Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos

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17.05.2013 Views

* Impresiones de viaje (escritas por una abuela para sus nietos) mujeres. Nos dijo el guía que eran celosísimos, que por cualquier piropo o palabra que les dijeran sacaban puñal y armaban la gran trifulca. Mucho nos acordamos Sofía y yo de cierta persona muy admiradora de las mujeres e incapaz de no piropearlas. Cómo hubiera gozado y sufrido sin poderles decir esta boca es mía: son muy simpáticas y risueñas. el baile lo contrató el guía por cierta suma, y para hacérnoslo especial en una de estas salas-cuevas, que las hay muy grandes. el tablado que tenían para estas exhibiciones estaba ocupado íntegramente por los turistas americanos, que habían madrugado más que nosotros; desde allí oíamos sus risas y aplausos, pues es la gente más gozona. Las bailarinas eran dieciséis muchachas a cual más bonita, y dirigidas por una vieja, engandujada como ellas, y que bailaba mejor que todas. Los gitanos no toman parte en el baile, son los músicos. No permiten la entrada, ni aún a los compañeros, si no pagan. el baile es muy bonito y curioso: cada una baila sola, y van saliendo por turno, como en exámenes. La que sale se planta en medio, y allí empieza el zapateo y meneo de caderas, los brazos en alto sonando las castañuelas, poniéndolos en jarra por la cintura; el zapateo aumenta por momentos haciendo sentir el ruido de los tacones cada vez más fuerte, hasta que se desmaya jadeante, en un último y desfalleciente ritmo. Cada una tiene su estilo: unas marcan más el meneo de las caderas, otras mueven más los brazos y suenan más las castañuelas, aquellas hacen más fuerte y largo el taconeo. La vieja era una maravilla: al terminar bailan todas a la vez, cogidas de las manos, o formando rueda. Nos despedimos muy complacidos después de felicitarlas por su baile tan bonito y de darle propina a la dueña de la gran cueva, que se quedó muy satisfecha. Los domingos no trabajan y son los días destinados a los bailes; en la semana se ocupan en la fabricación de objetos de cobre, pero dizque ganan más con los bailes, pues no faltan turistas curiosos o gente de la misma ciudad quienes pagan por verlas bailar. Nos dijo el guía que eran pacíficos y laboriosos y que la policía tenía que intervenir pocas veces; sólo cuando reñían, lo que generalmente era por celos. No son pues estos gitanos nómades que invaden como plaga nuestras ciudades, de vez en cuando. Al regresar a la ciudad nos detuvimos en un restaurante para tomar el té. Sofía pidió lo que deseábamos, incluyendo helados en la lista. Miro a Sofía, y la veo seria, la nariz dilatada, el ceño arrugado, como se pone cuando algo le disgusta; veo que retira la taza y la copa con helado, que ella misma había elegido. “¿Qué * 96

* Isabel Carrasquilla te pasa?” le pregunto. Me hace un guiño para disimular, pero no toma nada. Cuando terminamos me dijo con mucho misterio que la leche que nos habían servido, y de la que estaban hechos los helados, era de cabra, que ella odiaba por lo feo que olía. Yo me reí, pero tal es el poder de la sugestión que no volví a ponerle leche al café, ni a comer las chuletas de cordero que tanto me gustaban. esto de la antipatía a la carne del lanudo animal como que era especialidad de la enamorada pareja, porque Prosperín, en el hotel de Nueva York, tampoco tomaba la sopa aunque lo mataran, porque dizque le olía a “chivo”. Qué final de baile tan prosaico. La Catedral de Granada, con sus torres cuadradas, es muy imponente; pero no sé decirles a qué estilo pertenece, ni hablaré de las curiosidades que debe contener porque no recuerdo nada referente a ella. La Capilla de los Reyes la tengo más presente por estar allá los monumentos funerarios de los Reyes Católicos, de su hija Doña Juana la Loca, y de don felipe el Hermoso. No pudimos entrar por las puertas de la fachada: las estaban refeccionando. el guía nos condujo a la vuelta y nos hizo entrar a una pieza grande y desmantelada de donde arranca una escalera pendiente y estrecha, de peldaños gastados, que llega a una sacristía. Allí, en unas vitrinas, y colocadas sobre cojines de raso, nos mostró la espada de don fernando y la corona de la Reina. ¡Qué desencanto! ¡La espada del Rey Católico es una espada cualquiera! No tiene ni remota semejanza con las que yo había visto en el museo de Nueva York, incrustadas de pedrería y con borlas de perlas. La corona de la Reina tampoco me pareció bonita. es semejante a las coronas de latón dorado, con piedras de vidrio, que le ponen a la Virgen por ahí en las iglesias de los pueblos. tiene el mérito de la antigüedad y de haber pertenecido a tales reyes. tendrán, sin duda, mucho valor artístico, pero yo, al menos, no se lo encontré. Hay en la sacristía muchos cuadros de santos con marcos dorados, ornamentos bordados por doña Isabel, candelabros y ciriales antiquísimos, que me puse a examinar con interés y curiosidad. De repente miro, y me encuentro sola, con un muchacho que debía ser monaguillo de la capilla. el, muy atento me dio la mano para bajar la arriesgada escalera. Bajamos, y no vi más puerta, por más que atisbé, que la que da salida a la calle. Pasé por ella, mirando hacia arriba y hacia abajo, pues la calle es pendiente, y ni rastro de los compañeros. Allí me tenéis la vieja “zuequeando” calle arriba y calle abajo, indagándole a todo el que encontraba, como en el cuento de “María estrellita”: “¿usted ha visto pasar una * 97

