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468<br />
Deuteronomio 4,32-34.39-40. El Señor es el único Dios,<br />
allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro<br />
En este último libro del Pentateuco, el Deuteronomio (= "segunda ley"),<br />
leemos las recomendaciones de Moisés para que su pueblo siga los<br />
mandamientos de Dios, que habían pacta<strong>do</strong> con él en la primera Alianza<br />
del Sinaí.<br />
Moisés muestra cómo es ese Dios en quien creemos. Un Dios to<strong>do</strong>poderoso<br />
-"el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra: no hay<br />
otro"- que "creó al hombre sobre la tierra", pero a la vez un Dios cercano<br />
que ha elegi<strong>do</strong> a los israelitas de entre to<strong>do</strong>s los pueblos, les ha habla<strong>do</strong>,<br />
y sobre to<strong>do</strong> les ha libera<strong>do</strong> de la esclavitud "con mano fuerte y brazo<br />
poderoso".<br />
Por eso, cumplir sus mandamientos es el único camino para la felicidad.<br />
El salmista se alegra de esta actuación salva<strong>do</strong>ra de Dios. Por una parte, es<br />
el crea<strong>do</strong>r: "la palabra del Señor hizo el cielo... él lo dijo y existió", pero,<br />
sobre to<strong>do</strong>, es nuestro salva<strong>do</strong>r: "él es nuestro auxilio y escu<strong>do</strong>". Por eso<br />
exclama: "dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad".<br />
Romanos 8,14-17. Habéis recibi<strong>do</strong> un espíritu de hijos a<strong>do</strong>ptivos,<br />
que nos hace gritar "Abba, Padre"<br />
En este capítulo de la carta a los Romanos, Pablo expone su entusiasta<br />
concepción sobre lo que significa el Espíritu en nuestras vidas.<br />
El primer <strong>do</strong>n que nos hace a los creyentes este Espíritu es la filiación<br />
a<strong>do</strong>ptiva: "los que se dejan llevar por él esos son hijos de Dios", y es él<br />
quien "nos hace gritar: Abba, Padre".<br />
Ser hijos en la familia de Dios tiene otras consecuencias a cual más<br />
esperanza<strong>do</strong>ras: "si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y<br />
coherederos con Cristo".<br />
El tiempo ordinario 469<br />
Mateo 28,16-20. Bautiza<strong>do</strong>s en el nombre<br />
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo<br />
El final del evangelio de Mateo nos anuncia la misión que Jesús encomendó<br />
a la Iglesia, antes de su despedida. Es una misión triple: evangeliza<strong>do</strong>ra ("id<br />
y haced discípulos"), celebrativa ("bautizán<strong>do</strong>los en el nombre del Padre y<br />
del Hijo y del Espíritu Santo") y vivencial ("enseñán<strong>do</strong>les a guardar to<strong>do</strong><br />
lo que os he manda<strong>do</strong>").<br />
El que los converti<strong>do</strong>s a la fe sean bautiza<strong>do</strong>s "en el nombre del Padre y<br />
del Hijo y del Espíritu", que es el motivo de la elección de este pasaje para<br />
hoy, no quiere necesariamente referirse a la "fórmula" que hay que decir<br />
en el bautizo (porque en otros lugares del NT se habla también de "bautizar<br />
en el nombre de Jesús"), sino que el creyente queda inserta<strong>do</strong> en la familia<br />
cristiana, la eclesial, que es la comunidad del Dios Trino. En oposición, por<br />
ejemplo, al bautismo sólo "en nombre de Juan".<br />
-II-<br />
El misterio de un Dios Trascendente<br />
En las últimas décadas se ha da<strong>do</strong> en la Iglesia una interesante acentuación<br />
del carácter "trinitario" de nuestra vida. El Catecismo de la Iglesia<br />
Católica, del año 1992, nos sitúa continuamente, sobre to<strong>do</strong> cuan<strong>do</strong> habla<br />
de la celebración litúrgica, en una relación explícita con el Dios Trino,<br />
ponien<strong>do</strong>, sobre to<strong>do</strong>, un énfasis en el Espíritu que no habían destaca<strong>do</strong><br />
otros <strong>do</strong>cumentos anteriores, ni siquiera el Vaticano II. Cuan<strong>do</strong> Juan Pablo<br />
II nos convocó para el Jubileo del año 2000, lo fuimos preparan<strong>do</strong> con un<br />
año "dedica<strong>do</strong>" a cada una de las Personas de la Trinidad, para concluir con<br />
el año jubilar centra<strong>do</strong> en las tres.<br />
Pero ¿quién es Dios? ¿cómo es ese Dios en quien creemos? No es<br />
indiferente la imagen que tenemos de Dios. De ella depende en gran parte<br />
nuestra relación con él: relación de criaturas, de esclavos o de hijos.