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Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda

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JUEVES II<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> mañana<br />

“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz, y<br />

gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo, es<br />

grato a Dios y acepto a los hombres. Por lo tanto, trabajemos por<br />

<strong>la</strong> paz y por nuestra mutua edificación”. Rm.14,17.<br />

El comer y el beber, son una necesidad fisiológica<br />

de todo ser humano. Necesidad que no debe sup<strong>la</strong>ntar<br />

ó infravalorar, a otras necesidades. En <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> de<br />

valores, todo debe estar al servicio de <strong>la</strong> persona, en<br />

sus raíces más profundas.<br />

Desde nuestra corporeidad y en nuestra corporeidad,<br />

vivimos realidades que trascienden lo corporal, y<br />

que están al servicio de toda <strong>la</strong> persona: <strong>la</strong> paz, <strong>la</strong> justicia,<br />

<strong>la</strong> alegría… frutos del Espíritu. Fundamentados<br />

en estos va-lores, el participar y compartir en <strong>la</strong><br />

misma mesa, traerá como <strong>con</strong>secuencia, el amor y <strong>la</strong><br />

unidad entre los hermanos.<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> tarde<br />

“Por <strong>la</strong> obediencia y <strong>la</strong> verdad, habéis purificado vuestras almas,<br />

para un amor fraternal no fingido. Amaos, pues, <strong>con</strong> intensidad y<br />

muy cordialmente unos a otros, como quienes han sido engendrados,<br />

no de semil<strong>la</strong> corruptible, sino incorruptible, por <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra<br />

viva y permanente de Dios”. 1P.1,2.<br />

Nuestra comunidad, no es fruto de <strong>la</strong> carne, sino del<br />

Espíritu. El es, quien nos ha unido, y sigue uniéndonos,<br />

por <strong>la</strong> acción permanente de su fuerza.<br />

Nuestro amarnos como hermanos, es <strong>la</strong> <strong>con</strong>secuencia<br />

de <strong>la</strong> unidad a que hemos sido <strong>con</strong>vocados. Mi<br />

hermano es algo mío. Con él y en él, estoy viviendo<br />

una misma Vida que nos une: <strong>la</strong> Vida de Dios, en<br />

Cristo Jesús. No importan nuestras dife-rencias. En<br />

nuestro cuerpo, todos los miembros son distintos, y<br />

todos están al servicio de <strong>la</strong> persona. Nosotros, todos<br />

distintos. Pero nos unifica el mismo Espíritu, para que<br />

nuestro amor mutuo, unifique nuestras vidas.<br />

Nuestro amor, no es una imposición, ni un mandato.<br />

Es una respuesta a una necesidad del mismo<br />

Espíritu, que nos urge desde dentro. Nos amamos<br />

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