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222<br />
-II-<br />
Cristo, la vid a la que debemos unirnos<br />
Cristo Resucita<strong>do</strong> sigue sien<strong>do</strong> el centro de nuestra fiesta, hoy con el<br />
sencillo pero profun<strong>do</strong> símil de la "vid verdadera", a la que hay que estar<br />
uni<strong>do</strong> para poder participar de su vida. Es una comparación que expresa<br />
muy bien la importancia de Cristo Jesús para nosotros.<br />
Aunque no vivamos en el campo y no hayamos visto muchos viñe<strong>do</strong>s de<br />
cerca, to<strong>do</strong>s podemos comprender lo que quiere decir Jesús cuan<strong>do</strong> afirma<br />
que "el sarmiento no puede dar fruto por sí si no permanece en la vid: así<br />
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí". Ya en el AT se empleaba esta<br />
metáfora para designar al pueblo de Israel y los disgustos que dio a Dios<br />
por su esterilidad. Es famoso el poema de Isaías 5: "mi amigo tenía una<br />
viña...". Ahora se aplica a Jesús y sus discípulos.<br />
Si en <strong>do</strong>mingos pasa<strong>do</strong>s se nos invitaba a considerarnos "hijos" y "ovejas<br />
del redil de Cristo", esta vez la comparación es más profunda: somos<br />
"sarmientos" uni<strong>do</strong>s a la cepa principal que es Cristo, de la cual recibimos<br />
vida. En este pasaje aparece siete veces un verbo que gusta mucho a<br />
Juan: "permanecer", el mismo que empleaba en el capítulo 6 referi<strong>do</strong> a la<br />
Eucaristía. También aparece siete veces la expresión "en mí", "en la vid".<br />
Si queremos tener vida y dar fruto tenemos que "permanecer en él". Nos lo<br />
dice claramente: "sin mí no podéis hacer nada". Estar uni<strong>do</strong>s a Cristo como<br />
los sarmientos a la vid supone también ese aspecto que recuerda Jesús: "mi<br />
Padre, al sarmiento que da fruto lo poda, para que dé más fruto".<br />
El Catecismo de la Iglesia Católica, citan<strong>do</strong> este mismo pasaje de Juan,<br />
nos dice en qué o en quién consiste esa vida que Cristo, la verdadera vid,<br />
comunica a los suyos: "el Espíritu Santo es como la savia de la vid del<br />
Padre que da su fruto en los sarmientos" (CCE 1108).<br />
A veces nos quejamos del poco "éxito" pastoral que tienen nuestros<br />
esfuerzos. Tal vez se debe a que no cuidamos suficientemente nuestra<br />
Cincuentena Pascual 223<br />
unión "vertical" con Cristo Jesús y con su Espíritu. ¿Cómo no vamos a<br />
debilitarnos y convertirnos en viña estéril si descuidamos esta unión?<br />
Cuán<strong>do</strong> es verdadero el amor<br />
¿En qué se tiene que notar que estamos verdaderamente uni<strong>do</strong>s a Jesús? Si<br />
el <strong>do</strong>mingo pasa<strong>do</strong> leíamos la hermosa página de Juan en que nos aseguraba<br />
nuestro carácter de hijos en la familia de Dios, hoy quiere asegurarse de<br />
que eso no se quede en poesía y en palabras.<br />
El amor verdadero no se demuestra "de palabra y de boca", sino "de verdad<br />
y con obras". Es fácil "decir" que somos hijos y que creemos en Cristo<br />
Jesús y permanecemos uni<strong>do</strong>s a Dios. Pero no basta con "decir": "quien<br />
guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él". Es sincera<br />
nuestra fe cuan<strong>do</strong> "guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le<br />
agrada".<br />
¿Cuáles son esos mandamientos? Para Juan, son <strong>do</strong>s: "que creamos en el<br />
nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros". La fe y el<br />
amor. Las <strong>do</strong>s cosas. La recta <strong>do</strong>ctrina y la práctica del amor fraterno. Lo<br />
que se puede llamar la "orto<strong>do</strong>xia" y la "ortopraxis".<br />
Para Juan van unidas las <strong>do</strong>s. Si no amamos de verdad y de obra al<br />
hermano, es vana nuestra fe. Si decimos que amamos, pero la motivación<br />
es sólo humana y no se basa en la fe en Cristo Jesús, ese amor será poco<br />
consistente. Quien cree en Jesús y ama al hermano, ese sí que "permanece<br />
en Dios y Dios en él".<br />
Una comunidad que sabe acoger<br />
Cuan<strong>do</strong> Pablo llegó a Jerusalén, después de su conversión, y "trataba<br />
de juntarse con los discípulos", era explicable que aquella comunidad le<br />
mirara de entrada con recelo.<br />
Menos mal que hubo una persona que supo descubrir en él los valores que<br />
harían de él un gran apóstol: fue Bernabé quien le hizo de padrino, "se lo<br />
presentó a los apóstoles" y le facilitó la acogida. Como también después