01.06.2013 Views

PEDRO CRUZ VILLALÓN - Prisa Revistas

PEDRO CRUZ VILLALÓN - Prisa Revistas

PEDRO CRUZ VILLALÓN - Prisa Revistas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Septiembre 2001<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Directores<br />

Septiembre 2001<br />

Javier Pradera / Fernando Savater Precio 900 Pta. 5,41 € N.º115<br />

JAVIER TUSELL<br />

Por una historia revisionista de la transición<br />

A. BRYCE ECHENIQUE<br />

Diálogo sobre el humor<br />

Con JULIO VILLANUEVA CHANG<br />

EDWARD SAID<br />

La provocación, la dignidad<br />

y la regla del dogma<br />

<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong><br />

<strong>VILLALÓN</strong><br />

Constitución y reforma<br />

J. M. GUELBENZU<br />

¿Otro camino<br />

para la novela?<br />

RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />

Bonapartismo mediático y democracia defectiva


DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Dirección<br />

JAVIER PRADERA<br />

FERNANDO SAVATER<br />

Edita<br />

PROMOTORA GENERAL<br />

DE REVISTAS, SA<br />

Director general<br />

IGNACIO QUINTANA<br />

Coordinación editorial<br />

NURIA CLAVER<br />

Maquetación<br />

ANTONIO OTIÑANO, INMA GARCÍA<br />

Ilustraciones<br />

PABLO ALEXANCO-PUNCEL, PAÚ (Madrid,<br />

1970), es titulado en fotografía profesional.<br />

Su obra ha evolucionado desde el<br />

pop tradicional, de colores planos y trazos<br />

limpios, hasta el pop transformalista,<br />

en el que el original es sometido a un<br />

proceso de transgresión para desaparecer<br />

y convertirse en una imagen distinta.<br />

Utiliza herramientas tradicionales tanto en<br />

la pintura como en la fotografía, combinándolas<br />

con tecnologías digitales.<br />

Caricaturas<br />

LOREDANO<br />

Correo electrónico: claves@progresa.es<br />

Internet: www.progresa.es/claves<br />

Correspondencia: PROGRESA.<br />

FUENCARRAL, 6; 2ª PLANTA. 28004 MADRID.<br />

TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />

Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />

28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />

Impresión: MATEU CROMO.<br />

ISSN: 1130-3689<br />

Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />

Esta revista es miembro de<br />

ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

Culturales Españolas)<br />

Esta revista es miembro<br />

de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

de Información<br />

Bryce Echenique<br />

Para petición de suscripciones<br />

y números atrasados dirigirse a:<br />

Progresa. Fuencarral, 6; 4ª planta. 28004<br />

Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />

S U M A R I O<br />

NÚMERO 115 SEPTIEMBRE 2001<br />

<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong> <strong>VILLALÓN</strong> 4 CONSTITUCIÓN Y REFORMA<br />

LA PROVOCACIÓN, LA DIGNIDAD<br />

EDWARD SAID 8 Y LA REGLA DEL DOGMA<br />

POR UNA HISTORIA REVISIONISTA<br />

JAVIER TUSELL 11 DE LA TRANSICIÓN<br />

FERNANDO BRONCANO 22 ¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />

BONAPARTISMO MEDIÁTICO<br />

RAMÓN VARGAS-MACHUCA 29 Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />

FELIPE CRIADO BOADO 36 LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />

Diálogo Alfredo Bryce Echenique<br />

Julio Villanueva Chang 44 El humor en el siglo XX<br />

Ensayo<br />

Fidel Sendagorta 49 Islamismo y modernización<br />

Semblanza<br />

Eugenio Gallego 53 Dichos y hechos de Francesc Pujols<br />

Narrativa<br />

José María Guelbenzu 60 ¿Otro camino para la novela?<br />

Historia<br />

Gabriel Jackson 66 La guerra civil española<br />

Ciencia Política<br />

Vicenç Navarro 70 ¿Franquismo o fascismo?<br />

Medios de comunicación<br />

F. Ortega y M. L. Humanes 78 Periodistas: una profesión sin límites


CONSTITUCIÓN Y REFORMA<br />

Una particular dolencia parece aquejar<br />

a nuestra Constitución territorial<br />

desde su primer día de vigencia,<br />

una especie de inmunodeficiencia a críticas<br />

diversas frente a las que responde mal,<br />

mal desde luego en comparación con sus<br />

logros, que no son pocos. Pues, a diferencia<br />

del resto de la Constitución que, en<br />

buena medida y de forma semejante a la<br />

ideal volonté générale, “es todo lo que debe<br />

ser por el solo hecho de ser” en esta aldea<br />

constitucional en la que por fortuna nos<br />

ha tocado vivir, la estructura territorial<br />

del poder político, en según qué casos,<br />

puede convertirse en una fuente inagotable<br />

de singularidad, que sin embargo debe<br />

ser capaz de dar razón de sí misma. Y<br />

es que la sustitución de la ideal voluntad<br />

general única y abstracta por una pluralidad<br />

de voluntades generales concretas,<br />

por continuar con la imagen, necesita ser<br />

argumentada y razonada. Quizá sea esta<br />

tarea de argumentación y explicación la<br />

que ha venido fallando, como consecuencia<br />

de un desequilibrio entre los análisis<br />

de conjunto y los de detalle en favor de<br />

los segundos. Aunque sólo fuera por esto,<br />

puede merecer la pena revisar las cuestiones<br />

básicas.<br />

Una Constitución “en progreso”<br />

Desde hace ya bastantes años, el Título<br />

Octavo de la Constitución, como decimos<br />

simplificadamente para referirnos a<br />

sus diversas prescripciones relativas a la<br />

estructura territorial del Estado, presenta<br />

el aspecto de un anacronismo, al tratarse<br />

de normas que en ocasiones contemplan<br />

procesos hace tiempo consumados, que<br />

como tales hoy ya no dicen nada, o que lo<br />

que dicen ha dejado de ser correcto. Baste<br />

al efecto recordar cómo el primero de sus<br />

artículos comienza todavía diciendo: “El<br />

Estado se organiza territorialmente en<br />

municipios, en provincias y en las Comunidades<br />

Autónomas que se constituyan”. El<br />

<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong> <strong>VILLALÓN</strong><br />

precepto, dicho sea incidentalmente, era<br />

sin duda coherente en 1978, dado que la<br />

Constitución, por ella misma, no constituía<br />

a las Comunidades Autónomas: ese<br />

trabajo de constitución, con minúscula,<br />

quedaba implícitamente para un segundo<br />

momento. Aun así, la fórmula sólo podría<br />

conservar sentido si la Constitución permitiera<br />

tanto constituir como, ulteriormente,<br />

desconstituir a dichas Comunidades<br />

Autónomas; sabemos, sin embargo,<br />

que ello, a diferencia de lo que venía previsto<br />

en la de 1931 para las regiones autónomas,<br />

no es así: la Constitución no prevé<br />

esa desconstitución. Con independencia,<br />

por tanto, de lo que ahí se diga, la<br />

realidad es que nuestro Estado “se organiza”<br />

hoy también en Comunidades Autónomas.<br />

El contraste del Estado de las Autonomías<br />

con el texto de la Constitución,<br />

en este y otros preceptos complementarios,<br />

justificaría el anterior calificativo.<br />

Primera consecuencia de este estado<br />

de cosas es que esta Constitución “inalterada”<br />

de 1978 nos remite permanentemente<br />

a nuestros orígenes, quiero decir,<br />

los de hace un cuarto de siglo. Es, en este<br />

sentido, una Constitución que rige nuestro<br />

presente, pero no desde sí misma, al<br />

menos no inmediatamente, sino desde<br />

decisiones “posconstitucionales”, posibilitadas<br />

desde luego por la Constitución,<br />

aunque en modo alguno impuestas por<br />

ella. Y aun a riesgo de incurrir en una argumentación<br />

circular, cabe decir que la<br />

perseverancia en este mismo tipo de reflexión,<br />

iniciado hace ya más de veinte años,<br />

vendría a corroborar la tesis. Es, en otras<br />

palabras, un tipo de Constitución que<br />

nos confronta continuadamente con unas<br />

decisiones políticas básicas que, al no ser<br />

las estrictamente constituyentes, no logran<br />

situarse en la zona privilegiada de<br />

consenso que de otro modo les correspondería.<br />

Estaríamos, en fin, ante una<br />

Constitución que nos dice, no tanto có-<br />

mo debemos ser, sino cómo, en una determinada<br />

coyuntura histórica, hemos decidido<br />

ser lo que somos.<br />

Segunda consecuencia de esta Constitución<br />

rectora de un proceso de estructuración<br />

territorial que sin embargo permanece<br />

inalterada es que la comprensión de<br />

la misma como una Constitución anacrónica<br />

no sea la única posible; por el contrario,<br />

cabe igualmente considerar que el<br />

texto de 1978 nos constituye en forma estructuralmente<br />

dinámica en lo que a<br />

nuestra dimensión territorial se refiere. La<br />

Constitución, en efecto, no sólo no marca<br />

momento final alguno a este proceso, sino<br />

que éste es más bien la suma y resultado<br />

de procesos autonómicos plurales, con<br />

ritmos e intensidades diversas, susceptibles<br />

de apoyarse en normas de potencialidad<br />

imprecisa, un proceso por tanto en el<br />

que el que se ha llamado principio dispositivo<br />

carece de fecha de caducidad. En<br />

un segundo entendimiento, por tanto, el<br />

conocido como proceso autonómico no<br />

sería algo que necesariamente caracterice<br />

a una primera y única fase de vigencia de<br />

la Constitución, sino que ésta lo incorpora<br />

como uno de sus elementos estructurales,<br />

asumiendo el carácter de work in progress.<br />

El Título Octavo se presta tanto a una<br />

como a otra de las comprensiones expuestas,<br />

la coyuntural y la estructural, sobre todo<br />

teniendo en cuenta que éstas no se<br />

configuran como mutuamente excluyentes.<br />

Junto a preceptos entera y relativamente<br />

pronto periclitados, otros mantienen<br />

toda su potencialidad. De una parte,<br />

hay, por tanto, preceptos que, en su día,<br />

no tuvieron nada de anacrónicos: tuvieron<br />

plena actualidad y vigencia, rigiendo, nada<br />

menos, el proceso de descentralización<br />

política, en unos términos, además, que<br />

sólo la Constitución podía hacer. Son preceptos<br />

materialmente transitorios. Actualmente<br />

se encuentran “desactivados”, al<br />

4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


igual que otras disposiciones formalmente<br />

transitorias, apareciendo hoy como el andamiaje<br />

del proceso autonómico, que no<br />

hubiera sido posteriormente retirado. Aun<br />

así, todo esto no equivale a inocuidad, a<br />

pura irrelevancia. De otra parte, sin embargo,<br />

una serie de preceptos constitucionales,<br />

tales como los artículos 148.2 1 , el<br />

150.2 2 o la Disposición Adicional 1ª 3 , hacen<br />

pensar en el proceso autonómico como<br />

un elemento estructural, y no coyuntural,<br />

de la misma. No hay, por ejemplo,<br />

término final a las oportunidades de progresiva<br />

equiparación de unas Comunidades<br />

Autónomas a otras en su acervo com-<br />

1 Art. 148.2 CE: Transcurridos cinco años, y<br />

mediante la reforma de sus Estatutos, las Comunidades<br />

Autónomas podrán ampliar sucesivamente sus<br />

competencias dentro del marco establecido en su artículo<br />

149.<br />

2 Art. 150.2 CE: El Estado podrá transferir o delegar<br />

en las Comunidades Autónomas, mediante ley<br />

orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad<br />

estatal que por su propia naturaleza sean<br />

susceptibles de transferencia o delegación. La ley preverá<br />

en cada caso la correspondiente transferencia de<br />

medios financieros, así como las formas de control<br />

que se reserve el Estado.<br />

3 D. A. 1 a : La Constitución ampara y respeta los<br />

derechos históricos de los territorios forales. La actualización<br />

general de dicho régimen foral se llevará a cabo,<br />

en su caso, en el marco de la Constitución y de los<br />

Estatutos de Autonomía.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

petencial respectivo, o a las de “actualización”<br />

a la que la Disposición Adicional 1ª<br />

se refiere. Estas y otras normas justifican la<br />

imagen de una Constitución permanente,<br />

e incluso estructuralmente, en progreso.<br />

En todo este conjunto, la pregonada<br />

“asimetría”, es decir, la diferente posición<br />

de las distintas comunidades autónomas<br />

en lo que a su fondo de poder se refiere, se<br />

configura, ante todo y cuando menos, como<br />

un inevitable punto de partida en un<br />

Estado de los caracteres del nuestro: no a<br />

otra cosa apuntaría la expresión Estado de<br />

“las Autonomías”. Ahora bien, más allá<br />

de ese momento inicial, el horizonte de esta<br />

geometría nuestra se revela impreciso. Así,<br />

algunos datos normativos permitirían afirmar<br />

que la “simetría” es vista por el constituyente<br />

como un posible punto de llegada,<br />

tan legítimo como otros. El artículo<br />

segundo, por contra, como algunos otros,<br />

abonarían otras conclusiones 4 . De nuevo<br />

aquí se mezclan elementos de coyuntura y<br />

de estructura, nunca perfectamente des-<br />

4 Art. 2 o CE: La Constitución se fundamenta en<br />

la indisoluble unidad de la nación española, patria común<br />

e indivisible de todos los españoles, y reconoce y<br />

garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades<br />

y regiones que la integran y la solidaridad entre<br />

todas ellas.<br />

lindados. En todo caso, es claro que la actual<br />

y concreta “asimetría” es más expresión<br />

de una dinámica dispositiva que no el<br />

producto de un diseño consciente.<br />

En suma, la nuestra sería hoy una<br />

Constitución accidental en el sentido de<br />

que es el resultado final de un proceso no<br />

programado ab initio en el que han intervenido<br />

muchas y diversas manos. Accidental<br />

ha sido el número diecisiete de<br />

nuestras Comunidades Autónomas, como<br />

accidental se está revelando el número respectivo<br />

de nuestras nacionalidades y regiones,<br />

por poner un ejemplo. Claro que cabría<br />

también preguntarse si el Estado de<br />

las Autonomías era “constitucionalizable”<br />

en el sentido que aquí alternativamente se<br />

apunta, es decir, si no era consustancial al<br />

modelo el esquema de nuestro Título Octavo.<br />

Después de todo, la reincidencia en<br />

la estrategia territorial de 1931 debe ser<br />

expresiva de algo más profundo, de que<br />

ése era el modo inevitable de empezar a<br />

hacer las cosas. A partir de un cierto tiempo,<br />

sin embargo, acaso cabría sacar provecho<br />

del camino recorrido a fin de superar<br />

la foto fija del setenta y ocho.<br />

La “Constitución compuesta”<br />

En todo este tiempo nos hemos venido<br />

sirviendo de la que podríamos denominar<br />

5


CONSTITUCIÓN Y REFORMA<br />

categoría de la “Constitución compuesta”,<br />

como forma de subvenir a las carencias<br />

de una Constitución en progreso. Con<br />

arreglo a la misma, nuestra peculiaridad<br />

estribaría en que funcionamos con un<br />

complejo o compositum de normas formal<br />

y, complementariamente, quasi o iuxta<br />

constitucionales, de las que resultaría la<br />

Constitución territorial de nuestro Estado,<br />

en su dimensión estática. La expresión<br />

más usual a lo largo de estos años para<br />

referirnos a dicho complejo ha sido la<br />

de “bloque de la constitucionalidad”, sobre<br />

la que Francisco Rubio Llorente proyectó<br />

su reflexión en el trabajo con el que<br />

se abrían los Estudios en homenaje a<br />

Eduardo García de Enterría.<br />

El agregado de la Constitución y de<br />

cada uno de los Estatutos de Autonomía,<br />

más determinadas normas a las que remite<br />

inmediatamente aquélla, nos daría el canon<br />

o parámetro a partir del cual resolver<br />

con arreglo a derecho los conflictos territoriales<br />

y, con ello, nuestra Constitución en<br />

el sentido operativamente jurídico de la<br />

palabra. Aquí hemos podido encontrar<br />

también alguna de las claves de la fórmula<br />

“ordenamiento constitucional” contenida<br />

en el artículo 8º de la Constitución Española<br />

5 . En definitiva, se trataría con estas<br />

expresiones de abordar la Constitución territorial<br />

como si los elementos dinámicos<br />

no existieran, o al menos haciendo abstracción<br />

de los mismos, y como si los elementos<br />

estáticos se situaran todos, en principio,<br />

en el mismo nivel constitucional.<br />

La idea de Constitución compuesta ha<br />

posibilitado en todo caso un ejercicio normalizado<br />

de la jurisdicción constitucional<br />

en materia territorial, cual si aquélla no<br />

fuera diferente a otras que disponen una<br />

articulación semejante del Estado. Ello ha<br />

requerido, desde luego, un considerable<br />

grado de especialización, hasta hacer de<br />

este capítulo de nuestra jurisdicción constitucional<br />

el de comprensión acaso más<br />

dificultosa. Con todo, lo importante a<br />

destacar es que este aparato conceptual ha<br />

proporcionado la base desde la que abordar<br />

la llamada “construcción jurisprudencial<br />

del Estado de las Autonomías”, es decir,<br />

la doctrina constitucional como elemento<br />

constituyente del Estado.<br />

5 Art. 8 o CE: 1. Las Fuerzas Armadas, constituidas<br />

por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército<br />

del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía<br />

e independencia de España, defender su integridad<br />

territorial y el ordenamiento constitucional. 2. Una<br />

ley orgánica regulará las bases de la organización militar<br />

conforme a los principios de la presente Constitución.<br />

Con independencia de lo anterior, la<br />

Constitución compuesta no alcanza a eliminar<br />

los problemas derivados de una Constitución<br />

en progreso, suponiendo que tal intención<br />

hubiera existido. A este respecto<br />

cabe hablar de tres órdenes de deficiencias.<br />

En primer lugar, es claro que la Constitución<br />

formal mantiene todas sus indeterminaciones<br />

e indefiniciones; en particular, la<br />

Constitución compuesta no ha podido suplir<br />

la ausencia de una proclamación solemne<br />

de la categoría en la que nuestro Estado<br />

se inserta, desde un punto de vista territorial.<br />

En segundo lugar, como es claro,<br />

no ha podido eliminar la realidad subyacente<br />

de una Constitución con capacidad<br />

de evolución, si no de mutación. En tercer<br />

lugar, y sobre todo, como tal Constitución<br />

compuesta se ha revelado de una complejidad<br />

casi exasperante.<br />

El solo hecho, en efecto, de que tengamos<br />

que hablar no de uno, sino más<br />

propiamente de 17 bloques de la constitucionalidad,<br />

uno distinto para la resolución<br />

de los conflictos en cada uno de los<br />

territorios, da ya una primera idea de la<br />

referida complejidad. Así, lo que para<br />

unos territorios se configura como competencia<br />

exclusiva, para otros se configura<br />

como competencia de desarrollo legislativo,<br />

debiendo la competencia estatal zigzaguear<br />

consecuentemente. La cuestión,<br />

por tanto, es la de cuánta complejidad es<br />

capaz de soportar una Constitución en<br />

términos de eficacia.<br />

En resumen, la categoría del “bloque<br />

de la constitucionalidad”, si bien ha permitido<br />

operar como si dispusiéramos de<br />

una norma rectora de nuestra estructura<br />

territorial, no ha podido subvenir a una<br />

serie de carencias marcadas por la indefinición<br />

formal, la transitoriedad y el barroquismo<br />

innecesario. Supuesto, pues,<br />

que dispongamos de una norma por medio<br />

de la cual resolver los conflictos territoriales,<br />

como efectivamente así sucede, la<br />

cuestión es si debemos, o aun podemos,<br />

contentarnos con lo que tenemos o si,<br />

por el contrario, se hace preciso, en el actual<br />

estadio de madurez constitucional,<br />

aspirar a algo más. Parece claro, por todo<br />

lo que antecede, que esta segunda opción<br />

debe ser la preferida.<br />

Prospección y reforma<br />

de la Constitución<br />

Convendría antes que nada observar cómo<br />

ya nadie se queda en la mera lectura<br />

del texto de la Constitución; por el contrario,<br />

leemos cada uno de los preceptos<br />

del Título Octavo con su propia y respectiva<br />

carga de significado, resultado de<br />

aportes muy diversos. Creemos así saber<br />

tantas cosas sobre el mismo que empieza<br />

a plantearse ya alguna tarea de restauración<br />

del texto original, quiero decir, algún<br />

esfuerzo de enfrentarse de nuevo con las<br />

pocas y humildes palabras de la Constitución,<br />

como paso previo a cualquier propuesta<br />

de alteración de la misma. Dicho<br />

esto, es evidente que el objetivo en el inmediato<br />

futuro debiera ser la superación<br />

de la Constitución accidental, en la medida<br />

en que el adjetivo le cuadre.<br />

Superar la idea de Constitución accidental<br />

implica la incorporación a su texto,<br />

6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


antes o después, de los rasgos definitorios<br />

básicos de nuestro Estado, se entiende en<br />

términos estáticos. Ello supone el abandono<br />

de principio de los elementos de<br />

Constitución en progreso todavía presentes,<br />

tanto los más coyunturales, lo que no<br />

ofrece dificultad, como los más estructurales,<br />

lo que requiere una mayor carga de<br />

voluntad política. Y supone también<br />

cuanto menos debilitar los rasgos de<br />

nuestra Constitución como Constitución<br />

compuesta; dicho sencillamente, en la respectiva<br />

posición estratégica de Constitución<br />

y Estatutos de Autonomía habría<br />

que rebajar la posición de estos últimos,<br />

en el conjunto, en beneficio de la norma<br />

constitucional stricto sensu, lo que tendría<br />

consecuencias para el artículo 149.3 6 .<br />

Parece en todo caso claro que estamos<br />

hablando de reforma de la Constitución.<br />

Ello es cierto, pero no únicamente. De<br />

forma previa a la reforma se plantea una<br />

tarea de prospección constitucional, es decir,<br />

de indagación y de debate, de caracteres<br />

a la vez públicos y técnicos, que permitan<br />

una posterior reforma constitucional<br />

con las imprescindibles dosis de<br />

seguridad y de consenso. Pero puesto que<br />

en el horizonte se sitúa indudablemente<br />

la reforma, conviene detenerse ya mínimamente<br />

en ella.<br />

Si en 1978 hubiéramos incluido una<br />

cláusula de prohibición de la reforma<br />

de la Constitución en un plazo inicial de<br />

veinte años, no lo hubiéramos hecho mejor.<br />

Quiero decir, posiblemente no hubiéramos<br />

alcanzado tan pacíficamente el<br />

mismo objetivo práctico sin necesidad de<br />

norma alguna que lo impusiera. Por otra<br />

parte, es un hecho notable que nuestra<br />

larga historia constitucional abunde más<br />

en momentos constituyentes que no en<br />

momentos de reforma constitucional, o<br />

simplemente en normas revisoras de la<br />

Constitución, hasta el punto de ser muy<br />

excepcionales las modificaciones regulares<br />

de constituciones respectivamente vigentes.<br />

Habría lugar, pues, a constatar en<br />

nuestra tradición constitucional una perceptible<br />

dificultad para “situarnos” en la<br />

tesitura de la reforma, como si, a efectos<br />

6 Art. 149.3 CE: Las materias no atribuidas expresamente<br />

al Estado por esta Constitución podrán<br />

corresponder a las Comunidades Autónomas, en virtud<br />

de sus respectivos Estatutos. La competencia sobre<br />

las materias que no se hayan asumido por los Estatutos<br />

de Autonomía corresponderá al Estado, cuyas<br />

normas prevalecerán, en caso de conflicto, sobre las de<br />

las Comunidades Autónomas en todo lo que no esté<br />

atribuido a la exclusiva competencia de éstas. El derecho<br />

estatal será, en todo caso, supletorio del derecho<br />

de las Comunidades Autónomas.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

prácticos, entre el constituyente y el legislador<br />

sólo existiera el desierto.<br />

Frente a tales síntomas estaría indicada<br />

una actitud menos negativa ante el poder<br />

y la función de reforma de la Constitución.<br />

En esta línea habría que recordar<br />

que defender la Constitución supone reivindicar<br />

sus posibilidades de reforma y<br />

que sólo la Constitución reformable puede<br />

afirmarse como Constitución legítima;<br />

en otras palabras, que el discurso de la<br />

constitucionalidad es un discurso potencialmente<br />

reformista. En la dialéctica, por<br />

tanto, defensa de la Constitución/reforma<br />

de la Constitución debe subrayarse cómo<br />

la defensa ha de incorporar la reforma, al<br />

igual que la reforma ha de incorporar<br />

la defensa; o de otra manera, la defensa de la<br />

Constitución debe interiorizar la idea de su<br />

reforma, del mismo modo que la idea<br />

de reforma debe interiorizar la de defensa de<br />

la Constitución.<br />

Más allá de todo lo anterior, hay que<br />

ser conscientes de que los momentos<br />

constituyentes tienen, por definición, algo<br />

de irreversible o, al menos, de irrecuperable:<br />

lo que entonces no se hizo, nunca<br />

podrá ser hecho, aunque sólo sea porque<br />

nunca podrá ser hecho de la misma<br />

manera. Y ello es sin duda positivo. Pero<br />

así como los momentos de reforma no<br />

pueden suplantar por entero a los momentos<br />

constituyentes, tampoco éstos<br />

pueden desterrar por entero a aquéllos.<br />

Este tipo de consideraciones se impone<br />

también por cuanto la renuncia a la<br />

Constitución en progreso, con toda su carga<br />

de flexibilidad, haría inevitable una<br />

mayor presencia de supuestos de reforma<br />

de la Constitución; es evidente que cuanto<br />

más definida y precisa sea la Constitución<br />

territorial más frecuentes serán los supuestos<br />

en los que se plantee su reforma. Una<br />

ventaja desde luego ha tenido la Constitución<br />

compuesta, y es que nos ha permitido<br />

prescindir prácticamente de la categoría<br />

normativa de la reforma constitucional.<br />

Por el contrario, la Constitución acabada<br />

nos hubiera abocado casi indefectiblemente<br />

a una pluralidad de reformas constitucionales,<br />

posiblemente prematuras. En este<br />

sentido, los modelos alemán y español<br />

se confrontan nítidamente. Pero, más allá<br />

de la opción entre uno u otro, se trataría de<br />

encontrar soluciones intermedias.<br />

7 Art. 95 CE: 1. La celebración de un tratado internacional<br />

que contenga estipulaciones contrarias a la<br />

Constitución exigirá la previa revisión constitucional.<br />

2. El Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede requerir<br />

al Tribunal Constitucional para que declare si<br />

existe o no esa contradicción.<br />

<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong> <strong>VILLALÓN</strong><br />

Por otra parte, conviene advertir también<br />

aquí cómo la Constitución inmutada<br />

ha situado al Tribunal Constitucional<br />

en una posición innecesariamente fuerte.<br />

Al no ser en caso alguno la reforma de la<br />

Constitución una alternativa práctica a<br />

la declaración de inconstitucionalidad,<br />

con la matización del artículo 95 7 , tienden<br />

a confundirse los componentes coyunturales<br />

y estructurales presentes en todo texto<br />

constitucional. Esto vale también, o en<br />

particular, para la organización territorial.<br />

En nuestro caso, una reforma constitucional<br />

de cierta relevancia hace inexcusable<br />

una tarea previa de prospección con<br />

los caracteres indicados. Por poner algunos<br />

ejemplos suficientemente expresivos,<br />

es preciso cuestionar en el artículo 2º la<br />

configuración indefinida de la autonomía<br />

esencialmente como un derecho, con desplazamiento<br />

de su contenido estructural;<br />

y en la Disposición Adicional la referencia,<br />

también indefinida, a la “actualización”.<br />

Es preciso cuestionar la arquitectura<br />

de un precepto estratégico como es el<br />

artículo 149.3 CE, en sus tres apartados.<br />

Sobre la estructura del Senado no es necesario<br />

añadir nada a todo lo que se viene<br />

diciendo. Etcétera. El reto fundamental,<br />

sin embargo, va a ser el de la articulación<br />

de la asimetría, más allá de lo afortunado<br />

del término; de no ser por ella, es probable<br />

que toda esta reflexión estuviera ya de<br />

sobra.<br />

El que esta tarea haya venido realizándose<br />

de modo más o menos disperso no<br />

supone que la tarea se encuentre hecha. La<br />

prospección constitucional exigida requiere<br />

desenvolverse con caracteres más estructurados<br />

y sistemáticos que los que ha tenido<br />

hasta el presente. Habría que tratar de<br />

ir prefigurando la Constitución, en lo que<br />

llamaría la Constitución prospectiva, de tal<br />

modo que, en un determinado momento,<br />

su legitimidad, diríamos, facilitase su<br />

alumbramiento. n<br />

[El presente texto parte de una intervención oral con<br />

ocasión de la inauguración de las Séptimas Jornadas<br />

de Letrados de Parlamentos Autonómicos, celebradas<br />

en Toledo los días 20, 21 y 22 de septiembre de<br />

2000, y, con ligeras variantes, formará parte del libro<br />

homenaje a Francisco Rubio Llorente].<br />

Pedro Cruz Villalón es catedrático de Derecho Constitucional.<br />

7


LA PROVOCACIÓN, LA DIGNIDAD<br />

Y LA REGLA DEL DOGMA<br />

Durante el debate que siguió a una<br />

conferencia que di en Oxford hace<br />

tres años y medio, me dejó sorprendido<br />

la pregunta de una joven, de la que<br />

más tarde supe que era una palestina que<br />

preparaba su doctorado en la universidad.<br />

Yo había estado hablando de los acontecimientos<br />

de 1948, y de lo necesario que,<br />

como árabes, me parecía no sólo comprender<br />

la conexión entre nuestra historia<br />

y la de Israel, sino también estudiar esta<br />

otra historia como algo que nos concernía,<br />

en lugar de evitarla o de fingir que no<br />

existía, como había sido el caso durante<br />

mucho tiempo. La pregunta de la joven<br />

estaba destinada a plantear dudas acerca de<br />

mis puntos de vista sobre la necesidad<br />

de estudiar y aprender acerca de Israel.<br />

“¿No sería una forma de concesión prestar<br />

esa atención a Israel?”, dijo. Me estaba<br />

preguntando si una “no normalización”<br />

ignorante no sería el modo mejor de tratar<br />

a un Estado que durante años había<br />

convertido en un objetivo de su política<br />

negar y entorpecer la autodeterminación<br />

de Palestina, por no mencionar que fue el<br />

que desposeyó a los palestinos en primer<br />

lugar.<br />

Debo confesar que no se me había<br />

ocurrido pensar eso ni siquiera durante<br />

los largos años en los que en el mundo<br />

árabe no se podía pensar en Israel, hasta<br />

el punto de tener que utilizar eufemismos<br />

como “la entidad sionista” para referirse a<br />

él. Al fin y al cabo, me encontré preguntando<br />

a mi vez, dos importantes países<br />

árabes habían hecho formalmente las paces<br />

con Israel, la Organización para la Liberación<br />

de Palestina (OLP) lo había reconocido<br />

y estaba involucrada en un proceso<br />

de paz, y algunos otros países árabes<br />

mantenían tratos y relaciones comerciales<br />

con él. Los intelectuales árabes habían<br />

convertido en una cuestión de honor no tener<br />

ningún tipo de trato con Israel, no pisar<br />

su suelo, no reunirse con israelíes,<br />

EDWARD SAID<br />

etcétera, pero incluso ellos habían guardado<br />

silencio, por ejemplo, cuando Egipto<br />

firmó importantes tratados para vender<br />

gas natural a Israel y cuando mantuvo relaciones<br />

diplomáticas con el Estado judío<br />

durante frecuentes periodos de represión<br />

israelí contra los palestinos. ¿Cómo puede<br />

uno negarse a analizar y aprender todo lo<br />

posible acerca de un país cuya presencia<br />

en medio de nosotros durante más de<br />

cincuenta años ha tenido tanta influencia<br />

y ha forjado las vidas de todos los hombres,<br />

mujeres y niños árabes?<br />

Para aquella joven, pues, lo contrario<br />

de admitir sería desafiar, el acto en sí de<br />

provocar, resistir y negarse a doblegarse<br />

ante la voluntad de un poder que uno<br />

percibe como injusto y no razonable. Esto<br />

es lo que yo entendí que ella sugería<br />

que debíamos hacer con Israel, y no lo<br />

que yo trataba de proponer; es decir, un<br />

compromiso creativo con una cultura y<br />

una sociedad que en todos los niveles significativos<br />

había seguido y (como muestra<br />

la actual brutalidad israelí contra la<br />

Intifada de el Aqsa) todavía sigue una política<br />

de deshumanización deliberada hacia<br />

los árabes en general y los palestinos<br />

en particular. En esto, el egregio Ariel<br />

Sharon apenas se distingue de Barak, Rabin<br />

y Ben-Gurion (si dejamos a un lado<br />

el feroz racismo de muchos de los aliados<br />

de Sharon, como Scharansky, Liberman y<br />

el rabino Ovadia Yousef). Yo proponía<br />

no sólo comprenderlos a ellos, sino también<br />

comprendernos a nosotros mismos,<br />

puesto que nuestra historia estaba incompleta<br />

si no se tenía en cuenta a Israel,<br />

lo que representaba en nuestras vidas, cómo<br />

había hecho lo que hizo, y así sucesivamente.<br />

Además, como educador sigo<br />

creyendo que el conocimiento, cualquier<br />

clase de conocimiento, es mejor que la<br />

ignorancia. En una palabra, desde el<br />

punto de vista intelectual, no hay ninguna<br />

justificación racional para llevar a ca-<br />

bo una política de ignorancia o para utilizar<br />

la ignorancia como arma en una batalla.<br />

La ignorancia es ignorancia, ni más<br />

ni menos. Siempre y en todos los casos.<br />

Me quedé confuso, insatisfecho con<br />

mi respuesta vacilante y desconcertado<br />

por una pregunta que he llevado conmigo<br />

hasta el presente. Y de nuevo ha vuelto a<br />

aparecer inesperadamente para provocarme.<br />

Permítanme que les explique. Hace<br />

poco, la prensa de Nueva York reveló que<br />

Hillary Clinton había sido obligada por<br />

las leyes federales a devolver unas joyas<br />

que le había regalado Yasir Arafat valoradas<br />

en 1.250.000 pesetas y, según la misma<br />

fuente oficial de la Administración estadounidense,<br />

Madeleine Albright, secretaria<br />

de Estado durante la segunda<br />

presidencia de Clinton, había recibido joyas<br />

por valor de tres millones de pesetas<br />

del mismo generoso donante. De pronto<br />

se pudo visualizar la relación entre las actitudes<br />

privadas y las públicas en el mundo<br />

árabe y comprender la conexión entre<br />

las ideas desafiantes de la joven estudiante<br />

acerca de lo que ella consideraba que eran<br />

concesiones a Israel y la abyecta y despilfarradora<br />

generosidad del líder palestino<br />

con los políticos estadounidenses, que son<br />

en alguna medida directamente responsables<br />

de los males que se han amontonado<br />

sobre el pueblo palestino. Mientras escribo,<br />

las armas estadounidenses de destrucción<br />

masiva, suministradas a Israel en<br />

cantidades ilimitadas, se están utilizando<br />

de forma ilegal, según las leyes de<br />

EE UU, para atacar, asesinar y lisiar a los<br />

desprotegidos hombres, mujeres y niños<br />

palestinos, para demoler sus casas, arrasar<br />

sus campos de refugiados y hacer sus vidas<br />

totalmente insoportables. Y sin embargo,<br />

durante años se ha llevado a cabo<br />

una política, carente de razones y de dignidad,<br />

de cortejar a los líderes estadounidenses,<br />

como si el placer o la satisfacción<br />

personales de Hillary o Madeleine, com-<br />

8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


pradas a expensas del dinero público de<br />

los palestinos, fueran una clase de política,<br />

en lugar de una exhibición indecente<br />

de cierto tipo de soborno. Actitud que<br />

lleva implícita la suposición grotesca de<br />

que EE UU e Israel son un reflejo de los<br />

Estados del Tercer Mundo, en los que la<br />

política se hace, como, por ejemplo, en el<br />

Zaire de Mobutu, de acuerdo con el capricho<br />

del dirigente o el enriquecimiento de su<br />

familia. Echo en falta la percepción de que<br />

en este caso se trata de países complejos, en<br />

general democráticos, en los que las sociedades<br />

civiles y sus intereses desempeñan<br />

un papel importante, si no decisivo, en la<br />

conducta del país. Pero, en lugar de dirigirse<br />

a estas sociedades civiles e intentar<br />

cambiar su talante o sus ideas, nuestros jefes<br />

hacen como si éstas no existieran y se<br />

concentran en cambio en un apaño rápido;<br />

es decir, en hacer la pelota, adular o sobornar<br />

al líder. Cualquiera que sepa algo sobre<br />

Israel o EE UU les dirá que esas mañas son<br />

absolutamente inútiles, que les pueden hacer<br />

ganar una cena o un apretón de manos<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

con el ceño fruncido del difunto general<br />

Rabin en la Casa Blanca, pero poco más.<br />

La prueba de lo que estoy diciendo es<br />

claramente patente en la calamitosa historia<br />

de nuestras negociaciones con EE UU<br />

e Israel desde la firma de los acuerdos de<br />

Oslo. Desde que los líderes palestinos<br />

traicionaron la confianza y los sacrificios<br />

de su pueblo entrando en el proceso de<br />

Oslo de la forma en que lo hicieron, y<br />

permaneciendo en él como socios débiles<br />

y, desgraciadamente, demasiado complacientes,<br />

han mantenido una actitud pública<br />

que sólo puede ser descrita como<br />

desafiante; un desafío, debo añadir inmediatamente,<br />

que es principalmente retórico<br />

y que se contradice por completo con<br />

la conducta oficial palestina, que sigue<br />

siendo misteriosamente servil (como poco)<br />

hacia EE UU e Israel. Los regalos no<br />

solicitados de joyas caras a altos cargos estadounidenses<br />

ilustran demasiado bien este<br />

punto. Y mientras los palestinos armados<br />

con unos cuantos rifles y piedras desafían<br />

valientemente al Ejército israelí, sus<br />

líderes siguen manteniendo una actitud<br />

suplicante para intentar reabrir las negociaciones<br />

con Israel y EE UU. Y lo mismo<br />

puede decirse de los regímenes árabes<br />

e incluso de sus sectores intelectuales, que<br />

declaran rotundamente su enemistad hacia<br />

Israel y EE UU mientras que, de hecho,<br />

o colaboran con ellos política y económicamente<br />

o denuncian ruidosa y clamorosamente<br />

la normalización. Y lo triste<br />

es que esta contradicción no se suele percibir<br />

como una contradicción sino como<br />

parte necesaria de la vida hoy. Yo tiendo a<br />

pensar que habría sido más inteligente, en<br />

lugar de denunciar a Israel de arriba abajo,<br />

cooperar con los sectores del interior<br />

del país que defienden los derechos humanos<br />

y civiles, que se oponen a la política<br />

de asentamientos, que están dispuestos<br />

a plantarse contra la ocupación militar,<br />

que creen en la coexistencia y en la igualdad,<br />

y que están asqueados de la represión<br />

oficial de los palestinos. Porque sólo de<br />

esta manera, y dada la gigantesca diferencia<br />

de poder militar entre Israel y los países<br />

árabes, hay alguna esperanza de cambiar<br />

la política israelí. También tiendo a<br />

pensar que lo honesto hubiera sido apartarse<br />

de los furibundos ataques antisemitas,<br />

como los que han emanado de Damasco:<br />

¿qué logran con ello, excepto<br />

mostrar al mundo una mentalidad tan<br />

sectaria como virulentamente estúpida?<br />

Sé perfectamente bien que las pasiones<br />

suscitadas por la represión israelí de<br />

los palestinos son auténticas, y que la política<br />

del Gobierno de Sharon suscita indignación<br />

por doquier. Pero ¿es esta pasión<br />

excusa suficiente para dejar a un lado<br />

toda racionalidad y, en el caso de los intelectuales<br />

en particular, dar bandazos incoherentes,<br />

en lugar de buscar seriamente<br />

una postura política y moral basada más<br />

en el conocimiento que en esa ignorancia<br />

ciega que en ningún caso puede ser descrita<br />

como posición política? Tomemos la<br />

9


LA PROVOCACIÓN, LA DIGNIDAD Y LA REGLA DEL DOGMA<br />

campaña contra la traducción de libros<br />

árabes al hebreo (véase Al-Hayatk, mayo<br />

2001). Se podría haber pensado que<br />

cuanta más literatura árabe haya en Israel,<br />

más capaces serán los israelíes de comprendernos<br />

como pueblo y de dejar de<br />

tratarnos como animales o como infrahumanos.<br />

En vez de esto tenemos el penoso<br />

espectáculo de escritores árabes serios que<br />

denuncian a sus colegas por “permitirse la<br />

normalización” con Israel, frase estúpida<br />

que utilizan como acusación de colaborar<br />

con el enemigo. Y, como dijo Julien Benda,<br />

¿no se supone que los intelectuales deben<br />

ir contra las pasiones colectivas, en<br />

lugar de comerciar demagógicamente<br />

con ellas? ¿De dónde se sacan que una<br />

traducción al hebreo es un acto de colaboración?<br />

Introducirse en un idioma extranjero<br />

es siempre una victoria para el escritor.<br />

Siempre y en todos los casos. ¿No<br />

es mucho más inteligente y útil que la cacareada<br />

“normalización” de los distintos<br />

países que tienen comercio y relaciones<br />

diplomáticas con el enemigo, a pesar de<br />

que el Ejército y la aviación israelíes estén<br />

matando como a moscas a los palestinos?<br />

¿No son las traducciones de la literatura<br />

árabe una forma de entrar culturalmente<br />

en la vida israelí, de tener un efecto positivo<br />

sobre ella, de cambiar la forma de<br />

pensar de la gente desde la pasión sangrienta<br />

hacia una comprensión razonable<br />

de los vecinos árabes de Israel, especialmente<br />

cuando son los editores israelíes los<br />

que han publicado las traducciones como<br />

señal de protesta cultural contra la bárbara<br />

política de Israel hacia los árabes?<br />

Todas estas confusiones y contradicciones<br />

son indicios de un malestar árabe<br />

más profundo. Cuando confundimos meros<br />

actos pueriles de provocación con una<br />

resistencia real, y cuando damos por supuesto<br />

que la ignorancia absoluta es un<br />

acto político, cuando perdemos la dignidad<br />

y clamamos por el patrocinio y la<br />

atención estadounidenses, está claro que<br />

nuestro sentido de la dignidad y del res-<br />

peto hacia uno mismo están hechos trizas.<br />

¿Quién no se estremece al recordar a<br />

Arafat en los jardines de la Casa Blanca<br />

en 1993 repitiendo tres veces “gracias”<br />

con una adulación abyecta, y quién no ha<br />

sentido la falta de amor propio que sufren<br />

nuestros líderes cuando son incapaces de<br />

decidir si EE UU es nuestro enemigo o<br />

nuestra única esperanza? En lugar de una<br />

política basada en los principios y normas<br />

de una conducta decente, nos regodeamos<br />

en fútiles actos de provocación basados<br />

en dogmas tontos y no meditados<br />

acerca de la oposición a Israel, mientras<br />

sólo ofrecemos apoyo verbal y fórmulas<br />

patrióticas a nuestros compatriotas palestinos<br />

asediados. No tenemos modelo que<br />

nos ayude a guiar nuestras acciones. El<br />

mundo árabe es hoy el triunfo de la mediocridad<br />

y el oportunismo, pero, dados<br />

los fallos de los líderes en casi todos los<br />

frentes, es tarea de los intelectuales proporcionar<br />

unos análisis honestos y sugerir<br />

lo que es justo y razonable, en lugar de<br />

unirse al coro de aduladores que aplauden<br />

y decoran las cortes presidenciales y reales,<br />

y también las salas de juntas de las<br />

empresas, con sus presencias lisonjeras,<br />

incesantemente acatadoras.<br />

Terminaré con un ejemplo concreto<br />

de lo que quiero decir. Durante todo este<br />

alboroto sobre la normalización he observado<br />

una ausencia sorprendente, a saber,<br />

la situación actual de los refugiados palestinos<br />

que viven en todos los países árabes<br />

importantes, cuyas condiciones de vida<br />

en todas partes (no hay excepciones) son<br />

de una miseria inaceptable. En cualquier<br />

lugar del mundo árabe donde haya palestinos<br />

hay normas y reglamentaciones que<br />

les impiden disfrutar de la condición plena<br />

de residentes, que les prohíben trabajar<br />

y viajar, que les obligan a registrarse mensualmente<br />

ante la policía, etcétera. No sólo<br />

Israel trata mal a los palestinos, también<br />

lo hacen los países árabes. Intenten<br />

enterarse de si hay alguna campaña mantenida<br />

de los intelectuales árabes contra<br />

este injusto trato local a los refugiados palestinos:<br />

no verán ni oirán hablar de ninguna.<br />

¿Qué excusa hay para los horribles<br />

campos de refugiados en los que viven<br />

tantos de ellos, incluso en lugares como<br />

Gaza y Cisjordania? ¿Qué derecho tienen<br />

las fuerzas locales, mojabarat, a hostigarles<br />

y a hacer que, por regla general, sus vidas<br />

sean miserables? Es mucho más fácil (y<br />

mucho menos arriesgado) arremeter contra<br />

la normalización y las traducciones al<br />

hebreo que subrayar las condiciones inaceptables<br />

de los refugiados palestinos en<br />

el mundo árabe, a los que siempre se dice<br />

que no pueden ser “normalizados” porque<br />

eso sería hacer el juego a Israel. ¡Menuda<br />

tontería!<br />

Tenemos que volver a los valores básicos<br />

y a la honestidad en la discusión. No<br />

puede haber solución militar para lo que<br />

nos aflije, tanto a árabes como a judíos.<br />

Esta verdad nos deja sólo con el poder de<br />

la mente y de la educación para llevar a<br />

cabo la tarea para la que los ejércitos se<br />

han mostrado incapaces durante más de<br />

medio siglo. No es asunto nuestro decidir<br />

si los intelectuales israelíes han fracasado<br />

o no en su misión. Lo que nos concierne<br />

es el lamentable estado del discurso y del<br />

análisis en el mundo árabe. Como ciudadanos,<br />

debemos hacernos responsables de<br />

ello e intentar, antes que nada, liberarnos<br />

a nosotros mismos de los clichés pueriles<br />

y de las fórmulas irreflexivas que abarrotan<br />

nuestros escritos y nuestras declaraciones.<br />

n<br />

Edward Said es ensayista palestino, profesor en la<br />

Universidad de Columbia.<br />

10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


POR UNA HISTORIA<br />

REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />

E<br />

n el año 2000 se conmemoró en España<br />

el primer cuarto de siglo de la<br />

transición a la democracia, acontecimiento<br />

al que los principales diarios dedicaron,<br />

en sus páginas, suplementos extraordinarios.<br />

No se tomó, en cambio, por<br />

parte de las autoridades competentes, la<br />

decisión de crear alguna institución que<br />

sirviera para poner los medios oportunos<br />

para reconstruir su historia. Eso es tanto<br />

más lamentable cuanto que resulta bien<br />

posible que pueda ser considerada como<br />

aquella parte del pasado colectivo de los<br />

españoles que resulta más definitoria de<br />

los principios en los que se fundamenta la<br />

convivencia democrática, en parecida medida<br />

que lo fue para la mayor parte de los<br />

europeos la resistencia contra el fascismo<br />

durante el período 1939-1945. El Legislativo<br />

decidió la atribución de algunos<br />

centenares de millones con ese propósito<br />

conmemorativo, pero hasta el momento<br />

no se sabe para qué han servido o pueden<br />

servir en el futuro. Es una lástima, por<br />

ejemplo, que no se hayan puesto en marcha<br />

campañas sistemáticas para obtener<br />

testimonios orales y escritos de unos protagonistas<br />

que van desapareciendo.<br />

La conmemoración, por tanto, no ha<br />

dado lugar a ninguna iniciativa científica<br />

verdaderamente importante. No puede<br />

extrañar, en consecuencia, que hayan surgido<br />

algunas voces críticas contra la versión<br />

acerca de la transición habitualmente<br />

admitida. La exaltación insistente de lo<br />

que se supone ya conocido puede acabar<br />

por provocar tal resultado.<br />

La inmensa mayoría de quienes han<br />

tratado acerca de la transición española a la<br />

democracia no sólo la consideran como un<br />

acontecimiento cuyo final fue netamente<br />

positivo, sino que la juzgan canónica o<br />

modélica. Resumiendo muy brevemente<br />

esta caracterización, habría que tener en<br />

cuenta, en primer lugar, que España pare-<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

JAVIER TUSELL<br />

cía partir en su camino hacia la democracia<br />

de unas condiciones que podían inducir, si<br />

no al pesimismo, sí, por lo menos, al escepticismo.<br />

Aunque había tenido un crecimiento<br />

económico importante, también<br />

había sido la protagonista de la guerra civil<br />

más cruenta del siglo XX en Europa y, además,<br />

contaba con conflictivos problemas<br />

de identidad colectiva y con movimientos<br />

terroristas. Aún así, la transición a la democracia<br />

se llevó a cabo sin graves traumas<br />

sociales en un período relativamente corto<br />

de tiempo, y concluyó en una democracia<br />

estable y arraigada de forma irreversible en<br />

la sociedad. El recuerdo de la anterior conflictividad<br />

histórica española contribuyó a<br />

ello de forma decisiva, pero también las actitudes<br />

de la clase dirigente resumibles en<br />

una voluntad de “consenso”. Gracias a él,<br />

España hizo no sólo una transición de la<br />

dictadura a la democracia, sino también de<br />

un Estado muy centralizado a otro considerablemente<br />

descentralizado. Como la<br />

transición española tuvo lugar al comienzo<br />

de la llamada “tercera ola” de democratizaciones,<br />

pudo servir, de forma más o menos<br />

genérica, para los casos que la siguieron,<br />

tanto en América como en el este de Europa.<br />

Claro está que la transición dejó también<br />

una herencia menos positiva en lo<br />

que respecta a la rutinización de los hábitos<br />

democráticos, pero esto es lógico, y tan<br />

sólo puede solucionarse con el transcurso<br />

del tiempo 1 .<br />

Un modo de revisionismo<br />

Hasta aquí, lo corrientemente admitido<br />

con respecto a la cuestión que nos ocupa.<br />

Cabe añadir, no obstante, que han apareci-<br />

1 Ver principalmente Juan J. Linz, Alfred Stepan:<br />

Problems of democratic transition and consolidation, The<br />

John Hopkins University Press, Baltimore y Londres,<br />

1996; Samuel P. Huntington: The third Wave Democratization<br />

in the late twentieth century, The University<br />

of Oklahoma Press, Norman y Londres, 1991.<br />

do en los últimos tiempos, principalmente<br />

en España, esas actitudes críticas ya mencionadas<br />

en contra de esta interpretación.<br />

Se contienen en algunos libros de personas<br />

que no pueden ser descritas como científicos,<br />

sino como protagonistas marginados<br />

por el desarrollo de los acontecimientos: la<br />

crítica se realiza principalmente desde posiciones<br />

de izquierda y consiste, sobre todo,<br />

en lamentos por la conservación de la Monarquía,<br />

por el grado insuficiente de ruptura<br />

en las instituciones o por el olvido del<br />

pasado dictatorial 2 . Pero quizá obtienen<br />

más éxito que estos libros los artículos que<br />

aparecen en la prensa de gran circulación y<br />

encuentran acogida en ella por el simple<br />

hecho de que se enfrentan a la opinión mayoritaria.<br />

Para abreviar citaré tan sólo dos<br />

casos. José Vidal-Beneyto ha levantado en<br />

contra de todos los que han pretendido tratar<br />

de esta cuestión la acusación de hacer<br />

una historia estrictamente partidista 3 . Además<br />

ha asegurado que existe la pretensión<br />

de que la transición española a la democracia<br />

se hiciera siempre “desde arriba y al hilo<br />

de la evolución económica y social”, mientras<br />

que “las fuerzas populares sólo tuvieron<br />

una participación coyuntural y adjetiva”.<br />

Además, se habría llevado a cabo con el<br />

control y beneplácito de Estados Unidos y<br />

con el protagonismo principal de las personas<br />

que fueron instaladas en su día por la<br />

autocracia en una posición determinante.<br />

Por su parte, Vicenç Navarro ha considerado<br />

que la transición no se planteó una verdadera<br />

confrontación con el pasado; como<br />

consecuencia se habrían respetado instituciones<br />

como la monarquía establecida por<br />

Franco e intereses como todo el sistema de<br />

la prensa heredado, capaz de influir de for-<br />

2 Por el momento, el último de estos libros es el<br />

de Pablo Castellano: Por Dios, por la patria y el Rey.<br />

Una visión crítica de la transición española. Temas de<br />

Hoy, Madrid, 2001. No merece la pena citar otros.<br />

3 El País, 22 de febrero de 2001.<br />

11


POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />

ma decisiva en la opinión pública.<br />

Este tipo de críticas aparece con una<br />

voluntad revisionista, pero realmente no<br />

la llevan a cabo en absoluto, en parte porque<br />

proceden de una insuficiente información<br />

acerca de cuál es el estado de los<br />

estudios realizados hasta el momento. El<br />

último autor citado, por ejemplo, reivindica<br />

la necesidad de recordar el pasado, y<br />

comete errores como atribuir a la represión<br />

franquista después de concluida la<br />

guerra civil unas 200.000 ejecuciones, cifra<br />

que los especialistas no sostendrían, al<br />

menos en el estado actual de nuestros conocimientos,<br />

por muy exagerada. Uno de<br />

quienes han realizado estudios monográficos<br />

más detenidos sobre el particular<br />

afirma que la cifra correcta debiera ser<br />

una cuarta parte 4 .<br />

Pero además, los supuestos revisionistas<br />

atribuyen a las tesis corrientemente admitidas<br />

juicios que no se corresponden<br />

con la realidad. Tómese, por ejemplo, el<br />

caso de la ausencia de movilización popular.<br />

Aunque en algunas interpretaciones,<br />

en efecto, se afirma que la clase política<br />

llevó a cabo sus pactos y éste fue un factor<br />

decisivo en el proceso, resulta también obvio<br />

que la movilización popular jugó un<br />

papel muy importante durante toda la<br />

transición. Un estudio monográfico ha<br />

contabilizado que entre 1976 y 1987 hubo<br />

en Madrid en 36 ocasiones manifestaciones<br />

con la presencia de más de 100.000<br />

personas 5 . La participación popular se<br />

percibe también en lo que respecta al papel<br />

jugado por la evolución de la opinión<br />

pública. Nada se entendería en la legalización<br />

del PCE, un momento decisivo en la<br />

transición española a la democracia, de no<br />

ser por el hecho de que los españoles fueron<br />

cambiando su actitud al respecto. En<br />

octubre de 1976 estaba a favor de ella sólo<br />

el 25% de los ciudadanos; empataron las<br />

posturas legalizadora y prohibicionista en<br />

diciembre de este año, pero entonces todavía<br />

el segmento más importante de la<br />

población (36%) no tenía una opinión<br />

clara. En cambio, a la altura de abril de<br />

1977 el 55% de los españoles estaba ya a<br />

favor y sólo el 12% estaba en contra, per-<br />

4 Ver principalmente El País, 16 de junio de<br />

2001, para la posición de Navarro. Cfr. con Solé Sabaté<br />

en Stanley Payne y Javier Tusell (eds.): La guerra<br />

civil. Temas de Hoy, Madrid, 1996.<br />

5 Ramón Adell: La transición política en la calle.<br />

Manifestaciones políticas de grupos y masas. Madrid<br />

1976-1987. Editorial Complutense, 1989.<br />

6 Helena Varela Guinot: La legalización del Partido<br />

Comunista de España: élites, opinión pública y símbolos<br />

en la transición española. Instituto Juan March,<br />

Madrid, 1990.<br />

maneciendo titubeantes el resto 6 .<br />

Los partidarios del revisionismo de la<br />

transición pueden tener razón en mantener<br />

una actitud crítica contra las convenciones<br />

adquiridas, porque eso es siempre<br />

intelectualmente saludable, pero actúan<br />

como si sus propios enfoques debieran ser<br />

aceptados sin más y no los argumentan<br />

con la extensión y los datos debidos como<br />

para resultar convincentes. Tomemos un<br />

ejemplo. Sería defendible considerar que<br />

la transición fue producto del olvido del<br />

pasado si, aparte de evitar el enjuiciamiento<br />

de quienes practicaron torturas<br />

durante el franquismo, no hubiera habido<br />

excarcelaciones de etarras antes de las<br />

elecciones de junio de 1977 o si no se hubieran<br />

producido reconocimientos de derechos<br />

a los militares que combatieron<br />

por la República. Como estos dos últimos<br />

hechos tuvieron lugar (aunque no podamos<br />

ofrecer datos muy concretos de ninguno<br />

de los dos), la interpretación más<br />

correcta que cabe hacer es que no hubo<br />

amnesia, sino mutua amnistía basada en<br />

un acto consciente, aunque en parte subterráneo<br />

o implícito.<br />

El estado de la cuestión<br />

El revisionismo histórico de la transición<br />

debe partir del estado de nuestros conocimientos<br />

y éste en la actualidad ofrece un<br />

panorama francamente mejorable. La transición<br />

ha sido abordada, en primer lugar,<br />

por científicos de la política que en muchos<br />

casos son, como en el español, estudiosos<br />

del Derecho. Como es natural, sus<br />

trabajos resultan muy interesantes, pero<br />

conceden una importancia desmesurada a<br />

las elecciones o al texto constitucional que<br />

fueron la consecuencia o el resultado de la<br />

transición y no ésta misma 7 . Por otro lado,<br />

los científicos de la política de formación<br />

anglosajona suelen partir de los datos que<br />

proceden de la prensa política del momento<br />

o de la elaboración periodística posterior<br />

e interpretarlos de acuerdo con unas<br />

pautas demasiado esquemáticas o racionales.<br />

Colomer, por ejemplo, ha estudiado la<br />

transición española desde el punto de vista<br />

de las estrategias de decisión racional de los<br />

actores políticos. Pero el juego racional de<br />

expectativas no lo explica todo en política.<br />

Es inexacto, por ejemplo, presumir que no<br />

hubo en la primera fase de la transición<br />

una cooperación real entre quienes estaban<br />

en el poder y quienes permanecían en la<br />

oposición; existió aunque no fuera pública.<br />

Decir que la primera preferencia de los militares<br />

era un golpe de fuerza con el Rey y<br />

la segunda no dar un golpe contra el Rey<br />

constituye una simplificación porque habría<br />

que distinguir entre sectores del Ejército<br />

8 . Finalmente, en lo que científicos de<br />

la política y sociólogos resultan más útiles<br />

es, sin duda, al establecer comparaciones<br />

entre procesos iguales o semejantes en<br />

tiempos parecidos. Pero si la comparación<br />

permite, por contraste, apreciar similitudes<br />

y diferencias tiene también como inconveniente<br />

provocar el error cuando lo que se<br />

compara no se conoce suficientemente. Un<br />

7 Ver, por ejemplo, Ramón Cotarelo (ed.):<br />

Transición política y consolidación democrática. España<br />

(1975-1986). CIS, Madrid, 1992.<br />

8 Josep M. Colomer: La transición a la democracia:<br />

el modelo español. Anagrama, Barcelona, 1998.<br />

12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


estudio, por otro lado muy valioso, sobre<br />

los militares en la transición democrática<br />

española señala, por ejemplo, que en los<br />

países en que hubo una derrota militar<br />

previa la posición del Ejército fue débil (el<br />

caso de las transiciones de Argentina o<br />

Grecia), mientras que sería fuerte en el caso<br />

de reforma pactada como en Chile y<br />

Brasil. Como al autor el caso español no le<br />

cuadra en este esquema, recurre a considerar<br />

que el régimen dictatorial español se<br />

había convertido en civil durante su fase final,<br />

apreciación al menos muy discutible 9 .<br />

El periodismo, que ha proporcionado<br />

la mayor parte del material informativo<br />

para posibles comparaciones posteriores<br />

de politólogos y sociólogos, tiene, sin embargo,<br />

inconvenientes graves. El periodista<br />

trata de lo inmediato y eso le impide<br />

utilizar todas las fuentes; además, no<br />

siempre las somete a crítica y a menudo<br />

las amontona sin inclinarse por ninguna<br />

opción precisa o especula con lo extraordinario.<br />

La conocida serie televisiva de<br />

Victoria Prego es difícilmente superable<br />

emitida en ese medio de comunicación,<br />

pero cuando se convirtió en libro resultaron<br />

perceptibles sus insuficiencias analíticas<br />

10 . En ocasiones, en ese volumen se<br />

contienen afirmaciones extraordinarias<br />

como, por ejemplo, el intento de algunos<br />

generales en enero de 1974 de sustituir a<br />

Franco en la jefatura del Estado. Pero sobre<br />

todo lo que falta es la imprescindible<br />

labor de crítica que permita distinguir en<br />

cada testigo la veracidad del testimonio y<br />

la fabulación. El propio sistema de interrogarse<br />

sobre el pasado es muy distinto<br />

en un periodista y un historiador. El primero<br />

proporciona la imagen de un instante<br />

y, como tal, no pretende más que<br />

ofrecer un conocimiento parcial que él<br />

mismo podrá explicarse desde el punto de<br />

vista histórico con posterioridad 11 .<br />

Como es lógico, los historiadores<br />

también hemos ofrecido interpretaciones<br />

de la transición y lo que hemos escrito<br />

merece la pena ser criticado a fondo. Probablemente<br />

habría que centrarse no tanto<br />

en el modo concreto de llevarse a cabo dicho<br />

proceso sino en la forma en que la<br />

hemos historiado hasta el momento presente.<br />

Sin duda la hemos considerado como<br />

objeto de conocimiento histórico<br />

9 Felipe Agüero: Militares, civiles y democracia.<br />

Alianza, Madrid, 1995.<br />

10 Victoria Prego: Así se hizo la transición. Plaza y<br />

Janés, Barcelona, 1995.<br />

11 José Oneto: Arias entre dos crisis, 1973-1975.<br />

Es un buen ejemplo de narración periodística sobre el<br />

periodo, Información y Publicaciones, Madrid, 1975.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

