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Hoy es la fiesta de la esperanza. Es verdad que el compromiso de ser<br />
testigos de Cristo en el mun<strong>do</strong> es exigente y muchas veces comporta<br />
dificultades. Es más cómo<strong>do</strong> seguir las propuestas de este mun<strong>do</strong>. Pero<br />
debe prevalecer la fidelidad a Cristo y, si surgen dificultades, la esperanza.<br />
To<strong>do</strong>s estamos inclui<strong>do</strong>s en el triunfo de Cristo, aunque todavía nos queda<br />
camino por recorrer. La Virgen Madre sí, ya terminó su camino, y es la<br />
"asunta", incorporada al triunfo de su Hijo. También en esto es ella la<br />
"primera cristiana".<br />
Pablo quiere que comprendamos "cuál es la esperanza a la que nos llama,<br />
cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos".<br />
En un mun<strong>do</strong> en que no abunda la esperanza, se nos pide que seamos<br />
personas ilusionadas. En medio de un mun<strong>do</strong> egoísta, que mostremos un<br />
amor desinteresa<strong>do</strong>. En un mun<strong>do</strong> centra<strong>do</strong> en lo inmediato y lo material,<br />
que seamos testigos de los valores que no acaban. Esto lo debemos realizar,<br />
no sólo los sacer<strong>do</strong>tes, los religiosos y los misioneros, sino to<strong>do</strong>s: los padres<br />
para con los hijos y los hijos para con los padres, los mayores y los jóvenes,<br />
los políticos y escritores cristianos, los maestros y los educa<strong>do</strong>res.<br />
En medio, la Eucaristía<br />
Esta comunidad que camina en tensión escatológica, entre la Ascensión y<br />
la vuelta definitiva de Jesús, concentra su vivencia de fe en la Eucaristía:<br />
"cada vez que coméis... proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva"<br />
(ICo 11,26). En cada Eucaristía recordamos la Pascua primera de Cristo,<br />
la que sucedió en Jerusalén hace <strong>do</strong>s mil años; anticipamos ya la Pascua<br />
final, definitiva, al final de la historia; y, mientras tanto, nos alimentamos<br />
con su Cuerpo y Sangre, que es el memorial y la presencialización de las<br />
<strong>do</strong>s Pascuas, la pasada y la futura.<br />
En la Eucaristía es <strong>do</strong>nde más concretamente "experimentamos", desde la<br />
fe, la presencia viva del Resucita<strong>do</strong>: en la comunidad, en el presidente que<br />
es su imagen personal, en la proclamación de la Palabra, y sobre to<strong>do</strong> en la<br />
mesa eucarística, en la que participamos del Cuerpo y Sangre de ese Cristo<br />
que ha venci<strong>do</strong> a la muerte y nos comunica cada vez su vida de Resucita<strong>do</strong><br />
como garantía y prenda de nuestra futura resurrección y vida plena. "El<br />
Cincuentena Pascual<br />
que come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá vida eterna: yo le resucitaré<br />
el último día".<br />
Con la consecuencia de que también fuera de la celebración, en la vida<br />
de cada día, sabremos descubrir la presencia del Señor, por ejemplo en la<br />
persona del prójimo, sobre to<strong>do</strong> de los que sufren o tienen hambre o están<br />
enfermos, para que podamos oír la alenta<strong>do</strong>ra palabra final del Juez: "a mí<br />
me lo hicisteis".<br />
El "podéis ir en paz" conclusivo de cada celebración es el envío a la<br />
vida, "para que cada uno regrese a sus honestos quehaceres alaban<strong>do</strong> y<br />
bendicien<strong>do</strong> a Dios" (IGMR 90).<br />
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