó olor a sangre. Instintivamente palpó<br />
la culata <strong>de</strong>l revólver que llevaba encima.<br />
—He traído carne —dijo Jacob sin volver la cabeza.<br />
Junto a los fogones había un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> algo que rezumaba sangre. Nate<br />
apartó la mano.<br />
—Últimamente ella no tiene tiempo para cazar. Los osos están <strong>de</strong>spiertos. Buen<br />
material para estofados, pastel <strong>de</strong> carne...<br />
«Pastel <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> oso —pensó Nate—. Menuda gente.»<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Seguro que le hará ilusión.<br />
—Compartimos lo que tenemos —siguió Jacob, mientras envolvía con<br />
parsimonia la carne <strong>de</strong> oso con un grueso papel blanco—. ¿Le ha dicho que pasé con<br />
ella casi todo el tiempo que su padre estuvo <strong>de</strong>spojado?<br />
—¿Despojado? Una forma interesante <strong>de</strong> llamarlo.<br />
—¿Acaso no le <strong>de</strong>spojaron <strong>de</strong> su vida?<br />
Jacob terminó <strong>de</strong> envolver la carne, cogió un rotulador negro y puso la fecha en<br />
los envoltorios. Un gesto tan <strong>de</strong> ama <strong>de</strong> casa que hizo parpa<strong>de</strong>ar a Nate.<br />
—Ella se lo contó, pero usted no confía en sus recuerdos o en su corazón.<br />
—Confío en ella.<br />
—Era una niña. —Jacob se lavó las manos en el frega<strong>de</strong>ro—. Podía haberse<br />
equivocado o, porque me quiere, intentar protegerme.<br />
—Podría ser.<br />
Jacob se secó las manos y recogió la carne. Cuando se volvió, Nate vio que<br />
llevaba un amuleto en el cuello. Una piedra azul marino que resaltaba en la camisa<br />
vaquera <strong>de</strong>scolorida.<br />
—He hablado con gente. —Jacob fue hacia la entrada, don<strong>de</strong> Meg tenía un<br />
pequeño congelador—. Con gente que no está muy dispuesta a hablar con la policía.<br />
Gente que conocía a Pat y a Dos Dedos. —Empezó a colocar la carne en el<br />
congelador—. Esta gente, que habla conmigo pero no lo hará con la policía, me ha<br />
comentado que cuando Pat estaba en Anchorage tenía dinero. Más dinero <strong>de</strong>l que<br />
solía. —Cerró el congelador y volvió a la cocina—. Voy a tomarme un whisky.<br />
—¿De dón<strong>de</strong> había sacado el dinero?<br />
—Trabajó unos días en una conservera y, según dicen, pidió un anticipo <strong>de</strong> la<br />
paga. Lo utilizó para jugar al póquer.<br />
Se sirvió tres <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> whisky en un vaso y luego levantó otro con una mirada<br />
<strong>de</strong> interrogación.<br />
—No, gracias.<br />
—Pue<strong>de</strong> ser verdad porque a él le gustaba jugar, y a pesar <strong>de</strong> que solía per<strong>de</strong>r,<br />
lo consi<strong>de</strong>raba... un pago por la distracción. Pero al parecer aquella vez no perdió.<br />
Estuvo jugando dos noches y casi un día entero. Quienes han hablado conmigo dicen<br />
que ganó mucho. Unos hablan <strong>de</strong> diez mil, otros <strong>de</strong> veinte, otros <strong>de</strong> más. Podría<br />
tratarse <strong>de</strong>l pez que va engordando a medida que se cuenta la hazaña. Pero todo el<br />
mundo coinci<strong>de</strong> en que jugó, ganó y tenía dinero contante y sonante.<br />
—¿Qué hizo con el dinero?<br />
—Eso no lo sabe nadie, o nadie admite saberlo. Pero algunos dicen que le<br />
vieron por última vez bebiendo con otros hombres. Nada anormal, por eso nadie<br />
pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme quiénes eran los <strong>de</strong>más. ¿Por qué iban a acordarse <strong>de</strong> algo así<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo?<br />
—Había una puta...<br />
Jacob torció el gesto, casi imperceptiblemente.<br />
—Siempre hay alguna.<br />
—Kate. No he conseguido localizarla.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Kate, la puta, murió hará unos cinco años. Un ataque al corazón —añadió<br />
Jacob—. Una mujer muy corpulenta, que fumaba dos, tal vez tres, paquetes <strong>de</strong> Camel<br />
al día. A nadie le sorprendió su muerte.<br />
Otro callejón sin salida, pensó Nate.<br />
—¿Le comentó algo más esa gente que habla con usted pero no con la poli?<br />
—Algunos dicen que Dos Dedos llevó en avioneta a Pat y a los otros dos, o a los<br />
otros tres, pero no más, hasta la montaña. Los hay que afirman que fueron al Denali,<br />
otros hablan <strong>de</strong>l Sin Nombre y otros <strong>de</strong>l Deborah. Los <strong>de</strong>talles no están claros, pero<br />
han salido recuerdos sobre el dinero, el piloto, la escalada y dos o tres compañeros.<br />
Tomó un trago <strong>de</strong> whisky.<br />
—También podría estar mintiendo y ser yo uno <strong>de</strong> los que ascendieron con él.<br />
—Pues sí —reconoció Nate—. Tiene agallas. Un hombre que caza un oso tiene<br />
pelotas.<br />
Jacob sonrió.<br />
—Un hombre que caza un oso come bien.<br />
—Le creo. Pero yo también puedo estar mintiendo.<br />
En esta ocasión, Jacob soltó una carcajada y terminó el whisky <strong>de</strong>l vaso.<br />
—Podría. Pero ya que estamos en la cocina <strong>de</strong> Meg, y ella nos quiere a los dos,<br />
vamos a hacer ver que confiamos el uno en el otro. Ahora Meg está luminosa.<br />
Siempre ha sido brillante, pero ahora lo es más. Ahora pue<strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong> sí misma.<br />
Pero... —Llevó el vaso al frega<strong>de</strong>ro, lo enjuagó, lo puso a secar y se volvió—. Cui<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> ella, jefe Burke. De lo contrario, yo mismo me encargaré <strong>de</strong> usted.<br />
—Lo tendré en cuenta —respondió Nate cuando Jacob salió.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 28<br />
Nate aguardó el momento oportuno. Creía disponer <strong>de</strong> todo el tiempo <strong>de</strong>l<br />
mundo. Puesto que tenía la costumbre <strong>de</strong> pasar todos los días por el Lodge y ver a<br />
Jesse, no veía ningún problema en esperar la oportunidad <strong>de</strong> hablar a solas con<br />
Charlene.<br />
Encontró a Rose sentada a una mesa aprovechando la calma <strong>de</strong> media mañana<br />
para rellenar los saleros y pimenteros.<br />
—No se levante —dijo él cuando vio el gesto <strong>de</strong> la mujer—. ¿Dón<strong>de</strong> está mi<br />
amigo hoy?<br />
—Tenemos en casa a unos primos <strong>de</strong> Nome, o sea que Jesse va a tener con<br />
quien jugar unos días. Le ha dado por presumir <strong>de</strong> tío, <strong>de</strong> su ayudante —dijo<br />
sonriendo—, pero también quiere traerlos a todos aquí para que conozcan a su gran<br />
amigo el jefe Nate.<br />
—¿En serio? —Casi notaba cómo su propia sonrisa se hacía más amplia y<br />
llegaba <strong>de</strong> oreja a oreja—. Dígale que los traiga; les enseñaremos la comisaría. —<br />
Pensó en ponerse en contacto con Meg por radio para pedirle que consiguiera unas<br />
placas <strong>de</strong> juguete cuando fuera a por las provisiones.<br />
—¿No le importa?<br />
—Me encantaría.<br />
Estiró el cuello para ver a Willow en su cochecito.<br />
—¡Qué preciosidad!<br />
Lo <strong>de</strong>cía sinceramente. Tenía unas mejillas tan regor<strong>de</strong>tas que daban ganas <strong>de</strong><br />
pellizcarlas. Y sus ojos, negros como el carbón, parecían clavarse en Nate como si<br />
supiera cosas <strong>de</strong> las que él no estaba al corriente. Acercó un <strong>de</strong>do a la pequeña y<br />
Willow se lo agarró y lo agitó.<br />
—¿Charlene está en su <strong>de</strong>spacho?<br />
—No, en la <strong>de</strong>spensa, junto a la cocina. Está haciendo inventario.<br />
—¿Y si me acerco allí?<br />
—No sé si me atrevería sin coraza —le advirtió Rose mientras rellenaba <strong>de</strong><br />
ketchup un frasco <strong>de</strong> un rojo estri<strong>de</strong>nte—. Últimamente tiene un humor <strong>de</strong> perros.<br />
—Me arriesgaré.<br />
—Peter nos ha hablado <strong>de</strong> la mención, Nate. Está muy orgulloso <strong>de</strong> ello. Y<br />
nosotros también. Muchas gracias.<br />
—Yo no hice nada. Él sí.<br />
Nate vio que los ojos <strong>de</strong> Rose se empañaban y se escabulló a toda prisa.<br />
Mike estaba en la barra preparando una ensalada con la que podía alimentarse<br />
a una legión <strong>de</strong> conejos. Tenía la radio sintonizada en la emisora <strong>de</strong>l pueblo, don<strong>de</strong><br />
- 327 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
sonaba el grave y apasionado chelo <strong>de</strong> Yo-Yo Ma.<br />
—El plato <strong>de</strong>l día es cangrejo florentino al estilo <strong>de</strong> Mike —gritó—. Ensalada <strong>de</strong><br />
búfalo para quien tenga buen apetito.<br />
—Ñam ñam...<br />
—¿Piensa entrar ahí? —dijo Mike cuando vio que Nate se dirigía hacia la<br />
<strong>de</strong>spensa—. Mejor con escudo y espada.<br />
—Eso me han dicho.<br />
Pero Nate abrió la puerta y, pensando que con Charlene nunca se sabía, no la<br />
cerró.<br />
Era una estancia amplia, muy fría, llena <strong>de</strong> estantes metálicos, don<strong>de</strong><br />
guardaban las latas y los alimentos secos. En una pared había dos frigoríficos altos,<br />
en los que guardaban productos perece<strong>de</strong>ros envasados; entre ellos había un<br />
congelador.<br />
Charlene estaba <strong>de</strong> pie ante estos aparatos, garabateando con brío en una<br />
tablilla con sujetapapeles.<br />
—Vaya, ahora ya sé dón<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rme en caso <strong>de</strong> alarma nuclear.<br />
Charlene le dirigió una mirada que no tenía nada que ver con sus tórridas<br />
insinuaciones habituales.<br />
—Tengo trabajo.<br />
—Ya lo veo. Solo quería preguntarle una cosa.<br />
—Usted no hace más que preguntas —masculló, y luego añadió, casi a voces—:<br />
Lo que me gustaría saber a mí es por qué nos quedan solo dos latas <strong>de</strong> judías.<br />
Pero Mike, como respuesta, aumentó el volumen <strong>de</strong> la radio.<br />
—Dedíqueme un par <strong>de</strong> minutos, Charlene, y me per<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> vista.<br />
—¡Vale, vale, vale! —Dejó con gesto brusco la tablilla en un estante, con tanta<br />
<strong>de</strong>cisión que Nate oyó el crujido <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra—. Lo único que intento es llevar<br />
a<strong>de</strong>lante un negocio. Pero parece que a nadie le importa.<br />
—Siento que haya algo que la fastidie y le prometo que seré breve. ¿Sabe algo<br />
sobre unas sustanciales ganancias que consiguió Galloway jugando al póquer? Debió<br />
<strong>de</strong> ser entre el momento que salió <strong>de</strong> aquí y su ascensión a la montaña.<br />
Charlene soltó un bufido <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén.<br />
—Cualquiera diría que... —Luego entrecerró los ojos—. ¿A qué se refiere con<br />
sustanciales?<br />
—Pues a unos miles. Alguien me ha comentado que es posible que estuviera<br />
jugando un par <strong>de</strong> noches y tuviera un golpe <strong>de</strong> suerte.<br />
—Si se montó una partida, lo más seguro es que él jugara. De todas formas, casi<br />
nunca ganaba; cuando tenía mucha suerte lo máximo que conseguía eran unos<br />
cientos <strong>de</strong> dólares. Me acuerdo <strong>de</strong> una vez en Portland. Ahí ganó tres mil. Nos los<br />
fundimos en la habitación <strong>de</strong> un hotel <strong>de</strong> campanillas, una cena con carne por todo lo<br />
alto, un par <strong>de</strong> botellas <strong>de</strong> champán que pedimos al servicio <strong>de</strong> habitaciones... Me<br />
compró ropa y todo. Un vestido, zapatos y unos pendientes con unos pequeños<br />
zafiros.<br />
Sus ojos brillaban. Sin embargo luego agitó la cabeza y los hombros con<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>terminación y se secó las lágrimas.<br />
—¡Qué estupi<strong>de</strong>z! Tuve que ven<strong>de</strong>r los pendientes en Prince William para<br />
pagar unas reparaciones <strong>de</strong> la moto y comprar provisiones. Ya ve lo que saqué <strong>de</strong><br />
aquello.<br />
—Y si hubiera ganado dinero, ¿qué habría hecho con él?<br />
—Pulírselo. No. —Apoyó la frente en uno <strong>de</strong> los soportes <strong>de</strong> los estantes. Nate<br />
la vio tan cansada, triste y perdida que estuvo a punto <strong>de</strong> acercarse a ella para<br />
ponerle la mano en el hombro—. En aquellos momentos no. Sabía que lo <strong>de</strong>l dinero<br />
me tenía frita. Si hubiera pescado algo, quizá habría jugado un poco, pero seguro que<br />
habría reservado una parte importante para traerla a casa y cerrarme la boca.<br />
—¿Lo habría ingresado en el banco? ¿En Anchorage?<br />
—No teníamos banco en Anchorage. Lo habría metido en la mochila y me lo<br />
habría traído para que lo administrara yo. Tenía muy poco respeto por el dinero. Es<br />
lo que suele pasarle a la gente que ha vivido en la abundancia.<br />
Levantó la cabeza.<br />
—Pero ¿me está diciendo que tenía dinero?<br />
—Le estoy diciendo que es una posibilidad.<br />
—No mandó ni cinco a casa aquellos días. Nunca mandó ni cinco.<br />
—¿Habría escalado con el dinero?<br />
—Si hubiera mantenido la habitación, lo habría guardado en un cajón. Pero <strong>de</strong><br />
haberla abandonado, lo hubiera llevado encima. La policía estatal no dijo nada <strong>de</strong><br />
dinero.<br />
—No lo llevaba encima.<br />
Ni un céntimo, pensaba Nate al salir <strong>de</strong> nuevo. Ni cartera, ni i<strong>de</strong>ntificación, ni<br />
dinero en efectivo. Ni mochila. Tan solo unas cerillas y el diario, cerrado bajo<br />
cremallera en el bolsillo <strong>de</strong> la parka.<br />
Ya en la acera, sacó su bloc <strong>de</strong> notas, escribió DINERO y trazó un círculo a su<br />
alre<strong>de</strong>dor.<br />
Según el dicho, hay que chercher la femme, pensó Nate, pero un poli sabía que si<br />
un asesinato giraba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l dinero, siempre, siempre había que buscar el<br />
dinero.<br />
Se preguntó cómo podía <strong>de</strong>scubrir si dieciséis años atrás a alguien <strong>de</strong> Lunacy le<br />
había caído <strong>de</strong>l cielo un pastón.<br />
Evi<strong>de</strong>ntemente, también era posible que Galloway no hubiera <strong>de</strong>jado la<br />
habitación y guardara el dinero en ella. Y más tar<strong>de</strong>, la doncella, el propietario o el<br />
siguiente ocupante se encontrara con la suerte <strong>de</strong> cara.<br />
O podía haberlo llevado en la mochila, y el asesino no miró su contenido antes<br />
<strong>de</strong> arrojarla a la primera grieta que encontró.<br />
Pero ¿por qué se llevaría el asesino la mochila sin una razón concreta? Quizá<br />
buscaba provisiones y... ¡qué veo! ¡Lo que hay aquí! O simplemente para acabar<br />
<strong>de</strong>shaciéndose <strong>de</strong> ella, ya que si se <strong>de</strong>scubría el cadáver, podría ser i<strong>de</strong>ntificado.<br />
De todas formas, caso <strong>de</strong> que hubiera habido dinero, Nate se inclinaba por la<br />
posibilidad <strong>de</strong> que el asesino estuviera al corriente <strong>de</strong> ello y se lo hubiera quedado.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
¿Quién...?<br />
—Alguien podría preguntarse si sus impuestos sirven para que el jefe <strong>de</strong> policía<br />
an<strong>de</strong> soñando <strong>de</strong>spierto por la calle.<br />
Volvió en sí <strong>de</strong> golpe y se encontró <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Hopp.<br />
—¿Usted está en todas partes o qué?<br />
—Siempre que puedo. Iba a tomar un café, a seguir cavilando y a <strong>de</strong>vanarme<br />
los sesos —contestó Hopp.<br />
La irritación era tan patente en su rostro como los cuadros ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su blusa.<br />
—¿Qué ocurre? —preguntó Nate.<br />
—John Malmont acaba <strong>de</strong> renunciar al puesto. Dice que se marcha a final <strong>de</strong><br />
curso.<br />
—¿Deja la enseñanza?<br />
—Deja Lunacy. No po<strong>de</strong>mos permitirnos per<strong>de</strong>rlo. —Hopp sacó el Zippo <strong>de</strong>l<br />
bolsillo, pero solo para abrir y cerrar su tapa. Por el pueblo se comentaba que llevaba<br />
parches <strong>de</strong> nicotina—. Es un profesor extraordinario y a<strong>de</strong>más colabora con Carrie en<br />
The Lunatic, se ocupa <strong>de</strong> todos los juegos <strong>de</strong> la escuela, dirige la comisión <strong>de</strong>l anuario<br />
<strong>de</strong> esta y nos sitúa en el mapa turístico con los artículos que publica en otras revistas.<br />
Tengo que encontrar la forma <strong>de</strong> retenerlo.<br />
—¿Ha dicho por qué ha <strong>de</strong>cidido marcharse así, <strong>de</strong> golpe y porrazo?<br />
—Simplemente ha dicho que había llegado el momento <strong>de</strong> un cambio.<br />
Estábamos planificando el club <strong>de</strong>l libro para el verano, con él a la cabeza, y <strong>de</strong><br />
repente nos abandona. ¡Valiente cabrón! —dijo girando los hombros—. Voy a<br />
tomarme un café y un pedazo <strong>de</strong> pastel. Pastel à la mo<strong>de</strong>. —Hizo chasquear el<br />
mechero con gesto brusco—. A ver si consigo que trabajen las células <strong>de</strong>l cerebro. No<br />
se irá tan fácilmente.<br />
Interesante, pensó Nate. Interesante la elección <strong>de</strong>l momento.<br />
Burke tenía que irse. Era indispensable. Ya estaba harto <strong>de</strong> que metiera las<br />
narices y se entrometiera don<strong>de</strong> nadie le había llamado.<br />
Había distintas formas <strong>de</strong> echar <strong>de</strong>l pueblo a un pelmazo que había llegado <strong>de</strong><br />
fuera. Algunos afirmaban que Burke había alcanzado la categoría <strong>de</strong> oriundo tras<br />
superar su primer invierno. Pero él sabía que algunos seguían siendo forasteros<br />
in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> lo que hubieran superado.<br />
Galloway había sido uno <strong>de</strong> ellos. A la hora <strong>de</strong> la verdad, había <strong>de</strong>mostrado ser<br />
cobar<strong>de</strong>, llorón y taimado. Sobre todo taimado.<br />
Había sido un gilipollas <strong>de</strong> arriba abajo. ¿A quién podía importarle que<br />
estuviera muerto?<br />
«Se ha hecho lo que había que hacer», se dijo mientras arrastraba las pesadas<br />
bolsas <strong>de</strong> plástico por el bosque. De la misma forma que él ahora hacía lo que había<br />
que hacer.<br />
Burke tendría su merecido. Otro capullo, cobar<strong>de</strong>, llorón y taimado. ¡Ay, mi<br />
mujer me ha <strong>de</strong>jado por otro hombre! ¡Pobre <strong>de</strong> mí! Han matado a mi compañero.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
¡Qué gafe soy! Tengo que marcharme a don<strong>de</strong> nadie me conozca, así podré<br />
revolcarme en la autocompasión.<br />
Pero con aquello no tuvo bastante. Tuvo que darse importancia. Coger lo que<br />
no era suyo. Lo que nunca podía ser suyo.<br />
Pues sí, tendría su merecido, y la vida volvería a la normalidad.<br />
Colgó las bolsas <strong>de</strong> plástico <strong>de</strong> los árboles más cercanos a la casa mientras los<br />
perros aullaban y agitaban la cola.<br />
—Ahora no, muchachos —dijo en voz alta mientras colgaba otra <strong>de</strong>l alero, junto<br />
a la puerta trasera, fuera <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong> la entrada—. Ahora no, colegas.<br />
Acarició con gesto brusco a los dos animales, aunque estos estaban más<br />
interesados en olisquearle y lamerle las manos.<br />
Le gustaban los perros. Le había gustado Yukon. Pero aquel viejo perro ya<br />
estaba medio ciego, artrítico y, por si fuera poco, casi sordo. En realidad, liquidarlo<br />
había sido un acto misericordioso. Necesario.<br />
Volvió al bosque, pero se <strong>de</strong>tuvo en el límite para echar un vistazo hacia atrás.<br />
En algunas zonas, el sol estaba <strong>de</strong>rritiendo la nieve, sobre todo don<strong>de</strong> la lluvia se<br />
había llevado la broza. Vio cómo <strong>de</strong>spuntaba la vegetación.<br />
Primavera, pensó. En cuanto llegara el calor, traerían <strong>de</strong>finitivamente a Pat<br />
Galloway a casa.<br />
Tenía intención <strong>de</strong> acudir al entierro y permanecer durante toda la ceremonia<br />
con la cabeza inclinada en señal <strong>de</strong> respeto.<br />
El día avanzaba hacia el crepúsculo cuando Nate llegó a casa. Esperó junto al<br />
camino mientras Meg volvía <strong>de</strong>l lago, caminando en la cenagosa y ver<strong>de</strong> superficie<br />
salpicada <strong>de</strong> rodales <strong>de</strong> nieve.<br />
