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Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda

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JUEVES I<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> mañana<br />

“Así dice el Señor: El cielo es mi trono, y <strong>la</strong> tierra el estrado de<br />

mis pies. ¿Qué templo podréis <strong>con</strong>struirme, o qué lugar para mi<br />

descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío -oráculo<br />

del Señor-. En ese pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que<br />

se estremece ante mis pa<strong>la</strong>bras”. Is.66,1.<br />

No podemos encerrar a Dios en un templo material.<br />

Todo el universo es su gran templo. En todas <strong>la</strong>s<br />

criaturas, se refleja su sabiduría y su poder. En el<strong>la</strong>s,<br />

podemos descubrir su presencia, y en<strong>con</strong>trarnos <strong>con</strong><br />

él.<br />

Pero su verdadero templo, que él mismo ha escogido,<br />

es Cristo. En él mora toda su divinidad, y en él y<br />

<strong>con</strong> él, estamos siendo ofrenda agradable al Padre.<br />

En ese templo, nuestra vida puede ser oración permanente,<br />

encuentro misterioso <strong>con</strong> Dios.<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> tarde<br />

“Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un<br />

poco. en pruebas diversas. Así <strong>la</strong> comprobación de vuestra fe,-de<br />

más precio que el oro, que aunque perecedero lo aqui<strong>la</strong>tan a fuegollegará<br />

a ser a<strong>la</strong>banza y gloria y honor, cuando se manifieste<br />

Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo y lo amáis. No lo veis y<br />

creéis en él. Y os alegráis <strong>con</strong> un gozo inefable y transfigurado,<br />

alcanzando así, <strong>la</strong> meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.”<br />

1P.1,6.<br />

El dolor y <strong>la</strong> alegría son realidades inherentes a <strong>la</strong><br />

na-turaleza humana. Saber afrontarlos <strong>con</strong> paz y<br />

serenidad, es nuestro quehacer de cada día. Pero<br />

sabemos que en nuestras luchas no estamos solos.<br />

Cristo, que recorrió nuestros caminos, es hoy nuestro<br />

compañero al caminar.<br />

En nuestro dolor, él quiere <strong>con</strong>tinuar nuestra salvación.<br />

Con él, somos corredentores de una<br />

humanidad que necesita purificarse, en una fe siempre<br />

en proceso de crecimiento. Nuestra fe, se<br />

robustece en los momentos de prueba.<br />

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