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340<br />
fuéramos flojos en nuestra fe, y por la excesiva familiaridad o la rutina no<br />
tuviéramos to<strong>do</strong> el aprecio y el amor que Cristo se merece. No sólo "el<br />
mun<strong>do</strong>", sino nosotros mismos podemos mostrarnos poco inclina<strong>do</strong>s a<br />
hacer mucho caso de los "profetas" que Dios sigue envian<strong>do</strong>. Esta voz<br />
profética nos la hace oír Dios, a veces, por medio de personas importantes<br />
o de acontecimientos eclesiales solemnes. Pero otras veces lo hace desde<br />
la sencillez de la vida diaria y a través de personas nada importantes, que<br />
nos dan ejemplo de fidelidad y de verdadera sabiduría: puede ser Teresa de<br />
Calcuta o la familia de al la<strong>do</strong>, que tal vez nos está dan<strong>do</strong> un testimonio<br />
clarísimo, si queremos verlo, de vida según el evangelio de Jesús. Y<br />
continuamos tranquilamente nuestro camino, apoya<strong>do</strong>s en mil excusas con<br />
las que pretendemos dejar en paz nuestra conciencia.<br />
A pesar de la incredulidad, seguir predican<strong>do</strong><br />
Pero, volvien<strong>do</strong> a la incredulidad de nuestro ambiente, no debe conducir<br />
a un profeta a la cobardía o a la dimisión. No debe dejar de hablar y dar<br />
testimonio.<br />
Ezequiel dice que en los momentos más críticos, "el Espíritu entró en mí,<br />
me puso en pie" y le mandó que siguiera hablan<strong>do</strong>, "te hagan caso o no te<br />
hagan caso". La responsabilidad será de ellos, y así "sabrán que hubo un<br />
profeta en medio de ellos".<br />
Tampoco logrará nadie que Pablo calle, por muchas veces que le detengan<br />
y le metan en la cárcel y le azoten y le amenacen.<br />
Jesús tampoco se desanima ante el fracaso: siguió "recorrien<strong>do</strong> los pueblos<br />
de alrede<strong>do</strong>r enseñan<strong>do</strong>". El rechazo de Nazaret puede considerarse como<br />
símbolo del rechazo de to<strong>do</strong> Israel: pero él no cede en su misión y predicará<br />
hasta el final, aunque su palabra valiente le conduzca a la cruz.<br />
También a los ministros, misioneros, catequistas y padres cristianos de hoy<br />
se les podría decir lo que a Ezequiel: sigue hablan<strong>do</strong>, aunque no te hagan<br />
caso. Al menos que hayan oí<strong>do</strong> la voz de Dios. Si no te hacen caso, será<br />
responsabilidad de ellos. Debemos cuidar y acrecentar nuestra propia fe, y<br />
a la vez no cejar en nuestro empeño de ayudar a los demás también a crecer<br />
en la suya, sin esperar necesariamente frutos a corto plazo.<br />
El tiempo ordinario 341<br />
Débiles, pero fuertes<br />
En nuestra vida cristiana, sobre to<strong>do</strong> si tenemos un ministerio evangeliza<strong>do</strong>r<br />
que cumplir, somos frágiles y podemos pasar momentos de desánimo y de<br />
fracaso, como el que anuncia el mismo Dios al profeta Ezequiel.<br />
Pablo no era tampoco un superhombre, ni un héroe. Si de algo se gloriaba,<br />
es de su debilidad. Tuvo éxitos pastorales y momentos muy consola<strong>do</strong>res<br />
en su vida, incluso con visiones extraordinarias, que él no se atribuía a<br />
sí mismo, sino a la gracia y la ayuda de Dios. Pero hoy le hemos oí<strong>do</strong><br />
enumerar sus "debilidades", que a veces le venían de fuera (insultos,<br />
persecuciones o el emisario del demonio que le apalea) y otras desde<br />
dentro (privaciones, o esa "espina en la carne" de que habla).<br />
El mismo Jesús, rodea<strong>do</strong>, a veces, del fervor agradeci<strong>do</strong> del pueblo, otras<br />
experimenta lo que es la incredulidad: "se extrañó de su falta de fe". En sus<br />
últimas horas llenó su vida un gusto amargo de fracaso, y su alma supo de<br />
la tristeza y del mie<strong>do</strong> ante la muerte.<br />
También nosotros somos débiles. No tenemos mucho de que gloriarnos.<br />
Tal vez, como Pablo, ya hemos "pedi<strong>do</strong> tres veces al Señor vernos libres<br />
de esas dificultades". Es bueno que hagamos nuestra la advertencia de Dios<br />
a Pablo: "te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad". Tal vez<br />
nuestra debilidad es la mejor disposición de humildad para que sea eficaz<br />
nuestro esfuerzo misionero. Nos daremos cuenta que no somos nosotros el<br />
centro de la historia ni los que salvamos el mun<strong>do</strong>, sino sólo media<strong>do</strong>res<br />
de la gracia de Dios: "así residirá en mí la fuerza de Cristo", y que<br />
"cuan<strong>do</strong> soy débil, entonces soy fuerte". Esta visión humilde nos ayudará<br />
a relativizar las dificultades que encontramos por el camino y saber sacar<br />
provecho de ellas. Seguro que además nos hará más comprensivos con los<br />
demás, cuan<strong>do</strong> los veamos con debilidades o fallos.<br />
Tal vez no llegaremos al gra<strong>do</strong> de asimilación que Pablo tenía de estos<br />
momentos de debilidad, en su imitación de Cristo: "vivo contento en medio<br />
de mis debilidades... sufridas por Cristo". Pero no tenemos que caer en el<br />
pesimismo o el escepticismo. En to<strong>do</strong> caso, sentir nuestra propia debilidad<br />
nos hará orientar más decididamente nuestra vida y nuestro trabajo hacia<br />
Dios, que es quien nos da fuerza y quien salva al mun<strong>do</strong>.