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aleixandre, dolores

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Compañeros en el camiiu<br />

Iconos bíblicos<br />

para un itinerario de oración<br />

\<br />

e


Colección «EL POZO DE SIQUEM»<br />

71<br />

Dolores Aleixandre, RSCJ<br />

COMPAÑEROS<br />

EN EL CAMINO<br />

Iconos bíblicos<br />

para un itinerario de oración<br />

Editorial SAL TERRAE<br />

Santander


© 1995 by Editorial Sal Terrae<br />

Polígono de Raos, Parcela 14-1<br />

39600 Maliaño (Cantabria)<br />

Fax: (942) 36 92 01<br />

Con las debidas licencias<br />

Impreso en España. Printed in Spain<br />

ISBN: 84-293-1171-8<br />

Dep. Legal: BI: 2426-95<br />

Fotocomposición:<br />

Didot, S.A. - Bilbao<br />

Impresión y encuademación:<br />

Grafo, S.A. - Bilbao<br />

índice<br />

Compañeros en el camino 7<br />

Si yo fuera a usar este libro 9<br />

1. Abrir espacios a la oración 13<br />

2. Prepararse y disponerse 34<br />

3. Despertar el deseo 43<br />

4. Echar raíces, poner cimientos 53<br />

5. Recibir un nombre nuevo 66<br />

6. Tomar una decisión<br />

nacida del agradecimiento 84<br />

7. Tocar el Verbo de la vida 97<br />

8. Hacerse un niño. Hacerse como «ese» niño 108<br />

9. Aprender la sabiduría de Nazaret 119<br />

10. Contemplar a Jesús<br />

para conocerlo internamente 128<br />

11. Caminar junto a Jesús<br />

para hacer lo que él hizo 141<br />

12. Adherirse lúcidamente a la vida verdadera 156<br />

13. Entrar en la lógica de la desmesura 173<br />

14. Permanecer junto al que llegó<br />

hasta el final en el amor 185<br />

15. Dejarse encontrar por el Viviente 203<br />

16. Consentir en que el amor<br />

envuelva nuestra vida 215<br />

índice de «iconos bíblicos» 229<br />

— 5 —


Compañeros en el camino<br />

Este libro ha tenido distintas «fuentes de inspiración»: J.A.<br />

García nos propuso durante unos Ejercicios en Celorio, hace<br />

unos años, que hiciéramos las contemplaciones de la cuarta<br />

semana mirando algunos «iconos bíblicos», y me pareció una<br />

idea preciosa.<br />

Luego vi una película de Woody Alien, «La rosa púrpura<br />

de El Cairo», en la que una atónita Mia Farrow veía desde<br />

su butaca del cine cómo su actor preferido se salía de la<br />

pantalla y la invitaba a entrar en la película. Pensé que eso<br />

era lo que yo había vivido con los «iconos» evangélicos y<br />

que es lo que ocurre siempre con la Biblia: todo cambia<br />

cuando, en vez de leerla como espectadores, comenzamos a<br />

dialogar con sus personajes, a entrar en el guión y en la banda<br />

sonora de sus experiencias, a sentirnos como ellos actores y<br />

protagonistas, a darnos cuenta de que todos esos hombres y<br />

mujeres de las narraciones bíblicas vienen a nuestro encuentro<br />

para acompañarnos en nuestro itinerario creyente.<br />

A partir de ahí, me atrajo la idea de «investir» de lenguaje<br />

bíblico y narrativo el proceso ignaciano y de invitar a<br />

hacer las meditaciones y contemplaciones a partir de iconos<br />

bíblicos, especialmente del Nuevo Testamento. Lo he ido<br />

haciendo yo misma y proponiéndolo en los Ejercicios que he<br />

dado en los últimos años a distintos grupos.<br />

El último de ellos ha sido el de las Hermanitas de Jesús<br />

de Palestina, reunidas en un monasterio de Benedictinas de<br />

— 7 —


ito oriental en las afueras de Belén. Pasar ocho días en un<br />

lugar con tantos iconos me ha hecho entender la contestación<br />

que dio el P. Kolvenbach a un novicio jesuita que le preguntó:<br />

— Padre, ¿usted cómo reza?<br />

— Rezo con iconos.<br />

— ¿Y qué hace?, ¿los mira?<br />

— No. Me miran ellos a mí.<br />

En el Monasterio del Emmanuel he entendido un poco<br />

mejor lo que es dejarse mirar silenciosamente por el Icono<br />

del Padre que es Jesús, y ha crecido en mí el agradecimiento<br />

deslumhrado por tenerle a él como Camino y como Compañero.<br />

Estas páginas nacen de mi deseo de compartir esa experiencia,<br />

que no es sólo mía, sino también de aquellos/as<br />

que han ido viviéndola conmigo.<br />

— 8 —<br />

Monasterio del Emmanuel<br />

Belén, Julio 1995<br />

Si yo fuera a usar este libro...<br />

1. Trataría de enterarme de «lo que quiere ser» y «lo que no<br />

quiere ser»:<br />

— quiere ser un instrumento, un apoyo, una ayuda para<br />

personas que desean hacer una experiencia de oración, a solas<br />

o en grupo: cristianos de a pie (incluyo a religiosas/os, que<br />

también lo somos...), comunidades o grupos que, por distintas<br />

razones, van a emprender unos días de oración («unos<br />

Ejercicios...»), más o menos largos, sin un «experto/a» que<br />

les acompañe;<br />

— su inspiración es «ignaciana», es decir, que toma de<br />

los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (EE) el proceso y<br />

algunos textos significativos; pero, más que al lenguaje ignaciano,<br />

recurre al lenguaje bíblico y presenta cómo vivieron<br />

hombres y mujeres de la Escritura las experiencias básicas<br />

del proceso creyente, que, en el fondo, no difieren mucho<br />

de las que propone san Ignacio. Esos iconos bíblicos serán<br />

los «compañeros de camino» de este itinerario de oración;<br />

— no pretende hacer un comentario exegético de los<br />

textos ni reemplazar unos Ejercicios ignacianos acompañados.<br />

Pero, como a menudo no se tiene esta última posibilidad,<br />

los materiales de este libro pueden ayudar a hacer unos días<br />

de oración «repitiendo», desde una perspectiva más directamente<br />

bíblica, temas que pueden resultar familiares a los<br />

que han hecho Ejercicios ignacianos. Son también utilizables<br />

por los que no los han hecho;<br />

— 9 —


— intenta hacer presente en la oración el mundo y sus<br />

problemas, para que la oración, como recomendaba Mons.<br />

Angelelli, «tenga un oído puesto en el Evangelio y el otro<br />

en la gente».<br />

2. No lo leería todo seguido, porque no está pensado para<br />

servir de lectura continuada. Por eso, huiría de la tentación<br />

consumista que hace devorar con avidez materiales, sin llegar<br />

a saborearlos ni aprovecharlos. Dice San Ignacio: «al que<br />

toma ejercicios en la primera semana, aprovecha que no sepa<br />

cosa alguna de lo que ha de hacer en la segunda semana; mas<br />

que ansí trabaje en la primera, para alcanzar la cosa que<br />

busca, como si en la segunda ninguna buena esperase hallar»<br />

(EE 11).<br />

3. Le echaría una primera ojeada para hacerme idea del método<br />

y, si fuera a hacer un retiro de ocho días con él, la<br />

víspera de cada día seleccionaría, de entre los capítulos siguientes,<br />

el tema en el que me siento movida a entrar al día<br />

siguiente. El Espíritu Santo sabe conducir muy bien, y esta<br />

elección seguramente no será difícil.<br />

4. Comenzaría a prepararme con bastante tiempo. De cómo<br />

se vaya ensanchando el deseo («todo modo de preparar y<br />

disponer el ánima», diría san Ignacio: EE 1) va a depender<br />

fundamentalmente la marcha de la oración en los días que<br />

sigan. Lo nuestro no es «gobernar el proceso», sino abrirnos<br />

a él; y todo lo que hagamos en esa dirección nunca será<br />

bastante. Por eso hay tres capítulos («ABRIR ESPACIOS A LA<br />

ORACIÓN», «PREPARARSE Y DISPONERSE» y «DESPERTAR EL<br />

DESEO») que se supone son previos al momento de los Ejercicios<br />

y que tratan de ayudar a esta preparación.<br />

5. No me importaría quedarme en uno solo de los puntos de<br />

«EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN», porque lo único que pretenden<br />

es eso: acompañar hasta el umbral de la puerta. Cuando<br />

se ha cruzado éste, deja de ser necesario apoyarse en<br />

aquéllos, porque lo que ocurre «del otro lado» es cosa del<br />

— 10<br />

Señor, y ya no hace falta nada más. «No el mucho saber<br />

harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas<br />

internamente» (EE 2).<br />

6. Los materiales de «OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA» están<br />

pensados para algún rato de lectura meditativa fuera de los<br />

tiempos de oración; pero, si me sintiera atraída a orar con<br />

alguno de ellos, lo usaría también como ayuda para atravesar<br />

el umbral de la oración.<br />

7. Aunque estuviera sola, no me saltaría el «CELEBRAR LO<br />

VIVIDO», sino que lo adaptaría para un rato de oración personal<br />

al recapitular el día.<br />

8. Si quisiera usar el libro para algún día de retiro, buscaría<br />

en el índice el tema, según mi situación personal, según el<br />

tiempo litúrgico, etc., y seleccionaría la víspera alguno de<br />

los puntos de oración para que me sirviera de puerta de<br />

entrada. El resto «lo irá pidiendo» el transcurrir del retiro.<br />

9. Si fuéramos un grupo los que vamos a hacer juntos un<br />

retiro largo, propondría que nos pusiéramos de acuerdo en<br />

quién iba a tomar la responsabilidad de animar cada uno de<br />

los días, y esa persona se encargaría, el día que le correspondiera,<br />

de la ambientación, el horario, la manera de utilizar<br />

los materiales, la celebración, etc. También puede ser siempre<br />

el mismo el que se responsabilice de todo el retiro; pero<br />

la otra manera daría una gran riqueza y conseguiría que cada<br />

uno hiciera la experiencia de toda la capacidad creativa y de<br />

comunicación espiritual que seguramente posee sin saberlo.<br />

10. Me llevaría siempre la Biblia: los textos más breves están<br />

copiados, pero hay otras referencias en las que su uso se hace<br />

necesario. Al final se puede consultar un índice de iconos<br />

bíblicos.<br />

— 11


1<br />

Abrir espacios a la oración<br />

Antes de comenzar un retiro en el que vamos a dedicar tiempos<br />

largos a orar, puede ayudarnos el que en los días anteriores<br />

reflexionemos con más detenimiento sobre esa actividad<br />

esencial a nuestra vida cristiana que llamamos oración.<br />

Los textos propuestos intentan comunicar de diferente<br />

manera algunos de sus aspectos esenciales.<br />

1. CUANDO VAYAS A ORAR...<br />

a) Parte de la realidad<br />

El punto de arranque de la oración tendría que ser siempre<br />

la realidad, el humus de lo cotidiano, con su opacidad y sus<br />

conflictos, con sus amenazas y contradicciones, con su brecha<br />

abierta también a una dimensión invisible pero presentida.<br />

La oración no puede ser fruto de un rechazo ante la complejidad<br />

de lo real, ni una huida hacia un mundo ideal o esotérico,<br />

a salvo de la alteridad que cuestiona y condiciona.<br />

Porque la realidad vivida, re-conocida y concienciada,<br />

nunca será impedimento ni obstáculo para la oración, sino<br />

más bien la escala que Jacob vio en su sueño y que, bien<br />

clavada en la tierra, permitía la comunicación con el mundo<br />

de lo divino (Gn 28,12).<br />

— 13 —


Sabemos que la realidad tiende a ocultarse a sí misma<br />

y que nos ronda siempre la tentación de relativizarla y de<br />

esquivar sus aspectos más problemáticos. Dice Jon Sobrino:<br />

«No se puede plantear la espiritualidad en un círculo puramente<br />

espiritual en el que se da un rodeo eficaz sobre la<br />

realidad humana. La ubicación en el mundo no es algo secundario<br />

y accidental: en ello nos va la capacidad de conocer<br />

y actuar correctamente».<br />

Es por lo tanto ahí, en el contacto con los aspectos más<br />

conflictivos y oscuros de la existencia, en lo que favorece o<br />

amenaza la vida humana, donde nos jugamos la primera condición<br />

de posibilidad de orar.<br />

Orar no es huir de nuestros propios problemas ni desentendernos<br />

del mundo, sino «arrimarnos» a Dios llevando<br />

todo eso, sin negar toda su carga de multiplicidad y de discordancia.<br />

,<br />

«Venid a mí todos los que estáis cansados y<br />

agobiados, y yo os daré descanso. Tomad sobre<br />

vosotros mi yugo..., porque mi yugo es suave<br />

y mi carga ligera» (Mt 11,29-30).<br />

Es cierto que la oración puede sosegarnos y tranquilizarnos;<br />

pero donde realmente podemos discernir su autenticidad<br />

es en la capacidad que nos va dando para, en expresión<br />

ya clásica, cargar con la realidad, hacernos cargo y encargarnos<br />

de ella.<br />

b) Ensancha tu deseo<br />

Un segundo elemento fundamental es el deseo, la insatisfacción,<br />

porque la oración nace de nuestra pobreza y se<br />

dispara como una flecha desde la tensión de ese arco.<br />

Lo que la ahoga, en cambio, es el engaño de una saciedad<br />

aparentemente satisfecha o la suficiencia que nos impide<br />

reconocer nuestra indigencia y nuestros límites:<br />

«Dices: 'Soy rico, me he enriquecido, nada me<br />

falta'. Y no te das cuenta de que eres un des-<br />

— 14 —<br />

graciado, digno de compasión, pobre, ciego y<br />

desnudo...» (Ap 3,17).<br />

Tenemos la tendencia a culpar de nuestra «indolencia<br />

oracional» a los ritmos acelerados de vida en las grandes<br />

ciudades, al acoso de los medios de comunicación, a la obsesión<br />

consumista y viajera de nuestra cultura... Todo eso<br />

—pensamos— nos hace difícil encontrar tiempos y espacios<br />

sosegados para orar y puebla nuestro silencio de imágenes<br />

distractivas. Aunque eso sea verdad, lo que más hondamente<br />

nos incapacita para la oración es aquello que apaga y debilita<br />

nuestro deseo:<br />

— el racionalismo, que prescinde del lado oscuro y latente<br />

de la realidad y pretende explicarla y dominarla en su<br />

totalidad;<br />

— el psicologismo como explicación última de todo, que<br />

sospecha de los deseos como escapatorias evasivas, les<br />

niega sistemáticamente un origen trascendente y nos<br />

instala en un nivel de positivismo hermético;<br />

— el narcisismo, que ciega la brecha de la alteridad y nos<br />

encierra en una cámara poblada de espejos desde la que<br />

la invocación se hace imposible;<br />

— el hábito del confort, convertido en necesidad absoluta,<br />

que nos invita a instalarnos en lo ya conseguido;<br />

— el activismo compulsivo, que nos hace creer que no necesitamos<br />

de nadie y que podemos solucionarlo todo<br />

con nuestro esfuerzo, con tal de que lleguemos a proponérnoslo;<br />

— la confusión de la tolerancia con el amor, que enfatiza<br />

los aspectos más segurizantes de la existencia, idealiza<br />

una tranquila mediocridad y niega al amor su inclinación<br />

hacia la desmesura, la exageración y la ausencia<br />

de cálculo.<br />

El deseo, en cambio, nos arrastra fuera de la estrechez<br />

de nuestros límites, hace de nuestro «yo» una estructura abierta<br />

y opera el milagro de convertirnos en criaturas referidas a<br />

Otro.<br />

— 15 —


«Amar, como orar—dice J.M. Fernández-Martos—, es<br />

alojar a un extraño en las propias entrañas. Es dejar que el<br />

proyecto, los deseos, la vida de otro... inunden nuestro proyecto,<br />

nuestros deseos, nuestra vida; y esto, que es una división,<br />

paradójicamente nos integra. En la masa oscura de<br />

nuestros deseos, la presencia de Otro que es mayor que nosotros<br />

mismos nos va llevando, de deseo en deseo, hacia una<br />

mayor transparencia de nosotros mismos.<br />

»Recorrer el camino de la oración es muy duro; por eso<br />

hay tan pocos que lo hacen. Es recorrer el camino de los<br />

propios deseos; y casi no nos atrevemos a desear, sólo a<br />

calmar necesidades; y para ellas los objetos bastan. Pero Dios<br />

es Alguien.<br />

»Tratar con Él es quemar las naves de la saciedad satisfecha.<br />

Es poner en pie el inmenso continente de nuestros<br />

deseos siempre avivados. Dios es siempre mayor».<br />

c) Insiste y permanece<br />

El tercer elemento a subrayar es el de la lucha, como la de<br />

Jacob con el ángel a orillas del Yabbok. Porque existe en<br />

ella un componente de decisión, de esfuerzo y de empeño,<br />

de paciencia y de trabajo, de eso que la tradición bíblica<br />

llama «clamor» o «gemidos» (Rm 8,27) y que alcanza siempre<br />

las entrañas de Dios (Ex 3,7).<br />

La oración cristiana está necesariamente «interferida»<br />

por las situaciones humanas de conflicto y de sufrimiento<br />

intolerable, por el grito de todos los quebrados por el mal,<br />

de todos los empobrecidos y abandonados de la tierra. El<br />

orante va aprendiendo, como Moisés, a mantenerse ante Dios<br />

«en la brecha» (Sal 106,23), cargando con todo eso y sabiendo<br />

que de lo que se trata no es de despertar la atención<br />

o el interés de Dios por los que sufren, sino de dejarse contagiar<br />

por su solicitud hacia ellos y escuchar de él la pregunta<br />

que remueve nuestra indiferente frialdad: «¿Dónde está tu<br />

hermano?» (Gn 4,9).<br />

— 16 —<br />

Insistir, permanecer, clamar, esperar. Son verbos<br />

edificados sobre la roca de una convicción que tiene mucho<br />

de paradoja: que a lo más gratuito hay también que disponerse<br />

y prepararse, y que a aquello que nos es regalado sin el<br />

concurso de nuestros méritos lo atrae también la violencia de<br />

nuestra apasionada espera.<br />

Aprender a orar es gracia, pero es también un proceso<br />

que va a requerir esfuerzo, disciplina, trabajo por unificar<br />

las energías dispersas, aceptación de que las actitudes esenciales<br />

para la oración no nacen en ese momento y se abandonan<br />

después, sino que toman cuerpo en la red de las relaciones<br />

humanas.<br />

Estamos también preparándonos a la oración cuando nos<br />

esforzamos por mantenernos fieles y fraternos, cuando estamos<br />

dispuestos a conceder a los otros tiempo y ocasión de<br />

cambio. Porque no tenemos dos vidas ni dos estructuras internas;<br />

y el que lucha por permanecer en el amor a los hermanos<br />

aprende a encajar también los aspectos desérticos de<br />

la oración. Y al que se esfuerza por mantenerse en espera<br />

vigilante, como aquellos siervos que esperaban la llegada de<br />

su señor (Le 12,35), le será más fácil conjugar después esos<br />

cuatro verbos con los que Pablo caracteriza el verdadero<br />

amor: «disculpar», «confiar», «esperar», «soportar» (1 Cor<br />

13,7).<br />

Si vamos cultivando pacientemente una atención descentrada<br />

de nuestro yo y dirigida hacia los demás, si va<br />

creciendo nuestra capacidad de apertura, escucha y respeto<br />

ante el misterio de los otros, iremos siendo más capaces de<br />

acoger a Dios, de dejarle entrar en nuestra vida sin condiciones<br />

y sin miedos, de permanecer ante Él también cuando<br />

nos parece que está ausente.<br />

«Dios ha hecho que la oración tenga un gusto tal que<br />

acudimos a ella como a una danza y permanecemos en ella<br />

como en un combate», decía Nicolás de Flue. Aprender a<br />

orar es permanecer en ese combate; es aguantar como un<br />

centinela, en la intemperie de la noche, a que llegue la aurora;<br />

17 —


es adentrarse sin miedo en la nube que oculta, a la vez que<br />

revela, una presencia que nunca puede ser dominada; es mantenerse<br />

en medio del lago aunque el viento sea contrario,<br />

hasta que, de madrugada, alguien deje ver su rostro y oír su<br />

palabra.<br />

Se nos pide que no dejemos de remar esforzadamente<br />

mientras aguardamos, con tensa vigilancia, a que sea el viento<br />

del Espíritu quien despliegue al fin nuestras velas con el<br />

«¡Abba, Padre!» que susurra en nosotros.<br />

d) Pide la afinidad con Jesús<br />

Un cuarto aspecto podría ser calificado como el «elemento<br />

afinidad». La oración tiene lugar en ese nivel de disponibilidad<br />

y de escucha que nos hace «sintonizar» con el talante<br />

de Jesús, con su obediencia filial y su disposición radical a<br />

amar y a dar la vida. Y para eso cuentan poco la acumulación<br />

de saberes y las doctrinas sutiles e improductivas. Cuentan<br />

poco el pensamiento discursivo y la reflexión, el análisis y<br />

la excesiva intelectualización. Teresa de Jesús nos lo ha dejado<br />

magistralmente dicho:<br />

«Algunos he topado que les parece está todo el negocio<br />

en el pensamiento, y si éste pueden tener mucho en<br />

Dios, aunque sea haciéndose gran fuerza, luego les<br />

parece que son espirituales. [...] Querría dar a entender<br />

que el alma no es el pensamiento, ni la voluntad es<br />

mandada por él, que tendría harta mala ventura; por<br />

donde el aprovechamiento del alma no está en pensar<br />

mucho, sino en amar mucho» (Fund., 5,2-3).<br />

«No os pido ahora que penséis en El, ni que saquéis<br />

muchos conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas<br />

consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido<br />

más que le miréis» (Cam. Perf., 26,3).<br />

«Los conceptos crean ídolos de Dios. Sólo el sobrecogimiento<br />

presiente algo», había dicho Gregorio de Nisa. Entra<br />

en contacto con Dios no quien cree saber mucho sobre él,<br />

— 18 —<br />

sino quien intenta practicar la justicia, amar con ternura y<br />

caminar humildemente con él (Mi 6,8).<br />

Al final de la vida, no se nos va a preguntar por nuestros<br />

saberes, ni siquiera por nuestra oración; se nos va a preguntar<br />

por el amor, que es lo que nos hace afínes con el Hijo. Y<br />

la mejor manera de conseguirlo es instalarnos en la humilde<br />

pobreza de la primera bienaventuranza y en una confiada<br />

esperanza.<br />

Porque ni nuestra debilidad ni nuestra impotencia para<br />

amar de verdad son obstáculo para que el Espíritu vaya trabajando<br />

esa afinidad en nosotros.<br />

e) Entra en lo escondido<br />

Una quinta característica sería la de la interioridad y el<br />

secreto, que pertenecen a la insistencia más genuina de Jesús<br />

en su enseñanza sobre la oración:<br />

«Cuando quieras rezar, métete en tu cuarto,<br />

echa la llave y rézale a tu Padre que está en lo<br />

escondido. Y tu Padre, que ve lo escondido, te<br />

recompensará» (Mt 6,6).<br />

El evangelio de Lucas nos desvela lo que ocurría «en<br />

lo escondido» de la madre de Jesús:<br />

«María guardaba todas estas cosas meditándolas<br />

[symballousa] en su corazón» (Le 2,19).<br />

El participio griego expresa la acción de reunir (sym-)<br />

lo «lanzado» (hallo). Es la misma raíz de la palabra símbolo,<br />

y sugiere una actividad cordial de ida y venida de dentro<br />

afuera y de fuera adentro, una confrontación entre la interioridad<br />

y el acontecimiento, una labor callada de reunir lo<br />

disperso, de tejer juntas la Palabra y la vida.<br />

La oración es, antes que nada, encuentro interpersonal,<br />

diálogo de secreta amistad con quien sabemos nos ama. Israel<br />

vivió la experiencia de un Dios que quería hacer alianza con<br />

él, y Jesús nos ha invitado a ser no sólo siervos, sino amigos.<br />

— 19 —


Somos nosotros los que no nos atrevemos a creer hasta<br />

dónde llega el deseo de Dios de introducirnos en su intimidad.<br />

Y eso que, cuando entramos en lo más hondo de nosotros<br />

mismos, nos damos cuenta de que la nuestra es una interioridad<br />

habitada, y que tenemos franqueado el camino para<br />

participar de la relación del Hijo con el Padre, en el Espíritu.<br />

Por eso estamos invitados a redescubrir los caminos que<br />

conducen a nuestro corazón, sin que nos paralice la sospecha<br />

de intimismo. La oración necesita «verificación», pero no<br />

«justificación», porque todo lo que tiene que ver con el amor<br />

pertenece al orden de la gratuidad. Ha sido Jesús mismo quien<br />

nos ha remitido a ese lugar secreto de nuestro ser para encontrarnos<br />

allí con el Padre, y sólo en él podemos renacer a<br />

la fraternidad solidaria, que es, en último término, la «vocación»<br />

de la oración.<br />

En medio de la dispersión de una civilización de lo<br />

efímero, los creyentes nos sentimos llamados a cuidar lo<br />

esencial; a inclinarnos por lo que es verdaderamente fecundo,<br />

más allá de las apariencias de lo espectacular; a elegir la<br />

cordialidad en medio de una cultura racionalizada; a preferir<br />

la sabiduría a la multiplicidad de conocimientos; a cuidar el<br />

corazón, porque en él, como nos recuerda el proverbio, «están<br />

las fuentes de la vida» (Pr 4,23).<br />

f) Déjate alcanzar<br />

Finalmente, un sexto elemento consistiría en algo que podríamos<br />

calificar como actitud de consentimiento a la novedad<br />

que surge de la relación con Jesús; una aceptación de<br />

que, cuando su amor da alcance a alguien, nunca le deja<br />

como estaba, sino que transforma su vida, le «afecta» en el<br />

mundo de sus opciones, criterios y preferencias, le traslada<br />

a ese «orden otro» que es el Reino, y al que sólo se accede<br />

cuando se hace la experiencia de la gracia.<br />

Eso quiere decir que la oración tiene consecuencias y<br />

que las preguntas sobre su autenticidad tenemos que hacérnoslas<br />

más allá del ámbito de la pura interioridad. Recono-<br />

— 20 —<br />

ceremos sus frutos si nuestra vida se va haciendo cada vez<br />

más «manejable» para el Espíritu, si nos dejamos «bautizar»<br />

y sumergir con una familiaridad creciente en ese universo de<br />

nuevas significaciones, valores y «comportamientos contraculturales»<br />

que es el Evangelio de Jesús.<br />

El que ora tiene que estar abierto a una cierta en-ajenación,<br />

porque el amor desplaza nuestro centro de gravedad<br />

y nos introduce en una tierra desconocida, en la que nuestros<br />

mapas, planos y previsiones resultan ya inservibles.<br />

Decíamos más arriba que vamos a orar con todo lo que<br />

somos, con ese equipaje de imágenes, sentimientos, preocupaciones,<br />

criterios y relaciones que constituyen nuestra<br />

vida y nuestra historia; con todas nuestras heridas, esperanzas<br />

y miedos. Pero tenemos que ser conscientes también de que,<br />

al atravesar el umbral de la oración, todo eso queda «en estado<br />

de riesgo» porque, como Moisés, nos acercamos a la zarza<br />

ardiente de una presencia que puede abrasarnos con su fuego<br />

(Ex 3,1-4).<br />

Y lo que parece que Dios vaya buscando de nosotros,<br />

por encima de todo, es que ese riesgo no nos provoque miedo<br />

ni encogimiento, sino esa audacia tranquila con la que se fían<br />

los niños. Una audacia en la que, misteriosamente, no se<br />

pierde el «temor de Dios», la adoración y el deslumbramiento<br />

sobrecogido de quien presiente que le está rozando un amor<br />

que le sobrepasa.<br />

El que está dispuesto a dejarse alcanzar por ese amor<br />

llega a saber experiencialmente («expertus potest credere»,<br />

canta un antiguo himno de la Iglesia) hasta dónde es posible<br />

llegar en la despreocupación por el propio destino cuando se<br />

le reconoce en buenas manos.<br />

La oración tiene algo de éxodo y de éx-tasis; y cuando<br />

nos ponemos en ese camino y nos atrevemos a abandonar<br />

ante Dios toda nuestra existencia y a salir al encuentro de<br />

los otros, nuestro modo de contactar con la realidad se reorienta<br />

y se apoya sobre nuevos quicios. Nuestra identidad<br />

«alcanzada» queda también alterada y «re-fundada» en Otro<br />

— 21 —


que nos hace posible mirar, oír, sentir y tocar la realidad<br />

desde una sensibilidad nueva, desde eso que llamamos «mirada<br />

contemplativa» y que no es más que ver la vida con los<br />

ojos de Dios.<br />

También a Jesús se le contagia del Padre esa manera de<br />

mirar el mundo; y se llena de júbilo porque no son los sabios<br />

y entendidos, sino los pequeños, quienes poseen el privilegio<br />

de conocerle (cf. Le 10,21s). Y el Dios de la transfiguración<br />

se le revelará de una manera definitiva cuando se refugie en<br />

Getsemaní con la angustia atroz del miedo a la muerte, cuando<br />

hunda en la oración su deseo acuciante de escapar de ella.<br />

Jesús se aferra a la confianza de que en el seno oscuro de<br />

aquella tierra se esconde la capacidad de hacer florecer de<br />

nuevo en él su obediencia incondicional de Hijo.<br />

Al salir de la oración, todo había cambiado para él de<br />

nombre y de sentido: el deseo de huir se había transformado<br />

en el de permanecer fiel; ahora, el morir era dar la vida,<br />

y ya le era posible beber hasta el final un cáliz que venía de<br />

la mano del Padre.<br />

La oración es la puerta estrecha que tenemos que atravesar<br />

si estamos dispuestos a este cambio de perspectiva, que<br />

desborda nuestras posibilidades y nuestros hábitos de aferramiento<br />

a lo conocido y a lo acostumbrado. Nos cuesta dejar<br />

atrás lo que creíamos poseer tranquilamente de una manera<br />

definitiva; y, si tememos inconfesadamente la oración, es<br />

porque presentimos que puede des-colocarnos y des-concertarnos<br />

fuera de la parcela cerrada y apacible de las ideas que<br />

nos dan seguridad.<br />

«El Señor es mi Pastor, nada me falta.<br />

Me conduce hacia fuentes tranquilas...»<br />

(Sal 23,1).<br />

Así expresaba su «experiencia alternativa» de seguridad<br />

un orante que supo lo que significaba dejarse conducir por<br />

un Dios del que, si algo sabemos, es que puede cuidarnos<br />

mejor de lo que nosotros mismos podríamos hacerlo. Y que<br />

va a conducirnos y a enviarnos, irremisiblemente, en la di-<br />

— 22 —<br />

rección de su pasión por el mundo: «Ve y di a mis hermanos...»<br />

(Jn 20,17).<br />

A lo largo de esta reflexión hemos ido señalado seis<br />

elementos básicos a tener en cuenta a la hora de ponernos a<br />

orar. Y seis es un número que, en las claves bíblicas, significa<br />

algo abierto, no terminado, un proceso dinámico que nos<br />

estira hacia adelante en una triple dirección:<br />

— la receptividad activa, que cambia nuestra «forma convexa»<br />

por esa otra «forma cóncava» que es la única<br />

capaz de acoger, recibir y ser fecundados;<br />

— la com-pasión, que nos hace contactar con la realidad<br />

desde la mirada y las entrañas de Dios;<br />

— el servicio, porque, si la oración nos ha adentrado en la<br />

relación con Aquel que «se despojó de su categoría de<br />

Dios, haciéndose como uno de tantos y tomando la<br />

condición de siervo» (Flp 3,7), sólo poniéndonos, junto<br />

a él, a los pies de nuestros hermanos más débiles podemos<br />

llegar a «tener parte con él» (Jn 13,8).<br />

Por eso la oración no es algo distinto del amor: ir haciéndonos<br />

receptivos, compasivos y serviciales es nuestra<br />

humilde manera de amar cuando nos decidimos a responder<br />

a otro Amor mayor que nos reclama consentimiento y acogida;<br />

cuando nuestro corazón quiere latir al ritmo de su compasión;<br />

cuando buscamos, aunque sea pobremente, la identificación<br />

con los caminos de servicio que él mismo recorrió.<br />

2. EXPONERNOS A DIOS<br />

Una carmelita escocesa expresa así su experiencia de oración:<br />

«La simplicidad de la oración, su claridad, su falta de<br />

complicación, es lo último que conocemos o deseamos conocer.<br />

No es difícil teorizar acerca de ella; pero ni el escribir,<br />

ni el leer, ni el hablar, ni el pensar sobre ella, ni los deseos<br />

de orar, ni el envolvernos en esas vaporosas sublimidades<br />

que nos hacen sentirnos tan conocedores de lo espiritual, nada<br />

de eso es oración. Nada, salvo el orar realmente. ¿Qué hago<br />

— 23 —


con todo eso, sino erigir barreras tras las cuales puedo mantener<br />

mi propia estima y esconderme así de Dios?<br />

»'Señor, enséñanos a orar'. Jesús no parece contemplar<br />

nunca la necesidad de darnos una respuesta teórica, de llevarnos<br />

al interior de la cuestión de qué es rezar o de cuáles<br />

deberían ser nuestras disposiciones; inmediatamente, da una<br />

respuesta práctica: 'Cuando ores, di: Padre...' Y a sus discípulos<br />

les mostró lo que el Hijo entiende por orar.<br />

»Quizá el mayor reto de esa demostración es su extremada<br />

sencillez, su autenticidad, realismo y objetividad. Orar,<br />

para Jesús, era la manera más inmediata y pura de entregarse<br />

a la voluntad de su Padre; y en esto no caben subjetividades<br />

ni sentimientos. Jesús amó y se entregó al Padre, tanto en<br />

los momentos en que su interior se rebelaba (Getsemaní)<br />

como cuando 'su alma exultaba de gozo en el Espíritu'. Por<br />

eso, lo que enseña sobre la oración es que ésta es, ante todo,<br />

una respuesta a Dios, y que únicamente difiere de las otras<br />

respuestas en la intensidad que exige. Es una respuesta a Dios<br />

y no una iniciativa nuestra; es algo que le atañe a él y no a<br />

nosotros.<br />

»E1 acto de la oración consiste en ponerse indefenso<br />

delante de Dios. ¿Qué hará él? Tomar posesión de nosotros.<br />

Y que acontezca esto es la única finalidad de la vida.<br />

»Sabemos que le pertenecemos; sabemos también, si<br />

somos sinceros, que, casi a nuestro pesar, tendemos a mantener<br />

con fuerza nuestra propia autonomía. En efecto, estamos<br />

prontos para seguir a Dios de palabra (a hablar de oración,<br />

no a orar), porque utilizar la palabra 'Dios' como<br />

estandarte nos deja la conciencia tranquila. Sin embargo, el<br />

pertenecer a Dios es realmente otra cosa. Pertenecer a Dios<br />

significa no guardar nada para nosotros, estar siempre ligados<br />

a la voluntad de Otro.<br />

»Nos cuesta aceptar nuestra condición pecadora, y tratamos<br />

sistemáticamente de arrojar esta verdad fuera de nuestra<br />

conciencia. Pero el rezar nos pone así, desvalidos, ante<br />

el Señor y nos hace saborear lo amargo de nuestra realidad.<br />

— 24 —<br />

Nuestro Dios es un fuego, y nuestra miseria cruje cuando él<br />

nos apresa; él es todo luz, y nuestra oscuridad se encoge bajo<br />

su resplandor. Y es este resplandor desnudo de Dios lo que<br />

hace que la oración pueda ser algo tan duro.<br />

«Normalmente, a medida que crecemos, vamos ganando<br />

en habilidad para hacer frente a la vida. En muchos campos<br />

vamos adquiriendo técnicas que nos ayudan a seguir adelante<br />

cuando nuestro interés y nuestra atención decaen, y es señal<br />

de madurez el tener siempre alguna reserva de la que echar<br />

mano. Pero esto no se da en la oración, que es la única<br />

actividad humana que depende única y exclusivamente de su<br />

intrínseca verdad. Estamos ante Dios, expuestos a todo lo<br />

que él es, y él no puede defraudarnos ni ser engañado por<br />

nosotros.<br />

»No es que nos propongamos engañarle ni a él ni a los<br />

demás; pero con los otros podemos disimular nuestra condición<br />

humana de opacidad. No logramos abrirnos enteramente<br />

ni darnos a conocer absolutamente a ellos, ni ellos a<br />

nosotros: simplemente, no somos capaces. Y, además, tampoco<br />

tenemos que serlo, ni existe ninguna situación humana<br />

que reclame de nosotros esta presencia íntegra, ni siquiera<br />

aunque estuviera en nuestra mano el poder ofrecerla. La oración,<br />

en cambio, sí exige esta presencia total.<br />

»La oración es oración si nosotros queremos que lo sea.<br />

Preguntémonos: ¿Qué es lo que quiero realmente cuando<br />

rezo?; ¿busco ser poseído por Dios? En tal caso, hacemos<br />

oración. En lo único en que Jesús insistió, lo que repitió y<br />

subrayó una y otra vez, fue: 'Todo lo que pidáis al Padre,<br />

él os lo dará'. Su insistencia en la fe y en la perseverancia<br />

son otra forma de decir lo mismo: tenéis que querer realmente,<br />

tenéis que dejaros poseer enteramente por ese deseo.<br />

No se trata de pequeños deseos pasajeros, sino de aquello<br />

que realmente deseamos 'con todo el corazón, con toda el<br />

alma, con todas las fuerzas'...: esto es lo que él se compromete<br />

a concedernos. Jesús no se refirió sólo —ni tampoco,<br />

probablemente, en primer lugar— a la oración de petición,<br />

sino a la oración.<br />

— 25


»Cuando te pones a orar, ¿qué es lo que pretendes?<br />

Cuando lo que únicamente quieres es que Dios se apodere<br />

de ti, es cuando estás orando. En esto consiste la oración:<br />

no existen más secretos, atajos ni métodos. La oración prueba<br />

nuestra sinceridad: es el único lugar en el mundo donde no<br />

hay sitio para esconderse, y en esto reside su gozo y su<br />

tormento. Hayamos gustado o no la dicha que encierra, es<br />

estremecedor vivir enfrentados a tal simplicidad.<br />

»Uno querría decirse a sí mismo que la razón por la que<br />

no sabe orar es porque nunca fue seducido por Dios, porque<br />

nunca leyó algún buen libro sobre oración, ni se cruzó en su<br />

camino un santo gurú que le iniciase... De ahí el ardiente<br />

interés por los libros y artículos sobre oración, que oculta la<br />

carencia de deseo auténtico; de ahí el entusiasmo por los<br />

retiros y los directores espirituales, que tantas veces sirven<br />

de excusa. La verdad es que no quiero orar desnudamente,<br />

no tengo la intención de hacerlo; pero no me lo confieso así,<br />

porque, si lo hiciera, me sentiría culpable.<br />

»¿Se acuerdan del joven rico? Lo que dice es perfecto:<br />

'Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer...?' Jesús intenta sacudirle<br />

en su interior: ¿Por qué dices 'bueno' cuando no sabes<br />

lo que dices? Él insiste. Entonces Jesús le da aquello que el<br />

joven creía que de verdad estaba buscando: le dice lo que<br />

'tenía que hacer'. Y el joven se marchó triste, porque Jesús<br />

le había hecho abandonar la región de los ideales y las emociones<br />

y le había puesto frente a la voluntad del Padre: 'Vende...,<br />

entrega..., sigúeme...'; y no era esto lo que él deseaba.<br />

«¿Piensan que este hombre se marchó consciente de su<br />

falsedad interior y de que estaba completamente desprevenido<br />

para mirar a Dios directamente?... Más bien parece que se<br />

quedó pesaroso porque la voluntad del Maestro no le convino,<br />

y entonces se atrincheró tras la excusa de la 'incapacidad',<br />

convenciéndose de que ésta era insuperable.<br />

»Si deseas permanecer abandonado ante Dios, entonces<br />

ya lo estás: no se necesita absolutamente nada más. Por lo<br />

último por lo que se podría uno desanimar es por la oración:<br />

— 26<br />

no depende más que de Dios, que está siempre deseoso de<br />

darse a nosotros, y de nuestra propia decisión y voluntad. E<br />

incluso esta misma voluntad es también de Dios, 'que realiza<br />

en nosotros el desear y el actuar'. Por eso no hay mucho más<br />

que decir de la oración, sino que es 'lo más sencillo que<br />

existe'.<br />

»No obstante, voy a añadir dos comentarios prácticos:<br />

»— El primero es que la oración necesita su propio<br />

tiempo. Es una parte de nuestra vida normal, su centro, su<br />

corazón, pero no puede compaginarse con otras actividades<br />

y a su mismo nivel: lo mismo que no podemos compaginarlas<br />

con el sueño. La oración reclama la totalidad de nuestro ser<br />

para sumergirlo en el Fuego que consume y, así, poder marchar<br />

durante el resto del día con el corazón ardiente. Si<br />

disponemos de momentos breves durante el día, podemos<br />

acudir confiadamente al Padre; pero tenemos que cuidar otros<br />

tiempos más largos que, normalmente, habrá que robar a<br />

otras actividades: TV, libros, conversaciones...<br />

»Estarás dispuesto a sacrificar algo o mucho de eso si<br />

realmente tienes hambre y sed de Dios, de que él te posea.<br />

Ahí está el secreto de 'encontrar tiempo': siempre lo encontramos<br />

para lo que de verdad queremos. Lo que importa es<br />

'estar allí'; la calidad ya es cosa de Dios. Que yo esté cansado<br />

o de mal humor es lo mismo, porque yo siempre soy el mismo<br />

para él, para que me aprese. Puede ser que no lo sienta, pero<br />

no es eso lo que importa.<br />

»— El segundo punto práctico es: 'qué hacer durante<br />

la oración'. ¡Cómo desearíamos obtener una respuesta que,<br />

en el fondo, fuera una manera de asegurarnos frente a Dios...!<br />

La única respuesta es, de nuevo, de una sencillez apabullante:<br />

ponte ante Dios totalmente desnudo, indefenso, y tú mismo<br />

sabrás qué es lo que tienes que hacer. Los métodos tienen<br />

su valor, naturalmente, pero sólo como algo para emplear 'si<br />

quiero'; lo cual significa, en este contexto, 'si él lo quiere<br />

para mí'. Es posible que me sienta atraído a meditar, a cantar<br />

o a estar ante él en actitud de contrición o de alabanza. A<br />

— 27 —


menudo, probablemente, no querré hacer otra cosa que estar<br />

allí, permanecer en su presencia. Pero el que yo sea o no<br />

consciente de ella no tiene importancia. Sé que el está allí,<br />

más allá de mis sentimientos, como lo sabía Jesús en medio<br />

del sentimiento de abandono en la cruz. ¡Qué alabanza más<br />

pura de amor al Padre el sentirse abandonado y seguir diciéndole:<br />

'Padre, en tus manos...'!<br />

»Nunca insistiremos bastante en que la oración es algo<br />

que incumbe a Dios, deseoso de venir y habitar entre nosotros.<br />

¿Confiamos en él o no? Por supuesto, yo puedo engañarme,<br />

no escoger el estar allí para él y, por lo tanto, no<br />

dejarme transformar en Jesús. En cierta medida, siempre me<br />

protejo a mí mismo contra el impacto de un amor que causa<br />

dolor, pero un dolor creador que nos conduce a Jesús para<br />

ser curados. Le decimos: 'Si quieres, puedes sanarme'. Y él<br />

nos pregunta a su vez: 'Yo sí quiero, pero ¿lo quieres tú?'<br />

Ese deseo es siempre el nudo de la cuestión.<br />

»¿Existe algún modo de reconocer si es o no verdadero<br />

nuestro deseo de que Jesús nos entregue a su Padre? A la<br />

pregunta '¿Cuándo podemos saber con certeza cuáles son<br />

nuestros deseos dominantes?', sólo se puede dar esta respuesta:<br />

'Cuando estemos dominados por ellos'. Si el amor<br />

de Dios se va apoderando de ti tan profundamente que va<br />

transformándote en Jesús, entonces lo has deseado con pasión<br />

dominante. Pero, si eso no te ha ocurrido, sólo puede deberse<br />

a que, secretamente, en lo más profundo de ti, no has querido<br />

que te ocurriera.<br />

»Es inevitable que existan en nosotros deseos ocultos<br />

que escapan a nuestro control, pero que no escapan al de<br />

Dios. El don de los sacramentos tiene como fin abrir nuestros<br />

recovecos a la gracia y cambiar nuestros actuales deseos,<br />

esos que nos revelan nuestras acciones, a veces de manera<br />

deprimente. Pero esos deseos, que son reales en nosotros,<br />

pueden coexistir con los verdaderos; y lo que tenemos que<br />

hacer es presentar a Dios unos y otros, sumergiendo nuestra<br />

pobreza en la vigorosa oración objetiva de la Eucaristía y de<br />

los demás sacramentos. En ellos, Jesús se entrega totalmente<br />

— 28 —<br />

al Padre y nos toma consigo en esa entrega, y de ese modo<br />

podremos casi ver lo que el Espíritu que actúa en nosotros<br />

está tratando de realizar en lo más íntimo de cada uno.<br />

«Dejémosle actuar, dejémosle ser 'Dios-con-nosotros'.<br />

'Cualquiera que sea nuestro pasado o nuestro temor al futuro,<br />

aquí y ahora, oh Espíritu Santo, pronuncia dentro de mí el<br />

Sí total de Jesús al Padre'» (W.M. BECKETT, CD).<br />

3. «CARTA DEL DIABLO A SU SOBRINO» 1<br />

«Lo mejor, en cuanto sea posible, es alejar totalmente al<br />

paciente de la intención de rezar en serio, convenciéndole de<br />

que aspire a algo enteramente espontáneo, interior, informal<br />

y no codificado. Esto supondrá para el principiante un gran<br />

esfuerzo, destinado a suscitar en sí mismo un estado de ánimo<br />

vagamente devoto, en el que no podrá producirse una verdadera<br />

concentración de la voluntad y de la inteligencia. Uno<br />

de sus poetas, Coleridge, escribió que él no rezaba 'moviendo<br />

los labios y arrodillado', sino que, simplemente, 'se ponía<br />

en situación de amar' y se entregaba 'a un sentimiento implorante'.<br />

Esa es exactamente la clase de oraciones que nos<br />

conviene; y, como tiene un cierto parecido con la oración de<br />

silencio que practican los que están muy adelantados en el<br />

servicio del Enemigo, podemos engañar durante bastante<br />

tiempo a pacientes listos y perezosos. Por lo menos se les<br />

puede convencer de que la posición corporal es irrelevante<br />

para rezar, ya que olvidan continuamente que son animales<br />

y que lo que hagan sus cuerpos influye en sus almas. Es<br />

curioso que los mortales nos pinten siempre dándoles ideas<br />

cuando, en realidad, nuestro trabajo más eficaz consiste en<br />

evitar que a ellos se les ocurran cosas.<br />

1. C.S. LF.WIS, Cartas del diablo a su sobrino (Madrid 1988), en las<br />

que un diablo «experto» da consejos a otro más joven sobre cómo poder<br />

tentar a un cristiano convertido (el «paciente») que se ha pasado al bando<br />

del «Enemigo» (Jesús).<br />

— 29 —


»Si esto falla, debes recurrir a una forma más sutil de<br />

desviar sus intenciones. Mientras estén pendientes del Enemigo,<br />

estamos vencidos; pero hay formas de evitar que se<br />

ocupen de El. La más sencilla consiste en desviar su mirada<br />

de El hacia ellos mismos. Haz que se dediquen a contemplar<br />

sus propias mentes y que traten de suscitar en ellas, por obra<br />

de su propia voluntad, sentimientos o sensaciones. Cuando<br />

se propongan solicitar caridad del enemigo, haz que, en lugar<br />

de eso, empiecen a tratar de suscitar sentimientos caritativos<br />

hacia ellos mismos. Si se proponen pedir valor, déjales que<br />

traten de sentirse valerosos... Enséñales a medir el valor de<br />

cada oración por su eficacia para provocar el sentimiento<br />

deseado y no dejes que lleguen a sospechar hasta qué punto<br />

esa clase de éxitos o fracasos depende de que estén sanos o<br />

enfermos, frescos o cansados, en ese momento.<br />

»Pero, claro está, el Enemigo no permanecerá ocioso<br />

entretanto: siempre que alguien reza, existe el peligro de que<br />

Él actúe inmediatamente, pues se muestra cínicamente indiferente<br />

hacia la dignidad de Su posición y la nuestra, en<br />

tanto que espíritus puros, y permite que los animales humanos,<br />

orando, lleguen a conocerse a sí mismos. Pero, aun<br />

cuando El venza tu primera tentativa de desviación, todavía<br />

contamos con un arma más sutil. Los humanos no parten de<br />

una percepción directa del Enemigo como la que nosotros,<br />

desdichadamente, no podemos evitar. [...] Debes hacer que<br />

el paciente dirija sus oraciones a algún objeto, a algo que él<br />

ha creado, no a la Persona que le ha creado a él; porque, si<br />

alguna vez dirige su oración conscientemente 'no a lo que<br />

yo creo que Eres, sino a lo que Tú sabes que Eres', nuestra<br />

situación será, por el momento, desesperada.<br />

»Una vez descartados todos sus pensamientos e imágenes<br />

o, si los conserva, conservados reconociendo plenamente<br />

su naturaleza subjetiva, cuando el hombre se confía a<br />

la Presencia real, externa e invisible que está allí y que no<br />

puede conocer como ella le conoce a él..., bueno, entonces<br />

puede suceder cualquier cosa.<br />

— 30 —<br />

»Te será de ayuda para evitar esta situación, esta verdadera<br />

desnudez del alma en la oración, el hecho de que los<br />

humanos no la desean tanto como suponen: ¡se pueden encontrar<br />

con más de lo que pedían!<br />

»Tu cariñoso tío».<br />

4. SEIS CONSEJOS DE «SABIDURÍA ORANTE»<br />

Con el mismo estilo con que, en los libros sapienciales, los<br />

padres o maestros dan consejos al que quiere aprender sabiduría,<br />

podemos formular estas recomendaciones que nacen<br />

de la experiencia de muchos hombres y mujeres expertos en<br />

oración 2 :<br />

«Hijo mío, atiende mis palabras,<br />

presta oído a mis consejos;<br />

conserva mis preceptos, y vivirás,<br />

mi instrucción como la niña de tus ojos;<br />

átatelos a los dedos,<br />

escríbelos en la tablilla de tu corazón.<br />

Al caminar no serán torpes tus pasos,<br />

al correr no tropezarás;<br />

agárrate a la instrucción, no la sueltes,<br />

consérvala, porque te va la vida.<br />

Por encima de todo, cuida tu corazón<br />

porque en él están las fuentes de la vida»<br />

(Pr 7,1-3; 4,23).<br />

— Hijo mío, recuerda que la oración es un encuentro<br />

con Dios para adorarle y dejarte trabajar por él. La iniciativa<br />

y la llamada son suyas, y es él quien desea tu presencia<br />

infinitamente más que tú la suya.<br />

«Lo tuyo» es, en primer lugar, tomar la decisión de orar<br />

para responder a esa llamada y crear el clima que precede a<br />

2. Algunos de los «consejos» están tomados de A. SÉVE, Lafaim et<br />

le rendez-vous (Paris 1989).<br />

— 31 —


una cita. Después, intenta permanecer silencioso en su presencia,<br />

con toda tu fe y tu amor despiertos, para adherirte a<br />

lo que él quiere hacer en ti. Y el deseo del Padre es hacer<br />

de ti, por medio del Espíritu de Jesús que te habita, alguien<br />

cada vez más parecido a su Hijo.<br />

— Al comenzar, trata de hacer una «ruptura en vertical»<br />

para situarte en tu centro más profundo y, desde ahí, abrirte<br />

a la presencia de Dios y hacerte disponible para él. Este<br />

primer momento de la oración, en el que tratas de movilizar<br />

toda tu atención, pide de ti esfuerzo, obstinación, paciencia<br />

e intensidad. Es tu humilde manera de colaborar a la acción<br />

de Dios en ti: porque lo que importa en la oración no es lo<br />

que tú haces, sino lo que consientes que haga él.<br />

— Es importante que en ese primer momento tomes<br />

conciencia de lo que realmente deseas (pedir, agradecer, bendecir,<br />

quejarte, amar...) y lo expreses en alguna frase breve<br />

que puedas repetir internamente una y otra vez. Será como<br />

un «ancla» que te ayude a volver al centro de tu corazón<br />

cuando lleguen otros pensamientos o distracciones.<br />

— Recuerda que nunca llegas solo a la oración: estás<br />

ahí en nombre de muchos hermanos, de su deseo y de su<br />

clamor. Siéntete unido a ellos y sostenido por ellos, y encontrarás<br />

fuerza en momentos de cansancio.<br />

— No acabes la oración bruscamente, porque no se terminan<br />

así los encuentros personales; dirígete al Padre, a Jesús<br />

o a María, con la confianza de los hijos o «como un amigo<br />

habla con su amigo», y luego detente unos momentos a ver<br />

cómo te ha ido: lo que te ha sido ayuda o dificultad, qué<br />

«movimientos» de atracción o de rechazo (de «consolación<br />

o desolación») has experimentado a lo largo de ella. Este<br />

pequeño examen final hará crecer en ti la «sabiduría oracional»<br />

y te ayudará a adquirir la costumbre del discernimiento.<br />

— Lo mismo que no puedes improvisar la oración y<br />

necesitas «entrenar» tu atención y tu deseo a lo largo de] día,<br />

tampoco la termines cuando acaba el tiempo que dedicas a<br />

ella: tu disponibilidad y la acción transformadora del Espíritu<br />

— 32 —<br />

irán haciendo de ti alguien más atento, abierto, confiado y<br />

fraterno, es decir, más parecido a Jesús.<br />

A partir de este momento, cada capítulo tendrá la siguiente<br />

estructura:<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA:<br />

ambientación, sensibilización al tema.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN:<br />

