Mata Gavidia, Jose, Lo autentico y lo circunstanciado en la ...

CIHAC. CM- Versión digital
CD-E-143-47
AMERICA CENTRAL
MATA GAVIDIA, JOSE
Lo auténtico y lo circunstanciado en la
Independencia de Centro América.
Guatemala: Imprenta Universitaria, 1953. 34 p.

LO AUTENTICO Y LO CIRCUNSTANCIADO EN LA
INDEPENDENCIA DE CENTRO AMERICA
POR
JOSE MATA GAVIDIA
GUATEMALA, C. A .
1953

LO AUTENTICO Y LO CIRCUNSTANCIADO EN LA
INDEPENDENCIA DE CENTRO AMERICA
POR
JOSE MATA GAVIDIA
GUATEMALA, C. A.
1953

JOSE MATA GA VIDIA
Lo Auténtíco y lo Círcunstancíado en la
I ndependencía de Centro Améríca
Hace algunos meses presentaba en la Facultad de Humanidades
un estudio encaminado a demostrar que nuestra
Independencia, lejos de haberse improvisado por engendro
de la casualidad -como no pocos han dicho-, fué una verdadera
gesta consciente, y esforzada durante más de dos
décadas, cuya génesis ideológica hay que ir a buscarla a
los estrados universitarios desde los días en que Goicoechea,
Castro, López Rayón, y otros ponían los fundamentos a
una reforma universitaria sin precedentes en nuestra historia.
Combatía en ese entonces la poco afortunada tesis
de que ganamos la independencia sin coste alguno de sangre
y de víctimas, pues se olvidaban de los asesinados en
las cárceles en 1811 y 1813, de los perseguidos y condenados
a muerte y de fallecidos en el destierro como Mateo Antonio
Marure, dinámico universitario, Doctor en Filosofía a
temprana edad, y tan temible a las autoridades españolas,
que éstas no dudaron declarar que no había fortaleza virreinal
capaz de guardar a buen seguro a tan convencido
insurgente, aniquilado en el destierro, a los 29 años ,de
edad, en La Habana, dejando huérfano en GuateIUl}la 'a
su joven hijo Alejandro, el futuro cronista de la historia
de la Independencia. Se expuso entonces la tesis de la

auténtico del suceso histórico va lo circunstanciado, es decir,
el cuerpo de los hechos, sin el cual tampoco podría darse
ese continuo sucederse de la vida humana que pasa en el
tiempo y perdura en esa disciplina, que desde hace más de
veinticinco siglos llamaron los griegos con el verbo ¿a-TOPELII
- historein: que significó tanto como buscar saberes, observar
y explorar países y costumbres, interrogar sobre
algo. Y esto fué precisamente la historia antes de convertirse
en narración escrita y testimoniada: un busca?", un
rebuscar e interrogar, no en torno a esta o a la otra persona
en cuanto individuo, sino al hombre como social: animador
y parte de la convivencia humana. Tales fueron
desde sus principios los primeros conceptos que retoñaron
en el árbol secular de la historia como saber y CO'mO se?" del
hombre. La Historia fué a su modo una filosofía del acaecer
humano, como suceso. Fué el primer intento de pedir
cuentas al pasado, que sin dejar de ser pretérito seguía
yivificando al presente. Lo ido de los sucesos nunca es
algo que desaparece, sino que sigue viviendo en el presente.
N o en vano los mayas veían el tiempo no como fugaz pasajero,
sino como algo que se acrece y lo llevan los dioses a
cuestas, pues el pasado se recoge y se aC'umula y se convierte
en valiosa carga de la humanidad. Esta carga para los mayas
-carga del tiempo, la ha llamado el erudito mayense
Thompson-, era la historia. Y es que en el suceso histórico
lo auténtico de un pasado no perece, a lo sumo, lo que se
debilita en algo son las circunstancias de lo que hemos
dado en llamar "lo circunstanciado". A la Historia no la
puede devorar el tiempo, como el fuego se devora a sí mismo.
La Historia, conscientes o no de ello, la llevamos a
cuestas nosotros mismos, ya que por el sólo hecho de existir
tenemos como antecesor nuestro un pasado secular que
hace posible nuestra propia ascendencia. Llevamos a cuestas
la Historia como los dioses mayas la carga del tiempo.
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secreto de la Historia: hallar lo auténtico, sin falsear lo
cirunstanciado; revivir lo cir-cunstanciado con hálitos de lo
o.uténtico: sacar la Historia de una teoría o contemplación
y de una realidad en ella contemplada. Plasmar en concretos
de colorido literario esas voces fugaces que vuelan
cabalgando en los siglos, y que a su conjuro impulsan el
devenir de la humanidad.
Permítasenos hacer un alto y presentar como ejemplo
de contenidos de lo auténtico y lo circunstanciado de 108
acaeceres el suceso de dos momentos históricos:
Allá por el siglo octavo al noveno de nuestra era un
genial monarca, el de los Francos, CarIo Magno, quiso
impulsar, e impulsó, un renacimiento literario en lo centros
docentes de las escuelas catedralicias e instituciones palatinas
por él fundadas, y sin escatimar en fondos, hizo venir
del remoto país de York - entonces el islote solitario de
la cult ura helenístico-romana-, a grandes maestros: Alcuino,
Notker, y otros. Abrió incluso escuelas de primeras
let ras para la generalidad de sus súbditos. Pl::ro el suceso
por CarIo Magno preparado no tuvo el éxito que se esperaba.
Había querido hacer una fuente y su taza preciosa fué
por . él labrada: había dispuesto lo circunstanciado: maest
ros, escuelas : pero lo awténtico el fervor de saber: el agua
de la fuente aún no había brotado en el espíritu de las
mayorías de su pueblo, y el renacimiento carolingio fué
de círculo reducido, aunque el sabio emperador lo quiso
siempre extender haciéndolo popular. Lo auténtico aún
no había podido vivificar a lo cir.cunstamciado. Y los esf
uerzos concretos dieron. poco fruto porque el alma del
suceso histórico no estaba allí infundiendo ánimo y vivificando
a lo que carecía aún de estructura. Había fuente de
cr ecida taza pero el agua no llegó a ella lo auténtico no
fecundó lo circunstanciado y no pudo darse el hecho histórico
previsto y preparado por Carlo Magno.
7

