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Que sus familiares no creían en él lo dice también el evangelista Juan: "ni<br />
siquiera sus hermanos creían en él" (Jn 7,5). Entre estos familiares críticos,<br />
no podemos ni pensar que pudiera estar también su madre, María, la que,<br />
según Lucas, "guardaba todas estas cosas, meditán<strong>do</strong>las en su corazón"<br />
y a la que ya desde el principio pu<strong>do</strong> alabar su prima Isabel: "dichosa tú,<br />
porque has creí<strong>do</strong>".<br />
Peor era la actitud de los fariseos, que incluso se atrevieron a atribuir sus<br />
milagros a su confabulación con los mismos demonios. ¿Cómo puede uno<br />
ser "endemonia<strong>do</strong>" y "exorcista" a la vez? ¿cómo puede Jesús liberar de<br />
la posesión demoníaca precisamente en nombre del jefe de los demonios?<br />
Llama la atención en el evangelio la poca consistencia que suelen tener los<br />
argumentos con los que critican los enemigos a Jesús.<br />
También en el mun<strong>do</strong> de hoy podemos observar toda una gama de reacciones<br />
ante Cristo. Desde el entusiasmo superficial hasta la oposición radical<br />
y displicente, también a veces con argumentos que no tienen ninguna verosimilitud<br />
histórica, pero que pueden tener una cierta apariencia científica y<br />
engañar a muchos, sobre to<strong>do</strong> si tienen un carácter morboso.<br />
Pero más que las opiniones de los demás, nos interesa preguntarnos cuál<br />
es nuestra postura personal ante él. Marcos escribe para unos lectores de<br />
la generación siguiente, y parece interpelarnos a to<strong>do</strong>s: "y vosotros, ¿qué<br />
postura a<strong>do</strong>ptáis ante este Jesús?". Ciertamente no somos de los que niegan<br />
a Jesús o le tildan de fanático o de alia<strong>do</strong> del demonio. Al contrario, no sólo<br />
creemos en él, sino que le seguimos y vamos celebran<strong>do</strong> sus sacramentos y<br />
meditan<strong>do</strong> su Palabra. Pero también podemos preguntarnos con sinceridad:<br />
¿le seguimos de verdad, o sólo decimos que le seguimos, porque llevamos<br />
su nombre y estamos bautiza<strong>do</strong>s en él? ¿tenemos tal vez mie<strong>do</strong> de comprometernos<br />
plenamente en su seguimiento? Seguir a Jesús es aceptar lo que<br />
él dice: no sólo lo que va de acuer<strong>do</strong> con nuestros gustos, sino también lo<br />
que va contra las apetencias de este mun<strong>do</strong>.<br />
Existe el peca<strong>do</strong> y el mal<br />
Desde la primera página de la historia aparece el mal y el peca<strong>do</strong>. En la Biblia<br />
se interpreta el mal, no como consecuencia de la voluntad de Dios -"vio Dios<br />
El tiempo ordinario 313<br />
lo que había crea<strong>do</strong> y era muy bueno"-, sino del desorden que el peca<strong>do</strong> ha<br />
introduci<strong>do</strong> en el plan de Dios. El peca<strong>do</strong> ha produci<strong>do</strong> la desarmonía que<br />
experimentamos en muchas direcciones: aquí, el que la serpiente tenga que<br />
arrastrarse por tierra; pero en la misma escena se habla también de que la<br />
mujer tenga que dar a luz con <strong>do</strong>lor y que el hombre tenga que ganarse el<br />
pan con su<strong>do</strong>r. Más tarde se interpretará también en la misma dirección la<br />
catástrofe del diluvio.<br />
Los conflictos siguen ahora. No hay armonía ni cósmica ni humana, ni paz<br />
interior en cada uno, ni justicia, ni verdad. Sigue el desfase, y en un gra<strong>do</strong><br />
escandaloso, que no nos puede dejar tranquilos.<br />
Y sucede lo mismo que en aquella primera escena: cada uno echa la culpa<br />
a otro. Adán parece echarle la culpa al mismo Dios: "la mujer que me<br />
diste como compañera...". Tendemos a echar la culpa de nuestra conducta<br />
a otros: al ambiente, a las instituciones, al mun<strong>do</strong> de hoy, a los medios<br />
de comunicación, al influjo de la mayoría social... Nos cuesta entonar el<br />
"mea culpa".<br />
Puede que también hoy siga existien<strong>do</strong> ese peca<strong>do</strong> especial que aparece en el<br />
evangelio de hoy: el "peca<strong>do</strong> contra el Espíritu Santo", que, según Jesús no<br />
tiene perdón. No se trata de un peca<strong>do</strong> más grave que otros. La "blasfemia<br />
contra el Espíritu" es la actitud de los que prefieren la oscuridad a la luz, de<br />
los que cierran voluntariamente los ojos ante la luz evidente. Ellos mismos<br />
rechazan la posibilidad de to<strong>do</strong> perdón.<br />
Es bueno reconocer el mal que hay, tanto en la historia de la sociedad y de<br />
la Iglesia como en la particular de cada uno de nosotros. Y avergonzarnos,<br />
como Adán, si tenemos conciencia de que a veces somos débiles y caemos<br />
en peca<strong>do</strong>. Eso nos hace relativizar nuestro orgullo humano.<br />
To<strong>do</strong> ello con confianza. En el Génesis leemos las palabras de esperanza<br />
que pronuncia Dios. Dios no cierra nunca del to<strong>do</strong> las puertas al futuro.<br />
Nosotros sabemos que la victoria de Cristo sobre el mal ya ha sucedi<strong>do</strong><br />
en la Pascua y que nosotros estamos llama<strong>do</strong>s a participar en ella. Por eso<br />
decimos con el salmo: "mi alma espera en el Señor... él redimirá a Israel<br />
de to<strong>do</strong>s sus delitos".