04.06.2013 Views

Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Nora Roberts<br />

Aurora<br />

Boreal


Para mi maravilloso Logan, hijo <strong>de</strong> mi hijo.<br />

La vida pue<strong>de</strong> ser su caja <strong>de</strong>l tesoro.<br />

Llena con el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> la risa,<br />

la chispa <strong>de</strong> la aventura,<br />

el centelleo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento,<br />

el relámpago <strong>de</strong> lo mágico.<br />

Y entre el fluir <strong>de</strong> todas estas gemas,<br />

el firme fluir <strong>de</strong>l amor.<br />

- 2 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

ÍNDICE<br />

OSCURIDAD .......................................................................... 4<br />

Prólogo ................................................................................ 5<br />

Capítulo 1 ........................................................................... 7<br />

Capítulo 2 ......................................................................... 17<br />

Capítulo 3 ......................................................................... 29<br />

Capítulo 4 ......................................................................... 42<br />

Capítulo 5 ......................................................................... 55<br />

Capítulo 6 ......................................................................... 66<br />

Capítulo 7 ......................................................................... 81<br />

Capítulo 8 ......................................................................... 93<br />

Capítulo 9 ....................................................................... 108<br />

Capítulo 10 ..................................................................... 118<br />

Capítulo 11 ..................................................................... 128<br />

SOMBRA ............................................................................. 143<br />

Capítulo 12 ..................................................................... 144<br />

Capítulo 13 ..................................................................... 154<br />

Capítulo 14 ..................................................................... 166<br />

Capítulo 15 ..................................................................... 176<br />

Capítulo 16 ..................................................................... 188<br />

Capítulo 17 ..................................................................... 200<br />

Capítulo 18 ..................................................................... 212<br />

Capítulo 19 ..................................................................... 222<br />

Capítulo 20 ..................................................................... 234<br />

Capítulo 21 ..................................................................... 247<br />

Capítulo 22 ..................................................................... 258<br />

Capítulo 23 ..................................................................... 269<br />

Capítulo 24 ..................................................................... 280<br />

Capítulo 25 ..................................................................... 292<br />

LUZ ...................................................................................... 303<br />

Capítulo 26 ..................................................................... 304<br />

Capítulo 27 ..................................................................... 316<br />

Capítulo 28 ..................................................................... 327<br />

Capítulo 29 ..................................................................... 340<br />

Capítulo 30 ..................................................................... 352<br />

Capítulo 31 ..................................................................... 364<br />

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA .............................................. 377<br />

- 3 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

OSCURIDAD<br />

Se acabó, buena señora; el día luminoso se ha ido.<br />

Y ahora estamos en la oscuridad.<br />

- 4 -<br />

WILLIAM SHAKESPEARE<br />

¡Oh sombras, sombras, sombras,<br />

sombras, en medio <strong>de</strong>l fulgor <strong>de</strong>l mediodía,<br />

irrebatible oscuridad, total eclipse<br />

sin la menor esperanza <strong>de</strong>l día!<br />

JOHN MILTON


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Anotación en un diario<br />

12 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />

Prólogo<br />

Aterrizamos en Sun Glacier hacia el mediodía. El vuelo me ha quitado la<br />

resaca a base <strong>de</strong> sacudidas y ha arrancado las asfixiantes raíces <strong>de</strong> realidad <strong>de</strong> ese<br />

mundo <strong>de</strong> abajo. Un cielo claro como el cristal azul. El cielo que suele ponerse en<br />

las postales para seducir a los turistas, con un resplan<strong>de</strong>ciente halo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />

frío y blanco sol. La señal <strong>de</strong> lo que significará el ascenso. La velocidad <strong>de</strong>l viento<br />

es <strong>de</strong> unos diez nudos. Abajo, una agradable temperatura <strong>de</strong> cinco bajo cero. El<br />

glaciar es tan ancho como el culo <strong>de</strong> Kate, la prostituta, y tan helado como su<br />

corazón.<br />

Anoche, sin embargo, Kate nos ofreció una muy oportuna <strong>de</strong>spedida. Incluso<br />

nos obsequió con lo que podríamos llamar una tarifa <strong>de</strong> grupo.<br />

No sé qué <strong>de</strong>monios hacemos aquí, si no es por aquello <strong>de</strong> que todo el<br />

mundo tiene que estar en alguna parte haciendo algo. Una escalada en invierno al<br />

Sin Nombre es una actividad como cualquier otra, tal vez mejor que la mayoría.<br />

A un hombre le conviene <strong>de</strong> vez en cuando una semana <strong>de</strong> aventuras y <strong>de</strong>jar<br />

a un lado el alcohol y las mujeres <strong>de</strong> vida alegre. ¿Cómo podrías valorar el alcohol<br />

y las mujeres si no te apartaras una temporada <strong>de</strong> ello?<br />

Y lo <strong>de</strong> tropezar con unos compañeros chiflados no solo cambió mi suerte en<br />

la partida sino mi estado <strong>de</strong> ánimo en general. Pocas cosas me fastidian tanto<br />

como trabajar por un salario como cualquier pringado, pero ya se sabe, la mujer<br />

dispone...<br />

Mi golpe <strong>de</strong> fortuna alegrará sin duda a mis chicas, por eso me tomo unos<br />

días para estar con los colegas. Lo <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>r e ir contra los elementos, poner en<br />

peligro la vida y las extremida<strong>de</strong>s en compañía <strong>de</strong> otros tipos tan locos como yo<br />

era algo que tenía que probar, aunque solo fuera para recordar que sigo vivo. Y<br />

sobre todo no hacerlo por dinero, por obligación o porque una mujer te toca las<br />

pelotas hasta la saciedad, sino porque te da la gana. Esto es lo que mantiene vivo<br />

el espíritu.<br />

Ahí abajo hay <strong>de</strong>masiada gente. Las carreteras llevan don<strong>de</strong> antes no<br />

llegaban, la gente vive don<strong>de</strong> no había vivido jamás. Cuando yo llegué no eran<br />

tantos, y los malditos fe<strong>de</strong>rales aún no lo controlaban todo.<br />

¿Un permiso para el ascenso? ¿Para escalar una montaña? Que les <strong>de</strong>n<br />

morcilla, y que les <strong>de</strong>n también a esos reprimidos fe<strong>de</strong>rales con sus normas y su<br />

papeleo. Las montañas estaban ahí antes <strong>de</strong> que la burocracia i<strong>de</strong>ara la forma <strong>de</strong><br />

forrarse con ellas. Y seguirán en su sitio mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que a ella y a sus<br />

- 5 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

papeles se los lleve el infierno.<br />

Y ahí estoy yo, en una tierra que no pertenece a nadie. Los lugares sagrados<br />

no pue<strong>de</strong>n tener dueño.<br />

Si se pudiera vivir en la montaña, montaría allí mi tienda y no volvería a<br />

bajar. Pero, sagrada o no, ella acabaría conmigo con más rapi<strong>de</strong>z que una esposa<br />

quisquillosa, y con menos compasión.<br />

Así pues, pasaré una semana junto a unos hombres con i<strong>de</strong>as parecidas a las<br />

mías y escalaremos esa cumbre sin nombre que se eleva por encima <strong>de</strong> la<br />

población, <strong>de</strong>l río y <strong>de</strong> los lagos, que bor<strong>de</strong>a los límites que los fe<strong>de</strong>rales fijan en<br />

una tierra que se burla <strong>de</strong> sus lamentables intentos <strong>de</strong> domesticarla y protegerla.<br />

Alaska no tiene más dueño que ella misma. Por muchas carreteras,<br />

indicadores o normas que se le impongan. Es la última mujer libre, y Dios la ama<br />

por ello. Al igual que yo.<br />

Hemos establecido el campamento base; el sol ha <strong>de</strong>saparecido ya tras las<br />

imponentes cúspi<strong>de</strong>s y nos ha sumergido en la oscuridad <strong>de</strong>l invierno.<br />

Acurrucados en la tienda, hemos cenado bien, hemos compartido un canuto y<br />

hemos hecho planes para mañana.<br />

Mañana iniciamos el ascenso.<br />

- 6 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Camino <strong>de</strong> Lunacy<br />

28 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 2004<br />

Capítulo 1<br />

Amarrado en el interior <strong>de</strong> una lata <strong>de</strong> sardinas en perpetuo movimiento a la<br />

que llaman avión, avanzando a trompicones entre los azotes <strong>de</strong>l viento en la<br />

apagada luz <strong>de</strong> invierno, salvando las brechas y fracturas <strong>de</strong> las montañas<br />

cubiertas <strong>de</strong> nieve, camino <strong>de</strong> un lugar llamado Lunacy, Ignatious Burke tuvo una<br />

revelación.<br />

No estaba preparado para morir, como creía, ni mucho menos.<br />

Empezó a entrarle pánico cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que su <strong>de</strong>stino colgaba<br />

peligrosamente <strong>de</strong> un hilo que estaba en manos <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sconocido sepultado bajo<br />

una parka amarilla, cuyo rostro quedaba prácticamente oculto por un sombrero <strong>de</strong><br />

cuero <strong>de</strong> ala ancha colocado sobre un gorro <strong>de</strong> lana <strong>de</strong> color morado.<br />

En Anchorage, a Nate le pareció competente aquel <strong>de</strong>sconocido que le dio<br />

una sonora palmada en la mano antes <strong>de</strong> indicarle con el pulgar aquella lata <strong>de</strong><br />

sardinas con hélices.<br />

Acto seguido le dijo:<br />

—Llámame Jerk.<br />

Ahí empezó el mal rollo.<br />

¿Qué imbécil se metería en una lata voladora pilotada por un tipo cuyo<br />

nombre significa sacudida?<br />

De todas formas, en aquella época <strong>de</strong>l año solo podía llegarse a Lunacy<br />

volando. Eso le dijo la alcal<strong>de</strong>sa, Hopp, cuando le consultó acerca <strong>de</strong>l viaje.<br />

El avión se inclinó hacia la <strong>de</strong>recha y mientras su estómago hacía otro tanto<br />

Nate se preguntó qué entendía por «seguro» la alcal<strong>de</strong>sa.<br />

¡Él que creía que todo le importaba un comino! Vivir o morir, ¿qué<br />

importancia tenía pensándolo bien? Subió a bordo <strong>de</strong>l gran avión que cubría la<br />

línea <strong>de</strong> Baltimore a Washington resignado a encaminarse hacia el final <strong>de</strong> su vida.<br />

El loquero <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento ya le había advertido que no tomara <strong>de</strong>cisiones<br />

importantes en plena <strong>de</strong>presión, pero él había solicitado el puesto <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong><br />

policía <strong>de</strong> Lunacy solo porque el nombre le había parecido muy acertado. Lunacy:<br />

locura.<br />

Luego aceptó el cargo encogiéndose <strong>de</strong> hombros, como quien dice «Me<br />

importa un bledo».<br />

En aquellos momentos, en que todo le daba vueltas y se sentía mareado,<br />

Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que no le preocupaba tanto la muerte como la forma <strong>de</strong><br />

morir. No le apetecía acabar hecho pedazos en una montaña en aquella maldita<br />

- 7 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

oscuridad.<br />

Al menos, si hubiera permanecido en Baltimore, si les hubiera seguido la<br />

corriente al loquero y al capitán, habría podido caer en acto <strong>de</strong> servicio. Eso era<br />

algo más aceptable. Pero no, tiró la placa, no se limitó a quemar los puentes sino<br />

que los voló. Y ahora se pudriría en el último rincón <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong> Alaska.<br />

—La situación empeorará a partir <strong>de</strong> ahora —dijo Jerk con un marcado<br />

acento <strong>de</strong> Texas.<br />

Nate se tragó la bilis.<br />

—Será que hasta ahora ha sido coser y cantar...<br />

Jerk soltó una risita y le guiñó el ojo.<br />

—Eso no es nada. Tendría que ver lo que es luchar contra el viento.<br />

—No, gracias. ¿Queda mucho?<br />

—No.<br />

El avión iba pegando sacudidas y bandazos. Nate se rindió y cerró los ojos.<br />

Rezó para que a su muerte no se añadiera la humillación <strong>de</strong> que hubiera vómito en<br />

sus botas.<br />

Nunca más subiría a un avión. Si sobrevivía, se iría <strong>de</strong> Alaska en coche. O<br />

andando. O arrastrándose. Pero jamás volvería a meterse en un avión.<br />

El aparato dio un salto y un meneo que hicieron que Nate abriera los ojos<br />

como platos. Entonces, a través <strong>de</strong>l parabrisas vio la triunfal victoria <strong>de</strong>l sol, una<br />

maravillosa atenuación <strong>de</strong> la oscuridad que convertía el cielo en una extensión<br />

nacarada y <strong>de</strong>jaba ver el mundo <strong>de</strong> abajo como una superficie ondulada en tonos<br />

blancos y azules, con súbitas elevaciones, un sinfín <strong>de</strong> relucientes lagos helados y<br />

lo que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser kilómetros y kilómetros <strong>de</strong> bosques cubiertos <strong>de</strong> nieve.<br />

Al este, el cielo casi <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquella masa a la que los lugareños<br />

llamaban Denali, o simplemente la Montaña. Incluso su superficial investigación<br />

bastó para informarle <strong>de</strong> que solo los forasteros se referían a ella con el nombre <strong>de</strong><br />

McKinley.<br />

El único pensamiento coherente que le vino a la cabeza en medio <strong>de</strong> los<br />

bandazos fue el <strong>de</strong> que algo tan enorme no podía ser real. Mientras el sol<br />

proyectaba sus rayos en el cielo, las sombras empezaron a fundirse y a disiparse,<br />

azul sobre blanco, y la cara helada <strong>de</strong> la montaña resplan<strong>de</strong>ció.<br />

Algo sucedió en el interior <strong>de</strong> Nate, porque por un momento se olvidó <strong>de</strong>l<br />

malestar <strong>de</strong> estómago, <strong>de</strong>l constante zumbido <strong>de</strong>l motor e incluso <strong>de</strong>l frío que se<br />

había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l avión como una <strong>de</strong>nsa niebla.<br />

—Menudo cabrón, ¿verdad?<br />

—Pues sí. —Nate soltó una bocanada <strong>de</strong> aire—. Menudo cabrón.<br />

Viraron hacia el oeste, aunque en ningún momento Nate perdió <strong>de</strong> vista la<br />

montaña. Ahora veía que lo que había tomado por una carretera cubierta <strong>de</strong> hielo<br />

era un serpenteante y helado río. En la orilla era visible la huella <strong>de</strong>l hombre con<br />

sus casas y edificios, sus coches y camiones.<br />

Parecía el interior <strong>de</strong> una esfera <strong>de</strong> nieve sin agitar, con todos sus<br />

componentes blancos, petrificados, a la espera <strong>de</strong> la mano que lo agita.<br />

Se oyó un golpe <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l suelo.<br />

- 8 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Qué ha sido eso?<br />

—El tren <strong>de</strong> aterrizaje. Estamos en Lunacy.<br />

El avión rugió mientras <strong>de</strong>scendía.<br />

Nate tuvo que agarrarse firmemente con manos y pies.<br />

—¿Cómo? ¿Estamos aterrizando? ¿Dón<strong>de</strong>?<br />

—Sobre el río. El hielo es completamente sólido en esta época <strong>de</strong>l año. No<br />

tema.<br />

—Pero...<br />

—Nos <strong>de</strong>slizamos sobre los esquís.<br />

—¿Esquís? —De repente se acordó <strong>de</strong> que no soportaba los <strong>de</strong>portes <strong>de</strong><br />

invierno—. ¿No sería más lógico hacerlo sobre patines?<br />

Jerk soltó una carcajada mientras el avión se posaba sobre el hielo.<br />

—¡Valiente disparate! Un avión con patines. Menudo artilugio.<br />

El avión se balanceó, <strong>de</strong>rrapó, se <strong>de</strong>slizó y el estómago <strong>de</strong> Nate siguió cada<br />

uno <strong>de</strong> estos movimientos. Por fin se arrastró airosamente hasta <strong>de</strong>tenerse. Jerk<br />

paró los motores; en el súbito silencio, Nate pudo oír los latidos <strong>de</strong> su corazón.<br />

—Es imposible que le paguen lo que merece —consiguió <strong>de</strong>cir al piloto—.<br />

Realmente no hay oro en el mundo para pagarle.<br />

—¡Al cuerno! —Jerk dio un manotazo en el brazo <strong>de</strong> Nate—. No es la paga lo<br />

que cuenta, jefe. Bienvenido a Lunacy.<br />

—Tiene toda la razón.<br />

Decidió no besar el suelo. Aparte <strong>de</strong> que era un gesto un poco ridículo, podía<br />

congelarse. Optó por mover sus entumecidas piernas en aquel frío atroz y pedir al<br />

cielo que le sostuvieran hasta llegar a algún lugar cal<strong>de</strong>ado, inmóvil y limpio.<br />

El principal problema que se le planteaba era cruzar el hielo sin romperse<br />

una pierna, o la cabeza.<br />

—No se preocupe por el equipaje, jefe —le dijo Jerk—. Yo se lo llevo.<br />

—Gracias.<br />

Mientras intentaba mantener el equilibrio, vio una silueta <strong>de</strong> pie en la nieve.<br />

Llevaba una parka marrón con capucha y ribetes <strong>de</strong> piel oscura. Fumaba y soltaba<br />

unas breves e impacientes bocanadas. Guiándose por aquella figura, Nate<br />

emprendió el camino por encima <strong>de</strong>l hielo con la mayor dignidad posible.<br />

—Ignatious Burke.<br />

La voz que le llegó envuelta en una nube <strong>de</strong> vapor era áspera y femenina.<br />

Nate resbaló, consiguió en<strong>de</strong>rezarse y, con el corazón acelerado bajo las costillas,<br />

consiguió llegar a la nevada orilla.<br />

—Anastasia Hopp. —Le tendió una mano enfundada en un guante y le dio<br />

un fuerte apretón <strong>de</strong> manos—: Parece que las ha pasado canutas. ¿Qué, Jerk, has<br />

estado jugando con nuestro nuevo jefe <strong>de</strong> policía?<br />

—No, señora Hopp, aunque el tiempo no ha acompañado...<br />

—No suele hacerlo. Tiene usted buen aspecto, a pesar <strong>de</strong> todo. Tome, eche<br />

un trago.<br />

Sacó una petaca <strong>de</strong> plata que llevaba en el bolsillo y se la ofreció.<br />

—Eh...<br />

- 9 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Vamos, hombre, aún no está <strong>de</strong> servicio. Un poco <strong>de</strong> coñac le sentará <strong>de</strong><br />

perlas.<br />

Convencido <strong>de</strong> que era imposible que su estado empeorara, quitó el tapón <strong>de</strong><br />

la petaca y tomó un sorbo <strong>de</strong> licor, que le sentó como un puñetazo en el estómago.<br />

—Gracias.<br />

—Vamos al Lodge para que pueda instalarse y recuperarse un poco. —La<br />

mujer pasó <strong>de</strong>lante por un camino hollado—. Le mostraremos Lunacy más tar<strong>de</strong>,<br />

cuando esté algo más <strong>de</strong>spejado. Hay un buen trecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Baltimore...<br />

—Pues sí.<br />

Net creía estar viendo un <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> película. El ver<strong>de</strong> y el blanco <strong>de</strong> los<br />

árboles, el río, la nieve, los edificios construidos con troncos partidos, el humo que<br />

salía por las chimeneas y las cañerías. Lo veía todo como en un sueño borroso que<br />

le recordaba que estaba agotado y mareado. No había podido pegar ojo en<br />

ninguno <strong>de</strong> los vuelos y llevaba casi veinticuatro horas sin echarse ni un minuto.<br />

—Un día precioso y claro —dijo ella—. Las montañas ponen su granito <strong>de</strong><br />

arena y atraen a los turistas.<br />

Una postal perfecta, y también impresionante. Nate tenía la sensación <strong>de</strong><br />

haberse metido en una película... o en el sueño <strong>de</strong> otro.<br />

—Me alegra ver que viene bien preparado. —Le miraba <strong>de</strong> arriba abajo<br />

mientras hablaba—. La gente <strong>de</strong>l sur suele aparecer con un abriguito y unas botas<br />

recién salidas <strong>de</strong> la caja, y se quedan tiesos como un bacalao.<br />

Todo lo que llevaba, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ropa interior térmica hasta prácticamente el<br />

último <strong>de</strong>talle que guardaba en la maleta, lo había comprado en Eddie Bauer, a<br />

través <strong>de</strong> internet, tras recibir un mensaje electrónico <strong>de</strong> la alcal<strong>de</strong>sa Hopp con una<br />

lista <strong>de</strong> sugerencias.<br />

—Fue usted muy clara en cuanto a lo que necesitaría.<br />

Hopp asintió.<br />

—Y también lo fui en cuanto a lo que necesitamos aquí. No me <strong>de</strong>cepcione,<br />

Ignatious.<br />

—Llámeme Nate. No es esa mi intención, alcal<strong>de</strong>sa Hopp.<br />

—Hopp a secas. Así me llama todo el mundo.<br />

Llegaron a un largo porche <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

—Ahí tiene el Lodge. Hotel, bar, restaurante, casino. Tiene reservada una<br />

habitación aquí; está incluida en su salario. Si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> vivir en otra parte es cosa<br />

suya. El establecimiento pertenece a Charlene Hi<strong>de</strong>l. Sirve buena comida y lo<br />

mantiene todo muy aseado. Ella le aten<strong>de</strong>rá. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> intentar llevárselo al<br />

huerto.<br />

—¿Perdón?<br />

—Es usted un hombre atractivo, y Charlene tiene cierta <strong>de</strong>bilidad por ellos.<br />

Es <strong>de</strong>masiado mayor para usted, aunque ella no querrá verlo así. Claro que quizá<br />

a usted tampoco se lo parezca; ahí ya no me meto.<br />

Dicho esto sonrió y Nate <strong>de</strong>scubrió bajo la capucha un rostro rojizo como una<br />

manzana y con una forma parecida. Tenía los ojos castaños, alegres, la boca ancha,<br />

los labios finos, con las comisuras algo curvadas.<br />

- 10 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Tenemos un exce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> hombres, como ocurre en la mayor parte <strong>de</strong><br />

Alaska. Lo que no impi<strong>de</strong> que la población femenina husmee por ahí. Usted es<br />

carne fresca y muchas querrán catarla. En sus horas libres haga lo que le plazca,<br />

Ignatious. Pero no se <strong>de</strong>dique a las mujeres en horas <strong>de</strong> trabajo.<br />

—Tomaré nota <strong>de</strong> ello.<br />

La carcajada <strong>de</strong> la mujer resonó como una sirena en la niebla: dos bocinazos.<br />

Para darle más énfasis, le pegó una palmada en el brazo.<br />

—Será mejor que lo haga.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> un tirón y le invitó a entrar en aquel cal<strong>de</strong>ado y acogedor<br />

lugar. Olía a fuego <strong>de</strong> leña y a café, a algún guiso con cebolla y a perfume <strong>de</strong><br />

mujer que <strong>de</strong>cía «sígueme».<br />

Entraron en una amplia sala dividida <strong>de</strong> modo informal en un comedor con<br />

mesas <strong>de</strong> dos y <strong>de</strong> cuatro personas, cinco compartimientos y una barra con<br />

taburetes alineados, cuyos rojos asientos estaban gastados por el uso.<br />

A la <strong>de</strong>recha había otra estancia en la que se divisaba una mesa <strong>de</strong> billar, algo<br />

que parecía un futbolín y las centelleantes luces <strong>de</strong> una máquina <strong>de</strong> discos.<br />

Al lado se veía lo que parecía un vestíbulo, en el que Nate pudo entrever una<br />

parte <strong>de</strong>l mostrador, unas taquillas con llaves y sobres o papeles con notas.<br />

Los troncos ardían alegremente en la chimenea y las ventanas estaban<br />

colocadas <strong>de</strong> tal forma que enmarcaban la espectacular panorámica <strong>de</strong> la montaña.<br />

Circulaba por allí una camarera en los últimos meses <strong>de</strong> embarazo, con el<br />

pelo recogido en una larga, negra y brillante trenza. El rostro <strong>de</strong> la muchacha le<br />

pareció tan <strong>de</strong>slumbrante, <strong>de</strong> una belleza tan serena, que le hizo parpa<strong>de</strong>ar. Con<br />

aquellos ojos suaves y oscuros y su piel dorada le pareció la versión nativa <strong>de</strong> una<br />

virgen.<br />

Estaba sirviendo café a dos hombres sentados en uno <strong>de</strong> los<br />

compartimientos. Un niño <strong>de</strong> unos cuatro años coloreaba un libro en una mesa.<br />

Un hombre con chaqueta <strong>de</strong> cheviot leía un ejemplar manoseado <strong>de</strong> Ulises<br />

fumando en la barra.<br />

En una mesa <strong>de</strong>l extremo, un hombre con una poblada barba oscura, que le<br />

llegaba hasta la mitad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scolorida camisa <strong>de</strong> franela a cuadros que llevaba,<br />

parecía mantener una airada discusión consigo mismo.<br />

Las cabezas se volvieron hacia ellos; saludaron a Hopp cuando se quitó la<br />

capucha y <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto una abundante cabellera plateada. Las miradas que<br />

dirigieron a Nate iban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la curiosidad y la intriga hasta una clara hostilidad<br />

por parte <strong>de</strong>l barbudo.<br />

—Es Ignatious Burke, nuestro nuevo jefe <strong>de</strong> policía —anunció Hopp<br />

mientras se <strong>de</strong>sabrochaba la cremallera <strong>de</strong> la parka—. Aquí están Dex Trilby y<br />

Hans Finkle, en el compartimiento, y Bing Karovski, allá, con cara <strong>de</strong> pocos<br />

amigos. Rose Itu es quien sirve las mesas. ¿Cómo está el pequeño, Rose?<br />

—No para. Bienvenido, señor Burke.<br />

—Gracias.<br />

—Él es el profesor —dijo Hopp dando unas palmaditas en el hombro <strong>de</strong>l <strong>de</strong><br />

la chaqueta <strong>de</strong> cheviot mientras se acercaba a la barra—. ¿Algo nuevo en el libro<br />

- 11 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que lo leyó?<br />

—Siempre se encuentra algo. —Bajó un poco las gafas con montura metálica<br />

para ver mejor a Nate—. Un largo viaje.<br />

—Muy largo —asintió Nate.<br />

—Y aún no ha terminado.<br />

El profesor colocó <strong>de</strong> nuevo las gafas en su sitio y siguió con su libro.<br />

—Y ese diablillo tan guapo es Jesse, el hijo <strong>de</strong> Rose.<br />

El muchacho, que mantenía la cabeza gacha sobre el libro que coloreaba,<br />

levantó la vista y sus ojos gran<strong>de</strong>s y oscuros inspeccionaron al recién llegado a<br />

través <strong>de</strong>l espeso y moreno flequillo. Luego tiró <strong>de</strong> la parka <strong>de</strong> Hopp para que se<br />

acercara y pudiera <strong>de</strong>cirle algo al oído.<br />

—Tranquilo. Le proporcionaremos uno.<br />

Se abrió la puerta <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la barra y apareció un armario negro con un<br />

enorme <strong>de</strong>lantal blanco.<br />

—Mike, el grandullón —dijo Hopp—. El cocinero. Estuvo en la marina hasta<br />

que una chica <strong>de</strong> aquí le echó el ojo encima, en Kodiak.<br />

—Me atrapó como a una trucha —dijo Mike con una risita—. Bienvenido a<br />

Lunacy.<br />

—Gracias.<br />

—Tendremos que ofrecerle algo bueno y caliente a nuestro nuevo jefe <strong>de</strong><br />

policía.<br />

—La sopa <strong>de</strong> pescado hoy está muy buena —dijo Mike—. Creo que sería lo<br />

más apropiado. A menos que prefiera la carne, jefe.<br />

A Nate le costó un poco verse <strong>de</strong> «jefe» justamente en aquellos momentos en<br />

que notaba que todos los ojos estaban fijos en él.<br />

—La sopa me parece bien. Creo que ya está <strong>de</strong>cidido.<br />

—Enseguida se la servimos. —Volvió a la cocina y Nate oyó su voz <strong>de</strong><br />

barítono que cantaba «Baby, It's Cold Outsi<strong>de</strong>».<br />

«Un escenario, una postal —pensó—. O una película. Des<strong>de</strong> luego has dado<br />

en el clavo.» Se sentía como un polvoriento y abandonado objeto <strong>de</strong>l atrezo.<br />

Hopp levantó el <strong>de</strong>do para indicarle a Nate que la esperara mientras se<br />

dirigía al vestíbulo. Él vio que iba al otro lado <strong>de</strong>l mostrador y cogía una llave <strong>de</strong><br />

una <strong>de</strong> las taquillas.<br />

En aquel preciso instante se abrió la puerta <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l mostrador y<br />

apareció una rubia <strong>de</strong>spampanante.<br />

En efecto, encima era rubia, o sea que cumplía todos los requisitos <strong>de</strong> la<br />

mujer explosiva, pensó Nate. A<strong>de</strong>más, su ondulada cabellera caía hasta rozar los<br />

impresionantes pechos que se entreveían por el pronunciado escote <strong>de</strong>l suéter azul<br />

que llevaba ceñido al cuerpo. Nate tardó un poco en fijarse en el rostro, porque el<br />

citado suéter <strong>de</strong>saparecía bajo unos vaqueros tan ajustados que parecía que<br />

podían dañar algún órgano interno.<br />

Aunque Nate no se quejaba.<br />

En el rostro <strong>de</strong>stacaban unos brillantes ojos azules que transmitían inocencia,<br />

en claro contraste con los carnosos labios rojos. Se había pasado un poco con el<br />

- 12 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

maquillaje; parecía una muñeca Barbie.<br />

La Barbie vampiresa.<br />

A pesar <strong>de</strong> la compresión a la que la sometía la ropa, consiguió contonearse<br />

mientras daba la vuelta al mostrador con sus zapatos <strong>de</strong> tacón <strong>de</strong> aguja y se dirigía<br />

hasta el comedor. Una vez allí se apoyó lánguidamente en la barra.<br />

—Qué hay, guapo.<br />

Lo dijo con un ronroneo gutural —que requería horas <strong>de</strong> ensayo— capaz <strong>de</strong><br />

convertir al hombre más duro en un cor<strong>de</strong>rito.<br />

—Charlene, compórtate. —Hopp agitó la llave—. Este hombre está cansado y<br />

medio mareado. No tiene fuerzas para ocuparse <strong>de</strong> ti ahora mismo. Señor Burke,<br />

ella es Charlene Hi<strong>de</strong>l. Esta es su casa. El presupuesto municipal se hace cargo <strong>de</strong><br />

su habitación y <strong>de</strong> la comida, <strong>de</strong> modo que no se sienta obligado a ofrecer nada a<br />

cambio.<br />

—¡Qué mala eres, Hopp! —Charlene lo dijo sonriendo como un gatito al que<br />

acarician—. Puedo acompañarle a la habitación, señor Burke, para que se instale, y<br />

luego subirle algo caliente.<br />

—Yo le acompaño. —Con <strong>de</strong>cisión, Hopp cerró la mano alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la<br />

llave—. Jerk traerá su equipaje. Rose podría subirle la sopa que le está preparando<br />

Mike. Vamos, Ignatious. Ya tendrá tiempo <strong>de</strong> hacer vida social cuando se<br />

recupere.<br />

A Nate no le pareció oportuno intervenir. Siguió a Hopp hacia la entrada y<br />

subió con ella la escalera, obediente como un cachorro que va <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su amo.<br />

Oyó que alguien murmuraba «cheechako» en el tono que utilizaría alguien que<br />

escupiera un bocado <strong>de</strong> carne pasada. Supuso que era un insulto pero no le dio<br />

importancia.<br />

—Charlene no tiene mala intención —<strong>de</strong>cía Hopp—, pero le gusta provocar a<br />

los hombres siempre que tiene oportunidad.<br />

—No se preocupe por mí, mamaíta.<br />

Soltó <strong>de</strong> nuevo su risa <strong>de</strong> sirena <strong>de</strong> barco mientras metía la llave en la<br />

cerradura <strong>de</strong> la habitación 203.<br />

—Hace quince años, un hombre la <strong>de</strong>jó con una hija a la que ha tenido que<br />

criar sola. Ha hecho un buen trabajo con Meg, aunque la mitad <strong>de</strong>l tiempo se<br />

pelean como dos gatas. Des<strong>de</strong> entonces han pasado por aquí muchos hombres y<br />

cada vez los escoge más jóvenes. Antes le he dicho que era mayor para usted. —<br />

Hopp volvió la vista para mirarlo—. En realidad, tal como iba vestida, me parece<br />

que es usted quien es muy mayor para ella. ¿Treinta y dos, verdad?<br />

—Esos tenía cuando salí <strong>de</strong> Baltimore. ¿Cuántos han pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces?<br />

Hopp abrió la puerta meneando la cabeza.<br />

—Charlene le lleva más <strong>de</strong> doce. Su hija ya casi tiene la misma edad que<br />

usted. Mejor será que no lo olvi<strong>de</strong>.<br />

—Y yo que pensaba que a las mujeres les gustaba que una <strong>de</strong> ellas se ligara a<br />

un hombre joven.<br />

—Lo que <strong>de</strong>muestra lo poco que nos conoce. Lo que nos molesta es no<br />

habérnoslo camelado antes. Ya ve.<br />

- 13 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate entró en una habitación con revestimiento <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra en la que había<br />

una cama <strong>de</strong> hierro y un tocador con espejo a un lado y una pequeña mesa<br />

redonda, dos sillas y un pequeño escritorio al otro.<br />

Estaba limpia y era sobria, pero resultaba tan acogedora como un saco <strong>de</strong><br />

patatas.<br />

—Ahí atrás tiene una pequeña cocina. —Hopp se acercó a una cortina azul, la<br />

corrió y <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto una minúscula nevera, una encimera con dos fuegos y<br />

un frega<strong>de</strong>ro como un puño—. A menos que la cocina sea su gran pasión, yo <strong>de</strong><br />

usted comería abajo. Cocinan bien. No es el Ritz, aunque Charlene tiene<br />

habitaciones más coquetas, pero <strong>de</strong>bemos ceñirnos al presupuesto. —Se fue hacia<br />

el otro extremo y abrió una puerta—: El baño.<br />

—Vaya, vaya. —Nate asomó la cabeza.<br />

El lavabo era más gran<strong>de</strong> que el frega<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la cocina, aunque no mucho, y<br />

no había bañera, pero a él la ducha le bastaba.<br />

—Aquí tiene el equipaje, jefe. —Jerk <strong>de</strong>jó sobre la cama dos maletas y una<br />

bolsa <strong>de</strong> piel, que llevaba como si estuvieran vacías, aunque el colchón se hundió<br />

bajo su peso—. Si me necesita, estoy abajo comiendo algo. Esta noche plancho la<br />

oreja aquí y por la mañana me largo a Talkeetna.<br />

A modo <strong>de</strong> saludo se tocó la frente con un <strong>de</strong>do y salió con paso sonoro.<br />

—¡Espere! ¡Un momento! —Nate hurgaba en su bolsillo.<br />

—De las propinas me ocupo yo —dijo Hopp—. Hasta que no empiece a<br />

fichar considérese un invitado <strong>de</strong>l ayuntamiento <strong>de</strong> Lunacy.<br />

—Será un honor.<br />

—Espero que se lo gane.<br />

—¡Servicio <strong>de</strong> habitaciones! —dijo Charlene con voz cantarina entrando con<br />

una ban<strong>de</strong>ja. Se acercó a la mesa balanceando las ca<strong>de</strong>ras como un metrónomo—.<br />

Le traigo una <strong>de</strong>liciosa sopa <strong>de</strong> pescado y un buen sándwich. El café está caliente.<br />

—Huele muy bien. Se lo agra<strong>de</strong>zco, señora Hi<strong>de</strong>l.<br />

—¡Alto ahí! Llámeme Charlene. —Su caída <strong>de</strong> ojos confirmó a Nate que<br />

efectivamente había estado practicando—. Esto es una gran familia feliz.<br />

—De ser así, no habríamos necesitado un jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—Vamos, no lo asustes, Hopp. ¿Le parece bien la habitación, Ignatious?<br />

—Nate. Sí, muy bien, gracias.<br />

—Échese algo entre pecho y espalda y <strong>de</strong>scanse un poco —le aconsejó<br />

Hopp—. En cuanto haya recuperado las energías, llámeme. Le haré <strong>de</strong> anfitriona.<br />

Su primera tarea consistirá en asistir al pleno que se celebra mañana por la tar<strong>de</strong><br />

en el ayuntamiento, don<strong>de</strong> le presentaré a los que se dignen aparecer por allí.<br />

Antes pasaremos por la comisaría para que conozca a sus dos ayudantes y a<br />

Peach. Y le entregaremos la estrella.<br />

—¿Estrella?<br />

—Jesse insistió en que se la entregáramos. Vamos, Charlene, <strong>de</strong>jémoslo solo.<br />

—Llame abajo si necesita cualquier cosa —dijo Charlene con una sonrisa<br />

alentadora—. Cualquier cosa.<br />

Detrás <strong>de</strong> Charlene, Hopp puso los ojos en blanco, la agarró <strong>de</strong>l brazo y la<br />

- 14 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

sacó fuera. Se oyó el taconeo en el parquet, un chillido femenino y el portazo.<br />

Nate aún distinguió el murmullo <strong>de</strong> Charlene, ofendida.<br />

—¿Qué pasa, Hopp? Solo quería ser amable.<br />

—Existe la amabilidad <strong>de</strong> la hostelera y la amabilidad <strong>de</strong> la madama. Un día<br />

<strong>de</strong> estos tendré que explicarte la diferencia entre ambas.<br />

Nate esperó a que se hubieran alejado para acercarse a la puerta y cerrar el<br />

pestillo. Luego se quitó la parka, la <strong>de</strong>jó en el suelo, e hizo lo mismo con el gorro.<br />

Tiró también la bufanda y el montón se completó con el chaleco impermeable.<br />

Vestido solo con pantalón, camisa, ropa interior y botas, se acercó a la mesa,<br />

cogió el plato <strong>de</strong> sopa y la cuchara y se acercó a la ventana.<br />

Eran las tres y media <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> según el reloj <strong>de</strong> la mesita y estaba oscuro<br />

como si fuera medianoche. Mientras tomaba la sopa miró el resplandor <strong>de</strong> las<br />

farolas y las formas <strong>de</strong> los edificios. La <strong>de</strong>coración navi<strong>de</strong>ña brillaba con sus luces<br />

<strong>de</strong> colores, los Papá Noel y las figuras <strong>de</strong> los renos.<br />

Pero, sin gente, sin vida, sin movimiento.<br />

Comía maquinalmente, estaba <strong>de</strong>masiado cansado y tenía <strong>de</strong>masiada<br />

hambre para fijarse en el sabor.<br />

Pensaba que al otro lado <strong>de</strong> la ventana no había más que el <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> una<br />

película. Aquellos edificios podían ser simplemente fachadas, y la gente que había<br />

visto abajo, personajes <strong>de</strong> ficción.<br />

Tal vez aquello fuera una alucinación, fruto <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión, <strong>de</strong>l dolor, <strong>de</strong>l<br />

enojo, <strong>de</strong> cualquier horrible mezcla que le hubiera llevado en un remolino hacia el<br />

vacío.<br />

Despertaría en su casa, en Baltimore, e intentaría armarse <strong>de</strong> valor para<br />

seguir la rutina <strong>de</strong> un nuevo día.<br />

Cogió el sándwich y se lo comió también <strong>de</strong> pie junto a la ventana, mientras<br />

observaba aquel vacío mundo en blanco y negro con sus curiosas luces festivas.<br />

Tal vez él mismo estuviera ahí fuera, en aquel mundo vacío. Quizá se había<br />

convertido en un personaje <strong>de</strong> aquella extraña ficción. Luego se <strong>de</strong>svanecería en la<br />

oscuridad, como el último rollo <strong>de</strong> una vieja película, y todo habría terminado.<br />

Mientras estaba allí <strong>de</strong> pie, pensando que quizá todo había acabado y que tal<br />

vez era lo que <strong>de</strong>seaba, una silueta entró en el cuadro. Iba <strong>de</strong> rojo, un rojo intenso,<br />

llamativo. Parecía fuera <strong>de</strong> lugar en aquella escena incolora, pero introducía<br />

movimiento en ella.<br />

Unos movimientos claros y enérgicos. Una vida con una misión específica,<br />

un movimiento con un objetivo. Pasos rápidos, briosos, que <strong>de</strong>jaban una sombra<br />

<strong>de</strong> huellas en la nieve.<br />

«He estado aquí. Estoy vivo y he estado aquí.»<br />

Era incapaz <strong>de</strong> precisar si se trataba <strong>de</strong> un hombre, <strong>de</strong> una mujer o <strong>de</strong> un<br />

niño, pero había algo en la pincelada <strong>de</strong> color, en la seguridad <strong>de</strong>l porte que le<br />

llamó la atención y <strong>de</strong>spertó su interés.<br />

Como si notara que la observaban, la silueta se <strong>de</strong>tuvo y miró hacia arriba.<br />

Nate tuvo <strong>de</strong> nuevo una sensación <strong>de</strong> blanco y negro. Rostro blanco, pelo<br />

negro. Pero incluso aquello quedaba borroso por la oscuridad y la distancia.<br />

- 15 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Un momento <strong>de</strong> inmovilidad, <strong>de</strong> silencio. Luego la silueta empezó a andar<br />

otra vez a gran<strong>de</strong>s pasos, hacia el Lodge, y <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> su vista.<br />

Nate corrió las cortinas y se retiró <strong>de</strong> la ventana.<br />

Tras un momento <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cisión, cogió el equipaje <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la cama y<br />

<strong>de</strong>jó los bultos sin abrir en el suelo. Se <strong>de</strong>snudó, sin ni siquiera notar el frío <strong>de</strong> la<br />

habitación, y se metió bajo la montaña <strong>de</strong> mantas como un oso que penetra en su<br />

cueva.<br />

Permaneció tumbado; un hombre <strong>de</strong> treinta y dos años con una espesa y<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada mata <strong>de</strong> pelo castaño alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un rostro alargado y fino al que el<br />

agotamiento y la <strong>de</strong>sesperación habían quitado la expresión y convertido el azul<br />

<strong>de</strong> los ojos en un gris ahumado. Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la incipiente barba <strong>de</strong> un día, la piel<br />

había adoptado la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la fatiga. Por más que la comida le hubiera aliviado<br />

el malestar <strong>de</strong>l estómago, su organismo seguía aletargado, como el <strong>de</strong> alguien que<br />

no consigue quitarse <strong>de</strong> encima una extenuante gripe.<br />

Se le ocurrió que ojalá Barbie, Charlene, hubiera subido una botella en vez <strong>de</strong><br />

café. No era un gran bebedor, probablemente eso le había librado <strong>de</strong> caer también<br />

en el alcoholismo. De todas formas, un buen lingotazo le habría ayudado a<br />

<strong>de</strong>sconectar y a conciliar el sueño.<br />

Se oía el rumor <strong>de</strong>l viento. Hasta ese momento no se había fijado, pero se<br />

podía oír su gemido en la ventana. También escuchaba el crujido <strong>de</strong>l edificio y su<br />

propia respiración.<br />

Un trío <strong>de</strong> sonidos solitarios.<br />

«Desconecta —se dijo—. Desconecta totalmente.»<br />

Pensó en dormir un par <strong>de</strong> horas, quitarse la mugre <strong>de</strong>l viaje con una buena<br />

ducha y llenar el <strong>de</strong>pósito con café.<br />

Entonces <strong>de</strong>cidiría qué <strong>de</strong>monios haría.<br />

Apagó la luz y la habitación se hundió en la oscuridad. Al cabo <strong>de</strong> unos<br />

segundos él también lo hizo.<br />

- 16 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 2<br />

La oscuridad lo envolvió, lo aspiró como el fango cuando se <strong>de</strong>spertó. Su<br />

aliento era como un silbido vacilante en el aire. Tenía la piel sudada e intentaba<br />

librarse <strong>de</strong> las mantas.<br />

El olor <strong>de</strong>l aire le resultaba extraño: cedro, posos <strong>de</strong> café y un cierto toque a<br />

limón. Recordó que no estaba en su piso <strong>de</strong> Baltimore.<br />

Se había vuelto loco, estaba en Alaska.<br />

La esfera luminosa <strong>de</strong>l reloj <strong>de</strong> la mesita marcaba las cinco y cuarenta y ocho.<br />

De modo que había dormido un rato antes <strong>de</strong> que el sueño le llevara <strong>de</strong><br />

nuevo a la realidad.<br />

En el sueño también estaba a oscuras. Negra noche, pálida y sucia lluvia.<br />

Olor a pólvora y a sangre.<br />

«Maldita sea, Nate, maldita sea. Me han dado.»<br />

La fría lluvia caía por su rostro, la sangre caliente se colaba entre sus <strong>de</strong>dos.<br />

<strong>San</strong>gre suya, sangre <strong>de</strong> Jack.<br />

No había sido capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener la sangre, <strong>de</strong> la misma forma que no había<br />

podido parar la lluvia. Ambas cosas estaban fuera <strong>de</strong> su alcance, y en aquel<br />

callejón <strong>de</strong> Baltimore se estaban llevando lo que quedaba <strong>de</strong> él.<br />

«Tenía que haberme tocado a mí —pensó—. Y no a Jack. Él <strong>de</strong>bería haber<br />

estado en casa con su esposa, con sus hijos, mientras yo moría en aquel sucio<br />

callejón bajo la asquerosa lluvia.»<br />

Pero él se libró con solo una bala en la pierna y otra que entró y salió en un<br />

instante por su costado, justo por encima <strong>de</strong> la cintura, el tiempo suficiente para<br />

echarle al suelo, para que aflojara el paso, y así Jack cayera antes.<br />

Unos segundos, unos pequeños errores, y había muerto una buena persona.<br />

Él tendría que vivir con ello. Se planteó poner fin a su vida, pero lo consi<strong>de</strong>ró<br />

una solución egoísta con la que no honraba a su amigo, a su compañero. Vivir con<br />

ello resultaba más duro que morir.<br />

Aquella vida era un castigo mayor.<br />

Se levantó y fue al baño. Se compa<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> sí mismo cuando <strong>de</strong>scubrió cómo<br />

agra<strong>de</strong>cía aquel mísero chorro <strong>de</strong> agua caliente que salía <strong>de</strong> la ducha. Tardaría<br />

mucho en librarse <strong>de</strong> todas aquellas capas <strong>de</strong> sudor y porquería, pero no le<br />

importaba. El tiempo no era un problema.<br />

Se vestiría, bajaría a tomar un café. Tal vez llamaría a Hopp e iría a echar un<br />

vistazo a la comisaría. Quizá podría mostrarse algo más coherente y borrar aquella<br />

primera impresión <strong>de</strong> tarado medio dormido.<br />

Después <strong>de</strong> la ducha y <strong>de</strong> un buen afeitado se sintió mejor. Buscó ropa limpia<br />

y empezó a ponerse capas encima.<br />

- 17 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Con las prendas <strong>de</strong> abrigo en el brazo, se miró al espejo. «Ignatious Burke,<br />

jefe <strong>de</strong> policía, Lunacy, Alaska —se dijo moviendo la cabeza, con media sonrisa—.<br />

Bien, jefe, empecemos.»<br />

Se fue abajo y le sorprendió la relativa tranquilidad <strong>de</strong>l local. Por lo que<br />

había leído, la gente se reunía en lugares como el Lodge. Las noches <strong>de</strong> invierno<br />

eran largas, oscuras y solitarias, por ello había imaginado que oiría ruido en el bar,<br />

quizá el chasquido <strong>de</strong> las bolas <strong>de</strong> billar, una antigua melodía <strong>de</strong>l Oeste en la<br />

máquina <strong>de</strong> discos. Pero cuando entró en el bar se encontró con la bella Rose<br />

sirviendo café, igual que hacía unas horas. Tal vez a los mismos hombres, aunque<br />

Nate no podía asegurarlo. Su hijo seguía sentado a una mesa coloreando<br />

aplicadamente.<br />

Nate consultó el reloj, que había adaptado a la hora local. Las siete y diez.<br />

Rose se volvió para sonreírle.<br />

—Señor Burke...<br />

—Una noche tranquila.<br />

El rostro se iluminó con otra sonrisa.<br />

—Una mañana.<br />

—¿Cómo dice?<br />

—Son las siete <strong>de</strong> la mañana. Supongo que le apetecerá <strong>de</strong>sayunar.<br />

—Yo...<br />

—Cuesta un poco acostumbrarse. —Señaló las oscuras ventanas—. Dentro <strong>de</strong><br />

unas horas el cielo se aclarará durante un ratito. Siéntese, le traeré café para<br />

empezar.<br />

Había dormido doce horas y no sabía si avergonzarse o alegrarse. Ni siquiera<br />

se acordaba <strong>de</strong> la última vez que había dormido más <strong>de</strong> cuatro o cinco horas, y<br />

siempre con agitados sueños.<br />

Dejó la parka en el banco <strong>de</strong> un compartimiento y <strong>de</strong>cidió hacer un esfuerzo<br />

por establecer relaciones. Se acercó a la mesa <strong>de</strong> Jesse y señalando la silla que tenía<br />

<strong>de</strong>lante le preguntó:<br />

—¿Está ocupada?<br />

El niño le echó una mirada por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l flequillo y negó con la cabeza. Con<br />

la lengua entre los dientes siguió coloreando mientras Nate tomaba asiento.<br />

—Bonita vaca morada —comentó, observando cómo seguía coloreando.<br />

—No hay vacas moradas si uno no las pinta.<br />

—Eso dicen. ¿Vas a clase <strong>de</strong> arte en el instituto?<br />

El niño abrió los ojos <strong>de</strong> par en par.<br />

—Aún no voy a la escuela, solo tengo cuatro años.<br />

—¡No me digas! ¿Cuatro? Pensaba que tendrías al menos dieciséis.<br />

Nate se relajó, y guiñó el ojo a Rose, que le traía una taza blanca en la que le<br />

sirvió el café.<br />

—Celebré mi cumpleaños con un pastel y un millón <strong>de</strong> globos. ¿Verdad,<br />

mamá?<br />

—Sí, cariño —dijo ella <strong>de</strong>jando la carta junto al codo <strong>de</strong> Nate.<br />

—Y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco tendremos un bebé. También tengo dos perros y...<br />

- 18 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Jesse, <strong>de</strong>ja que el señor Burke vea la carta.<br />

—En realidad estaba pensando en pedirle a Jesse que me recomendara algo.<br />

¿A ti qué te gusta para <strong>de</strong>sayunar, Jesse?<br />

—¡Crepés!<br />

—Pues que sean crepés. —Entregó <strong>de</strong> nuevo la carta a Rose—. Eso será<br />

suficiente.<br />

—Si quiere algo más me avisa. —Rose tenía las mejillas sonrosadas <strong>de</strong><br />

satisfacción.<br />

—¿De qué raza son los perros? —preguntó Nate. Tenía la intención <strong>de</strong><br />

pasarse todo el <strong>de</strong>sayuno distraído con las hazañas <strong>de</strong> los dos amigos <strong>de</strong> Jesse.<br />

La ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> crepés y un niño encantador era un modo <strong>de</strong> empezar el día<br />

mucho más agradable que con una pesadilla. Ya se encontraba <strong>de</strong> mejor humor;<br />

estaba pensando en llamar a Hopp cuando la vió entrar por la puerta.<br />

—He oído que estaba usted recuperado —dijo quitándose la capucha.<br />

Llevaba nieve en la parka—. Se le ve con más vitalidad que anoche.<br />

—Siento haberla <strong>de</strong>jado colgada.<br />

—Tranquilo. Ha dormido toda la noche, ha <strong>de</strong>sayunado bien y tiene buena<br />

compañía —añadió dirigiendo una sonrisa a Jesse—. ¿Dispuesto a dar una vuelta?<br />

—Por supuesto.<br />

Se levantó y se puso el equipo contra el frío.<br />

—Está más <strong>de</strong>lgado <strong>de</strong> lo que esperaba.<br />

Nate miró a Hopp. Sabía que se había quedado flacucho. ¿Cómo podía dar<br />

esa impresión alguien que siempre se había mantenido más o menos, con un<br />

metro ochenta y unos setenta y cinco kilos, y <strong>de</strong> repente perdía más <strong>de</strong> cinco?<br />

—Por poco tiempo; voy a seguir comiendo crepés.<br />

—Tiene una buena mata <strong>de</strong> pelo.<br />

Nate se puso el gorro.<br />

—Me limito a <strong>de</strong>jar que crezca.<br />

—Me gustan los hombres con pelo. —Abrió la puerta con gesto brusco—.<br />

También los pelirrojos.<br />

—Mi pelo es castaño —corrigió él enseguida, encasquetándose el gorro.<br />

—Vámonos. Rose, no te agobies con el trabajo —dijo Hopp antes <strong>de</strong><br />

enfrentarse al viento y la nieve. El frío le embistió como un tren <strong>de</strong>sbocado.<br />

—¡Qué barbaridad! Se te congelan los huevos. —Se metió rápidamente en el<br />

Ford Explorer que Hopp había apartado junto al bordillo.<br />

—Aún tiene la sangre un poco aguada.<br />

—Aunque la tuviera espesa como el chocolate continuaría notando este puto<br />

frío, y perdone la expresión. No me molesta la gente que habla claro. Por supuesto<br />

que nota el puto frío, estamos en diciembre. —Y con su sonora risa puso el motor<br />

en marcha—. Empezaremos el paseo en coche. No andaremos a tientas en la<br />

oscuridad.<br />

—¿A cuántos entierran al año el frío y la hipotermia?<br />

—A más <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los que suben a las montañas, aunque en general son<br />

turistas o pirados. Un tipo que se llamaba Teek pilló una solemne cogorza hace<br />

- 19 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

tres años en enero y se quedó congelado en el váter <strong>de</strong> su casa leyendo Playboy.<br />

Pero ese era tonto. Los <strong>de</strong> aquí saben cómo cuidarse y los cheechakos que pasan un<br />

invierno con nosotros apren<strong>de</strong>n... o se largan.<br />

—¿Los cheechakos?<br />

—Los recién llegados. No hay que tomarse la naturaleza a la ligera, pero si<br />

apren<strong>de</strong>s a vivir con ella, y eres listo, las cosas funcionan. Sales, pue<strong>de</strong>s esquiar,<br />

andar con raquetas, patinar y pescar en el hielo. —Se encogió <strong>de</strong> hombros—. Hay<br />

que tomar precauciones y disfrutar; no hay más remedio.<br />

Siguió conduciendo con mano experta por las calles nevadas.<br />

—Ahí está el ambulatorio. Tenemos un médico y un enfermero.<br />

Nate se fijó en aquel pequeño edificio achaparrado.<br />

—¿Y cuando el caso no pue<strong>de</strong> tratarse aquí?<br />

—Se va en avión a Anchorage. Meg Galloway es la piloto a la que<br />

contratamos normalmente. Vive en las afueras.<br />

—¿Una mujer?<br />

—¿Es usted machista, Ignatious?<br />

—No. —O tal vez sí—. Solo era una pregunta.<br />

—Meg es la hija <strong>de</strong> Charlene. Una piloto magnífica. Está un poco zumbada<br />

pero pilota <strong>de</strong> maravilla. Ella era quien tenía que haberle traído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Anchorage,<br />

pero como vino un día más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo previsto, Meg tenía otro compromiso y<br />

tuvimos que llamar a Jerk, <strong>de</strong> Talkeetna. Es probable que conozca a Meg en la<br />

reunión <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />

«La que me espera...», pensó Nate.<br />

—En La Tienda <strong>de</strong> la Esquina encontrará todo lo necesario, y si no lo tienen,<br />

se lo conseguirán. Es el edificio más antiguo <strong>de</strong> Lunacy. Lo construyeron los<br />

tramperos a principios <strong>de</strong>l siglo XIX, y Harry y Deb la han ido ampliando <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

que compraron el local en el ochenta y tres.<br />

Ocupaba el doble <strong>de</strong> espacio que el ambulatorio y tenía dos plantas. Los<br />

escaparates ya estaban iluminados.<br />

—De momento Correos está en el banco que ve allí, pero este verano<br />

inauguraremos una nueva oficina. Y ese local diminuto <strong>de</strong> al lado es Los Italianos.<br />

Excelente pizza. No sirven fuera <strong>de</strong>l pueblo.<br />

—Una pizzería.<br />

—Un italiano <strong>de</strong> Nueva York vino hace tres años <strong>de</strong> caza, se enamoró <strong>de</strong>l<br />

pueblo y ya no se marchó. Johnny Trivani. Al principio, el nombre <strong>de</strong>l<br />

establecimiento era Trivani's, pero todo el mundo lo llamaba Los Italianos y así<br />

acabó. Ya habla <strong>de</strong> abrir también una pana<strong>de</strong>ría. Dice que buscará una <strong>de</strong> esas<br />

novias rusas que se encuentran en internet. Es capaz.<br />

—¿Habrá blinis recién hechos?<br />

—Esperemos que sí. Nuestro semanario se edita ahí enfrente —dijo Hopp<br />

señalando una fachada—. Lo lleva una pareja que no es <strong>de</strong> aquí. Se llevaron a los<br />

críos a <strong>San</strong> Diego a pasar unos días justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Navidad. KLUN, nuestra<br />

emisora, emite <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí. La emisora está prácticamente en manos <strong>de</strong> Mitch<br />

Dauber. Es bueno el cabrón.<br />

- 20 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—La sintonizaré.<br />

Dio media vuelta para <strong>de</strong>sandar el camino.<br />

—A poco menos <strong>de</strong> un kilómetro tenemos la escuela; la primaria es hasta los<br />

doce años. Ahora mismo hay setenta y ocho alumnos. También se dan clases a<br />

adultos. De pintura y esas cosas. Del <strong>de</strong>shielo al hielo, todas las noches al pie <strong>de</strong>l<br />

cañón. El resto <strong>de</strong>l tiempo, <strong>de</strong> día.<br />

—¿Del <strong>de</strong>shielo al hielo?<br />

—El río se <strong>de</strong>shiela, llega la primavera. El río se hiela, saca los calzoncillos<br />

largos <strong>de</strong>l armario.<br />

—¡Ah, vale!<br />

—Tenemos quinientos seis habitantes en el interior <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>nominamos<br />

los límites <strong>de</strong> la población y más o menos otros ciento diez fuera, aunque sigue<br />

siendo nuestro distrito. El suyo, a partir <strong>de</strong> ahora.<br />

A Nate todo aquello continuaba pareciéndole algo muy alejado <strong>de</strong> la<br />

realidad. Y más lejos aún <strong>de</strong> ser algo suyo.<br />

—Los bomberos, todos voluntarios, tienen su local aquí. Y ahí está el<br />

ayuntamiento. —Frenó y se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un gran edificio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra—. Mi<br />

esposo colaboró en su construcción trece años atrás. Fue el primer alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

Lunacy; mantuvo el cargo hasta que murió, en febrero hará cuatro años.<br />

—¿De qué murió?<br />

—Un ataque al corazón. Jugando a hockey en el lago. Al rematar para<br />

marcar, cayó fulminado. Muy propio <strong>de</strong> él.<br />

Nate esperó la continuación.<br />

—¿Quién ganó?<br />

Hopp soltó una <strong>de</strong> sus carcajadas.<br />

—Su gol puso punto final al encuentro. El partido no se reemprendió. —<br />

Siguió a<strong>de</strong>lante con el coche—. Ahí trabajará usted.<br />

Nate intentó ver algo a través <strong>de</strong> la oscuridad y la nieve que no cesaba <strong>de</strong><br />

caer. Era un elegante edificio con estructura <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, visiblemente más nuevo<br />

que los <strong>de</strong> su alre<strong>de</strong>dor. Tenía el estilo <strong>de</strong> un bungalow, con un pequeño porche y<br />

una ventana a cada lado <strong>de</strong> la puerta, ambas con postigos <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> oscuro.<br />

Con palas o con pisadas habían abierto un camino que iba <strong>de</strong> la calle a la<br />

puerta; aunque parecía que habían quitado la nieve hacía poco, ya volvía a haber<br />

casi un palmo. Allí estaba aparcada una furgoneta azul, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la que salía otra<br />

senda que llegaba hasta la puerta.<br />

Se veían luces en las dos ventanas y una nube <strong>de</strong> humo gris salía <strong>de</strong> la negra<br />

chimenea <strong>de</strong>l tejado.<br />

—¿Están ahí?<br />

—En efecto. Sabían que hoy vendría usted. —Aparcó al lado <strong>de</strong> la<br />

furgoneta—. ¿Preparado para conocer a su equipo?<br />

—Totalmente.<br />

Salió <strong>de</strong>l coche y <strong>de</strong>scubrió que el frío le pegaba la misma sacudida que<br />

antes. Respirando con los dientes apretados, siguió a Hopp hasta la puerta <strong>de</strong><br />

entrada.<br />

- 21 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Esto es lo que aquí llamamos entrada ártica. —Se metió en el cubierto, a<br />

resguardo <strong>de</strong>l frío y el viento—. Ayuda a retener el calor que se pier<strong>de</strong> en el<br />

edificio principal. Es el lugar perfecto para <strong>de</strong>jar la parka.<br />

Hopp colgó la suya <strong>de</strong> un gancho, al lado <strong>de</strong> otra. Nate hizo lo mismo y<br />

luego se quitó los guantes y los metió en los bolsillos <strong>de</strong> la prenda colgada. A<br />

continuación les llegó el turno al gorro y a la bufanda. Se preguntó si algún día se<br />

acostumbraría a vestirse como un explorador <strong>de</strong>l Polo Norte cada vez que iba a<br />

salir a la calle.<br />

Hopp abrió la segunda puerta y entraron en una estancia que olía a fuego <strong>de</strong><br />

chimenea y a café.<br />

Las pare<strong>de</strong>s estaban pintadas <strong>de</strong> color beis, el suelo era <strong>de</strong> linóleo jaspeado.<br />

Al fondo, a la <strong>de</strong>recha, había una estufa baja <strong>de</strong> leña, y, sobre esta, un recipiente <strong>de</strong><br />

hierro que echaba humo.<br />

Se veían dos escritorios metálicos en la parte <strong>de</strong>recha, una hilera <strong>de</strong> sillas <strong>de</strong><br />

plástico y una mesa baja con revistas al otro lado. A lo largo <strong>de</strong> la pared <strong>de</strong>l fondo,<br />

un mostrador con un walkie-talkie, un or<strong>de</strong>nador y un árbol <strong>de</strong> Navidad <strong>de</strong><br />

cerámica <strong>de</strong> un color ver<strong>de</strong> que jamás habría podido conseguir la naturaleza.<br />

Nate se fijó en las dos puertas situadas a uno y otro lado <strong>de</strong>l mostrador y en<br />

el tablón <strong>de</strong> anuncios en el que se veían notas y avisos colgados.<br />

Y también en las tres personas que fingían no estar pendientes <strong>de</strong> su llegada.<br />

Pensó que los dos hombres eran sus ayudantes. Uno <strong>de</strong> ellos apenas tenía<br />

edad para votar, y el otro tenía la suficiente para haber votado a Kennedy. Los dos<br />

llevaban un grueso pantalón <strong>de</strong> lana, botas resistentes y camisa <strong>de</strong> franela con una<br />

placa.<br />

El más joven era autóctono, tenía una melena oscura y lacia que le llegaba<br />

casi hasta los hombros, unos ojos almendrados, profundos y negros como la<br />

noche, y un rostro <strong>de</strong> finas facciones y expresión inocente, joven y tímido.<br />

El mayor tenía la piel curtida por el viento, llevaba el pelo casi al rape, tenía<br />

las mejillas caídas y forzaba la vista a través <strong>de</strong> unos ojos <strong>de</strong> un azul mortecino,<br />

ensombrecidos por profundos surcos. Su fuerte complexión contrastaba con la<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l otro. Nate pensó que probablemente había estado en el ejército.<br />

La mujer era redondita como una manzana, tenía los carrillos regor<strong>de</strong>tes y<br />

sonrosados y una generosa <strong>de</strong>lantera que <strong>de</strong>stacaba bajo un jersey <strong>de</strong> color rosa<br />

con copos <strong>de</strong> nieve bordados. Recogía su pelo grisáceo en un moño trenzado <strong>de</strong>l<br />

que sobresalía un lápiz y sostenía en las manos una ban<strong>de</strong>ja con unos bollos <strong>de</strong><br />

aspecto pegajoso.<br />

—Ahí tiene a la banda al completo. Jefe Ignatious Burke, este es su equipo.<br />

Su ayudante Otto Gruber.<br />

El <strong>de</strong>l pelo casi rapado dio un paso a<strong>de</strong>lante y le tendió la mano.<br />

—Jefe...<br />

—Ayudante Gruber.<br />

—Ayudante Peter Notti<br />

—Jefe Burke.<br />

Aquella sonrisa vacilante le sonaba.<br />

- 22 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Es usted pariente <strong>de</strong> Rose?<br />

—En efecto. Es mi hermana.<br />

—Y finalmente, aunque no por ello menos importante, su secretaria,<br />

administrativa y proveedora <strong>de</strong> bollos <strong>de</strong> canela, Marietta Peach.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que esté aquí, jefe Burke. —Tenía un acento marcadamente<br />

sureño—. Espero que se sienta mejor.<br />

—Sí, muchas gracias, señora Peach.<br />

—Voy a enseñarle al jefe el resto <strong>de</strong> la comisaría y luego les <strong>de</strong>jaré solos para<br />

que vayan conociéndose. ¿Por qué no echamos una ojeada a las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong><br />

sus... invitados, Ignatious?<br />

Entró por la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, que daba a dos calabozos, ambos con una<br />

litera. Las pare<strong>de</strong>s parecían recién pintadas y el suelo acabado <strong>de</strong> fregar. El recinto<br />

olía a <strong>de</strong>sinfectante.<br />

No había ningún inquilino.<br />

—¿Se usan mucho? —preguntó Nate.<br />

—Borrachos y camorristas, principalmente. Hay que pillar una muy gorda o<br />

armar un buen jaleo para pasar una noche encerrado en Lunacy. Tendrá algún<br />

caso <strong>de</strong> agresión, vandalismo, pero suele ser cosa <strong>de</strong> los chavales, que se aburren.<br />

Diré al personal que le ponga al corriente <strong>de</strong> los <strong>de</strong>litos en Lunacy. No tenemos<br />

abogado, en caso <strong>de</strong> que alguien lo necesitara pue<strong>de</strong> llamar a uno <strong>de</strong> Anchorage o<br />

<strong>de</strong> Fairbanks, a menos que conozca a alguno en otra parte. En cambio sí tenemos<br />

un juez jubilado, aunque es más fácil encontrarle pescando que dispuesto a<br />

solucionar cuestiones legales.<br />

—Muy bien.<br />

—¡Me va a dar dolor <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> tanto oírle!<br />

—No sé estar con la boca cerrada.<br />

Hopp movió la cabeza con una risita.<br />

—Vamos a echar un vistazo a su <strong>de</strong>spacho.<br />

Cruzaron la zona común, don<strong>de</strong> todos hacían como si trabajaran. Al otro<br />

lado <strong>de</strong>l mostrador <strong>de</strong> la señora Peach, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la puerta, se veía el armero.<br />

Nate contó seis escopetas, cinco fusiles, ocho pistolas y cuatro cuchillos <strong>de</strong> aspecto<br />

siniestro.<br />

Luego hundió las manos en sus bolsillos mientras fruncía los labios.<br />

—Vaya, ¿no tenemos sables?<br />

—Hay que estar preparados.<br />

—Sí, para una invasión.<br />

Ella respondió con una sonrisa y entró en la sala que estaba al lado <strong>de</strong>l<br />

armero.<br />

—Su <strong>de</strong>spacho.<br />

Medía unos tres metros cuadrados y tenía una ventana junto a un escritorio<br />

gris metálico. Encima <strong>de</strong> este, un or<strong>de</strong>nador, un teléfono y un flexo. Contra la<br />

pared había dos archivadores y un estante entre ellos, en el que había una cafetera<br />

—ya preparada—, dos tazas <strong>de</strong> gres marrón y una cestita con sobres <strong>de</strong> leche en<br />

polvo y azúcar. En la pared, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la percha, había también un tablero <strong>de</strong><br />

- 23 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

corcho —vacío— y, arrimadas a aquella, dos sillas plegables para las visitas.<br />

Las luces que se reflejaban en el oscuro cristal <strong>de</strong> la ventana le daban un<br />

aspecto impersonal y poco acogedor.<br />

—Peach ha puesto <strong>de</strong> todo en su mesa, pero si necesita algo más, tiene el<br />

armario <strong>de</strong> material al final <strong>de</strong>l pasillo. Y el lavabo está enfrente.<br />

—Muy bien.<br />

—¿Alguna pregunta?<br />

—Un montón.<br />

—Dispare.<br />

—De acuerdo, le haré una; el resto <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong> ella. ¿Por qué me han<br />

contratado?<br />

—Bien. ¿Le importa? —dijo Hopp señalando la cafetera.<br />

—Sírvase.<br />

Hopp llenó dos tazas, le ofreció una y se sentó.<br />

—Necesitábamos un jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—¿Está segura?<br />

—Este es un lugar pequeño, alejado y normalmente nos las arreglamos solos,<br />

pero eso no significa que no necesitemos una estructura, Ignatious. Debemos<br />

establecer una línea entre lo que está bien y lo que está mal para po<strong>de</strong>r<br />

mantenernos en ella. Mi marido trabajó muchos años en ello.<br />

—Y ahora es cosa suya.<br />

—Sí. Ahora es cosa mía. Por otro lado, disponer <strong>de</strong> nuestra propia policía<br />

significa que nos encargamos <strong>de</strong> nuestros asuntos; no necesitamos que<br />

intervengan los fe<strong>de</strong>rales o la policía estatal. Una población como esta no suele<br />

tenerse en cuenta precisamente por cómo es y por dón<strong>de</strong> se encuentra. Pero ahora<br />

disponemos <strong>de</strong> policía, <strong>de</strong> bomberos... Contamos también con una buena escuela,<br />

un hotel <strong>de</strong>cente, una publicación semanal, una emisora <strong>de</strong> radio. El clima nos<br />

aísla, pero sabemos ser autosuficientes. Sin embargo, necesitamos or<strong>de</strong>n, y este<br />

edificio y las personas que trabajan en él lo simbolizan.<br />

—O sea que ha contratado a un símbolo.<br />

—En cierto modo. —Aquellos ojos castaños aguantaron su mirada—. La<br />

gente se siente más segura con los símbolos. De todos modos, espero que haga su<br />

trabajo, y una parte importante <strong>de</strong> este, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> mantener el or<strong>de</strong>n, es<br />

relacionarse con la comunidad. Por eso me he tomado la molestia <strong>de</strong> mostrarle<br />

algunos <strong>de</strong> los negocios <strong>de</strong>l pueblo y citarle los nombres <strong>de</strong> quienes los llevan.<br />

Aunque no lo ha visto todo. Bing tiene un garaje en el que arregla cualquier motor,<br />

y se ocupa también <strong>de</strong>l equipo pesado: la máquina quitanieves, la excavadora.<br />

Lunatic Air se encarga <strong>de</strong>l transporte <strong>de</strong> mercancías y viajeros, trae provisiones<br />

aquí y a las afueras.<br />

—Lunatic Air.<br />

—Para usted, Meg —dijo Hopp medio sonriendo—. Estamos en el límite <strong>de</strong><br />

la Alaska interior y hemos convertido un asentamiento <strong>de</strong> trabajadores<br />

temporales, hippies y alborotadores en una población sólida. Ya irá conociendo a<br />

sus gentes, las relaciones entre ellos, las rencillas y las afinida<strong>de</strong>s. Entonces sabrá<br />

- 24 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

cómo manejarlas.<br />

—Lo que me lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué me contrató a mí, en vez<br />

<strong>de</strong> a alguien que conociera mejor todo esto?<br />

—Me pareció que alguien que lo conociera <strong>de</strong> antemano llegaría al puesto<br />

con su propia mochila. Con sus rencillas y afinida<strong>de</strong>s. Alguien que viene <strong>de</strong> fuera<br />

no trae nada <strong>de</strong> eso. Usted es joven; eso también contó. No tiene esposa e hijos que<br />

pudieran no adaptarse a la vida <strong>de</strong> aquí y presionarle para volver al sur. A<strong>de</strong>más,<br />

tiene diez años <strong>de</strong> experiencia en la policía y reúne los requisitos que estaba<br />

buscando... aparte <strong>de</strong> que no discutió por el salario.<br />

—Comprendo su i<strong>de</strong>a, pero en realidad no sé qué <strong>de</strong>monios hago aquí.<br />

—Hum... —Hopp terminó su café—. Le consi<strong>de</strong>ro un joven inteligente. Ya lo<br />

verá. Y ahora —dijo poniéndose <strong>de</strong> pie—, manos a la obra. A las dos hay pleno en<br />

el ayuntamiento. Tendrá que <strong>de</strong>cir algunas palabras.<br />

—¡Me lo temía!<br />

—Otra cosa. —Se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita—. Va a<br />

necesitar esto. —La abrió, extrajo una estrella plateada y la prendió en la camisa <strong>de</strong><br />

Nate—. Nos vemos a las dos, jefe.<br />

Nate se quedó inmóvil en medio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, con la vista fija en su taza<br />

mientras oía voces apagadas fuera. Como no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué hacer, lo único que<br />

se le ocurrió fue marcarse un inicio y seguir a partir <strong>de</strong> ahí.<br />

Hopp estaba en lo cierto. No tenía ni esposa ni hijos. Nada ni nadie tiraba <strong>de</strong><br />

él para que volviera al sur. Al mundo. Ya que iba a quedarse allí, tenía que hacerlo<br />

bien. Si echaba a per<strong>de</strong>r esta extraña oportunidad que se le ofrecía en el lugar más<br />

apartado <strong>de</strong>l universo, no tendría adón<strong>de</strong> ir. Nada que hacer.<br />

Mientras se dirigía con el café en la mano hacia la zona común notó en el<br />

estómago el mismo malestar que había experimentado en el avión.<br />

—Si pudieran <strong>de</strong>dicarme unos minutos...<br />

No sabía muy bien dón<strong>de</strong> colocarse; <strong>de</strong> pronto se dio cuenta <strong>de</strong> que no tenía<br />

por qué quedarse <strong>de</strong> pie. Dejó la taza, cogió un par <strong>de</strong> sillas <strong>de</strong> plástico, las colocó<br />

frente a los escritorios, volvió a coger el café y miró a Peach con una sonrisa.<br />

—Señora Peach, ¿le importa sentarse aquí? —A pesar <strong>de</strong> que notaba las<br />

crepés, que aún no había digerido <strong>de</strong>l todo, se esforzó por esbozar una sonrisa—.<br />

Pue<strong>de</strong> traer los bollitos. Huelen <strong>de</strong> maravilla.<br />

Visiblemente halagada, la mujer llevó con ella la ban<strong>de</strong>ja y unas servilletas.<br />

—Que cada cual se sirva.<br />

—Me imagino que para uste<strong>de</strong>s esto será tan incómodo como para mí —<br />

empezó a <strong>de</strong>cir Nate mientras cogía un bollo con una servilleta—. No me conocen.<br />

No saben qué clase <strong>de</strong> policía soy, o qué tipo <strong>de</strong> hombre. No soy <strong>de</strong> por aquí ni<br />

tengo la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué ocurre en esta parte <strong>de</strong>l mundo. Y encima se supone<br />

que tendré que darles ór<strong>de</strong>nes. Les daré ór<strong>de</strong>nes —rectificó mordiendo el bollo—.<br />

Están <strong>de</strong> muerte, señora Peach.<br />

—Es la manteca.<br />

—Supongo. —Por un instante vio cómo sus arterias se obturaban <strong>de</strong> golpe—.<br />

Es difícil recibir ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> alguien a quien no se conoce, en quien no se confía. No<br />

- 25 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

tienen ningún motivo para confiar en mí. Por lo menos <strong>de</strong> momento. Cometeré<br />

errores. No importa que me los echen en cara, siempre que lo hagan en privado.<br />

Cuento con uste<strong>de</strong>s, con todos uste<strong>de</strong>s, para que me ayu<strong>de</strong>n a avanzar. Para que<br />

me enseñen lo que tengo que saber y me presenten a quien <strong>de</strong>bo conocer. Aunque<br />

<strong>de</strong> momento lo que quiero preguntarles es si alguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s tiene algún<br />

problema conmigo. Preferiría hablarlo y solucionarlo ahora.<br />

Otto tomó un sorbo <strong>de</strong> café.<br />

—Yo no sabré si tengo algún problema hasta que no sepa cómo es usted.<br />

—Tiene toda la razón. Pero si surge algo, coméntemelo. Pue<strong>de</strong> que vea la<br />

cuestión como usted o que le man<strong>de</strong> al diablo. Pero al menos sabremos a qué<br />

atenernos.<br />

—Jefe Burke...<br />

Nate miró a Pete.<br />

—Llámeme Nate. Espero que no hagan como la alcal<strong>de</strong>sa Hopp, que me<br />

llama Ignatious todo el tiempo.<br />

—He pensado que tal vez al principio Otto o yo podríamos acompañarle en<br />

las salidas y en las patrullas. Hasta que se sienta cómodo.<br />

—Buena i<strong>de</strong>a. La señora Peach y yo estableceremos los turnos cada semana.<br />

—Y a mí pue<strong>de</strong> llamarme Peach. Quisiera comentar también que espero que<br />

este local se mantenga limpio y que algunas tareas, entre las que se incluye fregar<br />

el lavabo, Otto, se repartan igual que lo <strong>de</strong>más. La fregona, el cubo y la escoba no<br />

son utensilios exclusivamente femeninos.<br />

—A mí me han contratado <strong>de</strong> ayudante, no <strong>de</strong> chacha.<br />

Peach tenía un aspecto dulce, maternal. Y como cualquier madre que se<br />

precie, era capaz <strong>de</strong> perforar el acero con la mirada.<br />

—Pues a mí se me paga por trabajar <strong>de</strong> administrativa y secretaria y no por<br />

limpiar inodoros. Pero lo que tiene que hacerse, se hace.<br />

—¿Y por qué no establecemos unos turnos para estas tareas? —le<br />

interrumpió Nate al ver que el tono <strong>de</strong> voz subía—. También hablaré con la<br />

alcal<strong>de</strong>sa <strong>de</strong>l presupuesto. Tal vez podamos apretarnos un poco el cinturón y<br />

contratar a alguien que nos eche una mano en la limpieza un día a la semana.<br />

¿Quién guarda las llaves <strong>de</strong>l armero?<br />

—Están bajo llave en mi cajón —dijo Peach.<br />

—Quisiera disponer <strong>de</strong> ellas. También me gustaría saber para qué armas<br />

tiene permiso cada ayudante.<br />

—Yo puedo utilizar la pistola —contestó Otto.<br />

—Quizá, pero llevamos placas. —Echó su silla un poco hacia atrás para ver<br />

qué arma llevaba Otto en la pistolera—. ¿Desea seguir con la treinta y ocho como<br />

arma <strong>de</strong> servicio?<br />

—Es mía y estoy acostumbrado a ella.<br />

—Perfecto. Yo cogeré la Sig nueve milímetros <strong>de</strong>l armero. ¿A usted le va bien<br />

la nueve que lleva encima, Pete?<br />

—Sí.<br />

—¿Sabe utilizar un arma <strong>de</strong> fuego, Peach?<br />

- 26 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Tengo el Colt 45 <strong>de</strong> mi padre en la mesa. Él me enseñó a disparar cuando<br />

tenía cinco años. A<strong>de</strong>más, puedo utilizar todo lo que hay en el armero, igual que el<br />

«soldado Joe» que tengo ahí <strong>de</strong>lante.<br />

—Estuve en la armada —replicó Otto con cierta vehemencia—. Soy marine.<br />

—Muy bien. —Nate carraspeó—. ¿Cuántas personas creen que poseen armas<br />

en este pueblo?<br />

Los tres le miraron, sorprendidos, hasta que por fin Otto movió los labios.<br />

—Supongo que todo el mundo.<br />

—Vale. ¿Y tenemos una lista <strong>de</strong> los que tienen permiso para llevarlas?<br />

—Se la puedo conseguir —se ofreció Peach.<br />

—Estaría bien. ¿Y un ejemplar <strong>de</strong> las or<strong>de</strong>nanzas municipales?<br />

—También lo tendrá.<br />

—La última cuestión —dijo Nate mientras Peter se levantaba—. Si se da el<br />

caso <strong>de</strong> que <strong>de</strong>tenemos a alguien, ¿quién fija la fianza, <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> el tiempo <strong>de</strong><br />

reclusión, la multa, y todo eso?<br />

Se hizo un largo silencio y por fin habló Pete:<br />

—Creo que usted, jefe.<br />

Nate soltó un bufido.<br />

—¡Qué divertido!<br />

Volvió a su <strong>de</strong>spacho con los papeles que le había entregado Peach. Los leyó<br />

en un momento y empezó a colgarlos en el tablero <strong>de</strong> corcho.<br />

Estaba or<strong>de</strong>nándolos y clavándolos con chinchetas cuando entró Peach.<br />

—Ahí tiene las llaves, Nate. Estas son las <strong>de</strong>l armero. Las otras, <strong>de</strong> las puertas<br />

<strong>de</strong> la comisaría, <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante y <strong>de</strong> atrás, los calabozos y su coche. Cada una lleva su<br />

etiqueta.<br />

—¿Mi coche? ¿Qué coche tengo?<br />

—Un Gran Cherokee. Está aparcado en la calle. —Le puso las llaves en la<br />

mano—. Hopp ha dicho que alguno <strong>de</strong> nosotros tiene que mostrarle cómo<br />

funciona el protector para el motor.<br />

Había leído sobre eso. Calentadores pensados para mantener la temperatura<br />

<strong>de</strong>l motor cuando el coche estaba aparcado en el exterior y el termómetro bajaba.<br />

—Todo se andará.<br />

—Está saliendo el sol.<br />

—¿Cómo? —Se volvió para mirar por la ventana.<br />

Se quedó inmóvil, con los brazos caídos y las llaves colgando <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos,<br />

contemplando el cielo, don<strong>de</strong> el sol asomaba en tonos anaranjados y rosas. Bajo él,<br />

las montañas cobraban vida, imponentes y blancas, con sus doradas vetas que se<br />

<strong>de</strong>slizaban por encima.<br />

Ocupaban toda la ventana. Quitaban el habla.<br />

—No hay nada como la primera salida <strong>de</strong>l sol en invierno en Alaska.<br />

—No lo dudo. —Fascinado, se acercó al cristal.<br />

Vio el río sobre el que había aterrizado: un largo y combado muelle en el que<br />

no se había fijado antes y el brillo <strong>de</strong>l hielo bajo el claro cielo. A<strong>de</strong>más, se veían<br />

colinas nevadas, casas apiñadas, pequeños bosques y también personas. Iban tan<br />

- 27 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

abrigadas que parecían retazos <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>slizándose en la blancura.<br />

El humo ascendía y, ¡caramba!, ¿no era aquello un águila volando en las<br />

alturas? Mientras la observaba, aparecieron unos críos corriendo hacia la franja<br />

helada <strong>de</strong>l río; llevaban palos <strong>de</strong> hockey y patines en ristre.<br />

Las montañas lo dominaban todo, como dioses.<br />

Ante aquella panorámica se olvidó <strong>de</strong>l frío, <strong>de</strong>l viento, <strong>de</strong> la soledad y <strong>de</strong> su<br />

silencioso sufrimiento.<br />

Ante aquella vista se sintió vivo.<br />

- 28 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 3<br />

Pue<strong>de</strong> que fuera a causa <strong>de</strong>l frío, <strong>de</strong> que aquel día todos se comportaran<br />

perfectamente, o <strong>de</strong> que el espíritu navi<strong>de</strong>ño se hubiera instalado en Lunacy<br />

aquella semana entre Navidad y Año Nuevo, pero ya estaban a punto <strong>de</strong> dar las<br />

doce <strong>de</strong>l mediodía cuando recibieron la primera llamada.<br />

—¿Nate? —Peach asomó la cabeza por la puerta con unas agujas <strong>de</strong> hacer<br />

calceta y una ma<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> lana <strong>de</strong> color morado en la mano—. Ha llamado Charlene,<br />

<strong>de</strong>l Lodge. Al parecer un par <strong>de</strong> muchachos han montado una pelea a causa <strong>de</strong><br />

una partida <strong>de</strong> billar. Están armando una buena.<br />

—Bien. —Se puso <strong>de</strong> pie y se sacó una moneda <strong>de</strong>l bolsillo—. ¿Cara o cruz?<br />

—dijo a Otto y Peter.<br />

—Cara. —Mientras Nate echaba la moneda, Otto <strong>de</strong>jó sobre la mesa el<br />

número <strong>de</strong> Field and Stream que estaba leyendo.<br />

La cogió en el aire.<br />

—Cruz. Muy bien, Peter, usted me acompaña. Un pequeño altercado en el<br />

Lodge.<br />

Cogió un walkie, y lo colocó en su cinturón.<br />

Salió al porche y empezó a ponerse el equipo contra el frío.<br />

—Si cuando llegamos la pelea aún no se ha solucionado —dijo a Peter—,<br />

dígame enseguida quiénes son y si es algo que pue<strong>de</strong> ir a peor o pue<strong>de</strong> resolverse<br />

con cuatro gritos.<br />

Salieron a la calle, don<strong>de</strong> les recibió una ráfaga <strong>de</strong> aire helado.<br />

—¿Es el mío? —preguntó señalando el jeep negro aparcado junto al bordillo.<br />

—El mismo.<br />

—Y supongo que la cuerda conectada a ese poste se sujeta al calentador <strong>de</strong>l<br />

motor.<br />

—Lo necesitará si tiene que <strong>de</strong>jarlo un tiempo parado. Atrás hay una funda<br />

protectora para cubrir el motor y mantener el calor unas veinticuatro horas. Lo<br />

que ocurre a veces es que la gente se olvida <strong>de</strong> quitarlo y entonces se calienta<br />

<strong>de</strong>masiado. También hay cables <strong>de</strong> arranque atrás —siguió diciendo mientras<br />

tiraba <strong>de</strong> la toma—. Luces <strong>de</strong> emergencia, botiquín y...<br />

—Ya lo iremos repasando —le interrumpió Nate. Se preguntó si para circular<br />

por un lugar llamado Lunatic Street le harían falta las luces <strong>de</strong> emergencia y el<br />

botiquín—. Veamos primero si soy capaz <strong>de</strong> llevar el coche hasta el Lodge sin<br />

percances.<br />

Se sentó al volante y puso la llave en el contacto.<br />

—Asientos térmicos —comentó—. Dios existe.<br />

La población tenía otro aspecto bajo la luz <strong>de</strong>l día, no cabía duda. Tal vez se<br />

- 29 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

veía más pequeña, pensaba Nate mientras maniobraba en medio <strong>de</strong> la espesa capa<br />

<strong>de</strong> nieve. Los gases <strong>de</strong>l tubo <strong>de</strong> escape ennegrecían el blanco <strong>de</strong> los bordillos, los<br />

escaparates no centelleaban y la mayor parte <strong>de</strong> los adornos navi<strong>de</strong>ños perdían su<br />

encanto bajo el sol.<br />

Ya no era una postal, y a menos que se mirara más allá <strong>de</strong> las montañas, el<br />

paisaje era algo sombrío.<br />

Escarpado era el mejor calificativo, <strong>de</strong>cidió. Un lugar tallado en el hielo, la<br />

nieve y las rocas, arrimado a un serpenteante río y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> bosques en los que<br />

no costaba imaginar a lobos <strong>de</strong>ambulando.<br />

Se le ocurrió que tal vez habría osos en los bosques, aunque pensó que no<br />

tenía por qué preocuparse hasta que llegara la primavera. A no ser que todo eso<br />

<strong>de</strong> hibernar fuera una san<strong>de</strong>z.<br />

No tardaron ni dos minutos en llegar al hotel. Había visto a diez personas en<br />

la calle, una potente furgoneta, un patoso todoterreno y había contado tres motos<br />

<strong>de</strong> nieve aparcadas y unos esquís apoyados contra la fachada <strong>de</strong> Los Italianos.<br />

Parecía que la población <strong>de</strong> Lunacy no hibernaba como los osos.<br />

Entró por la puerta principal <strong>de</strong>l Lodge, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Peter.<br />

Aquello no se había terminado. Se oían claramente los gritos <strong>de</strong> ánimo —<br />

«¡Patéale el culo, Mackie!»—, así como una serie <strong>de</strong> ruidos sordos y gruñidos. Se<br />

había reunido lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser una multitud en Lunacy: cinco hombres, todos<br />

con camisa <strong>de</strong> franela; aunque, tras mirarlos bien, <strong>de</strong>scubrió que uno <strong>de</strong> ellos era<br />

una mujer.<br />

Ese grupo ro<strong>de</strong>aba a dos hombres con el pelo oscuro y enmarañado que<br />

rodaban por el suelo intentando pegarse puñetazos. No vio más arma que un taco<br />

<strong>de</strong> billar partido.<br />

—Los hermanos Mackie —le dijo Peter.<br />

—¿Hermanos?<br />

—Sí, gemelos. Se pelean <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estaban en la barriga <strong>de</strong> su madre. No<br />

suelen meterse con nadie más.<br />

—De acuerdo.<br />

Nate se abrió paso entre los reunidos. Su presencia hizo que el griterío se<br />

convirtiera en un murmullo, sobre todo cuando separó el Mackie <strong>de</strong> encima <strong>de</strong>l<br />

Mackie <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo.<br />

—Muy bien, ya basta. Quietos —or<strong>de</strong>nó.<br />

Pero Mackie segundo ya estaba incorporándose; se echó hacia atrás y le pegó<br />

un puñetazo a su hermano en la mandíbula.<br />

—¡Río Rojo, <strong>de</strong>sgraciado! —gritó. Luego ejecutó una danza <strong>de</strong> la victoria con<br />

los puños en alto mientras su hermano caía en los brazos <strong>de</strong> Nate.<br />

—¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, Peter! —exclamó este al ver que su ayudante<br />

permanecía inmóvil.<br />

—Disculpe, jefe. ¡Jim, para ya!<br />

El otro, en lugar <strong>de</strong> hacerle caso, siguió brincando ante la exaltación <strong>de</strong> los<br />

congregados.<br />

Nate vio que los presentes intercambiaban dinero, pero <strong>de</strong>cidió pasarlo por<br />

- 30 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

alto.<br />

—Sujétale —dijo, pasándole el cuerpo inconsciente a Peter antes <strong>de</strong><br />

enfrentarse al que se había, autoproclamado campeón—. Acaban <strong>de</strong> darle una<br />

or<strong>de</strong>n.<br />

—¿Ah, sí? —respondió con una risita, mostrando los dientes manchados <strong>de</strong><br />

sangre y un amenazador brillo en sus ojos castaños—. Y a mí qué. No obe<strong>de</strong>zco<br />

ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> un capullo.<br />

—Claro que vas a obe<strong>de</strong>cerle. Y te mostraré por qué.<br />

Nate le hizo girar, le empujó contra la pared y diez segundos <strong>de</strong>spués le<br />

había colocado las esposas.<br />

—¡Eh! —fue todo lo que consiguió <strong>de</strong>cir el momentáneo campeón.<br />

—Sigue creándome problemas y acabarás en el calabozo por resistencia a la<br />

autoridad, entre otros cargos. A ese llévalo a la comisaría en cuanto se <strong>de</strong>spierte,<br />

Peter.<br />

El público, poco fiel al parecer, se inclinó enseguida por Nate y silbó y<br />

abucheó a Jim Mackie mientras lo llevaba hacia la puerta.<br />

Nate se <strong>de</strong>tuvo al ver que Charlene salía <strong>de</strong> la cocina.<br />

—¿Tiene intención <strong>de</strong> presentar cargos? —le preguntó.<br />

Charlene le miró fijamente y al cabo <strong>de</strong> un momento parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—Pues... no lo sé. Es la primera vez que me preguntan algo así. ¿Cargos <strong>de</strong><br />

qué tipo?<br />

—Han roto cosas.<br />

—Ah, suelen pagarlo más tar<strong>de</strong>. Aunque han asustado a un par <strong>de</strong> turistas<br />

que estaban a punto <strong>de</strong> comer.<br />

—Empezó Bill —se quejó Jim.<br />

—Oye, empezáis los dos. Siempre. Te he dicho mil veces que no vengáis aquí<br />

a pelearos y a armar jaleo porque me asustáis a los clientes. No quiero presentar<br />

cargos, lo que quiero es que acabéis <strong>de</strong> una vez con esta tontería. Y que paguéis lo<br />

que se ha roto.<br />

—Está bien. Vamos a solucionarlo. Jim...<br />

—No veo por qué tengo que...<br />

Nate resolvió el asunto empujándolo hacia la helada calle.<br />

—¡Mi ropa, coño!<br />

—Notti, mi ayudante, se la llevará, métase en el coche si no quiere quedarse<br />

como un témpano —dijo abriendo la puerta <strong>de</strong>l jeep y empujándolo hacia <strong>de</strong>ntro.<br />

Cuando Nate se sentó al volante, Jim ya había recuperado cierta dignidad a<br />

pesar <strong>de</strong> la boca ensangrentada y el ojo hinchado.<br />

—No creo que esta sea forma <strong>de</strong> tratar a la gente. No está bien.<br />

—Y yo no creo que esté bien pegarle un puñetazo a un hermano cuando<br />

alguien le está sujetando los brazos.<br />

Jim tuvo el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> mostrarse apesadumbrado y <strong>de</strong> hundir la barbilla<br />

contra el pecho.<br />

—Lo he hecho a sangre caliente. Ese hijo <strong>de</strong> puta me había cabreado. Usted<br />

es el forastero que ha venido <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong> policía, ¿no?<br />

- 31 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Muy observador, Jim.<br />

El muchacho estuvo enfurruñado todo el camino hasta la comisaría. Cuando<br />

llegaron, entró andando con dificultad.<br />

—Este es <strong>de</strong>l sur —dijo en cuanto vio a Otto y a Peach—, no tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

cómo funcionan las cosas aquí, en Lunacy.<br />

—¿Por qué no se lo explicas? —Se veía un brillo en los ojos <strong>de</strong> Otto. Parecía<br />

divertido.<br />

—Necesito el botiquín. Pasa a mi <strong>de</strong>spacho, Jim.<br />

Nate hizo que entrara y se sentara; luego abrió una <strong>de</strong> las esposas y la sujetó<br />

en el brazo <strong>de</strong>l asiento.<br />

—¡Vamos! Si quisiera largarme no me costaría nada llevarme esta mierda <strong>de</strong><br />

silla.<br />

—Por supuesto. Y entonces tendríamos que añadir a la lista robo <strong>de</strong> material<br />

policial.<br />

Jim aún se indignó más. Tenía unos treinta años; era huesudo, con el pelo<br />

castaño espeso y greñudo, el rostro alargado y las mejillas hundidas. Los ojos eran<br />

también castaños y el izquierdo se había hinchado por uno <strong>de</strong> los puñetazos. Tenía<br />

un corte en el labio, <strong>de</strong>l que seguía saliendo sangre.<br />

—Usted no me gusta —afirmó.<br />

—Eso no va contra la ley. Alterar el or<strong>de</strong>n, <strong>de</strong>struir la propiedad ajena y<br />

agredir sí va contra la ley.<br />

—Aquí si alguien quiere zaran<strong>de</strong>ar al atontado <strong>de</strong> su hermano es asunto<br />

suyo.<br />

—Ya no. Aquí, a partir <strong>de</strong> ahora, habrá que respetar la propiedad privada y<br />

la pública. Y respetar a los representantes <strong>de</strong> la ley.<br />

—¿Peter? ¿Ese capullo?<br />

—El capullo es ahora un ayudante <strong>de</strong> policía.<br />

Jim dio un bufido y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> aire expulsó algo <strong>de</strong> sangre.<br />

—¡Vamos, hombre! ¡Si lo conocía antes <strong>de</strong> que naciera!<br />

—Pues cuando lleva la placa y dice basta, hay que obe<strong>de</strong>cer, tanto si lo<br />

conoció in vitro como si no.<br />

Jim consiguió poner una expresión <strong>de</strong> interés y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto al mismo<br />

tiempo.<br />

—No sé <strong>de</strong> qué coño me habla.<br />

—Ya me he dado cuenta —dijo Nate mirando hacia la puerta mientras<br />

entraba Peach.<br />

—Ahí tiene el botiquín y la bolsa <strong>de</strong> hielo. —Pasó la bolsa a Jim y <strong>de</strong>jó el<br />

botiquín en la mesa, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Nate. Luego, colocándose in jarras, añadió—: Tú<br />

con los años vas a peor, ¿verdad, Jim Mackie?<br />

—Fue Bill quien empezó. —Con las mejillas coloradas, se aplicó la bolsa <strong>de</strong><br />

hielo sobre el labio.<br />

—Eso es lo que tú dices. ¿Dón<strong>de</strong> está Bill?<br />

—Lo traerá Peter —dijo Nate—. Cuando <strong>de</strong>spierte.<br />

Peach se sorbió la nariz.<br />

- 32 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Seguro que tu madre te pone morado el otro ojo cuando se entere <strong>de</strong> que<br />

tiene que pagar la fianza.<br />

Tras esa predicción salió dando un portazo.<br />

—¡No va a encerrarme por haberle pegado cuatro puñetazos a mi hermano!<br />

—Podría hacerlo. Pero quizá te libres porque es mi primer día <strong>de</strong> trabajo. —<br />

Nate se apoyó en el respaldo—. ¿Por qué os peleabais?<br />

—Vale, se lo cuento. —Mientras preparaba su <strong>de</strong>fensa, Jim colocó las manos<br />

sobre las rodillas—. Ese <strong>de</strong>scerebrado <strong>de</strong>cía que La diligencia es la mejor película<br />

<strong>de</strong>l Oeste <strong>de</strong> todos los tiempos, cuando todo el mundo sabe que la mejor es Río<br />

Rojo.<br />

Nate se quedó un buen rato en silencio.<br />

—¿Por eso?<br />

—Sí, ¿qué pasa?<br />

—Nada, sólo quería enterarme. O sea que tu hermano y tú os habéis puesto<br />

como dos fieras porque no estabais <strong>de</strong> acuerdo en la importancia que tienen La<br />

diligencia y Río Rojo en la obra <strong>de</strong> John Wayne.<br />

—¿Qué dice?<br />

—Os peleabais por las películas <strong>de</strong> John Wayne.<br />

—Supongo. Arreglaremos las cuentas con Charlene. ¿Puedo marcharme?<br />

—Arreglaréis las cuentas con Charlene y pagaréis una multa <strong>de</strong> cien dólares<br />

cada uno por alteración <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n público.<br />

—¡Jo...! No pue<strong>de</strong>...<br />

—Sí puedo. —Nate se inclinó hacia <strong>de</strong>lante. Jim vio perfectamente aquellos<br />

ojos grises fríos y tranquilos y <strong>de</strong>seó que la silla se lo tragara—. Escúchame bien,<br />

Jim. No quiero que tú o Bill organicéis peleas en el Lodge. Bueno, no quiero que<br />

las organicéis en ninguna parte, pero <strong>de</strong> momento nos centraremos en el Lodge.<br />

Hay un niño que se pasa prácticamente el día allí.<br />

—Sí, pero Rose se lleva a Jesse a la cocina cuando hay alboroto. Bill y yo no le<br />

haríamos ningún daño al niño. Lo que ocurre es que, no sé, estamos <strong>de</strong> los nervios.<br />

—Pues habrá que controlar esos nervios cuando estéis en público.<br />

—¿Cien dólares?<br />

—Se los das a Peach en el plazo <strong>de</strong> veinticuatro horas. De lo contrario,<br />

doblaremos la multa cada día que te retrases. Y si no quieres pagar, pue<strong>de</strong>s pasar<br />

los próximos tres días en nuestro selecto hotel.<br />

—Pagaremos —murmuró. Cambió <strong>de</strong> postura y suspiró—. Pero preferir La<br />

diligencia...<br />

—Personalmente prefiero Río Bravo.<br />

Jim abrió la boca y volvió a cerrarla enseguida. Sin duda temía las<br />

consecuencias.<br />

—Una peli cojonuda —dijo poco <strong>de</strong>spués—, pero no es Río Rojo.<br />

Si las llamadas por alteraciones <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n iban a ser lo habitual, Nate pensó<br />

que tal vez había tomado la <strong>de</strong>cisión correcta al elegir Lunacy. Probablemente las<br />

- 33 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

peleas entre hermanos serían su máximo <strong>de</strong>safío.<br />

En realidad, no andaba buscando retos.<br />

Los hermanos Mackie tampoco le habían supuesto ninguno. Su conversación<br />

con Bill transcurrió más o menos por los mismos <strong>de</strong>rroteros que la <strong>de</strong> Jim, con la<br />

única diferencia <strong>de</strong> que aquel habló apasionadamente, y con consi<strong>de</strong>rable<br />

gesticulación, <strong>de</strong> La diligencia. Al parecer, los puñetazos no le habían ofendido<br />

tanto como el <strong>de</strong>sprecio hacia su película favorita.<br />

Peter asomó la cabeza por la puerta.<br />

—Jefe, Charlene dice que <strong>de</strong>bería pasar por allí a comer, que invita la casa.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco, pero tengo que preparar la reunión. —No le había pasado<br />

por alto el brillo <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Charlene cuando levantó con una sola mano a Jim<br />

Mackie—. De todas formas tendríamos que seguir esto <strong>de</strong> cerca, Peter. Pase por el<br />

Lodge y haga con Charlene una lista <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sperfectos. Y asegúrese <strong>de</strong> que los<br />

Mackie se responsabilizan <strong>de</strong>l pago en el plazo <strong>de</strong> cuarenta y ocho horas.<br />

—Ha sido muy hábil. Lo ha resuelto con mucho ingenio.<br />

—No había <strong>de</strong>masiado que resolver. Voy a redactar el informe. Luego lo lee<br />

usted y aña<strong>de</strong> lo que crea necesario.<br />

Miró a un lado y otro al oír un estruendo que incluso hizo vibrar la ventana.<br />

—¿Un terremoto? ¿Un volcán? ¿La guerra nuclear?<br />

—Castor —dijo Peter.<br />

—Ni siquiera en Alaska existe un castor que pueda hacer semejante ruido.<br />

Con una carcajada <strong>de</strong> satisfacción, Peter señaló la ventana.<br />

—El avión <strong>de</strong> Meg Galloway. Castor. Trae provisiones.<br />

Nate hizo girar la silla y consiguió ver el avión rojo; parecía <strong>de</strong> juguete.<br />

Cuando recordó que había llegado allí en uno que más o menos era <strong>de</strong>l mismo<br />

tamaño, notó un movimiento en el estómago y se dio la vuelta otra vez.<br />

El intercomunicador sonó. Agra<strong>de</strong>cido por la distracción, pulsó el botón.<br />

—Dígame, Peach.<br />

—Unos críos que tiraban bolas <strong>de</strong> nieve contra las ventanas <strong>de</strong> la escuela, han<br />

roto un cristal y se han largado.<br />

—¿Los tenemos i<strong>de</strong>ntificados?<br />

—Sí. A los tres.<br />

Reflexionó un momento.<br />

—A ver si Otto pue<strong>de</strong> ocuparse <strong>de</strong> ello.<br />

Se volvió otra vez hacia Pete.<br />

—¿Alguna pregunta?<br />

—No, ninguna. —Y luego, con una risita, añadió—: Nada, que está bien<br />

seguir con el trajín.<br />

—Sí. Está bien.<br />

Nate continuó atareado con el suyo hasta el momento <strong>de</strong> ir a la reunión.<br />

Principalmente eran cuestiones <strong>de</strong> organización, pero tenía la sensación <strong>de</strong> que<br />

con ello tomaba posesión <strong>de</strong> su puesto.<br />

Fuera cual fuese el tiempo que siguiera siendo suyo.<br />

Había aceptado la plaza por un año, pero tanto él como el ayuntamiento se<br />

- 34 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

reservaban un período <strong>de</strong> sesenta días <strong>de</strong> prueba.<br />

Le tranquilizaba pensar que podía <strong>de</strong>cidir marcharse al día siguiente. O la<br />

próxima semana. Si seguía ahí al cabo <strong>de</strong> dos meses sabría si era capaz <strong>de</strong> terminar<br />

el contrato.<br />

Decidió ir a pie hasta el ayuntamiento. Usar el coche para una distancia tan<br />

corta le parecía cosa <strong>de</strong> vagos.<br />

El cielo lucía un azul claro y <strong>de</strong>finido que contrastaba con la blanca masa <strong>de</strong><br />

montañas que parecían talladas con un fino y afilado cuchillo. La temperatura era<br />

casi inhumana, pero se fijó en un par <strong>de</strong> niños que salían corriendo con golosinas<br />

en las manos <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina. Lo hacían <strong>de</strong> la misma forma que los<br />

críos <strong>de</strong> todas partes: con cara <strong>de</strong> glotones, ilusionados.<br />

En cuanto enfilaron calle abajo, unas manos aparecieron en el cristal y<br />

giraron el letrero, que pasó <strong>de</strong> ABIERTO a CERRADO.<br />

Había muchos coches y camionetas aparcados y también circulando sobre la<br />

nieve.<br />

Por lo visto habría un lleno en el ayuntamiento.<br />

Nate notó un tirón en las tripas que le recordó las clases <strong>de</strong> oratoria en la<br />

aca<strong>de</strong>mia. Un terrible error haberla escogido como optativa... Cada día se apren<strong>de</strong><br />

algo nuevo.<br />

Disfrutaba con un poco <strong>de</strong> conversación. Un sospechoso al que interrogar o<br />

un testigo al que entrevistar no eran ningún problema, por lo menos tiempo atrás.<br />

Pero exigirle que se pusiera <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un auditorio, <strong>de</strong>l tipo que fuera, y hablara<br />

con frases coherentes... El sudor empezaba ya a recorrer su espalda.<br />

«Supéralo —se dijo—. Consigue pasar la siguiente hora y no tendrás que<br />

repetirlo. Probablemente.»<br />

Se metió en el ayuntamiento, entre el calor y el barullo <strong>de</strong> las voces. Un<br />

grupo se había reunido en el vestíbulo, en el que estaba colgado el mayor pez que<br />

Nate había visto en su vida. Pero estaba <strong>de</strong>masiado perplejo para fijar la vista en<br />

él, para preguntarse si <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser una especie <strong>de</strong> pequeña ballena mutante, y<br />

cómo la habían podido pescar y colocarla en la pared. Aquella distracción le libró<br />

<strong>de</strong> preocuparse por quienes miraban hacia él y por los que se encontraban ya en la<br />

sala <strong>de</strong> reuniones, sentados en sillas plegables <strong>de</strong> cara a un estrado en el que se<br />

veía un atril.<br />

—Salmón chinook —dijo Hopp <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él.<br />

Nate siguió con la vista fija en el enorme pez plateado que mostraba sus<br />

negras encías en una especie <strong>de</strong> expresión burlona.<br />

—¿Esto es un salmón? He comido salmón en muchos restaurantes, y son así<br />

<strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s. —Extendió los brazos indicando con las manos la medida.<br />

—Entonces no habrá comido salmón chinook <strong>de</strong> Alaska. Lo cierto es que el<br />

cabronazo se las traía. Lo pescó mi marido. Pesaba cuarenta y un kilos y<br />

seiscientos gramos. No llegó al récord <strong>de</strong>l estado, pero vaya premio...<br />

—¿Con qué lo sacó? ¿Con una grúa?<br />

Hopp soltó su característica carcajada <strong>de</strong> sirena y le golpeó el hombro,<br />

divertida.<br />

- 35 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Pesca usted?<br />

—No.<br />

—¿Nunca?<br />

—No tengo nada contra la pesca pero no la he practicado nunca.<br />

Nate se volvió y abrió unos ojos como platos. La alcal<strong>de</strong>sa se había cambiado<br />

y llevaba un elegante traje chaqueta a cuadros blancos y negros, pendientes <strong>de</strong><br />

perlas y un ligero toque <strong>de</strong> carmín en los labios.<br />

—¡Impresionante... alcal<strong>de</strong>sa!<br />

—Impresionante sería una secuoya <strong>de</strong> doscientos años...<br />

—En realidad lo que quería <strong>de</strong>cir es que está usted muy atractiva, pero no<br />

me ha parecido apropiado.<br />

Ella le <strong>de</strong>dicó una amplia sonrisa.<br />

—Es usted un tipo listo, Ignatious.<br />

—No crea...<br />

—Si yo soy capaz <strong>de</strong> parecer atractiva, usted pue<strong>de</strong> ser listo. Todo es<br />

cuestión <strong>de</strong> apariencia. Y ahora pongámonos en marcha y <strong>de</strong>je que le presente a<br />

los concejales. Luego pasaremos a los pequeños discursos. —Le cogió <strong>de</strong>l brazo<br />

como hacen las mujeres que acompañan a un hombre entre una multitud reunida<br />

en una fiesta—. Dicen que ya se ha ocupado <strong>de</strong> los hermanos Mackie...<br />

—Nada, una ligera discrepancia sobre películas <strong>de</strong>l Oeste.<br />

—A mí me encantan las <strong>de</strong> Clínt Eastwood. Las primeras. Ed Woolcott, ven<br />

aquí; voy a presentarte a nuestro jefe <strong>de</strong> policía.<br />

Woolcott, un hombre <strong>de</strong> aspecto fuerte, <strong>de</strong> más <strong>de</strong> cincuenta años, estrechó la<br />

mano <strong>de</strong> Nate como hacen los políticos. Tenía el pelo gris, espeso, peinado hacia<br />

atrás, <strong>de</strong> forma que resaltaba su curtido rostro, al igual que una pequeña y<br />

blanquecina cicatriz que cruzaba su ceja izquierda.<br />

—Soy el director <strong>de</strong>l banco —dijo a Nate, que entonces entendió el motivo <strong>de</strong><br />

aquel traje azul marino y la corbata a rayas—. Supongo que abrirá usted una<br />

cuenta con nosotros <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco.<br />

—Lo tendré presente.<br />

—No hemos venido aquí a hacer negocios, Ed. Tengo que seguir la ronda con<br />

Ignatious.<br />

Luego, le presentó a Deb y Harry Miner, <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, a Alan<br />

B. Royce, el juez jubilado, a Walter Notti, el padre <strong>de</strong> Peter, criador y adiestrador<br />

<strong>de</strong> perros <strong>de</strong> trineo, todos ellos concejales <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />

—Ken Darby, el médico, aparecerá en cuanto pueda.<br />

—No pasa nada. Tardaremos un poco en poner or<strong>de</strong>n a todo esto.<br />

Llegó luego el turno <strong>de</strong> Bess Mackie, una mujer larguirucha, con una gran<br />

mata <strong>de</strong> pelo teñido con alheña, que se plantó ante él cruzando los brazos por<br />

encima <strong>de</strong> su pecho plano y sorbiéndose la nariz.<br />

—¿Usted ha sacudido a mis hijos hoy?<br />

—Podría <strong>de</strong>cirse así, señora.<br />

Soltó un bufido sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mover la cabeza.<br />

—Perfecto. La próxima vez macháqueles la cabezota, así me ahorra trabajo.<br />

- 36 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Mientras la mujer se alejaba en busca <strong>de</strong> un asiento, Nate pensaba que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo había sido una cálida bienvenida.<br />

Hopp se dirigió al estrado, don<strong>de</strong> habían dispuesto tres sillas: una para ella,<br />

otra para Nate y la tercera para Woolcott, el teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>.<br />

—Deb abrirá el pleno con informaciones locales —explicó Hopp—.<br />

Seguidamente hablará Ed, que me ce<strong>de</strong>rá la palabra. Después <strong>de</strong> mi breve<br />

introducción, le tocará el turno a usted. Y con su parlamento cerraremos la sesión.<br />

Tal vez haya que respon<strong>de</strong>r a alguna pregunta.<br />

Nate notó un vacío en el estómago.<br />

—Muy bien.<br />

Le señaló un asiento, se sentó en el suyo e hizo un gesto a Deb Miner.<br />

Era una mujer fornida, con un rostro agradable y el pelo rubio y ralo. Se situó<br />

ante el atril.<br />

El micrófono zumbó y chirrió mientras lo ajustaba; <strong>de</strong> pronto, el carraspeo <strong>de</strong><br />

la mujer retumbó en la sala.<br />

—Buenas tar<strong>de</strong>s a todos. Antes <strong>de</strong> pasar a las cuestiones <strong>de</strong>l día,<br />

abordaremos la información. La fiesta <strong>de</strong> Nochevieja en el Lodge empezará a las<br />

nueve. La música en directo correrá a cargo <strong>de</strong> The Caribous. Pasaremos la gorra<br />

para recaudar fondos para el espectáculo, <strong>de</strong> modo que no sean roñosos. A partir<br />

<strong>de</strong>l viernes, la escuela organiza una cena semanal en la que se servirá pasta; la<br />

recaudación será para el equipamiento <strong>de</strong> nuestro equipo <strong>de</strong> hockey, que tiene<br />

muchas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> convertirse en campeón regional. Debemos vestirlo como<br />

es <strong>de</strong>bido para que podamos sentirnos orgullosos <strong>de</strong> él. Empieza a las cinco y la<br />

cena incluye, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l plato fuerte, una ensalada, un panecillo y un refresco.<br />

Los adultos pagan seis dólares, los niños <strong>de</strong> entre seis y doce años, cuatro dólares.<br />

Para los menores <strong>de</strong> seis es gratis.<br />

Luego pasó a la sesión <strong>de</strong> cine en el ayuntamiento. Nate escuchaba a medias,<br />

intentaba no pensar en que enseguida le tocaría el turno <strong>de</strong> ponerse ante el<br />

micrófono.<br />

Fue entonces cuando la vio entrar.<br />

La parka roja y algo en la forma <strong>de</strong> moverse le dijeron que se trataba <strong>de</strong> la<br />

mujer que había visto por la ventana la noche anterior. Se había quitado la<br />

capucha pero llevaba un gorro negro.<br />

Tenía una melena negra y lacia. El rostro <strong>de</strong>stacaba por su pali<strong>de</strong>z en<br />

contraste con esos dos colores intensos; contra el negro <strong>de</strong>l pelo, los pómulos se<br />

veían más respingones. Incluso en la distancia Nate distinguió el azul <strong>de</strong> los ojos.<br />

Un azul luminoso, glacial. Llevaba una mochila <strong>de</strong> lona al hombro, un pantalón<br />

ancho, masculino, y unas botas negras llenas <strong>de</strong> rasponazos.<br />

Los gélidos ojos azules se clavaron en los <strong>de</strong> él mientras avanzaba por el<br />

pasillo central y se sentaba al lado <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong>lgado que parecía autóctono.<br />

No intercambiaron ni una palabra pero Nate habría jurado que entre ellos<br />

había cierta sintonía, aunque no era íntima ni física. La muchacha se quitó la parka<br />

mientras Deb pasaba <strong>de</strong>l anuncio <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong> cine al calendario <strong>de</strong> los partidos<br />

<strong>de</strong> hockey.<br />

- 37 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Bajo la parka apareció un jersey ver<strong>de</strong> oliva. Y <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> este, si Nate no se<br />

equivocaba, se escondía un cuerpo fuerte y atlético.<br />

Intentaba <strong>de</strong>cidir si era guapa. Probablemente no: tenía las cejas <strong>de</strong>masiado<br />

rectas, la nariz algo torcida, la boca <strong>de</strong>sproporcionada.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> que enumeraba mentalmente sus <strong>de</strong>fectos, algo le revolvía<br />

las entrañas. Interesante, fue todo lo que se le ocurrió. Llevaba unos meses<br />

apartado <strong>de</strong> las mujeres, lo que, teniendo en cuenta su estado <strong>de</strong> ánimo, no había<br />

sido ni mucho menos un problema. Pero aquella mujer distante estaba<br />

<strong>de</strong>spertando sus instintos.<br />

La mujer abrió la mochila y sacó una bolsa <strong>de</strong> papel marrón. Nate se quedó<br />

perplejo al ver que hundía la mano en ella y extraía un puñado <strong>de</strong> palomitas. Las<br />

fue comiendo, invitando a su vecino, mientras Deb terminaba con las noveda<strong>de</strong>s<br />

informativas.<br />

Luego, Ed habló <strong>de</strong>l funcionamiento municipal y <strong>de</strong> las acciones que se<br />

habían emprendido; la recién llegada sacó <strong>de</strong> la mochila un termo plateado y en la<br />

tapa se sirvió lo que parecía un café.<br />

¿Quién <strong>de</strong>monios podía ser? ¿La hija <strong>de</strong>l autóctono? Por la edad, tal vez, pero<br />

no se veía ningún parecido.<br />

No se inmutó ni parpa<strong>de</strong>ó ante la insistente mirada <strong>de</strong> él; al contrario, siguió<br />

comiendo palomitas y sorbiendo el café sin <strong>de</strong>sviar la vista.<br />

Los congregados aplaudieron cuando se anunció la intervención <strong>de</strong> Hopp.<br />

Nate hizo un esfuerzo por centrarse en el estrado.<br />

—No vamos a per<strong>de</strong>r el tiempo con politiqueo. Hemos optado por la<br />

autonomía porque nos interesa resolver nuestros propios asuntos siguiendo la<br />

tradición <strong>de</strong> este ejemplar estado. Votamos la construcción <strong>de</strong> una comisaría <strong>de</strong><br />

policía y la creación <strong>de</strong> un <strong>de</strong>partamento policial. Ha habido mucho <strong>de</strong>bate, ha<br />

sido reñido, pero también se ha <strong>de</strong>mostrado el sentido común que tenían todos los<br />

bandos. En <strong>de</strong>finitiva se acordó traer a alguien <strong>de</strong> fuera, a una persona con<br />

experiencia y sin vínculos en Lunacy. Pensamos que así conseguiríamos a alguien<br />

justo, inteligente y capaz <strong>de</strong> aplicar la ley sin prejuicios y con equidad. Eso es lo<br />

que ha <strong>de</strong>mostrado hoy mismo el jefe Burke cuando ha esposado a Jim Mackie por<br />

haberse peleado con su hermano en el Lodge.<br />

Se oyeron risas, incluso los hermanos Mackie, con los rostros magullados,<br />

sonrieron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus asientos.<br />

—Y a<strong>de</strong>más nos ha multado —exclamó Jim.<br />

—Lo que aña<strong>de</strong> doscientos dólares a las arcas municipales. Si seguís así, en<br />

poco tiempo habréis pagado el nuevo camión <strong>de</strong> bomberos. Ignatious Burke viene<br />

<strong>de</strong> Baltimore, Maryland, don<strong>de</strong> sirvió en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> la ciudad<br />

durante once años, ocho como inspector. Po<strong>de</strong>mos consi<strong>de</strong>rarnos afortunados <strong>de</strong><br />

que alguien con el historial <strong>de</strong>l jefe Burke cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> nosotros, los ciudadanos <strong>de</strong><br />

Lunacy. Así que vamos a dar la bienvenida a nuestro jefe <strong>de</strong> policía.<br />

Mientras el público aplaudía, Nate pensó: «¡La que me ha caído encima!». Se<br />

puso <strong>de</strong> pie y se acercó al atril con la mente en blanco como una pizarra acabada<br />

<strong>de</strong> borrar. Alguien entre el público gritó «cheechako».<br />

- 38 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Siguieron unos murmullos, un hablar entre dientes y unas voces acaloradas<br />

que empezaban una discusión. El revuelo que se había armado por su culpa<br />

aplacó sus nervios.<br />

—En efecto, soy un cheechako. Un forastero, que acaba <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> los estados<br />

<strong>de</strong>l sur.<br />

Los murmullos cesaron mientras él miraba a los reunidos.<br />

—Casi todo lo que sé sobre Alaska lo he sacado <strong>de</strong> una guía, <strong>de</strong> internet y <strong>de</strong><br />

alguna película. No conozco prácticamente nada <strong>de</strong> esta población, aparte <strong>de</strong> que<br />

hace un frío <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios, que los hermanos Mackie suelen pelearse y que el<br />

paisaje es impresionante. Pero sí conozco el oficio <strong>de</strong> policía y por eso estoy aquí.<br />

«Lo conocía —pensó—. Lo conocía.» Sus manos comenzaron a sudar.<br />

Estaba convencido <strong>de</strong> que empezaría a tartamu<strong>de</strong>ar, pero su mirada<br />

coincidió con los glaciales ojos azules <strong>de</strong> la mujer <strong>de</strong> rojo. Ella torció un poco los<br />

labios y siguió mirándole mientras se disponía a tomar otro sorbo <strong>de</strong>l plateado<br />

tapón.<br />

Sin darse cuenta, las palabras fluyeron. Tal vez le hablaba a ella.<br />

—Es mi <strong>de</strong>ber proteger y servir a esta comunidad, y eso es lo que voy a<br />

hacer. Pue<strong>de</strong> que les <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong> que venga alguien <strong>de</strong> fuera a <strong>de</strong>cirles lo que no<br />

pue<strong>de</strong>n hacer, pero todos tendremos que acostumbrarnos. Yo haré lo que esté en<br />

mi mano. Uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cidirán si les parece bien. De eso se trata.<br />

Se oyeron unos aplausos, que poco a poco se convirtieron en una ovación.<br />

Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que sus ojos se habían clavado <strong>de</strong> nuevo en los <strong>de</strong> la mujer.<br />

Su estómago subía y bajaba mientras aquellos labios <strong>de</strong>sproporcionados se<br />

la<strong>de</strong>aban un poco formando una curiosa sonrisa.<br />

Oyó que Hopp levantaba la sesión. Algunos se acercaron a hablar con él y<br />

Nate perdió a la mujer. Cuando la localizó <strong>de</strong> nuevo vio la parca roja en la puerta<br />

posterior.<br />

—¿Quién es? —Se apartó un poco para tocar el brazo <strong>de</strong> Hopp—. La mujer<br />

que ha llegado tar<strong>de</strong>... la <strong>de</strong> la parka roja, el pelo negro, y los ojos azules.<br />

—Supongo que se refiere a Meg. Meg Galloway. La hija <strong>de</strong> Charlene.<br />

Ella había querido verlo mejor, más <strong>de</strong> cerca que el día anterior, cuando lo<br />

vio <strong>de</strong> pie en la ventana, con ese aire inquietante y amargado propio <strong>de</strong>l<br />

protagonista <strong>de</strong> alguna novela gótica.<br />

Por un lado le parecía atractivo, pero visto <strong>de</strong> cerca <strong>de</strong>cidió que su aspecto<br />

era más triste que amargado.<br />

Lástima. Amargado habría sido más su estilo.<br />

Había salido airoso, eso tenía que reconocerlo. Pescó el insulto <strong>de</strong>l inútil <strong>de</strong><br />

Bing al vuelo, respondió y una vez salvado el obstáculo siguió a<strong>de</strong>lante.<br />

Pensó que si la poli tenía que fisgonear por Lunacy podía haberles tocado<br />

algo peor. Aunque a ella le importaba poco mientras no metieran la nariz en sus<br />

cosas.<br />

Ya que estaba en el centro, <strong>de</strong>cidió aprovechar para hacer unos recados y<br />

- 39 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

cargar provisiones.<br />

Vio el cartel <strong>de</strong> cerrado en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina y soltó un suspiro. Sacó el<br />

llavero que llevaba en la mochila; buscó la llave con las letras «TE» y la utilizó<br />

para entrar.<br />

Cogió un par <strong>de</strong> cajas y empezó a recorrer los pasillos. Cereales, pasta,<br />

huevos, latas, papel higiénico, harina, azúcar. Dejó una <strong>de</strong> las cajas sobre el<br />

mostrador y llenó la segunda.<br />

Estaba colocando encima un saco <strong>de</strong> veinticinco kilos <strong>de</strong> comida para perro<br />

cuando se abrió la puerta y entró Nate.<br />

—Está cerrado —dijo con un resoplido, <strong>de</strong>jando el saco <strong>de</strong> pienso.<br />

—Eso veo.<br />

—Pues si lo ve, ¿qué hace aquí?<br />

—Curioso. Iba a preguntarle lo mismo.<br />

—Necesitaba provisiones.<br />

Pasó al otro lado <strong>de</strong>l mostrador para coger una caja <strong>de</strong> munición, que añadió<br />

a la carga.<br />

—Lo imagino, pero coger provisiones <strong>de</strong> una tienda cerrada se llama hurto.<br />

—Eso dicen. —Sacó un libro <strong>de</strong> registro <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l mostrador y empezó a<br />

pasar páginas—. Y supongo que en los estados <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Alaska <strong>de</strong>tienen a<br />

quienes lo hacen.<br />

—Normalmente sí.<br />

—¿Y usted preten<strong>de</strong> aplicar esta política en Lunacy?<br />

—Es lo que hago normalmente.<br />

Ella soltó una carcajada —como la sirena <strong>de</strong> Hopp, la <strong>de</strong> la niebla—, cogió un<br />

bolígrafo y empezó a anotar en el libro.<br />

—Espere un momento. Termino con esto y luego me <strong>de</strong>tiene. Con la mía<br />

serán tres <strong>de</strong>tenciones hoy. Todo un récord.<br />

Nate se apoyó en el mostrador y se fijó en que estaba apuntando todo lo que<br />

había colocado en las cajas.<br />

—Per<strong>de</strong>ría el tiempo.<br />

—Sí, pero aquí nos sobra. ¡Mierda, olvidaba el Murphy's! ¿Le importa<br />

pasármelo? El jabón líquido, está ahí.<br />

—¡Cómo no! —Se acercó a los estantes y cogió una <strong>de</strong> las botellas—. Anoche<br />

la vi por la ventana.<br />

Ella anotó el Murphy's.<br />

—Yo también le vi.<br />

—Es usted piloto.<br />

—Soy muchísimas cosas más. —Levantó la vista hacia él—. Esa es solo una<br />

<strong>de</strong> ellas.<br />

—¿Qué más es?<br />

—Un poli <strong>de</strong> una gran metrópoli tendría que <strong>de</strong>scubrirlo rápidamente.<br />

—Tengo más pistas. Cocina. Tiene un perro. Probablemente más <strong>de</strong> uno, y <strong>de</strong><br />

un tamaño consi<strong>de</strong>rable. Le gusta disponer <strong>de</strong> su propio espacio. Es honrada, al<br />

menos cuando le conviene. Le gusta el café solo y las palomitas con mucha<br />

- 40 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

mantequilla.<br />

—Solo ha rascado la superficie. —Tamborileó con el bolígrafo en el libro —.<br />

¿Quiere rascar un poco más, jefe Burke?<br />

«Sin ro<strong>de</strong>os», pensó él. No le quedaba otro remedio. Por tanto, respon<strong>de</strong>ría<br />

sin ro<strong>de</strong>os.<br />

—Me lo estaba planteando.<br />

Ella sonrió como había hecho en el pleno, torciendo la comisura <strong>de</strong>recha.<br />

—¿Ya le ha atacado Charlene?<br />

—¿Disculpe?<br />

—Me preguntaba si anoche Charlene le dio su especial bienvenida a Lunacy.<br />

Nate no sabía qué le molestaba más, la pregunta o la frialdad con que lo<br />

miraba mientras la formulaba.<br />

—No.<br />

—¿No es su tipo?<br />

—No exactamente. Y me siento bastante incómodo hablando así <strong>de</strong> su<br />

madre.<br />

—¡Vaya sensibilidad! No se preocupe. Todo el mundo sabe que a Charlene le<br />

encanta hacer traquetear la cabecera <strong>de</strong> la cama con cada hombre <strong>de</strong> buen ver que<br />

aparece por aquí. El caso es que yo procuro apartarme <strong>de</strong> sus sobras. Pero dadas<br />

las circunstancias, por el momento puedo permitirle que rasque un poco más.<br />

Cerró el libro.<br />

—¿Me echa una mano para cargar todo esto en la camioneta?<br />

—Cómo no. Aunque creía que había venido volando.<br />

—Pues sí. Hemos intercambiado el medio <strong>de</strong> transporte con un colega.<br />

—¡Ah!<br />

Se cargó el pienso en el hombro.<br />

Meg había aparcado fuera una gran furgoneta roja en la que había un toldo<br />

impermeable, un equipo <strong>de</strong> camping, raquetas <strong>de</strong> nieve y un par <strong>de</strong> bombonas <strong>de</strong><br />

butano. En la cabina llevaba una escopeta y un rifle.<br />

—¿Caza usted? —le preguntó él.<br />

—Depen<strong>de</strong>. —Cerró la tapa <strong>de</strong>l vehículo y le miró con una risita—. ¿Qué<br />

<strong>de</strong>monios hace usted aquí, jefe Burke?<br />

—Nate. Se lo diré en cuanto lo sepa.<br />

—Me parece muy bien. Tal vez nos veamos en Nochevieja. Po<strong>de</strong>mos probar<br />

qué tal se nos da el alterne.<br />

Se metió en la cabina y puso el motor en marcha. Sonó Aerosmith a todo<br />

volumen y ella aceleró. Se dirigió hacia el oeste, don<strong>de</strong> el sol ya se escondía <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> las cumbres, iluminándolas con un tono dorado encendido, mientras el<br />

crepúsculo suavizaba la luz.<br />

Eran las tres y cuarto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />

- 41 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Anotación en un diario<br />

14 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />

Capítulo 4<br />

Puto frío. Tengo que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> él porque si no me volveré loco, pero<br />

sí escribiré sobre él. Así podré recordarlo otro día —pongamos en julio, sentado<br />

ante una cerveza, embadurnado <strong>de</strong> repelente, pegando manotazos a unos<br />

mosquitos <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un gorrión— y mirar fijamente a los ojos a este maldito<br />

monte blanco.<br />

Entonces sabré que estuve aquí, que lo conseguí. Y la cerveza sabrá mucho<br />

mejor.<br />

Pero estamos en febrero, y julio queda a un siglo. La puñetera rasca es la que<br />

manda.<br />

El viento hace que la temperatura baje hasta los treinta y los cuarenta bajo<br />

cero. Cuando el mercurio está tan abajo ya no importan unos grados más o menos.<br />

El frío ha roto una <strong>de</strong> las linternas y ha atascado la cremallera <strong>de</strong> mi parka.<br />

Puesto que la noche dura dieciséis horas, montamos y <strong>de</strong>smontamos el<br />

campamento a oscuras. Mear es un ejercicio agotador, un suplicio. A pesar <strong>de</strong><br />

todo, en general mantenemos el ánimo.<br />

Es una experiencia difícil <strong>de</strong> contar. Cuando el frío es como cristales rotos<br />

que te van segando el cuello, tienes la conciencia <strong>de</strong> estar vivo <strong>de</strong> una forma que<br />

solo se experimenta en la montaña. Cuando te arriesgas a salir un instante <strong>de</strong>l<br />

refugio y ves la aurora boreal tan luminosa, tan eléctrica que casi crees que<br />

estirando el brazo conseguirías coger esa luz ver<strong>de</strong> y reluciente y atraerla hacia ti<br />

para cargar las pilas, te das cuenta <strong>de</strong> que no te apetece estar en ningún otro lugar.<br />

Avanzamos lentamente, aunque sin abandonar el objetivo: llegar a la<br />

cumbre. La nieve <strong>de</strong>l alud frenó nuestra marcha. Me pregunté cuánta gente habría<br />

acampado aquí, bajo lo que ahora se ve sepultado, y cuánto tardará la montaña en<br />

mover, sacudir y enterrar la cueva <strong>de</strong> nieve que tanto nos ha costado abrir en ella.<br />

Hemos tenido una corta pero acalorada discusión sobre cómo sortear la nieve<br />

<strong>de</strong>l alud. He tomado la <strong>de</strong>lantera. Hemos tardado una eternidad en conseguir<br />

esquivar y superar los obstáculos, pero no podía hacerse más <strong>de</strong>prisa, piensen lo<br />

que piensen los <strong>de</strong>más. Nos encontramos en una zona peligrosa, <strong>de</strong>nominada Paso<br />

<strong>de</strong> las arenas movedizas precisamente porque el glaciar se <strong>de</strong>splaza bajo tus pies.<br />

No lo ves, no pue<strong>de</strong>s tocarlo, pero se mueve y se <strong>de</strong>sliza por <strong>de</strong>bajo. Y pue<strong>de</strong><br />

absorberte, pues bajo ese manto blanco hay grietas al acecho que pue<strong>de</strong>n<br />

convertirse en tu ataúd.<br />

Hemos seguido el ascenso hacia la Cordillera solitaria, al repique <strong>de</strong> los<br />

- 42 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

piolets y con el hielo pegado a las pestañas; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar la vuelta a la<br />

Chimenea <strong>de</strong> Satanás, hemos almorzado sobre una blanca colcha <strong>de</strong> nieve<br />

inmaculada.<br />

El sol era una bola <strong>de</strong> hielo dorado.<br />

Me he aventurado a tomar unas fotos, a pesar <strong>de</strong>l miedo a que el frío<br />

rompiera la cámara.<br />

La escalada <strong>de</strong> <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida se ha caracterizado por la falta <strong>de</strong><br />

habilidad y un exceso <strong>de</strong> pasión. Tal vez fueran las anfetas <strong>de</strong>l postre, pero la<br />

hemos emprendido a patadas y a insultos contra la montaña y entre nosotros.<br />

Nuestros pies han aporreado la nieve durante horas, o eso nos ha parecido, y poco<br />

a poco la dorada bola ha empezado a hundirse, a adquirir un tono anaranjado<br />

feroz y violento que ha incendiado la nieve. Luego nos ha <strong>de</strong>jado en la asesina<br />

oscuridad.<br />

Hemos utilizado los focos que llevábamos en la frente para cortar un saliente<br />

en el hielo que protegiera la tienda. Acampamos ahí; escuchamos el rumor <strong>de</strong>l<br />

viento como quien oye las olas en una tormenta <strong>de</strong> noche, aliviamos el cansancio<br />

con maría <strong>de</strong> la mejor calidad y recordamos los logros <strong>de</strong>l día.<br />

Nos hemos puesto unos a otros nombres <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias. Ahora<br />

somos Han, Luke y Darth. Yo soy Luke. Nos divertimos imaginando que estamos<br />

en Toth, el planeta <strong>de</strong> hielo, en una misión <strong>de</strong>stinada a <strong>de</strong>struir un bastión <strong>de</strong>l<br />

Imperio. Por supuesto, esto significa tener a Darth en contra, pero también le<br />

aña<strong>de</strong> emoción.<br />

Cada loco con su tema.<br />

Hoy hemos avanzado mucho pero estamos cada vez más alterados. Me he<br />

sentido bien al ir hundiendo el piolet en la barriga <strong>de</strong>l Sin Nombre, avanzando<br />

lentamente por él. Ha habido gritos e insultos, al principio para animar y luego<br />

más subidos <strong>de</strong> tono, cuando ha empezado a caer una lluvia <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> hielo.<br />

A Darth le han dado unos cuantos <strong>de</strong> lleno, y se ha pasado una hora<br />

maldiciéndome.<br />

Por un momento he creído que iba a per<strong>de</strong>r el control y que magullaría mi<br />

cara como yo había hecho con la suya. Aún ahora noto que sigue dándole vueltas<br />

al asunto, fulminándome con la mirada que me clava en la nuca mientras los<br />

ronquidos <strong>de</strong> Han casi resuenan más que el viento.<br />

Lo superará. Somos un equipo y cada uno <strong>de</strong> nosotros tiene la vida <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>más en sus manos. De modo que se le pasará en cuanto empecemos a escalar<br />

otra vez.<br />

Quizá <strong>de</strong>beríamos disminuir la cantidad <strong>de</strong> anfetas, aunque un par <strong>de</strong><br />

pastillas te dan un punto y te ayudan a vencer el frío y el cansancio.<br />

No hay nada en el mundo como esto. El brillo cegador <strong>de</strong> la nieve, el sonido<br />

<strong>de</strong>l piolet golpeando el hielo o crujiendo en la nieve, el roce <strong>de</strong> los crampones en la<br />

roca, la maravilla <strong>de</strong> la caída libre <strong>de</strong> la cuerda, contemplar el hielo inflamado en<br />

la puesta <strong>de</strong> sol.<br />

Incluso ahora, acurrucado en la tienda, mientras escribo esto, a pesar <strong>de</strong> que<br />

mis tripas se agitan tras el guiso liofilizado <strong>de</strong> la cena, me duele todo el cuerpo por<br />

- 43 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

culpa <strong>de</strong> los excesos, y el miedo a la congelación y la muerte me corroe el fondo<br />

<strong>de</strong>l cerebro, por nada <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong>searía estar en otro lugar.<br />

A las siete, Nate <strong>de</strong>cidió que podía dar por finalizada la jornada. Llevaba<br />

encima un radioteléfono. Si alguien llamaba a la comisaría a partir <strong>de</strong> entonces, la<br />

llamada se <strong>de</strong>sviaría a este. Habría preferido cenar en su habitación solo,<br />

tranquilo, así podría <strong>de</strong>satascar el cerebro <strong>de</strong> todo lo que lo había bloqueado<br />

durante el día. A<strong>de</strong>más, le gustaba estar solo.<br />

Pero en aquel pueblo no iría a ninguna parte si se aislaba, por tanto se metió<br />

en uno <strong>de</strong> los compartimientos <strong>de</strong>l Lodge.<br />

Oía los chasquidos <strong>de</strong> las bolas <strong>de</strong> billar y la voz plañi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la música<br />

country en la máquina <strong>de</strong> discos <strong>de</strong> la sala contigua. En la barra, unos cuantos<br />

hombres sentados en taburetes tomaban cerveza mientras veían un partido <strong>de</strong><br />

hockey en la tele. El comedor estaba ya medio lleno; una camarera a la que aún no<br />

conocía servía y retiraba platos.<br />

El hombre al que Hopp le había presentado como «el profesor» se estaba<br />

acercando al compartimiento <strong>de</strong> Nate.<br />

Llevaba la misma chaqueta <strong>de</strong> cheviot y el Ulises en el bolsillo y sostenía una<br />

jarra <strong>de</strong> cerveza en la mano.<br />

—¿Le importa que me siente?<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

—John Malmont. Si tiene sed, ahorrará tiempo yendo a la barra. Si lo que<br />

quiere es comer, en un momento aparecerá Cissy.<br />

—Pensaba comer algo, pero no tengo prisa. Hay mucho movimiento a esta<br />

hora. ¿Es lo normal?<br />

—Solo hay dos sitios en los que se encuentra comida caliente sin tener que<br />

preparársela uno mismo. Y únicamente en uno se sirve alcohol.<br />

—Eso lo explica todo.<br />

—Los habitantes <strong>de</strong> Lunacy son bastante sociables, al menos entre ellos.<br />

A<strong>de</strong>más es época <strong>de</strong> vacaciones, razón <strong>de</strong> más para llenar las mesas. El fletán <strong>de</strong><br />

esta noche está muy rico.<br />

—¿De veras? —Nate cogió la carta—. ¿Hace mucho que vive aquí?<br />

—Dieciséis años. Soy <strong>de</strong> Pittsburgh —dijo el profesor, a<strong>de</strong>lantándose a la<br />

pregunta—. Daba clases en la Carnegie Mellon.<br />

—¿De qué?<br />

—Literatura inglesa para jóvenes ambiciosos. La mayoría <strong>de</strong> ellos<br />

disfrutaban con la autosuficiencia que les proporcionaba el minucioso análisis y la<br />

crítica <strong>de</strong> los autores blancos <strong>de</strong> otra época que estudiaban en nuestra facultad.<br />

—¿Y ahora?<br />

—Ahora doy clases <strong>de</strong> literatura y redacción a adolescentes aburridos,<br />

muchachos que prefieren manosearse entre ellos a explorar las maravillas <strong>de</strong> la<br />

palabra escrita.<br />

—Hola, profesor.<br />

- 44 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Cissy, el jefe Burke. Cecilia Fisher.<br />

—Encantado, Cissy.<br />

Era una muchacha <strong>de</strong>lgada como un palo <strong>de</strong> escoba, tenía el pelo corto, <strong>de</strong><br />

punta, en distintos tonos <strong>de</strong> rojo, y llevaba un aro <strong>de</strong> plata en la ceja izquierda.<br />

Le <strong>de</strong>dicó una alegre sonrisa.<br />

—Lo mismo digo. ¿Qué le sirvo?<br />

—Tomaré fletán. Dicen que está muy bueno.<br />

—Es cierto. —Empezó a tomar nota—. ¿Cómo lo quiere?<br />

—¿A la plancha?<br />

—Muy bien. Se sirve con ensalada, usted escoge la salsa. La <strong>de</strong> la casa está<br />

muy rica. La prepara Mike.<br />

—Pues la <strong>de</strong> la casa.<br />

—¿De acompañamiento, patatas al horno, puré, patatas fritas o arroz<br />

integral?<br />

—Arroz.<br />

—¿Algo para beber?<br />

—Un café, por favor.<br />

—Enseguida se lo sirvo.<br />

—Una chica muy maja —comentó John limpiándose las gafas con un<br />

pañuelo blanquísimo—. Apareció por aquí hace un par <strong>de</strong> años con un grupo que<br />

hacía escalada. El chico que iba con ella la maltrataba y al final la <strong>de</strong>jó aquí con lo<br />

puesto. No tenía ni dinero para volver a casa, pero a<strong>de</strong>más dijo que no le apetecía<br />

regresar. Charlene le ofreció una habitación y trabajo. —Tomó un trago <strong>de</strong><br />

cerveza—. El muchacho volvió a por ella al cabo <strong>de</strong> una semana. Y Charlene lo<br />

echó.<br />

—¿Charlene?<br />

—Guarda una escopeta en la cocina. Tras verla, el chico <strong>de</strong>cidió marcharse<br />

sin Cissy.<br />

John volvió la cabeza y la expresión divertida <strong>de</strong> sus ojos se tornó nostálgica,<br />

aunque solo por un instante.<br />

Nate vio la causa <strong>de</strong> ese cambio; en aquellos momentos cruzaba el comedor<br />

con una cafetera en la mano.<br />

—¡Qué veo! Los dos hombres más atractivos <strong>de</strong> Lunacy compartiendo mesa.<br />

—Charlene sirvió café a Nate y luego se <strong>de</strong>slizó en el banco, acercándose mucho a<br />

él—. ¿Y <strong>de</strong> qué pue<strong>de</strong>n estar hablando?<br />

—De una mujer atractiva, naturalmente —John cogió la jarra—. Que<br />

aproveche, jefe.<br />

—Y pues... —Charlene inclinó el cuerpo <strong>de</strong> forma que su pecho rozara el<br />

brazo <strong>de</strong> Nate—. ¿De qué mujer podría tratarse?<br />

—John me contaba cómo Cissy acabó trabajando para usted.<br />

—¿Ah? —Pasó la lengua por su labio inferior, al que acababa <strong>de</strong> aplicar<br />

carmín—. De modo que le ha echado el ojo a mi camarera, Nate...<br />

—Solo para que me sirva antes la cena. —Se sentía incapaz <strong>de</strong> escabullirse <strong>de</strong><br />

aquello sin parecer o sentirse estúpido. No podía moverse sin topar con alguna<br />

- 45 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

parte <strong>de</strong> aquel cuerpo—. ¿Los hermanos Mackie le han pagado ya los daños y<br />

perjuicios?<br />

—Pasaron hace una hora más o menos y lo solucionaron. Quería agra<strong>de</strong>cerle<br />

que se haya ocupado <strong>de</strong> mí, Nate. Me siento segura al pensar que con una simple<br />

llamada usted pue<strong>de</strong> socorrerme.<br />

—Creo que teniendo en la cocina una escopeta ya <strong>de</strong>be <strong>de</strong> sentirse bastante<br />

segura.<br />

—Bueno... —Inclinó la cabeza sonriendo—. En realidad es para impresionar.<br />

—Se acercó un poco más a él; se habría dicho que su perfume <strong>de</strong> «sígueme» salía<br />

<strong>de</strong>l escote—. Es duro ser una mujer sola en un lugar como este. Las largas noches<br />

<strong>de</strong> invierno... son muy frías. Y muy solitarias. Me gusta saber que un hombre<br />

como usted duerme bajo el mismo techo. Tal vez podríamos hacernos compañía<br />

más tar<strong>de</strong>.<br />

—Charlene. Des<strong>de</strong> luego es toda una oferta. —La mano <strong>de</strong> ella se <strong>de</strong>slizó por<br />

el muslo <strong>de</strong> Nate. Él se la agarró y la colocó encima <strong>de</strong> la mesa, a pesar <strong>de</strong> que se<br />

estaba excitando—. Vamos a <strong>de</strong>tenernos un minuto.<br />

—Yo me <strong>de</strong>tendría bastante más <strong>de</strong> un minuto.<br />

—¡Ja, ja! —Si seguía restregando aquel cuerpo contra el suyo, recordándole el<br />

tiempo que llevaba abstinente, no podría permanecer así ni siquiera esos sesenta<br />

segundos—. Usted me gusta, Charlene, contemplarla es un regalo, pero no creo<br />

que sea lo más acertado que los dos... nos hiciéramos compañía. Aún ando a<br />

tientas por aquí.<br />

—Y yo. —Enroscó un mechón <strong>de</strong> pelo con el <strong>de</strong>do—. Si se siente inquieto<br />

esta noche, llámeme. Yo le enseñaré qué significa alojarse en un establecimiento a<br />

pensión completa.<br />

No apartó <strong>de</strong> él sus azules ojos mientras salía <strong>de</strong>l compartimiento<br />

contoneándose, y tras haberle pasado <strong>de</strong> nuevo la mano insinuantemente por el<br />

muslo. Nate esperó a que cruzara el comedor con su movimiento <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>ras para<br />

soltar un silbido ahogado.<br />

No durmió bien. El equipo <strong>de</strong> dobles madre-hija lo mantuvo inquieto y<br />

<strong>de</strong>sasosegado. Por otro lado, la oscuridad era infinita y total. Una oscuridad<br />

primitiva que impulsaba al hombre a meterse en una cálida cueva... al lado <strong>de</strong> una<br />

cálida mujer.<br />

Tuvo la luz encendida hasta muy tar<strong>de</strong>, leyó <strong>de</strong> cabo a rabo las or<strong>de</strong>nanzas<br />

municipales, reflexionó sobre ellas y finalmente se durmió hasta que sonó el<br />

<strong>de</strong>spertador.<br />

Empezó el día como el anterior, <strong>de</strong>sayunando con Jess.<br />

Deseaba coger un hábito. Más que eso, ansiaba meterse en una rutina en la<br />

que no tuviera que pensar, un surco en el que pudiera hundirse hasta no ver qué<br />

había más allá. Allí podría seguir la costumbre, solucionar disputas sin<br />

importancia, pasar los días viendo las mismas caras, oyendo las mismas voces,<br />

repitiendo las mismas tareas.<br />

- 46 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Allí podía convertirse en el hámster en la rueda. Y tal vez el frío evitaría que<br />

se <strong>de</strong>scompusiera. Así nadie sabría que estaba muerto.<br />

Le gustaba permanecer horas en su <strong>de</strong>spacho atendiendo junto a Otto y Peter<br />

las llamadas que iban llegando. Cada vez que salía se llevaba a uno <strong>de</strong> sus<br />

ayudantes, así él podía quedarse <strong>de</strong>trás y ver cómo marcaba el ritmo.<br />

En realidad, ellos eran quienes se ocupaban <strong>de</strong> todo. Peter tenía veintitrés<br />

años, había pasado toda su vida allí y al parecer conocía a todo el mundo.<br />

A<strong>de</strong>más, daba la impresión <strong>de</strong> que caía bien a todos.<br />

Otto, cabo primero <strong>de</strong> marines retirado, había ido a Alaska a cazar y pescar.<br />

Dieciocho años atrás, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su primer divorcio, <strong>de</strong>cidió quedarse a vivir allí.<br />

Tenía tres hijos y cuatro nietos en los estados <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Alaska. Se casó <strong>de</strong> nuevo<br />

—con cierta rubia con más pecho que seso, según Peach— y se volvió a divorciar a<br />

los dos años.<br />

Él y Bing creían que estaban capacitados para ocupar el cargo que ejercía<br />

ahora Nate. De todas formas, mientras a Bing le molestó muchísimo la <strong>de</strong>cisión<br />

municipal <strong>de</strong> contratar a alguien <strong>de</strong> fuera, Otto, quizá más acostumbrado a recibir<br />

ór<strong>de</strong>nes, aceptó el puesto <strong>de</strong> ayudante.<br />

En cuanto a Peach, su principal fuente <strong>de</strong> información, llevaba más <strong>de</strong> treinta<br />

años en Alaska, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se fugó <strong>de</strong> Macon con un muchacho al que llevó a Sitka.<br />

Murió, el pobre; <strong>de</strong>sapareció en el mar mientras pescaba en una barca <strong>de</strong> arrastre<br />

seis meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la fuga.<br />

Peach se casó <strong>de</strong> nuevo y su marido número dos, un fornido y apuesto oso<br />

pardo, se la llevó a vivir al monte, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> ambos hacían <strong>de</strong> vez en cuando<br />

alguna incursión a la entonces incipiente Lunacy.<br />

Después <strong>de</strong> que se le muriera también este, cuando quiso cruzar el lago y se<br />

quedó congelado antes <strong>de</strong> llegar a la cabaña don<strong>de</strong> vivían, hizo las maletas y se<br />

trasladó a Lunacy.<br />

Volvió a casarse, pero esta vez fue un error y tuvo que pegarle una patada en<br />

el culo a aquel borracho y aventurero y mandarlo <strong>de</strong> vuelta a Dakota <strong>de</strong>l Norte, <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> había venido.<br />

Tenía en mente conseguir el marido número cuatro, si aparecía el candidato<br />

a<strong>de</strong>cuado.<br />

Peach contaba a Nate todos los chismes. A Ed Woolcott le encantaría ponerse<br />

al frente <strong>de</strong> la alcaldía, pero tenía que esperar a que Hopp <strong>de</strong>cidiera <strong>de</strong>jarlo. Su<br />

mujer, Arlene, era muy estirada, aunque eso no sorprendía a nadie, pues venía <strong>de</strong><br />

una familia pudiente.<br />

Al igual que Peter, Bing, que era hijo <strong>de</strong> padre ruso y madre noruega, llevaba<br />

toda la vida en Lunacy. Su madre había huido hasta allí en el setenta y cuatro con<br />

un pianista, cuando Bing contaba trece años. Su padre, un tipo capaz <strong>de</strong> tomar<br />

más <strong>de</strong> media botella <strong>de</strong> vodka <strong>de</strong> una sentada, volvió a Rusia unos doce años<br />

<strong>de</strong>spués y se llevó con él a Nadia, la hermana pequeña <strong>de</strong> Bing. Se rumoreaba que<br />

estaba embarazada y que el padre <strong>de</strong>l bebé podría ser un hombre casado.<br />

El marido <strong>de</strong> Rose, David, trabajaba <strong>de</strong> guía y era un gran profesional; en sus<br />

horas libres también realizaba otras tareas.<br />

- 47 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Harry y Deb tenían un hijo y una hija —el niño les creaba bastantes<br />

problemas— y ella era quien llevaba la batuta.<br />

Y había más. Peach siempre tenía más. Nate pensó que en una semana, quizá<br />

dos, estaría al corriente <strong>de</strong> todo lo que necesitaba saber <strong>de</strong> Lunacy y sus<br />

habitantes. Entonces su trabajo entraría en otra rutina, la <strong>de</strong> hundirse<br />

cómodamente en el surco.<br />

Sin embargo, cada vez que estaba frente a la ventana y veía cómo salía el sol<br />

por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas y les daba aquel lustre dorado notaba que algo hervía<br />

en su interior. Una chispa que le indicaba que aún quedaba vida en él.<br />

Por temor a que la chispa prendiera, daba media vuelta para ver solo la<br />

pared blanca.<br />

En su tercer día, Nate tuvo que encargarse <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> circulación en<br />

el que estaban implicados una furgoneta, un todoterreno y un alce. Este fue el que<br />

salió mejor parado, puesto que se quedó a unos cincuenta metros <strong>de</strong> la chatarra<br />

observando el espectáculo.<br />

Dado que era la primera vez que Nate veía un alce al natural —mayor y más<br />

feo <strong>de</strong> lo que había imaginado— se interesó más por el animal que por los dos<br />

hombres que seguían peleándose y echándose la culpa.<br />

Eran las ocho y veinte <strong>de</strong> la mañana y la carretera, que en el pueblo llamaban<br />

Camino <strong>de</strong>l lago, estaba negra como boca <strong>de</strong> lobo.<br />

El teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong> y un guía alpino llamado Hawley se habían dado <strong>de</strong><br />

narices: el Ford Explorer cayó en una zanja y se quedó hundido en la nieve con el<br />

capó arrugado como un acor<strong>de</strong>ón, y la furgoneta Chevrolet se quedó tumbada <strong>de</strong><br />

lado como si hubiera <strong>de</strong>cidido echarse una siesta.<br />

Los dos hombres tenían sangre en la cara y los ojos <strong>de</strong>sorbitados.<br />

—¡Tranquilos! —Nate enfocó <strong>de</strong>liberadamente la linterna primero en los ojos<br />

<strong>de</strong> uno y luego en los <strong>de</strong>l otro. Vio que a los dos les harían falta unos puntos <strong>de</strong><br />

sutura—. ¡Tranquilos, he dicho! Lo solucionaremos en un momento. ¿Otto?<br />

¿Alguien <strong>de</strong> por aquí tiene una grúa?<br />

—Bing tiene una. Es quien suele ocuparse <strong>de</strong> estas cosas.<br />

—Pues llámele. Que venga a remolcar los dos vehículos. Hay que sacarlos <strong>de</strong><br />

aquí enseguida. Son un peligro. Y ahora...<br />

Se volvió hacia los dos hombres.<br />

—¿Quién <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong> contarme con tranquilidad y coherencia qué ha<br />

ocurrido?<br />

Pareció que ambos se disponían a iniciar el relato, pero cuando notó que el<br />

aliento <strong>de</strong> Hawley olía a whisky, levantó la mano y señaló a Ed Woolcott.<br />

—Empiece usted.<br />

—Me dirigía hacia el trabajo conduciendo <strong>de</strong>spacio, con mo<strong>de</strong>ración...<br />

—¡Y un huevo! —saltó Hawley.<br />

—Ya le tocará el turno luego. ¿Señor Woolcott?<br />

—He visto unos faros que se acercaban a una velocidad realmente peligrosa.<br />

Hawley abrió <strong>de</strong> nuevo la boca, pero Nate cruzó su <strong>de</strong>do en ella.<br />

—De pronto ha aparecido un alce como caído <strong>de</strong>l cielo. He reducido la<br />

- 48 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

marcha y he dado un viraje brusco para evitar el choque, y <strong>de</strong> repente me he<br />

encontrado el cacharro ese encima. Yo he intentado salir <strong>de</strong>l camino, pero él...<br />

duro contra mí. Me ha echado <strong>de</strong> la carretera y me ha <strong>de</strong>strozado el coche. ¡Un<br />

coche que tiene solo seis meses! Conducía temerariamente y había bebido.<br />

Con un súbito gesto <strong>de</strong> asentimiento, Ed cruzó los brazos y frunció el ceño.<br />

—Está bien.<br />

—Bing viene para acá —dijo Otto.<br />

—Perfecto. Señor Woolcott, ¿por qué no se acerca y hace su <strong>de</strong>claración a<br />

Otto? Hawley. —Este volvió la cabeza, se acercó a la furgoneta y se quedó allí<br />

intercambiando torvas miradas con el alce—. ¿Ha bebido usted?<br />

Hawley <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> medir metro setenta y cinco y llevaba barba <strong>de</strong> un tono<br />

castaño claro. La sangre que tenía junto al corte qué se había hecho en la<br />

mandíbula se había helado.<br />

—Pues sí, he tomado un par <strong>de</strong> tragos.<br />

—Aún no son las nueve <strong>de</strong> la mañana.<br />

—¡Al carajo! He estado pescando en el hielo. Y no me paso el día mirando el<br />

puto reloj. Llevo buen pescado en el refrigerador <strong>de</strong> la camioneta. Iba a casa a<br />

<strong>de</strong>jarlo, a comer algo y a acostarme. Y resulta que el banquero ve un puñetero alce<br />

en el camino, hace una maniobra y pier<strong>de</strong> el control. Empieza a girar como una<br />

peonza, el alce, ni caso, estos animales son tontos, y yo tengo que pegar un golpe<br />

<strong>de</strong> volante. He <strong>de</strong>rrapado un poco y Woolcott se ha abalanzado contra mí en uno<br />

<strong>de</strong> sus giros. Hemos topado y aquí estamos.<br />

Había pasado mucho tiempo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Nate estuvo en Tráfico, aparte <strong>de</strong><br />

que nunca le había tocado reconstruir un acci<strong>de</strong>nte a oscuras, en la nieve y a veinte<br />

bajo cero. Pero cuando enfocó el camino con la linterna y observó las rodadas, vio<br />

que la versión <strong>de</strong> Hawley se acercaba más a la realidad.<br />

—El caso es que usted ha bebido. Tendremos que hacerle la prueba. ¿Tiene el<br />

vehículo asegurado?<br />

—Sí, pero...<br />

—Ya lo arreglaremos —dijo Nate—. Ahora vamos a protegernos <strong>de</strong>l frío.<br />

Nate volvió al pueblo con Hawley y Ed sentados en silencio en la parte<br />

trasera <strong>de</strong>l coche. Se <strong>de</strong>tuvo ante el ambulatorio, <strong>de</strong>jó a los dos hombres con Otto<br />

mientras los curaban y volvió a la comisaría a buscar el alcoholímetro.<br />

Aprovechó que estaba allí para consultar el historial <strong>de</strong> tráfico <strong>de</strong> los dos.<br />

Reflexionó sobre el caso <strong>de</strong> camino al ambulatorio.<br />

Había un par <strong>de</strong> personas en la sala <strong>de</strong> espera. Una joven con un bebé<br />

dormido y un hombre mayor con un mono <strong>de</strong> trabajo marrón, manchado, que<br />

mordisqueaba una pipa.<br />

Tras el mostrador, una mujer sentada en una silla. Leía una novela <strong>de</strong> bolsillo<br />

en cuya portada se veía a una pareja medio <strong>de</strong>snuda que se abrazaba con pasión.<br />

En cuanto entró Nate, levantó la vista.<br />

—¿Jefe Burke?<br />

—El mismo.<br />

—Me llamo Joanna. El doctor ha dicho que podía entrar si quería. Está<br />

- 49 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

examinando a Hawley en el compartimiento uno. En el dos, Nita está poniéndole<br />

unos puntos a Ed.<br />

—¿Y Otto?<br />

—En el <strong>de</strong>spacho. Quería comprobar lo <strong>de</strong> la grúa.<br />

—Iré a ver a Hawley. ¿Por dón<strong>de</strong>?<br />

—Yo se lo muestro. —Puso un papel <strong>de</strong> plata como señal en el libro, se<br />

levantó y acompañó a Nate hasta la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha—. Están aquí <strong>de</strong>ntro. —<br />

Hizo un gesto y luego llamó a la puerta—. ¿Doctor? El jefe Burke está aquí.<br />

—Que pase.<br />

Era un consultorio estándar: con una mesa, un pequeño lavabo, y una silla<br />

giratoria. El médico, que llevaba una camisa <strong>de</strong> franela abierta que <strong>de</strong>jaba ver una<br />

camiseta térmica, levantó la vista <strong>de</strong>l corte <strong>de</strong> encima <strong>de</strong>l ojo <strong>de</strong> Hawley.<br />

Era joven, unos treinta y cinco años, esbelto, parecía en forma, tenía una<br />

barba rubia y una mata <strong>de</strong> pelo rizado <strong>de</strong>l mismo tono. Unas pequeñas gafas<br />

redondas con montura metálica <strong>de</strong>jaban ver sus ojos ver<strong>de</strong>s.<br />

—Ken Darby —dijo—. Le daría la mano pero las tengo ocupadas.<br />

—Encantado. ¿Cómo está el paciente?<br />

—Cortes y magulladuras. ¡Menuda suerte ha tenido, Hawley!<br />

—A ver si dice lo mismo cuando vea mi camioneta... ¡La madre que parió a<br />

Ed! Conduce como una vieja <strong>de</strong> ochenta años que ha perdido las bifocales.<br />

—Tendrá que soplar.<br />

Hawley miró el alcoholímetro con recelo.<br />

—No estoy borracho.<br />

—Entonces no habrá problema, ¿verdad?<br />

Hawley refunfuñó pero obe<strong>de</strong>ció; mientras, Ken le colocaba un vendaje sobre<br />

el corte.<br />

—Bien, Hawley, está realmente en el límite. Lo que me obligará a <strong>de</strong>cidir si<br />

imputarle un <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> conducción bajo los efectos <strong>de</strong>l alcohol.<br />