que hay que buscar como generador de lo auténtico. No
es el hombre aislado, ni el hombre asociado o amontonado,
el nombre-número, sino el hombre-gremio cu,(blificado por
si mismo gracias a una evolución de algo propio lo que
posibilita el ser auténtico de un suceso. De aquí que el
historiador cuando va a los acaeceres ha de ir a buscar en
la fuente misma de la autenticidad a ese hombre colectivo
no por el mero espacio-tiempo en que se desenvuelve sino
por la variante espiritual que es -sin ser paradoja, la
fuerza que lo agremia-o Ese hombre gremio cualificado
es la vida misma de lo .a;uténtico y por lo tanto del suceso
en la Historia misma. Sin conocer al hombre gremio como
cualificado en cada suceso, no puede revivirse lo sucedido,
no hay historia auténtica, no hay ni siquiera historia. Hic
labor, hic opus: he allí la faena, y el escollo del historiador
llegar a lo auténtico para poder interpretar lo circunstanciado
que se lo recubre.
Para aclarar definitivamente la modalidad de hombregremio
como cualificado penetremos nuevamente al mundo
de la historia escrita: vayamos unos instantes al renacimiento
i:aliano: para entenderlo hay que conocer a ese
tipo de hombre gremio de los literatos, y ver cómo su espíritu,
su modo de ser, propio hizo que sus capacidades literarias
se desbordaran al conjuro mágico de Grecia que
renada no sólo en sus escritos., como Grecia, sino que
renaCÍan ellos mismos con propia fisonomía. Es por ello
el Renacimiento italo-greco antes que greco-romano. Es
fisonomía del hombre culto de Italia del cuatrocento y no un
calco del ático siglo de Pericles. Pues lo cultural que culturiza,
no esclaviza a la persona imponiéndole lo bello de
otra edad, sino siendo asimilado a la propia naturaleza,
que se desarrolla personalmente: el mundo griego cultural
al ser asimilado en los siglos primeros de nuestra era en
varias regiones del medio oriente y del mundo Mediterráneo,
no esclavizó el arte de las regiones influenciadas, sino
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que cada una asimiló, á su modo, al sin par mundo de la
cultura griega. Lo personal no puede desaparecer. Cuán
distinto es el Aristóteles de los comentaristas griegos del
Liceo, al interpretado por Sirios o por Alejandrinos, por
A venoes, A vicella, o por Santo Tomás, y Duns Scoto, o
por Jaeger y Ross. La misma fuente de inspiración inspira
de diverso modo. Es que la diversidad de los hechos,
de los sucesos humanos y físicos, no tiene su principio de
individualización sólo en lo ajeno. Es lo íntimo fundamentalmente
y es lo extrínseco por complementación. Uno:v
otro, crean esa maravillosa resultante de lo concreto, siempre
diferenciado, siempre individualizante. Es pues condición
de un renacimiento no tan sólo el hombre-gTemio,
sino que las letras hayan despertado en el ser de cada uno,
como miembros de ese hombr'e gremio y que de dentro v uelva
asimilado lo que de fuera vino. Así pues, lo auténtico
supone indudablemente la constante del ser humano: como
capaz por naturaleza de todo lo espiritual, susceptible de
asimilar variantes que hagan posibles nuevas resultantes:
que son precisamente los sucesos que llamamos históricos.
Las Cruzadas serían inexplicables : como hecho histórico
en un mundo aislado de anacoretas. Requieren al hombre
colectivo, al homb1'e gremio, pero esto no basta para impulsarlos
a defender el Santo Sepulcro que ha caído en poder
del Islam: se requiere además que los componentes de
ese mundo europeo del siglo XI, XII tenga una fe juvenil y
acendrada y a la par un espíritu aventurero: sin estas dos
características los cruzados hubieran sido sólo personajes
de libros de caballerías, no realidades históricas.
El Sentido ele Libertad de Acción
El hombre-g1'emio como sujeto, alguna variante engendrada
por el propio ser humano, y la naturaleza circundante,
hacen que los acaeceres que narra la historia ten-

