PEDRO CRUZ VILLALÓN - Prisa Revistas
PEDRO CRUZ VILLALÓN - Prisa Revistas
PEDRO CRUZ VILLALÓN - Prisa Revistas
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Septiembre 2001<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Directores<br />
Septiembre 2001<br />
Javier Pradera / Fernando Savater Precio 900 Pta. 5,41 € N.º115<br />
JAVIER TUSELL<br />
Por una historia revisionista de la transición<br />
A. BRYCE ECHENIQUE<br />
Diálogo sobre el humor<br />
Con JULIO VILLANUEVA CHANG<br />
EDWARD SAID<br />
La provocación, la dignidad<br />
y la regla del dogma<br />
<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong><br />
<strong>VILLALÓN</strong><br />
Constitución y reforma<br />
J. M. GUELBENZU<br />
¿Otro camino<br />
para la novela?<br />
RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />
Bonapartismo mediático y democracia defectiva
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Dirección<br />
JAVIER PRADERA<br />
FERNANDO SAVATER<br />
Edita<br />
PROMOTORA GENERAL<br />
DE REVISTAS, SA<br />
Director general<br />
IGNACIO QUINTANA<br />
Coordinación editorial<br />
NURIA CLAVER<br />
Maquetación<br />
ANTONIO OTIÑANO, INMA GARCÍA<br />
Ilustraciones<br />
PABLO ALEXANCO-PUNCEL, PAÚ (Madrid,<br />
1970), es titulado en fotografía profesional.<br />
Su obra ha evolucionado desde el<br />
pop tradicional, de colores planos y trazos<br />
limpios, hasta el pop transformalista,<br />
en el que el original es sometido a un<br />
proceso de transgresión para desaparecer<br />
y convertirse en una imagen distinta.<br />
Utiliza herramientas tradicionales tanto en<br />
la pintura como en la fotografía, combinándolas<br />
con tecnologías digitales.<br />
Caricaturas<br />
LOREDANO<br />
Correo electrónico: claves@progresa.es<br />
Internet: www.progresa.es/claves<br />
Correspondencia: PROGRESA.<br />
FUENCARRAL, 6; 2ª PLANTA. 28004 MADRID.<br />
TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />
Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />
28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />
Impresión: MATEU CROMO.<br />
ISSN: 1130-3689<br />
Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />
Esta revista es miembro de<br />
ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
Culturales Españolas)<br />
Esta revista es miembro<br />
de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
de Información<br />
Bryce Echenique<br />
Para petición de suscripciones<br />
y números atrasados dirigirse a:<br />
Progresa. Fuencarral, 6; 4ª planta. 28004<br />
Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />
S U M A R I O<br />
NÚMERO 115 SEPTIEMBRE 2001<br />
<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong> <strong>VILLALÓN</strong> 4 CONSTITUCIÓN Y REFORMA<br />
LA PROVOCACIÓN, LA DIGNIDAD<br />
EDWARD SAID 8 Y LA REGLA DEL DOGMA<br />
POR UNA HISTORIA REVISIONISTA<br />
JAVIER TUSELL 11 DE LA TRANSICIÓN<br />
FERNANDO BRONCANO 22 ¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />
BONAPARTISMO MEDIÁTICO<br />
RAMÓN VARGAS-MACHUCA 29 Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />
FELIPE CRIADO BOADO 36 LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />
Diálogo Alfredo Bryce Echenique<br />
Julio Villanueva Chang 44 El humor en el siglo XX<br />
Ensayo<br />
Fidel Sendagorta 49 Islamismo y modernización<br />
Semblanza<br />
Eugenio Gallego 53 Dichos y hechos de Francesc Pujols<br />
Narrativa<br />
José María Guelbenzu 60 ¿Otro camino para la novela?<br />
Historia<br />
Gabriel Jackson 66 La guerra civil española<br />
Ciencia Política<br />
Vicenç Navarro 70 ¿Franquismo o fascismo?<br />
Medios de comunicación<br />
F. Ortega y M. L. Humanes 78 Periodistas: una profesión sin límites
CONSTITUCIÓN Y REFORMA<br />
Una particular dolencia parece aquejar<br />
a nuestra Constitución territorial<br />
desde su primer día de vigencia,<br />
una especie de inmunodeficiencia a críticas<br />
diversas frente a las que responde mal,<br />
mal desde luego en comparación con sus<br />
logros, que no son pocos. Pues, a diferencia<br />
del resto de la Constitución que, en<br />
buena medida y de forma semejante a la<br />
ideal volonté générale, “es todo lo que debe<br />
ser por el solo hecho de ser” en esta aldea<br />
constitucional en la que por fortuna nos<br />
ha tocado vivir, la estructura territorial<br />
del poder político, en según qué casos,<br />
puede convertirse en una fuente inagotable<br />
de singularidad, que sin embargo debe<br />
ser capaz de dar razón de sí misma. Y<br />
es que la sustitución de la ideal voluntad<br />
general única y abstracta por una pluralidad<br />
de voluntades generales concretas,<br />
por continuar con la imagen, necesita ser<br />
argumentada y razonada. Quizá sea esta<br />
tarea de argumentación y explicación la<br />
que ha venido fallando, como consecuencia<br />
de un desequilibrio entre los análisis<br />
de conjunto y los de detalle en favor de<br />
los segundos. Aunque sólo fuera por esto,<br />
puede merecer la pena revisar las cuestiones<br />
básicas.<br />
Una Constitución “en progreso”<br />
Desde hace ya bastantes años, el Título<br />
Octavo de la Constitución, como decimos<br />
simplificadamente para referirnos a<br />
sus diversas prescripciones relativas a la<br />
estructura territorial del Estado, presenta<br />
el aspecto de un anacronismo, al tratarse<br />
de normas que en ocasiones contemplan<br />
procesos hace tiempo consumados, que<br />
como tales hoy ya no dicen nada, o que lo<br />
que dicen ha dejado de ser correcto. Baste<br />
al efecto recordar cómo el primero de sus<br />
artículos comienza todavía diciendo: “El<br />
Estado se organiza territorialmente en<br />
municipios, en provincias y en las Comunidades<br />
Autónomas que se constituyan”. El<br />
<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong> <strong>VILLALÓN</strong><br />
precepto, dicho sea incidentalmente, era<br />
sin duda coherente en 1978, dado que la<br />
Constitución, por ella misma, no constituía<br />
a las Comunidades Autónomas: ese<br />
trabajo de constitución, con minúscula,<br />
quedaba implícitamente para un segundo<br />
momento. Aun así, la fórmula sólo podría<br />
conservar sentido si la Constitución permitiera<br />
tanto constituir como, ulteriormente,<br />
desconstituir a dichas Comunidades<br />
Autónomas; sabemos, sin embargo,<br />
que ello, a diferencia de lo que venía previsto<br />
en la de 1931 para las regiones autónomas,<br />
no es así: la Constitución no prevé<br />
esa desconstitución. Con independencia,<br />
por tanto, de lo que ahí se diga, la<br />
realidad es que nuestro Estado “se organiza”<br />
hoy también en Comunidades Autónomas.<br />
El contraste del Estado de las Autonomías<br />
con el texto de la Constitución,<br />
en este y otros preceptos complementarios,<br />
justificaría el anterior calificativo.<br />
Primera consecuencia de este estado<br />
de cosas es que esta Constitución “inalterada”<br />
de 1978 nos remite permanentemente<br />
a nuestros orígenes, quiero decir,<br />
los de hace un cuarto de siglo. Es, en este<br />
sentido, una Constitución que rige nuestro<br />
presente, pero no desde sí misma, al<br />
menos no inmediatamente, sino desde<br />
decisiones “posconstitucionales”, posibilitadas<br />
desde luego por la Constitución,<br />
aunque en modo alguno impuestas por<br />
ella. Y aun a riesgo de incurrir en una argumentación<br />
circular, cabe decir que la<br />
perseverancia en este mismo tipo de reflexión,<br />
iniciado hace ya más de veinte años,<br />
vendría a corroborar la tesis. Es, en otras<br />
palabras, un tipo de Constitución que<br />
nos confronta continuadamente con unas<br />
decisiones políticas básicas que, al no ser<br />
las estrictamente constituyentes, no logran<br />
situarse en la zona privilegiada de<br />
consenso que de otro modo les correspondería.<br />
Estaríamos, en fin, ante una<br />
Constitución que nos dice, no tanto có-<br />
mo debemos ser, sino cómo, en una determinada<br />
coyuntura histórica, hemos decidido<br />
ser lo que somos.<br />
Segunda consecuencia de esta Constitución<br />
rectora de un proceso de estructuración<br />
territorial que sin embargo permanece<br />
inalterada es que la comprensión de<br />
la misma como una Constitución anacrónica<br />
no sea la única posible; por el contrario,<br />
cabe igualmente considerar que el<br />
texto de 1978 nos constituye en forma estructuralmente<br />
dinámica en lo que a<br />
nuestra dimensión territorial se refiere. La<br />
Constitución, en efecto, no sólo no marca<br />
momento final alguno a este proceso, sino<br />
que éste es más bien la suma y resultado<br />
de procesos autonómicos plurales, con<br />
ritmos e intensidades diversas, susceptibles<br />
de apoyarse en normas de potencialidad<br />
imprecisa, un proceso por tanto en el<br />
que el que se ha llamado principio dispositivo<br />
carece de fecha de caducidad. En<br />
un segundo entendimiento, por tanto, el<br />
conocido como proceso autonómico no<br />
sería algo que necesariamente caracterice<br />
a una primera y única fase de vigencia de<br />
la Constitución, sino que ésta lo incorpora<br />
como uno de sus elementos estructurales,<br />
asumiendo el carácter de work in progress.<br />
El Título Octavo se presta tanto a una<br />
como a otra de las comprensiones expuestas,<br />
la coyuntural y la estructural, sobre todo<br />
teniendo en cuenta que éstas no se<br />
configuran como mutuamente excluyentes.<br />
Junto a preceptos entera y relativamente<br />
pronto periclitados, otros mantienen<br />
toda su potencialidad. De una parte,<br />
hay, por tanto, preceptos que, en su día,<br />
no tuvieron nada de anacrónicos: tuvieron<br />
plena actualidad y vigencia, rigiendo, nada<br />
menos, el proceso de descentralización<br />
política, en unos términos, además, que<br />
sólo la Constitución podía hacer. Son preceptos<br />
materialmente transitorios. Actualmente<br />
se encuentran “desactivados”, al<br />
4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
igual que otras disposiciones formalmente<br />
transitorias, apareciendo hoy como el andamiaje<br />
del proceso autonómico, que no<br />
hubiera sido posteriormente retirado. Aun<br />
así, todo esto no equivale a inocuidad, a<br />
pura irrelevancia. De otra parte, sin embargo,<br />
una serie de preceptos constitucionales,<br />
tales como los artículos 148.2 1 , el<br />
150.2 2 o la Disposición Adicional 1ª 3 , hacen<br />
pensar en el proceso autonómico como<br />
un elemento estructural, y no coyuntural,<br />
de la misma. No hay, por ejemplo,<br />
término final a las oportunidades de progresiva<br />
equiparación de unas Comunidades<br />
Autónomas a otras en su acervo com-<br />
1 Art. 148.2 CE: Transcurridos cinco años, y<br />
mediante la reforma de sus Estatutos, las Comunidades<br />
Autónomas podrán ampliar sucesivamente sus<br />
competencias dentro del marco establecido en su artículo<br />
149.<br />
2 Art. 150.2 CE: El Estado podrá transferir o delegar<br />
en las Comunidades Autónomas, mediante ley<br />
orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad<br />
estatal que por su propia naturaleza sean<br />
susceptibles de transferencia o delegación. La ley preverá<br />
en cada caso la correspondiente transferencia de<br />
medios financieros, así como las formas de control<br />
que se reserve el Estado.<br />
3 D. A. 1 a : La Constitución ampara y respeta los<br />
derechos históricos de los territorios forales. La actualización<br />
general de dicho régimen foral se llevará a cabo,<br />
en su caso, en el marco de la Constitución y de los<br />
Estatutos de Autonomía.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
petencial respectivo, o a las de “actualización”<br />
a la que la Disposición Adicional 1ª<br />
se refiere. Estas y otras normas justifican la<br />
imagen de una Constitución permanente,<br />
e incluso estructuralmente, en progreso.<br />
En todo este conjunto, la pregonada<br />
“asimetría”, es decir, la diferente posición<br />
de las distintas comunidades autónomas<br />
en lo que a su fondo de poder se refiere, se<br />
configura, ante todo y cuando menos, como<br />
un inevitable punto de partida en un<br />
Estado de los caracteres del nuestro: no a<br />
otra cosa apuntaría la expresión Estado de<br />
“las Autonomías”. Ahora bien, más allá<br />
de ese momento inicial, el horizonte de esta<br />
geometría nuestra se revela impreciso. Así,<br />
algunos datos normativos permitirían afirmar<br />
que la “simetría” es vista por el constituyente<br />
como un posible punto de llegada,<br />
tan legítimo como otros. El artículo<br />
segundo, por contra, como algunos otros,<br />
abonarían otras conclusiones 4 . De nuevo<br />
aquí se mezclan elementos de coyuntura y<br />
de estructura, nunca perfectamente des-<br />
4 Art. 2 o CE: La Constitución se fundamenta en<br />
la indisoluble unidad de la nación española, patria común<br />
e indivisible de todos los españoles, y reconoce y<br />
garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades<br />
y regiones que la integran y la solidaridad entre<br />
todas ellas.<br />
lindados. En todo caso, es claro que la actual<br />
y concreta “asimetría” es más expresión<br />
de una dinámica dispositiva que no el<br />
producto de un diseño consciente.<br />
En suma, la nuestra sería hoy una<br />
Constitución accidental en el sentido de<br />
que es el resultado final de un proceso no<br />
programado ab initio en el que han intervenido<br />
muchas y diversas manos. Accidental<br />
ha sido el número diecisiete de<br />
nuestras Comunidades Autónomas, como<br />
accidental se está revelando el número respectivo<br />
de nuestras nacionalidades y regiones,<br />
por poner un ejemplo. Claro que cabría<br />
también preguntarse si el Estado de<br />
las Autonomías era “constitucionalizable”<br />
en el sentido que aquí alternativamente se<br />
apunta, es decir, si no era consustancial al<br />
modelo el esquema de nuestro Título Octavo.<br />
Después de todo, la reincidencia en<br />
la estrategia territorial de 1931 debe ser<br />
expresiva de algo más profundo, de que<br />
ése era el modo inevitable de empezar a<br />
hacer las cosas. A partir de un cierto tiempo,<br />
sin embargo, acaso cabría sacar provecho<br />
del camino recorrido a fin de superar<br />
la foto fija del setenta y ocho.<br />
La “Constitución compuesta”<br />
En todo este tiempo nos hemos venido<br />
sirviendo de la que podríamos denominar<br />
5
CONSTITUCIÓN Y REFORMA<br />
categoría de la “Constitución compuesta”,<br />
como forma de subvenir a las carencias<br />
de una Constitución en progreso. Con<br />
arreglo a la misma, nuestra peculiaridad<br />
estribaría en que funcionamos con un<br />
complejo o compositum de normas formal<br />
y, complementariamente, quasi o iuxta<br />
constitucionales, de las que resultaría la<br />
Constitución territorial de nuestro Estado,<br />
en su dimensión estática. La expresión<br />
más usual a lo largo de estos años para<br />
referirnos a dicho complejo ha sido la<br />
de “bloque de la constitucionalidad”, sobre<br />
la que Francisco Rubio Llorente proyectó<br />
su reflexión en el trabajo con el que<br />
se abrían los Estudios en homenaje a<br />
Eduardo García de Enterría.<br />
El agregado de la Constitución y de<br />
cada uno de los Estatutos de Autonomía,<br />
más determinadas normas a las que remite<br />
inmediatamente aquélla, nos daría el canon<br />
o parámetro a partir del cual resolver<br />
con arreglo a derecho los conflictos territoriales<br />
y, con ello, nuestra Constitución en<br />
el sentido operativamente jurídico de la<br />
palabra. Aquí hemos podido encontrar<br />
también alguna de las claves de la fórmula<br />
“ordenamiento constitucional” contenida<br />
en el artículo 8º de la Constitución Española<br />
5 . En definitiva, se trataría con estas<br />
expresiones de abordar la Constitución territorial<br />
como si los elementos dinámicos<br />
no existieran, o al menos haciendo abstracción<br />
de los mismos, y como si los elementos<br />
estáticos se situaran todos, en principio,<br />
en el mismo nivel constitucional.<br />
La idea de Constitución compuesta ha<br />
posibilitado en todo caso un ejercicio normalizado<br />
de la jurisdicción constitucional<br />
en materia territorial, cual si aquélla no<br />
fuera diferente a otras que disponen una<br />
articulación semejante del Estado. Ello ha<br />
requerido, desde luego, un considerable<br />
grado de especialización, hasta hacer de<br />
este capítulo de nuestra jurisdicción constitucional<br />
el de comprensión acaso más<br />
dificultosa. Con todo, lo importante a<br />
destacar es que este aparato conceptual ha<br />
proporcionado la base desde la que abordar<br />
la llamada “construcción jurisprudencial<br />
del Estado de las Autonomías”, es decir,<br />
la doctrina constitucional como elemento<br />
constituyente del Estado.<br />
5 Art. 8 o CE: 1. Las Fuerzas Armadas, constituidas<br />
por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército<br />
del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía<br />
e independencia de España, defender su integridad<br />
territorial y el ordenamiento constitucional. 2. Una<br />
ley orgánica regulará las bases de la organización militar<br />
conforme a los principios de la presente Constitución.<br />
Con independencia de lo anterior, la<br />
Constitución compuesta no alcanza a eliminar<br />
los problemas derivados de una Constitución<br />
en progreso, suponiendo que tal intención<br />
hubiera existido. A este respecto<br />
cabe hablar de tres órdenes de deficiencias.<br />
En primer lugar, es claro que la Constitución<br />
formal mantiene todas sus indeterminaciones<br />
e indefiniciones; en particular, la<br />
Constitución compuesta no ha podido suplir<br />
la ausencia de una proclamación solemne<br />
de la categoría en la que nuestro Estado<br />
se inserta, desde un punto de vista territorial.<br />
En segundo lugar, como es claro,<br />
no ha podido eliminar la realidad subyacente<br />
de una Constitución con capacidad<br />
de evolución, si no de mutación. En tercer<br />
lugar, y sobre todo, como tal Constitución<br />
compuesta se ha revelado de una complejidad<br />
casi exasperante.<br />
El solo hecho, en efecto, de que tengamos<br />
que hablar no de uno, sino más<br />
propiamente de 17 bloques de la constitucionalidad,<br />
uno distinto para la resolución<br />
de los conflictos en cada uno de los<br />
territorios, da ya una primera idea de la<br />
referida complejidad. Así, lo que para<br />
unos territorios se configura como competencia<br />
exclusiva, para otros se configura<br />
como competencia de desarrollo legislativo,<br />
debiendo la competencia estatal zigzaguear<br />
consecuentemente. La cuestión,<br />
por tanto, es la de cuánta complejidad es<br />
capaz de soportar una Constitución en<br />
términos de eficacia.<br />
En resumen, la categoría del “bloque<br />
de la constitucionalidad”, si bien ha permitido<br />
operar como si dispusiéramos de<br />
una norma rectora de nuestra estructura<br />
territorial, no ha podido subvenir a una<br />
serie de carencias marcadas por la indefinición<br />
formal, la transitoriedad y el barroquismo<br />
innecesario. Supuesto, pues,<br />
que dispongamos de una norma por medio<br />
de la cual resolver los conflictos territoriales,<br />
como efectivamente así sucede, la<br />
cuestión es si debemos, o aun podemos,<br />
contentarnos con lo que tenemos o si,<br />
por el contrario, se hace preciso, en el actual<br />
estadio de madurez constitucional,<br />
aspirar a algo más. Parece claro, por todo<br />
lo que antecede, que esta segunda opción<br />
debe ser la preferida.<br />
Prospección y reforma<br />
de la Constitución<br />
Convendría antes que nada observar cómo<br />
ya nadie se queda en la mera lectura<br />
del texto de la Constitución; por el contrario,<br />
leemos cada uno de los preceptos<br />
del Título Octavo con su propia y respectiva<br />
carga de significado, resultado de<br />
aportes muy diversos. Creemos así saber<br />
tantas cosas sobre el mismo que empieza<br />
a plantearse ya alguna tarea de restauración<br />
del texto original, quiero decir, algún<br />
esfuerzo de enfrentarse de nuevo con las<br />
pocas y humildes palabras de la Constitución,<br />
como paso previo a cualquier propuesta<br />
de alteración de la misma. Dicho<br />
esto, es evidente que el objetivo en el inmediato<br />
futuro debiera ser la superación<br />
de la Constitución accidental, en la medida<br />
en que el adjetivo le cuadre.<br />
Superar la idea de Constitución accidental<br />
implica la incorporación a su texto,<br />
6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
antes o después, de los rasgos definitorios<br />
básicos de nuestro Estado, se entiende en<br />
términos estáticos. Ello supone el abandono<br />
de principio de los elementos de<br />
Constitución en progreso todavía presentes,<br />
tanto los más coyunturales, lo que no<br />
ofrece dificultad, como los más estructurales,<br />
lo que requiere una mayor carga de<br />
voluntad política. Y supone también<br />
cuanto menos debilitar los rasgos de<br />
nuestra Constitución como Constitución<br />
compuesta; dicho sencillamente, en la respectiva<br />
posición estratégica de Constitución<br />
y Estatutos de Autonomía habría<br />
que rebajar la posición de estos últimos,<br />
en el conjunto, en beneficio de la norma<br />
constitucional stricto sensu, lo que tendría<br />
consecuencias para el artículo 149.3 6 .<br />
Parece en todo caso claro que estamos<br />
hablando de reforma de la Constitución.<br />
Ello es cierto, pero no únicamente. De<br />
forma previa a la reforma se plantea una<br />
tarea de prospección constitucional, es decir,<br />
de indagación y de debate, de caracteres<br />
a la vez públicos y técnicos, que permitan<br />
una posterior reforma constitucional<br />
con las imprescindibles dosis de<br />
seguridad y de consenso. Pero puesto que<br />
en el horizonte se sitúa indudablemente<br />
la reforma, conviene detenerse ya mínimamente<br />
en ella.<br />
Si en 1978 hubiéramos incluido una<br />
cláusula de prohibición de la reforma<br />
de la Constitución en un plazo inicial de<br />
veinte años, no lo hubiéramos hecho mejor.<br />
Quiero decir, posiblemente no hubiéramos<br />
alcanzado tan pacíficamente el<br />
mismo objetivo práctico sin necesidad de<br />
norma alguna que lo impusiera. Por otra<br />
parte, es un hecho notable que nuestra<br />
larga historia constitucional abunde más<br />
en momentos constituyentes que no en<br />
momentos de reforma constitucional, o<br />
simplemente en normas revisoras de la<br />
Constitución, hasta el punto de ser muy<br />
excepcionales las modificaciones regulares<br />
de constituciones respectivamente vigentes.<br />
Habría lugar, pues, a constatar en<br />
nuestra tradición constitucional una perceptible<br />
dificultad para “situarnos” en la<br />
tesitura de la reforma, como si, a efectos<br />
6 Art. 149.3 CE: Las materias no atribuidas expresamente<br />
al Estado por esta Constitución podrán<br />
corresponder a las Comunidades Autónomas, en virtud<br />
de sus respectivos Estatutos. La competencia sobre<br />
las materias que no se hayan asumido por los Estatutos<br />
de Autonomía corresponderá al Estado, cuyas<br />
normas prevalecerán, en caso de conflicto, sobre las de<br />
las Comunidades Autónomas en todo lo que no esté<br />
atribuido a la exclusiva competencia de éstas. El derecho<br />
estatal será, en todo caso, supletorio del derecho<br />
de las Comunidades Autónomas.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
prácticos, entre el constituyente y el legislador<br />
sólo existiera el desierto.<br />
Frente a tales síntomas estaría indicada<br />
una actitud menos negativa ante el poder<br />
y la función de reforma de la Constitución.<br />
En esta línea habría que recordar<br />
que defender la Constitución supone reivindicar<br />
sus posibilidades de reforma y<br />
que sólo la Constitución reformable puede<br />
afirmarse como Constitución legítima;<br />
en otras palabras, que el discurso de la<br />
constitucionalidad es un discurso potencialmente<br />
reformista. En la dialéctica, por<br />
tanto, defensa de la Constitución/reforma<br />
de la Constitución debe subrayarse cómo<br />
la defensa ha de incorporar la reforma, al<br />
igual que la reforma ha de incorporar<br />
la defensa; o de otra manera, la defensa de la<br />
Constitución debe interiorizar la idea de su<br />
reforma, del mismo modo que la idea<br />
de reforma debe interiorizar la de defensa de<br />
la Constitución.<br />
Más allá de todo lo anterior, hay que<br />
ser conscientes de que los momentos<br />
constituyentes tienen, por definición, algo<br />
de irreversible o, al menos, de irrecuperable:<br />
lo que entonces no se hizo, nunca<br />
podrá ser hecho, aunque sólo sea porque<br />
nunca podrá ser hecho de la misma<br />
manera. Y ello es sin duda positivo. Pero<br />
así como los momentos de reforma no<br />
pueden suplantar por entero a los momentos<br />
constituyentes, tampoco éstos<br />
pueden desterrar por entero a aquéllos.<br />
Este tipo de consideraciones se impone<br />
también por cuanto la renuncia a la<br />
Constitución en progreso, con toda su carga<br />
de flexibilidad, haría inevitable una<br />
mayor presencia de supuestos de reforma<br />
de la Constitución; es evidente que cuanto<br />
más definida y precisa sea la Constitución<br />
territorial más frecuentes serán los supuestos<br />
en los que se plantee su reforma. Una<br />
ventaja desde luego ha tenido la Constitución<br />
compuesta, y es que nos ha permitido<br />
prescindir prácticamente de la categoría<br />
normativa de la reforma constitucional.<br />
Por el contrario, la Constitución acabada<br />
nos hubiera abocado casi indefectiblemente<br />
a una pluralidad de reformas constitucionales,<br />
posiblemente prematuras. En este<br />
sentido, los modelos alemán y español<br />
se confrontan nítidamente. Pero, más allá<br />
de la opción entre uno u otro, se trataría de<br />
encontrar soluciones intermedias.<br />
7 Art. 95 CE: 1. La celebración de un tratado internacional<br />
que contenga estipulaciones contrarias a la<br />
Constitución exigirá la previa revisión constitucional.<br />
2. El Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede requerir<br />
al Tribunal Constitucional para que declare si<br />
existe o no esa contradicción.<br />
<strong>PEDRO</strong> <strong>CRUZ</strong> <strong>VILLALÓN</strong><br />
Por otra parte, conviene advertir también<br />
aquí cómo la Constitución inmutada<br />
ha situado al Tribunal Constitucional<br />
en una posición innecesariamente fuerte.<br />
Al no ser en caso alguno la reforma de la<br />
Constitución una alternativa práctica a<br />
la declaración de inconstitucionalidad,<br />
con la matización del artículo 95 7 , tienden<br />
a confundirse los componentes coyunturales<br />
y estructurales presentes en todo texto<br />
constitucional. Esto vale también, o en<br />
particular, para la organización territorial.<br />
En nuestro caso, una reforma constitucional<br />
de cierta relevancia hace inexcusable<br />
una tarea previa de prospección con<br />
los caracteres indicados. Por poner algunos<br />
ejemplos suficientemente expresivos,<br />
es preciso cuestionar en el artículo 2º la<br />
configuración indefinida de la autonomía<br />
esencialmente como un derecho, con desplazamiento<br />
de su contenido estructural;<br />
y en la Disposición Adicional la referencia,<br />
también indefinida, a la “actualización”.<br />
Es preciso cuestionar la arquitectura<br />
de un precepto estratégico como es el<br />
artículo 149.3 CE, en sus tres apartados.<br />
Sobre la estructura del Senado no es necesario<br />
añadir nada a todo lo que se viene<br />
diciendo. Etcétera. El reto fundamental,<br />
sin embargo, va a ser el de la articulación<br />
de la asimetría, más allá de lo afortunado<br />
del término; de no ser por ella, es probable<br />
que toda esta reflexión estuviera ya de<br />
sobra.<br />
El que esta tarea haya venido realizándose<br />
de modo más o menos disperso no<br />
supone que la tarea se encuentre hecha. La<br />
prospección constitucional exigida requiere<br />
desenvolverse con caracteres más estructurados<br />
y sistemáticos que los que ha tenido<br />
hasta el presente. Habría que tratar de<br />
ir prefigurando la Constitución, en lo que<br />
llamaría la Constitución prospectiva, de tal<br />
modo que, en un determinado momento,<br />
su legitimidad, diríamos, facilitase su<br />
alumbramiento. n<br />
[El presente texto parte de una intervención oral con<br />
ocasión de la inauguración de las Séptimas Jornadas<br />
de Letrados de Parlamentos Autonómicos, celebradas<br />
en Toledo los días 20, 21 y 22 de septiembre de<br />
2000, y, con ligeras variantes, formará parte del libro<br />
homenaje a Francisco Rubio Llorente].<br />
Pedro Cruz Villalón es catedrático de Derecho Constitucional.<br />
7
LA PROVOCACIÓN, LA DIGNIDAD<br />
Y LA REGLA DEL DOGMA<br />
Durante el debate que siguió a una<br />
conferencia que di en Oxford hace<br />
tres años y medio, me dejó sorprendido<br />
la pregunta de una joven, de la que<br />
más tarde supe que era una palestina que<br />
preparaba su doctorado en la universidad.<br />
Yo había estado hablando de los acontecimientos<br />
de 1948, y de lo necesario que,<br />
como árabes, me parecía no sólo comprender<br />
la conexión entre nuestra historia<br />
y la de Israel, sino también estudiar esta<br />
otra historia como algo que nos concernía,<br />
en lugar de evitarla o de fingir que no<br />
existía, como había sido el caso durante<br />
mucho tiempo. La pregunta de la joven<br />
estaba destinada a plantear dudas acerca de<br />
mis puntos de vista sobre la necesidad<br />
de estudiar y aprender acerca de Israel.<br />
“¿No sería una forma de concesión prestar<br />
esa atención a Israel?”, dijo. Me estaba<br />
preguntando si una “no normalización”<br />
ignorante no sería el modo mejor de tratar<br />
a un Estado que durante años había<br />
convertido en un objetivo de su política<br />
negar y entorpecer la autodeterminación<br />
de Palestina, por no mencionar que fue el<br />
que desposeyó a los palestinos en primer<br />
lugar.<br />
Debo confesar que no se me había<br />
ocurrido pensar eso ni siquiera durante<br />
los largos años en los que en el mundo<br />
árabe no se podía pensar en Israel, hasta<br />
el punto de tener que utilizar eufemismos<br />
como “la entidad sionista” para referirse a<br />
él. Al fin y al cabo, me encontré preguntando<br />
a mi vez, dos importantes países<br />
árabes habían hecho formalmente las paces<br />
con Israel, la Organización para la Liberación<br />
de Palestina (OLP) lo había reconocido<br />
y estaba involucrada en un proceso<br />
de paz, y algunos otros países árabes<br />
mantenían tratos y relaciones comerciales<br />
con él. Los intelectuales árabes habían<br />
convertido en una cuestión de honor no tener<br />
ningún tipo de trato con Israel, no pisar<br />
su suelo, no reunirse con israelíes,<br />
EDWARD SAID<br />
etcétera, pero incluso ellos habían guardado<br />
silencio, por ejemplo, cuando Egipto<br />
firmó importantes tratados para vender<br />
gas natural a Israel y cuando mantuvo relaciones<br />
diplomáticas con el Estado judío<br />
durante frecuentes periodos de represión<br />
israelí contra los palestinos. ¿Cómo puede<br />
uno negarse a analizar y aprender todo lo<br />
posible acerca de un país cuya presencia<br />
en medio de nosotros durante más de<br />
cincuenta años ha tenido tanta influencia<br />
y ha forjado las vidas de todos los hombres,<br />
mujeres y niños árabes?<br />
Para aquella joven, pues, lo contrario<br />
de admitir sería desafiar, el acto en sí de<br />
provocar, resistir y negarse a doblegarse<br />
ante la voluntad de un poder que uno<br />
percibe como injusto y no razonable. Esto<br />
es lo que yo entendí que ella sugería<br />
que debíamos hacer con Israel, y no lo<br />
que yo trataba de proponer; es decir, un<br />
compromiso creativo con una cultura y<br />
una sociedad que en todos los niveles significativos<br />
había seguido y (como muestra<br />
la actual brutalidad israelí contra la<br />
Intifada de el Aqsa) todavía sigue una política<br />
de deshumanización deliberada hacia<br />
los árabes en general y los palestinos<br />
en particular. En esto, el egregio Ariel<br />
Sharon apenas se distingue de Barak, Rabin<br />
y Ben-Gurion (si dejamos a un lado<br />
el feroz racismo de muchos de los aliados<br />
de Sharon, como Scharansky, Liberman y<br />
el rabino Ovadia Yousef). Yo proponía<br />
no sólo comprenderlos a ellos, sino también<br />
comprendernos a nosotros mismos,<br />
puesto que nuestra historia estaba incompleta<br />
si no se tenía en cuenta a Israel,<br />
lo que representaba en nuestras vidas, cómo<br />
había hecho lo que hizo, y así sucesivamente.<br />
Además, como educador sigo<br />
creyendo que el conocimiento, cualquier<br />
clase de conocimiento, es mejor que la<br />
ignorancia. En una palabra, desde el<br />
punto de vista intelectual, no hay ninguna<br />
justificación racional para llevar a ca-<br />
bo una política de ignorancia o para utilizar<br />
la ignorancia como arma en una batalla.<br />
La ignorancia es ignorancia, ni más<br />
ni menos. Siempre y en todos los casos.<br />
Me quedé confuso, insatisfecho con<br />
mi respuesta vacilante y desconcertado<br />
por una pregunta que he llevado conmigo<br />
hasta el presente. Y de nuevo ha vuelto a<br />
aparecer inesperadamente para provocarme.<br />
Permítanme que les explique. Hace<br />
poco, la prensa de Nueva York reveló que<br />
Hillary Clinton había sido obligada por<br />
las leyes federales a devolver unas joyas<br />
que le había regalado Yasir Arafat valoradas<br />
en 1.250.000 pesetas y, según la misma<br />
fuente oficial de la Administración estadounidense,<br />
Madeleine Albright, secretaria<br />
de Estado durante la segunda<br />
presidencia de Clinton, había recibido joyas<br />
por valor de tres millones de pesetas<br />
del mismo generoso donante. De pronto<br />
se pudo visualizar la relación entre las actitudes<br />
privadas y las públicas en el mundo<br />
árabe y comprender la conexión entre<br />
las ideas desafiantes de la joven estudiante<br />
acerca de lo que ella consideraba que eran<br />
concesiones a Israel y la abyecta y despilfarradora<br />
generosidad del líder palestino<br />
con los políticos estadounidenses, que son<br />
en alguna medida directamente responsables<br />
de los males que se han amontonado<br />
sobre el pueblo palestino. Mientras escribo,<br />
las armas estadounidenses de destrucción<br />
masiva, suministradas a Israel en<br />
cantidades ilimitadas, se están utilizando<br />
de forma ilegal, según las leyes de<br />
EE UU, para atacar, asesinar y lisiar a los<br />
desprotegidos hombres, mujeres y niños<br />
palestinos, para demoler sus casas, arrasar<br />
sus campos de refugiados y hacer sus vidas<br />
totalmente insoportables. Y sin embargo,<br />
durante años se ha llevado a cabo<br />
una política, carente de razones y de dignidad,<br />
de cortejar a los líderes estadounidenses,<br />
como si el placer o la satisfacción<br />
personales de Hillary o Madeleine, com-<br />
8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
pradas a expensas del dinero público de<br />
los palestinos, fueran una clase de política,<br />
en lugar de una exhibición indecente<br />
de cierto tipo de soborno. Actitud que<br />
lleva implícita la suposición grotesca de<br />
que EE UU e Israel son un reflejo de los<br />
Estados del Tercer Mundo, en los que la<br />
política se hace, como, por ejemplo, en el<br />
Zaire de Mobutu, de acuerdo con el capricho<br />
del dirigente o el enriquecimiento de su<br />
familia. Echo en falta la percepción de que<br />
en este caso se trata de países complejos, en<br />
general democráticos, en los que las sociedades<br />
civiles y sus intereses desempeñan<br />
un papel importante, si no decisivo, en la<br />
conducta del país. Pero, en lugar de dirigirse<br />
a estas sociedades civiles e intentar<br />
cambiar su talante o sus ideas, nuestros jefes<br />
hacen como si éstas no existieran y se<br />
concentran en cambio en un apaño rápido;<br />
es decir, en hacer la pelota, adular o sobornar<br />
al líder. Cualquiera que sepa algo sobre<br />
Israel o EE UU les dirá que esas mañas son<br />
absolutamente inútiles, que les pueden hacer<br />
ganar una cena o un apretón de manos<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
con el ceño fruncido del difunto general<br />
Rabin en la Casa Blanca, pero poco más.<br />
La prueba de lo que estoy diciendo es<br />
claramente patente en la calamitosa historia<br />
de nuestras negociaciones con EE UU<br />
e Israel desde la firma de los acuerdos de<br />
Oslo. Desde que los líderes palestinos<br />
traicionaron la confianza y los sacrificios<br />
de su pueblo entrando en el proceso de<br />
Oslo de la forma en que lo hicieron, y<br />
permaneciendo en él como socios débiles<br />
y, desgraciadamente, demasiado complacientes,<br />
han mantenido una actitud pública<br />
que sólo puede ser descrita como<br />
desafiante; un desafío, debo añadir inmediatamente,<br />
que es principalmente retórico<br />
y que se contradice por completo con<br />
la conducta oficial palestina, que sigue<br />
siendo misteriosamente servil (como poco)<br />
hacia EE UU e Israel. Los regalos no<br />
solicitados de joyas caras a altos cargos estadounidenses<br />
ilustran demasiado bien este<br />
punto. Y mientras los palestinos armados<br />
con unos cuantos rifles y piedras desafían<br />
valientemente al Ejército israelí, sus<br />
líderes siguen manteniendo una actitud<br />
suplicante para intentar reabrir las negociaciones<br />
con Israel y EE UU. Y lo mismo<br />
puede decirse de los regímenes árabes<br />
e incluso de sus sectores intelectuales, que<br />
declaran rotundamente su enemistad hacia<br />
Israel y EE UU mientras que, de hecho,<br />
o colaboran con ellos política y económicamente<br />
o denuncian ruidosa y clamorosamente<br />
la normalización. Y lo triste<br />
es que esta contradicción no se suele percibir<br />
como una contradicción sino como<br />
parte necesaria de la vida hoy. Yo tiendo a<br />
pensar que habría sido más inteligente, en<br />
lugar de denunciar a Israel de arriba abajo,<br />
cooperar con los sectores del interior<br />
del país que defienden los derechos humanos<br />
y civiles, que se oponen a la política<br />
de asentamientos, que están dispuestos<br />
a plantarse contra la ocupación militar,<br />
que creen en la coexistencia y en la igualdad,<br />
y que están asqueados de la represión<br />
oficial de los palestinos. Porque sólo de<br />
esta manera, y dada la gigantesca diferencia<br />
de poder militar entre Israel y los países<br />
árabes, hay alguna esperanza de cambiar<br />
la política israelí. También tiendo a<br />
pensar que lo honesto hubiera sido apartarse<br />
de los furibundos ataques antisemitas,<br />
como los que han emanado de Damasco:<br />
¿qué logran con ello, excepto<br />
mostrar al mundo una mentalidad tan<br />
sectaria como virulentamente estúpida?<br />
Sé perfectamente bien que las pasiones<br />
suscitadas por la represión israelí de<br />
los palestinos son auténticas, y que la política<br />
del Gobierno de Sharon suscita indignación<br />
por doquier. Pero ¿es esta pasión<br />
excusa suficiente para dejar a un lado<br />
toda racionalidad y, en el caso de los intelectuales<br />
en particular, dar bandazos incoherentes,<br />
en lugar de buscar seriamente<br />
una postura política y moral basada más<br />
en el conocimiento que en esa ignorancia<br />
ciega que en ningún caso puede ser descrita<br />
como posición política? Tomemos la<br />
9
LA PROVOCACIÓN, LA DIGNIDAD Y LA REGLA DEL DOGMA<br />
campaña contra la traducción de libros<br />
árabes al hebreo (véase Al-Hayatk, mayo<br />
2001). Se podría haber pensado que<br />
cuanta más literatura árabe haya en Israel,<br />
más capaces serán los israelíes de comprendernos<br />
como pueblo y de dejar de<br />
tratarnos como animales o como infrahumanos.<br />
En vez de esto tenemos el penoso<br />
espectáculo de escritores árabes serios que<br />
denuncian a sus colegas por “permitirse la<br />
normalización” con Israel, frase estúpida<br />
que utilizan como acusación de colaborar<br />
con el enemigo. Y, como dijo Julien Benda,<br />
¿no se supone que los intelectuales deben<br />
ir contra las pasiones colectivas, en<br />
lugar de comerciar demagógicamente<br />
con ellas? ¿De dónde se sacan que una<br />
traducción al hebreo es un acto de colaboración?<br />
Introducirse en un idioma extranjero<br />
es siempre una victoria para el escritor.<br />
Siempre y en todos los casos. ¿No<br />
es mucho más inteligente y útil que la cacareada<br />
“normalización” de los distintos<br />
países que tienen comercio y relaciones<br />
diplomáticas con el enemigo, a pesar de<br />
que el Ejército y la aviación israelíes estén<br />
matando como a moscas a los palestinos?<br />
¿No son las traducciones de la literatura<br />
árabe una forma de entrar culturalmente<br />
en la vida israelí, de tener un efecto positivo<br />
sobre ella, de cambiar la forma de<br />
pensar de la gente desde la pasión sangrienta<br />
hacia una comprensión razonable<br />
de los vecinos árabes de Israel, especialmente<br />
cuando son los editores israelíes los<br />
que han publicado las traducciones como<br />
señal de protesta cultural contra la bárbara<br />
política de Israel hacia los árabes?<br />
Todas estas confusiones y contradicciones<br />
son indicios de un malestar árabe<br />
más profundo. Cuando confundimos meros<br />
actos pueriles de provocación con una<br />
resistencia real, y cuando damos por supuesto<br />
que la ignorancia absoluta es un<br />
acto político, cuando perdemos la dignidad<br />
y clamamos por el patrocinio y la<br />
atención estadounidenses, está claro que<br />
nuestro sentido de la dignidad y del res-<br />
peto hacia uno mismo están hechos trizas.<br />
¿Quién no se estremece al recordar a<br />
Arafat en los jardines de la Casa Blanca<br />
en 1993 repitiendo tres veces “gracias”<br />
con una adulación abyecta, y quién no ha<br />
sentido la falta de amor propio que sufren<br />
nuestros líderes cuando son incapaces de<br />
decidir si EE UU es nuestro enemigo o<br />
nuestra única esperanza? En lugar de una<br />
política basada en los principios y normas<br />
de una conducta decente, nos regodeamos<br />
en fútiles actos de provocación basados<br />
en dogmas tontos y no meditados<br />
acerca de la oposición a Israel, mientras<br />
sólo ofrecemos apoyo verbal y fórmulas<br />
patrióticas a nuestros compatriotas palestinos<br />
asediados. No tenemos modelo que<br />
nos ayude a guiar nuestras acciones. El<br />
mundo árabe es hoy el triunfo de la mediocridad<br />
y el oportunismo, pero, dados<br />
los fallos de los líderes en casi todos los<br />
frentes, es tarea de los intelectuales proporcionar<br />
unos análisis honestos y sugerir<br />
lo que es justo y razonable, en lugar de<br />
unirse al coro de aduladores que aplauden<br />
y decoran las cortes presidenciales y reales,<br />
y también las salas de juntas de las<br />
empresas, con sus presencias lisonjeras,<br />
incesantemente acatadoras.<br />
Terminaré con un ejemplo concreto<br />
de lo que quiero decir. Durante todo este<br />
alboroto sobre la normalización he observado<br />
una ausencia sorprendente, a saber,<br />
la situación actual de los refugiados palestinos<br />
que viven en todos los países árabes<br />
importantes, cuyas condiciones de vida<br />
en todas partes (no hay excepciones) son<br />
de una miseria inaceptable. En cualquier<br />
lugar del mundo árabe donde haya palestinos<br />
hay normas y reglamentaciones que<br />
les impiden disfrutar de la condición plena<br />
de residentes, que les prohíben trabajar<br />
y viajar, que les obligan a registrarse mensualmente<br />
ante la policía, etcétera. No sólo<br />
Israel trata mal a los palestinos, también<br />
lo hacen los países árabes. Intenten<br />
enterarse de si hay alguna campaña mantenida<br />
de los intelectuales árabes contra<br />
este injusto trato local a los refugiados palestinos:<br />
no verán ni oirán hablar de ninguna.<br />
¿Qué excusa hay para los horribles<br />
campos de refugiados en los que viven<br />
tantos de ellos, incluso en lugares como<br />
Gaza y Cisjordania? ¿Qué derecho tienen<br />
las fuerzas locales, mojabarat, a hostigarles<br />
y a hacer que, por regla general, sus vidas<br />
sean miserables? Es mucho más fácil (y<br />
mucho menos arriesgado) arremeter contra<br />
la normalización y las traducciones al<br />
hebreo que subrayar las condiciones inaceptables<br />
de los refugiados palestinos en<br />
el mundo árabe, a los que siempre se dice<br />
que no pueden ser “normalizados” porque<br />
eso sería hacer el juego a Israel. ¡Menuda<br />
tontería!<br />
Tenemos que volver a los valores básicos<br />
y a la honestidad en la discusión. No<br />
puede haber solución militar para lo que<br />
nos aflije, tanto a árabes como a judíos.<br />
Esta verdad nos deja sólo con el poder de<br />
la mente y de la educación para llevar a<br />
cabo la tarea para la que los ejércitos se<br />
han mostrado incapaces durante más de<br />
medio siglo. No es asunto nuestro decidir<br />
si los intelectuales israelíes han fracasado<br />
o no en su misión. Lo que nos concierne<br />
es el lamentable estado del discurso y del<br />
análisis en el mundo árabe. Como ciudadanos,<br />
debemos hacernos responsables de<br />
ello e intentar, antes que nada, liberarnos<br />
a nosotros mismos de los clichés pueriles<br />
y de las fórmulas irreflexivas que abarrotan<br />
nuestros escritos y nuestras declaraciones.<br />
n<br />
Edward Said es ensayista palestino, profesor en la<br />
Universidad de Columbia.<br />
10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
POR UNA HISTORIA<br />
REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />
E<br />
n el año 2000 se conmemoró en España<br />
el primer cuarto de siglo de la<br />
transición a la democracia, acontecimiento<br />
al que los principales diarios dedicaron,<br />
en sus páginas, suplementos extraordinarios.<br />
No se tomó, en cambio, por<br />
parte de las autoridades competentes, la<br />
decisión de crear alguna institución que<br />
sirviera para poner los medios oportunos<br />
para reconstruir su historia. Eso es tanto<br />
más lamentable cuanto que resulta bien<br />
posible que pueda ser considerada como<br />
aquella parte del pasado colectivo de los<br />
españoles que resulta más definitoria de<br />
los principios en los que se fundamenta la<br />
convivencia democrática, en parecida medida<br />
que lo fue para la mayor parte de los<br />
europeos la resistencia contra el fascismo<br />
durante el período 1939-1945. El Legislativo<br />
decidió la atribución de algunos<br />
centenares de millones con ese propósito<br />
conmemorativo, pero hasta el momento<br />
no se sabe para qué han servido o pueden<br />
servir en el futuro. Es una lástima, por<br />
ejemplo, que no se hayan puesto en marcha<br />
campañas sistemáticas para obtener<br />
testimonios orales y escritos de unos protagonistas<br />
que van desapareciendo.<br />
La conmemoración, por tanto, no ha<br />
dado lugar a ninguna iniciativa científica<br />
verdaderamente importante. No puede<br />
extrañar, en consecuencia, que hayan surgido<br />
algunas voces críticas contra la versión<br />
acerca de la transición habitualmente<br />
admitida. La exaltación insistente de lo<br />
que se supone ya conocido puede acabar<br />
por provocar tal resultado.<br />
La inmensa mayoría de quienes han<br />
tratado acerca de la transición española a la<br />
democracia no sólo la consideran como un<br />
acontecimiento cuyo final fue netamente<br />
positivo, sino que la juzgan canónica o<br />
modélica. Resumiendo muy brevemente<br />
esta caracterización, habría que tener en<br />
cuenta, en primer lugar, que España pare-<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
JAVIER TUSELL<br />
cía partir en su camino hacia la democracia<br />
de unas condiciones que podían inducir, si<br />
no al pesimismo, sí, por lo menos, al escepticismo.<br />
Aunque había tenido un crecimiento<br />
económico importante, también<br />
había sido la protagonista de la guerra civil<br />
más cruenta del siglo XX en Europa y, además,<br />
contaba con conflictivos problemas<br />
de identidad colectiva y con movimientos<br />
terroristas. Aún así, la transición a la democracia<br />
se llevó a cabo sin graves traumas<br />
sociales en un período relativamente corto<br />
de tiempo, y concluyó en una democracia<br />
estable y arraigada de forma irreversible en<br />
la sociedad. El recuerdo de la anterior conflictividad<br />
histórica española contribuyó a<br />
ello de forma decisiva, pero también las actitudes<br />
de la clase dirigente resumibles en<br />
una voluntad de “consenso”. Gracias a él,<br />
España hizo no sólo una transición de la<br />
dictadura a la democracia, sino también de<br />
un Estado muy centralizado a otro considerablemente<br />
descentralizado. Como la<br />
transición española tuvo lugar al comienzo<br />
de la llamada “tercera ola” de democratizaciones,<br />
pudo servir, de forma más o menos<br />
genérica, para los casos que la siguieron,<br />
tanto en América como en el este de Europa.<br />
Claro está que la transición dejó también<br />
una herencia menos positiva en lo<br />
que respecta a la rutinización de los hábitos<br />
democráticos, pero esto es lógico, y tan<br />
sólo puede solucionarse con el transcurso<br />
del tiempo 1 .<br />
Un modo de revisionismo<br />
Hasta aquí, lo corrientemente admitido<br />
con respecto a la cuestión que nos ocupa.<br />
Cabe añadir, no obstante, que han apareci-<br />
1 Ver principalmente Juan J. Linz, Alfred Stepan:<br />
Problems of democratic transition and consolidation, The<br />
John Hopkins University Press, Baltimore y Londres,<br />
1996; Samuel P. Huntington: The third Wave Democratization<br />
in the late twentieth century, The University<br />
of Oklahoma Press, Norman y Londres, 1991.<br />
do en los últimos tiempos, principalmente<br />
en España, esas actitudes críticas ya mencionadas<br />
en contra de esta interpretación.<br />
Se contienen en algunos libros de personas<br />
que no pueden ser descritas como científicos,<br />
sino como protagonistas marginados<br />
por el desarrollo de los acontecimientos: la<br />
crítica se realiza principalmente desde posiciones<br />
de izquierda y consiste, sobre todo,<br />
en lamentos por la conservación de la Monarquía,<br />
por el grado insuficiente de ruptura<br />
en las instituciones o por el olvido del<br />
pasado dictatorial 2 . Pero quizá obtienen<br />
más éxito que estos libros los artículos que<br />
aparecen en la prensa de gran circulación y<br />
encuentran acogida en ella por el simple<br />
hecho de que se enfrentan a la opinión mayoritaria.<br />
Para abreviar citaré tan sólo dos<br />
casos. José Vidal-Beneyto ha levantado en<br />
contra de todos los que han pretendido tratar<br />
de esta cuestión la acusación de hacer<br />
una historia estrictamente partidista 3 . Además<br />
ha asegurado que existe la pretensión<br />
de que la transición española a la democracia<br />
se hiciera siempre “desde arriba y al hilo<br />
de la evolución económica y social”, mientras<br />
que “las fuerzas populares sólo tuvieron<br />
una participación coyuntural y adjetiva”.<br />
Además, se habría llevado a cabo con el<br />
control y beneplácito de Estados Unidos y<br />
con el protagonismo principal de las personas<br />
que fueron instaladas en su día por la<br />
autocracia en una posición determinante.<br />
Por su parte, Vicenç Navarro ha considerado<br />
que la transición no se planteó una verdadera<br />
confrontación con el pasado; como<br />
consecuencia se habrían respetado instituciones<br />
como la monarquía establecida por<br />
Franco e intereses como todo el sistema de<br />
la prensa heredado, capaz de influir de for-<br />
2 Por el momento, el último de estos libros es el<br />
de Pablo Castellano: Por Dios, por la patria y el Rey.<br />
Una visión crítica de la transición española. Temas de<br />
Hoy, Madrid, 2001. No merece la pena citar otros.<br />
3 El País, 22 de febrero de 2001.<br />
11
POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />
ma decisiva en la opinión pública.<br />
Este tipo de críticas aparece con una<br />
voluntad revisionista, pero realmente no<br />
la llevan a cabo en absoluto, en parte porque<br />
proceden de una insuficiente información<br />
acerca de cuál es el estado de los<br />
estudios realizados hasta el momento. El<br />
último autor citado, por ejemplo, reivindica<br />
la necesidad de recordar el pasado, y<br />
comete errores como atribuir a la represión<br />
franquista después de concluida la<br />
guerra civil unas 200.000 ejecuciones, cifra<br />
que los especialistas no sostendrían, al<br />
menos en el estado actual de nuestros conocimientos,<br />
por muy exagerada. Uno de<br />
quienes han realizado estudios monográficos<br />
más detenidos sobre el particular<br />
afirma que la cifra correcta debiera ser<br />
una cuarta parte 4 .<br />
Pero además, los supuestos revisionistas<br />
atribuyen a las tesis corrientemente admitidas<br />
juicios que no se corresponden<br />
con la realidad. Tómese, por ejemplo, el<br />
caso de la ausencia de movilización popular.<br />
Aunque en algunas interpretaciones,<br />
en efecto, se afirma que la clase política<br />
llevó a cabo sus pactos y éste fue un factor<br />
decisivo en el proceso, resulta también obvio<br />
que la movilización popular jugó un<br />
papel muy importante durante toda la<br />
transición. Un estudio monográfico ha<br />
contabilizado que entre 1976 y 1987 hubo<br />
en Madrid en 36 ocasiones manifestaciones<br />
con la presencia de más de 100.000<br />
personas 5 . La participación popular se<br />
percibe también en lo que respecta al papel<br />
jugado por la evolución de la opinión<br />
pública. Nada se entendería en la legalización<br />
del PCE, un momento decisivo en la<br />
transición española a la democracia, de no<br />
ser por el hecho de que los españoles fueron<br />
cambiando su actitud al respecto. En<br />
octubre de 1976 estaba a favor de ella sólo<br />
el 25% de los ciudadanos; empataron las<br />
posturas legalizadora y prohibicionista en<br />
diciembre de este año, pero entonces todavía<br />
el segmento más importante de la<br />
población (36%) no tenía una opinión<br />
clara. En cambio, a la altura de abril de<br />
1977 el 55% de los españoles estaba ya a<br />
favor y sólo el 12% estaba en contra, per-<br />
4 Ver principalmente El País, 16 de junio de<br />
2001, para la posición de Navarro. Cfr. con Solé Sabaté<br />
en Stanley Payne y Javier Tusell (eds.): La guerra<br />
civil. Temas de Hoy, Madrid, 1996.<br />
5 Ramón Adell: La transición política en la calle.<br />
Manifestaciones políticas de grupos y masas. Madrid<br />
1976-1987. Editorial Complutense, 1989.<br />
6 Helena Varela Guinot: La legalización del Partido<br />
Comunista de España: élites, opinión pública y símbolos<br />
en la transición española. Instituto Juan March,<br />
Madrid, 1990.<br />
maneciendo titubeantes el resto 6 .<br />
Los partidarios del revisionismo de la<br />
transición pueden tener razón en mantener<br />
una actitud crítica contra las convenciones<br />
adquiridas, porque eso es siempre<br />
intelectualmente saludable, pero actúan<br />
como si sus propios enfoques debieran ser<br />
aceptados sin más y no los argumentan<br />
con la extensión y los datos debidos como<br />
para resultar convincentes. Tomemos un<br />
ejemplo. Sería defendible considerar que<br />
la transición fue producto del olvido del<br />
pasado si, aparte de evitar el enjuiciamiento<br />
de quienes practicaron torturas<br />
durante el franquismo, no hubiera habido<br />
excarcelaciones de etarras antes de las<br />
elecciones de junio de 1977 o si no se hubieran<br />
producido reconocimientos de derechos<br />
a los militares que combatieron<br />
por la República. Como estos dos últimos<br />
hechos tuvieron lugar (aunque no podamos<br />
ofrecer datos muy concretos de ninguno<br />
de los dos), la interpretación más<br />
correcta que cabe hacer es que no hubo<br />
amnesia, sino mutua amnistía basada en<br />
un acto consciente, aunque en parte subterráneo<br />
o implícito.<br />
El estado de la cuestión<br />
El revisionismo histórico de la transición<br />
debe partir del estado de nuestros conocimientos<br />
y éste en la actualidad ofrece un<br />
panorama francamente mejorable. La transición<br />
ha sido abordada, en primer lugar,<br />
por científicos de la política que en muchos<br />
casos son, como en el español, estudiosos<br />
del Derecho. Como es natural, sus<br />
trabajos resultan muy interesantes, pero<br />
conceden una importancia desmesurada a<br />
las elecciones o al texto constitucional que<br />
fueron la consecuencia o el resultado de la<br />
transición y no ésta misma 7 . Por otro lado,<br />
los científicos de la política de formación<br />
anglosajona suelen partir de los datos que<br />
proceden de la prensa política del momento<br />
o de la elaboración periodística posterior<br />
e interpretarlos de acuerdo con unas<br />
pautas demasiado esquemáticas o racionales.<br />
Colomer, por ejemplo, ha estudiado la<br />
transición española desde el punto de vista<br />
de las estrategias de decisión racional de los<br />
actores políticos. Pero el juego racional de<br />
expectativas no lo explica todo en política.<br />
Es inexacto, por ejemplo, presumir que no<br />
hubo en la primera fase de la transición<br />
una cooperación real entre quienes estaban<br />
en el poder y quienes permanecían en la<br />
oposición; existió aunque no fuera pública.<br />
Decir que la primera preferencia de los militares<br />
era un golpe de fuerza con el Rey y<br />
la segunda no dar un golpe contra el Rey<br />
constituye una simplificación porque habría<br />
que distinguir entre sectores del Ejército<br />
8 . Finalmente, en lo que científicos de<br />
la política y sociólogos resultan más útiles<br />
es, sin duda, al establecer comparaciones<br />
entre procesos iguales o semejantes en<br />
tiempos parecidos. Pero si la comparación<br />
permite, por contraste, apreciar similitudes<br />
y diferencias tiene también como inconveniente<br />
provocar el error cuando lo que se<br />
compara no se conoce suficientemente. Un<br />
7 Ver, por ejemplo, Ramón Cotarelo (ed.):<br />
Transición política y consolidación democrática. España<br />
(1975-1986). CIS, Madrid, 1992.<br />
8 Josep M. Colomer: La transición a la democracia:<br />
el modelo español. Anagrama, Barcelona, 1998.<br />
12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
estudio, por otro lado muy valioso, sobre<br />
los militares en la transición democrática<br />
española señala, por ejemplo, que en los<br />
países en que hubo una derrota militar<br />
previa la posición del Ejército fue débil (el<br />
caso de las transiciones de Argentina o<br />
Grecia), mientras que sería fuerte en el caso<br />
de reforma pactada como en Chile y<br />
Brasil. Como al autor el caso español no le<br />
cuadra en este esquema, recurre a considerar<br />
que el régimen dictatorial español se<br />
había convertido en civil durante su fase final,<br />
apreciación al menos muy discutible 9 .<br />
El periodismo, que ha proporcionado<br />
la mayor parte del material informativo<br />
para posibles comparaciones posteriores<br />
de politólogos y sociólogos, tiene, sin embargo,<br />
inconvenientes graves. El periodista<br />
trata de lo inmediato y eso le impide<br />
utilizar todas las fuentes; además, no<br />
siempre las somete a crítica y a menudo<br />
las amontona sin inclinarse por ninguna<br />
opción precisa o especula con lo extraordinario.<br />
La conocida serie televisiva de<br />
Victoria Prego es difícilmente superable<br />
emitida en ese medio de comunicación,<br />
pero cuando se convirtió en libro resultaron<br />
perceptibles sus insuficiencias analíticas<br />
10 . En ocasiones, en ese volumen se<br />
contienen afirmaciones extraordinarias<br />
como, por ejemplo, el intento de algunos<br />
generales en enero de 1974 de sustituir a<br />
Franco en la jefatura del Estado. Pero sobre<br />
todo lo que falta es la imprescindible<br />
labor de crítica que permita distinguir en<br />
cada testigo la veracidad del testimonio y<br />
la fabulación. El propio sistema de interrogarse<br />
sobre el pasado es muy distinto<br />
en un periodista y un historiador. El primero<br />
proporciona la imagen de un instante<br />
y, como tal, no pretende más que<br />
ofrecer un conocimiento parcial que él<br />
mismo podrá explicarse desde el punto de<br />
vista histórico con posterioridad 11 .<br />
Como es lógico, los historiadores<br />
también hemos ofrecido interpretaciones<br />
de la transición y lo que hemos escrito<br />
merece la pena ser criticado a fondo. Probablemente<br />
habría que centrarse no tanto<br />
en el modo concreto de llevarse a cabo dicho<br />
proceso sino en la forma en que la<br />
hemos historiado hasta el momento presente.<br />
Sin duda la hemos considerado como<br />
objeto de conocimiento histórico<br />
9 Felipe Agüero: Militares, civiles y democracia.<br />
Alianza, Madrid, 1995.<br />
10 Victoria Prego: Así se hizo la transición. Plaza y<br />
Janés, Barcelona, 1995.<br />
11 José Oneto: Arias entre dos crisis, 1973-1975.<br />
Es un buen ejemplo de narración periodística sobre el<br />
periodo, Información y Publicaciones, Madrid, 1975.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
muy pronto y eso ha sido muy positivo,<br />
pero no es nada más que una parte de lo<br />
que un historiador puede y debe hacer.<br />
Lo que hasta el momento los historiadores<br />
principalmente han hecho ha sido escribir<br />
libros en los que se resume y articula<br />
aquello que otros especialistas en ciencias<br />
humanas han escrito. Con ello se han<br />
conseguido síntesis inteligentes que demuestran<br />
que la Historia no es un conocimiento<br />
del remoto pasado, sino que es<br />
posible hacerla en una etapa más cercana.<br />
Pero falta todavía lo que más específicamente<br />
pueden aportar los historiadores.<br />
Un profesional de la Historia que es considerado<br />
como un clásico, Leopold von<br />
Ranke, escribió que lo distintivo de nuestra<br />
ciencia es narrar los acontecimientos<br />
“vie es eigentilich geschehen”, es decir, “como<br />
realmente sucedieron”. Esa reconstrucción,<br />
detallada y minuciosa, contrastando<br />
fuentes de todo tipo, públicas y<br />
privadas, orales y escritas, resulta imprescindible<br />
en el caso de un proceso de ingeniería<br />
política como es cualquier transición,<br />
y sobre todo la española, en que la<br />
imaginación jugó un papel esencial porque<br />
no existía ninguna referencia que pudiera<br />
ser semejante o parecida. La realidad<br />
es que en el momento presente la<br />
Historia de la transición no está hecha, y<br />
la del franquismo final, que en buena parte<br />
la explica, puede llegar a convertirse en<br />
imposible en el caso de que se desdeñe la<br />
publicación de las memorias y los testimonios<br />
orales de sus dirigentes políticos o<br />
no se acuda, como se debe, a las fuentes<br />
de archivo privadas, aparte de las públicas.<br />
Estas últimas, además, por vez primera<br />
empiezan a resultar accesibles y van a<br />
resultar imprescindibles para reconstruir<br />
la Historia objetiva.<br />
Por un revisionismo nuevo<br />
Resulta dudoso que lo que sabemos hasta<br />
el momento de la transición se ponga en<br />
duda como consecuencia de esta tarea<br />
–por ejemplo, en lo que atañe al balance<br />
globalmente positivo del proceso–, pero<br />
sin duda será posible precisar mucho más.<br />
Lo malo de nuestro actual conocimiento<br />
de esa etapa de nuestro pasado no es que<br />
el balance sea positivo –y quizá autocomplaciente–,<br />
sino que puede ser conocido<br />
de forma más detenida, profunda, rigurosa<br />
y coherente. Es muy probable que pequemos<br />
por exceso de simplificaciones y<br />
por proclividad a aceptar mitificaciones<br />
personales o colectivas; sin duda nos falta<br />
concreción en muchos puntos. Pongamos<br />
ejemplos de todo ello. Se suele, por ejemplo,<br />
decir que la transición fue un proceso<br />
JAVIER TUSELL<br />
de reforma, pero no hay que olvidar que<br />
hubo aspectos del proceso histórico español<br />
que tuvieron algo de ruptura (por<br />
ejemplo, el restablecimiento de la Generalitat<br />
de Cataluña, por más que sus poderes<br />
fueran muy escasos) y otros en los<br />
que la reforma se dilató hasta mediados<br />
los años ochenta (la reforma militar propiamente<br />
dicha). Mitificaciones individuales<br />
o colectivas las han construido todos<br />
y cada uno de los protagonistas, sea<br />
cual sea su importancia y su papel. Van<br />
desde quienes, siendo cuadros del régimen,<br />
se atribuyen a sí mismos desde que<br />
fueron jerarquías de segundo grado en el<br />
régimen una voluntad de reforma democrática<br />
semejante al resultado final de la<br />
transición hasta quienes se autointerpretan<br />
como opositores a la dictadura cuando<br />
en realidad no lo fueron hasta su fase<br />
final. En cuanto a la imprecisión, es sin<br />
duda el mayor pecado de nuestro conocimiento<br />
histórico sobre la transición. Se<br />
dice, por ejemplo, que la transición consistió<br />
en gran medida en un radical olvido<br />
del pasado. Ésa es una afirmación insostenible:<br />
la izquierda comunista no dejó de<br />
tener presente el pasado de Fraga y los votantes<br />
del partido presidido por éste no<br />
olvidaron la actuación de Carrillo durante<br />
la guerra civil. Pero se impuso el buen<br />
sentido. Lo que no sabemos es hasta qué<br />
punto. Hubo perdón mutuo por voluntad<br />
de reconciliación y no amnesia. Pero<br />
¿cuantos y cuáles terroristas de ETA fueron<br />
amnistiados de forma sucesiva? ¿A<br />
cuantos militares combatientes con el<br />
Ejército republicano se les otorgó una<br />
pensión y en qué casos no se aceptó hacer<br />
algo parecido? ¿Hasta qué punto individuos<br />
y grupos que habían sido perseguidos<br />
durante el franquismo lograron compensaciones<br />
materiales por incautación de<br />
sus bienes y a qué ritmo?<br />
Habría que añadir que a nuestro conocimiento<br />
de la época de la transición le<br />
falta algo absolutamente esencial para la<br />
ciencia de la Historia. Algo que ésta proporciona<br />
y que no pueden conseguir, de<br />
forma habitual, la ciencia política o la sociología<br />
es el sentido del tiempo. En toda<br />
crisis histórica, breve o más larga, la sucesión<br />
de los acontecimientos obedece a<br />
una lógica interna que el historiador tiene<br />
que descubrir. No conseguirá hacerlo si<br />
no tiene en cuenta que buena parte de las<br />
claves aún hoy día permanecen ocultas,<br />
de forma voluntaria o involuntaria, pues<br />
se trató de un proceso que tan sólo fue<br />
parcialmente público. Un maestro de la<br />
Historia política francesa a quien todos<br />
admiramos, René Rémond, escribió, en<br />
13
POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />
un libro excelente acerca de la vuelta al<br />
poder del general De Gaulle en 1958, que<br />
la crisis de aquellos días en Francia resulta<br />
un problema típicamente histórico que<br />
sólo puede tener una explicación merecedora<br />
de este calificativo de modo que “es<br />
necesario seguir la sucesión de los días y<br />
el encadenamiento de las circunstancias”<br />
para explicarla 12 .<br />
Veamos brevemente cómo Rémond<br />
lo hace. Parte, por supuesto, de unas estructuras<br />
políticas vigentes en la Francia<br />
de la época. No eran exclusivas suyas: Italia<br />
conoció un número parecido de crisis<br />
gubernamentales. Aun así, en el primero<br />
de los países citados se había llegado al límite:<br />
fueron necesarias hasta 13 vueltas<br />
para llegar al nombramiento de Coty como<br />
presidente de la República. Un parlamento<br />
con seis grupos de los que ninguno<br />
llegaba al 30% y entre dos sumados<br />
no llegaban al 50% de los escaños hacía<br />
virtualmente ingobernable el país, por<br />
