aldazabal, jose - do..

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18.05.2013 Views

UN quiere que también nosotros seamos más tolerantes con los demás, y sepamos perdonar y hacer salir el signo de la paz después de momentos más o menos tormentosos en nuestra vida. A nosotros es Cristo Jesús, desde la cruz, quien mejor nos recuerda este amor de Dios. Él "murió por los pecados una vez para siempre, el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios" (lectura de Pedro). La Alianza, ahora, es la Nueva Alianza en la sangre de Cristo. Ha habido algo más que un diluvio o una época de esclavitud: Cristo, nuestro Salvador, se ha entregado hasta la muerte, por solidaridad, y ha restablecido de una vez por todas la Alianza entre Dios y la humanidad. Es lo que vamos a celebrar en todo este tiempo de Cuaresma y Pascua. La carta de Pedro interpreta la Pascua de Cristo y nuestro Bautismo como cumplimiento de lo que había anunciado el diluvio. Lo que decía el diluvio proféticamente (situación de deterioro, juicio condenatorio, salvación por el agua purificadora, nacimiento de una nueva humanidad), se ha realizado eminentemente en Cristo, que asume el pecado, aunque es inocente, que es llevado a la muerte, pero luego resucita y es constituido Cabeza de la nueva humanidad. Ese mismo proceso lo experimentamos nosotros sacramentalmente el día de nuestro Bautismo: a nuestra situación de pecado responde la gracia que nos ha conquistado Jesús en su Pascua y somos integrados en su nueva comunidad. Lucha en el desierto para vencer las tentaciones La Cuaresma nos invita a renovar nuestro compromiso con Dios. Alianza es fidelidad y compromiso por las dos partes. De la fidelidad de Dios no podemos dudar. Él es siempre fiel. Pero nosotros estamos continuamente tentados de infidelidad. Por desgracia, tenemos experiencia de ello. Por eso se nos pone delante, en este primer domingo de Cuaresma, la figura de un Cristo que en el desierto es "tentado por Satanás" y sale victorioso. Es el mejor ejemplo que se nos puede proponer para estimularnos a ser también nosotros fuertes ante la tentación. Como el pueblo de Israel pasó Cuaresma 119 cuarenta años en el desierto, con abundancias tentaciones (y caídas), Jesús quiso pasar cuarenta días en el desierto antes de dar comienzo a su predicación. Nosotros somos invitados a vivir cuarenta días de purificación y preparación a la Pascua. Casi es mejor que Marcos no nos narre las tentaciones concretas. Así queda abierto el sentido de que fue en toda su vida cuando Jesús las experimentó, por ejemplo con la invitación al poder o al prestigio o al aplauso fácil. Todos tenemos experiencia de que vivir en cristiano es difícil y supone lucha ante las tentaciones de este mundo. A pesar de que hoy se va perdiendo la "conciencia de pecado", sin embargo, si somos sinceros con nosotros mismos, cada uno sabe que van también para él las palabras de Cristo: "convertios". El mal contra el que tenemos que luchar no sólo existe en esa sociedad que estamos tentados de comparar con la humanidad que mereció el castigo del diluvio, sino dentro de cada uno de nosotros. Todos somos débiles y somos tentados por tendencias que no son precisamente evangélicas. Tal vez también de nosotros, como dice Marcos de Jesús en el desierto, se pueda afirmar que estamos "rodeados de alimañas", que acechan contra nuestra fidelidad. Cada uno sabrá en qué dirección. La Cuaresma es un buen tiempo -por ejemplo con el sacramento de la Reconciliación- para reencontrarse con Dios y consigo mismo, para renovar las opciones básicas de nuestra vida cristiana. Van a ser tres meses (cuarenta días de Cuaresma y cincuenta de Pascua) de auténtica "primavera espiritual" en la que Dios nos quiere purificar, renovar su Alianza con nosotros y comunicarnos la vida nueva, la energía y la libertad interior del Resucitado. La convocatoria de Cuaresma es un pregón positivo y a la vez comprometedor. Es camino de Pascua, hacia la renovación total, como Noé y sobre todo como Cristo. Camino de lucha y de opción, de reiniciación de vida nueva: "se ha cumplido el plazo, convertios y creed en el Evangelio". Es más convocatoria a Pascua que a Cuaresma. En la Eucaristía celebramos esa Pascua de Cristo, su paso a la nueva existencia, y, participando en "el Cuerpo entregado" y en la "Sangre de la Nueva Alianza", recibimos la fuerza para que también para nosotros la Pascua de este año sea una gracia renovada de Alianza y de victoria contra el mal.

