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LOS NUEVOS ESQUEMAS DE INTEGRACIÓN EN ... - ecsa chile

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<strong>LOS</strong> <strong>NUEVOS</strong> <strong>ESQUEMAS</strong><br />

<strong>DE</strong> <strong>INTEGRACIÓN</strong> <strong>EN</strong> AMERICA LATINA Y EL CARIBE<br />

M. Cristina Silva P. *<br />

Hablar de integración regional en América Latina y el Caribe remite frecuentemente a<br />

juicios negativos y evaluaciones poco auspiciosas. Se trata de una dinámica que<br />

generalmente es analizada con lentes ajenos, y donde se ha instalado el discurso del<br />

escepticismo.<br />

Sin embargo, si nos alejamos de los dogmas de la integración clásica y nos<br />

aproximamos a la perspectiva de los resultados obtenidos, probablemente la opinión<br />

sobre la integración latinoamericana y caribeña sería más positiva. Y esto es posible de<br />

apreciar con más fuerza en las últimas dos décadas, especialmente en la integración del<br />

siglo XXI, donde se han intensificado y fructificado estos procesos, y se han<br />

emprendido búsquedas propias, más alejadas de los parámetros tradicionales replicados<br />

del modelo de integración europeo.<br />

En efecto, la multidimensionalidad emprendida con la corriente neo-regionalista de los<br />

90 y luego la proliferación de mecanismos de principios del siglo XXI –duramente<br />

juzgada, por cierto–, se ha traducido en un momento de impulso en el tratamiento<br />

colectivo de las prioridades regionales y subregionales.<br />

Aún más, el solo reconocimiento y establecimiento de consensos en torno a las<br />

prioridades latinoamericanas y caribeñas, o bien de sus subregiones, constituye ya un<br />

avance sin precedentes en el camino de la construcción de un proyecto regional común.<br />

Por tanto, este artículo propone recrear la mirada sobre la forma que el concepto de<br />

integración regional ha ido tomando en América Latina y el Caribe, centrándose en las<br />

últimas iniciativas, que han ido acompañando e impulsando la nueva y revalorada<br />

posición de América Latina y el Caribe en el escenario internacional.<br />

Constataciones básicas<br />

Un primer y necesario cuestionamiento debe hacerse respecto a la transferencia directa<br />

del modelo de integración europeo en el proceso latinoamericano y caribeño, ejemplo<br />

que frecuentemente se toma como parámetro y justificativo para evaluar fallidamente la<br />

integración latinoamericana y caribeña.<br />

Claramente, cada una de estas regiones inicia sus procesos de integración desde razones<br />

distintas y en contextos diferentes, por lo que difícilmente puede esperarse una<br />

expresión similar de la forma y contenido de la integración. En nuestra región no<br />

tuvimos la motivación forzada de la guerra para buscar indefectiblemente la integración<br />

como garantía de paz. No hemos tenido que aunar sectores estratégicos para evitar<br />

confrontaciones. Tampoco contamos en el último siglo con personalidades que hayan<br />

liderado carismáticamente la decisión de integrarnos.<br />

* Presidenta de la Asociación Chilena de Estudios Europeos y Regionales, ECSA-­‐Chile.


Por tanto, una primera constatación es que la integración no se inocula, no es un bien<br />

exportable, sino un camino propio, que se recorre de acuerdo a intereses y contextos<br />

particulares.<br />

Esta distinción lleva necesariamente a respetar y valorar separadamente tanto los 60<br />

años del proceso europeo como las distintas búsquedas latinoamericanas y caribeñas.<br />