—¡No fastidie!<br />

—Pero, ya que está en el límite y no hay signos <strong>de</strong> que se encuentre<br />

particularmente bajo los citados efectos, me inclinaré por un apercibimiento. La<br />

próxima vez que vaya usted a pescar y tome un par <strong>de</strong> copas, no se ponga al<br />

volante.<br />

—Ahora ya no tengo un puñetero volante al que ponerme.<br />

—Y ya que no puedo sancionar al alce, su compañía <strong>de</strong> seguros tendrá que<br />

arreglárselas con Ed. Tiene usted acumuladas unas cuantas multas por exceso <strong>de</strong><br />

velocidad, Hawley.<br />

—Trampas para multar por exceso <strong>de</strong> velocidad. ¡Los cabrones <strong>de</strong><br />

Anchorage!<br />

—Tal vez. En cuanto vuelva a tener un volante, mantenga la velocidad en los<br />

límites establecidos, y cuando haya bebido busque un chófer. Así todo funcionará<br />

a las mil maravillas. ¿Necesita que le acompañen a casa?<br />

Hawley se rascó el cuello mientras Ken le curaba un rasguño <strong>de</strong> la frente.<br />

—Supongo. Tendré que echar un vistazo a la camioneta y hablar con Bing.<br />

- 50 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Pase por la comisaría cuando haya terminado. Le acompañaremos a casa.<br />

—No esperaba menos.<br />

Ed no quedó tan contento con la <strong>de</strong>cisión. Estaba sentado en una camilla, con<br />

las marcas <strong>de</strong>l airbag en las mejillas y el labio hinchado <strong>de</strong> habérselo mordido en<br />

el momento <strong>de</strong>l impacto.<br />

—Había bebido.<br />

—Estaba justo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l límite legal. La cuestión es que el culpable es el<br />

alce pero no puedo poner una multa a la fauna autóctona, traería mala suerte. Dos<br />

vehículos topan con un alce en la carretera. Ambos están asegurados, y supongo<br />

que no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse lo mismo <strong>de</strong>l alce. Ninguno <strong>de</strong> los conductores ha resultado<br />

herido <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración. Al final ambos han tenido suerte.<br />

—Yo no diría que acabar con mi coche nuevo en una zanja y la cara medio<br />

aplastada por el airbag es tener suerte, jefe Burke.<br />

—Según como se mire.<br />

Ed se puso <strong>de</strong> pie y levantó la barbilla.<br />

—¿Así es como aplicará usted la ley en Lunacy?<br />

—Más o menos.<br />

—Creo que le estamos pagando para que caliente una silla en su <strong>de</strong>spacho.<br />

—De momento he tenido que calentar el asiento <strong>de</strong> mi vehículo para echar<br />

un vistazo a los <strong>de</strong>strozos.<br />

—No me gusta su actitud. Pue<strong>de</strong> estar seguro <strong>de</strong> que hablaré <strong>de</strong> este<br />

inci<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong> su comportamiento con la alcal<strong>de</strong>sa.<br />

—Muy bien. ¿Necesita que le lleven a casa o al banco?<br />

—Puedo llegar don<strong>de</strong> quiera por mi propio pie.<br />

—Si es así, a<strong>de</strong>lante.<br />

Se encontró con Otto frente a la consulta. El único indicio <strong>de</strong> que había oído<br />

la conversación fue un levantamiento <strong>de</strong> cejas. Pero cuando salieron los dos <strong>de</strong>l<br />

ambulatorio carraspeó un poco.<br />

—Parece que no se han hecho muy amigos, ¿verdad?<br />

—Yo que pensaba que le trataba con amabilidad... —Nate se encogió <strong>de</strong><br />

hombros—. Aunque no pue<strong>de</strong> esperarse que un hombre esté rebosante <strong>de</strong> alegría<br />

cuando le han <strong>de</strong>strozado el coche y lleva unos cuantos puntos en la cara.<br />

—Supongo. Ed es un poco fanfarrón y le gusta mandar. Es uno <strong>de</strong> los<br />

hombres más ricos <strong>de</strong>l condado y quiere hacerlo valer.<br />

—Es bueno saberlo.<br />

—Hawley es legal. Es una buena persona; vive en el monte y es un experto<br />

en escalada. Es lo suficientemente pintoresco para agradar a los turistas que<br />

<strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n hacer escalada, y normalmente no se mete con nadie. Bebe, pero no se<br />

emborracha. ¿Mi opinión? Ha sido usted imparcial.<br />

—Eso es lo que cuenta. Se lo agra<strong>de</strong>zco. ¿Hará el informe por mí, Otto? Creo<br />

que voy a ver cómo está el asunto <strong>de</strong> la grúa.<br />

Lo <strong>de</strong> volver al lugar <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte era una excusa, pero nadie tenía por qué<br />

- 51 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

saberlo.<br />

Encontró a Bing con un retaco <strong>de</strong> hombre muy curtido por los años;<br />

intentaban sacar el todoterreno <strong>de</strong> la zanja. Tenía el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse, salir <strong>de</strong>l<br />

vehículo y acercarse a ellos para preguntarles si necesitaban algo.<br />

—Sabemos lo que hacemos. —Bing echó una palada <strong>de</strong> nieve sobre las botas<br />

<strong>de</strong> Nate.<br />

—Si es así, les <strong>de</strong>jaré que sigan.<br />

—Gilipollas —murmuró Bing entre dientes mientras Nate volvía a su coche.<br />

Nate se volvió y reflexionó un instante.<br />

—¿Gilipollas es mejor o peor que cheechako?<br />

El hombre bajito soltó una carcajada, y no acabó <strong>de</strong> hundir toda la pala en la<br />

nieve; se apoyó en ella mientras Bing miraba fijamente a Nate.<br />

—Tanto monta.<br />

—Es bueno saberlo.<br />

Nate se metió en el coche mientras Bing lo miraba con sorna.<br />

Siguió el camino que bor<strong>de</strong>aba la pronunciada curva <strong>de</strong>l lago, alejándose <strong>de</strong><br />

la población.<br />

Meg vivía por allí, según había comprobado, y al divisar su avión en la<br />

helada superficie vio que no se había equivocado.<br />

Se metió en lo que parecía un camino abierto entre los árboles y avanzó<br />

dando tumbos hacia una casa.<br />

No sabía qué esperaba <strong>de</strong> aquel lugar, pero seguro que aquello no. Que<br />

estuviera aislado no era una sorpresa, como tampoco lo era la impresionante<br />

panorámica que se tenía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos. Aquello no le chocaba. Pero sí la<br />

casa, muy bonita, una especie <strong>de</strong> cabaña muy cuidada. Era <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y cristal,<br />

con porches cubiertos y unas contraventanas <strong>de</strong> un rojo <strong>de</strong>slumbrante que<br />

cerraban las vidrieras.<br />

Habían abierto un caminito en la nieve <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la pista hasta el porche.<br />

También vio huellas <strong>de</strong> pasos entre la casa y los cobertizos exteriores. Uno <strong>de</strong><br />

ellos, a medio camino entre el extremo <strong>de</strong>l bosque y la casa, estaba construido<br />

sobre pilotes.<br />

En el porche había una montaña <strong>de</strong> troncos perfectamente amontonados.<br />

Salía el sol en todo su esplendor, y un sobrecogedor amanecer iluminaba<br />

toda la panorámica. El humo <strong>de</strong> tres chimeneas <strong>de</strong> piedra ascendía hacia un cielo<br />

cada vez más claro.<br />

Fascinado, paró el motor.<br />

Entonces oyó la música.<br />

Lo llenaba todo. Una voz femenina potente y dulce se enroscaba en la música<br />

<strong>de</strong> cuerda y flauta y el sol naciente la elevaba hacia el blanco infinito.<br />

Se alzó por encima <strong>de</strong> él cuando salió <strong>de</strong>l vehículo y le pareció que venía <strong>de</strong>l<br />

aire, <strong>de</strong> la tierra o <strong>de</strong>l cielo.<br />

Entonces la vio; el vivo rojo <strong>de</strong> su parka avanzando sobre el blanco,<br />

alejándose <strong>de</strong>l helado lago con dos perros que trotaban a su lado.<br />

No la llamó, no sabía si le saldría la voz. Aquello era una foto y mentalmente<br />

- 52 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

abrió el obturador: una mujer con el pelo oscuro vestida <strong>de</strong> rojo caminando por el<br />

prístino blanco con dos perros flanqueándola y el esplendor <strong>de</strong> las montañas por<br />

la mañana como telón <strong>de</strong> fondo.<br />

Fueron los perros los que primero lo vieron u olfatearon. Los ladridos<br />

rasgaron el aire, surcaron la música que planeaba. Se abalanzaron hacia él como<br />

dos borrosas balas grises.<br />

Se planteó meterse <strong>de</strong> nuevo en el jeep, pero entonces se preguntó si aquello<br />

no consolidaría su fama <strong>de</strong> cheechako gilipollas.<br />

Siempre cabía la posibilidad <strong>de</strong> que la prenda que lo cubría fuera lo<br />

suficientemente gruesa para protegerle <strong>de</strong> los dientes caninos si llegaba el caso.<br />

Se mantuvo don<strong>de</strong> estaba repitiendo mentalmente «perros buenos, perros<br />

bonitos» una y otra vez, como un mantra.<br />

Se preparó para una embestida; solo esperaba que no se lanzaran a su<br />

garganta. Los dos perros levantaron nieve al correr y cuando llegaron a un par <strong>de</strong><br />

palmos <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba él se <strong>de</strong>tuvieron, agitando el cuerpo, mostrando los<br />

dientes. En guardia. Ambos tenían los ojos azules, <strong>de</strong> un azul <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> hielo,<br />

como los <strong>de</strong> su dueña.<br />

El aliento <strong>de</strong> Nate salió formando una nube <strong>de</strong> vapor en el aire.<br />

—Vaya, vaya —murmuró—. Qué par <strong>de</strong> preciosida<strong>de</strong>s.<br />

—¡Rock! ¡Bull! —gritó Meg—. Amigo.<br />

Los perros se tranquilizaron inmediatamente y se acercaron a olisquearlo.<br />

—¿Me arrancarán la mano <strong>de</strong> cuajo si me atrevo a tocarlos? —preguntó él.<br />

—Ahora no.<br />

Tomándolo como un dogma <strong>de</strong> fe, pasó la mano cubierta con el guante por la<br />

cabeza <strong>de</strong> los dos perros. Al ver que parecían disfrutar con las caricias, se agachó y<br />

restregó sus lomos mientras se apretaban contra él.<br />

—¡Los tiene bien puestos, Burke!<br />

—Precisamente estaba rezando para que no fuera la parte que se zamparan.<br />

¿Son perros <strong>de</strong> trineo?<br />

—No. —Meg tenía las mejillas sonrosadas por el frío—. No llevo trineos,<br />

pero son <strong>de</strong> pura raza. Ahora se pegan la gran vida aquí, conmigo.<br />

—Tienen sus ojos.<br />

—Tal vez fui husky en una vida anterior. ¿Qué hace usted aquí, tan lejos?<br />

—Pues... ¿qué música es esta?<br />

—Loreena McKennit. ¿Le gusta?<br />

—Extraordinaria. Es como... Dios.<br />

Meg se echó a reír.<br />

—Es el primer hombre que conozco que admite que Dios es una mujer.<br />

¿Dando una vuelta en día <strong>de</strong> fiesta?<br />

Nate se sorprendió.<br />

—¿Día <strong>de</strong> fiesta?<br />

—Hoy es Nochevieja.<br />

—Ah, no. Ha habido un pequeño acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> circulación en el camino <strong>de</strong>l<br />

lago. Estaba buscando a un testigo. Tal vez lo haya visto usted. Un tipo grandote,<br />

- 53 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

con cuatro patas y un curioso sombrero. —Con los <strong>de</strong>dos indicó la cornamenta.<br />

«Un encanto <strong>de</strong> hombre —pensó ella—. Pero ¿por qué pones esos ojos tan<br />

tristes cuando sonríes?»<br />

—La verdad es que he visto por ahí a algunos que respon<strong>de</strong>n a esta<br />

<strong>de</strong>scripción.<br />

—Si es así, tendré que tomarle <strong>de</strong>claración.<br />

—Me gustaría, pero habrá que esperar. Tengo un vuelo. Ahora mismo<br />

llevaba los perros <strong>de</strong> vuelta a casa e iba a apagar la música.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> va?<br />

—A llevar provisiones a un pueblecito perdido. Y tengo que darme prisa si<br />

quiero estar <strong>de</strong> vuelta para la fiesta. —La<strong>de</strong>ó un poco la cabeza—. ¿Le apetece dar<br />

una vuelta?<br />

Nate volvió la cabeza hacia el avión y pensó: «¿En eso? Ni siquiera por<br />

tenerte cerca».<br />

—Estoy <strong>de</strong> servicio. Pue<strong>de</strong> que otro día.<br />

—De acuerdo. Rock, Bull, ¡<strong>de</strong>ntro! Enseguida vuelvo —dijo a Nate.<br />

Los perros salieron disparados y Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que uno <strong>de</strong> los<br />

cobertizos era una casita para perros a la que no le faltaba <strong>de</strong>talle; estaba <strong>de</strong>corada<br />

con figuras totémicas pintadas en un estilo primitivo.<br />

«Se pegan la gran vida, tiene razón.»<br />

Meg se metió en la cabaña. Poco <strong>de</strong>spués cesó la música.<br />

Salió <strong>de</strong> nuevo con un paquete al hombro.<br />

—Hasta pronto, jefe. A ver si encontramos un momento para la <strong>de</strong>claración.<br />

—Lo estaré esperando. Que tenga un buen viaje.<br />

Meg se echó el pelo para atrás y se acercó al avión.<br />

Él se quedó quieto, observándola.<br />

Meg lanzó el bulto en el interior y luego subió.<br />

Se oyó el arranque <strong>de</strong>l motor, un ensor<strong>de</strong>cedor rugido en la quietud. Las<br />

hélices empezaron a girar, el aparato comenzó a <strong>de</strong>slizarse encima <strong>de</strong>l hielo,<br />

<strong>de</strong>scribiendo círculos, inclinándose en un esquí, dando vueltas hasta levantar el<br />

morro para <strong>de</strong>spegar y seguir el ascenso.<br />

Nate aún podía ver el rojo <strong>de</strong> la parka, el negro <strong>de</strong>l pelo a través <strong>de</strong> la<br />

ventana <strong>de</strong> la cabina, poco <strong>de</strong>spués no era más que un punto borroso.<br />

La<strong>de</strong>ó la cabeza para seguir la maniobra en el aire, la inclinación <strong>de</strong>l ala en lo<br />

que él entendió como un saludo.<br />

Después, el aparato empezó a atravesar el blanco para meterse <strong>de</strong> lleno en el<br />

azul.<br />

- 54 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 5<br />

Nate oía el rumor <strong>de</strong> la fiesta. La música, roquera y anticuada, ascendía<br />

estri<strong>de</strong>nte siguiendo cualquier conducto, incluso los <strong>de</strong> la ventilación, hasta su<br />

habitación. El zumbido <strong>de</strong> las voces parecía resonar en las pare<strong>de</strong>s y el suelo. Las<br />

carcajadas retumbaban, y se oía algún ruido sordo que él i<strong>de</strong>ntificó como pasos <strong>de</strong><br />

baile.<br />

Permanecía sentado solo en la oscuridad.<br />

La <strong>de</strong>presión había caído sobre él sin el menor aviso. Estaba en su <strong>de</strong>spacho<br />

repasando informes y <strong>de</strong> golpe y porrazo se le echó encima la abrumadora<br />

negrura. Un cruel cambio le había llevado <strong>de</strong> la luz a la oscuridad.<br />

No era <strong>de</strong>sesperación. Para ello <strong>de</strong>bería haber una posibilidad <strong>de</strong> esperanza.<br />

Tampoco era dolor, aflicción o enojo. Él habría sido capaz <strong>de</strong> soportar o luchar<br />

contra cualquiera <strong>de</strong> esas emociones.<br />

Era un vacío. Inmenso, negro, asfixiante, que le engullía.<br />

Era capaz <strong>de</strong> funcionar en ese estado; había aprendido a hacerlo. Si no<br />

funcionabas, los <strong>de</strong>más no te <strong>de</strong>jaban en paz, y su preocupación e inquietud te<br />

hundían más en el pozo.<br />

Podía andar, hablar, existir. Pero no podía vivir. Esto era lo que sentía<br />

cuando estaba preso entre sus finas garras. Era como un muerto viviente.<br />

Lo mismo que experimentó en el hospital tras lo <strong>de</strong> Jack, cuando el dolor<br />

empezaba a tomar cuerpo bajo el efecto <strong>de</strong> los medicamentos y la conciencia <strong>de</strong> lo<br />

sucedido emborronaba el camino hacia el olvido.<br />

Aun así, era capaz <strong>de</strong> funcionar.<br />

Terminó la jornada, cerró el <strong>de</strong>spacho, volvió al Lodge, subió a su habitación.<br />

Habló con alguien. No recordaba qué había dicho ni a quién, pero sabía que había<br />

movido los labios y que <strong>de</strong> ellos habían salido palabras.<br />

Llegó a su habitación y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerrar la puerta se sentó en la oscuridad<br />

<strong>de</strong>l invierno.<br />

¿Qué <strong>de</strong>monios hacía allí, en aquel lugar? ¿En aquel lugar frío, oscuro y<br />

vacío? ¿Acaso era todo tan evi<strong>de</strong>nte, tan patético como para haber escogido un<br />

lugar con un invierno perpetuo que reflejara su interior?<br />

¿Qué pretendía <strong>de</strong>mostrar yendo allí, colocándose una chapa y simulando<br />

que era capaz <strong>de</strong> llevar a cabo una tarea? Lo que hacía era escon<strong>de</strong>rse. Escon<strong>de</strong>rse<br />

<strong>de</strong> lo que era en realidad, <strong>de</strong> lo que había sido, <strong>de</strong> lo que había perdido. Pero nadie<br />

pue<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> lo que lleva siempre encima, <strong>de</strong> aquello que permanece al<br />

acecho a la espera <strong>de</strong> echársete encima y reírse ante tus narices.<br />

Naturalmente le quedaban las pastillas. Las había traído. Pastillas contra la<br />

<strong>de</strong>presión, pastillas contra la ansiedad. Pastillas para ayudarle a dormir<br />

- 55 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

profundamente y llevarle don<strong>de</strong> no pudieran perseguirle las pesadillas.<br />

Pastillas que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> tomar porque anulaban más la conciencia <strong>de</strong> sí<br />

mismo que la propia <strong>de</strong>presión o el insomnio.<br />

Puesto que no podía volver atrás ni seguir hacia <strong>de</strong>lante, ¿por qué no<br />

hundirse ahí? Sumergirse cada vez más hasta que llegara el momento en el que no<br />

pudiera, no quisiera, salir ya <strong>de</strong>l vacío. Al menos una parte <strong>de</strong> él era consciente <strong>de</strong><br />

que se sentía cómodo así, instalado en las tinieblas, en el vacío, revolcándose en el<br />

sufrimiento.<br />

¡Qué <strong>de</strong>monios! Podía convertir aquello en su hogar, <strong>de</strong> la misma forma que<br />

hacían los que se instalaban en un congelador abandonado bajo un puente. La<br />

vida tiene pocas complicaciones <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una caja <strong>de</strong> cartón, ahí nadie espera que<br />

hagas nada.<br />

Pensó en la vieja sierra clavada en el árbol que caía en medio <strong>de</strong>l bosque y<br />

dio la vuelta a la imagen para que se adaptara a su caso. Si perdía la cabeza en<br />

Lunacy, ya no podría per<strong>de</strong>rla otra vez.<br />

No soportaba aquella parte <strong>de</strong> sí mismo que le llevaba a pensar así, que le<br />

llevaba a vivir allí.<br />

Si no bajaba, alguien subiría. Y sería peor. Soltó un juramento por el esfuerzo<br />

que tuvo que hacer para ponerse <strong>de</strong> pie. Aquel ligero movimiento en su interior,<br />

aquellas fugaces chispas <strong>de</strong> vida, ¿habían sido realmente una burla? ¿La forma en<br />

que el <strong>de</strong>stino le mostraba qué significaba estar vivo antes <strong>de</strong> echarle nuevamente<br />

al agujero <strong>de</strong> una patada?<br />

En efecto, tenía la suficiente furia para salir a rastras. Para salir una vez más.<br />

Iba a superar aquella noche, la última noche <strong>de</strong>l año.<br />

Y aunque la siguiente no trajera nada, al menos sabía que no podía ser peor.<br />

Aquella noche estaba <strong>de</strong> servicio. Colocó la mano encima <strong>de</strong> la placa que aún<br />

llevaba, consciente <strong>de</strong> que era ridículo que un pedazo <strong>de</strong> metal le diera seguridad.<br />

Pero ni siquiera eso le quedaba, aunque había logrado pasar el día.<br />

Cuando accionó el interruptor, la luz le quemó los ojos; tuvo que apartarse<br />

<strong>de</strong> él para no caer en la tentación <strong>de</strong> apagarla otra vez. De instalarse <strong>de</strong> nuevo en<br />

la oscuridad.<br />

Fue al lavabo y abrió el grifo <strong>de</strong>l agua fría. Se mojó el rostro para engañarse<br />

pensando que le quitaría el cansancio que traía consigo la <strong>de</strong>presión.<br />

Se miró un buen rato en el espejo, buscando alguna respuesta. Pero solo vio a<br />

un tipo normal, sin problemas. Quizá algo <strong>de</strong> cansancio alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos y las<br />

mejillas un poco hundidas, pero nada <strong>de</strong>stacable.<br />

Le bastaba con que todo el mundo viera lo mismo.<br />

El ruido se abalanzó sobre él al abrir la puerta. Tal como le había ocurrido<br />

con la luz, tuvo que esforzarse por seguir a<strong>de</strong>lante y no batirse en retirada hacia la<br />

cueva.<br />

Había dado la noche libre a Otto y Peter. Comed, bebed y sed felices. Ambos<br />

tenían amigos y familia, gente con quien po<strong>de</strong>r barrer lo viejo. Él llevaba meses<br />

intentando barrer lo suyo y no veía que aquella noche pudiera cambiar nada.<br />

Arrastró el plomo que llevaba en las entrañas por la escalera.<br />

- 56 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

La música era más viva y le resultó más agradable <strong>de</strong> lo que imaginaba. El<br />

salón estaba abarrotado. Habían dispuesto las mesas <strong>de</strong> forma que quedara<br />

espacio para bailar y los clientes lo aprovechaban. Ban<strong>de</strong>rines y globos<br />

engalanaban el techo y todo el mundo se había vestido <strong>de</strong> fiesta.<br />

Vio que algunos viejos llevaban lo que Peach había <strong>de</strong>scrito como el<br />

esmoquin <strong>de</strong> Alaska: un traje <strong>de</strong> resistente paño, recién salido <strong>de</strong> la tintorería para<br />

la ocasión. Algunos llevaban a<strong>de</strong>más como complemento una corbata <strong>de</strong> lazo y,<br />

curiosamente, un festivo sombrero <strong>de</strong> papel.<br />

Muchas mujeres habían sacado lo mejor que había en su ropero y lucían<br />

vestidos y faldas <strong>de</strong>spampanantes, llevaban el pelo suelto y zapatos <strong>de</strong> tacón.<br />

Distinguió a Hopp, con un elegante vestido largo granate, bailando... ¿Un foxtrot,<br />

una polca? Nate no tenía ni i<strong>de</strong>a. Bailaba con un emperifollado Harry Miner. Rose<br />

estaba en un taburete junto a la barra, al lado <strong>de</strong> un hombre que Nate tomó por su<br />

marido, David, que le acariciaba suavemente la espalda.<br />

Se fijó en que reía ante un comentario que acababa <strong>de</strong> hacerle la chica que<br />

trabajaba en la recepción <strong>de</strong>l ambulatorio. Y también en la forma en que levantaba<br />

la vista hacia su esposo. Vio amor entre ellos y notó un escalofrío; se sintió solo.<br />

Jamás una mujer lo había mirado <strong>de</strong> aquella forma. Cuando estuvo casado,<br />

su mujer nunca lo miró con aquel amor franco, sin límites.<br />

Apartó la vista <strong>de</strong> ellos.<br />

Sus ojos escrutaron la multitud tal como hace un poli: evaluando, buscando<br />

el <strong>de</strong>talle, archivando. Una práctica con la que él sabía que mantenía la distancia.<br />

Era algo que no podía evitar.<br />

Vio a Ed, y a la supuestamente estirada Arlene. A Mitch, <strong>de</strong> la KLUN, con su<br />

pelo rubio <strong>de</strong> tonos <strong>de</strong>siguales recogido en una cola y la mano sobre el hombro <strong>de</strong><br />

una muchacha no tan atractiva como él. Ken llevaba un collar <strong>de</strong> flores hawaiano y<br />

mantenía una acalorada discusión con el profesor, que vestía su habitual cheviot.<br />

«Compañerismo», pensó Nate. La gente ya iba un poco tocada por el alcohol<br />

a aquellas horas, pero aun así reinaba el compañerismo. Y él se mantenía fuera.<br />

Captó una ráfaga <strong>de</strong>l perfume <strong>de</strong> Charlene, pero apareció en persona con<br />

tanta rapi<strong>de</strong>z que no le dio tiempo a prepararse ni a huir. Aquellas curvas<br />

femeninas, cálidas, lo envolvieron, sus brillantes labios se <strong>de</strong>slizaron suavemente<br />

sobre los suyos con la lengua tímidamente apuntando. Notó una caricia, un<br />

apretujón en el trasero y un leve mordisqueo en el labio inferior.<br />

Luego, Charlene se apartó con una sonrisa soñolienta.<br />

—Feliz año nuevo, Nate. Esto ha sido por si no lo pillo a medianoche.<br />

Nate no fue capaz <strong>de</strong> articular una palabra y casi temía haberse sonrojado. Se<br />

preguntó si aquella clara e ina<strong>de</strong>cuada insinuación había logrado traspasar sus<br />

tinieblas interiores.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> se había escondido? —Le abrazó sujetándole por el cuello—. La<br />

fiesta lleva más <strong>de</strong> una hora en su apogeo y aún no ha bailado usted conmigo.<br />

—Tenía... cosas.<br />

—Trabajo, trabajo, trabajo. ¿Por qué no viene a jugar un poco conmigo?<br />

—Tengo que hablar con la alcal<strong>de</strong>sa. —«Dios mío, ayúdame, por favor».<br />

- 57 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Vamos, no es momento para política municipal. Estamos en una fiesta.<br />

Bailemos. Luego tomaremos un poco <strong>de</strong> champán.<br />

—De verdad, tengo que solucionar algo.<br />

Puso las manos en la cintura <strong>de</strong> ella, con la esperanza <strong>de</strong> mantenerla algo<br />

apartada, y buscó entre el gentío a Hopp, su tabla <strong>de</strong> salvación. Su mirada dio con<br />

Meg y se clavó en los ojos <strong>de</strong> la joven.<br />

La muchacha le <strong>de</strong>dicó su habitual sonrisa lenta, <strong>de</strong> dos movimientos, y<br />

levantó la copa en un brindis burlón.<br />

Luego las parejas empezaron a girar en la pista ante ella y Nate la perdió.<br />

—Queda pendiente. —Localizó una cara conocida y se agarró a la<br />

oportunidad como a un clavo ardiendo—. Otto, Charlene quiere bailar.<br />

Sin darles tiempo a abrir la boca, Nate se batió en retirada. Ni siquiera se<br />

atrevió a respirar hasta que estuvo en el otro extremo <strong>de</strong> la sala.<br />

—¡Curioso! No le tenía a usted por un cobar<strong>de</strong>.<br />

Meg se acercaba a él con dos copas.<br />

—Será que las apariencias engañan. Me tiene muerto <strong>de</strong> miedo.<br />

—No diré que Charlene sea inofensiva, nada más lejos <strong>de</strong> ello. Pero si no le<br />

apetece que le meta la lengua hasta la garganta tendrá que <strong>de</strong>círselo. En voz alta y<br />

clara, con monosílabos. Tome. Beba.<br />

—Estoy <strong>de</strong> servicio.<br />

Meg soltó un bufido.<br />

—No creo que una copa <strong>de</strong> champán barato le haga nada. Vamos, Burke,<br />

todo Lunacy está aquí.<br />

—Tiene razón.<br />

Aceptó la copa pero no bebió. Sin embargo, pudo fijarse bien en ella. Llevaba<br />

un vestido. Supuso que aquel sería el término técnico para <strong>de</strong>signar aquella<br />

especie <strong>de</strong> segunda piel <strong>de</strong> un rojo encendido que se ajustaba como un guante a la<br />

suya. Ponía <strong>de</strong> relieve aquel cuerpo prieto y atlético que él había imaginado y lo<br />

hacía <strong>de</strong> una forma que en algunos estados podía incluso transgredir la ley.<br />

También se había soltado el pelo. Lluvia negra sobre unos hombros blancos como<br />

la leche. Unos zapatos <strong>de</strong> tacón altísimo <strong>de</strong>l mismo tono que el vestido hacían que<br />

<strong>de</strong>stacaran sus esbeltas y musculosas piernas.<br />

Olía a sombras frías y secretas.<br />

—Está usted <strong>de</strong>slumbrante.<br />

—Me esmero cuando la ocasión lo merece. En cambio usted parece cansado.<br />

«Y dolido», pensó ella. Esa había sido la impresión que le había dado al verlo<br />

bajar la escalera. El aspecto <strong>de</strong> un hombre que sabe que tiene una enorme herida<br />

abierta en el cuerpo pero es incapaz <strong>de</strong> reunir energía para encontrarla.<br />

—Aún no he cogido el ritmo <strong>de</strong> sueño. —Tomó un sorbo <strong>de</strong> champán. Le<br />

supo a sifón con aromatizante.<br />

—¿Ha bajado para relajarse y disfrutar o para quedarse ahí plantado con<br />

expresión seria y profesional?<br />

—Principalmente lo segundo.<br />

Meg movió la cabeza.<br />

- 58 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Por qué no prueba a hacer lo primero a ver qué pasa? —Estiró el brazo y<br />

le quitó la placa.<br />

—¡Eh!<br />

—Si necesita una coraza, pue<strong>de</strong> recuperarla —dijo ella mientras se la metía<br />

en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa—. Y ahora vamos a bailar.<br />

—No sabré seguir lo que están bailando.<br />

—Tranquilo. Yo lo llevo.<br />

Lo hizo y con ello le obligó a reír. Notó una sensación <strong>de</strong> oxidado en el<br />

cuello, pero se quitó cierto peso <strong>de</strong> encima.<br />

—¿El grupo que toca es <strong>de</strong> aquí?<br />

—Todo el mundo es <strong>de</strong> aquí. Al piano está Mindy, que da clases en la escuela<br />

primaria. Pargo a la guitarra. Trabaja en el banco. Chuk al violín. Guarda forestal<br />

en Denali. Y <strong>de</strong>l FBI, aunque es una persona tan encantadora que preferimos<br />

pensar que tiene un trabajo <strong>de</strong> verdad. Y Mike el grandullón a la batería, el<br />

cocinero <strong>de</strong> aquí. ¿Se está quedando con todo?<br />

—¿Cómo?<br />

—Es como si estuviera metiendo los nombres y las caras en un archivo que<br />

guarda en la cabeza.<br />

—Vale la pena recordar.<br />

—A veces vale la pena olvidar. —Meg miró hacia la <strong>de</strong>recha—. Me están<br />

haciendo señas. Max y Carrie Hawbaker. Llevan The Lunatic, nuestro semanario.<br />

Han estado casi toda la semana fuera. Quieren entrevistar al nuevo jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—Pensaba que esto era una fiesta.<br />

—Le pescarán <strong>de</strong> todas formas en cuanto pare la música.<br />

—No si sale conmigo disimuladamente y nos montamos una fiesta particular<br />

en otra parte.<br />

Meg volvió la cabeza y le miró fijamente a los ojos.<br />

—Podría aceptar, si lo dice en serio.<br />

—¿Por qué no iba a <strong>de</strong>cirlo en serio?<br />

—Esa es la cuestión. Ya tendré tiempo <strong>de</strong> preguntárselo.<br />

No le dio la oportunidad, pues se dio la vuelta y lo llevó hasta el extremo <strong>de</strong><br />

la improvisada pista <strong>de</strong> baile. Se hicieron las presentaciones <strong>de</strong> rigor. Luego ella se<br />

escabulló y lo <strong>de</strong>jó atrapado.<br />

—Es un placer. —Max le estrechó la mano con entusiasmo—. Carrie y yo<br />

acabamos <strong>de</strong> volver, <strong>de</strong> modo que no habíamos tenido la oportunidad <strong>de</strong> darle la<br />

bienvenida. Supongo que nos conce<strong>de</strong>rá algo <strong>de</strong> su tiempo para una entrevista en<br />

The Lunatic.<br />

—Veremos qué se pue<strong>de</strong> hacer.<br />

—Podríamos sentarnos un momento en el vestíbulo y...<br />

—Ahora no, Max. —Carrie le dirigió una sonrisa radiante—. Nada <strong>de</strong> trabajo<br />

esta noche. Pero antes <strong>de</strong> seguir con la fiesta, quisiera preguntarle, jefe Burke, si le<br />

importaría que abriéramos una sección sobre asuntos policiales en el semanario.<br />

Creo que así la comunidad sabría qué hace usted y cómo solucionamos aquí las<br />

cosas. Ahora que disponemos <strong>de</strong> un <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía, quisiéramos que The<br />

- 59 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Lunatic informara sobre él.<br />

—Peach pue<strong>de</strong> proporcionarles toda la información que <strong>de</strong>seen.<br />

Meg se acercó a la barra, pidió otra copa <strong>de</strong> champán y se sentó en un<br />

taburete para observar el baile mientras bebía.<br />

Charlene lo hizo en el <strong>de</strong> al lado.<br />

—Yo lo vi primero.<br />

Meg siguió con la vista fija en la pista.<br />

—¿No sería más exacto <strong>de</strong>cir que eres a quien él vio primero?<br />

—Solo lo miras porque lo quiero yo.<br />

—Si tiene rabo, tú lo quieres, Charlene. —Meg terminó la copa—. Y no lo<br />

estoy mirando a él en concreto. —Sonrió mirando el cristal—. A<strong>de</strong>lante, sigue tu<br />

juego. Yo aquí ni pincho ni corto.<br />

—El primer hombre interesante que aparece por aquí en meses. —Ya más<br />

relajada, Charlene se acercó un poco a su hija—. ¿Sabes que cada mañana<br />

<strong>de</strong>sayuna con Jess? ¡Es un encanto! Y tenías que haber visto cómo solucionó lo <strong>de</strong><br />

los Mackie. A<strong>de</strong>más, tiene cierto misterio. —Suspiró—. Me pirran los hombres con<br />

misterio.<br />

—Te pirra cualquier hombre con tal <strong>de</strong> que se le levante.<br />

Charlene hizo una mueca <strong>de</strong> repulsión.<br />

—¿Por qué tienes que ser tan grosera?<br />

—Has venido aquí a <strong>de</strong>cirme que quieres follarte al nuevo jefe <strong>de</strong> policía.<br />

Pue<strong>de</strong>s adornarlo como quieras, Charlene, pero sigue siendo grosero. Lo único<br />

que he hecho yo es quitarle los adornos.<br />

—Eres igual que tu padre.<br />

—Es lo que dices siempre —murmuró Meg mientras Charlene se iba,<br />

indignada.<br />

Hopp aprovechó el taburete que quedaba vacío.<br />

—Vosotras dos discutiríais incluso sobre cuántos litros cayeron en el último<br />

chaparrón.<br />

—Creo que sería un tema excesivamente filosófico para nosotras. ¿Qué<br />

quieres tomar?<br />

—Iba a pedir otra copa <strong>de</strong> ese horrible champán.<br />

—Yo te la sirvo. —Meg pasó al otro lado <strong>de</strong> la barra, llenó una copa y rellenó<br />

la suya—. Quiere hincarle el diente a Burke.<br />

Hopp miró hacia don<strong>de</strong> estaba Nate y vio que había conseguido librarse <strong>de</strong><br />

los Hawbaker para caer en las garras <strong>de</strong> Joe y Lara Wise.<br />

—Es problema <strong>de</strong> ellos.<br />

—Problema <strong>de</strong> ellos. —Coincidió Meg haciendo un brindis con Hopp.<br />

—Y la cuestión <strong>de</strong> que se le vea más interesado por una <strong>de</strong> las dos no<br />

mejorará la relación con tu madre.<br />

—No. —Meg tomó un sorbo <strong>de</strong> champán, reflexionando—. Pero pue<strong>de</strong><br />

poner las cosas al rojo vivo una temporada. —Vio que Hopp ponía los ojos en<br />

blanco y reía—. No puedo evitarlo. Me encantan los líos.<br />

—Y los tendrás. —Hopp se volvió en el taburete al ver que Charlene<br />

- 60 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

arrastraba a Nate hacia la pista—. No creas todo eso <strong>de</strong> las aguas tranquilas y bla,<br />

bla, bla... Suele ser difícil tratar con estos tipos reconcentrados.<br />

—Creo que nunca había visto a un hombre tan triste. Lo es más que el<br />

vagabundo que pasó una temporada aquí hace un par <strong>de</strong> años. ¿Cómo se llamaba?<br />

McKinnon. El tipo que se voló la tapa <strong>de</strong> los sesos en el almacén <strong>de</strong> Hawley.<br />

—¿Y no se organizó una buena? Ignatious está triste hasta el punto <strong>de</strong> que<br />

puedo imaginarlo con el cañón <strong>de</strong> una 45 en la boca, pero es <strong>de</strong>masiado valiente<br />

para apretar el gatillo. Y también <strong>de</strong>masiado educado.<br />

—¿En eso confías? —preguntó Meg.<br />

—Sí, en eso confío. A<strong>de</strong>más, creo que voy a hacer la última buena obra <strong>de</strong>l<br />

año y lo salvaré <strong>de</strong> Charlene.<br />

Los hombres tristes y educados no eran su tipo, pensó Meg. A ella le iban los<br />

irresponsables, los poco cuidadosos. Los que no esperaban quedarse la noche<br />

siguiente. Con gente así se podía tomar unas copas, revolver las sábanas si se<br />

terciaba y luego seguir cada cual a lo suyo.<br />

Ningún choque, ni una rascada.<br />

¿Con alguien como Ignatious Burke? El revolcón podía resultar movido,<br />

incluso <strong>de</strong>jar magulladuras. Aunque tal vez valía la pena.<br />

De todos modos, le gustaba conversar con él, algo que en su opinión no había<br />

que sobrevalorar. Era capaz <strong>de</strong> pasar días o incluso semanas sin hablar con nadie.<br />

Por ello disfrutaba con una conversación interesante. También le gustaba la<br />

tristeza que había en los ojos <strong>de</strong> aquel hombre. Se fijó en ella cuando lo tuvo<br />

<strong>de</strong>lante aquella mañana frente a su casa, mientras escuchaba a Lorena McKennit y<br />

<strong>de</strong> nuevo por un momento cuando bailaban.<br />

Allí sentada, arropada por la música y aquella concentración <strong>de</strong> humanidad,<br />

se dio cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>seaba volver a ver aquella tristeza. Y se le estaba<br />

ocurriendo cómo conseguirlo.<br />

Pasó al otro lado <strong>de</strong> la barra, cogió una botella abierta y dos copas y fue hacia<br />

el salón <strong>de</strong> baile.<br />

Hopp dio ligeros toques a Charlene en el hombro.<br />

—Disculpa, Charlene, pero tengo que hablar oficialmente un momento con el<br />

jefe Burke.<br />

Charlene agarró a Nate con tal fuerza que este temió que le rompiera la<br />

espalda.<br />

—El ayuntamiento está cerrado, Hopp.<br />

—El ayuntamiento no cierra. Vamos, <strong>de</strong>ja respirar al muchacho.<br />

—Vale. Pero me <strong>de</strong>bes un baile.<br />

—Vayamos a un rincón tranquilo, Ignatious. —Hopp se abrió paso entre la<br />

gente. Se sentó en una mesa que alguien había empujado hacia la zona <strong>de</strong> los<br />

billares—. ¿Una copa?<br />

—No, creo que lo que me apetece es encontrar la puerta <strong>de</strong> atrás.<br />

—En un pueblo como este pue<strong>de</strong> correr, pero no escon<strong>de</strong>rse. Tar<strong>de</strong> o<br />

temprano tendrá que enfrentarse a ella.<br />

—Pues <strong>de</strong>jémoslo para más tar<strong>de</strong>.<br />

- 61 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Quería volver arriba, sumergirse <strong>de</strong> nuevo en la oscuridad. Le latía la cabeza<br />

y tenía el estómago revuelto por la tensión y el esfuerzo <strong>de</strong> mantenerse vivo.<br />

—No lo he sacado <strong>de</strong> ahí solo para librarle <strong>de</strong> Charlene. Tiene mosca a mi<br />

teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>.<br />

—Ya lo sé. He solucionado el caso <strong>de</strong> la forma que me ha parecido más<br />

pru<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la ley.<br />

—No estoy poniendo en cuestión su trabajo, Ignatious. —Hizo un gesto con<br />

la mano como si estuviera apartando a gente <strong>de</strong> su alre<strong>de</strong>dor—. Solo quiero<br />

ponerle al corriente. Ed es un pedante, un presuntuoso y un pesado. Pero también<br />

es buena persona y ha trabajado mucho por el pueblo.<br />

—Lo que no significa que pueda conducir como le salga <strong>de</strong> las narices.<br />

Ella soltó una risita.<br />

—Siempre ha sido un pésimo conductor. Pero a<strong>de</strong>más es rico, po<strong>de</strong>roso y<br />

rencoroso. No olvidará que usted se ha metido en sus asuntos. En cualquier parte<br />

eso podría parecer una tontería, pero en Lunacy tiene mucha importancia.<br />

—No creo que haya sido el único que le ha contrariado.<br />

—No. Ed y yo estamos siempre como el perro y el gato. Pero él piensa que<br />

nos hallamos en igualdad <strong>de</strong> condiciones. Incluso quizá yo podría estar en una<br />

posición ventajosa. Usted es forastero, y por ello espera que afloje. De todas<br />

formas, me <strong>de</strong>cepcionaría si doblara la cerviz ante él. Lo que lo coloca entre la<br />

espada y la pared.<br />

—No es la primera vez que me encuentro en una posición así. Pero ¿qué<br />

tiene que ver la cerviz con la velocidad?<br />

Ella lo miró un momento, <strong>de</strong>sconcertada, y luego soltó una carcajada.<br />

—Una forma educada <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que me ocupe <strong>de</strong> mis asuntos. Pero, antes<br />

<strong>de</strong> hacerlo, permítame que añada algo. Encontrarse atrapado entre Charlene y<br />

Meg significa que la espada y la pared pue<strong>de</strong>n ser un lugar muy caliente, pegajoso<br />

y perverso.<br />

—Entonces mejor no <strong>de</strong>jarse atrapar.<br />

—Buena <strong>de</strong>cisión. —Levantó las cejas al oír el timbre <strong>de</strong>l móvil <strong>de</strong> Nate.<br />

—He <strong>de</strong>sviado las llamadas <strong>de</strong> la comisaría a mi móvil —dijo mientras<br />

sacaba el aparato <strong>de</strong>l bolsillo—. Burke, dígame.<br />

—Coja su abrigo —dijo Meg—. Le espero en la puerta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cinco<br />

minutos. Quiero enseñarle algo.<br />

—De acuerdo. —Se guardó <strong>de</strong> nuevo el teléfono mientras Hopp lo miraba—.<br />

Nada. Creo que voy a retirarme.<br />

—Hum... Salga por esta puerta, por la cocina.<br />

—Gracias. Y feliz año nuevo.<br />

—Lo mismo digo. —Hopp movió la cabeza mientras veía cómo se alejaba—.<br />

Se avecinan problemas.<br />

Tardó más <strong>de</strong> cinco minutos en ir a la habitación, ponerse toda la ropa<br />

necesaria y bajar con cuidado hasta la puerta <strong>de</strong>l Lodge. Cuando estaba a punto <strong>de</strong><br />

- 62 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

llegar se dio cuenta <strong>de</strong> que no había sentido la tentación <strong>de</strong> encerrarse y hundirse<br />

<strong>de</strong> nuevo en la oscuridad.<br />

Tal vez había avanzado algo. O quizá los instintos podían con la <strong>de</strong>presión.<br />

Meg lo esperaba sentada en una <strong>de</strong> las dos sillas plegables que había<br />

colocado en medio <strong>de</strong> la calle.<br />

La botella <strong>de</strong> champán estaba hundida en la nieve. Había colocado una<br />

gruesa manta sobre sus piernas y tomaba champán a sorbos.<br />

—No pue<strong>de</strong> quedarse aquí fuera con ese vestido, aunque se haya puesto el<br />

abrigo y la manta...<br />

—Me he cambiado. Siempre llevo ropa <strong>de</strong> repuesto en la mochila.<br />

—¡Qué lástima! Yo que esperaba volver a verla con el vestido.<br />

—Otro día, otro lugar. Siéntese.<br />

—De acuerdo. ¿Por qué tenemos que sentarnos en la calle cuando... faltan<br />

diez minutos para las doce?<br />

—La multitud no es mi fuerte. ¿El suyo?<br />

—Tampoco.<br />

—Pue<strong>de</strong> resultar divertido un rato, en una ocasión especial. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

unas horas se me acaba la paciencia. A<strong>de</strong>más —le pasó una copa—, esto es mejor.<br />

A Nate le sorprendió que el champán no se hubiera helado.<br />

—Creo que estaríamos mejor <strong>de</strong>ntro; no correríamos el riesgo <strong>de</strong><br />

congelarnos.<br />

—No hace tanto frío, no hay viento. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> quince bajo cero. Por otro<br />

lado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro no se ve esto.<br />

—¿Ver qué?<br />

—Mire hacia arriba, chico <strong>de</strong>l sur.<br />

Miró hacia don<strong>de</strong> ella le señalaba y se quedó sin aliento.<br />

—¡<strong>San</strong>to cielo!<br />

—En efecto, siempre he pensado que era sagrado. Un fenómeno natural<br />

producido por la latitud, las manchas solares y cosas así. Las explicaciones<br />

científicas no le quitan belleza... ni magia.<br />

Había una luz ver<strong>de</strong> en el cielo, con un resplandor dorado y apenas un toque<br />

<strong>de</strong> rojo. Parecía que aquellas largas y misteriosas franjas latieran y respiraran,<br />

impregnando <strong>de</strong> vida la oscuridad.<br />

—La aurora boreal se ve mejor en invierno, aunque normalmente el maldito<br />

frío nos impi<strong>de</strong> apreciarla. He pensado que sería la noche a<strong>de</strong>cuada para hacer<br />

una excepción.<br />

—Había oído hablar <strong>de</strong> ella. Había visto fotos, pero esto no tiene nada que<br />

ver con ellas.<br />

—Suele ocurrir con lo bueno. Pero se ve mejor en el monte. Y aún mejor<br />

acampado en uno <strong>de</strong> los glaciares. Cuando tenía unos siete años, una noche mi<br />

padre y yo subimos al monte y acampamos allí para po<strong>de</strong>r verla. Nos pasamos<br />

horas tumbados boca arriba, medio congelados, contemplando el cielo.<br />

Aquel ver<strong>de</strong> que parecía <strong>de</strong> otro mundo seguía cambiando <strong>de</strong> tono,<br />

resplan<strong>de</strong>ciendo, ampliándose, titilando. Era como una lluvia <strong>de</strong> piedras preciosas<br />

- 63 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong> colores.<br />

—¿Qué fue <strong>de</strong> él?<br />

—Digamos que un día salió <strong>de</strong> excursión y <strong>de</strong>cidió no parar. ¿Tiene usted<br />

familia?<br />

—Más o menos.<br />

—Bueno, no lo estropeemos con historias tristes. Disfrutemos <strong>de</strong>l<br />

espectáculo.<br />

Siguieron sentados en silencio en medio <strong>de</strong> la calle; las en<strong>de</strong>bles sillas se<br />

balanceaban en la nieve mientras el cielo refulgía. Los <strong>de</strong>stellos tocaban algo en su<br />

interior, aliviaban su dolor <strong>de</strong> cabeza, lo colocaban en el lugar justo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que<br />

podía respirar.<br />

Meg volvió la cabeza hacia el Lodge; el jaleo iba en aumento. Empezaba el<br />

griterío <strong>de</strong> la cuenta atrás para medianoche.<br />

—Creo que estamos solos usted y yo, Burke.<br />

—Un fin <strong>de</strong> año mejor <strong>de</strong>l que esperaba. ¿Quiere que simule que la beso,<br />

como manda la tradición?<br />

—A la mierda la tradición. —Le agarró el pelo con las manos enguantadas y<br />

lo atrajo hacia sí.<br />

Los labios <strong>de</strong> Meg estaban fríos y a él le produjo una intensa y extraña<br />

emoción notar cómo se calentaban al entrar en contacto con los suyos. La fuerza<br />

<strong>de</strong>l beso sacudió su aletargado sistema, lo puso en marcha, le agitó el estómago y<br />

le activó la circulación <strong>de</strong> la sangre.<br />

Nate oyó el estruendo, a pesar <strong>de</strong> que llegaba apagado, débil y distante,<br />

cuando sonó la última campanada. Repicaban las campanas, atronaban las<br />

bocinas, estallaban los aplausos. Y en medio <strong>de</strong> aquello oyó también, claro como<br />

un <strong>de</strong>seo, el latido <strong>de</strong> su corazón.<br />

Soltó la copa que tenía la mano y apartó la manta para apretarse a ella. De su<br />

garganta salió un murmullo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cepción cuando <strong>de</strong>scubrió las espesas capas que<br />

cubrían a Meg. Deseaba aquel cuerpo fuerte, curvilíneo, su forma, su sabor, su<br />

aroma.<br />

De pronto unos disparos le pusieron en guardia.<br />

—Fuego <strong>de</strong> celebración.<br />

El aliento <strong>de</strong> Meg formaba nubes <strong>de</strong> vapor en el aire mientras intentaba<br />

atraerle <strong>de</strong> nuevo hacia sí. Ese hombre sabía besar y ella <strong>de</strong>seaba seguir con la<br />

sensación embriagadora <strong>de</strong> sus labios, su lengua, sus dientes cautivándola.<br />

No le hacía ninguna falta el champán barato.<br />

—Tal vez, pero... tengo que comprobarlo.<br />

Ella soltó una risita y luego se agachó para recoger las copas.<br />

—Tiene razón.<br />

—Meg...<br />

—A<strong>de</strong>lante, jefe. —Le dio una amistosa palmada en la rodilla y sonrió a<br />

aquellos fascinantes e inquietantes ojos grises—. El trabajo es el trabajo.<br />

—No tardaré.<br />

Meg estaba segura <strong>de</strong> que no. Los disparos al aire eran habituales en fiestas,<br />

- 64 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

bodas, nacimientos, incluso en funerales, según los sentimientos que inspirara el<br />

fallecido.<br />

Pero no le pareció sensato esperar. Recogió las sillas, la botella y las copas y<br />

lo colocó todo bajo el porche. Luego llevó la manta a la cabina <strong>de</strong> la camioneta.<br />

Volvió a casa mientras las luces ver<strong>de</strong>s seguían jugando en el cielo. Sabía que<br />

Hopp había acertado; a Nate Burke no le faltarían problemas.<br />

- 65 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 6<br />

THE LUNATIC<br />

Sección policial<br />

Lunes, 5 <strong>de</strong> enero<br />

8.03. Se recibe un aviso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> unas raquetas <strong>de</strong> nieve <strong>de</strong>l<br />

porche <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hans Finkle. Interviene el ayudante Peter Notti. La<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Finkle (suprimimos algunos calificativos subidos <strong>de</strong> tono) «<strong>de</strong> que<br />

Trilby vuelve a las andadas» no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarse. Más tar<strong>de</strong> se localizan las<br />

raquetas en la camioneta <strong>de</strong> Finkle.<br />

9.22. Se recibe la notificación <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico en Rancor Road.<br />

Acu<strong>de</strong>n el jefe <strong>de</strong> policía Burke y su ayudante Otto Gruber. Los implicados son<br />

Brett Trooper y Virginia Mann. No se producen daños, excepto el <strong>de</strong>do <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong><br />

Trooper que este golpea repetidamente contra su propio parachoques<br />

<strong>de</strong>strozado. No se presentan cargos.<br />

11.56. Se avisa <strong>de</strong> una pelea en el Lodge entre Dexter Trilby y Hans Finkle.<br />

La disputa, en la que se dicen más improperios subidos <strong>de</strong> tono, al parecer tiene<br />

su origen en el anterior inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las raquetas. Interviene el jefe Burke, quien<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar el caso propone resolver el altercado mediante un torneo<br />

<strong>de</strong> damas. A la hora <strong>de</strong> cerrar la edición el resultado es <strong>de</strong> doce partidas a diez a<br />

favor <strong>de</strong> Trilby. No se presentan cargos.<br />

13.45. Denuncia por música a todo volumen y vehículos a gran velocidad en<br />

Caribou. Intervención <strong>de</strong>l jefe Burke y <strong>de</strong>l ayudante Notti. Encuentran a James y<br />

William Mackie haciendo carreras con motos <strong>de</strong> nieve y escuchando una<br />

grabación <strong>de</strong> «Born to Be Wild» a un volumen exagerado. Tras una breve y, en<br />

opinión <strong>de</strong> los testigos, entretenida persecución, se produce un acalorado<br />

enfrentamiento con los agentes, durante el que se confisca el CD con la música<br />

objeto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito, y en el que James Mackie afirma que «En Lunacy ya no hay<br />

puta diversión». Se multa a los dos hermanos Mackie por exceso <strong>de</strong> velocidad.<br />

15.12. Se informa <strong>de</strong> unos gritos en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Rancor Woods, a 3,5<br />

kilómetros <strong>de</strong> la comisaría. Acu<strong>de</strong>n el jefe Burke y su ayudante Gruber.<br />

Descubren que se trata <strong>de</strong> unos niños que juegan a la guerra, armados con<br />

pistolas <strong>de</strong> aire comprimido y frascos <strong>de</strong> ketchup, que se echan a chorro. El jefe<br />

Burke establece una tregua y escolta a los soldados, vivos, muertos y heridos,<br />

hasta su casa.<br />

16.58. Aviso <strong>de</strong> alboroto en Moose. Acu<strong>de</strong>n el jefe Burke y su ayudante<br />

- 66 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Notti. Se soluciona una pelea entre una mujer y un varón <strong>de</strong> dieciséis años sobre<br />

un supuesto flirteo con otro varón <strong>de</strong> dieciséis años. No se presentan cargos.<br />

17.18. Se multa a un varón <strong>de</strong> dieciséis años por conducción temeraria e<br />

insistente toque <strong>de</strong> claxon <strong>de</strong> un lado a otro <strong>de</strong> Moose.<br />

19.12. En respuesta a numerosas quejas, el jefe Burke <strong>de</strong>saloja a Michael<br />

Sullivan <strong>de</strong> la acera en la esquina <strong>de</strong> Lunacy con Moose, don<strong>de</strong> está cantando a<br />

grito pelado y, según se informa, <strong>de</strong>safinando, una versión <strong>de</strong> «Whisky in the<br />

Jar». Sullivan pasa la noche en el calabozo por su propia seguridad. No se<br />

presentan cargos.<br />

Nate repasó la información <strong>de</strong> aquel día y lo que quedaba <strong>de</strong> su segunda<br />

semana en The Lunatic. Esperaba que hubiera quejas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> publicarse el<br />

primer número en el que se incluía la sección policial. No las hubo. Al parecer, a<br />

nadie le importaba que su nombre apareciera en la prensa, aunque estuviera<br />

relacionado con alguna fechoría.<br />

Metió el semanario en un cajón <strong>de</strong>l escritorio junto al primer número. «Dos<br />

semanas liquidadas», pensó.<br />

Y seguía allí.<br />

Sarrie Parker estaba apoyada en el mostrador <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina.<br />

Había <strong>de</strong>jado las botas <strong>de</strong> piel y la parka en la puerta y había cogido un paquete<br />

<strong>de</strong> chicles Black Jack <strong>de</strong>l expositor <strong>de</strong> al lado <strong>de</strong> la caja.<br />

Estaba allí para chismorrear, no para comprar, y el chicle era la excusa más<br />

barata. Acarició a Cecil, el spaniel <strong>de</strong> Deb, que pasaba el tiempo, como todos los<br />

días, en su cesta acolchada al lado <strong>de</strong>l mostrador.<br />

—No se ve mucho al jefe Burke por el Lodge.<br />

Deb seguía colocando paquetes <strong>de</strong> cigarrillos y <strong>de</strong> tabaco para mascar en las<br />

estanterías. Su tienda era el centro <strong>de</strong> información <strong>de</strong>l pueblo. Lo que no se sabía<br />

allí aún no había sucedido.<br />

—Tampoco aparece mucho por aquí. Va a lo suyo.<br />

—Cada día <strong>de</strong>sayuna con el hijo <strong>de</strong> Rose y también cena allí prácticamente<br />

todas las noches. Poco apetito tendrá si lo hace...<br />

Puesto que tenía el paquete <strong>de</strong> chicles en la mano, Sarrie lo abrió.<br />

—Todas las mañanas recojo su habitación, aunque no hay mucho que<br />

recoger. No tiene allí más que la ropa y las cosas <strong>de</strong> afeitar. Ni una foto, ni un<br />

libro.<br />

Como principal sirvienta <strong>de</strong>l Lodge, Sarrie se consi<strong>de</strong>raba una experta en<br />

comportamiento humano.<br />

—Quizá espera que le man<strong>de</strong>n el equipaje.<br />

—No creas que no se lo he preguntado. —Sarrie <strong>de</strong>senvolvió uno <strong>de</strong> los<br />

chicles y lo dobló antes <strong>de</strong> ponérselo en la boca—. Fui muy explícita. Le dije: «Jefe<br />

Burke, ¿ha mandado que le suban las pertenencias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el sur?». Y él respondió:<br />

- 67 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

«Todo lo que tengo está aquí». Tampoco llama por teléfono, al menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />

habitación. Ni recibe llamadas. Yo diría que lo único que hace allí es dormir.<br />

Aunque en aquellos momentos no había nadie más en la tienda, Sarrie bajó la<br />

voz y se inclinó un poco.<br />

—Y a pesar <strong>de</strong> que Charlene se le echa constantemente encima, duerme solo.<br />

—Hizo un rotundo gesto <strong>de</strong> asentimiento—. Cuando le cambian las sábanas <strong>de</strong> la<br />

cama <strong>de</strong> un hombre se sabe qué ha pasado allí por la noche.<br />

—Pue<strong>de</strong>n hacerlo en la ducha o en el suelo. —Deb tuvo la satisfacción <strong>de</strong> ver<br />

la expresión <strong>de</strong> horror en la cara <strong>de</strong> ardilla <strong>de</strong> Sarrie—. Ninguna ley obliga a follar<br />

en la cama.<br />

Como profesional <strong>de</strong>l cotilleo, Sarrie se recuperó rápidamente.<br />

—Si Charlene lo hubiera pillado, no seguiría persiguiéndole como el sabueso<br />

tras el conejo, digo yo.<br />

Deb hizo una pausa para rascar la sedosa oreja <strong>de</strong> Cecil antes <strong>de</strong> darle la<br />

razón.<br />

—Supongo.<br />

—Un hombre que aparece aquí prácticamente con lo puesto, que se encierra<br />

horas y horas en su habitación, esquiva a una mujer totalmente dispuesta y<br />

prácticamente no dice ni pío a menos que lo acorrales, la verdad, algo extraño<br />

tiene. No sé, es mi opinión.<br />

—Cualquiera diría que es el primero <strong>de</strong> este tipo que llega a Lunacy.<br />

—Ya, pero es el primero al que hemos hecho jefe <strong>de</strong> policía. —Aún estaba un<br />

poco resentida por la multa que le había puesto a su hijo la semana anterior. Como<br />

si los billetes <strong>de</strong> veinticinco dólares crecieran en los árboles—. Ese tipo oculta algo.<br />

—¡No fastidies, Sarrie! ¿Conoces a alguien <strong>de</strong> por aquí que no lo haga?<br />

—Me da igual lo que oculte la gente, siempre que no tenga autoridad para<br />

meterme a mí o a los míos en la cárcel.<br />

Impaciente, Deb empezó a pulsar teclas en la caja registradora.<br />

—A no ser que tengas la intención <strong>de</strong> largarte <strong>de</strong> aquí sin pagarme los<br />

chicles, no creo que estés infringiendo ninguna ley. Yo que tú no me preocuparía.<br />

El hombre sobre el que discutían seguía sentado en su <strong>de</strong>spacho. Pero ahora<br />

sí estaba acorralado. Durante dos semanas había conseguido eludir o esquivar a<br />

Max Hawbaker. No quería que le entrevistaran. Opinaba que la prensa era la<br />

prensa, ya fuera un semanario <strong>de</strong> pueblo o el Baltimore Sun.<br />

Probablemente a los ciudadanos <strong>de</strong> Lunacy no les importaba que su nombre<br />

saliera en la publicación, por la razón que fuera, pero él aún no se había quitado el<br />

mal sabor <strong>de</strong> boca que le había <strong>de</strong>jado su experiencia con los periodistas <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l tiroteo.<br />

Y supo que tendría que tragar un poco más cuando Hopp apareció en su<br />

<strong>de</strong>spacho acompañada <strong>de</strong> Max.<br />

—Max tiene que hacerle una entrevista. El pueblo necesita saber algo <strong>de</strong>l<br />

hombre a quien hemos confiado la ley y el or<strong>de</strong>n. The Lunatic está cerrando la<br />

- 68 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

edición y quiero que la publique en este número. O sea que... manos a la obra.<br />

Dicho esto, se marchó y cerró la puerta con gesto <strong>de</strong>cidido.<br />

Max sonrió, animado.<br />

—He tropezado con la alcal<strong>de</strong>sa cuando venía a ver si tenía usted unos<br />

minutos para hablar conmigo.<br />

—Hum...<br />

Dado que se había estado planteando si pasar el rato haciendo un solitario en<br />

el or<strong>de</strong>nador o aceptar la propuesta <strong>de</strong> Peter <strong>de</strong> seguir con las clases <strong>de</strong> raqueta <strong>de</strong><br />

nieve, Nate no podía <strong>de</strong>cir que no tenía tiempo.<br />

Opinaba que Max era un maja<strong>de</strong>ro que a buen seguro había pasado los años<br />

<strong>de</strong> instituto aguantando que todo el mundo tirara <strong>de</strong> sus calzoncillos. Tenía una<br />

cara redonda, agradable, y el pelo castaño claro, con algunas entradas. Una percha<br />

<strong>de</strong> metro setenta y cinco aproximadamente a la que le sobraban cinco o seis kilos,<br />

prácticamente todos acumulados en la barriga.<br />

—¿Café?<br />

—No estaría mal.<br />

Nate se levantó y sirvió dos tazas.<br />

—¿Con qué?<br />

—Un poco <strong>de</strong> leche y un par <strong>de</strong> terrones <strong>de</strong> azúcar. Ejem... ¿Y qué opina <strong>de</strong><br />

nuestra nueva sección? La sección policial.<br />

—Para mí es algo nuevo. Incluye todos los datos. Una información precisa.<br />

—Carrie tenía muchas ganas <strong>de</strong> crearla. Le grabaré, si no le importa. Tomaré<br />

notas, pero me gusta guardar constancia.<br />

—Muy bien. —Acabó <strong>de</strong> preparar el café con leche <strong>de</strong> Max y se lo puso<br />

<strong>de</strong>lante—. ¿Qué <strong>de</strong>sea saber?<br />

Una vez instalado, Max sacó una pequeña grabadora <strong>de</strong> la bolsa que llevaba.<br />

La <strong>de</strong>jó sobre la mesa, anotó la hora y la puso en marcha. Luego sacó <strong>de</strong>l bolsillo<br />

un bloc y un lápiz.<br />

—Creo que nuestros lectores querrán saber algo <strong>de</strong>l hombre que lleva la<br />

placa.<br />

—Parece el título <strong>de</strong> una película. Disculpe —se apresuró a <strong>de</strong>cir al ver que<br />

Max arrugaba la frente—. No hay mucho que contar.<br />

—Empecemos por algunos datos. ¿Le importa <strong>de</strong>cirme su edad?<br />

—Treinta y dos.<br />

—¿Y fue inspector <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Baltimore?<br />

—Efectivamente.<br />

—¿Casado?<br />

—Divorciado.<br />

—Pasa en las mejores familias. ¿Hijos?<br />

—No.<br />

—¿Nació usted en Baltimore?<br />

—Y he pasado allí toda mi vida, aparte <strong>de</strong> estas dos últimas semanas.<br />

—¿Por qué razón un inspector <strong>de</strong> Baltimore acaba como jefe <strong>de</strong> policía en<br />

Lunacy, Alaska?<br />

- 69 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Porque me contrataron.<br />

La expresión <strong>de</strong> Max seguía siendo afable, y su tono era coloquial.<br />

—Tuvo que echarse al ruedo para que lo contrataran.<br />

—Quería un cambio. —«Empezar <strong>de</strong> nuevo. Una última oportunidad.»<br />

—Algunos lo consi<strong>de</strong>rarían un cambio bastante radical.<br />

—Cuando <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s optar por algo que no es lo habitual, ¿por qué no lanzarse<br />

a algo <strong>de</strong> envergadura? Me gustó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l trabajo, <strong>de</strong>l lugar. Me da la<br />

oportunidad <strong>de</strong> realizar una tarea que conozco pero en un marco distinto y<br />

siguiendo otro ritmo.<br />

—Hace un momento hablábamos <strong>de</strong> la sección policial. Seguro que los casos<br />

<strong>de</strong> aquí no tienen nada que ver con los que tenía que solucionar antes. ¿No le<br />

preocupa que pueda aburrirse entre nosotros? Viene <strong>de</strong>l ritmo y la acción <strong>de</strong> una<br />

gran ciudad y llega a una población <strong>de</strong> menos <strong>de</strong> setecientos habitantes...<br />

Nate reflexionó <strong>de</strong>tenidamente. ¿No se estaba aburriendo hacía unos<br />

minutos? ¿O era <strong>de</strong>presión? Resultaba difícil establecer la diferencia. A veces no la<br />

distinguía, pues ambos estados le <strong>de</strong>jaban una fuerte sensación <strong>de</strong> inutilidad.<br />

—Baltimore es una pequeña gran ciudad. La cuestión es que allí sueles llevar<br />

a cabo el trabajo con cierto anonimato. Un poli es igual que otro, un caso se suma<br />

al siguiente.<br />

«Y nunca pue<strong>de</strong>s cerrarlos todos —pensó Nate—, por más horas que<br />

inviertas, no consigues cerrarlos todos y acabas sintiéndote perseguido por los que<br />

siguen abiertos.»<br />

—Aquí, si alguien acu<strong>de</strong> a nosotros —siguió— sabe que yo o uno <strong>de</strong> mis dos<br />

ayudantes saldrá, hablará con él y le ayudará a resolver la situación. Y yo mismo<br />

sabré, cuando lleve más tiempo aquí, quién es la persona que pi<strong>de</strong> ayuda. Ya no<br />

será un nombre en un archivo, sino alguien que conozco. Creo que eso contribuirá<br />

a que el trabajo que realizo sea más satisfactorio.<br />

Le sorprendió darse cuenta <strong>de</strong> que había dicho la verdad sin ser plenamente<br />

consciente <strong>de</strong> ello.<br />

—¿Caza usted?<br />

—No.<br />

—¿Pesca?<br />

—De momento no.<br />

Max frunció los labios.<br />

—¿Hockey? ¿Esquí? ¿Escalada?<br />

—No. Peter me está dando clases con las raquetas. Dice que resulta práctico.<br />

—Y tiene razón. ¿Qué me dice <strong>de</strong> sus aficiones, <strong>de</strong> lo que hace en su tiempo<br />

libre, <strong>de</strong> lo que le interesa?<br />

El trabajo le había <strong>de</strong>jado poco tiempo. Mejor dicho, él había permitido que el<br />

trabajo ocupara todo su tiempo. ¿No fue por eso por lo que Rachel buscó otra<br />

vida?<br />

—Estoy abierto a todo. Empezaré con las raquetas <strong>de</strong> nieve y veré qué es lo<br />

siguiente. ¿Qué le trajo a usted aquí?<br />

—¿A mí?<br />

- 70 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Me gustaría saber algo <strong>de</strong> quien me hace las preguntas.<br />

—Tiene razón —dijo Max al cabo <strong>de</strong> un momento—. Estuve en Berkeley en<br />

los sesenta. Sexo, drogas y rock and roll. Apareció una mujer, como tiene que ser,<br />

y emigramos hacia el norte. Pasé un tiempo en Seattle. Allí conecté con un chaval<br />

que hacía escalada. Me picó el gusanillo. Entonces aquella mujer y yo seguimos<br />

más hacia el norte. Antiestablishment, vegetarianos, intelectuales.<br />

Nate sonrió; tenía <strong>de</strong>lante a un hombre <strong>de</strong> mediana edad con exceso <strong>de</strong> peso,<br />

que se estaba quedando calvo y parecía divertirse pensando en lo que había sido y<br />

en lo que era ahora.<br />

—Ella quería pintar; yo escribiría novelas que pusieran <strong>de</strong> manifiesto las<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre; viviríamos <strong>de</strong> la tierra. Nos casamos y eso lo fastidió<br />

todo. Ella acabó volviendo a Seattle. Yo seguí aquí arriba.<br />

—Publicando una revista en lugar <strong>de</strong> escribir novelas.<br />

—Ah, sigo trabajando en esas novelas. —En esta ocasión no sonrió, al<br />

contrario, su expresión era distante y algo inquieta—. De vez en cuando las<br />

<strong>de</strong>sempolvo. No valen nada, pero aún trabajo en ellas. Sigo sin comer carne y<br />

siendo ver<strong>de</strong>, ecologista, me refiero, lo que molesta a muchos. Conocí a Carrie<br />

hace unos quince años. Nos casamos. —Recuperó la sonrisa—. Este parece que<br />

funciona.<br />

—¿Hijos?<br />

—Una niña y un niño. Doce y diez. Bueno, volvamos a usted. Estuvo en el<br />

<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Baltimore durante doce años. Cuando hablé con el<br />

teniente Foster...<br />

—¿Habló usted con mi teniente?<br />

—Su ex teniente. Buscaba información. Le <strong>de</strong>scribió como una persona<br />

concienzuda y obstinada, el tipo <strong>de</strong> poli que cierra casos y sabe trabajar bajo<br />

presión. No diré que alguien <strong>de</strong> aquí ponga objeciones a que nuestro jefe <strong>de</strong><br />

policía posea estas cualida<strong>de</strong>s, pero me da la impresión <strong>de</strong> que está usted<br />

excesivamente preparado para este cargo.<br />

—Ese sería mi problema —comentó Nate, categórico—. Creo que este es todo<br />

el tiempo que puedo conce<strong>de</strong>rle.<br />

—Solo un par <strong>de</strong> preguntas más. Estuvo dos meses <strong>de</strong> baja <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l pasado mes <strong>de</strong> abril en el que su compañero, Jack Behan, y un<br />

sospechoso murieron y usted quedó herido. Se reincorporó al trabajo y<br />

permaneció en él cuatro meses y luego presentó su renuncia. ¿Debo suponer que<br />

el inci<strong>de</strong>nte pesó en su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> aceptar este puesto?<br />

—Ya le he dado mis razones para aceptar el cargo. La muerte <strong>de</strong> mi<br />

compañero no tiene nada que ver con nadie <strong>de</strong> Lunacy.<br />

La expresión <strong>de</strong> Max <strong>de</strong>mostraba que no soltaría la presa y Nate vio que lo<br />

había subestimado. Un periodista es un periodista, pensó, in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong> se encuentre. Y este olía una historia.<br />

—Tiene que ver con usted, jefe. Sus experiencias y motivaciones, su historia<br />

profesional.<br />

—Historia sería la palabra clave.<br />

- 71 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Pue<strong>de</strong> que The Lunatic sea una publicación mo<strong>de</strong>sta, pero yo, como<br />

director, tengo que cumplir con mi <strong>de</strong>ber y escribir un artículo preciso y completo.<br />

Sé que se investigó el inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l tiroteo y quedó claro que usted disparó el arma<br />

justificadamente. De todas formas, aquella noche usted mató a un hombre y eso<br />

tiene que pesar.<br />

—¿Usted cree que uno acepta una placa y un arma alegremente, Hawbaker?<br />

¿Cree que se dan solo para exhibirlas? Un poli, cuando coge el arma, sabe, todos<br />

los días, que tal vez ese será el día en que tendrá que usarla. En efecto, es algo que<br />

pesa, y mucho.<br />

Estuvo en un tris <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r los estribos, su voz salió fría como aquel viento<br />

<strong>de</strong> enero que hacía vibrar las ventanas.<br />

—Todo el mundo sabe que es algo que pesa mucho, el arma y lo que uno<br />

quizá tenga que hacer con ella. ¿Me arrepiento <strong>de</strong> haber sacado el arma? No. De lo<br />

que me arrepiento es <strong>de</strong> no haber sido más rápido. Si hubiera sido más rápido, un<br />

buen hombre seguiría vivo, una mujer no sería viuda y dos niños aún tendrían<br />

padre.<br />

Max se echó atrás en la silla y se hume<strong>de</strong>ció los labios unas cuantas veces.<br />

Pero mantenía el tipo.<br />

—¿Se culpa a sí mismo?<br />

—Soy el único que salió con vida <strong>de</strong>l callejón. —El malhumor fue cediendo y<br />

sus ojos parecieron apagados y cansados—. ¿A quién culpar si no? Apague la<br />

grabadora. Hemos terminado.<br />

Max se inclinó hacia <strong>de</strong>lante para <strong>de</strong>sconectar el aparato.<br />

—Siento haber tocado un tema <strong>de</strong>licado. No tenemos muchos lectores, pero<br />

quienes compran la revista tienen <strong>de</strong>recho a saber.<br />

—Es lo que dicen siempre los periodistas. Y ahora tengo que volver al<br />

trabajo.<br />

Max recogió la grabadora, la guardó y se levantó.<br />

—Ejem... Necesitaría una foto para el artículo. —La mirada fija y el silencio<br />

<strong>de</strong> Nate le hicieron carraspear—. Carrie pue<strong>de</strong> pasar más tar<strong>de</strong>. Es fotógrafa.<br />

Gracias por haberme <strong>de</strong>dicado este tiempo. Y... suerte con las raquetas.<br />

Cuando se quedó solo, Nate permaneció un rato sentado completamente<br />

inmóvil. Esperaba la ira, pero no apareció. Le habría gustado notar el<br />

<strong>de</strong>senfrenado y cegador calor <strong>de</strong> la furia. Pero seguía vacío.<br />

Sabía lo que ocurriría si continuaba paralizado. Se levantó con movimientos<br />

lentos y controlados, cogió el walkie-talkie y salió.<br />

—Estaré un rato fuera —dijo a Peach—. Si surge algo, localíceme por el<br />

walkie-talkie o el móvil.<br />

—Han anunciado mal tiempo —le dijo ella—. Procure estar <strong>de</strong> vuelta a la<br />

hora <strong>de</strong> cenar.<br />

—Para entonces ya estaré aquí.<br />

Salió a la entrada y recogió el equipo <strong>de</strong> abrigo. Mantuvo la mente en blanco<br />

hasta que arrancó el coche. Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hopp, salió <strong>de</strong>l coche y<br />

llamó a su puerta.<br />

- 72 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Le abrió ella, con las gafas <strong>de</strong> leer colgadas <strong>de</strong> una ca<strong>de</strong>nita por encima <strong>de</strong><br />

una gruesa blusa <strong>de</strong> pana.<br />

—¡Ignatious! Pase.<br />

—No, gracias. No vuelva a montarme una emboscada como la <strong>de</strong> hoy.<br />

Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Hopp recorrían la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> las gafas mientras observaba la<br />

cara <strong>de</strong> Nate.<br />

—Entre y hablaremos.<br />

—Es todo lo que tenía que <strong>de</strong>cirle. Todo lo que voy a <strong>de</strong>cirle.<br />

Se volvió y la <strong>de</strong>jó plantada en el umbral <strong>de</strong> la puerta.<br />

Salió <strong>de</strong>l núcleo urbano y tras per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista los edificios se sintió algo<br />

mejor. Vio a gente patinando en el lago. Pensó que pronto se retirarían, al igual<br />

que hacía la luz. Más allá <strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong> hielo se veía una cabaña.<br />

No vio la avioneta <strong>de</strong> Meg. Y a ella no la había visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong> la aurora<br />

boreal.<br />

Pensaba que tenía que dar media vuelta, y hacer aquello por lo que le<br />

pagaban. Aunque no fuera nada <strong>de</strong>l otro mundo. En lugar <strong>de</strong> ello, casi sin darse<br />

cuenta, siguió conduciendo.<br />

Al llegar a la casa <strong>de</strong> Meg, encontró a los perros vigilantes, guardando la<br />

casa. Salió <strong>de</strong>l coche y esperó a ver qué táctica seguían ante una visita inesperada.<br />

La<strong>de</strong>aron la cabeza casi al unísono y luego se acercaron a él corriendo con<br />

cierto tono amistoso en sus ladridos. Después <strong>de</strong> dar unos saltos y unas vueltas,<br />

uno <strong>de</strong> ellos se fue a su casita, entró en ella y salió con un enorme hueso en la<br />

boca.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> has sacado eso? ¿De un mastodonte?<br />

Era un hueso rugoso, mascado y babeado, pero Nate lo cogió, adivinando el<br />

juego, y lo lanzó como una jabalina.<br />

Los dos perros salieron disparados, chocando entre sí como un par <strong>de</strong><br />

futbolistas tras un pase. Se metieron en la nieve y aparecieron con la cabeza<br />

blanca. Ambos llevaban el hueso entre los dientes. Tras un rápido y enérgico tira y<br />

afloja, volvieron brincando como si les sujetaran unos arreos.<br />

—Trabajo en equipo, ¿verdad?<br />

Cogió <strong>de</strong> nuevo el hueso, lo lanzó y se repitió la acción.<br />

En el cuarto lanzamiento, los perros se alejaron <strong>de</strong> él y se fueron <strong>de</strong>rechos al<br />

lago. Unos segundos <strong>de</strong>spués oyó lo que habían oído. El estruendo <strong>de</strong>l motor<br />

aumentó, y Nate siguió a los perros hasta el lago.<br />

Vio el rojo <strong>de</strong>stello y el apagado brillo <strong>de</strong>l sol poniente en el hielo. Le pareció<br />

que el aparato se acercaba <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>prisa y volaba excesivamente bajo. Pensó<br />

que en el mejor <strong>de</strong> los casos los esquís <strong>de</strong>l avión darían con las copas <strong>de</strong> los árboles<br />

y que en el peor el morro chocaría contra el hielo.<br />

El ruido se lo tragó todo. Con los nervios a flor <strong>de</strong> piel, Nate vio cómo Meg<br />

hacía girar la avioneta, la inclinaba y la hacía <strong>de</strong>slizar sobre el hielo. Luego se hizo<br />

un silencio tan absoluto que incluso tuvo la impresión <strong>de</strong> que oía el susurro <strong>de</strong>l<br />

aire que ella había <strong>de</strong>splazado con el movimiento.<br />

A su lado, los perros, agitados, saltaron <strong>de</strong> la nieve al hielo. Se <strong>de</strong>spatarraron,<br />

- 73 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

patinaron y cuando se abrió la puerta ladraron con evi<strong>de</strong>nte alegría. Meg saltó al<br />

suelo, y sus botas repicaron. Se agachó y <strong>de</strong>jó que la lamieran mientras frotaba<br />

enérgicamente el pelo <strong>de</strong> sus perros. Se incorporó, recogió un paquete <strong>de</strong> la cabina<br />

y entonces vio a Nate.<br />

—¿Otro que ha roto el guardabarros? —gritó.<br />

—Que yo sepa, no.<br />

Con los perros bailando a su alre<strong>de</strong>dor, cruzó la estrecha extensión <strong>de</strong> hielo y<br />

ascendió por la ligera pendiente nevada.<br />

—¿Lleva tiempo aquí?<br />

—Unos minutos.<br />

—Aún tiene la sangre <strong>de</strong>masiado clara para soportar este frío. Vamos <strong>de</strong>ntro.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba?<br />

—Bah, <strong>de</strong> acá para allá. Recogí a un grupo hace unos días. Han venido a<br />

disparar al caribú... fotográficamente, me refiero. Hoy los he llevado <strong>de</strong> vuelta a<br />

Anchorage. Por los pelos —añadió mirando al cielo—. Se acerca una tormenta. El<br />

viento arrecia.<br />

—¿Nunca tiene miedo ahí arriba?<br />

—No. Aunque a veces la cosa se pone interesante...<br />

Al llegar a la entrada, se quitó la parka.<br />

—¿Se ha estrellado alguna vez?<br />

—He tenido que, por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> alguna forma, bajar <strong>de</strong> golpe en alguna<br />

ocasión. —Se quitó las botas, cogió una toalla <strong>de</strong> una caja y se agachó <strong>de</strong> nuevo<br />

para secar las patas a los perros—. Pase, pase. En un minuto acabamos, y aquí los<br />

cuatro no cabemos.<br />

Nate se metió en la casa y cerró la puerta interior, tal como le había dicho ella<br />

que hiciera, para mantener el calor.<br />

Por las ventanas entraban los últimos rayos <strong>de</strong> sol <strong>de</strong>l corto día, lo que <strong>de</strong>jaba<br />

la estancia entre la luz y la penumbra. Olió a flores, pero no eran rosas sino algo<br />

más primitivo y silvestre. Un olor que se mezclaba con el <strong>de</strong> los perros y el <strong>de</strong>l<br />

humo <strong>de</strong> la leña, formando una curiosa y atractiva combinación.<br />

Había esperado algo rústico, pero incluso en aquella media luz se dio cuenta<br />

<strong>de</strong> que se había equivocado <strong>de</strong> medio a medio.<br />

Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la espaciosa sala <strong>de</strong> estar estaban pintadas <strong>de</strong> color amarillo<br />

pálido. Para imitar el sol y neutralizar las sombras, supuso Nate. La chimenea<br />

estaba hecha <strong>de</strong> piedra pulida <strong>de</strong> tonos dorados y en su interior brillaban los<br />

troncos can<strong>de</strong>ntes. En la repisa había unas velas cuadradas <strong>de</strong> color amarillo y<br />

azul. El largo sofá seguía la gama <strong>de</strong> los azules y estaba cubierto por esos cojines<br />

que las mujeres insisten en poner en todas partes. Por encima había un grueso<br />

cubrecama a juego.<br />

Repartidas por la estancia había unas lámparas con pantallas pintadas, mesas<br />

relucientes, una alfombra estampada y dos butacas. Acuarelas, óleos, dibujos al<br />

pastel, todo tipo <strong>de</strong> vistas <strong>de</strong> Alaska <strong>de</strong>coraban las pare<strong>de</strong>s. A su izquierda subía<br />

una escalera con un poste tallado en forma <strong>de</strong> tótem que le hizo sonreír.<br />

Se abrió la puerta. Los perros entraron primero; ambos se acomodaron en sus<br />

- 74 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

respectivas butacas tras dar un brinco.<br />

—No era lo que esperaba —comentó Nate.<br />

—Demasiada expectativa lleva al aburrimiento.<br />

Cruzó la sala, abrió una gran caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra tallada y sacó <strong>de</strong> ella unos<br />

troncos.<br />

—Ya los cojo yo.<br />

—Ya está. —Se inclinó, colocó los troncos y se volvió hacia él, <strong>de</strong> espaldas a<br />

la chimenea—. ¿Quiere comer algo?<br />

—No. No, gracias.<br />

—¿Una copa?<br />

—No, no se moleste.<br />

Meg pasó al otro lado y encendió una <strong>de</strong> las lámparas.<br />

—Un polvo pues...<br />

—Yo...<br />

—¿Por qué no sube? Es la segunda puerta a la izquierda. Solo tengo que<br />

poner comida y agua a los perros.<br />

Meg salió y lo <strong>de</strong>jó con ellos, que lo miraban con sus ojos cristalinos. Habría<br />

jurado que lo hacían con una risita cómplice.<br />

Cuando entró <strong>de</strong> nuevo lo encontró <strong>de</strong> pie exactamente don<strong>de</strong> lo había<br />

<strong>de</strong>jado.<br />

—¿No encuentra la escalera? Menudo <strong>de</strong>tective está hecho.<br />

—Escuche, Meg... Yo había venido a... —Se pasó una mano por el pelo<br />

mientras se daba cuenta <strong>de</strong> que no tenía la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué iba a <strong>de</strong>cir. Salió <strong>de</strong>l<br />

pueblo notando el negro abismo que se abría ante él y en algún momento,<br />

mientras jugaba con los perros, el agujero se cerró <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Entonces, ¿ni polvo ni nada?<br />

—Sé distinguir una pregunta con trampa.<br />

—Bueno, mientras piensa cómo respon<strong>de</strong>rá, voy arriba, a <strong>de</strong>snudarme. —<br />

Apartó su cabellera <strong>de</strong> los hombros echándola hacia atrás—. Estoy muy atractiva<br />

sin ropa, si es eso lo que se está preguntando.<br />

—Lo imagino.<br />

—No es usted exactamente un cachas pero me da igual. —Subió la escalera,<br />

la<strong>de</strong>ó la cabeza y sonrió mientras le hacía señas con el <strong>de</strong>do—. Vamos, encanto.<br />

—¿Así, sin más?<br />

—¿Por qué no? Ninguna ley lo impi<strong>de</strong>, <strong>de</strong> momento. Un polvo no tiene<br />

ninguna complicación, Nate. Lo complicado es el resto. Vayamos a lo sencillo, por<br />

ahora.<br />

Siguió subiendo. Nate lanzó una mirada a los perros y soltó un suspiro.<br />

—A ver si recuerdo cómo hacer lo sencillo.<br />

Llegó arriba, se <strong>de</strong>tuvo ante la primera puerta. Las pare<strong>de</strong>s eran <strong>de</strong> un rojo,<br />

encendido, excepto una que era <strong>de</strong> espejo. En la opuesta a esta había una<br />

estantería con un televisor, un DVD y una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> música. Entre ambas, Nate<br />

i<strong>de</strong>ntificó un equipo <strong>de</strong> gimnasia muy mo<strong>de</strong>rno. Una máquina <strong>de</strong> ejercicios<br />

cardiovasculares frente al televisor, una Bowflex y un estante <strong>de</strong> pesas en paralelo<br />

- 75 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

al espejo.<br />

Nate imaginó que en el minifrigorífico guardaba botellas <strong>de</strong> agua, tal vez<br />

alguna bebida isotónica.<br />

La habitación le sugirió que el cuerpo que iba a ver <strong>de</strong>snudo llevaba muchas<br />

sesiones <strong>de</strong> duro entrenamiento.<br />

Meg había <strong>de</strong>jado la puerta <strong>de</strong>l dormitorio abierta y estaba en cuclillas frente<br />

a otra chimenea, encendiéndola. Tenía una cama gran<strong>de</strong> con un cabezal y un pie<br />

<strong>de</strong> sólida ma<strong>de</strong>ra oscura y curvada. Otras obras <strong>de</strong> arte y lámparas acentuaban los<br />

distintos tonos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y marfil.<br />

—He visto su equipo.<br />

Ella le dirigió una insinuante sonrisa por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

—Todavía no.<br />

—¡Ja! Me refería al equipo <strong>de</strong> puesta a punto que tiene aquí al lado.<br />

—¿Practica usted, jefe?<br />

—Lo hacía. —Antes <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Jack—. Últimamente, poco.<br />

—Me encanta sudar y la subida <strong>de</strong> endorfinas.<br />

—A mí también.<br />

—Pues tendrá que volver al ejercicio.<br />

—Sí. Menudo refugio tiene aquí.<br />

—Tardé cuatro años en terminarlo. Necesito espacio, <strong>de</strong> lo contrario me<br />

pongo nerviosa. ¿Con luz o sin luz? —Al ver que no respondía, se medio<br />

incorporó y volvió la cabeza otra vez—. Tranquilo, jefe. No le haré ningún daño, a<br />

menos que me lo pida.<br />

Se acercó a la mesilla y abrió un cajón.<br />

—La seguridad es lo primero —dijo, lanzándole un preservativo en un<br />

envoltorio <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> plata—. Piensa <strong>de</strong>masiado —<strong>de</strong>cidió al ver su expresión <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sconcierto; tenía un aspecto adorable, se dijo Meg, con el revuelto pelo <strong>de</strong> color<br />

castaño y aquellos ojos <strong>de</strong> héroe herido—. Creo que po<strong>de</strong>mos solucionarlo. Tal vez<br />

necesite un poco <strong>de</strong> ambiente. A mí tampoco me disgusta, no crea.<br />

Encendió una vela y se paseó por la habitación haciendo lo mismo con otras.<br />

—Un poco <strong>de</strong> música.<br />

Abrió un armario y puso en marcha el reproductor <strong>de</strong> CD, con el volumen<br />

bajo. Esta vez le tocó el turno a Alanis Morissette, con su curiosa y atractiva voz,<br />

cantando sobre el miedo a la felicidad.<br />

—Quizá tenía que haberle emborrachado un poco, pero ahora ya es tar<strong>de</strong>.<br />

—Es usted todo un carácter —murmuró Nate.<br />

—No le quepa la menor duda. —Se quitó el jersey por encima <strong>de</strong> la cabeza y<br />

lo lanzó sobre una silla—. La ropa interior térmica quita algo <strong>de</strong> erotismo al<br />

striptease, pero tal vez compense el <strong>de</strong>senlace.<br />

Él la tenía ya como el cemento.<br />

—¿Tiene intención <strong>de</strong> quitarse algo <strong>de</strong> ropa o espera que sea yo quien lo<br />

haga?<br />

—Estoy nervioso. Y todo esto hace que me sienta como un idiota.<br />

«¡Vaya! —pensó ella <strong>de</strong> nuevo—. Es absolutamente adorable. La sinceridad<br />

- 76 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

es el mayor atractivo <strong>de</strong>l hombre.»<br />

—Está nervioso porque piensa. —Se quitó el pantalón y, tras sentarse en la<br />

cama, hizo lo mismo con los calcetines—. De no haber sido porque en Nochevieja<br />

lo llamó el <strong>de</strong>ber, habríamos acabado en la cama.<br />

—Cuando volví ya se había ido.<br />

—Porque empecé a pensar. Ya ve, no hay que hacerlo. —Retiró el edredón y<br />

la sábana.<br />

Nate <strong>de</strong>jó la camisa encima <strong>de</strong>l jersey <strong>de</strong> ella. Cuando sacó el móvil <strong>de</strong>l<br />

bolsillo se encogió <strong>de</strong> hombros y dijo:<br />

—Estoy <strong>de</strong> servicio.<br />

—Pues esperemos que la gente se comporte.<br />

Meg se quitó la camiseta térmica. Hasta el último músculo <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong><br />

Nate se contrajo como en un puño.<br />

Era <strong>de</strong> porcelana: piel blanca, <strong>de</strong>licada, esculpida formando curvas. Pero no<br />

tenía su fragilidad. Al contrario, todo era expresión corporal y confianza, una<br />

fotografía en blanco y negro en la que jugaba una luz dorada.<br />

Nate sintió una sacudida <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo en el momento en que ella apagaba la luz<br />

y <strong>de</strong>jaba tan solo el resplandor <strong>de</strong> las velas y el fuego <strong>de</strong> la chimenea, porque vio<br />

el pequeño tatuaje con unas rojas alas extendidas en la parte inferior <strong>de</strong> su<br />

espalda.<br />

—Acaban <strong>de</strong> evaporarse la mitad <strong>de</strong> los pensamientos que tenía en la cabeza.<br />

Ella se echó a reír.<br />

—Vamos a ocuparnos <strong>de</strong> la otra mitad. Pantalón fuera, Burke.<br />

—A sus ór<strong>de</strong>nes.<br />

Se <strong>de</strong>sabrochó el cinturón; notó los <strong>de</strong>dos entumecidos mientras se quitaba la<br />

ropa interior. Tenía la boca seca.<br />

—Tenías razón. Estás muy atractiva <strong>de</strong>snuda.<br />

—Me gustaría po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir lo mismo <strong>de</strong> ti, pero al paso que vamos no sé si<br />

conseguirás <strong>de</strong>shacerte <strong>de</strong> la ropa. —Se tumbó en la cama—. Vamos, guapo,<br />

tómame.<br />

Meg recorrió con la punta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>do uno <strong>de</strong> sus senos mientras Nate acababa<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarse.<br />

—Hum... No está mal, la parte superior... discreta. Buen tono muscular para<br />

alguien que no entrena con regularidad. Y... —soltó una risita y se apoyó en los<br />

hombros mientras se quitaba los calzoncillos—. Vaya, vaya, ya veo que has <strong>de</strong>jado<br />

<strong>de</strong> pensar. Pongámosle el uniforme al soldado y llevémosle a la guerra.<br />

Nate obe<strong>de</strong>ció, pero cuando se sentó en la cama se limitó a rozarle el hombro<br />

con el <strong>de</strong>do.<br />

—Dame un minuto para planificar la estrategia <strong>de</strong> la batalla. Nunca había<br />

visto una piel como la tuya. Tan lisa...<br />

—No pue<strong>de</strong> juzgarse un libro por las tapas.<br />

Manteniendo el equilibrio, estiró un brazo y sujetándolo por el pelo lo atrajo<br />

hacia ella.<br />

—Dame esa boca. El otro día no tuve bastante.<br />

- 77 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> él, como en una ráfaga, todas sus necesida<strong>de</strong>s, su<br />

<strong>de</strong>sesperación, el frenético impulso, todo lo que se fundía en un ciego <strong>de</strong>seo. El<br />

sabor a ella estalló en su interior, el inflamado y codicioso fuego <strong>de</strong> aquella mujer<br />

le encendió la sangre. Su boca se hundió en la <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong>vorándola, hasta que<br />

empezó a renacer en su interior el apetito que casi había olvidado. No conseguía<br />

saciarse <strong>de</strong> su boca, su cuello, sus senos. Los ja<strong>de</strong>os, gemidos y chillidos <strong>de</strong> ella<br />

eran, en su <strong>de</strong>snuda ansia, como latigazos que le llevaban a buscar más.<br />

Colocó la mano entre sus muslos y en su <strong>de</strong>lirio por palpar la humedad, la<br />

cali<strong>de</strong>z, la llevó a la cima con tal rapi<strong>de</strong>z e intensidad que los dos cuerpos<br />

empezaron a temblar.<br />

Había sido como escalar una tranquila y ver<strong>de</strong> montaña y ver cómo se<br />

convertía en un volcán. Meg supo que todo aquello estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él. La<br />

peligrosa sorpresa bajo la dolorida calma. Ella había <strong>de</strong>seado a aquel hombre <strong>de</strong><br />

ojos tristes y aire tranquilo. Lo que no sabía era qué encontraría al arrancar la<br />

máscara.<br />

El cuerpo <strong>de</strong> Meg se arqueó, aturdido, mientras él seguía encendiéndoselo y<br />

cuando soltó un grito lo hizo movida por el salvaje placer. Rodaron juntos, ella<br />

hundió las uñas, mordisqueó y acarició con posesiva pasión aquella brillante piel.<br />

Sus pulmones ardían en los ja<strong>de</strong>os.<br />

Él se afanaba por <strong>de</strong>vorarla, poseerla, dominarla. La penetró e iba a hundir el<br />

rostro en su pelo pero las manos <strong>de</strong> Meg lo sujetaron. Lo observó con mirada<br />

<strong>de</strong>senfrenada mientras él seguía empujando hacia su interior, mientras se perdía<br />

en lo más profundo <strong>de</strong> su cuerpo. No <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirarlo hasta que <strong>de</strong>scargó en su<br />

interior.<br />

Su piel no era más que una cascara llena <strong>de</strong> aire. Ya no recordaba aquel peso<br />

que tiraba <strong>de</strong> él, le empujaba, le obturaba la mente y le abotargaba el cuerpo <strong>de</strong> tal<br />

forma que levantarse <strong>de</strong> la cama por la mañana se había convertido para él en un<br />

ejercicio <strong>de</strong> voluntad y control.<br />

Estaba ciego, sordo y se sentía colmado. De haber sido capaz <strong>de</strong> seguir<br />

flotando hacia el olvido, no habría articulado ni un murmullo <strong>de</strong> queja.<br />

—Nada <strong>de</strong> dormirse cuando todavía hay que estar por la labor.<br />

—¿Hum? ¿Qué?<br />

—¡Cambio a velocidad <strong>de</strong> crucero, valiente!<br />

Después <strong>de</strong> todo, no estaba ciego. Veía luz, sombras, formas. Nada tenía<br />

lógica, pero lo veía. Era capaz <strong>de</strong> oír, pues la voz, la voz <strong>de</strong> ella, se <strong>de</strong>slizaba en su<br />

cabeza como un leve zumbido. Y también sentía cómo Meg se entregaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />

él, notaba aquel suave, prieto y sinuoso cuerpo, húmedo por el sudor <strong>de</strong>l esfuerzo,<br />

que olía a jabón, a sexo, a mujer.<br />

—Es mejor que me <strong>de</strong>s un empujón —dijo él un momento <strong>de</strong>spués—. Pue<strong>de</strong><br />

que me haya quedado paralizado.<br />

—Des<strong>de</strong> esta posición no puedo.<br />

Pero colocó su mano en los hombros <strong>de</strong> Nate y consiguió darle un toque.<br />

- 78 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Luego inspiró y espiró con dificultad y soltó un: «¡Dios!».<br />

—Creo que he visto a Dios durante un segundo. Me sonreía.<br />

—Ah.<br />

Meg fue incapaz <strong>de</strong> reunir fuerzas para <strong>de</strong>sperezarse, y se limitó a bostezar.<br />

—Alguien llevaba tiempo reprimido. Hum... Qué suerte la mía.<br />

Los circuitos <strong>de</strong>l cerebro <strong>de</strong> Nate empezaban a conectarse <strong>de</strong> nuevo. Habría<br />

jurado que oía cómo crepitaban al restablecer el contacto.<br />

—Mucho tiempo en ayunas.<br />

Llena <strong>de</strong> curiosidad, Meg se colocó <strong>de</strong> costado. Vio las cicatrices que había<br />

seguido con sus <strong>de</strong>dos. Heridas, heridas <strong>de</strong> bala, ella lo sabía, en el muslo <strong>de</strong> Nate.<br />

—Concreta ese «tiempo». ¿Un mes? —El seguía con los ojos cerrados, aunque<br />

movió las comisuras <strong>de</strong> los labios—. ¿Dos meses? ¿Más? ¡Jo<strong>de</strong>r! ¿Tres?<br />

—Cerca <strong>de</strong> un año, diría yo.<br />

—¡Casi nada! No me extraña haber visto las estrellas.<br />

—¿Te he hecho daño?<br />

—No digas chorradas.<br />

—Pue<strong>de</strong> que no, pero la verdad es que te he utilizado.<br />

Meg pasó a propósito el <strong>de</strong>do por la cicatriz que discurría ondulante en su<br />

costado. El rostro <strong>de</strong> Nate no se inmutó, pero ella notó cierta tensión y <strong>de</strong>cidió<br />

<strong>de</strong>jarlo <strong>de</strong> momento.<br />

—Yo diría que nos hemos utilizado mutuamente, tanto y tan a conciencia<br />

que todo el mundo en un radio <strong>de</strong> doscientos kilómetros a la redonda está ahora<br />

mismo tumbado fumando tranquilamente un cigarrillo.<br />

—¿Satisfecha?<br />

—¿Tienes el síndrome <strong>de</strong>l que no recuerda lo que ha pasado hace solo un<br />

momento, Burke? —Ahora sí se <strong>de</strong>sperezó y le pegó un codazo—. ¿De quién ha<br />

sido la i<strong>de</strong>a?<br />

Nate se quedó un momento en silencio.<br />

—Estuve cinco años casado. Fui fiel. Los dos últimos fueron agitados. De<br />

hecho, el último fue un <strong>de</strong>sastre. Las relaciones sexuales se convirtieron en un<br />

recurso. En un campo <strong>de</strong> batalla. Un arma. Nada parecido a un placer natural. Por<br />

eso estoy oxidado y no sé muy bien qué <strong>de</strong>sean las mujeres.<br />

Esta vez no tan a la ligera Meg murmuró:<br />

—Yo no soy las mujeres. Soy yo. Siento mucho que tu ex te hiciera dar<br />

vueltas como una peonza agarrándote por la polla, pero puedo asegurarte que ese<br />

apéndice sigue funcionando y que tal vez haya llegado el momento <strong>de</strong> superar<br />

todo esto.<br />

—Un largo pasado. —Cambió <strong>de</strong> postura y colocó el brazo bajo ella. Notó<br />

que se ponía algo tensa y también cierta vacilación en el cuerpo antes <strong>de</strong> relajarse<br />

<strong>de</strong> nuevo y apoyar la cabeza en su hombro—. No quiero que esto sea el final. Entre<br />

nosotros.<br />

—Veremos qué opinamos <strong>de</strong> ello la próxima vez.<br />

—Me gustaría seguir aquí, pero tengo que volver. Lo siento.<br />

—Yo no te he pedido que te quedaras.<br />

- 79 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate volvió la cabeza para verle la cara. Aún tenía las mejillas sonrosadas y<br />

los ojos somnolientos. Pero era un poli <strong>de</strong>masiado experto para que le pasara por<br />

alto el recelo que escondía aquella actitud relajada.<br />

—Ojalá me hubieras pedido que me quedara, aunque como habría tenido<br />

que <strong>de</strong>cir que no, sería malgastar un <strong>de</strong>seo. De todas formas, me gustaría volver.<br />

—No pue<strong>de</strong>s volver esta noche. Si llega la tormenta y consigues subir, cosa<br />

que dudo, te quedarás aquí aislado. Podrían ser días, y no me conviene.<br />

—Si va a ser tan fuerte, vente al pueblo conmigo.<br />

—No. Eso me conviene menos aún. —Relajada <strong>de</strong> nuevo, pasó sus <strong>de</strong>dos por<br />

encima <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong> Nate, siguió con ellos su mandíbula y se <strong>de</strong>tuvo en el<br />

cabello—. Aquí estoy bien. Tengo provisiones, leña <strong>de</strong> sobra, a mis perros. Me<br />

gusta una buena tormenta, la soledad que trae consigo.<br />

—¿Y cuando escampe?<br />

Movió un hombro y se volvió. Se levantó, se acercó <strong>de</strong>snuda al armario, la<br />

luz <strong>de</strong> la lumbre jugaba sobre su piel blanca y sobre las llamativas alas rojas<br />

extendidas, y cogió una gruesa bata <strong>de</strong> franela.<br />

—Pue<strong>de</strong> que me llames, y si sigo aquí puedas subirme una pizza. —Se puso<br />

la bata y sonrió mientras la anudaba—. Te prometo una buena propina.<br />

- 80 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 7<br />

Mientras bajaba hacia el pueblo caían los primeros copos. Eran espesos y<br />

suaves, no parecían <strong>de</strong>masiado amenazadores. En realidad, a Nate le parecieron<br />

pintorescos. Le recordaban las nevadas <strong>de</strong> su infancia, las que caían <strong>de</strong> noche,<br />

seguían por la mañana y cuando miraba por la ventana <strong>de</strong> su dormitorio, la<br />

emoción le producía un chispazo en la sangre.<br />

«¡No hay escuela!»<br />

Le hizo sonreír pensar en ello, recordar los días en que la nieve era algo<br />

emocionante y no una carga o un riesgo. Tal vez sería bueno recuperar algo <strong>de</strong><br />

aquel sobrecogimiento <strong>de</strong> su infancia.<br />

Echar un vistazo alre<strong>de</strong>dor, ver aquellos mares y ríos blancos y reflexionar<br />

sobre lo que se podía hacer. Estaba aprendiendo a utilizar las raquetas, por tanto,<br />

quizá también apren<strong>de</strong>ría a esquiar. El esquí <strong>de</strong> fondo podía ser interesante.<br />

A<strong>de</strong>más, había perdido <strong>de</strong>masiado peso en los últimos meses. Aquel ejercicio,<br />

junto con los puntuales platos <strong>de</strong> comida que le ponían <strong>de</strong>lante, podían ayudarle a<br />

fortalecerse otra vez.<br />

También podía comprarse una moto <strong>de</strong> nieve y <strong>de</strong>dicarse a echar carreras<br />

por ahí. Para divertirse un poco, qué <strong>de</strong>monios. A<strong>de</strong>más vería el paisaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />

vehículo distinto al coche.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo para observar un pequeño rebaño <strong>de</strong> ciervos que avanzaba entre<br />

los árboles, a su izquierda. Tenían el pelo greñudo y oscuro, lo que contrastaba<br />

con la nieve, que les llegaba a las rodillas. Suponiendo que los ciervos tuvieran<br />

rodillas.<br />

Pensaba que aquello era un mundo nuevo para un chico <strong>de</strong> ciudad cuyas<br />

aventuras en el campo hasta entonces se habían limitado a un par <strong>de</strong> acampadas<br />

en verano al oeste <strong>de</strong> Maryland.<br />

Aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la comisaría, se acordó <strong>de</strong> conectar el calentador <strong>de</strong>l motor<br />

a la toma <strong>de</strong> corriente y observó cómo Otto y Peter tendían a lo largo <strong>de</strong> la acera<br />

un cor<strong>de</strong>l a la altura <strong>de</strong> la cintura <strong>de</strong> una persona. Se puso <strong>de</strong> nuevo los guantes y<br />

se acercó a ellos para ayudarles.<br />

—¿Qué es esto?<br />

—Una cuerda guía —dijo Otto, enrollándola en una farola.<br />

—¿Para?<br />

—Alguien pue<strong>de</strong> romperse una pierna al salir <strong>de</strong> casa con una tormenta así.<br />

—No parece algo tan serio. —Nate volvió la cabeza hacia la calle y no vio la<br />

mirada que intercambiaban Otto y Pete—. ¿De cuántos centímetros estamos<br />

hablando?<br />

—Pue<strong>de</strong> llegar a un metro veinte.<br />

- 81 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate se volvió en el acto.<br />

—Se están quedando conmigo.<br />

—Y llega con viento, o sea que en los ventisqueros la altura podría duplicarse<br />

o triplicarse. —Se notaba que Otto disfrutaba mientras colocaba la cuerda—. No<br />

será una nevada como las <strong>de</strong> los estados <strong>de</strong>l sur.<br />

Nate pensó en Baltimore, don<strong>de</strong> un palmo <strong>de</strong> nieve podía casi paralizar la<br />

ciudad.<br />

—Que se lleven los vehículos que están aparcados en la calle y se revisen los<br />

equipos quitanieves.<br />

—Normalmente la gente <strong>de</strong>ja los coches don<strong>de</strong> están —le dijo Pete—. Y los<br />

<strong>de</strong>sentierra <strong>de</strong>spués.<br />

Nate pensó en aplicar lo <strong>de</strong> «a don<strong>de</strong> fueres...» y luego movió la cabeza. ¡Le<br />

pagaban por establecer el or<strong>de</strong>n! Así que pondría un poco <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n.<br />

—Sáquenlos <strong>de</strong> la calle. Todo vehículo que siga aparcado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora<br />

se lo llevará la grúa. Alaska o los estados <strong>de</strong>l sur, ¡qué más da, si en la calle se<br />

junta un metro veinte <strong>de</strong> nieve! Hasta que <strong>de</strong>speje estaremos <strong>de</strong> servicio las<br />

veinticuatro horas. Ninguno <strong>de</strong> nosotros saldrá <strong>de</strong> la comisaría sin walkie-talkie.<br />

¿Qué estrategia se sigue con los que viven fuera <strong>de</strong>l núcleo urbano?<br />

Otto se rascó la barbilla.<br />

—No hay ninguna.<br />

—Que Peach repase la lista y se ponga en contacto con todos.<br />

Proporcionaremos cobijo a quien lo necesite.<br />

En esta ocasión pescó el intercambio <strong>de</strong> gestos. Peter sonrió con discreción.<br />

—No lo necesitará nadie.<br />

—Pue<strong>de</strong> que no, pero al menos tendrán la opción. —Pensó en Meg, a diez<br />

kilómetros <strong>de</strong> allí, prácticamente sitiada. No se movería <strong>de</strong> allí, eso ya lo sabía—.<br />

¿Tenemos mucha cuerda <strong>de</strong> esta?<br />

—Muchísima. La gente normalmente monta sus propias guías.<br />

—Vamos a asegurarnos <strong>de</strong> ello. —Se fue hacia <strong>de</strong>ntro para poner a Peach<br />

manos a la obra.<br />

Tardó una hora en organizar el plan y otros diez minutos en ocuparse <strong>de</strong><br />

Carrie Hawbaker, cuando apareció con su cámara digital. A diferencia <strong>de</strong> su<br />

marido, era brusca y enérgica; se limitó a indicarle con la mano que siguiera con<br />

su trabajo para po<strong>de</strong>r tomar unas instantáneas naturales.<br />

Le <strong>de</strong>jó hacer las fotos mientras hablaba con Peach sobre los planes <strong>de</strong><br />

emergencia para la tormenta. No tuvo tiempo <strong>de</strong> preocuparse por nada más, ni <strong>de</strong><br />

pensar en la entrevista que le había hecho Max.<br />

—¿Se ha puesto en contacto con todos los que viven fuera <strong>de</strong>l núcleo urbano?<br />

—preguntó a Peach.<br />

—Me faltan doce.<br />

—¿Alguno viene para acá?<br />

—De momento no. —Iba marcando nombres <strong>de</strong> la lista—. La gente vive<br />

fuera, Nate, porque le gusta estar fuera.<br />

Él asintió.<br />

- 82 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—De todas formas póngase en contacto con ellos. Luego váyase para casa y<br />

llámeme cuando esté allí.<br />

Sus regor<strong>de</strong>tas mejillas crecieron con una sonrisa.<br />

—¿Ahora ha adoptado el papel <strong>de</strong> mamá gallina?<br />

—La seguridad pública es mi vida.<br />

—Y también parece que se ha animado. —Se quitó el lápiz que llevaba en el<br />

moño y le apuntó con él mientras le <strong>de</strong>cía—: Me alegro <strong>de</strong> que sea así.<br />

—Seguro que la ventisca me levanta el ánimo.<br />

Volvió la vista hacia la puerta, perplejo al ver que se abría otra vez. ¿Nadie se<br />

quedaba en casa en Lunacy durante una tormenta <strong>de</strong> nieve?<br />

Hopp se ahuecó el pelo.<br />

—Nieva un montón —dijo—. He oído que está retirando los coches <strong>de</strong> la<br />

calle, jefe.<br />

—La máquina quitanieves hará la primera pasada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco.<br />

—Pues tendrá que pasar unas cuantas veces.<br />

—Supongo.<br />

—¿Tiene un minuto?<br />

—Lo encontraremos. —Le hizo señas para que entrara en su <strong>de</strong>spacho—.<br />

Tendría que estar en su casa, alcal<strong>de</strong>sa. Si es cierto que se acumula más <strong>de</strong> un<br />

metro, la veo con nieve hasta las axilas.<br />

—Soy bajita pero fuerte, y tengo que moverme un poco cuando hay<br />

tormenta. Estamos en enero, Ignatious. Todos sabemos cómo es el tiempo en esta<br />

época.<br />

—De todos modos, son más <strong>de</strong> las cinco, es noche cerrada, ya hay más <strong>de</strong> un<br />

palmo <strong>de</strong> nieve y el viento sopla a más <strong>de</strong> cincuenta kilómetros por hora.<br />

—Veo que está al tanto <strong>de</strong> todo.<br />

—Radio Lunacy. —Señaló el transistor que tenía en la mesa—. Han<br />

prometido emitir las veinticuatro horas durante la tormenta.<br />

—Lo hacen siempre. Y hablando <strong>de</strong> medios <strong>de</strong> comunicación...<br />

—Ya me han hecho la entrevista. Carrie ha venido a tomar las fotos.<br />

—Y usted sigue mosqueado. —Lo miró moviendo la cabeza—. Inauguramos<br />

el primer <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> la ciudad y traemos a un jefe <strong>de</strong> fuera. Es<br />

noticia, Ignatious.<br />

—A eso no tengo nada que objetar.<br />

—Ha estado practicando el regate con Max.<br />

—Más que regate, amago. Ya he aprendido.<br />

—In<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong>l movimiento, he parado el juego utilizando un<br />

método que roza el límite. Le pido disculpas.<br />

—Y yo se las acepto.<br />

Cuando Hopp le tendió la mano, él la sorprendió con un apretón realmente<br />

amistoso.<br />

—Vuelva a casa, Hopp.<br />

—Lo mismo digo.<br />

—No puedo. En primer lugar porque tengo que cumplir un sueño <strong>de</strong> la<br />

- 83 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

infancia. Voy a subir a una máquina quitanieves.<br />

Cada inspiración era como aspirar esquirlas <strong>de</strong> hielo. Y esas mismas<br />

esquirlas parecían perforarle las gafas y llegar a los ojos. Llevaba un montón <strong>de</strong><br />

capas protectoras en todo el cuerpo y el frío le seguía pareciendo insoportable.<br />

Aquello no podía ser real, nada <strong>de</strong> lo que estaba viviendo podía serlo. El<br />

atroz viento, el ensor<strong>de</strong>cedor ruido <strong>de</strong>l motor <strong>de</strong> la quitanieves, la cortina blanca<br />

que a duras penas cortaban los faros. De vez en cuando vislumbraba el resplandor<br />

<strong>de</strong> un farol a través <strong>de</strong> la ventanilla, pero prácticamente el mundo entero había<br />

<strong>de</strong>saparecido bajo aquel palmo y medio <strong>de</strong> blanco temblor que iba cortando la<br />

hoja amarilla.<br />

No intentó conversar. En realidad no creía que Bing tuviera ganas <strong>de</strong> hablar<br />

con él, y el ruido lo habría impedido <strong>de</strong> todas formas.<br />

Tenía que admitirlo; Bing manejaba la máquina con la precisión y la<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> un cirujano. Aquello no era recoger y volcar como había imaginado<br />

él. Había ciertas rutas, lugares don<strong>de</strong> verter, excavar siguiendo la línea <strong>de</strong> la acera,<br />

<strong>de</strong>svíos hacia las casas, y todo se llevaba a cabo en medio <strong>de</strong> la tormenta y a una<br />

velocidad que obligaba constantemente a Nate a reprimir un grito <strong>de</strong> protesta.<br />

Estaba convencido <strong>de</strong> que a Bing le encantaría oírle chillar como a una niña,<br />

por ello apretaba los dientes, impidiendo la salida <strong>de</strong> cualquier sonido que<br />

pudiera tomarse como tal.<br />

Después <strong>de</strong> verter otro montón <strong>de</strong> nieve, Bing sacó la oscura botella que<br />

guardaba bajo el asiento, la abrió y tomó un buen trago. El aroma que llegó a Nate<br />

casi le hizo llorar.<br />

Puesto que estaban allí sentados, viendo cómo la montaña <strong>de</strong> nieve<br />

aumentaba, Nate <strong>de</strong>cidió arriesgarse a hacer un comentario.<br />

—He oído que el alcohol hace bajar la temperatura <strong>de</strong>l cuerpo —dijo<br />

gritando.<br />

—Mentiras.<br />

Para <strong>de</strong>mostrarlo, Bing echó otro trago.<br />

Teniendo en cuenta que estaban los dos solos en la oscuridad, en medio <strong>de</strong> la<br />

ventisca, que Bing pesaba unos treinta kilos más que él y que probablemente nada<br />

le gustaría tanto como enterrarlo en aquella montaña <strong>de</strong> nieve recogida <strong>de</strong> las<br />

calles hasta que la primavera <strong>de</strong>rritiera el hielo, <strong>de</strong>cidió no seguir por aquel<br />

camino. Ni mencionar la ley que prohibía llevar botellas <strong>de</strong> alcohol abiertas en el<br />

interior <strong>de</strong> un vehículo o los peligros que acarreaba beber mientras se manipulaba<br />

maquinaria pesada.<br />

Bing giró sus enormes hombros. Nate no vio más que unos pequeños ojos<br />

entre el gorro y la bufanda.<br />

—Compruébelo usted mismo. —Le puso la botella en la mano.<br />

No creyó que fuera el momento oportuno para comentar que prácticamente<br />

no bebía. Decidió que era más diplomático y amistoso tomar un sorbo. Lo hizo y<br />

acto seguido le estalló la cabeza y las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la garganta y <strong>de</strong>l estómago le<br />

- 84 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

ardieron.<br />

—¡Virgen santísima!<br />

Se asfixió y, cuando consiguió inspirar <strong>de</strong> nuevo, tragó llamas en lugar <strong>de</strong><br />

hielo. En sus oídos resonaba una carcajada.<br />

¿O era el aullido <strong>de</strong> un lobo gigante y enloquecido?<br />

—¿Qué coño es esto? —Seguía resollando y las lágrimas que salían <strong>de</strong> sus<br />

ojos se congelaban en las mejillas—. ¿Ácido? ¿Plutonio? ¿Fuego <strong>de</strong>l infierno<br />

licuado?<br />

Bing cogió <strong>de</strong> nuevo la botella, echó otro trago y la tapó.<br />

—Whisky <strong>de</strong> zurullo <strong>de</strong> caballo.<br />

—Ya, vale.<br />

—El hombre que no aguanta este whisky no es hombre.<br />

—Entonces <strong>de</strong>bo <strong>de</strong> ser una mujer.<br />

—Le llevo a casa, señora. Se ha hecho todo lo que se ha podido por el<br />

momento.<br />

—¡Aleluya!<br />

Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Bing se formaron unas pequeñas arrugas que<br />

podían indicar la aparición <strong>de</strong> una sonrisa. Dio marcha atrás y giró.<br />

—He apostado veinte a que no aguanta usted ni hasta final <strong>de</strong> mes.<br />

Nate siguió inmóvil, con la garganta encendida, un terrible escozor en los<br />

ojos y con los pies como dos icebergs a pesar <strong>de</strong> los dos pares <strong>de</strong> calcetines<br />

térmicos y las botas.<br />

—¿Quién guarda el dinero?<br />

—Jim, el flaco que trabaja en el bar <strong>de</strong>l Lodge.<br />

Nate se limitó a asentir.<br />

No entendía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había sacado Bing aquel sentido <strong>de</strong> la orientación,<br />

pero pensó que habría podido hacer <strong>de</strong> guía <strong>de</strong> Magallanes. Aceleró la máquina en<br />

medio <strong>de</strong> la cegadora nevada y lo llevó como una flecha hasta la acera <strong>de</strong>l Lodge.<br />

Las rodillas y los tobillos <strong>de</strong> Nate se quejaron al saltar <strong>de</strong>l vehículo. La nieve<br />

acumulada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l hotel le cubría las piernas, que tenía completamente<br />

congeladas, y el viento le daba <strong>de</strong> lleno en la cara mientras se agarraba a la cuerda<br />

guía para acercarse a la puerta.<br />

El calor <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro le resultó casi <strong>de</strong>sagradable. La voz <strong>de</strong> Clint Black, en la<br />

máquina <strong>de</strong> discos, ocupó el lugar <strong>de</strong>l silbido en su oído. Había una docena <strong>de</strong><br />

personas entre la barra y las mesas, bebiendo, comiendo, conversando, como si al<br />

otro lado <strong>de</strong> la puerta no se estuviera <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nando la cólera <strong>de</strong> Dios.<br />

«Locos —pensó—. Hasta el último.»<br />

Le apetecía café, casi hirviendo, y carne. Se la comería cruda.<br />

Hizo un gesto con la cabeza a los que le llamaban y mientras se peleaba con<br />

los cierres y las cremalleras Charlene se le echó encima.<br />

—¡Pobrecito! Tiene que haberse quedado como un témpano. Ya le ayudo con<br />

la chaqueta.<br />

—Ya está...<br />

—Seguro que tiene los <strong>de</strong>dos helados.<br />

- 85 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Le parecía tan extraño y surrealista que la madre <strong>de</strong> la mujer con la que se<br />

había metido en la cama aquella tar<strong>de</strong> le estuviera <strong>de</strong>sabrochando la parka<br />

cubierta <strong>de</strong> nieve.<br />

—Ya está, Charlene. Pero me apetecería un café. Gracias.<br />

—Se lo hago yo misma. —Le dio unos golpecitos en la helada mejilla—.<br />

Siéntese.<br />

Cuando se quitó todo lo que llevaba salvo la camisa y el pantalón, se acercó a<br />

la barra. Sacó la cartera y, mirando al que llamaban Jim el flaco, dijo:<br />

—Ahí van cien. Póngalos a favor <strong>de</strong> que me quedo.<br />

Se metió otra vez la cartera en el bolsillo y se sentó al lado <strong>de</strong> John.<br />

—Profesor...<br />

—Jefe...<br />

Nate la<strong>de</strong>ó la cabeza para leer el título <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong>l día.<br />

—Cannery Row. Muy bueno. Gracias, Charlene.<br />

—No se merecen. —Le <strong>de</strong>jó el café <strong>de</strong>lante—. Hoy tenemos un riquísimo<br />

estofado. Le hará entrar en calor <strong>de</strong> inmediato. A menos que quiera que me<br />

encargue yo <strong>de</strong> eso.<br />

—El estofado me parece perfecto. ¿Tiene usted habitaciones por si alguien <strong>de</strong><br />

aquí <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> quedarse esta noche?<br />

—En el Lodge siempre hay habitaciones. Ahora le traigo el estofado.<br />

Mientras tomaba el café, Nate giró el taburete para echar un vistazo a la<br />

concurrencia. Alguien había puesto un antiguo tema <strong>de</strong> Springsteen en la máquina<br />

<strong>de</strong> discos y el Boss interpretaba una <strong>de</strong> sus mejores piezas mientras las bolas <strong>de</strong>l<br />

billar caían en los agujeros con un ruido sordo. Reconoció todas las caras: clientes<br />

habituales, gente a la que veía casi todas las noches. Des<strong>de</strong> la barra no distinguía a<br />

los que jugaban al billar pero los i<strong>de</strong>ntificó también por la voz: los hermanos<br />

Mackie.<br />

—¿Alguien <strong>de</strong> aquí se emborrachará y preten<strong>de</strong>rá luego volver a casa? —<br />

preguntó a John.<br />

—Tal vez los Mackie, pero Charlene se lo quitará <strong>de</strong> la cabeza. La mayoría<br />

saldrán <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora aproximadamente y los que quieren matar la noche<br />

aún estarán aquí por la mañana.<br />

—¿A qué grupo pertenece usted?<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> usted. —John levantó la jarra <strong>de</strong> cerveza.<br />

—¿Y eso significa?<br />

—Que si acepta la invitación <strong>de</strong> Charlene subiré a mi habitación solo. Si no,<br />

subiré a la <strong>de</strong> ella.<br />

—Yo estoy aquí por el estofado.<br />

—Entonces esta noche me quedaré en la habitación <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Y esto no le molesta, John?<br />

Él se quedó mirando la cerveza.<br />

—Aunque me molestara las cosas seguirían igual. Ella no cambiará. Los<br />

románticos suelen <strong>de</strong>cir que no escoges a quien amas. Yo no estoy <strong>de</strong> acuerdo con<br />

ellos. La gente escoge. Y esta es mi elección.<br />

- 86 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Charlene le sirvió el estofado, una cestita <strong>de</strong> pan y un buen pedazo <strong>de</strong> pastel<br />

<strong>de</strong> manzana.<br />

—El hombre que trabaja fuera con este tiempo tiene que comer. Hágale<br />

honor a la comida, Nate.<br />

—Eso haré. ¿Sabe algo <strong>de</strong> Meg?<br />

Charlene parpa<strong>de</strong>ó como si le hubiera dicho aquella frase en otro idioma.<br />

—No, ¿por qué?<br />

—Nada, pensaba que tal vez estaban en contacto. —Para <strong>de</strong>jar enfriar un<br />

poco el estofado, atacó el pan—. Como está allá, sola con este tiempo...<br />

—Nadie sabe cuidar tanto <strong>de</strong> sí mismo como Meg. No necesita a nadie. Ni a<br />

un hombre ni a una madre.<br />

Se alejó y entró en la cocina dando un portazo.<br />

—Tema peliagudo —comentó Nate.<br />

—Espinoso. Y se agrava si piensa que usted está más interesado por su hija<br />

que por ella.<br />

—Pues lo lamento, pero es cierto.<br />

Probó el estofado. Llevaba patata, zanahoria, judías, cebolla y una carne con<br />

un sabor muy fuerte que no podía ser <strong>de</strong> vacuno.<br />

Le sentó bien a su estómago y le hizo olvidar el frío.<br />

—¿Qué carne es esta?<br />

—Será alce.<br />

Nate cogió otro pedazo y lo observó.<br />

—Vale —dijo y siguió comiendo.<br />

Nevó toda la noche y él durmió como un tronco. La panorámica que ofrecía<br />

su ventana cuando se <strong>de</strong>spertó era como una pantalla <strong>de</strong> televisor sin sintonizar.<br />

Oía el rugido <strong>de</strong>l viento y cómo empujaba contra los cristales.<br />

No había luz, tuvo que encen<strong>de</strong>r unas velas y eso le hizo pensar en Meg.<br />

Se vistió con la mirada fija en el teléfono. Probablemente tampoco<br />

funcionaba. A<strong>de</strong>más, nadie llama a una mujer a las seis y media <strong>de</strong> la mañana solo<br />

porque se ha acostado con ella. No tenía que preocuparse por Meg. Había pasado<br />

toda su vida allí. Estaba en casa con sus dos perros y tenía leña <strong>de</strong> sobra.<br />

Aun así, mientras bajaba la escalera con la linterna encendida, se sentía<br />

inquieto.<br />

Era la primera vez que veía el local vacío. Las mesas recogidas, la barra<br />

limpia. No olía a café ni a tocino frito. No se oía el ruido matutino <strong>de</strong> las<br />

conversaciones. Tampoco estaba el pequeño para dirigirle una rápida sonrisa.<br />

No había más que oscuridad, el ruido <strong>de</strong>l viento y... los ronquidos. Siguió<br />

aquel sonido y la linterna enfocó a los hermanos Mackie. Estaban tumbados cara a<br />

cara en la mesa <strong>de</strong>l billar, roncando bajo unas cuantas mantas.<br />

Se fue hasta la cocina a inspeccionar y encontró un bollo. Se lo llevó, cogió las<br />

prendas <strong>de</strong> abrigo y, con el bollo en el bolsillo, abrió la puerta <strong>de</strong> la calle.<br />

El viento estuvo a punto <strong>de</strong> echarlo al suelo. Le empujó con fuerza, le pegó<br />

- 87 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

una gran sacudida y la nieve se le metió en los ojos, en la boca y en la nariz en el<br />

preciso instante en que ponía los pies en la calle.<br />

La linterna casi no servía para nada, pero él continuaba sosteniéndola y<br />

seguía la cuerda con el haz <strong>de</strong> luz. Luego se la metió en el bolsillo, se agarró a la<br />

cuerda y siguió a<strong>de</strong>lante.<br />

En la acera la nieve le llegaba a los muslos. Pensó que allí una persona podía<br />

ahogarse en silencio, incluso antes <strong>de</strong> morir <strong>de</strong> frío.<br />

Consiguió llegar a la calzada, don<strong>de</strong>, gracias al trabajo <strong>de</strong> Bing y al whisky<br />

<strong>de</strong> zurullo <strong>de</strong> caballo, la nieve le llegaba solo al tobillo, excepto en los lugares<br />

don<strong>de</strong> se acumulaba.<br />

Tenía que cruzar la calle casi a ciegas y, sin la guía, llegar a la comisaría.<br />

Cerró los ojos y evocó mentalmente la imagen <strong>de</strong> la calle con la situación <strong>de</strong> cada<br />

uno <strong>de</strong> sus edificios. Luego, bajando los hombros contra el viento, soltó la cuerda,<br />

utilizó <strong>de</strong> nuevo la linterna y se dispuso a cruzar.<br />

Tanto podía encontrarse en plena naturaleza como en un centro urbano con<br />

calles pavimentadas y aceras, con gente que dormía protegida por ma<strong>de</strong>ra y<br />

ladrillo. El viento llegaba a sus oídos como el oleaje en la tempestad y le<br />

amenazaba con <strong>de</strong>rribarle mientras avanzaba a duras penas.<br />

Constantemente moría gente cruzando una calle, pensaba. La vida estaba<br />

llena <strong>de</strong> horribles trampas, y <strong>de</strong> sorpresas aún más horribles. Un par <strong>de</strong> tipos<br />

podían salir <strong>de</strong> una cafetería y uno <strong>de</strong> ellos acabar muerto en un callejón. Un<br />

estúpido podía meterse en la ventisca, intentar cruzar la calle y acabar dando<br />

vueltas sin rumbo hasta caer muerto <strong>de</strong> frío a un metro <strong>de</strong> un cobijo.<br />

Mientras profería maldiciones sus botas dieron con algo sólido. Imaginó que<br />

sería la acera, y estiró los brazos como un ciego para coger la guía.<br />

«Para nuestra próxima e increíble hazaña», murmuró subiendo a la nevada<br />

acera. Fue empujando hasta que encontró la cuerda que cruzaba, entonces cambió<br />

<strong>de</strong> dirección y siguió el camino hacia la puerta exterior <strong>de</strong> la comisaría.<br />

Se preguntó por qué se había molestado en cerrar; buscó las llaves y gracias a<br />

la linterna encontró las cerraduras. En la entrada se sacudió la nieve que llevaba<br />

encima pero se quedó con la ropa puesta. Tal como imaginaba, el local estaba<br />

helado. Tanto que las ventanas se habían cubierto <strong>de</strong> escarcha por <strong>de</strong>ntro.<br />

Alguien más previsor que él había <strong>de</strong>jado un montón <strong>de</strong> leña junto a la<br />

estufa. La encendió, se quedó un rato con las manos, aún cubiertas con los<br />

guantes, junto a la llama, y cuando recuperó el aliento cerró la estufa.<br />

Cogió velas, una lámpara que funcionaba con pilas y se dispuso a empezar a<br />

trabajar.<br />

Localizó la radio y sintonizó la emisora <strong>de</strong> Lunacy. Tal como habían<br />

prometido, seguían emitiendo, y alguien con un sentido <strong>de</strong>l humor algo retorcido<br />

acababa <strong>de</strong> poner los Beach Boys.<br />

Sentado a su mesa, con un oído en KLUN y el otro en la radio <strong>de</strong> Peach, echó<br />

en falta un café, pero se comió el bollo.<br />

A las ocho y media seguía estando solo. Era una hora razonable para<br />

comunicarse por radio. Peach le había enseñado los rudimentos para utilizarla y<br />

- 88 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>cidió emitir su primer mensaje.<br />

—KLPD llamando a KUNA. Vamos, KUNA. ¿Estás ahí, Meg? Contesta o<br />

cambia o cómo <strong>de</strong>monios se diga. —Oyó parásitos, zumbidos, unos cuantos<br />

chirridos—. KLPD llamando a KUNA. Vamos, Galloway.<br />

—Aquí KUNA. ¿Tienes permiso para emitir con esta radio, Burke? Cambio.<br />

Nate sabía que era ridículo, pero oír su voz le produjo una inmensa<br />

sensación <strong>de</strong> alivio. El placer se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> todo su ser.<br />

—Soy jefe <strong>de</strong> policía. Viene incluido con la placa.<br />

—Di «cambio».<br />

—Vale, cambio. No, ¿estás bien ahí? Cambio.<br />

—Afirmativo. Cómodos y calentitos. Encerrados aquí escuchando al taku. ¿Y<br />

tú? Cambio.<br />

—He sobrevivido a una travesía en la calle. ¿Qué es taku? ¿Un grupo <strong>de</strong><br />

rock? Cambio.<br />

—Un viento muy cabrón, Burke. El que hace temblar ahora mismo tus<br />

ventanas. ¿Qué <strong>de</strong>monios haces en la comisaría? Cambio.<br />

—Estoy <strong>de</strong> servicio. —Echó una ojeada al <strong>de</strong>spacho y se fijó en el vapor <strong>de</strong> su<br />

aliento—. ¿Estás sin luz?<br />

Meg esperó un momento.<br />

—Diré «cambio» por ti. Con este tiempo, ¿cómo voy a tener luz? Pero el<br />

generador funciona. Ningún problema, jefe. No te preocupes. Cambio.<br />

—Dime algo <strong>de</strong> vez en cuando y estaré tranquilo. Eh, ¿sabes qué tomé ayer?<br />

Cambio.<br />

—¿Después <strong>de</strong> mí? Cambio.<br />

—¡Ja! —Qué feliz se sentía. Le importaba muy poco que hiciera aquel frío <strong>de</strong><br />

mil <strong>de</strong>monios—. Sí, aparte <strong>de</strong> ti. Whisky <strong>de</strong> zurullo <strong>de</strong> caballo y estofado <strong>de</strong> alce.<br />

Cambio.<br />

Ella soltó una larga carcajada.<br />

—Al final haremos <strong>de</strong> ti un veterano <strong>de</strong> Alaska. Tengo que dar <strong>de</strong> comer a<br />

los perros y poner leña en el fuego. Nos vemos. Cambio y corto.<br />

—Cambio y corto —murmuró él.<br />

El ambiente ya se había cal<strong>de</strong>ado lo suficiente para quitarse la parka, aunque<br />

se <strong>de</strong>jó puesto el chaleco térmico. Estaba revisando archivos para ponerse a<br />

trabajar cuando Peach abrió la puerta.<br />

—Me preguntaba si había alguien lo suficientemente loco para venir hasta<br />

aquí hoy —dijo.<br />

—Solo yo. ¿Cómo <strong>de</strong>monios ha llegado?<br />

—Me ha acompañado Bing con la quitanieves. —Se pasó la mano por encima<br />

<strong>de</strong>l cor<strong>de</strong>rito azul celeste <strong>de</strong> su jersey.<br />

—Taxi quitanieves. Déjeme que la ayu<strong>de</strong>. —Se acercó a Peach para coger la<br />

enorme bolsa que llevaba—. No tenía que haber venido.<br />

—El trabajo es el trabajo.<br />

—Sí, pero... ¿Café? ¿Es café esto? —Sacó un termo <strong>de</strong> la bolsa.<br />

—No sabía si habría arrancado el generador.<br />

- 89 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No solo no lo he arrancado sino que no sabía si lo encontraría. Y como la<br />

mecánica no es mi fuerte, tampoco sabía si haría algo con él caso <strong>de</strong> encontrarlo.<br />

¡Es café! Cásese conmigo, tengamos un montón <strong>de</strong> niños.<br />

Ella se echó a reír como una chiquilla, y le dio una palmadita.<br />

—No se acostumbre a hacer propuestas <strong>de</strong> este tipo. Que haya estado casada<br />

tres veces no significa que no piense en una cuarta. Vamos, sírvase café y un bollo<br />

<strong>de</strong> canela.<br />

—Tal vez podríamos vivir juntos en pecado. —Dejó la bolsa en el mostrador<br />

y se sirvió café en una taza. El aroma le golpeó como un agradable puño—. Para<br />

siempre.<br />

—Si sonríe así más a menudo, pue<strong>de</strong> que le tome la palabra. ¡Vaya, mira qué<br />

nos ha traído el taku! —exclamó cuando vio que Peter entraba dando un traspié.<br />

—¡Cómo aprieta! ¡Qué barbaridad ahí fuera! He hablado con Otto. Viene<br />

para acá.<br />

—¿También le ha traído Bing?<br />

—No. Papá y yo hemos venido en trineo.<br />

—En trineo. —Otro mundo, pensó Nate. Pero Peach tenía razón, el trabajo es<br />

el trabajo—. Muy bien. Vamos a poner en marcha el generador, Pete. Peach,<br />

póngase en contacto con los bomberos. Montaremos un equipo para limpiar las<br />

aceras en cuanto haya luz suficiente, así quien necesite salir, podrá circular.<br />

Tendrán prioridad las zonas <strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l ambulatorio y <strong>de</strong> la comisaría.<br />

Cuando llegue Otto, dígale que los Mackie están inconscientes en la mesa <strong>de</strong> billar<br />

<strong>de</strong>l Lodge. Hay que asegurarse <strong>de</strong> que vuelven a casa <strong>de</strong> una pieza.<br />

Se puso la parka mientras repasaba mentalmente la lista <strong>de</strong> cosas que había<br />

que controlar.<br />

—A ver si alguien pue<strong>de</strong> darnos una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cuándo volverá la luz. Todo el<br />

mundo querrá saberlo. Igual que el teléfono. Cuando vuelva haremos un<br />

comunicado, que se transmitirá por radio, con la información <strong>de</strong> que dispongamos<br />

en ese momento. La población tiene que saber que estamos aquí por si necesita<br />

ayuda.<br />

Esa era otra cosa que también le hacía sentirse bien, <strong>de</strong>scubrió Nate.<br />

—¿Pete?<br />

—Detrás <strong>de</strong> usted, jefe.<br />

Anotación en un diario<br />

18 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />

Hoy hemos estado a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a Han en una grieta. Todo ha ocurrido<br />

tan <strong>de</strong>prisa... Estábamos ascendiendo, totalmente mentalizados; nos<br />

encontrábamos a unas horas <strong>de</strong> la cima. Con frío, hambre, nervios, pero animados.<br />

Solo un escalador sabe qué encierra esta combinación. Darth iba en cabeza, la<br />

única forma <strong>de</strong> evitar que pillara otro cabreo; le seguía Han, y yo estaba en el<br />

- 90 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

extremo.<br />

Ya me he olvidado <strong>de</strong> ayer. Ahora los días empiezan a <strong>de</strong>sdibujarse; una fría<br />

puerta blanca que da a otra fría puerta blanca.<br />

Me encontraba perdido en el ritmo <strong>de</strong>l martilleo <strong>de</strong> mi propia cabeza, en la<br />

belleza alucinante <strong>de</strong>l ascenso, en la subida. Avanzábamos poco a poco,<br />

resoplando, por una pendiente rocosa, a buen ritmo, hacia el cielo.<br />

Oí el grito <strong>de</strong> Darth: «¡Roca!». Y la roca que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>splazar salió<br />

disparada <strong>de</strong> la larga chimenea y pasó zumbando junto a la cabeza <strong>de</strong> Han. Tuve<br />

un instante para pensar: «No, yo no sigo por ahí para que aparezca un puño<br />

divino y me aplaste; para convertirme en el imbécil al que echan <strong>de</strong> la montaña a<br />

pedradas». Al igual que a Han, no me dio por milímetros, pasó volando en una<br />

fracción <strong>de</strong> segundo, y se estrelló creando una veloz e irregular lluvia <strong>de</strong> piedras.<br />

Echamos pestes contra Darth, aunque en realidad ahora ya nos mal<strong>de</strong>cimos<br />

el uno al otro por todo lo que pasa. Normalmente con buen humor y<br />

compañerismo. Contribuye a aumentar la adrenalina a medida que ascen<strong>de</strong>mos y<br />

el respirar se convierte en un doloroso ejercicio.<br />

Sabía que Han flaqueaba, pero seguimos a<strong>de</strong>lante guiados por la obsesión y<br />

los incesantes insultos <strong>de</strong> Darth.<br />

Tras las gafas pue<strong>de</strong>s ver su mirada enloquecida. Loco y poseído. Yo veo la<br />

montaña como una zorra, y al penetrar en sus entrañas, con el piolet y los <strong>de</strong>dos<br />

helados, me doy cuenta <strong>de</strong> que es una zorra a la que amo. Creo que para Darth es<br />

un <strong>de</strong>monio, un <strong>de</strong>monio al que se ha empeñado en conquistar.<br />

Nos acostamos atándonos con cuerdas que sujetamos a las clavijas, con el<br />

negro mundo abajo y el negro cielo arriba.<br />

Observé las luces, un resplandor <strong>de</strong> ja<strong>de</strong> líquido en aquel espejo negro.<br />

Hoy Darth había tomado <strong>de</strong> nuevo la <strong>de</strong>lantera. Llegar primero parece otra<br />

obsesión, y las discusiones hacen per<strong>de</strong>r tiempo. En todo caso, a mí me<br />

preocupaba Han y quería mantener al más débil <strong>de</strong>l grupo en medio.<br />

Así pues, fue la necesidad <strong>de</strong> Darth <strong>de</strong> situarse <strong>de</strong>lante y mi posición trasera<br />

lo que salvó la vida a uno <strong>de</strong> los tres.<br />

Habíamos recogido la cuerda. Yo ya había dicho que hacía <strong>de</strong>masiado frío<br />

para la cuerda. De nuevo avanzábamos sin problema; ascendíamos aprovechando<br />

el intenso <strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l corto día, incluso las maldiciones <strong>de</strong>saparecían entre los<br />

rugidos <strong>de</strong>l viento.<br />

De pronto vi que Han tropezaba y empezaba a resbalar. Parecía que el suelo<br />

<strong>de</strong>sapareciera bajo sus pies.<br />

Un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido, un ventisquero y cayó dando tumbos hacia mí.<br />

Juro que no sé si lo <strong>de</strong>tuve o si le salieron alas y echó a volar. Pero nuestras manos<br />

se juntaron y yo clavé el piolet en el hielo, rezando para que aguantara, para que la<br />

zorra aquella no nos engullera a los dos hacia el vacío. Permanecí una eternidad<br />

boca abajo, sujetando sus manos mientras él colgaba en el extremo <strong>de</strong> la nada. Los<br />

dos chillamos, yo intenté aferrarme con las puntas <strong>de</strong> los pies pero ambos<br />

resbalamos, nos <strong>de</strong>slizamos. Unos segundos más y habría tenido que elegir entre<br />

soltarlo o <strong>de</strong>saparecer los dos.<br />

- 91 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Entonces el piolet <strong>de</strong> Darth se hundió en el suelo, a mi lado, a un par <strong>de</strong><br />

centímetros <strong>de</strong> mi hombro, y el movimiento <strong>de</strong> émbolo <strong>de</strong> mi corazón se convirtió<br />

en el <strong>de</strong> un martillo neumático. Utilizó el piolet para agarrarse y estiró el brazo<br />

para sujetar el <strong>de</strong> Han. Mis extenuados músculos notaron que había aflojado el<br />

peso y pu<strong>de</strong> asegurarme un poco apretando la barriga contra la pendiente. Los<br />

dos estábamos en la misma postura tirando <strong>de</strong> Han; notaba cómo hervía la sangre<br />

en mis oídos y el corazón <strong>de</strong>sbocado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pecho.<br />

Nos apartamos <strong>de</strong>l precipicio, tumbados sobre la nieve, temblando bajo<br />

aquel frío y amarillo sol. Temblamos durante horas, o eso nos pareció, a unos<br />

pasos <strong>de</strong> la muerte y la catástrofe.<br />

Éramos incapaces <strong>de</strong> reírnos <strong>de</strong> ello. Ni siquiera más tar<strong>de</strong> ninguno <strong>de</strong><br />

nosotros tenía energías para tomarse a broma aquella breve pesadilla. Estábamos<br />

<strong>de</strong>masiado afectados para seguir y Han tenía el tobillo <strong>de</strong>strozado. Nunca llegaría<br />

a la cima, los tres lo sabíamos.<br />

No teníamos más remedio que cortar a pico una plataforma, acampar y<br />

repartirnos comida <strong>de</strong> las provisiones, que ya empezaban a escasear; Han tomaba<br />

calmantes. Estaba débil, pero no tanto como para que en sus ojos no se viera el<br />

terror mientras el viento golpeaba con su pesado puño las finas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestra<br />

tienda.<br />

Tendríamos que volver.<br />

Tendríamos que volver. Pero en cuanto solté el globo sonda, Darth empezó a<br />

<strong>de</strong>spotricar y a chillar con una voz tan estri<strong>de</strong>nte como la <strong>de</strong> una mujer. Parecía<br />

medio ido, o ido <strong>de</strong>l todo, una mole amenazadora en la oscuridad, con el hielo<br />

pegado a su corta barba y a sus cejas, y una luz amarga en sus ojos. El acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

Han nos ha robado el día pero Darth no quiere que le robe la cumbre.<br />

Tiene razón, no lo niego. Estamos a una distancia <strong>de</strong> la cima que po<strong>de</strong>mos<br />

cubrir. Pue<strong>de</strong> que Han lo consiga tras una noche <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso.<br />

Ascen<strong>de</strong>remos mañana, y si Han no pue<strong>de</strong>, lo <strong>de</strong>jaremos aquí, haremos lo<br />

que nos habíamos propuesto y lo recogeremos <strong>de</strong> vuelta.<br />

Es una locura, sin ninguna duda, y a pesar <strong>de</strong> los medicamentos, Han parece<br />

<strong>de</strong>strozado, asustado. Pero estoy pillado. Hemos sobreasado el punto sin retorno.<br />

El viento aulla como cien perros rabiosos. Podría volver loco a un hombre.<br />

- 92 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 8<br />

Durante treinta horas cayó la nieve y rugió el viento. El mundo se había<br />

convertido en una fría bestia blanca que circulaba día y noche arrasando,<br />

mostrando los colmillos, abriendo las garras para mor<strong>de</strong>r e inmovilizar a quien<br />

tuviera la valentía <strong>de</strong> salir a la calle a enfrentarse con ella.<br />

Los generadores zumbaban o rugían y la comunicación quedó reducida a las<br />

radios. Viajar era imposible mientras la bestia asolara la parte <strong>de</strong>l interior y el<br />

su<strong>de</strong>ste <strong>de</strong> Alaska. Los coches y los camiones quedaron sepultados, los aviones en<br />

tierra. Incluso los perros <strong>de</strong> trineo tuvieron que esperar a que la tempestad<br />

remitiera.<br />

La población <strong>de</strong> Lunacy quedó incomunicada, una isla congelada en medio<br />

<strong>de</strong> un mar blanco, sin salida.<br />

Demasiado atareado para enfurruñarse, <strong>de</strong>masiado asombrado para soltar<br />

maldiciones, Nate solucionaba las emergencias: un crío que se había caído <strong>de</strong> una<br />

mesa y tenía que ir al ambulatorio para que le pusieran unos puntos, un hombre<br />

que había sufrido un ataque al corazón al intentar quitar la nieve <strong>de</strong>l camión, un<br />

incendio en una chimenea, una pelea familiar.<br />

Tenía a Mike el borracho, al que llamaba así para distinguirlo <strong>de</strong> Mike el<br />

grandullón, el cocinero, durmiendo la mona en uno <strong>de</strong> los calabozos abiertos, y a<br />

Manny Ozenburger, en uno cerrado, reflexionando sobre si era correcto embestir<br />

con su furgoneta Tundra la moto <strong>de</strong> nieve <strong>de</strong> su vecino.<br />

Dejó algunos equipos controlando la nieve en las calles principales y él se<br />

abrió paso hasta La Tienda <strong>de</strong> la Esquina.<br />

Allí encontró a Harry y a Deb sentados en una mesa frente a las estanterías<br />

<strong>de</strong> las conservas, jugando al gin rummy mientras Cecil permanecía acurrucado en<br />

su cesta.<br />

—Un vendaval <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios —exclamó Harry.<br />

—Hay mil <strong>de</strong>monios sueltos ahí fuera.<br />

Nate se quitó la capucha <strong>de</strong> la parka y se <strong>de</strong>tuvo para acariciar a Cecil. Estaba<br />

casi sin aliento y no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> asombrarse <strong>de</strong> seguir vivo.<br />

—Necesito provisiones. Me instalaré en la comisaría hasta que esto haya<br />

terminado.<br />

A Deb le brillaron los ojos.<br />

—¡Oh! ¿Ocurre algo en el Lodge?<br />

—No. —Nate se quitó los guantes con gesto brusco y empezó a coger lo<br />

necesario para mantener el cuerpo y la mente en su sitio—. Alguien tiene que<br />

ocuparse <strong>de</strong> la radio, y a<strong>de</strong>más tenemos un par <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s.<br />

—He oído que Mike el borracho pilló una buena. ¡Gin!<br />

- 93 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Gin? Maldita sea, Harry.<br />

—Pues sí, la pilló buena —asintió Nate mientras <strong>de</strong>jaba pan, carne en lata y<br />

patatas fritas sobre el mostrador—. Se paseaba haciendo eses y cantando canciones<br />

<strong>de</strong> Bob Seger. El equipo quitanieves lo localizó y mientras le estaba llamando la<br />

atención se cayó <strong>de</strong> bruces en la puñetera calle. —Añadió un paquete <strong>de</strong> seis Coca-<br />

Colas a las provisiones—. De no haberlo visto y traído a la comisaría, pue<strong>de</strong> que lo<br />

hubiéramos encontrado en abril, más muerto que Elvis.<br />

—Voy a anotar todo esto, jefe. —Harry sacó el libro y apuntó en él las<br />

compras—. Pues yo no estoy seguro <strong>de</strong> que Elvis esté muerto. ¿Tendrá bastante?<br />

—Habrá que pasar con esto. Volver sería una aventura.<br />

—¿Por qué no se sienta un momento a tomar un café? —dijo Deb,<br />

levantándose—. Déjeme que le prepare un bocadillo.<br />

Nate la miró fijamente. La gente no solía tratar así a los polis.<br />

—Gracias, pero tengo que volver. Si necesitan algo, ya saben, enciendan una<br />

bengala.<br />

Se puso los guantes y la capucha y cogió la bolsa con las provisiones.<br />

Fuera el ambiente no era tan hospitalario. Notaba cómo los dientes y las<br />

garras <strong>de</strong> la tormenta le <strong>de</strong>spedazaban mientras utilizaba la cuerda y el instinto<br />

para arrastrarse hacia la comisaría.<br />

Había <strong>de</strong>jado las luces encendidas para que le sirvieran <strong>de</strong> faro.<br />

Oyó el ruido sordo <strong>de</strong> la quitanieves <strong>de</strong> Bing y pidió a Dios que no estuviera<br />

siguiendo su camino y le atropellara acci<strong>de</strong>ntalmente, o a posta. La bestia, esa era<br />

la imagen que él tenía <strong>de</strong> la tormenta, hacía lo posible por hacer inútiles los<br />

esfuerzos <strong>de</strong> los equipos que trabajaban en la calle, pero a pesar <strong>de</strong> todo se notaba<br />

su tarea.<br />

En lugar <strong>de</strong> nadar entre la nieve, va<strong>de</strong>aba a través <strong>de</strong> ella.<br />

Oyó unos disparos. Tres rápidas <strong>de</strong>tonaciones. Se <strong>de</strong>tuvo, aguzó el oído para<br />

intentar saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> procedían y luego, moviendo la cabeza, siguió a<strong>de</strong>lante.<br />

Realmente esperaba que no hubiera nadie tendido en la nieve con una herida <strong>de</strong><br />

bala; <strong>de</strong> ser así, él no podría hacer nada.<br />

Estaba a unos tres metros <strong>de</strong> la comisaría, concentrado en la nebulosa luz,<br />

pensando en el calor que le esperaba en el interior, cuando apareció la quitanieves.<br />

Su corazón se paró. Incluso oyó cómo se interrumpían los latidos y notó<br />

cómo el borboteo <strong>de</strong> la sangre se <strong>de</strong>tenía. La quitanieves le pareció enorme, una<br />

montaña hecha máquina que se abalanzaba hacia él.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo a poco más <strong>de</strong> un palmo <strong>de</strong> la punta <strong>de</strong> sus botas.<br />

Bing se asomó a la ventanilla; con la barba cubierta <strong>de</strong> nieve parecía un Papá<br />

Noel loco.<br />

—¿Dando una vuelta, jefe?<br />

—Sí. Me encanta. ¿Ha oído esos disparos?<br />

—Sí. ¿Y qué?<br />

—Nada. Venga a <strong>de</strong>scansar un rato. Tenemos el local cal<strong>de</strong>ado y provisiones<br />

para preparar bocadillos.<br />

—¿Por qué ha encerrado a Manny? Tim Bower lleva esa maldita moto <strong>de</strong><br />

- 94 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

nieve <strong>de</strong>l año catapún como un adolescente <strong>de</strong>scerebrado. Es un puto peligro<br />

público.<br />

Nate se estaba congelando, así que <strong>de</strong>cidió no entrar en <strong>de</strong>talles sobre la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> propiedad privada y conducción temeraria.<br />

—Tim Bower iba montado en la maldita moto <strong>de</strong> nieve <strong>de</strong>l año catapún<br />

cuando Manny se la aplastó.<br />

—Pero saltó enseguida <strong>de</strong> ella, ¿no?<br />

A pesar <strong>de</strong> todo, Nate tuvo que reírse.<br />

—Se tiró <strong>de</strong> cabeza a un montón <strong>de</strong> nieve. Jim el flaco lo vio. Dijo que a él<br />

más bien le había parecido un doble salto mortal.<br />

Bing se limitó a soltar un bufido, a bajar la cabeza y a dar marcha atrás con la<br />

quitanieves.<br />

Ya en el interior, Nate preparó bocadillos; llevó uno al enojado Manny y pasó<br />

a ver a Mike el borracho.<br />

Decidió comer el suyo junto a la radio. Le gustaba oír la voz <strong>de</strong> Meg, sentir<br />

aquella curiosa y excitante conexión. Hacía mucho tiempo que no tenía a nadie<br />

con quien hablar <strong>de</strong> sus vivencias, aunque tampoco le había apetecido hablar con<br />

nadie. La conversación puso un poco <strong>de</strong> sal y pimienta a la sosa comida y algo <strong>de</strong><br />

solaz a su soledad.<br />

—Tim ha <strong>de</strong>strozado esa moto <strong>de</strong> nieve un millón <strong>de</strong> veces —dijo ella en<br />

cuanto Nate le contó la <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l vehículo—. Manny nos ha hecho<br />

un favor a todos. Cambio.<br />

—Tal vez. Creo que podré convencer a Tim <strong>de</strong> que no presente cargos si<br />

Manny le paga. ¿Tienes planes <strong>de</strong> bajar en cuanto todo esto se haya <strong>de</strong>spejado?<br />

Cambio.<br />

—Planificar no es mi fuerte. Cambio.<br />

—Pronto se organizará el cine nocturno. Pensaba que quizá podría probar<br />

tus palomitas. Cambio.<br />

—Es una posibilidad. Me esperan algunos trabajos en cuanto pueda volar.<br />

Pero el cine me gusta. Cambio.<br />

Nate tomó un sorbo <strong>de</strong> Coca-Cola y se la imaginó sentada junto a la radio,<br />

con los perros a sus pies y el resplandor <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Por qué no fijamos una cita? Cambio.<br />

—No fijo citas. Cambio.<br />

—¿Nunca? Cambio.<br />

—Las cosas ocurren cuando ocurren. Puesto que a los dos nos gustó<br />

acostarnos, es probable que las cosas ocurran.<br />

Ya que Meg no dijo «cambio», él dio por supuesto que se lo estaba pensando.<br />

Lo que por otro lado, también estaba haciendo él.<br />

—¿Sabes qué vamos a hacer, Burke? La próxima vez que ocurra, me cuentas<br />

tu larga y triste historia. Cambio.<br />

Nate tenía en la cabeza el rojo tatuaje <strong>de</strong> la espalda <strong>de</strong> Meg.<br />

—¿Qué te hace pensar que la tengo? Cambio.<br />

—¡Eres el hombre más triste que he visto en mi vida, cariño! Tú me cuentas<br />

- 95 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

la historia y veremos qué pasa. Cambio.<br />

—Si... ¡Maldita sea!<br />

—¿Qué es ese ruido? Cambio.<br />

—Al parecer, Mike el borracho se ha <strong>de</strong>spertado y está vomitando en el<br />

calabozo. Y a Manny, lógicamente, le parece inaceptable —añadió mientras el<br />

sonido <strong>de</strong> las arcadas y la indignación <strong>de</strong>l otro iba en aumento—. Tengo que<br />

<strong>de</strong>jarte. Cambio.<br />

—Chico, la vida <strong>de</strong> un poli está llena <strong>de</strong> peligros. Cambio y corto.<br />

Teniendo en cuenta las circunstancias, Nate optó por soltar a los <strong>de</strong>tenidos y<br />

<strong>de</strong>jar que intentaran que la quitanieves les llevara a casa. Luego, enfrentándose a<br />

los elementos, salió a poner gasolina en el generador.<br />

Después <strong>de</strong> reflexionar un poco, sacó uno <strong>de</strong> los catres <strong>de</strong>l calabozo y lo<br />

colocó junto a la radio. Luego se acercó a los cajones <strong>de</strong> Peach, don<strong>de</strong> encontró una<br />

<strong>de</strong> sus novelas románticas.<br />

Se instaló cómodamente con el libro en las manos, no sin antes poner en<br />

marcha el <strong>de</strong>spertador mental para <strong>de</strong>volver el ejemplar a su sitio sin que se<br />

enterara nadie, con una botella <strong>de</strong> Coca-Cola junto al catre y con la tormenta como<br />

música <strong>de</strong> fondo.<br />

El libro resultó ser más ameno <strong>de</strong> lo que esperaba y le llevó a las ver<strong>de</strong>s y<br />

exuberantes campiñas irlan<strong>de</strong>sas y a sus castillos y torres. Le ofreció una generosa<br />

dosis <strong>de</strong> magia y fantasía que le hizo seguir con bastante interés las aventuras <strong>de</strong><br />

Moira, la hechicera, y <strong>de</strong>l príncipe Liam.<br />

La primera escena <strong>de</strong> amor hizo que interrumpiera la lectura y pensara en la<br />

maternal Peach leyendo historias subidas <strong>de</strong> tono mientras respondía al teléfono y<br />

repartía los bollos. De todas formas, la trama lo mantuvo absorto.<br />

Se durmió con el libro abierto sobre el pecho y las luces encendidas.<br />

La hechicera tenía el rostro <strong>de</strong> Meg. Su pelo, negro como la noche, danzaba al<br />

viento como si tuviera alas. La veía en una blanca colina bajo un sol radiante que<br />

proyectaba sus rayos sobre el fino vestido rojo que llevaba.<br />

Levantó los brazos e hizo que el vestido se <strong>de</strong>slizara hasta el suelo. Se acercó<br />

a él, <strong>de</strong>snuda. Cuando abrió los brazos para acogerle, Nate vio aquellos ojos azules<br />

como el hielo. Notó los labios, tórridos, hambrientos, contra los suyos. De pronto<br />

se encontró <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ella, ro<strong>de</strong>ado por ella. Cuando se incorporó, el furioso<br />

viento agitó su cabellera. Cuando <strong>de</strong>scendió, el calor que irradiaba le quemó.<br />

—¿Por qué estás triste?<br />

De repente, en medio <strong>de</strong>l placer sintió un dolor, un dolor súbito, agudo.<br />

Intentó acallarlo y su cuerpo se puso tenso. Notó las abrasadoras balas contra la<br />

carne.<br />

Pero ella sonreía, solo sonreía.<br />

—Estás vivo, ¿verdad? —Levantó una mano manchada con su sangre—. Si<br />

- 96 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

sangras, estás vivo.<br />

—Me han dado. Maldita sea, me han disparado.<br />

—Y estás vivo —dijo ella mientras la sangre goteaba <strong>de</strong> su mano hacia su<br />

rostro.<br />

Él se encontraba en el callejón que olía a sangre y a pólvora. Y también a<br />

basura y a muerte. Una atmósfera húmeda a causa <strong>de</strong> la lluvia. Frío, frío aunque<br />

estuvieran en abril. Frío, humedad y oscuridad. Todo era vago, los gritos, los<br />

disparos, el dolor cuando la bala penetró en su pierna.<br />

Él se había quedado rezagado y Jack entró antes.<br />

No tenían que haber estado allí. ¿Qué <strong>de</strong>monios hacían?<br />

Más disparos, <strong>de</strong>stellos en la oscuridad. Ruidos sordos. ¿Era acero contra la<br />

carne? Aquel dolor, contun<strong>de</strong>nte, espantoso, en el costado, que le <strong>de</strong>rribó <strong>de</strong><br />

nuevo. Tuvo que arrastrarse por el húmedo cemento hasta don<strong>de</strong> yacía<br />

moribundo su compañero, su amigo.<br />

Pero en esta ocasión, Jack volvió la cabeza, con los ojos rojos como la sangre<br />

que manaba <strong>de</strong> su pecho.<br />

—Tú me has matado. Tú, estúpido hijo <strong>de</strong> puta. Si alguien <strong>de</strong>bía morir eras<br />

tú. Veremos si eres capaz <strong>de</strong> vivir con esto.<br />

Se <strong>de</strong>spertó empapado <strong>de</strong> sudor frío, la voz <strong>de</strong> su compañero en el sueño<br />

seguía retumbando en su cabeza. Hizo un esfuerzo por incorporarse y se cubrió la<br />

cabeza con las manos.<br />

Pensó que hasta entonces lo había llevado pésimamente.<br />

Se levantó y arrastró <strong>de</strong> nuevo el catre hasta el calabozo. Pensó en las<br />

pastillas que guardaba en el cajón <strong>de</strong> su escritorio pero pasó <strong>de</strong> largo y salió a<br />

poner lo que quedaba <strong>de</strong> gasolina en el generador. Solo cuando volvió al interior<br />

se dio cuenta <strong>de</strong> que ya no nevaba.<br />

Ni una brizna <strong>de</strong> viento; la quietud era absoluta. Vislumbró un indicio <strong>de</strong> luz<br />