Llevaba una caja con provisiones y su blusa roja recordaba a Nate el tono <strong>de</strong><br />
algún llamativo pájaro tropical.<br />
—¿Cambiamos?<br />
Meg miró la pizza que sujetaba él y la olisqueó.<br />
—No, aquí llevo tus placas <strong>de</strong> juguete. Pero me encantan los hombres que traen<br />
la cena. ¿Cómo estabas tan seguro <strong>de</strong> que estaría aquí a la hora <strong>de</strong> cenar? ¿O<br />
pensabas comértela solo?<br />
—Oí tu avioneta. Terminé lo que estaba haciendo, pasé por Los Italianos y me<br />
llevé esto. He calculado que tendrías que <strong>de</strong>scargar lo que llevabas y que para la cena<br />
ya estarías aquí.<br />
—Sincronía casi perfecta. Estoy muerta <strong>de</strong> hambre. —Entró las provisiones a la<br />
casa y fue directamente a la cocina—. Casualmente, una <strong>de</strong> las cosas que he traído<br />
hoy es un cabernet excepcional, según dicen. —Sacó la botella—. ¿Te apuntas?<br />
—Por supuesto. Dentro <strong>de</strong> un minuto. —Dejó la pizza, la cogió por los hombros<br />
y la besó—. Hola.<br />
—Hola, guapo. —Con una risita, lo sujetó por el pelo y le dio un largo y<br />
apasionado beso—. ¿Qué tal, muchachos? —Se agachó para acariciar rápidamente a<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
sus perros y jugar un momento con ellos—. ¿Me habéis echado <strong>de</strong> menos?<br />
—Todos. Anoche nos consolamos con un hueso <strong>de</strong> oso y una hamburguesa con<br />
queso. Jacob nos proporcionó el hueso, y la carne <strong>de</strong> oso está en tu congelador.<br />
—Hum... ¡Qué <strong>de</strong>licia!<br />
Sacó una bolsa <strong>de</strong> plástico, agitó su contenido para que sonara y luego se la<br />
lanzó. Dentro, Nate encontró unas pequeñas placas en forma <strong>de</strong> estrella plateada.<br />
—Guay.<br />
—Me pediste siete pero te he traído una docena. Así te quedarán algunas para<br />
cuando quieras <strong>de</strong>legar funciones en otros chavales.<br />
—Gracias. ¿Qué te <strong>de</strong>bo?<br />
—Te lo apunto. Ya haremos las paces. ¿Abres la botella, jefe? —Metió la mano<br />
bajo el cartón <strong>de</strong> la pizza y arrancó un pedazo—. Me he saltado el almuerzo —dijo<br />
con la boca llena—. He tenido que parar un rato, un problemilla con el motor, y he<br />
perdido un par <strong>de</strong> horas.<br />
—¿Qué tipo <strong>de</strong> problemilla?<br />
—Nada serio. Ahora está arreglado, pero no me vendrá nada mal la pizza, el<br />
vino, una ducha caliente y un hombre que sepa hacerme unos masajes en los lugares<br />
a<strong>de</strong>cuados.<br />
—Creo que todo eso está en nuestra mano.<br />
—Tú no abandones esa media sonrisa. ¿A qué viene?<br />
—Cosas. ¿Vas a sentarte a comer o prefieres quedarte aquí <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>vorando la<br />
pizza?<br />
—Quedarme aquí. —Pegó otro mordisco—. Devorarla.<br />
—Muy bien. ¿Tiene que respirar el vino?<br />
—No creo, total servirá para engullir la pizza. Ponme.<br />
Nate le sirvió una copa y se llenó la suya. Luego cortó un trozo <strong>de</strong> pizza y se<br />
apoyó en la barra para comérselo.<br />
—¿Te acuerdas <strong>de</strong>l día en que hirieron a Peter?<br />
—Lo difícil sería no recordarlo. De pequeño siempre nos seguía a Rose y a mí<br />
como un perrito. Supongo que está bien...<br />
—Muy bien. Pero aquel día, cuando vi la sangre en la nieve, cuando me acerqué<br />
a él y me manché las manos <strong>de</strong> sangre, una parte <strong>de</strong> mi mente se quedó en blanco.<br />
Mejor dicho, experimentó un retroceso. Volvió a Jack. Me encontré <strong>de</strong> nuevo en aquel<br />
callejón. Lo veía, lo oía y lo olía. Y lo único que <strong>de</strong>seaba era apartarme como fuera.<br />
Alejarme.<br />
—No es así como me lo han contado.<br />
—Pues eso es lo que yo sentía en mi interior. —Quería soltarlo <strong>de</strong> golpe, pensó<br />
Nate. Asegurarse <strong>de</strong> que ella viera cómo había sido, cómo era y cómo <strong>de</strong>seaba ser—.<br />
Tuve la sensación <strong>de</strong> que transcurría mucho tiempo, <strong>de</strong> que pasaba una eternidad allí<br />
agachado en la nieve mientras Peter sangraba sobre mí. Pero no fue así. No me alejé.<br />
—No, no lo hiciste. Desviaste los disparos que iban directos a Peter.<br />
—No tiene nada que ver.<br />
—Guapo. —Se acercó a él, le dio un beso muy suave y se apoyó <strong>de</strong> nuevo en la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
barra—. ¡Menudo poli estás hecho!<br />
—Controlé la situación. Hice mi trabajo y todo el mundo salió con vida. Podía<br />
haberle matado. A Spinnaker.<br />
Se fijó en cómo reaccionaba ella; apenas la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />
—Podía haberlo hecho, y por un instante me lo planteé. Nadie me lo hubiera<br />
cuestionado. Él había disparado contra mi ayudante y contra mí. Iba armado y era<br />
peligroso. No era como allí en el callejón con Jack. Entonces mi compañero estaba en<br />
el suelo... moribundo —puntualizó—. Yo también estaba en el suelo, y aquel hijo <strong>de</strong><br />
puta avanzaba hacia mí.<br />
Bajó la vista hacia la copa <strong>de</strong> vino mientras ella le escuchaba, esperaba. La <strong>de</strong>jó<br />
sobre la barra.<br />
—Allí no tenía otra opción, y aquí tuve una. Pensé en acabar con él. Tienes que<br />
saberlo. Quiero que sepas que me pasó por la cabeza.<br />
—¿Y crees que me importaría si lo hubieras hecho? Intentó matar a mi amigo,<br />
intentó matarte a ti. No me habría importado, Nate. Creo que también es importante<br />
que sepas lo que me pasa a mí por la cabeza.<br />
—Habría sido...<br />
—Un error —terminó la frase ella—. Por quien eres, por el tipo <strong>de</strong> poli que eres.<br />
Y me alegro <strong>de</strong> que no lo hicieras. El concepto <strong>de</strong> lo que está bien o mal lo tienes más<br />
<strong>de</strong>finido tú que yo, Nate. Así son las cosas.<br />
—Jack murió hace un año.<br />
Los ojos <strong>de</strong> ella le transmitieron su comprensión.<br />
—Chico, siguen lloviéndote los palos, ¿verdad?<br />
—No. El día <strong>de</strong>l aniversario llamé a Beth, la esposa <strong>de</strong> Jack. Hablé con ella y<br />
estuvo bien. Ella se encuentra bien. Y hablando, hablando, me di cuenta <strong>de</strong> que no<br />
iba a hundirme otra vez. No sé exactamente cuándo salí <strong>de</strong>l pozo, y aún a veces noto<br />
que piso un terreno poco sólido. Pero sé que no voy a volver para abajo.<br />
—Nunca lo estuviste. —Se sirvió un poco más <strong>de</strong> vino—. Conozco a personas<br />
que sí han estado en el fondo o que es probable que lleguen. Son los que se lanzan<br />
contra la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la montaña en un día claro o salen <strong>de</strong> excursión para acabar con<br />
su vida. Los conozco. Forman parte <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong>l que yo me alejé. Pilotos<br />
quemados o bien algún forastero que va dando traspiés por aquí porque ya no<br />
soporta el mundo. Las mujeres que están hartas <strong>de</strong> ser apaleadas o <strong>de</strong>satendidas se<br />
limitan a <strong>de</strong>jarse caer y esperar que el próximo hombre las mate a patadas en la calle.<br />
»Tú eras una persona triste, Nate; quizá estabas algo perdido también, pero<br />
nunca fuiste uno <strong>de</strong> ellos. Tienes <strong>de</strong>masiado fondo para hacerlo.<br />
Nate permaneció un momento sin respon<strong>de</strong>r y luego, estirando el brazo, le tocó<br />
el pelo.<br />
—Tú pegaste fuego a mis sombras.<br />
—¿Hum?<br />
La media sonrisa volvió a los labios <strong>de</strong> Nate.<br />
—Cásate conmigo, Meg.<br />
Ella lo miró fijamente un momento, clavando aquellos cristalinos ojos azules<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
llenos <strong>de</strong> energía en los <strong>de</strong> él. Luego lanzó el pedazo <strong>de</strong> pizza a medio comer sobre la<br />
caja.<br />
—¡Lo sabía! —Levantó los brazos, giró sobre sus talones y empezó a dar tales<br />
zancadas por la cocina que incluso los perros se levantaron y olfatearon a su<br />
alre<strong>de</strong>dor—. Lo sabía. Le das a un tipo una buena ración <strong>de</strong> sexo, un par <strong>de</strong> comidas<br />
calientes, te ablandas un poco, le dices que le quieres y... ¡bum!, ya aparece el tema<br />
<strong>de</strong>l matrimonio. Te lo dije, Nate. ¿O no te lo dije? —Giró <strong>de</strong> nuevo para señalarle con<br />
el <strong>de</strong>do—. «Chimenea y hogar tatuado en el culo, eso llevas».<br />
—Parece que me has <strong>de</strong>scubierto.<br />
—No me vengas con esas sonrisas <strong>de</strong> complicidad.<br />
—Hace solo un momento era media sonrisa y te pareció encantadora.<br />
—He cambiado <strong>de</strong> parecer. ¿Y por qué quieres casarte?<br />
—Te quiero. Tú me quieres.<br />
—¿Y qué? ¿Y qué? —Seguía agitando los brazos; los perros habían <strong>de</strong>cidido que<br />
se trataba <strong>de</strong> un juego y correteaban a su alre<strong>de</strong>dor—. ¿Por qué quieres jo<strong>de</strong>rlo todo?<br />
—Una locura como cualquier otra, imagino. ¿Qué pasa, te da miedo?<br />
Meg aspiró por la nariz y sus ojos lanzaron una fría llamarada.<br />
—A mí no me vengas con esas tonterías.<br />
—¿Te asusta el matrimonio? —Nate se inclinó sobre la barra, cogió <strong>de</strong> nuevo la<br />
copa y echó un trago—. A la intrépida piloto le da el tembleque cuando aparece esa<br />
palabra que empieza por eme. Interesante.<br />
—A mí no me da el tembleque, ¡capullo!<br />
—Cásate conmigo, Meg. —La media sonrisa se convirtió en entera—. Te has<br />
quedado pálida.<br />
—No estoy pálida. No es verdad.<br />
—Te quiero.<br />
—Cabrón.<br />
—Quiero pasar mi vida contigo.<br />
—Que te <strong>de</strong>n.<br />
—Quiero tener hijos contigo.<br />
—¡Agr! —Se agarró el pelo y soltó un sonido gutural in<strong>de</strong>scriptible—. ¡Basta!<br />
—¿Ves? —dijo él mirando otro pedazo <strong>de</strong> pizza—. Canguelo.<br />
Meg cerró el puño <strong>de</strong>recho.<br />
—Te equivocas si piensas que no puedo tumbarte, Burke.<br />
—Ya lo hiciste, la primera vez que te vi.<br />
—¡Jo<strong>de</strong>r! —Bajó el puño—. Te crees muy guapo y muy listo, pero eres un<br />
estúpido. Has pasado ya por un matrimonio, te la han pegado por don<strong>de</strong> han<br />
querido y ahora pi<strong>de</strong>s más.<br />
—Ella no eras tú. Yo no era yo.<br />
—¿Y qué <strong>de</strong>monios quiere <strong>de</strong>cir todo esto?<br />
—La primera parte es fácil. No hay otra como tú. Y yo no soy el que era cuando<br />
estaba con ella. Personas diferentes llevan a... personas distintas. Contigo soy una<br />
persona mejor, Meg. Tú me haces <strong>de</strong>sear ser una persona mejor.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¡Por favor, no digas esas cosas! —Notaba escozor en los ojos. Las lágrimas<br />
que subían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su corazón eran ardientes, irreprimibles—. Tú eres el que fuiste<br />
siempre. Pue<strong>de</strong> que durante un tiempo te tambalearas un poco, pero eso les ocurre a<br />
todos los que han recibido un palo y se han visto en la cuneta. Yo no soy mejor que<br />
tú, Nate. Soy egoísta, tengo espíritu <strong>de</strong> contradicción, a<strong>de</strong>más... Iba a <strong>de</strong>cir que soy<br />
<strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rada, pero no creo que sea <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado quien lleva la vida que <strong>de</strong>sea.<br />
Soy mezquina cuando me lo propongo, no respeto las normas a menos que sean las<br />
mías y estoy aquí, sigo en este lugar, porque estoy medio loca.<br />
—Lo sé. No cambies.<br />
—Sabía que tendría problemas contigo, lo supe en Nochevieja cuando,<br />
siguiendo aquel estúpido impulso, te llevé fuera a ver la aurora boreal.<br />
—Llevabas un vestido rojo.<br />
—Pero ¿tú qué te crees, que soy una cría que se <strong>de</strong>rrite porque recuerdan el<br />
color <strong>de</strong>l vestido que llevaba?<br />
—Tú me quieres.<br />
—Sí. —Soltó un largo suspiro, se pasó las manos por las húmedas mejillas—. Sí,<br />
te quiero. ¡Vaya follón!<br />
—Cásate conmigo, Meg.<br />
—¿No piensas parar <strong>de</strong> repetirlo?<br />
—No hasta que me <strong>de</strong>s una respuesta.<br />
—¿Y si la respuesta es no?<br />
—Entonces esperaré, insistiré poco a poco y te lo volveré a preguntar. Lo <strong>de</strong><br />
darse por vencido no va conmigo, ya lo he <strong>de</strong>jado.<br />
—No te diste por vencido. Estabas hibernando.<br />
Nate sonrió <strong>de</strong> nuevo.<br />
—Te veo aquí <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y pienso que sería capaz <strong>de</strong> mirarte eternamente.<br />
—Por favor, Nate. —Notaba un dolor en el corazón, algo tan físico que tuvo que<br />
colocar la palma <strong>de</strong> la mano sobre él. Se estaba dando cuenta <strong>de</strong> que aquel<br />
sufrimiento, que en el fondo era dulce, sofocaba el pánico—. Me estás matando.<br />
—Cásate conmigo, Meg.<br />
—No sé —dijo con un suspiro. Luego rió al notar cómo se esparcía por su<br />
cuerpo aquella dulzura—. ¡Qué puñetas! Probemos. —Se abalanzó sobre él y le<br />
habría <strong>de</strong>rribado si no hubiera tenido la espalda apoyada en la barra. Clavó sus<br />
piernas en la cintura <strong>de</strong> él y aplastó su boca en la <strong>de</strong> Nate—. Esto va <strong>de</strong> mal en peor,<br />
supongo que ya lo ves.<br />
—Por supuesto.<br />
—Seré una esposa espantosa. —Le llenó <strong>de</strong> besos la cara, el cuello—. Te<br />
hincharé las narices, te sacaré <strong>de</strong> quicio mucho más <strong>de</strong> lo que imaginas. Jugaré sucio<br />
y me encabronaré cuando ganes, que será en contadas ocasiones, todo hay que<br />
<strong>de</strong>cirlo. —Apartó un poco la cara y cogió la <strong>de</strong> él entre sus manos—. Pero no te<br />
mentiré. No te engañaré. Ni te <strong>de</strong>jaré en la estacada en momentos importantes.<br />
—Funcionará. —Nate apoyó su mejilla contra la <strong>de</strong> ella y aspiró su aliento—.<br />
Conseguiremos que funcione. No tengo anillo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Habrá que enmendarlo lo antes posible. Y no reparar en gastos.<br />
—Vale.<br />
Meg, riendo, se echó hacia atrás, tanto que él tuvo que modificar la postura para<br />
abrazarla.<br />
—Es una locura <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para se tenga en pie. —Se irguió y juntó sus<br />
brazos en la nuca <strong>de</strong> Nate—. Creo que ha llegado el momento <strong>de</strong> subir y echar un<br />
<strong>de</strong>senfrenado polvo <strong>de</strong> petición <strong>de</strong> mano.<br />
—Contaba con ello. —La tomó en brazos y se la llevó <strong>de</strong> la cocina. Cuando Meg<br />
le mordisqueó el cuello, él, respirando con cierta dificultad, dijo—: ¿Y tiene que ser<br />
arriba a la fuerza? ¿Qué tal en la escalera? O aquí mismo, en el suelo... Luego<br />
podríamos... ¡Maldita sea!<br />
Los perros se precipitaron hacia la puerta ladrando y un instante <strong>de</strong>spués Nate<br />
vio el resplandor <strong>de</strong> unos faros que cruzaba la ventana.<br />
—Cierra todas las puertas —murmuró Meg, con los labios aún junto a su<br />
cuello—. Apaga todas las luces. Vamos a escon<strong>de</strong>rnos. A <strong>de</strong>snudarnos y<br />
escon<strong>de</strong>rnos.<br />
—Demasiado tar<strong>de</strong>. Pero nos acordaremos <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> lo <strong>de</strong>jamos y en cuanto<br />
nos hayamos <strong>de</strong>shecho <strong>de</strong> quien sea, aunque tengamos que matarlo, recuperaremos<br />
el hilo.<br />
—Hecho. —Meg saltó hacia abajo—. ¡Quietos! —or<strong>de</strong>nó a los perros, que se<br />
sentaron, temblando, junto a la puerta. La abrió, reconoció al chico que salió <strong>de</strong>l<br />
coche y añadió dirigiéndose a los perros—: Amigo. —Luego, levantando una mano<br />
para saludar, dijo—: ¡Eh, Steven!<br />
—¡Hola, Meg! —Se inclinó para acariciar a los perros—. ¡Hola, guapos, hola!<br />
¿Cómo va todo? Acabo <strong>de</strong> ver a Peter y me ha dicho que el jefe Burke estaba aquí.<br />
Quisiera hablar con él un momento, si no es molestia.<br />
—Claro. Pasa. Fuera, muchachos, a echar una carrera.<br />
—Hola, Steven, ¿qué tal?<br />
—Jefe —dijo él estrechando la mano <strong>de</strong> Nate—, mucho mejor que la última vez<br />
que me vio. Quisiera agra<strong>de</strong>cerle otra vez, en persona y un poco más tranquilamente,<br />
lo que hizo usted por mí, por nosotros. Y a ti también, Meg.<br />
—He oído que has salvado todos los <strong>de</strong>dos.<br />
—Diez <strong>de</strong>dos en las manos, diez <strong>de</strong>dos en los pies. Mejor dicho, en los pies<br />
nueve y medio. A todos nos ocurrió lo mismo. Disculpe que le moleste en casa... Me<br />
refiero a cuando está fuera <strong>de</strong> servicio...<br />
—No te preocupes.<br />
—A<strong>de</strong>lante, siéntate —le invitó Meg—. ¿Te apetece un poco <strong>de</strong> vino? ¿Una<br />
cerveza?<br />
—Es menor —respondió Nate cuando Steven iba a aceptar—. Y a<strong>de</strong>más<br />
conduce.<br />
—Polis... —refunfuñó Meg—. Siempre aguando la fiesta.<br />
—Pues una Coca-Cola o algo así, si la tienes a mano.<br />
—Por supuesto.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Steven se sentó y empezó a tamborilear en los muslos.<br />
—He vuelto a casa a pasar unos días. Vacaciones <strong>de</strong> primavera. Quería venir<br />
antes, pero tenía un montón <strong>de</strong> cosas que hacer. Resulta que perdí muchas clases<br />
cuando estuve fuera...<br />
—¿Lo estás recuperando todo?<br />
—Sí, tengo que alargar mucho las noches pero lo recuperaré. Cuando me enteré<br />
<strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Yukon quise venir. —Su voz temblaba y los <strong>de</strong>dos, que apoyaba en las<br />
rodillas, se clavaron en ellas.<br />
—Lo siento.<br />
—Recuerdo cuando lo trajeron a casa. Yo era muy pequeño y él, una<br />
estrambótica bola <strong>de</strong> pelusa. Ha sido duro. Mucho más para mi madre. Para ella era<br />
como su hijo o algo así.<br />
—No sé qué haría yo si alguien hiciera daño a mis perros —dijo Meg volviendo<br />
al salón. Pasó a Nate una <strong>de</strong> las copas <strong>de</strong> vino que llevaba en la mano y a Steven una<br />
lata <strong>de</strong> Coca-Cola que aguantaba bajo el brazo.<br />
—Sé que está haciendo usted todo lo que pue<strong>de</strong>. Alguien me contó que hubo un<br />
loco por aquí... que disparó contra Peter —Iba moviendo la cabeza mientras abría la<br />
lata—. Algunos incluso creen que tal vez ese es el tipo que le hizo aquello a Yukon.<br />
Pero...<br />
—Tú no lo crees —se a<strong>de</strong>lantó Nate.<br />
—Yukon era un perro manso, pero no se habría marchado con un <strong>de</strong>sconocido.<br />
No creo que hubiera seguido a alguien que no conocía. Antes habría peleado. Era<br />
viejo y estaba casi ciego, pero no habría abandonado el patio con un forastero. —<br />
Bebió un largo trago—. De todas formas, no he venido por esto. Aunque también<br />
quería citarlo. Se trata <strong>de</strong> esto.<br />
Levantó las ca<strong>de</strong>ras mientras metía la mano en el bolsillo <strong>de</strong>lantero <strong>de</strong> los<br />
vaqueros. Sacó <strong>de</strong> él un pequeño pendiente <strong>de</strong> plata en forma <strong>de</strong> cruz <strong>de</strong> Malta.<br />
—Estaba en la cueva —dijo.<br />
Nate lo cogió.<br />
—¿Encontraste esto en la cueva, junto a Galloway?<br />
—En realidad, lo encontró Scott. Yo ya no me acordaba. Creo que a todos nos<br />
ocurrió lo mismo. Fue él quien lo vio más o menos a un palmo <strong>de</strong>... —Miró<br />
directamente a Meg—... <strong>de</strong>l cadáver. Lo siento.<br />
—Tranquilo.<br />
—Lo recogió. No sé por qué, por hacer algo. Se lo metió en la mochila. Cuando<br />
estuvimos fuera <strong>de</strong> la montaña, en aquel estado tan lamentable, se olvidó <strong>de</strong>l<br />
pendiente. Un día mientras buscaba algo lo encontró, se acordó <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> lo había<br />
sacado y me lo dio porque sabía que yo volvía a casa. Pensamos que tal vez era <strong>de</strong> tu<br />
padre, Meg, y que <strong>de</strong>bías tenerlo. Luego se me ocurrió que primero tendría que verlo<br />
la poli, por eso quería entregárselo al jefe Burke.<br />
—¿No se lo enseñaste al sargento Coben? —preguntó Nate.<br />
—No. Scott me lo dio poco antes <strong>de</strong> que viniera a Lunacy y quería ir enseguida<br />
a casa. Pensé que podía dárselo a usted.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Muy bien. Gracias por traérmelo.<br />
