Cuentos sacroprofanos.pdf
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dieciséis años que perecen desprendidas de un lienzo murillesco, un rostro matizado por el rubor y aureolado por la candidez virginal..., y vi, sin que cupiese duda, otro hilo dorado que salía de su ebúrnea frente y se deslizaba hasta las butacas para introducirse en el bolsillo del opulento negociante Rondón, calvo como una bola de billar, gordo y colorado como un pavo, por más señas... Varié de objetivo con repugnancia; pero fue inútil; dondequiera que me volviese, la atmósfera del teatro se poblaba de hilos que flotaban en todas direcciones, y la lucerna de cristal, fija en medio, me parecía, con más razón que nunca, enorme araña pronta a saltar sobre la presa. Vi un hilo negrísimo, de odio y traición, que iba del político X*** a su jefe natural y gran protector Z***; un hilo verde, asqueroso, de la recién casada Eloísa D*** a la decrépita persona del general N***; un doble hilo oscuro, de envidia mortal, que recíprocamente se enviaban las dos amigas A*** y B***; un hilo sombrío, de fúnebre
aspecto, del mozo H*** a su padre R***, que no acababa de morirse y dejarle su codiciada herencia... Y yo veía tenazmente los hilos, invisibles para todos, y sentía espesarse la tela oscura y polvorienta que me rodeaba, y crecer hasta el paroxismo mi angustia y mi horror, que me oprimía el espíritu. Allí se patentizaban los bajos apetitos, las vilezas, las miserias de nuestra condición, reveladas por los hilos infames, de concupiscencia, de codicia, de dolo, de maldad, de instintos homicidas... Y como el fenómeno se repitiese las noches siguientes; temiendo que de las personas a quienes creía yo inspirar algún efecto puro y generoso saliesen también hacia mí los hilos, resolví de pronto recogerme a la soledad más completa y poder, con tal arbitrio, conservar algunas ilusiones, sin las cuales no cabe vivir, a no ser en el infierno." Al terminar la lectura del manuscrito que he resumido brevemente, Paco Beltrán y yo nos miramos despacio, estremecidos, y luego nos
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dieciséis años que perecen desprendidas de un<br />
lienzo murillesco, un rostro matizado por el<br />
rubor y aureolado por la candidez virginal..., y<br />
vi, sin que cupiese duda, otro hilo dorado que<br />
salía de su ebúrnea frente y se deslizaba hasta<br />
las butacas para introducirse en el bolsillo del<br />
opulento negociante Rondón, calvo como una<br />
bola de billar, gordo y colorado como un pavo,<br />
por más señas...<br />
Varié de objetivo con repugnancia; pero fue<br />
inútil; dondequiera que me volviese, la atmósfera<br />
del teatro se poblaba de hilos que flotaban<br />
en todas direcciones, y la lucerna de cristal, fija<br />
en medio, me parecía, con más razón que nunca,<br />
enorme araña pronta a saltar sobre la presa.<br />
Vi un hilo negrísimo, de odio y traición, que iba<br />
del político X*** a su jefe natural y gran protector<br />
Z***; un hilo verde, asqueroso, de la recién<br />
casada Eloísa D*** a la decrépita persona del<br />
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mortal, que recíprocamente se enviaban las dos<br />
amigas A*** y B***; un hilo sombrío, de fúnebre