<strong>de</strong> luna que salpicaba los montículos <strong>de</strong> nieve y les daba un leve tono azulado. Su<br />

respiración salió en forma <strong>de</strong> vapor mientras permanecía como un insecto<br />

atrapado en un cristal.<br />

La tormenta había remitido y él seguía vivo.<br />

«Veremos si eres capaz <strong>de</strong> vivir con esto.» Pues sí. Seguiría intentando vivir<br />

con ello.<br />

Ya <strong>de</strong>ntro, preparó café y puso la radio. Una voz somnolienta, que se<br />

i<strong>de</strong>ntificó como Mitch Dauber, la voz <strong>de</strong> Lunacy, empezó a dar las noticias locales,<br />

los anuncios y el tiempo.<br />

La gente empezaba a salir, osos que abandonaban sus cuevas a rastras.<br />

Amontonaban la nieve y la apartaban. Se juntaban para hablar, comían, andaban y<br />

dormían.<br />

Vivían.<br />

- 97 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

THE LUNATIC<br />

Sección policial<br />

Miércoles, 12 <strong>de</strong> enero<br />

9.12. Se informa <strong>de</strong> un incendio en la chimenea <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Bert Myers.<br />

Acu<strong>de</strong>n el bombero voluntario Manny Ozenburger y el jefe Ignatious Burke. Ha<br />

sido provocado por una acumulación <strong>de</strong> creosota. Myers presenta quemaduras<br />

<strong>de</strong> poca importancia en la mano causadas al intentar apartar <strong>de</strong>l hogar unos<br />

troncos encendidos. Ozenburger califica su actuación <strong>de</strong> «una gilipollez».<br />

12.15. Jay Finkle, <strong>de</strong> cinco años, se hace daño al caer <strong>de</strong>l triciclo en su<br />

habitación, en casa. El jefe Burke ayuda a Paul Finkle, padre <strong>de</strong> Jay, a trasladar al<br />

niño herido al ambulatorio <strong>de</strong> Lunacy. Al niño le dan cuatro puntos <strong>de</strong> sutura y<br />

una piruleta con sabor a uva. El bólido queda intacto y Jay promete conducir con<br />

más pru<strong>de</strong>ncia en el futuro.<br />

14.00. Timothy Bower presenta una queja contra Manny Ozenburger.<br />

Algunos testigos confirman que Ozenburger empotró su vehículo en la moto <strong>de</strong><br />

nieve <strong>de</strong> Bower mientras este la conducía. Sin embargo, una encuesta extraoficial<br />

revela que el 52 por ciento <strong>de</strong> los vecinos cree que Bower se lo tenía merecido.<br />

Ozenburger queda <strong>de</strong>tenido. Se presentan cargos. Miembros <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong><br />

bomberos voluntarios están organizando un bufet libre por la libertad <strong>de</strong> Manny.<br />

14.55. Kate D. Igleberry informa sobre una agresión perpetrada por su<br />

pareja, David Bunch, en su domicilio <strong>de</strong> Rancor Road. Al mismo tiempo, Bunch<br />

<strong>de</strong>clara haber sido atacado por Igleberry. Acu<strong>de</strong>n al lugar <strong>de</strong> los hechos el jefe<br />

Burke y su ayudante Otto Gruber. Los dos <strong>de</strong>mandantes presentan magulladuras<br />

en la cara y el cuerpo, y en el caso <strong>de</strong> Bunch, la marca <strong>de</strong> un mordisco en la nalga<br />

izquierda. No se presentan cargos.<br />

15.40. Se multa a James y William Mackie por conducción temeraria y exceso<br />

<strong>de</strong> velocidad en motos <strong>de</strong> nieve. William Mackie sostiene que «Una moto <strong>de</strong><br />

nieve no es un maldito coche». Consi<strong>de</strong>ra que en tanto que vehículos <strong>de</strong> recreo<br />

<strong>de</strong>berían estar exentos <strong>de</strong> límites <strong>de</strong> velocidad; tiene intención <strong>de</strong> plantear la<br />

cuestión en el próximo pleno municipal.<br />

17.25. Los equipos quitanieves encuentran a un hombre que circula<br />

<strong>de</strong>sorientado por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino hacia Rancor Woods. Se le oía cantar «A<br />

Nation Once Again». I<strong>de</strong>ntificado posteriormente como Michael Sullivan, se le<br />

traslada a la comisaría <strong>de</strong> Lunacy y queda bajo custodia <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> policía<br />

Ignatious Burke.<br />

Solo en la comisaría, Nate revisó el resto <strong>de</strong> la sección. La lista seguía con<br />

informes <strong>de</strong> borracheras y alborotos, la pérdida y la recuperación <strong>de</strong> un perro, la<br />

llamada <strong>de</strong> un habitante <strong>de</strong>l extrarradio que sufría un caso grave <strong>de</strong> exceso <strong>de</strong><br />

reclusión y afirmaba haber visto a unos lobos jugando al póquer en su porche.<br />

- 98 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

En todas las noticias figuraban nombres y apellidos, por muy violento que<br />

pudiera resultar para sus protagonistas. Nate se preguntaba qué hubiera ocurrido<br />

si el Baltimore Sun, por ejemplo, hubiera publicado con tanto <strong>de</strong>talle y sin piedad la<br />

lista <strong>de</strong> llamadas, nombres y actuaciones llevadas a cabo por las fuerzas policiales<br />

<strong>de</strong> Baltimore.<br />

Tenía que admitir que era muy entretenido.<br />

Pensó que Max y Carrie <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> cerrar la edición y llevaron la revista a la<br />

imprenta en cuanto finalizó la tormenta. Incluía a<strong>de</strong>más unas magníficas fotos <strong>de</strong><br />

la nevada y sus repercusiones. La narración que las acompañaba, firmada por<br />

Max, tenía cierta poesía. La entrevista que le hizo a él no le afectó tanto como creía.<br />

En realidad, la guardaría junto con los dos primeros ejemplares <strong>de</strong> The Lunatic. Se<br />

la enseñaría a Meg cuando la viera <strong>de</strong> nuevo.<br />

Una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la nevada, las calles estaban otra vez <strong>de</strong>spejadas.<br />

Pasar por casa <strong>de</strong> Meg a llevarle el semanario no podía consi<strong>de</strong>rarse una cita.<br />

Llamarla para asegurarse <strong>de</strong> que estaba en casa y no por ahí con el avión<br />

tampoco podía consi<strong>de</strong>rarse hacer planes.<br />

Era ser práctico.<br />

Mientras esperaba que llegara el personal, Nate guardó la revista en un cajón<br />

<strong>de</strong> su escritorio y se fue a cargar la estufa.<br />

Apareció Hopp en la puerta.<br />

—Tenemos problemas —dijo.<br />

—¿Mayores que un metro veinte <strong>de</strong> nieve?<br />

Hopp se quitó la capucha. Estaba blanca como el papel.<br />

—Han <strong>de</strong>saparecido tres chicos.<br />

—Déme más <strong>de</strong>talles. —Retrocedió un poco—. ¿Quiénes, cuándo y dón<strong>de</strong> se<br />

les vio por última vez?<br />

—Steven Wise, el hijo <strong>de</strong> Joe y Lara, su primo, Scott, <strong>de</strong> Talkeetna, y uno <strong>de</strong><br />

sus amigos <strong>de</strong> la facultad. Joe y Lara creían que Steven y Scott habían ido a pasar<br />

las vacaciones <strong>de</strong> invierno a Prince William. Lo mismo que creían los padres <strong>de</strong><br />

Scott. Lara y la madre <strong>de</strong> Scott se encontraron anoche en la radio, en un programa<br />

al que suelen acudir para pasar el tiempo y ponerse al día, y <strong>de</strong>scubrieron que<br />

algunas <strong>de</strong> las cosas que habían dicho los muchachos no cuadraban. Empezaron a<br />

preocuparse tanto que Lara intentó llamar a Steven a la resi<strong>de</strong>ncia. Descubrieron<br />

que el muchacho no ha vuelto y tampoco Scott.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estudian?<br />

—En Anchorage. —Pasó una mano por su rostro.<br />

—Entonces tienen que notificarlo a la policía <strong>de</strong> Anchorage.<br />

—No. No. Lara habló con la novia <strong>de</strong> Steven. Los muy insensatos<br />

emprendieron la escalada <strong>de</strong> la cara meridional <strong>de</strong>l Sin Nombre.<br />

—¿Qué es el Sin Nombre?<br />

—¡Una jodida montaña, Ignatious! —El miedo empezaba a apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> su<br />

mirada—. Un puñetero monte, altísimo. Llevan seis días ahí. Lara está<br />

<strong>de</strong>squiciada.<br />

Nate se acercó a su escritorio y sacó el mapa.<br />

- 99 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Muéstreme la montaña.<br />

—Ahí. —Señaló con un <strong>de</strong>do—. Es el preferido <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> aquí, y muchos<br />

forasteros lo escalan como distracción o entrenamiento antes <strong>de</strong> abordar el Denali.<br />

Pero intentar subirlo en enero es una enorme estupi<strong>de</strong>z, y más si se trata <strong>de</strong> tres<br />

muchachos sin experiencia. Hay que llamar a los servicios <strong>de</strong> rescate. Enviar<br />

aviones en cuanto amanezca.<br />

—Disponemos <strong>de</strong> tres horas. Me pondré en contacto con el servicio <strong>de</strong><br />

rescate. Coja un walkie-talkie, llame a Otto, Peter y Peach, que se presenten<br />

enseguida. Quiero también los nombres <strong>de</strong> los pilotos <strong>de</strong> la zona, aparte <strong>de</strong> Meg.<br />

Repasó los teléfonos que tenía Peach en una pulcra lista.<br />

—¿Qué posibilida<strong>de</strong>s tenemos <strong>de</strong> que sigan vivos?<br />

Con uno <strong>de</strong> los walkie-talkie en la mano, Hopp se sentó con gesto cansado.<br />

—Haría falta un milagro.<br />

Cinco minutos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recibir la llamada, Meg se había vestido y tenía el<br />

equipo dispuesto. Había estado a punto <strong>de</strong> no hacer caso <strong>de</strong> la llamada por radio<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy, pero pensó que tal vez había noticias <strong>de</strong><br />

escaladores que se habían perdido.<br />

—Al habla KUNA. Cambio.<br />

—Voy contigo. Recógeme <strong>de</strong> camino junto al río. Cambio.<br />

La irritación se iba apo<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> ella mientras acababa <strong>de</strong> llenar el<br />

botiquín.<br />

—No necesito copiloto, Burke. Ni puedo per<strong>de</strong>r tiempo mostrándote el<br />

paisaje. Te informaré cuando los encuentre. Cambio.<br />

—Voy contigo. Los muchachos necesitan otro par <strong>de</strong> ojos y yo tengo buena<br />

vista. Te estaré esperando. Cambio y corto.<br />

—Maldita sea. No soporto a los héroes.<br />

Cogió la bolsa y, con los perros junto a sus pies, salió <strong>de</strong> la casa. Recogió el<br />

resto <strong>de</strong>l equipaje y con la ayuda <strong>de</strong> la linterna avanzó con las raquetas hacia el<br />

lago.<br />

Había utilizado dos veces la avioneta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que habían informado <strong>de</strong>l final<br />

<strong>de</strong> la tormenta y daba gracias a Dios <strong>de</strong> no tener que invertir una hora en<br />

<strong>de</strong>senterrar el aparato. No pensaba en los chicos, vivos o muertos, que estaban en<br />

la montaña. Se limitaba a hacer las cosas <strong>de</strong> una en una.<br />

Quitó las fundas <strong>de</strong> las alas y las guardó. Costaba un tiempo pero no tanto<br />

como quitar la escarcha si las hubiera <strong>de</strong>jado al <strong>de</strong>scubierto. Después <strong>de</strong> escurrir<br />

los filtros <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> las alas, miró el nivel <strong>de</strong> combustible a ojo<br />

y llenó el <strong>de</strong>pósito.<br />

Luego dio la vuelta para revisar los alerones, la cola y cada una <strong>de</strong> las partes<br />

<strong>de</strong>l avión que se movían, para cerciorarse <strong>de</strong> que todo estaba en buen estado.<br />

Sabía que se perdían vidas a causa <strong>de</strong> un tornillo flojo.<br />

Siguió con el control <strong>de</strong> seguridad, hizo girar la hélice unas cuantas veces<br />

para quitarle el aceite que pudiera haber acumulado.<br />

- 100 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Se metió en el aparato, cargó el equipaje y lo sujetó.<br />

Accionó el estárter y puso en marcha el motor. La hélice empezó a girar,<br />

primero lentamente; luego el motor se encendió soltando el humo <strong>de</strong>l escape.<br />

Mientras se calentaba, ella controlaba los indicadores.<br />

Todo estaba bajo su control, el máximo control que ella consi<strong>de</strong>raba que<br />

podía ejercerse.<br />

Todavía no había amanecido cuando soltó los frenos.<br />

Fijó los spoilers, el mecanismo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spegue y accionó los controles para<br />

asegurarse <strong>de</strong> que los alerones respondían si movía el timón <strong>de</strong> profundidad.<br />

Tranquila, se incorporó en el asiento.<br />

Con los <strong>de</strong>dos dio un beso a la foto imantada <strong>de</strong> Buddy Holly que tenía en el<br />

tablero <strong>de</strong> mandos, y aceleró.<br />

Aún no había <strong>de</strong>cidido si iría a Lunacy. Mientras daba la vuelta al lago,<br />

acelerando para el <strong>de</strong>spegue, <strong>de</strong>jó la <strong>de</strong>cisión en suspenso.<br />

Tal vez iría, tal vez no.<br />

Inició el ascenso cuando <strong>de</strong>spuntaba el día por el este. Luego, encogiéndose<br />

<strong>de</strong> hombros, se dirigió hacia Lunacy.<br />

Nate estaba don<strong>de</strong> había dicho. Al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l hielo con una montaña <strong>de</strong> nieve<br />

a su espalda. Llevaba una bolsa colgada <strong>de</strong>l hombro. Meg esperaba que alguien le<br />

hubiera dicho al cheechako que había que llevar como equipo <strong>de</strong> emergencia. Vio<br />

que le acompañaba Hopp y el alma le cayó a los pies al reconocer a los otros dos:<br />

Joe y Lara.<br />

Esto la obligó a pensar en lo que podía encontrar. En los cadáveres que había<br />

transportado otras veces. En los que quizá recogería ese día.<br />

Se posó sobre la franja <strong>de</strong> hielo y esperó con los motores en marcha que Nate<br />

la cruzara.<br />

El impulso <strong>de</strong> la hélice agitó su chaqueta y su pelo. Un instante <strong>de</strong>spués<br />

subía al aparato, <strong>de</strong>jaba el equipaje y se abrochaba el cinturón.<br />

—Espero que sepas dón<strong>de</strong> te has metido —dijo ella.<br />

—No tengo ni i<strong>de</strong>a.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea mejor.<br />

Besó <strong>de</strong> nuevo sus <strong>de</strong>dos antes <strong>de</strong> rozar la foto <strong>de</strong> Buddy. Sin mirar hacia los<br />

aterrorizados rostros que tenía a la <strong>de</strong>recha, procedió al <strong>de</strong>spegue.<br />

Con el micrófono manual contactó con la estación <strong>de</strong> control <strong>de</strong> Talkeetna y<br />

les transmitió sus datos. Poco <strong>de</strong>spués sobrevolaban los árboles y viraban hacia el<br />

este-nor<strong>de</strong>ste, en dirección al pálido sol naciente.<br />

—Te llevo como ojos y como lastre, Burke. Si Jacob no estuviera en Nome<br />

visitando a su hijo, no habría aceptado que vinieras.<br />

—Comprendo. ¿Quién es Jacob?<br />

—Jacob Itu. El mejor piloto que he conocido. Él me enseñó.<br />

—¿El hombre con el que compartías las palomitas en el pleno?<br />

—El mismo. —Tropezaron con una bolsa <strong>de</strong> aire y Meg vio que Nate cerraba<br />

el puño a cada sacudida—. Si te mareas me <strong>de</strong>cepcionarás mucho.<br />

—No. Es que no me gusta volar.<br />

- 101 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Y eso?<br />

—La gravedad.<br />

Ella sonrió mientras seguían pegando botes.<br />

—Si te preocupan las turbulencias, lo pasarás fatal. Estás a tiempo <strong>de</strong> volver.<br />

—Eso díselo a los tres chicos que buscamos.<br />

La sonrisa <strong>de</strong>sapareció. Meg fijó la vista en las montañas, en el temible<br />

espectáculo, mientras el paisaje <strong>de</strong>l fondo se volvía borroso con la velocidad y las<br />

nubes bajas.<br />

—¿Por eso te hiciste poli? ¿Tu misión es salvar a la gente?<br />

—No. —No dijo nada cuando atravesaron otra turbulencia—. ¿Qué pinta<br />

una foto <strong>de</strong> Buddy Holly en la cabina <strong>de</strong> un piloto?<br />

—Te recuerda que las putadas existen.<br />

Cuando el sol empezó a ascen<strong>de</strong>r, Meg cogió las gafas ahumadas que llevaba<br />

en el bolsillo y se las puso. Abajo vio el zigzagueante camino <strong>de</strong> un trineo,<br />

espirales <strong>de</strong> humo en una chimenea, un pequeño bosque, un montículo. Se guiaba<br />

tanto por las referencias <strong>de</strong>l paisaje como por los indicadores.<br />

—Encontrarás unos prismáticos en el compartimiento <strong>de</strong> ahí —le dijo. Luego<br />

ajustó la intensidad <strong>de</strong> la hélice, <strong>de</strong>saceleró un poco.<br />

—He traído los míos. —Nate se <strong>de</strong>sabrochó la cremallera <strong>de</strong> la parka, los<br />

sacó y se los colgó al cuello—. Dime hacia dón<strong>de</strong> tengo que mirar.<br />

—Si intentaban escalar la cara sur, <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> lanzarlos hacia el glaciar <strong>de</strong>l<br />

Sol.<br />

—¿Lanzado? ¿Quién lo habría hecho?<br />

—Ahí está el misterio. —Apretó las mandíbulas—. Cualquier patán que solo<br />

pensara en el dinero. Mucha gente tiene avioneta, muchos las utilizan para<br />

<strong>de</strong>splazarse. Pero eso no los convierte en pilotos. Fuera quien fuese, no informó<br />

sobre ellos cuando llegó la tempestad y apostaría cualquier cosa a que no fue a<br />

recogerles.<br />

—Maldito loco.<br />

—Una cosa es estar loco y otra ser estúpido. Y esto es cuestión <strong>de</strong> estupi<strong>de</strong>z.<br />

El viento arreciará cuando ataquemos la montaña.<br />

—No pongas la palabra atacar y montaña en la misma frase.<br />

Nate miró hacia abajo: un grupo <strong>de</strong> árboles, una extensión <strong>de</strong> nieve, una<br />

plancha <strong>de</strong> hielo que era un lago, seis o siete cabañas que aparecían y <strong>de</strong>saparecían<br />

entre las nubes. Lo lógico habría sido ver un paisaje yermo, agreste, y en cambio<br />

era algo sensacional. El cielo estaba adoptando un azul profundo y las montañas,<br />

recortadas contra él, añadían una cruel elegancia.<br />

Pensó en los tres muchachos atrapados en aquella crueldad durante seis días.<br />

Meg efectuó un brusco viraje a la <strong>de</strong>recha y él tuvo que echar mano <strong>de</strong> sus<br />

agallas para po<strong>de</strong>r mantener los ojos abiertos. Las montañas, azules y blancas,<br />

monstruosas, llenaban toda la panorámica. El avión bajó en picado por una brecha<br />

y todo lo que pudo ver Nate a uno y otro lado fue roca, hielo y muerte.<br />

Por encima <strong>de</strong>l gemido <strong>de</strong> los motores, oyó algo parecido a un trueno.<br />

Seguidamente vio que empezaba a caer nieve <strong>de</strong>l monte.<br />

- 102 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Pero qué...?<br />

—Una avalancha. —Meg hablaba con voz tranquila a pesar <strong>de</strong> que el avión<br />

empezaba a temblar—. Tendrás que agarrarte fuerte.<br />

Salía a chorros, blanco sobre blanco, como un volcán que entrara en erupción<br />

con el estruendo <strong>de</strong> mil trenes fuera <strong>de</strong> control mientras el avión seguía como una<br />

pelota <strong>de</strong> ping-pong hacia la <strong>de</strong>recha, hacia la izquierda, arriba y abajo.<br />

Nate creyó oír que Meg soltaba palabrotas y le pareció que alguien lanzaba<br />

fuego antiaéreo. La montaña arrojaba trozos <strong>de</strong> hielo contra el parabrisas. Lo que<br />

se estaba apo<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> él no era el miedo sino un temor reverencial.<br />

Cuando el hielo y las piedras chocaban contra el aparato se oía un repiqueteo<br />

metálico. El viento arrastraba la avioneta, tiraba <strong>de</strong> ella, la empujaba hasta el<br />

punto <strong>de</strong> que parecía inevitable estrellarse contra el precipicio o que la metralla la<br />

partiera en mil pedazos. Luego se <strong>de</strong>splazaron entre pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hielo, por encima<br />

<strong>de</strong> un estrecho y congelado valle en dirección hacia el azul.<br />

—¡Soy cojonuda! —Soltó un chillido y, echando la cabeza hacia atrás, se echó<br />

a reír—. ¡Vaya paseo!<br />

—Impresionante —admitió Nate revolviéndose en su asiento, intentando<br />

captar el resto <strong>de</strong>l espectáculo—. Nunca había visto nada igual.<br />

—Las montañas son temperamentales. Nunca sabes cuándo te la van a pegar.<br />

—Se volvió lentamente hacia él—. Veo que mantienes la sangre fría bajo el fuego,<br />

jefe.<br />

—Mira quien habla. —Se instaló con más comodidad mientras se preguntaba<br />

si los <strong>de</strong>sbocados latidos <strong>de</strong>l corazón le habrían roto alguna costilla—. ¿Y... vienes<br />

a menudo por aquí?<br />

—Siempre que tengo ocasión. Pue<strong>de</strong>s empezar a usar los prismáticos.<br />

Tenemos una gran extensión que cubrir y no somos los únicos. Fija tus ojos <strong>de</strong><br />

lince. —Ajustó sus auriculares—. Voy a establecer comunicación con los <strong>de</strong><br />

control.<br />

—¿Hacia dón<strong>de</strong> los fijo?<br />

—Ahí. —Levantó la barbilla—. A la una <strong>de</strong>l mediodía.<br />

En comparación con el Denali, casi parecía accesible, y su belleza, corriente al<br />

lado <strong>de</strong> la magnificencia <strong>de</strong> la Montaña. Había cumbres menos pronunciadas entre<br />

el Sin Nombre y el Denali, y se veían más voluminosas, ondulantes, <strong>de</strong>stacadas,<br />

formando un muro recortado, en múltiples capas, contra el cielo.<br />

—¿Qué altura tiene?<br />

—Más <strong>de</strong> tres mil. Un ascenso consi<strong>de</strong>rable, un buen reto para abril o mayo,<br />

y más peliagudo aunque no imposible en invierno. Y si hablamos <strong>de</strong> unos<br />

adolescentes inexpertos podría ser un suicidio. Si localizamos a quien transportó<br />

aquí a tres menores y los abandonó en pleno mes <strong>de</strong> enero, lo pagará caro.<br />

Nate reconocía aquel tono: categórico, impasible.<br />

—Crees que están muertos.<br />

—Claro.<br />

—Y a pesar <strong>de</strong> todo estás aquí.<br />

—No es la primera vez que voy en busca <strong>de</strong> cadáveres... ni que los encuentro.<br />

- 103 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Meg pensó en las provisiones y el equipo que llevaba en el avión. Alimentos,<br />

material médico, mantas térmicas, y rezó para que tuvieran alguna utilidad.<br />

—Hay que buscar restos. Tiendas, equipo... cuerpos. Hay muchas grietas.<br />

Pasaré tan cerca como pueda.<br />

Nate <strong>de</strong>seaba ardientemente que estuvieran vivos. Había tenido suficiente<br />

contacto con la muerte, con las pérdidas. No venía a buscar cadáveres sino a unos<br />

muchachos. Asustados, perdidos, tal vez heridos, pero muchachos a los que<br />

<strong>de</strong>volver a sus padres, muertos <strong>de</strong> miedo.<br />

Escrutó con sus prismáticos. Veía las impresionantes pendientes, los<br />

angostos salientes, las escarpadas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hielo. Estaba claro qué movía a las<br />

personas a poner en peligro su cuerpo, incluso la vida, a soportar unas<br />

condiciones espantosas, a pasar hambre y a sufrir con el único objetivo <strong>de</strong> avanzar<br />

hasta la cima. La gente hacía muchas locuras para pasar el tiempo.<br />

Notó el embate <strong>de</strong>l viento, lo peligrosamente cerca que estaba el pequeño<br />

aparato <strong>de</strong> las implacables pare<strong>de</strong>s, y se le pusieron los pelos <strong>de</strong> punta.<br />

Observó hasta que le escocieron los ojos, luego apartó los prismáticos para<br />

po<strong>de</strong>r parpa<strong>de</strong>ar.<br />

—De momento nada.<br />

—Es una montaña muy gran<strong>de</strong>.<br />

Ella daba vueltas, él miraba, y al mismo tiempo seguían mandando las<br />

coor<strong>de</strong>nadas al control.<br />

Nate localizó otra avioneta, un pequeño pájaro amarillo que bajaba en picado<br />

hacia el oeste, y también la maciza mole <strong>de</strong> un helicóptero. La montaña lo<br />

empequeñecía todo. Sin embargo, a Nate le parecían objetos gran<strong>de</strong>s,<br />

acostumbrado como estaba a centrarse en sus <strong>de</strong>talles. Había repasado los<br />

elementos que formaban la montaña: placas <strong>de</strong> ondulado hielo, campos <strong>de</strong> nieve,<br />

salientes <strong>de</strong> roca negra en las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los precipicios que recorrían <strong>de</strong>licados<br />

ríos con más hielo, como el brillante glaseado <strong>de</strong> un pastel.<br />

Vio unas sombras e imaginó que el sol jamás las habría alcanzado y localizó<br />

pendientes que no conducían a ningún lugar. Des<strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas un rayo <strong>de</strong> luz<br />

salía <strong>de</strong>spedido hacia ellos, como un cristal que refleja el sol.<br />

—Ahí abajo hay algo —exclamó—. Metal o cristal. Reflectante. En esa grieta.<br />

—Daré vueltas por encima.<br />

Nate bajó los prismáticos para frotarse los ojos y pensó que ojalá hubiera<br />

llevado las gafas <strong>de</strong> sol. El resplandor era cegador.<br />

El aparato ascendió, giró y, al hacerlo, Nate captó un punto <strong>de</strong> color en la<br />

nieve.<br />

—Un momento. Allí. ¿Qué es aquello? ¡Hacia las cuatro! Allí, Meg, a las<br />

cuatro.<br />

—¡El muy cabrón! ¡Hay uno vivo!<br />

Veía el azul intenso, el movimiento, la forma vagamente humana que agitaba<br />

frenéticamente los brazos haciendo señales. Meg <strong>de</strong>scendió, a la <strong>de</strong>recha, a la<br />

izquierda, a la <strong>de</strong>recha y a la izquierda y luego retrocedía veloz.<br />

—Aquí Castor Alfa-Tango. Tenemos a uno —dijo por el transmisor—. Vivo,<br />

- 104 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

justo encima <strong>de</strong>l glaciar <strong>de</strong>l Sol. Voy por él.<br />

—¿Vas a aterrizar? —le preguntó Burke cuando repetía la llamada y<br />

transmitía las coor<strong>de</strong>nadas—. ¿Ahí?<br />

—Digamos que vas a salir tú —respondió ella—. Voy a <strong>de</strong>jarte, no puedo<br />

parar el aparato, los vientos laterales son muy peligrosos, no hay espacio ni<br />

tiempo para amarrar el avión.<br />

Él miró hacia abajo, vio que la silueta tropezaba, caía, iba dando tumbos,<br />

<strong>de</strong>slizándose hasta quedar inmóvil, casi invisible sobre el on<strong>de</strong>ante blanco.<br />

—Mejor me lo explicas <strong>de</strong>prisa.<br />

—Bajo, sales, andas por la nieve, lo coges y lo traes. Luego nos vamos todos a<br />

casa y nos tomamos una cerveza gigante.<br />

—Muy escueta.<br />

—No hay tiempo para mucho más. Hazle caminar. Si no pue<strong>de</strong>, arrástralo.<br />

Coge unas gafas. Te harán falta. No hay que hacer muchas filigranas. Se trata <strong>de</strong><br />

cruzar una laguna y escalar unas rocas.<br />

—Y hacerlo a unos miles <strong>de</strong> metros por encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l mar. Pan<br />

comido.<br />

Meg mostró los dientes en una risita mientras libraba otra batalla para<br />

mantener la estabilidad <strong>de</strong>l aparato.<br />

—¡Así me gusta!<br />

El viento arañaba el avión y ella lo combatía levantando el morro, nivelando<br />

las alas. Giró hacia el objetivo, redujo la velocidad, <strong>de</strong>saceleró.<br />

Nate <strong>de</strong>cidió no contener el aliento, porque en unos instantes tal vez le<br />

costaría inspirar y espirar. El aparato se <strong>de</strong>slizó por encima <strong>de</strong>l glaciar, entre el<br />

vacío y la pared.<br />

—¡Fuera! —le or<strong>de</strong>nó ella, a pesar <strong>de</strong> que aún no se había <strong>de</strong>sabrochado el<br />

cinturón—. Probablemente estemos a cuarenta bajo cero ahí abajo, o sea que ve<br />

rápido. A menos que me vea obligada a <strong>de</strong>spegar otra vez, nada <strong>de</strong> asistencia<br />

médica hasta que tengamos al muchacho aquí <strong>de</strong>ntro. Se trata <strong>de</strong> cogerlo, traerlo a<br />

rastras y meterlo aquí.<br />

—De acuerdo.<br />

—Otra cosa —gritó Meg mientras abría la puerta y el viento entraba a<br />

raudales—. Si tengo que alejarme, tranquilo. Volveré a buscarte.<br />

Nate saltó en la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la montaña. No era momento para hacerse<br />

preguntas, para reflexiones. El frío le atacó como un millón <strong>de</strong> cuchillos y notó que<br />

la atmósfera era tan liviana que le partía la garganta. Ante él, montañas por<br />

encima <strong>de</strong> las montañas, rizados mares, extensiones a la sombra, océanos blancos.<br />

Empezó a cruzar el glaciar; avanzaba pesadamente en lugar <strong>de</strong> echar la<br />

carrera que había imaginado.<br />

Al tocar la roca, se <strong>de</strong>jó guiar por el instinto, ascendió trepando como una<br />

cabra y cayó <strong>de</strong> rodillas en cuanto hubo escalado la corta pared. Oía los motores,<br />

el viento y su laboriosa respiración.<br />

Se agachó junto al muchacho y, a pesar <strong>de</strong> las instrucciones <strong>de</strong> Meg, le buscó<br />

el pulso. Tenía el rostro grisáceo y unas manchas que daban la sensación <strong>de</strong> ser<br />

- 105 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

piel seca en la mejilla y la barbilla.<br />

Pero sus ojos parpa<strong>de</strong>aron.<br />

—Conseguido —soltó con voz ronca—. Conseguido.<br />

—Pues sí. Y ahora salgamos <strong>de</strong> aquí a toda prisa.<br />

—Están arriba, en la cueva. No han podido, no han podido bajar. Scott se<br />

encuentra mal, Brad... creo que tiene una pierna rota. Yo he venido en busca <strong>de</strong><br />

auxilio. He venido...<br />

—Y lo conseguiste. Nos enseñarás dón<strong>de</strong> están <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el avión. ¿Pue<strong>de</strong>s<br />

andar?<br />

—No lo sé. Lo probaré.<br />

Nate ayudó al muchacho a levantarse, cargando con todo su peso.<br />

—Vamos, Steven. Un pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l otro. Has llegado hasta aquí...<br />

—No noto los pies.<br />

—Limítate a levantar las piernas, primero una, luego la otra. Te seguirán. Es<br />

cuestión <strong>de</strong> bajar. —Notaba que el frío penetraba a través <strong>de</strong> sus guantes y<br />

pensaba que había sido una tontería no haber cogido dos—. No soy tan experto<br />

como para llevarte a cuestas. Cógete a mí y bajaremos los dos juntos. Tenemos que<br />

ir a ayudar a tus amigos.<br />

—Los he tenido que <strong>de</strong>jar para ir en busca <strong>de</strong> auxilio. Los he tenido que <strong>de</strong>jar<br />

con el hombre muerto.<br />

—Tranquilo. Los recogeremos. Ahora vamos a bajar. ¿Estás preparado?<br />

—Puedo hacerlo.<br />

Nate pasó <strong>de</strong>lante. Si el chico se caía, se mareaba o resbalaba, él lo <strong>de</strong>tendría.<br />

Le habló a gritos durante el <strong>de</strong>scenso. Lo hacía para que se mantuviera consciente<br />

y en equilibrio, y le pedía respuestas para que siguiera en guardia.<br />

—¿Cuánto hace que <strong>de</strong>jaste a tus amigos?<br />

—No lo sé. Dos días. ¿Tres? Hartborne no volvió. O... creí verlo, pero lo<br />

perdí.<br />

—Tranquilo. Estamos llegando. Dentro <strong>de</strong> unos minutos tendrás que<br />

mostrarnos dón<strong>de</strong> están tus amigos.<br />

—En la cueva <strong>de</strong> hielo, con el muerto.<br />

—¿Quién es el muerto? —Nate saltó al glaciar—. ¿Quién es el muerto?<br />

—No lo sé. —La voz sonaba distraída. En ese momento Steven resbaló y fue<br />

a parar en brazos <strong>de</strong> Nate—. Lo encontramos en la cueva. Un hombre <strong>de</strong> hielo, con<br />

la mirada fija. La mirada fija. Tenía un piolet en el pecho. Daba mucho miedo.<br />

—Lo imagino.<br />

Medió arrastró, medio llevó a cuestas a Steven hacia el avión, que iba<br />

pegando sacudidas.<br />

—Sabe dón<strong>de</strong> están los otros. —Empujó al chico, subió y se dispuso a<br />

instalarlo en la cabina—. Nos lo mostrará.<br />

—Ponlo <strong>de</strong>trás, bajo las mantas. Llevo el botiquín en la bolsa. Hay café<br />

caliente en el termo. Que no beba mucho.<br />

—¿Aún estoy vivo? —El muchacho se estremecía, todo su cuerpo temblaba<br />

<strong>de</strong> frío.<br />

- 106 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Sí, estás vivo.<br />

Nate lo colocó en el suelo, entre los asientos, y lo tapó con las mantas<br />

mientras la avioneta <strong>de</strong>spegaba.<br />

Oyó los chillidos <strong>de</strong>l viento y <strong>de</strong> los motores y se preguntó si no les haría<br />

pedazos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo.<br />

—Tienes que <strong>de</strong>cirnos dón<strong>de</strong> están tus amigos.<br />

—Se lo enseñaré.<br />

Con los dientes castañeteando intentó tomar el café que le había ofrecido<br />

Nate.<br />

—Deja que te ayu<strong>de</strong>. Limítate a sorber.<br />

Mientras tomaba el líquido las lágrimas empezaron a caer <strong>de</strong> sus ojos.<br />

—No creía que pudiera conseguirlo. Pensaba que morirían porque no<br />

llegaría hasta el avión.<br />

—Pero llegaste.<br />

—Y el avión no estaba. Él no había venido.<br />

—Estábamos nosotros. Vinimos nosotros.<br />

Haciendo todo lo posible para mantener el equilibrio entre las sacudidas que<br />

daba el aparato, Nate levantó otra vez con cuidado la taza.<br />

—Habíamos llegado casi a la cima, pero Scott no se encontraba bien y Brad se<br />

cayó. Le dolía la pierna. Entramos en la cueva, la encontramos y nos metimos allí<br />

antes <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nara la tormenta. Allí nos quedamos. Hay un hombre<br />

muerto.<br />

—Eso me has dicho.<br />

—No me lo invento.<br />

Nate movió la cabeza.<br />

—Nos lo enseñarás.<br />

- 107 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 9<br />

Nate no soportaba los hospitales. Era una <strong>de</strong> las cosas que lo catapultaban<br />

directamente a la oscuridad. Había pasado <strong>de</strong>masiado tiempo en uno cuando lo<br />

hirieron. El tiempo suficiente para que el dolor, la aflicción y el sentimiento <strong>de</strong><br />

culpabilidad se unieran para formar el enorme abismo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión.<br />

No se había visto capaz <strong>de</strong> huir <strong>de</strong> él. Ansiaba el vacío en el que entraba<br />

cuando dormía, pero entonces aparecían los sueños, algo peor que la oscuridad.<br />

Había esperado, pasivamente, la muerte. Simplemente <strong>de</strong>slizarse sin hacer<br />

ruido. No se había planteado el suicidio. Hubiera exigido <strong>de</strong>masiado esfuerzo,<br />

<strong>de</strong>masiada actividad.<br />

Nadie le había echado la culpa <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Jack. Es lo que hubiera<br />

<strong>de</strong>seado, pero no, todo el mundo aparecía con flores, con palabras <strong>de</strong><br />

comprensión, incluso <strong>de</strong> admiración. Y a él le pesaba como el plomo. Los<br />

comentarios sobre asesoramiento, terapia y anti<strong>de</strong>presivos apenas surtían efecto.<br />

Había escuchado las indicaciones para quitarse <strong>de</strong> encima a los médicos y a los<br />

amigos preocupados por él.<br />

Y ahora volvía a un hospital y notaba cómo los suaves y pegajosos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>sesperanza tiraban <strong>de</strong> él. Resultaba muchísimo más fácil ce<strong>de</strong>r, hundirse en la<br />

oscuridad.<br />

—¿Jefe Burke?<br />

Nate fijó la vista en el café que tenía en la mano. Café solo. No le apetecía. No<br />

recordaba cómo había llegado hasta allí. Estaba <strong>de</strong>masiado cansado para tomar<br />

café. Demasiado cansado para levantarse e ir a tirarlo.<br />

—¿Jefe Burke?<br />

Levantó la vista y vio un rostro. De mujer, unos cincuenta y cinco años, ojos<br />

castaños <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas gafas pequeñas <strong>de</strong> montura negra. No acertaba a recordar<br />

quién era.<br />

—Sí, disculpe...<br />

—Steven quisiera verle. Está <strong>de</strong>spierto y totalmente consciente.<br />

Empezó a volver lentamente, como si fueran pensamientos que rezumaran<br />

en el lodo. Los tres chicos, la montaña.<br />

—¿Cómo está?<br />

—Es un joven muy fuerte. Estaba <strong>de</strong>shidratado, pue<strong>de</strong> que pierda algún<br />

<strong>de</strong>do <strong>de</strong>l pie, pero no es seguro. Ha tenido suerte. Los otros dos están en camino.<br />

Espero que estén como él.<br />

—Los han rescatado. De la montaña.<br />

—Eso me han dicho. Pue<strong>de</strong> pasar unos minutos a ver a Steven.<br />

—Gracias.<br />

- 108 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Mientras la seguía, le llegaron el ruido y el olor <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> urgencias con<br />

toda su intensidad. Las voces, los timbres, el inquietante llanto <strong>de</strong> un bebé.<br />

Entró en un compartimiento y vio a un chico en la cama. Las manchas <strong>de</strong> las<br />

mejillas seguían <strong>de</strong>l mismo color. Tenía el pelo enmarañado y rubio, y los ojos<br />

nublados por la preocupación.<br />

—Usted me rescató.<br />

—Nate Burke. El nuevo jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy. —Steven le tendió la mano<br />

y Nate se la estrechó con cuidado <strong>de</strong> no apretar la cánula que llevaba en la<br />

muñeca—. Tus amigos están en camino.<br />

—Lo he oído. Pero nadie me ha dicho cómo están.<br />

—Ya lo veremos cuando lleguen. No habrían podido llegar si no nos<br />

hubieras mostrado dón<strong>de</strong> estaban, Steven. Quizá esto compense la estupi<strong>de</strong>z <strong>de</strong><br />

haber intentado esa escalada.<br />

—Nos pareció una buena i<strong>de</strong>a. —El muchacho intentó sonreír—. Pero todo<br />

salió mal. Y creo que a Hartborne le ocurrió algo. Solo le dimos la mitad <strong>de</strong>l dinero<br />

para asegurarnos <strong>de</strong> que volvería.<br />

—Lo estamos comprobando. Deberías darme su nombre completo y la<br />

información que tengas <strong>de</strong> él.<br />

—Quien lo conocía era Brad. Mejor dicho, Brad conocía a uno que lo conocía.<br />

—Muy bien. Hablaremos con Brad.<br />

—Mis padres me matarán.<br />

«¡Quién tuviera veinte años —pensaba Nate— y pudiera preocuparse más<br />

por el enfado <strong>de</strong> la familia que por haber tenido tan cercana la muerte!»<br />

—Supongo. Háblame <strong>de</strong>l muerto <strong>de</strong> la cueva, Steven.<br />

—No me lo inventé.<br />

—No digo que lo hicieras.<br />

—Todos lo vimos. Tal como tenía Brad la pierna, no podíamos salir <strong>de</strong> la<br />

cueva. Decidimos que yo bajaría a ver a Hartborne, a pedir ayuda. Tuvieron que<br />

quedarse con él. Con el hombre <strong>de</strong> hielo. Estaba allí sentado, mirando fijamente,<br />

con el piolet en el pecho. Le hice fotos.<br />

Abrió los ojos <strong>de</strong> par en par al esforzarse por incorporarse un poco.<br />

—Le hice fotos —repitió—. Con la cámara. Está... creo que está en el bolsillo<br />

<strong>de</strong> mi chaleco. Creo que sigue allí. Pue<strong>de</strong> comprobarlo.<br />

—Un momento.<br />

Nate vio el montón <strong>de</strong> ropa, buscó y sacó el chaleco. En el interior <strong>de</strong> un<br />

bolsillo cerrado con cremallera encontró una minúscula cámara digital; tenía<br />

aproximadamente el tamaño <strong>de</strong> una tarjeta <strong>de</strong> crédito.<br />

—No sé cómo funciona.<br />

—Yo se lo enseño. Tiene que ponerla en marcha y luego... ¿Ve el visualizador<br />

aquí? Pue<strong>de</strong>n recuperarse las imágenes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la memoria. Las últimas son las que<br />

le hice al muerto. Me parece que tres, porque quería... ¡Ahí está!<br />

Nate observó el primer plano <strong>de</strong> una cara en el pequeño visualizador. El pelo<br />

podía haber sido negro o castaño, pero la escarcha le daba un tono plateado. Era<br />

largo, hasta los hombros más o menos y lo tapaba parcialmente un gorro negro. El<br />

- 109 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

rostro alargado, blanco, cortado por unas cejas también cubiertas <strong>de</strong> escarcha.<br />

Había visto tantos muertos que no le costaba reconocer su estado por los ojos.<br />

Gran<strong>de</strong>s y azules.<br />

Recuperó la imagen anterior. El cuerpo <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> entre<br />

aproximadamente veinte y cuarenta años. Estaba sentado con las piernas<br />

separadas; al fondo se veía la pared <strong>de</strong> hielo. Llevaba una parka negra y amarilla,<br />

pantalón para la nieve, botas <strong>de</strong> escalada, guantes gruesos.<br />

Y lo que parecía un piolet hundido en el pecho.<br />

—¿Tocaste el cadáver?<br />

—No. Bueno, lo empujé un poco. Era un témpano.<br />

—Bien, Steven, tendré que llevarme tu cámara. Ya te la <strong>de</strong>volveré.<br />

—Vale, tranquilo. Quizá lleve años allí, ¿verdad? Décadas o no sé... La<br />

verdad es que nos dio un susto <strong>de</strong> muerte, pero también nos ayudó a olvidar el<br />

berenjenal don<strong>de</strong> nos habíamos metido. ¿Cree que ya sabrán algo <strong>de</strong> Brad y Scott?<br />

—Voy a comprobarlo. Buscaré al médico. Luego volveré a hablar contigo.<br />

—Cuando quiera. Y <strong>de</strong> verdad, muchas gracias por haberme salvado la vida.<br />

—Procura conservarla.<br />

Se metió la cámara en el bolsillo y salió <strong>de</strong>l compartimiento. Pensó que tenía<br />

que ponerse en contacto con la policía estatal. Un homicidio en la montaña<br />

quedaba fuera <strong>de</strong> su jurisdicción. Aunque eso no significaba que no pudiera hacer<br />

unas copias <strong>de</strong> las fotos para sus archivos.<br />

¿Quién era aquel hombre? ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Cuánto tiempo<br />

llevaba muerto? ¿Por qué había muerto? Eran preguntas que se formulaba<br />

mientras cruzaba urgencias y el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> enfermería. Justo en aquel<br />

momento el equipo <strong>de</strong> rescate llegó con los otros dos muchachos.<br />

Pensó que lo mejor sería quitarse <strong>de</strong> en medio, pero vio a Meg <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l<br />

equipo y se dirigió hacia ella.<br />

—Es su día <strong>de</strong> suerte —le dijo Meg.<br />

Nate vio fugazmente la cara <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los rescatados y movió la cabeza.<br />

—Creo que eso es discutible.<br />

—Cada día que pasas sin que la montaña acabe contigo pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse<br />

un día <strong>de</strong> suerte. —Po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>volverlos vivos cuando estaba casi segura <strong>de</strong> que los<br />

encontraría muertos la animaba—. Probablemente per<strong>de</strong>rán algún <strong>de</strong>do, y el que<br />

tiene la pierna rota sufrirá bastante y necesitará terapia, pero al menos no están<br />

muertos. Ya se ha hecho <strong>de</strong> noche y no hay razón para volver tan tar<strong>de</strong> a Lunacy.<br />

No regresaremos esta noche. Reservaré habitación en el Wayfarer. Los precios son<br />

razonables y la comida está bien. ¿Qué te parece?<br />

—Tengo un par <strong>de</strong> gestiones que hacer. Nos vemos allí.<br />

—Si tardas más <strong>de</strong> veinte minutos, me encontrarás en el bar. Necesito<br />

alcohol, comida y sexo. —Le dirigió una provocativa sonrisa—. Más o menos por<br />

este or<strong>de</strong>n.<br />

—Me parece bien. Ahí estaré.<br />

Meg se abrochó el abrigo y dijo:<br />

—Probablemente el tipo que llevó a los muchachos arriba tuvo un acci<strong>de</strong>nte.<br />

- 110 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Al final la montaña se cobró una vida.<br />

Habían pasado casi noventa minutos pero encontró a Meg en el bar.<br />

Era un local con recubrimiento <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, lleno <strong>de</strong> humo y <strong>de</strong>corado con<br />

cabezas <strong>de</strong> animales disecadas. Meg estaba sentada a una mesa con una cerveza,<br />

una copa <strong>de</strong> whisky y un plato <strong>de</strong> algo que parecían nachos. Tenía los pies<br />

apoyados en la otra silla pero los apartó cuando se acercó Nate.<br />

—Por fin. ¡Eh, Stu! Lo mismo para mi amigo.<br />

—Solo la cerveza —rectificó Nate—. ¿Están buenos? —preguntó cogiendo un<br />

nacho.<br />

—Se <strong>de</strong>jan comer. Cuando nos hayamos puesto un poco a tono, pediremos<br />

un filete. ¿Te has quedado para echar una ojeada a los muchachos?<br />

—Eso y un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles más. —Se quitó el gorro y se pasó la mano por el<br />

pelo—. ¿El equipo <strong>de</strong> rescate no entró en la cueva?<br />

—Los chicos salieron arrastrándose cuando oyeron el avión que iba a<br />

auxiliarlos. —Cogió queso, carne y salsa con un nacho—. Primero era la asistencia<br />

médica. Ya irá alguien a por el equipaje que <strong>de</strong>jaron.<br />

—Y a por el muerto.<br />

Meg levantó las cejas.<br />

—¿Te lo has tragado?<br />

—Pues sí. Porque a<strong>de</strong>más el muchacho hizo fotos.<br />

Meg frunció los labios y cogió otro nacho con todo el a<strong>de</strong>rezo.<br />

—¡No fastidies!<br />

—¡La cerveza! —Se oyó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la barra.<br />

—Un momento —dijo ella—. Voy a buscarla.<br />

—¿Otra, Meg? —le preguntó Stu.<br />

—Esperaré a que me alcance.<br />

Cogió la botella marrón y la llevó a la mesa.<br />

—¿Tomó fotos?<br />

Nate asintió antes <strong>de</strong> echar un trago.<br />

—Con una cámara digital que llevaba en el bolsillo. He pedido a un tipo <strong>de</strong>l<br />

hospital que me las imprimiera —dijo señalando un sobre que había <strong>de</strong>jado sobre<br />

la mesa—. He tenido que entregar la cámara a la policía estatal. Tal vez me<br />

mantengan al corriente, no sé. —Se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—¿Tú querrías estar al corriente?<br />

—No sé. —Hizo otro gesto <strong>de</strong> indiferencia, golpeando <strong>de</strong> nuevo el sobre con<br />

el <strong>de</strong>do—. No sé.<br />

«Sí lo quiere», pensó ella. Lo imaginaba haciendo una especie <strong>de</strong> lista mental.<br />

Alguna lista <strong>de</strong> poli. Si aquello era lo que podía inyectar vida a sus tristes ojos<br />

grises, ojalá los estatales le <strong>de</strong>jaran meter baza.<br />

—Es probable que no llevara mucho tiempo allí.<br />

Meg levantó el vaso.<br />

—¿Por qué lo dices?<br />

- 111 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Alguien lo habría encontrado.<br />

Ella negó con la cabeza mientras tomaba un sorbo <strong>de</strong> whisky.<br />

—No necesariamente. Una cueva como esta pue<strong>de</strong> quedar sepultada en una<br />

tormenta, cubierta por un alud o fuera <strong>de</strong>l campo visual <strong>de</strong> los escaladores. Y en el<br />

siguiente alud pue<strong>de</strong> volver a aparecer. También <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontrara<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cueva. A qué profundidad. Podía llevar allí un tiempo o incluso<br />

cincuenta años.<br />

—Para eso están los forenses. Ellos establecerán las fechas, y espero que lo<br />

i<strong>de</strong>ntifiquen.<br />

—Ya estás trabajando en el caso. —Divertida, Meg señaló el sobre—.<br />

Déjamelas ver. A ver si nos convertimos en Nick y Nora Charles.<br />

—No estamos en una película, ni es algo agradable, Meg.<br />

—Tampoco lo es <strong>de</strong>stripar un alce. —Se comió otro nacho y cogió el sobre<br />

para abrirlo—. Si es <strong>de</strong> por aquí, a lo mejor lo reconozco. Aunque todos los años<br />

circulan un montón <strong>de</strong> forasteros por el Sin Nombre. La ropa que lleva podría...<br />

Nate vio cómo Meg empali<strong>de</strong>cía, cómo se vidriaban sus ojos y se arrepintió<br />

<strong>de</strong> haberle <strong>de</strong>jado el sobre. Pero cuando iba a quitarle la foto <strong>de</strong> la mano, ella la<br />

agarró con fuerza y le empujó el brazo con la otra.<br />

—No hace falta que lo veas. Vamos a guardarlo —dijo Nate.<br />

Pero ella necesitaba verlo. Tal vez el aire se había quedado bloqueado en sus<br />

pulmones o el estómago le había bajado hasta los pies, pero necesitaba verlo. Con<br />

gesto <strong>de</strong>cidido, sacó el resto <strong>de</strong> las fotos y las alineó en la mesa. Luego se acabó el<br />

whisky <strong>de</strong> un trago.<br />

—Sé quién es.<br />

—¿Lo has reconocido? —Sin pensárselo, Nate acercó su silla a la <strong>de</strong> ella para<br />

po<strong>de</strong>r ver juntos las fotos—. ¿Seguro?<br />

—Claro que estoy segura. Es mi padre.<br />

Meg se apartó un poco <strong>de</strong> la mesa. Estaba muy pálida, pero no temblaba.<br />

—¿Te ocupas <strong>de</strong> la cuenta, jefe? El filete tendrá que esperar.<br />

Nate recogió rápidamente las fotos y <strong>de</strong>jó unos billetes en la mesa; ella ya<br />

había cruzado el vestíbulo y subía la escalera cuando la alcanzó.<br />

—Meg.<br />

—Déjame sola un rato.<br />

—Tenemos que hablar.<br />

—Sube <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora. Habitación 232. Ahora vete, Ignatious.<br />

Meg siguió subiendo, esforzándose por no pensar, por no sentir, hasta que<br />

no hubiera entrado en la habitación y cerrado la puerta. Había cosas que no quería<br />

compartir.<br />

Nate no la siguió. Una parte <strong>de</strong>l cerebro <strong>de</strong> Meg tomó nota <strong>de</strong> ello y le<br />

concedió algunos puntos por su contención y tal vez también por su sensibilidad.<br />

Entró en la habitación en la que ya había <strong>de</strong>jado el equipaje, cerró la puerta y puso<br />

la ca<strong>de</strong>na.<br />

Se fue directamente al baño y <strong>de</strong>volvió como no había hecho en su vida.<br />

Cuando terminó, se sentó en el helado suelo con la frente entre las rodillas.<br />

- 112 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

No lloró. Esperaba po<strong>de</strong>r hacerlo, que en un momento u otro salieran las lágrimas.<br />

Pero no fue así. Se sentía herida, agitada y, menos mal, también irritada.<br />

Alguien había matado a su padre y lo había abandonado. Durante años.<br />

Unos años en los que había vivido sin él. En los que había creído que la había<br />

<strong>de</strong>jado, que no contaba, que no era importante para él. Que no era suficientemente<br />

lista o guapa. Había recurrido a cualquiera <strong>de</strong> estos motivos cuando la añoranza le<br />

creaba un agujero en las entrañas.<br />

Y sin embargo, no la había abandonado. Se había ido al monte, algo tan<br />

natural para él como respirar. Y allí había encontrado la muerte. No le había<br />

matado la montaña. Meg habría sido capaz <strong>de</strong> aceptarlo como la suerte, como el<br />

<strong>de</strong>stino. Le había matado un hombre y eso no podía aceptarlo. Ni perdonarlo. Ni<br />

tolerar que quedara sin castigo.<br />

Se levantó, se <strong>de</strong>snudó y, tras abrir el grifo <strong>de</strong>l agua caliente, se metió en la<br />

ducha. Dejó que el chorro cayera sobre ella hasta que su cabeza se <strong>de</strong>spejó. Luego<br />

se vistió, se tumbó en la cama, a oscuras, y pensó en la última vez que había visto<br />

a su padre.<br />

Entró en su habitación cuando ella hacía ver que estudiaba para un examen<br />

<strong>de</strong> historia. Mientras estudiaba no tenía que ocuparse <strong>de</strong> las tareas <strong>de</strong> la casa.<br />

Estaba hasta el gorro <strong>de</strong> aquello.<br />

Incluso en estos momentos recordaba la emoción que sintió al ver que no era<br />

su madre sino su padre quien entraba. Él nunca le daba la lata con las tareas<br />

domésticas o el estudio.<br />

Pensaba que era el hombre más guapo <strong>de</strong>l mundo, con su largo pelo negro y<br />

su amplia sonrisa. Él le había enseñado todo lo que consi<strong>de</strong>raba realmente<br />

importante. Sobre las estrellas, la escalada y sobre cómo sobrevivir en la<br />

naturaleza. Cómo hacer una hoguera, cómo pescar... y limpiar y asar el pescado.<br />

La había llevado en avioneta con Jacob, y los dos guardaban el secreto <strong>de</strong> que le<br />

estaba enseñando a pilotar.<br />

Él miró el libro que tenía abierto en la cama, don<strong>de</strong> estaba tumbada boca<br />

abajo, y puso los ojos en blanco.<br />

—¡Menudo rollo!<br />

—No soporto la historia. Mañana tengo un examen.<br />

—¡Qué coñazo! Pero aprobarás. Siempre apruebas. —Se sentó en la cama y le<br />

hizo cosquillas en la cintura—. Estaré fuera unos días, bonita.<br />

—¿Qué pasa?<br />

Él levantó la mano y frotó el pulgar con el índice.<br />

—¿Qué? ¿Necesitamos dinero?<br />

—Eso dice tu madre. Es la que entien<strong>de</strong>.<br />

—Esta mañana he oído que os peleabais.<br />

—Nada serio. Nos gusta pelearnos. Haré un par <strong>de</strong> trabajitos, reuniré un<br />

poco <strong>de</strong> pasta, y todo el mundo contento. Un par <strong>de</strong> semanas, Meg. Pue<strong>de</strong> que<br />

tres.<br />

—No sé qué hacer cuando no estás.<br />

—Ya encontrarás algo.<br />

- 113 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Meg habría jurado, a sus trece años habría jurado, que en realidad su padre<br />

ya no tenía la cabeza allí. La palmadita en el pelo fue maquinal, como la <strong>de</strong> un<br />

pariente lejano.<br />

—Iremos a pescar cuando vuelva.<br />

—Sí.<br />

Estaba enfurruñada; quería quitárselo <strong>de</strong> encima antes <strong>de</strong> que fuera él quien<br />

la abandonara.<br />

—Hasta pronto, preciosidad.<br />

Tuvo que hacer un esfuerzo para no pegar un salto, correr hacia él y<br />

abrazarle con toda su fuerza antes <strong>de</strong> que saliera.<br />

Des<strong>de</strong> aquella tar<strong>de</strong>, se había arrepentido mil veces <strong>de</strong> no haber cedido a<br />

aquel impulso, <strong>de</strong> haber reprimido aquel último contacto. Y se arrepentía ahora,<br />

mientras rememoraba en la oscuridad aquel último encuentro.<br />

Permaneció así, inmóvil, hasta que oyó el golpe en la puerta. Resignada, se<br />

levantó, encendió la luz y se pasó la mano por el pelo, aún húmedo por la ducha.<br />

Abrió la puerta a Nate; llevaba una ban<strong>de</strong>ja y había <strong>de</strong>jado otra en el suelo,<br />

junto a la puerta.<br />

—Tenemos que comer.<br />

En realidad, Nate nunca había soportado que la gente le obligara a comer<br />

para reconfortarle en sus peores momentos, pero sabía que funcionaba y aquello<br />

era lo principal.<br />

—De acuerdo.<br />

Meg le señaló la cama, la única superficie con espacio suficiente en la<br />

habitación para usar como mesa. Luego se agachó para recoger la otra ban<strong>de</strong>ja.<br />

—Si luego prefieres quedarte sola, pediré otra habitación.<br />

—No hace falta.<br />

Se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama y, <strong>de</strong>jando a un lado la<br />

ensalada que había en su ban<strong>de</strong>ja, empezó a cortar el filete.<br />

—Este es mío. —Nate cambió las ban<strong>de</strong>jas—. Me han dicho que a ti te<br />

gustaba poco hecho. A mí, no.<br />

—No se te escapa ni una, ¿verdad? Aunque has subido café en lugar <strong>de</strong><br />

whisky...<br />

—Si necesitas una botella, voy a buscarla.<br />

Meg soltó un suspiro y siguió cortando la carne.<br />

—¿Cómo he acabado compartiendo la cena en Anchorage con un chico tan<br />

amable?<br />

—No lo soy, en realidad. Te he <strong>de</strong>jado una hora para que pudieras<br />

tranquilizarte. Y te he traído comida para que cogieras fuerzas y me hablaras <strong>de</strong> tu<br />

padre. Lo siento, Meg, es muy duro, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que hablemos tendremos<br />

que <strong>de</strong>jarlo en manos <strong>de</strong>l inspector que se encarga <strong>de</strong>l caso.<br />

Meg cortó otro trozo <strong>de</strong> carne y lo mezcló con una <strong>de</strong> las patatas fritas ya<br />

frías.<br />

—Una cosa: allí, en tu tierra, ¿eras un buen policía?<br />

—Creo que es lo único que he sabido hacer bien en mi vida.<br />

- 114 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Has llevado casos <strong>de</strong> asesinato?<br />

—Sí.<br />

—Hablaré con quien se ocupe <strong>de</strong> este, pero quiero que tú lo investigues por<br />

mí.<br />

—No podré hacer mucho.<br />

—Siempre habrá algo que hacer. Te pagaré.<br />

Nate siguió comiendo con expresión pensativa.<br />

—Sé que para ti es muy duro —repitió—. Por eso no te pego un bofetón por<br />

haberme ofendido.<br />

—Conozco a muy pocos que se ofen<strong>de</strong>rían porque les ofrecieran dinero. Pero<br />

vale. Quiero que alguien conocido busque al hijo <strong>de</strong> puta que mató a mi padre.<br />

—Me conoces muy poco.<br />

—Sé que eres bueno en la cama. —Sonrió un poco—. De acuerdo, tienes<br />

razón, un gilipollas pue<strong>de</strong> ser un semental. Pero también sé que estás agobiado y<br />

que has mostrado la suficiente <strong>de</strong>dicación o estupi<strong>de</strong>z para lanzarte a un glaciar a<br />

rescatar a un chico que no conocías. A<strong>de</strong>más, eres tan previsor como para<br />

acordarte <strong>de</strong> preguntar en el restaurante cómo le gusta el filete a Meg. Y a mis<br />

perros les caes bien. Ayúdame, jefe.<br />

Nate le tocó el pelo; una leve caricia en la cabellera aún húmeda.<br />

—¿Cuándo lo viste por última vez?<br />

—En febrero <strong>de</strong> 1988. El seis <strong>de</strong> febrero.<br />

—¿Sabes hacia dón<strong>de</strong> iba?<br />

—Dijo que haría unos trabajos. Supuse que aquí, en Anchorage, o más arriba,<br />

en Fairbanks. Él y mi madre se habían peleado por cuestiones <strong>de</strong> dinero y otras<br />

cosas. Era lo <strong>de</strong> siempre. Dijo que estaría fuera aproximadamente quince días. No<br />

volvió.<br />

—¿Tu madre <strong>de</strong>nunció la <strong>de</strong>saparición?<br />

—No. —Luego arrugó la frente—. Al menos que yo sepa. Supusimos, todo el<br />

mundo supuso, que se había ido por ahí. Se habían peleado —siguió Meg—, tal<br />

vez más <strong>de</strong> la cuenta. Estaba inquieto. Incluso yo me di cuenta. No era un ángel; la<br />

verdad es que no era una persona muy responsable, aunque conmigo siempre se<br />

portó muy bien, y no nos faltó nunca lo básico. Pero a Charlene no le bastaba y por<br />

eso discutían.<br />

Se calmó y siguió comiendo lo que tenía en el plato.<br />

—Bebía, fumaba porros, jugaba cuando le apetecía, trabajaba cuando le salía<br />

<strong>de</strong> ahí y se iba <strong>de</strong> juerga si se terciaba. Yo le quería, tal vez por todo ello. Tenía<br />

treinta y tres años cuando se fue, y ahora que tengo más experiencia y madurez<br />

me doy cuenta <strong>de</strong> que cumplir treinta y tres le ponía <strong>de</strong> los nervios. Ser padre <strong>de</strong><br />

una chica ya mayor y estar atado a la misma mujer año tras año. Pue<strong>de</strong> que se<br />

encontrara en una encrucijada, no sé. Que <strong>de</strong>cidiera empren<strong>de</strong>r esa escalada en<br />

invierno como la última locura <strong>de</strong> la juventud, o tal vez no tenía intención <strong>de</strong><br />

volver. De todas formas, alguien tomó la <strong>de</strong>cisión por él.<br />

—¿Tenía enemigos?<br />

—Probablemente, pero no sé <strong>de</strong> nadie que pudiera haberle hecho daño.<br />

- 115 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Cabreaba a la gente, pero no pasaba <strong>de</strong> ahí.<br />

—¿Y tu padrastro?<br />

Meg pinchó un par <strong>de</strong> trozos <strong>de</strong> lechuga con el tenedor.<br />

—¿A qué te refieres?<br />

—Después <strong>de</strong> que tu padre <strong>de</strong>sapareciera, ¿tardó mucho Charlene en<br />

casarse? ¿Cómo llevó lo <strong>de</strong>l divorcio?<br />

—No tuvo que divorciarse. Ella y mi padre no se habían casado. Él no creía<br />

en el matrimonio. Se casó con el viejo Hi<strong>de</strong>l más o menos un año <strong>de</strong>spués, quizá<br />

un poco menos. Si estás pensando que Karl Hi<strong>de</strong>l subió al Sin Nombre y clavó un<br />

piolet en el pecho <strong>de</strong> mi padre, ya pue<strong>de</strong>s quitártelo <strong>de</strong> la cabeza. Cuando<br />

Charlene le echó el anzuelo tenía sesenta y ocho años, y veinticinco kilos <strong>de</strong> más.<br />

Como si se le acabara <strong>de</strong> ocurrir la i<strong>de</strong>a, se acercó el cuenco <strong>de</strong> la ensalada y<br />

empezó a comerla.<br />

—Fumaba como una chimenea. Apenas podía subir la escalera, así que<br />

imagínate una montaña.<br />

—¿Quién podría haber escalado con tu padre?<br />

—Jo<strong>de</strong>r, Nate, cualquiera. Cualquiera que quisiera emociones fuertes. Como<br />

estos chicos <strong>de</strong> hoy. Dales un poco <strong>de</strong> tiempo y hablarán <strong>de</strong> lo ocurrido allá arriba<br />

como <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las cosas más emocionantes <strong>de</strong> su vida. Los escaladores están más<br />

pirados que los pilotos.<br />

Él no respondió; Meg soltó un suspiro y comió un poco más <strong>de</strong> ensalada.<br />

—Era un buen escalador. Todo el mundo se lo reconocía. Pue<strong>de</strong> que aceptara<br />

un trabajo <strong>de</strong> guía en una excursión en invierno. O que se reuniera con unos<br />

colegas, unos pirados como él y quisieran mofarse <strong>de</strong> la muerte.<br />

—¿Alguna vez tomó algo más que hierba?<br />

—Tal vez. Probablemente. Charlene lo sabrá. —Se frotó los ojos—. ¡Mierda,<br />

tendré que <strong>de</strong>círselo!<br />

—¿Alguno <strong>de</strong> ellos estaba liado con otra persona mientras vivían juntos,<br />

Meg?<br />

—Si esta es una forma <strong>de</strong>licada <strong>de</strong> preguntarme si follaban por ahí, no lo sé.<br />

Pregúntaselo a ella.<br />

Nate vio que la estaba perdiendo. En unos minutos, su enojo e impaciencia<br />

harían imposible la conversación.<br />

—Has dicho que jugaba. ¿Mucho?<br />

—No. No lo sé. Que yo sepa, no. Cuando pillaba una paga se la fundía. A<br />

veces acumulaba algún pagaré, porque no solía ganar. Pero nada gordo. Al menos<br />

cerca <strong>de</strong> casa. Nunca oí que estuviera metido en algo ilegal, aparte <strong>de</strong> las drogas<br />

para su consumo. Y piensa que <strong>de</strong> ser así a muchos les hubiera encantado<br />

contármelo. No porque les cayera mal, porque les caía bien, pero a la gente le<br />

gusta hablarte <strong>de</strong> esas cosas.<br />

—Muy bien. —Nate se pasó una mano por el muslo—. Haré algunas<br />

preguntas por ahí y seré amable con quien lleve el caso, así me mantendrán al<br />

corriente.<br />

—Vale. Ahora vamos a la calle. —Saltó <strong>de</strong> la cama, <strong>de</strong>jando la cena a medias.<br />

- 116 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Se pegó con los nudillos en la pierna—. Conozco un sitio. Buena música. Nos<br />

tomamos un par <strong>de</strong> copas, volvemos y echamos un polvo que pondrá esta araña<br />

en movimiento.<br />

En lugar <strong>de</strong> hacer un comentario sobre su cambio <strong>de</strong> estado <strong>de</strong> ánimo, Nate<br />

levantó la vista hacia la vieja lámpara <strong>de</strong>l techo.<br />

—No se ve muy sólida.<br />

Meg se echó a reír.<br />

—¡Vivamos peligrosamente!<br />

- 117 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 10<br />

Cuando <strong>de</strong>spertó, el sueño empezó a <strong>de</strong>svanecerse, <strong>de</strong>jando tan solo un<br />

sabor amargo, salado, en su garganta. Como si hubiera sorbido las lágrimas. Oía la<br />

respiración <strong>de</strong> Meg a su lado, suave y regular. Algo que en su interior luchaba bajo<br />

el peso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación le empujaba a volverse hacia ella. A buscar el consuelo<br />

y el olvido <strong>de</strong>l sexo.<br />

Ella era cálida, le <strong>de</strong>volvería a la vida.<br />

Pero se giró hacia el otro lado. Sabía, estaba convencido <strong>de</strong> que era<br />

contraproducente optar por el sufrimiento, pero salió <strong>de</strong> la cama solo, a oscuras.<br />

Encontró su ropa, se vistió y la <strong>de</strong>jó durmiendo.<br />

En el sueño, escalaba la montaña. Ascendía a duras penas por el hielo y las<br />

rocas a centenares <strong>de</strong> metros por encima <strong>de</strong>l mundo. Estaba en el cielo, sin<br />

oxígeno; cada inspiración era una agonía. Tenía que subir, estaba obligado a<br />

arañar un centímetro <strong>de</strong> terreno tras otro mientras abajo no veía más que un mar<br />

blanco arremolinado. Si caía, se ahogaría en él silenciosamente.<br />

Así, ascendió hasta que sus <strong>de</strong>dos empezaron a sangrar y a <strong>de</strong>jar manchas<br />

rojas en la roca cubierta <strong>de</strong> hielo.<br />

Exhausto pero eufórico, se arrastró hasta un saliente. Allí vio la entrada <strong>de</strong> la<br />

cueva. De ella salía una luz que iluminaba su esperanza mientras avanzaba hacia<br />

el interior.<br />

La cueva se abría; parecía un mítico palacio <strong>de</strong> hielo. Unas enormes<br />

estructuras bajaban <strong>de</strong>l techo, subían <strong>de</strong>l suelo, formando columnas y arcos<br />

blancos <strong>de</strong> un azul fantasmagórico en los que el hielo brillaba como mil diamantes.<br />

Las pare<strong>de</strong>s, lisas y pulidas, relucían como espejos y le <strong>de</strong>volvían su imagen<br />

multiplicada por cien.<br />

Se incorporó y dio la vuelta a aquel esplendor, <strong>de</strong>slumbrado por el brillo, la<br />

amplitud y los <strong>de</strong>stellos.<br />

Podía vivir allí, solo. Su fortaleza <strong>de</strong> soledad. Allí encontraría la paz, en el<br />

silencio, en la belleza, solo.<br />

Luego vio que no estaba solo.<br />

El cuerpo se <strong>de</strong>splomó contra la reluciente pared, pegado a ella tras años <strong>de</strong><br />

frío implacable. El mango <strong>de</strong>l piolet sobresalía en su pecho y la sangre congelada<br />

brillaba, roja sobre la parka negra.<br />

El corazón le dio un vuelco cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que en <strong>de</strong>finitiva no<br />

había ido allí a buscar la paz sino a cumplir con su <strong>de</strong>ber.<br />

¿Cómo llevaría el cadáver hasta abajo? ¿Cómo soportaría aquel peso en el<br />

largo y duro viaje <strong>de</strong> vuelta al mundo? No conocía el camino. No poseía la<br />

<strong>de</strong>streza, el equipo, la fuerza.<br />

- 118 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Al acercarse al cadáver, las pare<strong>de</strong>s y las columnas <strong>de</strong> la cueva le lanzaron<br />

sus reflejos. Él multiplicado por cien, el muerto multiplicado por cien. Mirara<br />

don<strong>de</strong> mirase, la muerte se unía a él.<br />

El hielo empezó a crujir. Las pare<strong>de</strong>s empezaron a temblar. Oyó un<br />

atronador sonido mientras caía <strong>de</strong> rodillas a los pies <strong>de</strong>l cadáver. La cara sin vida<br />

<strong>de</strong> Galloway se volvió hacia la suya, con los dientes al <strong>de</strong>scubierto en una<br />

espantosa mueca.<br />

Era el rostro <strong>de</strong> Jack, era la voz <strong>de</strong> Jack la que hablaba mientras caían las<br />

columnas <strong>de</strong> hielo y temblaba el suelo <strong>de</strong> la cueva. «No hay salida para ninguno<br />

<strong>de</strong> los dos. Estamos todos muertos.»<br />

Se <strong>de</strong>spertó cuando la cueva se lo tragaba.<br />

A Meg no le sorprendió que Nate se hubiera ido. Eran más <strong>de</strong> las ocho<br />

cuando abrió los ojos, por tanto supuso que le había entrado hambre o que se<br />

había cansado <strong>de</strong> esperarla.<br />

Le estaba agra<strong>de</strong>cida por la compañía y la franqueza con que había vestido la<br />

compasión. Había <strong>de</strong>jado que se enfrentara a la conmoción y a la tristeza, así como<br />

a todos los <strong>de</strong>más sentimientos, a su manera. Meg valoraba mucho aquello en un<br />

amigo o en un amante.<br />

Estaba casi segura <strong>de</strong> que Nate era ambas cosas.<br />

Ahora tendría que seguir enfrentándose a ello consigo misma, con su madre,<br />

con el resto <strong>de</strong>l pueblo. Y con la policía.<br />

No le parecía lógico darle muchas vueltas en aquellos momentos. Ya lo haría<br />

cuando llegara a Lunacy.<br />

Pensó que encontraría a Nate o él a ella antes <strong>de</strong> que fuera la hora <strong>de</strong><br />

regresar. Mientras tanto, le apetecía un café.<br />

El comedor estaba dispuesto para el <strong>de</strong>sayuno y lleno <strong>de</strong> clientes. Los<br />

establecimientos económicos que servían buena comida atraían a muchos pilotos y<br />

guías que utilizaban Anchorage como punto <strong>de</strong> partida. Vio algunas caras<br />

conocidas.<br />

Luego localizó a Nate.<br />

Estaba sentado solo a una mesa <strong>de</strong>l rincón. Era una <strong>de</strong> las más solicitadas, lo<br />

que indicaba que llevaba tiempo allí. Tenía <strong>de</strong>lante una taza <strong>de</strong> café y un<br />

periódico. Pero no bebía; no leía. Estaba en otra parte, hundido en sus<br />

pensamientos. Pensamientos sombríos y <strong>de</strong>solados.<br />

Des<strong>de</strong> el otro extremo <strong>de</strong>l ajetreado local pensó que nunca había visto a<br />

alguien tan solo.<br />

Fuera cual fuese su triste historia <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser abrumadora.<br />

Mientras se dirigía hacia él alguien la llamó. Respondió saludando con la<br />

mano y vio que Nate se replegaba. Poco <strong>de</strong>spués observó que se reponía, cogía la<br />

taza con parsimonia y se preparaba antes <strong>de</strong> mirarla. Le sonrió.<br />

Una sonrisa dulce, unos ojos misteriosos.<br />

—¿Has dormido bien?<br />

- 119 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Bastante bien. —Se sentó frente a él—. ¿Has comido algo?<br />

—Todavía no. ¿Sabías que antes venía gente <strong>de</strong> Montana a trabajar en las<br />

fábricas <strong>de</strong> conservas <strong>de</strong> por aquí?<br />

Meg se fijó en el periódico y en el artículo que leía.<br />

—Sí. Y pagaban bien.<br />

—Pero no creía que aquí hubiera horas punta. Siempre pensé que la gente<br />

vivía en Montana porque quería criar caballos u otros animales. O tal vez montar<br />

un campamento paramilitar. Ya sé que es una generalización, pero aun así...<br />

—No pue<strong>de</strong>s negar que vienes <strong>de</strong> la costa Este... ¡Eh, Wanda!<br />

—¡Meg! —La camarera, que aparentaba unos veinte años y estaba llena <strong>de</strong><br />

vitalidad, <strong>de</strong>jó otra taza <strong>de</strong> café en la mesa y sacó el bloc—. ¿Qué te sirvo?<br />

—Un par <strong>de</strong> huevos, vuelta y vuelta, lomo, patatas con cebolla y una tostada.<br />

¿Y Jocko?<br />

—Lo mandé a freír espárragos.<br />

—Ya te dije que era un per<strong>de</strong>dor. ¿Qué tomas, Burke?<br />

—Ah... —Intentó buscar su apetito, pero luego pensó que tal vez lo<br />

encontraría si veía y olía comida—. Tortilla <strong>de</strong> jamón y queso y tostadas.<br />

—Ya me di cuenta. Ahora salgo con un tipo que se llama Byron —siguió la<br />

camarera—. Escribe poemas.<br />

—A peor no pue<strong>de</strong>s haber ido. —Cuando Wanda se fue, Meg se volvió hacia<br />

Nate—. De pequeña, sus padres trabajaban aquí <strong>de</strong> temporeros. Pasaba los<br />

veranos en Anchorage cuando sus padres estaban empleados en las conserveras.<br />

Le gustó el lugar y el año pasado se instaló <strong>de</strong>finitivamente. Suele ligar con<br />

idiotas, pero por lo <strong>de</strong>más es muy maja. ¿En qué estabas pensando cuando he<br />

llegado?<br />

—En nada. Pasaba el rato con el periódico.<br />

—No es verdad. Pero como me hiciste un favor anoche no insistiré.<br />

Él no lo negó; ella no presionó. Lo que tampoco hizo Meg, a pesar <strong>de</strong> que<br />

sentía unos <strong>de</strong>seos enormes, fue estirar el brazo y acariciarle la mejilla. Cuando<br />

ella le daba vueltas a un asunto, no le gustaba que nadie la consolara. De modo<br />

que lo trató tal como habría <strong>de</strong>seado que la trataran a ella.<br />

—¿Tenemos que hacer algo más aquí antes <strong>de</strong> marcharnos? Si hay que<br />

esperar tendré que pedirle a alguien que vaya a dar un vistazo a los perros.<br />

—He llamado a la policía estatal. Se encarga <strong>de</strong>l caso, al menos <strong>de</strong> momento,<br />

un tal sargento Coben. Probablemente querrá hablar contigo... y también con tu<br />

madre. No creo que haya muchos cambios hasta que man<strong>de</strong>n un equipo aquí y<br />

bajen el cadáver. He llamado al hospital. Los tres chicos evolucionan<br />

satisfactoriamente.<br />

—Has estado muy atareado. ¿Qué pasa, jefe, te ocupas <strong>de</strong> todo el mundo?<br />

—No, solo <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong>talles.<br />

Meg había oído estupi<strong>de</strong>ces mayores en su vida, pero claro, vivía en Lunacy.<br />

—¿Te la jugó tu ex mujer?<br />

Él se movió, incómodo.<br />

—Es posible.<br />

- 120 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Quieres vomitarlo? ¿Dejarla <strong>de</strong> vuelta y media mientras <strong>de</strong>sayunamos?<br />

—Creo que no.<br />

Meg esperó que Wanda sirviera el <strong>de</strong>sayuno y el café, partió los huevos y<br />

<strong>de</strong>jó que la yema saliera.<br />

—Cuando iba a la universidad, me acosté con un tipo guapísimo —empezó a<br />

contar Megan—. Bastante gilipollas, pero con un aguante extraordinario. Empezó<br />

a marearme diciéndome que tenía que maquillarme un poco más, vestirme mejor,<br />

no discutir tanto con la gente... —dijo meneando el tenedor—. No es que no fuera<br />

mona, atractiva y lista, <strong>de</strong>cía él, pero si me arreglaba un poco más, salía un poco<br />

más...<br />

—Tú no eres mona.<br />

Meg se echó a reír, haciendo bailar los ojos mientras mordía la tostada.<br />

—A callar. La historia es mía.<br />

—Eres mucho mejor que una chica mona. Eso viene con el ADN. Tú eres...<br />

una persona llena <strong>de</strong> vitalidad —dijo Nate—. Cautivadora. Es algo que sale <strong>de</strong>l<br />

interior, <strong>de</strong> forma que es mejor que ser mona. En fin, es mi opinión.<br />

—¡Vaya! —Se apoyó en el respaldo, tan sorprendida que hasta se olvidó <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sayuno—. Si yo fuera otra persona me habría quedado muda tras este<br />

comentario. Mierda, he perdido el hilo. ¿De qué puñeta estaba hablando?<br />

Esta vez la sonrisa templó el gris <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Nate.<br />

—Del gilipollas <strong>de</strong> la universidad con el que te acostaste.<br />

—Ah, sí. —Atacó las patatas y la cebolla—. Hubo más <strong>de</strong> uno, pero en fin,<br />

tenía veinte años y la actitud pasiva y agresiva <strong>de</strong> ese tipo empezó a sorberme el<br />

cerebro, sobre todo cuando <strong>de</strong>scubrí que se tiraba a una estúpida podrida <strong>de</strong><br />

pasta, con implantes en los pechos.<br />

Se quedó un momento en silencio, concentrada en el <strong>de</strong>sayuno.<br />

—¿Y qué hiciste?<br />

—¿Qué hice? —Tomó un sorbo <strong>de</strong> café—. Me lo cepillé otra vez y luego le<br />

metí un par <strong>de</strong> somníferos sin que se enterara.<br />

—¿Lo drogaste?<br />

—Sí, ¿por?<br />

—Nada. Nada.<br />

—Pagué a un par <strong>de</strong> tipos para que lo llevaran a una <strong>de</strong> las aulas. Y tapé sus<br />

patéticas vergüenzas con ropa interior femenina muy sexy: sujetador, liguero,<br />

medias negras. Toda una hazaña. Le maquillé la cara, le ricé el pelo. Incluso tomé<br />

unas fotos para colgar en internet. Aún dormía cuando empezó la primera clase a<br />

las ocho. —Comió lo que quedaba <strong>de</strong> los huevos—. Un espectáculo memorable,<br />

sobre todo cuando se <strong>de</strong>spertó, se dio cuenta y empezó a chillar como una niña.<br />

Nate se rió con aquella historia y valoró la creatividad <strong>de</strong> su venganza;<br />

brindó con la taza.<br />

—Pue<strong>de</strong>s estar segura <strong>de</strong> que no haré ni un solo comentario sobre tu ropero.<br />

—Fin <strong>de</strong> la historia. Creo en la revancha, en todos los casos. Dejar que te<br />

jodan es <strong>de</strong> imbéciles.<br />

—No le querías.<br />

- 121 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¡Por supuesto que no! Si le hubiera querido, no solo le habría puesto en<br />

ridículo sino que a<strong>de</strong>más le habría hecho todo el daño físico posible.<br />

Nate jugó con lo que le quedaba <strong>de</strong> la tortilla.<br />

—Déjame preguntarte algo: ¿somos únicos?<br />

—Yo me consi<strong>de</strong>ro única en todos los aspectos.<br />

—Lo nuestro... —dijo Nate tranquilamente—. ¿Es algo único?<br />

—¿Acaso es lo que buscas?<br />

—Yo no buscaba nada. Pero te he encontrado.<br />

—¡Vaya! —Meg soltó un suspiro—. Buena respuesta. Tienes un buen<br />

repertorio <strong>de</strong> salidas para sorpren<strong>de</strong>rme. No es problema para mí limitarme a<br />

hacerlo solo contigo, mientras los dos disfrutemos con ello.<br />

—Me parece muy bien.<br />

—¿Ella te la pegó con otro, Burke?<br />

—Sí, lo hizo.<br />

Meg asintió y siguió comiendo.<br />

—Yo no se la pego a nadie. Bueno, quizá alguna trampa jugando a las cartas,<br />

pero es para ponerle sal y pimienta. También puedo mentir cuando hace falta. O si<br />

la mentira es más divertida que la verdad. Puedo ser muy mala si me lo propongo,<br />

y me lo propongo muchas veces.<br />

Hizo una pausa para cogerle la mano y notar un instante su contacto.<br />

—Pero no me <strong>de</strong>dico a patear a un hombre que está en el suelo, a menos que<br />

lo haya <strong>de</strong>rribado yo. Y no lo <strong>de</strong>rribo si no se lo merece. Tampoco rompo mi<br />

palabra cuando la he dado. Y te la doy ahora mismo: no voy a pegártela.<br />

—Excepto en las cartas.<br />

—Pues sí. Pronto amanecerá. Tendríamos que movernos.<br />

No sabía cómo enfocar la cuestión con Charlene. Daba igual cómo la<br />

abordara, el resultado sería el mismo: histeria, acusaciones, cólera, lágrimas. Con<br />

Charlene todo era excesivo.<br />

Pue<strong>de</strong> que Nate le leyera el pensamiento, porque <strong>de</strong>tuvo a Meg antes <strong>de</strong><br />

cruzar la puerta <strong>de</strong>l Lodge.<br />

—Quizá <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>círselo yo. No es la primera vez que doy una noticia <strong>de</strong><br />

este tipo a un familiar.<br />

—¿Comunicarles que un ser querido ha muerto y ha permanecido durante<br />

quince años en una cueva <strong>de</strong> hielo?<br />

—Los <strong>de</strong>talles no cambian mucho el impacto.<br />

La voz <strong>de</strong> Nate era suave, contrastaba con la aspereza <strong>de</strong> la <strong>de</strong> ella. Le<br />

parecía tranquilizadora. Incluso más que tranquilizadora, pensó. Hacía que<br />

<strong>de</strong>seara apoyarse en él.<br />

—Aunque me gustaría <strong>de</strong>jarte el mal trago a ti, será mejor que me encargue<br />

yo. Siempre pue<strong>de</strong>s recoger los platos rotos cuando termine.<br />

Entraron los dos. Algunos clientes tomaban café en el bar o comían, aunque<br />

fuera temprano. Meg se <strong>de</strong>sabrochó el abrigo mientras se dirigía a Rose.<br />

- 122 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Charlene?<br />

—En el <strong>de</strong>spacho. Han dicho que Steven y sus amigos se están recuperando.<br />

Las carreteras siguen estando mal, pero Jerk se ha ofrecido esta mañana a llevar a<br />

Joe y a Lara. ¿Un café?<br />

Nate observó a Meg mientras cruzaba la puerta.<br />

—De acuerdo.<br />

Meg atravesó el vestíbulo, pasó al otro lado <strong>de</strong>l mostrador y entró en el<br />

<strong>de</strong>spacho sin llamar.<br />

Charlene estaba sentada a su escritorio, al teléfono. Saludó a su hija con un<br />

gesto impaciente con la mano.<br />

—Mira, Billy, si realmente tienes que jo<strong>de</strong>rme, al menos <strong>de</strong>berías invitarme a<br />

cenar antes.<br />

Meg se volvió. Si su madre estaba regateando los precios <strong>de</strong> los suministros<br />

había que esperar. Aquello no parecía un <strong>de</strong>spacho serio. Recordaba mucho a<br />

Charlene: femenino, transparente y alocado. Mucho color rosa en la tapicería,<br />

montones <strong>de</strong> figuritas <strong>de</strong> todo tipo, cuadros <strong>de</strong> flores con marcos dorados en las<br />

pare<strong>de</strong>s y cojines <strong>de</strong> seda en el sofá <strong>de</strong> terciopelo.<br />

Olía a rosas, el habitual aroma <strong>de</strong>l pulverizador que accionaba Charlene cada<br />

vez que entraba allí. El escritorio era una barroca reproducción <strong>de</strong> un mueble<br />

antiguo que Charlene había comprado por catálogo y pagado a precio <strong>de</strong> oro.<br />

Patas curvadas y mucha talla.<br />

La carpeta <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la mesa era rosa, igual que su papel <strong>de</strong> cartas y los<br />

adhesivos. Todo llevaba grabado en su extremo superior la palabra «Charlene» en<br />

una letra muy elaborada y casi ilegible.<br />

Junto al sofá había una lámpara <strong>de</strong> pie en tonos dorados y rosas que, en<br />

opinión <strong>de</strong> Meg, era más a<strong>de</strong>cuada para un bur<strong>de</strong>l que para un <strong>de</strong>spacho.<br />

Se preguntó, como casi siempre, cómo había podido salir <strong>de</strong> alguien con<br />

unos gustos, unas i<strong>de</strong>as, un estilo tan opuestos a los suyos. Tal vez su vida no<br />

fuera más que una eterna rebelión contra el útero materno.<br />

Se volvió <strong>de</strong> nuevo al oír el arrullo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> Charlene.<br />

—Ahora me viene con una subida. —Con una risita, Charlene se sirvió otro<br />

vaso <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la jarra que tenía en la mesa.<br />

No parecía muy eficiente, pensaba Meg, aunque las apariencias engañan. En<br />

cuestión <strong>de</strong> negocios, Charlene era capaz <strong>de</strong> calcular al céntimo los beneficios y las<br />

pérdidas en cualquier momento <strong>de</strong>l día o <strong>de</strong> la noche.<br />

—He oído <strong>de</strong>cir que eres una heroína. —Observó a su hija mientras bebía<br />

agua—. Tú y ese jefe tan sexy. ¿Os habéis quedado en Anchorage para celebrarlo?<br />

—Se había hecho <strong>de</strong> noche.<br />

—¡Claro! Mira, te daré un consejo. Un hombre como Nate lleva mucho<br />

equipaje. Tú estás acostumbrada a viajar a toda velocidad, sin bultos. No haréis un<br />

buen equipo.<br />

—Lo tendré presente. He <strong>de</strong> hablar contigo.<br />

- 123 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Debo hacer unas llamadas y tengo mucho papeleo. Sabes que es la hora <strong>de</strong>l<br />

día en la que tengo más trabajo.<br />

—Se trata <strong>de</strong> papá.<br />

Charlene <strong>de</strong>jó el vaso. Su rostro perdió un momento el color, pero poco<br />

<strong>de</strong>spués lo recuperó. El mismo rosa que imperaba en aquella estancia.<br />

—¿Has sabido algo <strong>de</strong> él? ¿Lo has visto en Anchorage? ¡Valiente hijo <strong>de</strong> puta!<br />

Más le vale que no pretenda aparecer por aquí a recoger nada. A mí no me sacará<br />

nada, tenlo por seguro, y tú, si tienes dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> frente, tendrías que hacer lo<br />

mismo.<br />

Apartó la silla y se levantó mientras el color <strong>de</strong> sus mejillas iba pasando <strong>de</strong>l<br />

rosa al rojo encendido.<br />

—Nadie me planta y luego vuelve. Nunca. Pat Galloway pue<strong>de</strong> irse a tomar<br />

por saco.<br />

—Está muerto.<br />

—Seguro que tiene una historia triste que contar. Siempre había sido su<br />

fuerte... ¿Cómo que está muerto? —Luego, con una expresión más irritada que<br />

afectada, apartó los rizos <strong>de</strong> su frente—. Eso es ridículo. ¿Quién te ha dicho esa<br />

estupi<strong>de</strong>z?<br />

—Hace... parece que hace mucho tiempo que murió. Pue<strong>de</strong> que muriera unos<br />

días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> aquí.<br />

—¿Qué te hace <strong>de</strong>cir eso? ¿Por qué me dices algo así? —El color rojo <strong>de</strong> la<br />

irritación había ido <strong>de</strong>sapareciendo y su rostro se había quedado blanco,<br />

<strong>de</strong>macrado y envejecido <strong>de</strong> repente—. ¿Cómo pue<strong>de</strong>s odiarme tanto?<br />

—No te odio. Siempre te has equivocado en eso. Pue<strong>de</strong> que tenga<br />

sentimientos encontrados respecto a ti, pero no te odio. Los chicos encontraron<br />

una cueva <strong>de</strong> hielo. Es don<strong>de</strong> se refugiaron parte <strong>de</strong>l tiempo que pasaron en el<br />

monte. Él estaba allí. Llevaba mucho tiempo en esa cueva.<br />

—Estás loca. Vete <strong>de</strong> aquí ahora mismo. —Levantó la voz hasta que se<br />

convirtió en un chillido ronco—. Lárgate, ¡ahora mismo!<br />

—Tomaron fotos —siguió Meg, a pesar <strong>de</strong> que Charlene había cogido uno <strong>de</strong><br />

los pisapapeles y lo había lanzado contra la pared—. Yo las he visto. Lo he<br />

reconocido.<br />

—¡No es verdad! —Se dio la vuelta, cogió una <strong>de</strong> las figuritas <strong>de</strong> un estante y<br />

la arrojó al aire—. Te lo inventas para vengarte <strong>de</strong> mí.<br />

—¿Vengarme, por qué? —Meg no hacía caso <strong>de</strong> las figuritas y los objetos <strong>de</strong><br />

cristal que se aplastaban contra la pared y contra el suelo; ni siquiera se inmutó<br />

cuando uno <strong>de</strong> los fragmentos le dio en la mejilla. Charlene solía <strong>de</strong>sahogarse <strong>de</strong><br />

aquella forma.<br />

«Rómpelo. Destrúyelo. Luego lo barres. Y compras quincalla nueva.»<br />

—¿Por ser una pésima madre? ¿Por ser una puta? ¿Por follarte al tipo con el<br />

que me acostaba y <strong>de</strong>mostrar que no eras <strong>de</strong>masiado vieja para quitármelo?<br />

¿Quizá por <strong>de</strong>cirme, durante casi toda mi vida, que te he <strong>de</strong>cepcionado como hija?<br />

¿Qué ataque me estoy sacando <strong>de</strong> la manga?<br />

—Te crié estando sola. Hice sacrificios para que pudieras tener todo lo que<br />

- 124 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

querías.<br />

—Lástima que no me pagaras clases <strong>de</strong> violín. Ahora mismo podría sacarles<br />

partido. Pero, ¿sabes una cosa, Charlene? Ahora no se trata <strong>de</strong> ti ni <strong>de</strong> mí. Se trata<br />

<strong>de</strong> él. Está muerto.<br />

—No te creo.<br />

—Alguien lo mató. Lo asesinó. Le clavaron un piolet en el pecho y lo <strong>de</strong>jaron<br />

en la montaña.<br />

—No. No, no, no, no. —Su expresión se había congelado, estaba tan inmóvil,<br />

se veía tan fría como el cielo que tenía al fondo. De pronto se <strong>de</strong>splomó y se quedó<br />

sentada en el suelo entre los pedazos <strong>de</strong> porcelana y cristal—. Dios mío, no. Pat.<br />

Pat.<br />

—Por favor, levántate. Te estás cortando. —Aún enojada, Meg dio la vuelta<br />

al escritorio y sujetó a Charlene por las axilas para levantarla.<br />

—Meg. Megan. —Charlene respiraba entrecortadamente. Sus gran<strong>de</strong>s ojos<br />

azules estaban llenos <strong>de</strong> lágrimas—. ¿Está muerto?<br />

—Sí.<br />

Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Soltando un gemido, apoyó<br />

la cabeza sobre el hombro <strong>de</strong> Meg y se aferró a él.<br />

Esta hizo un esfuerzo por reprimir las ganas <strong>de</strong> apartarse. Dejó que su madre<br />

llorara, se agarrara y llorara. Y se dio cuenta <strong>de</strong> que aquel era el primer abrazo<br />

sincero que compartían en un montón <strong>de</strong> años.<br />

Cuando la tormenta amainó, Meg llevó a Charlene a su habitación. Era como<br />

<strong>de</strong>snudar a una muñeca, pensaba mientras le quitaba la ropa a su madre. Le curó<br />

los pequeños rasguños y le pasó el camisón por la cabeza.<br />

—No me <strong>de</strong>jó.<br />

—No.<br />

Meg se acercó al baño y revisó el botiquín <strong>de</strong> su madre. Siempre tenía<br />

muchas pastillas. Encontró una caja <strong>de</strong> Xanax y llenó un vaso <strong>de</strong> agua.<br />

—Lo odiaba porque me había <strong>de</strong>jado.<br />

—Ya lo sé.<br />

—Tú me odiabas por ello.<br />

—Tal vez. Tómate esto.<br />

—¿Asesinado?<br />

—Sí.<br />

—¿Por qué?<br />

—No lo sé. —En cuanto Charlene se tomó la pastilla, <strong>de</strong>jó el vaso—.<br />

Túmbate.<br />

—Yo le quería.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea cierto.<br />

—Le quería —repitió Charlene mientras Meg la arropaba—. Lo odiaba por<br />

haberme <strong>de</strong>jado sola. No soporto estar sola.<br />

—Duerme un rato.<br />

- 125 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Te quedarás?<br />

—No. —Meg corrió las cortinas y habló en la penumbra—. Yo sí soporto<br />

estar sola. Y ahora necesito estarlo. A<strong>de</strong>más, cuando te <strong>de</strong>spiertes, ya no me<br />

necesitarás.<br />

De todas formas, se quedó hasta que Charlene se durmió.<br />

Mientras bajaba por la escalera se cruzó con Sarrie Parker.<br />

—Déjala dormir. Tiene el <strong>de</strong>spacho hecho un <strong>de</strong>sastre.<br />

—Eso he oído. —Sarrie levantó las cejas—. Habrás dicho algo que la ha<br />

puesto a cien.<br />

—Tú intenta limpiarlo antes <strong>de</strong> que baje.<br />

Siguió bajando y al entrar en el restaurante fue directamente a buscar el<br />

abrigo.<br />

—Tengo que marcharme —dijo a Nate.<br />

Él la siguió hasta la puerta.<br />

—¿Adón<strong>de</strong>?<br />

—A casa. Necesito estar en casa.<br />

El frío y ligero golpe que le dio el viento le resultó agradable.<br />

—¿Cómo está ella?<br />

—Le he dado un tranquilizante. Si se recupera, te caerá encima. Lo siento. —<br />

Se puso los guantes y se cubrió la cara con las manos—. ¡Señor! Ha sido como<br />

esperaba. Histeria, ira y el habitual «¿Por qué me odias?».<br />

—Tienes un corte en la cara.<br />

—Solo es un rasguño. Un caniche <strong>de</strong> porcelana hecho añicos. Se ha puesto a<br />

lanzar cosas. —Respiró hondo mientras se dirigían hacia el río. Quería que el<br />

fantasma <strong>de</strong> su aliento volara y se <strong>de</strong>svaneciera—. Pero cuando se ha dado cuenta<br />

<strong>de</strong> que no le estaba tomando el pelo se ha <strong>de</strong>smoronado. No esperaba lo que he<br />

visto en su cara. Le quería. Nunca me lo había imaginado. Nunca pensé que<br />

pudiera ser verdad.<br />

—No creo que sea el mejor momento, ni para ti ni para ella, <strong>de</strong> estar solas.<br />

—Ella no lo estará. Yo lo necesito. Déjame unos días, Burke. De todas formas,<br />

por aquí se te acumulará el trabajo. Unos días y todo se habrá calmado un poco.<br />

Luego vienes, te preparo comida y te llevo a la cama.<br />

—El teléfono vuelve a funcionar. Pue<strong>de</strong>s llamarme si necesitas algo.<br />

—Sí, puedo. No lo haré. No te empeñes en salvarme, jefe. —Se puso las gafas<br />

<strong>de</strong> sol—. Limítate a los <strong>de</strong>talles.<br />

Se volvió, empujó la cabeza <strong>de</strong> Nate hacia la suya y los dos se permitieron un<br />

ardiente beso lleno <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo. Luego se apartó y le dio unos toques en la mejilla con<br />

la mano cubierta por el guante.<br />

—Solo unos días —repitió y se fue hacia el avión.<br />

No volvió la vista atrás aunque sabía que él seguía junto al río, que<br />

observaba cómo se alejaba.<br />

Lo borró <strong>de</strong> su mente. Lo borró todo y fue elevándose por encima <strong>de</strong> las<br />

copas <strong>de</strong> los árboles hacia el límite <strong>de</strong>l cielo.<br />

Solo cuando vio el humo <strong>de</strong> su chimenea y las dos sedosas balas en que se<br />

- 126 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

habían convertido sus perros mientras avanzaban sobre la nieve hacia el lago notó<br />

un nudo en la garganta.<br />

Solo cuando vio la silueta que salía por la puerta y seguía poco a poco el<br />

camino marcado por los perros sintió que las lágrimas llenaban sus ojos.<br />

Sus manos empezaron a temblar <strong>de</strong> tal forma que tuvo que hacer gran<strong>de</strong>s<br />

esfuerzos para aterrizar. La esperaba el hombre que le había hecho <strong>de</strong> padre<br />

cuando el suyo había <strong>de</strong>saparecido.<br />

Salió <strong>de</strong>l avión y se esforzó por hablar tranquilamente.<br />

—Creía que tardarías aún un par <strong>de</strong> días —dijo Meg.<br />

—Algo me ha hecho volver. —Observó <strong>de</strong> cerca su rostro—. Ha ocurrido<br />

algo, ¿verdad?<br />

—Sí —asintió ella mientras se inclinaba para saludar a los perros, que<br />

mostraban su alegría—. Ha ocurrido algo.<br />

—Vamos a casa y me lo cuentas.<br />

Solo cuando se encontró en el calor <strong>de</strong> su hogar, cuando preparó un té y dio<br />

<strong>de</strong> beber a los perros, y él la escuchó sin hacer comentarios, Meg perdió el control<br />

y se echó a llorar.<br />

- 127 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Anotación en un diario<br />

18 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />

Capítulo 11<br />

He estado por encima <strong>de</strong> las nubes. Este es para mí el momento <strong>de</strong>finitivo en<br />

toda ascensión. El cansancio, el dolor, el terrible sufrimiento <strong>de</strong>l frío <strong>de</strong>saparecen<br />

cuando te encuentras en la cumbre. Vuelves a nacer. En esa inocencia no existe el<br />

miedo a la muerte o a la vida. No hay enojo, tristeza, historia o futuro. Solo existe<br />

el momento.<br />

Lo has conseguido. Has vivido para ello.<br />

Hemos bailado sobre la nieve virgen, a unos tres mil novecientos metros por<br />

encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l mar, con el sol brillando en nuestros ojos y el viento al<br />

compás <strong>de</strong> nuestra enloquecida melodía. Los gritos que soltábamos atronaban y<br />

resonaban en el cielo, y nuestro vértigo seguía el remolino <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong> nubes.<br />

Cuando Darth dijo que teníamos que saltar, estuve a punto <strong>de</strong> hacerlo. ¡Qué<br />

<strong>de</strong>monios! Éramos los dioses <strong>de</strong> allí.<br />

Lo <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> verdad. Me <strong>de</strong>jó pasmado —no era miedo— darme cuenta <strong>de</strong><br />

que lo <strong>de</strong>cía en serio. Vamos a saltar. ¡Vamos a volar! El colega se había pasado<br />

con las anfetas. Demasiadas para el último acelerón.<br />

Incluso me agarró el brazo, <strong>de</strong>safiándome. Tuve que apartarme y alejarlo a él<br />

<strong>de</strong>l bor<strong>de</strong>. Me insultó, pero reía. Los dos reíamos. Como majaras.<br />

Dijo algo un poco raro, pero supongo que era normal en un lugar como<br />

aquel. Me dio la vara, con aquella risa casi efervescente, con que yo tenía mucha<br />

suerte. Que si me había agenciado la mujer más sexy <strong>de</strong> Lunacy y me pasaba los<br />

días mano sobre mano mientras ella daba el callo. Encima podía largarme, libre<br />

como el viento; y no solo podía tirarme a quien quisiera, no solo me hacía con la<br />

banca en la partida, sino que a<strong>de</strong>más ahora estaba en la cima <strong>de</strong>l mundo, porque<br />

me había salido <strong>de</strong> allí.<br />

Pues no, no iba a saltar.<br />

Lo que él me dijo era que las cosas iban a cambiar, que iban a dar un vuelco.<br />

Dijo que conseguiría a la mujer que los otros quieren, que le sonreiría la suerte,<br />

que viviría a lo gran<strong>de</strong>.<br />

Lo <strong>de</strong>jé allí. Era un momento <strong>de</strong>masiado bonito para pensar en chorradas.<br />

Pasé <strong>de</strong> la loca alegría a la paz, una paz total y absoluta. No somos dioses,<br />

solo unos hombres que han subido a duras penas otra cima. Sé que he hecho mil<br />

cosas insignificantes. Pero esta no lo es. Esta me marcará.<br />

No hemos conquistado la montaña sino que nos hemos fundido con ella.<br />

Creo que precisamente por haber conseguido esto soy un hombre mejor. Un<br />

- 128 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

compañero mejor, un padre mejor. Sé que Darth a veces tiene razón cuando suelta<br />

sus rollos. No he ganado todo lo que tengo, al menos no <strong>de</strong> la forma que he<br />

ganado este momento. Sé que el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> mejorar se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mí cuando estoy<br />

aquí, frente al azote <strong>de</strong>l viento, por encima <strong>de</strong> un mundo lleno <strong>de</strong> dolor y belleza,<br />

<strong>de</strong>l que ahora me separan esas nubes que a su vez me tientan para que me<br />

zambulla en ellas, me precipite <strong>de</strong> nuevo hacia aquel dolor y aquella belleza.<br />

Es extraño estar aquí, en el lugar que tanto he ansiado ver, y sufrir por lo que<br />

he <strong>de</strong>jado atrás.<br />

Nate examinó las fotos <strong>de</strong> la cueva <strong>de</strong> hielo. No encontró nada nuevo en<br />

ellas; las había repasado una y otra vez durante los últimos tres días y tenía<br />

grabado en la cabeza hasta el último <strong>de</strong>talle.<br />

Disponía <strong>de</strong> unas brevísimas notas <strong>de</strong> la policía estatal. Si el tiempo no lo<br />

impedía, en las próximas cuarenta y ocho horas mandarían al equipo forense para<br />

recuperar el cadáver. Nate sabía que habían interrogado a fondo a los tres chicos,<br />

aunque la mayor parte <strong>de</strong> la información que él tenía procedía más <strong>de</strong> radio<br />

macuto que <strong>de</strong> los canales oficiales.<br />

Le habría gustado crear una comisión para el caso, pero en realidad no era <strong>de</strong><br />

su jurisdicción.<br />

No iban a permitirle examinar la cueva ni presenciar la autopsia en cuanto<br />

levantaran el cadáver. Sería el equipo investigador quien <strong>de</strong>cidiría si se le pasaban<br />

los datos.<br />

Tal vez su posición mejoraría algo en cuanto i<strong>de</strong>ntificaran <strong>de</strong>finitivamente el<br />

cadáver como el <strong>de</strong> Patrick Galloway. Aun así, a él no le tendrían totalmente al<br />

corriente.<br />

Le sorprendía constatar hasta qué punto <strong>de</strong>seaba disponer <strong>de</strong> todos los<br />

datos. Hacía más <strong>de</strong> un año que un caso no <strong>de</strong>spertaba tanto su interés. Le<br />

apetecía intervenir. Quizá contribuía a ello su relación con Meg, aunque lo que<br />

pesaba más eran las fotos. El hombre que había visto en ellas.<br />

Congelado diecisiete años atrás. Conservado y, con él, todos los <strong>de</strong>talles<br />

relativos a su muerte. El muerto tenía las respuestas, si sabías dón<strong>de</strong> buscarlas.<br />

¿Se habría resistido? ¿Le habrían cogido por sorpresa? ¿Conocía a su asesino?<br />

¿A sus asesinos?<br />

¿Por qué había muerto?<br />

Dejó el expediente que había abierto en un cajón cuando oyó que llamaban a<br />

la puerta <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho.<br />

Peach asomó la cabeza.<br />

—Deb ha sorprendido a un par <strong>de</strong> críos robando en la tienda. Peter está libre.<br />

¿Quiere que vaya hasta allí y los traiga?<br />

—Bien. Contacte con los padres y que vengan también aquí. ¿Qué se<br />

llevaban?<br />

—Unos cómics, golosinas y un lote <strong>de</strong> seis cervezas Miller. Parece mentira<br />

que no sepan que Deb tiene ojos <strong>de</strong> lince. Acaba <strong>de</strong> llegar Jacob Itu. Pregunta si<br />

- 129 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

tiene un minuto para hablar con él.<br />

—Por supuesto, que pase.<br />

Nate se levantó y se acercó a la cafetera. Otra hora <strong>de</strong> sol, calculó, aunque el<br />

que había aparecido aquella mañana era apagado y frío. Miró por la ventana, situó<br />

el Sin Nombre y lo observó mientras tomaba el café.<br />

Se volvió al oír que se acercaba Jacob. Aquel hombre era el prototipo <strong>de</strong>l<br />

nativo <strong>de</strong> Alaska: rostro oscuro y huesudo, ojos muy vivos. Tenía el pelo plateado<br />

y lo llevaba recogido en una trenza. Llevaba sólidas botas y ropa <strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong><br />

franela y lana, que cubría con un largo poncho <strong>de</strong> color marrón.<br />

Nate situó su edad por encima <strong>de</strong> los cincuenta, le pareció una persona sana,<br />

en forma, fuerte y nervuda.<br />

—Señor Itu. —Nate le señaló una silla—. ¿En qué puedo ayudarle?<br />

—Patrick Galloway era amigo mío.<br />

Nate asintió.<br />

—¿Le apetece un café?<br />

—No, gracias.<br />

—Todavía no han recuperado, examinado e i<strong>de</strong>ntificado <strong>de</strong>finitivamente el<br />

cadáver. —Nate se sentó ante el escritorio. Repitió la misma perorata que había<br />

soltado a cuantos se lo habían preguntado allí, en la calle y en el Lodge en los dos<br />

últimos días—. La policía estatal se encarga <strong>de</strong> la investigación. Será ella quien lo<br />

notifique oficialmente a los familiares más próximos cuando se haya procedido a<br />

la i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong>finitiva.<br />

—Meg no pue<strong>de</strong> haberse equivocado con su padre.<br />

—No. Estoy <strong>de</strong> acuerdo con usted.<br />

—No <strong>de</strong>be <strong>de</strong>jarse la justicia en manos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />

Eso es lo que había creído él en otra época. La misma convicción que a él y a<br />

su compañero les llevó a aquel callejón <strong>de</strong> Baltimore.<br />

—El caso no es mío. No es mi jurisdicción y está fuera <strong>de</strong> mi competencia.<br />

—Él era <strong>de</strong> aquí, como lo es su hija. Usted habló ante los habitantes <strong>de</strong> este<br />

lugar cuando llegó y les prometió cumplir con su <strong>de</strong>ber.<br />

—Eso hice. Y eso haré. No estoy escurriendo el bulto, pero en este caso estoy<br />

atado <strong>de</strong> pies y manos.<br />

Jacob se acercó un poco a él, el único movimiento que había efectuado <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

su llegada.<br />

—Cuando estaba fuera, se ocupaba <strong>de</strong> asesinatos.<br />

—Efectivamente, pero ya no estoy fuera. ¿Ha visto usted a Meg?<br />

—Sí. Es fuerte. Será ella quien domine el dolor. No <strong>de</strong>jará que él la domine a<br />

ella.<br />

«¿También lo hago yo?», pensó Nate. De todas formas, aquel hombre <strong>de</strong> ojos<br />

vivos, con su ira implacablemente controlada, no podía ver lo que él tenía en la<br />

cabeza.<br />

—Hábleme <strong>de</strong> Galloway. ¿Con quién podría haber ido <strong>de</strong> escalada?<br />

—Con unos conocidos.<br />

—¿Unos?<br />

- 130 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Para escalar el Sin Nombre en invierno hacen falta al menos tres. Era un<br />

hombre temerario, impulsivo, pero no habría emprendido ese ascenso con menos<br />

<strong>de</strong> dos compañeros. Tampoco habría escalado con <strong>de</strong>sconocidos. O solo con<br />

<strong>de</strong>sconocidos. —Jacob sonrió levemente—. Aunque hacía amigos fácilmente.<br />

—¿Y enemigos?<br />

—Un hombre que posee lo que otros envidian tiene enemigos.<br />

—¿Qué tenía él?<br />

—Una bella esposa. Una hija inteligente. Una soltura y una falta <strong>de</strong> ambición<br />

que le permitían hacer lo que le daba la gana.<br />

Desear a la mujer <strong>de</strong> otro solía ser un motivo <strong>de</strong> asesinato entre amigos.<br />

—¿Tenía Charlene relaciones con otro?<br />

—No creo.<br />

—¿Y él con otras?<br />

—Pue<strong>de</strong> que él fuera <strong>de</strong> vez en cuando con alguna, cuando estaba lejos <strong>de</strong><br />

casa, como hacen muchos. Si era así, nunca me lo comentó.<br />

—No hacía falta que se lo contara —respondió Nate—. Usted lo habría<br />

sabido.<br />

—Sí.<br />

—En un lugar como este también pue<strong>de</strong>n guardarse secretos, pero los <strong>de</strong> este<br />

tipo no se mantienen ocultos mucho tiempo. —Reflexionó un momento—.<br />

¿Drogas?<br />

—Tenía unas plantas <strong>de</strong> marihuana. No traficaba.<br />

Nate levantó las cejas.<br />

—¿Solo hierba? —Al ver que Jacob vacilaba, Nate se apoyó en el respaldo—.<br />

Nadie va a tenérselo en cuenta ahora.<br />

—Principalmente hierba, pero tampoco hacía ascos a lo que pudiera<br />

encontrar por ahí.<br />

—¿Tenía camello? ¿En Anchorage, pongamos por caso?<br />

—No creo. No solía disponer <strong>de</strong> dinero para este tipo <strong>de</strong> lujos. Charlene lo<br />

administraba y lo tenía bien atado. A él le gustaba escalar, pescar y salir <strong>de</strong><br />

excursión. Volar también, pero nunca le interesó pilotar un aparato. Trabajaba<br />

cuando necesitaba dinero. No le gustaban los límites, las leyes, las normas. Los<br />

que vienen aquí suelen ser así. A usted no le hubiera entendido.<br />

Lo importante, pensaba Nate, era que él consiguiera enten<strong>de</strong>r a Patrick<br />

Galloway.<br />

Hizo unas preguntas más a Jacob y cuando este se hubo marchado archivó<br />

las notas tomadas.<br />

Llegó luego el momento <strong>de</strong> abordar cuestiones más rutinarias: la <strong>de</strong> los dos<br />

adolescentes <strong>de</strong> la tienda.<br />

Con ese y con los casos <strong>de</strong> unos esquís perdidos y un topetazo estuvo<br />

ocupado todo el día.<br />

Tenía la noche libre, pues Otto y Peter estaban <strong>de</strong> servicio. A menos que se<br />

produjera un asesinato masivo, no tenía que pensar en el trabajo hasta la mañana<br />

siguiente.<br />

- 131 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Había <strong>de</strong>jado unos días tranquila a Meg. Esperaba que ya quisiera recibirle.<br />

Se equivocó al <strong>de</strong>cidir volver al Lodge a buscar una muda por si se quedaba<br />

en casa <strong>de</strong> Meg.<br />

Charlene lo pescó aún en la habitación.<br />

—Tengo que hablar con usted.<br />

Se metió <strong>de</strong>ntro y se sentó en la cama. Iba vestida <strong>de</strong> negro; llevaba un<br />

pantalón y un suéter ajustados y los tacones con los que solía andar todo el día.<br />

—De acuerdo. ¿Bajamos a tomar un café?<br />

—Es privado. ¿Le importa cerrar la puerta?<br />

—Bien. —De todas formas, Nate se quedó junto a ella.<br />

—Tiene que hacer algo por mí: ir a Anchorage y <strong>de</strong>cirle a esa gente que me<br />

entreguen el cadáver <strong>de</strong> Pat.<br />

—Aún no lo han recuperado, Charlene.<br />

—Ya lo sé. ¡Llevo días al teléfono hablando son esos burócratas, con esos<br />

cabrones sin entrañas! Lo tienen allí arriba, aún no lo han bajado.<br />

Al ver que los ojos se le llenaban <strong>de</strong> lágrimas, Nate se enterneció.<br />

—Charlene. —Echó un vistazo en busca <strong>de</strong> pañuelos <strong>de</strong> papel, una toalla,<br />

una camiseta, y acabó entrando en el baño. Salió con un rollo <strong>de</strong> papel higiénico y<br />

se lo puso en la mano—. Enviar a un equipo allí para el rescate no es tarea fácil.<br />

No quiso añadir que unos días más, al fin y al cabo, tampoco importaban<br />

<strong>de</strong>masiado.<br />

—Allí arriba ha habido tormentas y vientos muy fuertes. De todas formas,<br />

esta mañana he hablado con el sargento Coben y por lo visto si mañana está<br />

<strong>de</strong>spejado tienen intención <strong>de</strong> mandar un equipo a primera hora —dijo Nate con<br />

la intención <strong>de</strong> tranquilizarla.<br />

—Me han dicho que yo no era un familiar cercano porque no estábamos<br />

casados.<br />

Cortó un trozo <strong>de</strong> papel y ocultó el rostro en él.<br />

—¡Oh! —Nate soltó un suspiro—. Meg...<br />

—No es hija legítima —dijo con voz temblorosa, tirando el papel<br />

hume<strong>de</strong>cido—. ¿Por qué tendrían que entregárselo a ella? Lo mandarán a sus<br />

padres, al este. ¡No hay <strong>de</strong>recho! ¡Eso está muy mal! ¿No los <strong>de</strong>jó, él? ¡A mí no me<br />

<strong>de</strong>jó nunca! Al menos adre<strong>de</strong>. Pero ellos me odian y nunca permitirán que lo<br />

recupere.<br />

Había visto en otras ocasiones a gente que se peleaba por un cadáver, y<br />

siempre resultaba duro.<br />

—¿Ha hablado con ellos?<br />

—No, todavía no —respondió enseguida, y sus ojos se secaron—. Ni siquiera<br />

me reconocen. Es verdad que han hablado alguna vez con Meg y que le mandaron<br />

dinero cuando cumplió veintiún años. Ya podían hacerlo, pues están podridos <strong>de</strong><br />

pasta. Nunca se preocuparon cuando Pat vivía, imagínese ahora que está muerto.<br />

Yo lo quiero aquí. Lo quiero aquí.<br />

—De acuerdo, pero vayamos por partes. —No vio más salida que sentarse a<br />

su lado y ofrecerle un hombro en el que llorar—. Seguiré en contacto con Coben.<br />

- 132 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

En realidad, aún retendrán un tiempo el cadáver. Un tiempo largo. Y a mí me<br />

parece que su hija, Meg, tiene el mismo <strong>de</strong>recho que sus padres.<br />

—Ella no plantará cara. Esas cosas no le interesan.<br />

—Hablaré con Meg.<br />

—¿Por qué alguien quiso matar a Pat? Nunca había hecho daño a nadie.<br />

Salvo a mí. —Soltó una risita entre lágrimas, un gesto entre triste y nostálgico—.<br />

Pero siempre sin querer. Nunca pretendía hacerme llorar o enojar.<br />

—¿Hacía enojar a mucha gente?<br />

—Sobre todo a mí. Me volvía loca. —Suspiró—. Le quería con locura.<br />

—Si le pidiera que hiciera memoria, que pensara <strong>de</strong>tenidamente en la época<br />

en la que se marchó, ¿lo haría? Me refiero a recordar los <strong>de</strong>talles, incluso los más<br />

insignificantes.<br />

—Podría intentarlo. Hace tanto tiempo que ya casi me parece algo irreal.<br />

—Pues inténtelo, <strong>de</strong>dique un par <strong>de</strong> días a recordar. Anote todo lo que le<br />

venga a la memoria. Cosas que dijo él, que hizo, personas con las que se<br />

relacionaba, cualquier cosa que pudiera parecer distinta. Y luego lo<br />

comentaremos.<br />

—Ha estado allá arriba todo este tiempo —murmuró Charlene—. Solo en<br />

medio <strong>de</strong>l frío. ¿Cuántas veces habré mirado la montaña en estos años? Ahora,<br />

cada vez que lo hago, veo a Pat. Para mí era mucho más fácil cuando lo odiaba.<br />

—Lo imagino.<br />

Se sorbió la nariz y se incorporó.<br />

—Quiero que traigan su cadáver aquí. Lo quiero enterrar aquí. Es lo que él<br />

hubiera querido.<br />

—Haremos lo posible para conseguirlo. —Puesto que las lágrimas la habían<br />

ablandado y parecía que no iba a echársele encima, Nate pensó que era el<br />

momento a<strong>de</strong>cuado para sacarle un poco más <strong>de</strong> información—. Hábleme <strong>de</strong><br />

Jacob Itu, Charlene.<br />

Ella se secó las pestañas.<br />

—¿Qué quiere saber <strong>de</strong> él?<br />

—Su historia. ¿Cómo intimó tanto con Pat? Quizá me ayu<strong>de</strong> a hacerme una<br />

i<strong>de</strong>a más global.<br />

—¿Para <strong>de</strong>scubrir qué le ocurrió a Pat?<br />

—Exactamente. ¿Él y Jacob eran buenos amigos?<br />

—Sí. —Se sorbió <strong>de</strong> nuevo la nariz, esta vez con un poco más <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za—. Jacob es un poco... misterioso. Al menos yo nunca lo he entendido.<br />

A juzgar por su malhumorada expresión, aquello significaba que nunca<br />

había podido ligárselo. Interesante, pensó Nate.<br />

—A mí me ha parecido un solitario.<br />

—Pue<strong>de</strong> —dijo encogiéndose <strong>de</strong> hombros—. Él y Pat se entendían muy bien.<br />

Creo que a Pat le divertía. Pero a los dos les encantaban todas esas chorradas <strong>de</strong> la<br />

caza, la pesca y las excursiones. Pat <strong>de</strong>stacaba en cualquier actividad al aire libre.<br />

Él y Jacob se perdían en el monte días y días mientras yo estaba aquí ocupándome<br />

<strong>de</strong> la pequeña, <strong>de</strong>l trabajo y...<br />

- 133 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—O sea que eso era lo que les unía —le interrumpió Nate.<br />

—Eso y que los dos estaban contra el gobierno, aunque podría <strong>de</strong>cirse lo<br />

mismo <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> aquí. A él y a Pat les encantaban todas esas<br />

historias <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> la tierra y todo eso, pero en el fondo estaba Meg.<br />

—¿Cómo que estaba Meg?<br />

—Pues...<br />

Se acercó a él en un gesto que Nate i<strong>de</strong>ntificó como confi<strong>de</strong>ncial. Él no se<br />

inmutó, siguió en la misma postura, pues no quería interrumpir la dinámica hasta<br />

conseguir lo que buscaba.<br />

—Jacob estuvo casado.<br />

—¿De verdad?<br />

—Hace años. Siglos. Cuando tenía dieciocho, diecinueve años; vivía en un<br />

pueblecito en el monte <strong>de</strong> las afueras <strong>de</strong> Nome. —Su expresión se animó mientras<br />

se apartaba el pelo <strong>de</strong> la cara y seguía con la explicación—. Yo me enteré por Pat y<br />

por lo que pillas aquí y allá. Jacob nunca me contó nada.<br />

Charlene se quedó otra vez ensimismada.<br />

—De modo que estaba casado —apuntó Nate.<br />

—Con una <strong>de</strong> su misma edad y tribu. Por lo visto se criaron juntos. Eran eso<br />

que llaman almas gemelas. Ella murió al dar a luz. Mejor dicho, murieron ella y el<br />

bebé, una niña. Fue un parto prematuro, un par <strong>de</strong> meses antes <strong>de</strong> la cuenta y<br />

hubo complicaciones. En fin, no recuerdo exactamente qué ocurrió, la cuestión es<br />

que no pudieron llevarla al hospital, al menos no a tiempo. Algo triste —dijo al<br />

cabo <strong>de</strong> un momento, y los ojos, la expresión y la voz se suavizaron con una<br />

sentida compasión—. Realmente triste.<br />

—Mucho.<br />

—Pat <strong>de</strong>cía que por eso se había hecho piloto. Si hubiera tenido una avioneta<br />

o hubieran conseguido una a tiempo, quizá... Por eso se trasladó aquí, dijo que no<br />

podía seguir allí porque su vida habría terminado. O algo así. En fin, cuando<br />

aparecimos nosotros por aquí y vio a Meg, Jacob dijo que el espíritu <strong>de</strong> la niña le<br />

<strong>de</strong>cía algo. Pero no crea que iba colocado —puntualizó poniendo los ojos en<br />

blanco—. Jacob no se coloca. Pero tiene salidas <strong>de</strong> estas. Dijo a Pat que Meg era su<br />

hija espiritual, y a Pat le pareció muy bien. Yo lo encontré raro, pero como a Pat le<br />

gustaba... Le daba la sensación <strong>de</strong> que con ello él y Jacob se convertían en<br />

hermanos.<br />

—¿Sabe si él y Pat discutían a veces? ¿Sobre Meg, por ejemplo?<br />

—Que yo sepa no. De todas formas, Jacob no discute. Te fulmina con esas<br />

largas, ¿cómo se llama?, e inescrutables —<strong>de</strong>cidió—, con esas inescrutables<br />

miradas. Supongo que se volcó más con Meg cuando Pat se fue. Pero Pat no se fue.<br />

—Los ojos se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas <strong>de</strong> nuevo—. Murió.<br />

—Lo siento. Le agra<strong>de</strong>zco la información. Siempre ayuda a hacerse una i<strong>de</strong>a.<br />

—Hable con Meg. —Charlene se levantó—. Dígale que les haga compren<strong>de</strong>r<br />

a esos <strong>de</strong> Boston que Pat es <strong>de</strong> aquí. Hágaselo compren<strong>de</strong>r. A mí no me escuchará.<br />

Nunca lo ha hecho, ni lo hará. Cuento con usted, Nate.<br />

—Haré lo que pueda.<br />

- 134 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Pareció satisfecha con aquello y <strong>de</strong>jó a Nate sentado en un lado <strong>de</strong> la cama,<br />

que se vio a sí mismo aplastado por dos mujeres complicadas.<br />

No la llamó. Probablemente le pediría que aplazara la visita o simplemente<br />

no cogería el teléfono. En cambio, si aparecía por su casa, lo peor que podía<br />

pasarle era que lo mandase <strong>de</strong> vuelta, pero por lo menos habría visto con sus<br />

propios ojos si estaba bien.<br />

Enfiló la carretera; parecía un túnel con pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nieve a uno y otro lado.<br />

Tal como habían pronosticado, el cielo se había <strong>de</strong>spejado un poco, <strong>de</strong> modo que<br />

se veía en él la tenue luz <strong>de</strong> la luna y <strong>de</strong> las estrellas. Lloviznaba en las montañas<br />

que tenía <strong>de</strong>lante, y el reflejo le impedía vislumbrar el río.<br />

Antes <strong>de</strong> la curva que llevaba a la casa <strong>de</strong> Meg, oyó la música. Llenaba la<br />

penumbra, flotaba en ella y la engullía. De la misma forma que las luces hacían<br />

que la noche se batiera en retirada. Las tenía todas encendidas y la casa, el terreno<br />

<strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor y los árboles parecían estar en una hoguera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuyo interior<br />

manaba y fluía la música.<br />

Pensó que era ópera o algo parecido, aunque ese tipo <strong>de</strong> música no era su<br />

fuerte. Era algo <strong>de</strong>sgarrador, algo que rompía el corazón a pesar <strong>de</strong> que en cierta<br />

forma también levantaba el ánimo.<br />

Había abierto un sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> casi un metro <strong>de</strong> anchura. Nate imaginaba el<br />

tiempo y el esfuerzo que Meg habría empleado en ello. No se veía ni un copo <strong>de</strong><br />

nieve en el porche y la leñera <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta estaba llena.<br />

Pensó en llamar a la puerta, pero con la música probablemente Meg no oiría<br />

los golpes. Accionó la manija, vio que no estaba cerrada y abrió.<br />

Los perros, que dormían a pesar <strong>de</strong> la música, pegaron un bote en la<br />

alfombra. Tras unos breves ladridos <strong>de</strong> aviso, empezaron a mover la cola. Para<br />

tranquilidad <strong>de</strong> Nate, parecían acordarse <strong>de</strong> él, pues se acercaron amistosamente.<br />

—Así me gusta. ¿Dón<strong>de</strong> está mamá?<br />

Dio un par <strong>de</strong> gritos, pero al final optó por pasar. Había un animado fuego<br />

en el salón y en la cocina, y en esta se estaba haciendo algo a fuego lento que olía a<br />

cena.<br />

Iba a echar un vistazo, tal vez incluso a probarla, cuando vislumbró un<br />

movimiento al otro lado <strong>de</strong> la ventana.<br />

Se acercó más y, contra la iluminación exterior, pudo verla. Iba envuelta <strong>de</strong> la<br />

cabeza hasta los pies y avanzaba con dificultad entre la nieve con aquellas gruesas<br />

y redondas botas a las que llamaban garras <strong>de</strong> oso. Mientras él la miraba, Meg se<br />

<strong>de</strong>tuvo y volvió la cabeza hacia el cielo. Permaneció un momento inmóvil, con la<br />

mirada hacia arriba y la música penetrando en su cuerpo. Luego, con las manos<br />

contra los costados, cayó <strong>de</strong> espaldas.<br />

Nate llegó a la puerta <strong>de</strong> un salto, la abrió, saltó los peldaños <strong>de</strong> la entrada y<br />

corrió por la helada senda que ella había <strong>de</strong>spejado.<br />

Meg se incorporó al oír su nombre.<br />

—¿Cómo? ¡Hola! ¿De dón<strong>de</strong> sales tú?<br />

- 135 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Qué ha ocurrido? ¿Te has hecho daño?<br />

—No. Me apetecía tumbarme un momento en la nieve. El cielo se está<br />

<strong>de</strong>spejando. Bueno, ya que estás aquí, échame una mano.<br />

Nate se disponía a hacerlo cuando los perros salieron a la carrera y le<br />

saltaron encima.<br />

—La puerta está abierta —consiguió <strong>de</strong>cir Meg mientras uno <strong>de</strong> los huskies<br />

rodaba con ella en la nieve.<br />

—Disculpa. Lo último en que he pensado ha sido en cerrar la puerta. —La<br />

ayudó a levantarse—. ¿Qué hacías aquí fuera?<br />

—Estaba en el cobertizo, intentando arreglar una vieja moto <strong>de</strong> nieve que<br />

traje hace unos meses. De vez en cuando me encierro allí y le doy unos toques.<br />

—¿Sabes arreglar una moto <strong>de</strong> nieve?<br />

—Mis aptitu<strong>de</strong>s son múltiples y variadas.<br />

—No me cabe duda. —Mirándola, olvidó los pequeños dolores <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong>l<br />

día—. Precisamente estaba pensando en comprarme una.<br />

—¿En serio? Pues cuando tenga ésta a punto, te haré una oferta. Entremos.<br />

Ahora mismo me tomaría una copa. —Lo miró <strong>de</strong> soslayo mientras iban hacia la<br />

casa—. ¿Y qué, pasabas por aquí?<br />

—No.<br />

—¿Has subido a controlar cómo estaba?<br />

—Sí, con la esperanza <strong>de</strong> conseguir la cena prometida.<br />

—¿Solo la cena?<br />

—No.<br />

—Menos mal, porque a mí también me apetece lo otro. —Cogió un cepillo<br />

que tenía junto a la puerta—. ¿Me quitas un poco la nieve?<br />

Nate lo hizo tan bien como supo; luego, ella se quitó las garras <strong>de</strong> oso.<br />

—Deja la chaqueta y quédate un rato —le invitó mientras hacía lo propio con<br />

la suya.<br />

—¡Eh! Vaya pelo.<br />

Meg se pasó la mano por los cabellos mientras colgaba la parka y el gorro.<br />

—¿Qué pasa con mi pelo?<br />

—Que tienes mucho menos.<br />

Ahora le llegaba justo a las mandíbulas, una melenita estirada, espesa y algo<br />

revuelta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> habérsela tocado.<br />

—Me apetecía un cambio. Así que me lo corté.<br />

Fue hasta la <strong>de</strong>spensa y salió con una botella. Mientras preparaba dos copas,<br />

volvió la cabeza hacia Nate y vio que le sonreía.<br />

—¿Qué?<br />

—Me gusta. Te da un aspecto, no sé, joven y travieso.<br />

Meg la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />

—¿Joven y travieso significa llevar un pichi, unas manoletinas y que te llame<br />

papaíto?<br />

—No sé qué es un pichi, pero si te apetece llevarlo por mí no te cortes. Lo que<br />

sí eliminaría es lo <strong>de</strong> papaíto.<br />

- 136 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Como quieras. —Hizo un gesto <strong>de</strong> indiferencia mientras servía un par <strong>de</strong><br />

copas <strong>de</strong> vino tinto—. Estoy contenta <strong>de</strong> verte, Burke.<br />

Nate cogió las dos copas y las <strong>de</strong>jó en la barra. Luego, mientras le acariciaba<br />

el pelo, se acercó lentamente a su cara con los ojos muy abiertos y la besó. Con<br />

tranquilidad y dulzura. Y observó cómo lo miraba mientras la besaba; sus<br />

preciosos ojos azules solo pestañearon una vez.<br />

Cuando sus labios se separaron, Nate le ofreció una <strong>de</strong> las copas.<br />

—También me alegra besarte.<br />

Frotó un labio contra el otro y le sorprendió que con aquel ardor no salieran<br />

chispas.<br />

—Se nota.<br />

—Estaba preocupado por ti. Ya sé que no te gusta, que te pone en guardia.<br />

Pero es así. No hablemos <strong>de</strong> ello si no te apetece.<br />

Meg tomó un par <strong>de</strong> sorbos y pensó que ahí <strong>de</strong>ntro guardaba un saco <strong>de</strong><br />

paciencia. Y un pariente próximo <strong>de</strong> la paciencia era la tenacidad.<br />

—Tampoco hagamos <strong>de</strong> eso una montaña... Oye, ¿sabes preparar una<br />

ensalada?<br />

—Pues... ¿se abre una <strong>de</strong> esas bolsas que ven<strong>de</strong>n en el súper y se vierte en un<br />

cuenco?<br />

—Lo tuyo no es la cocina, ¿verdad?<br />

—No.<br />

—De todas formas, en este estadio <strong>de</strong> la relación, ahora que te tengo sorbido<br />

el seso, <strong>de</strong>berías apren<strong>de</strong>r a cortar las hortalizas sin quejarte. ¿Incluso pelar una<br />

zanahoria? —preguntó dirigiéndose hacia la nevera.<br />

—De acuerdo, <strong>de</strong> acuerdo.<br />

—Pues empecemos. —Colocó el material en la barra, le pasó una zanahoria y<br />

un cuchillo especial—. Empieza por eso.<br />

Mientras él preparaba la zanahoria, Meg lavaba la lechuga.<br />

—En algunas culturas, las mujeres se cortan el pelo en señal <strong>de</strong> duelo. Pero<br />

yo no lo he hecho por eso. Lo perdí hace mucho y ya me había adaptado a la<br />

situación... a mi manera. Pero ahora es distinto.<br />

—Un asesinato lo cambia todo.<br />

—Más que la muerte —admitió ella—. La muerte es algo natural. Es una<br />

putada porque nadie quiere largarse <strong>de</strong> aquí, pero sabes que hay un ciclo que es<br />

igual para todos.<br />

Secó la lechuga; los largos <strong>de</strong>dos con las uñas perfectamente recortadas se<br />

movían con brío.<br />

—Podía haber aceptado su muerte. Pero no aceptaré su asesinato. De modo<br />

que presionaré a los polis estatales y a ti hasta quedarme tranquila. Pue<strong>de</strong> que con<br />

ello se enfríen algo tus calenturas, pero hay que correr el riesgo.<br />

—No creo que eso ocurra. Hacía tiempo que una mujer no me ponía en ese<br />

estado, <strong>de</strong> modo que ya era hora.<br />

—¿Y por qué?<br />

Nate le pasó la zanahoria para que diera el visto bueno.<br />

- 137 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Por qué, qué?<br />

—¿Por qué no te habían puesto en ese estado?<br />

—Pues... ejem...<br />

—¿Miedo a no estar a la altura?<br />

Nate parpa<strong>de</strong>ó, soltó una risita ahogada.<br />

—¡Menuda pregunta! Pero ¿no crees que es una conversación poco<br />

apropiada para preparar una ensalada?<br />

—Pues volvamos al asesinato —respondió ella.<br />

—¿Quién les llevó arriba? —preguntó Nate.<br />

—¿Cómo?<br />

—Necesitarían un piloto, ¿no? Alguien que les llevara al campamento base o<br />

como lo llamen.<br />

—Ah. —Meg hizo una pausa y golpeó la plancha <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con el cuchillo—<br />

. Se nota que eres poli. No lo sé, y supongo que costará bastante saberlo <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> tanto tiempo, pero creo que entre Jacob y yo podremos resolverlo.<br />

—Fuera quien fuese, como mínimo recogió a uno menos <strong>de</strong> los que <strong>de</strong>jó. Y<br />

no informó sobre ello. ¿Por qué?<br />

—Es lo que tenemos que <strong>de</strong>scubrir. Bien. Es un camino.<br />

—Los investigadores que llevan el caso se harán estas preguntas, tomarán<br />

esta dirección. Pero tal vez tú quieras plantearte cuestiones más personales —<br />

insinuó Nate.<br />

—Te refieres a la batalla por el cuerpo y los funerales que planifica Charlene.<br />

—Empezó a cortar unas curiosas tiras <strong>de</strong> col roja—. Ya me ha dado bastante la<br />

vara. Precisamente por eso ayer <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> coger el teléfono. Me parece una chorrada<br />

pelear por un cadáver. Sobre todo cuando no tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> si su familia se<br />

opondrá a que lo entierre aquí.<br />

—¿Los conoces?<br />

Sacó una olla y empezó a llenarla <strong>de</strong> agua para la pasta.<br />

—Sí. Su madre se puso en contacto conmigo unas cuantas veces, y cuando<br />

me ofreció la oportunidad <strong>de</strong> ir a conocer a la familia acepté por curiosidad. Tenía<br />

dieciocho años. Charlene estaba cabreadísima, lo que aún me incitó más a ir.<br />

Colocó la olla en el fuego, removió la salsa y se dispuso a acabar <strong>de</strong> preparar<br />

la ensalada.<br />

—Es gente normal. Algo estirados, intelectuales, no <strong>de</strong>l tipo que escogería yo<br />

como amista<strong>de</strong>s ni <strong>de</strong> los que pasarían mucho tiempo conmigo. Pero me<br />

parecieron aceptables. Me dieron dinero, con lo que ganaron bastantes puntos.<br />

Cogió la botella, se llenó la copa y la mantuvo en el aire mientras levantaba<br />

las cejas mirando a Nate.<br />

—No, gracias.<br />

—Suficiente dinero para pagar la entrada <strong>de</strong>l avión y esta casa, o sea que se<br />

lo <strong>de</strong>bo.<br />

Se calló un momento para tomar un sorbo <strong>de</strong> vino con expresión pensativa.<br />

—No creo que vayan a discutir con Charlene e insistir en llevárselo al este. A<br />

ella le gusta pensarlo porque disfruta odiándolos. De la misma forma que ellos<br />

- 138 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

prefieren no tenerla en cuenta. Así cada cual convierte a mi padre en algo distinto<br />

<strong>de</strong> lo que era.<br />

Sacó los platos y se los pasó a Nate para que pusiera la mesa.<br />

—¿El silencio es una técnica <strong>de</strong> interrogatorio?<br />

—Pue<strong>de</strong> serlo. Pero también se le pue<strong>de</strong> llamar escuchar.<br />

—Solo conozco a una persona, es <strong>de</strong>cir, a alguien con quien paso cierto<br />

tiempo que escucha como tú. Es Jacob. Es una gran virtud. Mi padre también me<br />

escuchaba a veces. Pero veías cómo disminuía su atención si la cosa se alargaba.<br />

Seguía ahí sentado, pero ya no escuchaba. Jacob siempre lo ha hecho.<br />

»En fin —dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> soltar un sonoro suspiro—. Patrick Galloway. Un<br />

cabrón <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado. Yo lo quería, y conmigo, en realidad, nunca fue<br />

<strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado. Pero lo fue con su familia, porque por muchos <strong>de</strong>fectos que<br />

tuvieran, no merecían que su hijo se largara sin avisar antes <strong>de</strong> cumplir los<br />

dieciocho años. Y también lo fue con Charlene, ya que permitió que fuera ella<br />

quien ganara hasta el último céntimo y se encargara <strong>de</strong> lo más duro.<br />

Probablemente ella lo quiso, lo que se convirtió, y tal vez sigue siendo, en la cruz<br />

<strong>de</strong> su vida. No sé si él la amó.<br />

Cogió un paquete <strong>de</strong> pasta <strong>de</strong>l armario, echó la cantidad a<strong>de</strong>cuada al agua<br />

hirviendo y siguió hablando mientras bajaba el fuego y removía la pasta.<br />

—Tampoco creo que hubiera aguantado mucho tiempo con nosotras. Pero<br />

ahora no tengo modo <strong>de</strong> saberlo, y sé que no tuvo la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir. Y eso<br />

es lo que cuenta; que alguien acabó con él. Yo me centro en esto, y no dón<strong>de</strong> lo<br />

entierran.<br />

—Sensato.<br />

—No soy una mujer sensata, Burke. Soy una egoísta. No tardarás en darte<br />

cuenta. —Sacó un recipiente <strong>de</strong> plástico <strong>de</strong> la nevera, lo agitó y repartió su<br />

contenido sobre la ensalada—. En aquel cajón hay una barra <strong>de</strong> pan <strong>de</strong> esta<br />

mañana.<br />

Nate abrió el cajón y lo sacó.<br />

—No sabía que habías bajado al pueblo.<br />

—No he bajado. Me he tomado un par <strong>de</strong> días libres para quedarme<br />

enclaustrada. —Cogió el pan y cortó unas rebanadas—. Una <strong>de</strong> las cosas que hago<br />

en estos casos es amasar pan, lo que me impi<strong>de</strong> pasar el día compa<strong>de</strong>ciéndome.<br />

—Amasas pan. —Soltó un silbido—. Nunca había conocido a nadie que lo<br />

hiciera. Ni que pilotara una avioneta. O arreglara una moto <strong>de</strong> nieve.<br />

—Tal como te he dicho, soy una mujer con aptitu<strong>de</strong>s múltiples y variadas. Te<br />

mostraré otras <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar. En la cama. Termina el vino. Ya está casi todo a<br />

punto.<br />

Tal vez fuera el ambiente o tal vez la mujer, pero Nate no recordaba una cena<br />

tan tranquila en mucho tiempo.<br />

Había dicho que no era una mujer sensata; sin embargo, él vio una gran<br />

sensatez en su estilo <strong>de</strong> vida, en la forma <strong>de</strong> ocuparse <strong>de</strong> su casa. En cómo se<br />

- 139 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

enfrentaba a la conmoción y al dolor, incluso al odio.<br />

Jacob había dicho que era fuerte. Él empezaba a pensar que era la persona<br />

más fuerte que había conocido en su vida.<br />

Y la que se sentía más a gusto consigo misma.<br />

Le preguntó cómo le había ido el día. A él le costó hablar <strong>de</strong> ello, ya que en<br />

su matrimonio anterior se había acostumbrado a <strong>de</strong>jar el trabajo fuera.<br />

Pero Meg quería enterarse, comentar, cotillear, reír.<br />

Aun así, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tranquilidad que se respiraba con ella, notaba un<br />

escalofrío <strong>de</strong> excitación, <strong>de</strong> expectativa, aquel zumbido sexual que hacía que le<br />

hirviera la sangre cuando estaba cerca <strong>de</strong> ella.<br />

Deseaba acercar sus manos a su pelo, sus dientes a la nuca que <strong>de</strong>jaba al<br />

<strong>de</strong>scubierto el nuevo corte. Pensaba en ello, se lo imaginaba, su estómago se<br />

tensaba al notar que el peso <strong>de</strong>l día se <strong>de</strong>slizaba por sus hombros.<br />

En un momento <strong>de</strong>terminado, Meg estiró las piernas y las apoyó en su<br />

regazo mientras se inclinaba hacia atrás para tomar otro trago. A Nate se le secó la<br />

boca y se le enturbió la cabeza.<br />

—Solía mangar en las tiendas.<br />

Lanzó un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> pan a los perros. Nate pensó que a su madre le<br />

habría dado un ataque si la hubiera oído.<br />

Le encantaba ver cómo los perros cogían el pan al vuelo, como un par <strong>de</strong><br />

jugadores <strong>de</strong> béisbol recogiendo unas pelotas altas.<br />

—Tú... robabas...<br />

—En realidad no es lo mismo mangar que robar.<br />

—Llevarte algo, no pagarlo.<br />

—Vale, vale. —Puso los ojos en blanco—. Pero, la verdad es que para mí era<br />

como un ritual. Era tan hábil que no me pescaban como les ha ocurrido a esos<br />

chavales que has trincado hoy. Nunca cogí nada que necesitara. Era más una<br />

cuestión <strong>de</strong>: «Hum, a ver si soy capaz <strong>de</strong> llevármelo». Luego escondía el botín en<br />

mi habitación y <strong>de</strong> noche lo sacaba para <strong>de</strong>leitarme contemplándolo. Unos días<br />

<strong>de</strong>spués lo <strong>de</strong>volvía; era una operación casi igual <strong>de</strong> peligrosa y emocionante.<br />

Creo que, <strong>de</strong> haber vivido en otra parte, habría sido una <strong>de</strong>lincuente <strong>de</strong> primera,<br />

porque para mí no era importante lo que cogía sino el hecho <strong>de</strong> cogerlo.<br />

—Supongo que no seguirás...<br />

—No, pero ahora que lo dices, estaría bien comprobar si todavía tengo esa<br />

habilidad. Y si me trincaran, estoy enrollada con el jefe <strong>de</strong> policía. —Bajó el pie y<br />

se acercó a él para acariciarle el muslo mientras Nate la observaba con sus serios<br />

ojos grises—. No pongas esa cara. Todo el mundo sabe que estoy medio pirada y<br />

no me lo tendrían en cuenta.<br />

Se levantó.<br />

—Quitemos la mesa. ¿Por qué no sacas a los perros? Les gusta echar una<br />

carrera a estas horas.<br />

En cuanto tuvieron la cocina or<strong>de</strong>nada y los perros estuvieron tumbados con<br />

un par <strong>de</strong> huesos <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una tibia, Meg se plantó ante los CD.<br />

—No creo que Puccini sea lo más a<strong>de</strong>cuado para la siguiente parte <strong>de</strong> la<br />

- 140 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

velada.<br />

—¿Era eso? ¿Ópera?<br />

—Supongo que eso respon<strong>de</strong> a la pregunta sobre tus gustos musicales.<br />

—En realidad, no entiendo nada. Me ha gustado como sonaba fuera, cuando<br />

he llegado. Transmitía plenitud, algo extraño y <strong>de</strong>sgarrador.<br />

—Bueno, tampoco eres un caso perdido. Hum... podría poner Barry White,<br />

pero es <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>nte. ¿Qué me dices <strong>de</strong> Billie Holliday?<br />

—Ah, ¿la cantante <strong>de</strong> blues que murió?<br />

Meg se volvió hacia él.<br />

—Bueno, ¿qué conoces <strong>de</strong> música?<br />

—Poco. Lo que ponen en la radio. —La mirada divertida <strong>de</strong> Meg hizo que se<br />

metiera las manos en los bolsillos—. Me gusta Norah Jones.<br />

—Pues que sea Norah Jones.<br />

Buscó un número y programó el aparato para seleccionarla.<br />

—Y Black Crowes —siguió Nate, a la <strong>de</strong>fensiva—. Y también lo nuevo <strong>de</strong><br />

Jewel me parece bastante bueno. Springsteen sigue siendo el Boss. Y hay...<br />

—No te rompas la cabeza —dijo ella riendo y cogiéndole la mano—. Jones<br />

me parece bien. —Empezó a tirar <strong>de</strong> él hacia la escalera—. A<strong>de</strong>más, si lo haces<br />

bien, lo único que oiré será mi propia música.<br />

—Pero sin presión, ¿eh?<br />

—Apuesto a que eres capaz <strong>de</strong> aguantarla. —Al final <strong>de</strong> la escalera, Meg se<br />

volvió y lo llevó hacia una puerta—. Ocúpate <strong>de</strong> mí, jefe. Yo también te he estado<br />

<strong>de</strong>seando.<br />

—Pienso en ti todo el tiempo. También en los momentos más ina<strong>de</strong>cuados.<br />

Lo cogió por la cintura. Le había necesitado, le había <strong>de</strong>seado. Era algo muy<br />

extraño y nuevo para ella necesitar y <strong>de</strong>sear <strong>de</strong> un modo tan específico.<br />

—¿Por ejemplo? —preguntó Meg.<br />

—Te imaginaba <strong>de</strong>snuda mientras planificaba la rotación semanal con Peach.<br />

No me dirás que no es <strong>de</strong>sconcertante.<br />

—Me gusta que me imagines <strong>de</strong>snuda, sobre todo en momentos poco<br />

a<strong>de</strong>cuados. —Rozó con sus dientes la mandíbula <strong>de</strong> él—. ¿Y por qué no empiezas?<br />

—También me gustas vestida —dijo él tirando <strong>de</strong> su jersey hacia arriba.<br />

Le gustaba el tacto <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Meg bajo sus manos y tener que ir sacando<br />

capa tras capa hasta llegar a la piel. ¡Qué cálida y suave era! Y a pesar <strong>de</strong> la lana y<br />

<strong>de</strong>l algodón, a pesar <strong>de</strong> todo lo que cubría su cuerpo, <strong>de</strong>bajo estaba su aroma<br />

secreto y atrayente.<br />

Meg le acarició, con calma, con ansia, le quitó una a una las capas como él<br />

había hecho con ella. Algo se encendió en el interior <strong>de</strong> Nate, y no era solo apetito.<br />

Algo que había estado ahí hibernando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo.<br />

Podía per<strong>de</strong>rse en ella sin sentirse perdido. Soltarse sin sufrir por si no<br />

encontraba el camino <strong>de</strong> vuelta. Cuando su boca se juntó con la <strong>de</strong> ella, cuando<br />

saboreó al tiempo la entrega y la <strong>de</strong>manda, tuvo todo lo que podía ansiar.<br />

Se acercaron a la cama dando vueltas y se tumbaron en ella. Nate oyó el<br />

suspiro <strong>de</strong> Meg y se preguntó si estaba tan tranquila o tan necesitada como él. Ella<br />

- 141 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

empujaba el cuerpo <strong>de</strong> él, se arqueaba y ofrecía el suyo cuando la boca <strong>de</strong> Nate<br />

erraba por su cuello y los dientes avanzaban hacia la nuca. Nate notó una ligera<br />

aceleración en los latidos <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Meg contra el suyo, así como la agradable<br />

caricia <strong>de</strong> las manos en su espalda.<br />

Ella <strong>de</strong>seaba que Nate tomara lo que quisiera. Algo insólito en una mujer que<br />

solía anteponer sus propias necesida<strong>de</strong>s, y a menudo las hacía prevalecer hasta el<br />

final. En cambio en aquellos momentos quería entregarse, hacer <strong>de</strong>saparecer la<br />

sombra <strong>de</strong> la tristeza que siempre estaba presente en los ojos <strong>de</strong>l amado. En cierta<br />

forma ella sabía que podía entregarse, que él no iba a <strong>de</strong>jarla insatisfecha.<br />

En el calor <strong>de</strong> sus labios, en el afán <strong>de</strong> sus manos, Meg veía algo más que la<br />

búsqueda <strong>de</strong> la satisfacción. Si algo la inquietaba, lo apartaba <strong>de</strong> su mente. Sabía<br />

que tendría tiempo <strong>de</strong> sobra para las preocupaciones y el pesar.<br />

Se colocó encima <strong>de</strong> él, cogió su rostro entre las manos, apoyó los labios<br />

contra los <strong>de</strong> él y consiguió que la ternura se mezclara con el vértigo.<br />

Nate le dio la vuelta y se colocó encima; hizo que ella se estremeciera,<br />

encendió en su interior mil fuegos y finalmente le agarró con fuerza las manos<br />

para impedir que le excitara <strong>de</strong>masiado, excesivamente pronto.<br />

Quería saborearla. Saborear sus hombros, su pecho, aquella maravillosa y<br />

grácil figura. Meg se estremeció bajo el contacto <strong>de</strong> los labios en su piel y soltó un<br />

gemido mientras sus <strong>de</strong>dos se doblaban sobre los <strong>de</strong> él.<br />

Luego, la acarició con la lengua, la hundió en ella y la hizo enloquecer.<br />

El cuerpo <strong>de</strong> Meg se aceleró, se encendió y hume<strong>de</strong>ció lleno <strong>de</strong> placer. Su<br />

interior chillaba al aliviarse y un instante <strong>de</strong>spués se agitaba <strong>de</strong>sesperadamente<br />

reclamando más.<br />

Él se lo daba, <strong>de</strong> una forma increíble, hasta llevarla al punto en que le habría<br />

arañado y mordido por tenerle más cerca y acabar con el cuerpo relajado y<br />

aturdido por la droga que él había inyectado en su sangre.<br />

—Meg.<br />

Apretó los labios contra su vientre, bajo su corazón, por encima <strong>de</strong> este...<br />

Ella le agarró las ca<strong>de</strong>ras y Nate levantó las suyas.<br />

Por fin estaba en su interior. Unidos. Acoplados. Él apoyó su frente en la <strong>de</strong><br />

ella, buscó el aire y esperó que su cabeza se <strong>de</strong>spejara para po<strong>de</strong>r disfrutar <strong>de</strong> cada<br />

segundo, <strong>de</strong> cada movimiento, <strong>de</strong> cada estremecimiento.<br />

Meg lo sujetó contra su cuerpo mientras ambos confluían y sus mentes se<br />

nublaban. Nate repitió su nombre un instante antes <strong>de</strong> entregarse.<br />

- 142 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

SOMBRA<br />

Sigue una sombra, ella te lleva;<br />

parece volar, te persigue.<br />

Y lo que se avecina proyecta su sombra<br />

<strong>de</strong>lante.<br />

- 143 -<br />

BEN JONSON<br />

THOMAS CAMPBELL


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 12<br />

No le importaba permanecer tumbada en silencio en la penumbra. Es más, le<br />

gustaba, sobre todo en ese momento, en que notaba su cuerpo relajado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

hacer el amor.<br />

Oyó que los perros entraban y se instalaban en la maraña que solían tener<br />

montada en el suelo, a los pies <strong>de</strong> la cama. El reloj <strong>de</strong> pared <strong>de</strong> su estudio daba las<br />

nueve.<br />

«Demasiado pronto para dormir —pensó—. Y <strong>de</strong>masiado relajada para<br />

ponerme en marcha.» Era el momento i<strong>de</strong>al para satisfacer un poco su curiosidad<br />

sobre el hombre que tenía al lado.<br />

—¿Por qué te la pegó?<br />

—¿Cómo?<br />

—Tu esposa. ¿Por qué te la pegó?<br />

Notó el cambio <strong>de</strong> postura <strong>de</strong> Nate, la ligera separación. Imaginó que un<br />

loquero tendría sus teorías sobre aquel gesto.<br />

—Supongo que no le ofrecía lo que buscaba.<br />

—Eres bueno en la cama. Mejor que bueno. Un momento...<br />

Salió <strong>de</strong> la cama y cogió una bata; estaba <strong>de</strong>cidida a sonsacarle la información.<br />

—Enseguida vuelvo —dijo y bajó a por el vino y un par <strong>de</strong> copas.<br />

Cuando volvió, le encontró <strong>de</strong> pie, con el pantalón puesto; estaba añadiendo un<br />

tronco al fuego <strong>de</strong> la chimenea <strong>de</strong> la habitación.<br />

—Creo que <strong>de</strong>bería...<br />

—Si la próxima palabra es «irme», quítatelo <strong>de</strong> la cabeza. No hemos terminado.<br />

—Se sentó en la cama y sirvió las dos copas—. Ha llegado el momento <strong>de</strong> la larga y<br />

triste historia, Burke. Pue<strong>de</strong>s empezar con tu ex esposa, ya que al parecer es la raíz <strong>de</strong><br />

todo.<br />

—No sé si realmente ella es la raíz.<br />

—Estabas casado —apuntó Meg—. Te fue infiel.<br />

—Eso lo resume más o menos.<br />

Pero ella se limitó a la<strong>de</strong>ar la cabeza y ofrecerle la copa. Nate vaciló un<br />

momento y luego retrocedió. Aceptó el vino y se sentó en la cama con ella.<br />

—No la hice feliz, eso es todo. No es fácil estar casada con un poli.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque... —«Vayamos por partes», pensó él—. El trabajo te absorbe todo el<br />

puñetero día. El horario es fatal. La mitad <strong>de</strong> las veces que haces un plan tienes que<br />

anularlo. Llegas a casa tar<strong>de</strong>, con la cabeza aún en el trabajo. Cuando estás en<br />

homicidios, normalmente llevas la muerte a cuestas, sobre todo cuando menos<br />

quisieras.<br />

- 144 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Supongo que tienes razón. —Meg tomó un sorbo <strong>de</strong> vino—. ¿Ya eras poli<br />

cuando se casó contigo?<br />

—Sí, pero...<br />

—No, las preguntas las hago yo. ¿Cuánto tiempo hacía que os conocíais cuando<br />

diste el paso?<br />

—No lo sé. Un año. —Saboreó lentamente el vino mientras miraba el fuego—.<br />

Casi dos, creo.<br />

—¿Era una mujer poco espabilada? ¿Tonta?<br />

—¡Por Dios, no, Meg!<br />

—Solo quería <strong>de</strong>cir que hay que ser una cosa u otra para tener relaciones<br />

durante más <strong>de</strong> un año con un poli y no pillar <strong>de</strong> qué va la película.<br />

—Tal vez. Pero eso no significa que tenga que gustarte la película o meterte en<br />

ella.<br />

—Es verdad que todo el mundo tiene <strong>de</strong>recho a cambiar <strong>de</strong> parecer cuando sea.<br />

Ninguna ley lo impi<strong>de</strong>. Lo único que digo es que cuando se casó contigo ya conocía<br />

la muestra. Así que utilizarlo como excusa para pegártela o culparte <strong>de</strong> algo cuando<br />

las cosas no funcionan no tiene mucho sentido.<br />

—Se casó con el cabrón con el que me la pegaba, <strong>de</strong> modo que pue<strong>de</strong> que eso<br />

explique algo.<br />

—Vale, se encaprichó <strong>de</strong> otro. Son cosas que pasan. Pero es su problema. Me<br />

parece que culparte a ti <strong>de</strong> sus actos es tener mala leche, es rastrero.<br />

Él se la quedó mirando.<br />

—¿Cómo sabes que me echaba la culpa?<br />

—Porque te estoy viendo, preciosidad. ¿Me equivoco?<br />

Nate tomó un trago.<br />

—No.<br />

—Y tú la <strong>de</strong>jaste.<br />

—Yo la quería.<br />

Aquellos maravillosos ojos se nublaron en un gesto comprensivo mientras le<br />

acariciaba la mejilla y pasaba la mano por la enmarañada cabellera <strong>de</strong> Nate.<br />

—Pobrecito. Te <strong>de</strong>strozó el corazón y encima te pegó una patada en los huevos.<br />

¿Qué pasó?<br />

—Sabía que las cosas no iban bien. Pero prefería fingir que no lo veía, o sea que<br />

eso fue responsabilidad mía. Pensaba que se solucionaría. Tenía que haberle<br />

<strong>de</strong>dicado más tiempo.<br />

—Tenía que, <strong>de</strong>bería...<br />

Él rió.<br />

—¡Qué dura eres!<br />

Para suavizar la situación, Meg le dio un beso en la mejilla.<br />

—¿Mejor así? Vamos a ver, resulta que, en tu opinión, no diste suficiente<br />

importancia a las grietas <strong>de</strong>l hielo. ¿Y qué sucedió?<br />

—Que se hicieron más gran<strong>de</strong>s. Se me ocurrió que pasáramos unas vacaciones<br />

juntos, fuera <strong>de</strong> la ciudad, para reencontrarnos o lo que fuera. A ella no le interesaba.<br />

Yo <strong>de</strong>seaba tener hijos. Lo habíamos hablado antes <strong>de</strong> casarnos, pero a ella la i<strong>de</strong>a la<br />

- 145 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>jaba fría. Tuvimos nuestros más y nuestros menos por ello. Los tuvimos por varias<br />

cosas. No todo fue culpa suya, Meg.<br />

—Nunca lo es.<br />

—Un día volví a casa. Había sido un mal día. Me había caído un caso <strong>de</strong> un<br />

tiroteo con un coche. Una mujer y sus dos hijos murieron. Ella me esperaba. Me dijo<br />

que quería el divorcio, que estaba hasta la coronilla <strong>de</strong> esperar a que yo <strong>de</strong>cidiera<br />

volver a casa. Hasta la coronilla <strong>de</strong> que lo que ella quería, lo que necesitaba, lo que<br />

tenía planificado quedara relegado a un segundo plano porque lo mío era más<br />

importante. Yo estallé, ella estalló y me soltó que estaba enamorada <strong>de</strong> otro, que<br />

resultaba ser nuestro puto abogado, con el que por lo visto llevaba meses saliendo.<br />