Entendiéndolo así, no resulta razonable descartar el proceso latinoamericano y caribeño<br />

por el hecho de que no se ha seguido el mismo orden europeo, la progresión lógica<br />

desde lo económico hacia lo político.<br />

Tampoco resultaría apropiado medir el valor de la integración latinoamericana y<br />

caribeña a partir de la concurrencia de ciertas condiciones como la cesión de soberanía o<br />

la necesidad de juridicidad o de compromisos vinculantes. Si bien en América Latina y<br />

el Caribe estos requisitos son incipientes o inexistentes, se han establecido otras formas<br />

de avanzar en la coexistencia.<br />

Igualmente, hay que notar que estas condiciones de la integración tampoco están<br />

plenamente desarrolladas o ejercidas en Europa. La integración europea no es<br />

homogénea ni estática. Así, una parte de los temas responden a una autoridad común y<br />

otros siguen siendo atribución de los Estados. Asimismo, los acuerdos se expresan en<br />

distintos instrumentos, que no solo se remiten a imponer obligaciones, sino que en<br />

muchos casos se manifiestan simplemente en recomendaciones. Igualmente, la<br />

juridicidad en la UE ha ido avanzando a través de una serie de reformulaciones de<br />

tratados, dando cuenta de la necesidad de adaptación a nuevas formas de<br />

funcionamiento.<br />

La integración latinoamericana y caribeña claramente ha corrido otros carriles y ha<br />

asumido otras expresiones. Y esto se aprecia hoy con más claridad que a fines del siglo<br />

pasado, donde los nuevos mecanismos nos llevan a ensayar nuevas clasificaciones.<br />

Así, actualmente la integración puede ser caracterizada de acuerdo a sus objetivos más<br />

relevantes, que pueden ser políticos, geoestratégicos, sectoriales, ideológicos u otros.<br />

Ahora, la noción geográfica es trascendida en función de las prioridades de los grupos<br />

de países convocados. Y el pragmatismo y funcionalidad ha llevado, en muchos casos, a<br />

crear organismos que no pueden ser encajados en el concepto puro de integración, en el<br />

sentido que no generan, por ejemplo, instituciones centrales ni delegación de<br />

soberanías, pero son tan fuertes en su accionar que muchas veces arrojan más resultados<br />

que los modelos clásicos.<br />

Por tanto, para efectos del desarrollo de un corpus latinoamericano y caribeño, la<br />

importancia de cada iniciativa debe ser valorada básicamente por sus niveles de<br />

efectividad más que por la replica fiel de un determinado modelo.<br />

Los nuevos enfoques de los años 90<br />

Habiendo establecido las disquisiciones anteriores, revisemos la particular evolución de<br />

la integración latinoamericana y caribeña de los últimos 20 años, donde se aprecia un<br />

cambio de paradigma que determina el surgimiento de nuevos mecanismos de<br />

integración latinoamericanos y caribeños. Esto tiene su punto más alto de expresión en


2011, con la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños,<br />

CELAC, el primer organismo exclusivo y enteramente representativo de los 33 países<br />

de la región. Sin duda, un hecho histórico. Para muchos, una aspiración ambicionada<br />

por más de dos siglos...<br />

Durante los años 90, los organismos tradicionales de la segunda mitad del siglo XX,<br />

como el Pacto Andino, el Mercado Común Centroamericano o la Comunidad del Caribe<br />

emprendieron una profundización de sus procesos, como parte de un «nuevo<br />

regionalismo», que pretendía economías más abiertas y más competitivas, atendiendo al<br />

mismo tiempo la necesidad creciente de avanzar hacia un intercambio de carácter<br />

multidimensional. Esto implicaba proyectarse no solo desde una base económica sino<br />

más bien desde una base amplia, que considerara las realidades específicas y<br />

necesidades de cada subregión, abordando, por ejemplo, los temas políticos, sociales,<br />

jurídicos, culturales, físicos, de defensa, ambientales, energéticos, turísticos u otros.<br />

Por tanto, los temas prioritarios fueron abriéndose espacio consecuentemente, haciendo<br />

saltar las teorías y los órdenes y requisitos preestablecidos en el modelo europeo.<br />

Estas “actualizaciones” llevaron a la refundación del Pacto Andino de 1969 a través de<br />

los protocolos de Trujillo (1996) y de Sucre (1997), que dieron origen a una Comunidad<br />