gan autenticidad, y que sean capaces de interpretación
autoexplicándose, es decir, que por sí mismos permiten
el desenvolvimiento de su propio sentido y darlo a conocer.
Pues la historia, no como narración, sino como suceso, es
en cada uno de ellos creación humana del ente como social.
N o es el moira griego inexorable quien impulsa a la historia
o vida colectiva de los mortales; sino un poder sumo dado a
los mortales: la voluntad humana, que en funciones de
libre albedrío, hace y rehace los cauces históricos innova
y renueva las fuentes de la historia. El hombre gremio,
como motor del suceso histórico ha alterado el ritmo inalterable
de la causalidad y se ha impuesto el airoso vuelo
de libertad. Las Ciencias Físicas van por rieles que las
obligan a ir por el invariable sendero de las causas inalterables.
Pero la sucesión histórica, producto del espíritu,
no va por cauces cerrados, ni por caminos prescritos sino
que es ella quien abre nuevos derroteros. Es corriente
desbol"{:'ada que por doquiera va rompiendo diques y abriendo
nuevas sendas, moviéndose sin pasar dos veces por el
mismo lugar, sin que nada se repita, pues los sucesos se
suceden, no se causan determinadamente, sino se desví.nn
sin cesar por el poder quasi divino de la voluntad humana.
Hallamos por lo mismo que en el acaecer histórico hay una
nota específica de indeterminación, de libertad. N o sigue
sus cursos la historia, como el experimento de una reacción
química, que es inalterable. La predeterminación no tiene
cabida en la Historia, pues siempre la voluntad humana
puede cambiar los cursos lógicos, las sendas trilladas de
los meros hechos físicos y torcer sus direcciones, modificando
sus planos, transformando sus situaciones. La ·voluntad
humana es una prueba a cada paso: ayer cambió el
curso de la Historia cuando puso la ciencia al servicio del
hombre, hoy está a punto de abrir el más trágico capítulo
de la historia humana al haber robado, cual otro Prometeo,
el fuego secreto del átomo, artificialmente desintegrado.
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La voluntad humana sigue siendo el vértigo que precipita
los sucesos de la historia.
Es por ello que en el análisis de un acaecer histórico,
hay que dar poco crédito a la sola causalidad estricta, y
adentrarse más a la intuición del mundo de las libertades
humanas, pues al fin y a la postre si bien la historia como
investigación es a posteriori -post factum- pero el hecho
histórico que se estudia es fruto también de la espontaneidad
humana, dueña de un potencial a priori, libre como
engendro del albedrío. El suceso histórico es simbiosis de
la libertad humana y del determinismo físico. Puede por
ello analizarse post fadum pero no predecirse. "Las predicciones
del historiador son siempre posteriores al suceso".
Lo auténtico del suceso histórico acrece así su contenido
y lo clarifica y nos descubre otro de sus secretos: que
no hay suceso histórico sin libertad. Y no decimos aquí,
que la historia como narración es una manifestación de
la historia de la libertad de los pueblos, sino en s entido
más hondo aún, metafísico: la historia requiere para darse
el suceso y en los sucesos la espontaneidad de la libertad
humana. El hecho histórico pues en su entraña misma
lleva un gran sentido de albedrío.
Enriquecido así lo auténtico, no sólo por el contenido
del hombre gremio, y la asimilación del saber y del sentir,
mas también por la realidad de que todo ello como conjunto
impele a la acción, libre o desmecanizada, autónoma y
espontánea, debemos advertir que está a la vista una trilogía
mínima, de eso que hemos dado en llamar lo a,uténtico
del suceso histórico: El Yo social u hombre gremio, se
asimila y manifiesta como Yo Cultural, y actúa como Yo
Libre. Siendo conjuntamente las tres un Yo Socia,l, Cultul'a,l
y Libre. Sin conocer estas tres modalidades del acaecer
histórico no hay paso seguro en la investigación. Son ellas
la manifestación de lo a,uténtico.