muy pronto y eso ha sido muy positivo,<br />

pero no es nada más que una parte de lo<br />

que un historiador puede y debe hacer.<br />

Lo que hasta el momento los historiadores<br />

principalmente han hecho ha sido escribir<br />

libros en los que se resume y articula<br />

aquello que otros especialistas en ciencias<br />

humanas han escrito. Con ello se han<br />

conseguido síntesis inteligentes que demuestran<br />

que la Historia no es un conocimiento<br />

del remoto pasado, sino que es<br />

posible hacerla en una etapa más cercana.<br />

Pero falta todavía lo que más específicamente<br />

pueden aportar los historiadores.<br />

Un profesional de la Historia que es considerado<br />

como un clásico, Leopold von<br />

Ranke, escribió que lo distintivo de nuestra<br />

ciencia es narrar los acontecimientos<br />

“vie es eigentilich geschehen”, es decir, “como<br />

realmente sucedieron”. Esa reconstrucción,<br />

detallada y minuciosa, contrastando<br />

fuentes de todo tipo, públicas y<br />

privadas, orales y escritas, resulta imprescindible<br />

en el caso de un proceso de ingeniería<br />

política como es cualquier transición,<br />

y sobre todo la española, en que la<br />

imaginación jugó un papel esencial porque<br />

no existía ninguna referencia que pudiera<br />

ser semejante o parecida. La realidad<br />

es que en el momento presente la<br />

Historia de la transición no está hecha, y<br />

la del franquismo final, que en buena parte<br />

la explica, puede llegar a convertirse en<br />

imposible en el caso de que se desdeñe la<br />

publicación de las memorias y los testimonios<br />

orales de sus dirigentes políticos o<br />

no se acuda, como se debe, a las fuentes<br />

de archivo privadas, aparte de las públicas.<br />

Estas últimas, además, por vez primera<br />

empiezan a resultar accesibles y van a<br />

resultar imprescindibles para reconstruir<br />

la Historia objetiva.<br />

Por un revisionismo nuevo<br />

Resulta dudoso que lo que sabemos hasta<br />

el momento de la transición se ponga en<br />

duda como consecuencia de esta tarea<br />

–por ejemplo, en lo que atañe al balance<br />

globalmente positivo del proceso–, pero<br />

sin duda será posible precisar mucho más.<br />

Lo malo de nuestro actual conocimiento<br />

de esa etapa de nuestro pasado no es que<br />

el balance sea positivo –y quizá autocomplaciente–,<br />

sino que puede ser conocido<br />

de forma más detenida, profunda, rigurosa<br />

y coherente. Es muy probable que pequemos<br />

por exceso de simplificaciones y<br />

por proclividad a aceptar mitificaciones<br />

personales o colectivas; sin duda nos falta<br />

concreción en muchos puntos. Pongamos<br />

ejemplos de todo ello. Se suele, por ejemplo,<br />

decir que la transición fue un proceso<br />

JAVIER TUSELL<br />

de reforma, pero no hay que olvidar que<br />

hubo aspectos del proceso histórico español<br />

que tuvieron algo de ruptura (por<br />

ejemplo, el restablecimiento de la Generalitat<br />

de Cataluña, por más que sus poderes<br />

fueran muy escasos) y otros en los<br />

que la reforma se dilató hasta mediados<br />

los años ochenta (la reforma militar propiamente<br />

dicha). Mitificaciones individuales<br />

o colectivas las han construido todos<br />

y cada uno de los protagonistas, sea<br />

cual sea su importancia y su papel. Van<br />

desde quienes, siendo cuadros del régimen,<br />

se atribuyen a sí mismos desde que<br />

fueron jerarquías de segundo grado en el<br />

régimen una voluntad de reforma democrática<br />

semejante al resultado final de la<br />

transición hasta quienes se autointerpretan<br />

como opositores a la dictadura cuando<br />

en realidad no lo fueron hasta su fase<br />

final. En cuanto a la imprecisión, es sin<br />

duda el mayor pecado de nuestro conocimiento<br />

histórico sobre la transición. Se<br />

dice, por ejemplo, que la transición consistió<br />

en gran medida en un radical olvido<br />

del pasado. Ésa es una afirmación insostenible:<br />

la izquierda comunista no dejó de<br />

tener presente el pasado de Fraga y los votantes<br />

del partido presidido por éste no<br />

olvidaron la actuación de Carrillo durante<br />

la guerra civil. Pero se impuso el buen<br />

sentido. Lo que no sabemos es hasta qué<br />

punto. Hubo perdón mutuo por voluntad<br />

de reconciliación y no amnesia. Pero<br />

¿cuantos y cuáles terroristas de ETA fueron<br />

amnistiados de forma sucesiva? ¿A<br />

cuantos militares combatientes con el<br />

Ejército republicano se les otorgó una<br />

pensión y en qué casos no se aceptó hacer<br />

algo parecido? ¿Hasta qué punto individuos<br />

y grupos que habían sido perseguidos<br />

durante el franquismo lograron compensaciones<br />

materiales por incautación de<br />

sus bienes y a qué ritmo?<br />

Habría que añadir que a nuestro conocimiento<br />

de la época de la transición le<br />

falta algo absolutamente esencial para la<br />

ciencia de la Historia. Algo que ésta proporciona<br />

y que no pueden conseguir, de<br />

forma habitual, la ciencia política o la sociología<br />

es el sentido del tiempo. En toda<br />

crisis histórica, breve o más larga, la sucesión<br />

de los acontecimientos obedece a<br />

una lógica interna que el historiador tiene<br />

que descubrir. No conseguirá hacerlo si<br />

no tiene en cuenta que buena parte de las<br />

claves aún hoy día permanecen ocultas,<br />

de forma voluntaria o involuntaria, pues<br />

se trató de un proceso que tan sólo fue<br />

parcialmente público. Un maestro de la<br />

Historia política francesa a quien todos<br />

admiramos, René Rémond, escribió, en<br />

13


POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />

un libro excelente acerca de la vuelta al<br />

poder del general De Gaulle en 1958, que<br />

la crisis de aquellos días en Francia resulta<br />

un problema típicamente histórico que<br />

sólo puede tener una explicación merecedora<br />

de este calificativo de modo que “es<br />

necesario seguir la sucesión de los días y<br />

el encadenamiento de las circunstancias”<br />

para explicarla 12 .<br />

Veamos brevemente cómo Rémond<br />

lo hace. Parte, por supuesto, de unas estructuras<br />

políticas vigentes en la Francia<br />

de la época. No eran exclusivas suyas: Italia<br />

conoció un número parecido de crisis<br />

gubernamentales. Aun así, en el primero<br />

de los países citados se había llegado al límite:<br />

fueron necesarias hasta 13 vueltas<br />

para llegar al nombramiento de Coty como<br />

presidente de la República. Un parlamento<br />

con seis grupos de los que ninguno<br />

llegaba al 30% y entre dos sumados<br />

no llegaban al 50% de los escaños hacía<br />

virtualmente ingobernable el país, por<br />

más que no existiera una contraposición<br />

radical entre democristianos y comunistas<br />

como la que convertía a Italia en un régimen<br />

sin alternativa. Lo que hizo posible<br />

el cambio en Francia fue un problema insoluble<br />

–Argelia–, junto con la falta de<br />

imaginación y la imprevisión de la clase<br />

política respecto de cuáles iban a ser las<br />

consecuencias últimas de mantenerlo en<br />

tal estado.<br />

Todo lo antedicho explica la gravedad<br />

de la crisis y no que acabara produciéndose<br />

una salida que empezó por parecer autoritaria<br />

y tan sólo apoyada por la derecha,<br />

pero que acabó proporcionando a<br />

Francia estabilidad, crecimiento económico<br />

y consenso incluso en política exterior<br />

como nunca los había tenido. A la hora<br />

de explicar este resultado resulta imprescindible<br />

tener en cuenta las actitudes personales<br />

de los protagonistas políticos y los<br />

momentos y los modos en que se hicieron<br />

explícitas. Rémond parte del impasse producido<br />

entre unos militares que en Argelia<br />

se instalaron en la subversión y unas<br />

autoridades políticas que en la metrópoli<br />

aparecían paralizadas. La declaración de<br />

De Gaulle, que había permanecido en la<br />

reserva, al principio olvidado y luego<br />

transfigurado en esperanza, como posible<br />

candidato a asumir el poder, lo que hizo<br />

fue, por un lado, convertir en ilusorio que<br />

los generales de Argelia llegaran a gobernar,<br />

pero también descubrió que era posible<br />

un camino para evitar el enfrenta-<br />

12 René Rémond: Le retour du general De Gaulle.<br />

Complexe, Bruselas, 1983, 82.<br />

miento entre el poder civil y el militar.<br />

De Gaulle consiguió a continuación incorporaciones<br />

a su postura, pero no le<br />

bastaron; con lo que, en cambio, consiguió<br />

imponerse de modo definitivo fue<br />

dando la sensación de que tenía el poder<br />

en sus manos como si tuviera la autoridad<br />

legal en sus manos y estuviera dispuesto a<br />

ejercerlo. Luego no negoció con los partidos,<br />

pero observó puntualmente los usos<br />

habituales en lo que respecta a la dosificación<br />

de las carteras a la hora de formar un<br />

gobierno provisional. Curiosa mezcla de<br />

una Francia del pasado y de una Francia<br />

que empezaba a cambiar como no lo había<br />

hecho en toda la época contemporánea,<br />

De Gaulle llegó al poder como un<br />

síndico de la quiebra institucional, como<br />

ya antes había sucedido con Mendés<br />

France. Una vez en él, contribuyó de forma<br />

decisiva a que el insoluble problema<br />

argelino encontrara su salida inevitable.<br />

Dijo que “había entendido” a los colonos,<br />

pero no hizo otra cosa que librar una batalla<br />

en retirada haciendo posible la negociación<br />

con el FLN y, a la vez, adaptándo-<br />

se al cambio de mentalidad de la opinión<br />

pública. Porque ése fue también un componente<br />

fundamental en los acontecimientos,<br />

aunque el sentido de su evolución<br />

sólo pueda entenderse a partir de lo<br />

escrito. Durante el momento mismo del<br />

acceso al poder del general De Gaulle resulta<br />

posible determinar el apasionamiento<br />

de la opinión pública por los sucesos<br />

en la colonia y en la metrópoli con tan<br />

sólo tener en cuenta la compra de transistores<br />

en aquellos momentos decisivos.<br />

La explicación de Rémond para aquellas<br />

jornadas decisivas de la Historia francesa<br />

se basa, pues, en descubrir el sentido<br />

de los acontecimientos mientras fluía el<br />

tiempo, en el conocimiento de las estructuras<br />

políticas, en la interpretación de los<br />

actos concretos de los principales protagonistas<br />

políticos y en el papel determinante<br />

de la opinión pública como resultante<br />

final en unos casos o como impulsor<br />

en otros. Algo parecido habría que hacer en<br />

el caso de la transición española a la democracia.<br />

Añadamos algo más. En el caso<br />

de la vuelta al poder del general De Gaulle<br />

14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


en Francia el proceso tuvo lugar a la luz<br />

del día en un régimen democrático. El archivo<br />

del general De Gaulle no es consultable<br />

por el momento, pero no parece que<br />

pueda dar lugar a sorpresas. Hoy contamos<br />

con una buena biografía, a pesar de<br />

estar redactada por quien no es exactamente<br />

un profesional de la Historia 13 . Pero<br />

las fuentes de archivo son accesibles incluso<br />

para materias tan espinosas como<br />

suelen ser las relativas a la política<br />

exterior 14 . En el fondo, el plazo de tiempo<br />

transcurrido desde 1958 contribuye a explicar<br />

que el acceso a las fuentes y la bibliografía<br />

revistan los rasgos señalados.<br />

Con la transición española a la democracia<br />

no sucede lo mismo porque sólo en<br />

el año 2001 estamos llegando al plazo que<br />

señala la legislación para la apertura de los<br />

archivos. Aun así, un papel fundamental<br />

13 Jean Lacouture: De Gaulle. Seuil, París, 1984.<br />

14 Maurice Vaïsse: La grandeur: La politique extérieure<br />

du géneral De Gaulle, 1958-1969. Fayard, París,<br />

1998.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

en la elaboración de una Historia objetiva<br />

de la transición (o, si se quiere, revisionista,<br />

porque romperá con algunas de las<br />

convenciones establecidas) le ha de corresponder<br />

a la utilización de nuevas fuentes,<br />

privadas o públicas. Estas últimas han dado<br />

ya lugar a buenas monografías como<br />

las que han utilizado los datos de las subdelegaciones<br />

del Gobierno que, por ejemplo,<br />

prueban el mucho tiempo que los servicios<br />

policiales siguieron informando<br />

acerca del funcionamiento de los partidos<br />

de izquierda, incluso cuando estas organizaciones<br />

habían sido legalizadas, quizá incluso<br />

en 1979 o 1980 15 . Es muy probable<br />

que así se hiciera no tanto por desconfianza<br />

hacia ellas sino por el deseo de disponer<br />

de mayor información en unos momentos<br />

políticos complicados. Por descontado, esta<br />

utilización desde el punto de vista moral<br />

resulta por completo injustificable y<br />

15 Carmen R. García Ruiz: Franquismo y transición<br />

en Málaga, 1962-1979. Servicios de Publicaciones<br />

de la Universidad de Málaga, 1999.<br />

JAVIER TUSELL<br />

arroja una sombra sobre los gobernantes<br />

de la transición. Es éste el género de enmiendas<br />

–parciales más que a la totalidad–<br />

que cabe imaginar en la tarea de la reconstruir<br />

la Historia política de la transición<br />

española a la democracia.<br />

En las páginas que siguen me voy a<br />

permitir poner algunos ejemplos de cómo,<br />

a partir de nuevas fuentes y de la utilización<br />

de las técnicas habituales de la Historia<br />

política, tal como en su momento lo hizo<br />

Rémond, será posible la reconstrucción<br />

de la transición española a la democracia.<br />

Se trata de aspectos muy concretos pero<br />

también lo bastante cruciales como para<br />

servir de ejemplo significativo. Forman<br />

parte de trabajos de investigación en curso<br />

que publicaré en forma de libro en los próximos<br />

meses. Las cuestiones que abordaré<br />

figurarán de forma interrogativa como títulos<br />

de los epígrafes siguientes. La razón<br />

estriba en que son cuestiones demasiado<br />

importantes como para ser respondidas tan<br />

sólo con las argumentaciones y las fuentes<br />

que utilizo, aunque unas y otras proporcionen<br />

claves para la respuesta.<br />

¿Hasta qué punto Franco<br />

estaba vivo en 1974?<br />

Una de las cuestiones sobre las que los<br />

testimonios de los protagonistas políticos<br />

del tardofranquismo resultan más contradictorios<br />

es la relativa hasta qué punto<br />

quien había dado nombre al régimen dictatorial<br />

estaba en plenas condiciones<br />

mentales y políticas en los últimos meses<br />

de su vida. Quizá la respuesta a este interrogante<br />

pueda lograrse con la narración<br />

inédita de uno de sus colaboradores “técnicos”,<br />

por así decirlo, al final de su régimen<br />

y luego importante protagonista en<br />

la transición. Francisco Fernández Ordóñez<br />

no dejó, a su muerte, unas memorias<br />

pero sí una narración de parte de su vida<br />

en la que se incluye su única entrevista<br />

con Franco. Cuando llegó a El Pardo, el<br />

jefe de la Casa Civil le “le indicó que la<br />

conversación la empezaba el general, pero<br />

que si no era así debía empezarla yo porque<br />

a veces estaba cansado y distraído”. Aquel<br />

día debió estar en mejores condiciones<br />

pero, aun así, impresionado en un primer<br />

momento al verle a un extremo de su despacho,<br />

Fernández Ordóñez pudo percibir<br />

cuando se sentó la otra realidad del dictador:<br />

“Sorprendentemente, al sentarse su<br />

presencia física había cambiado: era un<br />

anciano vulgar derribado en su sillón, del<br />

que probablemente no se levantaría nunca”.<br />

Por un momento creyó el entonces<br />

Presidente del INI que debería ser él<br />

quien tomara la palabra, pero el general<br />

15


POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />

“después de un largo silencio, formuló la<br />

pregunta: ¿Cómo está ese Instituto tan<br />

complejo?”. Fernández Ordóñez, entonces,<br />

pudo explicar lo que ya tenía previsto. “Estoy<br />

seguro que usted trabaja para engrandecer<br />

España”, fue el único comentario de<br />

Franco que, pese a que parecía imposible,<br />

acabó por incorporarse para despedir a su<br />

visita. “No olvidaré sus ojos”, comenta<br />

Fernández Ordóñez. “Tenía un ojo ausente,<br />

como dirigido al vacío y ya gastado. Pero<br />

concentraba en el otro ojo una mirada<br />

penetrante y profunda, una mirada inteligente,<br />

firme y poderosa”. Pero, concluye el<br />

futuro ministro centrista y socialista, “yo<br />

creo sinceramente que aquel hombre no<br />

era ya dueño de la situación” 16 .<br />

Probablemente tenía razón. Una persona<br />

en las descritas condiciones no podía<br />

ejercer, al menos de forma continuada y coherente,<br />

el poder político en las mismas<br />

condiciones que en el pasado. Quien estaba<br />

más cerca suyo, el Presidente Arias Navarro,<br />

debió en más de una ocasión encontrarse<br />

con la realidad de que no sólo se veía<br />

obligado a tomar la palabra en sus entrevistas<br />

con el general, sino que ni siquiera encontraba<br />

en él respuesta alguna, incluso tratándose<br />

de nombramientos de altos cargos.<br />

Con sus colaboradores, un día, desesperado,<br />

preparó una disposición destinada a<br />

que Franco renunciara a sus poderes políticos.<br />

Pero hizo todavía más: entre sus papeles<br />

más íntimos hay un borrador para una<br />

posible intervención televisiva de renuncia<br />

por parte de Franco a sus poderes en beneficio<br />

de Don Juan Carlos. “No es una improvisación”,<br />

hubiera dicho el general.<br />

“Desde el mismo día en que se logró la<br />

unificación fue mi mayor preocupación<br />

asegurar el futuro de España para que esta<br />

patria rescatada del caos y la anarquía encontrara<br />

el cauce adecuado para volver a los<br />

días de su pasada grandeza”. Hubiera empleado<br />

buena parte de su intervención en la<br />

alabanza a su sucesor, lo que es muy característico<br />

de quien redactó este texto, pues<br />

para él era eso y no el poder de Franco<br />

quien debía ser justificado: “Todos conocéis<br />

al Príncipe, que durante años ha acreditado<br />

las virtudes necesarias para cumplir<br />

su misión: día a día se le ha visto aplicada<br />

dedicación en la educación que se le ha dispensado”.<br />

Durante ella habría demostrado<br />

“inteligencia, entereza forjada en su educación<br />

en los tres ejércitos” y, dato muy digno<br />

de ser retenido, “[habría demostrado estar]<br />

acreditado al mantener frente a la actitud<br />

16 Papeles de Francisco Fernández Ordóñez. La<br />

entrevista debió celebrarse en la primavera de 1973.<br />

de su padre su firme decisión de cumplir<br />

con los deberes que la Historia le ha marcado”.<br />

La visión del segundo Presidente que<br />

tuvo Franco era, en efecto, muy negativa<br />

sobre Don Juan: “Su padre es una buena<br />

persona, pero sin ninguna voluntad; es el<br />

último que llega: jamás se identificó ni quiso<br />

comprender nuestras leyes” 17 . De ningún<br />

modo Arias podía pensar que existiera<br />

una identidad fundamental entre Don Juan<br />

y su hijo, por más que ésta nos resulte evidente<br />

en la actualidad.<br />

Lo que estos textos plantean es una<br />

cuestión decisiva en la etapa final del franquismo<br />

y al comienzo de la transición, la<br />

del liderazgo de los sectores más opuestos<br />

a cualquier cambio. La de Franco fue, en<br />

los meses finales de su vida, una jefatura<br />

política apenas ejercida por incapacidad física<br />

hasta tal extremo que quienes estaban<br />

sentimentalmente más vinculados a su figura<br />

pensaron en la necesidad de un relevo<br />

por quien, para ellos, estaba muy lejos<br />

de significar lo mismo en cuanto a dirección<br />

política (o, como ellos dirían, caudillaje)<br />

que el sucesor. Pero, al mismo tiempo,<br />

la propia vida de Franco impedía que<br />

surgiera un liderazgo alternativo. Cuando<br />

se produjo su muerte era ya demasiado<br />

tarde como para que apareciera.<br />

Los planes del Rey:<br />

¿sólo aciertos o también desaciertos?<br />

A estas alturas, pese a su aparente carencia<br />

de peso específico en los momentos finales<br />

del franquismo, parece evidente que el Rey<br />

tenía planes con respecto al futuro de España<br />

y que los puso en marcha en el mismo<br />

momento de ejercer el poder. Dos decisiones<br />

fundamentales de la transición,<br />

como el nombramiento de Fernández Miranda<br />

y de Suárez, fueron exclusivamente<br />

suyas y ambas dieron buen resultado. Lo<br />

que importa es que esos planes los había<br />

tenido desde antes y, aunque fueran muy<br />

genéricos, los había hecho presentes<br />

a quienes por el momento podía, es decir, a<br />

los representantes diplomáticos de los países<br />

europeos, en especial al francés, porque<br />

este país, el más cercano, fue también el<br />

del Viejo Continente que había mantenido<br />

una relación más estrecha con España durante<br />

el régimen de Franco. Don Juan Carlos<br />

manifestó desde los últimos años del<br />

franquismo ante los representantes del vecino<br />

país una inequívoca voluntad liberalizadora,<br />

distancia con respecto a la actitud<br />

de Franco, voluntad de lograr una cierta<br />

17 Archivo Arias Navarro, leg. 2/2; testimonio de<br />

Gabriel Cisneros.<br />

complicidad colaboradora de Francia y un<br />

conocimiento profundo de los entresijos<br />

de la política interna del régimen.<br />

En otoño de 1972 tuvo una larga<br />

conversación con el embajador francés en<br />

la que todo ello queda demostrado de forma<br />

fehaciente. “Tengo una profunda estima<br />

por el general Franco, un gran reconocimiento<br />

por lo que ha hecho por mi<br />

país”, empezó asegurando, “pero estoy de<br />

acuerdo en reconocer que en el momento<br />

actual representa un obstáculo para un<br />

acercamiento de España con los otros países<br />

de Europa occidental”. Cuando el diplomático<br />

francés le preguntó por sus<br />

propósitos políticos dijo que “sus ideas<br />

son, en efecto, liberales. Desgraciadamente,<br />

aunque no ceso de pedir al general<br />

Franco que proceda desde ahora a ciertas<br />

reformas, no he podido obtener satisfacción<br />

de ningún modo. He llamado la<br />

atención al Jefe del Estado de que cuando<br />

acceda al poder estaré obligado a hacer<br />

todo lo que se niega a comenzar y que mi<br />

tarea será por esta razón considerablemente<br />

mas difícil. Es para mí un motivo<br />

de inquietud pero, una vez más, no he<br />

conseguido hacer prevalecer mis puntos<br />

de vista”. Al mismo tiempo, Don Juan<br />

Carlos estaba muy atento a los movimientos<br />

de la oposición. Confiaba en que<br />

los democristianos y socialistas le concedieran<br />

un tiempo de expectativa benévola;<br />

sin duda había ya hablado con algunos<br />

de sus dirigentes con ese propósito. En<br />

cuanto a los comunistas, dijo, “no pienso<br />

que puedan ejercer una acción determinante<br />

y, como mínimo, una gran parte<br />

de ellos desearán no crear una atmósfera de<br />

desorden”. Así se explica la iniciativa que<br />

tomó en su momento, cuando ya Franco<br />

agonizaba, para lograr que se mantuvieran<br />

en esa actitud. Aguardaba su momento<br />

con paciencia, y para entonces decía<br />

necesitar ayuda exterior: “Espero que en<br />

este momento se comprenderá que yo no<br />

puedo liberalizar el régimen sino con muchas<br />

precauciones y que Francia, en particular,<br />

me ayudará”. Pero controlaba los<br />

entresijos de la política interna del régimen.<br />

Cuando el embajador francés le comentó<br />

que el futuro nombramiento de<br />

Carrero como presidente sería “un paso<br />

atrás”, su respuesta fue negativa: “En absoluto”<br />

lo sería. Si el presidente fuera otra<br />

persona en el momento de la muerte de<br />

Franco era posible que la terna salida del<br />

Consejo del Reino estuviera formada por<br />

“dos imbéciles y una única persona válida”;<br />

de esta manera tendría que elegir<br />

obligadamente a este último. En cambio,<br />

con Carrero como presidente el futuro<br />

16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


ey tenía la seguridad de en “unas semanas”<br />

obtener su dimisión y poder emprender<br />

el camino de la liberalización con<br />

las riendas firmemente en sus manos 18 .<br />

Pero que Don Juan Carlos tuviera planes<br />

no quiere decir que éstos fueran por<br />

completo precisos ni que no errara en más<br />

de una ocasión al ponerlos en práctica. En<br />

los primeros meses de su reinado logró una<br />

gran popularidad, pero tan sólo con algunos<br />

gestos o con discursos expresivos de<br />

buenas intenciones y no con contenidos<br />

políticos propiamente dichos. En realidad<br />

éstos vinieron más adelante, y quizá el primero<br />

y más espectacular fue la renuncia al<br />

privilegio de presentación para el nombramiento<br />

de obispos que suponía el comienzo<br />

de la independencia entre la Iglesia y el<br />

Estado. Ahora bien, esta medida, adoptada<br />

al comienzo del Gobierno Suárez, fue en<br />

realidad gestionada durante la etapa de<br />

Arias Navarro por iniciativa de Areilza y<br />

Oreja. Siempre contó con la reticencia del<br />

presidente del Gobierno de la Monarquía<br />

18 Conversación con M. Gillet, 19-X-1972, Archives<br />

Nationales, Archives Pompidou, carton 5AG 2<br />

(107).<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

–Arias Navarro–, pero también parece que<br />

pudo tener la oposición del propio Rey.<br />

Éste, según las memorias de Areilza, habría<br />

estado “rodeado de integristas” y “trabajado<br />

por los de siempre” (¿los miembros del<br />

Opus Dei?) en estas materias de las relaciones<br />

entre Iglesia y Estado 19 . Pero lo que<br />

probablemente Areilza no llegó a saber es<br />

que el propio Rey, quizá como consecuencia<br />

de esas presiones, acabó por decidir no<br />

tocar por el momento ese aspecto de la política<br />

internacional española. A Arias Navarro<br />

le escribió en el sentido de renunciar a<br />

ese proyecto por considerar que tenía “una<br />

trascendencia histórica incalculable por haber<br />

pertenecido durante siglos a la Corona<br />

de España”. Además, “a una parte importante<br />

de los católicos españoles les desagradaría<br />

que se desmantele poco a poco el<br />

concordato” y, al mismo tiempo, “no parece<br />

que haya urgencia” en tomar una decisión<br />

al respecto 20 . Finalmente, en julio de<br />

1976, siendo ya presidente Suárez, se<br />

anunció la renuncia al privilegio, que fue<br />

19 José María de Areilza: Diario de un ministro de<br />

la Monarquía. Planeta, 117 y 133-134, Barcelona,<br />

1977.<br />

JAVIER TUSELL<br />

acogida con entusiasmo como una decisión<br />

exclusiva del monarca. Éste, por tanto,<br />

se había beneficiado de lo gestionado<br />

por otros; no fue la única ocasión en que<br />

algo parecido sucedió durante la transición,<br />

y resulta lógico que así fuera.<br />

¿Qué planes tenía Suárez?<br />

Sin duda, Adolfo Suárez tiene un mérito<br />

especialísimo en cuanto respecta a la ingeniería<br />

política de la transición, pero si se<br />

observa detenidamente la evolución de<br />

los acontecimientos no cabe colegir de esta<br />

información la de que sus planes fueran<br />

precisos, ni siquiera de que, ya establecida<br />

la Monarquía, estuviera dispuesto<br />

a emprender un camino decidido hacia<br />

una democracia tal como la que luego llegó<br />

a conquistarse. Sin embargo, de acuerdo<br />

con un libro escrito por persona de su<br />

entorno durante su última entrevista con<br />

Franco, en el momento de abandonar la<br />

Vicesecretaría general del Movimiento<br />

que ocupó en el período en que fue secretario<br />

general Herrero Tejedor, le habría<br />

asegurado que el futuro de España era<br />

inevitablemente democrático 21 . Tal afirmación<br />

es tan improbable que se oyera de<br />

forma imperturbable por parte del visitado<br />

como que fuera emitida por parte de<br />

quien la habría pronunciado.<br />

Disponemos, por el contrario, de un<br />

testimonio escrito acerca de la posición de<br />

Suárez en los días en que era ya inminente<br />

la muerte de Franco y se estaba a la espera<br />

de la configuración del primer gobierno de<br />

la Monarquía. Estaban pendientes en estos<br />

momentos la presidencia de las Cortes y la<br />

del Gobierno. Ante unos emisarios de los<br />

servicios secretos militares, Suárez, entonces<br />

presidente de la Unión del Pueblo Español<br />

(UDPE), una de las escasísimas asociaciones<br />

políticas fundadas al amparo de una<br />

disposición aprobada durante la presidencia<br />

de Arias, reconoció que Girón le había visitado<br />

para proponerle que apoyara a Rodríguez<br />

de Valcárcel para la presidencia de las<br />

Cortes. Era, ya entonces, Girón el gran adversario<br />

de Arias Navarro como representante<br />

del ala más dura del régimen. “No<br />

quieren abandonar el protagonismo que<br />

tienen desde hace 30 años”, aseguró Suárez<br />

a quienes sabía que se lo contarían al presidente;<br />

“harán saber que Franco deseaba la<br />

reelección”. “Están jugando con la familia<br />

de El Pardo, sobre todo con el Marqués de<br />

Villaverde”, añadió; para él, Valcárcel no<br />

20 AAN, leg. 57/1.<br />

21 Luis Herrero: El ocaso del régimen. Temas de<br />

Hoy, Madrid, 1995.<br />

17


POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />

era más que un “pelele de Girón”. A la hora<br />

de referirse a los designables citó en primer<br />

lugar a Fernández Miranda, señal de que<br />

estaba bien informado, pero añadió una<br />

frase que preludiaba posteriores enfrentamientos:<br />

“Cree que no debiera salir porque<br />

tiene muy mal genio y no cede nunca en<br />

sus propias opiniones”. Por su parte, se<br />

convirtió en defensor, ante los oídos de sus<br />

interlocutores, de aquel que Arias deseaba,<br />

afirmando que le dio a Su Alteza Real<br />

(SAR) el nombre de García Hernández, la<br />

persona de más confianza del entonces presidente.<br />

Se deshizo, además, en elogios hacia<br />

su persona: no era hombre del Movimiento-organización,<br />

con el que Suárez se<br />

identificaba por completo, pero allí “se le<br />

estimaba y se le respetaba”; la UDPE también<br />

le apoyaría. “Es imposible encontrar<br />

persona más idónea en España para cubrir<br />

tal puesto”, añadió. Como presidente del<br />

Gobierno “cree que seguirá Arias; así se lo<br />

ha recomendado hace poco a SAR”. Según<br />

aseguró entonces su futuro sucesor, “tiene<br />

creciente apoyo popular en provincias” y su<br />

imagen era la de una persona que estaba<br />

por encima de los partidos y era muy trabajador.<br />

Frente a esta imagen positiva, Suárez<br />

no escatimó invectivas contra terceras personas,<br />

también muy reveladoras de futuros<br />

enfrentamientos: Areilza sería “un farsante”<br />

que se atribuía “haber redactado el discurso<br />

de la Corona”; Pérez Escolar, un “traidor”.<br />

De cualquier modo, Suárez, en este momento,<br />

ante todo y sobre todo, era un<br />

hombre del Movimiento, y por eso una de<br />

sus preocupaciones fundamentales era que<br />

“el Gobierno siga sin apoyar económicamente<br />

a las asociaciones” (entiéndase, sobre<br />

todo, a la que él mismo presidía) 22 . De<br />

cualquier modo, esa postura en el momento<br />

preciso de esta crisis le valió un puesto<br />

ministerial y su ejecutoria en él le abrió camino<br />

a la presidencia.<br />

Ocho meses después de esta conversación<br />

lo que Suárez decía en privado había<br />

cambiado sustancialmente. Así lo demuestra<br />

la primera entrevista que tuvo con los<br />

dirigentes socialistas. “Quedó claro que el<br />

Rey había sido parte en la decisión del encuentro”,<br />

se dice en la narración que estos<br />

últimos hicieron para su ejecutiva. Lo que<br />

no lo está, en cambio, es hasta qué punto<br />

era Suárez tan sólo un instrumento del Rey,<br />

pero la cuestión queda planteada teniendo<br />

en cuenta la distancia entre dos declaraciones<br />

sucesivas y la condición de “disponibilidad”<br />

que le atribuyó Fernández Miranda<br />

22 Entrevista del SECED con Suárez, 13-XI-<br />

1975 (AAN leg. 58/5).<br />

como principal motivo para su promoción.<br />

De cualquier modo, el gobierno presidido<br />

por Suárez “se autodefinió”, en la conversación,<br />

“como provisional y no legitimado<br />

por ningún poder que no fuera el de hecho”;<br />

“su meta es lograr la organización del<br />

Estado español en un Estado democrático”<br />

y “los medios para llegar a tal fin no los tienen<br />

por completo predeterminados y, en<br />

consecuencia, estos encuentros tienen el interés<br />

de influir en la definición del proceso<br />

democratizador de la forma que más pueda<br />

interesar a los grupos democráticos”. Estos<br />

propósitos todavía quedaron más claros ante<br />

los interlocutores al decir que no podía<br />

aceptar como propia la fórmula de la “ruptura<br />

pactada”, pero entendía que lo hiciera<br />

la oposición. El “referéndum prospectivo”,<br />

del que se hablaba en la izquierda moderada,<br />

no le parecía viable, pero sí, en cambio,<br />

un referéndum en que no se planteara la<br />

forma de gobierno pero sí el camino hacia<br />

la democracia. Sus planes parecían en este<br />

momento todavía muy imprecisos: admitió<br />

que “a corto plazo” no tenía un plan concreto,<br />

pero que pensaba prescindir de las<br />

vacaciones para elaborarlo; incluso aseguró<br />

que pensaba “utilizar el proyecto que ya casi<br />

informado el Consejo Nacional del Movimiento”<br />

23 . Luego no lo hizo en absoluto,<br />

sino que encargó la elaboración de un proyecto<br />

nuevo y diferente que fue el aprobado<br />

y el que dio paso a la reforma política.<br />

Como se puede ver en este caso concreto,<br />

un examen detenido de lo realmen-<br />

23 Asistentes A. S., L. G. LL., L. S., 14-VII-<br />

1976. Papeles Solana.<br />

te sucedido durante la transición de<br />

acuerdo con fuentes inéditas permite no<br />

sólo desvanecer las mitificaciones personales,<br />

sino también tener muy en cuenta<br />

que los personajes representan realidades<br />

distintas a medida que avanzamos en el<br />

tiempo. De alguna manera la transición<br />

puede ser comparada con una especie de<br />

carrera en que existen esos atletas que no<br />

ejercen otra función que la de hacer que<br />

el ritmo inicial sea lo bastante vivo como<br />

para lograr que se alcance luego el récord,<br />

aunque abandonen muy tempranamente<br />

la competición. Lo dicho vale para Suárez<br />

pero, por ejemplo, podría servir también<br />

para Fernández Miranda.<br />

¿Cuándo se decidió<br />

la legalización del PCE?<br />

Uno de los momentos culminantes de la<br />

transición fue la legalización del PCE, porque<br />

con ella de forma definitiva se hizo patente<br />

que ninguna fuerza política importante<br />

iba a estar ausente de la consulta<br />

electoral; a su vez, la admisión de la legalidad<br />

del PCE fue un dato indicativo de que<br />

se había producido un principio de ruptura<br />

con el antiguo régimen dictatorial. Pero<br />

¿cuándo se tomó esta decisión? Hay, respecto<br />

al contenido de los contactos de<br />

Don Juan Carlos con Santiago Carrillo, algunas<br />

significativas disonancias cronológicas<br />

y de contenido entre las interpretaciones<br />

dadas por el primero y el segundo 24 .<br />

24 Confróntese, en este sentido, José Luis de Vilallonga:<br />

El Rey, Plaza y Janés, Barcelona, 1993, con<br />

Santiago Carrillo: Memorias, Planeta, Barcelona, 1993.<br />

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


En el primer caso se sugiere que tuvo lugar<br />

mientras estaba Franco vivo y prometiendo<br />

una legalización a corto o medio plazo;<br />

en el segundo caso se afirma que tan sólo<br />

fue un contacto sin promesa alguna y que<br />

tuvo lugar ya entrado 1976.<br />

Recurramos a una fuente inédita que<br />

no puede ser discutida: las notas tomadas<br />

por los dirigentes socialistas en el transcurso<br />

de los primeros contactos con Don<br />

Juan Carlos y con Suárez. Lo que prueba<br />

esta fuente es que cuando llegó el segundo<br />

a la presidencia ninguno de los dos<br />

consideraba que fuera posible la legalización<br />

del PCE. “El número 1”, asegura la<br />

transcripción de una de estas conversaciones<br />

refiriéndose al Rey, “comunicó que<br />

tratará de evitar que haya condenas explícitas<br />

del PC en las Cortes para dejar cierta<br />

elasticidad ante una negociación futura.<br />

Se le señaló que, de alguna forma, hay<br />

que corregir la ventaja que el franquismo<br />

ha dado al PC sobre las demás organizaciones<br />

de clase” 25 . Adviértase que los propios<br />

socialistas a la altura del verano de<br />

1976 ni siquiera consideraban que la ausencia<br />

de los comunistas en la contienda<br />

electoral invalidara ésta.<br />

Con Suárez la conversación fue más<br />

detenida y, por tanto, permite profundizar<br />

algo más. “Insistimos”, escribieron los dos<br />

representantes socialistas presentes, “en<br />

que la estabilidad política del país y la viabilidad<br />

de la democracia pasa por la legalización<br />

de todos los partidos, incluido el<br />

PC. Básicamente, Adolfo Suárez estuvo de<br />

acuerdo, pero expresó las grandes dificultades<br />

que el Ejército pone a que sea admitido<br />

en el juego político en un inmediato<br />

futuro, dejando abierta la posibilidad de<br />

que más adelante y tras las elecciones generales<br />

pueda replantearse otra vez el tema.<br />

Aceptó nuestra sugerencia de la negociación<br />

en escalera y de que fuésemos nosotros<br />

los que consiguiéramos el acuerdo<br />

del PC para cualquier tipo de pacto que se<br />

pueda firmar en el futuro” 26 . La legalización<br />

del PCE quedaba por tanto remitida<br />

a un futuro incluso un tanto remoto, y los<br />

socialistas parecían más interesados en<br />

atribuirse el papel de mediadores entre el<br />

gobierno y los comunistas que en la inmediata<br />

legalización de este partido.<br />

El contenido de estas dos conversaciones<br />

nos lleva a concluir el decisivo papel<br />

jugado por el tiempo. Fue el transcur-<br />

25 Entrevista entre el número 1 y L. S., 21-VII-<br />

1976. Papeles Solana.<br />

26 Asistentes A. S., L. G. LL., L. S., 14-VII-<br />

1976. Papeles Solana.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

so de los meses el que hizo que algo que<br />

parecía bien pero resultaba, en principio,<br />

imposible acabara por convertirse en una<br />

realidad. La opinión pública cambió e hizo<br />

posible un giro que en principio parecía<br />

imposible. Pero, al mismo tiempo, si<br />

la legalización se convirtió en posible fue<br />

porque la propia actitud de la Administración<br />

cambió. Cuando dirigentes socialistas<br />

europeos pidieron a Arias Navarro<br />

que autorizara la concesión de un pasaporte<br />

a Felipe González, el entonces presidente<br />

recibió un informe sobre quien<br />

con el tiempo habría de sucederle presentándole<br />

como una especie de violento activista<br />

desde su época universitaria, partidario<br />

de enfrentarse con las fuerzas de orden<br />

público utilizando todos los medios.<br />

En cambio, cuando en marzo de 1977 tuvo<br />

lugar una reunión eurocomunista en<br />

Madrid, la interpretación de la policía fue<br />

profesional y objetiva. “Tras los resultados<br />

hechos públicos de la reunión”, aseguraba<br />

el informe que recibió Suárez, “se puede<br />

concluir que ésta ha tenido como objetivo<br />

fundamental el apoyo internacional a la<br />

legalización del Partido Comunista de España,<br />

pero difícilmente puede concluirse<br />

que de la cumbre de Madrid haya resultado<br />

la configuración de un bloque eurocomunista<br />

claramente identificado que marque<br />

el comienzo de una nueva estrategia<br />

europea conjunta para los partidos comunistas<br />

del sur de Europa” 27 . El juicio era<br />

correcto y revelaba, en el fondo, que ya se<br />

había iniciado el camino hacia el reconocimiento<br />

del PCE, meses atrás considerado<br />

como imposible.<br />

Los Estados Unidos, una ayuda<br />

¿hasta qué punto?<br />

Una afirmación bastante habitual en los<br />

críticos de la transición a la democracia<br />

efectivamente realizada consiste en afirmar<br />

que ésta se llevó a cabo con una especie de<br />

apoyo tutelar de los Estados Unidos. Ahora<br />

bien, esta afirmación entra en completa<br />

contradicción con la información que nos<br />

revelan las fuentes ya publicadas y con la<br />

que nos ofrecen las inéditas. Si se leen las<br />

memorias de Areilza, el primer ministro de<br />

Exteriores de la Monarquía, se comprobará<br />

que nada más lejos de la realidad que esa<br />

interpretación. Desde el mismo mes de diciembre<br />

de 1975 describe la actitud de la<br />

diplomacia norteamericana como deseosa<br />

de que España evolucionara pero “sin de-<br />

27 Presidencia del Gobierno, Administración<br />

Institucional, Secretaría de Despacho del Presidente,<br />

leg. 430, número 207.<br />

JAVIER TUSELL<br />

masiado afán, exigencias ni prisas”. El propio<br />

Kissinger, que visitó España al mes siguiente,<br />

se limitó a recordar que siempre<br />

eran mejores los anuncios de reformas que<br />

las reformas mismas y se mostró propicio<br />

tan sólo a un cambio lento sin prestar demasiada<br />

atención a los europeos, mucho<br />

más exigentes respecto del contenido y del<br />

ritmo 28 .<br />

Kissinger, en el último tomo de sus<br />

memorias, hace otra interpretación, pero<br />

ésta no admite la más leve crítica interna<br />

(y, rasgo curioso, coincide con la de los supuestos<br />

revisionistas de la transición en la<br />

potenciación del papel desempeñado por<br />

su país). Considera el cambio acontecido<br />

en España como un ejemplo de una política<br />

acertada emprendida por los norteamericanos<br />

y se hace eco, por ejemplo, de<br />

los bien pensados –thoughtful– preparativos<br />

que habría hecho Franco para llevar a<br />

cabo la transición a su muerte “mediante<br />

el restablecimiento de la Monarquía y el<br />

comienzo de los procedimientos democráticos”.<br />

A pesar de ello, siempre de acuerdo<br />

con su interpretación, los aliados europeos<br />

no se mostraban satisfechos con la evolución<br />

de la política interna española. Todos<br />

los gobiernos, que eran de centro-izquierda<br />

excepto el de Francia, estaban de acuerdo<br />

en que había buenas razones desde el<br />

punto de vista militar para cooperar con<br />

España cuando todavía estaba Franco en<br />

el poder. El 29 de mayo de 1975 el Presidente<br />

Ford expresó la posición norteamericana<br />

en una reunión de la OTAN en el<br />

sentido de suscribir un nuevo acuerdo con<br />

España, pero se encontró con la réplica<br />

de Johannes de Uyl, el primer ministro de<br />

Holanda, que mencionó la “falta de credibilidad<br />

política en que incurriría la<br />

OTAN” si pactaba con la España de Franco.<br />

Más taxativo, el canciller alemán Schmidt<br />

expresó la opinión de que “debemos<br />

apoyar a aquellos que queremos que gobiernen<br />

después de Franco” y “esto significa<br />

que no debemos tratar tan sólo con los<br />

que hoy están en el poder”. Incluso se<br />

atrevió a aconsejar a los norteamericanos<br />

que no aceptaran quedar en una situación<br />

gracias a la cual alguno pudiera decir que<br />

los Estados Unidos estaban apoyando al<br />

régimen equivocado” 29 . Fueron los países<br />

europeos –y no los Estados Unidos– quienes<br />

contribuyeron, pues, a crear un ambiente<br />

internacional propicio a la transición.<br />

Para los norteamericanos España se-<br />

28 Areilza: Diario…, 14, 65.<br />

29 Henry Kissinger: Years of renewal. Simon and<br />

Schuster, 199, 632-633.<br />

19


POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />

guía teniendo un interés básicamente militar,<br />

y en realidad les preocupaba mucho<br />

más la estabilidad del régimen español –el<br />

que fuera– que la libertad de los habitantes<br />

de este país, para ellos un tanto remoto.<br />

Esta impresión queda confirmada con<br />

el recurso al contenido de la entrevista<br />

que el Presidente del Gobierno español,<br />

Carlos Arias, mantuvo con el embajador<br />

norteamericano a mediados de octubre de<br />

1975. Apenas hace falta recordar que en<br />

estos momentos la España de Franco parecía<br />

haber vuelto a la etapa de aislamiento<br />

característico de la segunda posguerra<br />

mundial, con las negociaciones sobre el<br />

Mercado Común paralizadas y ausentes la<br />

mayor parte de los embajadores europeos<br />

de Madrid. Pues bien, en estas circunstancias<br />

se limitó el embajador norteamericano<br />

a expresar su “preocupación en orden<br />

a los procedimientos seguidos en los<br />

juicios” que habían llevado a la ejecución<br />

de terroristas de ETA y del GRAPO. Se<br />

mostró también “escéptico en que siguiera<br />

vigente el espíritu del 12 de febrero,<br />

sobre todo a raíz de la aparición de Solís<br />

en el gobierno” y dejó caer que la transformación<br />

política se producía a un “ritmo<br />

quizá demasiado lento” 30 . En sus palabras<br />

no había nada parecido a una presión<br />

insistente, y no parece que nada<br />

cambiara en la etapa inmediatamente<br />

posterior.<br />

Los militares,<br />

¿mayoritariamente a favor o en contra?<br />

Quizá el aspecto más difícilmente historiable<br />

de la transición sea el que se refiere<br />

a la actitud del Ejército o, si se quiere decirlo<br />

de forma más precisa, a los altos<br />

mandos militares. Hay que tener en cuenta<br />

que las fuentes existentes son de momento<br />

inaccesibles y que además se ha<br />

partido en el pasado de una consideración<br />

general que hoy sabemos incorrecta, aunque<br />

resultara funcional desde el punto de<br />

vista político en el momento mismo de la<br />

transición. Durante su transcurso, en<br />

efecto, se repitió, una y otra vez, por parte<br />

de los principales protagonistas políticos,<br />

que la inmensa mayor parte de los mandos<br />

militares no participaban de actitudes<br />

involucionistas. Pero eso no era cierto,<br />

como hoy cuentan en privado esos mismos<br />

protagonistas: en los altos mandos<br />

hubo una actitud clara de oposición al<br />

proceso democrático que no se tradujo en<br />

30 Conversación con el embajador de los Estados<br />

Unidos, 14-X-1975, en AAN, leg. 56/9.<br />

actos en parte por el hecho de que el Rey<br />

era el heredero de Franco y por la carencia<br />

de un liderazgo propio y viable. La<br />

tensión entre la cúpula militar y la política<br />

fue persistente a lo largo de toda la<br />

transición, con el inconveniente de que,<br />

tratándose de un pugilato principalmente<br />

psicológico, no ha dejado trazas escritas y,<br />

por tanto, resulta muy difícil de reconstruir<br />

y de historiar.<br />

Subsisten algunas informaciones que<br />

resultan significativas. Un informe sobre<br />

la actitud de los mandos militares en torno<br />

al verano de 1975, que circuló en los<br />

medios monárquicos cercanos a Don<br />

Juan, señalaba que “la política seguida<br />

por el Príncipe respecto del Ejército ha sido<br />

hábil”, de modo que “puede decirse<br />

que cuenta con el apoyo del Ejército en<br />

tanto no se produzca la crisis del mismo,<br />

que se producirá entre los años 1978-<br />

1979”. La mención a esta fecha nacía de<br />

la realidad de que, así como los altos<br />

mandos eran franquistas y seguirían siéndolo<br />

durante los años inmediatos, en los<br />

niveles más bajos de la oficialidad la actitud<br />

política estaba cambiando. El propio<br />

Don Juan Carlos “era objeto de crítica, y<br />

esta crítica aumenta porque la figura del<br />

Príncipe se deteriora políticamente con el<br />

paso del tiempo, al identificarse cada día<br />

más con la figura de Franco y su régimen,<br />

ya en franca decadencia”. La conclusión<br />

del informe era, por tanto, la existencia<br />

de “un margen de unos tres años en que<br />

su acceso al Trono al fallecimiento de<br />

Franco está asegurado” en lo relacionado<br />

a la actitud del Ejército. Pero, superado<br />

ese límite cronológico, los problemas del<br />

Rey serían graves 31 . En consecuencia, si el<br />

cambio político hubiera sido dubitativo<br />

(o si simplemente se hubiera adaptado a<br />

las pautas señaladas por Kissinger), el resultado<br />

podría haber sido catastrófico.<br />

Claro está que había un reducido sector<br />

del alto mando que no puede ser adscrito<br />

a esa posición mayoritaria. Quienes<br />

eran prestigiosos desde el punto de vista<br />

profesional y monárquico –y como tales<br />

figuraban en el informe citado– tuvieron<br />

sus mejores oportunidades en los primeros<br />

gobiernos de la Monarquía, pero conviene<br />

tener en cuenta que no siempre dieron<br />

el resultado previsto: éste fue el caso<br />

del general Ibáñez Freire o De Santiago.<br />

Incluso quien ha quedado como ejemplo<br />

de militar demócrata, el general Gutiérrez<br />

Mellado, debiera ser interpretado más<br />

31 Nota informativa sobre el Ejército de Tierra.<br />

Archivo Pedro Sainz Rodríguez, leg. 41.<br />

que nada como un moderado o un realista,<br />

consciente de los males objetivos de la<br />

institución militar, deseoso de ponerla al<br />

día y, sobre todo, decidido a resistir la<br />

desbordante influencia de la extrema derecha<br />

en los medios militares durante los<br />

meses finales del franquismo. En su correspondencia,<br />

Gutiérrez Mellado aseguraba<br />

que el español era “el ejército más<br />

viejo del mundo”, que funcionaba con un<br />

“pluriempleo consentido” y que padecía<br />

una “frustración por la falta de eficacia de<br />

las unidades”. Su posición personal a la<br />

altura del verano de 1975, cuando ya se<br />

había descubierto la existencia de la<br />

Unión Militar Democrática, consistía en<br />

tratar esta cuestión “desde el punto de<br />

vista político y no dejarlo correr a lo que<br />

dé (sic) el Código de Justicia militar”. En<br />

absoluto se identificaba con esta entidad<br />

ni con la democracia política. “A los oficiales<br />

jóvenes”, aseguraba, “no se les puede<br />

abrumar hablándoles de una guerra<br />

que está en estos momentos más lejos de<br />

nosotros que la de Cuba cuando yo era<br />

teniente”, pero afirmaba que volvería a<br />

hacer lo que hizo el 18 de julio, es decir,<br />

sublevarse contra la República. Su principal<br />

motivo de preocupación era la división<br />

del Ejército y la influencia en él de la<br />

extrema derecha. “Si ahora se descubre un<br />

grupo de oficiales que creen en las ideas y<br />

en los métodos que predica Fuerza Nueva”,<br />

afirmaba, “somos una inmensa mayoría<br />

(de los oficiales) los que rechazamos<br />

totalmente cuanto predica” Blas Piñar,<br />

el dirigente de esa extrema derecha desde el<br />

punto de vista político. Aun así, el grupo<br />

ultra condenaba a “todo general, jefe u<br />

oficial que simplemente no piense como<br />

ellos o deseen un aperturismo como el<br />

gubernamental plasmado en el discurso<br />

del 12 de febrero” 32 . Frases como éstas<br />

sugieren que la propia actitud de la extrema<br />

derecha militar contribuyó de manera<br />

muy decisiva a decantar a los moderados<br />

al lado de la democracia, opción que no<br />

tenía por qué, en principio, resultar la suya.<br />

Al mismo tiempo hacen pensar en que<br />

la política seguida por Don Juan Carlos y<br />

Suárez respecto de los mandos militares<br />

fue obligada y prudente.<br />

En cuanto a quienes participaban del<br />

ideario de la extrema derecha, tenemos<br />

noticia acerca de su actitud gracias a un<br />

informe policiaco sobre una reunión en el<br />

domicilio del teniente general Pérez Viñeta<br />

el 8 de marzo de 1976, es decir, poco<br />

más de tres meses después de la muerte de<br />

32 AAN, 7 y 31-VIII-1975, leg. 37/31.<br />

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


Franco y cuando quedaban otros tantos<br />

para la llegada al poder de Suárez. Asistió,<br />

aunque “sólo unos breves momentos”, el<br />

general Iniesta, antiguo Director General<br />

de la Guardia Civil, y estuvieron presentes<br />

otros conocidos generales de extrema<br />

derecha como Cano, Liniers y otros; uno<br />

de los que estuvo a punto de asistir pero<br />

finalmente no lo hizo fue el general Milans<br />

del Bosch, uno de los protagonistas<br />

esenciales, luego, del 23-F. “Los temas<br />

tratados”, narra el informe policiaco,<br />

“versaron sobre la actual situación del país,<br />

sobre la necesidad de poner coto a la<br />

subversión y la necesidad de un gobierno<br />

fuerte”. Lo que llama la atención es la forma<br />

de actuación que previeron los reunidos:<br />

Iniesta aseguró que “confiaba en el<br />

general de Santiago (entonces vicepresidente<br />

del Gobierno para asuntos de la<br />

Defensa) y en el Rey. Sin embargo, Cano,<br />

que “dirigió el debate”, dijo del primero<br />

que, “aun siendo excelente persona y honorable<br />

militar, era hombre débil, incapaz<br />

de tomar decisiones y atado a fidelidades<br />

que en parte él mismo se había buscado”<br />

(se debía referir a su monarquismo). “Se<br />

trató”, añade el informe, “de la necesidad<br />

de hacer un informe amplio sobre la si-<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

tuación y los deseos de las Fuerzas Armadas<br />

para presentárselo al Rey con el general<br />

de Santiago si éste accedía o, si no, sin<br />

él”. En suma, se trataba de “no dar ningún<br />

golpe de Estado pero sí forzar un<br />

cambio de Gobierno con personas más<br />

afectas al franquismo y con más amplio<br />

sentido de la autoridad”. Los presentes lamentaron<br />

la “ausencia de un civil con categoría<br />

indiscutible o de un militar con<br />

prestigio para el caudillaje”; Blas Piñar era<br />

el que despertaba más simpatía, pero todos<br />

reconocieron que resultaba difícil<br />

unir en torno a su persona al conjunto<br />

del Ejército. Pérez Viñeta se erigió en dirigente<br />

del grupo y el teniente coronel<br />

López Anglada figuró como coordinador<br />

del mismo 33 . Todo hace pensar que la<br />

gestión descrita se llevó efectivamente a<br />

cabo sin que las pretensiones de este grupo<br />

de extrema derecha recibieran la imprescindible<br />

aquiescencia del sucesor de<br />

Franco. El papel del Rey en la transición<br />

fue mucho más el de guardián frente a<br />

una intromisión militar que el de verdadero<br />

piloto del cambio.<br />

Reuniones de este tipo debió de haber<br />

muchas. La actitud de los máximos<br />

responsables de la transición política frente<br />

a este latente espíritu conspiratorio fue<br />

tratar de evitar cualquier paso que pudiera<br />

dar pie a provocar el intervencionismo<br />

militar. Así lo revelan las conversaciones<br />

mantenidas con los socialistas en el verano<br />

de 1976, tras el nombramiento de<br />

Suárez. “El número 1”, es decir, el Rey,<br />

“se mostró preocupado por la actitud de<br />

las Fuerzas Armadas. Concretamente dijo<br />

que el escalafón es negativo durante los<br />

próximos años” 34 . Adviértase que el monarca<br />

parece haber sido muy consciente<br />

de que tenía un plazo limitado en el que<br />

podía actuar. Como era habitual el contacto<br />

con el Presidente del Gobierno, resulta<br />

más explícito y concreto. Según los<br />

socialistas, “A(dolfo) S(uárez) afirmó que<br />

(el Ejército) es la institución básica en estos<br />

momentos en cuanto a la definición<br />

de los límites por los que puede pasar la<br />

reforma. Explicó que, especialmente de<br />

comandantes para arriba, existe un profundo<br />

criterio derechista en las Fuerzas<br />

Armadas que no debe ser provocado y<br />

con el que hay que contar sistemáticamente.<br />

Se mostró confiado en que, tam-<br />

33 Reunión de militares. 8-III-1976. AAN leg.<br />

58/5.<br />

34 Entrevista entre el número 1 y L. S., 21-VII-<br />

1976. Papeles Solana.<br />

35 Asistentes A. S., L. G. LL., L. S., 14-VII-<br />

1976. Papeles Solana.<br />

JAVIER TUSELL<br />

bién, a esta institución se la podría llevar,<br />

poco a poco, a aceptar nuevos modelos de<br />

convivencia. Dijo que a corto plazo la<br />

institución militar no aceptaría la legalización<br />

del PC” 35 .<br />

Resulta probable que en más de una<br />

ocasión Suárez utilizara esa actitud del<br />

mando militar en sus conversaciones con<br />

la oposición para poner coto a sus peticiones.<br />

Pero su estrategia de cara a los militares<br />

estaba justificada en razones objetivas<br />

y acabó dando resultado. Desconocemos,<br />

sin embargo, al menos de forma<br />

detallada, cómo fue evolucionando, paso<br />

a paso, la relación entre los mandos militares<br />

y la cúpula política durante la transición.<br />

Lo que de cualquier modo interesa<br />

es que, en este caso, como en los anteriores,<br />

mediante la aportación de fuentes<br />

inéditas es posible reconstruir una Historia<br />

de la transición española a la democracia<br />

que está, por el momento, muy lejos<br />

de haber sido elaborada hasta el momento<br />

presente. El revisionismo crítico hecho<br />

desde unas actitudes apriorísticas que se<br />

fundamentan en factores ideológicos o en<br />

circunstancias individuales pero que no se<br />

han tomado la menor molestia en acudir<br />

a las fuentes resulta insustancial. Eso no<br />

impide, en cambio, que quede un campo<br />

de trabajo muy amplio para la reconstrucción<br />

de la Historia de la transición española<br />

a la democracia. n<br />

Javier Tusell es catedrático de Historia. Autor de<br />

La revolución posdemocrática.<br />

21


La ciencia en una sociedad libre<br />

Uno de los problemas más serios que cae<br />

bajo el alcance de la filosofía política de la<br />

ciencia es el problema de Feyerabend:<br />

¿qué tipo de ciencia debemos sostener?<br />

¿Para quién es la ciencia, quiénes deben<br />

juzgar y dirigir la ciencia? Recordemos el<br />

argumento de Feyerabend en La ciencia<br />

en una sociedad libre:<br />

La ciencia debe ser juzgada por su capacidad<br />

para satisfacer los deseos y necesidades de una comunidad.<br />

1. Las sociedades y grupos diferentes tienen<br />

necesidades e intereses diferentes.<br />

2. Los juicios valorativos acerca de lo que es<br />

buena o mala ciencia son diferentes.<br />

En consecuencia, nadie está legitimado para<br />

excluir una forma de hacer ciencia en virtud de que<br />

no obedece a normas generales como el método<br />

científico.<br />

Si nos sentimos incómodos con las consecuencias<br />

relativistas de Feyerabend, no por<br />

ello deberíamos dejar de considerar cuidadosamente<br />

la lógica que subyace a esta argumentación.<br />

No es mal ejercicio el preguntarnos<br />

cuál sería nuestra respuesta a preguntas<br />

como las siguientes: ¿pueden compartir todos<br />

los resultados de la ciencia hombres y<br />

mujeres?, ¿pueden compartir la ciencia católicos<br />

y ateos?, ¿aceptarían las mismas verdades<br />

fundamentalistas y revolucionarios?,<br />

¿define al sujeto creador o usuario de la<br />

ciencia su identidad social o existencial o,<br />

por el contrario, sus capacidades cognitivas?<br />

El sujeto colectivo que produce y disfruta<br />

de la ciencia, que a veces la soporta y<br />

sufre sus malas consecuencias, es en nuestro<br />

siglo un sujeto amplio y complejo, que involucra<br />

a la comunidad científica entera de<br />

una disciplina, también a otras comunidades<br />

científicas de disciplinas relacionadas, a<br />

comunidades de otros tiempos futuros y, lo<br />

que es más importante, a la sociedad presente<br />

y a las generaciones futuras. Este sujeto<br />

está atravesado y quizá constituido por<br />

¿ES LA CIENCIA<br />

UN BIEN PÚBLICO?<br />

FERNANDO BRONCANO<br />

relaciones de comunicación, aceptación,<br />

confianza, crítica y otras relaciones de orden<br />

interno epistemológico, así como por relaciones<br />

más mundanas de poder, reconocimiento<br />

y, sobre todo, por el modo en que se<br />

pagan los costos y se obtienen los beneficios<br />

sin los que una institución tan compleja como<br />

el conocimiento científico sería incapaz<br />

de sobrevivir ni siquiera un día entero.<br />

Todo el problema deriva del hecho de<br />

que la ciencia produce conocimiento y el<br />

conocimiento a veces es útil y a veces o no,<br />

depende, pero siempre hay que pagar los<br />

costos de producción. Pues la ciencia es una<br />

institución que produce beneficios, es cierto,<br />

aunque también lo es el que actualmente<br />

es una de las instituciones más costosas<br />

de las sociedades contemporáneas. Para sostener<br />

la ciencia tal como se organiza en la<br />

actualidad, se exige un esfuerzo que en ninguna<br />

otra época se pudo siquiera imaginar.<br />

Cuando un sistema alcanza hasta el 3% o<br />

4% del PIB solamente en gastos de investigación<br />

es porque la sociedad está desviando<br />

hacia él recursos importantes que podrían<br />

estarse dedicando a otras actividades, como<br />

la sanidad, la educación o la seguridad social.<br />

Y si atendemos a los costos individuales<br />

que pagan los investigadores notaremos<br />

que la práctica de una ciencia de calidad es<br />

tan costosa para los investigadores que se<br />

embarcan en esa empresa como para la sociedad<br />

que la financia. Pues ocurre que, a<br />

pesar del carácter masivo, y a veces proletarizado,<br />

de la investigación, la ciencia recuerda<br />

en muchos aspectos a las artes o al<br />

deporte, por ejemplo, en que todos compiten<br />

para alcanzar el éxito, pero solamente<br />

unos pocos consiguen la fama<br />

y el prestigio que compensan el duro esfuerzo<br />

personal invertido 1 . La cuestión que<br />

1 Quienes se dedican a la medición de la ciencia<br />

saben que en ella se produce una regularidad indepen-<br />

planteamos es, por tanto, cómo es posible<br />

que una sociedad (y los individuos que pertenecen<br />

directamente al sistema social que<br />

forma la ciencia) sea capaz de mantener de<br />

modo estable este sistema.<br />

La estabilidad es más difícil de explicar<br />

de lo que parece a primera vista. Recordemos<br />

que la ciencia es una institución<br />

histórica y contingente que no lleva<br />

en la historia más allá de 300 años. La<br />

tradición ilustrada consideraba que la<br />

ciencia es un hecho natural que pertenece<br />

al orden de las cosas, en este caso de la<br />

naturaleza humana. De acuerdo a esta<br />

tradición la ciencia florecería en el momento<br />

que liberásemos a las sociedades de<br />

los prejuicios religiosos y metafísicos. Tres<br />

siglos después del caso Galileo, observamos<br />

que la ciencia ha triunfado y se ha<br />

convertido en una institución social de<br />

producción de conocimiento compleja y<br />

determinante, no ya de la cultura, sino de<br />

la economía y de todas las relaciones sociales.<br />

Tres siglos después, también, no lo<br />

olvidemos, la ciencia sigue conviviendo<br />

con formas no científicas y algunas anticientíficas<br />

de ver el mundo y de organizar<br />

la existencia. Y si atendemos a esta última<br />

constatación, nuestra pregunta acerca del<br />

relativismo de intereses se puede ahora<br />

diente de escala que se conoce en el gremio como Ley<br />

de Lotka: si ponemos en relación el número de científicos<br />

y un indicador cualquiera de producción, como<br />

el número de trabajos publicados, el número de tesis<br />

dirigidas, el número de proyectos en los que participa,<br />

etcétera, se observa una curva exponencial que correlaciona<br />

ambos: la gran mayoría está asignada a una<br />

pequeña minoría. Lo que es más importante es que no<br />

importa la disciplina a la que miremos, ni el país o el<br />

tamaño del grupo. Es una regularidad que el biólogo<br />

Lotka descubrió en muchos sistemas biológicos y sociales,<br />

y que indica que hay mecanismos muy robustos<br />

por debajo que la explican y que es necesario descubrir.<br />

En el caso de la ciencia, es una de las tareas que<br />

espera a los sociólogos de la ciencia del futuro cuando<br />

dejen de despreciar los estudios cuantitativos.<br />

22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


eescribir de esta otra forma: ¿cómo es<br />

posible mantener la ciencia en un mundo<br />

de culturas y actitudes diferentes, algunas de<br />

ellas no científicas?<br />

Para plantear la cuestión en términos<br />

simples, un poco simples, quizá, pero más<br />

claros, ¿por qué vamos a financiar aquellas<br />

investigaciones en las que no estamos interesados<br />

o que corren positivamente contra<br />

nuestros intereses particulares? Tomemos,<br />

por ejemplo, los movimientos religiosos<br />

que pagan sus impuestos para financiar<br />

una ciencia que defiende la evolución y<br />

que probablemente dentro de muy poco<br />

producirá modelos reduccionistas del cerebro<br />

humano; o los movimientos sociales<br />

de identidades como el género, la raza, las<br />

nacionalidades, etcétera, que tal vez estén<br />

interesados en pagar solamente las investigaciones<br />

que favorezcan el desarrollo de<br />

sus intereses y, sobre todo, en prohibir las<br />

que suponen que favorecen los intereses<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

contrarios. Está también el punto de vista<br />

de los empresarios y financieros, para<br />

quienes no hay problema si se trata de financiar<br />

una investigación con aplicaciones<br />

tecnológicas plausibles posibles, pero ¿por<br />

qué pagar la costosísima física de las altas<br />

energías? Está el punto de vista, no lo olvidemos,<br />

de los Gobiernos, que se encuentran<br />

ante dilemas similares, especialmente<br />

en épocas de crisis: pueden entender la necesidad<br />

de un sistema educativo, pero ¿por<br />

qué dar dinero público para pagar un sistema<br />

académico que dedica solamente el<br />

15% de su tiempo solamente a tareas de<br />

enseñanza y el resto a escribir artículos<br />

que no leen más de 10 personas o a viajar<br />

a costa del contribuyente? La ciencia,<br />

piensan muchos gobernantes, fue un lujo<br />

de la guerra fría, como la carrera del espacio,<br />

que no hay razones para continuar.<br />

No son pocos los economistas que sueñan<br />

con una ciencia financiada solamente por<br />

las empresas interesadas en la investigación<br />

y en el abandono de los grandes proyectos<br />

a cargo de los fondos públicos. Y<br />

están, por último, los propios interesados,<br />

los científicos, quienes se encuentran ante<br />

preguntas de igual difícil respuesta: ¿por<br />

qué invertir 10, 12 o 15 años de la vida en<br />

una tesis doctoral, en un postdoc, aguantando<br />

a un jefe insoportable, al que nada<br />

interesa lo que uno o una investiga, con<br />

un salario de conserje y unas perspectivas<br />

de trabajo de obrero de la construcción en<br />

época de crisis?, ¿por qué no hacerle la pelota,<br />

cocinarle los datos, permitirle publicar<br />

los trabajos propios y conseguir pronto<br />

una plaza estable?, ¿por qué no usar la inteligencia<br />

que uno tiene para hacerse abogado<br />

y rico?<br />

Si sumamos todas estas respuestas, el<br />

resultado no es muy halagüeño para el futuro<br />

de la ciencia. Y lo más grave del<br />

asunto es que no podemos acusar de irracionales<br />

a quienes se hacen estas preguntas,<br />

al contrario. Las propias religiones, al<br />

menos las sensatas, son intentos racionales<br />

de dar sentido a la experiencia humana,<br />

y por ello son, de alguna forma, ejercicios<br />

de la racionalidad humana en su<br />

mejor expresión. Lo mismo podemos afirmar<br />

de movimientos como los feministas<br />

o de reivindicación de la identidad de raza,<br />

o los movimientos por una visión ecológica<br />

del mundo. Y no digamos de la racionalidad<br />

aparentemente egoísta de<br />

quienes no desean ver su vida personal y<br />

familiar en peligro por una investigación<br />

esotérica, excepto para las 30 personas<br />

que pueden entenderla.<br />

Si sumamos además el malestar cultural<br />

generalizado, los movimientos fundamentalistas,<br />

los movimientos de resistencia<br />

política a la ciencia incorporados en<br />

muchos movimientos sociales y académicos;<br />

si sumamos el peso cultural de los<br />

movimientos neorrománticos y posmodernos;<br />

si sumamos las situaciones objeti-<br />

23


¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />

vas de tantos Estados que no pueden permitirse<br />

la financiación de la ciencia por su<br />

grado de subdesarrollo; si sumamos todo<br />

eso, las posibilidades de supervivencia de<br />

la ciencia no son muy halagüeñas, por no<br />

decir que son milagrosas. No es difícil entender<br />

en este contexto por qué tienen<br />

tanto éxito las teorías conspiratorias de tipo<br />

foucaultiano, que tratan de explicar<br />

cómo a pesar de todo la ciencia ha seguido<br />

creciendo. Parecería como si la ciencia<br />

no fuera más que una manifestación de la<br />

astucia del poder en la historia, como si<br />

todos los agentes estuviesen dirigidos por<br />

una lógica externa y superior que les hace<br />

actuar contra sus propios intereses.<br />

¿Y si fuera correcto el panorama que<br />

estamos prestando?, ¿cuánto apostaríamos<br />

por la continuidad de la ciencia? Lo razonable<br />

es pensar que estos 300 años de<br />

ciencia no son nada ante los últimos<br />

10.000 años de historia de la que tenemos<br />

vestigios y de los 100.000 de historia<br />

de nuestra especie. Y lo razonable es pensar<br />

que tampoco le queda demasiado<br />

tiempo de existencia. Al fin y al cabo, los<br />

ensayos del Museo de Alejandría y de<br />

otras ciudades de la costa mediterránea<br />

fueron un episodio que se pierde en la escala<br />

del discurrir histórico de la historia<br />

del mundo antiguo.<br />

La solución ilustrada a este problema<br />

hereda en cierta forma la cultura contra la<br />

que reacciona al pensar que la existencia<br />

de la ciencia es lo natural y que lo artificial<br />

son o han sido las barreras históricas de las<br />

religiones o los movimientos llenos de<br />

prejuicios metafísicos. Cuando presentamos<br />

la cuestión como una pregunta económica,<br />

¿por qué pagar los costos de la<br />

ciencia?, la respuesta es platónica y aristocrática:<br />

si educásemos a la gente, comprendería<br />

los verdaderos intereses universales.<br />

Es la respuesta platónica a la pregunta<br />

de por qué los ciudadanos no aceptan<br />

una sociedad dirigida por filósofos: cada<br />

uno cree que es el mejor candidato para<br />

dirigente, pero, como observa Platón, sólo<br />

los filósofos son capaces de ver el mundo<br />

de las formas puras, de modo que hay que<br />

educar a los ciudadanos no para que vean<br />

ellos el mundo de las formas puras, lo que<br />

acabaría con la división social del trabajo,<br />

sino para que acepten un gobierno de filósofos.<br />

Son muchos los científicos y filósofos<br />

que creen que la única respuesta es la<br />

educación. Pero, claro está, la educación<br />

no tiene otro objetivo que el que acepten<br />

la existencia de la ciencia, pues la educación<br />

que se pide es la estrictamente necesaria<br />

para aceptar la existencia del sistema<br />

científico, no para convertir en científicos<br />

a los ciudadanos. Muchos filósofos positivistas<br />

parecen haber aceptado de buen<br />

grado ese papel educador. ¿Es de hecho la<br />

filosofía ilustrada nada más que un recurso<br />

estratégico para convencer a la gente de<br />

que acepte la ciencia de buen grado? Muchos<br />

filósofos antipositivistas responderían<br />

que sí, que el positivismo no es más que<br />

un engaño para convencer a la gente de lo<br />

que realmente no desea.<br />

Pero todavía nos encontramos ante el<br />

problema primigenio y más importante.<br />

¿Por qué tenemos ciencia si realmente no<br />

interesa a nadie, sumando los intereses individuales?<br />

¿Es posible que tenga tanta<br />

fuerza una minoría para haberse impuesto<br />

a toda la sociedad, sea por la fuerza soterrada<br />

de las amenazas, sea por la fuerza<br />

del mercado, sea por la fuerza abierta del<br />

ejército o, como sostiene Marcuse, por<br />

una alianza estratégica de los mandarines<br />

de la tecnoestructura, del grupo de dirigentes<br />

militares, académicos y económicos?<br />

Si fuera el caso de que tuvieran razón<br />

quienes defienden estas posiciones, la<br />

cuestión sería entonces: ¿tenemos que<br />

abandonar la ciencia como una empresa<br />

decisiva de nuestras sociedades, y especialmente<br />

de nuestras sociedades democráticas?;<br />

dado que el abandono de la<br />

ciencia es casi el único nicho común que<br />

tienen muchos de los movimientos de<br />

que hemos citado antes, ¿no sería mejor<br />

tal vez una sociedad sin ciencia?<br />

Siempre cabe argumentar, al menos es<br />

lo que plausiblemente responderían vergonzosamente<br />

la mayoría de practicantes<br />

de estos movimientos, que lo que necesitamos<br />

es otra forma de ciencia. Puede que<br />

así sea, pero seguimos con el problema de<br />

que hay muchas soluciones alternativas. Y<br />

cada una de ellas, como sostiene Feyerabend,<br />

quiere su propia ciencia, que no está<br />

demostrado que sea más barata que<br />

otra cualquiera.<br />

La teoría de los bienes públicos<br />

como marco de reflexión<br />

Mi propuesta es que consideremos la<br />

cuestión a la luz de una de las teorías más<br />

lúcidas de los últimos años acerca de la naturaleza<br />

de las estructuras sociales, la<br />

teoría de los bienes públicos.<br />

La riqueza ecológica de la biodiversidad,<br />

las reservas de bienes no renovables,<br />

el aire limpio, la seguridad en las calles, la<br />

calidad de la educación, la seguridad social,<br />

la libertad de expresión, son, o son<br />

considerados, bienes públicos. Declaramos<br />

que algo es un bien público, y al hacerlo<br />

le añadimos una propiedad que goza<br />

de una extraña posición en un territorio<br />

intermedio entre lo normativo y lo descriptivo.<br />

Su carácter de bienes públicos<br />

impide que sean apropiados privadamente.<br />

Lo que la teoría trata de explicar es cómo<br />

es posible que surja socialmente esta<br />

prohibición, y sobre todo cómo es posible<br />

que se preserve en la conducta de los sujetos<br />

implicados en la producción y el disfrute<br />

del bien. Lo que proponemos es que<br />

estudiemos la existencia de un sistema social<br />

de producción de conocimiento científico<br />

con los mismos ojos que estudiamos<br />

la existencia de un sistema social de<br />

preservación de la biodiversidad o del<br />

agua limpia.<br />

La teoría de los bienes públicos se ha<br />

desarrollado entre los economistas, influidos<br />

sobre todo por la obra seminal de<br />

Mancur Olson 2 , y recientemente ha ocupado<br />

un hueco entre las preocupaciones<br />

de algunos filósofos y de numerosos sociólogos.<br />

Nuestro objetivo es aplicar la<br />

teoría de los bienes públicos a la discusión<br />

de si el conocimiento científico puede ser<br />

o no considerado como un bien público<br />

en el sentido desarrollado por esta teoría.<br />

Veamos algunas características peculiares<br />

de los bienes públicos.<br />

1) No exclusividad. Los bienes públicos se<br />

diferencian de los bienes privados y de los<br />

bienes de club en la no exclusividad: los bienes<br />

privados pueden ser divididos en partes<br />

que son disfrutadas por los posibles consumidores<br />

del bien, de tal modo que, al<br />

consumir una parte, excluyen de su consumo<br />

a los otros (en el caso de los bienes<br />

de club, el consumo se limita a un cierto<br />

grupo, excluyendo al resto de los consumidores).<br />

La razón de la no exclusividad<br />

puede estar en la naturaleza del bien o en<br />

características del grupo que lo produce y<br />

lo disfruta.<br />

Un bien puede ser no exclusivo a causa<br />

de la no divisibilidad o conjuntividad<br />

de su naturaleza. Pensemos en un paisaje;<br />

su disfrute no puede ser dividido en partes,<br />

como ocurre con una tarta; o permitimos<br />

la visión o la impedimos, pero no<br />

podemos dividir la escena en porciones.<br />

En otros casos la no exclusividad depende<br />

de la voluntad del grupo, o bien de<br />

que los gastos de exclusión son tan altos que<br />

no merece la pena excluir el disfrute. En los<br />

países con segregación racial, por ejemplo,<br />

los grupos marginados han estado excluidos<br />

de algunos servicios públicos, pe-<br />

2 M. Olson: The Logic of Collective Action. Harvard<br />

University Press, Cambridge, Mass., 1965.<br />

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


o al cabo de los grandes movimientos de<br />

resistencia por la igualdad, los gastos de<br />

exclusión comienzan a ser tan importantes<br />

que el grupo dominante accede por las<br />

buenas o por las malas a compartir los<br />

servicios públicos, independientemente<br />

de que haya o no cambiado sus creencias<br />

respecto al otro grupo.<br />

2) El bien público es costoso de producir o<br />

mantener. Algo llega a ser un bien cuando<br />

es escaso o es difícil de mantener o producir.<br />

La barrera entre lo que es un bien y<br />

lo que no es permeable y admite cambios<br />

de un lado a otro. Pensemos en la salud:<br />

no nos preocupa ni la consideramos algo<br />

especialmente importante en la niñez y la<br />

juventud, incluso cuando estamos ocasionalmente<br />

enfermos, pero a determinada<br />

edad intermedia nos descubrimos horrorizados<br />

como hipocondríacos que están<br />

obsesionados por cosas tan extrañas como<br />

el nivel de colesterol y cosas parecidas. De<br />

hecho, no es otra cosa lo que ha ocurrido<br />

con los bienes asociados a la naturaleza<br />

desde el momento que hemos descubierto<br />

que los recursos no renovables son finitos,<br />

o incluso que la propia renovabilidad está<br />

en peligro por nuestro descuido, como<br />

ocurre con el agua dulce.<br />

Lo más grave desde el punto económico<br />

es que los gastos invertidos en el<br />

mantenimiento o producción de un bien<br />

público tienen una difícil justificación<br />

desde el punto de vista de la racionalidad<br />

estricta y estrechamente económica. Puede<br />

que sea racional, extendiendo un poco<br />

la teoría estándar, ahorrar para mi pensión<br />

o para la de mis nietos; pero ¿cómo<br />

justificar económicamente que invirtamos<br />

en las generaciones futuras, que incluyen<br />

a gente con la que nada tenemos que ver?<br />

Desde el punto de vista económico podemos<br />

esperar tanta racionalidad de esta decisión<br />

como de pedirle a un banco que<br />

invierta dinero en eliminar la pobreza del<br />

mundo. Los lazos que unen a los banqueros<br />

con sus coterráneos habitantes de las<br />

favelas de Río de Janeiro, pongamos por<br />

caso, no son más fuertes ni más débiles<br />

que los que nos unen a las generaciones<br />

futuras.<br />

3) Se producen como resultado de la acción<br />

colectiva. Si no es posible excluir a nadie<br />

del disfrute de un bien público, sin embargo<br />

sí es necesario contar con la colaboración<br />

de todos o al menos de la mayoría<br />

para la producción y el mantenimiento de<br />

un bien. Mucha gente debe pagar un costo<br />

de mantenimiento que no se corresponde<br />

con el beneficio que obtienen de<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

