aldazabal, jose - do..
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436 radicalmente opuesta: piden los puestos de honor en el Reino que intuyen está a punto de inaugurarse (el evangelio de Mateo dice que fue la madre de los dos la que hizo la petición, aunque también allí Jesús responde a los dos apóstoles, no a la madre). Es lógico el enfado de los otros diez, porque veían peligrar sus deseos, a los que los dos se anticipaban. La respuesta de Jesús habla de la "copa" y del "bautismo", ambos términos símbolo de la desgracia y la muerte ("aparta de mí este cáliz": Me 14,36), a lo que los dos contestan, un poco presuntuosamente, que sí son capaces de beber esa copa y ser bautizados en la muerte, como el Maestro. A continuación Jesús les da la lección de cómo hay que entender los primeros puestos: "el que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos". Se pone a sí mismo como modelo: "el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos". -II- Jesús, el Siervo y el Sacerdote entregado por todos Hoy las tres lecturas se puede decir que presentan un admirable paralelismo. Isaías anuncia un Siervo "triturado por el sufrimiento", que "entrega su vida como expiación", o sea, como ofrenda "vicaria" que él ofrece por todos los demás, que eran quienes con su pecado habían abierto un abismo entre Dios y la humanidad: "mi Siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos". En el evangelio hemos escuchado eso mismo, pero ahora aplicado a Jesús por él mismo: "el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos". Eso lo demostró a lo largo de su vida y sobre todo en la cruz. La carta a los Hebreos interpreta la entrega de Jesús desde la clave del sacerdocio. El Mediador (Sacerdote) que tenemos ante el Padre, sabe lo difícil que es nuestra vida. Él experimentó el trabajo y el cansancio, El tiempo ordinario 437 la soledad y la amistad, las incomprensiones y los éxitos, el dolor y la muerte: "ha sido probado en todo exactamente como nosotros". Por eso puede com-padecerse de nosotros, porque se ha acercado hasta las raíces mismas de nuestro ser. Por eso es un buen Pontífice (el que hace de puente) y Mediador, y nos puede ayudar en los momentos de fracaso: es "capaz de compadecerse de nuestras debilidades". Eso es lo que nos da confianza para presentarnos ante Dios y alcanzar su misericordia. ¿Servidores o en los primeros puestos? Jesús aprovecha la ocasión para darles una lección sobre la actitud que sus seguidores deben tener en la vida, siguiendo el ejemplo que les da él mismo. Critica el modelo de las autoridades políticas, que entienden su autoridad como dominio y tiranía. Jesús dice a los doce -antes de dar esta lección reúne a todos- que sus seguidores deben buscar los últimos puestos, no los primeros. Servir, y no pretender que les sirvan. A los dos apóstoles ambiciosos les asegura que sí tendrán que compartir su cruz (uno de ellos, Santiago, bien pronto), pero que no vayan buscando puestos de honor. A todos nos gusta más ser servidos que servir. Ocupar los primeros lugares que los últimos. ¿A quién le gusta ser esclavo de todos? Más bien buscamos poder esclavizar a otros, si podemos. En eso nos parecemos a Santiago y a Juan, que, en evidente contraste con lo que Jesús enseña, y entendiendo y el Reino en una clave terrena y política, presentan su candidatura a los primeros puestos de honor. El mal uso de la autoridad no sólo habría que referirlo al ámbito social y político, que nombra Jesús, sino también al familiar o comunitario o eclesial. Todos tenemos la tentación de dominar y tiranizar a los demás, si se dejan. La Iglesia, toda entera, como comunidad de Jesús, debe ser servidora de la Humanidad, y no su dueña y señora. No apoyada en el poder, sino dispuesta al amor servicial, animada por el ejemplo de Jesús en el lavatorio de la Última Cena. Pero todos somos destinatarios de la lección. Porque todos, más o menos conscientemente, ambicionamos puestos de honor en nuestro seguimiento de Jesús. Tampoco nosotros, en nuestra vida familiar o comunitaria,
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radicalmente opuesta: piden los puestos de honor en el Reino que intuyen<br />
está a punto de inaugurarse (el evangelio de Mateo dice que fue la madre<br />
de los <strong>do</strong>s la que hizo la petición, aunque también allí Jesús responde a los<br />
<strong>do</strong>s apóstoles, no a la madre). Es lógico el enfa<strong>do</strong> de los otros diez, porque<br />
veían peligrar sus deseos, a los que los <strong>do</strong>s se anticipaban.<br />
La respuesta de Jesús habla de la "copa" y del "bautismo", ambos términos<br />
símbolo de la desgracia y la muerte ("aparta de mí este cáliz": Me 14,36), a<br />