Aquel día lo vomitó todo. Que si yo la había abandonado emocionalmente, que<br />

nunca había tenido en cuenta sus necesida<strong>de</strong>s o <strong>de</strong>seos, que estaba convencido <strong>de</strong><br />

que ella siempre cambiaría sus planes con una palabra mía. Nada, que ya no le servía<br />

y quería que me fuera. Había tenido hasta la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> recoger casi todas mis<br />

cosas.<br />

—¿Qué hiciste?<br />

—Me marché. Había pasado el día ocupándome <strong>de</strong> una terrible y estúpida<br />

matanza <strong>de</strong> una mujer <strong>de</strong> veintiséis años y sus dos hijos, <strong>de</strong> diez y ocho años. Y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Rachel y yo nos tiráramos los trastos a la cabeza durante una hora, ya<br />

no me quedaba nada. De modo que cargué el coche, estuve un tiempo conduciendo y<br />

acabé en casa <strong>de</strong> un compañero. Dormí en su sofá unas cuantas noches.<br />

En opinión <strong>de</strong> Meg, era la mujer, Rachel, quien tenía que haber dormido en el<br />

sofá <strong>de</strong> algún amigo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Nate la sacara <strong>de</strong> casa con una patada en el<br />

trasero. Pero no hizo ningún comentario.<br />

—¿Y mientras tanto?<br />

—Me mandó el papeleo pertinente; fui a hablar con ella. Pero lo tenía resuelto y<br />

me lo <strong>de</strong>jó muy claro. No quería seguir casada conmigo. Dividiríamos los bienes y<br />

nos separaríamos. Dijo que yo estaba casado con mi trabajo, y que ella sobraba. Fin<br />

<strong>de</strong> la historia.<br />

—No creo. Un tipo como tú pue<strong>de</strong> quedarse <strong>de</strong>strozado y hundido un tiempo.<br />

Pero luego aparece el cabreo. ¿Por qué no surgió?<br />

—¿Quién dice que no apareció? —Se levantó, <strong>de</strong>jó la copa y se acercó al fuego.<br />

A la ventana—. Fue un año muy malo. Largo y muy malo. Un año o dos. A mi madre<br />

le llegaron rumores <strong>de</strong>l divorcio y no veas... Me cayó encima como un chaparrón.<br />

—¿Y eso?<br />

—Se llevaba bien con Rachel y nunca le había gustado que fuera poli. Mi padre<br />

murió en acto <strong>de</strong> servicio cuando yo tenía diecisiete años; ella nunca lo superó. Había<br />

llevado bastante bien lo <strong>de</strong> ser la esposa <strong>de</strong> un poli. Pero no soportó ser la viuda <strong>de</strong><br />

un poli. Nunca me perdonó que quisiera ser lo mismo que él. En el fondo, creía que<br />

el matrimonio con Rachel me alejaría <strong>de</strong> ese mundo. No fue así y ella opinaba que yo<br />

había <strong>de</strong>strozado mi matrimonio. Aquello me tuvo encabronado un tiempo, en el que<br />

me sumergí en el trabajo para seguir a<strong>de</strong>lante.<br />

—¿Y <strong>de</strong>spués?<br />

Se alejó <strong>de</strong> la ventana y se sentó otra vez.<br />

- 146 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Rachel se casó. No sé por qué aquello me sentó como una patada en el<br />

estómago, pero fue así y creo que se notó. Jack, mi compañero, me propuso salir a<br />

tomar unas copas. Era un hombre muy casero. Él habría preferido volver a casa con<br />

su mujer e hijos, pero como yo estaba <strong>de</strong>primido y él era mi amigo, quiso que nos<br />

tomáramos unas cervezas para que yo me <strong>de</strong>sahogara. Él tenía que estar en su casa y<br />

no en la salida <strong>de</strong> un bar en plena noche. Su lugar estaba en la cama, con su esposa.<br />

Pero estaba conmigo. Cuando salimos <strong>de</strong>l bar vimos aquello a media manzana <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> nos encontrábamos. Trafiqueo. Uno <strong>de</strong> los tipos empezó a disparar y nosotros<br />

los perseguimos. Entramos en un callejón, y allí me dieron.<br />

«Un disparo —pensó ella—. Las cicatrices <strong>de</strong> la pierna y el costado <strong>de</strong>recho.»<br />

—Seguí, con la pierna herida, y le dije a Jack que estaba bien. Con el móvil, pedí<br />

refuerzos. Y cuando empezaba a incorporarme, el tipo disparó a Jack. El pecho, la<br />

barriga. ¡Madre mía! No podía alcanzarlo. Me era imposible. Y el que había<br />

disparado seguía. Enloquecido, colocado. Completamente ido, hasta el punto <strong>de</strong><br />

volver en lugar <strong>de</strong> huir. Me disparó otra vez, aunque en esta ocasión la bala tan solo<br />

me rozó. Tuve la sensación <strong>de</strong> una flecha caliente clavada bajo las costillas. Y yo le<br />

vacié el cargador encima. No me acuerdo, pero es lo que me contaron. Sí recuerdo<br />

haberme arrastrado hacia Jack, y ver cómo moría. Me acuerdo <strong>de</strong> su mirada, <strong>de</strong> que<br />

me cogió la mano, pronunció mi nombre... como si dijera: «¿Qué coño ha pasado?». Y<br />

pronunció también el <strong>de</strong> su esposa, cuando lo comprendió todo. Es algo que<br />

recuerdo todas las noches.<br />

—¿Y te echas la culpa?<br />

—Él no <strong>de</strong>bía haber estado allí.<br />

—Yo no lo veo así. —A Meg le hubiera gustado abrazarlo y mecerlo como a un<br />

niño. Un error para él, una compensación para ella. Así pues, sentada a su lado, se<br />

limitó a ponerle la mano en el muslo—. Cada <strong>de</strong>cisión que toma una persona le lleva<br />

a alguna parte. Tampoco habrías estado allí si tu mujer te hubiera esperado en casa.<br />

De modo que también podrías echarle la culpa a ella y al tipo con el que salía. O<br />

culpar a quien le disparó, porque tú sabes, en el fondo estás convencido <strong>de</strong> ello, que<br />

la culpa solo la tiene él.<br />

—Todo eso lo sé. Lo he oído mil veces. Y no cambia lo que siento a las tres <strong>de</strong> la<br />

madrugada o a las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. O en el momento que me asalta esta i<strong>de</strong>a.<br />

Ya podía <strong>de</strong>cirlo todo, contárselo todo, costara lo que costase.<br />

—Caí en un pozo, Meg, en un inmenso, negro y repugnante pozo. He intentado<br />

salir <strong>de</strong> él, y a veces estoy a punto <strong>de</strong> conseguirlo, llego hasta el bor<strong>de</strong>. Pero <strong>de</strong><br />

repente algo tira <strong>de</strong> abajo y me arrastra <strong>de</strong> nuevo hacia el fondo.<br />

—¿Seguiste una terapia?<br />

—El <strong>de</strong>partamento se ocupó <strong>de</strong> ello.<br />

—¿Medicamentos?<br />

Nate volvió a cambiar <strong>de</strong> postura.<br />

—No soy partidario <strong>de</strong> ellos.<br />

—La química salva vidas —dijo Meg, pero no le hizo sonreír.<br />

—Me ponían <strong>de</strong> los nervios, acababa <strong>de</strong>squiciado o perdía la cabeza. No puedo<br />

trabajar medicado, y si no puedo trabajar, nada tiene sentido. Pero tampoco podía<br />

- 147 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

seguir en Baltimore. Era incapaz <strong>de</strong> enfrentarme al día a día. Otro cadáver, otro caso,<br />

intentar cerrar los que habíamos abierto Jack y yo juntos. Ver a otra persona en su<br />

<strong>de</strong>spacho. Saber que había <strong>de</strong>jado a una esposa y a unos hijos que le querían, y que si<br />

el muerto hubiera sido yo, nadie hubiera quedado abandonado.<br />

—Por eso viniste aquí.<br />

—A enterrarme. Pero ocurrieron cosas. Vi las montañas. Vi las luces. La aurora<br />

boreal.<br />

La miró un momento y la leve sonrisa <strong>de</strong> sus labios le indicó que Meg lo había<br />

entendido. No tenía que <strong>de</strong>cir nada más. Y por ello podía seguir.<br />

—Te vi a ti, y tuve una reacción similar respecto a todo. Algo en mi interior<br />

<strong>de</strong>seaba volver a la vida. No se qué ocurrirá ni si te serviré <strong>de</strong> algo. No soy una<br />

apuesta segura.<br />

—Prefiero hacerlas a largo plazo. Veremos cómo se presenta la partida.<br />

—Tendría que marcharme.<br />

—¿No te he dicho antes que no había terminado? ¿Sabes qué tendríamos que<br />

hacer? Salir, meternos en una bañera con agua caliente un rato, volver aquí y<br />

revolcarnos <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>snudos.<br />

—¿Salir? ¿Fuera? ¿Darnos un baño fuera, a doce grados bajo cero?<br />

—Dentro <strong>de</strong> la bañera no hace tanto frío. Vamos, Burke, sé fuerte. Anímate.<br />

«Y <strong>de</strong>ja esta tristeza en remojo», pensó ella.<br />

—También podríamos animarnos quedándonos aquí en la cama.<br />

Pero ella ya se había puesto <strong>de</strong> pie.<br />

—Te gustará —le prometió tirando <strong>de</strong> él.<br />

Meg tenía razón. Le gustó. La locura <strong>de</strong> aquel súbito frío, la <strong>de</strong>sagradable<br />

sensación <strong>de</strong> entrar en el agua caliente, la curiosa y absurda excitación <strong>de</strong> encontrarse<br />

<strong>de</strong>snudo con ella bajo un cielo que en aquellos momentos estaba lleno <strong>de</strong> estrellas, y<br />

aquella luz cambiante y mágica.<br />

El vapor ascendía y formaba volutas por encima <strong>de</strong> la superficie; los perros<br />

emprendieron <strong>de</strong> nuevo una alocada carrera. El único inconveniente que vio Nate<br />

una vez estuvieron en el agua fue que tendrían que salir otra vez y enfrentarse con el<br />

aire glacial hasta llegar a la casa... y quizá sufrir un ataque al corazón.<br />

—¿Lo haces a menudo?<br />

—Un par <strong>de</strong> veces a la semana. Activa la circulación <strong>de</strong> la sangre.<br />

—No me extraña.<br />

Hundió un poco más el cuerpo y echó la cabeza para atrás. La aurora boreal<br />

ocupaba todo su campo visual.<br />

—¡Qué maravilla! ¿Pue<strong>de</strong> alguien cansarse alguna vez <strong>de</strong> esto?<br />

¿Acostumbrarse?<br />

Meg imitó su postura, disfrutando <strong>de</strong>l frío en la cara mientras su cuerpo seguía<br />

inmerso en el calor.<br />

—Te acostumbras y acabas teniendo la sensación <strong>de</strong> que es tuyo. Es como si la<br />

aurora boreal me perteneciera y pudiera compartirla con unos pocos mortales<br />

- 148 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

afortunados. Casi cada noche salgo por el simple placer <strong>de</strong> contemplarla. No ves a<br />

nadie, todo es silencio. Y sí... entonces me pertenece.<br />

Aquella noche se veían reflejos <strong>de</strong> color añil, espirales <strong>de</strong> un azul intenso,<br />

toques <strong>de</strong> rojo. La música que había escogido para ese momento era el apasionado<br />

canto <strong>de</strong> Michelle Branch sobre el brillo <strong>de</strong> la luz en la oscuridad.<br />

Conmovido, buscó la mano <strong>de</strong> Meg en el agua y entrelazó sus <strong>de</strong>dos con los <strong>de</strong><br />

ella.<br />

—Creo que es perfecto —murmuró.<br />

—Eso parece.<br />

Nate se sumergió en la luz y en la música, y preguntó:<br />

—¿Alucinarás si me enamoro <strong>de</strong> ti?<br />

Meg permaneció un momento en silencio.<br />

—No sé. Quizá.<br />

—Es probable. Ha sido una revelación para mí. Saber que aún quedaba algo en<br />

mi interior que me permitiera tomar esta dirección.<br />

—Yo diría que te queda mucho. Lo que no sé es si lo que tengo yo bastará.<br />

Él la miró y sonrió.<br />

—Ya lo <strong>de</strong>scubriremos.<br />

—Creo que <strong>de</strong>berías centrarte en el momento, disfrutarlo tal como se presenta.<br />

Vivirlo.<br />

—¿Es lo que haces tú? ¿Vivir el momento?<br />

El rojo se iba haciendo más intenso, poco a poco dominaba al añil, más suave y<br />

tenue.<br />

—Por supuesto.<br />

—No te creo. No pue<strong>de</strong>s llevar tus asuntos sin mirar hacia <strong>de</strong>lante, hacia el<br />

futuro.<br />

El movimiento que hizo Meg con los hombros agitó el agua.<br />

—Los asuntos son los asuntos. La vida es la vida.<br />

—No. Por lo menos para la gente como tú y como yo. El trabajo es la vida.<br />

Forma parte <strong>de</strong> nuestro problema o es una <strong>de</strong> nuestras virtu<strong>de</strong>s. Según como se mire.<br />

Ella observaba <strong>de</strong>tenidamente el rostro <strong>de</strong> Nate, con la frente arrugada.<br />

—Filosofía <strong>de</strong> jacuzzi.<br />

Los dos volvieron la cabeza cuando oyeron que los perros ladraban ferozmente<br />

entre los árboles.<br />

—¿Siempre hacen eso?<br />

—No. Es probable que hayan visto un zorro o un alce. —Pero siguió frunciendo<br />

el ceño hasta que se callaron—. Aún no es la época <strong>de</strong> los osos. A<strong>de</strong>más, Rock y Bull<br />

son capaces <strong>de</strong> enfrentarse a lo que sea. Dentro <strong>de</strong> un momento los llamaré.<br />

Él les llevaba un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> carne cruda. Los perros le conocían, por<br />

tanto no estaba inquieto. Aunque siempre era mejor mantenerse alerta. Estaba allí<br />

vigilando la casa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el refugio, entre los árboles, porque pensaba que tenía que<br />

estar preparado.<br />

- 149 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

No estaba seguro <strong>de</strong> qué significaba que el poli y la hija <strong>de</strong> su amigo estuvieran<br />

jugueteando en la bañera. Podía ser positivo. Una aventura les mantendría<br />

distraídos.<br />

En cualquier caso, no tenía en mucha consi<strong>de</strong>ración al poli. Para él era como<br />

una figura <strong>de</strong>corativa que se encargaba <strong>de</strong> enchironar a los borrachos y <strong>de</strong> acabar con<br />

las peleas. Poco más que eso.<br />

Él había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> pensar en si se encontraría el cadáver, se había quitado <strong>de</strong> la<br />

cabeza hacía años aquel horrible asunto. Había <strong>de</strong>cidido que lo había vivido otra<br />

persona, que aquello no había ocurrido.<br />

Que nunca sería un problema.<br />

Pero ahora lo era.<br />

Y tenía que enfrentarse a él.<br />

Ahora era mayor, una persona más tranquila. Más pru<strong>de</strong>nte.<br />

Había cabos sueltos. Si uno <strong>de</strong> ellos resultaba ser Meg Galloway, le sabría mal.<br />

Pero tenía que protegerse.<br />

Pensó que lo mejor sería ponerse rápidamente manos a la obra.<br />

Se alejó con el rifle al hombro, mientras los perros engullían lo que quedaba <strong>de</strong><br />

carne.<br />

Lo había preparado todo. De pie en el oscuro <strong>de</strong>spacho, estaba casi seguro <strong>de</strong><br />

que no había olvidado nada. Tenían que hablar, naturalmente. Era lo correcto, lo<br />

justo. Él era una persona justa.<br />

De todas formas, era peligroso estar allí a altas horas <strong>de</strong> la noche. Si alguien le<br />

sorprendía tendría que encontrar alguna razón, alguna excusa. «Negativa plausible»,<br />

pensó medio sonriendo.<br />

Llevaba tanto tiempo sin hacer nada peligroso... Había pasado tanto tiempo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que mezclara la escalada con la gran vida. Ese recuerdo <strong>de</strong>spertó en él<br />

antiguas emociones.<br />

Por ello en otra época le llamaban Darth. Por ser una persona implacable y<br />

amante <strong>de</strong> oscuras hazañas. Lo que le había llevado a cometer actos temerarios y<br />

sublimes. Lo que le había empujado a matar a un amigo.<br />

Aunque aquel era otro hombre, se recordó a sí mismo. Él se había recuperado.<br />

Lo <strong>de</strong> ahora no lo hacía por placer ni por curiosidad, sino para proteger al hombre<br />

inocente en el que se había convertido.<br />

Tenía todo el <strong>de</strong>recho a hacerlo.<br />

De modo que cuando su viejo amigo entró por la puerta trasera, él le estaba<br />

esperando en silencio. Tranquilo como el hielo.<br />

Max Hawbaker tuvo un sobresalto al ver al hombre sentado en su escritorio.<br />

—¿Cómo has entrado?<br />

—Sabes que la mitad <strong>de</strong> las veces <strong>de</strong>jas la puerta <strong>de</strong> atrás abierta. —Se levantó<br />

con un movimiento relajado y tranquilo—. No iba a esperarte fuera. Alguien podía<br />

verme.<br />

—Vale, vale. —Max se quitó el abrigo y lo <strong>de</strong>jó tirado en una silla—. Es una<br />

- 150 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

locura que nos veamos aquí, en la redacción, en plena noche. Podías haber pasado<br />

por casa.<br />

—¿Y si Carrie nos hubiera oído? Nunca se lo has contado, ¿verdad? Lo juraste.<br />

—No, nunca se lo he contado. —Max se pasó la mano por la cara—. Virgen<br />

<strong>San</strong>ta, me dijiste que se había caído. Que se había vuelto loco y había cortado la<br />

cuerda. Que se había hundido en una grieta.<br />

—Sé perfectamente lo que dije. No podía contarte la verdad. ¿Acaso no era todo<br />

suficientemente horrible? Cuando te encontré <strong>de</strong> nuevo estabas hecho polvo,<br />

<strong>de</strong>lirabas. Te salvé la vida, Max. Yo te ayudé a bajar.<br />

—Pero...<br />

—Te salvé la vida.<br />

—Sí. Tienes razón, sí.<br />

—Te lo contaré todo. Saca esa botella que guardas en el cajón. Nos hace falta un<br />

trago.<br />

—Tantos años. Ha pasado tantos años ahí arriba. Así... —Realmente necesitaba<br />

un trago. Max cogió dos tazas <strong>de</strong> café y la botella <strong>de</strong> Paddy's <strong>de</strong>l cajón—. ¿Qué <strong>de</strong>bo<br />

pensar? ¿Qué <strong>de</strong>bería hacer?<br />

—Intentó matarme. Aún no consigo creerlo. —«Negativa plausible», pensó otra<br />

vez.<br />

—¿Pat? ¿Pat intentó...?<br />

—Luke... ¿te acuerdas? Skywalker, el caballero Jedi. Cuanto más se drogaba,<br />

más loco se volvía. Y aquello <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser un juego. Cuando alcanzó la cima quiso<br />

saltar y a punto estuvo <strong>de</strong> arrastrarme también a mí.<br />

—¡Jesús! ¡Jesús!<br />

—Después dijo que era un juego, pero yo sabía que no. Estábamos<br />

<strong>de</strong>scendiendo en rappel y él sacó su cuchillo. ¡<strong>San</strong>to cielo, empezó a cortar mi cuerda<br />

y a reír. A duras penas conseguí llegar al saliente cuando la cortó <strong>de</strong>l todo. Me<br />

largué.<br />

—Me parece increíble. —Max tomó un trago y se sirvió más whisky—. De<br />

verdad, no consigo creerlo.<br />

—A mí también me parecía increíble mientras sucedía. Había perdido el juicio.<br />

Las drogas, la altura, vete a saber. Llegué a la cueva <strong>de</strong> hielo. Estaba muerto <strong>de</strong><br />

miedo. Y también furioso. Me persiguió hasta allí.<br />

—¿Por qué no me habías contado nada <strong>de</strong> esto?<br />

—Pensé que no ibas a creerme. Escogí la salida más fácil. Tú habrías hecho lo<br />

mismo.<br />

—No sé. —Max se pasó la mano por el pelo ralo.<br />

—Tú fuiste quien escogió la salida más fácil. Cuando pensaste que se había<br />

caído, estuviste <strong>de</strong> acuerdo en mantener la boca cerrada y no <strong>de</strong>cir nada a nadie.<br />

Patrick Galloway se largó, para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>sconocido. Fin <strong>de</strong> la historia.<br />

—No sé por qué lo hice.<br />

—¿Y no te vinieron <strong>de</strong> perlas los tres mil para la revista?<br />

Max se sonrojó y fijó la vista en la taza.<br />

—Pue<strong>de</strong> que me equivocara al aceptarlos. Tal vez. Solo quería olvidarlo y <strong>de</strong>jar<br />

- 151 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

la historia atrás. Empezar algo aquí. A él no lo conocía mucho, y a<strong>de</strong>más había<br />

<strong>de</strong>saparecido. Era algo que no podíamos cambiar, <strong>de</strong> modo que no me pareció que<br />

tuviera <strong>de</strong>masiada importancia. Y tú dijiste que habría una investigación si<br />

comentábamos a alguien que habíamos estado allí arriba, que él había muerto allí.<br />

—Y la habría habido. Habría salido lo <strong>de</strong> las drogas, Max, y tú lo sabes. No<br />

podías permitirte otra caída por lo mismo. No podías permitirte que la poli pudiera<br />

pensar que tú, que alguno <strong>de</strong> nosotros, hubiera tenido algo que ver con su muerte.<br />

Muriera como muriese; es cierto, ¿o no?<br />

—Sí. Pero ahora...<br />

—Tuve que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme. Se enfrentó a mí con el cuchillo. Se me echó encima.<br />

Dijo que la montaña exigía un sacrificio. Intenté escapar, no pu<strong>de</strong>. Agarré el piolet<br />

y... —Sujetó la taza con las dos manos, hizo como que bebía—. ¡Dios santo!<br />

—Fue en <strong>de</strong>fensa propia. Yo te apoyaré.<br />

—¿Cómo? Tú no estabas allí.<br />

Max echó un trago mientras una gota <strong>de</strong> sudor <strong>de</strong>scendía por su sien.<br />

—Descubrirán que estuvimos allí. Se ha iniciado una investigación. La policía se<br />

ha hecho cargo <strong>de</strong> ello y ya es imparable. Seguirán el rastro. Pue<strong>de</strong> que encuentren al<br />

piloto que nos llevó hasta arriba.<br />

—No creo.<br />

—Está claro que fue un asesinato y seguro que investigarán. Seguirán hasta<br />

i<strong>de</strong>ntificarnos. Muchos nos vieron con él en Anchorage. Es posible que se acuer<strong>de</strong>n.<br />

Mejor será anticiparse, contarlo todo, explicar lo que ocurrió. Antes <strong>de</strong> que acusen <strong>de</strong><br />

asesinato a alguno <strong>de</strong> nosotros, o a los dos. Nos jugamos la reputación, nuestra<br />

posición social, la profesión. ¡Señor! Yo tengo a Carrie y a los niños y <strong>de</strong>bo pensar en<br />

ellos. Debo contárselo a Carrie antes <strong>de</strong> que vayamos a la policía.<br />

—¿Qué crees que pasará con nuestra reputación, con nuestra posición social si<br />

esto sale a la luz?<br />

—Po<strong>de</strong>mos capearlo, siempre que vayamos a la policía y se lo contemos todo.<br />

—¿Así piensas abordarlo?<br />

—Así hay que abordarlo. Lo he estado pensando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que supe que lo habían<br />

encontrado. Estoy <strong>de</strong>cidido. Tenemos que ir a la poli antes <strong>de</strong> que ellos vengan a<br />

buscarnos.<br />

—Pue<strong>de</strong> que tengas razón. No sé. —Dejó la taza, se levantó y empezó a andar<br />

por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la silla <strong>de</strong> Max. Sacó un guante <strong>de</strong>l bolsillo y se lo puso en la mano<br />

<strong>de</strong>recha—. Necesito un poco <strong>de</strong> tiempo. Para pensar. Para <strong>de</strong>jar las cosas en or<strong>de</strong>n en<br />

caso <strong>de</strong> que...<br />

—Dejemos pasar otro día. —Max cogió otra vez la botella—. Así los dos<br />

tendremos tiempo. Primero acudiremos al jefe Burke, para que nos respal<strong>de</strong>.<br />

—¿Tú crees que funcionará? —Lo <strong>de</strong>cía en un tono suave, con un atisbo <strong>de</strong><br />

humor.<br />

—Sí. Seguro.<br />

—Pues a mí me funcionará mejor esto.<br />

Agarró la mano <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> Max <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás, al tiempo que con la otra sujetaba<br />

la culata <strong>de</strong> la pistola. Mientras la izquierda inmovilizaba el cuello <strong>de</strong> Max, el cañón<br />

- 152 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong> la pistola se clavaba en la sien <strong>de</strong> su viejo amigo. Retrocedió un paso, aspiró<br />

profundamente y accionó el gatillo.<br />

Se produjo un fuerte estallido en el pequeño <strong>de</strong>spacho y la mano que había<br />

disparado empezó a temblar. De todas formas, se aseguró <strong>de</strong> que el <strong>de</strong>do inerte <strong>de</strong><br />

Max quedara unido al gatillo. «Huellas dactilares —pensó, con la cabeza<br />

completamente <strong>de</strong>spejada pese a los temblores—. Residuos <strong>de</strong> pólvora.» Soltó la<br />

cabeza <strong>de</strong> Max, que cayó sobre la mesa, mientras la pistola iba a parar al suelo, junto<br />

a la silla. Con mucho cuidado, siempre con el guante puesto, puso el or<strong>de</strong>nador en<br />

marcha y recuperó el documento que había redactado mientras esperaba que llegara<br />

su amigo.<br />

Ya no puedo vivir con ello. Su espíritu ha vuelto para perseguirme. Siento lo<br />

que hice, siento haber hecho daño a tanta gente.<br />

Pido perdón.<br />

Maté a Patrick Galloway. Y ahora voy a reunirme con él en el infierno.<br />

- 153 -<br />

MAXWELL HAWBAKER<br />

Algo sencillo, claro. Le dio el visto bueno y <strong>de</strong>jó el or<strong>de</strong>nador encendido. La luz<br />

<strong>de</strong> la pantalla y el resplandor <strong>de</strong> la lámpara <strong>de</strong> sobremesa iluminaban la sangre y los<br />

trozos <strong>de</strong> cerebro.<br />

Metió el guante manchado en una bolsa <strong>de</strong> plástico, y la guardó en el bolsillo<br />

<strong>de</strong>l abrigo antes <strong>de</strong> ponérselo. Sacó otros guantes y se los puso, al igual que el<br />

sombrero y la bufanda, antes <strong>de</strong> recoger la taza <strong>de</strong> café, lo único que había tocado sin<br />

guantes.<br />

Se fue al baño, echó el whisky en el lavabo y luego <strong>de</strong>jó correr el agua. Enjuagó<br />

la taza y la guardó en su sitio.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Max lo miraban fijamente y aquella visión llevó la bilis a su<br />

garganta. Pero pudo tragarla <strong>de</strong> nuevo y hacer un esfuerzo por quedarse un<br />

momento allí a estudiar todos los <strong>de</strong>talles. Cuando estuvo seguro <strong>de</strong> que no había<br />

pasado nada por alto, se marchó por don<strong>de</strong> había entrado.<br />

Avanzó por las calles laterales, con la bufanda tapándole la cara y el sombrero<br />

completamente encasquetado, por si acaso a algún insomne se le ocurría mirar por la<br />

ventana.<br />

En lo alto <strong>de</strong>l cielo se veía la luz <strong>de</strong> la aurora boreal.<br />

Había hecho lo que <strong>de</strong>bía, se dijo. Todo había terminado.<br />

Cuando llegó a casa, se quitó <strong>de</strong> encima el olor a pólvora y a sangre que aún<br />

notaba y se tomó un trago corto <strong>de</strong> whisky mientras veía cómo se consumía en el<br />

fuego el guante viejo.<br />

Ya no quedaba nada, por fin podía quitarse <strong>de</strong> la cabeza aquella historia.<br />

Y durmió el sueño <strong>de</strong> los inocentes.


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 13<br />

Carrie se <strong>de</strong>tuvo en el Lodge camino <strong>de</strong> la revista para comprar un par <strong>de</strong><br />

bocadillos <strong>de</strong> beicon y huevo. Cuando se <strong>de</strong>spertó, primero le sorprendió y luego le<br />

enojó un poco que Max ya se hubiera marchado. Aunque no era la primera vez que<br />

iba a la redacción <strong>de</strong> noche y acababa durmiendo allí. O que salía muy pronto <strong>de</strong><br />

casa antes <strong>de</strong> que se levantaran ella y los niños.<br />

Pero siempre que lo hacía le <strong>de</strong>jaba una nota cariñosa sobre la almohada.<br />

Sin embargo, aquella mañana no encontró ninguna nota y nadie cogió el<br />

teléfono en la redacción.<br />

No era propio <strong>de</strong> él. Aunque, pensándolo bien, llevaba unos días con una<br />

actitud bastante rara y que empezaba a irritar a Carrie.<br />

Tenían ante ellos una noticia importante: el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong><br />

Patrick Galloway. Del supuesto cadáver <strong>de</strong> Pat Galloway, rectificó ella misma.<br />

Tenían que <strong>de</strong>cidir cómo abordarlo, cuánto espacio iban a <strong>de</strong>dicarle, y si se<br />

acercarían a Anchorage cuando el cadáver llegara allí.<br />

Ella ya había buscado entre sus antiguas fotos y había seleccionado algunas <strong>de</strong><br />

Pat. Probablemente incluirían una en el reportaje.<br />

Y también las <strong>de</strong> los muchachos que lo encontraron. Quería entrevistarlos,<br />

particularmente a Steven Wise, el chico <strong>de</strong> Lunacy. Mejor dicho, <strong>de</strong>seaba que lo<br />

hiciera Max, pues las entrevistas se le daban mejor a él.<br />

Max no quiso ni hablar <strong>de</strong>l asunto. Al contrario, le respondió con brusquedad<br />

en cuanto ella sacó el tema.<br />

Había llegado el momento <strong>de</strong> que fuera al ambulatorio a hacerse una revisión.<br />

Tenía el estómago <strong>de</strong>licado y se ponía peor cuando no comía lo a<strong>de</strong>cuado ni dormía<br />

lo suficiente. Justamente eso era lo que le estaba pasando, pensó <strong>de</strong> repente Carrie,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había llegado la noticia <strong>de</strong>l caso Galloway.<br />

Tal vez se <strong>de</strong>bía a que ya tenía una edad, pensó mientras aparcaba frente al<br />

edificio <strong>de</strong> The Lunatic. Y a que conocía bastante a Pat. Habían entablado cierta<br />

amistad durante los meses que Max estuvo en Lunacy antes <strong>de</strong> que Galloway... se<br />

marchara. Mejor sería <strong>de</strong>jarlo en suspenso hasta disponer <strong>de</strong> todos los datos.<br />

De todas formas no entendía por qué Max la tomaba con ella en su crisis <strong>de</strong> los<br />

cincuenta, o lo que fuera.<br />

En realidad, ella conoció más a Pat que Max y no le había entrado ninguna<br />

<strong>de</strong>pre. Por supuesto, sentía pena por Charlene y Meg, a las que también habría que<br />

entrevistar; iría a darles el pésame en cuanto pudiera.<br />

Pero era noticia; ella y Max tendrían que investigar y escribir sobre ello. ¿Acaso<br />

no se daba cuenta <strong>de</strong> que tenían que aprovechar que aquello hubiera ocurrido en su<br />

pueblo? Quizá incluso les pedirían sus informaciones por teletipo.<br />

- 154 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Estaba <strong>de</strong>cidido; ella misma pediría hora al médico para Max y luego no pararía<br />

hasta que le visitaran. Estaban hasta el cuello <strong>de</strong> trabajo, porque a lo <strong>de</strong> Iditarod<br />

ahora se le juntaba el caso Galloway. Tenían que empezar a preparar el material si<br />

querían dar realce a la carrera <strong>de</strong> trineos antes <strong>de</strong> que se les echara encima.<br />

Necesitaba que su marido estuviera en condiciones óptimas y se lo recordaría a<br />

grito pelado si hacía falta.<br />

Salió <strong>de</strong>l coche con la bolsa <strong>de</strong> los bocadillos manchada <strong>de</strong> grasa y<br />

<strong>de</strong>sprendiendo su aroma. Movió la cabeza al ver el resquicio <strong>de</strong> luz en la parte<br />

trasera <strong>de</strong>l local. Max se había vuelto a quedar dormido en su <strong>de</strong>spacho, estaba<br />

segura.<br />

—Carrie...<br />

—Hola, Jim. —Se <strong>de</strong>tuvo en la acera para hablar con el camarero—. Tú no<br />

sueles salir tan pronto...<br />

—Necesitaba provisiones. —Señaló La Tienda <strong>de</strong> la Esquina—. Han anunciado<br />

buen tiempo y pensaba ir a pescar. —Luego miró hacia la luz que se veía por la<br />

ventana <strong>de</strong>l local—. Hay alguien que ha empezado antes que yo.<br />

—Ya conoces a Max.<br />

—Tiene olfato para las noticias —dijo tocándose la nariz—. ¡Eh, profesor! ¿Ya es<br />

hora <strong>de</strong> empezar las clases?<br />

John se <strong>de</strong>tuvo y formaron un trío.<br />

—Más o menos. He querido ir a pie ahora que se pue<strong>de</strong>. Por la radio han dicho<br />

que hoy solo llegaremos a uno bajo cero.<br />

—Llega la primavera —comentó Carrie—. Y a mí se me está enfriando el<br />

<strong>de</strong>sayuno. Voy a tomármelo y a <strong>de</strong>spertar a Max.<br />

—¿Sabéis algo <strong>de</strong>l caso Galloway? —preguntó John.<br />

Carrie sacó las llaves.<br />

—Lo que haya tendremos que sacarlo en el próximo número. Hasta luego.<br />

Entró y encendió las luces.<br />

—¡Max! ¡Vamos, arriba, espabila! —Aguantó la bolsa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno entre los<br />

dientes para tener las manos libres, se quitó el abrigo y lo colgó en una percha. Luego<br />

metió los guantes en un bolsillo y el gorro en el otro.<br />

Con su gesto habitual, se ahuecó el pelo.<br />

—¡Max! —gritó <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong>teniéndose ante su mesa para poner en marcha el<br />

or<strong>de</strong>nador—. Te he traído el <strong>de</strong>sayuno, aunque no sé por qué te cuido tanto;<br />

últimamente te comportas como un oso estreñido.<br />

Dejó el bolso, se acercó a la cafetera y cogió el recipiente <strong>de</strong>l agua para llenarlo<br />

en el lavabo.<br />

—Bocadillos <strong>de</strong> beicon y huevo. Acabo <strong>de</strong> encontrarme en la calle con Jim, el<br />

flaco, y con el profesor. Mejor dicho, primero he visto al profesor en el Lodge<br />

<strong>de</strong>sayunando copos <strong>de</strong> avena. Se le ve alegre, lo que es un cambio. Pue<strong>de</strong> que piense<br />

que ahora que a Charlene se le ha muerto el amor <strong>de</strong> su vida quizá se instale con él.<br />

Pobre tonto.<br />

Puso la cafetera en marcha y luego cogió platos <strong>de</strong> papel y servilletas para los<br />

bocadillos. Iba tarareando en un murmullo «Tiny Dancer» <strong>de</strong> Elton John, que<br />

- 155 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

acababa <strong>de</strong> oír <strong>de</strong> camino en su emisora preferida, en el programa <strong>de</strong> rock clásico.<br />

—Maxwell Hawbaker, no sé cómo te aguanto. Si sigues huraño y malhumorado<br />

tendré que buscarme a otro más joven y alegre. Y si no, al tiempo.<br />

Con un plato en el que llevaba los bocadillos en cada mano se dirigió hacia el<br />

pequeño <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max.<br />

—Pero antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte y lanzarme a practicar el sexo <strong>de</strong>senfrenadamente con<br />

un jovencito <strong>de</strong> veinticinco años, te llevaré a la consulta <strong>de</strong>l médico para que...<br />

Se <strong>de</strong>tuvo en el umbral <strong>de</strong> la puerta y sus manos se doblaron por las muñecas;<br />

los bocadillos cayeron al suelo con un ruido sordo. A pesar <strong>de</strong>l ruido oyó su propio<br />

alarido.<br />

Nate tomaba su segundo café mientras discutía sobre el castillo LEGO que él y<br />

Jesse estaban construyendo; <strong>de</strong> momento esa era su principal ocupación. Había<br />

tomado el primero en casa <strong>de</strong> Meg y su mente seguía en gran parte allí arriba.<br />

Hoy ella volaría hacia el norte, a llevar provisiones, y <strong>de</strong> vuelta pararía en<br />

Fairbanks para comprar cosas que se necesitaban aquí. Los habitantes <strong>de</strong> Lunacy le<br />

pagaban a ella el cinco por ciento <strong>de</strong>l precio <strong>de</strong> coste <strong>de</strong> los productos, y se ahorraban<br />

el <strong>de</strong>splazamiento a esas ciuda<strong>de</strong>s, aunque no siempre era posible en invierno; <strong>de</strong> ese<br />

modo <strong>de</strong>jaban en sus manos la compra, el transporte y el reparto.<br />

Según le había contado a Nate, aquella era una parte pequeña pero fija <strong>de</strong> sus<br />

ingresos.<br />

Por la mañana, Nate también echó un vistazo al estudio <strong>de</strong> Meg, que era igual<br />

<strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>nte y mo<strong>de</strong>rno que el resto <strong>de</strong> la casa: cómodo y práctico.<br />

Había un escritorio macizo, un or<strong>de</strong>nador negro <strong>de</strong> aspecto resistente con una<br />

pantalla ancha y plana, un sillón <strong>de</strong> cuero tipo ejecutivo, un reloj <strong>de</strong> pie anticuado y,<br />

colgados en la pared, algunos esbozos artísticos a lápiz enmarcados en negro.<br />

Había también una planta enorme, que tenía unas largas lenguas ver<strong>de</strong>s, en una<br />

brillante maceta <strong>de</strong> color rojo, unos archivadores blancos como la nieve y un móvil<br />

hecho con cristales en forma <strong>de</strong> estrella colgado frente a la ventana.<br />

Le pareció práctico y femenino.<br />

No habían hecho planes para más tar<strong>de</strong>. A ella no le gustaba hacerlos y a él le<br />

parecía bien. Necesitaba tiempo para pensar qué dirección iban a tomar o podrían<br />

tomar.<br />

Sus experiencias con las mujeres por <strong>de</strong>sgracia no eran muy alentadoras. Tal<br />

vez con ella cambiaría su suerte. O quizá era una cuestión momentánea, algo<br />

provisional. En su interior <strong>de</strong>spertaban muchas cosas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo y oscuro<br />

sueño. ¿Cómo iba a saber qué era real? Y aunque lo fuera, ¿cómo lo mantendría?<br />

En caso <strong>de</strong> que quisiera hacerlo.<br />

Mejor centrarse en el café y el <strong>de</strong>sayuno y en construir un castillo <strong>de</strong> plástico<br />

con aquel crío con el que se sentía tan a gusto.<br />

—Hay que ponerle un puente —dijo Jess—. Un puente <strong>de</strong> sube y baja.<br />

—¿Levadizo? —Nate se concentró <strong>de</strong> nuevo en el pequeño—. Intentaremos<br />

hacerlo. Podríamos buscar hilo <strong>de</strong> pescar.<br />

- 156 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

El niño levantó la vista con una sonrisa radiante.<br />

—¡Vale!<br />

—Ahí tiene, jefe.<br />

Vio que Rose hacía una mueca <strong>de</strong> dolor mientras <strong>de</strong>jaba el plato.<br />

—¿Se encuentra bien?<br />

—Tengo la espalda un poco agarrotada. Cuando estaba embarazada <strong>de</strong> este me<br />

pasaba igual. —Despeinó un poco el pelo <strong>de</strong> su hijo con una caricia.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>bería ir al médico.<br />

—Precisamente hoy tengo visita. Jesse, <strong>de</strong>ja que el jefe Burke se tome el<br />

<strong>de</strong>sayuno caliente.<br />

—Necesitamos hilo <strong>de</strong> pescar para el puente.<br />

Rose <strong>de</strong>jó un momento la mano en la cabeza <strong>de</strong>l pequeño.<br />

—Ya lo encontraremos.<br />

Volvió la cabeza al ver que Jim el flaco entraba casi tropezando.<br />

—¿Jim?<br />

—¡Jefe! ¡Jefe! Venga enseguida, rápido. En el local <strong>de</strong> la revista. ¡Max! ¡<strong>San</strong>to<br />

Dios!<br />

—¿Qué ha ocurrido? —Pero enseguida hizo un gesto con la mano para que no<br />

hablara. Por la extrema pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> aquel hombre y por sus ojos<br />

completamente abiertos y vidriosos, supo que se trataba <strong>de</strong> algo horrible. A su lado,<br />

el pequeño le miraba formando con los labios un «Oh» <strong>de</strong> asombro—. Un momento.<br />

Se levantó y cogió el abrigo a toda prisa.<br />

—Vamos fuera. —Agarró el tembloroso brazo <strong>de</strong>l hombre y se lo llevó a la<br />

calle—. ¿Qué ha pasado?<br />

—Está muerto. ¡Dios santo! Max está muerto, le han disparado. Le falta media...<br />

media cabeza.<br />

Le fallaron las piernas y Nate tiró <strong>de</strong> él.<br />

—¿Max Hawbaker? ¿Lo ha encontrado usted?<br />

—Sí. No. Quiero <strong>de</strong>cir que sí, es Max. Carrie. Carrie lo ha encontrado. La hemos<br />

oído chillar. Ha entrado, el profesor y yo estábamos charlando fuera, y ha empezado<br />

a gritar como si la estuvieran matando. Hemos entrado corriendo y... y...<br />

Nate siguió aguantándole mientras salían.<br />

—¿Ha tocado usted algo?<br />

—¿Cómo? No creo. No. El profesor me ha dicho que saliera y que viniera a<br />

buscarle al Lodge. Es lo que he hecho. —Iba tragando saliva—. Creo que me estoy<br />

mareando.<br />

—No, no va a marearse. Tiene que ir a la comisaría a buscar a Otto. Le dirá lo<br />

que me acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir a mí y también que me hace falta una cámara, unas bolsas<br />

para pruebas, guantes <strong>de</strong> plástico y cinta para aislar el recinto. Bueno, solo dígale que<br />

necesito todo el equipo habitual <strong>de</strong>l escenario <strong>de</strong>l crimen. ¿Se acordará?<br />

—Yo... Sí. Lo haré. Lo haré ahora mismo.<br />

—Y luego se queda allí. No se mueva hasta que vaya yo. Y no hable con nadie<br />

más. Vamos.<br />

Nate tomó la dirección <strong>de</strong>l local <strong>de</strong> la revista acelerando el paso. Había puesto<br />

- 157 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

el piloto automático a su cerebro; mantener intacto el lugar <strong>de</strong>l crimen era<br />

importantísimo. En aquellos momentos, por lo que le había dicho Jim, había dos<br />

personas allí, lo que significaba que algo podía alterarse.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> golpe y vio a John arrodillado en el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Carrie,<br />

que estaba sollozando. John seguía con el abrigo puesto, solo se había quitado los<br />

guantes, y estaba ofreciendo un vaso <strong>de</strong> agua a la mujer. Levantó la vista y al ver a<br />

Nate una sombra <strong>de</strong> alivio se dibujó en su horrorizado rostro.<br />

—Gracias a Dios. Max. Ahí <strong>de</strong>ntro.<br />

—No se mueva. Y que tampoco se mueva ella.<br />

Se dirigió hacia el pequeño <strong>de</strong>spacho. Era capaz <strong>de</strong> olerlo. Siempre podía olerse.<br />

No, rectificó un instante <strong>de</strong>spués, no siempre era cierto. No podía olerse la muerte en<br />

la cueva <strong>de</strong> hielo don<strong>de</strong> estuvo Galloway. La naturaleza la había neutralizado. Pero<br />

sí podía oler la muerte <strong>de</strong> Max Hawbaker antes <strong>de</strong> verlo.<br />

De la misma forma que olía los huevos y el beicon <strong>de</strong> los bocadillos que habían<br />

quedado en el suelo junto al umbral <strong>de</strong> la puerta.<br />

Des<strong>de</strong> allí observó la postura <strong>de</strong>l cadáver, el arma, el tipo <strong>de</strong> herida. Todo<br />

apuntaba a un suicidio. Pero sabía también que la primera impresión <strong>de</strong>l escenario<br />

<strong>de</strong> un crimen a menudo era errónea.<br />

Entró, pero andaba pegado a la pared; se fijó en las salpicaduras <strong>de</strong> sangre en la<br />

silla, en la pantalla <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador, en el teclado. Y también en el charco que había<br />

formado la cabeza herida sobre la mesa y el reguero que había ido bajando hacia el<br />

suelo hasta que la muerte había cerrado el chorro.<br />

«Marcas <strong>de</strong> pólvora», pensó. El cañón <strong>de</strong> la 22 probablemente había apuntado<br />

directamente a la sien. No había herida <strong>de</strong> salida. Y a pesar <strong>de</strong> lo que había farfullado<br />

Jim, la herida no era gran<strong>de</strong>. La bala había abierto un agujero relativamente limpio<br />

antes <strong>de</strong> penetrar en el cerebro y rebotar en él como la bola <strong>de</strong> una máquina <strong>de</strong>l<br />

millón antes <strong>de</strong> dar en el punto clave. Lo más probable era que hubiera muerto antes<br />

<strong>de</strong> que la cabeza chocara contra la mesa.<br />

Al ver el remolino <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>l salvapantallas, Nate cogió un bolígrafo que<br />

llevaba en el bolsillo y lo acercó al botón <strong>de</strong>l ratón.<br />

El documento apareció en la pantalla.<br />

Forzó la vista para leerlo y siguió forzándola al mirar <strong>de</strong> nuevo el cuerpo <strong>de</strong>l<br />

hombre que afirmaba haber matado a Patrick Galloway.<br />

Volvió hacia la puerta y al ver que llegaba Otto corriendo le hizo un gesto para<br />

que se <strong>de</strong>tuviera. Se acercó a Carrie y, al igual que John, se agachó ante ella.<br />

—Carrie.<br />

—Max. Max... —Le miró con los ojos enrojecidos, aterrorizados—. Max está<br />

muerto. Alguien...<br />

—Lo sé. Lo siento mucho. —Le cogió las dos manos—. Me ocuparé <strong>de</strong> todo.<br />

Vaya a la comisaría y espéreme allí.<br />

—Pero, ¿y Max? No puedo <strong>de</strong>jar a Max.<br />

—Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo conmigo. Yo me ocuparé <strong>de</strong> él. John la ayudará a ponerse el<br />

abrigo. Y luego él y Otto la acompañarán. Yo iré en cuanto pueda. Usted irá ahora<br />

para allá y me esperará.<br />

- 158 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Carrie lo miraba abatida, con los ojos vidriosos por la conmoción.<br />

—Lo esperaré.<br />

—Está bien. —Haría lo que le <strong>de</strong>cía. El impacto y el terror harían que<br />

obe<strong>de</strong>ciera; <strong>de</strong> momento—. ¿Otto?<br />

Este se levantó y se fue <strong>de</strong> nuevo hacia el fondo.<br />

—¡Qué barbaridad! —exclamó casi sin aliento.<br />

—Tiene que llevárselos a los dos. ¿Sigue ahí Jim?<br />

—Sí. —Tragó saliva <strong>de</strong> forma audible—. ¡Jesús, jefe!<br />

—Que se que<strong>de</strong>n los dos allí, pero separados. Y que Peach se ocupe <strong>de</strong> Carrie.<br />

Llame a Peter y dígale que venga directamente aquí.<br />

—Yo ya estoy aquí. Peter podría llevarlos a la comisaría mientras...<br />

—Necesito que empiece a tomarles <strong>de</strong>claración. Lo llevará usted mejor que<br />

Peter. Empiece por Jim. También necesito al médico. Póngase en contacto con Ken y<br />

dígale que venga. Lo necesito aquí. Y no quiero errores, no hay que hablar con nadie<br />

hasta que hayamos aislado el lugar <strong>de</strong>l crimen y hayamos tomado las <strong>de</strong>claraciones.<br />

Utilice una grabadora. Ponga la fecha y la hora en las cintas y tome notas para más<br />

seguridad. Mantenga a todo el mundo separado hasta que yo vuelva. ¿Entendido?<br />

—De acuerdo. —Se pasó la mano por los labios—. ¿Por qué <strong>de</strong>monios iba a<br />

suicidarse Max? Porque se trata <strong>de</strong> eso, ¿verdad? ¿De un suicidio?<br />

—Estudiemos el escenario y hablemos con los testigos, Otto. Hay que ir paso a<br />

paso.<br />

Cuando estuvo solo, cogió la cámara que le había entregado Otto para tomar<br />

instantáneas <strong>de</strong>l lugar. Terminó un carrete y empezó el segundo.<br />

Luego tomó notas en un bloc. Anotó que la puerta <strong>de</strong> atrás estaba abierta, el<br />

mo<strong>de</strong>lo y el calibre <strong>de</strong>l arma, las palabras exactas <strong>de</strong>l documento que estaba en la<br />

pantalla. Hizo un bosquejo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, con la postura <strong>de</strong>l cadáver, la pistola, la<br />

lámpara, la botella <strong>de</strong> whisky y la taza. Llevaba los guantes puestos y estaba<br />

concentrado en la botella y la taza cuando entró Peter.<br />

—Coloque la cinta, Peter. Cierre con ella las dos puertas.<br />

—He venido tan <strong>de</strong>prisa como he podido. Otto me ha dicho... —Se <strong>de</strong>tuvo en<br />

mitad <strong>de</strong> la frase al llegar a la puerta.<br />

Cuando vio que la piel <strong>de</strong> Peter adquiría un tono verdoso, Nate le agarró.<br />

—No vomite aquí. Si necesita hacerlo, vaya fuera, y llévese la cinta.<br />

Peter se volvió, fijó la vista en la pared y aspiró profundamente por la boca.<br />

—Otto me ha dicho que Max se había suicidado, pero no pensaba que...<br />

—Eso aún no lo hemos establecido. Lo único que sabemos es que Max está<br />

muerto. Este es el escenario <strong>de</strong>l crimen y no quiero que nadie lo altere. Solo podrá<br />

entrar el médico. ¿Está claro?<br />

—Sí.<br />

Peter sacó con manos temblorosas la cinta amarilla que Otto había llevado y<br />

salió a la calle tambaleándose.<br />

—La policía estatal querrá echarte un vistazo, Max —murmuró Nate—. Al<br />

parecer has querido atar los cabos por ella, y has rematado la tarea con un vistoso<br />

lazo. Pue<strong>de</strong> que sea esto lo que quisieras hacer. Pero a mí no acaba <strong>de</strong> convencerme.<br />

- 159 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Salió y, sin quitarse los guantes, llamó al sargento Coben <strong>de</strong> Anchorage.<br />

—No mantendré el cadáver aquí intacto hasta que llegue usted <strong>de</strong> Anchorage<br />

—dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comunicarle los datos básicos—. Usted ha tomado la <strong>de</strong>lantera. Ya<br />

sabe que tengo experiencia. He mantenido el escenario intacto y tengo constancia <strong>de</strong><br />

todo; ahora mismo llega el médico. Estoy recogiendo todas las pruebas; luego<br />

trasladaremos el cadáver al ambulatorio. Todo estará a su disposición en cuanto<br />

llegue.<br />

Vio a Ken en la puerta y le hizo señas <strong>de</strong> que entrara.<br />

—Y espero la misma colaboración en la investigación sobre Galloway. Es mi<br />

población, sargento. Los dos queremos tenerlo todo perfectamente apuntalado, pero<br />

habrá que compartir el martillo. Le estaré esperando.<br />

Colgó.<br />

—Eche un vistazo al cadáver. ¿Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme la hora aproximada <strong>de</strong> la<br />

muerte?<br />

—O sea que es cierto. Max está muerto. —Se pasó los <strong>de</strong>dos por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />

gafas y luego se las ajustó—. Es la primera vez que me enfrento a una tarea así, pero<br />

creo que seré capaz <strong>de</strong> establecer la hora aproximadamente.<br />

—Eso nos bastará. Póngaselos. —Le entregó unos guantes—. No es agradable<br />

—añadió Nate.<br />

Ken entró en el pequeño <strong>de</strong>spacho y se <strong>de</strong>tuvo un momento para tranquilizarse.<br />

—He visto heridas <strong>de</strong> bala. Pero es la primera vez que me encuentro ante algo<br />

así, con una víctima conocida. ¿Por qué <strong>de</strong>monios lo habrá hecho? Los inviernos a<br />

veces acaban con la gente, pero él había pasados muchos aquí. Peores que este. No<br />

sufría <strong>de</strong>presiones. Carrie me lo habría comentado o yo mismo lo hubiera visto. —<br />

Dirigió una breve mirada a Nate.<br />

—Nunca me ha pasado por la cabeza suicidarme. Demasiado trabajo. Pero si<br />

cambio <strong>de</strong> parecer, ya se lo comentaré.<br />

—¿Ya se siente mejor?<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día. ¿Preparado?<br />

Ken se irguió.<br />

—Preparado. —Avanzó hacia el cadáver—. ¿Puedo tocarlo? ¿Moverlo un poco?<br />

Nate había hecho ya las fotos y también el bosquejo <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong>l crimen, a falta<br />

<strong>de</strong> algo más preciso. Por tanto, asintió.<br />

Inclinándose un poco, Ken levantó una <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> Max. Le pellizcó la piel.<br />

—Sería mejor que lo llevara al ambulatorio —dijo—, lo <strong>de</strong>snudara y lo<br />

examinara a fondo.<br />

—Podrá hacerlo. Pero antes <strong>de</strong>me una hora aproximadamente.<br />

—Pues, volviendo a mi época <strong>de</strong> estudiante y teniendo en cuenta la<br />

temperatura <strong>de</strong> la estancia y el rigor mortis, diría que entre las ocho y las doce. Un<br />

espacio <strong>de</strong> tiempo muy poco preciso, Nate.<br />

—O sea que estaríamos hablando <strong>de</strong> entre las nueve <strong>de</strong> la noche y la una <strong>de</strong> la<br />

madrugada. No está mal. Podremos precisarlo un poco más con la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong><br />

Carrie. Mandaré a Peter por una bolsa para cadáveres. Tendrá que guardarlo en<br />

algún lugar seguro... y refrigerado.<br />

- 160 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Tenemos una zona que hace las veces <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito cuando se produce una<br />

muerte.<br />

—Muy bien. No <strong>de</strong>be hablar <strong>de</strong> ello con nadie. Manténgalo en secreto hasta que<br />

llegue yo.<br />

Nate supervisó el traslado <strong>de</strong>l cuerpo e hizo una copia <strong>de</strong>l texto que había<br />

encontrado en el or<strong>de</strong>nador antes <strong>de</strong> apagar el aparato. Después <strong>de</strong> cerrar las<br />

puertas, se dirigió hacia la comisaría.<br />

Hopp le alcanzó.<br />

—Tengo que saber qué <strong>de</strong>monios pasa.<br />

—Aún no está resuelto. Lo que sí puedo <strong>de</strong>cirle es que han encontrado a Max<br />

Hawbaker muerto en su <strong>de</strong>spacho, al parecer a causa <strong>de</strong> un tiro en la cabeza que<br />

podría haberse pegado él mismo.<br />

—¡Madre mía! ¡Maldita sea! ¿Que podría haberse pegado él? —Casi tenía que<br />

correr para seguir el ritmo <strong>de</strong> Nate y tiró <strong>de</strong> su manga cuando vio que la <strong>de</strong>jaba<br />

atrás—. ¿Y eso qué quiere <strong>de</strong>cir? ¿Qué cree que lo han asesinado?<br />

—Yo no he dicho eso. Lo estoy investigando, Hopp. He dado parte a la policía<br />

estatal y estarán aquí <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unas horas. En cuanto saque alguna conclusión, le<br />

informaré. Pero ahora permítame que haga mi trabajo.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> la comisaría y la cerró ante sus narices.<br />

En la glacial entrada <strong>de</strong>jó tranquilamente el abrigo y se tomó un rato para<br />

aclarar sus i<strong>de</strong>as. Ya había salido el sol y se presentaba el día <strong>de</strong>spejado que habían<br />

pronosticado los <strong>de</strong>l tiempo.<br />

Pensó que era el día en que iban a recuperar el cadáver <strong>de</strong> Galloway. Y tal vez<br />

llegarían hasta ahí para llevarse el <strong>de</strong> su asesino. Dos pájaros <strong>de</strong> un tiro.<br />

Ya se vería.<br />

Abrió la puerta interior y se encontró a John sentado en una <strong>de</strong> las sillas <strong>de</strong> la<br />

sala <strong>de</strong> espera leyendo una edición <strong>de</strong> bolsillo <strong>de</strong> La colina <strong>de</strong> Watership. Se puso <strong>de</strong><br />

pie y se metió el libro en el bolsillo interior sin poner ningún punto en él.<br />

—Peach está con Carrie en su <strong>de</strong>spacho. Otto, con Jim en uno <strong>de</strong> los calabozos.<br />

Con la puerta abierta —se apresuró a añadir. Luego, soltando un suspiro, dijo—:<br />

Cuesta creerlo.<br />

—¿Otto le ha tomado ya <strong>de</strong>claración?<br />

—Sí. No había mucho que contar. He salido <strong>de</strong>l Lodge con la intención <strong>de</strong> ir a<br />

pie a la escuela. Me he encontrado con Jim y Carrie y me he quedado un momento<br />

hablando con ellos. Carrie llevaba el <strong>de</strong>sayuno en una bolsa; he visto luz en el<br />

<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max. Se ve el reflejo a través <strong>de</strong> la ventana. Ella ha entrado y Jim y yo<br />

hemos seguido fuera charlando. Él tenía intención <strong>de</strong> ir a buscar cebo. Se iba a<br />

pescar. Suele tomarme el pelo porque yo ni cazo ni pesco.<br />

Empezó a frotarse la mandíbula izquierda como si le doliera.<br />

—De repente hemos oído los gritos <strong>de</strong> Carrie. Hemos entrado corriendo y lo<br />

hemos visto. Hemos visto a Max.<br />

Cerró los ojos e hizo un par <strong>de</strong> aspiraciones.<br />

—Dispense. Jamás había visto a un muerto.<br />

—No se preocupe.<br />

- 161 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Entonces yo... he apartado a Carrie. No sabía qué hacer. La he apartado <strong>de</strong><br />

allí como he podido y he dicho: «Jim, el jefe Burke está en el Lodge. Ve a avisarle».<br />

Carrie estaba histérica. Le he dicho que se sentara y primero he tenido que sujetarla<br />

porque quería volver al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max. Luego le he dado agua y me he quedado<br />

con ella hasta que ha llegado usted. Eso es todo.<br />

—¿Alguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s ha entrado en el <strong>de</strong>spacho?<br />

—No. Es <strong>de</strong>cir, Carrie estaba <strong>de</strong>ntro. Tal vez había dado, no sé, un par <strong>de</strong> pasos<br />

en el interior. Llevaba un plato <strong>de</strong> papel en cada mano. Había soltado los bocadillos y<br />

estaba allí gritando, aún con los platos en las manos.<br />

—¿Cuánto tiempo ha pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que han oído sus gritos hasta que han<br />

entrado a ver qué ocurría?<br />

—¿Tal vez treinta segundos? Parecía que alguien la estaba abriendo en canal,<br />

Nate. Los dos hemos reaccionado. Hemos entrado como una flecha. No, no <strong>de</strong>ben <strong>de</strong><br />

haber pasado ni treinta segundos.<br />

—Está bien. Quizá tenga que hablar <strong>de</strong> nuevo con usted, y también lo querrá<br />

hacer la policía estatal; ya viene para acá. Procure estar localizable. Otra cosa:<br />

quisiera que no se montara un gran revuelo con esto. Sé que es casi imposible, pero<br />

me gustaría conseguirlo.<br />

—Me voy a la escuela. —Echó una ojeada al reloj con expresión ausente—. Tal<br />

vez allí pueda quitármelo <strong>de</strong> la cabeza. Si me necesita, ya sabe dón<strong>de</strong> estoy.<br />

—Le agra<strong>de</strong>zco la colaboración.<br />

—Siempre me había parecido una persona tan inofensiva... —dijo John mientras<br />

recogía el abrigo—. Bonachón, no sé si me entien<strong>de</strong>. Siempre buscando alguna<br />

noticia en un lugar como este. Cotilleos, temas locales, nacimientos... muertes. Se<br />

habría dicho que era feliz con su revista, con sus hijos.<br />

—Sí, y a veces costaba un poco ver qué escondía <strong>de</strong>bajo.<br />

—En eso tiene razón.<br />

Habló con Jim y corroboró la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> John. Cuando acabó con él, Nate se<br />

sentó en el catre al lado <strong>de</strong> Otto.<br />

—He mandado a Peter al ambulatorio. Lo <strong>de</strong>jaremos allí un rato. Está un poco<br />

impresionado y yo he sido algo brusco con él. Usted <strong>de</strong>bería iniciar una<br />

investigación. Empiece por el local <strong>de</strong> la revista y hable con quienes viven por los<br />

alre<strong>de</strong>dores. Pregunte si alguien oyó anoche un disparo. Estamos hablando <strong>de</strong> entre<br />

las nueve <strong>de</strong> la noche y la una <strong>de</strong> la madrugada. Tenemos que saber si alguien vio a<br />

Max o a otra persona alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l edificio. Cuándo, dón<strong>de</strong>, quién. Si oyeron un<br />

coche, voces, quiero saber todo lo que pudieran haber oído o visto.<br />

—¿Viene la policía estatal?<br />

—Sí.<br />

El rostro <strong>de</strong> Otto adoptó la expresión <strong>de</strong> un bulldog.<br />

—No me parece bien.<br />

—Le parezca bien o no, es lo que hay. Deje tranquilo a Peter durante una hora y<br />

luego que le ayu<strong>de</strong> a usted en la investigación. Po<strong>de</strong>mos confiar en que Ken<br />

mantendrá el cadáver aislado. ¿Ha hablado usted con Carrie?<br />

—Lo he intentado. Le he sacado muy poco.<br />

- 162 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Tranquilo. Yo lo haré ahora. —Se levantó—. ¿Max conocía a Patrick<br />

Galloway?<br />

—No lo sé. —Otto frunció el ceño—. Sí, claro que lo conocía. Cuesta recordar<br />

cosas ocurridas hace tanto tiempo. Me parece que Max apareció el verano antes <strong>de</strong><br />

que <strong>de</strong>sapareciera Pat. De que lo asesinaran —rectificó—. Max trabajaba en una<br />

publicación <strong>de</strong> Anchorage y <strong>de</strong>cidió crear su propia revista en un pueblo. Así fue,<br />

más o menos.<br />

—De acuerdo. Empiece a investigar.<br />

Al acercarse Nate a la puerta <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho creyó oír que alguien cantaba.<br />

Mejor dicho, que entonaba una melodía, como las que se cantan a un bebé. Abrió la<br />

puerta y vio a Carrie tendida en el suelo sobre una manta, con la cabeza apoyada en<br />

el regazo <strong>de</strong> Peach. Esta le acariciaba el pelo mientras cantaba.<br />

Cuando entró Nate levantó la vista.<br />

—Es lo mejor que he podido hacer —murmuró—. La pobre está <strong>de</strong>strozada.<br />

Ahora duerme. Y, ejem, por casualidad he encontrado Xanax en su escritorio. He<br />

partido una y se la he dado.<br />

Nate prefirió pasar por alto el bochorno <strong>de</strong> la mujer.<br />

—Tengo que hablar con ella.<br />

—Me sabe mal <strong>de</strong>spertarla. De todas formas, seguro que está más tranquila que<br />

cuando lo intentó Otto. ¿Quiere que me que<strong>de</strong>?<br />

—No, pero no se vaya muy lejos.<br />

Nate se sentó en el suelo, Peach le cogió la muñeca y le dijo:<br />

—Creo que no hace falta que le diga que vaya con cuidado. Pero nunca está <strong>de</strong><br />

más, aunque usted lo sepa y esté acostumbrado a ello... —arrastró las últimas<br />

palabras mientras acariciaba la mejilla <strong>de</strong> Carrie—. ¿Carrie? Cariño, tendrás que<br />

<strong>de</strong>spertarte.<br />

Esta abrió los ojos, su mirada se veía perdida, apagada.<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Nate tiene que hablar contigo, bonita. ¿Pue<strong>de</strong>s incorporarte?<br />

—No lo entiendo. —Se frotó los ojos como una niña—. He tenido un sueño... —<br />

Miró a Nate y sus ojos se llenaron <strong>de</strong> lágrimas—. No era un sueño. Max. Mi Max. —<br />

Su voz se quebró y Nate tomó su mano.<br />

—Lo siento, Carrie. Sé que es muy duro. ¿Le apetece un poco <strong>de</strong> agua o alguna<br />

otra cosa?<br />

—No. No. No necesito nada. —Se incorporó y hundió el rostro en sus manos—.<br />

Nada.<br />

Nate se levantó y ayudó a Peach a hacer lo mismo.<br />

—Estaré aquí fuera por si me necesita —dijo antes <strong>de</strong> salir y cerrar suavemente<br />

la puerta.<br />

—¿Quiere sentarse en una silla o prefiere seguir don<strong>de</strong> está?<br />

—Tengo la sensación <strong>de</strong> estar en un sueño. Todo flota <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cabeza.<br />

Nate <strong>de</strong>cidió que estaba mejor en el suelo y volvió a sentarse allí.<br />

—Tengo que hacerle unas preguntas, Carrie. Míreme. ¿A qué hora salió Max <strong>de</strong><br />

su casa anoche?<br />

- 163 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No lo sé. No supe que se había marchado hasta que me <strong>de</strong>sperté. Me molestó.<br />

Cuando viene aquí <strong>de</strong> noche o a primera hora <strong>de</strong> la mañana siempre me <strong>de</strong>ja una<br />

nota sobre la almohada.<br />

—¿Cuándo le vio por última vez?<br />

—Le vi... esta mañana... he visto...<br />

—No. —Cogió <strong>de</strong> nuevo su mano, intentando apartarla <strong>de</strong> aquella imagen—.<br />

Antes. ¿Cenó en casa?<br />

—Sí. Tomamos chile con carne. Lo preparó Max. Le encanta alar<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> su<br />

chile. Cenamos todos juntos.<br />

—¿Qué hicieron luego?<br />

—Ver la televisión. Es <strong>de</strong>cir, yo la vi. Los niños un rato, pero Stella enseguida se<br />

puso a hablar por teléfono con una <strong>de</strong> sus amigas y Alex se fue a su or<strong>de</strong>nador. Max<br />

estaba inquieto. Dijo que quería leer pero no lo hizo. Le pregunté qué ocurría pero<br />

estaba muy irritable conmigo.<br />

Una lágrima trazó un solitario camino en su mejilla.<br />

—Me dijo que tenía que resolver algo, que por qué no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> darle la lata un<br />

rato. Empezamos a discutir. Más tar<strong>de</strong>, cuando los niños ya se habían acostado, me<br />

dijo que lo sentía. Tenía algo en la cabeza. Pero yo seguía enojada y no le hice caso.<br />

Apenas nos dirigimos la palabra en la cama.<br />

—¿A qué hora se acostaron?<br />

—Hacia las diez y media, me parece. Ah no, me equivoco. Yo me fui a la cama y<br />

él dijo que se quedaría a ver la CNN o algo así. No le hice ningún caso porque estaba<br />

molesta. Me metí en la cama pronto porque me había enfadado con él y no quería<br />

hablarle. Y ahora lo he perdido para siempre.<br />

—Él seguía en casa a las diez y media. ¿Le oyó salir?<br />

—Me fui directa a la cama. Me quedé dormida. Cuando me he levantado esta<br />

mañana he visto que no se había acostado. Siempre tira <strong>de</strong> las sábanas en el extremo<br />

<strong>de</strong>l colchón. Me pone enferma. He pensado que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> mal humor y había<br />

dormido en el sofá, pero no lo he encontrado allí. He llevado a los niños a casa <strong>de</strong><br />

Ginny. Le tocaba a ella llevarlos a la escuela. ¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío, los niños!<br />

—No se preocupe. Están perfectamente. En cuanto terminemos, les acompañaré<br />

a todos a casa. Y luego ha ido a la revista...<br />

—He <strong>de</strong>cidido perdonarlo. No pue<strong>de</strong>s seguir mucho tiempo enfadada con Max.<br />

A<strong>de</strong>más, quería pedirle hora para un chequeo. Llevaba unos días que estaba para el<br />

arrastre. De camino he comprado el <strong>de</strong>sayuno y he seguido en coche. He coincidido<br />

con Jim y John, luego he entrado y lo he visto. Lo he visto. ¿Cómo es posible que<br />

alguien le haya podido hacer esto?<br />

—¿Alguna vez había <strong>de</strong>jado él la puerta <strong>de</strong> atrás abierta, Carrie?<br />

—Siempre. Nunca se acordaba <strong>de</strong> cerrarla. Decía que no servía para nada. Que<br />

si alguien quería entrar, le bastaría con una patada.<br />

—¿Tenía pistola?<br />

—Claro. Varias. Todo el mundo tiene.<br />

—¿Una veintidós? ¿Una Browning <strong>de</strong>l veintidós?<br />

—Sí. Sí. Tengo que ir a por los niños.<br />

- 164 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Enseguida iremos. ¿Dón<strong>de</strong> guardaba la pistola?<br />

—¿Esa? En la guantera <strong>de</strong>l coche. Normalmente la usaba para hacer prácticas<br />

<strong>de</strong> tiro. A veces se paraba camino <strong>de</strong> casa para disparar contra unas latas. Decía que<br />

le ayudaba a pensar.<br />

—¿Alguna vez le dijo algo sobre Patrick Galloway?<br />

—Claro. Estos días todo el mundo habla <strong>de</strong> Galloway.<br />

—Quiero <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> una forma más específica. Si le había hablado <strong>de</strong> él y<br />

Galloway.<br />

—¿Por qué iba a hacerlo? Apenas se conocían; Pat se fue enseguida.<br />

Nate sopesó lo que <strong>de</strong>bía hacer. Ella era el familiar más próximo y tenía que<br />

saberlo. Podía <strong>de</strong>círselo ahora.<br />

—Había una nota escrita en su or<strong>de</strong>nador.<br />

Carrie se echó a llorar.<br />

—¿Qué tipo <strong>de</strong> nota?<br />

Nate se levantó otra vez y abrió el documento que había guardado en su cajón.<br />

—Le <strong>de</strong>jaré leer una copia. Sé que no va a ser fácil para usted, Carrie.<br />

—Déjeme verla.<br />

Nate se la entregó y esperó. Observó que el leve color que habían recuperado<br />

sus mejillas <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> nuevo. Los ojos, en cambio, en lugar <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el brillo<br />

con el impacto, se encendieron.<br />

—Eso no es verdad. Es una locura. ¡Una mentira! —Como si con ello lo<br />

<strong>de</strong>mostrara, se levantó y rompió en mil pedazos el papel—. Es una mentira horrible y<br />

tendría que darle vergüenza mostrármela. Mi Max jamás hizo daño a nadie. ¿Cómo<br />

se atreve? ¿Cómo se atreve a insinuar que mató a alguien y se suicidó?<br />

—Yo lo único que hago es mostrarle lo que había en su or<strong>de</strong>nador.<br />

—Y yo le digo que es mentira. Alguien ha matado a mi marido y lo que tendría<br />

que hacer usted es ocuparse <strong>de</strong> su trabajo y <strong>de</strong>scubrir quién lo ha hecho. Quien le<br />

hizo daño puso esta mentira aquí y si usted la cree, aunque solo sea por un segundo,<br />

pue<strong>de</strong> irse al diablo.<br />

Salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y unos segundos <strong>de</strong>spués Nate oyó su entrecortado llanto.<br />

Fue tras ella y la encontró en brazos <strong>de</strong> Peach.<br />

—Ocúpese <strong>de</strong> que alguien la lleve a casa, y también a sus hijos —dijo <strong>de</strong>spacio<br />

antes <strong>de</strong> meterse otra vez en su <strong>de</strong>spacho.<br />

Permaneció un rato <strong>de</strong> pie observando los pedazos <strong>de</strong> papel esparcidos por el<br />

suelo.<br />

- 165 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 14<br />

Hopp tenía un <strong>de</strong>spacho en el ayuntamiento. No era mucho mayor que el<br />

cuarto don<strong>de</strong> se guardaban los artículos <strong>de</strong> la limpieza y estaba dispuesto más o<br />

menos como este, sin or<strong>de</strong>n ni concierto, pero ya que Nate quería celebrar con ella<br />

una reunión formal, <strong>de</strong>cidió hacerla allí.<br />

Cuando vio que iba maquillada y se había puesto el traje chaqueta oscuro, Nate<br />

supuso que estaba al corriente <strong>de</strong> todo.<br />

—Jefe Burke. —Aquellas palabras fueron como un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntelladas; el gesto<br />

<strong>de</strong> la mano que indicaba una silla, una puñalada.<br />

Le llegó el aroma <strong>de</strong>l café <strong>de</strong> la taza que tenía sobre la mesa y vio que la cafetera<br />

<strong>de</strong>l estante <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás estaba casi llena, pero nadie le invitó a servirse.<br />

—Debo disculparme por haber sido brusco con usted esta mañana —empezó<br />

Nate—, pero se ha cruzado en mi camino en el peor momento.<br />

—Le recuerdo que trabaja para mí.<br />

—Trabajo para los ciudadanos <strong>de</strong> Lunacy. Y uno <strong>de</strong> ellos se encuentra ahora<br />

mismo tendido sobre una mesa en nuestro improvisado <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> cadáveres. Lo<br />

que significa que para mí esta persona tiene prioridad, alcal<strong>de</strong>sa.<br />

Aquellos labios que se había pintado en un atrevido tono carmesí se pusieron<br />

rígidos. Nate oyó una larga y sibilante aspiración y la lenta expulsión <strong>de</strong>l aire.<br />

—Sea como sea, yo soy la alcal<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> esta población, lo que también convierte<br />

a sus resi<strong>de</strong>ntes en mi principal preocupación. No fui en busca <strong>de</strong> cotilleo y me<br />

ofen<strong>de</strong> que se me haya tratado como si así fuera.<br />

—De todas formas, yo tengo un trabajo que hacer. Y mi intención era hacerle<br />

llegar un informe en cuanto hubiera resuelto la investigación previa. Que es lo que<br />

me disponía a hacer ahora.<br />

—No me gusta su actitud insolente.<br />

—Lo mismo digo.<br />

En esta ocasión, la boca <strong>de</strong> ella se abrió <strong>de</strong>l todo y sus ojos soltaron chispas.<br />

—Está claro que su madre no le enseñó a respetar a sus mayores.<br />

—Supongo que no. Claro que a ella tampoco le caigo muy bien.<br />

Hopp tamborileaba en la mesa, con unas uñas recortadas y sin pintar que no<br />

pegaban mucho con el rojo <strong>de</strong> los labios y el traje chaqueta.<br />

—¿Sabe qué es lo que me revienta ahora mismo?<br />

—Estoy convencido <strong>de</strong> que va a <strong>de</strong>círmelo.<br />

—Pues que ya no me enfado. ¡Con lo que yo disfruto con un buen cabreo! Pero<br />

hace un momento usted ha insistido en que la gente <strong>de</strong> aquí es su prioridad. Lo<br />

respeto, porque sé que lo ha dicho <strong>de</strong> veras. Max era amigo mío, Ignatious. Un buen<br />

amigo. Y la noticia me ha afectado.<br />

- 166 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Lo sé. Lo siento y vuelvo a pedirle disculpas por no haber sido más...<br />

—¿Delicado, educado, comunicativo?<br />

—Escoja usted misma.<br />

—Bien, pues sigamos. —Cogió un pañuelo <strong>de</strong> papel y se sonó la nariz con<br />

ganas—. Sírvase un café y cuénteme lo que hay.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco, pero ya he tomado casi un litro. Por los cabos que he podido<br />

atar, Max salió <strong>de</strong> su casa anoche, pasadas las diez y media. Tuvo una discusión con<br />

su mujer, nada serio, pero ella afirma que estos últimos días estaba raro. Sitúa el<br />

cambio en los días en que se supo la noticia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong><br />

Patrick Galloway.<br />

La frente <strong>de</strong> Hopp se arrugó; se intensificaron las finas líneas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los<br />

labios.<br />

—No sé a qué podía venir eso. No recuerdo que se conocieran tanto. Me parece<br />

que congeniaron, pero Max llevaba poco tiempo aquí cuando <strong>de</strong>sapareció Patrick.<br />

—Hasta el momento no dispongo <strong>de</strong> pruebas que <strong>de</strong>muestren que Max se<br />

<strong>de</strong>tuviera en algún lugar antes <strong>de</strong> llegar a su <strong>de</strong>spacho. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la una <strong>de</strong> la<br />

madrugada, si es correcta la estimación <strong>de</strong>l médico, él, o alguna persona o personas<br />

<strong>de</strong>sconocidas, dispararon una bala contra su sien <strong>de</strong>recha.<br />

—¿Por qué haría alguien...? —Ella misma se interrumpió y con un gesto animó<br />

a Nate a seguir—: Disculpe. Continúe, por favor.<br />

—Según las pruebas, en el momento <strong>de</strong> los hechos el fallecido se encontraba<br />

sentado en su <strong>de</strong>spacho. La puerta <strong>de</strong> atrás estaba abierta, <strong>de</strong>talle que, por lo que he<br />

podido comprobar, era bastante habitual. El or<strong>de</strong>nador estaba encendido, al igual<br />

que la lámpara <strong>de</strong> la mesa. Tenía también encima <strong>de</strong> esta una botella <strong>de</strong> Paddy's a<br />

medias y una taza con aproximadamente un <strong>de</strong>do <strong>de</strong> whisky. Se analizará, pero no<br />

he <strong>de</strong>tectado otra sustancia en la taza.<br />

—¡Señor! ¡Lo vi ayer por la mañana!<br />

—¿Le pareció que no estaba bien?<br />

—No lo sé. Creo que no me fijé mucho. —Se acercó los <strong>de</strong>dos al puente <strong>de</strong> la<br />

nariz, los <strong>de</strong>jó allí un momento y luego los separó—. Ahora que lo dice, tal vez es<br />

cierto que estaba un poco alterado. Pero no veo ninguna razón que pudiera moverle<br />

a hacer algo así. Él y Carrie se llevaban bien. Sus hijos no les crean más problemas<br />

que los propios <strong>de</strong> la edad. Le encantaba su trabajo en la revista. ¿Estaría enfermo?<br />

Tal vez había <strong>de</strong>scubierto que tenía un cáncer u otra enfermedad y no se veía capaz<br />

<strong>de</strong> enfrentarse a ello.<br />

—La última revisión que se hizo era normal. Hace seis meses. El arma<br />

encontrada en el <strong>de</strong>spacho era suya y estaba <strong>de</strong>bidamente registrada. Según su<br />

mujer, era la que solía guardar en la guantera <strong>de</strong>l coche. Para hacer prácticas <strong>de</strong> tiro.<br />

En el cadáver no había indicios <strong>de</strong> pelea.<br />

—Pobre Max. —Sacó otro pañuelo, pero en lugar <strong>de</strong> utilizarlo hizo una bola con<br />

él—. ¿Qué ha podido llevarle a quitarse la vida, a hacerse algo así, no solo a sí mismo<br />

sino también a su familia?<br />

—En su or<strong>de</strong>nador había una nota. En ella afirmaba que había matado a Patrick<br />

Galloway.<br />

- 167 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Cómo? —El café se agitó en la taza con el brusco movimiento que hizo<br />

Hopp—. Eso es una locura, Ignatious. ¿Max? Una locura.<br />

—Hacía escalada, ¿verdad? Hace quince o dieciséis años practicaba mucho más<br />

que ahora, ¿no es cierto?<br />

—Sí. Pero la mitad <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> por aquí practica o ha practicado la escalada.<br />

—Colocó las manos planas sobre la mesa—. No creo que Max matara a nadie.<br />

—Estaba dispuesta a creer que se suicidó.<br />

—Solo porque está muerto. Porque todo lo que he oído apunta hacia ello. ¿Pero<br />

un asesinato? No tiene ningún sentido.<br />

—Se harán las pruebas pertinentes para comprobar que el arma utilizada es la<br />

veintidós. Huellas dactilares, restos <strong>de</strong> pólvora. Debo <strong>de</strong>cirle que las pruebas<br />

corroborarán lo que parece un suicidio, y es probable que se establezca como tal,<br />

mientras se cierra el caso <strong>de</strong>l homicidio <strong>de</strong> Galloway.<br />

—Me parece totalmente increíble.<br />

—Pero también he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no estoy convencido <strong>de</strong> ello.<br />

—Me <strong>de</strong>sconcierta usted, Ignatious —dijo Hopp apretándose la sien con una<br />

mano.<br />

—Demasiado fácil, ¿no cree? ¿Una nota en el or<strong>de</strong>nador? Cualquiera podría<br />

haberla tecleado. ¿El sentimiento <strong>de</strong> culpabilidad le mata <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años? Lo<br />

cierto es que hasta ayer lo había llevado a la perfección. Carrie ha dicho que cuando<br />

se iba al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> noche o <strong>de</strong> madrugada siempre le <strong>de</strong>jaba una nota sobre la<br />

almohada. ¿Un hombre que siempre hace esto no <strong>de</strong>ja una nota cuando <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />

suicidarse?<br />

—¿Me está diciendo...?<br />

—Es fácil sacar una pistola <strong>de</strong> la guantera si se sabe que está allí. Tampoco<br />

cuesta mucho simular un suicidio si se sabe planear y mantener la sangre fría.<br />

—¿Cree que...? ¡<strong>San</strong>to cielo! ¿Cree que le han asesinado?<br />

—Tampoco he dicho eso. Lo que he dicho es que no estoy convencido <strong>de</strong> que<br />

sea lo que parece a primera vista. De modo que, si el caso queda resuelto como<br />

suicidio y se cierra el <strong>de</strong> Galloway sin que yo esté convencido <strong>de</strong> ello, pienso seguir<br />

investigando. Usted es quien me paga, o sea que tiene <strong>de</strong>recho a saber si paso mis<br />

horas <strong>de</strong> trabajo persiguiendo a un fantasma.<br />

Hopp le miró a los ojos y Nate oyó el sonido <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus largas aspiraciones.<br />

—¿Puedo ayudarle en algo? —dijo finalmente la alcal<strong>de</strong>sa.<br />

Nate le pareció que el sargento Roland Coben, un hombre que llevaba veinte<br />

años resolviendo casos, era un policía bregado. Metro ochenta, estómago incipiente,<br />

leves señales <strong>de</strong> cansancio alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos, el pelo rubio canoso y muy corto.<br />

Llevaba las botas reglamentariamente brillantes y en su boca se adivinaba un chicle<br />

con sabor a cereza.<br />

Llegó al lugar <strong>de</strong>l crimen con otros dos policías, que estaban peinando el<br />

<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max mientras él observaba las fotos que había tomado Nate.<br />

—¿Quién ha estado aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se <strong>de</strong>scubrió el cadáver?<br />

- 168 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—El médico <strong>de</strong>l pueblo, uno <strong>de</strong> mis ayudantes y yo. Antes <strong>de</strong> que pasaran ellos<br />

tomé las fotos, cerré el perímetro y guardé las pruebas en bolsas. Todo el mundo se<br />

ha puesto guantes. El escenario está intacto.<br />

Coben observó las manchas <strong>de</strong> grasa en la alfombra junto a la puerta. Nate<br />

también había metido los bocadillos en las bolsas <strong>de</strong> pruebas.<br />

—¿La mujer llegó hasta aquí?<br />

—Según ella y dos testigos, sí. No se ha tocado nada aparte <strong>de</strong>l cadáver.<br />

Coben asintió con un leve sonido y examinó la nota <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador.<br />

—Nos llevaremos el aparato, así como las pruebas que ha recogido usted.<br />

Vayamos a echar un vistazo al cadáver.<br />

Nate le acompañó hacia la puerta <strong>de</strong> atrás.<br />

—Estuvo en homicidios antes <strong>de</strong> venir aquí, ¿verdad? —preguntó el sargento.<br />

—Efectivamente.<br />

Coben se metió <strong>de</strong> un salto en el cuatro por cuatro <strong>de</strong> Nate.<br />

—Nos vendrá bien. Perdió a su compañero, según he oído.<br />

—Sí.<br />

—También le hirieron a usted.<br />

—Sigo en pie.<br />

Siguiendo las normas, Coben se ajustó el cinturón.<br />

—Muchas bajas en su último año en Baltimore.<br />

Nate le dirigió una mirada tranquila.<br />

—Ahora mismo no estoy <strong>de</strong> baja.<br />

—Su teniente afirma que es usted un buen poli, aunque tal vez, perdió algo <strong>de</strong><br />

garra, <strong>de</strong> confianza, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> su compañero. Que entregó la placa en otoño y<br />

se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong>l loquero que le habían asignado.<br />

Nate se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ambulatorio.<br />

—¿Ha perdido usted alguna vez a un compañero?<br />

—No. —Coben esperó un minuto—. Pero he perdido a algún amigo, en acto <strong>de</strong><br />

servicio. Intentaba hacerme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo es usted, jefe Burke. Un poli <strong>de</strong> ciudad,<br />

<strong>de</strong> la otra parte <strong>de</strong> Estados Unidos, con su experiencia, pue<strong>de</strong> sacar las uñas si tiene<br />

que entregar un caso importante a las autorida<strong>de</strong>s estatales.<br />

—Pue<strong>de</strong>. Y un poli estatal quizá no esté tan comprometido con el lugar, con lo<br />

que suce<strong>de</strong> en él, como su jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—No lleva mucho tiempo <strong>de</strong> jefe. —Salió <strong>de</strong>l coche—. Tal vez los dos estemos<br />

en lo cierto. El <strong>de</strong>partamento ha sabido mantener a la prensa a raya con lo <strong>de</strong>l<br />

hombre <strong>de</strong> hielo; solo falta darle un nombre.<br />

—Como siempre.<br />

—La cuestión es que ahora mismo los medios <strong>de</strong> comunicación están<br />

controlados pero la cosa cambiará cuando el equipo lo rescate. Se convertirá en la<br />

noticia bomba, jefe Burke. El tipo <strong>de</strong> noticia que gusta a la prensa nacional. Y ahora<br />

tiene usted el cadáver <strong>de</strong> un hombre que afirma ser su asesino, más noticias. Cuanto<br />

antes se cierre el caso, mejor para todos. Y mejor aún si se cierra siguiendo<br />

escrupulosamente el procedimiento.<br />

Nate seguía al otro lado <strong>de</strong>l coche.<br />

- 169 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Le preocupa que vaya a la prensa y obtenga publicidad para mí y para esta<br />

población?<br />

—Era solo un comentario. La prensa se volcó en aquel tiroteo en Baltimore y<br />

también en usted.<br />

Nate notó que se estaba encendiendo; sintió cómo le hervían las entrañas y<br />

cómo la furia subía por su garganta.<br />

—De modo que usted cree que como me gusta ver mi nombre en los periódicos<br />

y mi cara en la tele, con ese par <strong>de</strong> muertos estaré en el can<strong>de</strong>lero.<br />

—Opino que podría ganar unos puntos, si tiene intención <strong>de</strong> volver a Baltimore.<br />

—O sea que he tenido la suerte <strong>de</strong> haber llegado en el momento preciso para<br />

apuntarme el tanto.<br />

—No perjudica a nadie encontrarse en el lugar a<strong>de</strong>cuado en el momento<br />

a<strong>de</strong>cuado.<br />

—¿Intenta provocarme o es gilipollas por naturaleza?<br />

Los labios <strong>de</strong> Coben se arquearon.<br />

—Pue<strong>de</strong> que ambas cosas. Lo que intento es hacerme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la situación.<br />

—Pues vamos a aclarar algunos puntos. Es su investigación. Ese es el<br />

procedimiento. Pero sigue siendo mi población; y ellos, mis conciudadanos. Es un<br />

hecho. Y me da igual si confía en mí, si le caigo bien o si <strong>de</strong>sea invitarme a cenar o al<br />

cine, yo seguiré haciendo mi trabajo.<br />

—Pues será mejor que vayamos a echar un vistazo al cadáver.<br />

Coben se fue hacia <strong>de</strong>ntro y Nate le siguió intentando reprimir el mal humor.<br />

Solo había una persona en la sala <strong>de</strong> espera. Bing pareció violento y luego<br />

irritado <strong>de</strong> que le vieran esperando en una <strong>de</strong> aquellas sillas <strong>de</strong> plástico.<br />

—Bing... —dijo Nate, saludándole con la cabeza.<br />

El hombre soltó una especie <strong>de</strong> bufido antes <strong>de</strong> ocultar el rostro <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un<br />

antiguo número <strong>de</strong> Alaska.<br />

—El doctor está con un paciente —dijo Joanna mirando <strong>de</strong> reojo a Coben—. Sal<br />

Cushaw se ha hecho un corte en la mano con una sierra y le está poniendo unos<br />

puntos. También habrá que darle una inyección contra el tétanos.<br />

—Queremos las llaves <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito —le dijo Nate.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Joanna pasaron <strong>de</strong> él a Coben.<br />

—Las tiene el doctor, ha dicho que solo usted pue<strong>de</strong> entrar.<br />

—Es el sargento Coben, <strong>de</strong> la policía estatal. ¿Le importa traérnoslas?<br />

—Claro que no.<br />

Salió disparada en el momento en que Bing empezaba a refunfuñar:<br />

—Lo que nos faltaba, movimiento <strong>de</strong> tropas en Lunacy. Como si no supiéramos<br />

solucionar nuestros asuntos.<br />

Nate se limitó a mover la cabeza mientras Coben miraba hacia atrás.<br />

—No se preocupe —murmuró.<br />

—¿Se encuentra mal, Bing? —Nate se apoyó en el mostrador—, ¿O ha venido<br />

solo a pasar el rato?<br />

—¡A usted qué le importa! ¡Y qué le importa a nadie si alguien quiere volarse la<br />

tapa <strong>de</strong> los sesos! La poli siempre tiene que estar dando la paliza.<br />

- 170 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—En eso tiene razón. Somos unos tocapelotas con placa. ¿Cuándo habló usted<br />

por última vez con Max?<br />

—Nunca he tenido mucho que <strong>de</strong>cirle. ¡Valiente mequetrefe!<br />

—He oído <strong>de</strong>cir que le armó una buena por meterse en la avenida <strong>de</strong> su casa y<br />

que por eso le enterró el coche bajo la nieve.<br />

La risita <strong>de</strong> Bing se abrió paso en medio <strong>de</strong> la barba.<br />

—Podría ser. Aunque no creo que se volara los sesos por eso.<br />

—Está hecho usted un cabroncete, Bing.<br />

—Tiene toda la razón.<br />

—¿Jefe? —Apareció Joanna <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l mostrador con las llaves—. Es la que<br />

tiene el distintivo amarillo. El doctor dice que irá en cuanto acabe con Sal.<br />

—¡Eh! Que luego me toca a mí —exclamó Bing agitando la revista—. No creo<br />

que Hawbaker pueda morirse más.<br />

Joanna hizo una mueca con los labios.<br />

—Hay que tener respeto, Bing.<br />

—Lo que yo tengo son hemorroi<strong>de</strong>s.<br />

—Diga al doctor que acabe con todos sus pacientes —intervino Nate—. ¿Dón<strong>de</strong><br />

está el <strong>de</strong>pósito?<br />

—Ah, disculpe. Recto y la primera puerta a la izquierda.<br />

Se dirigieron hacia allí en silencio y Nate abrió con la llave. Entraron en una sala<br />

en la que había una pared con estantes metálicos y dos mesas, también metálicas.<br />

Nate dio la luz principal y se fijó en que las mesas eran como las que se utilizan en<br />

las autopsias o en las galas en las que se preparaban los cadáveres en los tanatorios.<br />

—Al parecer lo utilizan como <strong>de</strong>pósito provisional. En el pueblo no hay<br />

tanatorio ni funeraria. Avisan a alguien <strong>de</strong> pompas fúnebres cuando lo necesitan y<br />

aquí es don<strong>de</strong> se prepara el cuerpo para el entierro.<br />

Se acercó a la mesa en la que yacía Max, que, siguiendo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Nate,<br />

estaba <strong>de</strong>scubierto a fin <strong>de</strong> conservar cualquier posible prueba. Unas bolsas cubrían<br />

las manos <strong>de</strong>l cadáver.<br />

—Las uñas <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha estaban en carne viva <strong>de</strong> mordérselas —señaló<br />

Nate—. Y tenía un corte en el labio inferior. También lo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>r.<br />

—No se aprecian heridas <strong>de</strong>fensivas. Hay quemaduras <strong>de</strong> pólvora alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

la herida. ¿Po<strong>de</strong>mos confirmar que era diestro?<br />

—Po<strong>de</strong>mos. Lo sabemos.<br />

Habían cubierto las manos <strong>de</strong> la víctima para realizar la prueba <strong>de</strong> los residuos.<br />

Disponían <strong>de</strong> fotos <strong>de</strong>l cuerpo, <strong>de</strong>l escenario, incluso <strong>de</strong> la puerta exterior <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

todos los ángulos posibles. Se había tomado <strong>de</strong>claración a los testigos y redactado los<br />

informes en las primeras horas, y el edificio había quedado aislado, ro<strong>de</strong>ado con la<br />

cinta policial.<br />

Un trabajo meticuloso, el <strong>de</strong> Burke, pensaba Coben, y le había ahorrado un<br />

montón <strong>de</strong> faena.<br />

—Observémoslo todo <strong>de</strong>tenidamente a ver si encontramos alguna prueba. ¿Ha<br />

revisado los bolsillos?<br />

—Cartera, tubo <strong>de</strong> pastillas para la aci<strong>de</strong>z, monedas, caja <strong>de</strong> cerillas, bloc <strong>de</strong><br />

- 171 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

notas, lápiz. Permiso <strong>de</strong> conducir, tarjetas <strong>de</strong> crédito, unos treinta dólares en efectivo<br />

y fotos <strong>de</strong> la familia en la cartera. El móvil, otra caja <strong>de</strong> cerillas y unos guantes <strong>de</strong><br />

lana en los bolsillos <strong>de</strong>l abrigo que tenía en el <strong>de</strong>spacho.<br />

Nate se metió las manos en los bolsillos y siguió observando el cadáver.<br />

—He revisado también el coche aparcado en el exterior <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong> los hechos.<br />

Está registrado a nombre <strong>de</strong> la víctima y <strong>de</strong> su esposa. Había mapas; el manual <strong>de</strong>l<br />

vehículo; un paquete <strong>de</strong> munición para la veintidós, abierto; un tubo <strong>de</strong> pastillas <strong>de</strong><br />

menta; bolígrafos; lápices, y otro bloc en la guantera. En los libros, muchas notas a<br />

mano: recordatorios, i<strong>de</strong>as para artículos <strong>de</strong> la revista, comentarios, números <strong>de</strong><br />

teléfono. En la parte trasera había un botiquín. El vehículo estaba abierto y las llaves<br />

en el contacto.<br />

—¿Las llaves en el contacto?<br />

—Sí. Sus conocidos han <strong>de</strong>clarado que solía <strong>de</strong>jarlas ahí y que casi nunca<br />

cerraba el coche. Todo lo que se ha encontrado está en bolsas, con sus<br />

correspondientes etiquetas, y se ha hecho una relación <strong>de</strong> ello. Lo he guardado bajo<br />

llave en la comisaría.<br />

—Nos lo llevaremos todo, y a él también. Dejaremos que el forense llegue a sus<br />

conclusiones. Pero tiene todo el aspecto <strong>de</strong> un suicidio. Tendré que hablar con la<br />

esposa, con los dos testigos y con quien estuviera al corriente <strong>de</strong> su relación con<br />

Patrick Galloway.<br />

—No <strong>de</strong>jó ninguna nota a su esposa.<br />

—¿Disculpe?<br />

—Nada personal. Ninguna otra mención en la nota <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Coben mostraron cierta irritación.<br />

—Oiga, Burke, usted y yo sabemos que las notas <strong>de</strong> suicidio no son tan<br />

habituales como quiere hacernos creer Hollywood. El forense expondrá sus<br />

conclusiones, pero yo opino que se trata <strong>de</strong> un suicidio. La nota le vincula a<br />

Galloway. Tiraremos <strong>de</strong> este hilo, a ver si encontramos una pista que nos lo confirme.<br />

No es mi intención simplificar este caso, ni el <strong>de</strong> Galloway, pero tampoco voy a<br />

quejarme si ambos me caen <strong>de</strong>l cielo resueltos.<br />

—A mí no me cuadra.<br />

—Repase sus matemáticas.<br />

—¿Ve algún problema en que yo siga con ello, sin ruido —añadió poniendo<br />

énfasis en la última palabra—, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un ángulo distinto?<br />

—Si quiere per<strong>de</strong>r el tiempo, allá usted, pero no me pise.<br />

—Todavía sé bailar, Coben.<br />

Costaba llamar a la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Carrie. Entremeterse en su dolor<br />

parecía algo terriblemente cruel. Nate recordaba, tal vez <strong>de</strong>masiado, cómo se<br />

<strong>de</strong>smoronó Beth la primera vez que la vio tras la muerte <strong>de</strong> Jack.<br />

Aquel día él estaba imposibilitado, en una cama <strong>de</strong> hospital, grogui <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

la operación, hundido en la aflicción, el sentimiento <strong>de</strong> culpabilidad y la furia.<br />

En ese momento no se sentía afligido, pensó. Quizá un poco culpable por la<br />

- 172 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

forma en que había tenido que tratarla. Pero no estaba furioso. Era una visita <strong>de</strong> la<br />

policía, sin más.<br />

—Estará dolida conmigo —dijo a Coben—. Si sabe explotarlo, podrá sacar más<br />

partido <strong>de</strong> ella.<br />

Llamó a la puerta <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong> dos plantas. Cuando vio a una pelirroja ante la<br />

puerta, tuvo que repasar rápidamente su archivo mental.<br />

—Ginny Mann —dijo ella enseguida—. Soy amiga <strong>de</strong> la familia. Y vecina.<br />

Carrie está arriba, <strong>de</strong>scansando.<br />

—Soy el sargento Coben, señora Mann. —Le mostró su i<strong>de</strong>ntificación—.<br />

Quisiera hablar con la señora Hawbaker.<br />

—Intentaremos ser breves.<br />

Una artista, recordó luego Nate. Pintaba paisajes y estudios <strong>de</strong> la flora y fauna<br />

que vendía en galerías <strong>de</strong> la zona e incluso fuera <strong>de</strong> Alaska. Daba clases <strong>de</strong> arte en el<br />

instituto tres días a la semana.<br />

—Arlene Woolcott y yo estamos con los niños en la cocina. Procuramos que se<br />

distraigan. Subiré a ver si Carrie está dispuesta.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>cería. —Coben entró—. Esperaremos aquí.<br />

»Un lugar agradable —dijo Coben cuando Ginny estuvo arriba—. Acogedor.<br />

Nate se fijó en un cómodo sofá y en un par <strong>de</strong> butacas gran<strong>de</strong>s, tapizadas con<br />

una tela muy colorida. Había un cuadro con un prado en primavera, montañas<br />

blancas al fondo y el cielo azul, obra <strong>de</strong> la pelirroja, supuso. Sobre las mesas, fotos<br />

enmarcadas <strong>de</strong> los niños y <strong>de</strong> otros miembros <strong>de</strong> la familia, junto con el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />

habitual en todas las casas.<br />

—Creo que llevaban unos quince años casados. Él había trabajado en una<br />

publicación en Anchorage, pero se trasladó y montó su revista aquí. La mujer<br />

trabajaba con él. Una empresa familiar con algún, ¿cómo se llama?, colaborador a<br />

tiempo parcial. Publicaban artículos sobre temas locales, fotos, y también incluían<br />

noticias <strong>de</strong> fuera. Su hija mayor tiene unos doce años y toca el flautín. El pequeño es<br />

un niño, <strong>de</strong> diez años, un fenómeno <strong>de</strong>l hockey.<br />

—Se ha enterado <strong>de</strong> muchas cosas en las pocas semanas que lleva aquí.<br />

—De la mayor parte esta mañana. El primer matrimonio para Carrie, el<br />

segundo para él. Ella lleva aquí un par <strong>de</strong> años más que su marido. Vino en uno <strong>de</strong><br />

esos programas <strong>de</strong> enseñanza. Abandonó la docencia para trabajar con él cuando<br />

abrieron la revista, pero sigue haciendo sustituciones cuando la llaman.<br />

—¿Por qué se trasladó aquí él?<br />

—Estoy en ello.<br />

Cuando vio bajar a Ginny con el brazo en el hombro <strong>de</strong> Carrie se calló.<br />

—Señora Hawbaker —Coben dio un paso hacia <strong>de</strong>lante y habló en tono serio—,<br />

soy el sargento Coben <strong>de</strong> la policía estatal. Siento mucho lo ocurrido.<br />

—¿Qué quiere? —Sus ojos, duros y brillantes, se clavaron en el rostro <strong>de</strong> Nate—<br />

Estamos <strong>de</strong> luto.<br />

—Sé que son momentos difíciles, pero tengo que hacerle unas preguntas. —<br />

Coben volvió la vista hacia Ginny—. ¿Prefiere que su amiga se que<strong>de</strong>?<br />

Carrie movió la cabeza.<br />

- 173 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Te ocuparás <strong>de</strong> los niños, Ginny? Procura que estén al margen <strong>de</strong> todo esto.<br />

—Por supuesto. Si me necesitas, llámame.<br />

Carrie entró en el salón y se sentó en una <strong>de</strong> las butacas.<br />

—Pregúnteme lo que tenga que preguntarme y márchese. No quiero que se<br />

que<strong>de</strong> por aquí.<br />

—En primer lugar, he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que nos llevaremos el cadáver <strong>de</strong> su marido a<br />

Anchorage para la autopsia. En cuanto hayamos terminado, se lo <strong>de</strong>volveremos.<br />

—Muy bien. Así <strong>de</strong>scubrirán que no se ha suicidado. Diga lo que diga él —<br />

añadió dirigiendo una rápida mirada llena <strong>de</strong> resentimiento a Nate—, conozco a mi<br />

marido. Nunca nos hubiera hecho algo así a mí o a sus hijos.<br />

—¿Puedo sentarme?<br />

Carrie se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

Coben se sentó en el sofá, frente a ella, con el cuerpo algo la<strong>de</strong>ado en dirección a<br />

Carrie. La cosa iba bien, pensaba Nate. El sargento se había situado entre los dos, con<br />

una expresión comprensiva. Empezó con las preguntas <strong>de</strong> rigor. Tras contestar las<br />

primeras, Carrie se plantó.<br />

—Eso ya se lo he contado a él. ¿Por qué tiene que preguntármelo otra vez? No<br />

voy a respon<strong>de</strong>r otra cosa. ¿Por qué no se van <strong>de</strong> una vez y <strong>de</strong>scubren quién le hizo<br />

eso a Max?<br />

—¿Sabe <strong>de</strong> alguien que <strong>de</strong>seara algún mal a su marido?<br />

—Sí. —Su rostro se iluminó con una especie <strong>de</strong> espantoso placer—. La persona<br />

que mató a Patrick Galloway. Yo le diré lo que ocurrió. Seguro que Max había<br />

<strong>de</strong>scubierto algo. Que llevara una revista <strong>de</strong> poca monta no significa que no fuera un<br />

buen periodista. Descubrió algo y alguien lo mató antes <strong>de</strong> que pudiera <strong>de</strong>cidir qué<br />

hacer con ello.<br />

—¿Le habló él <strong>de</strong> algo <strong>de</strong> esto?<br />

—No, pero estaba alterado. Preocupado. Últimamente no era él. Lo que no<br />

significa que fuera a suicidarse, ni tampoco que hubiera matado a alguien. Era una<br />

buena persona. —Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas—. He dormido a su<br />

lado durante casi dieciséis años. He trabajado con él todos los días. He tenido dos<br />

hijos suyos. ¿No cree que puedo saber si era capaz <strong>de</strong> algo así?<br />

Coben cambió <strong>de</strong> táctica.<br />

—¿Está segura <strong>de</strong> la hora a la que salió <strong>de</strong> casa anoche?<br />

Carrie suspiró y se secó las lágrimas.<br />

—Sé que a las diez y media estaba aquí. Sé que por la mañana no estaba. ¿Qué<br />

más quiere?<br />

—Ha <strong>de</strong>clarado usted que guardaba la pistola en la guantera. ¿Quién más podía<br />

saberlo?<br />

—Todo el mundo.<br />

—¿La guantera estaba cerrada con llave? ¿Y el coche?<br />

—Max solía <strong>de</strong>jar la puerta <strong>de</strong>l baño abierta, ¡cómo iba a cerrar otras cosas! Yo<br />

guardo las armas que tenemos en casa bajo llave y lo hago porque él era muy<br />

distraído para esas cosas. Cualquiera habría podido coger la pistola. En realidad,<br />

alguien lo hizo.<br />

- 174 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Recuerda la última vez que la utilizó?<br />

—No. No estoy segura.<br />

—Señora Hawbaker, ¿su esposo llevaba un diario o una agenda?<br />

—No. Escribía lo que le venía a la cabeza en lo primero que encontraba. Y ahora<br />

quisiera que se marcharan. Estoy cansada y quiero estar con mis hijos.<br />

Fuera, Coben se <strong>de</strong>tuvo al lado <strong>de</strong>l coche.<br />

—Aún quedan algunos cabos sueltos. No estaría <strong>de</strong> más echar una ojeada a sus<br />

cosas, a los papeles, comprobar si hay algo sobre Galloway.<br />

—¿Algo así como un móvil?<br />

—Algo así —admitió Coben—. ¿Tiene algún problema en atar cabos?<br />

—No.<br />

—Quiero tener el cadáver en Anchorage y empezar los análisis. Y también<br />

quiero estar allí cuando recuperen el <strong>de</strong> Galloway.<br />

—Le agra<strong>de</strong>cería que me llamara. Su hija querrá verlo. Y lo más seguro es que<br />

la madre <strong>de</strong> esta insista en reclamarlo.<br />

—Sí, ya me lo han comentado. En cuanto lo hayan bajado y hayamos<br />

confirmado su i<strong>de</strong>ntidad, <strong>de</strong>jaremos que esto lo resuelva la familia. Su hija pue<strong>de</strong><br />

venir para una inspección ocular, aunque tenemos sus huellas registradas, por<br />

alguna <strong>de</strong>tención sin importancia por cuestión <strong>de</strong> drogas. En cuanto llegue el<br />

cadáver sabremos si se trata <strong>de</strong> Galloway.<br />

—La acompañaré allí, ataré los cabos sueltos y haré todo lo que pueda para<br />

mediar con la familia <strong>de</strong>l difunto. A cambio quisiera tener acceso a los expedientes <strong>de</strong><br />

ambos casos, incluidas todas las notas relativas a ellos.<br />

Coben volvió la vista hacia la pulcra casa asentada sobre el manto <strong>de</strong> nieve.<br />

—¿De veras cree que alguien ha podido montar este suicidio para encubrir un<br />

crimen cometido hace dieciséis años?<br />

—Mán<strong>de</strong>me las copias.<br />

—De acuerdo. —Coben abrió la puerta <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong>l acompañante—. Su teniente<br />

habló <strong>de</strong> su intuición.<br />

Nate se sentó al volante.<br />

—¿Y?<br />

—Tener intuición no significa acertar siempre.<br />

- 175 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 15<br />

Nate se veía obligado a trabajar con lo que tenía a mano, lo que incluía a sus dos<br />

ayudantes y a la auxiliar. Los reunió a todos en su <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

colocado allí las sillas necesarias.<br />

Tenía sobre el escritorio una ban<strong>de</strong>ja con galletas <strong>de</strong> mantequilla <strong>de</strong> cacahuete y<br />

una cafetera recién preparada, un <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> Peach. «¿Y por qué no?», pensó.<br />

Nate cogió una galleta y con ella en la mano se dirigió a sus ayudantes:<br />

—En primer lugar, los resultados <strong>de</strong> la investigación.<br />

—Pierre Letreck dice que pue<strong>de</strong> que oyera algo parecido a un disparo. —Otto<br />

sacó su bloc <strong>de</strong> notas y empezó a hojearlo—. Estaba viendo una película por cable. Al<br />

principio <strong>de</strong>cía que era El paciente inglés, pero yo le he dicho: «No me vengas con<br />

rollos, Pierre, en tu vida has visto una peli <strong>de</strong> estas». Y me ha salido con: «¿Cómo<br />

coño vas a saber tú lo que veo en la intimidad <strong>de</strong> mi hogar, Otto?». A lo cual he<br />

contestado...<br />

—Limítese a lo esencial, Otto.<br />

Este frunció el ceño, levantó la vista <strong>de</strong>l bloc y <strong>de</strong>jó la minuciosa lectura.<br />

—Intentaba ser riguroso. Lo que estaba viendo, y me lo ha confesado <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> un esmerado interrogatorio, era una película porno llamada Rubias alienígenas. Ha<br />

dicho que terminó hacia las doce; él estaba en el baño haciéndose una... aliviándose la<br />

vejiga —rectificó al oír el carraspeo <strong>de</strong> Peach— y oyó lo que le pareció un disparo,<br />

por lo que asomó la cabeza por la ventana <strong>de</strong>l baño. No vio a nadie fuera, pero se fijó<br />

en que en la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l local <strong>de</strong> la revista estaba aparcada la camioneta <strong>de</strong><br />

Max, <strong>de</strong>l difunto. Luego termino con lo suyo y fue a acostarse.<br />

—¿Dice que era alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> medianoche?<br />

—¡Jefe! —Peter levantó la mano—. He consultado la programación y la película<br />

terminó a las doce y cuarto. Según la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong>l señor Letreck, fue directo <strong>de</strong> la<br />

sala <strong>de</strong> estar al baño y oyó el disparo casi enseguida.<br />

—¿Se fijó en algo más? ¿Otros vehículos?<br />

—No. Otto enfocó las preguntas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintos ángulos y siempre dijo lo<br />

mismo —confirmó Peter.<br />

—¿Alguien más oyó o vio algo?<br />

—Jennifer Welch cree que sí. —Otto pasó unas páginas—. Ella y Larry, su<br />

marido, dormían, y dice que pue<strong>de</strong> que un ruido la <strong>de</strong>spertara. Tienen un bebé <strong>de</strong><br />

ocho meses y, según ella, el sueño muy ligero. Por lo visto, cuando se <strong>de</strong>spertó, el<br />

crío empezó a llorar, así que no sabe si la <strong>de</strong>spertó un ruido o el llanto. Pero la hora<br />

coinci<strong>de</strong> más o menos con la <strong>de</strong> Pierre. Ha dicho que cuando fue a ver al bebé miró el<br />

reloj y eran más <strong>de</strong> las doce y cuarto.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> están estas dos casas en relación con la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l local <strong>de</strong> The<br />

- 176 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Lunatic? —Nate señaló la pizarra que había comprado en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina y<br />

había colgado en la pared—. Hágame un esbozo, Otto.<br />

—Se lo haré yo —dijo Peach levantándose en el acto—. Lo que puedan dibujar<br />

estos y nada es lo mismo.<br />

—Gracias, Peach. —Nate volvió la vista hacia sus ayudantes—. ¿Esas son las<br />

dos únicas personas que oyeron algo?<br />

—Pues sí —confirmó Otto—. Hans Finkle ha dicho que su perro empezó a<br />

ladrar <strong>de</strong> noche, pero que él le arrojó una bota sin ni siquiera mirar el reloj. En<br />

realidad, la mayoría <strong>de</strong> la gente no hace caso <strong>de</strong> un disparo.<br />

—¿Saben si Max había discutido con alguien últimamente?<br />

Ante las respuestas negativas, Nate se volvió hacia la pizarra. Vio que Peach se<br />

había tomado el trabajo al pie <strong>de</strong> la letra; en lugar <strong>de</strong> trazar un esquema, estaba<br />

dibujando minuciosamente los edificios, los árboles, incluso había puesto la silueta<br />

<strong>de</strong> las montañas al fondo.<br />

—¿Nate? —Otto cambió <strong>de</strong> postura en su asiento—. No lo digo por criticar,<br />

pero creo que estamos montando un escándalo mayúsculo por un caso <strong>de</strong> suicidio,<br />

sobre todo teniendo en cuenta que el cadáver está en manos <strong>de</strong> la policía estatal y<br />

que será ella la que se quedará el caso.<br />

—Tal vez. —Abrió un expediente—. Lo que se diga en este <strong>de</strong>spacho no pue<strong>de</strong><br />

salir <strong>de</strong> aquí, a menos que yo autorice lo contrario. ¿Entendido? Esto estaba escrito en<br />

el or<strong>de</strong>nador <strong>de</strong> Max. —Leyó la nota, que sus ayudantes escucharon en un perplejo<br />

silencio—. ¿Algún comentario?<br />

—No parece real —dijo Peach <strong>de</strong>spacio, aún con la tiza en la mano—. Sé que no<br />

soy más que una secretaria con ciertas pretensiones, pero eso no me parece real.<br />

—¿Por qué?<br />

—Ni en mis peores sueños podría ver a Max haciendo daño a nadie. Y por lo<br />

que recuerdo, admiraba a Pat, lo consi<strong>de</strong>raba casi un héroe.<br />

—¿Es cierto eso? Las personas con las que he hablado me han dicho que apenas<br />

se conocían.<br />

—Es verdad, y no estoy diciendo que fueran íntimos, pero Pat lo tenía<br />

impresionado. Era un hombre atractivo, sabía mostrarse encantador cuando quería,<br />

es <strong>de</strong>cir, casi siempre, tocaba la guitarra, iba en moto, escalaba y se iba a pasar una<br />

temporada al monte cuando le daba la gana. Y a<strong>de</strong>más le calentaba la cama la mujer<br />

más sexy <strong>de</strong> por aquí. Aparte <strong>de</strong> tener una hija preciosa que lo adoraba.<br />

Dejó la tiza y se sacudió el polvo <strong>de</strong> las manos.<br />

—Casi todo le importaba un pito. También sabía escribir. Sé que Max quería<br />

ficharlo para la revista. Lo sé porque me lo contó Carrie. Ella y Max estaban<br />

empezando a salir en serio y a Carrie le preocupaba Pat porque era <strong>de</strong>masiado<br />

alocado.<br />

Cuando Nate le hizo un gesto para que siguiera, Peach se acercó a la mesa y se<br />

sirvió café.<br />

—Yo vivía los últimos coletazos <strong>de</strong> mi fracasado tercer matrimonio. De modo<br />

que me escuchaba, comprensiva, y me hacía confi<strong>de</strong>ncias. Por aquella época<br />

hablábamos mucho. Le preocupaba que Pat pudiera convencer a Max para hacer<br />

- 177 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

alguna locura. Me dijo que, según Max, Pat representaba todo lo que podía ofrecer<br />

Alaska. Vivir a lo gran<strong>de</strong>, hacer lo que a uno le da la gana, revelarse contra cualquier<br />

sistema que pudiera impedirlo.<br />

—A veces la admiración se convierte en envidia, y a veces la envidia mata —<br />

sentenció Nate.<br />

—Tal vez. —Con expresión ausente, Peach cogió una galleta y la mordisqueó—.<br />

Pero a mí me cuesta verlo así. Sé que ha dicho que esto no pue<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> aquí, pero<br />

ahora mismo Carrie necesita po<strong>de</strong>r contar con las amista<strong>de</strong>s. Quisiera ir a verla.<br />

—Me parece muy bien, siempre que no repita nada <strong>de</strong> lo que se ha hablado<br />

aquí.<br />

Nate se levantó y se dirigió hacia la pizarra.<br />

Peach había dibujado la calle <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l local, incluso había incluido la placa<br />

con el nombre <strong>de</strong> la calle: «Camino <strong>de</strong>l alce».<br />

La casa <strong>de</strong> Letreck era prácticamente un garaje, ahora la situaba perfectamente.<br />

Pierre tenía un taller <strong>de</strong> reparación <strong>de</strong> electrodomésticos y su vivienda no era más<br />

que un anexo <strong>de</strong>l negocio. Se encontraba al otro lado <strong>de</strong> la calle, a un par <strong>de</strong> edificios<br />

hacia el este.<br />

La casa <strong>de</strong> los Welch, tipo bungalow, quedaba frente a la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l local<br />

<strong>de</strong> la revista. El piso <strong>de</strong> Hans Finkle estaba encima <strong>de</strong>l garaje <strong>de</strong> Letreck.<br />

Peach había dibujado también otras casas, otros locales comerciales y en todos<br />

había incluido el nombre <strong>de</strong> sus propietarios con esmerada letra.<br />

—Buen trabajo, Peach. Lo que haremos ahora es montar un tablón para ir<br />

siguiendo el caso. —Recogió el expediente y fue a buscar el tablón <strong>de</strong> corcho que<br />

había tomado prestado <strong>de</strong>l ayuntamiento y tenía apoyado en la pared—. De todo lo<br />

que reunamos y nos sirva para los casos Galloway o Hawbaker se sacará una copia<br />

que se clavará en este tablón. Los <strong>de</strong> la policía estatal han registrado ya el local <strong>de</strong> la<br />

revista, pero Otto y yo volveremos a echarle otro vistazo, por si han pasado algo por<br />

alto. Peach, tendré que volver a casa <strong>de</strong> los Hawbaker, a registrar las cosas <strong>de</strong> Max.<br />

No creo que Carrie se muestre muy dispuesta a permitírmelo, por lo menos <strong>de</strong><br />

momento. Si pudiera usted facilitarme el camino...<br />

—Está bien. Veo que usted no se ha creído lo que se afirma en la nota. Y si no lo<br />

cree usted...<br />

—Es mejor no creer nada hasta que no se tienen todos los <strong>de</strong>talles a la vista —la<br />

interrumpió Nate—. Usted, Peter, póngase en contacto con la publicación <strong>de</strong><br />

Anchorage en la que trabajó Max. Investigue qué hacía allí, para quién, con quién<br />

trabajaba y por qué se fue. Hágame un informe. Dos copias. Quiero una en mi<br />

<strong>de</strong>spacho hoy, antes <strong>de</strong> que se vaya a casa.<br />

—Muy bien.<br />

—Cada uno tiene su tarea. Todos uste<strong>de</strong>s estaban aquí cuando <strong>de</strong>sapareció Pat<br />

Galloway; yo no. Así que tendrán que <strong>de</strong>dicar un tiempo a pensar en las semanas<br />

anteriores y posteriores a dicha <strong>de</strong>saparición. Escriban todo lo que recuer<strong>de</strong>n, por<br />

intrascen<strong>de</strong>nte que les parezca. Todo lo que oyeron, lo que vieron, lo que pensaron.<br />

Usted, Peter, ya sé que era un niño, pero los mayores no siempre ven a los niños y a<br />

veces dicen o hacen cosas sin tenerlos en cuenta.<br />

- 178 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Finalmente colocó las fotografías: Galloway a un lado <strong>de</strong>l tablón, Hawbaker al<br />

otro.<br />

—Hay una información clave que necesito saber: ¿dón<strong>de</strong> estaba Max Hawbaker<br />

cuando Galloway se marchó <strong>de</strong> aquí?<br />

—No será fácil precisarlo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo —dijo Otto—. En realidad,<br />

podían haber asesinado a Galloway una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que saliera <strong>de</strong> aquí. O<br />

un mes. O seis meses, ¡maldita sea!<br />

—Vayamos paso a paso.<br />

—Me gustaría saber qué intentamos <strong>de</strong>mostrar sabiendo que Max ha confesado<br />

el asesinato y luego se ha suicidado —insistió Otto.<br />

—Esto solo es una suposición, Otto. No un hecho. Los hechos son: dos hombres<br />

han muerto con unos dieciséis años <strong>de</strong> diferencia. Vamos a trabajar a partir <strong>de</strong> aquí.<br />

Nate ni siquiera se <strong>de</strong>tuvo para pasar por su habitación antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l<br />

pueblo. En el Lodge se encontraría con <strong>de</strong>masiadas preguntas que no podía o no<br />

quería respon<strong>de</strong>r. Mejor sería eludirlas hasta que hubiera <strong>de</strong>cidido cuál era la<br />

postura oficial.<br />

En cualquier caso, prefería el espacio abierto, la gélida oscuridad y el helado<br />

resplandor <strong>de</strong> las estrellas. Se le ocurrió que empezaba a congeniar con la oscuridad.<br />

Ya casi no recordaba la sensación <strong>de</strong> empezar o acabar la jornada <strong>de</strong> trabajo con sol.<br />

No quería el sol, quería a Meg.<br />

Él tenía que ser quien se lo dijera, quien hiciera tambalearse una vez más su<br />

mundo. Si cuando se lo hubiera comunicado, Meg intentaba apartarlo <strong>de</strong> ella, tendría<br />

que poner todo su empeño en seguir a su lado.<br />

Él mismo había conseguido, sin gran esfuerzo, mantener al resto <strong>de</strong>l mundo<br />

alejado <strong>de</strong> él durante meses. No estaba seguro <strong>de</strong> si le había sido fácil porque no<br />

había sido capaz <strong>de</strong> oír a los <strong>de</strong>más cuando intentaban <strong>de</strong>rribar el muro o<br />

simplemente porque nadie había puesto suficiente tesón en ello.<br />

Él sabía lo doloroso que era el regreso. Conocía el escozor que provocaban las<br />

emociones y las sensaciones atrofiadas cuando se abrían camino <strong>de</strong> nuevo hacia la<br />

vida. Y estaba absolutamente dispuesto a hacer lo que fuera para ahorrarle a Meg<br />

aquellas vivencias.<br />

A<strong>de</strong>más, admitió mientras conducía, con el único murmullo <strong>de</strong>l calefactor<br />

rompiendo el silencio, necesitaba los conocimientos <strong>de</strong> ella, los recuerdos sobre su<br />

padre para cubrir las lagunas <strong>de</strong> la imagen que estaba creando.<br />

Necesitaba el trabajo, el <strong>de</strong>cepcionante y agotador zumbido <strong>de</strong> la tarea policial.<br />

Los músculos volvían a flexionarse y provocaban dolor. Él <strong>de</strong>seaba aquel dolor. Lo<br />

necesitaba. Sin él, tenía miedo <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizarse otra vez en el silencio hasta el<br />

aturdimiento.<br />

Había luz en la casa <strong>de</strong> Meg, pero su avioneta no estaba. I<strong>de</strong>ntificó la camioneta<br />

<strong>de</strong> fuera: era <strong>de</strong> Jacob. Notó una sacudida <strong>de</strong> inquietud mientras salía <strong>de</strong>l coche.<br />

Se abrió la puerta <strong>de</strong> la casa. Por la rendija <strong>de</strong> luz entrevió a Jacob antes <strong>de</strong> que<br />

los perros se lanzaran hacia él. Tuvo que gritar para que Jacob le oyera entre las<br />

- 179 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

muestras <strong>de</strong> bienvenida <strong>de</strong> los dos animales.<br />

—¿Meg?<br />

—Le ha salido un trabajo. Ha tenido que llevar a unos cazadores y pasará la<br />

noche fuera.<br />

—¿Suele hacerlo? —preguntó Nate al llegar al porche.<br />

—Sí. He venido a echar un vistazo a los perros y a revisar el calentador <strong>de</strong>l<br />

motor <strong>de</strong> su coche. Otra cosa que suelo hacer.<br />

—Entonces, ¿le ha llamado?<br />

—Por radio. Hay un guiso preparado si le apetece.<br />

—No me vendría nada mal.<br />

Jacob se fue a la cocina y <strong>de</strong>jó que Nate cerrara la puerta. La radio estaba<br />

puesta, sintonizada en KLUN. Mientras Nate <strong>de</strong>jaba la chaqueta en el brazo <strong>de</strong> una<br />

butaca, el pinchadiscos anunciaba unos temas <strong>de</strong> Buffy Sainte-Marie.<br />

—No le ha faltado trabajo hoy —comentó Jacob mientras servía el guiso.<br />

—¿Ya se ha enterado?<br />

—Nada viaja tan <strong>de</strong>prisa como las malas noticias. Me parece muy egoísta<br />

acabar con su vida <strong>de</strong> una forma tan brutal y <strong>de</strong>jar que la esposa encuentre el<br />

cadáver. La comida está caliente; el pan está muy bueno.<br />

—Gracias. —Nate se sentó—. ¿Max era un hombre egoísta?<br />

—Todos lo somos, y más cuando estamos <strong>de</strong>sesperados.<br />

—La <strong>de</strong>sesperación es algo personal; no necesariamente es lo mismo que el<br />

egoísmo. ¿Recuerda cuándo llegó Max aquí para montar la revista?<br />

—Era joven y empren<strong>de</strong>dor. Tenaz —añadió Jacob antes <strong>de</strong> servir café en las<br />

dos tazas.<br />

—¿Vino solo?<br />

—Muchos lo hacen.<br />

—Pero hizo amista<strong>de</strong>s.<br />

—Algunas —respondió Jacob con una sonrisa—. Yo no fui nunca una <strong>de</strong> ellas,<br />

aunque tampoco éramos enemigos. Carrie lo puso en su punto <strong>de</strong> mira y persistió.<br />

No era atractivo, ni rico, ni particularmente inteligente, pero ella vio en él algo que le<br />

gustaba. Las mujeres a menudo ven lo que está escondido.<br />

—¿Amigos masculinos?<br />

Jacob levantó las cejas mientras tomaba lentamente un sorbo <strong>de</strong> café.<br />

—Parecía sentirse a gusto con muchos.<br />

—Me han dicho que hacía escalada. ¿Lo llevó usted alguna vez arriba?<br />

—Sí. En ascensiones <strong>de</strong> verano a Denali y Deborah, si no recuerdo mal, al<br />

principio <strong>de</strong> estar aquí. Era un buen escalador. En un par <strong>de</strong> ocasiones también lo<br />

llevé, junto con otros, <strong>de</strong> caza, aunque él no era cazador. Se <strong>de</strong>dicaba a escribir o a<br />

hacer fotos. Organizamos también otros vuelos para hacer reportajes fotográficos.<br />

También les acompañé, a él y a Carrie, a Anchorage las dos veces que ella dio a luz.<br />

¿Por qué?<br />

—Curiosidad. ¿Escaló alguna vez con Galloway?<br />

—Nunca los llevé juntos. —La mirada <strong>de</strong> Jacob se hizo más intensa—. ¿Tendría<br />

alguna importancia?<br />

- 180 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Solo era curiosidad. Y puestos a ser curiosos, ¿opina usted que Patrick<br />

Galloway era un hombre egoísta?<br />

—Sí.<br />

—¿Sí a secas? —dijo Nate un momento <strong>de</strong>spués—. ¿Sin más?<br />

Jacob siguió con su café.<br />

—No me ha pedido usted más.<br />

—¿Qué opinión le merecía como esposo, como padre?<br />

—Como marido, lo menos que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse es que no daba la talla. —Jacob<br />

terminó el café y se volvió hacia el frega<strong>de</strong>ro para enjuagar la taza—. Claro que<br />

algunos dirán que su mujer era difícil.<br />

—¿Y usted?<br />

—Yo diría que eran dos personas que compartían un fuerte vínculo, y que<br />

tiraban <strong>de</strong> él para satisfacer sus <strong>de</strong>seos, que eran muy distintos.<br />

—¿Ese vínculo era Meg?<br />

Jacob colocó con cuidado un paño sobre la barra y puso la taza encima para que<br />

se secara.<br />

—Los hijos lo son. No estaban a su altura.<br />

—¿Y eso qué significa?<br />

—Que ella era más inteligente, fuerte, capaz y generosa que su madre y su<br />

padre.<br />

—¿Como usted?<br />

Jacob volvió la cabeza y Nate ya no pudo leer nada en sus ojos.<br />

—Meg es Meg. Ahora tengo que <strong>de</strong>jarle.<br />

—¿Sabe ella lo que le ha ocurrido a Max?<br />

—No lo ha mencionado. Yo tampoco.<br />

—¿Ha dicho cuándo pensaba volver?<br />

—Llevará al grupo pasado mañana si el tiempo no lo impi<strong>de</strong>.<br />

—¿Le importa que me que<strong>de</strong> aquí esta noche?<br />

—¿Le importaría a Meg?<br />

—Creo que no.<br />

—Entonces, ¿por qué iba a importarme a mí?<br />

Estuvo con los perros y utilizó los aparatos <strong>de</strong> gimnasia <strong>de</strong> Meg. Le hizo sentir<br />

bien, mejor <strong>de</strong> lo que imaginaba, volver a levantar pesas.<br />

No tenía ninguna intención <strong>de</strong> husmear en sus cosas, pero cuando se quedó<br />

solo, sin proponérselo, se encontró rondando por la casa, curioseando en los armarios<br />

y los cajones.<br />

Sabía lo que estaba buscando: fotos, cartas, recuerdos que pertenecieran a su<br />

padre. Se <strong>de</strong>cía que <strong>de</strong> estar Meg allí, ella misma se lo habría facilitado.<br />

En el último estante <strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> su habitación encontró los álbumes <strong>de</strong> fotos.<br />

Estaban encima <strong>de</strong> un ropero cuyo contenido le fascinó por la mezcla <strong>de</strong> franela y<br />

seda. Junto a aquellos había una caja <strong>de</strong> zapatos llena <strong>de</strong> fotos todavía por or<strong>de</strong>nar.<br />

Se sentó en la cama y abrió primero un álbum con las cubiertas rojas.<br />

- 181 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Detrás <strong>de</strong>l transparente y pegajoso plástico reconoció enseguida las imágenes<br />

<strong>de</strong> Patrick Galloway. Un Galloway más joven que el que había visto en las fotos<br />

digitales. Pelo largo, barba, con el uniforme <strong>de</strong> finales <strong>de</strong> los sesenta y principios <strong>de</strong><br />

los setenta: vaqueros <strong>de</strong> pata <strong>de</strong> elefante, camiseta y cinta para el pelo.<br />

Nate se fijó en una en la que Galloway estaba apoyado en una potente moto,<br />

con el mar <strong>de</strong>trás, una palmera a la <strong>de</strong>recha, y la mano levantada, formando con los<br />

<strong>de</strong>dos el símbolo <strong>de</strong> la paz.<br />

«Antes <strong>de</strong> Alaska —pensó Nate—. Quizá California.»<br />

Había otras <strong>de</strong> él solo, una con cara <strong>de</strong> soñador y con un fuego <strong>de</strong> campo al<br />

fondo, rasgueando una guitarra acústica. Otras con Charlene, muy joven. Ella tenía el<br />

pelo largo, rubio, muy rizado, sus ojos sonreían <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas gafas <strong>de</strong> sol azuladas.<br />

Se dio cuenta <strong>de</strong> que era preciosa. Realmente guapa, un cuerpo estilizado, unas<br />

mejillas suaves, lisas y unos labios carnosos y sensuales. Calculaba que no tendría ni<br />

dieciocho años.<br />

Vio otras: fotos <strong>de</strong> viaje, instantáneas <strong>de</strong> acampada. En algunas estaban los dos<br />

con otros jóvenes. Algunas con fondo urbano, que Nate atribuyó a Seattle. En<br />

algunas se veía a Galloway otra vez afeitado, en el interior <strong>de</strong> un piso o una casita.<br />

Encontró luego una <strong>de</strong> Galloway solo. Volvía a llevar barba y estaba apoyado<br />

en un indicador: «Bienvenidos a Alaska».<br />

Por las fotos pudo seguirles la pista también durante la época en que<br />

permanecieron en el su<strong>de</strong>ste <strong>de</strong>l Estado, trabajando en las conserveras, supuso.<br />

Y llegó a la primera visión fugaz, por <strong>de</strong>cirlo así, <strong>de</strong> Meg, en una foto <strong>de</strong><br />

Charlene embarazadísima.<br />

Llevaba una camiseta muy corta que <strong>de</strong>jaba los hombros al <strong>de</strong>scubierto y unos<br />

vaqueros por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la enorme y <strong>de</strong>snuda tripa. Apoyaba las manos en ella con<br />

gesto protector. Había una expresión <strong>de</strong> gran dulzura en aquel rostro joven lleno <strong>de</strong><br />

esperanza y felicidad, pensó Nate.<br />

Vio fotos <strong>de</strong> Patrick pintando una habitación, la <strong>de</strong> la niña, y otras también <strong>de</strong> él<br />

construyendo algo parecido a una cuna.<br />

Seguidamente, para sorpresa <strong>de</strong> Nate, tres páginas con <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l parto.<br />

Nate había trabajado en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> homicidios y creía que había visto<br />

todo lo que podía verse en esta vida. Pero aquellas imágenes en primer plano le<br />

revolvieron el estómago.<br />

Pasó rápidamente las páginas.<br />

La imagen <strong>de</strong> Meg cuando era un bebé le calmó y le hizo sonreír. Le pareció que<br />

quizá perdía el tiempo mirándolas, pero tal vez no lo perdía, ya que pudo observar la<br />

ternura o la alegría con las que uno u otro <strong>de</strong> los padres sostenía a la pequeña. Y<br />

cómo se entrelazaban sus cuerpos.<br />

En el siguiente álbum pudo observar el cambio <strong>de</strong> las estaciones, <strong>de</strong> los años. Y<br />

vio cómo el joven y bello rostro <strong>de</strong> Charlene se hacía más duro, las facciones eran<br />

más marcadas y los ojos perdían luminosidad.<br />

Las fotos empezaban a reducirse a las que se tomaban en vacaciones,<br />

cumpleaños y ocasiones especiales. Meg, muy pequeña, riendo rebosante <strong>de</strong> alegría,<br />

abrazada a un cachorro con una cinta roja en el cuello. Ella y su padre sentados bajo<br />

- 182 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

un <strong>de</strong>scuidado árbol <strong>de</strong> Navidad. Meg junto a un río, con un pez en brazos casi tan<br />

gran<strong>de</strong> como ella.<br />

Había una <strong>de</strong> Patrick y Jacob cogidos <strong>de</strong>l hombro. Era una foto borrosa y mal<br />

encuadrada; Nate pensó que quizá Meg estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cámara.<br />

Volcó la caja <strong>de</strong> zapatos y empezó a repasar imágenes. Encontró algunas fotos<br />

<strong>de</strong> grupo, todas ellas tomadas el mismo día.<br />

Era verano porque en lugar <strong>de</strong> nieve se veía todo ver<strong>de</strong>. Pensó si realmente<br />

algún día se podía ver ese ver<strong>de</strong>, tan cálido y luminoso. Y las montañas a lo lejos, con<br />

sus cimas <strong>de</strong> un blanco reluciente bajo el sol y las vertientes en tonos plateados y<br />

azules, salpicados <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>.<br />

Una comida al aire libre en el jardín <strong>de</strong> una casa, imaginó. Comida campestre<br />

urbana. Se veían mesas plegables, bancos, sillas también plegables y un par <strong>de</strong><br />

parrillas. Fuentes con comida, barriles <strong>de</strong> cerveza.<br />

Localizó a Galloway. De nuevo sin barba, con el pelo más corto, aunque casi le<br />

llegaba a los hombros. Se le veía fuerte, en forma, atractivo. Meg tenía sus ojos, pensó<br />

Nate, sus pómulos, su boca.<br />

Vio también a Charlene, con una ceñida blusa que ponía <strong>de</strong> relieve su pecho y<br />

un pantalón muy corto con el que lucía sus piernas. Incluso en la foto se veía que se<br />

había maquillado a conciencia. Ya no era la joven risueña y encantadora con las gafas<br />

<strong>de</strong> sol. Ahora era una mujer, guapa, segura y atenta.<br />

¿Pero feliz? Reía o sonreía en todas las fotos, y también posaba. En una estaba<br />

sentada con expresión provocativa sobre las rodillas <strong>de</strong> un hombre mayor, al que se<br />

veía perplejo y abrumado ante aquel cuerpo.<br />

Vio a Hopp al lado <strong>de</strong> un hombre larguirucho, con el pelo plateado. Estaban<br />

cogidos <strong>de</strong> la mano y tomaban cerveza.<br />

Descubrió también a Ed Woolcott, el banquero y teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>, más<br />

<strong>de</strong>lgado, con bigote y una barba corta, haciendo muecas ante la cámara al lado <strong>de</strong>l<br />

tipo con el pelo plateado, que Nate había tomado por el difunto marido <strong>de</strong> Hopp.<br />

I<strong>de</strong>ntificó <strong>de</strong> uno en uno a todos los conocidos. A Bing, fornido y avinagrado<br />

como era en ese momento, aunque tal vez con cinco o seis kilos menos. Rose, aquella<br />

tenía que ser la bella Rose, fresca y joven como la flor que llevaba por nombre, cogida<br />

<strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>l pequeño Peter, guapísimo.<br />

Max, con más pelo y menos barriga, sentado junto a Galloway, ambos a punto<br />

<strong>de</strong> comer unas enormes tajadas <strong>de</strong> sandía.<br />

Deb, Harry, ¡Peach con veinticinco quilos menos!, con los brazos entrelazados,<br />

las ca<strong>de</strong>ras la<strong>de</strong>adas, sonriendo a la cámara.<br />

Volvió a repasarlas, concentrándose en Galloway. Estaba en casi todas las fotos.<br />

Comiendo, bebiendo, charlando, riendo, tocando la guitarra, tumbado en la hierba<br />

con los niños.<br />

Seleccionó las <strong>de</strong> los hombres. Algunos le eran <strong>de</strong>sconocidos, otros le parecían<br />

<strong>de</strong>masiado mayores, incluso entonces, para po<strong>de</strong>r empren<strong>de</strong>r aquella difícil escalada<br />

en invierno. Y otros eran <strong>de</strong>masiado jóvenes.<br />

Pero mientras examinaba cada uno <strong>de</strong> aquellos rostros, se preguntaba si podía<br />

haber subido al monte con alguno <strong>de</strong> ellos. ¿Alguno <strong>de</strong> aquellos hombres que<br />

- 183 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

estaban <strong>de</strong> fiesta en aquel día claro y reluciente, que había comido y reído junto a<br />

Patrick Galloway y Max Hawbaker, podía haberlos matado a los dos?<br />

Siguió con otras fotos <strong>de</strong> personas, grupos, fiestas. Encontró otra Navidad y un<br />

par más <strong>de</strong> Max con Galloway. De Jacob con ellos, o bien con Ed, Bing, Harry o el<br />

señor Hopp.<br />

Ed Woolcott, aún con bigote y barba, con una burbujeante botella <strong>de</strong> champán<br />

en la mano, Harry con camisa hawaiana, Max disfrazado por carnaval. Pasó una hora<br />

más mirando fotos antes <strong>de</strong> guardarlo todo don<strong>de</strong> lo había encontrado.<br />

Tendría que buscar la forma <strong>de</strong> confesarle a Meg que había invadido su<br />

intimidad. O conseguir que ella le enseñara las fotos sin que <strong>de</strong>scubriera que las<br />

había visto ya.<br />

Optó por lo último.<br />

Era hora <strong>de</strong> llevar a los inquietos perros a echar la última carrera. Y ya que él<br />

también estaba bastante impaciente, le pareció un buen momento para practicar con<br />

las raquetas <strong>de</strong> nieve.<br />

Salieron los tres; los perros, en lugar <strong>de</strong> salir disparados, le siguieron hasta el<br />

coche, don<strong>de</strong> tenía las raquetas.<br />

Peter, como paciente preparador, le había enseñado los rudimentos. Seguía<br />

cayéndose <strong>de</strong> vez en cuando <strong>de</strong> bruces o boca arriba, y alguna vez también los<br />

zapatos quedaban trabados, pero hacía progresos.<br />

Se ató las raquetas y dio unas zancadas <strong>de</strong> prueba.<br />

—Aún me siento como un idiota —dijo a los perros confi<strong>de</strong>ncialmente—.<br />

Espero que las prácticas <strong>de</strong> esta noche no salgan <strong>de</strong> aquí.<br />

Como si quisieran retarlo, los dos salieron corriendo hacia el bosque. Sería una<br />

penosa excursión, pensó Nate mientras se metía la linterna en el bolsillo, aunque<br />

sabía que el ejercicio le ayudaba a combatir la <strong>de</strong>presión. Y con un poco <strong>de</strong> suerte, el<br />

cansancio haría que conciliara el sueño y evitaría las pesadillas que probablemente se<br />

disponían a perseguirle.<br />

Las luces <strong>de</strong> la casa y las estrellas le ayudaron a llegar hasta el extremo <strong>de</strong> los<br />

árboles. Avanzaba lentamente y con poco garbo. Pero lo consiguió y le alegró<br />

comprobar que no estaba tan cansado como creía.<br />

«Recupero la forma. O eso intento. Sin embargo, sigo hablando solo, aunque eso<br />

no significa nada.»<br />

Levantó la vista para po<strong>de</strong>r ver la aurora boreal y comprobar cómo extendía su<br />

magia. Ahí estaba él, Ignatious Burke <strong>de</strong> Baltimore, practicando con las raquetas <strong>de</strong><br />

nieve en Alaska a la luz <strong>de</strong> la aurora boreal.<br />

Y casi disfrutando con ello.<br />

Oía que los perros se revolcaban por allí, y soltaban <strong>de</strong> vez en cuando un<br />

ladrido.<br />

—Os estoy alcanzando, muchachos.<br />

Sacó la linterna.<br />

«Demasiado pronto para los osos —se recordó a sí mismo—. A menos que haya<br />

alguno insomne por esta zona.» Para tranquilizarse, palpó su costado y notó el bulto<br />

<strong>de</strong>l arma reglamentaria bajo la parka.<br />

- 184 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Siguió a<strong>de</strong>lante intentando mantener un ritmo constante en lugar <strong>de</strong> dar los<br />

torpes pasos con los que avanzaba cuando no ponía toda su atención en ello. Los<br />

perros se le acercaron dando saltos a su alre<strong>de</strong>dor; y habría jurado que incluso<br />

sonreían.<br />

—Seguid así y esta noche os quedaréis sin galletas. Vamos, id a lo vuestro; yo<br />

tengo que reflexionar.<br />

Sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista las luces <strong>de</strong> la casa a su izquierda, entre los árboles, fue<br />

siguiendo las huellas <strong>de</strong> los perros. Notaba el olor <strong>de</strong> la especie <strong>de</strong> abeto que había<br />

aprendido a i<strong>de</strong>ntificar y <strong>de</strong> la nieve.<br />

Le habían dicho que a unos pocos kilómetros, hacia el oeste o hacia el norte, no<br />

se veían ya árboles. No había más que interminables extensiones <strong>de</strong> hielo y nieve.<br />

Unos parajes que no cruzaba ningún camino.<br />

Pero allí, con el aroma <strong>de</strong>l bosque, no podía imaginarlo. Incluso le costaba creer<br />

que Meg, que guardaba un sexy vestido rojo en el armario y hacía pan cuando estaba<br />

<strong>de</strong>primida, se encontraba en aquellos momentos en algún lugar <strong>de</strong> aquella helada<br />

extensión.<br />

Se preguntó si habría mirado hacia arriba, hacia la aurora boreal, como él. Si<br />

habría pensado en él.<br />

Con la cabeza gacha y el rayo <strong>de</strong> luz iluminando hacia <strong>de</strong>lante, avanzó a un<br />

ritmo constante y <strong>de</strong>jó que su mente vagara <strong>de</strong> nuevo entre las fotos <strong>de</strong> aquel soleado<br />

día.<br />

¿Cuánto tiempo pasó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquella fiesta <strong>de</strong> verano hasta que Patrick<br />

Galloway murió en el hielo? ¿Seis meses? ¿Siete?<br />

¿Las fotos con los adornos <strong>de</strong> Navidad correspondían a la última que había<br />

pasado Galloway allí?<br />

¿Alguno <strong>de</strong> los que sonreía o hacía muecas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cámara fingía, incluso<br />

entonces? ¿O había sido el impulso, la insensatez, una locura momentánea o la furia<br />

lo que había hecho que alguien le clavara el piolet?<br />

Nada <strong>de</strong> esto podía llevar a <strong>de</strong>jar a un hombre en aquella cueva todos aquellos<br />

años, don<strong>de</strong> el hielo y el suelo helado lo habían conservado.<br />

Hacía falta ser calculador. Tenerlos bien puestos.<br />

De la misma forma que hacía falta ser calculador y tenerlos bien puestos para<br />

simular un suicidio.<br />

O quizá sus elucubraciones eran san<strong>de</strong>ces, y la nota se ajustaba a la realidad.<br />

Un hombre podía ocultar cosas a su esposa, a sus amigos. Podía ocultárselas<br />

incluso a sí mismo. Al menos hasta que la <strong>de</strong>sesperación, la culpabilidad, el temor se<br />

enroscaran en su garganta y acabaran asfixiándole.<br />

¿Acaso él no le daba vueltas a este caso por la misma razón que se encontraba<br />

allí fuera, en la oscuridad, en el frío, andando con torpeza, con unas enormes<br />

raquetas <strong>de</strong> tenis? Porque necesitaba ser normal <strong>de</strong> nuevo. Tenía que <strong>de</strong>scubrir quién<br />

había sido él antes <strong>de</strong> que el mundo se <strong>de</strong>rrumbara y lo enterrara. Necesitaba romper<br />

su propio capullo <strong>de</strong> hielo y vivir otra vez.<br />

Todo apuntaba hacia el suicidio, pero eso iba contra su instinto. ¿Y cómo podía<br />

fiarse <strong>de</strong> él <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo <strong>de</strong>jado tanto tiempo aparcado?<br />

- 185 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Hacía casi un año que no trabajaba en un caso <strong>de</strong> suicidio, ya que en los últimos<br />

meses en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Baltimore se había limitado a las tareas <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spacho. Y en aquellos momentos quería convertir un suicidio en un homicidio.<br />

¿Por qué? ¿Se sentía más útil así?<br />

Notó el peso que arrastraba cuando recordó cómo había impuesto su opinión a<br />

Coben, las ór<strong>de</strong>nes que había dado a pesar <strong>de</strong> las dudas que se reflejaban en los ojos<br />

<strong>de</strong> sus ayudantes. Había invadido la intimidad <strong>de</strong> Meg sin ninguna razón <strong>de</strong> peso.<br />

Apenas era capaz <strong>de</strong> aguantar la rutina <strong>de</strong>l poli que se enfrenta principalmente<br />

a problemas <strong>de</strong> tráfico y peleas <strong>de</strong> tres al cuarto... ¿Y <strong>de</strong> golpe se convertía en el<br />

temible poli que iba a resolver un asesinato que se produjo dieciséis años atrás y a<br />

<strong>de</strong>mostrar que era falso un suicidio que tenía todos los indicios <strong>de</strong> serlo?<br />

Seguro que sí. Localizaría al asesino sin nombre ni rostro, le sacaría una<br />

confesión y lo entregaría a Coben envuelto con una enorme cinta <strong>de</strong> color rosa.<br />

«Menudo disparate. Ahora no das ni la talla como poli y crees que...»<br />

Dejó la i<strong>de</strong>a en el aire con la vista fija en la nieve que iluminaba el haz <strong>de</strong> la<br />

linterna. Y en las huellas que rompían la lisa superficie.<br />

«Qué extraño. Parece que he dado una vuelta completa.»<br />

Tampoco le importaba mucho. Le daba igual vagar sin rumbo toda la noche,<br />

como solía hacer casi todos los días.<br />

«No. —Cerró los ojos y notó un ligero sudor ante el esfuerzo físico que exigía<br />

apartarse <strong>de</strong> aquel vacío—. No volver ahí. Ese es el disparate. No volver al agujero.»<br />

Tomaría anti<strong>de</strong>presivos si hacía falta. Practicaría yoga. Levantaría pesas. Lo que<br />

fuera, pero no podía hundirse otra vez. Si volvía a hacerlo, jamás conseguiría<br />

arrastrarse hasta la salida.<br />

De modo que se limitó a respirar, a abrir los ojos, a mirar cómo el vapor salía <strong>de</strong><br />

sus labios y <strong>de</strong>saparecía.<br />

«Sigo <strong>de</strong> pie», murmuró y fijó otra vez la vista en la nieve.<br />

Huellas <strong>de</strong> raquetas. Sintió curiosidad; retrocedió y comparó las huellas con las<br />

que tenía <strong>de</strong>lante. Parecían iguales, pero era difícil ver alguna diferencia bajo la luz<br />

<strong>de</strong> la linterna, teniendo en cuenta que no era un experto en huellas al aire libre.<br />

Sin embargo, estaba casi seguro <strong>de</strong> que no había <strong>de</strong>scrito un círculo en el<br />

bosque, por tanto no podía estar pisando el camino trazado antes por él en dirección<br />

opuesta.<br />

«Tal vez haya sido Meg —murmuró—. Quizá en algún momento ha hecho lo<br />

que estoy haciendo yo ahora.»<br />

Los perros volvieron, pasaron zumbando por encima <strong>de</strong> las huellas y siguieron<br />

hacia las luces <strong>de</strong> la casa. Para tranquilizarse, Nate cambió <strong>de</strong> dirección, con lo que<br />

estuvo a punto <strong>de</strong> dar con el trasero en el suelo, y luego siguió otra vez las huellas.<br />

Pero estas no atravesaban el bosque. Se le empezó a hacer un nudo en el<br />

estómago cuando vio que las huellas se <strong>de</strong>tenían; estaba claro que alguien se había<br />

parado para observar entre los árboles la parte trasera <strong>de</strong> la casa, la bañera en la que<br />

él y Meg se habían sumergido la noche anterior.<br />

De pronto recordó que los perros habían montado un escándalo en el bosque.<br />

Siguió el rastro <strong>de</strong> estos, retrocediendo. Encontró otras huellas.<br />

- 186 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

¿Algún alce? ¿Un ciervo? ¿Cómo podía saberlo? Decidió que costara lo que<br />

costase se enteraría.<br />

Vio unos hoyos en la nieve e imaginó que los perros se habían tumbado, habían<br />

rodado por el suelo; siguiendo <strong>de</strong> nuevo las huellas comprobó que alguien había<br />

permanecido allí, con las piernas ligeramente separadas, como si observara a los<br />

animales.<br />

Al dar la vuelta, se dio cuenta <strong>de</strong> adón<strong>de</strong> le llevaba el rastro: a la carretera, a<br />

unos metros <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg.<br />

Estaba agotado cuando llegó al final <strong>de</strong> las huellas. Pero ya sabía qué buscaba.<br />

Alguien se había largado a pie o en algún vehículo por el camino. Había entrado en<br />

el bosque, fuera <strong>de</strong>l campo visual <strong>de</strong> la casa, y había andado entre los árboles, en<br />

dirección a la casa <strong>de</strong> Meg.<br />

No podía tratarse <strong>de</strong> la visita <strong>de</strong> un vecino ni <strong>de</strong> alguien en busca <strong>de</strong> auxilio por<br />

una avería o un acci<strong>de</strong>nte. La habían estado vigilando.<br />

¿A qué hora bajaron a tomar el baño caliente la noche anterior? Hacia las diez,<br />

pensó. No podía ser más tar<strong>de</strong>.<br />

Se quedó junto a la carretera, con los perros a su lado, resoplando en el terreno<br />

cubierto <strong>de</strong> nieve.<br />

Intentó calcular cuánto tiempo podía llevar volver a la carretera. A él le había<br />

costado más <strong>de</strong> veinte minutos, pero suponía que podía hacerse con la mitad si se<br />

conocía el terreno. Otros diez para llegar a la casa <strong>de</strong> Max y coger el arma <strong>de</strong> la<br />

guantera. Cinco más y ya estaba en el centro.<br />

Tiempo <strong>de</strong> sobra, pensaba, para entrar por una puerta abierta y redactar una<br />

nota en el or<strong>de</strong>nador.<br />

Tiempo <strong>de</strong> sobra para cometer un asesinato.<br />

- 187 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 16<br />

A Nate no le sorprendió <strong>de</strong>scubrir que Bing Karlovski tenía antece<strong>de</strong>ntes. En su<br />

expediente encontró acusaciones <strong>de</strong> agresión y lesiones, <strong>de</strong> agresión, <strong>de</strong> agresión con<br />

agravantes, resistencia a la autoridad, embriaguez y alborotos.<br />

Elaborar listas, se ocupara o no oficialmente <strong>de</strong>l caso, era un procedimiento<br />

básico. Aunque Patrick Galloway había muerto más o menos cuando Nate aún<br />

estaba aprendiendo a conducir su primer vehículo, un coche <strong>de</strong> segunda mano, Max<br />

Hawbaker había perdido la vida un día en el que él estaba <strong>de</strong> guardia.<br />

Por ello anotó el nombre <strong>de</strong> Bing. Al lado <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Patrick Galloway, apuntó los<br />

<strong>de</strong>litos menores <strong>de</strong> consumo <strong>de</strong> drogas, mero<strong>de</strong>o, entrada en una propiedad privada.<br />

Siguió sistemáticamente la lista y <strong>de</strong>scubrió que Harry Miner había sido<br />

acusado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes y atentado contra la propiedad. Ed Woolcott había sido<br />

con<strong>de</strong>nado por un tribunal <strong>de</strong> menores por conducir bajo los efectos <strong>de</strong> sustancias<br />

prohibidas. Max había acumulado diversos cargos por entrada en propiedad<br />

privada, <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes y posesión <strong>de</strong> estupefacientes.<br />

John Malmont tenía un expediente abierto por embriaguez y alteración <strong>de</strong>l<br />

or<strong>de</strong>n. Jacob Itu no estaba fichado y Mackie padre tenía en su ficha unas cuantas<br />

<strong>de</strong>tenciones por embriaguez, alteración <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, agresiones, agresiones con<br />

agravantes y daños contra la propiedad.<br />

Sus ayudantes también pasaron por el tubo, <strong>de</strong> modo que supo que Otto había<br />

estado implicado en sus años mozos en <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes, agresiones y lesiones, aunque se<br />

habían retirado los cargos. Peter, tal como imaginaba, estaba limpio como una<br />

patena.<br />

Elaboró listas, tomó notas, y lo añadió todo a su expediente.<br />

Se ciñó tanto como pudo a las normas. El problema era que no había leído la<br />

novela en la que el protagonista era un jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> pueblo que llevaba<br />

brillantemente su investigación y pisaba los talones a la policía estatal.<br />

Le pareció pru<strong>de</strong>nte, o cuando menos diplomático, filtrar todas las<br />

averiguaciones a través <strong>de</strong> Coben. Poca importancia tenía, <strong>de</strong>cidió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> colgar<br />

el teléfono, puesto que ninguna <strong>de</strong> sus preguntas tenía respuesta. Por el momento.<br />

Anchorage era una ciudad, lo que significaba que los trámites burocráticos<br />

dificultaban cualquier avance. Los resultados <strong>de</strong> la autopsia aún no habían llegado.<br />

Los <strong>de</strong>l laboratorio tampoco.<br />

Poca importancia tenía que el jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy estuviera convencido <strong>de</strong><br />

que Maxwell Hawbaker había sido asesinado.<br />

Podía tomar el camino fácil y <strong>de</strong>jar que aquello le arrastrara hacia abajo. Sabía<br />

que hacía mucho tiempo que lo había tomado. O bien aprovechar que era quien tenía<br />

menos posibilida<strong>de</strong>s y ponerse a la altura <strong>de</strong> las circunstancias.<br />

- 188 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Allí sentado en su <strong>de</strong>spacho, con la nieve que caía con suavidad pero<br />

incansablemente ante su ventana, veía pocas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ponerse realmente a la<br />

altura <strong>de</strong> las circunstancias.<br />

Disponía <strong>de</strong> pocos recursos, por no <strong>de</strong>cir ninguno, <strong>de</strong> poca o nula autonomía,<br />

<strong>de</strong> unos ayudantes que estaban más ver<strong>de</strong>s que la hierba en primavera y <strong>de</strong> unas<br />

pistas que apuntaban directamente al suicidio.<br />

Lo que no significaba que se encontrara imposibilitado, se recordó a sí mismo.<br />

Se levantó para dar unos pasos y echar un vistazo al tablero <strong>de</strong>l caso. Miró fijamente<br />

los ojos cristalinos <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />

—Tú sabes quién lo hizo —murmuró—. Veamos qué pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme.<br />

Investigaciones paralelas, <strong>de</strong>cidió. Ese era el camino que <strong>de</strong>bía tomar. Como si<br />

él y Coben llevaran investigaciones distintas que transcurrieran por los mismos<br />

cauces.<br />

En lugar <strong>de</strong> asomar la cabeza por la puerta, volvió a su escritorio y utilizó el<br />

interfono.<br />

—Peach, llame al Lodge y dígale a Charlene que quiero hablar con ella.<br />

—¿Le digo que pase por aquí?<br />

—Sí, dígale que pase.<br />

—Es la hora <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno y Charlene ha mandado a Rose a casa. Ken cree que<br />

el bebé pue<strong>de</strong> llegar antes <strong>de</strong> lo previsto.<br />

—Dígale que venga cuanto antes, no la entretendré mucho.<br />

—De acuerdo, Nate, pero creo que sería más fácil que fuera usted...<br />

—¡Peach! Quiero que esté aquí antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> comer. ¿Entendido?<br />

—Está bien, está bien. No hace falta que se ponga así.<br />

—Y avíseme cuando regrese Peter. También tengo que hablar con él.<br />

—Está usted muy hablador hoy.<br />

Peach cortó la comunicación antes <strong>de</strong>l siguiente comentario <strong>de</strong> Nate.<br />

Pensó que ojalá hubiera conseguido mejores imágenes <strong>de</strong> las huellas en la<br />

nieve. Para cuando volvió al pueblo, recogió la cámara fotográfica y regresó a casa <strong>de</strong><br />

Meg, había nevado otra vez. No sabía qué sugerirían un montón <strong>de</strong> huellas <strong>de</strong><br />

raquetas <strong>de</strong> nieve, por lo que vaciló antes <strong>de</strong> colgar las fotos en el tablero.<br />

De todas formas, para bien o para mal era el tablero <strong>de</strong> «su» caso.<br />

Daba pasos vacilantes en la oscuridad, al igual que había hecho en el bosque la<br />

noche anterior. Pero sabía que si se sigue avanzando siempre se llega a alguna parte.<br />

Cogió unas chinchetas y clavó las fotos.<br />

—Jefe Burke. —Por lo visto Peach había captado el mensaje; Nate la oyó por el<br />

interfono y utilizaba <strong>de</strong> nuevo el tono formal—. Ha venido el juez Royce y <strong>de</strong>sea<br />

hablar con usted, si tiene un momento.<br />

—Por supuesto. —Cogió la manta a cuadros que había puesto a modo <strong>de</strong><br />

cortina junto al tablero—. Hágalo pasar —dijo mientras <strong>de</strong>jaba caer la tela roja y<br />

negra por encima <strong>de</strong>l corcho.<br />

El juez Royce era casi calvo, pero conservaba un mechón <strong>de</strong> pelo blanco y largo<br />

que ro<strong>de</strong>aba su coronilla. Llevaba unas gafas <strong>de</strong> culo <strong>de</strong> botella sujetas a una nariz<br />

afilada y curva como un gancho <strong>de</strong> carnicero. Tenía una complexión que las personas<br />

- 189 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

educadas calificarían <strong>de</strong> oronda, con el pecho ancho y una barriga voluminosa. A los<br />

setenta y nueve años, su voz retumbaba con la misma fuerza que lo había hecho<br />

durante las décadas en que había presidido el tribunal.<br />

El grueso pantalón <strong>de</strong> pana <strong>de</strong> color <strong>de</strong> estiércol hacía frufrú con el movimiento<br />

<strong>de</strong> las piernas <strong>de</strong>l juez. Completaba su indumentaria con una chaqueta, también <strong>de</strong><br />

pana, sobre una camisa <strong>de</strong> color tostado. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un aro, absolutamente fuera <strong>de</strong><br />

lugar, que lucía en la oreja <strong>de</strong>recha.<br />

—¿Un café, juez?<br />

—No diré que no. —Se sentó en una silla y soltó un pesado suspiro—. Menudo<br />

embrollo le ha caído encima.<br />

—Más bien les ha caído encima a las autorida<strong>de</strong>s estatales.<br />

—Ya. Jo<strong>de</strong>r a quien le jo<strong>de</strong> a uno, ¿verdad? Dos <strong>de</strong> azúcar en el café. Sin leche.<br />