más que no existiera una contraposición<br />
radical entre democristianos y comunistas<br />
como la que convertía a Italia en un régimen<br />
sin alternativa. Lo que hizo posible<br />
el cambio en Francia fue un problema insoluble<br />
–Argelia–, junto con la falta de<br />
imaginación y la imprevisión de la clase<br />
política respecto de cuáles iban a ser las<br />
consecuencias últimas de mantenerlo en<br />
tal estado.<br />
Todo lo antedicho explica la gravedad<br />
de la crisis y no que acabara produciéndose<br />
una salida que empezó por parecer autoritaria<br />
y tan sólo apoyada por la derecha,<br />
pero que acabó proporcionando a<br />
Francia estabilidad, crecimiento económico<br />
y consenso incluso en política exterior<br />
como nunca los había tenido. A la hora<br />
de explicar este resultado resulta imprescindible<br />
tener en cuenta las actitudes personales<br />
de los protagonistas políticos y los<br />
momentos y los modos en que se hicieron<br />
explícitas. Rémond parte del impasse producido<br />
entre unos militares que en Argelia<br />
se instalaron en la subversión y unas<br />
autoridades políticas que en la metrópoli<br />
aparecían paralizadas. La declaración de<br />
De Gaulle, que había permanecido en la<br />
reserva, al principio olvidado y luego<br />
transfigurado en esperanza, como posible<br />
candidato a asumir el poder, lo que hizo<br />
fue, por un lado, convertir en ilusorio que<br />
los generales de Argelia llegaran a gobernar,<br />
pero también descubrió que era posible<br />
un camino para evitar el enfrenta-<br />
12 René Rémond: Le retour du general De Gaulle.<br />
Complexe, Bruselas, 1983, 82.<br />
miento entre el poder civil y el militar.<br />
De Gaulle consiguió a continuación incorporaciones<br />
a su postura, pero no le<br />
bastaron; con lo que, en cambio, consiguió<br />
imponerse de modo definitivo fue<br />
dando la sensación de que tenía el poder<br />
en sus manos como si tuviera la autoridad<br />
legal en sus manos y estuviera dispuesto a<br />
ejercerlo. Luego no negoció con los partidos,<br />
pero observó puntualmente los usos<br />
habituales en lo que respecta a la dosificación<br />
de las carteras a la hora de formar un<br />
gobierno provisional. Curiosa mezcla de<br />
una Francia del pasado y de una Francia<br />
que empezaba a cambiar como no lo había<br />
hecho en toda la época contemporánea,<br />
De Gaulle llegó al poder como un<br />
síndico de la quiebra institucional, como<br />
ya antes había sucedido con Mendés<br />
France. Una vez en él, contribuyó de forma<br />
decisiva a que el insoluble problema<br />
argelino encontrara su salida inevitable.<br />
Dijo que “había entendido” a los colonos,<br />
pero no hizo otra cosa que librar una batalla<br />
en retirada haciendo posible la negociación<br />
con el FLN y, a la vez, adaptándo-<br />
se al cambio de mentalidad de la opinión<br />
pública. Porque ése fue también un componente<br />
fundamental en los acontecimientos,<br />
aunque el sentido de su evolución<br />
sólo pueda entenderse a partir de lo<br />
escrito. Durante el momento mismo del<br />
acceso al poder del general De Gaulle resulta<br />
posible determinar el apasionamiento<br />
de la opinión pública por los sucesos<br />
en la colonia y en la metrópoli con tan<br />
sólo tener en cuenta la compra de transistores<br />
en aquellos momentos decisivos.<br />
La explicación de Rémond para aquellas<br />
jornadas decisivas de la Historia francesa<br />
se basa, pues, en descubrir el sentido<br />
de los acontecimientos mientras fluía el<br />
tiempo, en el conocimiento de las estructuras<br />
políticas, en la interpretación de los<br />
actos concretos de los principales protagonistas<br />
políticos y en el papel determinante<br />
de la opinión pública como resultante<br />
final en unos casos o como impulsor<br />
en otros. Algo parecido habría que hacer en<br />
el caso de la transición española a la democracia.<br />
Añadamos algo más. En el caso<br />
de la vuelta al poder del general De Gaulle<br />
14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
en Francia el proceso tuvo lugar a la luz<br />
del día en un régimen democrático. El archivo<br />
del general De Gaulle no es consultable<br />
por el momento, pero no parece que<br />
pueda dar lugar a sorpresas. Hoy contamos<br />
con una buena biografía, a pesar de<br />
estar redactada por quien no es exactamente<br />
un profesional de la Historia 13 . Pero<br />
las fuentes de archivo son accesibles incluso<br />
para materias tan espinosas como<br />
suelen ser las relativas a la política<br />
exterior 14 . En el fondo, el plazo de tiempo<br />
transcurrido desde 1958 contribuye a explicar<br />
que el acceso a las fuentes y la bibliografía<br />
revistan los rasgos señalados.<br />
Con la transición española a la democracia<br />
no sucede lo mismo porque sólo en<br />
el año 2001 estamos llegando al plazo que<br />
señala la legislación para la apertura de los<br />
archivos. Aun así, un papel fundamental<br />
13 Jean Lacouture: De Gaulle. Seuil, París, 1984.<br />
14 Maurice Vaïsse: La grandeur: La politique extérieure<br />
du géneral De Gaulle, 1958-1969. Fayard, París,<br />
1998.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
en la elaboración de una Historia objetiva<br />
de la transición (o, si se quiere, revisionista,<br />
porque romperá con algunas de las<br />
convenciones establecidas) le ha de corresponder<br />
a la utilización de nuevas fuentes,<br />
privadas o públicas. Estas últimas han dado<br />
ya lugar a buenas monografías como<br />
las que han utilizado los datos de las subdelegaciones<br />
del Gobierno que, por ejemplo,<br />
prueban el mucho tiempo que los servicios<br />
policiales siguieron informando<br />
acerca del funcionamiento de los partidos<br />
de izquierda, incluso cuando estas organizaciones<br />
habían sido legalizadas, quizá incluso<br />
en 1979 o 1980 15 . Es muy probable<br />
que así se hiciera no tanto por desconfianza<br />
hacia ellas sino por el deseo de disponer<br />
de mayor información en unos momentos<br />
políticos complicados. Por descontado, esta<br />
utilización desde el punto de vista moral<br />
resulta por completo injustificable y<br />
15 Carmen R. García Ruiz: Franquismo y transición<br />
en Málaga, 1962-1979. Servicios de Publicaciones<br />
de la Universidad de Málaga, 1999.<br />
JAVIER TUSELL<br />
arroja una sombra sobre los gobernantes<br />
de la transición. Es éste el género de enmiendas<br />
–parciales más que a la totalidad–<br />
que cabe imaginar en la tarea de la reconstruir<br />
la Historia política de la transición<br />
española a la democracia.<br />
En las páginas que siguen me voy a<br />
permitir poner algunos ejemplos de cómo,<br />
a partir de nuevas fuentes y de la utilización<br />
de las técnicas habituales de la Historia<br />
política, tal como en su momento lo hizo<br />
Rémond, será posible la reconstrucción<br />
de la transición española a la democracia.<br />
Se trata de aspectos muy concretos pero<br />
también lo bastante cruciales como para<br />
servir de ejemplo significativo. Forman<br />
parte de trabajos de investigación en curso<br />
que publicaré en forma de libro en los próximos<br />
meses. Las cuestiones que abordaré<br />
figurarán de forma interrogativa como títulos<br />
de los epígrafes siguientes. La razón<br />
estriba en que son cuestiones demasiado<br />
importantes como para ser respondidas tan<br />
sólo con las argumentaciones y las fuentes<br />
que utilizo, aunque unas y otras proporcionen<br />
claves para la respuesta.<br />
¿Hasta qué punto Franco<br />
estaba vivo en 1974?<br />
Una de las cuestiones sobre las que los<br />
testimonios de los protagonistas políticos<br />
del tardofranquismo resultan más contradictorios<br />
es la relativa hasta qué punto<br />
quien había dado nombre al régimen dictatorial<br />
estaba en plenas condiciones<br />
mentales y políticas en los últimos meses<br />
de su vida. Quizá la respuesta a este interrogante<br />
pueda lograrse con la narración<br />
inédita de uno de sus colaboradores “técnicos”,<br />
por así decirlo, al final de su régimen<br />
y luego importante protagonista en<br />
la transición. Francisco Fernández Ordóñez<br />
no dejó, a su muerte, unas memorias<br />
pero sí una narración de parte de su vida<br />
en la que se incluye su única entrevista<br />
con Franco. Cuando llegó a El Pardo, el<br />
jefe de la Casa Civil le “le indicó que la<br />
conversación la empezaba el general, pero<br />
que si no era así debía empezarla yo porque<br />
a veces estaba cansado y distraído”. Aquel<br />
día debió estar en mejores condiciones<br />
pero, aun así, impresionado en un primer<br />
momento al verle a un extremo de su despacho,<br />
Fernández Ordóñez pudo percibir<br />
cuando se sentó la otra realidad del dictador:<br />
“Sorprendentemente, al sentarse su<br />
presencia física había cambiado: era un<br />
anciano vulgar derribado en su sillón, del<br />
que probablemente no se levantaría nunca”.<br />
Por un momento creyó el entonces<br />
Presidente del INI que debería ser él<br />
quien tomara la palabra, pero el general<br />
15
POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />
“después de un largo silencio, formuló la<br />
pregunta: ¿Cómo está ese Instituto tan<br />
complejo?”. Fernández Ordóñez, entonces,<br />
pudo explicar lo que ya tenía previsto. “Estoy<br />
seguro que usted trabaja para engrandecer<br />
España”, fue el único comentario de<br />
Franco que, pese a que parecía imposible,<br />
acabó por incorporarse para despedir a su<br />
visita. “No olvidaré sus ojos”, comenta<br />
Fernández Ordóñez. “Tenía un ojo ausente,<br />
como dirigido al vacío y ya gastado. Pero<br />
concentraba en el otro ojo una mirada<br />
penetrante y profunda, una mirada inteligente,<br />
firme y poderosa”. Pero, concluye el<br />
futuro ministro centrista y socialista, “yo<br />
creo sinceramente que aquel hombre no<br />
era ya dueño de la situación” 16 .<br />
Probablemente tenía razón. Una persona<br />
en las descritas condiciones no podía<br />
ejercer, al menos de forma continuada y coherente,<br />
el poder político en las mismas<br />
condiciones que en el pasado. Quien estaba<br />
más cerca suyo, el Presidente Arias Navarro,<br />
debió en más de una ocasión encontrarse<br />
con la realidad de que no sólo se veía<br />
obligado a tomar la palabra en sus entrevistas<br />
con el general, sino que ni siquiera encontraba<br />
en él respuesta alguna, incluso tratándose<br />
de nombramientos de altos cargos.<br />
Con sus colaboradores, un día, desesperado,<br />
preparó una disposición destinada a<br />
que Franco renunciara a sus poderes políticos.<br />
Pero hizo todavía más: entre sus papeles<br />
más íntimos hay un borrador para una<br />
posible intervención televisiva de renuncia<br />
por parte de Franco a sus poderes en beneficio<br />
de Don Juan Carlos. “No es una improvisación”,<br />
hubiera dicho el general.<br />
“Desde el mismo día en que se logró la<br />
unificación fue mi mayor preocupación<br />
asegurar el futuro de España para que esta<br />
patria rescatada del caos y la anarquía encontrara<br />
el cauce adecuado para volver a los<br />
días de su pasada grandeza”. Hubiera empleado<br />
buena parte de su intervención en la<br />
alabanza a su sucesor, lo que es muy característico<br />
de quien redactó este texto, pues<br />
para él era eso y no el poder de Franco<br />
quien debía ser justificado: “Todos conocéis<br />
al Príncipe, que durante años ha acreditado<br />
las virtudes necesarias para cumplir<br />
su misión: día a día se le ha visto aplicada<br />
dedicación en la educación que se le ha dispensado”.<br />
Durante ella habría demostrado<br />
“inteligencia, entereza forjada en su educación<br />
en los tres ejércitos” y, dato muy digno<br />
de ser retenido, “[habría demostrado estar]<br />
acreditado al mantener frente a la actitud<br />
16 Papeles de Francisco Fernández Ordóñez. La<br />
entrevista debió celebrarse en la primavera de 1973.<br />
de su padre su firme decisión de cumplir<br />
con los deberes que la Historia le ha marcado”.<br />
La visión del segundo Presidente que<br />
tuvo Franco era, en efecto, muy negativa<br />
sobre Don Juan: “Su padre es una buena<br />
persona, pero sin ninguna voluntad; es el<br />
último que llega: jamás se identificó ni quiso<br />
comprender nuestras leyes” 17 . De ningún<br />
modo Arias podía pensar que existiera<br />
una identidad fundamental entre Don Juan<br />
y su hijo, por más que ésta nos resulte evidente<br />
en la actualidad.<br />
Lo que estos textos plantean es una<br />
cuestión decisiva en la etapa final del franquismo<br />
y al comienzo de la transición, la<br />
del liderazgo de los sectores más opuestos<br />
a cualquier cambio. La de Franco fue, en<br />
los meses finales de su vida, una jefatura<br />
política apenas ejercida por incapacidad física<br />
hasta tal extremo que quienes estaban<br />
sentimentalmente más vinculados a su figura<br />
pensaron en la necesidad de un relevo<br />
por quien, para ellos, estaba muy lejos<br />
de significar lo mismo en cuanto a dirección<br />
política (o, como ellos dirían, caudillaje)<br />
que el sucesor. Pero, al mismo tiempo,<br />
la propia vida de Franco impedía que<br />
surgiera un liderazgo alternativo. Cuando<br />
se produjo su muerte era ya demasiado<br />
tarde como para que apareciera.<br />
Los planes del Rey:<br />
¿sólo aciertos o también desaciertos?<br />
A estas alturas, pese a su aparente carencia<br />
de peso específico en los momentos finales<br />
del franquismo, parece evidente que el Rey<br />
tenía planes con respecto al futuro de España<br />
y que los puso en marcha en el mismo<br />
momento de ejercer el poder. Dos decisiones<br />
fundamentales de la transición,<br />
como el nombramiento de Fernández Miranda<br />
y de Suárez, fueron exclusivamente<br />
suyas y ambas dieron buen resultado. Lo<br />
que importa es que esos planes los había<br />
tenido desde antes y, aunque fueran muy<br />
genéricos, los había hecho presentes<br />
a quienes por el momento podía, es decir, a<br />
los representantes diplomáticos de los países<br />
europeos, en especial al francés, porque<br />
este país, el más cercano, fue también el<br />
del Viejo Continente que había mantenido<br />
una relación más estrecha con España durante<br />
el régimen de Franco. Don Juan Carlos<br />
manifestó desde los últimos años del<br />
franquismo ante los representantes del vecino<br />
país una inequívoca voluntad liberalizadora,<br />
distancia con respecto a la actitud<br />
de Franco, voluntad de lograr una cierta<br />
17 Archivo Arias Navarro, leg. 2/2; testimonio de<br />
Gabriel Cisneros.<br />
complicidad colaboradora de Francia y un<br />
conocimiento profundo de los entresijos<br />
de la política interna del régimen.<br />
En otoño de 1972 tuvo una larga<br />
conversación con el embajador francés en<br />
la que todo ello queda demostrado de forma<br />
fehaciente. “Tengo una profunda estima<br />
por el general Franco, un gran reconocimiento<br />
por lo que ha hecho por mi<br />
país”, empezó asegurando, “pero estoy de<br />
acuerdo en reconocer que en el momento<br />
actual representa un obstáculo para un<br />
acercamiento de España con los otros países<br />
de Europa occidental”. Cuando el diplomático<br />
francés le preguntó por sus<br />
propósitos políticos dijo que “sus ideas<br />
son, en efecto, liberales. Desgraciadamente,<br />
aunque no ceso de pedir al general<br />
Franco que proceda desde ahora a ciertas<br />
reformas, no he podido obtener satisfacción<br />
de ningún modo. He llamado la<br />
atención al Jefe del Estado de que cuando<br />
acceda al poder estaré obligado a hacer<br />
todo lo que se niega a comenzar y que mi<br />
tarea será por esta razón considerablemente<br />
mas difícil. Es para mí un motivo<br />
de inquietud pero, una vez más, no he<br />
conseguido hacer prevalecer mis puntos<br />
de vista”. Al mismo tiempo, Don Juan<br />
Carlos estaba muy atento a los movimientos<br />
de la oposición. Confiaba en que<br />
los democristianos y socialistas le concedieran<br />
un tiempo de expectativa benévola;<br />
sin duda había ya hablado con algunos<br />
de sus dirigentes con ese propósito. En<br />
cuanto a los comunistas, dijo, “no pienso<br />
que puedan ejercer una acción determinante<br />
y, como mínimo, una gran parte<br />
de ellos desearán no crear una atmósfera de<br />
desorden”. Así se explica la iniciativa que<br />
tomó en su momento, cuando ya Franco<br />
agonizaba, para lograr que se mantuvieran<br />
en esa actitud. Aguardaba su momento<br />
con paciencia, y para entonces decía<br />
necesitar ayuda exterior: “Espero que en<br />
este momento se comprenderá que yo no<br />
puedo liberalizar el régimen sino con muchas<br />
precauciones y que Francia, en particular,<br />
me ayudará”. Pero controlaba los<br />
entresijos de la política interna del régimen.<br />
Cuando el embajador francés le comentó<br />
que el futuro nombramiento de<br />
Carrero como presidente sería “un paso<br />
atrás”, su respuesta fue negativa: “En absoluto”<br />
lo sería. Si el presidente fuera otra<br />
persona en el momento de la muerte de<br />
Franco era posible que la terna salida del<br />
Consejo del Reino estuviera formada por<br />
“dos imbéciles y una única persona válida”;<br />
de esta manera tendría que elegir<br />
obligadamente a este último. En cambio,<br />
con Carrero como presidente el futuro<br />
16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
ey tenía la seguridad de en “unas semanas”<br />
obtener su dimisión y poder emprender<br />
el camino de la liberalización con<br />
las riendas firmemente en sus manos 18 .<br />
Pero que Don Juan Carlos tuviera planes<br />
no quiere decir que éstos fueran por<br />
completo precisos ni que no errara en más<br />
de una ocasión al ponerlos en práctica. En<br />
los primeros meses de su reinado logró una<br />
gran popularidad, pero tan sólo con algunos<br />
gestos o con discursos expresivos de<br />
buenas intenciones y no con contenidos<br />
políticos propiamente dichos. En realidad<br />
éstos vinieron más adelante, y quizá el primero<br />
y más espectacular fue la renuncia al<br />
privilegio de presentación para el nombramiento<br />
de obispos que suponía el comienzo<br />
de la independencia entre la Iglesia y el<br />
Estado. Ahora bien, esta medida, adoptada<br />
al comienzo del Gobierno Suárez, fue en<br />
realidad gestionada durante la etapa de<br />
Arias Navarro por iniciativa de Areilza y<br />
Oreja. Siempre contó con la reticencia del<br />
presidente del Gobierno de la Monarquía<br />
18 Conversación con M. Gillet, 19-X-1972, Archives<br />
Nationales, Archives Pompidou, carton 5AG 2<br />
(107).<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
–Arias Navarro–, pero también parece que<br />
pudo tener la oposición del propio Rey.<br />
Éste, según las memorias de Areilza, habría<br />
estado “rodeado de integristas” y “trabajado<br />
por los de siempre” (¿los miembros del<br />
Opus Dei?) en estas materias de las relaciones<br />
entre Iglesia y Estado 19 . Pero lo que<br />
probablemente Areilza no llegó a saber es<br />
que el propio Rey, quizá como consecuencia<br />
de esas presiones, acabó por decidir no<br />
tocar por el momento ese aspecto de la política<br />
internacional española. A Arias Navarro<br />
le escribió en el sentido de renunciar a<br />
ese proyecto por considerar que tenía “una<br />
trascendencia histórica incalculable por haber<br />
pertenecido durante siglos a la Corona<br />
de España”. Además, “a una parte importante<br />
de los católicos españoles les desagradaría<br />
que se desmantele poco a poco el<br />
concordato” y, al mismo tiempo, “no parece<br />
que haya urgencia” en tomar una decisión<br />
al respecto 20 . Finalmente, en julio de<br />
1976, siendo ya presidente Suárez, se<br />
anunció la renuncia al privilegio, que fue<br />
19 José María de Areilza: Diario de un ministro de<br />
la Monarquía. Planeta, 117 y 133-134, Barcelona,<br />
1977.<br />
JAVIER TUSELL<br />
acogida con entusiasmo como una decisión<br />
exclusiva del monarca. Éste, por tanto,<br />
se había beneficiado de lo gestionado<br />
por otros; no fue la única ocasión en que<br />
algo parecido sucedió durante la transición,<br />
y resulta lógico que así fuera.<br />
¿Qué planes tenía Suárez?<br />
Sin duda, Adolfo Suárez tiene un mérito<br />
especialísimo en cuanto respecta a la ingeniería<br />
política de la transición, pero si se<br />
observa detenidamente la evolución de<br />
los acontecimientos no cabe colegir de esta<br />
información la de que sus planes fueran<br />
precisos, ni siquiera de que, ya establecida<br />
la Monarquía, estuviera dispuesto<br />
a emprender un camino decidido hacia<br />
una democracia tal como la que luego llegó<br />
a conquistarse. Sin embargo, de acuerdo<br />
con un libro escrito por persona de su<br />
entorno durante su última entrevista con<br />
Franco, en el momento de abandonar la<br />
Vicesecretaría general del Movimiento<br />
que ocupó en el período en que fue secretario<br />
general Herrero Tejedor, le habría<br />
asegurado que el futuro de España era<br />
inevitablemente democrático 21 . Tal afirmación<br />
es tan improbable que se oyera de<br />
forma imperturbable por parte del visitado<br />
como que fuera emitida por parte de<br />
quien la habría pronunciado.<br />
Disponemos, por el contrario, de un<br />
testimonio escrito acerca de la posición de<br />
Suárez en los días en que era ya inminente<br />
la muerte de Franco y se estaba a la espera<br />
de la configuración del primer gobierno de<br />
la Monarquía. Estaban pendientes en estos<br />
momentos la presidencia de las Cortes y la<br />
del Gobierno. Ante unos emisarios de los<br />
servicios secretos militares, Suárez, entonces<br />
presidente de la Unión del Pueblo Español<br />
(UDPE), una de las escasísimas asociaciones<br />
políticas fundadas al amparo de una<br />
disposición aprobada durante la presidencia<br />
de Arias, reconoció que Girón le había visitado<br />
para proponerle que apoyara a Rodríguez<br />
de Valcárcel para la presidencia de las<br />
Cortes. Era, ya entonces, Girón el gran adversario<br />
de Arias Navarro como representante<br />
del ala más dura del régimen. “No<br />
quieren abandonar el protagonismo que<br />
tienen desde hace 30 años”, aseguró Suárez<br />
a quienes sabía que se lo contarían al presidente;<br />
“harán saber que Franco deseaba la<br />
reelección”. “Están jugando con la familia<br />
de El Pardo, sobre todo con el Marqués de<br />
Villaverde”, añadió; para él, Valcárcel no<br />
20 AAN, leg. 57/1.<br />
21 Luis Herrero: El ocaso del régimen. Temas de<br />
Hoy, Madrid, 1995.<br />
17
POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />
era más que un “pelele de Girón”. A la hora<br />
de referirse a los designables citó en primer<br />
lugar a Fernández Miranda, señal de que<br />
estaba bien informado, pero añadió una<br />
frase que preludiaba posteriores enfrentamientos:<br />
“Cree que no debiera salir porque<br />
tiene muy mal genio y no cede nunca en<br />
sus propias opiniones”. Por su parte, se<br />
convirtió en defensor, ante los oídos de sus<br />
interlocutores, de aquel que Arias deseaba,<br />
afirmando que le dio a Su Alteza Real<br />
(SAR) el nombre de García Hernández, la<br />
persona de más confianza del entonces presidente.<br />
Se deshizo, además, en elogios hacia<br />
su persona: no era hombre del Movimiento-organización,<br />
con el que Suárez se<br />
identificaba por completo, pero allí “se le<br />
estimaba y se le respetaba”; la UDPE también<br />
le apoyaría. “Es imposible encontrar<br />
persona más idónea en España para cubrir<br />
tal puesto”, añadió. Como presidente del<br />
Gobierno “cree que seguirá Arias; así se lo<br />
ha recomendado hace poco a SAR”. Según<br />
aseguró entonces su futuro sucesor, “tiene<br />
creciente apoyo popular en provincias” y su<br />
imagen era la de una persona que estaba<br />
por encima de los partidos y era muy trabajador.<br />
Frente a esta imagen positiva, Suárez<br />
no escatimó invectivas contra terceras personas,<br />
también muy reveladoras de futuros<br />
enfrentamientos: Areilza sería “un farsante”<br />
que se atribuía “haber redactado el discurso<br />
de la Corona”; Pérez Escolar, un “traidor”.<br />
De cualquier modo, Suárez, en este momento,<br />
ante todo y sobre todo, era un<br />
hombre del Movimiento, y por eso una de<br />
sus preocupaciones fundamentales era que<br />
“el Gobierno siga sin apoyar económicamente<br />
a las asociaciones” (entiéndase, sobre<br />
todo, a la que él mismo presidía) 22 . De<br />
cualquier modo, esa postura en el momento<br />
preciso de esta crisis le valió un puesto<br />
ministerial y su ejecutoria en él le abrió camino<br />
a la presidencia.<br />
Ocho meses después de esta conversación<br />
lo que Suárez decía en privado había<br />
cambiado sustancialmente. Así lo demuestra<br />
la primera entrevista que tuvo con los<br />
dirigentes socialistas. “Quedó claro que el<br />
Rey había sido parte en la decisión del encuentro”,<br />
se dice en la narración que estos<br />
últimos hicieron para su ejecutiva. Lo que<br />
no lo está, en cambio, es hasta qué punto<br />
era Suárez tan sólo un instrumento del Rey,<br />
pero la cuestión queda planteada teniendo<br />
en cuenta la distancia entre dos declaraciones<br />
sucesivas y la condición de “disponibilidad”<br />
que le atribuyó Fernández Miranda<br />
22 Entrevista del SECED con Suárez, 13-XI-<br />
1975 (AAN leg. 58/5).<br />
como principal motivo para su promoción.<br />
De cualquier modo, el gobierno presidido<br />
por Suárez “se autodefinió”, en la conversación,<br />
“como provisional y no legitimado<br />
por ningún poder que no fuera el de hecho”;<br />
“su meta es lograr la organización del<br />
Estado español en un Estado democrático”<br />
y “los medios para llegar a tal fin no los tienen<br />
por completo predeterminados y, en<br />
consecuencia, estos encuentros tienen el interés<br />
de influir en la definición del proceso<br />
democratizador de la forma que más pueda<br />
interesar a los grupos democráticos”. Estos<br />
propósitos todavía quedaron más claros ante<br />
los interlocutores al decir que no podía<br />
aceptar como propia la fórmula de la “ruptura<br />
pactada”, pero entendía que lo hiciera<br />
la oposición. El “referéndum prospectivo”,<br />
del que se hablaba en la izquierda moderada,<br />
no le parecía viable, pero sí, en cambio,<br />
un referéndum en que no se planteara la<br />
forma de gobierno pero sí el camino hacia<br />
la democracia. Sus planes parecían en este<br />
momento todavía muy imprecisos: admitió<br />
que “a corto plazo” no tenía un plan concreto,<br />
pero que pensaba prescindir de las<br />
vacaciones para elaborarlo; incluso aseguró<br />
que pensaba “utilizar el proyecto que ya casi<br />
informado el Consejo Nacional del Movimiento”<br />
23 . Luego no lo hizo en absoluto,<br />
sino que encargó la elaboración de un proyecto<br />
nuevo y diferente que fue el aprobado<br />
y el que dio paso a la reforma política.<br />
Como se puede ver en este caso concreto,<br />
un examen detenido de lo realmen-<br />
23 Asistentes A. S., L. G. LL., L. S., 14-VII-<br />
1976. Papeles Solana.<br />
te sucedido durante la transición de<br />
acuerdo con fuentes inéditas permite no<br />
sólo desvanecer las mitificaciones personales,<br />
sino también tener muy en cuenta<br />
que los personajes representan realidades<br />
distintas a medida que avanzamos en el<br />
tiempo. De alguna manera la transición<br />
puede ser comparada con una especie de<br />
carrera en que existen esos atletas que no<br />
ejercen otra función que la de hacer que<br />
el ritmo inicial sea lo bastante vivo como<br />
para lograr que se alcance luego el récord,<br />
aunque abandonen muy tempranamente<br />
la competición. Lo dicho vale para Suárez<br />
pero, por ejemplo, podría servir también<br />
para Fernández Miranda.<br />
¿Cuándo se decidió<br />
la legalización del PCE?<br />
Uno de los momentos culminantes de la<br />
transición fue la legalización del PCE, porque<br />
con ella de forma definitiva se hizo patente<br />
que ninguna fuerza política importante<br />
iba a estar ausente de la consulta<br />
electoral; a su vez, la admisión de la legalidad<br />
del PCE fue un dato indicativo de que<br />
se había producido un principio de ruptura<br />
con el antiguo régimen dictatorial. Pero<br />
¿cuándo se tomó esta decisión? Hay, respecto<br />
al contenido de los contactos de<br />
Don Juan Carlos con Santiago Carrillo, algunas<br />
significativas disonancias cronológicas<br />
y de contenido entre las interpretaciones<br />
dadas por el primero y el segundo 24 .<br />
24 Confróntese, en este sentido, José Luis de Vilallonga:<br />
El Rey, Plaza y Janés, Barcelona, 1993, con<br />
Santiago Carrillo: Memorias, Planeta, Barcelona, 1993.<br />
18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
En el primer caso se sugiere que tuvo lugar<br />
mientras estaba Franco vivo y prometiendo<br />
una legalización a corto o medio plazo;<br />
en el segundo caso se afirma que tan sólo<br />
fue un contacto sin promesa alguna y que<br />
tuvo lugar ya entrado 1976.<br />
Recurramos a una fuente inédita que<br />
no puede ser discutida: las notas tomadas<br />
por los dirigentes socialistas en el transcurso<br />
de los primeros contactos con Don<br />
Juan Carlos y con Suárez. Lo que prueba<br />
esta fuente es que cuando llegó el segundo<br />
a la presidencia ninguno de los dos<br />
consideraba que fuera posible la legalización<br />
del PCE. “El número 1”, asegura la<br />
transcripción de una de estas conversaciones<br />
refiriéndose al Rey, “comunicó que<br />
tratará de evitar que haya condenas explícitas<br />
del PC en las Cortes para dejar cierta<br />
elasticidad ante una negociación futura.<br />
Se le señaló que, de alguna forma, hay<br />
que corregir la ventaja que el franquismo<br />
ha dado al PC sobre las demás organizaciones<br />
de clase” 25 . Adviértase que los propios<br />
socialistas a la altura del verano de<br />
1976 ni siquiera consideraban que la ausencia<br />
de los comunistas en la contienda<br />
electoral invalidara ésta.<br />
Con Suárez la conversación fue más<br />
detenida y, por tanto, permite profundizar<br />
algo más. “Insistimos”, escribieron los dos<br />
representantes socialistas presentes, “en<br />
que la estabilidad política del país y la viabilidad<br />
de la democracia pasa por la legalización<br />
de todos los partidos, incluido el<br />
PC. Básicamente, Adolfo Suárez estuvo de<br />
acuerdo, pero expresó las grandes dificultades<br />
que el Ejército pone a que sea admitido<br />
en el juego político en un inmediato<br />
futuro, dejando abierta la posibilidad de<br />
que más adelante y tras las elecciones generales<br />
pueda replantearse otra vez el tema.<br />
Aceptó nuestra sugerencia de la negociación<br />
en escalera y de que fuésemos nosotros<br />
los que consiguiéramos el acuerdo<br />
del PC para cualquier tipo de pacto que se<br />
pueda firmar en el futuro” 26 . La legalización<br />
del PCE quedaba por tanto remitida<br />
a un futuro incluso un tanto remoto, y los<br />
socialistas parecían más interesados en<br />
atribuirse el papel de mediadores entre el<br />
gobierno y los comunistas que en la inmediata<br />
legalización de este partido.<br />
El contenido de estas dos conversaciones<br />
nos lleva a concluir el decisivo papel<br />
jugado por el tiempo. Fue el transcur-<br />
25 Entrevista entre el número 1 y L. S., 21-VII-<br />
1976. Papeles Solana.<br />
26 Asistentes A. S., L. G. LL., L. S., 14-VII-<br />
1976. Papeles Solana.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
so de los meses el que hizo que algo que<br />
parecía bien pero resultaba, en principio,<br />
imposible acabara por convertirse en una<br />
realidad. La opinión pública cambió e hizo<br />
posible un giro que en principio parecía<br />
imposible. Pero, al mismo tiempo, si<br />
la legalización se convirtió en posible fue<br />
porque la propia actitud de la Administración<br />
cambió. Cuando dirigentes socialistas<br />
europeos pidieron a Arias Navarro<br />
que autorizara la concesión de un pasaporte<br />
a Felipe González, el entonces presidente<br />
recibió un informe sobre quien<br />
con el tiempo habría de sucederle presentándole<br />
como una especie de violento activista<br />
desde su época universitaria, partidario<br />
de enfrentarse con las fuerzas de orden<br />
público utilizando todos los medios.<br />
En cambio, cuando en marzo de 1977 tuvo<br />
lugar una reunión eurocomunista en<br />
Madrid, la interpretación de la policía fue<br />
profesional y objetiva. “Tras los resultados<br />
hechos públicos de la reunión”, aseguraba<br />
el informe que recibió Suárez, “se puede<br />
concluir que ésta ha tenido como objetivo<br />
fundamental el apoyo internacional a la<br />
legalización del Partido Comunista de España,<br />
pero difícilmente puede concluirse<br />
que de la cumbre de Madrid haya resultado<br />
la configuración de un bloque eurocomunista<br />
claramente identificado que marque<br />
el comienzo de una nueva estrategia<br />
europea conjunta para los partidos comunistas<br />
del sur de Europa” 27 . El juicio era<br />
correcto y revelaba, en el fondo, que ya se<br />
había iniciado el camino hacia el reconocimiento<br />
del PCE, meses atrás considerado<br />
como imposible.<br />
Los Estados Unidos, una ayuda<br />
¿hasta qué punto?<br />
Una afirmación bastante habitual en los<br />
críticos de la transición a la democracia<br />
efectivamente realizada consiste en afirmar<br />
que ésta se llevó a cabo con una especie de<br />
apoyo tutelar de los Estados Unidos. Ahora<br />
bien, esta afirmación entra en completa<br />
contradicción con la información que nos<br />
revelan las fuentes ya publicadas y con la<br />
que nos ofrecen las inéditas. Si se leen las<br />
memorias de Areilza, el primer ministro de<br />
Exteriores de la Monarquía, se comprobará<br />
que nada más lejos de la realidad que esa<br />
interpretación. Desde el mismo mes de diciembre<br />
de 1975 describe la actitud de la<br />
diplomacia norteamericana como deseosa<br />
de que España evolucionara pero “sin de-<br />
27 Presidencia del Gobierno, Administración<br />
Institucional, Secretaría de Despacho del Presidente,<br />
leg. 430, número 207.<br />
JAVIER TUSELL<br />
masiado afán, exigencias ni prisas”. El propio<br />
Kissinger, que visitó España al mes siguiente,<br />
se limitó a recordar que siempre<br />
eran mejores los anuncios de reformas que<br />
las reformas mismas y se mostró propicio<br />
tan sólo a un cambio lento sin prestar demasiada<br />
atención a los europeos, mucho<br />
más exigentes respecto del contenido y del<br />
ritmo 28 .<br />
Kissinger, en el último tomo de sus<br />
memorias, hace otra interpretación, pero<br />
ésta no admite la más leve crítica interna<br />
(y, rasgo curioso, coincide con la de los supuestos<br />
revisionistas de la transición en la<br />
potenciación del papel desempeñado por<br />
su país). Considera el cambio acontecido<br />
en España como un ejemplo de una política<br />
acertada emprendida por los norteamericanos<br />
y se hace eco, por ejemplo, de<br />
los bien pensados –thoughtful– preparativos<br />
que habría hecho Franco para llevar a<br />
cabo la transición a su muerte “mediante<br />
el restablecimiento de la Monarquía y el<br />
comienzo de los procedimientos democráticos”.<br />
A pesar de ello, siempre de acuerdo<br />
con su interpretación, los aliados europeos<br />
no se mostraban satisfechos con la evolución<br />
de la política interna española. Todos<br />
los gobiernos, que eran de centro-izquierda<br />
excepto el de Francia, estaban de acuerdo<br />
en que había buenas razones desde el<br />
punto de vista militar para cooperar con<br />
España cuando todavía estaba Franco en<br />
el poder. El 29 de mayo de 1975 el Presidente<br />
Ford expresó la posición norteamericana<br />
en una reunión de la OTAN en el<br />
sentido de suscribir un nuevo acuerdo con<br />
España, pero se encontró con la réplica<br />
de Johannes de Uyl, el primer ministro de<br />
Holanda, que mencionó la “falta de credibilidad<br />
política en que incurriría la<br />
OTAN” si pactaba con la España de Franco.<br />
Más taxativo, el canciller alemán Schmidt<br />
expresó la opinión de que “debemos<br />
apoyar a aquellos que queremos que gobiernen<br />
después de Franco” y “esto significa<br />
que no debemos tratar tan sólo con los<br />
que hoy están en el poder”. Incluso se<br />
atrevió a aconsejar a los norteamericanos<br />
que no aceptaran quedar en una situación<br />
gracias a la cual alguno pudiera decir que<br />
los Estados Unidos estaban apoyando al<br />
régimen equivocado” 29 . Fueron los países<br />
europeos –y no los Estados Unidos– quienes<br />
contribuyeron, pues, a crear un ambiente<br />
internacional propicio a la transición.<br />
Para los norteamericanos España se-<br />
28 Areilza: Diario…, 14, 65.<br />
29 Henry Kissinger: Years of renewal. Simon and<br />
Schuster, 199, 632-633.<br />
19
POR UNA HISTORIA REVISIONISTA DE LA TRANSICIÓN<br />
guía teniendo un interés básicamente militar,<br />
y en realidad les preocupaba mucho<br />
más la estabilidad del régimen español –el<br />
que fuera– que la libertad de los habitantes<br />
de este país, para ellos un tanto remoto.<br />
Esta impresión queda confirmada con<br />
el recurso al contenido de la entrevista<br />
que el Presidente del Gobierno español,<br />
Carlos Arias, mantuvo con el embajador<br />
norteamericano a mediados de octubre de<br />
1975. Apenas hace falta recordar que en<br />
estos momentos la España de Franco parecía<br />
haber vuelto a la etapa de aislamiento<br />
característico de la segunda posguerra<br />
mundial, con las negociaciones sobre el<br />
Mercado Común paralizadas y ausentes la<br />
mayor parte de los embajadores europeos<br />
de Madrid. Pues bien, en estas circunstancias<br />
se limitó el embajador norteamericano<br />
a expresar su “preocupación en orden<br />
a los procedimientos seguidos en los<br />
juicios” que habían llevado a la ejecución<br />
de terroristas de ETA y del GRAPO. Se<br />
mostró también “escéptico en que siguiera<br />
vigente el espíritu del 12 de febrero,<br />
sobre todo a raíz de la aparición de Solís<br />
en el gobierno” y dejó caer que la transformación<br />
política se producía a un “ritmo<br />
quizá demasiado lento” 30 . En sus palabras<br />
no había nada parecido a una presión<br />
insistente, y no parece que nada<br />
cambiara en la etapa inmediatamente<br />
posterior.<br />
Los militares,<br />
¿mayoritariamente a favor o en contra?<br />
Quizá el aspecto más difícilmente historiable<br />
de la transición sea el que se refiere<br />
a la actitud del Ejército o, si se quiere decirlo<br />
de forma más precisa, a los altos<br />
mandos militares. Hay que tener en cuenta<br />
que las fuentes existentes son de momento<br />
inaccesibles y que además se ha<br />
partido en el pasado de una consideración<br />
general que hoy sabemos incorrecta, aunque<br />
resultara funcional desde el punto de<br />
vista político en el momento mismo de la<br />
transición. Durante su transcurso, en<br />
efecto, se repitió, una y otra vez, por parte<br />
de los principales protagonistas políticos,<br />
que la inmensa mayor parte de los mandos<br />
militares no participaban de actitudes<br />
involucionistas. Pero eso no era cierto,<br />
como hoy cuentan en privado esos mismos<br />
protagonistas: en los altos mandos<br />
hubo una actitud clara de oposición al<br />
proceso democrático que no se tradujo en<br />
30 Conversación con el embajador de los Estados<br />
Unidos, 14-X-1975, en AAN, leg. 56/9.<br />
actos en parte por el hecho de que el Rey<br />
era el heredero de Franco y por la carencia<br />
de un liderazgo propio y viable. La<br />
tensión entre la cúpula militar y la política<br />
fue persistente a lo largo de toda la<br />
transición, con el inconveniente de que,<br />
tratándose de un pugilato principalmente<br />
psicológico, no ha dejado trazas escritas y,<br />
por tanto, resulta muy difícil de reconstruir<br />
y de historiar.<br />
Subsisten algunas informaciones que<br />
resultan significativas. Un informe sobre<br />
la actitud de los mandos militares en torno<br />
al verano de 1975, que circuló en los<br />
medios monárquicos cercanos a Don<br />
Juan, señalaba que “la política seguida<br />
por el Príncipe respecto del Ejército ha sido<br />
hábil”, de modo que “puede decirse<br />
que cuenta con el apoyo del Ejército en<br />
tanto no se produzca la crisis del mismo,<br />
que se producirá entre los años 1978-<br />
1979”. La mención a esta fecha nacía de<br />
la realidad de que, así como los altos<br />
mandos eran franquistas y seguirían siéndolo<br />
durante los años inmediatos, en los<br />
niveles más bajos de la oficialidad la actitud<br />
política estaba cambiando. El propio<br />
Don Juan Carlos “era objeto de crítica, y<br />
esta crítica aumenta porque la figura del<br />
Príncipe se deteriora políticamente con el<br />
paso del tiempo, al identificarse cada día<br />
más con la figura de Franco y su régimen,<br />
ya en franca decadencia”. La conclusión<br />
del informe era, por tanto, la existencia<br />
de “un margen de unos tres años en que<br />
su acceso al Trono al fallecimiento de<br />
Franco está asegurado” en lo relacionado<br />
a la actitud del Ejército. Pero, superado<br />
ese límite cronológico, los problemas del<br />
Rey serían graves 31 . En consecuencia, si el<br />
cambio político hubiera sido dubitativo<br />
(o si simplemente se hubiera adaptado a<br />
las pautas señaladas por Kissinger), el resultado<br />
podría haber sido catastrófico.<br />
Claro está que había un reducido sector<br />
del alto mando que no puede ser adscrito<br />
a esa posición mayoritaria. Quienes<br />
eran prestigiosos desde el punto de vista<br />
profesional y monárquico –y como tales<br />
figuraban en el informe citado– tuvieron<br />
sus mejores oportunidades en los primeros<br />
gobiernos de la Monarquía, pero conviene<br />
tener en cuenta que no siempre dieron<br />
el resultado previsto: éste fue el caso<br />
del general Ibáñez Freire o De Santiago.<br />
Incluso quien ha quedado como ejemplo<br />
de militar demócrata, el general Gutiérrez<br />
Mellado, debiera ser interpretado más<br />
31 Nota informativa sobre el Ejército de Tierra.<br />
Archivo Pedro Sainz Rodríguez, leg. 41.<br />
que nada como un moderado o un realista,<br />
consciente de los males objetivos de la<br />
institución militar, deseoso de ponerla al<br />
día y, sobre todo, decidido a resistir la<br />
desbordante influencia de la extrema derecha<br />
en los medios militares durante los<br />
meses finales del franquismo. En su correspondencia,<br />
Gutiérrez Mellado aseguraba<br />
que el español era “el ejército más<br />
viejo del mundo”, que funcionaba con un<br />
“pluriempleo consentido” y que padecía<br />
una “frustración por la falta de eficacia de<br />
las unidades”. Su posición personal a la<br />
altura del verano de 1975, cuando ya se<br />
había descubierto la existencia de la<br />
Unión Militar Democrática, consistía en<br />
tratar esta cuestión “desde el punto de<br />
vista político y no dejarlo correr a lo que<br />
dé (sic) el Código de Justicia militar”. En<br />
absoluto se identificaba con esta entidad<br />
ni con la democracia política. “A los oficiales<br />
jóvenes”, aseguraba, “no se les puede<br />
abrumar hablándoles de una guerra<br />
que está en estos momentos más lejos de<br />
nosotros que la de Cuba cuando yo era<br />
teniente”, pero afirmaba que volvería a<br />
hacer lo que hizo el 18 de julio, es decir,<br />
sublevarse contra la República. Su principal<br />
motivo de preocupación era la división<br />
del Ejército y la influencia en él de la<br />
extrema derecha. “Si ahora se descubre un<br />
grupo de oficiales que creen en las ideas y<br />
en los métodos que predica Fuerza Nueva”,<br />
afirmaba, “somos una inmensa mayoría<br />
(de los oficiales) los que rechazamos<br />
totalmente cuanto predica” Blas Piñar,<br />
el dirigente de esa extrema derecha desde el<br />
punto de vista político. Aun así, el grupo<br />
ultra condenaba a “todo general, jefe u<br />
oficial que simplemente no piense como<br />
ellos o deseen un aperturismo como el<br />
gubernamental plasmado en el discurso<br />
del 12 de febrero” 32 . Frases como éstas<br />
sugieren que la propia actitud de la extrema<br />
derecha militar contribuyó de manera<br />
muy decisiva a decantar a los moderados<br />
al lado de la democracia, opción que no<br />
tenía por qué, en principio, resultar la suya.<br />
Al mismo tiempo hacen pensar en que<br />
la política seguida por Don Juan Carlos y<br />
Suárez respecto de los mandos militares<br />
fue obligada y prudente.<br />
En cuanto a quienes participaban del<br />
ideario de la extrema derecha, tenemos<br />
noticia acerca de su actitud gracias a un<br />
informe policiaco sobre una reunión en el<br />
domicilio del teniente general Pérez Viñeta<br />
el 8 de marzo de 1976, es decir, poco<br />
más de tres meses después de la muerte de<br />
32 AAN, 7 y 31-VIII-1975, leg. 37/31.<br />
20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
Franco y cuando quedaban otros tantos<br />
para la llegada al poder de Suárez. Asistió,<br />
aunque “sólo unos breves momentos”, el<br />
general Iniesta, antiguo Director General<br />
de la Guardia Civil, y estuvieron presentes<br />
otros conocidos generales de extrema<br />
derecha como Cano, Liniers y otros; uno<br />
de los que estuvo a punto de asistir pero<br />
finalmente no lo hizo fue el general Milans<br />
del Bosch, uno de los protagonistas<br />
esenciales, luego, del 23-F. “Los temas<br />
tratados”, narra el informe policiaco,<br />
“versaron sobre la actual situación del país,<br />
sobre la necesidad de poner coto a la<br />
subversión y la necesidad de un gobierno<br />
fuerte”. Lo que llama la atención es la forma<br />
de actuación que previeron los reunidos:<br />
Iniesta aseguró que “confiaba en el<br />
general de Santiago (entonces vicepresidente<br />
del Gobierno para asuntos de la<br />
Defensa) y en el Rey. Sin embargo, Cano,<br />
que “dirigió el debate”, dijo del primero<br />
que, “aun siendo excelente persona y honorable<br />
militar, era hombre débil, incapaz<br />
de tomar decisiones y atado a fidelidades<br />
que en parte él mismo se había buscado”<br />
(se debía referir a su monarquismo). “Se<br />
trató”, añade el informe, “de la necesidad<br />
de hacer un informe amplio sobre la si-<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
tuación y los deseos de las Fuerzas Armadas<br />
para presentárselo al Rey con el general<br />
de Santiago si éste accedía o, si no, sin<br />
él”. En suma, se trataba de “no dar ningún<br />
golpe de Estado pero sí forzar un<br />
cambio de Gobierno con personas más<br />
afectas al franquismo y con más amplio<br />
sentido de la autoridad”. Los presentes lamentaron<br />
la “ausencia de un civil con categoría<br />
indiscutible o de un militar con<br />
prestigio para el caudillaje”; Blas Piñar era<br />
el que despertaba más simpatía, pero todos<br />
reconocieron que resultaba difícil<br />
unir en torno a su persona al conjunto<br />
del Ejército. Pérez Viñeta se erigió en dirigente<br />
del grupo y el teniente coronel<br />
López Anglada figuró como coordinador<br />
del mismo 33 . Todo hace pensar que la<br />
gestión descrita se llevó efectivamente a<br />
cabo sin que las pretensiones de este grupo<br />
de extrema derecha recibieran la imprescindible<br />
aquiescencia del sucesor de<br />
Franco. El papel del Rey en la transición<br />
fue mucho más el de guardián frente a<br />
una intromisión militar que el de verdadero<br />
piloto del cambio.<br />
Reuniones de este tipo debió de haber<br />
muchas. La actitud de los máximos<br />
responsables de la transición política frente<br />
a este latente espíritu conspiratorio fue<br />
tratar de evitar cualquier paso que pudiera<br />
dar pie a provocar el intervencionismo<br />
militar. Así lo revelan las conversaciones<br />
mantenidas con los socialistas en el verano<br />
de 1976, tras el nombramiento de<br />
Suárez. “El número 1”, es decir, el Rey,<br />
“se mostró preocupado por la actitud de<br />
las Fuerzas Armadas. Concretamente dijo<br />
que el escalafón es negativo durante los<br />
próximos años” 34 . Adviértase que el monarca<br />
parece haber sido muy consciente<br />
de que tenía un plazo limitado en el que<br />
podía actuar. Como era habitual el contacto<br />
con el Presidente del Gobierno, resulta<br />
más explícito y concreto. Según los<br />
socialistas, “A(dolfo) S(uárez) afirmó que<br />
(el Ejército) es la institución básica en estos<br />
momentos en cuanto a la definición<br />
de los límites por los que puede pasar la<br />
reforma. Explicó que, especialmente de<br />
comandantes para arriba, existe un profundo<br />
criterio derechista en las Fuerzas<br />
Armadas que no debe ser provocado y<br />
con el que hay que contar sistemáticamente.<br />
Se mostró confiado en que, tam-<br />
33 Reunión de militares. 8-III-1976. AAN leg.<br />
58/5.<br />
34 Entrevista entre el número 1 y L. S., 21-VII-<br />
1976. Papeles Solana.<br />
35 Asistentes A. S., L. G. LL., L. S., 14-VII-<br />
1976. Papeles Solana.<br />
JAVIER TUSELL<br />
bién, a esta institución se la podría llevar,<br />
poco a poco, a aceptar nuevos modelos de<br />
convivencia. Dijo que a corto plazo la<br />
institución militar no aceptaría la legalización<br />
del PC” 35 .<br />
Resulta probable que en más de una<br />
ocasión Suárez utilizara esa actitud del<br />
mando militar en sus conversaciones con<br />
la oposición para poner coto a sus peticiones.<br />
Pero su estrategia de cara a los militares<br />
estaba justificada en razones objetivas<br />
y acabó dando resultado. Desconocemos,<br />
sin embargo, al menos de forma<br />
detallada, cómo fue evolucionando, paso<br />
a paso, la relación entre los mandos militares<br />
y la cúpula política durante la transición.<br />
Lo que de cualquier modo interesa<br />
es que, en este caso, como en los anteriores,<br />
mediante la aportación de fuentes<br />
inéditas es posible reconstruir una Historia<br />
de la transición española a la democracia<br />
que está, por el momento, muy lejos<br />
de haber sido elaborada hasta el momento<br />
presente. El revisionismo crítico hecho<br />
desde unas actitudes apriorísticas que se<br />
fundamentan en factores ideológicos o en<br />
circunstancias individuales pero que no se<br />
han tomado la menor molestia en acudir<br />
a las fuentes resulta insustancial. Eso no<br />
impide, en cambio, que quede un campo<br />
de trabajo muy amplio para la reconstrucción<br />
de la Historia de la transición española<br />
a la democracia. n<br />
Javier Tusell es catedrático de Historia. Autor de<br />
La revolución posdemocrática.<br />
21
La ciencia en una sociedad libre<br />
Uno de los problemas más serios que cae<br />
bajo el alcance de la filosofía política de la<br />
ciencia es el problema de Feyerabend:<br />
¿qué tipo de ciencia debemos sostener?<br />
¿Para quién es la ciencia, quiénes deben<br />
juzgar y dirigir la ciencia? Recordemos el<br />
argumento de Feyerabend en La ciencia<br />
en una sociedad libre:<br />
La ciencia debe ser juzgada por su capacidad<br />
para satisfacer los deseos y necesidades de una comunidad.<br />
1. Las sociedades y grupos diferentes tienen<br />
necesidades e intereses diferentes.<br />
2. Los juicios valorativos acerca de lo que es<br />
buena o mala ciencia son diferentes.<br />
En consecuencia, nadie está legitimado para<br />
excluir una forma de hacer ciencia en virtud de que<br />
no obedece a normas generales como el método<br />
científico.<br />
Si nos sentimos incómodos con las consecuencias<br />
relativistas de Feyerabend, no por<br />
ello deberíamos dejar de considerar cuidadosamente<br />
la lógica que subyace a esta argumentación.<br />
No es mal ejercicio el preguntarnos<br />
cuál sería nuestra respuesta a preguntas<br />
como las siguientes: ¿pueden compartir todos<br />
los resultados de la ciencia hombres y<br />
mujeres?, ¿pueden compartir la ciencia católicos<br />
y ateos?, ¿aceptarían las mismas verdades<br />
fundamentalistas y revolucionarios?,<br />
¿define al sujeto creador o usuario de la<br />
ciencia su identidad social o existencial o,<br />
por el contrario, sus capacidades cognitivas?<br />
El sujeto colectivo que produce y disfruta<br />
de la ciencia, que a veces la soporta y<br />
sufre sus malas consecuencias, es en nuestro<br />
siglo un sujeto amplio y complejo, que involucra<br />
a la comunidad científica entera de<br />
una disciplina, también a otras comunidades<br />
científicas de disciplinas relacionadas, a<br />
comunidades de otros tiempos futuros y, lo<br />
que es más importante, a la sociedad presente<br />
y a las generaciones futuras. Este sujeto<br />
está atravesado y quizá constituido por<br />
¿ES LA CIENCIA<br />
UN BIEN PÚBLICO?<br />
FERNANDO BRONCANO<br />
relaciones de comunicación, aceptación,<br />
confianza, crítica y otras relaciones de orden<br />
interno epistemológico, así como por relaciones<br />
más mundanas de poder, reconocimiento<br />
y, sobre todo, por el modo en que se<br />
pagan los costos y se obtienen los beneficios<br />
sin los que una institución tan compleja como<br />
el conocimiento científico sería incapaz<br />
de sobrevivir ni siquiera un día entero.<br />
Todo el problema deriva del hecho de<br />
que la ciencia produce conocimiento y el<br />
conocimiento a veces es útil y a veces o no,<br />
depende, pero siempre hay que pagar los<br />
costos de producción. Pues la ciencia es una<br />
institución que produce beneficios, es cierto,<br />
aunque también lo es el que actualmente<br />
es una de las instituciones más costosas<br />
de las sociedades contemporáneas. Para sostener<br />
la ciencia tal como se organiza en la<br />
actualidad, se exige un esfuerzo que en ninguna<br />
otra época se pudo siquiera imaginar.<br />
Cuando un sistema alcanza hasta el 3% o<br />
4% del PIB solamente en gastos de investigación<br />
es porque la sociedad está desviando<br />
hacia él recursos importantes que podrían<br />
estarse dedicando a otras actividades, como<br />
la sanidad, la educación o la seguridad social.<br />
Y si atendemos a los costos individuales<br />
que pagan los investigadores notaremos<br />
que la práctica de una ciencia de calidad es<br />
tan costosa para los investigadores que se<br />
embarcan en esa empresa como para la sociedad<br />
que la financia. Pues ocurre que, a<br />
pesar del carácter masivo, y a veces proletarizado,<br />
de la investigación, la ciencia recuerda<br />
en muchos aspectos a las artes o al<br />
deporte, por ejemplo, en que todos compiten<br />
para alcanzar el éxito, pero solamente<br />
unos pocos consiguen la fama<br />
y el prestigio que compensan el duro esfuerzo<br />
personal invertido 1 . La cuestión que<br />
1 Quienes se dedican a la medición de la ciencia<br />
saben que en ella se produce una regularidad indepen-<br />
planteamos es, por tanto, cómo es posible<br />
que una sociedad (y los individuos que pertenecen<br />
directamente al sistema social que<br />
forma la ciencia) sea capaz de mantener de<br />
modo estable este sistema.<br />
La estabilidad es más difícil de explicar<br />
de lo que parece a primera vista. Recordemos<br />
que la ciencia es una institución<br />
histórica y contingente que no lleva<br />
en la historia más allá de 300 años. La<br />
tradición ilustrada consideraba que la<br />
ciencia es un hecho natural que pertenece<br />
al orden de las cosas, en este caso de la<br />
naturaleza humana. De acuerdo a esta<br />
tradición la ciencia florecería en el momento<br />
que liberásemos a las sociedades de<br />
los prejuicios religiosos y metafísicos. Tres<br />
siglos después del caso Galileo, observamos<br />
que la ciencia ha triunfado y se ha<br />
convertido en una institución social de<br />
producción de conocimiento compleja y<br />
determinante, no ya de la cultura, sino de<br />
la economía y de todas las relaciones sociales.<br />
Tres siglos después, también, no lo<br />
olvidemos, la ciencia sigue conviviendo<br />
con formas no científicas y algunas anticientíficas<br />
de ver el mundo y de organizar<br />
la existencia. Y si atendemos a esta última<br />
constatación, nuestra pregunta acerca del<br />
relativismo de intereses se puede ahora<br />
diente de escala que se conoce en el gremio como Ley<br />
de Lotka: si ponemos en relación el número de científicos<br />
y un indicador cualquiera de producción, como<br />
el número de trabajos publicados, el número de tesis<br />
dirigidas, el número de proyectos en los que participa,<br />
etcétera, se observa una curva exponencial que correlaciona<br />
ambos: la gran mayoría está asignada a una<br />
pequeña minoría. Lo que es más importante es que no<br />
importa la disciplina a la que miremos, ni el país o el<br />
tamaño del grupo. Es una regularidad que el biólogo<br />
Lotka descubrió en muchos sistemas biológicos y sociales,<br />
y que indica que hay mecanismos muy robustos<br />
por debajo que la explican y que es necesario descubrir.<br />
En el caso de la ciencia, es una de las tareas que<br />
espera a los sociólogos de la ciencia del futuro cuando<br />
dejen de despreciar los estudios cuantitativos.<br />
22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
eescribir de esta otra forma: ¿cómo es<br />
posible mantener la ciencia en un mundo<br />
de culturas y actitudes diferentes, algunas de<br />
ellas no científicas?<br />
Para plantear la cuestión en términos<br />
simples, un poco simples, quizá, pero más<br />
claros, ¿por qué vamos a financiar aquellas<br />
investigaciones en las que no estamos interesados<br />
o que corren positivamente contra<br />
nuestros intereses particulares? Tomemos,<br />
por ejemplo, los movimientos religiosos<br />
que pagan sus impuestos para financiar<br />
una ciencia que defiende la evolución y<br />
que probablemente dentro de muy poco<br />
producirá modelos reduccionistas del cerebro<br />
humano; o los movimientos sociales<br />
de identidades como el género, la raza, las<br />
nacionalidades, etcétera, que tal vez estén<br />
interesados en pagar solamente las investigaciones<br />
que favorezcan el desarrollo de<br />
sus intereses y, sobre todo, en prohibir las<br />
que suponen que favorecen los intereses<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
contrarios. Está también el punto de vista<br />
de los empresarios y financieros, para<br />
quienes no hay problema si se trata de financiar<br />
una investigación con aplicaciones<br />
tecnológicas plausibles posibles, pero ¿por<br />
qué pagar la costosísima física de las altas<br />
energías? Está el punto de vista, no lo olvidemos,<br />
de los Gobiernos, que se encuentran<br />
ante dilemas similares, especialmente<br />
en épocas de crisis: pueden entender la necesidad<br />
de un sistema educativo, pero ¿por<br />
qué dar dinero público para pagar un sistema<br />
académico que dedica solamente el<br />
15% de su tiempo solamente a tareas de<br />
enseñanza y el resto a escribir artículos<br />
que no leen más de 10 personas o a viajar<br />
a costa del contribuyente? La ciencia,<br />
piensan muchos gobernantes, fue un lujo<br />
de la guerra fría, como la carrera del espacio,<br />
que no hay razones para continuar.<br />
No son pocos los economistas que sueñan<br />
con una ciencia financiada solamente por<br />
las empresas interesadas en la investigación<br />
y en el abandono de los grandes proyectos<br />
a cargo de los fondos públicos. Y<br />
están, por último, los propios interesados,<br />
los científicos, quienes se encuentran ante<br />
preguntas de igual difícil respuesta: ¿por<br />
qué invertir 10, 12 o 15 años de la vida en<br />
una tesis doctoral, en un postdoc, aguantando<br />
a un jefe insoportable, al que nada<br />
interesa lo que uno o una investiga, con<br />
un salario de conserje y unas perspectivas<br />
de trabajo de obrero de la construcción en<br />
época de crisis?, ¿por qué no hacerle la pelota,<br />
cocinarle los datos, permitirle publicar<br />
los trabajos propios y conseguir pronto<br />
una plaza estable?, ¿por qué no usar la inteligencia<br />
que uno tiene para hacerse abogado<br />
y rico?<br />
Si sumamos todas estas respuestas, el<br />
resultado no es muy halagüeño para el futuro<br />
de la ciencia. Y lo más grave del<br />
asunto es que no podemos acusar de irracionales<br />
a quienes se hacen estas preguntas,<br />
al contrario. Las propias religiones, al<br />
menos las sensatas, son intentos racionales<br />
de dar sentido a la experiencia humana,<br />
y por ello son, de alguna forma, ejercicios<br />
de la racionalidad humana en su<br />
mejor expresión. Lo mismo podemos afirmar<br />
de movimientos como los feministas<br />
o de reivindicación de la identidad de raza,<br />
o los movimientos por una visión ecológica<br />
del mundo. Y no digamos de la racionalidad<br />
aparentemente egoísta de<br />
quienes no desean ver su vida personal y<br />
familiar en peligro por una investigación<br />
esotérica, excepto para las 30 personas<br />
que pueden entenderla.<br />
Si sumamos además el malestar cultural<br />
generalizado, los movimientos fundamentalistas,<br />
los movimientos de resistencia<br />
política a la ciencia incorporados en<br />
muchos movimientos sociales y académicos;<br />
si sumamos el peso cultural de los<br />
movimientos neorrománticos y posmodernos;<br />
si sumamos las situaciones objeti-<br />
23
¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />
vas de tantos Estados que no pueden permitirse<br />
la financiación de la ciencia por su<br />
grado de subdesarrollo; si sumamos todo<br />
eso, las posibilidades de supervivencia de<br />
la ciencia no son muy halagüeñas, por no<br />
decir que son milagrosas. No es difícil entender<br />
en este contexto por qué tienen<br />
tanto éxito las teorías conspiratorias de tipo<br />
foucaultiano, que tratan de explicar<br />
cómo a pesar de todo la ciencia ha seguido<br />
creciendo. Parecería como si la ciencia<br />
no fuera más que una manifestación de la<br />
astucia del poder en la historia, como si<br />
todos los agentes estuviesen dirigidos por<br />
una lógica externa y superior que les hace<br />
actuar contra sus propios intereses.<br />
¿Y si fuera correcto el panorama que<br />
estamos prestando?, ¿cuánto apostaríamos<br />
por la continuidad de la ciencia? Lo razonable<br />
es pensar que estos 300 años de<br />
ciencia no son nada ante los últimos<br />
10.000 años de historia de la que tenemos<br />
vestigios y de los 100.000 de historia<br />
de nuestra especie. Y lo razonable es pensar<br />
que tampoco le queda demasiado<br />
tiempo de existencia. Al fin y al cabo, los<br />
ensayos del Museo de Alejandría y de<br />
otras ciudades de la costa mediterránea<br />
fueron un episodio que se pierde en la escala<br />
del discurrir histórico de la historia<br />
del mundo antiguo.<br />
La solución ilustrada a este problema<br />
hereda en cierta forma la cultura contra la<br />
que reacciona al pensar que la existencia<br />
de la ciencia es lo natural y que lo artificial<br />
son o han sido las barreras históricas de las<br />
religiones o los movimientos llenos de<br />
prejuicios metafísicos. Cuando presentamos<br />
la cuestión como una pregunta económica,<br />
¿por qué pagar los costos de la<br />
ciencia?, la respuesta es platónica y aristocrática:<br />
si educásemos a la gente, comprendería<br />
los verdaderos intereses universales.<br />
Es la respuesta platónica a la pregunta<br />
de por qué los ciudadanos no aceptan<br />
una sociedad dirigida por filósofos: cada<br />
uno cree que es el mejor candidato para<br />
dirigente, pero, como observa Platón, sólo<br />
los filósofos son capaces de ver el mundo<br />
de las formas puras, de modo que hay que<br />
educar a los ciudadanos no para que vean<br />
ellos el mundo de las formas puras, lo que<br />
acabaría con la división social del trabajo,<br />
sino para que acepten un gobierno de filósofos.<br />
Son muchos los científicos y filósofos<br />
que creen que la única respuesta es la<br />
educación. Pero, claro está, la educación<br />
no tiene otro objetivo que el que acepten<br />
la existencia de la ciencia, pues la educación<br />
que se pide es la estrictamente necesaria<br />
para aceptar la existencia del sistema<br />
científico, no para convertir en científicos<br />
a los ciudadanos. Muchos filósofos positivistas<br />
parecen haber aceptado de buen<br />
grado ese papel educador. ¿Es de hecho la<br />
filosofía ilustrada nada más que un recurso<br />
estratégico para convencer a la gente de<br />
que acepte la ciencia de buen grado? Muchos<br />
filósofos antipositivistas responderían<br />
que sí, que el positivismo no es más que<br />
un engaño para convencer a la gente de lo<br />
que realmente no desea.<br />
Pero todavía nos encontramos ante el<br />
problema primigenio y más importante.<br />
¿Por qué tenemos ciencia si realmente no<br />
interesa a nadie, sumando los intereses individuales?<br />
¿Es posible que tenga tanta<br />
fuerza una minoría para haberse impuesto<br />
a toda la sociedad, sea por la fuerza soterrada<br />
de las amenazas, sea por la fuerza<br />
del mercado, sea por la fuerza abierta del<br />
ejército o, como sostiene Marcuse, por<br />
una alianza estratégica de los mandarines<br />
de la tecnoestructura, del grupo de dirigentes<br />
militares, académicos y económicos?<br />
Si fuera el caso de que tuvieran razón<br />
quienes defienden estas posiciones, la<br />
cuestión sería entonces: ¿tenemos que<br />
abandonar la ciencia como una empresa<br />
decisiva de nuestras sociedades, y especialmente<br />
de nuestras sociedades democráticas?;<br />
dado que el abandono de la<br />
ciencia es casi el único nicho común que<br />
tienen muchos de los movimientos de<br />
que hemos citado antes, ¿no sería mejor<br />
tal vez una sociedad sin ciencia?<br />
Siempre cabe argumentar, al menos es<br />
lo que plausiblemente responderían vergonzosamente<br />
la mayoría de practicantes<br />
de estos movimientos, que lo que necesitamos<br />
es otra forma de ciencia. Puede que<br />
así sea, pero seguimos con el problema de<br />
que hay muchas soluciones alternativas. Y<br />
cada una de ellas, como sostiene Feyerabend,<br />
quiere su propia ciencia, que no está<br />
demostrado que sea más barata que<br />
otra cualquiera.<br />
La teoría de los bienes públicos<br />
como marco de reflexión<br />
Mi propuesta es que consideremos la<br />
cuestión a la luz de una de las teorías más<br />
lúcidas de los últimos años acerca de la naturaleza<br />
de las estructuras sociales, la<br />
teoría de los bienes públicos.<br />
La riqueza ecológica de la biodiversidad,<br />
las reservas de bienes no renovables,<br />
el aire limpio, la seguridad en las calles, la<br />
calidad de la educación, la seguridad social,<br />
la libertad de expresión, son, o son<br />
considerados, bienes públicos. Declaramos<br />
que algo es un bien público, y al hacerlo<br />
le añadimos una propiedad que goza<br />
de una extraña posición en un territorio<br />
intermedio entre lo normativo y lo descriptivo.<br />
Su carácter de bienes públicos<br />
impide que sean apropiados privadamente.<br />
Lo que la teoría trata de explicar es cómo<br />
es posible que surja socialmente esta<br />
prohibición, y sobre todo cómo es posible<br />
que se preserve en la conducta de los sujetos<br />
implicados en la producción y el disfrute<br />
del bien. Lo que proponemos es que<br />
estudiemos la existencia de un sistema social<br />
de producción de conocimiento científico<br />
con los mismos ojos que estudiamos<br />
la existencia de un sistema social de<br />
preservación de la biodiversidad o del<br />
agua limpia.<br />
La teoría de los bienes públicos se ha<br />
desarrollado entre los economistas, influidos<br />
sobre todo por la obra seminal de<br />
Mancur Olson 2 , y recientemente ha ocupado<br />
un hueco entre las preocupaciones<br />
de algunos filósofos y de numerosos sociólogos.<br />
Nuestro objetivo es aplicar la<br />
teoría de los bienes públicos a la discusión<br />
de si el conocimiento científico puede ser<br />
o no considerado como un bien público<br />
