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Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda

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MARTES II<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> mañana<br />

“No viváis, hermanos, en <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s para que el día no os sorprenda<br />

como león. Porque todos sois hijos de <strong>la</strong> luz, e hijos del día.<br />

No somos de <strong>la</strong> noche ni de <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s”. 1Ts.5,4<br />

Hemos dejado <strong>la</strong> oscuridad de <strong>la</strong> noche, y estamos<br />

acogiendo <strong>la</strong> luz de un nuevo día. Todo un símbolo de<br />

nuestra vida de cristianos cualificados. Por el<br />

bautismo fuimos sumergidos en <strong>la</strong> “ Luz” , Cristo<br />

Jesús.<br />

Y desde entonces, somos hijos de <strong>la</strong> “ Luz” . Las<br />

tinieb<strong>la</strong>s son incompatibles <strong>con</strong> nuestra vida.<br />

Nuestras obras, deben ser fruto de esa “ Luz” , que<br />

nos ha penetrado hasta <strong>la</strong>s raíces mismas de nuestro<br />

ser, y ha hecho de nuestro barro transparencia de<br />

Dios. Hemos sido l<strong>la</strong>mados a un día permanente, que<br />

no <strong>con</strong>oce el ocaso. Nuestra c<strong>la</strong>ridad, tendrá esa<br />

fuerza profética, que ilumina y anuncia <strong>la</strong> presencia<br />

de Dios en nuestro mundo.<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> tarde<br />

“Todos pecaron y están privados de <strong>la</strong> gloria de Dios, y son justificados<br />

gratuitamente por su gracia, mediante <strong>la</strong> redención de<br />

Cristo Jesús, a quien Dios <strong>con</strong>stituyó sacrificio de propiciación,<br />

mediante <strong>la</strong> fe en su sangre”. Rm.3,23.<br />

Dios, nosotros. Nosotros y Dios. Distancia infinita<br />

que no podemos acortar por nuestra cuenta. El es,<br />

quien se ha acercado y ha roto <strong>la</strong> distancia que nos<br />

separaba. Cristo Jesús, nuestro Hermano y nuestro<br />

Dios, es el “ punto” de encuentro. En él, Dios se hizo<br />

humano para hacernos divinos a nosotros. Desde ese<br />

momento, Dios es el cercano, el más íntimo a<br />

nosotros: su Vida es nuestra vida. Nuestro barro<br />

huele a Dios.<br />

Y todo ha sido gratuidad, regalo. Es el amor, que no<br />

sabe de distancias. Nuestro quehacer permanente es<br />

abrir nuestros brazos, para dejarnos abrazar, <strong>con</strong> ese<br />

abrazo infinito que el Padre ha realizado y está realizando,<br />

en Cristo Jesús, para siempre.<br />

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