I1I.-LO CIRCUNSTANCIADO
Hagamos un breve intermedio y pasemos a la segunda
cuestión: lo circunstanciado también esencial contenido de
todo sucederse histórico.
Lo cú·cunstanciado en un hecho histórico es todo tan
verdadero como lo auténtico. Lo circunsta'f/;ciado con todo
puede modificar una situación por otra sin que deje de
existir el mismo hecho histórico: Pu.do haber existido la
Revolución Francesa sin un Mirabeau; y en lugar de la
toma de la Bastilla pudo haberse dado otro acontecimiento
que aunque importante no hubiera cambiado totalmente la
fisonomía de ese hecho histórico general: La Revolución
Francesa. Colón pudo haber llegado en su primer viaje
a Centroamérica en vez de a la Isla de Guanahani. Y esto
no hubiera cambiado el hecho del descubrimiento de un
Nuevo Mundo. [Fray Bartolomé de las Casas pudo haber
actuado en otros lugares diversos en los que realiz6 su obra
de defensa del indio y esto no hubiera alterado el hecho
auténtico de su misión defensora del derecho de los débiles].
Lo circunstanciado es parte integrante del suceso histórico
tal como se dió pero su importancia histórica no estriba
en ello precisamente, aunque ilumine y fortalezca a los
acontecimientos de la historia. Sin circunstancia no se
da hecho histórico alguno, pero cada circunstancia determinada
no constituye de por sí la marCa esencial del hecho
histórico. Es por ello grave para el historiador tratar de
hacer historia de lo circunstanciado y olvidarse del alma
misma que anima a la circunstancia: lo auténtico: Falsear
la historia no es por lo tanto, suponer circunstancias que
no existieron o confundirlas: fechas, lugares, etc., sino
principalmente situar las circunstancias del hecho, olvidando
poner de relieve lo auténtico.
Lo c'Í/rcunstanc'iado tiene como misión concretar el hecho
dentro de las coordenadas espacio-tiempo y contribuir
a la individuación de cada suceso y darle su colorido propio.
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tanciado en un ser personal, que en el suceso histórico solemos
calificar como: héroe, santo, sabio, genio, adalid.
Son tales personas el mejor fruto del hombre como gremio,
en su evolución dentro del campo inconmensurable de lo
ci'rcunstanciado. Lo au.téntico de eSe perenne acrecerse el
hombre como colectividad hace que de ella salga el que la
puede superar y mejorar, de suerte que lo colectivo: el
hombre gremio hace posible al genio y éste hace que se
supere al colectivo hombre gremio. Este mu'tuo interfluirse
e influenciarse: la colectividad al individuo genial
y este a la comunidad, es asimismo una de las situaciones
que debe estudiar a fondo el historiador, pues son una de
las varias modalidades de lo auténtico y de lo cú'cunstanciado.
Después de esta exploración en los dominios de est03
dos modos integrantes del hecho histórico; vayamos al
tema concreto de esta exposición. Creemos que con paso
seguro se esclarecerán viejos problemas, que fueron planteados
casi siempre en el dominio exclusivo de lo circunstanciado.
IV.-F ALSOS "POR QUE"
N adie niega el hecho de que en 1821, Centroamérica,
en un momento de su historia, que seguía una senda conjunta
a la de los demás países latinoamericanos, pudo sentirse
políticamente en los dominios de las naciones autónomas.
El Reyno de Guatemala, trocóse en República. Cómo se
sucedieron los acontecimientos: o sea lo circunstanciado
del suceso de la Independencia, lo narran profusamente
los periódicos de la época y los documentos políticos; pero
a donde quisiéramos penetrar en los pocos minutos que nos
restan es a plantear "el por qué de la Independencia" o sea
la búsqueda de aquello sin lo cual hubiera sido imposible
nuestra liberación política. Se ha dicho, y en serio, que
una de las causas de la independencia fué el ejemplo de
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emancipación dado por los Estados Unidos de Norteamérica
y otra el sacudir Francia el yugo monárquico, tal
como lo enseñó la Revolución Francesa. Como coadyuvantes
accesorios se pueden admitir tales hechos. Pero como
determinantes, sin los cuales no se hubiera podido dar la
independencia, no es posible tal supuesto. No pertenecen
a lo auténtico del suceso. Si eSe ejemplo de los citados
países fuera suficiente a incitar a la independencia ¿por
qué otros países, que también conocieron dichos acontecimientos
no siguieron ese ejemplo y se liberaron? Algo les
faltaba y ese algo, sin el cual ni el ejemplo de liberación
es actuante, es el verdadero motivo para llegar a ser país
independiente. Admitir los ejemplos independentistas arriba
mencionados, como fundamentales para nuestra liberación
sería tanto como sostener que alguien se desposó con
su prometida porque el vecino de en frente contrajo también
nupcias. N o basta en ningún caso el exclusivo ejemplo
de independencia para causar la de otro país. Las frutas
maduras no caen del árbol porque las frutas del árbol vecino
cayeron anteayer o ayer; sino que vienen a tierra porque
están maduras, porque han llegado a ser capaces de
caer por su propio peso, y no por el peso de las vecinas.
El ejemplo de independencia dado por otros países no es
suficiente a explicar la independencia de otro país, si no
hay con anterioridad lo qu.e provisionalmente llamamos madurez
sociopolítica, y en tal easo lo principal es este prerequisito.
Dicen otros que el antiguo Reyno de Guatemala -arqueado
en el centro de América desde Chiapas y Soconuscv
hasta los confines de Costa Rica- buscó la liberación política
del cetro espa'ñol porque existía un antagonismo
racial y resentido entre el indígena y el español. Tal
respuesta va teñida de ingenuidad inaudita: pues la independencia
no fué una lucha de razas de indios contra