—No sé si era <strong>de</strong> él —dijo Meg cuando se quedaron otra vez a solas—. Podría<br />
ser. Solía llevar un pendiente. Tenía algunos. No me acuerdo muy bien. Uno en<br />
forma <strong>de</strong> bolita, un aro dorado... Pero podría ser <strong>de</strong> él. Algo que hubiera comprado<br />
en Anchorage cuando se marchó. O tal vez fuera...<br />
—De su asesino —concluyó Nate, observando el pendiente que tenía en la<br />
mano.<br />
—¿Se lo darás a Coben?<br />
—Antes lo pensaré.<br />
—Déjalo, ¿vale? Vamos a <strong>de</strong>jarlo por esta noche. No quiero estar triste.<br />
Nate se lo metió en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa y abrochó el botón.<br />
—¿Tranquila?<br />
—Tranquila. —Apoyó la cabeza en el hombro <strong>de</strong> él y puso la mano sobre su<br />
bolsillo—. Enséñaselo a Charlene mañana. Tal vez ella lo reconozca. Y ahora... —<br />
Apoyó las manos en sus hombros y tomó <strong>de</strong> nuevo impulso hacia arriba—. ¿Dón<strong>de</strong><br />
estábamos?<br />
—Creo que ahí.<br />
—Pues ahora estamos aquí. ¡Y fíjate! Justo al lado tienes un sofá muy cómodo.<br />
A ver cuánto tardas en <strong>de</strong>snudarme.<br />
—Vamos a ver.<br />
Se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> espaldas y tiró <strong>de</strong> ella en el último instante, <strong>de</strong> forma que Meg<br />
cayó <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él, riendo. Tenía aún las piernas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cintura <strong>de</strong> Nate y<br />
empezó a sacarle la camisa <strong>de</strong>l pantalón y a arañarle la espalda.<br />
—Espero que esta noche hagas sonar la campana mayor, ya que vamos a por el<br />
polvo <strong>de</strong> petición <strong>de</strong> mano.<br />
—Subiré hasta la mayor. —Desabrochó la blusa <strong>de</strong> Meg y sus labios bajaron<br />
hacia el botón <strong>de</strong> sus vaqueros—. Y <strong>de</strong> camino haremos sonar también las campanas<br />
más pequeñas.<br />
—Admiro a los hombres con ambición.<br />
Meg notó la lengua <strong>de</strong> él sobre la suya; luego, los dientes <strong>de</strong> Nate rozaron su<br />
piel mientras le bajaba el pantalón.<br />
Iba a casarse con aquel hombre. ¡Increíble! Con Ignatious Burke, el <strong>de</strong> los<br />
gran<strong>de</strong>s ojos tristes, el <strong>de</strong> las fuertes manos. Un hombre cargado <strong>de</strong> paciencia, <strong>de</strong><br />
necesida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> valor. Un hombre recto.<br />
Pasó una mano por su pelo. No había hecho nada en su vida para merecer<br />
aquello. Y en cierto modo esto lo hacía aún más maravilloso.<br />
Cuando los dientes <strong>de</strong> Nate siguieron la parte interior <strong>de</strong>l muslo <strong>de</strong> Meg, todo<br />
su cuerpo se estremeció y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> pensar.<br />
Él seguía recorriendo su cuerpo, arriba y abajo, rozándolo, dándole la vuelta,<br />
convencido <strong>de</strong> que ella le pertenecía. Para amarla y protegerla, para sostenerla y<br />
apoyarse en ella. El amor que sentía por aquella mujer era como un sol en su interior,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
brillante y blanco. Volvió <strong>de</strong> nuevo a sus labios, hundió los suyos en ellos, en aquel<br />
calor, en aquella fuerza.<br />
Una parte <strong>de</strong> su cerebro oyó los ladridos <strong>de</strong> los perros, un ruido frenético alteró<br />
el arrebato sexual. Levantó la cabeza para captar el sonido, pero Meg ya le estaba<br />
apartando.<br />
—Algo les ocurre a mis perros.<br />
Salió disparada <strong>de</strong>l salón mientras él bajaba <strong>de</strong>l sofá.<br />
—¡Meg! Un momento. Espera un momento, por favor.<br />
Oyó algo, algo que no era un perro, fuera <strong>de</strong> la casa, y salió corriendo tras ella.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 29<br />
Meg llevaba un rifle en la mano y estaba abriendo la puerta <strong>de</strong> atrás. Nate la<br />
alcanzó y, <strong>de</strong> un salto, la volvió a cerrar.<br />
—¿Qué coño haces?<br />
—Proteger a mis perros. Van a atacarlos ahí fuera. Apártate, Burke, sé lo que<br />
hago.<br />
No podía per<strong>de</strong>r el tiempo con sutilezas; le golpeó el estómago con la culata <strong>de</strong>l<br />
rifle y le irritó y sorprendió ver que, en vez <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r, se mantenía impertérrito y la<br />
empujaba hacia atrás.<br />
—Dame el arma.<br />
—Ya tienes la tuya. Son mis perros. —Se oyó un rugido rítmico y agudo en<br />
medio <strong>de</strong> los frenéticos ladridos—. ¡Matará a mis perros!<br />
—No, no temas. —No sabía <strong>de</strong> qué se trataba, pero por el sonido intuía que<br />
tenía que ser algo mayor que un perro. Encendió las luces <strong>de</strong> fuera, cogió el revólver<br />
que había <strong>de</strong>jado sobre la barra <strong>de</strong> la cocina y lo <strong>de</strong>senfundó—. No te muevas <strong>de</strong><br />
aquí.<br />
Más tar<strong>de</strong> se preguntaría por qué dio por supuesto que ella le haría caso, que<br />
aten<strong>de</strong>ría a razones y se pondría a salvo. Pero cuando Nate abrió la puerta con el<br />
arma a punto, en posición <strong>de</strong> ataque, Meg se escabulló por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su brazo con el<br />
rifle en la mano.<br />
El asombro inmovilizó un instante a Nate, una sensación en la que también se<br />
mezclaba el miedo y un enorme respeto. El oso era enorme, una gigantesca mole<br />
blanca contra la oscuridad salpicada por la nieve. Sus colmillos relucían, afilados,<br />
mortíferos bajo la luz, mientras abría las mandíbulas y rugía ferozmente contra los<br />
perros.<br />
Los animales se precipitaron hacia él, con breves y vacilantes embestidas,<br />
gruñendo. Vio salpicaduras <strong>de</strong> sangre en el suelo y luego un charco que absorbía la<br />
nieve que se fundía. Notó el olor, así como el acre hedor <strong>de</strong>l animal salvaje, en el aire.<br />
—¡Rock, Bull! ¡Aquí! ¡Venid aquí, vamos!<br />
Demasiado lejos, era la única cosa que tenía Nate en la cabeza mientras Meg<br />
gritaba. Estaban <strong>de</strong>masiado lejos incluso para oírla. Los perros habían elegido entre<br />
plantar cara o huir y estaban sedientos <strong>de</strong> sangre.<br />
El oso cayó <strong>de</strong> bruces, con el lomo encorvado; sus bramidos no tenían nada que<br />
ver con los gruñidos que les atribuían en las películas <strong>de</strong> Hollywood. Era mucho<br />
más. Más salvaje, más escalofriante. Más real.<br />
Pegaba zarpazos; aquellas garras como cuchillos azotaban a los perros hasta<br />
que envió a uno <strong>de</strong> ellos rodando sobre la nieve tras soltar un agudo gañido. La<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
bestia se incorporó apoyándose en las patas traseras. Era más alta que un hombre y<br />
ancha como la luna. Tenía sangre en los colmillos y los ojos <strong>de</strong>sorbitados por la pelea.<br />
Nate disparó cuando el oso embestía y volvió a hacerlo al verlo a cuatro patas<br />
dispuesto a perseguirles. Oyó la <strong>de</strong>tonación <strong>de</strong>l rifle <strong>de</strong> Meg, una vez, dos, el<br />
estruendo que se cruzaba con el <strong>de</strong> sus propios disparos. El animal aulló, al menos a<br />
él aquello le pareció un aullido, mientras brotaba la sangre, que le apelmazaba el<br />
pelo.<br />
Cayó a apenas un metro <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se encontraban ellos e hizo temblar la tierra<br />
bajo los pies <strong>de</strong> Nate.<br />
Meg empujó a Nate con el rifle y echó a correr hacia el perro, que se acercaba<br />
cojeando a ella.<br />
—No pasa nada, tranquilo. Vamos a ver... Unos rasguños y nada más, ¿verdad?<br />
¡Qué perro más tonto! ¿No te he dicho que volvieras?<br />
Nate se quedó un momento don<strong>de</strong> estaba, hasta asegurarse do que el oso estaba<br />
fuera <strong>de</strong> combate; mientras, Rock olfateaba el cadáver y metía el hocico en la sangre.<br />
Luego se acercó a Meg, arrodillada en el suelo, vestida tan solo con unas bragas<br />
y una blusa <strong>de</strong>sabrochada.<br />
—Vete <strong>de</strong>ntro, Meg.<br />
—No es tan grave. —Estaba arrullando a Bull—. Yo le curaré. Han puesto cebo.<br />
Cebo en la casa, ¿no lo ves? Carne que rezuma sangre. —Sus ojos tenían la dureza <strong>de</strong><br />
la roca mientras señalaba los pedazos <strong>de</strong> carne mordisqueada en la parte trasera <strong>de</strong> la<br />
casa—. Han colgado carne, carne fresca en la casa, y probablemente en el extremo <strong>de</strong>l<br />
bosque. Para atraer al oso. ¡El muy cabrón! ¡Fíjate lo que ha hecho el hijo <strong>de</strong> puta!<br />
—Entra, Meg. Vas a coger frío. —La ayudó a incorporarse y notó que<br />
temblaba—. Llévate esto. Yo me ocupo <strong>de</strong>l perro.<br />
Meg recogió las armas y silbó para llamar a Rock. Ya en casa, <strong>de</strong>jó las armas en<br />
la barra y fue a buscar una manta y un botiquín.<br />
—Túmbalo aquí —dijo a Nate cuando entró con el perro—. Mantenlo aquí<br />
tranquilo. Esto no le gustará.<br />
Nate hizo lo que le <strong>de</strong>cía y sujetó la cabeza <strong>de</strong>l perro sin <strong>de</strong>cir nada mientras<br />
ella le <strong>de</strong>sinfectaba las heridas.<br />
—No son profundas, no son <strong>de</strong>masiado profundas. Cicatrizará. Heridas <strong>de</strong><br />
guerra, no pasa nada. ¡Siéntate, Rock! —or<strong>de</strong>nó cuando el animal intentó escurrirse<br />
por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su brazo para oler a su compañero—.<br />
—Voy a ponerle un par <strong>de</strong> inyecciones. —Cogió la jeringa, la clavó en el frasco<br />
con gesto firme y aspiró el líquido—. Mantenlo inmovilizado.<br />
—Po<strong>de</strong>mos llevárselo a Ken.<br />
—No es tan grave. No haría mucho más <strong>de</strong> lo que hago yo. Le pongo la<br />
inyección para que se atonte y así pueda coserle las heridas más profundas. Luego le<br />
daremos antibiótico, lo vendaremos y le <strong>de</strong>jaremos dormir para que se recupere.<br />
Pellizcó al animal y luego lo pinchó con la aguja. Bull gimoteó y volvió los ojos<br />
hacia Nate con gesto lastimero.<br />
—Relájate, muchacho, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco te sentirás mejor.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Acarició al perro mientras Meg empezaba a suturar las heridas.<br />
—¿Tanto material tienes en casa?<br />
—Aquí nunca se sabe. Cortando leña, cuando no hay electricidad, pue<strong>de</strong>s<br />
pegarte un tajo en la pierna, los caminos a veces están bloqueados, ¿y qué haces<br />
entonces?<br />
Fruncía el cejo mientras trabajaba y hablaba con voz tranquila y una gran<br />
naturalidad.<br />
—Aquí no pue<strong>de</strong>s acudir al médico por una tontería. Ya casi hemos terminado,<br />
tesoro. Ahora dormirás tranquilo y calentito. Tengo un ungüento que ayudará a<br />
cicatrizar y evitará que se lama, porque tiene un sabor repugnante. Y vendaremos las<br />
heridas. Mañana lo llevaremos a que le echen un vistazo, pero la cosa no es grave.<br />
Cuando el perro se durmió bajo la manta con Rock acurrucado a su lado, Meg<br />
cogió la botella <strong>de</strong> vino y tomó un trago directamente <strong>de</strong> ella. Sus manos volvían a<br />
temblar visiblemente.<br />
—¡Madre mía!<br />
Nate le cogió la botella y la apartó con cuidado. Luego la asió por los codos y la<br />
levantó un poquitín <strong>de</strong>l suelo.<br />
—No vuelvas a hacerme esto nunca más.<br />
—¡Eh!<br />
—Mírame. Escúchame.<br />
Casi no tuvo otra opción, pues la voz <strong>de</strong> Nate retumbaba y su rostro, rígido por<br />
el enfado, ocupaba todo su campo visual.<br />
—No vuelvas a correr un riesgo así nunca más.<br />
—Tenía que...<br />
—No tenías que nada. Yo estaba aquí. No había ningún motivo para salir<br />
corriendo <strong>de</strong> la casa, medio <strong>de</strong>snuda, a enfrentarte a un oso pardo.<br />
—No era pardo —exclamó ella—, era negro.<br />
Nate la soltó.<br />
—¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, Meg!<br />
—Sé cuidar <strong>de</strong> mí y <strong>de</strong> lo mío.<br />
Nate se volvió con una expresión tan furiosa que ella retrocedió<br />
instintivamente. No se encontraba ante el amante paciente, estaba frente al poli <strong>de</strong><br />
mirada fría. Un hombre cuya furia podría chamuscarla.<br />
—Ahora eres mía, empieza a acostumbrarte a ello.<br />
—No estoy dispuesta a quedarme como un pasmarote y a hacerme la <strong>de</strong>svalida<br />
porque...<br />
—¡Desvalida! ¿No te jo<strong>de</strong>? ¿Quién te pi<strong>de</strong> que te hagas la <strong>de</strong>svalida? Hay una<br />
diferencia entre hacerse la <strong>de</strong>svalida y salir disparada medio <strong>de</strong>snuda sin saber qué<br />
encontrarás fuera. La diferencia es abismal, Meg, y encima has intentado apartarme<br />
<strong>de</strong> tu camino empujándome con la culata <strong>de</strong>l rifle.<br />
—No... ¿Eso he hecho? —Curiosamente, fue el enfado <strong>de</strong> Nate el que mo<strong>de</strong>ró el<br />
suyo y le permitió reflexionar—. Lo siento, lo siento. No tenía que haberlo hecho.<br />
Se tapó el rostro con las manos y respiró profundamente hasta calmar el pánico,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
el enfado y los temblores.<br />
—Pue<strong>de</strong> que haya hecho cosas mal, pero me he limitado a reaccionar. Yo... —<br />
Extendió la mano en son <strong>de</strong> paz y cogió <strong>de</strong> nuevo el vino. Bebió <strong>de</strong>spacio para aliviar<br />
la sequedad <strong>de</strong> la garganta—. Mis perros son mis compañeros. Tienes que enten<strong>de</strong>r<br />
que una persona no duda cuando un compañero está en peligro. Enseguida he<br />
sabido cuál era la situación. No tenía tiempo para explicaciones. Y luego no me he<br />
tomado la molestia <strong>de</strong> contarte lo que... lo que he sentido al saber que ahí fuera<br />
estabas a mi lado. Aunque no lo haya <strong>de</strong>mostrado, en todo momento era consciente<br />
<strong>de</strong> que estabas allí y eso era importante.<br />
Su voz se hizo más grave y se llevó la mano libre a los ojos hasta que consiguió<br />
controlarse.<br />
—Si prefieres seguir cabreado, no voy a tenértelo en cuenta, pero podrías<br />
esperar a que me pusiera algo encima para seguir con la bronca. Tengo frío.<br />
—Creo que he terminado. —Se acercó a ella, la tomó entre sus brazos y la<br />
estrechó con todas sus fuerzas.<br />
—Fíjate, estoy temblando. —Hundió un poco más su cuerpo en el <strong>de</strong> él—. No<br />
me lo podría permitir si no estuvieras tú para sujetarme.<br />
—Vístete.<br />
Siguió sujetándola por el hombro hasta el salón y luego se acercó a la chimenea<br />
para añadir un tronco al fuego.<br />
—Siento la necesidad <strong>de</strong> cuidarte —dijo Nate en voz baja—. Pero no te asfixiaré<br />
con ello.<br />
—Ya lo sé. Y yo necesito cuidar <strong>de</strong> mí misma, pero no te apartaré <strong>de</strong> mi camino.<br />
—De acuerdo. Y ahora cuéntame lo <strong>de</strong>l cebo.<br />
—Los osos siempre andan <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la comida. Por eso cuando vas <strong>de</strong> excursión<br />
entierras o envuelves herméticamente los restos, por eso guardas las provisiones en<br />
recipientes completamente cerrados y los cuelgas lejos <strong>de</strong> las tiendas. También por<br />
eso construyes un escondite para la comida, lo colocas sobre pilotes y cada vez que<br />
utilizas la escalera para alcanzar las provisiones la bajas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> usarla.<br />
Se puso el pantalón y se pasó la mano por el pelo.<br />
—Los osos huelen el rastro <strong>de</strong> la comida, dan un paseo a ver qué encuentran y<br />
son capaces <strong>de</strong> subir por una escalera. No te imaginas cómo suben. Pue<strong>de</strong>n incluso<br />
pasear por un pueblo, por una zona poblada, escarbar en los contenedores <strong>de</strong> basura,<br />
en los come<strong>de</strong>ros para pájaros, en todas partes. Hasta pue<strong>de</strong>s encontrar a alguno que<br />
intenta entrar en tu casa para <strong>de</strong>scubrir si <strong>de</strong>ntro hay algo más suculento que comer.<br />
Normalmente, pue<strong>de</strong>s ahuyentarlos, pero a veces es imposible.<br />
Se abrochó la blusa y se acercó a la chimenea.<br />
—Fuera hay pedazos <strong>de</strong> carne en el suelo y apuesto a que encontraremos restos<br />
<strong>de</strong>l plástico que la envolvía. Alguien lo <strong>de</strong>jó aquí con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que algún oso se<br />
acercara a la casa; en esta época <strong>de</strong>l año es muy probable que el cebo funcione. Los<br />
osos <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> hibernar. Tienen hambre.<br />
—Alguien <strong>de</strong>jó el cebo esperando que cayeras en la trampa.<br />
—Yo no, tú. —Y aquello le revolvió el estómago—. Piensa un poco. Han tenido<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
que ponerlo en algún momento <strong>de</strong> hoy, antes <strong>de</strong> que yo volviera. Si lo hubieran<br />
hecho mientras estábamos aquí habríamos oído a los perros. Imagínate que hubieras<br />
estado esta noche aquí solo, como la noche anterior, ¿qué habrías hecho al oír a los<br />
perros como hace un momento?<br />
—Habría salido a ver qué ocurría, pero me habría llevado el arma.<br />
—El revólver —dijo ella moviendo la cabeza—. Tal vez puedas <strong>de</strong>rribar a un<br />
oso con un revólver o espantarlo, siempre y cuando tengas la suerte <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />
disparar varias veces antes <strong>de</strong> que te arrebate el arma y se la zampe. En realidad lo<br />
único que conseguirías es enfurecer más a un oso que se está atracando con el cebo o<br />
luchando con un par <strong>de</strong> huskies rabiosos. Tendría que librarse <strong>de</strong> mis perros, pero es<br />
probable que le hubieran hecho algún daño antes <strong>de</strong> que la bestia los hiciera pedazos.<br />
Y tú ahí fuera, solo con la nueve milímetros, habrías terminado también hecho trizas.<br />
Es lo más seguro. Un oso herido, un oso enfurecido, cruzaría la puerta <strong>de</strong> la casa para<br />
perseguirte. Con eso es con lo que contaba quien lo hizo.<br />
—Si es así, estoy poniendo muy nervioso a alguien.<br />
—Es lo que suelen hacer los polis, ¿no? —Meg le acarició la rodilla cuando se<br />
sentó a su lado—. Quien fuera quería verte muerto o muy malherido. Y no le<br />
importaba <strong>de</strong> paso sacrificar a mis perros.<br />
—O a ti, caso <strong>de</strong> que las cosas hubieran ido <strong>de</strong> otra forma.<br />
—O a mí. Pues ahora ya me ha cabreado. —Le dio unos golpecitos en la rodilla<br />
antes <strong>de</strong> levantarse y empezar a andar arriba y abajo—. Lo <strong>de</strong> matar a mi padre me<br />
hizo daño. Pero llevaba tanto tiempo sin verlo que pu<strong>de</strong> encajarlo. Localizarlo y<br />
meterlo en una cámara frigorífica ya es mucho, pero nadie toca a mis perros.<br />
Se volvió y vio la sonrisa que había vuelto al rostro <strong>de</strong> Nate.<br />
—Ni al tipo con el que voy a casarme, sobre todo antes <strong>de</strong> que me haya<br />
regalado ese anillo tan caro. ¿Sigues enfadado conmigo?<br />
—No mucho. Nunca se me olvidará cómo te he visto ahí fuera con las bragas<br />
rojas y la camisa roja abierta agitándose al viento mientras apuntabas con el rifle.<br />
Espero que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco esa imagen sea más erótica que terrorífica.<br />
—Realmente te amo. Esto sí que es increíble. —Se restregó el rostro con<br />
fuerza—. No po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>jar ese cadáver ahí fuera. Atraería a un montón <strong>de</strong><br />
visitantes, y los perros se revolcarían encima <strong>de</strong> él por la mañana. Voy a llamar a<br />
Jacob para pedirle que me ayu<strong>de</strong> y ver si es capaz <strong>de</strong> encontrar algún rastro <strong>de</strong> quién<br />
<strong>de</strong>jó el cebo.<br />
Vio la cara que ponía Nate y siguió andando.<br />
—Ya sé qué te ronda en la cabeza. Jacob ha estado aquí hoy y ha traído carne <strong>de</strong><br />
oso. Él no podría hacerlo, Nate. Y puedo darte un montón <strong>de</strong> razones que lo<br />
<strong>de</strong>mostrarían. Ante todo que es buena persona y que me quiere. Por otro lado, no<br />
pondría en peligro a mis perros. Los quiere y los respeta <strong>de</strong>masiado. A<strong>de</strong>más, sabía<br />
