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Impresiones de viaje : escritas por una abuela para sus nietos

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<strong>Impresiones</strong> <strong>de</strong> <strong>viaje</strong> (<strong>escritas</strong> <strong>por</strong> <strong>una</strong> <strong>abuela</strong> <strong>para</strong> <strong>sus</strong> <strong>nietos</strong>)<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, carcomido; y un Cristo, casi <strong>de</strong> tamaño natural, muy <strong>de</strong>sconchado, y<br />

sumamente feo y hasta miedoso. A la salida nos sacaron a la calle <strong>por</strong> otra parte<br />

muy curiosa; hay varias bóvedas, cubiertas <strong>una</strong>s, y levantadas en forma <strong>de</strong> ataúd,<br />

y otras que muestran su fondo negro <strong>de</strong> seis o más siglos. este castillo era <strong>una</strong><br />

antigua fortaleza. Yo viví un momento con <strong>sus</strong> habitantes <strong>de</strong> época atrás.<br />

Nos fuimos <strong>de</strong> allí directamente a la Basílica, adon<strong>de</strong> había llegado ya la<br />

procesión. No entramos sino al terminar aquella, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l sermón y <strong>de</strong> la<br />

bendición con el Santísimo, que dio un sacerdote <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el atrio. Había un gentío<br />

inmenso. Nos situamos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> unos árboles, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudimos oír y ver<br />

todo.<br />

De repente miro, y no veo entre aquel gentío a ninguno <strong>de</strong> los compañeros.<br />

en vano miraba hacia todas partes, y ni rastro <strong>de</strong> ellos. Resolví no moverme <strong>de</strong><br />

allí, hasta ver si alguno comparecía; y, en efecto, Pedro vino en mi busca y me<br />

condujo don<strong>de</strong> estaban los <strong>de</strong>más. Luego <strong>de</strong> conocer la iglesia, que no <strong>de</strong>scribo,<br />

y que es bella y está “empapelada” íntegramente <strong>de</strong> exvotos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el techo hasta<br />

el pavimento, fuimos a la fuente. Pedro llenaba vasijas y repartía.<br />

La gruta don<strong>de</strong> está la Virgen, que es fuera <strong>de</strong> la Basílica, es maravillosa.<br />

está cubierta casi en su totalidad <strong>de</strong> muletas, ruedas, pedazos <strong>de</strong> bicicletas,<br />

restos y <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> embarcaciones y <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> vehículos, que le han sido<br />

ofrecidos como testimonio <strong>de</strong> <strong>sus</strong> favores y milagros. La ceremonia que hacen<br />

<strong>para</strong> llevar a los enfermos es <strong>de</strong> lo más emocionante. figúrense que los colocan<br />

en camillas frente a la gruta, y allí dicen la misa y les reparten el agua, que toman<br />

todos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comulgar, llenos <strong>de</strong> fervor y esperanza, los ojos dilatados<br />

y lacrimosos. uno reza con ellos y ansía presenciar un milagro. La gente <strong>de</strong> la<br />

ciudad es muy creyente, como que son testigos <strong>de</strong> los repetidos prodigios.<br />

Yo <strong>de</strong>seaba comulgar al día siguiente <strong>para</strong> tomar el agua y cumplir <strong>una</strong><br />

promesa que le había hecho a la Virgen cuando la enfermedad <strong>de</strong> Claudino.<br />

Aunque me había confesado en París la víspera <strong>de</strong> la salida, tenía mis escrúpulos<br />

y vacilaba. Dio la casualidad que en el hotel estaban hospedados varios sacerdotes<br />

que habían ido a la peregrinación. Yo los había oído hablando español.<br />

Me puse <strong>de</strong> acuerdo con <strong>una</strong> <strong>de</strong> las hijas <strong>de</strong>l conserje, que asistía un almacén <strong>de</strong><br />

exvotos y reliquias. Atento el sacerdote, me mandó llamar al salón a oírme. era<br />

un español <strong>de</strong> Aragón. Yo le conté mis escrúpulos y él me dijo que no tuviera<br />

cuidado, que comulgara las veces que quisiera y en todas partes don<strong>de</strong> llegara,<br />

sin necesidad <strong>de</strong> reconciliarme. esto me <strong>de</strong>jó muy tranquila. ese día fuimos<br />

<strong>de</strong> nuevo a tomar el agua y a llenar en la fuente las anforitas, <strong>para</strong> traerlas a los<br />

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