aldazabal, jose - do..

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18.05.2013 Views

50 Lo de la "dinastía de David" es una de esas decisiones de Dios relacionadas con nuestra historia. María estaba desposada con José, que era precisamente de "la estirpe de David", aunque venido a menos en lo social y en lo económico. Por eso el ángel dijo a María que a su hijo Dios le daría "el trono de David su padre". Jesús nació de una familia humana. No vino como un ángel extraño a nuestro mundo. El Mesías quiso tener raíces familiares concretas, nombre y apellido. María y José fueron los eslabones más próximos de una cadena que hace que Jesús sea hermano nuestro, arraigado en un pueblo, en una historia. Esta historia pequeña se convierte en Historia importante: por obra del Espíritu, María va a dar a luz al Hijo de Dios. Jesús será "hijo de David", pero, sobre todo, "Hijo de Dios". Hágase en mí según tu Palabra Una vez más, haremos bien en detenernos ante el sentido profundo de este diálogo entre Dios y María de Nazaret, por mediación del ángel. Dios nos revela sus planes de salvación, gratuitos y llenos de amor. Y María nos da ejemplo de una docilidad plena. Su aceptación "hágase en mí según tu palabra", se prolonga después en casa de su prima Isabel, en el canto del Magníficat, centrado en lo que ha hecho Dios en ella: "proclama mi alma... se alegra mi espíritu... ha hecho cosas grandes en mí...". Ahora es a nosotros, a los cristianos del siglo XXI, a quienes el ángel Gabriel nos anuncia lo que hace dos mil años anunció a María de Nazaret: que Dios quiere venir, que quiere nacer en nosotros, para bien de nuestro mundo de hoy. La iniciativa siempre es de él, no nuestra. David recibió una buena lección de parte de Dios: no somos nosotros, los hombres, los que le hacemos un favor a Dios con nuestro culto (o con la idea de levantar un Templo, cosa que finalmente haría el hijo de David, Salomón), sino que es él, Dios, quien siempre se nos adelanta y nos llena de sus bendiciones. También en nuestro caso es Dios quien toma la iniciativa: se puede decir que el Adviento lo está celebrando él más que nosotros, que es él quien nos está preparando para la Navidad y está deseando "venir" en plenitud a nuestra vida. Adviento 51 Podemos preguntarnos, como preguntó María: ¿cómo puede ser esto? Porque tal vez no acabamos de creer que este mundo tenga remedio y que sea posible su evangelización. La respuesta es la misma que se le dio a ella: con nuestras solas fuerzas, no podremos ni salvar el mundo ni transformarlo, pero con la fuerza del Espíritu de Dios, sí. También a nosotros nos dice el ángel que no tengamos miedo, porque Dios nos ayudará y para él "no hay nada imposible". Ojalá escuche hoy Dios una respuesta sincera y profunda de nuestra parte: "hágase en mí según tu palabra". Ojalá acojamos sinceramente en nuestra vida ese amor salvador de Dios. Que no falte el Invitado principal En vísperas ya de la fiesta de Navidad, los cristianos recibimos ánimos de esta Eucaristía para que nos preparemos debidamente a ella. No se trata tanto de preparar cosas, que también habrá que prepararlas, sino de prepararnos nosotros. María y José no pudieron ofrecer al Hijo ni una cuna hermosa ni una casa limpia para su nacimiento: pero se ofrecieron ellos mismos y le acogieron desde de la fe, que es la mejor acogida. Que no nos suceda a los cristianos lo que por desgracia parece a veces que pasa con otros: que se acuerdan de todos los detalles de la fiesta, pero tal vez se olvidan del Invitado principal, Dios mismo, y la alegría y la oración y el agradecimiento por la venida del Hijo de Dios a nuestra historia. Celebrar en cristiano la Navidad es superar la perspectiva de una "fiesta de invierno" o de una "fiesta en familia", que son cosas muy saludables, pero no suficientes. Celebrar la Navidad en cristiano es acoger lo profundo de ese Dios que se hace Dios-con-nosotros y quiere cambiar nuestra historia, de ese Cristo Jesús que se ha hecho nuestro Hermano y que permanece con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.