que yo volvía esta noche. Le he llamado en cuanto me han arreglado el motor. Por<br />
último, si quisiera verte muerto, hundiría un puñal en tu corazón y te enterraría<br />
don<strong>de</strong> nadie pudiera encontrarte. Simple, limpio, directo, sin complicaciones. ¿Eso?<br />
Eso ha sido un acto rastrero y cobar<strong>de</strong>, y también bastante <strong>de</strong>sesperado.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Estoy <strong>de</strong> acuerdo contigo. Llámale.<br />
A la mañana siguiente, en su <strong>de</strong>spacho, Nate estudió las últimas pruebas que<br />
había recogido. Unos fragmentos <strong>de</strong> plástico <strong>de</strong> color blanco, que parecían <strong>de</strong>l mismo<br />
material que las bolsas <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, y trozos <strong>de</strong> carne que había<br />
guardado en una bolsa <strong>de</strong> pruebas cerrada herméticamente.<br />
A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un pendiente <strong>de</strong> plata.<br />
¿Había visto antes aquel pendiente? En lo más recóndito <strong>de</strong> su cerebro había<br />
algo que intentaba abrirse paso.<br />
Un único pendiente <strong>de</strong> plata. Los hombres los llevaban más en la actualidad<br />
que antes. La moda cambiaba y evolucionaba, y hoy en día un pendiente masculino<br />
no <strong>de</strong>sentonaba ni con un traje.<br />
¿Pero dieciséis años atrás? No era algo tan normal en un hombre. Tal vez sí<br />
para un hippy, un músico, un artista, un motorista, un rebel<strong>de</strong>. Tampoco se trataba<br />
<strong>de</strong> una discreta bolita o <strong>de</strong> un aro fino; sobre todo con aquella cruz colgante.<br />
Era más bien una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> principios.<br />
No era <strong>de</strong> Galloway. Había comprobado las fotos y Galloway había muerto con<br />
un aro en una oreja. Y con la lupa había llegado a la conclusión <strong>de</strong> que no tenía<br />
perforada la otra.<br />
Para asegurarse, lo preguntaría al forense.<br />
Pero estaba convencido <strong>de</strong> que lo que tenía <strong>de</strong>lante pertenecía al asesino.<br />
La pequeña pieza <strong>de</strong> atrás —¿cómo <strong>de</strong>monios se llamaba aquello?— había<br />
saltado. Podía ver mentalmente una figura sin rostro retrocediendo con el piolet y el<br />
pequeño pendiente que caía al suelo sin que nadie se diera cuenta; pegando con el<br />
piolet, dando en el blanco.<br />
¿Había permanecido allí, observando la expresión perpleja <strong>de</strong> Galloway,<br />
mientras su amigo caía <strong>de</strong>slizándose por la pared <strong>de</strong> hielo? ¿Había permanecido allí,<br />
sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong>talle, observándolo? ¿Perplejo también o satisfecho? ¿Emocionado o<br />
consternado? Poco importaba, <strong>de</strong>cidió Nate. El trabajo estaba hecho.<br />
¿Ir a por la mochila, revisarla? No hacía falta <strong>de</strong>jar víveres o dinero, suponiendo<br />
que lo guardara ahí. Había que ser práctico, sobrevivir.<br />
¿Cuánto tiempo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> tardar en darse cuenta <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong>l pendiente?<br />
Demasiado tar<strong>de</strong> para volver y buscarlo, un <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>masiado insignificante para<br />
preocuparse.<br />
Aunque siempre eran los <strong>de</strong>talles los que solucionaban un caso... y podían<br />
significar la cárcel.<br />
—¿Nate?<br />
Con el pendiente en la mano reaccionó ante la llamada <strong>de</strong>l interfono.<br />
—¿Sí?<br />
—Jacob quiere verlo —dijo Peach.<br />
—Hágalo pasar.<br />
No se levantó, pero se puso cómodo mientras Jacob entraba y cerraba la puerta.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Suponía que pasaría esta mañana.<br />
—Debo contarle algo que no quise mencionar anoche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Meg.<br />
Jacob llevaba una camisa <strong>de</strong> gamuza, unos vaqueros <strong>de</strong>scoloridos y un collar <strong>de</strong><br />
cuentas con piedras <strong>de</strong> color tostado, muy brillantes. Había recogido su melena<br />
plateada en una larga cola. No llevaba nada en los lóbulos <strong>de</strong> las orejas.<br />
—Siéntese —le invitó Nate—. Y cuéntemelo.<br />
—Se lo contaré <strong>de</strong> pie. Pue<strong>de</strong> contar conmigo para acabar con todo esto o haré<br />
lo que tenga que hacer por mi cuenta. Pero tiene que acabar.<br />
Dio un paso a<strong>de</strong>lante y, por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo conocía, Nate vio una<br />
clara expresión <strong>de</strong> cólera en su rostro.<br />
—Ella es mi niña. Ha sido más tiempo mía que <strong>de</strong> Pat. Es mi hija. Piense lo que<br />
quiera <strong>de</strong> mí, imagine lo que quiera, pero tiene que saber algo: haré todo lo necesario<br />
para <strong>de</strong>scubrir quién la puso en peligro anoche.<br />
Nate se balanceó un poco en la butaca.<br />
—¿Quiere una placa?<br />
Vio cómo Jacob cerraba los puños y los abría <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong>spacio, con la misma<br />
lentitud con la que la expresión <strong>de</strong> cólera se convirtió en otra más enigmática.<br />
—No, creo que no quiero una placa. Demasiado peso para mí.<br />
—De acuerdo, contaremos con usted <strong>de</strong> manera extraoficial. ¿Le parece mejor<br />
así?<br />
—Sí.<br />
—Acerca <strong>de</strong> esas personas a las que hizo usted preguntas, las que le hablaron<br />
<strong>de</strong>l dinero... ¿Es posible que haya llegado algún rumor a Lunacy?<br />
—Más que posible. La gente habla, sobre todo los blancos.<br />
—Y si corre un rumor, tampoco sería muy extraño llegar a la conclusión <strong>de</strong> que,<br />
dada su relación con Galloway y con Meg, usted me transmitiría la información.<br />
Jacob se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
—¿Y si espera un poco y me escucha? —pidió.<br />
Jacob sonrió y dijo:<br />
—He vivido mucho y soy duro <strong>de</strong> pelar. Usted ni una cosa ni la otra. Lo <strong>de</strong><br />
anoche fue algo tosco y estúpido. ¿Por qué no pegarle un tiro en la cabeza cuando<br />
estaba usted solo junto al lago? Luego cargarle con piedras y hundirle en él. Es lo que<br />
haría yo.<br />
—Y yo se lo agra<strong>de</strong>zco. Pero este tipo no toma la directa. Ni siquiera con<br />
Galloway —dijo Nate mientras Jacob miraba el tablero—. Aquello fue un instante <strong>de</strong><br />
locura, <strong>de</strong> codicia, una ocasión. Tal vez las tres cosas. No estaba planificado.<br />
—No. —En esta ocasión, Jacob asintió—. Hay métodos más sencillos para matar<br />
a un hombre que escalar una montaña.<br />
—Un golpe con el piolet —siguió Nate—. Uno. Luego el tipo es <strong>de</strong>masiado...<br />
<strong>de</strong>licado para extraérselo, para <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong>l cadáver. Habría sido excesivamente<br />
directo, excesivamente enrevesado. Lo mismo que hizo con Max. Simular un<br />
suicidio. Max era tan responsable como él; quizá el asesino lo ve así. ¿Y el perro?<br />
Simplemente un perro, una tapa<strong>de</strong>ra, una distracción y un golpe indirecto a Steven<br />
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Wise. No se enfrentaría a mí cara a cara.<br />
Puso el pendiente sobre la mesa.<br />
—¿Lo reconoce?<br />
Jacob frunció el ceño.<br />
—Bisutería, un símbolo. No es un objeto <strong>de</strong> los nativos. Tenemos los nuestros.<br />
—Creo que el asesino lo perdió hace dieciséis años. Olvidado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />
mucho. Pero el dueño lo recordará si lo ve <strong>de</strong> nuevo. Yo lo había visto antes. No sé<br />
dón<strong>de</strong>. —Nate lo cogió e hizo girar la cruz—. No sé dón<strong>de</strong>.<br />
Se lo llevó. No era el procedimiento que <strong>de</strong>bía seguirse en esos casos, pero Nate<br />
guardó el pendiente en el bolsillo y se dispuso a salir para hacer unos recados.<br />
No comentó a nadie el inci<strong>de</strong>nte en casa <strong>de</strong> Meg y les pidió a ella y a Jacob que<br />
hicieran lo mismo. Un pequeño juego con el asesino, pensó.<br />
En aquel espléndido día primaveral, cuando la luz duraba horas y horas y el<br />
ver<strong>de</strong> dominaba al blanco, salió a resolver unos asuntos, charló con la gente <strong>de</strong>l<br />
pueblo, escuchó sus problemas y quejas.<br />
Y se fijó en los lóbulos <strong>de</strong> las orejas <strong>de</strong> todos los hombres con los que habló.<br />
—Pue<strong>de</strong>n cerrarse —le había comentado Meg por la noche.<br />
—¿Cómo?<br />
—Los agujeros <strong>de</strong> las orejas, o lo que <strong>de</strong>cidas perforarte. —Hacía danzar los<br />
<strong>de</strong>dos suavemente por encima <strong>de</strong> su pene.<br />
—Por favor. —Apenas conseguía disimular el escalofrío y a ella la hacía reír.<br />
Maliciosamente.<br />
—Según dicen, lo hace más excitante.<br />
—Ni hablar. ¿Qué quieres <strong>de</strong>cir, cerrarse?<br />
—Que pue<strong>de</strong>n cicatrizar. Si hace poco que te lo has hecho y no llevas nada<br />
colgado, se —hizo un sonido <strong>de</strong> succión— cierra otra vez.<br />
—¡La hostia! ¿De verdad?<br />
—Yo antes llevaba cuatro en esta. —Tiró <strong>de</strong> su oreja izquierda—. Me dio por<br />
ahí y me hice el tercer y el cuarto agujeros.<br />
—¿Tú? ¿Te lo hiciste tú misma?<br />
—Claro. ¿Por quién me has tomado, por una pava? —Meg, <strong>de</strong>snuda, rodó sobre<br />
él. A Nate se le fue el santo al cielo un buen rato—. Durante unas semanas llevé<br />
cuatro, pero me molestaban y <strong>de</strong>cidí pasar <strong>de</strong> los últimos que me había puesto. Y los<br />
agujeros se cerraron. —Estiró el brazo para encen<strong>de</strong>r la luz y la<strong>de</strong>ó la cabeza—. ¿Ves?<br />
—Podías habérmelo dicho antes <strong>de</strong> que me <strong>de</strong>dicara a inspeccionar las orejas <strong>de</strong><br />
todo el pueblo y a tomar notas sobre quién tenía agujeros y quién no.<br />
Meg le acarició el lóbulo.<br />
—Estarías guapo con uno.<br />
—No.<br />
—Puedo hacerte yo misma el agujero.<br />
—Ni hablar. Ni en la oreja ni en ninguna otra parte.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—¡Qué soso!<br />
—Pues sí. Y ahora tendré que planteármelo todo <strong>de</strong> nuevo, ya que la lista no me<br />
sirve.<br />
Meg se colocó a horcajadas sobre él diciendo:<br />
—Plantéatelo más tar<strong>de</strong>.<br />
Se <strong>de</strong>jó caer por el Lodge y encontró allí a Hopp y Ed charlando mientras<br />
tomaban una ensalada <strong>de</strong> búfalo. Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos.<br />
—¿Puedo interrumpirles un momento?<br />
—¡Cómo no! ¡Siéntese! —Hopp le <strong>de</strong>jó sitio—. Estábamos tocando cuestiones<br />
que usted llamaría fiduciarias. A mí me dan dolor <strong>de</strong> cabeza y a Ed le encantan.<br />
Intentábamos <strong>de</strong>scubrir la forma <strong>de</strong> estirar el presupuesto para abrir una biblioteca.<br />
Podríamos retirar una parte <strong>de</strong> lo que se había <strong>de</strong>stinado a la ampliación <strong>de</strong> correos,<br />
al menos <strong>de</strong> momento. ¿Qué le parece?<br />
—Una buena i<strong>de</strong>a.<br />
—En eso estamos <strong>de</strong> acuerdo. —Ed se dio unos toques en el labio con la<br />
servilleta—. Claro que para estirarlo nos haría falta un poco más <strong>de</strong> goma elástica. —<br />
Guiñó el ojo a Hopp—. Ya sé que no es eso lo que usted quiere oír.<br />
—Po<strong>de</strong>mos implicar a mucha gente, conseguir donaciones para material, mano<br />
<strong>de</strong> obra. Que regalen libros o se hagan colectas. La gente participa si le interesa un<br />
proyecto.<br />
—Pue<strong>de</strong>n contar conmigo —les dijo Nate—. Siempre que esté en mi mano. Y<br />
ahora yo también tengo una pregunta que pertenece al campo fiduciario.<br />
Precisamente iba a pasar a verlo, Ed. Una pregunta bancaria, que se remonta a<br />
muchos años atrás, o sea que pue<strong>de</strong> poner a prueba su memoria.<br />
«Sin agujero en la oreja», se dijo Nate mientras Ed asentía.<br />
—En cuestiones bancarias tengo buena memoria. ¡A<strong>de</strong>lante!<br />
—Tiene relación con Galloway.<br />
—¿Con Pat? —Bajó la voz mientras echaba un vistazo al restaurante—. No sé si<br />
está bien hablar <strong>de</strong> esto aquí. Charlene...<br />
—Será un momento. Me han informado <strong>de</strong> que Galloway se hizo con un dineral<br />
jugando al póquer cuando estaba en Anchorage.<br />
—A Pat le encantaba el póquer —comentó Hopp.<br />
—Y que lo diga. Jugué con él en más <strong>de</strong> una ocasión. Apuestas mínimas, eso sí<br />
—añadió Ed—. No creo que pudiera ganar mucho.<br />
—Mis informaciones afirman lo contrario. Por eso me preguntaba si envió<br />
dinero a su cuenta <strong>de</strong> aquí, antes <strong>de</strong> irse a escalar.<br />
—Que yo recuer<strong>de</strong>, no. Ni siquiera una paga. Por aquel tiempo nuestra empresa<br />
tenía muy poca envergadura, como le he comentado ya. —Empequeñeció los ojos al<br />
pensar en ello—. De todas formas, en la época en que se marchó Pat contábamos ya<br />
con una caja fuerte con todas las <strong>de</strong> la ley y con dos cajeros a media jornada. Aun así,<br />
casi todas las operaciones pasaban por mis manos.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Se apoyó en el respaldo mientras se frotaba la barbilla.<br />
—Pat no se preocupaba por la economía. No era <strong>de</strong> los que vienen al banco a<br />
ingresar, ni a retirar efectivo.<br />
—¿Y cuando iba a trabajar fuera? ¿Mandaba dinero aquí?<br />
—Eso sí lo hizo alguna vez. Recuerdo que Charlene pasó durante más <strong>de</strong> dos<br />
meses una vez por semana, a veces incluso dos, para comprobar si él había ingresado<br />
algo. De haberse hecho con una gran cantidad, aunque dudo que la consiguiera, la<br />
habría <strong>de</strong>positado aquí o, vaya usted a saber, tal vez la habría metido en una caja <strong>de</strong><br />
zapatos.<br />
—Yo me inclinaría más por la segunda opción —intervino Hopp—. Para Pat el<br />
dinero nunca tuvo importancia.<br />
—Suele pasar con los que han nadado en la abundancia. —Ed se encogió <strong>de</strong><br />
hombros—. En cambio, aquí nos tiene a nosotros —añadió, guiñando otra vez el ojo a<br />
Hopp—, obligados a hacer equilibrios para tener una biblioteca.<br />
—Pues les <strong>de</strong>jo que sigan con sus planes. —Nate se alejó <strong>de</strong>prisa—. Gracias por<br />
aten<strong>de</strong>rme.<br />
—Tendría que invertir su tiempo en cuestiones <strong>de</strong>l pueblo. —Ed movía la<br />
cabeza mientras se llevaba la taza a los labios.<br />
—Supongo que cree que esas lo son —repuso Hopp.<br />
—Tenemos que po<strong>de</strong>r contar con el Primero <strong>de</strong> Mayo, si queremos conseguir la<br />
biblioteca.<br />
—De acuerdo. Mientras él se mantenga discreto. No parará hasta que se<br />
convenza <strong>de</strong> que fue Max quien mató a Pat. Ignatious el tenaz —dijo—. Así lo veo yo<br />
últimamente. No abandonará. Una virtud encomiable en un jefe <strong>de</strong> policía.<br />
Jacob no se había equivocado: algunos no hablan con la poli. Incluso con Jacob<br />
allí, Nate fue incapaz <strong>de</strong> sacar más jugo al viaje que hizo a Anchorage.<br />
Aunque tampoco fue una pérdida <strong>de</strong> tiempo.<br />
No había ido a ver a Coben. Debería haberlo hecho, admitió, mientras pasaba<br />
casi rozando el agua <strong>de</strong>l lago. Debería haberse llevado el pendiente, pero no lo había<br />
hecho.<br />
Necesitaba un poco más <strong>de</strong> tiempo. Un poco más <strong>de</strong> tiempo para juntar las<br />
piezas.<br />
Relajó los hombros cuando la avioneta se <strong>de</strong>slizó sobre el agua.<br />
—Gracias por acompañarme, Jacob. ¿Quiere que asegure el aparato? ¿Se viene<br />
usted?<br />
—¿Lo sabe hacer?<br />
—Aquí es como un barco con alas. Y amarrar un barco al muelle no tiene<br />
secretos para mí.<br />
Jacob señaló con la cabeza a Meg, que se acercaba a ellos.<br />
—Usted tiene otras ocupaciones.<br />
—Pues sí. Hasta luego.<br />
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Puso el pie en uno <strong>de</strong> los flotadores, rezando para no per<strong>de</strong>r el equilibrio,<br />
avergonzado con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que podía caerse al lago. Pero supo ponerlo luego en un<br />
extremo <strong>de</strong>l muelle en el momento en que Meg lo ponía en el otro.<br />
—¿Adón<strong>de</strong> va? —gritó Meg al ver que Jacob se alejaba <strong>de</strong>slizándose.<br />
—Ha dicho que tenía otras cosas que hacer. —Estiró el brazo para cogerle la<br />
mano—. Vuelves pronto.<br />
—No, tú llegas tar<strong>de</strong>. Son casi las ocho.<br />
Nate miró hacia el cielo, aún claro como al mediodía.<br />
—Todavía no me he acostumbrado. ¿Dón<strong>de</strong> está mi cena, mujer?<br />
—Ja, ja, ja. Hazte unas hamburguesas <strong>de</strong> alce a la parrilla.<br />
—Hamburguesas <strong>de</strong> alce, mi plato preferido.<br />
—¿Has <strong>de</strong>scubierto algo más en Anchorage?<br />
—No, al menos en cuanto a la investigación. ¿Y a ti cómo te ha ido?<br />
—Pues he estado muy poco rato en Anchorage. Pero ya que me encontraba allí,<br />
casualmente, he pasado por una tienda don<strong>de</strong>, mira por dón<strong>de</strong>, he visto vestidos <strong>de</strong><br />
boda.<br />
—¿De verdad?<br />
—Deja las risitas. Sigo convencida <strong>de</strong> que no quiero algo rimbombante.<br />
Haremos una fiesta sonada aquí en la casa. Pero he <strong>de</strong>cidido que me compraré un<br />
vestido chulo. Uno que te <strong>de</strong>je sin respiración.<br />
—¿Y lo has encontrado?<br />
—Tendrás que esperar. —Subió al porche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él y luego le dio un sonoro<br />
beso—. A mí me preparas la hamburguesa <strong>de</strong> alce muy hecha y el panecillo<br />
ligeramente tostado.<br />
—Vale. Pero antes <strong>de</strong> cenar te diré que yo también he hecho unas compras para<br />
la boda.<br />
—¡No me digas!<br />
—Sí te digo. —Sacó el estuche <strong>de</strong>l anillo que llevaba en el bolsillo—. ¡A que no<br />
sabes qué es!<br />
—Es mío. Dámelo.<br />
Nate abrió la tapa y tuvo el placer <strong>de</strong> ver que Meg se quedaba maravillada al<br />
ver el solitario acompañado por relucientes piedras preciosas en un aro <strong>de</strong> platino.<br />
—¡Jo<strong>de</strong>r! —Le arrebató el estuche y sosteniéndolo en alto bajó <strong>de</strong>l porche.<br />
Empezó a bailar por el jardín, soltando unos sonidos que él interpretó como prueba<br />
<strong>de</strong> asentimiento.<br />
—¿Eso significa que te gusta?<br />
—¡Qué brillo! —Se acercó <strong>de</strong> nuevo a él <strong>de</strong>scribiendo círculos—. Esto es un<br />
anillo, jefe Burke. ¿Cuánto te ha costado?<br />
—¡Por favor, Meg!<br />
Ella siguió riendo.<br />
—Ya lo sé, es <strong>de</strong> mal gusto. En realidad no me importa. Es una pasada, Nate. Es<br />
estúpido y extravagante, o sea que es perfecto. Absolutamente perfecto.<br />
Lo sacó y lo <strong>de</strong>jó en la palma <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Nate.<br />
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—Vamos, pónmelo, y <strong>de</strong>prisa.<br />
—Perdona pero, ¿no podríamos darle un poco <strong>de</strong> solemnidad a esta parte?<br />
—Creo que ya es tar<strong>de</strong> para ello. —Empezó a mover los <strong>de</strong>dos—. Vamos.<br />
Suéltalo.<br />
—Menos mal que no me he <strong>de</strong>vanado los sesos pensando en algo poético para<br />
la ocasión. —Lo <strong>de</strong>slizó por el <strong>de</strong>do <strong>de</strong> Meg, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedía enormes <strong>de</strong>stellos—.<br />
Cuidado, pue<strong>de</strong>s sacarte un ojo con esto.<br />
—¿Cuándo voy a hacer paf?<br />
—¿Cómo?<br />
—Cada vez estoy más colada por ti. ¿Cuándo voy a llegar al fondo y hacer paf?<br />
—Sujetó la cara <strong>de</strong> Nate <strong>de</strong> aquella forma que le provocaba siempre un vuelco en el<br />
corazón—. No sé si yo soy perfecta para ti, pero estoy convencidísima <strong>de</strong> que tú sí lo<br />
eres para mí.<br />
Nate le tomó la mano en la que llevaba el anillo y se la besó.<br />
—Si hay que hacer paf, lo haremos juntos. Ahora ocupémonos <strong>de</strong> esas<br />
hamburguesas <strong>de</strong> alce.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 30<br />
—¿Qué es eso?<br />