sugerencias concretas (señaladas con un asterisco [*]),<br />

generalmente a partir de iconos bíblicos, para preparar<br />

los momentos de oración. Ya hemos dicho que sólo<br />

pretenden acompañar hasta el umbral de una oración<br />

más silenciosa y receptiva.<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA:<br />

una selección de textos de distintas procedencias que<br />

pueden servir para seguir profundizando en el tema del<br />

día.<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO:<br />

indicaciones prácticas (textos, símbolos, ambientación...)<br />

para un rato de oración compartida al final del<br />

día.<br />

33 —


2<br />

Prepararse y disponerse<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

«El Señor dijo a Moisés: 'Prepárate para mañana,<br />

sube al amanecer al monte Sinaí y espérame<br />

allí...'» (Ex 34,2).<br />

Si empezamos unos Ejercicios, es porque también ha<br />

llegado a nosotros la urgencia de ese imperativo y la invitación<br />

secreta a esa cita, y la mejor imagen para el primer<br />

día sería la de estar en las estribaciones del monte, deseando<br />

el encuentro, pero quizá inconscientes de que necesitamos<br />

prepararlo.<br />

Sabemos que ese encuentro con el Señor va a ser siempre<br />

un regalo gratuito que no dependerá de nuestro esfuerzo; pero<br />

también es cierto que la cita puede frustrarse si no acertamos<br />

con el camino de subida.<br />

Solemos llegar desde la prisa y el ruido, atareados y<br />

extravertidos; y, aunque intentamos frenar y hacer silencio,<br />

nos cuesta entrar en la oración y nos sentimos con la corporalidad<br />

y la interioridad desbaratadas, como un «puzzle»<br />

en desorden y con la sensación de estar, no ante un monte,<br />

sino al pie de una hermética pirámide cuya puerta de acceso<br />

ignoramos dónde se encuentra.<br />

Y es normal que así sea: hemos respirado todo el año<br />

en un ambiente contaminado y llevamos dentro sus efectos:<br />

— 34 —<br />

ansiedad, tensión, búsqueda de eficacia inmediata, superficialidad,<br />

individualismo... Cargamos también con el peso de<br />

nuestro personaje: el importante, el susceptible, el nihilista,<br />

el escéptico, el desalentado...<br />

Por eso necesitamos, también en este primer momento,<br />

una «sabiduría de los comienzos»:<br />

— Llegamos a Ejercicios casi siempre bastante cansados<br />

y, a la vez, con la conciencia de que no hemos venido principalmente<br />

a descansar. ¿No estamos necesitando escuchar<br />

lo de Jesús a los discípulos: «Venid aparte a un lugar solitario<br />

y descansad un rato» (Me 6,31)?<br />

* Y se podría traducir en dormir un poco más al comienzo,<br />

porque posiblemente los mejores Laudes del primer<br />

día consistirán en comenzarlo algo más descansados<br />

y despiertos.<br />

— Entrar en Ejercicios supone hacer una experiencia<br />

de «período largo», es decir, no mensurable según nuestros<br />

cómputos temporales, tan precisos y acelerados. En el ámbito<br />

de la fe no sirve el cronómetro, y el «kairómetro» no existe:<br />

es una experiencia más parecida al florecer que a cualquier<br />

otro modo de crecimiento.<br />

* Puede ayudar leer la parábola de la semilla que crece<br />

por sí sola (Me 4,26-29), o la del sembrador (Me 4,1-20). O<br />

dar un paseo tranquilo, con una atención relajada a la naturaleza<br />

o al ritmo de las propias pisadas, y detenerse a<br />

mirar largamente un árbol o una planta, tratando de entrar<br />

en su misteriosa manera de crecer.<br />

* Puede ayudar también leer algo de poesía, que es el<br />

lenguaje más parecido al religioso y desbloquea nuestro<br />

racionalismo y la rigidez de nuestras ideologías.<br />

* Puede ayudar también dedicar un tiempo sencillamente<br />

a tomar conciencia de la respiración, ir remansándola<br />

y serenándola, y repetir a su ritmo alguna invocación<br />

breve: «Abba...», «Jesús...», «Maraña tha...», «Veni Sánete<br />

— 35 —


Spiritus...» O escuchar un disco o cassette de gregoriano,<br />

de música clásica o de canciones de Taizé...<br />

— Entrar en Ejercicios tiene algo del aprendizaje de<br />

una lengua extranjera. Entramos en un ámbito en el que<br />

funciona otro sistema de comunicación, y hay que ponerse<br />

a escuchar el silencio, a descifrar el código secreto en que<br />

vienen cifradas las palabras de la Escritura, a familiarizarse<br />

con ese modo de hablar del Espíritu, que tiene más de confidencia<br />

que de imperativo.<br />

No es posible hablar de la fe desde un «lenguaje plano»<br />

y positivo; necesitamos poner en marcha nuestro sentido simbólico<br />

para poder expresar la nueva realidad en la que entramos.<br />

San Ignacio habla de «aplicar los sentidos»; pero solemos<br />

tenerlos atrofiados por falta de ejercicio y exceso de<br />

intelectualismo y voluntarismo. Y, sin embargo, ir descubriendo<br />

al Dios que viene a nuestro encuentro tiene mucho<br />

más que ver con aquello del Cantar: «Tu nombre es un perfume<br />

que se derrama...» (Cant 1,3).<br />

* Puede ayudar un paseo, buscando en la naturaleza<br />

algún símbolo que exprese nuestra situación en este momento,<br />

o una imagen bíblica que tenga resonancia para<br />

nosotros: el barro de Jer 18; los huesos secos de Ez 37; la<br />

tierra sedienta del Salmo 63... En la comunicación espiritual,<br />

suele ser mucho mas fácil hablar desde los símbolos<br />

que desde las ideas.<br />

* Puede ayudar también dedicar un rato a escribir o a<br />

verbalizar nuestro año en forma de narración. Releer así<br />

nuestra vida nos ayuda a ver a Dios como actor principal<br />

en ella.<br />

Todo esto parece demasiado simple, y afortunadamente<br />

lo es. Pero quizá nos suene como la invitación ingenua de<br />

Eliseo a Naamán, el leproso sirio: «Ve y lávate siete veces<br />

en el Jordán» (2 Re 5,10). Sin embargo, él lo hizo, y «su<br />

carne se volvió limpia como la de un niño pequeño».<br />

— 36 —<br />

Puede parecer un juego, y, efectivamente, también lo<br />

es. Porque el Dios que nos espera en lo alto del monte juega<br />

a esconderse y a revelarse desde la nube, y sólo los que<br />

consienten en hacerse sencillos lo encontrarán allá arriba.<br />

Sólo a los que entran en su juego les será concedido poder<br />

susurrar su Nombre.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. El primer icono que estás invitado a contemplar es Moisés<br />

en su relación con el Señor:<br />

«El Señor ordenó a Moisés: 'Lábrate dos losas<br />

de piedra como las primeras: yo escribiré en<br />

ellas los mandamientos que había en las primeras,<br />

las que tú rompiste. Prepárate para mañana,<br />

sube al amanecer al monte Sinaí y espérame<br />

allí, en la cima del monte. Que nadie<br />

suba contigo, ni siquiera las ovejas y vacas pastarán<br />

en la ladera del monte. Moisés labró dos<br />

losas de piedra como las primeras, madrugó y<br />

subió al amanecer al monte Sinaí, según la orden<br />

del Señor, llevando en la mano dos losas<br />

de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó<br />

con él allí, y Moisés pronunció el nombre del<br />

Señor» (Ex 34,1-5).<br />

En un primer acercamiento al texto, observa:<br />

— de quién parte la iniciativa del encuentro;<br />

— qué imperativos aparecen;<br />

— qué verbos expresan la respuesta de Moisés.<br />

El texto tiene una estructura dialogal, en la que el Señor<br />

habla, y la manera de responder de Moisés consiste en hacer<br />

silenciosamente lo que ha escuchado. Al final del texto, es<br />

el Señor quien tiene una presencia silenciosa («se quedó con<br />

él allí»), y Moisés «pronuncia el nombre del Señor».<br />

* En un segundo momento, trata de captar las resonancias<br />

simbólicas de algunas expresiones:<br />

— 37 —


— lábrate dos losas..., yo escribiré en ellas...;<br />

— prepárate;<br />

— sube;<br />

— espérame,<br />

y escúchalas como dirigidas a ti.<br />

* En un tercer momento, identifícate con Moisés y,<br />

como él, espera «en la cumbre del monte» al Señor que<br />

baja a tu encuentro «en la nube». Él siempre estará más<br />

allá del alcance de tu mirada, nunca se dejará dominar ni<br />

poseer, y por eso la «nube» que envuelve su misterio reclama<br />

tu espera vigilante, tu escucha y la totalidad de tu<br />

presencia.<br />

2. Escucha las palabras que, según la narración del Éxodo,<br />

escuchó Moisés en su encuentro con Dios:<br />

«Vosotros habéis visto lo que hice a los egipcios,<br />

y cómo a vosotros os he llevado sobre alas<br />

de águila y os he atraído a mí; ahora pues, si<br />

queréis obedecerme y guardar mi alianza, seréis<br />

mi propiedad personal entre todos los pueblos...»<br />

(Ex 19,4-5).<br />

—\


supimos al fin quién era<br />

todo su secreto vivo, suyo y libre»<br />

(B. GONZÁLEZ BUELTA).<br />

Yo tenía prisa...<br />

«Me vestí y salí hacia la orilla del mar. Caminaba ligero y<br />

contento, como si me hubiera librado de algún peligro o de<br />

algún pecado. El deseo indiscreto, que me asaltara por la<br />

mañana, de averiguar lo por venir antes de que se realizara,<br />

se me presentó de pronto como un sacrilegio.<br />

»Recordé la mañana en que hallé en la corteza de un<br />

árbol un capullo, en el momento en que el gusano rompía<br />

los hilos envolventes para convertirse en mariposa. Esperé<br />

largo rato, pero tardaba demasiado, y yo tenía prisa. Fastidiado,<br />

me incliné y quise ayudarlo calentándolo con el aliento.<br />

Lo hice impaciente, y el milagro comenzó a cumplirse<br />

ante mis ojos, con un ritmo más precipitado que el normal.<br />

»La envoltura se abrió, el gusano salió arrastrándose, y<br />

no he de olvidar jamás el horror que sentí al verlo: las alas<br />

estaban todavía encogidas, dobladas; con todas las fuerzas<br />

de su cuerpecillo, el pobre gusano trataba de extenderlas.<br />

Inclinado hacia él, yo le ayudaba con el calor de mi aliento.<br />

»En vano. Una paciente maduración era necesaria en<br />

aquel caso, el despliegue de las alas debía producirse lentamente<br />

al calor del sol; ahora era tarde. Mi aliento había<br />

forzado al gusanillo a que se presentara fuera del capullo,<br />

todo arrugadito, antes de término. Se agitó desesperadamente,<br />

y unos segundos después estaba muerto en la palma de<br />

mi mano.<br />

»Ese cadáver pequeñito, creo que es el mayor peso que<br />

gravita sobre mi conciencia. Pues, lo comprendo perfectamente<br />

hoy, es pecado mortal el forzar las leyes de la naturaleza.<br />

No debemos precipitarnos ni impacientarnos, sino<br />

seguir con entera confianza el ritmo eterno.<br />

— 40 —<br />

»Me senté en una roca para asimilar con total tranquilidad<br />

este pensamiento de año nuevo. ¡Ah, si la mariposilla<br />

revoloteara constantemente ante mi vista para señalarme el<br />

camino...!» (N. KAZANZAKIS).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Poner en el centro de la sala una flauta de caña (o algún otro<br />

instrumento que evoque la idea de algo inerte, pero del que<br />

se pueda hacer brotar música) y escuchar tranquilamente durante<br />

un rato música de flauta o de cítara. Después, un lector<br />

lee este texto:<br />

«No somos nosotros<br />

los que hemos amado a Dios,<br />

sino que él nos amó primero» (cf. Jn 15,16).<br />

«Lo más importante no es:<br />

que yo te busque, sino que tú me buscas en todos los caminos<br />

(Gn 3,9);<br />

que yo te llame por tu Nombre, sino que tú tienes el mío<br />

tatuado en la palma de tus manos (Is 49,16);<br />

que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes<br />

en mí con tu grito (Rom 8, 26);<br />

que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a<br />

caminar contigo hacia el futuro (Me 1,17);<br />

que yo te comprenda, sino que tú me comprendes a mí en<br />

mi último secreto (1 Cor 13,12);<br />

que yo hable de ti con sabiduría, sino que tú vives en mí y<br />

te expresas a tu manera (2 Cor 4,10);<br />

que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que yo soy<br />

una esponja en el fondo de tu océano (EE 335);<br />

que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino<br />

que tú me amas con todo tu corazón y todas tus<br />

fuerzas (Jn 13,1);<br />

— 41 —


que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego<br />

arde dentro de mis huesos (Jer 20,9).<br />

Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte... si tú<br />

no me buscas, me llamas y me amas primero?<br />

El silencio agradecido es mi última palabra y mi mejor<br />

manera de encontrarte» (B. GONZÁLEZ BUELTA).<br />

__42__<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

3<br />

Despertar el deseo<br />

En uno de los cuentos hassídicos recogidos por M. Buber y<br />

que tiene como título «El juego del escondite», se narra un<br />

episodio de la vida de Rabbi Baruch en el que uno de sus<br />

nietos, Jechiel, jugaba al escondite con otro amigo. Después<br />

de esperar mucho tiempo en su escondite, salió de él y, al<br />

no encontrar a su compañero, se dio cuenta de que éste no<br />

le había buscado desde el comienzo del juego. Fue llorando<br />

a contárselo a su abuelo, y éste sintió que las lágrimas corrían<br />

también por sus mejillas, al pensar: «Así dice el Santo, bendito<br />

sea: Yo me escondo, y nadie me busca...»<br />

Hacer una experiencia de varios días seguidos de oración,<br />

supone un primer trabajo de entrar en contacto con el<br />

mundo de los deseos que ponen en marcha nuestra búsqueda.<br />

Nos hace capaces, como a Abraham y Sara, de abandonar<br />

la propia tierra y salir en busca de otra que sólo se nos concede<br />

como promesa. Nos invita a abandonar la cautiva saciedad<br />

de Egipto o la resignada instalación en Babilonia y a emprender<br />

un éxodo más allá de lo conocido.<br />

Cuando nos ponemos a hacer oración, nos situamos en<br />

esa trayectoria y, en la medida en que vamos adentrándonos<br />

en ella, asistimos con asombro a la conversión del sentido<br />

de nuestro deseo. Porque descubrimos que es el deseo de<br />

— 43 —


«En esto consiste el amor:<br />

no en que nosotros hayamos amado a Dios,<br />

sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo»<br />

(1 Jn 4,10).<br />

«No me habéis elegido vosotros a mí,<br />

sino que yo os he elegido a vosotros...»<br />

(Jn 15,16),<br />

podemos decir: «En esto consiste el deseo: no en que nosotros<br />

deseemos a Dios, sino en que él nos desea primero...»<br />

* Dedica un tiempo a abrirte a esta certeza, que puede<br />

parecerte demasiado sobrecogedora como para ser cierta:<br />

es Dios quien te busca y te desea; «Dios es una extraña<br />

fuente que sale al encuentro del sediento...»<br />

5. Vuelve a las tres mujeres en búsqueda:<br />

— la mujer que buscaba la moneda en la parábola es Dios<br />

mismo, que nos busca afanosamente: somos valiosos<br />

para El, y Él no está dispuesto a perdernos.<br />

— la samaritana no contaba con que la esperaba alguien en<br />

el broca^del pozo para entrar en diálogo con ella, sediento<br />

más de su relación que del agua, deseoso de<br />

ofrecerle otra agua diferente para calmar su sed...<br />

— la iniciativa del encuentro con María Magdalena es de<br />

Jesús, que se acerca, le hace una pregunta, la llama<br />

por su nombre...<br />

* Ábrete al asombro de ser objeto del deseo de Dios.<br />

Recuerda junto a él «la historia de su búsqueda» de ti, de<br />

tantas maneras misteriosas y escondidas que sólo tú conoces.<br />

Puedes terminar repitiendo con el salmo 139:<br />

«¿Adonde me alejaré de tu aliento?,<br />

¿adonde huiré de tu presencia?<br />

Si escalo el cielo, allí estás tú;<br />

si me acuesto en el abismo, ahí estás.<br />

Si me traslado al ruedo de la aurora<br />

— 46 —<br />

o me instalo en el confín del mar,<br />

allí se apoya en mí tu izquierda<br />

y me agarra tu derecha...»<br />

* María es para Lucas una buscadora de Jesús: en el<br />

relato del niño perdido en el templo (Le 2,41-50), el evangelista<br />

utiliza tres veces el verbo buscar, con María como<br />

sujeto:<br />

«sus padres se pusieron a buscarlo»;<br />

«al no encontrarlo, volvieron en su busca a Jerusalén»;<br />

«su madre le dijo: 'Mira que tu padre y yo te<br />

buscábamos...'»<br />

* Habla con ella de tu búsqueda de Jesús y de tu deseo<br />

de él. Pídele que te ayude a encontrarle como lo encontró<br />

ella...<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Sobre el deseo y la oración<br />

«La oración, desde un punto de vista antropológico, es un<br />

ejercicio que nos permite profundizar en nuestra vida y rebasar<br />

la dimensión intelectual que predomina en nuestro comportamiento<br />

y nos hace desconocer las dinámicas de nuestros<br />

deseos. El saber discursivo no permite explicar la totalidad<br />

de nuestra personalidad; es incapaz de captar el impulso de<br />

nuestros deseos, que nos abren a lo desconocido, que fluyen<br />

de nuestra subjetividad y nos revelan hasta qué punto somos<br />

pura inquietud, hambre insaciable de plenitud y de felicidad,<br />

que sólo de forma parcial y puntual vamos experimentando<br />

en nuestras relaciones y que, paradójicamente, agudizan la<br />

fuerza de nuestros deseos.<br />

»La oración tiene que desplazarse progresivamente de<br />

la necesidad al deseo. Hay que dejar a Dios ser Dios en su<br />

alteridad, en su trascendencia, sin objetivarlo en función de<br />

nuestras carencias y necesidades. En la oración expresamos<br />

— 47 —


nuestras indigencias y hacemos patentes nuestros deseos: pedimos<br />

lo que necesitamos. Pero no nos encontraremos con<br />

Dios, en función de la satisfacción de esas necesidades, si<br />

no aceptamos la no-respuesta a esos deseos y asumimos nuestra<br />

soledad y el silencio de Dios ante la indigencia, de la que<br />

tomamos conciencia y que expresamos ante él.<br />

»En la oración, la necesidad se convierte en deseo cuando<br />

acepta la renuncia y se convierte en gratuita y no interesada.<br />

Buscamos a Dios, pero no porque pueda satisfacer<br />

nuestra petición, como el niño respecto de su padre, sino<br />

porque es Dios, porque lo amamos tras revelarnos Él su amor,<br />

porque es El y lo dejamos ser en su alteridad [...].<br />

»E1 más genuino y definitivo programa de vida es abrirse<br />

a Dios, acoger su empuje, dejarse trabajar por la fuerza salvadora<br />

de su gracia. No 'conquistarlo', sino dejarse conquistar<br />

por él; no 'convencerlo', sino dejarse convencer; no<br />

'rogarle', sino dejarnos rogar. ¿No va por ahí la misteriosa<br />

y fascinante sugerencia de aquella frase del Apocalipsis:<br />

'Mira que estoy a la puerta llamando:<br />

si uno me oye y me abre,<br />

entraré en su casa y cenaremos juntos'<br />

(Ap 3,20)?»<br />

(A. TORRES QUEIRUGA).<br />

«El deseo es toda la riqueza de la vida contemplativa; en él<br />

nos acercamos a Dios, pregustamos su posesión y dejamos<br />

atrás todo cuanto no sea El. El deseo es más que nuestras<br />

realizaciones, pequeñas y mezquinas muchas veces; es la luz<br />

que ilumina lo gris y lo oscuro de la cotidianeidad e incluso<br />

del pecado. Y este deseo se traduce en todas las actividades<br />

de la vida contemplativa, está presente en todo y le confiere<br />

un secreto y misterioso resplandor que hace de ella una aventura<br />

apasionante y una luz que brilla en la noche del exilio»<br />

(C. KAUFFMANN, CD).<br />

«La esencia de la oración es la acción de Dios, que trabaja<br />

en nosotros y eleva todo nuestro ser hacia El. El modo como<br />

— 48 —<br />

sucede es llamado por Pablo 'gemidos'. El gemido es una<br />

expresión de flaqueza de nuestra existencia creatural. Sólo<br />

en términos de gemidos sin palabras podemos acercarnos<br />

a Dios, e incluso estos suspiros son su obra en nosotros»<br />

(P. TILLICH).<br />

«El clamor del pueblo es la expresión más común de la<br />

oración de los israelitas. La oración no es una simple reflexión<br />

sapiencial ni, mucho menos, un entusiasmo irracional, sino<br />

un clamor personal y colectivo, angustioso y confiado, que<br />

sube al cielo y es escuchado siempre por el Señor. No basta<br />

con orar al ritmo de nuestra respiración personal, sino que<br />

es preciso que nuestra oración exprese el ritmo de toda la<br />

humanidad que suspira y gime de dolor. No basta con tomar<br />

conciencia de nuestro cuerpo, sino que es necesario sentirnos<br />

en un mismo cuerpo con toda la humanidad» (V. CODINA).<br />

«Hay un estado de descanso en Dios, de total suspensión de<br />

toda actividad del espíritu, en el que no se pueden concebir<br />

planes, ni tomar decisiones, ni aun llevar nada a cabo, sino<br />

que, haciendo del porvenir asunto de la voluntad divina, se<br />

abandona uno enteramente a su destino.<br />

»He experimentado este estado hace poco, como consecuencia<br />

de una experiencia que, sobrepasando todas mis<br />

fuerzas, consumió totalmente mis energías espirituales y me<br />

sustrajo a toda posibilidad de acción. No es la detención de<br />

la actividad, consecuente a la falta de impulso vital. El descanso<br />

en Dios es algo completamente nuevo e irreductible.<br />

Antes era el silencio de la muerte; ahora es un sentimiento<br />

de íntima seguridad, de liberación de todo lo que la acción<br />

entraña de doloroso, de obligación y de responsabilidad.<br />

»Cuando me abandono a este sentimiento, me invade<br />

una vida nueva que, poco a poco, comienza a colmarme y,<br />

sin ninguna presión por parte de mi voluntad, a impulsarme<br />

hacia nuevas realizaciones. Este aflujo vital me parece ascender<br />

de una Actividad y de una Fuerza que no me pertenecen,<br />

pero que llegan a hacerse activas en mí. La única<br />

— 49 —


suposición previa necesaria para un tal renacimiento espiritual<br />

parece ser esta capacidad pasiva de recepción que está en el<br />

fondo de la estructura de la persona» (E. STEIN).<br />

«El hombre no se libra de hundirse en su propio vacío más<br />

que en el momento en que, descubriendo su propia limitación<br />

existencial, que se le revela en su necesidad, accede al reconocimiento<br />

del ser que le falta, del Otro. El deseo sólo<br />

nace en la mediación de la necesidad que muere a sí misma.<br />

El lugar en el que se realiza esta conversión, que hay que<br />

estar siempre recomenzando, es el amor. [...] Cuando, en<br />

vez de orar por necesidad, 'convertimos nuestra oración en<br />

deseo, el orar se convierte entonces en una actividad sin<br />

objeto, en un encuentro'. [...] A las personas que oran de<br />

verdad, lo mismo que a las que trabajan de verdad, se las<br />

reconoce porque saben perder su tiempo. Y es que para ellas<br />

no hay tiempo perdido. El tiempo, el espacio, el saber, no<br />

son vividos como objetos a adquirir y que sacian su necesidad,<br />

sino como la manifestación, marcada por la herida del<br />

deseo, de su presencia al mundo y a Dios» (D. VASSE).<br />

«El sentimiento de insatisfacción forma parte de la oración:<br />

es la prueba de un deseo no colmado que sólo puede crecer<br />

con el amor. La oración, lejos de apaciguar esta sed, la hace<br />

crecer cada vez más» (R. VOÍLLAUME).<br />

2. Atrevernos a creer lo increíble<br />

«Oyeron luego el rumor de los pasos de YHWH<br />

Dios, que se paseaba por el jardín a la hora de<br />

la brisa de la tarde, y el hombre y su mujer se<br />

ocultaron de la vista de YHWH Dios por entre los<br />

árboles del jardín, YHWH Dios llamó al hombre<br />

y le dijo: '¿Dónde estás?' Éste contestó: 'Te oí<br />

andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy<br />

desnudo; por eso me escondí'» (Gn 3,8-11).<br />

Esta llamada de YHWH en el Génesis (como la de Jesús<br />

llamando a la puerta en Ap 3,20) nos empuja a cambiar la<br />

— 50 —<br />

dirección de la flecha de eso que llamamos «la búsqueda de<br />

Dios» hacia otro lado, porque cuando estamos dando vueltas<br />

sobre dónde estará Dios, por qué se oculta y cómo podemos<br />

encontrarlo, la pregunta tiene un efecto «boomerang» y nos<br />

plantea otra cosa: dónde estamos nosotros, por qué nos<br />

escondemos, por qué tenemos miedo a dejarnos alcanzar por<br />

su presencia, por qué nos cuesta abrirle la puerta para que<br />

cene con nosotros...<br />

Es verdad que tenemos que hacer cosas por él, y desearlo<br />

y buscarlo, pero reconociendo, sobre todo, que lo nuestro es<br />

mucho más responder a su deseo, permanecer a la espera,<br />

salir de nuestros escondrijos, dejarnos encontrar.<br />

La «gracia» del Evangelio está en vivir la vida cristiana<br />

como algo en lo que tenemos que poner toda nuestra iniciativa,<br />

nuestro esfuerzo y nuestra dedicación y, a la vez, como<br />

un don que se regala gratis a servidores inútiles, que es lo<br />

que en definitiva somos.<br />

Creer no es poseer un perchero del que colgar los dogmas,<br />

sino abrirse al asombro de que Dios nos busque, que<br />

tenga planes e iniciativas y palabras que dirigirnos. Y si está<br />

a nuestra puerta llamando, es porque quiere cenar con nosotros;<br />

por eso, lo primero que tenemos que hacer es consentir<br />

en creer «lo increíble»: que su deseo de comunión y de intimidad<br />

precede siempre al nuestro; que es a Él a quien le<br />

resulta un regalo nuestra presencia; que es El quien tiene<br />

planes e iniciativas y palabras que dirigirnos, y que lo mejor<br />

que podemos hacer es abrir la puerta y acogerlo.<br />

Y con él entrará también en nuestro corazón ese «mundo<br />

sin hogar» que está esperando a la intemperie.<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Ambientación: monedas en un plato. Después de un rato, en<br />

el que puede escucharse una música tranquila, cada uno se<br />

levanta y coge una de las monedas. Con ellas en las manos,<br />

se escucha esta lectura:<br />

— 51 —


«Así dice el Señor, tu creador, Jacob,<br />

tu plasmador, Israel:<br />

No temas, que yo te he rescatado,<br />

te he llamado por tu nombre. Tú eres mío.<br />

Si pasas por las aguas, yo estoy contigo;<br />

si por los ríos, no te anegarán.<br />

Si andas por el fuego, no te quemarás,<br />

ni la llama prenderá sobre ti.<br />

Porque yo soy el Señor tu Dios,<br />

el Santo de Israel, tu salvador.<br />

He puesto por expiación tuya a Egipto,<br />

a Kus y Seba en tu lugar,<br />

porque eres precioso a mis ojos,<br />

eres estimado, y yo te amo.<br />

Pondré la humanidad en tu lugar,<br />

y los pueblos en pago de tu vida.<br />

No tengas miedo, que yo estoy contigo.<br />

No receles, que yo soy tu Dios<br />

y te tengo asido por la diestra.<br />

Soy yo quien te digo:<br />

No temas, oruga de Jacob, gusanito de Israel,<br />

que yo te ayudo, oráculo del Señor,<br />

y tu redentor es el Santo de Israel»<br />

(Is 43,1-5; 41,13-14).<br />

Después de un tiempo de silencio, repetir alguna de estas<br />

frases o compartir la oración de cada uno.<br />

52 —<br />

4<br />

Echar raíces, poner cimientos<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

Todos nosotros podemos evocar momentos de nuestra vida<br />

en que nos hemos sentido «en nuestro sitio», en que hemos<br />

respirado la paz profunda de estar acertando con lo mejor de<br />

nosotros mismos, de estar coincidiendo con el sueño de Dios<br />

sobre nuestra vida, con aquello que en nosotros es lo más<br />

auténtico, lo más germinal y original, lo que nos constituye<br />

como seres únicos e irrepetibles.<br />

Y también tenemos la experiencia de conocer a personas<br />

de las que podemos afirmar que son felices, que es otra<br />

manera de decir que están asentadas, bien enraizadas y fundamentadas,<br />

apoyadas vitalmente sobre una roca sólida, que<br />

han acertado con la orientación de su vida, que están en paz<br />

consigo mismas e irradian reconciliación, armonía, sentido...<br />

Y esta situación recdibe en la Biblia el nombre de «bendición»<br />

(shalom), que es mucho más que lo que nosotros llamamos<br />

«paz».<br />

Un hombre y una mujer del evangelio de Lucas —el<br />

samaritano de la parábola (Le 10,25-37) y María de Betania<br />

(Le 10,38-42)— aparecen como iconos de indiferencia, es<br />

decir, como ejemplos de esa situación vital que, en el lenguaje<br />

ignaciano (EE 23), expresa la polarización en una pasión<br />

única que hace desear y elegir solamente aquello que coincide<br />

— 53 —


con «los gustos de Dios» y acertar con su voluntad. Jesús<br />

toma partido por ellos y los propone como modelo: «María<br />

ha elegido la mejor parte»... «Ve y haz tú lo mismo»...<br />

Su actitud contrasta con los otros personajes que les<br />

acompañan en la narración: en el primer caso, el escriba<br />

escéptico, que pregunta: «¿Qué tengo que hacer?», pero sin<br />

implicar su vida, y el sacerdote y el levita, tan preocupados<br />

por acudir al culto que no les queda tiempo ni atención para<br />

el hombre herido de la cuneta; en el segundo caso, Marta,<br />

tan agitada y solícita...<br />

Todos ellos, distraídos y dispersos en sus propios proyectos,<br />

planes, ocupaciones o reflexiones, representan aquello<br />

en lo que buscamos eficacia, realización, ocupación para<br />

nuestra hiperactividad... «Tener todo muy claro», jerarquizar,<br />

precisar, «hacer cosas», estar ocupados..., nos hace sentirnos<br />

importantes y nos da prestigio ante nosotros mismos.<br />

Los presentimos llenos de «deseos parásitos» (llegar al<br />

templo, ser puros, preparar una buena comida...) que no les<br />

permiten vivir centrados en lo esencial, que en aquel momento<br />

consistía, respectivamente, en atender al hombre de<br />

la cuneta y en escuchar a Jesús.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. Lee Le 10,29-42 tratando de identificarte con cada uno de<br />

los personajes: el samaritano y su hacer simple, descentrado<br />

de sí mismo, todo él atención solícita y eficaz en el servicio<br />

al desconocido que encuentra en su camino; Marta, agitada<br />

y dispersa; María, silenciosa y silenciada, centrada en lo<br />

único necesario...<br />

* Déjate mirar por Jesús en cada una de esas situaciones.<br />

2. Lee el Salmo 1 fijándote en sus personajes: pertenecen a<br />

dos grupos diferentes, delimitados con mucha claridad. Por<br />

un lado, el hombre justo, que sólo es nombrado con ese<br />

— 54 —<br />

calificativo; por el otro, el grupo de los malvados, pecadores,<br />

cínicos...<br />

Subraya las veces que aparecen el justo y los malvados.<br />

Del primero se dice, en primer lugar, lo que no hace: «no<br />

sigue...», «no entra...», «no se sienta...», no parece interesarle<br />

lo que se dice o se hace en esas reuniones...<br />

Luego, como si se quisiera descubrir el por qué de esa<br />

actitud tan solitaria, tan distinta de lo que es habitual, se nos<br />

revela su secreto: es un hombre que tiene puesta su alegría<br />

en otro sitio, que está constantemente vinculado al Señor y<br />

a su voluntad.<br />

Dos comparaciones nos hacen visualizar el destino de<br />

uno y de otros: la imagen del árbol firme, frondoso, lleno<br />

de verdor, cargado de frutos, con raíces bien regadas...,<br />

contrasta con la levedad de la paja, que es juguete del viento.<br />

Al final, el Señor toma partido por el justo y por su<br />

manera de vivir, por su «camino». El camino de los malvados<br />

no necesita ser condenado por Dios: él mismo acaba mal, va<br />

a parar a un precipicio, sencillamente porque no tenía punto<br />

de destino.<br />

* Imagínate a ti mismo como un árbol: siente tus raíces,<br />

tus ramas y hojas, el circular de la savia... ¿Qué clase<br />

de árbol eres?; ¿con qué características: frondoso, medio<br />

seco, alto, débil...?; ¿dónde estás plantado?; ¿tienes agua<br />

cerca?...<br />

Escribe una oración, como si ese árbol que eres tú,<br />

joven o viejo, bien regado o necesitado de agua, en invierno<br />

o en primavera, hablara con Dios.<br />

Relee el salmo dejando que crezca en ti el deseo de<br />

tener tus raíces cerca del agua y de ser feliz a la manera<br />

de ese creyente que susurra la Palabra de su Dios día y<br />

noche...<br />

3. Leemos en Mt 7,24-27 unas palabras de Jesús que expresan<br />

de otra manera la experiencia de estar bien fundamentado,<br />

— 55 —


en este caso con la imagen de una casa bien cimentada sobre<br />

una roca:<br />

«El que escucha estas palabras mías y las pone<br />

en práctica es como aquel hombre sensato que<br />

edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, soplaron<br />

los vientos y se abatieron sobre la casa;<br />

pero ésta no se derrumbó, porque estaba cimentada<br />

sobre roca».<br />

* Haz memoria de momentos de tu vida en los que el<br />

Señor ha sido la roca que ha hecho posible tu estabilidad<br />

y tu capacidad para aguantar vendavales y tormentas. Agradéceselo...<br />

4. El cap. 1 de la Carta a los Efesios viene a decir en lenguaje<br />

discursivo lo que el Sal 1 nos ha dicho en imágenes plásticas.<br />

También ahí se nos comunica el secreto de la felicidad: coincidir<br />

con el proyecto que para nosotros tiene Dios, que nos<br />

llama a ser «un himno a su gloriosa generosidad» (Ef 1,6).<br />

* Convierte el texto, poniéndolo en primera persona,<br />

en un diálogo agradecido con el Padre:<br />

«Bendito seas, Dios y Padre de mi Señor Jesucristo,<br />

que por medio de Cristo me has bendecido<br />

con toda clase de bendiciones espirituales del cielo.<br />

Por él, antes de la creación del mundo,<br />

me has elegido para que por el amor<br />

sea santo e irreprochable en tu presencia.<br />

Por Jesucristo, según el designio de tu voluntad,<br />

me has predestinado a ser tu hijo adoptivo,<br />

de modo que redunde en alabanza<br />

de la gloriosa gracia<br />

que me has otorgado por medio de tu Hijo amado.<br />

Por él, por medio de su sangre,<br />

estoy seguro de obtener el rescate,<br />

el perdón de mis pecados.<br />

Según la riqueza de tu gracia,<br />

has derrochado en mí<br />

— 56 —<br />

toda clase de sabiduría y prudencia,<br />

dándome a conocer tu secreto designio,<br />

establecido de antemano por decisión tuya,<br />

que se había de realizar en Cristo<br />

al cumplirse el tiempo:<br />

que el universo, lo celeste y lo terrestre,<br />

alcanzaran su unidad en Cristo.<br />

Por medio de él, y tal como lo habías establecido,<br />

Padre, tú que ejecutas todo según tu libre decisión,<br />

me has predestinado a ser heredero,<br />

de modo que, esperando en Cristo,<br />

sea alabanza de tu gloria.<br />

Por él, al escuchar el mensaje de la verdad,<br />

la buena noticia de mi salvación,<br />

he creído en él<br />

y he sido sellado con el Espíritu Santo prometido,<br />

que es prenda de mi herencia,<br />

del rescate de su posesión,<br />

para alabanza de tu gloria» (cf. Ef 1,3-14).<br />

* Vuelve a rezarlo en forma de súplica, ahora en plural<br />

y sintiéndote parte del pueblo de Dios:<br />

«Bendito seas, Padre,<br />

sigue eligiéndonos para que, por el amor,<br />

seamos santos e inmaculados en tu presencia...»<br />

5. María, en el Magníficat (Le 1,46-55), nos revela su «talante<br />

interior» de alegría y alabanza:<br />

«Engrandece mi alma al Señor,<br />

se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador...»<br />

Es una actitud que nace de la experiencia de ser mirada<br />

por un Dios que se inclina hacia ella, envolviéndola en su<br />

ternura e inundándola de gracia. Y María, que se sabe mirada<br />

así, se alegra hasta las raíces más hondas de su ser; y de esa<br />

alegría nace, como de un manantial, el agua viva de su alabanza:<br />

«Engrandece mi alma al Señor...»<br />

— 57 —


* Ponte junto a ella y abre tu conciencia a ese amor<br />

que se inclina hacia ti y hacia el mundo; déjate querer y<br />

mirar; suelta los remos y deja que se hinchen las velas de<br />

tu barca; abandónate confiadamente al viento y a la corriente<br />

que te llevan...<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Principio y fundamento<br />

El primer ejercicio que Ignacio de Loyola, en su libro, propone<br />

meditar al que anda buscando hallar la voluntad de Dios,<br />

es el siguiente:<br />

«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y<br />

servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su<br />

alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son<br />

criadas para el hombre, y para que le ayuden en la<br />

prosecución del fin para que es criado. De donde se<br />

sigue que el hombre tanto ha de usar dellas quanto le<br />

ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas quanto<br />

para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos<br />

indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que<br />

es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y<br />

no le está prohibido; en tal manera, que no queramos<br />

de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que<br />

pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y<br />

por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando<br />

y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que<br />

somos criados» (EE 23).<br />

2. Dos iconos de acierto<br />

Se pueden volver a contemplar los iconos del samaritano y<br />

de María de Betania tratando de descubrir cuál es el secreto<br />

de su «acierto» frente al «fracaso» de los otros personajes,<br />

y qué precio tuvieron que pagar para conseguirlo.<br />

Estas serían algunas actitudes que podemos descubrir en<br />

ellos a través de las narraciones del Evangelio:<br />

— 58 —<br />

— Apertura de sentidos: atención despierta de su mirada,<br />

de sus oídos, de su «olfato», para darse cuenta de que,<br />

en el borde del camino, alguien necesitaba ayuda, o de<br />

que Jesús llegaba necesitando escucha más que cualquier<br />

otra cosa.<br />

— Flexibilidad, disponibilidad para renunciar a los propios<br />

proyectos (llegar a Jerusalén, agasajar al huésped...);<br />

ser capaz de renunciar a ellos y des-centrarse, desplazarse,<br />

para poner al herido o al huésped en el centro.<br />

— Ascética del presente: el sacerdote, el levita y Marta están<br />

pendientes de un «después» (llegar al Templo, preparar<br />

una buena comida...), mientras que tanto el samaritano<br />

como María están enteros en el «ahora» de los personajes<br />

que entran en sus vidas de manera imprevista y<br />

que reclaman atención en el presente, no más tarde.<br />

— Capacidad de conducta alternativa: según la ley vigente,<br />

tocar un cadáver suponía incurrir en impureza ritual;<br />

y el herido de la cuneta podía estar muerto. Por eso los<br />

que «dan un rodeo» están comportándose correctamente,<br />

dentro de la estricta legalidad. Por otra parte, un<br />

precepto rabínico impedía a las mujeres hacerse discípulas<br />

de un maestro («sentarse a los pies...» equivale<br />

a convertirse en discípulo, como dice Pablo de sí mismo<br />

en relación a Gamaliel).<br />

Pero tanto el samaritano como María optan por una<br />

actitud «contracultural»: se atreven a romper con la «corriente<br />

dominante» y adoptan posturas alternativas que, sin embargo,<br />

son las que se revelan como acertadas.<br />

— Capacidad de gratuidad: nada podía hacer prever al samaritano<br />

que iba a sacar algún provecho de portarse<br />

así con el herido, que, al parecer, le acarreó más pérdidas<br />

que ganancias; ni siquiera hay por parte de éste<br />

una palabra de agradecimiento que pueda compensarle.<br />

En cuanto a María, tuvo que renunciar a ofrecer a Jesús<br />

algo tan concreto y tangible como era una buena comida.<br />

— 59 —


Los dos han entrado en otro plano: el de la gratuidad,<br />

fuera de todo cálculo y de toda medida. Y han acertado,<br />

porque ésa es la esfera de Jesús.<br />

3. En torno a la voluntad de Dios<br />

Vamos a acercarnos a otros iconos que nos ayuden a entender<br />

mejor qué es y qué no es «hacer la voluntad de Dios»:<br />

a) El hijo mayor de la parábola<br />

del padre misericordioso (Le 15,1 -32)<br />

Hay algo en él que le hace parecido al joven rico que no<br />

quiso seguir a Jesús: los dos aparecen como iconos de desacierto,<br />

a pesar de ser presentados como correctos cumplidores<br />

de mandamientos, prescripciones y reglas. Y es que<br />

les faltaba lo esencial para Dios: a uno, la alegría de estar<br />

trabajando, no «para» su padre, sino «con él» y en su propia<br />

casa; al otro, la confiada audacia de salir de lo estrictamente<br />

mandado para adentrarse en lo que ya no podía ser objeto de<br />

cumplimiento, sino de seguimiento apasionado.<br />

El hijo mayor de la parábola se relaciona con su padre<br />

como con alguien autoritario que le exige su sometimiento;<br />

se ve a sí mismo como un ejecutivo resignado o un funcionario<br />

modélico que cumple sumisamente el programa que se<br />

le ha asignado: «Tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer<br />

una orden tuya, y nunca me has dado...» (Le 15,29).<br />

Existe, por tanto, una manera de «cumplir» la voluntad<br />

de Dios que no nace del amor, sino de la tensión de ser<br />

irreprochables y meticulosos, deseosos de «dar la talla», de<br />

saber con precisión qué es lo que hay que hacer y lo que no,<br />

para «estar en orden» ante Él.<br />

El padre trata de hacerle cambiar de registro: «Hijo, tú<br />

siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo...»<br />

Lo que Dios busca de nosotros, por tanto, no es que<br />

seamos cumplidores estrictos de sus órdenes, sino hijos que<br />

— 60 —<br />

se saben «en lo suyo», cómplices entusiasmados de un proyecto<br />

que se les comunica; no esclavos que «miran las manos<br />

de su señor» (Sal 123,2), sino hijos que levantan sus ojos<br />

hacia el rostro de su Padre.<br />

b) El hijo que dijo «no» a su padre<br />

y luego le obedeció (Mt 21,28-31)<br />

Pertenece a un grupo muy numeroso de iconos de resistencia<br />

cuya trayectoria podría definirse como «paso del NO al<br />

AMÉN».<br />

Son personajes que intentan escabullirse de la llamada<br />

de Dios, que se resisten a ella, que inventan pretextos, pronuncian<br />

invectivas, se quejan, se rebelan, se lamentan amargamente<br />

y llegan a desearse la muerte.<br />

Sin las narraciones sobre Moisés (Ex 4,10), Jeremías<br />

(Jer 1,6; 20,14-18), Jonás (Jon 1,3; 4,8-9), Job (passim...),<br />

Elias (1 Re 19,4) o Pedro (Mt 16,22; 27,69-74), nos faltaría<br />

algo tan importante como el recuerdo de otros creyentes que<br />

recorrieron trabajosamente antes que nosotros el camino que<br />

conduce de la resistencia a la aceptación gozosa, y gracias a<br />

los cuales no nos desanimamos en nuestros torpes intentos<br />

de llegar también nosotros a recorrerlo.<br />

El hijo que contestó de mala manera a la orden de ir a<br />

trabajar en la viña fue el que acabó yendo y realizando lo<br />

que su padre quería, cosa que no llegó a hacer su hermano,<br />

a pesar de su «sí» apresurado e inconsistente.<br />

Por eso nunca agradeceremos bastante que los evangelios<br />

nos hayan conservado el rechazo de Jesús a la muerte,<br />

su lucha y su sudor en Getsemaní y su súplica tan desvalida:<br />

«Si es posible, pase de mí este cáliz...»;<br />

«el espíritu está pronto, pero la carne es débil»<br />

(Mt 21,28-31).<br />

Pasar de ahí al «hágase tu voluntad...» fue la experiencia<br />

más honda que aprendió el Hijo en su encarnación.<br />

— 61 —


Ahí aprendemos que nuestro «sí» a Dios no siempre es<br />

inmediato, sino que nuestra primera reacción puede (y suele)<br />

ser «no» y «pero». Y lo que necesitamos es que la experiencia<br />

de otros hermanos en la fe nos ayude a convertir nuestras<br />

resistencias en el «amén» que nos hace semejantes al Hijo:<br />

un proceso que puede durar toda una vida.<br />

c) Los pastores de Belén (Le 2,8-20)<br />

Fueron los primeros en saber la buena noticia de que Dios<br />

había entregado a su Hijo al mundo y que éste se encontraba<br />

muy cerca de ellos, tan a su alcance como un niño envuelto<br />

en pañales y reclinado en un pesebre. Aquella noche, en un<br />

descampado de Belén, nos fue revelado en qué consiste «la<br />

voluntad de Dios»:<br />

«Gloria a Dios en las alturas,<br />

y en la tierra paz a los hombres que él ama...»<br />

Es una buena manera de traducir la palabra griega eudokia<br />

(«parecer bien»), que tiene detrás un término hebreo<br />

rason (o hps) que en el AT designa el sentimiento subjetivo<br />

de complacencia, aspiración, deseo, amor, alegría..., la<br />

misma raíz que se usa para decir que alguien está enamorado<br />

(cf. Gn 34,19).<br />

Y ese componente de «complacencia» que expresa la<br />

palabra eudokía hace posible traducir así el himno de los<br />

ángeles: «Estad en paz (tranquilidad, armonía, plenitud de<br />

gozo...), porque 'le parecéis bien' a Dios, porque 'le caéis<br />

en gracia', porque os ama gratuitamente y tiene puesta en<br />

vosotros su complacencia...».<br />

Ése es el verdadero sentido de esa expresión que durante<br />

mucho tiempo se tradujo como «paz a los hombres de buena<br />

voluntad» y que parece dar a entender que esa paz está<br />

destinada sólo a la gente buena y deja fuera a los que no lo<br />

son, reforzando nuestra tendencia a pensar que Dios nos<br />

quiere si somos buenos previamente: ¡justamente lo contrario<br />

de lo que el texto dice al anunciar el amor incondicional que<br />

es propio del Padre!<br />

— 62 —<br />

En el Nuevo Testamento, la «voluntad» del Padre (es<br />

decir, su amor, su complacencia, su felicidad) descansa en<br />

Jesús (Mt 3,17; 17,5; Me 1,11; Le 3,32; 2 Pe 1,17), y Pablo<br />

nos dice de muchas maneras cuál es su único proyecto (su<br />

voluntad, su sueño, su deseo...):<br />

«Hacernos vivir juntamente con Cristo» (Ef 2,5);<br />

«en comunidad de vida con él» (1 Cor 1,9);<br />

«conformes con su imagen» (Rm 8 29)...<br />

No se trata de una norma prefijada a la que ajustarse,<br />

ni de un programa que cumplimentar: lo que existe es el<br />

deseo de un Dios «a favor nuestro» (Rm 8,31) que quiere<br />

que sus hijos vivan; un Dios que arriesga su voluntad en la<br />

impaciencia de esa espera y en la expectación de un deseo<br />

que no sabe de imposiciones ni de amenazas, sino de atracción,<br />

seducción y contagio.<br />

«La voluntad de Dios —podría haber dicho Jesús— se<br />

parece a un tesoro escondido en un campo, que, al encontrarlo<br />

un hombre, por la alegría, fue y lo vendió todo para comprar<br />

aquel campo». No por voluntarismo ni por convicción ni por<br />

sacrificio, sino «por la alegría», por el mismo gozo secreto<br />

de saberse en posesión de algo sumamente valioso que hacía<br />

decir a Jesús:<br />

«Yo tengo un alimento<br />

que vosotros no conocéis:<br />

hacer la voluntad de mi Padre» (Jn 4,34).<br />

Un alimento, es decir, algo que produce fruición, vitalidad,<br />

crecimiento y plenitud. Y alegría.<br />

Por eso las palabras de Jesús que expresan los momentos<br />

más densos de su vida y que coinciden con su obediencia<br />

más incondicional van precedidas siempre de una invocación<br />

confiada al Padre, revelando, no el acatamiento de un siervo<br />

que se somete, sino la comunión, la afinidad, la adhesión<br />

profunda de un hijo que se fía.<br />

Hay un verbo muy frecuente en el lenguaje deuteronómico,<br />

dabaq (estar adherido, pegarse, aferrarse, unirse,<br />

— 63 —


arrimarse), que expresa la actitud que Yahvé espera de su<br />

pueblo:<br />

«Elige la vida, y vivirás tú y tu descendencia<br />

amando al Señor tu Dios,<br />

escuchando su voluntad<br />

y adhiriéndote a él, pues él es tu vida»<br />

(Dt 30,19; cf. Dt4,4; 13,5).<br />

«Mi alma está pegada a ti» dice el autor del Salmo 63;<br />

y, en el libro de Rut, el mismo verbo designa la decisión<br />

inquebrantable de ésta de acompañar a Noemí, pase lo que<br />

pase, y correr su misma suerte (Rut 1,14).<br />

Jeremías también recurre a él:<br />

«Como un cinturón se adhiere a la cintura de<br />

un hombre, así había yo hecho que se adhiriera<br />

a mí toda la casa de Israel, para que fuera mi<br />

pueblo, mi renombre, mi honor y mi gloria...»<br />

(Jer 13,11).<br />

Hay un fuerte componente afectivo en cada uno de esos<br />

ejemplos, un efecto de irresistible atracción, que empuja al<br />

que se adhiere a no soltarse ni separarse de aquello en lo que<br />

le va la vida. Es así como se enraiza un árbol junto a corrientes<br />

de agua (Sal 1,3 ), y el sarmiento a la vid para participar de<br />

su savia (Jn 15,4-7). Como si supieran que sólo pueden ser<br />

lo que son si se adhieren, se enraizan y permanecen<br />

en aquello que les da nombre y posibilidad de existencia. Nadie<br />

se lo dicta desde fuera; es su propio deseo de ser y de<br />

vivir lo que les está empujando desde dentro, lo que les<br />

hace adherirse ciegamente a aquello que les da consistencia<br />

y sentido.<br />

Podemos saberlo también nosotros si nos decidimos a<br />

entrar en el juego de perder/ganar en que Jesús se ha arriesgado<br />

antes que nosotros: «no mi nombre, sino el tuyo»; «no<br />

mi gloria, sino la tuya...»; «no mi voluntad, sino la tuya...»;<br />

«no mi vida, sino la de ellos»...<br />

— 64 —<br />

Pero para eso hay que confiar mucho, hay que atreverse<br />

a ir más allá de las resistencias y los miedos y desear «hacer<br />

la voluntad de Dios» con la misma impaciencia con que el<br />

salmista pedía:<br />

«¡Que me alcance tu ternura, y viviré!»<br />

(Sal 119,77).<br />

Y es que, a lo mejor, la voluntad de Dios (su complacencia,<br />

su aspiración, su amor, su alegría...), su deseo más<br />

hondo sobre nosotros, es que nos fiemos perdidamente de<br />

que, en esa voluntad suya que nos alcanza, todo es gracia.<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

