aldazabal, jose - do..

aldazabal, jose - do.. aldazabal, jose - do..

18.05.2013 Views

322 En tiempos de Ezequiel parecía totalmente oscuro el horizonte y los judíos desterrados no veían futuro. Pero el profeta les dice de parte de Dios que sí hay futuro y que de una rama pequeña puede rebrotar un árbol tan hermoso como el anterior. ¿Quiénes somos nosotros para desconfiar del futuro, si depende más de Dios que de nosotros? Nuestra vida, como la de Pablo, se apoya en la fe que tenemos en Cristo y en la esperanza que él nos infunde. Como él, deberíamos trabajar sin desanimarnos nunca, aunque a veces "caminamos sin verlo, guiados por la fe". No vemos al Señor, ni cosechamos frutos, pero sabemos que nuestra tarea es sembrar, evangelizar, aunque nos parezca que el mundo está distraído y no quiere recibir esa semilla. Pablo también sintió tentaciones de abandonarlo todo: aparece a veces cansado, ante el fracaso de sus trabajos. Pero triunfó siempre su obediencia a la misión encomendada y siguió sembrando en los ambientes más hostiles, convencido de que incluso las mismas tribulaciones y fracasos serían fecundos para bien de todos: "en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle". No tenemos que perder los ánimos. La semilla a veces tarda en germinar: tiene su ritmo, y Dios le ha dado fuerza interior, que la hará brotar a su tiempo. No tienen que perder la esperanza unos padres que intentan inculcar en sus hijos los valores humanos y cristianos que ellos aprecian. Ni los maestros cristianos en su labor educativa. Ni los misioneros en su difícil campo. Ni los pastores de una parroquia en su multiforme trabajo de siembra. La Palabra de Dios tiene siempre eficacia, de una manera u otra. Nos pasará lo que al agricultor: que la semilla "va creciendo sin que él sepa cómo". ¿Fueron conscientes Pedro y Pablo y los demás apóstoles de los frutos que iba a producir, a largo plazo, su testimonio en el mundo, hasta transformarlo en gran medida? Ahora bien, confiar en Dios no significa no trabajar. El campesino ya sabe que, aunque la semilla tiene fuerza interior y la tierra es capaz de transmitirle su humedad y su vida, el proceso necesita también su intervención: además de elegir bien la semilla y sembrarla, tiene que cuidarla, regarla, limpiarla de malas hierbas. Pero tiene que agradecer sobre todo a Dios que ha pensado en esta admirable dinámica de la semilla que se convertirá en espiga. DOMINGO 12 DEL TIEMPO ORDINARIO -I- Después de las parábolas, los milagros Si el domingo pasado leíamos algunas de las parábolas de Jesús que incluye Marcos en su evangelio, hoy empezamos con algunos de sus milagros. Hay cuatro seguidos en Marcos: la tempestad calmada, el endemoniado de Gerasa (que no leeremos), la curación de la mujer con flujo de sangre y la resurrección de la hija de Jairo. Después de la doctrina vienen las obras de Jesús, sobre todo las obras milagrosas. Así, con palabras y obras va revelando que el Reino de Dios, la fuerza salvadora de Dios, ya está presente y que está actuando en este mundo. Lo demuestra un Cristo Jesús que domina las fuerzas cósmicas, que cura las enfermedades, que libera de la posesión diabólica y que incluso resucita a los muertos. Job 38, 1.8-11. Aquí se romperá la arrogancia El de Job es un libro sapiencial del siglo V antes de Cristo. Job, ayudado -o mareado- por sus contertulios, se queja ante Dios por el problema del mal que existe en el mundo y que a él le ha afectado en su propia carne. Después de un largo silencio, Dios contesta finalmente a Job. Hoy leemos un breve pasaje de esta respuesta: ¿cómo se atreve a quejarse Job a un