Meg miraba el llavero que tenía Nate en la mano y fruncía el ceño a propósito.<br />
—Parecen llaves —respondió ella.<br />
—¿Y por qué necesitas tantas?<br />
—¿Quizá porque hay muchas cerraduras? ¿Qué es esto, un concurso?<br />
Nate las hizo sonar en la palma <strong>de</strong> la mano mientras ella le <strong>de</strong>dicaba una<br />
risueña e inocente sonrisa.<br />
—Si la mitad <strong>de</strong> las veces ni siquiera cierras, Meg. ¿Dón<strong>de</strong> vas ahora con tantas<br />
llaves?<br />
—Pues... Hay momentos en que una persona tiene que entrar en algún lugar y,<br />
mira por dón<strong>de</strong>, lo encuentra cerrado. Entonces le hace falta una llave.<br />
—Y este lugar que, mira por dón<strong>de</strong>, está cerrado, ¿no sería por casualidad<br />
propiedad <strong>de</strong> dicha persona?<br />
—Técnicamente sí. Pero nadie es una isla, cada uno pone su grano <strong>de</strong> arena.<br />
Todos somos uno en el universo zen.<br />
—¿O sea que estas serían las llaves zen?<br />
—Exactamente. Devuélvemelas.<br />
—Me parece que no. —Cerró el puño don<strong>de</strong> las guardaba—. Incluso en el<br />
universo zen no soportaría tener que <strong>de</strong>tener a mi esposa por allanamiento.<br />
—Todavía no soy tu esposa, colega. ¿Tienes alguna or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> registro?<br />
—Estaban a la vista. No hace falta or<strong>de</strong>n.<br />
—Gestapo.<br />
—Delincuente. —Nate sujetó su barbilla con la mano que tenía libre y le dio un<br />
beso. Luego, abrió la puerta <strong>de</strong>l cuatro por cuatro y llamó a los perros—: Vamos,<br />
chavales. Saldremos a dar una vuelta.<br />
Meg ya no quería <strong>de</strong>jar a los perros solos en la casa. Se los llevaba con ella o a<br />
casa <strong>de</strong> Jacob, y los días que no podía hacerlo los <strong>de</strong>jaba en el Lodge.<br />
Echó una mano a Bull, que seguía con molestias, para facilitarle el salto.<br />
—Que tengas un vuelo tranquilo —dijo Nate.<br />
—Vale.<br />
Con las manos en los bolsillos, Meg tomó el camino hacia la avioneta; <strong>de</strong> pronto<br />
se volvió y siguió andando hacia atrás.<br />
—No sé si sabes que puedo conseguir más llaves. Tengo mis propios métodos.<br />
—Seguro —murmuró Nate.<br />
Esperó, como hacía habitualmente, a que <strong>de</strong>spegara. Le gustaba ver cómo se<br />
<strong>de</strong>slizaba en el agua y empezaba a elevarse mientras los motores rompían la quietud.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
En momentos como aquellos, Nate no pensaba más que en ella, en los dos, en la vida<br />
que estaban comenzando.<br />
Había <strong>de</strong>scubierto que Meg había empezado a ocuparse <strong>de</strong> algo curioso —<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se fundiera la nieve—; <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> parterres <strong>de</strong> flores situados a<br />
uno y otro lado <strong>de</strong>l porche. Ella le había hablado <strong>de</strong> la aguileña y <strong>de</strong>l botón <strong>de</strong> oro, y<br />
también <strong>de</strong> la orina <strong>de</strong> lobo que echaba alre<strong>de</strong>dor para protegerlas <strong>de</strong> los alces.<br />
Sus espuelas <strong>de</strong> caballero, le había asegurado, llegarían a alcanzar los tres<br />
metros en los largos días <strong>de</strong> verano.<br />
Había que verlo, iba pensando Nate. Uno no imagina a Meg Galloway, piloto,<br />
cazadora <strong>de</strong> osos y aficionada al allanamiento, cuidando un jardín. Había afirmado<br />
que sus dalias eran gran<strong>de</strong>s como tapacubos.<br />
Deseaba verlo. Deseaba po<strong>de</strong>r sentarse en el porche con ella en una <strong>de</strong> aquellas<br />
interminables noches <strong>de</strong> verano con el sol dominando en el cielo y la alfombra <strong>de</strong><br />
flores <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa.<br />
Una cosa sencilla, pensó. Su vida podía estar formada por miles <strong>de</strong> momentos<br />
sencillos. Y sin embargo no ser nunca aburrida.<br />
La avioneta fue ascendiendo y ascendiendo: un pajarito rojo en el vasto y azul<br />
cielo. Nate sonrió, notó el vuelco en el corazón al ver el leve <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> las alas, a la<br />
<strong>de</strong>recha, a la izquierda, a modo <strong>de</strong> saludo.<br />
Cuando se hizo otra vez el silencio, subió al jeep con los perros y pensó en otras<br />
cosas.<br />
Pue<strong>de</strong> que fuera una tontería dar tanta importancia a un pendiente, a una<br />
pequeña pieza <strong>de</strong> plata, y a la afirmación sin <strong>de</strong>masiada base <strong>de</strong> que Galloway tenía<br />
en su po<strong>de</strong>r cierta cantidad <strong>de</strong> dinero.<br />
De todas formas, él había visto aquel pendiente antes y <strong>de</strong>bía acordarse <strong>de</strong><br />
dón<strong>de</strong>. Tar<strong>de</strong> o temprano se acordaría. El dinero es algo que suele asociarse a un<br />
asesinato.<br />
Dejó que todo aquello vagara por su cabeza mientras conducía hacia Lunacy.<br />
Galloway poseía dinero en efectivo y a una bella mujer. Motivos evi<strong>de</strong>ntes para un<br />
asesinato. A<strong>de</strong>más, en un lugar como aquel, las mujeres eran un bien escaso.<br />
La comisión <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile había empezado a colocar ban<strong>de</strong>ritas para la celebración<br />
<strong>de</strong>l Primero <strong>de</strong> Mayo. No eran las habituales rojas, blancas y azules que se veían<br />
normalmente en los <strong>de</strong>sfiles <strong>de</strong> pueblo. ¿Por qué iban a seguir la rutina en Lunacy?<br />
Allí, los ban<strong>de</strong>rines y las pancartas tenían un arco iris <strong>de</strong> azules, amarillos, ver<strong>de</strong>s...<br />
Vio que un águila se había posado sobre uno <strong>de</strong> los adornos, como si estuviera<br />
dando su aprobación.<br />
En la calle principal todo el mundo engalanaba las viviendas y los negocios<br />
para celebrar la primavera. En las ventanas se veían macetas y cestas con<br />
pensamientos y col rizada, plantas que, según le habían comentado, aguantaban bien<br />
el frío. Los porches y los postigos lucían una capa nueva <strong>de</strong> pintura. Las motos<br />
normales habían sustituido a las <strong>de</strong> nieve.<br />
Los niños ya iban a la escuela en bici y se veían más Doc Martens y Timberlands<br />
que botas afelpadas.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Aun así, las montañas que anunciaban todo el resplandor primaveral, que se<br />
alzaban hacia un cielo que mantenía la luz veinticuatro horas al día, se aferraban<br />
implacablemente al invierno.<br />
Nate aparcó y llevó los perros al patio. Lo miraron con expresión lastimera<br />
mientras entraban con la cola entre las piernas.<br />
—Ya sé que es un muermo. —Se agachó, poniendo los <strong>de</strong>dos en el aro <strong>de</strong> la<br />
ca<strong>de</strong>na para que pudieran lamérselos—. Hay que esperar a que pille al malo para<br />
que vuestra mamá <strong>de</strong>je <strong>de</strong> preocuparse y podáis quedaros en casa jugando.<br />
Cuando se alejó, los animales aullaron, y no pudo reprimir un sentimiento <strong>de</strong><br />
culpabilidad.<br />
Cruzó el vestíbulo y se fue a ver a Charlene al <strong>de</strong>spacho.<br />
—He contratado a tres alumnos <strong>de</strong>l instituto para el verano —dijo Charlene<br />
mientras tecleaba en el or<strong>de</strong>nador—. Con todas las reservas que tenemos, me harán<br />
falta.<br />
—Eso está muy bien.<br />
—Los guías <strong>de</strong> por aquí también suelen contratar a algunos. Esto en junio será<br />
un hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> jóvenes atractivos. —Lo dijo con un brillo en los ojos que a Nate le<br />
pareció más <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío que <strong>de</strong> emoción.<br />
—Así estaremos todos ocupados. Charlene... —Cerró la puerta—. Voy a<br />
preguntarle algo que no le gustará.<br />
—¿Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuándo eso podría <strong>de</strong>tenerlo?<br />
Decidió que no hacía falta mostrarse <strong>de</strong>licado.<br />
—¿Quién fue el primero con el que se acostó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Galloway se<br />
marchara?<br />
—Yo no follo para contarlo luego, Nate. Si alguna vez me hubiera hecho caso<br />
cuando le tiraba los tejos, lo sabría.<br />
—No se trata <strong>de</strong> chismorreos, Charlene, ni <strong>de</strong> un juego. ¿Para usted tiene<br />
importancia saber quién mató a Pat Galloway?<br />
—Naturalmente. ¿Sabe lo duro que resulta organizar sus funerales sabiendo<br />
que sigue en algún <strong>de</strong>pósito y sin tener ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cuándo lo traerán? Todos los días<br />
pregunto a Bing cuándo cree que la tierra estará lo suficientemente blanda para hacer<br />
el agujero. Para cavar la fosa <strong>de</strong> mi Pat.<br />
Arrancó dos pañuelos <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> la caja que tenía sobre la mesa y se sonó<br />
ruidosamente la nariz.<br />
—Cuando mi madre enterró a mi padre —dijo Nate—, se pasó un mes, o más,<br />
<strong>de</strong>ambulando por la casa como un fantasma. Hizo todo lo que había que hacer, como<br />
usted ahora, pero era imposible acercarte a ella. No podías ni rozarla. Se retiró no sé<br />
dón<strong>de</strong> y nunca más conseguí aproximarme a ella.<br />
Charlene parpa<strong>de</strong>ó con lágrimas en los ojos y <strong>de</strong>jó los pañuelos.<br />
—¡Qué triste!<br />
—Usted no lo ha hecho. No ha querido convertirse en un fantasma. Déjeme que<br />
le haga una pregunta. ¿Quién se le insinuó, Charlene?<br />
—Más bien quién no lo hizo. Yo era joven y <strong>de</strong> buen ver. Tenía que haberme<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
visto entonces.<br />
Algo se revolvió, Nate se disponía a pillarlo por la cola cuando ella explotó.<br />
—¡Y estaba sola! No sabía que él estaba muerto. De haberlo sabido, no habría<br />
ido con tanta rapi<strong>de</strong>z a... Estaba dolida y furiosa. Y cuando los hombres se agolparon<br />
a mi alre<strong>de</strong>dor, ¿qué es lo que me impedía mariposear? ¿Vivir mariposeando?<br />
—Nadie se lo echa en cara.<br />
—John fue el primero con el que me acosté. —Le tembló un hombro mientras<br />
arrojaba los pañuelos a la papelera rosa—. Sabía que estaba encaprichado <strong>de</strong> mí y lo<br />
encontraba tan dulce... tan atento... —dijo con nostalgia—. De modo que opté por él.<br />
Aunque no solo por él. Me <strong>de</strong>squité. Rompí corazones y también matrimonios. Me<br />
importaba un bledo.<br />
Se tranquilizó y por un momento dio una imagen relajada, casi pensativa.<br />
—Nadie mató a Pat por mí. Y si lo hicieron, perdieron el tiempo. Porque<br />
ninguno <strong>de</strong> ellos me importó en absoluto. Nunca les di nada que no pudiera quitarles<br />
<strong>de</strong>spués. Pat no murió por mi culpa. Si fuera así, le juro que no podría vivir con ello.<br />
—No murió por su culpa. —Se colocó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella, y poniendo las manos<br />
sobre sus hombros, la acarició suavemente—. No.<br />
Charlene levantó la mano y la apoyó en la <strong>de</strong> él.<br />
—Seguí esperando que volviera. Que viera que no me había consumido <strong>de</strong><br />
añoranza por él y me quisiera <strong>de</strong> nuevo. Le juro, Nate, que creo que lo esperé hasta<br />
que Meg y usted fueron allá arriba. Hasta que usted lo encontró, yo estuve<br />
esperándolo.<br />
—Él habría vuelto. —Apretó un poco la mano que apoyaba en su hombro<br />
cuando vio que ella negaba con la cabeza—. Haciendo lo que hago yo, se conoce a las<br />
víctimas. Penetras en su interior, las compren<strong>de</strong>s mejor, en general mucho mejor que<br />
quienes vivieron con ellas. Habría vuelto.<br />
—Es lo más bonito que me ha dicho nadie en la vida — dijo Charlene al cabo <strong>de</strong><br />
un momento—. Y más porque viene <strong>de</strong> alguien que no intenta llevarme al huerto.<br />
Nate le dio unos toquecitos en el hombro y luego cogió el pendiente que llevaba<br />
en el bolsillo.<br />
—¿Reconoce esto?<br />
—Hum... —Se sorbió la nariz y se pasó un <strong>de</strong>do por las pestañas para<br />
secárselas—. Es bonito pero no sé... es masculino. No es mi estilo. A mí todo me<br />
gusta más ostentoso.<br />
—¿Podía ser <strong>de</strong> Pat?<br />
—¿De Pat? No, no tenía nada parecido. De cruces, nada. Lo religioso no era lo<br />
suyo.<br />
—¿Lo había visto alguna vez?<br />
—No creo. Tampoco me acordaría, imagino. Una cosa tan insignificante...<br />
Decidió empezar a enseñarlo por ahí para ver las reacciones. Cuando vio que<br />
Bing estaba <strong>de</strong>sayunando en el Lodge, se acercó a su mesa y sujetó el pendiente<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong>jándolo colgar entre sus <strong>de</strong>dos.<br />
—¿Ha perdido esto?<br />
El otro apenas miró el pendiente antes <strong>de</strong> clavar la vista en los ojos <strong>de</strong> Nate.<br />
—La última vez que le hablé <strong>de</strong> algo que había perdido tuve más problemas<br />
que otra cosa.<br />
—Me gusta <strong>de</strong>volver los objetos a su legítimo dueño.<br />
—No es mío.<br />
—¿Sabe <strong>de</strong> quién es?<br />
—No me paso el día mirando las orejas <strong>de</strong>l personal. Ni voy a pasar mucho más<br />
tiempo mirando su careto.<br />
—A mí también me ha alegrado verlo, Bing. —Guardó el pendiente. Bing se<br />
había recortado un par <strong>de</strong> centímetros la barba; al constatarlo, Nate pensó que para él<br />
aquello indicaba que había llegado el buen tiempo—. Febrero <strong>de</strong> 1988. Aún no he<br />
encontrado a nadie por aquí que pueda asegurarme que pasó usted todo aquel mes<br />
en Lunacy. Un par <strong>de</strong> personas me han dicho que creían que estuvo fuera.<br />
—Cada cual tendría que ocuparse <strong>de</strong> sus asuntos, como hago yo.<br />
—Max estaba fuera y, por lo que me han contado, a usted por aquella época le<br />
atraía Carrie.<br />
—No más que cualquier otra.<br />
—Un momento oportuno para mover pieza. Creo que usted es <strong>de</strong> los que no<br />
<strong>de</strong>saprovechan la oportunidad.<br />
—Yo no le interesaba, ¿para qué iba a per<strong>de</strong>r el tiempo? A tomar viento. Mucho<br />
más fácil encontrar a una y pagar a tocateja. Pue<strong>de</strong> que aquel invierno me fuera a<br />
Anchorage. Ahí había una puta llamada Kate con la que tuve algún negocio. Al igual<br />
que Galloway. Sus asuntos tendría él también.<br />
—¿Kate la puta?<br />
—Sí. Ahora está muerta. Mala leche... —Hizo un gesto <strong>de</strong> indiferencia mientras<br />
seguía comiendo—. Se quedó seca entre cliente y cliente. Al menos eso dicen. —Se<br />
inclinó hacia <strong>de</strong>lante—. Yo no maté a aquel perro.<br />
—Usted lo dice, pero se le ve más preocupado por esto que por la muerte <strong>de</strong><br />
dos hombres.<br />
—Los hombres saben cuidarse muchísimo mejor que un perro viejo y ciego. Tal<br />
vez estuviera un tiempo en la ciudad aquel invierno. Tal vez me encontré a Galloway<br />
ante la puerta <strong>de</strong> Kate. No le di más importancia.<br />
—¿Habló con él?<br />
—Tenía otras cosas en la cabeza. Igual que él. El póquer.<br />
Nate levantó las cejas con expresión sorprendida e interesada.<br />
—¿En serio? De pronto ha empezado a recordar muchísimos <strong>de</strong>talles.<br />
—¡Es que lo tengo todo el rato <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis narices! Como ha conseguido<br />
quitarme el apetito, me ha dado por pensar.<br />
—¿Iba usted a la partida <strong>de</strong> póquer?<br />
—Yo iba <strong>de</strong> putas, no a jugar.<br />
—¿Habló él <strong>de</strong> algún plan <strong>de</strong> escalada al Sin Nombre?<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Oiga, él estaba subiéndose los pantalones, y yo estaba a punto <strong>de</strong> bajármelos.<br />
¿Cree que era momento para chácharas? Dijo que había tenido una buena racha, que<br />
se había tomado un respiro para echar un clavo con Kate y regresaba. Kate comentó<br />
no sé qué <strong>de</strong> que aquello estaba plagado <strong>de</strong> lunáticos y que le parecía <strong>de</strong> puta madre.<br />
El negocio iba viento en popa y pasamos a nuestro asunto.<br />
—¿Volvió a ver a Galloway cuando acabó con sus asuntos?<br />
—No recuerdo que lo viera. —Pinchó algo <strong>de</strong>l plato—. No sé si pasó por el bar,<br />
tal vez no. Yo me fui a ver a Ike Transky, un conocido mío, trampero, que vivía en las<br />
afueras <strong>de</strong> Skwenta, pasé unos días con él cazando y también pescando en el hielo.<br />
Luego, volví para acá.<br />
—¿Transky lo confirmaría?<br />
Los ojos <strong>de</strong> Bing se transformaron en algo duro que recordaba el ágata.<br />
—No me hace falta que nadie confirme lo que digo. A<strong>de</strong>más, está muerto.<br />
Murió en el noventa y seis.<br />
«Muy oportuno», pensó Nate al salir. Dos personas a las que había citado Bing<br />
como posibles coartadas estaban muertas o se habían esfumado. Claro que podía<br />
girar el prisma y mirarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra perspectiva.<br />
Guantes robados, cuchillo robado, todo abandonado junto a un perro muerto.<br />
Propiedad <strong>de</strong> un hombre que había visto a Galloway y había hablado con él.<br />
No hacía falta mucha imaginación para ver a Galloway volviendo a la partida o<br />
<strong>de</strong>teniéndose a tomar un trago con los amigos.<br />
«¿A que no imagina a quién me encontré follando con Kate?» El mundo es un<br />
pañuelo, pensó Nate. Si Bing <strong>de</strong>cía la verdad, el asesino estaría preocupado por si<br />
Galloway había mencionado qué otro habitante <strong>de</strong> Lunacy jugaba al póquer e iba <strong>de</strong><br />
putas.<br />
Nate <strong>de</strong>cidió hacer unas cuantas paradas más, para mostrar la única prueba que<br />
tenía a mano, camino <strong>de</strong> la comisaría.<br />
Más tar<strong>de</strong>, aquel mismo día, se la mostró a Otto.<br />
Su ayudante se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
—No me dice nada.<br />
Últimamente se trataban con frialdad, con una rígida formalidad. A Nate le<br />
sabía mal, pero no podía evitarlo.<br />
—Siempre he pensado que la cruz <strong>de</strong> Malta era algo más militar que religioso.<br />
Otto no parpa<strong>de</strong>ó ni una sola vez.<br />
—Los marines con los que serví no llevaban pendientes.<br />
—De acuerdo.<br />
Como había hecho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> las paradas <strong>de</strong>l día, Nate volvió a<br />
guardar el pendiente en su bolsillo y lo abotonó.<br />
—Se dice que lo está enseñando a todo el mundo. La gente se pregunta qué<br />
hace un jefe <strong>de</strong> policía perdiendo el tiempo con un pendiente extraviado.<br />
—Forma parte <strong>de</strong>l servicio —dijo Nate tranquilamente.<br />
—Jefe —dijo Peach <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mostrador—, han visto un oso en el garaje <strong>de</strong><br />
Ginny Mann, junto a Rancor. Su marido ha salido con una partida <strong>de</strong> caza —añadió<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Peach—. Ella está sola en casa con el crío <strong>de</strong> dos años.<br />
—Dígale que vamos para allá. ¿Otto?<br />
Cuando tomaron la pista llena <strong>de</strong> baches a unos dos kilómetros al norte <strong>de</strong> la<br />
ciudad, Otto dirigió una fugaz mirada a Nate y dijo:<br />
—Espero que no tenga la intención <strong>de</strong> obligarme a conducir como un<br />
<strong>de</strong>saforado mientras usted se asoma por la maldita ventana pegando tiros <strong>de</strong><br />
advertencia por encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong> un pasmarote <strong>de</strong> oso.<br />
—Ya veremos qué hay. ¿Qué <strong>de</strong>monios hará un oso en un garaje?<br />
—No creo que esté arreglando un carburador.<br />
Ante la risa <strong>de</strong> Nate, Otto tuvo que sonreír, pero se puso otra vez serio al<br />
recordar lo que había entre ellos.<br />
—Seguro que algún <strong>de</strong>spistado ha salido <strong>de</strong>jando la puerta abierta. Es probable<br />
que tuvieran algún saco <strong>de</strong> pienso para perros o comida para los pájaros. Y el capullo<br />
<strong>de</strong>l oso ha entrado a ver si había algo interesante.<br />
Cuando se <strong>de</strong>tuvieron frente a la casita <strong>de</strong> dos plantas con garaje adosado, Nate<br />