«El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y<br />

servir a Dios...», dice S.Ignacio. «Nos ha destinado a ser<br />

alabanza de su gloria», dice la carta a los Efesios. «El Hijo<br />

del hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir...»<br />

(Me 10,45).<br />

Una manera de celebrarlo consiste en poner en el centro<br />

de la sala o capilla donde se haga esta oración un incensario<br />

encendido, un recipiente con agua y una toalla: cada persona<br />

del grupo toma unos granos de incienso y, a lo largo del rato<br />

de oración, mientras escuchan la lectura de Ef 1, se van<br />

acercando a echarlo en el incensario. Al final, se pasam<br />

lentamente la toalla unos a otros, como símbolo de la aceptación<br />

de ese servicio.<br />

Acabar con un canto de alabanza. También se puede<br />

poner una rama de yedra y leer, haciendo pausas, el capítulo<br />

30 del Deuteronomio.<br />

— 65 —


5<br />

Recibir un nombre nuevo<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

En el libro del Apocalipsis leemos:<br />

«Al vencedor le daré maná escondido y le daré<br />

también una piedrecita blanca y, grabado en la<br />

piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce<br />

sino el que lo recibe» (Ap 2,17).<br />

El que se abre al reconocimiento de su propio pecado<br />

y se deja asombrar por el amor del Dios que le perdona,<br />

encuentra que en la piedrecita que recibe está escrito, como<br />

parte irrenunciable y gozosa de su nombre, el de «pecador<br />

perdonado».<br />

El que sólo se queda con la primera parte cae en un<br />

abismo de culpabilidades, de remordimientos insanos, de<br />

vueltas inútiles a su propia imagen. El que pretende llegar a<br />

la segunda parte sin pasar por el reconocimiento humilde del<br />

propio pecado, se queda muy lejos de su verdad.<br />

Pero el que hace la experiencia de ambas cosas se encuentra<br />

inmerso en un universo nuevo, en el que su propio<br />

nombre y el de Dios resuenan de diferente manera.<br />

Sólo el que está dispuesto a acoger el perdón de Dios<br />

llega a saber algo de él; sólo el que se deja envolver en una<br />

ternura inmerecida y permite que Dios haga en él una tarea<br />

— 66 —<br />

de reconstrucción, de sanación, de recreación, llega a experimentar<br />

la urgencia de un agradecimiento desbordado que<br />

le impulsa a hacer de su vida «un cántico nuevo».<br />

El saber la propia existencia reconciliada se convierte<br />

en un dinamismo imparable de reconciliación, de inclusión,<br />

de comprensión de los fallos de los otros, y va generando<br />

ese talante de «disculparlo todo, creerlo todo, esperarlo todo,<br />

soportarlo todo» con que la Primera Carta a los Corintios<br />

define el amor (1 Cor 13,7).<br />

Vale la pena aventurarse en un camino que desemboca<br />

en semejante meta, aunque en él amenacen peligros y a veces<br />

se ronden precipicios que llevan el nombre de «falsas culpabilidades»,<br />

«narcisismos heridos», «vueltas inútiles en torno<br />

a la propia imagen»; etc.<br />

Una buena brújula para el camino sería tener claro el<br />

contexto en que la Biblia sitúa la palabra «pecado», y que<br />

no es otro que el relacional. Fuera de la referencia a un Dios<br />

personal, a la conciencia de haber defraudado su amor, de<br />

no haber respondido a su llamada, de haber rehusado su oferta<br />

de una vida a salvo, no hay experiencia sanante de pecado.<br />

Un viejo texto del AT (2 Sam 11-12) lo expresa narrativamente<br />

mejor que los tratados de teología moral: David<br />

se encapricha de Betsabé, la mujer de Urías, mientras éste<br />

está en la guerra; la lleva a su palacio y se acuesta con ella.<br />

Cuando, poco después, ella le hace saber que espera un hijo,<br />

la reacción de David es propia de una culpabilidad narcisista:<br />

ha quebrantado una ley, y su propia imagen está en<br />

peligro. Por eso manda llamar a Urías e intenta por todos los<br />

medios, y echando mano de malas artes, que éste regrese a<br />

su casa y esté con su mujer, para que el hijo parezca suyo.<br />

Como no lo consigue, ordena que pongan a Urías en un<br />

lugar de máximo peligro, y allí muere. La fama de David ha<br />

quedado a salvo, y el rey se casa con Betsabé.<br />

Cuando el profeta Natán se presenta en el palacio y le<br />

cuenta una historia de atropello de los derechos de un pobre<br />

— 67 —


acaecida en su reino, David reacciona con cólera, proyectando<br />

una culpabilidad ética: «¡Ese hombre merece la muerte!»,<br />

sentencia.<br />

La respuesta de Natán es: «¡Tú eres ese hombre!»; y<br />

comienza a recordarle la historia de su con YHWH. ES Dios<br />

mismo quien toma la palabra a través de su profeta:<br />

«Yo te ungí rey de Israel..., yo te libré..., yo te<br />

di.... y, en cambio, tú...»<br />

David ha sido introducido en el ámbito de la relación<br />

personal, y sólo ahí aparece la palabra pecado:<br />

«¡He pecado contra el Señor!»<br />

Una forma de acceder al conocimiento de lo que es el<br />

pecado según la Escritura sería acercarnos, en primer lugar,<br />

a algunos textos bíblicos en los que Dios pregunta, llama,<br />

manifiesta su amor, invita y no recibe respuesta. Y, en un<br />

segundo momento, abrirnos a la experiencia de ser perdonados<br />

y rehechos por su misericordia, «que excede todo conocimiento<br />

...» (Ef 3,19).<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. Dos preguntas sin responder<br />

«¿Dónde estás?», pregunta Dios a Adán cuando, según la<br />

narración de Gn 3,8-11, viene a su encuentro con la brisa de<br />

la tarde. «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque<br />

estoy desnudo; por eso me escondí...», responde Adán.<br />

«¿Dónde está tu hermano?», pregunta Dios a Caín<br />

después de que éste ha matado a Abel. «No lo sé. ¿Acaso<br />

soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9).<br />

El narrador bíblico nos pone ante lo que podríamos llamar<br />

«la decepción de Dios», el fracaso de sus expectativas<br />

de relación personal con el 'adam (ser humano) que ha creado<br />

«a su imagen y semejanza» y, por tanto, capaz de comunicación,<br />

de diálogo, de amor. La respuesta del 'adam es la<br />

— 68 —<br />

huida, el miedo, el rechazo del encuentro, la ausencia de la<br />

cita.<br />

Tampoco va a recibir respuesta, según la narración de<br />

Caín y Abel, a su otro «proyecto» sobre el ser humano: una<br />

actitud de cuidado, atención fraterna, defensa mutua... Caín<br />

se desentiende, rechaza «hacerse hermano», se niega a la<br />

solidaridad que pide el comportamiento fraternal, y de ahí<br />

nace el impulso que le llevará a darle muerte.<br />

* Sitúate ante esas dos respuestas, que son también<br />

las tuyas y las de tantos de nosotros. Trata de «conocer<br />

internamente» los sentimientos del corazón de Dios ante<br />

ellas.<br />

Léelas en clave colectiva: un mundo que se cierra a la<br />

relación con Dios y a la responsabilidad de unos con otros;<br />

los hombres y mujeres de lo que llamamos «Norte», y que<br />

decimos: «¿Acaso somos nosotros los guardianes del<br />

Sur?»...<br />

Déjate alcanzar por el fracaso del sueño de Dios sobre<br />

su humanidad...<br />

2. Dos quejas de amor no correspondido<br />

En el canto de la viña de Is 5,1-8 y en el pleito de Dios con<br />

su pueblo, de Mi 6,1-8, los dos profetas recurren al mismo<br />

recurso de Natán en su diálogo con David: recordar a Israel<br />

todo lo que el Señor ha hecho por él y comparar la respuesta<br />

que aquél esperaba con la que ha recibido.<br />

* Lee los dos textos despacio, demorándote ante cada<br />

una de las acciones de Dios, imaginando el espacio de<br />

tiempo que requiere cada una: preparar un terreno, buscar<br />

una buena cepa, plantarla, esperar años hasta que crezca,<br />

cuidar su entorno, defenderla de las alimañas, asistir al<br />

nacimiento de los primeros racimos... En el texto de Miqueas,<br />

recorre la historia de salvación que se narra brevemente,<br />

ampliándola con el Salmo 106, que es una relectura<br />

penitencial de esa misma historia.<br />

— 69 —


* Escucha como dirigidas a ti y a toda la Iglesia las<br />

nuevas preguntas de Dios:<br />

«¿Qué mas podía haber hecho por mi viña que<br />

no haya hecho...?»<br />

«¿Por qué, si esperaba..., he encontrado...?»<br />

«Pueblo mío, ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he<br />

ofendido? Respóndeme...»<br />

* Relee tu vida en la clave simbólica de una viña que<br />

no está dando el fruto que Dios espera de ella; siéntete<br />

dentro de un pueblo con una historia de gracia y al que,<br />

a pesar de su falta de respuesta, Dios sigue reclamando<br />

que «practique la justicia, que ame con ternura y que camine<br />

humildemente con él...» (Mi 6,8).<br />

Deja que brote en tu interior un agradecimiento desbordado<br />

por la posibilidad, aún abierta para ti, de dar fruto<br />

y de caminar junto a tu Dios todos los días de tu vida.<br />

3. Tres invitaciones rechazadas<br />

Leemos en el Cantar de los Cantares:<br />

«Yo dormía, pero mi corazón velaba.<br />

¡La voz de mi amado que llama:<br />

'Ábreme, hermana mía, amiga mía,<br />

paloma mía, mi perfecta,<br />

que mi cabeza está cubierta de rocío,<br />

y mi cabello del relente de la noche'!<br />

'Me he quitado mi túnica,<br />

¿cómo ponérmela de nuevo?<br />

He lavado mis pies,<br />

¿cómo volver a mancharlos?'<br />

Mi amado metió la mano<br />

por la hendidura,<br />

y por él se estremecieron mis entrañas.<br />

Me levanté para abrir a mi amado,<br />

y mis manos destilaron mirra,<br />

— 70 —<br />

mirra fluida mis dedos,<br />

en el pestillo de la cerradura.<br />

Abrí a mi amado,<br />

pero mi amado se había ido de largo.<br />

El alma se me salió a su huida...» (Cant 5,2-6)<br />

El evangelio de Mateo nos pone en contacto con dos<br />

invitaciones frustradas de Jesús dirigidas a Jerusalén y a los<br />

discípulos:<br />

«¡Jerusalén, Jerusalén...! ¡Cuántas veces he<br />

querido reunir a tus hijos como una gallina recoge<br />

a su pollos bajo las alas, y tú no has querido...!»<br />

(Mt 23,37).<br />

«Dijo a sus discípulos: 'Mi alma está triste hasta<br />

la muerte; quedaos aquí y velad conmigo'. [...]<br />

Viene donde sus discípulos y los encuentra dormidos,<br />

y dice a Pedro: '¿No habéis podido velar<br />

una hora conmigo...?'» (Mt 27,36-40).<br />

Son textos que pueden hacernos caer en la cuenta de la<br />

promesa de encuentro que encierra cada invitación y «lo que<br />

nos perdemos» cuando no la acogemos. Y también de la<br />

trivialidad de los pretextos que ponemos para no hacerlo...<br />

* Deja que te conmueva por dentro el pecado entendido<br />

como no respuesta, como rechazo de una invitación:<br />

no abrir la puerta, no escuchar una llamada, defraudar una<br />

expectativa, dormirse, no vigilar, no permanecer junto al<br />

que se ama en momentos difíciles...<br />

Pide «conocimiento interno del amor al que defraudo».<br />

4. Dos mujeres rehechas<br />

a) La primera es Gómer, la esposa infiel de Oseas, símbolo<br />

de la infidelidad de Israel a la alianza con su Dios. En el<br />

cap. 2,4-25 encontramos una superposición de planos: al<br />

parecer, es Oseas quien habla desde la experiencia de su<br />

— 71 —


apasionamiento y de sus celos, desde la violencia de un amor<br />

que parece incapaz de renunciar a la mujer, despidiéndola y<br />

renunciando a ella; por debajo de sus palabras, es Dios mismo<br />

quien revela a su pueblo el amor celoso que siente por él.<br />

A lo largo del texto se van sucediendo reproches y amenazas,<br />

introducidas por la partícula hebrea laken («por<br />

eso...», «por tanto...»: 2,8.11); pero el «orden lógico», que<br />

pide que a un reproche siga una amenaza, queda interrumpido,<br />

sorprendentemente, por un tercer laken que no va seguido<br />

ya de la correspondiente amenaza, sino de una decisión<br />

insólita:<br />

«Por eso, mira, voy a seducirla,<br />

llevándomela al desierto<br />

y habiéndole al corazón» (Os 2,16).<br />

No ha habido por parte de Gómer/Israel ningún signo<br />

de conversión: es el esposo/Dios el que ha cambiado y el que<br />

elige el desierto como lugar de reencuentro. Allí, los baales<br />

con los que ella se prostituía están lejos, e Israel revivirá la<br />

etapa ideal de la fidelidad de su noviazgo. Se renueva la<br />

alianza y recomienza una nueva historia de amor, en la que<br />

el esposo ha tenido la iniciativa y la esposa lo recibe todo,<br />

hasta la nueva dote del matrimonio:<br />

«Yo te desposaré conmigo para siempre;<br />

te desposaré conmigo<br />

a precio de justicia y de derecho,<br />

de amor y de compasión;<br />

te desposaré conmigo a precio de fidelidad,<br />

y tú conocerás a YHWH» (OS 2,21-22).<br />

Se ha dado un salto a otro nivel: Dios ofrece un futuro<br />

de reconciliación total, de auténtica regeneración, de recomienzo<br />

absoluto.<br />

* Identifícate con Córner, relee tu propia vida desde<br />

esa clave. Agradece la oferta de tu Dios de «haberte traído<br />

al desierto para hablarte al corazón». Celebra la posibilidad<br />

abierta de entrar con él en una nueva alianza.<br />

— 72 —<br />

b) La otra mujer rehecha es la que padecía un flujo de<br />

sangre. La narración sobre la curación de esta mujer (Le<br />

8,40-56 y par.) está enmarcada dentro del relato de la resurrección<br />

de la hija de Jairo. Lee Le 8,40-56 y fíjate en<br />

cómo prepara la escena:<br />

— La mujer padece un flujo de sangre permanente, y<br />

«su caso» lo trata así el Levítico:<br />

«Cuando una mujer tenga flujo de sangre durante<br />

muchos días fuera del tiempo de sus reglas,<br />

o cuando sus reglas se prolonguen, quedará<br />

impura mientras dure el flujo de su<br />

impureza, como en los días del flujo menstrual.<br />

Todo lecho en que se acueste mientras dura su<br />

flujo quedará impuro, como en la impureza de<br />

las reglas. Quien los toque quedará impuro y<br />

lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará<br />

impuro hasta la tarde» (Lev 15,25-27).<br />

— Frente a Jairo, que tiene nombre propio, que es varón,<br />

que ostenta un cargo importante y que hace su petición<br />

públicamente, esta mujer anónima se acerca por detrás y no<br />

se atreve a decir nada. Está sola y arruinada, y detrás de ella<br />

no se adivinan parientes ni amigos. Su pérdida de sangre la<br />

encamina hacia la no-vida y la sitúa en el mundo de la impureza<br />

según el código socio-cultural de Israel. La exclusión<br />

temporal acarreada por la regla se ha convertido para ella en<br />

relegación perpetua. Representa, pues, el extremo de la impureza<br />

y el peligro de contaminación.<br />

— La alusión a «la orla del manto» de Jesús revela que<br />

éste era un judío piadoso, revestido de su manto de oración:<br />

«YHWH dijo a Moisés: 'Habla a los hijos de Israel<br />

y diles que ellos y sus descendientes se hagan<br />

flecos en los bordes de sus vestidos y pongan<br />

en el fleco de sus vestidos un hilo de púrpura<br />

violeta. Tendréis, pues, flecos para que, cuando<br />

los veáis, os acordéis de todos los preceptos de<br />

YHWH'» (Num 15,38-39).<br />

— 73 —


La intención del evangelista es poner el acento en el<br />

abismo que separa a Jesús, el judío, de la mujer: si la toca,<br />

quedará impuro.<br />

— El texto insinúa que «la curación se ha hecho sola»:<br />

un fenómeno físico se impone sobre las palabras y la voluntad,<br />

la mujer se siente curada, y Jesús, a su vez, siente que<br />

una fuerza se ha escapado de él.<br />

La mujer, entonces, se denuncia a sí misma, quizá por<br />

miedo a que caiga sobre ella la misma fuerza que la ha sanado.<br />

Quizá se siente culpable de haberle hecho impuro o de haberle<br />

arrebatado su fuerza. Sólo queda hacer pública su vergüenza<br />

y la contaminación de Jesús.<br />

— «Hija»: Jesús se convierte en valedor de la mujer,<br />

como Jairo lo es de su hija, y la declara incluida en la familia<br />

del Padre, lejos de cualquier exclusión. La mujer, por su fe,<br />

ha sintonizado con el universo del Reino, ha entrado en él.<br />

Por otra parte, el «tu fe te ha salvado» desplaza la responsabilidad<br />

de la curación a la fe de la mujer. El perfecto<br />

griego expresa una idea mucho más fuerte que la que puede<br />

expresar la traducción: «Tú has entrado en el ámbito definitivo<br />

de la salvación». La mujer queda situada en el ámbito<br />

del shalom. es decir, de la salvación, la bendición, la integridad,<br />

la plenitud de la vida.<br />

* Una vez que te has adentrado en el texto, deja atrás<br />

estos «saberes» y siéntete identificado con esa mujer. Piensa<br />

«por dónde se te está escapando la vida», qué es lo que<br />

te está impidiendo la plenitud, la fecundidad y la paz a que<br />

estás llamado. Acércate a Jesús y deja que su perdón te<br />

cure y te rehaga. Agradece y celebra el ser introducido en<br />

el ámbito del shalom.<br />

Siéntete parte de un mundo con tantas formas de enfermedad<br />

y esterilidad, y ponió en contacto con la fuerza<br />

sanante de Jesús.<br />

— 74 —<br />

5. Una recuperación gozosa<br />

«...va tras la perdida hasta encontrarla y, al encontrarla,<br />

se la echa sobre los hombros contento,<br />

se va a casa, llama a amigos y vecinos y<br />

les dice: 'Alegraos conmigo, porque encontré<br />

a la oveja perdida'» (Le 15,5-6).<br />

* Recorre pausadamente y dando gracias cada uno de<br />

los pasos del pastor para encontrarte; pon nombre a cada<br />

momento de su búsqueda hasta dar contigo. Siéntete orgulloso<br />

de esos gestos, de esos pasos, de esa terquedad<br />

en buscar «hasta encontrar», porque son para ti la prenda<br />

y la seguridad de hasta qué punto eres importante para<br />

Dios, hasta qué punto «le faltabas» cuando te ha tenido<br />

perdido.<br />

Déjate envolver en su alegría que desborda la tuya,<br />

aunque no consigas entenderla ni abarcarla. Se trata de<br />

«algo de Dios», no tuyo; el protagonista y «poseedor de<br />

la alegría» es él, y lo tuyo es «dejarte convocar» para participar<br />

de esa alegría, consentir en ella y agradecerla.<br />

6. Una intercesora infalible<br />

María, en Cana (Jn 2,3), se da cuenta de la carencia de los<br />

novios y acude a su hijo para que él se haga cargo de la<br />

situación: «No tienen vino...»<br />

Imagina a María contándole a Jesús lo que te falta a ti:<br />

¿qué crees que le dice que te falta?; ¿cuáles son sus «argumentos<br />

de intercesión»? Imagina también que habla con Jesús<br />

de la situación del mundo, de lo que nos falta de amor efectivo,<br />

de compasión, de justicia...<br />

* Acércate a ella y habíale de todas esa carencias; pídele,<br />

junto con los millones de hombres y mujeres del<br />

mundo que rezan el Ave María: «Ruega por nosotros, pecadores...»<br />

— 75 —


C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Tres parábolas para un hombre nuevo<br />

Hablamos con frecuencia de la importancia de que oración<br />

y vida vayan a la par, de que exista entre ellas continuidad<br />

y coherencia; y quizá sea ésta nuestra actual manera de expresar<br />

lo que la tradición monástica evoca bajo el término<br />

«contemplación». El paso entre ella y la oración sería el que<br />

existe entre el tiempo intenso que dedicamos a abrirnos silenciosamente<br />

a la Palabra y dejarnos trabajar por ella y el<br />

resto de nuestra vida. Una vida en la que el Espíritu «tiene<br />

el encargo» de ir transformándola y conformándola con la de<br />

Jesús, y nosotros la tarea de colaborar con esa acción para<br />

llegar a sentir la realidad con el corazón de Dios.<br />

Según eso, podríamos decir que es contemplativa aquella<br />

persona para quien se va haciendo cada vez más connatural<br />

la continuidad entre su vida y el Evangelio; que va traduciendo<br />

en sencilla cotidianeidad lo que lee, medita, ora, escucha<br />

y aprende; que permite que cada uno de sus gestos,<br />

palabras, pensamientos o acciones sean eco de la Palabra<br />

escuchada, huella del paso del Señor por su existencia.<br />

¿Cuál sería, entonces, la huella con que las parábolas<br />

de la moneda y la oveja perdidas y del hijo pródigo (Le 15)<br />

pueden marcar la vida del cristiano que las ha leído, reflexionado<br />

y orado?<br />

— En primer lugar, crean en nosotros un sano crecimiento<br />

en autoestima, esa palabra casi mágica hoy y a la<br />

que se nos invita desde tantos ámbitos, a veces por caminos<br />

complicadísimos. El que nos ofrecen las parábolas de Jesús<br />

es simple: «eres pertenencia de Dios, eres valioso para él; y<br />

él no soporta perderte, sino que inventa mil estrategias para<br />

buscarte; no descansa hasta que te encuentra, y el encontrarte<br />

le produce una alegría que no puedes ni imaginar...» A quien<br />

se decide a creerlo, el corazón se le va esponjando, y la<br />

confianza va dilatándolo y ensanchándolo.<br />

— 76 —<br />

Esta conciencia de pertenencia, esta aceptación asombrada<br />

de ser tan querido, tiene el poder de arrastrar, como<br />

un vendaval, nuestras viejas culpabilidades y complejos,<br />

nuestros tontos encogimientos y falsas humildades.<br />

— Otra consecuencia sería la de hacernos más conscientes<br />

del cambio de nivel de relación cuando, como en<br />

las parábolas, se ha dado una pérdida y un reencuentro. En<br />

el caso de la oveja y la moneda, no puede existir esa conciencia;<br />

pero en el caso del hijo que volvió a casa podríamos<br />

imaginar lo que sería para éste «la mañana siguiente a la<br />

fiesta»: su manera tan diferente de estar junto a su padre, su<br />

actitud de disponibilidad total, su deseo de corresponder a la<br />

acogida incondicional de su padre y a su derroche de amor...<br />

El encuentro de lo perdido no restablece una situación<br />

como la del comienzo, sino que crea una situación diferente,<br />

que para el que encuentra es de pura alegría, y a los «encontrados»,<br />

que somos nosotros, tendría que provocarnos una<br />

transformación dictada por la gratitud.<br />

— Un último aspecto, que afecta a nuestra vida relacional<br />

con los demás, sería la negativa a dar por perdido<br />

irremisiblemente a nadie, la obstinada terquedad, aprendida<br />

«en la escuela de Dios», en discurrir estrategias de búsqueda<br />

de hermanos perdidos, en imaginar reconstrucción de relaciones,<br />

en planear posibilidades de reconciliación.<br />

Algo de esto (mucho más que esto...) crea la experiencia<br />

del perdón cuando nos acercamos a ella o, mejor dicho,<br />

cuando es Dios mismo quien nos persigue y alcanza con su<br />

perdón.<br />

2. Examen de conciencia<br />

«Yo entiendo muy bien, dice Dios,<br />

que cada cual haga su examen de conciencia;<br />

es una buena costumbre,<br />

pero conviene no abusar de ella.<br />

Porque ¿a qué es a lo que llamáis<br />

vuestro 'examen de conciencia'?<br />

— 77 —


Si es al hecho de pensar en todas las tonterías<br />

que habéis hecho durante el día<br />

con espíritu de arrepentimiento,<br />

entonces está muy bien: acepto vuestra penitencia;<br />

sois gente honrada, buenos muchachos.<br />

Pero, si lo que pretendéis es rememorar<br />

toda la noche todas las ingratitudes<br />

cometidas durante el día,<br />

si lo que queréis es rumiar por la noche<br />

vuestros amargos pecados del día,<br />

si lo que queréis es llevar<br />

un registro perfecto de vuestros pecados,<br />

de todas esas tonterías y estupideces...,<br />

entonces, no.<br />

Dejad que sea yo quien lleve el Libro del Juicio,<br />

que seguramente ganaréis más con ello.<br />

Si lo que queréis es contar, calcular, valorar<br />

como un notario o como un usurero,<br />

o como un recaudador de impuestos,<br />

dejadme entonces hacer mi oficio<br />

y no os empeñéis en hacer vosotros<br />

lo que no tenéis que hacer.<br />

Por lo visto, vuestros pecados son tan preciosos<br />

que es preciso catalogarlos y clasificarlos<br />

y grabarlos y contarlos y calcularlos y compulsarlos<br />

y compilarlos y remirarlos y repasarlos y valorarlos<br />

e imputároslos eternamente y conmemorarlos<br />

con no sé qué especie de piedad.<br />

Como nosotros en el cielo atamos los haces eternos<br />

y los sacos de oraciones y de méritos<br />

y los sacos de virtudes y de gracias<br />

en nuestros imperecederos graneros,<br />

así vosotros ahora, pobres imitadores,<br />

sólo que al contrario y al revés,<br />

os pasáis la noche reuniendo y atando<br />

los miserables haces de vuestros pecados de cada día.<br />

Aunque fuera sólo para quemarlos, ya sería demasiado.<br />

No merecen la pena ni de eso.<br />

— 78 —<br />

Pensáis demasiado en vuestros pecados.<br />

Haríais mejor en pensar en ellos para no cometerlos<br />

cuando es tiempo todavía, hijos míos,<br />

cuando aún no los habéis cometido.<br />

Pero ¡no andéis atando esos haces vanos por la noche!<br />

¿Desde cuándo un labrador<br />

ata haces de cizaña y de grama?<br />

¡Los haces son de trigo, hijos míos!<br />

Cuando el peregrino o el huésped o el viajero<br />

han estado caminando mucho tiempo<br />

por los barros de los caminos,<br />

se limpian cuidadosamente los pies<br />

antes de pasar el umbral de la iglesia,<br />

porque es preciso que el barro del camino<br />

no manche las losas del templo;<br />

pero, una vez que ha hecho eso,<br />

una vez que se ha limpiado los pies antes de entrar,<br />

no está pensando constantemente en sus pies,<br />

no vuelve a mirar si sus pies ya están bien limpios,<br />

no tiene ya corazón, ni ojos, ni voz,<br />

sino para el altar donde está el cuerpo de Jesús.<br />

Entrad en mi noche como en mi casa;<br />

y si, a pesar de todo,<br />

tenéis que presentarme alguna cosa,<br />

que sea, por de pronto, una acción de gracias<br />

por todos los servicios que os presto,<br />

por los innumerables dones de que os colmo cada día,<br />

de los que os he colmado hoy mismo.<br />

Luego, que vuestro examen de conciencia<br />

sea un lavado de una vez<br />

y no un volver sobre huellas y manchas.<br />

La jornada de ayer ya está hecha, hijos míos;<br />

pensad en la de mañana, en vuestra salvación,<br />

que está en las veinticuatro horas<br />

de la jornada de mañana.<br />

Para pensar en el ayer ya es demasiado tarde;<br />

pero no lo es para pensar en mañana.<br />

— 79 —


Pero Yo os conozco, sois siempre iguales:<br />

Estáis dispuestos a ofrecerme grandes sacrificios,<br />

a condición de que vosotros los elijáis.<br />

Preferís ofrecerme grandes sacrificios,<br />

a condición de que no sean los que yo os pido.<br />

Sois así, os conozco.<br />

Haríais todo por mí, excepto ese pequeño abandono<br />

que es todo para mí.<br />

Por favor, sed como el hombre<br />

que está en un barco sobre un río<br />

y que no rema constantemente,<br />

sino que a veces se deja llevar por la corriente»<br />

(Ch. PÉGUY).<br />

3. «Eres aceptado»<br />

«Ser tocado por la gracia no significa simplemente hacer<br />

progresos de orden moral en nuestro combate contra determinados<br />

defectos particulares o en nuestras relaciones con<br />

los demás y con la sociedad. El progreso moral puede ser un<br />

fruto de la gracia, pero no es la gracia misma; puede incluso<br />

cerrarnos a la gracia.<br />

»Y, ciertamente, la gracia no viene cuando tratamos de<br />

apropiárnosla, ni tampoco mientras, en nuestra autosuficiencia,<br />

pensemos que no tenemos necesidad de ella. La gracia<br />

nos toca cuando nos hallamos angustiados y no tenemos reposo.<br />

Nos alcanza cuando caminamos por el valle sombrío<br />

de una vida vacía y desprovista de sentido. Nos invade cuando<br />

sentimos que nuestra alienación es más profunda, porque<br />

hemos arruinado otra vida... Nos toca cuando la insatisfacción<br />

de nosotros mismos, nuestra indiferencia, nuestra debilidad,<br />

nuestra hostilidad, nuestra falta de rectitud y nuestro<br />

comportamiento se nos han hecho insoportables. Nos afecta<br />

cuando, año tras año, nuestro deseo de una vida perfecta no<br />

se ve satisfecho, cuando nuestras inveteradas tensiones siguen<br />

esclavizándonos como han venido haciéndolo durante decenios,<br />

cuando la desesperación destruye toda alegría y todo<br />

gozo.<br />

— 80 —<br />

»A veces, en uno de esos momentos, una ráfaga de luz<br />

atraviesa nuestras tinieblas, y es como si una voz nos liberase:<br />

'Tú eres aceptado. Tú eres aceptado por alguien más grande<br />

que tú y cuyo nombre no conoces. No preguntes ahora cuál<br />

es ese nombre; tal vez lo descubras más tarde. No trates ahora<br />

de hacer nada; tal vez lo hagas mucho más adelante. Acepta<br />

simplemente el hecho de que eres aceptado'.<br />

»Cuando esto nos ocurre, experimentamos lo que es la<br />

gracia. Después de semejante experiencia, tal vez no seamos<br />

mejores ni creamos más que antes. Pero todo ha quedado<br />

transformado. En ese momento, la gracia triunfa sobre el<br />

pecado, y la reconciliación supera el abismo de la alienación.<br />

Y nada se exige para esta experiencia: ningún presupuesto<br />

religioso, moral o intelectual; no se pide más que la aceptación»<br />

(P. TILLICH).<br />

4. Un consejo de san Juan de Avila<br />

«Corred de aquí en adelante vuestra carrera con ligereza,<br />

como quien ha echado de sí una carga pesada que se lo<br />

impedía. Fiaos de él, pues tantas razones tenéis para ello, y<br />

lo que escarbáis en vuestras miserias, escarbadlo en su<br />

misericordia, y sacaréis más provecho que de lo primero».<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Cinco posibles celebraciones:<br />

1. Poner en el centro de la sala un recipiente con barro de<br />

modelar o con «plastilina». Cada uno toma un trozo y lo<br />

tiene entre sus manos mientras se escuchan los siguientes<br />

textos, separados entre sí por una pequeña pausa:<br />

«Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte<br />

del Señor: 'Levántate y baja a la alfarería, que<br />

allí mismo te haré oír mis palabras'. Bajé a la<br />

alfarería, y he aquí que el alfarero estaba haciendo<br />

un trabajo al torno. El cacharro que es-<br />

— 81 —


taba haciendo se estropeó como barro en manos<br />

del alfarero, y éste volvió a empezar,<br />

transformándolo en otro cacharro diferente,<br />

como mejor le pareció al alfarero. Entonces<br />

me fue dirigida la palabra del Señor en estos<br />

términos: '¿No puedo yo hacer con vosotros,<br />

casa de Israel, lo mismo que este alfarero?<br />

Mirad que, como barro en manos del alfarero,<br />

así sois vosotros en mi mano, casa de Israel'»<br />

(Jer 18„1-7).<br />

«El mismo Dios que dijo: 'Que brille la luz en<br />

medio de las tinieblas', ha hecho brillar la luz<br />

en nuestros corazones para irradiar el conocimiento<br />

de la gloria de Dios que está en el rostro<br />

de Cristo. Pero llevamos este tesoro en vasijas<br />

de barro para que aparezca que una fuerza tan<br />

extraordinaria es de Dios y no nuestra» (2 Cor<br />

4,6-7).<br />

Al final, cada uno expresa lo que le han sugerido los<br />

textos.<br />

2. Celebración a partir del icono de la mujer encorvada<br />

(Le 13,10-17)<br />

a) Lector:<br />

«Un sábado enseñaba Jesús en una sinagoga.<br />

Había allí una mujer que desde hacía dieciocho<br />

años estaba enferma a causa de un espíritu y<br />

andaba encorvada, sin poder enderezarse del<br />

todo...»<br />

Se van nombrando situaciones personales y acontecimientos<br />

del mundo que hacen vivir «encorvados».<br />

b) Lector:<br />

«Al verla, Jesús la llamó y le dijo: 'Mujer, quedas<br />

libre de tu enfermedad'. Y le aplicó las manos».<br />

— 82 —<br />

Después de un tiempo de silencio, intervenciones dando<br />

gracias por la experiencia de haber sido «enderezados» por<br />

Jesús. Oración por las personas o grupos que siguen hoy<br />

realizando esa misma tarea liberadora.<br />

c) Lector:<br />

«La mujer, en el acto, se enderezó y glorificaba<br />

a Dios».<br />

Canto de alabanza o lectura de alguno de estos salmos,<br />

repitiendo el estribillo: Sal 111; 116; 123; 126; 138...<br />

3. Sentados en círculo, se escucha el texto de la mujer adúltera<br />

(Jn 8,1-11). Después de un tiempo de silencio, de pie,<br />

cada uno toma entre las suyas las manos del que tiene a su<br />

lado, y le dice: «Tampoco yo te condeno. Vete en paz» (o<br />

hace en sus manos abiertas el signo de la cruz).<br />

4. Poner en un plato un racimo de uvas que estén aún verdes<br />

o ya pasadas y, al lado, otro con un racimo de uvas buenas.<br />

Leer la canción de la viña de Is 5,1-4 y, después de un<br />

rato de silencio, la alegoría de la viña de Jn 15,1-11.<br />

Al final, hacer una oración de agradecimiento por la<br />

posibilidad de dar fruto gracias a Jesús, y terminar comiendo<br />

festivamente las uvas (¡las buenas!).<br />

5. Poner en el centro un mapa del mundo, y encima algunas<br />

ramas secas. Alternar la lectura de Bar 2,15 - 3,8 (elegir<br />

algunos pasajes de antemano) con la exposición que cada<br />

cual quiera evocar de situaciones de pecado del mundo. Después<br />

de un tiempo de silencio, y mientras otro lector lee Os<br />

14,2-9, se hacen gestos de reconciliación y de perdón, se<br />

mencionan los esfuerzos por la paz que se realizan en el<br />

mundo, y se van poniendo sobre el mapa ramas verdes o<br />

flores previamente preparadas en un rincón de la sala.<br />

— 83 —


6<br />

Tomar una decisión<br />

nacida del agradecimiento<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

El perdón recibido hace de nosotros hombres y mujeres nuevos,<br />

recreados y rehechos para que «no vivamos ya para<br />

nosotros, sino para Aquel que nos amó» (Plegaria Eucarística<br />

IV).<br />

La experiencia de la misericordia nos convierte en cauces<br />

agradecidos de esa misericordia, y es importante canalizar<br />

toda esa gratitud que ha desencadenado la experiencia de ser<br />

pecadores perdonados.<br />

«Olvidando lo que dejo atrás,<br />

me lanzo hacia delante,<br />

por ver si consigo alcanzar<br />

a aquel por quien he sido alcanzado»,<br />

dice Pablo en la carta a los Filipenses (3,7-14); y es el agradecimiento<br />

lo que puede crear en nosotros esa actitud, parecida<br />

a la de los atletas que están ya en la pista, tocando<br />

apenas el suelo con las puntas de sus dedos, con todo el<br />

cuerpo en tensión para lanzarse a la carrera en cuanto den la<br />

señal.<br />

En el libro de los Ejercicios, san Ignacio propone esta<br />

parábola:<br />

— 84 —<br />

«El llamamiento del rey temporal ayuda<br />

a contemplar la vida del Rey eternal<br />

La oración preparatoria sea la sólita.<br />

El primer preámbulo es composición viendo el lugar;<br />

será aquí ver con la vista imaginativa sinagogas, villas y<br />

castillos por donde Christo nuestro Señor predicaba.<br />

El segundo, demandar la gracia que quiero; será aquí<br />

pedir gracia a nuestro Señor, para que no sea sordo a su<br />

llamamiento, mas presto y diligente para cumplir su sanctíssima<br />

voluntad.<br />

El primer puncto es poner delante de mí un rey humano,<br />

elegido de mano de Dios nuestro Señor, a quien hacen reverencia<br />

y obedescen todos los príncipes y todos hombres<br />

christianos.<br />

El segundo, mirar cómo este rey habla a todos los suyos,<br />

diciendo: Mi voluntad es de conquistar toda la tierra de infieles;<br />

por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de ser<br />

contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.;<br />

asimismo ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la<br />

noche, etcétera; porque así después tenga parte conmigo en<br />

la victoria, como la ha tenido en los trabajos.<br />

El tercero, considerar qué deben responder los buenos<br />

subditos a rey tan liberal y tan humano: y, por consiguiente,<br />

si alguno no acceptase la petición de tal rey, quánto sería<br />

digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por<br />

perverso caballero.<br />

La segunda parte deste exercicio consiste en aplicar el<br />

sobredicho exemplo del rey temporal a Christo nuestro Señor,<br />

conforme a los tres punctos dichos.<br />

Y quánto al primer puncto, si tal vocación consideramos<br />

del rey temporal a sus subditos, quánto es cosa más digna<br />

de consideración ver a Christo nuestro Señor, rey eterno, y<br />

delante del todo el universo mundo, al qual y cada uno en<br />

particular llama y dice: Mi voluntad es de conquistar todo el<br />

— 85 —


mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi<br />

Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de trabajar<br />

conmigo, porque, siguiéndome en la pena, también me siga<br />

en la gloria.<br />

El segundo: considerar que todos los que tuvieren juicio<br />

y razón offrescerán todas sus personas al trabajo.<br />

El tercero: los que más se querrán afectar y señalar en<br />

todo servicio de su rey eterno y señor universal, no solamente<br />

offrescerán sus personas al trabajo, mas, aun haciendo contra<br />

su propria sensualidad y contra su amor carnal y mundano,<br />

harán oblaciones de mayor estima y mayor momento, diciendo:<br />

Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación,<br />

con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad,<br />

y delante vuestra Madre gloriosa y de todos los sanetos<br />

y sanctas de la corte celestial, que yo quiero y deseo<br />

y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro<br />

mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas<br />

injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como<br />

spiritual, queriéndome vuestra sanctísima majestad elegir<br />

y rescibir en tal vida y estado.<br />

Primera nota. Este exercicio se hará dos veces al día,<br />

es a saber, a la mañana en levantándose, y a una hora antes<br />

de comer o de cenar.<br />

Segunda nota. Para la segunda semana y así para adelante,<br />

mucho aprovecha el leer algunos ratos en los libros<br />

De Imitatione Christi o de los Evangelios y de vidas de<br />

sanctos» (EE 91-100).<br />

Podemos profundizar un poco más en este texto a partir<br />

de su vocabulario:<br />

• Conquistar todo el mundo:<br />

— Posibles equivalentes para hoy: «humanizar», «reconciliar»,<br />

«liberar», «llevar el Evangelio»...<br />

— 86 —<br />

— La mirada al mundo es una constante profética:<br />

«¿Qué ves Amos...?; ¿Qué ves, Jeremías?»... El encuentro<br />

con Jesús hace de nosotros no tanto «místicos embelesados»<br />

cuanto «cooperadores entusiasmados», porque él es inseparable<br />

del Reino.<br />

• Siguiéndome:<br />

— Otras maneras de expresarlo: «caminar con él», «escuchar<br />

su Palabra», «ser dóciles a su Espíritu», «tener parte<br />

con él», «ser puestos con él»...<br />

• Trabajar, trabajos, pena, vigilar, enemigos...:<br />

— Es un recuerdo realista del precio del seguimiento y<br />

del hacerse próximos a los que sufren. La vida de Pablo es<br />

una parábola viva de ello: en el momento de su conversión,<br />

el Señor dice a Ananías:<br />

«Éste me es un instrumento de elección que<br />

lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes<br />

y los hijos de Israel; y yo le mostraré todo lo<br />

que tendrá que padecer por mi causa» (Hch<br />

9,15-16).<br />

Según avanza en su ministerio, Pablo va sabiendo por<br />

experiencia lo que son «trabajos» por la causa de Jesús:<br />

«Estamos atribulados en todo, mas no aplastados;<br />

perplejos, mas no desesperados; perseguidos,<br />

mas no abandonados; derribados,<br />

mas no aniquilados. Llevamos siempre en<br />

nuestros cuerpos el morir de Jesús, para que<br />

la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.<br />

Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente<br />

entregados a la muerte por causa de<br />

Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se<br />

manifieste en nuestra carne mortal. De modo<br />

que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros<br />

la vida» (2 Cor 4,8-12).<br />

• Conmigo:<br />

— 87 —


— Ahí está el secreto y la fuerza para todo lo anterior.<br />

Ya desde el AT, los creyentes bíblicos sabían que sin estar<br />

seguro de ese conmigo nadie puede arriesgarse:<br />

«Dijo Moisés a YHWH: 'Si realmente he hallado<br />

gracia a tus ojos, hazme saber tu camino, para<br />

que yo te conozca y halle gracia a tus ojos; y<br />

mira que esta gente es tu pueblo'. Respondió<br />

él: 'Yo mismo iré contigo y te daré descanso...'»<br />

(Ex 33,13-14).<br />

«No tengas miedo, que contigo estoy yo para<br />

librarte» (Jer 1,8).<br />

«Aunque camine por cañadas oscuras,<br />

nada temo, porque tú vas conmigo» (Sal 23,3).<br />

«Subió al monte y escogió a los que quiso, y<br />

vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran<br />

con él y para enviarlos a predicar, con<br />

poder de expulsar demonios» (Me 3,13-15).<br />

«Yo estoy con vosotros todos los días hasta el<br />

fin del mundo» (Mt 28,20).<br />

• Tener parte:<br />

— Es la llamada a entrar «en el juego de Jesús», en la<br />

afinidad con él:<br />

«Si no te lavo, no tienes parte conmigo» (Jn<br />

13,8).<br />

«Habéis sido llamados a la comunión de vida<br />

(koinonía) con su Hijo Jesús» (1 Cor 1,9).<br />

• Contento:<br />

— Éste es el tipo de contento que se promete:<br />

«El Reino de los cielos es semejante a un tesoro<br />

escondido en el campo que, al encontrarlo un<br />

hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría,<br />

va, vende todo lo que tiene y compra aquel<br />

campo» (Mt 13,44).<br />

La alegría del «conmigo» (Jesús como tesoro encontrado)<br />

es la condición de posibilidad de «venderlo todo» (estar<br />

dispuesto a pasar «trabajos»).<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. La parábola del rey es también una lección de «geometría<br />

espiritual»: propone un triángulo que tiene en cada uno de<br />

sus ángulos estas tres palabras: conmigo-trabajos-contento,<br />

que comunican el secreto de una vida de seguimiento. Y pone<br />

en guardia ante la tentación de intentar mantenerla sobre sólo<br />

dos de ellos:<br />

— conmigo-contento: tentación de no querer pagar el<br />

precio del seguimiento;<br />

— conmigo-trabajos: tentación de un seguimiento voluntarista,<br />

con el acento puesto en el hacer;<br />

— trabajos-contento: tentación de buscar la satisfacción<br />

de ser eficaz y de enorgullecerse del propio esfuerzo.<br />

* Dedica un tiempo de oración a «repasar» esta geometría<br />

delante de Jesús. Mira con él tu «triángulo», date<br />

cuenta de cuál es su ángulo más débil, pídele que te ayude<br />

a reforzarlo...<br />

2. En los capítulos 20 y 21 del libro de los Hechos encontramos<br />

el testimonio de alguien que no fue sordo al llamamiento<br />

de Jesús, «mas presto y diligente para hacer su sanctíssima<br />

voluntad» (EE 91). Se trata de Pablo, que, como<br />

Jesús, sube a Jerusalén, donde será arrestado y juzgado:<br />

«Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros<br />

de la Iglesia de Éfeso. Cuando llegaron donde<br />

él, les dijo: 'Vosotros sabéis cómo me comporté<br />

siempre con vosotros desde el primer día en<br />

que entré en Asia, sirviendo al Señor con hu-<br />

— 89 —


mildad y lágrimas y con las pruebas que me<br />

vinieron por las asechanzas de los judíos; cómo<br />

no me acobardé cuando en algo podía seros<br />

útil; os predicaba y enseñaba en público y por<br />

las casas, dando testimonio, tanto a judíos<br />

como a griegos, para que se convirtieran a Dios<br />

y creyeran en nuestro Señor Jesús.<br />

Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu,<br />

me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí<br />

me sucederá; solamente sé que en cada ciudad<br />

el Espíritu Santo me testifica que me aguardan<br />

prisiones y tribulaciones. Pero yo no considero<br />

mi vida digna de estima, con tal que termine<br />

mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido<br />

del Señor Jesús de dar testimonio del<br />

evangelio de la gracia de Dios'. [...]<br />

Nos detuvimos en Cesárea bastantes días;<br />

bajó entre tanto de Judea un profeta llamado<br />

Ágabo, se acercó a nosotros, tomó el cinturón<br />

de Pablo, se ató sus pies y sus manos y dijo:<br />

'Esto dice el Espíritu Santo: así atarán los judíos<br />

en Jerusalén al hombre de quien es este cinturón.<br />

Y lo entregarán en manos de los gentiles'.<br />

Al oír esto nosotros y los del lugar, le rogamos<br />

que no subiera a Jerusalén. Entonces<br />

Pablo contestó: '¿Por qué lloráis y me destrozáis<br />

el corazón? Porque, por el nombre del Señor<br />

Jesús, yo estoy dispuesto, no sólo a ser<br />

atado, sino también a dar la vida en Jerusalén'.<br />

Como no se dejaba convencer, dejamos de insistir<br />

y dijimos: 'Hágase la voluntad del Señor'»<br />

(Hch 20,17-24; 21,10-14).<br />

* Puedes repetir internamente algunas de las afirmaciones<br />

de Pablo, tratando de hacerlas tuyas.<br />

3. Al final de la parábola del rey temporal, san Ignacio supone<br />

que los que quieren seguir a Jesús «offrescerán todas<br />

sus personas al trabajo...» (EE 96).<br />

— 90 —<br />

Según la antropología bíblica, las funciones esenciales<br />

del ser humano (el pensamiento, la palabra y la acción) se<br />

designan por sus órganos: corazón, boca y manos.<br />

— El corazón, con su correlato exterior, que son los ojos,<br />

expresa la intención profunda, la personalidad consciente,<br />

inteligente y libre del ser humano en su intimidad,<br />

su lugar oculto, su profundidad y su libertad.<br />

Todo ese mundo se expresa a través de la mirada.<br />

— La boca se abre para hablar, además de ser el órgano con<br />

el que se come y se besa. Comunica todo el decir de<br />

la persona. Su órgano correspondiente son los oídos,<br />

sede de la comprensión y la receptividad.<br />

— Las manos son el órgano de la realización concreta, el<br />

signo de la acción humana. Los pies, que son su correlao,<br />

expresan la forma de comportarse de alguien,<br />

el camino que sigue.<br />

* Puedes ir recorriendo toda tu corporalidad —tu corazón/ojos,<br />

boca/oídos, manos/pies—y poniéndote con todas<br />

tus posibilidades, cualidades y características personales,<br />

delante de Jesús, ofreciendo todo cuanto eres y<br />

tienes para el servicio del Reino.<br />

4. Acércate a María para escuchar de sus labios lo que dijo<br />

a los sirvientes en las bodas de Cana (Jn 2,1-12):<br />

«Haced lo que él os diga».<br />

* Habíale de tu deseo de seguir a Jesús y de responder<br />

a su llamada. Pídele que abra tus oídos para escuchar lo<br />

que él te dice... y hacerlo.<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. «El alma era lo mismo que una ranita verde»<br />