su costo. Efectivamente, obtienen el mismo<br />

beneficio que los demás consumidores<br />

del bien, pero realmente obtendrían<br />

más si no colaborasen en su producción,<br />

puesto que se ahorran el sacrificio necesario<br />

para la producción y a cambio obtienen<br />

igualmente el bien. Pensemos en casos<br />

como el ahorro de energía: tanto los<br />

consumidores derrochadores como los<br />

ahorradores tienen a su disposición energía.<br />

¿Por qué ahorrar entonces, si uno<br />

puede permitirse el derroche? Desde el<br />

punto de vista del razonamiento lógico<br />

individual, nada nos lleva a la conclusión<br />

de que debemos colaborar en la producción<br />

de un bien colectivo.<br />

4) Los bienes públicos tienen gastos de segundo<br />

orden. Llamo gastos de segundo orden<br />

al costo que exige el conseguir que<br />

los demás colaboren en la producción o<br />

mantenimiento del bien. Son de segundo<br />

orden porque cabe la posibilidad de un<br />

doble comportamiento: colaborador o defector<br />

en cuanto a la producción del bien,<br />

pero defector (o colaborador) en cuanto a<br />

los gastos de segundo orden. Puede ocurrir<br />

que los gastos de segundo orden sean<br />

externos al sistema, pero no por eso dejan<br />

de ser gastos de segundo orden. Las soluciones<br />

tradicionales para hacer que la gente<br />

colabore en la producción del bien han<br />

ido por el camino de establecer incentivos<br />

selectivos o incentivos externos al contexto<br />

del dilema, que se dirigen selectivamente<br />

(de ahí su nombre) a la cooperación<br />

o a la defección, y lo hacen en grados<br />

proporcionales.<br />

Así, los métodos tradicionales de conseguir<br />

la cooperación han sido el miedo al<br />

castigo, es decir, la autoridad, que es un<br />

incentivo selectivo contra la defección; el<br />

premio a la colaboración, el mercado, que<br />

es un incentivo selectivo positivo a favor<br />

de la cooperación; y la internalización del<br />

comportamiento cooperativo mediante<br />

una modificación de las disposiciones, es<br />

decir, la moral. Los tres métodos son operativos<br />

una vez que logramos implantarlos,<br />

pero debemos ser conscientes de que<br />

su instalación y mantenimiento es igualmente<br />

costoso, y de nuevo nos remite a<br />

dilemas de racionalidad colectiva. La autoridad<br />

nos arregla muchos problemas,<br />

salvo el problema de lo costoso que es<br />

mantenerla y, sobre todo, el no atender<br />

(ni entender) al problema de los costos de<br />

segundo orden es la fuente frecuente de la<br />

gran mayoría de los fundamentalismos y<br />

autoritarismos. En nombre de las normas<br />

morales, del Estado o del mercado se han<br />

cometido y cometen las mayores atrocida-<br />

FERNANDO BRONCANO<br />

des porque se piensa que los bienes públicos<br />

que preservan estos sistemas justifican<br />

cualquier costo que se pague. Qué terrible<br />

y pesado sarcasmo, notemos marginalmente,<br />

es el que los fundamentalismos<br />

sean la columna vertebral de los enemigos<br />

del consecuencialismo (moral, por ejemplo),<br />

mientras que ellos son los más grandes<br />

consecuencialistas respecto a los propios<br />

sistemas de normas. Todo está justificado<br />

en el nombre de (poner aquí el<br />

sistema de recompensas preferido: Dios,<br />

amo, ley, mercado, etcétera).<br />

En lo que respecta a nuestro problema,<br />

la ciencia, los conocimientos pueden<br />

ser o no ser públicos. No está claro que la<br />

innovación o la creación científica o tecnológica<br />

impliquen una ventaja competitiva<br />

por sí mismas para quienes la ejercen<br />

exitosamente. Desde muchos puntos de<br />

vista es más racional no innovar y copiar<br />

que perder el tiempo y el dinero creando.<br />

Copiar exige en principio menos costos<br />

que crear. A menos que el otro tenga suficiente<br />

fuerza como para hacer muy costosa<br />

la copia, solamente necesitamos los conocimientos<br />

suficientes para entender los<br />

diagramas del diseño o las fórmulas de la<br />

teoría. La ciencia siempre entraña un pesado<br />

esfuerzo personal, y la ciencia contemporánea<br />

implica además enormes costos<br />

sociales, incomprensibles desde otras<br />

épocas. Por ello no está claro que la ciencia<br />

tenga necesariamente el carácter de un<br />

bien público. Y no basta con declararlo<br />

como tal por decreto, como algunos bienintencionados<br />

de la izquierda consideran<br />

como solución, sin pararse a pensar en los<br />

gastos de segundo orden.<br />

Está, es cierto, la cuestión de la accesibilidad<br />

del conocimiento. Una vez que el<br />

conocimiento está disponible, no se desgasta<br />

por el uso. Un teorema sigue siendo<br />

el mismo teorema por muchas veces que<br />

se utilice. No obstante, la no divisibilidad<br />

del uso no nos lleva irrevocablemente a<br />

considerar la ciencia como un bien público<br />

clásico, porque hay muchos bienes con<br />

características similares que, sin embargo,<br />

son bienes privados. Por ejemplo, un paisaje<br />

tiene la misma propiedad, pero siempre<br />

se puede acotar la accesibilidad a las<br />

vistas mediante la apropiación del espacio<br />

geográfico necesario para la visión panorámica.<br />

No es imposible convertir un bien<br />

con características de fuerte conjuntividad<br />

en un bien de club. ¿No podría ocurrir<br />

que la sociedad decidiese caminar por esta<br />

trayectoria, en el caso de la financiación<br />

de la investigación, si es que ya se está caminando<br />

en esa dirección?<br />

25


¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />

Tomemos el caso análogo de la tecnología.<br />

El sistema de patentes nos garantiza<br />

que cuando alguien inventa algo la invención<br />

se convierte en algo de dominio público,<br />

pero al mismo tiempo establece la<br />

condición para una apropiación privada<br />

del uso, de modo que, aunque todos pueden<br />

acceder en principio al conocimiento<br />

del invento, no pueden usarlo sin el permiso<br />

del propietario de la patente, pagando<br />

la correspondiente tasa de derechos de<br />

patente. ¿Es posible instaurar algo parecido<br />

en el caso de la ciencia? Cabe imaginar<br />

un sistema generalizado de patentes o un<br />

sistema de derechos de autor o algo similar<br />

que transformase el actual sistema público<br />

de investigación en un sistema de<br />

apropiación privada de los resultados y a<br />

medio plazo transformase el conocimiento<br />

en un bien divisible de orden privado.<br />

Hay argumentos de tipos diferentes<br />

para ser escéptico sobre esta posibilidad.<br />

Algunos son argumentos de principio,<br />

otros de orden pragmático y consecuencialista,<br />

y otros, por fin, en el que las<br />

cuestiones de principio, de la naturaleza<br />

del conocimiento en este caso, se relacionan<br />

con las consecuencias de orden práctico<br />

que tendría un paisaje como el que<br />

dibujamos.<br />

En principio no parece que exista dificultad<br />

alguna de orden intrínseco para<br />

aproximar la ciencia al modo de funcionamiento<br />

de la tecnología, pero es fácil<br />

ver que el costo que habría que pagar por<br />

esta conversión es excesivo. En primer lugar,<br />

porque los sistemas de patentes no<br />

funcionan si no es sobre la base de ingente<br />

gasto en defensa de los derechos reales<br />

de propiedad intelectual. Solamente, los<br />

grandes Estados pueden permitirse garantizar<br />

los derechos de patente. Si una compañía<br />

abre un departamento de I+D debe<br />

saber que tiene que estar dispuesta a litigar<br />

por la defensa de los productos de su<br />

departamento. La alternativa de mantener<br />

en secreto las innovaciones o invenciones<br />

no implica menores gastos, sino todo lo<br />

contrario, como la historia de la tecnología<br />

ha demostrado numerosas veces.<br />

En el caso de la ciencia existen complicaciones<br />

añadidas, puesto que la conjuntividad<br />

de los productos es mayor que<br />

en el caso de la tecnología. Supongamos<br />

que un matemático conoce un teorema<br />

y que el mero conocimiento ya la permite<br />

extraer de tal proposición consecuencias<br />

desconocidas incluso para el propio autor<br />

del teorema (para nuestro caso, un autor diferente<br />

al que estamos considerando) de<br />

manera que, en cierto modo, la apropiación<br />

del uso de lo que sería un teorema<br />

privado puede realizarse de un modo indirecto<br />

y hasta cierto punto oculto, que<br />

en el caso de la tecnología resulta más<br />

complicado. Aunque tampoco es imposible<br />

tal apropiación derivada de la natural<br />

creatividad humana en el caso de la tecnología.<br />

Es, quizá, tan sólo una cuestión<br />

de cálculo de costos y beneficios. Al fin y<br />

al cabo, uno puede detener el conocimiento<br />

público de un descubrimiento el<br />

tiempo suficiente para que solamente<br />

pueda aprovecharlo un núcleo escogido<br />

de investigadores. Por supuesto que el<br />

riesgo sería muy grande, pero no sería<br />

esencialmente distinto del que corrían,<br />

por ejemplo, los exploradores y aventureros<br />

de la fiebre del oro cuando tenían que<br />

declarar una parcela de terreno ante una<br />

lejana oficina pública para garantizar sus<br />

derechos de apropiación. En el caso de la<br />

ciencia, no es inconcebible la apropiación<br />

semiprivada por parte de ciertos clubes en<br />

los que quizá podrían derivar ciertas comunidades<br />

científicas, quizá en dominios<br />

específicos como la biotecnología o disciplinas<br />

de similar estatuto.<br />

Podríamos conjeturar, a modo de<br />

ciencia-ficción, algún mecanismo similar<br />

al mercado de patentes, tal vez con fechas<br />

de caducidad o algo parecido. Los científicos,<br />

desde este punto de vista, buscarían<br />

los problemas de investigación con expectativas<br />

de mayores beneficios, lo que, de<br />

acuerdo a los posibles defensores de esta<br />

opción, redundaría en productos de calidad,<br />

del mismo modo que el mercado<br />

termina satisfaciendo a los consumidores<br />

cuando se alcanza un equilibrio entre<br />

oferta y demanda. Cabe igualmente conjeturar,<br />

siguiendo la ficción, mecanismos<br />

de exclusión de usuarios no deseados, que<br />

podrían ir desde el secreto de los productos<br />

al secreto del conocimiento de los métodos<br />

necesarios para entender las formulaciones.<br />

¿Por qué, pese a todo, el conocimiento<br />

científico seguiría siendo un bien<br />

público?<br />

Comencemos por subrayar la contingencia<br />

del hecho de que en nuestras sociedades<br />

se considere el conocimiento un<br />

bien público en el sentido que estamos<br />

examinando. Una buena parte de la ciencia<br />

contemporánea solamente es posible<br />

gracias a una altísima división social del<br />

trabajo y a una generalizada actitud epistémicamente<br />

cooperativa por parte de los<br />

científicos. Pero esta situación no es producto<br />

de ninguna necesidad histórica.<br />

Otras actividades culturales no científicas<br />

han seguido patrones de organización diferentes.<br />

Por ejemplo, la literatura y la<br />

pintura pueden considerarse actividades<br />

que no dependen para su continuidad de<br />

la acción colectiva. Podría haber ocurrido<br />

que la ciencia hubiese seguido una trayectoria<br />

similar a la de la pintura, dado que<br />

ambas tienen un origen muy similar en<br />

los sistemas de patronazgo del Renacimiento<br />

y la baja Edad Media; pero, de<br />

hecho, no ha sido así a causa de variables<br />

históricas contingentes, como son las que<br />

han producido los procesos de socialización<br />

e institucionalización de la ciencia<br />

en el siglo XIX.<br />

Cabe argumentar, de modo pragmático<br />

y consecuencialista, que los costos de convertir<br />

la ciencia actual en un bien de club<br />

son altos y arriesgados, y quizá lo más importante,<br />

que nadie tiene la capacidad suficiente<br />

para planificar este cambio. Es<br />

cierto que algunas zonas de la investigación<br />

científica y tecnológica, como podría<br />

ser el caso de las biotecnologías, presentan<br />

aparentemente este sesgo, pero no creo<br />

que sea posible generalizar más allá de<br />

ciertos episodios locales. De hecho, para<br />

convertir la ciencia en un sistema de bienes<br />

de club habría quizá que convertir<br />

también el sistema educativo en un sistema<br />

de accesos limitados al conocimiento<br />

para prevenir un uso no respetuoso de los<br />

derechos privados de apropiación del conocimiento.<br />

Pero me parece que la razón<br />

de fondo para que los costos sociales de la<br />

privatización del conocimiento, y no sólo<br />

los económicos, sean extremadamente altos<br />

o directamente insoportables está en<br />

la naturaleza informacional del conocimiento:<br />

para impedir el uso de un cierto<br />

producto hay que impedir las condiciones<br />

cognitivas de acceso al producto y, por<br />

tanto, controlar el acceso el trasfondo necesario<br />

para su comprensión y posterior<br />

uso. Pero una reforma de este calibre del<br />

sistema educativo, convirtiéndolo en un<br />

sistema de puertas cerradas, pagaría un<br />

costo tan alto en términos de utilidad social<br />

del conocimiento que los beneficios<br />

locales estarían sobrepasados largamente<br />

por los costos globales.<br />

Lo cierto es que en la ciencia contemporánea<br />

funciona una forma específica de<br />

contrato social para producir conocimiento<br />

de alta calidad epistémica. El contrato<br />

social consiste, desde mi punto de vista,<br />

en la aceptación de un sistema de controles<br />

que obliga a que todos los<br />

ciudadanos de la república de las ciencias<br />

cumplan los requerimientos que exige la<br />

producción de resultados de alta calidad<br />

epistémica. Probablemente no es un contrato<br />

que esté instaurado por igual en todas<br />

las áreas del conocimiento, ni un contrato<br />

que se cumpla con el mismo rigor<br />

26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


en todas ellas, pero al menos es un pacto<br />

que instituye lo que desde un punto de<br />

vista teórico y metodológico se ha venido<br />

en denominar método científico. Se<br />

trata en esencia de un conjunto de valores<br />

y normas que se ejemplifican en todas<br />

las decisiones científicas. Por ejemplo, la<br />

reproducibilidad de los resultados es un<br />

filtro social para alejar las sospechas de casualidad<br />

o de subjetividad. La norma de<br />

reproducibilidad no deriva tanto de la<br />

fuerza lógica del razonamiento inductivo,<br />

que no la tiene, sino de un pacto para eliminar<br />

la sospecha de una acción causal<br />

no contemplada de algún elemento de los<br />

que se incorporan en la cláusula habitual<br />

ceteris paribus.<br />

Cuando ocurre simultáneamente que<br />

existe una propiedad que es contingentemente<br />

compartida por una comunidad y<br />

que, sin embargo, necesita del acuerdo de<br />

todos en sus prácticas reales, para que sea<br />

preservada y mantenida, debemos sospechar<br />

que subyace un sistema de normas<br />

que se mantiene en la comunidad por algún<br />

tipo de mecanismo como el del contrato<br />

social.<br />

Volviendo ahora a nuestros requisitos<br />

anteriores acerca de la naturaleza de los<br />

bienes públicos, observamos que la existencia<br />

de un bien público se sostiene sobre<br />

una doble columna: de un lado, sobre<br />

ciertas peculiares características del bien<br />

en cuestión; de otro lado, sobre la estructura<br />

del comportamiento de los agentes<br />

de la comunidad que produce y preserva<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

el bien. Veamos cómo se dan estas características<br />

en el caso de la ciencia.<br />

Un excurso por cuestiones semánticas<br />

y epistemológicas<br />

Permítaseme en este contexto de argumentación<br />

social recordar algunos datos<br />

de naturaleza semántica y epistemológica<br />

que debemos tener en cuenta para explicar<br />

la naturaleza de un ítem de conocimiento.<br />

Tomemos una proposición p como<br />

“todos los cuervos son negros”. La<br />

evaluación semántica de p tiene varias dimensiones:<br />

una es su verdad o falsedad,<br />

pero las otras dimensiones no dependen exclusivamente<br />

de la referencia, sino de la posición<br />

que ocupa una proposición en la<br />

red global de proposiciones. Pues las proposiciones<br />

adquieren contenido una vez<br />

que se insertan en redes y estructuras de<br />

proposiciones, cuales son las teorías científicas.<br />

Puesto que toda proposición, pero<br />

especialmente las que pertenecen a un<br />

cuerpo tan estructurado como el conocimiento<br />

científico, adquiere valor de conocimiento<br />

sólo en la medida en que pertenecen<br />

a grandes, inmensas redes, ocurre<br />

que podemos valorar otras dimensiones<br />

como la mayor o menor capacidad inferencial,<br />

que a su vez, dependen de las capacidades<br />

de esa proposición concreta para<br />

entrar en relación con otras proposiciones<br />

y producir nueva información.<br />

Aclaremos un poco nuestro argumento<br />

sin complicar más los tecnicismos: nos<br />

encontramos con proposiciones teóricas<br />

FERNANDO BRONCANO<br />

abstractas que tienen su lugar entre los<br />

axiomas de la teoría y que por ello tienen<br />

mucha fuerza inferencial. Piénsese en las<br />

leyes matemáticas de las teorías cuánticas,<br />

por ejemplo. Su valor informativo es altísimo,<br />

pero solamente se relacionan con<br />

proposiciones pertenecientes a esa teoría.<br />

Nos encontramos, de otro lado, con verdades<br />

de orden analítico, como las verdades<br />

lógicas y matemáticas, o con las proposiciones<br />

analíticas del sentido común<br />

(todos los solteros son hombres no casados),<br />

cuyo valor informativo no es mucho,<br />

pero cuya capacidad para recombinarse<br />

con información nueva es muy alto: son<br />

proposiciones de alto valor estructural. Y<br />

tenemos las informaciones concretas de la<br />

observación científica y cotidiana que nos<br />

informan sólo de unos pocos hechos, pero<br />

cuya evaluación veritativa es más sencilla<br />

que, por citar un caso contrario, el del<br />

teorema de Fermat demostrado por Wiles.<br />

Además del valor cognitivo que depende<br />

esencialmente de las tres dimensiones que<br />

acabo de señalar, están otros valores que relacionan<br />

esa proposición con nuestras<br />

prácticas y habilidades, su aplicabilidad o<br />

sus capacidades para unificar campos anteriores<br />

de conocimiento, su fuerza explicativa<br />

y, en general, otras propiedades de<br />

las que se ocupa la filosofía de la ciencia.<br />

Sobre esta base evaluativa podemos<br />

definir ahora lo que llamaremos utilidad o<br />

valor de utilidad de una proposición. Consiste<br />

en la capacidad que tiene para satisfacer<br />

los deseos del agente en conjunción<br />

con otras proposiciones, motivos, deseos y<br />

aplicaciones prácticas. Pues, desde un<br />

punto de vista realista, la utilidad está estrechamente<br />

relacionada con la verdad y la<br />

referencia, pero también con las capacidades<br />

de formación de conjuntos coherentes<br />

de proposiciones. Dicho brevemente, la<br />

verdad (de nuestras creencias) es lo que<br />

nos garantiza el éxito en la satisfacción de<br />

nuestros deseos, suponiendo que nuestras<br />

conclusiones son racionales (del mismo<br />

modo, la racionalidad de nuestros sistemas<br />

de razonamiento es lo que nos garantiza el<br />

éxito de nuestros deseos, suponiendo la<br />

verdad de nuestras creencias). Sean, pues,<br />

las proposiciones p y p’, que comparten todos<br />

los índices evaluativos excepto su valor<br />

de verdad: la más útil de las dos será claramente<br />

la verdadera. La verdad de las proposiciones<br />

es lo que marca en términos<br />

causales y estadísticos la diferencia en el<br />

éxito de los planes de acción en los que están<br />

involucradas las proposiciones. Esto<br />

no significa que una proposición falsa no<br />

pueda ser útil en ocasiones, una vez que la<br />

situamos en una red de proposiciones, pe-<br />

27


¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />

ro, otras cosas iguales, la verdad explica el<br />

éxito práctico del agente que usa esa información.<br />

Ahora estamos en condiciones de definir<br />

el carácter público del conocimiento<br />

en virtud de una propiedad que tiene<br />

ciertos tipos de estados mentales: no es<br />

otro que la simple utilidad. La utilidad se<br />

tiene en grados; y tiene, sobre todo, un<br />

campo de aplicación relativo a su grado<br />

de universalidad. Mi estado mental de ira<br />

o enfado puede ser útil si tengo que entrar<br />

en una pelea con un adversario, pero<br />

no es, por el contrario, muy útil para el<br />

adversario. Sin embargo, saber que el suelo<br />

que pisamos es pantanoso, es algo que<br />

puede convenirnos a los dos.<br />

Es importante que reparemos en el<br />

grado de transversalidad que tiene la utilidad<br />

de una proposición a través del tiempo,<br />

el espacio y las culturas y comunidades<br />

y, en segundo lugar, en la conexión<br />

que existe entre las propiedades semánticas<br />

y epistemológicas de una proposición.<br />

La utilidad, tomando en cuenta estas dos<br />

restricciones, es conjuntiva, en el sentido<br />

de que, a medida que sus propiedades<br />

epistemológicas son de mayor calidad, y a<br />

medida que su transversalidad es mayor,<br />

podemos considerarla menos exclusiva o<br />

privatizable.<br />

En un contexto de división social del<br />

trabajo, la utilidad de las proposiciones<br />

depende de su grado de universalidad,<br />

que, a su vez, exige que todo el mundo<br />

colabore. La fiabilidad de una proposición<br />

es tanta como la fiabilidad del más<br />

débil de los eslabones del proceso que ha<br />

conducido a su enunciación y aceptación.<br />

En un contexto colectivo, la calidad epistémica<br />

del resultado final depende de la<br />

calidad del trabajo de sus miembros en<br />

un sentido que puede considerarse exactamente<br />

el mismo que cualquier bien sometido<br />

a dilemas de racionalidad. La calidad<br />

epistémica del trabajo depende de que la<br />

mayoría de los miembros de un grupo<br />

sean capaces de respetar ciertos patrones<br />

de conducta y de control de calidad de<br />

sus productos. Estos patrones coinciden<br />

con el grado en que los agentes respetan<br />

ciertas normas que consideramos método<br />

científico. ¿Podrían conseguirse similares<br />

resultados con un sistema de bienes privados<br />

o bienes de club?<br />

No hay objeciones que pudieran considerarse<br />

objeciones de principio o a priori.<br />

Tal vez si tomásemos la filosofía política<br />

con un espíritu mucho más aristotélico,<br />

descubriríamos que muchas<br />

cuestiones son de naturaleza empírica y<br />

no conceptual. Así, me parece claro que<br />

la cuestión de si un sistema de apropiación<br />

privada de los resultados de la ciencia<br />

puede o no garantizar un crecimiento<br />

adecuado y suficiente de la calidad epistémica<br />

es una cuestión debatible que puede<br />

ser tratada en términos asimismo consecuencialistas.<br />

O, lo que es lo mismo, los<br />

valores normativos de la ciencia no están<br />

menos sujetos que otros valores a condiciones<br />

de consenso estable en la sociedad.<br />

El problema de la utilidad es el de cómo<br />

garantizar que la calidad epistémica<br />

de los resultados de la ciencia haga máxima<br />

su utilidad. Hasta el momento, los<br />

mecanismos institucionales que se han<br />

desarrollado en la ciencia han probado ser<br />

efectivos, pero quizá existen otras formas<br />

de organizar la ciencia que hasta el momento<br />

no hemos desarrollado. Es un problema<br />

análogo al de si la democracia parlamentaria<br />

es la única forma de garantizar<br />

la voluntad de la mayoría: podemos decir<br />

que hasta el momento no conocemos<br />

otra que lo haga mejor, pero nuestro juicio<br />

no es un juicio a priori. Lo que conocemos<br />

es la historia pasada de la institucionalización<br />

de la ciencia, que ha producido<br />

mecanismos como los sistemas de<br />

peer-review, las propias disciplinas como<br />

sistemas de grupo y los varios sistemas actuales<br />

de financiación pública. Mediante<br />

estos mecanismos, los científicos automantienen<br />

grados de calidad epistémica<br />

como los que alcanza la ciencia contemporánea.<br />

El mecanismo del juicio por pares<br />

hace descansar sobre las capacidades<br />

de algunos investigadores la capacidad de<br />

juzgar la relevancia en un cierto dominio.<br />

Como sistema, no es perfecto; incluso, y<br />

como se ha señalado sobradamente, es un<br />

sistema que puede presentar problemas,<br />

como, por ejemplo, el que pesen más las<br />

simpatías del referee que otras consideraciones<br />

de orden epistemológico y metodológico.<br />

¿Podría garantizarse este máximo de<br />

utilidad por algún sistema social del mercado?<br />

El mercado es un sistema adaptativo<br />

que se basa en incentivos selectivos a<br />

los colaboradores y que, en el caso de los<br />

bienes económicos, produce equilibrios y<br />

máximos locales. No sabemos si la ciencia<br />

podría funcionar bajo un sistema de este<br />

tipo, que, no lo olvidemos, tendría incluir<br />

en el mercado a todos los consumidores<br />

con intereses potencialmente contradictorios.<br />

Y garantizar, tal como hemos venido<br />

argumentando, que las diferencias de intereses<br />

no rebajarán la calidad de la ciencia,<br />

en el sentido de una utilidad universal.<br />

La cuestión que hemos planteado es<br />

de un orden de profundidad mayor. Se<br />

trata de un caso en el que tenemos que<br />

crear y sostener un consenso o contrato<br />

social para producir un bien que no siempre<br />

coincide con nuestros intereses o que<br />

nos cuesta más de lo que vamos a obtener<br />

por nuestra colaboración. La declaración<br />

de bien público por parte del Estado no<br />

es la solución sin la previa existencia de<br />

ese consenso o contrato social: es este<br />

consenso el que convierte en bien público<br />

el conocimiento. Cuál sea entonces el mejor<br />

sistema de preservación posible es algo<br />

que debemos discutir en términos consecuencialistas.<br />

Recordemos también que la<br />

educación es un instrumento, pero también<br />

exige el consenso previo acerca del<br />

valor universal de la ciencia.<br />

No pretendo resolver aquí ninguna<br />

de las cuestiones que he abierto. Abiertas<br />

quedan. La formación de consensos básicos<br />

en una sociedad plural es uno de los<br />

más graves problemas de las democracias<br />

contemporáneas. Mi objetivo era y sigue<br />

siendo indicar que esta cuestión afecta<br />

también a la ciencia. El conocimiento que<br />

produce un sistema científico como el<br />

que tenemos es un bien público a causa<br />

de su utilidad, pero utilidad ¿para quién?,<br />

¿para mí y para mi grupo?, ¿qué ocurre<br />

con los otros grupos?, ¿qué ocurre con las<br />

generaciones futuras? La epistemología<br />

nos lleva directamente a cuestiones de<br />

pacto social más profundo. Y descubrimos<br />

en la ciencia los mismos dilemas de<br />

racionalidad que en el sistema de impuestos,<br />

el respeto al medio ambiente, la seguridad<br />

social, la educación de las nuevas<br />

generaciones y tantas cosas similares. Y<br />

nos enfrentamos a una mezcla de preguntas<br />

de naturaleza política que no pueden<br />

resolverse sin tener en cuenta también<br />

cuestiones epistemológicas, semánticas y<br />

metafísicas. Porque, siento decirlo, los<br />

ilustrados tenían razón, la epistemología<br />

es una empresa política. Y viceversa. n<br />

[Este texto ha crecido a través de muchas discusiones<br />

que se han producido en el marco del proyecto de investigación<br />

Ciencia y valores, coordinado por Javier<br />

Echeverría desde el Instituto de Filosofía del CSIC. A<br />

todos los participantes en el proyecto les debo muchas<br />

horas de discusión que han aclarado mis ideas al menos<br />

hasta el punto que aquí aparecen. Reconozco especialmente<br />

la deuda con Eulalia Pérez Sedeño, José<br />

Antonio López Cerezo, de quienes he aprendido mucho<br />

en mis discrepancias, con Javier Echeverría y,<br />

dentro del grupo con el que he trabajado en la Universidad<br />

de Salamanca, con Miguel A. Quintanilla,<br />

con Bruno Maltrás y con Jesús Vega].<br />

Fernando Broncano pertenece al Departamento<br />

de Humanidades de la Universidad Carlos III de<br />

Madrid.<br />

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


BONAPARTISMO MEDIÁTICO<br />

Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />

1. ‘Democracias defectivas’<br />

y crisis de la política<br />

Sin duda, la democracia continúa siendo el<br />

régimen menos desacreditado para la toma<br />

de decisiones políticas. Sin embargo, sólo<br />

unos años después de la proclamación del<br />

triunfo de la democracia, la evidencia empírica<br />

está demostrando que muchas de las<br />

jóvenes democracias, pero también las más<br />

consolidadas, acumulan notables deficiencias<br />

con arreglo a lo que se considera<br />

el patrón mínimo estandarizado de democracia<br />

1 . Esta circunstancia está obligando<br />

de nuevo a hablar de “democracia con adjetivos”<br />

(Collier y Levitsky, 1997) a fin de<br />

obtener una clasificación de ese conjunto<br />

de regímenes políticos que aun no siendo<br />

dictaduras tampoco cabe considerar una<br />

poliarquía (Dahl). En realidad, esas realidades<br />

políticas, que conforman regímenes<br />

muy distintos entre sí, distan mucho de<br />

actuar como una democracia constitucional.<br />

De ahí que sea acertado referirse a<br />

ellos como democracias defectivas 2 .<br />

Por supuesto, no es mi intención contraponer<br />

estas democracias defectivas a una<br />

supuesta “democracia perfecta”. Como la<br />

escuela de la Public Choice se encargó de<br />

subrayar, la propia estructura lógica de la<br />

democracia produce antinomias, paradojas<br />

y dilemas. Por su propia naturaleza, la de-<br />

1 Los atributos básicos de un régimen democrático<br />

según el conocido patrón de Dahl son: a) decisores<br />

públicos electos; b) elecciones libres e imparciales; c)<br />

votación inclusiva; d) derecho a presentarse como<br />

candidato a los puestos a cubrir; e) libertad de expresión;<br />

f) fuentes de información alternativa; g) autonomía<br />

asociativa (R. Dahl: Democracy and its critics, pág.<br />

221. Yale University Press, New Haven, 1989).<br />

2 La expresión es de Wolfgang Merkel (Merkel<br />

1999). Por otro lado, me parece sugerente también la<br />

expresión de Fernández Buey democracia demediada, e<br />

incluso la significación de “democracia a medias” concuerda,<br />

hasta cierto punto, con lo que aquí se quiere<br />

significar con la expresión “democracia defectiva”<br />

(F. Fernández Buey y J. Riechman: Ni tribunos, cap.<br />

2. Siglo XXI, Madrid, 1996).<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />

mocracia es una estructura política conflictiva,<br />

un sistema de inestabilidad reglada,<br />

que, en todo caso, promociona procedimientos<br />

ciertos pero resultados inciertos,<br />

así como un patrón básico de justicia al que<br />

le es consustancial el principio de incompletud,<br />

ya que es imposible realizar a satisfacción<br />

sus valores inspiradores o resolver<br />

equilibradamente las tensiones entre los<br />

mismos. Así pues, y dado que la democracia<br />

completa ni existe ni por definición<br />

puede existir, lo que en verdad se pretende<br />

contraponer a las democracias defectivas es la<br />

democracia representativa y constitucional.<br />

En su dimensión representativa, la democracia<br />

dispone de atributos tales como el<br />

principio de inclusión de los “afectados”, la<br />

elección por parte de los ciudadanos de<br />

quienes toman decisiones en su nombre y<br />

la obligación de los electos de dar cuentas,<br />

asumir las correspondientes responsabilidades<br />

políticas y ser sensibles hacia los intereses<br />

de aquellos a quienes representan (Brennan<br />

y Hamlin, 1999). Por su parte, el estado<br />

democrático de derecho pretende, ante<br />

todo, la sujeción a la ley de todos los poderes,<br />

públicos y privados, la instauración de<br />

un sistema de límites y vínculos que eviten<br />

la degeneración de cualquiera de aquéllos<br />

en un poder absoluto e incontrolado, así<br />

como la habilitación de un marco de garantías<br />

frente a cualquier arbitrariedad que<br />

dé al ciudadano certidumbre, seguridad y<br />

predictibilidad. Es más, su misión es proteger<br />

en régimen de poliarquía las libertades<br />

políticas y los derechos civiles de toda la<br />

población y hacer de la democracia un modo<br />

singular de relación entre el Estado y los<br />

ciudadanos y entre los ciudadanos entre sí,<br />

impulsando la ciudadanía política, la ciudadanía<br />

civil y una densa red de accountability<br />

vertical y horizontal 3 .<br />

3 G. O’Donnell: ‘Polyarchies and the (Un)Rule of<br />

Law in Latin America’, en J. Méndez, G. O’Donnell y<br />

Por último, el componente más específicamente<br />

constitucional de la democracia<br />

establece disposiciones estructurales y arreglos<br />

institucionales que no sólo salvaguardan<br />

la separación y equilibrio de poderes<br />

para frenar la confusión o colusión entre<br />

ellos, sino que protegen un ámbito autónomo<br />

de iniciativa de los individuos y los<br />

grupos independientemente de la acción<br />

del Estado, evitando así toda forma de colonización<br />

y auspiciando el florecimiento<br />

en la comunidad de una vida asociativa independiente,<br />

densa y plural donde prendan<br />

disposiciones y hábitos de cooperación<br />

y responsabilización social, el compromiso<br />

cívico y cierto cimiento moral. Pues bien,<br />

son justamente estos distintivos de una democracia<br />

representativa y constitucional<br />

los que valen como criterios para calibrar<br />

la calidad del funcionamiento democrático<br />

e identificar los distintos tipos de democracia<br />

defectivas. Pero también son esos mismos<br />

atributos los que actúan como principio<br />

de rectificación de esas derivas perversas<br />

de la democracia, una de las cuales es la<br />

ocupación mediática del espacio político<br />

de la representación.<br />

Por otro lado, estamos asistiendo a una<br />

“progresiva alteración de las condiciones de<br />

la política”, que viene de atrás y que ha ido<br />

poco a poco desertizando los territorios de<br />

la representación política y, a la postre, evaporando<br />

muchas de las expectativas puestas<br />

en el triunfo de la democracia. Para empezar,<br />

conviene recordar cómo desde principios<br />

de los setenta los cambios sociales han<br />

hecho que fueran diluyéndose las grandes<br />

redes de partidos de masas, que para acomodarse<br />

a las nuevas situaciones se transformaron<br />

en maquinarias electorales, personalizando<br />

en un líder su oferta y garantizando<br />

P. Pinheiro: The (Un)Rule of Law and the Underprivileged<br />

in Latin America, pág. 321, 318. University of Notre<br />

Dame Press, Notre Dame, 1999.<br />

29


BONAPARTISMO MEDIÁTICO Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />

su funcionalidad por el procedimiento de<br />

convertir la organización en un reducido<br />

colectivo de activistas profesionales reclutados<br />

a la baja y en régimen de patronage 4 . Pero<br />

además las instituciones de la representación<br />

política se han tenido que enfrentar a<br />

desafíos inéditos de un mundo cada vez más<br />

complejo con respuestas obsoletas o triviales,<br />

con malas explicaciones que alcanzan<br />

sólo a apuntar los síntomas, que subrayan<br />

algunas consecuencias, pero olvidan las causas.<br />

Esa pérdida de capacidad explicativa<br />

pone de relieve que el mundo de lo político<br />

se ha ido vaciando del componente de conocimiento<br />

distintivo de una concepción<br />

ilustrada de la política 5 . Por otro lado, la<br />

implosión de los regímenes del Este precipitó<br />

el naufragio de las expectativas puestas en<br />

una alternativa societaria global y de la creencia<br />

en una vinculación fuerte entre proyecto<br />

político y programa cognitivo de excelencia.<br />

Cancelados estos programas de máximos,<br />

se vuelve inviable cualquier intento<br />

de restituir a la política su pasada centralidad,<br />

incrementándose la conciencia de los<br />

límites de la política, de su poder de cohesión<br />

y de su capacidad de transformación.<br />

Pero lo que define sobre todo la sustancia<br />

de la política es la forma como se relaciona<br />

con los otros poderes. Pues bien, lo<br />

que constatamos hoy es que a la presente<br />

dislocación de poderes y funciones de la<br />

política se está respondiendo con nuevas y<br />

variadas experiencias de colusión, contrariando<br />

el proyecto de la política moderna<br />

originariamente orientado a vencer las distintas<br />

formas de colusión y confusión de<br />

poderes 6 . En concreto, la expresión más<br />

evidente de la actual confusión entre poder<br />

político y poder económico está estrechamente<br />

relacionada con las estrategias de<br />

control de los medios de comunicación y<br />

las nuevas redes de información. Ningún<br />

4 Ramón Vargas-Machuca: ‘Partidos políticos’,<br />

en 10 palabras clave en filosofía política, págs. 296 y<br />

297. Verbo Divino, Estella, 1998.<br />

5 En la “sociedad de la complejidad” no pocas<br />

veces se terminan contraponiendo exigencias del desarrollo<br />

democrático y conocimiento competente de los<br />

problemas: Robert Dahl: ‘A Democratic Dilemma:<br />

System Effectiveness versus Citizen Participation’, Political<br />

Science Quartely, vol. 109, núm. 1, págs. 23 y<br />

34, 1994.<br />

6 Así como el Estado representativo nació con la<br />

pretensión de superar una doble confusión (la confusión<br />

entre soberanía y verdad, típica del estado confesional, y<br />

la confusión entre soberanía y propiedad, característica<br />

del estado patrimonial), el estado constitucional se propone<br />

perfeccionar esta situación impidiendo la concentración<br />

de los poderes económico, cultural y político, ya<br />

que dicha confusión socava las bases de la libertad del<br />

ciudadano, expropiado de las condiciones para un juicio<br />

autónomo, responsable y libre (Michelangelo Bovero:<br />

‘La confusione dei poteri, oggi’, Teoria Politica, vol.<br />

XIV, núm. 3, págs. 5 y 6, 1998).<br />

otro fenómeno ha resultado tan sintomático<br />

como éste de la actual sinergia entre dinero<br />

y política y de la erosión que por causa<br />

de la misma amenaza a la democracia<br />

representativa y constitucional. Así pues, lo<br />

que pretendo poner de relieve es el impacto<br />

que sobre las instituciones de la democracia<br />

están teniendo las nuevas modalidades<br />

de poder producidas por dicha revolución<br />

comunicacional, dando lugar a una<br />

nueva modalidad de democracia defectiva,<br />

intitulada por algunos “democracia mediática”<br />

y que, a mi juicio, es fruto de una política<br />

mercantilizada y cuya práctica excluye<br />

voces e intereses, difumina la división<br />

de poderes y manipula la representación.<br />

2. El negocio mediático<br />

como recurso estratégico<br />

El papel crucial de las tecnologías de la información<br />

y las redes de comunicación en<br />

el proceso de globalización, la ambivalente<br />

potencialidad de los nuevos flujos de comunicación<br />

interactiva y circulación de<br />

una masa informativa inmensa, el predominio<br />

de la información televisiva y la generalizada<br />

influencia de los mass media resumen<br />

algunos de los rasgos más palmarios<br />

de la que ha venido a denominarse “sociedad<br />

de la información” (Castells, 1997). En<br />

este contexto, los medios de comunicación<br />

de masas se han convertido en terminales<br />

informativas de emporios económicos y el<br />

negocio mediático en un recurso estratégico<br />

de excepción muy apetecible para potentes<br />

holdings empresariales (Bagdikian,<br />

1992). “Fabricar noticias” es relativamente<br />

barato y una inversión rentable a medio<br />

plazo, ya que da poder e influencia y, por<br />

tanto, produce frutos indirectos que terminan<br />

convirtiendo las pérdidas en ganancias.<br />

Los sistemas de comunicación y el complejo<br />

mediático, además, han acaparado en<br />

buena medida un conjunto de funciones<br />

generales: ejercen la función cognitiva-informativa<br />

en tanto que construyen la percepción<br />

que de sí misma tiene la sociedad,<br />

se subrogan la experiencia directa, conforman<br />

las preferencias, promueven subculturas<br />

de identidad e integración, refuerzan las<br />

normas sociales, ejercen la facultad de atribuir<br />

el mérito y la autoridad y, muchas veces,<br />

atraen hacia su mundo a viejos y nuevos<br />

intelectuales que se pliegan a su lógica 7 .<br />

El predominio de la imagen televisiva<br />

y la “sondeocracia” terminan convirtiendo<br />

al ciudadano en un consumidor, en un ob-<br />

7 Danilo Zolo: pág. 226, 1993; Félix Ortega, Los<br />

nuevos intelectuales orgánicos, CLAVES DE RAZÓN PRÁC-<br />

TICA, núm. 22, pág. 97, 1992.<br />

jeto de investigación e inducción más que<br />

de iniciativa política. Se le bombardea con<br />

estímulos elementales para provocar reacciones<br />

inmediatas y se condicionan sus respuestas<br />

gracias al feedback entre expectativas<br />

consumistas depositadas a través de la<br />

pequeña pantalla y réplica a las mismas inducidas<br />

en forma de imágenes personalizadas<br />

e idealizadas. Las empresas de sondeos,<br />

con la definición del campo de la pregunta,<br />

la publicación instantánea y espectacular<br />

de la respuesta y la proyección de la<br />

misma como pronóstico o incluso como<br />

“voluntad general”, se subrogan la voluntad<br />

concreta de la gente y logran modificar<br />

su intención tratando, en cualquier caso,<br />

de aproximar los resultados a las preferencias<br />

de quien encarga los sondeos 8 . Todo<br />

ello desemboca en una profunda asimetría<br />

entre el rol comunicativo del que emite y<br />

del que recibe el mensaje. El primero selecciona<br />

los contenidos (efecto agenda), silencia<br />

lo que no le es grato (nueva censura) e<br />

inyecta en el público los propios registros<br />

selectivos. Por el contrario, el segundo, que<br />

además desconoce el iter a través del cual<br />

se elabora el producto-noticia y se percibe<br />

de modo desagregado, termina enajenando<br />

su autonomía y potencial cognitivo 9 .<br />

Ese estado de cosas consolida una relación<br />

ventajista para los medios y los intereses<br />

que les subyacen, los cuales mediatizan<br />

los procesos de decisión públicos y detentan<br />

un enorme poder, con tan extraordinaria capacidad<br />

de manipulación como escasos<br />

controles y responsabilidad. De ahí la extraordinaria<br />

actualidad de aquella premonición<br />

de los founder fathers de la nación americana<br />

cuando advertían del peligro para la democracia<br />

de constituir un imperium in imperio<br />

que vaciara de poder al Gobierno de la nación<br />

(Calise, 1995, 31). Y de ahí que sea en<br />

el ámbito mediático donde de un modo<br />

más ostensible se reedite hoy la confusión<br />

de poderes y la amenaza de asalto a la soberanía,<br />

ya que como estrategia mercantil o<br />

empresarial inconfesada se pretende colonizar<br />

el mundo de la política y subordinar el<br />

espacio de la legitimación y de las decisiones<br />

sin escapatoria propio de la política al mundo<br />

de potentes intereses particulares.<br />

3. Disolución del nexo constituyente<br />

entre opinión publica y democracia<br />

La relación entre opinión pública y democracia<br />

está en el origen de la democracia<br />

8 I. Crespi: Public Opinion, Polls and Democracy.<br />

Westview, Bouldner, 1990.<br />

9 Danilo Zolo: ‘Dal compromesso storico al<br />

compromesso telecratico’, Micromega, núm. 2, 1997.<br />

30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 114


moderna. El término “opinión pública”,<br />

que se fraguó en los prolegómenos de la<br />

Revolución Francesa, alude a un público<br />

de ciudadanos que tienen una opinión sobre<br />

la gestión de los asuntos de interés general<br />

y el bien común basada en una información<br />

solvente. La información, como<br />

dijera Jefferson, es la moneda de la<br />

democracia. Pero, en el fondo, la relación<br />

democracia-opinión pública hunde sus<br />

raíces en aquella creencia de la polis griega<br />

según la cual entre la institución de la democracia<br />

y las técnicas autocríticas y analíticas<br />

del pensamiento existe afinidad electiva.<br />

Ambas se apoyan en las prácticas de<br />

la discusión pública y en la aceptación del<br />

razonamiento como base de las conclusiones.<br />

Y así como el conocimiento era, y sigue<br />

siendo, una estructura de creencias<br />

públicamente responsables, también el gobierno<br />

democrático resultaba una estructura<br />

de autoridad públicamente responsable<br />

sobre la base de razones 10 . Así pues,<br />

desde su inspiración más originaria, el nexo<br />

entre democracia y opinión pública es<br />

Nº 114 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

constituyente, ya que la democracia representa<br />

no sólo un gobierno de consentimiento<br />

sino un gobierno de opinión.<br />

Fue sobre todo Bentham quien vio en<br />

lo que él llamaba “el tribunal de la opinión<br />

pública” la principal institución expresiva<br />

del interés público y de las posibles<br />

estrategias de reforma de lo político. La<br />

opinión pública, que es una fuerza no<br />

controlada por el Gobierno, actúa como<br />

su verdadera oposición, ya que al no competir<br />

con aquél por los mismos recursos de<br />

poder no puede ser corrompida del modo<br />

como lo pueden ser los funcionarios del<br />

Gobierno. Esa fuerza crítica no es para<br />

Bentham el reflejo de la opinión de la masa,<br />

sino algo que se va forjando en la práctica<br />

de una prensa libre y de instituciones<br />

independientes que van cristalizando tanto<br />

el interés público como el sentido de<br />

10 John Dunn: Democracia. El viaje inacabado<br />

(500 a. de J. C.-1993 d. de J. C., pág. 316. Tusquets,<br />

Barcelona, 1995.<br />

RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />

los cambios en la legislación y en las prácticas<br />

gubernamentales. En resumen, para<br />

Bentham la limitación del poder venía garantizada<br />

no sólo porque los gobernantes<br />

tienen que rendir cuentas periódicamente<br />

sino, porque existe el tribunal de una opinión<br />

pública autónoma 11 . Dos eran los requisitos<br />

para esa autonomía: en primer lugar,<br />

el “ansia de verdad”, de tal modo que<br />

si faltara ese fondo de respeto a la verdad y<br />

de búsqueda de la objetividad, la libertad de<br />

expresión no significaría nada; en segundo<br />

lugar, el “pluricentrismo”, ya que es la pluralidad<br />

de voces, la opinión de muchos<br />

públicos, lo que corrige la subjetividad,<br />

unilateralidad o incluso falsedad de los<br />

mensajes de las fuentes particulares 12 .<br />

Es, justamente, esa autonomía de la<br />

opinión publica la que ha entrado definitivamente<br />

en crisis en el periodo de la comunicación<br />

de masas y de la revolución<br />

informática. Convertida la información<br />

en un recurso estratégico de envergadura,<br />

la veracidad, el interés común o el pluralismo<br />

se convierten en fines que se subordinan<br />

al objetivo de controlar ese complejo<br />

mundo mediático, control que será viable<br />

si se posee el poder económico<br />

necesario y la capacidad tecnológica suficiente<br />

para ejercerlo 13 . Una vez que determinados<br />

grupos poderosos de carácter<br />

económico y financiero han logrado una<br />

posición dominante en el mundo de la<br />

información, la tentación irresistible es<br />

considerar al poder político un mercado<br />

apetecible a colonizar. Así las cosas, la<br />

“opinión pública”, en contradicción con<br />

su inspiración originaria, se va paulatinamente<br />

transformando en el vehículo de<br />

una nueva “política invisible”, por medio<br />

de la cual determinados grupos, de un<br />

modo inconfesado y sin los costes que<br />

comporta el ejercicio reglado de la actividad<br />

política, imponen su hegemonía y<br />

controlan la agenda política 14 . De ese modo,<br />

los valores de la autonomía de la opinión,<br />

a saber, el pluricentrismo y la búsqueda<br />

de la verdad, están en peligro constante<br />

de perecer bajo la presión de una<br />

información mercantilizada y excluyente.<br />

11 Jeremy Bentham: On the Liberty of the Press<br />

and Public Discussion, William Hone, Londres, 1821;<br />

Frederick Rosen: Jeremy Bentham and Representative<br />

Democracy, A Study of the Constitutional Code,<br />

págs.19-40. Clarendon Press, Oxford, 1983.<br />

12 Giovanni Sartori: Elementos de teoría política,<br />

págs. 157 y 158. Alianza Universidad, Madrid, 1992.<br />

13 B. Page, R. Shapiro, y G. Dempsey: ‘What<br />

Moves Public Opinion?’, American Political Science<br />

Review, vol. 81, págs. 23-43, 1987.<br />

14 M. Margolis y G Mauser: Manipulating Public<br />

Opinion. Brooks/Cole, Pacific Gorve, 1989.<br />

31


BONAPARTISMO MEDIÁTICO Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />

En esas circunstancias la democracia se ve<br />

inevitablemente privada de voces y los<br />

mass media, más que el ámbito de aquella<br />

autonomía, devienen terminales mediáticas<br />

de empresas económicas cuyo objetivo<br />

es el dinero y el poder 15 .<br />

Aunque la más genuina tradición liberal<br />

ha entendido siempre consustancial a la<br />

democracia una prensa libre que no dependiera<br />

del poder político, la verdad es<br />

que el desafío está hoy planteado fundamentalmente<br />

frente a sus otras ataduras: el<br />

dinero y la propaganda. Las acechanzas del<br />

primero son evidentes, convirtiendo en oscuro<br />

objeto de su deseo una prensa libre de<br />

las ataduras del poder político. La propaganda,<br />

por otro lado, es la tentación para<br />

una libertad de prensa que no es ya usufructo<br />

de una minoría ilustrada y privilegiada,<br />

sino que tiene capacidad de llegar a<br />

todos e influir manipulando. Y es que los<br />

medios de comunicación no sólo fabrican<br />

o cultivan una opinión sobre algo, sino<br />

que gracias a su omnipresente capacidad<br />

de construcción de las representaciones<br />

simbólicas de la realidad terminan suplantando<br />

esa misma realidad (Parenti, 1993).<br />

4. Colonización mediática<br />

de la comunicación política<br />

Los medios de comunicación de masas han<br />

venido jugando un papel en los procesos políticos<br />

no sólo por su contribución a la formación<br />

de la opinión pública, sino como<br />

fuerza latente que puede ser movilizada al<br />

objeto de enfrentarse a los líderes políticos o<br />

de reforzar la posición defendida por unos y<br />

debilitar la del resto. Lo cierto es que su papel<br />

no ha sido el de meros árbitros; más bien<br />

han ejercido como un “tercer partido”, aliado<br />

o enemigo potencial, que puede cambiar<br />

el equilibrio de fuerzas existente entre las élites<br />

16 . Pero esta peculiar posición, que no es<br />

ni mucho menos nueva, se ha sobredimensionado<br />

a causa de las transformaciones más<br />

15 Danilo Zolo: Il principiato democrático, págs.<br />

177-181. Feltrinelli, Milan, 1992; Commission of the<br />

European Communities: Study on Pluralism and Concentration<br />

in Media. Booz-Allen and Hamilton, Bruselas,<br />

1992.<br />

16 “Su papel (el de la opinión pública) en una<br />

disputa política no es tanto el de árbitro neutral, sino<br />

el de un aliado o enemigo que puede cambiar el equilibrio<br />

de poder por la forma en que deja sentir su peso<br />

alrededor. La adopción de una determinada postura<br />

política ante los medios puede movilizar a un público<br />

como un aliado en los momentos en que otros recursos<br />

para hacer prevalecer el punto de vista de uno no<br />

son suficientes. Asimismo, puede ser utilizada por una<br />

coalición dominante para evitar cualquier posible desafío”.<br />

(Gladys Engel Lang y Kurt Lang: The Battle<br />

for Public Opinion. The President, the Press, and the<br />

Polls during Watergate, pág. 22. Columbia University<br />

Press, Nueva York, 1983).<br />

recientes en el universo de la información.<br />

Los mass media no sólo rivalizan ostensiblemente<br />

con los partidos políticos en la función<br />

de intermediación entre ciudadanos y<br />

decisiones gubernamentales, sino que han<br />

convertido al periodismo en un cauce privilegiado<br />

para la promoción de intereses de<br />

grupos organizados, forzando a los políticos<br />

a adoptar decisiones ventajosas para aquéllos.<br />

Y es que el universo de la comunicación<br />

se proyecta hoy como un archipiélago de<br />

grupos profesionales integrados en un conglomerado<br />

económico-financiero y de negocio<br />

con una creciente vocación de clase gobernante,<br />

que compite con el poder político<br />

por un mismo “territorio de caza” 17 . Como<br />

resultado de estas transformaciones, los medios<br />

han terminado realizando tareas y cumpliendo<br />

misiones para las que ni están habilitados<br />

ni de las que responden, produciendo<br />

consecuencias perversas fruto de la ausencia<br />

de constricciones disuasorias y de los excesos<br />

de la incompetencia y la irresponsabilidad.<br />

En resumidas cuentas, los medios se subrogan<br />

cada vez más poder y más funciones<br />

de naturaleza pública que ejercen sin ningu-<br />

17 Félix Ortega: Los nuevos intelectuales orgánicos,<br />

cap. I, pág. 43. Cook, 1998.<br />

no de los requisitos que formalmente el procedimentalismo<br />

democrático exige a los actores<br />

políticos, principalmente el de transparencia<br />

financiera y asunción de responsabilidad<br />

(Iyengar, 1991).<br />

En este proceso paulatino de ocupación<br />

del espacio público por las grandes<br />

redes medíaticas, los sistemas de comunicación<br />

de masas, con su omnipresencia y<br />

con las imponentes funciones que acaparan,<br />

han irrumpido en el mercado político,<br />

imponiendo sus reglas, su estilo y sus<br />

prioridades y contribuyendo decisivamente<br />

a que el espacio público se transforme<br />

en espacio mediático (Bagdikian, 1992).<br />

Hasta no hace mucho la comunicación<br />

política se producía en partidos y parlamentos<br />

y por la vía de los recursos simbólicos<br />

de las subculturas políticas y el concurso<br />

de los líderes locales. Sin embargo,<br />

hoy salta a la vista que la comunicación<br />

política se ha transmutado en campañas<br />

de marketing, sondeos de opinión, imágenes,<br />

eslóganes y titulares llamativos 18 . El<br />

18 J. Blumler y M. Gurevitch: The crisis of Public<br />

Communications. Routledge, Londres, 1995; Antonio<br />

Cantaro: ‘Dopo la democrazia dei partiti’, Democrazia<br />

e Diritto, núm. 2, págs. 133-135, 1995.<br />

32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 114


ol mediático ha invadido todas las esferas<br />

estatales, incluida la Administración de<br />

justicia, perturbando así la función judicial,<br />

que requiere distancia, sosiego, ecuanimidad<br />

y menos ruido e interferencias.<br />

La videopolítica y la teledemocracia se<br />

han apoderado de la comunicación política<br />

y, en consecuencia, la lógica de la política<br />

se ha rendido a la de la comunicación<br />

mediática, de tal modo que una lógica<br />

funcional no política hegemoniza funciones<br />

centrales desde el punto de vista de la<br />

integración social (en términos de influencia,<br />

autoridad central, capacidad de<br />

negociación, etcétera) encomendadas hasta<br />

ahora a la acción propiamente política<br />

19 . Así, una imagen, un titular o un gesto<br />

adquieren el espesor de un programa y<br />

se convierten en representación simplificada<br />

que ahorra costes de información y<br />

decisión. La estética mediática tiene un<br />

crecimiento exponencial en la organización<br />

del consenso y en la política electoral,<br />

banalizando el contenido de la comunicación<br />

política para que sea consumible<br />

y digerible 20 . Obviamente, el precio de la<br />

simplificación es siempre la exclusión, o<br />

sea, dejar en penumbra zonas de la realidad<br />

que se ignoran y cancelar alternativas<br />

que se silencian. Además, se gobierna de<br />

tal manera para la “galería mediática” que<br />

la espectacularidad o el anuncio de una<br />

medida agota en sí mismo el interés y la<br />

virtualidad política de aquélla (Sánchez<br />

González, 1996; 102-106).<br />

La imposición del código mediático<br />

empuja a la política convencional a abdicar<br />

de aquella función típica de la representación<br />

política cual era el encapsulamiento<br />

comprensivo de intereses, y favorece,<br />

por contra, formas variadas de<br />

localismos, corporatismos y personalismos<br />

que fragmentan al “soberano” y disuelven<br />

el interés general. Los partidos renuncian<br />

de hecho a las propias narrativas,<br />

a los elementos identitarios y a los procesos<br />

discursivos característicos de un ejercicio<br />

cabal y reglado de la representación<br />

política en beneficio de lo rápido, impactante,<br />

polémico-diferenciador o excéntrico<br />

21 . Y así, los actores mediáticos devie-<br />

19 J. Blumler y M. Gurevitch: The Crisis of Public<br />

Communication, págs. 1-4, 212-215.<br />

20 Jean-Claude Guilleband: ‘Les medias contre la<br />

democratie?’, Esprit, núm. 190, págs. 86-101, 1990;<br />

Giovanni Sartori: Homo Videns. Taurus, Madrid,<br />

1998.<br />

21 P. Virilo: Cybermonde.La politique du pire.<br />

Textuel, París, 1996.<br />

22 B. Page: ‘The Mass Media as Political Actors’,<br />

Political Science & Politics, vol. 29, núm. 1, págs.20-<br />

24, 1996.<br />

Nº 114 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

nen actores políticos informales y los actores<br />

políticos, comunicadores 22 . Como<br />

vasos comunicantes, unos y otros permutan<br />

funciones y comparten estilo, plató y<br />

mesa de redacción. Por otro lado, los medios<br />

determinan la agenda setting, ejercen<br />

la función de agregar y priorizar intereses<br />

en la medida en que deciden sobre lo que<br />

es relevante y lo que se excluye, tienen<br />

una influencia determinante en la formación<br />

de las políticas públicas y cuentan,<br />

en cierta medida, a la hora del reclutamiento;<br />

en una palabra, actúan como el<br />

medio más eficaz y rápido de socialización<br />

política 23 .<br />

Otra consecuencia de esta colonización<br />

es que la comunicación política, al<br />

volverse muy asimétrica y dejar de ser interactiva,<br />

se orienta no a un electorado<br />

específico, sino a una audiencia indiferenciada.<br />

Al tomar al ciudadano como<br />

consumidor frente al cual se adoptan estrategias<br />

de marketing, al tratar de inducir<br />

las respuestas y constreñir al máximo<br />

las posibilidades de que se produzcan demandas<br />

exógenas a la oferta, disminuyen<br />

las opciones del elector para determinar<br />

sus funciones de utilidad. El creciente<br />

uso de los sondeos y otras técnicas análogas<br />

(en realidad, una mezcla de mensaje,<br />

consulta y decisión) tiende en la práctica<br />

a suplantar el sufragio universal por las<br />

proyecciones demoscópicas, desvirtúa el<br />

momento de la elección y supone una especie<br />

de “subrogación electrónica” del<br />

electorado. De este modo, se altera el ritmo<br />

del sistema democrático-representativo,<br />

que consentía metabolizar las decisiones<br />

impopulares difiriéndolas en el tiempo<br />

y prevalece un momento informal<br />

sobre el formal y una eventual contraposición<br />

entre la deliberación de los institutos<br />

de la representación y los resultados<br />

de los sondeos 24 . En resumidas cuentas,<br />

no es que, como ha sido habitual, la comunicación<br />

política favorezca la integración<br />

política al precio de reducir la complejidad,<br />

sino que al transmutarse en<br />

comunicación mediática se ha desembarazado<br />

de la sustancia política. Hipotecada<br />

por nuevas dependencias, la comunicación<br />

política se ha poblado de disonancias<br />

que no sólo no producen conocimiento,<br />

sino que agrandan el diferencial<br />

cognitivo y la asimetría entre el transmisor<br />

y el receptor para terminar vaciando<br />

23 Antonio Cantaro: ‘Dopo la democrazia dei<br />

partiti’, Democrazia e diritto, núm. 2, págs. 152 y<br />

153; P. Seyd: ‘In Praise of Party’, Parliamentary Affairs,<br />

vol. 51, núm. 2, págs. 198-208, 1998.<br />

24 Rodotà: 580, 1993; Th. Patterson: 1998.<br />

RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />

o desactivando la motivación y el interés<br />

por participar 25 .<br />

5. Metamorfosis de la democracia<br />

y declinar de la representación<br />

Así las cosas, no es aventurado afirmar<br />

que la democracia está experimentando<br />

una profunda mutación, sin que la mayoría<br />

de los teóricos de la democracia se hayan<br />

hecho cargo de sus efectos para el<br />

funcionamiento del modelo pluralista. El<br />

hecho evidente es que asistimos a una<br />

nueva performance de la democracia basada<br />

en imágenes más que en programas, en<br />

emociones más que en reflexiones, en la<br />

confianza en un líder y no en la idea de<br />

mandato, en la popularidad y no en el<br />

consenso sobre políticas 26 . Se han generado<br />

otros cauces de intervención y participación<br />

con un formato acorde con la hegemonía<br />

mediática y que, en la práctica,<br />

cancelan formas de intermediación espacial<br />

y temporal específicas de la democracia<br />

representativa (Patterson, 1998; 65-<br />

66). Gracias a la explotación de los recursos<br />

de la telemática, multimediáticos y de<br />

las nuevas redes de comunicación, los “foros”<br />

de deliberación política y demás formas<br />

nuevas de participación inmediata y<br />

directa, los debates en televisión, los chats<br />

en Internet, ágoras en el ciberespacio y<br />

otras experiencias análogas de diseño participativo<br />

se explotan como “el no va<br />

más” al precio de dejar a las instituciones<br />

democráticas sin oportunidad de tomar<br />

decisiones informadas y reflexivas 27 .<br />

Existen, además, nuevos agentes políticos<br />

formales e informales, como empresarios<br />

electorales, expertos en comunicación,<br />

institutos demoscópicos, tertulianos,<br />

etcétera, todos los cuales estructuran<br />

la comunicación política como un juicio<br />

en los términos específicos que ellos proponen<br />

y como lo proponen. Promocionan<br />

un principio de distinción que no<br />

procede de los elementos expresivos de<br />

identidades sociales establecidas, sino que<br />

la oferta diferenciada brota de un “enclave<br />

inducido y situacionista” basado en la<br />

personalización y en la defensa de un is-<br />

25 S. Fabbrini: ‘La leadership politica nella democrazia<br />

delle comunicazioni di massa’, Democrazia e<br />

diritto, vol. 30, núm. 2, págs. 170-174, 1990.<br />

26 G. Pasquino: ‘Personae non grattae? Personalizzazione<br />

e spettacolarizzazione della politica’, en Polis,<br />

núm. 2, 1990.<br />

27 D. Rossetti di Valdalbero, J. Berleur y T.<br />

Nguyen: ‘La démocratie represéntative face à la société<br />

de l’information en Europe’, Il Politico. vol. LXIII,<br />

núm. 1, págs. 147 y sigs.; R. Rosencrace: The Rise of<br />

the Virtual State: Wealth and Power in the Coming<br />

Century. Basic Books, Nueva York, 1999.<br />

33


BONAPARTISMO MEDIÁTICO Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />

sue concreto predeterminado 28 . Por otro<br />

lado, los nuevos destinatarios de la actividad<br />

política no son vistos ya como enclaves<br />

de electores con intereses propios<br />

(cleavages sociales), sino que son concebidos<br />

como un sujeto indistinto o audiencia<br />

indiferenciada y como un público que<br />

reacciona a los estímulos teledirigidos.<br />

Los distintos grupos de electores, explica<br />

Bernard Manin, no reclaman hoy una representación<br />

específica, sino que, al igual<br />

que el público del teatro o del cine, enjuician<br />

no el grado de sintonía de la obra<br />

con su propia identidad y sus intereses, sino<br />

básicamente la calidad de la representación<br />

puesta en escena y el atractivo de<br />

los diversos protagonistas (Manin, 1995;<br />

286). Así las cosas, no cabe sino certificar<br />

la desactivación de los controles clásicos<br />

de procedencia social o política. Hoy, en<br />

lugar del parlamento son los medios los<br />

que en mayor medida ejercen a su arbitrio<br />

e interés la función de control, saltándose<br />

el circuito de las instituciones representativas<br />

y diluyendo el régimen tasado<br />

de la responsabilidad 29 .<br />

Muchos, fascinados con la omnipresencia<br />

de las nuevas tecnologías de la información<br />

y su capacidad multiuso, sueñan con<br />

una democracia electrónica de “sala de estar”<br />

30 . Otros ven en el auge de la questiontime<br />

como técnica de intervención parlamentaria,<br />

en las encuestas al momento o en<br />

la comunicación política en el ciberespacio<br />

la prueba de que, por fin, hay una democracia<br />

en tiempo real. “Democracia de opinión”<br />

(Minc) 31 o “democracia del público”<br />

(Manin, 1995; 279) son expresiones para<br />

referirse a esta nueva metamorfosis que estamos<br />

describiendo. Y no faltan quienes, al<br />

advertir la deriva populista inducida por la<br />

selección de los asuntos, el modo de tratarlos<br />

y el revival organicista de las nuevas comunidades<br />

de emoción promocionadas mediáticamente,<br />

pronostican que la democracia<br />

del nuevo siglo será una “democracia de<br />

emoción” (Rosanvallon, 1998, 48). El precio,<br />

claro está, es la trivialización y la simplificación<br />

de una democracia privada de las<br />

condiciones para la reflexión y la deliberación<br />

(Portinaro, 1995, 44; Page, 1996).<br />

28 Bernard Manin: 290, 1995; Antonio Cantaro:<br />

Dopo la democrazia dei partiti, pág. 159.<br />

29 Rodottà: 573, 1993; C. Bellamy y J. Taylor:<br />

Governing in the information Age. Open Univeresity<br />

Press, Milton Keynes, 1998.<br />

30 D. Rossetti di Valdalbero, J. Berleur, y T.<br />

Nguyen: La démocratie représentative face à la société<br />

de l’information en Europe, pág.150 y sigs.; Rodotà:<br />

582, 1993.<br />

31 A. Minc: L`ivresse démocratique, Gallimard,<br />

París, 1994.<br />

Asimismo, la presión mediática ha inclinado<br />

la balanza hacia el lado de la personalización<br />

como forma de resolver la<br />

crisis de la representación y del reclutamiento<br />

político. El resultado final es que<br />

la democracia se ha vuelto más “plebiscitaria<br />

y cesarista” que representativa y deliberativa.<br />

El líder encarna hoy la función<br />

expresiva y simbólica, y los seguidores se<br />

identifican con aquél más que con el partido,<br />

convertido básicamente en un instrumento<br />

al servicio de la causa del primero.<br />

El líder reclama un “poder de prerrogativa”<br />

para tomar decisiones<br />

singulares en contextos imponderables y,<br />

en vez de programa, demanda confianza y<br />

autonomía para corregir la oferta en función<br />

de las reacciones del público (Bernard<br />

Manin, 1995, 282, 288). Obviamente,<br />

la ingeniería electoral que más se<br />

adecua a esta atmósfera es el sistema mayoritario<br />

y una democracia de referéndum,<br />

a pesar de que uno y otra produzcan<br />

resultados de suma cero (Calise 1995,<br />

21-23). Instalados en esa pendiente, se favorece<br />

la desinstitucionalización en la selección<br />

del personal político, de modo<br />

que los dirigentes no proceden de un tradicional<br />

cursus honorum en el partido, sino<br />

que muchos surgen tras triunfar en un<br />

debate televisivo, es decir, se seleccionan<br />

por su rendimiento mediático o, en última<br />

instancia, se extraen de la cantera de<br />

los “independientes”.<br />

Si recapitulamos lo hasta aquí expuesto,<br />

la conclusión es que la política se desarrolla<br />

en contextos y condiciones que la<br />

tornan más impotente y autorreferencial,<br />

proyectándose como una realidad desacreditada<br />

e inerme frente a los embates de<br />

otros poderes. La colonización (privada)<br />

del espacio público de la comunicación<br />

política banaliza la acción política, distorsiona<br />

el rol de sus instituciones, altera su<br />

identidad y propende a convertir el poder<br />

político en un poder subalterno de otros<br />

poderes opacos y exentos de constricciones<br />

regladas. Claro que la institución que<br />

más se resiente por este estado de cosas es<br />

la representación política, amenazada por la<br />

manipulación de los distintivos que la constituyen.<br />

El atributo de la sensibilidad (responsiveness)<br />

hacia los intereses de los electores,<br />

es decir, la receptividad hacia lo que<br />

es relevante para ellos, se halla muy demediado,<br />

una vez que gracias a la propaganda-publicidad<br />

las demandas casi se crean<br />

desde el lado de la oferta y se puede imponer<br />

la agenda e indiciar las respuestas<br />

de los electores. Igualmente, tal como se<br />

ha señalado más arriba, se desactivan los<br />

controles clásicos y el régimen tasado de<br />

la responsabilidad (accountability). Ocurre,<br />

incluso, que responsables políticos<br />

tratan de consumar a veces un pacto tácito<br />

con quienes controlan influyentes medios<br />

de comunicación, en virtud del cual<br />

los primeros ceden en autonomía y pagan<br />

en legitimación de los intereses de los segundos<br />

el auxilio que éstos les brindan<br />

para tapar algún escándalo o escamotear<br />

en un trance delicado la obligación política<br />

de dar cuentas públicamente. Pero no<br />

sólo las practicas de colusión, sino también<br />

la enorme asimetría de información<br />

y manejo de recursos políticos entre los<br />

agentes político-mediáticos y los ciudadanos<br />

asegura a aquéllos gran margen de<br />

maniobra y estimula la tentación de eludir<br />

los controles democráticos y hacer inverificables<br />

las divergencias con los intereses<br />

de los ciudadanos 32 . Éstas y otras estrategias<br />

de manipulación crean<br />

confusión de poderes y, desde luego, desvitalizan<br />

las instituciones de la representación<br />

y los controles democráticos 33 . Quizá<br />

el resultado institucional más expresivo<br />

de este estado de cosas es un parlamento<br />

que actúa, más bien, como caja de resonancia<br />

de asuntos que realmente se dirimen<br />

fuera y que se ha transformado en<br />

un lugar donde los argumentos resultan<br />

irrelevantes y lo que cuenta es el titular<br />

escandaloso 34 . En resumidas cuentas, política<br />

mercantilizada, endogamia partidista<br />

y “bonapartismo mediático”, componentes<br />

definitorios de las actuales democracias<br />

defectivas, impactan en la misma<br />

línea de flotación de la democracia representativa,<br />

haciendo incontrolable la vulnerabilidad<br />

de los dirigentes, expulsando<br />

de la vida política cualquier criterio homologable<br />

de mérito y dejando bajo mínimos<br />

las condiciones de la competición<br />

democrática.<br />

Para esta clase de males es verdad que<br />

no hay remedios fáciles. Y aunque no sea<br />

nuestro objetivo adentrarnos por esa senda,<br />

poco transitada por cierto, sólo haré<br />

una observación final en esa dirección. Si<br />

atendemos a las funciones y al poder que<br />

acumula el conglomerado informático-<br />

32 D. Arnold: ‘Can Inattentive Citizens Control<br />

Their Elected Reprsentatives?’, en L. Dodd y B. Oppenheimer<br />

(eds.): Congress Reconsidered, págs. 401-<br />

416. Congressional Quarterly Press, Washington.<br />

DC, 1993.<br />

33 J. M. Maravall: Acountability and Manipulation,<br />

en Przeworski, Stokes y Manin (eds.), 162, 1999.<br />

34 Sobre la relación medios de comunicación/parlamento<br />

véase J. Vilas Nogueira: ‘Influencia de los medios<br />

audiovisuales en el rol del Parlamento’, en M. Ramírez<br />

(ed.): El Parlamento a debate, págs. 155-171.<br />

Trotta, Madrid, 1997.<br />

34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 114


mediático, y dado que las estrategias de<br />

formación de la opinión obedecen cada<br />

vez más a intereses mercantiles, no se explica<br />

que siga en buena parte inédito el<br />

gran debate sobre la responsabilidad pública<br />

de los medios y que este asunto no<br />

ocupe, todavía, un puesto central en la<br />

agenda política, e igualmente que, dada<br />

su dimensión transnacional, no figure,<br />

por ejemplo, entre las prioridades de la<br />

Unión Europea 35 . El desarrollo de nuevos<br />

mecanismos de protección de los ciudadanos<br />

y de los derechos de los usuarios<br />

frente al poder concentrado de quienes<br />

controlan el mercado de productos de<br />

consumo informativo, la transparencia<br />

35 Ph. Schlesinger, ‘Europe’s Contradictory<br />

Communicative Space’, Daedalus, vol. 23, núm. 2,<br />

págs. 25-49, 1994.<br />

36 F. Laporta: El derecho a informar y sus enemigos,<br />

CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 72, pág. 19,<br />

1998; J. J. de Bresson: ‘De la déontologie de la télématique’,<br />

Revue Politique et Parlamentaire, núm. 994,<br />

págs.100-109, 1998; F. Bastida Freijedo: El régimen<br />

jurídico de la comunicación social. Instituto de Estudios<br />

Económicos, Madrid, 1994.<br />

37 A. Michnik & J. Rosen: ‘The Media and Democracy:<br />

a Dialogue’, Journal of Democracy, vol. 8,<br />

núm. 4, pág. 91, 1997.<br />

Nº 114 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

del capital en los medios, los límites al<br />

oligopolio, la competencia desleal, las injerencias<br />

clientelares del poder social sobre<br />

los medios, el corporativismo profesional,<br />

etcétera, son, entre otros muchos,<br />

asuntos que urgen una regulación adecuada<br />

36 . El editor e intelectual polaco A.<br />

Michnik ha comparado el poder de los<br />

medios nada menos que con el poder nuclear<br />

37 . ¿Cabe, entonces, que un poder de<br />

estas proporciones continúe aún sin constricciones<br />

jurídicas apropiadas y, desde un<br />

punto de vista público y democrático, por<br />

tanto, desprovisto de controles y exento de<br />

responsabilidad? Del alcance y eficacia de ese<br />

nuevo derecho, aún por venir, y, desde luego,<br />

del resurgimiento y empuje de un constitucionalismo<br />

reforzado va a depender<br />

el que las presiones inquietantes de esta<br />

suerte de “bonapartismo mediático” en<br />

boga no terminen por arruinar la democracia<br />

reduciéndola a una ficción procedimental.<br />

n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />

BAGDIKIAN, B.: The Media Monopoly. Beacon, Boston,<br />

1992.<br />

BRENNAN, G. y HAMLIN, A.: ‘On Political Representation’,<br />

British Journal of Political Science, vol.<br />

29, núm. 3, págs. 357-374, 1999.<br />

CALISE, M.: (1995), ‘Del partito dei media alla<br />

corporation multimediale’, Quaderni si sociologia,<br />

vol. 35, núm. 1, págs. 23-39, 1995.<br />

CASTELLS, M.: La era de la información. Economía,<br />

sociedad y cultura, 3 vols. Alianza, Madrid, 1997-<br />

1998.<br />

COLLIER, D., y LEVITSKY, S.: ‘Democracy with adjectives.<br />

Conceptual Innovation in Compararative<br />

Research’, World Politics, núm. 49, págs. 430-451,<br />

1997.<br />

CHOUCRI, N. (ed.): ‘CyberPolitics in International<br />

Relations’, International Political Science Review,<br />

vol. 21, núm. 3, 2000.<br />

COOK, Th.: Governing with the news. The news media<br />

as a Political Institution. University of Chicago<br />

Press, 1998.<br />

IYENGAR, S.: Is Anyone Responsible? How Television<br />

Frames Political Issues. University of Chicago Press,<br />

1991.<br />

MANIN, B.: Principes du Gouvernement Représentatif.<br />

Calmann-Lévy, París, 1995.<br />

MERKEL, W.: Defective Democracies. Working Paper<br />

núm. 132. Centro de Estudios Avanzados en<br />

Ciencias Sociales, Madrid, 1999.<br />

PAGE, B.: Who Deliberate? Mass Media in Modern<br />

Democracy. Chicago University Press, 1996.<br />

PARENTI, M.: Inventing Reality. The Politics of<br />

News Media. St. Martin’s, Nueva York, 1993.<br />

PATTERSON, Th.: ‘Time and News: The Media’s<br />

Limitations as an Instrument of Democracy’, International<br />

Political Science Review, vol. 19, núm.<br />

1, págs. 55-67, 1998.<br />

PORTINARO, P. P.: ‘Sulla Illegitimittà del Nuovo’,<br />

Teoria politica, vol. XI, núm. 1, págs. 17-44, 1995.<br />

PRZEWORSKI, A.; STOKES, S. C., y MANIN, B.<br />

(eds.): Democracy, Accountability, and Representation.<br />

Cambridge University Press, 1999.<br />

RODOTÀ, S.: (1993), ‘La sovranità nel tempo della<br />

tecnopolitica. Democrazia elettronica e democrazia<br />

rappresentativa’, Politica del Diritto, vol. XXIV,<br />

núm. 4, págs.569-600, 1993.<br />

ROSANVALLON, P.: ‘Le nouveau travail de la represéntation’,<br />

Esprit, núm. 2, págs. 37-50, 1998.<br />

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, S.: Los medios de comunicación<br />

