Cuentos sacroprofanos.pdf
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males y tal cual bulle-bulle desperdigado del séquito del ministro. En pos de la intrusa, subía el portero, desalado, sin aliento ni para reiterar el "no se pasa". Familiar, damas y caballeros volviéronse sorprendidos, mientras la señora, arrogante, se plantaba desafiándolos, retando si era preciso al universo. -Señora -advirtió el familiar acudiendo en auxilio del portero-, no puede usted ver a su ilustrísima; tenga la bondad de retirarse. -¿Que no puedo verle? -repitió la perfumada, despidiendo a cada contoneo del talle la misma inequívoca peste almizclada y oriental-. ¿Que no puedo? ¡Eso ya lo vamos a ver ahora! ¡No poder ver yo al obispo de Arcayla! ¡Pues está bueno! -Imposible, señora; lo siento mucho -exclamó el familiar, algo preocupado. Y bajando cautelosamente la voz, porque notaba la extrañeza y recelo indefinible del grupo reunido en la antesala-. Su ilustrísima, en este instante, está co-
miendo... Mañana, a otra hora..., veremos si es posible que conceda a usted una audiencia. -¡Audiencia a mí! Atrás, so simple... Audiencia... ¿audiencia a su madre?... La frase cayó como una bomba en el grupo de la antesala. ¡Madre! Si la intrusa llega a soltar otra cosa, una enormidad realmente atroz, no sería mayor el escándalo. ¡Madre! ¡"Aquello", la madre del obispo de Arcayla! Salía cierto lo que decían en voz baja los impíos de la Prensa y los rebeldes del cabildo; lo que llamaban calumnia infame los amigos y admiradores del prelado: que éste era un hijo espurio, recogido por su padre a fin de que no se degradase al contacto de la mujer galante y venal que le había llevado en sus entrañas. ¡Aquella historia de oprobio se confirmaba con la presencia de la pájara, de la empedernida y vieja pecadora. ¡Y qué oportunidad la suya, aparecerse en tal momento! El familiar se interpuso, aterrado, tan fuera de sentido que ni acertaba a formar cláusula.
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¿audiencia a su madre?...<br />
La frase cayó como una bomba en el grupo de<br />
la antesala. ¡Madre! Si la intrusa llega a soltar<br />
otra cosa, una enormidad realmente atroz, no<br />
sería mayor el escándalo. ¡Madre! ¡"Aquello", la<br />
madre del obispo de Arcayla! Salía cierto lo que<br />
decían en voz baja los impíos de la Prensa y los<br />
rebeldes del cabildo; lo que llamaban calumnia<br />
infame los amigos y admiradores del prelado:<br />
que éste era un hijo espurio, recogido por su<br />
padre a fin de que no se degradase al contacto<br />
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