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142<br />
¿Es así de firme nuestra fidelidad?<br />
Si nos espejamos en ese Cristo Jesús a quien vamos a seguir muy de cerca<br />
estos días próximos, no nos extrañará que también nuestro camino incluya<br />
a veces momentos de <strong>do</strong>lor y de mie<strong>do</strong>.<br />
No sé si nos toca alguna vez elevar súplicas con gritos y con lágrimas a Dios,<br />
para que nos ayude en nuestros momentos de crisis. Lo que sí es seguro de<br />
que tenemos experiencia de que ser buenos cristianos, y seguir las huellas<br />
de Cristo con el estilo de vida que nos enseñó, no es nada fácil.<br />
A to<strong>do</strong>s nos apetece más la salud, el triunfo, el éxito y los honores que la<br />
renuncia o el sacrificio o el fracaso. Cristo nos ha enseña<strong>do</strong> que el mun<strong>do</strong><br />
se salva no con alardes de poder, sino por medio de la cruz, que en este<br />
mun<strong>do</strong> nuestro no tiene ciertamente de buena prensa ni popularidad. A<br />
pesar del aviso de Jesús, "el que se ama a sí mismo, se pierde", ¿a quién le<br />
viene espontáneo amar a los demás y per<strong>do</strong>nar setenta veces siete y poner<br />
la otra mejilla?<br />
Puede sucedemos también a nosotros que tenemos el deseo de "ver a Jesús",<br />
como aquellos paganos que, por medio de Felipe, rogaban: "quisiéramos ver<br />
a Jesús". Tal vez les movía el deseo de conocer al Jesús de los milagros y<br />
de las palabras consola<strong>do</strong>ras y las manos que bendicen y curan. Y se encontraron<br />
con que Jesús, al saber de su petición, se define a sí mismo como el<br />
grano de trigo que cae en tierra y muere, para poder dar fruto. Nos gustaría<br />
también a nosotros "ver" a ese Jesús que guía, que consuela, que bendice.<br />
Pero, además de eso, nos encontramos con el Jesús que nos dice que "el<br />
que quiera servirme, que me siga, y <strong>do</strong>nde esté yo, allí también estará mi<br />
servi<strong>do</strong>r". O, como dijo en otra ocasión, "quien quiera seguirme, tome su<br />
cruz cada día y sígame".<br />
El mun<strong>do</strong> de hoy nos ofrece otros caminos, que son más apetecibles, pero<br />
que no conducen a la salvación. Nuestra vocación cristiana nos ofrece<br />
muchos momentos de lucha contra el mal, el mal dentro de nosotros y el<br />
mal del mun<strong>do</strong>.<br />
Cuaresma 143<br />
Una Alianza grabada en el corazón y coherente con la vida<br />
La nueva Alianza que anunciaba el profeta, la que ha realiza<strong>do</strong> de una vez por<br />
todas Cristo Jesús, es también para nosotros una Alianza interior, profunda,<br />
basada más en las actitudes y opciones íntimas que en las prácticas exteriores<br />
y los ritos, que tienen valor si responden a la actitud interior. También para<br />
los cristianos debería cumplirse el anuncio de Jeremías: "meteré mi ley en<br />
su pecho, la escribiré en sus corazones".<br />
La Alianza anterior fracasó: "ellos, aunque yo era su Señor, quebrantaron mi<br />
alianza". A lo mejor no fallaron en la ofrenda de sacrificios y holocaustos y<br />
oraciones. Pero sí en su estilo de vida: prefirieron la moral más fácil de los<br />
dioses paganos vecinos, mucho más permisiva que la exigente normativa<br />
de la Alianza del Sinaí. Pero Dios no cejó en su plan de salvación, y por<br />
medio del profeta anunció una Alianza mejor, a la que invitaba a ser fieles,<br />
la que iba a consagrar Jesús, no por medio de sangre de animales, sino con<br />
la suya propia.<br />
Esta Nueva Alianza, en la que participamos en cada Eucaristía, nos compromete<br />
a un estilo de vida coherente: no vaya a ser que también de nosotros<br />
se pueda quejar Dios de que la quebrantamos con nuestras obras. También<br />
nosotros podemos caer en la rutina o el formalismo, y por eso se nos recuerda<br />
hoy que el evangelio de Jesús debe estar impreso en nuestro corazón y<br />
personaliza<strong>do</strong> y segui<strong>do</strong> con autenticidad.<br />
El mejor fruto de la Pascua es que Dios conceda eso que pedíamos en el<br />
salmo: "Oh Dios, crea en mí un corazón nuevo".<br />
En cada Eucaristía, cuan<strong>do</strong> celebramos el memorial de la muerte salva<strong>do</strong>ra<br />
de Cristo, participamos de la fuerza salva<strong>do</strong>ra de la Nueva Alianza que él<br />
selló entre Dios y la humanidad en su cruz: "esta es la Sangre de la Alianza<br />
nueva y eterna, derramada por vosotros y por to<strong>do</strong>s".