en el sentido desarrollado por esta teoría.<br />
Veamos algunas características peculiares<br />
de los bienes públicos.<br />
1) No exclusividad. Los bienes públicos se<br />
diferencian de los bienes privados y de los<br />
bienes de club en la no exclusividad: los bienes<br />
privados pueden ser divididos en partes<br />
que son disfrutadas por los posibles consumidores<br />
del bien, de tal modo que, al<br />
consumir una parte, excluyen de su consumo<br />
a los otros (en el caso de los bienes<br />
de club, el consumo se limita a un cierto<br />
grupo, excluyendo al resto de los consumidores).<br />
La razón de la no exclusividad<br />
puede estar en la naturaleza del bien o en<br />
características del grupo que lo produce y<br />
lo disfruta.<br />
Un bien puede ser no exclusivo a causa<br />
de la no divisibilidad o conjuntividad<br />
de su naturaleza. Pensemos en un paisaje;<br />
su disfrute no puede ser dividido en partes,<br />
como ocurre con una tarta; o permitimos<br />
la visión o la impedimos, pero no<br />
podemos dividir la escena en porciones.<br />
En otros casos la no exclusividad depende<br />
de la voluntad del grupo, o bien de<br />
que los gastos de exclusión son tan altos que<br />
no merece la pena excluir el disfrute. En los<br />
países con segregación racial, por ejemplo,<br />
los grupos marginados han estado excluidos<br />
de algunos servicios públicos, pe-<br />
2 M. Olson: The Logic of Collective Action. Harvard<br />
University Press, Cambridge, Mass., 1965.<br />
24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
o al cabo de los grandes movimientos de<br />
resistencia por la igualdad, los gastos de<br />
exclusión comienzan a ser tan importantes<br />
que el grupo dominante accede por las<br />
buenas o por las malas a compartir los<br />
servicios públicos, independientemente<br />
de que haya o no cambiado sus creencias<br />
respecto al otro grupo.<br />
2) El bien público es costoso de producir o<br />
mantener. Algo llega a ser un bien cuando<br />
es escaso o es difícil de mantener o producir.<br />
La barrera entre lo que es un bien y<br />
lo que no es permeable y admite cambios<br />
de un lado a otro. Pensemos en la salud:<br />
no nos preocupa ni la consideramos algo<br />
especialmente importante en la niñez y la<br />
juventud, incluso cuando estamos ocasionalmente<br />
enfermos, pero a determinada<br />
edad intermedia nos descubrimos horrorizados<br />
como hipocondríacos que están<br />
obsesionados por cosas tan extrañas como<br />
el nivel de colesterol y cosas parecidas. De<br />
hecho, no es otra cosa lo que ha ocurrido<br />
con los bienes asociados a la naturaleza<br />
desde el momento que hemos descubierto<br />
que los recursos no renovables son finitos,<br />
o incluso que la propia renovabilidad está<br />
en peligro por nuestro descuido, como<br />
ocurre con el agua dulce.<br />
Lo más grave desde el punto económico<br />
es que los gastos invertidos en el<br />
mantenimiento o producción de un bien<br />
público tienen una difícil justificación<br />
desde el punto de vista de la racionalidad<br />
estricta y estrechamente económica. Puede<br />
que sea racional, extendiendo un poco<br />
la teoría estándar, ahorrar para mi pensión<br />
o para la de mis nietos; pero ¿cómo<br />
justificar económicamente que invirtamos<br />
en las generaciones futuras, que incluyen<br />
a gente con la que nada tenemos que ver?<br />
Desde el punto de vista económico podemos<br />
esperar tanta racionalidad de esta decisión<br />
como de pedirle a un banco que<br />
invierta dinero en eliminar la pobreza del<br />
mundo. Los lazos que unen a los banqueros<br />
con sus coterráneos habitantes de las<br />
favelas de Río de Janeiro, pongamos por<br />
caso, no son más fuertes ni más débiles<br />
que los que nos unen a las generaciones<br />
futuras.<br />
3) Se producen como resultado de la acción<br />
colectiva. Si no es posible excluir a nadie<br />
del disfrute de un bien público, sin embargo<br />
sí es necesario contar con la colaboración<br />
de todos o al menos de la mayoría<br />
para la producción y el mantenimiento de<br />
un bien. Mucha gente debe pagar un costo<br />
de mantenimiento que no se corresponde<br />
con el beneficio que obtienen de<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
su costo. Efectivamente, obtienen el mismo<br />
beneficio que los demás consumidores<br />
del bien, pero realmente obtendrían<br />
más si no colaborasen en su producción,<br />
puesto que se ahorran el sacrificio necesario<br />
para la producción y a cambio obtienen<br />
igualmente el bien. Pensemos en casos<br />
como el ahorro de energía: tanto los<br />
consumidores derrochadores como los<br />
ahorradores tienen a su disposición energía.<br />
¿Por qué ahorrar entonces, si uno<br />
puede permitirse el derroche? Desde el<br />
punto de vista del razonamiento lógico<br />
individual, nada nos lleva a la conclusión<br />
de que debemos colaborar en la producción<br />
de un bien colectivo.<br />
4) Los bienes públicos tienen gastos de segundo<br />
orden. Llamo gastos de segundo orden<br />
al costo que exige el conseguir que<br />
los demás colaboren en la producción o<br />
mantenimiento del bien. Son de segundo<br />
orden porque cabe la posibilidad de un<br />
doble comportamiento: colaborador o defector<br />
en cuanto a la producción del bien,<br />
pero defector (o colaborador) en cuanto a<br />
los gastos de segundo orden. Puede ocurrir<br />
que los gastos de segundo orden sean<br />
externos al sistema, pero no por eso dejan<br />
de ser gastos de segundo orden. Las soluciones<br />
tradicionales para hacer que la gente<br />
colabore en la producción del bien han<br />
ido por el camino de establecer incentivos<br />
selectivos o incentivos externos al contexto<br />
del dilema, que se dirigen selectivamente<br />
(de ahí su nombre) a la cooperación<br />
o a la defección, y lo hacen en grados<br />
proporcionales.<br />
Así, los métodos tradicionales de conseguir<br />
la cooperación han sido el miedo al<br />
castigo, es decir, la autoridad, que es un<br />
incentivo selectivo contra la defección; el<br />
premio a la colaboración, el mercado, que<br />
es un incentivo selectivo positivo a favor<br />
de la cooperación; y la internalización del<br />
comportamiento cooperativo mediante<br />
una modificación de las disposiciones, es<br />
decir, la moral. Los tres métodos son operativos<br />
una vez que logramos implantarlos,<br />
pero debemos ser conscientes de que<br />
su instalación y mantenimiento es igualmente<br />
costoso, y de nuevo nos remite a<br />
dilemas de racionalidad colectiva. La autoridad<br />
nos arregla muchos problemas,<br />
salvo el problema de lo costoso que es<br />
mantenerla y, sobre todo, el no atender<br />
(ni entender) al problema de los costos de<br />
segundo orden es la fuente frecuente de la<br />
gran mayoría de los fundamentalismos y<br />
autoritarismos. En nombre de las normas<br />
morales, del Estado o del mercado se han<br />
cometido y cometen las mayores atrocida-<br />
FERNANDO BRONCANO<br />
des porque se piensa que los bienes públicos<br />
que preservan estos sistemas justifican<br />
cualquier costo que se pague. Qué terrible<br />
y pesado sarcasmo, notemos marginalmente,<br />
es el que los fundamentalismos<br />
sean la columna vertebral de los enemigos<br />
del consecuencialismo (moral, por ejemplo),<br />
mientras que ellos son los más grandes<br />
consecuencialistas respecto a los propios<br />
sistemas de normas. Todo está justificado<br />
en el nombre de (poner aquí el<br />
sistema de recompensas preferido: Dios,<br />
amo, ley, mercado, etcétera).<br />
En lo que respecta a nuestro problema,<br />
la ciencia, los conocimientos pueden<br />
ser o no ser públicos. No está claro que la<br />
innovación o la creación científica o tecnológica<br />
impliquen una ventaja competitiva<br />
por sí mismas para quienes la ejercen<br />
exitosamente. Desde muchos puntos de<br />
vista es más racional no innovar y copiar<br />
que perder el tiempo y el dinero creando.<br />
Copiar exige en principio menos costos<br />
que crear. A menos que el otro tenga suficiente<br />
fuerza como para hacer muy costosa<br />
la copia, solamente necesitamos los conocimientos<br />
suficientes para entender los<br />
diagramas del diseño o las fórmulas de la<br />
teoría. La ciencia siempre entraña un pesado<br />
esfuerzo personal, y la ciencia contemporánea<br />
implica además enormes costos<br />
sociales, incomprensibles desde otras<br />
épocas. Por ello no está claro que la ciencia<br />
tenga necesariamente el carácter de un<br />
bien público. Y no basta con declararlo<br />
como tal por decreto, como algunos bienintencionados<br />
de la izquierda consideran<br />
como solución, sin pararse a pensar en los<br />
gastos de segundo orden.<br />
Está, es cierto, la cuestión de la accesibilidad<br />
del conocimiento. Una vez que el<br />
conocimiento está disponible, no se desgasta<br />
por el uso. Un teorema sigue siendo<br />
el mismo teorema por muchas veces que<br />
se utilice. No obstante, la no divisibilidad<br />
del uso no nos lleva irrevocablemente a<br />
considerar la ciencia como un bien público<br />
clásico, porque hay muchos bienes con<br />
características similares que, sin embargo,<br />
son bienes privados. Por ejemplo, un paisaje<br />
tiene la misma propiedad, pero siempre<br />
se puede acotar la accesibilidad a las<br />
vistas mediante la apropiación del espacio<br />
geográfico necesario para la visión panorámica.<br />
No es imposible convertir un bien<br />
con características de fuerte conjuntividad<br />
en un bien de club. ¿No podría ocurrir<br />
que la sociedad decidiese caminar por esta<br />
trayectoria, en el caso de la financiación<br />
de la investigación, si es que ya se está caminando<br />
en esa dirección?<br />
25
¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />
Tomemos el caso análogo de la tecnología.<br />
El sistema de patentes nos garantiza<br />
que cuando alguien inventa algo la invención<br />
se convierte en algo de dominio público,<br />
pero al mismo tiempo establece la<br />
condición para una apropiación privada<br />
del uso, de modo que, aunque todos pueden<br />
acceder en principio al conocimiento<br />
del invento, no pueden usarlo sin el permiso<br />
del propietario de la patente, pagando<br />
la correspondiente tasa de derechos de<br />
patente. ¿Es posible instaurar algo parecido<br />
en el caso de la ciencia? Cabe imaginar<br />
un sistema generalizado de patentes o un<br />
sistema de derechos de autor o algo similar<br />
que transformase el actual sistema público<br />
de investigación en un sistema de<br />
apropiación privada de los resultados y a<br />
medio plazo transformase el conocimiento<br />
en un bien divisible de orden privado.<br />
Hay argumentos de tipos diferentes<br />
para ser escéptico sobre esta posibilidad.<br />
Algunos son argumentos de principio,<br />
otros de orden pragmático y consecuencialista,<br />
y otros, por fin, en el que las<br />
cuestiones de principio, de la naturaleza<br />
del conocimiento en este caso, se relacionan<br />
con las consecuencias de orden práctico<br />
que tendría un paisaje como el que<br />
dibujamos.<br />
En principio no parece que exista dificultad<br />
alguna de orden intrínseco para<br />
aproximar la ciencia al modo de funcionamiento<br />
de la tecnología, pero es fácil<br />
ver que el costo que habría que pagar por<br />
esta conversión es excesivo. En primer lugar,<br />
porque los sistemas de patentes no<br />
funcionan si no es sobre la base de ingente<br />
gasto en defensa de los derechos reales<br />
de propiedad intelectual. Solamente, los<br />
grandes Estados pueden permitirse garantizar<br />
los derechos de patente. Si una compañía<br />
abre un departamento de I+D debe<br />
saber que tiene que estar dispuesta a litigar<br />
por la defensa de los productos de su<br />
departamento. La alternativa de mantener<br />
en secreto las innovaciones o invenciones<br />
no implica menores gastos, sino todo lo<br />
contrario, como la historia de la tecnología<br />
ha demostrado numerosas veces.<br />
En el caso de la ciencia existen complicaciones<br />
añadidas, puesto que la conjuntividad<br />
de los productos es mayor que<br />
en el caso de la tecnología. Supongamos<br />
que un matemático conoce un teorema<br />
y que el mero conocimiento ya la permite<br />
extraer de tal proposición consecuencias<br />
desconocidas incluso para el propio autor<br />
del teorema (para nuestro caso, un autor diferente<br />
al que estamos considerando) de<br />
manera que, en cierto modo, la apropiación<br />
del uso de lo que sería un teorema<br />
privado puede realizarse de un modo indirecto<br />
y hasta cierto punto oculto, que<br />
en el caso de la tecnología resulta más<br />
complicado. Aunque tampoco es imposible<br />
tal apropiación derivada de la natural<br />
creatividad humana en el caso de la tecnología.<br />
Es, quizá, tan sólo una cuestión<br />
de cálculo de costos y beneficios. Al fin y<br />
al cabo, uno puede detener el conocimiento<br />
público de un descubrimiento el<br />
tiempo suficiente para que solamente<br />
pueda aprovecharlo un núcleo escogido<br />
de investigadores. Por supuesto que el<br />
riesgo sería muy grande, pero no sería<br />
esencialmente distinto del que corrían,<br />
por ejemplo, los exploradores y aventureros<br />
de la fiebre del oro cuando tenían que<br />
declarar una parcela de terreno ante una<br />
lejana oficina pública para garantizar sus<br />
derechos de apropiación. En el caso de la<br />
ciencia, no es inconcebible la apropiación<br />
semiprivada por parte de ciertos clubes en<br />
los que quizá podrían derivar ciertas comunidades<br />
científicas, quizá en dominios<br />
específicos como la biotecnología o disciplinas<br />
de similar estatuto.<br />
Podríamos conjeturar, a modo de<br />
ciencia-ficción, algún mecanismo similar<br />
al mercado de patentes, tal vez con fechas<br />
de caducidad o algo parecido. Los científicos,<br />
desde este punto de vista, buscarían<br />
los problemas de investigación con expectativas<br />
de mayores beneficios, lo que, de<br />
acuerdo a los posibles defensores de esta<br />
opción, redundaría en productos de calidad,<br />
del mismo modo que el mercado<br />
termina satisfaciendo a los consumidores<br />
cuando se alcanza un equilibrio entre<br />
oferta y demanda. Cabe igualmente conjeturar,<br />
siguiendo la ficción, mecanismos<br />
de exclusión de usuarios no deseados, que<br />
podrían ir desde el secreto de los productos<br />
al secreto del conocimiento de los métodos<br />
necesarios para entender las formulaciones.<br />
¿Por qué, pese a todo, el conocimiento<br />
científico seguiría siendo un bien<br />
público?<br />
Comencemos por subrayar la contingencia<br />
del hecho de que en nuestras sociedades<br />
se considere el conocimiento un<br />
bien público en el sentido que estamos<br />
examinando. Una buena parte de la ciencia<br />
contemporánea solamente es posible<br />
gracias a una altísima división social del<br />
trabajo y a una generalizada actitud epistémicamente<br />
cooperativa por parte de los<br />
científicos. Pero esta situación no es producto<br />
de ninguna necesidad histórica.<br />
Otras actividades culturales no científicas<br />
han seguido patrones de organización diferentes.<br />
Por ejemplo, la literatura y la<br />
pintura pueden considerarse actividades<br />
que no dependen para su continuidad de<br />
la acción colectiva. Podría haber ocurrido<br />
que la ciencia hubiese seguido una trayectoria<br />
similar a la de la pintura, dado que<br />
ambas tienen un origen muy similar en<br />
los sistemas de patronazgo del Renacimiento<br />
y la baja Edad Media; pero, de<br />
hecho, no ha sido así a causa de variables<br />
históricas contingentes, como son las que<br />
han producido los procesos de socialización<br />
e institucionalización de la ciencia<br />
en el siglo XIX.<br />
Cabe argumentar, de modo pragmático<br />
y consecuencialista, que los costos de convertir<br />
la ciencia actual en un bien de club<br />
son altos y arriesgados, y quizá lo más importante,<br />
que nadie tiene la capacidad suficiente<br />
para planificar este cambio. Es<br />
cierto que algunas zonas de la investigación<br />
científica y tecnológica, como podría<br />
ser el caso de las biotecnologías, presentan<br />
aparentemente este sesgo, pero no creo<br />
que sea posible generalizar más allá de<br />
ciertos episodios locales. De hecho, para<br />
convertir la ciencia en un sistema de bienes<br />
de club habría quizá que convertir<br />
también el sistema educativo en un sistema<br />
de accesos limitados al conocimiento<br />
para prevenir un uso no respetuoso de los<br />
derechos privados de apropiación del conocimiento.<br />
Pero me parece que la razón<br />
de fondo para que los costos sociales de la<br />
privatización del conocimiento, y no sólo<br />
los económicos, sean extremadamente altos<br />
o directamente insoportables está en<br />
la naturaleza informacional del conocimiento:<br />
para impedir el uso de un cierto<br />
producto hay que impedir las condiciones<br />
cognitivas de acceso al producto y, por<br />
tanto, controlar el acceso el trasfondo necesario<br />
para su comprensión y posterior<br />
uso. Pero una reforma de este calibre del<br />
sistema educativo, convirtiéndolo en un<br />
sistema de puertas cerradas, pagaría un<br />
costo tan alto en términos de utilidad social<br />
del conocimiento que los beneficios<br />
locales estarían sobrepasados largamente<br />
por los costos globales.<br />
Lo cierto es que en la ciencia contemporánea<br />
funciona una forma específica de<br />
contrato social para producir conocimiento<br />
de alta calidad epistémica. El contrato<br />
social consiste, desde mi punto de vista,<br />
en la aceptación de un sistema de controles<br />
que obliga a que todos los<br />
ciudadanos de la república de las ciencias<br />
cumplan los requerimientos que exige la<br />
producción de resultados de alta calidad<br />
epistémica. Probablemente no es un contrato<br />
que esté instaurado por igual en todas<br />
las áreas del conocimiento, ni un contrato<br />
que se cumpla con el mismo rigor<br />
26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
en todas ellas, pero al menos es un pacto<br />
que instituye lo que desde un punto de<br />
vista teórico y metodológico se ha venido<br />
en denominar método científico. Se<br />
trata en esencia de un conjunto de valores<br />
y normas que se ejemplifican en todas<br />
las decisiones científicas. Por ejemplo, la<br />
reproducibilidad de los resultados es un<br />
filtro social para alejar las sospechas de casualidad<br />
o de subjetividad. La norma de<br />
reproducibilidad no deriva tanto de la<br />
fuerza lógica del razonamiento inductivo,<br />
que no la tiene, sino de un pacto para eliminar<br />
la sospecha de una acción causal<br />
no contemplada de algún elemento de los<br />
que se incorporan en la cláusula habitual<br />
ceteris paribus.<br />
Cuando ocurre simultáneamente que<br />
existe una propiedad que es contingentemente<br />
compartida por una comunidad y<br />
que, sin embargo, necesita del acuerdo de<br />
todos en sus prácticas reales, para que sea<br />
preservada y mantenida, debemos sospechar<br />
que subyace un sistema de normas<br />
que se mantiene en la comunidad por algún<br />
tipo de mecanismo como el del contrato<br />
social.<br />
Volviendo ahora a nuestros requisitos<br />
anteriores acerca de la naturaleza de los<br />
bienes públicos, observamos que la existencia<br />
de un bien público se sostiene sobre<br />
una doble columna: de un lado, sobre<br />
ciertas peculiares características del bien<br />
en cuestión; de otro lado, sobre la estructura<br />
del comportamiento de los agentes<br />
de la comunidad que produce y preserva<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
el bien. Veamos cómo se dan estas características<br />
en el caso de la ciencia.<br />
Un excurso por cuestiones semánticas<br />
y epistemológicas<br />
Permítaseme en este contexto de argumentación<br />
social recordar algunos datos<br />
de naturaleza semántica y epistemológica<br />
que debemos tener en cuenta para explicar<br />
la naturaleza de un ítem de conocimiento.<br />
Tomemos una proposición p como<br />
“todos los cuervos son negros”. La<br />
evaluación semántica de p tiene varias dimensiones:<br />
una es su verdad o falsedad,<br />
pero las otras dimensiones no dependen exclusivamente<br />
de la referencia, sino de la posición<br />
que ocupa una proposición en la<br />
red global de proposiciones. Pues las proposiciones<br />
adquieren contenido una vez<br />
que se insertan en redes y estructuras de<br />
proposiciones, cuales son las teorías científicas.<br />
Puesto que toda proposición, pero<br />
especialmente las que pertenecen a un<br />
cuerpo tan estructurado como el conocimiento<br />
científico, adquiere valor de conocimiento<br />
sólo en la medida en que pertenecen<br />
a grandes, inmensas redes, ocurre<br />
que podemos valorar otras dimensiones<br />
como la mayor o menor capacidad inferencial,<br />
que a su vez, dependen de las capacidades<br />
de esa proposición concreta para<br />
entrar en relación con otras proposiciones<br />
y producir nueva información.<br />
Aclaremos un poco nuestro argumento<br />
sin complicar más los tecnicismos: nos<br />
encontramos con proposiciones teóricas<br />
FERNANDO BRONCANO<br />
abstractas que tienen su lugar entre los<br />
axiomas de la teoría y que por ello tienen<br />
mucha fuerza inferencial. Piénsese en las<br />
leyes matemáticas de las teorías cuánticas,<br />
por ejemplo. Su valor informativo es altísimo,<br />
pero solamente se relacionan con<br />
proposiciones pertenecientes a esa teoría.<br />
Nos encontramos, de otro lado, con verdades<br />
de orden analítico, como las verdades<br />
lógicas y matemáticas, o con las proposiciones<br />
analíticas del sentido común<br />
(todos los solteros son hombres no casados),<br />
cuyo valor informativo no es mucho,<br />
pero cuya capacidad para recombinarse<br />
con información nueva es muy alto: son<br />
proposiciones de alto valor estructural. Y<br />
tenemos las informaciones concretas de la<br />
observación científica y cotidiana que nos<br />
informan sólo de unos pocos hechos, pero<br />
cuya evaluación veritativa es más sencilla<br />
que, por citar un caso contrario, el del<br />
teorema de Fermat demostrado por Wiles.<br />
Además del valor cognitivo que depende<br />
esencialmente de las tres dimensiones que<br />
acabo de señalar, están otros valores que relacionan<br />
esa proposición con nuestras<br />
prácticas y habilidades, su aplicabilidad o<br />
sus capacidades para unificar campos anteriores<br />
de conocimiento, su fuerza explicativa<br />
y, en general, otras propiedades de<br />
las que se ocupa la filosofía de la ciencia.<br />
Sobre esta base evaluativa podemos<br />
definir ahora lo que llamaremos utilidad o<br />
valor de utilidad de una proposición. Consiste<br />
en la capacidad que tiene para satisfacer<br />
los deseos del agente en conjunción<br />
con otras proposiciones, motivos, deseos y<br />
aplicaciones prácticas. Pues, desde un<br />
punto de vista realista, la utilidad está estrechamente<br />
relacionada con la verdad y la<br />
referencia, pero también con las capacidades<br />
de formación de conjuntos coherentes<br />
de proposiciones. Dicho brevemente, la<br />
verdad (de nuestras creencias) es lo que<br />
nos garantiza el éxito en la satisfacción de<br />
nuestros deseos, suponiendo que nuestras<br />
conclusiones son racionales (del mismo<br />
modo, la racionalidad de nuestros sistemas<br />
de razonamiento es lo que nos garantiza el<br />
éxito de nuestros deseos, suponiendo la<br />
verdad de nuestras creencias). Sean, pues,<br />
las proposiciones p y p’, que comparten todos<br />
los índices evaluativos excepto su valor<br />
de verdad: la más útil de las dos será claramente<br />
la verdadera. La verdad de las proposiciones<br />
es lo que marca en términos<br />
causales y estadísticos la diferencia en el<br />
éxito de los planes de acción en los que están<br />
involucradas las proposiciones. Esto<br />
no significa que una proposición falsa no<br />
pueda ser útil en ocasiones, una vez que la<br />
situamos en una red de proposiciones, pe-<br />
27
¿ES LA CIENCIA UN BIEN PÚBLICO?<br />
ro, otras cosas iguales, la verdad explica el<br />
éxito práctico del agente que usa esa información.<br />
Ahora estamos en condiciones de definir<br />
el carácter público del conocimiento<br />
en virtud de una propiedad que tiene<br />
ciertos tipos de estados mentales: no es<br />
otro que la simple utilidad. La utilidad se<br />
tiene en grados; y tiene, sobre todo, un<br />
campo de aplicación relativo a su grado<br />
de universalidad. Mi estado mental de ira<br />
o enfado puede ser útil si tengo que entrar<br />
en una pelea con un adversario, pero<br />
no es, por el contrario, muy útil para el<br />
adversario. Sin embargo, saber que el suelo<br />
que pisamos es pantanoso, es algo que<br />
puede convenirnos a los dos.<br />
Es importante que reparemos en el<br />
grado de transversalidad que tiene la utilidad<br />
de una proposición a través del tiempo,<br />
el espacio y las culturas y comunidades<br />
y, en segundo lugar, en la conexión<br />
que existe entre las propiedades semánticas<br />
y epistemológicas de una proposición.<br />
La utilidad, tomando en cuenta estas dos<br />
restricciones, es conjuntiva, en el sentido<br />
de que, a medida que sus propiedades<br />
epistemológicas son de mayor calidad, y a<br />
medida que su transversalidad es mayor,<br />
podemos considerarla menos exclusiva o<br />
privatizable.<br />
En un contexto de división social del<br />
trabajo, la utilidad de las proposiciones<br />
depende de su grado de universalidad,<br />
que, a su vez, exige que todo el mundo<br />
colabore. La fiabilidad de una proposición<br />
es tanta como la fiabilidad del más<br />
débil de los eslabones del proceso que ha<br />
conducido a su enunciación y aceptación.<br />
En un contexto colectivo, la calidad epistémica<br />
del resultado final depende de la<br />
calidad del trabajo de sus miembros en<br />
un sentido que puede considerarse exactamente<br />
el mismo que cualquier bien sometido<br />
a dilemas de racionalidad. La calidad<br />
epistémica del trabajo depende de que la<br />
mayoría de los miembros de un grupo<br />
sean capaces de respetar ciertos patrones<br />
de conducta y de control de calidad de<br />
sus productos. Estos patrones coinciden<br />
con el grado en que los agentes respetan<br />
ciertas normas que consideramos método<br />
científico. ¿Podrían conseguirse similares<br />
resultados con un sistema de bienes privados<br />
o bienes de club?<br />
No hay objeciones que pudieran considerarse<br />
objeciones de principio o a priori.<br />
Tal vez si tomásemos la filosofía política<br />
con un espíritu mucho más aristotélico,<br />
descubriríamos que muchas<br />
cuestiones son de naturaleza empírica y<br />
no conceptual. Así, me parece claro que<br />
la cuestión de si un sistema de apropiación<br />
privada de los resultados de la ciencia<br />
puede o no garantizar un crecimiento<br />
adecuado y suficiente de la calidad epistémica<br />
es una cuestión debatible que puede<br />
ser tratada en términos asimismo consecuencialistas.<br />
O, lo que es lo mismo, los<br />
valores normativos de la ciencia no están<br />
menos sujetos que otros valores a condiciones<br />
de consenso estable en la sociedad.<br />
El problema de la utilidad es el de cómo<br />
garantizar que la calidad epistémica<br />
de los resultados de la ciencia haga máxima<br />
su utilidad. Hasta el momento, los<br />
mecanismos institucionales que se han<br />
desarrollado en la ciencia han probado ser<br />
efectivos, pero quizá existen otras formas<br />
de organizar la ciencia que hasta el momento<br />
no hemos desarrollado. Es un problema<br />
análogo al de si la democracia parlamentaria<br />
es la única forma de garantizar<br />
la voluntad de la mayoría: podemos decir<br />
que hasta el momento no conocemos<br />
otra que lo haga mejor, pero nuestro juicio<br />
no es un juicio a priori. Lo que conocemos<br />
es la historia pasada de la institucionalización<br />
de la ciencia, que ha producido<br />
mecanismos como los sistemas de<br />
peer-review, las propias disciplinas como<br />
sistemas de grupo y los varios sistemas actuales<br />
de financiación pública. Mediante<br />
estos mecanismos, los científicos automantienen<br />
grados de calidad epistémica<br />
como los que alcanza la ciencia contemporánea.<br />
El mecanismo del juicio por pares<br />
hace descansar sobre las capacidades<br />
de algunos investigadores la capacidad de<br />
juzgar la relevancia en un cierto dominio.<br />
Como sistema, no es perfecto; incluso, y<br />
como se ha señalado sobradamente, es un<br />
sistema que puede presentar problemas,<br />
como, por ejemplo, el que pesen más las<br />
simpatías del referee que otras consideraciones<br />
de orden epistemológico y metodológico.<br />
¿Podría garantizarse este máximo de<br />
utilidad por algún sistema social del mercado?<br />
El mercado es un sistema adaptativo<br />
que se basa en incentivos selectivos a<br />
los colaboradores y que, en el caso de los<br />
bienes económicos, produce equilibrios y<br />
máximos locales. No sabemos si la ciencia<br />
podría funcionar bajo un sistema de este<br />
tipo, que, no lo olvidemos, tendría incluir<br />
en el mercado a todos los consumidores<br />
con intereses potencialmente contradictorios.<br />
Y garantizar, tal como hemos venido<br />
argumentando, que las diferencias de intereses<br />
no rebajarán la calidad de la ciencia,<br />
en el sentido de una utilidad universal.<br />
La cuestión que hemos planteado es<br />
de un orden de profundidad mayor. Se<br />
trata de un caso en el que tenemos que<br />
crear y sostener un consenso o contrato<br />
social para producir un bien que no siempre<br />
coincide con nuestros intereses o que<br />
nos cuesta más de lo que vamos a obtener<br />
por nuestra colaboración. La declaración<br />
de bien público por parte del Estado no<br />
es la solución sin la previa existencia de<br />
ese consenso o contrato social: es este<br />
consenso el que convierte en bien público<br />
el conocimiento. Cuál sea entonces el mejor<br />
sistema de preservación posible es algo<br />
que debemos discutir en términos consecuencialistas.<br />
Recordemos también que la<br />
educación es un instrumento, pero también<br />
exige el consenso previo acerca del<br />
valor universal de la ciencia.<br />
No pretendo resolver aquí ninguna<br />
de las cuestiones que he abierto. Abiertas<br />
quedan. La formación de consensos básicos<br />
en una sociedad plural es uno de los<br />
más graves problemas de las democracias<br />
contemporáneas. Mi objetivo era y sigue<br />
siendo indicar que esta cuestión afecta<br />
también a la ciencia. El conocimiento que<br />
produce un sistema científico como el<br />
que tenemos es un bien público a causa<br />
de su utilidad, pero utilidad ¿para quién?,<br />
¿para mí y para mi grupo?, ¿qué ocurre<br />
con los otros grupos?, ¿qué ocurre con las<br />
generaciones futuras? La epistemología<br />
nos lleva directamente a cuestiones de<br />
pacto social más profundo. Y descubrimos<br />
en la ciencia los mismos dilemas de<br />
racionalidad que en el sistema de impuestos,<br />
el respeto al medio ambiente, la seguridad<br />
social, la educación de las nuevas<br />
generaciones y tantas cosas similares. Y<br />
nos enfrentamos a una mezcla de preguntas<br />
de naturaleza política que no pueden<br />
resolverse sin tener en cuenta también<br />
cuestiones epistemológicas, semánticas y<br />
metafísicas. Porque, siento decirlo, los<br />
ilustrados tenían razón, la epistemología<br />
es una empresa política. Y viceversa. n<br />
[Este texto ha crecido a través de muchas discusiones<br />
que se han producido en el marco del proyecto de investigación<br />
Ciencia y valores, coordinado por Javier<br />
Echeverría desde el Instituto de Filosofía del CSIC. A<br />
todos los participantes en el proyecto les debo muchas<br />
horas de discusión que han aclarado mis ideas al menos<br />
hasta el punto que aquí aparecen. Reconozco especialmente<br />
la deuda con Eulalia Pérez Sedeño, José<br />
Antonio López Cerezo, de quienes he aprendido mucho<br />
en mis discrepancias, con Javier Echeverría y,<br />
dentro del grupo con el que he trabajado en la Universidad<br />
de Salamanca, con Miguel A. Quintanilla,<br />
con Bruno Maltrás y con Jesús Vega].<br />
Fernando Broncano pertenece al Departamento<br />
de Humanidades de la Universidad Carlos III de<br />
Madrid.<br />
28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
BONAPARTISMO MEDIÁTICO<br />
Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />
1. ‘Democracias defectivas’<br />
y crisis de la política<br />
Sin duda, la democracia continúa siendo el<br />
régimen menos desacreditado para la toma<br />
de decisiones políticas. Sin embargo, sólo<br />
unos años después de la proclamación del<br />
triunfo de la democracia, la evidencia empírica<br />
está demostrando que muchas de las<br />
jóvenes democracias, pero también las más<br />
consolidadas, acumulan notables deficiencias<br />
con arreglo a lo que se considera<br />
el patrón mínimo estandarizado de democracia<br />
1 . Esta circunstancia está obligando<br />
de nuevo a hablar de “democracia con adjetivos”<br />
(Collier y Levitsky, 1997) a fin de<br />
obtener una clasificación de ese conjunto<br />
de regímenes políticos que aun no siendo<br />
dictaduras tampoco cabe considerar una<br />
poliarquía (Dahl). En realidad, esas realidades<br />
políticas, que conforman regímenes<br />
muy distintos entre sí, distan mucho de<br />
actuar como una democracia constitucional.<br />
De ahí que sea acertado referirse a<br />
ellos como democracias defectivas 2 .<br />
Por supuesto, no es mi intención contraponer<br />
estas democracias defectivas a una<br />
supuesta “democracia perfecta”. Como la<br />
escuela de la Public Choice se encargó de<br />
subrayar, la propia estructura lógica de la<br />
democracia produce antinomias, paradojas<br />
y dilemas. Por su propia naturaleza, la de-<br />
1 Los atributos básicos de un régimen democrático<br />
según el conocido patrón de Dahl son: a) decisores<br />
públicos electos; b) elecciones libres e imparciales; c)<br />
votación inclusiva; d) derecho a presentarse como<br />
candidato a los puestos a cubrir; e) libertad de expresión;<br />
f) fuentes de información alternativa; g) autonomía<br />
asociativa (R. Dahl: Democracy and its critics, pág.<br />
221. Yale University Press, New Haven, 1989).<br />
2 La expresión es de Wolfgang Merkel (Merkel<br />
1999). Por otro lado, me parece sugerente también la<br />
expresión de Fernández Buey democracia demediada, e<br />
incluso la significación de “democracia a medias” concuerda,<br />
hasta cierto punto, con lo que aquí se quiere<br />
significar con la expresión “democracia defectiva”<br />
(F. Fernández Buey y J. Riechman: Ni tribunos, cap.<br />
2. Siglo XXI, Madrid, 1996).<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />
mocracia es una estructura política conflictiva,<br />
un sistema de inestabilidad reglada,<br />
que, en todo caso, promociona procedimientos<br />
ciertos pero resultados inciertos,<br />
así como un patrón básico de justicia al que<br />
le es consustancial el principio de incompletud,<br />
ya que es imposible realizar a satisfacción<br />
sus valores inspiradores o resolver<br />
equilibradamente las tensiones entre los<br />
mismos. Así pues, y dado que la democracia<br />
completa ni existe ni por definición<br />
puede existir, lo que en verdad se pretende<br />
contraponer a las democracias defectivas es la<br />
democracia representativa y constitucional.<br />
En su dimensión representativa, la democracia<br />
dispone de atributos tales como el<br />
principio de inclusión de los “afectados”, la<br />
elección por parte de los ciudadanos de<br />
quienes toman decisiones en su nombre y<br />
la obligación de los electos de dar cuentas,<br />
asumir las correspondientes responsabilidades<br />
políticas y ser sensibles hacia los intereses<br />
de aquellos a quienes representan (Brennan<br />
y Hamlin, 1999). Por su parte, el estado<br />
democrático de derecho pretende, ante<br />
todo, la sujeción a la ley de todos los poderes,<br />
públicos y privados, la instauración de<br />
un sistema de límites y vínculos que eviten<br />
la degeneración de cualquiera de aquéllos<br />
en un poder absoluto e incontrolado, así<br />
como la habilitación de un marco de garantías<br />
frente a cualquier arbitrariedad que<br />
dé al ciudadano certidumbre, seguridad y<br />
predictibilidad. Es más, su misión es proteger<br />
en régimen de poliarquía las libertades<br />
políticas y los derechos civiles de toda la<br />
población y hacer de la democracia un modo<br />
singular de relación entre el Estado y los<br />
ciudadanos y entre los ciudadanos entre sí,<br />
impulsando la ciudadanía política, la ciudadanía<br />
civil y una densa red de accountability<br />
vertical y horizontal 3 .<br />
3 G. O’Donnell: ‘Polyarchies and the (Un)Rule of<br />
Law in Latin America’, en J. Méndez, G. O’Donnell y<br />
Por último, el componente más específicamente<br />
constitucional de la democracia<br />
establece disposiciones estructurales y arreglos<br />
institucionales que no sólo salvaguardan<br />
la separación y equilibrio de poderes<br />
para frenar la confusión o colusión entre<br />
ellos, sino que protegen un ámbito autónomo<br />
de iniciativa de los individuos y los<br />
grupos independientemente de la acción<br />
del Estado, evitando así toda forma de colonización<br />
y auspiciando el florecimiento<br />
en la comunidad de una vida asociativa independiente,<br />
densa y plural donde prendan<br />
disposiciones y hábitos de cooperación<br />
y responsabilización social, el compromiso<br />
cívico y cierto cimiento moral. Pues bien,<br />
son justamente estos distintivos de una democracia<br />
representativa y constitucional<br />
los que valen como criterios para calibrar<br />
la calidad del funcionamiento democrático<br />
e identificar los distintos tipos de democracia<br />
defectivas. Pero también son esos mismos<br />
atributos los que actúan como principio<br />
de rectificación de esas derivas perversas<br />
de la democracia, una de las cuales es la<br />
ocupación mediática del espacio político<br />
de la representación.<br />
Por otro lado, estamos asistiendo a una<br />
“progresiva alteración de las condiciones de<br />
la política”, que viene de atrás y que ha ido<br />
poco a poco desertizando los territorios de<br />
la representación política y, a la postre, evaporando<br />
muchas de las expectativas puestas<br />
en el triunfo de la democracia. Para empezar,<br />
conviene recordar cómo desde principios<br />
de los setenta los cambios sociales han<br />
hecho que fueran diluyéndose las grandes<br />
redes de partidos de masas, que para acomodarse<br />
a las nuevas situaciones se transformaron<br />
en maquinarias electorales, personalizando<br />
en un líder su oferta y garantizando<br />
P. Pinheiro: The (Un)Rule of Law and the Underprivileged<br />
in Latin America, pág. 321, 318. University of Notre<br />
Dame Press, Notre Dame, 1999.<br />
29
BONAPARTISMO MEDIÁTICO Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />
su funcionalidad por el procedimiento de<br />
convertir la organización en un reducido<br />
colectivo de activistas profesionales reclutados<br />
a la baja y en régimen de patronage 4 . Pero<br />
además las instituciones de la representación<br />
política se han tenido que enfrentar a<br />
desafíos inéditos de un mundo cada vez más<br />
complejo con respuestas obsoletas o triviales,<br />
con malas explicaciones que alcanzan<br />
sólo a apuntar los síntomas, que subrayan<br />
algunas consecuencias, pero olvidan las causas.<br />
Esa pérdida de capacidad explicativa<br />
pone de relieve que el mundo de lo político<br />
se ha ido vaciando del componente de conocimiento<br />
distintivo de una concepción<br />
ilustrada de la política 5 . Por otro lado, la<br />
implosión de los regímenes del Este precipitó<br />
el naufragio de las expectativas puestas en<br />
una alternativa societaria global y de la creencia<br />
en una vinculación fuerte entre proyecto<br />
político y programa cognitivo de excelencia.<br />
Cancelados estos programas de máximos,<br />
se vuelve inviable cualquier intento<br />
de restituir a la política su pasada centralidad,<br />
incrementándose la conciencia de los<br />
límites de la política, de su poder de cohesión<br />
y de su capacidad de transformación.<br />
Pero lo que define sobre todo la sustancia<br />
de la política es la forma como se relaciona<br />
con los otros poderes. Pues bien, lo<br />
que constatamos hoy es que a la presente<br />
dislocación de poderes y funciones de la<br />
política se está respondiendo con nuevas y<br />
variadas experiencias de colusión, contrariando<br />
el proyecto de la política moderna<br />
originariamente orientado a vencer las distintas<br />
formas de colusión y confusión de<br />
poderes 6 . En concreto, la expresión más<br />
evidente de la actual confusión entre poder<br />
político y poder económico está estrechamente<br />
relacionada con las estrategias de<br />
control de los medios de comunicación y<br />
las nuevas redes de información. Ningún<br />
4 Ramón Vargas-Machuca: ‘Partidos políticos’,<br />
en 10 palabras clave en filosofía política, págs. 296 y<br />
297. Verbo Divino, Estella, 1998.<br />
5 En la “sociedad de la complejidad” no pocas<br />
veces se terminan contraponiendo exigencias del desarrollo<br />
democrático y conocimiento competente de los<br />
problemas: Robert Dahl: ‘A Democratic Dilemma:<br />
System Effectiveness versus Citizen Participation’, Political<br />
Science Quartely, vol. 109, núm. 1, págs. 23 y<br />
34, 1994.<br />
6 Así como el Estado representativo nació con la<br />
pretensión de superar una doble confusión (la confusión<br />
entre soberanía y verdad, típica del estado confesional, y<br />
la confusión entre soberanía y propiedad, característica<br />
del estado patrimonial), el estado constitucional se propone<br />
perfeccionar esta situación impidiendo la concentración<br />
de los poderes económico, cultural y político, ya<br />
que dicha confusión socava las bases de la libertad del<br />
ciudadano, expropiado de las condiciones para un juicio<br />
autónomo, responsable y libre (Michelangelo Bovero:<br />
‘La confusione dei poteri, oggi’, Teoria Politica, vol.<br />
XIV, núm. 3, págs. 5 y 6, 1998).<br />
otro fenómeno ha resultado tan sintomático<br />
como éste de la actual sinergia entre dinero<br />
y política y de la erosión que por causa<br />
de la misma amenaza a la democracia<br />
representativa y constitucional. Así pues, lo<br />
que pretendo poner de relieve es el impacto<br />
que sobre las instituciones de la democracia<br />
están teniendo las nuevas modalidades<br />
de poder producidas por dicha revolución<br />
comunicacional, dando lugar a una<br />
nueva modalidad de democracia defectiva,<br />
intitulada por algunos “democracia mediática”<br />
y que, a mi juicio, es fruto de una política<br />
mercantilizada y cuya práctica excluye<br />
voces e intereses, difumina la división<br />
de poderes y manipula la representación.<br />
2. El negocio mediático<br />
como recurso estratégico<br />
El papel crucial de las tecnologías de la información<br />
y las redes de comunicación en<br />
el proceso de globalización, la ambivalente<br />
potencialidad de los nuevos flujos de comunicación<br />
interactiva y circulación de<br />
una masa informativa inmensa, el predominio<br />
de la información televisiva y la generalizada<br />
influencia de los mass media resumen<br />
algunos de los rasgos más palmarios<br />
de la que ha venido a denominarse “sociedad<br />
de la información” (Castells, 1997). En<br />
este contexto, los medios de comunicación<br />
de masas se han convertido en terminales<br />
informativas de emporios económicos y el<br />
negocio mediático en un recurso estratégico<br />
de excepción muy apetecible para potentes<br />
holdings empresariales (Bagdikian,<br />
1992). “Fabricar noticias” es relativamente<br />
barato y una inversión rentable a medio<br />
plazo, ya que da poder e influencia y, por<br />
tanto, produce frutos indirectos que terminan<br />
convirtiendo las pérdidas en ganancias.<br />
Los sistemas de comunicación y el complejo<br />
mediático, además, han acaparado en<br />
buena medida un conjunto de funciones<br />
generales: ejercen la función cognitiva-informativa<br />
en tanto que construyen la percepción<br />
que de sí misma tiene la sociedad,<br />
se subrogan la experiencia directa, conforman<br />
las preferencias, promueven subculturas<br />
de identidad e integración, refuerzan las<br />
normas sociales, ejercen la facultad de atribuir<br />
el mérito y la autoridad y, muchas veces,<br />
atraen hacia su mundo a viejos y nuevos<br />
intelectuales que se pliegan a su lógica 7 .<br />
El predominio de la imagen televisiva<br />
y la “sondeocracia” terminan convirtiendo<br />
al ciudadano en un consumidor, en un ob-<br />
7 Danilo Zolo: pág. 226, 1993; Félix Ortega, Los<br />
nuevos intelectuales orgánicos, CLAVES DE RAZÓN PRÁC-<br />
TICA, núm. 22, pág. 97, 1992.<br />
jeto de investigación e inducción más que<br />
de iniciativa política. Se le bombardea con<br />
estímulos elementales para provocar reacciones<br />
inmediatas y se condicionan sus respuestas<br />
gracias al feedback entre expectativas<br />
consumistas depositadas a través de la<br />
pequeña pantalla y réplica a las mismas inducidas<br />
en forma de imágenes personalizadas<br />
e idealizadas. Las empresas de sondeos,<br />
con la definición del campo de la pregunta,<br />
la publicación instantánea y espectacular<br />
de la respuesta y la proyección de la<br />
misma como pronóstico o incluso como<br />
“voluntad general”, se subrogan la voluntad<br />
concreta de la gente y logran modificar<br />
su intención tratando, en cualquier caso,<br />
de aproximar los resultados a las preferencias<br />
de quien encarga los sondeos 8 . Todo<br />
ello desemboca en una profunda asimetría<br />
entre el rol comunicativo del que emite y<br />
del que recibe el mensaje. El primero selecciona<br />
los contenidos (efecto agenda), silencia<br />
lo que no le es grato (nueva censura) e<br />
inyecta en el público los propios registros<br />
selectivos. Por el contrario, el segundo, que<br />
además desconoce el iter a través del cual<br />
se elabora el producto-noticia y se percibe<br />
de modo desagregado, termina enajenando<br />
su autonomía y potencial cognitivo 9 .<br />
Ese estado de cosas consolida una relación<br />
ventajista para los medios y los intereses<br />
que les subyacen, los cuales mediatizan<br />
los procesos de decisión públicos y detentan<br />
un enorme poder, con tan extraordinaria capacidad<br />
de manipulación como escasos<br />
controles y responsabilidad. De ahí la extraordinaria<br />
actualidad de aquella premonición<br />
de los founder fathers de la nación americana<br />
cuando advertían del peligro para la democracia<br />
de constituir un imperium in imperio<br />
que vaciara de poder al Gobierno de la nación<br />
(Calise, 1995, 31). Y de ahí que sea en<br />
el ámbito mediático donde de un modo<br />
más ostensible se reedite hoy la confusión<br />
de poderes y la amenaza de asalto a la soberanía,<br />
ya que como estrategia mercantil o<br />
empresarial inconfesada se pretende colonizar<br />
el mundo de la política y subordinar el<br />
espacio de la legitimación y de las decisiones<br />
sin escapatoria propio de la política al mundo<br />
de potentes intereses particulares.<br />
3. Disolución del nexo constituyente<br />
entre opinión publica y democracia<br />
La relación entre opinión pública y democracia<br />
está en el origen de la democracia<br />
8 I. Crespi: Public Opinion, Polls and Democracy.<br />
Westview, Bouldner, 1990.<br />
9 Danilo Zolo: ‘Dal compromesso storico al<br />
compromesso telecratico’, Micromega, núm. 2, 1997.<br />
30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 114
moderna. El término “opinión pública”,<br />
que se fraguó en los prolegómenos de la<br />
Revolución Francesa, alude a un público<br />
de ciudadanos que tienen una opinión sobre<br />
la gestión de los asuntos de interés general<br />
y el bien común basada en una información<br />
solvente. La información, como<br />
dijera Jefferson, es la moneda de la<br />
democracia. Pero, en el fondo, la relación<br />
democracia-opinión pública hunde sus<br />
raíces en aquella creencia de la polis griega<br />
según la cual entre la institución de la democracia<br />
y las técnicas autocríticas y analíticas<br />
del pensamiento existe afinidad electiva.<br />
Ambas se apoyan en las prácticas de<br />
la discusión pública y en la aceptación del<br />
razonamiento como base de las conclusiones.<br />
Y así como el conocimiento era, y sigue<br />
siendo, una estructura de creencias<br />
públicamente responsables, también el gobierno<br />
democrático resultaba una estructura<br />
de autoridad públicamente responsable<br />
sobre la base de razones 10 . Así pues,<br />
desde su inspiración más originaria, el nexo<br />
entre democracia y opinión pública es<br />
Nº 114 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
constituyente, ya que la democracia representa<br />
no sólo un gobierno de consentimiento<br />
sino un gobierno de opinión.<br />
Fue sobre todo Bentham quien vio en<br />
lo que él llamaba “el tribunal de la opinión<br />
pública” la principal institución expresiva<br />
del interés público y de las posibles<br />
estrategias de reforma de lo político. La<br />
opinión pública, que es una fuerza no<br />
controlada por el Gobierno, actúa como<br />
su verdadera oposición, ya que al no competir<br />
con aquél por los mismos recursos de<br />
poder no puede ser corrompida del modo<br />
como lo pueden ser los funcionarios del<br />
Gobierno. Esa fuerza crítica no es para<br />
Bentham el reflejo de la opinión de la masa,<br />
sino algo que se va forjando en la práctica<br />
de una prensa libre y de instituciones<br />
independientes que van cristalizando tanto<br />
el interés público como el sentido de<br />
10 John Dunn: Democracia. El viaje inacabado<br />
(500 a. de J. C.-1993 d. de J. C., pág. 316. Tusquets,<br />
Barcelona, 1995.<br />
RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />
los cambios en la legislación y en las prácticas<br />
gubernamentales. En resumen, para<br />
Bentham la limitación del poder venía garantizada<br />
no sólo porque los gobernantes<br />
tienen que rendir cuentas periódicamente<br />
sino, porque existe el tribunal de una opinión<br />
pública autónoma 11 . Dos eran los requisitos<br />
para esa autonomía: en primer lugar,<br />
el “ansia de verdad”, de tal modo que<br />
si faltara ese fondo de respeto a la verdad y<br />
de búsqueda de la objetividad, la libertad de<br />
expresión no significaría nada; en segundo<br />
lugar, el “pluricentrismo”, ya que es la pluralidad<br />
de voces, la opinión de muchos<br />
públicos, lo que corrige la subjetividad,<br />
unilateralidad o incluso falsedad de los<br />
mensajes de las fuentes particulares 12 .<br />
Es, justamente, esa autonomía de la<br />
opinión publica la que ha entrado definitivamente<br />
en crisis en el periodo de la comunicación<br />
de masas y de la revolución<br />
informática. Convertida la información<br />
en un recurso estratégico de envergadura,<br />
la veracidad, el interés común o el pluralismo<br />
se convierten en fines que se subordinan<br />
al objetivo de controlar ese complejo<br />
mundo mediático, control que será viable<br />
si se posee el poder económico<br />
necesario y la capacidad tecnológica suficiente<br />
para ejercerlo 13 . Una vez que determinados<br />
grupos poderosos de carácter<br />
económico y financiero han logrado una<br />
posición dominante en el mundo de la<br />
información, la tentación irresistible es<br />
considerar al poder político un mercado<br />
apetecible a colonizar. Así las cosas, la<br />
“opinión pública”, en contradicción con<br />
su inspiración originaria, se va paulatinamente<br />
transformando en el vehículo de<br />
una nueva “política invisible”, por medio<br />
de la cual determinados grupos, de un<br />
modo inconfesado y sin los costes que<br />
comporta el ejercicio reglado de la actividad<br />
política, imponen su hegemonía y<br />
controlan la agenda política 14 . De ese modo,<br />
los valores de la autonomía de la opinión,<br />
a saber, el pluricentrismo y la búsqueda<br />
de la verdad, están en peligro constante<br />
de perecer bajo la presión de una<br />
información mercantilizada y excluyente.<br />
11 Jeremy Bentham: On the Liberty of the Press<br />
and Public Discussion, William Hone, Londres, 1821;<br />
Frederick Rosen: Jeremy Bentham and Representative<br />
Democracy, A Study of the Constitutional Code,<br />
págs.19-40. Clarendon Press, Oxford, 1983.<br />
12 Giovanni Sartori: Elementos de teoría política,<br />
págs. 157 y 158. Alianza Universidad, Madrid, 1992.<br />
13 B. Page, R. Shapiro, y G. Dempsey: ‘What<br />
Moves Public Opinion?’, American Political Science<br />
Review, vol. 81, págs. 23-43, 1987.<br />
14 M. Margolis y G Mauser: Manipulating Public<br />
Opinion. Brooks/Cole, Pacific Gorve, 1989.<br />
31
BONAPARTISMO MEDIÁTICO Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />
En esas circunstancias la democracia se ve<br />
inevitablemente privada de voces y los<br />
mass media, más que el ámbito de aquella<br />
autonomía, devienen terminales mediáticas<br />
de empresas económicas cuyo objetivo<br />
es el dinero y el poder 15 .<br />
Aunque la más genuina tradición liberal<br />
ha entendido siempre consustancial a la<br />
democracia una prensa libre que no dependiera<br />
del poder político, la verdad es<br />
que el desafío está hoy planteado fundamentalmente<br />
frente a sus otras ataduras: el<br />
dinero y la propaganda. Las acechanzas del<br />
primero son evidentes, convirtiendo en oscuro<br />
objeto de su deseo una prensa libre de<br />
las ataduras del poder político. La propaganda,<br />
por otro lado, es la tentación para<br />
una libertad de prensa que no es ya usufructo<br />
de una minoría ilustrada y privilegiada,<br />
sino que tiene capacidad de llegar a<br />
todos e influir manipulando. Y es que los<br />
medios de comunicación no sólo fabrican<br />
o cultivan una opinión sobre algo, sino<br />
que gracias a su omnipresente capacidad<br />
de construcción de las representaciones<br />
simbólicas de la realidad terminan suplantando<br />
esa misma realidad (Parenti, 1993).<br />
4. Colonización mediática<br />
de la comunicación política<br />
Los medios de comunicación de masas han<br />
venido jugando un papel en los procesos políticos<br />
no sólo por su contribución a la formación<br />
de la opinión pública, sino como<br />
fuerza latente que puede ser movilizada al<br />
objeto de enfrentarse a los líderes políticos o<br />
de reforzar la posición defendida por unos y<br />
debilitar la del resto. Lo cierto es que su papel<br />
no ha sido el de meros árbitros; más bien<br />
han ejercido como un “tercer partido”, aliado<br />
o enemigo potencial, que puede cambiar<br />
el equilibrio de fuerzas existente entre las élites<br />
16 . Pero esta peculiar posición, que no es<br />
ni mucho menos nueva, se ha sobredimensionado<br />
a causa de las transformaciones más<br />
15 Danilo Zolo: Il principiato democrático, págs.<br />
177-181. Feltrinelli, Milan, 1992; Commission of the<br />
European Communities: Study on Pluralism and Concentration<br />
in Media. Booz-Allen and Hamilton, Bruselas,<br />
1992.<br />
16 “Su papel (el de la opinión pública) en una<br />
disputa política no es tanto el de árbitro neutral, sino<br />
el de un aliado o enemigo que puede cambiar el equilibrio<br />
de poder por la forma en que deja sentir su peso<br />
alrededor. La adopción de una determinada postura<br />
política ante los medios puede movilizar a un público<br />
como un aliado en los momentos en que otros recursos<br />
para hacer prevalecer el punto de vista de uno no<br />
son suficientes. Asimismo, puede ser utilizada por una<br />
coalición dominante para evitar cualquier posible desafío”.<br />
(Gladys Engel Lang y Kurt Lang: The Battle<br />
for Public Opinion. The President, the Press, and the<br />
Polls during Watergate, pág. 22. Columbia University<br />
Press, Nueva York, 1983).<br />
recientes en el universo de la información.<br />
Los mass media no sólo rivalizan ostensiblemente<br />
con los partidos políticos en la función<br />
de intermediación entre ciudadanos y<br />
decisiones gubernamentales, sino que han<br />
convertido al periodismo en un cauce privilegiado<br />
para la promoción de intereses de<br />
grupos organizados, forzando a los políticos<br />
a adoptar decisiones ventajosas para aquéllos.<br />
Y es que el universo de la comunicación<br />
se proyecta hoy como un archipiélago de<br />
grupos profesionales integrados en un conglomerado<br />
económico-financiero y de negocio<br />
con una creciente vocación de clase gobernante,<br />
que compite con el poder político<br />
por un mismo “territorio de caza” 17 . Como<br />
resultado de estas transformaciones, los medios<br />
han terminado realizando tareas y cumpliendo<br />
misiones para las que ni están habilitados<br />
ni de las que responden, produciendo<br />
consecuencias perversas fruto de la ausencia<br />
de constricciones disuasorias y de los excesos<br />
de la incompetencia y la irresponsabilidad.<br />
En resumidas cuentas, los medios se subrogan<br />
cada vez más poder y más funciones<br />
de naturaleza pública que ejercen sin ningu-<br />
17 Félix Ortega: Los nuevos intelectuales orgánicos,<br />
cap. I, pág. 43. Cook, 1998.<br />
no de los requisitos que formalmente el procedimentalismo<br />
democrático exige a los actores<br />
políticos, principalmente el de transparencia<br />
financiera y asunción de responsabilidad<br />
(Iyengar, 1991).<br />
En este proceso paulatino de ocupación<br />
del espacio público por las grandes<br />
redes medíaticas, los sistemas de comunicación<br />
de masas, con su omnipresencia y<br />
con las imponentes funciones que acaparan,<br />
han irrumpido en el mercado político,<br />
imponiendo sus reglas, su estilo y sus<br />
prioridades y contribuyendo decisivamente<br />
a que el espacio público se transforme<br />
en espacio mediático (Bagdikian, 1992).<br />
Hasta no hace mucho la comunicación<br />
política se producía en partidos y parlamentos<br />
y por la vía de los recursos simbólicos<br />
de las subculturas políticas y el concurso<br />
de los líderes locales. Sin embargo,<br />
hoy salta a la vista que la comunicación<br />
política se ha transmutado en campañas<br />
de marketing, sondeos de opinión, imágenes,<br />
eslóganes y titulares llamativos 18 . El<br />
18 J. Blumler y M. Gurevitch: The crisis of Public<br />
Communications. Routledge, Londres, 1995; Antonio<br />
Cantaro: ‘Dopo la democrazia dei partiti’, Democrazia<br />
e Diritto, núm. 2, págs. 133-135, 1995.<br />
32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 114
ol mediático ha invadido todas las esferas<br />
estatales, incluida la Administración de<br />
justicia, perturbando así la función judicial,<br />
que requiere distancia, sosiego, ecuanimidad<br />
y menos ruido e interferencias.<br />
La videopolítica y la teledemocracia se<br />
han apoderado de la comunicación política<br />
y, en consecuencia, la lógica de la política<br />
se ha rendido a la de la comunicación<br />
mediática, de tal modo que una lógica<br />
funcional no política hegemoniza funciones<br />
centrales desde el punto de vista de la<br />
integración social (en términos de influencia,<br />
autoridad central, capacidad de<br />
negociación, etcétera) encomendadas hasta<br />
ahora a la acción propiamente política<br />
19 . Así, una imagen, un titular o un gesto<br />
adquieren el espesor de un programa y<br />
se convierten en representación simplificada<br />
que ahorra costes de información y<br />
decisión. La estética mediática tiene un<br />
crecimiento exponencial en la organización<br />
del consenso y en la política electoral,<br />
banalizando el contenido de la comunicación<br />
política para que sea consumible<br />
y digerible 20 . Obviamente, el precio de la<br />
simplificación es siempre la exclusión, o<br />
sea, dejar en penumbra zonas de la realidad<br />
que se ignoran y cancelar alternativas<br />
que se silencian. Además, se gobierna de<br />
tal manera para la “galería mediática” que<br />
la espectacularidad o el anuncio de una<br />
medida agota en sí mismo el interés y la<br />
virtualidad política de aquélla (Sánchez<br />
González, 1996; 102-106).<br />
La imposición del código mediático<br />
empuja a la política convencional a abdicar<br />
de aquella función típica de la representación<br />
política cual era el encapsulamiento<br />
comprensivo de intereses, y favorece,<br />
por contra, formas variadas de<br />
localismos, corporatismos y personalismos<br />
que fragmentan al “soberano” y disuelven<br />
el interés general. Los partidos renuncian<br />
de hecho a las propias narrativas,<br />
a los elementos identitarios y a los procesos<br />
discursivos característicos de un ejercicio<br />
cabal y reglado de la representación<br />
política en beneficio de lo rápido, impactante,<br />
polémico-diferenciador o excéntrico<br />
21 . Y así, los actores mediáticos devie-<br />
19 J. Blumler y M. Gurevitch: The Crisis of Public<br />
Communication, págs. 1-4, 212-215.<br />
20 Jean-Claude Guilleband: ‘Les medias contre la<br />
democratie?’, Esprit, núm. 190, págs. 86-101, 1990;<br />
Giovanni Sartori: Homo Videns. Taurus, Madrid,<br />
1998.<br />
21 P. Virilo: Cybermonde.La politique du pire.<br />
Textuel, París, 1996.<br />
22 B. Page: ‘The Mass Media as Political Actors’,<br />
Political Science & Politics, vol. 29, núm. 1, págs.20-<br />
24, 1996.<br />
Nº 114 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
nen actores políticos informales y los actores<br />
políticos, comunicadores 22 . Como<br />
vasos comunicantes, unos y otros permutan<br />
funciones y comparten estilo, plató y<br />
mesa de redacción. Por otro lado, los medios<br />
determinan la agenda setting, ejercen<br />
la función de agregar y priorizar intereses<br />
en la medida en que deciden sobre lo que<br />
es relevante y lo que se excluye, tienen<br />
una influencia determinante en la formación<br />
de las políticas públicas y cuentan,<br />
en cierta medida, a la hora del reclutamiento;<br />
en una palabra, actúan como el<br />
medio más eficaz y rápido de socialización<br />
política 23 .<br />
Otra consecuencia de esta colonización<br />
es que la comunicación política, al<br />
volverse muy asimétrica y dejar de ser interactiva,<br />
se orienta no a un electorado<br />
específico, sino a una audiencia indiferenciada.<br />
Al tomar al ciudadano como<br />
consumidor frente al cual se adoptan estrategias<br />
de marketing, al tratar de inducir<br />
las respuestas y constreñir al máximo<br />
las posibilidades de que se produzcan demandas<br />
exógenas a la oferta, disminuyen<br />
las opciones del elector para determinar<br />
sus funciones de utilidad. El creciente<br />
uso de los sondeos y otras técnicas análogas<br />
(en realidad, una mezcla de mensaje,<br />
consulta y decisión) tiende en la práctica<br />
a suplantar el sufragio universal por las<br />
proyecciones demoscópicas, desvirtúa el<br />
momento de la elección y supone una especie<br />
de “subrogación electrónica” del<br />
electorado. De este modo, se altera el ritmo<br />
del sistema democrático-representativo,<br />
que consentía metabolizar las decisiones<br />
impopulares difiriéndolas en el tiempo<br />
y prevalece un momento informal<br />
sobre el formal y una eventual contraposición<br />
entre la deliberación de los institutos<br />
de la representación y los resultados<br />
de los sondeos 24 . En resumidas cuentas,<br />
no es que, como ha sido habitual, la comunicación<br />
política favorezca la integración<br />
política al precio de reducir la complejidad,<br />
sino que al transmutarse en<br />
comunicación mediática se ha desembarazado<br />
de la sustancia política. Hipotecada<br />
por nuevas dependencias, la comunicación<br />
política se ha poblado de disonancias<br />
que no sólo no producen conocimiento,<br />
sino que agrandan el diferencial<br />
cognitivo y la asimetría entre el transmisor<br />
y el receptor para terminar vaciando<br />
23 Antonio Cantaro: ‘Dopo la democrazia dei<br />
partiti’, Democrazia e diritto, núm. 2, págs. 152 y<br />
153; P. Seyd: ‘In Praise of Party’, Parliamentary Affairs,<br />
vol. 51, núm. 2, págs. 198-208, 1998.<br />
24 Rodotà: 580, 1993; Th. Patterson: 1998.<br />
RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />
o desactivando la motivación y el interés<br />
por participar 25 .<br />
5. Metamorfosis de la democracia<br />
y declinar de la representación<br />
Así las cosas, no es aventurado afirmar<br />
que la democracia está experimentando<br />
una profunda mutación, sin que la mayoría<br />
de los teóricos de la democracia se hayan<br />
hecho cargo de sus efectos para el<br />
funcionamiento del modelo pluralista. El<br />
hecho evidente es que asistimos a una<br />
nueva performance de la democracia basada<br />
en imágenes más que en programas, en<br />
emociones más que en reflexiones, en la<br />
confianza en un líder y no en la idea de<br />
mandato, en la popularidad y no en el<br />
consenso sobre políticas 26 . Se han generado<br />
otros cauces de intervención y participación<br />
con un formato acorde con la hegemonía<br />
mediática y que, en la práctica,<br />
cancelan formas de intermediación espacial<br />
y temporal específicas de la democracia<br />
representativa (Patterson, 1998; 65-<br />
66). Gracias a la explotación de los recursos<br />
de la telemática, multimediáticos y de<br />
las nuevas redes de comunicación, los “foros”<br />
de deliberación política y demás formas<br />
nuevas de participación inmediata y<br />
directa, los debates en televisión, los chats<br />
en Internet, ágoras en el ciberespacio y<br />
otras experiencias análogas de diseño participativo<br />
se explotan como “el no va<br />
más” al precio de dejar a las instituciones<br />
democráticas sin oportunidad de tomar<br />
decisiones informadas y reflexivas 27 .<br />
Existen, además, nuevos agentes políticos<br />
formales e informales, como empresarios<br />
electorales, expertos en comunicación,<br />
institutos demoscópicos, tertulianos,<br />
etcétera, todos los cuales estructuran<br />
la comunicación política como un juicio<br />
en los términos específicos que ellos proponen<br />
y como lo proponen. Promocionan<br />
un principio de distinción que no<br />
procede de los elementos expresivos de<br />
identidades sociales establecidas, sino que<br />
la oferta diferenciada brota de un “enclave<br />
inducido y situacionista” basado en la<br />
personalización y en la defensa de un is-<br />
25 S. Fabbrini: ‘La leadership politica nella democrazia<br />
delle comunicazioni di massa’, Democrazia e<br />
diritto, vol. 30, núm. 2, págs. 170-174, 1990.<br />
26 G. Pasquino: ‘Personae non grattae? Personalizzazione<br />
e spettacolarizzazione della politica’, en Polis,<br />
núm. 2, 1990.<br />
27 D. Rossetti di Valdalbero, J. Berleur y T.<br />
Nguyen: ‘La démocratie represéntative face à la société<br />
de l’information en Europe’, Il Politico. vol. LXIII,<br />
núm. 1, págs. 147 y sigs.; R. Rosencrace: The Rise of<br />
the Virtual State: Wealth and Power in the Coming<br />
Century. Basic Books, Nueva York, 1999.<br />
33
BONAPARTISMO MEDIÁTICO Y DEMOCRACIA DEFECTIVA<br />
sue concreto predeterminado 28 . Por otro<br />
lado, los nuevos destinatarios de la actividad<br />
política no son vistos ya como enclaves<br />
de electores con intereses propios<br />
(cleavages sociales), sino que son concebidos<br />
como un sujeto indistinto o audiencia<br />
indiferenciada y como un público que<br />
reacciona a los estímulos teledirigidos.<br />
