- Page 1 and 2: Obra reproducida sin responsabilida
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- Page 5 and 6: que sólo aspiraba retratar el aspe
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- Page 9 and 10: EMILIA PARDO BAZÁN Granja de Meir
- Page 11 and 12: mordía la epidermis, fue a dejarse
- Page 13 and 14: en trenza y en cabello, cuando no e
- Page 15 and 16: artistas habría orgullosos de su d
- Page 17: Se levantó la niña y acudió al l
- Page 21 and 22: Mientras su padre no se marchaba, e
- Page 23 and 24: ia de latón veteada de cardenillo;
- Page 25 and 26: año no se barriese.... ¿De qué l
- Page 27 and 28: pura; pero por mucho que entró imp
- Page 29 and 30: -III- Pueblo de su nacimiento Al se
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- Page 33 and 34: ambos lados, filas de hombres, que
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- Page 37 and 38: trascendían de mil leguas a import
- Page 39 and 40: —Tiene usted razón, señorita, d
- Page 41 and 42: —Bien harta estoy de ellos—pron
- Page 43 and 44: se echaron a reír, y Amparo a su v
- Page 45 and 46: -IV- Que los tenga muy felices Se h
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- Page 49 and 50: tral, entre los albums y estereósc
- Page 51 and 52: —¡Jesús... puede usted figurars
- Page 53 and 54: —¡Bueno!—gritó la mujercita d
- Page 55 and 56: destempladamente con acompañamient
- Page 57 and 58: -V- Villancico de Reyes No tardaron
- Page 59 and 60: —¡Hombre!—exclamó Borrén al
- Page 61 and 62: —¿Quiere usted poner el candeler
- Page 63 and 64: —Enseñar, nadie.... Nos reunimos
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- Page 67 and 68: —Sé leer muy bien y escribir reg
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—¿Pero estas chiquillas no canta
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tonados a escape, que comenzó a di
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discreción, rosoli, una enorme fue
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y no le arredraba la tarea. Discurr
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—Con la práctica...—declaró l
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escaparates de las tiendas, los ten
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de aquellas grandes salas de cigarr
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ma, de enseñarse el mazo terminado
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de plata. ¡Y cuando entraban y sal
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nas; ancho sombrerón de detestable
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aquel, de no dejarla a sol ni a som
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Oyose la palabra ronca de Borrén e
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—No te molestes... no merece la p
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—¿Para qué corres así, majader
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capullo, arroja la librea de la mis
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atascaba sus poros finos, fue el cu
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invierno al ver el arbusto florido?
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inclinaron a la tradición monárqu
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ápida y vibrante a cada paso. Su a
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de la prensa diaria, y con ellos ad
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de carrillos, el Virginia, las cons
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la voz de Amparo y se humedecían l
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No es fácil imaginar cuán honda s
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la industria libre y honrosa de los
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—No sería en tierra de cristiano
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—Así los parta a todos un rayo,
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Quien no lo ve, ciego es. Ínterin
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—No decimos cosa mala...—alegó
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pesar de su abuhardillado techo, la
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Encontró en él muy buena acogida
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cho más joven. Pelirroja y pecosa,
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tablero, sobre la pirámide de los
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os, miserables como la sarna. La ma
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—¡Sí, sí... buena broma te dé
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chicas. Podéis creerme: ni esto. T
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mecánica destreza y rapidez—, si
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que la nicotina, lejos de embotarle
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lo echó.) Más fuerte, más fuerte
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cuencia suma impulsos de tratar a A
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-XIII- Tirias y troyanas También e
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despedacen por un rey, ¡clama al c
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Y la muchacha iba ascendiendo a per
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sosegar el país. España estaba pr
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—¿Y luego? Cada uno se vale como
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-XIV- Sorbete Josefina García esta
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cida; que había un modo elegante y
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amantes efusiones, o siquiera a gal
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ver el desembarque! Si hubiese teni
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—No... es decir, no me gustan los
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—¡Mejor! Si la miran a usted, ¿
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—¡Jesús... pues no faltaba más
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—Yo no tomo...—dijo Baltasar.
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-XV- Himno de Riego, de Garibaldi.
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to, su rostro pareciera afeminado a
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—Usted mismo me la enseñó y me
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—¡Quia! Eso nunca, hombre. Eso m
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la honradez!». Una mujer se adelan
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-XVI- Revolución y reacción mano
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mucho los republicanos, porque ya t
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—No puede ser, y no, y no, porque
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—¡Faltar! ¡Más empeños andan
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—¡El día que lleguen por tierra
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que van a echar a todas las monjas
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-XVII- Altos impulsos de la heroín
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la carretera una multitud abigarrad
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ver la función, se abrieron paso y
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pronto viese arribar a sus costas a
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-XVIII- Tribuna del pueblo El Círc
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que cayeron en el banquete como bar
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ebosaba ya la abundancia del coraz
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Amparo lo capitaneaba. Penetró air
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Entre tanto la muchacha comenzaba s
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—Gracias, hijas...—tartamudeó
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Caminaba impetuosa hacia el anfitea
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Procediose a la firma y lectura del
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paz de hacer daño a nadie... acá
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Nos asfixiamos.—¡Cuándo vendrá
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señores de la Asamblea? Quédese p
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humilde casa, que indicaba consider
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—¿Palabritas? Tengo que hacer m
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suelo una botita y estampó el tac
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aspasen viva que sufrirlo allí a t
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la Fábrica la leyenda del mozo tra
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por no pisar el tabaco, y a veces l
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—Y es mucha picardía que no le d
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filtraba luz al través de los vidr
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—Aquí se trabaja firme... dijo c
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vicios, que gracias a Dios la borra
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Otro chasco favorito de la Fábrica
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su traje híbrido, pantalón azul c
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Ana y Amparo figuraban entre los gr
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para las coplas propias de la ciuda
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estaban entre las restantes, respla
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—Si nos dejasen armar un corro en
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día está bueno, salen al fresco a
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-XXIII- El tentador Al descender de
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jóvenes, calentándoles los cascos
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Baltasar no le había buscado para
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—No le hacía a usted tan medroso
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—¡Bah!... cuatro bandidos que sa
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¡Ah!, se me olvidaba el de Portuga
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eras se manifestaban acordes y uná
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hablar sin recato de cosas religios
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tadísima, porque se ha descubierto
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—¡Condenar el alma por mil pesos
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—Y yo. Así crecía la hostilidad
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-XXV- Primera hazaña de la Tribuna
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piernas, sin brazos, con enorme cab
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—Mujer, algunos días parece que
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él perfecto contraste, pues era re
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—¡Chssss! Callar, que están cer
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Bárbara, ¿este no es el que puso
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—Zeñora, no ha zío mi ánimo...