y los sistemas democráticos. Marcial Pons, Madrid,<br />

1996.<br />

ZOLO, D.: ‘Televisione e potere’, Democrazia e diritto,<br />

vol. 33, núm. 1, págs. 223-230, 1993.<br />

Ramón Vargas-Machuca Ortega es catedrático<br />

de Filosofía Política y Teoría de la Democracia en<br />

la Universidad de Cádiz.<br />

35


LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />

Sobre arqueología, patrimonio e identidad<br />

Introducción<br />

El interés (científico, práctico y político)<br />

cada vez mayor del patrimonio cultural, el<br />

peso que el patrimonio arqueológico posee<br />

dentro de él, el hecho de que la Arqueología<br />

sea una de las disciplinas más útiles para<br />

estudiar y gestionar el patrimonio cultural,<br />

y la importancia que a menudo la<br />

prehistoria y etapas remotas de la historia<br />

(que sólo mediante la Arqueología pueden<br />

ser conocidas) adquieren para fundar la<br />

identidad, justifica de sobra la discusión<br />

sobre el estatuto de esta disciplina y su incorporación<br />

a cualquier debate sobre la<br />

identidad y la memoria, sobre el presente y<br />

el pasado.<br />

Nuestro texto pretende ofrecer una<br />

aportación crítica: no afirma que la pregunta<br />

implícita en el título (¿puede o debe<br />

la Arqueología contribuir a construir una<br />

identidad cultural, nacional, comunitaria<br />

o subjetiva?) tenga una respuesta positiva o<br />

que se pueda abordar con candidez. Antes<br />

bien, revisa estos temas desde una Arqueología<br />

concebida como “práctica para el inventario,<br />

valoración e interpretación del patrimonio<br />

cultural” (que es lo que ha sido<br />

siempre la Arqueología en cuanto disciplina<br />

científico-académica) hasta una Arqueología<br />

entendida como “tecnología de la memoria”<br />

(que sería la redefinición necesaria que hoy,<br />

en las puertas del tercer milenio, es posible<br />

hacer de la Arqueología). Estas dos definiciones<br />

de la Arqueología se sintetizan en<br />

una tercera que la aprehende como tecnología<br />

de gestión del Patrimonio Cultural.<br />

Identidad, historia, memoria e interpretación:<br />

cautelas desde la Arqueología<br />

En cuanto que ciudadano, el autor de estas<br />

líneas cree que la identidad social se debe<br />

basar no en un pasado común, en una historia<br />

compartida o en una unidad de destino,<br />

sino en un conjunto (que no en una<br />

singularidad) de valores actuales, compartidos,<br />

consensuados y autodeterminados.<br />

FELIPE CRIADO BOADO<br />

La identidad no puede ser unidimensional;<br />

la forma de definir la identidad debe<br />

ser tal que permita evitar a priori toda tentación<br />

o posibilidad de tiranía, como se deriva<br />

del siguiente texto escrito al inicio del<br />

conflicto de los Balcanes y que está autentificado<br />

porque ahora, casi diez años más<br />

tarde, sabemos lo que ocurrió:<br />

“Junto a muchos otros millones de croatas, me<br />

clavaron en el muro de la nacionalidad, no sólo por<br />

la presión exterior de Serbia y del Ejército Federal, sino<br />

por la homogeneización interna en Croacia. Esto<br />

es lo que la guerra nos está haciendo, reducirnos<br />

a una única dimensión: la nación. El problema con<br />

esta nacionalidad es que, antes, se me definía por mi<br />

educación, mi trabajo, mis ideas, mi carácter y, por<br />

supuesto, también por mi nacionalidad. Ahora se<br />

me han arrebatado todo. No soy nadie porque ya no<br />

soy una persona. Soy, simplemente uno de los 4,5<br />

millones de croatas” (Slavenka Drakulic, Time, 20 de<br />

enero de 1992).<br />

En cuanto que científico, esto es: como<br />

profesional esforzado de una disciplina de<br />

conocimiento histórico que se quiere científica<br />

y se sabe no-ciencia, el autor sabe que<br />

nada de lo que existe ha existido siempre,<br />

existe por sí mismo, ni existirá para siempre.<br />

Por ello conviene comenzar este texto<br />

con dos notas iniciales que marcan las coordenadas<br />

de nuestra propuesta.<br />

En primer lugar, a pesar de una historia<br />

intelectual que identifica en Occidente la<br />

historia con el tiempo, nuestra propuesta<br />

propone un desplazamiento del tiempo hacia<br />

el espacio, que es también un desplazamiento<br />

“de la metafísica de la historia a la física<br />

del acontecimiento”. En relación al<br />

tiempo, el ser no es un ser-desde ni un serpara.<br />

El ser histórico es un ser que deriva de<br />

una historia, que posee una historicidad,<br />

que es inteligible en la medida en que se sabe<br />

producto y medio de una historia. Precisamente<br />

por ello, no podemos (a diferencia<br />

de lo que frecuente si no dominantemente<br />

han hecho la historia y la filosofía<br />

occidental) sustantivizar el tiempo, esencia-<br />

lizarlo o convertirlo en esencia. El tiempo,<br />

que sabemos lo que es cuando hablamos en<br />

términos psicológicos, físicos o cronológicos<br />

recientes, debe ser sustituido por la temporalidad<br />

cuando lo tratamos en el espesor de<br />

una historia profunda, un espesor que incorpora<br />

horizontes de subjetividad, formas<br />

de racionalidad, concepciones del tiempo<br />

que abrigaron otras sociedades, otra gente<br />

y que son diferentes a los nuestros mismos.<br />

En segundo lugar, a pesar de una historia<br />

intelectual que identifica a Europa<br />

con el humanismo, se debe recordar aún<br />

que la mera invocación al hombre no tiene<br />

capacidad explicativa de lo real. Cada vez<br />

que se apunta al hombre como origen y<br />

fin de lo realmente existente se está escamoteando<br />

la posibilidad de alcanzar una<br />

auténtica comprensión de los procesos,<br />

fuerzas, motivaciones, que subyacen a la<br />

realidad. Si se invoca al hombre, hay que<br />

hacerlo de una forma radical, aceptando<br />

que el individuo no es nada más que un<br />

punto, un punto en un espacio cruzado, armado<br />

y tal vez fisurado por relaciones de<br />

poder. Nuestra propuesta plantea un “desplazamiento<br />

de lo individual a lo social”.<br />

En vez de insistir en una metafísica del sujeto,<br />

se debe perseguir una historicidad radical<br />

que reconozca que, en relación con la<br />

historia, el ser no es un ser-solo ni un autoser.<br />

“El ser histórico es un ser social”, preñado<br />

por una cultura y determinado por<br />

formaciones socio-culturales concretas. Precisamente<br />

por ello, para comprender la dimensión<br />

socio-histórica de lo humano no<br />

podemos sustituir el análisis crítico de las<br />

estrategias de saber y poder por una invocación<br />

genérica al “hombre”.<br />

Aunque hablamos de Arqueología, estas<br />

reflexiones han surgido fundamentalmente<br />

en el ámbito de la filosofía y de la<br />

historia. Incluyen una actualización de<br />

Nietzsche que autores como Foucault incorporaron<br />

a la crítica y práctica de las llamadas<br />

ciencias humanas. Aunque esta lí-<br />

36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


nea de pensamiento goza de cierta impopularidad<br />

hoy día, mantiene su actualidad.<br />

Particularmente, en el campo de la historia,<br />

ha profundizado en todo ello J. C.<br />

Bermejo que, a través de su Historia teórica,<br />

pretende primero criticar la función legitimadora<br />

del discurso histórico como saber<br />

burgués y moderno que construyó las<br />

bases intelectuales del Estado-Nación (Bermejo,<br />

El final de la historia. Ensayos de historia<br />

teórica I, Akal, 1987), y después reconstruir<br />

una práctica histórica emancipada<br />

de las ataduras de la metafísica<br />

occidental del tiempo y el sujeto (Bermejo,<br />

Replanteamiento de la historia. Ensayos<br />

de historia teórica II, Akal, 1989, y Genealogía<br />

de la historia. Ensayos de historia teórica<br />

III, Akal 1999).<br />

Estas puntualizaciones poseen implicaciones<br />

prácticas concretas. La Arqueología<br />

no muestra las raíces, no es un viaje por el<br />

pasado de nuestra sociedad, de nuestra cultura,<br />

de nuestra identidad. No sólo porque<br />

no puede hacer ese viaje, sino porque<br />

en el pasado remoto no existió esa sociedad,<br />

esa cultura, esa identidad. Suponer que existió<br />

es la mejor forma de recuperar una metafísica<br />

muy occidental ella, muy moderna,<br />

pero poco plural y nada objetiva. Sería fácil<br />

creer en esa posibilidad para a continuación<br />

crear la identidad étnica o nacional<br />

sobre esa quimera. Pero conocemos demasiado<br />

bien las consecuencias negativas de<br />

esa filosofía para porfiar en el empeño.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

De hecho es frecuente “reconocer en el<br />

pasado prehistórico las formas de lo contemporáneo”.<br />

La Arqueología y la prehistoria<br />

han sido utilizadas a menudo como discurso<br />

de legitimación de aspiraciones sociales,<br />

de reclamaciones nacionales o de<br />

identificaciones étnicas. Lo más nocivo<br />

de tales usos de la Arqueología no son ciertos<br />

excesos científicos fáciles de identificar y<br />

refutar, aunque no de destruir; sino el hecho<br />

de que estas propuestas constituyen un lugar<br />

común y una forma de argumentar característica<br />

del razonamiento occidental inscrita<br />

en el “sentido común” moderno. Destruir<br />

la noción de que la expansión,<br />

aparentemente desde la península Ibérica, a<br />

principios de la Edad del Bronce (2500-<br />

1500 a. de J. C.) por toda Europa de un<br />

prototipo de cerámica muy característico<br />

(la denominada “cerámica campaniforme” o<br />

bell-beaker por la forma de campana de sus<br />

vasos) representó la primera unificación política<br />

de Europa a cargo de una especie de<br />

proto-españoles (teoría “curiosamente”<br />

coincidente con el fascismo español y autárquico<br />

de mediados de los años cuarenta),<br />

puede costar más o menos a los prehistoriadores;<br />

pero desarraigar el efecto de esas<br />

teorías en el público y, sobre todo, convencer<br />

a nuestros conciudadanos de la improcedencia<br />

de utilizar argumentos explicativos<br />

de carácter cronológico (“esto se hace así<br />

porque así se hace desde siempre”), genealógicos<br />

(“esto es así porque su origen fue<br />

éste”) y arqueológicos (“esto es así porque<br />

tiene orígenes remotos en la prehistoria”), es<br />

tarea harto más difícil. Como decía G. Bachelard,<br />

“una imagen nueva le cuesta tanto<br />

a la humanidad como un carácter nuevo a la<br />

flor”. Y aquí no estamos hablando sólo de<br />

imágenes (el vaso campaniforme como representación<br />

de identidades actuales), sino<br />

de fórmulas argumentales y comodines para<br />

pensar (que toman la prehistoria como<br />

fundamento de todo lo que parece natural,<br />

como noche oscura de la que procede todo<br />

aquello que conviene creer que ha existido<br />

siempre y de lo que conviene no indagar cómo<br />

ha llegado a existir).<br />

Como dice F. Savater (a propósito de<br />

una crítica de las ideologías étnico-nacionales),<br />

no se puede refutar la historia en<br />

nombre de la prehistoria. Por dos conjuntos<br />

de motivos, añadiríamos. Por imperativo<br />

ético y social: torcer siglos de historia y/o<br />

consensos actuales en nombre de un prístino<br />

origen no es de recibo. Y por imperativo<br />

empírico y científico: habitualmente el<br />

conocimiento escaso que tenemos de la<br />

prehistoria no convalida tales propósitos.<br />

Pero precisamente ahí radica el problema:<br />

el conocimiento de la prehistoria es<br />

tan parco que la interpretación arqueológica,<br />

hábilmente movilizada, puede llegar a<br />

justificar casi cualquier lectura o intención.<br />

Esto supone un problema para los arqueólogos<br />

y la Arqueología: hace necesario dedicar<br />

ingentes esfuerzos a pensar los límites<br />

37


LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />

y posibilidades de la interpretación arqueológica,<br />

toda vez que ya se ha escurrido para<br />

siempre la creencia conciliadora en un<br />

conocimiento objetivo y contrastable que<br />

un día preconizó el positivismo y que mucho<br />

después las ciencias históricas y la Arqueología<br />

han descubierto que era un imposible<br />

en estos ámbitos del saber (desde<br />

hace casi dos décadas, la objetividad o subjetividad<br />

de la interpretación arqueológica<br />

es uno de los tópicos de reflexión más importantes<br />

en el campo de la Arqueología).<br />

Pero este problema tiene otras implicaciones,<br />

ya que las posibilidades reales de<br />

manipular la documentación arqueológica<br />

para hacerle decir casi cualquier contenido,<br />

para sostener una lectura y su contraria,<br />

son consustanciales a las características del<br />

registro empírico que utilizamos y a las insuficiencias<br />

del método arqueológico (y decimos<br />

conscientemente “método”, en su<br />

acepción de procedimiento para determinar<br />

el grado de certeza de nuestras hipótesis).<br />

Por todas estas razones, la Arqueología,<br />

al igual que cualquier investigación histórica,<br />

“no es la recuperación de la memoria”.<br />

La Arqueología es la construcción de la<br />

memoria. La “memoria arqueológica” no<br />

existe en el mundo y la Arqueología a continuación<br />

la encuentra. La memoria arqueológica<br />

se construye de forma activa en el<br />

presente, dentro de un presente determinado<br />

y cambiante. Por tanto, ella misma<br />

cambia; en un momento privilegia una cosa<br />

y a continuación la contraria; y este proceso<br />

es tan exacerbado que no sólo cambia<br />

la “interpretación arqueológica”, sino la<br />

propia noción de “qué es un dato arqueológico”<br />

en un momento dado. De hecho,<br />

también en Arqueología la dialéctica entre<br />

la memoria y el olvido representa muy bien<br />

las características dominantes de cada momento,<br />

y en concreto la inflexión determinada<br />

del sistema de saber-poder de ese momento.<br />

La Arqueología, pues, al igual que<br />

cualquier otra disciplina histórica, ha sido y<br />

es dentro del saber moderno una “tecnología<br />

de la memoria”. Esta definición encierra<br />

posibilidades y limitaciones, tanto como<br />

bondades y peligros.<br />

Por tanto, armados con todas estas cautelas<br />

críticas y reflexivas es como podemos<br />

afrontar la relación de la Arqueología y la<br />

prehistoria con los temas que aquí se debaten.<br />

Memoria, huella, monumento y patrimonio:<br />

precisiones desde la Arqueología<br />

A partir de las cautelas anteriores, intentaremos<br />

ahora ofrecer una encadenación de<br />

conceptos operativos que permitan tratar<br />

estas temáticas desde la Arqueología, que<br />

ofrezcan claves de razón práctica para “actuar<br />

con la Arqueología dentro del presente”.<br />

Si, como decía Foucault, un libro es<br />

una caja de herramientas, los conceptos<br />

son las herramientas mismas, y con ese afán<br />

instrumental y pragmático es con el que<br />

definiremos una serie de términos.<br />

Definición de Arqueología<br />

Podemos aportar dos definiciones de la Arqueología;<br />

primero probaremos con una<br />

de carácter más teórico e investigador y<br />

volveremos al final sobre una definición<br />

más concreta y pragmática: la Arqueología<br />

es la disciplina que estudia, basándose en el<br />

registro arqueológico, la integración de la<br />

cultura material en los procesos socioculturales<br />

de construcción de la realidad.<br />

Esta definición nos fuerza a considerar<br />

otros conceptos relacionados que, si se incorporan<br />

a la reflexión intelectual y a la acción<br />

cultural, nos permiten integrar de forma<br />

positiva la práctica arqueológica y el<br />

pasado prehistórico en la vida actual.<br />

Esta definición plantea, ante todo, “dudas<br />

sobre la viabilidad de la misión arqueológica”<br />

sobre las posibilidades reales del conocimiento<br />

arqueológico de lo prehistórico.<br />

El trabajo arqueológico puede ser manipulado<br />

porque nos falta el texto escrito o, mejor,<br />

una representación fidedigna de la racionalidad<br />

original. La Arqueología prehistórica<br />

o remota (o cualquier Arqueología<br />

que se realice en situación de falta de registros<br />

escritos u orales) implica una operación<br />

cognitiva que hace presente una racionalidad<br />

ausente y que por tanto la presupone,<br />

sobreentiende un sentido. Así pues, la Arqueología<br />

puede incurrir en riesgo de sub-<br />

jetividad y manipulación, debiendo armarse<br />

(como preconizábamos más arriba) teórica,<br />

metodológica y críticamente contra<br />

todo ello para reintegrar el sentido dentro<br />

de ella, para sustituir la racionalidad ausente.<br />

El descubrimiento de esta racionalidad,<br />

por otra parte, sería la mayor aportación<br />

que la Arqueología podría rendir al<br />

saber y a la sociedad. Sin embargo, como<br />

tal objetivo de trabajo a menudo no es más<br />

que un espejismo, escurridizo. En ausencia<br />

de esa racionalidad, la manipulación y subjetividad<br />

más descaradas pueden hacer su<br />

aparición en el campo de la Arqueología,<br />

un riesgo para el que nos cautelábamos más<br />

arriba.<br />

La anterior definición también plantea<br />

reflexiones y posibilidades que atañen<br />

de forma directa a las nociones de memoria,<br />

patrimonio y monumento. Este último<br />

concepto es especialmente relevante porque,<br />

una vez superados los tiempos en<br />

los que de hecho constituía el patrimonio<br />

(en la España predemocrática el Patrimonio<br />

Artístico Nacional estaba integrado por los<br />

monumentos histórico-artísticos), los monumentos<br />

siguen no obstante siendo la entidad<br />

más importante o incluso significativa<br />

del patrimonio, y desde esa importancia<br />

funcionan como representación genuina de<br />

la memoria. Así ocurre que los “monumentos<br />

son el lugar privilegiado de la memoria”.<br />

Pero “¿qué es un monumento?” La definición<br />

anterior nos permite precisar y expandir<br />

la noción de monumento, pero para<br />

ello es necesario antes integrar la noción<br />

más amplia de “cultura material” y la más<br />

técnica de “registro arqueológico”.<br />

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


Definición de cultura material<br />

Son los productos (por ejemplo, resultados:<br />

una arquitectura, una cerámica, una herramienta)<br />

formales (por ejemplo, entidades<br />

tridimensionales) de las prácticas sociales<br />

que muestran una determinada relación entre<br />

el pensamiento y el mundo, que son el<br />

resultado de una cierta orientación del pensamiento<br />

y el ser hacia el mundo. El énfasis<br />

que la cultura pone en la definición y constitución<br />

de la identidad se debe completar<br />

con el tratamiento de la cultura material,<br />

que viene a ser la materialidad de lo cultural<br />

y, por tanto, la materialización de la<br />

identidad. Aunque una cultura no se puede<br />

confundir con sus productos, los productos<br />

materiales de la cultura representan los valores,<br />

normas y sentidos de esa cultura que,<br />

al producirse materialmente, reproducen a<br />

aquella. El estudio de la cultura material<br />

permite, por tanto, completar nuestro conocimiento<br />

de la cultura y sus características.<br />

Ello es particularmente cierto porque la<br />

cultura material, en vez de ser estática y<br />

neutra, es el recurso de adaptación del ser<br />

humano al mundo, y es también el recurso<br />

de estrategias de poder concretas; la cultura<br />

material es social y política: se produce socialmente<br />

(por ejemplo, la ‘fabrica’ un individuo<br />

según determinaciones marcadas por<br />

la sociedad y la tradición) y culturalmente<br />

(por ejemplo, está cargada por contenidos y<br />

sentidos concretos). La cultura material significa<br />

algo, expresa ese algo y esa expresión<br />

sirve para producir efectos determinados<br />

sobre el mundo.<br />

Pero la cultura material en Arqueología<br />

no aparece de forma directa, sino que se<br />

nos da incluida en un conjunto empíricológico<br />

diferente, más vasto y que posee una<br />

problemática adicional, y que denominamos<br />

registro arqueológico.<br />

Definición de registro arqueológico<br />

Es cómo se presenta hoy día la cultura material<br />

después de que, una vez formada, haya<br />

sido afectada por los procesos que los arqueólogos<br />

denominamos deposicionales y<br />

posdeposicionales, esto es, los procesos que<br />

determinan la incorporación de esa cultura<br />

material al suelo y a los contextos (por ejemplo,<br />

restos de una actividad, un accidente, la<br />

limpieza de esos restos o la formación de un<br />

basurero) que después formarán yacimientos<br />

arqueológicos, y los procesos (provocados<br />

por la naturaleza, la historia posterior y las<br />

sociedades consecuentes, por ejemplo, alteraciones<br />

por animales, vegetación, acciones<br />

posteriores… de los restos anteriores) que<br />

afectan más tarde a esos depósitos. Arqueológicamente,<br />

la cultura material se nos aparece<br />

en forma de restos y piezas (si se trata de<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

cultura material mueble: un cuchillo de sílex),<br />

ruinas y vestigios (si fue cultura material<br />

inmueble: una casa o la cimentación de una<br />

cabaña), o también efectos e indicios (pues a<br />

menudo se registra por el reflejo de sus consecuencias:<br />

la tala provoca deforestación, el<br />

cultivo erosión, la circulación camino). Eso,<br />

junto con la información complementaria<br />

que lo contextualiza y hace significativo (datos<br />

sobre su forma y tamaño, condiciones de<br />

descubrimiento y recuperación, posición) es<br />

el registro arqueológico. Es un registro “actual”<br />

de huellas e indicios del “pasado”, fragmentado,<br />

roto, mudo. Pero hay que “saber<br />

leer la huella”. Viene del fondo de la historia,<br />

pero su régimen de existencia es actual, ya<br />

que es en el presente dónde aparece y desde<br />

nuestra investigación actual cómo aparece.<br />

Su fragmentación, rotura y mudez no son<br />

sólo el espacio vacío de lo que no se conservó,<br />

sino también el negativo de lo que realmente<br />

hubo: la cerámica depositada como<br />

ofrenda en las tumbas a menudo “se mataba”,<br />

troceándola, y sus restos distribuidos<br />

de forma ordenada entre diferentes contextos;<br />

igualmente la limpieza de una vivienda<br />

o la acumulación de restos en un basurero<br />

rompía las piezas.<br />

Y la mudez, consustancial al objeto, es<br />

replicada en cambio por las características<br />

visuales de ese objeto, por la imagen que<br />

transmite hacia el exterior, que puede ser<br />

neutra, difusa, borrosa, ambigua, aparatosa,<br />

impactante, monumental. Según el contexto<br />

e intención de uso de un objeto, éste<br />

puede dotarse de características más o menos<br />

llamativas. Su forma termina por reflejar,<br />

de algún modo, la voluntad de “ocultación,<br />

inhibición, exhibición” o monumentalización<br />

de la práctica social en la cual es<br />

movilizado (la decoración de los cuchillos<br />

cambia, desde la inexistencia hasta el paroxismo,<br />

según se usen en la cocina, la mesa,<br />

el rito o el sacrificio). “El objeto es mudo,<br />

pero transmite mensajes visuales”. La norma,<br />

familiar a la estética y moda contemporánea,<br />

de que “todo lo visible es simbólico”,<br />

ha funcionado también para la cultura<br />

material de todas las épocas, fuera unas<br />

veces de forma “intencional” y de modo<br />

“inconsciente” las más.<br />

De este modo volvemos a la noción de<br />

“monumento”, porque éste es el proceso<br />

genético que constituye al monumento,<br />

que transforma a ciertos elementos de cultura<br />

material en monumento. Un monumento<br />

sería la forma artificial que está determinada<br />

por una voluntad de visibilidad<br />

en el espacio y de permanencia en el tiempo<br />

(un dolmen, una columna conmemorativa,<br />

un templo). Esa voluntad origina el<br />

proceso de monumentalización que, vice-<br />

FELIPE CRIADO BOADO<br />

versa, es la configuración de aquella voluntad.<br />

Esa voluntad, en el sentido nietzscheano<br />

y foucaltiano del concepto, es tanto<br />

intencional y consciente como no intencional<br />

e implícita, es decir, funciona, produce<br />

efectos y tiene poder incluso aunque<br />

el individuo concreto no racionalice de forma<br />

expresa el acontecimiento, (del mismo<br />

modo que, de modo natural, tendemos a<br />

utilizar diferentes vajillas en la comida diaria<br />

y en las ocasiones). [Un monumento<br />

puede ser incluso un elemento natural, no<br />

hace falta que sea siempre una obra artificial,<br />

una construcción; en este caso lo artificial<br />

es el acto de pensamiento que confiere<br />

a ese elemento una significación excepcional,<br />

y el acto de monumentalización es<br />

un acto de enunciación, un dar nombre o<br />

contar una leyenda en relación con ese monumento<br />

natural; a ese tipo monumental lo<br />

podemos llamar “monumento salvaje”. Y<br />

hay muchos: la Ayers Rock en Australia, los<br />

Tepuis del Orinoco, las cumbres incas de<br />

culto al sol, la montaña de Covadonga, la<br />

de Montserrat, el árbol de Guernica…].<br />

El beneficio de esta definición radica<br />

en que no se basa en consideraciones actuales,<br />

sino en un reconocimiento de las<br />

condiciones originales. No nos dice qué<br />

cosa creemos que es hoy un monumento,<br />

sino que establece como tal a los monumentos<br />

que nos llegan desde el pasado. Devuelve<br />

la valoración de lo monumental del<br />

presente al pretérito. Los monumentos son<br />

por sí mismos, independientemente de<br />

nuestra elección, determinada por el gusto<br />

y la intención del momento. De este modo,<br />

“el monumento tiene memoria”. Representa<br />

una memoria que, sin embargo, a lo<br />

mejor está olvidada. Razón suficiente para,<br />

en cambio, preservar el monumento.<br />

Concretando una definición pragmática,<br />

un monumento es entonces aquella entidad<br />

de cultura material que muestra originalmente<br />

(por ejemplo, ex origine) y sea<br />

de forma intencional o no, una relación<br />

con el espacio y el tiempo que se concreta<br />

en tres características: es un producto artificial,<br />

domina el espacio y persevera en el<br />

tiempo. Por tanto es huella, que permanece,<br />

de una memoria, aunque se haya perdido.<br />

Lo vemos hoy y, sin embargo, no sabemos<br />

lo que significa. La línea de investigación<br />

arqueológica, tanto empírica como<br />

teórica, del autor está enfocada a saber qué<br />

significó el monumento, a resignificarlo,<br />

sin incurrir en los riesgos antes comentados<br />

de la subjetividad.<br />

Definición de patrimonio cultural<br />

Dada la amplitud que hemos conferido al<br />

concepto de monumento, que puede ser<br />

39


LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />

desde una construcción a una leyenda, desde<br />

una catedral a una roca, cabe la posibilidad<br />

de preguntarse si acaso los monumentos<br />

constituyen el patrimonio cultural.<br />

¿Se limita éste a ser el conjunto de<br />

todos los monumentos que existen? Pues<br />

no; el patrimonio cultural es, todavía, mucho<br />

más.<br />

La discusión anterior nos permite más<br />

bien proponer que toda la huella de la cultura,<br />

toda la huella de la identidad (de las<br />

de ahorita y de las de antes), conforma el<br />

patrimonio cultural: monumentos, cultura<br />

material, registro arqueológico, y aún más.<br />

En realidad el patrimonio cultural lo constituyen<br />

los restos de la memoria. Una definición<br />

correcta diría que “el patrimonio<br />

cultural es representación de la memoria”.<br />

Con todo, esta propuesta plantea un problema<br />

importante: es presentista y está hecha<br />

desde el horizonte de la actualidad y<br />

desde la perspectiva de nuestra identidad.<br />

Ya que la memoria que se re-presenta es<br />

solamente nuestra propia memoria. ¿Qué<br />

pasa entonces con la memoria de otras culturas<br />

e identidades? ¿Qué pasa con los monumentos<br />

que son a pesar de nosotros mismos,<br />

del olvido y de la acción destructiva<br />

de nuestras y otras sociedades? ¿Qué pasa<br />

con los restos que permanecen aunque se<br />

haya perdido su memoria? ¿Qué pasa con el<br />

olvido? Aún a costa de llegar a una definición<br />

holística, demasiado compre-hensiva<br />

de la noción de patrimonio, tenemos que<br />

reconocer que “el patrimonio cultural es la<br />

huella de la memoria y el olvido”. Está<br />

constituido por las ruinas de la memoria,<br />

por lo que recordamos de nuestra propia<br />

identidad, lo que decidimos olvidar de nosotros<br />

mismos, y lo que no recordamos de<br />

la cultura de otros. Mientras nuestra memoria<br />

está conformada tanto por elementos<br />

materiales como inmateriales (ideas, relatos,<br />

saberes), la memoria de la otredad se nos<br />

presenta sólo en forma de materia, sea ruina,<br />

resto o efecto de la acción pretérita.<br />

De este modo nos aseguramos de que<br />

el patrimonio cultural incluye a aquellas<br />

cosas (piezas y fragmentos) que las estrategias<br />

cambiantes de las tecnologías de la memoria<br />

deciden valorar hoy como significativo<br />

y mañana como insignificante.<br />

Al tiempo que esta definición evita un<br />

imperialismo del presente y de las identidades<br />

triunfantes de la historia, plantea<br />

problemas prácticos. Al incluir las ruinas de<br />

la otredad en el patrimonio cultural, aceptamos<br />

la obligación de gestionarlas en el<br />

presente (protegerlas, preservarlas, estudiarlas).<br />

Del mismo modo que al ampliar el<br />

concepto de patrimonio se garantiza la pluralidad,<br />

la multiculturalidad, la diversidad<br />

y la multilocalidad, debemos garantizar la<br />

conservación de ese patrimonio ampliado.<br />

Una vez establecido, el patrimonio, a diferencia<br />

de la memoria, no puede practicar<br />

una preservación selectiva. Pero esto plantea<br />

importantes contradicciones prácticas,<br />

que en su gravedad sirven de estímulo a la<br />

reflexión.<br />

En primer lugar no es posible conservarlo<br />

todo. La sedimentación de la historia<br />

y la complejidad del presente provocan que<br />

en nuestras sociedades surjan inevitables<br />

conflictos de intereses entre los restos del<br />

pasado y la construcción del futuro. Tenemos<br />

que reconocer que el conservacionismo<br />

a ultranza es hoy un imposible. Pero incluso<br />

la selección pragmática y el ideal de la<br />

sostenibilidad entran en duda cuando, por<br />

primera vez en la historia, se nos impone la<br />

noción de que la reproducción del género<br />

humano precisa la plena artificialización<br />

del mundo y las formas de vida.<br />

En segundo lugar, no sólo tenemos derecho<br />

a la memoria; también tenemos derecho<br />

al olvido; y sobre todo tiene su propio<br />

derecho la memoria de los otros, que suele<br />

ser el olvido nuestro. El derecho al patrimonio<br />

cultural (que algunos plantean reconocer<br />

entre los derechos humanos) se<br />

convierte en derechos del patrimonio cultural,<br />

derecho a ser conservado, estudiado,<br />

valorado y, a lo mejor, re-valorizado independientemente<br />

de las vicisitudes y estrategias<br />

de la memoria y la identidad, de las<br />

mascaradas del saber y el poder.<br />

En tercer lugar, ¿cómo gestionar ese<br />

patrimonio ampliado?, ¿de dónde sacar los<br />

recursos para mantenerlo? La situación del<br />

patrimonio en el Estado español es crítica:<br />

la conciencia ciudadana es poco menos que<br />

nula, el dinero invertido insuficiente, el celo<br />

de los profesionales implicados no palia<br />

las deficiencias anteriores y se derrama generalmente<br />

en estériles debates sobre si se<br />

ha hecho esto en vez de aquello otro cuando<br />

no se dilapida directamente en actitudes<br />

ensimismadas que atienden al egoísmo curricular<br />

de cada uno.<br />

Surge entonces una paradoja notable a<br />

la que deberían responder las políticas de<br />

patrimonio cultural; y que no la resuelven.<br />

Si por un lado es cierto (y reconocido como<br />

óptimo) que la definición de patrimonio se<br />

ha ampliado y pasado de ser un “patrimonio<br />

dirigido” (determinado por la acción<br />

directa del Estado y, posiblemente, por su<br />

memoria selectiva, situación dominante en<br />

los momentos de formación y clímax del<br />

Estado moderno) a ser primero un “patrimonio<br />

compartido” (priorizado por la acción<br />

colectiva y, posiblemente, seleccionado<br />

por la memoria social, situación a la<br />

que se llega con la maduración del Estado<br />

y la hegemonía de la sociedad civil) y finalmente<br />

un “patrimonio consensuado”<br />

(conformado por el público y respetuoso<br />

con la pluralidad, situación que emerge en<br />

el Estado posmoderno y del consenso comunicativo<br />

sobre el que Habermas propone<br />

refundar la sociedad posindustrial),<br />

¿quién va a pagar por la conservación del<br />

patrimonio? Hace falta más presupuesto,<br />

pero ¿cómo se concilia esta ampliación del<br />

patrimonio con la política neoliberal de<br />

contención del gasto público, de reducción<br />

de la inversión, de ‘déficit cero’ y de adelgazamiento<br />

del Estado? Esto es un problema<br />

tanto más grave en los países latinos y<br />

mediterráneos, en los que la iniciativa privada<br />

no ha cubierto el espacio que deja la<br />

retracción de lo público y en la que los recortes<br />

del Estado empezaron antes de alcanzar<br />

éste las cotas a las que había llegado<br />

en la Europa del Norte. También en el patrimonio:<br />

a duras penas estábamos en 1990<br />

alcanzando el ras presupuestario mínimo<br />

para la gestión del ingente patrimonio histórico<br />

español cuando la crisis pos-92 primero<br />

y la política conservadora después de<br />

1996 redujeron draconianamente el presupuesto<br />

imprescindible.<br />

En este contexto, no es extraño que se<br />

hable de la “re-valorización del patrimonio<br />

cultural”, que se insista en la puesta en valor<br />

de los bienes patrimoniales como una<br />

forma de buscar la solución a (y la financiación<br />

para) los problemas del patrimonio<br />

en una estrategia enfocada a reconvertir<br />

las entidades patrimoniales en recursos<br />

culturales y en hacer de ellas bienes útiles<br />

(sino rentables) para actividades sociales,<br />

de ocio, turismo, promoción, desarrollo<br />

comunitario o incluso empresariales. Pasamos,<br />

casi sin darnos cuenta, del derecho al<br />

patrimonio al patrimonio como sustancia;<br />

a través de las necesidades del patrimonio<br />

transitamos del patrimonio como necesidad<br />

a la necesidad de patrimonio. Así pues, precisamos<br />

referencias pragmáticas para hacer<br />

todo esto bien, a pesar de los riesgos que<br />

implica; para fundar una buena práctica<br />

en relación con el Patrimonio. La arqueología<br />

puede ser una tecnología adecuada,<br />

sin ser por ello la única. Pero para iniciar este<br />

tema, debemos antes considerar la noción<br />

de patrimonio arqueológico.<br />

Definición de patrimonio arqueológico<br />

Habiendo precisado el concepto de patrimonio<br />

cultural, es fácil fijar una noción<br />

operativa de patrimonio arqueológico. Pues<br />

si aquél es la representación de la memoria,<br />

éste es su materialización. Más en concreto,<br />

si aquél es la huella de la memoria y el ol-<br />

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


vido, el patrimonio arqueológico es la forma<br />

que adopta la memoria y el olvido, la<br />

objetivación material de lo que se recuerda<br />

y también de lo que se ha olvidado.<br />

Esta definición se basa en la “formalidad”<br />

o características materiales de las entidades<br />

consideradas Patrimonio Arqueológico,<br />

que no en su horizonte cronológico<br />

(el hecho de venir de la prehistoria o, en todo<br />

caso, de una historia arcana) ni en la<br />

perspectiva metodológica que es necesario<br />

aplicar para estudiar ciertos registros. La<br />

Ley de Patrimonio Histórico Español de<br />

1985 definió como patrimonio arqueológico<br />

los bienes susceptibles de ser estudiados<br />

con metodología arqueológica. Y, aunque<br />

es cierto que es una definición circular,<br />

tiene el mérito de, sin resolver el problema,<br />

solventarlo. Desde un punto de vista ontológico<br />

o teórico puede ser una definición<br />

incorrecta. Pero desde otro epistemológico,<br />

metodológico y sobre todo pragmático es<br />

enteramente satisfactoria: ofrece una definición<br />

con la que se puede operar y que, de<br />

hecho, ha propiciado la consolidación de la<br />

arqueología y de la actividad arqueológica<br />

en los últimos 15 años, en los que se ha<br />

asistido al despegue de una sólida práctica<br />

profesional vinculada a la gestión del patrimonio<br />

arqueológico. Lo mismo ha ocurrido<br />

en toda Europa y EE UU, si bien<br />

unos años antes. Y después ha empezado a<br />

ocurrir en todo el mundo: América Latina,<br />

Asia, África, aunque el proceso todavía presente<br />

zonas de claroscuro y duda.<br />

Se asiste así en nuestra época a uno de<br />

los momentos de mayor relevancia en la<br />

historia de la Arqueología. Después de la invención<br />

de la Arqueología como una disciplina<br />

del saber moderno a mediados del siglo<br />

XIX, y de su primera institucionalización<br />

a finales de ese siglo y principios del XX,<br />

cuando entró en las instituciones del saber<br />

(la Universidad y los museos) y se creó la<br />

primera generación de auténticos profesionales<br />

de la Arqueología (que dejaron de ser<br />

diletantes, mecenas, ricos y apadrinados como<br />

eran los arqueólogos y anticuarios anteriores),<br />

y dejando a un lado la consolidación<br />

de la Arqueología como disciplina “científica”<br />

moderna realizada conforme al proyecto<br />

funcional-positivista por la New Archaeology<br />

en el tercer cuarto del siglo pasado<br />

(que no generó una nueva institucionalización<br />

pero sí afianzó la anterior generalizando<br />

la disciplina), las necesidades del patrimonio<br />

están causando una auténtica revolución<br />

al provocar una segunda<br />

institucionalización consistente en este caso<br />

en reconfigurar la Arqueología como actividad<br />

liberal y profesional, (haga el lector<br />

una prueba: consulte las Páginas amarillas y<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

encontrará, generalmente entre arquitectos<br />

y armerías, a los arqueólogos). Nunca tanta<br />

gente había trabajado y ganado la vida mediante<br />

esta disciplina desde que se crearan<br />

las plazas de arqueólogos en instituciones<br />

públicas. Los efectos de esta “revolución”<br />

aún no son visibles; pero lo serán: un mínimo<br />

de capacidad predictiva permite asegurar<br />

que no se puede asistir a un cambio de<br />

esta magnitud sin que se redefina y reequilibre<br />

la disciplina. Mientras tanto lo único<br />

que es patente son las crisis y conflictos que<br />

esos desarrollos, para los que no estábamos<br />

preparados, están generando dentro de la<br />

disciplina y entre los diferentes agentes (personales<br />

o institucionales) que coparticipan<br />

en ella (universidades, administración arqueológica,<br />

arqueólogos liberales y museos).<br />

En particular, esos conflictos enfrentan a<br />

los protagonistas de un viejo régimen arqueológico<br />

en el que la actividad única era<br />

la investigación, con los actores del nuevo<br />

orden, en el que ésta es una más (y a menudo<br />

no la más importante) entre todas las<br />

actividades complejas que la gestión del patrimonio<br />

demanda. Pero eso es otra historia,<br />

particularmente virulenta por cierto en España,<br />

donde la crispación y el chismorreo<br />

están vaciando los términos de un debate<br />

necesario e inhiben toda posibilidad de acción<br />

y consenso crítico.<br />

Esta mayoría de edad de la Arqueología<br />

necesita delimitar el campo de la disciplina<br />

con criterios actuales y ensayar una nueva<br />

definición del patrimonio arqueológico<br />

que, a diferencia de las anteriores, osa basarse<br />

en características ontológicas, en la<br />

especificidad del objeto de trabajo, que ya<br />

no en la metodología o epistemología que<br />

para su gestión se aplique.<br />

El problema de la definición que proponemos<br />

es que, de nuevo, es muy amplia.<br />

Si se aplica de forma estricta, subsume dentro<br />

del patrimonio arqueológico entidades<br />

que generalmente se han adscrito al “patrimonio<br />

artístico”, al “construido” y al “etnográfico”.<br />

Disuelve estos tres conjuntos dentro<br />

de uno más vasto que sería el “arqueológico”.<br />

De todos modos, en este punto no<br />

se trata de propugnar una lucha de competencias<br />

ni la expansión de una disciplina a<br />

expensas de las demás. Más bien creemos<br />

que el conflicto entre esos cuatro patrimonios<br />

directamente refleja la insuficiencia de<br />

aplicar definiciones y modos de gestión<br />

práctica basados en criterios cronológicos<br />

o metodológicos. Si en cambio acudimos a<br />

sus rasgos ontológicos (a saber: “materialidad,<br />

resultado de procesos de trabajo y conceptualización,<br />

representación de la memoria<br />

y/o huella del olvido”), vemos que esos<br />

cuatro tipos de entidades patrimoniales<br />

FELIPE CRIADO BOADO<br />

comparten el mismo régimen de realidad y<br />

existencia. Habrá que superar, por tanto,<br />

las imposiciones de la tradición disciplinar<br />

y las divisiones, en concreto, entre disciplinas;<br />

ni éstas permiten dar cuenta íntegramente<br />

de cada uno de los subconjuntos patrimoniales<br />

que aparentemente les pertenecen<br />

de forma exclusiva, ni éstos recogen la<br />

totalidad del contexto significativo de los<br />

elementos patrimoniales que pretenden integrar.<br />

Para no ser acusados de “imperialismo<br />

arqueológico”, tal vez habría que renombrar<br />

ese conjunto patrimonial y llamarle<br />

sumariamente “patrimonio material”,<br />

para a continuación hacer posible que sea<br />

estudiado, tratado y gestionado por disciplinas<br />

distintas (la Historia del Arte, la Arquitectura,<br />

la Etnografía y la Arqueología)<br />

según las necesidades concretas.<br />

La Arqueología a pesar de todo<br />

Esta discusión muestra que la cultura material<br />

(sean elementos monumentales, inmuebles,<br />

muebles o productos secundarios<br />

de la acción humana) es parte básica del Patrimonio<br />

Cultural. Y el “registro arqueológico”<br />

es cómo se nos presenta en la actualidad<br />

esa parte, constituyendo lo que podemos<br />

denominar en sentido genérico<br />

“patrimonio material” y en sentido concreto<br />

mejor “patrimonio arqueológico”. De<br />

cultura material y de registro arqueológico<br />

es de lo que entiende la Arqueología. Y en<br />

cierto sentido la Arqueología es la única<br />

disciplina que “científicamente” entiende<br />

de esos fenómenos. Si se piensa bien, no<br />

existe ninguna otra disciplina académica<br />

que trate con la cultura material, pues disciplinas<br />

de larga tradición como el Arte, la<br />

Arquitectura, la Etnografía o la misma Semiótica<br />

tratan ámbitos o dimensiones específicas<br />

(las obras privilegiadas de la estética,<br />

las construcciones monumentales, los<br />

productos de la culturas tradicionales o primitivas,<br />

o la moda) del metalenguaje que es<br />

la cultura material. Pero ¿cómo es posible<br />

estudiar la pintura sin considerar la cultura<br />

material mundana de la época?, ¿cómo es<br />

viable estudiar la arquitectura sin tomar en<br />

cuenta fenómenos asociados como el espacio<br />

proxémico?, ¿cómo es aceptable que sólo<br />

se estudie la globalidad de la cultura material<br />

dentro de la etnografía, pero no de la<br />

historia o arte? La Arqueología, en cambio,<br />

pretende estudiar el todo (disponible),<br />

sin hacer artificiales clasificaciones presentistas<br />

en ese todo. Es posible que no sea un<br />

mérito intencional de la Arqueología, sino<br />

consecuencia de la cortedad empírica a la<br />

que el arqueólogo se enfrenta. Dispone de<br />

poca información como para colmo permitirse<br />

seleccionarla.<br />

41


LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />

En este punto surge la posibilidad razonable<br />

de hacer una “gestión arqueológica<br />

del patrimonio cultural”. Y ésa es una de<br />

las grandes aportaciones que la disciplina<br />

arqueológica puede ofrecer hoy día, no sólo<br />

a la definición crítica de la identidad, a la<br />

construcción autoconsciente de la memoria,<br />

sino también a la recuperación activa<br />

del olvido y al saber posmoderno.<br />

Descubrimos así la definición pragmática<br />

de Arqueología que al principio anticipábamos.<br />

“La Arqueología como tecnología<br />

de gestión integral del patrimonio<br />

cultural”. Sabemos lo que es patrimonio<br />

cultural. “Gestión integral” por su parte<br />

quiere decir que las necesidades actuales<br />

y sociales de ese patrimonio implican la<br />

necesidad de catalogarlo, describirlo, analizarlo,<br />

valorarlo y revalorizarlo. No llega con<br />

hacer una de estas cosas; hay que hacerlas<br />

todas. Especialmente no llega ya con limitarse<br />

a tareas de investigación, pues en la<br />

misma medida en que ésta es fundamental<br />

para constituir el patrimonio y producir<br />

un conocimiento del mismo, es necesario<br />

aplicar ese conocimiento para satisfacer las<br />

necesidades del patrimonio, para diseñar<br />

un modelo de gestión del mismo. “Tecnología”,<br />

finalmente, se refiere a un saber-hacer,<br />

un saber que sirve para hacer, un knowhow<br />

o conocimiento pragmático que identifica<br />

problemas, diagnostica situaciones,<br />

aísla necesidades y ofrece respuestas.<br />

Cabe una duda. La expresión “necesidad<br />

social” oculta quién, cómo y cuándo<br />

decide esa necesidad. ¿A qué sociedad se<br />

refiere? Es un comodín dialéctico que legitima<br />

a menudo una propuesta apriorística,<br />

sea de un político, un tecnócrata, un académico<br />

o un técnico. Pero ninguno de ellos<br />

se puede arrogar el ser la representación y<br />

menos la conciencia de la colectividad. La<br />

función del técnico y del académico son<br />

las más expuestas: si como dice P. Sloterdijk<br />

“el experto es aquél que no tiene necesidad<br />

de pensar porque ya ha pensado” (Normas<br />

para el parque humano, Siruela, 2000), ¿qué<br />

cuestiones entonces se pueden dejar a la<br />

consideración del experto?<br />

Sin embargo creemos que las consideraciones<br />

reunidas en este texto permiten<br />

solventar esa duda. La “necesidad social”<br />

aplicada al patrimonio cultural simplemente<br />

se referiría, sin que nadie la dicte, interprete<br />

o arbitre, a las demandas que arroja<br />

sobre nosotros un Patrimonio concebido<br />

como el lugar de encuentro entre la “memoria”,<br />

el “olvido”, el “consenso” (respecto<br />

a la conveniencia de preservarlo) y la “razón<br />

práctica” (que fuerza una gestión integral<br />

del mismo [catalogación-descripción-valoración-revalorización]<br />

como estrategia más<br />

factible para solventar sus problemas sin<br />

sobrecargar los esfuerzos que la ‘sociedad’<br />

hoy está dispuesta a dedicar a tal empresa).<br />

Las utilidades de la Arqueología<br />

Estaríamos ahora en condiciones de responder<br />

“¿para qué sirve la Arqueología?”.<br />

Para cerrar este texto, procuraremos tratar<br />

esa cuestión desde dos puntos de vista: genérico<br />

y contextual. En realidad se trata de<br />

dos cuestiones en una: ¿para qué sirve la Arqueología<br />

en cualquier caso? Y ¿para qué<br />

sirve en el presente caso?<br />

La primera dimensión creemos que se<br />

puede responder proponiendo una utilidad<br />

triple y complementaria, que reengancha<br />

a la Arqueología con la teoría crítica, la<br />

historia y el presente. Para mejor mostrar<br />

las dimensiones “utilitarias” de la Arqueología,<br />

nos serviremos como referencia com-<br />

parativa de la historia.<br />

1. Sirve, al igual que la historia o cualquier<br />

disciplina histórica, para “deconstruir<br />

la relación de nuestra sociedad con el pasado”<br />

y mostrar como éste es una construcción<br />

que legitima el presente.<br />

2. Sirve, mejor que la historia y la antropología,<br />

para estudiar, reconocer, reconstruir<br />

e “historiar procesos que sólo son<br />

visibles en la larga duración” de la prehistoria.<br />

3. Y sirve, a diferencia de la historia<br />

(que permanece ensimismada en el estudio<br />

del archivo y del pasado), para construir,<br />

mediante una reconversión tecnológica<br />

y una reorientación aplicada, un “saber<br />

práctico que permita resolver los problemas<br />

y conflictos que la huella del ayer causa<br />

sobre el acontecer del hoy”.<br />

A esta triple utilidad, se le puede añadir<br />

42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


aún una cuarta si hablamos en términos<br />

metafóricos y con una retórica evocadora.<br />

Pues el ejercicio arqueológico sirve para<br />

descubrir de forma práctica, directa y a menudo<br />

divertida que “la claridad está en el<br />

fondo”, que el sentido (si alguno) descansa<br />

bajo la sedimentación de la historia y el<br />

presente. La Arqueología muestra que no<br />

hay un saber auténtico que sea superficial o<br />

epidérmico, algo que la voluntad de verdad<br />

de los tiempos posmodernos insisten en<br />

negar y refutar. La Arqueología es un buen<br />

campo para formar al público en una pedagogía<br />

de la pregunta, más que en la comodidad<br />

de la respuesta, en una didáctica<br />

de la duda, más que en la seguridad de la<br />

certeza.<br />

Éstos deberían ser las referencias que jalonasen<br />

las prácticas actuales de la Arqueología.<br />

En ellas teoría y práctica, fundamentación<br />

teórica y aplicabilidad, investigación<br />

práctica y orientación aplicada, marcan los<br />

horizontes ineludibles y complementarios<br />

de una misma tarea.<br />

Para ello la Arqueología debería llegar a<br />

ser la “antítesis” de lo que ha sido siempre.<br />

La Arqueología (al igual que la historia) ha<br />

estado siempre indisociablemente unida al<br />

tiempo. Se ha centrado en una investigación<br />

cronológica, más preocupada por la cronología<br />

y la periodización que por la realidad<br />

y razón de la (pre)historia. De este modo<br />

desempeñó una función legitimadora del<br />

orden moderno: ha coadyuvado a disolver la<br />

identidad en el tiempo, a hacer del tiempo<br />

la casa del ser.<br />

A los arqueólogos no se les pueden decir<br />

estas cosas. Parecieran parte de lo innombrable<br />

de la Arqueología. No las entienden.<br />

Cuando oyen que hay que olvidarse<br />

un poco del tiempo para pensar mejor<br />

en la temporalidad, reaccionan despavoridos<br />

como si se les arrancara la tradición familiar,<br />

el calor conciliador del grupo. Recuerdan las<br />

mesnadas de filósofos a los que Lévi-Strauss<br />

dedicó, para refutar su crítica de la Antropología<br />

Estructural, el Finale de sus “mitológicas”.<br />

Al leer las críticas que ciertos arqueólogos<br />

enderezan a estas posiciones teóricas,<br />

reprochándole la abolición del tiempo<br />

y del valor de la cronología, me quedo tan<br />

estupefacto como si se rebelasen contra la<br />

teoría cinética de los gases con el pretexto de<br />

que, el explicar por qué el aire caliente se dilata<br />

y se eleva, pusiese en peligro la vida de<br />

familia y la moral del hogar, cuyo calor, perdido<br />

el misterio, perdería sus resonancias<br />

simbólicas y afectivas. Esta frase es una reescritura<br />

(un juego) de una cita casi textual<br />

de Lévi-Strauss (El hombre desnudo, siglo<br />

XXI, 1976: 576). En el original “filósofos”<br />

sustituye a “arqueólogos”, “estructuralismo”<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

a “posiciones teóricas”, “persona humana” a<br />

“tiempo” y “valores consagrados” [de la persona<br />

humana] a “valor de la cronología”.<br />

Por demás la concordancia entre ambas escrituras<br />

de un mismo texto no es casual, y<br />

muestra que a ambas versiones subyace un<br />

mismo pensamiento pues, si bien poco permite<br />

aproximar los arqueólogos a los filósofos,<br />

la continuidad entre tiempo y sujeto<br />

constituye uno de los rasgos fundadores<br />

(que no sólo fundamentales) de la filosofía<br />

occidental.<br />

Frente a ello la Arqueología debería ser<br />

espacio antes que tiempo, buscar, crear, una<br />

vinculación no metafísica ni idealista de la<br />

sociedad y los seres humanos con el espacio.<br />

De este modo se reconvertiría en un<br />

dispositivo intelectual para organizar el espacio-tiempo<br />

social y cognitivo. Al hacerlo,<br />

hay que evitar transferir la metafísica del ser<br />

del tiempo al espacio y suponer así una<br />

identidad o esencia en el espacio; postular,<br />

por ejemplo, una unidad de destino entre el<br />

espacio concebido como territorio y las sociedades<br />

y culturas concretas.<br />

En cambio la Arqueología buscaría<br />

(¿mejor construiría o produciría?) una comprensión<br />

espacial, formal, actual y sincrónica<br />

del registro arqueológico. Trataría de<br />

descubrir la racionalidad de lo olvidado en,<br />

por ejemplo, las organizaciones espaciales<br />

de antaño que, por su parte, se podrían<br />

identificar a través de las regularidades formales<br />

visibles en su registro arqueológico;<br />

este proyecto fuerza un análisis que es primero<br />

sincrónico para abrirse después a la<br />

diacronía, y que es forzosamente contemporáneo<br />

porque se hace desde la actualidad<br />

de nuestra posición y mediante un registro<br />

arqueológico que, aunque procedente del<br />

pasado, existe hoy día.<br />

Esa comprensión, a pesar de su sincronicidad,<br />

su actualidad y su formalismo debe<br />

aprender a reconocer en el espacio la huella<br />

de la historia, de otros tiempos, de otras formas,<br />

de otras gentes que, porque fueron<br />

otras formas de estar en el mundo, crearon<br />

formas de paisaje específicas, distintas a las<br />

nuestras. Del mismo modo que las formas<br />

del espacio son coherentes con las formas de<br />

sociedad y las formas de pensamiento, aquellas<br />

se reduplican en formas materiales concretas.<br />

El problema teórico de la investigación<br />

arqueológica es saber de qué modo éstas<br />

representan a las otras. El paisaje neolítico<br />

(ca. 5000-3500 a. de J. C.) es un entorno de<br />

monumentos, el paisaje calcolítico (3500-<br />

2500 a. de J. C.) es un espacio ocupado por<br />

poblados conspicuos, el paisaje de la edad<br />

del bronce (2500-1000 a. de J. C.) es un espacio<br />

doméstico y agrario, el paisaje de la<br />

edad del hierro (1000-0 a. de J. C.) es un en-<br />

torno domesticado y fortificado; frente a todos<br />

ellos, el paisaje preneolítico (10000-<br />

5000 a. de J. C.) es un entorno silvestre y el<br />

paisaje paleolítico (40000-10000 a. de J. C.)<br />

un espacio natural. El problema es determinar<br />

la relación y líneas de regularidad entre<br />

pensamiento, sociedad, espacio y cultura<br />

material. De eso trata la Arqueología. n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

