El arte de no amargarse la vida - El mundo del "manitas "
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vida. Se le estropeaba la lavadora y ya se estaba diciendo: «¡Es horrible! ¡Qué mala suerte tengo! ¡Todo me sale mal!». El día en que había de tener lugar mi tercera sesión con ella, abrí la puerta de mi consulta y me la encontré mirándome con expresión desafiante. Entró en el despacho con rapidez, y se sentó con los brazos cruzados, mirando al suelo. Entendí claramente que estaba molesta. Una vez frente a frente, le pregunté: —¿Qué tal, María? ¿Cómo ha ido la semana? —Muy mal, estoy muy enfadada contigo —me espetó. —¡Vaya! ¿Por qué? —pregunté sinceramente sorprendido. —¡Porque ya sé qué quieres hacer conmigo! — me dijo. Los psicólogos estamos acostumbrados a oír de todo, pero en ese momento estaba perdido. No podía imaginar de qué iba su queja. —¿Sí? No sé a qué te refieres —pregunté. —¡Quieres convertirme en una pasota! —me respondió muy contrariada. Fue un momento de iluminación para mí porque había dado con el impedimento que hacía que la terapia no fuese efectiva para algunas personas: el miedo a dejar de preocuparse. Y es que María, como mucha gente, tenía muy interiorizada la creencia de que necesitaba preocuparse. En su filosofía vital ¡era bueno preocuparse! Tenía miedo a dejar de hacerlo porque pensaba que, si dejaba de asustarse a sí misma, se deslizaría por la pendiente del pasotismo hasta llegar al abismo de la dejadez, y tendrían lugar los peores desastres. No se
daba cuenta de que su vida ya era bastante desastrosa precisamente a causa de tanta preocupación. Gracias a María descubrí que «el mito de la bondad de la preocupación» puede dificultar muchísimo el éxito de la terapia. Los terapeutas debemos detectarlo y combatirlo antes de iniciar el tratamiento. EL MITO DE LA BONDAD DE LA PREOCUPACIÓN: «CONVIENE PREOCUPARSE» En algún momento de nuestra infancia desarrollamos la idea de que es bueno preocuparse porque, de esa forma, nos ocuparemos de nuestras responsabilidades. Nos decimos interiormente: «Si no me preocupo, como soy un niño descuidado y vago, me olvidaré de solucionar el tema». Los padres suelen contribuir a esta creencia irracional advirtiéndoles a los niños de las terribles consecuencias de no cumplir con alguna responsabilidad. Muchas veces, los padres también creen que es bueno preocuparse. ¡Ese amor por la preocupación es absurdo y nocivo! Los mejores ejecutivos del mundo se ocupan de multitud de temas al día y no se preocupan de ellos. Simplemente, ejecutan planes de acción y se divierten con ello. ¿Cómo sería la vida de un primer ministro si se tuviese que preocupar de los temas que despacha todos los días? Por lo tanto, grabemos en nuestras mentes la siguiente creencia racional: «Hay que ocuparse y no preocuparse».
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daba cuenta <strong>de</strong> que su <strong>vida</strong> ya era bastante<br />
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Gracias a María <strong>de</strong>scubrí que «el mito <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
bondad <strong>de</strong> <strong>la</strong> preocupación» pue<strong>de</strong> dificultar<br />
muchísimo el éxito <strong>de</strong> <strong>la</strong> terapia. Los terapeutas<br />
<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>tectarlo y combatirlo antes <strong>de</strong> iniciar<br />
el tratamiento.<br />
EL MITO DE LA BONDAD DE LA PREOCUPACIÓN:<br />
«CONVIENE PREOCUPARSE»<br />
En algún momento <strong>de</strong> nuestra infancia<br />
<strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>mos <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que es bue<strong>no</strong><br />
preocuparse porque, <strong>de</strong> esa forma, <strong>no</strong>s<br />
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<strong>de</strong>cimos interiormente: «Si <strong>no</strong> me preocupo,<br />
como soy un niño <strong>de</strong>scuidado y vago, me<br />
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Los padres suelen contribuir a esta creencia<br />
irracional advirtiéndoles a los niños <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
terribles consecuencias <strong>de</strong> <strong>no</strong> cumplir con alguna<br />
responsabilidad. Muchas veces, los padres<br />
también creen que es bue<strong>no</strong> preocuparse.<br />
¡Ese amor por <strong>la</strong> preocupación es absurdo y<br />
<strong>no</strong>civo! Los mejores ejecutivos <strong>de</strong>l <strong>mundo</strong> se<br />
ocupan <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong> temas al día y <strong>no</strong> se<br />
preocupan <strong>de</strong> ellos. Simplemente, ejecutan<br />
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sería <strong>la</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> un primer ministro si se tuviese<br />
que preocupar <strong>de</strong> los temas que <strong>de</strong>spacha todos<br />
los días? Por lo tanto, grabemos en nuestras<br />
mentes <strong>la</strong> siguiente creencia racional: «Hay que<br />
ocuparse y <strong>no</strong> preocuparse».