Andina que responde a los requerimientos de abocarse no solo al comercio de bienes y<br />

servicios sino también a las relaciones externas, a los aspectos sociales, educativos y<br />

culturales de los países andinos.<br />

Igualmente, Centroamérica amplió su Mercado Común Centroamericano (MCCA) de<br />

1960 hacia un nuevo Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), que surge en<br />

1991 con el Protocolo de Tegucigalpa y que persigue el objetivo fundamental de<br />

convertir a Centroamérica en una “región de paz, libertad, democracia y desarrollo”,<br />

para lo cual emprenden un desarrollo integral en lo económico, social, cultural, político<br />

y ecológico, desde la base del respeto a los derechos humanos y con un modelo de<br />

seguridad regional.<br />

Por otra parte, el Caribe ha ido construyendo cada década nuevas geometrías que<br />

coexisten para distintos propósitos. La Comunidad del Caribe (CARICOM) de 1973<br />

pretende la unión política y comercial de sus 15 estados parte. En 1981 surge la<br />

Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO), destinada a la cooperación<br />

técnica y el desarrollo sostenible de sus nueve miembros. En 1992 los países del<br />

CARICOM, restando a Montserrat y agregando a República Dominicana, crean el<br />

CARIFORUM, para negociar con la Unión Europea. Y en 1994 se funda la Asociación<br />

de Estados del Caribe (AEC), con 25 miembros, que se plantea más bien como una zona<br />

de cooperación, de fortalecimiento del intercambio comercial y de preservación de la<br />

“integridad medioambiental del Mar Caribe”.<br />

Además, nuevos mecanismos nacen como expresión de este regionalismo: el Tratado de<br />

Asunción crea en 1991 al Mercado Común del Sur y en 1994 se conforma el Grupo de<br />

los Tres (México, Colombia y Venezuela), hoy desaparecido.<br />

En síntesis, la integración latinoamericana y caribeña de los 90 se encamina hacia un<br />

nivel más profundo, pero no avanza en el orden del modelo europeo, sino que va


tomando elementos de acuerdo a sus diagnósticos y necesidades subregionales<br />

prioritarias.<br />

Sin embargo, es importante reconocer que este desarrollo pragmático de la construcción<br />

latinoamericana y caribeña ha estado siempre influido por el espejo europeo,<br />

configurándose una nueva forma de integración, con parámetros propios pero con<br />

influencia evidente del know how y de la arquitectura institucional europea.<br />

Los mecanismos de integración del siglo XXI<br />

Luego del nuevo enfoque que profundiza la integración latinoamericana y caribeña en<br />

los 90, el año 2000 aparece una nueva tendencia: la emergencia de nuevos mecanismos,<br />

donde el factor de proximidad geográfica no es una condicionante, pues se tiende hacia<br />

objetivos comunes más allá de las relaciones fronterizas, reconociendo afinidades y<br />

objetivos compartidos en un contexto de alianzas.<br />

Se ubican aquí el germen de la UNASUR –surgido en las primeras cumbres<br />

sudamericanas–, la Alianza Bolivariana (ALBA), el Arco y la Alianza del Pacífico y la<br />

CELAC, que obedecen a razones geoestratégicas e ideológicas. Es decir, al menos<br />

cuatro proyectos que coexisten y parecen estar dando respuesta eficiente a los espacios<br />

que los constituyen.<br />

Pero no solo el terreno abonado por los nuevos propósitos de los años 90, sino también<br />

otras razones históricas y geoestratégicas explican el surgimiento de nuevos esquemas<br />

de integración, más atípicos que los anteriores.<br />

Entre otros, se puede reconocer como factor gatillante de esta multiplicación de<br />

geometrías el interés de Brasil, que empieza a mirar a la región como un espacio<br />

funcional a su rol creciente de líder mundial. Para Brasil, los demás países de América<br />

