aldazabal, jose - do..

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18.05.2013 Views

124 La Nueva Alianza en la cruz de Cristo Nos disponemos a celebrar, en la próxima Pascua, la muerte salvadora de Cristo. Isaac ha sido considerado siempre en la Iglesia como una figura impresionante de Cristo en su camino a la cruz. La diferencia es que Isaac no llegó a ser sacrificado, y Cristo, sí. Como dice Pablo en su lectura, Dios "no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros". El camino para la salvación de la humanidad, envuelta en pecado, fue que el mismo Dios asumió el dolor y el castigo merecidos por todos. Con su muerte Cristo llega a su cumbre de la solidaridad, reedifica los puentes rotos por nuestro pecado y restablece, ahora con plenitud, la Alianza entre Dios y los hombres. En la Misa comparamos el sacrificio de Jesús con los sacrificios del AT, y sobre todo con el que estaba dispuesto a realizar Abrahán. En la Plegaria Eucarística I -el "canon" romano- le pedimos a Dios: "mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala como aceptaste... el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe". En verdad, Dios lo ha dado todo por nosotros, se ha dado a sí mismo y ha renovado gratuitamente su Alianza con nosotros. Por eso entona Pablo su himno entusiasta: ¿quién nos separará del amor de Dios?; si Dios está con nosotros, ¿qué nos va a negar? ¿quién podrá vencernos? En cada Eucaristía participamos de la "Sangre de la Alianza nueva y eterna". Eso es lo que nos da fuerzas para vivir nuestra vida cristiana. Eso es lo que motiva nuestro seguimiento de Jesús y el cumplimiento de la misión que cada uno tiene en la vida. Eso es lo que nos anima en los momentos difíciles. El camino de nuestra pascua -el programa cuaresmal- es serio, pasa por la prueba y la tentación y el cansancio y las dudas. La Pascua nos convoca al seguimiento de un Cristo que a veces no es nada dulce, sino difícil. ¿Hacemos tres tiendas? ¿o bajamos de ia montaña a la vida? ¿Cuál es nuestra actitud ante la cruz y la transfiguración de Jesús? A los tres discípulos les vino bien entrever por un momento el destino de gloria del Maestro, perplejos como habían quedado después del anuncio de su pasión Cuaresma y su muerte. Esta experiencia seguramente fue un factor de ánimo para su camino de seguimiento de Jesús. Como para Abrahán cuando oyó lo de "no alargues tu mano...", "te bendeciré... todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia", o como cuando Pablo expresó su confianza en el amor de Dios: si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Esto nos interpela a todos: ¿qué pienso yo de Cristo, de su marcha hacia la cruz?, ¿le acepto, como Pedro inicialmente, sólo en su aspecto consolador y triunfante, o también en su dimensión de cruz y muerte? ¿prefiero llegar a la resurrección y la gloria sin pasar por la cruz? ¿o estoy dispuesto al seguimiento de Jesús sólo cuando está en el Tabor de la gloria y no en el Calvario de la cruz? Pedro y los demás discípulos le fueron entendiendo muy poco a poco. Hoy aparecen discutiendo qué significa eso de "resucitar de entre los muertos". Lo que no entienden ni les cabe en la cabeza es lo de la pasión y la muerte. ¿Y yo? ¿he llegado a aceptar en mi vida de seguimiento de Jesús el destino de la cruz, para poder colaborar en la salvación del mundo? ¿o prefiero instalarme en las tres tiendas, en un paraíso particular que me he ideado yo? Los discípulos vieron pronto a Jesús, con vestido normal, no tan blanco y esplendoroso, y bajaron con él al valle, a seguir su camino. ¿Bajo yo también a la tarea de cada día, animado por Cristo? Ser fiel a la Alianza le costó a Abrahán. Le costó aun más a Jesús cumplir hasta el final su misión salvadora. ¿Quiero yo cumplir en mi vida la voluntad de Dios sin que me cueste nada? ¡Escuchadle! La voz del cielo concluye su afirmación sobre la identidad de Jesús con una consigna que valía para los tres discípulos y también para nosotros: ¡escuchadle! Jesús es el Maestro, el Enviado de Dios. Es en él en quien nosotros creemos, a quien seguimos. A quien escuchamos en cada Eucaristía, donde en la "primera mesa" se nos comunica primero como Palabra, para dársenos después como Pan y Vino de Eucaristía. 125

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La Nueva Alianza en la cruz de Cristo<br />

Nos disponemos a celebrar, en la próxima Pascua, la muerte salva<strong>do</strong>ra de<br />