«El alma era lo mismo que una ranita verde,<br />

largas horas sentada al borde de un rumoroso Mississippi.<br />

Desea el agua, y duda. La desea<br />

— 91 —


porque es el elemento para que fue creada,<br />

pero teme el bramador empuje del caudal,<br />

y, allá en lo oscuro, aún ignorar querría<br />

aquel inmenso hervor que la puede apartar<br />

(ya sin retorno, hacia el azar sin nombre)<br />

de la ribera dulce, de su costumbre antigua.<br />

Y duda y duda y duda la pobre rana verde.<br />

Y hacia el atardecer, he aquí que, de pronto,<br />

un estruendo creciente retumba derrumbándose,<br />

y enfurecida salta el agua sobre sus lindes,<br />

y sube y salta<br />

como si todo el valle fuera un hontanar hirviente,<br />

y crece y salta en rompientes enormes,<br />

donde se desmoronan<br />

torres nevadas contra el huracán,<br />

o ascienden, dilatándose como gigantes flores<br />

que se abrieran al viento,<br />

efímeros arcángeles de espuma.<br />

Y sube, y salta, espuma, aire, bramido,<br />

mientras a entrambos lados rueda o huye,<br />

oruga sigilosa o tigre elástico<br />

(fiera, en fin, con la comba del avance)<br />

la lámina de plomo que el ancho valle oprime.<br />

Oh, si llevó las casas, si desraigó los troncos,<br />

si casi horadó montes,<br />

nadie pregunta por las ranas verdes...<br />

¡Ay, Dios,<br />

cómo me has arrastrado,<br />

cómo me has desarraigado,<br />

cómo me llevas en tu invencible frenesí,<br />

cómo me arrebataste hacia tu amor!<br />

Yo dudaba. No, no dudo:<br />

dame tu incógnita aventura,<br />

tu inundación, tu océano, tu final,<br />

la tromba indefinida de tu mente,<br />

dame tu nombre, en ti»<br />

(D. ALONSO).<br />

— 92 —<br />

2. Eso que llamamos «vocación»...<br />

— ...no es cosa de unos pocos, sino de todos. Es tan<br />

personal y diferente para cada uno, que sólo él puede responder<br />

a esa llamada, tan única e intransferible como el<br />

propio código genético o la huella dactilar.<br />

— Nadie se llama a sí mismo: la iniciativa viene de Otro<br />

y, como en el cuadro de Caravaggio de la vocación de Mateo,<br />

siempre nos asombra y nos hace reaccionar pensando que no<br />

es posible que vaya dirigida a nosotros, que no la merecemos,<br />

que no somos capaces de responder a ella...<br />

— No tiene que ver con los propios méritos ni cualidades;<br />

no tiene presupuestos. No necesitamos ser «eminencias»,<br />

sino estar dispuestos a dejar que Alguien saque partido<br />

de nuestra mediocridad.<br />

— Al principio estamos convencidos de que la respuesta<br />

se juega en una intersección misteriosa entre nuestra generosidad<br />

y la decisión arriesgada de fiarnos del proyecto que<br />

Otro tiene sobre nosotros. Hay algo de verdad en ello; pero,<br />

según va pasando la vida, vamos diciendo cada vez con más<br />

convencimiento: «todo lo ha hecho él...».<br />

— Nuestras resistencias y pretextos no son impedimento:<br />

los iconos de vocación en la Biblia nos hacen ver que se<br />

resuelven por vía de «lógica alternativa»: Abraham y Sara y<br />

su vejez (Gn 18,12-14); Moisés y su tartamudez (Ex 4,10-<br />

12); Gedeón y su debilidad (Jue 6,15-16); Jeremías y su<br />

inmadurez (Jer 1,5-8) María y su virginidad (Le 1,34-37);<br />

Pedro y su condición de pecador (Le 5,8-10); Mateo y su<br />

instalación (Mt,9,9); Saulo y su fobia anti-cristiana (Hch 9,1-<br />

9)...<br />

Ninguno de ellos recibió una «explicación convincente»,<br />

aparte del «conmigo» y de la promesa de que va a ser el<br />

Señor mismo quien lo haga:<br />

— «Te daré descendencia», promete Dios a Abraham.<br />

— «¿Quién soy yo para ir a faraón?», había preguntado Moisés;<br />

y el Señor contesta: «Yo estaré contigo», que es<br />

— 93 —


como decir: «Yo te digo quién eres: eres alguien que<br />

me tiene a su lado»...<br />

— Gedeón es enviado a vencer a los madianitas con los 300<br />

que le quedan de los 22.000 hombres que tenía al principio<br />

(cf. Jue 7).<br />

— Jeremías ve una rama de almendro y entiende que, lo<br />

mismo que él no es responsable de hacerla florecer,<br />

tampoco será él, sino Dios, quien se encargará de llevar<br />

a término su palabra.<br />

— A María va a envolverla la fuerza del Señor, y será el<br />

Espíritu quien haga fecunda su virginidad.<br />

— A Pedro, es Jesús quien le hace pescador de hombres.<br />

— A Saulo, es Dios quien lo convierte en un vaso de elección...<br />

— Es siempre para una misión: no es un privilegio, sino<br />

una responsabilidad que tiene siempre como «armónicos»<br />

fundamentales la gloria de Dios, la referencia a los otros y<br />

al hacer Reino. Y no es sólo una vocación, sino una convocación:<br />

somos llamados con otros (cf. Me 3,13-19).<br />

— No se puede vivir más que por vía de seducción, no<br />

de razonamiento, ni de propia decisión, ni de voluntarismo.<br />

— No se pueden poner condiciones, pero lo que se encuentra<br />

desborda lo que se deja:<br />

«Os aseguro que todo el que deje... por mi causa,<br />

recibirá cien veces más y heredará vida eterna»<br />

(Mt 19,29).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

• Presentar dos iconos de seguimiento del AT:<br />

— Rut, que decide seguir a Noemí, su suegra, cuando<br />

vuelve a Belén:<br />

«Donde tú vayas, yo iré;<br />

donde habites, habitaré.<br />

Tu pueblo será mi pueblo,<br />

y tu Dios será mi Dios» (Rut 1,16).<br />

— 94 —<br />

— Ittay de Gat, que siguió a David en su huida:<br />

«Salió el rey a pie con todo el pueblo y se detuvieron<br />

en la última casa; estaban con él todos<br />

sus veteranos. Seiscientos hombres que le habían<br />

seguido desde Gat marchaban delante del<br />

rey. Y dijo el rey a Ittay el guitita: '¿Por qué has<br />

de venir tú también conmigo? Vuélvete y quédate<br />

con el rey, porque eres un extranjero, desterrado<br />

también de tu país. Llegaste ayer, ¿y<br />

voy a obligarte hoy a andar errando con nosotros,<br />

cuando voy a la ventura? Vuélvete y haz<br />

que tus hermanos se vuelvan contigo, y que el<br />

Señor tenga contigo amor y fidelidad'.<br />

Ittay respondió al rey: '¡Por vida del Señor y<br />

por tu vida, rey mi señor, que donde el rey mi<br />

señor esté, para muerte o para vida, allí estará<br />

tu siervo!'. Entonces David dijo a Ittay: 'Anda<br />

y pasa'» (2 Sm 15,17-22).<br />

• Después de leer estos textos y dejar un tiempo de<br />

silencio, se van leyendo en alto palabras breves del Evangelio<br />

que expresen el «precio» del seguimiento:<br />

«Quien quiera ganar su vida la perderá,<br />

pero quien pierda su vida por mí la encontrará»^<br />

16,25).<br />

«Entrad por la puerta estrecha» (Mt 7,13).<br />

«No andéis preocupados por vuestra vida» (Mt<br />

6,25).<br />

«Amad a vuestros enemigos,<br />

haced el bien a los que os odien» (Le 6,27).<br />

«Si alguno quiere venirse conmigo,<br />

que se niegue a sí mismo,<br />

que tome su cruz y me siga» (Le 9,23).<br />

— 95 —


«Las zorras tienen guaridas,<br />

y los pájaros del cielo nidos;<br />

pero el Hijo del hombre<br />

no tiene donde reclinar la cabeza» (Le 9,58).<br />

Después de cada una de estas frases se puede repetir<br />

alguna de los pasajes de Rut o de Ittay de Gat.<br />

Puede expresarse de manera simbólica: cada uno recorta<br />

antes el perfil de su pie en un papel, y se van poniendo todos<br />

en forma de huellas en un camino a lo largo de la celebración.<br />

— 96 —<br />

7<br />

Tocar el Verbo de la Vida<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

«Lo que existía desde el principio,<br />

lo que hemos oído,<br />

lo que hemos visto con nuestros ojos,<br />

lo que contemplamos<br />

y tocaron nuestras manos<br />

acerca de la Palabra de vida<br />

—pues la Vida se manifestó,<br />

y nosotros la hemos visto, y damos testimonio<br />

y os anunciamos la Vida eterna<br />

que estaba vuelta hacia el Padre<br />

y que se nos manifestó—,<br />

lo que hemos visto y oído,<br />

os lo anunciamos,<br />

para que también vosotros<br />

estéis en comunión con nosotros.<br />

Y nosotros estamos en comunión con el Padre<br />

y con su Hijo Jesucristo.<br />

Os escribimos esto<br />

para que nuestro gozo sea completo»<br />

(1 Jn 1,1-4).<br />

Después de haber renovado nuestra decisión de seguimiento,<br />

el camino a seguir consiste en conocer internamente a Aquel<br />

— 97 —


a quien seguimos e ir adentrándonos en la contemplación de<br />

su vida, empezando por su encarnación.<br />

El comienzo de la Primera Carta de Juan nos indica<br />

cómo hacerlo: se trata de ver, oír y tocar, y lo que buscamos<br />

es entrar en esa comunión de vida que el Padre nos ofrece<br />

en Jesús y en la que se esconde todo el gozo de nuestra<br />

existencia.<br />

La contemplación que propone san Ignacio en los Ejercicios<br />

es un camino excelente para acercarnos al misterio de<br />

la humanidad de Dios:<br />

«La primera contemplación es de la ENCARNACIÓN, y<br />

contiene en sí la oración preparatoria, tres preámbulos y tres<br />

puntos y un coloquio.<br />

La sólita oración preparatoria.<br />

El primer preámbulo es traer la historia de la cosa que<br />

tengo de contemplar; que es aquí cómo las tres personas<br />

divinas miraban toda la planicia o redondez de todo el mundo<br />

llena de hombres, y cómo, viendo que todos descendían al<br />

infierno, se determina en la su eternidad que la segunda<br />

persona se haga hombre, para salvar el género humano; y<br />

así, venida la plenitud de los tiempos, enviando al ángel San<br />

Gabriel a Nuestra Señora.<br />

El segundo, composición viendo el lugar; aquí será ver<br />

la grande capacidad y redondez del mundo, en la qual están<br />

tantas y tan diversas gentes; asimismo, después, particularmente<br />

la casa y aposentos de Nuestra Señora, en la ciudad<br />

de Nazaret, en la provincia de Galilea.<br />

El tercero, demandar lo que quiero; será aquí demandar<br />

conoscimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho<br />

hombre, para que más le ame y le siga.<br />

Nota. Conviene aquí notar que esta misma oración preparatoria<br />

sin mudarla, como está dicha en el principio, y los<br />

mismos tres preámbulos se han de hacer en esta semana y<br />

en las otras siguientes, mudando la forma según la subiecta<br />

materia.<br />

— 98 —<br />

El primer puncto es ver Jas personas, las unas y las<br />

otras; y primero las de la haz de la tierra, en tanta diversidad,<br />

así en trajes como en gestos, unos blancos y otros negros,<br />

unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo,<br />

unos sanos y otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo,<br />

etc.;<br />

segundo, ver y considerar las tres personas divinas como<br />

en el su solio real o throno de la su divina majestad, cómo<br />

miran toda la haz y redondez de la tierra y todas las gentes<br />

en tanta ceguedad, y cómo mueren y descienden al infierno;<br />

tercero, ver a Nuestra Señora y al ángel que la saluda;<br />

y refletir para sacar provecho de la tal vista.<br />

El segundo: oír lo que hablan las personas sobre la haz<br />

de la tierra, es a saber, cómo hablan unos con otros, cómo<br />

juran y blasfemian, etc.; asimismo lo que dicen las personas<br />

divinas, es a saber: 'Hagamos redempción del género humano',<br />

etc.; y después lo que hablan el ángel y Nuestra<br />

Señora; y refletir después, para sacar provecho de sus palabras.<br />

El tercero: después mirar lo que hacen las personas sobre<br />

la haz de la tierra, así como herir, matar, ir al infierno, etc.;<br />

asimismo lo que hacen las personas divinas, es a saber, obrando<br />

la sanctísíma incarnación, etc.; y asimismo lo que hacen<br />

el ángel y Nuestra Señora, es a saber, el ángel haciendo su<br />

officio de legado, y Nuestra Señora humiliándose y haciendo<br />

gracias a la divina majestad; y después reflectir, para sacar<br />

algún provecho de cada cosa destas.<br />

En fin, hase de hacer un coloquio, pensando lo que debo<br />

hablar a las tres Personas divinas, o al Verbo eterno encarnado,<br />

o a la Madre y Señora nuestra, pidiendo según<br />

que en sí sintiere, para más seguir e imitar al Señor nuestro,<br />

ansí nuevamente encarnado, deciendo un Pater noster»<br />

(EE 101-109).<br />

— 99 —


Para profundizar en esta contemplación:<br />

— Leerla subrayando los verbos mirar, escuchar, decir,<br />

hacer, para caer en la cuenta de que el contacto con la realidad<br />

se hace a través de los sentidos. Para la Biblia, la diferencia<br />

entre los ídolos de muerte y el Dios vivo está en que ellos<br />

«tienen ojos y no ven,<br />

tienen oídos y no oyen,<br />

tienen manos y no actúan,<br />

tienen pies y no se mueven...» (Sal 135,15),<br />

mientras que YHWH es aquel que dice a Moisés:<br />

«'He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto<br />

y he escuchado el clamor que le arrancan sus<br />

capataces, pues ya conozco sus sufrimientos.<br />

He bajado para librarle de la mano de los egipcios<br />

y para hacerle subir de esta tierra a una<br />

tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana<br />

leche y miel. [...] Por tanto, ve, yo te envío al<br />

Faraón para que saques a mi pueblo de Egipto'.<br />

Dijo Moisés a Dios: '¿Quién soy yo para ir al<br />

Faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?'<br />

Respondió: 'Yo estaré contigo'...» (Ex 3,7-12).<br />

Como dice Adolfo Chércoles, nos lo jugamos todo, no<br />

en la mente ni en las intenciones, ni siquiera en los deseos,<br />

sino, sobre todo, en la mirada, en la escucha, en el corazón,<br />

en los pies, en las manos:<br />

«¿Cuándo te vimos...? Lo que hicisteis con uno<br />

de mis hermanos pequeños...» (Mt 25,39-40).<br />

Es en nuestro contacto con la realidad donde verificamos<br />

la autenticidad de nuestros deseos, propósitos y decisiones,<br />

y por eso necesitamos nacer de nuevo y evangelizar nuestros<br />

sentidos.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. * Vuelve a ponerte con todo lo que eres delante del<br />

Padre y pídele que toda tu corporalidad, como la de Jesús,<br />

se ponga al servicio del «hacer redención»:<br />

— 100 —<br />

— tus ojos como lugar de admiración, ternura, disculpa,<br />

comprensión, compasión..., no como lugar de negatividad,<br />

dureza, posesividad, superficialidad, indiferencia,<br />

prejuicios...;<br />

— tus oídos como lugar de receptividad, atención, sensibilidad,<br />

acogida, escucha..., no como cerrazón, sordera,<br />

distracción...;<br />

— tu boca como lugar de canción, de aliento, de ánimo,<br />

de perdón, de ternura..., no como reproche, murmuración,<br />

queja, insulto, crítica, dureza...;<br />

— tus manos como caricia, cercanía, aproximación, respeto,<br />

sanación, ayuda, ofrecimiento..., no como posesión,<br />

codicia, pasividad, dureza, causa de heridas...;<br />

— tus pies como acercamiento, capacidad de detenerte<br />

junto a los que te necesitan, proximidad, búsqueda...,<br />

no como distancia, rodeos, parálisis...;<br />

— tu corazón como compasión, ternura, magnanimidad,<br />

amor solidario, vulnerabilidad..., no como indiferencia,<br />

dureza, egoísmo...<br />

Haz esta misma petición a Jesús y a María, que, mejor<br />

que nadie, puso toda su persona, disponible y acogedora,<br />

para que la Palabra se hiciera carne en ella.<br />

2. * Haz otro rato de oración insistiendo en la petición de<br />

aprender a mirar, escuchar, decir y actuar como Jesús y<br />

desde los mismos espacios que fueron los suyos:<br />

— desde el corazón del Padre/Madre: la com-pasión, la misericordia,<br />

las entrañas de ternura y de comprensión...;<br />

— desde el corazón del mundo, no separado de la gente,<br />

sino cercano a ella, sintiendo que «sus gozos y sufrimientos,<br />

sus angustias y esperanzas...» son los tuyos;<br />

como levadura en la masa, no como élite separada<br />

y que se cree distinta;<br />

— desde los lugares de abajo, desde el punto de vista que<br />

se tiene en esa otra perspectiva, allí donde Jesús tomó<br />

— 101 —


la condición de esclavo. Para san Ignacio son los lugares<br />

desde los que mira y escucha el «esclavito indigno»<br />

y en los que puede haber «acatamiento, reverencia<br />

y servicio».<br />

Desde ahí, ofrece tu vida entera al Padre, como Jesús,<br />

al servicio de la tarea de hacer redención.<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Una manera de mirar<br />

«Acabo de embellecer a una mujer. Hace meses, incluso<br />

años, que no lo hacía. Con una mirada atenta, disfrutaba<br />

antes despertando belleza en rostros que incluso parecían<br />

feos. ¿Por qué he dejado, o casi, de llamar con mis ojos a<br />

la luz que, desde lo profundo de los seres, puede transfigurarles?<br />

Sin duda, porque me he dejado ahogar por preocupaciones<br />

y miedos que me han abrumado.<br />

»Casi había olvidado ese don precario de zahori de la<br />

belleza, cuando entré en un café de la calle Saint-Dominique.<br />

En la barra, unos cuantos clientes ruidosos. La camarera, del<br />

otro lado, doblada sobre la pila, estaba fregando vasos. Rostro<br />

sin expresión. Cuando se enderezó, vi sus rasgos desprovistos<br />

de finura, los ojos hundidos, los cabellos descuidados. Me<br />

senté en una mesa y empecé a sacar unos papeles para trabajar.<br />

Dejó el mostrador secándose las manos y vino hacia<br />

mí. Fue entonces cuando sentí ganas de embellecerla. Como<br />

lo hacía antes.<br />

»Me esforcé inmediatamente por desentenderme de<br />

todo, por ser sólo respeto y atención delicada, por hacer como<br />

si en el mundo sólo estuviese ella, y la miré. Sin insistencia;<br />

simplemente. También ella me miraba, enredando distraídamente<br />

con el trapo.<br />

— ¿Qué desea, señor?<br />

— Un café, por favor.<br />

»Había empezado ya el milagro. Indescriptible. Y su<br />

cara comenzaba a cambiar, se le animaban los ojos. Se dirigió<br />

— 102 —<br />

tras la barra para maniobrar la cafetera. Cuando se volvió<br />

hacia la sala buscando una taza, con la punta de los dedos<br />

se retiró el pelo. Yo la miraba. Ella no sabía que se estaba<br />

haciendo hermosa. Trajo el café. Era una joven, una mujer<br />

joven, sencillamente, con la fatiga diaria como visible herencia<br />

grabada en su rostro. Dejó la taza. Al darme las gracias,<br />

después de recoger las monedas, me miró.<br />

»Yo estaba esperando discretamente. Procuraba —¿es<br />

posible del todo?— mirar sin poseer. Fue en aquel instante<br />

cuando estuvo muy hermosa. Detrás de la barra, durante unos<br />

minutos, conservó aquel brillo modesto. Después me di cuenta<br />

de que decrecía un poco. Cuando salí, dijo: 'Hasta la vista,<br />

señor', sin particular atención. Ella no sabía nada.<br />

»Salí contento. Tenía ganas de decir a los transeúntes<br />

de rostro cerrado: 'Deteneos un instante, ¿queréis que os<br />

embellezca?'<br />

»¿Cómo he podido olvidar que antes disfrutaba haciendo<br />

que los rostros cantaran? Siento que se trata de mi vida más<br />

honda, la que corre peligro de endurecerse y de morir, la que<br />

sólo existe dándose. ¿Será posible dar hermosura, como el<br />

alfarero o el escultor, con una mirada sobre la arcilla de la<br />

humanidad?» (G. BESSIÉRE).<br />

2. El riesgo<br />

«Recuerdo las palabras de Pablo: 'Tened entre vosotros los<br />

mismos sentimientos que tuvo Cristo'; y le pido al Señor que<br />

me ofrezca su corazón... Le veo cómo me quita mi corazón<br />

de piedra y pone en su lugar su corazón de carne...<br />

»Tengo la extraña sensación de regresar a mi mundo<br />

con el corazón de alguien distinto de mí:<br />

«Percibo en mí un vehemente deseo de orar. Corro hacia<br />

mi lugar habitual de oración y siento cómo mi nuevo corazón<br />

hace cosas desacostumbradas...<br />

»Paseo por una calle muy concurrida. Por todas partes<br />

están las multitudes de siempre y, para mi sorpresa, hoy las<br />

— 103 —


miro de un modo extrañamente diferente... Su visión despierta<br />

en mí pensamientos y sensaciones totalmente distintos<br />

de los que estoy acostumbrado a tener.<br />

»Me voy hacia mi casa, y por el camino miro a los<br />

árboles y a las aves, a las nubes, a los animales y a toda la<br />

naturaleza con un modo diferente de mirar...<br />

»En casa, en el trabajo, miro a la gente que me desagrada<br />

y descubro que reacciono de distinta manera. Lo mismo ocurre<br />

con las personas que anteriormente me resultaban indiferentes.<br />

Y, para mi sorpresa, me doy cuenta de que soy<br />

diferente incluso con las personas a las que amo...<br />

»Observo que con este mi nuevo corazón soy fuerte en<br />

ciertas situaciones que anteriormente trataba de eludir. Hay<br />

ocasiones en las que mi corazón se deshace en ternura, y<br />

otras en las que se consume de indignación...<br />

»Mi nuevo corazón me hace independiente: sigo estando<br />

apegado a muchas cosas, pero mi adhesión a ellas va desapareciendo,<br />

me siento libre para desprenderme de ellas...<br />

»Y lo compruebo con deleite, pasando de un apego a<br />

otro.<br />

»Luego me asusto al comprobar que esto me lleva a<br />

situaciones que me ocasionan problemas. Me encuentro metido<br />

en asuntos que ponen fin a mi deseo de comodidad, digo<br />

cosas que provocan la enemistad...<br />

»Por último, vuelvo a la presencia del Señor para devolverle<br />

su corazón. Ha sido emocionante estar provisto del<br />

corazón del propio Cristo, pero sé que aún no estoy listo para<br />

ello. Todavía necesito proteger mi propio yo...<br />

»Pero, aunque vuelvo a tener de nuevo mi pobre corazón,<br />

sé que voy a ser una persona diferente, porque, aun<br />

cuando sólo haya sido un momento, he experimentado lo que<br />

significa tener ese corazón, tener en mí los mismos sentimientos<br />

que tuvo nuestro Señor Jesucristo» (T. DE MELLO).<br />

— 104 —<br />

2. El Verbo se hizo carne<br />

«En Jesús, el Verbo se hizo carne,<br />

palabra corporal vestida de tiempo y espacio,<br />

grito y temblor, gesto y ternura,<br />

accesible al ojo, a la caricia y al oído,<br />

originalidad inagotable,<br />

surgiendo en medio de la vida cotidiana,<br />

fidelidad crucificada,<br />

espesor humano resucitando desde el sepulcro<br />

del sanedrín y del imperio<br />

por la fuerza del Espíritu.<br />

Todo nuestro cuerpo espera esta Palabra,<br />

desde el primer segundo de existencia,<br />

para irse haciendo,<br />

en el encuentro con ella,<br />

carne liberada,<br />

cosmos redimido,<br />

transparente destello del dolor cotidiano,<br />

esperanza que brilla<br />

en medio de los límites de la condición humana,<br />

pedazo de historia transportada al infinito<br />

en la reconciliación, sin fin y sin distancias,<br />

de la vida resucitada.<br />

El Verbo encarnado<br />

está todo él orientado hacia nosotros,<br />

esfuerzo infinito de Dios que se expresa<br />

en la cercanía corporal de una vida caminante<br />

por los más estrechos callejones torcidos,<br />

de la misma manera que se adentra por su Espíritu<br />

hasta la más íntima puerta estrecha de mí mismo.<br />

Y todos nosotros,<br />

llenos de nombres y de fechas,<br />

de aromas y de golpes en las costuras de la carne,<br />

nos vamos haciendo infinitos<br />

en su abrazo» (B. GONZÁLEZ BUELTA).<br />

105 —


D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Poner en la sala un icono o imagen de María y, al lado, una<br />

sillita baja vacía.<br />

Leer el evangelio de la anunciación, pero narrado por<br />

ella:<br />

«Al sexto mes, me fue enviado por el Señor el<br />

ángel Gabriel, estando yo desposada con un<br />

hombre de la casa de David llamado José. Mi<br />

nombre es María. Y, entrando donde yo estaba,<br />

me dijo: '¡Alégrate, llena de gracia, el Señor<br />

está contigo!' Yo me turbé al oír estas palabras<br />

y discurría qué podía significar aquel saludo. El<br />

ángel me dijo: 'No temas, María, porque has<br />

hallado gracia delante de Dios: vas a concebir<br />

en tu seno y vas a dar a luz un hijo a quien<br />

pondrás por nombre Jesús. Él será grande y<br />

será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios<br />

le dará el trono de David, su padre; reinará sobre<br />

la casa de Jacob por los siglos de los siglos,<br />

y su reino no tendrá fin'.<br />

Yo respondí al ángel: '¿Cómo será esto, puesto<br />

que no conozco varón?' El ángel me respondió:<br />

'El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder<br />

del Altísimo te cubrirá con sus sombra; por eso,<br />

el que va a nacer será santo y será llamado Hijo<br />

de Dios. Mira, también Isabel, tu parienta, ha<br />

concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el<br />

sexto mes de aquella a la que llamaban estéril,<br />

porque nada es imposible para Dios'.<br />

Entonces yo dije: 'Aquí está la esclava del<br />

Señor: que se haga en mí según tu palabra'. Y<br />

el ángel, dejándome, se fue» (cf. Le 1,26-38).<br />

Dejar un rato de silencio y leer después, también como<br />

pronunciado por ella, el comienzo de la Primera Carta de<br />

Juan:<br />

— 106 —<br />

«Lo que oí y lo que vi con mis ojos,<br />

lo que contemplé y toqué con mis manos<br />

de la Palabra de vida<br />

—porque la Vida se manifestó, y yo la he visto<br />

y doy testimonio y te anuncio<br />

la vida eterna que estaba con el Padre<br />

y que se me manifestó—,<br />

lo que he visto y he oído te lo anuncio,<br />

para que también tú estés en comunión conmigo<br />

y estemos todos en comunión con el Padre<br />

y con Jesús, su hijo...» (cf. 1 Jn 1,1-4).<br />

Al final, hacer una oración pidiendo a María que nos<br />

ayude a «nacer de nuevo», que cure nuestros ojos, oídos,<br />

boca, manos, corazón... y los vaya haciendo semejantes a<br />

los de Jesús que ella tejió en su seno.<br />

— 107 —


8<br />

Hacerse como un niño.<br />

Hacerse como «ese» niño<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

Los dos primeros capítulos del evangelio de san Lucas son<br />

como un preludio sinfónico a la nueva sabiduría del Evangelio.<br />

Están formados por una serie de escenas en las que el<br />

evangelista propone, provocativamente, una serie de oposiciones:<br />

Hay lugares «de arriba»:<br />

— Jerusalén y Roma;<br />

— el templo donde tiene su visión Zacarías, adonde<br />

suben a presentar al niño y donde éste «se pierde» a<br />

los doce años;<br />

— una posada en la que algunos tuvieron sitio;<br />

— el ámbito de lo sacral y cultual y el de los doctores<br />

y maestros de la Ley.<br />

Hay lugares «de abajo»:<br />

— Nazaret, una aldea minúscula, de la que hay que<br />

precisar que estaba en Galilea (Le 1,26), porque, si no,<br />

casi nadie sabría dónde estaba;<br />

— Belén, «menor entre las ciudades de Judá», como<br />

la denominó el profeta Miqueas (Mi 5,1);<br />

— un establo, al que van a parar José y María, y un<br />

pesebre, en el que acuestan al niño;<br />

— 108 —<br />

— un descampado a las afueras de Belén, donde unos<br />

pastores cuidan sus rebaños a la intemperie.<br />

Se nombra a personas «importantes»:<br />

— Herodes, rey de Judea;<br />

— César Augusto, emperador romano, con poder de<br />

ordenar un censo mundial;<br />

— Cirino, gobernador de Siria;<br />

— doctores y maestros, conocedores de la Ley;<br />

y también a personas aparentemente insignificantes:<br />

— Zacarías e Isabel, ancianos y estériles y, por lo tanto,<br />

sin futuro;<br />

— una muchacha de Nazaret llamada María, que, junto<br />

con José, su esposo, no encuentra sitio en la posada;<br />

— unos pastores, profesión tenida como sospechosa y<br />

propia de gente despreciable y poco escrupulosa en el<br />

cumplimiento de la Ley;<br />

— Ana, una anciana viuda, situación que en Israel representaba<br />

la escala social más desvalida.<br />

Lucas juega también con otras oposiciones:<br />

— la vejez de muchos personajes (Zacarías, Isabel,<br />

Simeón y Ana) frente a la juventud de María y la niñez<br />

de Juan y Jesús;<br />

— la oscuridad de la noche en que nace Jesús y la luz<br />

que ilumina a los pastores;<br />

— el ámbito de lo terreno: gente corriente obligada a<br />

desplazarse para acatar la orden del emperador, desprovista<br />

de privilegios y de medios, forzada a que el<br />

parto de María tenga lugar en un establo, obediente a<br />

las normas de purificación de la Ley judía; conversaciones<br />

y comentarios de vecinos...; y, frente a él,<br />

— el ámbito del cielo: un ángel que se aparece a Zacarías<br />

y le anuncia el fin de su esterilidad; otro ángel,<br />

Gabriel, que trae un mensaje a María; otro «ángel del<br />

Señor» que anuncia a los pastores la buena noticia del<br />

nacimiento de un salvador; un ejército celestial que<br />

alaba a Dios e inunda la noche con su himno; la gloria<br />

— 109 —


de Dios que envuelve con su resplandor a los pastores...;<br />

— el mundo de los hambrientos y humildes que aparecen<br />

en el cántico de María (Le 1,46-55) frente a los<br />

poderosos, ricos, soberbios;<br />

— el verbo bajar («bajó con ellos a Nazaret...»: Le<br />

2,51) frente al crecer («el niño crecía en sabiduría, en<br />

estatura y en gracia...»: Le 2,52).<br />

Podríamos decir que los relatos de la infancia que ofrece<br />

Lucas son un preludio de lo que va a ser todo su evangelio,<br />

y en ellos aparece ya la «revolución de los adverbios» a que<br />

vamos a asistir en toda la vida y palabras de Jesús.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. Contempla el icono de los pastores de Belén, que en<br />

medio de la noche recibieron la noticia de «una gran alegría<br />

para todo el pueblo»: «Hoy os ha nacido el Salvador...»<br />

* Acércate a Belén a escuchar ese «evangelio» que se te<br />

anuncia también a ti, esa gran noticia que cada ser humano<br />

puede repetir con asombro: «Me ha nacido un Salvador».<br />

«Todo esto por mí», recuerda san Ignacio: atrévete a<br />

pensar que tú has provocado la encarnación.<br />

2. Ellos escucharon también el himno de los ángeles: «Gloria<br />

a Dios..., paz a los hombres». Lucas escribe su evangelio<br />

mucho tiempo después de la resurrección de Jesús; y es como<br />

si, mirando lo que fueron su vida y su muerte, el evangelista<br />

quisiera hacernos ver que, desde su nacimiento, todo su ser<br />

estuvo «polarizado» por la gloria del Padre y por el deseo<br />

de conseguir para nosotros eso que la Biblia denomina «paz»<br />

y que supone la plenitud total del ser humano, el éxito definitivo<br />

de su existencia.<br />

* Acércate a Belén a escuchar, para que esa «música»<br />

que fue «la banda sonora» de Jesús vaya haciéndose también<br />

la banda sonora de tu vida; y para que tu interés, tu<br />

— 110-<br />

atención, tu deseo, tu decir y tu hacer vayan coincidiendo<br />

cada vez más con los de Jesús en su pasión por el Padre y<br />

por el Reino.<br />

* Acércate a Belén a dejarte querer, a aceptar que estén<br />

dirigidas también a ti las palabras que oyeron los pastores:<br />

«Paz a los hombres a quienes ama el Señor»...<br />

Siéntete envuelto en esa complacencia de Dios; experimenta<br />

la alegría de «caerle bien», de ser objeto de su<br />

amor gratuito, de no necesitar «hacer méritos» para conseguir<br />

ese amor, porque lo propio de la gracia es ser absolutamente<br />

inmerecida y desbordar cualquier expectativa<br />

por nuestra parte. Consiente en ese amor torrencial y envolvente<br />

de Dios que se nos regala en Jesús, y deja que<br />

brote en ti una urgencia agradecida de responder a ese<br />

amor.<br />

* Acércate a Belén a recibir esa gran alegría que es para<br />

todo el pueblo: imagina tu vida como comunicación y contagio<br />

de ese gozo destinado a llegar a todos. Siente sobre<br />

ti la fuerza del Espíritu que te envía «a dar la buena noticia<br />

a los pobres...» (Is 61,1).<br />

3. «Cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo,<br />

los pastores se decían: 'Vayamos, pues, hasta<br />

Belén, y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos<br />

ha manifestado'. Y fueron a toda prisa y encontraron<br />

a María y a José, y al niño acostado en el pesebre».<br />

El anuncio del ángel ha movilizado en ellos todo su<br />

deseo y su búsqueda, y han ido «a toda prisa», obedeciendo<br />

a una palabra que les señalaba como lugar de encuentro el<br />

que nunca habrían imaginado.<br />

* Acércate a Belén a mirar y a asombrarte, a transformar<br />

la imagen que tienes de Dios: «Dios es este niño». «La<br />

comunicación de Dios se ha hecho debilidad humana y ha<br />

plantado su tienda entre nosotros» (Jn 1,14).<br />

* Acércate a Belén a tocar la debilidad de Dios, a experimentar<br />

cómo, en medio de la hostilidad de un mundo<br />

— 111 —


que se cierra a recibirlo, él hace presente su ternura, su<br />

accesibilidad total, en el cuerpo de un niño que se pone<br />

en nuestras manos. Hazte consciente de que cada vez que<br />

tocas tu propia debilidad o la de tus hermanos estás aprendiendo<br />

a tocar la debilidad de Dios.<br />

* Pídele a María que te enseñe a guardar en tu corazón<br />

esa palabra que te señala los lugares de abajo como aquellos<br />

en los que vas a encontrar a su hijo...<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Si Lucas nos contara...<br />

«Las zorras tienen madrigueras,<br />

y las aves del cielo nidos;<br />

pero el Hijo del hombre<br />

no tiene donde reclinar la cabeza» (Le 9,58).<br />

Era uno de los dichos de Jesús que circulaban por la<br />

comunidad cuando los que habían vivido con él contaban<br />

cómo en su vida itinerante dormían a veces a la intemperie<br />

y carecían de un techo fijo donde cobijarse cada noche.<br />

«No es extraño», decían, «tampoco lo tuvo en su nacimiento,<br />

y su madre cuenta que tuvo que acostarlo en un<br />

pesebre de las afueras de Belén cuando vinieron a empadronarse<br />

por el edicto del César».<br />

Vinieron a mi memoria las palabras de Isaías:<br />

«Conoce el buey a su dueño,<br />

y la muía el pesebre de su amo;<br />

pero Israel no me conoce,<br />

mi pueblo no comprende» (Is 1,3),<br />

y aquellas otras de Miqueas:<br />

«Y tú, Belén, pueblo de Judá,<br />

aunque eres la más pequeña de las ciudades<br />

de Judá,<br />

de ti nacerá el caudillo<br />

que regirá las tribus de Israel» (Mi 5,2).<br />

— 112 —<br />

Tomé la decisión de visitar el pueblo que había sido<br />

también cuna de David. ¡Qué nombre tan apropiado: «Betlehem»,<br />

«casa del pan»...!, pensaba yo mientras atravesaba<br />

los mismos sembrados en los que debió de espigar Rut, la<br />

moabita.<br />

En las pequeñas colinas de los alrededores pastaban rebaños<br />

de ovejas y cabras, y me acerqué a hablar con los<br />

pastores. Era gente ruda, acostumbrada al silencio, poco amiga<br />

de conversaciones y recelosa de los forasteros, como si<br />

temieran miradas de reproche a sus vidas, tan alejadas de la<br />

pureza ritual y de las prescripciones de la Ley.<br />

Así era mucha de la gente que rodeaba a Jesús, según<br />

me habían contado sus discípulos:<br />

«Tenía una extraña preferencia por la gente más perdida,<br />

como si todas las separaciones y exclusiones se<br />

derritieran ante el calor de su acogida».<br />

Me enseñaron las grutas escondidas en las laderas de<br />

las colinas; y, después de que encerraran los rebaños, acepté<br />

el pan y el cuenco de leche que me ofrecieron y me tendí<br />

entre ellos al raso. Era una noche sin luna, y las estrellas<br />

casi podían tocarse con la mano.<br />

«El pueblo que caminaba en tinieblas<br />

vio una luz grande;<br />

a los que caminaban en sombras<br />

una luz les brilló...<br />

Porque nos ha nacido un niño,<br />

un hijo se nos ha dado» (Is 9,1-5).<br />

De pronto, la profecía de Isaías revelaba su sentido y<br />

su cumplimiento: aquella noche, el resplandor de la gloria<br />

de Dios había vencido a las tinieblas y había inundado de<br />

claridad la noche del mundo. Era un anticipo de la victoria<br />

del Resucitado, al que ahora celebramos vivo entre nosotros,<br />

brillando con la estrella de la mañana.<br />

«Voy a hacer pasar delante de ti<br />

todo lo mejor que tengo»,<br />

había prometido Dios a Moisés en el Sinaí (Ex 33,19).<br />

— 113 —


Aquella noche de Belén, en alguna de aquellas grutas,<br />

lo mejor de nuestro Dios —su misericordia entrañable, la<br />

ternura de su amor, la fuerza de su fidelidad— se manifestó<br />

por primera vez entre nosotros. El Dios que se había revelado<br />

en la tormenta del monte, envuelto en la nube, mostraba<br />

ahora su rostro y hacía descansar su gloria en la fragilidad<br />

de un niño.<br />

En medio de la oscuridad de la noche, sentí enHo hondo<br />

de mi corazón, como si fuera el susurro de un ángel, la certeza<br />

de estar envuelto en la paz que Dios concede gratuitamente<br />

a todos los hombres y mujeres, a los que él quiere tanto.<br />

2. Con un niño de la mano<br />

En el Evangelio encontramos a veces recomendaciones de<br />

Jesús que parecen contradictorias: se nos exhorta a ser «prudentes<br />

como serpientes y sencillos como palomas» (Mt<br />

10,16); a ser limpios de corazón (Mt 5,8) y sagaces como el<br />

administrador que se aseguró el futuro (Le 16,1-8); a hacernos<br />

«como niños» (Mt 18,2) y, a la vez, actuar con la fuerza de<br />

adultos: «Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos,<br />

expulsad demonios...» (cf. Mt 9,8).<br />

Son actitudes que sólo cuando se intentan vivir a la vez<br />

descubren todo su potencial de sabiduría.<br />

También en Is 7,4 encontramos una llamada parecida:<br />

se la hace el profeta al rey Acaz, atemorizado ante la amenaza<br />

de los enemigos que sitian Jerusalén: «¡Vigila y conserva la<br />

tranquilidad!».<br />

Y eso significa, por un lado, estar despierto, alerta,<br />

activo, con los ojos abiertos... y, a la vez, tranquilo, confiado,<br />

sosegado, abandonado, seguro...<br />

Evidentemente, la segunda actitud era mucho más difícil<br />

para el rey, dadas las circunstancias; por eso, el Señor pide<br />

a Isaías que realice una acción simbólica y vaya al encuentro<br />

del rey con su hijo de la mano. Era ése el icono de confianza<br />

— 114 —<br />

en Dios que Acaz necesitaba para salir de su miedo: un niño<br />

indefenso y débil, agarrado de la mano de su padre y avanzando<br />

en medio de una ciudad febrilmente ocupada en preparativos<br />

de defensa. Lo que el Señor va a recordar después<br />

a Acaz es lo mismo que ha visto en la imagen del profeta<br />

con el niño de la mano: «Si no os afirmáis en mí, no seréis<br />

firmes» (7,9b); y utiliza la raíz 'MN, que significa «ser sólido,<br />

ser firme, sostener, llevar», y en otra conjugación: «apoyarse,<br />

ser sostenido, fiarse, creer...» (es la misma raíz de<br />

«amén»).<br />

Por eso la frase podría traducirse así: «Si no os atrevéis<br />

a fiaros, nunca experimentaréis que sois sostenidos».<br />

La imagen del profeta con un niño de la mano nos remite<br />

a la señal que se da a los pastores:<br />

«Encontraréis a un niño envuelto en pañales y<br />

recostado en un pesebre» (Le 2,12),<br />

y que nos llama a:<br />

— aprender de los niños: su tranquilo abandono, su incapacidad<br />

para disimular su fragilidad, su confianza en<br />

la mano del que los lleva;<br />

— reconocer al «niño» que todos llevamos dentro: nuestras<br />

posibilidades de crecimiento y de cambio y las de los<br />

demás; dar tiempo y espacio para que todo eso pueda<br />

crecer; no asombrarnos de nuestra debilidad ni de la de<br />

los otros; ser capaces de manifestar sentimientos y de<br />

demostrar ternura...<br />

— acoger al Dios que viene a nosotros «con un Niño de<br />

la mano»: no se acerca con poder, sino con debilidad;<br />

no se impone, sino que llama a nuestra puerta; no nos<br />

habla desde el Sinaí, sino desde un pesebre, y ahí nos<br />

invita a encontrarlo.<br />

Pero ese y no otro es «el Dios del AMÉN», el Dios en<br />

quien podemos apoyarnos para experimentar que somos sostenidos.<br />

— 115 —


3. Un lenguaje común<br />

Existe una preciosa coincidencia entre el lenguaje de los<br />

evangelios de la infancia de Jesús, el de los iconos de la<br />

Natividad y el de san Ignacio en la contemplación del nacimiento<br />

(EE 116): hablan a la vez del niño, del crucificado<br />

y del resucitado como del único misterio de Jesús, que se<br />

nos va revelando con diferentes acentos y en distintos momentos:<br />

— cuando en el evangelio de Lucas se pone de relieve<br />

que «no hubo lugar para ellos en la posada» (Le 2,7), se está<br />

evocando el rechazo del mundo judío que llevará a Jesús a<br />

la muerte (Juan lo expresará diciendo que «los suyos no lo<br />

recibieron»: Jn 1,11);<br />

— la narración de Mateo sobre los magos de Oriente<br />

está basada en diferentes textos del Antiguo Testamento, pero<br />

entendidos en la clave del misterio pascual: la estrella, además<br />

de citar Num 24,17 («avanza la estrella de Jacob, un<br />

cetro surge de Israel...»), era un símbolo de Cristo Resucitado<br />

en la liturgia más antigua; la mirra que Mateo añade al oro<br />

y al incienso de que habla Is 60,6 es una alusión clara a la<br />

muerte de Jesús y a la unción de su cuerpo (Me 16,1; Le<br />

24,1);<br />

— verbos que aparecen en los relatos del nacimiento<br />

vuelven a estar referidos a Jesús en la pasión: «Se levantó<br />

José, tomó al niño y a su madre...» (Mt 2,14); «José lo<br />

tomó, lo envolvió en una sábana de lino limpia...»; «Entonces<br />

Pilato tomó a Jesús...» (Jn 19,1);<br />

— en los relatos sobre la sepultura de Jesús y sobre<br />

algunas de las apariciones a las mujeres, hay un contexto de<br />

nacimiento: aparecen una «María» y un «José» (cf. Mt 27,57-<br />

61); unos lienzos evocan los pañales de Belén (Mt 27,59);<br />

las mujeres, después de su encuentro con el ángel, van aprisa,<br />

como María en la Visitación (cf. Mt 28,8)...;<br />

— en los iconos de la Natividad, el niño descansa, no<br />

en un pesebre, sino en un sarcófago, y está envuelto en<br />

— 116 —<br />

vendas, según la costumbre de enterramiento judío (cf. Jn<br />

11,44; 20,3-7). El oscuro agujero de la tierra en el que se<br />

deposita a Jesús representa su descenso a los infiernos ya<br />

resucitado.<br />

— San Ignacio invita a «mirar y considerar lo que hacen<br />

[las personas], así como es el caminar y trabajar, para que<br />

el Señor sea nascido en summa pobreza y, a cabo de tantos<br />

trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias<br />

y afrentas, para morir en cruz; y todo eso por mí; después,<br />

reflitiendo, sacar algún provecho spiritual» (EE 116).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Ambientar la sala con algún símbolo que pueda evocar el<br />

«icono de los buscadores de Oriente»: una estrella, un montón<br />

de paja en el suelo, una imagen del Niño, incienso, una<br />

caja abierta...<br />

Leer el evangelio de la adoración de los magos (Mt 2,1-<br />

12). Algunas expresiones de este texto pueden estar escritas<br />

en letras grandes en las paredes de la sala:<br />

— «¿Dónde está el rey de los judíos?»<br />

— «Hemos visto su estrella».<br />

— «Venimos a adorarle».<br />

— «Al ver la estrella se llenaron de alegría».<br />

— «Vieron al niño con María, su madre».<br />

— «Postrándose, le adoraron».<br />

— «Abrieron sus tesoros».<br />

— «Le ofrecieron dones...»<br />

Dejar un rato de silencio para que cada cual pueda identificarse<br />

con esos personajes, que son el símbolo de tantos<br />

hombres y mujeres que, en cualquier parte del mundo, se<br />

preguntan, buscan y caminan incansables; y también de la<br />

fidelidad de tantos creyentes a lo que Dios les indica; de la<br />

contemplación, la adoración y la entrega generosa de todo<br />

cuanto se es y se tiene...<br />

— 117 —


Compartir después la expresión que más haya impresionado<br />

a cada uno, y terminar con un cántico, con el texto<br />

convertido en oración o con el himno de Epifanía:<br />

«Reyes que venís por ella,<br />

no busquéis la estrella ya<br />

porque donde el sol está<br />

no tienen luz las estrellas...»<br />

— 118 —<br />

9<br />

Aprender la sabiduría de Nazaret<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

Todo el evangelio está presente «en estado de germen» en<br />

Nazaret. «La vida de Jesús— dice P. Sánchez Ramos— es<br />

como una sinfonía en dos tiempos: un tiempo largo, que es<br />

Nazaret, y otro breve, que es la etapa itinerante. Pero la<br />

'melodía dominante» se encuentra en los dos tiempos, aunque<br />

el 'colorido musical' sea distinto; porque lo que Jesús anuncia<br />

en su vida itinerante es la experiencia acumulada en los años<br />

silenciosos y testimoniales de su vida oculta».<br />

Nazaret es el «ambiente ecológico» en que crece Jesús,<br />

y a ese lugar teológico volvemos siempre los cristianos como<br />

a la casa materna a la que uno va a reponerse y convalecer,<br />

a desidentificarse de las formas de poder, riqueza y suficiencia,<br />

a reencontrar el gusto por lo sencillo, a recobrar la<br />

interioridad y los valores del Evangelio, a renacer en «la<br />

matriz de las bienaventuranzas»...<br />

En Nazaret podemos «recuperar» a María, porque allí<br />

la encontramos sin pedestal ni hornacina, sino calzada con<br />

sandalias, recorriendo cada día el camino hacia la fuente,<br />

guardando en su corazón el rostro, las palabras, los gestos<br />

de su hijo.<br />

Nazaret es el lugar de la nueva sabiduría; esa sabiduría<br />

en la que, según Lucas, iba creciendo Jesús, además de crecer<br />

en estatura y en gracia (Le 2,52).<br />

— 119 —


B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. Nicodemo puede ser el icono evangélico que te introduzca<br />

en la oración de hoy. Jesús le había dicho:<br />

«'En verdad, en verdad te digo: el que no nazca<br />

de lo alto no puede ver el Reino de Dios'. Nicodemo<br />

contestó: '¿Cómo puede uno nacer<br />

siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez<br />

en el seno de su madre y nacer de nuevo?'...»<br />

(Jn 3,3- 4).<br />

Nicodemo expresa todos los escepticismos y reticencias<br />

de nuestro «hombre viejo» que no cree posible vivir de adulto<br />

esas actitudes que el Evangelio llama «hacerse como niños»:<br />

confiar, abandonarse, ser sencillo, tener capacidad de asombro,<br />

saberse querido y cuidado por Alguien mayor, seguridad<br />

de estar en buenas manos...<br />

* Acércate a Nazaret a reencontrar esa manera madura<br />

de ser niño. Pide a María, sobre la que descansa el Espíritu,<br />

que te ayude en ese nuevo nacimiento, en esa nueva manera<br />

de mirar, pensar, juzgar, sentir, actuar... que es la de<br />

su hijo, al que ella vio allí crecer y llenarse de gracia.<br />

2. Es en la infancia donde se aprende el lenguaje, y en ella<br />

aprendió Jesús a manejar «según Dios» los adverbios que<br />

resumen gran parte de las paradojas del Evangelio: los que<br />

creen estar lejos (publícanos, pecadores, gente ignorante...)<br />

son los que para Jesús están cerca; los que a los ojos de todos<br />

estaban fuera (de la ley, de la Alianza, del Reino...) para él<br />

están dentro; los que parecían ser menos (los pobres, los<br />

niños, los débiles...) para él son los más, los mayores, los<br />

importantes; los que se creían arriba (fariseos, saduceos,<br />

escribas, sacerdotes...) resultan estar mucho más abajo que<br />

los que ocupaban los últimos lugares de la escala social y<br />

religiosa...<br />

Su madre había comenzado en el Magníficat a mirar y<br />

hablar así: los soberbios, poderosos y ricos no son los de<br />

— 120 —<br />

dentro, cerca, arriba, más..., porque los que tienen preferencia<br />

en el corazón de Dios son los hambrientos y humildes,<br />

que a los ojos del mundo son los de fuera, lejos,<br />

abajo, menos...<br />

* Acércate a Nazaret a aprender junto a Jesús ese lenguaje<br />

que encierra toda la novedad del Reino. Pídele a<br />

María que «te ponga con Jesús», que te enseñe a mirar y<br />

calificar así la realidad.<br />

Recorre tus lugares de relación, mira desde esta perspectiva<br />

de «revolución de adverbios» a las personas con<br />

las que convives o trabajas. Pide des-aprender tu viejo lenguaje<br />

«mundano» y ser recibido en la novedad del lenguaje<br />

evangélico.<br />

3. «María conservaba todas estas cosas, meditándolas<br />

en su corazón» (Le 1,66; 2,19). Ya hemos visto<br />

cómo esta expresión hay que entenderla como un trabajo que<br />

María realiza en el «laboratorio» de su corazón para unificar<br />

lo que conoce por la Palabra y la realidad que va aconteciendo<br />

ante sus ojos y que aparentemente no coincide con lo que el<br />

ángel le había anunciado:<br />

«será grande»;<br />

«Dios le dará el trono de David su padre...»;<br />

«reinará sobre la casa de Jacob por los siglos,<br />

y su reino no tendrá fin»... (Le 1,32-33).<br />

Tanto las circunstancias del nacimiento de su hijo como<br />

la manera de transcurrir la infancia y la juventud de éste en<br />

la oscuridad de Nazaret parecían contradecir las promesas<br />

mesiánicas, y María necesita hacer ese trabajo creyente de<br />

unificación, de mirada más allá de las apariencias, de conciliación<br />

de lo que escuchaba con lo que veía, de la Palabra<br />

con la vida cotidiana...<br />

* Acércate a Nazaret para aprender a ser creyente así.<br />

Siéntate junto a María y habla con ella de las dificultades<br />

de tu fe, de tus oscuridades y tus dudas. Pídele que haga<br />

tu corazón parecido al suyo, que te contagie su capacidad<br />

— 121 —


de ir y venir de la realidad a la Palabra, y de la Palabra a la<br />

realidad, para que tu vida se vaya unificando. Cuéntale lo<br />

que ya vas aprendiendo de la gente sencilla y del Evangelio...<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Si Lucas nos hablara de Nazaret...<br />