Latina y el Caribe representarían no solo la posibilidad de aliados en los esquemas<br />

multilaterales, sino también un área de crecimiento económico y de exportación de sus<br />

principales modelos, como el energético.<br />

De esta manera, es necesario reconocer que Brasil ha promovido las dos principales<br />

iniciativas de integración surgidas en el siglo XXI: la UNASUR y la CELAC.<br />

UNASUR: un espacio geoestratégico<br />

Brasil fue el convocante a la I Cumbre Sudamericana, que tuvo lugar el año 2000 –en el<br />

contexto de la celebración de los 500 años de su independencia–. Luego de tres cumbres<br />

sudamericanas –Brasilia, Guayaquil y Cusco–, en 2004 fueron rebautizadas como<br />

cumbres de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), hasta llegar al<br />

surgimiento de la Unión de Naciones Suramericanas, suscrita en 2008. Así, el paso de la<br />

“Comunidad” a la Unión”, que en Europa tomó cerca de cuatro décadas, en el caso<br />

sudamericano se concretó abreviadamente, en cuatro años.<br />

Pero más allá de estas peculiaridades, UNASUR se ha constituido en un referente<br />

principal del espacio sudamericano, que trasciende lo geográfico y asume su<br />

característica de geoestratégico. Hablamos aquí de la quinta economía del mundo,<br />

ubicada entre los dos principales océanos, dotada de importantes patrimonios


estratégicos naturales, como un tercio del agua dulce del planeta, ocho millones de km2<br />

de bosques, e hidrocarburos con reservas para 100 años. Es también la principal zona<br />

productora y exportadora mundial de alimentos.<br />

La Comisión Estratégica de Reflexión para la Integración Sudamericana en su informe<br />

del año 2006 identificó los sectores donde se estimaban mayores posibilidades de<br />

cooperación entre países, a saber: infraestructura; energía; complementación industrial y<br />

agrícola; medio ambiente; combate a la pobreza y a la exclusión social; fuentes de<br />

financiamiento para el desarrollo; seguridad; educación, cultura, ciencia y tecnología.<br />

De esta forma, UNASUR ha organizado su institucionalidad básicamente en torno a<br />

estas prioridades, creando nueve Consejos: de Salud; Desarrollo Social; Infraestructura<br />

y Planeamiento; Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación; Drogas;<br />

Defensa; Economía y Finanzas; Energético y; Electoral.<br />

Para apreciar el nivel que han alcanzado los trabajos, basta revisar los últimos avances<br />

de algunos de estos Consejos. Así por ejemplo, en mayo de 2011 el Consejo de Defensa<br />

Sudamericano constituyó su Junta de Defensa, un organismo que velará por el<br />

resguardo territorial de todos los países de Sudamérica. Asimismo, lanzó su Centro de<br />

Estudios Estratégicos de la Defensa (CEED), instancia que se constituye en fuente de<br />

información propia sobre los “activos estratégicos” de Sudamérica, con el fin de<br />

proponer políticas geoestratégicas, básicamente destinadas a la protección de sus<br />

recursos naturales.<br />

Igualmente, en julio de 2011 se instaló en Río de Janeiro el Instituto Suramericano de<br />

Gobierno de Salud (ISAGS), que vendrá a perfeccionar los sistemas de salud de los<br />

países que integran la UNASUR, a través de apoyo técnico, gestión del conocimiento y<br />

formación de funcionarios. Todo esto, en consonancia con las directrices del Consejo de<br />

Salud, que pretende enfrentar de manera colectiva los problemas prioritarios de la<br />

región en este ámbito, como el manejo de pandemias, el acceso universal a<br />

medicamentos, entre otros.<br />

Por otra parte, el Consejo Sudamericano de Infraestructura y Planeamiento<br />

(COSIPLAN) lanzó en noviembre de 2011 su Plan de Acción Estratégica 2012-2020,<br />

con una cartera de 540 proyectos por un valor de 120 mil millones de dólares y 31<br />

proyectos modelo, por 14 mil millones. La hoja de ruta contempla en una primera etapa<br />