se fijó en que la puerta <strong>de</strong> este estaba abierta. No sabía si el oso había organizado el<br />
revoltijo que se veía en el interior o si los Mann se <strong>de</strong>dicaban a echar <strong>de</strong> todo allí<br />
como si fuera un verte<strong>de</strong>ro municipal.<br />
Ginny abrió la puerta <strong>de</strong> la casa. Llevaba su pelirroja cabellera recogida en un<br />
moño alto y la bata y las manos salpicadas <strong>de</strong> pintura.<br />
—Ha dado la vuelta por <strong>de</strong>trás. Se ha pasado unos veinte minutos por aquí<br />
topando con todo. He pensado que seguiría a lo suyo pero he temido que consiguiera<br />
entrar por la puerta a la casa.<br />
—Manténgase <strong>de</strong>ntro, Ginny —Or<strong>de</strong>nó Nate.<br />
—¿Lo ha visto? —gritó Otto.<br />
—Lo he visto un momento a través <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> entrada, cuando se movía<br />
por aquí. —Detrás <strong>de</strong> ella se oían unos <strong>de</strong>senfrenados ladridos y el lloriqueo <strong>de</strong> un<br />
crío—. Tenía al perro <strong>de</strong>ntro y yo estaba arriba trabajando en el estudio cuando<br />
Roger empezó con la bronca. Despertó al niño. Ese ruido me vuelve loca. Es un oso<br />
pardo. No parecía <strong>de</strong>l todo adulto, pero era gran<strong>de</strong>.<br />
—Los osos son animales curiosos —comentó Otto mientras comprobaban los<br />
rifles y daban la vuelta al garaje—. Si se trata <strong>de</strong> un animal joven, lo más probable es<br />
que estuviera husmeando por aquí y que en cuanto nos vea salga a todo correr.<br />
Detrás <strong>de</strong>l garaje, vio que los Mann habían acordonado un terreno para jardín.<br />
Al parecer, el oso lo había pisoteado al llegar o al marcharse y se había <strong>de</strong>dicado a<br />
hurgar en una caja <strong>de</strong> plástico llena <strong>de</strong> periódicos y catálogos <strong>de</strong> compra por correo.<br />
Nate echó una ojeada a lo lejos e hizo un gesto al avistar unas ancas pardas<br />
entre los árboles.<br />
—Ahí está.<br />
—Habrá que espantarlo, hacerlo correr. Que vea que no pue<strong>de</strong> volver. —Otto<br />
apuntó hacia el cielo y disparó dos veces.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate observó, divertido, cómo el oso movía su rechoncho trasero y emprendía<br />
la carrera.<br />
Vigiló la trayectoria <strong>de</strong>l animal al lado <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres que tenía en su<br />
lista <strong>de</strong> sospechosos.<br />
—Ha sido fácil.<br />
—Suele serlo.<br />
—A veces no lo es. Meg y yo tuvimos que matar a uno el otro día por la noche<br />
cerca <strong>de</strong> su casa.<br />
—¿Un oso atacó a su perro? Alguien comentó que un animal le había atacado.<br />
—Sí. Y se habría lanzado sobre nosotros si no le hubiéramos matado. Alguien<br />
puso cebo en la casa.<br />
Otto empequeñeció los ojos hasta que se convirtieron en dos finas rendijas.<br />
—¿Qué <strong>de</strong>monios está diciendo?<br />
—Digo que alguien colgó carne, carne fresca, ensangrentada, en unas bolsas <strong>de</strong><br />
plástico en casa <strong>de</strong> Meg.<br />
Otto apretó los labios, volvió la cabeza en el acto y dio unos pasos. Nate apoyó<br />
la mano en la culata <strong>de</strong>l rifle.<br />
—¿Me está preguntando si fui yo? —Otto dio la vuelta otra vez y se plantó<br />
frente a Nate—. ¿Qué quiere saber, si yo sería capaz <strong>de</strong> hacer algo tan cobar<strong>de</strong>, tan<br />
mezquino? ¿Algo con lo que dos personas podían acabar <strong>de</strong>spedazadas? ¿Y una <strong>de</strong><br />
ellas una mujer? —Hundió dos veces el <strong>de</strong>do en el pecho <strong>de</strong> Nate—. Vale que esté<br />
barajando mi nombre en el caso Galloway, incluso en el <strong>de</strong> Max. Me dio mucha rabia<br />
que lo incluyera en el caso <strong>de</strong> Yukon, y tuve que tragar, pero ni por un instante<br />
piense que pasaré por eso. Fui marine. Sé cómo matar a un hombre si hace falta.<br />
A<strong>de</strong>más sé hacerlo rápido y conozco muchos sitios don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar un cadáver para que<br />
nadie lo encuentre nunca.<br />
—Es lo que imaginaba. Por eso le he hecho la pregunta, Otto, porque usted sabe<br />
quién <strong>de</strong> por aquí podía caer tan bajo.<br />
Otto empezó a temblar. Nate vio que la furia se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> él. Tenía el<br />
rifle en la mano, pero incluso en aquel estado, el cañón apuntaba al suelo.<br />
—No lo sé. Pero quien sea no merece vivir.<br />
—El pendiente que le enseñé pertenece a esta persona.<br />
El interés venció a la cólera.<br />
—¿Lo encontró en casa <strong>de</strong> Meg?<br />
—No. En la cueva don<strong>de</strong> estuvo Galloway. De modo que pensemos. ¿A quién<br />
apreciaba Galloway, en quién confiaba que pudiera resistir un ascenso a la montaña<br />
en invierno? ¿Quién ganó algo con su muerte? ¿Quién llevaba esto? —añadió,<br />
señalando el bolsillo <strong>de</strong> la camisa—. ¿Quién en aquella época era una persona<br />
agresiva y podía haberse ausentado un par <strong>de</strong> semanas <strong>de</strong>l pueblo sin que nadie<br />
hiciera un comentario?<br />
—¿Sigue contando conmigo?<br />
—Sí. Vamos a <strong>de</strong>cirle a Ginny que no hay moros en la costa.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Habría costado <strong>de</strong>cidir quién quedó más sorprendida cuando Meg apareció por<br />
el Lodge para recoger a sus perros: ella misma o Charlene, a quien pilló con las<br />
manos en la masa, dando a los perros las sobras <strong>de</strong> las mesas.<br />
—Me ha parecido una tontería tirarlas a la basura. Esos perros no soportan estar<br />
encerrados.<br />
—Será solo hasta que Bull se haya curado <strong>de</strong>l todo.<br />
Las dos permanecieron allí <strong>de</strong> pie, incómodas, mientras los perros comían.<br />
—¿Ya sabes qué animal lo atacó? —preguntó Charlene al cabo <strong>de</strong> un momento.<br />
—Un oso.<br />
—Vaya, ha tenido suerte <strong>de</strong> librarse con cuatro zarpazos, —Se agachó y dio<br />
unos sonoros besos a Bull—. ¡Pobrecito mío!<br />
—Nunca me acuerdo <strong>de</strong> que te gustan los perros. Jamás has tenido uno.<br />
—Bastante trabajo daba cuidar todo esto. —Volvió la cabeza y captó un <strong>de</strong>stello<br />
<strong>de</strong>l anillo <strong>de</strong> Meg—. También me han hablado <strong>de</strong> él.<br />
Cogió la mano <strong>de</strong> Meg y se acercó el <strong>de</strong>do casi hasta la nariz.<br />
—Joanna se ha <strong>de</strong>spachado a gusto con ello en el ambulatorio. Ella se lo ha<br />
contado a Rose y Rose a mí. No sé, creo que tendría que haberme enterado por ti.<br />
Realmente el tipo se ha portado.<br />
—He tenido suerte.<br />
—Y que lo digas. —Charlene soltó la mano <strong>de</strong> Meg. Se dispuso a marcharse,<br />
pero <strong>de</strong> pronto se <strong>de</strong>tuvo—. Él también ha tenido suerte.<br />
Meg no respondió.<br />
—Estoy esperando la puntilla —dijo finalmente.<br />
—No hay puntilla. Se os ve bien juntos, mucho mejor juntos que <strong>de</strong> cualquier<br />
otra forma. Si has <strong>de</strong>cidido casarte, vale más que sea con alguien con quien se te vea<br />
bien.<br />
—¿Y qué me dices <strong>de</strong> alguien que me haga feliz?<br />
—A eso me refería.<br />
—Vale. Vale —repitió Meg.<br />
—Ejem... tal vez podría organizaros una fiesta. De compromiso o algo así.<br />
Meg se metió las manos en los bolsillos <strong>de</strong> la chaqueta vaquera.<br />
—No creas que vamos a esperar mucho. No sé si hará falta una fiesta porque no<br />
pasaremos ni un mes prometidos.<br />
—Bueno, da igual.<br />
—Charlene —dijo Meg antes <strong>de</strong> que se fuera—, tal vez podrías echarnos una<br />
mano con lo <strong>de</strong> la boda. —Observó la satisfacción, y la sorpresa, en su rostro—. No<br />
quiero nada ostentoso, haremos algo en la casa, pero la fiesta tiene que ser sonada.<br />
Tú siempre has sabido organizar ese tipo <strong>de</strong> cosas.<br />
—Puedo ocuparme <strong>de</strong> ello. Aunque no quieras ostentación, habrá que pensar<br />
en buena comida y mucho licor. Y en que todo que<strong>de</strong> bonito. Flores, <strong>de</strong>coración. Ya<br />
hablaremos.<br />
—Eso.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Ahora... ahora tengo que hacer algo. ¿Te parece bien que lo hablemos<br />
mañana?<br />
—Perfecto. Y ya que estos han comido, los <strong>de</strong>jaré un poco más e iré a recoger<br />
provisiones.<br />
—Nos vemos mañana.<br />
Charlene entró rápidamente antes <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> parecer. Se fue directamente a<br />
la habitación <strong>de</strong> John y llamó a la puerta.<br />
—Está abierto.<br />
Lo encontró sentado en su pequeño escritorio atestado <strong>de</strong> papeles, aunque se<br />
levantó en cuanto la vio.<br />
—Lo siento, Charlene, estaba or<strong>de</strong>nando cosas. Tengo que hacerlo a la fuerza.<br />
—No te vayas. —Se apoyó en la puerta—. No te vayas, por favor.<br />
—No puedo quedarme, es <strong>de</strong>cir, tengo que marcharme. Ya he entregado mi<br />
renuncia. Estoy ayudando a Hopp a buscar un sustituto.<br />
—Tú no tienes sustituto, John, pienses lo que pienses <strong>de</strong>... los <strong>de</strong>más hombres.<br />
Me he portado mal contigo. Sabía que me querías pero me esforzaba en que me<br />
resbalara. Me gustaba saber que había alguien ahí cuando lo necesitara, pero<br />
intentaba no darle importancia.<br />
—Lo sé. Lo sé muy bien, Charlene. Y por fin he reunido fuerzas para<br />
enfrentarme a ello.<br />
—Déjame <strong>de</strong>cirlo. —Con mirada suplicante, cruzó los brazos sobre el pecho—.<br />
Tengo miedo y <strong>de</strong>bo soltarlo antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el valor. Me gustaba que los hombres<br />
me <strong>de</strong>searan, verlo en sus ojos. Me gustaba llevármelos a la cama, sobre todo a los<br />
jóvenes. Así creía, en la oscuridad, cuando sus manos me tocaban, que no había<br />
cumplido los cuarenta. —Se pasó la mano por el rostro—. No soporto hacerme<br />
mayor, John, ver cada día nuevas arrugas al mirarme en el espejo. Mientras los<br />
hombres me <strong>de</strong>sean, puedo hacer ver que las arrugas no están. He pasado mucho<br />
tiempo asustada, furiosa, y ahora estoy cansada. —Dio un paso hacia <strong>de</strong>lante—. Por<br />
favor, no te vayas, John. No me <strong>de</strong>jes, te lo suplico. Tú eres el único, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pat, con<br />
quien puedo <strong>de</strong>scansar, sentirme tranquila. No sé si te quiero, pero lo <strong>de</strong>seo. Si te<br />
quedas, lo intentaré.<br />
—Yo no soy Karl Hi<strong>de</strong>l, Charlene. Y ya no me conformo. Ya no puedo<br />
consolarme con un libro cuando te llevas a otro a la cama.<br />
—No habrá otro. No habrá otros, te lo prometo. Si te quedas y me das la<br />
oportunidad <strong>de</strong> que te lo <strong>de</strong>muestre... No sé si te quiero —repitió—, lo que sí sé es lo<br />
mucho que me entristece pensar que puedo quedarme sin ti.<br />
—Es la primera vez en más <strong>de</strong> dieciséis años que vienes a esta habitación para<br />
hablar conmigo. A <strong>de</strong>cirme algo real. Es mucho tiempo esperando.<br />
—¿Demasiado tiempo? Dime que no es <strong>de</strong>masiado tiempo.<br />
Se acercó a ella, la ro<strong>de</strong>ó con sus brazos y apoyó la mejilla en su pelo.<br />
—No lo sé. Supongo que ni tú ni yo lo sabemos. Habrá que esperar para verlo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate se colocó la placa en la camisa caqui que llevaba el emblema <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy en la manga. Su señoría la alcal<strong>de</strong>sa le había<br />
comunicado que el Primero <strong>de</strong> Mayo exigía un aspecto más oficial.<br />
Cuando se colocó el arma, Meg soltó un largo «hum...».<br />
—Qué sexys son los polis. ¿Por qué no vuelves a la cama?<br />
—Tengo que llegar pronto. Ya <strong>de</strong>bería estar allí. Contando con los participantes,<br />
hoy se van a reunir más <strong>de</strong> dos mil personas en el centro. Hopp y Charlene se han<br />
ocupado <strong>de</strong> las relaciones públicas.<br />
—¿A quién no le encanta un <strong>de</strong>sfile? Vale, ya que te veo tan oficial, espérame<br />
diez minutos y te llevo volando.<br />
—Estarías más tiempo preparando el aparato que yo yendo con mi coche.<br />
A<strong>de</strong>más, en diez minutos no estás a punto ni loca.<br />
—Claro que sí, sobre todo si alguien baja ahora mismo y me prepara un café.<br />
Mientras Nate miraba el reloj y soltaba un suspiro, ella ya se había metido en el<br />
baño.<br />
Cuando volvió con las tazas, la encontró poniéndose la blusa roja encima <strong>de</strong><br />
una camiseta blanca.<br />
—Me has <strong>de</strong>jado anonadado.<br />
—Sé administrar el tiempo, monada. Así, <strong>de</strong> camino, concretamos <strong>de</strong>talles para<br />
la boda. He conseguido quitarle <strong>de</strong> la cabeza a Charlene la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> alquilar una<br />
pérgola y cubrirla con rosas <strong>de</strong> color rosa.<br />
—¿Qué es una pérgola?<br />
—Algo que me supera, pero no vas a ver ninguna. Encima se ha picado porque,<br />
según ella, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ser algo romántico, es imprescindible para las fotos <strong>de</strong> boda.<br />
—Me encanta que os compenetréis tanto.<br />
—Esto no durará, pero facilita un poco las cosas <strong>de</strong> momento.—Se tomó el café<br />
<strong>de</strong> un trago—. Dos minutos para un retoque —dijo, metiéndose <strong>de</strong> nuevo en el<br />
cuarto <strong>de</strong> baño—. Ella y Mike se han aliado para hacer un pastel <strong>de</strong> boda<br />
<strong>de</strong>scomunal. Ahí sí que no voy a meterme. Me encanta lo <strong>de</strong>l pastel. Pero no<br />
coincidimos en las flores. Me niego a <strong>de</strong>saparecer bajo un montón <strong>de</strong> color rosa,<br />
aunque hemos llegado a algún acuerdo. Como el <strong>de</strong> contratar a un fotógrafo<br />
profesional. No están mal las fotos normales y corrientes, pero es un día tan señalado<br />
que exige profesionalidad. Ah, y dice que tú tienes que comprarte un traje nuevo.<br />
—Ya tengo uno.<br />
—Según ella, tiene que ser nuevo, y a<strong>de</strong>más gris. Gris perla, no gris marengo. O<br />
tal vez era gris marengo y no gris perla. No lo sé, pero ahí sí estás solo ante el peligro,<br />
Burke. Discútelo con ella.<br />
—Me compraré un traje —murmuró—. Un traje gris. ¿Algún requisito para la<br />
ropa interior?<br />
—Pregúntaselo a Charlene. Vale. Vámonos. ¿Aún no estás a punto? Estás<br />
retrasando el <strong>de</strong>sfile.<br />
Se echó a reír al ver que iba a pillarla y empezó a correr hacia abajo.<br />
De repente, cuando ya estaban en la puerta, Nate se <strong>de</strong>tuvo; lo había<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
encontrado, el recuerdo se había abierto en su mente.<br />
—La foto. ¡Maldita sea!<br />
—¿Qué? —Meg se puso las manos en la cabeza al verle subir <strong>de</strong> nuevo la<br />
escalera—. ¿Qué quieres ahora, una cámara? ¡Hombres! Para que luego digan que las<br />
mujeres siempre llegamos tar<strong>de</strong>...<br />
Le siguió corriendo y se quedó <strong>de</strong> piedra cuando vio que Nate sacaba álbumes<br />
y volcaba cajas <strong>de</strong> fotos sobre la cama.<br />
—Pero ¿qué haces?<br />
—Está aquí. Lo recuerdo. Estoy seguro.<br />
—¿Qué es lo que está aquí? ¿Qué haces con mis fotos?<br />
—Está aquí. ¿Comida campestre <strong>de</strong> verano? No, no... Foto <strong>de</strong> fuego <strong>de</strong><br />
campamento. No... ¡Maldita sea!<br />
—¡Eh, un momento! ¿Cómo sabes tú que aquí hay una foto <strong>de</strong> un fuego <strong>de</strong><br />
campamento, <strong>de</strong> una comida campestre o <strong>de</strong> lo que sea?<br />
—Estuve fisgoneando. Deja la bronca para <strong>de</strong>spués.<br />
—Pue<strong>de</strong>s estar seguro <strong>de</strong> que la tendrás.<br />
—El pendiente, Meg. Lo vi mientras miraba estas fotos. Sé que lo vi aquí.<br />
Lo empujó un poco para coger ella misma un montón <strong>de</strong> fotos.<br />
—¿Quién lo llevaba? ¿A quién viste? —Meg miraba las fotos y las lanzaba como<br />
si fueran aviones <strong>de</strong> juguete.<br />
—Una en la que se veía un grupo —murmuró él, cerrando un poco los ojos en<br />
un intento <strong>de</strong> situarla—. Una fiesta. Una celebración... Navidad.<br />
Cogió el álbum que ella acababa <strong>de</strong> sacar y empezó a hojearlo.<br />
—Ahí. Ahí está.<br />
—Nochevieja. Me permitieron quedarme. Yo misma hice la foto. La tomé yo.<br />
Le temblaba la mano mientras sacaba la foto <strong>de</strong>l álbum. En la esquina se<br />
adivinaban una punta <strong>de</strong>l árbol, las luces <strong>de</strong> colores y las bolas borrosas. Se había<br />
acercado mucho y casi solo se veían caras, aunque en aquellos momentos recordó<br />
que su padre tenía una guitarra en su regazo.<br />
Pat reía, Charlene estaba pegada a él, mejilla contra mejilla. Max se había<br />
acercado a ellos por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l sofá, pero Meg le había cortado la parte superior <strong>de</strong> la<br />
cabeza.<br />
Se veía claramente a la persona sentada al otro lado <strong>de</strong> su padre, con la cabeza<br />
algo la<strong>de</strong>ada, sonriendo a alguien que estaba más allá.<br />
Al igual que la cruz <strong>de</strong> Malta <strong>de</strong> plata que colgaba <strong>de</strong> su oreja.<br />
- 363 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Capítulo 31<br />
—No es una prueba, Meg, por lo menos no lo es totalmente.<br />
—No me vengas con capulladas <strong>de</strong> poli, Burke.<br />
Mientras él conducía, ella mantenía los brazos cruzados contra la cintura, como<br />
si estuviera conteniendo el dolor.<br />
—Ni capulladas ni nada. Es circunstancial. Es buena, pero es circunstancial. —<br />
Su cerebro trabajaba frenéticamente—. El pendiente estuvo al menos en manos <strong>de</strong><br />
dos personas antes <strong>de</strong> llegar a las mías. No hay nada <strong>de</strong>finitivo. El diseño es<br />
corriente, probablemente circularían miles en aquella época. Lo habría podido<br />
per<strong>de</strong>r, regalar, incluso se lo podían haber prestado. Que lo lleve en una foto <strong>de</strong> hace<br />
más <strong>de</strong> dieciséis años no <strong>de</strong>muestra que estuviera en aquella montaña. Un abogado<br />
<strong>de</strong>fensor con menos cerebro que un mosquito podría hacer añicos la prueba en un<br />
juicio.<br />
—Él mató a mi padre.<br />
Ed le guardaba rencor. Hopp se lo había comentado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l roce que tuvo<br />
con Hawley.<br />
Tantas líneas <strong>de</strong> conexión. Entre Galloway y Max, Galloway y Bing, Galloway y<br />
Steven Wise.<br />
Podía añadir otras. Entre Woolcott y Max, el amigo <strong>de</strong> toda la vida preocupado,<br />
echando una mano a la viuda en el funeral. Entre Woolcott y Bing, involucrando al<br />
hombre que podía estar al corriente, que podía recordar una conversación oída al<br />
azar dieciséis años atrás.<br />
Los neumáticos reventados <strong>de</strong> Hawley, el cuatro por cuatro lleno <strong>de</strong> pintadas,<br />
la venganza por los <strong>de</strong>strozos, todo ello para que pasara por vandalismo juvenil.<br />
—Dinero. Ed Woolcott era el hombre <strong>de</strong>l dinero. ¿Qué mejor forma <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r<br />
una repentina entrada <strong>de</strong> efectivo que en tu propio banco?<br />
—El hijo <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Woolcott mató a mi padre.<br />
—Es verdad. Yo lo sé. Tú lo sabes. Él lo sabe. Pero que encajen todas las piezas<br />
<strong>de</strong> un caso es algo muy distinto.<br />
—Llevas intentando que encajen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> enero. Pieza a pieza, cuando los<br />
estatales prácticamente lo habían cerrado. Yo te he estado observando.<br />
—Déjame terminar.<br />
—¿Qué crees que pienso hacer? —Cerró un poco los ojos ante el sol. Había<br />
salido <strong>de</strong> casa sin las gafas, sin nada más que la imperiosa necesidad <strong>de</strong> hacer algo—.<br />
¿Acercarme a él y ponerle una pistola en la oreja?<br />
Al oír en su tono aquella mezcla <strong>de</strong> pena e ira, Nate puso la mano sobre las <strong>de</strong><br />
ella. Y se las apretó.<br />
- 364 -
NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No me extrañaría.<br />