Por esta senda hay qUe investigar para interpretarnos
en su sentido auténtico la Independencia de Centroamérica.
Pues efectivamente una vez conocida la necesidad intrínseca
para lograr la autonomía política: veremos que existen
las modalidades de lo auténtico, según fué aludido al inicio
de este análisis. Primero el hombre gremio: el grupo que
realizará el suceso independentista: luego ese grupo ha de
estar dotado con conocimiento y sentimiento necesario de
independencia, de la vivencia cultural de liberación; y en
postrer lugar como ser entidad que conoce un fin, es ponerse
en acción, la voluntad de lo que se conoce, en nuestro easo,
la Independencia, es el impulso de la liberación.
En otras palabras el hombre centroamericano, a lo
menos en sus clases cultas había logrado: una conciencia
de entid.ad nacional, se sentían ya hombre gremio: hombre
guatemalteco, hombre centroamericano; a esa conciencia
de nacionalidad se añadía una vivencia cultural que se
trasluCÍa en afán de ser libre -fruto de toda auténtica
cultura- , y a ese saber cultural de la independencia: no
podía menos que seguir la tercera categoría de lo auténtico:
la acción o sea la búsqueda apropiada del fin: separarnos
de España.
La Prueba de estas situaciones históri·cas es bastante
fácil:
No negaremos que los acontecimientos circunstanciales
hayan coadyuvado cuando la América Hispana -el Re,vno
de Guatemala por lo tanto- quiso ser independiente, nótese
bien, quiso ser independiente: pero ellas todas aislarlas
o unidas, sin las tónicas de lo auténtico, que no vamos a
analizar, sino a esbozar solamente, nunca hubieran dado
el golpe definitivo de liberación.
Todas las modalidades circunstancriadas suponen el
hecho auténtico y motriz de nuestra independencia.
Ni Jamaica, ni Martinica, ni otras colonias, factorías
coloniales mejor dicho, gozáron de universidades e insti-
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tuciones culturales como los países hispanos de América.
Donde hay instituciones de cultura hay un hombre-gremio
organizado que conoce modalidades del ser y entre ellas
la de ser independiente y darse cuenta de los desafueros del
país de que se depende, COSa que no puede sentir quien S2a
ignorante.
La conciencia de Nación de muchas regiones del Nuevo
Mundo se tenía ya desde casi mediado el siglo XVI y sin
lugar a duda desde principios del siglo XVIII. Al leer a
Fuentes y Guzmán se siente un primer borbotar de conciencia
nacionalista. La Rusticatio Mexicana de Rafael
Landívar es uno de los poemas, no tan sólo a la campiña
de América Septentrional, sino el sentimiento nacionalista
del Reino de Guatemala y de Nueva España. El Compend1:0
de la Historia de la Ciudad de Guatemala del Er. Domingo
Juarros pregona muy por encima de los dones naturales
de las provincias centroamericanas su sentido geográfico-político
de unidad y las manifestaciones nacionalistas
de su cultura, enalteciendo a sus poetas, historiadores,
naturalistas, filósofos, héroes y santos. En Juarros ya no
se siente el dominio de una provincia sometida a España,
sino una estructura cultural y sociopolítica de una Nación.
La obra se editó en 1809, dos años antes de la primera insurrección.
VIl.-LA UNIVERSIDAD VIVIFICA AL SENTIMIENTO DE
LIBERTAD
La Universidad de San Carlos durante el siglo que va
del 1676-1786 formó una élite culta, con creces más aventajada
que la mayoría peninsular que venía a estas tierras
desde el segundo tercio del siglo XVIII. No hay paralelo,
salvo casos como el de J acabo de Viliaurrutia, entre los
cultos universitarios centroamericanos del siglo XVIII,
J uarros, Goicoechea, Flores y los incultos mercaderes y

militares peninsulares de finales del siglo XVIII y principios
del XIX.
En Humanidades (NC? III-IV) publicación de la Facultad
de Humanidades, he tratado de esbozar el cometido
primordial que desempeñó la Universidad en la lucha por
la liberación centroamericana como forjadora de espíritu
nacionalista y de independencia. Volveremos ahora sobre
conceptos expresados en ese entonces.
N o he encontrado hasta el presente estudio alguno que
analice el factor universitario en el movimiento de liberación,
centroamericana de 1811-1821. Tanto más sorprende
este vacío, cuanto que el movimiento de Independencia
es, en su casi totalidad, un movimiento de origen, crecimiento
y modelación universitaria, en lo que a Centroamérica
atañe. La mayoría -la casi totalidad mejor dicho-
de los próceres son universitarios, las primeras vícti.mas
de las insurrecciones fueron universitarios, desde el
graduado de bachiller hasta el Doctor, Catedrático y Rectores,
que de toda jerarquía universitaria hubo próceres,
víctimas y héroes.
y no podía ser de otra manera, pues precisamente el
mejor fermento de autonomía fué la Universidad de San
Carlos.
La Universidad de San Carlos era desde su fundación
en el siglo xvn una institución verdaderamente autónoma.
Se regía por sus estatutos, sin otra interferencia de poder
alguno. El Rector. fungía más como figura simbólica, que
dirigente, ya que la administración universitaria en sus
líneas esenciales era regida por los varios tipos de claustros 1 .
N unca podían interferir al gobierno universitario ni las
1 Constituciones de la Real Universidad de San Carlos de
Guatemala, Madrid, 1868, Título IX. Los asuntos económicos los
trataba el Claustro de Diputados, los administrativo-docentes el
Claustro Ordinario; los asuntos de trascendencia el Claustro Pleno,
y los asuntos de elecciones y de provisión de cátedras el Claustro
de Conciliarios (Título IV).
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máximas autoridades civiles como el Capitán General y
Presidente de la Audiencia, ,ni las supremas instituciones
gubernativas: la Real Audiencia, o el Muy Ilustre Ayuntamiento,
ni las 3iu:toridades eclesiásticas incluyendo al prelado
episcopal y a sU! Cabildo metropolitano 2. Sólo graduados
universitarios podían elegir a sus propias autoridades.
La libre eleccción de autoridades universitarias era
el primer pregón de la auténtica realidad independiente que
se añoraba.
Lección elocuente e ininterrumpida era la amplia libertad
de cátedra, que treinta años antes de 1821 llega a nunca
imaginada fecundidad, coexistiendo simultáneamente hasta
cinco cátedras de ideología diferente en la Facultad fundamental
de Filosofía, que entonces cursaron los luego
héroes y próceres más sobresalientes de la independencia
del Reino de Guatemala. La libertad de Cátedra era otro
pregón de independencia que difundía la Universidad de
San Carlos 3.
En los últimos cuarenta años, más o menos, 1781-1821,
la Universidad palpita con inquietud cultural en presenda
de los grandes reformadores de planes de estudio y de me-
2 Aunque la Universidad era de Real Patronato, y por tanto,
el representante de tal derecho era el Capitán General y Presidente
de la Audiencia, sus atribuciones no pasaban de intervenir
en la designación del Rector cuando el Claustro no hubiera cumplido
con el estatuto de elección, intervención que afortunadamente
no fué necesaria. Además, el sitio de honor del Presidente era el
sitio primero, entre el público, pero no entre las Autoridades Universitarias.
Para garantía de plena autonomía, se prohibía ser
Rector a Oidores, Alcaldes de Corte, Fiscales, Inquisidores, Fiscales
de la Inquisición, aunque fueran graduados e incorporados. Para
garantizar la libertad de cátedra se prohibía igualmente llegar a
la Rectoría a los Religiosos, fueran o no incorporados o graduados.
Defectuosa fué la negación de llegar a la Rectoría a "Doctor alguno
en Medicina". Constituciones VII, VIII, IX.
a Constituciones de la Real Universidad de San Carlos de Guatemala.
Const. 107. Véase además, Panorama Filosófico de la
Universidad de San Carlos al final del siglo XVIII, por José Mata
Gavidia, en los títulos: Libertad de Cátedra, Contra el Criterio de
Autoridad, etc.