Carrie Hawbaker fue a verme anoche.<br />

—Está pasando un mal momento.<br />

—El marido acaba con una bala en el cerebro; sí, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que es un mal<br />

momento. ¿No te fastidia?<br />

Nate le ofreció el café.<br />

—No fui yo quien le metió la bala en el cerebro.<br />

—No, ya lo imagino. Pero a una mujer en la situación <strong>de</strong> Carrie no le importa<br />

matar al mensajero. Quiere que utilice mi influencia para quitarle el cargo y, si es<br />

posible, facturarle lejos <strong>de</strong> aquí.<br />

Nate centró la vista en su taza.<br />

—¿Tanta influencia tiene usted?<br />

—Podría tenerla. Si insistiera. He estado aquí veintiséis años. Podría <strong>de</strong>cirse que<br />

he sido <strong>de</strong> los primeros lunáticos <strong>de</strong> Lunacy. —Sopló sobre la superficie humeante<br />

<strong>de</strong>l café y luego tomó un sorbo—. Ni una sola vez en mi vida un poli me ha ofrecido<br />

un café <strong>de</strong>cente.<br />

—Ni a mí. ¿Ha venido a pedirme que renuncie al cargo?<br />

—Soy un cascarrabias. Como cualquiera que llega a los ochenta, por eso estoy<br />

practicando. Pero no soy tonto. No es culpa suya que Max haya muerto, pobre<br />

<strong>de</strong>sgraciado. Ni tampoco lo es que se encontrara una nota en su or<strong>de</strong>nador que<br />

afirmaba que él había matado a Pat Galloway.<br />

Sus ojos se veían muy vivos tras los gruesos cristales mientras miraba a Nate,<br />

asintiendo.<br />

—Sí, me lo ha dicho ella, y está intentando convencerse a sí misma <strong>de</strong> que lo ha<br />

tramado usted para po<strong>de</strong>r atar cabos. Se le pasará. Es una mujer sensata.<br />

—¿Y por qué me cuenta eso?<br />

—Es probable que le cueste un poco recordar cómo ser sensata. Mientras tanto,<br />

pue<strong>de</strong> que intente complicarle la vida. Probablemente la ayudará a sobrellevar la<br />

pena. Voy a fumarme este puro. —Sacó uno bastante gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la<br />

camisa—. Pue<strong>de</strong> multarme en cuanto lo haya encendido si le da la gana.<br />

Nate abrió uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong> su escritorio y vació el contenido <strong>de</strong> una caja<br />

<strong>de</strong> chinchetas. Se levantó, se acercó al juez y se la entregó para que la utilizara <strong>de</strong><br />

cenicero.<br />

- 190 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Conocía usted a Galloway?<br />

—Claro. —El juez aspiró el humo para avivar el puro y el aire se impregnó con<br />

aquel ligero hedor—. Y me caía bien. Caía bien en general. No a todo el mundo,<br />

como ha visto. —Echó un vistazo a la manta-cortina—. ¿Tiene el tablón <strong>de</strong>bajo?<br />

Nate no respondió; el juez dio una calada, tomó un sorbo <strong>de</strong> café, otra calada y<br />

otro sorbo.<br />

—Fui juez en el tribunal fe<strong>de</strong>ral en la prehistoria. Presidí juicios con toga. Por<br />

consiguiente, a menos que crea que escalé el Sin Nombre con más <strong>de</strong> sesenta años y<br />

acabé con la vida <strong>de</strong> un hombre a quien doblaba la edad, creo que <strong>de</strong>bería tacharme<br />

<strong>de</strong> su lista <strong>de</strong> sospechosos.<br />

Nate se apoyó en el respaldo.<br />

—He visto que en su expediente hay un par <strong>de</strong> cargos por agresión.<br />

Royce frunció los labios.<br />

—Veo que no ha perdido el tiempo. Pero, un hombre que haya vivido tanto<br />

tiempo como yo en un lugar como este y no se haya metido en ningún lío no sería<br />

<strong>de</strong>masiado interesante.<br />

—Tal vez tenga razón. Un hombre que haya vivido aquí tanto tiempo como<br />

usted también podría haber practicado la escalada si se lo hubiera propuesto. Y<br />

clavar un piolet a un hombre <strong>de</strong>sarmado; no hay edad que lo impida. En teoría.<br />

Royce soltó una risita alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l puro.<br />

—Me ha pillado. Me gusta cazar y en alguna ocasión había salido con Pat, pero<br />

no hago escalada. Nunca lo he hecho. Si pregunta por ahí, cualquiera se lo<br />

confirmará.<br />

«Una vez habría sido suficiente», pensó Nate, pero se guardó el comentario.<br />

—¿Quién lo hacía? ¿Quién escalaba con él? —preguntó.<br />

—Max, recuerdo, la primera temporada que estuvo aquí. Ed, probablemente y<br />

Hopp, los dos en una o dos ocasiones, pero solo en salidas fáciles, <strong>de</strong> verano, diría<br />

yo. Harry y Deb. A los dos les gusta la montaña. Bing también ha hecho escalada en<br />

varias ocasiones. Jacob y Pat escalaban a menudo, y también salían <strong>de</strong> excursión y <strong>de</strong><br />

acampada... A veces trabajaban en equipo como guías, cobrando. Demonios, la mitad<br />

<strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Lunacy se ha enfrentado con la montaña en un momento u otro.<br />

Y muchos otros que han vivido aquí y se han marchado. Por lo que dicen, era un<br />

buen escalador. En parte, se ganaba la vida llevando a grupos a la montaña.<br />

—Una escalada en invierno. ¿Quién <strong>de</strong> por aquí habría sido capaz <strong>de</strong> escalar en<br />

invierno?<br />

—De lo que hay que ser capaz es <strong>de</strong> <strong>de</strong>safiar a los elementos. —Dio otra calada<br />

y siguió con el café—. ¿Me va a enseñar el tablón?<br />

Como no había una razón clara para negarse a ello, Nate se levantó y apartó la<br />

manta. El juez se quedó un momento inmóvil, arrugando los labios. Luego la mole<br />

abandonó la silla para verlo mejor.<br />

—La mayoría <strong>de</strong> las veces la muerte se ceba en la juventud. No po<strong>de</strong>mos<br />

librarnos <strong>de</strong> ello. Era un hombre con posibilida<strong>de</strong>s. Había malgastado muchas, pero<br />

todavía podía hacer algo. Tenía al lado una bella y ambiciosa mujer, una hija lista y<br />

encantadora. Tenía cerebro, tenía talento. Lástima que le gustara hacerse el rebel<strong>de</strong> y<br />

- 191 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

jodiera la marrana. Una persona tiene que acercarse mucho a otra para hundirle un<br />

piolet en el pecho <strong>de</strong> esta manera, ¿verdad?<br />

—Eso me parece.<br />

—Pat no era un pen<strong>de</strong>nciero. Paz, amor y rock and roll. Es usted <strong>de</strong>masiado<br />

joven para saber cómo era aquella época, pero Pat fue <strong>de</strong> los que se lanzaron a todas<br />

estas chorradas. Haz el amor y no la guerra, las flores en el pelo y un filtro para el<br />

canuto en el bolsillo. —El juez hizo una mueca <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén—. Con todo, lo veo ahí <strong>de</strong><br />

pie citando a Dylan o a quien fuera cuando alguien se le plantó <strong>de</strong>lante con un piolet.<br />

—Quizá lo conocía, confió en él, no le tomó en serio. Hay un montón <strong>de</strong><br />

posibilida<strong>de</strong>s.<br />

—Y Max es una <strong>de</strong> ellas. —El juez movió la cabeza y miró atentamente las fotos<br />

<strong>de</strong> Max Hawbaker—. No lo habría imaginado nunca. Y eso que a mi edad pocas<br />

cosas me sorpren<strong>de</strong>n, pero <strong>de</strong> Max no lo habría pensado. Físicamente, Pat podía<br />

haberlo tumbado <strong>de</strong> un manotazo como si <strong>de</strong> una mosca se tratara. Algo que ya ha<br />

pensado usted —añadió el juez un momento <strong>de</strong>spués.<br />

—Pero no es tan fácil tumbar una mosca que dispone <strong>de</strong> una arma mortífera.<br />

—Cierto. Max tenía suficiente capacidad para la escalada, pero me pregunto si<br />

sería capaz <strong>de</strong> bajar la montaña, en febrero, sin la ayuda <strong>de</strong> alguien tan diestro como<br />

Pat. No sé cómo pudo establecerse aquí luego, casarse con Carrie y criar a sus hijos,<br />

sabiendo que Pat seguía ahí arriba, que él era el culpable <strong>de</strong>l asesinato.<br />

—Se ha dicho que no podía seguir viviendo con ello.<br />

—Resulta bastante práctico. Por azar aparece el cadáver <strong>de</strong> Pat y unos días<br />

<strong>de</strong>spués Max confiesa y se suicida. Eso no explica nada, no aclara nada. Lo hice yo, lo<br />

siento. Pum.<br />

—Práctico —aceptó Nate.<br />

—Pero usted no se lo traga.<br />

—De momento no.<br />

Cuando se marchó el juez, Nate tomó más notas. Tenía que hablar con algunas<br />

personas más; entre ellas la alcal<strong>de</strong>sa, el primer teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong> y algunos <strong>de</strong> los<br />

ciudadanos más prominentes.<br />

Escribió «piloto» en el bloc y trazó un círculo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la palabra.<br />

Por lo que habían dicho, Galloway se había marchado a Anchorage a buscar<br />

trabajo para el invierno. ¿Habría encontrado alguno?<br />

Si Galloway había jugado limpio con Charlene y tenía la intención <strong>de</strong> volver<br />

unas semanas más tar<strong>de</strong>, habría que situar el asesinato en febrero.<br />

No había mucho don<strong>de</strong> agarrarse, pero siguiendo esta teoría, sería posible, con<br />

el tiempo y el trabajo <strong>de</strong> campo, comprobar si Max había estado fuera <strong>de</strong> Lunacy en<br />

aquel entonces.<br />

De ser así, ¿con qué objetivo? ¿Se había ido solo? ¿Cuánto tiempo había estado<br />

fuera? ¿Había vuelto solo o acompañado?<br />

Tendría que buscar las respuestas en los recuerdos <strong>de</strong> Carrie. Aunque <strong>de</strong><br />

momento no estaría muy dispuesta a colaborar. Tal vez hablara con Coben, pero<br />

- 192 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

suponiendo que el forense estableciera que había sido un suicidio, ¿se tomaría la<br />

molestia <strong>de</strong> seguir?<br />

Llamaron a la puerta; en el momento en que Nate se levantaba para cubrir <strong>de</strong><br />

nuevo el tablón entró Peter.<br />

—¿Quería verme?<br />

—Sí. Cierre la puerta. Una pregunta.<br />

—Sí, jefe.<br />

—¿Conoce alguna razón que pueda explicar que alguien anduviera con<br />

raquetas a oscuras por el bosque cerca <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg?<br />

—¿Cómo dice?<br />

—Es una suposición, pero yo diría que poca gente saldría a dar una vuelta por<br />

el bosque con raquetas porque sí.<br />

—Algunos lo harían, supongo yo, en caso <strong>de</strong> que tuvieran que ir a ver a<br />

alguien, no pudieran dormir o algo así. Pero no lo entiendo.<br />

Nate señaló el tablón.<br />

—Anoche encontré estas huellas cuando estaba en el bosque practicando,<br />

mientras los perros echaban una última carrera. Los seguí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la carretera, a unos<br />

cincuenta metros <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg, hasta el confín <strong>de</strong>l bosque por la parte <strong>de</strong> atrás<br />

<strong>de</strong> esta.<br />

—¿Seguro que las huellas no eran suyas?<br />

—Seguro.<br />

—¿Y cómo sabe que se hicieron <strong>de</strong> noche? Alguien podría haber salido a dar<br />

una vuelta en cualquier momento. Para cazar o pasear por el lago.<br />

«Buena reflexión», admitió Nate.<br />

—Meg y yo estábamos ahí fuera la noche en que Max murió. Tomamos un baño<br />

caliente.<br />

Peter <strong>de</strong>svió la vista hacia la pared, discretamente, y se aclaró la voz.<br />

—Bueno...<br />

—Mientras estábamos allí, los perros se pusieron nerviosos y se metieron en el<br />

bosque. Ladraban como si hubieran olfateado algo, se alejaron tanto que Meg estuvo<br />

a punto <strong>de</strong> llamarlos, pero luego se calmaron. Y ahora, antes <strong>de</strong> que me responda que<br />

tal vez hicieron que una ardilla subiera a un árbol o que persiguieron a un alce, le<br />

diré que <strong>de</strong>scubrí un lugar en el que parecía que se habían revolcado en la nieve, y<br />

unas huellas <strong>de</strong> las raquetas indicaban que quien las llevaba se había <strong>de</strong>tenido allí.<br />

No me las doy <strong>de</strong> Daniel Boone, Peter, pero puedo seguir un rastro.<br />

Iba dando golpecitos con el <strong>de</strong>do en las fotos.<br />

—Alguien entró en el bosque, lo suficientemente lejos <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg como<br />

para no ser visto. Luego avanzó más o menos en línea recta, como habría hecho una<br />

persona que conociera la propiedad, hacia la parte trasera <strong>de</strong> la casa. El<br />

comportamiento <strong>de</strong> los perros indica que reconocieron a la persona y la consi<strong>de</strong>raron<br />

amiga. Esta persona se <strong>de</strong>tuvo luego en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque.<br />

—Suponiendo que yo, ejem... hubiera salido a dar una vuelta y le hubiera visto<br />

a usted con Meg... dándose un chapuzón en la bañera fuera, es probable que no me<br />

atreviera a saludar. Casi seguro que habría retrocedido, con la esperanza <strong>de</strong> que no<br />

- 193 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

me hubieran visto. De lo contrario, me habría sentido violento.<br />

—Para no sentirse violento bastaba con no andar a escondidas por los<br />

alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg <strong>de</strong> noche.<br />

—Tiene razón. —Peter observó las imágenes y se mordió el labio inferior—.<br />

Podía tratarse <strong>de</strong> alguien que pusiera trampas o fuera a revisarlas. Es cierto que la<br />

zona es propiedad <strong>de</strong> Meg, pero tal vez fuera un cazador furtivo. Y ella podría temer<br />

que los perros quedaran atrapados. Seguro que tenía la música puesta.<br />

—Sí, la tenía.<br />

—Así que alguien podía acercarse a la casa solo para echar un vistazo, sobre<br />

todo si era alguien que estaba revisando unas trampas.<br />

—Sí. —Era algo razonable—. ¿Y si usted y Otto dieran una vuelta por allí a ver<br />

si encuentran alguna trampa? En caso <strong>de</strong> que haya alguna, quisiera saber quién la<br />

puso. No me gustaría que hirieran a los perros.<br />

—Iremos ahora mismo. —Echó un último vistazo al tablón. Podía estar ver<strong>de</strong>,<br />

pero era rápido—. ¿Cree que alguien la espiaba? ¿Alguien implicado en todo esto?<br />

—Creo que vale la pena <strong>de</strong>scubrirlo.<br />

—Rock y Bull no <strong>de</strong>jarían que nadie hiciera daño a Meg. Aunque creyeran que<br />

esa persona era un amigo, piense que atacarían a cualquiera que diera un paso<br />

amenazador hacia ella.<br />

—Es bueno saberlo. Téngame al corriente <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> las trampas, encuentren lo<br />

que encuentren, en cuanto pueda.<br />

—Ah, jefe... Creo que <strong>de</strong>be saber que Carrie Hawbaker ha hecho un montón <strong>de</strong><br />

llamadas, ha hablado con mucha gente. Dice que usted quiere difamar a Max para<br />

darse importancia. La gente sabe que ahora mismo está muy afectada y furiosa, pero<br />

algunos, sobre todo los que no vieron con buenos ojos que trajeran a alguien <strong>de</strong><br />

fuera, le dan vueltas al asunto.<br />

—Sabré llevarlo, pero le agra<strong>de</strong>zco que esté alerta.<br />

Los oscuros ojos <strong>de</strong>l joven mostraban preocupación y también cierto enojo.<br />

—Si supieran cuánto trabaja usted para <strong>de</strong>scubrir la verdad, seguro que se<br />

tranquilizarían.<br />

—De momento, centrémonos en nuestra tarea, Peter. Los polis nunca ganan<br />

concursos <strong>de</strong> popularidad.<br />

Y tampoco lo ganaría con Charlene, pensó Nate cuando la vio entrar una hora<br />

<strong>de</strong>spués en su <strong>de</strong>spacho hecha un basilisco.<br />

—Estoy hasta aquí <strong>de</strong> trabajo en el Lodge —empezó—. Rose no está ni para<br />

servir mesas ni para hacer nada. Y sólo me faltaba que me hiciera usted venir aquí<br />

como si fuera una <strong>de</strong>lincuente cualquiera. Estoy <strong>de</strong> luto, maldita sea, y usted <strong>de</strong>bería<br />

mostrar un poco <strong>de</strong> respeto.<br />

—No sabe cuánto la respeto, Charlene. Si le sirve <strong>de</strong> algo, no hace falta que me<br />

arregle la habitación hasta que las cosas vuelvan a su cauce. Puedo hacerlo yo solo.<br />

—De poca ayuda me sería; tengo a medio pueblo husmeando por allí, a ver si se<br />

enteran <strong>de</strong> algo sobre Pat o sobre la pobre Carrie. ¿Usted cree que esa mujer sufre<br />

- 194 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

más que yo solo porque Max se quitó la vida?<br />

—No creo que se trate <strong>de</strong> una competición.<br />

Charlene echó la cabeza para atrás y levantó la barbilla. Nate pensó que iba a<br />

pegar un golpe con el pie, pero solo cruzó los brazos.<br />

—Si sigue en este tono creo que no tengo nada más que <strong>de</strong>cirle. No crea que<br />

voy a tolerar esta actitud solo porque se beneficie a Meg.<br />

—Más le vale sentarse y cerrar la boca.<br />

Los labios <strong>de</strong> Charlene se abrieron como accionados por un resorte y las mejillas<br />

se le encendieron.<br />

—Pero ¿usted qué se ha creído?<br />

—Que soy el jefe <strong>de</strong> policía y que si no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> dar la lata y colabora tendré que<br />

encerrarla en el calabozo hasta que entre en razón.<br />

Aquella boca, pintada en un tono coral caribeño, se abría y se cerraba como la<br />

<strong>de</strong> un pez.<br />

—No pue<strong>de</strong> hacer eso.<br />

Tal vez no, pensó Nate, pero el menos la asustaría un poco.<br />

—¿Qué quiere, enfurruñarse y hacerse la ofendida? Conmigo no le servirá. ¿O<br />

prefiere hacer algo positivo y ayudarme a encontrar a quien mató al hombre que<br />

usted dice que amaba?<br />

—¡Lo amaba, estúpido egoísta! —Se <strong>de</strong>jó caer sobre una silla y se echó a llorar.<br />

Nate estuvo cinco segundos intentando <strong>de</strong>cidir cómo actuar. Salió, fue a buscar<br />

la caja <strong>de</strong> pañuelos <strong>de</strong> papel que Peach guardaba en su mesa e hizo caso omiso a los<br />

ojos abiertos <strong>de</strong> par en par <strong>de</strong> su auxiliar. Volvió a su <strong>de</strong>spacho y puso la caja en las<br />

rodillas <strong>de</strong> Charlene.<br />

—A<strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>sahóguese. Luego séquese los ojos, tranquilícese y responda a<br />

unas preguntas.<br />

—No sé por qué tiene que tratarme tan mal. Si ha hecho lo mismo con Carrie no<br />

me extraña que hable mal <strong>de</strong> usted. Ojalá no hubiera venido a Lunacy.<br />

—Le aseguro que cuando encuentre al hombre que mató a Patrick Galloway no<br />

será la única persona que piense así.<br />

Al oír esas palabras, Charlene levantó los ojos.<br />

—Ni siquiera se encarga <strong>de</strong>l caso.<br />

—Me encargo <strong>de</strong> este <strong>de</strong>spacho y <strong>de</strong> esta población. —Le resultaba agradable el<br />

enojo que sentía en su interior. Savia <strong>de</strong> policía, i<strong>de</strong>ntificó. Casi había olvidado que<br />

existía—. Y en este preciso momento me encargo <strong>de</strong> usted. ¿Salió solo <strong>de</strong> aquí Pat<br />

Galloway?<br />

—Usted no es más que un matón. Un...<br />

—Responda a la maldita pregunta.<br />

—¡Sí! Preparó la bolsa, la metió en la camioneta y se marchó. Nunca más supe<br />

<strong>de</strong> él. Crié sola a nuestra hija, y ni en una sola ocasión me ha agra<strong>de</strong>cido...<br />

—¿Sabe si tenía planes <strong>de</strong> encontrarse con alguien?<br />

—No sé. No lo dijo. Decía que iba a buscar trabajo. Estábamos a dos velas.<br />

Estaba cansada <strong>de</strong> vivir con una mano <strong>de</strong>lante y la otra <strong>de</strong>trás. Su familia tenía<br />

dinero, pero él jamás se planteó...<br />

- 195 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Cuánto tiempo tenía previsto estar fuera, Charlene?<br />

Ella suspiró, empezó a hacer trizas el pañuelo mojado. Nate pensó que estaba<br />

sosegándose un poco.<br />

—Un par <strong>de</strong> semanas, quizá un mes.<br />

—No la llamó, no estableció contacto.<br />

—No, y eso también me tenía <strong>de</strong>squiciada. Debía haber llamado al cabo <strong>de</strong> una<br />

semana o quince días para contarme qué ocurría.<br />

—¿Intentó usted ponerse en contacto con él?<br />

—¿Cómo? —preguntó Charlene, con las lágrimas ya secas—. Le di la lata a<br />

Jacob. Pat siempre hablaba más con él que conmigo, pero me dijo que no sabía dón<strong>de</strong><br />

estaba. ¡Quién me aseguraba que no lo estaba encubriendo!<br />

—¿Por aquella época, Jacob se <strong>de</strong>dicaba a llevar la avioneta?<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir?<br />

—Si hacía vuelos regulares, como Meg ahora. —En vista <strong>de</strong> que su única<br />

respuesta fue encogerse <strong>de</strong> hombros, Nate siguió insistiendo—. ¿Estuvo él, o alguien<br />

que usted conozca, fuera <strong>de</strong> aquí durante una semana o diez días en febrero <strong>de</strong> aquel<br />

año?<br />

—¿Cómo puñeta cree que puedo saberlo? No controlo a la gente, y a<strong>de</strong>más<br />

hablamos <strong>de</strong> dieciséis años atrás. Se cumplen este mes —añadió.<br />

Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que a Charlene se le acababa <strong>de</strong> ocurrir que en cierto<br />

modo era un aniversario.<br />

—Hace dieciséis años Pat Galloway <strong>de</strong>sapareció. Seguro que si lo intenta<br />

recordará un montón <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles sobre aquellas semanas.<br />

—Intentaba pagar el alquiler, como casi siempre. Tuve que pedir más horas <strong>de</strong><br />

trabajo a Karl en el Lodge. Me preocupaba mucho más mi situación que lo que podía<br />

ocurrirle al resto <strong>de</strong>l mundo. —Se apoyó en el respaldo y cerró los ojos—. No sé.<br />

Jacob se fue aproximadamente por aquellos mismos días. Me acuerdo porque pasó a<br />

ver a Pat el día en que él se marchaba y le dijo que <strong>de</strong> haber sabido que se iba le<br />

habría llevado a Anchorage. Tenía que acompañar hasta allí a Max y a un par más,<br />

creo. A Harry. Creo que Harry aprovechó el viaje a Anchorage para buscar un nuevo<br />

proveedor. Claro que también podía ser el año siguiente, o el anterior. No estoy<br />

segura, pero diría que fue entonces.<br />

—Está bien. —Tomó las notas pertinentes en su bloc amarillo <strong>de</strong> reglamento—.<br />

¿Alguien más?<br />

—Fue un invierno largo. Duro y largo. Por eso yo quería que Pat encontrara<br />

algún trabajo. Esto estaba muerto; los turistas no podían llegar. El Lodge estaba casi<br />

vacío y Karl me dio más trabajo para echarme una mano. Era un hombre muy<br />

consi<strong>de</strong>rado; siempre procuraba que no me faltara nada. Algunos salían a cazar,<br />

otros pasaban el invierno escondidos a la espera <strong>de</strong> la primavera. Max intentaba<br />

sacar a<strong>de</strong>lante la revista; continuamente buscaba anunciantes, y no <strong>de</strong>jaba a nadie<br />

tranquilo en su afán <strong>de</strong> conseguir alguna historia. Por aquel entonces nadie le tomaba<br />

en serio.<br />

—¿Estuvo aquí todo el mes?<br />

—No lo sé. Pregúnteselo a Carrie; por aquel tiempo lo perseguía como un galgo<br />

- 196 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

a un conejo. ¿Por qué lo quiere saber?<br />

—Porque me encargo <strong>de</strong> este <strong>de</strong>spacho, <strong>de</strong> esta población, <strong>de</strong> usted.<br />

—Si ni siquiera conocía a Pat... Pue<strong>de</strong> que sea verdad lo que dicen. Usted solo<br />

quiere causar un gran revuelo y darse publicidad antes <strong>de</strong> volver al lugar <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

ha venido.<br />

—Ahora soy <strong>de</strong> aquí.<br />

Nat se encargó <strong>de</strong> otros asuntos, entre ellos un fuego en una chimenea <strong>de</strong> una<br />

casa y una queja contra los hermanos Mackie, que habían bloqueado la calzada con<br />

un Jeep Cherokee que había dado una vuelta <strong>de</strong> campana.<br />

—¡Como si lo hubiéramos hecho adre<strong>de</strong>! —Jim Mackie permanecía <strong>de</strong> pie bajo<br />

la espesa cortina <strong>de</strong> nieve, rascándose la barbilla y frunciendo el ceño ante el jeep<br />

volcado—. Lo conseguimos barato y lo llevábamos a casa para arreglarle el motor,<br />

pintarlo y ven<strong>de</strong>rlo otra vez.<br />

—Eso si no <strong>de</strong>cidimos quedárnoslo —intervino su hermano—, engancharle una<br />

cuchilla y hacerle la competencia a Bing.<br />

Nate permanecía bajo la nieve y el riguroso frío observando aquel <strong>de</strong>strozo.<br />

—¿No tenéis algún vehículo para arrastrarlo, una barra para remolcarlo o una<br />

grúa? ¿De verdad que pensabais tirar <strong>de</strong> este cacharro treinta kilómetros con un par<br />

<strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas oxidadas colocadas en vuestra camioneta con... ¿qué es esto?... ¿alambre?<br />

—Funcionaba —Bill arrugó la frente— hasta que tropezamos con el surco ese y<br />

el jeep se dio la vuelta como un perro que se hace el muerto. De verdad, funcionaba.<br />

—Estábamos pensando cómo ponerlo <strong>de</strong> pie otra vez. No sé por qué a todo el<br />

mundo le ha entrado el pánico.<br />

Nate oyó el aullido <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser un lobo, inquietante y salvaje en la<br />

espectral oscuridad. Aquello le recordó que se encontraba en una carretera rural<br />

cubierta <strong>de</strong> nieve, cerca <strong>de</strong> la Alaska interior, con un par <strong>de</strong> atontados.<br />

—Estáis interrumpiendo la circulación y obstruyendo el paso <strong>de</strong> la máquina<br />

quitanieves, que tiene que limpiar las carreteras para aquellos que tienen juicio<br />

suficiente para conducir <strong>de</strong> forma responsable. Si esto hubiera sucedido a siete<br />

kilómetros en la otra dirección, habríais impedido el trabajo <strong>de</strong> los bomberos. Bing<br />

pondrá este vehículo <strong>de</strong> pie y lo remolcará hasta vuestra casa. Tendréis que pagarle<br />

la tarifa habitual...<br />

—¿Al cabrón ese?<br />

—Y la multa por remolcar un vehículo sin el equipo y la señalización<br />

apropiados.<br />

Bill tenía una expresión tan apenada que Nate pensó que <strong>de</strong> un momento a otro<br />

se echaría a llorar.<br />

—¿Cómo se supone que haremos negocio con esto si usted nos multa y encima<br />

nos obliga a pagar lo que diga ese agarrado <strong>de</strong> Bing?<br />

—Sí, la vida es dura —contestó Nate.<br />

—¡No hay <strong>de</strong>recho! —Jim pegó una patada al gastado neumático trasero <strong>de</strong>l<br />

jeep—. Y parecía tan buena i<strong>de</strong>a... —Luego añadió con una risita—: Pero lo<br />

- 197 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>jaremos impecable. Quizá nos lo compre usted para la policía. Se le pue<strong>de</strong><br />

enganchar una cuchilla por poca pasta. Y resultará útil.<br />

—Eso habrá que planteárselo a la alcal<strong>de</strong>sa. Ahora vamos a <strong>de</strong>spejar la<br />

carretera.<br />

Tuvieron que intervenir Bing, Pargo, su ayudante, los dos Mackie y Nate para<br />

quitar el jeep <strong>de</strong> en medio. Cuando terminaron y Bing ya remolcaba el vehículo, Nate<br />

intentó quitarse problemas <strong>de</strong> encima.<br />

—¿Cuánto os ha costado?<br />

—Dos mil. —A Bill le brillaron los ojos—. A toca teja.<br />

Calculó, aproximadamente, lo que podría costar ponerlo en la carretera y lo que<br />

Bing les cobraría por remolcarlo.<br />

—De momento lo <strong>de</strong>jaremos en una advertencia. Pero la próxima vez que<br />

<strong>de</strong>cidáis haceros empresarios, buscad una barra <strong>de</strong> remolque.<br />

—¡Usted sí que es legal, jefe! —Los dos Mackie le dieron unos golpes en la<br />

espalda que por poco lo hicieron caer <strong>de</strong> narices al suelo—. Es un coñazo tener que<br />

aguantar a la poli, pero usted es legal.<br />

—Muy agra<strong>de</strong>cido.<br />

Recorrió la corta distancia que lo separaba <strong>de</strong>l centro y paró en seco al ver que<br />

David ayudaba a salir a Rose <strong>de</strong> la camioneta <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ambulatorio.<br />

—¿Algún problema? —les dijo.<br />

—Llega el bebé —le respondió David a gritos.<br />

Nate corrió a coger a Rose por el otro brazo. La muchacha seguía con las lentas<br />

y acompasadas respiraciones, pero le sonrió con sus ojos <strong>de</strong> color chocolate.<br />

—Todo va bien. Ningún problema. —Se apoyó en su esposo mientras Nate<br />

abría la puerta—. No he querido ir al hospital <strong>de</strong> Anchorage. Prefiero que el doctor<br />

Ken me asista en el parto. Todo está perfecto.<br />

—Mi madre se ha quedado con Jesse —le dijo David.<br />

A Nate le pareció que estaba algo pálido. Supuso que él también lo estaba.<br />

—¿Quieren que me que<strong>de</strong>, que haga algo? —«Por favor, respon<strong>de</strong>d que no»—.<br />

¿Que llame a alguien?<br />

—Mi madre viene para acá. —Rose <strong>de</strong>jó que David la ayudara a quitarse el<br />

abrigo—. En la última revisión, el doctor dijo que podía venir <strong>de</strong> un momento a otro.<br />

Parece que tenía razón. Cada cuatro minutos —dijo a Joanna, que se acercaba<br />

corriendo—. Regulares e intensas. Hará unos veinte minutos que he roto aguas.<br />

Aquello, pensó Nate, era todo lo que un hombre, incluso uno con placa,<br />

necesitaba oír.<br />

—Les <strong>de</strong>jaré con lo suyo. —Cogió el abrigo <strong>de</strong> Rose, que David tenía en la<br />

mano, y lo colgó—. Cualquier cosa... me llaman. Peter ha salido a un recado, pero<br />

puedo llamarle si hace falta.<br />

—Muchas gracias.<br />

Desaparecieron al fondo para seguir con todo lo que Nate no quería ni<br />

plantearse. Su teléfono sonó.<br />

—Burke, diga.<br />

- 198 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Jefe? Soy Peter. No hemos encontrado ninguna trampa. Si quiere, ampliamos<br />

la búsqueda, ejem, ensanchamos el perímetro.<br />

—No, con eso basta. Pue<strong>de</strong>n volver. Su hermana está a punto <strong>de</strong> hacerle tío otra<br />

vez.<br />

—¿Rose? ¿Ahora? ¿Está bien? ¿Está...?<br />

—Yo la he visto bien. Está en el ambulatorio. La acompaña David. La madre <strong>de</strong><br />

él se ha quedado con Jesse y la <strong>de</strong> usted iba hacia el ambulatorio.<br />

—Yo haré lo mismo.<br />

Nate guardó otra vez el teléfono en el bolsillo. Tal vez lo mejor sería quedarse<br />

allí, al menos hasta que llegara algún otro familiar. La sala <strong>de</strong> espera <strong>de</strong>l ambulatorio<br />

era un lugar tan bueno como otro cualquiera para reflexionar sobre aquellas malditas<br />

huellas en la nieve.<br />

Y sobre lo que le diría a Meg cuando volviera a Lunacy.<br />

- 199 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 17<br />

Era una niña, una niña <strong>de</strong> cuatro kilos y pico, con sus correspondientes <strong>de</strong>dos<br />

en las manos y los pies y una buena mata <strong>de</strong> pelo negro. Se llamaría Willow Louise y<br />

era un encanto. La información procedía <strong>de</strong> Peter, que llegó a la comisaría cuatro<br />

horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar por el ambulatorio.<br />

Como sabía cuál era su trabajo, Nate se acercó a La Tienda <strong>de</strong> la Esquina a<br />

comprar unos puros. Ya que se encontraba allí, buscó una sólida carpeta, vio una <strong>de</strong><br />

cinco anillas <strong>de</strong> color caqui, aunque la habría preferido negra, y la compró; cargó el<br />

importe a la cuenta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy.<br />

Allí guardaría sus notas, las copias <strong>de</strong> todos los informes y las fotos. Sería su<br />

archivo para el caso <strong>de</strong> asesinato.<br />

Entregó con cierta prosopopeya un puro a Peter, a Otto y a Peach, que lo recibió<br />

con expresión divertida. El gesto disipó un poco la frialdad con que ella le había<br />

mirado toda la mañana, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Nate le habló con brusquedad.<br />

Tras darle unas cuantas palmaditas en la espalda y aguantar algunas nubes <strong>de</strong><br />

aquel apestoso humo, concedió el día libre a Peter.<br />

Nate se refugió <strong>de</strong> nuevo en su <strong>de</strong>spacho y pasó un buen rato con la<br />

taladradora y la fotocopiadora. Puso en or<strong>de</strong>n su archivo. Aquello y el tablero le<br />

proporcionaban una base concreta. Trabajo policial. Su trabajo.<br />

Se propuso pasar el resto <strong>de</strong>l día agobiando a los <strong>de</strong> Anchorage con llamadas,<br />

pero apareció Peach. La mujer cerró la puerta, se sentó y entrelazó las manos en su<br />

regazo.<br />

—¿Algún problema?<br />

—¿Usted cree que esas huellas halladas cerca <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg son algo que<br />

<strong>de</strong>be preocuparnos?<br />

—Pues...<br />

—Ya que usted no lo ha hecho, me lo ha comentado Otto.<br />

—Yo... ejem...<br />

—Si me comentara lo que pasa por aquí, no estaría <strong>de</strong> mal humor.<br />

—De acuerdo, señora.<br />

Al oír esto, a Peach le temblaron los labios.<br />

—Y no crea que no lo he calado, Ignatious. Habla en tono agradable cuando<br />

quiere cambiar <strong>de</strong> tema o dar a enten<strong>de</strong>r que trata a la gente con amabilidad cuando<br />

no es verdad.<br />

—¡De acuerdo! Solo pensé que valía la pena comprobarlo.<br />

—¿Y quizá no se lo comenta a su administrativa porque cree que no es lo<br />

suficientemente lista para enterarse <strong>de</strong> que pasa todo el tiempo libre pegado a Megan<br />

Galloway?<br />

- 200 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No. —Observándola, tamborileó sobre el extremo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l archivo y<br />

luego sobre el izquierdo—. Pero podría ser que no quisiera hablar <strong>de</strong> ello con la<br />

mujer que me trae los bollitos por la mañana. Porque quizá se haría una i<strong>de</strong>a<br />

equivocada.<br />

—¿Y Peter y Otto, no?<br />

—Son hombres. En general, los hombres tienen una i<strong>de</strong>a muy clara sobre lo <strong>de</strong>...<br />

pegarse a alguien, <strong>de</strong> forma que sobraba cualquier comentario. Siento haber sido<br />

brusco con usted esta mañana y también haber mantenido a mi apreciada y<br />

respetada administrativa fuera <strong>de</strong>l asunto.<br />

—Lo que tiene usted es mucha labia —dijo ella un momento <strong>de</strong>spués—. ¿Le<br />

preocupa Meg?<br />

—Me pregunto qué podía querer alguien que la vigilaba.<br />

—Ella será la primera en <strong>de</strong>cirle que sabe cuidarse sola, que siempre ha sabido<br />

hacerlo. Pero yo creo que a una mujer no le va nada mal tener a un hombre que se<br />

ocupe <strong>de</strong> ella. La gente <strong>de</strong> por aquí no tiene malas intenciones. Pegan cuatro<br />

puñetazos <strong>de</strong> vez en cuando y chismorrean un poco, nada más. Pero en este lugar te<br />

sientes seguro porque sabes que si <strong>de</strong> verdad surge un problema, alguien te echará<br />

una mano.<br />

Se quitó el lápiz <strong>de</strong>l moño y lo hizo girar entre sus <strong>de</strong>dos.<br />

—Y <strong>de</strong> repente ocurre esto y te preguntas si la seguridad no era más que una<br />

ilusión. La gente se hace mala sangre. Se asusta y se pone nerviosa.<br />

—Y buena parte <strong>de</strong> esta gente dispone <strong>de</strong> armas y se siente dueña <strong>de</strong> su<br />

territorio —añadió Nate.<br />

—Y está un poco pirada —añadió ella con un gesto <strong>de</strong> asentimiento—. Hay que<br />

andar con cuidado.<br />

—¿En quién confiaba tanto Max para permitir que se le acercara hasta ese<br />

punto, Peach? ¿Hasta el punto <strong>de</strong> que pudiera meterle una bala en la cabeza?<br />

Ella siguió jugando con el lápiz y luego volvió a ponérselo en el moño con gesto<br />

<strong>de</strong>cidido.<br />

—No permitirá que esto que<strong>de</strong> como un suicidio.<br />

—No permitiré que esto que<strong>de</strong> como lo que no es.<br />

Peach soltó un par <strong>de</strong> suspiros.<br />

—Lo malo es que no se me ocurre nadie en quien él no habría confiado. Lo<br />

mismo me ocurre a mí y prácticamente a todos los habitantes <strong>de</strong> Lunacy. Somos una<br />

comunidad. Po<strong>de</strong>mos discutir, discrepar y pegarnos alguna patada en el culo, pero<br />

seguimos siendo una comunidad. Lo que más se asemeja a una familia.<br />

—Planteémoslo así. ¿Con quién <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ir <strong>de</strong> escalada Max en la época en que<br />

<strong>de</strong>sapareció Galloway, una persona en la que siguiera confiando ahora?<br />

—¡<strong>San</strong>to cielo! —Peach lo miró fijamente y apoyó un puño sobre el corazón—.<br />

Me asusta usted. Planteado así, me obliga a pensar que uno <strong>de</strong> mis vecinos, uno <strong>de</strong><br />

mis amigos, podría ser un asesino que actúa a sangre fría.<br />

—No sé si tan fría.<br />

«Pero la <strong>de</strong> usted sí lo es —se dijo ella—. En esta cuestión es helada.»<br />

—Bing, Jacob, Harry o Deb. ¡Dios mío! ¡Ah! Hopp o Ed, aunque Hopp nunca<br />

- 201 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

fue una gran aficionada a la escalada. Mackie padre, el borracho <strong>de</strong> Mike, si hubiera<br />

estado sobrio. Incluso el profesor participó en un par <strong>de</strong> ascensos. Excursiones cortas,<br />

<strong>de</strong> verano, que yo sepa.<br />

—John siempre tuvo <strong>de</strong>bilidad por Charlene.<br />

—Dios <strong>de</strong>l cielo, Nate.<br />

—Simplemente estoy haciendo una composición <strong>de</strong> lugar, Peach.<br />

—Supongo. Al menos por lo que yo recuerdo. Aunque ella también lo miraba...<br />

es <strong>de</strong>cir, igual que hacía con cualquier hombre cuando vivía con Pat. Luego se casó<br />

con Karl Hi<strong>de</strong>l; unos seis meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Pat. Todo el mundo<br />

sabía, incluido el viejo Hi<strong>de</strong>l, que se casaba con él por su dinero, por el Lodge, pero<br />

se portó bien con él.<br />

—Entendido.<br />

La mirada <strong>de</strong> Peach se <strong>de</strong>svió un instante hacia el tablón.<br />

—¿Cómo voy a mirar a la cara a toda esta gente a partir <strong>de</strong> ahora?<br />

—Inconvenientes <strong>de</strong> ser poli.<br />

Se quedó impresionada, y también algo apesadumbrada al oír que la llamaban<br />

poli.<br />

—Será eso. —Se levantó y se colocó bien el jersey rojo con una tira <strong>de</strong> corazones<br />

<strong>de</strong> <strong>San</strong> Valentín <strong>de</strong> color rosa—. Que que<strong>de</strong> claro que Meg me cae muy bien y es una<br />

muchacha a la que aprecio y respeto mucho, pero como a usted también le aprecio y<br />

le respeto mucho tengo que avisarle. Espero que ella no le <strong>de</strong>stroce el corazón.<br />

—Tomo nota.<br />

Nate esperó a que se fuera para girar en su silla y observar la nieve. Unas<br />

semanas antes, habría jurado que ya no le quedaba corazón para que alguien pudiera<br />

romperlo. Ahora no sabía si le alegraba o le fastidiaba <strong>de</strong>scubrir que sí lo tenía.<br />

«¿Recuperación? —se preguntó—. ¿O estupi<strong>de</strong>z?» Pue<strong>de</strong> que fueran lo mismo.<br />

Hizo girar <strong>de</strong> nuevo la silla y empezó a hacer las llamadas.<br />

Meg no volvió aquella noche. Nate la pasó en casa <strong>de</strong> ella con los perros. Se<br />

quitó <strong>de</strong> encima la <strong>de</strong>cepción y el enojo, que había ido en aumento, en la sala <strong>de</strong><br />

pesas. Por la mañana, cuando la nevada se había convertido en una fina llovizna,<br />

volvió a Lunacy, a su trabajo.<br />

Meg no se había puesto en contacto con él <strong>de</strong>liberadamente. Era una falta <strong>de</strong><br />

consi<strong>de</strong>ración por su parte, admitió cuando se instaló <strong>de</strong> nuevo en la cabina en el<br />

aeropuerto <strong>de</strong> Anchorage. Tal vez Nate estuviera preocupado. Pensó que él poseía<br />

los genes que hacen que un hombre siempre sufra por la mujer. Estaría dolido y<br />

furioso; y aquello también lo había provocado <strong>de</strong>liberadamente. Ese hombre le había<br />

pegado un susto.<br />

Captó su mirada mientras observaba cómo subía a la avioneta. Y lo peor fue la<br />

sensación que le produjo aquella mirada.<br />

Ella no buscaba algo profundo, un sentimiento y una relación <strong>de</strong> aquel tipo.<br />

- 202 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

¿Por qué <strong>de</strong>monios no se podía disfrutar <strong>de</strong> un perfecto y sencillo revolcón sin<br />

fastidiarlo con... lo que fuera? La fi<strong>de</strong>lidad era otra cosa; la ofrecía y la conseguía<br />

mientras le hirviera la sangre. Ella no era como su madre, dispuesta siempre a<br />

llevarse al catre al primero que apareciera. Pero tampoco buscaba compartir un<br />

hogar.<br />

Esto era lo que él tenía en mente, y ella lo sabía. Vio qué escondía tras aquellos<br />

ojos tristes y dolidos la primera vez que los miró. Nunca había querido meterse en la<br />

cama con un hombre que esperara algo más que un polvo.<br />

Su vida ya era lo bastante complicada en aquellos momentos como para tener<br />

que adaptarse a alguien. Y a<strong>de</strong>más a un hombre.<br />

Tuvo el acierto <strong>de</strong> aceptar unos trabajos extra, y le encantaba aquella emoción.<br />

Y también tuvo el acierto <strong>de</strong> mantenerse alejada <strong>de</strong> él y <strong>de</strong> Lunacy unos días más.<br />

Para tranquilizarse.<br />

Debía estar tranquila para hacer lo que iba a hacer.<br />

No se había puesto en contacto con Nate pero sí con Coben.<br />

Habían recuperado el cadáver y se encontraba en las instalaciones <strong>de</strong><br />

Anchorage.<br />

En aquellos momentos se dirigía al <strong>de</strong>pósito, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía i<strong>de</strong>ntificar a su padre.<br />

Sola. Esta era otra <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>liberada. Había vivido su vida, llevado sus<br />

propios asuntos y resuelto todas las cuestiones sola casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la niñez.<br />

No tenía intención <strong>de</strong> cambiarlo ahora.<br />

Si el hombre <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito era su padre, y sus entrañas se lo confirmaban, sería<br />

su responsabilidad, su dolor y, curiosamente, su alivio.<br />

Era algo que no compartiría ni siquiera con Jacob. La única persona a la que<br />

quería realmente.<br />

Lo que estaba haciendo era una formalidad, casi una cuestión <strong>de</strong> cortesía.<br />

Coben se lo había <strong>de</strong>jado claro, con aquel estilo suyo llano y educado, y Meg lo sabía.<br />

Patrick Galloway estaba fichado y en la ficha constaban sus huellas. Ya lo habían<br />

i<strong>de</strong>ntificado oficialmente. Pero ella era el pariente más cercano, por lo que se le<br />

permitía verlo, confirmar su i<strong>de</strong>ntidad, firmar los papeles, prestar <strong>de</strong>claración.<br />

Ocuparse <strong>de</strong> todo.<br />

Cuando llegó, pagó al taxista y se armó <strong>de</strong> valor. Allí estaba Coben, esperando.<br />

—Señora Galloway...<br />

—Sargento... —Le ofreció la mano; notó la <strong>de</strong> él fría y seca.<br />

—Sé que es un momento difícil y le agra<strong>de</strong>zco que haya venido.<br />

—¿Qué tengo que hacer?<br />

—Hay que resolver unos trámites. Intentaremos concluir con la mayor<br />

brevedad.<br />

Él le indicó los siguientes pasos. Meg firmó don<strong>de</strong> había que firmar, cogió el<br />

distintivo que le ofrecían y se lo colocó en la blusa.<br />

Procuró mantener la mente en blanco mientras seguía al sargento por el ancho y<br />

blanco pasillo e hizo lo posible por no pensar en el persistente olor que impregnaba<br />

el lugar. La llevó a una pequeña sala en la que había un par <strong>de</strong> sillas y un aparato <strong>de</strong><br />

- 203 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

televisión montado en la pared. Frente a este había una ventana cubierta con unas<br />

herméticas persianas blancas. Meg se preparó antes <strong>de</strong> entrar.<br />

—Señora Galloway. —Coben le rozó ligeramente el hombro—. Si es tan amable,<br />

mire el monitor.<br />

—¿El monitor? —Desconcertada, se volvió y miró la pantalla gris y opaca—. ¿El<br />

televisor? ¿Va a mostrármelo por televisión? ¡Madre mía! ¿No cree que esto es mucho<br />

más morboso que <strong>de</strong>jarme...?<br />

—Es el procedimiento. Es mejor. Cuando quiera...<br />

A Meg se le había secado la boca; notaba una mezcla arenosa que sabía a rayos.<br />

Le daba miedo tragar aquello y que subiera <strong>de</strong> nuevo, que saliera a borbotones antes<br />

<strong>de</strong> acabar <strong>de</strong> engullirlo.<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

Coben <strong>de</strong>scolgó un teléfono <strong>de</strong> la pared y murmuró algo. Luego cogió un<br />

mando a distancia, lo dirigió hacia la pantalla y pulsó un botón.<br />

Lo vio solo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la parte superior <strong>de</strong> los hombros hacia arriba. «No le han<br />

cerrado los ojos», fue su primer pensamiento, y sintió pánico. ¿No habrían tenido que<br />

cerrarle los ojos? La miraban fijamente; eran los ojos azul hielo que ella recordaba, y<br />

estaban empañados. El pelo, el bigote, la barba <strong>de</strong> unos días, todo tenía aquel nítido<br />

color negro que ella recordaba.<br />

Ya no había hielo que lo plateara, que reluciera como el cristal en su rostro.<br />

«¿Seguiría congelado? —pensó, <strong>de</strong>sanimada—. ¿Y en su interior? ¿Cuánto tiempo<br />

tardan el corazón, el hígado y los pulmones en <strong>de</strong>scongelarse cuando un hombre <strong>de</strong><br />

unos setenta y cinco kilos ha quedado hecho una pieza <strong>de</strong> hielo?»<br />

¿Acaso tenía importancia?<br />

Notó un estremecimiento en el estómago y también un cosquilleo en las puntas<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> las manos y los pies.<br />

—¿Pue<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar al difunto, señora Galloway?<br />

—Sí. —Oyó el eco en la sala... o en su cabeza. Le daba la sensación <strong>de</strong> que su<br />

voz iba por su cuenta, en una vibración, metálica y suave—. Es Patrick Galloway. Es<br />

mi padre.<br />

Coben apagó el monitor.<br />

—Lo siento mucho.<br />

—No he terminado. Enciéndala <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Señora Galloway...<br />

—Enciéndala <strong>de</strong> nuevo.<br />

Después <strong>de</strong> una leve vacilación, Coben accedió.<br />

—Tengo que advertirle, señora Galloway, que los medios <strong>de</strong> comunicación...<br />

—No me preocupan los medios <strong>de</strong> comunicación. Harán público su nombre<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> qué opine yo. Por otro lado, él tal vez hubiera disfrutado con<br />

esto.<br />

Meg <strong>de</strong>seaba tocar a su padre, se había preparado para ello. No sabía por qué<br />

quería aquel contacto, el <strong>de</strong> su piel con la <strong>de</strong> él. Pero podía esperar, esperar a que<br />

terminaran con lo que tuvieran que hacer con su cadáver. Una vez lo hubieran hecho,<br />

- 204 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

le daría la última caricia, la que ella misma se había negado por <strong>de</strong>specho pueril<br />

muchos años atrás.<br />

—Está bien. Pue<strong>de</strong> apagar.<br />

—¿Necesita un momento? ¿Le apetece un poco <strong>de</strong> agua?<br />

—No. Lo que quiero es información. Información es lo que <strong>de</strong>seo. —Pero las<br />

piernas la traicionaron; se le doblaron las rodillas y tuvo que echar mano <strong>de</strong> la silla—<br />

Lo que quiero saber es qué pasa ahora, cómo va a intentar encontrar a quien lo mató.<br />

—Creo que sería mejor hablar <strong>de</strong> esto en otra parte. Si me acompaña hasta...<br />

Se interrumpió al ver que Nate entraba en la sala.<br />

—Jefe Burke...<br />

—Sargento... Meg, quisiera que me acompañaras. Jacob está esperando arriba.<br />

—¿Jacob?<br />

—Sí, él me ha traído hasta aquí. —Sin esperar a que ella asintiera, la cogió <strong>de</strong>l<br />

brazo. Hizo que se levantara y fuera hacia la puerta—. Yo llevaré a la señora<br />

Galloway a la comisaría, sargento.<br />

Meg tenía los ojos empañados. Pero no eran lágrimas; era por la conmoción. Ver<br />

a su padre muerto, en la pantalla, muerto por televisión, como si su vida, el final <strong>de</strong><br />

esta, fuera un episodio <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas series en las que cada capítulo termina en<br />

suspense, pensó aturdida. Un puñetero suspense.<br />

Dejó que él la llevara. No le dijo nada, tampoco a Jacob; permaneció en silencio<br />

hasta que estuvieron en la calle.<br />

—Necesito aire fresco. Calmarme.<br />

Soltó el brazo <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> él y anduvo hasta la mitad <strong>de</strong> la manzana. Oía el<br />

ruido <strong>de</strong>l incesante tráfico, y veía la mezcla <strong>de</strong> colores borrosos que formaban las<br />

personas que avanzaban en la acera.<br />

Notaba el frío en sus mejillas, así como la tenue luz <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong> invierno que se<br />

filtraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel cielo gris y compacto hasta su piel.<br />

Se puso los guantes y las gafas <strong>de</strong> sol y retrocedió.<br />

—¿Coben te ha llamado? —preguntó a Nate.<br />

—Exactamente. Ya que me ha sido imposible ponerme en contacto contigo,<br />

tengo que comentarte algunas cosas antes <strong>de</strong> que hablemos otra vez con él.<br />

—¿Qué cosas?<br />

—Cosas que no quiero discutir aquí, en la maldita acera. Voy a buscar el coche.<br />

—¿El coche? —dijo a Jacob al ver que Nate se alejaba <strong>de</strong>prisa.<br />

—Ha alquilado uno en el aeropuerto. No quería que fueras en un taxi. Ha dicho<br />

que necesitabas cierta intimidad.<br />

—Muy consi<strong>de</strong>rado. Cosa que yo no soy. No hace falta que lo digas —añadió al<br />

ver que Jacob se mantenía en silencio—. Lo veo en tus ojos.<br />

—Ha cuidado los perros mientras has estado fuera.<br />

—¿Acaso se lo había pedido? —Ella misma notó la mala leche en su voz y soltó<br />

una maldición—. ¡Maldita sea, maldita sea, Jacob, no pienses que voy a sentirme mal<br />

por estar viviendo mi vida tal como he hecho siempre!<br />

—¿Acaso te he pedido que lo hagas?<br />

- 205 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Jacob esbozó una leve sonrisa y el toque <strong>de</strong> su mano en el brazo <strong>de</strong> Meg estuvo<br />

a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrumbar el muro que ella había edificado con tanto empeño contra las<br />

lágrimas.<br />

—Lo he visto a través <strong>de</strong> una pantalla <strong>de</strong> televisión. Ni siquiera he podido<br />

verlo, verlo <strong>de</strong> verdad.<br />

Cuando llegó Nate al volante <strong>de</strong> un Chevrolet Blazer se acercó al bordillo. Se<br />

metió en el coche y se puso tiesa.<br />

—¿Qué es lo que tengo que saber?<br />

Le contó lo que le había ocurrido a Max utilizando el tono distante y directo que<br />

habría empleado con cualquier otra persona respecto a un caso. Siguió hablando y<br />

conduciendo con los ojos fijos en la carretera, sin apartarlos ni siquiera cuando ella se<br />

volvió para mirarlo.<br />

—¿Max está muerto? ¿Max mató a mi padre?<br />

—Max está muerto. Esto es un hecho. El forense ha <strong>de</strong>clarado que es un<br />

suicidio. En la nota que se ha encontrado en su or<strong>de</strong>nador se hace responsable <strong>de</strong>l<br />

asesinato <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />

—No me lo creo. —Tenía un enorme nudo en el estómago y notaba un<br />

incesante martilleo contra su muro <strong>de</strong>fensivo—. ¿Me estás diciendo que <strong>de</strong> puto<br />

golpe y porrazo a Max Hawbaker le dieron ganas <strong>de</strong> matar a alguien, hundió un<br />

piolet en el pecho <strong>de</strong> mi padre, bajó la montaña y volvió tranquilamente a Lunacy?<br />

¡Menuda chorrada! ¡Vaya mierda <strong>de</strong> teoría!<br />

—Lo que yo digo es que Max Hawbaker está muerto, que el forense lo ha<br />

<strong>de</strong>clarado un suicidio, basándose en las pruebas físicas, y que en el or<strong>de</strong>nador había<br />

una nota, <strong>de</strong>corada por cierto con sangre y cerebro <strong>de</strong> Max, en la que confesaba ese<br />

asesinato. Si te hubieras dignado ponerte en contacto con alguien en estos últimos<br />

días, se te habría informado y estarías al corriente.<br />

El tono <strong>de</strong> Nate era frío, igual que sus ojos, pensó Meg. No <strong>de</strong>jaban traslucir<br />

nada, no <strong>de</strong>lataban nada. Ella no era la única que había edificado un muro.<br />

—¡Con qué cuidado evita expresar su opinión, jefe Burke!<br />

—El caso es <strong>de</strong> Coben.<br />

Dejó la conversación ahí y se metió en el espacio reservado a las visitas en el<br />

aparcamiento <strong>de</strong> la comisaría <strong>de</strong> la policía estatal.<br />

—Se ha <strong>de</strong>terminado que la muerte <strong>de</strong> Hawbaker fue un suicidio —afirmó<br />

Coben. Estaban reunidos en una pequeña sala. Coben tenía las manos entrelazadas<br />

sobre una carpeta, en la mesa—. El arma era suya y en ella se encontraron sus<br />

huellas, y solo las suyas. Tenía residuos <strong>de</strong> pólvora en la mano <strong>de</strong>recha. Ninguna<br />

señal que indicara robo o lucha. En su mesa tenía una botella <strong>de</strong> whisky y una taza<br />

con restos <strong>de</strong> este licor. La autopsia <strong>de</strong>termina que había tomado más <strong>de</strong> ciento<br />

cincuenta mililitros <strong>de</strong> whisky antes <strong>de</strong> morir. Sus huellas, y solo las suyas, eran las<br />

que estaban en el teclado <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador. La herida, la posición <strong>de</strong>l cuerpo y la <strong>de</strong>l<br />

arma indican que fue él quien disparó.<br />

Hizo una pausa.<br />

- 206 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Hawbaker conocía a su padre, señora Galloway?<br />

—Sí.<br />

—¿Cree que tuvo ocasión <strong>de</strong> practicar la escalada con su padre alguna vez?<br />

—Sí.<br />

—¿Sabe si hubo alguna fricción entre ellos?<br />

—No.<br />

—Pue<strong>de</strong> que no sepa usted que Hawbaker fue <strong>de</strong>spedido <strong>de</strong> la publicación en<br />

la que trabajaba en Anchorage por consumo <strong>de</strong> drogas. Mis investigaciones indican<br />

que Patrick Galloway había consumido drogas. Por el momento no dispongo <strong>de</strong><br />

pruebas que <strong>de</strong>muestren que su padre buscara o consiguiera un trabajo remunerado<br />

en Anchorage, o en otra parte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> marcharse <strong>de</strong> Lunacy.<br />

Ella evitó mirarlo, pero dijo:<br />

—No a todo el mundo le gusta trabajar en una oficina.<br />

—Cierto. Por lo que parece, Hawbaker, cuyo para<strong>de</strong>ro en la primera y segunda<br />

semana <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> aquel año no ha podido <strong>de</strong>terminarse por el momento, se<br />

encontró con Patrick Galloway y juntos <strong>de</strong>cidieron escalar la cara sur <strong>de</strong>l Sin<br />

Nombre. Podría suponerse que, durante dicho ascenso, tal vez bajo el efecto <strong>de</strong> las<br />

drogas o alguna perturbación física, Hawbaker mató a su compañero y abandonó<br />

luego el cadáver en la cueva <strong>de</strong> hielo.<br />

—Y también podría suponerse que los burros vuelan —saltó Meg—. Mi padre<br />

podía haber partido a Max en dos con una sola mano.<br />

—De poco sirve la superioridad física ante un piolet, sobre todo en un ataque<br />

por sorpresa. En la cueva no había indicios <strong>de</strong> que hubieran luchado. Por supuesto,<br />

seguiremos estudiando y valorando todas las pruebas, aunque a veces, señora<br />

Galloway, lo obvio es lo cierto.<br />

—Y a veces la mierda flota. —Meg se levantó—. Siempre se ha dicho que el<br />

suicidio es una salida <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>s. Pue<strong>de</strong> que sea cierto. Pero a mí me parece que<br />

hace falta tener agallas y <strong>de</strong>cisión para ponerse el cañón <strong>de</strong> la pistola en la cabeza y<br />

accionar el gatillo. Sea como sea, en Max esto no me cuadra. Es un acto exagerado, y<br />

él no era así. Sargento Coben, él era un hombre normal y corriente.<br />

—La gente normal y corriente hace cosas incalificables todos los días. Siento<br />

mucho lo <strong>de</strong> su padre, señora Galloway, y le doy mi palabra <strong>de</strong> que seguiré<br />

trabajando en el caso. Pero ahora mismo no tengo más que <strong>de</strong>cirle.<br />

—¿Tiene un minuto, sargento? —Nate se volvió hacia Jacob y Meg—. Nos<br />

vemos fuera. —Cerró la puerta cuando hubieron salido—. ¿Qué más tiene? ¿Qué es<br />

lo que no le ha dicho?<br />

—¿Tiene usted una relación personal con Megan Galloway?<br />

—Ahora mismo es in<strong>de</strong>terminada e irrelevante. Un toma y daca, Coben. Piense<br />

que ahora mismo encontraría en Lunacy a más <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong> personas que<br />

habrían podido salir <strong>de</strong> escalada con Galloway aquel invierno, conocidos <strong>de</strong> Max,<br />

amigos y vecinos, que podían haberse sentado en su <strong>de</strong>spacho la noche <strong>de</strong> su muerte.<br />

El forense ha sacado su conclusión a raíz <strong>de</strong> los hechos, pero no conoce el pueblo ni a<br />

su gente. No conocía a Max Hawbaker.<br />

- 207 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Y usted muy poco. —Coben levantó la mano—. Pero tengo pruebas que<br />

<strong>de</strong>muestran que tres personas estuvieron en esta montaña alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las fechas en<br />

que se sitúa la muerte <strong>de</strong> Galloway. Tengo la confirmación <strong>de</strong> que dos <strong>de</strong> ellas<br />

estuvieron en aquella cueva. Una confirmación que fue escrita por la propia mano <strong>de</strong><br />

Galloway.<br />

Pasó el expediente a Nate.<br />

—Llevaba un diario <strong>de</strong> la escalada. Eran tres, Burke, y estoy seguro <strong>de</strong> que uno<br />

<strong>de</strong> ellos era Hawbaker. Lo que no puedo afirmar es que fuera el segundo en la cueva.<br />

Hay una copia <strong>de</strong>l diario en el expediente. Un experto comprobará si es la letra <strong>de</strong><br />

Galloway a partir <strong>de</strong> otra prueba, aunque yo, a ojo <strong>de</strong> buen cubero, diría que lo es. Es<br />

cuestión suya <strong>de</strong>cidir si se lo comenta a la hija.<br />

—Usted no lo haría.<br />

—También va en contra <strong>de</strong> mis principios habérselo confiado a usted. Al igual<br />

que el hecho <strong>de</strong> admitir que tiene usted más experiencia en homicidios que yo y<br />

mejor mano para tratar a la gente <strong>de</strong> Lunacy. Ese pueblo merece su nombre, Burke.<br />

Diría que tiene usted al menos a un <strong>de</strong>mente viviendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus narices.<br />

Volvió en la avioneta <strong>de</strong> Meg, con el expediente bajo la parka. Pensó que una<br />

vez lo hubiera leído, <strong>de</strong>cidiría si se lo contaba a ella. Decidiría si se lo contaba a<br />

alguien.<br />

Puesto que no podía olvidar que estaba volando, intentó disfrutar <strong>de</strong> las vistas.<br />

Nieve. Más nieve. Agua helada. Belleza <strong>de</strong> hielo con peligrosas grietas. Algo<br />

bastante parecido a la piloto que tenía al lado.<br />

—¿Es gilipollas ese Coben? —le preguntó ella <strong>de</strong> pronto.<br />

—No creo.<br />

—¿Porque los policías hacéis piña o porque es una opinión objetiva?<br />

—Por un poco <strong>de</strong> cada, tal vez. Seguir las pruebas no suele ser lo que hace un<br />

gilipollas.<br />

—Lo es en el caso <strong>de</strong> que alguno <strong>de</strong> vosotros crea que Max liquidó a mi padre<br />

con un piolet. Esperaba más <strong>de</strong> ti.<br />

—¿Ves dón<strong>de</strong> te llevan las expectativas?<br />

Meg dio un profundo viraje a la izquierda que subió el estómago <strong>de</strong> Nate casi a<br />

la garganta. Antes <strong>de</strong> darle tiempo a protestar, giró a la <strong>de</strong>recha.<br />

—Si no quieres que saque la primera papilla en la cabina, controla este aparato.<br />

—Un poli tendría que tener más estómago.<br />

Inclinó el morro hacia abajo a tal velocidad que Nate apenas vio cómo se<br />

precipitaban velozmente hacia el suelo... aparte <strong>de</strong> su propio cuerpo magullado y<br />

retorcido en medio <strong>de</strong> los restos humeantes.<br />

La maldición que soltó hizo que Meg soltara una carcajada mientras levantaba<br />

<strong>de</strong> nuevo el aparato.<br />

—¿Quieres morir o qué? —saltó él.<br />

—No. ¿Y tú?<br />

- 208 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Lo había pensado, pero ya está superado. Repítelo, Galloway, y en cuanto<br />

tomemos tierra te doy una buena zurra.<br />

—No lo harías. Los tipos como tú no ponen la mano encima a una mujer.<br />

—No me provoques.<br />

Estaba muy tentada <strong>de</strong> hacerlo.<br />

—¿Alguna vez pegaste a Rachel?<br />

Nate la miró <strong>de</strong> hito en hito. Vio algo salvaje en ella, en sus ojos, algo intenso en<br />

su rostro.<br />

—Ni siquiera se me pasó por la cabeza, pero voy <strong>de</strong>scubriendo nuevos<br />

territorios.<br />

—Estás mosqueado conmigo porque no te he llamado por radio a cada hora<br />

mandándote besitos.<br />

—Limítate a pilotar. Tengo el coche en tu casa. Es don<strong>de</strong> Jacob me ha recogido.<br />

—No te necesitaba aquí. No hacía falta que vinieras a cogerme <strong>de</strong> la mano.<br />

—No creo que te haya ofrecido la mía. —Esperó un momento—. Rose y David<br />

han tenido una niña. Cuatro kilos. Se llama Willow.<br />

—¡Ah! —El malhumor <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> su rostro—. ¿Una niña? ¿Están bien las<br />

dos?<br />

—Muy bien, son un encanto. Peach dice que la pequeña es una monada, pero<br />

fui a verla y me pareció que tenía cara <strong>de</strong> enfado, y un pelo muy negro.<br />

—¿A qué viene tanta conversación con el cabreo que llevas encima?<br />

—Prefiero mantener la neutralidad, como hace Suiza, hasta que la maldita<br />

avioneta haya aterrizado.<br />

—Me parece muy bien.<br />

En cuanto lo hizo, Meg agarró su equipaje y saltó. Sujetando las cosas en el<br />

hombro, se inclinó para saludar a los perros, que la esperaban impacientes.<br />

—¡Míralos! ¿Me habéis echado <strong>de</strong> menos? —Volvió la cabeza hacia Nate—.<br />

¿Que, ahora vas a hacerme una cara nueva?<br />

—Si lo intentara, tus perros me saltarían al cuello.<br />

—Muy pru<strong>de</strong>nte. Eres un hombre sensato.<br />

—No siempre —respondió él ja<strong>de</strong>ando mientras la seguía hacia la casa.<br />

Una vez <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong>jó el equipaje y se fue directamente a la chimenea a poner<br />

unos troncos y encen<strong>de</strong>r el fuego. Tenía que ocuparse <strong>de</strong> la avioneta. Quitar el aceite<br />

y llevarla al cobertizo para que no se helara. Y tapar las alas.<br />

Pero no le apetecía hacer cosas prácticas y ser eficiente. No se sentía muy bien.<br />

—Te agra<strong>de</strong>zco que cuidaras <strong>de</strong> Rock y Bull mientras he estado fuera.<br />

—Tranquila. —Se volvió <strong>de</strong> espaldas y se colocó bien la carpeta bajo la parka—.<br />

¿Has tenido mucho trabajo?<br />

—Hay que saber sacar tajada. —El fuego prendió—. Un trabajo te cae <strong>de</strong>l cielo y<br />

lo aceptas. Ahora tengo un par <strong>de</strong> sobres que ingresar.<br />

—Me alegro.<br />

Se <strong>de</strong>jó caer sobre una butaca y apoyó una pierna encima <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> esta. Y<br />

luego, en tono insolente, exclamó:<br />

- 209 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—En fin, ahora que estoy <strong>de</strong> vuelta, me alegro <strong>de</strong> verte, cariño. Si tienes un<br />

momento podríamos subir y echar el casquete <strong>de</strong> bienvenida. —Sonrió mientras<br />

empezaba a <strong>de</strong>sabrocharse la blusa—. Apuesto a que conseguiremos levantarla.<br />

—Una malísima imitación <strong>de</strong> Charlene, Meg.<br />

Aquello borró la sonrisa <strong>de</strong> su rostro.<br />

—Si no quieres follar no pasa nada, pero no hace falta que me insultes.<br />

—En cambio parece que tú necesitas hacerme daño, cabrearme. ¿Qué ocurre?<br />

—Es problema tuyo.<br />

Meg se levantó e intentó acercársele, pero él le agarró el brazo y la apartó.<br />

—No —dijo haciendo caso omiso <strong>de</strong>l gruñido <strong>de</strong> aviso <strong>de</strong> los perros—. El<br />

problema parece tuyo y quisiera saber <strong>de</strong> qué se trata.<br />

—¡No lo sé! —El malestar que reflejaba su tono convirtió los gruñidos en<br />

rugidos—. Rock, Bull, tranquilos. Tranquilos —dijo, más calmada—. Amigo.<br />

Se arrodilló, abrazó a los dos perros, les acarició el hocico.<br />

—¡Maldita sea! ¿Por qué no empiezas a chillar o sales hecho un basilisco o me<br />

dices que soy una zorra fría y <strong>de</strong>spiadada? ¿Por qué no me <strong>de</strong>jas en paz <strong>de</strong> una puta<br />

vez?<br />

—¿Por qué no te has molestado en dar señales <strong>de</strong> vida? ¿Por qué has estado<br />

buscando camorra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que me has visto?<br />

—Un momento.<br />

Se levantó haciendo chasquear los <strong>de</strong>dos para que los perros la siguieran hacia<br />

la cocina. Cogió un par <strong>de</strong> galletas y se las echó. Luego se apoyó en la barra y miró a<br />

Nate.<br />

«Ya no está tan <strong>de</strong>macrado —pensó Meg—. Ha ganado peso en este último<br />

tiempo. Lo que da buen aspecto a un hombre, y le aña<strong>de</strong> tono muscular. Su pelo se<br />

ve suelto, le hace más atractivo, incluso se ha saltado una sesión <strong>de</strong> barbero. Y los<br />

ojos, tranquilos, <strong>de</strong>sgarradoramente tristes e irresistibles, mantienen pacientemente<br />

mi mirada.»<br />

—No me apetece dar cuentas a nadie. No estoy acostumbrada a hacerlo. Yo me<br />

ocupé <strong>de</strong> hacer esta casa, <strong>de</strong> crear mi negocio, organicé mi vida <strong>de</strong> la manera que está<br />

porque así me parecía bien.<br />

—¿Te preocupa que te pida cuentas? ¿Que espere que cambies tus priorida<strong>de</strong>s<br />

por mí?<br />

—¿Y lo esperas?<br />

—No lo sé. Tal vez vea una diferencia entre responsabilidad y afecto. Estaba<br />

preocupado por ti. Tus perros no eran los únicos que te echaban <strong>de</strong> menos. En cuanto<br />

al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> priorida<strong>de</strong>s, sigo trabajando en el mío. Día a día.<br />

—Dime una cosa. Sin capulladas. ¿Te estás enamorando <strong>de</strong> mí?<br />

—Eso parece.<br />

—¿Y qué se siente?<br />

—Es como si algo volviera a mi interior. Como una sensación <strong>de</strong> calor, un<br />

intento <strong>de</strong> encontrar el ritmo. Es algo que da miedo —dijo acercándose a ella—.<br />

Agradable. Agradable y da miedo.<br />

—No sé si me apetece. No sé si es lo que siento.<br />

- 210 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Ni yo. Pero sé que estoy cansado <strong>de</strong> estar cansado, y vacío, cansado <strong>de</strong> seguir<br />

cubriendo el expediente tan solo para ir tirando. Cuando estoy contigo experimento<br />

sensaciones, Meg. Sensaciones, y algunas son dolorosas. Pero soportaré las<br />

consecuencias.<br />

Cogió su rostro entre sus manos.<br />

—Tal vez te convendría probarlo. Soportar las consecuencias.<br />

Meg le agarró las muñecas.<br />

—Tal vez.<br />

- 211 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Anotación en un diario<br />

19 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />

Capítulo 18<br />

Se le ha ido la olla. Está pirado. Demasiadas pastillas y a saber qué más.<br />

Demasiada altura o, ¡qué sé yo! Creo que lo he calmado. Ha llegado la tormenta y<br />

nos hemos refugiado en la cueva <strong>de</strong> hielo. ¡Vaya sitio! Una especie <strong>de</strong> castillo mágico<br />

en miniatura con columnas y arcadas <strong>de</strong> hielo y súbitos <strong>de</strong>scensos. Ojalá nos<br />

hubiéramos metido todos allí. No me habría venido mal que me echaran una mano<br />

para <strong>de</strong>volver a Darth a la tierra.<br />

Se le ha metido en el tarro la alucinante i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que he intentado matarle.<br />

Hemos tenido problemas en el rappel y él gritaba, en medio <strong>de</strong>l viento, que yo quería<br />

matarlo. Se me abalanzó como un majara y no tuve más remedio que <strong>de</strong>jarlo tendido.<br />

De todas formas lo calmé. Ahora está tranquilo. Se disculpa, se ríe <strong>de</strong> ello.<br />

Lo que tenemos que hacer es tomarnos un respiro aquí, recuperarnos. Hemos<br />

estado jugando a «lo primero que haré cuando vuelva al mundo». Él quiere un filete;<br />

yo, una mujer. Luego nos ponemos <strong>de</strong> acuerdo en que queremos lo uno y lo otro.<br />

Él sigue con el tembleque; lo veo. ¡Qué se le va a hacer! La montaña te lo da.<br />

Hay que volver don<strong>de</strong> Han, seguir para abajo. Llegar a Lunacy.<br />

El tiempo escampa, pero se nota algo en el aire. Aquí pue<strong>de</strong> ocurrir cualquier<br />

cosa. Es hora <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> esta jodida montaña.<br />

En su <strong>de</strong>spacho, con la puerta cerrada, Nate leyó la última anotación en el<br />

diario <strong>de</strong> escalada <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />

«Tardaste dieciséis años en salir <strong>de</strong> la montaña, Pat —pensó—. Tenías razón,<br />

algo ocurrió.»<br />

Subieron tres, se dijo, y bajaron dos. Dos que guardaron silencio durante<br />

dieciséis años.<br />

Pero en aquella cueva solo había dos: Galloway y su asesino. Nate estaba cada<br />

vez más convencido <strong>de</strong> que el asesino no había sido Max.<br />

¿Por qué permitió el asesino que Max viviera tanto tiempo?<br />

Si Han era igual que Max, este habría resultado herido, no <strong>de</strong> gravedad, pero lo<br />

suficiente para que el <strong>de</strong>scenso le resultara problemático. Era el que poseía menos<br />

experiencia, el menos resistente <strong>de</strong> los tres, si no se equivocaba en lo que había leído<br />

entre líneas en el diario <strong>de</strong> Galloway.<br />

Sin embargo, el asesino le llevó hasta abajo, le <strong>de</strong>jó vivir otros dieciséis años.<br />

Y Max había guardado el secreto.<br />

- 212 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

«¿Por qué?»<br />

«¿Ambición, chantaje, lealtad? ¿Miedo?»<br />

El piloto, <strong>de</strong>cidió Nate. Había que buscar al piloto y escuchar qué contaba.<br />

Cerró con llave la copia <strong>de</strong>l diario en uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong>l escritorio junto con<br />

su carpeta <strong>de</strong>l caso y se la guardó en el bolsillo.<br />

Cuando iba a salir se encontró con Otto, que regresaba <strong>de</strong> la patrulla.<br />

—Ed Woolcott dice que alguien ha forzado la cerradura <strong>de</strong> su cabaña <strong>de</strong> pesca<br />

y se ha llevado <strong>de</strong> ella sus cañas, la barrena mecánica, una botella <strong>de</strong> malta y que<br />

a<strong>de</strong>más le ha pintarrajeado las pare<strong>de</strong>s.<br />

Con la cara enrojecida por el frío, Otto se fue directo a la cafetera.<br />

—Críos, lo más seguro. Ya le he dicho que es el único <strong>de</strong> por aquí que cierra con<br />

llave la cabaña, y eso incita a los niños a <strong>de</strong>scerrajarla.<br />

—¿De qué cantidad estamos hablando en total?<br />

—El dice que <strong>de</strong> unos ochocientos. La barrena StrikeMaster sube ya a<br />

cuatrocientos y pico. —El <strong>de</strong>sprecio y la burla se dibujaron en su rostro—. Así es él.<br />

Cualquiera consigue una buena barrena manual por unos cuarenta, pero él tiene que<br />

conseguir una <strong>de</strong> lujo.<br />

—¿Tenemos un listado <strong>de</strong> los objetos?<br />

—Sí, sí. El crío que sea tan tonto como para fanfarronear con una caña que lleve<br />

el nombre <strong>de</strong> Ed en una placa <strong>de</strong> latón se irá al calabozo en el acto. ¿El whisky? Se lo<br />

han <strong>de</strong>bido <strong>de</strong> terminar en un santiamén. Es probable que solo hayan hecho un<br />

agujero en alguna parte con la barrena para pescar un rato mientras echaban un<br />

trago. Supongo que abandonarán el material don<strong>de</strong> sea o intentarán meterlo otra vez<br />

disimuladamente en la cabaña.<br />

—Lo que sería otra vez allanamiento y robo, o sea que esperaremos.<br />

—Apuesto a que lo tenía todo asegurado, y por más <strong>de</strong> lo que pagó por ello.<br />

¿Sabe que habló con un abogado para <strong>de</strong>mandar a Harlow por haberle empujado<br />

fuera <strong>de</strong> la carretera en Año Nuevo? ¡Un abogado, ni más ni menos!<br />

—Hablaré con él.<br />

—Que haya suerte. —Otto se sentó a su mesa con el café <strong>de</strong>lante y frunció el<br />

ceño mirando la pantalla <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador—. Tengo que redactar el informe.<br />

—Yo salgo, <strong>de</strong>bo hacer un seguimiento. —Calló un momento—. ¿Ha escalado<br />

usted últimamente?<br />

—¿Qué se me pue<strong>de</strong> haber perdido en las malditas montañas? Demasiado las<br />

veo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí.<br />

—Pero antes lo hacía.<br />

—También bailaba tangos con alguna golfa.<br />

—¡No me diga! —Divertido, Nate se sentó en un extremo <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> Otto—.<br />

Es usted un pozo <strong>de</strong> sorpresas, Otto. ¿De esas que llevan un vestido ceñido y<br />

altísimos tacones <strong>de</strong> aguja?<br />

El humor pudo con las malas pulgas.<br />

—De esas.<br />

—¿Y una provocativa raja en la falda, en el costado, que <strong>de</strong>ja al <strong>de</strong>scubierto una<br />

pierna que quita el hipo?<br />

- 213 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

La mirada <strong>de</strong> Otto perdió toda su ira y apareció una sonrisa en su cara.<br />

—¡Qué tiempos aquellos!<br />

—Y que lo diga. Y yo que nunca supe bailar un tango ni escalar... Quizá <strong>de</strong>bería<br />

apren<strong>de</strong>r.<br />

—Qué<strong>de</strong>se con el tango, jefe. Mucho menos peligroso.<br />

—La gente habla <strong>de</strong> la escalada como si fuera una religión. ¿Por qué lo <strong>de</strong>jó<br />

usted?<br />

—Me cansé <strong>de</strong> vérmelas con la congelación y los huesos rotos. —Su mirada se<br />

oscureció mientras se fijaba en el café—. La última vez que subí fue en una operación<br />

<strong>de</strong> rescate. Un grupo <strong>de</strong> seis, les sorprendió un alud. Encontramos a dos. Dos<br />

cadáveres, quiero <strong>de</strong>cir. ¿Ha visto alguna vez a un hombre atrapado en un alud?<br />

—No.<br />

—Pues dé las gracias <strong>de</strong> no haberlo visto. El mes que viene hará nueve años.<br />

Des<strong>de</strong> entonces no he vuelto a escalar. Ni volveré a hacerlo.<br />

—¿Subió alguna vez con Galloway?<br />

—Alguna vez. Era un buen escalador. Buenísimo, y eso que era un gilipollas.<br />

—¿No le caía bien?<br />

Otto empezó a teclear buscando cada una <strong>de</strong> las letras en el teclado.<br />

—Si me cayeran mal todos los gilipollas que he conocido, tendría poco por<br />

escoger. Ese tipo se había quedado en los años sesenta. Paz, amor, drogas. El camino<br />

fácil, creo yo.<br />

Durante los sesenta, pensó Nate, Otto estaba sudando la gota gorda en una<br />

jungla en Vietnam. Ese tipo <strong>de</strong> fricción, entre un soldado y un hippy, pue<strong>de</strong> estallar<br />

bajo una presión mucho menos intensa que una escalada en invierno.<br />

—Hablan <strong>de</strong> la vida natural y <strong>de</strong> salvar las puñeteras ballenas —siguió Otto<br />

mientras iba tocando las teclas <strong>de</strong> una en una— y lo único que hacen es tocarse las<br />

pelotas y vivir <strong>de</strong>l gobierno, al que <strong>de</strong>jan como un trapo, por cierto. No me merece<br />

ningún respeto.<br />

—Poco <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> tener en común, si usted venía <strong>de</strong>l ejército.<br />

—No éramos colegas <strong>de</strong> bar. —Dejó <strong>de</strong> teclear y levantó la vista hacia Nate—.<br />

Pero ¿a qué viene todo esto?<br />

—Intento conseguir un retrato completo <strong>de</strong>l hombre. —Al levantarse, preguntó<br />

como quien no quiere la cosa—: Cuando usted iba <strong>de</strong> escalada, ¿a quién contrataban<br />

<strong>de</strong> piloto?<br />

—Normalmente a Jacob. Lo teníamos a mano.<br />

—Creía que Jacob también escalaba. ¿Había ido alguna vez con él?<br />

—Claro. Y, si está sobrio, contratábamos a Hank Fielding a veces, para que nos<br />

llevara <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Talkeetna. Otras veces a Dos Dedos, o a Stokey Loukes. —Se encogió<br />

<strong>de</strong> hombros—. Había un montón <strong>de</strong> pilotos que podían llevar a un grupo que se<br />

pudiera permitir pagarlo. Si está pensando en un ascenso, pue<strong>de</strong> contratar a Meg y<br />

también a un guía profesional, pero no confíe nunca en un patán.<br />

—Eso haré, pero creo que <strong>de</strong> momento voy a conformarme con la vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

mi <strong>de</strong>spacho.<br />

—Me parece mucho más inteligente.<br />

- 214 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

No le gustaba tener que interrogar a su propio ayudante, pero anotó los <strong>de</strong>talles<br />

<strong>de</strong> la conversación. No imaginaba a Otto con un enorme globo encima, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

un exceso <strong>de</strong> pastillas, atacando a un hombre con un piolet. Claro que tampoco lo<br />

veía bailando el tango con la mujer <strong>de</strong>l vestido ceñido.<br />

Las personas podían cambiar mucho en quince años.<br />

Se fue al Lodge y allí encontró a Charlene y a Cissy, que servían los primeros<br />

almuerzos. Jim el flaco atendía en la barra. Y el profesor seguía en su taburete, con un<br />

whisky <strong>de</strong>lante, leyendo a Trollope.<br />

—Hay una porra sobre Iditarod —le dijo Jim—. ¿Apuesta usted?<br />

Nate se sentó a la barra.<br />

—¿Por quién se inclina usted?<br />

—Quizá por ese joven, Triplehorn. Un aleutiano.<br />

—Un encanto —comentó Cissy, <strong>de</strong>teniéndose con la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> lo que había<br />

recogido.<br />

—Da igual su aspecto, Cissy —dijo Jim.<br />

—A mí no me da igual. Ponme una Moosehead y un vodka doble con hielo.<br />

—Las apuestas nostálgicas van para el canadiense Tony Keeton.<br />

—¿Nos inspiran nostalgia los canadienses? —preguntó Nate mientras Jim<br />

servía el vodka.<br />

—No. Los perros. Los crió Walt Notti.<br />

—Pues veinte para el canadiense.<br />

—¿Cerveza?<br />

—Café, gracias, Jim. —Mientras Jim y Cissy seguían sirviendo y discutiendo<br />

sobre sus perros <strong>de</strong> trineo preferidos, Nate se volvió hacia el hombre que tenía al<br />

lado—. ¿Cómo van las cosas, John?<br />

—Aún no duermo muy bien. —John puso el punto en la página y <strong>de</strong>jó el libro—<br />

. No puedo quitarme aquella imagen <strong>de</strong> la cabeza.<br />

—Es duro. Usted conocía muy bien a Max. Escribía para su revista.<br />

—Críticas <strong>de</strong> libros y algún artículo sobre actualidad. No compensaba<br />

económicamente pero yo disfrutaba. No sé si Carrie seguirá publicándola. Espero<br />

que sí.<br />

—Alguien me ha comentado que Galloway también colaboró en The Lunatic. En<br />

su primera época.<br />

—Escribía bien. Y lo habría hecho mejor si se hubiera concentrado más.<br />

—Supongo que eso pue<strong>de</strong> aplicarse a cualquier ocupación.<br />

—Tenía un gran talento sin pulir, dominaba diversos campos. —John volvió la<br />

vista por encima <strong>de</strong>l hombro hacia Charlene—. Pero nunca hizo nada en serio. Echó a<br />

per<strong>de</strong>r todo lo que poseía.<br />

—¿Incluida su mujer?<br />

—En este tema creo que no seré imparcial. En mi opinión, no puso mucho<br />

empeño en la relación, ni mucho <strong>de</strong> nada. Había escrito algunos capítulos para unas<br />

cuantas novelas, tenía muchas canciones a medio componer y un montón <strong>de</strong><br />

proyectos <strong>de</strong> artesanía en ma<strong>de</strong>ra. Era hábil con las manos y era creativo, pero le<br />

faltaba disciplina y ambición.<br />

- 215 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate sopesó las posibilida<strong>de</strong>s. Tres hombres a los que unía el lugar don<strong>de</strong><br />

vivían, la afición —escribir— y la escalada. Y dos <strong>de</strong> ellos estaban enamorados <strong>de</strong> la<br />

misma mujer.<br />

—Quizá hubiera cambiado <strong>de</strong>l todo, <strong>de</strong> haber tenido la oportunidad. —John<br />

indicó a Jim que le llenara <strong>de</strong> nuevo el vaso—. Quizá.<br />

—¿Leía usted lo que escribía?<br />

—Sí. Pasábamos horas juntos tomando cerveza y fumando hierba —añadió<br />

John con una leve sonrisa—. Y hablando <strong>de</strong> filosofía, <strong>de</strong> política, <strong>de</strong> literatura y sobre<br />

la condición humana. Jóvenes intelectuales. —John levantó el vaso en señal <strong>de</strong><br />

brindis—. Que no iban a ninguna parte.<br />

—¿Escaló usted con él?<br />

—Ah, la aventura... Ningún joven intelectual llega a Alaska sin ganas <strong>de</strong><br />

empren<strong>de</strong>rla. Disfruté <strong>de</strong> aquel tiempo y no lo cambiaría por un Pulitzer.<br />

Con la sonrisa <strong>de</strong> quien rememora tiempos gloriosos, tomó un sorbo <strong>de</strong>l whisky<br />

que acababan <strong>de</strong> servirle.<br />

—¿Eran amigos?<br />

—Sí. Amigos en el plano intelectual. Yo le envidiaba su mujer; no es ningún<br />

secreto. Creo que eso a él le divertía, le hacía sentirse superior. Yo era el que tenía<br />

una carrera. Él había <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñado esta posibilidad y en cambio fíjese lo que había<br />

conseguido. —Se quedó un momento ensimismado mirando el vaso—. Creo que le<br />

haría gracia que siguiera envidiándole su mujer.<br />

Nate <strong>de</strong>jó aquello un momento en el aire y tomó un sorbo <strong>de</strong> café.<br />

—¿Había escalado con él a solas o en grupo?<br />

—Hum... —John parpa<strong>de</strong>ó, como si acabara <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> un sueño. Los<br />

recuerdos, pensaba Nate, son un sueño más. O una pesadilla—. En grupo. La<br />

insensatez genera camara<strong>de</strong>ría. Lo que más recuerdo es una escalada en verano al<br />

Denali. Grupos y gente en solitario ascendiendo por aquel monstruo como hormigas<br />

en un pastel gigante. El campamento base era como una pequeña ciudad, y animado<br />

como una fiesta.<br />

—¿Usted y Pat?<br />

—Hum... Junto con Jacob, Otto, Deb y Harry, Ed, Bing, Max, los Hopp, Sam<br />

Beaver, que murió dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una embolia pulmonar. Vamos a ver... Estaba<br />

también Mackie padre, si mal no recuerdo. Él y Bing empezaron a sacudirse por algo<br />

y Hopp, el difunto Hopp, los separó. Hawley estaba allí, pero se emborrachó y cayó<br />

<strong>de</strong> bruces. No podíamos permitirle que escalara. Y estaba también Missy Jacobson,<br />

una fotógrafa in<strong>de</strong>pendiente con la que tuve un corto pero intenso romance antes <strong>de</strong><br />

que regresara a Portland y se casara con un fontanero.<br />

Rió al recordarlo.<br />

—Ay, Missy, la <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s ojos castaños, la <strong>de</strong> las hábiles manos. Todos los<br />

<strong>de</strong> Lunacy íbamos en plan <strong>de</strong> vacaciones. Incluso llevábamos una ban<strong>de</strong>ra para<br />

colocar en la cima y sacar fotos para la revista. Pero nadie llegó a la cumbre.<br />

—¿Ninguno?<br />

—No, aquella vez, no. Pat lo hizo más tar<strong>de</strong>, pero en aquel ascenso tuvimos<br />

muy mala suerte. Y eso que por la noche, en el campamento base, todo eran<br />

- 216 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

posibilida<strong>de</strong>s y propósitos. Cantamos, follamos y bailamos bajo la maravillosa y<br />

constante luz <strong>de</strong>l sol. No recuerdo a ninguno <strong>de</strong> nosotros con tanta vitalidad como en<br />

aquellos días.<br />

—¿Qué ocurrió?<br />

—Harry se encontró mal. De golpe y porrazo, por la mañana tenía fiebre. La<br />

gripe. Dijo que estaba bien y nadie quiso discutírselo. No aguantó ni cinco horas. Deb<br />

y Hopp lo llevaron abajo. Sam se cayó y se rompió un brazo. Missy se mareaba. Otro<br />

grupo que bajaba la llevó a la base. Empezó el mal tiempo y los que seguíamos<br />

ascendiendo montamos las tiendas y buscamos refugio a la espera <strong>de</strong> que pasara la<br />

tormenta. Pero empeoró. Primero se puso mal Ed y luego yo. Todo fue<br />

enca<strong>de</strong>nándose hasta que tuvimos que <strong>de</strong>jarlo y volver. Un <strong>de</strong>sgraciado final para<br />

unas vacaciones en las que participábamos casi todos.<br />

—¿Quién les trajo <strong>de</strong> vuelta?<br />

—¿Perdón?<br />

—¿Tenían un piloto?<br />

—Ah. Recuerdo que todos nos metimos como sardinas en lata en aquella<br />

avioneta, los que no estaban enfermos iban borrachos o estaban colgados. No me<br />

acuerdo <strong>de</strong>l piloto. Sería algún amigo <strong>de</strong> Jacob. Yo tenía un mareo terrible, me<br />

acuerdo perfectamente. Incluso escribí sobre ello. Escribí un relato humorístico para<br />

The Lunatic.<br />

Terminó el whisky.<br />

—Siempre me ha sabido mal no haber podido izar aquella ban<strong>de</strong>ra.<br />

Nate lo <strong>de</strong>jó y se dirigió a Charlene:<br />

—¿Tendrá un momento?<br />

—Por supuesto. Cuando Rose esté otra vez aquí sirviendo.<br />

—Serán cinco minutos. Tampoco hay ninguna aglomeración ahora mismo.<br />

Se metió el bloc <strong>de</strong> notas en el bolsillo.<br />

—Cinco, vale. Porque si no nos ponemos las pilas, aquí la gente empezará a<br />

largarse a Los Italianos. No puedo permitirme el lujo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la clientela habitual.<br />

Se fue hacia el vestíbulo vacío. Aquel taconeo recordó a Nate lo <strong>de</strong>l tango, y se<br />

preguntó cómo la vanidad podía sobre la comodidad en una mujer que estaba <strong>de</strong> pie<br />

horas y horas.<br />

—Según usted, Patrick Galloway se iba a Anchorage a buscar trabajo.<br />

—Eso ya lo hemos hablado.<br />

—Espere. Si fue allí y le dio por escalar, ¿a quién cree que pudo acudir para que<br />

le llevara hasta el glaciar <strong>de</strong>l Sol?<br />

—¿Y por qué coño tendría que saberlo? En principio no se iba <strong>de</strong> excursión, se<br />

iba a buscar trabajo.<br />

—Usted vivió con él casi catorce años. Lo conocía bien.<br />

—Si no se fue con Jacob y estaba en Anchorage, acudiría a Dos Dedos o a<br />

Stokey. A menos que le diera por escalar cuando no tenía ninguno <strong>de</strong> ellos a mano, y<br />

entonces habría contratado a alguien <strong>de</strong> fuera. Mejor dicho, habría hecho algún<br />

trueque por el precio <strong>de</strong>l vuelo. No tenía ni cinco. Yo solo le había dado los cien<br />

dólares que guardaba en casa. Sabía que si llevaba más se lo fundiría.<br />

- 217 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Sabe dón<strong>de</strong> puedo encontrar a alguno <strong>de</strong> esos pilotos?<br />

—Pregúnteselo a Jacob o a Meg. Ellos se mueven en este mundillo; yo no. Y<br />

usted tendría que haberme informado <strong>de</strong> que lo habían bajado. Tenía que habérmelo<br />

dicho y haberme llevado a verlo.<br />

—No tenía ningún sentido hacerle pasar ese mal rato. No —dijo antes <strong>de</strong> que<br />

ella protestara—, ningún sentido.<br />

La empujó ligeramente hacia una silla y se sentó a su lado.<br />

—Escúcheme: no le serviría <strong>de</strong> nada verlo en estas circunstancias. Ni a él<br />

tampoco.<br />

—Meg lo ha visto.<br />

—Y se quedó <strong>de</strong>strozada. Yo estaba allí, y lo sé. ¿Quiere hacer algo por él y por<br />

usted misma? ¿Quiere poner punto final al asunto? Vaya a ver a su hija. Haga <strong>de</strong><br />

madre, Charlene. Consuélela.<br />

—Ella no quiere que yo la consuele. No quiere nada <strong>de</strong> mí.<br />

—Pue<strong>de</strong> que no. Pero ofrecérselo pue<strong>de</strong> servirle <strong>de</strong> ayuda a usted. —Se<br />

levantó—. Ahora pensaba ir a verla. ¿Quiere que le diga algo?<br />

—Dígale que no me vendría mal una ayudita aquí estos días, si es que no tiene<br />

algo más importante que hacer.<br />

—De acuerdo.<br />

Ya era <strong>de</strong> noche cuando volvió a casa <strong>de</strong> Meg. Vio que estaba más tranquila,<br />

calmada y sosegada. La posición <strong>de</strong> los cojines y <strong>de</strong> la tela que cubría el sofá le<br />

indicaba que había echado una siesta ante el fuego.<br />

Había pensado en la mejor forma <strong>de</strong> abordar las cosas y por ello le entregó un<br />

ramo <strong>de</strong> crisantemos y margaritas que había comprado en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina.<br />

No eran una maravilla, pero al menos eran flores.<br />

—¿A qué viene esto?<br />

—Resulta que me he dado cuenta <strong>de</strong> que vamos para atrás, en el sentido<br />

tradicional <strong>de</strong> la expresión. Yo te he llevado a la cama, tú me has llevado a la cama.<br />

De modo que ya no tenemos esa presión. Ahora toca el cortejo.<br />

—¿En serio? —Olió las flores. Tal vez fuera un tópico, pero eran una <strong>de</strong> sus<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, igual que los hombres que tenían el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> regalarlas—. ¿Y cuál va a<br />

ser el próximo paso? ¿Ligue en un bar?<br />

—Mi i<strong>de</strong>a era quedar... para cenar, por ejemplo. De todas formas, po<strong>de</strong>mos<br />

montar la cita en un bar. También entra en mis planes. Mientras tanto, quisiera que<br />

recogieras lo que te hace falta y vinieras a pasar la noche conmigo en el Lodge.<br />

—Ah, y así, durante ese período romántico po<strong>de</strong>mos seguir montándonoslo...<br />

—Pue<strong>de</strong>s optar por tu propia habitación, pero yo preferiría lo que has dicho.<br />

También pue<strong>de</strong>s llevar las flores. Y los perros.<br />

—¿Y por qué tendría que abandonar la comodidad <strong>de</strong> mi casa para montármelo<br />

contigo en una habitación <strong>de</strong> hotel? —Hizo girar el ramo y le miró a través <strong>de</strong> este—.<br />

Ah, para darle emoción a lo <strong>de</strong> ir para atrás. Es algo tan tonto que casi me atraería,<br />

Burke, aunque la verdad es que si tengo que escoger, prefiero quedarme aquí y hacer<br />

- 218 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

como que estamos en un hotel <strong>de</strong> mala muerte. Incluso po<strong>de</strong>mos ver si hay alguna<br />

película porno en la tele.<br />

—Me parece perfecto, pero quisiera que vinieras conmigo. La otra noche<br />

alguien mero<strong>de</strong>aba por estos alre<strong>de</strong>dores.<br />

—¿Qué dices?<br />

Nate le contó lo <strong>de</strong> las huellas.<br />

—¿Y por qué <strong>de</strong>monios no me lo has contado cuando era <strong>de</strong> día y podía salir a<br />

verlo con mis propios ojos?<br />

Dejó las flores sobre la mesa y se fue a por la parka.<br />

—Un momento. Ha caído casi un palmo <strong>de</strong> nieve. No verás nada. A<strong>de</strong>más, Otto<br />

y Peter han estado por aquí. No te lo conté antes porque bastantes quebra<strong>de</strong>ros <strong>de</strong><br />

cabeza tenías. Así has podido echar una siesta y estar un rato tranquila. Recoge lo<br />

que necesites, Meg.<br />

—No pienso marcharme <strong>de</strong> mi casa porque alguien se haya paseado por el<br />

bosque. Incluso aunque le siguiera la corriente a tu paranoia y pensara que esa<br />

persona estaba ahí espiándome o montando un plan infame, no me iría. Puedo<br />

perfectamente...<br />

—Ocuparte <strong>de</strong> ti misma. Sí, ya lo sé.<br />

—¿Crees que no?<br />

Dio media vuelta y se metió en la cocina. Él la siguió y vio que sacaba un rifle<br />

<strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> las escobas.<br />

—Meg...<br />

—A callar.<br />

Comprobó la recámara. A Nate le inquietó ver que estaba cargada.<br />

—¿Sabes cuántos acci<strong>de</strong>ntes se producen por ir por ahí con un arma cargada?<br />

—No disparo contra alguien porque sí. Ven aquí.<br />

Abrió la puerta. Estaba oscuro, hacía frío y <strong>de</strong>lante tenía a una mujer enfadada<br />

con un rifle cargado en las manos.<br />

—¿Por qué no entramos y...?<br />

—Aquella rama, la que marca las dos, a un par <strong>de</strong> metros <strong>de</strong> altura, a doce <strong>de</strong><br />

distancia.<br />

—Meg...<br />

Ella apoyó el rifle en su hombro, apuntó y disparó. El impacto retumbó en su<br />

cabeza. La rama se <strong>de</strong>sintegró y un palmo <strong>de</strong> ella quedó en el árbol.<br />

—Muy bien, sabes disparar con un rifle. Medalla <strong>de</strong> oro para ti. Volvamos<br />

<strong>de</strong>ntro.<br />

Disparó otra vez y el palmo <strong>de</strong> rama pegó un salto en la nieve como un conejo.<br />

Respiraba soltando vapor mientras disparaba otra vez y <strong>de</strong>struía totalmente lo<br />

que quedaba <strong>de</strong> la rama.<br />

Luego recogió los casquillos, entró y colocó <strong>de</strong> nuevo el rifle en su sitio.<br />

—Un plus por puntería —comentó Nate—. No es mi intención que llegues<br />

hasta ahí, pero te diré que hacer polvo una rama no pue<strong>de</strong> compararse con meter una<br />

bala entre la carne y el hueso.<br />

- 219 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No soy una remilgada <strong>de</strong> esas que viven por tus latitu<strong>de</strong>s. He matado alces,<br />

búfalos, caribús, osos...<br />

—¿Has disparado alguna vez contra una persona? No es lo mismo, Meg.<br />

Créeme, no es lo mismo. Y no estoy diciendo que no seas lista, capaz y fuerte. Lo que<br />

te pido es que esta noche vengas conmigo. Si no lo haces, yo me quedaré aquí. Pero a<br />

tu madre no le vendría mal que le echaras una mano en el Lodge ahora que no está<br />

Rose. Tiene muchísimo trabajo y está agobiada con lo <strong>de</strong> tu padre.<br />

—Charlene y yo...<br />

—No puedo llamar a la mía. A mi madre, me refiero. Apenas me habla, y mi<br />

hermana procura mantenerse alejada <strong>de</strong> nosotros porque quiere una vida tranquila,<br />

normal. No se lo reprocho.<br />

—No sabía que tuvieras una hermana.<br />

—Es dos años mayor que yo. Ahora vive en Kentucky. Llevo sin verla... cinco<br />

años, creo. Los Burke no son muy amigos <strong>de</strong> las fiestas familiares.<br />

—¿No fue a verte cuando te hirieron?<br />

—Llamó. No tenemos mucho que contarnos. Cuando mataron a Jack y me<br />

hirieron a mí, mi madre vino a verme al hospital. Pensé, aunque apenas podía<br />

hacerlo, que quizá, solo quizá, <strong>de</strong> todo aquel horror podía salir algo positivo. Se me<br />

ocurrió que tal vez volveríamos a relacionarnos. Pero ella me preguntó si iba a<br />

<strong>de</strong>jarlo. Si abandonaría la policía para que no tuviera que ir a verme al cementerio en<br />

vez <strong>de</strong> al hospital. Le dije que no, que era cuanto me quedaba. Salió <strong>de</strong> la habitación<br />

sin <strong>de</strong>cir nada más. No creo que hayamos intercambiado más <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong><br />

palabras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. La profesión me arrebató a mi mejor amigo, a mi mujer, a<br />

mi familia.<br />

—No es cierto. —No pudo reprimir el impulso <strong>de</strong> coger su mano, llevársela a la<br />

mejilla y acariciaría—. Sabes que no es cierto.<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> cómo lo enfoques. Pero no lo <strong>de</strong>jé. Estoy aquí porque incluso<br />

cuando estaba en el fondo <strong>de</strong>l pozo fue lo único que conservé. A saber si no fue lo<br />

que impidió que me hundiera <strong>de</strong>l todo. Lo único que sé es que tienes la oportunidad<br />

<strong>de</strong> hacer las paces con tu madre. Y <strong>de</strong>berías aprovecharla.<br />

—Podía haberme pedido personalmente que le echara una mano.<br />

—Es lo que ha hecho. Yo no he sido más que un intermediario.<br />

Con un suspiro, Meg se volvió y pegó una patada <strong>de</strong> mal genio al armario <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro.<br />

—De acuerdo, pero no esperes que esto acabe con un fueron felices y comieron<br />

perdices.<br />

—Lo <strong>de</strong> las perdices queda tan lejos que no hay <strong>de</strong> qué preocuparse.<br />

Dejó a Meg <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Lodge y él volvió a la comisaría.<br />

Pasó un rato escribiendo notas sobre las conversaciones que había tenido con<br />

Otto y John y luego empezó a investigar a los pilotos <strong>de</strong> quienes le había hablado<br />

Otto.<br />

- 220 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

No encontró nada <strong>de</strong>lictivo sobre Stokey Loukes, aparte <strong>de</strong> unas infracciones <strong>de</strong><br />

tráfico. Vivía en Fairbanks y trabajaba <strong>de</strong> piloto en una empresa <strong>de</strong> viajes<br />

organizados llamada Alaska Wild. En su página web, la empresa prometía mostrar a<br />

sus clientes la auténtica Alaska, ayudarles a cazar, a pescar enormes peces, y a captar<br />

panorámicas <strong>de</strong> Gran Solo, todo por distintos precios según las preferencias.<br />

Ofrecían también precios especiales para grupos.<br />

Fielding se trasladó a Australia en 1993 y murió por causas naturales cuatro<br />

años <strong>de</strong>spués.<br />

Thomas Kijinski, alias Dos Dedos, era otra historia. Nate <strong>de</strong>scubrió que le<br />

habían <strong>de</strong>tenido unas cuantas veces por tenencia <strong>de</strong> estupefacientes, intento <strong>de</strong><br />

tráfico, borracheras, <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes públicos y hurtos. Lo habían expulsado <strong>de</strong> Canadá y<br />

le habían retirado en dos ocasiones la licencia <strong>de</strong> piloto.<br />

El ocho <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1988 se encontró su cadáver en un contenedor <strong>de</strong> basuras<br />

<strong>de</strong> un muelle <strong>de</strong> Anchorage, con múltiples puñaladas. Habían <strong>de</strong>saparecido la<br />

cartera y el reloj que llevaba. Conclusión: robo con violencia. Nunca se i<strong>de</strong>ntificó al<br />

autor o autores.<br />

Mirándolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra perspectiva, pensó Nate mientras imprimía los datos,<br />

podría tratarse <strong>de</strong> un ajuste <strong>de</strong> cuentas y no <strong>de</strong> un robo. El piloto va con tres y vuelve<br />

con dos. Unas semanas más tar<strong>de</strong> se le encuentra apuñalado en el interior <strong>de</strong> un<br />

contenedor <strong>de</strong> basura.<br />

Esto haría reflexionar a cualquiera.<br />

En la tranquilidad <strong>de</strong> la comisaría, Nate puso al <strong>de</strong>scubierto el tablón <strong>de</strong>l caso.<br />

Se sirvió café, cogió una lata <strong>de</strong> jamón <strong>de</strong>l armario que utilizaban como <strong>de</strong>spensa y se<br />

preparó algo parecido a un bocadillo.<br />

Luego se sentó ante su mesa, observando el tablón, leyendo las notas y por fin<br />

el último diario <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />

Pasó aquellas largas horas crepusculares pensando.<br />

- 221 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 19<br />

No habló a Meg <strong>de</strong>l diario. Pensó que no era pru<strong>de</strong>nte añadir otra carga a una<br />

mujer que acababa el día cansada e irritable.<br />

Lo que tenía que proporcionarle eran argumentos para que se arremangara y<br />

colaborara en el Lodge, y para que saltara <strong>de</strong> la cama a la mañana siguiente y sirviera<br />

el <strong>de</strong>sayuno a la gente. Sobre todo teniendo en cuenta que la tensión entre ella y<br />

Charlene se había solidificado hasta el punto <strong>de</strong> que se podría cortar y freír junto al<br />

tocino.<br />

Aun así, cuando Nate se sentó a la mesa, apareció ella con la cafetera en la<br />

mano.<br />

—Meg, para servirle. Como espero que me dé una buena propina, aguardaré a<br />

que termine <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar para lanzar la cafetera a la cabeza <strong>de</strong> Charlene.<br />

—Me parece muy bien. ¿Tardará mucho en volver Rose?<br />

—Una semana o dos, pero luego Charlene le <strong>de</strong>jará hacer el horario que le<br />

convenga hasta que pueda trabajar todo el día.<br />

—Todo un <strong>de</strong>talle.<br />

—¡Huy, con Rose, todos los que quieras! —dijo lanzando una envenenada<br />

mirada por encima <strong>de</strong>l hombro en dirección a Charlene—. La tiene muy mimada. Es<br />

a mí a quien no soporta. ¿Y qué va a ser, guapetón?<br />

—Si te digo que probablemente las dos perseguís lo mismo, aunque <strong>de</strong> formas<br />

distintas, ¿me arrojarás la cafetera a la cabeza?<br />

—Podría hacerlo.<br />

—Pues tráeme los copos <strong>de</strong> avena.<br />

—¿Tomas copos <strong>de</strong> avena? —Arrugó su atractiva nariz torcida—. ¿Sin que<br />

nadie te ponga un afilado cuchillo contra el cuello?<br />

—Uno se acostumbra.<br />

—Sí, con el tiempo...<br />

Con un gesto <strong>de</strong> indiferencia, Meg se alejó para tomar nota a otras mesas y<br />

llenar otras tazas.<br />

A Nate le gustaba observarla. Era rápida pero no apresurada, atractiva pero sin<br />

exagerar. Llevaba una blusa <strong>de</strong> franela y <strong>de</strong>bajo una camiseta térmica <strong>de</strong> color<br />

blanco. De una fina ca<strong>de</strong>na que llevaba en el cuello colgaba una figurita <strong>de</strong> plata que<br />

se balanceaba junto a sus senos.<br />

Se había puesto algo <strong>de</strong> maquillaje, Nate lo sabía porque la había visto. Unos<br />

toques <strong>de</strong> color rápidos, eficientes, sin miramientos, en las mejillas, algo <strong>de</strong> sombra<br />

en los ojos y una pasada rápida <strong>de</strong> rímel en las largas y oscuras pestañas.<br />

Nate pensaba que cuando un hombre se fijaba en cómo una mujer se ponía el<br />

rímel es que estaba en el bote.<br />

- 222 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Charlene salió con un pedido; Meg volvió con el bloc <strong>de</strong> notas. Lo único que<br />

indicó que se habían cruzado fue la súbita bajada <strong>de</strong> la temperatura.<br />

Nate cogió la taza y miró sus notas para <strong>de</strong>spistar mientras Charlene se<br />

acercaba a su mesa. Incluso alguien que estaba en el bote tenía suficiente instinto <strong>de</strong><br />

conservación para no ponerse en medio <strong>de</strong> dos mujeres que estaban a la greña.<br />

—¿Le sirvo un poco más? ¿Ya le ha tomado nota Meg? No entiendo por qué no<br />

pue<strong>de</strong> ser más amable con los clientes.<br />

—No, gracias. Sí, ya la ha tomado. Y ha sido amable.<br />

—Será con usted, porque se la tira.<br />

—Charlene... —Captó las <strong>de</strong>scaradas risitas que venían <strong>de</strong>l compartimiento en<br />

el que se sentaban normalmente Hans y Dexter—. Por favor...<br />

—¿Ahora me dirá que es un secreto?<br />

—Des<strong>de</strong> luego ahora ya no lo es —murmuró él.<br />

—¿No ha pasado la noche en su habitación?<br />

Dejó la taza.<br />

—Si para usted eso es un problema, puedo trasladar mis cosas a casa <strong>de</strong> Meg.<br />

—¿Por qué iba a ser un problema para mí? —A pesar <strong>de</strong> su «No, gracias», le<br />

llenó <strong>de</strong> nuevo la taza en un gesto mecánico, y añadió—: ¿Por qué iba a tener yo un<br />

problema?<br />

Nate observó aterrorizado los ojos <strong>de</strong> Charlene, llenos <strong>de</strong> lágrimas. Sin darle<br />

tiempo a pensar cómo abordar la situación, ella se fue a toda prisa, salpicando el<br />

suelo <strong>de</strong> café.<br />

—Mujeres —dijo Bing <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> al lado—. No dan más que quebra<strong>de</strong>ros<br />

<strong>de</strong> cabeza.<br />

Nate se volvió. Bing estaba concentrado en el plato que tenía <strong>de</strong>lante, con<br />

huevos, salchichas y patatas fritas. Esbozaba una taimada sonrisa, pero si Nate no se<br />

equivocaba, sus ojos también transmitían un brillo <strong>de</strong> comprensión.<br />

—¿Ha estado alguna vez casado, Bing?<br />

—Una vez. Duró poco.<br />

—No se me ocurre por qué.<br />

—Pensaba repetir. No sé si agenciarme a una <strong>de</strong> esas rusas que pi<strong>de</strong>s por<br />

correo, como hace Johnny Trivani.<br />

—¿Sigue en su empeño?<br />

—Por supuesto. Según he oído, ha encargado dos. Se me ha ocurrido que<br />

podría esperar y ver cómo le va antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidirme.<br />

—Vaya, vaya... —Puesto que habían iniciado algo así como una conversación,<br />

Nate <strong>de</strong>cidió arriesgarse—: ¿Escala usted, Bing?<br />

—Antes sí. No me gusta mucho. Cuando tengo tiempo libre prefiero cazar.<br />

¿Busca una distracción?<br />

—Pue<strong>de</strong>. Los días son cada vez más largos.<br />

—Usted es <strong>de</strong> ciudad y encima flacucho. Yo que usted no me movería <strong>de</strong>l<br />

asfalto, jefe. Dedíquese a hacer calceta o algo parecido.<br />

—Siempre me ha atraído más el macramé. —Viendo aquel rostro sin expresión,<br />

Nate esbozó una sonrisa—. ¿Cómo no tiene usted una avioneta, Bing? Un hombre<br />

- 223 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

como usted, tan in<strong>de</strong>pendiente, tan manitas con las máquinas... Sería lo más lógico.<br />

—Demasiado trabajo. Yo quiero trabajar con los pies en el suelo. A<strong>de</strong>más, para<br />

pilotar hay que estar un poco majara.<br />

—Eso dicen. Alguien me ha hablado <strong>de</strong> un piloto con un nombre muy curioso.<br />

Seis Dedos o algo así.<br />

—Sería Dos Dedos. Perdió tres en un pie porque se le congelaron o no sé qué<br />

rollos. Valiente hijo puta. Está muerto.<br />

—¿Ah, sí? ¿Se estrelló?<br />

—No. Le dieron la <strong>de</strong>l pulpo. Ah, no... —Frunció el ceño—. Lo apuñalaron.<br />

Cosas <strong>de</strong> la ciudad. Eso les pasa por vivir como sardinas.<br />

—Pues sí. ¿Alguna vez subió a la montaña con él?<br />

—Una vez. El muy cabrón nos llevó, éramos un grupo, a la montaña a cazar<br />

caribús. Nadie sabía que llevaba un globo acojonante hasta que estuvo a punto <strong>de</strong><br />

matarnos a todos. De todas formas acabó con un ojo morado —dijo Bing con<br />

<strong>de</strong>leite—. El muy cabrón.<br />

Nate iba a respon<strong>de</strong>r pero Meg salió <strong>de</strong> la cocina... y la puerta <strong>de</strong> la calle se<br />

abrió.<br />

—¡Jefe Nate! —Jesse entró disparado, unos pasos por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> David—. ¡Está<br />

aquí!<br />

—¡Y tú! —Nate chasqueó los <strong>de</strong>dos ante la nariz <strong>de</strong>l pequeño—. ¿Qué tal están<br />

Rose y el bebé, David?<br />

—Bien. Muy bien. Hemos <strong>de</strong>cidido darle un respiro y venir a por un <strong>de</strong>sayuno<br />

<strong>de</strong> hombres.<br />

—¿Po<strong>de</strong>mos sentarnos con usted? —preguntó Jesse—. Ya que estamos entre<br />

hombres...<br />

—Claro.<br />

—Los hombres más atractivos <strong>de</strong> Lunacy. —Meg sirvió a Nate los copos <strong>de</strong><br />

avena, unas tostadas y un cuenco con macedonia—. ¿Ya conduces, Jess?<br />

Él se echó a reír y se sentó al lado <strong>de</strong> Nate.<br />

—No —replicó—. ¿Me <strong>de</strong>jas pilotar tu avioneta?<br />

—Cuando los pies te lleguen a los pedales. ¿Café, David?<br />

—Sí, gracias. ¿Seguro que esto es comestible? —preguntó a Nate.<br />

—Claro. Ya echaba <strong>de</strong> menos a mi colega <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sayunos. ¿Sienta bien eso <strong>de</strong><br />

ser hermano mayor?<br />

—No sé. La niña llora. Muy fuerte. Y luego duerme. Mucho. Pero me agarra el<br />

<strong>de</strong>do. Y chupa la teta <strong>de</strong> mamá para la leche.<br />

—Vaya —fue todo lo que se le ocurrió <strong>de</strong>cir a Nate.<br />

—¿Te pongo un poco <strong>de</strong> leche en un vaso? —Meg sirvió café a David.<br />

—Rose se ha enterado <strong>de</strong> que estás sustituyéndola. —David añadió azúcar a la<br />

taza—. Quería que supieras que te lo agra<strong>de</strong>ce. Todos te lo agra<strong>de</strong>cemos.<br />

—Tranquilo. —Meg levantó la vista cuando apareció Charlene—. Voy a buscar<br />

la leche mientras <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s en qué consistirá ese <strong>de</strong>sayuno <strong>de</strong> hombres.<br />

Nate <strong>de</strong>jó su coche a Meg y se fue a pie a la comisaría. El sol proyectaba una luz<br />

débil, pero algo era. Las montañas se veían empañadas por las nubes, aquel tipo <strong>de</strong><br />

- 224 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

nubes que Nate ya i<strong>de</strong>ntificaba como portadoras <strong>de</strong> nieve. Aunque el glacial viento y<br />

el terrible frío se habían suavizado. El paseo calentó sus músculos y le <strong>de</strong>spejó la<br />

cabeza.<br />

Encontró caras conocidas por el camino e intercambió saludos con la expresión<br />

ausente <strong>de</strong> aquellos que se ven prácticamente todos los días.<br />

Pensó, no sin cierta sorpresa, que se estaba haciendo un hueco en aquel lugar.<br />

Ya no lo veía como una huida, un refugio o un recurso provisional, sino como un<br />

hueco.<br />

Ni siquiera recordaba la última vez que había pensado en marcharse o<br />

simplemente en <strong>de</strong>jarse llevar hacia otro lugar, otro trabajo. Llevaba días sin tener<br />

que hacer un esfuerzo por salir <strong>de</strong> la cama por la mañana o sin permanecer horas a<br />

oscuras por miedo a dormirse y que volvieran las pesadillas.<br />

A veces volvía el peso, en la cabeza, en los hombros, en el estómago, pero ya no<br />

era tan agobiante ni aparecía con tanta asiduidad.<br />

Miró <strong>de</strong> nuevo las montañas y supo que se lo <strong>de</strong>bía a Patrick Galloway. Le<br />

<strong>de</strong>bía haber conseguido que ahora no pudiera ni siquiera abandonar la búsqueda <strong>de</strong><br />

la justicia.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo al ver pasar a Hopp con el 4x4. La alcal<strong>de</strong>sa bajó el cristal.<br />

—Me voy a ver a Rose y al bebé.<br />

—Salú<strong>de</strong>les <strong>de</strong> mi parte.<br />

—Debería pasar usted mismo a verla. Por cierto, tengo que comentarle un par<br />

<strong>de</strong> cosas. Pasado mañana, los fe<strong>de</strong>rales provocarán un alud controlado, <strong>de</strong> forma que<br />

quedará bloqueada la carretera entre Lunacy y Anchorage.<br />

—¿Cómo dice?<br />

—Los fe<strong>de</strong>rales provocan alu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vez en cuando para <strong>de</strong>spejar la montaña.<br />

Tienen previsto hacerlo pasado mañana a las diez <strong>de</strong> la mañana. Peach acaba <strong>de</strong><br />

recibir la información y me lo ha comentado cuando he pasado por la comisaría.<br />

Habrá que comunicarlo a la gente.<br />

—Me encargaré <strong>de</strong> ello.<br />

—A<strong>de</strong>más está lo <strong>de</strong> ese maldito alce que rondaba cerca <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> la escuela;<br />

cuando unos críos han querido ahuyentarlo se ha dado contra unos coches aparcados<br />

y se ha vuelto contra los chavales. Han encerrado a los niños en las aulas porque el<br />

alce <strong>de</strong> marras está muy cabreado. ¿Se pue<strong>de</strong> saber <strong>de</strong> qué se ríe? —pregunto—.<br />

¿Usted no ha visto nunca un alce cabreado?<br />

—Pues no, señora, pero me temo que no voy a tardar en verlo.<br />

—Si no consigue ahuyentarlo, tendrá que cargárselo. —Hizo un gesto <strong>de</strong><br />

asentimiento al ver que él se ponía serio—. Ese animal pue<strong>de</strong> hacer daño a alguien.<br />

—Déjelo en mis manos.<br />

Apretó el paso. No pensaba liquidar a un alce y mucho menos cerca <strong>de</strong> la<br />

escuela. Podían llamarle forastero, pero por ahí no pasaba.<br />

Entró en la comisaría y encontró a su personal, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> a Ed Woolcott. Otto<br />

estaba rojo <strong>de</strong> ira y su nariz prácticamente rozaba la <strong>de</strong> Ed.<br />

Alu<strong>de</strong>s, un alce loco, un ayudante rojo <strong>de</strong> ira y un banquero cabreado. ¡Vaya<br />

mañanita!<br />

- 225 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¡Ya era hora! —exclamó Ed—. Tenemos que hablar, jefe. En su <strong>de</strong>spacho.<br />

—Tendrá que esperar. Peach, pase a la KLUN la información sobre la previsión<br />

<strong>de</strong>l alud. Que lo repitan en los boletines cada hora, durante todo el día. Haga<br />

también unos carteles, que pegaremos por Lunacy. Usted, Peter, vaya con el coche a<br />

informar en persona a quienes residan al sur <strong>de</strong> Wolverine. Tienen que saber lo que<br />

se avecina, y que estarán sitiados hasta que se haya <strong>de</strong>spejado la carretera.<br />

—De acuerdo, señor Burke.<br />

—Jefe Burke... —dijo Ed.<br />

—Un momento —respondió Nate haciéndole un gesto para que esperara—.<br />

Otto, tenemos un alce con malas pulgas cerca <strong>de</strong> la escuela. Ya ha provocado<br />

<strong>de</strong>sperfectos en algún vehículo. —Mientras hablaba, se dirigía al armero—.<br />

Acompáñeme y veremos si po<strong>de</strong>mos alejarlo.<br />

Lo abrió y escogió una carabina, aunque rezó para sus a<strong>de</strong>ntros no tener que<br />

emplearla.<br />

—Llevo diez minutos esperando —se quejó Ed—. Sus ayudantes son capaces <strong>de</strong><br />

solucionar un simple caso <strong>de</strong> fauna autóctona.<br />

—Pue<strong>de</strong> esperarme aquí, o si lo prefiere, pasaré por el banco en cuanto<br />

hayamos resuelto la situación.<br />

—Como teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong>...<br />

—Está usted hecho un pelmazo —terminó la frase Nate—. Necesitaremos su<br />

coche Otto. El mío está en el Lodge. En marcha.<br />

—Parecía una trucha boqueando fuera <strong>de</strong>l agua —dijo Otto cuando estuvieron<br />

fuera—. Pedirá su cabeza por esto, Nate, pue<strong>de</strong> estar seguro. Ed no se anda con<br />

chiquitas.<br />

—Tengo ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> más arriba. La alcal<strong>de</strong>sa me ha encargado que me ocupe<br />

<strong>de</strong>l alce, así que me ocupo <strong>de</strong>l alce. —Se metió en el coche <strong>de</strong> Otto—. No vamos a<br />

dispararle.<br />

—¿Por qué ha cogido la carabina?<br />

—Para intimidarle.<br />

El complejo escolar consistía en tres pequeños edificios bajos con un cuidado<br />

bosquecito a un lado y un pequeño campo cuadrado en el otro. Sabía que los<br />

pequeños salían al campo en el recreo dos veces al día, siempre que el tiempo no lo<br />

impedía.<br />

Puesto que casi todos los niños habían nacido allí, hacía falta un tiempo<br />

realmente <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios para suprimir el recreo.<br />

Los mayores pasaban el rato en el bosquecito, don<strong>de</strong> fumaban o discutían entre<br />

sí, antes y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las clases.<br />

Había un mástil, y en aquella hora <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>berían on<strong>de</strong>ar la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong><br />

Estados Unidos y la <strong>de</strong> Alaska. Pero estaban más o menos a media asta, y se agitaban<br />

levemente por la acción <strong>de</strong> un viento sin empuje.<br />

—Seguro que los críos estaban izando las ban<strong>de</strong>ras cuando lo han visto —<br />

murmuró Nate—. Y han <strong>de</strong>cidido perseguirlo.<br />

—Para cabrearlo.<br />

Nate echó un vistazo a los dos coches abollados <strong>de</strong>l pequeño aparcamiento.<br />

- 226 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Eso parece.<br />

Localizó al alce en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosquecito; estaba frotándose la cornamenta<br />

contra la corteza <strong>de</strong> un árbol. Vio también un pequeño reguero <strong>de</strong> sangre. Ya que no<br />

le habían hablado <strong>de</strong> heridos, dio por supuesto que la sangre era <strong>de</strong>l animal.<br />

—No veo que esté creando ningún problema —observó Nate.<br />

—Parece que se ha hecho un corte al arremeter contra esos coches, <strong>de</strong> modo que<br />

no estará <strong>de</strong> muy buen humor. Si preten<strong>de</strong> quedarse por aquí habrá problemas, sobre<br />

todo si algún espabilado se escapa <strong>de</strong> clase y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> perseguirlo <strong>de</strong> nuevo o acercarse<br />

hasta su casa para coger un arma con la intención <strong>de</strong> pegarle un tiro.<br />

—Fantástico. Bueno, acérquese a él tanto como pueda y tal vez se aleje.<br />

—O quizá ataque.<br />

—No estoy dispuesto a disparar a un alce que se está rascando contra un árbol,<br />

Otto.<br />

—Lo hará otro, si sigue tan cerca <strong>de</strong> las casas. La carne <strong>de</strong> alce es excelente.<br />

—No seré yo quien lo haga, ni se hará <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l perímetro urbano, ¡maldita<br />

sea!<br />

Cuando se acercó, el alce se volvió y para su consternación <strong>de</strong>tectó una mirada<br />

más fiera que boba en aquellos oscuros ojos.<br />

—¡Vaya con el cabrón! ¡Toque el claxon!<br />

Los alces no son animales lentos. ¿De dón<strong>de</strong> había sacado la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que sí lo<br />

eran? Se acercaba a ellos al galope, al parecer más movido por el <strong>de</strong>safío <strong>de</strong>l sonido<br />

<strong>de</strong>l motor y <strong>de</strong> la bocina que intimidado. Nate asomó la cabeza por la ventana,<br />

apuntó hacia el cielo y disparó. El alce siguió avanzando y Otto, añadiendo sus<br />

propios juramentos al jaleo, dio un viraje brusco para evitar el choque frontal.<br />

Nate cargó la carabina y volvió a disparar al aire.<br />

—¡Hay que dar a ese hijo <strong>de</strong> puta! —exclamó Otto mientras giraba el volante<br />

tan bruscamente que a punto estuvo <strong>de</strong> hacer saltar a Nate por la ventana.<br />

—No pienso hacerlo.<br />

Cargó <strong>de</strong> nuevo el arma y esta vez disparó contra el suelo nevado, a apenas<br />

medio metro <strong>de</strong>l alce. El animal cambió bruscamente <strong>de</strong> dirección y, a un trote<br />

bastante torpe, se metió entre los árboles.<br />

Nate disparó otros dos tiros para asegurar la espantada.<br />

Luego se <strong>de</strong>splomó en el asiento, resoplando. Tras ellos se oía el griterío, las<br />

carcajadas y las ovaciones <strong>de</strong> los niños y los muchachos que asomaban la cabeza por<br />

las puertas <strong>de</strong> la escuela.<br />

—Está loco. —Otto se quitó la gorra para pasarse la mano por encima <strong>de</strong>l pelo<br />

que llevaba casi al cero—. Debe <strong>de</strong> estar loco. Sé que en Baltimore <strong>de</strong>jó seco a un tipo.<br />

¿Y ahora es incapaz <strong>de</strong> dispararle una perdigonada a un alce?<br />

Nate aspiró profundamente y se quitó <strong>de</strong> la cabeza la imagen <strong>de</strong>l callejón.<br />

—El alce iba <strong>de</strong>sarmado. Vámonos, Otto. Tengo que ocuparme <strong>de</strong>l teniente <strong>de</strong><br />

alcal<strong>de</strong>. Usted pue<strong>de</strong> volver y ocuparse <strong>de</strong> los informes.<br />

- 227 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

El teniente <strong>de</strong> alcal<strong>de</strong> no se había dignado esperarle. En efecto, Peach le contó a<br />

Nate que había salido echando pestes y quejándose por haber contratado a un<br />

forastero perezoso y engreído.<br />

Tomándoselo con calma, Nate dio la carabina a Otto, cogió el walkie-talkie y se<br />

dispuso a dar un paseo hasta el banco.<br />

Pensó que en algún lugar <strong>de</strong>l ancho, anchísimo mundo, hacía más frío que en<br />

Lunacy en febrero, y pidió a Dios no tener que visitarlo nunca.<br />

El cielo se había <strong>de</strong>spejado, lo que significaba que había <strong>de</strong>saparecido cualquier<br />

resto <strong>de</strong> aire templado. Pero el sol estaba ahí, <strong>de</strong> forma que con un poco <strong>de</strong> suerte a<br />

media tar<strong>de</strong> se alcanzaría la agradable temperatura <strong>de</strong> seis grados bajo cero. Y se fijó<br />

en que un círculo ro<strong>de</strong>aba el astro, un halo con los tonos rojos, azules y dorados <strong>de</strong>l<br />

arco iris. Aquello que Peter le había mostrado en una ocasión.<br />

Vio a Johnny Trivani, el que soñaba con casarse pronto, charlando en la acera<br />

con Bess Mackie, y a Deb, fuera <strong>de</strong> la tienda, limpiando los cristales como habría<br />

hecho en un precioso día <strong>de</strong> primavera.<br />

Saludó con la mano a Mitch Dauber, a quien vio por la ventana <strong>de</strong> la KLUN;<br />

ponía discos y observaba la vida <strong>de</strong> Lunacy. Pensó que Mitch encontraría alguna<br />

reflexión filosófica que hacer respecto <strong>de</strong>l alce antes <strong>de</strong> que finalizara el día.<br />

Febrero. La i<strong>de</strong>a le sorprendió cuando se encontraba en el cruce <strong>de</strong> Lunatic con<br />

Denali. Prácticamente estaban a las puertas <strong>de</strong> marzo. Enfilaba la recta final <strong>de</strong> los<br />

sesenta días, el plazo que se había marcado. Y seguía allí.<br />

Más que allí, pensó. Estaba adaptándose a aquella vida.<br />

Con expresión pensativa, cruzó la calle y se metió en el banco.<br />

Vio a dos clientes en el mostrador y a otro que recogía unas cartas en la oficina<br />

<strong>de</strong> correos. Por la forma en que lo miraron <strong>de</strong> arriba abajo los clientes y los cajeros,<br />

Nate supo que Ed había montado una buena al llegar.<br />

Saludó con la cabeza al silencioso personal y pasó por la puerta <strong>de</strong> vaivén que<br />

separaba el vestíbulo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>spachos.<br />

La entidad bancaria no realizaba servicios externos ni tenía cajero automático,<br />

pero había una bonita moqueta, exhibía algunos cuadros <strong>de</strong> pintores <strong>de</strong> aquella zona<br />

y en ella se respiraba eficiencia.<br />

Se acercó a la puerta en la que estaba el nombre <strong>de</strong> Ed Woolcott escrito en una<br />

reluciente placa <strong>de</strong> latón y llamó.<br />

El propio Ed le abrió y le dijo:<br />

—Tendrá que esperar. Estoy hablando por teléfono.<br />

—Muy bien.<br />

Después <strong>de</strong> que le dieran con la puerta en las narices, Nate se metió las manos<br />

en los bolsillos y se <strong>de</strong>dicó a observar los cuadros.<br />

Se fijó en uno en el que había un tótem en un bosque nevado; estaba firmado<br />

por Ernest Notti. ¿Sería un pariente <strong>de</strong> Peter?, se preguntó. Tenía aún mucho que<br />

apren<strong>de</strong>r sobre los habitantes <strong>de</strong> Lunacy.<br />

Echó un vistazo a su alre<strong>de</strong>dor. No vio ningún cristal protector entre los cajeros<br />

y los clientes, pero sí cámaras <strong>de</strong> seguridad. No era la primera vez que entraba en el<br />

banco, pues tenía allí su propia cuenta.<br />

- 228 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Puesto que se habían reemprendido las conversaciones, intentó captar algo <strong>de</strong><br />

estas. La sesión nocturna <strong>de</strong> cine, la venta <strong>de</strong> pasteles caseros en beneficio <strong>de</strong> la<br />

banda <strong>de</strong> la escuela, el tiempo, la Iditarod. Charlas <strong>de</strong> pueblo, nada que ver con lo<br />

que podía cocerse en aquellos momentos en una <strong>de</strong> las sucursales <strong>de</strong> su banco en<br />

Baltimore.<br />

Ed le tuvo diez minutos esperando, tiempo suficiente para relajarse y<br />

reflexionar; cuando le abrió la puerta no vio en su rostro una expresión <strong>de</strong>terminada,<br />

pero sí cierto color en las mejillas.<br />

—He <strong>de</strong> comunicarle que he presentado una queja ante la alcal<strong>de</strong>sa.<br />

—Muy bien.<br />

—No me gusta su actitud, jefe Burke.<br />

—Tomo <strong>de</strong>bida nota <strong>de</strong> ello, señor Woolcott. Si eso es todo lo que tenía que<br />

<strong>de</strong>cirme, me retiro para volver a la comisaría.<br />

—Lo que quiero saber es qué está haciendo usted respecto al robo <strong>de</strong> mis<br />

pertenencias.<br />

—Otto se encarga <strong>de</strong> ello.<br />

—Destrozaron mi cabaña y me robaron un equipo <strong>de</strong> pesca <strong>de</strong> gran valor. Creo<br />

que merezco la atención <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—Y la tiene usted. Se ha hecho un informe y la persona a<strong>de</strong>cuada está llevando<br />

el caso. Ni mi personal ni yo mismo nos tomamos a la ligera un robo. Disponemos <strong>de</strong><br />

una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>tallada <strong>de</strong> los enseres robados y en el caso <strong>de</strong> que el ladrón tenga<br />

tan poco juicio como para utilizarlos, hacer algún comentario o intentar ven<strong>de</strong>rlos en<br />

mi jurisdicción, le <strong>de</strong>tendremos en el acto y recuperaremos sus pertenencias.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Ed eran como dos estrechas rendijas en aquel rostro <strong>de</strong> cuero sin<br />

curtir.<br />

—Seguro que si yo fuera una mujer pondría más interés.<br />

—En realidad, no es mi tipo, señor Woolcott —siguió Nate—. Está disgustado y<br />

alterado. Con toda la razón, a<strong>de</strong>más. No han respetado su propiedad. El hecho <strong>de</strong><br />

que probablemente se trate <strong>de</strong> unos críos que hacían el tonto no significa que no<br />

cometieran una infracción. Haremos lo que esté en nuestra mano para <strong>de</strong>volverle sus<br />

pertenencias. Por si le sirve <strong>de</strong> algo, le diré que siento haberme mostrado brusco. Me<br />

preocupaba que unos niños pudieran resultar heridos y he dado prioridad a esa<br />

cuestión. Usted mismo tiene a dos hijos en esta escuela. Supongo que su seguridad<br />

tiene prioridad frente a los enseres robados.<br />

El sofoco se había ido apagando y un largo resoplido indicó a Nate que la crisis<br />

estaba superada.<br />

—De todos modos, ha sido usted grosero.<br />

—Tiene razón. Y distraído. Para ser franco, tengo un montón <strong>de</strong> cosas en la<br />

cabeza. El asesinato <strong>de</strong> Patrick Galloway, el aparente suicidio <strong>de</strong> Max. —Movió la<br />

cabeza con expresión <strong>de</strong> agobio—. Cuando acepté este trabajo, pensé que me<br />

enfrentaría... no sé, a lo sumo con robos como el que ha sufrido usted.<br />

—Trágico. —Ed se sentó y tuvo la gentileza <strong>de</strong> señalar una silla a Nate para que<br />

hiciera lo mismo—. Algo trágico y terrible. Max era amigo mío, un buen amigo.<br />

Se frotó la nuca.<br />

- 229 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Creía que lo conocía, pero no tenía ni i<strong>de</strong>a, ni el menor indicio <strong>de</strong> que<br />

estuviera pensando en el suicidio. Dejar a la mujer y a los hijos <strong>de</strong> esta forma... —<br />

Levantó las manos en una especie <strong>de</strong> disculpa silenciosa—. Creo que este suceso me<br />

ha conmocionado más <strong>de</strong> lo que estaba dispuesto a admitir; me está carcomiendo. Yo<br />

también <strong>de</strong>bo pedirle disculpas.<br />

—No hace falta.<br />

—En cuanto a lo <strong>de</strong>l robo, me he <strong>de</strong>jado llevar. Un mecanismo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa. Es<br />

más fácil hacerse mala sangre por algo así que pensar en Max. He intentado ayudar a<br />

Carrie con los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la ceremonia y en las cuestiones económicas. Una muerte<br />

entraña mucho papeleo. Es duro. Es duro enfrentarse a todo esto.<br />

—No hay nada tan duro como enterrar a un amigo. ¿Hacía mucho que lo<br />

conocía?<br />

—Mucho. De los buenos tiempos. Nuestros hijos se han criado juntos. Y solo<br />

faltaba <strong>de</strong>scubrir que Pat...<br />

—¿También lo conocía?<br />

Sonrió.<br />

—Antes <strong>de</strong> casarme con Arlene. O, como diría ella, antes <strong>de</strong> que Arlene me<br />

domesticara. No he sido siempre el ciudadano serio y responsable, padre <strong>de</strong> familia,<br />

que soy ahora. Pat era... un aventurero. Aquellos fueron buenos tiempos. Otra<br />

historia.<br />

Miró su <strong>de</strong>spacho como si no fuera con él, como si fuera <strong>de</strong> otro y no recordara<br />

cómo había llegado hasta allí.<br />

—Parece imposible.<br />

—Ha sido una gran conmoción para todos <strong>de</strong>scubrir lo <strong>de</strong> Galloway.<br />

—Siempre creí, como todo el mundo, que se había largado, y no me extrañó.<br />

Bueno, no me extrañó mucho. Era una persona inquieta, temeraria. Por eso caía bien.<br />

—Usted escaló con él.<br />

—¡Imagine! —Ed se apoyó en el respaldo—. Me encantaba la escalada—. La<br />

emoción y el sufrimiento. Y sigue gustándome, pero ahora ya no tengo tiempo o no<br />

sé tomármelo. He enseñado a escalar a mi hijo.<br />

—Me han dicho que Galloway era un experto.<br />

—Sí. Aunque era temerario. Demasiado en mi opinión, y me preocupaba,<br />

incluso cuando yo tenía treinta años.<br />

—¿Se le ocurre alguien con quien pudiera haber organizado aquel ascenso en<br />

febrero?<br />

—No, y pue<strong>de</strong> creer que lo he estado pensando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que oí la noticia.<br />

Supongo que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> encontrarse con alguien o con un grupo y que él mismo se los<br />

llevó a la montaña en invierno. Muy propio <strong>de</strong> él, un acto impulsivo, para ganar algo<br />

<strong>de</strong> dinero, o por la simple emoción. Y uno <strong>de</strong> ellos lo mató, vaya usted a saber por<br />

qué. —Iba moviendo la cabeza—. Pero ¿no es la policía estatal la que se ocupa <strong>de</strong> la<br />

investigación?<br />

—Sí. Pero yo siento curiosidad, extraoficialmente.<br />

—Dudo que encuentren al que lo hizo o sepan por qué. Dieciséis años. ¡Madre<br />

mía, cómo cambian las cosas! —murmuró—. Casi ni te das cuenta. Piense que en<br />

- 230 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

cierta época llevaba el banco yo solo, y vivía aquí. Guardaba el dinero en aquella caja<br />

fuerte.<br />

Señaló una caja negra que llegaba hasta el suelo.<br />

—No lo sabía.<br />

—Llegué aquí con veintisiete años. Quería labrarme un futuro en este lugar<br />

inexplorado, civilizarlo a mi antojo. —Esbozó una sonrisa—. Creo que eso es lo que<br />

hice. Los Hopp y el juez Royce fueron mis primeros clientes. ¡La fe que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong><br />

tener en mí para poner su dinero en mis manos! Es algo que no olvidaré nunca. Pero<br />

teníamos un sueño y con él creamos esta población.<br />

—Un lugar muy agradable.<br />

—En efecto, y me siento orgulloso <strong>de</strong> haber colaborado en su creación. Ahí<br />

estaba el viejo Hi<strong>de</strong>l con el Lodge originario. También me confió su dinero, poco<br />

tiempo <strong>de</strong>spués. Luego llegaron otros. Peach con su tercer... perdón, con su segundo<br />

marido. Vivieron un tiempo fuera <strong>de</strong>l núcleo, pero venían a menudo a buscar<br />

provisiones y compañía. Ella se instaló aquí cuando su marido murió. Otto, Bing,<br />

Deb y Harry. Hace falta tener un carácter fuerte y mucha ilusión para montarse la<br />

vida aquí.<br />

—Tiene razón.<br />

—Pues bien... —Aspiró por la nariz—. Pat tenía ilusión y carácter. Lo <strong>de</strong> fuerte<br />

ya no puedo asegurarlo. Lo pasabas bien con ese cabrón. Espero que el caso se cierre<br />

como es <strong>de</strong>bido. ¿Usted cree que algún día sabremos qué ocurrió <strong>de</strong> verdad allí<br />

arriba?<br />

—Las probabilida<strong>de</strong>s no son muchas. Pero estoy seguro <strong>de</strong> que Coben le<br />

<strong>de</strong>dicará el tiempo y los esfuerzos necesarios. Buscará al piloto y a quien pudiera<br />

haber visto a Galloway los días anteriores a la escalada. Tal vez le pregunten a usted<br />

acerca <strong>de</strong> los pilotos a los que recurría para sus excursiones.<br />

—Él solía acudir a Jacob. Pero, <strong>de</strong> haberle subido él, habría informado <strong>de</strong> que<br />

Pat no había vuelto. —Levantó los hombros—. Lógicamente <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser otro.<br />

Vamos a ver...<br />

Cogió una pluma <strong>de</strong> plata y tamborileó con ella con expresión ausente en la<br />

carpeta <strong>de</strong>l escritorio.<br />

—Cuando subíamos con Jacob recuerdo que a veces recurría a... ¿cómo se<br />

llamaba aquel tipo? Un veterano <strong>de</strong> Vietnam... Lakes... Loukes. ¡Eso es! Y también me<br />

acuerdo <strong>de</strong> aquel zumbado... a quien llamaban Dos Dedos. ¿Cree usted que <strong>de</strong>bería<br />

llamar a ese tal Coben y contárselo?<br />

—No estaría <strong>de</strong> más. Yo tengo que volver al trabajo. —Se levantó y le ofreció la<br />

mano—. Supongo que hemos hecho las paces, señor Woolcott.<br />

—Llámeme Ed. Sí, las hemos hecho. Maldita barrena. Pagué <strong>de</strong>masiado por ella<br />

y por eso todavía me fastidia más. Está asegurada, igual que las cañas, pero es<br />

cuestión <strong>de</strong> principios.<br />

—De acuerdo. ¿Sabe qué haré? Me acercaré a su cabaña y echaré un vistazo por<br />

allí.<br />

La satisfacción se reflejó en el rostro <strong>de</strong> Ed.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco. He puesto una cerradura nueva. Le daré las llaves.<br />

- 231 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Una vez solucionadas la cuestión <strong>de</strong>l alce y la <strong>de</strong>l berrinche <strong>de</strong>l teniente <strong>de</strong><br />

alcal<strong>de</strong>, Nate pasó a ver a Rose. Le hizo al bebé los gestos y ruidos que creía<br />

apropiados; la criatura parecía una especie <strong>de</strong> tortuga con la cabeza negra envuelta<br />

en una manta rosa.<br />

Luego pasó por la comisaría e informó a Peach <strong>de</strong> que se iba hasta el lago a<br />

echar un vistazo a la cabaña <strong>de</strong> Ed. Siguiendo un impulso, se <strong>de</strong>tuvo en el Lodge y<br />

cogió a Rock y Bull para que pudieran correr un rato con él.<br />

Fue un viaje agradable, ya que cambió la emisora que sintonizaba<br />

habitualmente Otto, <strong>de</strong> música country, y puso la que le gustaba a él, especializada<br />

en rock alternativo. Llegó al lago escuchando la música <strong>de</strong> Blink 182.<br />

La cabaña <strong>de</strong> Ed se alzaba en solitario sobre una ondulada extensión <strong>de</strong> hielo.<br />

Según calculó Nate, tenía el tamaño <strong>de</strong> dos espaciosos retretes exteriores y estaba<br />

construida con lo que podían ser planchas <strong>de</strong> cedro. Era un poco más ostentosa <strong>de</strong> lo<br />

que había imaginado, con los costados plateados y el tejado en pico.<br />

A<strong>de</strong>más, estaba muy apartada <strong>de</strong>l núcleo que formaban las <strong>de</strong>más cabañas. Se<br />

le ocurrió comparar aquello con una al<strong>de</strong>a formada por las casas <strong>de</strong> los campesinos y<br />

la <strong>de</strong>l terrateniente.<br />

Los perros emprendieron una carrera en el hielo como un par <strong>de</strong> críos mientras<br />

Nate resbalaba y patinaba por aquel terreno.<br />

La tranquilidad resultaba sorpren<strong>de</strong>nte, como en una iglesia, con el suave<br />

rumor musical <strong>de</strong>l viento entre los árboles cubiertos <strong>de</strong> nieve. En el cielo azul se<br />

veían los colores <strong>de</strong>l arco iris y su reflejo relucía en el lago helado.<br />

Tan fuerte era la sensación <strong>de</strong> silencio y soledad que cuando oyó el largo eco <strong>de</strong><br />

un grito se sobresaltó y con la mano buscó el arma que llevaba encima.<br />

El águila <strong>de</strong>scribió un círculo con su esbelto cuerpo <strong>de</strong> un color pardo dorado<br />

contra el azul. Los perros entrechocaban jugueteando y un momento <strong>de</strong>spués se<br />

hundieron en la nieve acumulada al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l lago.<br />

Des<strong>de</strong> allí veía la avioneta <strong>de</strong> Meg. El rojo resplandor junto a la curva que<br />

<strong>de</strong>scribían las heladas aguas. Aquel no era el único rastro <strong>de</strong> civilización, pues divisó<br />

también una nube <strong>de</strong> humo que salía <strong>de</strong> una chimenea, un atisbo <strong>de</strong> casa en el espeso<br />

bosque y su propio aliento en forma <strong>de</strong> vapor.<br />

Soltó una risita. Tal vez tendría que plantearse pescar en el hielo. Algo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

tener ese impulso primitivo <strong>de</strong> querer echar el sedal en un agujero en el hielo y<br />

esperar tranquilamente junto al agua helada.<br />

Se acercó a la cabaña y vio una chapucera pintada, ¡CAGUETA!, cruzada en la<br />

puerta y <strong>de</strong> un color amarillo estri<strong>de</strong>nte.<br />

Otra señal <strong>de</strong> civilización, pensó Nate mientras buscaba las llaves.<br />

Ed había colocado dos candados nuevos, con sus respectivas ca<strong>de</strong>nas<br />

resistentes y relucientes. Los abrió y entró.<br />

Los artistas <strong>de</strong>l spray también habían trabajado <strong>de</strong>ntro. Había obscenida<strong>de</strong>s por<br />

doquier. Comprendió la irritación <strong>de</strong> Ed. A él también le habría cabreado encontrar<br />

algo así en uno <strong>de</strong> sus refugios.<br />

- 232 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Vio el estante en el que guardaba las cañas y se fijó en la pulcritud y el or<strong>de</strong>n<br />

que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> reinar allí antes <strong>de</strong> la vandálica acción.<br />

El aparejo, la cocina Coleman y las sillas estaban intactas, pero habían abierto y<br />

vaciado el pequeño armario en el que supuso que guardaba el whisky, Glenfiddich,<br />

según el informe <strong>de</strong> Otto.<br />

Encontró tacos <strong>de</strong> los que se adhieren a las botas y pensó que no sería mala i<strong>de</strong>a<br />

comprar unos para las suyas. En la cabaña vio también un botiquín, guantes, un<br />

sombrero, una parka vieja, raquetas para la nieve y mantas térmicas.<br />

Las raquetas colgaban <strong>de</strong> la pared, justo encima <strong>de</strong> un CAPULLO pintado en<br />

aquel amarillo chillón. Nate no pudo ver si se habían usado recientemente.<br />

También guardaba allí combustible para la cocina, un utensilio para quitar las<br />

escamas a los peces y un par <strong>de</strong> cuchillos con un aspecto extraordinario. Un montón<br />

<strong>de</strong> revistas, un transistor. Pilas <strong>de</strong> recambio.<br />

Nada, pensó, que no fuera habitual en una cabaña <strong>de</strong> pesca en Alaska.<br />

Salió y ro<strong>de</strong>ó la construcción. Miró hacia el lugar en el que estaba la avioneta <strong>de</strong><br />

Meg y más allá, don<strong>de</strong> empezaba el bosque.<br />

Intentó imaginar a Ed Woolcott, presuntuoso, pero fuerte, mero<strong>de</strong>ando por el<br />

bosque con las raquetas.<br />

- 233 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 20<br />

El inci<strong>de</strong>nte con el alce dio para toda la semana. A Nate le tomaron el pelo y le<br />

felicitaron, según el interlocutor, por la técnica que había empleado para ahuyentar al<br />

animal.<br />

El alce fue como una especie <strong>de</strong> bendición: apartó el tema <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> la<br />

cabeza <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Lunacy, al menos durante unos días.<br />

Se planteó volver a hablar con Carrie y pensó en alguna estrategia para evitar<br />

su posible respuesta <strong>de</strong> darle con la puerta en las narices o negarse en redondo a<br />

recibirle. La notificación <strong>de</strong> que se había incinerado el cadáver, y <strong>de</strong> que Meg la<br />

acompañaba a Anchorage a recoger las cenizas, acabaron <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidirle.<br />

—Tendré que ir contigo —le dijo a Meg.<br />

—Oye, jefe, ya será bastante duro ir y volver... como para que te tengamos a ti<br />

refregándole en las narices los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l caso.<br />

—No tengo intención <strong>de</strong> refregarle nada. Ahora mismo voy a verla. Quedamos<br />

en el río.<br />

—Nate —Meg acabó <strong>de</strong> ponerse las botas—, si crees que la policía <strong>de</strong> Lunacy<br />

tiene que estar representada, por la razón policial que sea, envía a Otto o a Peter. Te<br />

guste o no, eres la última persona a quien Carrie <strong>de</strong>sea ver hoy.<br />

—Nos vemos en el río. —Estaba a punto <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la habitación que<br />

compartían provisionalmente cuando se le encendió la bombilla. Se volvió riendo—.<br />

Rock y Bull. Soy lento pero acabo <strong>de</strong> pillarlo. Será por haber oído tantas historias <strong>de</strong><br />

alces últimamente. Los dibujos animados: Rocky y Bullwinkle.<br />

—O eres muy lento o no tuviste infancia, chaval.<br />

—No, lo que ocurre es que pensé que se trataba <strong>de</strong> dos nombres <strong>de</strong> macho,<br />

como si fueran, no sé, dos boxeadores. Roco, el Toro bravo, o algo así.<br />

Los labios <strong>de</strong> Meg se torcieron levemente en las comisuras. ¿Cómo podía<br />

seducirla cuando estaba enfadada con él?<br />

—Rock es un luchador.<br />

—Pues no andaba yo tan <strong>de</strong>scaminado. Te veo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora.<br />

Había informado ya a sus colaboradores, que se mostraron igual <strong>de</strong> pesimistas<br />

que Meg, <strong>de</strong> que aquella mañana iría a Anchorage. Así que se fue directo a casa <strong>de</strong><br />

Carrie.<br />

La puerta <strong>de</strong> la casa se abrió cuando aún no había llegado a la mitad <strong>de</strong> la<br />

avenida. Vio a Carrie <strong>de</strong>lante, con pantalón y jersey negros.<br />

—Pue<strong>de</strong> dar media vuelta y volver a su coche. No pienso hablar con usted y no<br />

voy a permitirle que entre en casa.<br />

—Quisiera que me concediera cinco minutos, Carrie. No me apetece nada gritar<br />

a través <strong>de</strong> una puerta cerrada lo que he venido a <strong>de</strong>cirle. Ni creo que a usted le haga<br />

- 234 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

ninguna gracia. Será mejor para los dos que me <strong>de</strong>je pasar unos minutos, sobre todo<br />

teniendo en cuenta que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora vamos a compartir avioneta.<br />

—No quiero que usted me acompañe.<br />

—Ya lo sé. Si opina lo mismo cuando haya oído lo que tengo que contarle,<br />

mandaré a Peter en mi lugar.<br />

Su rostro reflejaba la lucha interna que estaba viviendo. Poco <strong>de</strong>spués se volvió<br />

y <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong>jando la puerta abierta para que pudieran entrar él y el aire helado.<br />

Nate entró y cerró la puerta. La encontró en la salita, <strong>de</strong> espaldas, con los brazos<br />

cruzados sobre el pecho y sujetándose los bíceps con tal fuerza que resaltaba el<br />

blanco <strong>de</strong> sus nudillos.<br />

—¿Están sus hijos aquí?<br />

—No, los he mandado a la escuela. Están mejor si siguen la rutina, con sus<br />

amigos. Necesitan normalidad. ¿Cómo pue<strong>de</strong> aparecer aquí <strong>de</strong> esta forma? —Se dio<br />

media vuelta con rapi<strong>de</strong>z—. ¿Y atreverse a acosarme el día en que voy a traer a casa<br />

las cenizas <strong>de</strong> mi esposo? ¿No tiene usted corazón ni compasión?<br />

—Es una visita oficial y lo que tengo que comunicarle es confi<strong>de</strong>ncial.<br />

—Oficial. —Casi escupió la palabra—. ¿Qué quiere? Mi esposo está muerto.<br />

Está muerto y no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse contra los horribles comentarios que usted hace<br />

<strong>de</strong> él. Pero no va a hacerlos en su propia casa. Esta es la casa <strong>de</strong> Max y no repetirá en<br />

ella esas mentiras.<br />

—Usted le amaba. ¿Le amaba tanto como para darme su palabra <strong>de</strong> que no<br />

repetirá lo que voy a <strong>de</strong>cirle? ¿A nadie? ¿A nadie, Carrie?<br />

—¿Y usted se atreve a preguntarme si le amaba...?<br />

—Solo diga sí o no. Tiene que darme su palabra.<br />

—No me interesa que repita sus mentiras. Diga lo que tenga que <strong>de</strong>cir y<br />

lárguese. Le prometo que incluso olvidaré que ha estado aquí.<br />

No le daba otra opción.<br />

—Tengo entendido que Max estuvo en la montaña con Patrick Galloway en los<br />

días que murió este.<br />

—Váyase al infierno.<br />

—Y también tengo entendido que con ellos había otra persona.<br />

La boca <strong>de</strong> Carrie se abrió temblando.<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir... una tercera persona?<br />

—Subieron tres, bajaron dos. Creo que esta tercera persona asesinó a Galloway.<br />

Y también creo que es la que mató a Max, o le indujo al suicidio.<br />

Con la mirada fija en él, soltó una <strong>de</strong> las manos y buscó a tientas el respaldo <strong>de</strong><br />

una silla. Pareció que todo su cuerpo se <strong>de</strong>splomara en el asiento.<br />

—No le entiendo.<br />

—No puedo darle más <strong>de</strong>talles, pero necesito su colaboración... Su ayuda —<br />

rectificó—, para <strong>de</strong>mostrar lo que yo creo. Había allí un tercer hombre, Carrie.<br />

¿Quién era?<br />

—No lo sé. ¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, no lo sé! Ya le... le dije que alguien mató a<br />

Max. Le dije que él no se había suicidado. Se lo dije al sargento Coben. Y sigo<br />

repitiéndoselo.<br />

- 235 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Lo sé. Y la creo.<br />

—Usted me cree. —Las lágrimas empezaron a salir <strong>de</strong> sus ojos y a caer por sus<br />

mejillas—. Usted me cree.<br />

—Sí. Pero la cuestión es que el forense estableció que se trataba <strong>de</strong> un suicidio.<br />

Tal vez Coben tenga sus dudas, pue<strong>de</strong> que su instinto le diga algo, incluso pue<strong>de</strong><br />

haber ciertas pruebas circunstanciales, pero no está comprometido como nosotros.<br />

No pue<strong>de</strong> ni tiene tiempo para seguir esta vía. Tendremos que retroce<strong>de</strong>r muy atrás.<br />

Usted <strong>de</strong>bería intentar recordar <strong>de</strong>talles, sensaciones, conversaciones. No le será fácil.<br />

Y tendrá que guardarlo para usted misma. Le estoy pidiendo que se arriesgue.<br />

Se secó las lágrimas.<br />

—No le entiendo.<br />

—Si estamos en lo cierto, si alguien mató a Max por lo que sucedió en la<br />

montaña, este alguien la estará vigilando. Probablemente se preguntará qué sabe<br />

usted, qué recuerda, qué podía haberle contado Max.<br />

—¿Cree que puedo estar en peligro?<br />

—Creo que lo importante es que vaya con pies <strong>de</strong> plomo. Que no hable <strong>de</strong> esto<br />

con nadie, ni siquiera con sus hijos. Ni con su mejor amiga, ni con el sacerdote. Con<br />

nadie. Quisiera que me <strong>de</strong>jara revisar los objetos personales <strong>de</strong> Max, sus papeles.<br />

Todo... aquí y en el local. Y no quiero que lo sepa nadie. Me gustaría que retrocediera<br />

en el tiempo hasta aquel febrero y recordara qué hizo usted, qué hizo Max, con quién<br />

pasaba el tiempo, cómo se comportaba. Escríbalo.<br />

Carrie lo miró fijamente; había una chispa <strong>de</strong> esperanza en medio <strong>de</strong> la<br />

aflicción.<br />

—¿Encontrará a quien le hizo esto? ¿A quién nos hizo esto?<br />

—Haré lo que esté en mi mano.<br />

Se secó las mejillas.<br />

—He dicho cosas horribles <strong>de</strong> usted a... a todos los que han querido<br />

escucharme.<br />

—Algunas serían ciertas.<br />

—No, no lo eran. —Se apretó los ojos con los <strong>de</strong>dos—. Estoy tan<br />

<strong>de</strong>sconcertada... Me duele el corazón, me duele la cabeza. He hecho un esfuerzo para<br />

contratar a Meg para que me llevara y me trajera porque tenía que <strong>de</strong>mostrar que no<br />

creía... que no estaba avergonzada. Pero en parte lo estaba. —Apartó las manos <strong>de</strong><br />

los ojos y <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto su mirada cansada—. Si él estuvo allí, tenía que saber...<br />

—Aclararemos todo esto. Pue<strong>de</strong> que algunas <strong>de</strong> las respuestas resulten duras,<br />

Carrie, pero siempre será mejor que tener solo las preguntas.<br />

—Ojalá tenga usted razón. —Se levantó—. He <strong>de</strong> arreglarme un poco. —Iba a<br />

salir, pero se <strong>de</strong>tuvo y se volvió—. Esa historia <strong>de</strong>l alce en la escuela... A Max le<br />

habría encantado. Habría sacado un buen artículo. «Expulsan <strong>de</strong> la escuela <strong>de</strong><br />

Lunacy a un alce alborotador» o algo parecido. Estas historias siempre le habían<br />

atraído. Un hombre como él, que encontraba placer en algo tan tonto no podría haber<br />

hecho lo que le hicieron a Pat Galloway.<br />

- 236 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Deseé casarme con él casi en el momento en que lo conocí. Me gustó cómo<br />

hablaba, su proyecto <strong>de</strong> crear una revista aquí, su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo importante que era <strong>de</strong>jar<br />

constancia tanto <strong>de</strong> los pequeños <strong>de</strong>talles como <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s.<br />