—Pues no lo haré. —Le costó girar la mano, <strong>de</strong>volver el gesto cuando lo más<br />
fácil hubiera sido retirarla bruscamente. Vivir sola aquellas tempestuosas<br />
emociones—. Pero veré su cara, Nate. Estaré en el lugar a<strong>de</strong>cuado para verle la cara<br />
cuando lo <strong>de</strong>tengas.<br />
La calle principal estaba llena <strong>de</strong> gente dispuesta a coger las mejores plazas. En<br />
las aceras se veían sillas plegables y neveras portátiles; algunos asientos estaban ya<br />
ocupados y muchos tomaban refrescos en vasos <strong>de</strong> plástico.<br />
Se respiraba un ambiente <strong>de</strong> fiesta; los gritos, los chillidos y las risas se abrían<br />
paso en medio <strong>de</strong>l estruendo <strong>de</strong> la música <strong>de</strong> la KLUN.<br />
En las esquinas y en los callejones se veían vehículos <strong>de</strong> venta ambulante <strong>de</strong><br />
helados, polos y perritos calientes. Las ban<strong>de</strong>ritas con los colores <strong>de</strong>l arco iris se<br />
agitaban al viento.<br />
Dos mil personas, calculó Nate, y gran parte <strong>de</strong> ellas eran críos. En un día<br />
normal habría podido entrar en el banco y encontrar a Ed en su <strong>de</strong>spacho.<br />
No era un día normal, ni muchísimo menos.<br />
Aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la comisaría y entró en ella con Meg.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> están Otto y Peter? —preguntó a Peach.<br />
—Fuera, con la multitud, don<strong>de</strong> tendría que estar yo. —La irritación afeaba sus<br />
ojos mientras alisaba por encima <strong>de</strong> sus anchas ca<strong>de</strong>ras la vaporosa falda <strong>de</strong> color<br />
amarillo—. Creíamos que llegaría antes...<br />
—Dígales que vengan enseguida.<br />
—Tenemos a más <strong>de</strong> cien personas haciendo cola junto a la escuela. Hay que...<br />
—¡Que vengan los dos! —insistió. Siguió a<strong>de</strong>lante, cogiendo <strong>de</strong>l brazo a Meg,<br />
hacia su <strong>de</strong>spacho y le dijo—: Y tú quédate aquí.<br />
—Ni lo sueñes. No solo me parece estúpido sino que a<strong>de</strong>más es una falta <strong>de</strong><br />
respeto.<br />
—Él tiene permiso <strong>de</strong> armas.<br />
—Y yo. Dame una pistola.<br />
—Ha matado ya tres veces, Meg. Hará lo que sea para protegerse.<br />
—No soy un paquete que puedas <strong>de</strong>jar en una consigna.<br />
—No estaba...<br />
—Sí estabas. Ha sido tu primera reacción. Yo no voy a pedirte que <strong>de</strong>jes el<br />
trabajo en la comisaría ni voy a quejarme cuando este interfiera en mi vida. No te<br />
pediré que seas quien no eres. Pero tampoco me lo pidas tú. Dame una pistola. Te<br />
prometo que no la usaré a menos que sea imprescindible. No lo quiero muerto. Lo<br />
quiero vivo. Quiero que se pudra en la cárcel durante mucho, muchísimo tiempo.<br />
—Quisiera saber qué ocurre. —Con los puños cerrados, Peach ocupaba toda la<br />
entrada—. Ya he llamado a los muchachos pero ahora no queda nadie para mantener<br />
el or<strong>de</strong>n. Una cuadrilla <strong>de</strong>l instituto ha izado un sostén teñido en el asta <strong>de</strong> la<br />
ban<strong>de</strong>ra, uno <strong>de</strong> los caballos <strong>de</strong> tiro ha pegado una coz a un turista, que<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
probablemente presentará una <strong>de</strong>manda, y esos maja<strong>de</strong>ros, los Mackie, se han<br />
tomado un barril entero <strong>de</strong> Budweiser y llevan una buena borrachera. —Las palabras<br />
salían <strong>de</strong> su boca como una ráfaga <strong>de</strong> ametralladora—... También han robado unos<br />
globos y en este maldito instante están haciendo el payaso por la calle. Está lleno <strong>de</strong><br />
periodistas, Nate, estamos en el punto <strong>de</strong> mira <strong>de</strong> la prensa y esta no es la imagen<br />
que quisiéramos dar.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está Ed Woolcott?<br />
—Ahora mismo, con Hopp en la escuela. Tienen que <strong>de</strong>sfilar <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los<br />
malditos caballos. Pero ¿qué pasa?<br />
—Llame al sargento Coben <strong>de</strong> Anchorage. Dígale que voy a <strong>de</strong>tener a un<br />
sospechoso <strong>de</strong>l homicidio <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />
—No quiero que se asuste —dijo Nate a sus ayudantes—. Que no haya<br />
violencia ni cunda el pánico entre la multitud. Lo primero es la seguridad <strong>de</strong> los<br />
ciudadanos.<br />
—Entre los tres tenemos que ser capaces <strong>de</strong> reducirlo <strong>de</strong> una forma rápida y<br />
sencilla.<br />
—Espero —reconoció Nate—. Pero este «espero» no incluye poner en peligro la<br />
vida <strong>de</strong> civiles, Otto. No irá a ninguna parte. En este momento no tiene motivos para<br />
intentar huir. Pero le vigilaremos. Mientras nos ocupemos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile, uno <strong>de</strong><br />
nosotros no le per<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> vista ni un instante.<br />
Se volvió hacia el tablón <strong>de</strong> anuncios.<br />
—Aquí tenemos el recorrido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile que dibujó Peach y el programa. Él<br />
<strong>de</strong>sfila <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la banda <strong>de</strong>l instituto. Posición seis en la planificación. Irán <strong>de</strong> la<br />
escuela al centro, bajarán por Lunatic y saldrán <strong>de</strong> nuevo. Se <strong>de</strong>tendrán aquí, en la<br />
explanada <strong>de</strong> Buffalo, luego darán la vuelta para llegar a la escuela por <strong>de</strong>trás y dar<br />
por concluido el <strong>de</strong>sfile. En este lugar habrá menos gente y podremos <strong>de</strong>tenerlo sin<br />
armar ruido y con el mínimo riesgo para la ciudadanía.<br />
—Cuando el <strong>de</strong>sfile haya llegado al extremo <strong>de</strong>l pueblo uno <strong>de</strong> nosotros pue<strong>de</strong><br />
acercarse a la escuela y <strong>de</strong>spejar la zona —intervino Peter.<br />
—Eso es exactamente lo que iba a pedirle que hiciera. Lo <strong>de</strong>tendremos sin jaleo<br />
al final <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile. Lo traeremos aquí y comunicaremos a Coben que el sospechoso<br />
está bajo custodia.<br />
—¿Lo entregará a la poli estatal? —preguntó Otto—. ¿Le dirá «ahí lo tenéis,<br />
colegas», <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho todo el trabajo?<br />
—El caso es <strong>de</strong> Coben.<br />
—Chorradas. Los <strong>de</strong> la estatal se lo quitaron <strong>de</strong> encima. No quisieron<br />
problemas y optaron por la vía más simple.<br />
—Eso no es <strong>de</strong>l todo cierto —respondió Nate—. Pero aparte <strong>de</strong> esto, hay que<br />
hacerlo así. Y es como se hará.<br />
No necesitaba ninguna medalla ni distinciones al valor. Ya no. Lo único que<br />
quería era terminar el trabajo. De la oscuridad a la luz, pensó. De la muerte a la<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
justicia.<br />
—Nuestra prioridad es mantener la seguridad ciudadana y <strong>de</strong>tener al<br />
sospechoso. A partir <strong>de</strong> aquí, es Coben quien entra en juego.<br />
—Es usted quien tiene que seguir la partida. No quiero contentarme con ver<br />
cómo Ed se jiña cuando usted lo esposa. Al hijo puta que mató al pobre perro viejo.<br />
—Otto miró a Meg y se sonrojó—. Y a otros. A Pat y a Max. He nombrado en primer<br />
lugar al perro porque fue el último.<br />
—Tranquilo. —Meg le dirigió una sombría sonrisa—. Mientras pague por todo<br />
lo que hizo, estaré satisfecha.<br />
—De todas formas —dijo Otto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aclararse la voz y mirar fijamente el<br />
plano <strong>de</strong>l tablón—, cuando el <strong>de</strong>sfile pase por las callejuelas, será imposible<br />
mantener el contacto visual.<br />
—No, ya lo había previsto. Cuento con dos voluntarios civiles. —Volvió la<br />
cabeza justo cuando entraban Jacob y Bing.<br />
—Me han dicho que tenía un trabajo —dijo Bing rascándose la tripa—. ¿Qué se<br />
paga?<br />
Meg esperó a que Nate repartiera los walkie-talkies y mandara a sus hombres a<br />
sus puestos.<br />
—¿Y yo, a todo esto, dón<strong>de</strong> me sitúo?<br />
—Conmigo.<br />
—Bien.<br />
Se soltó la blusa para disimular la 38 que llevaba en la parte inferior <strong>de</strong> la<br />
espalda.<br />
—Pue<strong>de</strong> que pregunten por qué no se hace la exhibición aérea que estaba<br />
programada —dijo Nate.<br />
—Problemas con el motor —repuso ella mientras salían.<br />
El gentío era como una mancha <strong>de</strong> color, ruido; se oían todo tipo <strong>de</strong> vítores, y se<br />
olían los aromas <strong>de</strong> la carne que se estaba asando y <strong>de</strong>l azúcar. Los pequeños jugaban<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un mayo adornado con cintas y flores, colocado para la ocasión <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong>l ayuntamiento. El Lodge tenía las puertas abiertas y Charlene trabajaba a <strong>de</strong>stajo<br />
con aquellos que <strong>de</strong>seaban comer algo más consistente que lo que encontraban en la<br />
calle.<br />
Se había cortado el tráfico con vallas en las calles laterales. Una pareja joven se<br />
besuqueaba con entusiasmo apoyada en una <strong>de</strong> las vallas mientras el resto <strong>de</strong>l grupo<br />
jugaba al footback en la calle, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos. Des<strong>de</strong> la esquina contraria, un equipo <strong>de</strong><br />
televisión <strong>de</strong> Anchorage tomaba una panorámica <strong>de</strong>l ambiente.<br />
Los turistas filmaban con cámaras <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>o o paseaban entre las hileras <strong>de</strong><br />
mesas plegables y ten<strong>de</strong>retes en los que se vendían productos <strong>de</strong> artesanía: bolsos <strong>de</strong><br />
cuero bordados con cuentas, elaboradas máscaras nativas colgadas <strong>de</strong> unos pequeños<br />
biombos... En las mesas plegables o en los tablones con caballetes también se<br />
alineaban botas esquimales sencillas o muy trabajadas, así como cestas trenzadas a<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
mano.<br />
A pesar <strong>de</strong> que hacía un día cálido y soleado, los gorros y las bufandas tejidas<br />
con qiviut, la suave lana <strong>de</strong> la capa inferior <strong>de</strong>l pelo <strong>de</strong>l buey almizclero <strong>de</strong>l Ártico, se<br />
vendían como rosquillas.<br />
Los Italianos vendían porciones <strong>de</strong> pizza para llevar. La Tienda <strong>de</strong> la Esquina<br />
tenía en oferta cámaras <strong>de</strong> usar y tirar y repelente para mosquitos. Junto a la puerta<br />
habían colocado un distribuidor <strong>de</strong> postales: tres por dos dólares.<br />
—Un pueblo empren<strong>de</strong>dor —comentó Meg mientras lo cruzaban.<br />
—Des<strong>de</strong> luego.<br />
—Y a partir <strong>de</strong> hoy, mucho más seguro. Gracias a ti. Palabras <strong>de</strong> Otto. Gracias a<br />
ti, jefe.<br />
—No tiene importancia, señora mía.<br />
Meg le acarició la mano.<br />
—Lo dices como Gary Cooper, pero con los ojos <strong>de</strong> Clint Eastwood en Harry el<br />
sucio.<br />
—Por favor... ¿puedo confiar en ti?<br />
—Pue<strong>de</strong>s hacerlo. —Había vuelto la calma <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ira. En caso <strong>de</strong> que la<br />
ira volviera a <strong>de</strong>sbordarse, ella sería capaz <strong>de</strong> mantenerla otra vez a raya—. Necesito<br />
estar aquí, pero... digamos que este oso lo tienes que <strong>de</strong>rribar tú.<br />
—De acuerdo.<br />
—Será un día precioso para el <strong>de</strong>sfile —dijo Meg <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> suspirar<br />
profundamente—. Aunque todo parece en calma, como a la espera <strong>de</strong> que ocurra<br />
algo. —Se <strong>de</strong>tuvieron frente a la escuela—. Esa es la sensación que tengo.<br />
Las bandas <strong>de</strong> música lucían sus mejores galas; en los impecables trajes azul<br />
marino relucían los botones <strong>de</strong> latón y los metales <strong>de</strong> la orquesta brillaban bajo el sol.<br />
Los instrumentos <strong>de</strong> viento ensayaban y los adultos que estaban al mando daban<br />
instrucciones a gritos.<br />
Retumbaban los tambores.<br />
El equipo <strong>de</strong> hockey también se preparaba, los sticks chocaban mientras los<br />
jugadores se colocaban en su sitio. Iban en cabeza con el estandarte <strong>de</strong> campeones<br />
regionales, con el que tapaban la herrumbre <strong>de</strong> la camioneta <strong>de</strong> Bing. Por los<br />
altavoces sonaba el «We Are the Champions» <strong>de</strong> Queen.<br />
—Por fin —Hopp, impaciente, con un traje chaqueta <strong>de</strong> color rosa fucsia, se<br />
acercó rápidamente a Nate—. Creía que tendría que organizar todo el espectáculo sin<br />
usted, Ignatious.<br />
—He tenido que solucionar algo en el centro. Hay un lleno total.<br />
—Y un periodista <strong>de</strong> la NBC lo filmará. —Con tantas emociones, sus mejillas<br />
habían adoptado casi el tono <strong>de</strong>l traje—. ¿No tendrías que estar ahí arriba, Meg? —<br />
Señaló hacia el cielo.<br />
—Ha fallado el motor, Hopp, lo siento.<br />
—Lástima. ¿Sabes si Doug Clooney tiene ya el barco en el río? He estado<br />
buscando a Peach o a Deb, que tenían que encargarse <strong>de</strong> guiar a la muchedumbre,<br />
pero aquí todo el mundo va <strong>de</strong> un lado para otro.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—Seguro que estará en su sitio, y ahí veo a Deb organizando el equipo <strong>de</strong><br />
hockey.<br />
—¡Oh, válgame Dios, ya empieza! ¡Ed! ¡Deje <strong>de</strong> pensar en su aspecto por un<br />
momento! ¿Quién me convencería <strong>de</strong> que teníamos que montar ahí? No sé por qué<br />
no podíamos ir en un <strong>de</strong>scapotable. Tendría más categoría.<br />
—Pero sería menos espectacular. —Ed esbozó una amplia sonrisa mientras se<br />
acercaba a ellos. Llevaba un traje azul marino con chaleco, muy propio <strong>de</strong> un<br />
banquero, con anchas rayas y una llamativa corbata con estampado <strong>de</strong> cachemira—.<br />
Pensaba que nuestro jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong>sfilaría también con los caballos.<br />
—El año que viene, tal vez —respondió Nate tranquilamente.<br />
—Aún no le he felicitado por su compromiso. —Sus ojos no perdían <strong>de</strong> vista los<br />
<strong>de</strong> Nate mientras le tendía la mano.<br />
Este pensó si hacerlo en aquel momento. En diez segundos podía tenerlo<br />
esposado.<br />
Tres niños <strong>de</strong> primaria pasaron corriendo entre ellos, perseguidos por otro que<br />
llevaba una pistola <strong>de</strong> plástico en la mano. Una joven y atractiva majorette con traje<br />
<strong>de</strong> lentejuelas se precipitó para recuperar el bastón, que había ido a parar a los pies<br />
<strong>de</strong> Nate.<br />
—¡Perdón! ¡Perdón, jefe Burke! Se me ha escapado <strong>de</strong> la mano.<br />
—Tranquila. Gracias, Ed. —Le dio la mano para concluir el apretón que había<br />
quedado en suspenso y le pasó <strong>de</strong> nuevo por la cabeza un «quizá ahora».<br />
Luego apareció Jesse, que se abrazó a las rodillas <strong>de</strong> Nate.<br />
—¡Voy a participar en el <strong>de</strong>sfile! —exclamó el muchacho—. Me pondré un traje<br />
y seguiré el cortejo por las calles. ¿Estará ahí para mirarme, jefe Nate?<br />
—¡Cómo no!<br />
—¡Qué elegante! —comentó Hopp, agachándose ante Jess mientras este le daba<br />
la mano con confianza a Nate.<br />
«Aquí no», se dijo. «Ahora no. Hoy no po<strong>de</strong>mos lastimar a nadie.»<br />
—Supongo que vendrá a la boda —dijo a Ed.<br />
—No me la per<strong>de</strong>ría por nada <strong>de</strong>l mundo. No te conformabas con alguien <strong>de</strong>l<br />
país, ¿verdad, Meg?<br />
—Ha superado un invierno. Eso lo convierte en alguien <strong>de</strong>l país.<br />
—Supongo.<br />
—Jesse, creo que <strong>de</strong>berías volver con los <strong>de</strong> tu grupo. —Hopp le dio una<br />
palmadita en el trasero.<br />
El niño salió corriendo y gritando:<br />
—¡Míreme!<br />
—Ayú<strong>de</strong>me con esto, Ed. Salimos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nada.<br />
—Tendremos que volver para allá a pie —dijo Nate mientras los otros subían a<br />
la calesa—. Por aquí parece que todo está bajo control. Quiero comprobar que los<br />
Mackie se comportan.<br />
—Estaban robando globos. —Hopp volvió los ojos hacia el cielo—. Ya me he<br />
enterado.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Nate cogió la mano <strong>de</strong> Meg y se pusieron <strong>de</strong> camino.<br />
—¿Crees que Ed se ha dado cuenta <strong>de</strong> algo? —le preguntó ella.<br />
—Estoy preocupado. Hay <strong>de</strong>masiada gente por aquí, Meg. Demasiados niños.<br />
—Ya lo veo. —Le apretó la mano con fuerza mientras las botas <strong>de</strong> los<br />
componentes <strong>de</strong> la banda empezaban a golpear el asfalto—. Pronto habrá terminado.<br />
No se tarda tanto en ir <strong>de</strong> un extremo <strong>de</strong>l pueblo a otro y volver.<br />
Nate sabía que aquel tiempo le parecería interminable. Con la multitud, el<br />
griterío, las aclamaciones, la música estri<strong>de</strong>nte. Una hora, pensó. Dentro <strong>de</strong> una hora<br />
podría <strong>de</strong>tenerlo sin que nadie resultara herido. Esta vez no tendría que meterse en<br />
un callejón y arriesgarse en la oscuridad.<br />
Andaba con paso firme aunque sin prisas junto a las hileras <strong>de</strong> la gente que<br />
esperaba, camino <strong>de</strong>l centro.<br />
El trío <strong>de</strong> majorettes ejecutó su danza, agitando y lanzando al aire sus bastones<br />
ante los entusiastas aplausos. La que había estado a punto <strong>de</strong> darle un porrazo a<br />
Nate le dirigió una amplia sonrisa mostrándole todos los dientes.<br />
El tambor dio unos redobles y la banda empezó a tocar «We Will Rock You».<br />
En el primer cruce localizó a Peter y enseguida Nate le dijo a Meg al oído:<br />
—Acerquémonos al ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> globos. Voy a comprarte uno. Ellos nos<br />
a<strong>de</strong>lantarán y podremos seguir vigilándoles un rato más.<br />
—Uno rojo.<br />
—Por supuesto.<br />
Al final <strong>de</strong>l pueblo, al dar la vuelta, pensó: «El equipo <strong>de</strong> hockey ya habrá<br />
terminado y volverá al centro para reunirse con sus amigos, mezclarse con la<br />
multitud. La banda se meterá en la escuela para cambiarse. Estará <strong>de</strong>spejado. Y Peter<br />
se ocupará <strong>de</strong> los que se estén entreteniendo por allí».<br />
Se <strong>de</strong>tuvo ante el payaso <strong>de</strong> pelo naranja que sujetaba unos cuantos globos.<br />
—¡Vaya, Harry! ¿Tú por aquí?<br />
—I<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Deb.<br />
—Pues te queda muy bien. —Nate se colocó <strong>de</strong> forma que pudiera ver la calesa<br />
y el gentío—. Mi novia quiere uno rojo.<br />
Nate sacó la cartera mientras escuchaba a medias cómo Harry y Meg <strong>de</strong>cidían<br />
la forma <strong>de</strong>l globo. Vio que Peter avanzaba por la acera <strong>de</strong> enfrente, la banda inició la<br />
marcha al ritmo <strong>de</strong> su música y se oyó el ruido <strong>de</strong> los cascos <strong>de</strong> los caballos.<br />
Los niños gritaban y se lanzaban a coger los caramelos que lanzaban Hopp y<br />
Ed. Entregó el dinero a Harry y se volvió, como si estuviera observando el<br />
espectáculo.<br />
También vio a Coben; su pelo rubio casi blanco relucía a la luz <strong>de</strong>l sol. Nate se<br />
dio cuenta <strong>de</strong> que Ed también lo había visto.<br />
—¡Maldita sea! ¿Por qué no habrá esperado?<br />
La expresión <strong>de</strong> Ed fue <strong>de</strong> pánico. Nate, al verlo, empezó a abrirse paso entre el<br />
gentío. No llegaría a tiempo. Oía los vítores y los gritos <strong>de</strong> los espectadores y le<br />
parecía que una oleada embravecida se levantaba a su alre<strong>de</strong>dor. La gente aplaudió<br />
cuando Ed saltó <strong>de</strong> la calesa y siguió haciéndolo cuando sacó una pistola <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
<strong>de</strong> la chaqueta.<br />
Como si creyeran que empezaba un espectáculo, se separaron para facilitarle el<br />
