Cuentos sacroprofanos.pdf
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é del mundo... Y aquí tiene usted la historia de mi conversión. ¿Qué opina usted de ella? -Opino -respondí con involuntaria sinceridadque esa noche estaba usted ya malucho y un poco caliente de cascos...; que la Locura vestida de raso negro era una cocotte pálida y con el pelo teñido, pagada tal vez por algún compañero de francachela para embromar a usted... y que, por lo demás... convertirse es bueno siempre, y la caridad una excelente ocupación. Jenaro me miró con lástima profunda se levantó y echó a andar hacia su casa. "El Liberal" 28 febrero 1897. Miguel y Jorge Encontráronse a orillas de un río del Paraíso, muy azul y muy manso, y complacidos de encontrarse, a un mismo tiempo se pararon y se saludaron cortésmente, mirándose con singular
gozo. Y a fe que los dos tenían que ver, y aun en qué regocijar la vista. Miguel llevaba descubierta su cara imberbe, de facciones enérgicas y finas, de tez blanca y sonrosada como la de una linda doncella. La alzada visera del yelmo resplandecía sobre su frente como una diadema, y los rubios cabellos en bucles serpentinos y elásticos, flotaban acariciando el cuello de marfil, que no tapaba la escotada gola de acero nielado de oro. Su ceñida loriga de escamas de plata señalaba con hermosas líneas las formas vigorosas y exquisitas de un gallardo torso. Las puntas de su banda de crespón carmesí, recamada de perlas se anudaban al costado y caían hasta la pierna desnuda bajo el rico faldellín. Dos gruesos topacios abrochaban la tobillera de sus sandalias y su puño derecho luciendo la valiente musculatura, afianzaba una lanza de bruñido fresno, con flecos de seda en torno de la moharra aguda y terrible. Las fuertes alas del arcángel eran de la pluma más suave y blanca, pero hacia la
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Miguel llevaba descubierta su cara imberbe,<br />
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sonrosada como la de una linda doncella. La<br />
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escotada gola de acero nielado de oro. Su ceñida<br />
loriga de escamas de plata señalaba con<br />
hermosas líneas las formas vigorosas y exquisitas<br />
de un gallardo torso. Las puntas de su banda<br />
de crespón carmesí, recamada de perlas se<br />
anudaban al costado y caían hasta la pierna<br />
desnuda bajo el rico faldellín. Dos gruesos topacios<br />
abrochaban la tobillera de sus sandalias<br />
y su puño derecho luciendo la valiente musculatura,<br />
afianzaba una lanza de bruñido fresno,<br />
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de la pluma más suave y blanca, pero hacia la