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aldazabal, jose - do..

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274<br />

El Profeta verdadero<br />

-II-<br />

El Reino de Dios que anunciaba Jesús (lo leíamos el <strong>do</strong>mingo pasa<strong>do</strong>) ya ha<br />

llega<strong>do</strong>: es él mismo, y se manifiesta, ante to<strong>do</strong>, por la Palabra que proclama<br />

al pueblo de parte de Dios.<br />

Si Moisés prometió para el futuro un profeta que predicaría en nombre de<br />

Dios, ahora podemos decir que ya ha llega<strong>do</strong>. En la sinagoga de Cafarnaún,<br />

aunque no sabemos qué pasaje bíblico le tocó comentar, to<strong>do</strong>s quedan admira<strong>do</strong>s<br />

de lo que dice. A partir de ahora, a lo largo del evangelio, aparecerá<br />

como "el Profeta" que esperaban.<br />

Lo que más les extraña es que "enseña con autoridad", no como los otros<br />

maestros y escribas. Habla con convicción y con libertad respecto a las<br />

escuelas rabínicas del tiempo. Además, su palabra va acompañada de obras<br />

prodigiosas.<br />

Jesús cumple a la perfección lo que anunciaba Dios del futuro profeta:<br />

"pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande". ¡Cuántas<br />

veces dijo Jesús, sobre to<strong>do</strong> según el evangelio de Juan, que lo que enseñaba<br />

era lo que había oí<strong>do</strong> al Padre! Él es la Palabra viviente que Dios dirige a<br />

la humanidad.<br />

En nuestra Eucaristía debemos prestar atención a la Palabra de este Profeta,<br />

que es la que nos va iluminan<strong>do</strong> el camino: "ojalá escuchéis hoy su voz".<br />

Además, como cristianos del pueblo de Dios, que participamos de la misión<br />

profética de Cristo, sobre to<strong>do</strong> si somos ministros o agentes de pastoral de la<br />

comunidad, que recibimos un particular encargo de ser testigos y portavoces<br />

de Dios, debemos transmitir a los otros la voz de Dios. Pero antes el verdadero<br />

profeta debe escuchar humildemente a Dios. Porque no nos predicamos a<br />

nosotros mismos, sino a Dios. Si Jesús hablaba "con autoridad" es porque<br />

hablaba desde Dios, con el que se mantenía en perfecta sintonía.<br />

Tal vez si nuestra predicación, o nuestra catequesis, no tiene "autoridad", es<br />

porque los oyentes intuyen que lo nuestro es más bien "palabrería", o que<br />

hablamos como meros repeti<strong>do</strong>res de una lección que hemos aprendi<strong>do</strong> y que<br />

nuestras palabras no van acompañadas de obras, de una vida consecuente.<br />

El tiempo ordinario 27 S<br />

No vaya a ser que merezcamos la acusación de "falsos profetas", que tienen<br />

"la arrogancia de decir en nombre de Dios lo que él no les ha manda<strong>do</strong>", o<br />

"hablan en nombre de dioses extranjeros". En la confusión de ideologías que<br />

actualmente invade el mun<strong>do</strong>, es fácil caer en la tentación de presentar como<br />

palabra definitiva la que no lo es, y hablar movi<strong>do</strong>s, no por el Espíritu con<br />

mayúscula, sino por otros espíritus, con minúscula, más cercanos a nuestro<br />

interés o a la moda o a la <strong>do</strong>ctrina que más halague los oí<strong>do</strong>s de la gente.<br />

En lucha contra el mal<br />

El Reino de Dios que viene a anunciar e instaurar Jesús no es sólo Palabra,<br />

sino también una fuerza poderosa que lucha contra el mal y lo vence. Es<br />

significativo que el primer milagro que narra Marcos es precisamente la<br />

liberación de un poseso: la victoria contra las fuerzas del mal.<br />

Es verdad que a veces en la Biblia se nota la tendencia a interpretar to<strong>do</strong><br />

mal como consecuencia del peca<strong>do</strong> o de la influencia del maligno, o sea, del<br />

demonio. Pero el evangelio distingue a veces muy bien lo que es enfermedad<br />

y lo que es posesión diabólica, como en el diálogo que se establece en<br />

el pasaje de hoy entre "el espíritu" que atormentaba a aquel pobre hombre<br />

y Jesús, "el Santo de Dios". Jesús trata de distinta manera a un "enfermo"<br />

que a un "poseso".<br />

Pero sea cual sea ese "espíritu" del mal, el evangelio nos asegura que Jesús<br />

viene como "el más fuerte" y se dispone a vencer a estas fuerzas del mal. Lo<br />

hace, no siguien<strong>do</strong> las fórmulas y conjuros de los exorcistas de la época, sino<br />

con una orden tajante: "cállate y sal de él", también esto "con autoridad".<br />

To<strong>do</strong>s deberíamos ser de algún mo<strong>do</strong> "exorcistas", o sea, libera<strong>do</strong>res. Porque<br />

sigue existien<strong>do</strong> el mal, llámese como se llame: siguen esas fuerzas que<br />

actúan en el interior de cada persona y le llevan a hacer lo que no tendría<br />

que hacer. No se nos pide que hagamos milagros, pero sí que luchemos<br />

contra el mal en nosotros mismos y que contribuyamos también a que otros<br />

se liberen de toda "posesión" que les pueda esclavizar.<br />

Con nuestra palabra oportuna y sobre to<strong>do</strong> con nuestra actitud de cercanía<br />

¿liberamos a alguien de sus males? ¿comunicamos esperanza al que acude<br />

a nosotros? ¿le ayudamos a vencer los demonios del pesimismo, o de los

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