FELIPE CRIADO BOADO<br />

Una introducción comprensible y global a la Arqueología<br />

se puede encontrar en el libro de C. Renfrew<br />

y P. Bahn: Arqueología, teoría, método y técnicas,<br />

Akal, Madrid, 1993 (aunque tiene más de técnicas<br />

que de método y teoría), o en S. Gutiérrez Lloret:<br />

Arqueología. Introducción a la historia material de las<br />

sociedades del pasado. Publicaciones de la Universidad<br />

de Alicante, Valencia, 1997; una introducción “irreverente”<br />

se puede ver en el libelo de P. Bahn: Bluff<br />

your way in Archaeology. Oval Books, London, 1989;<br />

una historia intelectual de la Arqueología y de su<br />

relación con el saber y las ciencias occidentales se<br />

aporta en A. Schnapp: La conquête du passé. Aux<br />

origines de l’archéologie. Editions Carré, Paris, 1993.<br />

Felipe Criado Boado es profesor de Investigación<br />

del Consejo Superior de Investigaciones Científicas;<br />

responsable del Laboratorio de Arqueología y Formas<br />

Culturales de la Universidad de Santiago de Compostela.<br />

43


“En la cojera de todo poder está la<br />

grandeza del humorista”<br />

“Como todos los finales de siglo, Dios<br />

se debe aburrir profundamente”<br />

“El hombre que se ríe siempre ha sido<br />

muy temido”<br />

A. Bryce Echenique<br />

N<br />

o le gustaría morirse sin<br />

tener un perro. De preferencia,<br />

un boxer. Hubo<br />

una época terrible en que Alfredo<br />

Bryce soñaba con alquilar el<br />

cuarto de un hospital, un refugio<br />

donde poder escribir y recibir<br />

en paz a los amigos que no le<br />

hicieran tanto daño como el éxito<br />

que empezó a acosarlo desde<br />

que pariera Un mundo para Julius.<br />

Desde entonces, por un extraño<br />

destino, sus libros también<br />

curan depresiones y desengaños,<br />

devuelven las ganas de<br />

vivir y desaparecen de las librerías<br />

como objetos de culto a la<br />

fidelidad literaria. Y Bryce no<br />

soporta a los vanidosos, pero<br />

tampoco soporta su propia timidez,<br />

casi obscena y visible en<br />

esa tembladera de manos que se<br />

apoderaba del escritor en cada<br />

conferencia de prensa o fiesta de<br />

ricos, esa misma timidez que<br />

hasta hace algunos años le obligaba<br />

a maniatarse con alcohol<br />

para presentarse en sociedad como<br />

un tipo exótico, charlatán<br />

y encantador, en el fondo un<br />

showman apoyado en una botella.<br />

Pero no hay mal que dure<br />

cien años. Después de más de<br />

tres décadas en Europa, en casas<br />

liliputienses donde un perro se<br />

hubiera sentido prisionero, ha<br />

vuelto a Perú. Y sabe que el día<br />

que entre un perro a su casa de<br />

Lima será la prueba definitiva<br />

de que ha vuelto a esa tierra para<br />

quedarse.<br />

JULIO VILLANUEVA CHANG. Los<br />

teólogos de hace seis siglos que condenaron<br />

la risa nunca imaginaron<br />

que los científicos del siglo XX<br />

la recomendarían como remedio a<br />

una multitud de males. Convencido<br />

de este poder curativo, el médico<br />

norteamericano Raymond<br />

Moody hizo estudios de posgrado<br />

en una escuela de payasos…<br />

ALFEDO BRYCE ECHENIQUE. Sí,<br />

la risa es saludable e indispensable,<br />

y, a pesar de todo, muchas<br />

veces se ha descalificado al humorista<br />

viéndolo como alguien<br />

ligero, pasajero e intrascendente.<br />

Se le ha querido restar importancia<br />

porque no hay nada que<br />

haya hecho temblar tanto a las<br />

jerarquías, a esa idea monárquica<br />

del mundo. La idea de la risa<br />

fue menospreciada desde la Grecia<br />

clásica y siempre ha sido vista<br />

con temor, de ahí que el carnaval<br />

fuera ese tiempo que el<br />

mundo jerárquico le concedía<br />

a la subversión porque sabía que<br />

la risa ponía el mundo patas<br />

arriba.<br />

J. V. CH. Pero esa función originalmente<br />

subversiva del carnaval<br />

ya no existe en este siglo, en que<br />

cumple un papel de mero espectáculo…<br />

A. B. E. No. La mitología del<br />

carnaval ya está codificada y archivada,<br />

y es un asunto de biblioteca<br />

en el mundo occidental.<br />

En los carnavales que he visto, la<br />

idea de subversión ya está totalmente<br />

integrada a las autoridades.<br />

J. V. CH. Tú contabas que Kafka<br />

solía reírse y decir: “En estos tiempos<br />

tan privados de religiosidad es<br />

preciso ser gracioso. Es un deber.<br />

La orquesta del barco siguió tocando<br />

en el Titanic hasta el final.<br />

DIÁLOGO<br />

ALFREDO BRYCE ECHENIQUE<br />

El humor en el siglo xx<br />

JULIO VILLANUEVA CHANG<br />

De esta manera se le arranca a la<br />

desesperación el suelo que está pisando”.<br />

A. B. E. La frase de Kafka es llevar<br />

al extremo la capacidad de<br />

dignificación de la risa. Reírse<br />

es también una forma de quitarle<br />

el peso a la gravedad de las<br />

cosas, sin quitarles su importancia<br />

ni su verdad. Siempre recuerdo<br />

una frase de Julio Cortázar<br />

que hablaba del lado cómicamente<br />

grave de la realidad. Se<br />

ha visto el humor como lo contrario<br />

de lo serio. Yo creo que el<br />

humor es lo contrario de lo aburrido.<br />

J. V. CH. Kafka también dijo:<br />

“Chesterton es tan gracioso que<br />

casi se podría pensar que ha encontrado<br />

a Dios”. Pero Dios no<br />

ha sido muy gracioso en este siglo…<br />

A. B. E. Sobre todo, como todos<br />

los finales de siglo, Dios se debe<br />

aburrir profundamente. Y el típico<br />

humor anglosajón, que corresponde<br />

a un mundo puritano<br />

y protestante, se dio en Chesterton<br />

con la variante de que él<br />

era católico. Su mundo era paradójico,<br />

de enormes construcciones<br />

verbales destinadas a<br />

mostrar el lado por donde la realidad<br />

se podía desinflar. Inglaterra<br />

ya no sigue siendo la misma,<br />

pero en el siglo XX ha tenido<br />

buenos humoristas, como<br />

Evelyn Waugh, uno de los grandes<br />

narradores y novelistas que<br />

vieron en el humor dos posibilidades:<br />

la tristeza y la risa. Porque<br />

en el humor –en el inteligente,<br />

en el irónico– siempre hay una<br />

forma de tristeza inserta, porque<br />

el humor se pone en el cuerpo<br />

y en la sombra, en los dos<br />

lados. Exaltando las virtudes absurdas<br />

del Quijote, Cervantes ha<br />

hecho inmortal a Sancho Panza,<br />

y viceversa. Cervantes ha hecho<br />

inmortal a Don Quijote exaltando<br />

sus disparates. Nos las hace<br />

entrañables, inolvidables, y<br />

estaba viendo el fin de un mundo.<br />

Para mí, Evelyn Waugh llevó<br />

la cuestión inglesa de la formalidad,<br />

de la jerarquía e incluso<br />

de la habilidad mental a<br />

encarnaciones profundamente<br />

dramáticas.<br />

J. V. CH. ¿No crees que el marxismo<br />

realmente existente fracasó,<br />

entre otras cosas, por su falta de<br />

sentido del humor?<br />

A. B. E. Sí, es indudable. Creo<br />

que Marx jamás supo algo de la<br />

risa, y creo también que después<br />

de él hubo un marxismo de catecismo,<br />

de calco y copia, nada<br />

creativo.<br />

J. V. CH. ¿Te refieres a los hijos<br />

ideológicos de Marx o imaginas a<br />

un Marx ceñudo y solemne?<br />

A. B. E. No hay más que leer La<br />

escritura de ‘El Capital’, de Edmund<br />

Wilson, para darse cuenta<br />

de que Marx era una persona<br />

censora, despótica, ciega y ególatra.<br />

Esto no le quita grandeza<br />

ni miseria a sus profecías ni a<br />

sus teorías. Pero era un hombre<br />

que no veía las contradicciones<br />

de las cosas: porque Engels se<br />

casó con una mujer del pueblo,<br />

Marx no la dejaba entrar a su<br />

casa. ¿Cómo podía hablar entonces<br />

del proletariado?<br />

J. V. CH. El otro Marx, Groucho,<br />

era más chistoso…<br />

A. B. E. Era irreverente, carnavalesco,<br />

anárquico. Su misma<br />

presencia implicaba una descomposición<br />

de las jerarquías.<br />

Pero si detenemos la imagen casi<br />

siempre en movimiento de<br />

44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


Alfredo Bryce Echenique<br />

Groucho Marx o de Chaplin o<br />

de Buster Keaton, lo que nos<br />

queda son rostros profundamente<br />

tristes.<br />

J. V. CH. ¿Detrás de cada gran<br />

humorista hay un hombre triste?<br />

A. B. E. Hay un gran observador,<br />

un hombre profundamente<br />

lúcido. Y la extrema lucidez tiene<br />

como consecuencia un gran<br />

desasosiego.<br />

J. V. CH. ¿Quién le habrá contado<br />

a Freud el chiste y su relación<br />

con el inconsciente?<br />

A. B. E. Siempre lo he pensado:<br />

Freud nunca tuvo esa grandeza<br />

que da la parodia, porque él trató<br />

de cambiar el mundo. Y no<br />

me refiero tanto a hombres como<br />

Nietzsche, Freud y Marx,<br />

tres personajes importantes por<br />

la grandeza de sus pensamientos.<br />

Más bien a lo que se ha hecho<br />

en nombre de ellos: si tuviera<br />

idea Freud de todos los<br />

charlatanes que ha habido en su<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

nombre, se pegaría un tiro.<br />

Nietzsche escribiría los más terribles<br />

aforismos contra todos<br />

aquellos que convirtieron su<br />

pensamiento en ideología. Y no<br />

se diga de Marx y el marxismo<br />

real porque, porque fueron graves,<br />

fueron serios y quisieron<br />

cambiar el mundo. En cambio<br />

siempre habrá gente que peregrine<br />

por amor a la casa de<br />

Proust, porque Proust no quiso<br />

cambiar el mundo. Nunca ha<br />

habido un periodo en que la gente<br />

haya querido quemar la casa<br />

de Proust. No se ha hecho ningún<br />

daño en nombre de Proust.<br />

J. V. CH. Uno de los retratos emblemáticos<br />

de este siglo es el de la<br />

sacada de lengua de Einstein…<br />

A. B. E. Dejando la grandeza de<br />

su ciencia, Einstein era ante todo<br />

una parodia del genio hecho<br />

por sí mismo, un personaje disfrazado<br />

de Einstein, y por eso es<br />

tan entrañable. Hay gente a la<br />

que uno le enseña una imagen<br />

de Einstein y la reconoce como<br />

un abuelo, a pesar de que no<br />

puedan entender lo que hizo.<br />

J. V. CH. Tú conociste a Fidel<br />

Castro. ¿Crees que en su primera<br />

década el éxito y el avance impetuoso<br />

de la revolución cubana se<br />

debió a ese sentido del relajo y del<br />

humor que tienen los cubanos, herederos<br />

de Tres Patines, y que lo<br />

que hoy los sostiene es su capacidad<br />

de reírse de sí mismos y de su<br />

propia miseria?<br />

A. B. E. Por supuesto, creo que<br />

Fidel Castro, en la medida en<br />

que anuló la crítica, quiso tirar<br />

abajo el humor. Tuvo que empezar<br />

por el humor porque el<br />

cubano se queja con humor, es<br />

un pueblo que ríe y que sabe reír.<br />

Según me cuentan, porque no<br />

he vuelto a Cuba desde hace<br />

muchos años, la protesta social<br />

se da ahora en mímica. La gente<br />

se hace señas, el gag llevado a<br />

la perfección o al pavor, porque<br />

se supone que todos están chu-<br />

poneados. Creo que no hay pueblo<br />

más estrechamente vigilado<br />

que el pueblo cubano, y en ese<br />

sentido es un atentado profundo<br />

contra su espontaneidad.<br />

J. V. CH. Pero Fidel Castro tiene<br />

sentido del humor…<br />

A. B. E. Sí, pero yo más conocí al<br />

hombre privado que al público.<br />

Muy rara vez vi a Fidel Castro<br />

frente a una tribuna. Una sola<br />

vez le vi dar un discurso estando<br />

yo a su lado y ahí era otro hombre,<br />

incontrolable. Pude ver una<br />

inmensa esquizofrenia entre el<br />

hombre privado y el público. No<br />

puedo negar que cuando lo conocí,<br />

era un hombre fino, culto y<br />

de sentimientos delicados. Pero<br />

ni bien veía 50 personas juntas<br />

Fidel era otro hombre, y ése es el<br />

hombre que yo no conozco, el<br />

hombre que hablaba exigiendo<br />

aplausos cada cierto tiempo. Hay<br />

una comedia del poder ahí, que<br />

es una página cruel, porque ese<br />

mismo hombre después era capaz<br />

de preguntar si había estado<br />

bien o no, preguntas de un hombre<br />

inseguro: me preguntaba si<br />

determinado jefe de Estado que<br />

estaba de visita atendido por él se<br />

sentía contento o no. Era una<br />

gran inseguridad: “Tú, que lo conoces<br />

y que vives en España, dime<br />

si Felipe González está contento<br />

en Cuba”. Creo que el personaje<br />

privado es inaccesible e<br />

inexistente en la medida que ya<br />

es un hombre que no escucha.<br />

J. V. CH. ¿Esa capacidad de los<br />

cubanos de reírse de sí mismos y<br />

sus desgracias no los equipara de<br />

algún modo con el humor judío,<br />

en especial el neoyorquino, el cual<br />

–según escribiste tú– ha consistido<br />

en reírse antes que nada de uno<br />

mismo?<br />

45


ALFREDO BRYCE ECHENIQUE<br />

A. B. E. Sí. El humor judío y neoyorquino<br />

tiene más raíces lingüísticas,<br />

juega mucho con palabras.<br />

El humor nuestro, latinoamericano,<br />

es más carnal, agarra<br />

siempre más fibra humana. Un<br />

ejemplo típico del judío sería<br />

cuando un gran amigo de Woody<br />

Allen, con quien dialoga todos<br />

los días en una película, le<br />

dice “you”, y el otro siente que<br />

le está diciendo “jew” (judío), y<br />

sospecha hasta de su mejor amigo.<br />

Ese humor es muy lingüístico.<br />

J. V. CH. ¿Y por ser lingüístico se<br />

parece más al francés?<br />

A. B. E. No. El “esprit” francés<br />

ha sido más intelectual, un juego<br />

elegante de inteligencia, aristocrático,<br />

de salón. En ese sentido,<br />

ha sido más similar a la<br />

paradoja, la metáfora, la idea<br />

brillante que había en el “wit”<br />

inglés. El “wit” no ha sido el<br />

humor de la población inglesa,<br />

sino un humor de salón que todavía<br />

existe en el siglo XX. Pero<br />

en Francia el “esprit” ha tenido<br />

su polo opuesto en el humor<br />

profundamente carnal, escatológico<br />

y volcánico de un Rabelais,<br />

que continúa en la literatura<br />

francesa más revolucionaria<br />

del siglo XX con Celine, un<br />

novelista del vómito, de la náusea,<br />

en el sentido existencial y<br />

demencial. Es un humor de la<br />

gran exageración, y Celine es<br />

una especie de prueba de que el<br />

verdadero humor carnavalesco<br />

francés todavía vive, a pesar de<br />

que, pasando por Molière, se<br />

ha ido convirtiendo en un humor<br />

más formalista hasta el siglo<br />

XX con escritores más intelectuales.<br />

J. V. CH. Woody Allen decía que<br />

desde Buster Keaton y Chaplin<br />

hasta él mismo todos los comediantes<br />

han interpretado a perdedores.<br />

De alguna manera tus personajes<br />

han sido fieles a esa tradición<br />

y se ríen de sus desgracias.<br />

¿Por qué?<br />

A. B. E. Porque el humor hace<br />

que el derrotado, el que se cayó<br />

en la vida, recobre su dignidad.<br />

En cambio, la risa del ganador<br />

no ve el otro lado de las cosas: es<br />

una risa absolutamente satisfe-<br />

cha. Es decir: el perdedor es un<br />

retrato más fiel de la grandeza y<br />

la miseria del ser humano. En<br />

ese sentido todos los humoristas<br />

han buscado al perdedor, al<br />

que incluso lo puedes poner en<br />

situaciones de dictador, como<br />

hizo Chaplin con Hitler, pero<br />

siempre para traerse abajo el andamiaje.<br />

Porque lo que pretende<br />

el humor es traerse el andamiaje<br />

abajo y ver el otro lado de la medalla.<br />

En mi caso, mis personajes<br />

son frágiles, derrotados, incomprensibles,<br />

benevolentes, cálidos,<br />

probablemente porque así sea<br />

mi mundo y porque es el tipo de<br />

personajes que se me acercan y<br />

me eligen a mí más fácilmente.<br />

Pero no hay una idea preconcebida<br />

de fábrica (“Vamos a hacer<br />

que este personaje sea perdedor”).<br />

El humorismo tiene poco<br />

o nada que ver con la situación<br />

cómica. Porque una confluencia<br />

de las circunstancias puede hacer<br />

que tres personas vean algo que<br />

les da risa, pero un humorista lo<br />

es siempre, aun cuando no ríe,<br />

reirá después de lo que está viendo.<br />

El humorista irónico siempre<br />

ha partido de la observación<br />

y de la autorrisa, reírse de sí mismo<br />

y con lo demás. Para mí hay<br />

dos tipos de humor en general:<br />

uno, el humor cruel, un dardo<br />

envenenado que te sirve para eliminar<br />

al enemigo sin piedad, el<br />

humor que Baudelaire llamó satánico.<br />

Reírse del que se cayó,<br />

del que se golpeó, del cojo, del<br />

tuerto, del manco. Y otro, un<br />

humor irónico, que se ríe con el<br />

mundo y no del mundo, que no<br />

es ni burla ni escarnio, que no busca<br />

reírse del mal ajeno, sino reírse<br />

con el ser más querido.<br />

J. V. CH. Ésa es la diferencia que<br />

tú haces entre el humor de Cervantes<br />

y Quevedo…<br />

A. B. E. En efecto. Son las dos<br />

grandes tradiciones que yo creo<br />

que están intactas en el siglo XX<br />

en un gran escritor español como<br />

es Camilo José Cela, donde<br />

está el humor de Quevedo.<br />

Mientras que en nosotros, los<br />

latinoamericanos, está más presente<br />

la tradición cervantina.<br />

J. V. CH. En los escritores, pero no<br />

en el humor común y corriente…<br />

A. B. E. No, pero la gente se ríe<br />

en América Latina muchas veces<br />

con juego de palabras. Si te estás<br />

refiriendo a la televisión, creo<br />

que eso no es humor, sino cochinada,<br />

regodeo en la miseria.<br />

Porque el verdadero sentido del<br />

humor implica una reflexión.<br />

J. V. CH. ¿Estamos condenados<br />

entonces a ese humor de los golpes,<br />

del enano, la gorda y el maricón?<br />

¿Seremos en América Latina más<br />

hijos del sarcástico Quevedo (el<br />

cual rebaja al otro) que del irónico<br />

Cervantes (un humor democrático)?<br />

A. B. E. Sí, yo creo que ese humor<br />

tiene valor, en la medida que puede<br />

ser un buen muestreo sobre la<br />

condición de una sociedad que no<br />

reacciona, que no piensa, que<br />

no pasa de la esquina de la vida y<br />

está casi al nivel animal. Esta risa<br />

es muy reveladora de una miseria<br />

de moral. Pero también creo que<br />

en el humor popular nuestro ha<br />

habido vertientes de una gran fineza.<br />

Cantinflas era todo lo chabacano<br />

del mundo, pero no era<br />

vulgar ni grosero. Todos los imitadores<br />

de Cantinflas tenían un<br />

alto contenido de grosería: Tin<br />

Tan y Resortes estaban mirando<br />

lo obsceno que Cantinflas no tocaba.<br />

Él ha sido el humorista popular<br />

por excelencia en América<br />

Latina. Cuando ves una película<br />

de Cantinflas en España o en<br />

Francia o cualquier otro país europeo,<br />

nosotros, los latinoamericanos<br />

somos los que nos reímos<br />

en la sala de cine, el español bastante<br />

más, y el francés ya nada. Se<br />

puede reír en el primer instante,<br />

cuando lo ve aparecer, por la ropa,<br />

pero de ahí no pasa. En sus<br />

últimas películas, Cantinflas fue<br />

un humorista recuperado por el<br />

poder, el portavoz del PRI, y perdió<br />

toda su espontaneidad. Pero<br />

el gran Cantinflas ha sido en<br />

América Latina un gran delegado<br />

de nuestra manera de reír. Se apoderó,<br />

en cierta forma, de nuestra<br />

manera de reír.<br />

J. V. CH. ¿Qué es lo memorable de<br />

Chaplin, el más genial payaso del<br />

cine?<br />

A. B. E. Siempre cuento una<br />

anécdota: Chaplin se presentó a<br />

un concurso de imitadores de<br />

Chaplin y quedó tercero. Eso<br />

me parece extraordinario. El jurado<br />

se río con una carcajada<br />

tan grande que no fue inteligente<br />

para ver que Chaplin es<br />

mucho más que una carcajada.<br />

Lo memorable de él es que su<br />

humor no era del proletariado<br />

sino del pobre. Chaplin no buscó<br />

la carcajada. Buscó la sonrisa<br />

permanente, reflexiva.<br />

J. V. CH. Mel Brooks dijo una vez<br />

“tragedia es si yo me corto un dedo;<br />

y comedia, si tú te caes por el<br />

hueco de una alcantarilla y te<br />

matas”. Reírse de las desgracias<br />

del otro, de los vicios y defectos<br />

ajenos fue norma del siglo XIX y<br />

hasta la segunda mitad del XX,<br />

dice Gilles Lipovetsky. ¿Estás de<br />

acuerdo con esa ubicación?<br />

A. B. E. Está en el aire y es pertinente.<br />

Como cuando se dice<br />

cuál es la diferencia entre un vivo<br />

y un canalla: un vivo es el<br />

que se acuesta con la mujer de<br />

otro, y un canalla el que se<br />

acuesta con la tuya.<br />

J. V. CH. Ya es tradición que se<br />

acuse al poeta Vallejo de llorón.<br />

Pero Vallejo sí tenía sentido del<br />

humor…<br />

A. B. E. De acuerdo. Yo tuve el<br />

testimonio en París de un gran<br />

amigo de Vallejo, Raúl de Verneuil<br />

González Prada, quien se<br />

reía de todo lo que decían los<br />

libros de Vallejo. Me contó que<br />

era un hombre tímido pero con<br />

gran sentido del humor, de lo<br />

dandi que era y de lo preocupado<br />

por su imagen que vivía. Es<br />

decir: daba una imagen bastante<br />

feliz de Vallejo. Me contaba,<br />

por ejemplo, que Vallejo tenía<br />

la primera baguette del Barrio<br />

Latino porque era enamorado<br />

de la hija del panadero de<br />

Montparnasse y que Vallejo daba<br />

consejos para bajar del metro:<br />

“Si eres pobre y sólo tienes un<br />

par de zapatos, baja sólo cuando<br />

el metro esté totalmente parado<br />

para que no se gasten los zapatos<br />

y nunca te sientes mucho si tienes<br />

un solo terno porque así le<br />

sacaría brillo a los fondillos”.<br />

J. V. CH. Lipovetsky cree que en<br />

esta sociedad posmoderna y nar-<br />

46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


cisista hay una pacificación de lo<br />

cómico y, a través de la publicidad,<br />

la moda y la televisión, el<br />

tono de la comicidad ha pasado<br />

de lo sarcástico a lo lúdico, abundando<br />

ahora un humor positivo,<br />

teenager, adolescente, sin denuncias,<br />

indulgente, basado en una<br />

absurdidad gratuita y dirigido a<br />

un nuevo individuo alérgico a la<br />

solemnidad, adicto al placer después<br />

de medio siglo de socialización<br />

de consumo.<br />

A. B. E. Es una generalización<br />

que no la niego, pero sigo viendo<br />

la presencia de humor esperpéntico,<br />

por ejemplo, en cineastas<br />

tan españoles como Almodóvar,<br />

que es un representante<br />

bastante fiel de la calle española,<br />

de los sectores populares de la<br />

España de hoy. Sigo viendo un<br />

esperpento que no es un humor<br />

inofensivo en absoluto, un humor<br />

terrible. Creo que esa especie<br />

de abstracción de Lipovetsky<br />

no la he visto calzar muy bien<br />

en la realidad. Yo no lo veo así,<br />

pero lo entiendo: hay la uniformización<br />

y el hombre se va con-<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

virtiendo en masa, pero siempre<br />

creo en la excepcionalidad del<br />

humor y en la excepcionalidad<br />

del artista humorístico. A finales<br />

del siglo XX el payaso del circo<br />

sigue siendo el mismo de siempre.<br />

Creo que Lipovetsky se refiere<br />

sobre todo a los medios<br />

masivos de comunicación, y es<br />

cierto: a veces los spots de publicidad<br />

te hacen olvidar lo que están<br />

tratando de venderte, porque<br />

ves la publicada como valor<br />

en sí misma, por lo bien hecha<br />

que está, lo divertida que es. Y es<br />

obvio que a la publicidad no se<br />

le puede pedir un contenido rebelde<br />

porque lo que está tratando<br />

es de vender, y de que tú estés<br />

contento con esa sociedad a<br />

la que le falta la pieza que te<br />

quieren vender. Pero creo que<br />

en el teatro de Darío Fo y en<br />

películas como las de Begnini<br />

hay un humor todavía contestatario.<br />

El humor desordenado, vital<br />

y paródico de Begnini en La<br />

vida es bella es así. Y la gente lo<br />

entiende muy bien, porque es<br />

un humor que te pide ser creí-<br />

do, no comprendido. Es un humor<br />

al que no le pides explicaciones,<br />

sólo te ríes con él, porque<br />

lo que ese humor busca es<br />

un lazo fraternal que te haga<br />

cómplice del hecho humorístico,<br />

y no una anulación de rebeldía,<br />

porque creo que el humor<br />

está destinado a afilar la capacidad<br />

crítica.<br />

J. V. CH. Pero, a diferencia del<br />

humor medieval, en el siglo XX se<br />

respira una condena pública a la<br />

risa escandalosa, loca, demostrativa,<br />

casi se le considera de mal<br />

gusto y obscena. El ruido invade<br />

la ciudad y acalla la risa escandalosa,<br />

hoy casi un privilegio de<br />

los niños…<br />

A. B. E. Sí, probablemente la seriedad<br />

con la que se pretende enmascarar<br />

muchos de los grandes<br />

pasivos ideológicos, del poder divorciado<br />

cada vez más de su representatividad,<br />

no soporte la risa,<br />

y la rechace frontalmente. El<br />

rey tolera al bufón, le permite<br />

que se burle de él, pero cuando<br />

se cansa le da una patada en el<br />

JULIO VILLANUEVA CHANG<br />

culo y lo manda a dormir. Es un<br />

poco la frase esa de que “nadie es<br />

un genio para su mayordomo”.<br />

O sea que el poder soporta una<br />

dosis determinada, según el humor<br />

de que está.<br />

J. V. CH. ¿Qué dices de ese humor<br />

inocuo de Disneylandia?<br />

A. B. E. Ha sido un humor de<br />

acción que ha pretendido mantenerse<br />

homogéneo y pasteurizado,<br />

con unos códigos muy estrictos<br />

de moral y funcionamiento.<br />

Pero el humor no es<br />

eso. Una de las cosas más importantes<br />

del humor es que no<br />

es moral ni inmoral ni amoral:<br />

el humor es simplemente una<br />

suspensión del juicio moral.<br />

J. V. CH. ¿Recuerdas el humor de<br />

Quino, de esa niña cabezona que<br />

fue Mafalda?<br />

A. B. E. Es un humor corrosivo, el<br />

humor que a mí me gusta. Siempre<br />

el niño es el loco, el loco al<br />

que se le tolera, porque al niño<br />

que crece y sigue niño lo encierras<br />

en un manicomio. Porque la idea<br />

47


ALFREDO BRYCE ECHENIQUE<br />

de civilización siempre ha traído<br />

la idea de seguridad, lo que implica<br />

ciertas expulsiones de la república<br />

platónica.<br />

J. V. CH. A diferencia de la ironía,<br />

el humor es cómplice de la persona<br />

a la que se dirige. Nos reímos con<br />

ella, pero no de ella. ¿Quiénes crees<br />

que han sido los grandes irónicos<br />

de este siglo?<br />

A. B. E. Chaplin, Buster Keaton,<br />

Cantinflas, Woody Allen.<br />

Además de los grandes humoristas<br />

ingleses como Evelyn<br />

Waugh, en la literatura, y en el<br />

cine Peter Ustinov, Peter Sellers<br />

o más actualmente los mudos,<br />

sardónicos y demoledores sketches<br />

de Mr. Bean.<br />

J. V. CH. En esta sociedad humorística,<br />

como llama Lipovetsky a<br />

la posmodernidad, el humor de<br />

masas, dice él, lejos de encarnar<br />

un pesimismo, se muestra insustancial<br />

y acusa que ha desaparecido<br />

la tradicional gravedad o impasibilidad<br />

del humor inglés. ¿Estás<br />

de acuerdo?<br />

A. B. E. Sí, es indudable que el<br />

humor inglés ha perdido su importancia,<br />

como el peso de Inglaterra<br />

en el mundo ha ido decreciendo<br />

desde fines del siglo<br />

XIX, cuando era el imperio más<br />

poderoso. Pero es probable que<br />

siga existiendo para los ingleses, y<br />

ahí veo un humor de élite. Lipovetsky<br />

está hablando de la gravitación<br />

de otras maneras de mirar<br />

el mundo, donde ya no gobiernan<br />

la melancolía ni la gravedad<br />

ni “la cortesía de la desesperación”,<br />

una buena definición de<br />

lo que ha sido el humor clásico.<br />

Pero creo que la gente todavía reclama<br />

grandes humoristas clásicos<br />

como Chaplin. En todo caso,<br />

creo que todavía no ha nacido el<br />

humor light, el humor absolutamente<br />

intrascendente, porque el<br />

humor busca de inmediato trascender<br />

las cosas, ponerlas patas<br />

arriba. Tal vez sea yo un poco<br />

despectivo con muchas manifestaciones<br />

del humor que no me<br />

interesan, pero cuando una cosa<br />

no me hace reír no la considero<br />

humorística, y creo que eso nos<br />

pasa a todos. La mirada humorística<br />

del mundo está siempre<br />

presente en el ser humano, porque<br />

es la que nos distingue de<br />

los animales, y ahí hay un gran<br />

punto de partida.<br />

J. V. CH. ¿Hay un humor masculino<br />

y uno femenino? ¿Por qué escasean<br />

las humoristas mujeres?<br />

A. B. E. Porque todavía la emergencia<br />

social de la mujer no es<br />

completa. La mujer todavía se<br />

está presentando en sociedad.<br />

En la medida en que la mujer<br />

ingrese en toda la sociedad laboral<br />

de manera igualitaria, será<br />

perfectamente tan divertida o<br />

tan poco divertida como puede<br />

ser cualquier hombre.<br />

J. V. CH. Hay una decadencia del<br />

chiste oral, ese pariente pobre<br />

del cuento que de contarse en fiestas<br />

y velorios se ha vuelto una plaga<br />

en Internet…<br />

A. B. E. Yo he visto una persona<br />

que leía chistes de Internet y era<br />

como leerte los diez mandamientos.<br />

El problema es que el<br />

humor nace; no se prepara. No<br />

es búsqueda, es hallazgo, y lo de<br />

Internet es una especie de hiperrealismo<br />

del humor que nos<br />

deja paralizados ante una imagen<br />

disecada. Y el chiste es fundamentalmente<br />

oral y breve. Su<br />

divulgación por Internet puede<br />

servir de perfecto muestreo para<br />

estudiar pequeñas tendencias del<br />

hombre contemporáneo, la alusión<br />

de determinados tópicos<br />

como elementos de humor.<br />

J. V. CH. En la primera mitad<br />

del siglo, no vimos sonreír a Hitler<br />

y Stalin, pero, hace dos décadas,<br />

Coluche, un payaso profesional,<br />

se prestó a la farsa de ser candidato<br />

a la presidencia de Francia.<br />

La política se ha vuelto espectáculo.<br />

Vienen los fenómenos electorales<br />

de la Cicciolina en Italia y<br />

Susy Díaz en Perú, pero también<br />

hechos como el asesinato del cómico<br />

colombiano Garzón en manos<br />

de los paramilitares. ¿Cómo<br />

se han llevado el humor y poder<br />

en este siglo?<br />

A. B. E. El hombre que se ríe<br />

siempre ha sido muy temido. En<br />

la España de finales del franquismo,<br />

donde realmente eran<br />

los humoristas los que más po-<br />

dían decir y más decían contra<br />

el régimen de Franco, se cerraron<br />

diarios humorísticos. Y es<br />

que el humorismo nos señala<br />

con el dedo lo patético y visible<br />

que hay en el gobierno de las<br />

cosas, lo que hay de patético en<br />

el hecho de gobernar. Y en ese<br />

sentido, la imagen del bufón es<br />

siempre el rey pegándole una<br />

patada en el culo para que se vaya<br />

de la corte porque ya cumplió,<br />

exageró y molesta. El humorista<br />

ha sido siempre una<br />

persona molesta al poder. Molesta<br />

a todo lo que tiene gravedad.<br />

El humorista lo pesca todo<br />

y le ve esa especie de hilo suelto<br />

a todas las cosas humanas, lo absurda<br />

que es la vida. Creo que es<br />

eso lo que el humorista nos está<br />

tratando de demostrar siempre:<br />

la idea de la vida como un generoso<br />

don de la nada que invade<br />

todo lo que hacemos hasta<br />

que nos retira de ella misma ese<br />

mismo absurdo de la nada. En<br />

ese sentido, el humorista ha sido<br />

siempre una persona ajena a la<br />

codificación, y por tanto, en los<br />

reales ordenamientos políticos y<br />

jurídicos, la figura del humorista<br />

resulta siempre perturbadora.<br />

J. V. CH. Lo que llevó a la quiebra<br />

a Monos y monadas (una<br />

revista satírica de Perú que en los<br />

años setenta se burlaba sin piedad<br />

de la dictadura militar que<br />

nos gobernaba) fue entonces la llegada<br />

de la democracia…<br />

A. B. E. Sí, es paradójico, pero<br />

yo me pregunto si realmente fue<br />

así. Porque entonces se podría<br />

pensar lo mismo: cae el franquismo,<br />

viene la transición española<br />

y ya no puede haber humoristas.<br />

Sin embargo, salvo los<br />

que han fallecido, los grandes<br />

humoristas que le clavaban la<br />

puntilla al franquismo siguen<br />

todavía en los diarios españoles<br />

riéndose de la democracia, del<br />

gobierno del socialismo y ahora<br />

del Partido Popular. En los diarios<br />

españoles sigo leyendo a humoristas<br />

como Forges, porque<br />

tienen mucho que decir. Es un<br />

exceso de humildad de parte de<br />

los que hicieron Monos y monadas<br />

decir que la democracia los<br />

llevó a la quiebra. No sé si se<br />

acostumbraron a vivir peligrosamente<br />

y que cuando ya no vivían<br />

peligrosamente se aburrieron.<br />

Porque el humor siempre<br />

tiene algo que decir, mientras<br />

otras cosas siempre tienen un ciclo<br />

histórico.<br />

J. V. CH. ¿Y de qué crees que se ha<br />

reído más el ser humano en este<br />

siglo?<br />

A. B. E. En este siglo nos hemos<br />

reído más que nada del poder.<br />

Pensando en los grandes humoristas:<br />

Chaplin se burla de la sociedad<br />

entera capitalista; Buster<br />

Keaton, también; y Woody Allen<br />

es una sátira antinorteamericana.<br />

El Superagente 86, de Mel Brooks,<br />

era una burla de la guerra fría.<br />

El humorista siempre ha estado<br />

ligado a una risa de la solemnidad<br />

y eso ha sido la constante.<br />

Llámese a la solemnidad poder<br />

político, eclesiástico, económico,<br />

siempre ha provocado la risa del<br />

humorista. Porque el humor es<br />

algo que te permite recuperar la<br />

dignidad perdida, porque eres<br />

aplastado por el peso del miedo<br />

que puede ser miedo al poder<br />

económico, político, religioso y a<br />

sus bombos y rituales que están<br />

dados en función a su perpetuación.<br />

Un humorista es una persona<br />

que simplemente llama la<br />

atención sobre el instante en que<br />

todo eso cojea. Hubo una película<br />

dirigida y producida por<br />

Jack Nicholson, en la que un pistolero<br />

del Oeste sale a batirse en<br />

duelo a la calle, y al salir de la taberna<br />

se tuerce un pie y sigue caminando<br />

pero con una molestia.<br />

Es una escena paródica genial.<br />

No sé por qué el señor Nicholson<br />

no siguió dirigiendo y produciendo<br />

cine, aunque quedó el actor<br />

que quedó. Pero creo que en<br />

esa especie de cojera de todo tipo<br />

de poder está la grandeza del humorista.<br />

n<br />

Julio Villanueva Chang es periodista y<br />

escritor. Autor de Mariposas y murciélagos.<br />

48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


L<br />

a cuenca mediterránea es,<br />

junto con el Río Grande y<br />

la frontera entre las dos Coreas,<br />

una de las mayores fracturas<br />

en el nivel de renta que hoy existen<br />

en el mundo. A diferencia<br />

de lo que ocurre en las otras dos,<br />

por el Mediterráneo pasa también<br />

la línea divisoria entre civilizaciones.<br />

La proximidad geográfica,<br />

unida a la enorme disparidad<br />

en el reparto de la riqueza<br />

y las diferentes visiones del mundo<br />

a un lado y otro del Mediterráneo,<br />

son por tanto factores<br />

que enmarcan las complejas relaciones<br />

entre Europa y los países<br />

del Magreb y del Mashrek. En<br />

los últimos años, el fenómeno<br />

de la inmigración, en el que se<br />

dan cita estas tres dimensiones,<br />

está forzando a nuestra sociedad<br />

a dedicar alguna atención renuente<br />

a la situación de nuestros<br />

vecinos del Sur, si bien, como<br />

suele recordar Juan Goytisolo,<br />

prevalece un desconocimiento<br />

que arroja una de las sombras<br />

más injustificables sobre la España<br />

contemporánea.<br />

Secularización<br />

y modernización<br />

En este incipiente debate, la voz<br />

de Giovanni Sartori 1 ha tenido<br />

una especial repercusión, tanto<br />

por su prestigio académico como<br />

por la legitimidad que le da<br />

el pronunciarse desde una perspectiva<br />

liberal. Sartori argumenta<br />

que el islam es absolutamente<br />

incompatible con la sociedad<br />

pluralista y abierta de<br />

Occidente, ya que su visión del<br />

mundo es teocrática y no acepta<br />

la separación entre política y<br />

1 Giovanni Sartori: La sociedad multiétnica,<br />

139 págs. Taurus, Madrid, 2001.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

religión, cuando esta separación<br />

constituye precisamente la base<br />

fundamental de la civilización<br />

occidental. De ahí su llamada<br />

de atención sobre la conveniencia<br />

de acoger a inmigrantes musulmanes,<br />

ya que estos “agresivos<br />

enemigos culturales” pueden<br />

acabar socavando el principio de<br />

la tolerancia pluralista, al oponer<br />

a ella su esencial intolerancia.<br />

Sin embargo, aunque la contraportada<br />

de su libro nos advierte<br />

que Sartori “no se deja hechizar<br />

por los lugares comunes<br />

de lo políticamente correcto” y a<br />

pesar de que la prensa lo haya<br />

saludado como “un pensador valiente<br />

e incómodo”, en realidad<br />

sus tesis son escasamente novedosas,<br />

ya que se limitan a proyectar<br />

sobre los dilemas de las<br />

migraciones las mismas concepciones<br />

sobre el islam que prevalecen<br />

en buena parte de la intelectualidad<br />

europea, de Castoriadis<br />

a Jean Daniel, cuya<br />

habitual lucidez se nubla cuando<br />

se cruza el fenómeno religioso.<br />

De acuerdo con esta visión laicista,<br />

la secularización ha sido<br />

históricamente la llave de la modernización<br />

política y económica.<br />

Así ocurrió en Occidente y<br />

así deberá ocurrir en cualquier<br />

sociedad que quiera incorporarse<br />

a la marcha hacia el progreso.<br />

Sin embargo, siguiendo esta línea<br />

de pensamiento, la secularización<br />

es difícil –por no decir<br />

imposible– en los países musulmanes,<br />

ya que el islam no se resignará<br />

nunca a replegarse sobre<br />

la esfera privada. Su vocación es<br />

pública desde sus orígenes, como<br />

lo demuestra el hecho de que el<br />

Corán tenga cien veces más versículos<br />

que abordan problemas<br />

sociales que aquellos relativos a<br />

cuestiones de devoción. Por otra<br />

ENSAYO<br />

ISLAMISMO Y MODERNIZACIÓN<br />

FIDEL SENDAGORTA<br />

parte, la irrupción del movimiento<br />

islamista en las dos últimas<br />

décadas no ha hecho sino<br />

reafirmar la percepción de que<br />

el mundo islámico es incapaz de<br />

secularizarse. El islamismo, según<br />

la interpretación más difundida,<br />

sería un subproducto patológico<br />

de una modernidad intentada<br />

y fracasada. El corolario<br />

es sencillo y ha sido interiorizado<br />

por minorías pensantes y mayorías<br />

televidentes en Europa y<br />

en el resto del mundo occidental:<br />

el islam en general y el islamismo<br />

en particular está de un lado y la<br />

modernidad está de otro. Sus caminos<br />

son crecientemente divergentes.<br />

Pero la propia complejidad del<br />

mundo islámico se acomoda difícilmente<br />

al reduccionismo simplificador<br />

de este análisis. Habría<br />

que empezar por distinguir tres<br />

grandes categorías en la relación<br />

entre lo religioso y lo temporal; el<br />

islam tradicionalista de los ulemas,<br />

frecuentemente utilizado en<br />

su favor por los regímenes gobernantes;<br />

el islam racionalista<br />

que defienden intelectuales tan<br />

valiosos como Mohamed Arkún<br />

y Mohamed Talbi entre otros,<br />

pero que tiene escasa influencia<br />

social, y, finalmente, el islam islamista,<br />

fenómeno religioso a la<br />

vez que político, que en Irán ocupa<br />

el poder y en la mayoría de los<br />

Estados árabes constituye la principal<br />

fuerza en la oposición. Incluso<br />

el propio islamismo dista<br />

de ser un movimiento homogéneo,<br />

y autores como François<br />

Burgat 2 han señalado que en él<br />

coexisten tendencias reaccionarias<br />

con otras que aspiran a rees-<br />

2 François Burgat: L’Islamisme en face,<br />

287 págs. La découverte, París, 1996.<br />

cribir la modernidad a partir de<br />

un lenguaje simbólico propio,<br />

que pueda ser apropiado y asumido<br />

por la mayor parte de la sociedad.<br />

El desencuentro de estos<br />

sectores populares con la modernización<br />

se había producido ya<br />

desde los primeros momentos de<br />

la independencia, con la implantación<br />

de un modelo laico que<br />

operaba con categorías importadas<br />

de Occidente, que a su vez<br />

abrieron una brecha creciente entre<br />

aquellas minorías familiarizadas<br />

con estos valores y el resto de<br />

la población, incapaz de participar<br />

en un proceso que le resultaba<br />

ajeno e incomprensible. Para<br />

Burgat, el sentido histórico del<br />

islamismo podría ser no ya el<br />

oponerse a la modernización, sino,<br />

por el contrario, contribuir a<br />

ampliar su campo de influencia<br />

al operar con categorías culturales<br />

propias y cercanas para la mayoría<br />

de la población. Se trataría<br />

evidentemente de un proceso<br />

conflictivo y tejido de contradicciones,<br />

pero por lo pronto este<br />

análisis nos sitúa en un diagnóstico<br />

y unas perspectivas muy diferentes<br />

en el debate sobre nuestra<br />

relación con el mundo islámico.<br />

El caso de Irán<br />

Ahora bien, para evaluar esta posible<br />

virtualidad modernizadora<br />

del islamismo, habrá que someterla<br />

a prueba y preferiblemente<br />

en aquellas áreas en las que se supone<br />

que está más en falta: la democracia<br />

y el papel de la mujer.<br />

Por lo que se refiere a la primera,<br />

sería imprescindible hacer un recorrido<br />

país por país, ya que el<br />

movimiento islamista no opera en<br />

el vacío sino que se transforma<br />

en función de la historia y de las<br />

circunstancias locales. En su de-<br />

49


ISLAMISMO Y MODERNIZACIÓN<br />

fecto, parece pertinente hacer<br />

una referencia particular a Irán,<br />

el laboratorio político más significativo<br />

de este cambio de milenio.<br />

Para Gilles Kepel 3 , las victorias<br />

de los reformistas en las<br />

elecciones presidenciales y parlamentarias<br />

de los últimos años<br />

evocan el fracaso del sistema y<br />

nos sitúan en un proceso de transición<br />

al posislamismo que recuerda<br />

los debates sobre el poscomunismo<br />

respecto a los países<br />

del socialismo real. Sin embargo,<br />

sería quizá más apropiada la<br />

comparación del Irán actual con<br />

la Unión Soviética a finales de<br />

los cuarenta: dos revoluciones<br />

aún jóvenes, recién finalizada una<br />

guerra con un enorme coste en<br />

vidas. Imaginemos que en esas<br />

circunstancias, Moscú hubiera<br />

permitido unas elecciones que<br />

hubieran obligado a la vieja guardia<br />

a compartir el poder con un<br />

sector reformista legitimado por<br />

una abrumadora mayoría electoral.<br />

El hecho de que esto haya<br />

sucedido en Irán ¿no demuestra<br />

acaso un grado de apertura y vitalidad<br />

que contrasta poderosamente<br />

con la pesada rigidez soviética,<br />

causante inevitable del rigor<br />

mortis en que acabó la URSS?<br />

Es cierto que en Irán el pulso entre<br />

reformistas y vieja guardia dista<br />

de estar resuelto y define una<br />

evolución en la que se suceden<br />

los avances y los retrocesos. Pero<br />

difícilmente cabe concluir, como<br />

hace Kepel, que el sistema haya<br />

fracasado. Desde otra óptica más<br />

positiva, Alí M. Ansari 4 señala<br />

que estamos ante un régimen revolucionario<br />

autoritario que ha<br />

dado luz ostensiblemente a una<br />

vibrante sociedad civil y a un<br />

proceso de democratización que<br />

es más dinámico y prometedor<br />

que en ninguna otra sociedad del<br />

mundo islámico.<br />

En definitiva, hay muchos<br />

motivos para cuestionar la creencia<br />

generalizada en Europa de<br />

3 Gilles Kepel: Jihad. Expansion et déclin<br />

de l’islamisme, 452 págs. Gallimard,<br />

2000.<br />

4 Alí M. Ansari: Iran, islam & democracy.<br />

The politics of managing change, 240<br />

págs. The Royal Institut of International<br />

Affairs, Londres, 2000.<br />

que la construcción de sistemas<br />

democráticos en estos países, pasa<br />

por la desactivación de los<br />

movimientos islamistas. Como<br />

afirma Burgat, refiriéndose en<br />

particular al mundo árabe, los<br />

dos grandes procesos políticos<br />

actualmente en marcha no tienen<br />

nada de incompatible: de<br />

un lado, la reconciliación del<br />

discurso político con las categorías<br />

de la cultura musulmana y,<br />

de otro, la lenta y difícil emergencia<br />

de conductas pluralistas y<br />

talantes que conduzcan al arraigo<br />

de la democracia.<br />

La cuestión de la mujer<br />

Tampoco en la cuestión de la<br />

mujer puede decirse que la línea<br />

que separa a los defensores de sus<br />

derechos de los que los limitan<br />

coincida con la división entre los<br />

islamistas y las demás fuerzas políticas.<br />

Sin embargo, la opinión<br />

pública europea prefiere dedicar<br />

toda su atención a una situación<br />

que se define en trazos gruesos,<br />

como es la de los talibanes afganos,<br />

antes que a otras realidades<br />

más cercanas, pero cuya variedad<br />

de matices exige un esfuerzo de<br />

reflexión y comprensión que<br />

obliga a veces a abandonar el<br />

confortable territorio de las certezas<br />

propias. Cualquiera que pasee<br />

por la Universidad de Rabat o<br />

Casablanca puede asombrarse del<br />

elevado número de mujeres que<br />

se cubren con el hijab o velo islámico.<br />

Lo más habitual es que el<br />

visitante europeo interprete este<br />

fenómeno como una regresión<br />

en el camino hacia la emancipación<br />

femenina. Sin embargo, lo<br />

primero que hay que constatar<br />

es que esas mujeres de militancia<br />

o simpatías islamistas no han<br />

abandonado sus estudios, ni sus<br />

compañeros de activismo les han<br />

exigido que lo hagan. No hay<br />

aquí regreso al pasado, sino una<br />

forma diferente de vivir la modernidad.<br />

Gema Martín Muñoz 5 ha señalado<br />

que la militancia de las<br />

5 Gema Martín Muñoz: El Estado<br />

árabe: Crisis de legitimidad y contestación<br />

islamista, 423 págs. Biblioteca del Islam<br />

contemporáneo. Edicions Bellaterra, Barcelona,<br />

1999.<br />

mujeres en el movimiento islamista<br />

es numéricamente superior<br />

a su presencia en los partidos<br />

políticos tradicionales. Este<br />

fenómeno no debe atribuirse a<br />

la presión de los hombres de su<br />

entorno. Su adhesión política se<br />

realiza en tanto que individuo,<br />

distanciándose así de los comportamientos<br />

de la sociedad tradicional<br />

en la que la mujer sólo<br />

adquiere identidad a través de<br />

la intermediación masculina.<br />

Por otra parte, la utilización del<br />

velo permite a las mujeres acceder<br />

a un espacio público reservado<br />

tradicionalmente a los<br />

hombres. Son avances que sabrán<br />

a poco desde una óptica<br />

occidental. Sin embargo, definen<br />

una estrategia reformista<br />

que para muchas mujeres sirve<br />

para compatibilizar sus exigencias<br />

de identidad con sus aspiraciones<br />

de cambio.<br />

Espíritu capitalista<br />

Un aspecto menos estudiado, pero<br />

seguramente decisivo a la hora<br />

de evaluar la potencialidad<br />

modernizadora del islamismo, sería<br />

el análisis weberiano de sus<br />

valores éticos bajo el prisma de su<br />

capacidad propiciadora del espíritu<br />

capitalista 6 . Al fin y al cabo,<br />

el capitalismo es el factor dinamizador<br />

más poderoso de la modernización.<br />

En este sentido, la<br />

experiencia española reciente<br />

puede arrojar alguna luz sobre<br />

cómo se produce la alquimia de<br />

las mutaciones culturales en un<br />

contexto social y políticamente<br />

conservador. Santos Juliá 7 ha recordado<br />

recientemente el papel<br />

central del Opus Dei en el proceso<br />

de “calvinización” del catolicismo<br />

español, al insertar en este<br />

último la necesidad de la confirmación<br />

de la fe en la vida<br />

profesional mundana. La noción<br />

de la santificación del trabajo<br />

acabó con el estigma de maldi-<br />

6 Max Weber: La ética protestante y el<br />

espíritu del capitalismo. Edición de Jorge<br />

Navarro Pérez, con prólogo de José Luis<br />

Villacañas, 333 págs. Istmo, Madrid,<br />

1998.<br />

7 Santos Juliá y otros autores: Franquismo.<br />

El juicio de la historia, 295 págs.<br />

Temas de Hoy, Historia, Madrid 2000.<br />

ción que aquél arrastraba en la<br />

moral católica, sentando así las<br />

bases éticas y culturales para el<br />

despegue del capitalismo español<br />

en los años sesenta. A los efectos<br />

que ahora nos interesan, lo más<br />

significativo es que este proceso<br />

de modernización económica<br />

–antesala de otras transformaciones<br />

sociales y políticas– fuera<br />

protagonizado por personas de<br />

convicciones sumamente conservadoras<br />

en el plano moral y religioso.<br />

¿Estamos aquí ante una<br />

paradoja más de la historia o se<br />

trata por el contrario de un elemento<br />

clave para entender cómo<br />

operan los mecanismos de cambio<br />

en las mentalidades? A esto<br />

último apunta José Luis Villacañas<br />

8 en un esclarecedor ensayo<br />

sobre Ramiro de Maeztu, en el<br />

que destaca su voluntad de asumir<br />

las categorías de Max Weber<br />

y proyectarlas a un universo católico,<br />

como se pone de manifiesto<br />

especialmente en El sentido<br />

reverencial del dinero. La influencia<br />

de Maeztu fue determinante<br />

en los intelectuales del Opus Dei,<br />

empezando por Pérez Embid y<br />

Calvo Serer. Este último presenta<br />

en La España sin problema un<br />

proyecto ideológico que propugna<br />

la introducción en nuestro<br />

país de la ciencia y la técnica europeas,<br />

puestas al servicio “del destino<br />

histórico y la ortodoxia religiosa”.<br />

Una y otra vez asoma en<br />

esta obra esa aspiración a la síntesis,<br />

tan central en el proyecto de<br />

Maeztu, entre “los ideales españoles<br />

y la técnica moderna”.<br />

Volvamos al universo islámico<br />

para constatar la indudable afinidad<br />

de estos propósitos con las<br />

ideas de algunos líderes islamistas<br />

como el tunecino Gannushi o el<br />

marroquí Yasín 9 . Este último, en<br />

una obra de título tan significativo<br />

como Islamizar la modernidad,<br />

se fija en el ejemplo de Japón,<br />

Singapur o Malasia como<br />

8 José Luis Villacañas: Ramiro de<br />

Maeztu y el ideal de la burguesía en España,<br />

494 págs. Espasa, Fórum, Madrid,<br />

2000.<br />

9 Para un análisis político de islamismo<br />

marroquí, ver Juan José Escobar<br />

Stemmann: ‘Los islamistas en el reinado<br />

de Mohamed VI’. Política exterior, volumen<br />

XV, núm. 81, mayo/junio, 2001.<br />

50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


modelos que han sabido incorporar<br />

los conocimientos científicos<br />

y técnicos de Occidente, así<br />

como sus métodos de gestión y<br />

organización, sin perder por ello<br />

su identidad cultural 10 . De ahí<br />

que no sea de extrañar que la<br />

proporción de estudiantes islamistas<br />

en las universidades marroquíes<br />

sea especialmente elevada<br />

en las especialidades científicas.<br />

Lo que estos ideólogos<br />

islamistas cuestionan es que el<br />

proceso de modernización en sus<br />

países tenga que pasar necesariamente<br />

por las categorías occidentales<br />

en general y por el laicismo<br />

en particular. Desde su<br />

punto de vista, la modernización<br />

es necesaria para que las sociedades<br />

islámicas salgan en su actual<br />

postración y se ganen el respeto<br />

de Occidente. Pero el proceso<br />

modernizador requiere una movilización<br />

social que sólo el islam<br />

puede proporcionar. En la gráfica<br />

expresión de Regis Debray, la<br />

religión habría dejado de ser el<br />

opio del pueblo para convertirse<br />

en las vitaminas del pobre.<br />

La búsqueda de una síntesis<br />

Sin embargo, para que esta movilización<br />

sea efectiva, la fe religiosa<br />

debería encarnarse en una<br />

ética mundana favorecedora del<br />

desarrollo capitalista. ¿Se pueden<br />

identificar estos valores en el islamismo?<br />

Es difícil ofrecer respuestas<br />

concluyentes a esta pregunta,<br />

ya que nos movemos en<br />

un territorio aún poco explorado<br />

por los investigadores. En el caso<br />

de Marruecos, Mohamed Tozy 11<br />

señala que el prestigio social de<br />

los militantes islamistas se construye<br />

a partir de una moral edificante<br />

y una ética del trabajo. Se<br />

refiere en concreto a la entrega<br />

profesional de los médicos islamistas<br />

en los hospitales públicos<br />

para destacar que, en este contexto,<br />

la etiqueta islamista se<br />

considera sinónimo de seriedad,<br />

competencia y gran rigor moral.<br />

10 Abdessalam Yasin: Islamiser la modernité,<br />

334 págs. Al Ofok Impressions,<br />

1998.<br />

11 Mohamed Tozy: Monarchie et Islam<br />

politique au Maroc, 303 págs. Presse<br />

de Sciences Po, París, 1999.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Tozy menciona también otras<br />

cualidades asociadas a la militancia<br />

religiosa, como el refuerzo<br />

de la autoestima (especialmente<br />

relevante en los sectores sociales<br />

marginados) y el aumento en la<br />

capacidad de renuncia y de sacrificio.<br />

Se trata sin duda de valores<br />

indispensables para afrontar<br />

un proceso de modernización<br />

más complicado que el que vivimos<br />

nosotros, puesto que exige<br />

atenerse a una ética de la producción<br />

y el ahorro, característica<br />

del capitalismo en sus fases<br />

iniciales, cuando paralelamente<br />

las antenas parabólicas traen a<br />

los hogares las pautas de conducta<br />

propias del consumo masivo<br />

en los países más desarrollados.<br />

En estas circunstancias,<br />

sólo un alto grado de abnegación<br />

permite aceptar la renuncia<br />

a las exigencias del presente<br />

en favor de un futuro mejor.<br />

Pensemos en la disposición anímica<br />

necesaria para que los jóvenes<br />

magrebíes que sólo sueñan<br />

con dar el salto a Europa en búsqueda<br />

de mejores condiciones de<br />

vida opten en cambio por quedarse<br />

en sus países para que quizá<br />

sus hijos o sus nietos vean el<br />

resultado de sus esfuerzos.<br />

Los dilemas del mundo islámico<br />

contemporáneo se comprenden<br />

mejor cuando los situamos<br />

en una perspectiva histórica<br />

más amplia. En su obra<br />

más conocida, Toynbee 12 examina<br />

las diferentes reacciones de<br />

la sociedad judía ante los avances<br />

del helenismo en el siglo II a.<br />

de J. C., para explicar de forma<br />

más general cuáles son las dos<br />

estrategias básicas que puede<br />

adoptar un pueblo ante el desafío<br />

planteado por una cultura<br />

extranjera más poderosa y dinámica<br />

que la propia. Una primera<br />

respuesta sería la de los zelotes,<br />

que, como una tortuga que<br />

se refugia dentro de su caparazón,<br />

pretenden evitar la contaminación<br />

del helenismo cerrándose<br />

a toda influencia externa y<br />

atrincherándose en un meticu-<br />

12 Arnold Toynbee: A study of History,<br />

576 págs. Barnes & Noble Books,<br />

Nueva York, 1995.<br />

loso cumplimiento de la tradición.<br />

La actitud alternativa sería<br />

la de los herodianos, seguidores<br />

del rey Herodes el Grande, partidarios<br />

de tomar prestado y asimilar<br />

de la cultura helénica todos<br />

aquellos elementos necesarios<br />

para adaptarse a un mundo<br />

dominado por el helenismo, y<br />

poder eventualmente enfrentarse<br />

con él. En la traslación de este<br />

esquema al mundo islámico<br />

actual en relación con Occidente,<br />

no sería difícil identificar entre<br />

los primeros a ciertas corrientes<br />

islamistas integristas, como<br />

los talibanes afganos, y entre los<br />

segundos a las élites del nacionalismo<br />

laico surgido de la independencia.<br />

Pero, como señala<br />

Toynbee, tanto el enfoque de los<br />

zelotes como el de los herodianos<br />

constituyen intentos desesperados<br />

por ignorar o retrasar el<br />

advenimiento de una situación<br />

nueva, creada por la introducción<br />

de un elemento dinámico<br />

en la vida de una sociedad. Por<br />

el contrario, la respuesta adecuada<br />

a un reto de estas características<br />

vendrá de la búsqueda<br />

de una síntesis entre ciertos elementos<br />

de la cultura hegemónica<br />

y de la cultura amenazada,<br />

que cuajará previsiblemente en<br />

el ámbito espiritual. Lo decisivo<br />

para Toynbee es que en este proceso<br />

la acción se desplaza progresivamente<br />

desde el campo exterior<br />

(donde se ha producido<br />

el desafío cultural) al fuero interno<br />

de la propia civilización.<br />

La evolución endógena adquiere<br />

entonces una especial relevancia.<br />

De ahí que debamos<br />

prestar una cuidadosa atención a<br />

lo que sucede en el interior del<br />

movimiento islamista, ya que en<br />

él coexisten los zelotes integristas<br />

con otras tendencias de intención<br />

modernizadora que debaten,<br />

con todas las contradicciones<br />

que se quiera, sobre cómo<br />

avanzar por vías de síntesis.<br />

No es ésta desde luego la disposición<br />

de Giovanni Sartori y<br />

de tantos otros intelectuales lai-<br />

FIDEL SENDAGORTA<br />

cos a ultranza, cuya visión de un<br />

islam inmutable no se ha revisado<br />

desde aquel “sueño invencible<br />

del islam”, tan glosado por<br />

los viejos orientalistas. Su interpretación<br />

de un fenómeno complejo,<br />

como es el del islamismo,<br />

bajo la única guía de un anticlericalismo<br />

obsesivo, les incapacita<br />

para comprender sus claves<br />

profundas y la propia naturaleza<br />

de los desafíos planteados.<br />

Sin embargo, la experiencia del<br />

proceso de modernización en<br />

España nos debiera incitar a<br />

abordar estas cuestiones con menos<br />

restricciones mentales,<br />

abiertos a considerar, como hace<br />

irónicamente Conrad 13 en su<br />

novela Nostromo, que al fin y al<br />

cabo los caminos del progreso<br />

humano son inescrutables. n<br />

13 Citado por Robert D. Kaplan: The<br />

coming anarchy, 188 págs. Random House,<br />

Nueva York, 2000. Fidel Sendagorta es diplomático.<br />

51


En una de las columnas de<br />

la plaza Real de Barcelona<br />

una lápida conmemorativa<br />

informa, a quien quiera leerla,<br />

de que en aquella casa nació,<br />

el 11 de agosto de 1882, el filósofo<br />

catalán Francesc Pujols.<br />

Exactamente, aunque eso no lo<br />

dice la lápida, a las once de la<br />

mañana, en el tercer piso, segunda<br />

puerta, del número 10.<br />

Con tales datos, más o menos, y<br />

los nombres de los padres, se rellena<br />

una partida de nacimiento,<br />

pero Pujols los interpretaba, en<br />

una carta que escribió a Josep<br />

Plá, como premonición de su<br />

destino, pues le declaraba que<br />

no se habría podido encontrar,<br />

para el alumbramiento del que<br />

un día crearía la ciencia universal<br />

empírica que tanto se necesitaba,<br />

una plaza, una casa y una<br />

habitación más céntricas. El<br />

destino había escogido, en la<br />

ciudad que ocupaba el centro<br />

del mundo civilizado, no sólo<br />

la plaza más céntrica de la misma,<br />

sino también la casa que estaba<br />

en su centro y la habitación<br />

desde la que se podía ver<br />

directamente, a través del pasaje<br />

de Colón, la Rambla, para<br />

contemplar el mundo. Así pues,<br />

según él, la geografía había marcado<br />

sus pasos.<br />

Joan Maragall, que había sido<br />

presidente del jurado que premió<br />

a Pujols con la Flor Natural<br />

en los Juegos Florales de 1903,<br />

escribió el prólogo a la edición<br />

del Llibre que conté les poesies de<br />

Francesc Pujols, publicado en<br />

1904, en el que se incluye este<br />

retrato del poeta:<br />

“[…] es un mocetón de unos veinte<br />

años, de mejillas sonrosadas y pelo<br />

castaño caracolado. Una cara de ‘angelote’,<br />

como dicen los castellanos; un<br />

‘angelote’ un poco sensual, de labios<br />

carnosos, ojos pequeños y muy inquietos,<br />

la cabeza inclinada y relativamente<br />

pequeña en proporción con el cuerpo;<br />

y, como acostumbra a vestir trajes amplios<br />

y holgados y sombrero negro de<br />

alas muy anchas, parece, según se mire,<br />

un pastor protestante o una criatura<br />

vestida a toda prisa de hombre por haber<br />

pegado un estirón de repente.<br />

Cuando habla en frío, da la impresión<br />

de no saber explicarse bien y cuando ríe<br />

se nota que disfruta […]. En conjunto,<br />

causa el efecto de un buen chico, aunque<br />

un poco encogido”.<br />

El crítico musical Rafael Moragas<br />

lo describía así:<br />

“Era un tipo sencillamente impresionante,<br />

que al principio hacía pensar<br />

en Proteo, o sea, que cambiaba frecuentemente<br />

(de traje, de corbata, de<br />

ideas, o al menos de formas expresivas,<br />

pues la línea de sus ideas marcaba una<br />

continuidad) y siempre desconcertaba,<br />

porque, si hoy parecía un demonio,<br />

mañana adoptaba un aire angelical;<br />

unas veces parecía un sofista antiguo,<br />

otras un joven pretoriano del Imperio;<br />

una semana un fraile medieval, la siguiente<br />

un artista del Renacimiento<br />

[…]. Tenía días espléndidos, en los que<br />

daba la impresión de haber descubierto<br />

la piedra filosofal o el arte de vivir, y<br />

siempre la de llevar la verdad en el bolsillo<br />

junto a las cerillas”.<br />

En sus Memorias, José María<br />

de Sagarra da la impresión de<br />

tener imaginativamente presente<br />

el brillo goloso de los ojos de<br />

Pujols cuando refiere cómo le<br />

recitaba, en uno de sus interminables<br />

paseos nocturnos, el poema<br />

de Virgilio en el que un<br />

campesino se levanta del lecho<br />

todavía semidormido antes del<br />

amanecer, se acerca renqueando<br />

a la chimenea, mete un dedo<br />

en la olla de barro dejada en el trébedes<br />

sobre el rescoldo de la lumbre,<br />

lo extrae untado de la amarillenta<br />

viscosidad del all y oli y<br />

se lo lleva a los labios. Pujols se<br />

SEMBLANZA<br />

DICHOS Y HECHOS DE<br />

FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />

EUGENIO GALLEGO<br />

relamía de gusto recitando esos<br />

versos.<br />

Plá hizo de Pujols este retrato literario,<br />

que acaso sólo valga para<br />

la segunda época, cuando se<br />

interesaba por la filosofía:<br />

“Había llegado a la conclusión de<br />

que en el proceso de la convivencia humana,<br />

de la formación del alma, se habían<br />

producido tres hechos esenciales,<br />

indiscutibles, básicos. La tendencia a<br />

un orden jurídico que Roma descubrió<br />

para mantener a raya los instintos feroces<br />

de la especie humana. Sobre esa especie,<br />

Pujols mantenía un pesimismo total<br />

y experimental. Consideraba, asimismo,<br />

indiscutibles los principios del arte<br />

griego y la sensibilidad religiosa del<br />

pueblo judío. Sin la adaptación a esas<br />

tres esencias superiores el hombre retrocede,<br />

se convierte en una pura bestia<br />

maligna y peligrosa. Ahora bien, Pujols<br />

se pasó una buena parte de su vida,<br />

toda la vida, en medio de una sociedad<br />

literalmente anarquista. No sólo estaba<br />

anarquizada la relación entre obreros y<br />

patronos, sino la sociedad –sin exceptuar<br />

las academias, como es implícitamente<br />

natural–. Esa situación tenía raíces<br />

arcaicas, era inseparable de la evolución<br />

del país –falto de autoridades<br />

reales– y se mantenía por la pura ignorancia.<br />

Ante semejante sociedad, Pujols<br />

es el hombre que he conocido más<br />

antianarquista, más furiosamente antiácrata,<br />

menos sensible a la fraseología<br />

sentimental. La justicia le apasionaba; la<br />

fraseología sentimental le sacaba de madre.<br />

Había cosas que la hipocresía del<br />

tiempo consideraba intangibles […],<br />

que él, en cambio, juzgaba una absoluta<br />

nimiedad. Ante lo que él llamaba los<br />

principios inmutables, no le he visto<br />

hacer nunca la menor concesión, su inmutabilidad<br />

respecto a ellos era granítica<br />

y total. Para defenderlos, están naturalmente<br />

sus escritos: pero le vi sostener<br />

discusiones de una amplitud<br />

fenomenal. Daba argumentos, sabía lo<br />

que tenía entre manos. Desde la posición<br />

contraria, nunca constaté que se le<br />

ofreciese ningún argumento válido. Se<br />

producía una especie de trituración dialéctica<br />

–frecuentemente era implacable–<br />

que ocasionaba en la otra parte una<br />

indignación apenas recubierta con una<br />

sonrisa bobalicona. Esa clase de sonrisas<br />

se encuentra en el origen de la fuerza<br />

humorística de Pujols y en su proliferación<br />

anecdótica. Pero esas suposiciones<br />

son falsas. En las posiciones básicas<br />

de Pujols no hay ni humorismo ni<br />

anecdotario. No hay más que la pura y<br />

simple realidad, defendida con un ardor<br />

considerable. Pero, claro está, en<br />

la conversación y la discusión, Pujols<br />

siempre se consideraba obligado a manifestarse<br />

con amenidad. Lo solía decir<br />

frecuentemente: en sociedad, es indispensable<br />

divertir a la gente que se tiene<br />

delante. Es una de las formas más finas<br />

de la caridad. ¿Acercarse para aumentar<br />

su aburrimiento? Vale más quedarse en<br />

casa. Por eso tuvo tantos amigos entre<br />

personas que, pensando de una manera<br />

totalmente diferente, habían observado<br />

el mundo exterior sin convencionalismos<br />

extremistas y demenciales”.<br />

Escribe Carles Riba en L’estil de<br />

Francesc Pujols:<br />

“Ningún otro estilo como el suyo,<br />

tan cargado de accesorios, ni ningún<br />

sistema de accesorios tan incorporado a<br />

lo que es estructural hasta convertirse<br />

en insuprimible. Un párrafo suyo acaba<br />

siendo una suerte de aventura, lenguaje<br />

hacia afuera con todos los incisos<br />

y todos los peligros de la aventura; se<br />

sabe de qué pretexto parte, no se adivina<br />

nunca qué sorpresas hay detrás de<br />

cada viraje de la frase”.<br />

Si se ha de creer a Dalí, Pujols le<br />

habría dado las gracias, a través<br />

de un amigo común, por haberle<br />

incluido entre los surrealistas,<br />

aunque advirtiéndole que a él,<br />

personalmente, le convenía estar<br />

a bien con la realidad.<br />

Pompeu Fabra decía de Pujols<br />

que era un filósofo en la acepción<br />

antigua del término y no<br />

por lo que hubiese podido descubrir,<br />

que se ignoraba lo que<br />

pudiera ser, sino por haber vuelto<br />

a pensarlo todo y haberse<br />

54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº XX


Francesc Pujols<br />

obstinado en dar una explicación<br />

del hombre y un sentido a<br />

las cosas. Habría hecho un esfuerzo<br />

respetable, sobre todo teniendo<br />

en cuenta que la mayoría<br />

de los hombres viven y mueren<br />

sin pensar tan siquiera que<br />

las cosas puedan tener un sentido<br />

o se conforman con lo que<br />

les dice el sentido común o la<br />

tradición.<br />

Le gustaba expresarse, en la conversación<br />

y en las conferencias,<br />

con frases rotundas, de bombo<br />

y platillo. Así, respecto a la influencia<br />

de Shakespeare en<br />

Goethe concluía: “La Margarita<br />

del Fausto es una Ofelia que<br />

se queda embarazada”. Del socialismo<br />

decía que “Jesús predicó<br />

la caridad voluntaria y otro judío,<br />

Karl Mark, la hizo obligatoria”.<br />

O también: “La nutrición es<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

