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y sus santos. No dejé de creer, pero sí de amar. Casi diría que aborrecí. Mis delirios, mis rabiosos pecados de aquella época, fueron otras tantas blasfemias en acción. Cesé de practicar; olvidé las oraciones; no pisé en un año los templos. El día del aniversario de mi pequeño, a la misma hora en que había volado su blanca almita, como yo vagase sin rumbo por las calles de Madrid, me detuve a la puerta de una iglesia donde no recordaba haber estado jamás. Encontrábame tan triste, tan solo, tan anegado en las aguas del dolor, que, sin reflexionar lo que hacía, entré. Era el punto de la caída de la tarde, y lo primero que divisé en un altar lateral fue la efigie de San Antonio de Padua. Sentí como un golpe, y me acerqué vivamente colérico a pedirle cuentas al santo, a preguntarle por qué me había quitado a mi hijo, mi gloria. De pronto me quedé mudo de sorpresa. Usted habrá reparado, sin duda, en que a San Antonio de Padua siempre lo representan los escultores con el
Niño en brazos. Pues bien, por primera vez en mi vida, veía un San Antonio sin niño... y mientras los ojos de la efigie parecían fijarse en los míos severamente, noté que su mano, alzando el dedo índice señalaba al cielo. -Pero eso ¿lo imaginó usted, o lo vio en realidad? -pregunté cuando a Tristán se le calmó algo la emoción. -¡Imaginarlo! La efigie existe, y puede usted cerciorarse cuando quiera. -Pues, en efecto, no conocía efigies de San Antonio sin el Niño -murmuré como si hablase conmigo mismo. "El Imparcial" 19 de febrero 1894. La máscara -Mi "conversión" -dijo Jenaro al dejarse caer en el banco de piedra dorado por el liquen y sombreado por el corpulento nogal, cuyas hojas volaban desprendidas a impulsos del viento de
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Obra reproducida sin responsabilida
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La Borgoñona El día que encontré
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penitencia, enviaba sus discípulos
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a, acaso burlándose de sus extremo
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sentaba, y con palabras dulces y ad
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an curiosamente al forastero, que e
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A medida que arengaba el penitente,
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Al pronunciar estas palabras, sonre
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su salvación y la de su padre, a i
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aspecto, del mozo H*** a su padre R
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Escuálida y vestida de sucios hara
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a una vida de sufrimientos pasajero
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prefiero. Ya sé que han sido inút
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los, los amoríos y las aventuras d
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los reinos de la gloria. Al amanece
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Y volviendo la espalda al fraile, l
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de reconocer que es demostración e
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chico precioso, frescachón y robus
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noche, mientras la madre dormía re
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todos mis asuntos de conciencia de
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ámides, allá en la cámara sepulc
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antiguallas y ridiculeces deben cae
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pertar cierto expediente; Román, q
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la Florida o del Depósito de Aguas
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pupila el color de las nubes o el t
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-Ha subido al cielo... -pronunció
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No pasaría éste de unas diez o do
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aba a hilo por la desdentada boca;
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por la canícula! El cura de este p
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para mí, reviste formas variadísi
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añan las aguas del Miño, sea en l
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cuarto bajo donde se guardaban tras
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Aquí la mujer calló y me clavó s
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con la comida, la bebida y el sueñ
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Viendo que su pueblo combatía con
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mensos ojos de gacela, cabellera os
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sabía el color de las pupilas de l
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Ciego de orgullo, resolvió Yemsid
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Al ordenarse no había pensado Este
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las, dinero para la caja: lo indisp
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za. La representación de la pecado
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enignidad con que se expresaba aque
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eve luz de relámpago que deslumbr
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largos y finos cabellos; rapó sus
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aflicciones de Dora, solía tomar l
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legumbres y frutales, a cercarlo de
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en el mundo. Ahí tienes por qué t
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salió vano, pues reinaba en la sun
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temblar, a tiritar de frío, notand
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Saltó Nati del diván, dando dient
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cio, de la mofa, de la ironía, de
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