Carrie miraba por la ventana <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su asiento, al lado <strong>de</strong> Meg, y Nate vio que<br />

fijaba su mirada en las montañas.<br />

—Vine aquí para trabajar <strong>de</strong> profesora y me quedé porque este lugar me robó el<br />

corazón. En realidad, la enseñanza no era mi fuerte, pero <strong>de</strong>seaba seguir aquí. Y me<br />

gustaron las posibilida<strong>de</strong>s que se me ofrecían... muchísimos más hombres que<br />

mujeres. Yo buscaba a un hombre. —Miró <strong>de</strong> soslayo a Meg.<br />

—¿Y quién no?<br />

Carrie soltó una risita que sonó algo ronca.<br />

—Quería casarme y tener hijos. En cuanto vi a Max supe que me convenía. Era<br />

listo, aunque no en exceso, guapo pero no tanto como para temer que otras le<br />

persiguieran. Era un poco tarambana, mejor dicho, se esforzaba en serlo, pero era <strong>de</strong><br />

aquellos que una mujer sabe que pue<strong>de</strong> hacer entrar en vereda con un poco <strong>de</strong><br />

tiempo y esfuerzo.<br />

Se interrumpió y su respiración entrecortada <strong>de</strong>lató la lucha que libraba contra<br />

las lágrimas.<br />

—¿Las mujeres hacen listas <strong>de</strong> esas cosas? Me refiero a lo que se hace cuando<br />

uno se plantea comprar una casa. Haría falta arreglar el suelo. Cimientos sólidos pero<br />

necesita una remo<strong>de</strong>lación... ¿Sobre este tipo <strong>de</strong> cosas? —preguntó Nate.<br />

Carrie soltó una risita entre lágrimas y se tapó los labios con la mano.<br />

—Pues sí. Al menos es lo que yo hice cuando me acercaba a los treinta. No me<br />

quedé prendada <strong>de</strong> buenas a primeras, quiero <strong>de</strong>cir que no me entró un terrible e<br />

incontenible arrebato, pero me lo llevé a la cama y aquello funcionó. Otro punto a<br />

favor que añadir a la lista.<br />

Se hizo el silencio y Nate carraspeó.<br />

—Vaya, y estos asientos en la columna <strong>de</strong> créditos ¿se hacen con un color o un<br />

tamaño <strong>de</strong> letra <strong>de</strong>terminado?<br />

—Tranquilo, Burke, tienes un consi<strong>de</strong>rable crédito en este apartado —intervino<br />

Meg. Y le dirigió una mirada que transmitía reconocimiento y comprensión. Veía que<br />

le ponía las cosas fáciles a Carrie. Tanto como podía. Luego, volviéndose hacia ella,<br />

dijo—: Se os veía bien juntos. Formabais un buen equipo.<br />

—Lo éramos. Pue<strong>de</strong> que nunca viviera una arrebatadora pasión, pero te contaré<br />

cuándo me enamoré realmente <strong>de</strong> él: cuando cogió por primera vez en brazos a<br />

nuestra hija. La cara que puso al sujetarla aquel día, cómo me miró mientras lo hacía.<br />

La conmoción y la maravilla, la emoción y el terror, todo eso estaba en su rostro. De<br />

modo que no viví una explosión, pero lo que experimenté fue un sentimiento <strong>de</strong><br />

cali<strong>de</strong>z, <strong>de</strong> seguridad y realidad.<br />

»No mató a tu padre, Meg. —Miró <strong>de</strong> nuevo por la ventana—. El hombre que<br />

sostuvo a la pequeña <strong>de</strong> aquella forma no podía haber matado a nadie. Sé que tienes<br />

razones para verlo <strong>de</strong> otra forma, y quisiera <strong>de</strong>cirte cuánto te agra<strong>de</strong>zco que hayas<br />

tenido... la amabilidad <strong>de</strong> acompañarme hoy.<br />

- 237 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Las dos perdimos a alguien a quien amábamos. No <strong>de</strong>mostraríamos nada<br />

abofeteándonos mutuamente.<br />

«Las mujeres —pensó Nate— son más fuertes y enérgicas que todos los<br />

hombres que he conocido. Incluido yo mismo.»<br />

En cuanto aterrizaron, Nate localizó a Coben, y a pesar <strong>de</strong> que le pareció una<br />

<strong>de</strong>cisión poco sensible, <strong>de</strong>jó que Meg y Carrie se ocuparan <strong>de</strong> los trámites y<br />

recuperaran las cenizas <strong>de</strong> Max.<br />

—Thomas Kijinski, alias Dos Dedos, parece la opción más acertada. Hay otro<br />

piloto, Loukes, que trabaja actualmente en Fairbanks, aparte <strong>de</strong> un par más a los que<br />

Galloway llamaba <strong>de</strong> vez en cuando. —Dejó la lista sobre la mesa <strong>de</strong> Coben—. Pero<br />

yo creo que Kijinski es nuestro hombre; lo mataron poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que muriera<br />

Galloway.<br />

—Apuñalado; el caso se investigó y se archivó como atraco. —Coben soltó un<br />

suspiro—. Kijinski jugaba con algunos pájaros <strong>de</strong> cuidado. Apostaba fuerte y al<br />

parecer también traficaba. Cuando murió tenía pagarés por un importe <strong>de</strong> diez <strong>de</strong> los<br />

gran<strong>de</strong>s. El inspector que llevaba el caso estaba convencido <strong>de</strong> que uno <strong>de</strong> sus<br />

pagarés se cobró en persona, pero no pudo <strong>de</strong>mostrarlo.<br />

—¿Y usted se traga estas coinci<strong>de</strong>ncias?<br />

—Yo no me trago nada. La cuestión es que Kijinski llevó mala vida y acabó mal.<br />

Suponiendo que fuera el piloto que llevó a Galloway a su última escalada, no ha<br />

vivido para contárnoslo.<br />

—Entonces supongo que no le importará entregarme una copia <strong>de</strong> su<br />

expediente.<br />

Coben inspiró por la nariz.<br />

—Tengo a la prensa tocándome las pelotas con todo esto, Burke.<br />

—Sí, estoy al corriente <strong>de</strong> que el caso ha salido en la prensa. Yo di la versión<br />

oficial a unos periodistas.<br />

—¿Alguna vez ha visto una salvajada como esta?<br />

Sacó <strong>de</strong> un cajón un ejemplar <strong>de</strong> un periódico sensacionalista y lo <strong>de</strong>jó sobre la<br />

mesa. El titular rezaba:<br />

RESCATAN A UN HOMBRE DE HIELO<br />

DE SU CONGELADA TUMBA<br />

Se veía una foto <strong>de</strong> Galloway, tal como se le encontró en la cueva, a todo color,<br />

bajo el <strong>de</strong>stacado titular en negrita.<br />

—Era <strong>de</strong> esperar una barbaridad así —empezó Nate.<br />

—Tuvo que tomar la foto alguien <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> rescate. Uno <strong>de</strong> ellos sacó una<br />

pasta vendiéndola al periódico. El teniente no me <strong>de</strong>ja ni a sol ni a sombra. Solo me<br />

falta que usted haga lo mismo.<br />

—Había un tercer hombre en la montaña.<br />

- 238 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Sí, según el dietario <strong>de</strong> Galloway. Evi<strong>de</strong>ntemente, no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>mostrar que<br />

muriera inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la última entrada. Con dieciséis años <strong>de</strong><br />

margen, el día <strong>de</strong> la muerte es algo muy incierto. Pudo ocurrir enseguida, un mes<br />

<strong>de</strong>spués, o seis meses <strong>de</strong>spués.<br />

—Sabe bien que no fue así.<br />

—Lo que yo sé —dijo Coben levantando una mano—, lo que puedo <strong>de</strong>mostrar<br />

—añadió levantando la otra— es que el forense dictaminó suicidio, y a mi teniente le<br />

parece bien. ¡Qué le vamos a hacer si Hawbaker no puso ningún nombre en la nota!<br />

—Entrégueme el expediente y yo conseguiré los nombres. Usted se está oliendo<br />

lo mismo que yo, Coben. Que quiera cerrar la tapa para que no salga el hedor es cosa<br />

suya. Pero yo <strong>de</strong>bo asistir a un funeral y me espera una mujer con dos hijos que<br />

merece saber la verdad para po<strong>de</strong>r apren<strong>de</strong>r a vivir con ella. Puedo hacer dos cosas:<br />

tomarme unos días para buscar información aquí, en Anchorage, o que usted me<br />

pase el expediente y yo vuelva a Lunacy.<br />

—Si mi intención fuera cerrar la tapa, no le habría entregado el diario <strong>de</strong><br />

Galloway. —El <strong>de</strong>sánimo se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> él por momentos, y su semblante lo<br />

reflejaba—. Debo ofrecer respuestas a los <strong>de</strong> arriba y ellos quieren la tapa cerrada. La<br />

teoría dominante es la <strong>de</strong> que Hawbaker mató a Galloway y al tercer hombre, el que<br />

estaba herido, según el diario. Y si se mira imparcialmente, es lo más lógico. ¿Por qué<br />

el asesino <strong>de</strong> Galloway salvaría a un hombre herido, a un posible testigo? Hawbaker<br />

se los carga a los dos. Después, el miedo a que las cosas salgan a la luz o el<br />

remordimiento le llevan a acabar con su vida.<br />

—Todo en su sitio.<br />

Coben apretó los labios.<br />

—A algunos les gustan las cosas en su sitio. Le proporcionaré el expediente,<br />

Burke, pero sea discreto en su investigación. Discreto al máximo. La prensa, mi<br />

teniente, si cualquiera se entera <strong>de</strong> sus pesquisas, y <strong>de</strong> que yo le he echado una mano,<br />

me caerá una gorda.<br />

—Hecho.<br />

Meg estaba tan abrumada por la pena <strong>de</strong> Carrie que no le importó pasar otra<br />

velada sirviendo mesas. De haber tenido la oportunidad, habría optado por coger los<br />

perros y largarse con la avioneta. Don<strong>de</strong> fuera. A cualquier lugar don<strong>de</strong> pudiera<br />

pasar un par <strong>de</strong> días completamente sola, apartada <strong>de</strong> las exigencias <strong>de</strong> la gente y <strong>de</strong><br />

sus necesida<strong>de</strong>s.<br />

Aquello, pensaba mientras se metía en la cal<strong>de</strong>ada cocina <strong>de</strong>l Lodge, lo había<br />

heredado <strong>de</strong> Galloway. Despegar, quitárselo <strong>de</strong> encima, sacudírselo. La vida es<br />

<strong>de</strong>masiado corta para andarse con tonterías.<br />

Pero había algo en su interior, esperaba que no tuviera nada que ver con los<br />

genes <strong>de</strong> Charlene, que la obligaba a quedarse y acabar el trabajo.<br />

Colgó los pedidos en la tabla giratoria <strong>de</strong> Mike el grandullón. Dos <strong>de</strong> pastel <strong>de</strong><br />

carne, un especial vegetariano y un salmón sorpresa.<br />

- 239 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Recogió todos los platos que había pedido en su última entrada en la cocina y se<br />

los colocó en un equilibrio tan perfecto que casi le dio un escalofrío verlo. «No tengo<br />

nada contra los camareros —pensaba mientras los llevaba—, pero ojalá no se me<br />

diera tan bien.» No era algo que tuviera en su agenda ni como último recurso.<br />

¡Cuánto necesitaba el aire libre, el silencio! Sus perros, su música. Un buen<br />

polvo.<br />

Estaba a punto <strong>de</strong> explotar.<br />

Trabajó un par <strong>de</strong> horas más con el ruido, las quejas, el chismorreo, los chistes<br />

malos. Notaba cómo aumentaba la presión en su interior, la <strong>de</strong>sesperada necesidad<br />

<strong>de</strong> salir, <strong>de</strong> largarse. Cuando disminuyó la clientela, cogió a Charlene aparte en la<br />

puerta <strong>de</strong> la cocina.<br />

—He terminado por esta noche. Me voy.<br />

—Necesito que me...<br />

—Busca a otro. Lo encontrarás.<br />

Se fue hacia la escalera. Le hacía falta una ducha, recogerlo todo y volver a casa.<br />

Esta vez fue Charlene quien la cogió aparte a ella.<br />

—Dentro <strong>de</strong> una hora tendremos otra avalancha. Los que vienen a tomar una<br />

copa, a...<br />

—Es curioso, pero me da lo mismo.<br />

Iba a cerrar la puerta en sus narices pero su madre ya había entrado y fue ella la<br />

que cerró <strong>de</strong> un portazo.<br />

—Siempre has sido así. Me da lo mismo que te dé lo mismo, pero eso me lo<br />

<strong>de</strong>bes.<br />

Tendría que pasar sin la ducha, solo recoger e irse.<br />

—Cárgalo en mi cuenta.<br />

—Necesito que me eches una mano, Megan. ¿Por qué eres incapaz <strong>de</strong><br />

ayudarme sin ponerte <strong>de</strong> tan mala leche?<br />

—La mala leche la heredé <strong>de</strong> ti. No es culpa mía.<br />

Abrió uno <strong>de</strong> los cajones y echó sobre la cama su contenido.<br />

—Yo he construido algo aquí. Y tú te has beneficiado <strong>de</strong> ello —se quejó<br />

Charlene.<br />

—Me importa un puto pepino tu dinero.<br />

—No estoy hablando <strong>de</strong> dinero. —Charlene cogía las piezas <strong>de</strong> ropa esparcidas<br />

sobre la cama y las lanzaba al aire—. Hablo <strong>de</strong> este lugar. Significa algo. Nunca te ha<br />

importado. En cuanto pudiste te largaste <strong>de</strong> aquí, para alejarte <strong>de</strong> mí, pero significa<br />

algo. Hemos conseguido que salga en los periódicos, en las revistas, en las guías.<br />

Tengo gente trabajando aquí que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> este sueldo para comer y vestir a sus<br />

hijos. Tengo clientes que vienen cada puñetera noche porque este local significa algo.<br />

—Son tuyos —admitió Megan—. No tiene nada que ver conmigo.<br />

—Es lo que <strong>de</strong>cía siempre él, también. —Hecha una furia, pegó una patada a<br />

unos vaqueros que estaban en el suelo—. Eres igual que él, hablas igual que él.<br />

—No es culpa mía.<br />

—Y tampoco nada era nunca culpa suya. Una mala racha en el póquer, y<br />

estábamos una semana sin blanca. «Necesito espacio, Charley, ya sabes cómo soy.<br />

- 240 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Vuelvo en un par <strong>de</strong> días. Ya saldrá algo; y para <strong>de</strong> darme la lata». Pero alguien tenía<br />

que pagar los recibos, ¿no? —preguntó Charlene—. ¿O no había que pagar los<br />

medicamentos cuando tú te ponías enferma o tener algo en metálico cuando<br />

necesitabas unos zapatos? Todas las flores silvestres que me regalaba en verano, las<br />

bonitas canciones, los poemas que me <strong>de</strong>dicaba, no traían comida a la mesa.<br />

—Yo llevo la comida a la mía. Compro mis zapatos. —Se había calmado un<br />

poco—. Yo no digo que no trabajaras. También estaban tus maquinaciones, pero es tu<br />

vida. Conseguiste lo que querías.<br />

—Lo quería a él. ¡Maldita sea, lo quería a él!<br />

—Y yo, <strong>de</strong> modo que perdimos las dos. Eso no tiene remedio.<br />

Volvería a por sus cosas, pensó Meg. En aquellos momentos lo que necesitaba<br />

era marcharse. Fue hasta la puerta, pero vaciló.<br />

—He llamado a Boston, he hablado con su madre. No pondrá impedimentos<br />

para que reclames el cadáver y lo entierres aquí.<br />

—¿La has llamado?<br />

—Sí, ya está hecho. —Abrió la puerta.<br />

—Meg. Por favor, Megan... Espera un momento. —Charlene se sentó en un<br />

extremo <strong>de</strong> la cama, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> ropa <strong>de</strong>sparramada—. Gracias.<br />

«¡Mierda!»<br />

—No ha sido más que una llamada telefónica.<br />

—Es importante. —Charlene juntó las manos en su regazo y fijó la vista en<br />

ellas—. Es tan importante para mí... Estaba furiosa contigo porque te habías ido a<br />

Anchorage a... a verlo. Porque me habías excluido.<br />

Meg cerró la puerta y se apoyó en ella.—No fue eso lo que hice.<br />

—No he sido una buena madre. Quería pasar yo <strong>de</strong>lante, o lo intentaba. Pero<br />

había siempre tanto trabajo... Nunca imaginé que hubiera tanto.<br />

—Eras muy joven.<br />

—Demasiado joven, supongo. Él quería más. —Levantó la vista y luego encogió<br />

los hombros—. Te quería con locura, y <strong>de</strong>seaba tener más hijos. Yo no podía<br />

permitirlo. No quería pasar <strong>de</strong> nuevo por todo aquello, engordar, estar agotada,<br />

repetir todo ese dolor. Y luego el trabajo. Saber que el dinero nunca llegaba cuando lo<br />

necesitabas o simplemente cuando lo querías. Él insistía en eso y yo insistía en otras<br />

cosas, hasta el punto que teníamos la impresión <strong>de</strong> que nos pasábamos la vida<br />

empujándonos mutuamente. A<strong>de</strong>más, yo sentía celos porque él te adoraba, y yo<br />

siempre estaba al margen, era la que <strong>de</strong>cía no.<br />

—Supongo que alguien tenía que hacerlo.<br />

—No sé si lo habríamos conseguido. De haber vuelto, no tengo claro si<br />

habríamos aguantado. Empezamos a <strong>de</strong>sear cosas tan distintas... Pero sé que si nos<br />

hubiéramos separado, él se habría quedado contigo.<br />

Como si necesitara tener las manos ocupadas, iba alisando el cubrecama a uno y<br />

otro lado.<br />

—Te habría llevado consigo —dijo—. Y yo le habría <strong>de</strong>jado. Ya <strong>de</strong>bes <strong>de</strong><br />

imaginártelo. Él te quería más <strong>de</strong> lo que yo era capaz.<br />

- 241 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Le pareció duro, lo más duro que había hecho hasta entonces, pero se acercó a<br />

la cama y se sentó.<br />

—¿Tanto como para reunir el dinero y comprarme unos zapatos?<br />

—Pue<strong>de</strong> que no, pero lo suficiente para llevarte <strong>de</strong> camping para que pudieras<br />

ver las estrellas. Lo suficiente para sentarse junto a la chimenea y contarte cuentos.<br />

—Quisiera pensar que si hubiera vuelto lo habríais conseguido.<br />

Charlene levantó la vista y parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—¿En serio?<br />

—Sí. Me gustaría pensar que habríais encontrado la fórmula para hacerlo<br />

funcionar. En realidad estuvisteis mucho tiempo juntos. Mucho más que la mayoría<br />

<strong>de</strong> la gente. Quisiera preguntarte algo.<br />

—Parece el momento a<strong>de</strong>cuado.<br />

—¿Sentiste un arrebato <strong>de</strong> pasión el día en que lo conociste, cuando te<br />

enamoraste?<br />

—¡Madre mía, por supuesto! Un arrebato que estuvo a punto <strong>de</strong> fulminarme. Y<br />

no <strong>de</strong>sapareció nunca. A veces pensaba que había muerto, que estaba muerto y<br />

enterrado, cuando me enfurecía o estaba agotada. Pero <strong>de</strong> pronto él me miraba y<br />

volvía. Jamás he sentido lo mismo por otro hombre. No pierdo la esperanza, pero no<br />

llega.<br />

—Tal vez ahora <strong>de</strong>berías esperar algo distinto. Hace poco alguien me hablaba<br />

<strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> tener algo cálido y estable.<br />

Se levantó y recogió la ropa esparcida.<br />

—No puedo volver abajo y seguir trabajando esta noche —dijo Meg.<br />

—De acuerdo.<br />

—Te ayudaré con los <strong>de</strong>sayunos, pero tendrías que encontrar a alguien que<br />

sustituyera a Rose. Debo volver a mi casa, a mi vida.<br />

Charlene asintió y se levantó.<br />

—¿Y te llevarás a ese poli tan atractivo?<br />

—Él <strong>de</strong>cidirá.<br />

Meg recogió sus cosas y or<strong>de</strong>nó la habitación. Se planteó <strong>de</strong>jar una nota a Nate<br />

pero <strong>de</strong>cidió que incluso para ella sería <strong>de</strong>masiado frío, incluso <strong>de</strong>scortés.<br />

Por otro lado, recordó que no tenía su coche, aunque también podía «tomar<br />

prestado» el <strong>de</strong> él. O el <strong>de</strong> otro. Y comentárselo luego.<br />

Por fin, con la mochila al hombro, se dirigió hacia la comisaría, no sin antes<br />

pasar por Los Italianos.<br />

Él le había dicho que trabajaría hasta tar<strong>de</strong> en el <strong>de</strong>spacho. El coche estaba<br />

cerrado, así que lo pensó un momento. Podía echar mano <strong>de</strong>l hermoso llavero que<br />

guardaba y probablemente encontraría la que se ajustara a la cerradura. Claro que si<br />

se disparaba la alarma a él no le haría ninguna gracia.<br />

Y teniendo en cuenta que se había criado en la ciudad, lo más seguro era que la<br />

hubiera activado.<br />

Entró con la mochila y la gran pizza en la comisaría.<br />

- 242 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

¡Vaya silencio!, fue su primer pensamiento. ¿Cómo podía trabajar sin música<br />

aquel hombre? Dejó en el suelo la mochila y se disponía a llamarle cuando él<br />

apareció en la puerta.<br />

De no haber estado atenta, Meg no se habría fijado en que la mano <strong>de</strong> Nate<br />

estaba apoyada en la culata <strong>de</strong>l revólver enfundado, ni tampoco en cómo la apartaba<br />

al sonreírle.<br />

—Huelo a comida... y a mujer. Lo que <strong>de</strong>spierta mis instintos <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong> las<br />

cavernas.<br />

—Pizza <strong>de</strong> salchichón. Pensaba que te apetecería algo caliente, en lo que me<br />

incluyo.<br />

—Pues aceptaré ambas cosas. ¿Por qué llevas la mochila?<br />

No se había fijado en que él la había visto.<br />

—Me fugo. ¿Te apuntas?<br />

—¿Pelea con Charlene?<br />

—Sí, pero no es por eso. En realidad, casi hemos hecho las paces. Tenía que<br />

largarme como fuera, Burke. Demasiada gente, <strong>de</strong>masiado tiempo seguido. Me pone<br />

<strong>de</strong> los nervios. He pensado que una pizza y un polvo en casa me calmarían; así ya no<br />

agrediría a nadie y tú no tendrías que <strong>de</strong>tenerme.<br />

—No está mal el plan.<br />

—Mi i<strong>de</strong>a era salir zumbando, pero no lo he hecho. Supongo que se me tendrá<br />

en cuenta.<br />

—Anotadísimo. Y ahora, ¿por qué no <strong>de</strong>jas la pizza por ahí? Encontraré algo<br />

para regarla.<br />

—Tengo esto. —Meg metió la mano en la bolsa y sacó una botella <strong>de</strong> vino<br />

tinto—. Expropiada <strong>de</strong>l bar <strong>de</strong>l Lodge. Tendremos que terminarla para hacer<br />

<strong>de</strong>saparecer todas las pruebas.<br />

Le dio la botella <strong>de</strong> camino hacia el <strong>de</strong>spacho; <strong>de</strong>jó la pizza en su escritorio.<br />

Tras oír la puerta, Nate había cerrado sus archivos, apagado la impresora y el<br />

or<strong>de</strong>nador y colocado la tela encima <strong>de</strong>l tablero.<br />

—¿Servilletas? —preguntó Meg.<br />

No era por falta <strong>de</strong> caballerosidad, pero no podía <strong>de</strong>jarla sola en el <strong>de</strong>spacho.<br />

—Debajo <strong>de</strong>l mostrador <strong>de</strong> Peach. —Sacó su navaja suiza para quitarle el tapón<br />

a la botella—. En realidad, es la primera vez que la uso. Un trabajo <strong>de</strong>l copón, pero...<br />

¡eh! —Le mostró el corcho que acababa <strong>de</strong> sacar—. ¡Lo conseguí!<br />

Meg puso las servilletas y sacó dos tazas <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cafetera.<br />

—¿Y esto qué es? —Levantó un extremo <strong>de</strong> la tela con un <strong>de</strong>do.<br />

—No. —Al ver la cara <strong>de</strong> sorpresa <strong>de</strong> Meg, movió la cabeza—. Déjalo. Vamos a<br />

comer.<br />

Se sentaron y compartieron el vino y la pizza.<br />

—¿Por qué trabajas hasta tan tar<strong>de</strong>, y solo? ¿Estabas matando el tiempo<br />

esperando que acabara mi turno <strong>de</strong> noche?<br />

—En parte, sí. Pero cuéntame, ¿por qué os habéis peleado tú y Charlene?<br />

—Estás cambiando <strong>de</strong> tema.<br />

—Pues sí.<br />

- 243 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Ella con sus exigencias, yo tan <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cida como siempre... Luego ha<br />

salido lo <strong>de</strong> mi padre y... otras cosas, algunas <strong>de</strong> las cuales me han parecido bastante<br />

lógicas. Me ha dicho lo suficiente para ver que no era el tipo más fácil <strong>de</strong>l mundo<br />

para vivir con él en pareja, y que ella, en su curioso y fastidioso estilo, tal vez hizo lo<br />

que pudo. Las dos lo queríamos, mucho más <strong>de</strong> lo que somos capaces <strong>de</strong> querernos<br />

mutuamente.<br />

Se sirvió más vino y cogió con parsimonia otro pedazo <strong>de</strong> pizza, a pesar <strong>de</strong> que<br />

se le había hecho un nudo en el estómago.<br />

—¿Lo que tienes <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> esta tela es sobre mi padre? He visto muchas<br />

películas policíacas, muchas series <strong>de</strong> comisarios, Burke, para saber que hacéis<br />

murales con fotos e informes y otros datos en una investigación.<br />

—No estoy investigando nada, es <strong>de</strong>cir, oficialmente. Y sí, tiene que ver con tu<br />

padre y preferiría que lo <strong>de</strong>jaras como está.<br />

—Ya te avisé, no soy aprensiva.<br />

—Y yo te aviso <strong>de</strong> que algunas cosas no las comparto. Ni las compartiré.<br />

Meg se quedó en silencio, con la vista fija en el trozo <strong>de</strong> pizza.<br />

—¿Eso es lo que le dijiste a tu mujer cuando se lo hacía con otro?<br />

—No —respondió él sin alterarse—. Le importaba un pito mi trabajo.<br />

Ella cerró un momento los ojos; luego se esforzó por abrirlos y fijarlos en los <strong>de</strong><br />

él.<br />

—Ha sido un golpe bajo. A veces no puedo impedir darlos. —Dejó la pizza con<br />

un gesto brusco—. Esta noche no estoy muy a gusto con mi persona. Será mejor que<br />

me aleje y recupere el yo con el que me siento a gusto.<br />

—Pero has sido tú quien ha venido, a traerme la pizza y el vino.<br />

—Me tienes algo atrapada. No sé cuánto durará, pero <strong>de</strong> momento he caído.<br />

—Te quiero, Megan.<br />

—¡Oh, por favor, no me digas esto ahora! —Se levantó y empezó a tocarse el<br />

pelo mientras andaba—. ¡Precisamente cuando estoy <strong>de</strong> tan mala leche! ¿Qué pasa,<br />

Ignatious, preten<strong>de</strong>s que las mujeres te traten a patadas? ¿Estás ansioso porque<br />

alguien te <strong>de</strong>stroce otra vez?<br />

—Se produjo la gran explosión —dijo Nate tranquilo—. Hizo falta la gran<br />

explosión para romper la barrera; creo que he pasado casi todo el año revolcándome.<br />

Últimamente, parecía que el fuego se mantenía sin gran<strong>de</strong>s llamaradas. Siempre es<br />

mejor vivir a fuego lento que a golpe <strong>de</strong> impactos. Pero <strong>de</strong> vez en cuando arremete<br />

<strong>de</strong> nuevo. Se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mi interior como una bola <strong>de</strong> fuego.<br />

Meg se <strong>de</strong>tuvo, se sentó <strong>de</strong> nuevo; el nudo <strong>de</strong>l estómago cada vez le molestaba<br />

más.<br />

—Que Dios te proteja.<br />

—Lo mismo pensaba yo. Pero yo te amo y esto es distinto a mi historia con<br />

Rachel. Entonces lo tenía todo planificado; <strong>de</strong>bía hacerse paso a paso y ser agradable,<br />

estable, lógico y normal.<br />

—Y conmigo no buscas algo lógico y normal.<br />

—Sería per<strong>de</strong>r el tiempo.<br />

—¡No fastidies! Llevas tatuado en el culo que quieres un hogar.<br />

- 244 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No, la única que lleva algo tatuado eres tú, y por cierto, me parece muy<br />

erótico. Tal vez cuando <strong>de</strong>cidas que estás enamorada <strong>de</strong> mí podamos pensar en qué<br />

ocurrirá <strong>de</strong>spués, pero <strong>de</strong> momento...<br />

—Cuando lo <strong>de</strong>cida.<br />

—Sí, cuando lo <strong>de</strong>cidas. Soy paciente, Meg, y en cierta forma, implacable. Estoy<br />

empezando a recuperar el brío. Ha estado mucho tiempo atemperado, pero renace <strong>de</strong><br />

nuevo. Habrá que adaptarse a él.<br />

—Interesante. Da un poco <strong>de</strong> miedo, pero sigue siendo interesante.<br />

—Porque te quiero y confío en ti, voy a enseñarte esto.<br />

Abrió la carpeta que tenía en la mesa, sacó <strong>de</strong> ella las copias <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong><br />

Patrick Galloway y se las pasó.<br />

Se fijó en el instante en que Meg reconocía la letra, en cómo su cuerpo se ponía<br />

rígido, inmóvil, y en la rápida y casi inaudible respiración. Sus ojos buscaron los <strong>de</strong> él<br />

en un movimiento fugaz y luego se clavaron <strong>de</strong> nuevo en las páginas que tenía en la<br />

mano.<br />

No abrió la boca mientras leía. No soltó una lágrima, no mostró ninguna<br />

expresión <strong>de</strong> furia ni un temblor como habría hecho cualquier otra mujer. Cogió <strong>de</strong><br />

nuevo la taza <strong>de</strong> vino y, sorbiéndolo lentamente, fue pasando las páginas.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> sale esto?<br />

—Son copias <strong>de</strong> las páginas <strong>de</strong> un diario que guardaba él en un bolsillo interior<br />

<strong>de</strong> la parka. Coben me las dio.<br />

—¿Cuándo?<br />

—Hace unos días.<br />

Notó cierto ardor en el estómago.<br />

—Y no me lo dijiste. Y no me lo enseñaste.<br />

—No.<br />

—¿Por...?<br />

—Tenía que pensarlo y tú tenías que calmarte.<br />

—¿Eso forma parte <strong>de</strong>l brío, jefe? ¿Tomar <strong>de</strong>cisiones unilaterales?<br />

—Forma parte <strong>de</strong> mi responsabilidad profesional y <strong>de</strong> mis sentimientos<br />

personales. No pue<strong>de</strong>s comentárselo a nadie hasta que yo <strong>de</strong>cida lo contrario.<br />

—¿Y me lo enseñas ahora porque según tu opinión profesional lo has pensado y<br />

yo me he tranquilizado?<br />

—Más o menos.<br />

Meg cerró los ojos.<br />

—Andas con mucho cuidado, ¿verdad? En el plano profesional y en el personal.<br />

Para ti es casi lo mismo.<br />

Nate no respondió y ella abrió los ojos.<br />

—¿Qué sacaría llamándote <strong>de</strong> todo si tú ya has <strong>de</strong>cidido lo que estaba bien? Y<br />

probablemente lo estaba.<br />

Meg sabía que ahora no se le pasaría con tanta facilidad. Apartó el vino y<br />

preguntó:<br />

—¿Y qué opina Cobe?<br />

- 245 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Es más bien qué opinan sus superiores. La teoría es que Max mató a<br />

Galloway y luego al tercer hombre. Cuando se encontró el cadáver <strong>de</strong> tu padre, el<br />

miedo a ser <strong>de</strong>scubierto y el remordimiento le llevaron al suicidio.<br />

—Así redactarán el informe y así lo cerrarán, o como se llame todo eso en el<br />

lenguaje <strong>de</strong> los polis.<br />

—Eso creo.<br />

—Pobre Carrie. —Se inclinó hacia <strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>jó las páginas sobre la mesa—.<br />

Pobre Max. Ni por asomo mató a Patrick Galloway.<br />

—No —dijo Nate, cerrando la carpeta—. No lo hizo.<br />

- 246 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 21<br />

Todo el pueblo se apiñó en el ayuntamiento para la celebración <strong>de</strong>l acto en<br />

memoria <strong>de</strong> Max Hawbaker. Era el único lugar en el que cabía tanta gente. A Nate le<br />

pareció interesante ver a todos los que se habían congregado: gente vestida con ropa<br />

<strong>de</strong> todos los días o <strong>de</strong> domingo, con esmoquin <strong>de</strong> Alaska o botas <strong>de</strong> montaña. Fueron<br />

allí porque Max había sido uno <strong>de</strong> ellos y porque su esposa y sus hijos seguían en<br />

Lunacy. Acudieron, pensó Nate, tanto los que le consi<strong>de</strong>raban un héroe <strong>de</strong>l pueblo<br />

como los que lo veían como un asesino.<br />

Y muchos se inclinaban por lo último. Nate lo vio en sus ojos y lo captó en<br />

retazos <strong>de</strong> conversación. Sin embargo, lo pasó por alto.<br />

Se elogió a Max con cariño y con humor, y en las <strong>de</strong>claraciones públicas se<br />

omitió cuidadosamente el nombre <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />

Terminó la ceremonia. Algunos volvieron al trabajo y otros fueron a casa <strong>de</strong><br />

Carrie para llevar a cabo lo que él siempre llamaba el rebobinado <strong>de</strong>l funeral.<br />

Nate volvió al trabajo.<br />

Charlene atacó a Meg por sorpresa mientras esta <strong>de</strong>scargaba provisiones <strong>de</strong> la<br />

avioneta. La agarró <strong>de</strong>l brazo y la apartó <strong>de</strong> Jacob.<br />

—Tengo que verlo.<br />

—¿A quién?<br />

—Ya lo sabes. Tienes que llevarme a Anchorage, a la funeraria don<strong>de</strong><br />

permanecerá su cuerpo hasta la primavera. Tengo <strong>de</strong>recho a ello.<br />

Meg observó <strong>de</strong>tenidamente el rostro <strong>de</strong> Charlene.<br />

—El caso es que no puedo. Hoy ya es tar<strong>de</strong> para ir a Anchorage y a<strong>de</strong>más tengo<br />

compromisos <strong>de</strong> trabajo. Iditarod ya está en marcha. Muchos quieren sobrevolar la<br />

carrera, sacar fotos.<br />

—Tengo <strong>de</strong>recho a...<br />

—¿A qué viene esto?<br />

—Que no estuviéramos casados no significa que yo no fuera su esposa. Su<br />

mujer <strong>de</strong> verdad, como Carrie para Max.<br />

—¡Por favor! —Meg <strong>de</strong>scribió un par <strong>de</strong> círculos andando—. ¡Y yo que pensaba<br />

que habías <strong>de</strong>mostrado mucha clase asistiendo al acto, mirando a Carrie a los ojos y<br />

dándole el pésame! Y resulta que ahora te da un ataque porque ella ha acaparado<br />

toda la atención.<br />

—No es eso. —O no lo es en parte, pareció admitir—. Quiero verlo y lo veré. Si<br />

no me llevas tú, llamaré a Jerk, en Talkeetna, y le pagaré para que me lleve.<br />

- 247 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Lo has estado tramando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se montó el acto en memoria <strong>de</strong> Max,<br />

¿verdad? Tramando y dándole vueltas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. ¿Qué pasa, Charlene?<br />

—Tú lo has visto.<br />

—Apunta otra a mi favor.<br />

—¿Cómo sé que está muerto? ¿Cómo sé que es él si no lo han visto mis ojos?<br />

Carrie pudo ver a Max.<br />

—Yo no te puedo llevar.<br />

—¿Permitirás que vaya con un <strong>de</strong>sconocido?<br />

Meg se volvió hacia el río. Empezaba a rebosar; había grietas y agujeros por los<br />

que asomaba el agua y el hielo perdía grosor. Era peligroso, pues el nuevo hielo tenía<br />

el mismo aspecto que el resto pero podía romperse bajo los pies en cualquier<br />

momento.<br />

En un lugar que parecía seguro alguien podía encontrar la muerte.<br />

Habían puesto unos carteles <strong>de</strong> advertencia escritos a mano. Obra <strong>de</strong> Nate,<br />

pensó Meg. Él comprendía los peligros <strong>de</strong> una capa fina <strong>de</strong> hielo a pesar <strong>de</strong> que<br />

tuviera un aspecto seguro y normal.<br />

—¿Qué me dices <strong>de</strong> una foto?<br />

—¿A qué te refieres?<br />

Se volvió otra vez.<br />

—¿Te bastará si te traigo una foto <strong>de</strong> él?<br />

—Si pue<strong>de</strong>s ir hasta allí para hacerle una foto, ¿por qué...?<br />

—No tengo que <strong>de</strong>splazarme. Nate tiene fotos. Puedo pedirle una y llevártela.<br />

—¿Ahora?<br />

—No, ahora no. —Se quitó el gorro y se pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo—. Le<br />

parecerá mal. Son pruebas o algo así. Pero te la traeré esta noche. La ves, te<br />

convences y me la <strong>de</strong>vuelves.<br />

Fuera <strong>de</strong> la comisaría, Meg sacó su llavero y encontró en él la llave que llevaba<br />

el distintivo «DP». Había <strong>de</strong>jado a Nate durmiendo y esperaba que siguiera así hasta<br />

que ella volviera. No quería contarle aquel pequeño disparate.<br />

Entró y sacó su linterna. En parte tenía ganas <strong>de</strong> fisgonear y disfrutar <strong>de</strong> la<br />

sensación <strong>de</strong> estar don<strong>de</strong> no <strong>de</strong>bía. Pero sobre todo <strong>de</strong>seaba acabar con el encargo e<br />

irse a la cama.<br />

Fue <strong>de</strong>recha al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Nate. Allí se arriesgó a dar la luz <strong>de</strong>l techo un<br />

instante antes <strong>de</strong> acercarse al tablero <strong>de</strong> corcho.<br />

Apartó con cuidado la tela, pero se le fue <strong>de</strong> las manos cuando dio un vacilante<br />

paso hacia atrás.<br />

No era la primera vez que veía un muerto y sabía que no era algo agradable.<br />

Pero aquellas crudas fotos <strong>de</strong> Max Hawbaker le quitaron la respiración.<br />

Mejor sería quitárselo <strong>de</strong> la cabeza, al menos por el momento. Había ido a<br />

buscar la foto <strong>de</strong> su padre, que le parecía una muerte mucho más limpia, para<br />

llevársela a Charlene.<br />

- 248 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Se metió la foto <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la chaqueta, apagó la luz y salió <strong>de</strong> la misma forma<br />

que había entrado.<br />

Charlene estaba en su habitación y le abrió la puerta vestida con una bata<br />

estampada. Olía a una mezcla <strong>de</strong> whisky, humo y perfume.<br />

—Sería mejor que estuvieras sola —dijo Meg.<br />

—Estoy sola. Le he dicho que se fuera. ¿Dón<strong>de</strong> la tienes? ¿La traes?<br />

—Te <strong>de</strong>jaré que la veas, luego me la llevaré y no quiero oír ni una palabra más<br />

sobre el tema.<br />

—Déjame verla. Déjame verlo.<br />

Meg sacó la foto.<br />

—No, no la toques. Si hay cualquier arruga o lo que sea, Nate se enterará. —<br />

Giró la foto para que se viera la imagen.<br />

—¡Oh! ¡Oh! —Charlene retrocedió casi temblando, como le había ocurrido a<br />

Meg <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l tablón—. ¡Dios mío! ¡No! —Con un gesto brusco intentó <strong>de</strong>tener a<br />

Meg, que iba a guardar <strong>de</strong> nuevo la foto—. Tengo que...<br />

Avanzó un paso y, ante la mirada <strong>de</strong> aviso <strong>de</strong> Meg, entrelazó sus manos en la<br />

espalda.<br />

—Está... igual. ¿Cómo pue<strong>de</strong> ser? Tiene el mismo aspecto. Tantos años y está<br />

idéntico.<br />

—No ha tenido oportunidad <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> aspecto.<br />

—¿Crees que fue rápido? Lo sería, ¿verdad?<br />

—Sí.<br />

—Llevaba esa parka cuando se fue. Es lo que llevaba la última vez que lo vi. —<br />

Se volvió y se sujetó los codos con las manos—. Y ahora vete. —Se estremeció y luego<br />

se tapó la boca con las dos manos—. Meg... —Empezó a girar sobre sí misma.<br />

Pero Meg ya se había marchado.<br />

Charlene fue al cuarto <strong>de</strong> baño, encendió las luces y se miró <strong>de</strong>tenidamente bajo<br />

el potente foco.<br />

Él tenía el mismo aspecto, pensó otra vez. ¡Estaba tan joven!<br />

Y ella no. Nunca más lo sería.<br />

Corría el mes <strong>de</strong> marzo en Alaska, pero aunque los días se hubieran alargado<br />

no parecía que se aproximara la primavera, por más que en el calendario se acercara<br />

el día <strong>de</strong> su inicio.<br />

Últimamente, Nate se <strong>de</strong>spertaba con la luz <strong>de</strong>l día y a menudo en el lado<br />

izquierdo <strong>de</strong> la cama <strong>de</strong> Meg. Cuando paseaba por el centro urbano cada vez veía<br />

más rostros <strong>de</strong> personas y menos capuchas.<br />

Tampoco le recordaban la primavera los huevos <strong>de</strong> plástico que colgaban <strong>de</strong> las<br />

ramas <strong>de</strong> los árboles cubiertas <strong>de</strong> nieve, ni los conejitos, también <strong>de</strong> plástico,<br />

agazapados en las blancas alfombras <strong>de</strong> hierba.<br />

Pero sí le hizo pensar en el buen tiempo la primera rotura que vio en el hielo.<br />

Observaba, con azorado asombro, las pequeñas grietas que se formaban a lo<br />

largo <strong>de</strong> la helada franja <strong>de</strong>l río, como cremalleras resquebrajadas. A diferencia <strong>de</strong>l<br />

- 249 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

agua que sobresalía, las grietas no se llenaban ni se helaban. Aquello lo <strong>de</strong>jó tan<br />

pasmado que permaneció veinte minutos contemplándolo antes <strong>de</strong> volver al<br />

<strong>de</strong>spacho.<br />

—Hay grietas en el río —dijo a Otto.<br />

—¿En serio? Es algo pronto para que se rompa el hielo, pero hemos tenido unos<br />

días cálidos.<br />

Quizá, pensaba Nate, si viviera en Lunacy digamos unos... cien años, pensaría<br />

que eran cálidos los días en los que el termómetro rozaba los dos grados, o los cuatro,<br />

aunque la humedad se metía en los huesos.<br />

—Hay que colocar carteles. Solo nos faltaría que los muchachos que juegan a<br />

hockey se hundieran en el hielo.<br />

—Los chavales tienen más juicio que...<br />

—Hay que colocarlos, como hicimos con el rebosamiento <strong>de</strong>l río, pero en mayor<br />

cantidad. Hay que preguntar a los <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina si tienen tableros para<br />

anuncios. Que redacte los carteles Peach o Peter. Que ponga: «Prohibido patinar,<br />

hielo quebradizo».<br />

—No tan quebradizo...<br />

—Hágame el favor <strong>de</strong> traer media docena <strong>de</strong> carteles, Otto.<br />

Su ayudante refunfuñó, pero fue a por ellos. Nate se fijó en que los labios<br />

pegados <strong>de</strong> Peach intentaban disimular una sonrisa.<br />

—¿Ocurre algo?<br />

—Nada. Nada. Creo que es una buena i<strong>de</strong>a. Demuestra que nos preocupamos<br />

por nuestros ciudadanos, y por el or<strong>de</strong>n. Pero opino que con «Cuidado, grietas» sería<br />

suficiente.<br />

—Escriba lo que le parezca mejor pero hágalo.<br />

Fue hacia la puerta trasera para ver qué podía utilizar como palos.<br />

—Y no <strong>de</strong>je que lo haga Otto.<br />

Cuando se quedó satisfecho al ver la tarea en marcha, redactó en el or<strong>de</strong>nador e<br />

imprimió unas hojas para que pudieran distribuirse.<br />

Las <strong>de</strong>jó en correos, en el banco, en la escuela y luego se dirigió al Lodge.<br />

Apareció Bing y, tras leer el texto por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su hombro, soltó un resoplido.<br />

Sin abrir la boca, Nate releyó el escrito.<br />

ÉPOCA DE GRIETAS:<br />

EL DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LUNACY<br />

PROHÍBE PATINAR, PASEAR O LLEVAR A CABO<br />

OTRAS ACTIVIDADES EN EL RÍO.<br />

—¿Ha encontrado alguna falta, Bing?<br />

—No. Estaba pensando si cree que hay alguien tan estúpido como para ponerse<br />

a patinar en un río con grietas.<br />

—Tal vez el mismo que se lanzaría <strong>de</strong> un tejado para volar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

leído un par <strong>de</strong> cómics <strong>de</strong> Superman. ¿Cuánto tiempo dura esto?<br />

—Depen<strong>de</strong>, supongo. El invierno empezó pronto y la primavera hace lo mismo.<br />

- 250 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Veremos. Cada puñetero año llegan las grietas al río, como ocurre en el lago. No es<br />

nada nuevo.<br />

—Pero un chaval podría estar jugando y caer en el hielo; tendríamos que<br />

preparar otro entierro.<br />

Bing frunció los labios con expresión pensativa mientras Nate se alejaba.<br />

Todavía tenía avisos en la mano cuando vio movimiento <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ventana<br />

<strong>de</strong> The Lunatic.<br />

Cruzó la calle, encontró la puerta cerrada y llamó.<br />

Carrie le observó a través <strong>de</strong>l cristal un momento y luego le abrió.<br />

—Quisiera colocar uno <strong>de</strong> esos papeles en su ventana, Carrie.<br />

Ella lo cogió, lo leyó y fue hasta su mesa a buscar celo.<br />

—Ya lo pondré yo.<br />

—Gracias. —Echó un vistazo al local—. ¿Está sola?<br />

—Sí.<br />

Se había entrevistado con ella un par <strong>de</strong> veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el entierro y en ambas<br />

ocasiones le había parecido que sus respuestas eran dispersas y vagas. Quería darle<br />

tiempo, pero este iba pasando.<br />

—¿Ha podio recordar algún otro <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> aquel febrero?<br />

—He intentado reflexionar, tomar notas, tal como me dijo usted, en casa. —<br />

Pegó el papel en el cristal para que se viera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera—. Me ha sido imposible<br />

hacerlo aquí. O en casa <strong>de</strong> mis padres, don<strong>de</strong> llevé a los críos quince días. No sé por<br />

qué. Me resultaba imposible traducir los pensamientos en palabras. Por eso he<br />

vuelto. He pensado que quizá...<br />

—Muy bien.<br />

—No sabía si sería capaz <strong>de</strong> volver aquí. Sé que Hopp y algunas mujeres<br />

vinieron y... limpiaron... cuando se les permitió hacerlo, pero yo no estaba segura <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r volver.<br />

—Es duro.<br />

Nate había vuelto a su propio callejón, se había esforzado en volver. Y todo lo<br />

que sintió fue una <strong>de</strong>sesperación que le insensibilizaba.<br />

—Tenía que volver. No ha salido ningún número <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces... Demasiado<br />

tiempo. Max había trabajado a conciencia y esto significaba mucho para él.<br />

Carrie se giró, inspirando lentamente mientras echaba una ojeada a la sala.<br />

—En realidad, esto ya no se parece a nada. No tiene el aspecto <strong>de</strong> una revista <strong>de</strong><br />

verdad. Max y yo fuimos a Anchorage, a Fairbanks, incluso a Juneau, a visitar<br />

publicaciones <strong>de</strong> verdad, redacciones <strong>de</strong> verdad. Se le iluminaron los ojos. No se<br />

parecían mucho a esto, pero él estaba orgulloso <strong>de</strong> su redacción.<br />

—No estoy <strong>de</strong> acuerdo con usted. A mí me parece una redacción seria.<br />

Carrie hizo un esfuerzo por sonreír y asintió con brío.<br />

—La mantendré en funcionamiento. Lo he <strong>de</strong>cidido hoy. Poco antes <strong>de</strong> que<br />

llegara usted. Había pensado <strong>de</strong>jarlo; creía que sin él no sería capaz. Pero al llegar<br />

hoy aquí he visto que tenía que seguir. Trabajaré en el próximo número; veré si el<br />

profesor tiene tiempo para echarme una mano, pue<strong>de</strong> que incluso sepa <strong>de</strong> algún<br />

muchacho que quiera trabajar, adquirir cierta experiencia en el periodismo.<br />

- 251 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Muy bien, Carrie. Me alegra oírla.<br />

—Escribiré lo que me pidió, Nate, se lo prometo. Reflexionaré e intentaré<br />

recordar. Sé que le interesaba revisar sus papeles. Aún no he entrado ahí.<br />

No tuvo que señalarle el <strong>de</strong>spacho para que Nate supiera que se refería al lugar<br />

en el que habían encontrado a Max.<br />

—Si quiere pue<strong>de</strong> hacerlo.<br />

Nate pensó que los <strong>de</strong> la estatal no lo habían registrado. Él seguía con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

hacerlo, pero no en aquellos momentos. Cualquiera que pasara por allí podía verle y<br />

preguntarse qué hacía.<br />

—Volveré. ¿Tenía un <strong>de</strong>spacho en casa?<br />

—Uno pequeño. No he tocado sus cosas. Siempre lo pospongo.<br />

—¿Hay alguien ahora mismo en su casa?<br />

—No. Los niños están en la escuela.<br />

—¿Le importa que vaya a echar un vistazo? Si tengo que llevarme algo, le haré<br />

un recibo.<br />

—A<strong>de</strong>lante. —Fue a por su bolso, buscó las llaves y sacó una <strong>de</strong>l llavero—. Con<br />

esta abrirá la puerta <strong>de</strong> atrás. Qué<strong>de</strong>se todo el tiempo que necesite.<br />

No quiso aparcar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hawbaker. La gente hablaría. Dejó el<br />

coche en una curva <strong>de</strong>l río. No vio grietas en el hielo y se preguntó si no se habría<br />

a<strong>de</strong>lantado a los acontecimientos. Se dirigió hacia la parte trasera <strong>de</strong> la casa pasando<br />

por un bosquecillo. Bajo los árboles aquello era mucho más frío, ahí el sol no podría<br />

entrar. Había huellas <strong>de</strong> motos <strong>de</strong> nieve y <strong>de</strong> esquís. Un grupo <strong>de</strong> esquí <strong>de</strong> fondo <strong>de</strong>l<br />

instituto, pensó. Localizó también otras huellas no humanas y enseguida pensó que<br />

ojalá no tuviera que encontrarse cara a cara con el alce al que había espantado.<br />

Conocía poco aquella especie para saber si era rencorosa.<br />

Notó que la capa <strong>de</strong> nieve era más espesa <strong>de</strong> lo que había calculado y se<br />

arrepintió <strong>de</strong> no haber cogido las raquetas. Pero hizo lo que pudo para seguir las<br />

huellas.<br />

Se fijó en algo que se movía, le pareció un zorro, pero cuando se <strong>de</strong>tuvo para<br />

recuperar el aliento se dio cuenta <strong>de</strong> que era un grupo <strong>de</strong> lanudos ciervos.<br />

Avanzaban penosamente hacia el norte, a unos cinco metros <strong>de</strong> él. Dio por supuesto<br />

que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar caminando contra el viento, pues ninguno se volvió. Siguió<br />

observándolos hasta que los perdió <strong>de</strong> vista.<br />

Llegó a la parte trasera <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Carrie, pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> lo que le<br />

pareció un cobertizo para las herramientas y ro<strong>de</strong>ó el edificio construido sobre<br />

pilotes que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> utilizar para guardar reservas. Alguien había <strong>de</strong>spejado la<br />

entrada <strong>de</strong> atrás y junto a la puerta vio un montón <strong>de</strong> leña cubierto por una lona.<br />

Abrió con la llave y entró en una estancia que podía hacer las veces <strong>de</strong> entrada<br />

don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la ropa y <strong>de</strong> zona <strong>de</strong> lavar. Como llevaba las botas mojadas y llenas <strong>de</strong><br />

nieve, se las quitó y las <strong>de</strong>jó, al lado <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

La cocina estaba limpia, casi relucía. Tal vez aquello fuera lo que hacían las<br />

mujeres, o algunas mujeres, para enfrentarse al dolor. Sacar la escoba y la fregona. Y<br />

- 252 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

la gamuza, pensó mientras se a<strong>de</strong>ntraba en la casa, y la aspiradora. No se veía ni una<br />

mota <strong>de</strong> polvo. Ni tampoco el habitual <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la vida diaria.<br />

Quizá ese era el problema: no estaba aún a punto para seguir viviendo.<br />

Subió a la planta superior, localizó la habitación <strong>de</strong> los niños por los carteles en<br />

las pare<strong>de</strong>s y el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en el suelo. Dejó, <strong>de</strong> momento, la habitación principal, en la<br />

que vio la cama pulcramente hecha y una colcha <strong>de</strong> patchwork doblada en el<br />

respaldo <strong>de</strong> una silla. ¿Quizá ahora dormía allí porque no se veía con ánimos <strong>de</strong><br />

tumbarse en la cama que había compartido con su esposo?<br />

Al lado <strong>de</strong> la habitación encontró el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Max. Allí sí se veía <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n,<br />

polvo y las señales <strong>de</strong> la vida cotidiana. En la silla <strong>de</strong>l escritorio vio una tira <strong>de</strong> cinta<br />

adhesiva plateada a lo largo <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las junturas: el trabajo <strong>de</strong> reparación <strong>de</strong> un<br />

manitas. El propio escritorio estaba rayado y pelado, lo que <strong>de</strong>jaba claro que era <strong>de</strong><br />

segunda o <strong>de</strong> tercera mano. En cambio el or<strong>de</strong>nador que tenía encima se veía nuevo<br />

o al menos bien cuidado.<br />

También había un calendario <strong>de</strong> sobremesa, uno <strong>de</strong> esos que ofrecían una<br />

imagen y una frase todos los días. El <strong>de</strong> Max era sobre pesca y como imagen <strong>de</strong>l día<br />

mostraba el cómico dibujo <strong>de</strong> un hombre sujetando un pececito rojo y afirmando que<br />

cuando lo había pescado era más gran<strong>de</strong>. La fecha: el diecinueve <strong>de</strong> enero. Max no<br />

había arrancado la hoja para ver el chiste <strong>de</strong>l día siguiente.<br />

No encontró ninguna nota escrita, ninguna pista <strong>de</strong>l estilo <strong>de</strong>: «Cita con —<br />

nombre <strong>de</strong>l asesino— a medianoche».<br />

Se dispuso a revisar lo que había en la papelera y <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa. Encontró<br />

otras páginas <strong>de</strong>l calendario, algunas con notas. «IDITAROD: ¿PUNTO DE VISTA DEL<br />

PERRO?» «GOTEA EL GRIFO DEL BAÑO. CARRIE CABREADA. ¡ARREGLAR!»<br />

Y la <strong>de</strong>l día anterior a su muerte, cubierta <strong>de</strong> garabatos y con una sola palabra:<br />

«PAT». La cogió y la <strong>de</strong>jó sobre la mesa.<br />

Encontró algunos sobres que indicaban que Max había estado pagando facturas<br />

hacía poco, y un par <strong>de</strong> envoltorios <strong>de</strong> caramelo.<br />

Empezó a revisar los cajones <strong>de</strong> la mesa, encontró un talonario —doscientos<br />

cincuenta dólares con seis centavos en el saldo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abonar las facturas— con<br />

la última fecha registrada dos días antes <strong>de</strong> su muerte. Tres cartillas <strong>de</strong> ahorros. Una<br />

para cada uno <strong>de</strong> sus hijos y otra conjunta <strong>de</strong> él y su esposa. Él y Carrie tenían unos<br />

ahorrillos <strong>de</strong> seis mil diez dólares.<br />

Guardaba también sobres, etiquetas con direcciones. Gomas, clips, una cajita<br />

con grapas. Nada raro.<br />

En el último cajón encontró cuatro capítulos <strong>de</strong> un original titulado:<br />

Ola <strong>de</strong> frío<br />

Novela<br />

Maxwell T. Hawbaker<br />

Nate lo <strong>de</strong>jó sobre la mesa y se levantó para revisar el estante <strong>de</strong> la pared.<br />

Añadió al montón <strong>de</strong> cosas que había <strong>de</strong>jado aparte una caja <strong>de</strong> disquetes y un<br />

álbum con recortes <strong>de</strong> artículos <strong>de</strong> prensa.<br />

- 253 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Luego se sentó para poner a prueba sus dotes informáticas.<br />

No había contraseña, lo que le indicó que Max no tenía nada que ocultar. Una<br />

ojeada a los documentos le mostró una hoja <strong>de</strong> cálculo en la que Max anotaba con<br />

sumo cuidado las cifras <strong>de</strong> la hipoteca y las fechas <strong>de</strong> pago. Un hombre entregado a<br />

la familia, pensó Nate, responsable <strong>de</strong> sus cuentas.<br />

No encontró nada en este apartado que le hablara <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s sumas, <strong>de</strong> algo<br />

fuera <strong>de</strong> lo corriente. Si Max había estado chantajeando a su asesino, no había<br />

registrado las cifras en los asientos mensuales.<br />

Encontró otra parte <strong>de</strong> la novela y el principio <strong>de</strong> otras dos. Un vistazo a los<br />

disquetes le mostró que Max tenía copia <strong>de</strong> todo. En «favoritos» tenía unas cuantas<br />

páginas, principalmente sobre pesca.<br />

Encontró mensajes electrónicos guardados: compañeros <strong>de</strong> pesca, respuestas <strong>de</strong><br />

un par <strong>de</strong> personas sobre la cuestión <strong>de</strong> los perros <strong>de</strong> trineo. Probablemente era el<br />

seguimiento para el artículo que pensaba redactar sobre Iditarod.<br />

Pasó una hora revisando sus cosas, pero nada saltó ante sus ojos gritando: ¡Una<br />

pista!<br />

Reunió todo lo que le había interesado y lo bajó a la entrada, don<strong>de</strong> encontró<br />

una caja vacía para meterlo.<br />

Entró en la cocina. Vio un calendario sobre pájaros. A nadie se le había ocurrido<br />

o nadie se había molestado en pasar a febrero y mucho menos a marzo.<br />

Había anotaciones en más <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> los días. Reunión <strong>de</strong> la Asociación <strong>de</strong><br />

padres, entreno <strong>de</strong> hockey, límite reseña libro, <strong>de</strong>ntista. Rutina familiar normal y<br />

corriente. La cita <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista era para Max, y tenía que acudir dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />

muerte.<br />

Pasó las hojas, echó un vistazo al mes <strong>de</strong> febrero, al <strong>de</strong> marzo. Muchas notas<br />

también, y SALIDA A PESCAR en mayúsculas en el segundo fin <strong>de</strong> semana <strong>de</strong> marzo.<br />

Dejó caer <strong>de</strong> nuevo la hoja. Rutina, normalidad, nada nuevo.<br />

Pero había encontrado en la papelera <strong>de</strong> arriba aquella página <strong>de</strong> calendario<br />

con una única palabra: PAT.<br />

Vio cuatro pares <strong>de</strong> raquetas <strong>de</strong> nieve colgadas en la entrada.<br />

Con la vista fija en ellas, se puso las botas, la chaqueta, cogió la caja y se dispuso<br />

a salir.<br />

Estaba <strong>de</strong> nuevo en el bosque, con nieve hasta el tobillo, cuando un disparo<br />

resonó en el silencio. Instintivamente, <strong>de</strong>jó la caja y metió la mano <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

chaqueta en busca <strong>de</strong> su revólver. Ya lo tenía cuando oyó un estruendo entre los<br />

árboles. Vio un ciervo robusto, con una sólida cornamenta, que se alejaba al galope.<br />

Con el corazón <strong>de</strong>sbocado, Nate tomó la dirección contraria. Habría cubierto<br />

unos veinte metros cuando distinguió entre los árboles una silueta y la enorme arma<br />

que sostenía.<br />

Permanecieron un momento quietos, ambos con el arma a punto. Luego la<br />

silueta levantó la mano izquierda y se quitó la capucha <strong>de</strong> la cabeza.<br />

—Le ha olido —dijo Jacob—. Se ha asustado y ha echado a correr mientras le<br />

disparaba. Por esto lo he perdido.<br />

—Perdido —repitió Nate.<br />

- 254 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Quería llevarle a Rose un poco <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> venado. Últimamente David no ha<br />

podido salir a cazar. —Bajó la mirada lenta y <strong>de</strong>liberadamente hacia el arma <strong>de</strong><br />

Nate—. ¿Caza usted, jefe Burke?<br />

—No. Pero cuando oigo un disparo no busco a quien lo ha efectuado sin saber<br />

dón<strong>de</strong> tengo el arma.<br />

Jacob puso el seguro con gran parsimonia.<br />

—Pues lo ha encontrado, y yo tendré que volver <strong>de</strong> vacío.<br />

—Lo siento.<br />

—El ciervo ha tenido su día <strong>de</strong> suerte. ¿Sabe cómo salir <strong>de</strong> aquí?<br />

—Encontraré el camino.<br />

—Perfecto. —Jacob movió la cabeza, dio media vuelta y, avanzando con soltura<br />

con las raquetas <strong>de</strong> nieve, <strong>de</strong>sapareció entre los árboles.<br />

Nate siguió con el arma en la mano mientras iba a recoger la caja que había<br />

<strong>de</strong>jado en el suelo. No enfundó el arma hasta que llegó al coche.<br />

Fue hasta casa <strong>de</strong> Meg y <strong>de</strong>jó la caja en el fondo <strong>de</strong> un armario. Aquello tenía<br />

que investigarlo en su tiempo libre. Llevaba el pantalón mojado hasta las rodillas, se<br />

cambió y bajó hasta el lago con los perros a comprobar si veía alguna grieta en el<br />

hielo antes <strong>de</strong> volver a Lunacy en coche.<br />

—Los carteles están colocados —le dijo Otto.<br />

—Muy bien.<br />

—Hemos recibido ya dos quejas en las que se nos <strong>de</strong>cía que nos ocupáramos <strong>de</strong><br />

lo nuestro.<br />

—¿Tengo que hablar con alguien?<br />

—No.<br />

—Jefe, tiene dos llamadas, <strong>de</strong> periodistas. —Peach señaló las notas <strong>de</strong> color rosa<br />

que tenía sobre el mostrador—. Acerca <strong>de</strong> Pat Galloway y Max. Seguimiento, han<br />

dicho.<br />

—Para seguirme tendrán que pillarme. ¿Peter sigue patrullando?<br />

—Lo hemos mandado a por la comida. Le tocaba a él. —Otto se rascó la<br />

barbilla—. Para usted pedimos un bocadillo <strong>de</strong> salami.<br />

—Perfecto, gracias. ¿Es normal que un hombre se <strong>de</strong>splace cinco o seis<br />

quilómetros para cazar cuando tiene hectáreas <strong>de</strong> terreno <strong>de</strong> caza junto a su casa?<br />

—Supongo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>.<br />

—¿De qué?<br />

—De entrada, <strong>de</strong> qué busca.<br />

—Sí. Supongo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> eso.<br />

Las grietas <strong>de</strong>l río se alargaban y ensanchaban mientras las temperaturas se<br />

mantenían por encima <strong>de</strong>l punto <strong>de</strong> congelación. Des<strong>de</strong> las orillas, Nate vio por vez<br />

primera el frío y profundo <strong>de</strong>stello azul entre los reflejos blancos. Fascinado, observó<br />

- 255 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

cómo se extendía y oyó algo que sonó a fuego <strong>de</strong> artillería. O al implacable puño <strong>de</strong><br />

Dios.<br />

Las placas <strong>de</strong> hielo subían, inundadas y ro<strong>de</strong>adas por aquel azul, y luego<br />

quedaban flotando plácidamente como una isla recién nacida.<br />

—Las primeras roturas tienen algo casi religioso —comentó Hopp, mientras<br />

paseaba al lado <strong>de</strong> Nate.<br />

—Yo viví la primera con Pixie Newburry y fue una experiencia más traumática<br />

que religiosa.<br />

Hopp guardó silencio mientras observaba el crujido y el retumbar <strong>de</strong>l hielo.<br />

—¿Pixie?<br />

—Sí. Una niña que tenía unos ojos gran<strong>de</strong>s y almendrados. Me <strong>de</strong>jó tirado por<br />

otro chaval cuyo padre tenía un barco. Para mí fue la primera ola en un mar <strong>de</strong><br />

corazones rotos.<br />

—Me parece un poco superficial. Salió usted ganando.<br />

—A los doce años no lo veía así. No imaginaba que las cosas fueran tan <strong>de</strong>prisa.<br />

—En cuanto la naturaleza <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> moverse, no hay quien la pare. Y pue<strong>de</strong> estar<br />

seguro <strong>de</strong> que tendremos algún que otro coletazo invernal antes <strong>de</strong> que se afiance el<br />

buen tiempo. Pero aquí la época <strong>de</strong> las grietas es motivo <strong>de</strong> celebración. Esta noche,<br />

por ejemplo, hay una fiesta en el Lodge. Tal vez quiera aparecer por allí.<br />

—De acuerdo.<br />

—Últimamente ha pasado más tiempo en casa <strong>de</strong> Megan que en el Lodge, en lo<br />

que respecta a dormir. —Sonrió al ver que él se limitaba a mirarla—. Todo el mundo<br />

lo comenta.<br />

—¿Quiere <strong>de</strong>cir que mi elección <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> dormir ha creado algún problema...<br />

en el ámbito oficial?<br />

—En realidad, no. —Sostuvo un cigarrillo con los <strong>de</strong>dos y lo encendió con un<br />

voluminoso Zippo plateado—. Y en el ámbito personal, diría que Meg Galloway no<br />

tiene nada que ver con Pixie Newburry. También se ha comentado que las luces <strong>de</strong><br />

casa <strong>de</strong> Meg siguen encendidas a altas horas <strong>de</strong> la noche.<br />

—Pue<strong>de</strong> que tengamos insomnio. —Ella era la alcal<strong>de</strong>sa, se dijo otra vez Nate.<br />

Y en el diario <strong>de</strong> Galloway no se citaba la presencia <strong>de</strong> una mujer en la montaña—.<br />

Dedico gran parte <strong>de</strong> mi tiempo libre a la cuestión <strong>de</strong> Galloway.<br />

—Comprendo. —Fijó su vista en el río, en aquella pugna entre el azul y el<br />

blanco—. La mayoría <strong>de</strong> la gente pesca, lee un buen libro o ve la tele en sus ratos<br />

libres.<br />

—Los polis no son como la mayoría <strong>de</strong> la gente.<br />

—Haga lo que le venga en gana, Ignatious. Sé que Charlene tiene intención <strong>de</strong><br />

traer a Pat aquí, en cuanto pueda, y enterrarlo. Quiere un funeral con todas las <strong>de</strong> la<br />

ley. Tiene que <strong>de</strong>shelarse la tierra <strong>de</strong>prisa para po<strong>de</strong>r organizado en junio, a menos<br />

que vuelva a helar.<br />

Dio una calada y suspiró otra vez.<br />

—Algo en mi interior <strong>de</strong>sea que sea así. Los muertos, enterrados, los vivos, a<br />

vivir. Sé que es duro para Carrie, pero mantener todo esto en suspenso tampoco le<br />

<strong>de</strong>volverá a su marido.<br />

- 256 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Yo no creo que él matara a Galloway. Y tampoco creo que se suicidara.<br />

El rostro <strong>de</strong> ella no se inmutó, sus ojos siguieron fijos en el agitado río.<br />

—No es eso lo que quisiera oír. Que Dios se apia<strong>de</strong> <strong>de</strong> Carrie, pero no es eso lo<br />

que yo quisiera oír.<br />

—A nadie le gusta oír que tal vez tenga un vecino que ha cometido dos<br />

asesinatos.<br />

La mujer se estremeció y aspiró <strong>de</strong> nuevo el humo. Luego lo expulsó en forma<br />

<strong>de</strong> volutas.<br />

—Yo conozco a mis vecinos, a los que viven a uno y a tres kilómetros <strong>de</strong> mi<br />

casa. Los conozco, sé sus nombres y estoy al corriente <strong>de</strong> sus costumbres. No conozco<br />

a ningún asesino, Ignatious.<br />

—Conoció usted a Max.<br />

—¡Dios mío!<br />

—Y escaló con Galloway.<br />

Su mirada se avivó y se centró en el rostro <strong>de</strong> Nate.<br />

—¿Me está interrogando?<br />

—No. Era solo un comentario.<br />

Suspiró profundamente mientras el hielo se iba partiendo.<br />

—Pues sí. Con mi marido. Y me gustó, disfruté con aquel <strong>de</strong>safío, aquellas<br />

emociones, en mi juventud. Bo y yo salíamos <strong>de</strong> excursión; en los últimos años <strong>de</strong> su<br />

vida, cuando hacía buen tiempo pasábamos alguna noche acampados. De la vida <strong>de</strong><br />

Bo, me refiero —puntualizó.<br />

—¿En quién confiaba sobre todo cuando iba a la montaña? ¿En quién confiaba<br />

Galloway?<br />

—En sí mismo. Es la primera norma <strong>de</strong> la escalada. Debes confiar en ti mismo<br />

<strong>de</strong> principio a fin.<br />

—Por aquel entonces su marido era alcal<strong>de</strong>.<br />

—Un cargo más honorario que oficial en la época.<br />

—Aun así conocía a la gente <strong>de</strong> por aquí. Se fijaba en ellos. Supongo que usted<br />

también.<br />

—¿Y?<br />

—Si lo intenta, si se concentra en aquel febrero <strong>de</strong> 1988, pue<strong>de</strong> que recuer<strong>de</strong><br />

quién, aparte <strong>de</strong> Galloway, estaba fuera <strong>de</strong> Lunacy. Quién pasó una semana o más<br />

tiempo fuera.<br />

Tiró al suelo el cigarrillo, que chisporroteó ligeramente contra la nieve. Luego lo<br />

enterró con esta.<br />

—Confía mucho en mi memoria, Ignatious. Pensaré en ello.<br />

—Perfecto. Si recuerda algo, dígamelo. Pero solo a mí, Hopp.<br />

—Llega la primavera —dijo ella—. Y la primavera a veces es muy dura.<br />

Se alejó <strong>de</strong>jándolo junto al río. Nate permaneció en medio <strong>de</strong>l helado viento<br />

viendo cómo aquel río recuperaba la vida.<br />

- 257 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 22<br />

En aquella estación no era solo el hielo <strong>de</strong>l río lo que se resquebrajaba y subía.<br />

En las calles, congeladas durante el largo invierno, se abrían unas grietas <strong>de</strong>l tamaño<br />

<strong>de</strong> un cañón y unas cavida<strong>de</strong>s en las que se hundiría un camión.<br />

A Nate no le extrañaba que hubieran contratado a Bing para el arreglo y el<br />

mantenimiento <strong>de</strong> las vías públicas. Lo que sí le extrañaba era que a nadie le<br />

importara un comino que el arreglo y el mantenimiento se llevara a cabo a paso <strong>de</strong><br />

tortuga.<br />

Tenía otras preocupaciones en la cabeza.<br />

Descubrió que las personas también se resquebrajaban. Para algunas, que<br />

habían mantenido el juicio durante el oscuro e implacable invierno, la primavera<br />

parecía ser el tiempo i<strong>de</strong>al para soltarse.<br />

Los calabozos se convertían en hogar temporal para borrachos, alborotadores,<br />

organizadores <strong>de</strong> peleas familiares o atontados sin más.<br />

Las bocinas y los silbidos llegaron hasta la ventana <strong>de</strong> su habitación poco<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que amaneciera. Había caído una ligera nevada durante la noche, apenas<br />

un espolvoreo que hacía centellear el asfalto y las aceras bajo el incipiente sol.<br />

Las luces que ro<strong>de</strong>aban el parapeto colocado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l socavón <strong>de</strong> más <strong>de</strong><br />

medio metro, al que él mismo le había puesto el nombre <strong>de</strong> Cráter lunático,<br />

parpa<strong>de</strong>aban, rojas y amarillas. Junto a ellas vio a un hombre que bailaba algo<br />

parecido a una giga. Como distracción matutina, resultaba bastante sorpren<strong>de</strong>nte,<br />

pero que lo hiciera en pelota picada añadía gracia al asunto.<br />

La gente se estaba empezando a reunir allí. Algunos hacían palmas, tal vez<br />

siguiendo su ritmo, pensó Nate. Otros gritaban ánimos o burlas a partes iguales.<br />

Soltando un suspiro, Nate se secó la cara a medio afeitar, se puso la camisa y los<br />

zapatos y bajó.<br />

El comedor estaba <strong>de</strong>sierto, los platos que había con restos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno eran el<br />

testimonio <strong>de</strong>l gancho que tenía un tipo <strong>de</strong>snudo bailando en la calle Lunatic.<br />

Nate cogió una chaqueta <strong>de</strong> una percha y salió en mangas <strong>de</strong> camisa.<br />

Se encontró con silbidos y pateos, así como con una temperatura <strong>de</strong> madrugada<br />

que le pareció que apenas superaba el punto <strong>de</strong> congelación. Se acercó <strong>de</strong>spacio al<br />

lugar don<strong>de</strong> se había congregado la gente.<br />

Entonces reconoció al que bailaba. Tobias Simpsky, que trabajaba por horas <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>pendiente en La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, <strong>de</strong> lavaplatos en el Lodge y <strong>de</strong> pinchadiscos<br />

en Radio Lunacy.<br />

Había pasado <strong>de</strong> la giga a una especie <strong>de</strong> danza india <strong>de</strong> película <strong>de</strong>l Oeste.<br />

—Jefe... —Rose, que cogía <strong>de</strong> la mano a Jess y llevaba al bebé acurrucado contra<br />

su pecho, le sonrió tranquila—. Una bonita mañana.<br />

- 258 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Pues sí. ¿Celebramos algo en particular? ¿Algún ritual pagano <strong>de</strong>l que no<br />

tengo noticia?<br />

—No. Es miércoles, sin más.<br />

—Muy bien. —Pasó en medio <strong>de</strong> la concurrencia—. ¡Eh, Toby! ¿Ha olvidado el<br />

sombrero esta mañana?<br />

Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> bailar, Toby se echó la larga cabellera morena hacia atrás y extendió<br />

los brazos.<br />

—La ropa no es más que un símbolo <strong>de</strong> la negación <strong>de</strong> la naturaleza por parte<br />

<strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong> su aceptación <strong>de</strong> las limitaciones y la pérdida <strong>de</strong> la inocencia. ¡Hoy<br />

me fundo con la naturaleza! Hoy acepto mi inocencia. ¡Soy hombre!<br />

—Yo no diría tanto —gritó alguien, y los congregados empezaron a reír.<br />

—¿Por qué no charlamos un rato sobre ello? —dijo Nate cogiéndole <strong>de</strong>l brazo e<br />

ingeniándoselas para colocar su chaqueta sobre las ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Toby.<br />

—El hombre es un niño y el niño llega <strong>de</strong>snudo al mundo.<br />

—Me suena. Se acabó el espectáculo —exclamó Nate. Intentó colocarle bien la<br />

chaqueta mientras se lo llevaba. La carne <strong>de</strong> gallina <strong>de</strong> la piel <strong>de</strong> Toby recordaba una<br />

cordillera—. Tampoco había mucho que ver —murmuró.<br />

—Solo bebo agua —le dijo Toby—. Y solo como lo que soy capaz <strong>de</strong> conseguir<br />

con mis propias manos.<br />

—Entendido. Nada <strong>de</strong> café o donuts para ti.<br />

—Si no bailamos, volverá la oscuridad y el frío invierno. La nieve. —Echó un<br />

vistazo alre<strong>de</strong>dor con una mirada <strong>de</strong>lirante—. Está en todas partes. Está en todas<br />

partes.<br />

—Ya lo sé. —Lo metió en uno <strong>de</strong> los calabozos. Teniendo en cuenta que Ken era<br />

lo más parecido a un loquero que tenía a mano, se puso en contacto con él para<br />

pedirle si podía pasarse por allí.<br />

En el calabozo <strong>de</strong> al lado, el borracho <strong>de</strong> Mike dormía la mona que la noche<br />

anterior le había llevado a meterse en casa <strong>de</strong>l vecino por confusión.<br />

Incluida la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> Mike, había tenido seis inci<strong>de</strong>ncias entre las once y las<br />

dos. Habían acuchillado los neumáticos <strong>de</strong>l camión <strong>de</strong> Hawley, se había encontrado<br />

un transistor a todo volumen <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> Sarrie Parker, habían roto unos<br />

cristales en la escuela, y habían aparecido más pintadas amarillas en la nueva moto<br />

<strong>de</strong> nieve <strong>de</strong> Tim Bower y en el Ford Bronco <strong>de</strong> Charlene.<br />

Por lo que parecía, el mero hecho <strong>de</strong> pensar en la primavera provocaba a los<br />

nativos.<br />

Nate estaba pensando en un café, en el <strong>de</strong>sayuno que se había perdido, en lo<br />

que podía llevar a un hombre a bailar <strong>de</strong>snudo en una calle nevada cuando Bing<br />

irrumpió violentamente, con el aspecto <strong>de</strong> un tanque y el aire <strong>de</strong> estar dispuesto a<br />

cargarse a alguien.<br />

—He encontrado esto en mi equipo. —Con gesto brusco puso dos cañas <strong>de</strong><br />

pescar sobre el mostrador; luego sacó la barrena, que a Nate le pareció una especie <strong>de</strong><br />

espada en forma <strong>de</strong> tirabuzón, y también la puso allí encima—. No soy un ladrón, y<br />

más le vale que encuentre a quien ha escondido esto ahí para que nadie me tome por<br />

lo que no soy.<br />

- 259 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿No será lo que le quitaron a Ed Woolcott?<br />

—¿No tenía el nombre grabado en sus malditas cañas? Es propio <strong>de</strong> un inútil<br />

remilgado grabar su nombre en unas cañas que valen un huevo. Tenga presente que<br />

no voy a tolerar que Ed me acuse <strong>de</strong> habérselas birlado. Que no lo intente porque le<br />

hago una cara nueva.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> lo ha encontrado?<br />

Bing cerró los dos puños.<br />

—Y como lo insinúe usted, también se la hago a usted, jefe.<br />

—Yo no he dicho nada <strong>de</strong> eso, le he preguntado dón<strong>de</strong> lo había encontrado.<br />

—En mi cabaña. Anoche salí. Iba a remolcarla para guardarla. Fue cuando lo<br />

encontré. He pensado qué podía hacer con ello y he <strong>de</strong>cidido hacer esto. —Señaló<br />

con el <strong>de</strong>do a Nate—. Y ahora usted haga lo que tiene que hacer.<br />

—¿Cuándo estuvo por última vez en su cabaña antes <strong>de</strong> anoche?<br />

—He estado ocupado, ¿o es que aún no lo sabe? Hará unos quince días. Si<br />

hubiera estado allí, lo habría visto enseguida, como me ha pasado esta vez. Yo no uso<br />

esas cosas <strong>de</strong> inútil.<br />

—¿Por qué no pasa a mi <strong>de</strong>spacho, Bing, y lo hablamos con calma?<br />

Volvió a cerrar los puños, esta vez mostrando los dientes.<br />

—¿Para qué?<br />

—Tendrá que firmar una <strong>de</strong>claración oficial. Contarme si se fijó en algo más, si<br />

sobraba o faltaba algún otro objeto, si la cabaña estaba cerrada con llave, si tiene i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> quién podría querer buscarle las pulgas...<br />

Bing frunció el ceño.<br />

—Tendrá que confiar en mi palabra.<br />

—Exactamente.<br />

Bing levantó su peluda barbilla.<br />

—De acuerdo. Pero tendrá que ser rápido. Tengo trabajo que hacer.<br />

—Será rápido. Y usted tendrá que arreglar el cráter <strong>de</strong> Lunatic antes <strong>de</strong> que se<br />

trague a toda una familia.<br />

Puesto que Bing era hombre <strong>de</strong> pocas palabras, en diez minutos tuvieron lista la<br />

<strong>de</strong>claración.<br />

—¿Usted y Ed tienen algún asunto <strong>de</strong>l que yo no esté al corriente?<br />

—Pongo el dinero en su banco y lo saco cuando hace falta.<br />

—¿Se relacionan?<br />

Bing respondió con un bufido.<br />

—No me invita a cenar a su casa, ni yo aparecería por allí si lo hiciera.<br />

—¿Y eso? ¿Tan mal cocina su mujer?<br />

—Se dan muchos aires, los dos, como si fueran superiores al resto. Es un<br />

gilipuertas, pero pue<strong>de</strong> que sea mejor que mucha otra gente. —Hizo un gesto <strong>de</strong><br />

indiferencia con sus anchísimos hombros. A Nate le parecía que tenía una montaña<br />

<strong>de</strong>lante—. No tengo nada contra él.<br />

—¿Se le ocurre alguien que pudiera tener algo contra usted? ¿Que quisiera<br />

crearle problemas?<br />

- 260 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Yo voy a lo mío y espero que los <strong>de</strong>más hagan lo mismo. Y si a alguien le<br />

molesta, le...<br />

—Hace una cara nueva —acabó Nate—. Me ocuparé <strong>de</strong> que <strong>de</strong>vuelvan a Ed lo<br />

que es suyo. Le agra<strong>de</strong>zco que lo haya traído aquí.<br />

Bing se quedó un momento allí sentado tamborileando en los muslos con sus<br />

robustos <strong>de</strong>dos.<br />

—No soporto que me traten <strong>de</strong> ladrón.<br />

—Ni yo.<br />

—No veo por qué tiene tanto empeño en encerrar a un tipo que se ha tomado<br />

unas copas o le da a alguien que le planta cara, pero lo <strong>de</strong> robar es diferente.<br />

Nate vio que lo <strong>de</strong>cía en serio. Estaba fichado por violencia, pero no por robo.<br />

—¿Y?<br />

—Pues que alguien me quitó mi cuchillo Buck y los guantes que tenía en el<br />

equipo.<br />

Nate sacó otro impreso.<br />

—Haga una <strong>de</strong>scripción.<br />

—Un puto cuchillo Buck. —Silbó entre dientes al ver que Nate esperaba—. Con<br />

una hoja <strong>de</strong> doce centímetros, plegable, con mango <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Un cuchillo <strong>de</strong> caza.<br />

—¿Y los guantes? —insistió Nate mientras tecleaba la <strong>de</strong>scripción.<br />

—Guantes <strong>de</strong> trabajo, ¡qué va a ser! De piel <strong>de</strong> vaca, forrados con borreguillo.<br />

Negros.<br />

—¿Cuándo vio que no los tenía?<br />

—La semana pasada.<br />

—¿Y por qué lo <strong>de</strong>nuncia ahora?<br />

Bing se quedó un minuto en silencio y luego movió aquellos hombros como<br />

montañas.<br />

—Pue<strong>de</strong> que a fin <strong>de</strong> cuentas no sea usted tan tonto.<br />

—Me emociona su comentario. Intentaré contener las lágrimas. ¿Guarda su<br />

equipo bajo llave?<br />

—No. Nadie ha sido nunca tan estúpido como para revolver mis cosas.<br />

—Siempre hay una primera vez —dijo Nate.<br />

Cuando se quedó solo, a la espera <strong>de</strong> que llegara el médico para hacer una<br />

valoración psicológica <strong>de</strong> Toby, Nate estudió los informes. Tenía un montón. Tal vez<br />

no era el tipo <strong>de</strong> trabajo al que se había acostumbrado a hacer en Baltimore, pero allí<br />

había una buena muestra, empezando por hurtos menores y vandalismo <strong>de</strong> poca<br />

monta.<br />

Suficiente, se dijo, para haberse mantenido ocupado los últimos quince días.<br />

Tan ocupado, por otro lado, que le había quedado poco tiempo para su investigación<br />

extraoficial.<br />

Tal vez no fuera una casualidad. Quizá era un recordatorio cósmico que le<br />

indicaba que ya no estaba en Homicidios.<br />

O que alguien se había puesto nervioso.<br />

- 261 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Mandó llamar a Ed y observó cómo se iluminaba su cara cuando vio las cañas y<br />

la barrena.<br />

—Me parece que esto es suyo.<br />

—Por supuesto. Ya lo daba por perdido; estaba convencido <strong>de</strong> que se hallaba en<br />

alguna casa <strong>de</strong> empeños <strong>de</strong> Anchorage. ¡Buen trabajo, jefe Burke! ¿Ha <strong>de</strong>tenido a<br />

alguien?<br />

—No ha habido <strong>de</strong>tención. Lo encontró Bing anoche en su cabaña junto con su<br />

equipo. Lo primero que ha hecho esta mañana ha sido traérmelo.<br />

—Pero...<br />

—¿Algo le hace pensar que Bing podría haber forzado la cerradura <strong>de</strong> su<br />

cabaña, pintarrajearle las pare<strong>de</strong>s, llevarse todo esto y traérmelo hoy aquí?<br />

—No. —Ed paseaba la mano por encima <strong>de</strong> las cañas—. No, supongo que no,<br />

pero la cuestión es que lo tenía él.<br />

—La única cuestión es que lo encontró y lo ha <strong>de</strong>vuelto. ¿Quiere que continúen<br />

las pesquisas?<br />

Ed soltó un suspiro y permaneció un momento callado con la expresión <strong>de</strong><br />

quien está librando una batalla interna.<br />

—Pues... Realmente no veo por qué me lo habría quitado Bing, y mucho menos<br />

por qué lo habría <strong>de</strong>vuelto si se lo hubiera llevado. Pero ya lo tengo y eso es lo que<br />

cuenta. Claro que tampoco explica lo <strong>de</strong>l vandalismo ni la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> la botella<br />

<strong>de</strong> whisky.<br />

—Dejaremos el caso abierto.<br />

—Muy bien. De acuerdo. —Señaló hacia la ventana, hacia los témpanos que<br />

flotaban en el oscuro e intenso azul—. Ha sobrevivido usted al primer invierno.<br />

—Eso parece.<br />

—Algunos creen que no querrá vivir dos veces la experiencia. Yo mismo me he<br />

preguntado si no <strong>de</strong>cidirá volver al sur cuando expire su contrato.<br />

—Supongo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> si el ayuntamiento me ofrece una renovación.<br />

—No he oído quejas. Al menos, nada importante. —Recogió las cañas y la<br />

barrena—. Tendré que guardar todo esto.<br />

—Necesito su firma. —Nate le pasó un impreso—. Debemos seguir las normas.<br />

—¡Ah! ¡Claro! —Estampó su firma en los puntos indicados—. Gracias, jefe. Me<br />

alegra haber recuperado mi equipo.<br />

Nate se fijó en que <strong>de</strong>sviaba la mirada hacia el tablero cubierto, como ya había<br />

hecho un par <strong>de</strong> veces, aunque no preguntó ni comentó nada.<br />

Le acompañó hasta la puerta, volvió hacia el tablero y lo <strong>de</strong>scubrió. En la lista<br />

<strong>de</strong> nombres trazó una línea entre Bing y Ed. Y añadió un signo <strong>de</strong> interrogación.<br />

Aquella tar<strong>de</strong> las nubes retrocedían y, a través <strong>de</strong> ellas, Nate localizó la roja<br />

hendidura <strong>de</strong> la avioneta <strong>de</strong> Meg. Volvía <strong>de</strong> investigar una llamada que había<br />

informado sobre un cadáver junto al río en Rancor Woods; comprobó que no eran<br />

más que un par <strong>de</strong> botas viejas clavadas en la nieve y que habían sido vistas con los<br />

prismáticos por unos observadores <strong>de</strong> pájaros que habían alquilado una cabaña.<br />

- 262 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

«Turistas», pensó Nate mientras tiraba las botas, probablemente abandonadas<br />

por otros turistas, en el asiento <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l coche.<br />

Luego oyó el conocido estruendo <strong>de</strong> la avioneta y miró al cielo para ver cómo<br />

Meg se <strong>de</strong>slizaba entre las nubes.<br />

Cuando Nate llegó al minúsculo muelle <strong>de</strong>l río, ella ya había aterrizado. Se le<br />

ocurrió que los flotadores <strong>de</strong> la avioneta eran otra señal <strong>de</strong> la primavera. Se acercó al<br />

aparato, notando cómo se balanceaba el muelle a su paso, y vio que Meg y Jacob<br />

<strong>de</strong>scargaban provisiones.<br />

—¡Eh, guapísimo! —Soltó una caja, con lo que hizo temblar las planchas—. Te<br />

he visto en Rancor Woods. Y el corazón se me ha <strong>de</strong>sbocado, ¿a que sí, Jacob?<br />

El otro soltó una risita mientras transportaba una gran caja hasta su camioneta.<br />

—Te he traído un regalo.<br />

—¿De verdad? Sácalo.<br />

Meg metió la mano en otra caja y sacó unos preservativos.<br />

—He pensado que quizá te daba vergüenza comprarlos en La Tienda <strong>de</strong> la<br />

Esquina.<br />

—Pero no que me los dieras en público, ¿verdad?<br />

Cogió la cajita <strong>de</strong> su mano y se la metió en el bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

—Te he comprado tres, pero los otros los guardaré yo. —Le guiñó el ojo y se<br />

agachó para recoger otra caja. Él la levantó antes—. Ya la llevo yo.<br />

—Cuidado. Es un juego <strong>de</strong> té antiguo. Un regalo <strong>de</strong> la abuela <strong>de</strong> Joanna para el<br />

día que cumpla treinta años. —Cogió otra caja y lo siguió—. ¿Qué haces rondando<br />

por el muelle, jefe? ¿Buscas a una mujer perdida?<br />

—Y he encontrado a una, ¿verdad?<br />

Meg se echó a reír y le dio un pequeño codazo.<br />

—A ver si luego haces que me pierda un poco más.<br />

—Hoy hay cine.<br />

—El cine es el sábado.<br />

—No, lo han cambiado, ¿no te acuerdas? Coincidía con el baile <strong>de</strong>l instituto.<br />

—Vale, vale. Llevo ropa <strong>de</strong> repuesto aquí. ¿Qué ponen?<br />

—Programa doble. Vértigo y La ventana indiscreta.<br />

—Yo me encargo <strong>de</strong> las palomitas.<br />

Metió la caja en la furgoneta y le observó mientras él cargaba la suya.<br />

—Pareces cansado, jefe.<br />

—Debe <strong>de</strong> ser cierto que la primavera la sangre altera. No paro hasta el punto<br />

que me ha sido imposible ocuparme como quisiera <strong>de</strong> ciertas cuestiones.<br />

—Supongo que no te refieres solo a mi cuerpo serrano. —Echó, una ojeada a la<br />

avioneta, don<strong>de</strong> Jacob recogía la última caja—. Mi padre lleva dieciséis años muerto.<br />

El tiempo es relativo.<br />

—Quiero cerrar el caso para ti. Para él. Y también para mí.<br />

Meg enroscó un mechón <strong>de</strong>l pelo <strong>de</strong> Nate entre sus <strong>de</strong>dos. Le había permitido<br />

que se lo cortara. Una prueba <strong>de</strong> valentía, pensaba ella. O <strong>de</strong> que le tenía sorbido el<br />

seso.<br />

- 263 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Sabes qué haremos? Quitárnoslo todo <strong>de</strong> la cabeza por esta noche, ir al cine,<br />

comer palomitas y montárnoslo.<br />

—Tengo más preguntas que respuestas. Tendré que hacerte alguna. Pue<strong>de</strong> que<br />

te resulte <strong>de</strong>sagradable.<br />

—Más motivo para <strong>de</strong>jarlo por hoy. Bueno, ahora tenemos que repartir todo<br />

esto. Nos vemos luego.<br />

Entró en la cabina y se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> él con la mano mientras Jacob arrancaba.<br />

Pero no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> observarlo por el retrovisor hasta que el vehículo giró.<br />

—Parece preocupado —comentó Jacob.<br />

—Los tipos como él siempre se preocupan. ¿Por qué me atraerán tanto?<br />

—Le gustaría protegerte. Nunca lo ha hecho nadie. —Le sonrió cuando ella se<br />

volvió para mirarlo—. Yo te he enseñado cosas, te he escuchado, he cuidado <strong>de</strong> ti.<br />

Pero nunca te he protegido.<br />

—No necesito que me protejan. Ni quiero que lo hagan.<br />

—No, pero te atrae saber que lo haría.<br />

—Quizá. —Tendría que reflexionar sobre ello—. Pero sus <strong>de</strong>seos y los míos<br />

pronto chocarán frontalmente. ¿Y entonces qué?<br />

—Depen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> quién siga <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l choque.<br />

Con una risita, Meg estiró las piernas.<br />

—Lo va a tener muy difícil.<br />

Meg esperaba tener tiempo para acercarse a casa, lavarse, arreglarse y<br />

prepararse para una maratoniana noche <strong>de</strong> sexo. Era una forma <strong>de</strong> mantener el<br />

interés y, admitió también, <strong>de</strong> no pensar en nada. Creía que a él no le haría ningún<br />

daño no pensar durante un tiempo. Pensaba <strong>de</strong>masiado y era contagioso.<br />

Después <strong>de</strong> repartir todo lo que llevaban y cobrar no tuvo tiempo. Tuvo que<br />

contentarse con preparar las palomitas en la cocina <strong>de</strong>l Lodge mientras Mike el<br />

grandullón le daba una serenata con música <strong>de</strong> películas.<br />

No era un gran sacrificio oírle cantar mientras trabajaba. Se puso al corriente <strong>de</strong><br />

los cotilleos con Rose, que entraba y salía <strong>de</strong> la cocina, y soltó las exclamaciones<br />

pertinentes ante las fotos <strong>de</strong> Willow y las <strong>de</strong>l pequeño <strong>de</strong> Mike.<br />

Tuvo la sensación <strong>de</strong> encontrarse en casa, en el calor <strong>de</strong> la cocina, escuchando<br />

conversaciones y música. Con la ventaja añadida <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r saborear un pedacito <strong>de</strong> la<br />

tarta <strong>de</strong> manzana <strong>de</strong> Mike.<br />

—Vas con alguien al cine... —dijo el grandullón entre canción y canción—.<br />

Romántico.<br />

Meg comió el pastel con las manos, <strong>de</strong> pie junto a la cocina.<br />

—Podría ser, siempre que no acapare las palomitas.<br />

—Tienes estrellitas en los ojos, estrellitas y corazones.<br />

—¡Venga ya! —consiguió soltar con la boca llena.<br />

—Te aseguro que sí. Y supongo que él también. —Hizo ruido <strong>de</strong> besos, un<br />

curioso sonido, pensó Meg riendo, sobre todo viniendo <strong>de</strong> un negro campechano y<br />

calvo—. Yo también las tuve la primera vez que vi a Julia. Y ahí siguen.<br />

- 264 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Y mira cómo has acabado, preparando pasteles <strong>de</strong> manzana para una legión<br />

<strong>de</strong> viejos <strong>de</strong>l país.<br />

—Me gusta hacer pasteles. —Preparó un plato con pescado frito, patatas y<br />

judías ver<strong>de</strong>s—. A<strong>de</strong>más, por Julia y por Annie, mi princesita, haría lo que fuera.<br />

Este es un buen lugar para vivir, un buen lugar para trabajar, aunque todos lo son<br />

cuando se consigue el amor.<br />

Pasó sin interrupción <strong>de</strong> las canciones <strong>de</strong> películas al «All You Need Is Love»<br />

<strong>de</strong> los Beatles mientras Meg liquidaba el trozo <strong>de</strong> pastel y Rose entraba con los<br />

pedidos.<br />

Un buen lugar don<strong>de</strong> vivir, pensaba Meg mientras llenaba un cucurucho <strong>de</strong><br />

papel con las palomitas y las agitaba para repartir bien la mantequilla y la sal. Lo<br />

único que tendría que <strong>de</strong>cidir era qué hacer con el amor.<br />

Se fue a pie hacia el ayuntamiento bajo un aire helado y húmedo que auguraba<br />

lluvia.<br />

Nate llegó tar<strong>de</strong>, lo que la sorprendió. Apareció corriendo cuando estaban<br />

apagando las luces.<br />

—Lo siento. He tenido una llamada. Un puercoespín. Luego te lo cuento.<br />

Nate intentó meterse en la película, pero en su cabeza había otras cosas que<br />

daban vueltas. Aquella mañana había conectado los nombres <strong>de</strong> Ed y Bing en el<br />

tablero. Unidos por unos arreos <strong>de</strong> pesca robados. Algo que según todos los indicios<br />

tenía que ser una broma o una travesura infantil. Había muchas otras conexiones que<br />

vinculaban a diferentes personas entre sí.<br />

Todas estaban a su alre<strong>de</strong>dor, sentadas en la oscuridad, viendo a James Stewart<br />

interpretar el papel <strong>de</strong> un poli <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una crisis.<br />

«Yo he pasado por ahí, por todo esto —murmuró Nate—. Stewart se hundirá en<br />

picado también. Sufrirá y se lanzará <strong>de</strong> cabeza a la obsesión. Y una y otra vez<br />

conseguirá y per<strong>de</strong>rá a la chica. Una vorágine <strong>de</strong> dolor y placer.»<br />

La chica era la clave.<br />

¿Lo era Meg? Como hija única <strong>de</strong> Patrick Galloway, ¿acaso no era el símbolo<br />

viviente <strong>de</strong> él? Y si no era la clave, ¿había algún otro vínculo?<br />

—¿Cuántas vueltas darás antes <strong>de</strong> aterrizar?<br />

—¿Cómo?<br />

—Me da la sensación <strong>de</strong> estar en un vuelo circular a la espera <strong>de</strong>l aterrizaje.<br />

Meg volvió un poco la cabeza y él se dio cuenta <strong>de</strong> que se habían encendido las<br />

luces para el intermedio entre película y película.<br />

—Perdón. Estaba en la luna.<br />

—Y que lo digas. Casi no has probado las palomitas. —Dobló el cucurucho y lo<br />

<strong>de</strong>jó en el asiento—. Vayamos a tomar un poco el aire antes <strong>de</strong> que empiece la<br />

segunda.<br />

Tuvieron que tomarlo junto a la puerta, como la mayoría <strong>de</strong> los espectadores.<br />

Las nubes que se habían ido acumulando empezaron a soltar la lluvia mientras Kim<br />

Novak se transformaba. El agua que Meg había olido caía a chorros aporreando el<br />

suelo.<br />

—Tendremos inundaciones —dijo ella arrugando la frente en medio <strong>de</strong> las<br />

- 265 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

nubes <strong>de</strong> humo que soltaban aquellos valientes que permanecían fuera, empapados,<br />

protegiendo el cigarrillo con la palma <strong>de</strong> la mano—. Y heladas en cuanto la<br />

temperatura baje un poco.<br />

—Si quieres ir a casa ahora, te llevo. Yo tengo que volver y echar un vistazo por<br />

aquí.<br />

—No, me quedo a ver la segunda, a ver qué pasa. Quizá vuelve a nevar, no sé.<br />

—Déjame controlar un par <strong>de</strong> cosas. No tardo en entrar.<br />

—Siempre tiene que aflorar el poli que no baja la guardia. —Meg vio cómo<br />

cambiaba su expresión y puso los ojos en blanco—. No es una queja, Burke. Ni<br />

mucho menos. No pienses que voy a gimotear y a enfurruñarme si tengo que ver la<br />

película sola. Te juro que sé volver a casa si hace falta. Incluso puedo ocuparme <strong>de</strong>l<br />

resto <strong>de</strong> la distracción que había planificado aunque tú no me eches una mano.<br />

Tengo pilas nuevas. Lo que me molestaría <strong>de</strong> verdad es que mirándome a mí la<br />

vieras a ella.<br />

Nate iba a respon<strong>de</strong>r que no era así, pero ella ya se alejaba. Y no habría<br />

mentido. Respuesta condicionada, pensó, e intentó quitarse aquel peso <strong>de</strong> encima.<br />

Sin haberse librado <strong>de</strong> él, habló con Peter, Hopp, Bing y el profesor.<br />

Pasó todo el intermedio coordinando y asegurándose <strong>de</strong>l procedimiento que<br />

había que seguir en caso <strong>de</strong> inundación.<br />

Cuando llegó otra vez al lado <strong>de</strong> Meg, Grace Kelly intentaba convencer a James<br />

Stewart <strong>de</strong> que tenía que prestarle más atención a ella que a los <strong>de</strong>l piso que veía<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ventana.<br />

Le tomó la mano y entrelazó sus <strong>de</strong>dos con los <strong>de</strong> ella.<br />

—Deformación profesional —murmuró en su oído—. Perdóname.<br />

—Dejemos lo <strong>de</strong> profesional. —Pero se volvió y rozó con sus labios los <strong>de</strong><br />

Nate—. Y a ver si ahora miras la película.<br />

Lo hizo, o al menos lo intentó. Pero en el momento en que Raymond Burr<br />

pillaba a Grace Kelly husmeando en su piso, se abrió <strong>de</strong> golpe la puerta <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong><br />

la sala.<br />

La luz iluminó por <strong>de</strong>trás a Otto, lo que provocó silbidos y gritos <strong>de</strong> que la<br />

cerrara. Se metió <strong>de</strong>ntro a toda prisa, empapado, sin hacer caso <strong>de</strong> las maldiciones<br />

que oía mientras se dirigía hacia Nate.<br />

Este corrió hacia él en el acto.<br />

—Tiene que acompañarme fuera, jefe.<br />

Por segunda vez aquel día, Nate salió en mangas <strong>de</strong> camisa, en esta ocasión<br />

bajo la aguanieve que le congelaba la piel.<br />

Enseguida vio el cadáver y, apartándose el pelo <strong>de</strong>l rostro, se acercó bajo la<br />

lluvia hasta el bordillo.<br />

Al principio pensó que se trataba <strong>de</strong> Rock o Bull y se le hizo un nudo en la<br />

garganta. Pero el perro que yacía ensangrentado era algo mayor que los <strong>de</strong> Meg y su<br />

pelo era más blanco.<br />

Tenía el cuchillo que habían utilizado para cortarle el cuello hundido en el<br />

pecho.<br />

Oyó un chillido tras él.<br />

- 266 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Haga entrar a la gente —or<strong>de</strong>nó a Otto—. Controle la situación.<br />

—Conozco a este perro, Nate. Es Yukon, el viejo perro <strong>de</strong> Joe y Lara. Un perro<br />

inofensivo. Apenas le quedaban dientes.<br />

—Haga entrar a la gente. Usted o Peter tráiganme algo para cubrirlo.<br />

Segundos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que entrara Otto, apareció Peter corriendo.<br />

—Jacob me ha <strong>de</strong>jado su impermeable. Madre mía, jefe, es Yukon. El perro <strong>de</strong><br />

Steven, Yukon. No hay <strong>de</strong>recho. No hay <strong>de</strong>recho.<br />

—¿Reconoce el cuchillo? Fíjese en el mango, Peter.<br />

—No lo sé. Hay mucha sangre y... No lo sé.<br />

Pero Nate sí lo sabía. Su instinto le <strong>de</strong>cía que era un cuchillo Buck. El cuchillo<br />

Buck que había perdido Bing.<br />

—Tendremos que llevar el perro al ambulatorio. Ayú<strong>de</strong>me a cargarlo atrás, en<br />

el jeep. Pero primero tendrá que ir a buscar la cámara para tomar fotos <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong><br />

los hechos.<br />

—Está muerto.<br />

—En efecto, está muerto. Lo examinaremos en el ambulatorio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacer<br />

las fotos. Cuando lo tengamos en el jeep, entre en la sala y diga a Joe y a Lara que yo<br />

tengo a su perro y dón<strong>de</strong> estamos. Pero primero vaya a por la cámara.<br />

Levantó la vista y por el rabillo <strong>de</strong>l ojo captó un movimiento. Cuando se<br />

incorporó vio a Meg en la acera con su chaqueta en las manos.<br />

—Has olvidado esto.<br />

—No quiero que estés aquí fuera.<br />

—Ya he visto lo que le han hecho a ese pobre perro. ¡Pobrecito Yukon! ¡Qué<br />

triste se pondrá Lara!<br />

—Vuelve a la sala.<br />

—Me voy a casa. Me voy con mis perros.<br />

Nate la agarró <strong>de</strong>l brazo.<br />

—Tú te vas <strong>de</strong>ntro y cuando yo haya <strong>de</strong>spejado esto, te irás al Lodge.<br />

—No estamos en un estado policial, Burke. Puedo ir don<strong>de</strong> me dé la gana.<br />

—¡Harás lo que yo te diga, maldita sea! Tengo que saber exactamente dón<strong>de</strong><br />

estás y no permitiré que te que<strong>de</strong>s sola, a casi diez kilómetros <strong>de</strong> aquí. Hay hielo en<br />

las carreteras, estamos en situación <strong>de</strong> peligro, <strong>de</strong> inundación, aparte <strong>de</strong> que hay<br />

alguien suelto con suficiente sangre fría como para cortar <strong>de</strong> un tajo el cuello <strong>de</strong> este<br />

perro. De modo que te vas <strong>de</strong>rechita para <strong>de</strong>ntro hasta que te diga lo contrario.<br />

—No pienso <strong>de</strong>jar a mis perros...<br />

—Yo me ocuparé <strong>de</strong> tus perros. Vete <strong>de</strong>ntro, Meg. O entras o te meto en un<br />

calabozo.<br />

Esperó cinco largos segundos durante los que no oyó más que el ruido <strong>de</strong> la<br />

aguanieve contra el suelo. Luego Meg dio media vuelta y se fue <strong>de</strong>ntro corriendo.<br />

Nate se quedó don<strong>de</strong> estaba, mojándose, al lado <strong>de</strong>l perro muerto, hasta que<br />

Peter llegó a toda prisa.<br />

Cogió la polaroid, sacó unas fotos y se las metió en el bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

—Ayú<strong>de</strong>me a cargar el perro, Peter. Luego vaya <strong>de</strong>ntro y siga las ór<strong>de</strong>nes que<br />

le he dado. Dígale a Otto que acompañe a Meg al Lodge y que no la <strong>de</strong>je salir <strong>de</strong> allí<br />

- 267 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

hasta que yo diga lo contrario. ¿Queda claro?<br />

Peter asintió. Su nuez <strong>de</strong>l cuello se movía, pero asintió.<br />

—Ken está <strong>de</strong>ntro, jefe. Estaba sentado justo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. ¿Le digo que salga?<br />

—Sí. Dígale que venga. Pue<strong>de</strong> acompañarme.<br />

Se apartó el chorreante pelo <strong>de</strong> los ojos mientras una suave niebla ro<strong>de</strong>aba sus<br />

tobillos.<br />

—Voy a tener que contar con usted para que mantenga el or<strong>de</strong>n, Peter. Ocúpese<br />

<strong>de</strong> que la gente salga or<strong>de</strong>nadamente y <strong>de</strong> que cada cual vaya a su casa. Dígales que<br />

no se entretengan, que nosotros nos ocupamos <strong>de</strong> todo.<br />

—Querrán saber qué... qué ha ocurrido.<br />

—Aún no lo sabemos nosotros, ¿no es cierto? —Miró <strong>de</strong> nuevo al perro—. Que<br />

todo el mundo esté tranquilo. Usted sabe cómo hablar a la gente. Entre y hábleles. Y<br />

fíjese en quién se encuentra aquí, Peter. Usted y Otto harán una lista <strong>de</strong> todos los<br />

presentes.<br />

Nate pensó que así sabría quién no estaba en el cine.<br />

Cargaron el perro en el jeep. Mientras Peter volvía a la sala, Nate se agachó<br />

junto a la rueda trasera <strong>de</strong>l vehículo. Junto a esta, bajo el eje, vio un par <strong>de</strong> guantes<br />

manchados <strong>de</strong> sangre.<br />

Abrió la puerta y sacó una bolsita para pruebas. Cogió los guantes por la parte<br />

<strong>de</strong>l puño y los guardó en la bolsa.<br />

Serían los <strong>de</strong> Bing, pensó. Al igual que el cuchillo.<br />

Un cuchillo y unos guantes, cuyo robo había <strong>de</strong>nunciado Bing unas horas antes.<br />

- 268 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 23<br />

—Habrá sido rápido. —Ken permanecía junto al perro y se restregaba el rostro<br />

con las manos.<br />

—El corte <strong>de</strong>l cuello ha sido fulminante —apuntó Nate.<br />

—Sí. ¡<strong>San</strong>to cielo! ¿Pero qué cabrón pue<strong>de</strong> haber sido capaz <strong>de</strong> hacerle esto a un<br />

perro? Ha dicho usted que no había salido mucha sangre <strong>de</strong> la herida <strong>de</strong>l pecho.<br />

Estaba ya muerto cuando quien sea le hundió el cuchillo. Cuando se corta el cuello<br />

<strong>de</strong> esta forma se parte la yugular y se acabó.<br />

—Menuda salvajada... La sangre <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> salir a chorros —exclamó Nate.<br />

—Sí. ¡Señor!<br />

—La lluvia se ha llevado la mayor parte, pero no toda. Y aún no estaba frío<br />

cuando lo encontramos. Llevaría muerto, no sé, pue<strong>de</strong> que una hora, como mucho.<br />

—Nate... —Ken movió la cabeza, se quitó las gafas y las limpió con el extremo<br />

<strong>de</strong> la camisa—. Esto es muy complicado para mí. Su opinión será tan buena como la<br />

mía o tal vez mejor. Pero sí, pue<strong>de</strong> haber sucedido hace una hora.<br />

—Hará una hora <strong>de</strong>l intermedio. Cuando salimos al final <strong>de</strong> la primera película<br />

no estaba. Y había <strong>de</strong>masiada sangre para que lo mataran en otra parte y lo <strong>de</strong>jaran<br />

allí en la calle. ¿Usted conocía este perro?<br />

—Claro, el viejo Yukon. —Se le llenaron los ojos <strong>de</strong> lágrimas y tuvo que<br />

secárselos—. Claro.<br />

—¿Había creado problemas a alguien? ¿Sabe usted si había atacado a alguien?<br />

¿Mordido a alguien?<br />

—¿Yukon? Apenas tenía dientes para comer. Era un perro muy cariñoso,<br />

inofensivo. Pue<strong>de</strong> que por eso me duela tanto. —Se volvió un momento, intentando<br />

controlarse—. Lo <strong>de</strong> Max... fue terrible. Un ser humano, ¡por el amor <strong>de</strong> Dios! Pero<br />

este perro... un perro viejo, cariñoso... in<strong>de</strong>fenso.<br />

—Siéntese un momento si quiere.<br />

Nate se quedó don<strong>de</strong> estaba, mirando el perro. Tenía la vista fija en el pelo<br />

manchado <strong>de</strong> sangre y tan empapado por la lluvia que seguía goteando.<br />

—Lo siento, Nate. Pensará que un médico tendría que saber controlarse. —<br />

Aspiró profundamente y soltó poco a poco el aire—. ¿Qué quiere que haga?<br />

—Joe y Lara vendrán <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco. Quisiera que los mantuviera fuera <strong>de</strong><br />

aquí hasta que haya terminado.<br />

—¿Qué va a hacer?<br />

—Mi trabajo. Entreténgalos hasta que yo acabe.<br />

Cogió la cámara e hizo otras fotos. No era forense pero había visto muchos<br />

muertos y presenciado muchas autopsias, por lo que pudo <strong>de</strong>ducir que la herida con<br />

el cuchillo se había hecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong>l perro, un poco hacia un<br />

- 269 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

lado. Un corte <strong>de</strong> izquierda a <strong>de</strong>recha. Lo agarraron a horcajadas, le levantaron la<br />

cabeza y cortaron.<br />

La sangre sale a chorro, empapa los guantes, pue<strong>de</strong> que las mangas; tal vez<br />

incluso salpique hacia atrás. El perro cae, se le hun<strong>de</strong> el cuchillo. Se abandonan los<br />

guantes y el lugar.<br />

Un par <strong>de</strong> minutos, con la lluvia tapando cualquier ruido y con unas doscientas<br />

personas, tal vez menos, en la sala, concentradas en James Stewart.<br />

Arriesgado, pensó mientras aplicaba unos polvos al mango <strong>de</strong>l cuchillo para<br />

buscar las huellas, pero también calculado. Frío.<br />

En el mango solo encontró sangre. Lo metió en la bolsa <strong>de</strong> pruebas, <strong>de</strong>spués<br />

cogió una bolsa <strong>de</strong> asas y metió en ella el cuchillo y las fotografías antes <strong>de</strong> salir a<br />

hablar con los Wise.<br />

La lluvia se había convertido en una fina nieve cuando Nate localizó a Bing. Lo<br />

encontró en el garaje, junto a su casita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Tenía puesta la radio en una<br />

emisora <strong>de</strong> información meteorológica mientras trabajaba bajo el capó <strong>de</strong> su camión.<br />

Había otros dos vehículos <strong>de</strong>ntro, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> lo que parecía un pequeño motor<br />

encima <strong>de</strong> una plataforma. Uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong> una enorme y oxidada caja <strong>de</strong><br />

herramientas roja estaba abierto. Por encima <strong>de</strong> un largo mostrador se veían más<br />

herramientas colgadas <strong>de</strong> sus ganchos, y a un lado, un calendario con una rubia <strong>de</strong><br />

imponentes pechos muy ligera <strong>de</strong> ropa.<br />

En una mesa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l extremo se veía una sólida máquina <strong>de</strong> coser...<br />

¿Una máquina <strong>de</strong> coser? Y un poco más arriba, la cabeza <strong>de</strong> un alce.<br />

El local olía a una mezcla <strong>de</strong> cerveza, humo y grasa.<br />

Bing forzó la vista para mirar a Nate, con un ojo cerrado, pues le molestaba el<br />

humo <strong>de</strong>l cigarrillo que ascendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos.<br />

—Mañana lloverá más; el río llegará hasta la calle Lunatic. Necesitaremos los<br />

sacos <strong>de</strong> arena que llevo en la caja <strong>de</strong>l camión.<br />

«Sacos <strong>de</strong> arena», pensó Nate mirando la máquina <strong>de</strong> coser. No se imaginaba a<br />

Bing cosiendo sacos, aunque reconocía que en su vida había visto cosas muy<br />

intrigantes.<br />

—Ha salido pronto <strong>de</strong>l cine.<br />

—Ya había visto bastante. Tendré trabajo por la mañana.<br />

Nate se acercó a él con la bolsa <strong>de</strong>l cuchillo en la mano.<br />

—¿Es suyo?<br />

Bing se quitó el cigarrillo <strong>de</strong> la boca y se volvió. Habría hecho falta mucho<br />

humo para no distinguir con claridad la sangre <strong>de</strong>l mango y la hoja.<br />

—Eso parece. —Tiró el cigarrillo y lo pisó, aplastándolo en el suelo <strong>de</strong> cemento<br />

manchado <strong>de</strong> aceite—. Sí, es mío. Y se diría que lo han utilizado. ¿Dón<strong>de</strong> lo ha<br />

encontrado?<br />

—Clavado en Yukon, el perro <strong>de</strong> Joe y Lara.<br />

Bing retrocedió. A Nate le vino a la cabeza el paso rápido y brusco propio <strong>de</strong><br />

alguien que ha recibido un golpe a traición.<br />

- 270 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿De qué <strong>de</strong>monios me habla?<br />

—Alguien lo ha usado para cortar el cuello <strong>de</strong>l perro y luego se lo ha clavado en<br />

el pecho para facilitarme la tarea <strong>de</strong> encontrarlo. ¿A qué hora ha salido <strong>de</strong>l cine,<br />

Bing?<br />

—¿Alguien ha matado a ese perro? ¿Alguien ha matado a ese perro? —Cuando<br />

se dio cuenta <strong>de</strong> lo que acababan <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle, la expresión <strong>de</strong> sorpresa <strong>de</strong> sus ojos<br />

cambió—. ¿Me está diciendo que yo he matado a ese perro? —Cerró el puño con la<br />

llave inglesa aún en la mano—. ¿Es esto lo que dice?<br />

—Si intenta algo con eso que tiene en la mano, me lo llevo. No creo que quisiera<br />

esa humillación, pero le aseguro que puedo hacerlo. Deje la llave. ¡Vamos!<br />

La ira se reflejó en su rostro e hizo que todo su cuerpo temblara.<br />

—Tiene muy mal genio, ¿verdad, Bing? —dijo Nate en voz baja—. Y eso le ha<br />

llevado a los ataques que constan, en su expediente y a pasar unas cuantas noches<br />

entre rejas. Y es lo que ahora mismo le empujaría a romperme la crisma con esa llave<br />

inglesa. A<strong>de</strong>lante, inténtelo.<br />

Bing lanzó la herramienta hacia el otro lado <strong>de</strong>l local; <strong>de</strong>jó una marca en la<br />

pared <strong>de</strong> hormigón. Respiraba como una máquina <strong>de</strong> vapor y tenía el rostro colorado<br />

como un ladrillo.<br />

—¡Que le <strong>de</strong>n! Claro que he pegado unos cuantos puñetazos y he abierto<br />

alguna cabeza, pero no por eso soy un jodido mataperros. Y si eso es lo que afirma,<br />

no me hace falta una llave inglesa para abrirle el cráneo.<br />

—Yo le he preguntado a qué hora ha salido <strong>de</strong>l cine.<br />

—He salido a fumar un cigarrillo en el intermedio. Usted mismo me ha visto.<br />

Ha hablado <strong>de</strong> que había que prepararse para una posible inundación y he venido<br />

para aquí. He cargado los malditos sacos. —Señaló con el <strong>de</strong>do la caja <strong>de</strong>l camión,<br />

don<strong>de</strong> tenía apilados al menos cien sacos <strong>de</strong> arena—. Se me ha ocurrido que ya que<br />

estaba aquí podía revisar el motor. No me he movido <strong>de</strong> aquí. Si alguien ha ido a<br />

casa <strong>de</strong> Joe y ha matado al perro, no he sido yo. Me caía bien ese animal.<br />

Nate sacó la bolsa con los guantes.<br />

—¿Son suyos?<br />

Con la vista fija en ellos, Bing se pasó el dorso <strong>de</strong> la mano por los labios. El rojo<br />

<strong>de</strong> sus mejillas iba <strong>de</strong>sapareciendo y en su lugar ganaba terreno un tono blanco <strong>de</strong><br />

aspecto húmedo.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios pasa aquí?<br />

—¿Es eso un sí?<br />

—Sí, son míos, no voy a negarlo. Ya le dije que alguien se los llevó, que se llevó<br />

mis guantes y el cuchillo Buck. Ya lo he <strong>de</strong>nunciado.<br />

—Pero no lo ha hecho hasta esta mañana. Cualquiera podría preguntarse si no<br />

estaba cubriéndose las espaldas.<br />

—¿Y por qué <strong>de</strong>monios iba a matar yo a un perro? ¿Un maldito y estúpido<br />

perro? —Bing se restregó el rostro y luego sacó otro cigarrillo <strong>de</strong>l paquete que<br />

llevaba en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa. Sus manos temblaban visiblemente.<br />

—¿Usted no tiene perro, verdad, Bing?<br />

—¿Y eso me convierte en alguien que odia a los perros? ¡Vamos! Tuve uno.<br />

- 271 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Murió en junio hará dos años. De cáncer. —Se aclaró la voz, aspiró profundamente el<br />

humo <strong>de</strong>l cigarrillo—. El cáncer acabó con él.<br />

—Cuando alguien mata a un perro, suelo preguntarme si ese alguien ha tenido<br />

problemas con el perro o con su propietario.<br />

—Nunca he tenido ningún problema con ese perro. Tampoco tengo problemas<br />

con Joe, Lara o con ese hijo suyo. Pregúnteselo a ellos. Pregúnteles si hemos tenido<br />

algún problema. Lo que sí está claro es que alguien tiene problemas conmigo.<br />

—¿Tiene i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> por qué?<br />

Se encogió <strong>de</strong> hombros con una especie <strong>de</strong> sacudida.<br />

—Lo único que tengo claro es que yo no maté a ese perro.<br />

—Manténgase localizable, Bing. Si tiene intención <strong>de</strong> <strong>de</strong>splazarse por lo que sea,<br />

avíseme antes.<br />

—No pienso permitir que la gente me señale con el <strong>de</strong>do.<br />

—Tiene que estar localizable —insistió Nate.<br />

Y se fue por don<strong>de</strong> había llegado.<br />

Meg bebía su cerveza y alimentaba su malhumor. No le gustaba esperar y Nate<br />

se enteraría cuando volviera. Le había dado ór<strong>de</strong>nes como si ella fuera un recluta<br />

novato y él, el general.<br />

No le gustaban las ór<strong>de</strong>nes y <strong>de</strong> eso también se enteraría Nate.<br />

¡Vaya si se enteraría cuando volviera!<br />

¿Dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>monios se había metido?<br />

Estaba muy preocupada por sus perros, por más que su lado pru<strong>de</strong>nte insistiera<br />

en que no les había ocurrido nada, en que Nate cumpliría con su palabra y los<br />

recogería. Tenía que haberle permitido que ella los recogiera en lugar <strong>de</strong> obligarle a<br />

permanecer en esa especie <strong>de</strong> arresto domiciliario.<br />

Lo que menos le apetecía era estar allí, sufriendo, tomando cerveza y jugando al<br />

póquer con Otto, Jim el flaco y el profesor para matar el tiempo.<br />

Había ganado veintidós dólares y pico y le importaba un pepino.<br />

¿Dón<strong>de</strong> diablos estaba Nate?<br />

¿Y quién <strong>de</strong>monios creía que era, para <strong>de</strong>cirle lo que tenía que hacer y<br />

amenazarla con encerrarla en el calabozo? Y lo habría hecho, pensaba Meg mientras<br />

sacaba el ocho <strong>de</strong> tréboles y completaba un precioso full.<br />

Ahí fuera, bajo la lluvia, al lado <strong>de</strong> aquel perro, no había visto precisamente al<br />

Nate cariñoso <strong>de</strong> ojos tristes que ella conocía. Era otra cosa, otra persona. La persona<br />

que Meg podía imaginar que había sido en Baltimore antes <strong>de</strong> que las circunstancias<br />

le <strong>de</strong>strozaran el corazón.<br />

Eso también le importaba un pepino. Realmente un pepino.<br />

—Veo esos dos dólares —dijo a Jim—. Y subo dos —dijo mientras echaba su<br />

dinero en el montón.<br />

Charlene le había dado una hora libre a Jim y ella se ocupaba <strong>de</strong>l bar. No había<br />

excesivo trabajo, pensó Meg mientras el profesor se retiraba y Otto añadía otros dos<br />

dólares a la apuesta. Aparte <strong>de</strong> su mesa, había otra ocupada por cuatro forasteros.<br />

- 272 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Escaladores que esperaban que escampara el tiempo. En otro compartimiento los<br />

pesados <strong>de</strong> Hans y Dex se enfrentaban a la lluviosa velada con cerveza y partidas <strong>de</strong><br />

damas.<br />

A la espera <strong>de</strong> cualquier chisme que llegara a sus oídos.<br />

Habría más entradas y salidas si el río crecía. Aparecerían quienes <strong>de</strong>seaban<br />

pasar un rato en un lugar seco y cálido tomando un café antes <strong>de</strong> salir otra vez a<br />

colocar sacos <strong>de</strong> arena. Y cuando acabaran, otra oleada. Entonces se aglomerarían<br />

todos, empapados, agotados y hambrientos, aunque aún no estarían dispuestos a<br />

volver a casa y romper el compañerismo que crea hacer frente a la naturaleza.<br />

Les apetecería café, alcohol y cualquier plato caliente que pudieran servirles.<br />

Charlene haría todo lo posible por complacerles; trabajaría hasta que se marchara el<br />

último. No sería la primera vez que Meg lo veía.<br />

Añadió dos dólares a la apuesta cuando Jim se retiró.<br />

—Dos parejas —dijo Otto—. Reyes y cincos.<br />

—Pues tus reyes van a tener que inclinarse ante mis damas —Meg <strong>de</strong>scubrió<br />

dos reinas—, teniendo en cuenta que llevan un séquito <strong>de</strong> tres ochos.<br />

—¡Valiente putada! —Otto tenía la vista fija en los billetes y monedas que Meg<br />

iba recogiendo. De pronto levantó la cabeza y apartó la silla al ver a Nate, que venía<br />

<strong>de</strong>l vestíbulo—. ¿Jefe?<br />

Meg se volvió en el acto. Se había colocado <strong>de</strong> cara a la puerta con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

saltar sobre él en cuanto la abriera. Y sin embargo, pensó con amargura, la había<br />

sorprendido por <strong>de</strong>trás.<br />

—Un café me vendría <strong>de</strong> perlas, Charlene.<br />

—Calentito y <strong>de</strong>licioso. —Le llenó una taza—. También puedo prepararle algo<br />

para comer. Calentito y <strong>de</strong>licioso como el café.<br />

—No, gracias.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> están mis perros? —preguntó Meg.<br />

—En el vestíbulo. Me he encontrado con Hopp y otros en la calle, Otto. Parece<br />

que hay consenso sobre lo <strong>de</strong> que el río aguantará, pero hay que estar alerta. Ahora<br />

mismo cae una nieve fina. Los <strong>de</strong>l tiempo han anunciado que el frente se <strong>de</strong>splaza<br />

hacia el oeste, <strong>de</strong> modo que es probable que el cielo se <strong>de</strong>speje.<br />

Tomó media taza <strong>de</strong> café y la acercó <strong>de</strong> nuevo a Charlene para que se la llenara<br />

otra vez.<br />

—Está inundada la parte <strong>de</strong>l lago Shore —añadió—. Peter y yo hemos puesto<br />

indicadores <strong>de</strong> peligro en la zona y al otro lado a partir <strong>de</strong>l extremo oriental <strong>de</strong><br />

Rancor Woods.<br />

—Son dos lugares que se convierten en un problema a la que unos cuantos se<br />

<strong>de</strong>tienen a mear junto a la carretera —dijo Otto—. El frente va hacia el oeste, por<br />

tanto aquí estaremos tranquilos.<br />

—Estaremos ojo avizor —insistió Nate mientras se dirigía hacia la escalera.<br />

—Eh, espera un minuto, jefe. —Meg se plantó ante la puerta con un perro a<br />

cada lado—. Tengo un par <strong>de</strong> cosas que <strong>de</strong>cirte.<br />

—Necesito una ducha. Me lo cuentas mientras la tomo o esperas un momento.<br />

- 273 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Meg hizo chasquear los labios en una especie <strong>de</strong> gruñido mientras él subía con<br />

el café en la mano.<br />

—¡Espera, coño!<br />

Lo siguió con paso firme; los perros iban tras ella.<br />

—Pero ¿tú quién coño te has creído que eres?<br />

—Creo que soy el jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—Aunque fueras el jefe <strong>de</strong>l universo no pienso permitirte que me levantes la<br />

voz, me <strong>de</strong>s ór<strong>de</strong>nes y me amenaces.<br />

—Es cierto que te he pegado la bronca, pero no habría tenido que hacerlo si<br />

hubieras seguido mis consejos.<br />

—¿Tus consejos? —Se metió en la habitación tras el—. Tú a mí no me das<br />

consejos. No eres ni mi jefe ni mi padre. Que me haya acostado contigo no te da<br />

<strong>de</strong>recho a <strong>de</strong>cirme lo que tengo que hacer.<br />

Nate se quitó la chaqueta, que estaba empapada, y señaló la placa que lucía en<br />

la camisa.<br />

—No, pero esto sí. —Se quitó también la camisa, camino <strong>de</strong>l baño.<br />

Seguía siendo otro, pensó Meg. Aquel otro que se había mantenido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />

los tristes ojos a la espera <strong>de</strong> irrumpir cuando hiciera falta. Aquel otro era duro y frío.<br />

Peligroso.<br />

Oyó el ruido <strong>de</strong> la ducha. Los perros seguían <strong>de</strong> pie, la<strong>de</strong>ando la cabeza,<br />

mirándola.<br />

—Al suelo —murmuró ella.<br />

Entró en el baño. Nate se había sentado sobre la taza <strong>de</strong>l váter y trataba <strong>de</strong><br />

quitarse las mojadas botas.<br />

—Me <strong>de</strong>jas a Otto <strong>de</strong> perro guardián y me <strong>de</strong>jas tirada casi tres horas. Tres<br />

putas horas en las que no sé qué <strong>de</strong>monios pasa.<br />

Él la miró sin expresión, los ojos como el pe<strong>de</strong>rnal.<br />

—He tenido trabajo y cosas más importantes que hacer que tenerte a ti al<br />

corriente <strong>de</strong> todo. ¿Quieres noticias? —Dejó las botas a un lado y se levantó para<br />

quitarse los pantalones—. Pon la radio.<br />

—A mí no me hables como si fuera una pesada y una quejica.<br />

Nate se metió en la ducha y corrió la cortina.<br />

—Pues <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> comportarte como tal.<br />

¡Cuánto necesitaba aquel calor!<br />

Se apoyó en los azulejos, metió la cabeza bajo el chorro y <strong>de</strong>jó que el agua<br />

caliente se <strong>de</strong>slizara sobre su cuerpo. Probablemente, un baño <strong>de</strong> una o dos horas<br />

conseguiría penetrar hasta sus fatigados y congelados huesos. Un par <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong><br />

aspirinas y su cuerpo <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> dolerle. Tres o cuatro días durmiendo<br />

contrarrestarían la fatiga que se había acumulado en su cuerpo tras haber tenido que<br />

andar sobre el hielo <strong>de</strong>jado por el río, levantar parapetos y ver cómo dos personas<br />

mayores lloraban ante su perro, asesinado.<br />

En parte <strong>de</strong>seaba tranquilidad, aquella oscura tranquilidad en la que sabía<br />

cómo sumergirse, don<strong>de</strong> nada <strong>de</strong> aquello tendría importancia. Pero por otro lado<br />

temía encontrar con <strong>de</strong>masiada facilidad el camino <strong>de</strong> vuelta al pozo.<br />

- 274 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Cuando oyó que se <strong>de</strong>scorría la cortina, permaneció como estaba, con las manos<br />

apoyadas en la pared, la cabeza hacia abajo y los ojos cerrados.<br />

—Más vale que no te pelees conmigo ahora, Meg. Per<strong>de</strong>rías.<br />

—Te diré algo, Burke. No soporto que se me quiten <strong>de</strong> encima como un<br />

insignificante estorbo. Ni tampoco que me <strong>de</strong>jen a un lado. O que me <strong>de</strong>n ór<strong>de</strong>nes.<br />

No me ha gustado la forma en que me has mirado esta noche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />

ayuntamiento; intentabas que no pudiera reconocer nada en tu rostro, en tus ojos. Es<br />

algo que me cabrea y... —Deslizó sus brazos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Nate y apretó su cuerpo,<br />

<strong>de</strong>snudo, contra él hasta que tras una sacudida quedó inmóvil— ... me excita.<br />

—No sigas. —Nate agarró las manos <strong>de</strong> Meg para apartarlas <strong>de</strong> su cuerpo y<br />

mantenerla a cierta distancia—. No lo hagas.<br />

Ella bajó la vista pausadamente. Sonrió mientras la levantaba <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Parece que aquí hay una contradicción.<br />

—No quiero hacerte daño y, tal como me siento ahora mismo, podría herirte.<br />

—No me das miedo. Estaba cabreada, <strong>de</strong>seando pelea. Y <strong>de</strong> repente lo que<br />

<strong>de</strong>seo es otra cosa. Dame algo más. —Se acercó un poco y le acarició el pecho—.<br />

Acabaremos la pelea luego.<br />

—No me apetece la proximidad.<br />

—Ni a mí. Pero a veces, Nate, necesitamos algo distinto. Necesitamos ir a otra<br />

parte y olvidar por un tiempo. Que arda una parte <strong>de</strong> la locura, <strong>de</strong>l dolor, <strong>de</strong>l miedo.<br />

Hazme ar<strong>de</strong>r —murmuró, y agarró sus ca<strong>de</strong>ras y las apretó con fuerza.<br />

Nate sabía que para ella hubiera sido mejor que la rechazara. Sin embargo la<br />

atrajo hacia sí; su cuerpo cálido y húmedo se apretó contra el suyo, él encontró su<br />

boca y se apo<strong>de</strong>ró violentamente <strong>de</strong> ella.<br />

Meg lo abrazó con todas sus fuerzas, pegando sus brazos a la parte superior <strong>de</strong><br />

la espalda <strong>de</strong> él y hundiendo los <strong>de</strong>dos en sus hombros. Como clavos que perforaran<br />

la carne. El calor que ella transmitía llegó a sus huesos, los abrasó, e hizo que se<br />

<strong>de</strong>svaneciera el cansancio y su fría actitud <strong>de</strong> <strong>de</strong>sapego.<br />

Las manos <strong>de</strong> ella recorrieron <strong>de</strong> nuevo el cuerpo <strong>de</strong> Nate, humedad contra<br />

humedad; su cabeza bajó en un gesto que le invitaba a <strong>de</strong>leitarse con su cuello, sus<br />

hombros, con cualquier parte en la que pudiera encontrar la suave y cálida carne.<br />

El sonido que salió <strong>de</strong> Meg, ardiendo contra los labios <strong>de</strong> él, era el sonido <strong>de</strong>l<br />

triunfo <strong>de</strong>l erotismo.<br />

—Acércate. —Cogió el jabón—. Voy a lavarte. Me encanta el tacto <strong>de</strong> una<br />

espalda masculina bajo mis manos. Sobre todo cuando está húmeda y resbaladiza.<br />

Su voz recordaba la <strong>de</strong> una sirena. Él <strong>de</strong>jó que siguiera, que sus manos<br />

recorrieran su cuerpo, <strong>de</strong>jó que creyera que marcaba la pauta. Cuando la empujó<br />

contra la pared <strong>de</strong> la ducha, la mirada soñolienta <strong>de</strong> Meg cobró vida con la sorpresa.<br />

Esbozó una sonrisa y él aplastó su boca contra la suya.<br />

Estaba en lo cierto, pensó ella, rendida. Era otra persona, alguien que se había<br />

apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l control <strong>de</strong> manera implacable. Alguien que se imponía y la obligaba a<br />

rendirse.<br />

En el momento en que su boca se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la <strong>de</strong> ella y le arrebató el jabón,<br />

Nate empezó a recorrer sus senos con unas largas y excitantes caricias que llegaron a<br />

- 275 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

producirle dolor en los pezones. La respiración <strong>de</strong> Meg se convirtió en un tembloroso<br />

suspiro.<br />

El cosquilleo en la parte inferior <strong>de</strong> la barriga le indicó que estaba a punto. El<br />

<strong>de</strong>seo. La necesidad. Rozando el cuello <strong>de</strong> Nate con sus labios, murmuró:<br />

—Qué bien se está contigo. Qué bien. Penétrame. Entra <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí.<br />

—Primero chilla.<br />

Ella se echó a reír y le mordisqueó con cierta fuerza.<br />

—No pienso hacerlo.<br />

—Sí. —Levantó sus brazos por encima <strong>de</strong> la cabeza, con una mano sujetó sus<br />

dos muñecas y las mantuvo inmóviles—. Sí lo harás.<br />

Deslizó el jabón entre las piernas <strong>de</strong> Meg, restregándoselas, acariciándolas,<br />

observándola mientras su cuerpo se estremecía, camino <strong>de</strong>l orgasmo.<br />

—Nate.<br />

—Te lo he advertido.<br />

Una sensación parecida al pánico se <strong>de</strong>spertó en el interior <strong>de</strong> Meg; pánico con<br />

una mezcla <strong>de</strong> placer que la llevaba al límite a medida que los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Nate<br />

penetraban en su interior. Ella se retorció, en busca <strong>de</strong> la libertad, en busca <strong>de</strong> algo<br />

más. En busca <strong>de</strong> él. Pero Nate la llevaba más allá <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ella resistiría, más allá <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> ella creía que sería capaz <strong>de</strong> aguantar. Espiró en un sollozo; <strong>de</strong>senfrenadas<br />

súplicas salían <strong>de</strong> sus labios mientras el agua caliente caía sobre su tembloroso<br />

cuerpo y el vapor le empañaba la vista.<br />

Cuando aquello explotó en su interior, marcando el límite entre sensatez y<br />

locura, Nate apagó su chillido con la mano.<br />

—Di mi nombre. —Tenía que oírlo, necesitaba saber que Meg se daba cuenta <strong>de</strong><br />

quién se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> ella—. Di mi nombre —le or<strong>de</strong>nó mientras la levantaba<br />

por las ca<strong>de</strong>ras y se hundía en su interior.<br />

—Nate.<br />

—Otra vez. Dilo <strong>de</strong> nuevo. —Le costaba expulsar el aliento—. Mírame y di mi<br />

nombre.<br />

—Nate. —Le agarró el pelo y hundió los <strong>de</strong>dos en su hombro. Le miró a la cara,<br />

le miró a los ojos. Le vio y se vio a sí misma—. Nate.<br />

Él la tomó una y otra vez hasta que quedó totalmente vacío, hasta que el cuerpo<br />

<strong>de</strong> Meg quedó exhausto y su cabeza cayó contra su hombro.<br />

Nate tuvo que apoyar una mano en los empapados azulejos para recuperar el<br />

aliento, para reponerse. Buscó a tientas el grifo para cerrar la ducha.<br />

—Necesito sentarme —consiguió <strong>de</strong>cir Meg—. Realmente necesito sentarme.<br />

—Espera un minuto.<br />

La levantó, la colocó sobre su hombro y salió <strong>de</strong> la ducha.<br />

Cogió un par <strong>de</strong> toallas, a pesar <strong>de</strong> que imaginaba que con el calor el agua se<br />

evaporaría <strong>de</strong> sus cuerpos en pocos minutos.<br />

Los perros se levantaron cuando lo vieron llegar al dormitorio con ella.<br />

—Será mejor que les digas a tus colegas que estás bien.<br />

—¿Cómo?<br />

- 276 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—A los perros, Meg. Tranquilízalos antes <strong>de</strong> que crean que te he <strong>de</strong>jado<br />

inconsciente.<br />

—Rock, Bull, tranquilos. —Casi se <strong>de</strong>slizó <strong>de</strong> sus brazos cuando él la <strong>de</strong>jó sobre<br />

la cama—. La cabeza me da vueltas.<br />

—Será mejor que te seques. —Dejó una <strong>de</strong> las toallas sobre su vientre—. Voy a<br />

buscarte una camisa o algo.<br />

Meg ni se molestó en secarse: permaneció allí tumbada disfrutando <strong>de</strong> la<br />

familiar sensación <strong>de</strong> relajamiento <strong>de</strong> su cuerpo.<br />

—Parecías cansado cuando has llegado. Cansado y <strong>de</strong> malas pulgas, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

mantener una actitud fría. El mismo aspecto que tenías frente al ayuntamiento. Y en<br />

alguna otra ocasión. Cara <strong>de</strong> poli.<br />

Nate no respondió, se limitó a ponerse un pantalón <strong>de</strong> chándal y a pasarle a ella<br />

una camisa <strong>de</strong> franela.<br />

—Es una <strong>de</strong> las cosas que me ha excitado. Curioso.<br />

—El camino que lleva a tu casa es peligroso. Tendrás que quedarte aquí.<br />

Meg esperó un momento mientras ponía <strong>de</strong> nuevo en or<strong>de</strong>n sus pensamientos.<br />

—Me has <strong>de</strong>spachado. Antes. Cuando estábamos en la calle. —Aún veía a<br />

Yukon, el corte en el cuello, el cuchillo clavado hasta la empuñadura en su pecho—.<br />

Me has <strong>de</strong>spachado y me has dado ór<strong>de</strong>nes; parecía una intimidación verbal. No me<br />

ha gustado nada.<br />

Esta vez Nate tampoco respondió; cogió la toalla y se secó el pelo.<br />

—¿No piensas disculparte? —preguntó Meg.<br />

—No —contestó simplemente Nate.<br />

Meg se incorporó para ponerse la camisa que él le había ofrecido.<br />

—Conocía a ese perro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era un cachorro. —Iba a quebrársele la voz y<br />

apretó los labios. Se controló—. Tengo razones para estar afectada.<br />

—No digo que no.<br />

Nate se fue hacia la ventana. La nieve era apenas una neblina. Tal vez habían<br />

acertado los <strong>de</strong>l tiempo.<br />

—Y tenía razones para inquietarme por mis perros, Nate. Y <strong>de</strong>recho a<br />

comprobar yo misma si estaban bien.<br />

—Hasta cierto punto. —Se apartó <strong>de</strong> la ventana pero <strong>de</strong>jó las cortinas abiertas—<br />

. Es normal inquietarse, pero no había motivo para ello.<br />

—No les había pasado nada, pero podía haberles pasado algo.<br />

—No. Quien lo hizo fue a por un solo perro, un perro viejo. Los tuyos son<br />

jóvenes y fuertes y tienen unos dientes envidiables. Son prácticamente siameses.<br />

—No veo...<br />

—Reflexiona un par <strong>de</strong> segundos en lugar <strong>de</strong> limitarte a revolverte. —Su voz<br />

sonó impaciente mientras lanzaba la toalla—. Imaginemos que alguien quisiera<br />

atacarlos. Que alguien, que incluso podría ser una persona a la que ellos conocieran,<br />

a la que permitieran que se les acercara, intentara hacer daño a uno <strong>de</strong> ellos. Que<br />

llegara a hacerlo. El otro se lanzaría inmediatamente sobre él y lo haría pedazos.<br />

Cualquier persona que los conoce lo suficiente como para acercarse a ellos lo sabe.<br />

Meg dobló las rodillas contra el pecho, apoyó la cara en ellas y empezó a llorar.<br />

- 277 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Sin levantar la vista, le indicó con la mano que se apartara cuando notó que Nate se<br />

acercaba a ella.<br />

—No. No. Un minuto. No puedo quitarme esa imagen <strong>de</strong> la cabeza. Me<br />

resultaba más fácil cuando estaba enfadada contigo o cuando he pasado <strong>de</strong>l enojo a<br />

la excitación sexual. No soportaba estar ahí esperando, sin saber nada. Y encima tenía<br />

miedo por ti. Me asustaba pensar que podía ocurrirte algo. Y eso es algo que me<br />

revienta.<br />

Levantó la cabeza. A través <strong>de</strong> las lágrimas vio borroso su rostro, y comprobó<br />

que se había vuelto hermético otra vez.<br />

—Nat, tengo algo más que <strong>de</strong>cirte.<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

—Tengo... tengo que pensar cómo expresarlo para que no suene poco<br />

convincente. —Se secó las lágrimas con las palmas <strong>de</strong> las manos—. A pesar <strong>de</strong>l<br />

cabreo, <strong>de</strong>l miedo y <strong>de</strong> las ganas <strong>de</strong> pegarte una patada en el culo por provocarme<br />

esos sentimientos... admiro lo que haces. Cómo lo haces. Quién eres al hacerlo.<br />

Admiro la fuerza que se necesita para hacerlo.<br />

Nate se sentó, pero no a su lado ni en la cama, sino en la silla; quería establecer<br />

una distancia entre los dos.<br />

—Nadie a quien yo haya apreciado, nadie fuera <strong>de</strong> mi entorno laboral, me<br />

había dicho nunca algo parecido.<br />

—Pues quizá has malgastado el aprecio <strong>de</strong>dicándolo a quien no lo merecía.<br />

Meg se levantó y se fue al baño a sonarse la nariz. Luego se quedó apoyada en<br />

la puerta, observándolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la otra punta <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

—Saliste a por mis perros. Con la que te había montado, te fuiste hasta allí para<br />

traérmelos. Podías haber mandado a alguien o simplemente no haberme hecho ni<br />

caso. La carretera está inundada, podrían haber esperado. Pero no lo hiciste. Tengo<br />

amista<strong>de</strong>s que habrían hecho lo mismo por mí, al igual que yo por ellas. Pero no me<br />

viene a la cabeza ni un solo hombre con el que haya estado, con el que me haya<br />

acostado, que hubiera hecho lo mismo.<br />

La sombra <strong>de</strong> una sonrisa rozó los labios <strong>de</strong> Nate.<br />

—Entonces quizá te has acostado con quienes no lo merecían.<br />

—Supongo. —Fue a buscar la camisa que él llevaba al llegar. Con cuidado, le<br />

quitó la placa y se la pasó—. Por cierto, puesta te queda muy bien. Sexy.<br />

Él le cogió la mano antes <strong>de</strong> que retrocediera. Sin soltársela, se levantó.<br />

—Te necesito una barbaridad. Más <strong>de</strong> lo que he necesitado jamás a nadie, y tal<br />

vez más <strong>de</strong> lo que tú <strong>de</strong>searías.<br />

—Supongo que ya se verá.<br />

—No me habrías admirado hace un año. Ni hace seis meses. Y <strong>de</strong>bo confesar<br />

que a veces aún se me hace una montaña salir <strong>de</strong> la cama por la mañana.<br />

—¿Por qué?<br />

Abrió la otra mano y miró la placa.<br />

—Supongo que también tengo una terrible necesidad <strong>de</strong> esto. Y no es algo<br />

heroico.<br />

—¡Qué equivocado estás! —En aquel instante el alma le cayó a los pies—.<br />

- 278 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Heroísmo significa hacer más <strong>de</strong> lo que uno quiere o cree que pue<strong>de</strong> hacer. A veces<br />

se limita a hacer lo repugnante, las cosas odiosas que los <strong>de</strong>más no harían.<br />

Se acercó a él y le cogió su rostro entre las manos.<br />

—No se trata simplemente <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong> una avioneta hacia un glaciar a tres mil<br />

metros <strong>de</strong> altura porque nadie más pue<strong>de</strong> hacerlo en aquellos momentos. Es<br />

levantarse <strong>de</strong> la cama por la mañana cuando parece un problema insoluble.<br />

La emoción se reflejó en los ojos <strong>de</strong> Nate y apoyó la mejilla en la cabeza <strong>de</strong> ella.<br />

—Estoy tan enamorado <strong>de</strong> ti, Meg...<br />

Luego le besó el cabello húmedo.<br />

—Tengo que salir —añadió—. Quiero echar un vistazo al río y hacer una ronda.<br />

—¿Permitirías a alguien <strong>de</strong> paisano y a dos perros que te acompañaran a hacer<br />

la ronda?<br />

—Sí. —Le <strong>de</strong>speinó un poco con la mano—. Sécate primero el pelo.<br />

—¿Me contarás lo que sabes <strong>de</strong> Yukon?<br />

—Te contaré lo que pueda.<br />

- 279 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 24<br />

Nate volvió al lugar <strong>de</strong>l asesinato bajo la llovizna <strong>de</strong> primera hora <strong>de</strong> la<br />

mañana. A diez pasos <strong>de</strong> la puerta pensó que habían <strong>de</strong>jado al perro a la vista <strong>de</strong><br />

cualquiera que fuera al ayuntamiento o saliera <strong>de</strong> él. Y también a la vista <strong>de</strong> quien<br />

pasara por allí en coche o a pie.<br />

En realidad no solo lo habían <strong>de</strong>jado, rectificó enseguida. Lo habían ejecutado a<br />

la vista <strong>de</strong> todos.<br />

Entró y se dirigió hacia el salón <strong>de</strong> actos. Había or<strong>de</strong>nado que lo mantuvieran<br />

todo como estaba. Las sillas plegables y la gran pantalla <strong>de</strong> proyección seguían en su<br />

sitio. Intentó recordar todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la noche anterior.<br />

Llegó a la sala un poco tar<strong>de</strong>, cuando acababan <strong>de</strong> apagar las luces. Echó un<br />

vistazo a la gente, tanto movido por la fuerza <strong>de</strong> la costumbre como porque intentaba<br />

localizar a Meg.<br />

Recordaba haber visto a Rose y a David en la última fila. Aquella había sido su<br />

primera velada fuera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el nacimiento <strong>de</strong>l bebé. Estaban cogidos <strong>de</strong> la mano. Les<br />

vio también en el intermedio: Rose hablaba por teléfono, probablemente con su<br />

madre, que se había quedado en casa al cuidado <strong>de</strong> los pequeños.<br />

Bing estaba en las últimas filas. Nate fingió no ver la petaca que sujetaba entre<br />

las rodillas. Deb y Harry, el profesor. Un grupito <strong>de</strong>l instituto, la familia Riggs al<br />

completo, los habitantes <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra situada más allá <strong>de</strong> Rancor Woods.<br />

Él mismo calculó que allí <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar la mitad <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Lunacy,<br />

lo que significaba que la otra mitad no estaba. Algunos se habían marchado durante<br />

el intermedio. Y quienes se habían quedado podían haber hecho también alguna<br />

escapada fuera.<br />

En la oscuridad, cuando la atención <strong>de</strong> todos se centraba en la pantalla.<br />

Oyó que se abría la puerta <strong>de</strong> la calle y se volvió hacia el vestíbulo; vio a Hopp,<br />

que se estaba quitando la capucha.<br />

—He visto su coche en la calle. No sé qué pensar <strong>de</strong> todo esto, Ignatious. Soy<br />

incapaz <strong>de</strong> atar cabos.<br />

Levantó las manos y las <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Iré a ver a Lara. No sé qué le diré. Es una locura tan gran<strong>de</strong>... Una maldad y<br />

una locura.<br />

—Yo más bien me inclinaría por la maldad.<br />

—¿Y no es <strong>de</strong> locos? ¿No le parece una locura que alguien cosa a cuchillazos a<br />

un pobre perro inofensivo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ayuntamiento?<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> por qué lo haga.<br />

Hopp se calló; luego dijo:<br />

—No se me ocurre ningún motivo. Algunos comentan que podría tratarse <strong>de</strong><br />

- 280 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

algún ritual, un experimento <strong>de</strong> los muchachos <strong>de</strong>l instituto o algo así. Yo no creo<br />

nada <strong>de</strong> esto.<br />

—No tenía nada <strong>de</strong> ritual.<br />

—Otros opinan que se trata <strong>de</strong> algún chiflado que ha acampado por los<br />

alre<strong>de</strong>dores. Pue<strong>de</strong> que reconforte pensar que nadie <strong>de</strong> aquí pue<strong>de</strong> haber hecho algo<br />

tan horrible, pero no sé si me preocupa más todavía pensar que tenemos a un loco<br />

mero<strong>de</strong>ando por aquí, capaz <strong>de</strong> matar a un perro <strong>de</strong> esta forma.<br />

Hopp observó la expresión <strong>de</strong> Nate.<br />

—Usted no cree eso.<br />

—No, no lo creo.<br />

—¿Y me dirá qué opina?<br />

—Opino que cuando alguien mata a un perro, en pleno centro, frente a un<br />

edificio en el que se ha reunido la mitad <strong>de</strong> la población, tiene sus razones para<br />

hacerlo.<br />

—¿Y son?<br />

—Estoy en ello.<br />

Antes <strong>de</strong> dirigirse a la comisaría pasó por la orilla <strong>de</strong>l río. El agua tenía un tono<br />

gris, sombrío, las placas y los pedazos <strong>de</strong> hielo mate flotaban en la superficie.<br />

La avioneta <strong>de</strong> Meg había <strong>de</strong>saparecido, una clara señal <strong>de</strong> que él ya no podía<br />

mantenerla encerrada en algún lugar seguro. Bing y otros dos hombres reparaban un<br />

tramo <strong>de</strong> la carretera. El único gesto que hizo este cuando Nate redujo la marcha y<br />

pasó a su lado fue clavarle la vista durante unos segundos.<br />

Llegó a la comisaría y se encontró con Peach, que insistía en ofrecer un café a<br />

Joe y Lara. Peter estaba allí <strong>de</strong> pie con la expresión <strong>de</strong> un adulto que se esfuerza por<br />

contener las lágrimas. Lara, que tenía los ojos hinchados y rojos, se levantó en cuanto<br />

Nate entró por la puerta.<br />

—Quisiera saber qué está haciendo respecto a Yukon. ¿Cómo piensa encontrar<br />

al cabrón que mató a mi perro?<br />

—Tranquila, Lara.<br />

—No me vengas con «Tranquila, Lara» —dijo ella, revolviéndose contra su<br />

marido—. Quiero saberlo.<br />

—¿Por qué no pasan a mi <strong>de</strong>spacho? Peach, los próximos minutos ocúpese <strong>de</strong><br />

resolver lo que surja, a menos que se trate <strong>de</strong> una emergencia.<br />

—De acuerdo, jefe. Lara... —Cogió la mano <strong>de</strong> la mujer entre las suyas—. No<br />

sabe cuánto lo siento.<br />

Lara respondió con un leve movimiento <strong>de</strong> la cabeza antes <strong>de</strong> adoptar <strong>de</strong> nuevo<br />

su expresión altiva y entrar en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Nate.<br />

—Quiero respuestas.<br />

—Siéntese, Lara.<br />

—No me venga con...<br />

—He dicho que se siente. —Lo había dicho en tono tranquilo, pero con una<br />

autoridad que la obligó a sentarse <strong>de</strong> inmediato.<br />

- 281 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—El pueblo votó a favor <strong>de</strong> este <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía. Votó para que viniera<br />

usted aquí y estuvo <strong>de</strong> acuerdo en pagar más impuestos para sufragar su salario. Y<br />

ahora quiero que me diga qué es lo que está haciendo. ¿Por qué no está ahora mismo<br />

en la calle buscando a ese cabrón?<br />

—Estoy haciendo lo que puedo, Lara —dijo en el mismo tono tranquilo, pero<br />

impidiéndole seguir—. No piense ni por un momento que me estoy tomando este<br />

asunto a la ligera. Ninguno <strong>de</strong> nosotros lo hace. Estoy llevando el caso y seguirá<br />

abierto hasta que pueda ofrecerle alguna respuesta.<br />

—Usted tiene el cuchillo. El cuchillo que... —La voz <strong>de</strong> Lara se quebró, y su<br />

barbilla empezó a temblar, pero aspiró profundamente y en<strong>de</strong>rezó los hombros—.<br />

Tiene que <strong>de</strong>scubrir <strong>de</strong> quién es.<br />

—Lo que puedo <strong>de</strong>cirle es que ayer por la mañana se <strong>de</strong>nunció el robo <strong>de</strong> este<br />

cuchillo junto con el <strong>de</strong> otros objetos. He hablado con su propietario y también<br />

interrogaré a las personas que se encontraban en el ayuntamiento anoche.<br />

Empezando por usted.<br />

—¿Cree que uno <strong>de</strong> nosotros mató a Yukon?<br />

—No es eso lo que creo. Siéntese, Lara —dijo cuando ella se incorporó—. Los<br />

dos estaban anoche en el cine. De modo que repasemos lo que vieron, lo que oyeron.<br />

Ella se sentó, más <strong>de</strong>spacio esta vez.<br />

—Lo <strong>de</strong>jamos fuera. —Las lágrimas llenaron sus ojos—. Últimamente era<br />

incapaz <strong>de</strong> controlar la vejiga, por eso lo hicimos. Eran solo un par <strong>de</strong> horas y<br />

a<strong>de</strong>más tenía su casita. Si lo hubiéramos <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>ntro...<br />

—No sabe qué habría ocurrido. Quien lo hizo podía haber entrado y habérselo<br />

llevado. Tengo entendido que el perro tenía más <strong>de</strong> catorce años. No tiene que<br />

culparse <strong>de</strong> nada. ¿A qué hora salieron <strong>de</strong> casa?<br />

Lara agachó la cabeza y se miró las manos mientras las lágrimas caían sobre<br />

ellas.<br />

—Después <strong>de</strong> las seis —dijo Joe, acariciando el hombro <strong>de</strong> su esposa.<br />

—¿Fueron directamente al ayuntamiento?<br />

—Sí. Supongo que llegamos allí hacia las seis y media. Era pronto, pero a<br />

nosotros nos gusta sentarnos <strong>de</strong>lante. Dejamos las chaquetas sobre las sillas. En la<br />

tercera o cuarta fila <strong>de</strong>... la izquierda. Mientras tanto charlamos un rato con gente <strong>de</strong>l<br />

pueblo.<br />

Eso le dio pie a Nate a preguntarles con quién habían estado hablando y<br />

quiénes se habían sentado cerca <strong>de</strong> ellos.<br />

—¿Alguien se había quejado <strong>de</strong>l perro?<br />

—No —dijo Joe con un suspiro—. Es <strong>de</strong>cir, sí hubo alguna queja cuando era un<br />

cachorro. Ladraba con solo ver una hoja en movimiento. Y en una ocasión salió y<br />

<strong>de</strong>strozó las botas <strong>de</strong> Tim Tripp, que encontró en la entrada trasera <strong>de</strong> su casa. Pero<br />

<strong>de</strong> eso hace mucho. A<strong>de</strong>más, Tim parece que casi se lo agra<strong>de</strong>ció, porque las<br />

malditas botas eran casi tan gran<strong>de</strong>s como Yukon. Luego se fue tranquilizando, en<br />

cuanto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser un cachorro olvidó las travesuras.<br />

—¿Y qué me dice <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s? ¿Han tenido problemas con alguien últimamente?<br />

¿Alguna discusión?<br />

- 282 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Yo discutí con Jim el flaco a raíz <strong>de</strong> Iditarod. La cosa se calentó un poco. Pero<br />

no es nada; son cosas que pasan. La gente se exalta hablando <strong>de</strong> Iditarod, y todo el<br />

mundo tiene sus favoritos.<br />

—Tuve que llamar a Ginny Mann para que se presentara en la escuela, ya que<br />

habían sorprendido dos veces a su hijo robando. —Lara sacó con mano temblorosa<br />

un pañuelo <strong>de</strong> papel—. No le gustó nada aquello y la emprendió conmigo.<br />

—¿Qué edad tiene el niño?<br />

—Ocho años. —Empezó a parpa<strong>de</strong>ar—. Madre mía, es imposible que Joshua le<br />

hiciera esto a Yukon. Es un buen chaval, lo único... que no le gusta mucho la escuela,<br />

pero jamás mataría a mi perro por haberse enojado conmigo. Ginny y Don son buena<br />

gente. Es imposible...<br />

—De acuerdo. Si se le ocurre algo más, dígamelo.<br />

—Quisiera... quisiera disculparme por la forma en que le he atacado antes.<br />

—No se preocupe, Lara.<br />

—No, no ha estado bien. No tenía que hacerlo... A<strong>de</strong>más, usted salvó la vida a<br />

mi hijo.<br />

—Yo no diría tanto.<br />

—Usted ayudó a salvarlo y para mí es lo mismo. No tenía que haberme dirigido<br />

a usted <strong>de</strong> esa forma. Intentaba tranquilizarme pero no lo conseguía. Quería tanto a<br />

ese perro...<br />

Cuando se hubieron marchado, Nate <strong>de</strong>stapó el tablero. Estaba clavando en él<br />

las fotos que había tomado la noche anterior, cuando entro Peter.<br />

—¿Todo en or<strong>de</strong>n, jefe?<br />

—Sí.<br />

—Creo que tenía que haberme ocupado yo <strong>de</strong> la señora Wise. Estaba muy<br />

afectado... Yo, es <strong>de</strong>cir, Steven y yo, íbamos a menudo juntos y... pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que<br />

me crié con ese perro. Mi padre tiene perros <strong>de</strong> trineo, y me encantan, pero no son lo<br />

mismo que un perro <strong>de</strong> compañía. Incluso cuando Steven se marchó a estudiar, yo<br />

pasaba <strong>de</strong> vez en cuando por allí a ver a Yukon. Creo que por eso me lo tomé tan a<br />

pecho anoche.<br />

—Podía habérmelo comentado.<br />

—Es que... estaba muy afectado. Ejem... jefe... ¿Ahora mismo hay un solo caso<br />

abierto? Me refiero a que, ¿hay que poner copias <strong>de</strong> las notas y temas relacionados<br />

con otros casos en el tablero?<br />

—No.<br />

—Pero... ahora ha puesto usted lo <strong>de</strong> Yukon.<br />

—Exactamente.<br />

—¿Piensa que lo que le ocurrió a Yukon tiene alguna relación con el resto?<br />

Quizá soy estúpido, pero no lo entiendo.<br />

—Creer que tienen alguna relación también podría ser estúpido.<br />

Peter se acercó un poco más.<br />

—¿Por qué lo relaciona usted?<br />

- 283 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Ahora mismo no se me ocurre un motivo claro que pudiera mover a alguien a<br />

matar a ese perro. —Nate pasó al otro lado <strong>de</strong> su escritorio, abrió con la llave uno <strong>de</strong><br />

sus cajones y sacó <strong>de</strong> él el cuchillo y los guantes que guardaba en la bolsa cerrada—.<br />

Esto pertenece a Bing. Ayer por la mañana <strong>de</strong>claró que se lo habían robado.<br />

—¿Bing? —Los ojos <strong>de</strong> Peter se abrieron como platos—. ¿Bing?<br />

