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otras con una permisividad mucho mayor (prácticamente por cualquier<br />
cosa que desagradara al mari<strong>do</strong>). En to<strong>do</strong> caso, dar el "acta de repudio" era<br />
mejor que rechazar a la mujer sin más, sin ningún derecho legal. Eso sí,<br />
esta ley era unilateral: sólo el mari<strong>do</strong> podía dar ese repudio.<br />
Jesús vuelve a las fuentes, apela a la que según el Génesis había si<strong>do</strong> la<br />
voluntad originaria de Dios y establece su clara negativa al divorcio: "si<br />
uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra<br />
la primera". Y añade una cosa que no esperarían sus interlocutores, que<br />
tampoco la mujer puede tomar esa iniciativa: "y si ella se divorcia de su<br />
mari<strong>do</strong> y se casa con otro, comete adulterio". Esta última posibilidad no<br />
era ni contemplada entre los judíos del tiempo. En ambos casos queda<br />
desautorizada por Jesús.<br />
Jesús supera la mera legalidad de la época y establece para los suyos<br />
el principio: "lo que Dios ha uni<strong>do</strong>, que no lo separe el hombre". Él es<br />
consciente que al dar esta norma está desautorizan<strong>do</strong> la ley de Moisés y<br />
pidien<strong>do</strong> algo muy difícil.<br />
Juan el Bautista murió por haber denuncia<strong>do</strong> que Herodes se había<br />
separa<strong>do</strong> de su legítima mujer y vivía con la de su hermano. También Pablo,<br />
hablan<strong>do</strong> a los cristianos de Corinto, les dice: "en cuanto a los casa<strong>do</strong>s, les<br />
ordeno, no yo sino el Señor, que la mujer no se separe del mari<strong>do</strong>; mas en<br />
el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su<br />
mari<strong>do</strong>, y que el mari<strong>do</strong> no despida a su mujer" (ICo 7,10-11).<br />
Sigue vigente para los cristianos esta misma voluntad contraria al<br />
divorcio, a pesar de que las leyes civiles hayan decidi<strong>do</strong> en muchos lugares<br />
despenalizarlo y a pesar de que se multiplican las separaciones y se constata<br />
una crisis de la institución matrimonial. Una cosa es que las leyes permitan<br />
o despenalicen el divorcio y otra, que los cristianos podamos olvidar la<br />
<strong>do</strong>ctrina de Jesús y la voluntad radical de Dios. La indisolubilidad del<br />
matrimonio no la ha decidi<strong>do</strong> la Iglesia (como, por ejemplo, el celibato de<br />
los sacer<strong>do</strong>tes en la Iglesia latina), ni una escuela de teólogos, sino Dios<br />
mismo, desde su proyecto inicial.<br />
Los cristianos tendrían que celebrar el sacramento del matrimonio tenien<strong>do</strong><br />
un concepto más exacto del amor entre hombre y mujer, que pide que<br />
El tiempo ordinario 425<br />
ambos caminen juntos en un programa común de maduración y de mutua<br />
tolerancia. El criterio de un cristiano para juzgar sobre este importante<br />
tema no se puede basar en la evolución social o en las tendencias de una<br />
época, sino en la perspectiva de Dios. Lo que pasa es que en el mun<strong>do</strong> de<br />
hoy encontramos especiales dificultades para una fidelidad duradera, en<br />
este y en otros ámbitos. Estamos influi<strong>do</strong>s por una sociedad de consumo,<br />
que gasta y tira y cambia y busca nuevas sensaciones. Vamos perdien<strong>do</strong><br />
la capacidad de un amor total, de un compromiso de por vida, a imagen<br />
de la Alianza que Dios mantiene con la humanidad y Cristo con la Iglesia.<br />
Estamos más inclina<strong>do</strong>s a una especie de "voluntaria<strong>do</strong>" por unos años, sin<br />
comprometernos de por vida.<br />
Una de las razones del deterioro de esta fidelidad es la poca preparación y la<br />
poca madurez humana que algunos llevan al matrimonio, hasta el punto de<br />
que se pueda dudar seriamente en no pocos casos de la validez del mismo.<br />
Lo que explica las muchas declaraciones de nulidad matrimonial que tiene<br />
que certificar la Iglesia, que no es lo mismo que conceder el divorcio.<br />
£1 lugar de los niños<br />
Al parecer no tiene ninguna relación con el tema anterior, del matrimonio<br />
y el divorcio, lo que Marcos nos cuenta a continuación sobre cómo trataba<br />
Jesús a los niños ("los abrazaba y los bendecía imponién<strong>do</strong>les las manos")<br />
y la defensa que hizo de ellos.<br />
Ante to<strong>do</strong>, tuvo que reprender a sus discípulos porque perdían fácilmente<br />
la paciencia con los niños: "dejad que los niños se acerquen a mí". En<br />
aquel tiempo los niños eran mucho menos considera<strong>do</strong>s en la sociedad que<br />
ahora, en que incluso por ley son protegi<strong>do</strong>s y hasta "mima<strong>do</strong>s".<br />
Jesús cambia este mo<strong>do</strong> de actuar. No sólo los trata con cariño, sino que<br />
los pone como modelos para los que quieran "entrar en el reino de Dios".<br />
¿Qué cualidades ve él en los niños para ponerles como modelos? Tal vez<br />
no la inocencia o la humildad, porque ya en su tiempo los niños dejarían<br />
mucho que desear en ese campo. Probablemente, según los entendi<strong>do</strong>s, lo<br />
que alaba Jesús en los niños es la disponibilidad, la actitud de dependencia<br />
y receptividad con que reciben de los mayores cualquier <strong>do</strong>n: el reino de