322<br />

En tiempos de Ezequiel parecía totalmente oscuro el horizonte y los judíos<br />

desterra<strong>do</strong>s no veían futuro. Pero el profeta les dice de parte de Dios que sí<br />

hay futuro y que de una rama pequeña puede rebrotar un árbol tan hermoso<br />

como el anterior. ¿Quiénes somos nosotros para desconfiar del futuro, si<br />

depende más de Dios que de nosotros?<br />

Nuestra vida, como la de Pablo, se apoya en la fe que tenemos en Cristo<br />

y en la esperanza que él nos infunde. Como él, deberíamos trabajar sin<br />

desanimarnos nunca, aunque a veces "caminamos sin verlo, guia<strong>do</strong>s por la<br />

fe". No vemos al Señor, ni cosechamos frutos, pero sabemos que nuestra<br />

tarea es sembrar, evangelizar, aunque nos parezca que el mun<strong>do</strong> está<br />

distraí<strong>do</strong> y no quiere recibir esa semilla. Pablo también sintió tentaciones<br />

de aban<strong>do</strong>narlo to<strong>do</strong>: aparece a veces cansa<strong>do</strong>, ante el fracaso de sus<br />

trabajos. Pero triunfó siempre su obediencia a la misión encomendada<br />

y siguió sembran<strong>do</strong> en los ambientes más hostiles, convenci<strong>do</strong> de que<br />

incluso las mismas tribulaciones y fracasos serían fecun<strong>do</strong>s para bien de<br />

to<strong>do</strong>s: "en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle".<br />

No tenemos que perder los ánimos. La semilla a veces tarda en germinar:<br />

tiene su ritmo, y Dios le ha da<strong>do</strong> fuerza interior, que la hará brotar a su tiempo.<br />

No tienen que perder la esperanza unos padres que intentan inculcar en sus<br />

hijos los valores humanos y cristianos que ellos aprecian. Ni los maestros<br />

cristianos en su labor educativa. Ni los misioneros en su difícil campo. Ni los<br />

pastores de una parroquia en su multiforme trabajo de siembra.<br />

La Palabra de Dios tiene siempre eficacia, de una manera u otra. Nos<br />

pasará lo que al agricultor: que la semilla "va crecien<strong>do</strong> sin que él sepa<br />

cómo". ¿Fueron conscientes Pedro y Pablo y los demás apóstoles de los<br />

frutos que iba a producir, a largo plazo, su testimonio en el mun<strong>do</strong>, hasta<br />

transformarlo en gran medida?<br />

Ahora bien, confiar en Dios no significa no trabajar. El campesino ya<br />

sabe que, aunque la semilla tiene fuerza interior y la tierra es capaz<br />

de transmitirle su humedad y su vida, el proceso necesita también su<br />

intervención: además de elegir bien la semilla y sembrarla, tiene que<br />

cuidarla, regarla, limpiarla de malas hierbas. Pero tiene que agradecer<br />

sobre to<strong>do</strong> a Dios que ha pensa<strong>do</strong> en esta admirable dinámica de la semilla<br />

que se convertirá en espiga.<br />

DOMINGO 12 DEL TIEMPO ORDINARIO<br />

-I-<br />

Después de las parábolas, los milagros<br />

Si el <strong>do</strong>mingo pasa<strong>do</strong> leíamos algunas de las parábolas de Jesús que incluye<br />

Marcos en su evangelio, hoy empezamos con algunos de sus milagros.<br />

Hay cuatro segui<strong>do</strong>s en Marcos: la tempestad calmada, el endemonia<strong>do</strong> de<br />

Gerasa (que no leeremos), la curación de la mujer con flujo de sangre y la<br />

resurrección de la hija de Jairo.<br />

Después de la <strong>do</strong>ctrina vienen las obras de Jesús, sobre to<strong>do</strong> las obras<br />

milagrosas. Así, con palabras y obras va revelan<strong>do</strong> que el Reino de Dios,<br />

la fuerza salva<strong>do</strong>ra de Dios, ya está presente y que está actuan<strong>do</strong> en este<br />

mun<strong>do</strong>. Lo demuestra un Cristo Jesús que <strong>do</strong>mina las fuerzas cósmicas,<br />

que cura las enfermedades, que libera de la posesión diabólica y que<br />

incluso resucita a los muertos.<br />

Job 38, 1.8-11. Aquí se romperá la arrogancia<br />

El de Job es un libro sapiencial del siglo V antes de Cristo. Job, ayuda<strong>do</strong> -o<br />

marea<strong>do</strong>- por sus contertulios, se queja ante Dios por el problema del mal<br />

que existe en el mun<strong>do</strong> y que a él le ha afecta<strong>do</strong> en su propia carne.<br />

Después de un largo silencio, Dios contesta finalmente a Job. Hoy leemos<br />

un breve pasaje de esta respuesta: ¿cómo se atreve a quejarse Job a un

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!