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372<br />
en él para salvarse, tampoco nosotros nos sentiríamos muy inclina<strong>do</strong>s a<br />
aceptar sus palabras. Pero en el caso de Jesús eran tales las "credenciales"<br />
que presentaba -entre ellas, la multiplicación de panes que acababa de<br />
realizar- que tenían que haber da<strong>do</strong> el salto hacia la fe.<br />
El mismo Jesús, según 6, 62-63, parece darles la respuesta a su objeción<br />
sobre el verbo "bajar" del cielo, que les escandalizaba, apuntan<strong>do</strong> a que<br />
sólo le podrían entender si más tarde le veían "subir" a<strong>do</strong>nde estaba antes:<br />
sólo desde el misterio pascual completo -con su muerte, resurrección<br />
y ascensión, así como el envío del Espíritu- se puede entender algo el<br />
misterio de Cristo.<br />
Es la fe la que nos anima, la que da senti<strong>do</strong> a nuestra vida cristiana. Cristo<br />
es el pan que nos da fuerzas. Claro que esta fe es <strong>do</strong>n de Dios: "nadie<br />
puede venir a mí si el Padre no le atrae". Pero también depende de cómo<br />
acogemos en nuestra vida ese <strong>do</strong>n de Dios.<br />
Cada vez que celebramos la Misa, parece como si siguiéramos el itinerario<br />
que nos señala Juan en este capítulo que estamos leyen<strong>do</strong>. Primero<br />
"comemos a Cristo Palabra", profundizan<strong>do</strong> en nuestra fe en él. Es la<br />
primera parte de la Misa, la "mesa de la Palabra". Luego pasamos a<br />
"comerle como Pan y Vino", en la comunión.<br />
Cristo, Palabra y Pan. Celebramos la Palabra de Dios, o sea, acogemos a<br />
Cristo como la Palabra viviente que es de Dios. Eso mismo nos prepara<br />
para que luego, en la segunda "mesa", le recibamos como Pan y Vino<br />
eucarísticos.<br />
Tanto a la Palabra como a la Eucaristía se les puede llamar "pan" y<br />
"alimento". En la introducción al Misal se afirma que "en la Misa se<br />
dispone la mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, en<br />
la que los fieles encuentran instrucción y alimento" (1GMR 28).<br />
Ojalá se pueda decir también de nosotros: "y con la fuerza de aquel<br />
alimento caminó durante toda una semana".<br />
El tiempo ordinario 373<br />
Consignas para la vida de la comunidad<br />
Si el <strong>do</strong>mingo pasa<strong>do</strong> leíamos cómo Pablo invitaba a sus cristianos a<br />
vivir según el "hombre nuevo" y no según las costumbres que tenían<br />
antes, cuan<strong>do</strong> eran paganos, hoy concreta su recomendación en uno de los<br />
aspectos que más veces subraya en sus cartas: la caridad fraterna.<br />
Las consignas son siempre actuales. Por una parte hay que evitar<br />
cosas como "la amargura, la ira, los enfa<strong>do</strong>s e insultos y toda maldad".<br />
Ciertamente no son estos los "frutos del Espíritu" que Pablo enumera en<br />
otros pasajes. Es lógico que afirme que estas cosas "ponen triste al Espíritu<br />
Santo de Dios" con el que estamos marca<strong>do</strong>s desde el Bautismo.<br />
La parte positiva es que debemos ser "buenos, comprensivos,<br />
per<strong>do</strong>nán<strong>do</strong>nos unos a otros". Estos sí son frutos del Espíritu.<br />
Pablo, como siempre, se remonta al ejemplo de Jesús y del mismo Dios<br />
Padre. Motiva estas actitudes positivas que hemos de cultivar en una<br />
comunidad como imitación de Dios: "per<strong>do</strong>nán<strong>do</strong>os como Dios os per<strong>do</strong>nó<br />
en Cristo". El amor que nos debemos tener no sólo es humano: "vivid en<br />
el amor como Cristo os amó" y Cristo nos mostró ese amor con las obras,<br />
"se entregó por nosotros a Dios como oblación".<br />
Bastante mejor nos irían las cosas en toda comunidad —eclesial, social,<br />
familiar- si hiciéramos caso de estos consejos de Pablo.