aldazabal, jose - do..

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18.05.2013 Views

352 -II- También los pastores necesitan descanso y silencio Es significativo el detalle humano de Jesús, que ofrece a los doce un descanso, solos con él, para revisar experiencias, a la vuelta de su primera misión apostólica. Todos necesitamos momentos de reposo. Ante todo para poder confrontar con alguien nuestras experiencias apostólicas, sean éxitos o fracasos. Ojalá tengamos siempre a alguien con quien compartir lo vivido, que sepa escucharnos y con el que podamos revisar y remotivar lo que vamos haciendo. Todos necesitamos un poco de paz en la vida, momentos de oración, de silencio, de retiro físico y espiritual, con el Maestro. Como cristianos comprometidos, debemos ser activos, generosos, pero no activistas ni víctimas del "estress", que no es bueno, ni siquiera cuando es espiritual. El ritmo frenético que llevamos en este mundo, también para las cosas del ministerio, no es bueno para nuestra propia salud mental y espiritual. De los apóstoles se decía que no tenían tiempo ni para comer. De nosotros a lo mejor se podría decir que no tenemos tiempo ni para rezar. Sería muy triste. Es verdad que el "retiro" espiritual que les propuso Cristo no pudo realizarse en aquel momento, porque la gente no se lo permitió. Pero ahí queda su intención. Los "pastores" necesitan alimentar su acción. Él mismo, Jesús, buscaba momentos de soledad para orar con Dios. No hace falta que todos huyamos al desierto o nos convirtamos en ermitaños. Pero sí que podamos gozar de una suficiente serenidad y de equilibrio mental y psíquico, que nos "defendamos" del excesivo trabajo y encontremos en nuestro horario tiempo para meditar, para leer, para rezar. El tiempo que dedicamos a la oración no es un tiempo que robamos a los destinatarios. Tal vez estemos más unidos a ellos cuando rezamos que cuando estamos en medio de ellos. Además, en la oración nos encontramos con nosotros mismos y con la armonía interior que todos necesitamos. El tiempo ordinario 353 Eso es lo que pretenden los retiros mensuales, o los Ejercicios anuales, o la Liturgia de las Horas y la meditación diarias. Este saber conjugar, como nos enseñó Cristo, el trabajo y los momentos de oración, es lo que nos llevará al equilibrio que necesitamos como personas y como pastores. Los malos y los buenos pastores Leyendo a Jeremías y la queja de Dios contra los dirigentes, que están llevando al pueblo a la ruina, sabemos bien quiénes son los malos pastores: los que no se cuidan de las ovejas, sino que se buscan a sí mismos; los que en vez de unir y guiar, dispersan; los que no las defienden contra los posibles peligros. A veces es la gente la que se queja de los malos pastores. Esta vez es Dios mismo quien se queja de ellos. Menos mal que Dios nunca dejará a su pueblo sin pastores. Porque en verdad, en tiempos de Jeremías y de Jesús -y ahora- muchas personas están desorientadas, como ovejas sin pastor, y necesitan quien les guíe. Dios, ante todo, promete que él mismo será el Pastor: "yo mismo reuniré el resto de mis ovejas". Además, "les pondré pastores que las pastoreen, y ninguna se perderá". El que es Buen Pastor, con mayúsculas, que cumple esa promesa de Dios, es Cristo Jesús. Nos da un ejemplo muy hermoso en el pasaje de hoy: "vio la multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor". Sabe conjugar la oración y el retiro con la caridad. Aunque busca momentos de silencio y oración, aquí da preferencia a seguir atendiendo a la gente. Además, lo hace sin reprenderles su "persecución". No hace ver que le han estropeado su plan ni que tiene prisa: "se puso a enseñarles con calma". Un buen pastor -el que tiene una responsabilidad en el ámbito familiar o educativo o eclesial- es el que sabe conducir a buenos "pastos" y "aguas limpias", el que defiende a las ovejas, el que sabe curarlas, el que se preocupa por ellas, el que les dedica su tiempo y su propia persona, el que tiene buen corazón y siente compasión de los más necesitados, el que no se busca a sí mismo, sino el bien de todos, el que encuentra tiempo para escuchar y cuidar de las personas a él encomendadas y las trata sin prisas, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

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También los pastores necesitan descanso y silencio<br />

