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Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda

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SABADO SANTO<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> mañana<br />

“Así dice el Señor: en su aflicción madrugarán para buscarme y<br />

dirán ‘vamos a volver al Señor’. El, que nos despedazó, nos sanará.<br />

El, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará. Al tercero<br />

nos resucitará y viviremos de<strong>la</strong>nte de él”. Os.5.<br />

En <strong>la</strong> aflicción, vivida en <strong>la</strong> tragedia del día de ayer,<br />

“ hemos madrugado” para seguir viviendo el misterio<br />

de un amor que nos desbordó. No todo terminará en<br />

el sepulcro. “ Resucitará y viviremos de<strong>la</strong>nte de él” .<br />

Todo y todos quedaremos renovados en su muerte y<br />

en su resurrección.<br />

En esta mañana se impone el silencio que espera, y<br />

una respuesta que cuestione vidas anodinas y sin<br />

compromiso coherente y responsable. “ Volvamos al<br />

Señor” . Nos ha l<strong>la</strong>mado <strong>con</strong> voces que no se pueden<br />

perder en <strong>la</strong> indiferencia. La respuesta de amor, es<br />

una exigencia del amor.<br />

“Ya sabéis <strong>con</strong> qué os rescataron de ese proceder inútil recibido<br />

de vuestros padres. No <strong>con</strong> bienes efímeros, <strong>con</strong> oro ó p<strong>la</strong>ta, sino<br />

a precio de sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto<br />

antes de <strong>la</strong> creación del mundo y manifestado al final de los<br />

tiempos por vuestro bien. Por Cristo, vosotros creéis en Dios, que<br />

lo resucitó de entre los muertos, y le dio <strong>la</strong> gloria, y así habéis<br />

puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza”. 1P.1.<br />

En estas últimas horas de espera, se nos vuelve a<br />

recordar nuestro precio: “ no es el oro, ni <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta” .<br />

Somos el precio de <strong>la</strong> sangre de Dios, hecho hombre:<br />

Cristo Jesús. Recuerdo, que debe seguir impactándonos,<br />

para que nuestra vida de resucitados, sea <strong>la</strong><br />

nota que caracterice todo nuestro ser, y todo nuestro<br />

hacer.<br />

Celebraremos su resurrección. Pero celebrar su<br />

resu-rrección, sin nuestra resurrección, no es celebrar<br />

<strong>la</strong> resu-rrección de Cristo. Resucitó para resucitarnos.<br />

Su resu-rrección es fuerza para nuestra resurrección.<br />

Para eso nos compró <strong>con</strong> su sangre.<br />

121<br />

Oración<br />

de <strong>la</strong> tarde

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