aldazabal, jose - do..
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460 Sea cual sea la interpretación que hay que dar a este anuncio de proximidad del final, lo que sí es seguro lo que añade a continuación: "el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Como proclamamos en el Credo: "desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos". Es bueno mirar al futuro Es bueno que miremos al futuro, que nuestra vida esté orientada hacia nuestro encuentro con ese Jesús que es Salvador y será también nuestro Juez. Nuestra vida es como una peregrinación. El que peregrina tiene siempre en cuenta, no sólo por dónde va, sino también a dónde se dirige, cuál es la meta de su viaje. Igual que un deportista mira desde el comienzo a la meta. Igual que un estudiante tiene la mirada puesta en el examen final. Todo este discurso de Jesús nos quiere urgir a la vigilancia, a la confianza, al trabajo. No pretende tanto describir el futuro, sino darnos consignas serias para el presente. El versículo inmediatamente anterior al pasaje de hoy nos invita precisamente a la vigilancia: empezamos por el v. 24, pero el v. 23 dice: "vosotros estad sobre aviso". Lo importante no es saber "cuándo" y "cómo" sucederán estas cosas del final, ni para el cosmos ni para la humanidad ni para cada uno de nosotros. Sino estar preparados para que, cuando suceda, nos encuentre el Señor dignos de ser admitidos en su Reino. Las cosas que sucederán al final del mundo, o en el momento de nuestra muerte, ya nos están sucediendo día a día. Nuestro futuro está ya en nosotros, en el camino que estamos llevando. Podemos mirar con respeto y miedo a ese Cristo glorioso que viene a juzgar a todos los pueblos. Pero también podemos contemplarlo con confianza: el que vendrá como Juez es el mismo en quien creemos, a quien escuchamos, a quien intentamos seguir, a quien recibimos en la Eucaristía. Estas lecturas no quieren llenarnos de angustia, sino que nos están anunciando la victoria y la salvación. Eso sí, invitándonos a la vigilancia y a la seriedad en nuestro camino. Para que estemos siempre preparados al encuentro con él, sea cuando sea. El tiempo ordinario Cuando celebramos la Eucaristía, se nos va educando a tener esta mirada hacia el futuro. El sacerdote dice que la comunidad eclesial es "peregrina en la tierra" y le pide a Dios, en nombre de todos, que nos libre de todo mal "mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo". La comunidad, inmediatamente después de las palabras de la consagración, aclama a Cristo diciendo que anunciamos su muerte y proclamamos su resurrección (esa es la mirada hacia el "ayer" de la Pascua) y añadimos: "ven, Señor Jesús", que es nuestra mirada al futuro. Exactamente lo que decía Pablo a los Corintios: "cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que venga" (ICo 11,26). 461
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Sea cual sea la interpretación que hay que dar a este anuncio de proximidad<br />
del final, lo que sí es seguro lo que añade a continuación: "el cielo y la<br />
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Como proclamamos en el<br />
Cre<strong>do</strong>: "desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos".<br />
Es bueno mirar al futuro<br />
Es bueno que miremos al futuro, que nuestra vida esté orientada hacia<br />
nuestro encuentro con ese Jesús que es Salva<strong>do</strong>r y será también nuestro<br />
Juez.<br />
Nuestra vida es como una peregrinación. El que peregrina tiene siempre<br />
en cuenta, no sólo por dónde va, sino también a dónde se dirige, cuál es la<br />
meta de su viaje. Igual que un deportista mira desde el comienzo a la meta.<br />
Igual que un estudiante tiene la mirada puesta en el examen final.<br />
To<strong>do</strong> este discurso de Jesús nos quiere urgir a la vigilancia, a la confianza,<br />
al trabajo. No pretende tanto describir el futuro, sino darnos consignas<br />
serias para el presente. El versículo inmediatamente anterior al pasaje de<br />
hoy nos invita precisamente a la vigilancia: empezamos por el v. 24, pero<br />
el v. 23 dice: "vosotros estad sobre aviso".<br />
Lo importante no es saber "cuán<strong>do</strong>" y "cómo" sucederán estas cosas del<br />
final, ni para el cosmos ni para la humanidad ni para cada uno de nosotros.<br />
Sino estar prepara<strong>do</strong>s para que, cuan<strong>do</strong> suceda, nos encuentre el Señor<br />
dignos de ser admiti<strong>do</strong>s en su Reino. Las cosas que sucederán al final<br />
del mun<strong>do</strong>, o en el momento de nuestra muerte, ya nos están sucedien<strong>do</strong><br />
día a día. Nuestro futuro está ya en nosotros, en el camino que estamos<br />
llevan<strong>do</strong>.<br />
Podemos mirar con respeto y mie<strong>do</strong> a ese Cristo glorioso que viene a juzgar<br />
a to<strong>do</strong>s los pueblos. Pero también podemos contemplarlo con confianza: el<br />
que vendrá como Juez es el mismo en quien creemos, a quien escuchamos,<br />
a quien intentamos seguir, a quien recibimos en la Eucaristía. Estas<br />
lecturas no quieren llenarnos de angustia, sino que nos están anuncian<strong>do</strong> la<br />
victoria y la salvación. Eso sí, invitán<strong>do</strong>nos a la vigilancia y a la seriedad<br />
en nuestro camino. Para que estemos siempre prepara<strong>do</strong>s al encuentro con<br />
él, sea cuan<strong>do</strong> sea.<br />
El tiempo ordinario<br />
Cuan<strong>do</strong> celebramos la Eucaristía, se nos va educan<strong>do</strong> a tener esta mirada<br />
hacia el futuro. El sacer<strong>do</strong>te dice que la comunidad eclesial es "peregrina<br />
en la tierra" y le pide a Dios, en nombre de to<strong>do</strong>s, que nos libre de to<strong>do</strong> mal<br />
"mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salva<strong>do</strong>r Jesucristo".<br />
La comunidad, inmediatamente después de las palabras de la consagración,<br />
aclama a Cristo dicien<strong>do</strong> que anunciamos su muerte y proclamamos su<br />
resurrección (esa es la mirada hacia el "ayer" de la Pascua) y añadimos:<br />
"ven, Señor Jesús", que es nuestra mirada al futuro. Exactamente lo que<br />
decía Pablo a los Corintios: "cada vez que coméis este pan y bebéis este<br />
cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que venga" (ICo 11,26).<br />
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