lo que los <strong>do</strong>s contestan, un poco presuntuosamente, que sí son capaces de<br />
beber esa copa y ser bautiza<strong>do</strong>s en la muerte, como el Maestro.<br />
A continuación Jesús les da la lección de cómo hay que entender los<br />
primeros puestos: "el que quiera ser grande, sea vuestro servi<strong>do</strong>r, y el<br />
que quiera ser primero, sea esclavo de to<strong>do</strong>s". Se pone a sí mismo como<br />
modelo: "el Hijo de hombre no ha veni<strong>do</strong> para que le sirvan sino para<br />
servir y dar su vida en rescate por to<strong>do</strong>s".<br />
-II-<br />
Jesús, el Siervo y el Sacer<strong>do</strong>te entrega<strong>do</strong> por to<strong>do</strong>s<br />
Hoy las tres lecturas se puede decir que presentan un admirable<br />
paralelismo.<br />
Isaías anuncia un Siervo "tritura<strong>do</strong> por el sufrimiento", que "entrega su<br />
vida como expiación", o sea, como ofrenda "vicaria" que él ofrece por<br />
to<strong>do</strong>s los demás, que eran quienes con su peca<strong>do</strong> habían abierto un abismo<br />
entre Dios y la humanidad: "mi Siervo justificará a muchos porque cargó<br />
con los crímenes de ellos".<br />
En el evangelio hemos escucha<strong>do</strong> eso mismo, pero ahora aplica<strong>do</strong> a Jesús<br />
por él mismo: "el Hijo del hombre no ha veni<strong>do</strong> para que le sirvan, sino<br />
para servir y dar su vida en rescate por to<strong>do</strong>s". Eso lo demostró a lo largo<br />
de su vida y sobre to<strong>do</strong> en la cruz.<br />
La carta a los Hebreos interpreta la entrega de Jesús desde la clave del<br />
sacer<strong>do</strong>cio. El Media<strong>do</strong>r (Sacer<strong>do</strong>te) que tenemos ante el Padre, sabe<br />
lo difícil que es nuestra vida. Él experimentó el trabajo y el cansancio,<br />
El tiempo ordinario 437<br />
la soledad y la amistad, las incomprensiones y los éxitos, el <strong>do</strong>lor y la<br />
muerte: "ha si<strong>do</strong> proba<strong>do</strong> en to<strong>do</strong> exactamente como nosotros". Por eso<br />
puede com-padecerse de nosotros, porque se ha acerca<strong>do</strong> hasta las raíces<br />
mismas de nuestro ser. Por eso es un buen Pontífice (el que hace de puente)<br />
y Media<strong>do</strong>r, y nos puede ayudar en los momentos de fracaso: es "capaz<br />
de compadecerse de nuestras debilidades". Eso es lo que nos da confianza<br />
para presentarnos ante Dios y alcanzar su misericordia.<br />
¿Servi<strong>do</strong>res o en los primeros puestos?<br />
Jesús aprovecha la ocasión para darles una lección sobre la actitud que sus<br />
segui<strong>do</strong>res deben tener en la vida, siguien<strong>do</strong> el ejemplo que les da él mismo.<br />
Critica el modelo de las autoridades políticas, que entienden su autoridad<br />
como <strong>do</strong>minio y tiranía. Jesús dice a los <strong>do</strong>ce -antes de dar esta lección<br />
reúne a to<strong>do</strong>s- que sus segui<strong>do</strong>res deben buscar los últimos puestos, no<br />
los primeros. Servir, y no pretender que les sirvan. A los <strong>do</strong>s apóstoles<br />
ambiciosos les asegura que sí tendrán que compartir su cruz (uno de ellos,<br />
Santiago, bien pronto), pero que no vayan buscan<strong>do</strong> puestos de honor.<br />
A to<strong>do</strong>s nos gusta más ser servi<strong>do</strong>s que servir. Ocupar los primeros lugares<br />
que los últimos. ¿A quién le gusta ser esclavo de to<strong>do</strong>s? Más bien buscamos<br />
poder esclavizar a otros, si podemos. En eso nos parecemos a Santiago y<br />
a Juan, que, en evidente contraste con lo que Jesús enseña, y entendien<strong>do</strong><br />
y el Reino en una clave terrena y política, presentan su candidatura a los<br />
primeros puestos de honor.<br />
El mal uso de la autoridad no sólo habría que referirlo al ámbito social<br />
y político, que nombra Jesús, sino también al familiar o comunitario o<br />
eclesial. To<strong>do</strong>s tenemos la tentación de <strong>do</strong>minar y tiranizar a los demás,<br />
si se dejan. La Iglesia, toda entera, como comunidad de Jesús, debe ser<br />
servi<strong>do</strong>ra de la Humanidad, y no su dueña y señora. No apoyada en el<br />
poder, sino dispuesta al amor servicial, animada por el ejemplo de Jesús en<br />
el lavatorio de la Última Cena.<br />
Pero to<strong>do</strong>s somos destinatarios de la lección. Porque to<strong>do</strong>s, más o menos<br />
conscientemente, ambicionamos puestos de honor en nuestro seguimiento<br />
de Jesús. Tampoco nosotros, en nuestra vida familiar o comunitaria,