Cuentos sacroprofanos.pdf
Cuentos sacroprofanos.pdf Cuentos sacroprofanos.pdf
parado, marraba el negocio de mi alma, el solo negocio importante. Necesitaba, pues, dos cosas: hacer penitencia en esta vida y saber a punto cierto cuál había de ser el instante de mi muerte, para encontrarme prevenido y dispuesto. No valía suicidarse; el que se suicida no muere en gracia. Era preciso discurrir otra combinación y, lógicamente, encontré una luminosísima. Esperé el momento en que mi esposa muy afligida desde el fallecimiento del niño, regresaba de la iglesia, donde había confesado y comulgado, y aprovechando la buena disposición en que se encontraba y el instante en que se inclinaba para desabrocharse las botas, di sobre ella armado de un cuchillo de cocina, y de la primera puñalada... la salvé. Cuando expiró, cubierto de su sangre, me presenté a la Justicia. Mi parricidio (así lo llamaron) era según decían, patente y horrible; fui sentenciado a morir, y en los largos días de la prisión tuve tiempo para hacer mortificaciones, ponerme a bien con Dios (lo espero) y arreglar
todos mis asuntos de conciencia de tal suerte, que, al ofrecer el cuello a la argolla expiatoria, llevaré lógicamente noventa y nueve probabilidades contra una de salvarme también... Lo único que me confunde, lo único que ha turbado mi espíritu, ya casi sumergido en la contemplación de lo ultraterrenal, es que el sacerdote que viene a consolarme en esta capilla, en vez de alabar la lógica de mi conducta, parece persuadido de que no hice sino atrocidades... Verdad que es un pobre cura de misa y olla, y temo que por falta de cultura y preparación filosófica no comprenda la alteza de mi concepción, el admirable equilibrio de mis actos... En vano le repito hasta la saciedad un argumento irrefutable. Pecado fue matar a mi mujer y a mi niño: lo conozco y lo deploro; mas si todos somos pecadores, y yo no podía jactarme de haber vivido sin pecar, a lo menos mis pecados son de tal naturaleza, que han abierto el paraíso a los dos seres que más amé, y pro-
- Page 89 and 90: cible, que entre todos ésos que os
- Page 91 and 92: niaturista, los viejos romances que
- Page 93 and 94: a los cristianos y su perpetuo afá
- Page 95 and 96: -Lo traigo aquí. Y acercándose a
- Page 97 and 98: fila, blancas como pétalos de azuc
- Page 99 and 100: ¡Friolera! ¡El ministro del ramo,
- Page 101 and 102: gallardeaba señalando ciertas curv
- Page 103 and 104: miendo... Mañana, a otra hora...,
- Page 105 and 106: juventud y abochornado y torturado
- Page 107 and 108: cesar desde la adolescencia. Más a
- Page 109 and 110: canso, no quería sentarse ni un mo
- Page 111 and 112: y lindo, demacrado por tanto sufrir
- Page 113 and 114: Rodeaban a Bibiana sus compañeras
- Page 115 and 116: le aburría la Bolsa. En cuanto a h
- Page 117 and 118: los cajones llenos de frioleras sin
- Page 119 and 120: afables y expresivas, me saludaban
- Page 121 and 122: aspecto, del mozo H*** a su padre R
- Page 123 and 124: Escuálida y vestida de sucios hara
- Page 125 and 126: a una vida de sufrimientos pasajero
- Page 127 and 128: prefiero. Ya sé que han sido inút
- Page 129 and 130: los, los amoríos y las aventuras d
- Page 131 and 132: los reinos de la gloria. Al amanece
- Page 133 and 134: Y volviendo la espalda al fraile, l
- Page 135 and 136: de reconocer que es demostración e
- Page 137 and 138: chico precioso, frescachón y robus
- Page 139: noche, mientras la madre dormía re
- Page 143 and 144: ámides, allá en la cámara sepulc
- Page 145 and 146: antiguallas y ridiculeces deben cae
- Page 147 and 148: pertar cierto expediente; Román, q
- Page 149 and 150: la Florida o del Depósito de Aguas
- Page 151 and 152: pupila el color de las nubes o el t
- Page 153 and 154: -Ha subido al cielo... -pronunció
- Page 155 and 156: declamaciones de ciertos individuos
- Page 157 and 158: ebosaba justa satisfacción por tod
- Page 159 and 160: No pasaría éste de unas diez o do
- Page 161 and 162: aba a hilo por la desdentada boca;
- Page 163 and 164: por la canícula! El cura de este p
- Page 165 and 166: para mí, reviste formas variadísi
- Page 167 and 168: añan las aguas del Miño, sea en l
- Page 169 and 170: cuarto bajo donde se guardaban tras
- Page 171 and 172: Aquí la mujer calló y me clavó s
- Page 173 and 174: con la comida, la bebida y el sueñ
- Page 175 and 176: Viendo que su pueblo combatía con
- Page 177 and 178: mensos ojos de gacela, cabellera os
- Page 179 and 180: sabía el color de las pupilas de l
- Page 181 and 182: Ciego de orgullo, resolvió Yemsid
- Page 183 and 184: Al ordenarse no había pensado Este
- Page 185 and 186: las, dinero para la caja: lo indisp
- Page 187 and 188: za. La representación de la pecado
- Page 189 and 190: enignidad con que se expresaba aque
parado, marraba el negocio de mi alma, el solo<br />
negocio importante.<br />
Necesitaba, pues, dos cosas: hacer penitencia<br />
en esta vida y saber a punto cierto cuál había de<br />
ser el instante de mi muerte, para encontrarme<br />
prevenido y dispuesto. No valía suicidarse; el<br />
que se suicida no muere en gracia. Era preciso<br />
discurrir otra combinación y, lógicamente, encontré<br />
una luminosísima. Esperé el momento<br />
en que mi esposa muy afligida desde el fallecimiento<br />
del niño, regresaba de la iglesia, donde<br />
había confesado y comulgado, y aprovechando<br />
la buena disposición en que se encontraba y el<br />
instante en que se inclinaba para desabrocharse<br />
las botas, di sobre ella armado de un cuchillo<br />
de cocina, y de la primera puñalada... la salvé.<br />
Cuando expiró, cubierto de su sangre, me presenté<br />
a la Justicia. Mi parricidio (así lo llamaron)<br />
era según decían, patente y horrible; fui<br />
sentenciado a morir, y en los largos días de la<br />
prisión tuve tiempo para hacer mortificaciones,<br />
ponerme a bien con Dios (lo espero) y arreglar