Cristo.<br />

Isaac ha si<strong>do</strong> considera<strong>do</strong> siempre en la Iglesia como una figura impresionante<br />

de Cristo en su camino a la cruz. La diferencia es que Isaac no llegó a ser<br />

sacrifica<strong>do</strong>, y Cristo, sí. Como dice Pablo en su lectura, Dios "no per<strong>do</strong>nó<br />

a su propio Hijo, sino que lo entregó por to<strong>do</strong>s nosotros". El camino para<br />

la salvación de la humanidad, envuelta en peca<strong>do</strong>, fue que el mismo Dios<br />

asumió el <strong>do</strong>lor y el castigo mereci<strong>do</strong>s por to<strong>do</strong>s. Con su muerte Cristo llega<br />

a su cumbre de la solidaridad, reedifica los puentes rotos por nuestro peca<strong>do</strong><br />

y restablece, ahora con plenitud, la Alianza entre Dios y los hombres.<br />

En la Misa comparamos el sacrificio de Jesús con los sacrificios del AT, y<br />

sobre to<strong>do</strong> con el que estaba dispuesto a realizar Abrahán. En la Plegaria<br />

Eucarística I -el "canon" romano- le pedimos a Dios: "mira con ojos de<br />

bondad esta ofrenda y acéptala como aceptaste... el sacrificio de Abrahán,<br />

nuestro padre en la fe".<br />

En verdad, Dios lo ha da<strong>do</strong> to<strong>do</strong> por nosotros, se ha da<strong>do</strong> a sí mismo y ha<br />

renova<strong>do</strong> gratuitamente su Alianza con nosotros. Por eso entona Pablo su<br />

himno entusiasta: ¿quién nos separará del amor de Dios?; si Dios está con<br />

nosotros, ¿qué nos va a negar? ¿quién podrá vencernos?<br />

En cada Eucaristía participamos de la "Sangre de la Alianza nueva y eterna".<br />

Eso es lo que nos da fuerzas para vivir nuestra vida cristiana. Eso es lo que<br />

motiva nuestro seguimiento de Jesús y el cumplimiento de la misión que<br />

cada uno tiene en la vida. Eso es lo que nos anima en los momentos difíciles.<br />

El camino de nuestra pascua -el programa cuaresmal- es serio, pasa por la<br />

prueba y la tentación y el cansancio y las dudas. La Pascua nos convoca al<br />

seguimiento de un Cristo que a veces no es nada dulce, sino difícil.<br />

¿Hacemos tres tiendas? ¿o bajamos de ia montaña a la vida?<br />

¿Cuál es nuestra actitud ante la cruz y la transfiguración de Jesús? A los tres<br />

discípulos les vino bien entrever por un momento el destino de gloria del<br />

Maestro, perplejos como habían queda<strong>do</strong> después del anuncio de su pasión<br />

Cuaresma<br />

y su muerte. Esta experiencia seguramente fue un factor de ánimo para su<br />

camino de seguimiento de Jesús. Como para Abrahán cuan<strong>do</strong> oyó lo de "no<br />

alargues tu mano...", "te bendeciré... to<strong>do</strong>s los pueblos del mun<strong>do</strong> se bendecirán<br />

con tu descendencia", o como cuan<strong>do</strong> Pablo expresó su confianza en<br />

el amor de Dios: si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?<br />

Esto nos interpela a to<strong>do</strong>s: ¿qué pienso yo de Cristo, de su marcha hacia la<br />

cruz?, ¿le acepto, como Pedro inicialmente, sólo en su aspecto consola<strong>do</strong>r<br />

y triunfante, o también en su dimensión de cruz y muerte? ¿prefiero llegar<br />

a la resurrección y la gloria sin pasar por la cruz? ¿o estoy dispuesto al<br />

seguimiento de Jesús sólo cuan<strong>do</strong> está en el Tabor de la gloria y no en el<br />

Calvario de la cruz?<br />

Pedro y los demás discípulos le fueron entendien<strong>do</strong> muy poco a poco. Hoy<br />

aparecen discutien<strong>do</strong> qué significa eso de "resucitar de entre los muertos".<br />

Lo que no entienden ni les cabe en la cabeza es lo de la pasión y la muerte.<br />

¿Y yo? ¿he llega<strong>do</strong> a aceptar en mi vida de seguimiento de Jesús el destino<br />

de la cruz, para poder colaborar en la salvación del mun<strong>do</strong>? ¿o prefiero instalarme<br />

en las tres tiendas, en un paraíso particular que me he idea<strong>do</strong> yo?<br />

Los discípulos vieron pronto a Jesús, con vesti<strong>do</strong> normal, no tan blanco y<br />

esplen<strong>do</strong>roso, y bajaron con él al valle, a seguir su camino. ¿Bajo yo también<br />

a la tarea de cada día, anima<strong>do</strong> por Cristo?<br />

Ser fiel a la Alianza le costó a Abrahán. Le costó aun más a Jesús cumplir<br />

hasta el final su misión salva<strong>do</strong>ra. ¿Quiero yo cumplir en mi vida la voluntad<br />

de Dios sin que me cueste nada?<br />

¡Escuchadle!<br />

La voz del cielo concluye su afirmación sobre la identidad de Jesús con<br />

una consigna que valía para los tres discípulos y también para nosotros:<br />

¡escuchadle!<br />

Jesús es el Maestro, el Envia<strong>do</strong> de Dios. Es en él en quien nosotros creemos,<br />

a quien seguimos. A quien escuchamos en cada Eucaristía, <strong>do</strong>nde en<br />

la "primera mesa" se nos comunica primero como Palabra, para dársenos<br />

después como Pan y Vino de Eucaristía.<br />

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