«Cuando Jesús era niño y jugaba haciendo pajaritos de barro,<br />

soplaba sobre ellos, y volaban... Y María su madre, de pequeña,<br />

comía de manos de los ángeles, y su rostro resplandecía<br />

como el sol»...<br />

Por las comunidades habían empezado a circular historias<br />

como ésta, llenas de milagros y sucesos portentosos<br />

que me dejaban perplejo y lleno de preguntas. No era eso lo<br />

que yo había escuchado, más con el corazón que con los<br />

oídos, en las narraciones, tan sobrias, de María, y por eso<br />

me decidí a visitar Nazaret: necesitaba conocer con mis propios<br />

ojos los lugares de los comienzos, y que fueran ellos<br />

mismos los que me hablasen.<br />

El día en que emprendí el viaje a Galilea, sentía una<br />

extraña impaciencia, mezclada con un profundo respeto. Presentía<br />

que, como Moisés, me estaba aproximando a una zarza<br />

ardiente donde me esperaba la revelación del misterio de<br />

nuestro Dios. Era consciente de que los galileos no tenían<br />

buena fama: los romanos recelaban de su talante levantisco<br />

e indómito y eran sospechosos para los judíos, porque se<br />

mezclaban demasiado con los paganos. Pero había sido precisamente<br />

allí donde había empezado todo.<br />

Atravesé Samaría y, cuando llegué a Nazaret, me decepcionó<br />

su insignificancia: un puñado de casas medio excavadas<br />

en la falda de una colina rodeada de montes que,<br />

desde el Líbano, descienden hasta la llanura de Esdrelón. Me<br />

acerqué a beber en la única fuente del pueblo y contemplé<br />

cómo algunas mujeres se inclinaban para llenar sus cántaros<br />

en el grueso caño de la fuente. Hablé con ellas, entré en el<br />

taller de Dimas, el curtidor, que se había bautizado con toda<br />

— 122 —<br />

su familia; visité a Rubén, un comerciante de maderas que<br />

había conocido a José, y charlé con algunos otros: era gente<br />

hosca, marcada por muchos años de resistencia.<br />

Cené dátiles y nueces con vino de Galilea en casa de<br />

unos parientes de María que me brindaron hospitalidad, y la<br />

sobremesa, a la luz de un candil de aceite, se prolongó hasta<br />

bien entrada la noche. Me llevaron a la casa donde ella había<br />

vivido y a la otra, muy cercana, adonde se trasladó a vivir<br />

al casarse con José y donde transcurrieron la infancia y la<br />

juventud de Jesús.<br />

Al día siguiente, emprendí de nuevo el camino hacia<br />

Jerusalén; pero, antes de abandonar Nazaret, me detuve de<br />

nuevo junto a la fuente. Amanecía un día como cualquier<br />

otro: un pastor me saludó con su áspero acento galileo; una<br />

mujer se afanaba cavando su huerto; el pueblo despertaba a<br />

su vida cotidiana, sin portentos ni milagros...<br />

Y aquella visión fue la zarza ardiente, que me reveló<br />

algo del Dios que volvía a sorprenderme, que cuestionaba<br />

mi manera de mirar y de juzgar, que me invitaba a entrar en<br />

el misterio de su elección: volcar su gracia sobre una muchacha<br />

desconocida; hacer descansar sobre ella, como sobre<br />

el Arca de la Alianza, la gloria de su Espíritu; elegir la sombra<br />

de una aldea perdida como lugar silencioso de crecimiento<br />

y maduración del que había venido a ser la luz del mundo.<br />

Ésa era la acción portentosa de Dios, su verdadero milagro,<br />

y sólo cabía responder como María lo había hecho: diciendo<br />

«Aquí estoy», «hágase», «mi alma proclama la grandeza del<br />

Señor».<br />

2. Volver a Nazaret<br />

Leo en los periódicos noticias de apariciones, imágenes que<br />

lloran lágrimas de sangre, gente que habla de curaciones<br />

milagrosas o de visiones y mensajes celestiales...<br />

Suelo ser muy escéptica ante todo ello, pero a veces<br />

encuentro demasiado austera mi fe, y el silencio de Dios me<br />

pesa como si fuera una ausencia.<br />

— 123 —


¿Por qué calla y parece esconderse? ¿Por qué no se<br />

revela con mayor claridad? ¿Por qué permite que la vida<br />

diaria sea tan oscura y que sea tan difícil rastrear en ella los<br />

signos de su presencia? ¿Por qué es tan lento el crecimiento<br />

humano y tan pesadas las leyes de la maduración?<br />

Sólo volver a Nazaret sosiega mis preguntas y me proporciona<br />

un lugar de descanso para mis inquietudes. Acudo<br />

allí para curar mis fiebres de eficacia, para acallar mis tentaciones<br />

de dominar el tiempo, para soportar la monotonía<br />

del trabajo diario y la impresión de que en el mundo no<br />

avanza lo bueno ni la realidad da noticia del Dios vivo.<br />

Releo el final del capítulo segundo de Lucas:<br />

«Bajó con ellos a Nazaret y les estaba sujeto.<br />

Su madre guardaba todas estas cosas<br />

en su corazón.<br />

Y el niño crecía en edad, en sabiduría<br />

y en gracia<br />

delante de Dios y de los hombres».<br />

Son palabras que me recuerdan que el crecimiento del<br />

Reino está escondido; que el silencio y la pobreza son tesoros<br />

ocultos; que las cosas de Dios se conocen desde el corazón;<br />

que su Hijo se acostumbró a ser hombre en la oscuridad de<br />

lo cotidiano, desde el trabajo anónimo en una aldea perdida.<br />

Y entonces ya no necesito lo maravilloso, porque caigo<br />

en la cuenta de que vivo sumergida en ello, y dejo de reclamar<br />

milagros ante ese Milagro que nuestra historia alberga en sus<br />

entrañas: Dios tiene el nombre de Emmanuel; Dios se llama<br />

Jesús y ha querido plantar su tienda en medio de nosotros.<br />

3. Rondando la sabiduría<br />

El interés por la sabiduría recorre toda la Escritura y es uno<br />

de los temas de reflexión al que se vuelve una y otra vez,<br />

tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento:<br />

Es el don que el Señor concede a Salomón:<br />

— 124 —<br />

«En Gabaón, YHWH se apareció a Salomón en<br />

sueños por la noche y le dijo: 'Pídeme lo que<br />

quieras que te dé'. Salomón dijo: 'Concede a<br />

tu siervo un corazón que escuche para juzgar<br />

a tu pueblo, para discernir entre el bien y el<br />

mal...' Le dijo Dios: 'Porque has pedido esto,<br />

porque, en vez de pedir larga vida, riquezas o<br />

la muerte de tus enemigos, has pedido discernimiento<br />

para saber juzgar, cumplo tu ruego y<br />

te doy un corazón sabio e inteligente como no<br />

lo hubo antes de ti ni lo habrá después'» (1 Re<br />

3,5-12).<br />

La Sabiduría es como una novia a la que se ronda y se busca:<br />

«La quise y la rondé desde muchacho<br />

y la pretendí como esposa, enamorado de su<br />

hermosura.<br />

Por eso decidí unir nuestras vidas,<br />

seguro de que sería mi consejera en la dicha,<br />

mi alivio en la pesadumbre y en la tristeza...»<br />

(Sab 8,2.9).<br />

«Dichoso aquel que piensa en la Sabiduría<br />

y pretende la Prudencia,<br />

el que presta atención a sus caminos<br />

y se fija en sus sendas;<br />

sale tras ella a espiarla<br />

y acecha junto a su portal,<br />

mira por sus ventanas<br />

y escucha a su puerta,<br />

acampa junto a su casa<br />

y clava sus estacas junto a su pared,<br />

pone su tienda junto a ella<br />

y se acomoda como buen vecino,<br />

pone nido en su ramaje<br />

y mora entre su fronda,<br />

se protege del bochorno a su sombra<br />

y habita en su morada» (Eclo 14,20-27).<br />

— 125 —


En Job 28 asistimos a un desvelamiento progresivo<br />

de dónde encontrarla: después de la descripción de<br />

los vv 1-11, surge la pregunta:<br />

«Pero la Sabiduría, ¿de dónde viene?,<br />

¿cuál es la sede de la prudencia?» (v. 12),<br />

y se va recorriendo una serie de lugares donde no se la<br />

encuentra.<br />

«Sólo Dios sabe su camino,<br />

sólo él conoce su yacimiento» (v. 23),<br />

es la conclusión final (cf. también, Pr 1,13-26 y 8,22-36).<br />

Lucas pone en boca de Jesús esta afirmación: «aquí<br />

está uno que es mayor que Salomón» (Le<br />

11,32). Se trata de una nueva sabiduría, de la que Pablo<br />

vuelve a hablar:<br />

«Los judíos piden señales, y los griegos buscan<br />

sabiduría; pero nosotros predicamos a un Cristo<br />

crucificado, escándalo para los judíos, necedad<br />

para los gentiles, mas para los llamados,<br />

lo mismo judíos que gentiles, fuerza de Dios y<br />

Sabiduría de Dios» (1 Cor 1,22-24).<br />

Los capítulos 1-2 de la Primera Carta a los Corintios<br />

ofrecen una larga reflexión sobre esa sabiduría de Dios, «alternativa»<br />

a los saberes humanos, que nos es concedida en<br />

Jesús.<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

En el centro de la sala se pone un sillón y, junto a él, una<br />

sillita de enea 1 . Dos lectores, desde el sillón y la sillita, van<br />

leyendo estas definiciones de diccionario:<br />

1. Cf. M. CUERVO y J. DIÉGUEZ, Nuevos símbolos para orar (Madrid<br />

1988).<br />

— 126 —<br />

Desde el sillón:<br />

RIQUEZA:<br />

Abundancia de cosas preciosas, de<br />

cualidades o atributos excelentes.<br />

PODERÍO:<br />

Facultad de hacer o impedir una<br />

cosa. Hacienda, bienes y riqueza.<br />

Poder, dominio, señorío, imperio.<br />

TRIUNFO:<br />

Victoria, acción de triunfar. Éxito<br />

feliz en un empeño dificultoso.<br />

PRESUMIR:<br />

Vanagloriarse, tener alto concepto<br />

de sí mismo.<br />

PALABRA:<br />

Sonido o conjunto de sonidos articulados<br />

que expresan una idea. Ha<br />

formado muchas expresiones: palabras<br />

al aire, palabra de honor, palabra<br />

de rey, palabra ociosa...<br />

Desde la sillita:<br />

POBREZA:<br />

Necesidad, estrechez, carencia de<br />

lo necesario para el sustento de la<br />

vida. Falta, escasez.<br />

SERVIR:<br />

Estar al servicio de otro. Estar sujeto<br />

a otro por cualquier motivo,<br />

aunque sea voluntariamente, haciendo<br />

lo que él quiere o dispone.<br />

HUMILDAD:<br />

Virtud cristiana que consiste en el<br />

conocimiento de nuestra bajeza y<br />

miseria y en obrar conforme a él.<br />

SENCILLEZ:<br />

Cualidad de carecer de ostentación.<br />

PALABRA DE DIOS:<br />

El Evangelio, la Escritura, lo que<br />

Dios dice y encontramos en la Biblia.<br />

Después de volver los lectores a su sitio y guardar un<br />

rato de silencio, cada uno va diciendo frases del evangelio<br />

o peticiones en la línea de lo que la celebración le ha sugerido.<br />

Al final se leen las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12).<br />

— 127 —


10<br />

Contemplar a Jesús<br />

para conocerlo internamente<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

Hay dos escenas en los evangelios que son como el preludio<br />

y el marco de lo que va a ser toda la vida pública de Jesús:<br />

el bautismo y las tentaciones. Podemos leerlas oyendo la<br />

misma «banda sonora», la misma melodía que escuchábamos<br />

en la etapa oculta de su vida. Y lo que se nos invita a descubrir<br />

en ellas es el manantial de donde brotan las actitudes, los<br />

gestos, las palabras que van a acompañar su vida itinerante.<br />

Los narradores del bautismo (Mt 3,13-17; Me 1,9-11;<br />

Le 3,21-22) intentan que sintamos cómo Jesús, envuelto en<br />

la ternura de su Padre, oye una afirmación emocionada como<br />

la que cualquier padre o madre de la tierra harían de un hijo<br />

suyo: «Hijo mío, ¡cuánto te quiero! Tengo volcado en ti todo<br />

mi amor y mi alegría. Te llevo en la niña de mis ojos y en<br />

mi corazón. Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío...»<br />

Lo mismo que en Belén fue necesario que los ángeles<br />

«señalaran» en dirección al signo de un niño envuelto en<br />

pañales y acostado en un pesebre, ahora hace falta una voz<br />

que resuene por encima de este hombre, puesto, como uno<br />

de tantos, en la fila de los pecadores y esperando ser bautizado<br />

por Juan. Pero eso «es cosa del Padre»; «lo de Jesús» es<br />

hacerse «en todo semejante a nosotros», hundirse en la masa<br />

128 —<br />

humana. Y precisamente ahí ve «los cielos abiertos», es decir,<br />

toma conciencia de que entre él y su Padre fluye una comunicación<br />

ininterrumpida y única, y se sabe invadido y<br />

conducido por el Espíritu de ese Dios, al que puede llamar<br />

familiar e íntimamente: «¡Abbá!»<br />

Los textos sobre las tentaciones (Mt 4,1-11; Me 1,12-<br />

13; Le 4,1-13) son una consecuencia de esto. «Ahí está el<br />

secreto de la fuerza que emanaba de él», parecen decirnos<br />

los evangelistas: «por eso le encontráis aquí, como lo veréis<br />

en el resto de su vida, tan aferrado, tan adherido afectivamente<br />

a lo que va descubriendo como el querer de su Padre,<br />

que es la vida de todos nosotros. Él no ha venido a preocuparse<br />

de su propio pan, sino de que comamos todos. No<br />

ha venido a que le lleven en volandas los ángeles, a acaparar<br />

fama y 'hacerse un nombre' (cf. Gn 11,4), sino a dar a<br />

conocer el nombre del Padre y a llevarnos a nosotros sobre<br />

sus hombros, como lleva un pastor a la oveja que ha perdido.<br />

No a poseer, dominar y ser el centro, sino a servir y dar la<br />

vida».<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

La oración de este día (o de estos días) podría ser una prolongación<br />

de la que se proponía en el cap. 7: «Tocar el Verbo<br />

de la Vida» y tratar de entrar en relación orante con Jesús a<br />

través de algunos de sus encuentros con hombres, mujeres,<br />

enfermos, gente perdida.. .Son iconos que no retienen nuestra<br />

mirada, sino que nos invitan a dirigirla a los ojos y al corazón,<br />

a la boca y a los oídos, a las manos y pies de Aquel<br />

que se acercó a ellos y transformó sus vidas.<br />

1. Lee Me 1,29-31: al comienzo de la escena, vemos a una<br />

mujer postrada, separada, poseída por la fiebre. Al final, esa<br />

misma mujer, ya curada, está integrada en la comunidad y<br />

sirviendo a los demás, es decir, en ese lugar al que remite<br />

siempre Jesús a los que le siguen, porque ahí «se tiene parte<br />

con él» (cf. Jn 13,8). En el centro del texto está la clave de<br />

— 129 —


la transformación: «Jesús se acercó y, tomándola de<br />

la mano, la levantó».<br />

* Contempla esa mano tendida de Jesús. Es su primer<br />

gesto silencioso en el evangelio de Marcos, y en él se evoca<br />

como en esbozo todo lo que ha venido a ser para la humanidad<br />

caída: una mano tendida que nos agarra para sacarnos<br />

de nuestra postración, para librarnos de nuestras<br />

fiebres, para conducirnos hacia el servicio de sus hermanos<br />

más pequeños. «Había en él una fuerza para sanar...»<br />

(Le 5,17).<br />

Entra en el ámbito de esa fuerza, déjate levantar por<br />

esa mano, agradece la fuerza y la liberación que te llegan<br />

a través de ella. Pregúntate por el potencial que hay en las<br />

tuyas: ¿cómo fluye?, ¿hacia quiénes?, ¿retienen o entregan?,<br />

¿hunden o levantan?...<br />

2. Lee en Mt 8,1-4 la curación del leproso. Toda la fuerza<br />

del texto está en el contraste entre, por una parte, el horror<br />

y el deseo de huida que produce la lepra y, por otra, la<br />

aproximación de la mano de Jesús hasta tocar a aquel hombre<br />

y limpiarlo.<br />

* Contempla esas manos de Jesús que no temen entrar<br />

en contacto con la suciedad, la podredumbre, la miseria<br />

humana...: todo aquello a lo que nosotros tenemos horror.<br />

Siente que su mano está tendida también hacia ti y que<br />

desea transformarte en alguien limpio, sano y libre. Déjate<br />

tocar por ella y pídele que te permita caminar a su lado<br />

para acercarte con él a tantos hombres y mujeres que son<br />

los «leprosos» de hoy y a los que él sigue queriendo tocar,<br />

bendecir, curar, devolver la dignidad.<br />

3. Lee Mt 9,9: el sujeto del primer verbo es Jesús: «vio a un<br />

hombre llamado Mateo». Ese hombre está pasivo, «sentado<br />

en el despacho de impuestos», atrapado por su condición de<br />

recaudador, atado a una profesión que le hace despreciable<br />

a los ojos de todos. Pero los ojos de Jesús han sabido ver<br />

más allá de las apariencias: han visto en el publicano a un<br />

— 130 —<br />

discípulo, a un seguidor. Para esa mirada nadie está sentenciado<br />

ni calificado definitivamente, sino que tiene el futuro<br />

por delante. «Sigúeme», le dice; y «él se levantó y lo siguió».<br />

Mateo se ha sentido mirado por primera vez de otra manera:<br />

alguien cree en él y lo llama, y por eso se convierte en alguien<br />

dinámico que deja atrás su pasado, asume el protagonismo<br />

de su propia vida y se pone en marcha detrás del que fue<br />

capaz de mirarle así.<br />

* Contempla la mirada de Jesús sobre Mateo y siente<br />

que tú eres Mateo. Déjate mirar por unos ojos que ven en<br />

ti mucho más adentro de lo que ven los demás y de lo que<br />

tú ves de ti mismo. No se fija en tus defectos ni en tus<br />

incapacidades; no le preocupa lo que ya eres, sino que ve<br />

en ti todas las posibilidades escondidas que él mismo ha<br />

puesto en ti y que quizá tú desconoces. Fíate más de sus<br />

ojos que de los tuyos; cree que su mirada y su llamada<br />

pueden hacer de ti un discípulo. Pídele que te enseñe a<br />

mirar así a los demás, que te haga como él, incapaz de<br />

sentenciar a nadie, de condenar a nadie, de pensar de nadie<br />

que no es capaz de cambiar...<br />

4. En Le 19,1-10 encontramos el icono de Zaqueo.<br />

* Lee despacio la escena sintiéndote dentro de ella:<br />

también tú acaparas muchas «riquezas injustas»: lo que<br />

sabes, puedes, tienes...; también tú quieres saber quién<br />

es Jesús; también tú eres «pequeño de estatura» para poder<br />

verle, y muchos tipos de «multitudes» te lo están impidiendo;<br />

también tú estás tratando de poner algún medio<br />

para verle.<br />

«Jesús, llegando a aquel sitio, alzó la vista...»<br />

Antes de que os dijera a Zaqueo y a ti: «Baja pronto,<br />

que quiero hospedarme en tu casa», su mirada os ha hablado<br />

de acogida incondicional, de su deseo de encontrarse<br />

con él y contigo, de la alegría que le da su presencia<br />

y la tuya, de las expectativas de amistad que tiene sobre él<br />

y sobre ti.<br />

— 131 —


En su mirada no hay, en ese primer momento, ni exigencia,<br />

ni corrección, ni siquiera llamada a la conversión;<br />

tan sólo hay una oferta de perdón gratuito y una llamada<br />

a entrar en otro nivel de relación.<br />

Deja que fluyan en ti el agradecimiento, la alegría de<br />

ser mirado así, de recibir esa llamada a una mayor intimidad.<br />

Sé consciente de que la transformación de Zaqueo,<br />

su conversión a la justicia y la generosidad nacieron de ahí.<br />

Ponte delante de Jesús con «todos tus bienes» y dile qué<br />

quieres hacer con ellos. Escucha como pronunciadas para<br />

ti las palabras de Jesús:<br />

«El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar<br />

lo que estaba perdido...»<br />

5. Entre todas las palabras que pronunciaron los labios de<br />

Jesús, vamos a escuchar algunas que giran en torno a dos<br />

temas que parecen contradictorios y no lo son: el ánimo y<br />

la exigencia. Están tomadas del evangelio de san Lucas (en<br />

algún rato de lectura podrías ir buscando las de otro evangelista):<br />

* Ponte delante de Jesús, consciente de que necesitas<br />

sus palabras de consuelo y de aliento, y trae contigo a la<br />

oración a tanta gente abatida, desalentada, desesperanzada,<br />

herida... Escucha con el corazón unas palabras que<br />

nacen de la misión que el Padre ha confiado a su Hijo y<br />

que el Segundo Isaías expresa así:<br />

«Consolad, consolad a mi pueblo,<br />

dice vuestro Dios...»<br />

«El Señor me ha dado una lengua de discípulo<br />

para que haga saber al cansado<br />

una palabra alentadora» (Is 40,1; 50,4).<br />

«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro<br />

Padre le ha parecido bien daros el Reino» (Le<br />

12,32).<br />

— 132 —<br />

«No necesitan médico los sanos, sino los que<br />

están enfermos. No he venido a llamar a conversión<br />

a los justos, sino a los pecadores» (Le<br />

5,32).<br />

«Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz» (Le 8,48).<br />

«Tus pecados te quedan perdonados» (Le 5,23).<br />

«Alegraos conmigo, porque he encontrado la<br />

oveja que se me había perdido» (Le 15,6).<br />

«Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (Le<br />

19,8).<br />

6. Recordando de nuevo la expresión de Mons. Angelelli, a<br />

Jesús lo encontramos siempre con un oído puesto en el Padre<br />

y otro en la gente:<br />

«De madrugada, muy oscuro todavía, se levantó.<br />

Salió y se fue a un lugar solitario, y allí estuvo<br />

orando» (Me 1,35).<br />

* Revive internamente la escena, trata de visualizarla<br />

en todos sus detalles. Tú también estás ahí en esa madrugada,<br />

inmerso en la oscuridad que aún envuelve las casas<br />

de Cafarnaún. Tu mirada apenas distingue la sombra de<br />

Jesús, que sale silenciosamente de una de esas casas; pero<br />

tus oídos atentos escuchan el leve rumor de sus pisadas.<br />

Vas detrás de él calladamente hasta el lugar en que va a<br />

ponerse a orar. Contempla su actitud, su postura; trata de<br />

intuir qué palabras del Padre está escuchando: «Tú eres<br />

mi hijo amado, en ti tengo puesta toda mi complacencia...»<br />

Escúchalas como dirigidas también a ti ya cada uno de tus<br />

hermanos.<br />

7. Hablar de los pies de Jesús es hablar de su camino y de<br />

su búsqueda, de su cansancio y de su decisión de llegar hasta<br />

el final. Se detuvieron junto al pozo de Siquem para esperar<br />

a la mujer samaritana (Jn 4,5), y a la salida de Jericó para<br />

aguardar a Bartimeo (Me 10,46); le llevaron al Tabor en un<br />

133 —


momento de luminosidad y transfiguración, y a Jerusalén, a<br />

pesar del peligro que allí le acechaba. Una mujer los ungió<br />

con perfume (Le 7,36-50); dos de ellas, María Magdalena<br />

y la otra María, cuando él les salió al encuentro en la mañana<br />

de la resurrección, «se asieron a sus pies y lo adoraron»<br />

(Mt 28,9).<br />

* Acércate también tú a contemplar los pies de Jesús<br />

y a bendecirlos, a abrazarlos y a ungirlos. Trae contigo todo<br />

tu agradecimiento por las veces que han salido en tu busca<br />

hasta encontrarte, porque te han esperado en las encrucijadas<br />

de tus caminos, porque han marchado delante de<br />

ti cuando no sabías por dónde ibas, detrás de ti para defenderte<br />

del peligro, junto a ti cuando te creías solo...<br />

Da gracias al Padre por este caminante infatigable que<br />

nos ha regalado en su Hijo. Habíale de tu deseo de recorrer<br />

sus mismos caminos y de no cansarte de estar, como él,<br />

lavando los pies de los que están más agotados.<br />

8. El término corazón es una de esas palabras que hacen<br />

referencia a la totalidad de la persona, a su centro original e<br />

íntimo, allí donde se configuran sus comportamientos. Podemos<br />

conocer el corazón de alguien a través de dos de sus<br />

emociones básicas: la compasión y la alegría. En Me 6,34<br />

leemos:<br />

«Al desembarcar, vio a mucha gente y sintió<br />

compasión de ellos, porque estaban como ovejas<br />

que no tienen pastor; y se puso a enseñarles<br />

largamente».<br />

* Mézclate con aquella gente, siéntete envuelto en la<br />

mirada cargada de ternura y de acogida de Jesús. No te<br />

hace ningún reproche, no te señala nada negativo, no te<br />

exige que hagas esto o lo otro... Tan sólo te miray te acepta<br />

tal como eres. Respira hondo y déjate invadir por la paz<br />

de esa acogida incondicional. Da después un paseo tratando<br />

de mirar a la gente como lo haría Jesús. En Mt 11,25-27<br />

leemos:<br />

— 134 —<br />

«En aquel momento, Jesús se llenó de alegría<br />

en el Espíritu Santo y dijo: Te bendigo, Padre,<br />

Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado<br />

estas cosas a los sabios y entendidos y se<br />

las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre,<br />

eso es lo que te ha parecido bien...'»<br />

* Acércate a Jesús, que quiere comunicarte que la<br />

fuente de su alegría consiste para él en coincidir con el<br />

Padre en su preferencia por los pequeños. Pídele que te<br />

dé parte con él en esa «afinidad» que es el secreto de su<br />

gozo y que puede serlo también del tuyo...<br />

9. En el Magníficat, después de sentirse mirada por Dios,<br />

también María contempla el mundo con los ojos de Dios y<br />

descubre, por debajo de las apariencias, cuál es el fondo de<br />

la realidad y el sentido de la historia humana. Y es su mirada<br />

contemplativa la que le revela hacia dónde se inclinan el<br />

corazón y las preferencias de ese Dios que nunca es imparcial.<br />

* Acércate a María y pídele que ella, que conoció mejor<br />

que nadie a Jesús, te contagie su manera de mirar y de<br />

proclamar:<br />

«A los hambrientos los colma de bienes...,<br />

enaltece a los humildes...,<br />

se acuerda de su misericordia...»<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Se llama Jesús<br />

«Dios ha venido a casa, desdiciéndose de su gloria.<br />

Ha pedido permiso<br />

al vientre de una niña sacudida por un decreto del César<br />

y se ha hecho uno de nosotros:<br />

un palestino de tantos en su calle sin número,<br />

semiartesano de toscos quehaceres,<br />

que ve pasar los romanos y los vencejos,<br />

— 135 —


que muere, después, de mala muerte matada,<br />

fuera de la Ciudad.<br />

Ya sé<br />

que hace mucho<br />

que lo sabéis,<br />

que os lo dicen,<br />

que lo sabéis fríamente,<br />

porque os lo han dicho con palabras frías...<br />

Yo quiero que lo sepáis<br />

de golpe,<br />

hoy, quizás<br />

por primera vez,<br />

absortos, desconcertados, libres de todo mito,<br />

libres de tantas mezquinas libertades.<br />

Quiero que os lo diga el Espíritu<br />

¡como un hachazo en tronco vivo!<br />

Quiero que lo sintáis como una oleada de sangre<br />

en el corazón de la rutina,<br />

en medio de esta carrera de ruedas entrechocadas.<br />

Quiero que tropecéis con él<br />

como se tropieza con la puerta de Casa,<br />

retornados de la guerra bajo la mirada<br />

y el beso impaciente del Padre.<br />

Quiero que Lo gritéis<br />

como un alarido de victoria por la guerra perdida,<br />

o como el alumbramiento sangrante de la esperanza<br />

en el lecho de vuestro tedio, noche adentro,<br />

apagada toda ciencia.<br />

Quiero que Lo encontréis, en un total abrazo,<br />

Compañero, Amor, Respuesta.<br />

Podréis dudar de que haya venido a casa,<br />

si esperáis que os muestre la patente de los prodigios,<br />

si queréis que os sancione la desidia de la vida.<br />

Pero no podéis negar que se llama Jesús con patente de pobre.<br />

Y no podéis negarme que Lo estáis esperando<br />

— 136 —<br />

con la loca carencia de vuestra vida repudiada<br />

como se espera el aliento para salir de la asfixia<br />

cuando ya la muerte se enroscaba al cuello<br />

como una serpiente de preguntas.<br />

Se llama Jesús.<br />

Se llama como nos llamaríamos<br />

si fuéramos, de verdad, nosotros»<br />

(P. CASALDÁLIGA).<br />

2. La oración de Jesús<br />

«A medida que leemos el Evangelio, nos encontramos cómo<br />

Jesús al caminar, mientras amaba a los hermanos y los servía,<br />

'levantaba los ojos al cielo'. Es un gesto que a nosotros nos<br />

parece muy corriente, pero que en el mundo de Jesús es muy<br />

extraño.<br />

»Llega a él un pobre, un enfermo, un sordomudo, un<br />

ciego, un cojo..., y él lo toma en sus manos y, mientras le<br />

devuelve la vida, levanta los ojos al cielo. En ese instante,<br />

cuando se encuentra con alguien que está destruido, enteramente<br />

perdido, que ha muerto, sus manos lo tocan y sus ojos<br />

se levantan al cielo.<br />

»Y cuando ha reunido a los hermanos en torno a estos<br />

pequeños, llenándolos con la palabra del Evangelio y sentándolos<br />

a la mesa para darles el pan y curarles las heridas,<br />

mientras lo hacía —dice el Evangelio—, levantaba los ojos<br />

al cielo.<br />

»Y es un gesto extraño, porque los judíos en su tiempo<br />

también rezaban mucho y se paraban a rezar en la calle, pero<br />

mirando hacia el Templo o con la mirada baja —se supone<br />

que para levantar el corazón hacia arriba—; pero el gesto de<br />

Jesús consiste en mirar al Padre con las manos extendidas:<br />

es la oración en medio de la vida. Es decir, que la oración<br />

que aprendo de Jesús no consiste en ponerme a mirar piadosamente<br />

a mi corazón, sino que, mientras estoy sosteniendo<br />

a mis hermanos entre mis manos, partiéndoles el pan y cu-<br />

— 137 —


ándoles las heridas, en ese mismo momento dirijo mi mirada<br />

al Padre. Y no se sabe si abro las manos a los hermanos<br />

porque tengo puesta mi mirada en el Padre, o es que miro<br />

al Padre porque tengo las manos puestas en los hermanos:<br />

es un único acontecimiento.<br />

»Pero resulta que, si su existencia era una oración, o su<br />

oración era su misma existencia, parecería entonces que no<br />

tenía necesidad de salir fuera del camino para ir al desierto;<br />

y, sin embargo, el Evangelio nos descubre que Jesús no<br />

solamente oraba al caminar, y mientras caminaba y amaba<br />

y servía levantando los ojos al cielo, sino que salía fuera del<br />

camino a la soledad. Esta palabra, 'soledad', casi tampoco<br />

sabemos qué es. Le hemos acompañado, perdidos entre los<br />

discípulos, y vamos a mirarle ahora de cerca, en este momento<br />

en que sale fuera del camino.<br />

»Estamos en Cafarnaúm, son las 9 de la tarde, está<br />

cayendo la noche; él no ha descansado nada en todo el día<br />

—'no tenía tiempo ni para comer'—. Eran muchos los problemas,<br />

la jornada de Cafarnaúm había sido agotadora y,<br />

para colmo, al anochecer, todo el pueblo se había enterado<br />

de que aquella noche dormía allí; y entonces le llevaron al<br />

cojo, a la vieja, al otro... Y entonces el problema ya no era<br />

el cansancio —que lo tenía, y grande—, sino la angustia.<br />

Ver a sus hermanos con tantos <strong>dolores</strong>, con tantas heridas,<br />

despojados y abatidos como ovejas sin pastor, hacía que sus<br />

entrañas se conmovieran con tal intensidad, que necesitaba<br />

marcharse a la soledad, necesitaba gritar '¡Abbá!', pero no<br />

para él, sino en nombre de todos ellos.<br />

»Salir fuera del camino era una necesidad imperiosa,<br />

pero no para perderle de vista, sino para tomarle más entero<br />

en las entrañas, para recoger todas las lágrimas, todas las<br />

esperanzas, todos los <strong>dolores</strong>, todas las noches, todos los<br />

amaneceres de los pobres, y adentrarse después con ellos en<br />

el desierto.<br />

«Entonces, en aquella casa de Pedro donde durmió aquella<br />

noche, a la mañana siguiente, aún de noche, mucho antes<br />

— 138 —<br />

del amanecer, se levantó, salió y se retiró a un lugar solitario;<br />

y allí estaba orando (Me 1,35). Era tal el peso del amor y<br />

del dolor que sentía en sus entrañas, que ya no tenía a quién<br />

confesárselo; le sobrepasaba, y por eso necesitaba marcharse,<br />

pero no para dejar el camino, sino para retomarlo cuando<br />

amaneciera otra vez, marchar a otra aldea y continuar.<br />

»La soledad no es una campana de cristal para esconderse;<br />

la soledad del Maestro está llena de aullidos humanos<br />

y diabólicos, de las terribles fuerzas del mal, de todos los<br />

<strong>dolores</strong> humanos, de sus angustias y esperanzas, y también<br />

de la sonrisa de los niños, de la bondad de la suegra de Pedro<br />

que le había puesto la cena, del niño que había ofrecido su<br />

bocadillo de peces asados para la multitud. Todo aquello era<br />

el entramado de su soledad, y con aquello se iba él al desierto.<br />

El necesita el desierto» (M. LEGIDO).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Puede hacerse un tiempo de oración compartida sobre el don<br />

que supone para cada uno haber encontrado a Jesús, después<br />

de haber leído en voz alta estos textos, haciendo una breve<br />

pausa de silencio entre uno y otro:<br />

«El Reino de los cielos es semejante a un tesoro<br />

escondido en un campo que, al encontrarlo un<br />

hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría,<br />

va, vende todo lo que tiene y compra aquel<br />

campo» (Mt 13,44).<br />

«Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a<br />

causa de la gracia que os ha sido otorgada en<br />

Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos<br />

en todo, en toda palabra y en todo conocimiento,<br />

en la medida en que se ha confirmado<br />

en vosotros hasta el punto de que no os<br />

falta ningún don a los que aguardáis la manifestación<br />

de nuestro Señor Jesucristo. Él os<br />

confirmará hasta el final para que en el día de<br />

nuestro Señor Jesucristo seáis irreprochables.<br />

— 139 —


Fiel es Dios, el que os llamó a la comunión<br />

con su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro» (1 Cor<br />

1,3-9).<br />

«Dios ha querido darnos a conocer cuál es la<br />

espléndida riqueza que significa ese secreto:<br />

Cristo para vosotros, esperanza de gloria» (Col<br />

1,27).<br />

«Si el oro que perece se aquilata al fuego, vuestra<br />

fe, que es más preciosa, será aquilatada para<br />

recibir alabanza, honor y gloria cuando se revele<br />

Jesucristo. No lo habéis visto, y lo amáis;<br />

sin verlo, creéis en él y os alegráis con gozo<br />

indecible y glorioso...» (1 Pe 1,7-8).<br />

— 140 —<br />

11<br />

Caminar junto a Jesús<br />

para hacer lo que él hizo<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

En la meditación de la encarnación escuchábamos las palabras<br />

que pronuncian las tres Personas divinas mirando el mundo:<br />

«Hagamos redención». Resuena en ellas el eco de las que<br />

el libro del Génesis pone en boca de Dios en el primer relato<br />

de la creación: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen<br />

y semejanza» (Gen 1,26). Jesús ha venido a hacer entre<br />

nosotros una tarea de re-creación que desborda la primera.<br />

Él es el «primogénito de toda la creación» (Col 1,16), y «el<br />

que está en él es una nueva creación» (2 Cor 5,17). Ese es<br />

el sentido que tiene su gesto en la curación del ciego de<br />

nacimiento:<br />

«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me<br />

untó los ojos, me lavé... y veo» (Jn 9,15).<br />

En la aparición a María Magdalena hay también alusiones<br />

al jardín del Génesis: la mujer evoca a la nueva Eva, y<br />

Jesús resucitado es el nuevo Adán.<br />

Pero estas claves de hacer redención y de hacer nueva<br />

creación son como una luz blanca que podemos descomponer<br />

en otros colores para comprender un poco mejor su contenido<br />

y escuchar, a través del Evangelio, cómo Jesús dice de mu-<br />

— 141 —


chas maneras: «hagamos fraternidad», «hagamos liberación»,<br />

«hagamos esperanza»...<br />

«Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo»<br />

(Jn 5,17); cada uno de nosotros es llamado a tener parte con<br />

él en esa tarea: «somos colaboradores (synergoi) de Dios...»,<br />

afirma Pablo en 1 Cor 3,9.<br />

El objetivo de este día es contemplar a Jesús «haciendo<br />

redención y creación» desde tres perspectivas diferentes: la<br />

fraternidad, la liberación y la esperanza.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. «Hagamos fraternidad»: a través de ciertos iconos de<br />

re-creación podemos descubrir algunos rasgos de la manera<br />

concreta de «hacer fraternidad» que tenía Jesús:<br />

— Mateo y Zaqueo podrían contarnos cómo se sintieron<br />

mirados y envueltos en su aceptación incondicional, que<br />

apostaba por ellos y por su capacidad de cambio, más allá<br />

de su condición de alejados, instalados en la posesión de sus<br />

bienes y aparentemente herméticos a la conversión.<br />

— el paralítico que llevaron a su encuentro entre cuatro<br />

(Mt 9,1-7) podría contarnos cómo fue recibido por Jesús:<br />

«¡Animo, hijo, tus pecados te son perdonados!», como si,<br />

al estar delante de Jesús, hubiera sentido que su presencia<br />

hacía desaparecer cualquier distancia, cualquier obstáculo,<br />

cualquier interferencia en la relación entre ambos, dejando<br />

paso a un fluido de afecto, de simpatía, de comunicación,<br />

que «derretía» todo lo demás.<br />

— Pedro podría contarnos cómo, en su primer encuentro<br />

con el Maestro, se supo reconocido por su propio nombre,<br />

aceptado en la situación concreta de aquel momento de su<br />

vida:<br />

«Fijando su mirada en él, le dijo:<br />

Tú eres Simón, el hijo de Juan...'»,<br />

a la vez que recibía la promesa de un nombre nuevo:<br />

— 142 —<br />

«Tú te llamarás 'Cefas', que quiere decir 'piedra'»<br />

(Jn 1,42).<br />

Podría contarnos todo el trabajo exigente de Jesús para<br />

«tallar» la piedra resistente de sus criterios y de sus proyectos<br />

contrarios a los del Reino (Me 8,33); cómo soportó sus equivocaciones<br />

y sus miedos, su ambición y sus intervenciones<br />

precipitadas (Me 9,5; 10,15-40; 14,28-33); cómo no le retiró<br />

su perdón ni su amistad cuando se hundía en el abismo de<br />

la desesperación por haberle traicionado (Le 22,61); cómo<br />

le dio lo más grande que alguien puede dar a otro: tiempo<br />

y espacio (cf. Sab 12,20) para cambiar, para dejarse modelar<br />

y transformar, para ser capaz de acoger un nombre nuevo no<br />

merecido, sino recibido por pura gratuidad:<br />

«Yo te digo que tú eres Pedro,<br />

y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia...»<br />

(Mt 16,18).<br />

— Natanael (Jn 1,47), el centurión romano (Mt 8,10),<br />

la cananea (Mt 15,28), la viuda pobre (Le 21,1-4), María<br />

de Betania (Le 10 42)... podrían contarnos su asombro al<br />

escuchar las palabras de simpatía admirada y de felicitación<br />

que pronunció Jesús a propósito de ellos, dirigiendo la mirada<br />

de los discípulos hacia ellos, que nunca pensaron ser significativos:<br />

«Aquí está un verdadero israelita en quien no<br />

hay engaño».<br />

«Os aseguro que no he encontrado una fe tan<br />

grande en todo Israel».<br />

«Mujer, ¡qué grande es tu fe!»<br />

«Esta viuda pobre ha echado más que todos».<br />

«María ha escogido la mejor parte»...<br />

— el paralítico de la piscina (Jn 5,1-18), el hombre<br />

de la mano paralizada (Mt 12,9-14), el hidrópico (Mt 14,<br />

1 -6), la mujer encorvada (Le 13,10-17)... podrían contarnos<br />

cómo fue Jesús quien dio el primer paso hacia ellos: no le<br />

habían pedido nada, nadie había intercedido por ellos; sen-<br />

— 143 —


cillamente, estaban en algún lugar al que llegó él, y suya fue<br />

la iniciativa de hablar con ellos, de tocarlos, de sanarlos.<br />

* Acércate a Jesús y pídele que te enseñe a hacer fraternidad<br />

como él: comunicando aceptación y acogida, quitando<br />

importancia a los defectos y errores de los otros,<br />

dándoles tiempo para cambiar y espacio para ser ellos mismos,<br />

siendo capaz de ver y expresar lo bueno que tienen,<br />

dando el primer paso en el acercamiento y en el perdón...<br />

2. «Hagamos liberación»: sabemos con agradecimiento que<br />

Jesús nos ha liberado de la ley, del pecado y de la muerte.<br />

Y esa salvación puede traducirse en nuestra experiencia cotidiana<br />

liberándonos de dos enemigos que nos amenazan: el<br />

miedo y la ansiedad de poseer.<br />

2.1. El miedo es una experiencia central de la vida humana<br />

que nos hace tomar conciencia de ser criaturas frágiles<br />

y amenazadas de muchas maneras por la muerte. Puede ser<br />

un camino que nos acerque a Dios, al hacernos reconocer su<br />

misterio y nuestra necesidad de salvación; pero, sí nace de<br />

una falta de confianza, debilita nuestra fe y tiene efectos<br />

paralizantes. Por eso la expresión «no temas» aparece una y<br />

otra vez en labios de Jesús, acompañada de una invitación a<br />

la confianza.<br />

Podemos pedir a algunos hombres y mujeres del Evangelio<br />

que nos cuenten cómo le oyeron decirles: «¡Animo!<br />

¡No tengas miedo!», cuando se encontraban en situaciones<br />

de extremo peligro o desgracia; y cómo él parecía asombrarse<br />

de su temor, como si fuera algo imposible teniéndole a él a<br />

su lado:<br />

«¿Por qué estáis con tanto miedo?,<br />

¿cómo no tenéis fe»? (Me 4,40);<br />

— los discípulos en medio del lago, zarandeados por la tempestad<br />

y con las olas anegando la barca (Me 4,35-41);<br />

— Pedro en el momento de hundirse en el agua, cuando<br />

caminaba hacia él sobre el mar (Mt 14,22-33);<br />

— 144 —<br />

— la mujer que tenía un flujo de sangre, cuando iba a ser<br />

descubierta y todos se iban a enterar de su condición<br />

de impureza y su atrevimiento al tocar a Jesús (Mt 9,20-<br />

22);<br />

— Jairo, cuando ya le habían dado la noticia de que su hija<br />

había muerto (Me 5,36);<br />

— los discípulos, conscientes de sus limitaciones e incapacidades<br />

y llamados, sin embargo, a predicar y a expulsar<br />

demonios sin llevar «nada para el camino: ni bastón,<br />

ni alforjas, ni pan, ni dinero...» (Le 12,3), yendo sólo<br />

«calzados con sandalias» (Me 6,9).<br />

Jesús intenta ahuyentar sus miedos:<br />

«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro<br />

Padre le ha parecido bien daros el Reino...» (Le<br />

12,32).<br />

* Acércate a Jesús y pon delante de él todos tus miedos,<br />

incluidos aquellos que te resulta humillante reconocer.<br />

Preséntale también los miedos de tantos hombres y<br />

mujeres que viven angustiados y bloqueados por distintas<br />

formas de mal: el dolor, la persecución, la depresión, la<br />

vida amenazada... Pídele que aumente tu fe y tu confianza<br />

y la de ellos. Repite una y otra vez alguna de estas expresiones<br />

tomadas de los Salmos:<br />

«Tú, Señor, eres mi luz y mi salvación:<br />

¿a quién temeré?<br />

Tú, Señor, eres la defensa de mi vida:<br />

¿quién me hará temblar?» (Sal 27,2).<br />

«Tú Señor eres mi guardián, tú eres mi sombra,<br />

estás a mi derecha.<br />

Tú me guardas de todo mal<br />

y salvas mi vida...» (Sal 121,5-6).<br />

«Tú estás conmigo,<br />

Dios y salvador mío.<br />

Estoy seguro y sin miedo<br />

— 145 —


porque tú eres mi fuerza y mi canción...»<br />

(Is 12,2).<br />

Pregúntale cómo puede ser tu manera concreta de<br />

liberar a otros de sus miedos. Aprende de él a comunicar<br />

con tu vida: «No temas», «Ten ánimo»...<br />

2.2.La ansiedad de poseer es, en el fondo, otra forma<br />

de miedo de la que necesitamos ser liberados. Poseer, acumular,<br />

guardar... son una forma de proteger y ocultar nuestro<br />

propio desvalimiento. Pero Jesús pide de nosotros una confianza<br />

capaz de renunciar a todas esas precauciones y seguridades<br />

y una fe que se arriesgue a dejar el cuidado de<br />

nuestra vida en manos del Padre.<br />

«No andéis preocupados pensando qué vais a<br />

comer para poder vivir, ni con qué vestido vais<br />

a cubrir vuestro cuerpo. Porque la vida es más<br />

importante que el alimento, y el cuerpo más<br />

que el vestido...» (Le 12,22).<br />

«No andéis ansiosos, que vuestro Padre ya<br />

sabe lo que necesitáis...» (Le 12,30).<br />

«¿No se venden cinco gorriones por dos reales?<br />

Pues bien, ninguno de ellos es olvidado ante<br />

Dios. No temáis: vosotros valéis más que todos<br />

los gorriones» (Le 12,6).<br />

* Acércate a Jesús llevando sobre tus hombros la carga<br />

de todas tus posesiones, o de lo que desearías poseer porque<br />

piensas que ello te daría seguridad, te afirmaría, te<br />

protegería frente a los demás, te haría sentirte superior o<br />

importante ante ti mismo o ante ellos... Trata de ir desprendiéndote<br />

de todo ese cargamento delante de él: lo<br />

que tienes y sabes, tus títulos, tu miedo a carecer de algo,<br />

tu deseo de ser reconocido, tu búsqueda de relaciones<br />

que te afirmen...<br />

— 146 —<br />

Imagina cómo te sentirías si te arriesgaras a dejar atrás<br />

todo eso, pero no por vía de renuncia y sacrificio, sino,<br />

como el hombre que encontró el tesoro (Mt 13,44), «a causa<br />

de la alegría» de saberte cuidado y protegido por el amor<br />

del Padre... «Yo tengo otro alimento que vosotros no conocéis»,<br />

decía Jesús (Jn 4,32); lo cual, dicho de otra manera,<br />

sería: «Yo poseo un tesoro que me da seguridad: fiarme<br />

de que mi Padre está conmigo y cuida de mí...»<br />

Siéntete también parte del pecado de codicia insaciable<br />

del Norte, que está siendo la causa del empobrecimiento<br />

del Sur; e imagina un mundo en el que el amor<br />

solidario fuera más fuerte que la ambición de poseer.<br />

Acude a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Teresa<br />

de Jesús, a «santos de hoy» que, como ellos, se atreven a<br />

«descalzarse»; acude a tanta gente como hoy vive «descalza»<br />

(¡incluso materialmente!), y pide la experiencia gozosa<br />

de dejarte liberar por Jesús de todo lo que te aprisiona.<br />

Si te nace de dentro el símbolo, descálzate tú también<br />

y haz que tus pies desnudos expresen tu deseo de libertad<br />

para ti mismo y para un mundo enfermo por la obsesión<br />

de tener...<br />

3. «Hagamos esperanza»: mucho más que cualquier discurso<br />

sobre ella, son las imágenes y las comparaciones de<br />

Jesús las que nos enseñan a darnos cuenta de que nuestras<br />

propias medidas del tiempo, tan limitadas, no son las únicas<br />

existentes. Sus parábolas nos ayudan a aprender los caminos<br />

de esa espera paciente y tenaz, de esa fidelidad que aguanta<br />

y permanece y que llamamos «esperanza».<br />

«La tierra da el fruto por sí misma: primero<br />

hierba, luego espiga, después trigo abundante<br />

en la espiga. Y, cuando el fruto lo admite, enseguida<br />

se mete la hoz, porque ha llegado la<br />

siega» (Me 4,28-29).<br />

— 147 —


El dueño del campo sembrado, aunque sólo al cosechar<br />

va a poseer definitivamente el trigo, se alegra cuando ve que<br />

su campo ya verdea y que las espigas van madurando cargadas<br />

de fruto.<br />

A ese presentimiento de una cosecha que ya llega, pero<br />

que aún no ha sido recogida, podemos llamarle esperanza.<br />

«La mujer, cuando va a dar a luz, se aflige porque<br />

le ha llegado su hora; pero, cuando ha dado<br />

a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto, por<br />

la alegría de que ha nacido un hombre en el<br />

mundo» (Jn 16,21).<br />

La mujer embarazada no tiene aún al hijo en sus brazos,<br />

no puede aún acariciarlo ni besarlo, pero vive ya de la promesa<br />

de su llegada.<br />

A esa anticipación de la alegría, que precede a otra forma<br />

definitiva de presencia, podemos llamarle esperanza.<br />

«Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay<br />

polilla y herrumbre que corroen, ni ladrones<br />

que socaven y roben. Porque allí donde esté<br />

tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt<br />

6,20-21).<br />

Jesús recurre a una experiencia humana básica: la seguridad<br />

que da poseer bienes, la sagacidad y el esfuerzo que<br />

somos capaces de emplear para conseguir dinero y aumentarlo.<br />

Y no lo condena, sino que nos invita a tener esas mismas<br />

actitudes, pero «atesorando» en la moneda que circula en el<br />

Reino.<br />

A ese espabilamiento ilusionado y tenaz que mantiene<br />

nuestro corazón puesto allí donde tenemos ese nuevo tesoro,<br />

podemos llamarle esperanza.<br />

«El reino de los cielos se parece a un rey que<br />

celebró el banquete de bodas de su hijo y envió<br />

a sus siervos a llamar a los invitados...» (Mt<br />

22,2).<br />

— 148 —<br />

Ésa es nuestra situación presente: estar invitados al banquete<br />

de bodas del Rey. Tenemos ya en las manos la invitación;<br />

aún no ha llegado el día, pero ya desde ahora nos<br />

preparamos y contamos los días que quedan para la fiesta.<br />

A esa impaciencia gozosa con que aguardamos la fiesta<br />

definitiva, podemos llamarle esperanza.<br />

«Sed como servidores que esperan a que su<br />

señor vuelva de la boda...» (Le 12,15).<br />

«¡Llega el novio! ¡Salid a su encuentro!»<br />

(Mt 25,6).<br />

Aquellos servidores y aquellas muchachas de las parábolas<br />

supieron soportar, vigilando en medio de la noche, la<br />

ausencia y el retraso del amo o del novio hasta que llegaran:<br />

sabían que iban a «entrar con él en el banquete de boda» y<br />

que «con el delantal puesto» iba a servirles.<br />

Esa lámpara que mantenemos encendida en las manos<br />

y en el corazón y que ilumina nuestra espera en medio de la<br />

noche es otra manera de nombrar a la esperanza.<br />

* Acércate a Jesús con tus desánimos y cansancios,<br />

con la espera y el clamor de un mundo que «gime con<br />

<strong>dolores</strong> de parto aguardando la gloriosa libertad de los<br />

hijos...» (Rom 8,20-21). Pídele que te enseñe a soportar los<br />

ritmos del Reino, que no son rápidos, ni visibles, ni tangibles,<br />

y no coinciden con tus leyes de la eficiencia.<br />

Pon ante él la mecha de tu lámpara que amenaza con<br />

apagarse; pídele la paciencia humilde que te recuerda que<br />

hay una semilla enterrada en la historia que crece por su<br />

propio impulso y que un día germinará de un modo que<br />

está fuera del alcance de tus cálculos.<br />

Ofrece tus manos, con toda su pobreza, para colaborar<br />

con él en su tarea de «no quebrar la caña cascada ni apagar<br />

el pábilo vacilante» (cf. Is 42,3), sino de enderezar y alentar<br />

a los que están abatidos y dejarte sostener también por su<br />

capacidad de resistencia.<br />

— 149 —


Ponte a la escucha, junto con toda la Iglesia, de<br />

las palabras del Apocalipsis pronunciadas por el mismo<br />

Jesús:<br />

«Yo pondré mi morada en medio de vosotros,<br />

y vosotros seréis mi pueblo, y yo, Dios-convosotros,<br />

seré vuestro Dios. Yo mismo enjugaré<br />

las lágrimas de vuestros ojos, y ya no habrá<br />

llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo<br />

viejo ha pasado. Mirad que yo hago un mundo<br />

nuevo» (cf. Ap 21,3-5).<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Tres iconos de liberación en el evangelio de Juan<br />