un injerto, la generación un esqueje”.<br />

Y a un amigo que se le<br />

acercó mientras contemplaba el<br />

lento caminar de la tortuga del<br />

jardín del Ateneo: “Ya no se hacen<br />

cosas como ésta”.<br />

En la tertulia del Ateneo de Barcelona<br />

a la que Pujols se había<br />

incorporado recientemente estalló<br />

una tarde una violenta polémica<br />

verbal cuando un contertulio<br />

mencionó lo que se rumoreaba<br />

sobre las torturas a las que<br />

la policía había sometido a los<br />

anarquistas detenidos en Montjuïc,<br />

acusados del atentado terrorista<br />

con bombas en la calle<br />

de Canvis Nous. Los tertulianos<br />

liberales se creían tales acusaciones,<br />

mientras los conservadores<br />

las negaban, unos y otros con<br />

idéntica convicción inquebrantable,<br />

por lo que sólo podían tra-<br />

tar de imponerse mediante gritos,<br />

hasta que paulatinamente se<br />

fueron apaciguando. Pujols había<br />

presenciado el alboroto en<br />

silencio, sin intervenir en aquella<br />

pelea política. Cuando el ambiente<br />

se había calmado definitivamente,<br />

un contertulio conservador,<br />

que estaba sentado a su<br />

lado, le preguntó su opinión al<br />

respecto. “Y usted, ¿qué piensa?”,<br />

le vino a decir. “¿Que qué<br />

pienso?”, le contestó Pujols,<br />

“pues que ustedes, los conservadores,<br />

serían capaces de hacer eso<br />

de que les acusan los liberales y<br />

que ellos serían capaces de inventárselo”.<br />

Un amigo de Pujols, católico<br />

convencido, no lograba, sin embargo,<br />

reprimir su instinto sexual<br />

y todas las noches acababa<br />

en algún prostíbulo de Barcelo-<br />

na, para, a la mañana siguiente,<br />

arrodillarse, deprimido, en algún<br />

confesionario a pedir perdón por<br />

sus culpas. Se arrepentía sinceramente<br />

y hacía solemne propósito<br />

de enmienda –que duraba<br />

exactamente hasta el anochecer<br />

del mismo día. De modo que vivía<br />

permanentemente obsesionado<br />

con el infierno, al que se<br />

veía irremediablemente condenado–<br />

con toda justicia, según<br />

sus propias creencias. Y una vez<br />

que Pujols se lo encontró profundamente<br />

abatido y realmente<br />

atormentado por un infinito<br />

sentimiento de culpa, intentó<br />

consolarlo, él que no creía que la<br />

moral tuviese que ver con la fe,<br />

diciéndole que acaso no hubiese<br />

nada después de la muerte: ni<br />

Dios, ni juicio final, ni infierno.<br />

“¡Qué hermoso sería! ¡Qué hermoso!”,<br />

exclamó el perdulario<br />

con un suspiro de alivio.<br />

El “señor de Barcelona” Rafael<br />

Pujet no ha podido no contar a<br />

Pujols la fantástica historia del<br />

matrimonio Valldeperes, que habitaba<br />

en un chalet de San Gervasio.<br />

Algunas noches, preferentemente<br />

las más oscuras y desapacibles,<br />

el marido, viniendo de<br />

fuera, se acercaba sigilosamente a<br />

la tapia que rodeaba el jardín del<br />

chalet, alzado el cuello del abrigo<br />

y hundido el sombrero. Escogía la<br />

zona más oscura, esperaba a que<br />

no transitara nadie por los alrededores<br />

y escalaba la tapia. Ya en<br />

el jardín, lo recorría a gatas o<br />

arrastrándose por el suelo, zigzagueando<br />

y parándose al más mínimo<br />

ruido causado por alguna<br />

ramita tronchada por él mismo<br />

al avanzar a tientas. Por fin, arañado,<br />

embarrado y maltrecho,<br />

llegaba hasta la puerta de entrada<br />

del edificio y daba con los nudi-<br />

55


DICHOS Y HECHOS DE FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />

llos unos suaves golpes en la madera.<br />

Alguien entreabría la puerta<br />

y él preguntaba si estaba el señor<br />

Valldeperes. “No”, le contestaba<br />

su esposa, pues era ella la que<br />

había abierto, “entra”.<br />

Unas semanas después del fallecimiento<br />

de su único hermano,<br />

con quien compartía la herencia<br />

dejada por el padre, Pujols acompañó<br />

a su madre a pasar unos<br />

días en la hospedería del monasterio<br />

de Montserrat, una visita<br />

que ella hacía todos los años por<br />

las mismas fechas. Y un atardecer,<br />

mientras paseaban madre e<br />

hijo por los alrededores del monasterio,<br />

se encontraron con una<br />

amiga de la madre que venía<br />

conversando con un monje. Ellas<br />

se abrazaron y se besaron y luego<br />

hicieron las presentaciones correspondientes,<br />

continuando el<br />

paseo los cuatro juntos. La amiga<br />

de la madre y el monje retomaron<br />

el tema de la conversación<br />

interrumpida, que versaba sobre<br />

los respectivos méritos de la Virgen<br />

de Montserrat y de la de<br />

Lourdes, dos vírgenes distintas y<br />

una sola verdadera. Según el<br />

monje, la Virgen verdadera tenía<br />

su casa en el monasterio y en<br />

Lourdes su lugar de trabajo. Y tal<br />

vez debió de observar algún gesto<br />

extraño en Pujols, pues le preguntó<br />

si creía en los milagros de<br />

la Virgen de Lourdes. “Claro que<br />

creo”, le contestó sin titubear,<br />

“precisamente, no hace mucho,<br />

la Virgen de Lourdes ha hecho<br />

un milagro en nuestra casa”. Su<br />

madre se quedó espantada, de la<br />

otra señora no se sabe y el monje<br />

exclamó: “¡Qué dice usted! ¡Y<br />

eso, cuándo ha sido! ¿Con quién<br />

ha hecho el milagro?”. “Con mi<br />

hermano. Creo que usted lo conocía”.<br />

“Si, creo que sí. Pero ¿qué<br />

le pasó?”. “Que viajó a Lourdes y<br />

a los 15 días se murió”. “¿Y dónde<br />

está el milagro?”; el monje se<br />

había puesto a la defensiva, temiéndose<br />

una broma de mal gusto.<br />

“Fue un milagro a mi favor”,<br />

le explicó Pujols, “ahora soy el<br />

único heredero”. Que su madre<br />

habría deseado ver desaparecer<br />

en ese momento.<br />

En el texto que Pujols dictó a<br />

Alexandre Planas para intentar<br />

publicarlo en algún periódico de<br />

Madrid, informando de la aparición<br />

de su libro Concepte general<br />

de la ciencia catalana, con la<br />

condición de que lo firmara Plá,<br />

su autor afirmaba que Cataluña<br />

poseía un sistema de pensamiento<br />

único en el mundo, diferenciado<br />

de las dos corrientes<br />

hasta entonces dominantes: la<br />

septentrional, que huía de la realidad<br />

por exceso de subjetivismo,<br />

y la meridional, que asfixiaba<br />

a la razón por exceso de<br />

objetividad, con la nota común<br />

de que ambas pretenden crear<br />

el mundo en vez de descubrirlo.<br />

La misión de Cataluña consistía<br />

en descubrir la verdad, fusionando<br />

realidad y razón, evitando<br />

el racionalismo irreal de los<br />

septentrionales y el realismo<br />

irracional de los meridionales.<br />

Pero no era ese nacionalismo intelectual,<br />

hiperbólico y grotesco,<br />

según Plá, por lo que los jóvenes<br />

se sentían a gusto con Pujols,<br />

sino por sus medios<br />

expresivos y su erudición y porque<br />

les proponía una libertad de<br />

observación absoluta y la eliminación<br />

de los prejuicios y los<br />

convencionalismos.<br />

No me puedo creer que Pujols<br />

no esbozara al menos una leve<br />

sonrisa mientras escribía la siguiente<br />

parrafada:<br />

“Si es muy cierto que tal vez nosotros<br />

no lo veamos, pues ya estaremos<br />

muertos y enterrados, igualmente lo es<br />

que los que vengan después de nosotros<br />

verán que los reyes de la Tierra o quienes<br />

gobiernen las naciones se arrodillarán<br />

ante Cataluña y entonces será cuando,<br />

quienes hayan leído este libro, si<br />

aún queda algún ejemplar, comprenderán<br />

la razón que tenía su autor, que,<br />

entre risas, decía las cosas más serias<br />

que se pueden decir, porque estamos<br />

persuadidos de que en el futuro, si las<br />

cosas no cambian y marchan por donde<br />

van, a los catalanes se les llamará ‘los<br />

compatriotas de la verdad’ y los extranjeros<br />

nos mirarán como si vieran la sangre<br />

de la verdad, y cuando le den la<br />

mano a un hermano nuestro, además<br />

del respeto y la admiración que le tendrán,<br />

les parecerá que tocan la verdad<br />

con las manos, y como habrá muchos<br />

que se echarán a llorar de alegría, los<br />

catalanes les tendrán que enjugar las lágrimas<br />

con el pañuelo, y ser catalán<br />

equivaldrá a tener los gastos pagados<br />

en todos los sitios donde vayan, porque<br />

les bastará con ser catalanes para que la<br />

gente los lleve a su casa y les pague el<br />

hospedaje, que es el mayor obsequio<br />

que se les puede hacer a los catalanes<br />

cuando van por el mundo, y, a fin de<br />

cuentas, valdrá más ser catalán que millonario,<br />

y como las apariencias engañan,<br />

aunque sea más ignorante que<br />

un asno, cuando los extranjeros vean a un<br />

catalán pensarán que es un sabio con la<br />

verdad en la mano, y así será que cuando<br />

Cataluña se vea reina y señora del<br />

mundo, será tanta la fama y la admiración<br />

que se nos tendrá en todas partes<br />

que habrá muchos catalanes que, por<br />

modestia, no se atreverán a decir que lo<br />

son y se harán pasar por extranjeros”.<br />

Y me sospecho que si él hubiese<br />

vivido entonces, sería de los<br />

que harían eso último.<br />

Reflexionando sobre la relación<br />

paterno-filial, citaba un párrafo<br />

de Séneca, donde se refería que,<br />

en la época de las guerras civiles<br />

romanas del siglo I a. de J. C.,<br />

cuando el partido momentáneamente<br />

triunfador condenaba a<br />

muerte bajo cualquier pretexto<br />

a los del partido opuesto y a sus<br />

supuestos simpatizantes, no se<br />

había dado ningún caso de esclavos<br />

que denunciaran a sus amos,<br />

ni tampoco sometidos a tortura<br />

como procedía la ley romana,<br />

mientras que hubo hijos que denunciaron<br />

espontáneamente a<br />

sus padres para apoderarse de la<br />

herencia. Pero en aquellos tiempos,<br />

según Pujols, sólo se trataba<br />

de una rebelión privada, que se<br />

había vuelto pública con el Romanticismo.<br />

Su ejemplo definitivo<br />

habría sido el drama de Schiller<br />

Los bandidos, con el hijo enfrentado<br />

al padre, acusándole de<br />

haberle traído al mundo y responsabilizándole<br />

tanto de los sufrimientos<br />

que padecía como de<br />

los crímenes que cometía. El Padre<br />

se había convertido en el<br />

peor enemigo del Hijo, en el causante<br />

de sus opresiones y sus rutinas.<br />

Pero Pujols no llegó a conocer<br />

la más escandalosa manifestación<br />

del odio del Hijo hacia<br />

el Padre: la de Jean-Paul Sartre.<br />

Apenas había conocido al suyo,<br />

muerto en Indochina cuando él<br />

todavía era un crío. No obstante,<br />

Sartre se alegraba de esa circunstancia,<br />

pues así se había librado<br />

de su tiranía metafísica.<br />

En la serie de artículos que Pujols<br />

publicó semanalmente durante<br />

1921 bajo el título general<br />

L’evolució: els principis immutables<br />

se capta la situación de enfrentamiento<br />

civil que predominaba<br />

en la sociedad barcelonesa<br />

de aquella época. El choque<br />

frontal entre conservadores y revolucionarios<br />

Pujols lo observaba<br />

con un distanciamiento sereno,<br />

lo que no le ganaba las<br />

simpatías de ningún bando,<br />

pues a los primeros les pedía<br />

cambios y a los segundos moderación.<br />

Él era un rentista<br />

conspicuo, pero reconocía que<br />

la violencia de los pobres provenía<br />

también de una demanda<br />

de justicia y que los ricos se<br />

equivocaban al pensar que quienes<br />

construían sus casas, hacían<br />

las carreteras, fabricaban sus vestidos,<br />

les cortaban el pelo, les<br />

hacían la cama, les limpiaban<br />

los zapatos y mil cosas más, lo<br />

iban a seguir haciendo sumisamente<br />

sin recompensas ni garantías<br />

de ningún tipo. No se<br />

daban cuenta los unos y los<br />

otros de que el derecho emana<br />

de la vida humana, y tan equivocados<br />

estaban los revolucionarios<br />

al querer destruir completamente<br />

el derecho como los<br />

conservadores al comportarse<br />

injustamente. Ambos bandos olvidaban<br />

que la perfección y el<br />

avance del derecho no consistían<br />

en destruirlo y cambiarlo como<br />

cada uno desearía, sino en aproximarlo<br />

a la justicia.<br />

La idea de que a un lado están<br />

los buenos y al otro los malos<br />

–idea corriente entre nosotros–<br />

no ha sido nunca santo de mi<br />

devoción, decía. Creo que todos<br />

son responsables de todo en cada<br />

momento. Por otra parte, no<br />

me agradan las revoluciones.<br />

Hacen perder mucho tiempo. A<br />

algunos les hacen ganar mucho<br />

dinero, pero para la mayoría las<br />

pérdidas son grandes. Yo pertenezco<br />

a los últimos. Como intelectual<br />

soy conservador, pero aspiro<br />

a que los conservadores sepan<br />

serlo.<br />

Para dar una vaga impresión del<br />

56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


ambiente voluptuoso que imperaba<br />

en Barcelona a principios<br />

del siglo XX, Pujols contaba esta<br />

anécdota de un inventor casero<br />

con fama de mujeriego y conquistador.<br />

El inventor se cruzaba<br />

por la calle con una mujer hermosísima<br />

y elegantísima. Impresionado,<br />

cambiaba de rumbo<br />

y la seguía. Ella se daba cuenta y<br />

de vez en cuando giraba la cabeza<br />

para observarlo. Así hasta que<br />

la mujer entraba en el portal de<br />

una casa cuyos dos primeros pisos<br />

estaban ocupados por una<br />

pensión. El inventor casero se<br />

quedaba esperando en la acera<br />

de enfrente con el presentimiento<br />

de que la aventura no<br />

había concluido. Y, en efecto, al<br />

poco rato la mujer se asomaba a<br />

uno de los balcones de la pensión<br />

y por señas le citaba para el<br />

día siguiente a las cinco. El inventor<br />

se presentó puntualmente<br />

y vio a la mujer asomada al<br />

balcón en compañía de un señor<br />

con barba y bigote, que por la<br />

edad que representaba en la distancia<br />

bien podía ser su padre.<br />

Al descubrirle, ella se lo señaló a<br />

su acompañante, pareciendo<br />

que hablaban de él. Luego se retiraron<br />

del balcón y unos minutos<br />

después ella aparecía en la<br />

calle y se acercaba al inventor<br />

para explicarle que el señor del<br />

balcón era un magistrado de la<br />

Audiencia Provincial y que era<br />

su amante, pero que no podía<br />

pagarle todos los lujos que ella<br />

necesitaba, por lo que habían<br />

decidido meter a otro socio en el<br />

negocio al 50%. Sólo que el magistrado<br />

había querido conocer<br />

previamente a su futuro socio<br />

erótico y por eso la escena del<br />

balcón.<br />

De no estar Plá equivocado, el<br />

primer golpe de ingenio de Pujols<br />

que se propagó por toda<br />

Barcelona fue su comentario al<br />

descubrimiento de un canónigo<br />

aficionado a la geología, quien<br />

había predicho que la sierra de<br />

Montserrat únicamente duraría<br />

unos diez o doce millones de<br />

años. “¿Habéis oído lo que afirma<br />

el canónigo Almera?”, habría<br />

dicho en alguna tertulia de<br />

las varias que frecuentaba o lo<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

habría repetido en todas ellas.<br />

“Que Montserrat está en las últimas.<br />

Que se acabará pronto. Y<br />

es que el tiempo pasa volando.<br />

Así que vayamos allá antes de<br />

que sea demasiado tarde”.<br />

Paseando ya de madrugada por<br />

la Rambla, apurando los últimos<br />

momentos de charla antes<br />

de retirarse a sus respectivas viviendas,<br />

Pujols, a modo de despedida,<br />

se quitó el clavel que<br />

siempre llevaba en el ojal de la<br />

solapa y se lo entregó a su acompañante,<br />

José María de Sagarra,<br />

con estas palabras: “¡Ten, acábalo!”.<br />

Recordando la segunda época<br />

de la revista satírica Papitú, en<br />

cuya orientación desgarrada y<br />

pornográfica había tenido una<br />

participación muy activa, Pujols<br />

reconocía que había sido entonces<br />

cuando se dio cuenta de la<br />

vinculación de muchas palabras<br />

que enardecían a la gente con la<br />

botánica: nabo, haba, alcachofa,<br />

higo, castaña. En las viñetas de<br />

los dibujos que llenaban buena<br />

parte de la publicación había<br />

propuesto múltiples combinaciones<br />

de esas palabras, aprovechando<br />

su doble sentido latente.<br />

“No hice más que reflejar la pornografía<br />

normal del país, de lo<br />

más intrascendente y a ras de<br />

tierra”, decía. Añadiendo que,<br />

en Cataluña, el léxico pornográfico<br />

emana de la huerta.<br />

Mientras se afeitaba en la barbería<br />

del Ateneo, lo que hacía<br />

todas las tardes al llegar a la institución<br />

y antes de incorporarse<br />

a la peña, Pujols no pudo dejar<br />

de oír lo que le exponía otro socio<br />

al oficial que le cortaba el<br />

pelo. “Le podría exponer”, le decía,<br />

“un proyecto de sociedad sin<br />

familia, sin propiedad, sin autoridad<br />

y sin ninguna coacción<br />

apreciable”. Ante semejante declaración,<br />

Pujols apartó de su<br />

cara la navaja del barbero y se<br />

dirigió con la vehemencia de los<br />

tímidos a quien la había pronunciado.<br />

“¿Qué dice usted?<br />

¿Que podría presentar un proyecto<br />

de sociedad sin familia, sin<br />

propiedad y sin autoridad? ¡Pues<br />

más fácil le resultará que las<br />

montañas se vuelvan planas! Usted<br />

es un primario. No merece<br />

la pena hablar con usted”. “Señor<br />

Pujols, sabe lo que le digo,<br />

que se vaya a la mierda”, le respondió<br />

el otro ateneísta, quebrándosele<br />

la voz. “De eso ya<br />

hace un buen rato”, y, dirigiéndose<br />

al barbero, le rogó que siguiera<br />

con su trabajo.<br />

Usando como catalizador a la<br />

cárcel, Pujols distinguía tres categorías<br />

de personas: la de quienes<br />

no harían daño ni a una<br />

mosca aunque no existieran cárceles,<br />

la de quienes lo harían de<br />

no haberlas y la de quienes lo<br />

hacen con cárceles o sin ellas. Y<br />

lo mismo respecto a la escuela:<br />

unos no aprenden nada con escuela<br />

o sin escuela, otros aprenden<br />

algo mediante la escuela y<br />

los terceros que aprenden como<br />

quiera que sea.<br />

Reflexionando sobre lo que<br />

Melo refería en su crónica de la<br />

sublevación de Cataluña durante<br />

el reinado de Felipe IV respecto<br />

al motivo por el que Pau<br />

Claris pronunció su discurso a<br />

favor de la guerra: para oponerse<br />

a su obispo, que se había expresado<br />

anteriormente a favor<br />

de la conciliación y al que aborrecía<br />

y detestaba, Pujols comentaba<br />

que daba la impresión<br />

de que los destinos de los pueblos<br />

y las leyes de la historia dependían<br />

de nimiedades semejantes,<br />

a no ser que los caprichos de<br />

los hombres dependieran de las<br />

leyes de los pueblos. Acaso los<br />

destinos de los pueblos fueran<br />

más caprichosos de lo que aparentan<br />

o los caprichos de los<br />

hombres menos de lo que se<br />

cree.<br />

Como botón de muestra del estilo<br />

expositivo de Pujols acaso<br />

baste con el siguiente párrafo de<br />

la Historia de l’Hegemonia Catalana<br />

en la Política Espanyola,<br />

donde, tras mencionar a Pau<br />

Claris a propósito de los acontecimientos<br />

políticos de su<br />

tiempo, salta al cuadro que lo<br />

representaba en la Galería de catalanes<br />

ilustres del Ayuntamien-<br />

to de Barcelona:<br />

EUGENIO GALLEGO<br />

“[…] y aprovechando esta ocasión<br />

tan propicia para rogar con los debidos<br />

respetos a nuestra Corporación<br />

municipal, que ocupa el Saló de Cent,<br />

tan célebre en la historia de Cataluña,<br />

que haga el favor de adoptar el acuerdo<br />

solemne de quemar públicamente la<br />

colección de retratos de la Galería de<br />

los catalanes ilustres, porque destrozan<br />

todo el efecto de nuestra historia e incluso<br />

pueden apocar la ambición de<br />

nuestros héroes presentes y futuros,<br />

quienes, al sentirse amenazados con terminar<br />

en aquella Galería, retratados de<br />

esa manera y por esos pintores, estimarán<br />

más la oscuridad que el resplandor<br />

de la gloria, pues, de no ser por los documentos<br />

de las diferentes épocas que<br />

acreditan el mérito de nuestras figuras,<br />

quienes visitan ese museo de trivialidades<br />

nos tomarán por un pueblo de imbéciles”<br />

En 1930, Pujols dicta a Plá el<br />

Manual de hiparxiología, con<br />

el que trataba de crear una ciencia<br />

que tenía por objeto todo lo que<br />

existe, sin excluir, pero sin añadir,<br />

nada. La llamaba hiparxiología,<br />

del griego hiparses, existencia, y<br />

logos, tratado. Los límites de la<br />

misma venían marcados, no por<br />

el objeto, sino por las posibilidades<br />

de la ciencia. Sólo alcanzaba<br />

lo que en cada momento puede<br />

ser conocido de los objetos. En el<br />

caso de que se suponga que, más<br />

allá de la existencia conocida, hay<br />

o puede haber una existencia desconocida,<br />

esa existencia no forma<br />

parte de la hiparxiología, salvo<br />

que sea deducida de las conocidas.<br />

Y entre las cosas desconocidas<br />

se cuenta la esencia de la existencia.<br />

Todo lo existente conocido<br />

se dividía genéricamente en<br />

materia y espíritu, cuya esencia se<br />

ignora y sólo se conocen sus relaciones.<br />

Que, según Pujols, se<br />

reducían a 10: 1) que el espíritu<br />

se presenta siempre unido a la<br />

materia; 2) que hay materia sin espíritu,<br />

pero no se ha observado<br />

espíritu sin materia; 3) que el espíritu<br />

no se da en cualquier materia,<br />

sino sólo en la orgánica; 4)<br />

y en la materia orgánica, en la<br />

que tiene vida; 5) y en ésa únicamente<br />

en la animada; 6) la materia<br />

animada es susceptible de<br />

adaptarse a las condiciones generales<br />

y normales que la vida necesita;<br />

7) tal adaptación sólo se<br />

57


DICHOS Y HECHOS DE FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />

alcanza en el hombre; 8) y sólo<br />

en el hombre completo y normal;<br />

9) que no lo son todos, porque<br />

el espíritu se manifiesta gradualmente<br />

en un cierto estadio<br />

del desenvolvimiento del hombre;<br />

10) que el espíritu está supeditado<br />

a la materia, no siendo él<br />

quien la mueve, sino la materia al<br />

espíritu. Dicho lo cual, Pujols definía<br />

al hombre como el punto o<br />

lugar de la materia que en determinadas<br />

condiciones logra llegar<br />

a manifestar la sustancia capaz<br />

de conocer.<br />

En el hombre coexisten cinco<br />

instintos, según Pujols: el de nutrición,<br />

el de reproducción, el<br />

de conservación, el de relación y<br />

el de la virtud. Y definía la virtud<br />

como el instinto de separarse<br />

de los otros cuatro: el instinto<br />

del ayuno frente al de nutrición,<br />

el de la castidad frente al<br />

de reproducción, el de la caridad<br />

frente al de conservación y el de<br />

la soledad frente al de relación.<br />

Para él, los tres pensadores españoles<br />

más importantes de su<br />

tiempo habían sido Unamuno,<br />

d’Ors y Ortega y Gasset; y los<br />

distinguía porque Unamuno<br />

pensaba y escribía simultáneamente,<br />

d’Ors primero pensaba y<br />

luego escribía y Ortega primero<br />

escribía y luego pensaba.<br />

La primera actriz catalana que<br />

se atrevió a salir al escenario en<br />

paños menores fue Helena Jordi,<br />

cuya gracia, despreocupación<br />

y arte le valieron un éxito extraordinario<br />

en las representaciones<br />

de vodevil. Se rumoreaba<br />

que sus atractivos habían hecho<br />

enloquecer a un famoso abogado<br />

de la época, asunto sobre el<br />

cual le preguntó Pujols una noche:<br />

“Por lo que he oído, ese señor<br />

se ha gastado con usted<br />

veinte mil duros”. “¡Qué va, eso<br />

son habladurías de la gente!”, le<br />

dijo ella. “Pues es que no lo encuentro<br />

caro”, le replicó galantemente<br />

él.<br />

Unos aficionados a las Bellas<br />

Artes agasajaron a Falla con un<br />

banquete de homenaje en el restaurante<br />

del Círculo del Liceo.<br />

Durante la comida se suscitó el<br />

tema del arte y, a propósito de<br />

algo que se dijo, Falla comentó<br />

que a él no le gustaban ni Beethoven<br />

ni Velázquez. Ante lo que<br />

se produjo un silencio y un<br />

asombro generalizados. Nadie se<br />

atrevía a abrir la boca y contradecir<br />

al homenajeado, hasta que<br />

Pujols repitió con resignación y<br />

calma: “No le gustan, no le gustan,<br />

no le gustan”. Tras lo cual la<br />

conversación se reanudó por<br />

otros derroteros menos comprometedores.<br />

Entre los contertulios de la Peña<br />

del Ateneo se contaba el doctor<br />

Antich, un lerrouxista tan creído<br />

de su atractivo físico que se<br />

disculpaba con los amigos por<br />

no visitarles en sus casas para evitar<br />

que sus esposas se enamoraran<br />

de él. Predicaba la llegada inminente<br />

de un nuevo Mesías que<br />

unificaría todas las religiones y<br />

liberaría a los condenados en el<br />

infierno, también a Satanás y a<br />

sus seguidores. Pero a ese Mesías<br />

no le crucificarían, pues, de lo<br />

contrario, habría que volver a<br />

empezar. Su frase favorita, con la<br />

que creía expresar una gran verdad,<br />

era que no había que construir<br />

sobre arenas movedizas sino<br />

en tierra firme. Tenía una hermosa<br />

voz, matizada y potente,<br />

por lo que Pujols le aconsejaba<br />

que se dedicara a la ópera; sin<br />

embargo, él le contestaba que lo<br />

habría hecho de tener voz de tenor,<br />

que era el que cantaba al<br />

amor; en cambio, teniéndola de<br />

barítono, tendría que cantar el<br />

odio y la venganza, lo que no le<br />

atraía. El doctor Antich había escrito<br />

un largo poema titulado El<br />

andrógino, donde se decían frases<br />

como ésta: “El ángel seguía a<br />

Dios a respetable distancia”.<br />

Pujols tenía fama de conocer<br />

muchas anécdotas y de disfrutar<br />

contándolas, en opinión de Sagarra,<br />

de una manera diabólica y<br />

sacristanesca. Como fuere, se<br />

han publicado varios libros que<br />

recogen algunas de las que supuestamente<br />

refirió, pero que tal<br />

vez le han sido colgadas a su<br />

nombre precisamente por aquella<br />

fama. Hay una, sin embargo,<br />

que casi juraría que proviene de<br />

él: la de Pere Gerard Maristany,<br />

un comerciante enriquecido al<br />

que Alfonso XIII había concedido<br />

el título de conde de Lavern.<br />

El nuevo aristócrata solía<br />

reunirse con los amigos en el<br />

Círculo del Liceo y, una tarde, al<br />

llegar a la tertulia, se sentó en el<br />

sillón con gesto de cansancio y<br />

confesó a los contertulios que<br />

no se sentía bien. “Eso se debe al<br />

cambio de sangre”, le espetó un<br />

contertulio con impertérrita seriedad.<br />

Parece que fue una tarde, mientras<br />

cruzaba la plaza de Cataluña,<br />

yendo al paseo de Gracia,<br />

cuando comprendió que las tres<br />

grandes ideas platónicas: la verdad,<br />

la belleza y el bien, que el<br />

filósofo griego había imaginado<br />

que los hombres las tenían por<br />

haberlas conocido el alma en un<br />

mundo anterior, y que, por otra<br />

parte, Kant las había presentado<br />

como ideas apriorísticas, es decir,<br />

subjetivas, que no están en la<br />

realidad; pues en ese trayecto se<br />

dio cuenta de que esas tres ideas<br />

se correspondían con las tres potencias<br />

del alma: la inteligencia,<br />

la sensibilidad y la voluntad. Y<br />

había establecido esa correlación<br />

antes de llegar a la Rambla.<br />

En un artículo que publicó,<br />

después de la Primera Guerra<br />

Mundial, poco antes de que los<br />

alemanes pusieran de moda el<br />

ir por la calle sin sombrero, Pujols<br />

constataba que, en Barcelona,<br />

si alguien andaba por la calle<br />

con la cabeza descubierta, o llevaba<br />

una pluma o un lapicero<br />

en la oreja, o se le juzgaría un<br />

chiflado. La pluma o el lapicero<br />

indicaban que había tenido que<br />

salir de la tienda o la oficina para<br />

un recado urgente y no había<br />

tenido tiempo para ponerse el<br />

sombrero.<br />

En la selección de artículos de<br />

crítica artística, publicada en<br />

1921, Pujols argumentaba que<br />

para crear belleza no bastaba con<br />

la perfección formal, ni con la<br />

acertada elección del tema, ni<br />

con las buenas intenciones del<br />

artista, mientras no se diera el<br />

quid divinum, es decir, la vida.<br />

Sólo si se tiene esa suerte, la obra<br />

se puede considerar artísticamente<br />

lograda. Los primeros<br />

elementos eran secundarios, en<br />

cambio el quid era esencial. La<br />

armonía se conseguía mediante<br />

el oficio, mientras que el quid ni<br />

se compraba ni se vendía. Unas<br />

veces se presentaba y otras desaparecía.<br />

Se trataba, como él mismo<br />

reconocía, de una concepción<br />

subjetiva, pero como cualquier<br />

tipo de crítica, que no se<br />

guía por criterios científicos que<br />

se puedan experimentar, sino<br />

por simpatías y antipatías.<br />

Antes de oír recitar poemas de<br />

Lorca en las tabernas de los suburbios<br />

de Barcelona, Pujols<br />

afirmaba que había conocido<br />

poetas académicos cursis, poetas<br />

románticos cursis y poetas modernistas<br />

cursis; pero después de<br />

aquella experiencia añadió a la<br />

lista los poetas populares cursis.<br />

De hecho no se puede asegurar<br />

que haya sido Pujols quien comparó<br />

una copla que cantaban los<br />

mendigos de Madrid con otra<br />

que cantaban los mendigos de<br />

Barcelona, ambas sobre el conflicto<br />

entre España y Alemania,<br />

en 1895, por el dominio de las<br />

islas Carolinas, que España consideraba<br />

suyas y de las que Alemania<br />

se había apoderado. Los<br />

58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


mendigos madrileños cantaban<br />

para su público: “La nación alemana<br />

/ con sus desmanes / ha<br />

ofendido a la patria / de los<br />

Guzmanes”. Y los de Barcelona<br />

lo hacían así: “Ens han pres les<br />

Carolines / ens van prende Gibraltar<br />

/ a veure si un dia ens<br />

prenen / el carril de Sarria”.<br />

Cuando, después del triunfo<br />

electoral del Frente Popular en<br />

las elecciones de 1936, se empezó<br />

a estudiar en el Parlamento<br />

de Cataluña una nueva forma<br />

de contrato agrario para sustituir<br />

al de rabaissa morta, Pujols<br />

intervino en el debate publicando<br />

un folleto, del que se sentía<br />

muy orgulloso, en defensa de<br />

aquella forma contractual tradicional<br />

que regulaba las contrapartidas<br />

entre el propietario de<br />

la tierra y el agricultor. Pero al<br />

comprobar que nadie hacía caso<br />

de sus argumentos, cuando no<br />

se los despreciaba, le pidió a su<br />

amigo Riera, uno de los dirigentes<br />

del sindicato de rabassaires<br />

de Martorell, partidario del<br />

proyecto en discusión, que le<br />

consiguiera una entrevista con<br />

Companys. Casualmente el presidente<br />

de la Generalitat iba a<br />

asistir próximamente a una excursión<br />

nocturna organizada por<br />

el sindicato en un pueblo del<br />

Maresme para pescar en el río y<br />

preparar luego una fritada; y allí<br />

llevó Riera a Pujols, acompañado<br />

de Josep Plá. Companys recibió<br />

a los dos últimos muy cordialmente.<br />

Estaba muy pálido,<br />

parecía cansado, fumaba nerviosamente.<br />

Pujols empezó tratándole<br />

respetuosamente de presidente,<br />

pero Companys le rectificó<br />

pidiéndole que le llamara<br />

sencillamente por su nombre.<br />

Pujols le expuso entonces lo que<br />

había escrito sobre los contratos<br />

de rabaissa morta y Companys le<br />

dijo que había leído su folleto y<br />

que lo encontraba muy bien documentado,<br />

pero que tenía un<br />

defecto: que era muy jurídico.<br />

“Y el momento actual no es jurídico“,<br />

añadió, “sino político y<br />

concretamente revolucionario”.<br />

A lo que Pujols le contestó con<br />

calma: “¿Me permite unos segundos?<br />

¿Cree que el momento<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

es revolucionario? Muy bien. Lo<br />

acepto. ¿Pero me permite un<br />

consejo?”. “Encantado”, le animó<br />

Companys con una sonrisa.<br />

“¿Queréis dar vía libre a la revolución?<br />

Magnífico. No seré yo<br />

quien se oponga. Si consideráis<br />

que el momento es revolucionario,<br />

supongo que pensaréis consolidar<br />

la revolución. Ahora<br />

bien, para consolidar una revolución<br />

sólo hay un camino: evitar<br />

la contrarrevolución. ¿Lo habéis<br />

pensado? Y el consejo que<br />

quería daros es éste: pensad en<br />

ello, no os descuidéis. Esto que<br />

os digo es de lo más vulgar y es<br />

la historia de nuestra cultura y<br />

de nuestra manera de vivir. La<br />

política, como todas las cosas de<br />

la vida, actúa según la ley de la<br />

acción y la reacción. Cuanto<br />

más fuerte es la acción, más<br />

peligrosa y considerable es la<br />

acción contraria”. “La contrarrevolución<br />

no existe, nuestra<br />

fuerza es inmensa”, le replicó<br />

Companys. “La contrarrevolución<br />

está a la vista. Además, es<br />

ineluctable”. “¿Ineluctable por<br />

qué?”, le preguntó Companys,<br />

incrédulo. “Porque cualquier ataque<br />

a la propiedad ha causado<br />

siempre en los países romanizados<br />

reacciones temibles”. Companys<br />

dio por terminada la conversación<br />

para ir a reunirse con<br />

los excursionistas. La fritada estuvo<br />

bien, efusiva, ruidosa y op-<br />

timista. Y ya de vuelta Pujols le<br />

comentó a Plá que se había sentido<br />

como si hubiese estado<br />

viendo el terrible cuadro de<br />

Breughel Los ciegos. Era el mes<br />

de mayo de 1936.<br />

Debían de ser una delicia en boca<br />

de Pujols las anécdotas de sus<br />

excursiones con el oculista, geólogo<br />

y fotógrafo martorelense Josep<br />

Salvany, quien, al morir, donó<br />

al Centro Excursionista de<br />

Cataluña más de 3.000 fotografías,<br />

entre las que se contaban las<br />

de todas las cruces de límites de<br />

la región y que fueron destruidas,<br />

creo, durante la guerra civil<br />

del 1936-1939. En una de tales<br />

excursiones, una tarde de verano<br />

se dirigieron a un lugar cercano a<br />

Martorell donde el doctor presumía<br />

que debía haber una iglesia<br />

antigua. Pero se encontraron<br />

con una iglesia moderna, a la<br />

que entraron por si quedaba en<br />

el interior algún resto de la antigua.<br />

La administraba un cura<br />

anciano, que se prestó a mostrársela.<br />

Era totalmente nueva y<br />

reluciente y en los altares había<br />

imágenes de las fabricadas en serie.<br />

Y ante una de ellas el párroco<br />

les dijo con gran misterio: “Es<br />

buenísima. Inspira una gran devoción.<br />

Es del difunto Oliva, escultor<br />

del paseo de Gracia”. Salieron<br />

al exterior, a una explanada<br />

desde la que se divisaba la vía<br />

del ferrocarril, y apoyada en el<br />

muro de la iglesia el doctor Salvany<br />

por fin descubrió una piedra<br />

que debía ser de la antigua. Y<br />

exclamó: “¡Esta piedra sí que es<br />

importante!”. “Ya lo creo”, le respondió<br />

el párroco, “una vez vinieron<br />

a hacerle una fotografía”.<br />

Unos meses antes de la caída de<br />

la dictadura de Primo de Rivera,<br />

Pujols pidió colaborar en la Veu<br />

de Catalunya, el periódico portavoz<br />

de la Lliga de Cambó, con<br />

el fin de dirigirse, desde ese órgano<br />

de expresión partidista, al<br />

cerebro de las gentes que tenían<br />

algo que perder, pero que lo querían<br />

conservar sin recurrir a la<br />

injusticia y a las armas. A través<br />

de un amigo, y con el apoyo tácito<br />

de Cambó, Pujols logró esa<br />

colaboración periodística, que, www.progresa.es/claves<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

dirección internet<br />

claves@progresa.es<br />

correo electrónico<br />

59


DICHOS Y HECHOS DE FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />

sin embargo, no se mantuvo más<br />

de unas cuantas semanas. Al tercer<br />

artículo publicado, el amigo que<br />

le había conseguido la colaboración<br />

le tuvo que pedir que no enviara<br />

más originales, ya que había<br />

habido muchos lectores que<br />

habían protestado por ellos. Ante<br />

lo cual Pujols concluyó que la<br />

incomprensión de los lectores<br />

del diario conservador demostraba<br />

que estaban dispuestos a<br />

mantenerse inmóviles o a remar<br />

contracorriente de la historia y la<br />

realidad, sin darse cuenta de que,<br />

quien lo quiere todo, todo lo<br />

pierde.<br />

Era el año 1937 cuando Pujols<br />

fue invitado a dar una conferencia<br />

en la Agrupación de Mujeres<br />

Libres de la FAI de Martorell.<br />

Como en las dos anteriores se<br />

había tratado, por dos médicos<br />

de la ciudad, de los órganos sexuales,<br />

por parte de uno del<br />

masculino y por parte del otro<br />

del femenino, a Pujols le pareció<br />

que se debía completar el ciclo<br />

hablando sobre lo que se hacía<br />

con los tales. Pero, cuando se lo<br />

propuso a la directiva de la<br />

Agrupación, la flor y nata de las<br />

mujeres libres, se dio cuenta enseguida<br />

de que aquel tema no<br />

era de su agrado, por muy libres<br />

y revolucionarias que fueran. O<br />

precisamente por serlo, pues<br />

bien sabía él que esos dos conceptos<br />

se repelían, que es en las<br />

revoluciones cuando se da menos<br />

libertad y más despotismo.<br />

Conversando con Dalí de lo<br />

mal que iban las cosas y de si<br />

Dios no sería un humorista que<br />

las dejaba marchar así para divertirse,<br />

Pujols sentenció: “Dios<br />

no sabrá la verdad hasta que no<br />

llegue un filósofo y se la descubra”.<br />

Y Dalí añadió: “Ése es usted”.<br />

También hablando con<br />

Dalí dijo: “Los curas son demasiado<br />

incultos para creer lo que<br />

predican”.<br />

En los primeros meses de la<br />

Exiliada –como Pujols denominaba<br />

a la migración de miles de<br />

catalanes a Francia cuando las<br />

tropas nacionales invadieron<br />

Cataluña a finales de 1938 y<br />

principios de 1939–, unos estudiantes<br />

le invitaron a que diera<br />

unas conferencias sobre su filosofía.<br />

Pujols aceptó y el 7 de<br />

agosto de 1939 tuvo lugar la primera<br />

en un reservado de un café<br />

de Montpellier decorado con<br />

cuadros y dibujos surrealistas<br />

más bien tirando a tétricos. En<br />

semejante ambiente y ante una<br />

docena de oyentes expuso los<br />

principios de su filosofía:<br />

“Mi sistema, la Pantología, o ciencia<br />

del Todo, se encamina a probar la<br />

existencia y naturaleza de estas tres cosas:<br />

el alma o el espíritu unido a la<br />

materia; el ángel, o sea, el espíritu separado<br />

de la materia; y Dios, o sea, la<br />

causa creadora de la materia y separadora<br />

del espíritu. […] Mi sistema no es<br />

apriorístico, como el de Platón, o el<br />

de Kant, sino basado en la observación<br />

de los fenómenos de la realidad,<br />

según el método analítico, y sintetizado,<br />

finalmente, según los hechos, en un<br />

postulado que se concreta así: la materia<br />

separa al espíritu de sí misma. Conviene<br />

que lo anoten y lo recuerden, aunque<br />

de momento no lo entiendan. Al decir<br />

materia, me refiero a la sustancia orgánica,<br />

la única en la que no sólo se observan<br />

manifestaciones energéticas y físico-químicas,<br />

sino fenómenos biológicos<br />

y psicológicos. Tales fenómenos<br />

comienzan a manifestarse en los vegetales,<br />

se intensifican en los protozoos, aumentan<br />

en los animales y aún más en<br />

los hombres. A esa progresión, que se<br />

realiza gradualmente, la llamo separación<br />

y también diastasis. Cada vez, a<br />

cada salto, la forma viva es, diríamos,<br />

más organizada, más complicada material<br />

y espiritualmente. Sin embargo,<br />

el ascenso del espíritu no se acaba en el<br />

hombre. La separación continúa hasta la<br />

completa liberación del espíritu, puesto<br />

que, de la misma manera que hay materia<br />

sin espíritu, el caso de la piedra,<br />

también hay espíritu sin materia, el ángel.<br />

Pero que quede bien claro que el<br />

ángel del que hablo significa sencillamente<br />

el espíritu puro, el espíritu separado<br />

de la materia. De manera más filosófica,<br />

al ángel se le podría llamar metaandrio,<br />

pero me parece una palabra<br />

rebuscada y ya se sabe, por otra parte,<br />

que el nombre no hace la cosa”.<br />

Blade Desunbila, quien transcribe<br />

la intervención de Pujols en<br />

Francesc Pujols per ell mateix, comenta<br />

que los asistentes se miraban<br />

estupefactos ante lo que escuchaban.<br />

La absoluta discreción de quienes<br />

se lo oyeron contar y el que él<br />

no lo pusiera por escrito nos han<br />

dejado sin saber lo que Pujols<br />

contemplaba por el agujero que<br />

halló en una pared de la habitación<br />

del hotel de Montpellier<br />

donde se hospedó unos días durante<br />

su autoexilio y que daba a<br />

la habitación de al lado. La predisposición<br />

curiosa de Pujols no<br />

habría sido suficiente, limitada<br />

por otros principios, para perforar<br />

él mismo la pared, pero, puesto<br />

a su disposición el orificio, no<br />

pudo dejar de aprovecharlo.<br />

Después de referir lo que le había<br />

declarado Pujols la última vez<br />

que se encontraron, habiendo venido<br />

él a Barcelona para negocios<br />

editoriales, que había agarrado<br />

al Espíritu Santo como a<br />

un pichón, Pijoán le siguió contando<br />

a Plá, como si se lo hubiese<br />

recordado lo anterior, lo que le<br />

había sucedido en un vagón de<br />

segunda del tren de Barcelona a<br />

Sarriá. En el compartimento en<br />

el que había encontrado un sitio<br />

colgaba un letrero bien visible<br />

prohibiendo fumar y, precisamente<br />

debajo, se sentaba un cura<br />

saboreando apaciblemente un<br />

puro. Pijoán, que iba en el asiento<br />

de enfrente, se puso a canturrear<br />

intermitentemente: “El onceno<br />

no fumar, el onceno no fumar”.<br />

Lo hacía en castellano para<br />

ser entendido por todos los viajeros,<br />

con la intención de que se<br />

pusieran de su parte. Pero nadie<br />

se daba por aludido, y el interfecto<br />

con su puro menos que nadie.<br />

Al llegar a la estación de San<br />

Gervasio el cura se levantó para<br />

apearse. Pero antes dirigió una<br />

mirada furibunda a Pijoán y le<br />

increpó: “¡Anarquista!”, cuando<br />

había sido él quién no había respetado<br />

la autoridad.<br />

Pujols entendía que su filosofía<br />

era un modo de vivir y, en consecuencia,<br />

de saber morir. Por eso<br />

contaba con afecto y simpatía el<br />

modo como lo hizo su abuelo<br />

paterno, carpintero de palas para<br />

jugar a la pelota, quien, al sentirse<br />

malo mientras trabajaba, y<br />

presintiendo que se iba a morir,<br />

pidió un vaso de vino rancio y<br />

encendió un puro que guardaba<br />

en un cajón para las grandes ocasiones.<br />

Murió sin manifestar nin-<br />

gún miedo, como también esperaba<br />

hacerlo su nieto, puesto que,<br />

de lo contrario, para nada le habría<br />

servido su filosofía.<br />

Justificaba la hipocresía y la recomendaba<br />

incluso ante una situación<br />

de vida o muerte, ya<br />

que no creía que morir por una<br />

idea demostrara su verdad. La<br />

verdad no necesita mártires, en<br />

primer lugar porque se basta a sí<br />

misma para imponerse, en segundo<br />

porque la historia muestra<br />

que han sido más los que<br />

han muerto en defensa de la<br />

mentira que de la verdad.<br />

Pujols murió en febrero de 1962.<br />

Había trabajado siempre, según<br />

su expresión, como las prostitutas:<br />

de noche y en la cama. n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

BLADÉ DESUMVILA, A.:Francesc Pujols<br />

per ell mateix. Barcelona, 1967.<br />

CLOPAS BATLLE, J.: Anecdotologi de<br />

Francesc Pujols. Barcelona, 1953.<br />

DE SAGARRA, JOSÉ MARÍA : Memorias.<br />

Barcelona, 1957.<br />

Fundació Picasso-Reventós: Pujols per<br />

Dalí. Barcelona, 1974.<br />

Fundación Gala-Salvador Dalí: Francesc<br />

Pujols pels seus amics. Figueras,<br />

1991.<br />

PLÁ, JOSEP: ‘Francesc Pujols. Notes’,<br />

en Tres biografies, obras completas,<br />

Vol. X. Barcelona, 1981.<br />

PUJOLS, FRANCESC: Historia de l‘Hegemonia<br />

Catalana en la Politica Espanyola.<br />

Barcelona, s. f.<br />

— Concepte general de la Ciencia Catalana.<br />

Barcelona, 1918.<br />

— L’evolució i els principis inmutables.<br />

Barcelona, 1921.<br />

— Manual de Hiparxiologia, dictado a<br />

Josep Plá, Barcelona, 1931.<br />

— El nuevo Pascal o la prostitución, bajo<br />

el seudónimo de Augusto de Altozanas.<br />

Barcelona, 1906.<br />

— Recull d’articles de critica artistica.<br />

Barcelona, 1921.<br />

— La visió artistica i religiosa de Gaudi.<br />

Barcelona, 1969.<br />

Eugenio Gallego es editor y escritor.<br />

60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


1Cada vez que alguien intenta<br />

definir lo que es una<br />

novela acaba aceptando<br />

que no puede ir más allá de una<br />

definición que se hizo famosa:<br />

“Toda obra de ficción en prosa<br />

de más de 150 páginas”. No cabe<br />

inconcreción más precisa, la<br />

verdad sea dicha. Sin embargo,<br />

no dejo de pensar que el mayor<br />

error de cualquier intento de definición<br />

es obsesionarse con la<br />

forma o el género novela apelando<br />

a sus límites. ¿No sería<br />

mejor intentar definirla a contrario?<br />

Quiero decir con esto<br />

que si nos atuviéramos a lo que<br />

bien podríamos llamar “la esencia<br />

de la novela” antes que a su<br />

forma o a su extensión, es posible<br />

que estuviéramos paradójicamente<br />

más cerca de una formulación<br />

suficiente.<br />

Si tuviéramos que diferenciar<br />

entre poesía y novela, por poner<br />

un ejemplo, no nos costaría<br />

mucho en principio, a pesar de<br />

que los partidarios de la mezcla<br />

o la desaparición de los géneros<br />

enseguida empezarían a dar la<br />

lata con supuestos terrenos fronterizos.<br />

Pero una cosa es decir<br />

que hombres y mujeres son lo<br />

mismo y otra muy distinta que<br />

ambos son humanos: las distinciones<br />

hay que hacerlas sobre lo<br />

que distingue, y las coincidencias,<br />

sobre lo que unifica. A lo<br />

que me refiero cuando digo “la<br />

esencia de la novela” es a la busca<br />

de esos elementos que son<br />

coincidentes en toda novela;<br />

desde el realismo a lo fantástico,<br />

por trazar un arco entre dos formas<br />

opuestas.<br />

En toda narración intencionada<br />

y moderna fundada en la<br />

invención hay una premisa que<br />

es común y sin la cual la narración<br />

no se produce como tal. La<br />

Nº XX n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

premisa dice que toda narración<br />

es necesariamente el relato de<br />

un movimiento de conciencia.<br />

Esto lo considero válido desde el<br />

nacimiento de la novela moderna,<br />

es decir, desde El Quijote. El<br />

profesor Juan Carlos Rodríguez<br />

sitúa en El Quijote el salto decisivo<br />

de la modernidad literaria:<br />

el paso de la mirada literal a la<br />

mirada literaria. A propósito de<br />

la aparición en su día del Quijote<br />

de Avellaneda, hace notar<br />

muy agudamente cómo Cervantes<br />

no se defiende, como sería<br />

lo esperable, de la usurpación,<br />

“sino que va a dejar que<br />

sean sus personajes los que se<br />

defiendan. Cuando los personajes<br />

se defienden a sí mismos,<br />

cuando adquieren vida propia y<br />

actúan por su cuenta, es cuando<br />

podemos decir que ha aparecido<br />

la mirada literaria, lo que desde<br />

entonces hemos seguido llamando<br />

literatura. No de autor a<br />

autor, sino de libro a libro, la<br />

escritura vive en su propia materialidad<br />

y se defiende a sí misma:<br />

eso es la literatura”. Y más<br />

adelante precisa: “La mirada literal<br />

ignora las preguntas para<br />

ofrecernos sólo respuestas. La<br />

mirada literaria (al menos desde<br />

la textualidad que inaugura Don<br />

Quijote) no puede ser más que<br />

la continua, tenaz pregunta a<br />

esas respuestas ya dadas”. La novela<br />

moderna, a partir de esta<br />

actitud, cualquiera que sea la<br />

forma que elija (desde la fórmula<br />

clásica de exposición-nudodesenlace<br />

a la representación literaria<br />

de la realidad fragmentaria<br />

de un Claude Simon, tanto<br />

si trata de individuos como de<br />

colectivos), no hace sino contar<br />

un movimiento de conciencia<br />

que modifica finalmente a ésta.<br />

Ese movimiento (que no deja de<br />

NARRATIVA<br />

¿OTRO CAMINO PARA LA NOVELA?<br />

JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />

ser un viaje, siempre la hermosa<br />

y vieja fórmula del viaje) contiene<br />

en sí la intención que guía<br />

la novela; una intención que el<br />

autor manifiesta sólo y necesariamente<br />

por medio de una representación<br />

ejecutada con arreglo<br />

a formas de realidad compartidas<br />

con el lector.<br />

El problema, sin duda, es que<br />

entre la novela del XIX y la novela<br />

del XX hay un cambio trascendental,<br />

que afecta decisivamente<br />

a la estructura y al lenguaje<br />

narrativos: es el paso de la<br />

mirada exterior a la mirada interior;<br />

o, dicho de otro modo: la<br />

novela deja de contar lo que pasa<br />

en el interior de los personajes<br />

para empezar a contar desde<br />

el interior de los personajes. Antes<br />

de eso, el interior de los personajes<br />

nos era relatado por una<br />

voz narradora; después, son la<br />

propia mente y vivencia del personaje<br />

las que hablan por sí mismas,<br />

se constituyen en narradoras.<br />

Esto modifica el modo de<br />

construir el personaje o la manera<br />

de tramar, pero, sobre todo,<br />

modifica el lenguaje de la<br />

novela: hay que inventar un modo<br />

de hablar desde adentro, y a<br />

ello conducen todos los experimentos<br />

de la primera mitad del<br />

siglo XX. De ahí que podamos<br />

decir que en el XIX la revolución<br />

en narrativa se produjo sobre todo<br />

en los temas, y que en el siglo<br />

XX lo fue en los lenguajes.<br />

Pero retrocedamos un poco.<br />

¿Qué es lo primero que establece<br />

lo que llamamos la mirada literaria?:<br />

yo creo que es la figura<br />

del narrador, porque lo que introduce<br />

la mirada literaria en la<br />

relación obra-lector es la distancia.<br />

A partir de ese momento el<br />

lector se atiene a las preguntas,<br />

no a las respuestas. La personifi-<br />

cación de esa distancia es el narrador;<br />

el autor, incluso aunque<br />

le conceda la omnisciencia, se<br />

oculta tras él, da un paso atrás<br />

para dejar espacio libre al propio<br />

relato y confirmarlo como<br />

tal relato.<br />

El segundo elemento común<br />

–que también puede manifestarse<br />

de mil maneras diferentes–<br />

es la existencia de un conflicto<br />

dramático, que es el que causa el<br />

movimiento de conciencia. Si<br />

el conflicto se queda demasiado<br />

pegado a su propia exterioridad,<br />

estaremos dentro de lo que se<br />

denomina costumbrismo; si,<br />

por el contrario, se precipita hacia<br />

su interior para extraer de él<br />

la médula del asunto, estaremos<br />

hablando de alta creación narrativa.<br />

En mi opinión, el acero de<br />

una novela se templa en las profundidades<br />

infernales de esta última<br />

fragua.<br />

Así pues, hablamos de un<br />

conflicto dramático que ocasiona<br />

una modificación de la conciencia.<br />

Y ese conflicto se desarrolla<br />

siendo necesariamente afectado<br />

de un modo u otro por el transcurso<br />

del tiempo. Para integrar<br />

el tiempo en la novela disponemos<br />

de dos apoyos, como son la<br />

trama y el argumento. Dos apoyos<br />

cuya importancia viene condicionada<br />

por la suma de los tres<br />

elementos sustanciales (movimiento<br />

de conciencia, conflicto y<br />

tiempo) y su mayor o menor relevancia<br />

dentro del conjunto depende<br />

del sentido formal que el<br />

autor desea dar a su obra. Es evidente,<br />

por ejemplo, la diferencia<br />

que existe entre el peso de la trama<br />

en Retrato de una dama, de<br />

Henry James, y Malone muere,<br />

de Samuel Beckett, pero, si lo<br />

consideramos detenidamente, la<br />

trama es extraordinariamente<br />

61


¿OTRO CAMINO PARA LA NOVELA?<br />

compleja en ambos: en James se<br />

atiene más a la intriga derivada<br />

de la psicología de los personajes;<br />

en Beckett, a la construcción verbal.<br />

El escenario es subsidiario;<br />

el tiempo, constituyente.<br />

En fin, si nos atenemos a lo<br />

dicho hasta ahora, todo lo demás<br />

es secundario; no inimportante,<br />

sino secundario; por<br />

ejemplo, la extensión o las características<br />

de la prosa. El número<br />

de páginas es irrelevante<br />

como definición; y ni siquiera<br />

podemos fijar la prosa como un<br />

elemento sustancial; desde Eugenio<br />

Oneguin, de Pushkin, hasta<br />

Poetas en la noche, de Fonollosa,<br />

no han dejado de producirse<br />

novelas en verso. No puedo<br />

ir, por tanto, más allá en la definición<br />

de narratividad, salvo en<br />

un último aspecto: que es un<br />

cuento que se cuenta en la imaginación<br />

del lector. En la novela<br />

el escenario es irreal e ilimitado<br />

(por contraste con el teatro,<br />

por ejemplo): sólo se produce<br />

en la imaginación del lector. De<br />

ahí que el teatro leído, sin voces<br />

ni espacio reales, pueda parecer<br />

narrativo, aunque en realidad no<br />

lo sea porque la organización de<br />

su espacio y su ritmo están condicionados<br />

por la finalidad para<br />

la que es concebido: su representación<br />

física. Citaré a Walter<br />

Scott: “Los narradores son afortunados<br />

al no verse sujetos como<br />

los dramaturgos a las unidades<br />

de tiempo y espacio, lo<br />

que les permite conducir a sus<br />

personajes a Atenas o a Tebas<br />

cuando lo desean, y hacerles regresar<br />

a su conveniencia”. El teatro<br />

se ha movido mucho desde<br />

la regla de la unidad que menciona<br />

Scott, pero no en lo que<br />

representa la dependencia de la<br />

fisicidad del escenario, que obliga<br />

de modo muy distinto al de<br />

la novela, cuyo espacio natural<br />

es la mente del lector.<br />

2Toda esta larga introducción<br />

viene a cuento del<br />

asunto del que me interesa<br />

hablar: otro camino para la<br />

novela. Seamos expeditivos: con<br />

el enunciado “otro camino” me<br />

estoy refiriendo a ese género híbrido<br />

que está ganando terreno<br />

en el mundo de la escritura y al<br />

que nadie ha sabido dar nombre<br />

hasta ahora, pero que se caracteriza<br />

por ser una mezcla de autobiografía,<br />

reportaje e invención.<br />

Es un género en el que la evidencia<br />

de lo real –y éste es el<br />

asunto principal– se convierte en<br />

un factor determinante, cosa que<br />

no sucede en la ficción, y además<br />

aspira a convertirse en novela, en<br />

una nueva forma de novelar, quizá<br />

un ensanchamiento del género.<br />

Y para que no quede lugar a<br />

dudas, menciono ya los tres libros<br />

en los que pretendo apoyarme:<br />

Negra espalda del tiempo,<br />

de Javier Marías; Sefarad, de Antonio<br />

Muñoz Molina, y Bartleby<br />

y Compañía, de Enrique Vila-<br />

Matas. No me preocupa saber si<br />

la intención de los autores era o<br />

no el hallazgo o el uso de una<br />

nueva forma de novelar, lo interesante<br />

de los tres libros es que<br />

conectan desde España con esa<br />

nueva clase de literatura que está<br />

creciendo en el mundo occidental<br />

de manera considerable y<br />

que puede acabar convirtiéndose<br />

en un género nuevo que los<br />

anglosajones, con esa mezcla de<br />

pragmatismo e ingenio que lucen<br />

a menudo, han empezado a<br />

llamar faction.<br />

‘Negra espalda del tiempo’<br />

La intención del libro de Marías<br />

es evidente: se trata de un<br />

viaje a través de lo que él llama<br />

el revés del tiempo, su negra espalda,<br />

“por dar algún nombre<br />

al tiempo que no ha existido, al<br />

que nos aguarda y también al que<br />

no nos espera y no acontece por<br />

tanto”. Es decir: que Marías parte<br />

de la realidad para internarse<br />

en una ficción: ese “revés del<br />

tiempo”. A lo largo del texto su<br />

principal preocupación es la de<br />

reflexionar sobre el modo en<br />

que la ficción modifica la realidad,<br />

al tiempo que hila literariamente<br />

esa modificación. En<br />

apariencia se trata del relato<br />

anecdótico de cómo la aparición<br />

de su novela Todas las almas ha<br />

venido condicionando algunos<br />

aspectos de su vida, pero la verdadera<br />

dimensión del libro se<br />

desarrolla en la indagación de lo<br />

posible, en la “negra espalda del<br />

tiempo”. En virtud de ello es<br />

sustancialmente literario. Entonces<br />

es cuando se genera un<br />

nuevo espacio de ficción: el libro<br />

llamado Negra espalda del tiempo.<br />

Aunque en la realidad también<br />

se hayan producido modificaciones:<br />

el ciudadano civil<br />

que escribió Todas las almas ha<br />

acabado convertido en rey de<br />

Redonda, un reino que se encuentra<br />

admirablemente instalado<br />

en la interacción de lo real<br />

con lo imaginario. La realidad<br />

es, en este libro, un ejercicio de<br />

confrontación con lo posible,<br />

aun cuando tenga a menudo el<br />

aspecto de mera referencia o constatación<br />

de unos hechos o momentos<br />

incontrovertibles.<br />

En el libro de Marías la realidad<br />

está presente y es el referente<br />

de todo cuanto sucede; la realidad<br />

en dos formas: como tal y como<br />

memoria, es decir, pasado. Lo que<br />

opera sobre ella es la imaginación,<br />

y cuando ésta decide manifestar<br />

literariamente su entidad recurre<br />

a la escritura narrativa, mezclando<br />

con habilidad reflexión y relato.<br />

Dos ejemplos bastarán: todo el<br />

relato de la muerte de Ewert en<br />

una habitación del hotel Isabel<br />

de México está sujeto a un efecto<br />

expresivo que se crea cuando, al<br />

indagar tan minuciosamente en<br />

los escasos datos de su muerte, al<br />

hacer deducciones, al imaginar<br />

gestos y actitudes, consigue una<br />

extraña atmósfera de suspensión<br />

de la muerte, una sensación de<br />

que Ewert –muerto hace tantos<br />

años– sigue vivo en el texto, donde<br />

no conseguirá acabar de morirse<br />

y cumplir con lo que fue su<br />

realidad hasta que el narrador lo<br />

abandone; pero Marías, al revés<br />

que Stephen Graham (que<br />

abriendo la ventana de su habitación<br />

conminó al espíritu de<br />

Ewert a que regresara a su tierra),<br />

no acaba de dejarlo ir porque<br />

cuando al fin lo abandona lo hace<br />

acompañado de una revelación<br />

suficientemente inquietante como<br />

para dejar al lector en suspenso<br />

y al pobre Ewert literariamente<br />

insepulto en la imaginación<br />

del lector.<br />

¿Qué es la indagación sobre<br />

lo posible sino el primer paso de<br />

una novela? Refiriéndose al he-<br />

cho de que gentes de Oxford han<br />

querido ver en un viejo profesor<br />

jubilado –al que el autor visitaba<br />

una vez al mes durante su estancia<br />

en esa ciudad– al Toby Rylands<br />

de Todas las almas, el autor<br />

lo ha negado tajantemente (y por<br />

qué no vamos a creerle cuando<br />

nos habla desde la realidad). Pues<br />

bien, en Negra espalda (…) se decide<br />

a llamar a ese profesor Toby<br />

Rylands, “empleando su supuesto<br />

nombre ficticio para referirme<br />

a quien no lo fue pero quizá<br />

acabe siéndolo”. Esta afirmación<br />

es un juego, es casi un acertijo,<br />

pero revela hasta dónde está dispuesto<br />

a jugar porque contiene el<br />

sentido del libro: ese extraño territorio<br />

inclasificable que procede<br />

del encuentro entre realidad y<br />

ficción, tanto por voluntad del<br />

autor como por causa de esa misma<br />

interacción. Y así empieza a<br />

asomar una relación de crucial<br />

importancia: la relación entre<br />

verdadero y verosímil, que en<br />

ocasiones llega a alcanzar una<br />

temperatura notable. Por ejemplo,<br />

la consideración del narrador,<br />

que mira desde su casa, sobre la<br />

luz de los faroles aún encendidos<br />

y la llegada del alba –una confrontación<br />

entre dos luces que recuerda<br />

la de la entrada del señor<br />

Bovary en la cocina del tío<br />

Rouault–, es un motivo que volverá<br />

a repetir hacia el final, emblemáticamente.<br />

En él puede<br />

verse con toda claridad cómo el<br />

recurso a la imagen literaria puede<br />

levantar la plenitud de sentido<br />

de una reflexión de autor, de<br />

la misma manera que el último<br />

atardecer extrae los olores más<br />

intensos de la tierra y los esparce<br />

por el aire.<br />

‘Sefarad’<br />

Tomemos ahora una desviación.<br />

Si no me equivoco, Antonio<br />

Muñoz Molina ha definido Sefarad<br />

como una novela de novelas.<br />

No lo veo yo así. De hecho<br />

es un libro de episodios que,<br />

aunque alguna vez se religan a<br />

propósito de un personaje o un<br />

detalle, nacen y mueren en sí<br />

mismos y tienen en común la<br />

condición de extrañamiento de<br />

todos sus personajes. También<br />

aquí el autor se identifica. Es<br />

62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


Javier Marías y Antonio Muñoz Molina<br />

más, como apela a la memoria al<br />

igual que Marías aunque no del<br />

mismo modo ni con la misma<br />

intención, se producen coincidencias:<br />

“En alguna parte, ahora<br />

mismo, alguien cuenta algo que<br />

tiene que ver íntimamente conmigo,<br />

algo que presenció hace<br />

años y que yo tal vez ni siquiera<br />

recuerdo, y como no lo recuerdo<br />

tiendo a suponer que no existe<br />

para nadie, que se ha borrado<br />

del mundo tan completamente<br />

como de mi memoria”. En este<br />

comentario, Muñoz Molina se<br />

asoma al revés del tiempo, pero<br />

de una manera bien distinta y<br />

con otro concepto de la escritura<br />

sobre la memoria. De hecho,<br />

se hace una pregunta que Marías<br />

ni concibe: “Quién eres tú<br />

para contar una vida que no es la<br />

tuya”. Se diría que Muñoz Molina<br />

es más consciente de que va a<br />

contar antes que a inventar y por<br />

ahí asoma el reparo moral que<br />

contiene la pregunta.<br />

Todos los episodios de Sefarad<br />

parecen anudados por la<br />

mente del narrador en un tono<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

de recitado, una suerte de letanía<br />

rítmica de extrañamiento y desamparo<br />

como acompañamiento<br />

de fondo. Hay una suerte de<br />

compasión, de implicación del<br />

autor en los episodios, de orden<br />

emotivo (pero una emoción llena<br />

de contenido moral), debido<br />

a que la apelación a la memoria<br />

y la visión del paso del tiempo<br />

como algo que borra provoca en<br />

él una necesidad de tomar la voz<br />

de los testigos, reinventándola si<br />

es preciso, para que sus miradas<br />

no mueran, para que el tiempo<br />

no borre los sucesos con la<br />

muerte de los testigos. He dicho<br />

para que su mirada (la de ellos)<br />

no muera y no para que su testimonio<br />

no muera, porque lo que<br />

realmente pretende el autor es<br />

reproducir la mirada del testigo:<br />

ésa es la vocación decididamente<br />

literaria de la elección, lo que<br />

aleja a este libro del documento.<br />

Al hacerlo con una voz narradora<br />

que conduce y unifica el material,<br />

la mirada de los testigos<br />

se entremezcla a menudo con la<br />

del propio narrador y, aquí, esta<br />

persona interpuesta bascula más<br />

hacia el recitado de la letanía que<br />

hacia la mirada del testigo. Lo<br />

documental es, se exponga como<br />

se exponga, de orden general;<br />

la mirada es individual. No<br />

hablo de prioridad de ninguno<br />

sino de modo, de modo de expresión<br />

y de resultados de ese<br />

modo. Los momentos más altos<br />

del libro están siempre en la singularidad<br />

de cada mirada reproducida;<br />

el narrador, en cambio,<br />

sin ser decididamente documental<br />

–lo es, pero recubriendo su<br />

voz con la compasión que le produce<br />

la presencia del dolor–, cabalga<br />

con más dificultad sobre<br />

la línea que separa realidad y ficción.<br />

Esto último no lo menciono<br />

como defecto sino como simple<br />

descripción.<br />

‘Bartleby y Compañía’<br />

El tercer ejemplo a considerar<br />

es el libro de Enrique Vila-Matas<br />

Bartleby y Compañía. Aquí,<br />

por de pronto, se planea un juego<br />

de ficción desde el principio:<br />

tenemos un narrador que asu-<br />

JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />

me en sí mismo la línea central<br />

del libro, que es, según sus propias<br />

palabras: “La pulsión negativa,<br />

o la atracción por la nada,<br />

que hace que ciertos creadores,<br />

aun teniendo una conciencia literaria<br />

muy exigente (o precisamente<br />

por eso), no lleguen a escribir<br />

nunca; o bien escriban<br />

uno o dos libros y luego renuncien<br />

a la escritura”. De hecho, el<br />

libro trata de la atracción por la<br />

nada, un conflicto dramático<br />

por excelencia.<br />

Pero el narrador –un pobre<br />

solitario y jorobado que trabaja<br />

en una oficina pavorosa– establece<br />

una extraña complicidad<br />

con el lector al no dejar de advertir<br />

éste el interés que manifiesta<br />

el narrador en demostrar<br />

de modo sugerido pero insistente<br />

que él no es el autor, es decir,<br />

que él que no es Vila-Matas; que<br />

el libro es un texto literario y no<br />

un ensayo de Vila-Matas sobre<br />

el síndrome Bartleby. En un ensayo<br />

posterior titulado El tapiz<br />

que se dispara en muchas direcciones,<br />

Vila-Matas retoma el juego,<br />

esta vez haciendo verdaderamente<br />

ambigua la relación narrador-autor.<br />

Pero el caso es que<br />

al autor de ese ensayo, sea quien<br />

sea, le sucede algo parecido a lo<br />

que obligó a Marías a escribir<br />

su libro: la invasión y modificación<br />

de la realidad a partir de la<br />

ficción, que le sucede nada más<br />

publicar Bartleby y Compañía y<br />

empezar a recibir mensajes, llamadas,<br />

sugerencias y reflexiones<br />

que le hacen descubrir que el libro<br />

lo ha acabado él, pero no<br />

sus lectores, que quién sabe si<br />

no lograrán mejorarlo.<br />

La diferencia más evidente<br />

entre Bartleby y Compañía y los<br />

dos anteriores es que éste opera<br />

sobre el presente, aunque se trate<br />

de una recopilación de bartlebys<br />

de tiempos varios, pues la<br />

reflexión y la justificación están<br />

fundadas en el presente. Por tanto,<br />

la memoria no juega aquí<br />

ninguno de los dos papeles que<br />

le atribuyen Marías y Muñoz<br />

Molina en sus libros respectivos<br />

y, por eso, el rescate del revés del<br />

tiempo o del tiempo pasado no<br />

le atañe; pero sí coincide con<br />

ellos en el hecho literario, en la<br />

63


¿OTRO CAMINO PARA LA NOVELA?<br />

invención literaria, pues, como<br />

sus colegas, se ve obligado a imaginar<br />

escenas y a representar literariamente<br />

esas imaginaciones<br />

si quiere hacer desfilar ante nuestros<br />

ojos a escritores reales, a personajes<br />

inventados (como Violet<br />

Desvarié, Derain) y a personajes<br />

reales inventados, lo que<br />

ya es el no va más, como en el<br />

caso de Salinger, que es narrado<br />

al modo de sí mismo. Pero lo<br />

más importante a señalar es que<br />

este libro muestra una línea vertebral<br />

indesviable y, paradójicamente,<br />

una trama tanto más férrea<br />

cuanto más heterogénea y<br />

abierta. Vila-Matas no se deja<br />

llevar por un real o fingido devenir<br />

de los acontecimientos o<br />

de la memoria, como los otros<br />

dos autores mencionados, sino<br />

que, a medida que avanzamos,<br />

va dejando ver una complejísima<br />

red de relaciones. Los libros de<br />

Marías y Muñoz Molina, cada<br />

uno a su modo, parecen estar bajo<br />

control desde el principio, y<br />

poco a poco van adquiriendo un<br />

aire más distendido –no más desatendido–<br />

en el caso de Marías,<br />

y más de montaje en paralelo en<br />

el caso de Muñoz Molina. Por<br />

el contrario, a medida que el de<br />

Vila-Matas avanza, las piezas parecen<br />

acoplarse firmemente en<br />

torno a un centro, en franco<br />

contraste con su apariencia superficial<br />

de cuasi miscelánea. La<br />

memoria es selectiva, pero su orden<br />

es azaroso; el presente, al parecer,<br />

se sucede ordenadamente.<br />

3Así pues, nos encontramos<br />

con tres libros que<br />

podríamos definir, utilizando<br />

unas palabras de Vila-<br />

Matas, como “mestizaje de los<br />

géneros en la novela del futuro”.<br />

Es una visión de la película<br />

de Rossellini Viaggio in Italia la<br />

que sugiere a Vila-Matas la eliminación<br />

de fronteras entre ficción,<br />

documental y autobiografía.<br />

Sin duda, pese a sus muy diferentes<br />

manifestaciones, los tres<br />

autores españoles a los que me<br />

estoy refiriendo responden con<br />

sus tres obras a esta genérica descripción.<br />

Así que recapitulemos:<br />

Tenemos una aplicación de los<br />

recursos de la ficción a la in-<br />

mersión en el revés del tiempo<br />

por parte de Marías, inmersión<br />

que constituye una ficción en sí<br />

misma, bien que propiciada o<br />

amparada por la invasión de la<br />

realidad en el mundo de Todas<br />

las almas y en su propia vida<br />

de escritor. Tenemos un rescate de<br />

la memoria real e histórica realizado<br />

intencionalmente y a la<br />

descubierta a través de una convención<br />

literaria en Sefarad. Y<br />

tenemos una propuesta de construcción<br />

de una sugerente trama<br />

de ficción a través de la exposición<br />

de una característica<br />

negativa (el abandono de la creación)<br />

común a una serie de autores<br />

modernos y contemporáneos<br />

reales y bien reales en Bartleby<br />

y Compañía..<br />

Y ahora es cuando tiene sentido<br />

plantear el problema que<br />

está en la base de estos tres libros:<br />

el de la relación entre veracidad<br />

y verosimilitud. Hasta<br />

ahora parecía un axioma intocable<br />

el hecho de que lo verdadero<br />

carece de valor literario,<br />

que es la verosimilitud de un relato<br />

lo que le otorga su certificación<br />

de existencia; en otras palabras:<br />

que la labor principal de<br />

un novelista era hacer creíble su<br />

relato y punto. Lo verdadero era<br />

una categoría de realidad, no<br />

una categoría literaria. Bien: esto<br />

es cierto, sigue siendo cierto.<br />

La cuestión es decidir si, además<br />

de ser cierto, es un axioma<br />

único y excluyente. Formulado<br />

de otra manera más inmediata:<br />

se trata de ver si a estos tres libros<br />

de los que estamos hablando<br />

y a tantos otros que se mueven<br />

por territorios semejantes se<br />

los ha de llamar novelas o buscarles<br />

un nombre algo más lucido<br />

que el de literatura híbrida o<br />

género híbrido.<br />

La preocupación no viene<br />

tanto de un afán clasificatorio<br />

que no sé si existe o no, ni tampoco<br />

de la prevención ante una<br />

oleada de mistificación organizada.<br />

Es cierto que toda apertura<br />

a futuro corre siempre un doble<br />

riesgo: es a la vez una coartada<br />

para simuladores y un paso<br />

adelante que puede modificar la<br />

conciencia y las dimensiones del<br />

género mismo. El primero es<br />

muy negativo y el segundo suele<br />

ser positivo. Pero lo importante<br />

es la posibilidad de conseguir<br />

una modificación de tal calibre<br />

que suponga, por ejemplo,<br />

que lo verdadero pueda convertirse<br />

en una pieza de convicción<br />

necesaria en la escritura de ficción.<br />

Recientemente, hablando<br />

con Juan José Millás a propósito<br />

de la ¿novela? de Emmanuel<br />

Carrère El adversario, que cuenta<br />

un hecho real en forma novelada,<br />

Millás, que sí la considera<br />

una novela, sostenía que hacer<br />

verosímil esa historia era imposible,<br />

que sólo partiendo de la<br />

comprobada veracidad de la misma<br />

se podía escribir y obtener la<br />

aquiescencia del lector. El comentario<br />

tiene mucho interés<br />

porque, independientemente<br />

del juego (o de la ficción) de los<br />

géneros, lo que hace es colocar<br />

la justificación del relato en el<br />

hecho de que exista la certeza<br />

de que lo que se está relatando<br />

ha acontecido previamente en<br />

la realidad. Justo lo contrario de<br />

lo que entendemos por ficción,<br />

que se funda en sí misma. Es<br />

oportuno traer aquí unas palabras<br />

de Mary McCarthy: “Afortunadamente,<br />

estoy escribiendo<br />

unos recuerdos y no una obra<br />

de creación, por lo que no tengo<br />

que dar las causas del desagradable<br />

carácter de mi abuela (…)<br />

que le dieran esa autenticidad<br />

clínica que actualmente es tan<br />

de desear ocurra en el arte del<br />

retrato literario”. Porque la ficción,<br />

no lo olvidemos, puede<br />

inspirarse en la realidad, pero esto<br />

no es un valor ni siquiera secundario,<br />

ya que lo que le da<br />

carta de naturaleza es la invención<br />

o representación de una realidad<br />

semejante a la realidad y<br />

guiada por la intención de su<br />

autor; un autor, tampoco lo olvidemos,<br />

que se basa en la realidad<br />

compartida (con el lector)<br />

para crear un lenguaje de experiencia<br />

común que logre representar<br />

una idea, un tema, un<br />

asunto. El autor emplea siempre<br />

dos lenguajes: el de la realidad<br />

y el código lingüístico; sin<br />

ellos, no puede escribir.<br />

Además, la naturaleza de la<br />

representación, que surge tam-<br />

bién de una convención pactada<br />

con el lector, es el medio esencial<br />

de la ficción y en ese medio<br />

carece de sentido lo verdadero;<br />

de lo que debe ocuparse el autor,<br />

insisto, es de que, tratándose de<br />

una convención pactada por lector<br />

y autor, la representación sea<br />

verosímil, sea creíble. La representación<br />

es directa o inversamente<br />

mimética, según se trate,<br />

de la realidad, pero es sobre todo<br />

la representación de la idea o<br />

intención que guía la obra. Y no<br />

pretende sustituir ni reproducir<br />

la realidad sino constituir otra<br />

realidad: la obra. ¿Puede existir,<br />

entonces, una novela que necesite<br />

del refrendo de lo verdadero<br />

para ser verosímil?<br />

Si lo que dice Millás es cierto,<br />

tal y como se cuenta El adversario,<br />

hacer verosímil esa historia<br />

habría sido imposible dentro de<br />

la forma realista en que está escrito.<br />

Es el hecho de que ha sucedido<br />

en realidad lo que le permite<br />

al lector aceptar una ficción<br />

que, si no, hubiera<br />

resultado imposible. Bien, supongamos<br />

que es así: ¿qué sucederá<br />

cuando el tiempo aleje la<br />

obra de su realidad, de la que,<br />

por así decirlo, le da carta de naturaleza?<br />

¿Se volverá increíble?<br />

En este punto conviene retroceder<br />

un poco y pensar en<br />

dos libros que tienen mucho<br />

que decir acerca del problema y<br />

antes de que naciera el género<br />

faction. ¿Recuerdan ustedes<br />

aquella famosa novela que no se<br />

sabía muy bien si lo era o no, A<br />

sangre fría, de Truman Capote?<br />

Su aparición supuso un arco de<br />

denominaciones que iba de “novela<br />

de la realidad” a “nuevo periodismo”.<br />

Es tradición que, en<br />

el mundo de la Literatura, se<br />

considere al Tiempo como el<br />

más severo e infalible juez de todos.<br />

¿Qué nos dice ahora una<br />

lectura de A sangre fría? Y, sobre<br />

todo, ¿qué le dice a un lector<br />

que no había nacido entonces el<br />

hecho de que la novela sea o no<br />

rigurosamente real? Porque este<br />

lector tiene que conformarse<br />

con aceptar que, según la prensa<br />

y otros factores probatorios,<br />

aquella pareja de criminales que<br />

protagoniza la novela existió y<br />

64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


actuó tal y como se relata, y esa<br />

acepción es un mero protocolo<br />

informativo que no aporta nada<br />

a la fuerza de convicción de la<br />

novela; porque lo que hizo Capote<br />

fue reconstruir deliberadamente<br />

una realidad de manera<br />

estrictamente novelesca, es decir,<br />

la construyó y escribió como<br />

si fuera una ficción. Ése es su<br />

acierto, y cuanto más se aleje del<br />

tiempo que prueba que el hecho<br />

sucedió en la realidad más<br />

se irá convirtiendo en novela.<br />

Capote quería escribir una novela<br />

y utilizó los elementos del<br />

género sin un titubeo. El afán<br />

de reunir con exactitud los datos<br />

de la realidad tenía la misma<br />

función que el puntillismo en la<br />

pintura. Y aún podríamos ir más<br />

atrás, con Mark Twain, por<br />

ejemplo.<br />

Otro texto que puede aportar<br />

mucho es Relato de un náufrago,<br />

de García Márquez. Aquí nos<br />

encontramos en la situación<br />

contraria: un relato que pretende<br />

ser un reportaje. De hecho<br />

lo es, y no pretendió ser un texto<br />

de creación. Lo dice el propio<br />

autor: “Este libro es la reconstrucción<br />

periodística de lo que él<br />

(el náufrago) me contó, tal como<br />

fue publicada un mes después<br />

del desastre por el diario<br />

El Espectador, de Bogotá”. Pero<br />

fijémonos, además, en lo que sigue:<br />

“Lo que no sabíamos ni el<br />

náufrago ni yo cuando tratábamos<br />

de reconstruir minuto a<br />

minuto su aventura era que<br />

aquel rastreo agotador había de<br />

conducirnos a una nueva aventura<br />

que causó un cierto revuelo<br />

en el país, que a él le costó su<br />

gloria y su carrera y que a mí<br />

pudo costarme el pellejo”. Lo<br />

que está claro es que no hubo intención<br />

novelística y tampoco un<br />

relato de esa aventura posterior<br />

que corrió el libro y en la que<br />

hubiera podido internarse en<br />

busca de “el revés del tiempo”.<br />

Por tanto, la voluntad es decisiva<br />

para definir uno y otro género.<br />

Ficción y ¿Facción? Y si la<br />

voluntad es decisiva, lo es en<br />

tanto en cuanto su referencia última<br />

es la idea poética que sostiene<br />

una novela; y la novela es<br />

la representación, por medio del<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