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Isabel Carrasquilla<br />

te pasa?” le pregunto. Me hace un guiño <strong>para</strong> disimular, pero no toma nada.<br />

Cuando terminamos me dijo con mucho misterio que la leche que nos habían<br />

servido, y <strong>de</strong> la que estaban hechos los helados, era <strong>de</strong> cabra, que ella odiaba<br />

<strong>por</strong> lo feo que olía. Yo me reí, pero tal es el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la sugestión que no volví a<br />

ponerle leche al café, ni a comer las chuletas <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro que tanto me gustaban.<br />

esto <strong>de</strong> la antipatía a la carne <strong>de</strong>l lanudo animal como que era especialidad <strong>de</strong><br />

la enamorada pareja, <strong>por</strong>que Prosperín, en el hotel <strong>de</strong> Nueva York, tampoco<br />

tomaba la sopa aunque lo mataran, <strong>por</strong>que dizque le olía a “chivo”. Qué final<br />

<strong>de</strong> baile tan prosaico.<br />

La Catedral <strong>de</strong> Granada, con <strong>sus</strong> torres cuadradas, es muy imponente; pero<br />

no sé <strong>de</strong>cirles a qué estilo pertenece, ni hablaré <strong>de</strong> las curiosida<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>be contener<br />

<strong>por</strong>que no recuerdo nada referente a ella. La Capilla <strong>de</strong> los Reyes la tengo<br />

más presente <strong>por</strong> estar allá los monumentos funerarios <strong>de</strong> los Reyes Católicos,<br />

<strong>de</strong> su hija Doña Juana la Loca, y <strong>de</strong> don felipe el Hermoso. No pudimos entrar<br />

<strong>por</strong> las puertas <strong>de</strong> la fachada: las estaban refeccionando. el guía nos condujo a<br />

la vuelta y nos hizo entrar a <strong>una</strong> pieza gran<strong>de</strong> y <strong>de</strong>smantelada <strong>de</strong> don<strong>de</strong> arranca<br />

<strong>una</strong> escalera pendiente y estrecha, <strong>de</strong> peldaños gastados, que llega a <strong>una</strong> sacristía.<br />

Allí, en <strong>una</strong>s vitrinas, y colocadas sobre cojines <strong>de</strong> raso, nos mostró la espada<br />

<strong>de</strong> don fernando y la corona <strong>de</strong> la Reina. ¡Qué <strong>de</strong>sencanto! ¡La espada <strong>de</strong>l Rey<br />

Católico es <strong>una</strong> espada cualquiera! No tiene ni remota semejanza con las que<br />

yo había visto en el museo <strong>de</strong> Nueva York, incrustadas <strong>de</strong> pedrería y con borlas<br />

<strong>de</strong> perlas. La corona <strong>de</strong> la Reina tampoco me pareció bonita. es semejante a<br />

las coronas <strong>de</strong> latón dorado, con piedras <strong>de</strong> vidrio, que le ponen a la Virgen <strong>por</strong><br />

ahí en las iglesias <strong>de</strong> los pueblos. tiene el mérito <strong>de</strong> la antigüedad y <strong>de</strong> haber<br />

pertenecido a tales reyes. tendrán, sin duda, mucho valor artístico, pero yo, al<br />

menos, no se lo encontré.<br />

Hay en la sacristía muchos cuadros <strong>de</strong> santos con marcos dorados, ornamentos<br />

bordados <strong>por</strong> doña Isabel, can<strong>de</strong>labros y ciriales antiquísimos, que me<br />

puse a examinar con interés y curiosidad. De repente miro, y me encuentro sola,<br />

con un muchacho que <strong>de</strong>bía ser monaguillo <strong>de</strong> la capilla. el, muy atento me dio<br />

la mano <strong>para</strong> bajar la arriesgada escalera. Bajamos, y no vi más puerta, <strong>por</strong> más<br />

que atisbé, que la que da salida a la calle. Pasé <strong>por</strong> ella, mirando hacia arriba y<br />

hacia abajo, pues la calle es pendiente, y ni rastro <strong>de</strong> los compañeros. Allí me<br />

tenéis la vieja “zuequeando” calle arriba y calle abajo, indagándole a todo el que<br />

encontraba, como en el cuento <strong>de</strong> “María estrellita”: “¿usted ha visto pasar <strong>una</strong><br />

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