inversiones por 96 mil millones de dólares, que vendrán a atender un déficit estructural<br />

sudamericano, cual es la deficiencia en conectividad.<br />

El ALBA y la Alianza del Pacífico: dos visiones diferentes<br />

Dos tipos de “Alianzas” han surgido en América Latina y el Caribe, de características<br />

contrapuesta: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y la Alianza<br />

del Pacífico. Ambas se han demostrado extraordinariamente activas en sus trabajos y<br />

han lanzado iniciativas de alto impacto.<br />

En el año 2004 nace un mecanismo autodefinido como de “integración diferente”: el<br />

ALBA, que surge del eje Cuba-Venezuela. Su nombre inicial era Alternativa<br />

Bolivariana para los Pueblos de nuestra América, recogiendo la terminología histórica<br />

del legado de Simón Bolívar y de José Martí, entre otros próceres independentistas.


El ALBA surgió como una “Alternativa” a la propuesta estadounidense de un Área de<br />

Libre Comercio de las Américas (ALCA), y se convirtió en “Alianza” en 2009,<br />

resignificando el sentido del grupo tras la retirada del proyecto hemisférico. Se declara<br />

como un mecanismo de “cooperación, solidaridad y complementación”, que persigue<br />

una unión política cimentada en afinidades ideológicas contrarias al neoliberalismo.<br />

El ALBA está integrada actualmente por ocho países del Caribe, Centro y Sudamérica –<br />

Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, Antigua<br />

y Barbuda, y Dominica– y se encuentra en proceso de expansión.<br />

El ALBA tuvo una primera etapa especialmente dinámica (2004-2009) donde se<br />

celebraron 15 cumbres a través de las cuales se avanzó en la estructura, objetivos y<br />

ampliación –incorporando nuevos miembros cada año–. En 2009 ocurre la suspensión y<br />

posterior retiro de Honduras y decrece la velocidad de implementación de varios<br />

acuerdos.<br />

No obstante, la XI Cumbre del ALBA, celebrada en Caracas en febrero de 2012,<br />

reimpulsa decididamente la construcción de este bloque, al reanudar su proceso de<br />

ampliación, fortalecer su arquitectura institucional y profundizar sus objetivos<br />

económicos productivos.<br />

Así, a los ocho miembros se suman como “miembros invitados especiales” Santa Lucía<br />

y Surinam, y se ratifica a Haití como “miembro invitado permanente”. Todos estos<br />

status especiales deberían derivar en la adhesión plena, fortaleciendo la presencia del<br />

ALBA en el Caribe.<br />

Es importante notar que, si sumamos a sus miembros plenos aquellos en proceso de<br />

adhesión, los potenciales adherentes (Jamaica), observadores (Paraguay, Uruguay,<br />

Granada, Guyana) y simpatizantes (Argentina), el espacio de influencia ALBA alcanza<br />

ya a 17 países. Esto es, la mitad +1 de los países de América Latina y el Caribe.<br />

Un elemento fundamental en la conformación del ALBA es la participación social. Así,<br />

cuatro Consejos se relacionan directamente con el Consejo presidencial del ALBA –<br />

instancia máxima del grupo–: el político, económico, social y, de manera inédita, un<br />

Consejo de Movimientos Sociales, de carácter consultivo.<br />

El ALBA se basa en la afinidad política de sus miembros, lo cual explica su gran<br />

dinamismo, pero también su vulnerabilidad ante las posibles alternancias en los<br />

gobiernos. Además de su estructura participativa, y reforzando su carácter ideológico, el<br />

ALBA creó recientemente una Coordinadora de Partidos Políticos, para intensificar las<br />

coordinaciones entre los partidos y movimientos políticos del bloque.<br />

En el ámbito económico, el ALBA se propone como un espacio de cooperación “no<br />

mercantilista”, por lo cual se rechazan los Tratados de Libre Comercio y se promueve<br />

un Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP). Asimismo, la creación de un Espacio<br />

