Cuentos sacroprofanos.pdf
Cuentos sacroprofanos.pdf Cuentos sacroprofanos.pdf
ción exaltada, o tiene alguna correspondencia con la realidad, y se debe a causas físicas que ignoramos aún, pero que la ciencia estudiará y demostrará en los siglos venideros. Es el caso que al día siguiente de la última sesión -en que Mirovitch, fijando en mí tenazmente sus ojos verde esmeralda, había intentado dormirme- fue cuando sentí el primer ataque del padecimiento; fue cuando empecé a ver "los hilos", los horribles hilos que forman la misteriosa tela donde mi alma agoniza. Intentaré explicar lo que son estos hilos, para que si alguien lee después de mi muerte mi confesión, comprenda que yo no estaba loco, sino a lo sumo alucinado: que fui víctima de una morbosa perturbación de los sentidos, pero que mi razón supo interpretar mis visiones. Sucedió que al otro día de la sesión espiritista, ya aburrido de tales farsas y resuelto a no tomar más parte en ellas, me fui al Real, donde cantaban Hugonotes. Había un lleno, y estaban allí todas mis relaciones: todas las mujeres que,
afables y expresivas, me saludaban con dulces sonrisas, todos los hombres me apretaban la mano afectuosamente. Recorrí con los gemelos butacas y palcos. A tiempo que dirigía los cristales al rostro de la condesa de Saravia, bella dama a quien yo trataba mucho y respetaba más, por su intachable reputación y la dignidad de su porte, distinguí, ¡Jesús me valga!, el primer hilo. Era -me acuerdo bien- rojo, como abrasadora llama y salía del corazón de la señora, yendo, después de flotar y culebrear en el aire, a enroscarse sutilmente en el cuerpo de Tresmes, el galanteador más perdido de la corte. Al pronto no entendí la significación del maldito hilo. Froté con el pañuelo los vidrios de los gemelos y me froté después los ojos. No cabía duda, el hilo ardentísimo iba de la intachable esposa a buscar al galán impuro. Persuadido de que estaba malo de la vista, torcí los gemelos y encontré la carita angelical de Chuchú Cárdenas, una de esas criaturas de
- Page 67 and 68: ando que era el mayor de los cobard
- Page 69 and 70: amarguras, ni concebirse pueden. De
- Page 71 and 72: Niño en brazos. Pues bien, por pri
- Page 73 and 74: espíritus que acuden al llamamient
- Page 75 and 76: con algunas lenguas vivas; acababa
- Page 77 and 78: dejando desiertos los otros salones
- Page 79 and 80: negrísimo antifaz, algo del rostro
- Page 81 and 82: de la silla, libres ya de guantes,
- Page 83 and 84: era la elegante, la esbelta, la bur
- Page 85 and 86: gozo. Y a fe que los dos tenían qu
- Page 87 and 88: es que alguna orden de nuestro rey
- Page 89 and 90: cible, que entre todos ésos que os
- Page 91 and 92: niaturista, los viejos romances que
- Page 93 and 94: a los cristianos y su perpetuo afá
- Page 95 and 96: -Lo traigo aquí. Y acercándose a
- Page 97 and 98: fila, blancas como pétalos de azuc
- Page 99 and 100: ¡Friolera! ¡El ministro del ramo,
- Page 101 and 102: gallardeaba señalando ciertas curv
- Page 103 and 104: miendo... Mañana, a otra hora...,
- Page 105 and 106: juventud y abochornado y torturado
- Page 107 and 108: cesar desde la adolescencia. Más a
- Page 109 and 110: canso, no quería sentarse ni un mo
- Page 111 and 112: y lindo, demacrado por tanto sufrir
- Page 113 and 114: Rodeaban a Bibiana sus compañeras
- Page 115 and 116: le aburría la Bolsa. En cuanto a h
- Page 117: los cajones llenos de frioleras sin
- Page 121 and 122: aspecto, del mozo H*** a su padre R
- Page 123 and 124: Escuálida y vestida de sucios hara
- Page 125 and 126: a una vida de sufrimientos pasajero
- Page 127 and 128: prefiero. Ya sé que han sido inút
- Page 129 and 130: los, los amoríos y las aventuras d
- Page 131 and 132: los reinos de la gloria. Al amanece
- Page 133 and 134: Y volviendo la espalda al fraile, l
- Page 135 and 136: de reconocer que es demostración e
- Page 137 and 138: chico precioso, frescachón y robus
- Page 139 and 140: noche, mientras la madre dormía re
- Page 141 and 142: todos mis asuntos de conciencia de
- Page 143 and 144: ámides, allá en la cámara sepulc
- Page 145 and 146: antiguallas y ridiculeces deben cae
- Page 147 and 148: pertar cierto expediente; Román, q
- Page 149 and 150: la Florida o del Depósito de Aguas
- Page 151 and 152: pupila el color de las nubes o el t
- Page 153 and 154: -Ha subido al cielo... -pronunció
- Page 155 and 156: declamaciones de ciertos individuos
- Page 157 and 158: ebosaba justa satisfacción por tod
- Page 159 and 160: No pasaría éste de unas diez o do
- Page 161 and 162: aba a hilo por la desdentada boca;
- Page 163 and 164: por la canícula! El cura de este p
- Page 165 and 166: para mí, reviste formas variadísi
- Page 167 and 168: añan las aguas del Miño, sea en l
afables y expresivas, me saludaban con dulces<br />
sonrisas, todos los hombres me apretaban la<br />
mano afectuosamente. Recorrí con los gemelos<br />
butacas y palcos. A tiempo que dirigía los cristales<br />
al rostro de la condesa de Saravia, bella<br />
dama a quien yo trataba mucho y respetaba<br />
más, por su intachable reputación y la dignidad<br />
de su porte, distinguí, ¡Jesús me valga!, el primer<br />
hilo. Era -me acuerdo bien- rojo, como<br />
abrasadora llama y salía del corazón de la señora,<br />
yendo, después de flotar y culebrear en el<br />
aire, a enroscarse sutilmente en el cuerpo de<br />
Tresmes, el galanteador más perdido de la corte.<br />
Al pronto no entendí la significación del<br />
maldito hilo. Froté con el pañuelo los vidrios de<br />
los gemelos y me froté después los ojos. No<br />
cabía duda, el<br />
hilo ardentísimo iba de la intachable esposa a<br />
buscar al galán impuro.<br />
Persuadido de que estaba malo de la vista,<br />
torcí los gemelos y encontré la carita angelical<br />
de Chuchú Cárdenas, una de esas criaturas de