aldazabal, jose - do..

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18.05.2013 Views

400 (funerales, bodas). No es de extrañar que el Vaticano II, en el documento de liturgia, tuviera que mandar que "en la liturgia no se hará acepción de personas o de condición social, ni en las ceremonias en el ornato exterior" (SC 32). Pero en nuestra vida comunitaria y social podemos seguir faltando a esta regla de oro. Como en la historia ha existido el nepotismo y el favoritismo, o el que ahora llamamos "tráfico de influencias", también nosotros podemos tratar bien a unas personas marginando a otras, usando medidas distintas según los casos, siguiendo el criterio de ricos y pobres, o según la raza o la lengua o la cultura o la simpatía o el interés que nos despierten. ¿A quién no le gusta salir en la foto al lado de personas famosas? Es la regla que se sigue en el mundo: se honra a los ricos, a los que han tenido éxito, a los famosos. A los otros, no. Dios quiere a todos, hace salir el sol sobre buenos y malos, y si por alguna muestra preferencia, es por las personas sencillas y humildes. Cristo se entregó por todos. Todos somos imagen de Dios. Todos somos hermanos. Una persona, por rica o simpática que sea, no es más que otra. En todo caso, tanto la preferencia de Dios como la de Cristo iban a favor de los pobres y los que han tenido poca suerte en la vida. No precisamente de los ricos, que ya están pagados de sí mismos. Tendríamos que tratar igual a un pobre, a un emigrante, a un desconocido, que a un rico o un amigo. Antes de ir a comulgar, el darnos la mano como gesto de paz con los que tenemos al lado, conocidos o no, de la misma edad y condición social o no, es un ejercicio de universalidad y fraternidad que nos puede ir corrigiendo precisamente de esta acepción de personas que critica Santiago. Al dar la mano indistintamente a personas simpáticas o no, cercanas o no, lo hacemos pensando que Cristo se ha entregado por nosotros tanto como por los demás y que ahora vamos acudir a comulgar con él unos y otros. Si Cristo les acoge, ¿quiénes somos nosotros para hacer discriminaciones humillantes? DOMINGO 24 DEL TIEMPO ORDINARIO -I- Punto crucial en el evangelio de Marcos Dicen los entendidos que el pasaje que leemos hoy en el evangelio de Marcos es como el final de su primera parte y punto de flexión hacia la segunda. Pronto dejará Galilea y emprenderá la subida a Jerusalén. Había empezado el libro anunciando: "comienzo del evangelio de Jesús el Cristo (el Mesías), Hijo de Dios". Hoy leemos la primera confesión clara de Pedro: "Tú eres el Mesías". Al final escucharemos la sorprendente afirmación del centurión romano: "verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Mesías e Hijo de Dios. También leemos hoy el primero de los anuncios que Jesús hace, "con toda claridad", de su pasión, muerte y resurrección, preparada por el canto del Siervo de Isaías, y la reacción espontánea de Pedro. Estamos en el punto central del evangelio: se trata de la recta interpretación de la persona y de la misión de Jesús. Isaías 50, 5-9a. Ofrecí la espalda a los que me apaleaban De los cuatro "cantos del Siervo de Yahvé" que nos ofrece Isaías, leemos hoy el tercero, en el que subraya expresivamente las contradicciones que

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(funerales, bodas). No es de extrañar que el Vaticano II, en el <strong>do</strong>cumento<br />

de liturgia, tuviera que mandar que "en la liturgia no se hará acepción de<br />

personas o de condición social, ni en las ceremonias en el ornato exterior"<br />

(SC 32).<br />

Pero en nuestra vida comunitaria y social podemos seguir faltan<strong>do</strong> a esta<br />

regla de oro. Como en la historia ha existi<strong>do</strong> el nepotismo y el favoritismo,<br />

o el que ahora llamamos "tráfico de influencias", también nosotros<br />

podemos tratar bien a unas personas marginan<strong>do</strong> a otras, usan<strong>do</strong> medidas<br />

distintas según los casos, siguien<strong>do</strong> el criterio de ricos y pobres, o según la<br />

raza o la lengua o la cultura o la simpatía o el interés que nos despierten. ¿A<br />

quién no le gusta salir en la foto al la<strong>do</strong> de personas famosas? Es la regla<br />

que se sigue en el mun<strong>do</strong>: se honra a los ricos, a los que han teni<strong>do</strong> éxito, a<br />

los famosos. A los otros, no.<br />

Dios quiere a to<strong>do</strong>s, hace salir el sol sobre buenos y malos, y si por alguna<br />

muestra preferencia, es por las personas sencillas y humildes. Cristo se<br />

entregó por to<strong>do</strong>s. To<strong>do</strong>s somos imagen de Dios. To<strong>do</strong>s somos hermanos.<br />

Una persona, por rica o simpática que sea, no es más que otra. En to<strong>do</strong><br />

caso, tanto la preferencia de Dios como la de Cristo iban a favor de los<br />

pobres y los que han teni<strong>do</strong> poca suerte en la vida. No precisamente de los<br />

ricos, que ya están paga<strong>do</strong>s de sí mismos.<br />

Tendríamos que tratar igual a un pobre, a un emigrante, a un desconoci<strong>do</strong>,<br />

que a un rico o un amigo. Antes de ir a comulgar, el darnos la mano como<br />

gesto de paz con los que tenemos al la<strong>do</strong>, conoci<strong>do</strong>s o no, de la misma<br />

edad y condición social o no, es un ejercicio de universalidad y fraternidad<br />

que nos puede ir corrigien<strong>do</strong> precisamente de esta acepción de personas<br />

que critica Santiago. Al dar la mano indistintamente a personas simpáticas<br />

o no, cercanas o no, lo hacemos pensan<strong>do</strong> que Cristo se ha entrega<strong>do</strong> por<br />

nosotros tanto como por los demás y que ahora vamos acudir a comulgar<br />

con él unos y otros. Si Cristo les acoge, ¿quiénes somos nosotros para<br />

hacer discriminaciones humillantes?<br />

DOMINGO 24 DEL TIEMPO ORDINARIO<br />

-I-<br />

Punto crucial en el evangelio de Marcos<br />

Dicen los entendi<strong>do</strong>s que el pasaje que leemos hoy en el evangelio de<br />

Marcos es como el final de su primera parte y punto de flexión hacia la<br />

segunda. Pronto dejará Galilea y emprenderá la subida a Jerusalén.<br />

Había empeza<strong>do</strong> el libro anuncian<strong>do</strong>: "comienzo del evangelio de Jesús<br />

el Cristo (el Mesías), Hijo de Dios". Hoy leemos la primera confesión<br />

clara de Pedro: "Tú eres el Mesías". Al final escucharemos la sorprendente<br />

afirmación del centurión romano: "verdaderamente este hombre era Hijo<br />

de Dios". Mesías e Hijo de Dios.<br />

También leemos hoy el primero de los anuncios que Jesús hace, "con toda<br />

claridad", de su pasión, muerte y resurrección, preparada por el canto del<br />

Siervo de Isaías, y la reacción espontánea de Pedro.<br />

Estamos en el punto central del evangelio: se trata de la recta interpretación<br />

de la persona y de la misión de Jesús.<br />

Isaías 50, 5-9a. Ofrecí la espalda a los que me apaleaban<br />

De los cuatro "cantos del Siervo de Yahvé" que nos ofrece Isaías, leemos<br />

hoy el tercero, en el que subraya expresivamente las contradicciones que

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