todología universitaria. En Medicina suenan con categoría
de grandes los nombres de José Felipe Flores, Narciso
Esparragoza, Pedro Molina; en Filosofía José Goicoechea
y los continuadores: López Rayón, Félix Castro, Mariano
García, José de León Goicoechea, que fijan el momento
histórico más fecundo- de la Filosofía colonial; en Ciencias
.J urídicas se alza la figura legista de José María Alvarez,
en Economía Política: abre cátedra Francisco de Paula
García Peláez; en Letras Fray Matías de Córdova y Juan
F€rmín Aycinena 4; mientras allende los mares en Bolonia
se editan las páginas americanistas de Rafael Landívar,
tituladas "Rusticatio Mexicana". En este inquieto y fecundo
renacimiento las aulas carolinas están, como nunca,
repletas de estud.iantes. Mayor número de alumnos asistEn
en los últimos cuarenta años anteriores a 1821, que en
toda la vida secular universitaria de época colonial. Más
de 2,000 matrículas se cuentan en la sección de Filosofía
en los últimos 30 a'ños (1791-1821) y no son suficientes las
tres cátedras titulares, ni las cátedras libres. Con fruición
proclaman los tesarios de los graduandos el propio pensamiento
frente a frente al de Aristóteles, Descartes, N ewton,
o Leibnitz, para no citar sino a los cuatro grandes de entonces
-Kant aún no era conocido-o De esta suerte
contribuye la Universidad de San Carlos de Guatemala en
tan importante época de la historia de Centroamérica a
esparcir con la realidad de independencia y libertad intelectual
y docente el fermento de independencia y libertad
política. Héroes y próceres, asistieron -casi sin excepción-
a las aulas de la innovación docente de los siglos
XVIII-XIX.
4 Para las referencias sobre universitarios se han consultado
los libros de Matrículas y autos de grados que se conservan en el
Archivo General del Gobierno de Guatemala. Leg. 1944, 45 , 46, ·17,
48, 49, 50, 51 Y Leg. 1925 a 1938.
25

26
No había en la Universidad de San Carlos discriminaciones
de ingreso entre peninsulares, criollos, mestizos e
indios; de suer,te que así para matrícula, como para optar
á grados, o a dignidades universitarias uno era el rasero:
la igualdad y oportu.nidad análoga para todos.
Era, en suma, la Universidad de San Carlos de Guatemala,
una democrática república literaria, vivo reflejo
de una entidad independiente y capaz de transferir su espíritu
de independencia universitaria a la realidad política
de Centroamérica, como en verdad aconteció.
Este fomento de libertad tenía su sede principalmente
en las cátedras de Filosofía y Ciencias J'urídicas. Entre
los más importantes tesaríos hallamos expresados ·-divulgados
públicamente en los actos de graduación y conferencias
y además impresos- temas categóricos con relación
al momento proindependentista: "Horno liber est" el hombre
es libre, y prosigue: "Hominis libertas exterius cogi potest,
interius vero nequaquam". La libertad exterior puede ser
coaccionada, pero jamás la libertad interior 5 .
En otro tesario categóricamente se afirma "Suprema
}J1'incipium auctoritas a populo habet originem". La suprema
autoridad de los gobernantes en el pueblo tiene su
origen G. Otro tema reza: "Las autoridades su'premas pueden
legislar con leyes que obliguen en conciencia". Estas
y similares tesis se defendían en las postrimerías de la vida
colonial por entusiastas graduados, siendo en parte fomento
y abono al germen ideológico, que se gestaba como
espíritu de independencia, y que llegó a ser nota dominante
de alumnos, catedráticos y autoridades universitarias.
En pro de la independencia fué la Universidad el puente
ideológico entre Centroamérica y el Viejo Mundo, pero
5 AGG. (Archivo General del Gobierno de Guatemala). 12,853.
1938.
G AGG. Idem. 1938.

