Encuentro con la Palabra - Ciudad Redonda
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JUEVES V DE CUARESMA<br />
Oración<br />
de <strong>la</strong> mañana<br />
“Vemos a Cristo coronado de gloria y honor por haber padecido<br />
<strong>la</strong> muerte, pues por <strong>la</strong> gracia de Dios gustó <strong>la</strong> muerte para bien de<br />
todos. Convenía, en verdad, que aquel por quien es todo y para<br />
quien es todo, llevara muchos hijos a <strong>la</strong> gloria, perfeccionando<br />
meditante el sufrimiento, al que iba a guiarlos a <strong>la</strong> salvación”. Hb.2<br />
Cristo resucitado ha <strong>con</strong>seguido <strong>la</strong> corona del triunfo:<br />
nosotros somos <strong>la</strong> corona de su triunfo. Somos<br />
“ los muchos hijos, llevados a <strong>la</strong> gloria” . Pero antes,<br />
“ tuvo que gustar <strong>la</strong> muerte para bien nuestro” . Es<br />
cierto: el fin glorioso, nuestra salvación. Pero el<br />
camino, doloroso: su muerte. Así de sorprendentes<br />
son los caminos de Dios. Y en todos los caminos se<br />
nos va manifestando, lo que somos nosotros para él.<br />
La Semana Santa, que se nos acerca, va a ser <strong>la</strong> semana<br />
de <strong>la</strong>s grandes lecciones de Dios. Estemos<br />
atentos, y aprendamos esas lecciones. Darán sentido<br />
a nuestra vida, desde el acercarnos a <strong>la</strong>s sorpresas<br />
de Dios.<br />
“Jesús, para santificar al pueblo <strong>con</strong> su sangre, padeció fuera de<br />
<strong>la</strong> puerta. Así, pues, salgamos donde él, fuera del campamento, cargando<br />
<strong>con</strong> su oprobio, que no tenemos aquí ciudad permanente,<br />
sino que andamos buscando <strong>la</strong> del futuro. Ofrezcamos sin cesar,<br />
por medio de él, a Dios, un sacrificio de a<strong>la</strong>banza, es decir, el fruto<br />
de los <strong>la</strong>bios que celebran su nombre”. Hb.13.<br />
La muerte de Cristo, fue un sacrificio total. No se<br />
reservó nada. Y no hubo atenuantes para su dolor.<br />
Todas <strong>la</strong>s circunstancias agravaron ese momento tan<br />
espantoso, como fue el de su muerte. Todo “ para santificar<br />
al pueblo <strong>con</strong> su sangre” .<br />
Ante su entrega, es exigencia nuestra gratitud. No<br />
podemos quedarnos insensibles, ante tales manifestaciones<br />
de amor. Se impone el silencio, <strong>la</strong> reflexión.<br />
Pero un silencio y una reflexión, que sean pa<strong>la</strong>bra<br />
de asombro, de interrogante que nos interpele y nos<br />
cuestione. Un silencio que sea respuesta de amor.<br />
109<br />
Oración<br />
de <strong>la</strong> tarde