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enarbolaron cuál medio pan, cuál
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pliose la profecía del ministro, i
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un zapatero, verbigracia, cansada e
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tres pisos y un buen comercio en la
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cosas—añadía la Comadreja—no
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que las arañas y más limpia que e
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pezó con alguna beldad éuskara, e
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mero bendito, habían de arder toda
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gallardamente puesta sobre los redo
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una cascarita de nuez, venía como
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la americana, ahí donde usted ve a
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las chicas de la Fábrica, que son
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discreto y no quiso abusar de la vi
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Y como Amparo procurase escabullirs
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—¿Luego tú no sabes, no sabes q
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—¿Quién te dice a ti... que al
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—¿Te enfadas si te digo una cosa
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—¿Que habla con todos?... ¿y te
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—Mujer, yo no hablé por mal....
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palmarias que, por último, los dis
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con ellas en que, efectivamente, er
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Cierto día se difundió por la Fá
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exclamaciones de lástima: robar no
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Colocadas a ambos lados de la escal
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Lo más característico del barrio
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qué cariño profesaban los bendito
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sin jaula de codorniz o jilguero, s
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sus lances, y la tullida compraba d
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—No cuadró que yo se la pidiese.
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Vestía la primavera de verdor y he
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menzaba a disminuir, y escasearon l
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Borrén miraba el grupo paternalmen
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—Ya me duelen los riñones de and
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jando al globo de la córnea, mient
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—Espere usted, Anita, que la acom
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—¿Usted?—murmuró ella entre i
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Amparo hizo un movimiento de cabeza
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—¿Y por qué?—preguntó con so
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—¿Por el alma de su madre?, ¿po
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era una especie de merendero unido
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En suma, Baltasar y Amparo se halla
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ca y se vestía lo mejor posible, p
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lución y la Unión del Norte, y to
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Baltasar enfriaba a ojos vistas: a
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gadora, le dijo que si «le caía»
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—¿Y ahora? Calló la hija. Const
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—No sé por qué no...—exclamó
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gran esmero. Baltasar tomó uno y l
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e recordar su deuda. Y era lo peor
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lla? ¿No estamos en tiempos de igu
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Y dejose caer en el banco de piedra
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Avanzó tres pasos más, y poniendo
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—Pero ¿y Josefina? Si las notici
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ntra el eterno enemigo, el hombre.
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—¿Se te figura a ti que a cada u
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cobrar, y en comer, y en llenar la
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los siglos, que alguna vez se ha de
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—¡Calla, calla, que parece que l
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—Pues venir temprano... tempranit
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detuvo, sin atreverse a bajar los e
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—¡Que baile el can-can! —¡Mue
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en que la sublevación no era tan t
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local en buen orden y sin ocasionar
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Amparo un blando culatazo, diciénd
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El propósito de las desempedradora
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vilo entre varias, no se sabía có
- Page 427 and 428:
guerrero ardor, acrecienta su cóle
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viendo los pedruscos de la calzada,
- Page 431 and 432:
no sabía para qué; pero, en suma,
- Page 433 and 434:
Amparo dejó caer la cabeza sobre e
- Page 435 and 436:
que fielmente se traslada a la esta
- Page 437 and 438:
para salvar los charcos que dejó l
- Page 439 and 440:
completamente el cerebro, y con viv
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El cual merecía bien que se sufrie
- Page 443 and 444:
impulsos de abrazarse, de rezar y d
- Page 445 and 446:
canos, dijo adiós al hijo confián
- Page 447 and 448:
contento visiblemente; pero Josefin
- Page 449 and 450:
cortas, de ahogadas risas, diálogo
- Page 451 and 452:
pero la gente que la rodeaba por to
- Page 453 and 454:
—Te digo que se la apedreo, mujer
- Page 455 and 456:
se santiguó, sin darse cuenta de l
- Page 457 and 458:
los muros blancos, que parecían mi
- Page 459 and 460:
—¿Vienes? —No puedo. —¿Pasa
- Page 461 and 462:
tardó, a pesar de su ligereza, en
- Page 463 and 464:
Lo que no se encontraba en la casa,
- Page 465 and 466:
—De cera, ¡porreta! ¿Si sabré
- Page 467 and 468:
los hombres. De improviso se renova
- Page 469 and 470:
Chinto salió sin cuidarse del agua
- Page 471 and 472:
tos, no ya desfallecidos, sino, al
- Page 473 and 474:
—¿No le digo más? —Y que ya s
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—No sé que no les pase algo en e
- Page 477 and 478:
—Pues fui al cuartel... y allí n
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Como generosa yegua de pura sangre
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cas y cadenciosas como las que sol