La samaritana (Jn 4,1-45); el ciego de nacimiento (Jn 9);<br />

Lázaro (Jn 11).<br />

En las tres narraciones, la figura de Jesús se recorta<br />

luminosamente sobre un fondo sombrío. En torno a él se<br />

tejen sutiles redes de tradiciones estériles, de costumbres y<br />

dogmas anquilosados: «un judío no puede entrar en relación<br />

con una samaritana» (cf. Jn 4,9); «un hombre no debe hablar<br />

en público con una mujer» (4,27); «la ceguera es consecuencia<br />

del pecado» (9,2); «el que no guarda el sábado no<br />

puede venir de parte de Dios» (9,24); «a Dios se le adora en<br />

los templos» (4,20)...<br />

La incomprensión y la falta de entendimiento de los<br />

discípulos (4,27; 9,2; 11,13...) y la murmuración de los judíos<br />

(«sabemos que ese hombre es pecador»: 9,24; «¿no podía<br />

haber hecho que ese hombre no muriera?»: 11,38) son otros<br />

hilos invisibles que tratan de sujetarlo, de tender barreras en<br />

su paso de gigante que sale a correr su carrera.<br />

— 150 —<br />

Es inútil: en el brocal de una sed sin fondo, en la negrura<br />

de una noche sin esperanza, en el agujero podrido de un<br />

sepulcro, tres seres excluidos le están esperando. Su existencia<br />

misma es un clamor como el que llegó en otro tiempo<br />

a los oídos de YHWH (EX 3,7); y ahora quien lo escucha es<br />

este Hijo del hombre que ha venido a buscar lo perdido.<br />

La iniciativa del encuentro nace de él: «dame de beber»<br />

(4,7); «puso el barro sobre los ojos del ciego» (9,6); «volvamos<br />

a Judea» (11,7)...; pero no parece tener prisa: emprende<br />

diálogos, entra en relación, se entretiene, juega con<br />

el tiempo, los va cercando y envolviendo en la seducción de<br />

su palabra, va abriéndoles poco a poco a otras dimensiones<br />

desconocidas: un agua viva a cambio de otra que quita la sed<br />

(4,10); una visión que permite reconocer al Mesías (9,38);<br />

una vida sobre la que la muerte no tiene ya la última palabra<br />

(11,26).<br />

Su manera de actuar provoca, asombra, escandaliza:<br />

¿cómo se atreve a invalidar los lugares de culto (4,23), a<br />

jugar con el barro como Yahvé en la creación (9,6), a arrancarle<br />

a la muerte su nombre siniestro y decir que sólo es un<br />

sueño (11,11)?<br />

El recuerdo de los tiempos mesiánicos asalta las mentes<br />

de todos como una torrentera desbordada:<br />

«Hizo brotar para ellos agua de la roca...,<br />

los condujo a manantiales de agua» (Is 48,21).<br />

Israel celebraba la voz de YHWH, que derretía los montes<br />

y descuajaba los cedros del Líbano (Sal 29); pero lo que salta<br />

ahora por los aires son las fronteras, los prejuicios, los viejos<br />

roles, mientras que situaciones y personas quedan al descubierto.<br />

Se está haciendo presente la nueva creación, y el agua,<br />

la luz y la vida se convierten en criaturas nuevas bajo la<br />

fuerza de otra Palabra.<br />

Y esta Palabra está referida a Dios, acampada junto al<br />

Padre:<br />

— 151 —


«Si conocieras el don de Dios...» (4,10); «así<br />

quiere el Padre que sean los que le adoran»<br />

(4,23); «ni pecó él ni sus padres; es para que<br />

se manifiesten en él las obras de Dios» (9,3);<br />

«Padre, yo sé que siempre me escuchas» (1,41);<br />

«esta enfermedad es para la gloria de Dios»<br />

(11,4)...<br />

Pero es una Palabra dirigida también a los hombres, y<br />

ahora convoca a los tres personajes y los saca de sus egiptos,<br />

de su fatalismo culpable, de la losa de su sepulcro; y ellos<br />

experimentan una pascua, son arrastrados por la propia Pascua<br />

de Jesús, se convierten en seres nuevos, dejan atrás todo<br />

lo que era símbolo de su necesidad y de su muerte: el cántaro,<br />

la sinagoga, las vendas...<br />

La samaritana, el ciego y Lázaro son ya primicias de la<br />

Resurrección, están experimentando su victoria: estaban en<br />

la mentira y han alcanzado el conocimiento, han desembocado<br />

en la fe; eran tres disidentes, arrinconados en la exclusión,<br />

y Jesús los ha integrado en un ámbito nuevo: el de la<br />

vinculación a él.<br />

Y, a través de todo ello, él se revela como Señor de la<br />

vida, como vencedor de todas las negatividades de la existencia,<br />

de toda la sed, de todas las noches, de todas las<br />

lágrimas.<br />

El final del último relato —«desde aquel día decidieron<br />

darle muerte» (11,53)— nos alerta para que no olvidemos<br />

cuál es el precio de tanta vida. El dador del agua viva es el<br />

mismo que se hunde en el sequedal espantoso de la pasión;<br />

el que es la luz del mundo conoció el rechazo de las tinieblas;<br />

el Viviente se adentró en el reino mismo de la muerte y<br />

aprendió allí lo que significa dar la vida por aquellos a los<br />

que se ama.<br />

— 152 —<br />

Su fuerza liberadora sigue pasando hoy junto a nuestros<br />

pozos, cunetas y tumbas: ¡dichosos nosotros, si su paso nos<br />

arrastra detrás de él hacia la Pascua!<br />

2. En torno al concepto de «redención»<br />

«Hablar de la redención es preguntarnos por la vida de Jesús<br />

en cuanto fue conflictiva hasta el máximo. Si Jesús hubiera<br />

muerto tranquilamente de un infarto a orillas del lago de<br />

Tiberiades, quizá no nos preguntaríamos por el valor redentor<br />

de su muerte, porque no veríamos en esa muerte la acumulación<br />

de toda la conflictividad inherente a cada vida humana<br />

y a cada vida justa. Es cierto que el simple hecho de tener<br />

que morir encierra ya un cierto grado de conflictividad. Pero<br />

ésta se encuentra como totalizada y acumulada en el 'tener<br />

que morir', en el sentido en que Juan lo dice de Jesús (Jn<br />

19,7.14-16).<br />

»Si la vida de Jesús fue una vida-hacia-la-muerte, nos<br />

preguntamos por qué esa vida hacia la muerte es salvadora,<br />

como si se tratase de detectar un valor redentor en el dolor<br />

o en la conflictividad por sí mismos. Salvadora sólo lo es la<br />

Resurrección como constitución del Hombre Nuevo y como<br />

sí irreversible de Dios a la Humanidad Nueva. Pero nos<br />

preguntamos por qué la vida 'vaciada' y conflictiva de Jesús<br />

o su muerte son paso a la Resurrección.<br />

»Lo que descubrimos en esa vida-muerte es, simplemente,<br />

el acto de la total entrega de sí y de la total identificación<br />

con la condición humana: el acto de ser-para-losdemás<br />

hecho ya en el 'ser de necesidades', el acto de la<br />

Humanidad Nueva brotando desde el seno de la humanidad<br />

vieja.<br />

»Y porque la vida-muerte de Jesús es tal acto de humanidad<br />

nueva, es por lo que, si Dios está de parte de la<br />

humanidad nueva, como precisamente se revelaba en la intimidad<br />

de Jesús con el Padre, parece que ha de acoger necesariamente<br />

esa vida de Hombre nuevo. Y esto es lo que<br />

significa la Resurrección.<br />

— 153 —


»La acción redentora es, pues, el paso de la resurrección<br />

a través de la vida de Jesús, solidaria con el hombre y obediente<br />

a Dios.<br />

»— La muerte de Cristo y toda su vida, en cuanto lleva<br />

a aquélla, es un acto de 'utopía humana' o del hombre nuevo<br />

que Jesús predicaba. Lo es por ser obediencia y por ser<br />

solidaridad.<br />

»— Como acto de hombre nuevo, es ya (gracias al Espíritu:<br />

Heb 9,14) un acto de Resucitado: reclama la Resurrección<br />

si es que Dios está de parte del hombre nuevo.<br />

»— Esto es lo que, metafóricamente, podemos llamar<br />

'grato a Dios', satisfaciente, objetivamente redentor. Pero<br />

esto no elimina para nosotros la necesidad de la lucha por el<br />

hombre nuevo. Lo único que hace es darle este sentido: ahora<br />

no es lucha por lo absolutamente desconocido, cuya misma<br />

posibilidad no se sabe si es real o no. Es una lucha que se<br />

hace más bien en el contexto de Rom 8,31ss: 'Si Dios está<br />

a favor nuestro, ¿quién contra nosotros?'» (J.I. GONZÁLEZ<br />

FAUS).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Puede hacerse una celebración de envío a «hacer fraternidad,<br />

liberación y esperanza», actualizando algunos elementos<br />

del texto de la misión de los discípulos (Mt 10,1-42).<br />

La sala está ambientada con un par de sandalias en el<br />

centro, como símbolo del envío y de la pobreza de medios<br />

a que invita Jesús.<br />

«Jesús, llamando a sus discípulos, les dio poder para<br />

ir creando fraternidad, para liberar del miedo, para despertar<br />

esperanza. Los nombres de los apóstoles eran...<br />

[se va diciendo el nombre de cada uno de los participantes,<br />

y cada uno se pone de pie al oír su nombre y<br />

dice 'Aquí estoy']. A éstos los envió Jesús después de<br />

darles estas instrucciones...»<br />

— 154 —<br />

Se comparte alguna «instrucción» que se haya recibido<br />

en la oración de este día sobre cómo hacer fraternidad, liberación<br />

y esperanza. Un lector dice para terminar:<br />

«Podemos ir a proclamar que el Reino de los Cielos<br />

está cerca: creemos que en Jesús la fraternidad es posible,<br />

podemos confiar en el Padre y contamos con el<br />

Espíritu para sostener nuestra esperanza.<br />

Nosotros lo hemos recibido gratuitamente: vamos a<br />

anunciarlo gratuitamente».<br />

— 155 —


12<br />

Adherirse lúcidamente a la vida<br />

verdadera<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

«Escucha Israel, los mandamientos de vida;<br />

tiende el oído para conocer la prudencia.<br />

¿Por qué, Israel, estás en país de enemigos,<br />

has envejecido en un país extraño,<br />

te has contaminado con cadáveres,<br />

contado entre los que bajan al seol?<br />

¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría!<br />

Si hubieses andado por el camino de Dios,<br />

vivirías en paz eternamente.<br />

Aprende dónde está la inteligencia,<br />

para saber al mismo tiempo<br />

dónde está la longevidad y la vida,<br />

la luz de los ojos y la paz.<br />

Pero ¿quién ha encontrado su mansión,<br />

quién ha entrado en sus tesoros...? [...]<br />

¿Quién subió al cielo y la tomó?<br />

¿Quién la traerá al precio de oro puro?<br />

No hay quien conozca su camino,<br />

nadie imagina sus senderos.<br />

Pero el que todo lo sabe la conoce,<br />

con su inteligencia la escrutó [...]<br />

Él encontró los caminos de la sabiduría<br />

— 156 —<br />

y se la dio a Israel, su siervo,<br />

y a Jacob, su amado.<br />

Después apareció sobre la tierra<br />

y entre los hombres convivió.<br />

Ella es el libro de los preceptos de Dios,<br />

la Ley que subsiste eternamente.<br />

Todos los que la retienen alcanzan la vida,<br />

mas los que la abandonan, morirán.<br />

Vuelve, Jacob, abrázala,<br />

camina hacia el esplendor bajo su luz.<br />

No des tu gloria a otro<br />

ni tus privilegios a nación extranjera.<br />

Felices somos, Israel,<br />

pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado»<br />

(Ba 3,9 - 4,4).<br />

Las palabras del Profeta Baruch nos recuerdan el día que<br />

dedicamos a «aprender la sabiduría de Nazaret». Ahora volvemos<br />

a intentar lo mismo, pero en otro momento del proceso<br />

de oración: ahora podemos creer que el conocimiento interno<br />

de Jesús que vamos teniendo y nuestros deseos de respuesta<br />

son suficientes para una vida de seguimiento.<br />

Eso mismo debió de pasarles a los discípulos, y por eso<br />

Jesús se encarga de irles educando también en la lucidez; les<br />

ayuda a sospechar de posibles equivocaciones a la hora de<br />

buscar el camino de la sabiduría; les pide que estén vigilantes<br />

para no dejarse engañar por el enemigo; les va descubriendo,<br />

cada vez más profundamente, cuáles son los caminos que<br />

llevan a la verdadera vida...<br />

Es lo mismo que hace san Ignacio cuando propone al<br />

ejercitante el ejercicio de «Dos banderas»:<br />

Meditación de dos banderas, la una de Christo, summo<br />

capitán y señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo<br />

de nuestra humana natura.<br />

La sólita oración preparatoria.<br />

— 157 —


El primer preámbulo es la historia: será aquí cómo Christo<br />

llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer,<br />

al contrario, debajo de la suya.<br />

El segundo, composición viendo el lugar; será aquí ver<br />

un gran campo de toda aquella región de Jerusalén, adonde<br />

el summo capitán general de los buenos es Christo nuestro<br />

Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo<br />

de los enemigos es Lucifer.<br />

El tercero, demandar lo que quiero; y será aquí pedir<br />

conoscimiento de los engaños del mal caudillo, y ayuda para<br />

dellos me guardar; y conoscimiento de la vida verdadera que<br />

muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar.<br />

El primer puncto es imaginar así como si se asentase el<br />

caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia,<br />

como en una grande cáthedra de fuego y humo, en<br />

figura horrible y espantosa.<br />

El segundo, considerar cómo hace llamamiento de innumerables<br />

demonios y cómo los esparce a los unos en tal<br />

ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no<br />

dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en<br />

particular.<br />

El tercero, considerar el sermón que les hace y cómo<br />

los amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan<br />

de tentar de cobdicia de riquezas, como suele, ut in pluribus,<br />

para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y<br />

después a crescida soberbia; de manera que el primer escalón<br />

sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia,<br />

y destos tres escalones induce a todos los otros vicios.<br />

Así por el contrario se ha de imaginar del summo y<br />

verdadero capitán, que es Christo nuestro Señor.<br />

El primer puncto es considerar cómo Christo nuestro<br />

Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén,<br />

en lugar humilde, hermoso y gracioso.<br />

El segundo, considerar cómo el Señor de todo el mundo<br />

escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía<br />

— 158 —<br />

por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos<br />

estados y condiciones de personas.<br />

El tercero, considerar el sermón que Christo nuestro<br />

Señor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada<br />

envía, encomendándoles que a todos quieran ayudar en traerlos,<br />

primero a summa pobreza spiritual y, si su divina majestad<br />

fuere servida y los quisiere elegir, no menos a la pobreza<br />

actual; segundo, a deseo de oprobios y menosprecios,<br />

porque destas dos cosas se sigue la humildad; de manera que<br />

sean tres escalones: el primero, pobreza contra riqueza; el<br />

segundo, oprobio o menosprecio contra el honor mundano;<br />

el tercero, humildad contra la soberbia; y destos tres escalones<br />

induzgan a todas las otras virtudes.<br />

Un coloquio a nuestra Señora porque me alcance gracia<br />

de su hijo y Señor, para que yo sea recibido debajo de su<br />

bandera, y primero en summa pobreza spiritual y, si su divina<br />

majestad fuere servido y me quisiere elegir y rescibir, no<br />

menos en la pobreza actual; segundo, en pasar oprobios y<br />

injurias, por más en ellas le imitar, sólo que las pueda pasar<br />

sin peccado de ninguna persona ni displacer de su divina<br />

majestad; y con esto una Ave María.<br />

Segundo coloquio. Pedir otro tanto al Hijo, para que me<br />

alcance del Padre; y con esto decir Anima Christi.<br />

Tercer coloquio. Pedir otro tanto al Padre, para que él<br />

me lo conceda, y decir un Pater Noster (EE 136-147).<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. Podemos escuchar de los discípulos sus recuerdos de cómo<br />

Jesús hizo con ellos ese trabajo de volverles lúcidos y sagaces,<br />

de avisarles de los caminos, al parecer inofensivos, que desvían<br />

del Reino. Están tomados de ese «manual para formación<br />

de discípulos» que es el evangelio de Marcos:<br />

«Las preocupaciones del mundo, la seducción<br />

de las riquezas y los demás deseos que invaden<br />

y ahogan la Palabra» (4,18-19).<br />

— 159 —


«No hay nada fuera del hombre que, entrando<br />

en él, pueda hacerle impuro. Porque es de dentro<br />

del corazón de donde salen las intenciones<br />

malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios,<br />

avaricias, envidias...»(7,15.21).<br />

«Abrid los ojos y guardaos de la levadura de<br />

los fariseos y de la levadura de Herodes» (8,15).<br />

«¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos<br />

no son los de Dios, sino los de los<br />

hombres» (8,33).<br />

«Quien quiera salvar su vida la perderá; pero<br />

quien pierda su vida por mí y por el evangelio<br />

la salvará» (8,35).<br />

«Si alguno quiere ser el primero, que se haga<br />

el último de todos y el servidor de todos» (9,33).<br />

«¡Qué difícil será que los que tienen riquezas<br />

entren en el Reino de los cielos...!» (10,23).<br />

«Sabéis que los que son tenidos como jefes de<br />

las naciones las gobiernan como señores absolutos,<br />

y sus grandes las oprimen con su poder.<br />

Pero no ha de ser así entre vosotros, sino<br />

que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros,<br />

sea vuestro servidor, y quien quiera ser<br />

el primero entre vosotros, sea esclavo de todos.<br />

Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido<br />

a ser servido, sino a servir y a dar su vida como<br />

rescate por muchos» (10,42-45).<br />

«Guardaos de los escribas, que gustan pasear<br />

con amplios ropajes, ser saludados en las plazas,<br />

ocupar los primeros asientos en las sinagogas<br />

y los primeros puestos en los banquetes...»<br />

(12,38-40).<br />

«Mirad que no os engañe nadie. Vendrán muchos<br />

usurpando mi nombre y diciendo: 'Yo<br />

soy', y engañarán a muchos» (13,5-6).<br />

— 160 —<br />

«Estad atentos y vigilad...Lo que os digo a vosotros<br />

lo digo a todos: ¡Velad!» (14,33.37).<br />

* Siéntate, mezclado con los discípulos, a los pies de<br />

Jesús para escuchar de sus labios todas estas enseñanzas.<br />

Siente cómo va desenmascarando la seducción que ejercen<br />

sobre ti el dinero, los privilegios, el estar por encima de<br />

otros, el aprecio, la buena fama... Quizá tengas la tentación<br />

de creer que todo eso te permite vivir mejor y te asegura<br />

la «vida verdadera». Pero Jesús, que «ha venido a darte<br />

vida, y vida en abundancia» (Jn 10,10), sabe que por ahí no<br />

vas a encontrarla, y por eso él, que es tu pastor, te conduce<br />

adonde él sabe que hay vida verdadera, «prados de hierba<br />

fresca y manantiales de aguas tranquilas» (Sal 23). Y esos<br />

lugares se llaman para él: pobreza, servicio, humildad, despreocupación<br />

por la propia fama...<br />

Pídele la fe confiada que te haga fiarte más de su conducción<br />

que de tus propios caminos. Pon delante de él,<br />

como en otros momentos de oración:<br />

— tus ojos, tentados de la avidez de poseer, juzgar, saber...,<br />

so capa de buscar la «gloria de Dios»; tus ojos,<br />

tan ciegos para descubrir esos caminos del Evangelio<br />

que te llevan «hacia los de abajo» y no «hacia los de<br />

arriba», a «venir a menos» en vez de a «ir a más»...<br />

— tus labios, con los que querrías justificarte, defenderte,<br />

hablar de ti mismo; que pueden engañarte al creer<br />

que ya vives las preciosas palabras que pronuncias;<br />

— tus oídos, atentos para escuchar lo que tú mismo piensas,<br />

lo que dicen de ti, lo que coincide con tus gustos,<br />

y muchas veces sordos a la confrontación, a la corrección,<br />

a la sugerencia de que quizá estés equivocado<br />

en algo o estés haciendo sufrir a otros...<br />

— tus manos, tentadas de retener cosas, puestos, influencias,<br />

nombre, prestigio..., so pretexto de servicio al<br />

Reino;<br />

— tus pies, con su tendencia a escapar de los lugares de<br />

intemperie, dolor o conflicto; tan ágiles para subir y<br />

— 161


trepar hacia el éxito y tan perezosos a la hora de<br />

acercarse a los que están en las cunetas;<br />

— tu corazón, que se deja atrapar y engañar por tantos<br />

subterfugios; que trata de endurecerse para no ser<br />

vulnerable y no dejar que le hieran; que quizá se va<br />

acostumbrando a valorar, juzgar y preferir desde criterios<br />

muy distintos de los de Jesús y te va configurando<br />

desde dentro según un estilo extraño al Evangelio...<br />

Así debía de sentirse Bartimeo (Me 10,46-52): era un<br />

mendigo, estaba ciego y, desde el borde del camino, sentía<br />

que Jesús, la vida verdadera, pasaba a su lado mientras él,<br />

atrapado en sus tinieblas, ni siquiera podía verlo. Ponte a<br />

gritar como él, una y otra vez: «¡Jesús, hijo de David, ten<br />

compasión de mí!». No dejes que nada ni nadie sofoque<br />

tu grito. Escucha las palabras que te dicen de su parte:<br />

«¡Ánimo, levántate: te llama!»<br />

Y, lo mismo que el ciego, da un brinco, arroja lejos el<br />

manto que te envuelve y ponte tal como eres delante de<br />

Jesús, que te pregunta: «¿Qué quieres que te haga?».<br />

«Maestro, ¡haz que vea!». Siente sus manos sobre tus ojos<br />

y escucha sus palabras: «Ve, tu fe te ha salvado». Y ponte<br />

después a seguirle por el camino.<br />

2. Antes de este otro momento de oración, relee el texto de<br />

san Ignacio de las «dos banderas»: no te distraigas con las<br />

imágenes, el estilo o el lenguaje; fíjate en la verdad profunda<br />

que quiere comunicar y observa sus aspectos pasivos, es<br />

decir, las expresiones en las que aparece más subrayada la<br />

acción de Jesús que el esfuerzo humano: lo importante no es<br />

que tú te «apuntes a su bandera», sino que él te reciba debajo<br />

de ella:<br />

«pedir ser recibidos...»<br />

«la intención de Cristo Nuestro Señor...»<br />

«cómo quiere a todos...»<br />

«esparciendo...»<br />

«a todos quieran ayudar en traerlos...»<br />

— 162 —<br />

Después de eso, haz un ejercicio de memoria y consciencia:<br />

— Date cuenta de todo lo que ya en tu vida (experiencias,<br />

historia personal, circunstancias, amistades....) está empujándote<br />

y atrayéndote hacia la bandera de Jesús. Descubre<br />

cómo estás siendo objeto de una operación de «acoso y derribo»,<br />

(de «seducción», diría Jeremías 20,7), de una estrategia<br />

del Padre para llevarte por el camino de su Hijo. Recuerda<br />

esas experiencias de «conciencia desdichada» que san<br />

Ignacio llama «desolación» y que te han hecho sentir insatisfacción,<br />

vacío y tristeza cuando recorrías caminos en dirección<br />

contraria al Evangelio.<br />

— Recuerda también experiencias de vida verdadera:<br />

cuado te has sentido más feliz, más pleno y auténtico, como<br />

si lo que estabas viviendo en ese momento, aunque fuera<br />

duro y difícil, te llevara a coincidir con lo más verdadero de<br />

ti mismo. No se trata de añorarlo, sino de aprovecharlo para<br />

reencontrar tu identidad más profunda.<br />

— Evoca circunstancias, personas, situaciones...que te<br />

empujan «escaleras abajo»; los empobrecimientos personales<br />

(físicos, psicológicos, consecuencias de opciones...); las relaciones<br />

que te ayudan a ser más coherente; las ocasiones de<br />

pérdida de imagen, prestigio, nombre, fama, suficiencia...;<br />

las perplejidades y oscuridades que te impiden ser rotundo,<br />

duro, y sentirte «heroico»...; las sujeciones que te ciñen y<br />

te llevan adonde no quieres y te hacen más difícil ser soberbio...<br />

* Pídele al Padre que te ayude a consentir en todo eso,<br />

a mirarlo como oportunidad y no como inconveniente, a no<br />

poner impedimentos ni resistencias, a dejarte modelar por<br />

sus manos, que quieren configurarte a imagen de su Hijo<br />

y «ponerte con él»...<br />

* Acércate a María, la servidora pobre y humilde del<br />

Señor; pídele también a ella que «te ponga con su Hijo»,<br />

que te reconcilie con esos dinamismos de empobrecimiento;<br />

— 163


* Ponte junto a Jesús, que es tu vida verdadera; exprésale<br />

tu deseo de acoger todo cuanto colabora a que la tuya<br />

esté escondida con él en el Padre (cf. Col 3,3).<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Desenmascarar los verdaderos obstáculos<br />

al seguimiento<br />

«Hay una larga lista de realidades: salud, fuerza, poder, cultura,<br />

riqueza, sexualidad..., que en sí no son malas, que a<br />

veces son incluso positivamente buenas y que en muchas<br />

ocasiones vienen exigidas por las estructuras de la realidad<br />

sobre la que trabajamos. Pero, en la medida en que convivimos<br />

con ellas, las usamos y nos acostumbramos a ellas,<br />

nos crean una dinámica interior favorable al egoísmo, contraria<br />

a la dinámica del seguimiento de Jesús y capaz de<br />

apartarnos de él.<br />

»La realidad humana es así, y Dios no la cambia para<br />

nosotros. Tampoco es posible renunciar de raíz a todas esas<br />

dimensiones ambiguas de la vida: no es posible, porque pueden<br />

ser fecundas, y el amor está obligado a ser eficaz, al<br />

menos dentro de algunos límites. Hacer de la propia vida una<br />

transparencia de la Misericordia pide un mínimo de visibilidad<br />

y de eficacia para esa Misericordia. Y puede ser mejor<br />

un amor que acepta mancharse las manos por los hombres<br />

que un amor al que su afán de pureza condena a la ineficacia<br />

»Lo verdaderamente decisivo es saber cuándo hay que<br />

pararse. Pero precisamente eso es lo que está obstaculizado<br />

por la misma dinámica en que uno se halla metido.<br />

»Sólo los limpios de corazón captan cuándo el justificar<br />

todo eso tiene su dosis de validez en medio de la ambigüedad<br />

de la vida y cuándo está comenzando a ser ideología.<br />

»Los Ejercicios intentan mantener la limpieza de corazón<br />

a base de hacernos desear lo contrario de lo que quizá<br />

— 164 —<br />

nos veamos obligados a hacer. Pero lo decisivo y lo importante<br />

es la sensibilidad ante el engaño ideológico, supuesto<br />

que el proceso por el que éste comienza a producirse es un<br />

proceso necesario.<br />

»Junto al engaño estructural, actúa como segundo obstáculo<br />

el engaño personal, para el que el hombre tiene una<br />

capacidad infinitamente mayor de lo que sospecha y de lo<br />

que está dispuesto a conceder. La meditación llamada de 'tres<br />

binarios' es, en realidad, una meditación sobre el segundo<br />

de esos tipos de hombres: aquél en quien la capacidad de<br />

autoengaño desata una astucia increíble y no reconocida, que<br />

le lleva a poner absolutamente todos los medios menos el<br />

único que tiene que poner: quitar el afecto sin perder la cosa;<br />

hacer la voluntad de Dios de tal manera que coincida con la<br />

propia; etc.<br />

»La contemplación de este personaje no pretende mas<br />

que volver lúcido al ejercitante sobre su capacidad para segregar<br />

justificaciones y para creérselas, hacerle atento a los<br />

continuos bloqueos ocultos y seducciones secretas que actúan<br />

e intentarán seguir actuando en él, no contrariando su opción<br />

por la Misericordia, sino valiéndose de ella misma.<br />

»[...] Lo definitivo y lo único que puede seguir siendo<br />

eficaz, a la larga, es la sinceridad brutal y la lucidez sobre<br />

uno mismo, mucho más que las mil ascéticas concretas, que<br />

duran poco. La seguridad de que, a la larga, vale más una<br />

debilidad lúcida que una inocencia engañada, porque la debilidad<br />

lúcida nunca podrá sentirse cómoda, mientras que<br />

la inocencia engañada, si no deja de ser engañada, acabará<br />

por dejar de ser inocencia, aun sin saber cómo ni cuándo»<br />

(J.I. GONZÁLEZ FAUS).<br />

2. Desprendimiento y seguimiento:<br />

un camino de ida y vuelta<br />

«Hay palabras que suenan a viejas, no sólo porque se han<br />

repetido mucho a lo largo de la historia, sino también por el<br />

contenido cerrado que se les confirió. Una de ellas puede ser<br />

— 165 —


desprendimiento y, más todavía, el término abnegación.<br />

La razón de su desgaste está, creo yo, en no haberlas puesto<br />

suficientemente en relación con aquello a lo que dinámicamente<br />

apuntan. Desprenderme, abnegarme..., ¿por qué, de<br />

qué y, sobre todo, para qué?<br />

»E1 panorama de su significación estática, cerrada y<br />

negativa, cambia radicalmente cuando llego a comprender<br />

que el desprendimiento es para el seguimiento; que sin desprenderme<br />

de mí, de las cosas, personas, ideas, no hay seguimiento<br />

posible de Jesús; que sin abnegación de mí mismo<br />

y de mis impulsos de muerte nunca podré liberarme para la<br />

causa de Jesús.<br />

«Desprendimiento y abnegación son, pues, para el seguimiento,<br />

y en él encuentran su sentido dinámico y su verificación,<br />

ya que, si no, también ellos permanecen en la<br />

ambigüedad. Para ilustrar esta última afirmación, echo mano<br />

de tres pinceladas rápidas de los Ejercicios:<br />

»a) La meditación de las dos banderas supone que, aun<br />

cuando uno haya optado ya por Jesucristo y su Reino (EE<br />

91-98), puede sufrir engaños que, de hecho, le aparten de<br />

ese supuesto seguimiento. El proceso sucederá a través del<br />

deseo de riqueza (material, pero también espiritual), que desencadena<br />

automáticamente la búsqueda de honor y prestigio<br />

y que termina en soberbia como forma de preferirse a los<br />

demás y querer dominarlos. De ahí se camina a todos los<br />

vicios.<br />

»Contra ese proceso, no siempre del todo consciente,<br />

no existe más terapia que el 'deseo' de seguir a Jesús, de<br />

identificarse más y más con Él, de 'ser recibido debajo de<br />

su bandera' en pobreza (espiritual y material), en oprobios<br />

y en humildad (EE 136-147). Lo primero es para lo segundo;<br />

el desprendimiento y la abnegación son para el mayor seguimiento<br />

y se verifican en él.<br />

»b) En la meditación de las tres clases de hombres,<br />

Ignacio insistirá en que sin un despojamiento 'afectivo' de<br />

— 166 —<br />

aquello a lo que estamos apegados (cosas, personas, dinero,<br />

profesión...) no podremos saber nunca qué es lo que quiere<br />

Dios de nosotros, es decir, seguir a Jesús eligiendo (EE 149-<br />

156). Otra vez el desprendimiento aparece en función del<br />

seguimiento.<br />

»c) Finalmente, Ignacio termina la segunda semana con<br />

esta categórica afirmación: 'Porque piense cada uno que tanto<br />

se aprovechará en todas cosas espirituales [en la fidelidad a<br />

Dios, en el seguimiento de Jesús] cuanto saliere de su propio<br />

amor, querer e interesse' (EE 189).<br />

»Así pues, hay un camino que va del desprendimiento<br />

al seguimiento y se verifica en él. Sin esa verificación habría<br />

razones para sospechar si detrás de determinados actos ascéticos<br />

no se esconden, a veces, procesos inconscientes de<br />

autodestrucción.<br />

»Toda ascética apunta a la militancia; pero sucede que<br />

también lo contrario es verdad en la vida espiritual, es decir,<br />

que el seguimiento de Jesús provoca un mayor desprendimiento<br />

que pide ser verificado en él. El seguimiento de Jesús<br />

es inseparable de la identificación con Él. Lleva a la militancia<br />

por su causa en nuestro mundo, pero también a incorporar<br />

en ella el 'espíritu' de esa causa, la manera como<br />

Cristo la peleó.<br />

»En los últimos tiempos, este dato está adquiriendo suma<br />

relevancia: 'Me parece —dice Jon Sobrino— que hay tres<br />

cosas importantes que destacar. En primer lugar, ha cobrado<br />

mayor impostación analizar no sólo la práctica de Jesús, sino<br />

también el espíritu de esa práctica, como aparece programáticamente<br />

en el Sermón de la Montaña. [...] En segundo<br />

lugar, ha ido creciendo la convicción de lo que podríamos<br />

llamar la necesidad de explicitar la vida con espíritu en<br />

prácticas espirituales. [...] Se trata, por fin, de comprometerse<br />

históricamente en la construcción del Reino de<br />

Dios, y así acceder a Dios, y de ser hombres de corazón<br />

limpio para ver a Dios, y así construir su Reino. Hay una<br />

necesidad absoluta de vida histórica para que pueda existir<br />

— 167 —


la vida espiritual y, por otra parte, una necesidad de vivir la<br />

historia con espíritu cristiano, que nos sigue juzgando aun<br />

dentro del cauce correcto de la historia. Además, el mismo<br />

cauce elegido muestra dificultades estructurales, como la de<br />

compaginar eficacia y gratuidad, lucha y magnanimidad, justicia<br />

y compasión, equidad y perdón'.<br />

»En resumen, que, si es cierto que un desprendimiento<br />

(entendiendo por él los dos elementos ascético-místicos de<br />

la vida espiritual) que no conduzca al seguimiento histórico<br />

de Jesús es sospechoso de proceder de un corazón no puro,<br />

también lo es que un seguimiento que no genere en nosotros<br />

un mayor desprendimiento, una mayor identificación de<br />

'vaciamiento' con Jesús, puede vehicular sus propios demonios,<br />

impulsos de muerte de los que hay que exorcizarlo»<br />

(J.A. GARCÍA).<br />

3. Otra «Carta del Diablo a su sobrino»<br />

«Mi querido sobrino: evidentemente, estás haciendo espléndidos<br />

progresos. Mi único temor es que intentes meter prisa<br />

al paciente y se dé cuenta de su verdadera situación. Porque<br />

tú y yo, que vemos esa situación tal como es realmente, no<br />

debemos olvidar cuan diferente debe de parecerle a él. Nosotros<br />

sabemos que hemos introducido en su trayectoria un<br />

cambio de dirección que le está alejando ya de su órbita<br />

alrededor del Enemigo; pero hay que hacer que él se imagine<br />

que todas las decisiones que han producido este cambio de<br />

trayectoria son triviales y revocables. No se le debe permitir<br />

que sospeche que ahora está, por lentamente que sea, alejándose<br />

del sol en una dirección que le conducirá al frío y a<br />

las tinieblas del vacío absoluto.<br />

»Por este motivo, casi celebro saber que aún conserva<br />

externamente los hábitos de cristiano, porque así se le podrá<br />

hacer pensar que ha adoptado algunas costumbres nuevas,<br />

pero que su estado espiritual es el mismo de antes; y, mientras<br />

piense eso, no tendremos que luchar con el arrepentimiento<br />

explícito por un pecado definido y plenamente reconocido,<br />

— 168 —<br />

sino sólo con un vaga aunque incómoda sensación de que no<br />

se ha portado muy bien últimamente.<br />

»Esta difusa incomodidad necesita un manejo cuidadoso.<br />

Si se hace demasiado fuerte, puede despertarle y echar<br />

a perder todo el juego. Por otra parte, si la suprimes completamente<br />

—lo que, de pasada, el Enemigo no permitirá—,<br />

perdemos un elemento de la situación que puede conseguirse<br />

que nos sea favorable. Si se permite que tal sensación subsista,<br />

pero no que se haga irresistible y florezca en un verdadero<br />

arrepentimiento, tiene una invariable tendencia: aumenta<br />

la resistencia del paciente a pensar en el Enemigo.<br />

Todos los humanos, en cualquier momento, sienten en cierta<br />

medida esa reticencia; pero cuando pensar en El supone encararse,<br />

intensificándola, con una vaga nube de culpabilidad<br />

sólo a medias consciente, tal resistencia se multiplica por<br />

diez. Odian cualquier cosa que les recuerde al Enemigo, al<br />

igual que los hombres en dificultades económicas detestan<br />

la simple visión de un talonario. En tal estado, a tu paciente<br />

le irá produciendo terror el contacto efectivo con el Enemigo.<br />

Su intención será la de 'dejar la fiesta en paz'.<br />

»A1 irse estableciendo más completamente esta situación,<br />

te irás librando, paulatinamente, del fatigoso trabajo de<br />

ofrecer placeres como tentaciones. Al irse separando cada<br />

vez más de toda auténtica felicidad, aumentará su incomodidad<br />

y su resistencia a enfrentarse a ella; y, como la costumbre<br />

va haciendo al mismo tiempo menos agradables y<br />

menos fácilmente renunciables (pues es lo que el hábito hace,<br />

por suerte, de los placeres) los placeres de la vanidad, de<br />

la excitación y de la ligereza, descubrirás que cualquier<br />

cosa, o incluso ninguna, es suficiente para atraer su atención<br />

errante.<br />

»Déjale hacer lo que sea, menos actuar. Ninguna cantidad,<br />

por grande que sea, de buenos deseos en su imaginación<br />

y en sus afectos nos perjudicará, si logramos mantenerlos<br />

fuera de su voluntad. Como dijo uno de los humanos,<br />

los hábitos activos se refuerzan por la repetición, pero los<br />

pasivos se debilitan. Cuanto más a menudo sienta sin actuar,<br />

— 169 —


menos capaz será de llegar a actuar alguna vez y, a la larga,<br />

menos capaz será de sentir.<br />

»Los cristianos describen al Enemigo como aquel 'sin<br />

quien nada es fuerte'. Y la Nada es muy fuerte: lo suficiente<br />

como para privarle a un hombre de sus mejores años, y no<br />

cometiendo dulces pecados, sino en una mortecina vacilación<br />

de la mente sobre no sabe qué ni por qué, en la satisfacción<br />

de curiosidades tan débiles que el hombre sólo es medio<br />

consciente de ellas, o en el largo y oscuro laberinto de unos<br />

ensueños que ni siquiera tienen lujuria o ambición para darles<br />

sabor, pero que, una vez iniciados por una asociación de<br />

ideas puramente casual, no pueden evitarse, pues la criatura<br />

está demasiado débil o aturdida como para librarse de ellos.<br />

»Dirás que son pecadillos y, sin duda, como todos los<br />

tentadores jóvenes, estarás deseando poder dar cuenta de<br />

maldades espectaculares. Pero, recuérdalo bien, lo único que<br />

de verdad importa es en qué medida apartas al hombre del<br />

Enemigo. No importa lo leves que puedan ser sus faltas, con<br />

tal de que su efecto acumulativo sea empujar al hombre lejos<br />

de la Luz y hacia el interior de la Nada. De hecho, el camino<br />

más seguro hacia el Infierno es el gradual: la suave ladera,<br />

blanda bajo el pie, sin giros bruscos, sin mojones, sin señalizaciones.<br />

»Tu cariñoso tío...»<br />

4. Un instrumento para la lucidez: el examen<br />

(C.S. LEWIS)<br />

«Después de recordar lo que vas a hacer, durante algunos<br />

segundos, le pides a Dios que todo tu ser se oriente a alabarle<br />

y permanecer en su servicio.<br />

»1. Deja que tu mente recorra los acontecimientos del<br />

día, sin juzgarlos, sin alabarlos, sin rechazarlos. Al hacer<br />

esto, generalmente uno se sorprende del número y variedad<br />

de buenos momentos del día que, si de una manera deliberada<br />

— 170-<br />

no hubiera recordado, rápidamente se habrían olvidado, oscurecidos<br />

incluso por cualquier experiencia dolorosa.<br />

»Esta revisión diaria es un ejercicio de 'alabanza, reverencia<br />

y servicio de Dios'. Después de haber recordado<br />

los acontecimientos a los que estás agradecido, da gracias y<br />

bendice a Dios por ellos.<br />

»2. Recuerda tus sentimientos y estados de ánimo, señalando,<br />

si es posible, quién los ocasionó, pero sin emitir<br />

juicio alguno. Permanece con Jesús a medida que te vas<br />

haciendo consciente de tus sentimientos. No los analices;<br />

contémplalos en la presencia de Jesús y deja que él te enseñe<br />

cuál es su lugar en ti y dónde no le has dejado estar. Dale<br />

gracias por las veces que él ha estado presente en ti y pídele<br />

perdón por aquellas otras veces que le has negado la entrada.<br />

»Todo el ejercicio no debe durar más de quince minutos.<br />

Con su práctica podrás ser cada vez más sensible a la acción<br />

y presencia de Dios en tu vida. Te darás cuenta de que te<br />

está haciendo más capaz de amar, de ser más pacífico, de<br />

tener menos prisa, de ser menos suspicaz, de ser capaz de<br />

interesarte por las personas que te ponían nervioso; quizá<br />

tengas menos miedo a lo que los demás puedan pensar de ti<br />

y seas más libre para ser tú mismo» (G.W. HUGHES).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Cuatro posibles celebraciones:<br />

1. Poner levadura en un plato, leer el texto de Marcos<br />

8,14-21 sobre la necesidad de abrir los ojos y guardarse de<br />

la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.<br />

Después de un tiempo de silencio, compartir lo que es para<br />

cada uno esa «levadura negativa» que fermenta secretamente<br />

nuestra masa en dirección contraria al Evangelio.<br />

2. Extender tierra en el centro de la sala, leer la parábola<br />

del sembrador (Me 4,13-30) y compartir qué abrojos o zarzas<br />

ha descubierto cada uno amenazando ahogar la semilla en su<br />

tierra...<br />

— 171 —


3. Poner en el centro de la sala un recipiente lleno de<br />

agua y leer entre varios (narrador, ciego, Jesús, fariseos,<br />

gente...) en Jn 9,1-30 la curación del ciego de nacimiento.<br />

Después de un silencio, cada uno se va levantando y le pide<br />

a otro que se acerque con él al agua y le lave los ojos.<br />

4. Atar en cada asiento un cordel fino lo bastante largo<br />

como para poder atarse con él la mano. Poner en el suelo un<br />

cartel con esta frase de San Juan de la Cruz: «Basta un hilo<br />

delgado para tener asido al pájaro», y esta otra de san Ignacio:<br />

«El enemigo echa redes y cadenas...»<br />

En un tiempo de silencio, preguntarse: ¿Qué está impidiendo<br />

en la práctica que mis deseos de seguimiento no se<br />

realicen? ¿En qué he descubierto que me engaño?<br />

Se expresa en forma de oración de súplica el deseo de<br />

ser liberado de esas ataduras y se ayuda a desatar al de al<br />

lado.<br />

Terminar leyendo juntos esta oración, inspirada en el<br />

Salmo 124:<br />

«Ven a estar junto a nosotros, Señor,<br />

ven a estar a favor nuestro,<br />

porque nos sentimos amenazados por el engaño,<br />

porque nos sabemos envueltos en mil redes,<br />

porque estamos atrapados en nuestras incoherencias.<br />

Bendito seas por tu voluntad de hacernos libres,<br />

bendito seas porque quieres que escapemos,<br />

como un pájaro, del lazo que nos han tendido,<br />

de la red que nos impide caminar contigo,<br />

de las cadenas que nos amarran a nuestro egoísmo.<br />

Rompe nuestras ataduras y condúcenos a la libertad:<br />

la libertad que viene de la pobreza,<br />

y del servicio, y del amor solidario.<br />

No tenemos más auxilio que tu Nombre, Señor,<br />

tú que has hecho el cielo y la tierra,<br />

tú que nos llamas a construir contigo<br />

una nueva tierra de hombres y mujeres libres».<br />

— 172 —<br />

13<br />

Entrar en la lógica de la desmesura<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

A todos nos han conmovido y llenado de admiración alguna<br />

vez los gestos o el comportamiento de algunas personas que<br />

han ido más allá de lo razonable, de lo «lógico», de lo humanamente<br />

exigible: han arriesgado su vida por otros; han<br />

permanecido junto a los que estaban en situaciones de alto<br />

riesgo; no se han tenido en cuenta a sí mismos y, sin calcular<br />

ni medir, han entregado lo que eran y tenían; y, como consecuencia,<br />

han arriesgado su propia vida hasta perderla. Son<br />

conductas que a los ojos de muchos resultan insensatas, como<br />

lo expresa este poema sufí:<br />

«Ellos me dijeron:<br />

'Te has vuelto loco a causa de Aquel a quien amas'.<br />

Yo les contesté:<br />

'El sabor de la vida es sólo para los locos'».<br />

Los que llamamos «santos» han sido siempre hombres<br />

y mujeres que se han dejado llevar por esa lógica que nace<br />

del amor, que deja atrás cálculos y medidas y se adentra en<br />

el seguimiento.<br />

En determinados momentos, también nosotros habremos<br />

sentido un impulso que nos empujaba a comportarnos así, a<br />

romper límites y a movernos por las razones indeducibles del<br />

amor. Y, aunque no estemos establemente ahí, sabemos experiencialmente<br />

de qué se trata.<br />

— 173 —


Los iconos de desmesura de hoy van a acompañarnos<br />

a la hora de «rondar» esa actitud, que es como una montaña<br />

que admiramos desde la falda y que vamos a contemplar<br />

primero desde su «cara norte»: algunos iconos de cálculo<br />

que se quedaron «más acá», que no se atrevieron a transgredir<br />

límites, que decidieron permanecer en lo razonable, lo sensato,<br />

lo «lógico» y, desde ahí, calificaron como una locura<br />

lo contrario.<br />

Después la miraremos desde su «cara sur»: personajes<br />

que se atrevieron a cruzar esa frontera y se han convertido<br />

en indicadores de camino. Finalmente, nos acercaremos al<br />

icono de Jesús haciendo el total derroche de la Eucaristía.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1.<br />