Es significativo el detalle humano de Jesús, que ofrece a los <strong>do</strong>ce un<br />

descanso, solos con él, para revisar experiencias, a la vuelta de su primera<br />

misión apostólica.<br />

To<strong>do</strong>s necesitamos momentos de reposo. Ante to<strong>do</strong> para poder confrontar<br />

con alguien nuestras experiencias apostólicas, sean éxitos o fracasos.<br />

Ojalá tengamos siempre a alguien con quien compartir lo vivi<strong>do</strong>, que<br />

sepa escucharnos y con el que podamos revisar y remotivar lo que vamos<br />

hacien<strong>do</strong>.<br />

To<strong>do</strong>s necesitamos un poco de paz en la vida, momentos de oración, de<br />

silencio, de retiro físico y espiritual, con el Maestro. Como cristianos<br />

comprometi<strong>do</strong>s, debemos ser activos, generosos, pero no activistas ni<br />

víctimas del "estress", que no es bueno, ni siquiera cuan<strong>do</strong> es espiritual.<br />

El ritmo frenético que llevamos en este mun<strong>do</strong>, también para las cosas del<br />

ministerio, no es bueno para nuestra propia salud mental y espiritual.<br />

De los apóstoles se decía que no tenían tiempo ni para comer. De nosotros<br />

a lo mejor se podría decir que no tenemos tiempo ni para rezar. Sería muy<br />

triste. Es verdad que el "retiro" espiritual que les propuso Cristo no pu<strong>do</strong><br />

realizarse en aquel momento, porque la gente no se lo permitió. Pero<br />

ahí queda su intención. Los "pastores" necesitan alimentar su acción. Él<br />

mismo, Jesús, buscaba momentos de soledad para orar con Dios.<br />

No hace falta que to<strong>do</strong>s huyamos al desierto o nos convirtamos en<br />

ermitaños. Pero sí que podamos gozar de una suficiente serenidad y de<br />

equilibrio mental y psíquico, que nos "defendamos" del excesivo trabajo y<br />

encontremos en nuestro horario tiempo para meditar, para leer, para rezar.<br />

El tiempo que dedicamos a la oración no es un tiempo que robamos a los<br />

destinatarios. Tal vez estemos más uni<strong>do</strong>s a ellos cuan<strong>do</strong> rezamos que<br />

cuan<strong>do</strong> estamos en medio de ellos. Además, en la oración nos encontramos<br />

con nosotros mismos y con la armonía interior que to<strong>do</strong>s necesitamos.<br />

El tiempo ordinario 353<br />

Eso es lo que pretenden los retiros mensuales, o los Ejercicios anuales, o<br />

la Liturgia de las Horas y la meditación diarias. Este saber conjugar, como<br />

nos enseñó Cristo, el trabajo y los momentos de oración, es lo que nos<br />

llevará al equilibrio que necesitamos como personas y como pastores.<br />

Los malos y los buenos pastores<br />

Leyen<strong>do</strong> a Jeremías y la queja de Dios contra los dirigentes, que están<br />

llevan<strong>do</strong> al pueblo a la ruina, sabemos bien quiénes son los malos pastores:<br />

los que no se cuidan de las ovejas, sino que se buscan a sí mismos; los<br />

que en vez de unir y guiar, dispersan; los que no las defienden contra los<br />

posibles peligros. A veces es la gente la que se queja de los malos pastores.<br />

Esta vez es Dios mismo quien se queja de ellos.<br />

Menos mal que Dios nunca dejará a su pueblo sin pastores. Porque en<br />

verdad, en tiempos de Jeremías y de Jesús -y ahora- muchas personas<br />

están desorientadas, como ovejas sin pastor, y necesitan quien les guíe.<br />

Dios, ante to<strong>do</strong>, promete que él mismo será el Pastor: "yo mismo reuniré<br />

el resto de mis ovejas". Además, "les pondré pastores que las pastoreen, y<br />

ninguna se perderá".<br />

El que es Buen Pastor, con mayúsculas, que cumple esa promesa de Dios, es<br />

Cristo Jesús. Nos da un ejemplo muy hermoso en el pasaje de hoy: "vio la<br />

multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor".<br />

Sabe conjugar la oración y el retiro con la caridad. Aunque busca momentos<br />

de silencio y oración, aquí da preferencia a seguir atendien<strong>do</strong> a la gente.<br />

Además, lo hace sin reprenderles su "persecución". No hace ver que le han<br />

estropea<strong>do</strong> su plan ni que tiene prisa: "se puso a enseñarles con calma".<br />

Un buen pastor -el que tiene una responsabilidad en el ámbito familiar o<br />

educativo o eclesial- es el que sabe conducir a buenos "pastos" y "aguas<br />

limpias", el que defiende a las ovejas, el que sabe curarlas, el que se<br />

preocupa por ellas, el que les dedica su tiempo y su propia persona, el que<br />

tiene buen corazón y siente compasión de los más necesita<strong>do</strong>s, el que no<br />

se busca a sí mismo, sino el bien de to<strong>do</strong>s, el que encuentra tiempo para<br />

escuchar y cuidar de las personas a él encomendadas y las trata sin prisas,<br />

como si tuviera to<strong>do</strong> el tiempo del mun<strong>do</strong>.

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