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vacante el lugar de ordenador, en lugar de un padre que facilita el corte y el
desprendimiento, aparece alguien que se ubica en el mismo lugar que sus
hijos, fraterniza con ellos y borra la asimetría.
Proceso terapéutico
Los ejemplos clínicos presentados nos llevan a pensar cómo mantener una
actitud de escucha y al mismo tiempo de discriminación de contenidos
contratransferenciales. Estas familias generan permanentemente una demanda
masiva y no integrada, reeditando así, en la transferencia, la inadecuación de
roles y funciones, que ponen por momentos en riesgo el rol del analista.
Además, propician una continua evacuación de contenidos que oscilan entre lo
parasitario y lo inoculatorio. La necesidad de realizar un corte genera por
momentos, una contratransferencia superyoica, que nos exige un trabajo de
revisión y procesamiento constante.
Frente a este escenario nos planteamos generar un espacio transicional y
construir un lugar, que pueda ser usado con confianza para probar,
equivocarse y crear. Este espacio de ilusión – desilusión, marcado por la
presencia del analista, que no critica, juzga ni controla, posibilita el desarrollo
autónomo y la discriminación de lo que funciona como un bloque familiar.
Decíamos en un trabajo anterior: “¿Cuáles son las condiciones requeridas para
que esta presencia se constituya; y para que, al decir de D. Winnicott, el
terapeuta sea sentido como suficientemente bueno?. Capacidad de
continencia, empatía, disponibilidad, un estilo personal de identificación,
pensamiento y comunicación, el investimiento libidinal del vínculo y la tarea y el
logro de un ambiente facilitador”.
La presencia del analista supone tanto el sostén, como el ejercer una función
de corte paulatino y gradual, que es una de las dificultades más importantes en
estas familias. Esto nos lleva a implementar diferentes estrategias terapéuticas
cuyo objetivo es, entre otros, trabajar en la tolerancia de pequeñas
frustraciones como modo de procesamiento de la necesidad inmediata.