lenguaje de la realidad, de esa<br />

idea. La intención del autor, repito,<br />

es un factor decisivo en la<br />

creación, y yo sostengo que hasta<br />

en la escritura automática hay intención<br />

y, por tanto, una idea poética<br />

que la sostiene; una idea<br />

poética que es, a su vez, la imagen<br />

de la idea o concepción del mundo<br />

que mueve al autor a escribir<br />

una obra de creación.<br />

Los anillos de Saturno, de<br />

G. W. Sebald, es mucho más que<br />

un recorrido por la costa este de<br />

Inglaterra. Los anillos de Saturno,<br />

en términos astronómicos, son<br />

fragmentos de una luna anterior<br />

que se desintegró por la acción<br />

de las mareas del planeta. El camino<br />

del narrador es un camino<br />

sobre la memoria y la cultura,<br />

de una parte, y la degradación de<br />

los mundos y las cosas –y el propio<br />

narrador–, de otra. Porque<br />

la intención narrativa reside ahí<br />

precisamente: en el paralelo entre<br />

el daño físico que el narrador<br />

ha sufrido y el que ha sufrido<br />

esa costa, sus casas y su gente.<br />

Sin él, nos hallaríamos inmersos<br />

en un reportaje; con él, viajamos<br />

apoyándonos en ese paralelo<br />

y en la esperanza de entendimiento<br />

que la memoria y la<br />

cultura nos muestran. La idea<br />

poética es la de la recogida de<br />

los fragmentos en torno a un<br />

planeta llamado narrador. No<br />

olvidemos que el libro empezó a<br />

ser escrito al año justo de este<br />

viaje, cuando el autor tuvo que<br />

ser internado en extrema inmovilidad<br />

en un hospital: al término<br />

del libro, comentando una<br />

costumbre holandesa mencionada<br />

por Thomas Browne,<br />

cuenta que “era costumbre que<br />

en la casa del difunto se tapasen<br />

con crespón negro de seda de<br />

luto todos los espejos y todos<br />

los cuadros (…) para que el alma<br />

que está abandonando el<br />

cuerpo no se distraiga en su último<br />

viaje, ya sea por su propia<br />

mirada, ya por su tierra natal,<br />

pronto perdida para siempre”.<br />

Así sucede con la creación narrativa<br />

cuando se dispone a<br />

emanciparse y despedirse del autor<br />

para iniciar su propio camino<br />

a través de la imaginación de<br />

los lectores.<br />

Con lo que acabo de decir no<br />

pretendo mostrar otra cosa que<br />

el modo nuevo y distinto de utilizar<br />

un conflicto dramático por<br />

medio de un viaje que establece<br />

una fricción entre conciencia y<br />

mirada. Sebald no pretende hacer<br />

una novela, como pretendió<br />

Capote, sino que se interna en<br />

un viaje que resulta ser la narración<br />

expresivamente literaria de<br />

un movimiento de conciencia.<br />

Tampoco se trata de la actitud<br />

de Carrère –a mi modo de ver,<br />

una crónica novelada– o de la<br />

de García Márquez –el relato<br />

que deviene periodismo–. Es<br />

una nueva dimensión del conflicto<br />

dramático mostrado a través<br />

de los fragmentos que, como<br />

decía antes, acaban por convertirse<br />

en anillos en torno al planeta-narrador.<br />

Algo semejante,<br />

aunque de otro modo, sucede<br />

con Microcosmos, de Claudio<br />

Magris. Quizá estos dos sean los<br />

acercamientos más certeros a un<br />

género nuevo, original e independiente.<br />

Serán más que novelas:<br />

serán otro género. La reciente<br />

aparición de La cuestión<br />

de Bruno, de Aleksandar Hemon,<br />

apunta también hacia este<br />

territorio distinto y hacia su voluntad<br />

de singularidad.<br />

En los tres primeros libros<br />

que hemos visto se aborda desde<br />

la literatura española, en la corriente<br />

del mestizaje del que hablaba<br />

Vila-Matas, el problema<br />

de la relación entre verdadero y<br />

verosímil. Se aborda con talento,<br />

ingenio y lejos de cualquier clase<br />

de oportunismo. Hay más<br />

riesgo o menos riesgo en cada<br />

uno de ellos, como hay más o<br />

menos consecuencia, pero eso<br />

atañe ya a los resultados y no<br />

voy a cruzar esa puerta, pues no<br />

haríamos sino desembocar en<br />

una estancia distinta de ésta en<br />

la que nos encontramos. Tampoco<br />

podemos predecir hacia<br />

dónde se encaminarán estos<br />

nuevos modos, pero tengo para<br />

mí –como diría Juan Benet–<br />

que lo verdadero no sustituirá a<br />

lo verosímil como pieza de convicción<br />

de una novela. Lo que<br />

no sé es si el género mestizo, al<br />

ser capaz de incorporar lo verdadero<br />

como pieza de convic-<br />

JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />

ción conjuntamente con lo verosímil,<br />

acabará desplazando<br />

–que no eliminando– a la novela<br />

como ese género cuyo específico<br />

literario era colocar las historias<br />

–en tanto que raíles por<br />

donde circula una modificación<br />

de la conciencia cuyo motor es<br />

el conflicto dramático del que<br />

brota la historia– en la imaginación<br />

solitaria del lector. Si lo<br />

consigue y lo hace desde la singularidad,<br />

le pronostico a este<br />

nuevo género un futuro prometedor.<br />

Y, en todo caso, si este<br />

modo –mestizo o distinto, o<br />

ambas cosas– no se integra en<br />

la novela –y a quién le importa<br />

eso salvo a nosotros ahora, como<br />

siempre que nos encontramos<br />

con algo que se anuncia como<br />

nuevo–, lo que tampoco me cabe<br />

duda es que en cualquier<br />

caso ensanchará al menos el campo<br />

novelístico, lo que no es, a fin<br />

de cuentas, sino otra forma de<br />

germinar. n<br />

José María Guelbenzu es novelista.<br />

Autor de El río de la luna, El sentimiento<br />

y Un peso en el mundo.<br />

65


Eo hay duda de que la guerra<br />

civil española fue una<br />

de las guerras más ideológicas<br />

de la historia reciente. No<br />

la provocaron conflictos territoriales,<br />

disputas fronterizas o<br />

rivalidades coloniales. Ocurrió<br />

en un país de tamaño intermedio<br />

y semidesarrollado que hacía<br />

más de un siglo que había<br />

perdido la mayor parte de su<br />

imperio americano, y sus últimos<br />

vestigios en 1898. Era un<br />

país que había jugado un papel<br />

relativamente escaso en la ocupación<br />

imperialista europea de<br />

África del siglo XIX y que había<br />

sido neutral en la I Guerra<br />

Mundial. Mantenía un pequeño<br />

poder colonial en zonas de<br />

Marruecos y Mauritania, aunque<br />

ni la Administración civil<br />

ni la militar de esos territorios<br />

podía compararse en importancia<br />

con la de Francia. En los<br />

estudios de la época sobre<br />

equilibrios de poder o en los<br />

dedicados a los avances en tecnología<br />

militar en las décadas<br />

de 1920 y 1930 apenas hay<br />

menciones a su Ejército de<br />

Tierra o a su Armada.<br />

De la República<br />

a la guerra civil<br />

Esta potencia menor había acabado<br />

pacíficamente en 1931<br />

con la histórica monarquía de<br />

los Borbones y, durante el lustro<br />

siguiente, había intentado<br />

implantar una república parlamentaria<br />

cuyos Gobiernos reflejasen<br />

el resultado de unas<br />

elecciones transparentes. Intentó<br />

reducir el poder que desde<br />

antiguo tenía la Iglesia católica,<br />

separándola del Estado y creando<br />

escuelas primarias y secundarias<br />

laicas. Trató de reducir el<br />

papel político que tradicionalmente<br />

había jugado el Ejército,<br />

que durante el siglo XIX había<br />

adquirido la costumbre de sustituir<br />

los gobiernos civiles mediante<br />

pronunciamientos 1 , es<br />

decir, mediante acciones militares<br />

emprendidas por un puñado<br />

de oficiales, relativamente<br />

poco sangrientas pero totalmente<br />

antidemocráticas.<br />

La República también llevó<br />

a cabo una serie de reformas<br />

ideadas para abordar una serie<br />

de problemas de tipo político,<br />

económico y social que venían<br />

de antiguo. Reconoció la naturaleza<br />

plurinacional de España<br />

al otorgarle un estatuto de autonomía<br />

a Cataluña y planear<br />

lo mismo con el País Vasco y<br />

Galicia. Comenzó una tímida<br />

y difícil, desde el punto de vista<br />

financiero, distribución de<br />

tierras a los campesinos que<br />

hasta entonces no las tenían.<br />

Tuvo en Indalecio Prieto un<br />

ministro de Obras Públicas demócrata<br />

y socialista que aplicaba<br />

métodos keynesianos para<br />

mejorar las infraestructuras de<br />

carreteras, canales y presas. Sin<br />

embargo, como es natural, su<br />

presupuesto era muy limitado<br />

en comparación con los destinados<br />

entonces a obras públicas<br />

similares por los Gobiernos<br />

de Suecia o del new deal estadounidense.<br />

La guerra civil, que duró<br />

desde julio de 1936 hasta marzo<br />

de 1939, comenzó como un<br />

pronunciamiento contra el<br />

Gobierno republicano de izquierda<br />

formado por el Frente<br />

Popular que ganó las elecciones<br />

en febrero de 1936. El propó-<br />

HISTORIA<br />

LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA<br />

Múltiples significados históricos<br />

1 En español en el original.<br />

GABRIEL JACKSON<br />

sito inicial de este alzamiento<br />

militar era acabar con las diversas<br />

reformas democráticas e inversiones<br />

públicas keynesianas<br />

y restaurar el “orden”, en el<br />

sentido en que entendían esta<br />

palabra los militares más tradicionalistas,<br />

la Iglesia y los sectores<br />

más conservadores de las<br />

clases terratenientes e industriales.<br />

Sin embargo, a diferencia<br />

de lo que había sucedido<br />

con la mayoría de los pronunciamientos<br />

del siglo XIX, la población<br />

de ciudades clave, como<br />

Madrid, Barcelona, Valencia,<br />

Málaga y Gijón, opuso<br />

una resistencia activa al intento<br />

de golpe de Estado, mientras<br />

en el País Vasco las autoridades<br />

civiles regionales interceptaron<br />

los mensajes telefónicos que<br />

debían haber coordinado el levantamiento<br />

insurgente.<br />

La derrota inesperada del<br />

pronunciamiento llevó a los<br />

generales Franco y Mola a enviar<br />

inmediatamente emisarios<br />

a Mussolini y Hitler, y al Gobierno<br />

republicano a apelar a<br />

las potencias democráticas europeas,<br />

especialmente a Francia,<br />

donde también había sido<br />

elegido un Gobierno de Frente<br />

Popular en mayo de 1936. Antes<br />

del final del mes de julio los<br />

dos dictadores fascistas habían<br />

asegurado ayuda militar al general<br />

Franco y los franceses habían<br />

abierto la frontera para<br />

que pudiesen llegar a la zona<br />

republicana tanto armas como<br />

voluntarios. De este modo, un<br />

golpe de Estado fallido se<br />

transformó rápidamente en<br />

una guerra civil con implicaciones<br />

internacionales.<br />

Esta internacionalización de<br />

la guerra tuvo lugar en una<br />

Europa que ya estaba profun-<br />

damente dividida por el ascenso<br />

del fascismo italiano; la remilitarización<br />

de Alemania; la<br />

brutalidad de la violencia nazi<br />

contra judíos, socialistas y comunistas;<br />

la rápida industrialización<br />

de la Unión Soviética, y<br />

la represión a gran escala de<br />

toda oposición interna por<br />

parte de las dictaduras nazi y<br />

soviética.<br />

Todos estos factores de un<br />

enfrentamiento potencialmente<br />

violento entre las fuerzas del<br />

fascismo, de la democracia capitalista<br />

y del comunismo hubiesen<br />

sido suficientes por sí<br />

mismos para imprimir a la ya<br />

internacionalizada guerra civil<br />

múltiples significados ideológicos.<br />

Sin embargo, lo que convirtió<br />

a esta guerra en un verdadero<br />

crisol de luchas ideológicas<br />

fue la coincidencia de<br />

esta situación internacional<br />

con la extraordinaria complejidad<br />

del conjunto de tendencias<br />

políticas y religiosas opuestas<br />

representadas en los partidos y<br />

organizaciones sindicales que<br />

actuaban en España durante<br />

los años de la República.<br />

Las fuerzas ideológicas<br />

Voy a comenzar por esbozar las<br />

fuerzas ideológicas, desde la extrema<br />

derecha hasta la extrema<br />

izquierda, que pugnaban conscientemente<br />

por la lealtad de<br />

los españoles en los años treinta:<br />

1. La Comunión Carlista,<br />

para los que tanto la depuesta<br />

monarquía borbónica como la<br />

República eran fruto del liberalismo<br />

agnóstico y del comunismo<br />

ateo. Para los carlistas, la<br />

guerra civil era una cruzada para<br />

restaurar la monarquía católica<br />

tradicional, la del periodo<br />

66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


Negrín<br />

previo a la Revolución Francesa.<br />

2. La Falange y el pequeño,<br />

pero ardoroso, movimiento de<br />

las Juntas de Ofensiva Nacional<br />

Sindicalista (JONS). Ambos<br />

movimientos se inspiraban<br />

en los elementos de izquierda<br />

del fascismo y el nazismo, los<br />

que proclamaban la necesidad<br />

de una revolución nacional-socialista.<br />

3. Los monárquicos alfonsinos,<br />

que representaban a la<br />

mayoría de las clases altas, las<br />

cuales deseaban restaurar una<br />

monarquía conservadora, pero<br />

no represiva, desde el punto<br />

político o religioso.<br />

4. Los republicanos de clase<br />

media, de los que Manuel Azaña<br />

era la figura emblemática,<br />

pedían elecciones limpias, un<br />

Estado laico y todo el abanico<br />

de libertades políticas, intelec-<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

tuales y económicas asociadas a<br />

las revoluciones francesa y estadounidense.<br />

5. La Izquierda Republicana<br />

Catalana, de Lluís Companys,<br />

y el Partido Nacionalista Vasco,<br />

de José Antonio Aguirre. En estos<br />

partidos dominaban los empresarios<br />

y los profesionales de<br />

clase media comprometidos<br />

con las mismas libertades políticas<br />

que Manuel Azaña. Sin<br />

embargo, su compromiso con<br />

la República estaba condicionado<br />

a sus expectativas de un aumento<br />

sustancial de la capacidad<br />

de autogobierno de las<br />

provincias catalanas y vascas.<br />

6. Los socialistas parlamentarios<br />

de Indalecio Prieto y Juan<br />

Negrín. Defendían los programas<br />

y métodos de los partidos<br />

socialistas y socialdemócratas<br />

de la Segunda Internacio-<br />

nal.<br />

7. Los socialistas de izquierda,<br />

en su mayoría sindicalistas y<br />

estudiantes. Exigían la total socialización<br />

de la economía industrial<br />

y la agrícola. Aunque<br />

admiraban muchos de los logros<br />

de la Unión Soviética, estaban<br />

decididos a evitar la coacción<br />

y burocratización que ellos<br />

asociaban al triunfo de Stalin a<br />

finales de los años veinte.<br />

8. El Partido Comunista,<br />

que ensalzaba sin reservas los<br />

logros de los planes quinquenales<br />

y aceptaba por completo<br />

las políticas de Stalin de Frente<br />

Popular en la política interior y<br />

seguridad colectiva frente a las<br />

agresiones de los poderes fascistas.<br />

Estas políticas posponían<br />

deliberadamente cualquier<br />

esfuerzo revolucionario<br />

en pro de la unidad de todas<br />

las fuerzas democráticas y marxistas<br />

frente a la inmediata<br />

amenaza del fascismo.<br />

9. El Partido Obrero de<br />

Unificación Marxista, conocido<br />

universalmente por sus siglas,<br />

POUM. Este pequeño<br />

partido, que sólo tenía importancia<br />

en Cataluña, estaba dirigido<br />

por Andrés Nin y Joaquín<br />

Maurín. Con la excesiva simplificación<br />

que es inevitable en<br />

una descripción tan breve, podría<br />

ser descrito como un partido<br />

comunista antiestalinista.<br />

El Partido Comunista le tenía<br />

especial aversión.<br />

10. Los anarquistas y su federación<br />

sindical (CNT), que<br />

propugnaban una total revolución<br />

colectivista que debía ser al<br />

tiempo voluntaria y controlada<br />

localmente. Los anarquistas no<br />

se oponían a cualquier forma de<br />

autoridad, sino que insistían en<br />

que ésta debía fluir de abajo hacia<br />

arriba y no al contrario.<br />

El panorama internacional<br />

Para entender las pasiones, el<br />

heroísmo, los sacrificios y las<br />

atrocidades de la guerra civil es<br />

necesario tener en cuenta no<br />

sólo la compleja variedad de<br />

corrientes políticas que he dibujado,<br />

sino también el hecho<br />

de que entre 1931 y 1936 los<br />

españoles de todas las clases se<br />

habían convertido en la población<br />

más politizada de Europa.<br />

Alemania e Italia estaban bajo<br />

dictaduras fascistas. La Unión<br />

Soviética estaba gobernada por<br />

una dictadura comunista. Los<br />

países del Báltico, Europa central<br />

y los Balcanes, con las excepciones<br />

de Checoslovaquia y<br />

Suiza, por dictaduras cuasi fascistas,<br />

civiles o monárquicas.<br />

Por su parte, el Reino Unido,<br />

los países escandinavos y<br />

67


LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA<br />

Holanda y Bélgica tenían movimientos<br />

sindicales activos,<br />

formas de gobierno parlamentarias<br />

elegidas democráticamente,<br />

grandes partidos socialistas<br />

y pequeños partidos comunistas,<br />

pero nada que se<br />

pudiese considerar equivalente<br />

a los elementos conformados<br />

por el anarquismo o el POUM<br />

en España. En Francia, la elección<br />

del Frente Popular había<br />

dividido a la población en<br />

franjas similares a las de España.<br />

Este hecho llevó al Gobierno<br />

de Blum a apoyar a la República<br />

española en julio de<br />

1936, pero en menos de un<br />

mes Blum se retiró, al menos,<br />

por tres motivos: las amenazas<br />

de Hitler y Mussolini de actuar<br />

militarmente si Francia continuaba<br />

ayudando a la República,<br />

la negativa británica a defender<br />

a Francia de estas amenazas<br />

y el miedo a una posible<br />

guerra civil dentro de Francia.<br />

Intentaré resumir lo que la<br />

guerra civil significó para los<br />

propios combatientes, sin entrar<br />

en detalles sobre la historia<br />

de la guerra civil, las intervenciones<br />

soviética y fascista y la<br />

tortuosa historia diplomática<br />

del denominado Comité de<br />

No-Intervención. En la derecha,<br />

los monárquicos, tanto los<br />

alfonsinos como los carlistas,<br />

combatían para restaurar un<br />

régimen monárquico católico y<br />

conservador. La Falange luchaba<br />

por lo que concebía como<br />

una versión del fascismo italiano.<br />

Los generales insurgentes<br />

luchaban para restaurar el papel<br />

dirigente que habían tenido<br />

en la política durante los siglos<br />

XIX y XX.<br />

Todas estas fuerzas consideraban<br />

que estaban restaurando<br />

el orden religioso y económico<br />

frente a la revolución materialista,<br />

atea y colectivista de las<br />

hordas rojas. Todos ellos consideraban<br />

también que estaban<br />

protegiendo la sagrada unidad<br />

histórica de la España de los<br />

Habsburgo y los Borbones,<br />

frente al pretendido separatismo<br />

de los vascos y catalanes. A<br />

pesar de las importantes diferencias<br />

realmente existentes en-<br />

tre sus diversos ideales, estas<br />

fuerzas se mantuvieron unidas<br />

a lo largo de la guerra, en parte<br />

porque protegían los intereses<br />

establecidos del poder y la propiedad<br />

y en parte porque la<br />

personalidad del general Franco<br />

no toleraba ni el menor signo<br />

de desviación.<br />

En la zona republicana, la<br />

guerra tenía significados muy<br />

diferentes para las distintas<br />

partes. Para los republicanos y<br />

los socialistas parlamentarios,<br />

significaba la defensa de una<br />

democracia occidental europea<br />

frente al militarismo español<br />

apoyado por el eje fascista. El<br />

Gobierno republicano era el<br />

Gobierno legítimo, constitucional<br />

y civil, que mantenía los<br />

mismos valores políticos y económicos<br />

que Francia, Inglaterra,<br />

Estados Unidos y los países<br />

escandinavos. Estos republicanos<br />

y socialistas parlamentarios<br />

se sintieron traicionados, en el<br />

sentido más literal de la palabra,<br />

por las democracias occidentales,<br />

aunque se callaron las<br />

críticas mientras mantuvieron<br />

la más mínima esperanza de un<br />

cambio en la mal llamada política<br />

de no-intervención.<br />

El Partido Comunista, que<br />

había sido muy pequeño antes<br />

de la guerra, creció rápidamente<br />

bajo la influencia de oficiales<br />

profesionales que habían sido<br />

leales a la República, de estudiantes<br />

fervorosamente comprometidos<br />

y de numerosos<br />

empleados civiles. Estos miembros<br />

del partido recién reclutados<br />

estaban agradecidos a la<br />

Unión Soviética por ser el único<br />

país poderoso que vendía<br />

armas a la acorralada República<br />

y, más o menos hasta mediados<br />

de 1937, creyeron en la<br />

sinceridad de Stalin al abogar<br />

sensatamente por una democracia<br />

burguesa en España más<br />

que por un régimen revolucionario,<br />

dadas las circunstancias<br />

de la época.<br />

Las divisiones en el campo<br />

republicano<br />

Pero las grandes purgas estalinistas,<br />

que empezaron en agosto<br />

de 1936 con el juicio por<br />

traición de Zinoviev y Kamenev,<br />

no podían pasarse por alto<br />

en España. Mientras los comunistas<br />

buscaban constantemente<br />

la colaboración con las fuerzas<br />

democráticas de clase media,<br />

los representantes en<br />

España de Stalin, tanto los dirigentes<br />

conocidos como los<br />

agentes secretos enviados por<br />

él, estaban llevando a cabo una<br />

sangrienta purga de aquellos<br />

miembros de la izquierda que no<br />

eran estalinistas, a los que anatematizaban<br />

acusándoles de<br />

trotskistas y espías fascistas.<br />

Los republicanos y los socialistas<br />

tuvieron que tragarse su resentimiento<br />

frente a las tácticas<br />

estalinistas, ya que, dada la negativa<br />

occidental a ayudar a la<br />

República, su única opción era<br />

aceptar las condiciones que<br />

acompañaban a la ayuda de<br />

Stalin o rendirse.<br />

A lo largo de los años 1937<br />

y 1938, se fue profundizando<br />

en la zona republicana la división<br />

en tres campos ideológicos.<br />

El primer campo, que dominaba<br />

tanto en el ámbito político<br />

como en el militar, era la<br />

coalición de los demócratas republicanos,<br />

los socialistas parlamentarios<br />

y los comunistas.<br />

Para ellos, así como para la mayoría<br />

de los componentes de<br />

las Brigadas Internacionales, la<br />

guerra civil española significaba<br />

la lucha contra el fascismo.<br />

Mussolini y Hitler iban de<br />

triunfo en triunfo, mientras<br />

unas democracias occidentales<br />

no hacían nada y otras eran<br />

abiertamente conciliadoras con<br />

los dictadores. España era el<br />

único lugar en que se oponía<br />

una resistencia física al fascismo.<br />

Combatir al fascismo era<br />

una causa por la que arriesgar<br />

la vida.<br />

El segundo campo ideológico<br />

en el seno de la República<br />

estaba formado por la izquierda<br />

socialista fiel a Largo Caballero,<br />

los anarquistas y los comunistas<br />

antiestalinistas. Para<br />

este grupo, la causa lealista incluía,<br />

por supuesto, la lucha<br />

contra el fascismo, pero también<br />

implicaba la defensa del<br />

poder sindical bajo la forma de<br />

las dos grandes federaciones<br />

sindicales: la socialista UGT y<br />

la anarcosindicalista CNT. Asimismo,<br />

requería la defensa de<br />

la incipiente revolución colectivista<br />

que había tenido lugar<br />

durante las primeras semanas<br />

de la guerra en muchas áreas<br />

agrícolas y en algunas industrias<br />

catalanas. Veían la necesidad<br />

de no asustar a los propietarios<br />

no fascistas limitando la<br />

extensión de la colectivización,<br />

pero también creían que una<br />

larga guerra llena de sacrificios<br />

no valía la pena si no incluía la<br />

defensa de la revolución. Les<br />

asustaba la eficiencia militar y<br />

de organización de los comunistas<br />

y se sentían indefensos<br />

frente a su control ideológico y<br />

las purgas físicas en la izquierda<br />

no estalinista.<br />

El tercer campo ideológico<br />

estaba formado por los nacionalistas<br />

vascos y catalanes. Representaban<br />

a una amplia clase<br />

media urbana y a un gran porcentaje<br />

de la población del<br />

campo, que antes se sentían<br />

vinculados a sus naciones de<br />

origen que a un Estado español<br />

multinacional. Preferían un<br />

Gobierno civil y democrático<br />

que una dictadura militar; admiraban<br />

a Azaña y a Prieto,<br />

que era vasco; agradecían las<br />

armas, alimentos y medicinas<br />

soviéticos; los vascos estaban<br />

agradecidos por las ofertas de<br />

refugio para los niños vascos<br />

que, cuando Franco conquistó<br />

las provincias vascas en 1937,<br />

les hicieron los soviéticos y<br />

también los franceses e ingleses.<br />

Los catalanes apreciaban al<br />

cónsul soviético Antonov-Ovseenko,<br />

y esperaban que las relaciones<br />

comerciales establecidas<br />

durante la guerra se ampliasen<br />

cuando ésta finalizara.<br />

Para estas dos pequeñas nacionalidades,<br />

la guerra significaba<br />

la afirmación de su autonomía<br />

política y cultural frente a la<br />

cuasi fascista y castellana dictadura<br />

militar del general Franco.<br />

Sin embargo, las exigencias<br />

de la guerra habían incrementado<br />

las tendencias centralistas<br />

y autoritarias en el seno del<br />

Gobierno republicano. A me-<br />

68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


diados de 1938, los nacionalistas<br />

vascos y catalanes habían<br />

perdido gran parte del entusiasmo<br />

que habían sentido en<br />

julio de 1936 por la causa republicana.<br />

La posguerra<br />

Hasta el momento me he referido<br />

a los múltiples significados<br />

que la guerra tuvo para los<br />

combatientes mientras todavía<br />

se luchaba y, al menos en teoría,<br />

había diversos desenlaces<br />

posibles. Sin embargo, como<br />

todos sabemos, Franco se negó<br />

a considerar ninguna de las<br />

mediaciones que se ofrecieron<br />

para negociar la paz, y la guerra<br />

terminó con su victoria<br />

completa e incondicional en<br />

marzo de 1939. Para las fuerzas<br />

ideológicas de su campo –los<br />

carlistas, la Falange, la gran<br />

mayoría de la jerarquía católica<br />

y los monárquicos–, la guerra<br />

significaba ahora la posibilidad<br />

de destruir toda la herencia de la<br />

Ilustración del siglo XVIII, de las<br />

filosofías laicas y materialistas,<br />

de la Revolución Francesa y de<br />

todas las formas de pensamiento<br />

marxista y anarquista. También<br />

suponía la victoria del fascismo<br />

internacional sobre el<br />

comunismo ateo y la decadente<br />

democracia capitalista.<br />

Esto nos lleva a la cuestión<br />

de los diversos significados de<br />

la guerra civil española tras la<br />

derrota de la República. Los<br />

españoles combatirían en ambos<br />

bandos durante la II Guerra<br />

Mundial. La División Azul<br />

participó en la invasión alemana<br />

de la Unión Soviética, que<br />

se veía como una prolongación<br />

lógica de la cruzada anticomunista.<br />

Y los españoles veteranos<br />

de la República tuvieron un<br />

importante papel en el maquis<br />

francés, que tenía el sentido de<br />

una continuación lógica de la<br />

lucha antifascista.<br />

Franco era descaradamente<br />

favorable al eje hasta que estuvo<br />

claro que la Alemania nazi<br />

iba a perder la guerra. Entonces<br />

le hizo gestos a los angloamericanos,<br />

quienes a su vez le<br />

mantuvieron en el poder tras la<br />

guerra. Personalmente, opino<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