fué también uno de los más poderosos arietes que aportillaron
el muro colonial, el séquito más notable y numeroso
de los protomártires y precursores, y el molde en que se
formaron los ideólogos .de la independencia, y los grandes
políticos que asumieron la regencia de Centroamérica".
La institución universitaria, conjuntamente con el
Ayuntamiento de las ciudades, los cabildos y algunas órdenes
religiosas, como la gran mayoría de los clérigos, es
la entidad abanderada ·-del espíritu libertario en pro de la
independencia. Su cometido es nada menos que hacer
posible una condición de autenticidad en el suceso que culminará
en 1821 y que empezó a gestarse cuando menos
desde el siglo XVIII. Dicha función fue la de infundir
al hombre centroamericano vivencias culturales necesarias
para llegar a ser sujetos de independencia, o usando una
frase de Alejandro Marure "conscientes de toda su dignidad
y poder".
En la búsqueda de lo auténtico en la Independencia de
Centro américa necesariamente tendrá el Historiador que
llegar a la Institución que por el mero hecho de transmitirle
la cultura universal, creaba con ello mismo un potencial
más en la personalidad centroamericana que no podía
menos que fructificar como fructifica toda cultura: en pro
de la libertad. No puede por lo mismo llegar a estudiarse
al hombre liberador de la nacionalidad centroamericana,
sin estudiar a fondo· al hombre universitario de entonces.
VIII.-A YUNT AMIENTO. CABILDOS. CLERO Y ORDENES
RELIGIOSAS
El Ayuntamiento de las ciudades principales, los eabildos
catedralicios y los clérigos en general y algunas
órdenes religiosas fueron a una con la Universidad, instituciones
que contribuyeron a perfeccionar el auténtico espí-
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ritu de libertad, necesario en todo movimiento de indepenriencia.
El estudio del hombre gremio centroamericano de estas
corporaciones, que aún está por hq,cerse, llevaría a descubrirnos
la más pura veta de factores que estructuran la
autenticidad de los magnos sucesos de la independencia.
Los ayuntamientos siempre fueron, por propio interés, la
institución nacionalista por excelencia: desde el siglo XVI
sus grandes conflictos fueron con el poder estatal, defendiendo
siempre el interés local frente a los intereses del
Rey y de sus funcionarios; entrañaban además por naturaleza
el sentido de la ciudadanía autónoma, ejerciendo sus
derechos, aún en la forma democrática de los llamados
cabildos abiertos, que tan de moda se pusieron en los días
pre\dos a la declaración de" la Independencia.
El clero secular y algunas órdenes religiosas fueron
también fermento del sentimiento de libertad. Y no podía
ser de otra suerte: ya desde el siglo XVI la Iglesia se había
tonstituído en defensora del indígena para salvarlo de la
esclavitud jurídica y dé facto a la que le quisieron someter
los conquistadores. La creación de Arzobispados y provincias
eclesiásticas con obispados sufragáneos demostró
ser uno de los núcleos importantes en torno a los cuales se
fué acentuando social y geográficamente el sentimiento de
nacionalidad y aún de nacionalismo. La unidad religiosa
que fomentÓ la Iglesia creó uno de los vínculos más poderosos
de nacionalidad. Pero más aún la Iglesia había enseñado
además de su doctrina de salvación, una doctrina
cívica, una moral, que Se basaba en la Libertad, constitutivo
de la persona, y predicaba en los sermones, especialmente
en las honras fúnebres -cosa curiosa- de los reyes,
prelaturas y dignidades, que todos los hombres son iguales.
por origen y por destino, que ninguna jerarquía, si no es
la del propio y libre merecimiento priva ante Dios, que todos
son hijos del mismo padre: en lo físico desde Adán y en

