Cuentos sacroprofanos.pdf
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imponía la ceniza a unos cuantos fieles madrugadores... Nati presentó la frente, oyó el fatídico Memento homo, quia pulvis eris..., y sintió los dedos del sacerdote que tocaban sus sienes, y a la vez un agudo dolor, como si la hubiesen quemado con un ascua... Al mismo tiempo, los devotos, postrados alrededor, la miraron fijamente, y deletreando lo que en su frente se leía escrito, repitieron atónitos: "¡Pecado!" Alzóse Nati de un brinco, y huyó de la iglesia. Había amanecido del todo; era hermosa la mañanita, y las calles estaban llenas de gente. Nati percibió que se volvían, que la contemplaban con extrañeza, que la señalaban, que se reían, que exclamaban: "¡Pecado! ¡Pecado!" Y los transeúntes se detenían, y se formaban grupos, y la palabra "pecado", pronunciada por cien voces, formaba un coro terrible de reprobación y maldición, que resonaba en los oídos de la señora como el rugido del mar en los del náufrago... "¡Pecado! ¡Pecado!...", dicho en el tono de la indignación, de la cólera, del despre-
cio, de la mofa, de la ironía, de la conmiseración también... Nati bajaba el velo, quería taparse la frente donde aparecía en caracteres rojos el letrero fatídico...; pero la negra granadina volvía a subir, y la humillada frente se presentaba descubierta ante la multitud... Nati puso las manos, pero conoció que se volvían transparentes como el vidrio, y que al través se leía el letrero más claro, más rojo... Entonces, horrorizada, exhaló un clamor de agonía y se desplomó al suelo moribunda. Cuando Nati despertó -porque realmente se había quedado dormida sobre el diván-, vio al abrir los ojos (el tocador estaba inundado de sol) a su marido de pie, examinando la careta y el arrugado dominó, caídos delante del diván, hechos un rebujo.
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también... Nati bajaba el velo, quería taparse<br />
la frente donde aparecía en caracteres<br />
rojos el letrero fatídico...; pero la negra granadina<br />
volvía a subir, y la humillada frente se<br />
presentaba descubierta ante la multitud... Nati<br />
puso las manos, pero conoció que se volvían<br />
transparentes como el vidrio, y que al través se<br />
leía el letrero más claro, más rojo... Entonces,<br />
horrorizada, exhaló un clamor de agonía y se<br />
desplomó al suelo moribunda.<br />
Cuando Nati despertó -porque realmente se<br />
había quedado dormida sobre el diván-, vio al<br />
abrir los ojos (el tocador estaba inundado de<br />
sol) a su marido de pie, examinando la careta y<br />
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hechos un rebujo.