Los distintos grupos de electores, explica<br />
Bernard Manin, no reclaman hoy una representación<br />
específica, sino que, al igual<br />
que el público del teatro o del cine, enjuician<br />
no el grado de sintonía de la obra<br />
con su propia identidad y sus intereses, sino<br />
básicamente la calidad de la representación<br />
puesta en escena y el atractivo de<br />
los diversos protagonistas (Manin, 1995;<br />
286). Así las cosas, no cabe sino certificar<br />
la desactivación de los controles clásicos<br />
de procedencia social o política. Hoy, en<br />
lugar del parlamento son los medios los<br />
que en mayor medida ejercen a su arbitrio<br />
e interés la función de control, saltándose<br />
el circuito de las instituciones representativas<br />
y diluyendo el régimen tasado<br />
de la responsabilidad 29 .<br />
Muchos, fascinados con la omnipresencia<br />
de las nuevas tecnologías de la información<br />
y su capacidad multiuso, sueñan con<br />
una democracia electrónica de “sala de estar”<br />
30 . Otros ven en el auge de la questiontime<br />
como técnica de intervención parlamentaria,<br />
en las encuestas al momento o en<br />
la comunicación política en el ciberespacio<br />
la prueba de que, por fin, hay una democracia<br />
en tiempo real. “Democracia de opinión”<br />
(Minc) 31 o “democracia del público”<br />
(Manin, 1995; 279) son expresiones para<br />
referirse a esta nueva metamorfosis que estamos<br />
describiendo. Y no faltan quienes, al<br />
advertir la deriva populista inducida por la<br />
selección de los asuntos, el modo de tratarlos<br />
y el revival organicista de las nuevas comunidades<br />
de emoción promocionadas mediáticamente,<br />
pronostican que la democracia<br />
del nuevo siglo será una “democracia de<br />
emoción” (Rosanvallon, 1998, 48). El precio,<br />
claro está, es la trivialización y la simplificación<br />
de una democracia privada de las<br />
condiciones para la reflexión y la deliberación<br />
(Portinaro, 1995, 44; Page, 1996).<br />
28 Bernard Manin: 290, 1995; Antonio Cantaro:<br />
Dopo la democrazia dei partiti, pág. 159.<br />
29 Rodottà: 573, 1993; C. Bellamy y J. Taylor:<br />
Governing in the information Age. Open Univeresity<br />
Press, Milton Keynes, 1998.<br />
30 D. Rossetti di Valdalbero, J. Berleur, y T.<br />
Nguyen: La démocratie représentative face à la société<br />
de l’information en Europe, pág.150 y sigs.; Rodotà:<br />
582, 1993.<br />
31 A. Minc: L`ivresse démocratique, Gallimard,<br />
París, 1994.<br />
Asimismo, la presión mediática ha inclinado<br />
la balanza hacia el lado de la personalización<br />
como forma de resolver la<br />
crisis de la representación y del reclutamiento<br />
político. El resultado final es que<br />
la democracia se ha vuelto más “plebiscitaria<br />
y cesarista” que representativa y deliberativa.<br />
El líder encarna hoy la función<br />
expresiva y simbólica, y los seguidores se<br />
identifican con aquél más que con el partido,<br />
convertido básicamente en un instrumento<br />
al servicio de la causa del primero.<br />
El líder reclama un “poder de prerrogativa”<br />
para tomar decisiones<br />
singulares en contextos imponderables y,<br />
en vez de programa, demanda confianza y<br />
autonomía para corregir la oferta en función<br />
de las reacciones del público (Bernard<br />
Manin, 1995, 282, 288). Obviamente,<br />
la ingeniería electoral que más se<br />
adecua a esta atmósfera es el sistema mayoritario<br />
y una democracia de referéndum,<br />
a pesar de que uno y otra produzcan<br />
resultados de suma cero (Calise 1995,<br />
21-23). Instalados en esa pendiente, se favorece<br />
la desinstitucionalización en la selección<br />
del personal político, de modo<br />
que los dirigentes no proceden de un tradicional<br />
cursus honorum en el partido, sino<br />
que muchos surgen tras triunfar en un<br />
debate televisivo, es decir, se seleccionan<br />
por su rendimiento mediático o, en última<br />
instancia, se extraen de la cantera de<br />
los “independientes”.<br />
Si recapitulamos lo hasta aquí expuesto,<br />
la conclusión es que la política se desarrolla<br />
en contextos y condiciones que la<br />
tornan más impotente y autorreferencial,<br />
proyectándose como una realidad desacreditada<br />
e inerme frente a los embates de<br />
otros poderes. La colonización (privada)<br />
del espacio público de la comunicación<br />
política banaliza la acción política, distorsiona<br />
el rol de sus instituciones, altera su<br />
identidad y propende a convertir el poder<br />
político en un poder subalterno de otros<br />
poderes opacos y exentos de constricciones<br />
regladas. Claro que la institución que<br />
más se resiente por este estado de cosas es<br />
la representación política, amenazada por la<br />
manipulación de los distintivos que la constituyen.<br />
El atributo de la sensibilidad (responsiveness)<br />
hacia los intereses de los electores,<br />
es decir, la receptividad hacia lo que<br />
es relevante para ellos, se halla muy demediado,<br />
una vez que gracias a la propaganda-publicidad<br />
las demandas casi se crean<br />
desde el lado de la oferta y se puede imponer<br />
la agenda e indiciar las respuestas<br />
de los electores. Igualmente, tal como se<br />
ha señalado más arriba, se desactivan los<br />
controles clásicos y el régimen tasado de<br />
la responsabilidad (accountability). Ocurre,<br />
incluso, que responsables políticos<br />
tratan de consumar a veces un pacto tácito<br />
con quienes controlan influyentes medios<br />
de comunicación, en virtud del cual<br />
los primeros ceden en autonomía y pagan<br />
en legitimación de los intereses de los segundos<br />
el auxilio que éstos les brindan<br />
para tapar algún escándalo o escamotear<br />
en un trance delicado la obligación política<br />
de dar cuentas públicamente. Pero no<br />
sólo las practicas de colusión, sino también<br />
la enorme asimetría de información<br />
y manejo de recursos políticos entre los<br />
agentes político-mediáticos y los ciudadanos<br />
asegura a aquéllos gran margen de<br />
maniobra y estimula la tentación de eludir<br />
los controles democráticos y hacer inverificables<br />
las divergencias con los intereses<br />
de los ciudadanos 32 . Éstas y otras estrategias<br />
de manipulación crean<br />
confusión de poderes y, desde luego, desvitalizan<br />
las instituciones de la representación<br />
y los controles democráticos 33 . Quizá<br />
el resultado institucional más expresivo<br />
de este estado de cosas es un parlamento<br />
que actúa, más bien, como caja de resonancia<br />
de asuntos que realmente se dirimen<br />
fuera y que se ha transformado en<br />
un lugar donde los argumentos resultan<br />
irrelevantes y lo que cuenta es el titular<br />
escandaloso 34 . En resumidas cuentas, política<br />
mercantilizada, endogamia partidista<br />
y “bonapartismo mediático”, componentes<br />
definitorios de las actuales democracias<br />
defectivas, impactan en la misma<br />
línea de flotación de la democracia representativa,<br />
haciendo incontrolable la vulnerabilidad<br />
de los dirigentes, expulsando<br />
de la vida política cualquier criterio homologable<br />
de mérito y dejando bajo mínimos<br />
las condiciones de la competición<br />
democrática.<br />
Para esta clase de males es verdad que<br />
no hay remedios fáciles. Y aunque no sea<br />
nuestro objetivo adentrarnos por esa senda,<br />
poco transitada por cierto, sólo haré<br />
una observación final en esa dirección. Si<br />
atendemos a las funciones y al poder que<br />
acumula el conglomerado informático-<br />
32 D. Arnold: ‘Can Inattentive Citizens Control<br />
Their Elected Reprsentatives?’, en L. Dodd y B. Oppenheimer<br />
(eds.): Congress Reconsidered, págs. 401-<br />
416. Congressional Quarterly Press, Washington.<br />
DC, 1993.<br />
33 J. M. Maravall: Acountability and Manipulation,<br />
en Przeworski, Stokes y Manin (eds.), 162, 1999.<br />
34 Sobre la relación medios de comunicación/parlamento<br />
véase J. Vilas Nogueira: ‘Influencia de los medios<br />
audiovisuales en el rol del Parlamento’, en M. Ramírez<br />
(ed.): El Parlamento a debate, págs. 155-171.<br />
Trotta, Madrid, 1997.<br />
34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 114
mediático, y dado que las estrategias de<br />
formación de la opinión obedecen cada<br />
vez más a intereses mercantiles, no se explica<br />
que siga en buena parte inédito el<br />
gran debate sobre la responsabilidad pública<br />
de los medios y que este asunto no<br />
ocupe, todavía, un puesto central en la<br />
agenda política, e igualmente que, dada<br />
su dimensión transnacional, no figure,<br />
por ejemplo, entre las prioridades de la<br />
Unión Europea 35 . El desarrollo de nuevos<br />
mecanismos de protección de los ciudadanos<br />
y de los derechos de los usuarios<br />
frente al poder concentrado de quienes<br />
controlan el mercado de productos de<br />
consumo informativo, la transparencia<br />
35 Ph. Schlesinger, ‘Europe’s Contradictory<br />
Communicative Space’, Daedalus, vol. 23, núm. 2,<br />
págs. 25-49, 1994.<br />
36 F. Laporta: El derecho a informar y sus enemigos,<br />
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 72, pág. 19,<br />
1998; J. J. de Bresson: ‘De la déontologie de la télématique’,<br />
Revue Politique et Parlamentaire, núm. 994,<br />
págs.100-109, 1998; F. Bastida Freijedo: El régimen<br />
jurídico de la comunicación social. Instituto de Estudios<br />
Económicos, Madrid, 1994.<br />
37 A. Michnik & J. Rosen: ‘The Media and Democracy:<br />
a Dialogue’, Journal of Democracy, vol. 8,<br />
núm. 4, pág. 91, 1997.<br />
Nº 114 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
del capital en los medios, los límites al<br />
oligopolio, la competencia desleal, las injerencias<br />
clientelares del poder social sobre<br />
los medios, el corporativismo profesional,<br />
etcétera, son, entre otros muchos,<br />
asuntos que urgen una regulación adecuada<br />
36 . El editor e intelectual polaco A.<br />
Michnik ha comparado el poder de los<br />
medios nada menos que con el poder nuclear<br />
37 . ¿Cabe, entonces, que un poder de<br />
estas proporciones continúe aún sin constricciones<br />
jurídicas apropiadas y, desde un<br />
punto de vista público y democrático, por<br />
tanto, desprovisto de controles y exento de<br />
responsabilidad? Del alcance y eficacia de ese<br />
nuevo derecho, aún por venir, y, desde luego,<br />
del resurgimiento y empuje de un constitucionalismo<br />
reforzado va a depender<br />
el que las presiones inquietantes de esta<br />
suerte de “bonapartismo mediático” en<br />
boga no terminen por arruinar la democracia<br />
reduciéndola a una ficción procedimental.<br />
n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
RAMÓN VARGAS-MACHUCA<br />
BAGDIKIAN, B.: The Media Monopoly. Beacon, Boston,<br />
1992.<br />
BRENNAN, G. y HAMLIN, A.: ‘On Political Representation’,<br />
British Journal of Political Science, vol.<br />
29, núm. 3, págs. 357-374, 1999.<br />
CALISE, M.: (1995), ‘Del partito dei media alla<br />
corporation multimediale’, Quaderni si sociologia,<br />
vol. 35, núm. 1, págs. 23-39, 1995.<br />
CASTELLS, M.: La era de la información. Economía,<br />
sociedad y cultura, 3 vols. Alianza, Madrid, 1997-<br />
1998.<br />
COLLIER, D., y LEVITSKY, S.: ‘Democracy with adjectives.<br />
Conceptual Innovation in Compararative<br />
Research’, World Politics, núm. 49, págs. 430-451,<br />
1997.<br />
CHOUCRI, N. (ed.): ‘CyberPolitics in International<br />
Relations’, International Political Science Review,<br />
vol. 21, núm. 3, 2000.<br />
COOK, Th.: Governing with the news. The news media<br />
as a Political Institution. University of Chicago<br />
Press, 1998.<br />
IYENGAR, S.: Is Anyone Responsible? How Television<br />
Frames Political Issues. University of Chicago Press,<br />
1991.<br />
MANIN, B.: Principes du Gouvernement Représentatif.<br />
Calmann-Lévy, París, 1995.<br />
MERKEL, W.: Defective Democracies. Working Paper<br />
núm. 132. Centro de Estudios Avanzados en<br />
Ciencias Sociales, Madrid, 1999.<br />
PAGE, B.: Who Deliberate? Mass Media in Modern<br />
Democracy. Chicago University Press, 1996.<br />
PARENTI, M.: Inventing Reality. The Politics of<br />
News Media. St. Martin’s, Nueva York, 1993.<br />
PATTERSON, Th.: ‘Time and News: The Media’s<br />
Limitations as an Instrument of Democracy’, International<br />
Political Science Review, vol. 19, núm.<br />
1, págs. 55-67, 1998.<br />
PORTINARO, P. P.: ‘Sulla Illegitimittà del Nuovo’,<br />
Teoria politica, vol. XI, núm. 1, págs. 17-44, 1995.<br />
PRZEWORSKI, A.; STOKES, S. C., y MANIN, B.<br />
(eds.): Democracy, Accountability, and Representation.<br />
Cambridge University Press, 1999.<br />
RODOTÀ, S.: (1993), ‘La sovranità nel tempo della<br />
tecnopolitica. Democrazia elettronica e democrazia<br />
rappresentativa’, Politica del Diritto, vol. XXIV,<br />
núm. 4, págs.569-600, 1993.<br />
ROSANVALLON, P.: ‘Le nouveau travail de la represéntation’,<br />
Esprit, núm. 2, págs. 37-50, 1998.<br />
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, S.: Los medios de comunicación<br />
y los sistemas democráticos. Marcial Pons, Madrid,<br />
1996.<br />
ZOLO, D.: ‘Televisione e potere’, Democrazia e diritto,<br />
vol. 33, núm. 1, págs. 223-230, 1993.<br />
Ramón Vargas-Machuca Ortega es catedrático<br />
de Filosofía Política y Teoría de la Democracia en<br />
la Universidad de Cádiz.<br />
35
LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />
Sobre arqueología, patrimonio e identidad<br />
Introducción<br />
El interés (científico, práctico y político)<br />
cada vez mayor del patrimonio cultural, el<br />
peso que el patrimonio arqueológico posee<br />
dentro de él, el hecho de que la Arqueología<br />
sea una de las disciplinas más útiles para<br />
estudiar y gestionar el patrimonio cultural,<br />
y la importancia que a menudo la<br />
prehistoria y etapas remotas de la historia<br />
(que sólo mediante la Arqueología pueden<br />
ser conocidas) adquieren para fundar la<br />
identidad, justifica de sobra la discusión<br />
sobre el estatuto de esta disciplina y su incorporación<br />
a cualquier debate sobre la<br />
identidad y la memoria, sobre el presente y<br />
el pasado.<br />
Nuestro texto pretende ofrecer una<br />
aportación crítica: no afirma que la pregunta<br />
implícita en el título (¿puede o debe<br />
la Arqueología contribuir a construir una<br />
identidad cultural, nacional, comunitaria<br />
o subjetiva?) tenga una respuesta positiva o<br />
que se pueda abordar con candidez. Antes<br />
bien, revisa estos temas desde una Arqueología<br />
concebida como “práctica para el inventario,<br />
valoración e interpretación del patrimonio<br />
cultural” (que es lo que ha sido<br />
siempre la Arqueología en cuanto disciplina<br />
científico-académica) hasta una Arqueología<br />
entendida como “tecnología de la memoria”<br />
(que sería la redefinición necesaria que hoy,<br />
en las puertas del tercer milenio, es posible<br />
hacer de la Arqueología). Estas dos definiciones<br />
de la Arqueología se sintetizan en<br />
una tercera que la aprehende como tecnología<br />
de gestión del Patrimonio Cultural.<br />
Identidad, historia, memoria e interpretación:<br />
cautelas desde la Arqueología<br />
En cuanto que ciudadano, el autor de estas<br />
líneas cree que la identidad social se debe<br />
basar no en un pasado común, en una historia<br />
compartida o en una unidad de destino,<br />
sino en un conjunto (que no en una<br />
singularidad) de valores actuales, compartidos,<br />
consensuados y autodeterminados.<br />
FELIPE CRIADO BOADO<br />
La identidad no puede ser unidimensional;<br />
la forma de definir la identidad debe<br />
ser tal que permita evitar a priori toda tentación<br />
o posibilidad de tiranía, como se deriva<br />
del siguiente texto escrito al inicio del<br />
conflicto de los Balcanes y que está autentificado<br />
porque ahora, casi diez años más<br />
tarde, sabemos lo que ocurrió:<br />
“Junto a muchos otros millones de croatas, me<br />
clavaron en el muro de la nacionalidad, no sólo por<br />
la presión exterior de Serbia y del Ejército Federal, sino<br />
por la homogeneización interna en Croacia. Esto<br />
es lo que la guerra nos está haciendo, reducirnos<br />
a una única dimensión: la nación. El problema con<br />
esta nacionalidad es que, antes, se me definía por mi<br />
educación, mi trabajo, mis ideas, mi carácter y, por<br />
supuesto, también por mi nacionalidad. Ahora se<br />
me han arrebatado todo. No soy nadie porque ya no<br />
soy una persona. Soy, simplemente uno de los 4,5<br />
millones de croatas” (Slavenka Drakulic, Time, 20 de<br />
enero de 1992).<br />
En cuanto que científico, esto es: como<br />
profesional esforzado de una disciplina de<br />
conocimiento histórico que se quiere científica<br />
y se sabe no-ciencia, el autor sabe que<br />
nada de lo que existe ha existido siempre,<br />
existe por sí mismo, ni existirá para siempre.<br />
Por ello conviene comenzar este texto<br />
con dos notas iniciales que marcan las coordenadas<br />
de nuestra propuesta.<br />
En primer lugar, a pesar de una historia<br />
intelectual que identifica en Occidente la<br />
historia con el tiempo, nuestra propuesta<br />
propone un desplazamiento del tiempo hacia<br />
el espacio, que es también un desplazamiento<br />
“de la metafísica de la historia a la física<br />
del acontecimiento”. En relación al<br />
tiempo, el ser no es un ser-desde ni un serpara.<br />
El ser histórico es un ser que deriva de<br />
una historia, que posee una historicidad,<br />
que es inteligible en la medida en que se sabe<br />
producto y medio de una historia. Precisamente<br />
por ello, no podemos (a diferencia<br />
de lo que frecuente si no dominantemente<br />
han hecho la historia y la filosofía<br />
occidental) sustantivizar el tiempo, esencia-<br />
lizarlo o convertirlo en esencia. El tiempo,<br />
que sabemos lo que es cuando hablamos en<br />
términos psicológicos, físicos o cronológicos<br />
recientes, debe ser sustituido por la temporalidad<br />
cuando lo tratamos en el espesor de<br />
una historia profunda, un espesor que incorpora<br />
horizontes de subjetividad, formas<br />
de racionalidad, concepciones del tiempo<br />
que abrigaron otras sociedades, otra gente<br />
y que son diferentes a los nuestros mismos.<br />
En segundo lugar, a pesar de una historia<br />
intelectual que identifica a Europa<br />
con el humanismo, se debe recordar aún<br />
que la mera invocación al hombre no tiene<br />
capacidad explicativa de lo real. Cada vez<br />
que se apunta al hombre como origen y<br />
fin de lo realmente existente se está escamoteando<br />
la posibilidad de alcanzar una<br />
auténtica comprensión de los procesos,<br />
fuerzas, motivaciones, que subyacen a la<br />
realidad. Si se invoca al hombre, hay que<br />
hacerlo de una forma radical, aceptando<br />
que el individuo no es nada más que un<br />
punto, un punto en un espacio cruzado, armado<br />
y tal vez fisurado por relaciones de<br />
poder. Nuestra propuesta plantea un “desplazamiento<br />
de lo individual a lo social”.<br />
En vez de insistir en una metafísica del sujeto,<br />
se debe perseguir una historicidad radical<br />
que reconozca que, en relación con la<br />
historia, el ser no es un ser-solo ni un autoser.<br />
“El ser histórico es un ser social”, preñado<br />
por una cultura y determinado por<br />
formaciones socio-culturales concretas. Precisamente<br />
por ello, para comprender la dimensión<br />
socio-histórica de lo humano no<br />
podemos sustituir el análisis crítico de las<br />
estrategias de saber y poder por una invocación<br />
genérica al “hombre”.<br />
Aunque hablamos de Arqueología, estas<br />
reflexiones han surgido fundamentalmente<br />
en el ámbito de la filosofía y de la<br />
historia. Incluyen una actualización de<br />
Nietzsche que autores como Foucault incorporaron<br />
a la crítica y práctica de las llamadas<br />
ciencias humanas. Aunque esta lí-<br />
36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
nea de pensamiento goza de cierta impopularidad<br />
hoy día, mantiene su actualidad.<br />
Particularmente, en el campo de la historia,<br />
ha profundizado en todo ello J. C.<br />
Bermejo que, a través de su Historia teórica,<br />
pretende primero criticar la función legitimadora<br />
del discurso histórico como saber<br />
burgués y moderno que construyó las<br />
bases intelectuales del Estado-Nación (Bermejo,<br />
El final de la historia. Ensayos de historia<br />
teórica I, Akal, 1987), y después reconstruir<br />
una práctica histórica emancipada<br />
de las ataduras de la metafísica<br />
occidental del tiempo y el sujeto (Bermejo,<br />
Replanteamiento de la historia. Ensayos<br />
de historia teórica II, Akal, 1989, y Genealogía<br />
de la historia. Ensayos de historia teórica<br />
III, Akal 1999).<br />
Estas puntualizaciones poseen implicaciones<br />
prácticas concretas. La Arqueología<br />
no muestra las raíces, no es un viaje por el<br />
pasado de nuestra sociedad, de nuestra cultura,<br />
de nuestra identidad. No sólo porque<br />
no puede hacer ese viaje, sino porque<br />
en el pasado remoto no existió esa sociedad,<br />
esa cultura, esa identidad. Suponer que existió<br />
es la mejor forma de recuperar una metafísica<br />
muy occidental ella, muy moderna,<br />
pero poco plural y nada objetiva. Sería fácil<br />
creer en esa posibilidad para a continuación<br />
crear la identidad étnica o nacional<br />
sobre esa quimera. Pero conocemos demasiado<br />
bien las consecuencias negativas de<br />
esa filosofía para porfiar en el empeño.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
De hecho es frecuente “reconocer en el<br />
pasado prehistórico las formas de lo contemporáneo”.<br />
La Arqueología y la prehistoria<br />
han sido utilizadas a menudo como discurso<br />
de legitimación de aspiraciones sociales,<br />
de reclamaciones nacionales o de<br />
identificaciones étnicas. Lo más nocivo<br />
de tales usos de la Arqueología no son ciertos<br />
excesos científicos fáciles de identificar y<br />
refutar, aunque no de destruir; sino el hecho<br />
de que estas propuestas constituyen un lugar<br />
común y una forma de argumentar característica<br />
del razonamiento occidental inscrita<br />
en el “sentido común” moderno. Destruir<br />
la noción de que la expansión,<br />
aparentemente desde la península Ibérica, a<br />
principios de la Edad del Bronce (2500-<br />
1500 a. de J. C.) por toda Europa de un<br />
prototipo de cerámica muy característico<br />
(la denominada “cerámica campaniforme” o<br />
bell-beaker por la forma de campana de sus<br />
vasos) representó la primera unificación política<br />
de Europa a cargo de una especie de<br />
proto-españoles (teoría “curiosamente”<br />
coincidente con el fascismo español y autárquico<br />
de mediados de los años cuarenta),<br />
puede costar más o menos a los prehistoriadores;<br />
pero desarraigar el efecto de esas<br />
teorías en el público y, sobre todo, convencer<br />
a nuestros conciudadanos de la improcedencia<br />
de utilizar argumentos explicativos<br />
de carácter cronológico (“esto se hace así<br />
porque así se hace desde siempre”), genealógicos<br />
(“esto es así porque su origen fue<br />
éste”) y arqueológicos (“esto es así porque<br />
tiene orígenes remotos en la prehistoria”), es<br />
tarea harto más difícil. Como decía G. Bachelard,<br />
“una imagen nueva le cuesta tanto<br />
a la humanidad como un carácter nuevo a la<br />
flor”. Y aquí no estamos hablando sólo de<br />
imágenes (el vaso campaniforme como representación<br />
de identidades actuales), sino<br />
de fórmulas argumentales y comodines para<br />
pensar (que toman la prehistoria como<br />
fundamento de todo lo que parece natural,<br />
como noche oscura de la que procede todo<br />
aquello que conviene creer que ha existido<br />
siempre y de lo que conviene no indagar cómo<br />
ha llegado a existir).<br />
Como dice F. Savater (a propósito de<br />
una crítica de las ideologías étnico-nacionales),<br />
no se puede refutar la historia en<br />
nombre de la prehistoria. Por dos conjuntos<br />
de motivos, añadiríamos. Por imperativo<br />
ético y social: torcer siglos de historia y/o<br />
consensos actuales en nombre de un prístino<br />
origen no es de recibo. Y por imperativo<br />
empírico y científico: habitualmente el<br />
conocimiento escaso que tenemos de la<br />
prehistoria no convalida tales propósitos.<br />
Pero precisamente ahí radica el problema:<br />
el conocimiento de la prehistoria es<br />
tan parco que la interpretación arqueológica,<br />
hábilmente movilizada, puede llegar a<br />
justificar casi cualquier lectura o intención.<br />
Esto supone un problema para los arqueólogos<br />
y la Arqueología: hace necesario dedicar<br />
ingentes esfuerzos a pensar los límites<br />
37
LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />
y posibilidades de la interpretación arqueológica,<br />
toda vez que ya se ha escurrido para<br />
siempre la creencia conciliadora en un<br />
conocimiento objetivo y contrastable que<br />
un día preconizó el positivismo y que mucho<br />
después las ciencias históricas y la Arqueología<br />
han descubierto que era un imposible<br />
en estos ámbitos del saber (desde<br />
hace casi dos décadas, la objetividad o subjetividad<br />
de la interpretación arqueológica<br />
es uno de los tópicos de reflexión más importantes<br />
en el campo de la Arqueología).<br />
Pero este problema tiene otras implicaciones,<br />
ya que las posibilidades reales de<br />
manipular la documentación arqueológica<br />
para hacerle decir casi cualquier contenido,<br />
para sostener una lectura y su contraria,<br />
son consustanciales a las características del<br />
registro empírico que utilizamos y a las insuficiencias<br />
del método arqueológico (y decimos<br />
conscientemente “método”, en su<br />
acepción de procedimiento para determinar<br />
el grado de certeza de nuestras hipótesis).<br />
Por todas estas razones, la Arqueología,<br />
al igual que cualquier investigación histórica,<br />
“no es la recuperación de la memoria”.<br />
La Arqueología es la construcción de la<br />
memoria. La “memoria arqueológica” no<br />
existe en el mundo y la Arqueología a continuación<br />
la encuentra. La memoria arqueológica<br />
se construye de forma activa en el<br />
presente, dentro de un presente determinado<br />
y cambiante. Por tanto, ella misma<br />
cambia; en un momento privilegia una cosa<br />
y a continuación la contraria; y este proceso<br />
es tan exacerbado que no sólo cambia<br />
la “interpretación arqueológica”, sino la<br />
propia noción de “qué es un dato arqueológico”<br />
en un momento dado. De hecho,<br />
también en Arqueología la dialéctica entre<br />
la memoria y el olvido representa muy bien<br />
las características dominantes de cada momento,<br />
y en concreto la inflexión determinada<br />
del sistema de saber-poder de ese momento.<br />
La Arqueología, pues, al igual que<br />
cualquier otra disciplina histórica, ha sido y<br />
es dentro del saber moderno una “tecnología<br />
de la memoria”. Esta definición encierra<br />
posibilidades y limitaciones, tanto como<br />
bondades y peligros.<br />
Por tanto, armados con todas estas cautelas<br />
críticas y reflexivas es como podemos<br />
afrontar la relación de la Arqueología y la<br />
prehistoria con los temas que aquí se debaten.<br />
Memoria, huella, monumento y patrimonio:<br />
precisiones desde la Arqueología<br />
A partir de las cautelas anteriores, intentaremos<br />
ahora ofrecer una encadenación de<br />
conceptos operativos que permitan tratar<br />
estas temáticas desde la Arqueología, que<br />
ofrezcan claves de razón práctica para “actuar<br />
con la Arqueología dentro del presente”.<br />
Si, como decía Foucault, un libro es<br />
una caja de herramientas, los conceptos<br />
son las herramientas mismas, y con ese afán<br />
instrumental y pragmático es con el que<br />
definiremos una serie de términos.<br />
Definición de Arqueología<br />
Podemos aportar dos definiciones de la Arqueología;<br />
primero probaremos con una<br />
de carácter más teórico e investigador y<br />
volveremos al final sobre una definición<br />
más concreta y pragmática: la Arqueología<br />
es la disciplina que estudia, basándose en el<br />
registro arqueológico, la integración de la<br />
cultura material en los procesos socioculturales<br />
de construcción de la realidad.<br />
Esta definición nos fuerza a considerar<br />
otros conceptos relacionados que, si se incorporan<br />
a la reflexión intelectual y a la acción<br />
cultural, nos permiten integrar de forma<br />
positiva la práctica arqueológica y el<br />
pasado prehistórico en la vida actual.<br />
Esta definición plantea, ante todo, “dudas<br />
sobre la viabilidad de la misión arqueológica”<br />
sobre las posibilidades reales del conocimiento<br />
arqueológico de lo prehistórico.<br />
El trabajo arqueológico puede ser manipulado<br />
porque nos falta el texto escrito o, mejor,<br />
una representación fidedigna de la racionalidad<br />
original. La Arqueología prehistórica<br />
o remota (o cualquier Arqueología<br />
que se realice en situación de falta de registros<br />
escritos u orales) implica una operación<br />
cognitiva que hace presente una racionalidad<br />
ausente y que por tanto la presupone,<br />
sobreentiende un sentido. Así pues, la Arqueología<br />
puede incurrir en riesgo de sub-<br />
jetividad y manipulación, debiendo armarse<br />
(como preconizábamos más arriba) teórica,<br />
metodológica y críticamente contra<br />
todo ello para reintegrar el sentido dentro<br />
de ella, para sustituir la racionalidad ausente.<br />
El descubrimiento de esta racionalidad,<br />
por otra parte, sería la mayor aportación<br />
que la Arqueología podría rendir al<br />
saber y a la sociedad. Sin embargo, como<br />
tal objetivo de trabajo a menudo no es más<br />
que un espejismo, escurridizo. En ausencia<br />
de esa racionalidad, la manipulación y subjetividad<br />
más descaradas pueden hacer su<br />
aparición en el campo de la Arqueología,<br />
un riesgo para el que nos cautelábamos más<br />
arriba.<br />
La anterior definición también plantea<br />
reflexiones y posibilidades que atañen<br />
de forma directa a las nociones de memoria,<br />
patrimonio y monumento. Este último<br />
concepto es especialmente relevante porque,<br />
una vez superados los tiempos en<br />
los que de hecho constituía el patrimonio<br />
(en la España predemocrática el Patrimonio<br />
Artístico Nacional estaba integrado por los<br />
monumentos histórico-artísticos), los monumentos<br />
siguen no obstante siendo la entidad<br />
más importante o incluso significativa<br />
del patrimonio, y desde esa importancia<br />
funcionan como representación genuina de<br />
la memoria. Así ocurre que los “monumentos<br />
son el lugar privilegiado de la memoria”.<br />
Pero “¿qué es un monumento?” La definición<br />
anterior nos permite precisar y expandir<br />
la noción de monumento, pero para<br />
ello es necesario antes integrar la noción<br />
más amplia de “cultura material” y la más<br />
técnica de “registro arqueológico”.<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
Definición de cultura material<br />
Son los productos (por ejemplo, resultados:<br />
una arquitectura, una cerámica, una herramienta)<br />
formales (por ejemplo, entidades<br />
tridimensionales) de las prácticas sociales<br />
que muestran una determinada relación entre<br />
el pensamiento y el mundo, que son el<br />
resultado de una cierta orientación del pensamiento<br />
y el ser hacia el mundo. El énfasis<br />
que la cultura pone en la definición y constitución<br />
de la identidad se debe completar<br />
con el tratamiento de la cultura material,<br />
que viene a ser la materialidad de lo cultural<br />
y, por tanto, la materialización de la<br />
identidad. Aunque una cultura no se puede<br />
confundir con sus productos, los productos<br />
materiales de la cultura representan los valores,<br />
normas y sentidos de esa cultura que,<br />
al producirse materialmente, reproducen a<br />
aquella. El estudio de la cultura material<br />
permite, por tanto, completar nuestro conocimiento<br />
de la cultura y sus características.<br />
Ello es particularmente cierto porque la<br />
cultura material, en vez de ser estática y<br />
neutra, es el recurso de adaptación del ser<br />
humano al mundo, y es también el recurso<br />
de estrategias de poder concretas; la cultura<br />
material es social y política: se produce socialmente<br />
(por ejemplo, la ‘fabrica’ un individuo<br />
según determinaciones marcadas por<br />
la sociedad y la tradición) y culturalmente<br />
(por ejemplo, está cargada por contenidos y<br />
sentidos concretos). La cultura material significa<br />
algo, expresa ese algo y esa expresión<br />
sirve para producir efectos determinados<br />
sobre el mundo.<br />
Pero la cultura material en Arqueología<br />
no aparece de forma directa, sino que se<br />
nos da incluida en un conjunto empíricológico<br />
diferente, más vasto y que posee una<br />
problemática adicional, y que denominamos<br />
registro arqueológico.<br />
Definición de registro arqueológico<br />
Es cómo se presenta hoy día la cultura material<br />
después de que, una vez formada, haya<br />
sido afectada por los procesos que los arqueólogos<br />
denominamos deposicionales y<br />
posdeposicionales, esto es, los procesos que<br />
determinan la incorporación de esa cultura<br />
material al suelo y a los contextos (por ejemplo,<br />
restos de una actividad, un accidente, la<br />
limpieza de esos restos o la formación de un<br />
basurero) que después formarán yacimientos<br />
arqueológicos, y los procesos (provocados<br />
por la naturaleza, la historia posterior y las<br />
sociedades consecuentes, por ejemplo, alteraciones<br />
por animales, vegetación, acciones<br />
posteriores… de los restos anteriores) que<br />
afectan más tarde a esos depósitos. Arqueológicamente,<br />
la cultura material se nos aparece<br />
en forma de restos y piezas (si se trata de<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
cultura material mueble: un cuchillo de sílex),<br />
ruinas y vestigios (si fue cultura material<br />
inmueble: una casa o la cimentación de una<br />
cabaña), o también efectos e indicios (pues a<br />
menudo se registra por el reflejo de sus consecuencias:<br />
la tala provoca deforestación, el<br />
cultivo erosión, la circulación camino). Eso,<br />
junto con la información complementaria<br />
que lo contextualiza y hace significativo (datos<br />
sobre su forma y tamaño, condiciones de<br />
descubrimiento y recuperación, posición) es<br />
el registro arqueológico. Es un registro “actual”<br />
de huellas e indicios del “pasado”, fragmentado,<br />
roto, mudo. Pero hay que “saber<br />
leer la huella”. Viene del fondo de la historia,<br />
pero su régimen de existencia es actual, ya<br />
que es en el presente dónde aparece y desde<br />
nuestra investigación actual cómo aparece.<br />
Su fragmentación, rotura y mudez no son<br />
sólo el espacio vacío de lo que no se conservó,<br />
sino también el negativo de lo que realmente<br />
hubo: la cerámica depositada como<br />
ofrenda en las tumbas a menudo “se mataba”,<br />
troceándola, y sus restos distribuidos<br />
de forma ordenada entre diferentes contextos;<br />
igualmente la limpieza de una vivienda<br />
o la acumulación de restos en un basurero<br />
rompía las piezas.<br />
Y la mudez, consustancial al objeto, es<br />
replicada en cambio por las características<br />
visuales de ese objeto, por la imagen que<br />
transmite hacia el exterior, que puede ser<br />
neutra, difusa, borrosa, ambigua, aparatosa,<br />
impactante, monumental. Según el contexto<br />
e intención de uso de un objeto, éste<br />
puede dotarse de características más o menos<br />
llamativas. Su forma termina por reflejar,<br />
de algún modo, la voluntad de “ocultación,<br />
inhibición, exhibición” o monumentalización<br />
de la práctica social en la cual es<br />
movilizado (la decoración de los cuchillos<br />
cambia, desde la inexistencia hasta el paroxismo,<br />
según se usen en la cocina, la mesa,<br />
el rito o el sacrificio). “El objeto es mudo,<br />
pero transmite mensajes visuales”. La norma,<br />
familiar a la estética y moda contemporánea,<br />
de que “todo lo visible es simbólico”,<br />
ha funcionado también para la cultura<br />
material de todas las épocas, fuera unas<br />
veces de forma “intencional” y de modo<br />
“inconsciente” las más.<br />
De este modo volvemos a la noción de<br />
“monumento”, porque éste es el proceso<br />
genético que constituye al monumento,<br />
que transforma a ciertos elementos de cultura<br />
material en monumento. Un monumento<br />
sería la forma artificial que está determinada<br />
por una voluntad de visibilidad<br />
en el espacio y de permanencia en el tiempo<br />
(un dolmen, una columna conmemorativa,<br />
un templo). Esa voluntad origina el<br />
proceso de monumentalización que, vice-<br />
FELIPE CRIADO BOADO<br />
versa, es la configuración de aquella voluntad.<br />
Esa voluntad, en el sentido nietzscheano<br />
y foucaltiano del concepto, es tanto<br />
intencional y consciente como no intencional<br />
e implícita, es decir, funciona, produce<br />
efectos y tiene poder incluso aunque<br />
el individuo concreto no racionalice de forma<br />
expresa el acontecimiento, (del mismo<br />
modo que, de modo natural, tendemos a<br />
utilizar diferentes vajillas en la comida diaria<br />
y en las ocasiones). [Un monumento<br />
puede ser incluso un elemento natural, no<br />
hace falta que sea siempre una obra artificial,<br />
una construcción; en este caso lo artificial<br />
es el acto de pensamiento que confiere<br />
a ese elemento una significación excepcional,<br />
y el acto de monumentalización es<br />
un acto de enunciación, un dar nombre o<br />
contar una leyenda en relación con ese monumento<br />
natural; a ese tipo monumental lo<br />
podemos llamar “monumento salvaje”. Y<br />
hay muchos: la Ayers Rock en Australia, los<br />
Tepuis del Orinoco, las cumbres incas de<br />
culto al sol, la montaña de Covadonga, la<br />
de Montserrat, el árbol de Guernica…].<br />
El beneficio de esta definición radica<br />
en que no se basa en consideraciones actuales,<br />
sino en un reconocimiento de las<br />
condiciones originales. No nos dice qué<br />
cosa creemos que es hoy un monumento,<br />
sino que establece como tal a los monumentos<br />
que nos llegan desde el pasado. Devuelve<br />
la valoración de lo monumental del<br />
presente al pretérito. Los monumentos son<br />
por sí mismos, independientemente de<br />
nuestra elección, determinada por el gusto<br />
y la intención del momento. De este modo,<br />
“el monumento tiene memoria”. Representa<br />
una memoria que, sin embargo, a lo<br />
mejor está olvidada. Razón suficiente para,<br />
en cambio, preservar el monumento.<br />
Concretando una definición pragmática,<br />
un monumento es entonces aquella entidad<br />
de cultura material que muestra originalmente<br />
(por ejemplo, ex origine) y sea<br />
de forma intencional o no, una relación<br />
con el espacio y el tiempo que se concreta<br />
en tres características: es un producto artificial,<br />
domina el espacio y persevera en el<br />
tiempo. Por tanto es huella, que permanece,<br />
de una memoria, aunque se haya perdido.<br />
Lo vemos hoy y, sin embargo, no sabemos<br />
lo que significa. La línea de investigación<br />
arqueológica, tanto empírica como<br />
teórica, del autor está enfocada a saber qué<br />
significó el monumento, a resignificarlo,<br />
sin incurrir en los riesgos antes comentados<br />
de la subjetividad.<br />
Definición de patrimonio cultural<br />
Dada la amplitud que hemos conferido al<br />
concepto de monumento, que puede ser<br />
39
LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />
desde una construcción a una leyenda, desde<br />
una catedral a una roca, cabe la posibilidad<br />
de preguntarse si acaso los monumentos<br />
constituyen el patrimonio cultural.<br />
¿Se limita éste a ser el conjunto de<br />
todos los monumentos que existen? Pues<br />
no; el patrimonio cultural es, todavía, mucho<br />
más.<br />
La discusión anterior nos permite más<br />
bien proponer que toda la huella de la cultura,<br />
toda la huella de la identidad (de las<br />
de ahorita y de las de antes), conforma el<br />
patrimonio cultural: monumentos, cultura<br />
material, registro arqueológico, y aún más.<br />
En realidad el patrimonio cultural lo constituyen<br />
los restos de la memoria. Una definición<br />
correcta diría que “el patrimonio<br />
cultural es representación de la memoria”.<br />
Con todo, esta propuesta plantea un problema<br />
importante: es presentista y está hecha<br />
desde el horizonte de la actualidad y<br />
desde la perspectiva de nuestra identidad.<br />
Ya que la memoria que se re-presenta es<br />
solamente nuestra propia memoria. ¿Qué<br />
pasa entonces con la memoria de otras culturas<br />
e identidades? ¿Qué pasa con los monumentos<br />
que son a pesar de nosotros mismos,<br />
del olvido y de la acción destructiva<br />
de nuestras y otras sociedades? ¿Qué pasa<br />
con los restos que permanecen aunque se<br />
haya perdido su memoria? ¿Qué pasa con el<br />
olvido? Aún a costa de llegar a una definición<br />
holística, demasiado compre-hensiva<br />
de la noción de patrimonio, tenemos que<br />
reconocer que “el patrimonio cultural es la<br />
huella de la memoria y el olvido”. Está<br />
constituido por las ruinas de la memoria,<br />
por lo que recordamos de nuestra propia<br />
identidad, lo que decidimos olvidar de nosotros<br />
mismos, y lo que no recordamos de<br />
la cultura de otros. Mientras nuestra memoria<br />
está conformada tanto por elementos<br />
materiales como inmateriales (ideas, relatos,<br />
saberes), la memoria de la otredad se nos<br />
presenta sólo en forma de materia, sea ruina,<br />
resto o efecto de la acción pretérita.<br />
De este modo nos aseguramos de que<br />
el patrimonio cultural incluye a aquellas<br />
cosas (piezas y fragmentos) que las estrategias<br />
cambiantes de las tecnologías de la memoria<br />
deciden valorar hoy como significativo<br />
y mañana como insignificante.<br />
Al tiempo que esta definición evita un<br />
imperialismo del presente y de las identidades<br />
triunfantes de la historia, plantea<br />
problemas prácticos. Al incluir las ruinas de<br />
la otredad en el patrimonio cultural, aceptamos<br />
la obligación de gestionarlas en el<br />
presente (protegerlas, preservarlas, estudiarlas).<br />
Del mismo modo que al ampliar el<br />
concepto de patrimonio se garantiza la pluralidad,<br />
la multiculturalidad, la diversidad<br />
y la multilocalidad, debemos garantizar la<br />
conservación de ese patrimonio ampliado.<br />
Una vez establecido, el patrimonio, a diferencia<br />
de la memoria, no puede practicar<br />
una preservación selectiva. Pero esto plantea<br />
importantes contradicciones prácticas,<br />
que en su gravedad sirven de estímulo a la<br />
reflexión.<br />
En primer lugar no es posible conservarlo<br />
todo. La sedimentación de la historia<br />
y la complejidad del presente provocan que<br />
en nuestras sociedades surjan inevitables<br />
conflictos de intereses entre los restos del<br />
pasado y la construcción del futuro. Tenemos<br />
que reconocer que el conservacionismo<br />
a ultranza es hoy un imposible. Pero incluso<br />
la selección pragmática y el ideal de la<br />
sostenibilidad entran en duda cuando, por<br />
primera vez en la historia, se nos impone la<br />
noción de que la reproducción del género<br />
humano precisa la plena artificialización<br />
del mundo y las formas de vida.<br />
En segundo lugar, no sólo tenemos derecho<br />
a la memoria; también tenemos derecho<br />
al olvido; y sobre todo tiene su propio<br />
derecho la memoria de los otros, que suele<br />
ser el olvido nuestro. El derecho al patrimonio<br />
cultural (que algunos plantean reconocer<br />
entre los derechos humanos) se<br />
convierte en derechos del patrimonio cultural,<br />
derecho a ser conservado, estudiado,<br />
valorado y, a lo mejor, re-valorizado independientemente<br />
de las vicisitudes y estrategias<br />
de la memoria y la identidad, de las<br />
mascaradas del saber y el poder.<br />
En tercer lugar, ¿cómo gestionar ese<br />
patrimonio ampliado?, ¿de dónde sacar los<br />
recursos para mantenerlo? La situación del<br />
patrimonio en el Estado español es crítica:<br />
la conciencia ciudadana es poco menos que<br />
nula, el dinero invertido insuficiente, el celo<br />
de los profesionales implicados no palia<br />
las deficiencias anteriores y se derrama generalmente<br />
en estériles debates sobre si se<br />
ha hecho esto en vez de aquello otro cuando<br />
no se dilapida directamente en actitudes<br />
ensimismadas que atienden al egoísmo curricular<br />
de cada uno.<br />
Surge entonces una paradoja notable a<br />
la que deberían responder las políticas de<br />
patrimonio cultural; y que no la resuelven.<br />
Si por un lado es cierto (y reconocido como<br />
óptimo) que la definición de patrimonio se<br />
ha ampliado y pasado de ser un “patrimonio<br />
dirigido” (determinado por la acción<br />
directa del Estado y, posiblemente, por su<br />
memoria selectiva, situación dominante en<br />
los momentos de formación y clímax del<br />
Estado moderno) a ser primero un “patrimonio<br />
compartido” (priorizado por la acción<br />
colectiva y, posiblemente, seleccionado<br />
por la memoria social, situación a la<br />
que se llega con la maduración del Estado<br />
y la hegemonía de la sociedad civil) y finalmente<br />
un “patrimonio consensuado”<br />
(conformado por el público y respetuoso<br />
con la pluralidad, situación que emerge en<br />
el Estado posmoderno y del consenso comunicativo<br />
sobre el que Habermas propone<br />
refundar la sociedad posindustrial),<br />
¿quién va a pagar por la conservación del<br />
patrimonio? Hace falta más presupuesto,<br />
pero ¿cómo se concilia esta ampliación del<br />
patrimonio con la política neoliberal de<br />
contención del gasto público, de reducción<br />
de la inversión, de ‘déficit cero’ y de adelgazamiento<br />
del Estado? Esto es un problema<br />
tanto más grave en los países latinos y<br />
mediterráneos, en los que la iniciativa privada<br />
no ha cubierto el espacio que deja la<br />
retracción de lo público y en la que los recortes<br />
del Estado empezaron antes de alcanzar<br />
éste las cotas a las que había llegado<br />
en la Europa del Norte. También en el patrimonio:<br />
a duras penas estábamos en 1990<br />
alcanzando el ras presupuestario mínimo<br />
para la gestión del ingente patrimonio histórico<br />
español cuando la crisis pos-92 primero<br />
y la política conservadora después de<br />
1996 redujeron draconianamente el presupuesto<br />
imprescindible.<br />
En este contexto, no es extraño que se<br />
hable de la “re-valorización del patrimonio<br />
cultural”, que se insista en la puesta en valor<br />
de los bienes patrimoniales como una<br />
forma de buscar la solución a (y la financiación<br />
para) los problemas del patrimonio<br />
en una estrategia enfocada a reconvertir<br />
las entidades patrimoniales en recursos<br />
culturales y en hacer de ellas bienes útiles<br />
(sino rentables) para actividades sociales,<br />
de ocio, turismo, promoción, desarrollo<br />
comunitario o incluso empresariales. Pasamos,<br />
casi sin darnos cuenta, del derecho al<br />
patrimonio al patrimonio como sustancia;<br />
a través de las necesidades del patrimonio<br />
transitamos del patrimonio como necesidad<br />
a la necesidad de patrimonio. Así pues, precisamos<br />
referencias pragmáticas para hacer<br />
todo esto bien, a pesar de los riesgos que<br />
implica; para fundar una buena práctica<br />
en relación con el Patrimonio. La arqueología<br />
puede ser una tecnología adecuada,<br />
sin ser por ello la única. Pero para iniciar este<br />
tema, debemos antes considerar la noción<br />
de patrimonio arqueológico.<br />
Definición de patrimonio arqueológico<br />
Habiendo precisado el concepto de patrimonio<br />
cultural, es fácil fijar una noción<br />
operativa de patrimonio arqueológico. Pues<br />
si aquél es la representación de la memoria,<br />
éste es su materialización. Más en concreto,<br />
si aquél es la huella de la memoria y el ol-<br />
40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
vido, el patrimonio arqueológico es la forma<br />
que adopta la memoria y el olvido, la<br />
objetivación material de lo que se recuerda<br />
y también de lo que se ha olvidado.<br />
Esta definición se basa en la “formalidad”<br />
o características materiales de las entidades<br />
consideradas Patrimonio Arqueológico,<br />
que no en su horizonte cronológico<br />
(el hecho de venir de la prehistoria o, en todo<br />
caso, de una historia arcana) ni en la<br />
perspectiva metodológica que es necesario<br />
aplicar para estudiar ciertos registros. La<br />
Ley de Patrimonio Histórico Español de<br />
1985 definió como patrimonio arqueológico<br />
los bienes susceptibles de ser estudiados<br />
con metodología arqueológica. Y, aunque<br />
es cierto que es una definición circular,<br />
tiene el mérito de, sin resolver el problema,<br />
solventarlo. Desde un punto de vista ontológico<br />
o teórico puede ser una definición<br />
incorrecta. Pero desde otro epistemológico,<br />
metodológico y sobre todo pragmático es<br />
enteramente satisfactoria: ofrece una definición<br />
con la que se puede operar y que, de<br />
hecho, ha propiciado la consolidación de la<br />
arqueología y de la actividad arqueológica<br />
en los últimos 15 años, en los que se ha<br />
asistido al despegue de una sólida práctica<br />
profesional vinculada a la gestión del patrimonio<br />
arqueológico. Lo mismo ha ocurrido<br />
en toda Europa y EE UU, si bien<br />
unos años antes. Y después ha empezado a<br />
ocurrir en todo el mundo: América Latina,<br />
Asia, África, aunque el proceso todavía presente<br />
zonas de claroscuro y duda.<br />
Se asiste así en nuestra época a uno de<br />
los momentos de mayor relevancia en la<br />
historia de la Arqueología. Después de la invención<br />
de la Arqueología como una disciplina<br />
del saber moderno a mediados del siglo<br />
XIX, y de su primera institucionalización<br />
a finales de ese siglo y principios del XX,<br />
cuando entró en las instituciones del saber<br />
(la Universidad y los museos) y se creó la<br />
primera generación de auténticos profesionales<br />
de la Arqueología (que dejaron de ser<br />
diletantes, mecenas, ricos y apadrinados como<br />
eran los arqueólogos y anticuarios anteriores),<br />
y dejando a un lado la consolidación<br />
de la Arqueología como disciplina “científica”<br />
moderna realizada conforme al proyecto<br />
funcional-positivista por la New Archaeology<br />
en el tercer cuarto del siglo pasado<br />
(que no generó una nueva institucionalización<br />
pero sí afianzó la anterior generalizando<br />
la disciplina), las necesidades del patrimonio<br />
están causando una auténtica revolución<br />
al provocar una segunda<br />
institucionalización consistente en este caso<br />
en reconfigurar la Arqueología como actividad<br />
liberal y profesional, (haga el lector<br />
una prueba: consulte las Páginas amarillas y<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
encontrará, generalmente entre arquitectos<br />
y armerías, a los arqueólogos). Nunca tanta<br />
gente había trabajado y ganado la vida mediante<br />
esta disciplina desde que se crearan<br />
las plazas de arqueólogos en instituciones<br />
públicas. Los efectos de esta “revolución”<br />
aún no son visibles; pero lo serán: un mínimo<br />
de capacidad predictiva permite asegurar<br />
que no se puede asistir a un cambio de<br />
esta magnitud sin que se redefina y reequilibre<br />
la disciplina. Mientras tanto lo único<br />
que es patente son las crisis y conflictos que<br />
esos desarrollos, para los que no estábamos<br />
preparados, están generando dentro de la<br />
disciplina y entre los diferentes agentes (personales<br />
o institucionales) que coparticipan<br />
en ella (universidades, administración arqueológica,<br />
arqueólogos liberales y museos).<br />
En particular, esos conflictos enfrentan a<br />
los protagonistas de un viejo régimen arqueológico<br />
en el que la actividad única era<br />
la investigación, con los actores del nuevo<br />
orden, en el que ésta es una más (y a menudo<br />
no la más importante) entre todas las<br />
actividades complejas que la gestión del patrimonio<br />
demanda. Pero eso es otra historia,<br />
particularmente virulenta por cierto en España,<br />
donde la crispación y el chismorreo<br />
están vaciando los términos de un debate<br />
necesario e inhiben toda posibilidad de acción<br />
y consenso crítico.<br />
Esta mayoría de edad de la Arqueología<br />
necesita delimitar el campo de la disciplina<br />
con criterios actuales y ensayar una nueva<br />
definición del patrimonio arqueológico<br />
que, a diferencia de las anteriores, osa basarse<br />
en características ontológicas, en la<br />
especificidad del objeto de trabajo, que ya<br />
no en la metodología o epistemología que<br />
para su gestión se aplique.<br />
El problema de la definición que proponemos<br />
es que, de nuevo, es muy amplia.<br />
Si se aplica de forma estricta, subsume dentro<br />
del patrimonio arqueológico entidades<br />
que generalmente se han adscrito al “patrimonio<br />
artístico”, al “construido” y al “etnográfico”.<br />
Disuelve estos tres conjuntos dentro<br />
de uno más vasto que sería el “arqueológico”.<br />
De todos modos, en este punto no<br />
se trata de propugnar una lucha de competencias<br />
ni la expansión de una disciplina a<br />
expensas de las demás. Más bien creemos<br />
que el conflicto entre esos cuatro patrimonios<br />
directamente refleja la insuficiencia de<br />
aplicar definiciones y modos de gestión<br />
práctica basados en criterios cronológicos<br />
o metodológicos. Si en cambio acudimos a<br />
sus rasgos ontológicos (a saber: “materialidad,<br />
resultado de procesos de trabajo y conceptualización,<br />
representación de la memoria<br />
y/o huella del olvido”), vemos que esos<br />
cuatro tipos de entidades patrimoniales<br />
FELIPE CRIADO BOADO<br />
comparten el mismo régimen de realidad y<br />
existencia. Habrá que superar, por tanto,<br />
las imposiciones de la tradición disciplinar<br />
y las divisiones, en concreto, entre disciplinas;<br />
ni éstas permiten dar cuenta íntegramente<br />
de cada uno de los subconjuntos patrimoniales<br />
que aparentemente les pertenecen<br />
de forma exclusiva, ni éstos recogen la<br />
totalidad del contexto significativo de los<br />
elementos patrimoniales que pretenden integrar.<br />
Para no ser acusados de “imperialismo<br />
arqueológico”, tal vez habría que renombrar<br />
ese conjunto patrimonial y llamarle<br />
sumariamente “patrimonio material”,<br />
para a continuación hacer posible que sea<br />
estudiado, tratado y gestionado por disciplinas<br />
distintas (la Historia del Arte, la Arquitectura,<br />
la Etnografía y la Arqueología)<br />
según las necesidades concretas.<br />
La Arqueología a pesar de todo<br />
Esta discusión muestra que la cultura material<br />
(sean elementos monumentales, inmuebles,<br />
muebles o productos secundarios<br />
de la acción humana) es parte básica del Patrimonio<br />
Cultural. Y el “registro arqueológico”<br />
es cómo se nos presenta en la actualidad<br />
esa parte, constituyendo lo que podemos<br />
denominar en sentido genérico<br />
“patrimonio material” y en sentido concreto<br />
mejor “patrimonio arqueológico”. De<br />
cultura material y de registro arqueológico<br />
es de lo que entiende la Arqueología. Y en<br />
cierto sentido la Arqueología es la única<br />
disciplina que “científicamente” entiende<br />
de esos fenómenos. Si se piensa bien, no<br />
existe ninguna otra disciplina académica<br />
que trate con la cultura material, pues disciplinas<br />
de larga tradición como el Arte, la<br />
Arquitectura, la Etnografía o la misma Semiótica<br />
tratan ámbitos o dimensiones específicas<br />
(las obras privilegiadas de la estética,<br />
las construcciones monumentales, los<br />
productos de la culturas tradicionales o primitivas,<br />
o la moda) del metalenguaje que es<br />
la cultura material. Pero ¿cómo es posible<br />
estudiar la pintura sin considerar la cultura<br />
material mundana de la época?, ¿cómo es<br />
viable estudiar la arquitectura sin tomar en<br />
cuenta fenómenos asociados como el espacio<br />
proxémico?, ¿cómo es aceptable que sólo<br />
se estudie la globalidad de la cultura material<br />
dentro de la etnografía, pero no de la<br />
historia o arte? La Arqueología, en cambio,<br />
pretende estudiar el todo (disponible),<br />
sin hacer artificiales clasificaciones presentistas<br />
en ese todo. Es posible que no sea un<br />
mérito intencional de la Arqueología, sino<br />
consecuencia de la cortedad empírica a la<br />
que el arqueólogo se enfrenta. Dispone de<br />
poca información como para colmo permitirse<br />
seleccionarla.<br />
41
LA MEMORIA Y SU HUELLA<br />
En este punto surge la posibilidad razonable<br />
de hacer una “gestión arqueológica<br />
del patrimonio cultural”. Y ésa es una de<br />
las grandes aportaciones que la disciplina<br />
arqueológica puede ofrecer hoy día, no sólo<br />
a la definición crítica de la identidad, a la<br />
construcción autoconsciente de la memoria,<br />
sino también a la recuperación activa<br />
del olvido y al saber posmoderno.<br />
Descubrimos así la definición pragmática<br />
de Arqueología que al principio anticipábamos.<br />
“La Arqueología como tecnología<br />
de gestión integral del patrimonio<br />
cultural”. Sabemos lo que es patrimonio<br />
cultural. “Gestión integral” por su parte<br />
quiere decir que las necesidades actuales<br />
y sociales de ese patrimonio implican la<br />
necesidad de catalogarlo, describirlo, analizarlo,<br />
valorarlo y revalorizarlo. No llega con<br />
hacer una de estas cosas; hay que hacerlas<br />
todas. Especialmente no llega ya con limitarse<br />
a tareas de investigación, pues en la<br />
misma medida en que ésta es fundamental<br />
para constituir el patrimonio y producir<br />
un conocimiento del mismo, es necesario<br />
aplicar ese conocimiento para satisfacer las<br />
necesidades del patrimonio, para diseñar<br />
un modelo de gestión del mismo. “Tecnología”,<br />
finalmente, se refiere a un saber-hacer,<br />
un saber que sirve para hacer, un knowhow<br />
o conocimiento pragmático que identifica<br />
problemas, diagnostica situaciones,<br />
aísla necesidades y ofrece respuestas.<br />
Cabe una duda. La expresión “necesidad<br />
social” oculta quién, cómo y cuándo<br />
decide esa necesidad. ¿A qué sociedad se<br />
refiere? Es un comodín dialéctico que legitima<br />
a menudo una propuesta apriorística,<br />
sea de un político, un tecnócrata, un académico<br />
o un técnico. Pero ninguno de ellos<br />
se puede arrogar el ser la representación y<br />
menos la conciencia de la colectividad. La<br />
función del técnico y del académico son<br />
las más expuestas: si como dice P. Sloterdijk<br />
“el experto es aquél que no tiene necesidad<br />
de pensar porque ya ha pensado” (Normas<br />
para el parque humano, Siruela, 2000), ¿qué<br />
cuestiones entonces se pueden dejar a la<br />
consideración del experto?<br />
Sin embargo creemos que las consideraciones<br />
reunidas en este texto permiten<br />
solventar esa duda. La “necesidad social”<br />
aplicada al patrimonio cultural simplemente<br />
se referiría, sin que nadie la dicte, interprete<br />
o arbitre, a las demandas que arroja<br />
sobre nosotros un Patrimonio concebido<br />
como el lugar de encuentro entre la “memoria”,<br />
el “olvido”, el “consenso” (respecto<br />
a la conveniencia de preservarlo) y la “razón<br />
práctica” (que fuerza una gestión integral<br />
del mismo [catalogación-descripción-valoración-revalorización]<br />
como estrategia más<br />
factible para solventar sus problemas sin<br />
sobrecargar los esfuerzos que la ‘sociedad’<br />
hoy está dispuesta a dedicar a tal empresa).<br />
Las utilidades de la Arqueología<br />
Estaríamos ahora en condiciones de responder<br />
“¿para qué sirve la Arqueología?”.<br />
Para cerrar este texto, procuraremos tratar<br />
esa cuestión desde dos puntos de vista: genérico<br />
y contextual. En realidad se trata de<br />
dos cuestiones en una: ¿para qué sirve la Arqueología<br />
en cualquier caso? Y ¿para qué<br />
sirve en el presente caso?<br />
La primera dimensión creemos que se<br />
puede responder proponiendo una utilidad<br />
triple y complementaria, que reengancha<br />
a la Arqueología con la teoría crítica, la<br />
historia y el presente. Para mejor mostrar<br />
las dimensiones “utilitarias” de la Arqueología,<br />
nos serviremos como referencia com-<br />
parativa de la historia.<br />
1. Sirve, al igual que la historia o cualquier<br />
disciplina histórica, para “deconstruir<br />
la relación de nuestra sociedad con el pasado”<br />
y mostrar como éste es una construcción<br />
que legitima el presente.<br />
2. Sirve, mejor que la historia y la antropología,<br />
para estudiar, reconocer, reconstruir<br />
e “historiar procesos que sólo son<br />
visibles en la larga duración” de la prehistoria.<br />
3. Y sirve, a diferencia de la historia<br />
(que permanece ensimismada en el estudio<br />
del archivo y del pasado), para construir,<br />
mediante una reconversión tecnológica<br />
y una reorientación aplicada, un “saber<br />
práctico que permita resolver los problemas<br />
y conflictos que la huella del ayer causa<br />
sobre el acontecer del hoy”.<br />
A esta triple utilidad, se le puede añadir<br />
42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
aún una cuarta si hablamos en términos<br />
metafóricos y con una retórica evocadora.<br />
Pues el ejercicio arqueológico sirve para<br />
descubrir de forma práctica, directa y a menudo<br />
divertida que “la claridad está en el<br />
fondo”, que el sentido (si alguno) descansa<br />
bajo la sedimentación de la historia y el<br />
presente. La Arqueología muestra que no<br />
hay un saber auténtico que sea superficial o<br />
epidérmico, algo que la voluntad de verdad<br />
de los tiempos posmodernos insisten en<br />
negar y refutar. La Arqueología es un buen<br />
campo para formar al público en una pedagogía<br />
de la pregunta, más que en la comodidad<br />
de la respuesta, en una didáctica<br />
de la duda, más que en la seguridad de la<br />
certeza.<br />
Éstos deberían ser las referencias que jalonasen<br />
las prácticas actuales de la Arqueología.<br />
En ellas teoría y práctica, fundamentación<br />
teórica y aplicabilidad, investigación<br />
práctica y orientación aplicada, marcan los<br />
horizontes ineludibles y complementarios<br />
de una misma tarea.<br />
Para ello la Arqueología debería llegar a<br />
ser la “antítesis” de lo que ha sido siempre.<br />
La Arqueología (al igual que la historia) ha<br />
estado siempre indisociablemente unida al<br />
tiempo. Se ha centrado en una investigación<br />
cronológica, más preocupada por la cronología<br />
y la periodización que por la realidad<br />
y razón de la (pre)historia. De este modo<br />
desempeñó una función legitimadora del<br />
orden moderno: ha coadyuvado a disolver la<br />
identidad en el tiempo, a hacer del tiempo<br />
la casa del ser.<br />
A los arqueólogos no se les pueden decir<br />
estas cosas. Parecieran parte de lo innombrable<br />
de la Arqueología. No las entienden.<br />
Cuando oyen que hay que olvidarse<br />
un poco del tiempo para pensar mejor<br />
en la temporalidad, reaccionan despavoridos<br />
como si se les arrancara la tradición familiar,<br />
el calor conciliador del grupo. Recuerdan las<br />
mesnadas de filósofos a los que Lévi-Strauss<br />
dedicó, para refutar su crítica de la Antropología<br />
Estructural, el Finale de sus “mitológicas”.<br />
Al leer las críticas que ciertos arqueólogos<br />
enderezan a estas posiciones teóricas,<br />
reprochándole la abolición del tiempo<br />
y del valor de la cronología, me quedo tan<br />
estupefacto como si se rebelasen contra la<br />
teoría cinética de los gases con el pretexto de<br />
que, el explicar por qué el aire caliente se dilata<br />
y se eleva, pusiese en peligro la vida de<br />
familia y la moral del hogar, cuyo calor, perdido<br />
el misterio, perdería sus resonancias<br />
simbólicas y afectivas. Esta frase es una reescritura<br />
(un juego) de una cita casi textual<br />
de Lévi-Strauss (El hombre desnudo, siglo<br />
XXI, 1976: 576). En el original “filósofos”<br />
sustituye a “arqueólogos”, “estructuralismo”<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
a “posiciones teóricas”, “persona humana” a<br />
“tiempo” y “valores consagrados” [de la persona<br />
humana] a “valor de la cronología”.<br />
Por demás la concordancia entre ambas escrituras<br />
de un mismo texto no es casual, y<br />
muestra que a ambas versiones subyace un<br />
mismo pensamiento pues, si bien poco permite<br />
aproximar los arqueólogos a los filósofos,<br />
la continuidad entre tiempo y sujeto<br />
constituye uno de los rasgos fundadores<br />
(que no sólo fundamentales) de la filosofía<br />
occidental.<br />
Frente a ello la Arqueología debería ser<br />
espacio antes que tiempo, buscar, crear, una<br />
vinculación no metafísica ni idealista de la<br />
sociedad y los seres humanos con el espacio.<br />
De este modo se reconvertiría en un<br />
dispositivo intelectual para organizar el espacio-tiempo<br />
social y cognitivo. Al hacerlo,<br />
hay que evitar transferir la metafísica del ser<br />
del tiempo al espacio y suponer así una<br />
identidad o esencia en el espacio; postular,<br />
por ejemplo, una unidad de destino entre el<br />
espacio concebido como territorio y las sociedades<br />
y culturas concretas.<br />
En cambio la Arqueología buscaría<br />
(¿mejor construiría o produciría?) una comprensión<br />
espacial, formal, actual y sincrónica<br />
del registro arqueológico. Trataría de<br />
descubrir la racionalidad de lo olvidado en,<br />
por ejemplo, las organizaciones espaciales<br />
de antaño que, por su parte, se podrían<br />
identificar a través de las regularidades formales<br />
visibles en su registro arqueológico;<br />
este proyecto fuerza un análisis que es primero<br />
sincrónico para abrirse después a la<br />
diacronía, y que es forzosamente contemporáneo<br />
porque se hace desde la actualidad<br />
de nuestra posición y mediante un registro<br />
arqueológico que, aunque procedente del<br />
pasado, existe hoy día.<br />
Esa comprensión, a pesar de su sincronicidad,<br />
su actualidad y su formalismo debe<br />
aprender a reconocer en el espacio la huella<br />
de la historia, de otros tiempos, de otras formas,<br />
de otras gentes que, porque fueron<br />
otras formas de estar en el mundo, crearon<br />
formas de paisaje específicas, distintas a las<br />
nuestras. Del mismo modo que las formas<br />
del espacio son coherentes con las formas de<br />
sociedad y las formas de pensamiento, aquellas<br />
se reduplican en formas materiales concretas.<br />
El problema teórico de la investigación<br />
arqueológica es saber de qué modo éstas<br />
representan a las otras. El paisaje neolítico<br />
(ca. 5000-3500 a. de J. C.) es un entorno de<br />
monumentos, el paisaje calcolítico (3500-<br />
2500 a. de J. C.) es un espacio ocupado por<br />
poblados conspicuos, el paisaje de la edad<br />
del bronce (2500-1000 a. de J. C.) es un espacio<br />
doméstico y agrario, el paisaje de la<br />
edad del hierro (1000-0 a. de J. C.) es un en-<br />
torno domesticado y fortificado; frente a todos<br />
ellos, el paisaje preneolítico (10000-<br />
5000 a. de J. C.) es un entorno silvestre y el<br />
paisaje paleolítico (40000-10000 a. de J. C.)<br />
un espacio natural. El problema es determinar<br />
la relación y líneas de regularidad entre<br />
pensamiento, sociedad, espacio y cultura<br />
material. De eso trata la Arqueología. n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
FELIPE CRIADO BOADO<br />
Una introducción comprensible y global a la Arqueología<br />
