Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda
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Oración<br />
de <strong>la</strong> mañana<br />
“Hab<strong>la</strong>d y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley<br />
de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no<br />
practicó misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio”.<br />
St.2,12.<br />
Amor, misericordia. Dos realidades que se implican.<br />
Donde hay amor, hay misericordia. Y donde hay misericordia,<br />
hay amor. Dios amor infinito, misericordia<br />
infinita. Nosotros, desde el amor derramado por el<br />
Espíritu, hemos sido l<strong>la</strong>mados a ejercer <strong>la</strong> misericordia<br />
<strong>con</strong> los hermanos, reflejando el amor del Padre.<br />
Compadecer, comprender, es acercarse al otro, sin<br />
barreras divisorias, que separan porque no aman.<br />
Misericordia, es un corazón que <strong>la</strong>te en el corazón<br />
del hermano, acercándose a su realidad más profunda,<br />
para amarlo a él, tal como es, sin <strong>con</strong>dicionamientos<br />
fríos y calcu<strong>la</strong>dores. “ Misericordia quiero, no sacrificios”<br />
.<br />
Oración<br />
de <strong>la</strong> tarde<br />
LUNES III<br />
“No habléis mal unos de otros, hermanos. El que hab<strong>la</strong> mal de su<br />
hermano o juzga a su hermano, hab<strong>la</strong> mal de <strong>la</strong> ley o juzga <strong>la</strong> ley. Y<br />
si juzga <strong>la</strong> ley, no es cumplidor de <strong>la</strong> ley, sino juez Uno es el legis<strong>la</strong>dor<br />
y juez. El que puede salvar o perder. Pero tú ¿quién eres para<br />
juzgar al prójimo”. St.4,11.<br />
En ocasiones, juzgamos, <strong>con</strong>denamos y hacemos<br />
público el juicio y <strong>la</strong> <strong>con</strong>dena, <strong>con</strong> nuestras pa<strong>la</strong>bras.<br />
En el fondo, hay una falta de amor, de comprensión, y<br />
una verdadera injusticia. Juzgamos y <strong>con</strong>denamos<br />
desde nues-tros parámetros, sin escuchar al que <strong>con</strong>denamos.<br />
Somos tristemente injustos.<br />
Es necesario entrar en el mundo del hermano, para<br />
juzgar <strong>con</strong> verdad, su proceder. Y es que solo Dios<br />
<strong>con</strong>oce nuestra intimidad, y so<strong>la</strong>mente él, es el que<br />
nos puede juzgar <strong>con</strong> verdad. Desde el amor, es<br />
incompatible el juicio, <strong>la</strong> <strong>con</strong>dena, y menos, hacer<br />
pública nuestra sentencia. Amemos de verdad, para<br />
que no juzguemos ni <strong>con</strong>denemos.<br />
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