—Tiene muy mal genio. Un largo expediente, casi todo relacionado con<br />

agresiones. Conducta violenta.<br />

—Sí, pero... ¡Señor!<br />

—Po<strong>de</strong>mos abordarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintos ángulos. En algún momento, Bing discute<br />

con Joe. O bien Joe y Lara hacen algo que le saca <strong>de</strong> quicio. La historia le va<br />

carcomiendo hasta que piensa en darles una lección. Deci<strong>de</strong> matar al perro, <strong>de</strong>nuncia<br />

la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l cuchillo y los guantes diciendo que se los han robado y anoche<br />

sale <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l intermedio a sabiendas <strong>de</strong> que los Wise se encuentran <strong>de</strong>ntro. Coge<br />

el perro y se lo lleva. Lo mata y <strong>de</strong>ja allí el cuchillo y los guantes, convencido <strong>de</strong> su<br />

coartada, pues ya ha <strong>de</strong>nunciado con anterioridad el robo. Luego se va a casa y se<br />

pone a trabajar en el garaje.<br />

—Si estaba enojado con el señor o la señora Wise, ¿por qué no se limitaba a<br />

pegarles un puñetazo?<br />

—Buena pregunta. Por otra parte, podríamos pensar que alguien quiere crearle<br />

problemas a Bing. Sabemos que tiene a mucha gente molesta, <strong>de</strong> modo que no es una<br />

suposición <strong>de</strong>scabellada.<br />

Apoyó la ca<strong>de</strong>ra en la mesa con la vista fija en el tablero.<br />

—Le roban el cuchillo y los guantes. Los utilizan para matar al perro, los <strong>de</strong>jan<br />

don<strong>de</strong> resulte fácil encontrarlos. O bien...<br />

Se acercó a la cafetera y la puso en marcha.<br />

—Debemos preguntarnos qué relación podría haber entre el asesinato <strong>de</strong><br />

Galloway, la muerte <strong>de</strong> Max y la <strong>de</strong>l perro.<br />

—Exactamente. Pero no la veo.<br />

—Quien lo mató nos ha <strong>de</strong>jado una buena pista. Críptica u obvia, según el<br />

cristal con el que se mire. El perro tenía el cuello partido. De eso murió. Pero quien lo<br />

mató no <strong>de</strong>jó simplemente el cuchillo allí. Se tomó el tiempo necesario para darle la<br />

vuelta al perro y hundirle el cuchillo en el pecho. ¿Por qué?<br />

—Porque es un enfermo, una persona malvada y...<br />

—Prescinda un momento <strong>de</strong> esto y fíjese en el tablero, Peter. Fíjese en<br />

Galloway. Fíjese en el perro.<br />

Nate se dio cuenta <strong>de</strong> que Peter tuvo que hacer un esfuerzo. Le costaba mirar<br />

aquellas imágenes espeluznantes. Luego soltó el aliento como si hubiera estado<br />

reteniéndolo.<br />

—La herida en el pecho. A los dos les clavaron la hoja <strong>de</strong> un arma en el pecho.<br />

—Podría tratarse <strong>de</strong> una coinci<strong>de</strong>ncia, o quizá alguien intenta <strong>de</strong>cirnos algo. Y<br />

ahora <strong>de</strong>mos un paso más. ¿Dón<strong>de</strong> está la relación entre Galloway, Max y los Wise?<br />

—Pues no lo sé. Steven y sus padres se trasladaron aquí cuando yo tenía unos<br />

doce años, creo. Galloway ya estaba fuera. Pero conocían al señor Hawbaker. El<br />

señor Wise ponía un anuncio en The Lunatic casi todas las semanas ofreciendo sus<br />

- 284 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

servicios <strong>de</strong> informático. La señora Wise y la señora Hawbaker asistieron a algunos<br />

cursillos juntas. Los cursillos <strong>de</strong> gimnasia <strong>de</strong> la escuela y los <strong>de</strong> costura, a los que<br />

asistía también Peach.<br />

—Tiene que haber algo más que los relacione. Que nosotros sepamos, no<br />

conocían a Patrick Galloway, pero durante dieciséis años todos creyeron que<br />

Galloway se había largado. Y ahora no lo ven así. ¿Por qué?<br />

—Pues porque lo encontraron cuando... lo <strong>de</strong> Steven. Él fue quien lo encontró.<br />

—Te sales con la tuya durante dieciséis años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cometido un<br />

asesinato y <strong>de</strong> golpe y porrazo un crío <strong>de</strong> la universidad y sus estúpidos colegas te<br />

joroban. —Nate oyó cómo el café caía en la cafetera <strong>de</strong> cristal—. Una putada,<br />

naturalmente. De no haber subido ellos, lo más seguro es que no hubiera ocurrido<br />

nada. Un alud, natural o provocado por las autorida<strong>de</strong>s estatales, y la cueva habría<br />

quedado otra vez sepultada. Durante años. Con un poco <strong>de</strong> suerte, pue<strong>de</strong> que para<br />

siempre.<br />

Se apoyó en la mesa mientras acababa <strong>de</strong> salir el café.<br />

—Y <strong>de</strong> pronto tienes que volver a matar. Matar a Max o bien inducirle al<br />

suicidio. Otra vez te saldrás con la tuya. Estás convencido <strong>de</strong> ello. Tienes que estarlo,<br />

pero resulta que ahora hay polis en Lunacy. No solo los <strong>de</strong> la estatal sino los <strong>de</strong>l<br />

municipio, con los que tropiezas a cada paso. ¿Y qué haces?<br />

—No... no consigo seguirle.<br />

—Pues los <strong>de</strong>spistas. Vandalismo, robos <strong>de</strong> poca monta. Pequeñas cosas que les<br />

mantengan ocupados y eviten que se hagan preguntas. Se la <strong>de</strong>vuelves al estúpido<br />

universitario y al mismo tiempo das pasto a la poli. Dos pájaros <strong>de</strong> un tiro. Pero no<br />

pue<strong>de</strong>s resistir la tentación <strong>de</strong> ser un poco extravagante, <strong>de</strong> llamar la atención.<br />

Entonces imitas tu primer crimen hundiendo el cuchillo en el pecho <strong>de</strong>l perro.<br />

Se levantó y sirvió café para los dos.<br />

—Pue<strong>de</strong>s ser tan arrogante, tan pagado <strong>de</strong> ti mismo, que quieras utilizar tu<br />

propio cuchillo y tus guantes. Una posibilidad que se adaptaría al perfil <strong>de</strong> Bing<br />

Karlovski. O tan listo y también tan pagado <strong>de</strong> ti mismo que los coloques <strong>de</strong> forma<br />

que inculpes a otro. Si ese es el caso, ¿por qué a Bing? ¿Dón<strong>de</strong> está la relación?<br />

—Le juro que no lo sé. Intento meterme todo esto en la cabeza. Pue<strong>de</strong> que la<br />

relación no exista. Bing tiene malas pulgas. Molesta a mucha gente. O quizá se<br />

presentó la oportunidad <strong>de</strong> robar el cuchillo...<br />

—Aquí no se trata <strong>de</strong> una oportunidad. Esta vez no. Tenemos que <strong>de</strong>scubrir<br />

dón<strong>de</strong> se encontraba Bing... dón<strong>de</strong> estaba exactamente en febrero <strong>de</strong> 1988.<br />

—¿Cómo?<br />

Nate tomó un sorbo <strong>de</strong> café.<br />

—Para empezar, voy a preguntárselo. Entretanto, necesito <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong><br />

todas las personas que fueron al cine, y <strong>de</strong> las que no fueron. Eso nos llevará un<br />

tiempo. Dígale a Peach que haga una lista en la que se divida el municipio y los<br />

alre<strong>de</strong>dores en tres partes. Cada uno <strong>de</strong> nosotros se ocupará <strong>de</strong> una parte.<br />

—Se lo diré ahora mismo.<br />

—¿Peter? —Nate le <strong>de</strong>tuvo en la puerta—. ¿Tenía usted turno anoche? ¿En el<br />

puesto?<br />

- 285 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Sí, pero Otto dijo que no le apetecía ir al cine y cambiamos. Supongo que no<br />

hay problema...<br />

—No. —Nate tomó otro sorbo <strong>de</strong> café—. Perfecto. Vaya a pedir a Peach que se<br />

ocupe <strong>de</strong> la lista.<br />

Se acercó al tablero y trazó unas líneas <strong>de</strong> conexión entre Joe y Lara Wise y Max<br />

y Bing.<br />

—Nate... —Peach asomó la cabeza—. ¿Tengo que seguir ocupándome <strong>de</strong> todo<br />

ahí fuera?<br />

—No. ¿Qué tenemos?<br />

—Han informado <strong>de</strong> unos disparos y <strong>de</strong> que se ha avistado un oso. Son los<br />

mismos que avisaron <strong>de</strong> un cadáver que al final resultó ser un par <strong>de</strong> botas. Se lo he<br />

pasado todo a Otto, porque ya había salido <strong>de</strong> patrulla. Las <strong>de</strong>tonaciones venían <strong>de</strong>l<br />

tubo <strong>de</strong> escape <strong>de</strong> la camioneta <strong>de</strong> Dex Trilby, que tiene más años que yo.<br />

—¿Y el oso, una ardilla sobre un tronco?<br />

—No. El oso era un oso. Esos forasteros inútiles han puesto un montón <strong>de</strong><br />

come<strong>de</strong>ros alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabaña y han atraído a los pájaros. Y un oso no resiste la<br />

tentación <strong>de</strong> zamparse a un pájaro. Otto se ha acercado hasta allí y les ha obligado a<br />

quitar los come<strong>de</strong>ros. Está un poco mosca, porque es la segunda vez que va hasta allí<br />

hoy. Creo que si surge algo más, se lo pasaré a usted o a Peter.<br />

—Pue<strong>de</strong> hacerlo.<br />

—Luego ha venido Carrie Hawbaker y ha dicho que quería verle. Me ha pedido<br />

las inci<strong>de</strong>ncias para la sección policial.<br />

—Bien, pue<strong>de</strong> pasárselas. Veo que pronto volveremos a tener The Lunatic en<br />

marcha.<br />

—Eso parece. Dice que quiere la <strong>de</strong>claración oficial sobre lo ocurrido anoche,<br />

para la revista. ¿Me ocupo <strong>de</strong> ello?<br />

—No. —Cubrió el tablero—. Dígale que pase.<br />

Tenía mejor aspecto que la última vez que la había visto. Más tranquila, con<br />

menos ojeras.<br />

—Gracias por recibirme.<br />

—¿Qué tal está? —preguntó él antes <strong>de</strong> cerrar la puerta.<br />

—Vamos tirando. Menos mal que tengo los niños, que me necesitan, y la<br />

revista. —Aceptó la silla que le ofrecía y colocó la cartera <strong>de</strong> lona sobre sus rodillas—<br />

. No he venido solo por lo <strong>de</strong> la sección policial. Qué horrible ha sido lo <strong>de</strong> Yukon,<br />

¿verdad?<br />

—Así es.<br />

—Bien, usted me pidió que pensara en la época en que <strong>de</strong>spareció Pat. Que<br />

escribiera sobre ello. Lo he hecho. —Abrió la cartera y sacó <strong>de</strong> ella unas hojas—. Creí<br />

que lo recordaría todo. Que los <strong>de</strong>talles irían saliendo solos. Pero no.<br />

Nate vio unas hojas perfectamente impresas y redactadas en un estilo<br />

esquemático y formal.<br />

—Pues parece que ha recordado mucho.<br />

—Lo he juntado todo. Muchas cosas que no tendrán importancia. Ha pasado<br />

mucho tiempo y <strong>de</strong>bo admitir que no me fijé <strong>de</strong>masiado en la marcha <strong>de</strong> Pat. Me<br />

- 286 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>dicaba a dar clases y a pensar cómo iba a superar mi segundo invierno aquí. Había<br />

cumplido treinta y uno, pero no el objetivo que me había marcado <strong>de</strong> pasar por la<br />

vicaría a los treinta.<br />

Sonrió un poco.<br />

—Esa fue una <strong>de</strong> las razones que me llevaron <strong>de</strong> entrada a Alaska. Tenía a mi<br />

favor la proporción <strong>de</strong> hombres y mujeres. Recuerdo que me sentía algo<br />

<strong>de</strong>sesperada, que me compa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> mí misma. Y molesta porque Max no me lo<br />

pedía. Precisamente por eso recuerdo, y lo encontrará escrito aquí, que aquel<br />

invierno él estuvo un par <strong>de</strong> semanas fuera. Creo que fue aquel febrero, pero no<br />

estoy totalmente segura. En invierno, los días se congelan y forman un bloque, sobre<br />

todo si los pasas sola.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> le dijo que iba?<br />

—De eso me acuerdo, porque me molestó un poco. Dijo que iba a Anchorage, y<br />

<strong>de</strong> ahí hacia Homer, a pasar unas semanas en el su<strong>de</strong>ste para entrevistar a algunos<br />

pilotos <strong>de</strong> avioneta y realizar algún vuelo con ellos. Sería material para la revista y<br />

para la novela que estaba escribiendo.<br />

—¿Viajaba mucho en aquella época?<br />

—Pues sí. Eso también lo preciso ahí. Dijo que estaría fuera unas cuatro o cinco<br />

semanas, lo que no me sentó muy bien, porque entre nosotros estaba todo un poco en<br />

el aire. Me acuerdo que volvió antes <strong>de</strong> lo previsto pero ni siquiera fue a verme. La<br />

gente me dijo que se había encerrado en la redacción. Prácticamente vivía allí. Yo<br />

estaba tan resentida que tampoco me acerqué.<br />

—¿Tardó mucho en verlo?<br />

—Sí. Yo estaba muy molesta y precisamente por eso fui a buscarlo. Era a finales<br />

<strong>de</strong> marzo o principios <strong>de</strong> abril. Teníamos la clase <strong>de</strong>corada con temas <strong>de</strong> Pascua.<br />

Aquel año Pascua cayó en el primer domingo <strong>de</strong> abril. Lo he comprobado. Recuerdo<br />

que me quedé allí sentada, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> huevos <strong>de</strong> colores y dibujos <strong>de</strong> conejitos<br />

mientras por <strong>de</strong>ntro me consumía pensando en Max.<br />

Pasó la mano por encima <strong>de</strong> las páginas que había llevado.<br />

—Recuerdo perfectamente esta parte. Él estaba en el local <strong>de</strong> la revista, con la<br />

puerta cerrada. Tuve que llamar. Tenía muy mal aspecto. Más <strong>de</strong>lgado, sin afeitar,<br />

con el pelo revuelto. Olía mal. Tenía la mesa atestada <strong>de</strong> papeles.<br />

Soltó un pequeño suspiro.<br />

—De lo que no me acuerdo es <strong>de</strong>l tiempo que hacía, Nate. No sabría precisar<br />

qué aspecto tenía el pueblo, pero el <strong>de</strong> él, con todo lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles. Aún parece que lo<br />

veo en su <strong>de</strong>spacho. Tazas <strong>de</strong> café, platos por todas partes, papeleras a rebosar,<br />

basura por el suelo. Ceniceros llenos <strong>de</strong> colillas. Antes fumaba...<br />

»También lo he escrito —comentó, alisando <strong>de</strong> nuevo los papeles—. Estaba<br />

trabajando en su novela, o eso supuse, y parecía <strong>de</strong>squiciado. No sabría explicar por<br />

qué aquello me atrajo tanto. Le pegué una buena bronca. Le dije que por mi parte se<br />

había acabado. Que si creía que podía tratarme así, mejor sería que reflexionara un<br />

poco. Seguí <strong>de</strong>spotricando y echando pestes, pero él no abrió la boca. Cuando<br />

terminé la perorata, puso una rodilla en el suelo.<br />

Hizo una pausa y apretó los labios.<br />

- 287 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Allí, en medio <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n me pidió una segunda oportunidad. La<br />

necesitaba. Y me pidió que me casara con él. Lo hicimos aquel junio. Quería ser una<br />

novia <strong>de</strong> junio, como Bette Davis en la película, y como ya había pasado <strong>de</strong>l plazo <strong>de</strong><br />

los treinta años, unos meses más no importaban.<br />

—¿Le habló en alguna ocasión <strong>de</strong>l tiempo que pasó fuera?<br />

—No. Ni yo le hice preguntas. No le di importancia. Lo único que comentó fue<br />

que había visto qué significaba estar solo, solo <strong>de</strong> verdad, y que no quería volver a<br />

vivir aquello.<br />

Nate pensó en las líneas <strong>de</strong> conexión entre los nombres en su lista.<br />

—¿Tuvo alguna vez algún roce o, por el contrario, una amistad especial con<br />

Bing?<br />

—¿Con Bing? Ninguna confianza particular. Max siempre intentó no<br />

enemistarse con él, sobre todo porque Bing me había pedido para salir.<br />

—¿Bing?<br />

—Bueno, lo <strong>de</strong> salir es probablemente un eufemismo. Lo que le interesaba era<br />

llevarme a cenar y a bailar, no sé si me entien<strong>de</strong>...<br />

—¿Y alguna vez...?<br />

—No. —Soltó una carcajada, que interrumpió <strong>de</strong> golpe, <strong>de</strong>sconcertada—. No<br />

me había reído así <strong>de</strong>s<strong>de</strong>... No es para reírse...<br />

—Resulta divertido imaginarla con Bing. ¿Cómo se tomó él las calabazas?<br />

—No creo que se lo tomara muy a pecho —dijo con un gesto <strong>de</strong> quitarle<br />

importancia—. Yo estaba allí, eso es todo. Una nueva en un lugar don<strong>de</strong> el material<br />

no abundaba. Un hombre como Bing era normal que pretendiera tentarla, ver si<br />

podía ligársela y encima sacarle alguna comida casera. No se lo reprocho, es algo<br />

normal en un lugar como este. Tampoco fue el único en insinuarse. En aquel primer<br />

invierno salí con unos cuantos. Incluso el profesor y yo cenamos juntos un par <strong>de</strong><br />

veces, aunque estaba claro que bebía los vientos por Charlene.<br />

—¿Estamos hablando <strong>de</strong> antes <strong>de</strong> que Galloway se marchara?<br />

—Antes, durante, <strong>de</strong>spués... Siempre le ha tenido embobado. Pero salimos un<br />

par <strong>de</strong> veces a cenar y se comportó como un perfecto caballero. Tal vez un poco más<br />

caballero <strong>de</strong> lo que yo habría <strong>de</strong>seado, a <strong>de</strong>cir verdad. Lo que no buscaba, eso está<br />

claro, es a alguien como Bing.<br />

—¿Por qué?<br />

—Es tan grandote, tan grosero y vulgar... Salí con John porque me atraía su<br />

aspecto y su inteligencia. Y con Ed, una vez, porque... no sé, ¿por qué no? Incluso con<br />

Otto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se divorciara. Una mujer, aunque no sea muy atractiva y haya<br />

cumplido ya los treinta, tiene un montón <strong>de</strong> oportunida<strong>de</strong>s en un lugar como este,<br />

siempre que no sea excesivamente exigente. Y yo elegí a Max.<br />

Sonrió, distante.<br />

—Aún hoy lo haría —afirmó, y luego pareció volver a la actitud anterior—.<br />

Quisiera po<strong>de</strong>r aclararle más cosas. Si pienso en aquel tiempo, me doy cuenta <strong>de</strong> que<br />

Max parecía preocupado. Claro que siempre tenía esta actitud cuando trabajaba en<br />

alguno <strong>de</strong> sus libros. Luego los <strong>de</strong>jaba a un lado durante meses y todo volvía a su<br />

cauce. Pero en cuanto reemprendía la labor, se encerraba <strong>de</strong> nuevo. Yo era más feliz<br />

- 288 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

cuando él se olvidaba <strong>de</strong> la literatura.<br />

—¿Alguien se le insinuó una vez casada?<br />

—No. Recuerdo una ocasión en que Bing me dijo, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Max, que había<br />

caído muy bajo o algo así.<br />

—¿Y qué ocurrió?<br />

—Nada. Max se lo tomó a broma e invitó a Bing a una copa. No era un hombre<br />

al que le gustaran los enfrentamientos. Hacía todo lo posible para evitarlos; supongo<br />

que es una <strong>de</strong> las razones por las que no encajaba en una publicación <strong>de</strong> una gran<br />

ciudad. Usted mismo vio qué hizo cuando se lo quitó <strong>de</strong> encima al principio. Acudió<br />

a Hopp. Era su estilo. No se le habría ocurrido aparecer por aquí con chulería.<br />

—¿Le gustaba el cine?<br />

—Más o menos como a toda la gente <strong>de</strong> Lunacy. Una distracción comunitaria<br />

formal. Y hablando <strong>de</strong> la sesión nocturna, quisiera la <strong>de</strong>claración oficial <strong>de</strong> lo que<br />

ocurrió anoche.<br />

—Peach se la proporcionará para la sección policial <strong>de</strong> The Lunatic.<br />

—Hablaré con ella, pero me parece que a un tema como este habría que<br />

<strong>de</strong>dicarle algún artículo. Otto lo encontró —empezó ella mientras metía la mano en<br />

la cartera para sacar el bloc.<br />

—Sí. Pero <strong>de</strong>nos un par <strong>de</strong> días, Carrie. Para entonces tendré algo más que<br />

ofrecerle.<br />

—¿Debo enten<strong>de</strong>r que espera <strong>de</strong>tener a alguien <strong>de</strong> un momento a otro?<br />

Nate sonrió.<br />

—Veo que se ha vuelto a poner las pilas <strong>de</strong> periodista. No, me refiero a que<br />

habré puesto en or<strong>de</strong>n las notas, las <strong>de</strong>claraciones, el informe sobre el inci<strong>de</strong>nte.<br />

Carrie se levantó.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que mis hijos no hubieran salido anoche. Estuve insistiendo en<br />

que fueran al cine, vieran a gente e hicieran algo normal. Pero al final invitaron a<br />

unos amigos a tomar una pizza. De acuerdo, mañana hablamos.<br />

—Me preguntaba... —dijo él mientras la acompañaba a la puerta— ... si Max era<br />

un entusiasta <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias.<br />

Ella lo miró fijamente.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> ha sacado eso?<br />

—Simplemente un punto que intentaba aclarar.<br />

—Pues no. Nunca fue un entusiasta <strong>de</strong> esa película. Y en cierto modo me tenía<br />

<strong>de</strong>sconcertada porque era un género que le encantaba: gran<strong>de</strong>s historias épicas con<br />

un montón <strong>de</strong> efectos especiales. Pero esa no. Hará unos seis o siete años<br />

organizamos en una velada cinematográfica una maratón <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias.<br />

No recuerdo exactamente cuándo, pero era para celebrar el vigésimo aniversario <strong>de</strong><br />

la primera versión. Aquel día no quiso salir, y eso que los críos estaban locos por ir.<br />

Tuve que llevarlos yo sola. Y escribir las reseñas para la revista, ahora que me<br />

acuerdo. Cuando salieron las <strong>de</strong>más, siempre llevé a los niños a Anchorage para que<br />

las vieran. Él se quedaba en casa. ¿Y usted <strong>de</strong> qué se ha puesto las pilas?<br />

—De poli. —Nate le dio un suave codazo invitándola a salir—. No tiene<br />

importancia. Peach le pasará la información para la sección <strong>de</strong> la revista.<br />

- 289 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate calculó el tiempo <strong>de</strong> forma que llegara al Lodge cuando Bing y su<br />

cuadrilla se tomaran el <strong>de</strong>scanso para comer. Entró en el comedor mientras Rose<br />

servía una cerveza a aquel. Sus miradas se cruzaron. Se acercó al compartimiento y<br />

saludó con un gesto <strong>de</strong> la cabeza a los dos hombres que se habían sentado frente a<br />

Bing.<br />

—¿Les importaría buscar otra mesa para que Bing y yo pudiéramos hablar a<br />

solas?<br />

No les gustó mucho la i<strong>de</strong>a, pero cogieron sus cafés y se trasladaron a una mesa<br />

vacía.<br />

—He pedido el almuerzo —empezó Bing—, y supongo que tengo <strong>de</strong>recho a<br />

comer sin que usted se siente ahí y me quite el apetito.<br />

—He visto que había reparado el bache. Gracias, Rose —dijo cuando la<br />

camarera le trajo el café <strong>de</strong> todos los días.<br />

—¿A punto para comer, jefe?<br />

—No. De momento no. El río sigue aguantando —siguió, dirigiéndose a Bing—.<br />

Tal vez no hagan falta los sacos <strong>de</strong> arena.<br />

—Tal vez sí, tal vez no.<br />

—Febrero <strong>de</strong> 1988. ¿Dón<strong>de</strong> estaba usted?<br />

—¿Cómo coño quiere que lo sepa?<br />

—En 1988, Los Angeles Dodgers ganaron las Series Mundiales, los Redskins se<br />

llevaron la Super Bowl. Cher ganó un Oscar.<br />

—<strong>San</strong><strong>de</strong>ces <strong>de</strong> los estados <strong>de</strong>l sur.<br />

—Y en febrero, Susan Butcher se hizo con su tercer Iditarod. Menuda hazaña<br />

para una muchacha <strong>de</strong> Boston. Acabó en once días y menos <strong>de</strong> doce horas. Quizá eso<br />

le refresque la memoria.<br />

—Lo que me recuerda es que perdí doscientos pavos en aquella carrera. Por esa<br />

tía <strong>de</strong> marras.<br />

—¿Y qué hacía usted unas semanas antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r los doscientos pavos?<br />

—Un hombre recuerda que ha perdido doscientos billetes por culpa <strong>de</strong> una tía.<br />

Pero eso no significa que <strong>de</strong>ba recordar todas las veces que se rasca el culo o echa<br />

una meada.<br />

—¿Hizo algún viaje?<br />

—Iba y venía como me daba la puta gana, igual que ahora.<br />

—Tal vez bajó hasta Anchorage y vio a Galloway allí...<br />

—He estado en Anchorage más veces <strong>de</strong> las que usted sería capaz <strong>de</strong> escupir.<br />

Por estas tierras unos cientos <strong>de</strong> kilómetros no significan nada. Probablemente le<br />

viera alguna vez por allí. Es un lugar en el que ves a mucha gente, pero yo a lo mío y<br />

ellos a lo suyo.<br />

—Si se hace el duro, será el primero en pagarlo.<br />

Sus ojos reflejaron que le estaban apretando las clavijas.<br />

—Supongo que no preten<strong>de</strong>rá amenazarme...<br />

- 290 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Supongo que no preten<strong>de</strong>rá salir con evasivas. —Nate inclinó la cabeza hacia<br />

el café—. Usted cree que esta placa <strong>de</strong>bería estar en su camisa.<br />

—Mucho mejor que en la <strong>de</strong> un forastero, mejor dicho, <strong>de</strong> un tipo que permitió<br />

que mataran a su compañero. Alguien a quien habrían mandado al carajo <strong>de</strong> no<br />

existir esa línea divisoria que tiene siempre la pasma en el coco.<br />

Aquello le llegó a las entrañas, pero tomó un trago <strong>de</strong> café y siguió con la vista<br />

fija en Bing.<br />

—Veo que se ha documentado. Pero, sea como sea, la placa la llevo yo. Tengo<br />

autoridad suficiente para <strong>de</strong>tenerlo, acusarlo y encerrarlo por lo que le han hecho al<br />

perro.<br />

—En mi vida he tocado a ese perro.<br />

—Yo que usted pondría un poco más <strong>de</strong> empeño en recordar dón<strong>de</strong> estaba<br />

cuando se marchó <strong>de</strong> aquí Patrick Galloway.<br />

—¿Por qué se emperra en resucitar algo muerto y enterrado, Burke? ¿Hace que<br />

se sienta importante? Max mató a Galloway; todo el mundo lo sabe.<br />

—Razón <strong>de</strong> más para que a usted no le importe que se compruebe su para<strong>de</strong>ro<br />

en aquellos días...<br />

Apareció Rose con un plato en el que había pastel <strong>de</strong> carne y una montaña <strong>de</strong><br />

puré <strong>de</strong> patata bañada con abundante salsa.<br />

—¿Te sirvo algo más, Bing? —Dejó un cuenco con tirabeques y cebollitas junto<br />

al plato.<br />

Nate vio los esfuerzos que hacía, le observó mientras se echaba hacia atrás.<br />

Habló sin alterar la voz, con un atisbo <strong>de</strong> amabilidad en el tono:<br />

—No, gracias, Rose.<br />

—Que aproveche. Si quiere que le sirva algo, jefe, me avisa.<br />

—Ya he terminado con usted —dijo Bing, cogiendo con el tenedor un buen<br />

pedazo <strong>de</strong> pastel <strong>de</strong> carne.<br />

—¿Pasamos pues a la habitual charla que suele acompañar las comidas? ¿Qué<br />

opina usted <strong>de</strong> La guerra <strong>de</strong> las galaxias?<br />

—¿Cómo?<br />

—Pues eso, las películas. Luke Skywalker, Darth Va<strong>de</strong>r.<br />

—Vaya chorradas —murmuró Bing entre dientes, atacando el puré—. La guerra<br />

<strong>de</strong> las galaxias, ¡no te fastidia! ¿No piensa <strong>de</strong>jarme comer en paz?<br />

—Un buen argumento, unos personajes memorables. En el fondo trata sobre el<br />

<strong>de</strong>stino... y la traición.<br />

—Trata <strong>de</strong> taquillas millonarias y <strong>de</strong> marketing. —Blandió el tenedor antes <strong>de</strong><br />

hundirlo <strong>de</strong> nuevo en la comida—. La peña volando en naves espaciales, dándose<br />

batacazos con espadas luminosas.<br />

—Sables. Sables luminosos. La cuestión es que hubo que invertir un tiempo,<br />

algún sacrificio, se produjeron pérdidas, pero... —Salió <strong>de</strong>l compartimiento—.<br />

Ganaron los buenos. Bien, hasta pronto.<br />

- 291 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 25<br />

Había once alumnos en la clase <strong>de</strong> literatura inglesa <strong>de</strong>l último trimestre,<br />

dispuestos a acabar la enseñanza media. Nueve <strong>de</strong> ellos estaban <strong>de</strong>spiertos. John <strong>de</strong>jó<br />

que los otros dos siguieran con la cabezadita mientras una <strong>de</strong> las alumnas más<br />

<strong>de</strong>spiertas <strong>de</strong>strozaba las palabras <strong>de</strong> Shakespeare leyendo el «Fuera, maldita<br />

mancha» <strong>de</strong> lady Macbeth.<br />

Tenía bastantes cosas en la cabeza como para controlar el estudio <strong>de</strong> Macbeth.<br />

Llevaba veinticinco años con ello, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella primera vez en que se enfrentó<br />

con gran nerviosismo a un aula llena <strong>de</strong> alumnos. Por aquel entonces contaba pocos<br />

años más que sus alumnos. Probablemente fuera más inocente y entusiasta que la<br />

mayoría <strong>de</strong> ellos. Deseaba escribir extraordinarias y formidables novelas, llenas <strong>de</strong><br />

alegorías sobre la condición humana.<br />

Puesto que no quería morirse <strong>de</strong> hambre en una buhardilla, optó por la<br />

enseñanza.<br />

Escribió y, a pesar <strong>de</strong> que sus novelas nunca fueron tan extraordinarias y<br />

formidables como hubiera <strong>de</strong>seado, publicó algunas obras. Sin la docencia tal vez no<br />

se hubiera muerto <strong>de</strong> hambre en una buhardilla, pero seguro que no habría comido<br />

tan bien.<br />

Las exigencias —y, con Dios y ayuda, las alegrías— <strong>de</strong> la enseñanza resultaban<br />

algo abrumador para un joven intelectual que anhelaba escribir gran<strong>de</strong>s novelas. Por<br />

ello pegó el salto, el valiente e intrépido salto, y huyó hacia Alaska. Allí adquiriría<br />

experiencia, viviría con sencillez y estudiaría la condición humana en un lugar<br />

primitivo, en el absoluto aislamiento que representaba para él aquel lugar. Escribiría<br />

novelas sobre el valor y la tenacidad <strong>de</strong>l hombre, sobre sus locuras y sus triunfos.<br />

Entonces, llegó a Lunacy.<br />

¿Cómo iba a conocer un joven que no había cumplido aún los treinta el<br />

significado <strong>de</strong> la palabra obsesión? ¿Cómo podía haber captado, aquel joven<br />

inteligente e i<strong>de</strong>alista, que un lugar y una mujer podían enca<strong>de</strong>narlo? Podían<br />

mantenerlo atado por voluntad propia por más que ambos <strong>de</strong>safiaran y negaran sus<br />

necesida<strong>de</strong>s.<br />

Se enamoró, o empezó a vivir una obsesión, ya no se veía capaz <strong>de</strong> establecer la<br />

diferencia, en el instante en que vio a Charlene. Su belleza evocaba un dorado sauce;<br />

su voz, el canto <strong>de</strong> una sirena. Y el <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> placentera sexualidad... Todo en ella<br />

le cautivaba, y le engullía.<br />

Era la mujer <strong>de</strong> otro, la madre <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> otro. Pero le daba igual. Su amor, si<br />

a aquello podía llamársele así, no era el amor puro y romántico <strong>de</strong> un valeroso<br />

caballero por una dama sino la dulce y lujuriosa ansia que siente un hombre por una<br />

mujer.<br />

- 292 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

¿Acaso no se había convencido a sí mismo <strong>de</strong> que echaría <strong>de</strong> allí a Galloway?<br />

Aquel hombre no le prestaba ninguna atención a Charlene. Era egoísta. John lo<br />

habría visto aunque el amor no le hubiera cegado. Aquello le había carcomido.<br />

Así pues, <strong>de</strong>cidió seguir ahí y esperar. Cambiar el curso <strong>de</strong> su vida y esperar.<br />

Después <strong>de</strong> todo lo que había hecho, <strong>de</strong> todos los planes, las esperanzas, seguía<br />

a la espera.<br />

Sus alumnos eran cada vez más jóvenes y los años pasaban ante sus ojos. Jamás<br />

recuperaría lo que había arrojado por la borda, lo que había <strong>de</strong>spilfarrado.<br />

Y aun así, lo único que <strong>de</strong>seaba seguía sin ser suyo.<br />

Miró el reloj y vio que otro día se esfumaba. Luego, captó un movimiento por el<br />

rabillo <strong>de</strong>l ojo y se dio cuenta <strong>de</strong> que Nate se encontraba apoyado en la puerta <strong>de</strong> su<br />

clase.<br />

—El viernes tenéis que entregarme los trabajos sobre Macbeth —dijo<br />

dirigiéndose a un coro <strong>de</strong> gruñidos—. Kevin, piensa que si Marianne te hace el<br />

trabajo lo notaré. Los <strong>de</strong> la comisión <strong>de</strong>l anuario <strong>de</strong> fin <strong>de</strong> curso recordad que hay<br />

una reunión mañana a las tres y media. Que cada cual se organice para volver a casa.<br />

Podéis salir.<br />

Se produjo el habitual taconeo, el arrastre <strong>de</strong> pies hacia la salida y el parloteo al<br />

que estaba tan acostumbrado que ni siquiera oía.<br />

—¿Qué tendrán los institutos —dijo Nate— que consiguen que a un adulto le<br />

su<strong>de</strong>n las manos?<br />

—Haber sobrevivido a ese infierno en su momento no significa que no<br />

podamos ser arrojados <strong>de</strong> nuevo al pozo.<br />

—Será eso, supongo.<br />

—Apuesto a que a usted no le fue tan mal —dijo John metiendo unos papeles<br />

en la maltrecha cartera—. Lo dice su aspecto, su actitud. Le veo como un estudiante<br />

aceptable a quien, a<strong>de</strong>más, se le <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> dar bien las chicas. Atlético... ¿Cuál era su<br />

especialidad?<br />

—Pista. —Nate frunció los labios—. Siempre corriendo. ¿Y usted?<br />

—El típico empollón. El que jodía la media <strong>de</strong> toda la clase.<br />

—¡No fastidie! ¡Qué horror! —Con los pulgares sujetos a los extremos <strong>de</strong> los<br />

bolsillos, Nate avanzó por el pasillo leyendo lo que estaba escrito en la pizarra—.<br />

Macbeth, ¿verdad? Me gustaba Shakespeare si lo leía otro. En voz alta, me refiero, así<br />

podía distinguir las palabras. El tipo que mató por una mujer, ¿no?<br />

—No, por ambición, empujado por una mujer. Y el germen <strong>de</strong> aquella lo habían<br />

sembrado otras tres.<br />

—Él no salió muy bien parado.<br />

—Lo pagó con su honor, con la pérdida <strong>de</strong> la mujer a la que amaba y con su<br />

vida.<br />

—El que la hace, la paga.<br />

John asintió, levantando una ceja.<br />

—¿Ha venido hasta aquí para hablar <strong>de</strong> Shakespeare, Nate?<br />

—No. Estamos investigando el inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> anoche. Tengo que hacerle unas<br />

preguntas.<br />

- 293 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Sobre Yukon? Yo estaba en el ayuntamiento cuando ocurrió.<br />

—¿A qué hora llegó?<br />

—Poco antes <strong>de</strong> las siete. —Miró con expresión ausente hacia el pasillo, don<strong>de</strong><br />

unos alumnos que habían terminado la clase corrían riendo—. Por casualidad había<br />

organizado un grupo <strong>de</strong> actividad extraescolar para un trabajo sobre Hitchcock en el<br />

que participan alumnos <strong>de</strong> los últimos cursos. Se han apuntado algunos, con ello<br />

consiguen unos créditos extra. Hemos reunido una docena.<br />

—¿Salió usted entre las siete y las diez?<br />

—En el intermedio, a fumar un cigarrillo y tomar un poco <strong>de</strong> ponche <strong>de</strong>l que<br />

vendían los <strong>de</strong> la comisión <strong>de</strong> la escuela primaria. Por cierto, que me pareció más<br />

sabroso cuando le añadí unas gotas.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba usted sentado?<br />

—Hacia atrás, en el lado opuesto al <strong>de</strong> los alumnos. No quería que se cortaran<br />

ni que me acribillaran con preguntas. Estuve tomando notas durante la película.<br />

—¿A oscuras?<br />

—Efectivamente. Nada, cuatro apuntes para utilizar luego en el <strong>de</strong>bate.<br />

Quisiera ayudarle en esto, pero no veo cómo puedo hacerlo.<br />

Se acercó a la única ventana <strong>de</strong>l aula para bajar la persiana.<br />

—En cuanto entró Otto, en cuanto supimos lo que había ocurrido, me fui al<br />

Lodge. Estaba afectado. Nos afectó a todos. Allí encontré a Charlene, Jim el flaco y<br />

Mike el grandullón.<br />

—¿Quién más estaba allí?<br />

—Pues... Mitch Dauber y Cliff Treat, Mike el borracho. Un par <strong>de</strong><br />

excursionistas... —Mientras hablaba, limpiaba el aula; recogía lápices <strong>de</strong>l suelo,<br />

papeles, un clip <strong>de</strong>l pelo—. Me tomé una copa. Poco <strong>de</strong>spués aparecieron Meg y<br />

Otto, y cuando las cosas se calmaron un poco echamos unas partiditas <strong>de</strong> póquer.<br />

Estábamos en ello cuando usted llegó.<br />

Nate asintió y guardó el bloc que había sacado.<br />

John tiró los papeles a la papelera y <strong>de</strong>jó el resto en una caja <strong>de</strong> zapatos que<br />

tenía sobre la mesa.<br />

—No sé <strong>de</strong> nadie que pudiera hacerle algo así a un perro. Sobre todo a Yukon.<br />

—Lo mismo le ocurre a todo el pueblo, al parecer. —Nate echó un vistazo al<br />

aula. Olía a tiza, pensó. Y también a perfume <strong>de</strong> adolescente, a una mezcla <strong>de</strong> chicle,<br />

pintalabios y gomina—. ¿Nunca se toma unos días libres durante el curso, unas<br />

pequeñas vacaciones y sale <strong>de</strong> aquí?<br />

—Eso hacía. Descansos <strong>de</strong> salud mental, los llamaba yo. ¿Por qué?<br />

—Estaba pensando si se tomó alguno <strong>de</strong> esos <strong>de</strong>scansos <strong>de</strong> salud mental en<br />

febrero <strong>de</strong> 1988.<br />

Nate notó que, tras los cristales, los ojos <strong>de</strong> John se helaban.<br />

—Costaría un poco saberlo.<br />

—Intente recordarlo.<br />

—¿Debería contratar a un abogado, jefe Burke?<br />

—Eso es asunto suyo. Yo lo único que pretendo es hacerme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />

estaba y qué hacía todo el mundo cuando asesinaron a Patrick Galloway.<br />

- 294 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Y esa i<strong>de</strong>a, ¿no tendría que hacérsela la policía estatal? Porque, si no me<br />

equivoco, ellos han sacado sus conclusiones, ¿verdad?<br />

—Prefiero hacer mis propias <strong>de</strong>ducciones. No me dirá que es un secreto para<br />

nadie que usted tuvo... digamos... <strong>de</strong>bilidad por Charlene durante mucho tiempo.<br />

—No. —Se quitó las gafas y empezó a limpiarlas, lenta y concienzudamente,<br />

con un pañuelo que había sacado <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta—. No voy a negarlo.<br />

—Y sentía esa <strong>de</strong>bilidad cuando estaba con Galloway.<br />

—Sentía algo muy profundo por ella, sí. Aunque <strong>de</strong> poco me sirvió, puesto que<br />

se casó con otro cuando no había transcurrido ni un año <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong><br />

Galloway.<br />

—Del asesinato —rectificó Nate.<br />

—Sí. —Volvió a ponerse las gafas—. Del asesinato.<br />

—¿Se lo pidió usted?<br />

—Me dijo que no. Me dijo que no todas las veces que se lo pedí.<br />

—Pero se acostó con usted.<br />

—Se está metiendo en un terreno muy personal.<br />

—Se acostó con usted —siguió Nate—, pero se casó con otro. Se acostó con<br />

usted mientras estaba casada con otro. Y no lo hizo solo con usted.<br />

—Es algo privado. Y más aún en un pueblo como este. No estoy dispuesto a<br />

hablar <strong>de</strong> ello con usted.<br />

—El amor es un tipo <strong>de</strong> ambición, ¿no cree? —Nate golpeó con un <strong>de</strong>do el<br />

ejemplar <strong>de</strong> Macbeth que seguía en la mesa <strong>de</strong> John—. Los hombres matan por amor.<br />

—Los hombres matan. La mitad <strong>de</strong> las veces no necesitan justificación.<br />

—No se lo voy a discutir. Y a veces salen bien parados. La mayoría <strong>de</strong> las veces.<br />

Le agra<strong>de</strong>cería que reflexionara sobre ello y que cuando recuer<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se<br />

encontraba aquel febrero me lo diga.<br />

Se fue hacia la puerta y luego se volvió:<br />

—Lo olvidaba, ¿leyó alguno <strong>de</strong> los libros que estaba escribiendo Max<br />

Hawbaker?<br />

—No. —A pesar <strong>de</strong> que su voz era tranquila, sus ojos mostraban cierto enojo—.<br />

Se mostraba muy reservado respecto a ellos. Es algo corriente en los escritores que<br />

aspiran a ser reconocidos. Creo que lo suyo era más hablar <strong>de</strong> escribir un libro que<br />

escribirlo en realidad.<br />

—Pues resulta que tenía algunos empezados. Yo tengo los manuscritos. Todos<br />

giran sobre lo mismo. Un tema que supongo que a usted le llamaría la atención.<br />

—También eso es habitual en un escritor novel. Incluso uno con experiencia<br />

explora el mismo tema <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintos ángulos.<br />

—Al parecer el suyo era el <strong>de</strong> los hombres que sobreviven a la naturaleza... y a<br />

otros hombres. O no sobreviven. En <strong>de</strong>finitiva acaba siempre con tres personajes,<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> cuántos hubiera al principio, al final se reduce a tres. Y lo<br />

que más se repite son tres hombres que escalan una montaña, en invierno.<br />

Nate jugaba con las monedas que llevaba en el bolsillo mientras John<br />

permanecía en silencio.<br />

—Solo había acabado algunos capítulos, pero guardaba notas para el resto; era<br />

- 295 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

un esquema o unas escenas dispersas que al parecer tenía intención <strong>de</strong> introducir.<br />

Tres hombres inician un ascenso. Solo dos vuelven. —Nate hizo una pausa—.<br />

Muchas novelas son autobiográficas, ¿verdad?<br />

—Algunas —respondió John sin alterarse—. Suele ser un recurso para una<br />

primera novela.<br />

—Interesante, ¿no cree? Y lo sería más <strong>de</strong>scubrir al tercer hombre. Bien, estaré<br />

por aquí. Cuando recuer<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se encontraba aquel febrero, hágamelo saber.<br />

John se quedó inmóvil hasta que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> oír el eco <strong>de</strong> los pasos <strong>de</strong> Nate en el<br />

pasillo. Luego se sentó, poco a poco, ante la mesa. Y vio que le temblaban las manos.<br />

Nate acudió a una reunión informal que se celebraba en el ayuntamiento. Lo<br />

hizo adre<strong>de</strong>, por lo que no le sorprendió que cuando abrió la puerta todo el mundo<br />

se callara.<br />

—¡Siento interrumpir! —Observó los rostros <strong>de</strong> los congregados, <strong>de</strong> la gente<br />

que ya conocía. En más <strong>de</strong> uno vio reflejada la turbación—. Si quieren, puedo esperar<br />

a que acaben.<br />

—Creo que eso será todo por hoy —dijo Hopp.<br />

—No estoy <strong>de</strong> acuerdo. —Ed plantó con firmeza sus botas <strong>de</strong> montaña en el<br />

suelo y cruzó los brazos—. No creo que hayamos resuelto nada, opino que la reunión<br />

<strong>de</strong>be continuar y, lo siento, jefe, a puerta cerrada hasta que hayamos resuelto una<br />

serie <strong>de</strong> asuntos.<br />

—Ed —dijo Deb inclinándose un poco—, eso lo hemos discutido mil veces.<br />

Vamos a <strong>de</strong>jarlo <strong>de</strong> momento.<br />

—Propongo seguir.<br />

—Y yo propongo que no sigas jorobando, Ed —dijo Joe Wise, levantándose.<br />

—Joe —exclamó Hopp señalándole con el <strong>de</strong>do—, que nos hayamos reunido <strong>de</strong><br />

manera informal no significa que tengamos que montar bulla. Puesto que ha venido<br />

Ignatious y que su nombre ha salido aquí, escuchemos sus aportaciones.<br />

—Estoy <strong>de</strong> acuerdo con ella. —Ken se levantó y metió otra silla en el círculo que<br />

habían formado—. Siéntese, Nate. Oigan —dijo antes <strong>de</strong> que alguien pudiera<br />

protestar—, es nuestro jefe <strong>de</strong> policía. Tendría que participar.<br />

—En realidad, Ignatious, estábamos hablando <strong>de</strong> los últimos acontecimientos. Y<br />

<strong>de</strong> cómo se está ocupando usted <strong>de</strong> ellos.<br />

—El caso es que... —Harry se rascó la cabeza—. Circulan rumores por ahí <strong>de</strong><br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que le contratamos tenemos más problemas que antes. Y parece que es así,<br />

aunque no estoy diciendo que sea culpa suya, pero eso parece.<br />

—Tal vez hayamos cometido un error. —Ed apretó la mandíbula—. Y se lo digo<br />

a la cara. Tal vez hayamos cometido un error contratándole, mejor dicho,<br />

contratando a quien sea, <strong>de</strong> fuera.<br />

—Las razones que nos movieron a buscar a alguien <strong>de</strong> fuera eran válidas —le<br />

recordó Walter Notti—. El jefe Burke ha llevado a<strong>de</strong>lante, está llevando a<strong>de</strong>lante, el<br />

trabajo por el que se le contrató.<br />

—Quizá tengas razón en esto, Walter, quizá. Pero... —Ed levantó las manos—<br />

- 296 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

tal vez algunos elementos <strong>de</strong> esta población poco proclives a respetar la ley se lo<br />

hayan tomado como una especie <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío. De modo que se muestran, por <strong>de</strong>cirlo<br />

así, más activos. A la gente <strong>de</strong> por aquí no le gusta que le digan qué tiene que hacer.<br />

—Votamos la creación <strong>de</strong> una fuerza <strong>de</strong> policía —le recordó Hopp.<br />

—Lo sé, Hopp, yo mismo voté a favor, justamente en esta sala, Y no estoy<br />

diciendo que Nate tenga la culpa <strong>de</strong> cómo ha ido todo. Lo que digo es que fue un<br />

error, un error nuestro.<br />

—He puesto muchos menos puntos <strong>de</strong> sutura a los Mackie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Nate<br />

llegó aquí —comentó Ken—. He visitado a menos pacientes por culpa <strong>de</strong> peleas o<br />

violencia doméstica. El año pasado me trajeron dos veces a Mike el borracho a la<br />

consulta con síntomas <strong>de</strong> congelación <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que alguien lo encontrara<br />

inconsciente junto a la calzada. Este año sigue con sus juergas pero por lo menos<br />

duerme las monas en el calabozo.<br />

—Ed, no creo que podamos echar la culpa a la policía <strong>de</strong> que hayan robado tu<br />

equipo, o te hayan llenado la cabaña <strong>de</strong> pintadas. —Deb extendió los brazos—. Como<br />

tampoco tiene la culpa <strong>de</strong> que a Hawley le reventaran los neumáticos, <strong>de</strong> que alguien<br />

rompiera los cristales <strong>de</strong> la escuela o <strong>de</strong> otras cosas que han sucedido. Yo diría que si<br />

alguien tiene la culpa son los padres por no controlar lo suficiente a sus hijos.<br />

—A mi perro no lo mató un crío. —Joe miró a Nate con expresión <strong>de</strong> disculpa—<br />

. Estoy <strong>de</strong> acuerdo con lo que ha dicho Deb y también con lo que manifestaron<br />

Walter y Ken antes, pero no fue un niño el que le hizo aquello a Yukon.<br />

—No —respondió Nate—. No fue un niño.<br />

—Yo no creo que fuera un error contratarle, Nate —siguió Deb—, pero todos<br />

tenemos nuestra parte <strong>de</strong> responsabilidad en el municipio y <strong>de</strong>bemos saber cómo<br />

actúa usted. Qué hace para <strong>de</strong>scubrir al autor <strong>de</strong> esos actos y quién hizo lo <strong>de</strong> Yukon.<br />

—Me parece justo. Algunos <strong>de</strong> los inci<strong>de</strong>ntes que se han citado podrían ser obra<br />

<strong>de</strong> niños. Lo fue con seguridad la rotura <strong>de</strong> los cristales <strong>de</strong> la escuela, y puesto que<br />

uno <strong>de</strong> los autores fue tan poco cuidadoso que perdió allí su navaja, pudimos<br />

i<strong>de</strong>ntificarlos. Hablé con ellos y con sus padres ayer. Se harán cargo <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>sperfectos y a los dos muchachos se les aplicará una sanción <strong>de</strong> tres días <strong>de</strong><br />

expulsión <strong>de</strong> la escuela, durante los cuales dudo que lo pasen muy bien.<br />

—¿No se les ha acusado formalmente? —preguntó Ed.<br />

—Tienen nueve y diez años, Ed. No pensé que encerrarlos en una celda fuera<br />

una solución. Muchos <strong>de</strong> nosotros —dijo recordando el expediente juvenil<br />

confi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong> Ed—, <strong>de</strong> pequeños hicimos estupi<strong>de</strong>ces, transgredimos la ley.<br />

—Si hicieron eso, pue<strong>de</strong> que hicieran algo más —sugirió Deb.<br />

—No. Les echaron una bronca en la escuela y rompieron un par <strong>de</strong> cristales.<br />

Apostaría lo que quieran a que no se fueron <strong>de</strong> excursión hasta la cabaña <strong>de</strong> Ed ni<br />

entraron ahí <strong>de</strong> noche o a que no anduvieron más <strong>de</strong> tres kilómetros para reventar<br />

los neumáticos <strong>de</strong>l vehículo <strong>de</strong> Hawley y pintárselo <strong>de</strong> arriba abajo. ¿Quieren mi<br />

opinión? Sus problemas no empezaron cuando me contrataron a mí. Sus problemas<br />

empezaron hace dieciséis años, cuando alguien mató a Patrick Galloway.<br />

—Eso nos ha trastornado a todos —dijo Harry moviendo la cabeza y mirando a<br />

los <strong>de</strong>más—. Incluso a los que no lo conocieron. Pero no veo qué tiene que ver con lo<br />

- 297 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

que estamos discutiendo aquí.<br />

—Yo creo que sí tiene que ver. La forma en que lo llevo.<br />

—No le entiendo —dijo Deb.<br />

—Quien mató a Galloway sigue aquí. Quien mató a Galloway —continuó Nate<br />

mientras todos empezaban a hablar a la vez—, mató a Max Hawbaker.<br />

—Max se suicidó —le interrumpió Ed—. Se suicidó porque él había matado a<br />

Pat.<br />

—Alguien preten<strong>de</strong> que creamos eso. Pero yo no lo hago.<br />

—Eso es una locura, Nate. —Harry gesticuló con ambas manos.<br />

—¿Una locura mayor que <strong>de</strong>cir que Max mató a Pat? —Deb se acariciaba el<br />

cuello mientras hablaba—. ¿Mayor que la <strong>de</strong>l suicidio <strong>de</strong> Max? No lo sé.<br />

—¡Silencio! —Hopp levantó las dos manos y gritó para que se la oyera entre el<br />

ruido—. ¿Pue<strong>de</strong>n callarse un puñetero minuto? Ignatious —dijo aspirando<br />

profundamente—, ¿nos está diciendo que alguien a quien todos conocemos ha<br />

cometido dos asesinatos?<br />

—Tres. —Observó a los reunidos con una mirada fría como el pe<strong>de</strong>rnal—. A<br />

dos hombres y a un perro viejo. Mi equipo lo está investigando y seguirá haciéndolo<br />

hasta que se i<strong>de</strong>ntifique y <strong>de</strong>tenga a esta persona.<br />

—La policía estatal... —empezó Joe.<br />

—In<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>scubran las autorida<strong>de</strong>s estatales y <strong>de</strong> su<br />

opinión, mi equipo lo investigará. Juré proteger y servir a esta población y estoy<br />

dispuesto a hacerlo. El proceso <strong>de</strong> investigación exigirá que cada uno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>clare dón<strong>de</strong> estaba y qué hacía anoche entre las nueve y las diez.<br />

—¿Nosotros? —exclamó Ed a gritos—. ¿Piensa interrogarnos a nosotros?<br />

—Exactamente. Y a<strong>de</strong>más preguntaré el para<strong>de</strong>ro y los movimientos <strong>de</strong> cada<br />

uno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s en febrero <strong>de</strong> 1988.<br />

—Usted... usted... —empezó Ed en tono amenazador, luego se <strong>de</strong>tuvo y,<br />

agarrándose al canto <strong>de</strong> la silla, se inclinó hacia <strong>de</strong>lante—. ¿Preten<strong>de</strong> interrogarnos<br />

como sospechosos? Eso es el colmo. Es increíble. No voy a prestarme a ello ni<br />

permitiré que se preste mi familia o mis vecinos. Está abusando <strong>de</strong> su autoridad.<br />

—Yo no opino lo mismo. Uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong>n votar la rescisión <strong>de</strong> mi contrato y mi<br />

<strong>de</strong>spido. Pero seguiré investigando. Encontraré al culpable. Y eso es lo que estoy<br />

haciendo. —Se levantó—. Buscar a los culpables. Para que uste<strong>de</strong>s puedan seguir<br />

reuniéndose, votando, <strong>de</strong>batiendo. Pue<strong>de</strong>n quitarme la placa. Aun así encontraré al<br />

culpable. Y esa es la única persona a quien puedo preocupar.<br />

Salió a gran<strong>de</strong>s zancadas y <strong>de</strong>jó atrás el griterío y las expresiones ofendidas.<br />

Hopp le alcanzó en la acera.<br />

—Espere un momento, Ignatious, solo un momento —le espetó al ver que no se<br />

<strong>de</strong>tenía—. ¡Maldita sea!<br />

Nate se paró, revolviendo las llaves en su bolsillo.<br />

Hopp lo miró con el ceño fruncido, mientras acababa <strong>de</strong> ponerse la chaqueta.<br />

—Realmente sabe cómo animar una reunión <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />

—¿Estoy <strong>de</strong>spedido?<br />

—Todavía no, pero no creo que haya ganado muchos votos ahí <strong>de</strong>ntro. —Se<br />

- 298 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

abrochó la chaqueta, era <strong>de</strong> color azul morado—. Podía haber hablado con más tacto.<br />

—El asesinato es uno <strong>de</strong> los temas que anula mi capacidad <strong>de</strong> mostrar tacto. Lo<br />

mismo que me ocurre cuando asisto a una reunión en la que se cuestiona mi<br />

profesionalidad.<br />

—De acuerdo, <strong>de</strong> acuerdo, pue<strong>de</strong> que hayamos actuado mal.<br />

—Si usted u otra persona tenía un problema con mi forma <strong>de</strong> abordar el trabajo,<br />

<strong>de</strong>bía habérmelo dicho.<br />

—Tiene razón. —Se apretó el puente <strong>de</strong> la nariz—. Todos estamos afectados y<br />

tenemos los nervios a flor <strong>de</strong> piel. Y va usted y nos suelta esa bomba. Seguro que a<br />

nadie le gustó pensar que Max había hecho lo que parecía claro que hizo, pero<br />

resultaba muchísimo más fácil verlo así que plantearse lo que ha insinuado usted.<br />

—No lo insinúo. Lo afirmo, categóricamente. Descubriré lo que necesito saber,<br />

por mucho tiempo que me lleve y por muchos sapos que tenga que tragarme en el<br />

camino.<br />

Hopp sacó los cigarrillos y el mechero <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

—Ya lo veo.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba usted hace dieciséis años, Hopp?<br />

—¿Yo? —Abrió los ojos <strong>de</strong> par en par—. Por favor, Ignatious, no me dirá que<br />

piensa en serio que pu<strong>de</strong> subir al Sin Nombre con Pat y hundirle un piolet en el<br />

pecho. Me doblaba en corpulencia.<br />

—Pero no a su marido. Usted es una mujer tenaz, Hopp. Se ha esforzado mucho<br />

en proteger la memoria <strong>de</strong> su marido. Es capaz <strong>de</strong> hacer lo que sea por conservar su<br />

buen nombre.<br />

—Es horrible que me diga algo así. Y horrible que diga algo así <strong>de</strong> un hombre al<br />

que ni siquiera conoció.<br />

—Tampoco conocí a Galloway. Usted sí.<br />

Retrocedió un paso hecha una furia. Dio media vuelta y se fue a toda prisa<br />

hacia el ayuntamiento. El portazo que pegó sonó como la <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> un cañón.<br />

Puesto que sabía que las murmuraciones y las habladurías no cesarían, Nate<br />

<strong>de</strong>cidió mantenerse visible. Cenó en el Lodge. A juzgar por las miradas <strong>de</strong> soslayo,<br />

las afirmaciones hechas en la reunión iban calando en el glacial menti<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />

Lunacy.<br />

Le parecía perfecto. Había llegado el momento <strong>de</strong> pegar una buena sacudida.<br />

Charlene le sirvió el plato <strong>de</strong> salmón especial y se sentó ante él en el<br />

compartimiento.<br />

—Tiene a la gente muy intrigada y preocupada.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—Y a mí la primera. —Tomó un sorbo <strong>de</strong>l café <strong>de</strong> él y arrugó la nariz—. No sé<br />

cómo pue<strong>de</strong> tomarse esto sin endulzarlo un poquitín.<br />

Nate le acercó los sobrecitos <strong>de</strong> azúcar.<br />

—Pue<strong>de</strong> poner el que quiera.<br />

—Eso haré.<br />

- 299 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Rompió dos sobres <strong>de</strong> edulcorante, los metió en la taza y revolvió el líquido.<br />

Llevaba una blusa <strong>de</strong> un gris brillante, <strong>de</strong> las que se adaptan a las curvas<br />

femeninas, y se había recogido el pelo para lucir unos pendientes <strong>de</strong> plata. Después<br />

<strong>de</strong> dar un leve toque con la cucharilla en el canto <strong>de</strong> la taza, probó la bebida.<br />

—Eso está mejor. —Sujetando la taza con las dos manos, se acercó a Nate en<br />

una postura que indicaba mayor intimidad—. Cuando me enteré <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Pat, en el<br />

fondo me exasperé. Le habría creído aunque me hubiera dicho que había sido Jim el<br />

flaco quien le clavó el piolet, cuando en realidad no apareció por aquí hasta cinco o<br />

seis años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Pat. Pero ahora me he tranquilizado un poco.<br />

—Eso es bueno —respondió Nate, siguiendo con la cena.<br />

—Es probable que me haya ayudado saber que en su momento podré traerlo<br />

aquí y enterrarlo. Usted me cae bien, Nate, aunque me haya negado siempre un<br />

revolcón. Le aprecio lo suficiente como para <strong>de</strong>cirle que con todo esto no está<br />

ayudando a nadie.<br />

Nate untó generosamente un bollo con mantequilla.<br />

—¿Y qué significa exactamente el «todo esto», Charlene?<br />

—Ya sabe a qué me refiero... a lo <strong>de</strong> que hay un asesino suelto entre nosotros. Si<br />

corre la voz, la gente empezará a creérselo. Esto es malo para los negocios. Los<br />

turistas <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> venir si creen que pue<strong>de</strong>n asesinarles cuando estén en la cama.<br />

—¿Cissy? —llamó Nate, sin apartar la vista <strong>de</strong> Charlene—. ¿Me trae otro café,<br />

por favor? ¿A eso se reduce todo, Charlene? ¿Al dinero? ¿A los beneficios y a las<br />

pérdidas?<br />

—Tenemos que ganarnos la vida. Hay que...<br />

Se interrumpió al ver a Cissy con otra taza llena <strong>de</strong> café.<br />

—¿Necesita algo más, Nate?<br />

—No, gracias.<br />

—Aquí trabajamos mucho en verano. Y tiene que ser así si no queremos vivir <strong>de</strong><br />

los fondos sociales en invierno, y el invierno es largo. Hay que ser prácticos, Nate.<br />

Pat ya no está aquí. Max lo mató. No voy a guardarle rencor a Carrie por ello. Lo<br />

había pensado, pero no voy a hacerlo. Ella también ha perdido a su marido. Eso sí,<br />

Max mató a Pat. Por qué, no se sabe, pero lo hizo.<br />

Cogió otra vez la taza y tomó un sorbo mirando hacia la oscura ventana.<br />

—Pat se lo llevó allí arriba, alguna venada, supongo. Seguro que Max iba en<br />

busca <strong>de</strong> alguna historia, un artículo o una mierda <strong>de</strong> esas, y Pat pensó en una<br />

aventura y en que encima sacaría unos dólares. La montaña pue<strong>de</strong> hacerte<br />

enloquecer. Y eso es lo que ocurrió.<br />

Al ver que Nate no <strong>de</strong>cía nada, le tocó la mano.<br />

—He estado pensando en ello, como me pidió. Y recuerdo que aquel invierno<br />

Max estuvo casi un mes fuera. O tal vez más. Por entonces, este era el único lugar en<br />

muchos kilómetros a la redonda don<strong>de</strong> se servía comida caliente, y él era uno <strong>de</strong><br />

nuestros clientes. Yo misma le servía todas las noches. Pero no vino en todo ese<br />

tiempo.<br />

Con mirada ausente, extendió el brazo y cortó un pedazo <strong>de</strong>l bollo que Nate<br />

tenía junto al plato.<br />

- 300 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Alguna vez llamó para que le lleváramos la comida —dijo mordisqueando el<br />

pan—. No solíamos hacerlo, seguimos sin hacerlo hoy, pero Karl era muy blando. Él<br />

mismo se la llevaba a la redacción. Me comentó que Max tenía un aspecto enfermizo<br />

y algo chiflado. No le hice mucho caso. No paraba <strong>de</strong> dar vueltas al asunto <strong>de</strong> Pat y<br />

estaba preocupada por mi subsistencia. Pero como me dijo que lo pensara, lo he<br />

hecho y he recordado esto.<br />

—Pues muy bien.<br />

—No me presta atención.<br />

—He oído todo lo que me ha dicho. —La miró a los ojos—. ¿Recuerda a alguien<br />

más a quien viera poco aquel febrero?<br />

Charlene soltó un suspiro <strong>de</strong> impaciencia.<br />

—No lo sé, Nate. Sobre todo pensé en Max porque está muerto. Y porque<br />

recordé, <strong>de</strong> golpe, que Carrie y yo nos casamos aquel verano. El verano siguiente a la<br />

<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Pat. Eso es lo que me lo recordó.<br />

—Muy bien. Pues ahora piense en los que siguen vivos.<br />

—Pienso en usted. —Rió e hizo un gesto para quitar importancia a la<br />

conversación—. Vamos, no sea tan envarado, una mujer tiene <strong>de</strong>recho a pensar en un<br />

hombre atractivo.<br />

—No si está enamorado <strong>de</strong> su hija.<br />

—¿Enamorado? —Empezó a tamborilear en la mesa—. Pues no se está<br />

buscando problemas ni nada... Primero aparece en la reunión <strong>de</strong>l ayuntamiento y<br />

consigue que todo el mundo lo mire <strong>de</strong> soslayo, pone a cien a Ed y a Hopp y ahora<br />

me cuenta que se ha enamorado <strong>de</strong> Meg. A esa ningún hombre le ha durado más <strong>de</strong><br />

un mes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>de</strong>scubrió qué podía hacerse con ellos.<br />

—Pues será que <strong>de</strong> momento mantengo el interés.<br />

—Meg hincará el diente en su corazón y se lo escupirá en las narices.<br />

—Mi corazón, mis narices, ¿qué es lo que le preocupa, Charlene?<br />

—Yo tengo mayores necesida<strong>de</strong>s que ella. Mayores, más profundas. —Hizo un<br />

gesto brusco con la cabeza y sus pendientes giraron relucientes—. Meg no necesita<br />

nada ni a nadie. Nunca. Hace muchísimo tiempo me <strong>de</strong>jó claro que no me necesitaba<br />

a mí. No tardará en <strong>de</strong>jarle claro a usted que no lo necesita.<br />

—Podría ser. Pero también pue<strong>de</strong> ser que la haga feliz. Y que esto sea lo que la<br />

preocupa a usted. Que al fin consiga la felicidad y usted no tenga cabida en ella.<br />

La mano <strong>de</strong> Nate sujetó su muñeca con un gesto rapidísimo antes <strong>de</strong> que<br />

Charlene pudiera lanzarle el café encima.<br />

—Piénselo mejor —dijo en voz baja—. Una escena pue<strong>de</strong> violentarla mucho<br />

más a usted que a mí.<br />

Charlene se levantó <strong>de</strong> un salto, salió <strong>de</strong>l compartimiento con gesto brusco y se<br />

marchó indignada hacia la escalera.<br />

Por segunda vez aquel día, Nate oyó el estruendo <strong>de</strong> un portazo.<br />

Y con su eco, terminó la cena.<br />

- 301 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Se dirigió hacia la casa <strong>de</strong> Meg pensando que cuando llegara sus ánimos se<br />

habrían calmado y tendría la cabeza más <strong>de</strong>spejada. Había <strong>de</strong>saparecido la negrura<br />

<strong>de</strong> los últimos días y las relucientes estrellas <strong>de</strong>stacaban en el cristalino y negro cielo.<br />

La luna se <strong>de</strong>splazaba entre los árboles y la brillante neblina se <strong>de</strong>slizaba hasta el<br />

suelo. Nate se fijó en las ramas <strong>de</strong> los árboles, <strong>de</strong>snudas: la nieve cubría el suelo pero<br />

los árboles se habían <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> ella.<br />

Una parte <strong>de</strong>l camino seguía inundada, <strong>de</strong> forma que tuvo que conducir<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los parapetos, al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l agua.<br />

Oyó el grito <strong>de</strong> un lobo, solitario e insistente. Estaría a la búsqueda <strong>de</strong> comida,<br />

pensó. O <strong>de</strong> pareja. Cuando mataba, ese animal lo hacía con un objetivo. No por<br />

ambición ni porque sí.<br />

Cuando se apareaba, según había leído, era para siempre.<br />

El sonido se extinguió en la noche.<br />

Vio humo en la chimenea <strong>de</strong> Meg, oyó la música. Lenny Kravitz esta vez,<br />

pensó. Meciéndose entre brumas <strong>de</strong> fatalidad y campos <strong>de</strong> dolor.<br />

Aparcó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l coche <strong>de</strong> ella y se quedó allí sentado. Aquello era lo que<br />

quería, pensaba, y tal vez lo quisiera más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía. Llegar a casa. Arreglar los<br />

asuntos <strong>de</strong>l día y luego quitárselo todo <strong>de</strong> encima y llegar a casa, a la música, la luz,<br />

la mujer.<br />

La mujer.<br />

Un hogar, había dicho Meg. Y ella lo había atrapado. Así que si le escupían<br />

aquel pedazo <strong>de</strong>l corazón en la cara, solo él tendría la culpa.<br />

Meg abrió la puerta y mientras Nate subía los peldaños, los perros empezaron a<br />

bailar alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus pies.<br />

—Hola. Me preguntaba si esta noche encontrarías el camino <strong>de</strong> mi casa. —<br />

La<strong>de</strong>ó la cabeza—. Pareces un poco alterado, jefe. ¿En qué te has metido?<br />

—Haciendo amigos, influyendo en las personas.<br />

—Pasa, precioso, tómate un trago y cuéntamelo.<br />

—Con mucho gusto.<br />

- 302 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

LUZ<br />

¿Es algo tan insignificante<br />

haber disfrutado <strong>de</strong>l sol,<br />

haber vivido la luz en primavera<br />

haber amado, haber pensado, haber hecho;<br />

haber cultivado amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong> verdad y <strong>de</strong>rrotado<br />

al <strong>de</strong>sconcertante enemigo...?<br />

Quemamos la luz <strong>de</strong>l día.<br />

- 303 -<br />

MATTHEW ARNOLD<br />

WILLIAM SHAKESPEARE


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 26<br />

—Jefe. —Peach le ofreció un bollo y un café antes incluso <strong>de</strong> que pusiera los<br />

pies en el <strong>de</strong>spacho.<br />

—Creo que si sigue usted dándome estas suculencias, pronto no cabré en la<br />

silla.<br />

—Harían falta un montón <strong>de</strong> bollitos <strong>de</strong> estos para que engordara ese bonito<br />

trasero. A<strong>de</strong>más, es un soborno. Tengo que pedirle otra hora libre mañana al<br />

mediodía. Estoy en la comisión que planifica el Primero <strong>de</strong> Mayo. Nos reunimos<br />

mañana para acabar <strong>de</strong> coordinar el <strong>de</strong>sfile.<br />

—¿Desfile?<br />

—El <strong>de</strong>l Primero <strong>de</strong> Mayo, Nate. Está en su calendario, y no lo tiene tan lejos...<br />

«Mayo —pensó. Aquella mañana había estado jugando un rato con los perros<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Meg. Con nieve hasta la parte <strong>de</strong> arriba <strong>de</strong> las botas—. ¿Así<br />

sería el Primero <strong>de</strong> Mayo?»<br />

—Pase lo que pase, nosotros organizamos el <strong>de</strong>sfile. Participa la banda <strong>de</strong> la<br />

escuela. Los nativos se visten con sus trajes tradicionales y tocan sus instrumentos,<br />

también tradicionales. A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>sfilan todos los equipos <strong>de</strong>portivos y los que<br />

asisten a las clases <strong>de</strong> baile <strong>de</strong> Dolly Manners. Hay más gente <strong>de</strong>l pueblo<br />

participando en el <strong>de</strong>sfile que mirándolo, pero también vienen turistas y gente <strong>de</strong><br />

todas partes.<br />

Hablaba mientras toqueteaba el jarrón con narcisos <strong>de</strong> plástico que tenía en el<br />

mostrador.<br />

—Es muy divertido, y en estos últimos años hemos hecho bastante publicidad.<br />

Este año incluso hemos conseguido <strong>de</strong>spertar el interés <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong><br />

comunicación y qué sé yo qué más. Charlene lo ha colgado en la página web <strong>de</strong>l<br />

Lodge y hace ofertas con todo incluido. Hopp ha conseguido que se incluya esta<br />

información en las páginas <strong>de</strong> acontecimientos <strong>de</strong> algunas revistas.<br />

—¡Vaya! No está nada mal.<br />

—Pues no. La fiesta dura todo el día. Por la noche se monta una hoguera y hay<br />

más música. Si el tiempo no acompaña se va al Lodge.<br />

—No montarán una hoguera en el Lodge, ¿verdad?<br />

Peach le pellizcó el brazo juguetonamente.<br />

—Solo la música.<br />

—Tómese el tiempo libre que le haga falta.<br />

Un gran <strong>de</strong>sfile, pensaba Nate. Reservas en el Lodge, comidas, más clientes en<br />

La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, curioseando la obra <strong>de</strong> artistas y artesanos <strong>de</strong> Lunacy. Más<br />

dinero, más transacciones en el banco, más movimiento en la gasolinera. Más<br />

- 304 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

negocio, a eso se reducía todo.<br />

Y podía irse al garete si circulaban excesivos rumores sobre asesinatos.<br />

Entró Otto y Nate levantó la vista.<br />

—¿No tenía el día libre?<br />

—Sí.<br />

Nate <strong>de</strong>tectó algo en sus ojos, pero no quiso insistir.<br />

—¿Ha venido a por unos bollitos?<br />

—No. —Le entregó un sobre marrón—. He escrito dón<strong>de</strong> me encontraba y qué<br />

hacía en febrero <strong>de</strong> 1988. La noche en que murió Max y también la que mataron a<br />

Yukon. He pensado que era mejor hacerlo antes <strong>de</strong> que usted tuviera que pedírmelo.<br />

—¿Por qué no pasa a mi <strong>de</strong>spacho?<br />

—No hace falta. No he tenido ningún problema. —Soltó un bufido—. Bueno, tal<br />

vez uno pequeño, pero ha sido mucho mejor hacerlo por mi cuenta que esperar a que<br />

me lo pidiera. No tengo buenas coartadas para ninguna <strong>de</strong> las tres ocasiones, pero he<br />

escrito lo que he podido.<br />

Nate <strong>de</strong>jó el bollo para coger el sobre.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco, Otto.<br />

—Y ahora me voy a pescar.<br />

Salió y en la puerta se cruzó con Peter.<br />

—Qué barbaridad... —susurró Nate.<br />

—Está usted en un aprieto. —Peach le rozó el brazo—. Tiene que hacer lo que<br />

convenga, aunque eso signifique herir susceptibilida<strong>de</strong>s y que alguien pierda los<br />

estribos.<br />

—Tiene toda la razón.<br />

—Hum... —Peter los miró a todos—. ¿Le ocurre algo a Otto?<br />

—Espero que no.<br />

Peter se dispuso a seguir a<strong>de</strong>lante, pero Peach le hizo señas con la cabeza.<br />

—Llego tar<strong>de</strong> porque esta mañana ha pasado mi tío por casa. Quería<br />

informarme <strong>de</strong> que en la parte norte <strong>de</strong>l pueblo, cerca <strong>de</strong> Hopeless Creek, hay un<br />

tipo mero<strong>de</strong>ando. Al parecer se ha instalado en una vieja cabaña <strong>de</strong> por allí. Nadie le<br />

daría mayor importancia, pero mi tío cree que ha forzado el cobertizo don<strong>de</strong> guarda<br />

las herramientas y mi tía afirma que ha <strong>de</strong>saparecido comida <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spensa.<br />

Cogió un bollo y le pegó un mordisco.<br />

—Él, mi tío, ha salido esta mañana a echar un vistazo por allí antes <strong>de</strong> pasar a<br />

verme y por lo visto ese tipo se ha enfrentado a él con una escopeta y le ha or<strong>de</strong>nado<br />

que saliera <strong>de</strong> su propiedad. Puesto que iba con mi prima Mary, la llevaba a la<br />

escuela, no ha creído oportuno discutir con ese individuo.<br />

—De acuerdo. Iremos a hablar con él. —Nate <strong>de</strong>jó el café, aún intacto, y el sobre<br />

<strong>de</strong> Otto en el mostrador. Luego se fue al armero y sacó dos escopetas y munición—.<br />

Por si acaso no basta con hablar —dijo a Peter.<br />

El sol resplan<strong>de</strong>cía y empezaba a calentar. Le parecía imposible que solo unas<br />

semanas antes hubiera hecho aquel recorrido a oscuras. El río serpenteaba junto a la<br />

carretera, el agua <strong>de</strong> un azul frío contrastaba contra el blanco que seguía bor<strong>de</strong>ando<br />

- 305 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

sus orillas. Las montañas se levantaban como monumentos tallados en cristal contra<br />

el cielo.<br />

Vio un águila posada sobre un mojón, a modo <strong>de</strong> dorado guardián <strong>de</strong>l bosque,<br />

que se extendía tras ella.<br />

—¿Cuánto tiempo lleva sin ocupar esa cabaña?<br />

—Que yo recuer<strong>de</strong>, oficialmente no ha vivido nadie en ella. Está en ruinas,<br />

a<strong>de</strong>más queda <strong>de</strong>masiado cerca <strong>de</strong>l río y se inunda siempre en primavera. Los<br />

excursionistas a veces la ocupan una noche <strong>de</strong> vez en cuando y... ejem... los críos a<br />

veces también la usan para... ya me entien<strong>de</strong>. La chimenea aún se aguanta, <strong>de</strong> modo<br />

que pue<strong>de</strong> hacerse fuego <strong>de</strong>ntro. De todas formas, a veces el humo es terrible.<br />

—Lo cual significa que usted también la ha usado para... ya me entien<strong>de</strong>.<br />

A pesar <strong>de</strong> que sonreía, se le subieron los colores.<br />

—Pue<strong>de</strong> que un par <strong>de</strong> veces. He oído contar que la construyeron dos<br />

forasteros que tenían la intención <strong>de</strong> instalarse y buscar oro en el río. Creyeron que<br />

podrían subsistir pero al cabo <strong>de</strong> un año ya vivían <strong>de</strong>l subsidio. Uno <strong>de</strong> ellos murió<br />

congelado, el otro se volvió loco y contrajo la enfermedad <strong>de</strong>l aislamiento. Pue<strong>de</strong> que<br />

incluso comiera carne <strong>de</strong>l muerto.<br />

—¡Qué maravilla...!<br />

—Igual son mentiras. Pero tiene su morbo cuando te llevas a una chica allí.<br />

—Pues sí, muy romántico.<br />

—Tendría que girar ahí. —Peter le señaló el camino—. El acceso es un poco<br />

difícil.<br />

Tras recorrer unos tres metros dando saltos y siguiendo a duras penas el<br />

estrecho surco cubierto <strong>de</strong> nieve, Nate pensó que Peter era realmente poco dado a las<br />

exageraciones.<br />

La espesura <strong>de</strong>l bosque ocultaba el sol; era como conducir por un túnel<br />

construido por unos sádicos <strong>de</strong>monios <strong>de</strong> hielo.<br />

Pegó la lengua al paladar para que no se encontrara entre sus dientes cuando<br />

estos se cerraban <strong>de</strong> golpe, y asió con fuerza el volante.<br />

No habría llamado a aquello un claro <strong>de</strong>l bosque. La construcción, medio<br />

<strong>de</strong>rruida y hecha con troncos, formaba una especie <strong>de</strong> prominencia entre los sauces y<br />

los larguiruchos árboles <strong>de</strong> hoja perenne en la helada orilla <strong>de</strong> la lengua <strong>de</strong>l<br />

riachuelo. La cabaña quedaba en la sombra; una ventana estaba cerrada con tablas, y<br />

la otra entrecruzada con cinta adhesiva. El porche, combado, <strong>de</strong>scansaba sobre unos<br />

bloques <strong>de</strong> hormigón.<br />

Delante vieron un sucio Lexus todoterreno con matrícula <strong>de</strong> California.<br />

—Llama a Peach para que compruebe la matrícula.<br />

Mientras Peter utilizaba la radio, Nate daba vueltas al asunto. Salía un poco <strong>de</strong><br />

humo <strong>de</strong> la inclinada chimenea. Junto a la puerta se veía un mamífero muerto,<br />

salvajemente colgado <strong>de</strong> un poste.<br />

Nate no sacó el arma; la mantuvo enfundada mientras salía <strong>de</strong>l coche.<br />

—¡Alto ahí! —Se abrió la puerta <strong>de</strong> la cabaña.<br />

En la penumbra, Nate vislumbró al hombre y la escopeta.<br />

- 306 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Soy el jefe Burke, <strong>de</strong> la policía <strong>de</strong> Lunacy. Debo pedirle que baje el arma.<br />

—Me importa un bledo quién sea usted y qué me pida. Conozco bien sus<br />

artimañas, alienígenas <strong>de</strong> los cojones. No pienso volver ahí arriba.<br />

«Alienígenas —pensó Nate—. Perfecto.»<br />

—En este sector las fuerzas alienígenas han sido <strong>de</strong>rrotadas. No corre usted<br />

ningún peligro, pero tendrá que bajar el arma.<br />

—Eso lo dice usted. —Pero el hombre relajó el otro pie—. ¿Y cómo sé que no<br />

son alienígenas?<br />

Poco más <strong>de</strong> treinta años, calculó Nate, metro setenta y cinco, unos setenta<br />

kilos, pelo castaño. Ojos <strong>de</strong>sorbitados <strong>de</strong> color in<strong>de</strong>terminado.<br />

—Llevo encima la i<strong>de</strong>ntificación, sellada y en or<strong>de</strong>n. Baje el arma para que<br />

pueda acercarme y se la mostraré.<br />

—¿I<strong>de</strong>ntificación? —Pareció confundido; bajó un par <strong>de</strong> centímetros la<br />

escopeta.<br />

—Certificado por las fuerzas terrícolas subterráneas. —Nate intentó un gesto <strong>de</strong><br />

asentimiento—. Todo cuidado es poco en estos días.<br />

—Su sangre es azul, no sé si lo sabe. La última vez que me apresaron me cargué<br />

a dos.<br />

—¿Dos? —Nate levantó las cejas como si estuviera profundamente<br />

impresionado; vio que la escopeta bajaba otros dos centímetros—. Tendrá que<br />

redactar el informe <strong>de</strong> su misión. Le llevaremos al puesto <strong>de</strong> control, allí podrá<br />

hacerlo.<br />

—No po<strong>de</strong>mos permitirles que nos venzan.<br />

—No vamos a hacerlo.<br />

El cañón <strong>de</strong> la escopeta apuntó el suelo y Nate se acercó al hombre<br />

Sucedió con <strong>de</strong>masiada rapi<strong>de</strong>z. Siempre sucedía con <strong>de</strong>masiada rapi<strong>de</strong>z. Oyó<br />

que Peter abría la puerta <strong>de</strong>l coche y le llamaba por su nombre. Él observaba el rostro<br />

<strong>de</strong>l hombre, sus ojos, y en ellos lo vio reflejado: el pánico, la ira y el terror juntos.<br />

Empezó a jurar, a or<strong>de</strong>nar a Peter que se echara al suelo. ¡Al suelo!, mientras<br />

<strong>de</strong>senfundaba el revólver.<br />

La <strong>de</strong>tonación <strong>de</strong> la escopeta agitó el aire e hizo que unos pájaros salieran<br />

volando hacia los árboles pegando chillidos. Sonó la segunda mientras Nate se metía<br />

bajo el coche para protegerse.<br />

Iba a rodar hacia el otro lado cuando vio la sangre en la nieve.<br />

—¡Dios mío! ¡<strong>San</strong>to cielo! ¡Peter!<br />

Su cuerpo se hizo tan pesado como el plomo y durante unos interminables<br />

momentos no pudo moverse. Notaba el olor <strong>de</strong>l callejón: la lluvia, la basura podrida.<br />

La sangre.<br />

Se aceleró su respiración, el pánico vaciaba la cabeza, la amarga <strong>de</strong>sesperación<br />

hacía polvo su garganta. A pesar <strong>de</strong> ello gateó en la nieve.<br />

Peter estaba tumbado junto a la puerta abierta <strong>de</strong>l coche, con los ojos muy<br />

abiertos, vidriosos.<br />

—Creo... creo que me ha herido.<br />

- 307 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Aguante.<br />

Nate puso la mano don<strong>de</strong> la chaqueta estaba rasgada y ensangrentada. Notaba<br />

el cálido flujo, así como el fuerte martilleo <strong>de</strong> su corazón en el interior <strong>de</strong>l pecho. Sin<br />

per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista la cabaña, sacó un pañuelo.<br />

Suponiendo que alguna oración rondara por su cabeza no fue capaz <strong>de</strong><br />

reconocerla.<br />

—No es grave, ¿verdad? —Peter se hume<strong>de</strong>ció los labios y bajó la cabeza para<br />

mirar la herida. Quedó blanco como la cera—. ¡Jo<strong>de</strong>r!<br />

—Escúcheme. Oiga... —Nate le ató el pañuelo en la herida y le pegó unos<br />

golpecitos en la mejilla para que no se mareara—. Qué<strong>de</strong>se así. No le ocurrirá nada.<br />

«No se <strong>de</strong>sangrará ante mí. No morirá en mis brazos. Otra vez no, te lo suplico,<br />

Señor.»<br />

Desenfundó el revólver <strong>de</strong> Peter y le colocó la mano alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l arma.<br />

—¿Lo tiene bien sujeto?<br />

—Soy... soy diestro. Él me ha disparado.<br />

—Pue<strong>de</strong> usar la izquierda. Si él se acerca a mí, no du<strong>de</strong> ni un instante.<br />

Escúcheme, Peter. Si el hombre sale, dispare. Apunte al cuerpo. Y dispare hasta<br />

<strong>de</strong>rribarlo.<br />

—Jefe...<br />

—Hágalo.<br />

Nate se arrastró hacia la parte trasera <strong>de</strong>l coche, abrió la puerta y se metió<br />

<strong>de</strong>ntro. Salió <strong>de</strong> nuevo con las dos escopetas. Oía al hombre en la cabaña, <strong>de</strong>lirando.<br />

De vez en cuando, un disparo.<br />

Todo se mezclaba con los sonidos <strong>de</strong>l callejón. La lluvia, los gritos, los pasos<br />

apresurados.<br />

Volvió a rastras hacia Peter y <strong>de</strong>jó una <strong>de</strong> las escopetas sobre su regazo.<br />

—No pierda el conocimiento. ¿Me oye? Manténgase <strong>de</strong>spierto.<br />

—Sí, jefe.<br />

No podían llamar a nadie para que acudiera en su ayuda. Aquello no era<br />

Baltimore; estaba solo.<br />

Se agachó y, con la escopeta en una mano y el revólver reglamentario en la otra,<br />

cruzó el helado río para escon<strong>de</strong>rse entre los árboles. La corteza <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos se<br />

rajó. Notó que una afilada astilla le alcanzaba el rostro, justo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo<br />

izquierdo.<br />

Aquello significaba que la atención <strong>de</strong>l tirador se centraba en él y se había<br />

apartado <strong>de</strong> Peter.<br />

Bajo el amparo <strong>de</strong> los árboles avanzó en la nieve.<br />

Su compañero estaba herido. Su compañero estaba en el suelo.<br />

Su respiración salía como un silbido mientras intentaba avanzar por la nieve<br />

que le llegaba a la rodilla en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la cabaña.<br />

Escondido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un árbol analizó la situación. Vio que no había puerta<br />

trasera pero sí otra ventana lateral. A través <strong>de</strong>l cristal vio la sombra <strong>de</strong>l tirador, se<br />

fijó en que estaba a la espera, pendiente <strong>de</strong> cualquier movimiento.<br />

- 308 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Con una sola mano, disparó la escopeta.<br />

Una explosión <strong>de</strong> cristal; luego, los gritos y las réplicas <strong>de</strong> fuego le<br />

ensor<strong>de</strong>cieron. Dio media vuelta y siguió el camino que él mismo había abierto para<br />

regresar a la parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> la cabaña.<br />

Detrás <strong>de</strong> él oía los gritos y los disparos; cruzó el hielo <strong>de</strong>l río, pasando a duras<br />

penas por sus heladas aguas, y saltó hacia la entrada <strong>de</strong> la cabaña.<br />

Atravesó como una flecha el porche y <strong>de</strong> una patada abrió la puerta.<br />

Apuntó con las dos armas al hombre; una parte <strong>de</strong> él, buena parte <strong>de</strong> él, ansiaba<br />

<strong>de</strong>scargar las dos. Derribarlo, <strong>de</strong>jarlo seco, como había hecho con el cabrón y asesino<br />

<strong>de</strong> Baltimore. El cabrón que había matado a su compañero y le había <strong>de</strong>strozado la<br />

vida.<br />

—Roja. —En el caos <strong>de</strong> la cabaña, el hombre lo miró. Sus labios temblaron<br />

mientras dibujaba una sonrisa—. Tiene la sangre roja. —Soltó el arma, se <strong>de</strong>splomó<br />

en medio <strong>de</strong> la mugre y empezó a llorar.<br />

Se llamaba Robert Joseph Spinnaker, era asesor financiero en Los Ángeles y,<br />

últimamente, paciente <strong>de</strong> psiquiatría. Afirmaba haber sufrido muchos secuestros por<br />

parte <strong>de</strong> extraterrestres en los últimos dieciocho meses; <strong>de</strong>cía que su esposa estaba<br />

clonada, y en una reunión atacó a dos <strong>de</strong> sus clientes.<br />

Llevaba casi tres meses en las listas <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>saparecidas.<br />

En aquellos momentos dormía plácidamente en una celda, tranquilizado por el<br />

color <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> Nate y <strong>de</strong> Peter.<br />

Nate tuvo el tiempo justo <strong>de</strong> encerrarlo antes <strong>de</strong> salir precipitadamente hacia el<br />

ambulatorio, don<strong>de</strong> empezó a andar nerviosamente por la sala <strong>de</strong> espera.<br />

Rebobinó mil veces los hechos en su cabeza, y cada vez se veía a sí mismo<br />

haciendo algo distinto, lo suficientemente distinto para evitar que hirieran a Peter.<br />

Cuando salió Ken, lo encontró sentado, con la cabeza hundida entre las manos.<br />

Se <strong>de</strong>spejó en el acto y se levantó <strong>de</strong> un salto.<br />

—¿Es grave?<br />

—Un disparo siempre es grave, pero habría podido ser muchísimo peor. Tendrá<br />

que llevar el brazo en cabestrillo un tiempo. Ha tenido suerte <strong>de</strong> que lo que le<br />

alcanzara fuera un cartucho para pájaros. Está algo débil, un poco aturdido. Se<br />

quedará aquí un par <strong>de</strong> horas, pero tranquilo, está bien.<br />

—De acuerdo. —Nate <strong>de</strong>jó que sus rodillas cedieran y se sentó <strong>de</strong> nuevo—. De<br />

acuerdo.<br />

—¿Por qué no pasa y le limpio esos cortes que tiene en la cara?<br />

—No son más que rasguños.<br />

—Pues el que tiene bajo el ojo parece algo profundo. Vamos, no discuta con el<br />

médico.<br />

—¿Puedo verlo?<br />

—Ahora mismo está Nita con él. Pue<strong>de</strong> pasar a verlo cuando le haya curado a<br />

usted. —Ken le acompañó hasta la consulta y le indicó que se sentara en una<br />

- 309 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

camilla—. Es una estupi<strong>de</strong>z que se sienta responsable <strong>de</strong> lo sucedido —dijo mientras<br />

le limpiaba los cortes.<br />

—Es un principiante, aún está ver<strong>de</strong> y yo le he metido en una situación<br />

<strong>de</strong>licada.<br />

—Al <strong>de</strong>cir eso no <strong>de</strong>muestra usted mucho respeto hacia él o hacia la tarea que<br />

se ha comprometido a llevar a cabo.<br />

Nate respiró con dificultad al notar el escozor bajo el ojo.<br />

—Es un crío.<br />

—No es cierto. Es un hombre. Una buena persona. Y si usted carga con el peso,<br />

le quita importancia a lo que le ha ocurrido a él hoy, y a lo que ha hecho.<br />

—Se ha levantado y me ha seguido hacia la puerta. Apenas se aguantaba, pero<br />

quería cubrirme.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Nate coincidieron con los <strong>de</strong> Ken, que le estaba tapando la herida.<br />

—Tenía sangre <strong>de</strong> él en mis manos, pero me siguió hasta la puerta para<br />

protegerme. Así que tal vez sea yo quien no sepa manejar la situación.<br />

—Usted lo hizo perfectamente. Peter me lo ha contado. Le consi<strong>de</strong>ra un héroe.<br />

Si quiere hacerle un favor, no le <strong>de</strong>silusione. Vamos. —Ken retrocedió un paso—. Lo<br />

superará.<br />

Hopp estaba en la sala <strong>de</strong> espera cuando salió Nate con los padres <strong>de</strong> Peter y<br />

con Rose. Todos empezaron a hablar a la vez.<br />

—Está <strong>de</strong>scansando. Se encuentra bien —les aseguró Ken.<br />

Nate seguía andando.<br />

—Ignatious —Hopp corrió hacia él—, quisiera saber qué ha ocurrido.<br />

—Debo volver al puesto.<br />

—Si es así, le acompaño y me lo cuenta. Prefiero saberlo por usted que oír las<br />

distintas versiones que ya <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> circular a estas alturas.<br />

Él se lo contó <strong>de</strong> forma escueta.<br />

—¿Le importaría andar un poco más <strong>de</strong>spacio? Tiene usted unas piernas muy<br />

largas. ¿Qué le ha ocurrido en la cara?<br />

—Astillas <strong>de</strong> un árbol. Corteza <strong>de</strong>sprendida, nada importante.<br />

—Y se <strong>de</strong>sprendió porque le estaban disparando. ¡Madre mía!<br />

—Pues el corte que tengo en la cara probablemente nos ha salvado la vida a<br />

Spinnaker y a mí. Menos mal que tengo la sangre roja.<br />

«Igual que Peter —pensó—, que hoy ha perdido litros <strong>de</strong> sangre roja.»<br />

—¿Vendrá a buscarlo la policía estatal?<br />

—Peach se ha puesto en contacto con ellos.<br />

—Menos mal. —Hopp soltó un suspiro—. Ha estado por ahí haciendo sus<br />

locuras durante tres meses. A saber cuánto tiempo llevaba en la cabaña. Quizá fue él<br />

quien mató al pobre Yukon. No me extrañaría en absoluto.<br />

Nate encontró las gafas <strong>de</strong> sol en su bolsillo y se las puso.<br />

—Quizá podía haberlo hecho, pero no lo hizo.<br />

- 310 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Este hombre está loco y aquello fue algo <strong>de</strong> locos. Pue<strong>de</strong> que creyera que<br />

Yukon era un extraterrestre bajo la apariencia <strong>de</strong> un perro. Tendría su lógica,<br />

Ignatious.<br />

—Solo si cree que un tipo así es capaz <strong>de</strong> entrar a escondidas en el pueblo,<br />

buscar a un perro viejo, llevarlo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l ayuntamiento y cortarle el cuello, sin<br />

olvidar que antes tenía que haber robado el cuchillo. No sé, pero a mí me parece un<br />

poco forzado, Hopp.<br />

Ella le cogió el brazo para <strong>de</strong>tenerlo.<br />

—Tal vez porque prefiere verlo <strong>de</strong> otra forma. Así tiene motivos para hacer sus<br />

conjeturas. Y prefiere eso a solucionar cuatro peleas o evitar que Mike el borracho<br />

que<strong>de</strong> hecho un témpano por ahí. ¿Ha pensado alguna vez que quizá lo está<br />

relacionando todo, buscando a un asesino entre nosotros porque quiere que las cosas<br />

vayan así?<br />

—Yo no quiero que vayan así. Van así.<br />

—Maldita testaru<strong>de</strong>z... —Hopp apretó los dientes y se volvió un momento para<br />

recuperar el temple—. Las cosas no se calmarán por aquí si usted sigue alborotando<br />

el avispero.<br />

—Aquí las cosas no se calmarán hasta que no se resuelvan. Y ahora disculpe<br />

pero tengo que ir a redactar el informe.<br />

Nate pasó la noche en la comisaría, y gran parte <strong>de</strong> ella tuvo que escuchar al<br />

entusiasmado Spinnaker hablando <strong>de</strong> sus experiencias con extraterrestres. Para<br />

mantenerlo tranquilo, aunque no callado, Nate se instaló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su celda y tomó<br />

notas.<br />

Le intrigó bastante ver que a la mañana siguiente aparecía la policía estatal a<br />

llevarse a su <strong>de</strong>tenido.<br />

Le sorprendió también ver que Coben formaba parte <strong>de</strong> la patrulla.<br />

—Tal vez tendrá que plantearse alquilar una habitación por aquí, sargento.<br />

—He pensado que así tendríamos la oportunidad <strong>de</strong> tocar otros temas. Si<br />

po<strong>de</strong>mos pasar un momento a su <strong>de</strong>spacho...<br />

—Por supuesto. Tengo a punto el expediente <strong>de</strong> Spinnaker.<br />

Se acercó a su mesa a buscar el papeleo.<br />

—Agresión con intento <strong>de</strong> homicidio contra agentes <strong>de</strong> la policía, etcétera. Los<br />

loqueros le quitarán hierro, pero mi ayudante tiene una herida <strong>de</strong> escopeta.<br />

—¿Qué tal está ahora?<br />

—Bien. Es joven y fuerte. Le dio en la parte más carnosa <strong>de</strong>l brazo.<br />

—Cuando pue<strong>de</strong>s contarlo, pue<strong>de</strong>s consi<strong>de</strong>rarte afortunado.<br />

—Exacto.<br />

Coben se acercó al tablero.<br />

—¿Aún no lo ha <strong>de</strong>jado?<br />

—Eso parece.<br />

—¿Algún progreso?<br />

- 311 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> nos situemos.<br />

Frunciendo los labios, Coben se balanceó un poco hacia atrás apoyado en los<br />

talones.<br />

—¿Un perro muerto? ¿Relacionado con aquello?<br />

—Con algo tiene que distraerse uno.<br />

—Mire, no estoy totalmente satisfecho con la resolución <strong>de</strong> mi caso, pero tengo<br />

algunas limitaciones. Y muchas <strong>de</strong> ellas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se sitúa uno. Estamos <strong>de</strong><br />

acuerdo en que cuando Galloway fue asesinado en la montaña había una tercera<br />

persona que no hemos i<strong>de</strong>ntificado. Lo que no significa que matara a Galloway o que<br />

tuviera conocimiento <strong>de</strong>l crimen. Ni presupone que siga vivo, y es más lógico que<br />

quien matara a Galloway también liquidara a ese tercer hombre.<br />

—No, si el tercer hombre fuera Hawbaker.<br />

—No creo que fuera él. Pero en ese caso —siguió Coben—, está claro que ese<br />

tercer hombre no i<strong>de</strong>ntificado no tuvo nada que ver con la muerte <strong>de</strong> Hawbaker o<br />

con la muerte <strong>de</strong> un perro. Tengo una pequeña capacidad <strong>de</strong> maniobra,<br />

extraoficialmente, para confirmar la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l tercer hombre, pero eso no me<br />

lleva a ninguna parte.<br />

—Al piloto que los llevó arriba lo mataron en extrañas circunstancias.<br />

—No hay pruebas <strong>de</strong> ello. Lo he estado investigando. Kijinski pagó algunas<br />

<strong>de</strong>udas y contrajo otras durante el período que transcurrió entre la muerte <strong>de</strong><br />

Galloway y la suya. Es algo que mosquea, tengo que admitirlo. Pero nadie nos<br />

confirma que los llevara allí.<br />

—Porque todos han muerto menos uno.<br />

—No hay nada registrado, ni listas <strong>de</strong> vuelos. Nada. Tampoco hemos<br />

encontrado a nadie que conociera a Kijinski, o quiera admitirlo, y que recuer<strong>de</strong> que<br />

contratara ese vuelo. Es probable que él fuera el piloto, y <strong>de</strong> ser así, me parecería<br />

lógico que Hawbaker también se lo cargara.<br />

—Podría ser lógico. Pero Max Hawbaker no mató a tres hombres. Y tampoco se<br />

levantó <strong>de</strong> la tumba para cortar el cuello <strong>de</strong> este perro.<br />

—A mí me importa poco lo que le diga su instinto. Necesito algo sólido.<br />

—Deme un tiempo.<br />

Dos días <strong>de</strong>spués, Meg entró tranquilamente en la comisaría, saludó a Peach<br />

con la mano y fue directa al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Nate.<br />

La ojeada que echó al tablero apenas la afectó.<br />

—Te pillé, guapo.<br />

—¿Cómo?<br />

—Incluso los polis más concienzudos, <strong>de</strong>dicados y entregados tienen un día<br />

libre a la semana. Es un <strong>de</strong>recho.<br />

—Peter está <strong>de</strong> baja. Nos falta una persona.<br />

—Y lo solucionas dándole vueltas a ese asunto y a todo los <strong>de</strong>más. Tienes que<br />

<strong>de</strong>spejarte un poco, Burke. Si surge algo, volvemos.<br />

- 312 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿De dón<strong>de</strong>?<br />

—Es una sorpresa. Peach —dijo, dirigiéndose hacia fuera—, tu jefe se toma el<br />

resto <strong>de</strong>l día libre. ¿Cómo lo llamaban en La canción triste <strong>de</strong> Hill Street? Asuntos<br />

personales.<br />

—No le vendría mal.<br />

—¿Lo sustituyes tú, Otto?<br />

—Meg... —empezó Nate.<br />

—Vamos a ver, Peach, ¿cuándo fue la última vez que el jefe se tomó un día<br />

libre?<br />

—Hará algo más <strong>de</strong> tres semanas, que yo recuer<strong>de</strong>.<br />

—Tiempo libre para <strong>de</strong>spejarse la cabeza, jefe. —Meg cogió la chaqueta <strong>de</strong> él <strong>de</strong><br />

la percha—. A<strong>de</strong>más, el día es claro.<br />

Nate cogió un walkie-talkie.<br />

—Una hora.<br />

Ella sonrió.<br />

—Empezaremos por una hora.<br />

Cuando Nate vio la avioneta en el muelle, se quedó parado.<br />

—No has dicho que eso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spejar la cabeza incluyera un vuelo.<br />

—Es el mejor método. Garantizado.<br />

—¿Y no podríamos <strong>de</strong>jarlo en una salida en coche y echar un casquete en el<br />

asiento <strong>de</strong> atrás? A mí me parece un método excelente.<br />

—Confía en mí. —Meg le cogió la mano con firmeza y con la otra le acarició el<br />

corte <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo—. ¿Qué tal lo tienes?<br />

—Ahora que lo dices, creo que no <strong>de</strong>bería empren<strong>de</strong>r un vuelo con una herida<br />

así.<br />

Ella le acarició el rostro, se acercó a él y le dio un largo, lento y profundo beso.<br />

—Ven conmigo, Nate. Tengo que enseñarte algo.<br />

—Si lo pi<strong>de</strong>s así...<br />

Se metió en la avioneta y se abrochó el cinturón.<br />

—¿Sabes una cosa? Nunca he <strong>de</strong>spegado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el agua. Quiero <strong>de</strong>cir cuando el<br />

agua está... líquida. Aún queda algo <strong>de</strong> hielo. Sería mejor <strong>de</strong>slizarse por el hielo, ¿no?<br />

—Un hombre que se enfrenta a un enfermo mental armado no <strong>de</strong>bería tener<br />

tanto miedo a volar.<br />

Meg besó uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos, rozó con ellos los labios <strong>de</strong> Buddy Holly y empezó<br />

a avanzar sobre el agua.<br />

—Algo así como esquí acuático, pero distinto —consiguió <strong>de</strong>cir Nate; luego<br />

contuvo el aliento mientras el aparato aceleraba y <strong>de</strong>spegaba.<br />

»Creía que hoy trabajabas —dijo cuando pensó que ya podía respirar otra vez.<br />

—Le he pasado el muerto a Jerk. Él traerá las provisiones más tar<strong>de</strong>. Tenemos<br />

todo el material <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile, sin olvidar una caja entera <strong>de</strong> dopaje para mosquitos.<br />

—¿Tú y Jerk traficáis con drogas para mosquitos?<br />

Meg se volvió lentamente hacia él.<br />

—Repelente para insectos, guapo. Has sobrevivido al primer invierno en<br />

- 313 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Alaska. Veremos qué tal se te da el verano. Hay unos mosquitos que parecen B-52.<br />

Apuesto a que no das ni un paso fuera <strong>de</strong> la casa sin el dopaje para bichos.<br />

—Vale con lo <strong>de</strong>l dopaje, pero por don<strong>de</strong> no paso es por el helado esquimal.<br />

Jesse dice que se hace con batido <strong>de</strong> foca.<br />

—Aceite —respondió ella riendo—. Aceite <strong>de</strong> foca o sebo <strong>de</strong> alce. Y no está<br />

nada mal si se mezcla con algún fruto <strong>de</strong>l bosque y azúcar.<br />

—Tendré que creerte porque nunca he tomado sebo <strong>de</strong> alce. Ni siquiera sé qué<br />

<strong>de</strong>monios es.<br />

Meg sonrió <strong>de</strong> nuevo al ver que Nate parecía más relajado e incluso miraba<br />

hacia abajo.<br />

—¿Verdad que es bonito <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí, con el río, el hielo y todo el pueblo atrás?<br />

—Se ve un lugar tranquilo, sencillo.<br />

—Pero no lo es. No es ni lo uno ni lo otro. La montaña parece tranquila <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

aire. Llena <strong>de</strong> paz y serenidad. Un tipo <strong>de</strong> belleza áspera. Pero no serena. La<br />

naturaleza te engulliría sin pensárselo dos veces, y con métodos muchísimo más<br />

horribles que los <strong>de</strong> un loco con un arma. Lo que no le quita ni una pizca <strong>de</strong> belleza.<br />

Yo no sabría vivir en otro lugar. No podría estar en otro lugar.<br />

Planearon por encima <strong>de</strong>l río y el lago y él pudo observar cómo avanzaba el<br />

<strong>de</strong>shielo, la constante evolución <strong>de</strong> la primavera. Empezaba a aparecer el ver<strong>de</strong> en<br />

los lugares don<strong>de</strong> calentaba más el sol. Una cascada se precipitaba por un risco y en<br />

las profundas sombras se vislumbraba el centelleo <strong>de</strong>l hielo.<br />

Abajo, una pequeña manada <strong>de</strong> alces avanzaba por un prado. Arriba, el cielo<br />

<strong>de</strong>scribía una curva que parecía una banda azul.<br />

—Jacob estuvo allí aquel febrero. —Meg lo miró—. Quisiera que eso no fuera<br />

un problema... que nos los quitáramos <strong>de</strong> la cabeza los dos. Vino a verme muy a<br />

menudo cuando mi padre se marchó. No sé si se lo había pedido él o si se le ocurrió a<br />

Jacob. Pue<strong>de</strong> que durante algunos días no lo viera. Pero nunca una semana entera,<br />

nunca el tiempo suficiente como para pensar que hizo la escalada con mi padre.<br />

Quería que tuvieras eso claro por si <strong>de</strong>bías pedirle que te echara una mano.<br />

—Hace mucho tiempo.<br />

—Sí, y yo era una niña. Pero lo recuerdo. En cuanto me puse a pensar, lo<br />

recordé. En las primeras semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se marchara mi padre le vi más a él<br />

que a Charlene. Él me llevaba a pescar, a cazar y cuando había tormenta me quedaba<br />

unos días en su casa. Lo único que quería <strong>de</strong>cirte es que pue<strong>de</strong>s confiar en él.<br />

—Muy bien.<br />

—Y ahora, vista a estribor.<br />

Miró hacia la <strong>de</strong>recha y vio que se encontraban en el extremo <strong>de</strong>l mundo, por<br />

encima <strong>de</strong> un canal <strong>de</strong> aguas azules que le pareció que estaba <strong>de</strong>masiado cerca. Antes<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r protestar, vio un enorme pedazo <strong>de</strong> esa masa azul blanquecina que se<br />

<strong>de</strong>sprendía y caía al agua.<br />

—¡Señor! —exclamó Nate.<br />

—Es un glaciar en activo. Al fenómeno que estás viendo se le llama «parir» —<br />

dijo Meg al tiempo que se <strong>de</strong>sprendía otro pedazo <strong>de</strong> hielo—. Supongo que es<br />

- 314 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

porque en el ciclo se trata <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong> nacimiento, no <strong>de</strong> una muerte.<br />

—¡Qué bonito! —Estaba casi pegado al cristal—. Es sorpren<strong>de</strong>nte. ¡<strong>San</strong>to cielo,<br />

si algunos son <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una casa! —Soltó una carcajada ante el<br />

<strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> otro y apenas se fijó en la vibración <strong>de</strong>l aparato al encontrarse<br />

con una turbulencia.<br />

—La gente me paga mucho dinero para que les lleve a ver todo esto, y luego se<br />

pasan el tiempo con los ojos pegados al objetivo <strong>de</strong> una cámara <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>o. A mí me<br />

parece un <strong>de</strong>spilfarro. Si lo que quieren es verlo en ví<strong>de</strong>o, que alquilen uno y listos.<br />

Nate pensaba que lo espectacular no era tanto el paisaje, sino ese ciclo: violento,<br />

inevitable, hasta cierto punto mítico. La vista: los irregulares pedazos <strong>de</strong> hielo azul<br />

que salían disparados por el aire. Los sonidos, los crujidos, el estruendo y los<br />

cañonazos. Los chorros <strong>de</strong>l agua bajo el impacto, el blanco que se eleva formando<br />

una reluciente isla que se <strong>de</strong>sliza por el agitado fiordo.<br />

—Tengo que quedarme aquí —afirmó Nate.<br />

Meg hizo ascen<strong>de</strong>r la avioneta y le dio la vuelta para que pudiera observarlo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro ángulo.<br />

—¿Aquí, en el aire?<br />

—No. —Volvió la cabeza y le <strong>de</strong>dicó una sonrisa que ella había visto en muy<br />

pocas ocasiones. Un gesto tranquilo, relajado, feliz—. Aquí. Yo tampoco puedo estar<br />

en otro lugar. Y es bueno saberlo.<br />

—Hay otra cosa que pue<strong>de</strong> que sea bueno que sepas. Me he enamorado <strong>de</strong> ti.<br />

Meg soltó una carcajada mientras la avioneta se estremecía bajo una<br />

tempestuosa ráfaga <strong>de</strong> aire; luego la atravesó y siguió el canal con el hielo cayendo a<br />

su alre<strong>de</strong>dor.<br />

- 315 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 27<br />

A Charlene siempre le había gustado lo que en Alaska se consi<strong>de</strong>raba<br />

primavera. Le encantaba cómo se alargaban los días, cómo iban dando <strong>de</strong> sí,<br />

estirándose y estirándose hasta que no había más que luz.<br />

Estaba en su <strong>de</strong>spacho, junto a la ventana, con el trabajo <strong>de</strong>satendido sobre el<br />

escritorio, mirando hacia la calle. Estaba muy concurrida. Gente a pie, en coche, para<br />

arriba, para abajo. Lugareños y turistas, gente <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores a por provisiones o<br />

en busca <strong>de</strong> compañía. De las veinte habitaciones, tenía catorce ocupadas y durante<br />

la siguiente semana conseguiría el lleno tres días. A partir <strong>de</strong> ahí, la intensa y<br />

prácticamente ilimitada luz empezaría a atraer a los turistas como moscas a la miel.<br />

Trabajaría intensamente casi todo el mes <strong>de</strong> abril y mayo y <strong>de</strong> ahí hasta que<br />

empezara a helar.<br />

Le gustaba trabajar, tener el establecimiento atestado, y oír el ruido y el barullo<br />

que armaba la clientela. Y por supuesto el dinero que gastaba.<br />

Había montado un buen negocio. Había encontrado lo que buscaba, al menos<br />

buena parte <strong>de</strong> lo que buscaba. Miró hacia el río. Ya se veían barcos que navegaban<br />

entre las islas <strong>de</strong> hielo que empezaban a <strong>de</strong>shacerse.<br />

Miró más allá <strong>de</strong>l río, hacia las montañas. Blanco y azul, con el ver<strong>de</strong> que se<br />

extendía poco a poco, muy poco a poco, a los pies <strong>de</strong> estas. Las cimas blancas, el<br />

blanco eterno <strong>de</strong> aquel mundo congelado y extraño.<br />

Ella nunca había escalado, nunca lo haría.<br />

Jamás había sentido la llamada <strong>de</strong> las montañas. Pero sí otras llamadas. La <strong>de</strong><br />

Pat. Charlene sintió esa llamada en todo su ser, como mil trompetas que sonaran,<br />

cuando él entró con gran estruendo en su vida. No había cumplido aún los diecisiete,<br />

recordó, y seguía virgen. Atascada, ¿acaso no había permanecido atascada en<br />

aquellas planicies <strong>de</strong> Iowa a la espera <strong>de</strong> que alguien la sacara <strong>de</strong> allí?<br />

Era la típica chica <strong>de</strong> pueblo <strong>de</strong>l Medio Oeste que buscaba <strong>de</strong>sesperadamente<br />

una escapatoria, pensaba ahora. Y apareció él, revolviendo aquel aire gris con su<br />

moto, con su aspecto peligroso, exótico y... diferente.<br />

Sí, la llamada vino <strong>de</strong> Pat, recordó Charlene, y ella respondió. Salía a hurtadillas<br />

<strong>de</strong> la casa en aquellas frías noches <strong>de</strong> primavera para encontrarse con él, para<br />

revolcarse los dos <strong>de</strong>snudos en la ver<strong>de</strong> y suave hierba, libre y <strong>de</strong>spreocupada como<br />

un cachorro. Y tan perdidamente enamorada... Vivió el amor que quema, que levanta<br />

ampollas, el que tal vez solo pue<strong>de</strong> vivirse a los diecisiete años.<br />

Él se marchó y Charlene se fue con él; <strong>de</strong>jó atrás casa, familia, amigos, y se alejó<br />

a toda velocidad <strong>de</strong>l mundo que ella conocía, hacia otro, montada en una Harley.<br />

Tener diecisiete años, pensaba, y volver a ser temeraria.<br />

- 316 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Los dos habían vivido. ¡Y <strong>de</strong> qué forma! Iban don<strong>de</strong> querían, hacían lo que les<br />

apetecía. Cruzaron tierras <strong>de</strong> labranza y <strong>de</strong>siertos, ciuda<strong>de</strong>s y al<strong>de</strong>as.<br />

Y todos los caminos por los que erraron les condujeron aquí. Las cosas<br />

cambiaron. ¿Cuándo?, pensaba. ¿Cuando se enteró <strong>de</strong> que estaba embarazada?<br />

Sintieron tal emoción, una emoción tan estúpida con lo <strong>de</strong>l bebé... Pero todo cambió<br />

cuando llegaron aquí con esa semilla en su interior. Cuando ella le dijo que quería<br />

quedarse.<br />

«Claro, Charley, ningún problema. Po<strong>de</strong>mos apalancarnos un tiempo.»<br />

Ese tiempo se convirtió en un año, en dos, luego en diez, y vaya, ella fue la que<br />

cambió. Pinchó y empujó a aquel maravilloso e insensato muchacho, lo acosó y<br />

presionó a fin <strong>de</strong> que se convirtiera en un hombre, para que fuera aquello <strong>de</strong> lo que él<br />

había huido. Responsable, estable. Normal y corriente.<br />

Y Pat se quedó, más por Meg, Charlene lo sabía, más por la hija que era su viva<br />

estampa que por la mujer que le había dado aquella hija. Se quedó, pero nunca se<br />

instaló.<br />

Charlene le había guardado rencor por ello. Y también a Meg. ¿Qué otra cosa<br />

podía hacer? No la habían puesto en el mundo para otra cosa. Ella fue quien trabajó,<br />

y aseguró el plato en la mesa y un techo para todos.<br />

Ella siempre supo que cuando se marchaba, ya fuera a buscar trabajo, a tomarse<br />

un respiro o a escalar sus malditas montañas, iba <strong>de</strong> putas.<br />

Los hombres la <strong>de</strong>seaban. Era capaz <strong>de</strong> conseguir que cualquier hombre bebiera<br />

los vientos por ella. Y el único a quien ella <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong> verdad se iba <strong>de</strong> putas.<br />

¿Qué eran para él sus montañas sino otras putas? Putas blancas y frías que le<br />

habían seducido y alejado <strong>de</strong> ella. Hasta que se quedó en el interior <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas y<br />

la abandonó.<br />

Pero Charlene había sobrevivido, por supuesto. Había hecho más que<br />

sobrevivir. Aquí había encontrado lo que <strong>de</strong>seaba. Buena parte <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>seaba.<br />

Ahora tenía dinero. Una propiedad. Tenía hombres, jóvenes, cuerpos lozanos<br />

para la noche.<br />

¿Por qué se sentía tan <strong>de</strong>sgraciada, entonces?<br />

No era muy dada a largas reflexiones, a buscar en su interior e inquietarse por<br />

lo que pudiera encontrar ahí. Disfrutaba <strong>de</strong> la vida. Del movimiento, <strong>de</strong> la acción.<br />

Cuando bailas no tienes que pensar.<br />

Se volvió algo irritada al oír que llamaban a la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

Despejó su expresión y esbozó automáticamente una seductora sonrisa al ver a<br />

John.<br />

—¿Qué tal, guapetón? ¿Ya terminaron las clases? ¿Tan tar<strong>de</strong> es? —Se dio unos<br />

toques en el pelo mirando hacia su mesa—. Y yo aquí soñando <strong>de</strong>spierta,<br />

malgastando el tiempo. Tendré que ir a ver que plato <strong>de</strong>l día nos prepara el<br />

grandullón esta noche.<br />

—Tengo que hablar contigo, Charlene.<br />

—Claro que sí, amor mío. Siempre tengo un momento para ti. Prepararé un té y<br />

- 317 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

charlaremos en la intimidad.<br />

—No, nada <strong>de</strong> té.<br />

—Tienes cara <strong>de</strong> pocos amigos... una expresión muy seria. —Se acercó a él y<br />

pasó un <strong>de</strong>do a un lado y otro <strong>de</strong> sus mejillas—. De todas formas, ya sabes que me<br />

encanta verte serio. Estás tan atractivo...<br />

—Déjalo —insistió él, apartando sus manos.<br />

—¿Ocurre algo? —Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Charlene se quedaron tiesos como alambres—.<br />

¡Dios mío! ¿Han encontrado a otra persona, a otro animal, muertos por ahí? No creo<br />

que pueda resistirlo ya. No lo aguantaré.<br />

—No. No es nada <strong>de</strong> eso. —Soltó sus manos y retrocedió un paso—. Lo que<br />

quería <strong>de</strong>cirte es que me iré al final <strong>de</strong>l trimestre.<br />

—¿De vacaciones? ¿Te irás <strong>de</strong> viaje cuando Lunacy está en su mejor época?<br />

—No me voy <strong>de</strong> vacaciones. Me voy <strong>de</strong> aquí.<br />

—¡Pero qué dices! ¿Marcharte? ¿Para siempre? Vaya tontería, John. —La<br />

seductora sonrisa se <strong>de</strong>svaneció y algo ardiente y afilado se clavó en las entrañas <strong>de</strong><br />

Charlene—. ¿Y adón<strong>de</strong> vas a ir? ¿Qué vas a hacer?<br />

—Hay infinidad <strong>de</strong> lugares que no he visto, infinidad <strong>de</strong> cosas que no he hecho.<br />

Las veré. Las haré.<br />

A Charlene el alma le cayó a los pies mientras miraba aquel rostro en el que<br />

tanto confiaba. «Aquellos con los que cuentas —le murmuraba una voz interior—<br />

siempre te abandonan.»<br />

—Tú vives aquí, John. Aquí tienes tu trabajo.<br />

—Viviré y trabajaré en otra parte.<br />

—No pue<strong>de</strong>s... ¿Por qué? ¿Por qué haces esto?<br />

—Tenía que haberlo hecho años atrás, pero te <strong>de</strong>jas llevar por la corriente... y tu<br />

vida transcurre sin darte cuenta. La semana pasada Nate vino a verme al instituto.<br />

Algunas <strong>de</strong> las cosas que me dijo me hicieron reflexionar, retroce<strong>de</strong>r en el tiempo...<br />

<strong>de</strong>masiados años.<br />

Charlene <strong>de</strong>seaba po<strong>de</strong>r recurrir al enojo, a aquel sentimiento que hacía que<br />

gritara y rompiera objetos. Que facilitaba la existencia. Pero en su interior no<br />

encontraba más que una gris inquietud.<br />

—¿Qué tiene que ver Nate con todo esto?<br />

—Él ha sido el cambio. O la roca en la corriente que lo ha provocado. Tú te <strong>de</strong>jas<br />

llevar, Charlene, como el agua <strong>de</strong> un río, y tal vez no te <strong>de</strong>s cuenta <strong>de</strong> lo que ocurre.<br />

Tocó su pelo pero enseguida apartó las manos <strong>de</strong> ella.<br />

—Luego cae una piedra en la corriente y esta se altera. Cambia las cosas. Pue<strong>de</strong><br />

que un poco, pue<strong>de</strong> que mucho. Pero nada vuelve a ser como antes.<br />

—Cuando empiezas así, nunca sé <strong>de</strong> qué hablas. —Hizo un mohín, se volvió y<br />

pegó una patada a la mesa. Aquel gesto hizo sonreír a John—. Agua, rocas y<br />

corrientes. ¿Qué tiene que ver eso con aparecer aquí y <strong>de</strong>cirme que te vas? ¿Te<br />

marchas <strong>de</strong> aquí? ¿Acaso no te importa cómo pueda sentirme yo?<br />

—Demasiado para mi propio bien. Te amé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer instante en que te vi.<br />

Y tú lo sabías.<br />

- 318 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Pero ya no...<br />

—Sí, entonces, ahora, durante. Te quise cuando estabas con otro hombre. Y<br />

cuando él se fue, pensé: «Ahora vendrá a mí». Y eso hiciste. A mi cama, al menos.<br />

Dejaste que poseyera tu cuerpo, pero te casaste con otro. Aun sabiendo que te quería,<br />

te casaste con otro.<br />

—Tuve que hacer lo que me convenía. Tenía que ser práctica. —En ese<br />

momento sí lanzó algo: un pequeño cisne <strong>de</strong> cristal. Pero la <strong>de</strong>strucción no la<br />

satisfizo—. Tenía <strong>de</strong>recho a pensar en mi futuro.<br />

—Yo me habría portado bien contigo, lo habría hecho todo por ti. Me habría<br />

portado bien con Meg. Pero tú escogiste otra cosa. Escogiste esto. —Extendió los<br />

brazos para dar a enten<strong>de</strong>r el Lodge—. Te lo ganaste. Trabajaste duro. Lo construiste<br />

tú. Y mientras vivió Karl, seguiste acudiendo a mí. Y yo te lo permití. A mí y a otros.<br />

—Karl no buscaba precisamente sexo. Quería compañía, alguien que lo cuidara<br />

a él y que cuidara todo esto. Yo cumplí —dijo con vehemencia—. Habíamos llegado a<br />

un acuerdo.<br />

—Lo cuidaste a él y cuidaste <strong>de</strong> esto. Y cuando él murió, seguiste aquí. Ya he<br />

perdido la cuenta <strong>de</strong> las veces que te he pedido que te casaras conmigo, Charlene, <strong>de</strong><br />

las veces que te has negado a ello. De las veces que he visto que te ibas con otro, <strong>de</strong><br />

las que te has metido en mi cama cuando no había nadie más. Ya no puedo<br />

soportarlo.<br />

—No quiero casarme, ¿por eso te vas?<br />

—Anoche te acostaste con aquel tipo, uno <strong>de</strong> los cazadores, el alto y moreno.<br />

Charlene levantó la cabeza.<br />

—¿Y qué?<br />

—¿Cómo se llamaba?<br />

Abrió la boca y se dio cuenta <strong>de</strong> que tenía la mente en blanco. No podía<br />

recordar un rostro, mucho menos un nombre, y apenas se acordaba <strong>de</strong>l tanteo a<br />

oscuras.<br />

—¿Qué más da? —le espetó—. Fue sexo sin más.<br />

—No encontrarás lo que buscas, y menos con hombres sin nombre a los que casi<br />

doblas la edad. Pero si quieres seguir buscando, no puedo <strong>de</strong>tenerte. Esto quedó<br />

claro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Aunque sí puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser tu colchón.<br />

—Vete, pues. —Cogió un puñado <strong>de</strong> papeles <strong>de</strong> la mesa y los hizo volar en el<br />

aire—. Me da igual.<br />

—Lo sé. Si no te diera igual, <strong>de</strong> verdad, no me iría.<br />

John salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y cerró la puerta.<br />

La luz le cegaba. Nunca tenía bastante; por más que durara el día, a él no le<br />

parecía suficiente. Notaba cómo penetraba en su carne, en sus huesos, cómo le<br />

transmitía energía.<br />

Llevaba días sin que le <strong>de</strong>spertara una pesadilla.<br />

Le <strong>de</strong>spertaba la luz, trabajaba y se paseaba bajo ella <strong>de</strong> día. Pensaba en ella y<br />

- 319 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

comía en ella; se empapaba <strong>de</strong> ella.<br />

Y todas las noches veía cómo el sol se <strong>de</strong>slizaba por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas,<br />

sabiendo que en pocas horas saldría <strong>de</strong> nuevo.<br />

Todavía algunas noches abandonaba con cuidado la cama <strong>de</strong> Meg y salía<br />

acompañado por los perros a contemplar cómo las luces alteraban el cielo nocturno.<br />

Seguía notando la herida que palpitaba bajo las cicatrices <strong>de</strong> su cuerpo. Pero<br />

ahora pensaba que ese dolor era señal <strong>de</strong> curación. Deseaba con todas sus fuerzas<br />

que así fuera. Aceptar lo perdido y acoger lo que llegara.<br />

Por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que salió <strong>de</strong> Baltimore había llamado a Beth, la esposa<br />

<strong>de</strong> Jack.<br />

—Quería saber cómo estabais, tú y los niños.<br />

—Bien. Estamos bien. Ha pasado un año <strong>de</strong>s<strong>de</strong>...<br />

Nate lo sabía. Ese día se cumplía un año.<br />

—Ha sido un poco duro. Hemos salido esta mañana, le hemos llevado flores.<br />

Los primeros siempre son los más difíciles. La primera fiesta, el primer cumpleaños,<br />

el primer aniversario. Pero lo vas superando y se va haciendo un poco más fácil.<br />

Pensaba, esperaba, que llamarías. Estoy muy contenta <strong>de</strong> que lo hayas hecho.<br />

—No estaba seguro <strong>de</strong> que te apeteciera hablar conmigo.<br />

—Te echamos <strong>de</strong> menos, Nate. Los niños y yo. Me has tenido en vilo.<br />

—Yo también estoy bien. Estoy mejor.<br />

—Cuéntame qué tal por allí. ¿Un frío y una tranquilidad terribles?<br />

—En realidad hoy estamos a quince grados. Y lo <strong>de</strong> la tranquilidad... —Echó un<br />

vistazo al tablero—. Pues sí, esto está bastante tranquilo. Hemos tenido<br />

inundaciones. No tan importantes como en el su<strong>de</strong>ste pero lo suficiente para<br />

mantenernos ocupados. Esto es precioso. —Volvió la cabeza hacia la ventana y<br />

añadió—: No pue<strong>de</strong>s ni imaginártelo. Hay que verlo y aun así cuesta creerlo.<br />

—Te noto bien. Me alegra oírte así.<br />

—No creí que iba a po<strong>de</strong>r adaptarme a este lugar. —«A cualquier lugar»—. Lo<br />

<strong>de</strong>seaba. Ni se me había ocurrido hasta que llegué aquí. Hasta que estuve aquí no<br />

apareció el <strong>de</strong>seo. Pero creía que no lo lograría.<br />

—¿Y ahora?<br />

—Ahora creo que sí. He conocido a alguien, Beth.<br />

—¿Ah? —Su voz reflejaba una sonrisa y Nate cerró los ojos para oírla bien—.<br />

¿Te gusta?<br />

—Es maravillosa, en muchos sentidos. Creo que te caería bien. No es <strong>de</strong>l<br />

montón, ni muchísimo menos. Es piloto.<br />

—¿Piloto? ¿De esos que circulan como maníacos en esos pequeños aviones?<br />

—Más o menos. Es preciosa. Bueno, no, pero sí. Es divertida, fuerte y<br />

probablemente está loca, pero le sienta <strong>de</strong> maravilla. Se llama Meg. Megan Galloway,<br />

y estoy enamorado <strong>de</strong> ella.<br />

—Oh, Nate. Qué feliz me haces.<br />

—No llores —dijo al oír un sollozo.<br />

—No, es una buena noticia. Jack encontraría mil maneras <strong>de</strong> tomarte el pelo,<br />

- 320 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

pero en el fondo se sentiría igual <strong>de</strong> feliz por ti que yo.<br />

—En fin, quería que lo supieras. Me apetecía hablar contigo, <strong>de</strong>círtelo y<br />

proponerte que algún día aparecieses por aquí con los niños. Es un lugar estupendo<br />

para pasar las vacaciones <strong>de</strong> verano. En junio no oscurece hasta la medianoche, e<br />

incluso a esta hora, por lo visto, es más una luz crepuscular que oscuridad. Y más<br />

caluroso <strong>de</strong> lo que crees, o eso dicen. Me gustaría que vieras todo esto, que<br />

conocieras a Meg. Y me alegraría veros, a ti y a los niños.<br />

—Lo que sí te prometo es que iremos a la boda.<br />

Nate soltó una risa entrecortada.<br />

—No he dado ningún paso en ese sentido.<br />

—Te conozco, Nate. Lo darás.<br />

Cuando colgó, sonreía. Era lo último que habría esperado. Dejó el tablero<br />

<strong>de</strong>scubierto, señal <strong>de</strong> que empezaba a investigar a fondo, y salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho.<br />

Aún le impresionó un poco ver a Peter con el brazo en cabestrillo. Su joven<br />

ayudante estaba sentado ante el or<strong>de</strong>nador tecleando con una sola mano.<br />

Trabajo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spacho. Papeleo. Un poli, y eso era ese muchacho, podía morirse<br />

<strong>de</strong> aburrimiento con esto.<br />

Nate pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />

—¿Le apetece salir un poco?<br />

Peter levantó la vista, con un <strong>de</strong>do <strong>de</strong> la mano buena aún sobre el teclado.<br />

—¿Cómo?<br />

—¿Quiere que le libere un rato <strong>de</strong> esta mesa?<br />

La cara <strong>de</strong>l muchacho se iluminó.<br />

—¡Por supuesto!<br />

—Vamos a dar un paseo. —Cogió un walkie-talkie—. Peach, mi ayudante Notti y<br />

yo nos vamos a patrullar a pie.<br />

—Hum... Otto ya está en la calle —dijo Peter.<br />

—Parece que la <strong>de</strong>lincuencia prolifera. Peach, usted se queda al timón.<br />

—Sí, sí, capitán —respondió ella con una risita—. Cuí<strong>de</strong>nse, muchachos.<br />

Nate cogió una chaqueta ligera <strong>de</strong> la percha.<br />

—¿Quiere la suya? —preguntó a Peter.<br />

—No. Solo los <strong>de</strong>l sur necesitan algo <strong>de</strong> abrigo en un día como este.<br />

—¿Ah, sí? Bueno... —Y con un gesto exagerado colgó <strong>de</strong> nuevo la chaqueta.<br />

Se encontraron con un viento fresco y un cielo cubierto. Lo más probable era<br />

que lloviera y, sin duda, pensó Nate, iba a arrepentirse <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>vuelto la chaqueta<br />

a la percha.<br />

Caminaron calle abajo con el húmedo y juguetón viento revolviéndoles el pelo.<br />

—¿Cómo va el brazo?<br />

—Bastante bien. No creo que necesite el cabestrillo, pero entre Peach y mi<br />

madre no hay forma <strong>de</strong> quitármelo.<br />

—Las mujeres se ponen muy quisquillosas cuando te disparan.<br />

—Y que lo diga. Y si lo aguantas con estoicismo ya no te las quitas <strong>de</strong> encima.<br />

—No hemos hablado mucho sobre el inci<strong>de</strong>nte. Al principio me dije que fue un<br />

- 321 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

error llevármelo allí.<br />

—Le pegué un susto <strong>de</strong> muerte a aquel hombre cuando salí <strong>de</strong>l coche. Fui yo<br />

quien provocó la situación.<br />

—A ese tipo lo habría asustado una ardilla que <strong>de</strong>jara caer una bellota. He<br />

dicho que al principio pensé que había cometido un error. Pero en realidad no fue un<br />

error. Es usted un buen policía. Lo <strong>de</strong>mostró. Había caído, estaba herido, aturdido, y<br />

me cubrió.<br />

—Usted tenía la situación controlada. No necesitaba que le cubrieran.<br />

—Podía haberlo necesitado. Esa es la cuestión. Cuando te encuentras en una<br />

situación <strong>de</strong>licada y estás con alguien, tienes que po<strong>de</strong>r confiar en esa persona, sin<br />

reservas.<br />

De la forma en que él y Jack confiaron el uno en el otro, pensó. Cuando<br />

cruzaron la puerta y salieron al callejón, sin importar lo que pudiera esperarles en la<br />

oscuridad.<br />

—Peter, quiero que sepa que confío en usted.<br />

—Pues yo... creí que me obligaba a hacer trabajo burocrático para liberarme <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong> la calle.<br />

—Le he <strong>de</strong>jado en el <strong>de</strong>spacho por la lesión. Como correspon<strong>de</strong>. En su<br />

expediente constará una mención sobre su actuación durante el inci<strong>de</strong>nte.<br />

Peter se <strong>de</strong>tuvo y lo miró fijamente.<br />

—Una mención.<br />

—Se la ha ganado. Se hará pública en el próximo pleno <strong>de</strong>l ayuntamiento.<br />

—No sé qué <strong>de</strong>cir.<br />

—Conserve su actitud estoica.<br />

Cruzaron la calle en la esquina para volver por la otra acera.<br />

—Tengo algo más que <strong>de</strong>cirle, y es algo <strong>de</strong>licado. Respecto a la investigación<br />

que está llevando a cabo nuestro <strong>de</strong>partamento. A los homicidios.<br />

Nate captó la rápida mirada <strong>de</strong> Peter.<br />

—In<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> lo que haya <strong>de</strong>cidido la policía estatal, este<br />

<strong>de</strong>partamento lo consi<strong>de</strong>ra homicidios. Tengo ya algunas <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> personas<br />

en las que se precisa su para<strong>de</strong>ro en los momentos clave. De todas formas, la mayoría<br />

no pue<strong>de</strong>n comprobarse, al menos <strong>de</strong> una forma que a mí me resulte satisfactoria. Y<br />

entre ellas está la <strong>de</strong> Otto.<br />

—Pero jefe, Otto es...<br />

—Uno <strong>de</strong> los nuestros. Lo sé. Pero no por ello puedo tacharlo <strong>de</strong> la lista.<br />

Muchos ciudadanos <strong>de</strong> aquí o <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores tuvieron oportunidad <strong>de</strong> cometer<br />

estos crímenes. El móvil es otra historia. El <strong>de</strong> los dos últimos señala a Galloway.<br />

Pero ¿cuál <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser el <strong>de</strong>l suyo? ¿Crimen pasional, por dinero, por<br />

encubrimiento? ¿Consumo <strong>de</strong> drogas? Quizá una mezcla <strong>de</strong> todos ellos. Pero fuera<br />

quien fuese, era un conocido suyo.<br />

Nate observó las calles, las aceras. A veces lo conocido era lo que estaba al<br />

acecho en la oscuridad.<br />

—Lo conocía lo suficiente como para empren<strong>de</strong>r aquella escalada en invierno<br />

- 322 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

con su asesino y con Max. Los tres solos. Conocía lo suficiente a su asesino como para<br />

permitirse lo que creo que podríamos <strong>de</strong>nominar un juego <strong>de</strong> rol ahí arriba mientras<br />

aguantaban unas condiciones muy duras.<br />

—No veo a qué se refiere.<br />

—Llevaba un diario. Lo llevaba encima, y se quedó en su bolsillo. Coben me<br />

pasó una copia.<br />

—Pues si llevaba un diario...<br />

—Nunca utilizó los nombres <strong>de</strong> sus compañeros. Se habían montado una<br />

historia. Lo que me hace pensar que <strong>de</strong> no haber sido asesinado ahí arriba, habría<br />

muerto en otra escalada a menos que se hubiera enmendado. Fumaban maría,<br />

tomaban anfetas. Jugaban a La guerra <strong>de</strong> las galaxias. Galloway en el papel <strong>de</strong> Luke,<br />

Max en el <strong>de</strong> Han Solo y, curiosamente, el asesino <strong>de</strong> Galloway en el <strong>de</strong> Darth Va<strong>de</strong>r.<br />

La montaña se convirtió en aquel mundo <strong>de</strong> hielo en el que se encontraban.<br />

—En Hoth. Me gusta el cine —añadió Peter encorvando un poco los hombros—<br />

. Cuando era pequeño coleccionaba figuritas <strong>de</strong> personajes y <strong>de</strong> objetos.<br />

—Y yo. Pero ellos no eran críos. Eran adultos, y en algún momento el juego se<br />

les fue <strong>de</strong> las manos. Galloway escribió que Han, yo creo que era Max, se hizo daño<br />

en el tobillo. Lo <strong>de</strong>jaron en una tienda con provisiones y siguieron a<strong>de</strong>lante.<br />

—Lo que <strong>de</strong>muestra que Max no lo mató.<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> cómo se mire. También existe la posibilidad <strong>de</strong> que Max les<br />

siguiera, les alcanzara a la altura <strong>de</strong> la cueva <strong>de</strong> hielo y allí se volviera loco. Y<br />

po<strong>de</strong>mos seguir especulando y pensar que Max, en el papel <strong>de</strong> Va<strong>de</strong>r, mató a sus dos<br />

compañeros. No son mis teorías personales, pero son tan buenas como cualquier<br />

otra. Los estatales optan por la segunda.<br />

—¿Que el señor Hawbaker mató a los dos? ¿Y luego bajó solo? No creo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Ya sé que era muy pequeño cuando ocurrió todo esto, pero el señor<br />

Hawbaker nunca tuvo fama <strong>de</strong> ser una persona... no sé, audaz, ejem...,<br />

in<strong>de</strong>pendiente. Y para empren<strong>de</strong>r aquel <strong>de</strong>scenso había que ser ambas cosas.<br />

—Estoy <strong>de</strong> acuerdo. Más a<strong>de</strong>lante en el diario, Galloway escribía que el<br />

personaje <strong>de</strong> Darth mostraba indicios <strong>de</strong>, vamos a llamarle locura, irritación,<br />

temeridad, una actitud acusadora. Todo ello mezclado con una buena dosis <strong>de</strong> droga<br />

y, por lo que he leído, consecuencia <strong>de</strong> la tensión, la enfermedad <strong>de</strong> la altura, el<br />

colocón que sienten algunos escaladores en las cimas.<br />

Nate vio que Deb salía <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina para llevar a Cecil a dar un<br />

paseo. Había puesto al animal un jersey <strong>de</strong> un ver<strong>de</strong> muy vistoso.<br />

—Galloway estaba muy preocupado por el estado mental <strong>de</strong> aquel tipo —<br />

siguió Nate mientras intercambiaba un saludo con la mano con Deb—. No tenía claro<br />

que bajaran sin problemas. La última entrada <strong>de</strong>l diario la escribió en la cueva <strong>de</strong><br />

hielo. No salió <strong>de</strong> allí, <strong>de</strong> modo que tenía razón en preocuparse. Aunque no lo estaba<br />

lo suficiente como para dar algún paso concreto y protegerse. Su cuerpo no<br />

presentaba heridas que <strong>de</strong>mostraran que se había <strong>de</strong>fendido. Aun llevaba el piolet en<br />

su cinturón. Conocía a su asesino <strong>de</strong> la misma forma que Max conocía al suyo. Y que<br />

- 323 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Yukon conocía al hombre que le cortó el cuello.<br />

»Nosotros también lo conocemos, Peter. —Ahora el saludo lo dirigió al juez<br />

Royce, que se dirigía a la KLUN con un puro entre los dientes—. Lo que ocurre es<br />

que no lo hemos i<strong>de</strong>ntificado aún.<br />

—¿Qué vamos a hacer?<br />

—Seguiremos con lo que tenemos. Trabajaremos con las distintas hipótesis<br />

hasta que tengamos más información. A Otto no le hablaré <strong>de</strong>l diario. Por lo menos<br />

<strong>de</strong> momento.<br />

—¡Casi nada!<br />

—Para usted es mucho más difícil. Es gente que conoce <strong>de</strong> toda la vida o casi.<br />

Saludó a Harry, un poco más allá, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina; estaba<br />

fumando un cigarrillo y hablando con Jim Mackie. Ante ellos, Ed andaba a paso<br />

ligero en dirección al banco, pero se <strong>de</strong>tuvo para intercambiar unas palabras con la<br />

encargada <strong>de</strong> correos, que estaba barriendo la entrada.<br />

Mike el grandullón salió <strong>de</strong>l Lodge corriendo, sin duda camino <strong>de</strong> Los Italianos,<br />

para mantener su charla diaria sobre el trabajo con Johnny Trivani. Su hija, montada<br />

en sus hombros, soltaba unas sonoras carcajadas.<br />

—Solo son personas. Pero una <strong>de</strong> ellas, ahí, en la calle, en el interior <strong>de</strong> algún<br />

edificio o en una casita <strong>de</strong> las afueras, es un asesino. Y si se ve obligada a ello, matará<br />

<strong>de</strong> nuevo.<br />

Fue a casa <strong>de</strong> Meg todas las noches. No siempre la encontraba allí. A medida<br />

que el tiempo mejoraba, aumentaba el trabajo. Pero habían llegado al acuerdo tácito<br />

<strong>de</strong> que se instalaría allí. Mantenía la habitación en el Lodge, aunque en aquellos<br />

momentos era más bien un almacén para la pesada ropa <strong>de</strong> invierno.<br />

También podía haber trasladado aquello a casa <strong>de</strong> Meg. Pero habría sido una<br />

pista. La pista oficial <strong>de</strong> que vivían juntos.<br />

Vio el humo <strong>de</strong> la chimenea antes <strong>de</strong> la curva y su estado <strong>de</strong> ánimo arrancó<br />

como accionado con una manivela. Sin embargo, la avioneta no estaba en el lago y<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa vio el jeep <strong>de</strong> Jacob.<br />

Los perros salieron corriendo <strong>de</strong>l bosque para saludarlo; Rock llevaba en la<br />

boca uno <strong>de</strong> aquellos mastodónticos huesos que tanto les gustaban. A Nate le dio la<br />

sensación <strong>de</strong> que era un hueso <strong>de</strong> verdad y los <strong>de</strong>jó fuera con un animado tira y<br />

afloja mientras él se metía en la casa.<br />

No había llegado aún a la cocina, pero notó olor a sangre. Instintivamente palpó<br />

la culata <strong>de</strong>l revólver que llevaba encima.<br />

—He traído carne —dijo Jacob sin volver la cabeza.<br />

Junto a los fogones había un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> algo que rezumaba sangre. Nate<br />

apartó la mano.<br />

—Últimamente ella no tiene tiempo para cazar. Los osos están <strong>de</strong>spiertos. Buen<br />

material para estofados, pastel <strong>de</strong> carne...<br />

«Pastel <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> oso —pensó Nate—. Menuda gente.»<br />

- 324 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Seguro que le hará ilusión.<br />

—Compartimos lo que tenemos —siguió Jacob, mientras envolvía con<br />

parsimonia la carne <strong>de</strong> oso con un grueso papel blanco—. ¿Le ha dicho que pasé con<br />

ella casi todo el tiempo que su padre estuvo <strong>de</strong>spojado?<br />

—¿Despojado? Una forma interesante <strong>de</strong> llamarlo.<br />

—¿Acaso no le <strong>de</strong>spojaron <strong>de</strong> su vida?<br />

Jacob terminó <strong>de</strong> envolver la carne, cogió un rotulador negro y puso la fecha en<br />

los envoltorios. Un gesto tan <strong>de</strong> ama <strong>de</strong> casa que hizo parpa<strong>de</strong>ar a Nate.<br />

—Ella se lo contó, pero usted no confía en sus recuerdos o en su corazón.<br />

—Confío en ella.<br />

—Era una niña. —Jacob se lavó las manos en el frega<strong>de</strong>ro—. Podía haberse<br />

equivocado o, porque me quiere, intentar protegerme.<br />

—Podría ser.<br />

Jacob se secó las manos y recogió la carne. Cuando se volvió, Nate vio que<br />

llevaba un amuleto en el cuello. Una piedra azul marino que resaltaba en la camisa<br />

vaquera <strong>de</strong>scolorida.<br />

—He hablado con gente. —Jacob fue hacia la entrada, don<strong>de</strong> Meg tenía un<br />

pequeño congelador—. Con gente que no está muy dispuesta a hablar con la policía.<br />

Gente que conocía a Pat y a Dos Dedos. —Empezó a colocar la carne en el<br />

congelador—. Esta gente, que habla conmigo pero no lo hará con la policía, me ha<br />

comentado que cuando Pat estaba en Anchorage tenía dinero. Más dinero <strong>de</strong>l que<br />

solía. —Cerró el congelador y volvió a la cocina—. Voy a tomarme un whisky.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> había sacado el dinero?<br />

—Trabajó unos días en una conservera y, según dicen, pidió un anticipo <strong>de</strong> la<br />

paga. Lo utilizó para jugar al póquer.<br />

Se sirvió tres <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> whisky en un vaso y luego levantó otro con una mirada<br />

<strong>de</strong> interrogación.<br />

—No, gracias.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser verdad porque a él le gustaba jugar, y a pesar <strong>de</strong> que solía per<strong>de</strong>r,<br />

lo consi<strong>de</strong>raba... un pago por la distracción. Pero al parecer aquella vez no perdió.<br />

Estuvo jugando dos noches y casi un día entero. Quienes han hablado conmigo dicen<br />

que ganó mucho. Unos hablan <strong>de</strong> diez mil, otros <strong>de</strong> veinte, otros <strong>de</strong> más. Podría<br />

tratarse <strong>de</strong>l pez que va engordando a medida que se cuenta la hazaña. Pero todo el<br />

mundo coinci<strong>de</strong> en que jugó, ganó y tenía dinero contante y sonante.<br />

—¿Qué hizo con el dinero?<br />

—Eso no lo sabe nadie, o nadie admite saberlo. Pero algunos dicen que le<br />

vieron por última vez bebiendo con otros hombres. Nada anormal, por eso nadie<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme quiénes eran los <strong>de</strong>más. ¿Por qué iban a acordarse <strong>de</strong> algo así<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo?<br />

—Había una puta...<br />

Jacob torció el gesto, casi imperceptiblemente.<br />

—Siempre hay alguna.<br />

—Kate. No he conseguido localizarla.<br />

- 325 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Kate, la puta, murió hará unos cinco años. Un ataque al corazón —añadió<br />

Jacob—. Una mujer muy corpulenta, que fumaba dos, tal vez tres, paquetes <strong>de</strong> Camel<br />

al día. A nadie le sorprendió su muerte.<br />

Otro callejón sin salida, pensó Nate.<br />

—¿Le comentó algo más esa gente que habla con usted pero no con la poli?<br />

—Algunos dicen que Dos Dedos llevó en avioneta a Pat y a los otros dos, o a los<br />

otros tres, pero no más, hasta la montaña. Los hay que afirman que fueron al Denali,<br />

otros hablan <strong>de</strong>l Sin Nombre y otros <strong>de</strong>l Deborah. Los <strong>de</strong>talles no están claros, pero<br />

han salido recuerdos sobre el dinero, el piloto, la escalada y dos o tres compañeros.<br />

Tomó un trago <strong>de</strong> whisky.<br />

—También podría estar mintiendo y ser yo uno <strong>de</strong> los que ascendieron con él.<br />

—Pues sí —reconoció Nate—. Tiene agallas. Un hombre que caza un oso tiene<br />

pelotas.<br />

Jacob sonrió.<br />

—Un hombre que caza un oso come bien.<br />

—Le creo. Pero yo también puedo estar mintiendo.<br />

En esta ocasión, Jacob soltó una carcajada y terminó el whisky <strong>de</strong>l vaso.<br />

—Podría. Pero ya que estamos en la cocina <strong>de</strong> Meg, y ella nos quiere a los dos,<br />

vamos a hacer ver que confiamos el uno en el otro. Ahora Meg está luminosa.<br />

Siempre ha sido brillante, pero ahora lo es más. Ahora pue<strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong> sí misma.<br />

Pero... —Llevó el vaso al frega<strong>de</strong>ro, lo enjuagó, lo puso a secar y se volvió—. Cui<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> ella, jefe Burke. De lo contrario, yo mismo me encargaré <strong>de</strong> usted.<br />

—Lo tendré en cuenta —respondió Nate cuando Jacob salió.<br />

- 326 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 28<br />

Nate aguardó el momento oportuno. Creía disponer <strong>de</strong> todo el tiempo <strong>de</strong>l<br />

mundo. Puesto que tenía la costumbre <strong>de</strong> pasar todos los días por el Lodge y ver a<br />

Jesse, no veía ningún problema en esperar la oportunidad <strong>de</strong> hablar a solas con<br />

Charlene.<br />

Encontró a Rose sentada a una mesa aprovechando la calma <strong>de</strong> media mañana<br />

para rellenar los saleros y pimenteros.<br />

—No se levante —dijo él cuando vio el gesto <strong>de</strong> la mujer—. ¿Dón<strong>de</strong> está mi<br />

amigo hoy?<br />

—Tenemos en casa a unos primos <strong>de</strong> Nome, o sea que Jesse va a tener con<br />

quien jugar unos días. Le ha dado por presumir <strong>de</strong> tío, <strong>de</strong> su ayudante —dijo<br />

sonriendo—, pero también quiere traerlos a todos aquí para que conozcan a su gran<br />

amigo el jefe Nate.<br />

—¿En serio? —Casi notaba cómo su propia sonrisa se hacía más amplia y<br />

llegaba <strong>de</strong> oreja a oreja—. Dígale que los traiga; les enseñaremos la comisaría. —<br />

Pensó en ponerse en contacto con Meg por radio para pedirle que consiguiera unas<br />

placas <strong>de</strong> juguete cuando fuera a por las provisiones.<br />

—¿No le importa?<br />

—Me encantaría.<br />

Estiró el cuello para ver a Willow en su cochecito.<br />

—¡Qué preciosidad!<br />

Lo <strong>de</strong>cía sinceramente. Tenía unas mejillas tan regor<strong>de</strong>tas que daban ganas <strong>de</strong><br />

pellizcarlas. Y sus ojos, negros como el carbón, parecían clavarse en Nate como si<br />

supiera cosas <strong>de</strong> las que él no estaba al corriente. Acercó un <strong>de</strong>do a la pequeña y<br />

Willow se lo agarró y lo agitó.<br />

—¿Charlene está en su <strong>de</strong>spacho?<br />

—No, en la <strong>de</strong>spensa, junto a la cocina. Está haciendo inventario.<br />

—¿Y si me acerco allí?<br />

—No sé si me atrevería sin coraza —le advirtió Rose mientras rellenaba <strong>de</strong><br />

ketchup un frasco <strong>de</strong> un rojo estri<strong>de</strong>nte—. Últimamente tiene un humor <strong>de</strong> perros.<br />

—Me arriesgaré.<br />

—Peter nos ha hablado <strong>de</strong> la mención, Nate. Está muy orgulloso <strong>de</strong> ello. Y<br />

nosotros también. Muchas gracias.<br />

—Yo no hice nada. Él sí.<br />

Nate vio que los ojos <strong>de</strong> Rose se empañaban y se escabulló a toda prisa.<br />

Mike estaba en la barra preparando una ensalada con la que podía alimentarse<br />

a una legión <strong>de</strong> conejos. Tenía la radio sintonizada en la emisora <strong>de</strong>l pueblo, don<strong>de</strong><br />

- 327 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

sonaba el grave y apasionado chelo <strong>de</strong> Yo-Yo Ma.<br />

—El plato <strong>de</strong>l día es cangrejo florentino al estilo <strong>de</strong> Mike —gritó—. Ensalada <strong>de</strong><br />

búfalo para quien tenga buen apetito.<br />

—Ñam ñam...<br />

—¿Piensa entrar ahí? —dijo Mike cuando vio que Nate se dirigía hacia la<br />

<strong>de</strong>spensa—. Mejor con escudo y espada.<br />

—Eso me han dicho.<br />

Pero Nate abrió la puerta y, pensando que con Charlene nunca se sabía, no la<br />

cerró.<br />

Era una estancia amplia, muy fría, llena <strong>de</strong> estantes metálicos, don<strong>de</strong><br />

guardaban las latas y los alimentos secos. En una pared había dos frigoríficos altos,<br />

en los que guardaban productos perece<strong>de</strong>ros envasados; entre ellos había un<br />

congelador.<br />

Charlene estaba <strong>de</strong> pie ante estos aparatos, garabateando con brío en una<br />

tablilla con sujetapapeles.<br />

—Vaya, ahora ya sé dón<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rme en caso <strong>de</strong> alarma nuclear.<br />

Charlene le dirigió una mirada que no tenía nada que ver con sus tórridas<br />

insinuaciones habituales.<br />

—Tengo trabajo.<br />

—Ya lo veo. Solo quería preguntarle una cosa.<br />

—Usted no hace más que preguntas —masculló, y luego añadió, casi a voces—:<br />

Lo que me gustaría saber a mí es por qué nos quedan solo dos latas <strong>de</strong> judías.<br />

Pero Mike, como respuesta, aumentó el volumen <strong>de</strong> la radio.<br />

—Dedíqueme un par <strong>de</strong> minutos, Charlene, y me per<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> vista.<br />

—¡Vale, vale, vale! —Dejó con gesto brusco la tablilla en un estante, con tanta<br />

<strong>de</strong>cisión que Nate oyó el crujido <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra—. Lo único que intento es llevar<br />

a<strong>de</strong>lante un negocio. Pero parece que a nadie le importa.<br />

—Siento que haya algo que la fastidie y le prometo que seré breve. ¿Sabe algo<br />

sobre unas sustanciales ganancias que consiguió Galloway jugando al póquer? Debió<br />

<strong>de</strong> ser entre el momento que salió <strong>de</strong> aquí y su ascensión a la montaña.<br />

Charlene soltó un bufido <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén.<br />

—Cualquiera diría que... —Luego entrecerró los ojos—. ¿A qué se refiere con<br />

sustanciales?<br />

—Pues a unos miles. Alguien me ha comentado que es posible que estuviera<br />

jugando un par <strong>de</strong> noches y tuviera un golpe <strong>de</strong> suerte.<br />

—Si se montó una partida, lo más seguro es que él jugara. De todas formas, casi<br />

nunca ganaba; cuando tenía mucha suerte lo máximo que conseguía eran unos<br />

cientos <strong>de</strong> dólares. Me acuerdo <strong>de</strong> una vez en Portland. Ahí ganó tres mil. Nos los<br />

fundimos en la habitación <strong>de</strong> un hotel <strong>de</strong> campanillas, una cena con carne por todo lo<br />

alto, un par <strong>de</strong> botellas <strong>de</strong> champán que pedimos al servicio <strong>de</strong> habitaciones... Me<br />

compró ropa y todo. Un vestido, zapatos y unos pendientes con unos pequeños<br />

zafiros.<br />

Sus ojos brillaban. Sin embargo luego agitó la cabeza y los hombros con<br />

- 328 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>terminación y se secó las lágrimas.<br />

—¡Qué estupi<strong>de</strong>z! Tuve que ven<strong>de</strong>r los pendientes en Prince William para<br />

pagar unas reparaciones <strong>de</strong> la moto y comprar provisiones. Ya ve lo que saqué <strong>de</strong><br />

aquello.<br />

—Y si hubiera ganado dinero, ¿qué habría hecho con él?<br />

—Pulírselo. No. —Apoyó la frente en uno <strong>de</strong> los soportes <strong>de</strong> los estantes. Nate<br />

la vio tan cansada, triste y perdida que estuvo a punto <strong>de</strong> acercarse a ella para<br />

ponerle la mano en el hombro—. En aquellos momentos no. Sabía que lo <strong>de</strong>l dinero<br />

me tenía frita. Si hubiera pescado algo, quizá habría jugado un poco, pero seguro que<br />

habría reservado una parte importante para traerla a casa y cerrarme la boca.<br />

—¿Lo habría ingresado en el banco? ¿En Anchorage?<br />

—No teníamos banco en Anchorage. Lo habría metido en la mochila y me lo<br />

habría traído para que lo administrara yo. Tenía muy poco respeto por el dinero. Es<br />

lo que suele pasarle a la gente que ha vivido en la abundancia.<br />

Levantó la cabeza.<br />

—Pero ¿me está diciendo que tenía dinero?<br />

—Le estoy diciendo que es una posibilidad.<br />

—No mandó ni cinco a casa aquellos días. Nunca mandó ni cinco.<br />

—¿Habría escalado con el dinero?<br />

—Si hubiera mantenido la habitación, lo habría guardado en un cajón. Pero <strong>de</strong><br />

haberla abandonado, lo hubiera llevado encima. La policía estatal no dijo nada <strong>de</strong><br />

dinero.<br />

—No lo llevaba encima.<br />

Ni un céntimo, pensaba Nate al salir <strong>de</strong> nuevo. Ni cartera, ni i<strong>de</strong>ntificación, ni<br />

dinero en efectivo. Ni mochila. Tan solo unas cerillas y el diario, cerrado bajo<br />

cremallera en el bolsillo <strong>de</strong> la parka.<br />

Ya en la acera, sacó su bloc <strong>de</strong> notas, escribió DINERO y trazó un círculo a su<br />

alre<strong>de</strong>dor.<br />

Según el dicho, hay que chercher la femme, pensó Nate, pero un poli sabía que si<br />

un asesinato giraba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l dinero, siempre, siempre había que buscar el<br />

dinero.<br />

Se preguntó cómo podía <strong>de</strong>scubrir si dieciséis años atrás a alguien <strong>de</strong> Lunacy le<br />

había caído <strong>de</strong>l cielo un pastón.<br />

Evi<strong>de</strong>ntemente, también era posible que Galloway no hubiera <strong>de</strong>jado la<br />

habitación y guardara el dinero en ella. Y más tar<strong>de</strong>, la doncella, el propietario o el<br />

siguiente ocupante se encontrara con la suerte <strong>de</strong> cara.<br />

O podía haberlo llevado en la mochila, y el asesino no miró su contenido antes<br />

<strong>de</strong> arrojarla a la primera grieta que encontró.<br />

Pero ¿por qué se llevaría el asesino la mochila sin una razón concreta? Quizá<br />

buscaba provisiones y... ¡qué veo! ¡Lo que hay aquí! O simplemente para acabar<br />

<strong>de</strong>shaciéndose <strong>de</strong> ella, ya que si se <strong>de</strong>scubría el cadáver, podría ser i<strong>de</strong>ntificado.<br />

De todas formas, caso <strong>de</strong> que hubiera habido dinero, Nate se inclinaba por la<br />

posibilidad <strong>de</strong> que el asesino estuviera al corriente <strong>de</strong> ello y se lo hubiera quedado.<br />

- 329 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

¿Quién...?<br />

—Alguien podría preguntarse si sus impuestos sirven para que el jefe <strong>de</strong> policía<br />

an<strong>de</strong> soñando <strong>de</strong>spierto por la calle.<br />

Volvió en sí <strong>de</strong> golpe y se encontró <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Hopp.<br />

—¿Usted está en todas partes o qué?<br />

—Siempre que puedo. Iba a tomar un café, a seguir cavilando y a <strong>de</strong>vanarme<br />

los sesos —contestó Hopp.<br />

La irritación era tan patente en su rostro como los cuadros ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su blusa.<br />

—¿Qué ocurre? —preguntó Nate.<br />

—John Malmont acaba <strong>de</strong> renunciar al puesto. Dice que se marcha a final <strong>de</strong><br />

curso.<br />

—¿Deja la enseñanza?<br />

—Deja Lunacy. No po<strong>de</strong>mos permitirnos per<strong>de</strong>rlo. —Hopp sacó el Zippo <strong>de</strong>l<br />

bolsillo, pero solo para abrir y cerrar su tapa. Por el pueblo se comentaba que llevaba<br />

parches <strong>de</strong> nicotina—. Es un profesor extraordinario y a<strong>de</strong>más colabora con Carrie en<br />

The Lunatic, se ocupa <strong>de</strong> todos los juegos <strong>de</strong> la escuela, dirige la comisión <strong>de</strong>l anuario<br />

<strong>de</strong> esta y nos sitúa en el mapa turístico con los artículos que publica en otras revistas.<br />

Tengo que encontrar la forma <strong>de</strong> retenerlo.<br />

—¿Ha dicho por qué ha <strong>de</strong>cidido marcharse así, <strong>de</strong> golpe y porrazo?<br />

—Simplemente ha dicho que había llegado el momento <strong>de</strong> un cambio.<br />