paso hacia el otro lado <strong>de</strong> la calle. Empezaron a oírse gritos a medida que él apartaba<br />
a la gente a golpes y pisaba a los que se habían caído.<br />
Nate se metió a empujones en la calle y oyó unos disparos.<br />
—¡Al suelo! ¡Todo el mundo al suelo!<br />
Cruzó la calle corriendo y saltando por encima <strong>de</strong> los horrorizados<br />
espectadores. Vio que Ed andaba hacia atrás por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las vallas; apuntaba con la<br />
pistola a la cabeza <strong>de</strong> una mujer.<br />
—¡Atrás! —gritó—. Suelte la pistola y retroceda o la mataré. Sabe que lo haré.<br />
—Sé que lo hará.<br />
A su espalda podía oír los gritos así como el final <strong>de</strong> la música. En aquella zona<br />
había coches y camionetas aparcados en el bordillo y supuso que las puertas laterales<br />
<strong>de</strong> los edificios estarían abiertas.<br />
Tenía que mantener la atención <strong>de</strong> Ed sobre él, antes <strong>de</strong> que el pánico le llevara<br />
a arrastrar a su rehén hacia el interior <strong>de</strong> algún edificio.<br />
—¿Adón<strong>de</strong> va, Ed?<br />
—No se preocupe por eso, preocúpese por ella. —Pegó una sacudida a la mujer<br />
y los tacones <strong>de</strong> sus zapatillas <strong>de</strong>portivas chocaron contra el bordillo—. Voy a<br />
meterle una bala en el cerebro.<br />
—Como hizo con Max.<br />
—Hice lo que tenía que hacer. Así es como se sobrevive aquí.<br />
—Quizá. —El sudor cubría el rostro <strong>de</strong> Ed. Nate lo veía brillar bajo la luz <strong>de</strong>l<br />
sol—. Pero no se saldrá con la suya. Lo <strong>de</strong>jaré seco aquí mismo. Sabe que lo haré.<br />
—Si no tira el arma, será usted quien la habrá matado. —Siguió arrastrando<br />
otros dos o tres metros a la mujer, que ahora lloraba—. Como mató a su compañero.<br />
Es usted un <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> casos perdidos, Burke. No pue<strong>de</strong> vivir así.<br />
—Yo sí puedo. —Meg avanzó unos pasos al lado <strong>de</strong> Nate y apuntó a Ed entre<br />
los ojos—. Me conoces, hijo <strong>de</strong> puta. Voy a liquidarte como haría con un caballo<br />
enfermo, y te aseguro que no me robará ni un segundo <strong>de</strong> sueño.<br />
—Meg —le advirtió Nate—, cálmate.<br />
—Puedo matarla a ella y a uno <strong>de</strong> vosotros, si hace falta.<br />
—Probablemente a ella sí —respondió Meg—, pero me importa un comino.<br />
A<strong>de</strong>lante, dispara. No habrá llegado al suelo y tú ya estarás muerto.<br />
—Tranquilízate, Meg. —Nate alzó luego un poco la voz pero no apartó ni un<br />
instante la vista <strong>de</strong> Ed—. Haga lo que le digo, ahora mismo.<br />
Seguidamente oyó voces y vio pies que tropezaban. La gente avanzaba llena <strong>de</strong><br />
curiosidad, fascinación y terror, sentimientos que pesaban mucho más que el miedo.<br />
—Arroje el arma —or<strong>de</strong>nó Nate—. Ahora mismo. Así tendrá una posibilidad.<br />
—Vio que Coben había dado la vuelta y aparecía por <strong>de</strong>trás y supo que alguien iba a<br />
morir.<br />
Se armó un gran revuelo.<br />
Ed se volvió como movido por un resorte y disparó. En una fracción <strong>de</strong><br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
segundo Nate vio que Coben se balanceaba e intentaba cubrirse. La bala le había<br />
alcanzado el hombro. El revólver <strong>de</strong> reglamento <strong>de</strong> Coben estaba en la acera.<br />
Nate oyó el ruido sordo <strong>de</strong> una segunda bala, que alcanzaba el edificio que él<br />
tenía al lado, y luego los gritos <strong>de</strong> la gente.<br />
Apenas los oyó. Era como un témpano <strong>de</strong> hielo.<br />
Pegó un empujón a Meg y la tiró al suelo. Ella lo maldijo al ver que avanzaba<br />
sujetando con firmeza el arma.<br />
—Si alguien va a morir hoy —dijo con absoluta serenidad— será usted, Ed.<br />
—¿Qué hace? —gritó Ed al ver que Nate seguía avanzando hacia él—. ¿Qué<br />
<strong>de</strong>monios hace?<br />
—Mi trabajo. Este es mi pueblo. Arroje el arma, o acabo con usted como si fuera<br />
un caballo herido.<br />
—¡A la mierda! —Con un gesto violento, empujó a la mujer, que seguía<br />
llorando, contra Nate y se lanzó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un coche.<br />
Nate <strong>de</strong>jó que la mujer se <strong>de</strong>slizara sobre la acera. Luego se metió rodando<br />
<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> otro coche y salió por el lado contrario.<br />
Agazapado, echó una ojeada hacia don<strong>de</strong> estaba Meg y vio que tranquilizaba a<br />
la mujer cuya vida había afirmado que le importaba muy poco.<br />
—Vamos —exclamó ella—, ve a por ese cabrón.<br />
Luego se arrastró hacia Coben, que seguía sangrando.<br />
Ed disparó: la bala chocó contra el parabrisas.<br />
—Aquí se acaba la historia. ¡Y se acaba ahora! —gritó Nate—. Tire el arma o se<br />
la quitaré yo mismo.<br />
—¡Usted no es nadie! —La voz reflejaba mucho más que pánico o ira—. Ni<br />
siquiera es <strong>de</strong> aquí.<br />
Hecho una furia, salió al <strong>de</strong>scubierto y empezó a disparar. Los cristales se<br />
hacían añicos, volaban como estrellas letales; los pedazos <strong>de</strong> metal repicaban por<br />
todas partes.<br />
Nate se levantó y se plantó en la calle apuntando con el arma. Notó una<br />
punzada en el brazo, como el aguijón <strong>de</strong> una enorme abeja.<br />
—Suéltela <strong>de</strong> una vez, cabrón.<br />
Con un grito, Ed dio media vuelta y apuntó.<br />
Nate disparó.<br />
Vio que Ed se agarraba la ca<strong>de</strong>ra y caía. Se dirigió hacia él y se hizo con el arma<br />
que este había soltado al caer.<br />
—Está <strong>de</strong>tenido, hijo <strong>de</strong> puta. Es usted un cobar<strong>de</strong>. —Hablaba con voz<br />
tranquila mientras colocaba a Ed boca abajo, tiraba <strong>de</strong> sus brazos hacia atrás y le<br />
esposaba. Agachado, en voz muy baja, mirándole a los ojos, que estaban vidriosos<br />
por el dolor, le dijo—: Ha disparado a un policía. —Volvió un instante los ojos hacia<br />
el hilo <strong>de</strong> sangre que bajaba por su hombro—. A dos. Está perdido, Ed.<br />
—¿Tenemos que llamar a Ken? —El tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> Hopp parecía normal, pero<br />
cuando Nate volvió la cabeza y la vio avanzando entre cristales rotos con sus<br />
elegantes zapatos vio que le temblaban las manos y los hombros.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
—No estaría mal. —Señaló con la cabeza a la gente que había saltado o<br />
<strong>de</strong>rribado las vallas y se acercaba hasta allí—. Tendrá que mantener a esta gente<br />
alejada.<br />
—Ese es su trabajo, jefe. —Se esforzó por sonreír, pero su gesto se torció cuando<br />
miró a Ed—. Piense que el equipo <strong>de</strong> televisión lo ha grabado casi todo. El cámara<br />
<strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar loco <strong>de</strong> remate. En las entrevistas que nos hagan hay que <strong>de</strong>jar claro<br />
que ahora el forastero es Ed. Él no es <strong>de</strong> los nuestros.<br />
Se apartó <strong>de</strong> Ed y tendió la mano a Nate como si quisiera ayudarle a<br />
incorporarse.<br />
—Usted sí es <strong>de</strong> los nuestros. Lo es con todas las <strong>de</strong> la ley, Ignatious, y tenemos<br />
que dar gracias a Dios por ello.<br />
Él aceptó su mano y notó el leve temblor cuando Hopp se la estrechó.<br />
—¿Hay algún herido entre el público?<br />
—Golpes y rasguños. —Consiguió contener las lágrimas que asomaban en sus<br />
ojos—. Usted ha cuidado <strong>de</strong> todos.<br />
—Menos mal. —Movió la cabeza y saludó a Otto y a Peter, que intentaban<br />
apartar a la gente.<br />
Miró un poco más allá y vio a Meg en cuclillas ante una puerta. Sus ojos se<br />
encontraron. Tenía las manos manchadas <strong>de</strong> sangre, pero al parecer había hecho<br />
maravillas con el hombro <strong>de</strong> Coben.<br />
Con gesto ausente se pasó la mano por la mejilla, manchándola <strong>de</strong> sangre.<br />
Luego, con una sonrisa, le mandó un beso.<br />
Se dijo que había habido suerte, pues no hubo víctimas mortales y las heridas<br />
<strong>de</strong> los ciudadanos, si bien numerosas, en general no revestían gravedad: algún hueso<br />
roto, contusiones, cortes y magulladuras, todo a causa <strong>de</strong> las caídas y el pánico.<br />
Se dijo que los daños contra la propiedad no habían sido <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración:<br />
ventanas rotas, parabrisas, una farola. Jim Mackie contó con orgullo a un periodista<br />
<strong>de</strong> la NBC que <strong>de</strong>jaría los agujeros <strong>de</strong> bala en su jeep.<br />
Se dijo, en general, que en el <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong>l Primero <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> Lunacy, Alaska,<br />
hubo emociones a raudales.<br />
Se dijeron muchísimas cosas.<br />
Los reportajes <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> comunicación fueron más numerosos que los<br />
<strong>de</strong>sperfectos. La violenta y acci<strong>de</strong>ntada <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> Edward Woolcott, el presunto<br />
asesino <strong>de</strong> Patrick Galloway, el hombre <strong>de</strong> hielo <strong>de</strong> la montaña Sin Nombre, fue tema<br />
<strong>de</strong> interés para la prensa nacional durante semanas.<br />
Nate no siguió las informaciones; se conformó con los reportajes <strong>de</strong> The Lunatic.<br />
Pasó el mes <strong>de</strong> mayo y con él el interés que habían <strong>de</strong>spertado fuera.<br />
—Un día largo —dijo Meg, saliendo al porche para sentarse al lado <strong>de</strong> Nate.<br />
—Me gustan los días largos.<br />
Ella le pasó una cerveza y miró el cielo a su lado. Eran casi las diez y había una<br />
luz espectacular. El jardín estaba cuidado. Las dalias, como era <strong>de</strong> esperar,<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
espléndidas, y las espuelas <strong>de</strong> caballero, con sus flores <strong>de</strong> un azul intenso, ya<br />
llegaban casi a un metro y medio.<br />
Aún crecerán más, pensó ella. Tenían todo el verano por <strong>de</strong>lante, los largos días<br />
llenos <strong>de</strong> luz.<br />
El día anterior había enterrado por fin a su padre. Todo el pueblo había<br />
acudido. Al igual que los medios <strong>de</strong> comunicación, pero para Meg lo importante era<br />
el pueblo.<br />
Pensaba que Charlene había estado tranquila. Tranquila, teniendo en cuenta<br />
cómo era ella. Ni siquiera actuó para las cámaras, al contrario, estuvo digna como<br />
jamás la había visto su hija, cogida <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>l profesor.<br />
Quizá lo conseguirían. Quizá no. La vida estaba llena <strong>de</strong> quizás.<br />
Pero una cosa sí tenía clara. El sábado siguiente ella estaría allí, a la luz <strong>de</strong> la<br />
noche estival, con el lago y las montañas enfrente, y se casaría con el hombre al que<br />
amaba.<br />
—Cuéntame —dijo— qué has <strong>de</strong>scubierto hoy cuando has ido a hablar con<br />
Coben.<br />
Sabía que se lo iba a preguntar. Sabía que hablarían <strong>de</strong> ello. Y no solo porque se<br />
trataba <strong>de</strong> su padre. Sino porque qué hacía, quién era Nate, tenía importancia para<br />
Meg.<br />
—Ed ha cambiado <strong>de</strong> abogado. Ha contratado a uno muy bueno <strong>de</strong> fuera.<br />
Alega auto<strong>de</strong>fensa con lo <strong>de</strong> tu padre. Que Galloway se volvió loco, él temió por su<br />
vida y le entró pánico. Como banquero, sus registros están al día. Dice que ganó los<br />
doce mil que aparecieron en su cuenta en marzo <strong>de</strong> aquel año, pero hay testigos que<br />
afirman otra cosa. De modo que no creo que cuele. Dice que no tuvo nada que ver<br />
con el resto. Absolutamente nada. Y eso tampoco colará.<br />
Se veía una nube <strong>de</strong> mosquitos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque. Zumbaban como una<br />
sierra mecánica y Nate se alegró <strong>de</strong> haberse puesto repelente para insectos antes <strong>de</strong><br />
salir.<br />
Se volvió para darle un beso en la mejilla.<br />
—¿De verdad quieres oírlo?<br />
—Sigue.<br />
—Su mujer ha dado un cambio espectacular; con lo que ha dicho ha echado por<br />
tierra las coartadas, tanto <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Max como <strong>de</strong> la <strong>de</strong> Yukon. Si a eso<br />
le añadimos el aerosol amarillo que guardaba en su cobertizo y lo que ha dicho<br />
Harry <strong>de</strong> que Ed le compró carne el día en que tuvimos aquel pequeño encuentro con<br />
el oso contamos con un interesante montón <strong>de</strong> pruebas.<br />
—A<strong>de</strong>más hay que añadir que apuntó con una pistola a una turista, disparó<br />
contra un poli estatal y contra nuestro jefe <strong>de</strong> policía. —Le dio un suave beso en el<br />
brazo—. Y todo esto fue captado por un cámara <strong>de</strong> la NBC. —Se <strong>de</strong>sperezó con un<br />
movimiento lento y sinuoso—. ¡Qué televisivo! Nuestro valiente y atractivo héroe<br />
disparando contra la pierna <strong>de</strong> aquel cabrón cuando él estaba ya herido...<br />
—Una herida superficial.<br />
—Frente a frente con el hijo <strong>de</strong> puta, como Gary Cooper en Solo ante el peligro.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
No soy Grace Kelly pero me excito solo <strong>de</strong> pensarlo.<br />
—¡Caramba, señora! —Pegó un manotazo a un mosquito <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un<br />
gorrión que pretendía atravesar la capa protectora—. Aquello no fue nada.<br />
—Y yo no estuve nada mal, aunque me mandaras a la maldita acera.<br />
—Te veo mucho mejor ahora. Los abogados sudarán tinta... atenuante <strong>de</strong><br />
enajenación mental, locura pasajera, pero...<br />
—No colará —concluyó Meg.<br />
—Coben sabrá resolverlo, o lo hará el fiscal. Lo tienen bien cogido.<br />
—Si Coben te hubiera escuchado, lo habrías resuelto sin tanto espectáculo.<br />
—Pue<strong>de</strong>.<br />
—Podías haberlo matado.<br />
Nate tomó un sorbo <strong>de</strong> cerveza mientras oía el grito <strong>de</strong> un águila.<br />
—Tú lo querías vivo y yo estoy aquí para complacerte.<br />
—Y complaces.<br />
—De todas formas, tú tampoco lo habrías hecho.<br />
Meg estiró las piernas y miró la gastada punta <strong>de</strong> las viejas botas que usaba<br />
para trabajar en el jardín. Tal vez necesitaba unas nuevas.<br />
—No estés tan seguro, Nate.<br />
—Él no es el único que sabe poner un cebo. Le tomaste el pelo, Meg. Le<br />
apretabas las clavijas para que apartara la pistola <strong>de</strong> la mujer y apuntara a uno <strong>de</strong><br />
nosotros.<br />
—¿Viste los ojos <strong>de</strong> ella?<br />
—No, miraba los <strong>de</strong> él.<br />
—Pues yo sí. En mi vida había visto un pánico así. Era como un conejo con las<br />
patas atrapadas en una trampa. —Se calló un momento mientras acariciaba a los<br />
perros, que le habían acercado—. Dime que por muchos abogados <strong>de</strong> fuera <strong>de</strong><br />
Alaska que contrate pasará mucho, muchísimo tiempo en la cárcel.<br />
—Pasará mucho, muchísimo tiempo en la cárcel.<br />
—Entonces, caso cerrado. ¿Te apetece dar un paseo por el lago?<br />
Nate acercó a sus labios la mano <strong>de</strong> Meg.<br />
—Por supuesto.<br />
—¿Y te apetece que luego nos tumbemos en la orilla y hagamos el amor hasta<br />
que seamos incapaces <strong>de</strong> movernos?<br />
—Por supuesto.<br />
—Seguro que los mosquitos se nos comen vivos.<br />
—Hay riesgos que vale la pena correr.<br />
Y uno era él, pensó Meg. Se levantó y le tendió la mano.<br />
—Dentro <strong>de</strong> muy poco, cuando echemos un polvo, ya estaremos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />
legalidad. ¿No crees que eso le quitará un poco <strong>de</strong> encanto?<br />
—Ni un ápice. —Nate volvió <strong>de</strong> nuevo los ojos hacia el cielo—. Me gustan los<br />
días largos. Pero ahora ya no me importa que lo sean las noches. Porque tengo una<br />
luz. —Pasó la mano por el hombro <strong>de</strong> Meg para acercar su cuerpo al <strong>de</strong> él—. Tengo<br />
la luz aquí mismo.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
Siguió observando el sol; parecía reacio a ponerse, a hundir su brillo en las frías<br />
y profundas aguas. Y las montañas, temibles y blancas, reflejaban su eterno invierno<br />
en el azul <strong>de</strong>l verano.<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
NORA ROBERTS<br />
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA<br />
Nora Roberts (seudónimo <strong>de</strong> Eleanor Wil<strong>de</strong>r), que<br />
también escribe como J. D. Robb, nació en el estado<br />
norteamericano <strong>de</strong> Maryland.<br />
En 1979, durante un temporal <strong>de</strong> nieve que la <strong>de</strong>jó aislada<br />
una semana junto a sus hijos, <strong>de</strong>cidió coger una <strong>de</strong> las muchas<br />
historias que bullían en su cabeza y comenzó a escribirla.<br />
Nora se <strong>de</strong>dicaba a sus hijos y a la artesanía. Cocinaba su propio<br />
pan, hacía cerámica y punto, e incluso su propia gelatina. Si no<br />
hubiese sido por la tormenta <strong>de</strong>l 79, quizás aún siguiera<br />
haciéndolo.<br />
En aquellos días en que duró el temporal era importante<br />
para Nora disponer <strong>de</strong> movilidad. Escribía en una libreta con un<br />
lápiz <strong>de</strong>l número 2, <strong>de</strong> este modo podía estar en la misma habitación que sus hijos y<br />
vigilarlos.<br />
Después, durante las horas <strong>de</strong> siesta y <strong>de</strong> colegio, transcribía sus notas en una pequeña<br />
máquina <strong>de</strong> escribir en la cocina. Así nació su primer libro: Fuego irlandés.<br />
Nora es la única chica <strong>de</strong> una familia con 4 hijos varones, y en casa Nora sólo ha tenido niños,<br />
por ello no <strong>de</strong>be sorpren<strong>de</strong>r a nadie su excepcional habilidad para <strong>de</strong>scribir el carácter <strong>de</strong> los<br />
protagonistas masculinos <strong>de</strong> sus novelas. Pero siendo una mujer, compren<strong>de</strong> el alma y el<br />
corazón que mueve a todas las mujeres.<br />
Nora Roberts está clasificada como una <strong>de</strong> las mejores escritoras <strong>de</strong> novela romántica<br />
<strong>de</strong>l mundo. Ha recibido varios premios RITA y es miembro <strong>de</strong> Mistery Writers of America y<br />
<strong>de</strong>l Crime League of America.<br />
AURORA BOREAL<br />
Lunacy, Alaska (506 habitantes) era la última oportunidad para Nate Burke. Como<br />
policía en Baltimor había visto morir a su compañero, y la culpa aún le atosigaba. Quizá<br />
trabajando como jefe <strong>de</strong> policía en ese diminuto y remoto pueblo, don<strong>de</strong> oscurece a media<br />
tar<strong>de</strong> y la temperatura cae hasta los cero grados, podría brindarle un poco <strong>de</strong> sosiego.<br />
Aparte <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener una carrera entre un par <strong>de</strong> coches y un alce, y separar a dos<br />
hermanos que discutían sobre cuál era la mejor película <strong>de</strong> John Wayne, las primeras semanas<br />
<strong>de</strong> Nate en el trabajo fueron relativamente tranquilas. Justo cuando se preguntaba si no habría<br />
sido todo un gran error, un inesperado beso <strong>de</strong> la piloto Meg Galloway bajo la brillante aurora<br />
boreal <strong>de</strong>l cielo <strong>de</strong> Alaska eleva su espíritu y le convence para quedarse un poco más.<br />
Nacida y criada en Lunacy, Meg ha aprendido a ser in<strong>de</strong>pendiente, pero hay algo en<br />
los tristes ojos <strong>de</strong> Nate que se le mete bajo la piel y calienta su helado corazón.<br />
A<strong>de</strong>más, cuando dos montañeros encuentran un cadáver en la montaña, Nate <strong>de</strong>scubre<br />
que Lunacy no es el pequeño remanso <strong>de</strong> tranquilidad que él se había imaginado...<br />
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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />
* * *<br />
© 2004, Nora Roberts<br />
Título original: Northern Lights<br />
© 2006, Carme Geronés, por la traducción<br />
© 2006, Editorial Sudamericana S.A.<br />
® bajo el sello Plaza & Janes con acuerdo <strong>de</strong> Random House Mondadori<br />
ISBN 10:950-644-079-4<br />
ISBN 13: 978-950-644-079-4<br />
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