Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda
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6 DE JULIO. TRANSFIGURACION<br />
Oración<br />
de <strong>la</strong> mañana<br />
“El ángel me transportó en espíritu a un monte altísimo y me<br />
enseñó <strong>la</strong> ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada<br />
por Dios. La ciudad no necesita ni sol ni luna que <strong>la</strong> alumbre,<br />
porque <strong>la</strong> gloria del Señor <strong>la</strong> ilumina y su lámpara es el Cordero”.<br />
Ap.21.<br />
Jerusalén es “ el lugar de encuentro <strong>con</strong> Dios” . La<br />
hu-manidad de Cristo, es <strong>la</strong> “ nueva Jerusalén” , el verdadero<br />
lugar donde Dios se encuentra <strong>con</strong> nosotros,<br />
y nosotros nos en<strong>con</strong>tramos <strong>con</strong> Dios. Por eso,<br />
podemos definir a Cristo Jesús, “ lugar de encuentro” ,<br />
Dios y nosotros, nosotros y Dios.<br />
Ahí es donde Dios se nos manifiesta y nos hab<strong>la</strong>.<br />
Ahí Dios, se nos entrega y nos l<strong>la</strong>ma “ hijos” .<br />
Jerusalén, “ lugar de encuentro” , que no necesita <strong>la</strong><br />
luz material. Es Dios mismo <strong>la</strong> luz que <strong>la</strong> ilumina <strong>con</strong><br />
<strong>la</strong> “ lámpara luminosa del Cordero” , Cristo Jesús. El<br />
es nuestra luz. Para eso, se ha hecho presente en<br />
nuestro mundo. Somos los transfigurados en Cristo<br />
transfigurado.<br />
Oración<br />
de <strong>la</strong> tarde II<br />
“El mismo Espíritu y nuestro espíritu, dan testimonio <strong>con</strong>corde:<br />
que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos,<br />
herederos de Dios y coherederos <strong>con</strong> Cristo. Pues el compartir sus<br />
sufrimientos, es señal de que compartimos su gloria”. Rm.8.<br />
Hoy se nos comunica <strong>la</strong> respuesta a nuestro grito<br />
existencial por vivir: “ somos coherederos <strong>con</strong><br />
Cristo” . Pues el “ Espíritu da testimonio de que somos<br />
hijos de Dios” . Por lo tanto, nuestra suerte, será <strong>la</strong><br />
misma suerte de Cristo. Durante nuestro peregrinar,<br />
estamos “ compartiendo sus padecimientos” , para llegar<br />
a “ compartir también su gloria” .<br />
Mientras tanto, una esperanza cierta, anima nuestro<br />
caminar. Una luz nos acompaña, y se proyecta hasta<br />
el final de nuestro camino: es Cristo Jesús, nuestro<br />
Hermano. Nos acompaña al caminar, y es fuerza que<br />
alienta nuestros pasos, a veces, cansados, sin fuerza<br />
para seguir caminando.<br />
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