«Un hombre dio una gran cena y convidó a<br />

muchos; a la hora de la cena envió a su siervo<br />

a decir a los invitados: 'Venid, que ya está todo<br />

preparado'. Pero todos a una empezaron a excusarse.<br />

El primero le dijo: 'He comprado un<br />

campo y tengo que ir a verlo; te ruego que me<br />

disculpes'. Otro dijo: 'He comprado cinco yuntas<br />

de bueyes y voy a probarlos; te ruego me<br />

disculpes'. Otro dijo: 'Me he casado, y por eso<br />

no puedo ir'...» (Le 14,15-20).<br />

Y se quedaron en sus pequeñas satisfacciones cotidianas,<br />

sin decidirse a aceptar aquel banquete que les<br />

habría hecho entrar en la alegría de Dios...<br />

«Jesús fijando en el joven sus ojos, le amó y le<br />

dijo: 'Una cosa te falta: vete, vende todo lo que<br />

tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro<br />

en el cielo; luego, ven y sigúeme'. Pero él, ante<br />

estas palabras, se entristeció y se marchó<br />

apenado, porque tenía muchos bienes» (Me<br />

10,20-22).<br />

— 174 —<br />

Y se dio la vuelta, lejos de la inseguridad de una vida<br />

a la intemperie junto a Jesús. Pero todo aquello que no<br />

se decidió a dejar no pudo protegerle de la tristeza...<br />

«Jesús dijo a Nicodemo: 'Yo te aseguro: el que<br />

no nazca de agua y de Espíritu no puede ver el<br />

Reino de Dios'. Respondió Nicodemo: '¿Cómo<br />

puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede entrar<br />

otra vez en el seno de su madre y volver a<br />

nacer?'...» (Jn 3,3-4).<br />

Y el escepticismo amenazó con retenerle del lado del<br />

sentido común, de lo inmóvil, de lo viejo, de quienes temen<br />

emprender la aventura de renacer dejándose arrastrar<br />

por la novedad del Espíritu...<br />

«Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase<br />

de mujer le está tocando, que es una pecadora»<br />

(Le 7,39).<br />

«Había allí algunos que se decían entre sí, indignados:<br />

'¿A qué viene este derroche de perfume?'...»<br />

(Me 14,3-4).<br />

«Dijo a sus discípulos: 'El Hijo del hombre va<br />

a ser entregado en manos de los hombres; lo<br />

matarán, y al tercer día resucitará'. Pero ellos<br />

no entendían lo que les decía y tenían miedo<br />

de preguntarle» (Me 9,31-32).<br />

Y la costumbre de medirlo todo, de calcularlo todo,<br />

les impidió entender los gestos de quienes habían decidido<br />

llegar más allá en el amor...<br />

* Acércate a Jesús desde la actitud de cualquiera de<br />

esos personajes, la que reconozcas más cercana a la tuya.<br />

Pídele que te ayude a salir de tu mediocridad, que te familiarice<br />

con esos adverbios «tan suyos y de su gente»<br />

como más o demasiado.<br />

— 175 —


2.<br />

«Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba<br />

cómo echaba la gente monedas en el arca<br />

del Templo; muchos ricos echaban mucho. Llegó<br />

también una viuda pobre y echó dos moneditas,<br />

o sea, una cuarta parte de un as. Entonces,<br />

llamando a sus discípulos, les dijo: 'Os<br />

digo de verdad que esta viuda pobre ha echado<br />

más que todos los que echan en el arca del<br />

tesoro. Porque todos han echado de lo que les<br />

sobraba, y ella, en cambio, ha echado de lo que<br />

necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía<br />

para vivir'» (Me 12,41-44).<br />

«Una mujer pecadora, enterada de que estaba<br />

en casa del fariseo, acudió con un frasco de<br />

perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies,<br />

y llorando se puso a bañarle los pies con sus<br />

lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba<br />

los pies y se los ungía con la mirra».<br />

«Estando él en Betania, en casa de Simón el<br />

leproso, recostado a la mesa, vino una mujer<br />

con un frasco de alabastro de perfume de nardo<br />

puro, de mucho precio; quebró el frasco y lo<br />

derramó sobre su cabeza» (Me 14,3-9).<br />

«Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: 'Señor,<br />

la mitad de mis bienes se la doy a los pobres<br />

y, si en algo he defraudado a alguien, le devolveré<br />

cuatro veces más'» (Le 19,8).<br />

«Cuando Simón Pedro oyó 'es el Señor', se ciñó<br />

la túnica, pues no llevaba otra cosa, y se lanzó<br />

al mar...» (Jn 21,7).<br />

* Trata de conocer internamente a qué actitud profunda<br />

responden esos gestos, de qué manantial secreto de<br />

urgencia agradecida, de generosidad, de derroche, de despreocupación<br />

por sí mismos, han brotado. Dialoga con<br />

— 176 —<br />

cada uno de los personajes, pregúntales por sus sentimientos,<br />

pídeles que te cuenten cuál fue el camino que<br />

les llevó a ser y actuar de ese modo; déjate seducir por su<br />

talante vital.<br />

* Dirige también tu mirada a tanta gente que hoy sigue<br />

viviendo así en tantos lugares del mundo, incluso muy cerca<br />

de ti. Alégrate de ello, felicítalos desde lo más profundo<br />

de tu corazón. Siente orgullo de pertenecer a una humanidad<br />

y a una Iglesia en la que muchos hombres y mujeres<br />

viven fuera de sí mismos para entregarse a otros y siguen<br />

siendo capaces de traspasar límites.<br />

* Acércate después a Jesús sintiéndote, como dice la<br />

Carta a los Hebreos,<br />

«rodeado por tan gran nube de testigos, sacudiendo<br />

todo lastre, corriendo con fortaleza la<br />

prueba que se te propone, con la mirada fija en<br />

el que guía y consuma tu fe» (Heb 12,1-2).<br />

3. El gran icono de la desmesura es Jesús, y vamos a contemplarlo<br />

«haciendo eucaristía» y siéndolo: creando inclusión<br />

y comunidad, alegría, convivialidad y fiesta; saciando<br />

hambres, inaugurando una manera nueva de vivir, en la que<br />

el modelo no es el acumular, sino el compartir; no el retener,<br />

sino el entregar y derrochar...<br />

La Eucaristía no nació en la última cena, sino que Jesús<br />

fue gestándola y preparándola a lo largo de toda su vida, a<br />

través de sus palabras, gestos, encuentros y actitudes:<br />

— Su deseo de dar vida:<br />

«He venido a que tengan vida, y vida en abundancia»<br />

(Jn 10,10).<br />

«Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí no<br />

tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá<br />

nunca sed» (Jn 6,35).<br />

— 177 —


— Su compasión por el hambre de la gente:<br />

«Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia<br />

él mucha gente, dice a Felipe: '¿Cómo vamos<br />

a comprar pan para que coman éstos?' Se lo<br />

decía para probarle, porque él sabía lo que iba<br />

a hacer. [...] 'Aquí hay un muchacho que tiene<br />

cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué<br />

es esto para tantos?' Dijo Jesús: 'Haced sentar<br />

a la gente'. Había en el lugar mucha hierba. Se<br />

sentaron en número de cinco mil. Tomó entonces<br />

Jesús los panes y, después de dar gracias,<br />

los repartió entre los que estaban recostados,<br />

y lo mismo todo lo que quisieron de los peces...»<br />

(Jn 6,5-11).<br />

— Sus gestos de incluir, atraer, reunir, de romper con<br />

cualquier forma de exclusión al sentarse a la mesa con la<br />

gente más «perdida»:<br />

«Estando él a la mesa en casa de Leví, muchos<br />

publícanos y pecadores se encontraban a la<br />

mesa con Jesús y sus discípulos» (Me 2,15).<br />

«Los escribas murmuraban: 'Éste acoge a los<br />

pecadores y come con ellos'...» (Le 15,2).<br />

— Su oferta de comunión y de intimidad:<br />

«El que come mi carne y bebe mi sangre<br />

permanece en mí, y yo en él...» (Jn 6,56).<br />

— Su conciencia de estar dando plenitud a la tradición del<br />

Dios que da de comer a su pueblo en el desierto:<br />

«Os lo aseguro: Moisés no os dio el pan del<br />

cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan<br />

del cielo..., no como el que comieron vuestros<br />

padres y murieron, sino que el que coma de<br />

este pan vivirá eternamente» (Jn 6,56-58).<br />

— Su interpretación de tantas dimensiones de la vida del<br />

Reino (la voluntad del Padre, su palabra, su llamada, su don,<br />

— 178 —<br />

sus promesas...; las relaciones humanas, la justicia...) en<br />

clave de alimento, banquete, pan, saciedad...<br />

«Yo tengo un alimento que vosotros no sabéis:<br />

mi alimento es hacer la voluntad del que me<br />

ha enviado...» (Jn 4,32-34).<br />

«No sólo de pan vive el hombre, sino de toda<br />

palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4).<br />

«El rey envió a sus siervos llamando a los invitados:<br />

'Mirad, mi banquete está ya preparado,<br />

se han matado ya mis novillos y animales cebados,<br />

y todo está a punto; venid'...» (Mt 22,4).<br />

«¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo<br />

le pide pan, le dará una piedra? [...] ¡Cuánto más<br />

vuestro Padre dará cosas buenas a los que se<br />

las pidan...!» (Mt 7,9.11).<br />

«Dichosos los siervos a los que su señor, al<br />

llegar, los encuentre velando; yo os aseguro<br />

que se pondrá el delantal, les hará sentarse a<br />

la mesa y, yendo de uno en uno, les servirá»<br />

(Le 12,37).<br />

«Era un hombre rico que celebraba cada día<br />

espléndidas fiestas; y uno pobre, llamado Lázaro,<br />

que, echado junto a su puerta cubierto de<br />

llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la<br />

mesa del rico...» (Le 16,19-20).<br />

— La interpretación de su propia vida en clave de servicio<br />

y de entrega de la vida (cf. Me 10,45), que culmina en el<br />

lavatorio de los pies (Jn 13,1-15).<br />

* Entra en Betania, en casa de Marta, María y Lázaro,<br />

y mira la escena: María rompe el frasco de perfume de<br />

nardo puro y unge los pies de Jesús. Trata de entrar en los<br />

sentimientos de Jesús, en su defensa apasionada del gesto<br />

de María, como lo había hecho con la mujer que le ungió<br />

en casa del fariseo (cf. Le 7,36-50). Quizá es porque ha<br />

encontrado en ellos amor exagerado, ruptura, vaciamien-<br />

— 179 —


to...: la misma «inspiración» que va a llevarle a él a tomar<br />

el pan, romperlo y decir: «Ésta es mi vida que se entrega<br />

por vosotros...»<br />

Deja que tu corazón desborde de agradecimiento y de<br />

alegría por el regalo de la Eucaristía, por el proyecto de<br />

humanidad reconciliada y fraterna que encierra. Habla con<br />

Jesús de tu deseo de entrar en su «proyecto eucarístico»,<br />

de vivir así «en memoria suya»...<br />

* Entra en la «habitación de arriba» de la casa en la<br />

que Jesús está reunido con sus discípulos para comer juntos<br />

la cena de Pascua. Lucas dice que también allí discutían<br />

sobre cuál de ellos era el de mayor categoría (Le 22,24-27);<br />

y sabemos por el evangelio de Juan que Jesús realiza un<br />

gesto silencioso, como los que hacían los Profetas cuando<br />

recurrían a acciones simbólicas al ver cómo sus palabras<br />

no eran escuchadas.<br />

Contempla a Jesús levantándose, quitándose el manto,<br />

ciñéndose la toalla, tomando la jarra y la jofaina y poniéndose<br />

de rodillas delante de cada uno de los discípulos para<br />

lavarles los pies. Es su manera de estar ante «lo sucio» de<br />

los otros, ante sus defectos, sus fallos, sus pecados... Todo<br />

eso que a nosotros nos lleva a juzgar con severidad, a<br />

criticar, a distanciarnos..., a él le impulsa a acercarse, a<br />

ponerse de rodillas para lavarlo y devolver al otro la posibilidad<br />

de continuar caminando.<br />

Escucha su diálogo con Pedro, que se resiste —como<br />

tú, como casi todos nosotros— a entrar en ese «juego del<br />

Evangelio» en el que todo es al revés: «Si no te lavo, no<br />

tienes parte conmigo...» Graba en tu corazón esta ley del<br />

Reino: sólo «tiene parte con Jesús» el que se pone de<br />

rodillas a su lado para lavar los pies de los más pequeños.<br />

Pídele al Padre, y luego a María, que «te pongan con<br />

su Hijo» precisamente ahí...<br />

— 180 —<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Homilía en una eucaristía de votos<br />

«Celebrar unos votos dentro de una Eucaristía es muy propio.<br />

Jesús, con la seriedad de sus palabras de ofrecimiento, transformó<br />

su cuerpo en cuerpo de sacrificio, de vida y de presencia.<br />

Vosotros tatuaréis y transformaréis vuestros cuerpos<br />

en una Eucaristía, larga como vuestra vida, por la seriedad<br />

de las palabras que vais a pronunciar; ofrecéis 'vuestra existencia<br />

como sacrificio vivo, agradable, consagrado a Dios;<br />

como culto auténtico que no se amolda a este mundo' (Rom<br />

12, 1-2).<br />

«Vuestro acto de hoy es desmesurado y excéntrico:<br />

Desmesurado, porque alzaros desde la fragilidad de<br />

vuestro instante de votos, cruzando y transformando todos<br />

los instantes de vuestra vida, venturosos o afligidos, hasta<br />

hincar vuestro dardo en la misma eternidad, es mucha pretensión<br />

y osadía. Todo vuestro tiempo queda ya transfigurado<br />

por esta 'pequeña colina, alegría de toda vuestra vida' (cf.<br />

Salmo 48,3).<br />

«Desmesurado lo es también por el tamaño y grandeza<br />

del Otro al que os ofrecéis y con el que vinculáis vuestra<br />

minusculez. El innombrable, el que hablaba con su amigo<br />

Moisés como un amigo habla a otro amigo, pero al que<br />

también decía: 'Verás mi espalda, pero mi rostro no» (Ex.<br />

33,23)..., ¡ese es vuestro amigo! Ciertamente se ve que 'esa<br />

fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de vosotros, vasijas<br />

de barro' (2 Cor 4.7).<br />

«Desmesurado por el impacto revolucionario en cada<br />

línea de vuestro psiquismo y de vuestra estructuración más<br />

íntima. Desmanteláis con este acto único los móviles humanos,<br />

y muchas veces legítimos, de gran parte de la humanidad.<br />

— el afán de dinero y de extenderos espacialmente, en fincas<br />

y posesiones, lo ceñís en la estrechez de la pobreza;<br />

— 181 —


— el afán de fama y de prolongación en el tiempo, a través<br />

de la estirpe de los hijos en el amor, lo mutiláis en la<br />

celda desconocida de vuestra castidad;<br />

— el deseo de libertad, núcleo para muchos de aventuras y<br />

conquistas, de empresas y de revoluciones, de protestas<br />

autoafirmativas, lo inclináis bajo el yugo de la obediencia.<br />

»Y también, como os decía, vuestro acto es excéntrico;<br />

excéntrico en el sentido literal de la palabra: por la llamada<br />

de Otro, emigráis de 'vuestro propio amor, querer e interesse'<br />

(EE 189) rompiendo vuestras pequeñas cuentas y alcabalas<br />

para adentraros en la voluntad de un Dios que invita a desiertos<br />

desconocidos y a lejanas tierras de promesa.<br />

«Excéntrico también porque todos vuestros caudales se<br />

exportan hoy al extranjero del servicio a los demás. Los<br />

consejos evangélicos os sitúan en la gratuidad del servicio.<br />

Ya iréis viendo cómo vuestro tiempo es asaltado por las<br />

necesidades y urgencias de los demás. Los consejos evangélicos<br />

os van a ir haciendo avanzar cada día en una muerte<br />

cada vez más radical, hasta estar unidos totalmente con Cristo<br />

y participar también de su propia libertad de estar —como<br />

él— al servicio de todos los que os necesiten, 'sin encontrar'<br />

—como él— 'tiempo ni para comer' (Me 6,31).<br />

»Los votos, atándonos, nos hacen libres; paseando su<br />

muerte (2 Cor 4,10), nos hacen vivos y fuentes de vida:<br />

ocultándonos, nos hacen transparentarle a él en nuestra carne<br />

mortal.<br />

»Todavía más excéntrica es vuestra opción porque se<br />

va al mismo margen de los hombres. Vuestro texto de Is 61<br />

no os lleva a los ojos bonitos, sino a los ciegos; no a las<br />

zonas de luz, sino a los rincones de oscuridad; no a las calles<br />

céntricas, sino a las mazmorras de cárceles y tugurios.<br />

»Y, por fin, clamorosamente excéntricos sois, y contraculturalmente<br />

situados para siempre, en la risa de una<br />

virginidad increíble y ridicula; en la pobreza sin bonos ni<br />

cuentas; en la obediencia digna de lástima y compasión. ¡Estáis<br />

anticuados, pasados de moda!<br />

— 182 —<br />

»Y, sin embargo, a vosotros, y todavía más a nosotros,<br />

más calvos, más canosos o más gordos, nos llena de inmensa<br />

alegría esta desmesura y excentricidad. Y ello, porque sabemos<br />

cálidamente que vivimos un don que no se debe a que<br />

seamos más lúcidos, más heroicos ni de más briosos músculos<br />

que nuestros coetáneos, sino que se debe únicamente al hecho<br />

de que él nos ha escogido (Jn 15,16), desde su corazón<br />

compadecido por los gritos del pueblo, como a Moisés (Ex<br />

3), o por las densas oscuridades del pueblo, del 'quién irá<br />

por mí' de Isaías (Is 6,8), o del espectáculo lastimoso de los<br />

derrengados, que no aguanta su corazón y que os une a los<br />

Doce (Mt 9,36ss). Esa es y será vuestra alegría: vuestra vida<br />

desmesurada y excéntrica va a hacer presente en el mundo<br />

su enorme bondad para todos los hombres. Lo cual, eso sí,<br />

nos obliga a no confundir nuestro activismo incansable con<br />

la acción de Dios. Toda vuestra y nuestra fecundidad, como<br />

lo dicen las Constituciones [671], es fruto de la hondura y<br />

estrechez de nuestra unión con Dios, del contacto con la<br />

'Suma Bondad de Dios, por el mesmo amor que della descenderá<br />

y se estenderá a todos los próximos'.<br />

»Pedimos a Dios que aumente los quilates de vuestra y<br />

nuestra entrega, al modo de nuestra Madre del 'he aquí la<br />

esclava del Señor', para que demos al mundo, como ella,<br />

el fruto de su Espíritu (Is 42), que no vocea ni clama, sino<br />

que es 'alianza del pueblo y luz de las naciones' (Is 42,6)»<br />

(J.M. FERNÁNDEZ MARTOS).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

1. Se ambienta la sala poniendo sobre una mesa baja, cubierta<br />

con mantel, un pan grande y una copa de vino.<br />

Se puede empezar cantando «Alrededor de tu mesa»,<br />

«Hemos venido a este lugar...» o algún otro canto de Eucaristía;<br />

a continuación, alguien lee la narración de la Cena:<br />

«Yo recibí del Señor lo que os he transmitido:<br />

que el Señor Jesús, la noche en que era entregado,<br />

tomó un pan, dando gracias lo partió y<br />

— 183 —


dijo: 'Esto es mi cuerpo, que se entrega por<br />

vosotros. Haced esto en memoria mía'. Lo mismo,<br />

después de cenar, tomó la copa y dijo: 'Esta<br />

copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre.<br />

Haced esto, cada vez que la bebáis, en memoria<br />

mía'» (1 Cor 11,23-26).<br />

En silencio, se va pasando el pan, y cada uno toma un<br />

trozo y lo conserva en su mano.<br />

El que anima la celebración invita a tomar conciencia<br />

de la posesividad con que nuestras manos tratan de retener<br />

lo que poseen, simbolizado en el trozo de pan, y a hacer el<br />

gesto de cerrarlas con fuerza, como para guardarlo y protegerlo.<br />

Invita después a irlas abriendo muy lentamente, hasta<br />

llegar a hacer el gesto de ofrecer, de estar disponible y<br />

abierto.<br />

Se motiva luego el pronunciar la bendición, y cada<br />

uno puede expresar la alabanza y la acción de gracias hacia<br />

la que se sienta movido.<br />

El gesto de partir, si se hace muy despacio y esperando<br />

a que nazca de dentro a fuera, puede ayudar a caer en la<br />

cuenta de cómo el pan «se resiste» a dejarse partir, cómo<br />

cruje y se rompe la corteza, cómo cuesta que se separe un<br />

trozo de otro. Se invita a expresar las rupturas que vive cada<br />

uno y a recordar y hacer presentes las de tanta gente «rota»...<br />

Finalmente, se comparte el pan con los de cerca, se<br />

pasa la copa de vino y se termina con un cántico.<br />

Si se quiere hacer más larga, se pueden ir leyendo, con<br />

el pan en la mano, algunos textos seleccionados del discurso<br />

de la cena (Jn 14-16).<br />

2. Otra celebración posible: ambientar la sala poniendo un<br />

jarro volcado en el suelo, y leer después Flp 2,5-11.<br />

— 184 —<br />

14<br />

Permanecer junto al que llegó<br />

hasta el final en el amor<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

La reacción humana ante el gozo es la de retenerlo y prolongarlo:<br />

«¡Hagamos tres tiendas...!», era el deseo de Pedro<br />

en la transfiguración (Me 9,5). En cambio, ante el sufrimiento,<br />

tanto el propio como el de alguien a quien amamos,<br />

nuestra tendencia es la de huir, escapar como sea, desentendernos,<br />

comportarnos como «enemigos de la cruz de Cristo»<br />

(Gal 3,18).<br />

Seguramente podríamos encontrarnos reflejados en los<br />

iconos de huida: los discípulos resistiéndose a entender que<br />

Jesús vaya a sufrir y que suba a Jerusalén (Me 9,32), durmiéndose<br />

en Getsemaní como recurso más o menos consciente<br />

para desentenderse y evadirse (Me 14,37), o huyendo<br />

en el momento del prendimiento (Me 14,50); Pedro tratando<br />

de convencer a Jesús de que se aleje de ese camino (Me<br />

8, 31-32) y negándole después (Me 14,66-72).<br />

Por eso Jesús habla tantas veces de «permanecer»:<br />

«Vosotros sois los que habéis permanecido<br />

conmigo en mis pruebas» (Le 22,28).<br />

«Permaneced aquí y velad conmigo»(Mt 26,38).<br />

«Permaneced en mi amor...» (Jn 15,4.7.9.10).<br />

— 185 —


Y esa actitud es la que revela que el verdadero discípulo<br />

permanece junto al Maestro en el momento de la prueba más<br />

dura:<br />

«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la<br />

hermana de su madre, María de Cleofás, y María<br />

la Magdalena. Jesús, viendo a su madre, y<br />

al lado al discípulo predilecto...» (Jn 19,25-26).<br />

«Estaban allí mirando a distancia unas mujeres,<br />

entre ellas María Magdalena, María, madre de<br />

Santiago el menor y de José, y Salomé, las cuales,<br />

cuando estaba en Galilea, lo habían seguido<br />

y servido; y otras muchas que habían subido<br />

con él a Jerusalén» (Me 15,40-41).<br />

Ante la imagen desfigurada del Siervo sufriente (Is<br />

52,13 - 53,12), la reacción de muchos era la de «espantarse»,<br />

«despreciarle», «evitarle», «taparse la cara»... Pablo se<br />

asombraba de que alguien pudiera quedar «fascinado» por<br />

algo diferente del Crucificado:<br />

«¡Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado,<br />

después de que ante vuestros ojos<br />

fue presentado Cristo crucificado?» (Gal 3,1).<br />

En cambio, los iconos de permanencia mantuvieron<br />

fija una mirada que les permitía adentrarse en el misterio. Su<br />

permanecer era la etapa final de su seguimiento y, como en<br />

el relato de Bartimeo, su ver era sinónimo de su creer (cf.<br />

Me 14,54).<br />

Al acercarnos a la pasión de Jesús, quizá no alcancemos<br />

a hacer nada más que esto: quedarnos junto a él («quebranto<br />

con Cristo quebrantado...» nos invita a pedir san Ignacio),<br />

mirarle, permanecer a su lado pobre y silenciosamente.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. «Dijeron los impíos:<br />

'Atropellemos al justo que es pobre, [...]<br />

pues lo débil, es claro, no sirve para nada.<br />

— 186 —<br />

Acechemos al justo, que nos resulta incómodo:<br />

se opone a nuestras acciones,<br />

declara que conoce a Dios<br />

y dice que él es hijo del Señor;<br />

se ha vuelto acusador<br />

de nuestras convicciones,<br />

sólo verlo da grima [...]<br />

Vamos a comprobar<br />

la autenticidad de sus palabras<br />

observando el desenlace de su vida:<br />

si el justo ese es hijo de Dios, él lo auxiliará<br />

y lo arrancará de las manos de sus enemigos.<br />

Lo someteremos a tormentos despiadados<br />

para apreciar su paciencia<br />

y comprobar su temple;<br />

lo condenaremos a muerte ignominiosa,<br />

pues dice que hay quien mira por él...'»<br />

(Sab 2,10-20).<br />

* Ponte junto a Jesús en la cruz para comprobar<br />

cómo su muerte verifica la autenticidad de sus palabras:<br />

«Nadie tiene amor más grande que el que da<br />

la vida por los que ama» (Jn 15,13).<br />

«El buen pastor da su vida por sus ovejas» (Jn<br />

10,11).<br />

«El Hijo del hombre ha venido para servir y dar<br />

la vida en rescate por todos» (Me 10,45).<br />

«Os aseguro que, si el grano de trigo caído en<br />

tierra no muere, queda él solo; pero, si muere,<br />

da mucho fruto. Quien tiene apego a su propia<br />

existencia, la pierde; quien desprecia la propia<br />

existencia en el mundo, la conserva para una<br />

vida sin término» (Jn 12,24-25).<br />

«Ahora me siento agitado: ¿le pido al Padre que<br />

me saque de esta hora? ¡Pero si para esto he<br />

— 187 —


venido, para esta hora! ¡Padre, manifiesta tu<br />

gloria!» (Jn 10,11).<br />

«El Padre me ama porque doy mi vida para<br />

recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; la doy<br />

yo voluntariamente» (Jn 10,17).<br />

* Deja que fluyan de ti el agradecimiento, el asombro<br />

y ese sentimiento al que nos invita la liturgia del Jueves<br />

Santo:<br />

«Nosotros debemos gloriarnos<br />

en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,<br />

por quien hemos alcanzado<br />

la salvación y la libertad».<br />

2. * Trasládate mentalmente a algún lugar donde se condense<br />

mucho dolor humano: un hospital, una cárcel, un<br />

campo de refugiados...<br />

Siéntate en algún rincón y, desde ahí, lee pausadamente<br />

la narración de la pasión de Jesús según Marcos<br />

(13,32 - 15,47).<br />

3. * Ponte junto a Jesús en la cruz y escucha cómo interpretó<br />

él mismo ese momento:<br />

«La mujer, cuando da a luz, está triste porque<br />

le ha llegado su hora; pero cuando le nace el<br />

niño, ya no se acuerda del aprieto, por el gozo<br />

de que haya nacido una nueva criatura en el<br />

mundo...»(Jn 16,21).<br />

* Pídele que te ayude a ti y a todos a encarar el dolor<br />

de una manera nueva; deja que tus preguntas sobre el<br />

misterio del mal escuchen ahí una Palabra de vida: existe<br />

un sufrimiento que es fecundo; el dolor puede ser un<br />

tránsito hacia la vida y hacia la plenitud total del gozo.<br />

Pídele la gracia de saber reconocer también «tu hora» y,<br />

como la mujer en el parto, atravesar el umbral del dolor<br />

para dejar nacer la Vida.<br />

4. El autor de la Carta a los Hebreos nos exhorta:<br />

188 —<br />

«Así pues, nosotros, rodeados de una nube tan<br />

densa de testigos, desprendámonos de cualquier<br />

carga y del pecado que nos asedia; corramos<br />

con constancia la carrera que nos espera,<br />

fijos los ojos en el que inició y consumó<br />

la fe, en Jesús. El cual, por la dicha que le esperaba,<br />

sufrió la cruz, despreció la humillación<br />

y se ha sentado a la diestra del trono de Dios»<br />

(Heb 12,1-2).<br />

* Fija tu mirada en Jesús en la cruz: él es, según la<br />

expresión de Hebreos, el «guía» o «conductor», es decir,<br />

el que va delante de ti, el que te precede en el camino y<br />

te conduce en medio de la oscuridad y las dudas de tu fe.<br />

Es también el que la perfecciona y la lleva a término; el<br />

que te enseña desde la cruz a ir más allá de todas las negatividades<br />

y de todas las noches; el que pone su propia<br />

fe como roca bajo tus pies para que, apoyándote ahí, te<br />

atrevas a confiar incondicionalmente en las manos del Padre<br />

y abandones tu vida en ellas.<br />

Repite una y otra vez con él:<br />

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu...»<br />

5. «Junto a la cruz de Jesús estaba su madre...»<br />

(Jn 19,25).<br />

* Ponte junto a María al pie de la cruz y pídele que te<br />

enseñe a permanecer como ella junto a su Hijo y junto a<br />

todos aquellos que hoy siguen en la cruz. Escucha las palabras<br />

de Jesús:<br />

«Mujer, ahí tienes a tu hijo; AHÍ TIENES A TU MADRE».<br />

Deja que ella ejerza esa nueva responsabilidad sobre<br />

ti, y piensa qué puede significar en tu vida hacer como el<br />

discípulo que «se la llevó a su casa».<br />

— 189 —


C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

«Sus heridas nos curaron»<br />

Relectura del cuarto canto del Siervo de Yahvé<br />

En el libro del Segundo Isaías (Is 40-55) aparecen cuatro<br />

cantos que hablan de un personaje misterioso, al que llaman<br />

«Siervo». Según los tres primeros (Is 42,1-9; 49,1-13; 50,<br />

4-9), es alguien que vive una particular calidad de relación<br />

con Dios y con el pueblo. Debe llevar a cabo lo que Dios le<br />

confía: proclamar alegremente una buena noticia, «palabra<br />

de aliento al abatido»; reunir a los dispersos de Jacob; irradiar<br />

una justicia más vivida en su persona que anunciada.<br />

Por eso compromete en ello sus palabras, sus actitudes<br />

y sus acciones: ésa será su manera de conseguir reagrupar al<br />

pueblo del Señor y llegar a ser luz de las naciones.<br />

1. Leer el texto<br />

Vamos a hacer una lectura pausada del cuarto canto (Is<br />

52,13 - 53,12) utilizando como criterio de separación de párrafos<br />

el de quiénes van tomando sucesivamente la palabra.<br />

a) Comienza hablando Dios con una llamada de atención<br />

hacia su siervo. Anuncia la exaltación de un personaje desfigurado<br />

que va a causar asombro y estupefacción:<br />

«Mirad, mi siervo tendrá éxito,<br />

subirá y crecerá mucho.<br />

Como muchos se espantaron de él,<br />

porque, desfigurado, no parecía hombre<br />

ni tenía aspecto humano,<br />

así asombrará a muchos pueblos;<br />

ante él, los reyes cerrarán la boca<br />

al ver algo inenarrable<br />

y contemplar algo inaudito» (52,13-15).<br />

b) A continuación toma la palabra un «nosotros» coral<br />

que va describiendo primero los aspectos más exteriores del<br />

— 190 —<br />

Siervo, pasando después a una reflexión más profunda sobre<br />

el significado de su sufrimiento: ellos mismos están implicados<br />

en el dolor del Siervo.<br />

«¿Quién se creyó nuestro anuncio?<br />

¿A quién se reveló el brazo del Señor?<br />

Creció en su presencia como brote,<br />

como raíz en tierra árida;<br />

no tenía figura ni belleza<br />

que atrajera nuestras miradas.<br />

Despreciado y evitado de la gente,<br />

un nombre hecho a sufrir,<br />

acostumbrado al dolor;<br />

al verlo se tapaban la cara;<br />

despreciado, lo tuvimos por nada;<br />

a él, que soportó nuestros sufrimientos<br />

y cargó con nuestros <strong>dolores</strong>,<br />

lo tuvimos por un contagiado,<br />

herido de Dios y afligido.<br />

Él, en cambio, fue traspasado<br />

por nuestras rebeliones,<br />

triturado por nuestros crímenes.<br />

Sobre él descargó<br />

el castigo que nos sana,<br />

y con sus cicatrices nos hemos curado»<br />

(53,1-5)<br />

c) A partir del v. 7, y hasta el 10, desaparecerá el «nosotros»,<br />

y el desconocido que habla ahora no se va a fijar en<br />

el beneficio producido, sino en las actitudes del Siervo, en<br />

su manera de vivenciar internamente los acontecimientos:<br />

«Todos errábamos como ovejas,<br />

cada uno por su lado,<br />

y el Señor cargó sobre él<br />

todos nuestros crímenes.<br />

Maltratado, se humillaba,<br />

no abría la boca;<br />

como cordero llevado al matadero.<br />

— 191 —


como oveja muda ante el esquilador,<br />

no abría la boca.<br />

Sin arresto, sin proceso,<br />

lo quitaron de en medio;<br />

¿quién meditó en su destino?<br />

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,<br />

por los pecados de mi pueblo lo hirieron.<br />

Le dieron sepultura con los malvados,<br />

y una tumba con los malhechores,<br />

aunque no había cometido crímenes<br />

ni hubo engaño en su boca.<br />

El Señor quiso triturarlo<br />

con el sufrimiento;<br />

si entrega su vida como expiación,<br />

verá su descendencia,<br />

prolongará sus años,<br />

y por su medio triunfará<br />

el plan del Señor» (53,6-10)<br />

d) En los dos últimos versos, es el Señor quien toma de<br />

nuevo la palabra para descifrar el sentido de la existencia de<br />

su Siervo:<br />

«Por los trabajos soportados<br />

verá la luz, se saciará de saber;<br />

mi siervo ¡nocente<br />

justificará a todos,<br />

porque cargó con sus crímenes.<br />

Por eso le asignaré<br />

una porción entre los grandes,<br />

y repartirá botín con los poderosos:<br />

porque vació su vida hasta la muerte<br />

y fue contado entre los pecadores,<br />

cargó con el pecado de todos<br />

e intercedió por los pecadores» (53,11-12).<br />

2. Obedecer a la Palabra<br />

Una manera de hacerlo es tratar de entrar en su movimiento<br />

y dejarnos conducir en las direcciones hacia las que señala:<br />

— 192 —<br />

— Más abajo del parecer<br />

En el texto encontramos una insistencia clara en la dimensión<br />

de revelación: aparecen dos planos, dos niveles en<br />

la relación con el Siervo, en cuanto a su condición de «hombre<br />

de <strong>dolores</strong>»: uno de ellos es el de la apariencia, que provoca<br />

repulsión y rechazo; el de su carencias de belleza y de aspecto<br />

humano, que es causa de espanto y distanciamiento. La consecuencia<br />

de verle tan hundido por el dolor es juzgarle de un<br />

modo severo que no hace sino seguir la doctrina tradicional:<br />

es alguien herido por Dios y, por lo tanto, castigado. Se le<br />

puede despreciar y evitar.<br />

Pero, a lo largo del discurso, se produce el descenso al<br />

nivel de la realidad que se ocultaba debajo de las apariencias:<br />

eso que soporta son «nuestros sufrimientos»; eso que aguanta<br />

son <strong>dolores</strong> nuestros; ese castigo que ha caído sobre él lo<br />

merecíamos nosotros, son nuestros pecados los que pesan<br />

sobre él.<br />

Se ha producido una revelación, y la repulsión ha dejado<br />

paso a la atracción; la desfiguración se ha convertido en<br />

transfiguración. Se confiesa algo insólito y heterodoxo y que<br />

rompe con la teología imperante: a pesar de su quebrantamiento,<br />

Dios estaba de su parte; y eso quiere decir algo tan<br />

revolucionario como que la fidelidad y la elección de Dios<br />

no se rompen con el sufrimiento, y que la bendición no<br />

implica necesariamente una vida feliz.<br />

Obedecer a la Palabra será, según esto, aceptar nuestra<br />

incapacidad para relacionarnos acertadamente con el sufrimiento,<br />

nuestra necesidad absoluta de acoger una desvelación<br />

de su misterio. Y sospechar que, sin ella, lo más probable<br />

es que nos equivoquemos también al mirar en dirección a los<br />

que son sus víctimas.<br />

Tenemos muchas formas, más o menos sutiles, de convertirnos<br />

en expertos en evasión y desentendimiento, de ocultar<br />

el rostro ante ellos, de evitarlos, despreciarlos y justificar<br />

teológica (o económica, o socialmente) su situación.<br />

— 193 —


Por eso, ser amigos del Siervo y de los que hoy lo<br />

prolongan exige llegar a ver en ellos las consecuencias de<br />

nuestro pecado: de nuestra injusticia, de nuestra inconsciencia,<br />

de nuestra cobardía, de nuestro nivel de vida... Necesitamos<br />

tener el oído abierto de los discípulos para «creer en<br />

un anuncio», para escuchar el «mirad a mi Siervo» y dirigir<br />

nuestra mirada en la misma dirección que la suya, que es<br />

siempre hacia abajo, hacia las tierras áridas donde la vida<br />

humana está permanentemente amenazada.<br />

— Más cerca del conocer<br />

Una segunda revelación que nos ofrece el cuarto canto<br />

del Siervo es la de darnos a conocer la diferencia cualitativa<br />

que existe entre el bien y el mal. La persona gramatical oscila<br />

constantemente entre el plural y el singular; pasa de un «nosotros»,<br />

de un colectivo que se reconoce pecador, culpable,<br />

merecedor de castigo, marchando «cada cual por su camino»,<br />

a un «él» solitario, el Siervo, que carga con lo de los otros,<br />

soporta sus <strong>dolores</strong>, entrega su vida, intercede por ellos...<br />

Y el resultado final no es que se imponga la desgracia<br />

que merecen los numerosos culpables, cubriéndolo todo con<br />

la cantidad de su injusticia, sino que todo eso es superado,<br />

vencido, «rehabilitado», «justificado» por la calidad del bien<br />

de uno solo que es justo.<br />

La pregunta se presentía ya en las argumentaciones<br />

de Abraham a propósito de Sodoma y Gomorra en Gn 18,<br />

16-33:<br />

«¿De verdad vas a aniquilar al justo con el malvado?<br />

¡Lejos de ti hacer semejante cosa...!»<br />

Lo que en el fondo se cuestiona es de qué parte está<br />

Dios con su justicia: ¿de la cantidad del mal o de la calidad<br />

del bien?<br />

Allí la respuesta era que diez justos bastaban para salvar<br />

a la ciudad. Aquí se llega más lejos: un solo hombre basta<br />

para salvar a toda la humanidad; el bien pesa siempre más<br />

— 194 —<br />

que el mal, cualquiera que sea la cantidad de éste. Porque la<br />

justicia de Dios consiste precisamente en el perdón que se<br />

da a todos en razón de un inocente.<br />

Obedecer a la Palabra significaría, entonces, rechazar<br />

como peligrosa tentación los pesimismos, desalientos y desánimos<br />

que recubren de negatividad nuestra percepción de<br />

la realidad. Porque podemos llamar «realismo lúcido» al escepticismo<br />

hipercrítico que nos convierte en malos remedos<br />

del Qohélet, incapaces de descubrir lo que no sean los fallos<br />

y deficiencias de lo que tenemos delante, vaticinadores de<br />

fracasos, paralizadores de las iniciativas de otros, con la<br />

alabanza ahogada en la garganta por la amargura de la murmuración.<br />

Ser compañeros del Siervo implica mirar junto a él y<br />

desde él la realidad y reconocer su rostro en tantos rostros<br />

desfigurados; su entrega hasta la muerte en tantas vidas entregadas;<br />

su capacidad de cargar con lo de otros en tantos<br />

hombros que aún resisten.<br />

Toda esa justicia y esa inocencia están justificándonos,<br />

y nuestra humanidad sigue teniendo a Dios de su parte, porque<br />

en su Hijo está viendo la belleza de todos los que se le<br />

parecen y que son los que siguen curándonos con sus heridas.<br />

— Más allá del hacer<br />

Una tercera dirección hacia la que apunta el texto es<br />

hacia un deslizamiento del hacer al consentir, de la actividad<br />

a la pasividad, de la palabra al silencio.<br />

En los otros tres cantos, el Siervo es alguien activo que<br />

debe «dictar la ley a las naciones» (42,1); «hacer justicia<br />

lealmente, sin desmayar ni quebrarse, hasta implantar en la<br />

tierra el derecho» (42,4); tiene que «abrir los ojos de los<br />

ciegos, sacar del calabozo al preso, y de la cárcel a los que<br />

viven en tinieblas» (42,7); aunque en medio de dificultades,<br />

siente que Yahvé le ayuda y que nadie puede condenarle<br />

(50,8-9)...<br />

— 195 —


Todo ha cambiado en el cuarto canto: aquí el Siervo ya<br />

no habla, ni proclama, ni consuela, ni anuncia, ni anima: el<br />

encargo que se le había confiado lo realiza «soportando»,<br />

«aguantando», «cargando con», «traspasado y triturado»...<br />

A la palabra del que no quebraba la caña cascada ni apagaba<br />

el pábilo vacilante, ha sucedido el silencio total. «Lo que<br />

agrada el Señor» se cumple, pero no tanto por él cuanto en<br />

él mismo. Ya no actúa; sólo padece las acciones de otros.<br />

El «brazo del Señor», que debía operar un nuevo éxodo<br />

(40,10), interviene ahora en el destino misterioso del Siervo;<br />

la tierra desolada del desierto, que se iba a transformar en<br />

hontanar de agua (41,18), es ahora de donde sale él como<br />

una raicilla.<br />

En el siervo sufriente, la comunidad dispersada se deja<br />

reunir, y es ahora realmente cuando cumple el encargo que<br />

había recibido y se convierte en «luz de las naciones», porque<br />

les consigue la justificación.<br />

Obedecer a la Palabra sería aquí, en primer lugar,<br />

reconocer que tenemos mucha más facilidad para «actuar en<br />

cristiano» que para «padecer en cristiano», y que solemos<br />

reaccionar con estupor y rechazo cuando nos llega el momento<br />

(siempre prematuro, siempre a destiempo, casi nunca<br />

avisando...) de ser despojados, de fracasar, de dejar de ser<br />

fuertes, o imprescindibles, o sanos, o significativos...<br />

Son paisajes de nuestra trayectoria humana con los que<br />

casi nunca contamos, pero que siempre tenemos que atravesar;<br />

y la fecundidad del aguante silencioso del Siervo es<br />

una invitación a recorrerlos sin perder la esperanza ni el<br />

sentido.<br />

Ser discípulos del Siervo significa dedicar todas nuestras<br />

energías y nuestros recursos a la misma causa a la que<br />

él las dedicó, pero contando con que nuestra actividad tiene<br />

un «más allá». Y, cuando llegue ese tiempo, saber apoyar<br />

en él nuestra oscura certidumbre de que nos queda una palabra<br />

que decir también desde el silencio; de que podemos ganar<br />

cuando nos parece que estamos perdiéndolo todo; y de<br />

— 196 —<br />

que, cuando ya no tenemos fuerza para otras tareas, puede<br />

comenzar para nosotros el aprendizaje de la humilde<br />

fraternidad.<br />

— Más adentro en el compadecer<br />

Finalmente, un último movimiento del texto orienta<br />

nuestra obediencia en dirección al camino que ha conducido<br />

al Siervo a la glorificación.<br />

Desde el comienzo se anuncia el triunfo de alguien en<br />

quien se da algo «inenarrable e inaudito», algo que consigue<br />

enmudecer y asombrar a todos. La mirada que, según la<br />

lógica humana, se dirige hacia arriba (¿no va a «subir» y a<br />

«crecer»?) es obligada a volverse hacia abajo, a ras de suelo,<br />

y contemplar la no-belleza, la no-apariencia, la no-figura.<br />

Pero la transfiguración no se opera en la apariencia externa,<br />

sino en el secreto que se descubre a partir de la actitud<br />

interior del Siervo: «vació su vida hasta la muerte» e «intercedió<br />

por los pecadores». La primera raíz hebrea empleada,<br />

'RH, significa «desnudar vaciando». En Gn 24,20 es «vaciar<br />

un cántaro»: una imagen cercana a la de la sangre derramada.<br />

Paredozen («se entregó»), traducirán los LXX; ekenosen («se<br />

vació»), dirá Pablo en Flp 2,7.<br />

La segunda, PC, tiene el sentido de «encontrarse con<br />

alguien», «solicitar», «interceder», pero no tanto en la oración<br />

cuanto en un «hacer presión», «intervenir», «interponerse»,<br />

como Moisés en la brecha en el Sal 106,23.<br />

Al final escuchamos, por tanto, lo que era inaudito; sólo<br />

al final se proclama lo inenarrable: alguien se ha identificado<br />

tanto con sus hermanos que ha vaciado su vida en la muerte<br />

por causa de ellos.<br />

Alguien se ha compadecido tanto de ellos y con ellos<br />

que ha cargado con todos sus pesos. Alguien los ha querido<br />

tanto que se ha interpuesto, se ha puesto en su lugar.<br />

Y tan poderosa es la fuerza de su solidaridad que, gracias<br />

a ella, los culpables quedan libres de su falta; los pecadores,<br />

— 197 —


perdonados; los dispersos se reúnen; y los que juzgaban por<br />

apariencias ahora se acercan al Siervo, lo contemplan, reconocen<br />

su inocencia, descubren y confiesan lo que antes<br />

estaba oculto a sus ojos.<br />

Obedecer a la Palabra es, sobre todo, aceptar que la<br />

calidad de lo humano se mide por su capacidad de solidaridad.<br />

Que lo que hoy y siempre provoca asombro, arrastra y convence<br />

de alguien, no es su decir, ni su hacer, ni su emprender,<br />

ni su predicar, sino su disposición a vincular su vida a la de<br />

los otros, a hacerse cargo y encargarse y cargar con lo que<br />

les agobia y les pesa y les impide ser libres y felices.<br />

Hemos visto cómo en los que contemplan al Siervo se<br />

da un «descenso de nivel» en cuanto a su comprensión del<br />

significado de su prueba. Sólo en ese segundo momento llegan<br />

a entender que su disposición interna hacia ellos («se<br />

entregó», «intercedió», dice el texto; «solidaridad», traducimos<br />

nosotros), que antes no habían sido capaces de descubrir,<br />

era el elemento clave que lo explicaba todo.<br />

Podríamos decir que ése es el elemento unificador entre<br />

las etapas anteriores más «activas» de su misión y la que<br />

describe el cuarto canto. En éste, una de las dimensiones de<br />

su «aguante» consiste en permanecer fiel en su voluntad de<br />

vinculación y de servicio, incluso cuando lo más hondo de<br />

su actitud hacia los otros no es reconocido.<br />

Ser seguidores del Siervo puede hacernos capaces de<br />

soportar tiempos de «inclemencia relaciona!» o apostólica,<br />

etapas en las que resulta imposible entrar en comunicación<br />

con aquellos a los que estamos queriendo amar y servir, en<br />

las que no encontramos caminos para demostrar lo que nos<br />

da la seguridad de estar haciendo algo eficaz en su favor.<br />

La tentación es entonces el cansancio, la emigración<br />

interior, el recurso a la distancia o al endurecimiento, para<br />

evitar que nos alcance la herida de la incomprensión, de la<br />

indiferencia o del no aprecio.<br />

— 198 —<br />

Pero junto al Siervo aprendemos precisamente lo contrario:<br />

que el amor es fecundo también en sus fases de «latencia»,<br />

y que es entonces cuando se enraiza y se cimenta y<br />

se verifica; que, aunque resulte una locura, hay que seguir<br />

intentando vivir abiertos y vulnerables; y que en ese querer,<br />

y esperar, y echar raíces en la voluntad de entrega, está el<br />

camino escondido por el que podemos llegar a «ver la luz»,<br />

«saciarnos de conocimiento» y «llevar a término lo que el<br />

Señor quiere».<br />

Todo esto está fuera del alcance de nuestras fuerzas,<br />

pero Alguien lo ha vivido antes que nosotros.<br />

Y ahora toda la tarea y la canción de nuestra vida es<br />

responder a la gracia de estar llamados a ser amigos, compañeros,<br />

discípulos, seguidores del Siervo.<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Poner en el suelo un crucifijo grande, rodeado de noticias de<br />

periódico que evoquen la pasión de Jesús continuada en el<br />

mundo.<br />

Se van leyendo a varias voces estos textos, todos ellos<br />

referidos al agua que evoca el texto de san Juan cuando dice<br />

que del costado de Jesús, atravesado por la lanza, «salió<br />

sangre y agua»: la sangre es la expresión de su amor hasta<br />

el extremo, un amor que no se detuvo ante la muerte; el agua<br />

representa el Espíritu, principio de vida, que nos transforma<br />

dándonos la capacidad de amar y hacernos hijos y hermanos.<br />

«El Señor dijo a Moisés: 'Pasa delante del pueblo,<br />

acompañado de las autoridades de Israel,<br />

empuña el bastón con que golpeaste el Nilo y<br />

camina; yo te espero allí, junto a la roca de<br />

Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua para que<br />

beba el pueblo'» (Ex 17,5-6).<br />

«Sacaréis agua con gozo<br />

del manantial de la salvación» (Is 12,3).<br />

— 199 —


«Del zaguán del templo manaba agua hacia levante.<br />

El agua iba bajando por el lado derecho<br />

del templo, al mediodía del altar. Me sacó por<br />

la puerta septentrional y me llevó por fuera a<br />

la puerta que mira a levante. El agua iba corriendo<br />

por el lado derecho. El hombre que llevaba<br />

el cordel en la mano salió hacia levante.<br />

Midió quinientos metros y me hizo atravesar<br />

las aguas: ¡agua hasta los tobillos! Midió otros<br />

quinientos y me hizo cruzar las aguas: ¡agua<br />

hasta las rodillas! Midió otros quinientos y me<br />

hizo pasar: ¡agua hasta la cintura! Midió otros<br />

quinientos: era un torrente que no pude cruzar,<br />

pues habían crecido las aguas y no se hacía pie;<br />

era un torrente que no se podía vadear. Me dijo<br />

entonces '¿Has visto, hijo de Adán?' A la vuelta,<br />

me condujo a la orilla del torrente. Al regresar,<br />

vi a la orilla del río una gran arboleda en sus<br />

dos márgenes. Me dijo: 'Estas aguas fluyen hacia<br />

la comarca levantina, bajarán hacia la estepa,<br />

desembocarán en el mar de las aguas pútridas<br />

y lo sanearán. Todos los seres vivos que<br />

bullan, allí donde desemboque la corriente, tendrán<br />

vida, y habrá peces en abundancia. Al desembocar<br />

allí estas aguas, quedará saneado el<br />

mar, y habrá vida dondequiera que llegue la<br />

corriente. Se pondrán pescadores a su orilla:<br />

desde Engadí hasta Eglain habrá tendederos de<br />

redes; su pesca será tan abundante como \a del<br />

Mediterráneo. A la vera del río, en sus dos riberas,<br />

crecerá toda clase de árboles frutales; no<br />

se marchitarán sus hojas, ni sus frutos se acabarán;<br />

darán cosecha nueva cada luna, porque<br />

los riegan aguas que manan del santuario; su<br />

fruto será comestible, y sus hojas medicinales'»<br />

(Ez 47,1-12).<br />

— 200 —<br />

«Aquel día, sobre la dinastía davídica<br />

y los vecinos de Jerusalén,<br />

derramaré un espíritu<br />

de compunción y de pedir perdón.<br />

Al mirarme traspasado por ellos mismos,<br />

harán duelo como por un hijo único,<br />

llorarán como se llora a un primogénito.<br />

Aquel día se alumbrará un manantial<br />

contra los pecados e impurezas<br />

para la dinastía de David<br />

y los vecinos de Jerusalén.<br />

Aquel día brotará un manantial en Jerusalén:<br />

la mitad fluirá hacia el mar oriental,<br />

la otra mitad hacia el mar occidental;<br />

lo mismo en verano que en invierno.<br />

El Señor será rey de todo el mundo.<br />

Aquel día el Señor será único,<br />

y su nombre único» (Za 12,9-10; 13,1; 14,8-9).<br />

«El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús<br />

se puso en pie y exclamó: 'Quien tenga sed,<br />

acuda amia beber: quien crea en mí. Así dice<br />

la Escritura: De sus entrañas manarán ríos de<br />

agua viva'. Se refería al Espíritu que habían de<br />

recibir los creyentes en él: todavía no se daba<br />

el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado»<br />

(Jn 7,37-40).<br />

«Jesús tomó el vinagre y dijo: 'Está acabado'.<br />

Inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Era la<br />

víspera del sábado, el más solemne de todos;<br />

los judíos, para que los cadáveres no quedaran<br />

en la cruz el sábado, pidieron a Pilato que les<br />

quebrasen las piernas y los descolgasen. Fueron<br />

los soldados y quebraron las piernas a los<br />

dos crucificados con él. Al llegar a Jesús, viendo<br />

— 201 —


que estaba muerto, no le quebraron las piernas;<br />

pero un soldado le abrió el costado de una lanzada.<br />

Al punto, brotó sangre y agua. El que lo<br />

vio lo atestigua, y su testimonio es fidedigno;<br />

sabe que dice la verdad, para que creáis vosotros.<br />

Esto sucedió de modo que se cumpliera<br />

la Escritura: 'No le quebraréis ni un hueso'; y<br />

otra Escritura dice: 'Mirarán al que traspasaron'»<br />

(Jn 19,30-37).<br />

Hacer después una adoración silenciosa de la cruz.<br />

— 202 —<br />

15<br />

Dejarse encontrar por el Viviente<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