UN<br />

quiere que también nosotros seamos más tolerantes con los demás, y sepamos<br />

per<strong>do</strong>nar y hacer salir el signo de la paz después de momentos más o<br />

menos tormentosos en nuestra vida.<br />

A nosotros es Cristo Jesús, desde la cruz, quien mejor nos recuerda este<br />

amor de Dios. Él "murió por los peca<strong>do</strong>s una vez para siempre, el inocente<br />

por los culpables, para conducirnos a Dios" (lectura de Pedro). La Alianza,<br />

ahora, es la Nueva Alianza en la sangre de Cristo. Ha habi<strong>do</strong> algo más que un<br />

diluvio o una época de esclavitud: Cristo, nuestro Salva<strong>do</strong>r, se ha entrega<strong>do</strong><br />

hasta la muerte, por solidaridad, y ha restableci<strong>do</strong> de una vez por todas la<br />

Alianza entre Dios y la humanidad. Es lo que vamos a celebrar en to<strong>do</strong> este<br />

tiempo de Cuaresma y Pascua.<br />

La carta de Pedro interpreta la Pascua de Cristo y nuestro Bautismo como<br />

cumplimiento de lo que había anuncia<strong>do</strong> el diluvio. Lo que decía el diluvio<br />

proféticamente (situación de deterioro, juicio condenatorio, salvación por<br />

el agua purifica<strong>do</strong>ra, nacimiento de una nueva humanidad), se ha realiza<strong>do</strong><br />

eminentemente en Cristo, que asume el peca<strong>do</strong>, aunque es inocente, que<br />

es lleva<strong>do</strong> a la muerte, pero luego resucita y es constitui<strong>do</strong> Cabeza de la<br />

nueva humanidad.<br />

Ese mismo proceso lo experimentamos nosotros sacramentalmente el día<br />

de nuestro Bautismo: a nuestra situación de peca<strong>do</strong> responde la gracia que<br />

nos ha conquista<strong>do</strong> Jesús en su Pascua y somos integra<strong>do</strong>s en su nueva<br />

comunidad.<br />

Lucha en el desierto para vencer las tentaciones<br />

La Cuaresma nos invita a renovar nuestro compromiso con Dios. Alianza<br />

es fidelidad y compromiso por las <strong>do</strong>s partes. De la fidelidad de Dios no<br />

podemos dudar. Él es siempre fiel. Pero nosotros estamos continuamente<br />

tenta<strong>do</strong>s de infidelidad. Por desgracia, tenemos experiencia de ello.<br />

Por eso se nos pone delante, en este primer <strong>do</strong>mingo de Cuaresma, la figura<br />

de un Cristo que en el desierto es "tenta<strong>do</strong> por Satanás" y sale victorioso.<br />

Es el mejor ejemplo que se nos puede proponer para estimularnos a ser<br />

también nosotros fuertes ante la tentación. Como el pueblo de Israel pasó<br />

Cuaresma 119<br />

cuarenta años en el desierto, con abundancias tentaciones (y caídas), Jesús<br />

quiso pasar cuarenta días en el desierto antes de dar comienzo a su predicación.<br />

Nosotros somos invita<strong>do</strong>s a vivir cuarenta días de purificación y<br />

preparación a la Pascua.<br />

Casi es mejor que Marcos no nos narre las tentaciones concretas. Así queda<br />

abierto el senti<strong>do</strong> de que fue en toda su vida cuan<strong>do</strong> Jesús las experimentó,<br />

por ejemplo con la invitación al poder o al prestigio o al aplauso fácil.<br />

To<strong>do</strong>s tenemos experiencia de que vivir en cristiano es difícil y supone lucha<br />

ante las tentaciones de este mun<strong>do</strong>. A pesar de que hoy se va perdien<strong>do</strong> la<br />

"conciencia de peca<strong>do</strong>", sin embargo, si somos sinceros con nosotros mismos,<br />

cada uno sabe que van también para él las palabras de Cristo: "convertios".<br />

El mal contra el que tenemos que luchar no sólo existe en esa sociedad que<br />

estamos tenta<strong>do</strong>s de comparar con la humanidad que mereció el castigo<br />

del diluvio, sino dentro de cada uno de nosotros. To<strong>do</strong>s somos débiles y<br />

somos tenta<strong>do</strong>s por tendencias que no son precisamente evangélicas. Tal<br />

vez también de nosotros, como dice Marcos de Jesús en el desierto, se pueda<br />

afirmar que estamos "rodea<strong>do</strong>s de alimañas", que acechan contra nuestra<br />

fidelidad. Cada uno sabrá en qué dirección.<br />

La Cuaresma es un buen tiempo -por ejemplo con el sacramento de la<br />

Reconciliación- para reencontrarse con Dios y consigo mismo, para renovar<br />

las opciones básicas de nuestra vida cristiana. Van a ser tres meses (cuarenta<br />

días de Cuaresma y cincuenta de Pascua) de auténtica "primavera espiritual"<br />

en la que Dios nos quiere purificar, renovar su Alianza con nosotros y comunicarnos<br />

la vida nueva, la energía y la libertad interior del Resucita<strong>do</strong>.<br />

La convocatoria de Cuaresma es un pregón positivo y a la vez compromete<strong>do</strong>r.<br />

Es camino de Pascua, hacia la renovación total, como Noé y sobre<br />

to<strong>do</strong> como Cristo. Camino de lucha y de opción, de reiniciación de vida<br />

nueva: "se ha cumpli<strong>do</strong> el plazo, convertios y creed en el Evangelio". Es<br />

más convocatoria a Pascua que a Cuaresma.<br />

En la Eucaristía celebramos esa Pascua de Cristo, su paso a la nueva existencia,<br />

y, participan<strong>do</strong> en "el Cuerpo entrega<strong>do</strong>" y en la "Sangre de la Nueva<br />

Alianza", recibimos la fuerza para que también para nosotros la Pascua de<br />

este año sea una gracia renovada de Alianza y de victoria contra el mal.

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