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Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda

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MARTES VII DE PASCUA<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> mañana<br />

“Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Durante muchos<br />

días se apareció a los que le habían acompañado de Galilea a<br />

Jerusalén, y ellos son sus testigos ante el pueblo. Nosotros os<br />

anunciamos que <strong>la</strong> promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos<br />

<strong>la</strong> ha cumplido a los hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en<br />

el salmo segundo: “Tú eres mi Hijos. Yo te he engendrado hoy”.<br />

Hch.13.<br />

Murió, pero murió para resucitar. La fuerza del<br />

Espíritu del que estaba “ empapada” <strong>la</strong> humanidad de<br />

Cristo, culminó en su resurrección. Resurrección,<br />

que vieron y experimentaron cuantos habían estado<br />

<strong>con</strong> él. Y de esa experiencia, les vino <strong>la</strong> fuerza para<br />

superar cobardías, y para ser “ testigos ante el<br />

pueblo” , de <strong>la</strong> resurrección de Cristo.<br />

Resurrección, que es anuncio de nuestra resurrección.<br />

Promesa de Dios realizada en Cristo, y promesa<br />

de Dios que se realizará en nosotros “ sus hijos” . Por<br />

eso, <strong>la</strong> resu-rrección de Cristo, es <strong>la</strong> resurrección de<br />

<strong>la</strong> “ esperanza” . En el<strong>la</strong> comenzó ya, nuestra resurrección.<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> tarde<br />

“El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque<br />

nosotros no sabemos pedir lo que nos <strong>con</strong>viene, pero el Espíritu<br />

mismo intercede por nosotros, <strong>con</strong> gemidos inefables. El que escudriña<br />

los riñones, sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión<br />

por los santos es según Dios”. Rm.8.<br />

La presencia del Espíritu en nosotros, es siempre<br />

activa. Con-vive <strong>con</strong> nosotros todos los momentos y<br />

circuns-tancias de <strong>la</strong> vida. Nada nuestro, es ajeno a<br />

su presencia. Nuestra “ debilidad” está reforzada por<br />

su fortaleza.<br />

Hace suyas nuestras necesidades más profundas, y<br />

<strong>con</strong> “ gemidos inefables” , es nuestro grito ante el<br />

Padre. Así, nuestras peticiones no se pierden en el<br />

vacío, porque todas el<strong>la</strong>s procederán de lo que realmente<br />

nos “ <strong>con</strong>viene” . Escuchar, pues, al Espíritu,<br />

unir nuestra oración <strong>con</strong> <strong>la</strong> suya, es <strong>la</strong> verdadera<br />

oración del cristiano.<br />

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