que si los republicanos exiliados<br />

y los monárquicos más liberales<br />

hubiesen sido capaces<br />

de alcanzar acuerdos sólidos en<br />

1946 o 1947, las potencias europeas<br />

tal vez hubiesen dejado<br />

de apoyar a Franco, por el que<br />

no tenían especial simpatía.<br />

Sin embargo, el fracaso de los<br />

diversos encuentros entre dirigentes<br />

en el exilio y el comienzo<br />

de la guerra fría en 1947<br />

dieron lugar al apoyo al Gobierno<br />

de Franco, a pesar de<br />

sus evidentes simpatías fascistas<br />

y de su represiva política interna.<br />

Para finalizar, me gustaría<br />

discutir dos significados que<br />

adquiere la guerra civil en el<br />

momento actual, seis décadas<br />

después de la victoria de Franco<br />

y dos después del final de su<br />

dictadura. En estas dos décadas,<br />

España ha sorprendido al<br />

mundo al gobernarse como un<br />

régimen civil, democrático y<br />

parlamentario más. Este periodo<br />

de gobierno democrático,<br />

casi milagroso, y en todo caso<br />

sin precedentes, ha sido posible<br />

gracias a un amplio compromiso<br />

que tomó forma en la Constitución<br />

de 1978: la izquierda<br />

aceptó una monarquía constitucional<br />

y la derecha aceptó<br />

una democracia política. Desde<br />

un punto de vista histórico,<br />

este compromiso lleva implícito<br />

el reconocimiento póstumo<br />

de los objetivos de la República<br />

de 1931: un Estado<br />

laico y democrático con autonomía<br />

local para las nacionalidades<br />

catalana, vasca y gallega.<br />

El segundo significado novedoso<br />

de la guerra civil está en<br />

la interpretación que han desarrollado<br />

una generación estelar<br />

de jóvenes historiadores españoles,<br />

como Santos Juliá, Gabriel<br />

Tortella, Juan Pablo Fusi,<br />

Julio Casanova y otros. Según<br />

estos historiadores, la guerra civil<br />

fue una interrupción catastrófica<br />

de un proceso de crecimiento<br />

económico y de modernización<br />

democrática que<br />

estaba bastante avanzado en<br />

1936 y que continuó discretamente<br />

en los últimos años del<br />

periodo de Franco y de manera<br />

espectacular en los años posteriores<br />

a su muerte. Para estos<br />

analistas, la España de 1936 no<br />

era tanto una caldera de ideales<br />

apocalípticos e incompatibles<br />

como la víctima de la depresión<br />

mundial, del ascenso de<br />

las agresivas dictaduras fascistas<br />

y del enfrentamiento en Europa<br />

entre las fuerzas fascistas,<br />

comunistas y capitalistas democráticas.<br />

Las Brigadas Internacionales<br />

Permítanme terminar con la<br />

mención de unos acontecimientos<br />

recientes que considero confirman<br />

estas últimas interpretaciones.<br />

En 1996, cuando se<br />

cumplía el 60º aniversario del<br />

estallido de la guerra civil, el<br />

Parlamento español votó, con<br />

unas pocas abstenciones y ningún<br />

voto en contra, ofrecer la<br />

nacionalidad española a los veteranos<br />

de las Brigadas Internacionales<br />

supervivientes. Era un gesto<br />

de reconocimiento, por parte<br />

de la derecha democrática y de<br />

la totalidad de la izquierda,<br />

de que los 40.000 voluntarios<br />

de 50 países diferentes habían<br />

acudido a España para defender<br />

la libertad española, y<br />

humana. En noviembre de ese<br />

año, varios centenares de veteranos<br />

visitaron España invitados<br />

por la Asociación de Amigos de<br />

las Brigadas Internacionales. Fui<br />

testigo del enorme recibimiento<br />

que tuvieron en las calles de<br />

Madrid, en la Diputación de Sevilla<br />

y en el Parlamento de Cataluña.<br />

Estoy seguro de que muchos<br />

de los lectores estuvieron<br />

presentes en esas u otras manifestaciones<br />

similares que tuvieron<br />

lugar en otra docena de ciudades<br />

y pueblos. Un incidente<br />

en particular simbolizó para mí<br />

el significado de esta visita. Estábamos<br />

en la calle San Jerónimo,<br />

cerca de las Cortes. La gente estaba<br />

saludando en las aceras a<br />

los veteranos y entregándoles rosas<br />

y claveles rojos. Entonces, un<br />

veterano, en una silla de ruedas,<br />

se alzó sobre sus antebrazos y<br />

grito con alegría: “Nos están<br />

dando las gracias, nos están dando<br />

las gracias”. Era exactamente<br />

eso. Para toda esta gente, para<br />

GABRIEL JACKSON<br />

los españoles y los internacionales,<br />

el significado último de la<br />

guerra civil ha sido la defensa de<br />

la libertad humana contra el fascismo,<br />

y la afirmación de la democracia<br />

española, derrotada<br />

entonces y floreciendo 60 años<br />

más tarde. n<br />

[Este artículo es una traducción de la<br />

conferencia dada por el autor en el<br />

Centro Juan Carlos I, en New York<br />

University, el día 23 de abril de 1999].<br />

Traducción de Sara Barceló.<br />

Gabriel Jackson es profesor emérito<br />

de Historia en la Universidad de California<br />

en la Jolla. Autor de La República<br />

española y la guerra civil y El difunto<br />

Kapellmeister Mozart (novela).<br />

69


Introducción: ¿Caudillismo,<br />

fascismo o algo distinto?<br />

Uno de los aspectos de la cultura<br />

mediática y política de España<br />

que llama la atención a muchos<br />

observadores internacionales<br />

es el término que se utiliza en<br />

España para definir a la dictadura<br />

que gobernó nuestro país<br />

durante el periodo 1939-1977.<br />

El término es franquismo, con<br />

lo cual se da gran protagonismo<br />

a la figura del general Franco como<br />

criterio definitorio de tal régimen.<br />

En esta definición se reproduce<br />

una visión caudillista<br />

de aquel sistema político, parecida<br />

a la que se utiliza para definir<br />

los regímenes dictatoriales<br />

caudillistas que han existido en<br />

América Latina, distanciándose<br />

así de los dos regímenes dictatoriales<br />

que existieron en Europa<br />

occidental durante parte de<br />

aquel periodo histórico; a saber:<br />

el nazismo en Alemania y el fascismo<br />

en Italia. A tales regímenes<br />

no se les conocen como hitlerismo<br />

o mussolinismo. Al régimen<br />

dictatorial español (a partir<br />

de ahora, RDE), que tiene muchos<br />

parecidos con estos regímenes<br />

dictatoriales, sí que se le<br />

conoce en España, en cambio,<br />

por el nombre del dictador,<br />

franquismo.<br />

Hay que clarificar que esta<br />

manera de definir el régimen<br />

dictatorial español no es común<br />

fuera de España. En la cultura<br />

mediática y política, por ejemplo,<br />

de Suecia, Reino Unido y<br />

Estados Unidos, tres países en<br />

los cuales he vivido durante muchos<br />

años, el régimen dictatorial<br />

español se definía y continúa<br />

definiéndose como un régimen<br />

fascista. Permítanme que cite sólo<br />

dos ejemplos recientes: The<br />

New York Times (24-12-2000),<br />

en una reseña reciente de Fraga<br />

Iribarne, lo definía como “Minister<br />

of the Interior of the fascist<br />

regime of General Franco”.<br />

Y dos meses antes, una de las<br />

cadenas televisivas más importante<br />

de EE UU, ABC (20-10-<br />

2000), se refirió a Samaranch<br />

como “a leading figure of the<br />

Spanish fascist regime”. No niego<br />

que en círculos académicos<br />

limitados haya habido una discusión<br />

sobre si tal término era o<br />

no apropiado para definir tal<br />

RDE. Pero, en el ámbito de las<br />

culturas mediáticas, el término<br />

más frecuentemente utilizado en<br />

muchos países europeos y norteamericanos<br />

para definir el RDE<br />

era, y continúa siendo, el de fascismo.<br />

¿Por qué esta diferencia<br />

de terminología?<br />

Es de todos conocido que ha<br />

habido un proyecto político-intelectual<br />

exitoso en España que<br />

ha negado el carácter fascista de<br />

aquel RDE aun aceptando, por<br />

parte de algunos autores, que lo<br />

fuera al principio, en sus fases<br />

iniciales. Se asume así que, excepto<br />

en sus primeros años, el<br />

régimen dictatorial fue autoritario,<br />

regido con mano militar<br />

por un general, sin ser un régimen<br />

totalitario, es decir, un régimen<br />

que intentara organizar<br />

la totalidad de la sociedad alrededor<br />

de una ideología totalizante.<br />

Ésta es la definición más<br />

generalizada en España de aquel<br />

régimen. Naturalmente que, y<br />

por razones obvias, las derechas<br />

españolas han promovido esta<br />

interpretación de la dictadura<br />

franquista, reproduciéndola a<br />

través de los medios de información<br />

en los que son hegemónicos,<br />

y que en España son<br />

muchos. Grandes sectores de las<br />

izquierdas, sin embargo, han<br />

CIENCIA POLÍTICA<br />

¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />

VICENÇ NAVARRO<br />

aceptado también esta versión<br />

de nuestra historia reciente, negando<br />

el carácter fascista de<br />

aquel régimen (excepto en sus<br />

primeros años).<br />

Soy consciente de que no<br />

puede evaluarse la validez de<br />

una teoría por su funcionalidad<br />

o utilidad. Es decir, que aun<br />

cuando la teoría que define al<br />

RDE como un régimen no fascista,<br />

autoritario y no totalitario<br />

ha sido, y continúa siendo,<br />

de gran utilidad y rentabilidad<br />

política para las derechas en España<br />

(como puede verse por la<br />

constante definición de aquel régimen<br />

en estos términos por figuras<br />

representativas de tales derechas,<br />

como son Aznar, Fraga,<br />

Samaranch, López Rodó y otros<br />

muchos), ello no tiene por qué<br />

invalidar la certeza de tal teoría.<br />

Ésta podría ser cierta y válida<br />

aun cuando fuera utilizada e instrumentalizada<br />

por las derechas<br />

en España. Es más, tal teoría ha<br />

sido también sostenida por personas<br />

de gran talla y credibilidad<br />

intelectual que no pertenecen<br />

o simpatizan con las derechas<br />

españolas. Entre ellas cabe<br />

destacar al profesor Edward Malefakis<br />

(a partir de ahora EM),<br />

catedrático de Historia Contemporánea<br />

de Europa en la<br />

Columbia University (EE UU),<br />

que comienza su capítulo en la<br />

colección dirigida por García<br />

Delgado Franquismo. El juicio<br />

de la historia, con el interesante<br />

interrogante ¿fue fascista el régimen<br />

franquista? Tal autor inicia<br />

su capítulo subrayando que,<br />

“Si por fascismo no entendemos algo<br />

más específico que los movimientos<br />

autoritarios de derechas encabezados<br />

por un solo individuo, que simpatizó<br />

con alguno de los ideales del<br />

fascismo y adoptó algunos de sus ata-<br />

víos, el régimen de Franco fue, sin duda,<br />

fascista, especialmente en sus fases<br />

iniciales” 1 .<br />

Ahora bien, después de establecer<br />

un criterio de definición<br />

de lo que es en realidad fascismo,<br />

EM concluye que tal régimen<br />

dictatorial español no fue<br />

fascista, al menos en su sentido<br />

estricto.<br />

Epistemiología del criterio:<br />

‘¿qué es fascismo?’<br />

El lector me permitirá que me<br />

centre en el criterio que EM establece<br />

para definir el fascismo,<br />

criterio que elabora a partir de<br />

las características de los regímenes<br />

políticos que son ampliamente<br />

reconocidos como fascistas;<br />

a saber: el nazismo de Alemania<br />

y el fascismo de Italia.<br />

Según EM, tales regímenes dictatoriales<br />

se caracterizaron por<br />

los rasgos definitorios del fascismo<br />

que citaré verbatim, es decir,<br />

citando textualmente los criterios<br />

que EM define como característicos<br />

de aquellos regímenes<br />

fascistas:<br />

1. “Buscaron no sólo tomar el poder,<br />

sino también crear una nueva clase de<br />

hombre (y, añadiría yo, una nueva clase<br />

de mujer) y de sociedad, a través de<br />

una ideología que glorificaba la jerarquía,<br />

el nacionalismo y la guerra (y, añadiría<br />

yo, la fuerza física)”.<br />

2. “Tal voluntad de cambio se centraba<br />

en un solo líder con cualidades supuestamente<br />

sobrehumanas, al que no deberían<br />

imponerse restricciones de ningún<br />

tipo.”<br />

3. “El líder nació de, y a su vez dio a<br />

luz a, un poderoso partido político que le<br />

1 Malefakis, E.: ‘La dictadura de Franco<br />

en una perspectiva comparada’, en<br />

García Delgado, Franquismo: el juicio de<br />

la historia, pág. 28. Ediciones Temas de<br />

Hoy, 2000.<br />

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


ayudó a conseguir sus objetivos: … el<br />

partido fue creado antes, y no después, de<br />

la toma del poder por el fascismo y era un<br />

instrumento indispensable en esa lucha”.<br />

4. “Con objeto de glorificar a su líder,<br />

a su partido y a sus objetivos, el fascismo<br />

puso un énfasis tan extraordinario en la<br />

propaganda… (que tenía por misión)<br />

crear un lazo místico con el dictador. Las<br />

nuevas tecnologías, especialmente la radio,<br />

pero también el cine y el periodismo<br />

gráfico, se utilizaron en una medida sin<br />

precedentes.”<br />

5. “Inherente al fascismo, e incesantemente<br />

reiterado como un objetivo en<br />

su propaganda, fue una forma extrema de<br />

nacionalismo”.<br />

6. “Otro objetivo fundamental del<br />

fascismo fue la consecución como su objetivo<br />

político de una prosperidad material<br />

sin precedentes… Tal proceso tenía<br />

un carácter místico. Quizá el mejor ejemplo<br />

sea el sueño de Hitler de una red de<br />

autopistas entrecruzando el país por la<br />

que todos los alemanes pudieran conducir<br />

su Volkswagen”.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

7. “Para asegurar el apoyo entusiasta<br />

del pueblo en la lucha por estos y otros objetivos,<br />

habría que organizar la sociedad<br />

más concienzudamente que nunca. De ahí<br />

la necesidad de crear nuevas organizaciones.<br />

El intento era el de organizar toda la<br />

sociedad instalando una visión nueva que<br />

rompió con el sistema anterior, exigiendo<br />

una subordinación de todas las organizaciones<br />

sociales, económicas y políticas”.<br />

8. “Además de la Iglesia, había otros<br />

grupos sociales subordinados al nuevo orden<br />

fascista, especialmente en Alemania,<br />

donde el poder de Hitler era mayor… Y<br />

se formó una alianza fáustica con grandes<br />

empresas que fue ventajosa para ambas<br />

partes, pero no había duda alguna sobre<br />

quién estaba al mando en última instancia,<br />

sobre todo después de que el fascismo<br />

se pusiera en pie de guerra. Las instituciones<br />

culturales fueron fascistizadas, igual<br />

que los clubes deportivos. El grupo que estuvo<br />

más cerca de retener su antigua autonomía<br />

fue el militar, dado que era esencial<br />

para la consecución de los objetivos<br />

2 Malefakis, E.: Op. cit. Págs. 29-32.<br />

Franco, Hitler y Mussolini<br />

fascistas de política exterior. En Italia había<br />

un obstáculo adicional: la existencia<br />

de la monarquía, poseedora de una vaga<br />

legitimidad residual que en 1943 propiciaría<br />

la caída de Mussolini”.<br />

Éstas son las ocho características<br />

que definieron aquellos regímenes<br />

y que EM considera indispensables<br />

para definir a un<br />

régimen como fascista; con ellas<br />

podemos identificar si el RDE<br />

fue o no fascista 2 .<br />

Quisiera subrayar que aun<br />

cuando coincido en que estas<br />

características estuvieron en su<br />

mayor parte presentes en los regímenes<br />

fascista italiano y nazi<br />

alemán, creo que tales características<br />

son insuficientes para definir<br />

a un régimen como fascista.<br />

En otras palabras, un régimen<br />

político podría tener estas<br />

ocho características definidas<br />

por EM y todavía podría no ser<br />

fascista. En este aspecto, EM da<br />

mucha importancia a caracterís-<br />

ticas formales del Estado sin enfatizar<br />

suficientemente las características<br />

de la ideología fascista.<br />

EM está en lo cierto al<br />

considerar el nacionalismo extremo<br />

e imperialismo como características<br />

de la ideología fascista.<br />

Ahora bien, otras características<br />

de la ideología fascista que considero<br />

muy importantes (y que<br />

EM no incluye en sus características)<br />

fueron el racismo, la negación<br />

de la existencia de clases<br />

sociales portadoras de intereses estructuralmente<br />

antagónicos y un<br />

profundo anticomunismo. Un<br />

análisis de los regímenes nazi<br />

alemán y fascista italiano (así como<br />

del RDE) muestra que tuvieron<br />

también estas características,<br />

a las que, un tanto inmodestamente,<br />

me referiré como<br />

VN-9 racismo, VN-10 negación<br />

de lucha de clases y VN-11 anticomunismo.<br />

9. No creo que pueda negarse<br />

que tanto el régimen nazi alemán<br />

como el régimen fascista<br />

italiano fueron racistas. Y lo<br />

mismo puede decirse del RDE,<br />

cuyo día nacional se llamaba,<br />

hasta el último año de la dictadura,<br />

el Día de la Raza. En todos<br />

estos regímenes, el concepto<br />

de patria, nación y pueblo estaba<br />

basado en un criterio de raza.<br />

El racismo fascista español no<br />

sólo incluyó un antisemitismo,<br />

sino también un racismo imperialista<br />

que suponía a la raza española<br />

superior a otras, incluyendo<br />

a la indígena existente en<br />

América Latina, cuya exterminación<br />

y genocidio eran presentadas<br />

como motivos de orgullo<br />

nacional, parte de la conquista<br />

de aquel continente. Su imperialismo,<br />

basado en su nacionalismo<br />

exacerbado, tenía una ba-<br />

71


¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />

se racista, la cual se reproducía<br />

en su discurso y en su cultura,<br />

intolerante hacia otras culturas,<br />

razas o pueblos. En realidad, nacionalismo<br />

y raza estaban íntimamente<br />

ligados, y su utilización<br />

discursiva era intercambiable<br />

en el discurso de la clase<br />

dirigente del RDE, incluyendo<br />

la del dictador, que tituló la única<br />

película que realizó Raza.<br />

10. El régimen nazi alemán y<br />

el régimen fascista italiano se caracterizaron<br />

también por su beligerante<br />

negación de la existencia<br />

de intereses antagónicos entre<br />

las clases sociales, cuya<br />

existencia negaron, sustituyendo<br />

y subsumiendo tales categorías<br />

bajo el concepto de pueblo<br />

y patria alemana o il popolo y la<br />

patria italiana. Integraron por<br />

tanto a los sindicatos y a los empresarios<br />

bajo las mismas instituciones,<br />

negándoles su personalidad<br />

propia diferencial. En<br />

realidad, el nazismo y el fascismo<br />

fueron una respuesta al discurso<br />

y práctica del movimiento<br />

obrero, hegemonizado tanto en<br />

la versión socialdemócrata como<br />

en la comunista por el marxismo,<br />

que se basaba en la interpretación<br />

de clases como<br />

agentes sociales con intereses estructuralmente<br />

antagónicos. De<br />

ahí que no se pueda entender el<br />

fascismo sin entender el contexto<br />

político en Europa que dio<br />

su origen. Y este contexto era<br />

uno de gran agitación social en<br />

el que, como ha señalado Eric<br />

Hobsbawn en su libro The age<br />

of Extrems: A History of the<br />

World, 1914-1991, las clases dominantes<br />

de Europa occidental<br />

se sentían amenazadas por la<br />

fortaleza creciente del movimiento<br />

obrero, hegemonizado<br />

por el pensamiento marxista 3 .<br />

En realidad, el nazismo alemán<br />

surgió como una alternativa al<br />

notable crecimiento del movimiento<br />

socialdemócrata de inspiración<br />

marxista. Y lo mismo<br />

ocurrió en Italia, donde el mie-<br />

3 Hobsbawn, E.: The Age of Extrems.<br />

A History of the World, 1914-1991. Pantheon<br />

Books, 1994.<br />

do al bolcheviquismo hizo que<br />

los terratenientes y empresarios<br />

apoyaran las bandas fascistas 4 .<br />

Es interesante en este aspecto<br />

subrayar el intento de intelectuales<br />

conservadores europeos,<br />

como Indro Montanelli, de justificar<br />

el fascismo como un mal<br />

necesario para evitar un mal mayor:<br />

el comunismo. Tales autores<br />

han indicado también que el<br />

RDE fue un mal necesario para<br />

evitar otro peor: el comunismo 5 .<br />

Es importante aclarar en este<br />

sentido que el fascismo no fue<br />

un movimiento revolucionario;<br />

antes al contrario, fue un movimiento<br />

contrarrevolucionario<br />

que apoyó al sistema económico<br />

amenazado por el movimiento<br />

obrero. El hecho de que se autoproclamara<br />

como revolucionario<br />

era en sí un tributo a la popularidad<br />

del proyecto revolucionario,<br />

captando un discurso vacío<br />

de una práctica revolucionaria.<br />

En realidad, incluso el término<br />

nacional-socialismo con que el<br />

nazismo se definió fue, como<br />

también indica Eatwell, un intento<br />

de utilizar el término socialismo<br />

como mecanismo de<br />

atracción de la clase trabajadora<br />

6 . Lo mismo ocurrió en Italia,<br />

en que la utilización del término<br />

socialismo era también una manera<br />

de atraer a las clases trabajadoras<br />

7 . En España, el término<br />

preferido fue el de nacional sindicalismo<br />

en lugar de nacional<br />

socialismo, puesto que el socialismo<br />

había sido el enemigo derrotado<br />

durante la guerra civil.<br />

Fue precisamente la intensidad<br />

de la derrota del socialismo, comunismo<br />

y anarquismo en nuestro<br />

país lo que explica que el desarrollo<br />

de un discurso atractivo<br />

para las clases trabajadoras fuera<br />

menos necesario.<br />

11. Independientemente del<br />

discurso radical utilizado, el hecho<br />

es que tanto en Alemania<br />

como en Italia y España las rela-<br />

4 Eatwell, R.: Fascism: A History, págs.<br />

29 y 58. Allen Lane, Penguin Press, 1995.<br />

5 Montanelli, I.: ‘Franco fue el mal<br />

menor’. La Vanguardia, 14-6-1998.<br />

6 Eatwell, R.: Op. Cit, pág. 3.<br />

7 Ibídem, pág. 8.<br />

ciones de propiedad económica<br />

no cambiaron significativamente<br />

bajo el fascismo. En realidad,<br />

y tal como señala también Eric<br />

Hobsbawn, el apoyo de las clases<br />

empresariales al movimiento<br />

fascista era en muchos países<br />

mayor cuanto mayor era la amenaza<br />

de un proceso auténticamente<br />

revolucionario. Un autor<br />

tan poco sospechoso de simpatizar<br />

con las izquierdas como el<br />

mismo Roger Eatwell indica que<br />

la mayoría de los dirigentes de la<br />

banca y de la industria, incluyendo<br />

el propietario de la Fiat,<br />

Giovanni Agnelli, apoyaron al<br />

fascismo italiano temerosos del<br />

peligro bolchevique 8 . Y lo mismo<br />

ocurrió en la Alemania nazi,<br />

donde la gran mayoría del establishment<br />

empresarial –dirigidos<br />

por Fritz Thyssen– apoyó a Hitler<br />

por el mismo temor al comunismo<br />

9 . No hay que olvidar<br />

que el Nuevo Orden fascista,<br />

tanto en Alemania como en Italia<br />

y en España, no era un nuevo<br />

sistema económico distinto<br />

del capitalismo sino un nuevo<br />

sistema político que, basado en<br />

las famosas instrucciones de<br />

Mussolini (“creer”, “obedecer”,<br />

“aceptar la jerarquía”, “el orden<br />

establecido” y “la autoridad”), representaba<br />

una alternativa al<br />

odiado sistema democrático liberal,<br />

así como al bolchevismo<br />

revolucionario. Su radicalismo,<br />

por tanto, era contrarrevolucionario,<br />

y en absoluto representaba<br />

una amenaza al sistema económico<br />

imperante.<br />

Analicemos así hasta qué<br />

punto el RDE reunió o no las<br />

11 características (EM, 1 a 8, y<br />

VN, 9 a 11). Centrémonos antes<br />

en las ocho de EN. Y ahí es<br />

de lamentar que EM no ofrezca<br />

mucha evidencia para llegar a su<br />

conclusión de que el RDE no<br />

fue en realidad fascista. De los<br />

ocho puntos, EM se centra básicamente<br />

en sólo dos: EM 2 y<br />

EM 3. El primero analiza la propia<br />

personalidad del dictador<br />

y el otro, EM 3, la relación entre<br />

8 Ibídem, pág. 67<br />

9 Ibídem, pág. 136.<br />

el dictador y el partido fascista,<br />

la Falange. En cuanto a las demás<br />

condiciones, EM se limita a<br />

afirmar que la RDE no las tuvo.<br />

Permítanme que me refiera al<br />

texto:<br />

“Carezco del espacio necesario para<br />

analizar con el mismo detalle por qué el<br />

régimen de Franco no respondía a los<br />

otros criterios que definían el fascismo en<br />

Italia y Alemania. No había nada mesiánico<br />

en la dictadura de Franco. No<br />

buscaba crear una nueva clase de hombre<br />

y sociedad o inaugurar una era histórica<br />

para toda la humanidad… no compartía<br />

los sueños de extraordinaria abundancia<br />

material… era demasiado realista como<br />

para creer que podía restaurar el imperio<br />

español de antaño... en lugar de movilizar<br />

su población, Franco buscaba desmovilizar<br />

la suya… no había un arte franquista<br />

o escultura de tipo fascista, y el estilo<br />

arquitectónico adoptado no era<br />

moderno, sino que se derivaba de modelos<br />

del siglo XVI… y no buscó la subordinación<br />

de los grupos sociales 10 ”.<br />

Antes EM también había subrayado<br />

que el RDE no había sido<br />

ni corrupto ni monumentalista,<br />

indicando que:<br />

“Durante la mayor parte de la época<br />

franquista, la corrupción oficial no parece<br />

haber sido un problema más grave de<br />

lo que es en la mayoría de los regímenes<br />

dictatoriales y democráticos” 11 “, y que, a<br />

diferencia de Ceaucescu u Hoxha, Franco<br />

no apadrinó proyectos grotescos de<br />

grandes obras, a pesar de lo que puedan<br />

opinar algunos antifranquistas respecto<br />

al Valle de los Caídos” 12 .<br />

Análisis de las evidencias<br />

presentadas<br />

En mi artículo comenzaré por<br />

analizar los dos puntos EM 2 y<br />

EM 3, expandiéndome luego en<br />

los otros condicionantes.<br />

EM contrasta la personalidad<br />

carismática de Hitler y Mussolini<br />

con la ausencia de carisma de<br />

Franco, al que define como poseedor<br />

de una personalidad mediocre<br />

e inexpresiva, carente de<br />

la exuberancia de Mussolini y<br />

de la apasionada intensidad de<br />

Hitler. Esta definición aparece<br />

también en una entrevista reciente<br />

de Tusell, en la que define<br />

a Franco como “una persona<br />

10 Malefakis, E.: Op. cit., pág. 36.<br />

11 Ibídem, pág. 26.<br />

12 Ibídem, pág. 26.<br />

72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


más mediocre que dictador sangriento”<br />

13 . Hay que aclarar inmediatamente<br />

que EM, mientras<br />

que hace suya la definición<br />

del dictador como mediocre, no<br />

disminuye en cambio la característica<br />

de sangriento. Antes al<br />

contrario, EM señala el enorme<br />

carácter sangriento de RDE, subrayando<br />

que asesinó a muchas<br />

más personas desde 1939 a<br />

1941 (en una proporción de incluso<br />

10.000 a 1) que el régimen<br />

fascista italiano en tiempo<br />

de no guerra, y encarceló en términos<br />

proporcionales a más personas<br />

que el régimen nazi en<br />

tiempo de paz 14 . Como señaló<br />

recientemente el semanario liberal<br />

The Economist, Pinochet<br />

fue un moderado comparado<br />

con Franco 15 . La peculiar forma<br />

de la transición española,<br />

con gran dominio de la derecha<br />

en tal transición, explica el olvido<br />

histórico del enorme aspecto<br />

represivo del RDE, una de las<br />

dictaduras que, como indica<br />

EM, ha sido de las más sangrientas<br />

que ha habido en Europa<br />

occidental en el siglo XX.<br />

Que Franco lideró una dictadura<br />

enormemente sangrienta<br />

es un hecho incuestionable. El<br />

que él fuera personalmente mediocre,<br />

carente de carisma, es<br />

irrelevante, sin embargo, para<br />

definir como fascista o no el régimen<br />

que dirigió. La característica<br />

que EM considera necesaria<br />

no es la personalidad y atributos<br />

del dictador en sí, sino la<br />

forma en que el régimen político<br />

proyectaba al dictador, y desde<br />

este criterio es difícil argumentar<br />

que el RDE no proyectara<br />

a Franco como un ser<br />

superhumano, excepcional, único,<br />

nombrado jefe del Estado<br />

por la gracia de Dios, la máxima<br />

forma de autoridad que existe<br />

en una cultura cristiana. La Iglesia<br />

católica española llegó a referirse<br />

al dictador como “el Dedo<br />

de Dios”. El RDE presentó a su<br />

líder como un hombre con cua-<br />

13 Tusell, J.: Entrevista en El Siglo<br />

(20-11-2000).<br />

14 Malefakis, E.: Op. cit., pág. 39.<br />

15 The Economist, 12-1-2001.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

lidades sobrehumanas (que le venían<br />

de Dios, consecuencia de<br />

Su Gracia) al que no deberían<br />

imponerse restricciones de ningún<br />

tipo (condición EM-2). El hecho<br />

de que la naturaleza no le<br />

hubiera dotado de mayores dotes<br />

no es parte de la condición<br />

en sí. Creo también en este aspecto<br />

que sería difícil negar que<br />

el RDE no reuniera la condición<br />

EM-4, que indica la necesidad<br />

de que existiera un aparato<br />

estatal propagandístico que glorificaba<br />

al dictador. Tal régimen<br />

utilizó hasta el último día de su<br />

vida todos los medios de información<br />

y persuasión que tenía a<br />

su alcance (y que eran la gran<br />

mayoría) en glorificar a su líder,<br />

a su partido y a sus objetivos,<br />

intentando crear un lazo místico<br />

con el dictador. Creo que no hace<br />

falta recordar, entre otros muchos<br />

hechos, que el famoso No-<br />

Do que existió hasta el final del<br />

RDE comenzaba siempre con la<br />

figura del dictador, seguido del<br />

emblema fascista.<br />

Permítanme ahora que analice<br />

la condición 3 (EM 3), la que<br />

se refiere a la relación existente<br />

entre el dictador y la Falange. El<br />

hecho de que la Falange no fuera<br />

creada por el dictador y que éste<br />

meramente la utilizara para,<br />

supuestamente, deshacerse de ella<br />

más tarde es el argumento más<br />

utilizado para negar el carácter<br />

fascista al RDE. Ahora bien, creo<br />

que es importante hacer algunas<br />

cualificaciones. La primera<br />

es que el hecho de que tal partido<br />

fuera o no fundado por el<br />

dictador es irrelevante para la<br />

definición de aquel RDE como<br />

fascista. Hitler, por cierto, tampoco<br />

fue el fundador del partido<br />

nazi. El punto clave no es quién<br />

fundó el partido fascista o cuándo,<br />

sino quién lo lideró e instrumentalizó<br />

(dirigiendo su<br />

transformación posterior en<br />

Movimiento Nacional), así como<br />

el papel que tal partido y/o<br />

Movimiento tuvieron en el Estado<br />

español. Y aquí es donde<br />

creo que aquellos que niegan el<br />

carácter fascista del RDE han<br />

interpretado erróneamente lo<br />

que ocurrió en Alemania e Ita-<br />

lia.<br />

En realidad, y en contra de lo<br />

que se cree, tanto en la Alemania<br />

nazi como en la Italia fascista,<br />

los partidos nazi y fascista no<br />

fueron las únicas fuerzas que estuvieron<br />

presentes en sus Estados.<br />

En Italia, el partido fascista<br />

estuvo en ocasiones, como reconoce<br />

el propio EM, marginado<br />

en el Estado italiano, compitiendo<br />

con otras fuerzas que incluyeron<br />

desde el empresariado<br />

al Ejército, entre otros grupos,<br />

que entraban en conflicto con<br />

asesinatos entre ellos. Y tal como<br />

también señala Eatwell en su estudio<br />

del fascismo italiano,<br />

Mussolini, una vez en el poder,<br />

desideologizó el partido fascista,<br />

deseando que no adquiriera poder<br />

dentro del Estado italiano.<br />

Favoreció así la sustitución de<br />

los fascistas de la vieja guardia y<br />

otros ideologizados por meros<br />

oportunistas que debían su cargo<br />

a su lealtad personal a él, en<br />

una forma semejante a cómo realizó<br />

Franco con la Falange. Mussolini<br />

también –como Franco–<br />

transformó más tarde el partido<br />

fascista en un movimiento que<br />

unió los distintos sectores e intereses<br />

leales a él, convirtiéndolo<br />

en su vehículo personal para<br />

mantenerse en el poder 16 . De<br />

esta manera, el Movimiento “se<br />

convirtió más en una condición<br />

para acceder al poder (sobre todo<br />

en la Administración pública)<br />

que en un proyecto ideológico”<br />

17 .<br />

No es del todo cierto, por<br />

tanto, definir el nazismo alemán<br />

o el fascismo italiano como un<br />

régimen político en el que el<br />

partido fascista, convertido en<br />

Estado, dirigiera aquella sociedad.<br />

En realidad, hubo incluso<br />

más diversidad en las cúpulas de<br />

poder en aquellos países que la<br />

que hubo en España, donde el<br />

partido fascista (Falange), más<br />

tarde convertido en movimiento<br />

fascista –Movimiento Nacional–<br />

(cuya ideología, instrumentos,<br />

símbolos e incluso uniformes<br />

eran iguales que los del partido<br />

16 Eatwell, R.: Op. Cit., pág. 72.<br />

17 Ibídem, pág. 72.<br />

VICENÇ NAVARRO<br />

fascista), junto con el Ejército y<br />

la Iglesia, constituyeron un bloque<br />

de poder que, a pesar de sus<br />

tensiones, estuvo menos dividido<br />

que el bloque de poder nazi<br />

alemán o fascista italiano, y ello<br />

como consecuencia de sus orígenes<br />

históricos: el golpe fascista<br />

de 1936 (reconocido como<br />

tal en 1999 por las Cortes españolas,<br />

con la excepción del PP y<br />

Coalición Canaria). Hasta el final<br />

del RDE, el movimiento fascista<br />

(el Movimiento Nacional)<br />

tuvo una enorme presencia en<br />

el Estado español. Cabe recordar,<br />

por ejemplo, que hasta el<br />

final del RDE el símbolo fascista<br />

estaba en la entrada de todas<br />

las poblaciones españolas, desde<br />

el más pequeño pueblecito<br />

en zonas rurales hasta las capitales<br />

del país. Y hasta 1997 todos<br />

los funcionarios (desde conserjes<br />

de edificios oficiales a catedráticos)<br />

tenían que jurar lealtad al<br />

Movimiento Nacional como<br />

condición de empleo. Es más,<br />

la mayoría de los dirigentes políticos<br />

de las ciudades por encima<br />

de 50.000 habitantes, desde<br />

alcaldes a presidentes de la Diputación,<br />

eran miembros del<br />

Movimiento Nacional.<br />

En realidad, el entramado<br />

existente en el Estado del RDE<br />

era resultado de un sinfín de<br />

compromisos, tal como ocurrió<br />

en Alemania y en Italia, entre<br />

los que creían en el movimiento<br />

fascista (los menos) y aquellos<br />

(la mayoría) que juraban lealtad<br />

por meros motivos oportunistas.<br />

De ahí que el Movimiento<br />

Nacional fuera una red de intereses<br />

corporativistas y económicos<br />

que utilizaron tales redes<br />

–comenzando por el propio dictador–<br />

para sus fines personales<br />

revistiéndolos de una ideología<br />

sumamente adaptable –como<br />

también lo fue en el caso del nazismo<br />

y del fascismo–. Esta ideología<br />

del Movimiento Nacional<br />

integró elementos fundamentales<br />

del catolicismo español (como resultado<br />

de su alianza con la Iglesia,<br />

que le dio su dimensión más<br />

totalizante, la cual, con la ayuda<br />

y cooperación del Estado y del<br />

Movimiento Nacional intentó<br />

organizar todas las dimensiones<br />

73


¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />

del quehacer humano, desde las<br />

áreas más íntimas, como la sexualidad,<br />

hasta la cultura y enseñanza),<br />

así como del nacionalismo<br />

imperialista (resultado de<br />

la alianza con el Ejército). En<br />

este aspecto, la estructura de poder<br />

del Estado en la RDE fue,<br />

como indiqué antes, menos diversa<br />

y más uniformizada que<br />

en la Alemania nazi y en la Italia<br />

fascista, donde hubo gran competitividad<br />

(y agresividad entre<br />

los distintos componentes).<br />

Aquellos regímenes no fueron<br />

regímenes políticos liderados<br />

por partidos fascistas que<br />

monopolizaran o incluso siempre<br />

lideraran el Estado. Valga<br />

también, en este sentido, subrayar<br />

que una situación semejante<br />

ocurrió en los regímenes llamados<br />

comunistas. No es cierto<br />

que en aquellos Estados, como<br />

en la Unión Soviética, el Partido<br />

Comunista dirigiera aquel Estado.<br />

Tal Estado estaba controlado<br />

por una nomenclatura inicialmente<br />

basada en una fuerza política<br />

que fue despolitizándose y<br />

sustituida por una estructura<br />

política altamente centralizada<br />

que utilizaba el discurso comunista<br />

como mera retórica en defensa<br />

de sus intereses 18 . En este<br />

aspecto, es interesante contrastar<br />

el hecho de que mientras es ampliamente<br />

aceptado el definir la<br />

dictadura existente en la URSS<br />

durante el periodo 1917-1988<br />

como comunista, hay cierta resistencia<br />

en España a utilizar el<br />

término fascista para definir la<br />

RDE, aun reconociendo tal carácter<br />

en sus inicios, basándose<br />

tal resistencia en la evolución<br />

que tal RDE sufrió. Sin negar<br />

los cambios ocurridos dentro de<br />

tal régimen dictatorial español,<br />

el hecho es que la distancia ideológica<br />

entre un Stalin y un Gorbachov<br />

fue mucho mayor que<br />

la distancia entre Serrano Suñer<br />

y Arias Navarro, primero y último<br />

jefe de Gobierno en el<br />

RDE, ambos líderes del Movimiento<br />

Nacional y del Gobierno,<br />

por no hablar de la diferen-<br />

18 Navarro, V.: Social Security in the<br />

USSR. Lexington Books, 1978.<br />

cia entre el Franco de 1939 y el<br />

de 1975.<br />

No creo que haga falta recordar<br />

que uno de los primeros juramentos<br />

del nuevo jefe de Estado,<br />

el Monarca, en 1975, fue<br />

el de lealtad al Movimiento Nacional,<br />

encargando el Monarca<br />

la reforma política al que era el<br />

dirigente del Movimiento Nacional,<br />

Adolfo Suárez, consciente<br />

del papel fundamental que este<br />

movimiento ocupaba en el<br />

Estado español y cuya eliminación<br />

era una condición esencial<br />

para poder reformar la RDE.<br />

Así como Yeltsin, dirigente del<br />

Partido Comunista, jugó un papel<br />

clave en el desmoronamiento<br />

del régimen correctamente<br />

definido como comunista, Suárez,<br />

jefe del Movimiento Nacional,<br />

jugó un papel clave en la<br />

transformación y transición del<br />

RDE. En ambos casos, por cierto,<br />

la nomenclatura de tales Estados<br />

continúa teniendo un papel<br />

importante, tanto en el Estado<br />

como en la vida<br />

económica. En este aspecto, los<br />

paralelismos entre poscomunismo<br />

y posfascismo son notables.<br />

Sólo valgan algunos ejemplos:<br />

Martín Villa, ayer dirigente del<br />

sindicato fascista universitario,<br />

hoy responsable de una de las<br />

empresas privatizadas; Cuevas,<br />

ayer dirigente del sindicato fascista<br />

universitario, hoy presidente<br />

de la patronal; Samaranch,<br />

ayer dirigente del Movimiento<br />

Nacional, más tarde y<br />

durante muchos años, presidente<br />

de La Caixa, el grupo financiero<br />

más importante de Cataluña,<br />

y podría ir citando casos<br />

más casos 19 . La nomenclatura<br />

del Estado fascista se transformó,<br />

intentando adaptarse a las<br />

nuevas realidades a fin de mantener<br />

–como es el caso de la nomenclatura<br />

comunista– su poder.<br />

Es muy probable que tanto<br />

Martín Villa, como Cuevas, como<br />

Samaranch, como otros miles<br />

de personas que tenían responsabilidad<br />

política durante el<br />

19 Una referencia que documenta tales<br />

relaciones en Cataluña, es Riera, I. Els<br />

catalans de Franco. Plaza & Janés, 1998.<br />

RDE y que vestían la camisa<br />

azul y saludaban con el saludo<br />

fascista no fueran fascistas sino<br />

meramente oportunistas conscientes<br />

de que para realizar sus<br />

ambiciones personales tenían<br />

que utilizar tal Movimiento. En<br />

ambos casos (en el régimen dictatorial<br />

comunista de la URSS y<br />

en el RDE), las estructuras de<br />

poder estaban altamente desideologizadas,<br />

y la mera supervivencia<br />

de sus intereses era la guía<br />

de sus acciones. La ideología y<br />

proyecto político era un mero<br />

caparazón que reflejaba su origen<br />

histórico, reproducido en su<br />

retórica. No era tanto la vitalidad<br />

ideológica y del proyecto<br />

político reproducido por el Estado<br />

lo que identificaba a los regímenes<br />

soviético y al RDE como<br />

comunistas o fascistas, respectivamente,<br />

sino los aparatos<br />

y discursos que los unían.<br />

Desde este punto de vista, la<br />

vitalidad e intensidad ideológica<br />

del Movimiento Nacional, claramente<br />

en declive durante los<br />

último años de la dictadura, no<br />

diluyó la caracterización de<br />

aquel régimen como fascista<br />

(siempre y cuando permanezcan<br />

las otras características (EM-1 a<br />

8 y VN-9 a 11) puesto que continuó<br />

siendo un eje importante<br />

de aquel Estado. Es importante<br />

subrayar que el caparazón ideológico<br />

del sistema, caracterizado<br />

por un misticismo nacionalista<br />

exacerbado, racista, profundamente<br />

anticomunista, persistió<br />

hasta el final del régimen, aun<br />

cuando su intensidad fuera diluyéndose.<br />

Pero recordemos que<br />

las clases del Espíritu Nacional<br />

en los centros de enseñanza se<br />

dieron hasta el último año de la<br />

dictadura. Es más, y como he<br />

indicado anteriormente, la gran<br />

mayoría de cargos políticos fueron<br />

miembros del Movimiento<br />

Nacional. Y ello ocurrió hasta<br />

finales de la dictadura. No estoy<br />

de acuerdo, por lo tanto, en<br />

que el RDE no reuniera también<br />

la condición EM-5, de tener<br />

objetivos propagandísticos como<br />

fueron el nacionalismo, al<br />

cual yo añadiría el racismo y el<br />

anticomunismo, así como (resul-<br />

tado de la alianza básica con<br />

la Iglesia) un misticismo en que la<br />

religiosidad jugó un papel fundamental<br />

en reproducir un orden jerárquico<br />

dentro de un “destino en<br />

lo universal definido por Dios y la<br />

Historia”. De ahí que esté en desacuerdo<br />

con EM y crea que el<br />

RDE también alcanza, y con<br />

creces, las condiciones de EM-1,<br />

3 y 5, de reproducir una ideología<br />

totalizante que abarcaba todas las<br />

dimensiones de la personalidad y<br />

de la sociedad, que deseaba crear<br />

un nuevo tipo de sociedad y de<br />

hombre (y de mujer) que rompiera<br />

a rajatabla con el mundo anterior,<br />

el orden republicano que<br />

simbolizaba la anti-España. Es<br />

erróneo considerar que tales características<br />

del RDE existieran<br />

sólo al principio del RDE. Antes<br />

al contrario, persistieron hasta<br />

el último año del régimen aun<br />

cuando la vitalidad de tal proyecto<br />

estaba claramente disminuida.<br />

El RDE fue totalitario,<br />

además de autoritario<br />

El lector me permitirá que profundice<br />

en esta característica del<br />

fascismo, su carácter e ideología<br />

totalizante. En España, la ideología<br />

del Estado de RDE fue un<br />

nacionalismo extremista, un racismo,<br />

un anticomunismo y un<br />

catolicismo antiliberal y antilaico<br />

que intentó configurar una<br />

nueva sociedad (opuesta a la que<br />

reprodujeron los valores de la<br />

República) y que invadía todas<br />

las dimensiones de la sociedad y<br />

del ser humano. Y la Iglesia católica<br />

española jugó un papel<br />

fundamental en la reproducción<br />

de tal ideología totalizante.<br />

Es hoy ampliamente reconocido<br />

que el Vaticano apoyó el<br />

golpe militar y el franquismo.<br />

Pío XII envió un telegrama de<br />

claro apoyo al general Franco, y<br />

el cardenal Montini, más tarde<br />

Pablo VI, organizó un Tedéum y<br />

recepción para celebrar la victoria<br />

de Franco 20 . Para el Vaticano,<br />

y en palabras de Pío XII, España,<br />

“la heroica España, nación<br />

20 Casanova, J.: La Iglesia de Franco,<br />

pág. 227. Temas de Hoy. Historia, 2001.<br />

74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


elegida por Dios desde tiempos<br />

inmemoriales” acababa de dar<br />

“a los prosélitos del ateísmo materialista<br />

de nuestro siglo la<br />

prueba más excelsa de que por<br />

encima de todo están los valores<br />

eternos de la religión y del espíritu”<br />

21 . En España, la Iglesia española,<br />

sin embargo, no sólo<br />

apoyó el golpe y el Estado que<br />

surgió de él, sino que se convirtió<br />

en parte del Estado del RDE,<br />

realizando todo tipo de funciones,<br />

desde delatoras y represivas<br />

hasta de adoctrinamiento. Desde<br />

muy al principio se estableció<br />

una simbiosis entre Iglesia y Estado,<br />

de manera que el triángulo<br />

Falange (más tarde el Movimiento<br />

Nacional), Iglesia y Ejército<br />

(junto con los aparatos<br />

represivos del Estado) constituyeron<br />

el bloque de poder central en<br />

aquel sistema. No es, pues, suficiente<br />

indicar que la Iglesia apoyó<br />

y/o simpatizó con el RDE.<br />

En realidad, la Iglesia fue parte<br />

21 Ibídem, pág. 227.<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

del Estado español, constituyendo<br />

uno de los ejes del RDE.<br />

La Iglesia no fue una institución<br />

complementaria al Estado:<br />

fue parte del Estado. Sus dirigentes<br />

eran nombrados por el<br />

dictador y sus sacerdotes eran<br />

pagados por el Estado. La evidencia<br />

mostrada por Julián Casanova<br />

en su libro La Iglesia de<br />

Franco es abrumadora. Y fue el<br />

objetivo de la Iglesia española<br />

crear una nueva sociedad que<br />

erradicara cualquier vestigio laico<br />

heredado del régimen republicano<br />

anterior, configurando<br />

a su gusto todas las dimensiones<br />

humanas, desde la sexualidad<br />

hasta la compostura y relaciones<br />

interpersonales. En este<br />

aspecto, el RDE fue ideológicamente<br />

mucho más intervencionista<br />

que el fascismo italiano y el<br />

nazismo alemán, convirtiendo<br />

al RDE en uno de los regímenes<br />

más totalitarios existentes en la<br />

Europa occidental, portador de<br />

una ideología totalizante que<br />

abarcaba todas las dimensiones<br />

del ser humano. De ahí que se<br />

haya llamado la ideología de<br />

aquel régimen nacional-catolicismo,<br />

término que me parece<br />

apto aunque insuficiente, pues<br />

no incluye otras dimensiones<br />

como VN-9, VN-10 y VN-11 a<br />

las que me he referido anteriormente.<br />

El catolicismo español<br />

no era sólo catolicismo. Incluía<br />

dosis elevada de fascismo, incluyendo<br />

su racismo, su imperialismo,<br />

su apego a los valores militares<br />

y de fuerza (como lo denota<br />

el término de Cruzada), su<br />

ansia de conquista, su espíritu<br />

enormemente reaccionario, su<br />

extrema forma de represión psicológica<br />

y sexual, su odio al liberalismo,<br />

laicismo, socialismo,<br />

comunismo y anarcosindicalismo,<br />

y que contribuyó a una de<br />

las represiones más violentas que<br />

han existido en el siglo XX en la<br />

Europa occidental.<br />

A la luz de estos hechos, me<br />

parece sorprendente que Payne,<br />

en un capítulo en la misma colección<br />

sobre el franquismo, dirigido<br />

por García Delgado, escriba<br />

que el hecho de que “el<br />

VICENÇ NAVARRO<br />

franquismo no era totalitario es<br />

un hecho irrefutable” 22 . Millones<br />

de españoles sufrimos y fuimos<br />

testigos de un intento de<br />

adoctrinamiento masivo de la<br />

ideología reproducida por el<br />

RDE y sus aparatos ideológicos,<br />

incluyendo la Iglesia, en la que<br />

intentaron configurar una nueva<br />

sociedad en la que desde la lengua<br />

e idioma hasta el sexo estaban<br />

normatizados. El hecho de<br />

que tal intento no fuera exitoso<br />

no quiere decir que el Estado no<br />

lo intentara. Las condiciones<br />

marcadas por EM no incluyen<br />

el evaluar si el Estado consiguió<br />

crear una nueva sociedad, sino si<br />

lo intentó. Y ahí me parece irrefutable<br />

que lo intentó a través de<br />

los aparatos ideológicos y propagandísticos<br />

del Estado.<br />

Otra teoría ampliamente extendida,<br />

propagada en múltiples<br />

casos por sectores de la nomenclatura<br />

del RDE, fue que el ca-<br />

22 Payne, S.: ‘La política’, en García<br />

Delgado, op. cit.<br />

75


¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />

rácter fascista de aquel Estado<br />

cambió con la entrada, a partir<br />

de los años sesenta, de lo que se<br />

ha llamado “los tecnócratas del<br />

Opus Dei”, que iniciaron un<br />

proceso de modernización del<br />

Estado que condujo en su vía<br />

final al proceso de la transición<br />

que desembocó en la democracia.<br />

Ésta es la postura también<br />

mantenida por Stanley Payne en<br />

el citado artículo, así como por<br />

Fabián Estapé, asesor de López<br />

Rodó, una de las figuras más<br />

importantes del Opus Dei en el<br />

RDE. Tal teoría ignora varios<br />

hechos que cuestionan los supuestos<br />

sobre los cuales tal teoría<br />

se construye. En primer lugar,<br />

el Opus fue fundado por una<br />

persona, Escrivá de Balaguer,<br />

que, además de ser guía espiritual<br />

del dictador (organizándole<br />

retiros espirituales de carácter<br />

personal), era una persona de<br />

clara identificación con el RDE<br />

y su ideología. Es más, la organización<br />

del Opus Dei, caracterizada<br />

por su fanatismo, intolerancia<br />

religiosa, estructura altamente<br />

jerárquica, con actitudes<br />

basadas en el secretismo, elitismo<br />

y autoritarismo, con un<br />

control psicológico permanente<br />

de sus miembros (que explica,<br />

por cierto, que el Parlamento<br />

belga lo considerara en 1997 como<br />

una secta, al igual que la<br />

Iglesia de la cienciología), es<br />

producto en sí del RDE, puesto<br />

que su desarrollo y expansión<br />

fue resultado del apoyo que tal<br />

régimen le dio.<br />

En 1939, año en que Escrivá,<br />

que apoyó entusiásticamente el<br />

golpe militar de 1936, escribió<br />

su obra Camino, el Opus Dei<br />

era prácticamente inexistente.<br />

Su introducción en gran escala<br />

en el RDE ocurrió con la Ley<br />

de Ordenación Universitaria de<br />

1943, que ordenó que la Universidad<br />

“acomodará sus enseñanzas<br />

a las del dogma y de la<br />

moral católica y a las normas del<br />

Derecho Canónico vigente, en<br />

armonía con el Estado nacional<br />

sindicalista, ajustando sus enseñanzas<br />

a los puntos programáticos<br />

del Movimiento”. El ministro<br />

de Educación Ibáñez Martín,<br />

un hombre de ultraderecha,<br />

de íntima confianza de la Falange<br />

que, además de dirigir la purga<br />

del Magisterio y la represión<br />

intelectual en la Universidad,<br />

nombró a una de las personas<br />

más nefastas en el mundo académico<br />

español, José María Albareda<br />

(amigo íntimo de Escrivá<br />

y miembro dirigente del<br />

Opus Dei), secretario general<br />

del Consejo Superior de Investigaciones<br />

Científicas, el CSIC,<br />

creado en 1939, convirtiendo<br />

tal Consejo en el vivero de cátedras<br />

universitarias para miembros<br />

del Opus Dei y otros personajes<br />

del RDE que incluyeron<br />

dirigentes del Movimiento Nacional,<br />

como bien han señalado<br />

Sartorius y Alfaya en su libro La<br />

memoria insumisa 23 . Y en la<br />

Universidad había una clara cooperación<br />

entre el sindicato fascista<br />

(el SEU) y el Opus Dei.<br />

¿Quién no recuerda en Cataluña<br />

las facilidades que el dirigente<br />

del Movimiento Nacional en la<br />

Universidad de Barcelona, el catedrático<br />

García Valdecasas<br />

(donde yo estudié en los años<br />

cincuenta y sesenta), dio para<br />

que el Opus Dei controlara<br />

puntos clave de tal Universidad?<br />

Es por tanto erróneo considerar<br />

al Opus y los tecnócratas<br />

identificados con él como los<br />

portadores de un proyecto predemocrático<br />

que desembocó en<br />

la transformación del sistema.<br />

En realidad, el Opus Dei intentó<br />

reproducir la ideología totalizante<br />

del RDE. Incluso en<br />

1990, López Rodó todavía insistía<br />

que Franco había tenido<br />

el gran mérito de vislumbrar la<br />

irrelevancia de la democracia y<br />

la necesidad de sustituir a los<br />

políticos por tecnócratas. Es sorprendente,<br />

por cierto, que en el<br />

artículo citado anteriormente<br />

Payne considere esta filosofía del<br />

Opus Dei como predemocrática,<br />

puesto que democracia nunca<br />

fue el objetivo de tal movimiento.<br />

La simbiosis de tal grupo<br />

de poder con la ideología del<br />

Estado permite cuestionar el im-<br />

23 Sartorius, N. y Alfaya, J.: La memoria<br />

insumisa. Sobre la dictadura de<br />

Franco. Espasa, 1999.<br />

pacto liberalizador o democratizador<br />

de los tecnócratas del<br />

Opus Dei. En realidad, López<br />

Rodó, la figura más emblemática<br />

del Opus Dei en el Estado<br />

español, fue uno de los autores<br />

del odiado Tribunal de Orden<br />

Público, bajo cuyos auspicios se<br />

asesinó, torturó y encarceló a<br />

miembros de la resistencia antifascista.<br />

Es más, el propio López<br />

Rodó fue una pieza clave en la<br />

eliminación de cualquier pensamiento<br />

crítico en la Universidad.<br />

En realidad, fue Fraga Iribarne,<br />

una persona del Movimiento<br />

Nacional, la que apuntó<br />

hacia los primeros resquicios de<br />

una prensa más abierta a través<br />

de la Ley de Prensa de 1966,<br />

aun cuando el mismo Fraga no<br />

dudó en reprimir cualquier<br />

amago de crítica en tal prensa.<br />

La obsesión de tales “tecnócratas<br />

del Opus Dei”, como lo<br />

fue la del Movimiento, fue reproducir<br />

el Estado franquista sin<br />

Franco, un Estado que no tocara<br />

los fundamentos del RDE.<br />

Como bien dice Santos Juliá, a<br />

este designio obedeció la Ley<br />

Orgánica del Estado y la solemne<br />

proclamación de Juan Carlos<br />

de Borbón como heredero<br />

de la Jefatura del Estado a título<br />

de Rey 24 . Es también dudoso<br />

que elementos influyentes del<br />

RDE estuvieran dispuestos a favorecer<br />

un proyecto democrático<br />

tal como surgió al final de la<br />

transición. Stanley Payne apoya<br />

esta conclusión citando una<br />

charla entre Franco y Suárez, en<br />

la que supuestamente Franco<br />

preguntó a Suárez si el futuro<br />

del régimen sería “inevitablemente<br />

democrático”, “a lo cual<br />

Suárez, por lo visto, respondió<br />

afirmativamente” 25 . “En este<br />

momento”, escribe Payne,<br />

“Franco dejó de prestarle atención<br />

y no dijo nada más”. Es<br />

más, según Payne, “Franco se dio<br />

cuenta de que su sucesor se<br />

orientaría hacia un sistema democrático”.<br />

He de admitir mis<br />

profundas dudas sobre la veraci-<br />

24 Juliá, S.: ‘La sociedad’, en García<br />

Delgado, op. cit.<br />

25 Payne, S.: Op. cit., pág. 261.<br />

dad de este intercambio, la cual<br />

Payne aporta como prueba de<br />

su tesis. Si fuera así, ¿cómo se<br />

explica que ni el Rey ni Suárez<br />

ni cualquier otra persona influyente<br />

del RDE propusieran en<br />

sus primeras propuestas de reforma<br />

del RDE un sistema auténticamente<br />

democrático y que<br />

sólo tras la presión de las izquierdas<br />

apareciera tal proyecto<br />

plasmado en la Constitución?<br />

En tales explicaciones de la transición<br />

se da un peso excesivo a<br />

los cambios dentro de la nomenclatura<br />

del RDE, olvidando<br />

el papel clave que jugaron las<br />

movilizaciones populares y el<br />

peligro de contagio de la Revolución<br />

de los Claveles a España.<br />

Movilizaciones y pasividad.<br />

Dos caras de la misma moneda<br />

También quisiera señalar que,<br />

en contra de la opinión de EM,<br />

creo obvio que el RDE intentó<br />

movilizar a sus bases –y lo consiguió–<br />

como lo atestiguan las<br />

movilizaciones que tuvieron lugar<br />

hasta los últimos años de su<br />

dictadura. Es erróneo no ver que<br />

el RDE intentó movilizar a sus<br />

bases políticas, en general de clases<br />

medias y medias altas. Los<br />

mítines del RDE que en Barcelona<br />

tenían lugar en la parte alta<br />

de la ciudad, no en la parte<br />

baja, donde la clase trabajadora<br />

vivía y vive. Y miles de personas<br />

eran movilizadas en aquellos mítines.<br />

Ello no entra en contradicción<br />

con la desmovilización<br />

de las clases populares, resultado<br />

del gran cinismo que generaba<br />

la observación de la práctica política<br />

y del miedo por parte de<br />

grandes sectores de la población.<br />

Pero, de nuevo, el régimen intentó<br />

movilizaciones constantemente.<br />

Y se definió a sí mismo<br />

como un proyecto modernista<br />

en el sentido de estimular el desarrollo<br />

del país. ¿Qué español<br />

no recuerda el compromiso de<br />

Franco con la creación de pantanos<br />

o con las carreteras o con<br />

otras medidas constantemente<br />

presentadas como parte de construir<br />

la nueva sociedad? Es más,<br />

el bloque de poder que controlaba<br />

el Estado del RDE (que incluyó<br />

el Movimiento Nacional y<br />

76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


la Iglesia) intentó controlar la<br />

gran mayoría de asociaciones y<br />

organizaciones (condiciones<br />

EM-7 y EM-8), hasta tal punto<br />

que la resistencia antifascista, en<br />

general, no pudo desarrollar organizaciones<br />

alternativas, sino<br />

que tuvo que “infiltrar” las organizaciones<br />

del RDE, desde los<br />

sindicatos verticales hasta Acción<br />

Católica, para poder realizar<br />

su labor clandestina. El RDE<br />

intentó controlar la sociedad,<br />

comenzando por los sistemas de<br />

enseñanza, y los medios de información<br />

y persuasión. Además<br />

de sus propios medios de difusión<br />

(todos los públicos y su<br />

propia prensa), el RDE nombraba<br />

los directores de todos los<br />

diarios más importantes del país,<br />

incluyendo los de mayor difusión<br />

deportiva, como Marca. Y ello lo<br />

realizó hasta el último día de la<br />

dictadura. Reunía, por tanto, las<br />

condiciones EM-7 y EM-8 con<br />

creces.<br />

En resumidas cuentas, creo<br />

que la evidencia apunta hacia la<br />

tesis de que el RDE reunía todas<br />

las condiciones de EM, desde la<br />

1 a la 8, es decir, deseaba establecer<br />

un orden nuevo, liderado<br />

por un líder de cualidades sobrehumanas,<br />

rodeado de un<br />

gran aparato de propaganda que<br />

reproducía una ideología totalizante<br />

basado en un nacionalismo<br />

místico, racista, anticomunista<br />

que controló e intentó controlar<br />

todas las dimensiones de la sociedad.<br />

El hecho de que objetivamente<br />

tal régimen fuera extraordinariamente<br />

reaccionario no<br />

quiere decir que se viera a sí mismo<br />

como tal. Antes al contrario,<br />

su idealización de la Edad<br />

Media –uno de los periodos de<br />

mayor subdesarrollo humano–,<br />

por ejemplo, era presentada como<br />

periodo de gran riqueza y<br />

creatividad. De ahí que crea que<br />

la evidencia que tenemos a mano,<br />

resultado de nuestra experiencia,<br />

es más favorable que desfavorable<br />

a la tesis de que el<br />

RDE se vio a sí mismo como un<br />

proyecto modernizador, aunque<br />

objetivamente no lo fuera.<br />

Dos últimas observaciones.<br />

Una sobre la megalomanía de<br />

proyectos grotescos que EM nie-<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

ga al RDE, contrastándolo con<br />

Ceaucescu u Hoxha, a los que sí<br />

atribuye tal tipo de proyectos.<br />

He estado y visitado Rumania<br />

y no creo que aquel régimen<br />

fuera menos megalómano que<br />

el español, el cual alcanzaba dimensiones<br />

semejantes a las de Corea<br />

del Norte de hoy. En España,<br />

todos los pueblos y ciudades<br />

tenían en su plaza principal,<br />

llamada la Plaza del Caudillo,<br />

un obelisco de forma y mensajes<br />

grotescos. En cuanto a sus edificios,<br />

éstos se caracterizaron por<br />

ser monumentales, semejantes,<br />

por cierto, al del fascismo italiano,<br />

aun cuando hubo una variedad,<br />

incluyendo un estilo<br />

ochocentista, como señala Juan<br />

Pablo Fusi en su artículo en la<br />

citada colección de García Delgado<br />

26 .<br />

Es también sorprendente que<br />

EM considere que no hubo más<br />

corrupción bajo el RDE que en<br />

otros países, fueran éstos dictatoriales<br />

o democráticos. En general,<br />

es de esperar que en un régimen<br />

dictatorial exista mayor<br />

corrupción oficial que un régimen<br />

democrático, que está sujeto<br />

al escrutinio público. Por ser<br />

dictatorial, el RDE fue más corrupto<br />

que otros países europeos<br />

con regímenes democráticos. Pero,<br />

los intereses que tal dictadura<br />

representó hizo tal RDE especialmente<br />

corrupto. La falta<br />

de protección del ciudadano<br />

(bien fuera como trabajador,<br />

bien fuera como consumidor) y<br />

del ambiente explica los grandes<br />

déficits históricos que España<br />

tiene en su Estado de bienestar,<br />

déficit que resultó sumamente<br />

rentable para grupos<br />

empresariales que se beneficiaron<br />

de la debilidad normativa y<br />

sancionadora del Estado y su escaso<br />

o nulo cumplimiento.<br />

Consecuencia de ello es que<br />

enormes fortunas –sobre todo<br />

en la construcción– se crearon<br />

durante el RDE, cuyos desastres<br />

ecológicos y urbanísticos no tienen<br />

paralelo en la Europa occidental,<br />

excepto en Portugal y<br />

26 Fusi, P.: ‘La cultura’, en García<br />

Delgado, op. cit.<br />

Grecia, que sufrieron regímenes<br />

conservadores dictatoriales. Las<br />

especulaciones desmesuradas de<br />

las inmobiliarias y de la industria<br />

de la construcción, entre<br />

otras, durante la RDE, son causa<br />

de que incluso a nivel de observación<br />

general (y a pesar de lo<br />

mucho que se ha hecho a partir<br />

de 1977), las ciudades y pueblos<br />

españoles tengan una ausencia<br />

de cohesión arquitectónica y urbanística<br />

en los desarrollos urbanos<br />

del periodo 1940-1977<br />

más acentuada que en países vecinos<br />

como Francia o Italia.<br />

Quisiera terminar este artículo<br />

con la observación de que soy<br />

consciente de que la discusión<br />

sobre la identidad ideológica de<br />

lo que fue el franquismo es un<br />

tema difícil, complejo y con una<br />

cierta carga emotiva. Y soy también<br />

consciente de que la realidad<br />

en sí está llena de claroscuros.<br />

Pero creo que en España, y<br />

como resultado de cómo se ha<br />

realizado la transición, se ha desechado<br />

con excesiva rapidez el<br />

término de fascista para definir<br />

el RDE, con argumentos que a<br />

mí me parecen insuficientes y no<br />

convincentes. En realidad, y tal<br />

como he mostrado en este artículo,<br />

los mismos argumentos<br />

que se han utilizado para negar<br />

el carácter fascista de aquel régimen<br />

pueden utilizarse para defender<br />

la utilización de tal término.<br />

El fascismo se ha expresado<br />

en distintas formas a lo largo<br />

del siglo XX, adaptándose a las<br />

peculiaridades de cada país. Así<br />

como hubo diferencias muy notables<br />

entre el nazismo alemán<br />

y el fascismo italiano, también<br />

hubo diferencias muy notables<br />

entre el fascismo español y las<br />

versiones alemanas e italianas<br />

fascistas, diferencias que, a mi<br />

entender, no justifican el negar<br />

tal carácter fascista al RDE. Definir<br />

el RDE como fascista crea<br />

grandes resistencias en España,<br />

puesto que tal término tiene más<br />

rechazo que el término franquista.<br />

Pero creo que en España, si<br />

hubiera habido una ruptura con<br />

el RDE (tal como ha ocurrido<br />

en los países del este de Europa)<br />

en lugar de una transición (que<br />

se ha realizado en condiciones<br />

VICENÇ NAVARRO<br />

de gran poder de las derechas y<br />

una gran debilidad de las izquierdas),<br />

hoy se hablaría del fascismo<br />

en lugar de franquismo.<br />

Como en muchos otros casos, la<br />

sabiduría convencional en un<br />

país reproduce el discurso e ideología<br />

conveniente para el sostenimiento<br />

de las relaciones de poder<br />

existentes. Como consecuencia,<br />

el lenguaje que utilizamos no<br />

es neutro, y el término franquismo,<br />

que se usa para definir el<br />

RDE, tampoco lo es. De ahí que<br />

se continúe utilizando en España,<br />

aunque no fuera de ella. n<br />

Vicenç Navarro es catedrático de<br />

Ciencias Políticas en la Universidad<br />

Pompeu Fabra.<br />

77


Los ejes de la acción<br />

periodística<br />

El trabajo del periodista, su posición<br />

en la sociedad y las funciones<br />

que desarrolla han variado<br />

de manera extraordinaria en<br />

las últimas décadas. Para dar<br />

cuenta de esta complejidad resulta<br />

a todas luces insuficiente e<br />

inadecuado el viejo esquema basado<br />

en un tipo de periodista<br />

circunscrito a contar lo que pasa.<br />

Esto sigue haciéndolo también,<br />

pero dentro de una acción<br />

mucho más amplia y que desborda<br />

ampliamente los meros límites<br />

del ejercicio de informar.<br />

Si queremos entender la nueva<br />

realidad del periodista hemos de<br />

partir de una premisa diferente,<br />

cuál es la que desarrolla una amplia<br />

variedad de tareas y de influencias.<br />

Esta diversidad podemos<br />

reducirla a tres ejes de actuación<br />

principales. En primer lugar,<br />

la acción de narrar y describir el<br />

acontecer social, que se corresponde<br />

con la típica función informativa.<br />

Es lógico que así sea,<br />

ya que sin desempeñar esta competencia,<br />

difícilmente serían justificables<br />

cualesquiera otras. Bajo<br />

esta perspectiva, su trabajo ha de<br />

ser explicado como profesión y<br />

en cuanto tal ser analizado y evaluado<br />

con criterios similares a los<br />

de otras profesiones.<br />

En segundo lugar, los periodistas<br />

proporcionan a nuestra<br />

sociedad uno de los conjuntos<br />

más importantes de representaciones<br />

simbólicas, en virtud de<br />

las cuales sujetos y grupos acceden<br />

a dotar de sentido su realidad.<br />

Unas representaciones que<br />

no se agotan en su función significante,<br />

sino que inciden de<br />

manera directa en las conductas<br />

al traducirse también en valores<br />

y normas de comportamiento.<br />

MEDIOS DE COMUNICACIÓN<br />

PERIODISTAS:<br />

UNA PROFESIÓN SIN LÍMITES<br />

FÉLIX ORTEGA Y MARÍA LUISA HUMANES<br />

Así vistos, los periodistas emergen<br />

como grupo que asume tareas<br />

propias de los intelectuales y<br />

los moralistas. El criterio de análisis<br />

tiene que ser en este caso el<br />

del tipo de responsabilidad y de<br />

ética en el que fundamentan su<br />

práctica profesional.<br />

En tercer lugar, de manera<br />

cada vez más decidida, los periodistas<br />

se dedican a expresar y<br />

construir la opinión pública. De<br />

este modo intervienen en el espacio<br />

público, al que contribuyen<br />

a modelar y transformar de<br />

manera sustancial. De hecho, lo<br />

público es hoy indisociable de<br />

las definiciones que al respecto<br />

formulan los medios de comunicación.<br />

Con lo que la tradicional<br />

identificación de la política<br />

con lo público se ha debilitado.<br />

Y al tiempo ello confiere a<br />

los periodistas la condición de<br />

actores políticos privilegiados.<br />

Esta ampliación del área de<br />

competencias e intervenciones<br />

propias del periodismo actual<br />

hace que el trabajo de los periodistas<br />

discurra a lo largo de un<br />

continuo de objetivos y funciones<br />

que mantiene en su interior<br />

un difícil e inestable equilibrio.<br />

Difícil, por cuanto no siempre<br />

es posible deslindar unos cometidos<br />

de otros; frágil, ya que la<br />

relevancia de unas funciones sobre<br />

otras puede conducir a descuidar<br />

el núcleo central del oficio.<br />

O en otras palabras: el periodista<br />

(individual o colectivo)<br />

de nuestro tiempo ha de asumir<br />

que tiene que decidir dónde poner<br />

el énfasis de su acción; esta<br />

previa toma de postura determina<br />

el curso posterior de su ejercicio<br />

profesional.<br />

Así, si lo concibe preferentemente<br />

en términos profesionales<br />

(privilegiando la función infor-<br />

mativa) le exigirá extremar el rigor,<br />

la fiabilidad y la validez de<br />

sus noticias. Esto es, decantarse<br />

por la profesionalización, que<br />

implica definir y concretar los<br />

saberes, habilidades, métodos de<br />

trabajo y responsabilidades inherentes<br />

a su trabajo. Por el contrario,<br />

concebir la acción periodística<br />

dando prioridad a cualquiera<br />

de los otros dos ejes<br />

presupone convertir la información<br />

en un pretexto que se instrumentaliza<br />

en aras de objetivos<br />

espurios y no siempre asumibles<br />

en público. En tal caso, el rigor<br />

informativo carece de sentido,<br />

ya que éste se ha desplazado a la<br />

consecución de proyectos camuflados<br />

bajo el ropaje de una<br />

pretendida acción informativa.<br />

Ha llegado también el tiempo<br />

de proclamar el fin de la inocencia<br />

informativa. Lo quiera o<br />

no –le guste o no– el periodista<br />

ha de aceptar que se mueve dentro<br />

de un ámbito en el que se<br />

mezclan fines e intereses muy<br />

diversos. Que éstos no son ya<br />

simples efectos no queridos ni<br />

previstos de su trabajo. Y que<br />

mantener un cierto nivel de calidad<br />

en la información no es<br />

fruto del puro espontaneísmo,<br />

sino la sola consecuencia de acciones<br />

intencionales y de una vigilancia<br />

extrema acerca de lo<br />

que hace y cómo lo hace. Y esto,<br />

sin duda, le exige al periodista<br />

cualidades culturales y morales<br />

que no se improvisan.<br />

Dicho lo anterior, vamos a<br />

analizar cuál es el estado de los<br />

tres ejes antes señalados en los<br />

profesionales de nuestro país.<br />

Comenzaremos por la dimensión<br />

profesional en el próximo<br />

apartado, para en el que le sigue<br />

dar cuenta de las implicaciones<br />

derivadas de su actual<br />

profesionalización y la fuerte<br />

pujanza del moralismo y la acción<br />

política. Acabaremos señalando<br />

los, a nuestro juicio, principales<br />

retos de la profesión.<br />

Una insuficiente<br />

profesionalización<br />

El papel que los periodistas y el<br />

periodismo cumplen en nuestro<br />

país no puede ser abordado sin<br />

tener en cuenta cuáles son las características<br />

de la estructura y la<br />

organización de la profesión. En<br />

este sentido, si tuviéramos que<br />

definir su estado actual la expresión<br />

más acertada sería la de una<br />

incompleta profesionalización<br />

(que hunde sus raíces en los avatares<br />

históricos de nuestro país y<br />

del propio periodismo), pero que<br />

no ha sido un obstáculo para que<br />

los periodistas se hayan convertido<br />

en un grupo social con un<br />

elevado prestigio social y una<br />

enorme capacidad de influencia<br />

como se señalará más adelante.<br />

En primer lugar, nos vamos a<br />

fijar en dos cuestiones relacionadas<br />

directamente con el grado<br />

de profesionalización (la definición<br />

de la actividad periodística<br />

y las funciones del periodismo)<br />

que revelan la imprecisión de los<br />

informadores a la hora de explicitar<br />

qué son, qué hacen y qué<br />

fines persiguen. En España, la<br />

dificultad para definir las tareas<br />

propias del periodismo son las<br />

mismas que para establecer qué<br />

es un periodista. A periodistas<br />

madrileños encuestados en<br />

1995 1 se les interrogó sobre cómo<br />

definirían el periodismo, pa-<br />

1 Encuesta sobre periodismo y sociedad<br />

en la España de hoy. Director: Félix Ortega.<br />

Departamento Sociólogico VI, Universidad<br />

Complutense de Madrid, 1995.<br />

78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


a que a continuación se decantaran<br />

por las tareas propias de<br />

su trabajo. Tradicionalmente la<br />

discusión en torno a este tema se<br />

centraba en determinar si el periodismo<br />

era un arte o un oficio.<br />

En la actualidad estos argumentos<br />

han quedado desbancados,<br />

no sólo desde las instituciones<br />

académicas, sino también por<br />

parte de los propios periodistas y<br />

de las empresas mediáticas. Así,<br />

es minoritaria la parte de los periodistas<br />

que consideran su actividad<br />

un arte y también se debe<br />

abandonar la idea de una llamada<br />

vocacional. Es más importante<br />

la opción de considerarlo<br />

como un trabajo asalariado. Pero<br />

las dos formas de entender el<br />

periodismo con más fuerza son,<br />

por orden de importancia, una<br />

profesión liberal y una actividad<br />

intelectual.<br />

Cuando se trata de explicar<br />

qué hace un periodista, los periodistas<br />

se ven a sí mismos en el<br />

doble papel de transmisores e<br />

intérpretes de la realidad. Obviamente<br />

ello nos obliga a referirnos<br />

a unos de los valores profesionales<br />

más arraigados en el<br />

periodismo, la objetividad. Ésta<br />

se define como la descripción<br />

válida y verdadera de la realidad,<br />

basada en tres argumentos: a) la<br />

separación entre hechos y opiniones;<br />

b) la presentación desinteresada;<br />

y c) la búsqueda del<br />

equilibrio dando la oportunidad<br />

a todas las partes implicadas de<br />

replicar la información. Lo que<br />

nos revela el caso español es una<br />

pérdida de vigencia del concepto<br />

o al menos una redefinición<br />

del mismo hacia el periodismo<br />

interpretativo, aunque bien es<br />

verdad que en nuestro país la<br />

objetividad nunca dominó la<br />

forma de actuación de los pe-<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

riodistas por la propia tradición<br />

de la prensa de opinión.<br />

Ante la cuestión sobre qué<br />

funciones cumplen los medios<br />

de comunicación los periodistas<br />

se decantan por las de informar<br />

e influir. Casi las tres cuartas<br />

partes opinan que los medios<br />

cumplen con la labor de informar,<br />

mientras que más de la mitad<br />

afirman lo mismo sobre la<br />

capacidad de influir. Entretener<br />

y educar quedan muy por detrás.<br />

Cabe resaltar, por lo que<br />

puede avanzar sobre el futuro de<br />

la profesión, que los estudiantes<br />

de periodismo encuestados 2 destacaron<br />

el entretenimiento sobre<br />

el resto de las funciones,<br />

ocupando la información el tercer<br />

lugar por detrás de influir.<br />

Los periodistas se muestran como<br />

intermediarios y portavoces<br />

de la ciudadanía ante otras instancias:<br />

seleccionan y definen<br />

los acontecimientos de la realidad<br />

social, ofrecen soluciones y<br />

modos de actuar frente a ellos,<br />

presionan a los poderes públicos<br />

para que tomen decisiones.<br />

Los medios de comunicación<br />

asumen estas acciones y legitiman<br />

sus actuaciones en nombre<br />

de la audiencia. Ésta es utilizada<br />

por los periodistas para justificar:<br />

a) el contenido y tratamiento<br />

de la información con<br />

argumentos como el número de<br />

lectores y espectadores; y b) la<br />

supuesta representación de la<br />

opinión pública, de modo que<br />

apoyan sus decisiones en demandas<br />

de ésta (por ejemplo,<br />

con expresiones como la ciudadanía<br />

exige saber, etcétera). Pero<br />

2 Encuesta a estudiantes de periodismo.<br />

Director: Félix Ortega, María Luisa Humanes,<br />

1999.<br />

¿cómo conocer qué le interesa a<br />

la audiencia? Desde la investigación<br />

de los efectos de la comunicación<br />

poseemos importantes<br />

aportaciones sobre la influencia<br />

de la información en el<br />

público y los hábitos de consumo<br />

y procesamiento de los contenidos.<br />

Muy distinta es la situación<br />

cuando nos vamos al lado<br />

de los profesionales de la<br />

información. Los periodistas españoles<br />

no parecen mantener<br />

una idea demasiado definida de<br />

“su” público: el estereotipo de la<br />

audiencia como masa continúa<br />

ejerciendo una gran influencia<br />

sobre los informadores, aunque<br />

destaca también el alto índice<br />

que dice no tener ninguna imagen<br />

de los individuos a los que<br />

se dirige, lo cual es más preocupante<br />

por el escaso interés hacia<br />

los usuarios de los medios que<br />

esconde esta opinión. Los periodistas<br />

creen que la principal<br />

motivación de la audiencia al<br />

consumir los mensajes periodísticos<br />

es informarse, seguida del<br />

entretenimiento y del análisis de<br />

la actualidad, mientras que las<br />

orientaciones personales ocupan<br />

un lugar muy secundario. Una<br />

cuestión preocupante que tiene<br />

que ver con este alejamiento entre<br />

los periodistas y su público<br />

plantea el procesamiento de la<br />

información contenida en las<br />

noticias, especialmente de televisión.<br />

El escaso nivel de profesionalización<br />

alcanzado por el periodismo<br />

se refleja con más claridad<br />

en otro aspecto que enlaza<br />

directamente con lo que acabamos<br />

de afirmar sobre las funciones<br />

del periodismo y las relaciones<br />

con la ciudadanía. Las<br />

profesiones clásicas han desarrollado<br />

códigos éticos que definen<br />

los deberes y responsabilidades<br />

de sus miembros en el ejercicio de<br />

la actividad profesional. En el<br />

periodismo el acuerdo sobre este<br />

asunto ha sido hasta el momento<br />

complicado y está aún<br />

muy lejos de conseguirse. En España<br />

todavía no existe un código<br />

deontológico común a toda<br />

la profesión y menos aún un organismo<br />

que vele por su cumplimiento.<br />

En el periodismo son<br />

difícilmente reconocibles las<br />

consecuencias de los comportamientos<br />

de los informadores.<br />

Para Schumpeter, “los periodistas<br />

poseen ‘el poder de la palabra<br />

escrita y hablada’ y no tienen<br />

ninguna ‘responsabilidad directa<br />

sobre cosas prácticas’. En<br />

otras palabras, ellos no tienen<br />

ninguna competencia. Escriben<br />

y hablan sobre temas que o caen<br />

en el ámbito de otras profesiones<br />

o para los cuales no existe<br />

ningún saber profesional específico,<br />

como las discusiones sobre<br />

valores como la libertad, la<br />

igualdad, el bienestar” (pág. 199).<br />

La difusión de informaciones y<br />

opiniones sobre personajes públicos<br />

que no son verificadas, los<br />

juicios paralelos, etcétera, son<br />

habituales en los medios, sobre<br />

todo cuando se prevé que el<br />

conflicto o la negatividad harán<br />

de ese hecho algo atractivo para<br />

conseguir audiencia (sólo tenemos<br />

que recordar el famoso caso<br />

Arny para encontrar una buena<br />

serie de ejemplos). La crítica<br />

sin fundamento llena las tertulias<br />

radiofónicas de la mañana y<br />

la noche.<br />

Pero esta falta de mecanismos<br />

de comprobación de la realidad<br />

no es exclusiva de la información<br />

política, sino que aparece<br />

también frecuentemente en las<br />

noticias científicas, en las que,<br />

79


PERIODISTAS: UNA PROFESIÓN SIN LÍMITES<br />

por ejemplo, se presentan bajo<br />

titulares espectaculares y concluyentes<br />

resultados de una investigación<br />

que son provisionales,<br />

o fármacos milagrosos cuya<br />

utilidad está restringida a supuestos<br />

muy limitados. ¿Son<br />

conscientes los periodistas de las<br />

consecuencias que tienen en la<br />

población los mensajes así transmitidos?<br />

En las encuestas que<br />

estamos utilizando no hay ninguna<br />

pregunta directa sobre este<br />

asunto, pero sí podemos<br />

abordar la cuestión de una forma<br />

indirecta (encuesta de 1995)<br />

si consideramos en qué grado<br />

creen los periodistas que los medios<br />

de comunicación desarrollan<br />

estas cinco funciones: la información,<br />

el entretenimiento,<br />

la crítica, el adoctrinamiento y la<br />

reflexión; y resulta significativo<br />

que sea esta última la función<br />

con menor éxito. La situación<br />

es, en nuestra opinión, más grave<br />

puesto que la información y<br />

la crítica obtienen las medias<br />

más altas. Es paradójico, ya que<br />

parece lógico que los tres procesos<br />

estén mutuamente relacionados:<br />

el acopio de información<br />

sobre un asunto llevaría a la reflexión<br />

sobre el mismo y ésta a la<br />

crítica. Sin duda la explicación<br />

radica en cómo se entiende la<br />

información (acumulación de<br />

hechos de actualidad inconexos)<br />

y la crítica (a menudo sinónimo<br />

de descalificación).<br />

La libertad de expresión, que<br />

evidentemente constituye la<br />

condición sine qua non para la<br />

existencia de unos medios de comunicación<br />

libres se convierte<br />

en ocasiones en un escudo protector<br />

que puede esconder comportamientos<br />

poco responsables.<br />

Los periodistas españoles entienden<br />

la libertad de expresión<br />

como un derecho social, aunque<br />

sorprende que haya una<br />

parte que afirme que es un derecho<br />

propio de los informadores.<br />

Las opiniones están divididas<br />

casi al 50% entre quienes<br />

creen que la libertad de expresión<br />

debe limitarse y los que se<br />

sitúan en el extremo opuesto.<br />

No obstante, parece mayoritario<br />

el argumento de que el fin<br />

no justifica los medios y que no<br />

todos los medios son lícitos en el<br />

ejercicio de este derecho.<br />

Los periodistas encuestados<br />

ofrecen una imagen de la profesión<br />

bastante negativa: las informaciones<br />

no son rigurosas<br />

y se mezclan con los rumores y<br />

la opinión. Además, parecen<br />

guiarse por ideas preconcebidas<br />

(los estereotipos) sobre los protagonistas<br />

de las noticias. Así,<br />

menos de un tercio de los entrevistados<br />

cree que la prensa parte<br />

del principio de presunción de<br />

inocencia, es decir, definen claramente<br />

quiénes son los inocentes<br />

y quiénes los villanos. Ello<br />

confirmaría para el caso español<br />

algunas hipótesis ya comprobadas<br />

empíricamente, como el hecho<br />

de que las noticias influyen<br />

sobre la forma en que se juzga<br />

la realidad. La percepción de la<br />

ciudadanía parece coincidir con<br />

lo expresado por los periodistas.<br />

En una encuesta nacional del<br />

CIS de 1995 menos de la mitad<br />

de los entrevistados afirmaba<br />

que los periodistas “dicen la verdad”.<br />

Paralelamente a esta situación<br />

de escasa profesionalización<br />

(que se resume concretamente<br />

en la indefinición de las tareas<br />

que cumple el periodista y en la<br />

falta de responsabilidad frente a<br />

lo publicado) nos encontramos<br />

con un prestigio social de la profesión<br />

en aumento desde la década<br />

de los años setenta. La liberación<br />

de los controles de la<br />

dictadura permitió que los periodistas<br />

se hayan constituido en<br />

un grupo que ha incrementado<br />

su status social. La imagen que<br />

de ellos tiene la ciudadanía ha<br />

quedado reflejada en sucesivas<br />

encuestas del Centro de Investigaciones<br />

Sociológicas.<br />

Un dato significativo es que<br />

la clase periodística ocupa el primer<br />

lugar en la comparación<br />

con otros grupos e instituciones<br />

coincidiendo con el momento<br />

en el que se publican los escándalos<br />

político-económicos que<br />

más interés han despertado, y<br />

que salieron a la luz a través de<br />

los medios de comunicación: los<br />

GAL y Juan Guerra en 1989,<br />

Ibercorp, Filesa en 1991, etcétera.<br />

El prestigio de la profesión<br />

periodística se fundamenta en el<br />

papel político y de dirección intelectual<br />

que ha asumido. La<br />

percepción de la función de los<br />

medios en el proceso de democratización<br />

parece confirmarse<br />

si tomamos en cuenta los datos<br />

del estudio del CIS de 1995 sobre<br />

“Transición y democracia”.<br />

En este informe, los españoles<br />

sitúan a la prensa en el quinto<br />

lugar entre los grupos que intervinieron<br />

de manera más significativa<br />

en la transición al régimen<br />

democrático. La prensa<br />

se situaba por detrás del Rey, los<br />

ciudadanos y los políticos, y por<br />

delante del movimiento obrero<br />

y los intelectuales. Sin duda, en<br />

la memoria colectiva han quedado<br />

fijados acontecimientos<br />

como la noche de los transistores<br />

el 23 de febrero de 1981.<br />

Amando de Miguel ha señalado<br />

que la desconfianza en las<br />

instituciones políticas es parte<br />

del proceso de “alienación política”,<br />

que se traduce en que “se<br />

desconfía sobre todo de las personas<br />

que son elegidas, no tanto<br />

de las que son nombradas o llegan<br />

a los puestos de poder por<br />

influencia o por el ejercicio profesional”,<br />

y éste sería el caso de<br />

los periodistas.<br />

El ascenso de los periodistas<br />

como grupo social ha tenido<br />

una notable influencia en los jóvenes<br />

y en la elección de su futura<br />

profesión. Influencia que se<br />

refuerza a través de la imagen<br />

que de su trabajo ofrecen los<br />

propios protagonistas, que han<br />

llegado a convertirse en fuentes<br />

informativas para otros periodistas,<br />

por ejemplo, en los programas<br />

de televisión, en los que<br />

informadores que han investigado<br />

escándalos políticos o económicos<br />

se convierten en referencia<br />

incuestionable en debates<br />

y tertulias; se les pide su<br />

opinión de expertos del mismo<br />

modo que a otro especialista en<br />

cualquier área de conocimiento.<br />

En consecuencia, los periodistas<br />

se valoran a sí mismos por<br />

encima de la Universidad, la<br />

Iglesia, los sindicatos, la banca,<br />

los partidos políticos (instituciones<br />

en las que se tiene nada o<br />

poca confianza); únicamente el<br />

poder judicial se acerca a los medios<br />

de comunicación. En la encuesta<br />

que hemos realizado a estudiantes<br />

de periodismo en<br />

1999 queda clara esta percepción<br />

de la profesión periodística.<br />

Así, la mayoría de estos jóvenes<br />

sostienen que los medios de comunicación<br />

crean a los líderes<br />

sociales, representan a la opinión<br />

pública mejor que otros<br />

grupos, e incluso, que los sondeos<br />

de opinión, mantienen la<br />

popularidad de los políticos y,<br />

en fin, son ellos mismos líderes<br />

de opinión.<br />

La imagen externa de los periodistas<br />

contrasta en algunos aspectos<br />

con su autovaloración.<br />

Por un lado, el prestigio ocupa<br />

un puesto secundario a la hora<br />

de elegir la futura profesión,<br />

tanto para los informadores en<br />

activo como para los estudiantes.<br />

Se produce, sin duda, una<br />

curiosa paradoja, dado que si<br />

bien se percibe una clara conciencia<br />

entre los periodistas sobre<br />

su capacidad de crear representaciones<br />

sobre la realidad en<br />

general y de intervenir en la vida<br />

pública en particular (de esta<br />

forma hay que entender su denominación<br />

como contrapoder<br />

y el que se conviertan en analistas<br />

de la realidad); por otro lado,<br />

existe una resistencia a asumir<br />

explícitamente esta posición de<br />

superioridad. Sin duda, cuando<br />

confrontamos este hecho con la<br />

falta de responsabilidad ante las<br />

consecuencias de lo emitido por<br />

los medios se entiende mejor la<br />

contradicción.<br />

¿En qué se fundamenta el<br />

prestigio de la profesión para los<br />

periodistas? Una primera razón<br />

debería ser la competencia profesional,<br />

es decir, un periodista (y<br />

por extensión el grupo profesional)<br />

ganaría la consideración de<br />

sus colegas y del resto de la población<br />

cuando su trabajo se<br />

ajustara a unos cánones de excelencia<br />

establecidos previamente.<br />

Esto es lo propio de las profesiones<br />

clásicas. Sin embargo, en<br />

el periodismo este tipo de criterios<br />

no han sido aún establecidos;<br />

por tanto, es imposible<br />

basar el prestigio en este argumento.<br />

Si nos fijamos en las cua-<br />

80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115


lidades que definen al buen periodista<br />

encontramos que junto<br />

al conocimiento especializado<br />

(una de las características principales<br />

que definen a una profesión)<br />

aparecen otras cualidades<br />

como la facilidad para las relaciones<br />

sociales, la simpatía o la<br />

audacia. El prestigio de los periodistas<br />

radica en su capacidad<br />

para influir en la sociedad y su<br />

proximidad al poder. También<br />

entre los periodistas la relevancia<br />

social de la profesión parece asociada<br />

a su actuación en el terreno<br />

político, lo cual vendría a apoyar<br />

una vez más la tesis weberiana<br />

sobre las similitudes del político<br />

y el periodista en cuanto que demagogos.<br />

No extraña entonces<br />

que la sección más valorada dentro<br />

de los medios sea “política”,<br />

seguida de “opinión”.<br />

Autoimagen y heteroimagen<br />

parecen al final coincidir. Tanto<br />

para los periodistas como para<br />

los ciudadanos el periodismo gana<br />

prestigio como actividad relacionada<br />

con la cosa pública;<br />

así los periodistas creen contar<br />

Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

con el mismo status social que<br />

los políticos, los sociólogos y los<br />

profesores universitarios. Por el<br />

contrario, tendrían una posición<br />

por debajo de actividades más<br />

profesionalizadas como economistas,<br />

ingenieros, informáticos,<br />

jueces y médicos. El prestigio de<br />

la profesión se basa más en la<br />

capacidad de influir socialmente<br />

que en los estándares del profesionalismo.<br />

Una creciente influencia<br />

Acabamos de comprobar que,<br />

aún con notables cambios respecto<br />

del pasado más próximo,<br />

la de periodista es una actividad<br />

con un bajo nivel profesional.<br />

Pero la falta de atributos en este<br />

plano se compensa con una<br />

abundancia de competencias en<br />

otros. En concreto, en los ejes<br />

que hemos denominado intelectual-moral<br />

y político. Ello ha<br />

producido un cierto detrimento<br />

en el cuidado informativo (no<br />

desde luego en la cantidad de<br />

información) y una mayor intencionalidad<br />

en las consecuen-<br />

cias extra informativas del ejercicio<br />

profesional. Es decir, que el<br />

sentido de informar se ha desplazado<br />

de la atención puesta en<br />

el contenido y en el extremado<br />

rigor de los procedimientos para<br />

conseguirlo a los (presumibles)<br />

efectos que pueda tener ese<br />

contenido (convertido en noticia).<br />

De ahí que una parte importante<br />

de nuestros periodistas<br />

haya interiorizado que una de<br />

sus principales tareas es la de influir.<br />

Ahora bien, influir significa<br />

de inmediato que la perspectiva<br />

del trabajo periodístico se<br />

pone en saber a quién se influye<br />

y para qué se influye, y bastante<br />

menos en con qué se influye. El<br />

resultado es que el periodismo<br />

de hoy ha de explicarse a partir<br />

de estos otros referentes. Lo que<br />

nos permite comprender las áreas<br />

de influencia sobre las que los<br />

periodistas proyectan sus acciones.<br />

Desde nuestra perspectiva,<br />

estas áreas son especialmente las<br />

cuatro siguientes.<br />

1. En primer lugar, proporcionar<br />

a la sociedad algunos de<br />

FÉLIX ORTEGA Y MARÍA LUISA HUMANES<br />

los elementos culturales que le<br />

permiten dotarse de identidad<br />

y de un cierto grado de cohesión<br />

interna. Una parte importante<br />

de los contenidos de la información<br />

no son sino creencias<br />

y valores sociales, mitos y estereotipos<br />

sobre la vida colectiva.<br />

Una debilidad histórica y estructural<br />

de las instituciones colectivas<br />

encargadas de esta tarea<br />

(Estado, sistema educativo, la<br />

denominada “sociedad civil”) ha<br />

permitido a los medios de comunicación<br />

erigirse en instancias<br />

de vertebración (desvertebración)<br />

social.<br />

2. En segundo lugar y en directa<br />

conexión con lo anterior,<br />

los periodistas vienen asumiendo<br />

de hecho la dirección cultural<br />

de la sociedad. No sólo por<br />

haber reemplazado a otros poderes<br />

culturales, sino sobre todo<br />

por haberse convertido ellos en<br />

un poder cultural de referencia<br />

inexcusable. Lo son desde un<br />

punto de vista institucional: trabajan<br />

en empresas que se han<br />

convertido en corporaciones<br />

81


PERIODISTAS: UNA PROFESIÓN SIN LÍMITES<br />

culturales, y no sólo informativas.<br />

Pero también por la voluntad<br />

intencional de serlo. Así, la<br />

vieja tarea de “decir la verdad”<br />

(tan querida por los no menos<br />

viejos intelectuales) parece haberse<br />

convertido en una prerrogativa<br />

del oficio. No menos que<br />

la de constituirse en “faro” y<br />

“guía” de los cambios culturales.<br />

Con todo ello los periodistas<br />

elaboran lo que ya se conoce como<br />

“tercera cultura”, un mixto<br />

entre la cultura científica y la literaria,<br />

pero que no es ni la una<br />

ni la otra. En fin, a ellos corresponde<br />

(como a las trasnochadas<br />

vanguardias y críticos de antaño)<br />

la definición de los cánones<br />

del gusto, que no son otros que<br />

aquellos que se supone expresan<br />

los de la opinión pública (que,<br />

voluble como es, sólo puede ser<br />

escrutada por el fiel seguimiento<br />

que de ella hacen los periodistas).<br />

3. La acción política es quizá,<br />

de todas las influencias, la más<br />

compleja, la más deseada y la<br />

que menos se quiere reconocer.<br />

Es también la que se ha dotado<br />

de su propia historia: el papel<br />

que los periodistas de la transición<br />

democrática se autoatribuyen<br />

es siempre el de protagonistas<br />

privilegiados de la misma.<br />

En razón de tales imágenes, los<br />

periodistas se conciben como líderes<br />

de opinión (puesto que<br />

ellos la expresan mejor que cualquier<br />

otra modalidad de hacerlo),<br />

cuya tarea respecto de los<br />

políticos es doble: darles a conocer<br />

esta opinión y tratar de<br />

que adapten sus decisiones a la<br />

misma. De ahí, en primer término,<br />

la proximidad y connivencia<br />

entre periodistas y políticos.<br />

Pero igualmente la difuminación<br />

de barreras entre la<br />

política y el periodismo que en<br />

tantas ocasiones tiene lugar. En<br />

fin, liderar la opinión para intervenir<br />

en el proceso de toma<br />

de decisiones hace que los periodistas<br />

actúen en no pocos casos<br />

como un grupo de presión<br />

dispuesto a hacer cambiar el<br />

rumbo de las cosas.<br />

4. Por último, convertidos en<br />

referentes culturales de la cotidianeidad,<br />

depositarios de los<br />

criterios de la corrección (si es<br />

que no pureza) política, los periodistas<br />

acaban por ser también<br />

agentes de socialización en valores<br />

políticos y cívicos. De hecho,<br />

existe una correspondencia<br />

bastante ajustada entre el esquema<br />

de valores difundido por los<br />

medios de comunicación (lo público,<br />

degradado; lo privado, ensalzado)<br />

y el asimilado por nuestros<br />

jóvenes (véase F. Ortega en<br />

G. Bettin). Que ciertas instituciones<br />

(las políticas) gocen de<br />

baja estima y otras de alta (por<br />

ejemplo, las ONG) parece ser<br />

más efecto cognitivo de la comunicación<br />

(un estereotipo quizá)<br />

que resultado de experiencias<br />

personales. De ahí que resulte<br />

hoy indispensable conocer<br />

las actitudes en este ámbito de<br />

nuestros periodistas para hacer<br />

cualquier predicción de nuestro<br />

futuro democrático.<br />

Retos inexcusables<br />

Los periodistas se han convertido<br />

en un grupo profesional que,<br />

por sus implicaciones sociales,<br />

tienen una posición singular.<br />

Ese ser “algo más” que profesionales<br />

requiere de una cuidadosa<br />

atención por parte de los propios<br />

protagonistas de sus prácticas;<br />

de las estrictamente profesionales<br />

y también de las otras.<br />

O mejor aún: si se mejora lo<br />

profesional, es probable que<br />

exista un mayor control sobre<br />

las funciones latentes, así como<br />

sobre quienes amparándose en<br />

la legitimidad del oficio persiguen<br />

otras finalidades (los periodistas<br />

del queroseno, en expresión<br />

de B. Bradley).<br />

Ahora bien, puesto que la<br />

profesión es hoy inseparable de<br />

funciones que desbordan ampliamente<br />

el marco profesional,<br />

los retos que se le plantean son<br />

tanto profesionales como extraprofesionales.<br />

Veámoslos.<br />

El primer reto, sin duda, reside<br />

en una más cuidadosa definición<br />

de la profesión. Una definición<br />

que tendrá que venir de<br />

los propios profesionales; pero<br />

que en ningún caso lo será si no<br />

especifican qué debe saber un<br />

periodista, cuáles son sus métodos<br />

de trabajo y hasta dónde lle-<br />

gan sus límites competenciales.<br />

Problemas, en suma, de formación,<br />

de práctica y de organización<br />

profesional. Resolver estos<br />

aspectos es condición indispensable<br />

para dar respuesta a los demás.<br />

El segundo reto dimana de la<br />

inserción profesional en las empresas.<br />

Hay aquí algo más que la<br />

tan manoseada concentración<br />

empresarial: de un lado, el carácter<br />

asalariado del oficio, que<br />

como a todo asalariado convierte<br />

al periodista en actor subordinado<br />

a los intereses empresariales;<br />

de otro, la conversión de<br />

la noticia en producto económicamente<br />

valioso puede provocar<br />

importantes transformaciones<br />

en la lógica informativa.<br />

Queda, dentro de este ámbito,<br />

otro problema no menor: la<br />

progresiva aparición de la figura<br />

del periodista-empresario, que<br />

incide también en la dirección<br />

de modificar sustancialmente las<br />

cualidades necesarias para dedicarse<br />

a la profesión.<br />

Los demás retos no son de<br />

menor relieve, aunque se sitúen<br />

algo más allá de la profesión. En<br />

la medida que la acción periodística<br />

trasciende la información<br />

para desplegarse en terrenos como<br />

la cultura, la moral y la política,<br />

es necesario asumir que<br />

todo esto forma parte del oficio<br />

y debe ser, por tanto, sometido a<br />

un control riguroso. El periodista,<br />

que se mueve en el campo<br />

cultural, no debe prescindir de<br />

las reglas propias del mismo. Esto<br />

es, ha de atender a los criterios<br />

de calidad que en cada caso<br />

son específicos del área temática<br />

dentro del cual se mueve. El periodista,<br />

que actúa en el terreno<br />

moral, ha de ser todo menos<br />

moralista sectario. El periodista,<br />

que interviene en la esfera<br />

política, no puede prescindir de<br />

la ética que le lleve a reconocer<br />

sus propias responsabilidades.<br />

Las respuestas a estos y otros<br />

problemas son incumbencia de<br />

los profesionales. Pero la exigencia<br />

de que den las respuestas adecuadas<br />

es una demanda legítima<br />

de toda la sociedad. Y en una sociedad<br />

en la que cada vez se piden<br />

mayores garantías y contro-<br />

les de calidad a todo cuanto en<br />

ella se produce, la información<br />

no puede ser una excepción. Son<br />

insuficientes las declaraciones de<br />

principios y de intenciones; es<br />

posible y necesario mucho más.<br />

A menos que del periodista se<br />

quiera hacer un opinador universal<br />

cuya regla máxima sea la<br />

de “todo vale”. En tal caso, lejos<br />

de ser una profesión, el periodismo<br />

se convertirá en una actividad<br />

propia de aventureros sin límites.<br />

n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

BETTIN, G. (a cura di): La política acerba.<br />

Catanzaro, Rubbettino, 2001.<br />

DIEZHANDINO, P.; BEZUNARTEA, O., y<br />

COCA, C.: La élite de los periodistas.<br />

Universidad del País Vasco, Bilbao,<br />

1994.<br />

GARCÍA DECORTÁZAR, M., y GARCÍA<br />

DE LEÓN, M.: Profesionales del periodismo.<br />

Hombres y mujeres en los medios<br />

de comunicación. CIS, Madrid, 2000.<br />

HUMANES, M. L.: ‘La profesión periodística<br />

en España’. Zer, Revista de estudios<br />

de comunicación, núm. 4, págs.<br />

265-278, 1998.<br />

ORTEGA, F.: ‘El ascenso de una nueva<br />

clase. Los periodistas en la sociedad española’,<br />

Telos, núm. 47, págs. 21-31,<br />

1996.<br />

— Del auge del periodismo, CLAVES DE<br />

RAZÓN PRÁCTICA, núm. 72, págs. 53-<br />

58, 1997.<br />

ORTEGA, F., y HUMANES, M. L.: Algo<br />

más que periodistas. Sociología de una<br />

profesión. Ariel, Barcelona, 2000.<br />

SCHUMPETER, J. A.: Capitalismo, socialismo<br />

y democracia. Aguilar, Madrid,<br />

1961.<br />

Félix Ortega es profesor de Sociología.<br />

Universidad Complutense de Madrid.<br />

María Luisa Humanes es profesora de<br />

Teoría de la Comunicación. Universidad<br />

de Salamanca.<br />

82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!