Económico ALBA (ECOALBA) sienta las bases de un nuevo “bloque comercial”, que<br />

pone en práctica el TCP, caracterizado por sus objetivos de complementación,<br />

diversificación productiva, desarrollo compartido, entre otros. ECOALBA entrará en


funcionamiento dos años después de la segunda ratificación de sus firmantes, es decir,<br />

probablemente en el primer semestre de 2014.<br />

En este mismo plano, el ALBA ha propuesto, entre otras múltiples iniciativas, el uso de<br />

una moneda de intercambio: el SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional de<br />

Pagos), que ha empezado a extenderse entre sus países miembros. Así por ejemplo, el<br />

Banco Central del Ecuador ha declarado que ya más del 50% de las operaciones<br />

comerciales entre ese país y Venezuela se realizan en este Sistema.<br />

En el otro lado de las iniciativas de inspiración ideológica se ubica la Alianza del<br />

Pacífico, lanzada en abril de 2011 entre cuatro países miembros del Arco del Pacífico.<br />

Este último surge en 2007 por iniciativa peruana y como estrategia para revitalizar a la<br />

Comunidad Andina, tras el retiro de Venezuela en 2006. El Arco es un foro informal de<br />

11 países ribereños del Pacífico, desde México hasta Chile, destinado a promover la<br />

relación comercial con el Asia Pacífico. Sin embargo, sus trabajos se encuentran en<br />

suspenso, no habiéndose sostenido reuniones desde 2010.<br />

La Alianza del Pacífico congrega a Chile, Perú, Colombia y México. Y próximamente<br />

deberá ampliarse al espacio centroamericano, con la incorporación de Panamá y Costa<br />

Rica. Mantiene el carácter y objetivo geoestratégico del Arco, pero se plantea como un<br />

mecanismo político y económico de países con modelos de desarrollo favorables al libre<br />

mercado. A través de esta Alianza se desarrollará una “integración profunda” de bienes,<br />

servicios, capitales y personas. Es también una “integración hacia fuera”, hacia el gran<br />

comercio mundial asiático, y además, un proyecto contrapuesto al ALBA,<br />

complementario a los vigentes y abierto a la adhesión de nuevos países, apuntando<br />

principalmente a los integrantes del Arco del Pacífico.<br />

La Alianza del Pacífico ha concitado gran interés mundial, puesto que constituye el 35%<br />

del PIB de América Latina y moviliza más comercio que el Mercosur. Según datos de la<br />

OMC, la Alianza del Pacífico exportó cerca de 445 mil millones de dólares en 2010,<br />

casi un 60% más que las exportaciones del Mercosur en el mismo año.<br />

Como se señalaba, la Alianza pretende implementar las cuatro libertades de circulación<br />

entre sus miembros. Así por ejemplo, en el ámbito del libre tránsito de personas ha<br />

propuesto la eliminación de visas para inversionistas, que será complementada con un<br />

mecanismo de información policial de personas para combatir la delincuencia<br />

organizada. Igualmente, ha integrado sus mercados financieros a través del Mercado<br />

Integrado Latinoamericano (MILA) que congrega ya a las bolsas de Santiago, Lima y<br />

Bogotá.<br />

Este proyecto ha demostrado un fuerte pragmatismo, pues a pesar de su enfoque<br />

neoliberal, membresías como las de Perú –que tuvo un giro político desde Alan García a<br />

Ollanta Humala– se han mantenido estables. Además, se plantean decididamente a<br />

eliminar todo lo que signifique obstáculos al comercio y a la inversión, como las<br />

burocracias. Igualmente, inauguraron un nuevo formato a nivel mundial, organizando la<br />

primera cumbre virtual en marzo de 2012, hecho positivamente valorado por la prensa y<br />

analistas internacionales, como ejercicio de demostración de la priorización del trabajo<br />

por sobre los protocolos y de ahorro de recursos estatales.<br />

La Alianza del Pacífico deberá suscribir su tratado constitutivo en junio de 2012.