se puede encontrar en el libro de C. Renfrew<br />
y P. Bahn: Arqueología, teoría, método y técnicas,<br />
Akal, Madrid, 1993 (aunque tiene más de técnicas<br />
que de método y teoría), o en S. Gutiérrez Lloret:<br />
Arqueología. Introducción a la historia material de las<br />
sociedades del pasado. Publicaciones de la Universidad<br />
de Alicante, Valencia, 1997; una introducción “irreverente”<br />
se puede ver en el libelo de P. Bahn: Bluff<br />
your way in Archaeology. Oval Books, London, 1989;<br />
una historia intelectual de la Arqueología y de su<br />
relación con el saber y las ciencias occidentales se<br />
aporta en A. Schnapp: La conquête du passé. Aux<br />
origines de l’archéologie. Editions Carré, Paris, 1993.<br />
Felipe Criado Boado es profesor de Investigación<br />
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas;<br />
responsable del Laboratorio de Arqueología y Formas<br />
Culturales de la Universidad de Santiago de Compostela.<br />
43
“En la cojera de todo poder está la<br />
grandeza del humorista”<br />
“Como todos los finales de siglo, Dios<br />
se debe aburrir profundamente”<br />
“El hombre que se ríe siempre ha sido<br />
muy temido”<br />
A. Bryce Echenique<br />
N<br />
o le gustaría morirse sin<br />
tener un perro. De preferencia,<br />
un boxer. Hubo<br />
una época terrible en que Alfredo<br />
Bryce soñaba con alquilar el<br />
cuarto de un hospital, un refugio<br />
donde poder escribir y recibir<br />
en paz a los amigos que no le<br />
hicieran tanto daño como el éxito<br />
que empezó a acosarlo desde<br />
que pariera Un mundo para Julius.<br />
Desde entonces, por un extraño<br />
destino, sus libros también<br />
curan depresiones y desengaños,<br />
devuelven las ganas de<br />
vivir y desaparecen de las librerías<br />
como objetos de culto a la<br />
fidelidad literaria. Y Bryce no<br />
soporta a los vanidosos, pero<br />
tampoco soporta su propia timidez,<br />
casi obscena y visible en<br />
esa tembladera de manos que se<br />
apoderaba del escritor en cada<br />
conferencia de prensa o fiesta de<br />
ricos, esa misma timidez que<br />
hasta hace algunos años le obligaba<br />
a maniatarse con alcohol<br />
para presentarse en sociedad como<br />
un tipo exótico, charlatán<br />
y encantador, en el fondo un<br />
showman apoyado en una botella.<br />
Pero no hay mal que dure<br />
cien años. Después de más de<br />
tres décadas en Europa, en casas<br />
liliputienses donde un perro se<br />
hubiera sentido prisionero, ha<br />
vuelto a Perú. Y sabe que el día<br />
que entre un perro a su casa de<br />
Lima será la prueba definitiva<br />
de que ha vuelto a esa tierra para<br />
quedarse.<br />
JULIO VILLANUEVA CHANG. Los<br />
teólogos de hace seis siglos que condenaron<br />
la risa nunca imaginaron<br />
que los científicos del siglo XX<br />
la recomendarían como remedio a<br />
una multitud de males. Convencido<br />
de este poder curativo, el médico<br />
norteamericano Raymond<br />
Moody hizo estudios de posgrado<br />
en una escuela de payasos…<br />
ALFEDO BRYCE ECHENIQUE. Sí,<br />
la risa es saludable e indispensable,<br />
y, a pesar de todo, muchas<br />
veces se ha descalificado al humorista<br />
viéndolo como alguien<br />
ligero, pasajero e intrascendente.<br />
Se le ha querido restar importancia<br />
porque no hay nada que<br />
haya hecho temblar tanto a las<br />
jerarquías, a esa idea monárquica<br />
del mundo. La idea de la risa<br />
fue menospreciada desde la Grecia<br />
clásica y siempre ha sido vista<br />
con temor, de ahí que el carnaval<br />
fuera ese tiempo que el<br />
mundo jerárquico le concedía<br />
a la subversión porque sabía que<br />
la risa ponía el mundo patas<br />
arriba.<br />
J. V. CH. Pero esa función originalmente<br />
subversiva del carnaval<br />
ya no existe en este siglo, en que<br />
cumple un papel de mero espectáculo…<br />
A. B. E. No. La mitología del<br />
carnaval ya está codificada y archivada,<br />
y es un asunto de biblioteca<br />
en el mundo occidental.<br />
En los carnavales que he visto, la<br />
idea de subversión ya está totalmente<br />
integrada a las autoridades.<br />
J. V. CH. Tú contabas que Kafka<br />
solía reírse y decir: “En estos tiempos<br />
tan privados de religiosidad es<br />
preciso ser gracioso. Es un deber.<br />
La orquesta del barco siguió tocando<br />
en el Titanic hasta el final.<br />
DIÁLOGO<br />
ALFREDO BRYCE ECHENIQUE<br />
El humor en el siglo xx<br />
JULIO VILLANUEVA CHANG<br />
De esta manera se le arranca a la<br />
desesperación el suelo que está pisando”.<br />
A. B. E. La frase de Kafka es llevar<br />
al extremo la capacidad de<br />
dignificación de la risa. Reírse<br />
es también una forma de quitarle<br />
el peso a la gravedad de las<br />
cosas, sin quitarles su importancia<br />
ni su verdad. Siempre recuerdo<br />
una frase de Julio Cortázar<br />
que hablaba del lado cómicamente<br />
grave de la realidad. Se<br />
ha visto el humor como lo contrario<br />
de lo serio. Yo creo que el<br />
humor es lo contrario de lo aburrido.<br />
J. V. CH. Kafka también dijo:<br />
“Chesterton es tan gracioso que<br />
casi se podría pensar que ha encontrado<br />
a Dios”. Pero Dios no<br />
ha sido muy gracioso en este siglo…<br />
A. B. E. Sobre todo, como todos<br />
los finales de siglo, Dios se debe<br />
aburrir profundamente. Y el típico<br />
humor anglosajón, que corresponde<br />
a un mundo puritano<br />
y protestante, se dio en Chesterton<br />
con la variante de que él<br />
era católico. Su mundo era paradójico,<br />
de enormes construcciones<br />
verbales destinadas a<br />
mostrar el lado por donde la realidad<br />
se podía desinflar. Inglaterra<br />
ya no sigue siendo la misma,<br />
pero en el siglo XX ha tenido<br />
buenos humoristas, como<br />
Evelyn Waugh, uno de los grandes<br />
narradores y novelistas que<br />
vieron en el humor dos posibilidades:<br />
la tristeza y la risa. Porque<br />
en el humor –en el inteligente,<br />
en el irónico– siempre hay una<br />
forma de tristeza inserta, porque<br />
el humor se pone en el cuerpo<br />
y en la sombra, en los dos<br />
lados. Exaltando las virtudes absurdas<br />
del Quijote, Cervantes ha<br />
hecho inmortal a Sancho Panza,<br />
y viceversa. Cervantes ha hecho<br />
inmortal a Don Quijote exaltando<br />
sus disparates. Nos las hace<br />
entrañables, inolvidables, y<br />
estaba viendo el fin de un mundo.<br />
Para mí, Evelyn Waugh llevó<br />
la cuestión inglesa de la formalidad,<br />
de la jerarquía e incluso<br />
de la habilidad mental a<br />
encarnaciones profundamente<br />
dramáticas.<br />
J. V. CH. ¿No crees que el marxismo<br />
realmente existente fracasó,<br />
entre otras cosas, por su falta de<br />
sentido del humor?<br />
A. B. E. Sí, es indudable. Creo<br />
que Marx jamás supo algo de la<br />
risa, y creo también que después<br />
de él hubo un marxismo de catecismo,<br />
de calco y copia, nada<br />
creativo.<br />
J. V. CH. ¿Te refieres a los hijos<br />
ideológicos de Marx o imaginas a<br />
un Marx ceñudo y solemne?<br />
A. B. E. No hay más que leer La<br />
escritura de ‘El Capital’, de Edmund<br />
Wilson, para darse cuenta<br />
de que Marx era una persona<br />
censora, despótica, ciega y ególatra.<br />
Esto no le quita grandeza<br />
ni miseria a sus profecías ni a<br />
sus teorías. Pero era un hombre<br />
que no veía las contradicciones<br />
de las cosas: porque Engels se<br />
casó con una mujer del pueblo,<br />
Marx no la dejaba entrar a su<br />
casa. ¿Cómo podía hablar entonces<br />
del proletariado?<br />
J. V. CH. El otro Marx, Groucho,<br />
era más chistoso…<br />
A. B. E. Era irreverente, carnavalesco,<br />
anárquico. Su misma<br />
presencia implicaba una descomposición<br />
de las jerarquías.<br />
Pero si detenemos la imagen casi<br />
siempre en movimiento de<br />
44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
Alfredo Bryce Echenique<br />
Groucho Marx o de Chaplin o<br />
de Buster Keaton, lo que nos<br />
queda son rostros profundamente<br />
tristes.<br />
J. V. CH. ¿Detrás de cada gran<br />
humorista hay un hombre triste?<br />
A. B. E. Hay un gran observador,<br />
un hombre profundamente<br />
lúcido. Y la extrema lucidez tiene<br />
como consecuencia un gran<br />
desasosiego.<br />
J. V. CH. ¿Quién le habrá contado<br />
a Freud el chiste y su relación<br />
con el inconsciente?<br />
A. B. E. Siempre lo he pensado:<br />
Freud nunca tuvo esa grandeza<br />
que da la parodia, porque él trató<br />
de cambiar el mundo. Y no<br />
me refiero tanto a hombres como<br />
Nietzsche, Freud y Marx,<br />
tres personajes importantes por<br />
la grandeza de sus pensamientos.<br />
Más bien a lo que se ha hecho<br />
en nombre de ellos: si tuviera<br />
idea Freud de todos los<br />
charlatanes que ha habido en su<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
nombre, se pegaría un tiro.<br />
Nietzsche escribiría los más terribles<br />
aforismos contra todos<br />
aquellos que convirtieron su<br />
pensamiento en ideología. Y no<br />
se diga de Marx y el marxismo<br />
real porque, porque fueron graves,<br />
fueron serios y quisieron<br />
cambiar el mundo. En cambio<br />
siempre habrá gente que peregrine<br />
por amor a la casa de<br />
Proust, porque Proust no quiso<br />
cambiar el mundo. Nunca ha<br />
habido un periodo en que la gente<br />
haya querido quemar la casa<br />
de Proust. No se ha hecho ningún<br />
daño en nombre de Proust.<br />
J. V. CH. Uno de los retratos emblemáticos<br />
de este siglo es el de la<br />
sacada de lengua de Einstein…<br />
A. B. E. Dejando la grandeza de<br />
su ciencia, Einstein era ante todo<br />
una parodia del genio hecho<br />
por sí mismo, un personaje disfrazado<br />
de Einstein, y por eso es<br />
tan entrañable. Hay gente a la<br />
que uno le enseña una imagen<br />
de Einstein y la reconoce como<br />
un abuelo, a pesar de que no<br />
puedan entender lo que hizo.<br />
J. V. CH. Tú conociste a Fidel<br />
Castro. ¿Crees que en su primera<br />
década el éxito y el avance impetuoso<br />
de la revolución cubana se<br />
debió a ese sentido del relajo y del<br />
humor que tienen los cubanos, herederos<br />
de Tres Patines, y que lo<br />
que hoy los sostiene es su capacidad<br />
de reírse de sí mismos y de su<br />
propia miseria?<br />
A. B. E. Por supuesto, creo que<br />
Fidel Castro, en la medida en<br />
que anuló la crítica, quiso tirar<br />
abajo el humor. Tuvo que empezar<br />
por el humor porque el<br />
cubano se queja con humor, es<br />
un pueblo que ríe y que sabe reír.<br />
Según me cuentan, porque no<br />
he vuelto a Cuba desde hace<br />
muchos años, la protesta social<br />
se da ahora en mímica. La gente<br />
se hace señas, el gag llevado a<br />
la perfección o al pavor, porque<br />
se supone que todos están chu-<br />
poneados. Creo que no hay pueblo<br />
más estrechamente vigilado<br />
que el pueblo cubano, y en ese<br />
sentido es un atentado profundo<br />
contra su espontaneidad.<br />
J. V. CH. Pero Fidel Castro tiene<br />
sentido del humor…<br />
A. B. E. Sí, pero yo más conocí al<br />
hombre privado que al público.<br />
Muy rara vez vi a Fidel Castro<br />
frente a una tribuna. Una sola<br />
vez le vi dar un discurso estando<br />
yo a su lado y ahí era otro hombre,<br />
incontrolable. Pude ver una<br />
inmensa esquizofrenia entre el<br />
hombre privado y el público. No<br />
puedo negar que cuando lo conocí,<br />
era un hombre fino, culto y<br />
de sentimientos delicados. Pero<br />
ni bien veía 50 personas juntas<br />
Fidel era otro hombre, y ése es el<br />
hombre que yo no conozco, el<br />
hombre que hablaba exigiendo<br />
aplausos cada cierto tiempo. Hay<br />
una comedia del poder ahí, que<br />
es una página cruel, porque ese<br />
mismo hombre después era capaz<br />
de preguntar si había estado<br />
bien o no, preguntas de un hombre<br />
inseguro: me preguntaba si<br />
determinado jefe de Estado que<br />
estaba de visita atendido por él se<br />
sentía contento o no. Era una<br />
gran inseguridad: “Tú, que lo conoces<br />
y que vives en España, dime<br />
si Felipe González está contento<br />
en Cuba”. Creo que el personaje<br />
privado es inaccesible e<br />
inexistente en la medida que ya<br />
es un hombre que no escucha.<br />
J. V. CH. ¿Esa capacidad de los<br />
cubanos de reírse de sí mismos y<br />
sus desgracias no los equipara de<br />
algún modo con el humor judío,<br />
en especial el neoyorquino, el cual<br />
–según escribiste tú– ha consistido<br />
en reírse antes que nada de uno<br />
mismo?<br />
45
ALFREDO BRYCE ECHENIQUE<br />
A. B. E. Sí. El humor judío y neoyorquino<br />
tiene más raíces lingüísticas,<br />
juega mucho con palabras.<br />
El humor nuestro, latinoamericano,<br />
es más carnal, agarra<br />
siempre más fibra humana. Un<br />
ejemplo típico del judío sería<br />
cuando un gran amigo de Woody<br />
Allen, con quien dialoga todos<br />
los días en una película, le<br />
dice “you”, y el otro siente que<br />
le está diciendo “jew” (judío), y<br />
sospecha hasta de su mejor amigo.<br />
Ese humor es muy lingüístico.<br />
J. V. CH. ¿Y por ser lingüístico se<br />
parece más al francés?<br />
A. B. E. No. El “esprit” francés<br />
ha sido más intelectual, un juego<br />
elegante de inteligencia, aristocrático,<br />
de salón. En ese sentido,<br />
ha sido más similar a la<br />
paradoja, la metáfora, la idea<br />
brillante que había en el “wit”<br />
inglés. El “wit” no ha sido el<br />
humor de la población inglesa,<br />
sino un humor de salón que todavía<br />
existe en el siglo XX. Pero<br />
en Francia el “esprit” ha tenido<br />
su polo opuesto en el humor<br />
profundamente carnal, escatológico<br />
y volcánico de un Rabelais,<br />
que continúa en la literatura<br />
francesa más revolucionaria<br />
del siglo XX con Celine, un<br />
novelista del vómito, de la náusea,<br />
en el sentido existencial y<br />
demencial. Es un humor de la<br />
gran exageración, y Celine es<br />
una especie de prueba de que el<br />
verdadero humor carnavalesco<br />
francés todavía vive, a pesar de<br />
que, pasando por Molière, se<br />
ha ido convirtiendo en un humor<br />
más formalista hasta el siglo<br />
XX con escritores más intelectuales.<br />
J. V. CH. Woody Allen decía que<br />
desde Buster Keaton y Chaplin<br />
hasta él mismo todos los comediantes<br />
han interpretado a perdedores.<br />
De alguna manera tus personajes<br />
han sido fieles a esa tradición<br />
y se ríen de sus desgracias.<br />
¿Por qué?<br />
A. B. E. Porque el humor hace<br />
que el derrotado, el que se cayó<br />
en la vida, recobre su dignidad.<br />
En cambio, la risa del ganador<br />
no ve el otro lado de las cosas: es<br />
una risa absolutamente satisfe-<br />
cha. Es decir: el perdedor es un<br />
retrato más fiel de la grandeza y<br />
la miseria del ser humano. En<br />
ese sentido todos los humoristas<br />
han buscado al perdedor, al<br />
que incluso lo puedes poner en<br />
situaciones de dictador, como<br />
hizo Chaplin con Hitler, pero<br />
siempre para traerse abajo el andamiaje.<br />
Porque lo que pretende<br />
el humor es traerse el andamiaje<br />
abajo y ver el otro lado de la medalla.<br />
En mi caso, mis personajes<br />
son frágiles, derrotados, incomprensibles,<br />
benevolentes, cálidos,<br />
probablemente porque así sea<br />
mi mundo y porque es el tipo de<br />
personajes que se me acercan y<br />
me eligen a mí más fácilmente.<br />
Pero no hay una idea preconcebida<br />
de fábrica (“Vamos a hacer<br />
que este personaje sea perdedor”).<br />
El humorismo tiene poco<br />
o nada que ver con la situación<br />
cómica. Porque una confluencia<br />
de las circunstancias puede hacer<br />
que tres personas vean algo que<br />
les da risa, pero un humorista lo<br />
es siempre, aun cuando no ríe,<br />
reirá después de lo que está viendo.<br />
El humorista irónico siempre<br />
ha partido de la observación<br />
y de la autorrisa, reírse de sí mismo<br />
y con lo demás. Para mí hay<br />
dos tipos de humor en general:<br />
uno, el humor cruel, un dardo<br />
envenenado que te sirve para eliminar<br />
al enemigo sin piedad, el<br />
humor que Baudelaire llamó satánico.<br />
Reírse del que se cayó,<br />
del que se golpeó, del cojo, del<br />
tuerto, del manco. Y otro, un<br />
humor irónico, que se ríe con el<br />
mundo y no del mundo, que no<br />
es ni burla ni escarnio, que no busca<br />
reírse del mal ajeno, sino reírse<br />
con el ser más querido.<br />
J. V. CH. Ésa es la diferencia que<br />
tú haces entre el humor de Cervantes<br />
y Quevedo…<br />
A. B. E. En efecto. Son las dos<br />
grandes tradiciones que yo creo<br />
que están intactas en el siglo XX<br />
en un gran escritor español como<br />
es Camilo José Cela, donde<br />
está el humor de Quevedo.<br />
Mientras que en nosotros, los<br />
latinoamericanos, está más presente<br />
la tradición cervantina.<br />
J. V. CH. En los escritores, pero no<br />
en el humor común y corriente…<br />
A. B. E. No, pero la gente se ríe<br />
en América Latina muchas veces<br />
con juego de palabras. Si te estás<br />
refiriendo a la televisión, creo<br />
que eso no es humor, sino cochinada,<br />
regodeo en la miseria.<br />
Porque el verdadero sentido del<br />
humor implica una reflexión.<br />
J. V. CH. ¿Estamos condenados<br />
entonces a ese humor de los golpes,<br />
del enano, la gorda y el maricón?<br />
¿Seremos en América Latina más<br />
hijos del sarcástico Quevedo (el<br />
cual rebaja al otro) que del irónico<br />
Cervantes (un humor democrático)?<br />
A. B. E. Sí, yo creo que ese humor<br />
tiene valor, en la medida que puede<br />
ser un buen muestreo sobre la<br />
condición de una sociedad que no<br />
reacciona, que no piensa, que<br />
no pasa de la esquina de la vida y<br />
está casi al nivel animal. Esta risa<br />
es muy reveladora de una miseria<br />
de moral. Pero también creo que<br />
en el humor popular nuestro ha<br />
habido vertientes de una gran fineza.<br />
Cantinflas era todo lo chabacano<br />
del mundo, pero no era<br />
vulgar ni grosero. Todos los imitadores<br />
de Cantinflas tenían un<br />
alto contenido de grosería: Tin<br />
Tan y Resortes estaban mirando<br />
lo obsceno que Cantinflas no tocaba.<br />
Él ha sido el humorista popular<br />
por excelencia en América<br />
Latina. Cuando ves una película<br />
de Cantinflas en España o en<br />
Francia o cualquier otro país europeo,<br />
nosotros, los latinoamericanos<br />
somos los que nos reímos<br />
en la sala de cine, el español bastante<br />
más, y el francés ya nada. Se<br />
puede reír en el primer instante,<br />
cuando lo ve aparecer, por la ropa,<br />
pero de ahí no pasa. En sus<br />
últimas películas, Cantinflas fue<br />
un humorista recuperado por el<br />
poder, el portavoz del PRI, y perdió<br />
toda su espontaneidad. Pero<br />
el gran Cantinflas ha sido en<br />
América Latina un gran delegado<br />
de nuestra manera de reír. Se apoderó,<br />
en cierta forma, de nuestra<br />
manera de reír.<br />
J. V. CH. ¿Qué es lo memorable de<br />
Chaplin, el más genial payaso del<br />
cine?<br />
A. B. E. Siempre cuento una<br />
anécdota: Chaplin se presentó a<br />
un concurso de imitadores de<br />
Chaplin y quedó tercero. Eso<br />
me parece extraordinario. El jurado<br />
se río con una carcajada<br />
tan grande que no fue inteligente<br />
para ver que Chaplin es<br />
mucho más que una carcajada.<br />
Lo memorable de él es que su<br />
humor no era del proletariado<br />
sino del pobre. Chaplin no buscó<br />
la carcajada. Buscó la sonrisa<br />
permanente, reflexiva.<br />
J. V. CH. Mel Brooks dijo una vez<br />
“tragedia es si yo me corto un dedo;<br />
y comedia, si tú te caes por el<br />
hueco de una alcantarilla y te<br />
matas”. Reírse de las desgracias<br />
del otro, de los vicios y defectos<br />
ajenos fue norma del siglo XIX y<br />
hasta la segunda mitad del XX,<br />
dice Gilles Lipovetsky. ¿Estás de<br />
acuerdo con esa ubicación?<br />
A. B. E. Está en el aire y es pertinente.<br />
Como cuando se dice<br />
cuál es la diferencia entre un vivo<br />
y un canalla: un vivo es el<br />
que se acuesta con la mujer de<br />
otro, y un canalla el que se<br />
acuesta con la tuya.<br />
J. V. CH. Ya es tradición que se<br />
acuse al poeta Vallejo de llorón.<br />
Pero Vallejo sí tenía sentido del<br />
humor…<br />
A. B. E. De acuerdo. Yo tuve el<br />
testimonio en París de un gran<br />
amigo de Vallejo, Raúl de Verneuil<br />
González Prada, quien se<br />
reía de todo lo que decían los<br />
libros de Vallejo. Me contó que<br />
era un hombre tímido pero con<br />
gran sentido del humor, de lo<br />
dandi que era y de lo preocupado<br />
por su imagen que vivía. Es<br />
decir: daba una imagen bastante<br />
feliz de Vallejo. Me contaba,<br />
por ejemplo, que Vallejo tenía<br />
la primera baguette del Barrio<br />
Latino porque era enamorado<br />
de la hija del panadero de<br />
Montparnasse y que Vallejo daba<br />
consejos para bajar del metro:<br />
“Si eres pobre y sólo tienes un<br />
par de zapatos, baja sólo cuando<br />
el metro esté totalmente parado<br />
para que no se gasten los zapatos<br />
y nunca te sientes mucho si tienes<br />
un solo terno porque así le<br />
sacaría brillo a los fondillos”.<br />
J. V. CH. Lipovetsky cree que en<br />
esta sociedad posmoderna y nar-<br />
46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
cisista hay una pacificación de lo<br />
cómico y, a través de la publicidad,<br />
la moda y la televisión, el<br />
tono de la comicidad ha pasado<br />
de lo sarcástico a lo lúdico, abundando<br />
ahora un humor positivo,<br />
teenager, adolescente, sin denuncias,<br />
indulgente, basado en una<br />
absurdidad gratuita y dirigido a<br />
un nuevo individuo alérgico a la<br />
solemnidad, adicto al placer después<br />
de medio siglo de socialización<br />
de consumo.<br />
A. B. E. Es una generalización<br />
que no la niego, pero sigo viendo<br />
la presencia de humor esperpéntico,<br />
por ejemplo, en cineastas<br />
tan españoles como Almodóvar,<br />
que es un representante<br />
bastante fiel de la calle española,<br />
de los sectores populares de la<br />
España de hoy. Sigo viendo un<br />
esperpento que no es un humor<br />
inofensivo en absoluto, un humor<br />
terrible. Creo que esa especie<br />
de abstracción de Lipovetsky<br />
no la he visto calzar muy bien<br />
en la realidad. Yo no lo veo así,<br />
pero lo entiendo: hay la uniformización<br />
y el hombre se va con-<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
virtiendo en masa, pero siempre<br />
creo en la excepcionalidad del<br />
humor y en la excepcionalidad<br />
del artista humorístico. A finales<br />
del siglo XX el payaso del circo<br />
sigue siendo el mismo de siempre.<br />
Creo que Lipovetsky se refiere<br />
sobre todo a los medios<br />
masivos de comunicación, y es<br />
cierto: a veces los spots de publicidad<br />
te hacen olvidar lo que están<br />
tratando de venderte, porque<br />
ves la publicada como valor<br />
en sí misma, por lo bien hecha<br />
que está, lo divertida que es. Y es<br />
obvio que a la publicidad no se<br />
le puede pedir un contenido rebelde<br />
porque lo que está tratando<br />
es de vender, y de que tú estés<br />
contento con esa sociedad a<br />
la que le falta la pieza que te<br />
quieren vender. Pero creo que<br />
en el teatro de Darío Fo y en<br />
películas como las de Begnini<br />
hay un humor todavía contestatario.<br />
El humor desordenado, vital<br />
y paródico de Begnini en La<br />
vida es bella es así. Y la gente lo<br />
entiende muy bien, porque es<br />
un humor que te pide ser creí-<br />
do, no comprendido. Es un humor<br />
al que no le pides explicaciones,<br />
sólo te ríes con él, porque<br />
lo que ese humor busca es<br />
un lazo fraternal que te haga<br />
cómplice del hecho humorístico,<br />
y no una anulación de rebeldía,<br />
porque creo que el humor<br />
está destinado a afilar la capacidad<br />
crítica.<br />
J. V. CH. Pero, a diferencia del<br />
humor medieval, en el siglo XX se<br />
respira una condena pública a la<br />
risa escandalosa, loca, demostrativa,<br />
casi se le considera de mal<br />
gusto y obscena. El ruido invade<br />
la ciudad y acalla la risa escandalosa,<br />
hoy casi un privilegio de<br />
los niños…<br />
A. B. E. Sí, probablemente la seriedad<br />
con la que se pretende enmascarar<br />
muchos de los grandes<br />
pasivos ideológicos, del poder divorciado<br />
cada vez más de su representatividad,<br />
no soporte la risa,<br />
y la rechace frontalmente. El<br />
rey tolera al bufón, le permite<br />
que se burle de él, pero cuando<br />
se cansa le da una patada en el<br />
JULIO VILLANUEVA CHANG<br />
culo y lo manda a dormir. Es un<br />
poco la frase esa de que “nadie es<br />
un genio para su mayordomo”.<br />
O sea que el poder soporta una<br />
dosis determinada, según el humor<br />
de que está.<br />
J. V. CH. ¿Qué dices de ese humor<br />
inocuo de Disneylandia?<br />
A. B. E. Ha sido un humor de<br />
acción que ha pretendido mantenerse<br />
homogéneo y pasteurizado,<br />
con unos códigos muy estrictos<br />
de moral y funcionamiento.<br />
Pero el humor no es<br />
eso. Una de las cosas más importantes<br />
del humor es que no<br />
es moral ni inmoral ni amoral:<br />
el humor es simplemente una<br />
suspensión del juicio moral.<br />
J. V. CH. ¿Recuerdas el humor de<br />
Quino, de esa niña cabezona que<br />
fue Mafalda?<br />
A. B. E. Es un humor corrosivo, el<br />
humor que a mí me gusta. Siempre<br />
el niño es el loco, el loco al<br />
que se le tolera, porque al niño<br />
que crece y sigue niño lo encierras<br />
en un manicomio. Porque la idea<br />
47
ALFREDO BRYCE ECHENIQUE<br />
de civilización siempre ha traído<br />
la idea de seguridad, lo que implica<br />
ciertas expulsiones de la república<br />
platónica.<br />
J. V. CH. A diferencia de la ironía,<br />
el humor es cómplice de la persona<br />
a la que se dirige. Nos reímos con<br />
ella, pero no de ella. ¿Quiénes crees<br />
que han sido los grandes irónicos<br />
de este siglo?<br />
A. B. E. Chaplin, Buster Keaton,<br />
Cantinflas, Woody Allen.<br />
Además de los grandes humoristas<br />
ingleses como Evelyn<br />
Waugh, en la literatura, y en el<br />
cine Peter Ustinov, Peter Sellers<br />
o más actualmente los mudos,<br />
sardónicos y demoledores sketches<br />
de Mr. Bean.<br />
J. V. CH. En esta sociedad humorística,<br />
como llama Lipovetsky a<br />
la posmodernidad, el humor de<br />
masas, dice él, lejos de encarnar<br />
un pesimismo, se muestra insustancial<br />
y acusa que ha desaparecido<br />
la tradicional gravedad o impasibilidad<br />
del humor inglés. ¿Estás<br />
de acuerdo?<br />
A. B. E. Sí, es indudable que el<br />
humor inglés ha perdido su importancia,<br />
como el peso de Inglaterra<br />
en el mundo ha ido decreciendo<br />
desde fines del siglo<br />
XIX, cuando era el imperio más<br />
poderoso. Pero es probable que<br />
siga existiendo para los ingleses, y<br />
ahí veo un humor de élite. Lipovetsky<br />
está hablando de la gravitación<br />
de otras maneras de mirar<br />
el mundo, donde ya no gobiernan<br />
la melancolía ni la gravedad<br />
ni “la cortesía de la desesperación”,<br />
una buena definición de<br />
lo que ha sido el humor clásico.<br />
Pero creo que la gente todavía reclama<br />
grandes humoristas clásicos<br />
como Chaplin. En todo caso,<br />
creo que todavía no ha nacido el<br />
humor light, el humor absolutamente<br />
intrascendente, porque el<br />
humor busca de inmediato trascender<br />
las cosas, ponerlas patas<br />
arriba. Tal vez sea yo un poco<br />
despectivo con muchas manifestaciones<br />
del humor que no me<br />
interesan, pero cuando una cosa<br />
no me hace reír no la considero<br />
humorística, y creo que eso nos<br />
pasa a todos. La mirada humorística<br />
del mundo está siempre<br />
presente en el ser humano, porque<br />
es la que nos distingue de<br />
los animales, y ahí hay un gran<br />
punto de partida.<br />
J. V. CH. ¿Hay un humor masculino<br />
y uno femenino? ¿Por qué escasean<br />
las humoristas mujeres?<br />
A. B. E. Porque todavía la emergencia<br />
social de la mujer no es<br />
completa. La mujer todavía se<br />
está presentando en sociedad.<br />
En la medida en que la mujer<br />
ingrese en toda la sociedad laboral<br />
de manera igualitaria, será<br />
perfectamente tan divertida o<br />
tan poco divertida como puede<br />
ser cualquier hombre.<br />
J. V. CH. Hay una decadencia del<br />
chiste oral, ese pariente pobre<br />
del cuento que de contarse en fiestas<br />
y velorios se ha vuelto una plaga<br />
en Internet…<br />
A. B. E. Yo he visto una persona<br />
que leía chistes de Internet y era<br />
como leerte los diez mandamientos.<br />
El problema es que el<br />
humor nace; no se prepara. No<br />
es búsqueda, es hallazgo, y lo de<br />
Internet es una especie de hiperrealismo<br />
del humor que nos<br />
deja paralizados ante una imagen<br />
disecada. Y el chiste es fundamentalmente<br />
oral y breve. Su<br />
divulgación por Internet puede<br />
servir de perfecto muestreo para<br />
estudiar pequeñas tendencias del<br />
hombre contemporáneo, la alusión<br />
de determinados tópicos<br />
como elementos de humor.<br />
J. V. CH. En la primera mitad<br />
del siglo, no vimos sonreír a Hitler<br />
y Stalin, pero, hace dos décadas,<br />
Coluche, un payaso profesional,<br />
se prestó a la farsa de ser candidato<br />
a la presidencia de Francia.<br />
La política se ha vuelto espectáculo.<br />
Vienen los fenómenos electorales<br />
de la Cicciolina en Italia y<br />
Susy Díaz en Perú, pero también<br />
hechos como el asesinato del cómico<br />
colombiano Garzón en manos<br />
de los paramilitares. ¿Cómo<br />
se han llevado el humor y poder<br />
en este siglo?<br />
A. B. E. El hombre que se ríe<br />
siempre ha sido muy temido. En<br />
la España de finales del franquismo,<br />
donde realmente eran<br />
los humoristas los que más po-<br />
dían decir y más decían contra<br />
el régimen de Franco, se cerraron<br />
diarios humorísticos. Y es<br />
que el humorismo nos señala<br />
con el dedo lo patético y visible<br />
que hay en el gobierno de las<br />
cosas, lo que hay de patético en<br />
el hecho de gobernar. Y en ese<br />
sentido, la imagen del bufón es<br />
siempre el rey pegándole una<br />
patada en el culo para que se vaya<br />
de la corte porque ya cumplió,<br />
exageró y molesta. El humorista<br />
ha sido siempre una<br />
persona molesta al poder. Molesta<br />
a todo lo que tiene gravedad.<br />
El humorista lo pesca todo<br />
y le ve esa especie de hilo suelto<br />
a todas las cosas humanas, lo absurda<br />
que es la vida. Creo que es<br />
eso lo que el humorista nos está<br />
tratando de demostrar siempre:<br />
la idea de la vida como un generoso<br />
don de la nada que invade<br />
todo lo que hacemos hasta<br />
que nos retira de ella misma ese<br />
mismo absurdo de la nada. En<br />
ese sentido, el humorista ha sido<br />
siempre una persona ajena a la<br />
codificación, y por tanto, en los<br />
reales ordenamientos políticos y<br />
jurídicos, la figura del humorista<br />
resulta siempre perturbadora.<br />
J. V. CH. Lo que llevó a la quiebra<br />
a Monos y monadas (una<br />
revista satírica de Perú que en los<br />
años setenta se burlaba sin piedad<br />
de la dictadura militar que<br />
nos gobernaba) fue entonces la llegada<br />
de la democracia…<br />
A. B. E. Sí, es paradójico, pero<br />
yo me pregunto si realmente fue<br />
así. Porque entonces se podría<br />
pensar lo mismo: cae el franquismo,<br />
viene la transición española<br />
y ya no puede haber humoristas.<br />
Sin embargo, salvo los<br />
que han fallecido, los grandes<br />
humoristas que le clavaban la<br />
puntilla al franquismo siguen<br />
todavía en los diarios españoles<br />
riéndose de la democracia, del<br />
gobierno del socialismo y ahora<br />
del Partido Popular. En los diarios<br />
españoles sigo leyendo a humoristas<br />
como Forges, porque<br />
tienen mucho que decir. Es un<br />
exceso de humildad de parte de<br />
los que hicieron Monos y monadas<br />
decir que la democracia los<br />
llevó a la quiebra. No sé si se<br />
acostumbraron a vivir peligrosamente<br />
y que cuando ya no vivían<br />
peligrosamente se aburrieron.<br />
Porque el humor siempre<br />
tiene algo que decir, mientras<br />
otras cosas siempre tienen un ciclo<br />
histórico.<br />
J. V. CH. ¿Y de qué crees que se ha<br />
reído más el ser humano en este<br />
siglo?<br />
A. B. E. En este siglo nos hemos<br />
reído más que nada del poder.<br />
Pensando en los grandes humoristas:<br />
Chaplin se burla de la sociedad<br />
entera capitalista; Buster<br />
Keaton, también; y Woody Allen<br />
es una sátira antinorteamericana.<br />
El Superagente 86, de Mel Brooks,<br />
era una burla de la guerra fría.<br />
El humorista siempre ha estado<br />
ligado a una risa de la solemnidad<br />
y eso ha sido la constante.<br />
Llámese a la solemnidad poder<br />
político, eclesiástico, económico,<br />
siempre ha provocado la risa del<br />
humorista. Porque el humor es<br />
algo que te permite recuperar la<br />
dignidad perdida, porque eres<br />
aplastado por el peso del miedo<br />
que puede ser miedo al poder<br />
económico, político, religioso y a<br />
sus bombos y rituales que están<br />
dados en función a su perpetuación.<br />
Un humorista es una persona<br />
que simplemente llama la<br />
atención sobre el instante en que<br />
todo eso cojea. Hubo una película<br />
dirigida y producida por<br />
Jack Nicholson, en la que un pistolero<br />
del Oeste sale a batirse en<br />
duelo a la calle, y al salir de la taberna<br />
se tuerce un pie y sigue caminando<br />
pero con una molestia.<br />
Es una escena paródica genial.<br />
No sé por qué el señor Nicholson<br />
no siguió dirigiendo y produciendo<br />
cine, aunque quedó el actor<br />
que quedó. Pero creo que en<br />
esa especie de cojera de todo tipo<br />
de poder está la grandeza del humorista.<br />
n<br />
Julio Villanueva Chang es periodista y<br />
escritor. Autor de Mariposas y murciélagos.<br />
48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
L<br />
a cuenca mediterránea es,<br />
junto con el Río Grande y<br />
la frontera entre las dos Coreas,<br />
una de las mayores fracturas<br />
en el nivel de renta que hoy existen<br />
en el mundo. A diferencia<br />
de lo que ocurre en las otras dos,<br />
por el Mediterráneo pasa también<br />
la línea divisoria entre civilizaciones.<br />
La proximidad geográfica,<br />
unida a la enorme disparidad<br />
en el reparto de la riqueza<br />
y las diferentes visiones del mundo<br />
a un lado y otro del Mediterráneo,<br />
son por tanto factores<br />
que enmarcan las complejas relaciones<br />
entre Europa y los países<br />
del Magreb y del Mashrek. En<br />
los últimos años, el fenómeno<br />
de la inmigración, en el que se<br />
dan cita estas tres dimensiones,<br />
está forzando a nuestra sociedad<br />
a dedicar alguna atención renuente<br />
a la situación de nuestros<br />
vecinos del Sur, si bien, como<br />
suele recordar Juan Goytisolo,<br />
prevalece un desconocimiento<br />
que arroja una de las sombras<br />
más injustificables sobre la España<br />
contemporánea.<br />
Secularización<br />
y modernización<br />
En este incipiente debate, la voz<br />
de Giovanni Sartori 1 ha tenido<br />
una especial repercusión, tanto<br />
por su prestigio académico como<br />
por la legitimidad que le da<br />
el pronunciarse desde una perspectiva<br />
liberal. Sartori argumenta<br />
que el islam es absolutamente<br />
incompatible con la sociedad<br />
pluralista y abierta de<br />
Occidente, ya que su visión del<br />
mundo es teocrática y no acepta<br />
la separación entre política y<br />
1 Giovanni Sartori: La sociedad multiétnica,<br />
139 págs. Taurus, Madrid, 2001.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
religión, cuando esta separación<br />
constituye precisamente la base<br />
fundamental de la civilización<br />
occidental. De ahí su llamada<br />
de atención sobre la conveniencia<br />
de acoger a inmigrantes musulmanes,<br />
ya que estos “agresivos<br />
enemigos culturales” pueden<br />
acabar socavando el principio de<br />
la tolerancia pluralista, al oponer<br />
a ella su esencial intolerancia.<br />
Sin embargo, aunque la contraportada<br />
de su libro nos advierte<br />
que Sartori “no se deja hechizar<br />
por los lugares comunes<br />
de lo políticamente correcto” y a<br />
pesar de que la prensa lo haya<br />
saludado como “un pensador valiente<br />
e incómodo”, en realidad<br />
sus tesis son escasamente novedosas,<br />
ya que se limitan a proyectar<br />
sobre los dilemas de las<br />
migraciones las mismas concepciones<br />
sobre el islam que prevalecen<br />
en buena parte de la intelectualidad<br />
europea, de Castoriadis<br />
a Jean Daniel, cuya<br />
habitual lucidez se nubla cuando<br />
se cruza el fenómeno religioso.<br />
De acuerdo con esta visión laicista,<br />
la secularización ha sido<br />
históricamente la llave de la modernización<br />
política y económica.<br />
Así ocurrió en Occidente y<br />
así deberá ocurrir en cualquier<br />
sociedad que quiera incorporarse<br />
a la marcha hacia el progreso.<br />
Sin embargo, siguiendo esta línea<br />
de pensamiento, la secularización<br />
es difícil –por no decir<br />
imposible– en los países musulmanes,<br />
ya que el islam no se resignará<br />
nunca a replegarse sobre<br />
la esfera privada. Su vocación es<br />
pública desde sus orígenes, como<br />
lo demuestra el hecho de que el<br />
Corán tenga cien veces más versículos<br />
que abordan problemas<br />
sociales que aquellos relativos a<br />
cuestiones de devoción. Por otra<br />
ENSAYO<br />
ISLAMISMO Y MODERNIZACIÓN<br />
FIDEL SENDAGORTA<br />
parte, la irrupción del movimiento<br />
islamista en las dos últimas<br />
décadas no ha hecho sino<br />
reafirmar la percepción de que<br />
el mundo islámico es incapaz de<br />
secularizarse. El islamismo, según<br />
la interpretación más difundida,<br />
sería un subproducto patológico<br />
de una modernidad intentada<br />
y fracasada. El corolario<br />
es sencillo y ha sido interiorizado<br />
por minorías pensantes y mayorías<br />
televidentes en Europa y<br />
en el resto del mundo occidental:<br />
el islam en general y el islamismo<br />
en particular está de un lado y la<br />
modernidad está de otro. Sus caminos<br />
son crecientemente divergentes.<br />
Pero la propia complejidad del<br />
mundo islámico se acomoda difícilmente<br />
al reduccionismo simplificador<br />
de este análisis. Habría<br />
que empezar por distinguir tres<br />
grandes categorías en la relación<br />
entre lo religioso y lo temporal; el<br />
islam tradicionalista de los ulemas,<br />
frecuentemente utilizado en<br />
su favor por los regímenes gobernantes;<br />
el islam racionalista<br />
que defienden intelectuales tan<br />
valiosos como Mohamed Arkún<br />
y Mohamed Talbi entre otros,<br />
pero que tiene escasa influencia<br />
social, y, finalmente, el islam islamista,<br />
fenómeno religioso a la<br />
vez que político, que en Irán ocupa<br />
el poder y en la mayoría de los<br />
Estados árabes constituye la principal<br />
fuerza en la oposición. Incluso<br />
el propio islamismo dista<br />
de ser un movimiento homogéneo,<br />
y autores como François<br />
Burgat 2 han señalado que en él<br />
coexisten tendencias reaccionarias<br />
con otras que aspiran a rees-<br />
2 François Burgat: L’Islamisme en face,<br />
287 págs. La découverte, París, 1996.<br />
cribir la modernidad a partir de<br />
un lenguaje simbólico propio,<br />
que pueda ser apropiado y asumido<br />
por la mayor parte de la sociedad.<br />
El desencuentro de estos<br />
sectores populares con la modernización<br />
se había producido ya<br />
desde los primeros momentos de<br />
la independencia, con la implantación<br />
de un modelo laico que<br />
operaba con categorías importadas<br />
de Occidente, que a su vez<br />
abrieron una brecha creciente entre<br />
aquellas minorías familiarizadas<br />
con estos valores y el resto de<br />
la población, incapaz de participar<br />
en un proceso que le resultaba<br />
ajeno e incomprensible. Para<br />
Burgat, el sentido histórico del<br />
islamismo podría ser no ya el<br />
oponerse a la modernización, sino,<br />
por el contrario, contribuir a<br />
ampliar su campo de influencia<br />
al operar con categorías culturales<br />
propias y cercanas para la mayoría<br />
de la población. Se trataría<br />
evidentemente de un proceso<br />
conflictivo y tejido de contradicciones,<br />
pero por lo pronto este<br />
análisis nos sitúa en un diagnóstico<br />
y unas perspectivas muy diferentes<br />
en el debate sobre nuestra<br />
relación con el mundo islámico.<br />
El caso de Irán<br />
Ahora bien, para evaluar esta posible<br />
virtualidad modernizadora<br />
del islamismo, habrá que someterla<br />
a prueba y preferiblemente<br />
en aquellas áreas en las que se supone<br />
que está más en falta: la democracia<br />
y el papel de la mujer.<br />
Por lo que se refiere a la primera,<br />
sería imprescindible hacer un recorrido<br />
país por país, ya que el<br />
movimiento islamista no opera en<br />
el vacío sino que se transforma<br />
en función de la historia y de las<br />
circunstancias locales. En su de-<br />
49
ISLAMISMO Y MODERNIZACIÓN<br />
fecto, parece pertinente hacer<br />
una referencia particular a Irán,<br />
el laboratorio político más significativo<br />
de este cambio de milenio.<br />
Para Gilles Kepel 3 , las victorias<br />
de los reformistas en las<br />
elecciones presidenciales y parlamentarias<br />
de los últimos años<br />
evocan el fracaso del sistema y<br />
nos sitúan en un proceso de transición<br />
al posislamismo que recuerda<br />
los debates sobre el poscomunismo<br />
respecto a los países<br />
del socialismo real. Sin embargo,<br />
sería quizá más apropiada la<br />
comparación del Irán actual con<br />
la Unión Soviética a finales de<br />
los cuarenta: dos revoluciones<br />
aún jóvenes, recién finalizada una<br />
guerra con un enorme coste en<br />
vidas. Imaginemos que en esas<br />
circunstancias, Moscú hubiera<br />
permitido unas elecciones que<br />
hubieran obligado a la vieja guardia<br />
a compartir el poder con un<br />
sector reformista legitimado por<br />
una abrumadora mayoría electoral.<br />
El hecho de que esto haya<br />
sucedido en Irán ¿no demuestra<br />
acaso un grado de apertura y vitalidad<br />
que contrasta poderosamente<br />
con la pesada rigidez soviética,<br />
causante inevitable del rigor<br />
mortis en que acabó la URSS?<br />
Es cierto que en Irán el pulso entre<br />
reformistas y vieja guardia dista<br />
de estar resuelto y define una<br />
evolución en la que se suceden<br />
los avances y los retrocesos. Pero<br />
difícilmente cabe concluir, como<br />
hace Kepel, que el sistema haya<br />
fracasado. Desde otra óptica más<br />
positiva, Alí M. Ansari 4 señala<br />
que estamos ante un régimen revolucionario<br />
autoritario que ha<br />
dado luz ostensiblemente a una<br />
vibrante sociedad civil y a un<br />
proceso de democratización que<br />
es más dinámico y prometedor<br />
que en ninguna otra sociedad del<br />
mundo islámico.<br />
En definitiva, hay muchos<br />
motivos para cuestionar la creencia<br />
generalizada en Europa de<br />
3 Gilles Kepel: Jihad. Expansion et déclin<br />
de l’islamisme, 452 págs. Gallimard,<br />
2000.<br />
4 Alí M. Ansari: Iran, islam & democracy.<br />
The politics of managing change, 240<br />
págs. The Royal Institut of International<br />
Affairs, Londres, 2000.<br />
que la construcción de sistemas<br />
democráticos en estos países, pasa<br />
por la desactivación de los<br />
movimientos islamistas. Como<br />
afirma Burgat, refiriéndose en<br />
particular al mundo árabe, los<br />
dos grandes procesos políticos<br />
actualmente en marcha no tienen<br />
nada de incompatible: de<br />
un lado, la reconciliación del<br />
discurso político con las categorías<br />
de la cultura musulmana y,<br />
de otro, la lenta y difícil emergencia<br />
de conductas pluralistas y<br />
talantes que conduzcan al arraigo<br />
de la democracia.<br />
La cuestión de la mujer<br />
Tampoco en la cuestión de la<br />
mujer puede decirse que la línea<br />
que separa a los defensores de sus<br />
derechos de los que los limitan<br />
coincida con la división entre los<br />
islamistas y las demás fuerzas políticas.<br />
Sin embargo, la opinión<br />
pública europea prefiere dedicar<br />
toda su atención a una situación<br />
que se define en trazos gruesos,<br />
como es la de los talibanes afganos,<br />
antes que a otras realidades<br />
más cercanas, pero cuya variedad<br />
de matices exige un esfuerzo de<br />
reflexión y comprensión que<br />
obliga a veces a abandonar el<br />
confortable territorio de las certezas<br />
propias. Cualquiera que pasee<br />
por la Universidad de Rabat o<br />
Casablanca puede asombrarse del<br />
elevado número de mujeres que<br />
se cubren con el hijab o velo islámico.<br />
Lo más habitual es que el<br />
visitante europeo interprete este<br />
fenómeno como una regresión<br />
en el camino hacia la emancipación<br />
femenina. Sin embargo, lo<br />
primero que hay que constatar<br />
es que esas mujeres de militancia<br />
o simpatías islamistas no han<br />
abandonado sus estudios, ni sus<br />
compañeros de activismo les han<br />
exigido que lo hagan. No hay<br />
aquí regreso al pasado, sino una<br />
forma diferente de vivir la modernidad.<br />
Gema Martín Muñoz 5 ha señalado<br />
que la militancia de las<br />
5 Gema Martín Muñoz: El Estado<br />
árabe: Crisis de legitimidad y contestación<br />
islamista, 423 págs. Biblioteca del Islam<br />
contemporáneo. Edicions Bellaterra, Barcelona,<br />
1999.<br />
mujeres en el movimiento islamista<br />
es numéricamente superior<br />
a su presencia en los partidos<br />
políticos tradicionales. Este<br />
fenómeno no debe atribuirse a<br />
la presión de los hombres de su<br />
entorno. Su adhesión política se<br />
realiza en tanto que individuo,<br />
distanciándose así de los comportamientos<br />
de la sociedad tradicional<br />
en la que la mujer sólo<br />
adquiere identidad a través de<br />
la intermediación masculina.<br />
Por otra parte, la utilización del<br />
velo permite a las mujeres acceder<br />
a un espacio público reservado<br />
tradicionalmente a los<br />
hombres. Son avances que sabrán<br />
a poco desde una óptica<br />
occidental. Sin embargo, definen<br />
una estrategia reformista<br />
que para muchas mujeres sirve<br />
para compatibilizar sus exigencias<br />
de identidad con sus aspiraciones<br />
de cambio.<br />
Espíritu capitalista<br />
Un aspecto menos estudiado, pero<br />
seguramente decisivo a la hora<br />
de evaluar la potencialidad<br />
modernizadora del islamismo, sería<br />
el análisis weberiano de sus<br />
valores éticos bajo el prisma de su<br />
capacidad propiciadora del espíritu<br />
capitalista 6 . Al fin y al cabo,<br />
el capitalismo es el factor dinamizador<br />
más poderoso de la modernización.<br />
En este sentido, la<br />
experiencia española reciente<br />
puede arrojar alguna luz sobre<br />
cómo se produce la alquimia de<br />
las mutaciones culturales en un<br />
contexto social y políticamente<br />
conservador. Santos Juliá 7 ha recordado<br />
recientemente el papel<br />
central del Opus Dei en el proceso<br />
de “calvinización” del catolicismo<br />
español, al insertar en este<br />
último la necesidad de la confirmación<br />
de la fe en la vida<br />
profesional mundana. La noción<br />
de la santificación del trabajo<br />
acabó con el estigma de maldi-<br />
6 Max Weber: La ética protestante y el<br />
espíritu del capitalismo. Edición de Jorge<br />
Navarro Pérez, con prólogo de José Luis<br />
Villacañas, 333 págs. Istmo, Madrid,<br />
1998.<br />
7 Santos Juliá y otros autores: Franquismo.<br />
El juicio de la historia, 295 págs.<br />
Temas de Hoy, Historia, Madrid 2000.<br />
ción que aquél arrastraba en la<br />
moral católica, sentando así las<br />
bases éticas y culturales para el<br />
despegue del capitalismo español<br />
en los años sesenta. A los efectos<br />
que ahora nos interesan, lo más<br />
significativo es que este proceso<br />
de modernización económica<br />
–antesala de otras transformaciones<br />
sociales y políticas– fuera<br />
protagonizado por personas de<br />
convicciones sumamente conservadoras<br />
en el plano moral y religioso.<br />
¿Estamos aquí ante una<br />
paradoja más de la historia o se<br />
trata por el contrario de un elemento<br />
clave para entender cómo<br />
operan los mecanismos de cambio<br />
en las mentalidades? A esto<br />
último apunta José Luis Villacañas<br />
8 en un esclarecedor ensayo<br />
sobre Ramiro de Maeztu, en el<br />
que destaca su voluntad de asumir<br />
las categorías de Max Weber<br />
y proyectarlas a un universo católico,<br />
como se pone de manifiesto<br />
especialmente en El sentido<br />
reverencial del dinero. La influencia<br />
de Maeztu fue determinante<br />
en los intelectuales del Opus Dei,<br />
empezando por Pérez Embid y<br />
Calvo Serer. Este último presenta<br />
en La España sin problema un<br />
proyecto ideológico que propugna<br />
la introducción en nuestro<br />
país de la ciencia y la técnica europeas,<br />
puestas al servicio “del destino<br />
histórico y la ortodoxia religiosa”.<br />
Una y otra vez asoma en<br />
esta obra esa aspiración a la síntesis,<br />
tan central en el proyecto de<br />
Maeztu, entre “los ideales españoles<br />
y la técnica moderna”.<br />
Volvamos al universo islámico<br />
para constatar la indudable afinidad<br />
de estos propósitos con las<br />
ideas de algunos líderes islamistas<br />
como el tunecino Gannushi o el<br />
marroquí Yasín 9 . Este último, en<br />
una obra de título tan significativo<br />
como Islamizar la modernidad,<br />
se fija en el ejemplo de Japón,<br />
Singapur o Malasia como<br />
8 José Luis Villacañas: Ramiro de<br />
Maeztu y el ideal de la burguesía en España,<br />
494 págs. Espasa, Fórum, Madrid,<br />
2000.<br />
9 Para un análisis político de islamismo<br />
marroquí, ver Juan José Escobar<br />
Stemmann: ‘Los islamistas en el reinado<br />
de Mohamed VI’. Política exterior, volumen<br />
XV, núm. 81, mayo/junio, 2001.<br />
50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
modelos que han sabido incorporar<br />
los conocimientos científicos<br />
y técnicos de Occidente, así<br />
como sus métodos de gestión y<br />
organización, sin perder por ello<br />
su identidad cultural 10 . De ahí<br />
que no sea de extrañar que la<br />
proporción de estudiantes islamistas<br />
en las universidades marroquíes<br />
sea especialmente elevada<br />
en las especialidades científicas.<br />
Lo que estos ideólogos<br />
islamistas cuestionan es que el<br />
proceso de modernización en sus<br />
países tenga que pasar necesariamente<br />
por las categorías occidentales<br />
en general y por el laicismo<br />
en particular. Desde su<br />
punto de vista, la modernización<br />
es necesaria para que las sociedades<br />
islámicas salgan en su actual<br />
postración y se ganen el respeto<br />
de Occidente. Pero el proceso<br />
modernizador requiere una movilización<br />
social que sólo el islam<br />
puede proporcionar. En la gráfica<br />
expresión de Regis Debray, la<br />
religión habría dejado de ser el<br />
opio del pueblo para convertirse<br />
en las vitaminas del pobre.<br />
La búsqueda de una síntesis<br />
Sin embargo, para que esta movilización<br />
sea efectiva, la fe religiosa<br />
debería encarnarse en una<br />
ética mundana favorecedora del<br />
desarrollo capitalista. ¿Se pueden<br />
identificar estos valores en el islamismo?<br />
Es difícil ofrecer respuestas<br />
concluyentes a esta pregunta,<br />
ya que nos movemos en<br />
un territorio aún poco explorado<br />
por los investigadores. En el caso<br />
de Marruecos, Mohamed Tozy 11<br />
señala que el prestigio social de<br />
los militantes islamistas se construye<br />
a partir de una moral edificante<br />
y una ética del trabajo. Se<br />
refiere en concreto a la entrega<br />
profesional de los médicos islamistas<br />
en los hospitales públicos<br />
para destacar que, en este contexto,<br />
la etiqueta islamista se<br />
considera sinónimo de seriedad,<br />
competencia y gran rigor moral.<br />
10 Abdessalam Yasin: Islamiser la modernité,<br />
334 págs. Al Ofok Impressions,<br />
1998.<br />
11 Mohamed Tozy: Monarchie et Islam<br />
politique au Maroc, 303 págs. Presse<br />
de Sciences Po, París, 1999.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Tozy menciona también otras<br />
cualidades asociadas a la militancia<br />
religiosa, como el refuerzo<br />
de la autoestima (especialmente<br />
relevante en los sectores sociales<br />
marginados) y el aumento en la<br />
capacidad de renuncia y de sacrificio.<br />
Se trata sin duda de valores<br />
indispensables para afrontar<br />
un proceso de modernización<br />
más complicado que el que vivimos<br />
nosotros, puesto que exige<br />
atenerse a una ética de la producción<br />
y el ahorro, característica<br />
del capitalismo en sus fases<br />
iniciales, cuando paralelamente<br />
las antenas parabólicas traen a<br />
los hogares las pautas de conducta<br />
propias del consumo masivo<br />
en los países más desarrollados.<br />
En estas circunstancias,<br />
sólo un alto grado de abnegación<br />
permite aceptar la renuncia<br />
a las exigencias del presente<br />
en favor de un futuro mejor.<br />
Pensemos en la disposición anímica<br />
necesaria para que los jóvenes<br />
magrebíes que sólo sueñan<br />
con dar el salto a Europa en búsqueda<br />
de mejores condiciones de<br />
vida opten en cambio por quedarse<br />
en sus países para que quizá<br />
sus hijos o sus nietos vean el<br />
resultado de sus esfuerzos.<br />
Los dilemas del mundo islámico<br />
contemporáneo se comprenden<br />
mejor cuando los situamos<br />
en una perspectiva histórica<br />
más amplia. En su obra<br />
más conocida, Toynbee 12 examina<br />
las diferentes reacciones de<br />
la sociedad judía ante los avances<br />
del helenismo en el siglo II a.<br />
de J. C., para explicar de forma<br />
más general cuáles son las dos<br />
estrategias básicas que puede<br />
adoptar un pueblo ante el desafío<br />
planteado por una cultura<br />
extranjera más poderosa y dinámica<br />
que la propia. Una primera<br />
respuesta sería la de los zelotes,<br />
que, como una tortuga que<br />
se refugia dentro de su caparazón,<br />
pretenden evitar la contaminación<br />
del helenismo cerrándose<br />
a toda influencia externa y<br />
atrincherándose en un meticu-<br />
12 Arnold Toynbee: A study of History,<br />
576 págs. Barnes & Noble Books,<br />
Nueva York, 1995.<br />
loso cumplimiento de la tradición.<br />
La actitud alternativa sería<br />
la de los herodianos, seguidores<br />
del rey Herodes el Grande, partidarios<br />
de tomar prestado y asimilar<br />
de la cultura helénica todos<br />
aquellos elementos necesarios<br />
para adaptarse a un mundo<br />
dominado por el helenismo, y<br />
poder eventualmente enfrentarse<br />
con él. En la traslación de este<br />
esquema al mundo islámico<br />
actual en relación con Occidente,<br />
no sería difícil identificar entre<br />
los primeros a ciertas corrientes<br />
islamistas integristas, como<br />
los talibanes afganos, y entre los<br />
segundos a las élites del nacionalismo<br />
laico surgido de la independencia.<br />
Pero, como señala<br />
Toynbee, tanto el enfoque de los<br />
zelotes como el de los herodianos<br />
constituyen intentos desesperados<br />
por ignorar o retrasar el<br />
advenimiento de una situación<br />
nueva, creada por la introducción<br />
de un elemento dinámico<br />
en la vida de una sociedad. Por<br />
el contrario, la respuesta adecuada<br />
a un reto de estas características<br />
vendrá de la búsqueda<br />
de una síntesis entre ciertos elementos<br />
de la cultura hegemónica<br />
y de la cultura amenazada,<br />
que cuajará previsiblemente en<br />
el ámbito espiritual. Lo decisivo<br />
para Toynbee es que en este proceso<br />
la acción se desplaza progresivamente<br />
desde el campo exterior<br />
(donde se ha producido<br />
el desafío cultural) al fuero interno<br />
de la propia civilización.<br />
La evolución endógena adquiere<br />
entonces una especial relevancia.<br />
De ahí que debamos<br />
prestar una cuidadosa atención a<br />
lo que sucede en el interior del<br />
movimiento islamista, ya que en<br />
él coexisten los zelotes integristas<br />
con otras tendencias de intención<br />
modernizadora que debaten,<br />
con todas las contradicciones<br />
que se quiera, sobre cómo<br />
avanzar por vías de síntesis.<br />
No es ésta desde luego la disposición<br />
de Giovanni Sartori y<br />
de tantos otros intelectuales lai-<br />
FIDEL SENDAGORTA<br />
cos a ultranza, cuya visión de un<br />
islam inmutable no se ha revisado<br />
desde aquel “sueño invencible<br />
del islam”, tan glosado por<br />
los viejos orientalistas. Su interpretación<br />
de un fenómeno complejo,<br />
como es el del islamismo,<br />
bajo la única guía de un anticlericalismo<br />
obsesivo, les incapacita<br />
para comprender sus claves<br />
profundas y la propia naturaleza<br />
de los desafíos planteados.<br />
Sin embargo, la experiencia del<br />
proceso de modernización en<br />
España nos debiera incitar a<br />
abordar estas cuestiones con menos<br />
restricciones mentales,<br />
abiertos a considerar, como hace<br />
irónicamente Conrad 13 en su<br />
novela Nostromo, que al fin y al<br />
cabo los caminos del progreso<br />
humano son inescrutables. n<br />
13 Citado por Robert D. Kaplan: The<br />
coming anarchy, 188 págs. Random House,<br />
Nueva York, 2000. Fidel Sendagorta es diplomático.<br />
51
En una de las columnas de<br />
la plaza Real de Barcelona<br />
una lápida conmemorativa<br />
informa, a quien quiera leerla,<br />
de que en aquella casa nació,<br />
el 11 de agosto de 1882, el filósofo<br />
catalán Francesc Pujols.<br />
Exactamente, aunque eso no lo<br />
dice la lápida, a las once de la<br />
mañana, en el tercer piso, segunda<br />
puerta, del número 10.<br />
Con tales datos, más o menos, y<br />
los nombres de los padres, se rellena<br />
una partida de nacimiento,<br />
pero Pujols los interpretaba, en<br />
una carta que escribió a Josep<br />
Plá, como premonición de su<br />
destino, pues le declaraba que<br />
no se habría podido encontrar,<br />
para el alumbramiento del que<br />
un día crearía la ciencia universal<br />
empírica que tanto se necesitaba,<br />
una plaza, una casa y una<br />
habitación más céntricas. El<br />
destino había escogido, en la<br />
ciudad que ocupaba el centro<br />
del mundo civilizado, no sólo<br />
la plaza más céntrica de la misma,<br />
sino también la casa que estaba<br />
en su centro y la habitación<br />
desde la que se podía ver<br />
directamente, a través del pasaje<br />
de Colón, la Rambla, para<br />
contemplar el mundo. Así pues,<br />
según él, la geografía había marcado<br />
sus pasos.<br />
Joan Maragall, que había sido<br />
presidente del jurado que premió<br />
a Pujols con la Flor Natural<br />
en los Juegos Florales de 1903,<br />
escribió el prólogo a la edición<br />
del Llibre que conté les poesies de<br />
Francesc Pujols, publicado en<br />
1904, en el que se incluye este<br />
retrato del poeta:<br />
“[…] es un mocetón de unos veinte<br />
años, de mejillas sonrosadas y pelo<br />
castaño caracolado. Una cara de ‘angelote’,<br />
como dicen los castellanos; un<br />
‘angelote’ un poco sensual, de labios<br />
carnosos, ojos pequeños y muy inquietos,<br />
la cabeza inclinada y relativamente<br />
pequeña en proporción con el cuerpo;<br />
y, como acostumbra a vestir trajes amplios<br />
y holgados y sombrero negro de<br />
alas muy anchas, parece, según se mire,<br />
un pastor protestante o una criatura<br />
vestida a toda prisa de hombre por haber<br />
pegado un estirón de repente.<br />
Cuando habla en frío, da la impresión<br />
de no saber explicarse bien y cuando ríe<br />
se nota que disfruta […]. En conjunto,<br />
causa el efecto de un buen chico, aunque<br />
un poco encogido”.<br />
El crítico musical Rafael Moragas<br />
lo describía así:<br />
“Era un tipo sencillamente impresionante,<br />
que al principio hacía pensar<br />
en Proteo, o sea, que cambiaba frecuentemente<br />
(de traje, de corbata, de<br />
ideas, o al menos de formas expresivas,<br />
pues la línea de sus ideas marcaba una<br />
continuidad) y siempre desconcertaba,<br />
porque, si hoy parecía un demonio,<br />
mañana adoptaba un aire angelical;<br />
unas veces parecía un sofista antiguo,<br />
otras un joven pretoriano del Imperio;<br />
una semana un fraile medieval, la siguiente<br />
un artista del Renacimiento<br />
[…]. Tenía días espléndidos, en los que<br />
daba la impresión de haber descubierto<br />
la piedra filosofal o el arte de vivir, y<br />
siempre la de llevar la verdad en el bolsillo<br />
junto a las cerillas”.<br />
En sus Memorias, José María<br />
de Sagarra da la impresión de<br />
tener imaginativamente presente<br />
el brillo goloso de los ojos de<br />
Pujols cuando refiere cómo le<br />
recitaba, en uno de sus interminables<br />
paseos nocturnos, el poema<br />
de Virgilio en el que un<br />
campesino se levanta del lecho<br />
todavía semidormido antes del<br />
amanecer, se acerca renqueando<br />
a la chimenea, mete un dedo<br />
en la olla de barro dejada en el trébedes<br />
sobre el rescoldo de la lumbre,<br />
lo extrae untado de la amarillenta<br />
viscosidad del all y oli y<br />
se lo lleva a los labios. Pujols se<br />
SEMBLANZA<br />
DICHOS Y HECHOS DE<br />
FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />
EUGENIO GALLEGO<br />
relamía de gusto recitando esos<br />
versos.<br />
Plá hizo de Pujols este retrato literario,<br />
que acaso sólo valga para<br />
la segunda época, cuando se<br />
interesaba por la filosofía:<br />
“Había llegado a la conclusión de<br />
que en el proceso de la convivencia humana,<br />
de la formación del alma, se habían<br />
producido tres hechos esenciales,<br />
indiscutibles, básicos. La tendencia a<br />
un orden jurídico que Roma descubrió<br />
para mantener a raya los instintos feroces<br />
de la especie humana. Sobre esa especie,<br />
Pujols mantenía un pesimismo total<br />
y experimental. Consideraba, asimismo,<br />
indiscutibles los principios del arte<br />
griego y la sensibilidad religiosa del<br />
pueblo judío. Sin la adaptación a esas<br />
tres esencias superiores el hombre retrocede,<br />
se convierte en una pura bestia<br />
maligna y peligrosa. Ahora bien, Pujols<br />
se pasó una buena parte de su vida,<br />
toda la vida, en medio de una sociedad<br />
literalmente anarquista. No sólo estaba<br />
anarquizada la relación entre obreros y<br />
patronos, sino la sociedad –sin exceptuar<br />
las academias, como es implícitamente<br />
natural–. Esa situación tenía raíces<br />
arcaicas, era inseparable de la evolución<br />
del país –falto de autoridades<br />
reales– y se mantenía por la pura ignorancia.<br />
Ante semejante sociedad, Pujols<br />
es el hombre que he conocido más<br />
antianarquista, más furiosamente antiácrata,<br />
menos sensible a la fraseología<br />
sentimental. La justicia le apasionaba; la<br />
fraseología sentimental le sacaba de madre.<br />
Había cosas que la hipocresía del<br />
tiempo consideraba intangibles […],<br />
que él, en cambio, juzgaba una absoluta<br />
nimiedad. Ante lo que él llamaba los<br />
principios inmutables, no le he visto<br />
hacer nunca la menor concesión, su inmutabilidad<br />
respecto a ellos era granítica<br />
y total. Para defenderlos, están naturalmente<br />
sus escritos: pero le vi sostener<br />
discusiones de una amplitud<br />
fenomenal. Daba argumentos, sabía lo<br />
que tenía entre manos. Desde la posición<br />
contraria, nunca constaté que se le<br />
ofreciese ningún argumento válido. Se<br />
producía una especie de trituración dialéctica<br />
–frecuentemente era implacable–<br />
que ocasionaba en la otra parte una<br />
indignación apenas recubierta con una<br />
sonrisa bobalicona. Esa clase de sonrisas<br />
se encuentra en el origen de la fuerza<br />
humorística de Pujols y en su proliferación<br />
anecdótica. Pero esas suposiciones<br />
son falsas. En las posiciones básicas<br />
de Pujols no hay ni humorismo ni<br />
anecdotario. No hay más que la pura y<br />
simple realidad, defendida con un ardor<br />
considerable. Pero, claro está, en<br />
la conversación y la discusión, Pujols<br />
siempre se consideraba obligado a manifestarse<br />
con amenidad. Lo solía decir<br />
frecuentemente: en sociedad, es indispensable<br />
divertir a la gente que se tiene<br />
delante. Es una de las formas más finas<br />
de la caridad. ¿Acercarse para aumentar<br />
su aburrimiento? Vale más quedarse en<br />
casa. Por eso tuvo tantos amigos entre<br />
personas que, pensando de una manera<br />
totalmente diferente, habían observado<br />
el mundo exterior sin convencionalismos<br />
extremistas y demenciales”.<br />
Escribe Carles Riba en L’estil de<br />
Francesc Pujols:<br />
“Ningún otro estilo como el suyo,<br />
tan cargado de accesorios, ni ningún<br />
sistema de accesorios tan incorporado a<br />
lo que es estructural hasta convertirse<br />
en insuprimible. Un párrafo suyo acaba<br />
siendo una suerte de aventura, lenguaje<br />
hacia afuera con todos los incisos<br />
y todos los peligros de la aventura; se<br />
sabe de qué pretexto parte, no se adivina<br />
nunca qué sorpresas hay detrás de<br />
cada viraje de la frase”.<br />
Si se ha de creer a Dalí, Pujols le<br />
habría dado las gracias, a través<br />
de un amigo común, por haberle<br />
incluido entre los surrealistas,<br />
aunque advirtiéndole que a él,<br />
personalmente, le convenía estar<br />
a bien con la realidad.<br />
Pompeu Fabra decía de Pujols<br />
que era un filósofo en la acepción<br />
antigua del término y no<br />
por lo que hubiese podido descubrir,<br />
que se ignoraba lo que<br />
pudiera ser, sino por haber vuelto<br />
a pensarlo todo y haberse<br />
54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº XX
Francesc Pujols<br />
obstinado en dar una explicación<br />
del hombre y un sentido a<br />
las cosas. Habría hecho un esfuerzo<br />
respetable, sobre todo teniendo<br />
en cuenta que la mayoría<br />
de los hombres viven y mueren<br />
sin pensar tan siquiera que<br />
las cosas puedan tener un sentido<br />
o se conforman con lo que<br />
les dice el sentido común o la<br />
tradición.<br />
Le gustaba expresarse, en la conversación<br />
y en las conferencias,<br />
con frases rotundas, de bombo<br />
y platillo. Así, respecto a la influencia<br />
de Shakespeare en<br />
Goethe concluía: “La Margarita<br />
del Fausto es una Ofelia que<br />
se queda embarazada”. Del socialismo<br />
decía que “Jesús predicó<br />
la caridad voluntaria y otro judío,<br />
Karl Mark, la hizo obligatoria”.<br />
O también: “La nutrición es<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
un injerto, la generación un esqueje”.<br />
Y a un amigo que se le<br />
acercó mientras contemplaba el<br />
lento caminar de la tortuga del<br />
jardín del Ateneo: “Ya no se hacen<br />
cosas como ésta”.<br />
En la tertulia del Ateneo de Barcelona<br />
a la que Pujols se había<br />
incorporado recientemente estalló<br />
una tarde una violenta polémica<br />
verbal cuando un contertulio<br />
mencionó lo que se rumoreaba<br />
sobre las torturas a las que<br />
la policía había sometido a los<br />
anarquistas detenidos en Montjuïc,<br />
acusados del atentado terrorista<br />
con bombas en la calle<br />
de Canvis Nous. Los tertulianos<br />
liberales se creían tales acusaciones,<br />
mientras los conservadores<br />
las negaban, unos y otros con<br />
idéntica convicción inquebrantable,<br />
por lo que sólo podían tra-<br />
tar de imponerse mediante gritos,<br />
hasta que paulatinamente se<br />
fueron apaciguando. Pujols había<br />
presenciado el alboroto en<br />
silencio, sin intervenir en aquella<br />
pelea política. Cuando el ambiente<br />
se había calmado definitivamente,<br />
un contertulio conservador,<br />
que estaba sentado a su<br />
lado, le preguntó su opinión al<br />
respecto. “Y usted, ¿qué piensa?”,<br />
le vino a decir. “¿Que qué<br />
pienso?”, le contestó Pujols,<br />