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Lo de la "dinastía de David" es una de esas decisiones de Dios relacionadas<br />

con nuestra historia. María estaba desposada con José, que era precisamente<br />

de "la estirpe de David", aunque veni<strong>do</strong> a menos en lo social y en lo económico.<br />

Por eso el ángel dijo a María que a su hijo Dios le daría "el trono<br />

de David su padre".<br />

Jesús nació de una familia humana. No vino como un ángel extraño a nuestro<br />

mun<strong>do</strong>. El Mesías quiso tener raíces familiares concretas, nombre y apelli<strong>do</strong>.<br />

María y José fueron los eslabones más próximos de una cadena que hace<br />

que Jesús sea hermano nuestro, arraiga<strong>do</strong> en un pueblo, en una historia.<br />

Esta historia pequeña se convierte en Historia importante: por obra del<br />

Espíritu, María va a dar a luz al Hijo de Dios. Jesús será "hijo de David",<br />

pero, sobre to<strong>do</strong>, "Hijo de Dios".<br />

Hágase en mí según tu Palabra<br />

Una vez más, haremos bien en detenernos ante el senti<strong>do</strong> profun<strong>do</strong> de este<br />

diálogo entre Dios y María de Nazaret, por mediación del ángel. Dios nos<br />

revela sus planes de salvación, gratuitos y llenos de amor. Y María nos<br />

da ejemplo de una <strong>do</strong>cilidad plena. Su aceptación "hágase en mí según tu<br />

palabra", se prolonga después en casa de su prima Isabel, en el canto del<br />

Magníficat, centra<strong>do</strong> en lo que ha hecho Dios en ella: "proclama mi alma...<br />

se alegra mi espíritu... ha hecho cosas grandes en mí...".<br />

Ahora es a nosotros, a los cristianos del siglo XXI, a quienes el ángel<br />

Gabriel nos anuncia lo que hace <strong>do</strong>s mil años anunció a María de Nazaret:<br />

que Dios quiere venir, que quiere nacer en nosotros, para bien de nuestro<br />

mun<strong>do</strong> de hoy.<br />

La iniciativa siempre es de él, no nuestra. David recibió una buena lección<br />

de parte de Dios: no somos nosotros, los hombres, los que le hacemos un<br />

favor a Dios con nuestro culto (o con la idea de levantar un Templo, cosa<br />

que finalmente haría el hijo de David, Salomón), sino que es él, Dios, quien<br />

siempre se nos adelanta y nos llena de sus bendiciones. También en nuestro<br />

caso es Dios quien toma la iniciativa: se puede decir que el Adviento lo está<br />

celebran<strong>do</strong> él más que nosotros, que es él quien nos está preparan<strong>do</strong> para la<br />

Navidad y está desean<strong>do</strong> "venir" en plenitud a nuestra vida.<br />

Adviento 51<br />

Podemos preguntarnos, como preguntó María: ¿cómo puede ser esto?<br />

Porque tal vez no acabamos de creer que este mun<strong>do</strong> tenga remedio y que<br />

sea posible su evangelización. La respuesta es la misma que se le dio a ella:<br />

con nuestras solas fuerzas, no podremos ni salvar el mun<strong>do</strong> ni transformarlo,<br />

pero con la fuerza del Espíritu de Dios, sí. También a nosotros nos dice el<br />

ángel que no tengamos mie<strong>do</strong>, porque Dios nos ayudará y para él "no hay<br />

nada imposible".<br />

Ojalá escuche hoy Dios una respuesta sincera y profunda de nuestra parte:<br />

"hágase en mí según tu palabra". Ojalá acojamos sinceramente en nuestra<br />

vida ese amor salva<strong>do</strong>r de Dios.<br />

Que no falte el Invita<strong>do</strong> principal<br />

En vísperas ya de la fiesta de Navidad, los cristianos recibimos ánimos de<br />

esta Eucaristía para que nos preparemos debidamente a ella.<br />

No se trata tanto de preparar cosas, que también habrá que prepararlas, sino<br />

de prepararnos nosotros. María y José no pudieron ofrecer al Hijo ni una<br />

cuna hermosa ni una casa limpia para su nacimiento: pero se ofrecieron ellos<br />

mismos y le acogieron desde de la fe, que es la mejor acogida.<br />

Que no nos suceda a los cristianos lo que por desgracia parece a veces que<br />

pasa con otros: que se acuerdan de to<strong>do</strong>s los detalles de la fiesta, pero tal<br />

vez se olvidan del Invita<strong>do</strong> principal, Dios mismo, y la alegría y la oración<br />

y el agradecimiento por la venida del Hijo de Dios a nuestra historia.<br />

Celebrar en cristiano la Navidad es superar la perspectiva de una "fiesta de<br />

invierno" o de una "fiesta en familia", que son cosas muy saludables, pero<br />

no suficientes. Celebrar la Navidad en cristiano es acoger lo profun<strong>do</strong> de<br />

ese Dios que se hace Dios-con-nosotros y quiere cambiar nuestra historia,<br />

de ese Cristo Jesús que se ha hecho nuestro Hermano y que permanece con<br />

nosotros to<strong>do</strong>s los días, hasta el final de los tiempos.

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