El arte de no amargarse la vida - El mundo del "manitas "

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17.05.2013 Views

durante aquellas semanas de convalecencia emocional, construyó una nueva filosofía personal que se podía resumir en: «Quejarse es inútil y una pérdida de tiempo. Aun cuando me falte toda la movilidad tendré muchas cosas maravillosas que hacer. Sin ir más lejos, investigar el Cosmos». El joven Hawking se afeitó, se duchó y salió de su cuarto. Cuando traspasó la puerta principal de su residencia, un antiquísimo edificio donde antes habían habitado estudiantes ilustres como sir Thomas Newton, su mirada era nueva, sus ojos centelleaban con un brillo desconocido. Iba a aprovechar cada minuto que le diese la vida, como un regalo. A los tres años justos, Stephen, bastón en mano, acababa su doctorado con uno de los mejores trabajos de la historia de la cosmología. Sus profesores, científicos de primera línea mundial, se quedaron boquiabiertos. Ahí estaba, por primera vez, la teoría matemática del inicio del Universo, el Big Bang. Algo que estaban buscando los mejores científicos del mundo. ¡Y la había desarrollado un estudiante! Eso era simplemente... increíble. Sobre aquel período, Stephen diría: «El truco fue que me puse a trabajar en serio por primera vez en mi vida y vi que me gustaba hacerlo». Stephen Hawking había dejado asombrada a la

comunidad científica por el alcance de sus investigaciones. Con una capacidad de análisis sin igual, sus teorías explicaban la formación y estructura del Universo de una forma nítida. Sus explicaciones ampliaban los hallazgos de Einstein y nos dibujaban, por primera vez, cómo era el cosmos, los agujeros negros, la luz, el tiempo... Montones de conceptos explicados en cadena, por primera vez en la historia de la cosmología. Conceptos que, en realidad, sólo unos pocos podían llegar a entender, y éstos, sólo de forma superficial. De la noche a la mañana, se convirtió, como dijo un periodista inglés, en Máster del Universo. Tras ese primer éxito y con un puesto de catedrático de Física Teórica en el bolsillo, Stephen Hawking se casó con su primera mujer y enseguida tuvo dos hijos. Mientras tanto, la enfermedad seguía su progresión condenándolo a la silla de ruedas. Extrañamente, al margen de la parálisis, su estado físico general era bueno y su vida no corría peligro, pero fue perdiendo movilidad hasta que sólo le quedaron sanos los músculos de los dedos de las manos. Cada vez que Hawking se daba cuenta de un nuevo avance de su parálisis, se decía con firmeza: «¡Quejarse es una pérdida de tiempo!». Con el transcurso de los años, Stephen

comunidad científica por el alcance <strong>de</strong> sus<br />

investigaciones. Con una capacidad <strong>de</strong> análisis<br />

sin igual, sus teorías explicaban <strong>la</strong> formación y<br />

estructura <strong>de</strong>l Universo <strong>de</strong> una forma nítida. Sus<br />

explicaciones ampliaban los hal<strong>la</strong>zgos <strong>de</strong><br />

Einstein y <strong>no</strong>s dibujaban, por primera vez, cómo<br />

era el cosmos, los agujeros negros, <strong>la</strong> luz, el<br />

tiempo... Montones <strong>de</strong> conceptos explicados en<br />

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cosmología. Conceptos que, en realidad, sólo<br />

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sólo <strong>de</strong> forma superficial. De <strong>la</strong> <strong>no</strong>che a <strong>la</strong><br />

mañana, se convirtió, como dijo un periodista<br />

inglés, en Máster <strong>de</strong>l Universo.<br />

Tras ese primer éxito y con un puesto <strong>de</strong><br />

catedrático <strong>de</strong> Física Teórica en el bolsillo,<br />

Stephen Hawking se casó con su primera mujer y<br />

enseguida tuvo dos hijos. Mientras tanto, <strong>la</strong><br />

enfermedad seguía su progresión con<strong>de</strong>nándolo<br />

a <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> <strong>de</strong> ruedas.<br />

Extrañamente, al margen <strong>de</strong> <strong>la</strong> parálisis, su<br />

estado físico general era bue<strong>no</strong> y su <strong>vida</strong> <strong>no</strong><br />

corría peligro, pero fue perdiendo movilidad<br />

hasta que sólo le quedaron sa<strong>no</strong>s los músculos<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ma<strong>no</strong>s. Cada vez que<br />

Hawking se daba cuenta <strong>de</strong> un nuevo avance <strong>de</strong><br />

su parálisis, se <strong>de</strong>cía con firmeza: «¡Quejarse es<br />

una pérdida <strong>de</strong> tiempo!».<br />

Con el transcurso <strong>de</strong> los años, Stephen

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