En este sentido, cabe hacer notar que tanto la Alianza del Pacífico como la CELAC<br />

tienen menos de un año de vida –se lanzaron en abril y diciembre de 2011,<br />

respectivamente– por lo que, si bien nacen con la mejor voluntad política de sus<br />

miembros, sus resultados son todavía venturosos.<br />

La CELAC: la nueva voz de América Latina y el Caribe<br />

Finalmente, el gran corolario de la integración del siglo XXI: la CELAC, la flamante<br />

Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, lanzada en Riviera Maya en<br />

febrero de 2010 y oficializada en Caracas el 3 de diciembre de 2011.<br />

La CELAC es un mecanismo de índole política y geoestratégica, que agrupa de manera<br />

pionera exclusivamente a los 33 países de América Latina y el Caribe, tomando el<br />

acervo institucional del Grupo de Río (GR) y los contenidos de la Cumbre de América<br />

Latina y el Caribe para la Integración y el Desarrollo (CALC).<br />

Se trata nuevamente de una iniciativa impulsada por Brasil, al organizar la primera<br />

Cumbre de América Latina y el Caribe para la Integración y el Desarrollo en diciembre<br />

de 2008, y que fuera refrendada por México, presidencia del Grupo de Río 2008-2010.<br />

Cabe señalar que, si bien mantiene un formato similar al del Grupo de Río, no se trata<br />

de una “actualización” de este mecanismo, pues asume características inéditas en la<br />

experiencia de integración latinoamericana y caribeña. Así por ejemplo, parte con una<br />

agenda de trabajo, definida en numerosas reuniones ministeriales donde se fue<br />

consensuando una cantidad de documentos que constituyen la base de un proyecto<br />

común latinoamericano y caribeño, centrado en elementos como la cooperación entre<br />

los mecanismos regionales y subregionales de integración, la coordinación financiera, la<br />

energía, la infraestructura, el desarrollo social, la seguridad alimentaria, el desarrollo<br />

sostenible, los desastres naturales y el cambio climático. Sin duda, son potenciales y<br />

problemáticas que deben ser administrados conjuntamente y que orientarán el trabajo<br />

colectivo en función de la integración y el desarrollo de la región.<br />

A estas prioridades ya definidas se podrán ir agregando otras, que se irán desprendiendo<br />

del propio accionar colectivo. Así por ejemplo, se estima que debería crearse un<br />

Consejo de Cooperación CELAC, para construir una posición común latinoamericana y<br />

caribeña que represente las prioridades de la región en los foros internacionales y ante<br />

cooperantes externos, tema en el que, a diferencia de otras regiones, América Latina y el<br />

Caribe no aparece organizada.<br />

Por otra parte, la CELAC representa de manera plena a los 33 países de América Latina<br />

y el Caribe, en circunstancias que el Grupo de Río en sus 25 años de funcionamiento no<br />

logró incorporar directamente a la totalidad de los países, quedando subrepresentado el<br />

Caribe. Hoy la participación del Caribe es un factor que cambia la tradicional situación<br />

de los países continentales e insulares como dos realidades desconectadas, a pesar de<br />

compartir un mismo espacio geográfico. Esta integración en pie de igualdad del Caribe<br />

en el proyecto latinoamericano y caribeño abre insospechadas posibilidades,<br />

especialmente en la relación entre América Latina y el Caribe anglófono, poco<br />

explorada hasta el momento.


