Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda
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Oración<br />
de <strong>la</strong> mañana<br />
“Si hemos muerto <strong>con</strong> Cristo, creemos que también viviremos<br />
<strong>con</strong> él. Pues sabemos que una vez resucitado de entre los muertos,<br />
ya no muere más. La muerte ya no tiene dominio sobre él. Pues su<br />
morir fue un morir de una vez para siempre, y su vivir es un vivir<br />
para Dios. Lo mismo vosotros: <strong>con</strong>sideraos muertos al pecado, y<br />
vivos para Dios, en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Rm.6.<br />
En nuestro bautismo, se hizo nuestra <strong>la</strong> muerte de<br />
Cristo. Muerte, que es aniqui<strong>la</strong>ción de lo viejo, y<br />
comienzo de una vida nueva. La misma vida de Cristo<br />
es vida nuestra. Vida, que es c<strong>la</strong>mor permanente por<br />
vida en plenitud, desde un dejar atrás todo lo que<br />
supone muerte.<br />
Este es todo el dinamismo de un vivir en cristiano.<br />
No es precisamente un hacer nuestro, cuanto un<br />
dejar, que el Espíritu del Resucitado, nos vaya empapando<br />
de su Vida: “ vivos para Dios en Cristo Jesús” .<br />
Para eso murió y resucitó. Hagamos, pues, nuestra,<br />
su muerte y su resurrección, y vivamos vida de<br />
resucitados.<br />
Oración<br />
de <strong>la</strong> tarde<br />
MIERCOLES III DE PASCUA<br />
“Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio que<br />
no pasa… Y tal <strong>con</strong>venía que fuera nuestro Pontífice: santo,<br />
inocente, sin mancha, separado de los pecadores, y encumbrado<br />
sobre el cielo. El no necesita ofrecer sacrificios cada día como los<br />
sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los pecado propios, y<br />
después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre,<br />
ofreciéndose a sí mismo”. Hb.7.<br />
Todo el quehacer de Cristo Resucitado, es “ acercarnos<br />
a Dios” . En su humanidad divinizada, nos va<br />
divinizando a “ cuantos nos acercamos a él” . Ha sido<br />
<strong>con</strong>stituido “ Pontífice” , que une en sí mismo <strong>la</strong>s dos<br />
oril<strong>la</strong>s: <strong>la</strong> de Dios y <strong>la</strong> nuestra, desde un Pontificado<br />
permanente “ que no pasa” , y que actualiza en cada<br />
momento.<br />
En él y <strong>con</strong> él, estamos en un “ ofertorio” <strong>con</strong>tinuado,<br />
en una “ eucaristía” perfecta. Estamos en una celebración<br />
permanente, que él preside y nosotros <strong>con</strong>celebramos<br />
<strong>con</strong> él. Nuestro sacerdocio, es su sacer-<br />
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