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SER Y TENER UN CUERPO MARIA BEATRIZ SIMÕES ROUCO ...

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por las paredes parcialmente destruidas, lo que rebelaba su angustia de licuación y<br />

pérdida del self. Por medio de su relato descubrí que él vivía en un piso pelado y dormía<br />

en el suelo sosteniendo un martillo para devolverle los ruidos a la ‘vecina’. Mi<br />

comprensión de su desvalimiento, de su angustia, de su insomnio – pues tenía que<br />

conscientemente crear y sustentar una divisoria que mantuviese su cruel vecina del otro<br />

lado - no era conscientemente admitidas por él, mas favoreció la retomada de su proceso<br />

de integración, que fue de manera concreta puesto en escena por medio de la actividad<br />

de revestir y decorar su piso. La mudanza de su ser para dentro de su cuerpo fue<br />

dramatizada por la instalación de un acuario dentro de su habitación y por su entusiasmo<br />

en identificar los peces mortíferos para separarlos de los pacíficos y así garantizar la<br />

sobrevivencia de ellos. Su mayor grado de integración le permitió descubrir que el<br />

insoportable “ruido que, de propósito, la vecina hacía de noche, para despertarlo” era<br />

producido por sus propios roncos.<br />

Una mujer no vista por su madre, desorganizada y nerviosa, pasó su infancia<br />

obedeciéndola y retrayéndose. Tuvo, inclusive, que vivir en casa de desconocidos en<br />

otra ciudad para cumplir el deseo materno de destacarse en una profesión que exige<br />

preparo precoz. En la adolescencia cambió radicalmente de actitud, explotando con<br />

quien afectase su autoestima y trasladó su sumisión para el objeto de amor. No<br />

confundiéndose del todo con él, una vez que ya alcanzara cierta integración del yo,<br />

temía perderlo y así renunciaba en cuestiones centrales para su realización personal.<br />

Solicitó mi ayuda por temer que sus recurrentes brotes hipocondriacos la llevasen a<br />

perderlo. En el análisis empezó a entender que eses surtos seguían episodios de<br />

sumisión que violaban su autoestima. Ellos desencadenaban un movimiento de<br />

desintegración del yo y somatizaciones interpretadas de manera hipocondriaca. O sea, la<br />

angustia de desintegración de su self era imaginariamente elaborada como fantasías<br />

sobre su cuerpo. Para eso contribuía también su dificultad de distinguir entre<br />

sensaciones físicas y sentimientos afectivos resultantes de déficit de atención materna.<br />

Se dio cuenta que al mirarse en el espejo percibía un cuerpo, pero no una persona; de<br />

que no era emocionalmente madura como los otros; la avergonzaba su dependencia e<br />

incontinencia afectivas; y pasó a luchar para ser menos reactiva y para imponer su<br />

verdadero self.<br />

El primero ejemplo muestra como en un caso grave de no-integración<br />

psicosomática, el ser reactivo no habita su cuerpo y no reconoce sus expresiones,

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