Otra característica de la CELAC es que asume el mandato de interlocución<br />

extrarregional, concitando un renovado interés de regiones y países por establecer<br />

diálogos con la región. Si bien tradicionalmente se sostenían diálogos<br />

institucionalizados con la UE y otros en el marco de Naciones Unidas, ahora se suman<br />

nuevas demandas de interacción con regiones como la Unión Africana o países como<br />

India y China, entre otros.<br />

Por otro lado, esto ha implicado también un replanteamiento de los sistemas nacionales<br />

de representación en el exterior donde, por ejemplo, los países latinoamericanos y<br />

caribeños se organizaban en el ámbito diplomático como Grupo Latinoamérica y el<br />

Caribe (GRULAC), con presidencias rotativas que variaban entre un país y otro. Hoy, la<br />

voz de América Latina y el Caribe radica en el país que asume la Presidencia Pro<br />

Témpore de la CELAC, correspondiéndole a Chile esta función –además de todas las<br />

demás responsabilidades de coordinación de los 33 países– durante 2012, a Cuba en<br />

2013 y a Costa Rica en 2014.<br />

La CELAC no solo establece objetivos comunes, sino también da cuenta de lecciones<br />

aprendidas. Así por ejemplo, no sustituye ni compite con ningún mecanismo anterior,<br />

como se pueda presumir respecto a la OEA o UNASUR. Por el contrario, está llamada a<br />

poner de acuerdo y optimizar el funcionamiento de lo existente.<br />

Asimismo, se establece sin sedes ni burocracias, sino a partir de una estructura liviana,<br />

altamente operativa, con presidencias rotativas y reuniones sectoriales en función de un<br />

Plan de Acción al cual se le da seguimiento anual. Aquí, se prioriza el diálogo<br />

constructivo y el trabajo en torno a una agenda por sobre los mecanismos burocráticos y<br />

la arquitecturas institucionales.<br />

Más allá de todas las expectativas que despierta la CELAC, surge también con una<br />

cantidad de desafíos que se irán despejando en la medida que se vaya consolidando. El<br />

escepticismo que afecta en general a la integración latinoamericana y caribeña afecta<br />

especialmente a esta nueva Comunidad, por sus mismas ambiciones.<br />

Es cierto que muchos proyectos se han entrabado por personalismos y voluntarismos,<br />

duplicación de objetivos de las iniciativas existentes, tendencias refundacionales,<br />

debilidad jurídica o incluso la misma falta de conceptualización teórica de base. En el<br />

caso de la CELAC, por ser un proyecto abarcador, se suman además las dudas por la<br />

convergencia entre visiones contrapuestas –principalmente entre las perspectivas ALBA<br />

y las de países con tendencias neoliberales-, las tensiones bilaterales por litigios<br />

limítrofes, las dialécticas entre países dominantes, las asimetrías, las visiones norte-sur,<br />

entre otras que pueden amenazar los posibles avances en este espacio común.<br />

La propia orgánica de la CELAC es objeto de cuestionamientos, pues surge con<br />

procedimientos flexibles y que pueden juzgarse como débiles o contradictorios.<br />

Técnicamente, la CELAC es un foro, pero con atribuciones y mandatos que<br />

comprometen a la totalidad de sus miembros, aun cuando su implementación es<br />

voluntaria. Sus decisiones se asumen por consenso y no por sistemas de mayorías. No<br />

mantiene un presupuesto. No se ha definido aún un sistema de rotación de las<br />

presidencias pro témpore. Y así podríamos seguir enumerando temas que generan<br />

cuestionamiento pero que, de seguro, irán decantando y tomando su forma definitiva en<br />

la medida que la CELAC se vaya consolidando.


Por ahora, la CELAC parte con una base que le permite funcionar, y es quizás ése el<br />

gran mérito: en una región diversa en cuanto a sus diagnósticos y sus visiones la<br />

CELAC ha logrado construir posiciones y proyectar objetivos comunes.<br />

En cualquier caso, este foro parece responder de manera actualizada a las exigencias de<br />

una región que comienza a ser reconocida por sus patrimonios estratégicos y<br />

potencialidades y que requiere establecer sus posiciones en la arena internacional. Tras<br />

décadas perdidas y retrasos endémicos, pareciera ser que el surgimiento de la CELAC<br />

representa hoy una afirmación natural, lógica y coherente con el contexto actual. Y su<br />

sola existencia es ya una realidad transformadora.<br />

-­‐o0o-­‐<br />

Santiago de Chile, Mayo 2012

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