Estábamos planificando el club <strong>de</strong>l libro para el verano, con él a la cabeza, y <strong>de</strong><br />

repente nos abandona. ¡Valiente cabrón! —dijo girando los hombros—. Voy a<br />

tomarme un café y un pedazo <strong>de</strong> pastel. Pastel à la mo<strong>de</strong>. —Hizo chasquear el<br />

mechero con gesto brusco—. A ver si consigo que trabajen las células <strong>de</strong>l cerebro. No<br />

se irá tan fácilmente.<br />

Interesante, pensó Nate. Interesante la elección <strong>de</strong>l momento.<br />

Burke tenía que irse. Era indispensable. Ya estaba harto <strong>de</strong> que metiera las<br />

narices y se entrometiera don<strong>de</strong> nadie le había llamado.<br />

Había distintas formas <strong>de</strong> echar <strong>de</strong>l pueblo a un pelmazo que había llegado <strong>de</strong><br />

fuera. Algunos afirmaban que Burke había alcanzado la categoría <strong>de</strong> oriundo tras<br />

superar su primer invierno. Pero él sabía que algunos seguían siendo forasteros<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> lo que hubieran superado.<br />

Galloway había sido uno <strong>de</strong> ellos. A la hora <strong>de</strong> la verdad, había <strong>de</strong>mostrado ser<br />

cobar<strong>de</strong>, llorón y taimado. Sobre todo taimado.<br />

Había sido un gilipollas <strong>de</strong> arriba abajo. ¿A quién podía importarle que<br />

estuviera muerto?<br />

«Se ha hecho lo que había que hacer», se dijo mientras arrastraba las pesadas<br />

bolsas <strong>de</strong> plástico por el bosque. De la misma forma que él ahora hacía lo que había<br />

que hacer.<br />

Burke tendría su merecido. Otro capullo, cobar<strong>de</strong>, llorón y taimado. ¡Ay, mi<br />

mujer me ha <strong>de</strong>jado por otro hombre! ¡Pobre <strong>de</strong> mí! Han matado a mi compañero.<br />

- 330 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

¡Qué gafe soy! Tengo que marcharme a don<strong>de</strong> nadie me conozca, así podré<br />

revolcarme en la autocompasión.<br />

Pero con aquello no tuvo bastante. Tuvo que darse importancia. Coger lo que<br />

no era suyo. Lo que nunca podía ser suyo.<br />

Pues sí, tendría su merecido, y la vida volvería a la normalidad.<br />

Colgó las bolsas <strong>de</strong> plástico <strong>de</strong> los árboles más cercanos a la casa mientras los<br />

perros aullaban y agitaban la cola.<br />

—Ahora no, muchachos —dijo en voz alta mientras colgaba otra <strong>de</strong>l alero, junto<br />

a la puerta trasera, fuera <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong> la entrada—. Ahora no, colegas.<br />

Acarició con gesto brusco a los dos animales, aunque estos estaban más<br />

interesados en olisquearle y lamerle las manos.<br />

Le gustaban los perros. Le había gustado Yukon. Pero aquel viejo perro ya<br />

estaba medio ciego, artrítico y, por si fuera poco, casi sordo. En realidad, liquidarlo<br />

había sido un acto misericordioso. Necesario.<br />

Volvió al bosque, pero se <strong>de</strong>tuvo en el límite para echar un vistazo hacia atrás.<br />

En algunas zonas, el sol estaba <strong>de</strong>rritiendo la nieve, sobre todo don<strong>de</strong> la lluvia se<br />

había llevado la broza. Vio cómo <strong>de</strong>spuntaba la vegetación.<br />

Primavera, pensó. En cuanto llegara el calor, traerían <strong>de</strong>finitivamente a Pat<br />

Galloway a casa.<br />

Tenía intención <strong>de</strong> acudir al entierro y permanecer durante toda la ceremonia<br />

con la cabeza inclinada en señal <strong>de</strong> respeto.<br />

El día avanzaba hacia el crepúsculo cuando Nate llegó a casa. Esperó junto al<br />

camino mientras Meg volvía <strong>de</strong>l lago, caminando en la cenagosa y ver<strong>de</strong> superficie<br />

salpicada <strong>de</strong> rodales <strong>de</strong> nieve.<br />

Llevaba una caja con provisiones y su blusa roja recordaba a Nate el tono <strong>de</strong><br />

algún llamativo pájaro tropical.<br />

—¿Cambiamos?<br />

Meg miró la pizza que sujetaba él y la olisqueó.<br />

—No, aquí llevo tus placas <strong>de</strong> juguete. Pero me encantan los hombres que traen<br />

la cena. ¿Cómo estabas tan seguro <strong>de</strong> que estaría aquí a la hora <strong>de</strong> cenar? ¿O<br />

pensabas comértela solo?<br />

—Oí tu avioneta. Terminé lo que estaba haciendo, pasé por Los Italianos y me<br />

llevé esto. He calculado que tendrías que <strong>de</strong>scargar lo que llevabas y que para la cena<br />

ya estarías aquí.<br />

—Sincronía casi perfecta. Estoy muerta <strong>de</strong> hambre. —Entró las provisiones a la<br />

casa y fue directamente a la cocina—. Casualmente, una <strong>de</strong> las cosas que he traído<br />

hoy es un cabernet excepcional, según dicen. —Sacó la botella—. ¿Te apuntas?<br />

—Por supuesto. Dentro <strong>de</strong> un minuto. —Dejó la pizza, la cogió por los hombros<br />

y la besó—. Hola.<br />

—Hola, guapo. —Con una risita, lo sujetó por el pelo y le dio un largo y<br />

apasionado beso—. ¿Qué tal, muchachos? —Se agachó para acariciar rápidamente a<br />

- 331 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

sus perros y jugar un momento con ellos—. ¿Me habéis echado <strong>de</strong> menos?<br />

—Todos. Anoche nos consolamos con un hueso <strong>de</strong> oso y una hamburguesa con<br />

queso. Jacob nos proporcionó el hueso, y la carne <strong>de</strong> oso está en tu congelador.<br />

—Hum... ¡Qué <strong>de</strong>licia!<br />

Sacó una bolsa <strong>de</strong> plástico, agitó su contenido para que sonara y luego se la<br />

lanzó. Dentro, Nate encontró unas pequeñas placas en forma <strong>de</strong> estrella plateada.<br />

—Guay.<br />

—Me pediste siete pero te he traído una docena. Así te quedarán algunas para<br />

cuando quieras <strong>de</strong>legar funciones en otros chavales.<br />

—Gracias. ¿Qué te <strong>de</strong>bo?<br />

—Te lo apunto. Ya haremos las paces. ¿Abres la botella, jefe? —Metió la mano<br />

bajo el cartón <strong>de</strong> la pizza y arrancó un pedazo—. Me he saltado el almuerzo —dijo<br />

con la boca llena—. He tenido que parar un rato, un problemilla con el motor, y he<br />

perdido un par <strong>de</strong> horas.<br />

—¿Qué tipo <strong>de</strong> problemilla?<br />

—Nada serio. Ahora está arreglado, pero no me vendrá nada mal la pizza, el<br />

vino, una ducha caliente y un hombre que sepa hacerme unos masajes en los lugares<br />

a<strong>de</strong>cuados.<br />

—Creo que todo eso está en nuestra mano.<br />

—Tú no abandones esa media sonrisa. ¿A qué viene?<br />

—Cosas. ¿Vas a sentarte a comer o prefieres quedarte aquí <strong>de</strong> pie <strong>de</strong>vorando la<br />

pizza?<br />

—Quedarme aquí. —Pegó otro mordisco—. Devorarla.<br />

—Muy bien. ¿Tiene que respirar el vino?<br />

—No creo, total servirá para engullir la pizza. Ponme.<br />

Nate le sirvió una copa y se llenó la suya. Luego cortó un trozo <strong>de</strong> pizza y se<br />

apoyó en la barra para comérselo.<br />

—¿Te acuerdas <strong>de</strong>l día en que hirieron a Peter?<br />

—Lo difícil sería no recordarlo. De pequeño siempre nos seguía a Rose y a mí<br />

como un perrito. Supongo que está bien...<br />

—Muy bien. Pero aquel día, cuando vi la sangre en la nieve, cuando me acerqué<br />

a él y me manché las manos <strong>de</strong> sangre, una parte <strong>de</strong> mi mente se quedó en blanco.<br />

Mejor dicho, experimentó un retroceso. Volvió a Jack. Me encontré <strong>de</strong> nuevo en aquel<br />

callejón. Lo veía, lo oía y lo olía. Y lo único que <strong>de</strong>seaba era apartarme como fuera.<br />

Alejarme.<br />

—No es así como me lo han contado.<br />

—Pues eso es lo que yo sentía en mi interior. —Quería soltarlo <strong>de</strong> golpe, pensó<br />

Nate. Asegurarse <strong>de</strong> que ella viera cómo había sido, cómo era y cómo <strong>de</strong>seaba ser—.<br />

Tuve la sensación <strong>de</strong> que transcurría mucho tiempo, <strong>de</strong> que pasaba una eternidad allí<br />

agachado en la nieve mientras Peter sangraba sobre mí. Pero no fue así. No me alejé.<br />

—No, no lo hiciste. Desviaste los disparos que iban directos a Peter.<br />

—No tiene nada que ver.<br />

—Guapo. —Se acercó a él, le dio un beso muy suave y se apoyó <strong>de</strong> nuevo en la<br />

- 332 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

barra—. ¡Menudo poli estás hecho!<br />

—Controlé la situación. Hice mi trabajo y todo el mundo salió con vida. Podía<br />

haberle matado. A Spinnaker.<br />

Se fijó en cómo reaccionaba ella; apenas la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />

—Podía haberlo hecho, y por un instante me lo planteé. Nadie me lo hubiera<br />

cuestionado. Él había disparado contra mi ayudante y contra mí. Iba armado y era<br />

peligroso. No era como allí en el callejón con Jack. Entonces mi compañero estaba en<br />

el suelo... moribundo —puntualizó—. Yo también estaba en el suelo, y aquel hijo <strong>de</strong><br />

puta avanzaba hacia mí.<br />

Bajó la vista hacia la copa <strong>de</strong> vino mientras ella le escuchaba, esperaba. La <strong>de</strong>jó<br />

sobre la barra.<br />

—Allí no tenía otra opción, y aquí tuve una. Pensé en acabar con él. Tienes que<br />

saberlo. Quiero que sepas que me pasó por la cabeza.<br />

—¿Y crees que me importaría si lo hubieras hecho? Intentó matar a mi amigo,<br />

intentó matarte a ti. No me habría importado, Nate. Creo que también es importante<br />

que sepas lo que me pasa a mí por la cabeza.<br />

—Habría sido...<br />

—Un error —terminó la frase ella—. Por quien eres, por el tipo <strong>de</strong> poli que eres.<br />

Y me alegro <strong>de</strong> que no lo hicieras. El concepto <strong>de</strong> lo que está bien o mal lo tienes más<br />

<strong>de</strong>finido tú que yo, Nate. Así son las cosas.<br />

—Jack murió hace un año.<br />

Los ojos <strong>de</strong> ella le transmitieron su comprensión.<br />

—Chico, siguen lloviéndote los palos, ¿verdad?<br />

—No. El día <strong>de</strong>l aniversario llamé a Beth, la esposa <strong>de</strong> Jack. Hablé con ella y<br />

estuvo bien. Ella se encuentra bien. Y hablando, hablando, me di cuenta <strong>de</strong> que no<br />

iba a hundirme otra vez. No sé exactamente cuándo salí <strong>de</strong>l pozo, y aún a veces noto<br />

que piso un terreno poco sólido. Pero sé que no voy a volver para abajo.<br />

—Nunca lo estuviste. —Se sirvió un poco más <strong>de</strong> vino—. Conozco a personas<br />

que sí han estado en el fondo o que es probable que lleguen. Son los que se lanzan<br />

contra la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la montaña en un día claro o salen <strong>de</strong> excursión para acabar con<br />

su vida. Los conozco. Forman parte <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong>l que yo me alejé. Pilotos<br />

quemados o bien algún forastero que va dando traspiés por aquí porque ya no<br />

soporta el mundo. Las mujeres que están hartas <strong>de</strong> ser apaleadas o <strong>de</strong>satendidas se<br />

limitan a <strong>de</strong>jarse caer y esperar que el próximo hombre las mate a patadas en la calle.<br />

»Tú eras una persona triste, Nate; quizá estabas algo perdido también, pero<br />

nunca fuiste uno <strong>de</strong> ellos. Tienes <strong>de</strong>masiado fondo para hacerlo.<br />

Nate permaneció un momento sin respon<strong>de</strong>r y luego, estirando el brazo, le tocó<br />

el pelo.<br />

—Tú pegaste fuego a mis sombras.<br />

—¿Hum?<br />

La media sonrisa volvió a los labios <strong>de</strong> Nate.<br />

—Cásate conmigo, Meg.<br />

Ella lo miró fijamente un momento, clavando aquellos cristalinos ojos azules<br />

- 333 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

llenos <strong>de</strong> energía en los <strong>de</strong> él. Luego lanzó el pedazo <strong>de</strong> pizza a medio comer sobre la<br />

caja.<br />

—¡Lo sabía! —Levantó los brazos, giró sobre sus talones y empezó a dar tales<br />

zancadas por la cocina que incluso los perros se levantaron y olfatearon a su<br />

alre<strong>de</strong>dor—. Lo sabía. Le das a un tipo una buena ración <strong>de</strong> sexo, un par <strong>de</strong> comidas<br />

calientes, te ablandas un poco, le dices que le quieres y... ¡bum!, ya aparece el tema<br />

<strong>de</strong>l matrimonio. Te lo dije, Nate. ¿O no te lo dije? —Giró <strong>de</strong> nuevo para señalarle con<br />

el <strong>de</strong>do—. «Chimenea y hogar tatuado en el culo, eso llevas».<br />

—Parece que me has <strong>de</strong>scubierto.<br />

—No me vengas con esas sonrisas <strong>de</strong> complicidad.<br />

—Hace solo un momento era media sonrisa y te pareció encantadora.<br />

—He cambiado <strong>de</strong> parecer. ¿Y por qué quieres casarte?<br />

—Te quiero. Tú me quieres.<br />

—¿Y qué? ¿Y qué? —Seguía agitando los brazos; los perros habían <strong>de</strong>cidido que<br />

se trataba <strong>de</strong> un juego y correteaban a su alre<strong>de</strong>dor—. ¿Por qué quieres jo<strong>de</strong>rlo todo?<br />

—Una locura como cualquier otra, imagino. ¿Qué pasa, te da miedo?<br />

Meg aspiró por la nariz y sus ojos lanzaron una fría llamarada.<br />

—A mí no me vengas con esas tonterías.<br />

—¿Te asusta el matrimonio? —Nate se inclinó sobre la barra, cogió <strong>de</strong> nuevo la<br />

copa y echó un trago—. A la intrépida piloto le da el tembleque cuando aparece esa<br />

palabra que empieza por eme. Interesante.<br />

—A mí no me da el tembleque, ¡capullo!<br />

—Cásate conmigo, Meg. —La media sonrisa se convirtió en entera—. Te has<br />

quedado pálida.<br />

—No estoy pálida. No es verdad.<br />

—Te quiero.<br />

—Cabrón.<br />

—Quiero pasar mi vida contigo.<br />

—Que te <strong>de</strong>n.<br />

—Quiero tener hijos contigo.<br />

—¡Agr! —Se agarró el pelo y soltó un sonido gutural in<strong>de</strong>scriptible—. ¡Basta!<br />

—¿Ves? —dijo él mirando otro pedazo <strong>de</strong> pizza—. Canguelo.<br />

Meg cerró el puño <strong>de</strong>recho.<br />

—Te equivocas si piensas que no puedo tumbarte, Burke.<br />

—Ya lo hiciste, la primera vez que te vi.<br />

—¡Jo<strong>de</strong>r! —Bajó el puño—. Te crees muy guapo y muy listo, pero eres un<br />

estúpido. Has pasado ya por un matrimonio, te la han pegado por don<strong>de</strong> han<br />

querido y ahora pi<strong>de</strong>s más.<br />

—Ella no eras tú. Yo no era yo.<br />

—¿Y qué <strong>de</strong>monios quiere <strong>de</strong>cir todo esto?<br />

—La primera parte es fácil. No hay otra como tú. Y yo no soy el que era cuando<br />

estaba con ella. Personas diferentes llevan a... personas distintas. Contigo soy una<br />

persona mejor, Meg. Tú me haces <strong>de</strong>sear ser una persona mejor.<br />

- 334 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¡Por favor, no digas esas cosas! —Notaba escozor en los ojos. Las lágrimas<br />

que subían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su corazón eran ardientes, irreprimibles—. Tú eres el que fuiste<br />

siempre. Pue<strong>de</strong> que durante un tiempo te tambalearas un poco, pero eso les ocurre a<br />

todos los que han recibido un palo y se han visto en la cuneta. Yo no soy mejor que<br />

tú, Nate. Soy egoísta, tengo espíritu <strong>de</strong> contradicción, a<strong>de</strong>más... Iba a <strong>de</strong>cir que soy<br />

<strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rada, pero no creo que sea <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado quien lleva la vida que <strong>de</strong>sea.<br />

Soy mezquina cuando me lo propongo, no respeto las normas a menos que sean las<br />

mías y estoy aquí, sigo en este lugar, porque estoy medio loca.<br />

—Lo sé. No cambies.<br />

—Sabía que tendría problemas contigo, lo supe en Nochevieja cuando,<br />

siguiendo aquel estúpido impulso, te llevé fuera a ver la aurora boreal.<br />

—Llevabas un vestido rojo.<br />

—Pero ¿tú qué te crees, que soy una cría que se <strong>de</strong>rrite porque recuerdan el<br />

color <strong>de</strong>l vestido que llevaba?<br />

—Tú me quieres.<br />

—Sí. —Soltó un largo suspiro, se pasó las manos por las húmedas mejillas—. Sí,<br />

te quiero. ¡Vaya follón!<br />

—Cásate conmigo, Meg.<br />

—¿No piensas parar <strong>de</strong> repetirlo?<br />

—No hasta que me <strong>de</strong>s una respuesta.<br />

—¿Y si la respuesta es no?<br />

—Entonces esperaré, insistiré poco a poco y te lo volveré a preguntar. Lo <strong>de</strong><br />

darse por vencido no va conmigo, ya lo he <strong>de</strong>jado.<br />

—No te diste por vencido. Estabas hibernando.<br />

Nate sonrió <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Te veo aquí <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y pienso que sería capaz <strong>de</strong> mirarte eternamente.<br />

—Por favor, Nate. —Notaba un dolor en el corazón, algo tan físico que tuvo que<br />

colocar la palma <strong>de</strong> la mano sobre él. Se estaba dando cuenta <strong>de</strong> que aquel<br />

sufrimiento, que en el fondo era dulce, sofocaba el pánico—. Me estás matando.<br />

—Cásate conmigo, Meg.<br />

—No sé —dijo con un suspiro. Luego rió al notar cómo se esparcía por su<br />

cuerpo aquella dulzura—. ¡Qué puñetas! Probemos. —Se abalanzó sobre él y le<br />

habría <strong>de</strong>rribado si no hubiera tenido la espalda apoyada en la barra. Clavó sus<br />

piernas en la cintura <strong>de</strong> él y aplastó su boca en la <strong>de</strong> Nate—. Esto va <strong>de</strong> mal en peor,<br />

supongo que ya lo ves.<br />

—Por supuesto.<br />

—Seré una esposa espantosa. —Le llenó <strong>de</strong> besos la cara, el cuello—. Te<br />

hincharé las narices, te sacaré <strong>de</strong> quicio mucho más <strong>de</strong> lo que imaginas. Jugaré sucio<br />

y me encabronaré cuando ganes, que será en contadas ocasiones, todo hay que<br />

<strong>de</strong>cirlo. —Apartó un poco la cara y cogió la <strong>de</strong> él entre sus manos—. Pero no te<br />

mentiré. No te engañaré. Ni te <strong>de</strong>jaré en la estacada en momentos importantes.<br />

—Funcionará. —Nate apoyó su mejilla contra la <strong>de</strong> ella y aspiró su aliento—.<br />

Conseguiremos que funcione. No tengo anillo.<br />

- 335 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Habrá que enmendarlo lo antes posible. Y no reparar en gastos.<br />

—Vale.<br />

Meg, riendo, se echó hacia atrás, tanto que él tuvo que modificar la postura para<br />

abrazarla.<br />

—Es una locura <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para se tenga en pie. —Se irguió y juntó sus<br />

brazos en la nuca <strong>de</strong> Nate—. Creo que ha llegado el momento <strong>de</strong> subir y echar un<br />

<strong>de</strong>senfrenado polvo <strong>de</strong> petición <strong>de</strong> mano.<br />

—Contaba con ello. —La tomó en brazos y se la llevó <strong>de</strong> la cocina. Cuando Meg<br />

le mordisqueó el cuello, él, respirando con cierta dificultad, dijo—: ¿Y tiene que ser<br />

arriba a la fuerza? ¿Qué tal en la escalera? O aquí mismo, en el suelo... Luego<br />

podríamos... ¡Maldita sea!<br />

Los perros se precipitaron hacia la puerta ladrando y un instante <strong>de</strong>spués Nate<br />

vio el resplandor <strong>de</strong> unos faros que cruzaba la ventana.<br />

—Cierra todas las puertas —murmuró Meg, con los labios aún junto a su<br />

cuello—. Apaga todas las luces. Vamos a escon<strong>de</strong>rnos. A <strong>de</strong>snudarnos y<br />

escon<strong>de</strong>rnos.<br />

—Demasiado tar<strong>de</strong>. Pero nos acordaremos <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> lo <strong>de</strong>jamos y en cuanto<br />

nos hayamos <strong>de</strong>shecho <strong>de</strong> quien sea, aunque tengamos que matarlo, recuperaremos<br />

el hilo.<br />

—Hecho. —Meg saltó hacia abajo—. ¡Quietos! —or<strong>de</strong>nó a los perros, que se<br />

sentaron, temblando, junto a la puerta. La abrió, reconoció al chico que salió <strong>de</strong>l<br />

coche y añadió dirigiéndose a los perros—: Amigo. —Luego, levantando una mano<br />

para saludar, dijo—: ¡Eh, Steven!<br />

—¡Hola, Meg! —Se inclinó para acariciar a los perros—. ¡Hola, guapos, hola!<br />

¿Cómo va todo? Acabo <strong>de</strong> ver a Peter y me ha dicho que el jefe Burke estaba aquí.<br />

Quisiera hablar con él un momento, si no es molestia.<br />

—Claro. Pasa. Fuera, muchachos, a echar una carrera.<br />

—Hola, Steven, ¿qué tal?<br />

—Jefe —dijo él estrechando la mano <strong>de</strong> Nate—, mucho mejor que la última vez<br />

que me vio. Quisiera agra<strong>de</strong>cerle otra vez, en persona y un poco más tranquilamente,<br />

lo que hizo usted por mí, por nosotros. Y a ti también, Meg.<br />

—He oído que has salvado todos los <strong>de</strong>dos.<br />

—Diez <strong>de</strong>dos en las manos, diez <strong>de</strong>dos en los pies. Mejor dicho, en los pies<br />

nueve y medio. A todos nos ocurrió lo mismo. Disculpe que le moleste en casa... Me<br />

refiero a cuando está fuera <strong>de</strong> servicio...<br />

—No te preocupes.<br />

—A<strong>de</strong>lante, siéntate —le invitó Meg—. ¿Te apetece un poco <strong>de</strong> vino? ¿Una<br />

cerveza?<br />

—Es menor —respondió Nate cuando Steven iba a aceptar—. Y a<strong>de</strong>más<br />

conduce.<br />

—Polis... —refunfuñó Meg—. Siempre aguando la fiesta.<br />

—Pues una Coca-Cola o algo así, si la tienes a mano.<br />

—Por supuesto.<br />

- 336 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Steven se sentó y empezó a tamborilear en los muslos.<br />

—He vuelto a casa a pasar unos días. Vacaciones <strong>de</strong> primavera. Quería venir<br />

antes, pero tenía un montón <strong>de</strong> cosas que hacer. Resulta que perdí muchas clases<br />

cuando estuve fuera...<br />

—¿Lo estás recuperando todo?<br />

—Sí, tengo que alargar mucho las noches pero lo recuperaré. Cuando me enteré<br />

<strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Yukon quise venir. —Su voz temblaba y los <strong>de</strong>dos, que apoyaba en las<br />

rodillas, se clavaron en ellas.<br />

—Lo siento.<br />

—Recuerdo cuando lo trajeron a casa. Yo era muy pequeño y él, una<br />

estrambótica bola <strong>de</strong> pelusa. Ha sido duro. Mucho más para mi madre. Para ella era<br />

como su hijo o algo así.<br />

—No sé qué haría yo si alguien hiciera daño a mis perros —dijo Meg volviendo<br />

al salón. Pasó a Nate una <strong>de</strong> las copas <strong>de</strong> vino que llevaba en la mano y a Steven una<br />

lata <strong>de</strong> Coca-Cola que aguantaba bajo el brazo.<br />

—Sé que está haciendo usted todo lo que pue<strong>de</strong>. Alguien me contó que hubo un<br />

loco por aquí... que disparó contra Peter —Iba moviendo la cabeza mientras abría la<br />

lata—. Algunos incluso creen que tal vez ese es el tipo que le hizo aquello a Yukon.<br />

Pero...<br />

—Tú no lo crees —se a<strong>de</strong>lantó Nate.<br />

—Yukon era un perro manso, pero no se habría marchado con un <strong>de</strong>sconocido.<br />

No creo que hubiera seguido a alguien que no conocía. Antes habría peleado. Era<br />

viejo y estaba casi ciego, pero no habría abandonado el patio con un forastero. —<br />

Bebió un largo trago—. De todas formas, no he venido por esto. Aunque también<br />

quería citarlo. Se trata <strong>de</strong> esto.<br />

Levantó las ca<strong>de</strong>ras mientras metía la mano en el bolsillo <strong>de</strong>lantero <strong>de</strong> los<br />

vaqueros. Sacó <strong>de</strong> él un pequeño pendiente <strong>de</strong> plata en forma <strong>de</strong> cruz <strong>de</strong> Malta.<br />

—Estaba en la cueva —dijo.<br />

Nate lo cogió.<br />

—¿Encontraste esto en la cueva, junto a Galloway?<br />

—En realidad, lo encontró Scott. Yo ya no me acordaba. Creo que a todos nos<br />

ocurrió lo mismo. Fue él quien lo vio más o menos a un palmo <strong>de</strong>... —Miró<br />

directamente a Meg—... <strong>de</strong>l cadáver. Lo siento.<br />

—Tranquilo.<br />

—Lo recogió. No sé por qué, por hacer algo. Se lo metió en la mochila. Cuando<br />

estuvimos fuera <strong>de</strong> la montaña, en aquel estado tan lamentable, se olvidó <strong>de</strong>l<br />

pendiente. Un día mientras buscaba algo lo encontró, se acordó <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> lo había<br />

sacado y me lo dio porque sabía que yo volvía a casa. Pensamos que tal vez era <strong>de</strong> tu<br />

padre, Meg, y que <strong>de</strong>bías tenerlo. Luego se me ocurrió que primero tendría que verlo<br />

la poli, por eso quería entregárselo al jefe Burke.<br />

—¿No se lo enseñaste al sargento Coben? —preguntó Nate.<br />

—No. Scott me lo dio poco antes <strong>de</strong> que viniera a Lunacy y quería ir enseguida<br />

a casa. Pensé que podía dárselo a usted.<br />

- 337 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Muy bien. Gracias por traérmelo.<br />

—No sé si era <strong>de</strong> él —dijo Meg cuando se quedaron otra vez a solas—. Podría<br />

ser. Solía llevar un pendiente. Tenía algunos. No me acuerdo muy bien. Uno en<br />

forma <strong>de</strong> bolita, un aro dorado... Pero podría ser <strong>de</strong> él. Algo que hubiera comprado<br />

en Anchorage cuando se marchó. O tal vez fuera...<br />

—De su asesino —concluyó Nate, observando el pendiente que tenía en la<br />

mano.<br />

—¿Se lo darás a Coben?<br />

—Antes lo pensaré.<br />

—Déjalo, ¿vale? Vamos a <strong>de</strong>jarlo por esta noche. No quiero estar triste.<br />

Nate se lo metió en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa y abrochó el botón.<br />

—¿Tranquila?<br />

—Tranquila. —Apoyó la cabeza en el hombro <strong>de</strong> él y puso la mano sobre su<br />

bolsillo—. Enséñaselo a Charlene mañana. Tal vez ella lo reconozca. Y ahora... —<br />

Apoyó las manos en sus hombros y tomó <strong>de</strong> nuevo impulso hacia arriba—. ¿Dón<strong>de</strong><br />

estábamos?<br />

—Creo que ahí.<br />

—Pues ahora estamos aquí. ¡Y fíjate! Justo al lado tienes un sofá muy cómodo.<br />

A ver cuánto tardas en <strong>de</strong>snudarme.<br />

—Vamos a ver.<br />

Se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> espaldas y tiró <strong>de</strong> ella en el último instante, <strong>de</strong> forma que Meg<br />

cayó <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él, riendo. Tenía aún las piernas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cintura <strong>de</strong> Nate y<br />

empezó a sacarle la camisa <strong>de</strong>l pantalón y a arañarle la espalda.<br />

—Espero que esta noche hagas sonar la campana mayor, ya que vamos a por el<br />

polvo <strong>de</strong> petición <strong>de</strong> mano.<br />

—Subiré hasta la mayor. —Desabrochó la blusa <strong>de</strong> Meg y sus labios bajaron<br />

hacia el botón <strong>de</strong> sus vaqueros—. Y <strong>de</strong> camino haremos sonar también las campanas<br />

más pequeñas.<br />

—Admiro a los hombres con ambición.<br />

Meg notó la lengua <strong>de</strong> él sobre la suya; luego, los dientes <strong>de</strong> Nate rozaron su<br />

piel mientras le bajaba el pantalón.<br />

Iba a casarse con aquel hombre. ¡Increíble! Con Ignatious Burke, el <strong>de</strong> los<br />

gran<strong>de</strong>s ojos tristes, el <strong>de</strong> las fuertes manos. Un hombre cargado <strong>de</strong> paciencia, <strong>de</strong><br />

necesida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> valor. Un hombre recto.<br />

Pasó una mano por su pelo. No había hecho nada en su vida para merecer<br />

aquello. Y en cierto modo esto lo hacía aún más maravilloso.<br />

Cuando los dientes <strong>de</strong> Nate siguieron la parte interior <strong>de</strong>l muslo <strong>de</strong> Meg, todo<br />

su cuerpo se estremeció y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> pensar.<br />

Él seguía recorriendo su cuerpo, arriba y abajo, rozándolo, dándole la vuelta,<br />

convencido <strong>de</strong> que ella le pertenecía. Para amarla y protegerla, para sostenerla y<br />

apoyarse en ella. El amor que sentía por aquella mujer era como un sol en su interior,<br />

- 338 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

brillante y blanco. Volvió <strong>de</strong> nuevo a sus labios, hundió los suyos en ellos, en aquel<br />

calor, en aquella fuerza.<br />

Una parte <strong>de</strong> su cerebro oyó los ladridos <strong>de</strong> los perros, un ruido frenético alteró<br />

el arrebato sexual. Levantó la cabeza para captar el sonido, pero Meg ya le estaba<br />

apartando.<br />

—Algo les ocurre a mis perros.<br />

Salió disparada <strong>de</strong>l salón mientras él bajaba <strong>de</strong>l sofá.<br />

—¡Meg! Un momento. Espera un momento, por favor.<br />

Oyó algo, algo que no era un perro, fuera <strong>de</strong> la casa, y salió corriendo tras ella.<br />

- 339 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 29<br />

Meg llevaba un rifle en la mano y estaba abriendo la puerta <strong>de</strong> atrás. Nate la<br />

alcanzó y, <strong>de</strong> un salto, la volvió a cerrar.<br />

—¿Qué coño haces?<br />

—Proteger a mis perros. Van a atacarlos ahí fuera. Apártate, Burke, sé lo que<br />

hago.<br />

No podía per<strong>de</strong>r el tiempo con sutilezas; le golpeó el estómago con la culata <strong>de</strong>l<br />

rifle y le irritó y sorprendió ver que, en vez <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r, se mantenía impertérrito y la<br />

empujaba hacia atrás.<br />

—Dame el arma.<br />

—Ya tienes la tuya. Son mis perros. —Se oyó un rugido rítmico y agudo en<br />

medio <strong>de</strong> los frenéticos ladridos—. ¡Matará a mis perros!<br />

—No, no temas. —No sabía <strong>de</strong> qué se trataba, pero por el sonido intuía que<br />

tenía que ser algo mayor que un perro. Encendió las luces <strong>de</strong> fuera, cogió el revólver<br />

que había <strong>de</strong>jado sobre la barra <strong>de</strong> la cocina y lo <strong>de</strong>senfundó—. No te muevas <strong>de</strong><br />

aquí.<br />

Más tar<strong>de</strong> se preguntaría por qué dio por supuesto que ella le haría caso, que<br />

aten<strong>de</strong>ría a razones y se pondría a salvo. Pero cuando Nate abrió la puerta con el<br />

arma a punto, en posición <strong>de</strong> ataque, Meg se escabulló por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su brazo con el<br />

rifle en la mano.<br />

El asombro inmovilizó un instante a Nate, una sensación en la que también se<br />

mezclaba el miedo y un enorme respeto. El oso era enorme, una gigantesca mole<br />

blanca contra la oscuridad salpicada por la nieve. Sus colmillos relucían, afilados,<br />

mortíferos bajo la luz, mientras abría las mandíbulas y rugía ferozmente contra los<br />

perros.<br />

Los animales se precipitaron hacia él, con breves y vacilantes embestidas,<br />

gruñendo. Vio salpicaduras <strong>de</strong> sangre en el suelo y luego un charco que absorbía la<br />

nieve que se fundía. Notó el olor, así como el acre hedor <strong>de</strong>l animal salvaje, en el aire.<br />

—¡Rock, Bull! ¡Aquí! ¡Venid aquí, vamos!<br />

Demasiado lejos, era la única cosa que tenía Nate en la cabeza mientras Meg<br />

gritaba. Estaban <strong>de</strong>masiado lejos incluso para oírla. Los perros habían elegido entre<br />

plantar cara o huir y estaban sedientos <strong>de</strong> sangre.<br />

El oso cayó <strong>de</strong> bruces, con el lomo encorvado; sus bramidos no tenían nada que<br />

ver con los gruñidos que les atribuían en las películas <strong>de</strong> Hollywood. Era mucho<br />

más. Más salvaje, más escalofriante. Más real.<br />

Pegaba zarpazos; aquellas garras como cuchillos azotaban a los perros hasta<br />

que envió a uno <strong>de</strong> ellos rodando sobre la nieve tras soltar un agudo gañido. La<br />

- 340 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

bestia se incorporó apoyándose en las patas traseras. Era más alta que un hombre y<br />

ancha como la luna. Tenía sangre en los colmillos y los ojos <strong>de</strong>sorbitados por la pelea.<br />

Nate disparó cuando el oso embestía y volvió a hacerlo al verlo a cuatro patas<br />

dispuesto a perseguirles. Oyó la <strong>de</strong>tonación <strong>de</strong>l rifle <strong>de</strong> Meg, una vez, dos, el<br />

estruendo que se cruzaba con el <strong>de</strong> sus propios disparos. El animal aulló, al menos a<br />

él aquello le pareció un aullido, mientras brotaba la sangre, que le apelmazaba el<br />

pelo.<br />

Cayó a apenas un metro <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se encontraban ellos e hizo temblar la tierra<br />

bajo los pies <strong>de</strong> Nate.<br />

Meg empujó a Nate con el rifle y echó a correr hacia el perro, que se acercaba<br />

cojeando a ella.<br />

—No pasa nada, tranquilo. Vamos a ver... Unos rasguños y nada más, ¿verdad?<br />

¡Qué perro más tonto! ¿No te he dicho que volvieras?<br />

Nate se quedó un momento don<strong>de</strong> estaba, hasta asegurarse do que el oso estaba<br />

fuera <strong>de</strong> combate; mientras, Rock olfateaba el cadáver y metía el hocico en la sangre.<br />

Luego se acercó a Meg, arrodillada en el suelo, vestida tan solo con unas bragas<br />

y una blusa <strong>de</strong>sabrochada.<br />

—Vete <strong>de</strong>ntro, Meg.<br />

—No es tan grave. —Estaba arrullando a Bull—. Yo le curaré. Han puesto cebo.<br />

Cebo en la casa, ¿no lo ves? Carne que rezuma sangre. —Sus ojos tenían la dureza <strong>de</strong><br />

la roca mientras señalaba los pedazos <strong>de</strong> carne mordisqueada en la parte trasera <strong>de</strong> la<br />

casa—. Han colgado carne, carne fresca en la casa, y probablemente en el extremo <strong>de</strong>l<br />

bosque. Para atraer al oso. ¡El muy cabrón! ¡Fíjate lo que ha hecho el hijo <strong>de</strong> puta!<br />

—Entra, Meg. Vas a coger frío. —La ayudó a incorporarse y notó que<br />

temblaba—. Llévate esto. Yo me ocupo <strong>de</strong>l perro.<br />

Meg recogió las armas y silbó para llamar a Rock. Ya en casa, <strong>de</strong>jó las armas en<br />

la barra y fue a buscar una manta y un botiquín.<br />

—Túmbalo aquí —dijo a Nate cuando entró con el perro—. Mantenlo aquí<br />

tranquilo. Esto no le gustará.<br />

Nate hizo lo que le <strong>de</strong>cía y sujetó la cabeza <strong>de</strong>l perro sin <strong>de</strong>cir nada mientras<br />

ella le <strong>de</strong>sinfectaba las heridas.<br />

—No son profundas, no son <strong>de</strong>masiado profundas. Cicatrizará. Heridas <strong>de</strong><br />

guerra, no pasa nada. ¡Siéntate, Rock! —or<strong>de</strong>nó cuando el animal intentó escurrirse<br />

por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su brazo para oler a su compañero—.<br />

—Voy a ponerle un par <strong>de</strong> inyecciones. —Cogió la jeringa, la clavó en el frasco<br />

con gesto firme y aspiró el líquido—. Mantenlo inmovilizado.<br />

—Po<strong>de</strong>mos llevárselo a Ken.<br />

—No es tan grave. No haría mucho más <strong>de</strong> lo que hago yo. Le pongo la<br />

inyección para que se atonte y así pueda coserle las heridas más profundas. Luego le<br />

daremos antibiótico, lo vendaremos y le <strong>de</strong>jaremos dormir para que se recupere.<br />

Pellizcó al animal y luego lo pinchó con la aguja. Bull gimoteó y volvió los ojos<br />

hacia Nate con gesto lastimero.<br />

—Relájate, muchacho, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco te sentirás mejor.<br />

- 341 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Acarició al perro mientras Meg empezaba a suturar las heridas.<br />

—¿Tanto material tienes en casa?<br />

—Aquí nunca se sabe. Cortando leña, cuando no hay electricidad, pue<strong>de</strong>s<br />

pegarte un tajo en la pierna, los caminos a veces están bloqueados, ¿y qué haces<br />

entonces?<br />

Fruncía el cejo mientras trabajaba y hablaba con voz tranquila y una gran<br />

naturalidad.<br />

—Aquí no pue<strong>de</strong>s acudir al médico por una tontería. Ya casi hemos terminado,<br />

tesoro. Ahora dormirás tranquilo y calentito. Tengo un ungüento que ayudará a<br />

cicatrizar y evitará que se lama, porque tiene un sabor repugnante. Y vendaremos las<br />

heridas. Mañana lo llevaremos a que le echen un vistazo, pero la cosa no es grave.<br />

Cuando el perro se durmió bajo la manta con Rock acurrucado a su lado, Meg<br />

cogió la botella <strong>de</strong> vino y tomó un trago directamente <strong>de</strong> ella. Sus manos volvían a<br />

temblar visiblemente.<br />

—¡Madre mía!<br />

Nate le cogió la botella y la apartó con cuidado. Luego la asió por los codos y la<br />

levantó un poquitín <strong>de</strong>l suelo.<br />

—No vuelvas a hacerme esto nunca más.<br />

—¡Eh!<br />

—Mírame. Escúchame.<br />

Casi no tuvo otra opción, pues la voz <strong>de</strong> Nate retumbaba y su rostro, rígido por<br />

el enfado, ocupaba todo su campo visual.<br />

—No vuelvas a correr un riesgo así nunca más.<br />

—Tenía que...<br />

—No tenías que nada. Yo estaba aquí. No había ningún motivo para salir<br />

corriendo <strong>de</strong> la casa, medio <strong>de</strong>snuda, a enfrentarte a un oso pardo.<br />

—No era pardo —exclamó ella—, era negro.<br />

Nate la soltó.<br />

—¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, Meg!<br />

—Sé cuidar <strong>de</strong> mí y <strong>de</strong> lo mío.<br />

Nate se volvió con una expresión tan furiosa que ella retrocedió<br />

instintivamente. No se encontraba ante el amante paciente, estaba frente al poli <strong>de</strong><br />

mirada fría. Un hombre cuya furia podría chamuscarla.<br />

—Ahora eres mía, empieza a acostumbrarte a ello.<br />

—No estoy dispuesta a quedarme como un pasmarote y a hacerme la <strong>de</strong>svalida<br />

porque...<br />

—¡Desvalida! ¿No te jo<strong>de</strong>? ¿Quién te pi<strong>de</strong> que te hagas la <strong>de</strong>svalida? Hay una<br />

diferencia entre hacerse la <strong>de</strong>svalida y salir disparada medio <strong>de</strong>snuda sin saber qué<br />

encontrarás fuera. La diferencia es abismal, Meg, y encima has intentado apartarme<br />

<strong>de</strong> tu camino empujándome con la culata <strong>de</strong>l rifle.<br />

—No... ¿Eso he hecho? —Curiosamente, fue el enfado <strong>de</strong> Nate el que mo<strong>de</strong>ró el<br />

suyo y le permitió reflexionar—. Lo siento, lo siento. No tenía que haberlo hecho.<br />

Se tapó el rostro con las manos y respiró profundamente hasta calmar el pánico,<br />

- 342 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

el enfado y los temblores.<br />

—Pue<strong>de</strong> que haya hecho cosas mal, pero me he limitado a reaccionar. Yo... —<br />

Extendió la mano en son <strong>de</strong> paz y cogió <strong>de</strong> nuevo el vino. Bebió <strong>de</strong>spacio para aliviar<br />

la sequedad <strong>de</strong> la garganta—. Mis perros son mis compañeros. Tienes que enten<strong>de</strong>r<br />

que una persona no duda cuando un compañero está en peligro. Enseguida he<br />

sabido cuál era la situación. No tenía tiempo para explicaciones. Y luego no me he<br />

tomado la molestia <strong>de</strong> contarte lo que... lo que he sentido al saber que ahí fuera<br />

estabas a mi lado. Aunque no lo haya <strong>de</strong>mostrado, en todo momento era consciente<br />

<strong>de</strong> que estabas allí y eso era importante.<br />

Su voz se hizo más grave y se llevó la mano libre a los ojos hasta que consiguió<br />

controlarse.<br />

—Si prefieres seguir cabreado, no voy a tenértelo en cuenta, pero podrías<br />

esperar a que me pusiera algo encima para seguir con la bronca. Tengo frío.<br />

—Creo que he terminado. —Se acercó a ella, la tomó entre sus brazos y la<br />

estrechó con todas sus fuerzas.<br />

—Fíjate, estoy temblando. —Hundió un poco más su cuerpo en el <strong>de</strong> él—. No<br />

me lo podría permitir si no estuvieras tú para sujetarme.<br />

—Vístete.<br />

Siguió sujetándola por el hombro hasta el salón y luego se acercó a la chimenea<br />

para añadir un tronco al fuego.<br />

—Siento la necesidad <strong>de</strong> cuidarte —dijo Nate en voz baja—. Pero no te asfixiaré<br />

con ello.<br />

—Ya lo sé. Y yo necesito cuidar <strong>de</strong> mí misma, pero no te apartaré <strong>de</strong> mi camino.<br />

—De acuerdo. Y ahora cuéntame lo <strong>de</strong>l cebo.<br />

—Los osos siempre andan <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la comida. Por eso cuando vas <strong>de</strong> excursión<br />

entierras o envuelves herméticamente los restos, por eso guardas las provisiones en<br />

recipientes completamente cerrados y los cuelgas lejos <strong>de</strong> las tiendas. También por<br />

eso construyes un escondite para la comida, lo colocas sobre pilotes y cada vez que<br />

utilizas la escalera para alcanzar las provisiones la bajas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> usarla.<br />

Se puso el pantalón y se pasó la mano por el pelo.<br />

—Los osos huelen el rastro <strong>de</strong> la comida, dan un paseo a ver qué encuentran y<br />

son capaces <strong>de</strong> subir por una escalera. No te imaginas cómo suben. Pue<strong>de</strong>n incluso<br />

pasear por un pueblo, por una zona poblada, escarbar en los contenedores <strong>de</strong> basura,<br />

en los come<strong>de</strong>ros para pájaros, en todas partes. Hasta pue<strong>de</strong>s encontrar a alguno que<br />

intenta entrar en tu casa para <strong>de</strong>scubrir si <strong>de</strong>ntro hay algo más suculento que comer.<br />

Normalmente, pue<strong>de</strong>s ahuyentarlos, pero a veces es imposible.<br />

Se abrochó la blusa y se acercó a la chimenea.<br />

—Fuera hay pedazos <strong>de</strong> carne en el suelo y apuesto a que encontraremos restos<br />

<strong>de</strong>l plástico que la envolvía. Alguien lo <strong>de</strong>jó aquí con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que algún oso se<br />

acercara a la casa; en esta época <strong>de</strong>l año es muy probable que el cebo funcione. Los<br />

osos <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> hibernar. Tienen hambre.<br />

—Alguien <strong>de</strong>jó el cebo esperando que cayeras en la trampa.<br />

—Yo no, tú. —Y aquello le revolvió el estómago—. Piensa un poco. Han tenido<br />

- 343 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

que ponerlo en algún momento <strong>de</strong> hoy, antes <strong>de</strong> que yo volviera. Si lo hubieran<br />

hecho mientras estábamos aquí habríamos oído a los perros. Imagínate que hubieras<br />

estado esta noche aquí solo, como la noche anterior, ¿qué habrías hecho al oír a los<br />

perros como hace un momento?<br />

—Habría salido a ver qué ocurría, pero me habría llevado el arma.<br />

—El revólver —dijo ella moviendo la cabeza—. Tal vez puedas <strong>de</strong>rribar a un<br />

oso con un revólver o espantarlo, siempre y cuando tengas la suerte <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

disparar varias veces antes <strong>de</strong> que te arrebate el arma y se la zampe. En realidad lo<br />

único que conseguirías es enfurecer más a un oso que se está atracando con el cebo o<br />

luchando con un par <strong>de</strong> huskies rabiosos. Tendría que librarse <strong>de</strong> mis perros, pero es<br />

probable que le hubieran hecho algún daño antes <strong>de</strong> que la bestia los hiciera pedazos.<br />

Y tú ahí fuera, solo con la nueve milímetros, habrías terminado también hecho trizas.<br />

Es lo más seguro. Un oso herido, un oso enfurecido, cruzaría la puerta <strong>de</strong> la casa para<br />

perseguirte. Con eso es con lo que contaba quien lo hizo.<br />

—Si es así, estoy poniendo muy nervioso a alguien.<br />

—Es lo que suelen hacer los polis, ¿no? —Meg le acarició la rodilla cuando se<br />

sentó a su lado—. Quien fuera quería verte muerto o muy malherido. Y no le<br />

importaba <strong>de</strong> paso sacrificar a mis perros.<br />

—O a ti, caso <strong>de</strong> que las cosas hubieran ido <strong>de</strong> otra forma.<br />

—O a mí. Pues ahora ya me ha cabreado. —Le dio unos golpecitos en la rodilla<br />

antes <strong>de</strong> levantarse y empezar a andar arriba y abajo—. Lo <strong>de</strong> matar a mi padre me<br />

hizo daño. Pero llevaba tanto tiempo sin verlo que pu<strong>de</strong> encajarlo. Localizarlo y<br />

meterlo en una cámara frigorífica ya es mucho, pero nadie toca a mis perros.<br />

Se volvió y vio la sonrisa que había vuelto al rostro <strong>de</strong> Nate.<br />

—Ni al tipo con el que voy a casarme, sobre todo antes <strong>de</strong> que me haya<br />

regalado ese anillo tan caro. ¿Sigues enfadado conmigo?<br />

—No mucho. Nunca se me olvidará cómo te he visto ahí fuera con las bragas<br />

rojas y la camisa roja abierta agitándose al viento mientras apuntabas con el rifle.<br />

Espero que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco esa imagen sea más erótica que terrorífica.<br />

—Realmente te amo. Esto sí que es increíble. —Se restregó el rostro con<br />

fuerza—. No po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>jar ese cadáver ahí fuera. Atraería a un montón <strong>de</strong><br />

visitantes, y los perros se revolcarían encima <strong>de</strong> él por la mañana. Voy a llamar a<br />

Jacob para pedirle que me ayu<strong>de</strong> y ver si es capaz <strong>de</strong> encontrar algún rastro <strong>de</strong> quién<br />

<strong>de</strong>jó el cebo.<br />

Vio la cara que ponía Nate y siguió andando.<br />

—Ya sé qué te ronda en la cabeza. Jacob ha estado aquí hoy y ha traído carne <strong>de</strong><br />

oso. Él no podría hacerlo, Nate. Y puedo darte un montón <strong>de</strong> razones que lo<br />

<strong>de</strong>mostrarían. Ante todo que es buena persona y que me quiere. Por otro lado, no<br />

pondría en peligro a mis perros. Los quiere y los respeta <strong>de</strong>masiado. A<strong>de</strong>más, sabía<br />

que yo volvía esta noche. Le he llamado en cuanto me han arreglado el motor. Por<br />

último, si quisiera verte muerto, hundiría un puñal en tu corazón y te enterraría<br />

don<strong>de</strong> nadie pudiera encontrarte. Simple, limpio, directo, sin complicaciones. ¿Eso?<br />

Eso ha sido un acto rastrero y cobar<strong>de</strong>, y también bastante <strong>de</strong>sesperado.<br />

- 344 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Estoy <strong>de</strong> acuerdo contigo. Llámale.<br />

A la mañana siguiente, en su <strong>de</strong>spacho, Nate estudió las últimas pruebas que<br />

había recogido. Unos fragmentos <strong>de</strong> plástico <strong>de</strong> color blanco, que parecían <strong>de</strong>l mismo<br />

material que las bolsas <strong>de</strong> La Tienda <strong>de</strong> la Esquina, y trozos <strong>de</strong> carne que había<br />

guardado en una bolsa <strong>de</strong> pruebas cerrada herméticamente.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un pendiente <strong>de</strong> plata.<br />

¿Había visto antes aquel pendiente? En lo más recóndito <strong>de</strong> su cerebro había<br />

algo que intentaba abrirse paso.<br />

Un único pendiente <strong>de</strong> plata. Los hombres los llevaban más en la actualidad<br />

que antes. La moda cambiaba y evolucionaba, y hoy en día un pendiente masculino<br />

no <strong>de</strong>sentonaba ni con un traje.<br />

¿Pero dieciséis años atrás? No era algo tan normal en un hombre. Tal vez sí<br />

para un hippy, un músico, un artista, un motorista, un rebel<strong>de</strong>. Tampoco se trataba<br />

<strong>de</strong> una discreta bolita o <strong>de</strong> un aro fino; sobre todo con aquella cruz colgante.<br />

Era más bien una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> principios.<br />

No era <strong>de</strong> Galloway. Había comprobado las fotos y Galloway había muerto con<br />

un aro en una oreja. Y con la lupa había llegado a la conclusión <strong>de</strong> que no tenía<br />

perforada la otra.<br />

Para asegurarse, lo preguntaría al forense.<br />

Pero estaba convencido <strong>de</strong> que lo que tenía <strong>de</strong>lante pertenecía al asesino.<br />

La pequeña pieza <strong>de</strong> atrás —¿cómo <strong>de</strong>monios se llamaba aquello?— había<br />

saltado. Podía ver mentalmente una figura sin rostro retrocediendo con el piolet y el<br />

pequeño pendiente que caía al suelo sin que nadie se diera cuenta; pegando con el<br />

piolet, dando en el blanco.<br />

¿Había permanecido allí, observando la expresión perpleja <strong>de</strong> Galloway,<br />

mientras su amigo caía <strong>de</strong>slizándose por la pared <strong>de</strong> hielo? ¿Había permanecido allí,<br />

sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong>talle, observándolo? ¿Perplejo también o satisfecho? ¿Emocionado o<br />

consternado? Poco importaba, <strong>de</strong>cidió Nate. El trabajo estaba hecho.<br />

¿Ir a por la mochila, revisarla? No hacía falta <strong>de</strong>jar víveres o dinero, suponiendo<br />

que lo guardara ahí. Había que ser práctico, sobrevivir.<br />

¿Cuánto tiempo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> tardar en darse cuenta <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong>l pendiente?<br />

Demasiado tar<strong>de</strong> para volver y buscarlo, un <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>masiado insignificante para<br />

preocuparse.<br />

Aunque siempre eran los <strong>de</strong>talles los que solucionaban un caso... y podían<br />

significar la cárcel.<br />

—¿Nate?<br />

Con el pendiente en la mano reaccionó ante la llamada <strong>de</strong>l interfono.<br />

—¿Sí?<br />

—Jacob quiere verlo —dijo Peach.<br />

—Hágalo pasar.<br />

No se levantó, pero se puso cómodo mientras Jacob entraba y cerraba la puerta.<br />

- 345 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Suponía que pasaría esta mañana.<br />

—Debo contarle algo que no quise mencionar anoche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Meg.<br />

Jacob llevaba una camisa <strong>de</strong> gamuza, unos vaqueros <strong>de</strong>scoloridos y un collar <strong>de</strong><br />

cuentas con piedras <strong>de</strong> color tostado, muy brillantes. Había recogido su melena<br />

plateada en una larga cola. No llevaba nada en los lóbulos <strong>de</strong> las orejas.<br />

—Siéntese —le invitó Nate—. Y cuéntemelo.<br />

—Se lo contaré <strong>de</strong> pie. Pue<strong>de</strong> contar conmigo para acabar con todo esto o haré<br />

lo que tenga que hacer por mi cuenta. Pero tiene que acabar.<br />

Dio un paso a<strong>de</strong>lante y, por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo conocía, Nate vio una<br />

clara expresión <strong>de</strong> cólera en su rostro.<br />

—Ella es mi niña. Ha sido más tiempo mía que <strong>de</strong> Pat. Es mi hija. Piense lo que<br />

quiera <strong>de</strong> mí, imagine lo que quiera, pero tiene que saber algo: haré todo lo necesario<br />

para <strong>de</strong>scubrir quién la puso en peligro anoche.<br />

Nate se balanceó un poco en la butaca.<br />

—¿Quiere una placa?<br />

Vio cómo Jacob cerraba los puños y los abría <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong>spacio, con la misma<br />

lentitud con la que la expresión <strong>de</strong> cólera se convirtió en otra más enigmática.<br />

—No, creo que no quiero una placa. Demasiado peso para mí.<br />

—De acuerdo, contaremos con usted <strong>de</strong> manera extraoficial. ¿Le parece mejor<br />

así?<br />

—Sí.<br />

—Acerca <strong>de</strong> esas personas a las que hizo usted preguntas, las que le hablaron<br />

<strong>de</strong>l dinero... ¿Es posible que haya llegado algún rumor a Lunacy?<br />

—Más que posible. La gente habla, sobre todo los blancos.<br />

—Y si corre un rumor, tampoco sería muy extraño llegar a la conclusión <strong>de</strong> que,<br />

dada su relación con Galloway y con Meg, usted me transmitiría la información.<br />

Jacob se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—¿Y si espera un poco y me escucha? —pidió.<br />

Jacob sonrió y dijo:<br />

—He vivido mucho y soy duro <strong>de</strong> pelar. Usted ni una cosa ni la otra. Lo <strong>de</strong><br />

anoche fue algo tosco y estúpido. ¿Por qué no pegarle un tiro en la cabeza cuando<br />

estaba usted solo junto al lago? Luego cargarle con piedras y hundirle en él. Es lo que<br />

haría yo.<br />

—Y yo se lo agra<strong>de</strong>zco. Pero este tipo no toma la directa. Ni siquiera con<br />

Galloway —dijo Nate mientras Jacob miraba el tablero—. Aquello fue un instante <strong>de</strong><br />

locura, <strong>de</strong> codicia, una ocasión. Tal vez las tres cosas. No estaba planificado.<br />

—No. —En esta ocasión, Jacob asintió—. Hay métodos más sencillos para matar<br />

a un hombre que escalar una montaña.<br />

—Un golpe con el piolet —siguió Nate—. Uno. Luego el tipo es <strong>de</strong>masiado...<br />

<strong>de</strong>licado para extraérselo, para <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong>l cadáver. Habría sido excesivamente<br />

directo, excesivamente enrevesado. Lo mismo que hizo con Max. Simular un<br />

suicidio. Max era tan responsable como él; quizá el asesino lo ve así. ¿Y el perro?<br />

Simplemente un perro, una tapa<strong>de</strong>ra, una distracción y un golpe indirecto a Steven<br />

- 346 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Wise. No se enfrentaría a mí cara a cara.<br />

Puso el pendiente sobre la mesa.<br />

—¿Lo reconoce?<br />

Jacob frunció el ceño.<br />

—Bisutería, un símbolo. No es un objeto <strong>de</strong> los nativos. Tenemos los nuestros.<br />

—Creo que el asesino lo perdió hace dieciséis años. Olvidado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />

mucho. Pero el dueño lo recordará si lo ve <strong>de</strong> nuevo. Yo lo había visto antes. No sé<br />

dón<strong>de</strong>. —Nate lo cogió e hizo girar la cruz—. No sé dón<strong>de</strong>.<br />

Se lo llevó. No era el procedimiento que <strong>de</strong>bía seguirse en esos casos, pero Nate<br />

guardó el pendiente en el bolsillo y se dispuso a salir para hacer unos recados.<br />

No comentó a nadie el inci<strong>de</strong>nte en casa <strong>de</strong> Meg y les pidió a ella y a Jacob que<br />

hicieran lo mismo. Un pequeño juego con el asesino, pensó.<br />

En aquel espléndido día primaveral, cuando la luz duraba horas y horas y el<br />

ver<strong>de</strong> dominaba al blanco, salió a resolver unos asuntos, charló con la gente <strong>de</strong>l<br />

pueblo, escuchó sus problemas y quejas.<br />

Y se fijó en los lóbulos <strong>de</strong> las orejas <strong>de</strong> todos los hombres con los que habló.<br />

—Pue<strong>de</strong>n cerrarse —le había comentado Meg por la noche.<br />

—¿Cómo?<br />

—Los agujeros <strong>de</strong> las orejas, o lo que <strong>de</strong>cidas perforarte. —Hacía danzar los<br />

<strong>de</strong>dos suavemente por encima <strong>de</strong> su pene.<br />

—Por favor. —Apenas conseguía disimular el escalofrío y a ella la hacía reír.<br />

Maliciosamente.<br />

—Según dicen, lo hace más excitante.<br />

—Ni hablar. ¿Qué quieres <strong>de</strong>cir, cerrarse?<br />

—Que pue<strong>de</strong>n cicatrizar. Si hace poco que te lo has hecho y no llevas nada<br />

colgado, se —hizo un sonido <strong>de</strong> succión— cierra otra vez.<br />

—¡La hostia! ¿De verdad?<br />

—Yo antes llevaba cuatro en esta. —Tiró <strong>de</strong> su oreja izquierda—. Me dio por<br />

ahí y me hice el tercer y el cuarto agujeros.<br />

—¿Tú? ¿Te lo hiciste tú misma?<br />

—Claro. ¿Por quién me has tomado, por una pava? —Meg, <strong>de</strong>snuda, rodó sobre<br />

él. A Nate se le fue el santo al cielo un buen rato—. Durante unas semanas llevé<br />

cuatro, pero me molestaban y <strong>de</strong>cidí pasar <strong>de</strong> los últimos que me había puesto. Y los<br />

agujeros se cerraron. —Estiró el brazo para encen<strong>de</strong>r la luz y la<strong>de</strong>ó la cabeza—. ¿Ves?<br />

—Podías habérmelo dicho antes <strong>de</strong> que me <strong>de</strong>dicara a inspeccionar las orejas <strong>de</strong><br />

todo el pueblo y a tomar notas sobre quién tenía agujeros y quién no.<br />

Meg le acarició el lóbulo.<br />

—Estarías guapo con uno.<br />

—No.<br />

—Puedo hacerte yo misma el agujero.<br />

—Ni hablar. Ni en la oreja ni en ninguna otra parte.<br />

- 347 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¡Qué soso!<br />

—Pues sí. Y ahora tendré que planteármelo todo <strong>de</strong> nuevo, ya que la lista no me<br />

sirve.<br />

Meg se colocó a horcajadas sobre él diciendo:<br />

—Plantéatelo más tar<strong>de</strong>.<br />

Se <strong>de</strong>jó caer por el Lodge y encontró allí a Hopp y Ed charlando mientras<br />

tomaban una ensalada <strong>de</strong> búfalo. Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos.<br />

—¿Puedo interrumpirles un momento?<br />

—¡Cómo no! ¡Siéntese! —Hopp le <strong>de</strong>jó sitio—. Estábamos tocando cuestiones<br />

que usted llamaría fiduciarias. A mí me dan dolor <strong>de</strong> cabeza y a Ed le encantan.<br />

Intentábamos <strong>de</strong>scubrir la forma <strong>de</strong> estirar el presupuesto para abrir una biblioteca.<br />

Podríamos retirar una parte <strong>de</strong> lo que se había <strong>de</strong>stinado a la ampliación <strong>de</strong> correos,<br />

al menos <strong>de</strong> momento. ¿Qué le parece?<br />

—Una buena i<strong>de</strong>a.<br />

—En eso estamos <strong>de</strong> acuerdo. —Ed se dio unos toques en el labio con la<br />

servilleta—. Claro que para estirarlo nos haría falta un poco más <strong>de</strong> goma elástica. —<br />

Guiñó el ojo a Hopp—. Ya sé que no es eso lo que usted quiere oír.<br />

—Po<strong>de</strong>mos implicar a mucha gente, conseguir donaciones para material, mano<br />

<strong>de</strong> obra. Que regalen libros o se hagan colectas. La gente participa si le interesa un<br />

proyecto.<br />

—Pue<strong>de</strong>n contar conmigo —les dijo Nate—. Siempre que esté en mi mano. Y<br />

ahora yo también tengo una pregunta que pertenece al campo fiduciario.<br />

Precisamente iba a pasar a verlo, Ed. Una pregunta bancaria, que se remonta a<br />

muchos años atrás, o sea que pue<strong>de</strong> poner a prueba su memoria.<br />

«Sin agujero en la oreja», se dijo Nate mientras Ed asentía.<br />

—En cuestiones bancarias tengo buena memoria. ¡A<strong>de</strong>lante!<br />

—Tiene relación con Galloway.<br />

—¿Con Pat? —Bajó la voz mientras echaba un vistazo al restaurante—. No sé si<br />

está bien hablar <strong>de</strong> esto aquí. Charlene...<br />

—Será un momento. Me han informado <strong>de</strong> que Galloway se hizo con un dineral<br />

jugando al póquer cuando estaba en Anchorage.<br />

—A Pat le encantaba el póquer —comentó Hopp.<br />

—Y que lo diga. Jugué con él en más <strong>de</strong> una ocasión. Apuestas mínimas, eso sí<br />

—añadió Ed—. No creo que pudiera ganar mucho.<br />

—Mis informaciones afirman lo contrario. Por eso me preguntaba si envió<br />

dinero a su cuenta <strong>de</strong> aquí, antes <strong>de</strong> irse a escalar.<br />

—Que yo recuer<strong>de</strong>, no. Ni siquiera una paga. Por aquel tiempo nuestra empresa<br />

tenía muy poca envergadura, como le he comentado ya. —Empequeñeció los ojos al<br />

pensar en ello—. De todas formas, en la época en que se marchó Pat contábamos ya<br />

con una caja fuerte con todas las <strong>de</strong> la ley y con dos cajeros a media jornada. Aun así,<br />

casi todas las operaciones pasaban por mis manos.<br />

- 348 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Se apoyó en el respaldo mientras se frotaba la barbilla.<br />

—Pat no se preocupaba por la economía. No era <strong>de</strong> los que vienen al banco a<br />

ingresar, ni a retirar efectivo.<br />

—¿Y cuando iba a trabajar fuera? ¿Mandaba dinero aquí?<br />

—Eso sí lo hizo alguna vez. Recuerdo que Charlene pasó durante más <strong>de</strong> dos<br />

meses una vez por semana, a veces incluso dos, para comprobar si él había ingresado<br />

algo. De haberse hecho con una gran cantidad, aunque dudo que la consiguiera, la<br />

habría <strong>de</strong>positado aquí o, vaya usted a saber, tal vez la habría metido en una caja <strong>de</strong><br />

zapatos.<br />

—Yo me inclinaría más por la segunda opción —intervino Hopp—. Para Pat el<br />

dinero nunca tuvo importancia.<br />

—Suele pasar con los que han nadado en la abundancia. —Ed se encogió <strong>de</strong><br />

hombros—. En cambio, aquí nos tiene a nosotros —añadió, guiñando otra vez el ojo a<br />

Hopp—, obligados a hacer equilibrios para tener una biblioteca.<br />

—Pues les <strong>de</strong>jo que sigan con sus planes. —Nate se alejó <strong>de</strong>prisa—. Gracias por<br />

aten<strong>de</strong>rme.<br />

—Tendría que invertir su tiempo en cuestiones <strong>de</strong>l pueblo. —Ed movía la<br />

cabeza mientras se llevaba la taza a los labios.<br />

—Supongo que cree que esas lo son —repuso Hopp.<br />

—Tenemos que po<strong>de</strong>r contar con el Primero <strong>de</strong> Mayo, si queremos conseguir la<br />

biblioteca.<br />

—De acuerdo. Mientras él se mantenga discreto. No parará hasta que se<br />

convenza <strong>de</strong> que fue Max quien mató a Pat. Ignatious el tenaz —dijo—. Así lo veo yo<br />

últimamente. No abandonará. Una virtud encomiable en un jefe <strong>de</strong> policía.<br />

Jacob no se había equivocado: algunos no hablan con la poli. Incluso con Jacob<br />

allí, Nate fue incapaz <strong>de</strong> sacar más jugo al viaje que hizo a Anchorage.<br />

Aunque tampoco fue una pérdida <strong>de</strong> tiempo.<br />

No había ido a ver a Coben. Debería haberlo hecho, admitió, mientras pasaba<br />

casi rozando el agua <strong>de</strong>l lago. Debería haberse llevado el pendiente, pero no lo había<br />

hecho.<br />

Necesitaba un poco más <strong>de</strong> tiempo. Un poco más <strong>de</strong> tiempo para juntar las<br />

piezas.<br />

Relajó los hombros cuando la avioneta se <strong>de</strong>slizó sobre el agua.<br />

—Gracias por acompañarme, Jacob. ¿Quiere que asegure el aparato? ¿Se viene<br />

usted?<br />

—¿Lo sabe hacer?<br />

—Aquí es como un barco con alas. Y amarrar un barco al muelle no tiene<br />

secretos para mí.<br />

Jacob señaló con la cabeza a Meg, que se acercaba a ellos.<br />

—Usted tiene otras ocupaciones.<br />

—Pues sí. Hasta luego.<br />

- 349 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Puso el pie en uno <strong>de</strong> los flotadores, rezando para no per<strong>de</strong>r el equilibrio,<br />

avergonzado con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que podía caerse al lago. Pero supo ponerlo luego en un<br />

extremo <strong>de</strong>l muelle en el momento en que Meg lo ponía en el otro.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> va? —gritó Meg al ver que Jacob se alejaba <strong>de</strong>slizándose.<br />

—Ha dicho que tenía otras cosas que hacer. —Estiró el brazo para cogerle la<br />

mano—. Vuelves pronto.<br />

—No, tú llegas tar<strong>de</strong>. Son casi las ocho.<br />

Nate miró hacia el cielo, aún claro como al mediodía.<br />

—Todavía no me he acostumbrado. ¿Dón<strong>de</strong> está mi cena, mujer?<br />

—Ja, ja, ja. Hazte unas hamburguesas <strong>de</strong> alce a la parrilla.<br />

—Hamburguesas <strong>de</strong> alce, mi plato preferido.<br />

—¿Has <strong>de</strong>scubierto algo más en Anchorage?<br />

—No, al menos en cuanto a la investigación. ¿Y a ti cómo te ha ido?<br />

—Pues he estado muy poco rato en Anchorage. Pero ya que me encontraba allí,<br />

casualmente, he pasado por una tienda don<strong>de</strong>, mira por dón<strong>de</strong>, he visto vestidos <strong>de</strong><br />

boda.<br />

—¿De verdad?<br />

—Deja las risitas. Sigo convencida <strong>de</strong> que no quiero algo rimbombante.<br />

Haremos una fiesta sonada aquí en la casa. Pero he <strong>de</strong>cidido que me compraré un<br />

vestido chulo. Uno que te <strong>de</strong>je sin respiración.<br />

—¿Y lo has encontrado?<br />

—Tendrás que esperar. —Subió al porche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él y luego le dio un sonoro<br />

beso—. A mí me preparas la hamburguesa <strong>de</strong> alce muy hecha y el panecillo<br />

ligeramente tostado.<br />

—Vale. Pero antes <strong>de</strong> cenar te diré que yo también he hecho unas compras para<br />

la boda.<br />

—¡No me digas!<br />

—Sí te digo. —Sacó el estuche <strong>de</strong>l anillo que llevaba en el bolsillo—. ¡A que no<br />

sabes qué es!<br />

—Es mío. Dámelo.<br />

Nate abrió la tapa y tuvo el placer <strong>de</strong> ver que Meg se quedaba maravillada al<br />

ver el solitario acompañado por relucientes piedras preciosas en un aro <strong>de</strong> platino.<br />

—¡Jo<strong>de</strong>r! —Le arrebató el estuche y sosteniéndolo en alto bajó <strong>de</strong>l porche.<br />

Empezó a bailar por el jardín, soltando unos sonidos que él interpretó como prueba<br />

<strong>de</strong> asentimiento.<br />

—¿Eso significa que te gusta?<br />

—¡Qué brillo! —Se acercó <strong>de</strong> nuevo a él <strong>de</strong>scribiendo círculos—. Esto es un<br />

anillo, jefe Burke. ¿Cuánto te ha costado?<br />

—¡Por favor, Meg!<br />

Ella siguió riendo.<br />

—Ya lo sé, es <strong>de</strong> mal gusto. En realidad no me importa. Es una pasada, Nate. Es<br />

estúpido y extravagante, o sea que es perfecto. Absolutamente perfecto.<br />

Lo sacó y lo <strong>de</strong>jó en la palma <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Nate.<br />

- 350 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Vamos, pónmelo, y <strong>de</strong>prisa.<br />

—Perdona pero, ¿no podríamos darle un poco <strong>de</strong> solemnidad a esta parte?<br />

—Creo que ya es tar<strong>de</strong> para ello. —Empezó a mover los <strong>de</strong>dos—. Vamos.<br />

Suéltalo.<br />

—Menos mal que no me he <strong>de</strong>vanado los sesos pensando en algo poético para<br />

la ocasión. —Lo <strong>de</strong>slizó por el <strong>de</strong>do <strong>de</strong> Meg, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedía enormes <strong>de</strong>stellos—.<br />

Cuidado, pue<strong>de</strong>s sacarte un ojo con esto.<br />

—¿Cuándo voy a hacer paf?<br />

—¿Cómo?<br />

—Cada vez estoy más colada por ti. ¿Cuándo voy a llegar al fondo y hacer paf?<br />

—Sujetó la cara <strong>de</strong> Nate <strong>de</strong> aquella forma que le provocaba siempre un vuelco en el<br />

corazón—. No sé si yo soy perfecta para ti, pero estoy convencidísima <strong>de</strong> que tú sí lo<br />

eres para mí.<br />

Nate le tomó la mano en la que llevaba el anillo y se la besó.<br />

—Si hay que hacer paf, lo haremos juntos. Ahora ocupémonos <strong>de</strong> esas<br />

hamburguesas <strong>de</strong> alce.<br />

- 351 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 30<br />

—¿Qué es eso?<br />

Meg miraba el llavero que tenía Nate en la mano y fruncía el ceño a propósito.<br />

—Parecen llaves —respondió ella.<br />

—¿Y por qué necesitas tantas?<br />

—¿Quizá porque hay muchas cerraduras? ¿Qué es esto, un concurso?<br />

Nate las hizo sonar en la palma <strong>de</strong> la mano mientras ella le <strong>de</strong>dicaba una<br />

risueña e inocente sonrisa.<br />

—Si la mitad <strong>de</strong> las veces ni siquiera cierras, Meg. ¿Dón<strong>de</strong> vas ahora con tantas<br />

llaves?<br />

—Pues... Hay momentos en que una persona tiene que entrar en algún lugar y,<br />

mira por dón<strong>de</strong>, lo encuentra cerrado. Entonces le hace falta una llave.<br />

—Y este lugar que, mira por dón<strong>de</strong>, está cerrado, ¿no sería por casualidad<br />

propiedad <strong>de</strong> dicha persona?<br />

—Técnicamente sí. Pero nadie es una isla, cada uno pone su grano <strong>de</strong> arena.<br />

Todos somos uno en el universo zen.<br />

—¿O sea que estas serían las llaves zen?<br />

—Exactamente. Devuélvemelas.<br />

—Me parece que no. —Cerró el puño don<strong>de</strong> las guardaba—. Incluso en el<br />

universo zen no soportaría tener que <strong>de</strong>tener a mi esposa por allanamiento.<br />

—Todavía no soy tu esposa, colega. ¿Tienes alguna or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> registro?<br />

—Estaban a la vista. No hace falta or<strong>de</strong>n.<br />

—Gestapo.<br />

—Delincuente. —Nate sujetó su barbilla con la mano que tenía libre y le dio un<br />

beso. Luego, abrió la puerta <strong>de</strong>l cuatro por cuatro y llamó a los perros—: Vamos,<br />

chavales. Saldremos a dar una vuelta.<br />

Meg ya no quería <strong>de</strong>jar a los perros solos en la casa. Se los llevaba con ella o a<br />

casa <strong>de</strong> Jacob, y los días que no podía hacerlo los <strong>de</strong>jaba en el Lodge.<br />

Echó una mano a Bull, que seguía con molestias, para facilitarle el salto.<br />

—Que tengas un vuelo tranquilo —dijo Nate.<br />

—Vale.<br />

Con las manos en los bolsillos, Meg tomó el camino hacia la avioneta; <strong>de</strong> pronto<br />

se volvió y siguió andando hacia atrás.<br />

—No sé si sabes que puedo conseguir más llaves. Tengo mis propios métodos.<br />

—Seguro —murmuró Nate.<br />

Esperó, como hacía habitualmente, a que <strong>de</strong>spegara. Le gustaba ver cómo se<br />

<strong>de</strong>slizaba en el agua y empezaba a elevarse mientras los motores rompían la quietud.<br />

- 352 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

En momentos como aquellos, Nate no pensaba más que en ella, en los dos, en la vida<br />

que estaban comenzando.<br />

Había <strong>de</strong>scubierto que Meg había empezado a ocuparse <strong>de</strong> algo curioso —<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se fundiera la nieve—; <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> parterres <strong>de</strong> flores situados a<br />

uno y otro lado <strong>de</strong>l porche. Ella le había hablado <strong>de</strong> la aguileña y <strong>de</strong>l botón <strong>de</strong> oro, y<br />

también <strong>de</strong> la orina <strong>de</strong> lobo que echaba alre<strong>de</strong>dor para protegerlas <strong>de</strong> los alces.<br />

Sus espuelas <strong>de</strong> caballero, le había asegurado, llegarían a alcanzar los tres<br />

metros en los largos días <strong>de</strong> verano.<br />

Había que verlo, iba pensando Nate. Uno no imagina a Meg Galloway, piloto,<br />

cazadora <strong>de</strong> osos y aficionada al allanamiento, cuidando un jardín. Había afirmado<br />

que sus dalias eran gran<strong>de</strong>s como tapacubos.<br />

Deseaba verlo. Deseaba po<strong>de</strong>r sentarse en el porche con ella en una <strong>de</strong> aquellas<br />

interminables noches <strong>de</strong> verano con el sol dominando en el cielo y la alfombra <strong>de</strong><br />

flores <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa.<br />

Una cosa sencilla, pensó. Su vida podía estar formada por miles <strong>de</strong> momentos<br />

sencillos. Y sin embargo no ser nunca aburrida.<br />

La avioneta fue ascendiendo y ascendiendo: un pajarito rojo en el vasto y azul<br />

cielo. Nate sonrió, notó el vuelco en el corazón al ver el leve <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> las alas, a la<br />

<strong>de</strong>recha, a la izquierda, a modo <strong>de</strong> saludo.<br />

Cuando se hizo otra vez el silencio, subió al jeep con los perros y pensó en otras<br />

cosas.<br />

Pue<strong>de</strong> que fuera una tontería dar tanta importancia a un pendiente, a una<br />

pequeña pieza <strong>de</strong> plata, y a la afirmación sin <strong>de</strong>masiada base <strong>de</strong> que Galloway tenía<br />

en su po<strong>de</strong>r cierta cantidad <strong>de</strong> dinero.<br />

De todas formas, él había visto aquel pendiente antes y <strong>de</strong>bía acordarse <strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong>. Tar<strong>de</strong> o temprano se acordaría. El dinero es algo que suele asociarse a un<br />

asesinato.<br />

Dejó que todo aquello vagara por su cabeza mientras conducía hacia Lunacy.<br />

Galloway poseía dinero en efectivo y a una bella mujer. Motivos evi<strong>de</strong>ntes para un<br />

asesinato. A<strong>de</strong>más, en un lugar como aquel, las mujeres eran un bien escaso.<br />

La comisión <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile había empezado a colocar ban<strong>de</strong>ritas para la celebración<br />

<strong>de</strong>l Primero <strong>de</strong> Mayo. No eran las habituales rojas, blancas y azules que se veían<br />

normalmente en los <strong>de</strong>sfiles <strong>de</strong> pueblo. ¿Por qué iban a seguir la rutina en Lunacy?<br />

Allí, los ban<strong>de</strong>rines y las pancartas tenían un arco iris <strong>de</strong> azules, amarillos, ver<strong>de</strong>s...<br />

Vio que un águila se había posado sobre uno <strong>de</strong> los adornos, como si estuviera<br />

dando su aprobación.<br />

En la calle principal todo el mundo engalanaba las viviendas y los negocios<br />

para celebrar la primavera. En las ventanas se veían macetas y cestas con<br />

pensamientos y col rizada, plantas que, según le habían comentado, aguantaban bien<br />

el frío. Los porches y los postigos lucían una capa nueva <strong>de</strong> pintura. Las motos<br />

normales habían sustituido a las <strong>de</strong> nieve.<br />

Los niños ya iban a la escuela en bici y se veían más Doc Martens y Timberlands<br />

que botas afelpadas.<br />

- 353 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Aun así, las montañas que anunciaban todo el resplandor primaveral, que se<br />

alzaban hacia un cielo que mantenía la luz veinticuatro horas al día, se aferraban<br />

implacablemente al invierno.<br />

Nate aparcó y llevó los perros al patio. Lo miraron con expresión lastimera<br />

mientras entraban con la cola entre las piernas.<br />

—Ya sé que es un muermo. —Se agachó, poniendo los <strong>de</strong>dos en el aro <strong>de</strong> la<br />

ca<strong>de</strong>na para que pudieran lamérselos—. Hay que esperar a que pille al malo para<br />

que vuestra mamá <strong>de</strong>je <strong>de</strong> preocuparse y podáis quedaros en casa jugando.<br />

Cuando se alejó, los animales aullaron, y no pudo reprimir un sentimiento <strong>de</strong><br />

culpabilidad.<br />

Cruzó el vestíbulo y se fue a ver a Charlene al <strong>de</strong>spacho.<br />

—He contratado a tres alumnos <strong>de</strong>l instituto para el verano —dijo Charlene<br />

mientras tecleaba en el or<strong>de</strong>nador—. Con todas las reservas que tenemos, me harán<br />

falta.<br />

—Eso está muy bien.<br />

—Los guías <strong>de</strong> por aquí también suelen contratar a algunos. Esto en junio será<br />

un hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> jóvenes atractivos. —Lo dijo con un brillo en los ojos que a Nate le<br />

pareció más <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío que <strong>de</strong> emoción.<br />

—Así estaremos todos ocupados. Charlene... —Cerró la puerta—. Voy a<br />

preguntarle algo que no le gustará.<br />

—¿Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuándo eso podría <strong>de</strong>tenerlo?<br />

Decidió que no hacía falta mostrarse <strong>de</strong>licado.<br />

—¿Quién fue el primero con el que se acostó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Galloway se<br />

marchara?<br />

—Yo no follo para contarlo luego, Nate. Si alguna vez me hubiera hecho caso<br />

cuando le tiraba los tejos, lo sabría.<br />

—No se trata <strong>de</strong> chismorreos, Charlene, ni <strong>de</strong> un juego. ¿Para usted tiene<br />

importancia saber quién mató a Pat Galloway?<br />

—Naturalmente. ¿Sabe lo duro que resulta organizar sus funerales sabiendo<br />

que sigue en algún <strong>de</strong>pósito y sin tener ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cuándo lo traerán? Todos los días<br />

pregunto a Bing cuándo cree que la tierra estará lo suficientemente blanda para hacer<br />

el agujero. Para cavar la fosa <strong>de</strong> mi Pat.<br />

Arrancó dos pañuelos <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> la caja que tenía sobre la mesa y se sonó<br />

ruidosamente la nariz.<br />

—Cuando mi madre enterró a mi padre —dijo Nate—, se pasó un mes, o más,<br />

<strong>de</strong>ambulando por la casa como un fantasma. Hizo todo lo que había que hacer, como<br />

usted ahora, pero era imposible acercarte a ella. No podías ni rozarla. Se retiró no sé<br />

dón<strong>de</strong> y nunca más conseguí aproximarme a ella.<br />

Charlene parpa<strong>de</strong>ó con lágrimas en los ojos y <strong>de</strong>jó los pañuelos.<br />

—¡Qué triste!<br />

—Usted no lo ha hecho. No ha querido convertirse en un fantasma. Déjeme que<br />

le haga una pregunta. ¿Quién se le insinuó, Charlene?<br />

—Más bien quién no lo hizo. Yo era joven y <strong>de</strong> buen ver. Tenía que haberme<br />

- 354 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

visto entonces.<br />

Algo se revolvió, Nate se disponía a pillarlo por la cola cuando ella explotó.<br />

—¡Y estaba sola! No sabía que él estaba muerto. De haberlo sabido, no habría<br />

ido con tanta rapi<strong>de</strong>z a... Estaba dolida y furiosa. Y cuando los hombres se agolparon<br />

a mi alre<strong>de</strong>dor, ¿qué es lo que me impedía mariposear? ¿Vivir mariposeando?<br />

—Nadie se lo echa en cara.<br />

—John fue el primero con el que me acosté. —Le tembló un hombro mientras<br />

arrojaba los pañuelos a la papelera rosa—. Sabía que estaba encaprichado <strong>de</strong> mí y lo<br />

encontraba tan dulce... tan atento... —dijo con nostalgia—. De modo que opté por él.<br />

Aunque no solo por él. Me <strong>de</strong>squité. Rompí corazones y también matrimonios. Me<br />

importaba un bledo.<br />

Se tranquilizó y por un momento dio una imagen relajada, casi pensativa.<br />

—Nadie mató a Pat por mí. Y si lo hicieron, perdieron el tiempo. Porque<br />

ninguno <strong>de</strong> ellos me importó en absoluto. Nunca les di nada que no pudiera quitarles<br />

<strong>de</strong>spués. Pat no murió por mi culpa. Si fuera así, le juro que no podría vivir con ello.<br />

—No murió por su culpa. —Se colocó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella, y poniendo las manos<br />

sobre sus hombros, la acarició suavemente—. No.<br />

Charlene levantó la mano y la apoyó en la <strong>de</strong> él.<br />

—Seguí esperando que volviera. Que viera que no me había consumido <strong>de</strong><br />

añoranza por él y me quisiera <strong>de</strong> nuevo. Le juro, Nate, que creo que lo esperé hasta<br />

que Meg y usted fueron allá arriba. Hasta que usted lo encontró, yo estuve<br />

esperándolo.<br />

—Él habría vuelto. —Apretó un poco la mano que apoyaba en su hombro<br />

cuando vio que ella negaba con la cabeza—. Haciendo lo que hago yo, se conoce a las<br />

víctimas. Penetras en su interior, las compren<strong>de</strong>s mejor, en general mucho mejor que<br />

quienes vivieron con ellas. Habría vuelto.<br />

—Es lo más bonito que me ha dicho nadie en la vida — dijo Charlene al cabo <strong>de</strong><br />

un momento—. Y más porque viene <strong>de</strong> alguien que no intenta llevarme al huerto.<br />

Nate le dio unos toquecitos en el hombro y luego cogió el pendiente que llevaba<br />

en el bolsillo.<br />

—¿Reconoce esto?<br />

—Hum... —Se sorbió la nariz y se pasó un <strong>de</strong>do por las pestañas para<br />

secárselas—. Es bonito pero no sé... es masculino. No es mi estilo. A mí todo me<br />

gusta más ostentoso.<br />

—¿Podía ser <strong>de</strong> Pat?<br />

—¿De Pat? No, no tenía nada parecido. De cruces, nada. Lo religioso no era lo<br />

suyo.<br />

—¿Lo había visto alguna vez?<br />

—No creo. Tampoco me acordaría, imagino. Una cosa tan insignificante...<br />

Decidió empezar a enseñarlo por ahí para ver las reacciones. Cuando vio que<br />

Bing estaba <strong>de</strong>sayunando en el Lodge, se acercó a su mesa y sujetó el pendiente<br />

- 355 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong>jándolo colgar entre sus <strong>de</strong>dos.<br />

—¿Ha perdido esto?<br />

El otro apenas miró el pendiente antes <strong>de</strong> clavar la vista en los ojos <strong>de</strong> Nate.<br />

—La última vez que le hablé <strong>de</strong> algo que había perdido tuve más problemas<br />

que otra cosa.<br />

—Me gusta <strong>de</strong>volver los objetos a su legítimo dueño.<br />

—No es mío.<br />

—¿Sabe <strong>de</strong> quién es?<br />

—No me paso el día mirando las orejas <strong>de</strong>l personal. Ni voy a pasar mucho más<br />

tiempo mirando su careto.<br />

—A mí también me ha alegrado verlo, Bing. —Guardó el pendiente. Bing se<br />

había recortado un par <strong>de</strong> centímetros la barba; al constatarlo, Nate pensó que para él<br />

aquello indicaba que había llegado el buen tiempo—. Febrero <strong>de</strong> 1988. Aún no he<br />

encontrado a nadie por aquí que pueda asegurarme que pasó usted todo aquel mes<br />

en Lunacy. Un par <strong>de</strong> personas me han dicho que creían que estuvo fuera.<br />

—Cada cual tendría que ocuparse <strong>de</strong> sus asuntos, como hago yo.<br />

—Max estaba fuera y, por lo que me han contado, a usted por aquella época le<br />

atraía Carrie.<br />

—No más que cualquier otra.<br />

—Un momento oportuno para mover pieza. Creo que usted es <strong>de</strong> los que no<br />

<strong>de</strong>saprovechan la oportunidad.<br />

—Yo no le interesaba, ¿para qué iba a per<strong>de</strong>r el tiempo? A tomar viento. Mucho<br />

más fácil encontrar a una y pagar a tocateja. Pue<strong>de</strong> que aquel invierno me fuera a<br />

Anchorage. Ahí había una puta llamada Kate con la que tuve algún negocio. Al igual<br />

que Galloway. Sus asuntos tendría él también.<br />

—¿Kate la puta?<br />

—Sí. Ahora está muerta. Mala leche... —Hizo un gesto <strong>de</strong> indiferencia mientras<br />

seguía comiendo—. Se quedó seca entre cliente y cliente. Al menos eso dicen. —Se<br />

inclinó hacia <strong>de</strong>lante—. Yo no maté a aquel perro.<br />

—Usted lo dice, pero se le ve más preocupado por esto que por la muerte <strong>de</strong><br />

dos hombres.<br />

—Los hombres saben cuidarse muchísimo mejor que un perro viejo y ciego. Tal<br />

vez estuviera un tiempo en la ciudad aquel invierno. Tal vez me encontré a Galloway<br />

ante la puerta <strong>de</strong> Kate. No le di más importancia.<br />

—¿Habló con él?<br />

—Tenía otras cosas en la cabeza. Igual que él. El póquer.<br />

Nate levantó las cejas con expresión sorprendida e interesada.<br />

—¿En serio? De pronto ha empezado a recordar muchísimos <strong>de</strong>talles.<br />

—¡Es que lo tengo todo el rato <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis narices! Como ha conseguido<br />

quitarme el apetito, me ha dado por pensar.<br />

—¿Iba usted a la partida <strong>de</strong> póquer?<br />

—Yo iba <strong>de</strong> putas, no a jugar.<br />

—¿Habló él <strong>de</strong> algún plan <strong>de</strong> escalada al Sin Nombre?<br />

- 356 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Oiga, él estaba subiéndose los pantalones, y yo estaba a punto <strong>de</strong> bajármelos.<br />

¿Cree que era momento para chácharas? Dijo que había tenido una buena racha, que<br />

se había tomado un respiro para echar un clavo con Kate y regresaba. Kate comentó<br />

no sé qué <strong>de</strong> que aquello estaba plagado <strong>de</strong> lunáticos y que le parecía <strong>de</strong> puta madre.<br />

El negocio iba viento en popa y pasamos a nuestro asunto.<br />

—¿Volvió a ver a Galloway cuando acabó con sus asuntos?<br />

—No recuerdo que lo viera. —Pinchó algo <strong>de</strong>l plato—. No sé si pasó por el bar,<br />

tal vez no. Yo me fui a ver a Ike Transky, un conocido mío, trampero, que vivía en las<br />

afueras <strong>de</strong> Skwenta, pasé unos días con él cazando y también pescando en el hielo.<br />

Luego, volví para acá.<br />

—¿Transky lo confirmaría?<br />

Los ojos <strong>de</strong> Bing se transformaron en algo duro que recordaba el ágata.<br />

—No me hace falta que nadie confirme lo que digo. A<strong>de</strong>más, está muerto.<br />

Murió en el noventa y seis.<br />

«Muy oportuno», pensó Nate al salir. Dos personas a las que había citado Bing<br />

como posibles coartadas estaban muertas o se habían esfumado. Claro que podía<br />

girar el prisma y mirarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra perspectiva.<br />

Guantes robados, cuchillo robado, todo abandonado junto a un perro muerto.<br />

Propiedad <strong>de</strong> un hombre que había visto a Galloway y había hablado con él.<br />

No hacía falta mucha imaginación para ver a Galloway volviendo a la partida o<br />

<strong>de</strong>teniéndose a tomar un trago con los amigos.<br />

«¿A que no imagina a quién me encontré follando con Kate?» El mundo es un<br />

pañuelo, pensó Nate. Si Bing <strong>de</strong>cía la verdad, el asesino estaría preocupado por si<br />

Galloway había mencionado qué otro habitante <strong>de</strong> Lunacy jugaba al póquer e iba <strong>de</strong><br />

putas.<br />

Nate <strong>de</strong>cidió hacer unas cuantas paradas más, para mostrar la única prueba que<br />

tenía a mano, camino <strong>de</strong> la comisaría.<br />

Más tar<strong>de</strong>, aquel mismo día, se la mostró a Otto.<br />

Su ayudante se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No me dice nada.<br />

Últimamente se trataban con frialdad, con una rígida formalidad. A Nate le<br />

sabía mal, pero no podía evitarlo.<br />

—Siempre he pensado que la cruz <strong>de</strong> Malta era algo más militar que religioso.<br />

Otto no parpa<strong>de</strong>ó ni una sola vez.<br />

—Los marines con los que serví no llevaban pendientes.<br />

—De acuerdo.<br />

Como había hecho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> las paradas <strong>de</strong>l día, Nate volvió a<br />

guardar el pendiente en su bolsillo y lo abotonó.<br />

—Se dice que lo está enseñando a todo el mundo. La gente se pregunta qué<br />

hace un jefe <strong>de</strong> policía perdiendo el tiempo con un pendiente extraviado.<br />

—Forma parte <strong>de</strong>l servicio —dijo Nate tranquilamente.<br />

—Jefe —dijo Peach <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mostrador—, han visto un oso en el garaje <strong>de</strong><br />

Ginny Mann, junto a Rancor. Su marido ha salido con una partida <strong>de</strong> caza —añadió<br />

- 357 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Peach—. Ella está sola en casa con el crío <strong>de</strong> dos años.<br />

—Dígale que vamos para allá. ¿Otto?<br />

Cuando tomaron la pista llena <strong>de</strong> baches a unos dos kilómetros al norte <strong>de</strong> la<br />

ciudad, Otto dirigió una fugaz mirada a Nate y dijo:<br />

—Espero que no tenga la intención <strong>de</strong> obligarme a conducir como un<br />

<strong>de</strong>saforado mientras usted se asoma por la maldita ventana pegando tiros <strong>de</strong><br />

advertencia por encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong> un pasmarote <strong>de</strong> oso.<br />

—Ya veremos qué hay. ¿Qué <strong>de</strong>monios hará un oso en un garaje?<br />

—No creo que esté arreglando un carburador.<br />

Ante la risa <strong>de</strong> Nate, Otto tuvo que sonreír, pero se puso otra vez serio al<br />

recordar lo que había entre ellos.<br />

—Seguro que algún <strong>de</strong>spistado ha salido <strong>de</strong>jando la puerta abierta. Es probable<br />

que tuvieran algún saco <strong>de</strong> pienso para perros o comida para los pájaros. Y el capullo<br />

<strong>de</strong>l oso ha entrado a ver si había algo interesante.<br />

Cuando se <strong>de</strong>tuvieron frente a la casita <strong>de</strong> dos plantas con garaje adosado, Nate<br />

se fijó en que la puerta <strong>de</strong> este estaba abierta. No sabía si el oso había organizado el<br />

revoltijo que se veía en el interior o si los Mann se <strong>de</strong>dicaban a echar <strong>de</strong> todo allí<br />

como si fuera un verte<strong>de</strong>ro municipal.<br />

Ginny abrió la puerta <strong>de</strong> la casa. Llevaba su pelirroja cabellera recogida en un<br />

moño alto y la bata y las manos salpicadas <strong>de</strong> pintura.<br />

—Ha dado la vuelta por <strong>de</strong>trás. Se ha pasado unos veinte minutos por aquí<br />

topando con todo. He pensado que seguiría a lo suyo pero he temido que consiguiera<br />

entrar por la puerta a la casa.<br />

—Manténgase <strong>de</strong>ntro, Ginny —Or<strong>de</strong>nó Nate.<br />

—¿Lo ha visto? —gritó Otto.<br />

—Lo he visto un momento a través <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> entrada, cuando se movía<br />

por aquí. —Detrás <strong>de</strong> ella se oían unos <strong>de</strong>senfrenados ladridos y el lloriqueo <strong>de</strong> un<br />

crío—. Tenía al perro <strong>de</strong>ntro y yo estaba arriba trabajando en el estudio cuando<br />

Roger empezó con la bronca. Despertó al niño. Ese ruido me vuelve loca. Es un oso<br />

pardo. No parecía <strong>de</strong>l todo adulto, pero era gran<strong>de</strong>.<br />

—Los osos son animales curiosos —comentó Otto mientras comprobaban los<br />

rifles y daban la vuelta al garaje—. Si se trata <strong>de</strong> un animal joven, lo más probable es<br />

que estuviera husmeando por aquí y que en cuanto nos vea salga a todo correr.<br />

Detrás <strong>de</strong>l garaje, vio que los Mann habían acordonado un terreno para jardín.<br />

Al parecer, el oso lo había pisoteado al llegar o al marcharse y se había <strong>de</strong>dicado a<br />

hurgar en una caja <strong>de</strong> plástico llena <strong>de</strong> periódicos y catálogos <strong>de</strong> compra por correo.<br />

Nate echó una ojeada a lo lejos e hizo un gesto al avistar unas ancas pardas<br />

entre los árboles.<br />

—Ahí está.<br />

—Habrá que espantarlo, hacerlo correr. Que vea que no pue<strong>de</strong> volver. —Otto<br />

apuntó hacia el cielo y disparó dos veces.<br />

- 358 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate observó, divertido, cómo el oso movía su rechoncho trasero y emprendía<br />

la carrera.<br />

Vigiló la trayectoria <strong>de</strong>l animal al lado <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres que tenía en su<br />

lista <strong>de</strong> sospechosos.<br />

—Ha sido fácil.<br />

—Suele serlo.<br />

—A veces no lo es. Meg y yo tuvimos que matar a uno el otro día por la noche<br />

cerca <strong>de</strong> su casa.<br />

—¿Un oso atacó a su perro? Alguien comentó que un animal le había atacado.<br />

—Sí. Y se habría lanzado sobre nosotros si no le hubiéramos matado. Alguien<br />

puso cebo en la casa.<br />

Otto empequeñeció los ojos hasta que se convirtieron en dos finas rendijas.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios está diciendo?<br />

—Digo que alguien colgó carne, carne fresca, ensangrentada, en unas bolsas <strong>de</strong><br />

plástico en casa <strong>de</strong> Meg.<br />

Otto apretó los labios, volvió la cabeza en el acto y dio unos pasos. Nate apoyó<br />

la mano en la culata <strong>de</strong>l rifle.<br />

—¿Me está preguntando si fui yo? —Otto dio la vuelta otra vez y se plantó<br />

frente a Nate—. ¿Qué quiere saber, si yo sería capaz <strong>de</strong> hacer algo tan cobar<strong>de</strong>, tan<br />

mezquino? ¿Algo con lo que dos personas podían acabar <strong>de</strong>spedazadas? ¿Y una <strong>de</strong><br />

ellas una mujer? —Hundió dos veces el <strong>de</strong>do en el pecho <strong>de</strong> Nate—. Vale que esté<br />

barajando mi nombre en el caso Galloway, incluso en el <strong>de</strong> Max. Me dio mucha rabia<br />

que lo incluyera en el caso <strong>de</strong> Yukon, y tuve que tragar, pero ni por un instante<br />

piense que pasaré por eso. Fui marine. Sé cómo matar a un hombre si hace falta.<br />

A<strong>de</strong>más sé hacerlo rápido y conozco muchos sitios don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar un cadáver para que<br />

nadie lo encuentre nunca.<br />

—Es lo que imaginaba. Por eso le he hecho la pregunta, Otto, porque usted sabe<br />

quién <strong>de</strong> por aquí podía caer tan bajo.<br />

Otto empezó a temblar. Nate vio que la furia se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> él. Tenía el<br />

rifle en la mano, pero incluso en aquel estado, el cañón apuntaba al suelo.<br />

—No lo sé. Pero quien sea no merece vivir.<br />

—El pendiente que le enseñé pertenece a esta persona.<br />

El interés venció a la cólera.<br />

—¿Lo encontró en casa <strong>de</strong> Meg?<br />

—No. En la cueva don<strong>de</strong> estuvo Galloway. De modo que pensemos. ¿A quién<br />

apreciaba Galloway, en quién confiaba que pudiera resistir un ascenso a la montaña<br />

en invierno? ¿Quién ganó algo con su muerte? ¿Quién llevaba esto? —añadió,<br />

señalando el bolsillo <strong>de</strong> la camisa—. ¿Quién en aquella época era una persona<br />

agresiva y podía haberse ausentado un par <strong>de</strong> semanas <strong>de</strong>l pueblo sin que nadie<br />

hiciera un comentario?<br />

—¿Sigue contando conmigo?<br />

—Sí. Vamos a <strong>de</strong>cirle a Ginny que no hay moros en la costa.<br />

- 359 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Habría costado <strong>de</strong>cidir quién quedó más sorprendida cuando Meg apareció por<br />

el Lodge para recoger a sus perros: ella misma o Charlene, a quien pilló con las<br />

manos en la masa, dando a los perros las sobras <strong>de</strong> las mesas.<br />

—Me ha parecido una tontería tirarlas a la basura. Esos perros no soportan estar<br />

encerrados.<br />

—Será solo hasta que Bull se haya curado <strong>de</strong>l todo.<br />

Las dos permanecieron allí <strong>de</strong> pie, incómodas, mientras los perros comían.<br />

—¿Ya sabes qué animal lo atacó? —preguntó Charlene al cabo <strong>de</strong> un momento.<br />

—Un oso.<br />

—Vaya, ha tenido suerte <strong>de</strong> librarse con cuatro zarpazos, —Se agachó y dio<br />

unos sonoros besos a Bull—. ¡Pobrecito mío!<br />

—Nunca me acuerdo <strong>de</strong> que te gustan los perros. Jamás has tenido uno.<br />

—Bastante trabajo daba cuidar todo esto. —Volvió la cabeza y captó un <strong>de</strong>stello<br />

<strong>de</strong>l anillo <strong>de</strong> Meg—. También me han hablado <strong>de</strong> él.<br />

Cogió la mano <strong>de</strong> Meg y se acercó el <strong>de</strong>do casi hasta la nariz.<br />

—Joanna se ha <strong>de</strong>spachado a gusto con ello en el ambulatorio. Ella se lo ha<br />

contado a Rose y Rose a mí. No sé, creo que tendría que haberme enterado por ti.<br />

Realmente el tipo se ha portado.<br />

—He tenido suerte.<br />

—Y que lo digas. —Charlene soltó la mano <strong>de</strong> Meg. Se dispuso a marcharse,<br />

pero <strong>de</strong> pronto se <strong>de</strong>tuvo—. Él también ha tenido suerte.<br />

Meg no respondió.<br />

—Estoy esperando la puntilla —dijo finalmente.<br />

—No hay puntilla. Se os ve bien juntos, mucho mejor juntos que <strong>de</strong> cualquier<br />

otra forma. Si has <strong>de</strong>cidido casarte, vale más que sea con alguien con quien se te vea<br />

bien.<br />

—¿Y qué me dices <strong>de</strong> alguien que me haga feliz?<br />

—A eso me refería.<br />

—Vale. Vale —repitió Meg.<br />

—Ejem... tal vez podría organizaros una fiesta. De compromiso o algo así.<br />

Meg se metió las manos en los bolsillos <strong>de</strong> la chaqueta vaquera.<br />

—No creas que vamos a esperar mucho. No sé si hará falta una fiesta porque no<br />

pasaremos ni un mes prometidos.<br />

—Bueno, da igual.<br />

—Charlene —dijo Meg antes <strong>de</strong> que se fuera—, tal vez podrías echarnos una<br />

mano con lo <strong>de</strong> la boda. —Observó la satisfacción, y la sorpresa, en su rostro—. No<br />

quiero nada ostentoso, haremos algo en la casa, pero la fiesta tiene que ser sonada.<br />

Tú siempre has sabido organizar ese tipo <strong>de</strong> cosas.<br />

—Puedo ocuparme <strong>de</strong> ello. Aunque no quieras ostentación, habrá que pensar<br />

en buena comida y mucho licor. Y en que todo que<strong>de</strong> bonito. Flores, <strong>de</strong>coración. Ya<br />

hablaremos.<br />

—Eso.<br />

- 360 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Ahora... ahora tengo que hacer algo. ¿Te parece bien que lo hablemos<br />

mañana?<br />

—Perfecto. Y ya que estos han comido, los <strong>de</strong>jaré un poco más e iré a recoger<br />

provisiones.<br />

—Nos vemos mañana.<br />

Charlene entró rápidamente antes <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> parecer. Se fue directamente a<br />

la habitación <strong>de</strong> John y llamó a la puerta.<br />

—Está abierto.<br />

Lo encontró sentado en su pequeño escritorio atestado <strong>de</strong> papeles, aunque se<br />

levantó en cuanto la vio.<br />

—Lo siento, Charlene, estaba or<strong>de</strong>nando cosas. Tengo que hacerlo a la fuerza.<br />

—No te vayas. —Se apoyó en la puerta—. No te vayas, por favor.<br />

—No puedo quedarme, es <strong>de</strong>cir, tengo que marcharme. Ya he entregado mi<br />

renuncia. Estoy ayudando a Hopp a buscar un sustituto.<br />

—Tú no tienes sustituto, John, pienses lo que pienses <strong>de</strong>... los <strong>de</strong>más hombres.<br />

Me he portado mal contigo. Sabía que me querías pero me esforzaba en que me<br />

resbalara. Me gustaba saber que había alguien ahí cuando lo necesitara, pero<br />

intentaba no darle importancia.<br />

—Lo sé. Lo sé muy bien, Charlene. Y por fin he reunido fuerzas para<br />

enfrentarme a ello.<br />

—Déjame <strong>de</strong>cirlo. —Con mirada suplicante, cruzó los brazos sobre el pecho—.<br />

Tengo miedo y <strong>de</strong>bo soltarlo antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el valor. Me gustaba que los hombres<br />

me <strong>de</strong>searan, verlo en sus ojos. Me gustaba llevármelos a la cama, sobre todo a los<br />

jóvenes. Así creía, en la oscuridad, cuando sus manos me tocaban, que no había<br />

cumplido los cuarenta. —Se pasó la mano por el rostro—. No soporto hacerme<br />

mayor, John, ver cada día nuevas arrugas al mirarme en el espejo. Mientras los<br />

hombres me <strong>de</strong>sean, puedo hacer ver que las arrugas no están. He pasado mucho<br />

tiempo asustada, furiosa, y ahora estoy cansada. —Dio un paso hacia <strong>de</strong>lante—. Por<br />

favor, no te vayas, John. No me <strong>de</strong>jes, te lo suplico. Tú eres el único, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pat, con<br />

quien puedo <strong>de</strong>scansar, sentirme tranquila. No sé si te quiero, pero lo <strong>de</strong>seo. Si te<br />

quedas, lo intentaré.<br />

—Yo no soy Karl Hi<strong>de</strong>l, Charlene. Y ya no me conformo. Ya no puedo<br />

consolarme con un libro cuando te llevas a otro a la cama.<br />

—No habrá otro. No habrá otros, te lo prometo. Si te quedas y me das la<br />

oportunidad <strong>de</strong> que te lo <strong>de</strong>muestre... No sé si te quiero —repitió—, lo que sí sé es lo<br />

mucho que me entristece pensar que puedo quedarme sin ti.<br />

—Es la primera vez en más <strong>de</strong> dieciséis años que vienes a esta habitación para<br />

hablar conmigo. A <strong>de</strong>cirme algo real. Es mucho tiempo esperando.<br />

—¿Demasiado tiempo? Dime que no es <strong>de</strong>masiado tiempo.<br />

Se acercó a ella, la ro<strong>de</strong>ó con sus brazos y apoyó la mejilla en su pelo.<br />

—No lo sé. Supongo que ni tú ni yo lo sabemos. Habrá que esperar para verlo.<br />

- 361 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate se colocó la placa en la camisa caqui que llevaba el emblema <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> Lunacy en la manga. Su señoría la alcal<strong>de</strong>sa le había<br />

comunicado que el Primero <strong>de</strong> Mayo exigía un aspecto más oficial.<br />

Cuando se colocó el arma, Meg soltó un largo «hum...».<br />

—Qué sexys son los polis. ¿Por qué no vuelves a la cama?<br />

—Tengo que llegar pronto. Ya <strong>de</strong>bería estar allí. Contando con los participantes,<br />

hoy se van a reunir más <strong>de</strong> dos mil personas en el centro. Hopp y Charlene se han<br />

ocupado <strong>de</strong> las relaciones públicas.<br />

—¿A quién no le encanta un <strong>de</strong>sfile? Vale, ya que te veo tan oficial, espérame<br />

diez minutos y te llevo volando.<br />

—Estarías más tiempo preparando el aparato que yo yendo con mi coche.<br />

A<strong>de</strong>más, en diez minutos no estás a punto ni loca.<br />

—Claro que sí, sobre todo si alguien baja ahora mismo y me prepara un café.<br />

Mientras Nate miraba el reloj y soltaba un suspiro, ella ya se había metido en el<br />

baño.<br />

Cuando volvió con las tazas, la encontró poniéndose la blusa roja encima <strong>de</strong><br />

una camiseta blanca.<br />

—Me has <strong>de</strong>jado anonadado.<br />

—Sé administrar el tiempo, monada. Así, <strong>de</strong> camino, concretamos <strong>de</strong>talles para<br />

la boda. He conseguido quitarle <strong>de</strong> la cabeza a Charlene la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> alquilar una<br />

pérgola y cubrirla con rosas <strong>de</strong> color rosa.<br />

—¿Qué es una pérgola?<br />

—Algo que me supera, pero no vas a ver ninguna. Encima se ha picado porque,<br />

según ella, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ser algo romántico, es imprescindible para las fotos <strong>de</strong> boda.<br />

—Me encanta que os compenetréis tanto.<br />

—Esto no durará, pero facilita un poco las cosas <strong>de</strong> momento.—Se tomó el café<br />

<strong>de</strong> un trago—. Dos minutos para un retoque —dijo, metiéndose <strong>de</strong> nuevo en el<br />

cuarto <strong>de</strong> baño—. Ella y Mike se han aliado para hacer un pastel <strong>de</strong> boda<br />

<strong>de</strong>scomunal. Ahí sí que no voy a meterme. Me encanta lo <strong>de</strong>l pastel. Pero no<br />

coincidimos en las flores. Me niego a <strong>de</strong>saparecer bajo un montón <strong>de</strong> color rosa,<br />

aunque hemos llegado a algún acuerdo. Como el <strong>de</strong> contratar a un fotógrafo<br />

profesional. No están mal las fotos normales y corrientes, pero es un día tan señalado<br />

que exige profesionalidad. Ah, y dice que tú tienes que comprarte un traje nuevo.<br />

—Ya tengo uno.<br />

—Según ella, tiene que ser nuevo, y a<strong>de</strong>más gris. Gris perla, no gris marengo. O<br />

tal vez era gris marengo y no gris perla. No lo sé, pero ahí sí estás solo ante el peligro,<br />

Burke. Discútelo con ella.<br />

—Me compraré un traje —murmuró—. Un traje gris. ¿Algún requisito para la<br />

ropa interior?<br />

—Pregúntaselo a Charlene. Vale. Vámonos. ¿Aún no estás a punto? Estás<br />

retrasando el <strong>de</strong>sfile.<br />

Se echó a reír al ver que iba a pillarla y empezó a correr hacia abajo.<br />

De repente, cuando ya estaban en la puerta, Nate se <strong>de</strong>tuvo; lo había<br />

- 362 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

encontrado, el recuerdo se había abierto en su mente.<br />

—La foto. ¡Maldita sea!<br />

—¿Qué? —Meg se puso las manos en la cabeza al verle subir <strong>de</strong> nuevo la<br />

escalera—. ¿Qué quieres ahora, una cámara? ¡Hombres! Para que luego digan que las<br />

mujeres siempre llegamos tar<strong>de</strong>...<br />

Le siguió corriendo y se quedó <strong>de</strong> piedra cuando vio que Nate sacaba álbumes<br />

y volcaba cajas <strong>de</strong> fotos sobre la cama.<br />

—Pero ¿qué haces?<br />

—Está aquí. Lo recuerdo. Estoy seguro.<br />

—¿Qué es lo que está aquí? ¿Qué haces con mis fotos?<br />

—Está aquí. ¿Comida campestre <strong>de</strong> verano? No, no... Foto <strong>de</strong> fuego <strong>de</strong><br />

campamento. No... ¡Maldita sea!<br />

—¡Eh, un momento! ¿Cómo sabes tú que aquí hay una foto <strong>de</strong> un fuego <strong>de</strong><br />

campamento, <strong>de</strong> una comida campestre o <strong>de</strong> lo que sea?<br />

—Estuve fisgoneando. Deja la bronca para <strong>de</strong>spués.<br />

—Pue<strong>de</strong>s estar seguro <strong>de</strong> que la tendrás.<br />

—El pendiente, Meg. Lo vi mientras miraba estas fotos. Sé que lo vi aquí.<br />

Lo empujó un poco para coger ella misma un montón <strong>de</strong> fotos.<br />

—¿Quién lo llevaba? ¿A quién viste? —Meg miraba las fotos y las lanzaba como<br />

si fueran aviones <strong>de</strong> juguete.<br />

—Una en la que se veía un grupo —murmuró él, cerrando un poco los ojos en<br />

un intento <strong>de</strong> situarla—. Una fiesta. Una celebración... Navidad.<br />

Cogió el álbum que ella acababa <strong>de</strong> sacar y empezó a hojearlo.<br />

—Ahí. Ahí está.<br />

—Nochevieja. Me permitieron quedarme. Yo misma hice la foto. La tomé yo.<br />

Le temblaba la mano mientras sacaba la foto <strong>de</strong>l álbum. En la esquina se<br />

adivinaban una punta <strong>de</strong>l árbol, las luces <strong>de</strong> colores y las bolas borrosas. Se había<br />

acercado mucho y casi solo se veían caras, aunque en aquellos momentos recordó<br />

que su padre tenía una guitarra en su regazo.<br />

Pat reía, Charlene estaba pegada a él, mejilla contra mejilla. Max se había<br />

acercado a ellos por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l sofá, pero Meg le había cortado la parte superior <strong>de</strong> la<br />

cabeza.<br />

Se veía claramente a la persona sentada al otro lado <strong>de</strong> su padre, con la cabeza<br />

algo la<strong>de</strong>ada, sonriendo a alguien que estaba más allá.<br />

Al igual que la cruz <strong>de</strong> Malta <strong>de</strong> plata que colgaba <strong>de</strong> su oreja.<br />

- 363 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 31<br />

—No es una prueba, Meg, por lo menos no lo es totalmente.<br />

—No me vengas con capulladas <strong>de</strong> poli, Burke.<br />

Mientras él conducía, ella mantenía los brazos cruzados contra la cintura, como<br />

si estuviera conteniendo el dolor.<br />

—Ni capulladas ni nada. Es circunstancial. Es buena, pero es circunstancial. —<br />

Su cerebro trabajaba frenéticamente—. El pendiente estuvo al menos en manos <strong>de</strong><br />

dos personas antes <strong>de</strong> llegar a las mías. No hay nada <strong>de</strong>finitivo. El diseño es<br />

corriente, probablemente circularían miles en aquella época. Lo habría podido<br />

per<strong>de</strong>r, regalar, incluso se lo podían haber prestado. Que lo lleve en una foto <strong>de</strong> hace<br />

más <strong>de</strong> dieciséis años no <strong>de</strong>muestra que estuviera en aquella montaña. Un abogado<br />

<strong>de</strong>fensor con menos cerebro que un mosquito podría hacer añicos la prueba en un<br />

juicio.<br />

—Él mató a mi padre.<br />

Ed le guardaba rencor. Hopp se lo había comentado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l roce que tuvo<br />

con Hawley.<br />

Tantas líneas <strong>de</strong> conexión. Entre Galloway y Max, Galloway y Bing, Galloway y<br />

Steven Wise.<br />

Podía añadir otras. Entre Woolcott y Max, el amigo <strong>de</strong> toda la vida preocupado,<br />

echando una mano a la viuda en el funeral. Entre Woolcott y Bing, involucrando al<br />

hombre que podía estar al corriente, que podía recordar una conversación oída al<br />

azar dieciséis años atrás.<br />

Los neumáticos reventados <strong>de</strong> Hawley, el cuatro por cuatro lleno <strong>de</strong> pintadas,<br />

la venganza por los <strong>de</strong>strozos, todo ello para que pasara por vandalismo juvenil.<br />

—Dinero. Ed Woolcott era el hombre <strong>de</strong>l dinero. ¿Qué mejor forma <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r<br />

una repentina entrada <strong>de</strong> efectivo que en tu propio banco?<br />

—El hijo <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Woolcott mató a mi padre.<br />

—Es verdad. Yo lo sé. Tú lo sabes. Él lo sabe. Pero que encajen todas las piezas<br />

<strong>de</strong> un caso es algo muy distinto.<br />

—Llevas intentando que encajen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> enero. Pieza a pieza, cuando los<br />

estatales prácticamente lo habían cerrado. Yo te he estado observando.<br />

—Déjame terminar.<br />

—¿Qué crees que pienso hacer? —Cerró un poco los ojos ante el sol. Había<br />

salido <strong>de</strong> casa sin las gafas, sin nada más que la imperiosa necesidad <strong>de</strong> hacer algo—.<br />

¿Acercarme a él y ponerle una pistola en la oreja?<br />

Al oír en su tono aquella mezcla <strong>de</strong> pena e ira, Nate puso la mano sobre las <strong>de</strong><br />

ella. Y se las apretó.<br />

- 364 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No me extrañaría.<br />

—Pues no lo haré. —Le costó girar la mano, <strong>de</strong>volver el gesto cuando lo más<br />

fácil hubiera sido retirarla bruscamente. Vivir sola aquellas tempestuosas<br />

emociones—. Pero veré su cara, Nate. Estaré en el lugar a<strong>de</strong>cuado para verle la cara<br />

cuando lo <strong>de</strong>tengas.<br />

La calle principal estaba llena <strong>de</strong> gente dispuesta a coger las mejores plazas. En<br />

las aceras se veían sillas plegables y neveras portátiles; algunos asientos estaban ya<br />

ocupados y muchos tomaban refrescos en vasos <strong>de</strong> plástico.<br />

Se respiraba un ambiente <strong>de</strong> fiesta; los gritos, los chillidos y las risas se abrían<br />

paso en medio <strong>de</strong>l estruendo <strong>de</strong> la música <strong>de</strong> la KLUN.<br />

En las esquinas y en los callejones se veían vehículos <strong>de</strong> venta ambulante <strong>de</strong><br />

helados, polos y perritos calientes. Las ban<strong>de</strong>ritas con los colores <strong>de</strong>l arco iris se<br />

agitaban al viento.<br />

Dos mil personas, calculó Nate, y gran parte <strong>de</strong> ellas eran críos. En un día<br />

normal habría podido entrar en el banco y encontrar a Ed en su <strong>de</strong>spacho.<br />

No era un día normal, ni muchísimo menos.<br />

Aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la comisaría y entró en ella con Meg.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> están Otto y Peter? —preguntó a Peach.<br />

—Fuera, con la multitud, don<strong>de</strong> tendría que estar yo. —La irritación afeaba sus<br />

ojos mientras alisaba por encima <strong>de</strong> sus anchas ca<strong>de</strong>ras la vaporosa falda <strong>de</strong> color<br />

amarillo—. Creíamos que llegaría antes...<br />

—Dígales que vengan enseguida.<br />

—Tenemos a más <strong>de</strong> cien personas haciendo cola junto a la escuela. Hay que...<br />

—¡Que vengan los dos! —insistió. Siguió a<strong>de</strong>lante, cogiendo <strong>de</strong>l brazo a Meg,<br />

hacia su <strong>de</strong>spacho y le dijo—: Y tú quédate aquí.<br />

—Ni lo sueñes. No solo me parece estúpido sino que a<strong>de</strong>más es una falta <strong>de</strong><br />

respeto.<br />

—Él tiene permiso <strong>de</strong> armas.<br />

—Y yo. Dame una pistola.<br />

—Ha matado ya tres veces, Meg. Hará lo que sea para protegerse.<br />

—No soy un paquete que puedas <strong>de</strong>jar en una consigna.<br />

—No estaba...<br />

—Sí estabas. Ha sido tu primera reacción. Yo no voy a pedirte que <strong>de</strong>jes el<br />

trabajo en la comisaría ni voy a quejarme cuando este interfiera en mi vida. No te<br />

pediré que seas quien no eres. Pero tampoco me lo pidas tú. Dame una pistola. Te<br />

prometo que no la usaré a menos que sea imprescindible. No lo quiero muerto. Lo<br />

quiero vivo. Quiero que se pudra en la cárcel durante mucho, muchísimo tiempo.<br />

—Quisiera saber qué ocurre. —Con los puños cerrados, Peach ocupaba toda la<br />

entrada—. Ya he llamado a los muchachos pero ahora no queda nadie para mantener<br />

el or<strong>de</strong>n. Una cuadrilla <strong>de</strong>l instituto ha izado un sostén teñido en el asta <strong>de</strong> la<br />

ban<strong>de</strong>ra, uno <strong>de</strong> los caballos <strong>de</strong> tiro ha pegado una coz a un turista, que<br />

- 365 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

probablemente presentará una <strong>de</strong>manda, y esos maja<strong>de</strong>ros, los Mackie, se han<br />

tomado un barril entero <strong>de</strong> Budweiser y llevan una buena borrachera. —Las palabras<br />

salían <strong>de</strong> su boca como una ráfaga <strong>de</strong> ametralladora—... También han robado unos<br />

globos y en este maldito instante están haciendo el payaso por la calle. Está lleno <strong>de</strong><br />

periodistas, Nate, estamos en el punto <strong>de</strong> mira <strong>de</strong> la prensa y esta no es la imagen<br />

que quisiéramos dar.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está Ed Woolcott?<br />

—Ahora mismo, con Hopp en la escuela. Tienen que <strong>de</strong>sfilar <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los<br />

malditos caballos. Pero ¿qué pasa?<br />

—Llame al sargento Coben <strong>de</strong> Anchorage. Dígale que voy a <strong>de</strong>tener a un<br />

sospechoso <strong>de</strong>l homicidio <strong>de</strong> Patrick Galloway.<br />

—No quiero que se asuste —dijo Nate a sus ayudantes—. Que no haya<br />

violencia ni cunda el pánico entre la multitud. Lo primero es la seguridad <strong>de</strong> los<br />

ciudadanos.<br />

—Entre los tres tenemos que ser capaces <strong>de</strong> reducirlo <strong>de</strong> una forma rápida y<br />

sencilla.<br />

—Espero —reconoció Nate—. Pero este «espero» no incluye poner en peligro la<br />

vida <strong>de</strong> civiles, Otto. No irá a ninguna parte. En este momento no tiene motivos para<br />

intentar huir. Pero le vigilaremos. Mientras nos ocupemos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile, uno <strong>de</strong><br />

nosotros no le per<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> vista ni un instante.<br />

Se volvió hacia el tablón <strong>de</strong> anuncios.<br />

—Aquí tenemos el recorrido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile que dibujó Peach y el programa. Él<br />

<strong>de</strong>sfila <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la banda <strong>de</strong>l instituto. Posición seis en la planificación. Irán <strong>de</strong> la<br />

escuela al centro, bajarán por Lunatic y saldrán <strong>de</strong> nuevo. Se <strong>de</strong>tendrán aquí, en la<br />

explanada <strong>de</strong> Buffalo, luego darán la vuelta para llegar a la escuela por <strong>de</strong>trás y dar<br />

por concluido el <strong>de</strong>sfile. En este lugar habrá menos gente y podremos <strong>de</strong>tenerlo sin<br />

armar ruido y con el mínimo riesgo para la ciudadanía.<br />

—Cuando el <strong>de</strong>sfile haya llegado al extremo <strong>de</strong>l pueblo uno <strong>de</strong> nosotros pue<strong>de</strong><br />

acercarse a la escuela y <strong>de</strong>spejar la zona —intervino Peter.<br />

—Eso es exactamente lo que iba a pedirle que hiciera. Lo <strong>de</strong>tendremos sin jaleo<br />

al final <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfile. Lo traeremos aquí y comunicaremos a Coben que el sospechoso<br />

está bajo custodia.<br />

—¿Lo entregará a la poli estatal? —preguntó Otto—. ¿Le dirá «ahí lo tenéis,<br />

colegas», <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho todo el trabajo?<br />

—El caso es <strong>de</strong> Coben.<br />

—Chorradas. Los <strong>de</strong> la estatal se lo quitaron <strong>de</strong> encima. No quisieron<br />

problemas y optaron por la vía más simple.<br />

—Eso no es <strong>de</strong>l todo cierto —respondió Nate—. Pero aparte <strong>de</strong> esto, hay que<br />

hacerlo así. Y es como se hará.<br />

No necesitaba ninguna medalla ni distinciones al valor. Ya no. Lo único que<br />

quería era terminar el trabajo. De la oscuridad a la luz, pensó. De la muerte a la<br />

- 366 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

justicia.<br />

—Nuestra prioridad es mantener la seguridad ciudadana y <strong>de</strong>tener al<br />

sospechoso. A partir <strong>de</strong> aquí, es Coben quien entra en juego.<br />

—Es usted quien tiene que seguir la partida. No quiero contentarme con ver<br />

cómo Ed se jiña cuando usted lo esposa. Al hijo puta que mató al pobre perro viejo.<br />

—Otto miró a Meg y se sonrojó—. Y a otros. A Pat y a Max. He nombrado en primer<br />

lugar al perro porque fue el último.<br />

—Tranquilo. —Meg le dirigió una sombría sonrisa—. Mientras pague por todo<br />

lo que hizo, estaré satisfecha.<br />

—De todas formas —dijo Otto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aclararse la voz y mirar fijamente el<br />

plano <strong>de</strong>l tablón—, cuando el <strong>de</strong>sfile pase por las callejuelas, será imposible<br />

mantener el contacto visual.<br />

—No, ya lo había previsto. Cuento con dos voluntarios civiles. —Volvió la<br />

cabeza justo cuando entraban Jacob y Bing.<br />

—Me han dicho que tenía un trabajo —dijo Bing rascándose la tripa—. ¿Qué se<br />

paga?<br />

Meg esperó a que Nate repartiera los walkie-talkies y mandara a sus hombres a<br />

sus puestos.<br />

—¿Y yo, a todo esto, dón<strong>de</strong> me sitúo?<br />

—Conmigo.<br />

—Bien.<br />

Se soltó la blusa para disimular la 38 que llevaba en la parte inferior <strong>de</strong> la<br />

espalda.<br />

—Pue<strong>de</strong> que pregunten por qué no se hace la exhibición aérea que estaba<br />

programada —dijo Nate.<br />

—Problemas con el motor —repuso ella mientras salían.<br />

El gentío era como una mancha <strong>de</strong> color, ruido; se oían todo tipo <strong>de</strong> vítores, y se<br />

olían los aromas <strong>de</strong> la carne que se estaba asando y <strong>de</strong>l azúcar. Los pequeños jugaban<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un mayo adornado con cintas y flores, colocado para la ocasión <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong>l ayuntamiento. El Lodge tenía las puertas abiertas y Charlene trabajaba a <strong>de</strong>stajo<br />

con aquellos que <strong>de</strong>seaban comer algo más consistente que lo que encontraban en la<br />

calle.<br />

Se había cortado el tráfico con vallas en las calles laterales. Una pareja joven se<br />

besuqueaba con entusiasmo apoyada en una <strong>de</strong> las vallas mientras el resto <strong>de</strong>l grupo<br />

jugaba al footback en la calle, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos. Des<strong>de</strong> la esquina contraria, un equipo <strong>de</strong><br />

televisión <strong>de</strong> Anchorage tomaba una panorámica <strong>de</strong>l ambiente.<br />

Los turistas filmaban con cámaras <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>o o paseaban entre las hileras <strong>de</strong><br />

mesas plegables y ten<strong>de</strong>retes en los que se vendían productos <strong>de</strong> artesanía: bolsos <strong>de</strong><br />

cuero bordados con cuentas, elaboradas máscaras nativas colgadas <strong>de</strong> unos pequeños<br />

biombos... En las mesas plegables o en los tablones con caballetes también se<br />

alineaban botas esquimales sencillas o muy trabajadas, así como cestas trenzadas a<br />

- 367 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

mano.<br />

A pesar <strong>de</strong> que hacía un día cálido y soleado, los gorros y las bufandas tejidas<br />

con qiviut, la suave lana <strong>de</strong> la capa inferior <strong>de</strong>l pelo <strong>de</strong>l buey almizclero <strong>de</strong>l Ártico, se<br />

vendían como rosquillas.<br />

Los Italianos vendían porciones <strong>de</strong> pizza para llevar. La Tienda <strong>de</strong> la Esquina<br />

tenía en oferta cámaras <strong>de</strong> usar y tirar y repelente para mosquitos. Junto a la puerta<br />

habían colocado un distribuidor <strong>de</strong> postales: tres por dos dólares.<br />

—Un pueblo empren<strong>de</strong>dor —comentó Meg mientras lo cruzaban.<br />

—Des<strong>de</strong> luego.<br />

—Y a partir <strong>de</strong> hoy, mucho más seguro. Gracias a ti. Palabras <strong>de</strong> Otto. Gracias a<br />

ti, jefe.<br />

—No tiene importancia, señora mía.<br />

Meg le acarició la mano.<br />

—Lo dices como Gary Cooper, pero con los ojos <strong>de</strong> Clint Eastwood en Harry el<br />

sucio.<br />

—Por favor... ¿puedo confiar en ti?<br />

—Pue<strong>de</strong>s hacerlo. —Había vuelto la calma <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ira. En caso <strong>de</strong> que la<br />

ira volviera a <strong>de</strong>sbordarse, ella sería capaz <strong>de</strong> mantenerla otra vez a raya—. Necesito<br />

estar aquí, pero... digamos que este oso lo tienes que <strong>de</strong>rribar tú.<br />

—De acuerdo.<br />

—Será un día precioso para el <strong>de</strong>sfile —dijo Meg <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> suspirar<br />

profundamente—. Aunque todo parece en calma, como a la espera <strong>de</strong> que ocurra<br />

algo. —Se <strong>de</strong>tuvieron frente a la escuela—. Esa es la sensación que tengo.<br />

Las bandas <strong>de</strong> música lucían sus mejores galas; en los impecables trajes azul<br />

marino relucían los botones <strong>de</strong> latón y los metales <strong>de</strong> la orquesta brillaban bajo el sol.<br />

Los instrumentos <strong>de</strong> viento ensayaban y los adultos que estaban al mando daban<br />

instrucciones a gritos.<br />

Retumbaban los tambores.<br />

El equipo <strong>de</strong> hockey también se preparaba, los sticks chocaban mientras los<br />

jugadores se colocaban en su sitio. Iban en cabeza con el estandarte <strong>de</strong> campeones<br />

regionales, con el que tapaban la herrumbre <strong>de</strong> la camioneta <strong>de</strong> Bing. Por los<br />

altavoces sonaba el «We Are the Champions» <strong>de</strong> Queen.<br />

—Por fin —Hopp, impaciente, con un traje chaqueta <strong>de</strong> color rosa fucsia, se<br />

acercó rápidamente a Nate—. Creía que tendría que organizar todo el espectáculo sin<br />

usted, Ignatious.<br />

—He tenido que solucionar algo en el centro. Hay un lleno total.<br />

—Y un periodista <strong>de</strong> la NBC lo filmará. —Con tantas emociones, sus mejillas<br />

habían adoptado casi el tono <strong>de</strong>l traje—. ¿No tendrías que estar ahí arriba, Meg? —<br />

Señaló hacia el cielo.<br />

—Ha fallado el motor, Hopp, lo siento.<br />

—Lástima. ¿Sabes si Doug Clooney tiene ya el barco en el río? He estado<br />

buscando a Peach o a Deb, que tenían que encargarse <strong>de</strong> guiar a la muchedumbre,<br />

pero aquí todo el mundo va <strong>de</strong> un lado para otro.<br />

- 368 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—Seguro que estará en su sitio, y ahí veo a Deb organizando el equipo <strong>de</strong><br />

hockey.<br />

—¡Oh, válgame Dios, ya empieza! ¡Ed! ¡Deje <strong>de</strong> pensar en su aspecto por un<br />

momento! ¿Quién me convencería <strong>de</strong> que teníamos que montar ahí? No sé por qué<br />

no podíamos ir en un <strong>de</strong>scapotable. Tendría más categoría.<br />

—Pero sería menos espectacular. —Ed esbozó una amplia sonrisa mientras se<br />

acercaba a ellos. Llevaba un traje azul marino con chaleco, muy propio <strong>de</strong> un<br />

banquero, con anchas rayas y una llamativa corbata con estampado <strong>de</strong> cachemira—.<br />

Pensaba que nuestro jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong>sfilaría también con los caballos.<br />

—El año que viene, tal vez —respondió Nate tranquilamente.<br />

—Aún no le he felicitado por su compromiso. —Sus ojos no perdían <strong>de</strong> vista los<br />

<strong>de</strong> Nate mientras le tendía la mano.<br />

Este pensó si hacerlo en aquel momento. En diez segundos podía tenerlo<br />

esposado.<br />

Tres niños <strong>de</strong> primaria pasaron corriendo entre ellos, perseguidos por otro que<br />

llevaba una pistola <strong>de</strong> plástico en la mano. Una joven y atractiva majorette con traje<br />

<strong>de</strong> lentejuelas se precipitó para recuperar el bastón, que había ido a parar a los pies<br />

<strong>de</strong> Nate.<br />

—¡Perdón! ¡Perdón, jefe Burke! Se me ha escapado <strong>de</strong> la mano.<br />

—Tranquila. Gracias, Ed. —Le dio la mano para concluir el apretón que había<br />

quedado en suspenso y le pasó <strong>de</strong> nuevo por la cabeza un «quizá ahora».<br />

Luego apareció Jesse, que se abrazó a las rodillas <strong>de</strong> Nate.<br />

—¡Voy a participar en el <strong>de</strong>sfile! —exclamó el muchacho—. Me pondré un traje<br />

y seguiré el cortejo por las calles. ¿Estará ahí para mirarme, jefe Nate?<br />

—¡Cómo no!<br />

—¡Qué elegante! —comentó Hopp, agachándose ante Jess mientras este le daba<br />

la mano con confianza a Nate.<br />

«Aquí no», se dijo. «Ahora no. Hoy no po<strong>de</strong>mos lastimar a nadie.»<br />

—Supongo que vendrá a la boda —dijo a Ed.<br />

—No me la per<strong>de</strong>ría por nada <strong>de</strong>l mundo. No te conformabas con alguien <strong>de</strong>l<br />

país, ¿verdad, Meg?<br />

—Ha superado un invierno. Eso lo convierte en alguien <strong>de</strong>l país.<br />

—Supongo.<br />

—Jesse, creo que <strong>de</strong>berías volver con los <strong>de</strong> tu grupo. —Hopp le dio una<br />

palmadita en el trasero.<br />

El niño salió corriendo y gritando:<br />

—¡Míreme!<br />

—Ayú<strong>de</strong>me con esto, Ed. Salimos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nada.<br />

—Tendremos que volver para allá a pie —dijo Nate mientras los otros subían a<br />

la calesa—. Por aquí parece que todo está bajo control. Quiero comprobar que los<br />

Mackie se comportan.<br />

—Estaban robando globos. —Hopp volvió los ojos hacia el cielo—. Ya me he<br />

enterado.<br />

- 369 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Nate cogió la mano <strong>de</strong> Meg y se pusieron <strong>de</strong> camino.<br />

—¿Crees que Ed se ha dado cuenta <strong>de</strong> algo? —le preguntó ella.<br />

—Estoy preocupado. Hay <strong>de</strong>masiada gente por aquí, Meg. Demasiados niños.<br />

—Ya lo veo. —Le apretó la mano con fuerza mientras las botas <strong>de</strong> los<br />

componentes <strong>de</strong> la banda empezaban a golpear el asfalto—. Pronto habrá terminado.<br />

No se tarda tanto en ir <strong>de</strong> un extremo <strong>de</strong>l pueblo a otro y volver.<br />

Nate sabía que aquel tiempo le parecería interminable. Con la multitud, el<br />

griterío, las aclamaciones, la música estri<strong>de</strong>nte. Una hora, pensó. Dentro <strong>de</strong> una hora<br />

podría <strong>de</strong>tenerlo sin que nadie resultara herido. Esta vez no tendría que meterse en<br />

un callejón y arriesgarse en la oscuridad.<br />

Andaba con paso firme aunque sin prisas junto a las hileras <strong>de</strong> la gente que<br />

esperaba, camino <strong>de</strong>l centro.<br />

El trío <strong>de</strong> majorettes ejecutó su danza, agitando y lanzando al aire sus bastones<br />

ante los entusiastas aplausos. La que había estado a punto <strong>de</strong> darle un porrazo a<br />

Nate le dirigió una amplia sonrisa mostrándole todos los dientes.<br />

El tambor dio unos redobles y la banda empezó a tocar «We Will Rock You».<br />

En el primer cruce localizó a Peter y enseguida Nate le dijo a Meg al oído:<br />

—Acerquémonos al ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> globos. Voy a comprarte uno. Ellos nos<br />

a<strong>de</strong>lantarán y podremos seguir vigilándoles un rato más.<br />

—Uno rojo.<br />

—Por supuesto.<br />

Al final <strong>de</strong>l pueblo, al dar la vuelta, pensó: «El equipo <strong>de</strong> hockey ya habrá<br />

terminado y volverá al centro para reunirse con sus amigos, mezclarse con la<br />

multitud. La banda se meterá en la escuela para cambiarse. Estará <strong>de</strong>spejado. Y Peter<br />

se ocupará <strong>de</strong> los que se estén entreteniendo por allí».<br />

Se <strong>de</strong>tuvo ante el payaso <strong>de</strong> pelo naranja que sujetaba unos cuantos globos.<br />

—¡Vaya, Harry! ¿Tú por aquí?<br />

—I<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Deb.<br />

—Pues te queda muy bien. —Nate se colocó <strong>de</strong> forma que pudiera ver la calesa<br />

y el gentío—. Mi novia quiere uno rojo.<br />

Nate sacó la cartera mientras escuchaba a medias cómo Harry y Meg <strong>de</strong>cidían<br />

la forma <strong>de</strong>l globo. Vio que Peter avanzaba por la acera <strong>de</strong> enfrente, la banda inició la<br />

marcha al ritmo <strong>de</strong> su música y se oyó el ruido <strong>de</strong> los cascos <strong>de</strong> los caballos.<br />

Los niños gritaban y se lanzaban a coger los caramelos que lanzaban Hopp y<br />

Ed. Entregó el dinero a Harry y se volvió, como si estuviera observando el<br />

espectáculo.<br />

También vio a Coben; su pelo rubio casi blanco relucía a la luz <strong>de</strong>l sol. Nate se<br />

dio cuenta <strong>de</strong> que Ed también lo había visto.<br />

—¡Maldita sea! ¿Por qué no habrá esperado?<br />

La expresión <strong>de</strong> Ed fue <strong>de</strong> pánico. Nate, al verlo, empezó a abrirse paso entre el<br />

gentío. No llegaría a tiempo. Oía los vítores y los gritos <strong>de</strong> los espectadores y le<br />

parecía que una oleada embravecida se levantaba a su alre<strong>de</strong>dor. La gente aplaudió<br />

cuando Ed saltó <strong>de</strong> la calesa y siguió haciéndolo cuando sacó una pistola <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo<br />

- 370 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong> la chaqueta.<br />

Como si creyeran que empezaba un espectáculo, se separaron para facilitarle el<br />

paso hacia el otro lado <strong>de</strong> la calle. Empezaron a oírse gritos a medida que él apartaba<br />

a la gente a golpes y pisaba a los que se habían caído.<br />

Nate se metió a empujones en la calle y oyó unos disparos.<br />

—¡Al suelo! ¡Todo el mundo al suelo!<br />

Cruzó la calle corriendo y saltando por encima <strong>de</strong> los horrorizados<br />

espectadores. Vio que Ed andaba hacia atrás por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las vallas; apuntaba con la<br />

pistola a la cabeza <strong>de</strong> una mujer.<br />

—¡Atrás! —gritó—. Suelte la pistola y retroceda o la mataré. Sabe que lo haré.<br />

—Sé que lo hará.<br />

A su espalda podía oír los gritos así como el final <strong>de</strong> la música. En aquella zona<br />

había coches y camionetas aparcados en el bordillo y supuso que las puertas laterales<br />

<strong>de</strong> los edificios estarían abiertas.<br />

Tenía que mantener la atención <strong>de</strong> Ed sobre él, antes <strong>de</strong> que el pánico le llevara<br />

a arrastrar a su rehén hacia el interior <strong>de</strong> algún edificio.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> va, Ed?<br />

—No se preocupe por eso, preocúpese por ella. —Pegó una sacudida a la mujer<br />

y los tacones <strong>de</strong> sus zapatillas <strong>de</strong>portivas chocaron contra el bordillo—. Voy a<br />

meterle una bala en el cerebro.<br />

—Como hizo con Max.<br />

—Hice lo que tenía que hacer. Así es como se sobrevive aquí.<br />

—Quizá. —El sudor cubría el rostro <strong>de</strong> Ed. Nate lo veía brillar bajo la luz <strong>de</strong>l<br />

sol—. Pero no se saldrá con la suya. Lo <strong>de</strong>jaré seco aquí mismo. Sabe que lo haré.<br />

—Si no tira el arma, será usted quien la habrá matado. —Siguió arrastrando<br />

otros dos o tres metros a la mujer, que ahora lloraba—. Como mató a su compañero.<br />

Es usted un <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> casos perdidos, Burke. No pue<strong>de</strong> vivir así.<br />

—Yo sí puedo. —Meg avanzó unos pasos al lado <strong>de</strong> Nate y apuntó a Ed entre<br />

los ojos—. Me conoces, hijo <strong>de</strong> puta. Voy a liquidarte como haría con un caballo<br />

enfermo, y te aseguro que no me robará ni un segundo <strong>de</strong> sueño.<br />

—Meg —le advirtió Nate—, cálmate.<br />

—Puedo matarla a ella y a uno <strong>de</strong> vosotros, si hace falta.<br />

—Probablemente a ella sí —respondió Meg—, pero me importa un comino.<br />

A<strong>de</strong>lante, dispara. No habrá llegado al suelo y tú ya estarás muerto.<br />

—Tranquilízate, Meg. —Nate alzó luego un poco la voz pero no apartó ni un<br />

instante la vista <strong>de</strong> Ed—. Haga lo que le digo, ahora mismo.<br />

Seguidamente oyó voces y vio pies que tropezaban. La gente avanzaba llena <strong>de</strong><br />

curiosidad, fascinación y terror, sentimientos que pesaban mucho más que el miedo.<br />

—Arroje el arma —or<strong>de</strong>nó Nate—. Ahora mismo. Así tendrá una posibilidad.<br />

—Vio que Coben había dado la vuelta y aparecía por <strong>de</strong>trás y supo que alguien iba a<br />

morir.<br />

Se armó un gran revuelo.<br />

Ed se volvió como movido por un resorte y disparó. En una fracción <strong>de</strong><br />

- 371 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

segundo Nate vio que Coben se balanceaba e intentaba cubrirse. La bala le había<br />

alcanzado el hombro. El revólver <strong>de</strong> reglamento <strong>de</strong> Coben estaba en la acera.<br />

Nate oyó el ruido sordo <strong>de</strong> una segunda bala, que alcanzaba el edificio que él<br />

tenía al lado, y luego los gritos <strong>de</strong> la gente.<br />

Apenas los oyó. Era como un témpano <strong>de</strong> hielo.<br />

Pegó un empujón a Meg y la tiró al suelo. Ella lo maldijo al ver que avanzaba<br />

sujetando con firmeza el arma.<br />

—Si alguien va a morir hoy —dijo con absoluta serenidad— será usted, Ed.<br />

—¿Qué hace? —gritó Ed al ver que Nate seguía avanzando hacia él—. ¿Qué<br />

<strong>de</strong>monios hace?<br />

—Mi trabajo. Este es mi pueblo. Arroje el arma, o acabo con usted como si fuera<br />

un caballo herido.<br />

—¡A la mierda! —Con un gesto violento, empujó a la mujer, que seguía<br />

llorando, contra Nate y se lanzó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un coche.<br />

Nate <strong>de</strong>jó que la mujer se <strong>de</strong>slizara sobre la acera. Luego se metió rodando<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> otro coche y salió por el lado contrario.<br />

Agazapado, echó una ojeada hacia don<strong>de</strong> estaba Meg y vio que tranquilizaba a<br />

la mujer cuya vida había afirmado que le importaba muy poco.<br />

—Vamos —exclamó ella—, ve a por ese cabrón.<br />

Luego se arrastró hacia Coben, que seguía sangrando.<br />

Ed disparó: la bala chocó contra el parabrisas.<br />

—Aquí se acaba la historia. ¡Y se acaba ahora! —gritó Nate—. Tire el arma o se<br />

la quitaré yo mismo.<br />

—¡Usted no es nadie! —La voz reflejaba mucho más que pánico o ira—. Ni<br />

siquiera es <strong>de</strong> aquí.<br />

Hecho una furia, salió al <strong>de</strong>scubierto y empezó a disparar. Los cristales se<br />

hacían añicos, volaban como estrellas letales; los pedazos <strong>de</strong> metal repicaban por<br />

todas partes.<br />

Nate se levantó y se plantó en la calle apuntando con el arma. Notó una<br />

punzada en el brazo, como el aguijón <strong>de</strong> una enorme abeja.<br />

—Suéltela <strong>de</strong> una vez, cabrón.<br />

Con un grito, Ed dio media vuelta y apuntó.<br />

Nate disparó.<br />

Vio que Ed se agarraba la ca<strong>de</strong>ra y caía. Se dirigió hacia él y se hizo con el arma<br />

que este había soltado al caer.<br />

—Está <strong>de</strong>tenido, hijo <strong>de</strong> puta. Es usted un cobar<strong>de</strong>. —Hablaba con voz<br />

tranquila mientras colocaba a Ed boca abajo, tiraba <strong>de</strong> sus brazos hacia atrás y le<br />

esposaba. Agachado, en voz muy baja, mirándole a los ojos, que estaban vidriosos<br />

por el dolor, le dijo—: Ha disparado a un policía. —Volvió un instante los ojos hacia<br />

el hilo <strong>de</strong> sangre que bajaba por su hombro—. A dos. Está perdido, Ed.<br />

—¿Tenemos que llamar a Ken? —El tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> Hopp parecía normal, pero<br />

cuando Nate volvió la cabeza y la vio avanzando entre cristales rotos con sus<br />

elegantes zapatos vio que le temblaban las manos y los hombros.<br />

- 372 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—No estaría mal. —Señaló con la cabeza a la gente que había saltado o<br />

<strong>de</strong>rribado las vallas y se acercaba hasta allí—. Tendrá que mantener a esta gente<br />

alejada.<br />

—Ese es su trabajo, jefe. —Se esforzó por sonreír, pero su gesto se torció cuando<br />

miró a Ed—. Piense que el equipo <strong>de</strong> televisión lo ha grabado casi todo. El cámara<br />

<strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar loco <strong>de</strong> remate. En las entrevistas que nos hagan hay que <strong>de</strong>jar claro<br />

que ahora el forastero es Ed. Él no es <strong>de</strong> los nuestros.<br />

Se apartó <strong>de</strong> Ed y tendió la mano a Nate como si quisiera ayudarle a<br />

incorporarse.<br />

—Usted sí es <strong>de</strong> los nuestros. Lo es con todas las <strong>de</strong> la ley, Ignatious, y tenemos<br />

que dar gracias a Dios por ello.<br />

Él aceptó su mano y notó el leve temblor cuando Hopp se la estrechó.<br />

—¿Hay algún herido entre el público?<br />

—Golpes y rasguños. —Consiguió contener las lágrimas que asomaban en sus<br />

ojos—. Usted ha cuidado <strong>de</strong> todos.<br />

—Menos mal. —Movió la cabeza y saludó a Otto y a Peter, que intentaban<br />

apartar a la gente.<br />

Miró un poco más allá y vio a Meg en cuclillas ante una puerta. Sus ojos se<br />

encontraron. Tenía las manos manchadas <strong>de</strong> sangre, pero al parecer había hecho<br />

maravillas con el hombro <strong>de</strong> Coben.<br />

Con gesto ausente se pasó la mano por la mejilla, manchándola <strong>de</strong> sangre.<br />

Luego, con una sonrisa, le mandó un beso.<br />

Se dijo que había habido suerte, pues no hubo víctimas mortales y las heridas<br />

<strong>de</strong> los ciudadanos, si bien numerosas, en general no revestían gravedad: algún hueso<br />

roto, contusiones, cortes y magulladuras, todo a causa <strong>de</strong> las caídas y el pánico.<br />

Se dijo que los daños contra la propiedad no habían sido <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración:<br />

ventanas rotas, parabrisas, una farola. Jim Mackie contó con orgullo a un periodista<br />

<strong>de</strong> la NBC que <strong>de</strong>jaría los agujeros <strong>de</strong> bala en su jeep.<br />

Se dijo, en general, que en el <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong>l Primero <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> Lunacy, Alaska,<br />

hubo emociones a raudales.<br />

Se dijeron muchísimas cosas.<br />

Los reportajes <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> comunicación fueron más numerosos que los<br />

<strong>de</strong>sperfectos. La violenta y acci<strong>de</strong>ntada <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> Edward Woolcott, el presunto<br />

asesino <strong>de</strong> Patrick Galloway, el hombre <strong>de</strong> hielo <strong>de</strong> la montaña Sin Nombre, fue tema<br />

<strong>de</strong> interés para la prensa nacional durante semanas.<br />

Nate no siguió las informaciones; se conformó con los reportajes <strong>de</strong> The Lunatic.<br />

Pasó el mes <strong>de</strong> mayo y con él el interés que habían <strong>de</strong>spertado fuera.<br />

—Un día largo —dijo Meg, saliendo al porche para sentarse al lado <strong>de</strong> Nate.<br />

—Me gustan los días largos.<br />

Ella le pasó una cerveza y miró el cielo a su lado. Eran casi las diez y había una<br />

luz espectacular. El jardín estaba cuidado. Las dalias, como era <strong>de</strong> esperar,<br />

- 373 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

espléndidas, y las espuelas <strong>de</strong> caballero, con sus flores <strong>de</strong> un azul intenso, ya<br />

llegaban casi a un metro y medio.<br />

Aún crecerán más, pensó ella. Tenían todo el verano por <strong>de</strong>lante, los largos días<br />

llenos <strong>de</strong> luz.<br />

El día anterior había enterrado por fin a su padre. Todo el pueblo había<br />

acudido. Al igual que los medios <strong>de</strong> comunicación, pero para Meg lo importante era<br />

el pueblo.<br />

Pensaba que Charlene había estado tranquila. Tranquila, teniendo en cuenta<br />

cómo era ella. Ni siquiera actuó para las cámaras, al contrario, estuvo digna como<br />

jamás la había visto su hija, cogida <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>l profesor.<br />

Quizá lo conseguirían. Quizá no. La vida estaba llena <strong>de</strong> quizás.<br />

Pero una cosa sí tenía clara. El sábado siguiente ella estaría allí, a la luz <strong>de</strong> la<br />

noche estival, con el lago y las montañas enfrente, y se casaría con el hombre al que<br />

amaba.<br />

—Cuéntame —dijo— qué has <strong>de</strong>scubierto hoy cuando has ido a hablar con<br />

Coben.<br />

Sabía que se lo iba a preguntar. Sabía que hablarían <strong>de</strong> ello. Y no solo porque se<br />

trataba <strong>de</strong> su padre. Sino porque qué hacía, quién era Nate, tenía importancia para<br />

Meg.<br />

—Ed ha cambiado <strong>de</strong> abogado. Ha contratado a uno muy bueno <strong>de</strong> fuera.<br />

Alega auto<strong>de</strong>fensa con lo <strong>de</strong> tu padre. Que Galloway se volvió loco, él temió por su<br />

vida y le entró pánico. Como banquero, sus registros están al día. Dice que ganó los<br />

doce mil que aparecieron en su cuenta en marzo <strong>de</strong> aquel año, pero hay testigos que<br />

afirman otra cosa. De modo que no creo que cuele. Dice que no tuvo nada que ver<br />

con el resto. Absolutamente nada. Y eso tampoco colará.<br />

Se veía una nube <strong>de</strong> mosquitos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque. Zumbaban como una<br />

sierra mecánica y Nate se alegró <strong>de</strong> haberse puesto repelente para insectos antes <strong>de</strong><br />

salir.<br />

Se volvió para darle un beso en la mejilla.<br />

—¿De verdad quieres oírlo?<br />

—Sigue.<br />

—Su mujer ha dado un cambio espectacular; con lo que ha dicho ha echado por<br />

tierra las coartadas, tanto <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Max como <strong>de</strong> la <strong>de</strong> Yukon. Si a eso<br />

le añadimos el aerosol amarillo que guardaba en su cobertizo y lo que ha dicho<br />

Harry <strong>de</strong> que Ed le compró carne el día en que tuvimos aquel pequeño encuentro con<br />

el oso contamos con un interesante montón <strong>de</strong> pruebas.<br />

—A<strong>de</strong>más hay que añadir que apuntó con una pistola a una turista, disparó<br />

contra un poli estatal y contra nuestro jefe <strong>de</strong> policía. —Le dio un suave beso en el<br />

brazo—. Y todo esto fue captado por un cámara <strong>de</strong> la NBC. —Se <strong>de</strong>sperezó con un<br />

movimiento lento y sinuoso—. ¡Qué televisivo! Nuestro valiente y atractivo héroe<br />

disparando contra la pierna <strong>de</strong> aquel cabrón cuando él estaba ya herido...<br />

—Una herida superficial.<br />

—Frente a frente con el hijo <strong>de</strong> puta, como Gary Cooper en Solo ante el peligro.<br />

- 374 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

No soy Grace Kelly pero me excito solo <strong>de</strong> pensarlo.<br />

—¡Caramba, señora! —Pegó un manotazo a un mosquito <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un<br />

gorrión que pretendía atravesar la capa protectora—. Aquello no fue nada.<br />

—Y yo no estuve nada mal, aunque me mandaras a la maldita acera.<br />

—Te veo mucho mejor ahora. Los abogados sudarán tinta... atenuante <strong>de</strong><br />

enajenación mental, locura pasajera, pero...<br />

—No colará —concluyó Meg.<br />

—Coben sabrá resolverlo, o lo hará el fiscal. Lo tienen bien cogido.<br />

—Si Coben te hubiera escuchado, lo habrías resuelto sin tanto espectáculo.<br />

—Pue<strong>de</strong>.<br />

—Podías haberlo matado.<br />

Nate tomó un sorbo <strong>de</strong> cerveza mientras oía el grito <strong>de</strong> un águila.<br />

—Tú lo querías vivo y yo estoy aquí para complacerte.<br />

—Y complaces.<br />

—De todas formas, tú tampoco lo habrías hecho.<br />

Meg estiró las piernas y miró la gastada punta <strong>de</strong> las viejas botas que usaba<br />

para trabajar en el jardín. Tal vez necesitaba unas nuevas.<br />

—No estés tan seguro, Nate.<br />

—Él no es el único que sabe poner un cebo. Le tomaste el pelo, Meg. Le<br />

apretabas las clavijas para que apartara la pistola <strong>de</strong> la mujer y apuntara a uno <strong>de</strong><br />

nosotros.<br />

—¿Viste los ojos <strong>de</strong> ella?<br />

—No, miraba los <strong>de</strong> él.<br />

—Pues yo sí. En mi vida había visto un pánico así. Era como un conejo con las<br />

patas atrapadas en una trampa. —Se calló un momento mientras acariciaba a los<br />

perros, que le habían acercado—. Dime que por muchos abogados <strong>de</strong> fuera <strong>de</strong><br />

Alaska que contrate pasará mucho, muchísimo tiempo en la cárcel.<br />

—Pasará mucho, muchísimo tiempo en la cárcel.<br />

—Entonces, caso cerrado. ¿Te apetece dar un paseo por el lago?<br />

Nate acercó a sus labios la mano <strong>de</strong> Meg.<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Y te apetece que luego nos tumbemos en la orilla y hagamos el amor hasta<br />

que seamos incapaces <strong>de</strong> movernos?<br />

—Por supuesto.<br />

—Seguro que los mosquitos se nos comen vivos.<br />

—Hay riesgos que vale la pena correr.<br />

Y uno era él, pensó Meg. Se levantó y le tendió la mano.<br />

—Dentro <strong>de</strong> muy poco, cuando echemos un polvo, ya estaremos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

legalidad. ¿No crees que eso le quitará un poco <strong>de</strong> encanto?<br />

—Ni un ápice. —Nate volvió <strong>de</strong> nuevo los ojos hacia el cielo—. Me gustan los<br />

días largos. Pero ahora ya no me importa que lo sean las noches. Porque tengo una<br />

luz. —Pasó la mano por el hombro <strong>de</strong> Meg para acercar su cuerpo al <strong>de</strong> él—. Tengo<br />

la luz aquí mismo.<br />

- 375 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Siguió observando el sol; parecía reacio a ponerse, a hundir su brillo en las frías<br />

y profundas aguas. Y las montañas, temibles y blancas, reflejaban su eterno invierno<br />

en el azul <strong>de</strong>l verano.<br />

- 376 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

NORA ROBERTS<br />

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA<br />

Nora Roberts (seudónimo <strong>de</strong> Eleanor Wil<strong>de</strong>r), que<br />

también escribe como J. D. Robb, nació en el estado<br />

norteamericano <strong>de</strong> Maryland.<br />

En 1979, durante un temporal <strong>de</strong> nieve que la <strong>de</strong>jó aislada<br />

una semana junto a sus hijos, <strong>de</strong>cidió coger una <strong>de</strong> las muchas<br />

historias que bullían en su cabeza y comenzó a escribirla.<br />

Nora se <strong>de</strong>dicaba a sus hijos y a la artesanía. Cocinaba su propio<br />

pan, hacía cerámica y punto, e incluso su propia gelatina. Si no<br />

hubiese sido por la tormenta <strong>de</strong>l 79, quizás aún siguiera<br />

haciéndolo.<br />

En aquellos días en que duró el temporal era importante<br />

para Nora disponer <strong>de</strong> movilidad. Escribía en una libreta con un<br />

lápiz <strong>de</strong>l número 2, <strong>de</strong> este modo podía estar en la misma habitación que sus hijos y<br />

vigilarlos.<br />

Después, durante las horas <strong>de</strong> siesta y <strong>de</strong> colegio, transcribía sus notas en una pequeña<br />

máquina <strong>de</strong> escribir en la cocina. Así nació su primer libro: Fuego irlandés.<br />

Nora es la única chica <strong>de</strong> una familia con 4 hijos varones, y en casa Nora sólo ha tenido niños,<br />

por ello no <strong>de</strong>be sorpren<strong>de</strong>r a nadie su excepcional habilidad para <strong>de</strong>scribir el carácter <strong>de</strong> los<br />

protagonistas masculinos <strong>de</strong> sus novelas. Pero siendo una mujer, compren<strong>de</strong> el alma y el<br />

corazón que mueve a todas las mujeres.<br />

Nora Roberts está clasificada como una <strong>de</strong> las mejores escritoras <strong>de</strong> novela romántica<br />

<strong>de</strong>l mundo. Ha recibido varios premios RITA y es miembro <strong>de</strong> Mistery Writers of America y<br />

<strong>de</strong>l Crime League of America.<br />

AURORA BOREAL<br />

Lunacy, Alaska (506 habitantes) era la última oportunidad para Nate Burke. Como<br />

policía en Baltimor había visto morir a su compañero, y la culpa aún le atosigaba. Quizá<br />

trabajando como jefe <strong>de</strong> policía en ese diminuto y remoto pueblo, don<strong>de</strong> oscurece a media<br />

tar<strong>de</strong> y la temperatura cae hasta los cero grados, podría brindarle un poco <strong>de</strong> sosiego.<br />

Aparte <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener una carrera entre un par <strong>de</strong> coches y un alce, y separar a dos<br />

hermanos que discutían sobre cuál era la mejor película <strong>de</strong> John Wayne, las primeras semanas<br />

<strong>de</strong> Nate en el trabajo fueron relativamente tranquilas. Justo cuando se preguntaba si no habría<br />

sido todo un gran error, un inesperado beso <strong>de</strong> la piloto Meg Galloway bajo la brillante aurora<br />

boreal <strong>de</strong>l cielo <strong>de</strong> Alaska eleva su espíritu y le convence para quedarse un poco más.<br />

Nacida y criada en Lunacy, Meg ha aprendido a ser in<strong>de</strong>pendiente, pero hay algo en<br />

los tristes ojos <strong>de</strong> Nate que se le mete bajo la piel y calienta su helado corazón.<br />

A<strong>de</strong>más, cuando dos montañeros encuentran un cadáver en la montaña, Nate <strong>de</strong>scubre<br />

que Lunacy no es el pequeño remanso <strong>de</strong> tranquilidad que él se había imaginado...<br />

- 377 -


NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

* * *<br />

© 2004, Nora Roberts<br />

Título original: Northern Lights<br />

© 2006, Carme Geronés, por la traducción<br />

© 2006, Editorial Sudamericana S.A.<br />

® bajo el sello Plaza & Janes con acuerdo <strong>de</strong> Random House Mondadori<br />

ISBN 10:950-644-079-4<br />

ISBN 13: 978-950-644-079-4<br />

- 378 -

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!