“pues que ustedes, los conservadores,<br />
serían capaces de hacer eso<br />
de que les acusan los liberales y<br />
que ellos serían capaces de inventárselo”.<br />
Un amigo de Pujols, católico<br />
convencido, no lograba, sin embargo,<br />
reprimir su instinto sexual<br />
y todas las noches acababa<br />
en algún prostíbulo de Barcelo-<br />
na, para, a la mañana siguiente,<br />
arrodillarse, deprimido, en algún<br />
confesionario a pedir perdón por<br />
sus culpas. Se arrepentía sinceramente<br />
y hacía solemne propósito<br />
de enmienda –que duraba<br />
exactamente hasta el anochecer<br />
del mismo día. De modo que vivía<br />
permanentemente obsesionado<br />
con el infierno, al que se<br />
veía irremediablemente condenado–<br />
con toda justicia, según<br />
sus propias creencias. Y una vez<br />
que Pujols se lo encontró profundamente<br />
abatido y realmente<br />
atormentado por un infinito<br />
sentimiento de culpa, intentó<br />
consolarlo, él que no creía que la<br />
moral tuviese que ver con la fe,<br />
diciéndole que acaso no hubiese<br />
nada después de la muerte: ni<br />
Dios, ni juicio final, ni infierno.<br />
“¡Qué hermoso sería! ¡Qué hermoso!”,<br />
exclamó el perdulario<br />
con un suspiro de alivio.<br />
El “señor de Barcelona” Rafael<br />
Pujet no ha podido no contar a<br />
Pujols la fantástica historia del<br />
matrimonio Valldeperes, que habitaba<br />
en un chalet de San Gervasio.<br />
Algunas noches, preferentemente<br />
las más oscuras y desapacibles,<br />
el marido, viniendo de<br />
fuera, se acercaba sigilosamente a<br />
la tapia que rodeaba el jardín del<br />
chalet, alzado el cuello del abrigo<br />
y hundido el sombrero. Escogía la<br />
zona más oscura, esperaba a que<br />
no transitara nadie por los alrededores<br />
y escalaba la tapia. Ya en<br />
el jardín, lo recorría a gatas o<br />
arrastrándose por el suelo, zigzagueando<br />
y parándose al más mínimo<br />
ruido causado por alguna<br />
ramita tronchada por él mismo<br />
al avanzar a tientas. Por fin, arañado,<br />
embarrado y maltrecho,<br />
llegaba hasta la puerta de entrada<br />
del edificio y daba con los nudi-<br />
55
DICHOS Y HECHOS DE FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />
llos unos suaves golpes en la madera.<br />
Alguien entreabría la puerta<br />
y él preguntaba si estaba el señor<br />
Valldeperes. “No”, le contestaba<br />
su esposa, pues era ella la que<br />
había abierto, “entra”.<br />
Unas semanas después del fallecimiento<br />
de su único hermano,<br />
con quien compartía la herencia<br />
dejada por el padre, Pujols acompañó<br />
a su madre a pasar unos<br />
días en la hospedería del monasterio<br />
de Montserrat, una visita<br />
que ella hacía todos los años por<br />
las mismas fechas. Y un atardecer,<br />
mientras paseaban madre e<br />
hijo por los alrededores del monasterio,<br />
se encontraron con una<br />
amiga de la madre que venía<br />
conversando con un monje. Ellas<br />
se abrazaron y se besaron y luego<br />
hicieron las presentaciones correspondientes,<br />
continuando el<br />
paseo los cuatro juntos. La amiga<br />
de la madre y el monje retomaron<br />
el tema de la conversación<br />
interrumpida, que versaba sobre<br />
los respectivos méritos de la Virgen<br />
de Montserrat y de la de<br />
Lourdes, dos vírgenes distintas y<br />
una sola verdadera. Según el<br />
monje, la Virgen verdadera tenía<br />
su casa en el monasterio y en<br />
Lourdes su lugar de trabajo. Y tal<br />
vez debió de observar algún gesto<br />
extraño en Pujols, pues le preguntó<br />
si creía en los milagros de<br />
la Virgen de Lourdes. “Claro que<br />
creo”, le contestó sin titubear,<br />
“precisamente, no hace mucho,<br />
la Virgen de Lourdes ha hecho<br />
un milagro en nuestra casa”. Su<br />
madre se quedó espantada, de la<br />
otra señora no se sabe y el monje<br />
exclamó: “¡Qué dice usted! ¡Y<br />
eso, cuándo ha sido! ¿Con quién<br />
ha hecho el milagro?”. “Con mi<br />
hermano. Creo que usted lo conocía”.<br />
“Si, creo que sí. Pero ¿qué<br />
le pasó?”. “Que viajó a Lourdes y<br />
a los 15 días se murió”. “¿Y dónde<br />
está el milagro?”; el monje se<br />
había puesto a la defensiva, temiéndose<br />
una broma de mal gusto.<br />
“Fue un milagro a mi favor”,<br />
le explicó Pujols, “ahora soy el<br />
único heredero”. Que su madre<br />
habría deseado ver desaparecer<br />
en ese momento.<br />
En el texto que Pujols dictó a<br />
Alexandre Planas para intentar<br />
publicarlo en algún periódico de<br />
Madrid, informando de la aparición<br />
de su libro Concepte general<br />
de la ciencia catalana, con la<br />
condición de que lo firmara Plá,<br />
su autor afirmaba que Cataluña<br />
poseía un sistema de pensamiento<br />
único en el mundo, diferenciado<br />
de las dos corrientes<br />
hasta entonces dominantes: la<br />
septentrional, que huía de la realidad<br />
por exceso de subjetivismo,<br />
y la meridional, que asfixiaba<br />
a la razón por exceso de<br />
objetividad, con la nota común<br />
de que ambas pretenden crear<br />
el mundo en vez de descubrirlo.<br />
La misión de Cataluña consistía<br />
en descubrir la verdad, fusionando<br />
realidad y razón, evitando<br />
el racionalismo irreal de los<br />
septentrionales y el realismo<br />
irracional de los meridionales.<br />
Pero no era ese nacionalismo intelectual,<br />
hiperbólico y grotesco,<br />
según Plá, por lo que los jóvenes<br />
se sentían a gusto con Pujols,<br />
sino por sus medios<br />
expresivos y su erudición y porque<br />
les proponía una libertad de<br />
observación absoluta y la eliminación<br />
de los prejuicios y los<br />
convencionalismos.<br />
No me puedo creer que Pujols<br />
no esbozara al menos una leve<br />
sonrisa mientras escribía la siguiente<br />
parrafada:<br />
“Si es muy cierto que tal vez nosotros<br />
no lo veamos, pues ya estaremos<br />
muertos y enterrados, igualmente lo es<br />
que los que vengan después de nosotros<br />
verán que los reyes de la Tierra o quienes<br />
gobiernen las naciones se arrodillarán<br />
ante Cataluña y entonces será cuando,<br />
quienes hayan leído este libro, si<br />
aún queda algún ejemplar, comprenderán<br />
la razón que tenía su autor, que,<br />
entre risas, decía las cosas más serias<br />
que se pueden decir, porque estamos<br />
persuadidos de que en el futuro, si las<br />
cosas no cambian y marchan por donde<br />
van, a los catalanes se les llamará ‘los<br />
compatriotas de la verdad’ y los extranjeros<br />
nos mirarán como si vieran la sangre<br />
de la verdad, y cuando le den la<br />
mano a un hermano nuestro, además<br />
del respeto y la admiración que le tendrán,<br />
les parecerá que tocan la verdad<br />
con las manos, y como habrá muchos<br />
que se echarán a llorar de alegría, los<br />
catalanes les tendrán que enjugar las lágrimas<br />
con el pañuelo, y ser catalán<br />
equivaldrá a tener los gastos pagados<br />
en todos los sitios donde vayan, porque<br />
les bastará con ser catalanes para que la<br />
gente los lleve a su casa y les pague el<br />
hospedaje, que es el mayor obsequio<br />
que se les puede hacer a los catalanes<br />
cuando van por el mundo, y, a fin de<br />
cuentas, valdrá más ser catalán que millonario,<br />
y como las apariencias engañan,<br />
aunque sea más ignorante que<br />
un asno, cuando los extranjeros vean a un<br />
catalán pensarán que es un sabio con la<br />
verdad en la mano, y así será que cuando<br />
Cataluña se vea reina y señora del<br />
mundo, será tanta la fama y la admiración<br />
que se nos tendrá en todas partes<br />
que habrá muchos catalanes que, por<br />
modestia, no se atreverán a decir que lo<br />
son y se harán pasar por extranjeros”.<br />
Y me sospecho que si él hubiese<br />
vivido entonces, sería de los<br />
que harían eso último.<br />
Reflexionando sobre la relación<br />
paterno-filial, citaba un párrafo<br />
de Séneca, donde se refería que,<br />
en la época de las guerras civiles<br />
romanas del siglo I a. de J. C.,<br />
cuando el partido momentáneamente<br />
triunfador condenaba a<br />
muerte bajo cualquier pretexto<br />
a los del partido opuesto y a sus<br />
supuestos simpatizantes, no se<br />
había dado ningún caso de esclavos<br />
que denunciaran a sus amos,<br />
ni tampoco sometidos a tortura<br />
como procedía la ley romana,<br />
mientras que hubo hijos que denunciaron<br />
espontáneamente a<br />
sus padres para apoderarse de la<br />
herencia. Pero en aquellos tiempos,<br />
según Pujols, sólo se trataba<br />
de una rebelión privada, que se<br />
había vuelto pública con el Romanticismo.<br />
Su ejemplo definitivo<br />
habría sido el drama de Schiller<br />
Los bandidos, con el hijo enfrentado<br />
al padre, acusándole de<br />
haberle traído al mundo y responsabilizándole<br />
tanto de los sufrimientos<br />
que padecía como de<br />
los crímenes que cometía. El Padre<br />
se había convertido en el<br />
peor enemigo del Hijo, en el causante<br />
de sus opresiones y sus rutinas.<br />
Pero Pujols no llegó a conocer<br />
la más escandalosa manifestación<br />
del odio del Hijo hacia<br />
el Padre: la de Jean-Paul Sartre.<br />
Apenas había conocido al suyo,<br />
muerto en Indochina cuando él<br />
todavía era un crío. No obstante,<br />
Sartre se alegraba de esa circunstancia,<br />
pues así se había librado<br />
de su tiranía metafísica.<br />
En la serie de artículos que Pujols<br />
publicó semanalmente durante<br />
1921 bajo el título general<br />
L’evolució: els principis immutables<br />
se capta la situación de enfrentamiento<br />
civil que predominaba<br />
en la sociedad barcelonesa<br />
de aquella época. El choque<br />
frontal entre conservadores y revolucionarios<br />
Pujols lo observaba<br />
con un distanciamiento sereno,<br />
lo que no le ganaba las<br />
simpatías de ningún bando,<br />
pues a los primeros les pedía<br />
cambios y a los segundos moderación.<br />
Él era un rentista<br />
conspicuo, pero reconocía que<br />
la violencia de los pobres provenía<br />
también de una demanda<br />
de justicia y que los ricos se<br />
equivocaban al pensar que quienes<br />
construían sus casas, hacían<br />
las carreteras, fabricaban sus vestidos,<br />
les cortaban el pelo, les<br />
hacían la cama, les limpiaban<br />
los zapatos y mil cosas más, lo<br />
iban a seguir haciendo sumisamente<br />
sin recompensas ni garantías<br />
de ningún tipo. No se<br />
daban cuenta los unos y los<br />
otros de que el derecho emana<br />
de la vida humana, y tan equivocados<br />
estaban los revolucionarios<br />
al querer destruir completamente<br />
el derecho como los<br />
conservadores al comportarse<br />
injustamente. Ambos bandos olvidaban<br />
que la perfección y el<br />
avance del derecho no consistían<br />
en destruirlo y cambiarlo como<br />
cada uno desearía, sino en aproximarlo<br />
a la justicia.<br />
La idea de que a un lado están<br />
los buenos y al otro los malos<br />
–idea corriente entre nosotros–<br />
no ha sido nunca santo de mi<br />
devoción, decía. Creo que todos<br />
son responsables de todo en cada<br />
momento. Por otra parte, no<br />
me agradan las revoluciones.<br />
Hacen perder mucho tiempo. A<br />
algunos les hacen ganar mucho<br />
dinero, pero para la mayoría las<br />
pérdidas son grandes. Yo pertenezco<br />
a los últimos. Como intelectual<br />
soy conservador, pero aspiro<br />
a que los conservadores sepan<br />
serlo.<br />
Para dar una vaga impresión del<br />
56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
ambiente voluptuoso que imperaba<br />
en Barcelona a principios<br />
del siglo XX, Pujols contaba esta<br />
anécdota de un inventor casero<br />
con fama de mujeriego y conquistador.<br />
El inventor se cruzaba<br />
por la calle con una mujer hermosísima<br />
y elegantísima. Impresionado,<br />
cambiaba de rumbo<br />
y la seguía. Ella se daba cuenta y<br />
de vez en cuando giraba la cabeza<br />
para observarlo. Así hasta que<br />
la mujer entraba en el portal de<br />
una casa cuyos dos primeros pisos<br />
estaban ocupados por una<br />
pensión. El inventor casero se<br />
quedaba esperando en la acera<br />
de enfrente con el presentimiento<br />
de que la aventura no<br />
había concluido. Y, en efecto, al<br />
poco rato la mujer se asomaba a<br />
uno de los balcones de la pensión<br />
y por señas le citaba para el<br />
día siguiente a las cinco. El inventor<br />
se presentó puntualmente<br />
y vio a la mujer asomada al<br />
balcón en compañía de un señor<br />
con barba y bigote, que por la<br />
edad que representaba en la distancia<br />
bien podía ser su padre.<br />
Al descubrirle, ella se lo señaló a<br />
su acompañante, pareciendo<br />
que hablaban de él. Luego se retiraron<br />
del balcón y unos minutos<br />
después ella aparecía en la<br />
calle y se acercaba al inventor<br />
para explicarle que el señor del<br />
balcón era un magistrado de la<br />
Audiencia Provincial y que era<br />
su amante, pero que no podía<br />
pagarle todos los lujos que ella<br />
necesitaba, por lo que habían<br />
decidido meter a otro socio en el<br />
negocio al 50%. Sólo que el magistrado<br />
había querido conocer<br />
previamente a su futuro socio<br />
erótico y por eso la escena del<br />
balcón.<br />
De no estar Plá equivocado, el<br />
primer golpe de ingenio de Pujols<br />
que se propagó por toda<br />
Barcelona fue su comentario al<br />
descubrimiento de un canónigo<br />
aficionado a la geología, quien<br />
había predicho que la sierra de<br />
Montserrat únicamente duraría<br />
unos diez o doce millones de<br />
años. “¿Habéis oído lo que afirma<br />
el canónigo Almera?”, habría<br />
dicho en alguna tertulia de<br />
las varias que frecuentaba o lo<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
habría repetido en todas ellas.<br />
“Que Montserrat está en las últimas.<br />
Que se acabará pronto. Y<br />
es que el tiempo pasa volando.<br />
Así que vayamos allá antes de<br />
que sea demasiado tarde”.<br />
Paseando ya de madrugada por<br />
la Rambla, apurando los últimos<br />
momentos de charla antes<br />
de retirarse a sus respectivas viviendas,<br />
Pujols, a modo de despedida,<br />
se quitó el clavel que<br />
siempre llevaba en el ojal de la<br />
solapa y se lo entregó a su acompañante,<br />
José María de Sagarra,<br />
con estas palabras: “¡Ten, acábalo!”.<br />
Recordando la segunda época<br />
de la revista satírica Papitú, en<br />
cuya orientación desgarrada y<br />
pornográfica había tenido una<br />
participación muy activa, Pujols<br />
reconocía que había sido entonces<br />
cuando se dio cuenta de la<br />
vinculación de muchas palabras<br />
que enardecían a la gente con la<br />
botánica: nabo, haba, alcachofa,<br />
higo, castaña. En las viñetas de<br />
los dibujos que llenaban buena<br />
parte de la publicación había<br />
propuesto múltiples combinaciones<br />
de esas palabras, aprovechando<br />
su doble sentido latente.<br />
“No hice más que reflejar la pornografía<br />
normal del país, de lo<br />
más intrascendente y a ras de<br />
tierra”, decía. Añadiendo que,<br />
en Cataluña, el léxico pornográfico<br />
emana de la huerta.<br />
Mientras se afeitaba en la barbería<br />
del Ateneo, lo que hacía<br />
todas las tardes al llegar a la institución<br />
y antes de incorporarse<br />
a la peña, Pujols no pudo dejar<br />
de oír lo que le exponía otro socio<br />
al oficial que le cortaba el<br />
pelo. “Le podría exponer”, le decía,<br />
“un proyecto de sociedad sin<br />
familia, sin propiedad, sin autoridad<br />
y sin ninguna coacción<br />
apreciable”. Ante semejante declaración,<br />
Pujols apartó de su<br />
cara la navaja del barbero y se<br />
dirigió con la vehemencia de los<br />
tímidos a quien la había pronunciado.<br />
“¿Qué dice usted?<br />
¿Que podría presentar un proyecto<br />
de sociedad sin familia, sin<br />
propiedad y sin autoridad? ¡Pues<br />
más fácil le resultará que las<br />
montañas se vuelvan planas! Usted<br />
es un primario. No merece<br />
la pena hablar con usted”. “Señor<br />
Pujols, sabe lo que le digo,<br />
que se vaya a la mierda”, le respondió<br />
el otro ateneísta, quebrándosele<br />
la voz. “De eso ya<br />
hace un buen rato”, y, dirigiéndose<br />
al barbero, le rogó que siguiera<br />
con su trabajo.<br />
Usando como catalizador a la<br />
cárcel, Pujols distinguía tres categorías<br />
de personas: la de quienes<br />
no harían daño ni a una<br />
mosca aunque no existieran cárceles,<br />
la de quienes lo harían de<br />
no haberlas y la de quienes lo<br />
hacen con cárceles o sin ellas. Y<br />
lo mismo respecto a la escuela:<br />
unos no aprenden nada con escuela<br />
o sin escuela, otros aprenden<br />
algo mediante la escuela y<br />
los terceros que aprenden como<br />
quiera que sea.<br />
Reflexionando sobre lo que<br />
Melo refería en su crónica de la<br />
sublevación de Cataluña durante<br />
el reinado de Felipe IV respecto<br />
al motivo por el que Pau<br />
Claris pronunció su discurso a<br />
favor de la guerra: para oponerse<br />
a su obispo, que se había expresado<br />
anteriormente a favor<br />
de la conciliación y al que aborrecía<br />
y detestaba, Pujols comentaba<br />
que daba la impresión<br />
de que los destinos de los pueblos<br />
y las leyes de la historia dependían<br />
de nimiedades semejantes,<br />
a no ser que los caprichos de<br />
los hombres dependieran de las<br />
leyes de los pueblos. Acaso los<br />
destinos de los pueblos fueran<br />
más caprichosos de lo que aparentan<br />
o los caprichos de los<br />
hombres menos de lo que se<br />
cree.<br />
Como botón de muestra del estilo<br />
expositivo de Pujols acaso<br />
baste con el siguiente párrafo de<br />
la Historia de l’Hegemonia Catalana<br />
en la Política Espanyola,<br />
donde, tras mencionar a Pau<br />
Claris a propósito de los acontecimientos<br />
políticos de su<br />
tiempo, salta al cuadro que lo<br />
representaba en la Galería de catalanes<br />
ilustres del Ayuntamien-<br />
to de Barcelona:<br />
EUGENIO GALLEGO<br />
“[…] y aprovechando esta ocasión<br />
tan propicia para rogar con los debidos<br />
respetos a nuestra Corporación<br />
municipal, que ocupa el Saló de Cent,<br />
tan célebre en la historia de Cataluña,<br />
que haga el favor de adoptar el acuerdo<br />
solemne de quemar públicamente la<br />
colección de retratos de la Galería de<br />
los catalanes ilustres, porque destrozan<br />
todo el efecto de nuestra historia e incluso<br />
pueden apocar la ambición de<br />
nuestros héroes presentes y futuros,<br />
quienes, al sentirse amenazados con terminar<br />
en aquella Galería, retratados de<br />
esa manera y por esos pintores, estimarán<br />
más la oscuridad que el resplandor<br />
de la gloria, pues, de no ser por los documentos<br />
de las diferentes épocas que<br />
acreditan el mérito de nuestras figuras,<br />
quienes visitan ese museo de trivialidades<br />
nos tomarán por un pueblo de imbéciles”<br />
En 1930, Pujols dicta a Plá el<br />
Manual de hiparxiología, con<br />
el que trataba de crear una ciencia<br />
que tenía por objeto todo lo que<br />
existe, sin excluir, pero sin añadir,<br />
nada. La llamaba hiparxiología,<br />
del griego hiparses, existencia, y<br />
logos, tratado. Los límites de la<br />
misma venían marcados, no por<br />
el objeto, sino por las posibilidades<br />
de la ciencia. Sólo alcanzaba<br />
lo que en cada momento puede<br />
ser conocido de los objetos. En el<br />
caso de que se suponga que, más<br />
allá de la existencia conocida, hay<br />
o puede haber una existencia desconocida,<br />
esa existencia no forma<br />
parte de la hiparxiología, salvo<br />
que sea deducida de las conocidas.<br />
Y entre las cosas desconocidas<br />
se cuenta la esencia de la existencia.<br />
Todo lo existente conocido<br />
se dividía genéricamente en<br />
materia y espíritu, cuya esencia se<br />
ignora y sólo se conocen sus relaciones.<br />
Que, según Pujols, se<br />
reducían a 10: 1) que el espíritu<br />
se presenta siempre unido a la<br />
materia; 2) que hay materia sin espíritu,<br />
pero no se ha observado<br />
espíritu sin materia; 3) que el espíritu<br />
no se da en cualquier materia,<br />
sino sólo en la orgánica; 4)<br />
y en la materia orgánica, en la<br />
que tiene vida; 5) y en ésa únicamente<br />
en la animada; 6) la materia<br />
animada es susceptible de<br />
adaptarse a las condiciones generales<br />
y normales que la vida necesita;<br />
7) tal adaptación sólo se<br />
57
DICHOS Y HECHOS DE FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />
alcanza en el hombre; 8) y sólo<br />
en el hombre completo y normal;<br />
9) que no lo son todos, porque<br />
el espíritu se manifiesta gradualmente<br />
en un cierto estadio<br />
del desenvolvimiento del hombre;<br />
10) que el espíritu está supeditado<br />
a la materia, no siendo él<br />
quien la mueve, sino la materia al<br />
espíritu. Dicho lo cual, Pujols definía<br />
al hombre como el punto o<br />
lugar de la materia que en determinadas<br />
condiciones logra llegar<br />
a manifestar la sustancia capaz<br />
de conocer.<br />
En el hombre coexisten cinco<br />
instintos, según Pujols: el de nutrición,<br />
el de reproducción, el<br />
de conservación, el de relación y<br />
el de la virtud. Y definía la virtud<br />
como el instinto de separarse<br />
de los otros cuatro: el instinto<br />
del ayuno frente al de nutrición,<br />
el de la castidad frente al<br />
de reproducción, el de la caridad<br />
frente al de conservación y el de<br />
la soledad frente al de relación.<br />
Para él, los tres pensadores españoles<br />
más importantes de su<br />
tiempo habían sido Unamuno,<br />
d’Ors y Ortega y Gasset; y los<br />
distinguía porque Unamuno<br />
pensaba y escribía simultáneamente,<br />
d’Ors primero pensaba y<br />
luego escribía y Ortega primero<br />
escribía y luego pensaba.<br />
La primera actriz catalana que<br />
se atrevió a salir al escenario en<br />
paños menores fue Helena Jordi,<br />
cuya gracia, despreocupación<br />
y arte le valieron un éxito extraordinario<br />
en las representaciones<br />
de vodevil. Se rumoreaba<br />
que sus atractivos habían hecho<br />
enloquecer a un famoso abogado<br />
de la época, asunto sobre el<br />
cual le preguntó Pujols una noche:<br />
“Por lo que he oído, ese señor<br />
se ha gastado con usted<br />
veinte mil duros”. “¡Qué va, eso<br />
son habladurías de la gente!”, le<br />
dijo ella. “Pues es que no lo encuentro<br />
caro”, le replicó galantemente<br />
él.<br />
Unos aficionados a las Bellas<br />
Artes agasajaron a Falla con un<br />
banquete de homenaje en el restaurante<br />
del Círculo del Liceo.<br />
Durante la comida se suscitó el<br />
tema del arte y, a propósito de<br />
algo que se dijo, Falla comentó<br />
que a él no le gustaban ni Beethoven<br />
ni Velázquez. Ante lo que<br />
se produjo un silencio y un<br />
asombro generalizados. Nadie se<br />
atrevía a abrir la boca y contradecir<br />
al homenajeado, hasta que<br />
Pujols repitió con resignación y<br />
calma: “No le gustan, no le gustan,<br />
no le gustan”. Tras lo cual la<br />
conversación se reanudó por<br />
otros derroteros menos comprometedores.<br />
Entre los contertulios de la Peña<br />
del Ateneo se contaba el doctor<br />
Antich, un lerrouxista tan creído<br />
de su atractivo físico que se<br />
disculpaba con los amigos por<br />
no visitarles en sus casas para evitar<br />
que sus esposas se enamoraran<br />
de él. Predicaba la llegada inminente<br />
de un nuevo Mesías que<br />
unificaría todas las religiones y<br />
liberaría a los condenados en el<br />
infierno, también a Satanás y a<br />
sus seguidores. Pero a ese Mesías<br />
no le crucificarían, pues, de lo<br />
contrario, habría que volver a<br />
empezar. Su frase favorita, con la<br />
que creía expresar una gran verdad,<br />
era que no había que construir<br />
sobre arenas movedizas sino<br />
en tierra firme. Tenía una hermosa<br />
voz, matizada y potente,<br />
por lo que Pujols le aconsejaba<br />
que se dedicara a la ópera; sin<br />
embargo, él le contestaba que lo<br />
habría hecho de tener voz de tenor,<br />
que era el que cantaba al<br />
amor; en cambio, teniéndola de<br />
barítono, tendría que cantar el<br />
odio y la venganza, lo que no le<br />
atraía. El doctor Antich había escrito<br />
un largo poema titulado El<br />
andrógino, donde se decían frases<br />
como ésta: “El ángel seguía a<br />
Dios a respetable distancia”.<br />
Pujols tenía fama de conocer<br />
muchas anécdotas y de disfrutar<br />
contándolas, en opinión de Sagarra,<br />
de una manera diabólica y<br />
sacristanesca. Como fuere, se<br />
han publicado varios libros que<br />
recogen algunas de las que supuestamente<br />
refirió, pero que tal<br />
vez le han sido colgadas a su<br />
nombre precisamente por aquella<br />
fama. Hay una, sin embargo,<br />
que casi juraría que proviene de<br />
él: la de Pere Gerard Maristany,<br />
un comerciante enriquecido al<br />
que Alfonso XIII había concedido<br />
el título de conde de Lavern.<br />
El nuevo aristócrata solía<br />
reunirse con los amigos en el<br />
Círculo del Liceo y, una tarde, al<br />
llegar a la tertulia, se sentó en el<br />
sillón con gesto de cansancio y<br />
confesó a los contertulios que<br />
no se sentía bien. “Eso se debe al<br />
cambio de sangre”, le espetó un<br />
contertulio con impertérrita seriedad.<br />
Parece que fue una tarde, mientras<br />
cruzaba la plaza de Cataluña,<br />
yendo al paseo de Gracia,<br />
cuando comprendió que las tres<br />
grandes ideas platónicas: la verdad,<br />
la belleza y el bien, que el<br />
filósofo griego había imaginado<br />
que los hombres las tenían por<br />
haberlas conocido el alma en un<br />
mundo anterior, y que, por otra<br />
parte, Kant las había presentado<br />
como ideas apriorísticas, es decir,<br />
subjetivas, que no están en la<br />
realidad; pues en ese trayecto se<br />
dio cuenta de que esas tres ideas<br />
se correspondían con las tres potencias<br />
del alma: la inteligencia,<br />
la sensibilidad y la voluntad. Y<br />
había establecido esa correlación<br />
antes de llegar a la Rambla.<br />
En un artículo que publicó,<br />
después de la Primera Guerra<br />
Mundial, poco antes de que los<br />
alemanes pusieran de moda el<br />
ir por la calle sin sombrero, Pujols<br />
constataba que, en Barcelona,<br />
si alguien andaba por la calle<br />
con la cabeza descubierta, o llevaba<br />
una pluma o un lapicero<br />
en la oreja, o se le juzgaría un<br />
chiflado. La pluma o el lapicero<br />
indicaban que había tenido que<br />
salir de la tienda o la oficina para<br />
un recado urgente y no había<br />
tenido tiempo para ponerse el<br />
sombrero.<br />
En la selección de artículos de<br />
crítica artística, publicada en<br />
1921, Pujols argumentaba que<br />
para crear belleza no bastaba con<br />
la perfección formal, ni con la<br />
acertada elección del tema, ni<br />
con las buenas intenciones del<br />
artista, mientras no se diera el<br />
quid divinum, es decir, la vida.<br />
Sólo si se tiene esa suerte, la obra<br />
se puede considerar artísticamente<br />
lograda. Los primeros<br />
elementos eran secundarios, en<br />
cambio el quid era esencial. La<br />
armonía se conseguía mediante<br />
el oficio, mientras que el quid ni<br />
se compraba ni se vendía. Unas<br />
veces se presentaba y otras desaparecía.<br />
Se trataba, como él mismo<br />
reconocía, de una concepción<br />
subjetiva, pero como cualquier<br />
tipo de crítica, que no se<br />
guía por criterios científicos que<br />
se puedan experimentar, sino<br />
por simpatías y antipatías.<br />
Antes de oír recitar poemas de<br />
Lorca en las tabernas de los suburbios<br />
de Barcelona, Pujols<br />
afirmaba que había conocido<br />
poetas académicos cursis, poetas<br />
románticos cursis y poetas modernistas<br />
cursis; pero después de<br />
aquella experiencia añadió a la<br />
lista los poetas populares cursis.<br />
De hecho no se puede asegurar<br />
que haya sido Pujols quien comparó<br />
una copla que cantaban los<br />
mendigos de Madrid con otra<br />
que cantaban los mendigos de<br />
Barcelona, ambas sobre el conflicto<br />
entre España y Alemania,<br />
en 1895, por el dominio de las<br />
islas Carolinas, que España consideraba<br />
suyas y de las que Alemania<br />
se había apoderado. Los<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
mendigos madrileños cantaban<br />
para su público: “La nación alemana<br />
/ con sus desmanes / ha<br />
ofendido a la patria / de los<br />
Guzmanes”. Y los de Barcelona<br />
lo hacían así: “Ens han pres les<br />
Carolines / ens van prende Gibraltar<br />
/ a veure si un dia ens<br />
prenen / el carril de Sarria”.<br />
Cuando, después del triunfo<br />
electoral del Frente Popular en<br />
las elecciones de 1936, se empezó<br />
a estudiar en el Parlamento<br />
de Cataluña una nueva forma<br />
de contrato agrario para sustituir<br />
al de rabaissa morta, Pujols<br />
intervino en el debate publicando<br />
un folleto, del que se sentía<br />
muy orgulloso, en defensa de<br />
aquella forma contractual tradicional<br />
que regulaba las contrapartidas<br />
entre el propietario de<br />
la tierra y el agricultor. Pero al<br />
comprobar que nadie hacía caso<br />
de sus argumentos, cuando no<br />
se los despreciaba, le pidió a su<br />
amigo Riera, uno de los dirigentes<br />
del sindicato de rabassaires<br />
de Martorell, partidario del<br />
proyecto en discusión, que le<br />
consiguiera una entrevista con<br />
Companys. Casualmente el presidente<br />
de la Generalitat iba a<br />
asistir próximamente a una excursión<br />
nocturna organizada por<br />
el sindicato en un pueblo del<br />
Maresme para pescar en el río y<br />
preparar luego una fritada; y allí<br />
llevó Riera a Pujols, acompañado<br />
de Josep Plá. Companys recibió<br />
a los dos últimos muy cordialmente.<br />
Estaba muy pálido,<br />
parecía cansado, fumaba nerviosamente.<br />
Pujols empezó tratándole<br />
respetuosamente de presidente,<br />
pero Companys le rectificó<br />
pidiéndole que le llamara<br />
sencillamente por su nombre.<br />
Pujols le expuso entonces lo que<br />
había escrito sobre los contratos<br />
de rabaissa morta y Companys le<br />
dijo que había leído su folleto y<br />
que lo encontraba muy bien documentado,<br />
pero que tenía un<br />
defecto: que era muy jurídico.<br />
“Y el momento actual no es jurídico“,<br />
añadió, “sino político y<br />
concretamente revolucionario”.<br />
A lo que Pujols le contestó con<br />
calma: “¿Me permite unos segundos?<br />
¿Cree que el momento<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
es revolucionario? Muy bien. Lo<br />
acepto. ¿Pero me permite un<br />
consejo?”. “Encantado”, le animó<br />
Companys con una sonrisa.<br />
“¿Queréis dar vía libre a la revolución?<br />
Magnífico. No seré yo<br />
quien se oponga. Si consideráis<br />
que el momento es revolucionario,<br />
supongo que pensaréis consolidar<br />
la revolución. Ahora<br />
bien, para consolidar una revolución<br />
sólo hay un camino: evitar<br />
la contrarrevolución. ¿Lo habéis<br />
pensado? Y el consejo que<br />
quería daros es éste: pensad en<br />
ello, no os descuidéis. Esto que<br />
os digo es de lo más vulgar y es<br />
la historia de nuestra cultura y<br />
de nuestra manera de vivir. La<br />
política, como todas las cosas de<br />
la vida, actúa según la ley de la<br />
acción y la reacción. Cuanto<br />
más fuerte es la acción, más<br />
peligrosa y considerable es la<br />
acción contraria”. “La contrarrevolución<br />
no existe, nuestra<br />
fuerza es inmensa”, le replicó<br />
Companys. “La contrarrevolución<br />
está a la vista. Además, es<br />
ineluctable”. “¿Ineluctable por<br />
qué?”, le preguntó Companys,<br />
incrédulo. “Porque cualquier ataque<br />
a la propiedad ha causado<br />
siempre en los países romanizados<br />
reacciones temibles”. Companys<br />
dio por terminada la conversación<br />
para ir a reunirse con<br />
los excursionistas. La fritada estuvo<br />
bien, efusiva, ruidosa y op-<br />
timista. Y ya de vuelta Pujols le<br />
comentó a Plá que se había sentido<br />
como si hubiese estado<br />
viendo el terrible cuadro de<br />
Breughel Los ciegos. Era el mes<br />
de mayo de 1936.<br />
Debían de ser una delicia en boca<br />
de Pujols las anécdotas de sus<br />
excursiones con el oculista, geólogo<br />
y fotógrafo martorelense Josep<br />
Salvany, quien, al morir, donó<br />
al Centro Excursionista de<br />
Cataluña más de 3.000 fotografías,<br />
entre las que se contaban las<br />
de todas las cruces de límites de<br />
la región y que fueron destruidas,<br />
creo, durante la guerra civil<br />
del 1936-1939. En una de tales<br />
excursiones, una tarde de verano<br />
se dirigieron a un lugar cercano a<br />
Martorell donde el doctor presumía<br />
que debía haber una iglesia<br />
antigua. Pero se encontraron<br />
con una iglesia moderna, a la<br />
que entraron por si quedaba en<br />
el interior algún resto de la antigua.<br />
La administraba un cura<br />
anciano, que se prestó a mostrársela.<br />
Era totalmente nueva y<br />
reluciente y en los altares había<br />
imágenes de las fabricadas en serie.<br />
Y ante una de ellas el párroco<br />
les dijo con gran misterio: “Es<br />
buenísima. Inspira una gran devoción.<br />
Es del difunto Oliva, escultor<br />
del paseo de Gracia”. Salieron<br />
al exterior, a una explanada<br />
desde la que se divisaba la vía<br />
del ferrocarril, y apoyada en el<br />
muro de la iglesia el doctor Salvany<br />
por fin descubrió una piedra<br />
que debía ser de la antigua. Y<br />
exclamó: “¡Esta piedra sí que es<br />
importante!”. “Ya lo creo”, le respondió<br />
el párroco, “una vez vinieron<br />
a hacerle una fotografía”.<br />
Unos meses antes de la caída de<br />
la dictadura de Primo de Rivera,<br />
Pujols pidió colaborar en la Veu<br />
de Catalunya, el periódico portavoz<br />
de la Lliga de Cambó, con<br />
el fin de dirigirse, desde ese órgano<br />
de expresión partidista, al<br />
cerebro de las gentes que tenían<br />
algo que perder, pero que lo querían<br />
conservar sin recurrir a la<br />
injusticia y a las armas. A través<br />
de un amigo, y con el apoyo tácito<br />
de Cambó, Pujols logró esa<br />
colaboración periodística, que, www.progresa.es/claves<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dirección internet<br />
claves@progresa.es<br />
correo electrónico<br />
59
DICHOS Y HECHOS DE FRANCESC PUJOLS, FILÓSOFO CATALÁN<br />
sin embargo, no se mantuvo más<br />
de unas cuantas semanas. Al tercer<br />
artículo publicado, el amigo que<br />
le había conseguido la colaboración<br />
le tuvo que pedir que no enviara<br />
más originales, ya que había<br />
habido muchos lectores que<br />
habían protestado por ellos. Ante<br />
lo cual Pujols concluyó que la<br />
incomprensión de los lectores<br />
del diario conservador demostraba<br />
que estaban dispuestos a<br />
mantenerse inmóviles o a remar<br />
contracorriente de la historia y la<br />
realidad, sin darse cuenta de que,<br />
quien lo quiere todo, todo lo<br />
pierde.<br />
Era el año 1937 cuando Pujols<br />
fue invitado a dar una conferencia<br />
en la Agrupación de Mujeres<br />
Libres de la FAI de Martorell.<br />
Como en las dos anteriores se<br />
había tratado, por dos médicos<br />
de la ciudad, de los órganos sexuales,<br />
por parte de uno del<br />
masculino y por parte del otro<br />
del femenino, a Pujols le pareció<br />
que se debía completar el ciclo<br />
hablando sobre lo que se hacía<br />
con los tales. Pero, cuando se lo<br />
propuso a la directiva de la<br />
Agrupación, la flor y nata de las<br />
mujeres libres, se dio cuenta enseguida<br />
de que aquel tema no<br />
era de su agrado, por muy libres<br />
y revolucionarias que fueran. O<br />
precisamente por serlo, pues<br />
bien sabía él que esos dos conceptos<br />
se repelían, que es en las<br />
revoluciones cuando se da menos<br />
libertad y más despotismo.<br />
Conversando con Dalí de lo<br />
mal que iban las cosas y de si<br />
Dios no sería un humorista que<br />
las dejaba marchar así para divertirse,<br />
Pujols sentenció: “Dios<br />
no sabrá la verdad hasta que no<br />
llegue un filósofo y se la descubra”.<br />
Y Dalí añadió: “Ése es usted”.<br />
También hablando con<br />
Dalí dijo: “Los curas son demasiado<br />
incultos para creer lo que<br />
predican”.<br />
En los primeros meses de la<br />
Exiliada –como Pujols denominaba<br />
a la migración de miles de<br />
catalanes a Francia cuando las<br />
tropas nacionales invadieron<br />
Cataluña a finales de 1938 y<br />
principios de 1939–, unos estudiantes<br />
le invitaron a que diera<br />
unas conferencias sobre su filosofía.<br />
Pujols aceptó y el 7 de<br />
agosto de 1939 tuvo lugar la primera<br />
en un reservado de un café<br />
de Montpellier decorado con<br />
cuadros y dibujos surrealistas<br />
más bien tirando a tétricos. En<br />
semejante ambiente y ante una<br />
docena de oyentes expuso los<br />
principios de su filosofía:<br />
“Mi sistema, la Pantología, o ciencia<br />
del Todo, se encamina a probar la<br />
existencia y naturaleza de estas tres cosas:<br />
el alma o el espíritu unido a la<br />
materia; el ángel, o sea, el espíritu separado<br />
de la materia; y Dios, o sea, la<br />
causa creadora de la materia y separadora<br />
del espíritu. […] Mi sistema no es<br />
apriorístico, como el de Platón, o el<br />
de Kant, sino basado en la observación<br />
de los fenómenos de la realidad,<br />
según el método analítico, y sintetizado,<br />
finalmente, según los hechos, en un<br />
postulado que se concreta así: la materia<br />
separa al espíritu de sí misma. Conviene<br />
que lo anoten y lo recuerden, aunque<br />
de momento no lo entiendan. Al decir<br />
materia, me refiero a la sustancia orgánica,<br />
la única en la que no sólo se observan<br />
manifestaciones energéticas y físico-químicas,<br />
sino fenómenos biológicos<br />
y psicológicos. Tales fenómenos<br />
comienzan a manifestarse en los vegetales,<br />
se intensifican en los protozoos, aumentan<br />
en los animales y aún más en<br />
los hombres. A esa progresión, que se<br />
realiza gradualmente, la llamo separación<br />
y también diastasis. Cada vez, a<br />
cada salto, la forma viva es, diríamos,<br />
más organizada, más complicada material<br />
y espiritualmente. Sin embargo,<br />
el ascenso del espíritu no se acaba en el<br />
hombre. La separación continúa hasta la<br />
completa liberación del espíritu, puesto<br />
que, de la misma manera que hay materia<br />
sin espíritu, el caso de la piedra,<br />
también hay espíritu sin materia, el ángel.<br />
Pero que quede bien claro que el<br />
ángel del que hablo significa sencillamente<br />
el espíritu puro, el espíritu separado<br />
de la materia. De manera más filosófica,<br />
al ángel se le podría llamar metaandrio,<br />
pero me parece una palabra<br />
rebuscada y ya se sabe, por otra parte,<br />
que el nombre no hace la cosa”.<br />
Blade Desunbila, quien transcribe<br />
la intervención de Pujols en<br />
Francesc Pujols per ell mateix, comenta<br />
que los asistentes se miraban<br />
estupefactos ante lo que escuchaban.<br />
La absoluta discreción de quienes<br />
se lo oyeron contar y el que él<br />
no lo pusiera por escrito nos han<br />
dejado sin saber lo que Pujols<br />
contemplaba por el agujero que<br />
halló en una pared de la habitación<br />
del hotel de Montpellier<br />
donde se hospedó unos días durante<br />
su autoexilio y que daba a<br />
la habitación de al lado. La predisposición<br />
curiosa de Pujols no<br />
habría sido suficiente, limitada<br />
por otros principios, para perforar<br />
él mismo la pared, pero, puesto<br />
a su disposición el orificio, no<br />
pudo dejar de aprovecharlo.<br />
Después de referir lo que le había<br />
declarado Pujols la última vez<br />
que se encontraron, habiendo venido<br />
él a Barcelona para negocios<br />
editoriales, que había agarrado<br />
al Espíritu Santo como a<br />
un pichón, Pijoán le siguió contando<br />
a Plá, como si se lo hubiese<br />
recordado lo anterior, lo que le<br />
había sucedido en un vagón de<br />
segunda del tren de Barcelona a<br />
Sarriá. En el compartimento en<br />
el que había encontrado un sitio<br />
colgaba un letrero bien visible<br />
prohibiendo fumar y, precisamente<br />
debajo, se sentaba un cura<br />
saboreando apaciblemente un<br />
puro. Pijoán, que iba en el asiento<br />
de enfrente, se puso a canturrear<br />
intermitentemente: “El onceno<br />
no fumar, el onceno no fumar”.<br />
Lo hacía en castellano para<br />
ser entendido por todos los viajeros,<br />
con la intención de que se<br />
pusieran de su parte. Pero nadie<br />
se daba por aludido, y el interfecto<br />
con su puro menos que nadie.<br />
Al llegar a la estación de San<br />
Gervasio el cura se levantó para<br />
apearse. Pero antes dirigió una<br />
mirada furibunda a Pijoán y le<br />
increpó: “¡Anarquista!”, cuando<br />
había sido él quién no había respetado<br />
la autoridad.<br />
Pujols entendía que su filosofía<br />
era un modo de vivir y, en consecuencia,<br />
de saber morir. Por eso<br />
contaba con afecto y simpatía el<br />
modo como lo hizo su abuelo<br />
paterno, carpintero de palas para<br />
jugar a la pelota, quien, al sentirse<br />
malo mientras trabajaba, y<br />
presintiendo que se iba a morir,<br />
pidió un vaso de vino rancio y<br />
encendió un puro que guardaba<br />
en un cajón para las grandes ocasiones.<br />
Murió sin manifestar nin-<br />
gún miedo, como también esperaba<br />
hacerlo su nieto, puesto que,<br />
de lo contrario, para nada le habría<br />
servido su filosofía.<br />
Justificaba la hipocresía y la recomendaba<br />
incluso ante una situación<br />
de vida o muerte, ya<br />
que no creía que morir por una<br />
idea demostrara su verdad. La<br />
verdad no necesita mártires, en<br />
primer lugar porque se basta a sí<br />
misma para imponerse, en segundo<br />
porque la historia muestra<br />
que han sido más los que<br />
han muerto en defensa de la<br />
mentira que de la verdad.<br />
Pujols murió en febrero de 1962.<br />
Había trabajado siempre, según<br />
su expresión, como las prostitutas:<br />
de noche y en la cama. n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
BLADÉ DESUMVILA, A.:Francesc Pujols<br />
per ell mateix. Barcelona, 1967.<br />
CLOPAS BATLLE, J.: Anecdotologi de<br />
Francesc Pujols. Barcelona, 1953.<br />
DE SAGARRA, JOSÉ MARÍA : Memorias.<br />
Barcelona, 1957.<br />
Fundació Picasso-Reventós: Pujols per<br />
Dalí. Barcelona, 1974.<br />
Fundación Gala-Salvador Dalí: Francesc<br />
Pujols pels seus amics. Figueras,<br />
1991.<br />
PLÁ, JOSEP: ‘Francesc Pujols. Notes’,<br />
en Tres biografies, obras completas,<br />
Vol. X. Barcelona, 1981.<br />
PUJOLS, FRANCESC: Historia de l‘Hegemonia<br />
Catalana en la Politica Espanyola.<br />
Barcelona, s. f.<br />
— Concepte general de la Ciencia Catalana.<br />
Barcelona, 1918.<br />
— L’evolució i els principis inmutables.<br />
Barcelona, 1921.<br />
— Manual de Hiparxiologia, dictado a<br />
Josep Plá, Barcelona, 1931.<br />
— El nuevo Pascal o la prostitución, bajo<br />
el seudónimo de Augusto de Altozanas.<br />
Barcelona, 1906.<br />
— Recull d’articles de critica artistica.<br />
Barcelona, 1921.<br />
— La visió artistica i religiosa de Gaudi.<br />
Barcelona, 1969.<br />
Eugenio Gallego es editor y escritor.<br />
60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
1Cada vez que alguien intenta<br />
definir lo que es una<br />
novela acaba aceptando<br />
que no puede ir más allá de una<br />
definición que se hizo famosa:<br />
“Toda obra de ficción en prosa<br />
de más de 150 páginas”. No cabe<br />
inconcreción más precisa, la<br />
verdad sea dicha. Sin embargo,<br />
no dejo de pensar que el mayor<br />
error de cualquier intento de definición<br />
es obsesionarse con la<br />
forma o el género novela apelando<br />
a sus límites. ¿No sería<br />
mejor intentar definirla a contrario?<br />
Quiero decir con esto<br />
que si nos atuviéramos a lo que<br />
bien podríamos llamar “la esencia<br />
de la novela” antes que a su<br />
forma o a su extensión, es posible<br />
que estuviéramos paradójicamente<br />
más cerca de una formulación<br />
suficiente.<br />
Si tuviéramos que diferenciar<br />
entre poesía y novela, por poner<br />
un ejemplo, no nos costaría<br />
mucho en principio, a pesar de<br />
que los partidarios de la mezcla<br />
o la desaparición de los géneros<br />
enseguida empezarían a dar la<br />
lata con supuestos terrenos fronterizos.<br />
Pero una cosa es decir<br />
que hombres y mujeres son lo<br />
mismo y otra muy distinta que<br />
ambos son humanos: las distinciones<br />
hay que hacerlas sobre lo<br />
que distingue, y las coincidencias,<br />
sobre lo que unifica. A lo<br />
que me refiero cuando digo “la<br />
esencia de la novela” es a la busca<br />
de esos elementos que son<br />
coincidentes en toda novela;<br />
desde el realismo a lo fantástico,<br />
por trazar un arco entre dos formas<br />
opuestas.<br />
En toda narración intencionada<br />
y moderna fundada en la<br />
invención hay una premisa que<br />
es común y sin la cual la narración<br />
no se produce como tal. La<br />
Nº XX n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
premisa dice que toda narración<br />
es necesariamente el relato de<br />
un movimiento de conciencia.<br />
Esto lo considero válido desde el<br />
nacimiento de la novela moderna,<br />
es decir, desde El Quijote. El<br />
profesor Juan Carlos Rodríguez<br />
sitúa en El Quijote el salto decisivo<br />
de la modernidad literaria:<br />
el paso de la mirada literal a la<br />
mirada literaria. A propósito de<br />
la aparición en su día del Quijote<br />
de Avellaneda, hace notar<br />
muy agudamente cómo Cervantes<br />
no se defiende, como sería<br />
lo esperable, de la usurpación,<br />
“sino que va a dejar que<br />
sean sus personajes los que se<br />
defiendan. Cuando los personajes<br />
se defienden a sí mismos,<br />
cuando adquieren vida propia y<br />
actúan por su cuenta, es cuando<br />
podemos decir que ha aparecido<br />
la mirada literaria, lo que desde<br />
entonces hemos seguido llamando<br />
literatura. No de autor a<br />
autor, sino de libro a libro, la<br />
escritura vive en su propia materialidad<br />
y se defiende a sí misma:<br />
eso es la literatura”. Y más<br />
adelante precisa: “La mirada literal<br />
ignora las preguntas para<br />
ofrecernos sólo respuestas. La<br />
mirada literaria (al menos desde<br />
la textualidad que inaugura Don<br />
Quijote) no puede ser más que<br />
la continua, tenaz pregunta a<br />
esas respuestas ya dadas”. La novela<br />
moderna, a partir de esta<br />
actitud, cualquiera que sea la<br />
forma que elija (desde la fórmula<br />
clásica de exposición-nudodesenlace<br />
a la representación literaria<br />
de la realidad fragmentaria<br />
de un Claude Simon, tanto<br />
si trata de individuos como de<br />
colectivos), no hace sino contar<br />
un movimiento de conciencia<br />
que modifica finalmente a ésta.<br />
Ese movimiento (que no deja de<br />
NARRATIVA<br />
¿OTRO CAMINO PARA LA NOVELA?<br />
JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />
ser un viaje, siempre la hermosa<br />
y vieja fórmula del viaje) contiene<br />
en sí la intención que guía<br />
la novela; una intención que el<br />
autor manifiesta sólo y necesariamente<br />
por medio de una representación<br />
ejecutada con arreglo<br />
a formas de realidad compartidas<br />
con el lector.<br />
El problema, sin duda, es que<br />
entre la novela del XIX y la novela<br />
del XX hay un cambio trascendental,<br />
que afecta decisivamente<br />
a la estructura y al lenguaje<br />
narrativos: es el paso de la<br />
mirada exterior a la mirada interior;<br />
o, dicho de otro modo: la<br />
novela deja de contar lo que pasa<br />
en el interior de los personajes<br />
para empezar a contar desde<br />
el interior de los personajes. Antes<br />
de eso, el interior de los personajes<br />
nos era relatado por una<br />
voz narradora; después, son la<br />
propia mente y vivencia del personaje<br />
las que hablan por sí mismas,<br />
se constituyen en narradoras.<br />
Esto modifica el modo de<br />
construir el personaje o la manera<br />
de tramar, pero, sobre todo,<br />
modifica el lenguaje de la<br />
novela: hay que inventar un modo<br />
de hablar desde adentro, y a<br />
ello conducen todos los experimentos<br />
de la primera mitad del<br />
siglo XX. De ahí que podamos<br />
decir que en el XIX la revolución<br />
en narrativa se produjo sobre todo<br />
en los temas, y que en el siglo<br />
XX lo fue en los lenguajes.<br />
Pero retrocedamos un poco.<br />
¿Qué es lo primero que establece<br />
lo que llamamos la mirada literaria?:<br />
yo creo que es la figura<br />
del narrador, porque lo que introduce<br />
la mirada literaria en la<br />
relación obra-lector es la distancia.<br />
A partir de ese momento el<br />
lector se atiene a las preguntas,<br />
no a las respuestas. La personifi-<br />
cación de esa distancia es el narrador;<br />
el autor, incluso aunque<br />
le conceda la omnisciencia, se<br />
oculta tras él, da un paso atrás<br />
para dejar espacio libre al propio<br />
relato y confirmarlo como<br />
tal relato.<br />
El segundo elemento común<br />
–que también puede manifestarse<br />
de mil maneras diferentes–<br />
es la existencia de un conflicto<br />
dramático, que es el que causa el<br />
movimiento de conciencia. Si<br />
el conflicto se queda demasiado<br />
pegado a su propia exterioridad,<br />
estaremos dentro de lo que se<br />
denomina costumbrismo; si,<br />
por el contrario, se precipita hacia<br />
su interior para extraer de él<br />
la médula del asunto, estaremos<br />
hablando de alta creación narrativa.<br />
En mi opinión, el acero de<br />
una novela se templa en las profundidades<br />
infernales de esta última<br />
fragua.<br />
Así pues, hablamos de un<br />
conflicto dramático que ocasiona<br />
una modificación de la conciencia.<br />
Y ese conflicto se desarrolla<br />
siendo necesariamente afectado<br />
de un modo u otro por el transcurso<br />
del tiempo. Para integrar<br />
el tiempo en la novela disponemos<br />
de dos apoyos, como son la<br />
trama y el argumento. Dos apoyos<br />
cuya importancia viene condicionada<br />
por la suma de los tres<br />
elementos sustanciales (movimiento<br />
de conciencia, conflicto y<br />
tiempo) y su mayor o menor relevancia<br />
dentro del conjunto depende<br />
del sentido formal que el<br />
autor desea dar a su obra. Es evidente,<br />
por ejemplo, la diferencia<br />
que existe entre el peso de la trama<br />
en Retrato de una dama, de<br />
Henry James, y Malone muere,<br />
de Samuel Beckett, pero, si lo<br />
consideramos detenidamente, la<br />
trama es extraordinariamente<br />
61
¿OTRO CAMINO PARA LA NOVELA?<br />
compleja en ambos: en James se<br />
atiene más a la intriga derivada<br />
de la psicología de los personajes;<br />
en Beckett, a la construcción verbal.<br />
El escenario es subsidiario;<br />
el tiempo, constituyente.<br />
En fin, si nos atenemos a lo<br />
dicho hasta ahora, todo lo demás<br />
es secundario; no inimportante,<br />
sino secundario; por<br />
ejemplo, la extensión o las características<br />
de la prosa. El número<br />
de páginas es irrelevante<br />
como definición; y ni siquiera<br />
podemos fijar la prosa como un<br />
elemento sustancial; desde Eugenio<br />
Oneguin, de Pushkin, hasta<br />
Poetas en la noche, de Fonollosa,<br />
no han dejado de producirse<br />
novelas en verso. No puedo<br />
ir, por tanto, más allá en la definición<br />
de narratividad, salvo en<br />
un último aspecto: que es un<br />
cuento que se cuenta en la imaginación<br />
del lector. En la novela<br />
el escenario es irreal e ilimitado<br />
(por contraste con el teatro,<br />
por ejemplo): sólo se produce<br />
en la imaginación del lector. De<br />
ahí que el teatro leído, sin voces<br />
ni espacio reales, pueda parecer<br />
narrativo, aunque en realidad no<br />
lo sea porque la organización de<br />
su espacio y su ritmo están condicionados<br />
por la finalidad para<br />
la que es concebido: su representación<br />
física. Citaré a Walter<br />
Scott: “Los narradores son afortunados<br />
al no verse sujetos como<br />
los dramaturgos a las unidades<br />
de tiempo y espacio, lo<br />
que les permite conducir a sus<br />
personajes a Atenas o a Tebas<br />
cuando lo desean, y hacerles regresar<br />
a su conveniencia”. El teatro<br />
se ha movido mucho desde<br />
la regla de la unidad que menciona<br />
Scott, pero no en lo que<br />
representa la dependencia de la<br />
fisicidad del escenario, que obliga<br />
de modo muy distinto al de<br />
la novela, cuyo espacio natural<br />
es la mente del lector.<br />
2Toda esta larga introducción<br />
viene a cuento del<br />
asunto del que me interesa<br />
hablar: otro camino para la<br />
novela. Seamos expeditivos: con<br />
el enunciado “otro camino” me<br />
estoy refiriendo a ese género híbrido<br />
que está ganando terreno<br />
en el mundo de la escritura y al<br />
que nadie ha sabido dar nombre<br />
hasta ahora, pero que se caracteriza<br />
por ser una mezcla de autobiografía,<br />
reportaje e invención.<br />
Es un género en el que la evidencia<br />
de lo real –y éste es el<br />
asunto principal– se convierte en<br />
un factor determinante, cosa que<br />
no sucede en la ficción, y además<br />
aspira a convertirse en novela, en<br />
una nueva forma de novelar, quizá<br />
un ensanchamiento del género.<br />
Y para que no quede lugar a<br />
dudas, menciono ya los tres libros<br />
en los que pretendo apoyarme:<br />
Negra espalda del tiempo,<br />
de Javier Marías; Sefarad, de Antonio<br />
Muñoz Molina, y Bartleby<br />
y Compañía, de Enrique Vila-<br />
Matas. No me preocupa saber si<br />
la intención de los autores era o<br />
no el hallazgo o el uso de una<br />
nueva forma de novelar, lo interesante<br />
de los tres libros es que<br />
conectan desde España con esa<br />
nueva clase de literatura que está<br />
creciendo en el mundo occidental<br />
de manera considerable y<br />
que puede acabar convirtiéndose<br />
en un género nuevo que los<br />
anglosajones, con esa mezcla de<br />
pragmatismo e ingenio que lucen<br />
a menudo, han empezado a<br />
llamar faction.<br />
‘Negra espalda del tiempo’<br />
La intención del libro de Marías<br />
es evidente: se trata de un<br />
viaje a través de lo que él llama<br />
el revés del tiempo, su negra espalda,<br />
“por dar algún nombre<br />
al tiempo que no ha existido, al<br />
que nos aguarda y también al que<br />
no nos espera y no acontece por<br />
tanto”. Es decir: que Marías parte<br />
de la realidad para internarse<br />
en una ficción: ese “revés del<br />
tiempo”. A lo largo del texto su<br />
principal preocupación es la de<br />
reflexionar sobre el modo en<br />
que la ficción modifica la realidad,<br />
al tiempo que hila literariamente<br />
esa modificación. En<br />
apariencia se trata del relato<br />
anecdótico de cómo la aparición<br />
de su novela Todas las almas ha<br />
venido condicionando algunos<br />
aspectos de su vida, pero la verdadera<br />
dimensión del libro se<br />
desarrolla en la indagación de lo<br />
posible, en la “negra espalda del<br />
tiempo”. En virtud de ello es<br />
sustancialmente literario. Entonces<br />
es cuando se genera un<br />
nuevo espacio de ficción: el libro<br />
llamado Negra espalda del tiempo.<br />
Aunque en la realidad también<br />
se hayan producido modificaciones:<br />
el ciudadano civil<br />
que escribió Todas las almas ha<br />
acabado convertido en rey de<br />
Redonda, un reino que se encuentra<br />
admirablemente instalado<br />
en la interacción de lo real<br />
con lo imaginario. La realidad<br />
es, en este libro, un ejercicio de<br />
confrontación con lo posible,<br />
aun cuando tenga a menudo el<br />
aspecto de mera referencia o constatación<br />
de unos hechos o momentos<br />
incontrovertibles.<br />
En el libro de Marías la realidad<br />
está presente y es el referente<br />
de todo cuanto sucede; la realidad<br />
en dos formas: como tal y como<br />
memoria, es decir, pasado. Lo que<br />
opera sobre ella es la imaginación,<br />
y cuando ésta decide manifestar<br />
literariamente su entidad recurre<br />
a la escritura narrativa, mezclando<br />
con habilidad reflexión y relato.<br />
Dos ejemplos bastarán: todo el<br />
relato de la muerte de Ewert en<br />
una habitación del hotel Isabel<br />
de México está sujeto a un efecto<br />
expresivo que se crea cuando, al<br />
indagar tan minuciosamente en<br />
los escasos datos de su muerte, al<br />
hacer deducciones, al imaginar<br />
gestos y actitudes, consigue una<br />
extraña atmósfera de suspensión<br />
de la muerte, una sensación de<br />
que Ewert –muerto hace tantos<br />
años– sigue vivo en el texto, donde<br />
no conseguirá acabar de morirse<br />
y cumplir con lo que fue su<br />
realidad hasta que el narrador lo<br />
abandone; pero Marías, al revés<br />
que Stephen Graham (que<br />
abriendo la ventana de su habitación<br />
conminó al espíritu de<br />
Ewert a que regresara a su tierra),<br />
no acaba de dejarlo ir porque<br />
cuando al fin lo abandona lo hace<br />
acompañado de una revelación<br />
suficientemente inquietante como<br />
para dejar al lector en suspenso<br />
y al pobre Ewert literariamente<br />
insepulto en la imaginación<br />
del lector.<br />
¿Qué es la indagación sobre<br />
lo posible sino el primer paso de<br />
una novela? Refiriéndose al he-<br />
cho de que gentes de Oxford han<br />
querido ver en un viejo profesor<br />
jubilado –al que el autor visitaba<br />
una vez al mes durante su estancia<br />
en esa ciudad– al Toby Rylands<br />
de Todas las almas, el autor<br />
lo ha negado tajantemente (y por<br />
qué no vamos a creerle cuando<br />
nos habla desde la realidad). Pues<br />
bien, en Negra espalda (…) se decide<br />
a llamar a ese profesor Toby<br />
Rylands, “empleando su supuesto<br />
nombre ficticio para referirme<br />
a quien no lo fue pero quizá<br />
acabe siéndolo”. Esta afirmación<br />
es un juego, es casi un acertijo,<br />
pero revela hasta dónde está dispuesto<br />
a jugar porque contiene el<br />
sentido del libro: ese extraño territorio<br />
inclasificable que procede<br />
del encuentro entre realidad y<br />
ficción, tanto por voluntad del<br />
autor como por causa de esa misma<br />
interacción. Y así empieza a<br />
asomar una relación de crucial<br />
importancia: la relación entre<br />
verdadero y verosímil, que en<br />
ocasiones llega a alcanzar una<br />
temperatura notable. Por ejemplo,<br />
la consideración del narrador,<br />
que mira desde su casa, sobre la<br />
luz de los faroles aún encendidos<br />
y la llegada del alba –una confrontación<br />
entre dos luces que recuerda<br />
la de la entrada del señor<br />
Bovary en la cocina del tío<br />
Rouault–, es un motivo que volverá<br />
a repetir hacia el final, emblemáticamente.<br />
En él puede<br />
verse con toda claridad cómo el<br />
recurso a la imagen literaria puede<br />
levantar la plenitud de sentido<br />
de una reflexión de autor, de<br />
la misma manera que el último<br />
atardecer extrae los olores más<br />
intensos de la tierra y los esparce<br />
por el aire.<br />
‘Sefarad’<br />
Tomemos ahora una desviación.<br />
Si no me equivoco, Antonio<br />
Muñoz Molina ha definido Sefarad<br />
como una novela de novelas.<br />
No lo veo yo así. De hecho<br />
es un libro de episodios que,<br />
aunque alguna vez se religan a<br />
propósito de un personaje o un<br />
detalle, nacen y mueren en sí<br />
mismos y tienen en común la<br />
condición de extrañamiento de<br />
todos sus personajes. También<br />
aquí el autor se identifica. Es<br />
62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
Javier Marías y Antonio Muñoz Molina<br />
más, como apela a la memoria al<br />
igual que Marías aunque no del<br />
mismo modo ni con la misma<br />
intención, se producen coincidencias:<br />
“En alguna parte, ahora<br />
mismo, alguien cuenta algo que<br />
tiene que ver íntimamente conmigo,<br />
algo que presenció hace<br />
años y que yo tal vez ni siquiera<br />
recuerdo, y como no lo recuerdo<br />
tiendo a suponer que no existe<br />
para nadie, que se ha borrado<br />
del mundo tan completamente<br />
como de mi memoria”. En este<br />
comentario, Muñoz Molina se<br />
asoma al revés del tiempo, pero<br />
de una manera bien distinta y<br />
con otro concepto de la escritura<br />
sobre la memoria. De hecho,<br />
se hace una pregunta que Marías<br />
ni concibe: “Quién eres tú<br />
para contar una vida que no es la<br />
tuya”. Se diría que Muñoz Molina<br />
es más consciente de que va a<br />
contar antes que a inventar y por<br />
ahí asoma el reparo moral que<br />
contiene la pregunta.<br />
Todos los episodios de Sefarad<br />
parecen anudados por la<br />
mente del narrador en un tono<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de recitado, una suerte de letanía<br />
rítmica de extrañamiento y desamparo<br />
como acompañamiento<br />
de fondo. Hay una suerte de<br />
compasión, de implicación del<br />
autor en los episodios, de orden<br />
emotivo (pero una emoción llena<br />
de contenido moral), debido<br />
a que la apelación a la memoria<br />
y la visión del paso del tiempo<br />
como algo que borra provoca en<br />
él una necesidad de tomar la voz<br />
de los testigos, reinventándola si<br />
es preciso, para que sus miradas<br />
no mueran, para que el tiempo<br />
no borre los sucesos con la<br />
muerte de los testigos. He dicho<br />
para que su mirada (la de ellos)<br />
no muera y no para que su testimonio<br />
no muera, porque lo que<br />
realmente pretende el autor es<br />
reproducir la mirada del testigo:<br />
ésa es la vocación decididamente<br />
literaria de la elección, lo que<br />
aleja a este libro del documento.<br />
Al hacerlo con una voz narradora<br />
que conduce y unifica el material,<br />
la mirada de los testigos<br />
se entremezcla a menudo con la<br />
del propio narrador y, aquí, esta<br />
persona interpuesta bascula más<br />
hacia el recitado de la letanía que<br />
hacia la mirada del testigo. Lo<br />
documental es, se exponga como<br />
se exponga, de orden general;<br />
la mirada es individual. No<br />
hablo de prioridad de ninguno<br />
sino de modo, de modo de expresión<br />
y de resultados de ese<br />
modo. Los momentos más altos<br />
del libro están siempre en la singularidad<br />
de cada mirada reproducida;<br />
el narrador, en cambio,<br />
sin ser decididamente documental<br />
–lo es, pero recubriendo su<br />
voz con la compasión que le produce<br />
la presencia del dolor–, cabalga<br />
con más dificultad sobre<br />
la línea que separa realidad y ficción.<br />
Esto último no lo menciono<br />
como defecto sino como simple<br />
descripción.<br />
‘Bartleby y Compañía’<br />
El tercer ejemplo a considerar<br />
es el libro de Enrique Vila-Matas<br />
Bartleby y Compañía. Aquí,<br />
por de pronto, se planea un juego<br />
de ficción desde el principio:<br />
tenemos un narrador que asu-<br />
JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />
me en sí mismo la línea central<br />
del libro, que es, según sus propias<br />
palabras: “La pulsión negativa,<br />
o la atracción por la nada,<br />
que hace que ciertos creadores,<br />
aun teniendo una conciencia literaria<br />
muy exigente (o precisamente<br />
por eso), no lleguen a escribir<br />
nunca; o bien escriban<br />
uno o dos libros y luego renuncien<br />
a la escritura”. De hecho, el<br />
libro trata de la atracción por la<br />
nada, un conflicto dramático<br />
por excelencia.<br />
Pero el narrador –un pobre<br />
solitario y jorobado que trabaja<br />
en una oficina pavorosa– establece<br />
una extraña complicidad<br />
con el lector al no dejar de advertir<br />
éste el interés que manifiesta<br />
el narrador en demostrar<br />
de modo sugerido pero insistente<br />
que él no es el autor, es decir,<br />
que él que no es Vila-Matas; que<br />
el libro es un texto literario y no<br />
un ensayo de Vila-Matas sobre<br />
el síndrome Bartleby. En un ensayo<br />
posterior titulado El tapiz<br />
que se dispara en muchas direcciones,<br />
Vila-Matas retoma el juego,<br />
esta vez haciendo verdaderamente<br />
ambigua la relación narrador-autor.<br />
Pero el caso es que<br />
al autor de ese ensayo, sea quien<br />
sea, le sucede algo parecido a lo<br />
que obligó a Marías a escribir<br />
su libro: la invasión y modificación<br />
de la realidad a partir de la<br />
ficción, que le sucede nada más<br />
publicar Bartleby y Compañía y<br />
empezar a recibir mensajes, llamadas,<br />
sugerencias y reflexiones<br />
que le hacen descubrir que el libro<br />
lo ha acabado él, pero no<br />
sus lectores, que quién sabe si<br />
no lograrán mejorarlo.<br />
La diferencia más evidente<br />
entre Bartleby y Compañía y los<br />
dos anteriores es que éste opera<br />
sobre el presente, aunque se trate<br />
de una recopilación de bartlebys<br />
de tiempos varios, pues la<br />
reflexión y la justificación están<br />
fundadas en el presente. Por tanto,<br />
la memoria no juega aquí<br />
ninguno de los dos papeles que<br />
le atribuyen Marías y Muñoz<br />
Molina en sus libros respectivos<br />
y, por eso, el rescate del revés del<br />
tiempo o del tiempo pasado no<br />
le atañe; pero sí coincide con<br />
ellos en el hecho literario, en la<br />
63
¿OTRO CAMINO PARA LA NOVELA?<br />
invención literaria, pues, como<br />
sus colegas, se ve obligado a imaginar<br />
escenas y a representar literariamente<br />
esas imaginaciones<br />
si quiere hacer desfilar ante nuestros<br />
ojos a escritores reales, a personajes<br />
inventados (como Violet<br />
Desvarié, Derain) y a personajes<br />
reales inventados, lo que<br />
ya es el no va más, como en el<br />
caso de Salinger, que es narrado<br />
al modo de sí mismo. Pero lo<br />
más importante a señalar es que<br />
este libro muestra una línea vertebral<br />
indesviable y, paradójicamente,<br />
una trama tanto más férrea<br />
cuanto más heterogénea y<br />
abierta. Vila-Matas no se deja<br />
llevar por un real o fingido devenir<br />
de los acontecimientos o<br />
de la memoria, como los otros<br />
dos autores mencionados, sino<br />
que, a medida que avanzamos,<br />
va dejando ver una complejísima<br />
red de relaciones. Los libros de<br />
Marías y Muñoz Molina, cada<br />
uno a su modo, parecen estar bajo<br />
control desde el principio, y<br />
poco a poco van adquiriendo un<br />
aire más distendido –no más desatendido–<br />
en el caso de Marías,<br />
y más de montaje en paralelo en<br />
el caso de Muñoz Molina. Por<br />
el contrario, a medida que el de<br />
Vila-Matas avanza, las piezas parecen<br />
acoplarse firmemente en<br />
torno a un centro, en franco<br />
contraste con su apariencia superficial<br />
de cuasi miscelánea. La<br />
memoria es selectiva, pero su orden<br />
es azaroso; el presente, al parecer,<br />
se sucede ordenadamente.<br />
3Así pues, nos encontramos<br />
con tres libros que<br />
podríamos definir, utilizando<br />
unas palabras de Vila-<br />
Matas, como “mestizaje de los<br />
géneros en la novela del futuro”.<br />
Es una visión de la película<br />
de Rossellini Viaggio in Italia la<br />
que sugiere a Vila-Matas la eliminación<br />
de fronteras entre ficción,<br />
documental y autobiografía.<br />
Sin duda, pese a sus muy diferentes<br />
manifestaciones, los tres<br />
autores españoles a los que me<br />
estoy refiriendo responden con<br />
sus tres obras a esta genérica descripción.<br />
Así que recapitulemos:<br />
Tenemos una aplicación de los<br />
recursos de la ficción a la in-<br />
mersión en el revés del tiempo<br />
por parte de Marías, inmersión<br />
que constituye una ficción en sí<br />
misma, bien que propiciada o<br />
amparada por la invasión de la<br />
realidad en el mundo de Todas<br />
las almas y en su propia vida<br />
de escritor. Tenemos un rescate de<br />
la memoria real e histórica realizado<br />
intencionalmente y a la<br />
descubierta a través de una convención<br />
literaria en Sefarad. Y<br />
tenemos una propuesta de construcción<br />
de una sugerente trama<br />
de ficción a través de la exposición<br />
de una característica<br />
negativa (el abandono de la creación)<br />
común a una serie de autores<br />
modernos y contemporáneos<br />
reales y bien reales en Bartleby<br />