«Consolad, consolad a mi pueblo,<br />

dice vuestro Dios:<br />

hablad al corazón de Jerusalén<br />

y gritadle que se ha cumplido su servicio<br />

y está pagado su crimen,<br />

pues de la mano del Señor<br />

ha recibido<br />

doble castigo por sus pecados.<br />

Súbete a un monte elevado,<br />

alegre mensajero de Sión,<br />

alza fuerte la voz,<br />

heraldo de Jerusalén;<br />

álzala, no temas;<br />

di a las ciudades de Judá:<br />

'¡Aquí está vuestro Dios!»» (Is 40,1.9).<br />

El verbo «consolar» tiene en hebreo un sentido mucho más<br />

fuerte que en castellano: expresa, más que animar a alguien<br />

abatido, la acción eficaz de conseguir que desaparezcan los<br />

motivos de su abatimiento.<br />

San Ignacio dice que Jesús Resucitado hace con sus<br />

discípulos «el oficio de Consolador», y podemos releer desde<br />

esa clave los relatos de apariciones (Mt 28; Me 16; Le 24;<br />

— 203 —


Jn 20-21), en los que encontramos, como en esbozo, lo que<br />

es nuestra vida de fe.<br />

Cuando el Señor que vive no es el centro, la consecuencia<br />

es un «estado de indigencia» que se manifiesta en<br />

oscuridad, miedo y encerramiento, dudas y desconfianza,<br />

alejamiento de la comunidad y desencanto, búsqueda de un<br />

cadáver y lágrimas, dispersión y trabajo estéril...<br />

Pero el Resucitado se acerca como Presencia viva que<br />

da Vida: se deja ver, sale al paso, habla, interpela, corrige,<br />

anima, comunica paz y alegría...: da el Espíritu. Su manera<br />

de hacerse presente es personal, personalizante, identificadora:<br />

de nombre a nombre, suscitando recuerdos y experiencias<br />

comunes, haciendo vislumbrar proyectos de futuro, rehaciendo<br />

el yo filial y fraterno...<br />

Consigue construir una comunidad de salvación: los discípulos<br />

comen y oran juntos, trabajan, se alegran y descansan<br />

unidos. Y experimentan que el mal es vencido, que su vida<br />

se reorienta, que brota una existencia nueva, una re-creación,<br />

en la que son posibles el perdón, la conversión, la reconciliación,<br />

el gozo.<br />

Experimentan que son llamados y enviados a comunicar<br />

vida, a ser testigos, a hacer discípulos, a ser «cómplices» del<br />

Espíritu... Viven la certeza existencial de que el Crucificado<br />

es el Vencedor de la muerte; de que ha sido constituido Señor;<br />

de que la vida humana, aun en «fase precaria», se manifestará<br />

cuando el Resucitado enjugue todas las lágrimas 1 .<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

1. Recorre algunos momentos más significativos de estos días<br />

de oración a la luz de la resurrección de Jesús: él ha buscado<br />

su moneda hasta encontrarla; se ha revelado como el Sa-<br />

1. Muchas de estas reflexiones son de G. DE PABLOS.<br />

— 204<br />

maritano verdadero; nos ha descubierto dónde está la verdadera<br />

sabiduría y la vida verdadera; nos ha conducido hasta<br />

el secreto del triunfo del Siervo; ha puesto toda su corporalidad<br />

de Resucitado al servicio de la comunicación. Su vida,<br />

vaciada hasta la muerte, es ahora, en las manos del Padre,<br />

una nueva creación.<br />

* Detente allí donde experimentes consolación y, si<br />

te ayuda, reza con Jesús Resucitado el capítulo 51 del Eclesiástico:<br />

«Te alabo, mi Dios y mi Salvador,<br />

te doy gracias, Dios de mi padre.<br />

Contaré tu fama, refugio de mi vida,<br />

porque me has salvado de la muerte...», etc.<br />

2. Reconoce en la trayectoria de los discípulos tu propia<br />

trayectoria de búsqueda de vida verdadera: ellos han experimentado<br />

en su propia carne cómo el huir de la cruz para<br />

asegurarse, el traicionar para salvarse, el alejarse unos de<br />

otros, el cerrar las puertas para protegerse... no les ha dado<br />

vida verdadera.<br />

Pero ahora, cuando han perdido su imagen de seguidores,<br />

cuando han tocado fondo en la insatisfacción que les<br />

ha producido aquello en lo que creían que estaba su vida, el<br />

Resucitado se pone en medio, y eso les trae alegría, paz,<br />

perdón, sentido...<br />

Aparentemente, su situación no ha cambiado:<br />

— siguen siendo pobres; pero ahora las cosas elementales<br />

que están al alcance de su pobreza (pan, vino, pesca...)<br />

se convierten en celebración;<br />

— siguen referidos al humilde servicio y a cuidar de otros<br />

(«apacienta mis ovejas...»); pero el Resucitado les ha<br />

revelado la fecundidad de esa actitud;<br />

— no se les oculta el «precio a pagar» («otro te ceñirá...»);<br />

pero Jesús les dice; «Yo estoy con vosotros todos los<br />

días...»;<br />

— 205 —


— sigue «cayendo el día» y llegando la noche; pero ahora<br />

la presencia del Viviente les hace estar «en ascuas...»<br />

* Déjate encontrar y consolar por Jesús resucitado;<br />

ábrete a su presencia y pídele que te siga mostrando «sus<br />

manos y su costado» para que no olvides nunca dónde está<br />

la vida verdadera...<br />

3. Acércate a algunos de los iconos de encuentro de los<br />

relatos de apariciones y fíjate cómo expresan los textos las<br />

«consecuencias» de su encuentro con Jesús:<br />

* Siéntete, como María Magdalena, enviado a dar a<br />

otros la buena noticia de que Jesús vive, y que tú «lo<br />

has visto» (Jn 20,18).<br />

* Siéntete, como Tomás, invitado a tocar las heridas<br />

del Resucitado y a seguir tocándolas en tantos hermanos<br />

heridos de hoy (Jn 20,27-29).<br />

* Siéntete, como los de Emáus, con el corazón ardiente<br />

y la fe recuperada, y vuelve a la comunidad<br />

sabiendo que en ella vas a seguir encontrando a Jesús<br />

al partir el Pan (Le 24,32-35).<br />

* Siéntete, como las mujeres que fueron al sepulcro<br />

con perfumes en la mañana de Pascua, capaz de ver<br />

más allá de una tumba vacía y de decir: «¡Está vivo!»<br />

(Le 24,24).<br />

* Siéntete, como Juan en Tiberiades, capaz de reconocerle<br />

en la orilla y de saber que «es el Señor» y,<br />

como Pedro, de tirarte al agua para ir a su encuentro<br />

(Jn 21).<br />

4. * Recorre en un «v¡a lucís» los lugares de la pasión y, lo<br />

mismo que las mujeres escucharon del ángel: «Mirad el<br />

sitio donde lo pusieron...», escucha lo que te dice Jesús<br />

en cada uno de esos lugares: «Aquí dije 'sí' al Padre...»;<br />

«Aquí me dejé atarydetener»; «Aquí me coronaron rey...»;<br />

«Aquí extendí mis manos para ser crucificado...» Reconoce<br />

— 206 —<br />

al Crucificado en el Resucitado y agradécele lo que ha hecho<br />

por ti.<br />

Recorre luego otros lugares donde la Iglesia vive la<br />

alegría pascual del servicio, el amor fraterno, las bienaventuranzas<br />

y el martirio; donde los pobres comparten fraternalmente<br />

lo que tienen; donde la gente sufre, pero resiste<br />

y es capaz de esperanza y de fiesta... Reconoce<br />

también ahí la presencia del Resucitado, agradece su victoria<br />

sobre la muerte y pídele que te aproxime a esos lugares<br />

de vida.<br />

5. * Acércate a María, la madre del Resucitado, alégrate<br />

con ella, cántale con toda la Iglesia el himno «Regina<br />

Coeli»:<br />

«Alégrate, Reina del Cielo, ¡Alleluya!,<br />

porque el que mereciste llevar en tu seno,<br />

¡Alleluya!,<br />

resucitó como dijo, ¡Alleluya!».<br />

Pídele que, en los momentos difíciles de tu vida, te<br />

recuerde ese «resucitó como dijo», y que te enseñe a fiarte,<br />

como ella, de esa Palabra que nunca defrauda.<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. Algo le ha pasado a mi muerte futura<br />

«Algo le ha pasado a mi muerte futura<br />

con la resurrección de Jesucristo.<br />

Antes de que venga, yo puedo adelantarme<br />

y ganarle el '¿quién vive?' a la muerte.<br />

Puedo decirle: 'No me puedes robar la vida,<br />

simplemente porque yo puedo regalarla<br />

antes de tu visita...'<br />

Jesús me ha enseñado a darla entera, cuerpo y alma.<br />

Cuando venga la muerte, se quedará con un cadáver,<br />

no conmigo.<br />

Mi cuerpo ya es del Señor. Mis miembros vivos<br />

son del Resucitado desde mi bautismo.<br />

— 207 —


Soy uno solo: cuerpo y espíritu,<br />

uno solo en la vida verdadera.<br />

La muerte no puede arrebatarme:<br />

estoy en manos de la Vida,<br />

para siempre en la misma fuente de la Vida.<br />

Este que llevan al cementerio ya no soy yo:<br />

que se quede la muerte<br />

diluyendo bajo tierra lo que es tierra.<br />

No puede tocar a mi persona.<br />

No puede mi amor ser consumido por los gusanos.<br />

Aprendí de Cristo a darlo todo,<br />

y todo lo entregado quedará para siempre,<br />

ciento por ciento, en el Dios vivo.<br />

'Muerte ¿dónde está tu victoria?'<br />

Estoy aprendiendo a mirarte de frente,<br />

a reconocerte vencida en la Cruz.<br />

Afirmado en mi Señor Resucitado, te miro<br />

como mira un niño la jaula de los leones<br />

desde los fuertes brazos de su padre.<br />

Todo entero incorporado<br />

al primer nacido de entre los muertos,<br />

comparto desde ahora la vida nueva de mi Señor y<br />

Amigo.<br />

En su cuerpo y en su sangre lo he puesto todo:<br />

mi mundo, mis ojos, mis palabras mis pensamientos;<br />

mis luces, mis oscuridades, mis gozos y mis lágrimas;<br />

mis acciones, mis sentimientos, mis posibilidades,<br />

mis límites, mi carne, mi espíritu<br />

y hasta las oscuras profundidades de mi ser.<br />

¿Qué te queda, muerte, sino un poco de polvo?<br />

Eres dintel solamente. La Puerta es mi Señor.<br />

Quedan de este lado<br />

los tiempos, las duraciones, los caminos.<br />

Al atravesarte, se rompen los límites<br />

y empieza la inagotable novedad.<br />

Voy con Cristo, me basta ahora su camino de pobres.<br />

Voy transfigurado, nuevo y yo mismo,<br />

— 208 —<br />

gratuitamente vencedor y vencido.<br />

Cristo me arrebató, me tomó para sí:<br />

ya no soy tuyo, muerte.<br />

Así, humildemente vencida, te has hecho hermana:<br />

'hermana muerte', pequeña, gris,<br />

servidora de nuestra Pascua» (E. GUMACIO)<br />

2. Intensamente vivos<br />

«Consideraos muertos al pecado<br />

y vivos para Dios<br />

en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rom 6,11).<br />

«El término 'espiritualidad' podría traducirse como 'la capacidad<br />

de estar vivo'. 'Espiritual' quiere decir 'viviente',<br />

'intensamente vivo'. El hecho de que no estemos muertos no<br />

basta para decir que estamos vivos. La vida se mide por el<br />

grado de alerta de la conciencia, y el trabajo espiritual consiste<br />

en estimular esa vigilancia.<br />

»La vida espiritual es, ante todo, relacional; se tratará,<br />

entonces, de ser conscientes de una presencia en nosotros<br />

que se manifiesta de muchas maneras. Para los cristianos,<br />

eso se da en términos humanos en Jesús, Palabra de Dios,<br />

que nos invita a una intimidad. La vida espiritual no consiste<br />

en prácticas, rezos o doctrinas, sino en una atención alerta a<br />

la gente y a los acontecimientos de cada día, que revelan así<br />

lo sagrado presente en ellos. El Reino de Dios no es un lugar,<br />

sino una experiencia de intensidad, de calidad, de profundidad,<br />

de embeleso» (T. RYAN).<br />

D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

1. En torno al capítulo 21 de san Juan puede hacerse una<br />

«celebración junto al lago». La sala puede estar en penumbra,<br />

ambientada con pan y vino sobre una mesa, el cirio pascual<br />

encendido, y tantas lamparillas (apagadas) como participantes.<br />

— 209 —


a) En el mar y de noche:<br />

«Después se apareció de nuevo Jesús a los discípulos<br />

junto al lago de Tiberiades. Se apareció<br />

así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado<br />

el Mellizo, Natanael de Cana de Galilea,<br />

los Zebedeos y otros discípulos [se añaden los<br />

nombres de los miembros del grupo]. Les dice<br />

Simón Pedro: 'Voy a pescar'. Le responden:<br />

'Vamos contigo'. Salieron, pues, y montaron en<br />

la barca, pero aquella noche no pescaron<br />

nada».<br />

Se comparten las situaciones de «noche» y de «trabajo<br />

estéril» de las que partió cada uno al llegar a Ejercicios, y<br />

también los momentos de oscuridad vividos. Se evocan también<br />

situaciones de «noche oscura» del mundo.<br />

b) En la orilla, una presencia:<br />

«Ya de mañana, estaba Jesús en la playa; pero<br />

los discípulos no reconocieron que era Jesús.<br />

Les dice Jesús: 'Muchachos, ¿tenéis algo de<br />

comer?' Contestaron: 'No'. Les dijo: 'Echad la<br />

red a la derecha de la barca, y encontraréis'. La<br />

echaron, y no podían arrastrarla por la abundancia<br />

de peces. El discípulo a quien Jesús quería<br />

dice a Pedro: '¡Es el Señor!'Al oír Pedro que<br />

era el Señor, se ciñó la túnica, pues no llevaba<br />

otra cosa, y se tiró al agua».<br />

Los que lo deseen pueden compartir los momentos de<br />

«abundancia» que han vivido en Ejercicios, cómo y cuándo<br />

han reconocido a Jesús a lo largo de estos días y qué respuesta<br />

quieren darle. Se evocan también situaciones de luz y de<br />

esperanza en el mundo que hace posible el Señor Resucitado.<br />

Se van encendiendo las lamparillas en el cirio pascual y se<br />

ilumina la sala.<br />

— 210 —<br />

c) Una comida compartida:<br />

«Cuando saltaron a tierra, vieron unas brasas<br />

preparadas, y encima pescado y pan. Les dice<br />

Jesús: 'Traed algo de lo que habéis pescado<br />

ahora'. Salió Pedro arrastrando a tierra la red<br />

repleta de peces grandes: ciento cincuenta y<br />

tres. Y, aunque eran tantos, no se rasgó la red.<br />

Les dice Jesús: 'Venid a almorzar'. Ninguno de<br />

los discípulos se atrevía a preguntarle quién<br />

era, pues sabían que era el Señor. Llega Jesús,<br />

toma pan y se lo reparte, y lo mismo el pescado.<br />

Ésta fue la tercera aparición de Jesús, ya resucitado,<br />

a sus discípulos».<br />

Se comparten en ambiente festivo el pan y el vino que<br />

había encima de la mesa.<br />

d) Señor, ¡tú sabes que te amo!<br />

Un lector lee esta oración, y los demás repiten como estribillo:<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

Cuando remamos a oscuras<br />

en medio de la noche,<br />

y nuestras redes están vacías,<br />

tú estás presente,<br />

aunque nuestros ojos no sepan reconocerte.<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

De madrugada, cuando la luz vence a las tinieblas,<br />

en el primer día de la semana,<br />

tú estás en la orilla,<br />

y tu palabra ilumina nuestras sombras.<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

Señor de la Vida en abundancia,<br />

Señor de las redes llenas:<br />

como Juan,<br />

queremos ser capaces de reconocer tu presencia;<br />

como Pedro,<br />

— 211 —


queremos saltar de la barca para ir a tu encuentro.<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

Nos das a comer un pan y unos peces<br />

que has preparado para nosotros,<br />

y en esa comida compartida<br />

aprendemos a entregar sin reservas<br />

lo que gratuitamente hemos recibido de ti.<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

Tú reclamas de nosotros<br />

la confesión de nuestro amor,<br />

y nos envías después a sostener, a apoyar,<br />

a defender la vida de nuestros hermanos.<br />

No tenemos más que un poco de pan<br />

y la pobreza de nuestro amor,<br />

pero eso es lo que podemos ofrecerte,<br />

y con eso estamos dispuestos a seguirte.<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

Con todos los que creen sin haber visto,<br />

con todos cuantos buscan sin desfallecer,<br />

con todos los pequeños y humildes de corazón,<br />

creemos y proclamamos<br />

que en ti la muerte ha sido vencida,<br />

que estás vivo y nos precedes en el camino.<br />

SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. ¡TÚ SABES QUE TE AMO!<br />

2. Celebración de Emaús<br />

a) Reunidos en la sala o capilla, se comienza la lectura de<br />

Le 24,13-35 a tres voces: narrador, Jesús, los de Emaús:<br />

«Aquel mismo día, iban dos de ellos camino de<br />

una aldea llamada Emáus, distante unas dos<br />

leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo<br />

sucedido. Mientras conversaban y discutían,<br />

Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar<br />

con ellos. Pero ellos tenían los ojos in-<br />

— 212 —<br />

capacitados para reconocerlo. El les preguntó:<br />

'¿De qué vais conversando por el camino?'».<br />

Salen todos dos en dos a dar un paseo y hablar de lo<br />

vivido en estos días, de las dificultades experimentadas para<br />

reconocer a Jesús y abrirse a su gracia. Después de unos<br />

minutos, se pueden juntar con otros dos y hacer lo mismo.<br />

En un momento convenido, se vuelve a la sala.<br />

b) Se continúa la lectura:<br />

«Jesús les dijo '¡Qué necios y torpes para creer<br />

cuanto dijeron los profetas¡ ¿No tenía que padecer<br />

eso para entrar en su gloria?' Y, comenzando<br />

por Moisés y siguiendo por todos los<br />

profetas, les explicó lo que en toda la Escritura<br />

se refería a él».<br />

Después de unos momentos de silencio, cada uno dice<br />

alguna palabra del Evangelio que se le haya iluminado en<br />

estos días.<br />

c) Se concluye la lectura:<br />

«Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y<br />

él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistían:<br />

'Quédate con nosotros, que se hace tarde, y el<br />

día va de caída'. Entró con ellos y, mientras<br />

estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo,<br />

lo partió y se lo dio. Se les abrieron los<br />

ojos, y lo reconocieron. Pero él desapareció de<br />

su vista. Comentaban: '¿No se abrasaba nuestro<br />

corazón mientras nos hablaba por el camino<br />

y nos explicaba la Escritura?' Se levantaron al<br />

instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a<br />

los once con los demás compañeros, que afirmaban:<br />

'Realmente ha resucitado el Señor y se<br />

ha aparecido a Simón'. Ellos, por su parte, contaron<br />

lo acaecido por el camino y cómo lo habían<br />

reconocido al partir el pan.»<br />

— 213 —


Un lector lee la siguiente oración, y todos repiten el estribillo:<br />

¡QUÉDATE CON NOSOTROS!<br />

Tú que has hecho camino con nosotros<br />

tú que te has acercado a nuestras dudas,<br />

a nuestros temores,<br />

a nuestros desánimos:<br />

¡QUÉDATE CON NOSOTROS!<br />

Tú que nos has abierto la Escritura<br />

y con tu palabra y tu presencia<br />

has hecho arder nuestro corazón:<br />

¡QUÉDATE CON NOSOTROS!<br />

Tú que has aceptado no abandonarnos<br />

al declinar el día,<br />

tú que has compartido nuestro techo<br />

y has partido para nosotros el pan:<br />

¡QUÉDATE CON NOSOTROS!<br />

Tú que nos has devuelto el ánimo<br />

y has hecho renacer en nosotros el gozo;<br />

tú que nos envías a anunciar a los que tienen miedo,<br />

que nos precedes en el camino<br />

y nos preparas una mesa:<br />

¡QUÉDATE CON NOSOTROS!<br />

Tu cuerpo es el pan que nos congrega,<br />

tu sangre es el vino de nuestra fiesta:<br />

al reunimos en tu Nombre,<br />

tu Eucaristía se convierte para nosotros<br />

en esperanza de una vida siempre nueva.<br />

¡QUÉDATE CON NOSOTROS!<br />

— 214 —<br />

16<br />

Consentir en que el amor<br />

envuelva nuestra vida<br />

A) PÓRTICO DE ENTRADA<br />

Un personaje muy peculiar del Antiguo Testamento, el patriarca<br />

Jacob, exclama en un momento significativo de su<br />

vida:<br />

«Dios de mi padre Abraham, Dios de mi padre<br />

Isaac, Señor que me has mandado volver a mi<br />

tierra nativa para colmarme de beneficios: ¡qué<br />

pequeño soy yo para toda la misericordia y toda<br />

la lealtad con que me has tratado!» (Gn 32,10).<br />

Al terminar unos días de oración, seguramente será ése<br />

el sentimiento que predomine en nosotros: nos hemos sentido<br />

envueltos en la ternura y la fidelidad de un Dios que nos ha<br />

devuelto a «nuestra tierra» y nos ha colmado de beneficios;<br />

y esa experiencia acentúa en nosotros la conciencia de «desproporción»,<br />

de pequenez, de desbordamiento ante unos dones<br />

que reconocemos no merecer.<br />

San Ignacio propone una contemplación que él llama<br />

«para alcanzar amor», con la que intenta ayudar al ejercitante<br />

a «procesar» adecuadamente la experiencia que ha vivido.<br />

— 215 —


Contemplación para alcanzar amor (EE 230-237).<br />

Nota. Primero conviene advertir en dos cosas:<br />

La primera es que el amor se debe poner más en las<br />

obras que en las palabras.<br />

La segunda: el amor consiste en comunicación de las<br />

dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado<br />

lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario,<br />

el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia,<br />

dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro<br />

al otro.<br />

Oración sólita.<br />

Primer preámbulo es composición, que es aquí ver cómo<br />

estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los<br />

sanctos interpelantes por mí.<br />

El segundo: pedir lo que quiero; será aquí pedir cognoscimiento<br />

interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente<br />

reconociendo, pueda en todo amar y servir a su<br />

divina majestad.<br />

El primer puncto es traer a la memoria los beneficios<br />

recibidos de creación, redempción y dones particulares, ponderando<br />

con mucho afecto quánto ha hecho Dios nuestro<br />

Señor por mí y quánto me ha dado de lo que tiene, y consequenter<br />

el mismo Señor desea dárseme en quánto puede,<br />

según su ordenación divina. Y con esto reflectir en mí mismo,<br />

considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de<br />

mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, es a saber,<br />

todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien<br />

ofrece affectándose mucho: Tomad, Señor, y recibid toda<br />

mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi<br />

voluntad, todo mi haber y mi posseer; Vos me lo disteis,<br />

a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda<br />

vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta<br />

me basta.<br />

— 216 —<br />

El segundo, mirar cómo Dios habita en las criaturas: en<br />

los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los<br />

animales sensando, en los hombres dando entender; y así en<br />

mí dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender;<br />

asimismo haciendo templo de mí, seyendo criado a la<br />

similitud y imagen de su divina majestad. Otro tanto reflitiendo<br />

en mí mismo, por el modo que está dicho en el primer<br />

puncto, o por otro que sintiere mejor. De la misma manera<br />

se hará sobre cada puncto que se sigue.<br />

El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por<br />

mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est,<br />

habet se ad modum laborantis. Así como en los cielos, elementos,<br />

plantas, fructos, ganados, etc., dando ser, conservando,<br />

vegetando y sensando, etcétera. Después reflectir en<br />

mí mismo.<br />

El quarto, mirar cómo todos los bienes y dones descienden<br />

de arriba, así como la mi medida potencia de la<br />

summa y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad,<br />

misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos, de<br />

la fuente las aguas, etc. Después acabar reflictiendo en mí<br />

mismo según está dicho. Acabar con un coloquio y un Pater<br />

Noster.<br />

B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIÓN<br />

Vamos a profundizar en esta contemplación, que podría llamarse<br />

también «Contemplación para consentir en que el amor<br />

envuelva nuestra vida»:<br />

1. Observa en el texto la insistencia en la «acción agraciante»<br />

de Dios y cómo la llamada a responder nace, no de la propia<br />

iniciativa o esfuerzo, sino como fruto del agradecimiento.<br />

— dar y comunicar el amante al amado lo que tiene,<br />

o de lo que tiene o puede;<br />

— cognoscimiento interno de tanto bien recibido;<br />

— memoria de los beneficios recibidos;<br />

— quánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y quánto<br />

me ha dado de lo que tiene, y consequenter el<br />

— 217 —


mismo Señor desea dárseme en quanto puede, según<br />

su ordenación divina;<br />

— dándome ser, animando, sensando y haciéndome<br />

entender;<br />

— considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en<br />

todas cosas criadas sobre la haz de la tierra;<br />

— mirar cómo todos los bienes y dones descienden de<br />

arriba...<br />

* Siéntete envuelto en un amor torrencial al que no<br />

puedes responder, de entrada, más que con el agradecimiento.<br />

Repite las palabras de Jacob:<br />

«¡Qué pequeño soy yo<br />

para toda la misericordia<br />

y toda la lealtad con que me has tratado!»<br />

2. Date cuenta de cómo afecta ese amor a tu manera de<br />

vivenciar el tiempo:<br />

— el pasado se convierte en «memoria de los beneficios<br />

recibidos», en asombro agradecido : «quánto ha hecho Dios<br />

nuestro Señor por mí y quánto me ha dado de lo que tiene...»;<br />

— el presente se hace ocasión de reconocimiento y<br />

comunicación con el Dios que «habita» la creación y la<br />

historia, que «trabaja y labora por mí». Y como oportunidad<br />

de responderle entregándole todo lo que eres y tienes: «Tomad,<br />

Señor, y recibid...»;<br />

— el futuro se transforma en atención abierta y confiada<br />

porque «el mismo Señor desea dárseme en quanto puede,<br />

según su ordenación divina». Y ya sabemos qué desmesura<br />

tiene esa «ordenación divina»...<br />

* Ábrete a esa posibilidad que se te regala de integrar<br />

tu pasado, tu presente y tu futuro en una historia de amor<br />

con tu Dios. Deja que brote desde lo más profundo de ti<br />

la oración: «Tomad, Señor y recibid...»<br />

— 218 —<br />

3. Vuelve al final de la oración: «dadme vuestro amor y<br />

gracia, que ésta me basta», y detente en estas dos últimas<br />

palabras —«me basta»—, como expresión de un desbordamiento<br />

que también expresa el ritual judío de Pascua con<br />

el estribillo hebreo «dayenu» («¡habríamos tenido bastante!»):<br />

«Si nos hubieras sacado de Egipto sin darnos tu Ley<br />

en el Sinaí... habríamos tenido bastante». El creyente va<br />

expresando su admiración agradecida por los regalos que Dios<br />

le ha hecho: sabe gustar lo recibido en un momento dado,<br />

con lo que ya le bastaría, y se siente desbordado porque Dios<br />

sigue dándole todavía más, de forma siempre creciente. Recorre<br />

tú ahora los momentos de gracia que has vivido estos<br />

días y, ante cada uno de ellos, repite una y otra vez: «Habría<br />

tenido bastante...»<br />

C) OTROS CAMINOS DE BÚSQUEDA<br />

1. «Dadme vuestro amor y gracia...»<br />

La Carta a los Colosenses nos pone ante los ojos cómo sería<br />

nuestra vida cristiana vivida en el ámbito de la «gracia» 1 .<br />

Y, además de ese término (charis en griego), echa mano<br />

de dos verbos de su misma raíz: eucharistein (dar gracias) y<br />

charizein (agraciar, perdonar):<br />

En primer lugar, la palabra gracia expresa la nueva<br />

situación en que se encuentra el cristiano a partir de la irrupción<br />

del amor de Dios que se ha hecho presente en la vida,<br />

muerte y resurrección de Jesús. De esa experiencia nace la<br />

conciencia de ser agraciado, de haber accedido gratuitamente<br />

a una nueva situación que desborda cualquier mérito o expectativa.<br />

Todas estas expresiones de dicha Carta a los Colosenses<br />

evocan esa situación de «agraciamiento»:<br />

«Gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro<br />

Padre» (1,2);<br />

1. Cf. L. MONLOUBOU, La priére selon Saint Paul (París 1985).<br />

— 219 —


«La esperanza que os está reservada en el<br />

cielo...» (1,5);<br />

«El amor que os inspira el Espíritu» (1,8);<br />

«El Padre os ha hecho capaces de compartir la<br />

suerte de los consagrados en el reino de la<br />

luz» (1,12);<br />

«Os arrancó del poder de las tinieblas y os trasladó<br />

al reino de su Hijo querido, por el cual<br />

obtenemos el rescate, el perdón de los pecados»<br />

(1,13-14);<br />

«En él decidió Dios que residiera la plenitud y<br />

que, pdr medio de él, todo fuera reconciliado<br />

consigo...» (1,19-20);<br />

«Vosotros, en un tiempo, estabais lejos...; ahora<br />

os han reconciliado y os han presentado<br />

ante él: santos, intachables, irreprochables»<br />

(1,21-22);<br />

«Dios quiso dar a conocer la espléndida riqueza<br />

que significa ese secreto para los paganos:<br />

Cristo para vosotros, esperanza de gloria»<br />

(1,27);<br />

«En Cristo se encierran todos los tesoros del<br />

saber y el conocimiento» (2,3);<br />

«En él reside corporalmente la plenitud de la<br />

divinidad, y de él recibís vuestra plenitud. Por<br />

él habéis sido circuncidados [...], sepultados<br />

con él por el bautismo, resucitados con él [...].<br />

Estabais muertos, pero os ha dado vida juntamente<br />

con él, perdonándoos todos los pecados»<br />

(2,9,13);<br />

«Con Cristo habéis muerto a los elementos del<br />

mundo...» (2,20);<br />

«Habéis resucitado con Cristo, [...] habéis muerto,<br />

y vuestra vida está escondida con Cristo<br />

en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vuestra<br />

vida, entonces vosotros apareceréis gloriosos<br />

junto a él» (3,1-4);<br />

«La gracia esté con vosotros» (4,18).<br />

— 220 —<br />

De esta experiencia nace, en un segundo momento, la<br />

urgencia de ser agradecidos (eucharistein):<br />

«Siempre que rezamos por vosotros, damos<br />

gracias...» (1,3);<br />

«Ya que habéis recibido a Cristo Jesús como<br />

Señor, proceded unidos a él, arraigados y<br />

cimentados en él, confirmados en la fe que<br />

os enseñaron, derrochando agradecimiento»<br />

(2,6-7);<br />

«Sed agradecidos» (3,15);<br />

«Con corazón agradecido, cantad a Dios...»<br />

(3,16);<br />

«Todo lo que hagáis, hacedlo invocando al Señor<br />

Jesús, dando gracias a Dios Padre por<br />

medio de él» (3,17);<br />

«Perseverad en la oración, velando en ella y<br />

dando gracias» (4,3).<br />

Finalmente, ese agradecimiento provoca una actitud<br />

«agraciante» (charizein) ante los demás, es decir, de misericordia<br />

y disposición al perdón:<br />

«Como elegidos de Dios, consagrados y amados,<br />

revestios de compasión entrañable, amabilidad,<br />

modestia, paciencia; soportaos mutuamente,<br />

perdonaos si alguno tiene queja contra<br />

otro; como el Señor os ha perdonado, así también<br />

haced vosotros» (3,12-14).<br />

Toda la vida cristiana aparece así caracterizada, invadida<br />

y «vertebrada» en torno a la gracia.<br />

2. «...ésta me basta»<br />

La experiencia que evoca el «me basta» de la oración de san<br />

Ignacio revela un estado de reconciliación profunda en los<br />

niveles más básicos de la persona, de un tipo de satisfacciónsaciedad<br />

que es compatible con el auténtico deseo.<br />

— 221 —


Es un sentimiento que nace en esa zona de nuestro ser<br />

donde se generan también la ambición y la ansiedad, la necesidad<br />

compulsiva de poseer, acumular y dominar, el germen<br />

maléfico de la autoafirmación y de la prepotencia que<br />

ahoga la fraternidad.<br />

A nivel estructural, sabemos que un pequeño número<br />

de países dilapidan (dilapidamos...) los recursos de todos:<br />

no existe situación alguna de injusticia que no esconda en su<br />

trama una ambición y una codicia que nada parece saciar.<br />

A nivel personal se manifiesta en intervenir, hacer, merecer,<br />

cumplir..., en nuestra secreta convicción de que la<br />

oración, la vida espiritual y la salvación, en definitiva, son<br />

cosa nuestra, algo que depende de nuestra iniciativa, de nuestro<br />

esfuerzo, de nuestra dedicación. Sin la experiencia de<br />

«tener bastante», nos dejaremos llevar de nuestro yo compulsivo,<br />

febril y activista, que refuerza nuestra imagen de<br />

personas eficaces e importantes. Y actuaremos con la autosuficiencia<br />

de quien se apoya en sí mismo y se cierra la puerta<br />

a una gracia que siempre nos es concedida más allá de nuestros<br />

merecimientos.<br />

En cambio, este sentimiento hondo de «llenumbre agradecida»,<br />

esa vivencia de «tener suficiente», nos libera de la<br />

ansiedad y del centramiento en nuestros propios deseos y nos<br />

permite dirigirlos hacia el Señor y su Reino.<br />

Vamos a contemplar tres iconos de satisfacción propuestos<br />

por tres salmos que nos adentran en esta experiencia<br />

profunda del «me basta»:<br />

a) El niño saciado y satisfecho del salmo 130 (131) es el<br />

símbolo de quien, al parecer, ha encontrado una perfecta<br />

integración del mundo de sus deseos; aunque, a juzgar por<br />

los primeros versos, podríamos pensar que su paz le viene<br />

de que los ha ido reduciendo y disminuyendo hasta hacerlos<br />

inoperantes:<br />

«Señor, mi corazón no es ambicioso<br />

n¡ mis ojos altaneros;<br />

— 222 —<br />

no persigo grandezas<br />

ni maravillas que me superan.<br />

Juro que acallo<br />

y aquieto mi deseo;<br />

como un niño en brazos de su madre,<br />

como un niño sostengo mi deseo.<br />

¡Espere Israel en el Señor<br />

ahora y por siempre!»<br />

La solución que propone ¿consistirá simplemente en<br />

«acallarlos y aquietarlos»? Los tres últimos versos nos hacen<br />

ver que no es así: ese creyente que es Israel se define a sí<br />

mismo como un niño que acaba de mamar y que descansa<br />

satisfecho sobre el hombro de su madre (la preposición hebrea<br />

empleada, «sobre», nos sugiere un precioso dato que cualquier<br />

madre conoce: cuando un niño ha terminado de mamar,<br />

no se le tiene «en brazos», sino apoyado sobre el hombro<br />

para que expulse el aire...). Si su deseo ha desaparecido, es<br />

porque el alimento que ha recibido le ha saciado de tal manera<br />

que ha acallado su necesidad.<br />

La exclamación final, «¡Espere Israel en el Señor ahora<br />

y por siempre!», tiene tal fuerza de convicción rotunda que<br />

aleja cualquier tentación de hacer del Salmo una lectura espiritualista.<br />

Dicen los psicólogos que la madurez de un adulto está<br />

en relación estrecha con la experiencia de «confianza básica»<br />

que haya tenido en su niñez, es decir, con la vivencia de<br />

sentirse acogido y querido incondicionalmente por alguien.<br />

El creyente del Salmo expresa esta experiencia a través<br />

de la imagen de ese niño que ha quedado saciado por<br />

el alimento que le ha dado su madre y que ya no quiere<br />

nada más.<br />

Cuando los discípulos dicen a Jesús: «Maestro, come»,<br />

él contesta:<br />

«Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis...»<br />

(Jn 4,32),<br />

— 223 —


evelándonos así el secreto de un corazón apasionado por el<br />

Padre y el Reino y desinteresado («indiferente», diría san<br />

Ignacio) de sus propios asuntos.<br />

b) Un creyente que ha hecho la experiencia de ser guiado<br />

por el Señor afirma en el Salmo 23:<br />

«El Señor es mi pastor, nada me falta:<br />

en verdes praderas me hace recostar,<br />

me conduce hacia fuentes tranquilas<br />

y repara mis fuerzas...»<br />

Al haberse sentido conducido y acompañado por la mano<br />

firme y protectora del pastor, proclama con tranquila audacia<br />

su ausencia de ambiciones. Tiene todo lo que necesita: seguridad,<br />

alimento, aguas tranquilas, defensa, escolta, techo<br />

bajo el que habitar... Difícilmente anidarán en su corazón la<br />

ansiedad o la suficiencia, la envidia o la agresividad que<br />

amenazan la vida filial y fraterna.<br />

c) Otro israelita orante nos comunica su experiencia en el<br />

salmo 126:<br />

«Si el Señor no construye la casa,<br />

en vano se cansan los albañiles;<br />

si el Señor no guarda la ciudad,<br />

en vano vigilan los centinelas.<br />

En vano os levantáis temprano<br />

y retrasáis el descanso<br />

los que coméis el pan de fatigas;<br />

¡si se lo da a sus amigos mientras duermen!»<br />

Posiblemente está escrito por alguien no muy joven y<br />

que quizá en su juventud creyó que su esfuerzo y su entusiasmo<br />

iban a hacer de él un perfecto cumplidor de la Ley,<br />

pero que, en su edad adulta, reconoce que todo lo bueno que<br />

hay en su vida es obra del Señor, cuyo amor fiel lo envuelve<br />

con la misma gratuidad con que le da el aire que respira<br />

mientras duerme.<br />

— 224 —<br />

Por eso, sólo conectamos con la experiencia de este<br />

creyente cuando estamos ya un poco de vuelta de nuestros<br />

sueños de omnipotencia y eficacia, cuando sospechamos bastante<br />

de nuestras propias fuerzas y cuando ya no tratamos de<br />

comernos el mundo, porque ha sido éste quien nos ha dado<br />

ya bastantes bocados a nosotros.<br />

Es un momento privilegiado para la vida espiritual, porque<br />

nos sitúa ante una encrucijada: podemos tirar por el<br />

camino del desánimo y del escepticismo, lamentando secretamente<br />

la frustración de los propios proyectos de perfección<br />

y ocultándola bajo toda clase de disfraces pseudoespirituales.<br />

Si echamos a andar por ese camino, probablemente acabaremos<br />

en la cuneta de una resignada melancolía o de una<br />

amargura encubierta.<br />

Pero la Palabra nos señala otro camino, que es el que<br />

adopta el salmo 126 y que expresa, de otra manera, el «dadme<br />

vuestro amor y gracia, que ésta me basta» de san<br />

Ignacio: el de quien ha recuperado una «segunda ingenuidad»,<br />

ha dejado de preocuparse por sus propios resultados y<br />

se ha abierto a la contemplación asombrada de lo que Dios<br />

es capaz de hacer si uno le deja; el de quien ha llegado a la<br />

constatación sapiencial de que de lo que se trata en el seguimiento<br />

no es de hacer grandes cosas, sino de consentir en<br />

«ser puesto» con el Hijo.<br />

Al terminar nuestro retiro, podemos repetir, desde un<br />

nivel más hondo, estas frases:<br />

«Guardo lisa y silenciosa mi alma,<br />

como un niño en brazos de su madre...»<br />

«Señor, nada me falta, mi copa rebosa...»<br />

«Tú me colmas de tus dones mientras duermo...»<br />

«Tu gracia me basta...»<br />

Lo que nace de ahí no es una pasividad inerte, sino la<br />

acción sosegada y el dinamismo fecundo que siguen a la<br />

conciencia de agradecimiento. Y a aquél que ha hecho esa<br />

experiencia comienza a serle posible «amar y servir en<br />

todo».<br />

— 225 —


D) CELEBRAR LO VIVIDO<br />

Poner en un plato de barro o en un pañuelo sobre el suelo<br />

piedrecitas blancas, tantas como personas hay en el grupo.<br />

Se leen estos textos acerca del «nombre nuevo»:<br />

«¡Levántate, brilla,<br />

que llega tu luz,<br />

la gloria del Señor amanece sobre ti!<br />

Vendrá a ti el orgullo del Líbano,<br />

con el ciprés y el abeto y el pino,<br />

para adornar el lugar de mi santuario<br />

y ennoblecer mi estrado.<br />

Los hijos de tus opresores<br />

vendrán a ti encorvados,<br />

y los que te despreciaban<br />

se postrarán a tus pies;<br />

te llamarán Ciudad del Señor,<br />

Sión del Santo de Israel» (Is 60,1.13-14).<br />

«Por amor de Sión no callaré,<br />

por amor de Jerusalén no descansaré,<br />

hasta que rompa la aurora de su justicia<br />

y su salvación llamee como antorcha.<br />

Los pueblos verán tu justicia,<br />

y los reyes tu gloria;<br />

te pondrán un nombre nuevo,<br />

impuesto por la boca del Señor.<br />

Serás corona fúlgida en la mano del Señor<br />

y diadema real en la mano de tu Dios.<br />

Ya no te llamarán 'Abandonada',<br />

ni a tu tierra 'la Devastada';<br />

a ti te llamarán 'Mi Preferida',<br />

y a tu tierra 'La Desposada',<br />

porque el Señor te prefiere a ti,<br />

y tu tierra tendrá marido.<br />

Como un joven se casa con una muchacha,<br />

así te desposa el que te construyó;<br />

— 226 —<br />

la alegría que encuentra el marido<br />

con su esposa<br />

la encontrará tu Dios contigo» (Is 61,1-5).<br />

«Esto dice el Señor:<br />

Yo mismo traeré restablecimiento y curación<br />

y les revelaré un desbordamiento<br />

de paz y fidelidad.<br />

En aquellos días se salvará Judá,<br />

y en Jerusalén habitarán tranquilos,<br />

y la llamarán así:<br />

'Señor-nuestra-justicia'» (Jer 33,6.16).<br />

«Jerusalén, despójate del vestido<br />

de luto y aflicción<br />

y vístete para siempre<br />

las galas de la gloria que Dios te da;<br />

envuélvete en el manto de la justicia de Dios<br />

y ponte en la cabeza<br />

la diadema de la gloria del Eterno;<br />

porque Dios mostrará tu esplendor<br />

a cuantos viven bajo el cielo.<br />

Dios te dará un nombre para siempre:<br />

'Paz en la Justicia'<br />

'Gloria en la Piedad'» (Bar 5,1-5)<br />

«Al ángel de la Iglesia de Pérgamo escríbele:<br />

[...] Al vencedor le daré del maná escondido,<br />

le daré una piedrecita blanca y,<br />

grabado en ella, un nombre nuevo<br />

que sólo conoce el que lo recibe.<br />

[...] Quien tenga oídos,<br />

escuche lo que dice el Espíritu a las iglesias»<br />

(Ap 2,12.17.29).<br />

Cada uno va tomando una piedrecita y compartiendo<br />

el «nombre nuevo» que ha recibido a lo largo<br />

de los Ejercicios.<br />

Se puede terminar con el salmo 136:<br />

— 227 —


«Dad gracias al Señor porque es bueno<br />

porque es eterno su amor...»,<br />

e ir añadiendo motivos de agradecimiento. Al final, se termina<br />

con esta oración:<br />

«Te damos gracias, Padre,<br />

porque nos has mostrado el rostro de tu Hijo Jesús<br />

y quieres recrearnos a su imagen.<br />

Haznos vivir<br />

arraigados y cimentados en él,<br />

confirmados en la fe que nos enseñaron,<br />

derrochando agradecimiento (Col 2,6;3,17).<br />

Tú que has querido dárnoslo como Camino<br />

y como compañero fiel a nuestro lado,<br />

graba su nombre<br />

como un sello sobre nuestro corazón,<br />

como un sello sobre nuestro brazo (Cant 8,6),<br />

y haz de nosotros iconos vivos de su amor<br />

para que hagamos presente su misericordia<br />

y su fidelidad<br />

mientras caminamos con nuestros hermanos.<br />

Concédenos tu amor y tu gracia,<br />

que ésta nos basta».<br />

— 228 —<br />

índice de «iconos bíblicos» 1<br />

ANTIGUO TESTAMENTO<br />

Adán y Eva: Gn 3,8-11: 3c, 5b.<br />

Abraham y Sara: Gn 18,12-14: 6c.<br />

Caín: Gn 4,9: 1, 5b.<br />

David: 2 Sam 1-12: 5a.<br />

Elias: 1 Re 19,4: 4c.<br />

Gedeón: Jue 6-7: 6c.<br />

Gómer: Os 2,4-25: 5b.<br />

Isaías: Is 7,1-9: 8c.<br />

Ittay de Gat: 2 Sam 15,17-22: 6d.<br />

Jacob: Gn 28,12: 1; 32,10: 16ab.<br />

Jeremías: Jer 1,6-8: 4c, 6ac; 13,11: 4c; 20,14-18: 4c.<br />

Jonás: Jo 1,3-4: 4c; 4,8-9: 4c.<br />

Moisés: Ex 3,1-4: Ib; 3,7-12: 7a; 4,10: 4c, 6a; 4,10-12: 6c;<br />

19,4-5: 3b; 33,13-14: 6a; 33,19: 8c; 34,1-5: 2a; Sal<br />

103,26: 1.<br />

Naamán el sirio: 2 Re 5,10: 3a.<br />

Rut: Rut 1,14-16: 4c, 6d.<br />

Salomón: Sab 8-9: 9c.<br />

1. Junto a cada cita aparecen el número del capítulo y la letra del<br />

apartado (a, b. c. d) correspondientes.<br />

— 229 —


NUEVO TESTAMENTO<br />

Bartimeo: Me 10,46-52: 10b, 12b, 14a.<br />

Ciego de nacimiento: Jn 9: llac, 12d.<br />

Centurión: Mt 8,10: llb.<br />

Discípulos: Mt 10,1-42: 11c; Me 4,35-41: llb; 4,40: llb;<br />

6,9: llb; 9,5.32:14a; 14,37.50:14a; Le 3,2: llb; 12,3:<br />

llb; 12,32: llb; 22,24-27: 13b.<br />

Dos de Emáus: Le 24,13-35: 15b.<br />

Hidrópico: Mt 14,1-6: llb.<br />

Hombre de la mano paralizada: Mt 12,9-14: llb.<br />

Jairo: Me 5,36: llb.<br />

José: Mt 2,14: 8c.<br />

Joven rico: Me 10,20-22: 4c, 13b.<br />

Juan: Jn 21: 15b.<br />

Lázaro: Jn 11: 11c.<br />

Leproso: Mt 8,8-14: 10b.<br />

Magos de oriente: Mt 2,1-12: 8cd.<br />

María de Nazaret: Le 1,26-38: 7c; 1,34-37: 6c; 1,46-55:<br />

4b; 2,19: 9a; 2,41-50: 3b, 6b, 8a, 10b; Jn 2,1-12: 5b;<br />

1 Jn 1,1-4: 7d.<br />

María Magadalena: Jn 20,11-18: 3a, 10b, lia, 15b.<br />

María de Betania: Le 10,38-42: 4ac, llb.<br />

Marta: Le 10,38-42: 4ac.<br />

Mateo: Mt 9,1-17: 6c, 10b, llb; Me 2,15: 13b.<br />

Mujer adúltera: Jn 8,1-11: 5d.<br />

Mujer cananea: Mt 15,28: llb.<br />

Mujer encorvada: Le 13,10-17: 5d, llb.<br />

Mujer pecadora que ungió a Jesús: Le 7,36-50: 10b, 13b.<br />

Mujer que le ungió en Betania: Me 14,3-4: 13b.<br />

Mujer que tenía un flujo de sangre: Mt 9,20-22: llb; Le<br />

8,40-56: 5b.<br />

Mujer samaritana: Jn 4,1-41: 3a, 10b, 11c.<br />

Mujeres al pie de la cruz: Jn 19,25-26: 14ab.<br />

Mujeres que fueron al sepulcro: Le 24,24: 15b; Mt 28,<br />

1-10; 8c.<br />

Mujeres que miraban de lejos: Me 15,40-41: 14a.<br />

Natanael: Jn 1,44-51: llb.<br />

— 230 —<br />

Nicodemo: Jn 3,1-21: 9b, 13b.<br />

Pablo: Hch 9,1-9: 6c; 9,15-16: 6a; 20-21: 6b; Flp 3,7-14:<br />

6a.<br />

Paralítico: Mt 9,1-7: llb.<br />

Paralítico de la piscina: Jn 5,1-18: llb.<br />

Pastores de Belén: Le 2,8-20: 4c.<br />

Pedro: Mt 14,22-23: llb; 16,18: llb; 16,22: 4c; 27,69-74:<br />

4c; Me 8,31-32: 14a; 8,33: llb; 9,5: llb; 10,15-40:<br />

llb; 14,28-33: llb; 14,66-72: 14a; Le 5,8-10: 6c;<br />

22,61: llb; Jn 1,42: llb; 21,7: 13b. 15b.<br />

Suegra de Pedro: Me 1,29-31: 10b.<br />

Tomás: Jn 20,27-29: 15b.<br />

Viuda pobre: Le 21,1-4: llb; Me 12,41-44: 13b.<br />

Zaqueo: Le 19,1-10: 10b, llb, 13b.<br />

ICONOS DE PARÁBOLAS:<br />

Administrador sagaz: Le 16,1-8: 8c.<br />

Convidados al banquete: Mt 14,15-20: 13b; 22,1-14: llb.<br />

Diez muchachas: Mt 25,1-13: llb.<br />

Hijo mayor (parábola del padre misericordioso): Le 15,<br />

1-32: 4c.<br />

Hijo que dijo «no» (parábola de los dos hijos): Mt 21,<br />

28-31: 4c.<br />

Hombre rico y Lázaro: Le 16,19-31: 13b.<br />

Mujer que perdió un dracma: Le 15,8-10: 3a.<br />

Samaritano: Le 10,25-37: 4ac.<br />

Siervos que esperaron a su señor: Le 12,35: llb, 13b.<br />

231 —

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