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Había vivencia plena de lo que era la independencia;
y esa conciencia se acrecentó ante las circunstancias que
se han aludido como el ejemplo de otros países, comercio
restringido, etc. Había cierta madurez intelectual, había
posible clase dirigente, formada en las aulas carolinas, colegios
y seminarios: de allí que germinaran modalidades ele
autenticidad que llevaron a la independencia. Fueron universitarios
y clérigos, letrados y frailes, alcaldes y regidores
los próceres: la gente culta de entonces. Esta conciencia
pro-independencia no fué meramente clasista como
se ha creído. Los juicios de infidencia nos cuentan de
centenares de prisioneros obreros y artesanos y hasta agricultores,
y nos mencionan a indios, negros y mulatos. Y
en delaciones ante la inquisición hallamos a varias mujeres
acusadas de ofrecer misas y oraciones por el triunfo del
Cura Hidalgo. El movimiento no era local era general: los
universitarios y clérigos de Guatemala, los agricultores y
hacendados en San Salvador: los labradores en Metapán y
Chiquímula, los granatenses de Nicaragua. Ni fué tampoco
ocurrencia de un día: Conjuraciones en 1811 en San Salvh
dor, y poco después en Granada; en Guatemala en 1813 y
otra segunda en San Salvador, extendidas luego a Metapán,
Chiquimu:la y otros lugares. Y como si esto fuera poco,
fué tanta la audacia de nuestros próceres que el colosal
Larrazábal diputado a las Cortes de Cádiz por Guatemala
y presidente en ellas vuelve aherrojado, como pago a su
entereza en defender los derechos de estas tierras frente
a la imposición peninsular. La Universidad lejos de atemorizarse
hace rectores a Matías Delgado y a Larrazábal
precisamente cuando acaban de salir de la cárcel, el uno
acusado de infidente contra el estado español y el otro
arrestado en España y traído prisionero a Guatemala por
orden expresa del Rey. Había plena conciencia de Nacionalidad:
y de lo que era la libertad. Sólo faltaba la circun.'ltancia
histórica para que la voluntad popular actuara ;V

no tardó en llegar: La invasión napoleónica a España,
hizo que la metrópoli llamara a sus colonias y les prometiera
mejor trato e igualdad con los peninsulares. Van
allá los diputados de estas Provincias, la Constitución es
jurada en Guatemala a campana tañida y con júbilo popular.
Luego es quemada. Pero ya es tarde: aparece la
prensa en favor de la independencia; vuelve a jurarse la
Costitución política, van nuevos diputados a las cortes de
España. Niéganse las cortes a dar libertad de comercio y
a tratar paritariamente a los delegados de estas tierras y
entonces renuncian los diputados de varias provincias centroamericanas,
créanse partidos en vísperas ya de la liberación
y la Universidad entra en efervescencia. Quéjase
el Capitán General de que "algunos individuos de esta capitanía
andan recogiendo firmas con el objeto de que se
publique la independencia", y el Ayuntamiento declara enfáticamente
frente a las amenazas del Capitán General
español: "Que ti nombre del pueblo a quien representa manifiesta
que hay personas muy exaltadas en favor de la·
Independencia y juzga imposible la mudanza de opinión"
y tras el último intento de fuerza viene la caída ruidosa y
el triunfo sin par: la diputación provincial integrada por
los cuerpos colegiados, ambos cabildos, las órdenes religiosas,
la Universidad, el Ayuntamiento: proclaman el 15 de
Septiembre, la Independencia. He allí palpitante en el
suceso, lo auténtico de la Independencia: un hombre-gremio:
el centroamerkano dotado de una conciencia de libertad
hace que SUI sentir consciente le lleve a la acción.
El fruto había madurado: en la tarde y noche del 14 de
Septiembre, se jugó con fortuna la última carta. Proclámase
el triunfo del sábado 15 de Septiembre, días después
en todo el Reino de Guatemala entre cohetes, marimba.
repiques de campana, solemne Misa Pontifical, Te Deum,
juegos populares y baile en la Plaza de Armas: la manzana
ha caído madura del árbol, y ha penetrado en tierra y su
simiente tendrá que dar un nuevo árbol, que primero será
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sus capitulaciones como converso y cien aspectos más dignos
ue estudios en el acta de independencia, todavía no
estudiada en su riquísimo venero de autenticidad, que es
ella sola todo un panorama histórico.
Una vez más hay que repetirlo: sin conocer al hombre
g1'emio centroamericano del siglo XVIII, XIX, integrado
a una cultura y habituado a la acción: no tendremos Historia
de la Independencia, sino a 10 sumo una crónica o
cronicón de circunstancias, si es que no se convierte en
Historietas. Nadie cree que el vestido es el hombre, sin
embargo y la mayoría de los historiadores de la Independencia
o muchos que de ella tratan, sólo se preocupan del
vestuario de los hechos y se olvidan de que esas prendas
sólo pueden lucir en el hombre gremio de su época, y hechas
a su medida. Sólo así, con tales atavíos de circunstancias
que son propias de una autenticidad en un suceso
podremos decir verdades históricas.
Este nuevo enfoque práctico, hecho narración espera
aún al sucesor de aquellos viejos cronistas que supieron
darse temprana cuenta, que había una nacionalidad en gestación,
de aquellos otros, como J uarros, que sintieron que
la nacionalidad estaba gestada y de esos postreros que aún
están por venir para que nos hagan sentir, que llevamos a
nuestras espaldas un pasado vivo que alguien ha de revivir
en historia que a la vez sea crónica amena y poema sentido,
como lo fueron aquellas Siete Partidas del sabio Rey Alfonso
o las graves y épicas del Popol-V;uh, o en fin las
crónicas de Remesal, Fuentes y Juarros donde se esconde
tras el nítido cendal de lo circunstanciado el espíritu mismo
del hombre centroamericano de ayer y de hoy.
Guatemala, 12 de septiembre de .1952.