y Compañía..<br />
Y ahora es cuando tiene sentido<br />
plantear el problema que<br />
está en la base de estos tres libros:<br />
el de la relación entre veracidad<br />
y verosimilitud. Hasta<br />
ahora parecía un axioma intocable<br />
el hecho de que lo verdadero<br />
carece de valor literario,<br />
que es la verosimilitud de un relato<br />
lo que le otorga su certificación<br />
de existencia; en otras palabras:<br />
que la labor principal de<br />
un novelista era hacer creíble su<br />
relato y punto. Lo verdadero era<br />
una categoría de realidad, no<br />
una categoría literaria. Bien: esto<br />
es cierto, sigue siendo cierto.<br />
La cuestión es decidir si, además<br />
de ser cierto, es un axioma<br />
único y excluyente. Formulado<br />
de otra manera más inmediata:<br />
se trata de ver si a estos tres libros<br />
de los que estamos hablando<br />
y a tantos otros que se mueven<br />
por territorios semejantes se<br />
los ha de llamar novelas o buscarles<br />
un nombre algo más lucido<br />
que el de literatura híbrida o<br />
género híbrido.<br />
La preocupación no viene<br />
tanto de un afán clasificatorio<br />
que no sé si existe o no, ni tampoco<br />
de la prevención ante una<br />
oleada de mistificación organizada.<br />
Es cierto que toda apertura<br />
a futuro corre siempre un doble<br />
riesgo: es a la vez una coartada<br />
para simuladores y un paso<br />
adelante que puede modificar la<br />
conciencia y las dimensiones del<br />
género mismo. El primero es<br />
muy negativo y el segundo suele<br />
ser positivo. Pero lo importante<br />
es la posibilidad de conseguir<br />
una modificación de tal calibre<br />
que suponga, por ejemplo,<br />
que lo verdadero pueda convertirse<br />
en una pieza de convicción<br />
necesaria en la escritura de ficción.<br />
Recientemente, hablando<br />
con Juan José Millás a propósito<br />
de la ¿novela? de Emmanuel<br />
Carrère El adversario, que cuenta<br />
un hecho real en forma novelada,<br />
Millás, que sí la considera<br />
una novela, sostenía que hacer<br />
verosímil esa historia era imposible,<br />
que sólo partiendo de la<br />
comprobada veracidad de la misma<br />
se podía escribir y obtener la<br />
aquiescencia del lector. El comentario<br />
tiene mucho interés<br />
porque, independientemente<br />
del juego (o de la ficción) de los<br />
géneros, lo que hace es colocar<br />
la justificación del relato en el<br />
hecho de que exista la certeza<br />
de que lo que se está relatando<br />
ha acontecido previamente en<br />
la realidad. Justo lo contrario de<br />
lo que entendemos por ficción,<br />
que se funda en sí misma. Es<br />
oportuno traer aquí unas palabras<br />
de Mary McCarthy: “Afortunadamente,<br />
estoy escribiendo<br />
unos recuerdos y no una obra<br />
de creación, por lo que no tengo<br />
que dar las causas del desagradable<br />
carácter de mi abuela (…)<br />
que le dieran esa autenticidad<br />
clínica que actualmente es tan<br />
de desear ocurra en el arte del<br />
retrato literario”. Porque la ficción,<br />
no lo olvidemos, puede<br />
inspirarse en la realidad, pero esto<br />
no es un valor ni siquiera secundario,<br />
ya que lo que le da<br />
carta de naturaleza es la invención<br />
o representación de una realidad<br />
semejante a la realidad y<br />
guiada por la intención de su<br />
autor; un autor, tampoco lo olvidemos,<br />
que se basa en la realidad<br />
compartida (con el lector)<br />
para crear un lenguaje de experiencia<br />
común que logre representar<br />
una idea, un tema, un<br />
asunto. El autor emplea siempre<br />
dos lenguajes: el de la realidad<br />
y el código lingüístico; sin<br />
ellos, no puede escribir.<br />
Además, la naturaleza de la<br />
representación, que surge tam-<br />
bién de una convención pactada<br />
con el lector, es el medio esencial<br />
de la ficción y en ese medio<br />
carece de sentido lo verdadero;<br />
de lo que debe ocuparse el autor,<br />
insisto, es de que, tratándose de<br />
una convención pactada por lector<br />
y autor, la representación sea<br />
verosímil, sea creíble. La representación<br />
es directa o inversamente<br />
mimética, según se trate,<br />
de la realidad, pero es sobre todo<br />
la representación de la idea o<br />
intención que guía la obra. Y no<br />
pretende sustituir ni reproducir<br />
la realidad sino constituir otra<br />
realidad: la obra. ¿Puede existir,<br />
entonces, una novela que necesite<br />
del refrendo de lo verdadero<br />
para ser verosímil?<br />
Si lo que dice Millás es cierto,<br />
tal y como se cuenta El adversario,<br />
hacer verosímil esa historia<br />
habría sido imposible dentro de<br />
la forma realista en que está escrito.<br />
Es el hecho de que ha sucedido<br />
en realidad lo que le permite<br />
al lector aceptar una ficción<br />
que, si no, hubiera<br />
resultado imposible. Bien, supongamos<br />
que es así: ¿qué sucederá<br />
cuando el tiempo aleje la<br />
obra de su realidad, de la que,<br />
por así decirlo, le da carta de naturaleza?<br />
¿Se volverá increíble?<br />
En este punto conviene retroceder<br />
un poco y pensar en<br />
dos libros que tienen mucho<br />
que decir acerca del problema y<br />
antes de que naciera el género<br />
faction. ¿Recuerdan ustedes<br />
aquella famosa novela que no se<br />
sabía muy bien si lo era o no, A<br />
sangre fría, de Truman Capote?<br />
Su aparición supuso un arco de<br />
denominaciones que iba de “novela<br />
de la realidad” a “nuevo periodismo”.<br />
Es tradición que, en<br />
el mundo de la Literatura, se<br />
considere al Tiempo como el<br />
más severo e infalible juez de todos.<br />
¿Qué nos dice ahora una<br />
lectura de A sangre fría? Y, sobre<br />
todo, ¿qué le dice a un lector<br />
que no había nacido entonces el<br />
hecho de que la novela sea o no<br />
rigurosamente real? Porque este<br />
lector tiene que conformarse<br />
con aceptar que, según la prensa<br />
y otros factores probatorios,<br />
aquella pareja de criminales que<br />
protagoniza la novela existió y<br />
64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
actuó tal y como se relata, y esa<br />
acepción es un mero protocolo<br />
informativo que no aporta nada<br />
a la fuerza de convicción de la<br />
novela; porque lo que hizo Capote<br />
fue reconstruir deliberadamente<br />
una realidad de manera<br />
estrictamente novelesca, es decir,<br />
la construyó y escribió como<br />
si fuera una ficción. Ése es su<br />
acierto, y cuanto más se aleje del<br />
tiempo que prueba que el hecho<br />
sucedió en la realidad más<br />
se irá convirtiendo en novela.<br />
Capote quería escribir una novela<br />
y utilizó los elementos del<br />
género sin un titubeo. El afán<br />
de reunir con exactitud los datos<br />
de la realidad tenía la misma<br />
función que el puntillismo en la<br />
pintura. Y aún podríamos ir más<br />
atrás, con Mark Twain, por<br />
ejemplo.<br />
Otro texto que puede aportar<br />
mucho es Relato de un náufrago,<br />
de García Márquez. Aquí nos<br />
encontramos en la situación<br />
contraria: un relato que pretende<br />
ser un reportaje. De hecho<br />
lo es, y no pretendió ser un texto<br />
de creación. Lo dice el propio<br />
autor: “Este libro es la reconstrucción<br />
periodística de lo que él<br />
(el náufrago) me contó, tal como<br />
fue publicada un mes después<br />
del desastre por el diario<br />
El Espectador, de Bogotá”. Pero<br />
fijémonos, además, en lo que sigue:<br />
“Lo que no sabíamos ni el<br />
náufrago ni yo cuando tratábamos<br />
de reconstruir minuto a<br />
minuto su aventura era que<br />
aquel rastreo agotador había de<br />
conducirnos a una nueva aventura<br />
que causó un cierto revuelo<br />
en el país, que a él le costó su<br />
gloria y su carrera y que a mí<br />
pudo costarme el pellejo”. Lo<br />
que está claro es que no hubo intención<br />
novelística y tampoco un<br />
relato de esa aventura posterior<br />
que corrió el libro y en la que<br />
hubiera podido internarse en<br />
busca de “el revés del tiempo”.<br />
Por tanto, la voluntad es decisiva<br />
para definir uno y otro género.<br />
Ficción y ¿Facción? Y si la<br />
voluntad es decisiva, lo es en<br />
tanto en cuanto su referencia última<br />
es la idea poética que sostiene<br />
una novela; y la novela es<br />
la representación, por medio del<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
lenguaje de la realidad, de esa<br />
idea. La intención del autor, repito,<br />
es un factor decisivo en la<br />
creación, y yo sostengo que hasta<br />
en la escritura automática hay intención<br />
y, por tanto, una idea poética<br />
que la sostiene; una idea<br />
poética que es, a su vez, la imagen<br />
de la idea o concepción del mundo<br />
que mueve al autor a escribir<br />
una obra de creación.<br />
Los anillos de Saturno, de<br />
G. W. Sebald, es mucho más que<br />
un recorrido por la costa este de<br />
Inglaterra. Los anillos de Saturno,<br />
en términos astronómicos, son<br />
fragmentos de una luna anterior<br />
que se desintegró por la acción<br />
de las mareas del planeta. El camino<br />
del narrador es un camino<br />
sobre la memoria y la cultura,<br />
de una parte, y la degradación de<br />
los mundos y las cosas –y el propio<br />
narrador–, de otra. Porque<br />
la intención narrativa reside ahí<br />
precisamente: en el paralelo entre<br />
el daño físico que el narrador<br />
ha sufrido y el que ha sufrido<br />
esa costa, sus casas y su gente.<br />
Sin él, nos hallaríamos inmersos<br />
en un reportaje; con él, viajamos<br />
apoyándonos en ese paralelo<br />
y en la esperanza de entendimiento<br />
que la memoria y la<br />
cultura nos muestran. La idea<br />
poética es la de la recogida de<br />
los fragmentos en torno a un<br />
planeta llamado narrador. No<br />
olvidemos que el libro empezó a<br />
ser escrito al año justo de este<br />
viaje, cuando el autor tuvo que<br />
ser internado en extrema inmovilidad<br />
en un hospital: al término<br />
del libro, comentando una<br />
costumbre holandesa mencionada<br />
por Thomas Browne,<br />
cuenta que “era costumbre que<br />
en la casa del difunto se tapasen<br />
con crespón negro de seda de<br />
luto todos los espejos y todos<br />
los cuadros (…) para que el alma<br />
que está abandonando el<br />
cuerpo no se distraiga en su último<br />
viaje, ya sea por su propia<br />
mirada, ya por su tierra natal,<br />
pronto perdida para siempre”.<br />
Así sucede con la creación narrativa<br />
cuando se dispone a<br />
emanciparse y despedirse del autor<br />
para iniciar su propio camino<br />
a través de la imaginación de<br />
los lectores.<br />
Con lo que acabo de decir no<br />
pretendo mostrar otra cosa que<br />
el modo nuevo y distinto de utilizar<br />
un conflicto dramático por<br />
medio de un viaje que establece<br />
una fricción entre conciencia y<br />
mirada. Sebald no pretende hacer<br />
una novela, como pretendió<br />
Capote, sino que se interna en<br />
un viaje que resulta ser la narración<br />
expresivamente literaria de<br />
un movimiento de conciencia.<br />
Tampoco se trata de la actitud<br />
de Carrère –a mi modo de ver,<br />
una crónica novelada– o de la<br />
de García Márquez –el relato<br />
que deviene periodismo–. Es<br />
una nueva dimensión del conflicto<br />
dramático mostrado a través<br />
de los fragmentos que, como<br />
decía antes, acaban por convertirse<br />
en anillos en torno al planeta-narrador.<br />
Algo semejante,<br />
aunque de otro modo, sucede<br />
con Microcosmos, de Claudio<br />
Magris. Quizá estos dos sean los<br />
acercamientos más certeros a un<br />
género nuevo, original e independiente.<br />
Serán más que novelas:<br />
serán otro género. La reciente<br />
aparición de La cuestión<br />
de Bruno, de Aleksandar Hemon,<br />
apunta también hacia este<br />
territorio distinto y hacia su voluntad<br />
de singularidad.<br />
En los tres primeros libros<br />
que hemos visto se aborda desde<br />
la literatura española, en la corriente<br />
del mestizaje del que hablaba<br />
Vila-Matas, el problema<br />
de la relación entre verdadero y<br />
verosímil. Se aborda con talento,<br />
ingenio y lejos de cualquier clase<br />
de oportunismo. Hay más<br />
riesgo o menos riesgo en cada<br />
uno de ellos, como hay más o<br />
menos consecuencia, pero eso<br />
atañe ya a los resultados y no<br />
voy a cruzar esa puerta, pues no<br />
haríamos sino desembocar en<br />
una estancia distinta de ésta en<br />
la que nos encontramos. Tampoco<br />
podemos predecir hacia<br />
dónde se encaminarán estos<br />
nuevos modos, pero tengo para<br />
mí –como diría Juan Benet–<br />
que lo verdadero no sustituirá a<br />
lo verosímil como pieza de convicción<br />
de una novela. Lo que<br />
no sé es si el género mestizo, al<br />
ser capaz de incorporar lo verdadero<br />
como pieza de convic-<br />
JOSÉ MARÍA GUELBENZU<br />
ción conjuntamente con lo verosímil,<br />
acabará desplazando<br />
–que no eliminando– a la novela<br />
como ese género cuyo específico<br />
literario era colocar las historias<br />
–en tanto que raíles por<br />
donde circula una modificación<br />
de la conciencia cuyo motor es<br />
el conflicto dramático del que<br />
brota la historia– en la imaginación<br />
solitaria del lector. Si lo<br />
consigue y lo hace desde la singularidad,<br />
le pronostico a este<br />
nuevo género un futuro prometedor.<br />
Y, en todo caso, si este<br />
modo –mestizo o distinto, o<br />
ambas cosas– no se integra en<br />
la novela –y a quién le importa<br />
eso salvo a nosotros ahora, como<br />
siempre que nos encontramos<br />
con algo que se anuncia como<br />
nuevo–, lo que tampoco me cabe<br />
duda es que en cualquier<br />
caso ensanchará al menos el campo<br />
novelístico, lo que no es, a fin<br />
de cuentas, sino otra forma de<br />
germinar. n<br />
José María Guelbenzu es novelista.<br />
Autor de El río de la luna, El sentimiento<br />
y Un peso en el mundo.<br />
65
Eo hay duda de que la guerra<br />
civil española fue una<br />
de las guerras más ideológicas<br />
de la historia reciente. No<br />
la provocaron conflictos territoriales,<br />
disputas fronterizas o<br />
rivalidades coloniales. Ocurrió<br />
en un país de tamaño intermedio<br />
y semidesarrollado que hacía<br />
más de un siglo que había<br />
perdido la mayor parte de su<br />
imperio americano, y sus últimos<br />
vestigios en 1898. Era un<br />
país que había jugado un papel<br />
relativamente escaso en la ocupación<br />
imperialista europea de<br />
África del siglo XIX y que había<br />
sido neutral en la I Guerra<br />
Mundial. Mantenía un pequeño<br />
poder colonial en zonas de<br />
Marruecos y Mauritania, aunque<br />
ni la Administración civil<br />
ni la militar de esos territorios<br />
podía compararse en importancia<br />
con la de Francia. En los<br />
estudios de la época sobre<br />
equilibrios de poder o en los<br />
dedicados a los avances en tecnología<br />
militar en las décadas<br />
de 1920 y 1930 apenas hay<br />
menciones a su Ejército de<br />
Tierra o a su Armada.<br />
De la República<br />
a la guerra civil<br />
Esta potencia menor había acabado<br />
pacíficamente en 1931<br />
con la histórica monarquía de<br />
los Borbones y, durante el lustro<br />
siguiente, había intentado<br />
implantar una república parlamentaria<br />
cuyos Gobiernos reflejasen<br />
el resultado de unas<br />
elecciones transparentes. Intentó<br />
reducir el poder que desde<br />
antiguo tenía la Iglesia católica,<br />
separándola del Estado y creando<br />
escuelas primarias y secundarias<br />
laicas. Trató de reducir el<br />
papel político que tradicionalmente<br />
había jugado el Ejército,<br />
que durante el siglo XIX había<br />
adquirido la costumbre de sustituir<br />
los gobiernos civiles mediante<br />
pronunciamientos 1 , es<br />
decir, mediante acciones militares<br />
emprendidas por un puñado<br />
de oficiales, relativamente<br />
poco sangrientas pero totalmente<br />
antidemocráticas.<br />
La República también llevó<br />
a cabo una serie de reformas<br />
ideadas para abordar una serie<br />
de problemas de tipo político,<br />
económico y social que venían<br />
de antiguo. Reconoció la naturaleza<br />
plurinacional de España<br />
al otorgarle un estatuto de autonomía<br />
a Cataluña y planear<br />
lo mismo con el País Vasco y<br />
Galicia. Comenzó una tímida<br />
y difícil, desde el punto de vista<br />
financiero, distribución de<br />
tierras a los campesinos que<br />
hasta entonces no las tenían.<br />
Tuvo en Indalecio Prieto un<br />
ministro de Obras Públicas demócrata<br />
y socialista que aplicaba<br />
métodos keynesianos para<br />
mejorar las infraestructuras de<br />
carreteras, canales y presas. Sin<br />
embargo, como es natural, su<br />
presupuesto era muy limitado<br />
en comparación con los destinados<br />
entonces a obras públicas<br />
similares por los Gobiernos<br />
de Suecia o del new deal estadounidense.<br />
La guerra civil, que duró<br />
desde julio de 1936 hasta marzo<br />
de 1939, comenzó como un<br />
pronunciamiento contra el<br />
Gobierno republicano de izquierda<br />
formado por el Frente<br />
Popular que ganó las elecciones<br />
en febrero de 1936. El propó-<br />
HISTORIA<br />
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA<br />
Múltiples significados históricos<br />
1 En español en el original.<br />
GABRIEL JACKSON<br />
sito inicial de este alzamiento<br />
militar era acabar con las diversas<br />
reformas democráticas e inversiones<br />
públicas keynesianas<br />
y restaurar el “orden”, en el<br />
sentido en que entendían esta<br />
palabra los militares más tradicionalistas,<br />
la Iglesia y los sectores<br />
más conservadores de las<br />
clases terratenientes e industriales.<br />
Sin embargo, a diferencia<br />
de lo que había sucedido<br />
con la mayoría de los pronunciamientos<br />
del siglo XIX, la población<br />
de ciudades clave, como<br />
Madrid, Barcelona, Valencia,<br />
Málaga y Gijón, opuso<br />
una resistencia activa al intento<br />
de golpe de Estado, mientras<br />
en el País Vasco las autoridades<br />
civiles regionales interceptaron<br />
los mensajes telefónicos que<br />
debían haber coordinado el levantamiento<br />
insurgente.<br />
La derrota inesperada del<br />
pronunciamiento llevó a los<br />
generales Franco y Mola a enviar<br />
inmediatamente emisarios<br />
a Mussolini y Hitler, y al Gobierno<br />
republicano a apelar a<br />
las potencias democráticas europeas,<br />
especialmente a Francia,<br />
donde también había sido<br />
elegido un Gobierno de Frente<br />
Popular en mayo de 1936. Antes<br />
del final del mes de julio los<br />
dos dictadores fascistas habían<br />
asegurado ayuda militar al general<br />
Franco y los franceses habían<br />
abierto la frontera para<br />
que pudiesen llegar a la zona<br />
republicana tanto armas como<br />
voluntarios. De este modo, un<br />
golpe de Estado fallido se<br />
transformó rápidamente en<br />
una guerra civil con implicaciones<br />
internacionales.<br />
Esta internacionalización de<br />
la guerra tuvo lugar en una<br />
Europa que ya estaba profun-<br />
damente dividida por el ascenso<br />
del fascismo italiano; la remilitarización<br />
de Alemania; la<br />
brutalidad de la violencia nazi<br />
contra judíos, socialistas y comunistas;<br />
la rápida industrialización<br />
de la Unión Soviética, y<br />
la represión a gran escala de<br />
toda oposición interna por<br />
parte de las dictaduras nazi y<br />
soviética.<br />
Todos estos factores de un<br />
enfrentamiento potencialmente<br />
violento entre las fuerzas del<br />
fascismo, de la democracia capitalista<br />
y del comunismo hubiesen<br />
sido suficientes por sí<br />
mismos para imprimir a la ya<br />
internacionalizada guerra civil<br />
múltiples significados ideológicos.<br />
Sin embargo, lo que convirtió<br />
a esta guerra en un verdadero<br />
crisol de luchas ideológicas<br />
fue la coincidencia de<br />
esta situación internacional<br />
con la extraordinaria complejidad<br />
del conjunto de tendencias<br />
políticas y religiosas opuestas<br />
representadas en los partidos y<br />
organizaciones sindicales que<br />
actuaban en España durante<br />
los años de la República.<br />
Las fuerzas ideológicas<br />
Voy a comenzar por esbozar las<br />
fuerzas ideológicas, desde la extrema<br />
derecha hasta la extrema<br />
izquierda, que pugnaban conscientemente<br />
por la lealtad de<br />
los españoles en los años treinta:<br />
1. La Comunión Carlista,<br />
para los que tanto la depuesta<br />
monarquía borbónica como la<br />
República eran fruto del liberalismo<br />
agnóstico y del comunismo<br />
ateo. Para los carlistas, la<br />
guerra civil era una cruzada para<br />
restaurar la monarquía católica<br />
tradicional, la del periodo<br />
66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
Negrín<br />
previo a la Revolución Francesa.<br />
2. La Falange y el pequeño,<br />
pero ardoroso, movimiento de<br />
las Juntas de Ofensiva Nacional<br />
Sindicalista (JONS). Ambos<br />
movimientos se inspiraban<br />
en los elementos de izquierda<br />
del fascismo y el nazismo, los<br />
que proclamaban la necesidad<br />
de una revolución nacional-socialista.<br />
3. Los monárquicos alfonsinos,<br />
que representaban a la<br />
mayoría de las clases altas, las<br />
cuales deseaban restaurar una<br />
monarquía conservadora, pero<br />
no represiva, desde el punto<br />
político o religioso.<br />
4. Los republicanos de clase<br />
media, de los que Manuel Azaña<br />
era la figura emblemática,<br />
pedían elecciones limpias, un<br />
Estado laico y todo el abanico<br />
de libertades políticas, intelec-<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
tuales y económicas asociadas a<br />
las revoluciones francesa y estadounidense.<br />
5. La Izquierda Republicana<br />
Catalana, de Lluís Companys,<br />
y el Partido Nacionalista Vasco,<br />
de José Antonio Aguirre. En estos<br />
partidos dominaban los empresarios<br />
y los profesionales de<br />
clase media comprometidos<br />
con las mismas libertades políticas<br />
que Manuel Azaña. Sin<br />
embargo, su compromiso con<br />
la República estaba condicionado<br />
a sus expectativas de un aumento<br />
sustancial de la capacidad<br />
de autogobierno de las<br />
provincias catalanas y vascas.<br />
6. Los socialistas parlamentarios<br />
de Indalecio Prieto y Juan<br />
Negrín. Defendían los programas<br />
y métodos de los partidos<br />
socialistas y socialdemócratas<br />
de la Segunda Internacio-<br />
nal.<br />
7. Los socialistas de izquierda,<br />
en su mayoría sindicalistas y<br />
estudiantes. Exigían la total socialización<br />
de la economía industrial<br />
y la agrícola. Aunque<br />
admiraban muchos de los logros<br />
de la Unión Soviética, estaban<br />
decididos a evitar la coacción<br />
y burocratización que ellos<br />
asociaban al triunfo de Stalin a<br />
finales de los años veinte.<br />
8. El Partido Comunista,<br />
que ensalzaba sin reservas los<br />
logros de los planes quinquenales<br />
y aceptaba por completo<br />
las políticas de Stalin de Frente<br />
Popular en la política interior y<br />
seguridad colectiva frente a las<br />
agresiones de los poderes fascistas.<br />
Estas políticas posponían<br />
deliberadamente cualquier<br />
esfuerzo revolucionario<br />
en pro de la unidad de todas<br />
las fuerzas democráticas y marxistas<br />
frente a la inmediata<br />
amenaza del fascismo.<br />
9. El Partido Obrero de<br />
Unificación Marxista, conocido<br />
universalmente por sus siglas,<br />
POUM. Este pequeño<br />
partido, que sólo tenía importancia<br />
en Cataluña, estaba dirigido<br />
por Andrés Nin y Joaquín<br />
Maurín. Con la excesiva simplificación<br />
que es inevitable en<br />
una descripción tan breve, podría<br />
ser descrito como un partido<br />
comunista antiestalinista.<br />
El Partido Comunista le tenía<br />
especial aversión.<br />
10. Los anarquistas y su federación<br />
sindical (CNT), que<br />
propugnaban una total revolución<br />
colectivista que debía ser al<br />
tiempo voluntaria y controlada<br />
localmente. Los anarquistas no<br />
se oponían a cualquier forma de<br />
autoridad, sino que insistían en<br />
que ésta debía fluir de abajo hacia<br />
arriba y no al contrario.<br />
El panorama internacional<br />
Para entender las pasiones, el<br />
heroísmo, los sacrificios y las<br />
atrocidades de la guerra civil es<br />
necesario tener en cuenta no<br />
sólo la compleja variedad de<br />
corrientes políticas que he dibujado,<br />
sino también el hecho<br />
de que entre 1931 y 1936 los<br />
españoles de todas las clases se<br />
habían convertido en la población<br />
más politizada de Europa.<br />
Alemania e Italia estaban bajo<br />
dictaduras fascistas. La Unión<br />
Soviética estaba gobernada por<br />
una dictadura comunista. Los<br />
países del Báltico, Europa central<br />
y los Balcanes, con las excepciones<br />
de Checoslovaquia y<br />
Suiza, por dictaduras cuasi fascistas,<br />
civiles o monárquicas.<br />
Por su parte, el Reino Unido,<br />
los países escandinavos y<br />
67
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA<br />
Holanda y Bélgica tenían movimientos<br />
sindicales activos,<br />
formas de gobierno parlamentarias<br />
elegidas democráticamente,<br />
grandes partidos socialistas<br />
y pequeños partidos comunistas,<br />
pero nada que se<br />
pudiese considerar equivalente<br />
a los elementos conformados<br />
por el anarquismo o el POUM<br />
en España. En Francia, la elección<br />
del Frente Popular había<br />
dividido a la población en<br />
franjas similares a las de España.<br />
Este hecho llevó al Gobierno<br />
de Blum a apoyar a la República<br />
española en julio de<br />
1936, pero en menos de un<br />
mes Blum se retiró, al menos,<br />
por tres motivos: las amenazas<br />
de Hitler y Mussolini de actuar<br />
militarmente si Francia continuaba<br />
ayudando a la República,<br />
la negativa británica a defender<br />
a Francia de estas amenazas<br />
y el miedo a una posible<br />
guerra civil dentro de Francia.<br />
Intentaré resumir lo que la<br />
guerra civil significó para los<br />
propios combatientes, sin entrar<br />
en detalles sobre la historia<br />
de la guerra civil, las intervenciones<br />
soviética y fascista y la<br />
tortuosa historia diplomática<br />
del denominado Comité de<br />
No-Intervención. En la derecha,<br />
los monárquicos, tanto los<br />
alfonsinos como los carlistas,<br />
combatían para restaurar un<br />
régimen monárquico católico y<br />
conservador. La Falange luchaba<br />
por lo que concebía como<br />
una versión del fascismo italiano.<br />
Los generales insurgentes<br />
luchaban para restaurar el papel<br />
dirigente que habían tenido<br />
en la política durante los siglos<br />
XIX y XX.<br />
Todas estas fuerzas consideraban<br />
que estaban restaurando<br />
el orden religioso y económico<br />
frente a la revolución materialista,<br />
atea y colectivista de las<br />
hordas rojas. Todos ellos consideraban<br />
también que estaban<br />
protegiendo la sagrada unidad<br />
histórica de la España de los<br />
Habsburgo y los Borbones,<br />
frente al pretendido separatismo<br />
de los vascos y catalanes. A<br />
pesar de las importantes diferencias<br />
realmente existentes en-<br />
tre sus diversos ideales, estas<br />
fuerzas se mantuvieron unidas<br />
a lo largo de la guerra, en parte<br />
porque protegían los intereses<br />
establecidos del poder y la propiedad<br />
y en parte porque la<br />
personalidad del general Franco<br />
no toleraba ni el menor signo<br />
de desviación.<br />
En la zona republicana, la<br />
guerra tenía significados muy<br />
diferentes para las distintas<br />
partes. Para los republicanos y<br />
los socialistas parlamentarios,<br />
significaba la defensa de una<br />
democracia occidental europea<br />
frente al militarismo español<br />
apoyado por el eje fascista. El<br />
Gobierno republicano era el<br />
Gobierno legítimo, constitucional<br />
y civil, que mantenía los<br />
mismos valores políticos y económicos<br />
que Francia, Inglaterra,<br />
Estados Unidos y los países<br />
escandinavos. Estos republicanos<br />
y socialistas parlamentarios<br />
se sintieron traicionados, en el<br />
sentido más literal de la palabra,<br />
por las democracias occidentales,<br />
aunque se callaron las<br />
críticas mientras mantuvieron<br />
la más mínima esperanza de un<br />
cambio en la mal llamada política<br />
de no-intervención.<br />
El Partido Comunista, que<br />
había sido muy pequeño antes<br />
de la guerra, creció rápidamente<br />
bajo la influencia de oficiales<br />
profesionales que habían sido<br />
leales a la República, de estudiantes<br />
fervorosamente comprometidos<br />
y de numerosos<br />
empleados civiles. Estos miembros<br />
del partido recién reclutados<br />
estaban agradecidos a la<br />
Unión Soviética por ser el único<br />
país poderoso que vendía<br />
armas a la acorralada República<br />
y, más o menos hasta mediados<br />
de 1937, creyeron en la<br />
sinceridad de Stalin al abogar<br />
sensatamente por una democracia<br />
burguesa en España más<br />
que por un régimen revolucionario,<br />
dadas las circunstancias<br />
de la época.<br />
Las divisiones en el campo<br />
republicano<br />
Pero las grandes purgas estalinistas,<br />
que empezaron en agosto<br />
de 1936 con el juicio por<br />
traición de Zinoviev y Kamenev,<br />
no podían pasarse por alto<br />
en España. Mientras los comunistas<br />
buscaban constantemente<br />
la colaboración con las fuerzas<br />
democráticas de clase media,<br />
los representantes en<br />
España de Stalin, tanto los dirigentes<br />
conocidos como los<br />
agentes secretos enviados por<br />
él, estaban llevando a cabo una<br />
sangrienta purga de aquellos<br />
miembros de la izquierda que no<br />
eran estalinistas, a los que anatematizaban<br />
acusándoles de<br />
trotskistas y espías fascistas.<br />
Los republicanos y los socialistas<br />
tuvieron que tragarse su resentimiento<br />
frente a las tácticas<br />
estalinistas, ya que, dada la negativa<br />
occidental a ayudar a la<br />
República, su única opción era<br />
aceptar las condiciones que<br />
acompañaban a la ayuda de<br />
Stalin o rendirse.<br />
A lo largo de los años 1937<br />
y 1938, se fue profundizando<br />
en la zona republicana la división<br />
en tres campos ideológicos.<br />
El primer campo, que dominaba<br />
tanto en el ámbito político<br />
como en el militar, era la<br />
coalición de los demócratas republicanos,<br />
los socialistas parlamentarios<br />
y los comunistas.<br />
Para ellos, así como para la mayoría<br />
de los componentes de<br />
las Brigadas Internacionales, la<br />
guerra civil española significaba<br />
la lucha contra el fascismo.<br />
Mussolini y Hitler iban de<br />
triunfo en triunfo, mientras<br />
unas democracias occidentales<br />
no hacían nada y otras eran<br />
abiertamente conciliadoras con<br />
los dictadores. España era el<br />
único lugar en que se oponía<br />
una resistencia física al fascismo.<br />
Combatir al fascismo era<br />
una causa por la que arriesgar<br />
la vida.<br />
El segundo campo ideológico<br />
en el seno de la República<br />
estaba formado por la izquierda<br />
socialista fiel a Largo Caballero,<br />
los anarquistas y los comunistas<br />
antiestalinistas. Para<br />
este grupo, la causa lealista incluía,<br />
por supuesto, la lucha<br />
contra el fascismo, pero también<br />
implicaba la defensa del<br />
poder sindical bajo la forma de<br />
las dos grandes federaciones<br />
sindicales: la socialista UGT y<br />
la anarcosindicalista CNT. Asimismo,<br />
requería la defensa de<br />
la incipiente revolución colectivista<br />
que había tenido lugar<br />
durante las primeras semanas<br />
de la guerra en muchas áreas<br />
agrícolas y en algunas industrias<br />
catalanas. Veían la necesidad<br />
de no asustar a los propietarios<br />
no fascistas limitando la<br />
extensión de la colectivización,<br />
pero también creían que una<br />
larga guerra llena de sacrificios<br />
no valía la pena si no incluía la<br />
defensa de la revolución. Les<br />
asustaba la eficiencia militar y<br />
de organización de los comunistas<br />
y se sentían indefensos<br />
frente a su control ideológico y<br />
las purgas físicas en la izquierda<br />
no estalinista.<br />
El tercer campo ideológico<br />
estaba formado por los nacionalistas<br />
vascos y catalanes. Representaban<br />
a una amplia clase<br />
media urbana y a un gran porcentaje<br />
de la población del<br />
campo, que antes se sentían<br />
vinculados a sus naciones de<br />
origen que a un Estado español<br />
multinacional. Preferían un<br />
Gobierno civil y democrático<br />
que una dictadura militar; admiraban<br />
a Azaña y a Prieto,<br />
que era vasco; agradecían las<br />
armas, alimentos y medicinas<br />
soviéticos; los vascos estaban<br />
agradecidos por las ofertas de<br />
refugio para los niños vascos<br />
que, cuando Franco conquistó<br />
las provincias vascas en 1937,<br />
les hicieron los soviéticos y<br />
también los franceses e ingleses.<br />
Los catalanes apreciaban al<br />
cónsul soviético Antonov-Ovseenko,<br />
y esperaban que las relaciones<br />
comerciales establecidas<br />
durante la guerra se ampliasen<br />
cuando ésta finalizara.<br />
Para estas dos pequeñas nacionalidades,<br />
la guerra significaba<br />
la afirmación de su autonomía<br />
política y cultural frente a la<br />
cuasi fascista y castellana dictadura<br />
militar del general Franco.<br />
Sin embargo, las exigencias<br />
de la guerra habían incrementado<br />
las tendencias centralistas<br />
y autoritarias en el seno del<br />
Gobierno republicano. A me-<br />
68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
diados de 1938, los nacionalistas<br />
vascos y catalanes habían<br />
perdido gran parte del entusiasmo<br />
que habían sentido en<br />
julio de 1936 por la causa republicana.<br />
La posguerra<br />
Hasta el momento me he referido<br />
a los múltiples significados<br />
que la guerra tuvo para los<br />
combatientes mientras todavía<br />
se luchaba y, al menos en teoría,<br />
había diversos desenlaces<br />
posibles. Sin embargo, como<br />
todos sabemos, Franco se negó<br />
a considerar ninguna de las<br />
mediaciones que se ofrecieron<br />
para negociar la paz, y la guerra<br />
terminó con su victoria<br />
completa e incondicional en<br />
marzo de 1939. Para las fuerzas<br />
ideológicas de su campo –los<br />
carlistas, la Falange, la gran<br />
mayoría de la jerarquía católica<br />
y los monárquicos–, la guerra<br />
significaba ahora la posibilidad<br />
de destruir toda la herencia de la<br />
Ilustración del siglo XVIII, de las<br />
filosofías laicas y materialistas,<br />
de la Revolución Francesa y de<br />
todas las formas de pensamiento<br />
marxista y anarquista. También<br />
suponía la victoria del fascismo<br />
internacional sobre el<br />
comunismo ateo y la decadente<br />
democracia capitalista.<br />
Esto nos lleva a la cuestión<br />
de los diversos significados de<br />
la guerra civil española tras la<br />
derrota de la República. Los<br />
españoles combatirían en ambos<br />
bandos durante la II Guerra<br />
Mundial. La División Azul<br />
participó en la invasión alemana<br />
de la Unión Soviética, que<br />
se veía como una prolongación<br />
lógica de la cruzada anticomunista.<br />
Y los españoles veteranos<br />
de la República tuvieron un<br />
importante papel en el maquis<br />
francés, que tenía el sentido de<br />
una continuación lógica de la<br />
lucha antifascista.<br />
Franco era descaradamente<br />
favorable al eje hasta que estuvo<br />
claro que la Alemania nazi<br />
iba a perder la guerra. Entonces<br />
le hizo gestos a los angloamericanos,<br />
quienes a su vez le<br />
mantuvieron en el poder tras la<br />
guerra. Personalmente, opino<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
que si los republicanos exiliados<br />
y los monárquicos más liberales<br />
hubiesen sido capaces<br />
de alcanzar acuerdos sólidos en<br />
1946 o 1947, las potencias europeas<br />
tal vez hubiesen dejado<br />
de apoyar a Franco, por el que<br />
no tenían especial simpatía.<br />
Sin embargo, el fracaso de los<br />
diversos encuentros entre dirigentes<br />
en el exilio y el comienzo<br />
de la guerra fría en 1947<br />
dieron lugar al apoyo al Gobierno<br />
de Franco, a pesar de<br />
sus evidentes simpatías fascistas<br />
y de su represiva política interna.<br />
Para finalizar, me gustaría<br />
discutir dos significados que<br />
adquiere la guerra civil en el<br />
momento actual, seis décadas<br />
después de la victoria de Franco<br />
y dos después del final de su<br />
dictadura. En estas dos décadas,<br />
España ha sorprendido al<br />
mundo al gobernarse como un<br />
régimen civil, democrático y<br />
parlamentario más. Este periodo<br />
de gobierno democrático,<br />
casi milagroso, y en todo caso<br />
sin precedentes, ha sido posible<br />
gracias a un amplio compromiso<br />
que tomó forma en la Constitución<br />
de 1978: la izquierda<br />
aceptó una monarquía constitucional<br />
y la derecha aceptó<br />
una democracia política. Desde<br />
un punto de vista histórico,<br />
este compromiso lleva implícito<br />
el reconocimiento póstumo<br />
de los objetivos de la República<br />
de 1931: un Estado<br />
laico y democrático con autonomía<br />
local para las nacionalidades<br />
catalana, vasca y gallega.<br />
El segundo significado novedoso<br />
de la guerra civil está en<br />
la interpretación que han desarrollado<br />
una generación estelar<br />
de jóvenes historiadores españoles,<br />
como Santos Juliá, Gabriel<br />
Tortella, Juan Pablo Fusi,<br />
Julio Casanova y otros. Según<br />
estos historiadores, la guerra civil<br />
fue una interrupción catastrófica<br />
de un proceso de crecimiento<br />
económico y de modernización<br />
democrática que<br />
estaba bastante avanzado en<br />
1936 y que continuó discretamente<br />
en los últimos años del<br />
periodo de Franco y de manera<br />
espectacular en los años posteriores<br />
a su muerte. Para estos<br />
analistas, la España de 1936 no<br />
era tanto una caldera de ideales<br />
apocalípticos e incompatibles<br />
como la víctima de la depresión<br />
mundial, del ascenso de<br />
las agresivas dictaduras fascistas<br />
y del enfrentamiento en Europa<br />
entre las fuerzas fascistas,<br />
comunistas y capitalistas democráticas.<br />
Las Brigadas Internacionales<br />
Permítanme terminar con la<br />
mención de unos acontecimientos<br />
recientes que considero confirman<br />
estas últimas interpretaciones.<br />
En 1996, cuando se<br />
cumplía el 60º aniversario del<br />
estallido de la guerra civil, el<br />
Parlamento español votó, con<br />
unas pocas abstenciones y ningún<br />
voto en contra, ofrecer la<br />
nacionalidad española a los veteranos<br />
de las Brigadas Internacionales<br />
supervivientes. Era un gesto<br />
de reconocimiento, por parte<br />
de la derecha democrática y de<br />
la totalidad de la izquierda,<br />
de que los 40.000 voluntarios<br />
de 50 países diferentes habían<br />
acudido a España para defender<br />
la libertad española, y<br />
humana. En noviembre de ese<br />
año, varios centenares de veteranos<br />
visitaron España invitados<br />
por la Asociación de Amigos de<br />
las Brigadas Internacionales. Fui<br />
testigo del enorme recibimiento<br />
que tuvieron en las calles de<br />
Madrid, en la Diputación de Sevilla<br />
y en el Parlamento de Cataluña.<br />
Estoy seguro de que muchos<br />
de los lectores estuvieron<br />
presentes en esas u otras manifestaciones<br />
similares que tuvieron<br />
lugar en otra docena de ciudades<br />
y pueblos. Un incidente<br />
en particular simbolizó para mí<br />
el significado de esta visita. Estábamos<br />
en la calle San Jerónimo,<br />
cerca de las Cortes. La gente estaba<br />
saludando en las aceras a<br />
los veteranos y entregándoles rosas<br />
y claveles rojos. Entonces, un<br />
veterano, en una silla de ruedas,<br />
se alzó sobre sus antebrazos y<br />
grito con alegría: “Nos están<br />
dando las gracias, nos están dando<br />
las gracias”. Era exactamente<br />
eso. Para toda esta gente, para<br />
GABRIEL JACKSON<br />
los españoles y los internacionales,<br />
el significado último de la<br />
guerra civil ha sido la defensa de<br />
la libertad humana contra el fascismo,<br />
y la afirmación de la democracia<br />
española, derrotada<br />
entonces y floreciendo 60 años<br />
más tarde. n<br />
[Este artículo es una traducción de la<br />
conferencia dada por el autor en el<br />
Centro Juan Carlos I, en New York<br />
University, el día 23 de abril de 1999].<br />
Traducción de Sara Barceló.<br />
Gabriel Jackson es profesor emérito<br />
de Historia en la Universidad de California<br />
en la Jolla. Autor de La República<br />
española y la guerra civil y El difunto<br />
Kapellmeister Mozart (novela).<br />
69
Introducción: ¿Caudillismo,<br />
fascismo o algo distinto?<br />
Uno de los aspectos de la cultura<br />
mediática y política de España<br />
que llama la atención a muchos<br />
observadores internacionales<br />
es el término que se utiliza en<br />
España para definir a la dictadura<br />
que gobernó nuestro país<br />
durante el periodo 1939-1977.<br />
El término es franquismo, con<br />
lo cual se da gran protagonismo<br />
a la figura del general Franco como<br />
criterio definitorio de tal régimen.<br />
En esta definición se reproduce<br />
una visión caudillista<br />
de aquel sistema político, parecida<br />
a la que se utiliza para definir<br />
los regímenes dictatoriales<br />
caudillistas que han existido en<br />
América Latina, distanciándose<br />
así de los dos regímenes dictatoriales<br />
que existieron en Europa<br />
occidental durante parte de<br />
aquel periodo histórico; a saber:<br />
el nazismo en Alemania y el fascismo<br />
en Italia. A tales regímenes<br />
no se les conocen como hitlerismo<br />
o mussolinismo. Al régimen<br />
dictatorial español (a partir<br />
de ahora, RDE), que tiene muchos<br />
parecidos con estos regímenes<br />
dictatoriales, sí que se le<br />
conoce en España, en cambio,<br />
por el nombre del dictador,<br />
franquismo.<br />
Hay que clarificar que esta<br />
manera de definir el régimen<br />
dictatorial español no es común<br />
fuera de España. En la cultura<br />
mediática y política, por ejemplo,<br />
de Suecia, Reino Unido y<br />
Estados Unidos, tres países en<br />
los cuales he vivido durante muchos<br />
años, el régimen dictatorial<br />
español se definía y continúa<br />
definiéndose como un régimen<br />
fascista. Permítanme que cite sólo<br />
dos ejemplos recientes: The<br />
New York Times (24-12-2000),<br />
en una reseña reciente de Fraga<br />
Iribarne, lo definía como “Minister<br />
of the Interior of the fascist<br />
regime of General Franco”.<br />
Y dos meses antes, una de las<br />
cadenas televisivas más importante<br />
de EE UU, ABC (20-10-<br />
2000), se refirió a Samaranch<br />
como “a leading figure of the<br />
Spanish fascist regime”. No niego<br />
que en círculos académicos<br />
limitados haya habido una discusión<br />
sobre si tal término era o<br />
no apropiado para definir tal<br />
RDE. Pero, en el ámbito de las<br />
culturas mediáticas, el término<br />
más frecuentemente utilizado en<br />
muchos países europeos y norteamericanos<br />
para definir el RDE<br />
era, y continúa siendo, el de fascismo.<br />
¿Por qué esta diferencia<br />
de terminología?<br />
Es de todos conocido que ha<br />
habido un proyecto político-intelectual<br />
exitoso en España que<br />
ha negado el carácter fascista de<br />
aquel RDE aun aceptando, por<br />
parte de algunos autores, que lo<br />
fuera al principio, en sus fases<br />
iniciales. Se asume así que, excepto<br />
en sus primeros años, el<br />
régimen dictatorial fue autoritario,<br />
regido con mano militar<br />
por un general, sin ser un régimen<br />
totalitario, es decir, un régimen<br />
que intentara organizar<br />
la totalidad de la sociedad alrededor<br />
de una ideología totalizante.<br />
Ésta es la definición más<br />
generalizada en España de aquel<br />
régimen. Naturalmente que, y<br />
por razones obvias, las derechas<br />
españolas han promovido esta<br />
interpretación de la dictadura<br />
franquista, reproduciéndola a<br />
través de los medios de información<br />
en los que son hegemónicos,<br />
y que en España son<br />
muchos. Grandes sectores de las<br />
izquierdas, sin embargo, han<br />
CIENCIA POLÍTICA<br />
¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />
VICENÇ NAVARRO<br />
aceptado también esta versión<br />
de nuestra historia reciente, negando<br />
el carácter fascista de<br />
aquel régimen (excepto en sus<br />
primeros años).<br />
Soy consciente de que no<br />
puede evaluarse la validez de<br />
una teoría por su funcionalidad<br />
o utilidad. Es decir, que aun<br />
cuando la teoría que define al<br />
RDE como un régimen no fascista,<br />
autoritario y no totalitario<br />
ha sido, y continúa siendo,<br />
de gran utilidad y rentabilidad<br />
política para las derechas en España<br />
(como puede verse por la<br />
constante definición de aquel régimen<br />
en estos términos por figuras<br />
representativas de tales derechas,<br />
como son Aznar, Fraga,<br />
Samaranch, López Rodó y otros<br />
muchos), ello no tiene por qué<br />
invalidar la certeza de tal teoría.<br />
Ésta podría ser cierta y válida<br />
aun cuando fuera utilizada e instrumentalizada<br />
por las derechas<br />
en España. Es más, tal teoría ha<br />
sido también sostenida por personas<br />
de gran talla y credibilidad<br />
intelectual que no pertenecen<br />
o simpatizan con las derechas<br />
españolas. Entre ellas cabe<br />
destacar al profesor Edward Malefakis<br />
(a partir de ahora EM),<br />
catedrático de Historia Contemporánea<br />
de Europa en la<br />
Columbia University (EE UU),<br />
que comienza su capítulo en la<br />
colección dirigida por García<br />
Delgado Franquismo. El juicio<br />
de la historia, con el interesante<br />
interrogante ¿fue fascista el régimen<br />
franquista? Tal autor inicia<br />
su capítulo subrayando que,<br />
“Si por fascismo no entendemos algo<br />
más específico que los movimientos<br />
autoritarios de derechas encabezados<br />
por un solo individuo, que simpatizó<br />
con alguno de los ideales del<br />
fascismo y adoptó algunos de sus ata-<br />
víos, el régimen de Franco fue, sin duda,<br />
fascista, especialmente en sus fases<br />
iniciales” 1 .<br />
Ahora bien, después de establecer<br />
un criterio de definición<br />
de lo que es en realidad fascismo,<br />
EM concluye que tal régimen<br />
dictatorial español no fue<br />
fascista, al menos en su sentido<br />
estricto.<br />
Epistemiología del criterio:<br />
‘¿qué es fascismo?’<br />
El lector me permitirá que me<br />
centre en el criterio que EM establece<br />
para definir el fascismo,<br />
criterio que elabora a partir de<br />
las características de los regímenes<br />
políticos que son ampliamente<br />
reconocidos como fascistas;<br />
a saber: el nazismo de Alemania<br />
y el fascismo de Italia.<br />
Según EM, tales regímenes dictatoriales<br />
se caracterizaron por<br />
los rasgos definitorios del fascismo<br />
que citaré verbatim, es decir,<br />
citando textualmente los criterios<br />
que EM define como característicos<br />
de aquellos regímenes<br />
fascistas:<br />
1. “Buscaron no sólo tomar el poder,<br />
sino también crear una nueva clase de<br />
hombre (y, añadiría yo, una nueva clase<br />
de mujer) y de sociedad, a través de<br />
una ideología que glorificaba la jerarquía,<br />
el nacionalismo y la guerra (y, añadiría<br />
yo, la fuerza física)”.<br />
2. “Tal voluntad de cambio se centraba<br />
en un solo líder con cualidades supuestamente<br />
sobrehumanas, al que no deberían<br />
imponerse restricciones de ningún<br />
tipo.”<br />
3. “El líder nació de, y a su vez dio a<br />
luz a, un poderoso partido político que le<br />
1 Malefakis, E.: ‘La dictadura de Franco<br />
en una perspectiva comparada’, en<br />
García Delgado, Franquismo: el juicio de<br />
la historia, pág. 28. Ediciones Temas de<br />
Hoy, 2000.<br />
70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
ayudó a conseguir sus objetivos: … el<br />
partido fue creado antes, y no después, de<br />
la toma del poder por el fascismo y era un<br />
instrumento indispensable en esa lucha”.<br />
4. “Con objeto de glorificar a su líder,<br />
a su partido y a sus objetivos, el fascismo<br />
puso un énfasis tan extraordinario en la<br />
propaganda… (que tenía por misión)<br />
crear un lazo místico con el dictador. Las<br />
nuevas tecnologías, especialmente la radio,<br />
pero también el cine y el periodismo<br />
gráfico, se utilizaron en una medida sin<br />
precedentes.”<br />
5. “Inherente al fascismo, e incesantemente<br />
reiterado como un objetivo en<br />
su propaganda, fue una forma extrema de<br />
nacionalismo”.<br />
6. “Otro objetivo fundamental del<br />
fascismo fue la consecución como su objetivo<br />
político de una prosperidad material<br />
sin precedentes… Tal proceso tenía<br />
un carácter místico. Quizá el mejor ejemplo<br />
sea el sueño de Hitler de una red de<br />
autopistas entrecruzando el país por la<br />
que todos los alemanes pudieran conducir<br />
su Volkswagen”.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
7. “Para asegurar el apoyo entusiasta<br />
del pueblo en la lucha por estos y otros objetivos,<br />
habría que organizar la sociedad<br />
más concienzudamente que nunca. De ahí<br />
la necesidad de crear nuevas organizaciones.<br />
El intento era el de organizar toda la<br />
sociedad instalando una visión nueva que<br />
rompió con el sistema anterior, exigiendo<br />
una subordinación de todas las organizaciones<br />
sociales, económicas y políticas”.<br />
8. “Además de la Iglesia, había otros<br />
grupos sociales subordinados al nuevo orden<br />
fascista, especialmente en Alemania,<br />
donde el poder de Hitler era mayor… Y<br />
se formó una alianza fáustica con grandes<br />
empresas que fue ventajosa para ambas<br />
partes, pero no había duda alguna sobre<br />
quién estaba al mando en última instancia,<br />
sobre todo después de que el fascismo<br />
se pusiera en pie de guerra. Las instituciones<br />
culturales fueron fascistizadas, igual<br />
que los clubes deportivos. El grupo que estuvo<br />
más cerca de retener su antigua autonomía<br />
fue el militar, dado que era esencial<br />
para la consecución de los objetivos<br />
2 Malefakis, E.: Op. cit. Págs. 29-32.<br />
Franco, Hitler y Mussolini<br />
fascistas de política exterior. En Italia había<br />
un obstáculo adicional: la existencia<br />
de la monarquía, poseedora de una vaga<br />
legitimidad residual que en 1943 propiciaría<br />
la caída de Mussolini”.<br />
Éstas son las ocho características<br />
que definieron aquellos regímenes<br />
y que EM considera indispensables<br />
para definir a un<br />
régimen como fascista; con ellas<br />
podemos identificar si el RDE<br />
fue o no fascista 2 .<br />
Quisiera subrayar que aun<br />
cuando coincido en que estas<br />
características estuvieron en su<br />
mayor parte presentes en los regímenes<br />
fascista italiano y nazi<br />
alemán, creo que tales características<br />
son insuficientes para definir<br />
a un régimen como fascista.<br />
En otras palabras, un régimen<br />
político podría tener estas<br />
ocho características definidas<br />
por EM y todavía podría no ser<br />
fascista. En este aspecto, EM da<br />
mucha importancia a caracterís-<br />
ticas formales del Estado sin enfatizar<br />
suficientemente las características<br />
de la ideología fascista.<br />
EM está en lo cierto al<br />
considerar el nacionalismo extremo<br />
e imperialismo como características<br />
de la ideología fascista.<br />
Ahora bien, otras características<br />
de la ideología fascista que considero<br />
muy importantes (y que<br />
EM no incluye en sus características)<br />
fueron el racismo, la negación<br />
de la existencia de clases<br />
sociales portadoras de intereses estructuralmente<br />
antagónicos y un<br />
profundo anticomunismo. Un<br />
análisis de los regímenes nazi<br />
alemán y fascista italiano (así como<br />
del RDE) muestra que tuvieron<br />
también estas características,<br />
a las que, un tanto inmodestamente,<br />
me referiré como<br />
VN-9 racismo, VN-10 negación<br />
de lucha de clases y VN-11 anticomunismo.<br />
9. No creo que pueda negarse<br />
que tanto el régimen nazi alemán<br />
como el régimen fascista<br />
italiano fueron racistas. Y lo<br />
mismo puede decirse del RDE,<br />
cuyo día nacional se llamaba,<br />
hasta el último año de la dictadura,<br />
el Día de la Raza. En todos<br />
estos regímenes, el concepto<br />
de patria, nación y pueblo estaba<br />
basado en un criterio de raza.<br />
El racismo fascista español no<br />
sólo incluyó un antisemitismo,<br />
sino también un racismo imperialista<br />
que suponía a la raza española<br />
superior a otras, incluyendo<br />
a la indígena existente en<br />
América Latina, cuya exterminación<br />
y genocidio eran presentadas<br />
como motivos de orgullo<br />
nacional, parte de la conquista<br />
de aquel continente. Su imperialismo,<br />
basado en su nacionalismo<br />
exacerbado, tenía una ba-<br />
71
¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />
se racista, la cual se reproducía<br />
en su discurso y en su cultura,<br />
intolerante hacia otras culturas,<br />
razas o pueblos. En realidad, nacionalismo<br />
y raza estaban íntimamente<br />
ligados, y su utilización<br />
discursiva era intercambiable<br />
en el discurso de la clase<br />
dirigente del RDE, incluyendo<br />
la del dictador, que tituló la única<br />
película que realizó Raza.<br />
10. El régimen nazi alemán y<br />
el régimen fascista italiano se caracterizaron<br />
también por su beligerante<br />
negación de la existencia<br />
de intereses antagónicos entre<br />
las clases sociales, cuya<br />
existencia negaron, sustituyendo<br />
y subsumiendo tales categorías<br />
bajo el concepto de pueblo<br />
y patria alemana o il popolo y la<br />
patria italiana. Integraron por<br />
tanto a los sindicatos y a los empresarios<br />
bajo las mismas instituciones,<br />
negándoles su personalidad<br />
propia diferencial. En<br />
realidad, el nazismo y el fascismo<br />
fueron una respuesta al discurso<br />
y práctica del movimiento<br />
obrero, hegemonizado tanto en<br />
la versión socialdemócrata como<br />
en la comunista por el marxismo,<br />
que se basaba en la interpretación<br />
de clases como<br />
agentes sociales con intereses estructuralmente<br />
antagónicos. De<br />
ahí que no se pueda entender el<br />
fascismo sin entender el contexto<br />
político en Europa que dio<br />
su origen. Y este contexto era<br />
uno de gran agitación social en<br />
el que, como ha señalado Eric<br />
Hobsbawn en su libro The age<br />
of Extrems: A History of the<br />
World, 1914-1991, las clases dominantes<br />
de Europa occidental<br />
se sentían amenazadas por la<br />
fortaleza creciente del movimiento<br />
obrero, hegemonizado<br />
por el pensamiento marxista 3 .<br />
En realidad, el nazismo alemán<br />
surgió como una alternativa al<br />
notable crecimiento del movimiento<br />
socialdemócrata de inspiración<br />
marxista. Y lo mismo<br />
ocurrió en Italia, donde el mie-<br />
3 Hobsbawn, E.: The Age of Extrems.<br />
A History of the World, 1914-1991. Pantheon<br />
Books, 1994.<br />
do al bolcheviquismo hizo que<br />
los terratenientes y empresarios<br />
apoyaran las bandas fascistas 4 .<br />
Es interesante en este aspecto<br />
subrayar el intento de intelectuales<br />
conservadores europeos,<br />
como Indro Montanelli, de justificar<br />
el fascismo como un mal<br />
necesario para evitar un mal mayor:<br />
el comunismo. Tales autores<br />
han indicado también que el<br />
RDE fue un mal necesario para<br />
evitar otro peor: el comunismo 5 .<br />
Es importante aclarar en este<br />
sentido que el fascismo no fue<br />
un movimiento revolucionario;<br />
antes al contrario, fue un movimiento<br />
contrarrevolucionario<br />
que apoyó al sistema económico<br />
amenazado por el movimiento<br />
obrero. El hecho de que se autoproclamara<br />
como revolucionario<br />
era en sí un tributo a la popularidad<br />
del proyecto revolucionario,<br />
captando un discurso vacío<br />
de una práctica revolucionaria.<br />
En realidad, incluso el término<br />
nacional-socialismo con que el<br />
nazismo se definió fue, como<br />
también indica Eatwell, un intento<br />
de utilizar el término socialismo<br />
como mecanismo de<br />
atracción de la clase trabajadora<br />
6 . Lo mismo ocurrió en Italia,<br />
en que la utilización del término<br />
socialismo era también una manera<br />
de atraer a las clases trabajadoras<br />
7 . En España, el término<br />
preferido fue el de nacional sindicalismo<br />
en lugar de nacional<br />
socialismo, puesto que el socialismo<br />
había sido el enemigo derrotado<br />
durante la guerra civil.<br />
Fue precisamente la intensidad<br />
de la derrota del socialismo, comunismo<br />
y anarquismo en nuestro<br />
país lo que explica que el desarrollo<br />
de un discurso atractivo<br />
para las clases trabajadoras fuera<br />
menos necesario.<br />
11. Independientemente del<br />
discurso radical utilizado, el hecho<br />
es que tanto en Alemania<br />
como en Italia y España las rela-<br />
4 Eatwell, R.: Fascism: A History, págs.<br />
29 y 58. Allen Lane, Penguin Press, 1995.<br />
5 Montanelli, I.: ‘Franco fue el mal<br />
menor’. La Vanguardia, 14-6-1998.<br />
6 Eatwell, R.: Op. Cit, pág. 3.<br />
7 Ibídem, pág. 8.<br />
ciones de propiedad económica<br />
no cambiaron significativamente<br />
bajo el fascismo. En realidad,<br />
y tal como señala también Eric<br />
Hobsbawn, el apoyo de las clases<br />
empresariales al movimiento<br />
fascista era en muchos países<br />
mayor cuanto mayor era la amenaza<br />
de un proceso auténticamente<br />
revolucionario. Un autor<br />
tan poco sospechoso de simpatizar<br />
con las izquierdas como el<br />
mismo Roger Eatwell indica que<br />
la mayoría de los dirigentes de la<br />
banca y de la industria, incluyendo<br />
el propietario de la Fiat,<br />
Giovanni Agnelli, apoyaron al<br />
fascismo italiano temerosos del<br />
peligro bolchevique 8 . Y lo mismo<br />
ocurrió en la Alemania nazi,<br />
donde la gran mayoría del establishment<br />
empresarial –dirigidos<br />
por Fritz Thyssen– apoyó a Hitler<br />
por el mismo temor al comunismo<br />
9 . No hay que olvidar<br />
que el Nuevo Orden fascista,<br />
tanto en Alemania como en Italia<br />
y en España, no era un nuevo<br />
sistema económico distinto<br />
del capitalismo sino un nuevo<br />
sistema político que, basado en<br />
las famosas instrucciones de<br />
Mussolini (“creer”, “obedecer”,<br />
“aceptar la jerarquía”, “el orden<br />
establecido” y “la autoridad”), representaba<br />
una alternativa al<br />
odiado sistema democrático liberal,<br />
así como al bolchevismo<br />
revolucionario. Su radicalismo,<br />
por tanto, era contrarrevolucionario,<br />
y en absoluto representaba<br />
una amenaza al sistema económico<br />
imperante.<br />
Analicemos así hasta qué<br />
punto el RDE reunió o no las<br />
11 características (EM, 1 a 8, y<br />
VN, 9 a 11). Centrémonos antes<br />
en las ocho de EN. Y ahí es<br />
de lamentar que EM no ofrezca<br />
mucha evidencia para llegar a su<br />
conclusión de que el RDE no<br />
fue en realidad fascista. De los<br />
ocho puntos, EM se centra básicamente<br />
en sólo dos: EM 2 y<br />
EM 3. El primero analiza la propia<br />
personalidad del dictador<br />
y el otro, EM 3, la relación entre<br />
8 Ibídem, pág. 67<br />
9 Ibídem, pág. 136.<br />
el dictador y el partido fascista,<br />
la Falange. En cuanto a las demás<br />
condiciones, EM se limita a<br />
afirmar que la RDE no las tuvo.<br />
Permítanme que me refiera al<br />
texto:<br />
“Carezco del espacio necesario para<br />
analizar con el mismo detalle por qué el<br />
régimen de Franco no respondía a los<br />
otros criterios que definían el fascismo en<br />
Italia y Alemania. No había nada mesiánico<br />
en la dictadura de Franco. No<br />
buscaba crear una nueva clase de hombre<br />
y sociedad o inaugurar una era histórica<br />
para toda la humanidad… no compartía<br />
los sueños de extraordinaria abundancia<br />
material… era demasiado realista como<br />
para creer que podía restaurar el imperio<br />
español de antaño... en lugar de movilizar<br />
su población, Franco buscaba desmovilizar<br />
la suya… no había un arte franquista<br />
o escultura de tipo fascista, y el estilo<br />
arquitectónico adoptado no era<br />
moderno, sino que se derivaba de modelos<br />
del siglo XVI… y no buscó la subordinación<br />
de los grupos sociales 10 ”.<br />
Antes EM también había subrayado<br />
que el RDE no había sido<br />
ni corrupto ni monumentalista,<br />
indicando que:<br />
“Durante la mayor parte de la época<br />
franquista, la corrupción oficial no parece<br />
haber sido un problema más grave de<br />
lo que es en la mayoría de los regímenes<br />
dictatoriales y democráticos” 11 “, y que, a<br />
diferencia de Ceaucescu u Hoxha, Franco<br />
no apadrinó proyectos grotescos de<br />
grandes obras, a pesar de lo que puedan<br />
opinar algunos antifranquistas respecto<br />
al Valle de los Caídos” 12 .<br />
Análisis de las evidencias<br />
presentadas<br />
En mi artículo comenzaré por<br />
analizar los dos puntos EM 2 y<br />
EM 3, expandiéndome luego en<br />
los otros condicionantes.<br />
EM contrasta la personalidad<br />
carismática de Hitler y Mussolini<br />
con la ausencia de carisma de<br />
Franco, al que define como poseedor<br />
de una personalidad mediocre<br />
e inexpresiva, carente de<br />
la exuberancia de Mussolini y<br />
de la apasionada intensidad de<br />
Hitler. Esta definición aparece<br />
también en una entrevista reciente<br />
de Tusell, en la que define<br />
a Franco como “una persona<br />
10 Malefakis, E.: Op. cit., pág. 36.<br />
11 Ibídem, pág. 26.<br />
12 Ibídem, pág. 26.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
más mediocre que dictador sangriento”<br />
13 . Hay que aclarar inmediatamente<br />
que EM, mientras<br />
que hace suya la definición<br />
del dictador como mediocre, no<br />
disminuye en cambio la característica<br />
de sangriento. Antes al<br />
contrario, EM señala el enorme<br />
carácter sangriento de RDE, subrayando<br />
que asesinó a muchas<br />
más personas desde 1939 a<br />
1941 (en una proporción de incluso<br />
10.000 a 1) que el régimen<br />
fascista italiano en tiempo<br />
de no guerra, y encarceló en términos<br />
proporcionales a más personas<br />
que el régimen nazi en<br />
tiempo de paz 14 . Como señaló<br />
recientemente el semanario liberal<br />
The Economist, Pinochet<br />
fue un moderado comparado<br />
con Franco 15 . La peculiar forma<br />
de la transición española,<br />
con gran dominio de la derecha<br />
en tal transición, explica el olvido<br />
histórico del enorme aspecto<br />
represivo del RDE, una de las<br />
dictaduras que, como indica<br />
EM, ha sido de las más sangrientas<br />
que ha habido en Europa<br />
occidental en el siglo XX.<br />
Que Franco lideró una dictadura<br />
enormemente sangrienta<br />
es un hecho incuestionable. El<br />
que él fuera personalmente mediocre,<br />
carente de carisma, es<br />
irrelevante, sin embargo, para<br />
definir como fascista o no el régimen<br />
que dirigió. La característica<br />
que EM considera necesaria<br />
no es la personalidad y atributos<br />
del dictador en sí, sino la<br />
forma en que el régimen político<br />
proyectaba al dictador, y desde<br />
este criterio es difícil argumentar<br />
que el RDE no proyectara<br />
a Franco como un ser<br />
superhumano, excepcional, único,<br />
nombrado jefe del Estado<br />
por la gracia de Dios, la máxima<br />
forma de autoridad que existe<br />
en una cultura cristiana. La Iglesia<br />
católica española llegó a referirse<br />
al dictador como “el Dedo<br />
de Dios”. El RDE presentó a su<br />
líder como un hombre con cua-<br />
13 Tusell, J.: Entrevista en El Siglo<br />
(20-11-2000).<br />
14 Malefakis, E.: Op. cit., pág. 39.<br />
15 The Economist, 12-1-2001.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
lidades sobrehumanas (que le venían<br />
de Dios, consecuencia de<br />
Su Gracia) al que no deberían<br />
imponerse restricciones de ningún<br />
tipo (condición EM-2). El hecho<br />
de que la naturaleza no le<br />
hubiera dotado de mayores dotes<br />
no es parte de la condición<br />
en sí. Creo también en este aspecto<br />
que sería difícil negar que<br />
el RDE no reuniera la condición<br />
EM-4, que indica la necesidad<br />
de que existiera un aparato<br />
estatal propagandístico que glorificaba<br />
al dictador. Tal régimen<br />
utilizó hasta el último día de su<br />
vida todos los medios de información<br />
y persuasión que tenía a<br />
su alcance (y que eran la gran<br />
mayoría) en glorificar a su líder,<br />
a su partido y a sus objetivos,<br />
intentando crear un lazo místico<br />
con el dictador. Creo que no hace<br />
falta recordar, entre otros muchos<br />
hechos, que el famoso No-<br />
Do que existió hasta el final del<br />
RDE comenzaba siempre con la<br />
figura del dictador, seguido del<br />
emblema fascista.<br />
Permítanme ahora que analice<br />
la condición 3 (EM 3), la que<br />
se refiere a la relación existente<br />
entre el dictador y la Falange. El<br />
hecho de que la Falange no fuera<br />
creada por el dictador y que éste<br />
meramente la utilizara para,<br />
supuestamente, deshacerse de ella<br />
más tarde es el argumento más<br />
utilizado para negar el carácter<br />
fascista al RDE. Ahora bien, creo<br />
que es importante hacer algunas<br />
cualificaciones. La primera<br />
es que el hecho de que tal partido<br />
fuera o no fundado por el<br />
dictador es irrelevante para la<br />
definición de aquel RDE como<br />
fascista. Hitler, por cierto, tampoco<br />
fue el fundador del partido<br />
nazi. El punto clave no es quién<br />
fundó el partido fascista o cuándo,<br />
sino quién lo lideró e instrumentalizó<br />
(dirigiendo su<br />
transformación posterior en<br />
Movimiento Nacional), así como<br />
el papel que tal partido y/o<br />
Movimiento tuvieron en el Estado<br />
español. Y aquí es donde<br />
creo que aquellos que niegan el<br />
carácter fascista del RDE han<br />
interpretado erróneamente lo<br />
que ocurrió en Alemania e Ita-<br />
lia.<br />
En realidad, y en contra de lo<br />
que se cree, tanto en la Alemania<br />
nazi como en la Italia fascista,<br />
los partidos nazi y fascista no<br />
fueron las únicas fuerzas que estuvieron<br />
presentes en sus Estados.<br />
En Italia, el partido fascista<br />
estuvo en ocasiones, como reconoce<br />
el propio EM, marginado<br />
en el Estado italiano, compitiendo<br />
con otras fuerzas que incluyeron<br />
desde el empresariado<br />
al Ejército, entre otros grupos,<br />
que entraban en conflicto con<br />
asesinatos entre ellos. Y tal como<br />
también señala Eatwell en su estudio<br />
del fascismo italiano,<br />
Mussolini, una vez en el poder,<br />
desideologizó el partido fascista,<br />
deseando que no adquiriera poder<br />
dentro del Estado italiano.<br />
Favoreció así la sustitución de<br />
los fascistas de la vieja guardia y<br />
otros ideologizados por meros<br />
oportunistas que debían su cargo<br />
a su lealtad personal a él, en<br />
una forma semejante a cómo realizó<br />
Franco con la Falange. Mussolini<br />
también –como Franco–<br />
transformó más tarde el partido<br />
fascista en un movimiento que<br />
unió los distintos sectores e intereses<br />
leales a él, convirtiéndolo<br />
en su vehículo personal para<br />
mantenerse en el poder 16 . De<br />
esta manera, el Movimiento “se<br />
convirtió más en una condición<br />
para acceder al poder (sobre todo<br />
en la Administración pública)<br />
que en un proyecto ideológico”<br />
17 .<br />
No es del todo cierto, por<br />
tanto, definir el nazismo alemán<br />
o el fascismo italiano como un<br />
régimen político en el que el<br />
partido fascista, convertido en<br />
