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aldazabal, jose - do..

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Hoy parece como si el evangelio nos quisiera transmitir una "catequesis<br />

del <strong>do</strong>mingo cristiano". La primera de las apariciones que nos cuenta Juan<br />

sucede "el día primero de la semana", y la segunda "a los ocho días", o<br />

sea, de nuevo el primer día: pero de la semana siguiente, lo cual apunta<br />

a nuestra marcha constante, semana tras semana, hacia la plenitud de los<br />

tiempos.<br />

Uno podría preguntarse si en los días intermedios no tuvieron aquellos<br />

discípulos la convicción de la presencia del Resucita<strong>do</strong>. Jesús se había<br />

despedi<strong>do</strong> dicien<strong>do</strong>: "estaré con vosotros to<strong>do</strong>s los días, hasta el fin del<br />

mun<strong>do</strong>". Pero aquí Juan parece como si quisiera convencernos de que es<br />

en este día del <strong>do</strong>mingo cuan<strong>do</strong> de un mo<strong>do</strong> privilegia<strong>do</strong> experimentamos<br />

la gracia de la presencia del Señor.<br />

La reunión <strong>do</strong>minical es un momento muy significativo en que nos<br />

reunimos en torno a Cristo ("<strong>do</strong>nde <strong>do</strong>s o tres se reúnen en mi nombre, allí<br />

estoy yo"), escuchamos su Palabra y participamos en el memorial de su<br />

sacrificio pascual, comulgan<strong>do</strong> con su Cuerpo y Sangre.<br />

Vale también hoy lo que ha si<strong>do</strong> lema y consigna desde el principio de<br />

la Iglesia: la "comunidad del Señor" se reúne en "el día del Señor" para<br />

celebrar la "cena del Señor".<br />

Ser fieles a esta convocatoria eucarística del <strong>do</strong>mingo es como una garantía<br />

de que los cristianos seguiremos crecien<strong>do</strong> en la unión con Cristo, en la<br />

pertenencia a su comunidad y en la vida de fe. La Eucaristía <strong>do</strong>minical es<br />

como una inyección de esperanza y el motor para vivir "en<strong>do</strong>minga<strong>do</strong>s"<br />

toda la semana.<br />

Creer en tiempo de dudas<br />

El que Tomás tuviera dudas puede resultar estimulante para nosotros: "si<br />

no meto la mano en su costa<strong>do</strong>, no lo creo". No creyó a lo que le decían<br />

sus hermanos de comunidad. A to<strong>do</strong>s nos viene la tentación de pedir a<br />

Dios pruebas de su cercanía, como un "seguro de felicidad" o poco menos.<br />

Quisiéramos tal vez "ver el rostro de Dios" (como en el AT había si<strong>do</strong> el<br />

deseo de Moisés y de Elias), o recibir signos de que nuestro camino es el<br />

Cincuentena Pascual<br />

bueno. Algunos, incluso, tienen un excesivo afán de milagros y apariciones<br />

en los que basar su fe. Queremos "ver" para poder "creer". Mientras que<br />

Jesús llama bienaventura<strong>do</strong>s a los que creen sin haber visto.<br />

To<strong>do</strong>s podemos tener dudas y momentos de crisis en la fe: o porque<br />

Dios parece haber entra<strong>do</strong> en eclipse, o porque se nos han acumula<strong>do</strong> las<br />

desgracias que nos hacen dudar del amor de Dios, o porque las tentaciones<br />

nos han lleva<strong>do</strong> por caminos no rectos o porque nos hemos i<strong>do</strong> enfrian<strong>do</strong><br />

en nuestro fervor inicial.<br />

No es que sea buena la duda en sí. Sobre to<strong>do</strong> si es sistemática, puede<br />

resultar casi patológica e impedirnos seguir el camino con ilusión.<br />

Pero la duda tiene también aspectos positivos. Dudar puede significar<br />

que no ponemos nuestra confianza en cosas superficiales, que somos<br />

peregrinos siempre en búsqueda. Dudar puede significar que nuestra<br />

fe no se basa sólo en que nuestra familia nos la ha transmiti<strong>do</strong>, sino<br />

que, además de ser <strong>do</strong>n de Dios, es también conquista nuestra, que<br />

pide nuestro "sí" personal, en medio de la ventolera de ideas que hay a<br />

nuestro alrede<strong>do</strong>r, que puede hacer tambalear nuestras seguridades en<br />

un momento determina<strong>do</strong>.<br />

Podemos aprender de la duda de Tomás a despojarnos de falsos apoyos, a<br />

estar un poco menos seguros de nosotros mismos y aceptar la purificación<br />

que suponen los momentos de inseguridad, sabien<strong>do</strong> creer en el testimonio<br />

de la comunidad que, desde hace <strong>do</strong>s mil años, nos anuncia de palabra y de<br />

obra la presencia del Resucita<strong>do</strong>, aunque no le veamos.<br />

Nosotros pertenecemos a esas generaciones que tienen más mérito que<br />

la primera al creer en Cristo, porque no hemos oí<strong>do</strong> ni visto ni toca<strong>do</strong><br />

personalmente y, sin embargo, creemos en él. Se nos aplica lo que Jesús<br />

dijo al incrédulo Tomás: "porque me has visto, Tomás, has creí<strong>do</strong>: dichosos<br />

los que crean sin haber visto".<br />

Tanto en los momentos en que en nuestra vida brilla el sol como cuan<strong>do</strong> hay<br />

nubarrones que nos hacen tener mie<strong>do</strong> o dudas, debemos imitar a Tomás en<br />

la segunda de sus actitudes, en su fe, que nos haga decir también a nosotros:<br />

"Señor mío y Dios mío" y nos haga vivir de acuer<strong>do</strong> con esa fe.<br />

Ojalá a los que no "vemos" personalmente a Jesús nos resulte fácil<br />

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