Estado, dirigiera aquella sociedad.<br />
En realidad, hubo incluso<br />
más diversidad en las cúpulas de<br />
poder en aquellos países que la<br />
que hubo en España, donde el<br />
partido fascista (Falange), más<br />
tarde convertido en movimiento<br />
fascista –Movimiento Nacional–<br />
(cuya ideología, instrumentos,<br />
símbolos e incluso uniformes<br />
eran iguales que los del partido<br />
16 Eatwell, R.: Op. Cit., pág. 72.<br />
17 Ibídem, pág. 72.<br />
VICENÇ NAVARRO<br />
fascista), junto con el Ejército y<br />
la Iglesia, constituyeron un bloque<br />
de poder que, a pesar de sus<br />
tensiones, estuvo menos dividido<br />
que el bloque de poder nazi<br />
alemán o fascista italiano, y ello<br />
como consecuencia de sus orígenes<br />
históricos: el golpe fascista<br />
de 1936 (reconocido como<br />
tal en 1999 por las Cortes españolas,<br />
con la excepción del PP y<br />
Coalición Canaria). Hasta el final<br />
del RDE, el movimiento fascista<br />
(el Movimiento Nacional)<br />
tuvo una enorme presencia en<br />
el Estado español. Cabe recordar,<br />
por ejemplo, que hasta el<br />
final del RDE el símbolo fascista<br />
estaba en la entrada de todas<br />
las poblaciones españolas, desde<br />
el más pequeño pueblecito<br />
en zonas rurales hasta las capitales<br />
del país. Y hasta 1997 todos<br />
los funcionarios (desde conserjes<br />
de edificios oficiales a catedráticos)<br />
tenían que jurar lealtad al<br />
Movimiento Nacional como<br />
condición de empleo. Es más,<br />
la mayoría de los dirigentes políticos<br />
de las ciudades por encima<br />
de 50.000 habitantes, desde<br />
alcaldes a presidentes de la Diputación,<br />
eran miembros del<br />
Movimiento Nacional.<br />
En realidad, el entramado<br />
existente en el Estado del RDE<br />
era resultado de un sinfín de<br />
compromisos, tal como ocurrió<br />
en Alemania y en Italia, entre<br />
los que creían en el movimiento<br />
fascista (los menos) y aquellos<br />
(la mayoría) que juraban lealtad<br />
por meros motivos oportunistas.<br />
De ahí que el Movimiento<br />
Nacional fuera una red de intereses<br />
corporativistas y económicos<br />
que utilizaron tales redes<br />
–comenzando por el propio dictador–<br />
para sus fines personales<br />
revistiéndolos de una ideología<br />
sumamente adaptable –como<br />
también lo fue en el caso del nazismo<br />
y del fascismo–. Esta ideología<br />
del Movimiento Nacional<br />
integró elementos fundamentales<br />
del catolicismo español (como resultado<br />
de su alianza con la Iglesia,<br />
que le dio su dimensión más<br />
totalizante, la cual, con la ayuda<br />
y cooperación del Estado y del<br />
Movimiento Nacional intentó<br />
organizar todas las dimensiones<br />
73
¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />
del quehacer humano, desde las<br />
áreas más íntimas, como la sexualidad,<br />
hasta la cultura y enseñanza),<br />
así como del nacionalismo<br />
imperialista (resultado de<br />
la alianza con el Ejército). En<br />
este aspecto, la estructura de poder<br />
del Estado en la RDE fue,<br />
como indiqué antes, menos diversa<br />
y más uniformizada que<br />
en la Alemania nazi y en la Italia<br />
fascista, donde hubo gran competitividad<br />
(y agresividad entre<br />
los distintos componentes).<br />
Aquellos regímenes no fueron<br />
regímenes políticos liderados<br />
por partidos fascistas que<br />
monopolizaran o incluso siempre<br />
lideraran el Estado. Valga<br />
también, en este sentido, subrayar<br />
que una situación semejante<br />
ocurrió en los regímenes llamados<br />
comunistas. No es cierto<br />
que en aquellos Estados, como<br />
en la Unión Soviética, el Partido<br />
Comunista dirigiera aquel Estado.<br />
Tal Estado estaba controlado<br />
por una nomenclatura inicialmente<br />
basada en una fuerza política<br />
que fue despolitizándose y<br />
sustituida por una estructura<br />
política altamente centralizada<br />
que utilizaba el discurso comunista<br />
como mera retórica en defensa<br />
de sus intereses 18 . En este<br />
aspecto, es interesante contrastar<br />
el hecho de que mientras es ampliamente<br />
aceptado el definir la<br />
dictadura existente en la URSS<br />
durante el periodo 1917-1988<br />
como comunista, hay cierta resistencia<br />
en España a utilizar el<br />
término fascista para definir la<br />
RDE, aun reconociendo tal carácter<br />
en sus inicios, basándose<br />
tal resistencia en la evolución<br />
que tal RDE sufrió. Sin negar<br />
los cambios ocurridos dentro de<br />
tal régimen dictatorial español,<br />
el hecho es que la distancia ideológica<br />
entre un Stalin y un Gorbachov<br />
fue mucho mayor que<br />
la distancia entre Serrano Suñer<br />
y Arias Navarro, primero y último<br />
jefe de Gobierno en el<br />
RDE, ambos líderes del Movimiento<br />
Nacional y del Gobierno,<br />
por no hablar de la diferen-<br />
18 Navarro, V.: Social Security in the<br />
USSR. Lexington Books, 1978.<br />
cia entre el Franco de 1939 y el<br />
de 1975.<br />
No creo que haga falta recordar<br />
que uno de los primeros juramentos<br />
del nuevo jefe de Estado,<br />
el Monarca, en 1975, fue<br />
el de lealtad al Movimiento Nacional,<br />
encargando el Monarca<br />
la reforma política al que era el<br />
dirigente del Movimiento Nacional,<br />
Adolfo Suárez, consciente<br />
del papel fundamental que este<br />
movimiento ocupaba en el<br />
Estado español y cuya eliminación<br />
era una condición esencial<br />
para poder reformar la RDE.<br />
Así como Yeltsin, dirigente del<br />
Partido Comunista, jugó un papel<br />
clave en el desmoronamiento<br />
del régimen correctamente<br />
definido como comunista, Suárez,<br />
jefe del Movimiento Nacional,<br />
jugó un papel clave en la<br />
transformación y transición del<br />
RDE. En ambos casos, por cierto,<br />
la nomenclatura de tales Estados<br />
continúa teniendo un papel<br />
importante, tanto en el Estado<br />
como en la vida<br />
económica. En este aspecto, los<br />
paralelismos entre poscomunismo<br />
y posfascismo son notables.<br />
Sólo valgan algunos ejemplos:<br />
Martín Villa, ayer dirigente del<br />
sindicato fascista universitario,<br />
hoy responsable de una de las<br />
empresas privatizadas; Cuevas,<br />
ayer dirigente del sindicato fascista<br />
universitario, hoy presidente<br />
de la patronal; Samaranch,<br />
ayer dirigente del Movimiento<br />
Nacional, más tarde y<br />
durante muchos años, presidente<br />
de La Caixa, el grupo financiero<br />
más importante de Cataluña,<br />
y podría ir citando casos<br />
más casos 19 . La nomenclatura<br />
del Estado fascista se transformó,<br />
intentando adaptarse a las<br />
nuevas realidades a fin de mantener<br />
–como es el caso de la nomenclatura<br />
comunista– su poder.<br />
Es muy probable que tanto<br />
Martín Villa, como Cuevas, como<br />
Samaranch, como otros miles<br />
de personas que tenían responsabilidad<br />
política durante el<br />
19 Una referencia que documenta tales<br />
relaciones en Cataluña, es Riera, I. Els<br />
catalans de Franco. Plaza & Janés, 1998.<br />
RDE y que vestían la camisa<br />
azul y saludaban con el saludo<br />
fascista no fueran fascistas sino<br />
meramente oportunistas conscientes<br />
de que para realizar sus<br />
ambiciones personales tenían<br />
que utilizar tal Movimiento. En<br />
ambos casos (en el régimen dictatorial<br />
comunista de la URSS y<br />
en el RDE), las estructuras de<br />
poder estaban altamente desideologizadas,<br />
y la mera supervivencia<br />
de sus intereses era la guía<br />
de sus acciones. La ideología y<br />
proyecto político era un mero<br />
caparazón que reflejaba su origen<br />
histórico, reproducido en su<br />
retórica. No era tanto la vitalidad<br />
ideológica y del proyecto<br />
político reproducido por el Estado<br />
lo que identificaba a los regímenes<br />
soviético y al RDE como<br />
comunistas o fascistas, respectivamente,<br />
sino los aparatos<br />
y discursos que los unían.<br />
Desde este punto de vista, la<br />
vitalidad e intensidad ideológica<br />
del Movimiento Nacional, claramente<br />
en declive durante los<br />
último años de la dictadura, no<br />
diluyó la caracterización de<br />
aquel régimen como fascista<br />
(siempre y cuando permanezcan<br />
las otras características (EM-1 a<br />
8 y VN-9 a 11) puesto que continuó<br />
siendo un eje importante<br />
de aquel Estado. Es importante<br />
subrayar que el caparazón ideológico<br />
del sistema, caracterizado<br />
por un misticismo nacionalista<br />
exacerbado, racista, profundamente<br />
anticomunista, persistió<br />
hasta el final del régimen, aun<br />
cuando su intensidad fuera diluyéndose.<br />
Pero recordemos que<br />
las clases del Espíritu Nacional<br />
en los centros de enseñanza se<br />
dieron hasta el último año de la<br />
dictadura. Es más, y como he<br />
indicado anteriormente, la gran<br />
mayoría de cargos políticos fueron<br />
miembros del Movimiento<br />
Nacional. Y ello ocurrió hasta<br />
finales de la dictadura. No estoy<br />
de acuerdo, por lo tanto, en<br />
que el RDE no reuniera también<br />
la condición EM-5, de tener<br />
objetivos propagandísticos como<br />
fueron el nacionalismo, al<br />
cual yo añadiría el racismo y el<br />
anticomunismo, así como (resul-<br />
tado de la alianza básica con<br />
la Iglesia) un misticismo en que la<br />
religiosidad jugó un papel fundamental<br />
en reproducir un orden jerárquico<br />
dentro de un “destino en<br />
lo universal definido por Dios y la<br />
Historia”. De ahí que esté en desacuerdo<br />
con EM y crea que el<br />
RDE también alcanza, y con<br />
creces, las condiciones de EM-1,<br />
3 y 5, de reproducir una ideología<br />
totalizante que abarcaba todas las<br />
dimensiones de la personalidad y<br />
de la sociedad, que deseaba crear<br />
un nuevo tipo de sociedad y de<br />
hombre (y de mujer) que rompiera<br />
a rajatabla con el mundo anterior,<br />
el orden republicano que<br />
simbolizaba la anti-España. Es<br />
erróneo considerar que tales características<br />
del RDE existieran<br />
sólo al principio del RDE. Antes<br />
al contrario, persistieron hasta<br />
el último año del régimen aun<br />
cuando la vitalidad de tal proyecto<br />
estaba claramente disminuida.<br />
El RDE fue totalitario,<br />
además de autoritario<br />
El lector me permitirá que profundice<br />
en esta característica del<br />
fascismo, su carácter e ideología<br />
totalizante. En España, la ideología<br />
del Estado de RDE fue un<br />
nacionalismo extremista, un racismo,<br />
un anticomunismo y un<br />
catolicismo antiliberal y antilaico<br />
que intentó configurar una<br />
nueva sociedad (opuesta a la que<br />
reprodujeron los valores de la<br />
República) y que invadía todas<br />
las dimensiones de la sociedad y<br />
del ser humano. Y la Iglesia católica<br />
española jugó un papel<br />
fundamental en la reproducción<br />
de tal ideología totalizante.<br />
Es hoy ampliamente reconocido<br />
que el Vaticano apoyó el<br />
golpe militar y el franquismo.<br />
Pío XII envió un telegrama de<br />
claro apoyo al general Franco, y<br />
el cardenal Montini, más tarde<br />
Pablo VI, organizó un Tedéum y<br />
recepción para celebrar la victoria<br />
de Franco 20 . Para el Vaticano,<br />
y en palabras de Pío XII, España,<br />
“la heroica España, nación<br />
20 Casanova, J.: La Iglesia de Franco,<br />
pág. 227. Temas de Hoy. Historia, 2001.<br />
74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
elegida por Dios desde tiempos<br />
inmemoriales” acababa de dar<br />
“a los prosélitos del ateísmo materialista<br />
de nuestro siglo la<br />
prueba más excelsa de que por<br />
encima de todo están los valores<br />
eternos de la religión y del espíritu”<br />
21 . En España, la Iglesia española,<br />
sin embargo, no sólo<br />
apoyó el golpe y el Estado que<br />
surgió de él, sino que se convirtió<br />
en parte del Estado del RDE,<br />
realizando todo tipo de funciones,<br />
desde delatoras y represivas<br />
hasta de adoctrinamiento. Desde<br />
muy al principio se estableció<br />
una simbiosis entre Iglesia y Estado,<br />
de manera que el triángulo<br />
Falange (más tarde el Movimiento<br />
Nacional), Iglesia y Ejército<br />
(junto con los aparatos<br />
represivos del Estado) constituyeron<br />
el bloque de poder central en<br />
aquel sistema. No es, pues, suficiente<br />
indicar que la Iglesia apoyó<br />
y/o simpatizó con el RDE.<br />
En realidad, la Iglesia fue parte<br />
21 Ibídem, pág. 227.<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
del Estado español, constituyendo<br />
uno de los ejes del RDE.<br />
La Iglesia no fue una institución<br />
complementaria al Estado:<br />
fue parte del Estado. Sus dirigentes<br />
eran nombrados por el<br />
dictador y sus sacerdotes eran<br />
pagados por el Estado. La evidencia<br />
mostrada por Julián Casanova<br />
en su libro La Iglesia de<br />
Franco es abrumadora. Y fue el<br />
objetivo de la Iglesia española<br />
crear una nueva sociedad que<br />
erradicara cualquier vestigio laico<br />
heredado del régimen republicano<br />
anterior, configurando<br />
a su gusto todas las dimensiones<br />
humanas, desde la sexualidad<br />
hasta la compostura y relaciones<br />
interpersonales. En este<br />
aspecto, el RDE fue ideológicamente<br />
mucho más intervencionista<br />
que el fascismo italiano y el<br />
nazismo alemán, convirtiendo<br />
al RDE en uno de los regímenes<br />
más totalitarios existentes en la<br />
Europa occidental, portador de<br />
una ideología totalizante que<br />
abarcaba todas las dimensiones<br />
del ser humano. De ahí que se<br />
haya llamado la ideología de<br />
aquel régimen nacional-catolicismo,<br />
término que me parece<br />
apto aunque insuficiente, pues<br />
no incluye otras dimensiones<br />
como VN-9, VN-10 y VN-11 a<br />
las que me he referido anteriormente.<br />
El catolicismo español<br />
no era sólo catolicismo. Incluía<br />
dosis elevada de fascismo, incluyendo<br />
su racismo, su imperialismo,<br />
su apego a los valores militares<br />
y de fuerza (como lo denota<br />
el término de Cruzada), su<br />
ansia de conquista, su espíritu<br />
enormemente reaccionario, su<br />
extrema forma de represión psicológica<br />
y sexual, su odio al liberalismo,<br />
laicismo, socialismo,<br />
comunismo y anarcosindicalismo,<br />
y que contribuyó a una de<br />
las represiones más violentas que<br />
han existido en el siglo XX en la<br />
Europa occidental.<br />
A la luz de estos hechos, me<br />
parece sorprendente que Payne,<br />
en un capítulo en la misma colección<br />
sobre el franquismo, dirigido<br />
por García Delgado, escriba<br />
que el hecho de que “el<br />
VICENÇ NAVARRO<br />
franquismo no era totalitario es<br />
un hecho irrefutable” 22 . Millones<br />
de españoles sufrimos y fuimos<br />
testigos de un intento de<br />
adoctrinamiento masivo de la<br />
ideología reproducida por el<br />
RDE y sus aparatos ideológicos,<br />
incluyendo la Iglesia, en la que<br />
intentaron configurar una nueva<br />
sociedad en la que desde la lengua<br />
e idioma hasta el sexo estaban<br />
normatizados. El hecho de<br />
que tal intento no fuera exitoso<br />
no quiere decir que el Estado no<br />
lo intentara. Las condiciones<br />
marcadas por EM no incluyen<br />
el evaluar si el Estado consiguió<br />
crear una nueva sociedad, sino si<br />
lo intentó. Y ahí me parece irrefutable<br />
que lo intentó a través de<br />
los aparatos ideológicos y propagandísticos<br />
del Estado.<br />
Otra teoría ampliamente extendida,<br />
propagada en múltiples<br />
casos por sectores de la nomenclatura<br />
del RDE, fue que el ca-<br />
22 Payne, S.: ‘La política’, en García<br />
Delgado, op. cit.<br />
75
¿FRANQUISMO O FASCISMO?<br />
rácter fascista de aquel Estado<br />
cambió con la entrada, a partir<br />
de los años sesenta, de lo que se<br />
ha llamado “los tecnócratas del<br />
Opus Dei”, que iniciaron un<br />
proceso de modernización del<br />
Estado que condujo en su vía<br />
final al proceso de la transición<br />
que desembocó en la democracia.<br />
Ésta es la postura también<br />
mantenida por Stanley Payne en<br />
el citado artículo, así como por<br />
Fabián Estapé, asesor de López<br />
Rodó, una de las figuras más<br />
importantes del Opus Dei en el<br />
RDE. Tal teoría ignora varios<br />
hechos que cuestionan los supuestos<br />
sobre los cuales tal teoría<br />
se construye. En primer lugar,<br />
el Opus fue fundado por una<br />
persona, Escrivá de Balaguer,<br />
que, además de ser guía espiritual<br />
del dictador (organizándole<br />
retiros espirituales de carácter<br />
personal), era una persona de<br />
clara identificación con el RDE<br />
y su ideología. Es más, la organización<br />
del Opus Dei, caracterizada<br />
por su fanatismo, intolerancia<br />
religiosa, estructura altamente<br />
jerárquica, con actitudes<br />
basadas en el secretismo, elitismo<br />
y autoritarismo, con un<br />
control psicológico permanente<br />
de sus miembros (que explica,<br />
por cierto, que el Parlamento<br />
belga lo considerara en 1997 como<br />
una secta, al igual que la<br />
Iglesia de la cienciología), es<br />
producto en sí del RDE, puesto<br />
que su desarrollo y expansión<br />
fue resultado del apoyo que tal<br />
régimen le dio.<br />
En 1939, año en que Escrivá,<br />
que apoyó entusiásticamente el<br />
golpe militar de 1936, escribió<br />
su obra Camino, el Opus Dei<br />
era prácticamente inexistente.<br />
Su introducción en gran escala<br />
en el RDE ocurrió con la Ley<br />
de Ordenación Universitaria de<br />
1943, que ordenó que la Universidad<br />
“acomodará sus enseñanzas<br />
a las del dogma y de la<br />
moral católica y a las normas del<br />
Derecho Canónico vigente, en<br />
armonía con el Estado nacional<br />
sindicalista, ajustando sus enseñanzas<br />
a los puntos programáticos<br />
del Movimiento”. El ministro<br />
de Educación Ibáñez Martín,<br />
un hombre de ultraderecha,<br />
de íntima confianza de la Falange<br />
que, además de dirigir la purga<br />
del Magisterio y la represión<br />
intelectual en la Universidad,<br />
nombró a una de las personas<br />
más nefastas en el mundo académico<br />
español, José María Albareda<br />
(amigo íntimo de Escrivá<br />
y miembro dirigente del<br />
Opus Dei), secretario general<br />
del Consejo Superior de Investigaciones<br />
Científicas, el CSIC,<br />
creado en 1939, convirtiendo<br />
tal Consejo en el vivero de cátedras<br />
universitarias para miembros<br />
del Opus Dei y otros personajes<br />
del RDE que incluyeron<br />
dirigentes del Movimiento Nacional,<br />
como bien han señalado<br />
Sartorius y Alfaya en su libro La<br />
memoria insumisa 23 . Y en la<br />
Universidad había una clara cooperación<br />
entre el sindicato fascista<br />
(el SEU) y el Opus Dei.<br />
¿Quién no recuerda en Cataluña<br />
las facilidades que el dirigente<br />
del Movimiento Nacional en la<br />
Universidad de Barcelona, el catedrático<br />
García Valdecasas<br />
(donde yo estudié en los años<br />
cincuenta y sesenta), dio para<br />
que el Opus Dei controlara<br />
puntos clave de tal Universidad?<br />
Es por tanto erróneo considerar<br />
al Opus y los tecnócratas<br />
identificados con él como los<br />
portadores de un proyecto predemocrático<br />
que desembocó en<br />
la transformación del sistema.<br />
En realidad, el Opus Dei intentó<br />
reproducir la ideología totalizante<br />
del RDE. Incluso en<br />
1990, López Rodó todavía insistía<br />
que Franco había tenido<br />
el gran mérito de vislumbrar la<br />
irrelevancia de la democracia y<br />
la necesidad de sustituir a los<br />
políticos por tecnócratas. Es sorprendente,<br />
por cierto, que en el<br />
artículo citado anteriormente<br />
Payne considere esta filosofía del<br />
Opus Dei como predemocrática,<br />
puesto que democracia nunca<br />
fue el objetivo de tal movimiento.<br />
La simbiosis de tal grupo<br />
de poder con la ideología del<br />
Estado permite cuestionar el im-<br />
23 Sartorius, N. y Alfaya, J.: La memoria<br />
insumisa. Sobre la dictadura de<br />
Franco. Espasa, 1999.<br />
pacto liberalizador o democratizador<br />
de los tecnócratas del<br />
Opus Dei. En realidad, López<br />
Rodó, la figura más emblemática<br />
del Opus Dei en el Estado<br />
español, fue uno de los autores<br />
del odiado Tribunal de Orden<br />
Público, bajo cuyos auspicios se<br />
asesinó, torturó y encarceló a<br />
miembros de la resistencia antifascista.<br />
Es más, el propio López<br />
Rodó fue una pieza clave en la<br />
eliminación de cualquier pensamiento<br />
crítico en la Universidad.<br />
En realidad, fue Fraga Iribarne,<br />
una persona del Movimiento<br />
Nacional, la que apuntó<br />
hacia los primeros resquicios de<br />
una prensa más abierta a través<br />
de la Ley de Prensa de 1966,<br />
aun cuando el mismo Fraga no<br />
dudó en reprimir cualquier<br />
amago de crítica en tal prensa.<br />
La obsesión de tales “tecnócratas<br />
del Opus Dei”, como lo<br />
fue la del Movimiento, fue reproducir<br />
el Estado franquista sin<br />
Franco, un Estado que no tocara<br />
los fundamentos del RDE.<br />
Como bien dice Santos Juliá, a<br />
este designio obedeció la Ley<br />
Orgánica del Estado y la solemne<br />
proclamación de Juan Carlos<br />
de Borbón como heredero<br />
de la Jefatura del Estado a título<br />
de Rey 24 . Es también dudoso<br />
que elementos influyentes del<br />
RDE estuvieran dispuestos a favorecer<br />
un proyecto democrático<br />
tal como surgió al final de la<br />
transición. Stanley Payne apoya<br />
esta conclusión citando una<br />
charla entre Franco y Suárez, en<br />
la que supuestamente Franco<br />
preguntó a Suárez si el futuro<br />
del régimen sería “inevitablemente<br />
democrático”, “a lo cual<br />
Suárez, por lo visto, respondió<br />
afirmativamente” 25 . “En este<br />
momento”, escribe Payne,<br />
“Franco dejó de prestarle atención<br />
y no dijo nada más”. Es<br />
más, según Payne, “Franco se dio<br />
cuenta de que su sucesor se<br />
orientaría hacia un sistema democrático”.<br />
He de admitir mis<br />
profundas dudas sobre la veraci-<br />
24 Juliá, S.: ‘La sociedad’, en García<br />
Delgado, op. cit.<br />
25 Payne, S.: Op. cit., pág. 261.<br />
dad de este intercambio, la cual<br />
Payne aporta como prueba de<br />
su tesis. Si fuera así, ¿cómo se<br />
explica que ni el Rey ni Suárez<br />
ni cualquier otra persona influyente<br />
del RDE propusieran en<br />
sus primeras propuestas de reforma<br />
del RDE un sistema auténticamente<br />
democrático y que<br />
sólo tras la presión de las izquierdas<br />
apareciera tal proyecto<br />
plasmado en la Constitución?<br />
En tales explicaciones de la transición<br />
se da un peso excesivo a<br />
los cambios dentro de la nomenclatura<br />
del RDE, olvidando<br />
el papel clave que jugaron las<br />
movilizaciones populares y el<br />
peligro de contagio de la Revolución<br />
de los Claveles a España.<br />
Movilizaciones y pasividad.<br />
Dos caras de la misma moneda<br />
También quisiera señalar que,<br />
en contra de la opinión de EM,<br />
creo obvio que el RDE intentó<br />
movilizar a sus bases –y lo consiguió–<br />
como lo atestiguan las<br />
movilizaciones que tuvieron lugar<br />
hasta los últimos años de su<br />
dictadura. Es erróneo no ver que<br />
el RDE intentó movilizar a sus<br />
bases políticas, en general de clases<br />
medias y medias altas. Los<br />
mítines del RDE que en Barcelona<br />
tenían lugar en la parte alta<br />
de la ciudad, no en la parte<br />
baja, donde la clase trabajadora<br />
vivía y vive. Y miles de personas<br />
eran movilizadas en aquellos mítines.<br />
Ello no entra en contradicción<br />
con la desmovilización<br />
de las clases populares, resultado<br />
del gran cinismo que generaba<br />
la observación de la práctica política<br />
y del miedo por parte de<br />
grandes sectores de la población.<br />
Pero, de nuevo, el régimen intentó<br />
movilizaciones constantemente.<br />
Y se definió a sí mismo<br />
como un proyecto modernista<br />
en el sentido de estimular el desarrollo<br />
del país. ¿Qué español<br />
no recuerda el compromiso de<br />
Franco con la creación de pantanos<br />
o con las carreteras o con<br />
otras medidas constantemente<br />
presentadas como parte de construir<br />
la nueva sociedad? Es más,<br />
el bloque de poder que controlaba<br />
el Estado del RDE (que incluyó<br />
el Movimiento Nacional y<br />
76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
la Iglesia) intentó controlar la<br />
gran mayoría de asociaciones y<br />
organizaciones (condiciones<br />
EM-7 y EM-8), hasta tal punto<br />
que la resistencia antifascista, en<br />
general, no pudo desarrollar organizaciones<br />
alternativas, sino<br />
que tuvo que “infiltrar” las organizaciones<br />
del RDE, desde los<br />
sindicatos verticales hasta Acción<br />
Católica, para poder realizar<br />
su labor clandestina. El RDE<br />
intentó controlar la sociedad,<br />
comenzando por los sistemas de<br />
enseñanza, y los medios de información<br />
y persuasión. Además<br />
de sus propios medios de difusión<br />
(todos los públicos y su<br />
propia prensa), el RDE nombraba<br />
los directores de todos los<br />
diarios más importantes del país,<br />
incluyendo los de mayor difusión<br />
deportiva, como Marca. Y ello lo<br />
realizó hasta el último día de la<br />
dictadura. Reunía, por tanto, las<br />
condiciones EM-7 y EM-8 con<br />
creces.<br />
En resumidas cuentas, creo<br />
que la evidencia apunta hacia la<br />
tesis de que el RDE reunía todas<br />
las condiciones de EM, desde la<br />
1 a la 8, es decir, deseaba establecer<br />
un orden nuevo, liderado<br />
por un líder de cualidades sobrehumanas,<br />
rodeado de un<br />
gran aparato de propaganda que<br />
reproducía una ideología totalizante<br />
basado en un nacionalismo<br />
místico, racista, anticomunista<br />
que controló e intentó controlar<br />
todas las dimensiones de la sociedad.<br />
El hecho de que objetivamente<br />
tal régimen fuera extraordinariamente<br />
reaccionario no<br />
quiere decir que se viera a sí mismo<br />
como tal. Antes al contrario,<br />
su idealización de la Edad<br />
Media –uno de los periodos de<br />
mayor subdesarrollo humano–,<br />
por ejemplo, era presentada como<br />
periodo de gran riqueza y<br />
creatividad. De ahí que crea que<br />
la evidencia que tenemos a mano,<br />
resultado de nuestra experiencia,<br />
es más favorable que desfavorable<br />
a la tesis de que el<br />
RDE se vio a sí mismo como un<br />
proyecto modernizador, aunque<br />
objetivamente no lo fuera.<br />
Dos últimas observaciones.<br />
Una sobre la megalomanía de<br />
proyectos grotescos que EM nie-<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ga al RDE, contrastándolo con<br />
Ceaucescu u Hoxha, a los que sí<br />
atribuye tal tipo de proyectos.<br />
He estado y visitado Rumania<br />
y no creo que aquel régimen<br />
fuera menos megalómano que<br />
el español, el cual alcanzaba dimensiones<br />
semejantes a las de Corea<br />
del Norte de hoy. En España,<br />
todos los pueblos y ciudades<br />
tenían en su plaza principal,<br />
llamada la Plaza del Caudillo,<br />
un obelisco de forma y mensajes<br />
grotescos. En cuanto a sus edificios,<br />
éstos se caracterizaron por<br />
ser monumentales, semejantes,<br />
por cierto, al del fascismo italiano,<br />
aun cuando hubo una variedad,<br />
incluyendo un estilo<br />
ochocentista, como señala Juan<br />
Pablo Fusi en su artículo en la<br />
citada colección de García Delgado<br />
26 .<br />
Es también sorprendente que<br />
EM considere que no hubo más<br />
corrupción bajo el RDE que en<br />
otros países, fueran éstos dictatoriales<br />
o democráticos. En general,<br />
es de esperar que en un régimen<br />
dictatorial exista mayor<br />
corrupción oficial que un régimen<br />
democrático, que está sujeto<br />
al escrutinio público. Por ser<br />
dictatorial, el RDE fue más corrupto<br />
que otros países europeos<br />
con regímenes democráticos. Pero,<br />
los intereses que tal dictadura<br />
representó hizo tal RDE especialmente<br />
corrupto. La falta<br />
de protección del ciudadano<br />
(bien fuera como trabajador,<br />
bien fuera como consumidor) y<br />
del ambiente explica los grandes<br />
déficits históricos que España<br />
tiene en su Estado de bienestar,<br />
déficit que resultó sumamente<br />
rentable para grupos<br />
empresariales que se beneficiaron<br />
de la debilidad normativa y<br />
sancionadora del Estado y su escaso<br />
o nulo cumplimiento.<br />
Consecuencia de ello es que<br />
enormes fortunas –sobre todo<br />
en la construcción– se crearon<br />
durante el RDE, cuyos desastres<br />
ecológicos y urbanísticos no tienen<br />
paralelo en la Europa occidental,<br />
excepto en Portugal y<br />
26 Fusi, P.: ‘La cultura’, en García<br />
Delgado, op. cit.<br />
Grecia, que sufrieron regímenes<br />
conservadores dictatoriales. Las<br />
especulaciones desmesuradas de<br />
las inmobiliarias y de la industria<br />
de la construcción, entre<br />
otras, durante la RDE, son causa<br />
de que incluso a nivel de observación<br />
general (y a pesar de lo<br />
mucho que se ha hecho a partir<br />
de 1977), las ciudades y pueblos<br />
españoles tengan una ausencia<br />
de cohesión arquitectónica y urbanística<br />
en los desarrollos urbanos<br />
del periodo 1940-1977<br />
más acentuada que en países vecinos<br />
como Francia o Italia.<br />
Quisiera terminar este artículo<br />
con la observación de que soy<br />
consciente de que la discusión<br />
sobre la identidad ideológica de<br />
lo que fue el franquismo es un<br />
tema difícil, complejo y con una<br />
cierta carga emotiva. Y soy también<br />
consciente de que la realidad<br />
en sí está llena de claroscuros.<br />
Pero creo que en España, y<br />
como resultado de cómo se ha<br />
realizado la transición, se ha desechado<br />
con excesiva rapidez el<br />
término de fascista para definir<br />
el RDE, con argumentos que a<br />
mí me parecen insuficientes y no<br />
convincentes. En realidad, y tal<br />
como he mostrado en este artículo,<br />
los mismos argumentos<br />
que se han utilizado para negar<br />
el carácter fascista de aquel régimen<br />
pueden utilizarse para defender<br />
la utilización de tal término.<br />
El fascismo se ha expresado<br />
en distintas formas a lo largo<br />
del siglo XX, adaptándose a las<br />
peculiaridades de cada país. Así<br />
como hubo diferencias muy notables<br />
entre el nazismo alemán<br />
y el fascismo italiano, también<br />
hubo diferencias muy notables<br />
entre el fascismo español y las<br />
versiones alemanas e italianas<br />
fascistas, diferencias que, a mi<br />
entender, no justifican el negar<br />
tal carácter fascista al RDE. Definir<br />
el RDE como fascista crea<br />
grandes resistencias en España,<br />
puesto que tal término tiene más<br />
rechazo que el término franquista.<br />
Pero creo que en España, si<br />
hubiera habido una ruptura con<br />
el RDE (tal como ha ocurrido<br />
en los países del este de Europa)<br />
en lugar de una transición (que<br />
se ha realizado en condiciones<br />
VICENÇ NAVARRO<br />
de gran poder de las derechas y<br />
una gran debilidad de las izquierdas),<br />
hoy se hablaría del fascismo<br />
en lugar de franquismo.<br />
Como en muchos otros casos, la<br />
sabiduría convencional en un<br />
país reproduce el discurso e ideología<br />
conveniente para el sostenimiento<br />
de las relaciones de poder<br />
existentes. Como consecuencia,<br />
el lenguaje que utilizamos no<br />
es neutro, y el término franquismo,<br />
que se usa para definir el<br />
RDE, tampoco lo es. De ahí que<br />
se continúe utilizando en España,<br />
aunque no fuera de ella. n<br />
Vicenç Navarro es catedrático de<br />
Ciencias Políticas en la Universidad<br />
Pompeu Fabra.<br />
77
Los ejes de la acción<br />
periodística<br />
El trabajo del periodista, su posición<br />
en la sociedad y las funciones<br />
que desarrolla han variado<br />
de manera extraordinaria en<br />
las últimas décadas. Para dar<br />
cuenta de esta complejidad resulta<br />
a todas luces insuficiente e<br />
inadecuado el viejo esquema basado<br />
en un tipo de periodista<br />
circunscrito a contar lo que pasa.<br />
Esto sigue haciéndolo también,<br />
pero dentro de una acción<br />
mucho más amplia y que desborda<br />
ampliamente los meros límites<br />
del ejercicio de informar.<br />
Si queremos entender la nueva<br />
realidad del periodista hemos de<br />
partir de una premisa diferente,<br />
cuál es la que desarrolla una amplia<br />
variedad de tareas y de influencias.<br />
Esta diversidad podemos<br />
reducirla a tres ejes de actuación<br />
principales. En primer lugar,<br />
la acción de narrar y describir el<br />
acontecer social, que se corresponde<br />
con la típica función informativa.<br />
Es lógico que así sea,<br />
ya que sin desempeñar esta competencia,<br />
difícilmente serían justificables<br />
cualesquiera otras. Bajo<br />
esta perspectiva, su trabajo ha de<br />
ser explicado como profesión y<br />
en cuanto tal ser analizado y evaluado<br />
con criterios similares a los<br />
de otras profesiones.<br />
En segundo lugar, los periodistas<br />
proporcionan a nuestra<br />
sociedad uno de los conjuntos<br />
más importantes de representaciones<br />
simbólicas, en virtud de<br />
las cuales sujetos y grupos acceden<br />
a dotar de sentido su realidad.<br />
Unas representaciones que<br />
no se agotan en su función significante,<br />
sino que inciden de<br />
manera directa en las conductas<br />
al traducirse también en valores<br />
y normas de comportamiento.<br />
MEDIOS DE COMUNICACIÓN<br />
PERIODISTAS:<br />
UNA PROFESIÓN SIN LÍMITES<br />
FÉLIX ORTEGA Y MARÍA LUISA HUMANES<br />
Así vistos, los periodistas emergen<br />
como grupo que asume tareas<br />
propias de los intelectuales y<br />
los moralistas. El criterio de análisis<br />
tiene que ser en este caso el<br />
del tipo de responsabilidad y de<br />
ética en el que fundamentan su<br />
práctica profesional.<br />
En tercer lugar, de manera<br />
cada vez más decidida, los periodistas<br />
se dedican a expresar y<br />
construir la opinión pública. De<br />
este modo intervienen en el espacio<br />
público, al que contribuyen<br />
a modelar y transformar de<br />
manera sustancial. De hecho, lo<br />
público es hoy indisociable de<br />
las definiciones que al respecto<br />
formulan los medios de comunicación.<br />
Con lo que la tradicional<br />
identificación de la política<br />
con lo público se ha debilitado.<br />
Y al tiempo ello confiere a<br />
los periodistas la condición de<br />
actores políticos privilegiados.<br />
Esta ampliación del área de<br />
competencias e intervenciones<br />
propias del periodismo actual<br />
hace que el trabajo de los periodistas<br />
discurra a lo largo de un<br />
continuo de objetivos y funciones<br />
que mantiene en su interior<br />
un difícil e inestable equilibrio.<br />
Difícil, por cuanto no siempre<br />
es posible deslindar unos cometidos<br />
de otros; frágil, ya que la<br />
relevancia de unas funciones sobre<br />
otras puede conducir a descuidar<br />
el núcleo central del oficio.<br />
O en otras palabras: el periodista<br />
(individual o colectivo)<br />
de nuestro tiempo ha de asumir<br />
que tiene que decidir dónde poner<br />
el énfasis de su acción; esta<br />
previa toma de postura determina<br />
el curso posterior de su ejercicio<br />
profesional.<br />
Así, si lo concibe preferentemente<br />
en términos profesionales<br />
(privilegiando la función infor-<br />
mativa) le exigirá extremar el rigor,<br />
la fiabilidad y la validez de<br />
sus noticias. Esto es, decantarse<br />
por la profesionalización, que<br />
implica definir y concretar los<br />
saberes, habilidades, métodos de<br />
trabajo y responsabilidades inherentes<br />
a su trabajo. Por el contrario,<br />
concebir la acción periodística<br />
dando prioridad a cualquiera<br />
de los otros dos ejes<br />
presupone convertir la información<br />
en un pretexto que se instrumentaliza<br />
en aras de objetivos<br />
espurios y no siempre asumibles<br />
en público. En tal caso, el rigor<br />
informativo carece de sentido,<br />
ya que éste se ha desplazado a la<br />
consecución de proyectos camuflados<br />
bajo el ropaje de una<br />
pretendida acción informativa.<br />
Ha llegado también el tiempo<br />
de proclamar el fin de la inocencia<br />
informativa. Lo quiera o<br />
no –le guste o no– el periodista<br />
ha de aceptar que se mueve dentro<br />
de un ámbito en el que se<br />
mezclan fines e intereses muy<br />
diversos. Que éstos no son ya<br />
simples efectos no queridos ni<br />
previstos de su trabajo. Y que<br />
mantener un cierto nivel de calidad<br />
en la información no es<br />
fruto del puro espontaneísmo,<br />
sino la sola consecuencia de acciones<br />
intencionales y de una vigilancia<br />
extrema acerca de lo<br />
que hace y cómo lo hace. Y esto,<br />
sin duda, le exige al periodista<br />
cualidades culturales y morales<br />
que no se improvisan.<br />
Dicho lo anterior, vamos a<br />
analizar cuál es el estado de los<br />
tres ejes antes señalados en los<br />
profesionales de nuestro país.<br />
Comenzaremos por la dimensión<br />
profesional en el próximo<br />
apartado, para en el que le sigue<br />
dar cuenta de las implicaciones<br />
derivadas de su actual<br />
profesionalización y la fuerte<br />
pujanza del moralismo y la acción<br />
política. Acabaremos señalando<br />
los, a nuestro juicio, principales<br />
retos de la profesión.<br />
Una insuficiente<br />
profesionalización<br />
El papel que los periodistas y el<br />
periodismo cumplen en nuestro<br />
país no puede ser abordado sin<br />
tener en cuenta cuáles son las características<br />
de la estructura y la<br />
organización de la profesión. En<br />
este sentido, si tuviéramos que<br />
definir su estado actual la expresión<br />
más acertada sería la de una<br />
incompleta profesionalización<br />
(que hunde sus raíces en los avatares<br />
históricos de nuestro país y<br />
del propio periodismo), pero que<br />
no ha sido un obstáculo para que<br />
los periodistas se hayan convertido<br />
en un grupo social con un<br />
elevado prestigio social y una<br />
enorme capacidad de influencia<br />
como se señalará más adelante.<br />
En primer lugar, nos vamos a<br />
fijar en dos cuestiones relacionadas<br />
directamente con el grado<br />
de profesionalización (la definición<br />
de la actividad periodística<br />
y las funciones del periodismo)<br />
que revelan la imprecisión de los<br />
informadores a la hora de explicitar<br />
qué son, qué hacen y qué<br />
fines persiguen. En España, la<br />
dificultad para definir las tareas<br />
propias del periodismo son las<br />
mismas que para establecer qué<br />
es un periodista. A periodistas<br />
madrileños encuestados en<br />
1995 1 se les interrogó sobre cómo<br />
definirían el periodismo, pa-<br />
1 Encuesta sobre periodismo y sociedad<br />
en la España de hoy. Director: Félix Ortega.<br />
Departamento Sociólogico VI, Universidad<br />
Complutense de Madrid, 1995.<br />
78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
a que a continuación se decantaran<br />
por las tareas propias de<br />
su trabajo. Tradicionalmente la<br />
discusión en torno a este tema se<br />
centraba en determinar si el periodismo<br />
era un arte o un oficio.<br />
En la actualidad estos argumentos<br />
han quedado desbancados,<br />
no sólo desde las instituciones<br />
académicas, sino también por<br />
parte de los propios periodistas y<br />
de las empresas mediáticas. Así,<br />
es minoritaria la parte de los periodistas<br />
que consideran su actividad<br />
un arte y también se debe<br />
abandonar la idea de una llamada<br />
vocacional. Es más importante<br />
la opción de considerarlo<br />
como un trabajo asalariado. Pero<br />
las dos formas de entender el<br />
periodismo con más fuerza son,<br />
por orden de importancia, una<br />
profesión liberal y una actividad<br />
intelectual.<br />
Cuando se trata de explicar<br />
qué hace un periodista, los periodistas<br />
se ven a sí mismos en el<br />
doble papel de transmisores e<br />
intérpretes de la realidad. Obviamente<br />
ello nos obliga a referirnos<br />
a unos de los valores profesionales<br />
más arraigados en el<br />
periodismo, la objetividad. Ésta<br />
se define como la descripción<br />
válida y verdadera de la realidad,<br />
basada en tres argumentos: a) la<br />
separación entre hechos y opiniones;<br />
b) la presentación desinteresada;<br />
y c) la búsqueda del<br />
equilibrio dando la oportunidad<br />
a todas las partes implicadas de<br />
replicar la información. Lo que<br />
nos revela el caso español es una<br />
pérdida de vigencia del concepto<br />
o al menos una redefinición<br />
del mismo hacia el periodismo<br />
interpretativo, aunque bien es<br />
verdad que en nuestro país la<br />
objetividad nunca dominó la<br />
forma de actuación de los pe-<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
riodistas por la propia tradición<br />
de la prensa de opinión.<br />
Ante la cuestión sobre qué<br />
funciones cumplen los medios<br />
de comunicación los periodistas<br />
se decantan por las de informar<br />
e influir. Casi las tres cuartas<br />
partes opinan que los medios<br />
cumplen con la labor de informar,<br />
mientras que más de la mitad<br />
afirman lo mismo sobre la<br />
capacidad de influir. Entretener<br />
y educar quedan muy por detrás.<br />
Cabe resaltar, por lo que<br />
puede avanzar sobre el futuro de<br />
la profesión, que los estudiantes<br />
de periodismo encuestados 2 destacaron<br />
el entretenimiento sobre<br />
el resto de las funciones,<br />
ocupando la información el tercer<br />
lugar por detrás de influir.<br />
Los periodistas se muestran como<br />
intermediarios y portavoces<br />
de la ciudadanía ante otras instancias:<br />
seleccionan y definen<br />
los acontecimientos de la realidad<br />
social, ofrecen soluciones y<br />
modos de actuar frente a ellos,<br />
presionan a los poderes públicos<br />
para que tomen decisiones.<br />
Los medios de comunicación<br />
asumen estas acciones y legitiman<br />
sus actuaciones en nombre<br />
de la audiencia. Ésta es utilizada<br />
por los periodistas para justificar:<br />
a) el contenido y tratamiento<br />
de la información con<br />
argumentos como el número de<br />
lectores y espectadores; y b) la<br />
supuesta representación de la<br />
opinión pública, de modo que<br />
apoyan sus decisiones en demandas<br />
de ésta (por ejemplo,<br />
con expresiones como la ciudadanía<br />
exige saber, etcétera). Pero<br />
2 Encuesta a estudiantes de periodismo.<br />
Director: Félix Ortega, María Luisa Humanes,<br />
1999.<br />
¿cómo conocer qué le interesa a<br />
la audiencia? Desde la investigación<br />
de los efectos de la comunicación<br />
poseemos importantes<br />
aportaciones sobre la influencia<br />
de la información en el<br />
público y los hábitos de consumo<br />
y procesamiento de los contenidos.<br />
Muy distinta es la situación<br />
cuando nos vamos al lado<br />
de los profesionales de la<br />
información. Los periodistas españoles<br />
no parecen mantener<br />
una idea demasiado definida de<br />
“su” público: el estereotipo de la<br />
audiencia como masa continúa<br />
ejerciendo una gran influencia<br />
sobre los informadores, aunque<br />
destaca también el alto índice<br />
que dice no tener ninguna imagen<br />
de los individuos a los que<br />
se dirige, lo cual es más preocupante<br />
por el escaso interés hacia<br />
los usuarios de los medios que<br />
esconde esta opinión. Los periodistas<br />
creen que la principal<br />
motivación de la audiencia al<br />
consumir los mensajes periodísticos<br />
es informarse, seguida del<br />
entretenimiento y del análisis de<br />
la actualidad, mientras que las<br />
orientaciones personales ocupan<br />
un lugar muy secundario. Una<br />
cuestión preocupante que tiene<br />
que ver con este alejamiento entre<br />
los periodistas y su público<br />
plantea el procesamiento de la<br />
información contenida en las<br />
noticias, especialmente de televisión.<br />
El escaso nivel de profesionalización<br />
alcanzado por el periodismo<br />
se refleja con más claridad<br />
en otro aspecto que enlaza<br />
directamente con lo que acabamos<br />
de afirmar sobre las funciones<br />
del periodismo y las relaciones<br />
con la ciudadanía. Las<br />
profesiones clásicas han desarrollado<br />
códigos éticos que definen<br />
los deberes y responsabilidades<br />
de sus miembros en el ejercicio de<br />
la actividad profesional. En el<br />
periodismo el acuerdo sobre este<br />
asunto ha sido hasta el momento<br />
complicado y está aún<br />
muy lejos de conseguirse. En España<br />
todavía no existe un código<br />
deontológico común a toda<br />
la profesión y menos aún un organismo<br />
que vele por su cumplimiento.<br />
En el periodismo son<br />
difícilmente reconocibles las<br />
consecuencias de los comportamientos<br />
de los informadores.<br />
Para Schumpeter, “los periodistas<br />
poseen ‘el poder de la palabra<br />
escrita y hablada’ y no tienen<br />
ninguna ‘responsabilidad directa<br />
sobre cosas prácticas’. En<br />
otras palabras, ellos no tienen<br />
ninguna competencia. Escriben<br />
y hablan sobre temas que o caen<br />
en el ámbito de otras profesiones<br />
o para los cuales no existe<br />
ningún saber profesional específico,<br />
como las discusiones sobre<br />
valores como la libertad, la<br />
igualdad, el bienestar” (pág. 199).<br />
La difusión de informaciones y<br />
opiniones sobre personajes públicos<br />
que no son verificadas, los<br />
juicios paralelos, etcétera, son<br />
habituales en los medios, sobre<br />
todo cuando se prevé que el<br />
conflicto o la negatividad harán<br />
de ese hecho algo atractivo para<br />
conseguir audiencia (sólo tenemos<br />
que recordar el famoso caso<br />
Arny para encontrar una buena<br />
serie de ejemplos). La crítica<br />
sin fundamento llena las tertulias<br />
radiofónicas de la mañana y<br />
la noche.<br />
Pero esta falta de mecanismos<br />
de comprobación de la realidad<br />
no es exclusiva de la información<br />
política, sino que aparece<br />
también frecuentemente en las<br />
noticias científicas, en las que,<br />
79
PERIODISTAS: UNA PROFESIÓN SIN LÍMITES<br />
por ejemplo, se presentan bajo<br />
titulares espectaculares y concluyentes<br />
resultados de una investigación<br />
que son provisionales,<br />
o fármacos milagrosos cuya<br />
utilidad está restringida a supuestos<br />
muy limitados. ¿Son<br />
conscientes los periodistas de las<br />
consecuencias que tienen en la<br />
población los mensajes así transmitidos?<br />
En las encuestas que<br />
estamos utilizando no hay ninguna<br />
pregunta directa sobre este<br />
asunto, pero sí podemos<br />
abordar la cuestión de una forma<br />
indirecta (encuesta de 1995)<br />
si consideramos en qué grado<br />
creen los periodistas que los medios<br />
de comunicación desarrollan<br />
estas cinco funciones: la información,<br />
el entretenimiento,<br />
la crítica, el adoctrinamiento y la<br />
reflexión; y resulta significativo<br />
que sea esta última la función<br />
con menor éxito. La situación<br />
es, en nuestra opinión, más grave<br />
puesto que la información y<br />
la crítica obtienen las medias<br />
más altas. Es paradójico, ya que<br />
parece lógico que los tres procesos<br />
estén mutuamente relacionados:<br />
el acopio de información<br />
sobre un asunto llevaría a la reflexión<br />
sobre el mismo y ésta a la<br />
crítica. Sin duda la explicación<br />
radica en cómo se entiende la<br />
información (acumulación de<br />
hechos de actualidad inconexos)<br />
y la crítica (a menudo sinónimo<br />
de descalificación).<br />
La libertad de expresión, que<br />
evidentemente constituye la<br />
condición sine qua non para la<br />
existencia de unos medios de comunicación<br />
libres se convierte<br />
en ocasiones en un escudo protector<br />
que puede esconder comportamientos<br />
poco responsables.<br />
Los periodistas españoles entienden<br />
la libertad de expresión<br />
como un derecho social, aunque<br />
sorprende que haya una<br />
parte que afirme que es un derecho<br />
propio de los informadores.<br />
Las opiniones están divididas<br />
casi al 50% entre quienes<br />
creen que la libertad de expresión<br />
debe limitarse y los que se<br />
sitúan en el extremo opuesto.<br />
No obstante, parece mayoritario<br />
el argumento de que el fin<br />
no justifica los medios y que no<br />
todos los medios son lícitos en el<br />
ejercicio de este derecho.<br />
Los periodistas encuestados<br />
ofrecen una imagen de la profesión<br />
bastante negativa: las informaciones<br />
no son rigurosas<br />
y se mezclan con los rumores y<br />
la opinión. Además, parecen<br />
guiarse por ideas preconcebidas<br />
(los estereotipos) sobre los protagonistas<br />
de las noticias. Así,<br />
menos de un tercio de los entrevistados<br />
cree que la prensa parte<br />
del principio de presunción de<br />
inocencia, es decir, definen claramente<br />
quiénes son los inocentes<br />
y quiénes los villanos. Ello<br />
confirmaría para el caso español<br />
algunas hipótesis ya comprobadas<br />
empíricamente, como el hecho<br />
de que las noticias influyen<br />
sobre la forma en que se juzga<br />
la realidad. La percepción de la<br />
ciudadanía parece coincidir con<br />
lo expresado por los periodistas.<br />
En una encuesta nacional del<br />
CIS de 1995 menos de la mitad<br />
de los entrevistados afirmaba<br />
que los periodistas “dicen la verdad”.<br />
Paralelamente a esta situación<br />
de escasa profesionalización<br />
(que se resume concretamente<br />
en la indefinición de las tareas<br />
que cumple el periodista y en la<br />
falta de responsabilidad frente a<br />
lo publicado) nos encontramos<br />
con un prestigio social de la profesión<br />
en aumento desde la década<br />
de los años setenta. La liberación<br />
de los controles de la<br />
dictadura permitió que los periodistas<br />
se hayan constituido en<br />
un grupo que ha incrementado<br />
su status social. La imagen que<br />
de ellos tiene la ciudadanía ha<br />
quedado reflejada en sucesivas<br />
encuestas del Centro de Investigaciones<br />
Sociológicas.<br />
Un dato significativo es que<br />
la clase periodística ocupa el primer<br />
lugar en la comparación<br />
con otros grupos e instituciones<br />
coincidiendo con el momento<br />
en el que se publican los escándalos<br />
político-económicos que<br />
más interés han despertado, y<br />
que salieron a la luz a través de<br />
los medios de comunicación: los<br />
GAL y Juan Guerra en 1989,<br />
Ibercorp, Filesa en 1991, etcétera.<br />
El prestigio de la profesión<br />
periodística se fundamenta en el<br />
papel político y de dirección intelectual<br />
que ha asumido. La<br />
percepción de la función de los<br />
medios en el proceso de democratización<br />
parece confirmarse<br />
si tomamos en cuenta los datos<br />
del estudio del CIS de 1995 sobre<br />
“Transición y democracia”.<br />
En este informe, los españoles<br />
sitúan a la prensa en el quinto<br />
lugar entre los grupos que intervinieron<br />
de manera más significativa<br />
en la transición al régimen<br />
democrático. La prensa<br />
se situaba por detrás del Rey, los<br />
ciudadanos y los políticos, y por<br />
delante del movimiento obrero<br />
y los intelectuales. Sin duda, en<br />
la memoria colectiva han quedado<br />
fijados acontecimientos<br />
como la noche de los transistores<br />
el 23 de febrero de 1981.<br />
Amando de Miguel ha señalado<br />
que la desconfianza en las<br />
instituciones políticas es parte<br />
del proceso de “alienación política”,<br />
que se traduce en que “se<br />
desconfía sobre todo de las personas<br />
que son elegidas, no tanto<br />
de las que son nombradas o llegan<br />
a los puestos de poder por<br />
influencia o por el ejercicio profesional”,<br />
y éste sería el caso de<br />
los periodistas.<br />
El ascenso de los periodistas<br />
como grupo social ha tenido<br />
una notable influencia en los jóvenes<br />
y en la elección de su futura<br />
profesión. Influencia que se<br />
refuerza a través de la imagen<br />
que de su trabajo ofrecen los<br />
propios protagonistas, que han<br />
llegado a convertirse en fuentes<br />
informativas para otros periodistas,<br />
por ejemplo, en los programas<br />
de televisión, en los que<br />
informadores que han investigado<br />
escándalos políticos o económicos<br />
se convierten en referencia<br />
incuestionable en debates<br />
y tertulias; se les pide su<br />
opinión de expertos del mismo<br />
modo que a otro especialista en<br />
cualquier área de conocimiento.<br />
En consecuencia, los periodistas<br />
se valoran a sí mismos por<br />
encima de la Universidad, la<br />
Iglesia, los sindicatos, la banca,<br />
los partidos políticos (instituciones<br />
en las que se tiene nada o<br />
poca confianza); únicamente el<br />
poder judicial se acerca a los medios<br />
de comunicación. En la encuesta<br />
que hemos realizado a estudiantes<br />
de periodismo en<br />
1999 queda clara esta percepción<br />
de la profesión periodística.<br />
Así, la mayoría de estos jóvenes<br />
sostienen que los medios de comunicación<br />
crean a los líderes<br />
sociales, representan a la opinión<br />
pública mejor que otros<br />
grupos, e incluso, que los sondeos<br />
de opinión, mantienen la<br />
popularidad de los políticos y,<br />
en fin, son ellos mismos líderes<br />
de opinión.<br />
La imagen externa de los periodistas<br />
contrasta en algunos aspectos<br />
con su autovaloración.<br />
Por un lado, el prestigio ocupa<br />
un puesto secundario a la hora<br />
de elegir la futura profesión,<br />
tanto para los informadores en<br />
activo como para los estudiantes.<br />
Se produce, sin duda, una<br />
curiosa paradoja, dado que si<br />
bien se percibe una clara conciencia<br />
entre los periodistas sobre<br />
su capacidad de crear representaciones<br />
sobre la realidad en<br />
general y de intervenir en la vida<br />
pública en particular (de esta<br />
forma hay que entender su denominación<br />
como contrapoder<br />
y el que se conviertan en analistas<br />
de la realidad); por otro lado,<br />
existe una resistencia a asumir<br />
explícitamente esta posición de<br />
superioridad. Sin duda, cuando<br />
confrontamos este hecho con la<br />
falta de responsabilidad ante las<br />
consecuencias de lo emitido por<br />
los medios se entiende mejor la<br />
contradicción.<br />
¿En qué se fundamenta el<br />
prestigio de la profesión para los<br />
periodistas? Una primera razón<br />
debería ser la competencia profesional,<br />
es decir, un periodista (y<br />
por extensión el grupo profesional)<br />
ganaría la consideración de<br />
sus colegas y del resto de la población<br />
cuando su trabajo se<br />
ajustara a unos cánones de excelencia<br />
establecidos previamente.<br />
Esto es lo propio de las profesiones<br />
clásicas. Sin embargo, en<br />
el periodismo este tipo de criterios<br />
no han sido aún establecidos;<br />
por tanto, es imposible<br />
basar el prestigio en este argumento.<br />
Si nos fijamos en las cua-<br />
80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115
lidades que definen al buen periodista<br />
encontramos que junto<br />
al conocimiento especializado<br />
(una de las características principales<br />
que definen a una profesión)<br />
aparecen otras cualidades<br />
como la facilidad para las relaciones<br />
sociales, la simpatía o la<br />
audacia. El prestigio de los periodistas<br />
radica en su capacidad<br />
para influir en la sociedad y su<br />
proximidad al poder. También<br />
entre los periodistas la relevancia<br />
social de la profesión parece asociada<br />
a su actuación en el terreno<br />
político, lo cual vendría a apoyar<br />
una vez más la tesis weberiana<br />
sobre las similitudes del político<br />
y el periodista en cuanto que demagogos.<br />
No extraña entonces<br />
que la sección más valorada dentro<br />
de los medios sea “política”,<br />
seguida de “opinión”.<br />
Autoimagen y heteroimagen<br />
parecen al final coincidir. Tanto<br />
para los periodistas como para<br />
los ciudadanos el periodismo gana<br />
prestigio como actividad relacionada<br />
con la cosa pública;<br />
así los periodistas creen contar<br />
Nº 115 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
con el mismo status social que<br />
los políticos, los sociólogos y los<br />
profesores universitarios. Por el<br />
contrario, tendrían una posición<br />
por debajo de actividades más<br />
profesionalizadas como economistas,<br />
ingenieros, informáticos,<br />
jueces y médicos. El prestigio de<br />
la profesión se basa más en la<br />
capacidad de influir socialmente<br />
que en los estándares del profesionalismo.<br />
Una creciente influencia<br />
Acabamos de comprobar que,<br />
aún con notables cambios respecto<br />
del pasado más próximo,<br />
la de periodista es una actividad<br />
con un bajo nivel profesional.<br />
Pero la falta de atributos en este<br />
plano se compensa con una<br />
abundancia de competencias en<br />
otros. En concreto, en los ejes<br />
que hemos denominado intelectual-moral<br />
y político. Ello ha<br />
producido un cierto detrimento<br />
en el cuidado informativo (no<br />
desde luego en la cantidad de<br />
información) y una mayor intencionalidad<br />
en las consecuen-<br />
cias extra informativas del ejercicio<br />
profesional. Es decir, que el<br />
sentido de informar se ha desplazado<br />
de la atención puesta en<br />
el contenido y en el extremado<br />
rigor de los procedimientos para<br />
conseguirlo a los (presumibles)<br />
efectos que pueda tener ese<br />
contenido (convertido en noticia).<br />
De ahí que una parte importante<br />
de nuestros periodistas<br />
haya interiorizado que una de<br />
sus principales tareas es la de influir.<br />
Ahora bien, influir significa<br />
de inmediato que la perspectiva<br />
del trabajo periodístico se<br />
pone en saber a quién se influye<br />
y para qué se influye, y bastante<br />
menos en con qué se influye. El<br />
resultado es que el periodismo<br />
de hoy ha de explicarse a partir<br />
de estos otros referentes. Lo que<br />
nos permite comprender las áreas<br />
de influencia sobre las que los<br />
periodistas proyectan sus acciones.<br />
Desde nuestra perspectiva,<br />
estas áreas son especialmente las<br />
cuatro siguientes.<br />
1. En primer lugar, proporcionar<br />
a la sociedad algunos de<br />
FÉLIX ORTEGA Y MARÍA LUISA HUMANES<br />
los elementos culturales que le<br />
permiten dotarse de identidad<br />
y de un cierto grado de cohesión<br />
interna. Una parte importante<br />
de los contenidos de la información<br />
no son sino creencias<br />
y valores sociales, mitos y estereotipos<br />
sobre la vida colectiva.<br />
Una debilidad histórica y estructural<br />
de las instituciones colectivas<br />
encargadas de esta tarea<br />
(Estado, sistema educativo, la<br />
denominada “sociedad civil”) ha<br />
permitido a los medios de comunicación<br />
erigirse en instancias<br />
de vertebración (desvertebración)<br />
social.<br />
2. En segundo lugar y en directa<br />
conexión con lo anterior,<br />
los periodistas vienen asumiendo<br />
de hecho la dirección cultural<br />
de la sociedad. No sólo por<br />
haber reemplazado a otros poderes<br />
culturales, sino sobre todo<br />
por haberse convertido ellos en<br />
un poder cultural de referencia<br />
inexcusable. Lo son desde un<br />
punto de vista institucional: trabajan<br />
en empresas que se han<br />
convertido en corporaciones<br />
81
PERIODISTAS: UNA PROFESIÓN SIN LÍMITES<br />
culturales, y no sólo informativas.<br />
Pero también por la voluntad<br />
intencional de serlo. Así, la<br />
vieja tarea de “decir la verdad”<br />
(tan querida por los no menos<br />
viejos intelectuales) parece haberse<br />
convertido en una prerrogativa<br />
del oficio. No menos que<br />
la de constituirse en “faro” y<br />
“guía” de los cambios culturales.<br />
Con todo ello los periodistas<br />
elaboran lo que ya se conoce como<br />
“tercera cultura”, un mixto<br />
entre la cultura científica y la literaria,<br />
pero que no es ni la una<br />
ni la otra. En fin, a ellos corresponde<br />
(como a las trasnochadas<br />
vanguardias y críticos de antaño)<br />
la definición de los cánones<br />
del gusto, que no son otros que<br />
aquellos que se supone expresan<br />
los de la opinión pública (que,<br />
voluble como es, sólo puede ser<br />
escrutada por el fiel seguimiento<br />
que de ella hacen los periodistas).<br />
3. La acción política es quizá,<br />
de todas las influencias, la más<br />
compleja, la más deseada y la<br />
que menos se quiere reconocer.<br />
Es también la que se ha dotado<br />
de su propia historia: el papel<br />
que los periodistas de la transición<br />
democrática se autoatribuyen<br />
es siempre el de protagonistas<br />
privilegiados de la misma.<br />
En razón de tales imágenes, los<br />
periodistas se conciben como líderes<br />
de opinión (puesto que<br />
ellos la expresan mejor que cualquier<br />
otra modalidad de hacerlo),<br />
cuya tarea respecto de los<br />
políticos es doble: darles a conocer<br />
esta opinión y tratar de<br />
que adapten sus decisiones a la<br />
misma. De ahí, en primer término,<br />
la proximidad y connivencia<br />
entre periodistas y políticos.<br />
Pero igualmente la difuminación<br />
de barreras entre la<br />
política y el periodismo que en<br />
tantas ocasiones tiene lugar. En<br />
fin, liderar la opinión para intervenir<br />
en el proceso de toma<br />
de decisiones hace que los periodistas<br />
actúen en no pocos casos<br />
como un grupo de presión<br />
dispuesto a hacer cambiar el<br />
rumbo de las cosas.<br />
4. Por último, convertidos en<br />
referentes culturales de la cotidianeidad,<br />
depositarios de los<br />
criterios de la corrección (si es<br />
que no pureza) política, los periodistas<br />
acaban por ser también<br />
agentes de socialización en valores<br />
políticos y cívicos. De hecho,<br />
existe una correspondencia<br />
bastante ajustada entre el esquema<br />
de valores difundido por los<br />
medios de comunicación (lo público,<br />
degradado; lo privado, ensalzado)<br />
y el asimilado por nuestros<br />
jóvenes (véase F. Ortega en<br />
G. Bettin). Que ciertas instituciones<br />
(las políticas) gocen de<br />
baja estima y otras de alta (por<br />
ejemplo, las ONG) parece ser<br />
más efecto cognitivo de la comunicación<br />
(un estereotipo quizá)<br />
que resultado de experiencias<br />
personales. De ahí que resulte<br />
hoy indispensable conocer<br />
las actitudes en este ámbito de<br />
nuestros periodistas para hacer<br />
cualquier predicción de nuestro<br />
futuro democrático.<br />
Retos inexcusables<br />
Los periodistas se han convertido<br />
en un grupo profesional que,<br />
por sus implicaciones sociales,<br />
tienen una posición singular.<br />
Ese ser “algo más” que profesionales<br />
requiere de una cuidadosa<br />
atención por parte de los propios<br />
protagonistas de sus prácticas;<br />
de las estrictamente profesionales<br />
y también de las otras.<br />
O mejor aún: si se mejora lo<br />
profesional, es probable que<br />
exista un mayor control sobre<br />
las funciones latentes, así como<br />
sobre quienes amparándose en<br />
la legitimidad del oficio persiguen<br />
otras finalidades (los periodistas<br />
del queroseno, en expresión<br />
de B. Bradley).<br />
Ahora bien, puesto que la<br />
profesión es hoy inseparable de<br />
funciones que desbordan ampliamente<br />
el marco profesional,<br />
los retos que se le plantean son<br />
tanto profesionales como extraprofesionales.<br />
Veámoslos.<br />
El primer reto, sin duda, reside<br />
en una más cuidadosa definición<br />
de la profesión. Una definición<br />
que tendrá que venir de<br />
los propios profesionales; pero<br />
que en ningún caso lo será si no<br />
especifican qué debe saber un<br />
periodista, cuáles son sus métodos<br />
de trabajo y hasta dónde lle-<br />
gan sus límites competenciales.<br />
Problemas, en suma, de formación,<br />
de práctica y de organización<br />
profesional. Resolver estos<br />
aspectos es condición indispensable<br />
para dar respuesta a los demás.<br />
El segundo reto dimana de la<br />
inserción profesional en las empresas.<br />
Hay aquí algo más que la<br />
tan manoseada concentración<br />
empresarial: de un lado, el carácter<br />
asalariado del oficio, que<br />
como a todo asalariado convierte<br />
al periodista en actor subordinado<br />
a los intereses empresariales;<br />
de otro, la conversión de<br />
la noticia en producto económicamente<br />
valioso puede provocar<br />
importantes transformaciones<br />
en la lógica informativa.<br />
Queda, dentro de este ámbito,<br />
otro problema no menor: la<br />
progresiva aparición de la figura<br />
del periodista-empresario, que<br />
incide también en la dirección<br />
de modificar sustancialmente las<br />
cualidades necesarias para dedicarse<br />
a la profesión.<br />
Los demás retos no son de<br />
menor relieve, aunque se sitúen<br />
algo más allá de la profesión. En<br />
la medida que la acción periodística<br />
trasciende la información<br />
para desplegarse en terrenos como<br />
la cultura, la moral y la política,<br />
es necesario asumir que<br />
todo esto forma parte del oficio<br />
y debe ser, por tanto, sometido a<br />
un control riguroso. El periodista,<br />
que se mueve en el campo<br />
cultural, no debe prescindir de<br />
las reglas propias del mismo. Esto<br />
es, ha de atender a los criterios<br />
de calidad que en cada caso<br />
son específicos del área temática<br />
dentro del cual se mueve. El periodista,<br />
que actúa en el terreno<br />
moral, ha de ser todo menos<br />
moralista sectario. El periodista,<br />
que interviene en la esfera<br />
política, no puede prescindir de<br />
la ética que le lleve a reconocer<br />
sus propias responsabilidades.<br />
Las respuestas a estos y otros<br />
problemas son incumbencia de<br />
los profesionales. Pero la exigencia<br />
de que den las respuestas adecuadas<br />
es una demanda legítima<br />
de toda la sociedad. Y en una sociedad<br />
en la que cada vez se piden<br />
mayores garantías y contro-<br />
les de calidad a todo cuanto en<br />
ella se produce, la información<br />
no puede ser una excepción. Son<br />
insuficientes las declaraciones de<br />
principios y de intenciones; es<br />
posible y necesario mucho más.<br />
A menos que del periodista se<br />
quiera hacer un opinador universal<br />
cuya regla máxima sea la<br />
de “todo vale”. En tal caso, lejos<br />
de ser una profesión, el periodismo<br />
se convertirá en una actividad<br />
propia de aventureros sin límites.<br />
n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
BETTIN, G. (a cura di): La política acerba.<br />
Catanzaro, Rubbettino, 2001.<br />
DIEZHANDINO, P.; BEZUNARTEA, O., y<br />
COCA, C.: La élite de los periodistas.<br />
Universidad del País Vasco, Bilbao,<br />
1994.<br />
GARCÍA DECORTÁZAR, M., y GARCÍA<br />
DE LEÓN, M.: Profesionales del periodismo.<br />
Hombres y mujeres en los medios<br />
de comunicación. CIS, Madrid, 2000.<br />
HUMANES, M. L.: ‘La profesión periodística<br />
en España’. Zer, Revista de estudios<br />
de comunicación, núm. 4, págs.<br />
265-278, 1998.<br />
ORTEGA, F.: ‘El ascenso de una nueva<br />
clase. Los periodistas en la sociedad española’,<br />
Telos, núm. 47, págs. 21-31,<br />
1996.<br />
— Del auge del periodismo, CLAVES DE<br />
RAZÓN PRÁCTICA, núm. 72, págs. 53-<br />
58, 1997.<br />
ORTEGA, F., y HUMANES, M. L.: Algo<br />
más que periodistas. Sociología de una<br />
profesión. Ariel, Barcelona, 2000.<br />
SCHUMPETER, J. A.: Capitalismo, socialismo<br />
y democracia. Aguilar, Madrid,<br />
1961.<br />
Félix Ortega es profesor de Sociología.<br />
Universidad Complutense de Madrid.<br />
María Luisa Humanes es profesora de<br />
Teoría de la Comunicación. Universidad<br />
de Salamanca.<br />
82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 115